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Resumen de los primeros cinco capítulos de "Canaima", de Rómulo Gallegos

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Canaima
Rómulo Gallegos
Capítulo I
-Pórtico: Travesía de una embarcación por los caños del Delta. Descripción de estos.
Manglares negros en el turbio amanecer. Bandadas de pájaros vuelan en el rosario de
alba. Se acercan indios en curiaras a proponer comercio. Caños, maravillosos
laberintos de aguas muertas y paisajes náufragos al fondo. Se precipita una lluvia recia
y caliente, chubasco que borra el paisaje. Cae la tarde, las aves vuelan por los cielos.
¡Orinoco pleno!, ¡Orinoco grande!
-Guayana de los aventureros: descripción de Guayana, tierra de misterios y de
aborígenes condenados a su condición primitiva, que se extinguen como raza sin haber
existido como pueblo para la vida del país. Guayana, brava empresa para la fortuna
rápida; selvas caucheras, oro, diamantes. Tierra de selvas antihumanas y satánicas.
Guayana, llena de peligros, tierra de promisión.
Comerciantes llegan a Ciudad Bolívar (rionegreros). Hasta el alba, celebran con
fiestas y parrandas, alegres por las ganancias obtenidas en el viaje; a la vez cuentan
anécdotas del Territorio.
-Marcos Vargas: le interesaba la geografía, pero la aprendida por los relatos de los
caucheros. MV pasea a un indio maquiritare (llamada Ponchopire, que en su dialecto
tribal significa váquiro bravo) por Ciudad Bolívar (Angostura). El espíritu de MV se
inclina hacia la acción desbordada, y no a la ensoñación.
DoñaHerminia
Herminia
Doña
Marcos Vargas
Es enviado a un
colegio en
Puerto España
(Trinidad)
Pedro Vargas
______________
Pedro
Francisco
(El mayor),
Murió en un
accidente de
curiara,
yendo para
Atabapo
Enrique
(Lo asesinó
Cholo Parima)
Los padres de Marcos Vargas, tienen una tienda: “Salsipuedes”. Les deben dinero a
unos judíos. Hipotecan la casa, con el dinero pagan algunas deudas y envían a MV a un
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colegio inglés de Trinidad, a la edad de 16 años. “Salsipuedes” quiebra. Pedro Vargas
muere.
Doña Herminia también tenía dos hijas casadas.
MV regresa. Se dispone a pescar zapoaras en el río, junto con “El Chano”, “El
Roncador” y otros pescadores. MV cae al agua, pero no le sucede nada. Una jovencita
hermosa y de rubia melena lo regaña y cachetea por la conmoción y el sobresalto que
provocó su caída. MV siente una emoción amorosa por aquella mujer.
Capítulo II
-Por el camino y ante la vida: Marcos Vargas ahora tiene 21 años, ya es responsable de
sus actos. Cabalga, cuando se detiene para observar el espectacular Caroní. Un
hombre se le acerca y se presentan: era Manuel Ladera, un hombre maduro, rico
propietario del Yuruari y dueño de uno de los mejores convoyes de carros de la región.
Ellos habían acordado encontrarse allí por razones de negocios (MV le va a comprar el
negocio de los carros). Almuerzan juntos, conversan y Ladera le explica a MV que
quiere salir de los carros porque José Francisco Ardavín se metió en el negocio.
Ardavín era un cacique político, calamidad de esas tierras. MV quiere pagarle a Ladera
con el dinero producido con el negocio de los carros (fiado). Éste acepta y le hace a MV
una rebaja de 300 pesos, los cuales se los paga en efectivo en ese momento. Ese fue
el primer dinero y el primer amigo que tuvo MV por el camino y ante la vida.
Manuel Ladera conocía al padre de Marcos Vargas, ellos trabajaron juntos con ganado
en los llanos de Monagas.
-Unas manchas de sangre: Marcos Vargas y Manuel Ladera van en balsa al Yuruari,
tierra del oro, de los hombres machos y de las mujeres bonitas. Van a Tupuquén. El
purguo y el oro son la bendición de esas tierras, pero según Ladera son la maldición,
porque abandona la agricultura, desmoraliza al hombre, ambiciona a los campesinos;
empresarios sin conciencia explotan al peón, la riqueza que produce el oro y el caucho
sólo es verdad para los privilegiados. MV piensa distinto debido a su punto de vista
aventurero.
Observan el ganado en la sabana, mientras conversan. Ladera tiene tres hijas, una es
Maigualida. José Francisco Ardavín se enamoró de Maigualida, pero ella lo rechazó, por
ello Ardavín juró matar a todo aquel que la pretendiera. Y cumplió su promesa: asesinó
a un forastero que gustaba de Maigualida, en presencia de ella.
Eso es Guayana, mucho río, agua como para abastecer al país completo, y sin
embargo, tierras secas que dan tristeza.
La gente de la época independentista, tenía la conciencia de que estaba fundando un
país y todo lo hacía mirando al porvenir; ahora, sentimos que éste país se está
acabando ya.
Manuel Ladera le enseñó unas manchas de sangre que estaban en una laja, eran de
un negro minero de El Callao, a quien asesinaron allí anteayer. Al negro, lo llevaba
preso a Ciudad Bolívar un tal comisario Pantoja, el cual mató a dicho minero en ese
lugar, con la escusa de que lo atacó, pero no se sabe como porque el negro estaba bien
amarrado. El tal Pantoja era en verdad Cholo Parima (asesino del hermano Enrique de
MV).
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Cholo Parima está por las tierras del Yuruari. MV le promete a Ladera que evitará
malos encuentros en éstas tierras.
-Juan Solito: “La Hondonada” es un hato que pertenece a Manuel Ladera, allí tiene
ganado.
En la montaña de Taguachi, camino a Upata, ven muchas personas pobres y
hambrientas. Guayana, el hambre junto al oro. En el recorrido se encuentran a Juan
Solito, el cazador de tigres más famoso del Yuruari, quien llevaba como siempre una
escopeta terciada a la espalda.
Barbudo, greñudo, de aspecto selvático, de edad incierta y sin apariencia de vigor
físico, Juan Solito era un personaje misterioso, a quien se le atribuían facultades de
brujo. Se ignoraba su verdadero nombre, origen, procedencia y el lugar donde habitaba.
Según Ladera, por la boca de Juan Solito habla un filósofo. Vivió mucho tiempo con los
indios piaimas, de los que aprendió muchos secretos.
Ladera le paga a Solito, para que vaya a “La Hondonada” a matar al tigre que ya se
comió dos becerros de Ladera.
Juan porque es un Juan entre los muchos que caminan sobre la redondez de la tierra.
Solito porque siempre anda solo, que es la mejor compañía del hombre.
A punto de adentrarse nuevamente en el monte, Juan Solito le recuerda a MV lo
siguiente: “Cuando tú yendo allá, yo enseñándote las cosas”. Inmediatamente a MV le
regresó ese recuerdo de su adolescencia: Ponchopire.
El resto del viaje hacia Upata, MV se mantuvo pensativo sobre aquella tarde lejana
cuando brevemente conversó con el indio Ponchopire.
Capítulo III
-Upata de los carreros: Valle apacible entre dulces colinas. Techos de palma (casas
humildes), techos de cinc (comercios), techos de tejas (casas de las familias principales
de la población). Vegetación exuberante. Montes lejanos, tiernamente azules (Nuria).
Upata, el pueblo de los carreros del Yuruari. Upata vive del tránsito, del dinero dejado
por los forasteros.
De un farallón, la piedra de Santa María, brotaba un agua usada como cebo para
atrapar forasteros, quienes son bautizados con esa agua, a fin de que se casen con una
upatense y echen raíces en Upata. Calles de tierra roja y carros vacíos. En Upata, el
amor ponía su esperanza en el paso de forasteros, por lo que Ladera ofrece a MV como
candidato a la Piedra de Santa María.
-Vellorini hermanos: La casa de comercio más fuerte de Upata era la de Vellorini
hermanos, Francisco y José, corsos radicados en Guayana hacía treinta años.
Francisco: le decían “Musiú Francisco” o Vellorini “el bueno”. De carácter jovial, muy
dado a emplear refranes y modismos guayaneses. Casado con una upatense, hermana
de Manuel Ladera. Regordete, de ojos azules y mejillas al rojo de “brandy”.
José: seco y reservado, gruñón e intratable. Soltero y de vida retraída y consagrada a
los negocios. Larguirucho, huesudo, de color amarillento y de cabellos grises con algo
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de caspa. Apenas dos años mayor que su hermano. Apodado como Vellorini “el malo”.
Tenía un gato negro de ojos verdes llamado Pepitín.
En verdad, es Francisco quien exprime a los clientes, pero hace que la mala fama
recaiga sobre su hermano. Cuando eran jóvenes, tenían un negocio ambulante en un
bongo, con el que comerciaban por los ríos y caños de la región. La casa de Upata, es
la principal de la firma. Antes se llamaba “El Bongo” (debido al anterior negocio de los
hermanos) pero ahora se llama “Vellorini hermanos”. En un principio, vendían víveres,
telas, calzado, quincalla, etc., y con el tiempo lograron una bonita fortuna.
Ladera y MV se dirigen a San Félix para embarcar ganado de “La Hondonada” hacia
las Antillas Inglesas, pero en Upata se encuentran a Musiú Francisco, quien también
era cliente de Ladera en el negocio de los carros transportadores de mercancía. Ladera
le explica a Francisco Vellorini que MV es el nuevo dueño del negocio carrero y es a él
a quien tendrá que pagarle la tarifa de los fletes. MV chantajea a Francisco, diciéndole
que guarda el “secreto” de que el verdadero Vellorini “el malo” es él, si le da las cargas
sin regatear el costo de los fletes, lo cual era tramado por Francisco. Así, Marcos
Vargas se ganó la voluntad de su primer cliente.
-Claro de luna: Aquella noche, la luna desempeñaba sus funciones de alumbrado
público. Para noches de luna, Upata, y para puestas del sol, Ciudad Bolívar. Parecía
que todas las muchachas de Upata, en las ventanas y puertas abiertas, se hubiesen
propuesto tocar y cantar cuanto supieran. Sólo la casa de los Vellorini tenía las
ventanas cerradas y parecía estar silenciosa.
Las Vellorini eran tres, las dos mayores no quisieron darle importancia a la llegada de
MV, mientras que Aracelis (llamada por sus padres “la bordona”, ya que era la menor)
hija de Francisco de Vellorini y ahijada de Manuel Ladera, estaba inquieta, esperando la
llegada del forastero en la casa de sus primas las Ladera.
Manuel Ladera y MV llegan a la casa; conversan y bromean, hasta que Maigualida
entra en la sala con la elegancia de su duelo, saluda a los presentes y luego se sienta al
lado de su padre. La señora Ladera le cuenta a MV que conocía a su madre y a sus
hermanas cuando estando soltera fue a Ciudad Bolívar.
Ofrecen a MV ser bautizado en la Piedra de Santa María, pero él advierte estar ya
confirmado, haciendo referencia a la cachetada recibida en Ciudad Bolívar. Él cuenta su
experiencia durante la pesca de zapoaras, los presentes le preguntan quien fue esa
mujer que lo cacheteó; Aracelis se levanta y admite que fue ella la que lo “confirmó”.
Risas, palmoteos, exclamaciones de asombro y miradas escandalizadas de la señora
Ladera desabordaron la habitación. Luego de culminada la tertulia, las amigas de
Ladera regresaron a sus casas en silencio, luego de haber reído en aquella noche de
luna y romance.
Pero ya no se oían las guitarras, ni los bandolines.
Capítulo IV
-Los Ardavines: venían figurando como hombres valerosos en la sangrienta historia de
las revueltas armadas. Tenían el cacicazgo del Yuruari.
José Gregorio Ardavín: uno de los pocos caciques buenos y quizá hasta un caudillo.
Se apartó de su carrera política y se fue a vivir con una india arecuna (la cual trajo
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consigo de una expedición al alto Caroní) para luego internarse en los montes de “Palo
Gacho” (El Callao), donde permaneció desde hacía quince años. Hay quienes dicen que
aquel repentino trastorno, se debió a la enfermedad del carare, adquirida en aquella
expedición.
Miguel Ardavín: primo de José Gregorio, a quien reemplazó en el cacicazgo. Militar
mediocre y político chanchullero. Tenía una cuantiosa fortuna; eran suyas las mejores
concesiones mineras y las más importantes empresas purgüeras. Sin embargo, su
prestigio no fue tan grande como el de su primo.
José Francisco Ardavín: hermano de José Gregorio. Era cobarde, pero impulsivo.
Logró su propósito de hacerse temible. Comenzó haciendo fanfarronadas a la sombra
del respeto que inspiraba su hermano. Trataba de ocultar su cobardía, infundiendo
bravura y valentía. Se enamoró de Maigualida Ladera, quien lo rechazó. Por ello, juró
matar a cualquiera que la pretendiera. Un día, se enteró por unos amigos que
Maigualida tenía novio, por lo que regresó a Upata y le descargó su revólver al forastero
en presencia de Maigualida. Pagó con unos meses de prisión, y ya el propósito de
hacerse temible lo había logrado.
-Ases y Suertes: a José Francisco Ardavín le decían el coronel y a Miguel, el general.
Marcos Vargas pasaba frente a un garito, donde se encontraba el coronel Ardavín,
borracho y jugando a los dados. Ardavín era un hombre de unos treinta años, de
facciones finas estropeadas por el gesto de matón. MV entra en el garito, se acerca a la
mesa de Ardavín, quien jugaba a los dados con gananciosos, carreros o forasteros de
Upata. Él no sabía perder y ya se estaba poniendo pesado. Detrás de él, tres
espalderos lo cuidan.
MV ofrece a Ardavín jugar una parada, apostando Vellorini Hermanos (único cliente
de Marcos) contra Ledezma y Compañía (cliente de Ardavín). El coronel acepta, lanza
los dados y salen ases, había perdido. Ardavín hacía trampa con los dados (sólo
maraqueaba uno contra la sortija).
MV lanza los dados, salen suertes y gana. El coronel Ardavín acepta la derrota,
alegando que MV era su nuevo amigo por ser un hombre completo, por lo que pide
champaña para todos. Ardavín quiere llevarse a Marcos para entregarle los clientes,
pero en eso empujó a MV y le apuntó con el revólver. De repente, una mulata bien
formada y vigorosa, oliendo a perfumes finos, y apodada “La Coronela” por el dominio
que ejercía sobre Ardavín; entró en el lugar y se llevó a José Francisco diciéndole que
guardara el arma. Ella era Juanifacia (Bonifacia), la única `persona ante la que el
coronel baja la cabeza.
Ardavín se despide irónicamente de MV y le manda saludos a Manuel Ladera.
-El fantasma encarnado: una persona toca la puerta preguntando por José Francisco
Ardavín; Juanifacia lo atiende y le dice que él está durmiendo su borrachera.
El que llegaba era Pantoja (Cholo Parima), un zambo gigantesco con rostro
deformado por cicatrices, producidas por los machetazos que le diera Enrique Vargas la
noche de la degollina de Vichada.
Pantoja venía en nombre del general, para que el coronel Ardavín le diese dinero. El
comisario Pantoja iba a emprender un viaje a San Félix (al igual que MV y Manuel
Ladera, ya que se embarcaría el último lote de ganado sacado de “La Hondonada” y
que le entregaría el negocio de los carros a Marcos).
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Cholo Parima había sido espaldero del general Miguel Ardavín, cuando éste fue
gobernador de Amazonas, de donde se lo trajo consigo bajo el nombre de Pantoja, y a
cuyo servicio continuaba aunque aparentemente al de las autoridades de Yuruari.
Pantoja le lleva un recado (encomienda) del general al jefe civil del puerto de San
Félix. Éste recado está en forma de clave, relacionándola con un gallo.
José Francisco Ardavín le dice a Pantoja que “deje por el camino” a Manuel Ladera
(matarlo).
Capítulo V
-Las palabras mágicas: las primeras noticias sobre Guayana le llegaron a Gabriel Ureña
hacia los quince años. Uno de sus tíos de San Félix, fue de vacaciones a Caracas y
llevó numerosos regalos representativos de las tierras guayanesas. También llegó en
compañía de Maigualida Ladera y de una inglesa llamada Eva (era fea, nativa de
Trinidad; el tío de Gabriel la había conocido en Guasipati como institutriz de las niñas
del general Miguel Ardavín. Traía a Maigualida para corresponderle las atenciones que
le dio en la casa de ella y a Eva para que les enseñara inglés a sus hijas. Maigualida
tenía unos quince años y era bonita, graciosa, con un acento cantarino. Los relatos del
tío sobre las riquezas de la prodigiosa Guayana trastornaron el espíritu de Gabriel con
ansias de aventura y hechizos de amores románticos.
Ahora, trabajaba como telegrafista en la estación de San Félix, donde contemplaba
los saltos del Caroní. En ese momento, lo acompañan Marcos Vargas y Manuel Ladera.
Guayana, tierra de la violencia impune, el vasto país desolado del indio irredento, las
misteriosas tierras calladas y trágicas. MV le dice a Ladera que se le ocurrió la idea de
venderle los carros al coronel Ardavín.
Gabriel Ureña también amó a Maigualida.
El tío de Gabriel había sido amigo de Manuel Ladera. Regresan a San Félix.
Gabriel Ureña se había curado de las inquietudes viajeras de la adolescencia y ya era
sordo al hechizo de las palabras mágicas.
-Entre las reflexiones y los impulsos: la llegada de los vapores que remontan el Orinoco,
congregaba a muchas personas de San Félix en la playa. Llegaban dos vapores: el
“Cuchivero” (dedicado al transporte de ganado) que traía un lote del Caura para las
Antillas inglesas y que esperaba el que embarcaría Ladera con el mismo destino; el otro
vapor era el “Macareo” (con mercancías y pasajeros provenientes de Trinidad y un
cargamento de negros). Manuel Ladera embarca su ganado. Luego, zarpa el
“Cuchivero” hacia las Antillas inglesas (río abajo) y el “Macareo” hacia Ciudad Bolívar
(río arriba).
Nativos y forasteros conversan en el corredor de la Comandancia del Resguardo,
frente al río. Arteaguita le confiesa su emoción a Gabriel Ureña al ver alejarse el
“Macareo” Orinoco arriba.
Ya se había retirado la mayoría de la gente de la playa; los peones (que descargaban
la carga), los carreros que ya cogían camino con sus carros y vagones llenos con las
mercancías que transportaban.
MV y Manuel Ladera llegan a la Comandancia en busca de Gabriel. De repente, llega
Cholo Parima en busca del jefe civil para darle el recado del gallo.
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Manuel Ladera se toma una copa ofrecida por el Comandante de Resguardo. Luego,
se retira junto con Marcos y Gabriel. Ladera y MV conversan entre reflexiones e
impulsos motivados por el encuentro con el asesino de su hermano.
Manuel Ladera debe regresar a buscar otro lote de ganado, por lo que le dice a
Marcos que coja camino ésta noche con sus carros, mientras él va a “La Hondonada”.
-Caminos de los carreros: el convoy de carreros transporta las cargas en vagones y
carros llevados por sus mulas y bueyes. Camino de los carreros jalonado de
maldiciones. A lo largo del extenso recorrido, los carreros reposan en varios parajes. Al
llegar a un paraje donde pasar la velada, siempre mirando a la sabana, los boyeros
hablan de diversos temas: de Parasco (un carrero de alma bondadosa a cuya ánima
encomendaban todos los del Yuruari cuando se ponían en camino; incluso se le
construyó un rústico mausoleo a orillas del camino, donde se le depositaban ofrendas
de velas y se le perpetuaba su memoria); hablaban del Muerto de “La Carata” (espanto
que aparece en el sitio de tal nombre, donde arrea al ganado y se mete en las casas,
sólo para molestar a los dueños); y de “Rancho de Tejas” (sitio donde fue asesinado un
correo del oro de las minas de El Callao). ¡Caminos del desierto venezolano,
sembrados de maldiciones, jalonados de consejas y de cruces en las cunetas donde
cayeron los asesinados!
MV, Gabriel Ureña y Arteaguita (quien por fin se decidió a adentrarse en el Yuruari)
comieron en uno de los paraderos del trayecto, para luego escuchar los relatos de los
boyeros. Gabriel tenía la tendencia de sacar de todas las cosas motivos de reflexiones
empapadas de un hondo sentimiento de las tristezas y calamidades de la tierra.
Cerca de medianoche, se escuchó un rumor de gente que se acerca. Eran unos
hombres que conducían una hamaca, colgada de una vara que dos de ellos sostenían
de los hombros. Allí traían a un difunto cubierto con manta negra: era don Manuel
Ladera, apuñaleado por la espalda esa noche a las afueras de San Félix. Se sospecha
de Cholo Parima. El Coronel López (jefe civil) ya le telegrafió la noticia a la familia.
Rabia entre los boyeros, quienes maldicen al que pudiera matar a un hombre tan
bondadoso como don Manuel. MV se le viene a la mente la despedida de José
Francisco Ardavín la noche de la parada de dados, cuando aquel le mandaba un abrazo
a Manuel Ladera.
MV le dice a Gabriel Ureña y a Arteaguita que continúen, ya que él tiene que regresar
a San Félix a declarar sobre el crimen.
Continuó su marcha la fúnebre comitiva.
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