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En la enseñanza de la Dra. Diana Rabinovich se han originado tanto el
entusiasmo por la realización de este trabajo como varias de las ideas que
aquí sostengo.
INDICE
INTRODUCCION
11
TOPOLOGIA
17
MODELOS
Modelo Óptico
31
ESQUEMAS
Esquema “L”
53
Esquema “Z”
80
Esquema “R”
91
GRAFOS
Grafo del deseo
127
CONCLUSIONES
171
BIBLIOGRAFÍA
173
INTRODUCCION
El título de este libro indica claramente que en él se trata de la cuestión de
los modelos, esquemas y grafos en la enseñanza de Jacques Lacan.
Intentaré establecer la relación que esta serie de producciones guarda con
los principales conceptos psicoanalíticos que Lacan elaboró y muchas veces
creó.
Tanto los modelos, como los esquemas y los grafos, son formas de
presentar estos conceptos y sus relaciones de manera “sincrónica”; en ellos
todos los conceptos puestos en juego están dados simultáneamente. Por el
contrario, cualquier presentación discursiva implica necesariamente la
“diacronía”, ya que todo discurso responde a una estructura fundamental
consistente en ser una cadena de términos, lo que produce como efecto
ineludible que los conceptos y sus articulaciones sean expuestos primero
uno, luego el otro, y así sucesivamente. La presentación discursiva, aunque
no lo parezca, contribuye poco a que el lector articule, porque éste tiene
que conservar en su memoria todo lo que fue dicho o leído con
anterioridad. Los modelos, esquemas y grafos intentan favorecer la
articulación de los conceptos por parte del lector. Pero tan sólo cumplen
esta función cuando se los puede manejar con cierta comodidad.
Trataré de dar cuenta de la estructura de cada uno de ellos, ya que no es la
misma, ni siquiera en su sentido más general. Por ejemplo, a pesar de ser
ambos “esquemas”, el esquema “L” tiene la estructura de lo que en
matemáticas se llama un grupo, mientras que el esquema “R” tiene una
estructura topológica.
En el estudio de estas producciones lacanianas la pregunta por la relación
que guardan entre sí va a ser uno de los temas fundamentales. El que los
modelos hayan aparecido primero (Seminario 1), los esquemas después
(Seminario 2) y sólo al final de esta serie lo hayan hecho los grafos
(Seminario 5), no da información sobre su relación recíproca, o sea, no
alcanza para concebir cómo se relacionan.
La enseñanza de Lacan tiene, entre otras, la siguiente particularidad: la
forma en que se imbrican la sincronía y la diacronía de sus concepciones, o
sea, la relación que guardan entre sí los conceptos fundamentales en cada
etapa de su desarrollo y en su progreso. El estudio de los modelos,
esquemas y grafos es una buena vía para seguir y estudiar la articulación
entre lo que se caracteriza por estar marcado por una lógica sincrónica y
aquello que lo hace por una lógica diacrónica.
Pero, ¿cuáles son las nociones que Lacan intenta articular a través de los
modelos, los esquemas y los grafos?
Desde su primer Seminario y hasta el último, Lacan elabora las
consecuencias de haber introducido en el psicoanálisis la estructura de sus
tres registros: lo Real, lo Simbólico y lo Imaginario. Es en el último
Seminario, el de Caracas, donde afirma “mis tres no son los suyos” (de
Freud). (1) En este trabajo propongo que el “retorno a Freud” que Lacan
propugnó desde el comienzo de su producción, consistente en una
rectificación de cómo se concebían los conceptos psicoanalíticos en ese
momento, tiene otra cara u otra faz. Ella es el debate, permanentemente
sostenido con Freud, respecto de la validez de la utilización de los tríos
freudianos: “Inconsciente, Preconsciente y Conciencia” o “Yo, Superyó y
Ello”, versus el trío de Lacan.
¿Cuál es el tipo de relación que mantienen estos tres registros de Lacan
entre Sí? ¿Cómo representar esta relación? ¿Cuál es la relación de los
registros freudianos entre sí? La respuesta puede también servir para
responder a la cuestión primeramente planteada: ¿cuál es la relación entre
los tríos freudianos y el lacaniano?
Los tres registros deben ser presentados juntos, mas ¿cómo? En otra cita
del mismo “Seminario de Caracas” se ve cómo elabora el propio Lacan esta
cuestión: “Aquí está: mis tres no son los suyos. Mis tres son lo simbólico,
lo real y lo imaginario. Me vi llevado a situarlos como una topología, la del
nudo, llamado borromeo.
“El nudo borromeo pone en evidencia la función del al-menos-tres. Anuda
los otros dos desanudados. Eso le di yo a los míos. Se los di para que
supieran orientarse en la práctica. Pero, ¿se orientan mejor que con la
tópica legada por Freud a los suyos?
“Hay que decirlo: lo que Freud dibujó con su tópica, llamada segunda,
adolece de cierta torpeza. Me imagino que era para darse a entender
dentro de los límites de su época.” (2)
En otra cita afirma: “Esta topología que se inscribe en la geometría
proyectiva y las superficies del analysis situs, no ha de tomarse como
ocurre con los modelos ópticos de Freud, con rango de metáfora, sino
como representando realmente la propia estructura”. (3)
La forma de concebir la relación entre los tres registros lacanianos es
entonces topológica, mientras que la relación entre los freudianos es
tópica. Veremos en el transcurso de los capítulos en qué consiste esta
diferencia.
Lo que reclama Lacan, respecto de la articulación psicoanalítica de los tres
registros, es que deben implicar al sujeto del inconsciente y, siguiendo su
enseñanza, hay que tener en cuenta que lo que se quiere representar (la
noción de sujeto del inconsciente tal como se presenta en la experiencia
analítica) debe estar presente en lo que se elige para representarlo; sino
caeríamos en lo que aquí le critica a Freud: no superar el rango de
metáfora; se hace necesario aquí el uso de la topología. Esta condición la
encontramos ya en “Intervención sobre la transferencia” de 1951, en la que
en un párrafo memorable Lacan dice: “Es decir que el concepto de la
exposición es idéntico al progreso del sujeto, o sea a la realidad de la
curación”. (4)
Esta exigencia de que la estructura del sujeto debe ser la misma que la
estructura de aquello que se elige para representarlo la reencontramos en
la estructura de los escritos de Lacan, de los que tanto se habló respecto
del estilo que les imprimió su autor, olvidando que lo que encontramos en
ellos es la estructura misma del sujeto del inconsciente. En el Seminario 5,
“Las formaciones del inconsciente”, inédito, encontramos a este respecto:
“[...] en las dificultades de mi estilo, quizá pueden entreveno, hay algo que
responde al objeto mismo del que se trata no simplemente hablar de la
palabra, sino hablar en el filo de la palabra.”.(5)
La lectura de los escritos de Lacan es, entonces, “formación del analista” ya
que se enfrenta en ellos la misma estructura con la que se debe operar en
la práctica analítica.
Por lo antedicho, el primer capítulo de este libro tratará, en forma muy
general, la cuestión de la topología, su relación con las nociones
matemáticas y su estructura fundamental. Sólo será una forma de
aseguramos el contar con los elementos que Lacan toma de los desarrollos
más avanzados de su época, en cuanto a la noción de estructura y a su
formalización. Aunque el estudio de la topología escapa al tema de este
libro, para responder a las cuestiones en el nivel en que las plantea y
trabaja Lacan debemos hacer el esfuerzo de adentrarnos en el campo de la
formalización moderna, lo que nos obliga a introducir conceptos
fundamentales de topología.
Es muy temprana la presencia, en la obra de Lacan, del recurso a la
topología; no es, como podría ser creído, el punto de abstracción
culminante de este psicoanalista sin par en la historia del psicoanálisis. Así,
por ejemplo, ya en “Función y campo de la palabra y el lenguaje en
psicoanálisis” de 1953 se encuentra: “Decir que este sentido mortal revela
en la palabra un centro exterior al lenguaje es más que una metáfora y
manifiesta una estructura. Esa estructura es diferente de la espacialización
de la circunferencia o de la esfera en la que algunos se complacen en
esquematizar los límites de lo vivo y de su medio: responde más bien a ese
grupo relacional que la lógica simbólica designa topológicamente como un
anillo.
“De querer das una representación intuitiva suya parece que, más que a la
superficialidad de una zona, es a la forma tridimensional de un toro a lo
que habría que recurrir, en virtud de que su exterioridad periférica y su
exterioridad central no constituyen sino una única región.”(6)
La topología le es necesaria a Lacan, no sólo vinculada con lo simbólico,
aquí planteado alrededor de la función de la palabra, sino también en
relación con lo imaginario. En “El mito individual del neurótico”, que es un
escrito anterior de Lacan, encontramos, por ejemplo: “¿Qué es el yo, sino
algo que el sujeto experimenta primero como algo que le es ajeno a él
mismo en su propio interior?” (7) Esta concepción de la relación entre lo
interior y exterior es ya topológica.
Pero, ¿para qué nos sirve la topología? Esta pregunta puede ser respondida
con estas otras: ¿qué de lo que dice un paciente debe ser tomado en
cuenta?, o ¿cómo hacer para no caer en aquello que se critica de ciertos
enfoques analíticos, como, por ejemplo, el que su horizonte no vaya más
allá de hacer descripciones de formas, tanto de carácter como de
personalidad? Así también y en cuanto a la posición psicoanalítica respecto
de la particularidad única de cada sujeto, ¿cómo se opera con nociones de
estructura generalizables? y, si no lo hacemos, no habría nada para
comunicarse entre analistas; pero ¿cómo se articula lo particular de cada
caso con lo general o universal de la estructura? Todas estas preguntas se
apoyan en una fundamental: ¿cómo se accede a la estructura? Las nociones
de la topología y especialmente sus invariantes topológicos serán la vía
Teniendo así introducida la topología, sobreviene la pregunta respecto de
las propiedades topológicas de modelos, esquemas y grafos en la
enseñanza de Jacques Lacan. ¿Son todos topológicos? y ¿cómo evoluciona
el recurso de la topología en la enseñanza de Lacan?
Las respuestas a estas dos preguntas serán los hilos conductores de este
libro.
NOTAS
1.
“El Seminario de Caracas”, en Escisión, excomunión, disolución,
Manantial, pág. 264.
2.
“El Seminario de Caracas”, ob. cit págs. 264-265.
3.
“El objeto del psicoanálisis”, en Reseñas de enseñanza, Manantial,
pág.38.
4.
“Intervención sobre la transferencia”, Escritos 1, Siglo XXI, pág. 40.
5.
El Seminario, libro 5, “Las formaciones del inconsciente”, clase del
13- 11-57, inédito, traducción personal.
6.
“Función y campo...”, Escritos 1, Siglo XXI, pág. 137.
7.
“El mito individual del neurótico”, Intervenciones y textos, Manantial,
pág. 57.
TOPOLOGIA
“El espacio, considerado independientemente de nuestros instrumentos de
medida, no tiene, pues, ni propiedades métricas ni propiedades
proyectivas; sólo tiene propiedades
topológicas...”
Henri Poincaré
¿Qué es la topología? Es una rama de las matemáticas, en el seno de la cual
se distinguen varios tipos de topologías.
Antes de comenzar a desarrollar las propiedades de cada una de las
topologías, conviene efectuar una distinción en el seno de la geometría que
nos servirá como introducción al tema: es la distinción entre geometría
euclidiana y geometrías no euclidianas, de las cuales tomaremos la
geometría proyectiva y la topología.
En el comentario de las propiedades de estas tres geometrías acentuaré
cómo la noción de “conservación” es considerada en cada una de ellas,
cómo se considera lo que se conserva y cómo se lo hace. Es un enfoque de
las
cuestiones
geométricas
hecho
desde
la
perspectiva
de
“las
transformaciones”. Es la forma de acceder a la estructura que les
corresponde.
La geometría euclidiana o métrica, que es aquella que hemos estudiado en
los colegios, dice que las propiedades de una figura son aquellas que se
conservan en todo desplazamiento de la misma y que, como tales, tienen
que ver con su forma y con su tamaño. Históricamente hablando, es la
primera geometría, y el término que la designa tiene una etimología muy
clara: medición de la Tierra. “La geometría euclídea es métrica, pues
supone que todo segmento o ángulo puede medirse y ser expresado por
medio de una distancia o ángulo patrón.” (1)
He aquí un ejemplo de una figura geométrica que conserva sus propiedades “euclidianas” luego de sufrir un desplazamiento:
el triángulo ABC es equivalente, en esta geometría, al triángulo A’B’C, ya
que, luego del desplazamiento, se conservan forma y tamaño.
La geometría proyectiva “[…] fue uno de los logros fundamentales del
pensamiento geométrico”. (2) Estudia las propiedades que se conservan a
través de la proyección y la sección. En esta geometría no juegan ningún
rol la distancia, el ángulo (que implica medida) ni la congruencia (la
relación entre figuras idénticas de forma, cuyas partes correspondientes
son idénticas). Es la geometría que está en juego en los problemas de
perspectiva y en el estudio de las sombras.
“Quedó demostrado
que los teoremas de la geometría proyectiva eran
independientes del concepto de distancia y que este concepto mismo podía
expresarse mediante elementos proyectivos más simples. La longitud de
los segmentos y los ángulos varía y los contornos de los objetos sufren una
deformación visible. Sin embargo, se conserva la propiedad de que ciertos
puntos están sobre una misma recta, la propiedad de una recta de ser
tangente a una curva, etc.” (3)
“Se vio que los teoremas de la geometría métrica constituían casos
particulares de teoremas más generales de la geometría proyectiva, y que
la geometría euclídea abarcaba sólo una parte del campo al que se
extendía la geometría proyectiva.” (4)
En la historia de la geometría, que se enlaza con la tripartición que intento
definir y comentar (ya que primero apareció la métrica, luego la proyectiva
y, finalmente, la topología) se destaca el aporte hecho por Descartes, “[…]
quien al representar un punto por medio de un conjunto de números
(coordenadas cartesianas) hizo posible la aplicación de los métodos del
álgebra a la resolución de los problemas geométricos”. (5) Esto implica el
paso de la intuición imaginaria a la representación simbólica. Paso éste que
orienta y determina como meta el progreso de la enseñanza de Jacques
Lacan.
En este punto quizá convenga intercalar un comentario respecto del
“álgebra lacaniana”. La sustitución, tanto en modelos como en esquemas y
grafos, de las nociones psicoanalíticas por letras “[…] que no por
casualidad rompe el elemento fonemático que constituye la unidad
significante hasta su átomo literal. Pues está hecha para permitir veinte y
cien lecturas, multiplicidad admisible hasta el límite en que lo hablado
permanece tomado en su álgebra”. (6) Todo hablante, o sea, también el
científico, no podrá evitar la relación significante/significado que sus
nociones implican por estar hechas con palabras: el álgebra, al operar sólo
con letras, evita toda relación con el significado y por eso permite veinte y
cien lecturas. Este es el motivo por el cual no se deben traducir las letras
del álgebra lacaniana, al no tener un significado, entonces no tienen un
equivalente en cada lengua: debe conservar-se la letra elegida por Lacan.
Se debe precisar, sin embargo, que la geometría proyectiva no llega a ser
puramente cualitativa. Poincaré lo dice así: “Que una línea sea recta, no es
un hecho puramente cualitativo; no se lo podría asegurar sin hacer
mediciones o sin deslizar sobre esa línea un instrumento llamado regla,
que es una especie de instrumento de medida”. (7) Dado que la proyección
requiere de la recta para poder realizarse, entonces la geometría proyectiva
está a medio camino entre la geometría euclidiana (métrica) y la topología
(puramente cualitativa).
He aquí un ejemplo de dos figuras que desde la perspectiva de la
geometría proyectiva tienen las mismas propiedades aunque sus formas y
tamaños son absolutamente distintos:
Finalmente, la topología, cuya denominación primera fue analysis situs y su
etimología es ‘tratado sobre el lugar’, estudia los invariantes topológicos,
absolutamente cualitativos y no métricos. Las propiedades que se
conservan
o
los
invariantes topológicos son aquellas propiedades
fundamentales de las figuras estudiadas en cada una de las otras ramas de
la geometría. Las figuras o superficies son tomadas como espacios
topológicos. La noción de espacio topológico será definida más adelante.
Existen varios tipos de topologías, y la reciente definición es válida sólo
para aquella topología que es una rama de la geometría: la topología
general o topología combinatoria (o de los complejos).
Utilizando la metáfora que M. Fréchel y Ky Fan presentan en su libro
Introducción a la topología combinatoria, la geometría euclidiana sería
equivalente a un hombre vestido con traje de colores, la geometría
proyectiva lo sería al cuerpo desnudo y la topología al esqueleto humano.
Como se desprende fácilmente de esta metáfora, partiendo de la geometría
elemental, pasando por la proyectiva hacia la topología, se obtienen cada
vez dimensiones con propiedades menos numerosas pero más esenciales.
La relación entre estas tres disciplinas, la geometría elemental, la
proyectiva y la topología, puede ser articulada a la teoría psicoanalítica, en
la que es muy enriquecedor sostener la oposición entre geometría del yo,
versus topología del sujeto. Esta oposición la analizaremos en los
próximos capítulos. En este mismo sentido, intentaremos relacionar la
serie que va de los esquemas freudianos, hasta los modelos, los esquemas,
los grafos lacanianos.
Ejemplo de figuras con las mismas propiedades o invariantes desde la
perspectiva de la topología para la deformación de una figura plana:
y para la deformación de una esfera:
En términos más generales, y más allá de la distinción entre topologías,
podemos decir que la topología es una rama de las matemáticas que se
ocupa de determinadas propiedades, como la vecindad, el límite y la
continuidad, de colecciones relacionadas a elementos físicos o abstractos.
Estos términos del lenguaje geométrico, como la vecindad, el límite y la
continuidad, son de uso frecuente en otras ramas de las matemáticas “[…]
y es algo más que un modo de expresión; la representación geométrica
hace ‘intuitivos’ muchos hechos del análisis por analogía con el espacio
ordinario, y permite usar los métodos geométricos de demostración,
generalizados al espacio de n-dimensiones”. (8)
Para entender mejor en qué consiste este procedimiento debemos
detenemos primero en la noción de espacio. En esto vamos a seguir a
Aleksandrov. Este autor distingue, en el campo de la ciencia, dos nociones
de espacio. El espacio real ordinario, al que define como la forma universal
de existencia de la materia, y el espacio abstracto, una colección arbitraria
de “objetos homogéneos” que no necesariamente son objetos en el sentido
común del término, sino que pueden ser fenómenos, estados, funciones,
figuras, valores de variables, entre los cuales existen relaciones similares a
las relaciones espaciales usuales (continuidad, distancia, etc.). “[…] al
considerar
una
colección de objetos como un espacio, hacemos
abstracción de todas las propiedades de los objetos, a excepción de las
determinadas por las relaciones en cuestión. Estas relaciones determinan lo
que podemos llamar estructura o ‘geometría’ del espacio. Los propios
objetos juegan el papel de ‘puntos’ del espacio; las ‘figuras’ son conjuntos
de ‘puntos’ ” (9)
Si las relaciones que estudiamos son las topológicas y dejamos de lado
todas las otras, entonces el conjunto abstracto de objetos se llamará
espacio topológico abstracto, que será el objeto más específico de la
topología.
Aclaremos un poco más esto último. “Un espacio topológico […] es una
colección de puntos (un conjunto arbitrario de objetos homogéneos) en el
que se ha establecido una relación de proximidad, es una generalización
de la relación de proximidad de figuras en el espacio ordinario.
“Como ha demostrado el posterior desarrollo de la topología, es
precisamente sobre la propiedad de proximidad o adherencia sobre la que
se basan las demás propiedades topológicas.
“El concepto de adherencia expresa la noción de que un punto está
infinitamente próximo a un conjunto. Por tanto, toda colección de objetos
en la que existe un concepto natural de continuidad, o de lo infinitamente
próximo, es un espacio topológico." (10)
He
aquí
una
fundamentales:
formalización
‘simple’
de
las
nociones
topológicas
“Una definición rigurosa de espacio topológico general se puede dar de la
siguiente forma:
“Se dice que un conjunto arbitrario R de ‘puntos’ es un espacio topológico
general si para todo conjunto M contenido en él están definidos sus puntos
adherentes, de suerte que se cumplan las condiciones siguientes, es decir,
los axiomas del espacio.
“1. Todo punto de M se cuenta entre sus puntos adherentes. (Es
perfectamente natural suponer que cada punto de un conjunto es
adherente a éste.)” (10) Otra definición, del mismo autor, pero más precisa
es la siguiente:
“Decimos que A es un punto adherente a un conjunto M, si M contiene
puntos cuya distancia a A es menor que cualquier número positivo” (11)
“2. Si un conjunto M1 contiene un conjunto M2, todos los puntos
adherentes de M2 lo son de M1. (De modo más breve, pero menos preciso:
el conjunto mayor no debe tener menos puntos adherentes.)
“[…] Con la ayuda del concepto de proximidad o adherencia es fácil definir
una serie de conceptos topológicos muy importantes. Estos son, al mismo
tiempo, los conceptos más fundamentales y generales de la geometría, y
sus definiciones son intuitivamente muy claras. Daremos algunos ejemplos.
“1. Conjuntos adherentes. Decimos que los conjuntos M1 y M2 son
adherentes si uno de ellos contiene al menos un punto adherente del otro.
(En este sentido, por ejemplo, la circunferencia de un círculo es adherente
al interior.)
“2. Continuidad o, como se dice en matemática, conexión de una figura.
Una figura, es decir, un conjunto de puntos M, se dice conexa si no se
puede dividir en partes no adherentes entre sí. (Por ejemplo, un segmento
es conexo, pero un segmento sin su punto medio no lo es).
“3. Frontera. La frontera de un conjunto M en un espacio R es el conjunto
de los puntos adherentes tanto a M como a su complemento R—M, es
decir, a la parte restante del espacio R. (Es, evidentemente, un concepto
perfectamente natural de fronteras).
“4. Punto interior. Un punto de un conjunto M se llama interior si no
pertenece a su frontera, es decir, si no es adherente a R—M.
“5. Aplicación o transformación continua. Una transformación de un
conjunto M se llama continua si no rompe las adherencias. (Difícilmente se
podría dar una definición más natural de transformación continua).” (12)
Esta transformación es la representada por los dibujos de la deformación
del triángulo y de la esfera, dados más arriba.
Para completar un bagaje mínimo de nociones topológicas, debemos
agregar, a las ya enunciadas, la siguiente:
“Un conjunto se llama cerrado si contiene todos sus puntos adherentes.”
(13)
La topología es tan fundamental que su influencia se hace sentir en la
mayoría de las otras ramas de las matemáticas. Aun se la encontró muy útil
en disciplinas no consideradas parte de las matemáticas en sentido estricto
(como por ejemplo la mecánica) y, como intentaremos demostrar, en
psicoanálisis.
Hay que destacar la relación íntima existente entre aspectos de la topología
y la lógica simbólica. Si bien el pensamiento geométrico ha sido siempre
abstracto, debido al mismo carácter del concepto de figura geométrica, con
la topología se eleva a un nuevo grado de abstracción.
En el seno de la topología hay que distinguir entre:
3)
Topología diferencial o conjuntista.
Topología algebraica o abstracta (o general).
Topología general o combinatoria (o de los complejos).
1)
La topología diferencial o conjuntista tiene por tema toda suerte de
1)
2)
conjuntos de puntos, especialmente los conjuntos cerrados: está basada en
la teoría de conjuntos y lleva asociado el nombre de Georg Cantor y la obra
que éste desarrolló en el último cuarto del siglo XIX; tiene aplicación en el
análisis matemático, especialmente en el cálculo diferencial (de ahí su
denominación).
2)
La topología algebraica o abstracta es el estudio topológico de los
espacios abstractos cualesquiera e implica, como ya hemos dicho, la
generalización del concepto de espacio. “La posibilidad de una tal
generalización se basa en la uniformidad de las leyes algebraicas, gracias a
lo cual se pueden resolver muchos problemas con un número arbitrario de
variables. Ello nos permite aplicar razonamientos geométricos que son
válidos en tres dimensiones al espacio n-dimensional” (14)
3)
La topología general o combinatoria (o de los complejos) es una
rama de la geometría que estudia topológicamente las superficies (los
complejos son generalizaciones de las mismas). Estudia las propiedades
que un objeto mantiene luego de sufrir deformación, como estiramiento y
compresión, pero no rotura o rasgado. Fue el único campo de la topología
relativamente terminado de desarrollar a fines del siglo pasado.
“Toda transformación de una figura que no destruye la adyacencia de las
distintas partes de la figura se llama continua; si ocurre que no sólo se
conservan las adyacencias sino que no se crean otras nuevas, la
transformación se llama topológica, en una transformación topológica no
hay ni roturas ni fusiones. Así, pues, las transformaciones topológicas son
unívocas y continuas en ambas direcciones.” (15)
Entre las nociones fundamentales de la topología general encontramos:
orientabilidad, característica de Euler, homomorfismo, especularizabilidad;
como así también: frontera, ciclo y homología, que iremos definiendo,
según las necesidades que surjan, en los próximos capítulos.
La siguiente es la representación de una transformación de una figura, (15)
¿es ella continua?
No, porque se creó una nueva adyacencia, o sea, una transformación es
continua cuando no se pierde ni se crea ninguna adyacencia (no se deben
producir fusiones ni roturas nuevas); en la figura sí tendríamos una rotura
haciendo el camino inverso del que marcan las flechas.
El ejemplo de figuras topológicas dado más arriba pertenece a la topología
general o combinatoria y entre las figuras que estudia esta rama de la
geometría encontramos la banda de Möbius (sobre la que me extenderé
ampliamente en los capítulos sobre los esquemas “L” y “R”), el toro, la
botella de Klein y el cross-cap. Este último será estudiado en relación con
el esquema “R”.
Antes de pasar a las representaciones de las figuras topológicas y dado el
tema de nuestro trabajo, debemos tener en cuenta la siguiente salvedad,
siempre repetida y usualmente olvidada: “[En topología] las figuras y los
diagramas juegan un papel estrictamente auxiliar; en ellas no se pueden
expresar las situaciones de ninguna geometría no euclidiana, ya que dichas
figuras representan rectas ordinarias en el plano ordinario y este plano es
completamente euclidiano dentro de los límites de exactitud de las
figuras”. (16)
Representación en el plano euclidiano de la banda de Möbius:
el toro:
la botella de Klein:
el cross-cap:
Como con la figura 5, hagamos otro ejercicio para aproximarnos a las
diferencias en cuanto a los invariantes topológicos. Si partimos de esta
parte del teorema de Euler: “No se puede trazar una curva cerrada sobre
una superficie sin dividir ésta en dos”, nos podemos preguntar, si hacemos
caso omiso de sus propiedades no topológicas ¿qué diferencia al toro de la
esfera? Efectuando una representación de un posible caso de una curva o
línea cerrada sobre una esfera y otra sobre un toro, se obtiene:
Vemos que en el caso de la esfera, la curva cerrada implica un corte que
divide la superficie en dos, lo que, en el caso representado, no sucede en el
toro, que sólo se ha convertido en algo como un cilindro, pero no dividido
en dos partes. Al toro le hacen falta dos cortes cerrados que no tengan
ningún punto en común, para estar seguros de haberlo dividido en dos
partes. El caso de un solo corte que divide al toro en dos es, por ejemplo,
el siguiente:
Por lo tanto, curva cerrada o corte es una propiedad topológica que
debemos agregar a las anteriores. Como dice Poincaré respecto de la
topología, en ella “todo se basa en la cortadura”. (17)
La topología es, desde una perspectiva, la rama de la geometría que
implica una exclusión absoluta de toda dimensión mensurable; permite, a
su vez, tratar, de una forma absolutamente distinta de como lo hace el
sentido común, el problema de la relación espacial entre lo exterior y lo
interior, ya que opera con otra noción de espacio; siendo los invariantes
topológicos aquellos que permanecen luego de las deformaciones de las
superficies, erradica también todo problema vinculado con la forma.
De ahí su utilización en psicoanálisis; nuestro sujeto no es mensurable,
como ninguna de las categorías que le aplicamos. Las relaciones entre lo
interior y lo exterior (la noción de espacio que le conviene) son
absolutamente distintas de como son planteadas por la geometría
elemental (aunque rige correctamente todos nuestros desplazamientos en
el mundo objetivo), y no implica descripción ni forma alguna, ya que la
noción de estructura las excluye.
En cuanto a la cuestión respecto de silos modelos, esquemas y grafos en la
enseñanza de Lacan son topológicos, anticipamos al tratamiento detallado
de cada una de estas cuestiones que los modelos no lo son, dado que “la
analogía funda su valor de uso” (18) y que la analogía que se basa en la
semejanza de formas, por ser una comparación hecha por la imaginación,
no es topológica. Si se piensa en el modelo del ramillete invertido,
presentado en el Seminario 1, se hace evidente su valor analógico de
“modelo” no topológico, ya que, para anticipar un ejemplo, el Estadio del
espejo es representado por un espejo.
Los esquemas, tal como los utiliza Lacan, son topológicos, ya que como
tales son geometrizaciones topológicas, cualitativas y no numéricas, de
nociones psicoanalíticas expresadas como puntos y sus relaciones como
segmentos o vectores, pero entre ellos se debe diferenciar al esquema “L” y
al “Z”, del “R” y del “1” ya que estos últimos implican superficies y los dos
anteriores no.
Finalmente el grafo, tal como lo concibe Lacan, es indudablemente
topológico, entre otras razones, por la concepción de “lugar o espacio” que
allí está implicada. Sin embargo, es topológico en forma distinta de la de
los esquemas. Analizaré los modelos, esquemas y grafos en los siguientes
capítulos dedicados particularmente a cada uno de ellos.
NOTAS
1.
2.
T. Ewan Faulkner, Geometría proyectiva, Dossat, pág. 1.
Aleksandrov, Kolmogorov y otros, La matemática: su contenido,
métodos y significado, Tomo 3, Alianza Universitaria, pág. 239.
3.
Ibíd., pág. 160.
4.
Geometría proyectiva, ob. cit., pág. 2.
6.
“Subversión del sujeto...”, Escritos 1, Siglo XXI, pág. 327.
5.
7.
8.
Ibíd., el subrayado es mío.
Henri Poincaré, Ultimos pensamientos, Espasa-Calpe, pág. 50.
Aleksandrov..., ob. cit., pág. 191.
9.
Ibíd., pág. 192, el subrayado es mío.
10.
Ibíd., págs. 193-194, el subrayado es mío.
12.
Ibíd., págs. 194-195, el subrayado es mío.
13.
Ibíd., pág. 262, el subrayado es mío.
15.
Ibíd., págs. 232-233, el subrayado es mío.
16.
Ibíd., pág. 133.
18.
“Observación sobre el informe de Daniel Lagache”, Escritos 2, Siglo
11.
14.
17.
Ibíd., pág. 262, el subrayado es mío.
Ibíd., pág. 169.
H. Poincaré, Ultimos pensamientos, ob. cit., págs. 56-57.
XXI, pág. 294.
MODELOS
EL MODELO OPTICO
Figura 10
El modelo óptico*
Antes de comenzar a analizar el modeló óptico, se lo debe localizar en el
seno de la enseñanza de Jacques Lacan. Este modelo fue producido en el
Seminario 1, Los escritos técnicos de Freud, el que marca, para su propio
autor, el surgimiento de la enseñanza de Lacan y establece que lo
producido anteriormente pasa a tener estatuto de “antecedente”. El
Seminario 1 es el primero en el que Lacan cuenta con “sus tres”.
*
En la edición castellana del Seminario 1, por error, aparece invertido
el orden de presentación de los esquemas de Lacan. El de la página 191
debe ir a la página 212 y viceversa.
Con la introducción a la teoría psicoanalítica de lo simbólico, lo imaginario
y lo real se abre la posibilidad de un nuevo enfoque a la cuestión
fundamental de la constitución de la realidad. Esta temática será elaborada
conjuntamente al análisis de Lacan del caso “Dick” de Melanie Klein
(publicado por ella en La importancia de la formación de sínibo los en el
desarrollo del yo, obra de 1930).
¿Qué le sucede a Dick que la realidad consiste para él en una cantidad tan
pobre de objetos libidinizados, siendo que el mundo, para la generalidad
de los niños, está cubierto de objetos? y ¿cómo pudo modificar este estado
de cosas la interpretación de Melanie Klein? Son preguntas que pueden
orientar el análisis de lo que Lacan hace al aplicar “sus tres” a una renovada
concepción de la realidad en psicoanálisis.
Hay, además, una pregunta que tiene un alcance más general y que vincula
la producción anterior de Lacan en derredor del estadio del espejo con la
teoría freudiana del narcisismo. ¿Cómo el Yo puede ser un objeto, más aún,
el primer objeto (Freud), si es una imagen (Lacan)? Propongo que esta
pregunta nos oriente en la lectura del esquema Óptico.
La disciplina que estudia la relación entre los objetos y las imágenes, la
óptica, tiene una respuesta que aportar a esta pregunta. El recurso de la
óptica está doblemente justificado: no sólo por poder dar una respuesta a
nuestra pregunta, sino también por haber sido el modelo que Freud adoptó
cuando presentó “sus tres”. Lacan no deja pasar la oportunidad que esta
coincidencia implica.
En la clase del Seminario 1 que lleva por título “La tópica de lo imaginario”,
Lacan cita extensamente a Freud cuando nos enseña que la forma correcta
de interpretar el aparato psíquico, tal como aparece en su primera tópica,
es “[…] como un microscopio compuesto, un aparato fotográfico o algo
semejante. La localidad psíquica corresponderá, entonces, a un lugar
situado en el interior de este aparato, en el que surge uno de los grados
preliminares de la imagen. En el microscopio y en el telescopio estos
lugares son puntos ideales: esto es, puntos en los que no se halla situado
ningún elemento concreto del aparato”. (1) Freud parte de un modelo
óptico para dar cuenta de la espacialidad que le corresponde al aparato
psíquico: Lacan lo hará en forma equivalente.
Tomando, entonces, las nociones de la óptica, diremos que para ella las
imágenes son de dos tipos: las imágenes reales y las imágenes virtuales.
Las imágenes reales son aquellas producidas, por ejemplo, por un espejo
cóncavo, o sea, algo parecido a la superficie interna y bien pulida de una
esfera hueca. Se llaman imágenes reales porque para el sujeto percipiente
estas imágenes se comportan corno objetos y no como imágenes, implican
una ilusión óptica, es decir, el observador es engañado. Las imágenes
virtuales son las cotidianas imágenes producidas por un espejo plano
(como el de nuestro botiquín de baño) y no implican ilusión óptica alguna,
ya que para el sujeto observador estas imágenes se comportan como tales,
o sea, como imágenes.
Una forma intuitiva de poder diferenciar ambos tipos de imágenes es tomar
en cuenta en qué plano se produce la imagen respecto del plano en el que
se halla el objeto. En los dos tipos de imágenes se produce una doble
inversión simétrica. Tanto en el espejo plano como en el espejo esférico se
produce una inversión de izquierda a derecha o viceversa, pero mientras
que en el espejo plano la simetría se produce en otro plano que el del
objeto, en el espejo cóncavo se produce en el mismo plano pero
invirtiéndose la imagen de abajo a arriba o viceversa. Se puede representar
así la forma de producción de la imagen virtual en un espejo plano:
Figura 11a
Figura 11b
La prueba que basta realizar para comprobar que esto es así consiste en
apoyar una mano en un espejo plano, haciendo coincidir así el objeto y su
imagen en el espejo. Si uno retira la mano, su imagen se verá detrás del
espejo y resultará más chica que la mano. Como esto es así nadie se
sorprende al ver, en el espejo del botiquín, su cara más chica de lo que
ésta es en la realidad, sabemos que se ve más chica porque está en otro
plano que en el que nos hallamos nosotros.
La imagen real se produce en el mismo plano en el que se encuentra el
objeto. Comporta una inversión simétrica como la de la imagen virtual,
pero esta inversión no implica cambio de plano. Tomando el mismo
esquema que Lacan toma de la óptica, que se denomina experiencia del
ramillete invertido, se observa:
Figura 12
En la imagen, las flores están hacia arriba y las flores reales están hacia
abajo, lo que significa que se ha producido una inversión (la otra inversión,
izquierda/derecha, no es observable dado que la forma del ramillete la
oculta), pero esta inversión se ha hecho en el mismo plano; lo que se
puede observar en el punto en el cual, podríamos decir, los tallos del
objeto ramillete se tocarían con los tallos de la imagen ramillete.
La experiencia del ramillete invertido, tal como Lacan la encuentra en la
óptica, tiene las siguientes características: un objeto peculiar, un ramillete
de flores, en el interior de un cubo al que se le han quitado tanto la cara
que enfrenta el espejo cóncavo, para que se produzca la imagen, como la
cara que enfrenta a quien lee el esquema de la experiencia, para que
observe la existencia del ramillete en el interior del cubo; ramillete que,
justamente, no puede observar el sujeto de la experiencia, quien está
representado por el símbolo del ojo. Para tal sujeto será una sorpresa el
hecho de que en determinado momento de su paso por delante del cubo
con un jarrón vacío encima colocado frente al espejo, aparezca, en el
interior del cuello del jarrón, un bello ramillete de flores. Se debe tener en
cuenta que el sujeto cree estar viendo un ramillete real, que no sabe de
dónde salió, porque, hasta hace un instante, ese jarrón estaba vacío. La
elección del ramillete como objeto es debida a que la estructura de un
ramillete es apta para engañar al sujeto, justamente por carecer de bordes
nítidos y precisos.
El hacer referencia a “un determinado momento del paso del sujeto de la
experiencia frente al aparato” es para indicar que sólo en una determinada
posición se produce la ilusión. En el esquema, esto se lee como la posición
del sujeto, representado por el ojo en el cono de reflexión. Fuera de este
cono, la ilusión no se produce; demasiado cerca de los bordes, se produce
con tantas distorsiones que la experiencia puede llegar a fallar.
La experiencia del ramillete invertido sirve como modelo de la génesis y
estructura del yo. Decir que sirve de “modelo” debe ser entendido en toda
su trascendencia conceptual. Efectivamente, el modelo óptico es un modelo
que Lacan crea para responder por una articulación de lo simbólico, lo
imaginario y lo real; pero es una forma de hacerlo que hay que diferenciar
de aquella implicada en los esquemas y en los grafos. Los modelos
reposan, por su estructura misma, en la analogía. En “Observación sobre el
informe de Daniel Lagache”, Lacan afirma respecto del modelo óptico:
“Planteemos primero el aparato un poco complejo cuya analogía, como es
la regla en estos casos, va a fundar el valor de uso como modelo” (2) y
también: “Sin hacernos ilusiones sobre el alcance de un ejercicio que sólo
toma su peso por una analogía grosera con los fenómenos que permite
evocar...”. (3) El modelo óptico es un apólogo de las relaciones recíprocas
de lo simbólico, lo imaginario y lo real.
En el mismo escrito, Lacan nos da su concepción respecto de la relación
que guardan entre sí este modelo óptico y los modelos creados por Freud.
“En este modelo, y hasta en su naturaleza óptica, no hacemos sino seguir
el ejemplo de Freud, con la salvedad de que en nosotros no ofrece siquiera
materia para prevenir contra una confusión posible con algún esquema de
una vía de conducción anatómica.” (4) Se desprende de esta cita que Lacan
considera que las producciones freudianas tienen la estructura de modelos,
pero que Freud previno de no confundirlos con ninguna localización
anatómica. Este modelo de Lacan ni siquiera, al decir de su propio autor,
da esa prevención.
Como veremos de aquí en más, son muchas las analogías en juego en el
modelo óptico; entre ellas destacamos la que implica que el Estadio del
espejo, lo especular, sea representado por un espejo. En próximos
capítulos se verá que la estructura de los esquemas y los grafos es de una
índole muy distinta, a partir de lo cual se justificará la definición que ahora
avanzamos: los modelos en general, y el modelo óptico en particular,
tienen estructura imaginaria.
Lacan aportó al psicoanálisis una clave que faltaba a la teoría del
narcisismo de Freud: esa clave es la del Estadio del espejo. En su
fundamento, la noción de Estadio del espejo está destinada a contradecir
todos los desarrollos posfreudianos respecto del “yo autónomo”.
El Estadio del espejo es una construcción que “[...] consiste en poner de
manifiesto la conexión de cierto número de relaciones imaginarias
fundamentales en un comportamiento ejemplar de determinada fase de
desarrollo.
“Ese comportamiento no es otro que el que tiene el niño ante su imagen en
el espejo desde los seis meses de edad.” (5) y que Lacan caracteriza como
de “asunción triunfante de la imagen con la mímica jubilosa que la
acompaña y la complacencia lúdica en el control de la identificación
especular”. (6)
Es interesante observar lo que sucede si la experiencia no es articulada
conceptualmente. En 1888 se publicó en París L’art et la poésie chez
l’enfant, de Bernard Perez; en él se dice: “El niño de pocos meses, puesto
frente a un espejo, se comporta de una manera muy distinta de la de los
monos de las especies superiores, perros o gatos. Estos animales no
experimentan sorpresa ni placer al ver reflejada su imagen. No la
reconocen como imagen, y la confunden con la realidad o pasan delante de
ella con indiferencia. Por el contrario, el niño, delante de la imagen en el
espejo, reconoce las personas y las cosas y se maravilla alegremente de
este reconocimiento”. (7) Esta observación, tan precisa en sí misma, al no
ser articulada ni a Hegel ni a Freud, como lo hace Lacan, no llevó a nada:
quedó en una mera e intrascendente curiosidad psicológica.
Las relaciones imaginarias que son articuladas por Lacan a la conducta
frente al espejo, consisten en “[...] que el sujeto se identifica en su
sentimiento de Sí con la imagen del otro, y la imagen del otro viene a
cautivar en él este sentimiento” (8) y: “En el otro se identifica el sujeto, y
hasta se experimenta en primer término...”. (9) Esto determina un efecto de
alienación fundamental. Alienación en el doble sentido de “ser otro” (en la
perspectiva en la que se lo entiende en Hegel y Marx, Entfremdung, en
tanto pérdida de identidad) y de “estar loco” (alienación mental). Esto
permite concluir junto a Arthur Rimbaud: “Yo es otro”.
El sujeto se identifica en el otro porque su Yo se constituyó a partir de la
“nueva acción psíquica” consistente en la identificación a la imagen
unificada que aporta el semejante: la imagen del semejante tiene tal valor
cautivante para el sujeto por las condiciones peculiares de su nacimiento.
Lo que Freud denominó Hilflosigkeit, el estado de desamparo del lactante,
Lacan lo denomina “prematuración del nacimiento” y Bolk (autor citado por
Lacan) lo llama “fetalización”. Consiste, por un lado, en el atraso del
desarrollo del neuroeje durante los primeros seis meses, y por el otro, en
la anticipación funcional que, respecto de este atraso, representa la
maduración precoz de la percepción visual. Esta discordancia temporal
implica que el sujeto no puede controlar ni dominar un cuerpo que se le
presenta como fragmentado, lo que, sin embargo, puede serle ocultado
por la identificación con la imagen engañosa del semejante, la que en tanto
que ilusoriamente completa y unificada vela que este otro se encuentra en
el mismo estado de “miseria original”. La imagen del semejante funciona
como imago salvadora frente a la impotencia biológica.
Una consecuencia de este proceso es el tipo peculiar de relación que se
establece respecto de este otro que llamamos el semejante. Esta relación,
basada en una lógica del “o yo o el otro”, implica “[...] la imposibilidad de
coexistencia con el otro” (10) y la podemos describir como una sola imagen
para dos, que permite su articulación con la “lucha a muerte por puro
prestigio”, tal como la encontramos en Hegel.
Tomando a Alexandre Kojéve, quien despertó un gran interés por Hegel
con sus clases en la Ecole Pratique de Hautes Etudes de París a las que
asistió, entre otros grandes, Jacques Lacan, podemos citar: “El hombre se
‘reconoce’ humano al arriesgar su vida Deseo humano, es decir, su Deseo
que se dirige sobre otro Deseo. Pero desear un Deseo es querer
superponerse a sí mismo al valor deseado en ese Deseo. Porque sin esta
sustitución se desearía el valor, el objeto deseado y no el Deseo mismo.
Desear el Deseo de otro es pues en última instancia desear que el valor que
yo soy o que ‘represento’ sea el valor deseado por ese otro: quiero que él
‘reconozca’ mi valor como su valor; quiero que él me ‘reconozca’ como un
valor autónomo”. (11) No hay que perder de vista que este deseo de
“imponerse al otro en tanto que valor supremo” (12) implica el “o yo o el
otro” porque a este nivel no hay pacto posible; esta dialéctica no puede
evolucionar en un “yo te reconozco a ti y tú me reconoces a mí”. No hay
pacto posible dentro de esta relación dual y su falta implica la intención
agresiva.
En “Acerca de la causalidad psíquica”, Lacan define de manera destacable
esta función de la identificación en el otro, proveniente de la articulación
de las nociones de Hegel con su Estadio del espejo y con el narcisismo de
Freud: “Conque —punto esencial—, el primer efecto de la itnago que
aparece en el ser humano es un efecto de alienación del sujeto. En el otro
se identifica el sujeto, y hasta se experimenta en primer término,
fenómeno que nos parecerá menos sorprendente si nos acordamos de las
condiciones fundamentales del Uinwelt humano, y si evocamos la intuición
que domina toda la especulación de Hegel”. (13)
Si se articula la intención agresiva para con el otro semejante y la
estructura alienada del yo, se llega al punto en que esta agresión puede
tomar como objeto al propio yo, y convertirse en una “agresión suicida” tal
como la concibe Lacan; fue uno de los pilares sobre los que apoyó la nueva
distinción que introdujo en el seno de la psicopatología, con su “paranoia
de autopunición”.
De aquí surge la crítica que le hace Lacan a Hegel por la forma en que éste
entiende la dialéctica del amo y del esclavo. Para que exista una salida en
la que uno de los implicados en la “lucha a muerte por puro prestigio”
renuncie a hacerse reconocer por miedo a perder la vida, debe haber un
“pacto previo” que dé la posibilidad de tal renuncia, ya que sin ella, el que
intentara rendirse, al bajar su arma, siempre sería asesinado. El recurso al
pacto previo indica que la dialéctica dual es como tal sin salida, salvo por la
vía de lo simbólico, como pacto preexistente, que implica la posibilidad de
resolución de la agresividad.
Se ingresa así en la necesidad de la consideración del plano legal. En la
óptica hay leyes precisas para entender la producción de las imágenes,
tanto las reales como las virtuales, como por ejemplo, la relación biunívoca
(a cada elemento de un conjunto le corresponde uno y sólo uno del otro
conjunto y viceversa) entre cada punto de la imagen con cada punto del
objeto.
Siendo esto así, en esta experiencia de la óptica se pueden encontrar los
tres registros de lo simbólico, lo imaginario y lo real. Las imágenes, y
especialmente las imágenes engañosas del espejo esférico, representan lo
imaginario, la estructura ilusoria del yo, mientras que el aparato óptico
más los objetos “inaccesibles” (las flores reales sólo son accesibles
visualmente al sujeto de la experiencia a través de la imagen ilusoria), lo
real y las leyes de la producción de imágenes, lo simbólico. Además, el
hecho de que la ilusión sólo se produzca si el sujeto está en determinada
posición, permite articular este aspecto de la experiencia con una noción
muy importante que se aplica a la experiencia analítica: la noción de
escena Se entiende al sujeto de la experiencia analítica como posicionado
en una escena y no como caracterizado por esencias o sustancias.
Entonces, ¿por qué Lacan necesita elaborar otro esquema, el Esquema del
florero invertido? ¿Por qué no le alcanza con el esquema del ramillete
invertido, tal como lo encuentra desarrollado por la óptica, si éste le
permite articular lo simbólico, lo imaginario, lo real y una concepción de
sujeto no sustancial?
Para responder a esta pregunta se puede hacer uso de la oposición que en
el Seminario 1 es denominada “los dos narcisismos”. El pensar en dos
narcisismos, uno animal y otro humano, es criticable, dado que para el
animal no opera el orden simbólico, entonces los otros dos registros ya no
pueden ser equiparados a los mismos registros tal como operan para el ser
humano. Lo real y lo imaginario de los animales no tienen nada que ver con
lo real y lo imaginario de los humanos, por el solo hecho de no articularse
en una estructura con lo simbólico. A pesar de lo cual, la idea de dos
narcisismos tiene la ventaja de hacer desaparecer una idea más ingenua
aún, la de “adaptación a la realidad”. No se puede hablar, ni siquiera en el
nivel del mundo animal, de una adaptación a la realidad.
La noción de realidad debe, en todo caso, ser puesta en cuestión y “los dos
narcisismos” son una forma de hacerlo. El primer narcisismo hablaría de la
función
de
las
gestalten
(buenas
formas)
en
el
mundo
animal
(funcionamiento que opera a través de la proyección). El Umwelt, mundo
circundante del animal, no es “la realidad” como objetiva, sino que es la
realidad según se constituye por la proyección de la forma corporal de
cada especie. Por ejemplo, ni para los animales que viven en la selva existe
“una realidad” que sea como tal la selva; la selva será distinta para cada
especie animal según su “narcisismo”, o sea, según la proyección de su
específica forma corporal.
Cuando hablamos de narcisismo humano, nos referimos a otra cosa. El
narcisismo humano, o sea, la relación, siempre relativamente fallida, del
sujeto con su propia imagen, está intermediado por la función del Otro.
Para introducir la función del Otro, le es requerido a Lacan desarrollar,
producir, el “Esquema del florero invertido” o “Esquema de los dos
espejos”:
Figura 13
El comentario de la estructura del modelo óptico se dividirá en: a) las
modificaciones que Lacan hace sobre el “Esquema del ramillete invertido”
de la óptica para convertirlo en el “Esquema del florero invertido” y b)
responder por la lógica del modelo en su funcionamiento como tal.
Las modificaciones son: 1) la inversión de las posiciones entre florero y
ramillete, y 2) el cambio de la posición del ojo que no queda enfrentando al
espejo esférico y que obliga a introducir un espejo plano enfrentando al
ojo y al espejo esférico.
1) Esas tan llamativas y hasta ridículas flores paradas sobre la caja
representan la multiplicidad de objetos alrededor de los cuales se va a
constituir la imagen del jarrón cuyo cuello las abraza. Comparando,
autorizados por la estructura analógica del modelo, por un lado, el
jarrón/continente con el cuerpo con sus agujeros representando las zonas
erógenas y, por el otro, las flores/contenidos con los objetos parciales
pulsionales, podremos concluir que es alrededor de los objetos parciales
de la pulsión que, para el psicoanálisis, se constituye el cuerpo. Sorprende
poder
encontrar
esta
función
del
objeto
tempranamente aparecido en la obra de Lacan.
en
un
esquema
tan
A su vez, el jarrón dentro de la caja, también inaccesible al sujeto en la
nueva posición que tiene en el esquema, representa el cuerpo como
organismo biológico perdido para el sujeto humano, más allá de los
avatares de las historias particulares.
Una de las consecuencias del cambio de posición del sujeto es que, si éste
no enfrenta el espejo esférico, no es cautivado por la ilusión de la imagen
real. Es dable observar que, en las representaciones del esquema completo,
esta imagen no está dibujada (el florero abrazando el ramillete a la
izquierda del espejo plano), y, sin embargo, opera porque es la que capta y
reproduce el espejo plano.
Acá conviene hacer una interpolación. Tomando en cuenta el modelo
óptico tal como aparece en el escrito de Lacan “Observación sobre el
informe de Daniel Lagache” del año 1958, se nota que lo que ahí es
designado i(a), la imagen real con la que se identifica el yo, no figura en el
esquema, aunque sí i’(a), la imagen virtual que de la imagen real se
produce por el espejo plano.
Para el ser humano, la imagen narcisística sólo es accesible a través de la
mediación del Otro, aquí representado por el espejo plano.
El Otro es el medio por el cual el sujeto humano encuentra su “propia”
imagen, pero es también lo que separa al sujeto de su imagen.
Partiendo de que el espejo plano, a diferencia del espejo esférico, produce
imágenes virtuales, concluímos que por la mediación del Otro, la imagen
real ilusoria, engañadora, pasa a ser una imagen virtual, no engañadora
como tal. Esta función del Otro, representada por el espejo plano, se halla
escrita en el siguiente esquema por la línea punteada “S-------SV” de la
parte superior del “Esquema simplificado de los dos espejos”:
Figura 14
Significa que, por la mediación del otro humano, la imagen real del sujeto
se hace virtual. Aquí se debe tener en cuenta, además de lo que nos enseña
la óptica respecto de las imágenes virtuales, que en la lengua la acepción
de virtual es “que tiene existencia aparente y no real”.
Como se ve claramente, el “Esquema simplificado” no es más simple que el
“Esquema de los dos espejos”; en realidad es el mismo esquema, sólo lo
diferencia la línea punteada S-------SV. “Simplificado” en francés no sólo
quiere decir más simple, sino también simbolizado. Aquí Lacan ha
simbolizado lo que representaba el ojo con la letra S, el sujeto mítico
previo a la incidencia de lo simbólico, y con SV, el sujeto virtual, un sujeto
que se ve pero desde la posición en la que lo vería otro. Este uso del
término “simplificado” será de gran importancia a la hora de distinguir las
estructuras de los esquemas “L” y “Z”.
Propongo el siguiente esquema para representar la noción de mediación
del Otro:
La flecha inferior nos indica que antes de recibir el reconocimiento del
Otro, primeramente se debe producir que el Sujeto eleve a algún otro a la
condición de Otro, que lo reconozca como su Otro, como por ejemplo en el
“Tú eres mi mujer” en el que primero se eleva a “una” mujer a la calidad de
“mi” mujer y recién se podrá recibir de ella el reconocimiento, bajo la forma
de propio mensaje, en forma invertida.
Esta función de la mediación del Otro debe ser articulada a la noción de
locura, que, distinguida de psicosis, implica la exclusión de la mediación
del Otro y, por tanto, la inmediatez de las identificaciones, un creerse que,
como tal, suprime la función de la mediación del Otro. Como dice Lacan,
un hombre que se cree rey está loco, pero si un rey se cree que es rey
también; finalmente un hombre que se cree hombre está loco, como todos.
La locura es entendida, entonces, como una dimensión esencial del
hombre, más allá de las estructuras clínicas; la noción de alienación, como
estructura del yo, ya lo indica.
En términos de Lacan: “[...] la relación simbólica define la posición del
sujeto como vidente”. (14)
En cuanto al funcionamiento del modelo, hay que decir que la difícil
adecuación de lo imaginario y lo real no depende ahora de la posición del
sujeto, sino de cómo incidan sobre él los rayos que refleje el espejo plano.
“[...] de la inclinación del espejo depende que veamos, más o menos
perfectamente, la imagen”. (15) Así pasa a ser el otro humano como tal y la
relación con éste, lo activo, en cuanto a la determinación del imaginario del
sujeto.
Esta relación con el Otro como propiamente humana es lo que Lacan
concebirá como lo simbólico, que determinará la relación recíproca de lo
imaginario y lo real. Así entendemos el posicionamiento de Dick, el
paciente de Melanie Kleun; se encuentra una desintrincación de lo
imaginario y lo real, lo real está deslibidinizado. Es la consecuencia de una
“patológica” incidencia de lo simbólico, y la vía de operar sobre ello es,
consecuentemente, lo simbólico. Se halla aquí la ventaja del uso de la
noción de posición que este modelo autoriza; ya no se enfrenta ninguna
esencia de Dick, sino una determinada posición en la estructura.
A partir de esto último, y teniendo en cuenta cómo Lacan define la relación
entre lo imaginario y lo real: “Semejante esquema ilustra que lo imaginario
y lo real actúan en el mismo nivel”, (16) propongo el siguiente esquema de
las relaciones recíprocas entre los tres registros:
Es la misma que plantea el modelo óptico, pero con un giro de un cuarto
de vuelta en sentido contrario a las agujas del reloj:
“Los objetos reales, que pasan por intermedio del espejo y a través de él,
están en el mismo lugar que el objeto imaginario.” (17) O sea, que lo
imaginario y lo real se hallan en el mismo nivel.
Conviene hacer una salvedad: que lo simbólico determine la relación de lo
imaginario y lo real no implica que sea más importante. Estamos frente a
una relación interdependiente, donde no hay lo uno sin lo otro, pero no
reversible, o sea, donde las relaciones de cada uno para con el otro no son
las mismas.
El pequeño esquema propuesto más arriba coincide con la estructura
general del modelo de los dos espejos y, a su vez, también permite
articular estas elaboraciones lacanianas con la tópica freudiana. Esta indica
no sólo la existencia de las tres instancias, sino, fundamentalmente, que
las mismas se caracterizan por hallarse en un determinado orden de
localización mutua.
A esta altura de su obra, ¿cómo concibe Lacan el orden simbólico? El plano
simbólico consistirá en el intercambio legal, que se encarna en los
intercambios verbales. Y es lo que opera como guía de la posición
imaginaria bajo la forma del Ideal del yo. No sólo guía. Podemos decir que
el orden imaginario no podría estructurarse sólo con el Estadio del espejo;
requiere del Ideal del yo. “El Ich-Ideal, el Ideal del yo, es el otro en tanto
hablante, el otro en tanto tiene conmigo una relación simbólica.” (18)
El Ideal del yo no sólo guía al sujeto en lo imaginario, sino que también
permite
identificar al sujeto. En este sentido “identificar” no es
“identificación con”, sino dar u obtener identidad, tal como opera la cédula
de identidad o cuando se dice que hemos identificado a alguien en una
foto. Para terminar de entender cómo concibe Lacan el Ideal del yo, cómo
identifica al sujeto, propongo tomar lo que en el seno del seminario se
puede considerar una interpretación. Los lectores del Seminario 1
recuerdan la larga serie de intervenciones de O. Mannoni, gran parte de las
cuales son para corregir o rectificar lo que Lacan dice. Frente a este estado
de cosas, Lacan dice:
“¿Qué es el vínculo simbólico? Para poner los puntos sobre las íes, digamos
que, socialmente, nos definimos por intermedio de la ley. Situamos, a
través del intercambio de símbolos, nuestros diferentes yoes los unos
respecto de los otros: usted es Mannoni y, yo, Jacques Lacan; estamos en
determina, da relación simbólica que es compleja, según los diferentes
planos en que nos coloquemos, según estemos juntos en la comisaría, en
esta sala, o de viaje”. (19) A buen entendedor...
Si el Ideal del yo es el vínculo social legalizante, es evidente que debe ser
introyectado por el sujeto, a su vez, el yo proyecta sobre los objetos su
forma, tal como fue dicho para la descripción del “narcisismo animal”. Esta
forma de oponer introyección y proyección ordena enormemente las
nociones de Ideal del yo y Yo ideal que Freud propone en “Introducción del
narcisismo”. Allí dice: “Podemos decir que uno ha erigido en el interior de
sí un ideal por el cual mide su yo actual, mientras que en el otro falta esa
formación de ideal”. (20) Aquí se refiere al Ideal del yo y en: “Lo que él
proyecta frente a sí como su ideal es el sustituto del narcisismo perdido de
su infancia, en la que él fue su propio ideal” (21) se refiere al Yo ideal.
En relación con la concepción del Ideal del yo, es muy importante tener en
cuenta su evolución en la enseñanza de Lacan. Respecto de la concepción
presentada en el Seminario 1, diré que conviene pensarla como un
prejuicio. Este prejuicio también se halla en la obra de Freud en su
concepción de “identidad de percepción” e “identidad de pensamiento”.
Con la teoría del significante decimos que en lo simbólico es imposible la
identidad. La imposibilidad de hallar un significante que le dé identidad al
sujeto Lacan la escribe . En el comentario al Esquema “Z” volveré sobre
esta cuestión.
Si se compara la línea punteada que une al sujeto con el sujeto virtual en el
“Esquema simplificado de los dos espejos”:
que representa que sólo desde una posición simbólica, el Ideal del yo,
puede verse la imagen real reflejada como virtual, con aquella que ocupa
un lugar homólogo en el Esquema de los dos espejos, tal como aparece en
el escrito “Observación sobre el informe de Daniel Lagache”:
se puede leer con facilidad que respecto al S (sujeto barrado por la
inexistencia en la batería del Otro de un significante que lo represente, que
le dé identidad simbólica) el Ideal del yo ocupa ese lugar faltante en el Otro
y hace del
un S. “El Ideal del yo es una formación que viene a ese lugar
simbólico... (el lugar del sujeto como elisión significante)” (22).
Reproduzcamos aquí el modelo óptico tal como aparece en “Observación
sobre el informe de Daniel Lagache”:
Figura 15
¿Cuál es la función y el alcance del Ideal del yo en este modelo? Sin olvidar
que un nombre para este modelo es: “Esquema de las relaciones del Yo
ideal con el Ideal del yo”, concluyo que la intenelación entre el Ideal y la
estructura del modelo es estrecha. Desde esta perspectiva se puede
formular una pregunta que guíe en este terreno. ¿Por qué si el Ideal del yo
es simbólico, se lo llama “del yo”, yo que, como tal, es una función
imaginaria? Lo es porque, más allá de lo que Lacan llegó a despejar de su
función, a la altura del Seminario 1, se hace cada vez más clara su función
imaginaria idealizante.
Si recordamos que: “El Ideal del yo, en tanto hablante, puede llegar a
situarse en el mundo de los objetos a nivel del Yo ideal, nivel de la
captación narcisista” (22), vemos que lo que acabamos de decir, ya estaba
entrevisto por Lacan, si bien a nivel de la patología. Esto corresponde, a su
vez, a lo que Freud encuentra en el fenómeno de la Verliebtheit, el
flechazo, el estar perdidamente enamorado de alguien, que corresponde a
una “subducción de lo simbólico”, y que, según la teoría de la estructura
alienada del yo, permite a Lacan coincidir con la afirmación popular de que
“cuando se está enamorado, se está loco”; el enamoramiento es una
alteración de la función del Ideal del yo.
A esta lógica responde que Lacan pueda escribir, en “Observación sobre el
informe de Daniel Lagache”, la relación entre ambos ideales de la siguiente
manera:
Ideal-Yo-ideal
Se destaca en esta puesta en continuidad la coincidencia de la función del
Idea! simbólico con la del Yo, en cuanto al desconocimiento del sujeto del
inconsciente.
Para seguir a Lacan en su concepción de la dirección de la cura, tal como
ella es elaborada en el Seminario 1, se debe continuar con el análisis del
modelo de los dos espejos o de los ideales de la persona, a partir del
desarrollo del “Esquema simplificado de los dos espejos”:
Figura 16
Esquema simplificado de los dos espejos.
Lacan lo equipara a una báscula del deseo, a partir de la cual se puede
definir la puesta en marcha del dispositivo freudiano como: “[...1 el
discurso desamarrado, la oscilación de espejo que permite la báscula entre
O y O’, en un psicoanálisis conducido correctamente”.(24) Esto conduce a
inversiones dialécticas, cambio de las posiciones subjetivas por efecto del
intercambio simbólico, en el curso del análisis, tal como Lacan sostiene
desde “Intervención sobre la transferencia”, desarrollado en su Esquema
del análisis:
Figura 17
Un esquema del análisis.
Ambos esquemas requieren la aclaración de la siguiente cita de Lacan: “En
O coloco la noción de moi inconsciente del sujeto” (25) que implica lo que
el sujeto esencialmente desconoce. Desconocimiento que Lacan llama en
francés meconnaissance y que no implica “no saber” sino un “no querer
saber nada de eso”. El moi inconsciente es equiparable a uno de los
elementos novedosos que Freud buscaba introducir con su segunda tópica:
los aspectos inconscientes del yo.
Así se pueden concebir los movimientos de la primera fase del análisis; a)
[…] paso de O a O’, de lo que, del yo, le es desconocido al sujeto de esa
imagen en la cual reconoce sus cargas imaginarias”, (26) a través, como fue
dicho, de las inversiones de las posiciones entre el sujeto y el otro que es
el analista, inversiones que encaman la función de mediación del otro a
nivel de la palabra, a través de la cual el sujeto se reconoce; b) “[...] el
sujeto se realiza en la medida en que el drama subjetivo es integrado en un
mito que tiene valor humano extenso, incluso universal”, (27) o sea, no
sólo la función de mediación del otro sino también toda la estructura legal,
que para el psicoanálisis es el complejo de Edipo y, finalmente, c) “Todo lo
que era del ego debe ser realizado en lo que e! sujeto reconoce de sí
mismo — Wo Es war soll Ich werden”. (28)
Concluyendo, en una teoría del fin de análisis, se podrían destacar los
siguientes elementos: a) “No hay resolución posible de un psicoánálisis,
cualquiera sea la diversidad, sin que al final llegue a anudarse en torno de
esa coordenada legal, legalizante, llamada complejo de Edipo”; (29) b) “Una
vez realizado el número de vueltas necesarias para que aparezcan los
objetos del sujeto, y para que su historia imaginaria sea completada Lo
que primero estuvo en O y luego en O’, y después de nuevo en O, debe
trasladarse ahora al sistema completado de los símbolos. Así lo exige la
salida del análisis”. (30)
Es en estas nociones de “sistema completado de los símbolos” y de
“historia
imaginaria
completada”
donde
reencontramos
la
función
idealizante del Ideal del yo. Sólo el Ideal del yo puede dar la ilusión de
identidad al sujeto, si reconocemos como su verdadera función la de
ocultar la falta de significante en el Otro, o sea, completarlo.
Si en el Grafo del deseo, como veremos más adelante, el Ideal simbólico se
escribe I(A), es porque cumple la función ilusoria de completar al Otro
marcado por la falta de significante, Otro que se escribe ( ). Se debe tener
en cuenta que cuando Lacan disponga de estas elaboraciones cambiará su
concepción de fin del análisis. Esto se observa muy claramente al prestar
atención a los títulos de los apartados del escrito “Observación sobre el
informe de Daniel Lagache”, de los cuales el tercero es: “Los ideales de la
persona” y el cuarto: “Por una ética”. El fin del análisis se trata de una ética
porque la experiencia analítica es una experiencia que va más allá de los
ideales, como la palabra ética lo indica. Si ética se diferencia de moral lo
hace en tanto que toda moral se apoya en los ideales más o menos
sociales, lo que está bien o lo que está mal; por el contrario, cada decisión
ética se toma sin apoyo de ideal alguno.
Para concluir, entonces, con el comentario del modelo de los dos espejos o
de los ideales de la persona, presentaré cómo concibe Lacan el fin del
análisis a la altura de “Observación sobre el informe...”; allí aparece:
Figura 18
A partir de la siguiente cita: “Sin entrar en unos detalles que parecerían un
recurso forzado, puede decirse que, al borrarse progresivamente hasta una
posición a 90º de su punto de partida, el Otro, como espejo en A, puede
llevar al sujeto desde
posición
2
1
a venir a ocupar, por una rotación casi doble, la
en I, desde donde sólo virtualmente tenía acceso a la ilusión del
florero invertido en la figura 2; pero que en ese recorrido la ilusión debe
desfallecer con la búsqueda a la que guía […], (31) se hace claro que no
sólo el
da un giro de 180º, sino que la teoría de fin del análisis también.
Sólo se llega al fin del análisis si se logra effacer (en francés entre otras
acepciones, “presentar cada vez menos superficie”) al Otro, encarnado por
el analista. Hacerlo caer del supuesto lugar de poder reconocer al sujeto.
Atravesar, a partir de la caída del lugar que la transferencia otorga al
analista, la posición en que se estaba, de esperar recibir la comprobación
de la omnipotencia del Otro.
Finalmente, algunas palabras sobre la utilización del modelo óptico en el
Seminario 10, “La angustia”, todavía inédito. Las nociones que he
desarrollado hasta aquí no permiten dar cuenta de gran parte de ese
trabajo, pero, sin embargo, efectuaré algunas articulaciones. Lo primero
que se destaca es que Lacan lo utiliza como un esquema y ya no como un
modelo, o sea, ya no se basa en ninguna analogía con los fenómenos que
se quiere evocar; el peligro es que el lector no lo advierta y haga él una
analogía entre el modelo óptico del Seminario 1 y el esquema, que sobre
algunas lecturas posibles del mismo, desarrolla Lacan en el Seminario 10.
Ya no hay más espejos, el espejo plano A ya no es un espejo y es leído
como la partición de los lados respectivos “del sujeto” y “del Otro” de la
siguiente manera:
que luego es aprovechado para representar la operación de división del
sujeto:
que finalmente le permite a Lacan escribir su fórmula del fantasma en el
lado del Otro:
El cuerpo, en tanto que dentro del cubo, y por lo tanto no accesible a la
mirada del sujeto, es elaborado como no especularizable, como - , no
especularidad aquí imaginarizada, que más adelante articularé a una de las
figuras de la topología, el cross-cap o plano proyectivo, ya que también se
caracteriza por estar compuesto de una parte especularizable y otra no
especularizable.
NOTAS
1.
Cita de El Seminario, libro 1, Los escritos técnicos de Freud, Paidós,
pág. 122, que reproduce parte de La interpretación de los sueños, Obras
completas, Amorrortu, Tomo 1, págs. 544-45; Biblioteca Nueva, Tomo V,
págs. 529-531.
2.
“Observación sobre el informe de Daniel Lagache”, Escritos 2, Siglo
XXI, pág. 294.
3.
Ibíd., pág. 301.
4.
Ibíd., pág. 295.
5.
“Acerca de la causalidad psíquica”, Suplemento de Escritos, Argot,
pág. 97.
6.
Ibíd.
8.
“Acerca de la causalidad psíquica”, ob. cit., pág. 92.
7.
9.
10.
11.
12.
13.
14.
214.
Citado por A. Mura en El dibujo de los niños, Eudeba, pág. 26.
Ibíd., pág. 93.
El Seminario, libro 3, Las psicosis, Paidós, pág. 62.
La dialéctica del amo y del esclavo en Hegel, La Pléyade, pág. 15.
Ibíd.
“Acerca de la causalidad psíquica”, ob. cit., pág. 93.
El Seminario, libro 1, Los escritos técnicos de Freud, ob. cit., pág.
15.
Ibíd, pág. 213.
16.
Ibíd, pág. 214.
17.
Ibíd.
19.
Ibíd., pág. 213.
18.
Ibíd., pág. 215.
20.
“Introducción del narcisismo”, Obras completas, Amorrortu, Tomo 1,
21.
Ibíd., pág. 91.
22.
“Observación sobre el informe de Daniel Lagache”, ob. cit., pág. 299.
pág. 90; Biblioteca Nueva, Tomo 1, pág. 1092.
23.
215.
24.
25.
El Seminario, libro 1, Los escritos técnicos de Freud, ob. cit., pág.
Ibíd., pág. 292.
Ibíd., pág. 412.
26.
Ibíd., pág. 275.
28.
Ibíd.
29.
Ibíd.
31.
“Observación sobre el informe de Daniel Lagache”, ob. cit., pág. 302.
27.
30.
Ibíd.
Ibíd., págs. 293-94.
ESQUEMAS
EL ESQUEMA “L”
Abandonamos los modelos que hemos definido como analógicos, ya que
su funcionamiento se basa en la analogía entre lo que se representa y lo
que se usa para representar, o sea, como dice Sóren Kierkegaard “[...] la
analogía es algo imperfecto dentro del concepto”. (1) Los modelos tienen
estructura imaginaria y esto hace concluir que no son topológicos.
Con respecto a los esquemas, los trataré tal como lo propone Lacan a la
altura de su Seminario 2, en el que los define de la siguiente forma: “Este
esquema no sería un esquema si presentara una solución. Ni siquiera es un
modelo. Es sólo una manera de fijar las ideas, que una imperfección de
nuestro espíritu discursivo reclama”. (2) Lacan dice que se deben trabajar
las nociones que va a proponer y, fundamentalmente, sus interrelaciones,
en forma sólo discursiva, pero que por la “imperfección de nuestro espíritu
discursivo” debemos hacer uso de los esquemas, que, en tanto son
sustitutos de discurso, se caracterizan por tener varias lecturas, que no
reposan ni en la forma ni en la posición, salvo que las tomemos como
elementos simbólicos y que, entonces, deben ser “leídos” ellos también. En
este mismo sentido, en la primera clase del Seminario 6, “El deseo y su
interpretación”, inédito, Lacan dice respecto de los esquemas: “[...] lo
primero que debe exigirse a un esquema es ver en qué puede servir a
propósito de la conmutación”.(3) Y es por esto mismo que en el Seminario
4 dice respecto de los términos del esquema “L”: “[...] esos términos
imponen una estructura; es decir que si cambiamos la posición de uno de
ellos deberemos situar en otra parte, y no deja jamás de importar dónde, a
todos los demás”.(4)
Los esquemas de Lacan implican la representación espacial de funciones y
sus relaciones. La cuestión es establecer acerca de qué tipo de espacio se
trata. Esto último se anuda a la pregunta respecto de si los esquemas son
topológicos o no. Tomemos en cuenta lo que Lacan elige para abrir su
seminario del año 1956/57 sobre “Las relaciones de objeto y las
estructuras freudianas”, aún inédito. En la primera clase, Lacan vuelve a
presentar a sus alumnos el esquema “L”, tal como lo hizo en los dos años
lectivos anteriores. Antes de comenzar a elaborar las nociones así
presentadas, da cuenta de la estructura misma del esquema. Dice allí:
“Henos aquí entonces armados de un cierto número de términos que han
culminado en algunos esquemas cuya espacialidad no debe ser tomada
absolutamente en el sentido intuitivo del término esquema, que no
comporta localización, pero que comporta, de una manera enteramente
legítima, una espacialización en el sentido en que espacialización implica
relación de lugar, relación topológica, interposición, por ejemplo, o
sucesión, secuencia”. (5)
Entonces la noción de espacio en los esquemas, tal como los concibe
Lacan, es topológica, ya que ésta no implica analogía ni medición alguna,
aunque sí se toma en cuenta la proximidad, vecindad o continuidad, en
oposición a discontinuidad o interposición, nociones éstas implicadas en la
concepción de espacio topológico.
El paso de la utilización de modelos a la utilización de esquemas es
equivalente a ciertos cambios producidos en el campo de la ciencia
relacionados con la introducción del álgebra. Veamos dos aspectos de este
hecho:
1) la introducción del álgebra en matemáticas, que consiste en la expresión
de las relaciones entre números por el uso de símbolos generales, puede
ser definida entonces como una generalización de la aritmética, la cual, al
sustituir
cifras o figuras
por
letras
o signos,
permite
que
sean
generalizados y autoriza operar con elementos desconocidos llamados
incógnitas; 2) su utilización en la geometría que se conoce como geometría
analítica, en la cual al “[...] representar un punto por medio de un conjunto
de números (coordenadas cartesianas) hizo posible la aplicación de los
métodos del álgebra a la resolución de problemas geométricos”.(6) Como
en psicoanálisis se trata de conceptualizar simbólicamente y no de
imaginar, es necesario efectuar el paso que implica el sustituir modelos por
esquemas.
En este capítulo se analizarán los siguientes esquemas: el esquema
“Lambda” o “L”, el esquema “Z”, y el esquema “R” o “Rho”. Por la estructura
de esta lista, se hace evidente que los esquemas “L” y “Z” son dos
esquemas distintos. Es común escuchar o leer, al menos en Buenos Aires:
esquema “L” o “Z”, es decir, que estos esquemas son confundidos. No sólo
serán trabajados como distintos, sino que el esquema Z” será tomado
como una esencial rectificación de las nociones en juego en el “L”.
Lo primero que debe decirse del esquema “L” es que su nombre “Lambda”
se justifica por el hecho de que esa letra del alfabeto griego, que se escribe
, tiene una forma especialmente apta para superponerse a la estructura
del esquema. Su equivalente latino es la letra L, que tal vez haga alguna
referencia a la inicial del apellido de su creador.
Un comentario inicial de este esquema servirá para poder hacer una
pregunta fundamental sobre su estructura. El vector AS, o sea el segmento
de línea orientado que va de A a S, representa en el esquema el eje
simbólico; el vector aa’ representa el eje imaginario, el vector Sa representa
una interrelación de lo simbólico con lo imaginario, y el vector Aa, otra.
Siendo esto así, surge la siguiente pregunta: si este esquema es el que
continúa el trabajo de Lacan para dar cuenta de la estructura de lo
simbólico, lo imaginario y lo real, ¿dónde está lo real en este esquema? Se
concluye que no está.
¿Por qué no está representado lo real en el esquema “L”? Primero: se
recordará que si bien el modelo óptico articula lo real, lo simbólico y lo
imaginario, no figura, no se inscribe en él la imagen real, aquella que Lacan
unos años después escribirá i(a). Segundo: Lacan presenta su esquema “L”
en la clase XIX del Seminario 2, El yo en la teoría de Freud y en la técnica
psicoanalítica, y ahí se encuentra una definición de lo real que se debe
utilizar para responder a esta pregunta. Lo real es caracterizado por Lacan
como lo que no habla, y lo real no habla porque vuelve siempre al mismo
lugar, o sea, no hay ningún tipo de alteridad en su nivel; la alteridad, lo
radicalmente otro, es simbólico. En el esquema “L” lo real no se representa
porque no habla y el esquema “L” es el esquema “de la palabra y el
lenguaje” y, por lo tanto, de la alteridad, del otro.
En el Seminario 2 se abre otra vertiente de la concepción de Lacan sobre lo
real, es la de “lo indeterminado” y se designa así al azar. En aquellos juegos
de azar que se caracterizan porque al comienzo de cada jugada se vuelven
a restablecer las condiciones de las anteriores, como por ejemplo en el tiro
de dados y en la ruleta, siempre, salga lo que salga, existe la misma
probabilidad de obtener cualesquiera de los resultados posibles. Luego de
1.000 veces que salió el O en la ruleta, este número tiene la misma
probabilidad de salir que cualquier otro. No hay ley que determine, que
anticipe, el resultado, y esto es una dimensión de lo real: “Siempre puede
salir cualquier cosa real”. (7) Y la relación del sujeto con esta dimensión de
lo real es elaborada alrededor de la noción de apuesta. “El símbolo surge
en lo real a partir de una apuesta.”(8) La función cada vez más esencial que
tendrá “la pregunta” en las elaboraciones lacanianas comenzará aquí a ser
articulada. “La apuesta está en el centro de toda pregunta radical acerca del
pensamiento simbólico. Todo se reduce al to be or not to be, a la elección
entre lo que va a salir o no, a la pareja primordial del más y el menos.” (9)
Pero, entonces, surge otra pregunta: si lo real no se representa porque no
habla y sí se representan lo imaginario y lo simbólico, entonces, ¿lo
imaginario habla? Este interrogante se justifica por el prejuicio existente
que implica sostener que lo simbólico es el lenguaje, que lo imaginario son
las imágenes y lo real, los objetos. La primera salvedad que se debe hacer
a este prejuicio es que accedemos a lo simbólico, a lo imaginario y a lo real
por medio de lo simbólico; caso contrario la frase que se está leyendo sería
imposible. La respuesta a la pregunta anterior (¿lo imaginario habla?) es sí,
y eso justifica la oposición que hace Lacan entre palabra y lenguaje. La
función de la palabra es simbólica y el uso del lenguaje, imaginario.
Partiendo de esta oposición será fácil, y libre de contradicción, la ubicación
del polémico “muro del lenguaje”. A su vez, si se sostiene que lo
imaginario habla, ya implica más que lo puro especular.
Con respecto a la estructura general del esquema “L”, lo primero que se
debe decir es que es un esquema de estructura cuatripartita, es un
esquema tetrádico y, si se presta atención a esta cuestión en todos los
otros esquemas, grafos y representaciones que de aquí en más Lacan
elabora, se constatará que todos coinciden en tener cuatro elementos,
cuatro vértices y cuatro lugares:
No se olvidará que, a su vez, las redes de la sobredeterminación, que Lacan
trabaja en su escrito “La carta robada” y en la clase que lleva el mismo
nombre del Seminario 2, requieren del cuaterno: , ,
y
para alcanzar a
establecer las coordenadas fundamentales del sujeto.
Junto a Lacan, se afirma que una estructura cuatripartita es exigible para
conceptualizar al sujeto de la experiencia analítica
Antes de responder a la lógica del cuaterno, veamos la primera articulación
del cuaterno en la obra de Lacan. En “El mito individual del neurótico”,
Lacan articula la estructura cuaternaria como una superación de la
insuficiencia de la estructura terciaria del complejo de Edipo freudiano, al
que, según él, debe completarse con el narcisismo, el modo imaginario,
para dar el cuarteto. ¿Cuál es el elemento que el narcisismo agrega al trío
edípico? La muerte. “¿Cuál es el cuarto elemento? Pues bien, lo designaré
esta noche diciéndoles que es la muerte” (10).
A partir de la función de la muerte como cuarto elemento, podemos
analizar la profunda influencia de la filosofía hegeliana en la primera época
de la enseñanza de Lacan. Esto se debe, entre otros motivos, a que la obra
de Hegel está esencialmente marcada por la función de la muerte. Al
respecto, James Carse en Muerte y existencia, una historia conceptual de la
mortalidad humana afirma: “[...] Hegel es el primero en intentar llevar la
muerte al centro de la vida, para ver lo vivo no como lo no-muerto, o lo
todavía-no-muerto, sino como lo mortal” (11) y “[para Hegel] no soy hecho
mortal por un Otro hostil, sino que soy mortal como un Otro para mí
mismo. Este es exactamente el punto en nuestra larga narración en el que
la mortalidad es descrita primeramente como una parte de la estructura del
yo. Ningún filósofo antes de Hegel había alcanzado tal concepción”. (12) El
propio Lacan sostiene que “[...] la metafísica hegeliana no había hesitado
en construir toda la fenomenología de las relaciones humanas alrededor de
la mediación mortal, tercero esencial del progreso por el cual el hombre se
humaniza en la relación con su semejante”.(13)
Ahora sí, ¿por qué cuatro? Lacan en su Seminario 14, “La lógica del
fantasma”, aún inédito, en la clase del 14-12-1966, recomienda la lectura
del artículo de Marc Barbut, “Acerca del sentido de la palabra estructura en
matemáticas”. En ese trabajo Barbut propone, como representante del uso
de la noción de estructura en las matemáticas, al grupo de Klein, “célebre
en matemáticas y presente en múltiples actividades humanas” (14) y que
se aplica a las permutaciones de cuatro elementos cualesquiera. La noción
de estructura es definida así: “Una estructura […] es un conjunto de
elementos elegidos caprichosamente, pero entre los cuales se definen una
o varias […] operaciones”. (15)
Como dijimos en el capítulo “Topología”, hay que diferenciar entre las
nociones de estructura que se utilizan en matemática y entre éstas, al
menos
hay
que
diferenciar
estructuras
de
grupo,
de
estructuras
topológicas. Las estructuras de grupo consisten en “un conjunto en el que
se ha definido una operación ‘x’ y que satisface las tres propiedades a), b)
y c)”.(16) Las propiedades o axiomas son: a) la ley asociativa, b) la
existencia de un elemento neutro y c) la existencia para todo elemento de
su elemento inverso. Entre las nociones fundamentales con las que opera
la teoría de grupo está la de “simetría”, que veremos muy implicada en la
estructura del grupo de Klein. Las estructuras topológicas son aquellas en
las que, además de la operación de grupo, se define un concepto de
proximidad entre sus elementos y si la proximidad de elementos del grupo
implica la de sus productos y la de sus inversos, entonces, es topológica.
La representación de la noción de estructura, implicada en el grupo de
Klein, es la siguiente:
En la misma nota, Barbut ilustra sobre la utilización de este tipo de
estructura de tal “riqueza y potencia” en geometría, en lógica, en psicología
experimental y en etnología, como por ejemplo en C. Lévi-Strauss.
Justamente Lacan toma a Lévi-Strauss cuando desarrolla la noción de
estructura en el aquí ya citado “Observación sobre el informe de Daniel
Lagache”. Ahí dice: “Como por nuestra parte hacemos del término
estructura un empleo que creemos poder autorizar en el de Claude LéviStrauss […] (17) Además, se encuentra una total confirmación de esta
“autorización” de Lacan sobre la noción de estructura, a esta altura de su
obra, si se observan dos esquemas de Lévi-Strauss a) y b), con la misma
estructura que el esquema “L”:
a)
el que aparece en “Las estructuras elementales del parentesco”: (18)
y b) el que aparece en “Antropología estructural”: (19)
Es evidente la relación de “parentesco” entre el esquema “L” y la noción de
estructura tal como se la encuentra en matemáticas, a partir de Bourbaki y
en antropología, en Lévi-Strauss.
Si el cuaterno es utilizado en Matemáticas y Antropología, Lacan no olvida
su uso en Lingüística. En su Seminario 5, “Las formaciones del
inconsciente”, en la clase primera del 6 de noviembre de 1957, al comentar
el cuaterno del Seminario 2: , , y dice: “Nosotros tenemos entonces
allí ese grupo mínimo de cuatro elementos significantes que tienen como
propiedad que cada uno de ellos es analizable en función de sus relaciones
con los otros tres, es decir, para confirmarlo, tal como recientemente
encontró Jakobson que el grupo mínimo necesario para que se hayan dado
las condiciones primeras, elementales, de lo que se puede llamar el análisis
lingüístico. Ahora Uds. lo verán, este análisis lingüístico tiene una relación
íntima con lo que nosotros llamamos análisis a secas, incluso se confunde
con él; él no es esencialmente, si miramos de cerca, otra cosa”. Confirma
esta articulación de la noción de estructura en matemática con las nociones
lingüísticas esta definición de Lacan: “[...] la estructura definida por la
articulación significante como tal”. (20)
Ahora discutiré una idea que se sostiene con bastante frecuencia entre los
lectores de Lacan. Es la que afirma que el esquema “L” es una utilización de
la figura topológica que se conoce con el nombre de “banda de Móbius”,
cuya representación es la siguiente:
Podemos describirla así: superficie de una cara que se obtiene torciendo
una banda larga rectangular de papel y uniendo con goma los extremos.
Si se aplica al esquema “L” una rotación de un cuarto de vuelta en el
sentido de las agujas del reloj y lo comparamos con una representación
“aplanada”
(una
representación
efectivamente notamos su parecido:
plana)
de
la
“banda
de
Mobius”,
Se debe decir que este parecido sólo es superficial ya que sus estructuras
son esencialmente distintas. Lo estableceremos a partir del análisis del
punto de “entrecruzamiento” de los vectores AS y a‘a en el esquema “L”,
con el punto de “entrecruzamiento” de los segmentos AC y BD:
Se debe tener en cuenta que la discontinuidad del segmento BD cuando
encuentra a AC en la banda de Móbius es la forma de escribir que BD pasa
“por debajo” de AD, no sucediendo lo mismo en el esquema “L”, en el que
ningún vector pasa por debajo del otro, sino que se chocan por estar en el
mismo nivel.
De una cita del libro de Jeanne Granon-Lafont, La topologie ordinaire de
Jacques Lacan, obtenemos que en la representación de la banda de Möbius
“una discontinuidad de la línea no evoca su interrupción, sino el paso bajo
otra línea en un momento de su trayecto. El por arriba-por debajo es
necesario para hacer desaparecer la ilusión de la profundidad. Así, las
convenciones de dibujo dan a la puesta en plano un estatuto de
escritura”.(21) Lacan, por el contrario, al momento de presentar el esquema
“L” en el Seminario 3, dice: “Nuestro esquema, les recuerdo, figura la
interrupción de la palabra plena entre el sujeto y el Otro, y su desvío por
los dos yo, a y a’ y sus relaciones imaginarias”(22) y en la presentación del
mismo esquema en la primera clase del Seminario 4, dice: “[...] uno de esos
esquemas es el esquema […] que inscribe la relación del Sujeto al Otro,
relación virtual, relación de palabras virtuales por lo cual es del Otro que el
sujeto recibe, bajo la forma de una palabra inconsciente, su propio
mensaje que le es interdicto, por esa interposición de la relación imaginaria
entre el a y el a’ […], es decir en tanto la relación […] imaginaria
interrumpe, retarda, inhibe, invierte la relación de palabras entre el Sujeto y
el Otro […]” (23).
Otro argumento en el mismo sentido está dado por el hecho de que el
vector
AS,
que
es
pleno
hasta
enfrentar
al
vector
a‘a,
por
el
entrecruzamiento, por el choque con el mismo, pasa a ser línea punteada.
En realidad el vector a‘a divide el esquema en dos, representándose así el
obstáculo que inscribe; esto se hace evidente si se le aplica al esquema un
cuarto de giro en sentido contrario a las agujas del reloj, así:
Es importante establecer la continuidad o discontinuidad implicadas en las
figuras que se analizan, ya que el concepto de continuidad, como ya vimos,
es fundamental en las consideraciones topológicas. El esquema “L” implica
discontinuidad, mientras que la banda de Möbius, no.
El esquema “L” se distingue de la banda de Möbius, además, por el hecho
de que esta última es una superficie, una superficie topológica, mientras
que el esquema “L” no implica superficie alguna. Si fuese una superficie,
habría que distinguir dos triángulos; el formado por Sa y el punto de
intersección y el triángulo Aa’ y el punto de intersección. Así:
Ambas superficies, o sea, ambos triángulos deberían representar cada uno
algo distinto. Esto no es así. Jamás Lacan hizo referencia a una lectura de
esta índole, jamás hizo referencia a triángulo alguno en el esquema “L” y el
intentarlo entra en contradicción con todas las enseñanzas que Lacan
intenta transmitir con este esquema.
No por ello queda fuera del campo de aplicación de las nociones
topológicas. No es una figura como las que estudia la topología
combinatoria o de los complejos, aquella que es una rama de la geometría,
pero sí será comprendida por la topología general o abstracta, para la cual
un conjunto de puntos puede ser tomado como espacio topológico. Las
nociones fundamentales de la topología se le aplican, como por ejemplo:
no opera ninguna noción de cantidad ni mensurabilidad, la forma del
esquema tampoco entra en cuenta, nada cambiaría si fuese más alargado,
más estirado o más grueso. A su vez, no guarda ninguna relación de
analogía con aquello que representa; por ejemplo “A” no es más grande
que “a”, el sujeto “S” no está por encima del yo, “a “. En su escrito “De una
cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”, Lacan dice:
“El ‘L’ tiene una estructura combinatoria que no hay que confundir con su
aspecto espacial. Como tal, es ciertamente el significante mismo que debe
articularse en el otro, especialmente en su topología de cuaternario”. (24)
Hemos dicho que si diferenciamos entre nociones de estructura en
matemática, lo hacíamos fundamentalmente entre estructura de grupo y
estructura topológica. Hemos utilizado las nociones de estructura de grupo
para relacionar el esquema “L” con el grupo de Klein, tal como lo había
usado, por ejemplo, C. Lévi-Strauss; pero en esta cita posterior de Lacan,
nos dice que más bien hay que pensarlo como estructura topológica. ¿Por
qué? Veremos más adelante, en la articulación del esquema “L” con las
estructuras clínicas, que la cuestión de la “distancia” será tomada en
cuenta. Distancia no métrica sino topológica, en la cual no es lo mismo si
dos puntos están separados que si están infinitamente cerca. Como la
distancia no cuantitativa es tomada en cuenta en la estructura del esquema
“L”, éste tiene estructura topológica.
El esquema “L” consiste en cuatro puntos y cuatro vectores que los
conectan de una manera particular. Para mayor claridad haremos de cuenta
que el esquema es ‘como’ un cuadrado, en el sentido de tener cuatro
vértices, cuatro lados y dos diagonales, pero sin olvidar que se erradica
toda dimensión de superficie, tal como sucede en la representación del
grupo de Klein.
El esquema “L”, entonces, es como un cuadrado al que se le ha quitado el
lado izquierdo, que uniría S con a y el lado derecho, unión de a’ con A. El
sustento de lo antedicho está representado en el mismo esquema, donde
Lacan señala muy evidentemente la presencia de los cuatro lados del
cuadrado (o de los cuatro segmentos que unirían los cuatro puntos del
esquema que son vecinos, tomados de a dos):
Los paréntesis indican el lado izquierdo, los redondeles, el lado derecho,
los círculos plenos, el lado superior y los círculos vacíos, el lado inferior.
Esto último se confirma, además, porque Lacan llama muchas veces al
esquema “L” como “nuestro cuadrado” o “nuestro cuadrado mágico” en el
transcurso de los años de más uso de este esquema, alrededor de los
Seminarios 2, 3 y 4.
Habiéndose establecido que es como un cuadrado al que se le han quitado
los dos lados laterales, surge la pregunta de la razón de esta maniobra que
voy a llamar la introducción de sendos intervalos.(24) El motivo es que
Lacan lo desarrolla para dar cuenta de la correcta concepción de la
experiencia analítica, como experiencia intersubjetiva, en contra de la
teoría de la relación de objeto Para dar una idea de lo que esta ultima
implicaba en el momento de la creación del esquema “L”, tomaré unos
párrafos del Diccionario de psicoanálisis de J. Laplanche y J.-B. Pontalis. “El
término ‘relación de objeto se encuentra ocasionalmente en los escritos de
Freud así pues resulta inexacto decir como se ha hecho que Freud lo ignora
con todo, puede sin duda afirmarse que no forma parte de su aparato
conceptual.
“Sin embargo, a partir de los años 30, el concepto de relación objetal ha
adquirido una importancia creciente en la literatura psicoanalítica, hasta el
punto de constituir actualmente, para muchos autores, la referencia teórica
fundamental.
“La promoción del concepto de relación objetal ha conducido a un cambio
de perspectiva tanto en el campo clínico como en el técnico y el genético”.
(25)
En el Seminario 2 se encuentra: “A la famosa relación de objeto con la que
hoy nos relamemos, se tiende a convertirla en un modelo, pattern de la
adaptación del sujeto a sus objetos normales”.(26) La crítica de Lacan a la
noción de relación de objeto no estará basada en el hecho de que no es
una noción freudiana, aunque es cierto que no lo es; tampoco la critica
porque implica un cambio esencial de toda la doctrina, aunque lo implica,
sino porque es incorrecta. Esto va a ser dicho y articulado con el esquema
“L”.
Cada extremo escribe la fundamental separación que una correcta
concepción teórica requiere de la función del S y del a por un lado, y del A
con el a’, por el otro.
Para comenzar con su análisis, retomaré los esquemas de Lévi-Strauss. En
ambos está indicado el hecho de que son pasibles de ser partidos por la
mitad en sentido vertical (separando el lado derecho del izquierdo). En el
siguiente esquema, los lados derecho e izquierdo están indicados por las
letras “x” de un lado y las letras “y” del otro, respectivamente.
En el segundo esquema, por la línea punteada se corta el esquema, deando A y C por un lado y B y D por el otro.
La lectura que propongo del esquema “L”, al partirlo verticalmente, se
autoriza en el diagrama del grupo de Klein.
Las líneas punteadas permiten una maniobra de corte vertical, en el sentido
que inscriben los lados derecho e izquierdo, dejando las dos versiones de
“x” a la izquierda y de “— x” a la derecha.
Efectuando tal corte vertical al esquema “L”, se obtiene el lado izquierdo,
que llamaré del sujeto y el lado derecho, del otro. Esto corrige las nociones
de la teoría de la relación de objeto en tanto que ésta, la verdadera relación
de objeto, a partir del esquema “L”, ya no es dual, por el hecho de que
tanto el lado del sujeto como el lado del otro, son dobles. Del lado del
sujeto se deben diferenciar el sujeto del inconsciente (S) y el yo (a); del lado
del otro, se obtendrá al otro como semejante (a’) y al Otro (A) como
alteridad radical. No puede haber una correcta concepción y conducción
del análisis si se confunden los extremos heterogéneos, tanto del lado del
sujeto como del lado del otro. En el esquema “L”, Lacan escribe que, si bien
se establecen los lados del sujeto y del otro, respectivamente, cada uno de
éstos implica una composición de dos elementos heterogéneos.
Volviendo un poco atrás, resta decir que el esquema “L” es un cuaterno
muy peculiar, o sea, “más o menos” un cuaterno. Si tenemos en cuenta los
extremos del vector que inscribe la relación imaginaria, observamos que
ambos son denominados con la misma letra: a. Si el vector tiene por
extremos dos lugares denominados con la misma letra, ¿son dos lugares o
sólo uno? Desde le perspectiva del esquema, son dos lugares, ya que uno
indica el vértice superior derecho y, el otro, el vértice inferior izquierdo.
Pero, al ser denominados por la misma letra, son presentados también
como un solo lugar.
Esta paradoja del esquema es la paradoja propia de la dialéctica entre el
otro semejante, el otro del modo imaginario y el yo, entendido como el
precipitado de las identificaciones con la imagen del otro. La verdadera
pregunta entonces es: ¿el yo y el otro imaginario son dos o uno?
Responderé con una cita del seminario de Lacan: “Esa forma del otro posee
la mayor relación con su yo, es superponible a éste y la escribimos a’.
Tenemos, pues, el plano del espejo, el mundo simétrico de los ego y de los
otros homogéneos”. (27) Dado que a’ y a son intercambiables entre sí,
entonces no implica cambio de estructura cuando Lacan escribe uno u otro
en cada extremo del eje de la relación especular (cf. Seminario 2, clase
XXIV).
Comenzaré el estudio del eje imaginario por la vía de esta paradoja. Se
debe decir que el eje a’a no sólo inscribe la dialéctica del Estadio del
espejo, también inscribe la función del lenguaje, que, para distinguirla de
la función de la palabra, Lacan la denomina “muro del lenguaje”, tal como
fue planteado más arriba. Esto autoriza otra interesante pregunta: si el
lenguaje es, obviamente, simbólico, ¿cómo, justamente, lo vamos a ubicar
en el eje imaginario? El propio Lacan enuncia: “Tenemos, pues, el plano del
espejo, el mundo simétrico de los ego y de los otros homogéneos. De él
debe distinguirse otro plano, que llamaremos el muro del lenguaje.
“Lo imaginario cobra su falsa realidad, que, sin embargo, es una realidad
verificada, a partir del orden definido por el muro del lenguaje. El yo tal
como lo entendemos, el otro, el semejante, todos estos imaginarios son
objetos. Cierto es que no son homogéneos con lunas: constantemente
corremos el riesgo de olvidarlo. Pero son efectivamente objetos, porque
son nombrados como tales en un sistema organizado, que es el del muro
del len guaje.”(28) El lenguaje adquiere una función imaginaria, en tanto y
en cuanto “objetiviza” al sujeto como “yo” y al otro.
No debe sorprender que ubiquemos dimensiones del lenguaje en planos
opuestos del esquema. Ya Ferdinand de Saussure había establecido en su
Curso que el lenguaje es, en sí mismo, el mixto heterogéneo de la lengua,
por un lado, y la palabra o habla, por el otro.
En el capítulo sobre el modelo óptico, decíamos que eran ciertas
propiedades de las imágenes las que permitían la objetivación; ahora esa
función le es conferida al lenguaje. Veremos que en el desarrollo de la
enseñanza de Lacan, el pasaje de funciones de lo especular al lenguaje no
se agota en el que ahora comentamos, como tampoco la ampliación de lo
imaginario, que, si incluye el lenguaje con su función objetivante, ya no es
sólo el Estadio del espejo.
Por otra parte, si se articulan “imaginario” y “realidad” es porque en el eje
aa’ ubicaremos el fantasma, aun en su dimensión exclusivamente
imaginaria, que podemos llamar ‘fantasmagorías’.
Oponiéndose a la función objetivante del lenguaje, la palabra cumple la
función del reconocimiento subjetivante, que implica una dialéctica propia,
la del vector AS que Lacan describe así: “En la verdadera palabra, el Otro es
aquello ante lo cual se hacen reconocer. Pero sólo pueden hacerse
reconocer por él porque él está de antemano reconocido. Debe estar
reconocido para que puedan hacerse reconocer […] [y] el reconocimiento
de un Otro absoluto, al que se apunta más allá de todo lo que pueden
conocer, y para quien el reconocimiento sólo tiene valor precisamente
porque está más allá de lo conocido”.(29) Lo que abre la posibilidad de
recibir del Otro el reconocimiento es el paso previo de reconocer al Otro, lo
que está claramente indicado en todos los ejemplos que da Lacan, al
comenzar todos ellos con un “Tú eres...”.
El más allá de lo conocido en el reconocimiento será lo inconsciente de la
concepción freudiana, si al inconsciente freudiano le articulamos la teoría
de la palabra que Lacan está construyendo y el deseo de reconocimiento de
Hegel.
Respecto de esto último, el deseo de reconocimiento de Hegel, tomamos
de Kojéve: “Tal aceptación de la muerte se produce cuando el hombre
arriesga
conscientemente
su
vida
en
función
del
solo
deseo
de
‘reconocimiento’ (Anerkennen), de su mera ‘vanidad’. El deseo de
reconocimiento es el deseo de un deseo, vale decir, no de un ser dado (=
natural), sino de la presencia de la ausencia de tal ser”. (30) También: “Así
en la relación entre el hombre y la mujer, por ejemplo, el Deseo es humano
si uno desea no el cuerpo, sino el Deseo del otro, si quiere ‘poseer’ o
‘asimilar’ el deseo tomado en tanto que Deseo, es decir, si quiere ser
‘deseado’ o ‘amado’, o más todavía, ‘reconocido’ en su valor humano, en
su realidad de individuo humano”. (31) Recordemos que Lacan, en el vector
AS, coloca como paradigma
“Tú eres mi mujer”. El deseo, y aun el deseo sexual, en tanto que
dimensión intersubjetiva implica la noción hegeliana de la mediatización
del otro como esencial para la condición del ser humano.
Se puede obtener una concepción simple de la mediatización del Otro,
tema que ya hemos trabajado en el capítulo sobre el modelo óptico, si
desdoblamos el vector A—>S en dos momentos lógicos, el primero
consistente en elevar a un otro a la función de Otro que se puede escribir
S—>A, y el segundo que consiste en recibir de este Otro el lugar simbólico,
A—>S. Queda así el Otro en posición ‘media’ en el reconocimiento del
Sujeto. Sólo se adquiere el lugar simbólico de ‘esposo’ si una mujer en
especial, a la que se reconoce primero como ‘mi mujer’, reconoce al
hombre en ese lugar. Desde ya debemos destacar que ésta no es la
concepción del deseo que se halla en Freud y a la que, por lo tanto, Lacan
representará a otro nivel en su esquema “L”.
Este poder discrecional que detenta el Otro a nivel simbólico, el poder de
asignar o no un lugar al sujeto, se basa en la estructura de la comunicación
humana que Lacan rectifica. La teoría de la comunicación enuncia que el
emisor codifica y emite el mensaje que el receptor recibe y decodifica.
Desde la teoría lingüística estructural, articulada a la concepción del sujeto
tal como se desprende de la experiencia analítica, Lacan la rectifica
proponiendo que el emisor recibe su propio mensaje en forma invertida
desde el receptor.
Es a consecuencia de esta concepción que Lacan localizará la transferencia
en el vector AS, en tanto el esquema “L” puede dar la estructura de la
experiencia analítica. “[...] es sobre esta línea que se establece todo lo que
es del orden transferencial, hablando con propiedad, jugando ahí lo
imaginario precisamente un papel de filtro, hasta de obstáculo.” (32)
A no sólo representa al otro sujeto que por su posición de alteridad radical
motiva que se lo llame el Otro y que es capaz, a su vez, de reconocer a
nivel simbólico, o sea, desde donde se recibirá el verdadero lugar
(mensaje) en lo simbólico, y que es lo inconsciente (por eso siempre se lo
recibe en forma invertida), sino también la estructura legal en general,
como el armazón fundamental de las relaciones intersubjetivas, y en
especial “[...] el pacto que une al hombre con la mujer el pacto mayor que
pone de acuerdo al elemento macho con el elemento hembra [...]”. (33)
Desde la perspectiva antropológica esto es la interdicción del incesto y el
intercambio de las mujeres, lo que Lévi-Strauss denomina “las estructuras
elementales del parentesco” y que Freud elabora a partir de la noción de
complejo de Edipo.
Esta función del Otro, A, para un sujeto, puede ser encamada por una
pluralidad de sujetos anónimos, como, por ejemplo, el conjunto de los
sujetos que constituyen el “auditorio”, para el “conferenciante”, quien
puede recibir su mensaje desde este Otro, ya que si el auditorio abandona
el lugar, puede planteársele al sujeto en cuestión la pregunta: si todos se
van, ¿él se hallará en el lugar del conferenciante?
Esta concepción del Otro simbólico lo hace garante de la verdadera
posición simbólica del sujeto, lo hace garante de la verdad del sujeto. La
función del Otro de ser garante de la verdad y el que la verdad tenga
posibilidad de garantía será profundamente criticada por Lacan cuando
desarrolle su esquema “Z”.
En cuanto al Sujeto, S, Lacan aprovecha la homofonía que tiene en francés
la letra 5 con lo que Freud en su segunda tópica denomina Es, o sea, el
Ello, para indicar que el sujeto en cuestión es el sujeto del inconsciente,
que no sabe lo que dice y que no es tomado como una totalidad sino en su
abertura. Este sujeto es lo que Lacan llama “nuestra suposición básica, la
de los analistas”. Desde el analista, detrás del discurso que recibe, se hace
operar la suposición de un sujeto.
La prueba de la existencia de un sujeto pasa por la posibilidad de que
puede mentir. Si se puede plantear la pregunta ¿estará mintiendo?,
entonces se está frente a un sujeto. Aquí hay que diferenciar entre engaño
y mentira. El engaño, propio del modo imaginario y posible en el mundo
animal, no va más allá de la maniobra del tero, que pone los huevos en un
lugar y grita ‘tero, tero’ en el otro para engañar a sus enemigos; mientras
que la mentira, que sólo es posible a nivel simbólico, tiene que ver con el
sujeto. Implica la posibilidad de mentir sobre una mentira, algo así como
poner los huevos en un lugar y en el mismo gritar ‘tero, tero’, que deja al
interlocutor sin la posibilidad de saber si se dice la verdad, queriendo hacer
creer que se dice una mentira, o viceversa. Desde esta perspectiva, se
plantea como paradigma el chiste que Freud trabaja en El chiste y su
relación con el inconsciente: “En una estación ferroviaria de Galitzia, dos
judíos se encuentran en el vagón. ¿A dónde viajas?’, pregunta uno. ‘A
Cracovia’, es la respuesta. ‘¡Pero miraqué mentiroso eres! —se encoleriza el
otro—. Cuando dices que viajas a Cracovia me quieres hacer creer que
viajas a Lemberg. Pero yo sé bien que realmente viajas a Cracovia. ¿Por qué
mientes entonces?” (34)
De los tres textos de Freud que Lacan destaca como fundamentales para la
elaboración de la noción de lo inconsciente, La interpretación de los
sueños, La psicopatología de la vida cotidiana y El chiste y su relación con
lo inconsciente, es este último el más apto para elaborar lo inconsciente
como articulado a la dimensión del Otro. Mientras que los sueños y los
lapsus pueden parecer más intrasubjetivos, a Freud no se le escapa “El
chiste como proceso social” (título de un apartado de su libro). Recordemos
su distinción con “lo cómico”: “En lo cómico intervienen en general dos
personas; además de mi yo, la persona en quien yo descubro lo cómico
[…]. Al proceso cómico le bastan esas dos personas: el yo y la persona
objeto […]. El chiste como juego con las propias palabras y pensamientos
prescinde de la persona objeto, […] pero requiere de otra persona a quien
poder comunicar su resultado. Ahora bien, esta segunda persona del chiste
no corresponde a la persona objeto, sino a la tercera persona, al otro de la
comicidad”. (35) La comunidad conceptual y hasta terminológica entre esta
cita de Freud y los lugares del esquema “L” es verdaderamente llamativa.
Del texto de Freud sobre el chiste se obtiene, además, una forma de
presentar otra dimensión que Lacan adscribe al Otro, A. Una de las
condiciones que hace apta a una persona para ocupar el lugar tercero del
otro del chiste es que pertenezca “a la misma parroquia” que la primera. En
términos de Lacan, el pertenecer a la misma parroquia se entiende como
“compartir el Otro”.
Pasemos ahora a lo que se desprende como enseñanza de los dos vectores
que articulan al eje simbólico con el eje imaginario: Aa y Sa’. Antes de
hacerlo conviene distinguir del esquema, en su conjunto, cada uno de los
vértices con sus respectivos vectores.
Así se hace más evidente que: 1) del punto A sólo salen vectores, ninguno
llega, lo que debe ser interpretado como que el Otro es un lugar
determinante y no determinado; 2) al punto a sólo llegan vectores, ninguno
sale, lo que indica la condición de determinado que tiene el yo, tanto por el
otro imaginario como por el Otro simbólico; 3) del punto S sale un vector,
el del deseo; es un vector que sale porque “el deseo torna activo al
hombre”; llega un vector desde el A indicando que si bien entre S y A hay
una relación de interdependencia (no existiría el uno sin el otro), esta
relación no implica reversibilidad; el A determina al S y no viceversa, y 4)
del punto a’ sale un vector hacia a indicando que el otro está en el origen
de la identificación del yo, y llega un vector desde S, el vector del deseo.
Por lo tanto, si se encaran los vectores que articulan ambos ejes, se tiene el
vector Aa, que indica que si bien lo imaginario es fechado por Lacan en los
primeros meses de vida y la función de la palabra es evidentemente
posterior, desde la perspectiva estructural, lo simbólico, en tanto que
registro, tiene una posición de antecedente lógico respecto de lo
imaginario. También en este vector se inscribe el que lo simbólico
determine lo imaginario, en el sentido de que lo simbólico es la causa de lo
imaginario como efecto. Si esto es así, se debe concluir que si se desea
operar sobre lo imaginario, hay que hacerlo sobre lo que lo determina.
En cuanto al vector Sa’, donde se localiza el deseo que torna activo al
hombre y que Lacan define como: “Y ese deseo es lo que al mismo tiempo
está en la fuente de toda especie de animación”, se debe destacar que en
este nivel se inscribe la concepción freudiana del deseo (que no coincide
con la hegeliana); por lo tanto hace de a’, el destinatario de este deseo, el
objeto.
Propongo diferenciar las nociones freudiana y hegeliana de deseo a partir
de cómo las articula Lacan en su esquema “L”. El deseo hegeliano, que se
inscribe en el vector AS, articula un elemento simbólico con otro elemento
simbólico; en cambio el deseo freudiano, que se inscribe en el vector
articula, como ya dijimos, lo simbólico con lo imaginario. En el desarrollo
de la enseñanza de Lacan este problema será encarado y resuelto al
producirse, en su seno, la noción de objeto a causa del deseo, ya no
imaginario. El esquema “R” será el lugar en el que estos cambios
empezarán a elaborarse.
Estamos leyendo a a’ ya no como la imagen del otro imaginario, sino
también como el objeto del deseo; hay aun otra acepción que darle, a’ es
también el objeto libidinal, entendiendo Lacan, a esta altura de su obra, a
la libido como imaginaria. “Libido y yo están del mismo lado. El narcisismo
es libidinal.”(36)
a’ tendrá, entonces, dos valores: 1) como el otro de la dialéctica
imaginaria, el semejante, y 2) el objeto del deseo, al que en nuestros días
haríamos
coincidir
con
el
objeto
propio
del
‘marketing’
y
que,
consecuentemente, es teorizado por Lacan, en este momento de su
enseñanza, como imaginario.
¿Por qué el deseo freudiano, tal como aparece en el esquema “L” está
representado por una línea punteada, o sea, es inconsciente? La respuesta
es que puede saberse cuál es el objeto que se desea, pero todo objeto a’
oculta, como tal, la falta a nivel del otro imaginario y esto es lo
inconsciente de esta dimensión del deseo.
De lo antedicho se desprenden una concepción de la dirección de la cura y
una crítica a la forma en que se la venía concibiendo. Si lo determinante es
lo que llamamos el Otro y lo determinado es a, entonces un psicoanálisis
debe proceder sobre A y desde A, para operar sobre 5. En el eje imaginario
aa’ ubicaremos la transferencia como resistencia, a la resistencia al paso de
la palabra de A a S y, si es el analista el que se ubica en el punto a’, la
resistencia será del analista.
“El análisis debe apuntar al paso de una verdadera palabra, que reúna al
sujeto con otro sujeto, del otro lado del muro del lenguaje. Es la relación
última del sujeto con un Otro verdadero, con el Otro que da la respuesta
que no se espera, que define el punto terminal del análisis.” (37) “El análisis
consiste en hacerle tomar conciencia de sus relaciones, no con el yo del
analista, sino con todos esos Otros que son sus verdaderos garantes y que
no ha reconocido. Se trata de que el sujeto descubra de una manera
progresiva a qué Otro se dirige verdaderamente aun sin saberlo, y de que
asuma progresivamente las relaciones de transferencia en el lugar en que
está y donde en un principio no sabía que estaba.” (38) Ya en el Seminario
1 estaba presente esta concepción de la dirección de la cura, a través de la
noción de “palabra plena”; allí Lacan dice: “La palabra plena es la que
apunta, la que forma la verdad tal y como ella se establece en el
reconocimiento del uno por el otro. La palabra plena es la palabra que hace
acto. Tras su emergencia, uno de los sujetos ya no es el que era antes. Por
ello, esta dimensión no puede ser eludida en la experiencia analítica”. (39)
Y, como se vio en el capítulo anterior, para el fin del análisis Lacan retoma
el Wo Es war, soll Ich werden freudiano, al que le va a dar el siguiente
sentido: “Al final del análisis es él quien debe tener la palabra (en el sentido
de tomar la palabra), y entrar en relación con los verdaderos Otros. Ahí
donde el S estaba, ahí el Ich debe estar”. (40) Se entenderá como la
supresión ideal de la distancia entre S y a por la vía de la elevación de la
dialéctica, que al comienzo del análisis se encontraba en a, hasta S.
Resta decir que en el mismo Seminario se encuentra una articulación de la
insistencia significante y la pulsión de muerte y que el tenerla en cuenta
aporta un giro novedoso a lo que se describió como dirección de la cura y
fin de análisis.
Esta articulación implica:
1) “La experiencia freudiana parte […] por postular un mundo de deseo […]
El deseo se instituye en el interior del mundo freudiano en el que se
despliega nuestra experiencia, lo constituye, y no hay instante del menor
manejo de nuestra experiencia en que esto pueda ser borrado.” (41)
2) “El mundo freudiano no es un mundo de cosas, no es un mundo del ser,
es un mundo del deseo como taL” (42) Y: “El deseo es una relación de ser a
falta. Esta falta es, hablando con propiedad, falta de ser. No es falta de esto
o de aquello, sino falta de ser por la cual el ser existe”; (43) el significante
no remite a un objeto, sólo remite a otro significante, lo que nos lleva a:
3) “El deseo, función central de toda experiencia humana, es deseo de nada
nombrable”, (44) que es taxativamente definido en el Seminario 7, La ética
del psicoanálisis, en la clase que se llama “La pulsión de muerte”, como “el
campo innombrable del deseo radical” (45) que lleva a concluir con un
sesgo novedoso lo que Lacan define como fin de análisis:
4) “Pueden apreciar que la acción eficaz del análisis consiste en que el
sujeto llegue a reconocer y a nombrar su deseo. Pero no se trata de
reconocer algo que estaría allí, totalmente dado, listo para ser captado. Al
nombrarlo, el sujeto crea, hace surgir, una nueva presencia en el mundo.
Introduce la presencia como tal, y, al mismo tiempo, cava la ausencia como
tal. Unicamente en este nivel es concebible la acción de la interpretación.”
(46)
El reconocimiento por parte del Otro del ser del sujeto debe ser entendido
como produciendo un ser que sólo se sostiene en su “falta de ser”. En el
uso de los términos de “presencia” y “ausencia” se reencuentra el foro-Da
freudiano, paradigma de sus elaboraciones sobre el “más allá del principio
de placer” y la pulsión de muerte. “Todo se reduce al to be or not to be, a
la elección entre lo que va a salir o no, a la pareja primordial del más y el
menos. Pero tanto presencia como ausencia connotan ausencia o presencia
posibles. Desde el momento en que el sujeto mismo llega al ser, debe esto
a cierto no ser sobre el cual eleva su ser. Si él no es, si no es algo, a todas
luces está dando fe de cierta ausencia; pero seguirá siendo siempre deudor
de esa ausencia, quiero decir que de ella tendrá que dar pruebas, por no
poder dar pruebas de la presencia.”(47)
Esto es llevar hasta sus últimas consecuencias la noción de “diferencial” u
“opositiva” para el significante de Ferdinand de Saussure. En su Curso de
lingüística general encontramos: “Esto es más cierto todavía en el
significante lingüístico; en su esencia, de ningún modo es fónico, es
incorpóreo, constituido, no por su sustancia material, sino únicamente por
las diferencias que separan su imagen acústica de todas las demás”. (48) El
ser del “ser” sólo le viene de su no ser, de su diferencia con “no ser”.
A su vez, al recordar el “Tú eres...” que inaugura la dialéctica del
reconocimiento, se debe tener presente el trabajo que posteriormente hará
Lacan al convertir este “Tú eres...” (T’ est...) en su homófono francés: Tué,
que significa asesinado, matado por su paso por lo simbólico. El Otro,
capaz de reconocer, también se ausenta a consecuencia de su presencia en
lo simbólico.
Articulando esto último a lo antedicho, se puede entender por qué el fin de
análisis es entendido con Lacan a través de las famosas palabras de Edipo
en Colona: “¿Ahora cuando nada soy, acaso me convierto en hombre?” Con
el psicoanálisis, tal como lo concibe Lacan desde su retomo a Freud,
contestamos que sí.
Del esquema “L”, además de la concepción de la cura y el fin del análisis,
también
se
puede
desprender
una
forma
de
representar
algunas
dimensiones psicopatológicas. De las tres que se trabajarán, las dos
primeras implican el achatamiento del esquema, o sea, la pérdida de la
separación de S y a por un lado y de A y a’ por el otro. Esta pérdida de
distancia debe ser entendida como pérdida de distancia topológica, tal
como la que representamos y estudiamos en el capítulo sobre topología.
La pérdida de la distancia topológica, o sea, la pérdida de separación, entre
S y a por el rebajamiento de 5 a a produce, como efecto, la locura. “Un loco
es precisamente aquel que se adhiere a ese imaginario, pura y
simplemente.” (49) Un loco, y no la estructura psicótica, es aquel que se
adhiere a su a (moi) sin la intermediación de la función del Otro. Por otra
parte, la pérdida de la distancia entre A y a produce el delirio. “Esta
distinción entre el Otro con mayúscula, es decir, el Otro en tanto que no es
conocido, y el otro con minúscula, vale decir el otro que es yo, fuente de
todo conocimiento, es fundamental. En este intervalo, en el ángulo abierto
entre ambas relaciones debe ser situada toda la dialéctica del delirio.”(50)
La tercera dimensión psicopatológica corresponde a la histeria. En el
Seminario 3, Las psicosis, Lacan afirma: “¿Quién es Dora? […] La cuestión
de saber dónde está el yo de Dora está así resuelta: el yo de Dora es el
señor K. La función que cumple en el esquema del Estadio del espejo la
imagen especular, en la que el sujeto ubica su sentido de reconocerse,
donde por vez primera sitúa su yo, ese punto externo de identificación
imaginaria, Dora lo coloca en el señor K”. (51) En el esquema “L” podemos
entonces inscribir muy bien la “identificación invertida” propia de la
histeria, en la cual el yo estará en a’.
El esquema “L”, que marca el paso trascendente del uso de los modelos
imaginarios a los esquemas simbólicos, será extensamente usado por
Lacan en los Seminarios 2, 3 y 4. Pero, a partir de allí, será objeto de una
profunda crítica. Crítica, no de su estructura, sino de las nociones que
escribe y de cómo las articula. Profunda autocrítica de Lacan que está en la
base de la producción de los esquemas “Z”, “R” y del “Grafo del deseo”.
NOTAS
El concepto de la angustia, Hyspamérica, pág. 58.
2.
El Seminario, libro 2, El yo en la teoría de Freud y en la técnica
psicoanalítica, Paidós, págs. 364-65.
1.
3.
4.
Clase del 12-11-1958.
El Seminario, libro 4, “Las relaciones de objeto”, inédito, clase del
23- 1-57.
5.
Ibíd., clase del 21-11-56.
8.
Ibíd., pág. 288.
10.
“El mito individual del neurótico”, en Intervenciones y Textos,
6.
T. Ewan Faulkner, Geometría proyectiva, Dossat, pág. 2.
7.
El Seminario, libro 2, El va en la teoría de Freud y en la técnica
psicoanalítica, ob. cit., pág. 289.
9.
Ibíd.
Manantial, pág. 58.
Muerte y existencia, una historia conceptual de la mortalidad
humana, Fondo de Cultura Económica, pág. 373.
11.
12.
13.
Ibíd., pág. 378.
“El mito individual...”, ob. cit., pág. 58.
14. Marc Barbout, ficha interna de la Sociedad Analítica de Buenos Aires,
pág. 6.
15.
16.
Ibíd., pág. 7.
Nicolas Bourbaki, “La arquitectura de las matemáticas”, en Las
grandes corrientes del pensamiento matemático, Eudeba, pág. 41.
17. “Observación sobre el informe de Daniel Lagache”, Escritos 2, Siglo
XXI, pág. 270.
18.
19.
Capítulo XII, Paidós, 1949, pág. 238.
“Las estructuras sociales en el Brasil central y oriental”, Antropología
estructural, Eudeba, 1952, pág. 113.
20.
21.
“Observación...”, ob. cit, pág. 271.
Cf. La topologie ordinaire de Jacques Lacan, 1. Granon-Lafont, Point
Hors Ligne.
22.
23.
El Seminario, libro 3, Las psicosis, Paidós, pág. 26.
El Seminario, libro 4, “La relación de objeto”, inédito, clase del 21
11- 1956, subrayado mío.
24.
25.
Escritos 2, ob. cit., pág. 237.
Laplanche y Pontalis, Diccionario
Quimantu.
de
psicoanálisis,
Nacional
El Seminario, libro 2, El yo en la teoría de Freud y en la técnica
psicoanalítica, Paidós, pág. 333.
26.
27.
Ibíd., pág. 366, el subrayado es mío.
29.
El Seminario, libro 3, Las psicosis, ob. cit., págs. 78-79.
La idea de muerte en Hegel, La Pléyade, pág. 102.
La dialéctica del amo y del esclavo en Hegel, La Pléyade, pág. 14.
El Seminario, libro 4, “Las relaciones de objeto”, clase del 19-12-56,
28.
30.
31.
32.
Ibíd., el subrayado es mío.
inédito.
El Seminario, libro 2, Elyo en la teoría de Freud y en la técnica
psicoanalítica, ob. cii., pág. 296.
34. Obras completas, Amorrortu, Tomo VIII, pág. 108; Biblioteca Nueva,
33.
Tomo 1, pág. 875.
35.
Ibíd., pág. 13; Biblioteca Nueva, Tomo 1, pág. 887, el subrayado es
mío.
El Seminario, libro 2, El yo en la teoría de Freud y en la técnica
psicoanalítica, ob. cit., pág. 481.
36.
37.
Ibíd., pág. 369.
39.
El Seminario, libro 1, Los escritos técnicos de Freud, Paidós, pág.
38.
168.
Ibíd., pág. 370.
El Seminario, libro 2, El yo en la teoría de Freud y en la técnica
psicoanalítica, ob. cii., pág. 370.
40.
41.
Ibíd., pág. 333.
43.
Ibíd., pág. 334.
44.
Ibíd.
47.
Ibíd., pág. 288.
42.
Ibíd.
El Seminario, libro 7, La ética del psicoanálisis, Paidós, pág. 262.
46. El Seminario, libro 2, El yo en la teoría de Freud y en la técnica
psicoanalítica, ob. cit., pág. 342.
45.
Curso de lingüística general, Losada, pág. 201.
49. El Seminario, libro 2, El yo en la teoría de Freud y en la técnica
psicoanalítica, ob. cit., pág. 365.
50. El Seminario, libro 3, Las psicosis, ob. cit. pág. 63.
48.
51.
Ibíd., pág. 249.
EL ESQUEMA “Z”
Partiendo de la ubicación del esquema “Z” en el seno de la obra de Lacan,
se indicará cómo éste corrige el esquema “L”. Esta modificación es
necesaria para pasar luego a los esquemas “R” e “I” y al grafo del deseo.
El esquema “Z” aparece en el escrito “De una cuestión preliminar a todo
tratamiento posible de la psicosis”, texto redactado entre diciembre de
1957 y enero de 1958, o sea, simultáneamente con el Seminario 5, “Las
formaciones del inconsciente”, aún inédito, en el que, justamente, Lacan
produce su grafo del deseo.
Que Lacan ya haya dictado el Seminario 3, Las psicosis, implica que, luego
de proponer su esquema “L” en el Seminario 2, ya haya producido: a) la
distinción entre Estadio del espejo y el orden imaginario, ya que este
último implica, además del Estadio del espejo, también la significación; b)
la teorización de la falta de un significante que, si bien en ese momento
significa patología (la forclusión del Nombre-del-Padre implica la psicosis),
inaugura el tratamiento lógico de esa cuestión; c) la distinción entre
significantes, a partir del significante del Nombre-del-Padre, distinción
entre significantes que antes sólo comprendía el Ideal del yo, y d) la
concepción del orden simbólico como conjunto co-variante, que, por el
uso de la noción de “conjunto”, que excluye la posibilidad de la existencia
del conjunto universal, se deduce que no es una totalidad y que cada
significante en cuanto tal, al pertenecer a un conjunto “co-variante”, “[...]
en tanto sistema correlativo de elementos que toman su lugar sincrónica y
diacrónicamente unos en relación a otros […]” (1), no significa nada. Estas
cuatro dimensiones operan plenamente en los esquemas “Z”, “R” e “I”
producidos en “De una cuestión preliminar...”
Como ya fue dicho no corresponde confundir el esquema “L” con el “Z”.
Esto se hace evidente en la definición que da Lacan de este último. “La L
del cuestionamiento del sujeto en su existencia tiene una estructura
combinatoria que no hay que confundir con su aspecto espacial. Como tal,
es ciertamente el significante mismo que debe articularse en el Otro, y
especialmente en su topología de cuaternario”. (2) Luego analizaré el
cuestionamiento del sujeto que implica el esquema “Z” respecto de lo
planteado en el “L”, pero desde ya se debe tener en cuenta que este
esquema tiene “estructura combinatoria” y entonces si se descuida su
aspecto espacial, que no es lo importante. se lo podría representar
sintácticamente:
Si es la sintaxis de un cuaternario, es significante en sí mismo. Podría
suponerse que “L” y “Z” son el mismo esquema, ya que Lacan dice: “[...]
aplicaremos dicha relación en el esquema ‘L’ ya presentado y aquí
simplificado”. (3) Pero se debe observar, tal como se hizo a la altura del
“Esquema simplificado de los dos espejos”, que “simplificar” en francés
tiene el sentido de: “ser objeto de una esquematización” y esto supone su
paso al significante. Y, si es tal, debe ser entendido en un espacio que es
topológico.
Lacan lo desarrolla para dar “[...] la formulación científica de la relación con
ese Otro del sujeto” (4): “[...] que la condición del sujeto S (neurosis o
psicosis) depende de lo que tiene lugar en el Otro A” (5) “[…] debe ser
entendido más allá de las estructuras clínicas, pero también en el sentido
de que la condición neurótica o psicótica del sujeto depende de lo que se
desarrolla en el Otro. Por esta razón es que el esquema “Z” debe ser
producido antes del esquema “R”, que se podría definir, provisionalmente,
como el esquema de la neurosis.
Antes de comentar lo que Lacan escribe en cada punto del esquema “Z”, se
deben tener en cuenta varias premisas que fundan la posibilidad de
construir este esquema y que, por lo tanto, se pueden considerar
equivalentes a axiomas. Son las siguientes:
1)
“[...] la condición del sujeto S (neurosis o psicosis) depende de lo que
tiene lugar en el Otro A.” (6) Por “condición del sujeto” se entiende, por un
lado, el ‘ser sujeto’ y, por el otro, la cuestión de ‘qué tipo de sujeto’ está
implicado. El término que en francés se tradujo por ‘tiene lugar’ es se
déroule que significa “toma lugar en el tiempo hablando de una
continuidad ininterrumpida de eventos de pensamiento” (Dictionnaire Petit
Robert). Esto implica la articulación de tiempo y espacio en el Otro, por lo
que propongo como traducción más ajustada ‘se desenvuelve’, que incluye
ambas dimensiones, en lugar de ‘tiene lugar’, ya que siempre nuestro
sujeto requiere, para ser correctamente concebido, de la dimensión
temporal. No hay sujeto, tal como lo concibe el psicoanálisis, sin la
dimensión temporal.
“Lo que se desenvuelve allí (en el Otro) es articulado en forma de
discurso (el inconsciente es el discurso del Otro)”. (7) Se entiende por la vía
2)
del “discurso” la cuestión de una sintaxis y el que sea “articulado” implica
que esté compuesto por artículos (los elementos) y las articulaciones (sus
leyes).
“En ese discurso ¿cómo se interesaría el sujeto si no fuese parte
interesada?” (8) Aquí el trabajo que hace Lacan sobre los significantes es
3)
fundamental. La etimología, tanto para el castellano como para el francés,
de ‘interesado’ (intéressé) es “inter sum: estar entre, en medio de, en el
intervalo de” (Diccionario Sopena Latín). O sea, nuestro sujeto se localiza
en los intervalos de los elementos del discurso del Otro. Cuando en el
capítulo sobre el grafo del deseo retomemos la cuestión del intervalo,
veremos cómo esta noción ya estaba implicada en nociones freudianas
fundamentales respecto del deseo inconsciente.
4)
El sujeto está interesado en el discurso del Otro,” [...] en cuanto que
está estirado en los cuatro puntos del esquema “[…] (9) Aquí hay que
corregir la traducción. En francés dice tiré, cuya tercera acepción en el
Dictionnaire Petit Robert es “Desplegar sobre el papel (una figura)
escribiendo, dibujando, grabando. Trazar una línea, un rasgo. Trazar un
plano (tirar un plano)”. Evidentemente nuestro sujeto no está ‘estirado’,
sino que está ‘trazado’ en el sentido en el que se traza un plano o un
esquema En castellano este sentido se conserva en el sustantivo
‘tiralíneas’, un aparato para trazar líneas.
En los cuatro puntos del esquema está trazado el sujeto, ya no el sujeto de
un lado y el Otro sujeto del otro lado; esto implica que el esquema “Z” ya
no representa la intersubjetividad, en el sentido de un sujeto enfrentado a
otro sujeto y, por lo tanto, “A” ya no es sujeto; veremos más adelante qué
es.
¿De qué forma está trazado el sujeto en los cuatro puntos del esquema
4.1) “[...] a saber S, su inefable y estúpida existencia […] (10) Por lo que ya
se dijo de las nociones que fundan el esquema “Z”, sabemos que la inefable
y estúpida existencia del sujeto es en el discurso del Otro.
Inefable: inexpresable en palabras, ya lo dijimos, a) los significantes en
cuanto tales no significan nada, sólo son un conjunto co-variante y
entonces ninguno de ellos puede (lógicamente) significar al sujeto, ya que
ni siquiera se pueden significar a sí mismos, lo que implica la imposibilidad
de plantear la identidad en el nivel de lo simbólico, y b) el sujeto se ubica
en los intervalos entre los significantes, por eso será definible como “lo
que representa un significante ante otro significante”. Es preciso recordar
aquí lo dicho en el capítulo sobre Modelos, donde justamente la noción del
Ideal del yo definida como “prejuicio” implicaba la existencia de un
elemento de lo simbólico que da ser al sujeto y que aquí será criticada por
el propio Lacan. Se está frente al desarrollo lógico con el que Lacan
sostiene su autocrítica.
Estúpida: este término tiene dos acepciones, que también son localizables
en su etimología. La más corriente, referida a una inercia mental,
vinculable con la imbecilidad o con la idiocia, no es con la que está
trabajando Lacan. La otra, mucho menos común, implica “marcado de
estupor, paralizado de sorpresa, boquiabierto” (Dictionnaire Petit Robert),
que describe al sujeto tal como se lo deduce del hecho de que no
encuentra el significante que lo signifique.
Existencia: también lleva a la misma dialéctica que implican inefable y
estúpida, ya que Lacan, partiendo de Heidegger, lo utiliza como ex-sistere,
que así separado ex significa afuera, sistir, sostenerse, ser de significante
pero fuera de cada significante.
4.2) “[...] a, sus objetos, […]”. (11) Esto confirma la lectura que hicimos del
vector Sa’ del esquema “L”, ya que fue dicho que inscribía el deseo del
sujeto por los objetos que, si bien son concebidos como imaginarios, no
hay que confundirlos con el semejante especular. El que “a” sea el objeto
desde que Lacan utiliza esta álgebra, quizá sea una de las justificaciones
posibles del hecho de que, a pesar de que a partir del fin del Seminario 6,
“El deseo y su interpretación”, aún inédito, y del Seminario 7, La ética del
psicoanálisis, Lacan desarrolla su novedosa noción de “objeto a”, y aunque
la noción sea “nueva”, lo sigue llamando “a “.
4.3) “[...] a’, su yo, a saber lo que se refleja de su forma en sus objetos
[…]”. (12).El yo, que definimos como precipitado de las identificaciones al
otro semejante, es la fuente del mecanismo de la proyección. El yo, por
estructura, se proyecta en sus objetos. Aquí se reencuentra la crítica a la
concepción que ubica la proyección como el mecanismo psicótico, que se
desarrollará en el análisis del presidente Schreber, del Seminario 3, Las
psicosis. El déficit del análisis de Freud está causado por no tener aún las
nociones de “Introducción del narcisismo”.
4.4) “[...] y A el lugar desde donde puede planteársele la cuestión de su
existencia.” (13) Primero se debe despejar un problema de traducción. En
francés dice “poser à lui la question […]” que conviene traducir por
“planteársele la pregunta”.
La novedad que
se plantea aquí, además de la indicada de la
desubjetivización de “A”, es consecuencia de que ahora la existencia es
inefable y estúpida. Si en el Otro ya no hay elementos que, como tales,
puedan reconocer, dar identidad simbólica al sujeto, entonces se convierte
en el lugar desde donde el sujeto puede recibir su pregunta, que es
justamente todo lo contrario. Esto se postula en condicional, no es
necesario que a todo sujeto le sea hecha la pregunta, es contingente.
Respecto de la condición de “lugar” que Lacan le asigna al Otro, hay que
tener presente lo que dice a este respecto en “Subversión del sujeto y
dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano”: “[...] lieu (place plutot
qu’ espace) (14), que en castellano fue traducido por: “[...] lugar (sitio más
bien que espacio) […] (15), donde creo que “sitio” no da justamente el
sesgo que “place” sí hace. En francés son muchas las acepciones de esta
palabra, pero casi todas tienden a indicar una dimensión del espacio con
coordenadas
simbólicas,
como
en
castellano:
ubicación,
situación,
localidad. Evidentemente, si se opera con un espacio que no vale como
porción de lugar sino, en tanto y en cuanto articulado a lo simbólico, tal
como si se marcara un punto en un plano a partir de sus coordenadas
cartesianas, se está de lleno en las consideraciones de base de la
topología. Si el Otro es “lugar”, es “lugar del significante” o “lugar de la
palabra” y ésta es la noción de espacio que corresponde al sujeto de la
experiencia analítica.
En Freud, indica Lacan, se encuentra una elaboración muy precisa de estas
cuestiones en la noción de “ein anderer Schauplatz”, “la otra escena”, que,
tomada de
Fechner,
implica una concepción del
espacio para el
inconsciente. Freud, para lo que llama la “localidad psíquica”, desarrolla el
famoso esquema del peine, en el que postula que: “En rigor, no
necesitamos suponer un ordenamiento realmente espacial de los sistemas
psíquicos.” (16) Con la introducción de las nociones topológicas, se
concluye que no es que no necesitemos un ordenamiento realmente
espacial, sino que necesitamos un ordenamiento espacial distinto del que
utilizamos en la “realidad”. El intento de Lacan es el de sustituir la “tópica
freudiana” por una concepción del espacio logicizable con el sujeto del
inconsciente.
¿Cómo se plantea esta pregunta de la existencia del sujeto? “Pues es una
verdad de experiencia para el análisis que se plantea para el sujeto la
pregunta de su existencia, en cuanto articulada: ‘¿Qué soy ahí?’, referente
a su sexo y su contingencia en el ser, a saber que es hombre o mujer por
una parte, por otra que podría no ser, ambas conjugando su misterio, y
anudándolo en los símbolos de la procreación y de la muerte. “ (17)
El ¿qué soy ahí? respecto del sexo y del ser conjuga su misterio al anudarlo
a los símbolos de la procreación y la muerte. ¿Por qué? Para responder se
hace claro que Lacan habla de procreación y no de gestación. La gestación
implica el animal y su equivalente es el embarazo, pero la procreación
implica el símbolo y no hay procreación fuera de él. Es la noción necesaria
para responder a la pregunta ¿de dónde sale o surge un sujeto? Ya en el
Seminario 2 Lacan afirmaba: “La realización simbólica del sujeto, que es
siempre creación simbólica, es la relación que va de A a S”. (18) La creación
en juego respecto del sujeto es la creación de la nada (creación ex-nihilo),
y sólo el significante puede crear de la nada.
En la relación entre A y S, se debe decir que aa’ funcionan como “[...] el
velo del espejismo narcisista, […]” (19); es por eso que, sintácticamente
hablando, se interponen entre ellos y, aprovechando la sintaxis, se puede
también leer:
(
x
S
y
aa’
)
A
Escritura, esta última, en la que los términos simbólicos comprenden y
ordenan los imaginarios. “Pues quitadlo de allí (al Otro en su lugar A), y el
hombre no puede ya ni siquiera sostenerse en la posición de Narciso.” (20)
Idea ésta ya presentada por Lacan en el Seminario 2, en la última clase que
se llama: “A, m, a, S”, donde se encuentra la misma función de lo simbólico
respecto de lo imaginario y donde, además, algo obvio para el lector
francés, no en la traducción, es que “amas” es un término de la lengua
francesa que significa: nebulosa aparente que un instrumento poderoso
permite resolver.
“[...] y aún falta decir que es a título de elementos de un discurso particular
como esa cuestión en el Otro se articula.” (21) Si el análisis se mantiene en
el nivel de la estructura y en este caso aún más allá de las estructuras
clínicas, se refiere a “todo” sujeto como efecto del significante; pero no hay
que olvidar, posición psicoanalítica por excelencia, que también es de
estructura que todo sujeto es “particular, único”, en tanto articulado por un
discurso único, un discurso particular.
El complejo de Edipo conjuga las preguntas por el sexo y el ser, o, sus
equivalentes, por la procreación y la muerte. Si antes se habló de creación,
no se olvidará que el Creador por excelencia es Dios, sustituto del padre.
La articulación de la función paterna a las preguntas sobre el ¿qué soy ahí,
trae consecuentemente el recurso a las estructuras clínicas, y hasta se
puede decir que abre una dimensión clínica: la clínica de la pregunta. “La
tópica freudiana del yo muestra cómo una o un histérico, cómo un
obsesivo, usa de su yo para hacer la pregunta, es decir, precisamente para
no hacerla. La estructura de una neurosis es esencialmente una pregunta
(22)
Si cada sujeto hace la pregunta sobre el ser y el sexo con el símbolo del
padre, con el significante del Nombre-del-Padre, no ‘nabría posibilidad de
tal pregunta en la psicosis, dada la forclusión de este elemento. “Estamos
seguros de que los neuróticos se hicieron una, pregunta. Los psicóticos, no
es tan seguro. Quizá la respuesta les llegó antes que la pregunta; es una
hipótesis. O bien la pregunta se formuló por sí sola, lo cual no es
impensable.” (23) Y: “Se trata de concebir, no de imaginar, qué sucede para
un sujeto cuando la pregunta viene de allí donde no hay significante,
cuando el agujero, la falta, se hace sentir en cuanto tal” (24)
A su vez, la pregunta en la neurosis se polarizará hacia el sexo en la
histeria (tanto para las histéricas como para los histéricos), bajo la forma:
¿qué es una mujer? y en la neurosis obsesiva sobre la contingencia del ser,
bajo la forma de la muerte.
Al abordar, más adelante, el grafo del deseo, se verá que la pregunta ¿qué
soy ahí? se sustituye por Che vuoi?: la lógica de este cambio se elaborará
en ese capítulo.
Quisiera hacer un comentario en relación con la posible articulación de lo
que dice Lacan respecto de los símbolos de la procreación y la muerte, y de
lo que dice Freud respecto de la imposibilidad de inscripción inconsciente
de la propia muerte y de la diferencia sexual anatómica. Inicialmente
parecería que nos hallamos frente a una diferencia conceptual importante
entre ambos autores. Pero, para demostrar que esto no es tan así, sugiero
hacer el siguiente análisis:
Se dice frecuentemente que Freud sostiene que no hay inscripción
inconsciente del órgano sexual femenino. Esto es sólo parcialmente cierto.
Si se tienen en cuenta los textos fundamentales para estas cuestiones,
tales como: “La organización genital infantil”, “Algunas consecuencias
psíquicas de la diferencia sexual anatómica” y la 33ª Conferencia de
introducción al psicoanálisis, “La femineidad”, donde se establece que la
posición freudiana indica otra cosa. Primero: debe tenerse presente que a
todo lo largo de su obra, Freud habla del simbolismo inconsciente del
órgano sexual femenino, que arranca en La interpretación de los sueños y
adquiere un estatuto trascendente en la puesta a prueba clínica de este
texto: el “caso Dora”. Si se toma en cuenta lo que Freud afirma en el
primero de los textos arriba indicados: “En el siguiente estado de la
organización genital infantil hay por cierto algo masculino, pero no algo
femenino [...]”; (25) ¿se debería concluir que Freud ya no sostendría su
interpretación respecto de que, para Dora, el “alhajero” representaría, en
forma inconsciente, el órgano sexual femenino? Lacan en “La pregunta
histérica” del Seminario 3 dice: “Los dos sueños de Dora son, al respecto,
absolutamente transparentes, no se habla de otra cosa: ¿qué es ser una
mujer? y específicamente: ¿qué es un órgano femenino?” (26) ¿Acaso el “[...]
enigma de la femineidad” (27) querrá decir que lo inconsciente es una sede
de representaciones a la que le falta “vagina”?
Segundo: hay que recordar que el falo no es el órgano sexual masculino, el
falo no es la representación inconsciente de la posición sexual del hombre.
El falo es un símbolo, pero no del pene. He encontrado sólo dos
indicaciones en la obra de Freud sobre este punto, pero ellas existen: 1)
“Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci”, donde dice: “[...] si los
antiguos figuraban alado al falo […]”; (28) 2) “El tabú de la virginidad”: “En
muchas comarcas de la India, la recién casada debía sacrificar su himen al
lingam de madera, y según el informe de San Agustín, en el ceremonial
nupcial romano existía la misma costumbre [...], pues la joven esposa sólo
tenía que sentarse sobre el gigantesco falo de piedra de Príapo”. (29)
Lingam es el símbolo fálico del culto del Dios Siva, cuyo culto está asociado
a la idea de creación y de generación. Más aún, en sánscrito linga quiere
decir signo o símbolo distinguido. La referencia a Príapo también indica
fertilidad y potencia. El falo dentro de los cultos fálicos implica más que la
fertilidad, la energía creativa y el principio generativo. Muchas veces es
representado el lingam por el genital femenino.
Lo que Freud sostiene es: “No es posible dar ningún contenido nuevo a los
conceptos de masculino y femenino. Este distingo no es psicológico […].
(30) Lo que el inconsciente no puede inscribir es la oposición sexual,
aunque sí registra la diversidad anatómica; si bien es cierto que el órgano
sexual masculino es más fácilmente imaginarizable que el femenino, es la
relación entre los sexos lo que no llega a poder ser inscripta.
Respecto de la inscripción o no de la propia muerte a nivel inconsciente
debemos retener que lo que Lacan nos enseña es que la función de la
muerte, incluida la propia, a diferencia de Freud, es una modalidad de la
pregunta por la contingencia del ser, es una elaboración de la pregunta:
¿qué soy en el discurso del Otro? Y la pregunta por el ser es inevitable si,
como ya fue dicho, “todo lo que llega a la existencia por medio del símbolo
[…] no puede en forma alguna ser nombrado y lo innombrable por
excelencia, es [...] la muerte”. (31) La muerte de la que hablamos es la
muerte introducida por el significante y no la biológica que, en sí misma,
sólo es la Continuación del ciclo vital.
Finalmente, para concluir con el análisis del esquema “Z”, recordemos que:
1)
este esquema corrige esencialmente las nociones que dan sustento al
2)
su
esquema “L”;
estructura
es
sintáctica,
o
sea,
relación
entre
términos
significantes determinada por una legalidad vinculada fundamentalmente
con el lugar;
3)
el sujeto S se ubica entre su ser de intervalo y la modalidad particular
de articular, o sea, responder a la pregunta por el deseo del Otro. Aquí ya
tenemos el fundamento de lo que en el grafo del deseo será la relación
entre el sujeto del deseo y el fantasma, que trabajaremos oportunamente,
y
4)
el Otro A ya no es un sujeto, es un lugar necesario para concebir al
sujeto con el que se enfrenta el psicoanálisis.
NOTAS
1.
2.
El Seminario, libro 3, Las psicosis, Paidós, pág. 268.
“De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la
psicosis”, Escritos 2, Siglo XXI, pág. 237, el subrayado es mío.
3.
Ibíd., pág. 234.
5.
Ibíd.
6.
Ibíd.
8.
Ibíd., pág. 235.
9.
Ibíd.
11.
Ibíd.
12.
Ibíd.
14.
“Subversion du sujet et dialectique du désir dans l’inconscient
15.
“Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente
16.
La interpretación de los sueños, Obras completas, Biblioteca Nueva,
17.
“De una cuestión preliminar...”, ob. cit., pág. 235.
4.
7.
10.
13.
Ibíd.
Ibíd., págs. 234-35.
Ibíd.
Ibíd.
freudien”, Ecrits, Seuil, pág. 806.
freudiano”, Escritos 1, Siglo XXI, págs. 3 17-18.
Tomo I, pág. 544; Amorrortu, Tomo V, pág. 530.
El Seminario, libro 2, El yo en la teoría de Freud y en la técnica
psicoanalítica, Paidós, pág. 474.
18.
19.
“De una cuestión preliminar...”, ob. cit., pág. 236.
20.
Ibíd.
22.
El Seminario, libro 3, Las psicosis, Paidós, pág. 249.
21.
23.
24.
25.
Ibíd., pág. 235.
Ibíd., pág. 288.
Ibíd., pág. 289.
“La organización genital infantil”, Obras completas, Biblioteca Nueva,
Tomo I, pág. 1197; Amorrortu, Tomo XIX, pág. 149.
26.
El Seminario, libro 3, Las psicosis, ob. cit., pág. 244.
27.
“La femineidad”, Obras completas, Biblioteca Nueva, Tomo II, pág.
28.
“Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci”, Obras completas,
933; Amorrortu, Tomo XXII, pág. 108.
Biblioteca Nueva, Tomo II, pág. 487; Amorrortu, Tomo XI, pág. 117.
29.
“El tabú de la virginidad”, Obras completas, Biblioteca Nueva, Tomo I,
pág. 979; Amorrortu, Tomo XI, pág. 199.
30.
“La femineidad”, Amorrortu, ob. cit., pág. 106.
El Seminario, libro 2, El yo en la teoría de Freud y en la técnica
psicoanalítica, ob. cit., págs. 3 16-17, el subrayado es mío.
31.
EL ESQUEMA “R”
Antes de comentar y analizar las enseñanzas que implica el esquema “R”,
que Lacan presenta en su escrito “De una cuestión preliminar a todo
tratamiento posible de la psicosis”, debe tenerse en cuenta un hecho muy
peculiar: este esquema es producido simultáneamente con el grafo del
deseo. No en la misma época, sino en los mismos días. Se debe responder
a esta particularidad.
Si el esquema “Z” es una corrección al esquema “L” necesaria para poder
producir el esquema “R”, o sea, si se inserta la relación entre el esquema
“L”, el “Z” y el “R” dentro de la lógica diacrónica, la relación entre el “R” y el
grafo del deseo no es de la índole de aquellas que se ubican en la diacronía
de las concepciones de Lacan. Son dos “producciones” simultáneas para
responder a dos cuestiones diversas mediante lógicas diversas. El esquema
“R’ es la teorización de la función paterna en la articulación, en el
anudamiento peculiar de lo simbólico, lo imaginario y lo real que es la
neurosis. En cambio, el grafo del deseo responde al requerimiento de
teorizar las consecuencias de la introducción en el psicoanálisis de la
noción de cadena significante, que fundamentalmente se inicia con la
distinción entre necesidad, demanda y deseo.
También hay que tener en cuenta, con respecto a la relación entre el
esquema “R” y el grafo del deseo, que el esquema “R” es una superficie y
como tal es abordado desde la topología que se denomina general, o en la
otra denominación, combinatoria (o de los complejos), mientras que el
grafo del deseo se aborda desde la topología algebraica o abstracta (o
general) y la teoría matemática de los grafos y redes. A su vez, no todo es
diferencia, también hay comunidades muy importantes que se deben tener
en
cuenta,
como
por
ejemplo
que
ambos
tienen
una
estructura
esencialmente cuatripartita.
Luego de esta breve distinción de funciones y comparación de estructuras
entre el esquema “R” y el grafo del deseo, sobre los que me extenderé en la
elaboración de cada uno de ellos, debemos pasar a las nociones que es
necesario manejar para trabajar con el esquema “R”: me refiero a la
metáfora paterna.
En las mismas semanas en que Lacan dieta las clases del Seminario 5, en
tas que elabora las nociones de la metáfora paterna, escribe “De una
cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”: es evidente
que debemos comenzar por aquélla.
Como dijimos en el capítulo sobre el esquema “Z”, la función paterna
conjuga la sexualidad y la muerte. Freud articula esta conjunción con su
teoría del complejo de Edipo y a su respecto elabora su mito de la horda
primitiva. Hace derivar de la culpa por el asesinato/muerte del padre la
dimensión de la deuda, la ley y, consecuentemente, el acceso a las
mujeres. El cuestionamiento del sexo se hace a través de la vía del
complejo de castración, cuyo agente también es el padre, e introduce la
función del falo. Con Lacan, y desde su Seminario 3, sabemos que, sólo
con el significante del padre, el sujeto, tanto hombre como mujer, puede
preguntarse sobre su ser, ¿qué soy?, bajo sus dos formas fundamentales:
¿qué es una mujer?, o sea la pregunta por el sexo, y sobre la contingencia
del ser, la pregunta sobre la muerte, el to be or not to be?
Entonces:
En su Seminario 4, “Las relaciones de objeto”, Lacan afirma: "[...] es a
propósito de P (significante paterno) que se produce en el niño esta
interrogación sobre el orden simbólico: ¿qué es un padre? En la medida en
que éste es el pivote, el centro ficticio y concreto de ese mantenimiento del
orden genealógico […]” (1).
Lacan desarrolla la articulación del Edipo y la castración haciendo de la
función paterna la operatoria de un significante: el Nombre-del-Padre, y
desarrolla, para dar cuenta de esta operatoria, la metáfora paterna, que es
la consecuencia de aplicar sobre el Edipo freudiano la lógica del
significante, tal como la concibe Lacan.
La estructura general de una metáfora es:
En su lado izquierdo, la fórmula implica:
1)
Heterogeneidad:
hay
dos
elementos
simbólicos
(las
letras
mayúsculas indican lo simbólico; dos significantes: S y S’, este último
repetido) y un elemento imaginario (la “x” como significación desconocida
hasta producido el efecto metafórico).
2)
Efecto de sustitución en la cadena: la significación es producida por
la sustitución de S’ por S, es decir, S ocupa el lugar que S’ tenía en la
cadena.
3)
Implicación de un tercer significante: si S sustituye a S’ en el lugar
que S’ tenía en “una cadena”, hace falta al menos otro significante que
proporcione tal función de cadena, como segundo término. Sólo existen
dos posibilidades: a) S” S’ o b) S’ S”, o sea, que el otro elemento
constitutivo de la cadena, que por claridad aquí es llamado S”, esté antes o
después de S’. Como para Freud, quien suponía que la condensación
implicaba el desplazamiento, aquí la metáfora debe ser antecedida
lógicamente por la metonimia, no hay metáfora posible sin una previa
conexión de un significante con otro significante. En el Seminario 5, “Las
formaciones del inconsciente”, Lacan, a este respecto, afirma: “[...] para
que todo juego metafórico sea posible, hace falta que se funde sobre algo
donde haya algo a substituir sobre aquello que es la base, es decir la
cadena significante, […] en tanto que lugar de la metonimia”. (2)
No se deben confundir estos dos lugares implicados por la noción de
cadena significante, con las dos barras representadas en la fórmula de la
metáfora: “_ . _”. Lacan despliega la lógica de la sustitución, utilizando,
metafóricamente, la simplificación matemática.
implica el eslabón de la cadena donde se produce la sustitución que, como
ya dijimos, debe ser entendida así:
no es la misma barra que la anterior, es la barra del algoritmo
saussureano, definida como “[...] barrera resistente a la significación”,(3) lo
que significa que “[...] es en la cadena significante que el sentido insiste,
pero que ningún elemento de la cadena consiste en la significación de la
que es capaz en el mismo momento”. (4) Si se puede decir que Freud
ubicaba en “su algoritmo” la resistencia entre Inconsciente y Preconsciente,
Lacan lo hace entre significante y significado.
El lado derecho de la fórmula implica:
Efecto de significación: es por la vía de la metáfora por donde es
introducida “[...] una especie nueva en la significación […]”. (5) Es como tal,
la creación del sujeto “[…] lo que liga a la metáfora con la cuestión del ser
[…] (6) y, por la metáfora “[…] deviniendo el sujeto verdadero a medida que
ese juego de los significantes va a hacerle significar”. (7)
Aquí también debernos recordar la preeminencia lógica de la metonimia
respecto de la metáfora, ya que el “ser” que aporta la metáfora es la
respuesta a la “falta en ser” que introduce la metonimia y que, por eso
mismo, esta última se articula con el deseo. El significante aislado no
produce la falta en ser. En este sentido no hay que olvidar que se puede
introducir un significante en la vida de un animal, como por ejemplo en la
experiencia del estímulo condicionado de Pavlov, pero no por eso hay falta
ni deseo. Es en este sentido que la metáfora puede aportarle “ser” al sujeto,
intentando así colmar la falta introducida por la metonimia.
La “s” de la parte derecha de la fórmula debe entonces ser distinguida de la
incógnita que representa en la parte izquierda “x”, indicando que se ha
producido, por el juego de los significantes, el atravesamiento de la barra
(—).
El paréntesis, que sustituye en las fórmulas de Lacan a la elipse de las
fórmulas de F. de Saussure, indica lo inconsciente. Es función del
significante colocar un término sobre el significado y ésta es una
operatoria inconsciente para el sujeto hablante.
Pasemos ahora a la metáfora paterna:
Teniendo en cuenta lo dicho respecto de la precedencia lógica de la
metonimia respecto de la metáfora, debe haber, respecto del significante
del Deseo de la Madre, al menos otro significante en juego que constituya
la base de la cadena significante donde se producirá la sustitución
metafórica, y este significante, que se correlaciona con el Deseo de la
Madre, es el significante del Ideal. La sustitución de la metáfora paterna
debe operar, entonces, sobre una cadena así: Deseo de la Madre. Ideal, o
así: Ideal Deseo de la Madre. Es por esta lógica que se puede sostener que
el Nombre-del-Padre implica un elemento tercero. El esquema “R”
permitirá articular estas nociones de una forma muy clara.
debemos decir que implica las siguientes consideraciones:
1) En la metáfora se constituye la atribución primera. Lo que implica:
a) la omnipotencia del Otro: quien ocupe el lugar del Otro dispondrá del
“todo poder” de hacer del grito llamada, de hacer pasar la necesidad
biológica a la materialidad significante, por el desfiladero del significante;
b) toda metáfora se origina en una injuria, “porque es de ella que procede
la injusticia gratuitamente hecha a todo sujeto de un atributo […]” (8)
atributo en el sentido de juicio de atribución, que Lacan ejemplifica con: “el
perro hace miau, el gato hace guau”: por la inversión recíproca del grito
propio de cada especie se comprueba que éste ha sido mortificado
(desnaturalizado) por el pasaje al nivel del significante.
2) Sólo retroactivamente a la operatoria de la metáfora paterna el Deseo de
la Madre será cabalmente deseo, o sea, sólo devendrá deseo luego de
operar la sustitución metafórica. Sólo luego de que el significante del
Nombre-del-Padre sustituya el significante Deseo de la Madre en su lugar,
y de introducir así la función de la ley en el Otro por la vía de la
interdicción (en el niño: no te acostarás con tu madre y en la madre: no
reintegrarás tu producto), se articulan ley y deseo. Sin esta articulación la
madre permanece en el lugar del Otro omnipotente y su deseo opera como
capricho. Desear no es querer, puede haber un querer que, al no
articularse a una interdicción fundamental, no esté referido, entonces, a
una falta original, eso es el capricho del Otro, que no implica su castración.
Esto es lo que escribe la siguiente parte de la fórmula:
Si no opera, podríamos intentar escribir el resultado fallido de la siguiente
forma:
Y éste es el resultado fallido, justamente porque la función del Nombredel-Padre, es privar a la madre de su objeto. (9)
3)
Significación fálica:
Es la significación fundamental producida por la metáfora paterna, que es
fálica porque la operatoria del significante Nombre-del-Padre se hace vía
el significante fálico,
(10)
Ya en el Seminario 3, Las psicosis, respecto de la función del falo, Lacan
afirma: “El acceso de la mujer al complejo edípico, su identificación
imaginaria, se hace pasando por el padre, exactamente igual que el varón,
debido a la prevalencia de la forma imaginaria del falo, pero en tanto que a
su vez ésta está tomada como el elemento simbólico central del Edipo” (el
subrayado es mío). (11) Y avanza aún más en su consideración del
significante fálico: “[...] porque el falo es un símbolo que no tiene
correspondiente ni equivalente. Lo que está en juego es una disimetría en
el significante. Esta disimetría significante determina las vías por donde
pasará el complejo de Edipo. Ambas vías llevan por el mismo sendero: el
sendero de la castración”. (12)
En el Seminario 4, “Las relaciones de objeto”, inédito, Lacan hace girar la
dialéctica edípica alrededor del objeto fálico (noción de objeto que justifica
el nombre del seminario) y articula íntimamente a este último con el objeto
en juego en la fobia y en el fetichismo. En el Seminario 5, el que está
dictando simultáneamente con la redacción del escrito que estamos
comentando, da un paso más, en la dirección de la cita del Seminario 3,
haciendo operar al significante fálico. Allí, elabora la relación existente
entre necesidad, demanda y deseo: es el Seminario “Las formaciones del
inconsciente” porque éstas derivan de la función de la cadena significante,
eje de las elaboraciones de este Seminario.
El deseo es el más allá de toda demanda, es el resto, lo que de la necesidad
nunca podrá pasar en el nivel de la demanda, y si todo deseo humano es
deseo del deseo del Otro, la existencia de un más allá de la demanda va a
implicar, en último término, a través del deseo del Otro, una falta
estructural en el Otro, cuya inscripción se hará a través del significante
fálico, marca de esta barradura del Otro, y va a hacer del deseo, deseo
sexual. La articulación de la falta en el Otro con un significante que la
inscriba se estudia en detalle, más adelante, en el capítulo sobre el grafo
del deseo, en relación con S ( ).
Analizaremos ahora la estructura general del esquemna “R”.
Como se observa claramente, el esquema “R” implica una superficie con
forma de cuadrado. Destaquemos el hecho de que, de todos los esquemas
de Lacan que hemos visto hasta ahora, éste es el primero que consiste en
una superficie. Si recordamos lo dicho en el capítulo sobre el esquema “L”,
respecto del cual decíamos que implicaba la noción de estructura que en
matemáticas se llama “grupo”, ahora pasaremos a la noción de estructura
que en matemáticas se llama “topológica”.
Discutiremos más tarde qué tipo de superficie es ésta. Dediquemos ahora
unas líneas para recordar que Freud asignó a la noción de superficie
implicada en su concepción de inconsciente la expresión eine andere
Schauplatz, la otra escena, recordando que Platz en alemán significada
‘lugar’, y donde el inconsciente requiere de la noción de ‘otro lugar”. El lo
dice así: “El escenario de los sueños es otro que el de la vida de
representación de la vigilia” (13) e introduce la noción de “localidad
psíquica” que requiere su concepción del aparato psíquico, destacando que
no coincide con la anatómica y que debemos tomarla como localizaciones
ideales, debiéndose entender este “ideal” como no perteneciente al registro
de la realidad del sentido común.
Vamos a producir esquemas parciales para ir señalando las características
de este esquema.
El triángulo trazado con línea plena es el orden simbólico. Lo confirma a)
que sea denominado “S”, o sea orden simbólico; b) que sus vértices sean
elementos simbólicos, I, M y P, en mayúsculas según la convención de
Lacan, y c) la letra “A”, el Otro con mayúscula, el inconsciente, como otro
nombre del mismo triángulo. El triángulo punteado es lo no simbólico.
Pero, ¿qué es lo que está implicado por este triángulo de lo no simbólico?
Podría suponerse que es esto:
Dado que Lacan escribe “I”, “R” y “S” en cada uno de estos tres polígonos,
se podría pensar que cada uno de ellos representa lo imaginario, lo Real y
lo Simbólico, respectivamente. Pero no es así. En una muy importante cita a
pie de página de “De una cuestión preliminar...” Lacan nos indica que “R”
no es lo Real, simio “el campo de la realidad”, (14) realidad que, como lo
indica el esquema, lo tacha: el campo de la Realidad cubre, encubre el
campo de lo Real.
¿Y qué estructura tiene este campo de la Realidad? Es evidentemente
imaginaria y, como lo imaginario, se apoya en lo simbólico. En este escrito,
donde Lacan intenta dar cuenta de su concepción de las psicosis, y para
esto debe despejar los prejuicios que abundan respecto de la estructura y
de la diferencia de la realidad y de lo real (por eso este esquema se llama
“R”), Lacan nos indica con su esquema la estructura imaginaria de la
realidad. A eso responde el sombreado, que además de indicar que la
realidad ‘tacha’, ‘encubre’ como una pantalla lo real, también indica cómo
la realidad está superpuesta al campo de lo imaginario y apoyada en lo
simbólico, como todo lo imaginario. Entiendo el sombreado del esquema,
tal como se indica en los círculos de Euler, la superposición de los mismos.
Para el esquema “R”, el sombreado por superposición de las superficies del
triángulo imaginario y del cuadrángulo de la realidad debe entenderse así:
A su vez, va en la misma dirección el hecho de que “a” y “a “vértices
internos” de lo imaginario, comprendidos por los vértices simbólicos “M” e
“I” sean uno de los lados del cuadrángulo sombreado que se apoya en lo
simbólico.
Otro argumento que debe ser tomado en cuenta respecto de la condición
de imaginario del cuadrángulo de la realidad, es que si el triángulo
imaginario no tuviese como límites
, M e I, lo imaginario no se apoyaría
en lo simbólico sino en la realidad, algo así como que el famoso “criterio
de realidad” sostendría el imaginario del ser humano, contrario al sentido
de toda la enseñanza de Lacan. Citémoslo en este punto: “Para volver a la
fórmula que había gustado tanto a Freud en boca de Charcot, ‘esto no
impide existir’ al Otro en su lugar A.
“Pues quitadlo de ahí, y el hombre no puede ya ni siquiera sostenerse en la
posición de Narciso.” (15)
Finalmente, debemos decir que hay en el escrito mismo una indicación que
corrobora lo que sostenemos. Lacan define la estructura del esquema “R”
como un “[...] doble temario […], (16) el ternario simbólico MIP y el ternario
imaginario aa’.
Entonces distinguiremos en el triángulo imaginario, el triángulo Sim, que
llamaremos triángulo del sujeto en lo imaginario, del cuadrángulo de la
realidad, MimI. Si se observa detenidamente, se verá que justamente “m” e
“i” quedan dentro de lo que sería el campo del triángulo del sujeto, por la
continuación de ambos extremos del lado “mi” (cf. figura 42).
La relación entre ambos ternarios, el imaginario y el simbólico, es definida
por Lacan como una homología. Esta noción topológica será de gran
importancia para entender la lógica que sostiene la estructura del esquema
“R”, como también la del grafo del deseo.
Una definición general de homología debe partir de una diferenciación
entre homología y analogía. Esta última significa igualdad de relaciones, o
sea, proporción, semejanza; en cambio homología es la relación entre
elementos que se corresponden en las figuras semejantes. Una apretada
definición topológica de homología podría ser ésta: una región dada es
homóloga de otra cuando puede ser asociada a ésta, de tal manera que
sean cualitativamente equivalentes, constituyendo así lo que se llama un
complejo, compuesto, por ejemplo, por triángulos puestos juntos de tal
manera que se toquen sólo en vértices o a lo largo de un borde entero
(como en el caso del esquema “R”). La teoría homológica fue extendida
desde las figuras euclidianas a los espacios topológicos arbitrarios. La idea
básica de homología proviene del matemático francés Henri Poincaré y
consiste en dividir el espacio en puntos, segmentos de línea, triángulos
(procedimiento conocido como triangulación)
u otros
componentes
geométricos, para así poder establecer y medir el número de las
interrelaciones de esos componentes, en una vía situable algebraicamente.
La teoría homológica se ocupa de asignar a cada espacio, o a las
generalizaciones del mismo, sus invariantes. Por lo tanto, podemos decir
que está basada en las estructuras algebraicas asociadas a la topología de
las regiones geométricas.
Entonces, ambos ternarios son homólogos. Lacan nos indica que también
lo son: la pareja a-a’ con M-I y S bajo
con P bajo A.
Que el triángulo imaginario “aa’” sea homólogo del triángulo simbólico
“MIP”, debe ser entendido como que el triángulo simbólico cubre el
imaginario, mejor dicho, cada elemento del ternario imaginario es
recubierto por cada uno de los elementos simbólicos correspondientes,
según lo indica el esquema “R”, a saber:
a) la dupla “MI” recubre a su homóloga, la dupla “aa’ “, o sea, las duplas
correspondientes a las bases de ambos triángulos y,
o sea los vértices de ambos triángulos.
Esto puede ser representado con mucha claridad si replegarnos en el
esquema un triángulo sobre el otro, haciendo más chico al triángulo
imaginario, que así queda como interno:
En francés recouvrir; que es el término que utiliza Lacan, significa, además
de sus acepciones comunes, dominar, arbitrar por la autoridad, reglar. Es
lo que hacen los términos simbólicos (con sus relaciones) respecto de los
términos imaginarios y las suyas.
Antes de comentar las relaciones homológicas, debemos indicar lo que
representa cada una de las letras del esquema:
I: registro Imaginario.
R: registro Real, que en el esquema está velado por la Realidad, R,
entonces, será la realidad.
S: orden Simbólico, la estructura del lenguaje y el sistema legal que
implica.
A: el Otro, que debe ser distinguido de “S”, en tanto “A” es el inconsciente
particularizado para un sujeto. “A” es el lugar desde donde el sujeto puede
recibir la pregunta por su inefable y estúpida existencia; mientras que “S”
es el orden simbólico más allá de cada sujeto, la estructura y las
propiedades de cada lengua para el conjunto de los hablantes de la misma.
La noción de lugar que el “A” implica, es topológica. En “Observación sobre
el informe de Daniel Lagache”. Lacan dice: “Es sabido que ese resorte de la
palabra en nuestra topología lo designamos como el Otro, connotado A
mayúscula […]”. (17)
a-a’ y m-i: estas dos parejas de términos están diferenciadas, pero hasta
aquí eran una. Tomando en cuenta los dos lados del cuadrángulo de la
realidad, podemos ver que implican un redoblamiento de lo que estaba
implicado en el vector aa’ del esquema “L” y del “Z”.
“m” será el moi, el yo, precipitado de las identificaciones narcisísticas, “i” la
imagen del semejante complemento indiscriminado e indiscriminable de
“m”, pero ahora “a” inscribirá el objeto. “a” será el objeto imaginario en su
doble vertiente: el “a” que aparece en esta posición:
es: “[…] donde colocar las figuras del otro imaginario en las relaciones de
agresión erótica en que se realizan […] (18) o sea, el objeto imaginario
vinculado con la función materna que Lacan, como Freud, vinculan con los
lazos de amor y odio; el “a” que aparece en esta posición:
las figuras del otro “[…] en las que el yo se identifica, desde su Urbild
especular hasta la identificación paternal del ideal del yo”. (19) El Ideal
simbólico opera desde el principio y determina la identificación imaginaria,
como se desarrolló en el capítulo sobre el modelo óptico, pero no concluye
su operatoria hasta que se coordina con la operatoria paterna.
M: “[...] el significante del objeto primordial”, (20) el estatuto simbólico del
Otro primordial, por ejemplo: la madre, o sea, su presencia y su ausencia
(fort-Da). La madre tomada como significante y, en consecuencia, el objeto
pasa a ser el deseo de ella.
P: “[...] como la posición en A del Nombre-del-Padre […]”, es decir, no es la
posición del Nombre-del-Padre en el orden simbólico, lo que se podría
entender como lo cultural, sino la relación:
que implica la función de “P” en “A”, “[…] es decir del significante que en el
Otro, en cuanto lugar del significante, es el significante del Otro en cuanto
lugar de la ley”. (21)
/S: “[…] la significación del sujeto S bajo el significante del falo […]”. (22)
Aquí hay que hacer varios señalamientos: a) lo que está escrito en el
esquema no es el significante fálico, sino la significación fálica, que ya
vimos que es el producto de la operatoria de la metáfora paterna, ¿por qué
esta sustitución del significante fálico, en el texto, por la significación
fálica en el esquema? La significación fálica es “fálica” a consecuencia de
que la función del significante del Nombre-del-Padre opera a través del
significante fálico, sino sería “significación” pero no “fálica”, y entonces,
¿por qué Lacan no escribe en el esquema el significante fálico? Para
responder a esta pregunta, es necesario aclarar que hay comentaristas de
la obra de Lacan que, al abocar-se al estudio del esquema “R”, justamente
sustituyen, sin más aclaración, lo que escribe Lacan: , la significación
fálica, por
el significante fálico, Esto es confundir y olvidar las
características fundamentales de este último.
Voy a tomar una serie de citas de Lacan en las que figuran las propiedades
de este significante:
1)
Recordemos lo que ya dijimos al citar el Seminario 3, “[…] porque el
falo es un símbolo que no tiene correspondiente ni equivalente. Lo que
está en juego es una disimetría en el significante”. (23)
2)
Agreguemos lo que Lacan desarrolla en “La significación del falo”,
escrito basado en una conferencia pronunciada simultáneamente con las
últimas clases del Seminario 5, en el cual afirma: “Pues el falo es un
significante, un significante cuya función, en la economía intrasubjetiva del
análisis, levanta tal vez el velo de la que tenía en los misterios. Pues es el
significante destinado a designar en su conjunto los efectos de significado,
en cuanto el significante los condiciona por su presencia de significante”.
(24).
3)
“El falo es el significante privilegiado de esa marca en que la parte
4)
“Todas estas expresiones no hacen sino seguir velando el hecho de
del logos se une al advenimiento del deseo.” (25)
que no puede desempeñar su papel sino velado, es decir como signo él
mismo de la latencia que adolece todo significable, desde el momento en
que es elevado (aufhebung) a la función de significante.” (26)
5)
“Se convierte entonces en la barra que […], cae sobre el significado,
marcándolo
corno
significante.” (27)
la
progenitura
bastarda
de
su
concatenación
6)
“El falo como significante da la razón del deseo […]” (28)
7)
“Que el falo sea un sígnificante es algo que impone que sea en el
lugar del Otro donde el sujeto tenga acceso a él. Pero como ese
significante no está allí sino velado y como razón del deseo […]”. (29)
8)
“Pues el falo, como lo hemos mostrado en otra parte, es el
significante de la pérdida misma que el sujeto sufre por la fragmentación
del significante […]”. (30)
9)
“Es la función privilegiada del falo, en el modo de presencia del
sujeto en el deseo, la que es ilustrada aquí […]”. (31)
10)
“[…] el falo significante del deseo […]”. (32)
De todas estas citas extraeremos las características del significante fálico,
tal como se articula en el esquema “R”. Es un significante que tiene una
función privilegiada, que no tiene correspondiente ni equivalente, o sea,
implica una disimetría en el significante, ya que todos los otros
significantes sí lo tienen. Tal como dice Lacan en “La dirección de la cura”,
es un significante impar, esto quiere decir que no tiene par, que es único
como tal. En esta misma dirección, en el Seminario 5, el significante fálico
es denominado significante pivote, significante carrefour, significante
particular y dice, en la clase del 7-5-58: “[…] el falo no es un significante
como los otros […]”.
Es una parte del cuerpo, lo significable, elevado a significante, ‘la libra de
carne’ con la que el cuerpo paga que una parte suya se haga significante,
elevación que, al ser llamada aufhebung, justifica que él mismo
permanezca por siempre ‘latente’, no expresado a nivel fenoménico.
Es el significante del deseo, del deseo del Otro, pero justamente debemos
recordar que, al ser el deseo articulado pero no articulable, es justificado
que su significante no pueda aparecer sino velado. A su vez, si es el
significante del deseo del Otro, debe producirse la operatoria de la
metáfora que introduce la falta del deseo en el Otro, para que el
significante fálico cumpla su función.
Si opera el significante que introduce la falta en el Otro, que lo priva del
objeto, que lo barra como descame, el significante fálico marcará la
significación y hará del deseo, deseo sexual.
El falo es un significante impar, no se articula con los otros significantes,
no es
de ningún
, ni viceversa, y es por esto que no puede ser escrito
en el esquema “R”. Tanto M, I como P se presentan en el esquema “R” en
sus articulaciones: sólo puede escribirse la significación que él determina,
por lo tanto, la significación fálica, .
I: es el Ideal del yo, el significante operando como lo ideal. Tiene dos
vertientes, la vertiente MI, lógicamente, la primera, para cuya descripción
tomaré la siguiente cita de Lacan: “Pero ese lugar original del sujeto, ¿cómo
lo recobraría en esa elisión que lo constituye como ausencia? ¿Cómo
reconocería ese vacío como la Cosa más próxima, aun cuando lo excavara
de nuevo en el seno del Otro, por hacer resonar en él su grito? Más bien se
complacerá en encontrar en él las marcas de respuesta que fueron
poderosas a hacer de su grito, llamada. Así quedan circunscritas en la
realidad, con el rasgo del significante, esas marcas donde se inscribe la
omnipotencia de la respuesta. No es en vano si se llama insignes a esas
realidades. Este término es aquí nominativo. Es la constelación de esas
insignias la que constituye para el sujeto el Ideal del yo.
“Nuestro modelo [el modelo óptico] muestra que es tomando como punto
de referencia I como dirigirá su mirada al espejo A para obtener entre otros
efectos tal espejismo del Yo ideal.” (33)
De esta preciosa cita sobre el Ideal del yo quiero destacar, aclarando que
dejo para el análisis de “S” lo que se refiere al “lugar del sujeto”, 1) quien
encarna el lugar del Otro, M, por poder hacer del grito del muño una
llamada, o sea, el paso de la respuesta biológica a una “demanda”
significante, será omnipotente, 2) las marcas
significantes de las
respuestas de este Otro omnipotente serán las insignias que operarán
como nombres del sujeto (“insignia” deriva del latín insigne que significa
marca distintiva): nombres que por no ser lo producido por el Nombredel-Padre no ubicarán al sujeto en el sistema legalizante del parentesco, 3)
estas marcas, rasgos que luego Lacan trabajará como “unarios”, quedan,
como lo indica claramente el esquema “R”, circunscritas en la realidad de la
cual justamente el lado MI es la base o el soporte. Gracias al comentario de
la fórmula de la metáfora paterna indicarnos la necesidad de considerar el
significante del Deseo de la Madre articulado con el significante “I”, pues,
“[…] el muño como deseado constituye el vértice I […]”. (34) Entonces, “I”
son las marcas de la omnipotencia del Otro, Otro que la función del padre
vendrá a castrar: además, es el niño como objeto deseado por la madre
quien se identifica al significante de ese objeto. El significante paterno, al
sustituirse al materno, lo convertirá en significación. A su vez, el “I”,
articulado en el segmento IP. es el Ideal paterno postedípico, que, como lo
indica el esquema, no deja de vincularse con tos ideales maternos.
La relación de significantes Ml inscribe lo que Lacan llama “relación de
amor”, amor en tanto que “toda demanda es demanda de amor”. No porque
toda demanda en sí demanda amor, simio porque el horizonte de toda de-
manda es el amor. Si el Otro, al hacer atravesar el grito por los desfiladeros
del significante, tiene el poder de hacerlo demanda, consecuentemente
toda demanda, más allá de su contenido, remitirá siempre a esta
omnipotencia del Otro, justamente para mantenerlo en esta posición
omnipotente. Toda demanda es un acto de amor al Otro omnipotente y
todo deseo, por ser deseo del deseo del Otro, atacará a este Otro,
castrándolo.
“S” es el sujeto en lo simbólico, tal como lo indica el que esté escrito con
una letra mayúscula, aunque se lo encuentra en el triángulo imaginario.
¿Por qué’? El significante del sujeto está “forcluido” en la neurosis. Esto
último se lee en la homología, que Lacan destaca, entre el vértice del lugar
de P en A y el vértice significante del sujeto bajo significación fálica. “El
cuarto término (el otro respecto de M, I y P) está dado por el sujeto en su
realidad, como tal forcluido en el sistema y que sólo bajo el modo del
muerto entra en el juego de los significantes, pero que se convierte en el
sujeto verdadero a medida que ese juego de los significantes va a hacerle
significar.”(35) O está forcluido el significante del Nombre-del-Padre, y
esto es la psicosis, o está forcluido el significante del sujeto, y esto es la
neurosis.
Siempre, en el Otro, falta un significante y en el caso de la neurosis es
justamente el significante del sujeto el que funciona como significante
faltante, que podemos escribir como la “S” del significante barrada para
indicar su exclusión
, o como -1, el significante que falta. Para decirlo en
términos más próximos a los freudianos, diremos que nadie es “yo” en el
inconsciente o, lo que es lo mismo, que el deseo inconsciente nunca se
expresa en primera persona.
Pasemos ahora al estudio del esquema “R” tal como se desprende de la
nota al pie de página del año 1966.
Lo primero que debemos tener en cuenta es que el cuadrángulo de la
Realidad es definido como una banda de Möbius. Pero reconozcamos que
no se parece en nada a la que presentamos en el capítulo de topología. Sin
embargo hay que tener en cuenta que la banda se constituye a partir de
una tira de la siguiente manera: (36)
Si pegamos AB con CD, aplicando primero una torsión tal que B se une con
D y A con C, obtenemos una banda de Möbius.
Siguiendo el esquema propuesto por M. Gardiner en “Comunicación
extraterrestre”, (37) vemos cómo se unen los bordes de un cuadrado para
construir un tubo:
Se debe tener en cuenta que los lados de trazo más grueso se unen entre
sí, coincidiendo la dirección de sus flechas respectivas. Así se unen en la
banda de Möbius:
Volviendo al cuadrángulo de la Realidad del esquema “R”, vemos que
efectivamente las letras de sus vértices y la línea gruesa que interrumpe la
línea punteada de lo imaginario indican que es una banda de Möbius.
Además en la nota al pie de página, Lacan nos dice: “Especialmente los
puntos para los que no por casualidad (ni por juego) hemos escogido las
letras con que se corresponden m M, i I y que so los que enmarcaron el
único corte válido en este esquema (o sea el corte mi, MI), indican
suficientemente que este corte aísla en el campo una banda de Möbius”.
(38)
Si el cuadrángulo de la Realidad es una banda de Möbius, o sea, una superficie topológica, hay que sacar las consecuencias de esto. La banda de
Möbius se caracteriza por los siguientes invariantes topológicos: tiene una
sola cara, un solo borde, es no orientable, su número cromático es seis y
su número de Betti es uno. Tomaremos de éstos, los dos primeros.
La Realidad para el ser humano, a consecuencia de la articulación de lo
Simbólico, lo Imaginario y lo Real, tal como se da en la neurosis, es una
superficie con un borde y dos dimensiones, aunque no lo parezca. Tal
corno lo permite concebir el ejemplo dado por Lacan, como por los
topólogos, es una superficie de proyección, como una pantalla sobre la que
se proyecta, en la que lo proyectado parece tener las tres dimensiones,
aunque sólo tiene dos. A diferencia de una pantalla cinematográfica, que
tiene dos caras, la banda de Möbius tiene una sola: basta comenzar a
pintar lo que parece una de sus dos caras para darse cuenta de que
termina pintándose toda la banda (lo que parecerían dos caras) sin
atravesar ningún borde. Esto sólo se hace evidente tomando en cuenta oda
la banda, ya que si la tomamos en forma parcial, ilusoriamente parece
poseer dos caras, tal corno lo indica este dibujo:
De acuerdo con el esquema, el lápiz “parece” que pasa de una cara a la otra
de la banda, y sin embargo si realizarnos todo el trayecto de la banda
descubrimos que es una y la misma cara.
El resto del plano del esquema “R”, lo no sombreado, por deformación
continua puede ser convertido en un círculo; aquí serían dos semicírculos
que tienen sus bordes pegados a los bordes de la banda de Möbius. Esta
superficie, la resultante del pegado de una banda de Möbius y un círculo,
es un plano proyectivo.
Tomaré una larga cita de Aleksandrov sobre el plano proyectivo, que es
muy clara y que será muy útil para seguir a Lacan en su ubicación del
objeto a en el esquema R.
“La transición del plano ordinario al plano proyectivo consiste en completar
el plano con nuevos elementos abstractos, los llamados puntos impropios
o ‘infinitamente distantes’. Al añadir esos puntos, la operación de
proyectar un plano sobre otro (por ejemplo, la proyección sobre una
pantalla mediante un proyector) se convierte en una transformación uno a
uno. El proceso de completar el plano con los puntos impropios […] se
desarrolla de la siguiente forma. Toda línea recta se completa con un solo
punto impropio (‘en el infinito’), y dos rectas tienen el mismo punto
impropio si, y sólo si, son paralelas. Una recta completada con el punto del
infinito se convierte en una línea cerrada, y el conjunto de todos los puntos
de infinito de todas las posibles rectas forman por definición una lírica
impropia o línea de infinito.
“Puesto que las rectas paralelas tienen en común el punto de infinito, en la
representación del proceso de completar el plano con los puntos impropios
es suficiente considerar las rectas que pasan por un punto arbitrario del
plano, por ejemplo, el origen de coordenadas O (figura 13) fig. 49, en la
pág. siguiente]. Los puntos impropios de estas rectas agotan ya los puntos
impropios de todo el plano proyectivo (puesto que toda recta tiene el
mismo punto impropio que la paralela a ella que pasa por O). Obtenemos,
por tanto, un modelo del plano proyectivo si lo imaginamos como un
círculo de radio ‘infinitarnemute’ grande con centro en O. si suponemos
que todo par de puntos diametralmente opuestos A, A’ de la circunferencia
de este círculo está unido en el único punto ‘del infinito’ de la recta AA’. La
circunferencia de nuestro círculo se convierte entonces en la recta del
infinito, pero debemos tener en cuenta que cada par de puntos
diametralmente opuestos de esta circunferencia representa en realidad un
solo punto. Es evidente, pues, que el plano proyectivo es una superficie
cerrada sin bordes.
“Si tomamos una curva de segundo orden en el plano proyectivo
—una hipérbola, por ejemplo (veáse figura 13) [fig. 49 en la pag,
siguiente]— es obvio que en dicho plano, es una curva cerrada (cortada en
dos ruinas por la recta del infinito). Teniendo en cuenta que los puntos
diametralmente
opuestos
de
la
circunferencia
de
nuestro
círculo
fundamental son un mismo punto, podemos ver sin dificultad que el
interior (sombreado) de la hipérbola en la figura 13 [fig. 49 en la pag
siquente] es homeomorfo al interior de un círculo ordinario y que su
complemento, la parte no sombreada en la figura, es homeomorfo a una
banda de Möbius.”(39)
“Así, desde el punto de vista topológico, el plano proyectivo es el resultado
de pegar un círculo (en nuestro caso el interior de una hipérbola) con una
banda de Möbius a lo largo de sus bordes. De aquí se sigue que el plano
proyectivo, es decir, el objeto de estudio de la geometría proyectiva, es una
superficie cerrada de una cara.” (40)
Otra forma de “imaginarizar” el plano proyectivo consiste en identificar los
puntos diametralmente opuestos, tal como propone Ian Stewart en su libro
Conceptos de matemática moderna:
En el esquema “R” deberíamos hacerlo así:
El término “imaginamos” lo subrayo para que recordemos lo que dijimos de
las representaciones en topología, éstas son imaginarizaciones de lo que
se concibe. Las representaciones son imaginarizaciones, no las nociones
topológicas en sí. Lacan en “El atolondradicho” dice: “Ello nos lleva a la
sorpresa de que evitáramos apoyar con la imagen nuestra banda de
Möbius, pues tal imaginación vuelve yana toda consideración que hubiera
requerido un dicho otro por hallarse articulado a ella […]” (41) y agrega:
“Así, un objeto tan fácil de fabricar como la banda de Möbius en tanto se
imagina, pone al alcance de todas las manos lo que es inimaginable en
cuanto su decir al olvidarse, hace al dicho soportarse”. (42)
Lo que aquí se imaginariza son los “puntos infinitamente distantes” que
son, obviamente, imposibles de representar. Lacan los llama “puntos fuera
de línea”. (43)
En el esquema “R” debernos invertir lo que se describe en la figura 13 de
Aleksandrov [fig. 49], el sombreado es la banda de Möbius y lo no
sombreado es la superficie homeomorfa de un círculo (la que se puede
obtener por deformación bicontinua y biunívoca).
En el plano proyectivo se constituye así un mixto muy particular: un disco o
círculo euclídeo y una banda de Möbius topológica. Esta heterogeneidad es
la del objeto a respecto del orden simbólico que lo engendra. En “El
atolondradicho” encontramos: “La topología esférica de este objeto llamado
(a) es lo que se proyecta sobre el otro compuesto, heterogéneo, que el
cross-cap constituye”. (44)
Hay una relación entre el plano proyectivo y el cross-cap o casquete
atravesado (o “gorro cruzado”), es que tienen las mismas propiedades
topo-lógicas y Lacan las toma en cuenta.
En este punto conviene hacer una aclaración. Un plano proyectivo o un
cross-cap pueden ser entendidos, como ya dijimos, como la unión de un
plano euclidiano y una banda de Möbius. A su vez se debe tener en cuenta
que una banda de Möbius puede tener una torsión izquierda o una torsión
derecha.
Jamás una banda con torsión derecha podrá convertirse, por una
transformación continua, en una con torsión izquierda y viceversa. Esto
hace que la banda de Möbius no sea especularizable, ya que el espejo
produce siempre una inversión en el sentido de la orientación de la torsión.
Este uso del espejo y de la noción topológica de lo “especularizable”, debe
ser netamente distinguido del uso que del mismo hace Lacan en su
“estadio del espejo”. La segunda utilización irá imponiéndose cada vez más
sobre la anterior y, a la altura del Seminario 12, “Problemas cruciales para
el psicoanálisis” (inédito), Lacan nos dice que la primera concepción sobre
el espejo queda subsumida y ordenada por la segunda.
Esta no especularidad de una parte del cross-cap es lo que permite
asociarla al objeto a, que carece también de imagen especular, como lo
comentaremos en el capítulo sobre el grafo del deseo.
Para entender su relación, citaré a Stewart: “El plano proyectivo es una
banda de Möbius y un disco, cosidos arista por arista. Para realizar esta
operación en el espacio de tres dimensiones se debe retorcer la banda de
Möbius hasta que su arista sea circular, lo que la obliga a cortarse a sí
misma formando un ‘casquete atravesado’ (cross-cap) […]”. (45)
“El plano proyectivo es, pues, un ‘casquete atravesado’ al que se le ha
cerrado el agujero […]”. (45)
Si tratamos de enfocar este problema desde la perspectiva de la
“construcción” del
cross-cap
puede
hacérsenos
menos
inasible.
El
procedimiento es conocido en topología como “cirugía”, corte y pegado.
“Las superficies no orientables se obtienen mediante el cosido de bandas
de Möbius. Para ello, se hace un agujero en la esfera. Este tiene una sola
arista circular (borde): la banda de Möbius tiene también una sola arista
circular, que unimos con la otra. Si intentásemos hacer esto en el espacio
tridimensional, se encontraría que la banda de Möbius tiene que cortarse a
sí misma, formando un ‘casquete atravesado’. […] Añadiendo una banda
de Möbius, se obtiene un plano proyectivo (como en la figura 121) […]”,
(46) Subrayo “si intentásemos”, porque es imposible hacerlo, es imposible
realizar esta figura en el espacio tridimensional.
Entonces, ¿dónde, finalmente, ubicamos el objeto a en el esquema “R”? Ya
dijimos que la realidad tacha lo Real y que, por lo tanto, si el objeto a es
real debe estar tachado por la realidad; pero ¿no podríamos localizarlo por
su función o a través de la misma?
El objeto a es el marco del fantasma que sostiene el campo de la realidad
por su extracción misma. En el comentario del modelo óptico habíamos
dicho que los objetos a, como objetos parciales pulsionales, sostenían la
constitución del cuerpo para el ser humano, pero recién aquí se afirma que
es por su extracción, Debemos concluir que el objeto a es localizable en el
esquema en la función del corte. “[…] lo real aquí interesado se reduce al
corte mismo […]” (47)
En el esquema “R”, el corte está representado por mi, MI, que Lacan
denomina el único corte válido en este esquema.
El localizar al objeto a en el corte debe ser articulado a la cuestión
siguiente: ¿dónde se localiza un corte?
Si analizamos el esquema siguiente:
Concluimos que: 1) el corte no puede estar en AB ni en A’B’; 2) tampoco
puede estar en el espacio entre AB y A’B’, y 3) sin estar en ninguno de
estos lugares producidos por él, el corte les da a los tres su característica
fundamental.
En topología esto está bien comprendido. Poincaré lo afirma así: “[…] en
otras partes del analysis situs, […] todo se basa en el corte”. (48) Lacan, en
“Subversión del sujeto…” nos lo transmute así: “Observemos que este
rasgo del corte prevalece con no menos claridad en el objeto que descubre
la teoría psicoanalítica […]”. (49)
Finalmente quiero hacer mención de una cita muy precisa y aclaratoria de
Jacques-Alaimi Miller en su “Mostración en Premontré”. Allí, comentando la
nota al pie que estamos analizando, produce el siguiente esquema:
Al respecto dice: “Precisamente porque el objeto a es extraído del campo
de la realidad, es que él le da su marco. Si tomo de la superficie del
pizarrón [aclarando que la extracción no es en un plano como el pizarrón
sino en un plano proyectivo] este trozo que represento con un cuadrado
sombreado, obtengo lo que podemos llamar un enmarcado: enmarcado del
agujero y enmarcado, también, del resto de la superficie. Este enmarcado,
por otra parte, lo puede materializar una vulgar ventana. Pues bien, el
objeto a es un tal jirón de superficie y es su sustracción de la realidad la
que la enmarca. […] Sólo a condición de que el objeto a sea extraído, se
constituye la ventana del fantasma. Así es, pues, cómo el fantasma es
marco. También es pantalla. El término hay que tomarlo con sus dos
valores: detiene la luz, estorba la mirada, disimula y, al mismo tiempo,
tiene una función óptica positiva, permite que se firme una imagen” (50)
Veamos qué sucede si el objeto a no es extraído: a eso responde el
Esquema “I”, construido en el momento en que Lacan estaba gestando la
noción de objeto a. Así como Lacan elabora la relación entre las estructuras
clínicas en el modelo óptico y el “L”, así también lo hace en el “R” pero en
ese momento será para dar cuenta de la oposición neurosis-psicosis.
Lacan intenta articular con el modelo óptico y con el esquema “L” las
estructuras clínicas que se despejan en la práctica analítica: el esquema
“R”, la articulación de los tres registros por la vía del significante del
Nombre-del-Padre: e intentará ubicar la estructura del sujeto Schreber al
término de su proceso psicótico en el esquema “I”. A pesar de ser
construido sobre las particularidades de la psicosis de Schreber, creo que
el análisis de este esquema permite establecer algunas consideraciones
importantes sobre la psicosis en general.
“En el punto donde
es llamado el Nombre-del-Padre, puede pues
responder en el Otro un puro y simple agujero, el cual por la carencia del
efecto metafórico provocará un agujero correspondiente en el lugar de la
significación fálica.” (51) Comentemos esta frase ya que la construcción del
esquema “I” se basa en ella. Primero: cuando, dada cierta coyuntura, “es
llamado el Nombre-del-Padre”, lo que le permitía al sujeto psicótico
mantener la estructura estabilizada, no le alcanza, ya que requiere del
Nombre-del-Padre y no de otra suplencia; segundo: “puede pues
responder […]” es potencial, o sea, no necesario. Es por esto que debe ser
recalcado que éste es el esquema para Schreber, motivo por el cual no le
dedico un capítulo en especial a este esquema; tercero: “un puro y simple
agujero en el Otro”, agujero como la geometrización de la falta y no como
la topologización de la falta. Un agujero puro y simple por la ausencia de
toda elaboración simbólica de esta falta; cuarto: provocará un agujero
correspondiente de la significación fálica, un agujero en lo imaginario que
implicará la “regresión tópica al estadio del espejo”, o sea, la reducción de
lo imaginario (cuya estructura es la significación fálica más el estadio del
espejo) a la dialéctica especular.
Este agujero en lo imaginario por la falta de la significación fálica es la
consecuencia, no sólo de la forclusión del Nombre-del-Padre, condición de
su producción, sino “[…] (que) tendremos que concebirlo como producido
en un segundo grado por la elisión del falo “[…]”; (52) es por esto que
Lacan escribe
0,
significante fálico, con sub-índice 0 en el agujero
imaginario. Estos dos agujeros están representados en el esquema por los
interiores de las dos ramas de la hipérbole, desplazadas en el esquema, a
lo largo de una de las rectas de la asíntota.
¿Por qué Lacan utiliza estos dos elementos geométricos en el esquema “I”,
que no utilizó en el “R”? Por ello más arriba decíamos “geometrización” en
lugar de “topologización”. Para contestar esta pregunta veamos primero
qué significan algunos de los términos utilizados. Asíntota: del griego,
quiere decir “sin caída” (que podemos hacer equivaler a la no caída o
extracción del objeto a) y que en geometría equivale a una línea recta a la
cual se acerca, pero nunca llega a ella, el ramal infinito de una curva. Se representa así:
En el esquema “1” una de ellas está partida y cada una de sus partes,
desplazada sobre la otra para que pueda seguir siendo posible el recorrido
“Z”, pero salido de su eje.
La hipérbola, del griego exceso, se representa así:
Debe tenerse en cuenta que tamito el eje transversal como el eje
conjugado son líneas de largo indefinido. Tanto la asíntota como la
hipérbola indican lo indefinido, lo infinito introducido en el esquema “I”,
respecto del cual, el esquema “R” es un cuadrado en el cual destacamos la
función de marco, de borde del fantasma. Conviene recordar aquí cómo
Freud distinguía la función del fantasma, de la fantasía inconsciente, en la
neurosis y en la psicosis en “Introducción del narcisismo”. Allí sostenía que
el retiro de la libido era orientado en la neurosis a la fantasía y al yo en la
psicosis.
La no extracción del objeto a es la consecuencia fundamental de la no
operatoria del Nombre-del-Padre, dejando al niño en el lugar del objeto de
la madre, quien así reintegra su producto. “Aquí la identificación por la
cual el sujeto ha asumido el deseo de la madre […]”. (53) La no extracción
del objeto a implica, además, que no se ha prohibido al niño su relación
con el objeto primordial.
Lacan indica doblemente la infinitud, al decir: “[…] el lazo hecho sensible,
en la doble asíntota que une al yo delirante con el otro divino, de su
divergencia imaginaria en el espacio y en el tiempo a la convergencia ideal
de su conjunción”. (54) Recordemos que las series divergentes son aquellas
abiertas a lo infinito. También se lo indica en cuanto que los cuatro
extremos del sombreado del esquema “1” están abiertos. En “El
atolondradicho”, Lacan articula “[…] la inscripción que luce mediante una
función hiperbólica, de la psicosis de Schreber […]” con que “[…] nada
existente hace límite ala función […]”. (55)
De la cita ‘54’ también podemos tomar la definición de los cuatro términos
del esquema “Z”, que afirmamos operando tanto en la neurosis como en la
psicosis, pero que no son iguales en ambas estructuras. “El mantenimiento
en el esquema “I” del trayecto Saa’A simboliza en él la opinión que hemos
sacado del examen de este caso de que la relación con el otro en cuanto
con su semejante […] son perfectamente compatibles con la relación salida
de su eje con el gran Otro, y todo lo que implica de anomalía radical […]”.
(56) O sea que se mantiene el trayecto. Si tomamos el párrafo que sigue al
ya citado: “Todo el espesor de la criatura real se interpone en cambio para
el sujeto entre el goce narcisista de su imagen y la alineación de la palabra
donde el Ideal del yo ha tomado el lugar del Otro”, (57) entonces, el “Z”
queda constituido de la siguiente forma:
Lacan los define de la siguiente manera:
En cuanto a la relación recíproca de esas funciones representadas por estas
letras, encontramos una indicación en: “Es tanto como decir que la
distorsión que manifiesta entre las funciones que identifican en él las letras
tomadas del esquema “R” no puede apreciarse sino en su uso de rebote
dialéctico”. (58) La noción a la que me refiero es ‘distorsiómu’, que en la
lengua significa desequilibrio entre varios factores que entran así en
tensión; este desequilibrio no debe ser entendido, como dice Lacan, como
el desorden posterior a un terremoto, simio siguiendo las leyes de la
estructura, y nosotros la debernos oponer a ‘torsiómu’, tal como ésta
opera y ordena los términos del esquema “R”, en la banda de Möbius que le
da su estructura.
¿Qué tipo de distorsión nos lleva del esquema “R” al esquema “I”? La
consecuencia del cavado de los dos agujeros en lo simbólico y en lo
imaginario produce la siguiente distorsión, al menos para el caso del
presidente Schreber:
1) Desaparición de la función del sujeto bajo significación fálica, que Lacan
denomina “muerte del sujeto” y su sustitución por la función de la imagen
narcisista, proceso denominado “regresión tópica al estadio del espejo”.
2) Desaparición de la función del “A”, que definimos como lo inconsciente y
su sustitución por el funcionamiento del Ideal del yo.
3) El giro en el sentido contrario a las agujas del reloj de todas las
restantes funciones, claramente escrito por Lacan al horizontalizar las
letras “I”, “R” y “S” que en el esquema “R” hacían el equivalente de la otra
diagonal del cuadrado; como también de las indicadas en 1) y 2), o sea, el
“i”, imagen narcisista, y el “I”, Ideal del yo. Al tener este giro un carácter
“centrífugo” deja por fuera del esquema de la realidad a los objetos a-a’.
4) “M” es el único término que no cambia de lugar, indicando esta
permanencia el hecho de no atravesar por los efectos del complejo de
castración.
5) La infinitización ocurrida como consecuencia de la inexistencia del
marco del fantasma.
En el siguiente esquema vemos esta “distorsión centrífuga”:
Lacan, respecto de los objetos a-a’, que están en una posición tan peculiar,
a la cual podemos describir como salidos de su lugar por una fuerza
centrífuga, nos dice: “En lo cual se dibuja la dimensión de espejismo, que
subraya aún más el tiempo infinito en que se desplaza su promesa, y que
profundamente condiciona la ausencia de mediación de que da testimonio
el fantasma, Pues puede verse que parodia la situación de la pareja de
sobrevivientes postreros que, a consecuencia de una catástrofe humana, se
encontrarían con el poder de volver a poblar la Tierra, confrontada a lo que
el acto de reproducción animal implica de total”, (59) O sea, el encuentro
de la pareja del fantasma schreberiano queda postergado infinitamente y el
esquema lo escribe mediante la posición descentrada respecto del eje de la
asíntota, ahora “aa” están fuera de eje, uno, del lado “goce narcisista de la
imagen” y el otro, del lado “El ideal en el lugar del Otro”.
NOTAS
1.
El Seminario, libro 4, “Las relaciones de objeto”, clase del 26-6-57,
inédito.
2.
El Seminario, libro 5, “El deseo y su interpretación”, clase del 20-11-
57, inédito.
3.
“La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud”,
4.
Ibíd., pág. 188.
5.
“La métaphore du sujet”, Ecrits, Seuil, pág. 891, traducción personal.
7.
“De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la
Escritos 1, Siglo XXI, pág. 183.
6.
“La instancia...”, ob. cit., pág. 213.
psicosis”, Escritos 2, Siglo XXI, pág. 237.
8.
“La métaphore du sujet”, ob. cit., pág. 891, traducción personal.
9.
Cf. El Senminario, libro 5, “El deseo y su interpretación”, clase del
22-1-58, inédito.
10.
Cf. “De una cuestión preliminar..., Escritos 2, ob. cit., pág. 241.
11.
El Seminario, libro 3, Las psicosis, Paidós, pág. 251, el subrayado es
mío.
12.
Ibíd.
13.
La interpretación de los sueños, Obras completas, Biblioteca Nueva,
Tomo I, pág. 544; Amorrortu, Tonio V, pág. 529.
14.
“De una cuestión preliminar, ob. cit., pág. 239.
15.
Ibid., págs. 236-37.
16.
Ibíd., pág. 238.
17.
“Observación sobre el informe de Daniel Lagache”, Escritos 2, Siglo
XXI, págs. 299-300.
18.
“De una cuestión preliminar, ob. cit., pág. 239.
19.
Ibíd.
20.
Ibíd.
22.
Ibíd., pág. 239.
23.
El Seminario, libro 3, Las psicosis, Paidós, pág. 251.
25.
Ibíd., pág. 286.
26.
Ibíd.
28.
Ibíd.
29.
Ibíd., pág. 287.
21.
24.
27.
30.
Ibíd., pág. 267.
“La significación del falo”, Escritos 1, Siglo XXI, pág. 283.
Ibíd.
“Sur la théorie du syrnbolisme d’Ernest Jones”, Ecrits, pág. 715,
traducción personal.
31.
“La dirección de la cura y los principios de su poder”, Escritos 1, Siglo
32.
Ibíd., pág. 258.
33.
“Observación sobre el informe, ob. cit., pág. 301.
35.
Ibíd., pág. 237.
36.
Aleksamudrov, Kolmogorov, Laurentiev y otros, La matemática: su
37.
M. Gardiner, Comunicación extraterrestre, Editorial Cátedra, pág. 34.
38.
“De una cuestión preliminar, ob. cit., pág. 239.
40.
Ibíd.
41.
Escansión, N° 1, Paidós, pág. 54.
43.
Ibíd., pág. 42.
44.
Ibíd., pág. 45.
XXI, págs. 239-40.
34.
“De una cuestión preliminar...”, ob. cit., pág. 240.
con tenido, métodos y significado, Torno 3, Alianza, pág. 237.
39.
42.
45.
Aleksandrov, Kolmogorov ob. cit., págs. 239-40.
Ibíd., pág. 55.
I. Stewart, Concepto.s de iuatemnática inodenma, Alianza, págs. 18
1-82.
46.
47.
Ibíd., pág. 207, el subrayado es mío.
“De una cuestión...”, pág. 240.
48.
49.
Ultimos pensamientos, Espasa-Calpe, pág. 56.
“Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el incomisciente
freudiano”, Escritos 1, Siglo XXI, pág. 329.
50.
Maternas 1, Manantial, pág. 171.
52.
Ibíd., pág. 256.
53.
Ibíd., pág. 251.
55.
“El atolondradicho”, Escansión, N° 1, Paidós, pág. 36.
56.
“De una cuestión...”, ob. cit., pág. 259.
58.
Ibíd.
59.
Ibíd., pág. 256.
51.
54.
57.
“De una cuestión...”, ob. cit., pág. 244.
Ibíd., pág. 257.
Ibíd., pág. 257.
GRAFOS
EL GRAFO DEL DESEO
“Así se hilvana mi discurso—
cada término sólo se sostiene por su
relación topológica con los demás...”
Jacques Lacan, El Seminario, libro 11, pág. 96.
El grafo del deseo, entre los modelos y los esquemas, ha sido la creación
de Lacan que más ha sido tomada en cuenta por los psicoanalistas que
orientan su práctica con las enseñanzas de aquél y también la más
comentada por los estudiosos de su obra. A pesar de lo cual creo que se
justifica un desarrollo más del mismo, ya que posee propiedades que
regularmente han sido olvidadas, especialmente su estructura topológica.
Comencemos por indicar que aunque su nombre ‘grafo’ nos lleva a la
teoría matemática de los grafos, Lacan nos enseña que debemos tomar
grafo también como gramme en francés, que, proveniente del griego,
significa letra, escritura, tal como se lo utiliza, por ejemplo, en castellano
en ‘telegrama’. El grafo es, entonces, un tipo particular de escritura.
Antes de comentar el uso que Lacan hace del grafo del deseo debemos
introducir la teoría, matemática de los grafos y redes y estudiar sus
propiedades topológicas.
Lo que en Matemática se conoce como “teoría de los grafos y/o redes”
surge, entre otros, de los siguientes famosos problemas: 1) del problema
de los puentes de Königsberg, resuelto por el matemático Euler, 2) del
problema de los cuatro colores para la coloración de mapas, aún no
resuelto y 3) del problema de la conexión de tres casas vecinas a tres redes
de servicios, como, por ejemplo, electricidad, gas y agua. El primero de los
problemas mencionados es el que resulta del intento de responder a la
siguiente pregunta: ¿Puede una persona salir de su casa, tomar un camino
y retornar a la misma atravesando sólo una vez cada uno de los siete
puentes que unen las dos márgenes del río Pregel y las dos islas que se
encuentran en la ciudad de Königsberg (hoy Kaliningrado)? He aquí un
mapa de esa región:
A partir de este mapa, se puede confeccionar un esquema que simplifica
mucho el problema:
En este esquema se han sustituido ambas márgenes del río y las dos islas
por un punto y cada puente por un segmento de recta o arco. Para mayor
claridad se han colocado números a los puentes y se ha nombrado cada
punto del grafo según el sector que representa.
Al hacer lo mismo con el problema de las tres casas vecinas, obtenemos el
siguiente grafo o red:
Respecto de este grafo conviene decir que no hace falta que las líneas que
conectan los puntos sean rectas, por eso las llamamos arcos (trozos de
líneas curvas) y que la imposibilidad de la conexión, para nuestro grafo,
entre la casa 2 y el depósito de agua, se resuelve si se autoriza que las
líneas se superpongan.
En la teoría de los grafos, los puntos son llamados vértices y las líneas son
llamadas aristas. Evidentemente, si se pueden sustituir territorios por
puntos y puentes por arcos, en los grafos las superficies y las longitudes
no son tomados en cuenta; en los ejemplos antes desarrollados es evidente
que ninguno se solucionaba por el aumento o disminución de las
superficies o distancias.
Pasemos ahora a una definición de grafo o red: llamaremos grafo o red a la
terna de vértice, arista y función, tal que a cada arista le corresponden dos
vértices así como la función especifica que éstos estén unidos.
Si intentásemos aprovechar la teoría de los grafos para el problema de la
ordenación y distribución del tráfico vehicular en una ciudad, se hace
necesario agregar la dimensión de la dirección de las aristas, ya que hay
calles que poseen direcciones permitidas y otras prohibidas. Las esquinas
serían los vértices, las calles las aristas, que en este caso deberían estar
orientadas, pudiendo darse el caso que dos vértices estuviesen unidos por
dos aristas de dirección contraria. A los grafos que tienen en cuenta la
dirección se los llama grafos orientados o digrafos y es evidente, a partir
de un grafo, que cada par de vértices queda convertido en un par
ordenado. Por ejemplo, el grafo de una manzana rodeada por cuatro calles,
todas ellas de doble mano:
Tomaremos los ejemplos de los dos grafos más sencillos:
En el grafo A la única arista comienza y termina en el mismo vértice: a este
tipo de aristas se las llama lazo. El caso del grafo B tiene la particularidad,
dentro de la teoría de los grafos, de ser una cadena, o sea, una serie de
aristas en la que cada una incide en el vértice precedente y en el siguiente
y además todos los vértices son distintos. Es evidente que nosotros no
debemos dejar de articular el grafo B a la noción de cadena significante, ya
que poseen la misma estructura.
Para poner a prueba estas nociones, analicemos la red que aparece en el
escrito de Lacan, “El Seminario sobre La carta robada.”
De este grafo o red podemos decir que es un grafo orientado, que posee
dos lazos, cuatro vértices (ya que no es el mismo ‘2’ el que aparece luego
de un ‘1’ que el que aparece luego de un ‘3’ según surge de ese mismo
escrito) y, finalmente, agreguemos algo más, es un grafo planar, o sea, se
puede realizar sobre el plano de dos dimensiones.
Recordemos que el grafo de las tres casas vecinas y los tres servicios
públicos no se podía realizar en el plano bidimensional, pero es evidente
que sí por fuera de él, o sea, en un espacio tridimensional, en el que una
arista pudiese pasar por debajo de otra (recordemos en este sentido lo
trabajado en el capítulo sobre el Esquema “L”, respecto del punto de
intersección del vector AS con el vector a ‘a). ‘I’odo grafo puede realizarse
en el espacio tridimensional. A los grafos que requieren de las tres
dimensiones del espacio, se los llama grafos no planares.
¿Qué tipo de grafo es el grafo del deseo? En el Seminario 6, “El deseo y su
interpretación”, Lacan dice: “[…] nuestro grafo esto que no es otra cosa
que
posición
topológica
de
elementos
y
de
relaciones
[…]”.
(1)
Reproduzcamos aquí sólo su estructura de grafo, sin las funciones que
Lacan asigna a los vectores y a las aristas.
Según las nociones de la teoría de los grafos, el grafo del deseo se podría
geometrizar así:
Evidentemente es un grafo orientado, que parece no tener lazos; pero, ¿es
planar o no? Para resolver esta pregunta debemos antes resolver un
problema más fundamental aún. ¿A qué vectores arriban las aristas que
salen por la derecha del grafo? ¿De qué vectores provienen las aristas que
arriban por la izquierda del grafo? Por la definición misma de vector y
arista, es obvio que cualquier arco que salga de un vértice o que llegue a
un vértice no es una arista, lo es sólo un arco que conecta un par de ellos.
Hay dos soluciones, una planar y otra no planar, que pasan por articular
entre sí estos dos pares de aristas ‘anormales’:
Más adelante analizaremos psicoanalíticamente ambas soluciones para
determinar cuál elegir y, en función de ello, poder establecer si el grafo del
deseo es planar o no planar (la solución A es planar y la B es no planar).
Para aproximarnos cada vez más al conocimiento de las características que
debemos tener en cuenta al analizar el grafo del deseo, pasemos ahora al
estudio de las propiedades topológicas de las redes o grafos. Para poder
hacerlo debemos introducir aún otras nociones más. En una red, un camino
es una sucesión de aristas que une un vértice con otro, en el que cada
arista termina en el comienzo de la siguiente. Una red en la que un vértice
cualquiera puede unirse mediante un camino con cualquier otro vértice se
llama conexa, esto significa que la red no se descompone en partes. Toda
red está formada por partes conexas (teniendo en cuenta que dos vértices
unidos por una arista es una red conexa). Recordemos que en el capítulo
sobre topología definimos la conexión como sinónimo de continuidad.
Dos vértices de un grafo son adyacentes si son extremos de la misma
arista y dos aristas lo son cuando tienen un vértice en común. El grado o
valencia de un vértice corresponde al número de aristas que inciden en él,
un vértice al que incide una arista se llama vértice pendiente. Dos aristas
serán paralelas si coinciden ambos extremos de las aristas.
Analicemos ahora estos grafos:
¿Son ellos distintos? Sus formas evidentemente son distintas pero sus
estructuras no. Ambos tienen 8 vértices, 11 aristas, 1 lazo, 1 par de aristas
paralelas y 3 vértices pendientes. Son dos grafos idénticos, o sea,
isomorfos. Podría decirse que se trata de dos dibujos del mismo grafo.
La
mayoría
de
los
ejemplos
hasta
aquí
tratados
corresponde
a
representaciones gráficas de los grafos o redes que permiten clarificar las
ideas y contribuir a la intuición del lector, pero conviene no confundir la
estructura del grafo con su ‘dibujo’. Así, también dijimos que conviene no
confundir las superficies topológicas con sus representaciones.
Cuando representamos un grafo en un plano, se llamará cara a toda
división del plano ocasionada por un circuito cerrado de aristas. Como se
ve con claridad, es posible asociar los vértices con puntos, las aristas con
líneas y las caras con regiones del plano. Las redes o grafos de vértices y
aristas finitos, conexas y planares se parecen a mapas y así se los designa
en la teoría matemática de los grafos. Este es un ejemplo de un grafo que,
intuitivamente, coincide con un mapa:
Llegados a este punto, recién podemos darnos cuenta de la relación que la
Teoría de los Grafos tiene con el problema de la coloración de mapas y más
aún con el famoso y no resuelto problema del mapa de los cuatro colores.
Dado un mapa cualquiera ¿se le puede colorear con 4 colores de manera
que ningún par de caras adyacentes a una misma arista tengan el mismo
color? Como se ve con facilidad, éste es el camino inverso del que se
realizó desde el mapa de Königsberg hasta su grafo, ya que pasamos de la
teoría de los grafos a una consideración sobre los mapas. El número
mínimo de colores necesario para colorear una superficie, sin que los
adyacentes a una misma arista coincidan, es un invariante topológico, que
se conoce como número cromático.
Una vez definidos vértices, aristas y caras, podemos arribar a otra
propiedad topológica de los grafos: la Fórmula de Euler. Se refiere a la
relación que existe entre vértices (V), aristas (A) y caras (c), que puede ser
expresada de las siguientes formas:
Podemos comprobar estas fórmulas en los tres siguientes grafos: (2)
Los resultados los tabulamos así:
En los tres casos comprobamos que la fórmula es cierta y fue Euler quien
descubrió que es cierta para todo mapa; la Fórmula de Euler se convierte
así en una propiedad topológica aplicable también a los espacios
topológicos conocidos como superficies, que estudia la topología y que ya
hemos descrito en el capítulo correspondiente. La tabla correspondiente a
esas superficies, a partir de la Fórmula de Euler, es la siguiente:
Para comprobarlo, cada superficie es triangulada y se comprueba que para
cada transformación continua de ella se mantiene el número de Euler. Para
la banda de Möbius no se da el número de la Fórmula de Euler porque su
único borde impide la triangulación; obsérvese que las otras superficies se
caracterizan todas por carecer de bordes. (Recordar lo dicho en el capítulo
sobre esquema “R” respecto de la triangulación.)
Habiendo podido establecer que para los grafos: 1) la forma y la medida no
cumplen función alguna, 2) que la dimensión de conexión implica la noción
de continuidad fundamental en la topología y 3) que operan para ellos la
Fórmula de Euler y el número cromático, ambos invariantes topológicos,
concluimos que son en sí mismos topológicos. Pero aún queda otro
desarrollo por hacer, para poder dar la estructura fundamental del grafo
del deseo. Supongamos que queremos distinguir topológicamente entre
una esfera y un toro.
Presumimos que los distingue el agujero que el toro posee y la esfera no,
pero el agujero no es del toro sino del espacio circundante y, por otra
parte, debemos recordar que en nuestra consideración topológica de la
esfera y del toro, sólo nos ocupamos de las superficies y no de sus
interiores. Entonces, ¿cómo distinguirlos? Existe una solución: toda curva
cerrada sobre la esfera la hace a ésta desconexa, la divide en dos
superficies, aunque hay curvas cerradas que no dividen al toro en dos:
Las propiedades: curva cerrada, conexo y desconexo son topológicas.
Entonces, ésta es una vía que sirve para distinguir topológicamente una
esfera de un toro. Mas ¿cómo podemos saber si una superficie posee un
agujero? o sea, si se le ha aplicado una curva cerrada. Supongamos que
tenemos un camino como ya lo hemos definido; cualquier camino puede
ser reducido hasta convertirse en un punto, salvo que haya un agujero.
“Los agujeros pueden detectarse por la observación de los caminos del
espacio y por las maneras de deformarlos.” (3) “Un camino en un espacio
topológico es una línea que une dos puntos del mismo. No importa que
culebree, ni que se corte a sí mismo; pero no debe estar ‘roto’.
Necesitamos que sea un camino continuo.” (4)
Para ejemplificar esto último, consideremos los cuatro siguientes casos:
En todos se cumple una función: la forma en que se recorre el camino.
Tomándolo en cuenta, podemos decir que los lazos de los caminos A y B
podrían reducirse a un punto y que C no, por el agujero que rodea, y que,
además, no podría, por la forma de su recorrido, tampoco alejarse del
agujero, mientras que D sí (en el dibujo se representa este alejamiento con
las otras líneas dibujadas en D).
También podemos considerar la transformación continua de un camino, o
sea, su transformación topológica. Si a partir de la deformación continua
de un camino se puede llegar a otro, se dice que ambos son homotópicos.
Observemos los dos siguientes casos:
Evidentemente los caminos de A serán homotópicos mientras que los de B
no, ya que el agujero que está entre ellos en el plano impide que, por
deformación continua (sin cortes), se pase de uno al otro.
En el plano euclidiano, si dos caminos salen y arriban al mismo punto, y si
además no tienen un agujero entre ellos, siempre son equivalentes. En el
toro no sucede lo mismo. Al comparar los dos caminos trazados en el toro
de la figura siguiente, en la que ambos salen y llegan al mismo punto A,
vemos que no son equivalentes.
Llegados a este punto podemos hacer la primera pregunta sobre el grafo
del deseo en relación con las nociones psicoanalíticas que permite
articular. ¿Por qué el grafo del deseo es sólo ‘del deseo’ cuando también
ubica y articula la pulsión, el fantasma, el síntoma, etc.? Apoyemos esta
pregunta en una cita de Lacan de “Subversión del sujeto...”, que dice así:
“Tenemos entonces que llevar mucho más allá ante nosotros la topología
que hemos elaborado para nuestra enseñanza durante este último lustro, o
sea introducir cierto grafo habiendo sido construido y perfeccionado a los
cuatro vientos para ubicar en su nivelación la estructura más ampliamente
práctica de los datos de nuestra experiencia. Nos servirá aquí para
presentar dónde se sitúa el deseo en relación con un sujeto definido a
través de su articulación por el significante”. (5)
La respuesta es que es el grafo del deseo porque la estructura fundamental
del grafo nos es dada por la noción y subsiguiente ‘localización’ del deseo.
¿Podremos pensarlo ayudados por las nociones topológicas que hemos
desarrollado hasta aquí? Resolvámoslo mediante algunas citas de Lacan, la
primera del Seminario 8, La transferencia, “Excusándome de aquellos que
son recién llegados, puedo dar por conocidas por mi auditorio, en su
característica general, las elaboraciones que ya he dado de la posición del
sujeto, y que son indicadas en el resumen topológico que nosotros
llamamos, convencionalmente, el grafo.
“La forma general ahí está dada por el splitting, el desdoblamiento
fundamental de dos cadenas significantes donde se constituye el sujeto.”
(6) La otra cita es del Seminario 6, “El deseo y su interpretación”: “Después
de haber establecido la función de las dos líneas del grafo, quisiera
introducir un elemento esencial que concierne a lo que yace en el intervalo.
Lo que llamamos deseo es la distancia que el sujeto puede mantener entre
las dos líneas, es ahí que respira durante el tiempo que le queda por vivir”.
(7) De ambas citas concluimos que el lugar del sujeto, como sujeto del
deseo, es el intervalo, el agujero, entre ambas líneas del grafo. Lo que
podría ser representado así:
Localizar al sujeto del deseo en el intervalo permite articular, forma
novedosa, la cuestión del acting-out. Cada vez que el analista, por sus
maniobras, produzca un cierre de este ‘espacio vital’ entre ambas cadenas,
producirá consecuentemente una expulsión del sujeto por fuera de la
experiencia, un ‘por fuera’ en el que el sujeto intentará recuperar su lugar
como deseante.
Así como localizamos en el intervalo, en el agujero, al sujeto, lo propio
haremos con el objeto. No el objeto hacia el cual se tiende, sino el objeto
causa del deseo. Causa del deseo del hombre que, como siempre, es deseo
del deseo del Otro, que, con la expresión de un “¿qué me quiere?”, Lacan
inscribe como la razón que obliga al pasaje de su grafo 2 al grafo 3, pasaje
que requiere de la salida del circuito imaginario (que más adelante
comentamos) y de la entrada del intervalo que el segundo piso del grafo
implica.
Analicemos ese grafo 3:
Este “¿qué me quiere?” es la reelaboración de la pregunta “¿qué soy ahí?”
que trabajamos en el capítulo sobre el esquema “R”, pero ahora articulada
a la función “deseo del Otro”.
El grafo del deseo es el grafo del deseo porque su estructura topológica
fundamental consiste en que se constituye en derredor de un agujero, y
Lacan, desde el comienzo mismo de su enseñanza, nunca dejó de destacar
que el deseo, tal como se desprende de las elaboraciones freudianas, no es
una relación de ser a objeto sino una relación de ser a falta (cf. Seminario
2, “El deseo, la vida y la muerte”). El grafo, con su estructura fundamental,
está destinado a destacar y a demostrar la imposibilidad de descuidarlo en
nuestras consideraciones. Dada su estructura, podemos afirmar que es
imposible reducirlo por deformación continua a un punto.
Esta última conclusión la opondremos a la estructura de la célula elemental
del grafo.
No es nueva la consideración del sujeto vía su estructura intervalar. No es
nueva en Lacan ni en este escrito. Cuando comentamos la definición que
Lacan hace del sujeto (S) en el Esquema “Z” al definirlo como “parte
interesada en ese discurso (del Otro)” Sostuvimos que “interesado” derivaba
de: inter sum, que en latín significa “estar entre”, en medio de, en el
intervalo de; o sea, el sujeto ya fue concebido “en el intervalo” pero en el
intervalo entre los significantes; aquí lo es en el intervalo entre las cadenas
significantes.
El que el sujeto del deseo implicase la noción de intervalo ya estaba
presente en las elaboraciones freudianas, pero, como en tantísimas otras
ocasiones, sólo Lacan las retomó. En el Cap. VII de La interpretación de los
sueños, “La psicología del proceso onírico”, en el punto C, “Acerca del
cumplimiento de deseo”, Freud dice así: “¿Por qué durante el sueño lo
inconsciente no puede ofrecer nada más que la fuerza para un
cumplimiento de deseo? La respuesta a esta pregunta está destinada a
arrojar luz sobre la naturaleza psíquica del desear; debe procurársela con
el auxilio del esquema del aparato psíquico”. (8)
El esquema al que se está refiriendo Freud es el que presenta varias
páginas antes en este libro sobre los sueños, el conocido esquema del
peine, cuya representación es la siguiente:
Retomemos la cita de Freud: “Supuestos que han de fundamentarse de
alguna otra manera nos dicen que el aparato obedeció primero al afán de
mantenerse en lo posible exento de estímulos, y por eso en su primera
construcción adoptó el esquema del aparato reflejo que le permitía
descargar enseguida, por vías motrices, una excitación sensible que le
llegaba desde afuera. Pero el apremio de la vida perturba esta simple
función; a él debe el aparato también el envión para su constitución
ulterior. El apremio de la vida lo asedia primero en la forma de las grandes
necesidades corporales. La excitación impuesta por la necesidad interior
buscará un drenaje en la motilidad que puede designarse ‘alteración
interna’ o ‘expresión emocional’. El niño hambriento llorará o pataleará
inerme. Pero la situación se mantendrá inmutable, pues la excitación que
parte de la necesidad interna no corresponde a una fuerza que golpea de
manera momentánea, sino a una que actúa continuadamente. Sólo puede
sobrevenir un cambio cuando, por algún camino (en el caso del niño, por el
cuidado ajeno), se hace la experiencia de la vivencia de satisfacción que
cancela el estímulo interno. Un componente esencial de esta vivencia es la
aparición de una cierta percepción (la nutrición, en nuestro ejemplo) cuya
imagen mnémica queda, de ahí en adelante, asociada a la huella que dejó
en la memoria la excitación producida por la necesidad”. (9)
En el esquema de referencia de Freud esto equivale a:
“La próxima vez que esta última sobrevenga, merced al enlace así
establecido se suscitará una moción psíquica que querrá investir de nuevo
la imagen mnémica de aquella percepción y producir otra vez la percepción
misma, vale decir, en verdad, restablecer la situación de la satisfacción
primera. Una moción de esa índole es lo que llamamos deseo […].” (10)
Es evidente que Freud localiza el deseo en el intervalo de las huellas
mnémicas y que el esquema de sus concepciones coincide en su estructura
con la parte izquierda de la fórmula de la metonimia tal como aparece en
“Instancia de la letra...”, a la cual Lacan también articula el deseo porque es
en ella donde localiza la “falta en ser en la relación de objeto”.
Una
concepción
de
lo
inconsciente
entendida
como
una
cadena
significante, tal como se desprende del esquema freudiano y de la fórmula
lacaniana de “Instancia...”, trae aparejadas contradicciones. Podemos
recordar los inconvenientes que le implicó a Freud el problema de la
orientación espacial del esquema en una sola línea, que lo obligó a
producir complicados agregados para dar cuenta de la “regresión” en el
sueño; en Lacan veremos que la noción de intervalo, el espacio entre dos
vallas o marcas simbólicas, no puede ser equivalente a la noción de
agujero y, por otra parte, hay variadas indicaciones de Lacan que
prefiguran la necesidad de pasar de una cadena significante al grafo de al
menos dos cadenas, entre las cuales he elegido la siguiente: “De modo que
el sujeto se halla siempre en varios planos, apresado en redes que se
entrecruzan”. (11)
Pensemos el intervalo como si fuese un eslabón faltante en la cadena, más
que en el espacio entre los eslabones. Un eslabón faltante produce el corte
de la cadena, su interrupción, pero no alcanza a constituirse en un agujero,
sólo lo sería en un encadenamiento de varias cadenas, de la índole del
siguiente esquema:
En realidad conviene concebir el inconsciente como una serie de cadenas
articuladas entre sí. Recordemos la siguiente cita de “Instancia de la letra
en el inconsciente...”: “Pero basta con escuchar la poesía, […] para que se
haga escuchar en ella la polifonía y para que todo discurso muestre
alinearse sobre los varios pentagramas de una partitura.
“Ninguna cadena significante, en efecto, que no sostenga como pendiendo
de la puntuación de cada una de sus unidades todo lo que se articula de
contextos atestiguados, en la vertical, si así puede decirse de ese punto.”
(12)
Por otra parte, también se hace necesario criticar la noción de inconsciente
entendido como una cadena significante, ya que, si esa fuese su estructura,
¿cómo podríamos entender entonces la metáfora? La metáfora es la
sustitución de un significante (el sustituido) por otro (el sustituyente) que
viene al lugar que el anterior tenía en la cadena significante. Pero ¿de
dónde venía el sustituyente? No hay otra respuesta lógica que, de otra
cadena significante. Algo que puede ser representado así:
Justamente, esto constituye una parte del grafo del deseo, en la cual Lacan
localiza el síntoma como formación del inconsciente, de estructura
metafórica (s(A)) (estructura sobre la que hicimos un extenso análisis en el
capítulo sobre el esquema “R”):
Si la estructura del inconsciente y del deseo, tal como los revela la
experiencia analítica, requiere de al menos dos cadenas, se debe concluir
que el grafo con su lógica debe considerarse que opera siempre
“completo”, en el sentido de “grafo completo” y que los grafos 1, 2 y 3 son
recursos didácticos utilizados por Lacan. Es por esta razón que el vértice
inferior derecho, por el cual el vector de la intención comienza, lleva por
nombre
, barradura del sujeto, que, como efecto del lenguaje, está al
comienzo de cualquier consideración sobre él. El círculo de la demanda,
que más adelante analizaremos, rompe su circuito porque “[…] el sujeto no
se constituye sino sustrayéndose a ella y descompletándola esencialmente
[…]”. (13)
¿Cómo concebir la estructura de al menos dos cadenas significantes que
son siempre necesarias para operar con la noción de lo inconsciente, sin
recurrir a ejemplos de caso por caso? Lacan hace uso, para este fin, de las
nociones lingüísticas de código, mensaje, enunciado, enunciación y shifter,
que le van a brindar una renovada forma de pensar al sujeto tal como debe
serlo a partir del inconsciente estructurado como un lenguaje. Tales
nociones las elabora Roman Jakobson en sus conferencias: “Overlapping of
code and message in language” de 1950 y en “Les catégories verbales” del
mismo año, que forman parte del escrito “Shifters, verbal categories and
the Russian verb”, redactado en 1956 y publicado en 1957. En el mismo
año, Lacan ya hace uso de las nociones allí aparecidas.
En el escrito referido, Jakobson distingue las nociones de mensaje y de
código, siendo esta última subyacente de la anterior. Ambas tienen una
doble función: “[…] a la vez que pueden ser utilizadas pueden ser referidas
(i.e. señaladas)”. (14) Sobre la base de estas nociones Lacan produce la
célula elemental del grafo, que es representada en el grafo 1 de su escrito
“Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano”:
A este grafo lo concibe así: “He aquí lo que podría decirse es su célula
elemental (cf. grafo 1). Se articula allí lo que hemos llamado el punto de
basta por el cual el significante detiene el deslizamiento, indefinido si no,
de la significación. Se supone que la cadena significante está soportada por
el vector S.S’. Sin entrar siquiera en la fineza de la dirección retrógrada en
que se produce su cruzamiento redoblado por el vector
.S, véase
únicamente en este último el pez que engancha, menos propio para figurar
lo que hurta a la captación en su nado vivo que la intención que se
esfuerza en ahogarlo en la onda del pretexto, a saber la realidad que se
imagina en el esquema etológico de la necesidad.
“La función diacrónica de este punto de basta debe encontrarse en la frase,
en la medida en que no cierra su significación sino con su último término,
ya que cada término está anticipado en la construcción de los otros, e
inversamente sella su sentido por su efecto retroactivo.” (15) A partir de
esta cita obtenemos que el vector S.S representa la cadena significante y
que el vector . , la intención. Es de gran utilidad para la concepción de la
noción freudiana de Nachtraglich o retroacción. El segundo punto de
entrecruzamiento, que por convención derivada de la estructura de la
cadena significante, tanto en castellano como en francés, será el de la
derecha, como último término tiene la virtud de determinar a los anteriores
así como fue anticipado y determinado por éstos en la cadena. Esto suele
entenderse como obvio, pero presenta algunos problemas.
Si aceptamos que la representación de la retroacción, tal como se deriva
del grafo 1, es el esquema anterior, se inaugura un circuito en el cual si el
último término puede dar sentido al primero, también debe ser
considerado que este primero determina al último, o sea, que a través del
primero, el último se modifica a sí mismo. Entonces:
Esto hace de los puntos de entrecruzamiento el siguiente circuito cerrado o
lazo de aristas:
Esta representación nos da la clara idea de que la función del punto de
basta, como de cierre o detención, debe ser complejizada. A su vez hay
otro problema en el grafo 1 o célula elemental y es el siguiente: si es un
grafo y evidentemente los “puntos de entrecruzamiento” son equivalentes a
lo que en teoría de grafos se llama vértices, entonces ¿hacia dónde van y
de dónde vienen las aristas que de ellos salen y que a ellos llegan? El
mismo problema que planteamos respecto de la estructura general del
grafo del deseo. Propongo la siguiente solución, totalmente justificada en
la obra de Lacan.
Sostengo que está justificada porque:
1) El que Lacan la llame célula elemental del grafo es habitualmente
entendido en el sentido de que es la ‘unidad fundamental’ del grafo del
deseo completo y que, efectivamente, es una acepción de célula; respecto
de esto no se debe olvidar que ‘célula’ también significa que ‘comporta
una membrana que aísla el citoplasma y su núcleo’ en biología o, tal como
se usa para célula de memoria, ‘elemento repetitivo que tiene un
funcionamiento propio’. Efectivamente, se desprende que si a esta célula
no se le asocia otra función, nada indica qué detendría su repetición
infinita o cómo lo haría.
2) En el escrito en francés, donde en castellano dice: “La función diacrónica
de este punto de basta debe encontrarse en la frase, en la medida que no
cierra su significación […]” en lugar de “cierra”, que también indica lo que
sostengo, dice boucle que en francés tiene, entre otras, la siguiente
significación: ‘Se dice de los objetos en forma de anillo’, o más
específicamente: ‘Lo que se enrula en forma de anillo, línea curva que se
recorta o se vuelve a cortar’.
3) Más adelante, en el mismo escrito, Lacan afirma: “La sumisión del sujeto
al significante, que se produce en el circuito que va de s(A) a A para
regresar de A a s(A), es propiamente un círculo en la medida en que el
aserto que se instaura en él, a falta de cerrarse sobre nada sino su propia
escansión, dicho de otra manera a falta de un acto en que encontrase su
certidumbre, no remite sino a su propia anticipación en la composición del
significante, en sí misma insignificante”. (16) Lacan sostiene en esta cita
que, a falta de un acto, la estructura de la célula determina que ella sólo
puede arribar a su propia anticipación y así volver a girar en círculo. Pero
es importante, además, que destaquemos la estructura topológica del
círculo, para poder así dar todo su alcance a la estructura del grafo del
deseo.
Volvemos a la célula elemental tal como la representamos antes:
Es un grafo planar, orientado (digrafo), con dos vértices, cuatro aristas y
dos lazos. Como los lazos son aristas que parten y llegan al mismo vértice,
podríamos decir que no requieren tiempo para su trayectoria (no requiere
ningún tiempo el recorrido que sale de un punto para llegar a él mismo) y
si no tienen un agujero al que entornan, pueden ser reducidos al mismo
vértice, de esta forma:
Finalmente, nos quedan dos vértices y dos aristas que nos permiten
establecer sin dudas que se trata de un círculo. Circulo, que para indicar su
condición de ‘sin salida’, Lacan metaforiza como “círculo infernal de la
demanda”, haciendo referencia a los círculos del infierno de la Divina
Comedia de Dante Alighieri: “[…] allí son los gritos, los llantos y los
lamentos, y las blasfemias […]”, (17) a pesar de los cuales los condenados
no hallan salida alguna a sus tormentos.
4) El que Lacan lo denomine punto de basta o punto de almohadillado,
además de hacer referencia a la función del punto, como signo de
puntuación, también remite al problema del circulo, dado que el punto de
basta es aquel nudo de colchonero que se caracteriza por la circularidad
que se establece entre todos los puntos o botones del mismo.
5) Por último, recordemos que la noción utilizada por el mismo Roman
Jakobson, overlapping, indica cómo las nociones de código y mensaje
pueden ser utilizadas y, a su vez, referidas una por la otra, estableciéndose
así la autorreferencia y la circularidad.
Pero, ¿de qué circulo se trata? y, ¿qué hace salir al sujeto del mismo?
En el capítulo sobre el esquema “R” sostuvimos que ese esquema, como el
grafo del deseo, fueron concebidos y desarrollados por Lacan en la misma
época y hasta se podría decir que en las mismas clases del Seminario 5,
“Las formaciones del inconsciente”, del año lectivo 1957-1958. Si
retomamos la forma en que diferenciamos los destinos de cada uno de
ellos, tal como lo propusimos en aquel capítulo, podremos hallar alguna
respuesta a las dos preguntas antes sugeridas. El esquema “R” es la
teorización de la función paterna en la articulación, en el anudamiento
peculiar de lo simbólico, lo imaginario y lo real, que es la neurosis. El grafo
del deseo responde al requerimiento de teorizar las consecuencias de la
introducción al psicoanálisis de la noción de cadena significante, que
fundamentalmente es la distinción entre necesidad, demanda y deseo.
La estructura del grafo del deseo, respecto de la articulación recíproca de
las nociones de necesidad, demanda y deseo, es la siguiente:
Conviene aquí tener presente, para justificar el esquema que precede, la
siguiente cita de Lacan: “El deseo se esboza en el margen donde la
demanda se desgarra de la necesidad […]”, (18) y si articulamos estas
nociones con el esquema anterior, podemos decir que es el deseo
inconsciente lo que permite al sujeto salir del círculo infernal de la
demanda. Este margen debe ser entendido, y el esquema lo facilita, como
un “más allá” que Lacan en “La significación del falo” explicita así: “Lo que
se encuentra así alienado en las necesidades constituye una Urverdrangung
por no poder, por hipótesis, articularse en la demanda pero que aparece en
un retoño, que es lo que se presenta en el hombre como el deseo (das
Begehren)”. (19)
El deseo, si bien está articulado, en el sentido de que sólo en el más allá de
cada cadena significante particular lo podremos hallar, no es articulable,
no puede entrar en sí mismo en ninguna cadena, es el más allá de cada
una de ellas. Es por esto que Lacan designa la demanda con la letra “D”
mayúscula y el deseo con “d” minúscula, que puede sorprender, dado que
las letras mayúsculas son destinadas para designar lo simbólico: esto
coincide, obviamente, con la condición simbólica de la Demanda, pero ¿y el
deseo? Este lleva “d” minúscula, dado que es lo que no puede pasar a lo
simbólico, es el margen, el más allá que éste produce pero que es
imposible que reincorpore en su seno. Es el resto ineliminable del pasaje
de la necesidad por los desfiladeros del significante.
El que la célula elemental sea un círculo debe ser ahora aprovechado para
evitar el eterno retorno de la concepción que dice que primero estaba la
necesidad y luego vino el verbo, concepción que, erróneamente, suele
asociarse con la noción freudiana de Anhlenung, apuntalamiento. El
plantear que la necesidad pasa por los desfiladeros del significante no es
más que una licencia de exposición, dado que no hay tal necesidad
operando antes del significante para ningún sujeto humano y el círculo de
la demanda evita tal error en forma categórica. Al esquema anterior hay
que oponerle el de la célula elemental del grafo.
Más que puro margen, Lacan va a localizar al deseo en el intervalo entre
dos cadenas significantes, a las que ya hicimos referencia y que responden
a la oposición entre “enunciado” y “enunciación” o, mejor dicho, a la
oposición entre los sujetos respectivos de cada uno de ellos.
El enunciado es, según Jakobson, “el hecho relatado” y la enunciación, “el
hecho discursivo”. El enunciado es entonces un conjunto de frases y la
enunciación, el acto por el que se las enuncia actualmente.
“El inconsciente, a partir de Freud, es una cadena de significantes que en
algún sitio (en otro escenario, escribe él) se repite e insiste para interferir
en los cortes que le ofrece el discurso efectivo y la cogitación que él
informa.” (20) En esta cita de Lacan de “Subversión del sujeto...” vemos
cómo él distingue entre dos cadenas significantes, una la del discurso
efectivo, la otra del inconsciente. Pero lo importante es preguntarse quién
es el sujeto de eso que se repite e insiste. Para abordar ese problema,
Lacan hace uso de la noción lingüística de shifter, o sea la partícula “[…]
que designa al sujeto de la enunciación (en el enunciado), pero que no lo
significa”. (21) Lacan elabora aquí la función de la partícula je, pronombre
personal de la primera persona del singular, que respecto de la pregunta:
“¿Quién habla? cuando se trata del sujeto del inconsciente”, (22) siempre
encontramos como respuesta un: no yo, o sea el fading, la desaparición, la
elisión del sujeto en lo inconsciente.
Dada la existencia en francés de las partículas moi y je, y siendo el moi
destinado por Lacan para la localización imaginaria, se produjo en muchos
lectores la suposición de que entonces el je indicaba al sujeto del
inconsciente. Ya hemos discutido esta idea en el capítulo sobre el esquema
“Z”; ampliemos aún más el concepto. Lacan sostiene que el sujeto del
inconsciente debe ser localizado, lo será en la discordancia entre el sujeto
del enunciado y el sujeto de la enunciación, el sujeto dividido “entre-dos-
sujetos”, (23) lo que nos recuerda “la escisión del yo” tal como la plantea
Freud.
Recordemos lo que Freud toma como ejemplo del “crimen de lesa
majestad”. El nos relata así lo que le dice al “Hombre de las ratas”, en
cuanto a la idea de la muerte de su padre, respecto de la cual “[…] se
defiende de haber exteriorizado con ello un ‘deseo’. Es que fue sólo una
‘conexión de pensamiento’. —Yo le objeto: Si no era un deseo, ¿por qué la
revuelta? —Bueno, sólo por el contenido de la representación: que mi padre
pueda morir. —Yo: Trata a ese texto como a uno de lesa majestad; según
es sabido, se castiga igual que alguien diga ‘El emperador es un asno’ o
que disfrace así esas palabras prohibidas: ‘Si alguien dice, tendrá que
habérselas conmigo’. (24) En esta interesante intervención de Freud, queda
claro que el sistema legal castiga al sujeto de la enunciación aunque el
crimen lo corneta el sujeto del enunciado. Es porque queda claro, como
para el paciente de Freud, que aunque se agregue un ‘yo no’, es posible
que se desee igual. Si el rey suele ocupar el lugar del tonto, el sistema legal
no.
Seguiremos ahora con el estudio del grafo del deseo en su estructura
general. No lo haremos siguiendo la estructura de los cuatro grafos
presentados por Lacan. Es común ver que se los ha interpretado como algo
equivalente al “desarrollo”. Es necesario desarrollarlo a partir de la noción
de que la estructura no es evolucionista, sino que está, toda ella, de
entrada, si bien es cierto que no con la misma incidencia sobre el sujeto;
esto último despeja, al menos un poco, las cuestiones referidas a los niños
y su psicoanálisis.
El grafo del deseo consta fundamentalmente de cuatro puntos de
entrecruzamiento, o sea, cuatro vértices, y los lados, aristas, que los
relacionan. Tiene además indicadas las aristas intermedias a estos dos
pisos. Es un grafo conexo, ya que desde cualquier vértice podernos llegar
por vía continua a cualquier otro.
Lacan nos indica que la posición de los dos puntos de entrecruzamiento
del piso superior es “homóloga” a la de los dos del piso inferior. La noción
de homología fue ampliamente desarrollada en el capítulo sobre el
esquema “R”. Allí se dijo que homología es una relación de equivalencia
cualitativa
entre
elementos
que
se
corresponden
en
las
figuras
relacionadas, que deja de lado toda comparación analógica que implique
proporción, semejanza, etcétera.
A los cuatro vértices los denomina, en relación con su posición
homológica, código y mensaje, tal como Jakobson, en el trabajo ya citado,
considera los “vehículos de comunicación lingüística”; pero Lacan efectuará
salvedades a las nociones que tomará del lingüista citado. Coloquemos
código (C) y mensaje (M) en los dos pisos del grafo:
Veamos las diferencias que Lacan propone para que sean útiles y no
contradictorios en psicoanálisis. Al código (C), lo connotará (A): “[…] es el
lugar del tesoro del significante, lo cual no quiere decir código, pues no es
que se conserve en él la correspondencia unívoca de un signo con algo,
sino que el significante no se constituye sino de una reunión sincrónica y
numerable donde ninguno se sostiene sino por el principio de su oposición
a cada uno de los otros”.(25) Respecto del mensaje, nos dice: “El otro,
connotado s(A), es lo que puede llamarse la puntuación donde la
significación se constituye como producto terminado”. (26)
En ambos casos conviene destacar las diferencias que introduce Lacan en
aquello que importa de la lingüística. La diferencia entre código y tesoro
del significante la podemos derivar de los sentidos que el término ‘tesoro’
posee. Por un lado, indica la reunión de cosas preciosas, de valor,
acumuladas para ser conservadas y que, por más grande que sea, nunca
indica totalidad. El tesoro más grande que uno pueda imaginar no implica
la totalidad de esos elementos. Por otro lado, el tesoro es también el lugar
donde esos elementos son conservados juntos. En cuanto al mensaje, la
diferencia fundamental es que Lacan lo connota como “del Otro”,
significación del Otro o “s(A)”, modificación de la teoría de la comunicación
humana, ya comentada en este libro, que responde a la concepción que
dice que el emisor recibe su propio mensaje en forma invertida desde el
Otro.
“Observemos la disimetría del uno (A) que es lugar (sitio más bien que
espacio con respecto al otro (s(A)), que es un momento (escansión más
bien que duración).” (27) Esta cita, aclaratoria de la estructura de cada uno
de estos puntos de entrecruzamiento ya fue presentada. Que s(A) tenga
estructura de tiempo fue articulado con la noción de punto de basta, es un
tiempo de corte en la diacronía, o sea un tiempo en el cual no cumple
ninguna función la duración del mismo. (A) como lugar fue articulado con
la noción de tesoro del significante, ya sea como lugar ya sea como
espacio, que como dijimos respecto del tiempo, hace caso omiso de la
extensión y sólo contempla las nociones de continuidad, discontinuidad,
corte
y
frontera.
Tiempo
y
espacio
son
considerados,
entonces,
topológicamente.
Aprovechando este desarrollo alcanzado, podemos hacer con Lacan una
articulación de estas nociones con las estructuras clínicas, en este caso la
psicosis. Si en la neurosis el emisor recibe su propio mensaje en forma
invertida desde el Otro, o sea, se produce la ilusión de que el mensaje es
del emisor hacia el Otro, en la psicosis se revela que el mensaje es del
Otro. El psicótico recibe el mensaje desde el Otro, corno por ejemplo en el
caso de las voces alucinatorias, fenómeno en el cual el Otro le habla al
sujeto, que indica que este último no ha podido recubrir esta dimensión de
la estructura haciendo suyo el mensaje. Lacan nos dice, articulando el grafo
a las estructuras clínicas, respecto de la célula elemental: “Mensajes de
código y códigos de mensaje se distinguirán en formas puras en el sujeto
de la psicosis, el que se basta por ese Otro previo”. (28) Si la cadena
superior implica lo inconsciente, en la psicosis no podemos sostener un
sujeto del inconsciente, si bien tenemos un sujeto determinado por el Otro,
un sujeto de la palabra. Corresponde, entonces, articular la psicosis con la
célula elemental del grafo.
Es necesario ahora responder a la siguiente pregunta ¿en qué son
homológicos los dos puntos de entrecruzamiento de la cadena superior de
los que acabamos de comentar? Antes de contestarla debemos hacer
algunas puntuaciones previas, para que esta pregunta adquiera todo su
alcance. Primero: debemos recordar que la cadena superior era “la otra”
cadena que debe ser tenida en cuenta para responder a la estructura del
deseo y del inconsciente; segundo: los puntos de entrecruzamiento, como
los vértices del grafo, son denominados por Lacan como nociones
psicoanalíticas. Indiquemos en el grafo cuáles son y así podremos articular
esas nociones a la forma en que resulten concebidos “código” y “mensaje”
inconscientes.
Veamos cómo operan entonces “tesoro del significante”, (A), y “punto de
cierre de la significación de la cadena significante”, s(A), en el inconsciente,
y, consecuentemente, cómo se articulan tiempo y espacio para el sujeto del
inconsciente.
“Pero si nuestro grafo completo nos permite situar la pulsión como tesoro
de los significantes, su notación (
D) mantiene su estructura ligándola a
la diacronía. Es lo que adviene de la demanda cuando el sujeto se
desvanece en ella. Que la demanda desaparece también, es cosa que se
sobreentiende, con la salvedad de que queda el corte, pues éste permanece
presente en lo que distingue la pulsión de la función orgánica que habita: a
saber su artificio gramatical, tan manifiesto en las reversiones de su
articulación con la fuente tanto como con el objeto (Freud en este punto es
inagotable)”.(29) Esta cita confirma que Lacan ubica en el punto de
entrecruzamiento superior derecho a la pulsión y que, consecuentemente,
articula la pulsión a la función del tesoro de los significantes; pero aquí
más que los significantes son los artificios gramaticales los que están en
juego. Si no son los significantes, sino la gramática lo que la pulsión toma
del A, entonces inscribe lo que del lenguaje es mudo, que constituye así “el
silencio pulsional”.
Los artificios gramaticales son los únicos que nos permiten comprender el
ida y vuelta implicado por el circuito pulsional, que se apoya en un “hacer”
y “hacerse”, según la estructura de cada pulsión: chupar, cagar, mirar y oír.
Recordemos en el texto freudiano esta dialéctica en el “pegar” y el “ser
pegado” de “Pegan a un niño”. Doblemente podemos articular esto último a
la pulsión. Por un lado, lo que se dijo sobre los artificios gramaticales y,
por otro lado, no olvidemos que la fórmula de la pulsión (
D), inscribe
como uno de sus términos la demanda, respecto de la cual debernos
recordar: “[…] la inversión propia de la estructura de la demanda […] uno
recibe su propia demanda en forma invertida”. (30)
Localizar en el punto de entrecruzamiento superior derecho la pulsión,
permite retomar el punto desde donde se partió, la oposición y articulación
de necesidad, demanda y deseo. Al esquema efectuado para introducir la
lógica de la relación de estos tres términos (cf. esquema 99), el grafo del
deseo permite oponerle este otro, que se adecua a lo que impone la
experiencia psicoanalítica:
En el inconsciente, el sujeto no puede ser localizado en el nivel del
enunciado, tal como lo elaboramos en relación con la noción de shifter;
pulsión es “donde se lo designa por una ubicación orgánica: oral, anal,
etc”, (31) según el efecto particular de la demanda (D), pero sin olvidar que
también allí “el sujeto se desvanece”. (32)
Lo orgánico, así comprometido, tiene estructura de corte, tal como la
noción freudiana de zona erógena indica, caso contrario, por ejemplo, para
la pulsión oral se debería establecer el estómago como la zona corporal
correspondiente y no los bordes labiales o dentales.
La función del corte también permite establecer la estructura del objeto de
la pulsión, cuya lista bien indica su condición de parcial: pecho, heces,
mirada y voz son parciales, debemos aclarar, sin por ello estar destinados
a ser parte de ninguna totalidad, por más genital que se la quiera; son
parciales que restan parciales por ser ésa su estructura misma.
Respecto del objeto, Lacan nos indica, además: “Un rasgo común a esos
objetos en nuestra elaboración: no tienen imagen especular, dicho de otra
manera, de alteridad”(33) y agrega una llamada al pie de página en la que
dice: “Cosa que justificamos más tarde por medio de un modelo topológico
tomado de la teoría de las superficies en el analysis situs (nota de
1962)”.(34) Que el objeto de la pulsión no tenga imagen especular fue
anticipado en el capítulo sobre el modelo óptico, en cuanto a la no
representación por parte de Lacan de la imagen i(a), sino tan sólo de la
producida a partir de ella por el espejo plano, la que es designada i’(a). Su
elaboración la continuamos en el capítulo sobre el esquema “R”, el que, al
ser articulado por Lacan como plano proyectivo o cross-cap, también nos
permitió desarrollar la noción de especularidad en topología. Aquí Lacan
avanza aún más ya que nos enseña que a no tiene imagen especular y que,
consecuentemente, i(a), la imagen especular, funciona como su vestimenta;
esta imagen funciona como recubrimiento de aquello que no tiene imagen
en el espejo. “Es a ese objeto inasible en el espejo al que la imagen
especular da su vestimenta. Presa capturada en las redes de su sombra,
[…]”. (35) El objeto a no es especularizable aunque centra todo esfuerzo de
especularización.
Conviene intercalar aquí un comentario sobre la estructura y relación
recíproca entre la líneas intermedias de las dos cadenas significantes. Al
estudiar la homología de los puntos de entrecruzamiento de ambas
cadenas, Lacan nos propone que la relación que mantienen entre sí el
deseo, d, y el fantasma (
a) es homóloga a la que mantienen la imagen
especular, i(a), y el yo, m, pero implicando una inversión, representada en
el grafo:
“El grafo inscribe que el deseo se regula sobre el fantasma así establecido
[…] En relación con la cadena significante inconsciente como constitutiva
del sujeto que habla, el deseo se presenta como tal en una posición que
sólo se puede concebir sobre la base de la metonimia determinada por la
existencia de la cadena significante y que no es otra cosa que la posibilidad
de deslizamiento indefinido de los significantes bajo la continuidad de la
cadena significante.
“Ahora bien, es en la medida misma donde cierta cosa se presenta como
revalorizando la suerte de deslizamiento infinito, el elemento disolutivo
que aporta por ella misma en el sujeto la fragmentación significante, que
toma valor un objeto privilegiado, que detiene este deslizamiento infinito.
Un objeto puede tomar así en relación con el sujeto este valor esencial que
constituye el fantasma fundamental.” (36) El fantasma, o mejor dicho su
objeto, sostiene al sujeto en el desvanecimiento en que lo sume su
estatuto de sujeto del deseo. De esta cita de Lacan de su Seminario La
transferencia, obtenemos, también, una referencia a la función del
fantasma como límite, límite al deslizamiento metonímico, que sin él
tendería al infinito (cf. la articulación de los esquemas “R” e “I”).
“Con esta estructura, el fantasma cumple una función respecto del deseo
homóloga a la que cumple la imagen del cuerpo [i(a)] respecto del yo (m),
con la salvedad de que el grafo señala, además, una inversión de
desconocimientos en que se fundan respectivamente uno y otro.”(37) Esto
implica que en la vía imaginaria, campo del desconocimiento, estas dos
relaciones se ocultan respectivamente sus propias estructuras en su
relación recíproca. Conviene no dejar de señalar que, al no tener el objeto a
imagen especular, la inversión de la posición entre m e i(a) tiene como
función que i(a) quede del lado del grafo donde a falta como imagen.
Los objetos a faltan como imagen especular porque son agujeros, es por
eso que, por ejemplo, el objeto mirada es el más oculto en la visión, ya que
si algo no se ve en el campo escópico es el objeto a, donde no vemos que
no se ve.
Agujeros, entonces, organizados específicamente según la lógica de cada
pulsión, oral y anal, articuladas a la demanda, y escópica e invocante,
articuladas al deseo.
A su vez, al referirnos a m e i(a) conviene articularlos a lo que dijimos
sobre que el grafo del deseo se construye en derredor de un agujero. El
proceso imaginario permite un recorrido sobre el grafo que oculta esta
función central del agujero y es por ese motivo que Lacan llama a ese
recorrido “cortocircuito”: “Este proceso imaginario que de la imagen
especular [i(a)] va a la constitución del yo por el camino de la subjetivación
por el significante, está significado en nuestro grafo por el vector i(a).m de
sentido único pero articulado doblemente, una primera vez en cortocircuito
sobre
.I(A), una segunda vez en la vía de regreso sobre s(A).A. Lo cual
muestra que el yo sólo se acaba al articularse no como Yo (je) del discurso,
sino como metonimia de su significación”. (38) Veamos la representación
en un grafo:
Como el circuito imaginario se recorre sin pasar por la cadena superior,
queda el yo atrapado en la deriva de las significaciones, s(A), ya que su
estructura hace que una significación sólo remita a otra significación. Este
circuito, como tal, reproduce el “círculo infernal de la demanda” tal como lo
describimos.
La localización de la pulsión en el nivel de la cadena inconsciente será
Seminario 11, Los cuatro conceptos
fundamentales del psicoanálisis, mediante otra vuelta de tuerca de la
retomada
por
Lacan
en
el
noción de corte. Dirá que el inconsciente en su pulsación temporal, o sea,
en su estructura de abertura y cierre, es superponible a la pulsión como
corte. Es evidente que lo que nos permite la articulación de inconsciente y
pulsión es que ambos poseen una estructura que implica discontinuidad
topológica.
Volviendo a nuestro análisis de los puntos de entrecruzamiento de la
cadena superior, pasemos al “punto de cierre de la significación de la
cadena significante” o sea, al punto homólogo a s(A) en la cadena superior.
“Lo que el grafo nos propone ahora se sitúa en el punto en que toda
cadena significante se honra en cerrar el círculo de su significación. Si hay
que esperar semejante efecto de la enunciación inconsciente, aquí será
S( ), y se leerá: significante de una falta en el Otro, inherente a su función
misma de ser el tesoro del significante. Esto en la medida en que al Otro se
le pide (che vuoi?) que responda del valor de ese tesoro, es decir que
responda sin duda desde su lugar en la cadena inferior, pero en los
significantes constituyentes de la cadena superior, dicho de otra manera,
en términos de pulsión”. (39)
He aquí un interesante problema, la relación entre s(A) y S( ). ¿Cómo
pueden homologarse si uno es significación y el otro significante? “En
cuanto a nosotros, partiremos de lo que articula la sigla S( ): ser en primer
lugar un significante.” (40) “[S( )], este significante será pues el significante
por el cual todos los otros significantes representan al sujeto: es decir que
a falta de este significante, todos los otros no representarían nada.” (41)
Como lo dice Lacan en la cita anterior a ésta, ambos son respuesta del
valor del tesoro del significante. Es decir, para que se produzca la
significación del Otro (s(A)), todo significante hará referencia a éste. Lo que
el grafo indica de la siguiente manera:
La cadena superior determina las significaciones producidas en la inferior,
pero el grafo indica claramente que no se articulan significaciones en la
cadena superior. Así se concluye un proceso de vaciamiento del
inconsciente. Si ya dijimos que
D, la pulsión, se articula a la demanda,
no implica a los significantes, ahora, S( ), implica el vaciamiento de
significaciones del inconsciente.
Para el caso de la neurosis, entonces, S( ) determina s(A) y, teniendo esta
última el estatuto de significación fálica, conviene articular aquí, como una
función posible de S( ), el significante fálico
. Como el piso superior en la
psicosis no opera, lo que ya fue dicho, deducimos la imposibilidad de la
significación fálica en la psicosis.
Nos queda articular estos desarrollos con el complejo de castración. Del
lado del Otro tenemos que: S( ) es un significante muy peculiar, ya que:
“Es como tal impronunciable, pero no su operación […] (42) y es
“simbolizable”
por
la
inherencia
de
un
(-1)
al
conjunto
de
los
significantes”.(43) Esto es equivalente a lo que en matemática representa
, que, imposible de sustituirse por ninguna cifra, ya que todo número
elevado al cuadrado se positiviza, puede igualmente sostener esto último
que se ha dicho de sí. Es como tal “[…] significante de la falta de ese
símbolo […]”, (44) sin olvidar que esa falta es falta en el Otro y por ello
puede ser designada como: no hay Otro del Otro.
Además, como la otra cara del complejo de castración tenemos que:
“[…] el goce está prohibido a quien habla como tal, o también que no
puede decirse sino entre líneas para quienquiera que sea sujeto de la Ley,
puesto que la Ley se funda en esa prohibición misma”. (45) Es por esto que
el significante fálico 1 puede ser también el “significante del goce”. Queda
por decir que también el falo se articula a […] [la] función imaginaria de la
castración […] (46) pero en este caso no como significante sino como (- ).
El lado izquierdo del grafo se puede designar como el lado de las
respuestas a S( ) (aunque no se debe olvidar que i(a) está del lado
izquierdo, pero es también una respuesta). En este lado tenemos I(A),
como última respuesta. ¿Por qué es la última? ¿Por qué I(A) está en esta
posición?
I(A) está como último término del lado de las respuestas del grafo porque
así Lacan nos permite articularlo con la función del “rasgo unario” que, en
el extremo del grafo, indica su función inaugural en la identificación del
sujeto. Como último término, está en el mismo nivel que
funciones de I( ) y de
pero, como las
son contrarias, no las une ningún vector (cf.
Seminario 9, “La identificación”, clases 2 y 3).
El Ideal simbólico ya no es “del Yo” como en Freud, sino que es del Otro,
(A), y que como tal, hay que tomar como anulación de la castración que
S( ) inscribe; anulación indicada por el hecho de que pasamos de ( ) a (A),
anulación de la castración simbólica por medio de un elemento simbólico.
“[…] un significante como insignia de esa omnipotencia […] (47) (cf. lo
elaborado en el capítulo sobre esquema “R”, especialmente lo dicho sobre
el esquema “I”).
Finalmente tratemos el fantasma y su relación con el deseo. (
a)
simboliza el momento de un eclipse del sujeto, “[…] por no ser indicable
sino en el fading de la enunciación” (48) en relación con el lugar del objeto
a. El deseo se regula sobre él, pero de una forma imaginarizada. “El
fantasma en su estructura definida por nosotros, contiene el (- ), función
imaginaria de la castración bajo una forma oculta y reversible de uno de
sus términos al otro. Es decir […] imaginariza (si se nos permite este
término) alternativamente uno de sus términos en relación con el otro.”(49)
O sea, la función del fantasma, y por eso hay que atravesarlo en la
dirección de la cura, es imaginarizar la falta estructural, ya sea la falta del
sujeto o la falta del objeto. En el fantasma (- ) cae, ya sea del lado del , ya
sea del a. Si el fantasma imaginariza la castración, entonces se sustituye a
S( ). En la perversión se “[…] instituye la dominancia, en el sitio
privilegiado del goce, del objeto a del fantasma que sustituye a
”. (50) A
su vez “[…] el neurótico, en efecto, histérico, obsesivo o más radicalmente
fóbico, es aquel que identifica la falta del Otro con su demanda, con D”.
(51) Sustituye también S( ) en su vertiente del significante fálico, por la
demanda del otro. El neurótico, en lugar de desear el deseo del Otro,
demanda la demanda del Otro, lo que facilita que en su cura se oculte la
angustia frente al deseo del Otro tras la frustración, inherente a la
demanda y no al deseo.
Para concluir, resta responder a la pregunta que formulamos más arriba:
¿cómo deben unirse las aristas que parten de los cuatro vértices de
entrecruzamiento? Creemos que la respuesta correcta es la que proponen
Rinty D’Angelo, Eduardo Carbajal y Alberto Marchilli en “Una introducción a
Lacan”. Es la respuesta que hace del grafo del deseo un grafo no planar.
Los cuatro términos que Lacan escribe sobre estas cuatro aristas lo indican
así:
Distingue en la cadena significante inferior, “significante” y “voz”; en la
cadena superior, “goce” y “castración”, que es lógico unir de esta forma:
voz, en tanto objeto pulsional, con goce, y significante con castración,
indicando así que la pérdida de satisfacción que la pulsión en el ser
hablante implica, está directamente en conexión con el significante.
La estructura que propongo como la resultante de la conexión de las
aristas pendientes es la del “ocho interior”:
Que “voz” y “goce” se pongan en conexión, al unir las aristas pendientes
mediante la estructura del ocho interior, permite articular en el grafo del
deseo la función del superyó. Sus propiedades de mandar a gozar y
prohibir el goce quedan implicadas, al unir el lugar del A y del S( ). Su
representación en el grafo sería la siguiente:
Lacan, en el Seminario 11, luego de elaborar la pseudo paradoja del “yo
miento” con las dos cadenas del grafo, nos propone entenderla así: “Esta
imagen nos permite figurar el deseo como lugar del empalme del campo
de la demanda, donde se presentifican los síncopes del inconsciente, con la
realidad sexual”, (52) el mismo propósito que se manifiesta en su grafo.
A pesar de la puesta en continuidad de ambas cadenas bajo la estructura
del ocho interior; no se debe olvidar que entre ambas permanece el
agujero; agujero que, como tal, impide que ambas cadenas sean
homotópicas, o sea, que por deformación continua de una no se la puede
superponer a la otra. Ambas cadenas jamás harán un círculo.
Hay otras ventajas de concebir que las aristas pendientes del grafo del
deseo se unen en “ocho interior”; son las siguientes: a) la unión en ocho
interior resuelve el problema del comienzo y fin de cada cadena, al
ponerlas en continuidad; caso contrario deberíamos responder cómo y
cuándo comienza y termina cada cadena y la clínica psicoanalítica
contradice la posibilidad de un comienzo y un fin para las cadenas; b) el
que las cadenas se unan en ocho interior resuelve el problema de la
relación de los dos intervalos, el intervalo entre los significantes y el
intervalo entre las cadenas, al ponerlos en continuidad; c) el ocho interior
articula demanda y deseo, ya que es en “ocho interior” como podemos
articular las dos vueltas, de estructura totalmente distinta, que se le
pueden dar al toro. Lacan no sólo las aprovecha para articular demanda y
deseo, sino también para articular deseo del sujeto y demanda del Otro.
NOTAS
1.
2.
3.
4.
5.
6.
Inédito, clase del 26-11-58.
Ian Stewart, Conceptos de matemática moderna, Alianza, pág. 192.
Ibíd., pág. 218.
Ibíd.
Escritos 1, Siglo XXI, pág. 316, el subrayado es mío.
Le Séminaire, livre VIII, Le transfert, Seuil, pág. 201, traducción
personal, el subrayado es mío.
8.
Lacan oral, Xavier Bóveda Ediciones, pág. 69.
Obras completas, Biblioteca Nueva, Tomo 1, pág. 558; Amorrortu,
9.
Ibíd.
10.
Ibíd.
7.
Tomo V, págs. 557-558.
El Seminario, libro 2, El yo en la teoría de Freud y en la técnica
psicoanalítica, Paidós, pág. 289.
12. Escritos 1, ob. cit., pág. 189.
13. “Subversión del sujeto...”, Escritos 1, Siglo XXI, pág. 318.
14. Roman Jakobson, Ensayos de lingüística general, Seix Barral, pág.
11.
307.
15.
“Subversión del sujeto...”, ob. cit., pág. 317.
16.
Ibíd., pág. 318, el subrayado es mío.
17.
Dante Alighieri, La divina comedia, Porrúa, pág. 12.
19.
Escritos 1, Siglo XXI, pág. 284.
18.
20.
21.
“Subversión del sujeto...”, ob. cit., pág. 325.
“Subversión...”, ob. cit., pág. 311.
Ibíd.
22.
Ibíd., pág. 312.
23.
Ibíd.
24.
“A propósito de un caso de neurosis obsesiva”, Obras completas,
Biblioteca Nueva, Tomo II, pág. 725; Amorrortu, Tomo X, págs. 141-42.
25.
“Subversión...”, ob. cit., pág. 317.
27.
Ibíd., pág. 318.
28.
Ibíd., el subrayado es mío.
26.
29.
Ibíd.
Ibíd., pág. 329.
30.
Le Séminaire, livre VIII, Le transfert, ob. cit., pág. 238, traducción
31.
“Subversión...”, pág. 328.
32.
Ibíd.
34.
Ibíd.
35.
Ibíd., págs. 329-30.
personal.
33.
36.
Ibíd., pág. 329.
Le Séminaire, livre VIII, Le transfert, ob. cit., págs. 201-202,
traducción personal
37.
“Subversión...”, ob. cit., pág. 328.
39.
Ibíd., pág. 330.
40.
Ibíd.
42.
Ibíd., pág. 331.
43.
Ibíd., pág. 330
45.
Ibíd.
38.
41.
44.
Ibíd., pág. 321.
Ibíd.
Ibíd., pág. 333.
46.
Ibíd., pág. 336.
48.
Ibíd., pág. 328.
49.
Ibíd., pág. 337.
51.
Ibíd.
47.
50.
Ibíd., pág. 319.
Ibíd., pág. 335.
El Seminario, libro 11, Las cuatro conceptos fundamentales del
psicoanálisis, Paidós, pág. 163.
52.
CONCLUSIONES
“Quisiera solamente sellar la suerte
de incitación que puede imponer
nuestra topología estructural.”
Jacques Lacan, “El atolondradicho”
Se ha realizado, en este texto, un recorrido parcial en el seno de la obra de
Jacques Lacan. En el mismo se han presentado y analizado muchas de las
nociones psicoanalíticas que este autor introdujo o sacó del olvido en que
habían caído o, fundamentalmente, releyó desde la perspectiva de un
retomo al filo subversivo, en cuanto a la concepción del sujeto, del texto
freudiano.
También se analizaron los instrumentos que Lacan se dio y legó a los
psicoanalistas para profundizar, cada vez más, su condición y posición
psicoanalíticas, siempre en peligro de desaparecer.
Se intentó demostrar que estos instrumentos, aquí modelos, esquemas y
grafos, fueron concebidos por Lacan con el propósito de que la estructura
de los mismos se aproxime cada vez más a la estructura del sujeto con el
que labora el psicoanálisis.
Es un hecho irrefutable que Lacan sostuvo que todo paso que se realice en
la teoría psicoanalítica, más allá de su contenido, aleja al psicoanalista de
su verdadera función, si la estructura del paso y la posición en la que
queda quien lo enuncia, no aproxima a la estructura del sujeto.
Modelos, esquemas y grafos son producciones que, cada una de ellas,
demuestran este propósito de Lacan y que, además, el pasaje de unos a
otros lo confirma. Cada uno de ellos se aproxima cada vez más, en su
estructura y en la posición de enunciación en que queda quien lo enuncia,
al núcleo totalmente peculiar de la praxis analítica.
El recorrido realizado en este libro es parcial en varios sentidos.
Fundamentalmente, lo es porque la posición de Lacan que acabamos de
explicitar, y su elaboración consecuente, se extienden más allá del punto
en que culminan estas páginas. Queda por fuera el análisis de las
superficies topológicas en su utilización en psicoanálisis; otro tanto
respecto de los nudos. Se deben encontrar las causas que justifican el paso
del grafo del deseo a las superficies topológicas y de éstas a los nudos.
Finalmente, lo que queda por fuera de este libro es la respuesta a una
pregunta, que no se llegó a formular en él, respecto del uso que Lacan
hace de la topología: ¿en qué se distingue de la utilización que de ella
hacen los matemáticos?
La cita de “El atolondradicho” es una indicación, entre otras, que nos dejó
su autor, respecto de: 1) que la pregunta debe ser formulada: “nuestra
topología estructural” ¿en qué consiste?, y 2) su posible respuesta: “nuestra
topología estructural”.
A la clasificación de topologías que ya hemos comentado, ¿debemos
agregar la “topología estructural” que Lacan propuso para que el
psicoanálisis siga consistiendo en una verdadera subversión del sujeto?
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