Novena de Navidad © 2018 Librería Espiritual Agradecimientos: Pastoral Penitenciaria Católica Fundación María Teresa Roldán Fundación Sueños sin barrotes Tel. 3104811923 Revista Mariana Totus tuus @totustuusamaria Librería Espiritual Católica @lecatolica tel 2102590 Distribuidor Autorizado: Librería Espiritual Calle 63 No. 11-27 Local 109 Tel.: 210 2590 Bogotá, D.C. Compilación y Redacción: Hna. María José Córdoba [email protected] JMJ Diseño y diagramación: LMC ISBN: 978-958-58055-0-7 Diciembre de 2018 GLORIA A DIOS EN EL CIELO Y EN LA TIERRA PAZ A LOS HOMBRES EN QUIENES ÉL SE COMPLACE Oración para todos los días Benignísimo Dios de infinita caridad, que tanto amaste a los hombres, que les diste en tu hijo la mejor prenda de tu amor, para que hecho hombre en las entrañas de una Virgen naciera en un pesebre para nuestra salud y remedio; yo, en nombre de todos los mortales, te doy infinitas gracias por tan soberano beneficio. En retorno de él te ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de tu hijo humanado, suplicándote por sus divinos méritos, por las incomodidades en que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido, con tal desprecio de todo lo terreno, para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén. (Se reza tres veces Gloria al Padre). Oración a la Santísima Vírgen Soberana María que por tus grandes virtudes y especialmente por tu humildad, mereciste que todo un Dios te escogiera por madre suya, te suplico que tu misma prepares y dispongas mi alma y la de todos los que en este tiempo hagan esta novena, para el nacimiento espiritual de tu adorado hijo. ¡Oh dulcísima madre!, comunícame algo del profundo recogimiento y divina ternura con que lo aguardaste tú, para que nos hagas menos indignos de verlo, amarlo y adorarlo por toda la eternidad. Amén. (Se reza tres veces el Avemaría). Oración a San José ¡Oh santísimo José, esposo de María y padre adoptivo de Jesús! Infinitas gracias doy a Dios porque te escogió para tan soberanos misterios y te adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Te ruego, por el amor que tuviste al Divino Niño, me abraces en fervorosos deseos de verlo y recibirlo sacramentalmente, mientras en su divina esencia le veo y le gozo en el cielo. Amén. (Se reza un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria). Oración al Niño Jesús Acuérdate, ¡oh dulcísimo Niño Jesús!, que dijiste a la venerable Margarita del Santísimo Sacramento, y en persona suya a todos tus devotos, estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad agobiada y doliente: “Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado”. Llenos de confianza en ti, ¡oh Jesús!, que eres la misma verdad, venimos a exponerte toda nuestra miseria. Ayúdanos a llevar una vida santa, para conseguir una eternidad bienaventurada. Concédenos por los méritos infinitos de tu infancia, la gracia de la cual necesitamos tanto. Nos entregamos a ti, ¡oh Niño Omnipotente!, seguros de que no quedará frustrada nuestra esperanza, y de que en virtud de tu divina promesa, acogerás y despacharás favorablemente nuestra súplica. Amén. Gozos Dulce Jesús mío, mi niño adorado ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto! ¡Oh, Sapiencia suma del Dios soberano, que a infantil alcance te rebajas sacro! ¡Oh, Divino Niño, ven para enseñarnos la prudencia que hace verdaderos sabios! ¡Oh, Adonai potente que Moisés hablando, de Israel al pueblo diste los mandatos! ¡Ah, ven prontamente para rescatarnos, y que un niño débil muestre fuerte el brazo! ¡Oh, raíz sagrada de José que en lo alto presenta al orbe tu fragante nardo! Dulcísimo Niño que has sido llamado Lirio de los valles, Bella flor del campo. ¡Llave de David que abre al desterrado las cerradas puertas de regio palacio! ¡Sácanos. Oh Niño con tu blanca mano, de la cárcel triste que labró el pecado! ¡Oh, lumbre de Oriente, sol de eternos rayos, que entre las tinieblas tu esplendor veamos! Niño tan precioso, dicha del cristiano, luzca la sonrisa de tus dulces labios. ¡Espejo sin mancha, santo de los santos, sin igual imagen del Dios soberano! ¡Borra nuestras culpas, salva al desterrado y en forma de niño, da al mísero amparo! ¡Rey de las naciones,Emmanuel preclaro, De Israel anhelo Pastor del rebaño! ¡Niño que apacientas con suave cayado ya la oveja arisca, ya el cordero manso! ¡Ábranse los cielos y llueva de lo alto bienhechor rocío como riego santo! ¡Ven hermoso Niño, ven Dios humanado! ¡Luce, hermosa estrella! ¡Brota, flor del campo! ¡Ven ante mis ojos, de ti enamorados! ¡Bese ya tus plantas! ¡Bese ya tus manos! ¡Prosternado en tierra, te tiendo los brazos, y aún más que mis frases, te dice mi llanto! ¡Ven, que ya María previene sus brazos, do su niño vean, en tiempo cercanos! ¡Ven, que ya José, con anhelo sacro, se dispone a hacerse de tu amor sagrario! ¡Ven Salvador nuestro por quien suspiramos Ven a nuestras almas, Ven, no tardes tanto! ¡Del débil auxilio, del doliente amparo, consuelo del triste, luz del desterrado! ¡Vida de mi vida, mi dueño adorado, mi constante amigo, mi divino hermano! PRIMER DIA - Alégrate, llena eres de gracia “Al sexto mes fue enviado por Dios el Ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús.” Lc. 1, 26-31 Con el relato de la anunciación del Ángel Gabriel a María comenzamos nuestra novena de preparación para la Navidad, para el nacimiento de Jesús. Es motivo de alegría profunda el recordar este momento en que Dios la elige como Madre del Salvador. María es entonces la figura de la aceptación a la Voluntad de Dios, incluso cuando no se entienden sus designios; el abandonarse a Dios es signo de alegría, de paz profunda. Cuánto más serena y tranquila está nuestra alma, más se refleja Dios en ella, más se imprime su imagen en nosotros y mayor es la actuación de su gracia. Si al contrario, nuestra alma está agitada y turbada, la gracia de Dios actuará con mayor dificultad. Cuanto más serena y abandonada esté nuestra alma, más se nos comunicará ese Bien, Jesús, y a través de nosotros a los demás. Dios es el Dios de la paz, no habla ni obra más que en medio de la paz, no en la confusión ni en la agitación. En este primer día de la novena, se nos invita a buscar la paz de nuestro corazón, aún en medio de las dificultades; así como María, que no perdió la paz en su interior, abandonándose completamente al designio de Dios en ella. El ángel la invita a la alegría, pero no una alegría como la del mundo sino una alegría plena, auténtica y profunda: la alegría de abandonarse en las manos de Dios. En un momento de silencio, ofrezcámosle a Dios todas nuestras preocupaciones, nuestras dificultades, tristezas y dolores que oprimen nuestro corazón, y pidámosle que inunde nuestros corazones con Su alegría, con Su paz. Oremos esta plegaria del Cardenal Van Thuan: Madre, continúa obrando en mí, orando, amando y sacrficándome, continúa siendo la Madre de la humanidad. Oh Madre, me consagro a Ti, todo a ti, ahora y para siempre. Viviendo en tu espíritu y en el de San José, viviré en el espíritu de Jesús, con Jesús, los ángeles y los santos. Te amo, Madre nuestra. SEGUNDO DIA - Ninguna cosa es imposible para Dios “María respondió al Ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» El Ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será Santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios.» Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el Ángel dejándola se fue.” Lc. 1, 34-38 Con frecuencia nos inquietamos y nos alteramos pretendiendo resolver todas las cosas por nosotros mismos, mientras que sería mucho más eficaz permanecer tranquilos bajo la mirada de Dios y dejar que Él actúe en nosotros con su sabiduría y su poder infinitamente superiores. Es lo que sucedió con la Virgen María, ella no sabía cómo podría suceder lo que el Ángel le anunciaba, pero el Ángel la tranquiliza y con ella a todos nosotros diciéndonos: “Ninguna cosa es imposible para Dios”. En este día de la novena se nos invita a una confianza sin límites en nuestro Dios, que es Padre y nos ama inmensamente. Si intentamos asegurar nuestra vida, nuestros proyectos y decisiones solo apoyándonos en los medios humanos y en nuestras propias fuerzas, lo más seguro es que no lleguen a buen término, perderemos la paz y caeremos en grandes inquietudes. La solución está ante nosotros y se llama “abandono”, abandono en Dios, en que Él tiene la solución. Hagamos conscientemente la siguiente oración de abandono, de Charles de Foucauld: Padre mío, me abandono a Ti, haz de mí lo que quieras. Lo que hagas de mí, te lo agradezco, estoy dispuesto a todo, lo acepto todo. con tal que Tu Voluntad se haga en mí y en todas tus criaturas, no deseo nada más, Dios mío. Pongo mi vida en tus manos, te la doy Dios mío, con todo el amor de mi corazón, porque te amo, y porque para mí amarte es darme, entregarme en tus manos sin medida, con una infinita confianza, porque Tú eres mi Padre. Amén. TERCER DÍA - ¿De dónde que la madre de mi Señor venga a Mí? “En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; ¿de dónde que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!»”. Lc. 1, 39-45 María apenas sabe que su pariente necesita de ayuda, corre a su encuentro, no duda ante la posibilidad de prestar algún servicio. María sabe que más que una ayuda exterior, llevará a Jesús, que crece en su vientre. Y Jesús, es llamado por el profeta Isaías como “Príncipe de Paz”, Is. 9, 5 Así que María va con prontitud a llevar Paz, una Paz interior que nos guía siempre al servicio. Únicamente el hombre que goza de paz interior puede ayudar eficazmente a su hermano. ¿Cómo comunicar la paz a los otros si carezco de ella? ¿Cómo habrá paz en las familias, en la sociedad y entre las personas si, en primer lugar, no hay paz en los corazones? «Adquiere la paz interior, y una multitud encontrará la salvación a tu lado», decía San Serafín de Sarov. Conseguir y conservar la paz interior, es imposible sin la oración, debería ser considerada como una prioridad para cualquiera, sobre todo para quien desee hacer algún bien a su prójimo. De otro modo, no hará más que transmitir sus propias angustias e inquietudes. Así en este día de la novena se nos invita a actuar pero bajo el impulso del Espíritu de Dios, que es un espíritu de paz, de serenidad, de tranquilidad. No olvidemos que Dios habita en la paz y en la paz realiza grandes cosas. Oremos esta plegaria por la paz de San Francisco de Asís: Señor, haz de mi un instrumento de tu paz. Que donde hay odio, yo ponga el amor. Que donde hay ofensa, yo ponga el perdón. Que donde hay discordia, yo ponga la unión. Que donde hay error, yo ponga la verdad. Que donde hay duda, yo ponga la Fe. Que donde desesperación, yo ponga la esperanza. Que donde hay tinieblas, yo ponga la luz. Que donde hay tristeza, yo ponga la alegría. Oh Señor, que yo no busque tanto ser consolado, sino consolar, ser comprendido, sino comprender, ser amado, sino amar. Porque es dando como se recibe, olvidándose de sí mismo como uno se encuentra a sí mismo, es perdonando, como se es perdonado, es muriendo como se resucita a la vida eterna. Amén. CUARTO DIA - Su misericordia llega a sus fieles de generación en generación “Y dijo María: «Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia, como había anunciado a nuestros padres, en favor de Abraham y de su linaje por los siglos.»”. Lc. 1, 46-55 En este hermoso himno, la Virgen María exalta a Dios, Su Santidad, Su amor, Su poder, Su Misericordia. Dios es ante todo, un Dios Misericordioso, que envía a Su Hijo, para salvarnos a nosotros de la muerte eterna; lo envía porque nos quiere con Él en el Reino. De este modo, la Navidad nos muestra el camino hacia la salvación de una forma única. La Navidad es un tiempo de reflexión, de reconocernos necesitados de Dios. Nuestras faltas y pecados, jamás serán un motivo de desesperación porque incluso de algo que parece malo Dios puede sacar un gran bien. San Juan de la Cruz decía: «El Amor sabe sacar provecho de todo, del bien como del mal que encuentra en mí, y transformar en Él todas las cosas». Nuestra confianza en Dios debe llegar a creer que Él es lo bastante bueno y poderoso como para sacar provecho de todo, incluidas nuestras faltas y nuestras infidelidades. Cuando San Agustín cita la frase de San Pablo: «Todo coopera al bien de los que aman a Dios», añade: ¡incluso el pecado! Por supuesto, hemos de luchar enérgicamente contra el pecado y batallar por corregir nuestras imperfecciones. Cuando hemos sido causantes de cualquier mal debemos repararlo, pero también dirigirnos a Dios con un corazón arrepentido. Esta actitud nos hará crecer en humildad y nos enseñará a poner algo menos de confianza en nuestras propias fuerzas y un poco más en Él. Por lo tanto, después de una falta, cualquiera que sea, en lugar de quedarnos hundidos en medio del desaliento, debemos volvernos confiadamente y de inmediato a Dios e incluso agradecerle el bien que, en su misericordia, sacará de esa falta. Oremos la oración de Santa Faustina pidiendo ser misericordiosos: Ayúdame Señor, a que mis ojos sean misericordiosos para que yo jamás sospeche o juzgue según las apariencias, sino que busque lo bello en el alma de mi prójimo y acuda a ayudarle. Ayúdame Señor, a que mis oídos sean misericordiosos para que tome en cuenta las necesidades de mi prójimo y no sea indiferente a sus penas y gemidos. Ayúdame Señor, a que mi lengua sea misericordiosa para que jamás critique a mi prójimo sino que tenga una palabra de consuelo y de perdón para todos. Ayúdame Señor, a que mis manos sean misericordiosas y llenas de buenas obras para que sepa hacer sólo el bien a mi prójimo y cargue sobre mí las tareas más difíciles y penosas. Ayúdame Señor, a que mis pies sean misericordiosos para que siempre me apresure a socorrer a mi prójimo, dominando mi propia fatiga y mi cansancio. Mi reposo verdadero está en el servicio a mi prójimo. Ayúdame Señor, a que mi corazón sea misericordioso para que yo sienta todos los sufrimientos de mi prójimo. A nadie le rehusaré mi corazón. Seré sincera incluso con aquellos de los cuales sé que abusarán de mi bondad. Que tu misericordia, oh Señor, repose dentro de mí. Amén QUINTO DIA - Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado “María, estaba desposada con José y, antes de estar juntos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto. Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.»”. “Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer.” Mt. 1, 18-24 José es el ejemplo del hombre justo, éste era el máximo elogio que se le podía hacer a un judío del siglo I. Significaba que la vida de José y sus disposiciones eran plenamente conformes a la Ley de Dios. José respetaba los mandamientos de Dios y los cumplía con total fidelidad. Decide repudiarla al considerar el inexplicable embarazo de María y se consideró indigno de formar parte de la acción de Dios en esta singular situación. Su decisión es una medida de respeto y prudencia, para mantener en secreto el misterio oculto en ella. Su rectitud se manifiesta en sus intenciones, revela su profunda humildad y su respeto hacia Dios y hacia María. Pero Dios envía un Ángel para explicarle a José aquello que humanamente no comprendió y que lo podría apartar de su vocación. Dios llama a José como padre legal del Mesías. En José encontramos un ejemplo claro del hombre que ama a Dios sobre todas las cosas y que en cualquier circunstancia desea sinceramente preferir la voluntad de Dios a la propia, y que no quiere negar conscientemente cosa alguna a Dios. Por lo contrario, el hombre que se enfrenta a Dios, que más o menos conscientemente le huye, o huye de algunas de sus llamadas o exigencias, no podrá vivir en paz. El hombre no puede vivir en una paz profunda y duradera si está lejos de Dios, si su íntima voluntad no está totalmente orientada hacia Él, lo dice San Agustín: «Nos hiciste para ti, Señor, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti». El hombre que ha entregado su voluntad a Dios, en cierto modo ya le ha entregado todo. Oremos con mucha devoción la siguiente oración del Padre Rupert Mayer: Señor, como Tú quieras, así caminaré y como Tú quieras, que así sea; solo ayúdame a comprender Tú Voluntad. Señor, cuando Tú quieras, ese será el momento, y cuando Tú quieras, estaré preparado. Hoy y siempre. Señor, lo que Tú quieras, eso escogeré, y lo que Tú quieras será mi ganancia. Señor, porque Tú lo quieres, por eso es bueno, y porque Tú lo quieres,por eso me atrevo; mi corazón descansa en tus manos. SEXTO DIA - Dio a luz a su hijo primogénito y le acostó en un pesebre “Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento.” Lc. 2, 4-7 Jesús no vino a este mundo en soledad. Quiso hacerlo en el seno de una familia, y vino a traernos la salvación: hacernos miembros de la familia de Dios. Este es el significado auténtico de la salvación y también de la Navidad. Hijos e hijas de Dios, miembros de su familia. No llegaremos a entender lo que Jesucristo ha hecho por nosotros hasta que comprendamos el misterio de la Navidad. El mundo sin Cristo sería un lugar triste y, allí donde no se le conoce, todo es aún gris. A partir del nacimiento de Cristo, todo ha cambiado, es necesario que cada uno reciba a este niño por la fe. Un niño que llegó para traernos alegría, paz, amor, armonía… Sintamos la pertenencia a la familia de Dios, sintámonos hijos de este Padre bueno, de esta Madre que también nos toma a nosotros entre sus brazos, ella sabe que somos como niños necesitados de su amor, de su consuelo, de su paz. En este día oremos de modo especial por nuestras familias, los que siguen a nuestro lado, los que se alejaron y también los que volveremos a encontrar en el cielo. Pero no olvidemos que también aquí, en este lugar, estamos haciendo familia, cada compañero y compañera son nuestra familia, comparten nuestro día a día. Descubramos el verdadero sentido de la familia, de sentirse amado, acompañado, comprendido y seamos familia también para los demás. Oremos con San Agustín: Oh Dios, creador de todas las cosas. Dios, Padre de la verdad, Padre de la sabiduría, Padre de la vida, Padre de la felicidad, concédeme primero el don de saber pedirte; después, el de hacerme digno de ser escuchado, y, finalmente, el de ser libre. Oh Dios, separarse de Ti es caer, volver a Ti es levantarse, permanecer en Ti es estar firme. Oh Dios, salirse de Ti es morir, volver a Ti es resucitar, habitar en Ti es vivir. Dios, que nos haces distinguir el bien del mal. Dios, por quien evitamos el mal y seguimos el bien. Dios, que nos despojas de lo que no es y nos vistes de lo que es. Yo solo te amo a Ti, te sigo a Ti, solo te busco a Ti. Dime a donde tengo que mirar para verte; siento necesidad de volver a Ti, ábreme la puerta que estoy llamando, ayúdame a recorrer este camino. Haz que al buscarte nada me salga al encuentro en lugar de Ti. Haz Padre que te encuentre y quítame todo obstáculo que impida acercarme a Ti. Amén. SEPTIMO DIA - Les anuncio una gran alegría “Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño. Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de temor. El Ángel les dijo: «No teman, les anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: les ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es el Cristo, Señor; y esto les servirá de señal: encontrarán un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.» Y de pronto se juntó con el Ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes Él se complace.»”. Lc. 2, 8-14 La Navidad sería inimaginable sin la presencia de los Ángeles. Desde el momento de la concepción de Jesús y para siempre, los espíritus puros desempeñan un papel crucial en el plan de la salvación. Una multitud de Ángeles es un signo claro e inequívoco de la presencia de Dios y de su favor. Los Ángeles de la Navidad son un signo de que, en Jesucristo, Dios se hace presente en medio de su pueblo. Jesús es el Emmanuel, Dios con nosotros. Cuando Dios se hizo hombre, trajo consigo un intercambio maravilloso de dones, nos lo dice San Pablo: “Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre por nosotros, para que seamos ricos por su pobreza”. 2 Cor. 8, 9 Los Ángeles estuvieron dispuestos a adorar a Dios bajo la forma de un humilde bebé, lo adoraron del mismo modo como le adoraban en el cielo. Con su venida, Jesús ha unido el cielo y la tierra en alabanza a la gloria de Dios. Los pastores y los Ángeles, se unieron para adorar a Jesús y fueron los Ángeles quienes les enseñaron a los pastores “El Gloria” que aún hoy proclamamos. De este relato aprendemos que los Ángeles están siempre con nosotros, nos guían hacia Dios, nos acompañan en nuestro peregrinaje en esta tierra; son nuestros amigos, compañeros de camino. Oremos esta oración de San Francisco de Sales: ¡Oh Santo Ángel! Desde mi nacimiento tu has sido mi protector, hoy te entrego mi corazón, dáselo a Jesús, pues solo a Él debe pertenecer. Fortalece mi fe, haz fime mi esperanza, enciende en mí el amor Divino. Concédeme que no me perturbe la vida pasada, que no me asuste la presente y no me atemorice la futura. Consérvame la paz. Ilumíname en mis dudas, en las caídas levántame, fortaléceme en los peligros, hasta que me introduzcas en el cielo para gozar contigo de la felicidad eterna. Amén. OCTAVO DIA - Vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron “Ellos, se pusieron en camino, y he aquí que la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño. Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa; vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra.” Mt. 2, 9-11 Este es el momento en el que Dios entregó “alegría al mundo”, no solamente a Israel, sino al mundo entero: naciones, extranjeros, gentiles. Los Reyes magos se dirigieron a Jerusalén, y después a Belén, llevando consigo sus tributos. El gran sabio de la Sagrada Escritura del siglo III, Orígenes de Alejandría, explicaba los dones: Oro, para un rey; mirra, para un ser mortal; e incienso, para Dios. Estos dones se le presentan a este bebé que es Dios, hombre y monarca al mismo tiempo. Apreciemos esta visita de los reyes magos, pues representan al mundo entero. Dios le ofrece la alegría al mundo y el mundo responde con adoración. También nosotros correspondamos a esta invitación de Dios de adorarlo, de amarlo, de abandonarnos a Él. Pues en medio de nuestra fragilidad humana, reconocemos la necesidad tan grande que tenemos de Dios, sin Él, sin su amor, no somos nada; y con humildad reconozcamos que todo lo bueno que hay en nosotros es solo gracias a Dios, quien vive en nosotros y nos llama a ser Santos como Él es Santo. Oremos la plegaria de San Juan María Vianney: Te amo, oh mi Dios, mi único deseo es amarte hasta el último suspiro de mi vida. Te amo, oh infinitamente amoroso Dios, y prefiero morir amándote que vivir un instante sin Ti. Te amo, oh mi Dios, y mi único temor es ir al infierno porque ahí nunca tendría la dulce consolación de tu amor. Oh mi Dios, si mi lengua no puede decir cada instante que te amo, que mi corazón lo repita cada vez que respiro. Dame la gracia de sufrir mientras que te amo y de amarte mientras sufro, y el día que me muera no solo amarte, sino sentir que te amo. Te suplico que mientras más cerca esté de mi hora final, aumentes y perfecciones mi amor por Ti. Amén. NOVENO DIA - Este niño está puesto para caída y elevación de muchos “Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Este niño está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción. ¡Y a ti misma una espada te atravesará el alma!, a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones.» Lc. 2, 33-35 También en la celebración de la Navidad, de la alegría que trajo el nacimiento de Jesús, sus padres experimentan dolor. A la Virgen María le fue señalado un dolor concreto. Seguramente pensaríamos que ojalá no le hubieran anunciado este dolor, pero también el dolor es necesario en nuestra vida. Jesús mismo vivió entre contradicciones, burlas, injusticias, traiciones… Y nosotros, a menudo vivimos en medio de una ilusión: queremos que cambie lo que nos rodea, que cambien las circunstancias, y tenemos la impresión de que, entonces, todo iría mejor. Pero eso suele ser un error: no son las circunstancias exteriores las que han de cambiar: en primer lugar ha de cambiar nuestro corazón, purificándose de su encierro, de su tristeza, de su egoísmo, de su falta de esperanza: «Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios» (Mt 5, 8). Bienaventurados los que tienen el corazón purificado por la fe y la esperanza, que dirigen hacia su vida una mirada iluminada por la certeza de que, a pesar de las apariencias desfavorables, Dios está presente, atiende a sus necesidades esenciales y que, por lo tanto, nada les falta. Entonces, si tienen esta fe, verán a Dios: experimentarán la presencia de Dios, que les acompaña y les guía; comprenderán que todas aquellas circunstancias que les parecían negativas y perjudiciales para su vida espiritual, en la pedagogía de Dios son, de hecho, medios poderosos para hacerles avanzar y crecer. San Juan de la Cruz dice que «suele ocurrir que, por donde el alma cree perder, gana y aprovecha más». Eso es muy cierto. El problema de fondo es que estamos demasiado apegados a nuestras opiniones sobre lo que es bueno y lo que no lo es, y no confiamos suficientemente en la Sabiduría y el poder de Dios. No creemos que sea capaz de usar todo para nuestro bien y que nunca, en cualquier circunstancia, dejará que nos falte lo esencial; en pocas palabras, lo que nos permita amar más, pues crecer o desarrollarse en la vida espiritual es aprender a amar. Si tuviéramos más fe, muchas circunstancias que consideramos perniciosas podrían convertirse en unas ocasiones maravillosas para amar más, ser más pacientes, más humildes, más dulces, más misericordiosos, y de abandonarnos más en las manos de Dios. Y así como María, guardar todo en nuestro corazón, esperando en Dios, confiando infinitamente en su Amor. Leamos atentamente estas sabias palabras que Jesús nos dice hoy a todos nosotros: Me gustaría ser ciego, sordo y mudo; y en muchos casos, desearía perder la memoria para olvidar que el hombre me ha ofendido. Esta reacción del Dios-Hombre, no te debería extrañar; al contrario, tu deberías imitarme y, en muchas ocasiones, deberías ser ciega para no ver la maldad, sorda para no oír los insultos y muda para no responder a los ultrajes.