Subido por Pepe Rodrdíguez

2019 - 10 - 11 LA PRIMERA Y LA ÚLTIMA VEZ

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2019 – 10 – 11 La primera y la última vez
LA PRIMERA Y
LA ÚLTIMA VEZ
2019 – 10 - 11
Me encontraba delante de las personas que formaban el grupo, ellas sentadas y yo de pie. Desde
mi posición elevada, podría pensarse que en cierto modo era un signo de mi superioridad sobre
ellas, superioridad intelectual, al menos sobre el tema que se trataba hoy. Sin embargo, me
sentía pequeñita, algo nerviosa… trataba de calmarme diciéndome “¿por qué me siento así?
¿esto es un grupo de amigos, sin muchas más pretensiones?”, empero, el nivel de exigencia,
competitividad y perfeccionamiento que yo me había autoimpuesto, rebasaban el objeto mismo
por el que se habían originado aquellas reuniones. Y ese objeto no era más que el de hacer una
crítica de un libro y establecer un intercambio de opiniones. El proceso se desarrollaba de la
siguiente manera, una persona en particular elegía un libro a su elección y hacía una exposición
de las impresiones que le había causado al resto de integrantes, para posteriormente iniciar un
pequeño debate entre todos. Yo nunca había hecho una de aquellas presentaciones, pero debido
al largo camino que ya llevábamos recorrido, me vi en la obligación de tener que hacerlo.
Obligación que yo misma, o mejor dicho, una parte de mi misma, en un momento mezcla de
responsabilidad, exhibición y competitividad, me había comprometido a toda mí. “Una
exposición”… ¿tan solo era eso? Entonces ¿por qué yo lo percibía como un trabajo fin de
máster?
En los días previos había sufrido tal grado de agobio, que me provocó un reflejo psicosomático;
sentía una fuerte opresión en mi garganta, como si todos los músculos internos del cuello se
contrajesen y especialmente los de la pared situada en el fondo de la misma, bloqueándome el
paso de cualquier elemento hacia el esófago. En esos días me preguntaba “¿qué necesidad tengo
yo de meterme en estos asuntos?” “Yo quiero disfrutar de mis libros, de mi lectura, de forma
relajada, sin imposiciones, sin sufrir el mandato de nadie, ni incluso de mi misma”. El placer de
leer había dado paso a la angustia de tener que realizar un trabajo apoyado en una lectura. Mi
mesa estaba llena de papeles con anotaciones manuscritas, el libro en cuestión, más otros libros
que me servían de apoyo para complementar el discurso que estaba desarrollando. Conforme iba
leyendo el libro me daba cuenta de lo poco que recordaba de él y es que quien lo estaba leyendo
ahora no era la misma de la que lo leyó hace un año. Mi experiencia vital en ese año me había
permitido descubrir pequeñas y grandes cosas relacionadas con la trama que se desarrollaba en
aquellas páginas, mi visión había cambiado completamente y ahora era capaz de alcanzar un
conocimiento mucho más profundo de los temas que se trataban y conectarlos con mi propia
vida. Aquello era muy iluminador, gratificante, me hacía reflexionar sobre mi proceso de
transformación, los cambios experimentados en tan poco tiempo y lo costoso que me resultaba
cada pequeño cambio que se producía. Sin embargo, aquel trabajo tan bello quedaba eclipsado
por dos factores que no era capaz de controlar, el tiempo, disponía de poco tiempo para
prepararlo, y mis propias expectativas, me sentía presionada por querer crear una buena
2019 – 10 – 11 La primera y la última vez
impresión de mí ante aquel pequeño auditorio. Y mientras tanto un pensamiento martilleaba mi
cabeza “¡la primera y la última vez!”, “yo no quiero esto para mí”.
Todos estos pensamientos atravesaban mi mente de forma vertiginosa, mientras estaba de pie,
esperando que terminara de acomodarse el último integrante del grupo. Aquellas pequeñas
reflexiones que había tenido de forma fugaz tuvieron un fuerte impacto sobre mí, de pronto me
di cuenta del verdadero sentido de haber realizado aquel trabajo, de las implicaciones que había
tenido sobre mí. Una paz surgió desde lo más profundo de mí, que me inundó de serenidad y
seguridad, mi rostro se relajó, mi garganta se soltó, mi respiración se calmó. Todas mis
preocupaciones sufridas los días anteriores se diluyeron y ahora no le veía ningún sentido,
¿quién era yo en esos días? Ahora era capaz de verme con la lejanía que se da cuando alcanzo a
conectarme conmigo misma. No me reconocía, tan desconectada, tan dormida… Cuando
empecé a hablar, lo hice con humildad y honestidad, olvidándome en cierto modo de cuantas
anotaciones había hecho, y quedándome con mi propia experiencia; aquel libro era una pequeña
ventana a una parte de nosotros mismos, si éramos capaces de detenernos y tener el valor
suficiente para asomarnos a mirar… al mismo tiempo que un sentimiento dubitativo emergía de
mí “quizás no sea la última vez…”
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