Subido por Agustin Andrade

El orgullo musical venezolano

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Vol. 23 No. 3 – Diciembre de 2005
El orgullo musical venezolano
El programa de Orquestas
Juveniles de Venezuela ha
empleado métodos de enseñanza únicos para transformar con éxito las vidas de
cientos de miles de niños,
muchos de ellos
desfavorecidos, durante los
últimos 30 años. El programa
ha atraído a algunos de los
grandes nombres de la música
clásica, quienes afirman que
sus orquestas son únicas en el
mundo, y ha extendido su
esfera de influencia a otros 23
países del hemisferio, donde
se han adoptado programas
similares
Cuando Antonio Mayorca se unió a una
orquesta infantil en 1975, los pasajeros del
autobús público de Maracay se burlaban de
él porque llevaba un violín. Treinta años después, Mayorca, quien posteriormente se convirtió en el primer violín de la Orquesta
Simón Bolívar, afirma que los niños que tocan instrumentos sinfónicos ahora son el orgullo de sus vecindarios.
senta su obra, pero afirma que desde el principio estaba seguro del éxito del proyecto.
“Yo sabía que los muchachos comenzaron a
percibir el fruto de la formación musical en
sí mismos… en la medida en que aspiramos a
la excelencia estamos siempre en la línea de
lo más difícil”.
Al llevar los sonidos de Beethoven a los
barrios más pobres del país, la Fundación del
Estado para el Sistema Nacional de Orquestas Sinfónicas Juveniles, Infantiles y Pre-Infantiles de Venezuela (FESNOJIV) transformó la música clásica en Venezuela de una
actividad reservada para las élites a un agente
del cambio social, que ha ayudado a miles
de niños desfavorecidos a frenar la pobreza.
Más de 500.000 niños han pasado por el programa, conocido por sus músicos como el
Sistema, y más de la mitad ha provenido de
las clases más pobres de la sociedad venezolana. Con más de 250.000 niños actualmente en los programas, el fundador del Sistema, José Antonio Abreu, afirma que el número podría llegar a 1 millón.
Cuando once jóvenes músicos ofrecieron
el primer concierto del Sistema en 1975, sólo
existían dos orquestas sinfónicas en todo el
país. La Orquesta Sinfónica Venezuela estaba compuesta mayormente por extranjeros.
Hoy en día, son casi doscientas y hay al menos una de 30 orquestas profesionales en
cada estado. El Sistema, cuyo presupuesto
para 2005 es de Bs.50 millardos, ha recibido mayor financiamiento del Estado a medida que ha ido creciendo y ha contado con el
apoyo de todos los gobiernos desde su nacimiento. Su éxito lo ha convertido en modelo
para otros 23 países de América Latina y el
Caribe, donde se han implantado programas
similares.
Luego de 30 años de incansable dedicación, Abreu reconoce el desafío que repre-
Los esfuerzos de Abreu han captado la
atención del mundo. Una presentación de la
Orquesta Infantil fue todo lo que necesitó ver
en 1999 Claudio Abbado, ex director de la
Filarmónica de Berlín, para invitar a los venezolanos a tocar en esa ciudad. Desde entonces, tanto Abbado como el actual director
de la Filarmónica, Sir Simon Rattle, dirigieron la Orquesta Juvenil en Caracas. El Sistema y la Filarmónica de Berlín han estado
intercambiando constantemente tanto estudiantes como profesores.
“Diría que en mi experiencia, en ninguna
otra parte se está haciendo un trabajo musical tan importante como en Venezuela”, aseguró Rattle luego de dirigir el año pasado la
famosa Segunda Sinfonía de Gustav Mahler
interpretada por la Orquesta Juvenil.
Gustavo Dudamel, el joven director de 24
años de edad que trabaja para el Sistema y es
discípulo de Rattle, ganó el año pasado la
Competencia para Directores Gustav Mahler,
patrocinada por la Orquesta Sinfónica de
Bamberg. Además recibió críticas muy favorables de la prensa local después que dirigió
en septiembre la Filarmónica de Los Ángeles. El contrabajista de 20 años Edicson Ruiz,
quien recibió su educación musical en el Centro de San Agustín, obtuvo una plaza en la
Filarmónica de Berlín.
Sólo en una semana de noviembre, algunos de los visitantes del programa fueron el
compositor contemporáneo polaco, Krzysztof
Penderecki y Gywn Richards, decano de la
Escuela de Música de la Universidad de In-
Lo mejor del mundo
diana. Cuando Penderecki dirigió en Caracas la Orquesta Juvenil Simón Bolívar, expresó que la orquesta era “mucho mejor” que el “excelente nivel” que tenía la última vez que había
estado en Venezuela. Al preguntársele a Abreu si se podía comparar el Sistema con programas en otros países, respondió: “No
necesito contestarte porque ya Claudio Abbado ha dicho varias
veces que esto es un sistema único en el mundo”.
Gwyn Richards estuvo de acuerdo. “Me gustaría que los
músicos en Estados Unidos estuvieran aquí para que escucharan la convicción con la que ustedes tocan”, le dijo a la Orquesta Juvenil de Montalbán (en el suroeste de Caracas) luego
de que interpretaron cuatro piezas en honor a su visita. Luego
agregó “ninguno toca como si no hubiera público, mirando el
reloj. Cuando tocan, realmente lo sienten”.
Richards, quien vino con el objeto de profundizar los nexos
entre su universidad y el Sistema, señaló que inicialmente estaba intrigado por la misión del programa de crear un espacio
para la música clásica en una sociedad dominada por la música
popular. Agregó que la misión social del Sistema marcaba una
diferencia filosófica con respecto a cómo se maneja la música
en Estados Unidos. “En Estados Unidos justificamos la música
de muchas maneras diferentes, pero nunca buscamos provocar
un cambio social con ella”, afirmó. “Ésa es una de las cosas
especiales sobre todo el programa: Esperan alcanzar un cambio social, y lo han logrado”.
Valeria Atela, directora de la Orquesta Juvenil de Chascomus,
Argentina, también visitó el programa en noviembre porque el
Sistema fue una “influencia sumamente positiva” para su programa y había sentado un precedente para ella. Agregó “soy
testigo… de que los chicos transforman su vida. Encuentran un
proyecto, aprenden a cuidar las cosas, a quererse, a
respetarse… realmente éste es un proyecto que salva la vida a
muchos”.
Un día en la vida del Centro de Montalbán
Un día cualquiera, estudiantes de 3 a 18 años corretean por
los pasillos del centro del Sistema en Montalbán, saltando y
gritando como podría esperarse en una escuela primaria o secundaria. Pero aquí, algunos niños arrastran contrabajos, otros
se apuran agarrando un cello y otros canturrean la melodía de
un concierto de Mozart mientras se dirigen a la siguiente clase.
Una caminata por la escuela en un día de concierto puede permitir a los visitantes disfrutar de un coro cantando música barroca peruana, una sinfónica tocando una overtura de
Shostakovich y ver a niños de cuatro años concentrándose mientras toman un violín en sus manos por primera vez.
La Orquesta Juvenil de Montalbán, dirigida por Ulises
Ascanio, está formada por niños con los ojos llenos de energía
que lucen amplias sonrisas mientras se mecen al unísono con la
música. Algunas veces los cellistas hacen girar sus instrumentos mientras los violinistas se paran y bailan en círculos mientras llevan la melodía. Los cellistas inspiraron a un niño de 6
años que está empezando a estudiar el cello, quien dijo que
había escogido ese instrumento porque “da vueltas”.
A través del Sistema, Abreu ha aplicado un método único de
enseñanza a la educación musical: tan pronto como los niños
empiezan a estudiar sus instrumentos, comienzan a ofrecer conciertos ante el público. Susan Siman, directora del Centro de
Montalbán, llevó el desafío más allá, al ser la pionera de un
método mediante el cual los niños de 2 a 6 años ofrecen conciertos con sus familias en el público.
Siman, quien es una de las fundadoras del Sistema, afirma
que al tocar en su primer concierto cuando tenía apenas 8 años
se sintió motivada a seguir mejorando como violinista. “Estaba
aterrada”, dijo Siman sobre su interpretación de “Twinkle,
twinkle little star”. “La partitura se puso blanca… Al final, fue
lo que me motivó y quise hacerlo mejor”. El énfasis en las presentaciones en vivo es parte central de la meritocracia que ayuda a los niños a mejorar a una edad tan temprana, afirma Siman.
Además permite a los padres reconocer la disciplina necesaria
para interpretar música clásica.
Sergio, oboísta de 15 años de la Orquesta Juvenil de
Montalbán, dice “La música es todo. Es una manera de
expresarte cuando estás malo, cuando estás triste, cuando estás
bravo, cuando estás molesto, cuando estás alegre… si todo el
mundo fuera músico, sería distinto”. Daniel, percusionista de
13 años de la misma orquesta, asegura que el Sistema ofrece a
los niños un ambiente constructivo para su energía en lugar de
la televisión o el delito. “¿Qué hacen (muchos niños) en su
tiempo libre?” Pregunta “Pierden tiempo… Aquí uno aprende”.
La lucha social
En sus primeros años, el lema de la Orquesta Nacional Juvenil era “Lugar y luchar”. Refiriéndose con “luchar” a los obstáculos que el programa enfrentaba en sus inicios, Abreu también describió la batalla social de su programa como “la lucha
de un niño pobre y abandonado contra todo aquello que se opone
a su realización plena como ser humano”. Para Abreu, sus niños están en una “lucha cotidiana, muchas veces más ardua que
la lucha en un campo de batalla”.
Uno de los “luchadores” de Abreu es el joven de 23 años
Lennar Acosta, clarinetista de la Orquesta Juvenil de Caracas.
Cuando contaba sólo 17 años, Acosta ya había estado nueve
veces en un instituto correccional. Después que se fue de su
casa a los 12, llevaba un arma, estaba involucrado en drogas y
había cometido algunos robos. Contaba que la gente lo trataba
como un ladrón y ni un solo psicólogo en la institución le daba
una oportunidad de demostrar que podía vivir una vida sin ser
un delincuente. “Yo no era nada agradable. Yo era muy violento”, afirmó. Pero el Sistema creyó en él lo suficiente para empezar a darle clases de música. “Creo que una de las emociones
más grandes que he sentido fue cuando me regalaron el clarinete”, aseguró. Pronto, salió de la institución, se ganó una educación y aprendió valores. Recalcó, “el Sistema terminó de
enderezarme… El Sistema es mi familia… como mi casa”.
Actualmente, Acosta pasa 14 horas al día tocando en el conservatorio de música Simón Bolívar, trabaja en la Academia
VenEconomía Mensual / Diciembre de 2005
Social
Latinoamericana de Clarinete y ha tocado una docena de veces
en el famoso teatro Teresa Carreño. Está estudiando para interpretar el Concierto para Clarinete de Mozart, una de las piezas
más codiciadas para un clarinetista y espera estudiar artesanía
de instrumentos de cuerda en Alemania el próximo año. Acosta
también inició un programa en el estado Táchira para enseñar
música a niños.
Acosta se convirtió en un modelo para el potencial de cambio social del Sistema e incluso contó su historia en el programa 60 Minutos de la CBS. “Trato de contar todo esto no por mí
sino por muchos muchachos que de verdad necesitan creer”,
expresó Acosta en una entrevista. “Todos podemos conseguir
lo que nos propongamos”.
Acosta restableció la relación con su madre, quien no le había permitido regresar a su casa antes de que empezara a estudiar música. Cuando Acosta se encuentra con sus viejos amigos de su vida pasada, asegura que ellos respetan el camino
que decidió seguir.
“El sistema no le cierra la puerta a nadie… (todos los directores) tienen el mismo propósito… que a ninguno le falte un
instrumento, que a ninguno le falte la educación musical, que a
ninguno le falte nada”.
El programa de Abreu se ha establecido incluso en vecindarios tan difíciles como Sarría en Caracas, donde no se permite
a los niños salir de la escuela con los instrumentos para no
correr el riesgo de que se los roben, afirma Carlos Sedán, director del centro. “En Venezuela rompimos el mito que para
tocar el violín tienes que ser de la clase alta”, explica.
Algunos niños en Sarría llegan a clase con dolores de cabeza
porque sus padres no tienen comida para ellos. Otros han sido
retenidos como rehenes por sus padres en la cárcel, quienes los
utilizan como chantaje para exigir mejores condiciones de vida,
agrega Sedán. El centro también ha acogido a varios niños con
SIDA, la mayoría de los cuales están abandonados.
Sedán, Mayorca y muchos otros dicen que constantemente
han visto a niños en estas difíciles circunstancias mejorar sus
vidas a través de la música. “Yo vi toda la evolución. (Al principio) tú los veías con cierta tristeza en sus rostros”, refiere
Mayorca, quien enseñó música en el Centro de Los Chorros
(este de Caracas). “De repente, cuando ya estaban haciendo la
música era otra cosa. La luz que transmitían. Eso me enseñó
muchísimo”.
El éxito social del programa es parte de lo que lo convierte
en motivo de orgullo nacional, como los programas deportivos
en algunos países; ha ayudado a colocar a Venezuela dentro del
panorama musical internacional. “La música hoy es reconocida como una profesión, como cualquier otra profesión”, aseguró Abreu. “Yo creo que el Sistema ha contribuido enormemente en eso”.
Jens Erik Gould
Traducido por Alix Hernández
VenEconomía Mensual / Diciembre de 2005
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