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Introducción
En el mundo de los negocios, cada instante es único. El próximo
Bill Gates no creará un sistema operativo. El próximo Larry
Page o Sergey Brin no hará un motor de búsqueda. Y el
siguiente Mark Zuckerberg no creará una red social. Si lo que
haces es copiarlos, salta a la vista que no has aprendido nada de
ellos.
Este libro aborda cómo construir compañías que creen cosas
nuevas y se basa en lo que he aprendido como cofundador de
PayPal y Palantir, y como inversor en cientos de startups. En
estos años, el patrón más poderoso que he constatado es que la
gente de éxito encuentra el valor en lugares insospechados, y lo
hace pensando en la empresa desde principios básicos, no
fórmulas.
Cuando entrevisto a un candidato a un puesto de trabajo le pido
lo siguiente: “Dígame una verdad importante para usted con la
que concuerden muy pocas personas”. Aunque parezca algo fácil
de responder, en realidad es difícil, porque lo que aprendemos
son por definición conocimientos acordados. Y también porque
para responder hay que decir algo impopular. Una buena
respuesta sería: “La mayoría de la gente cree en x, pero la
verdad es lo contrario”. ¿Qué tiene que ver esta paradoja con el
futuro? Que las buenas respuestas son aquellas que se acercan
lo más posible a vislumbrarlo.
El progreso adopta dos formas: horizontal, basada en copiar
cosas que funcionan (ir de 1 a n), y vertical, que significa hacer
cosas nuevas (ir de 0 a 1). Este es el más difícil, porque implica
hacer algo que nadie ha hecho antes. Si coges una máquina de
escribir y construyes cien, has hecho un progreso horizontal. Si
coges una máquina de escribir y construyes un procesador de
textos, has hecho un progreso vertical. El progreso vertical (el
de las empresas de Silicon Valley, por ejemplo) es posible
gracias a la tecnología, mientras que el horizontal (pensemos en
las empresas chinas) se apoya en la globalización.
Aunque la mayoría piense que el futuro estará definido por la
globalización, la verdad es que la tecnología es más importante.
Y esta tecnología suele provenir de las startups, ya que es difícil
desarrollar cosas nuevas en una gran organización. En cambio,
en las startups, para que las cosas salgan adelante, necesitas
trabajar con otros, pero también debes mantener un tamaño lo
suficientemente pequeño para poder llevarlas a cabo. Para
triunfar en los negocios hay que hacer lo mismo que
una startup, que es cuestionar las ideas recibidas y repensar el
negocio desde cero.
Competitividad y monopolio
Nietzsche dijo que “en individuos particulares, rara vez se
aprecia la locura, pero en grupos, partidos políticos nacionales y
eras, es la norma”. Esto significa que si puedes identificar una
creencia popular delirante, podrás encontrar lo que se esconde
detrás de esta: una verdad paradójica. A finales de la década de
1990, muchas empresas dejaron de pensar que existían para
ganar dinero, no para perderlo y se extendió la creencia popular
de que en la nueva economía el número de visitas a un sitio web,
por ejemplo, era mejor métrica económica que los beneficios. La
locura de internet de aquella década fue la mayor burbuja que
se conoce desde el crac del 29. El primer paso para pensar con
claridad es preguntarnos por el pasado.
En el caso de la década de 1990, tras una euforia inicial
provocada por la caída del muro de Berlín, se produjeron unos
años de malestar seguidos del auge de internet. En 1996, Alan
Greenspan, a la sazón presidente de la Reserva Federal de los
EE. UU., advirtió de la sobrevaloración de los activos de estas
empresas tecnológicas ("euforia irracional", según sus propias
palabras). En julio de 1997 estalló la crisis financiera de Asia
oriental que se propagó a Rusia. La Reserva Federal tuvo que
intervenir para evitar un desastre sistémico. Nada parecía
funcionar. Entonces se produjo la corta locura de las punto com,
empresas que perdían dinero a medida que crecían, y que se
saldó con el estallido de esta burbuja en marzo de 2000.
A finales de 1999, cuando yo dirigía PayPal, estaba aterrado, no
porque no creyera en nuestra compañía, sino porque parecía
que todo el mundo en Silicon Valley estaba dispuesto a creer
cualquier cosa. Nuestra misión era crear una nueva moneda que
sustituyera al dólar estadounidense y nuestro primer producto
permitía transferir dinero de una PalmPilot a otra (más tarde de
un correo electrónico a otro). Sin embargo, salvo los periodistas,
nadie le encontró utilidad. Nos faltaban clientes, el crecimiento
era lento y los gastos se acumulaban. Para obtener clientes
nuevos, dábamos a la gente 10 dólares por inscribirse. Una
estrategia insostenible.
Sin embargo, justo antes del estallido de la burbuja, logramos
reunir más de 100 millones de dólares. En marzo de 2000, esta
financiación nos compró tiempo para que hiciéramos de PayPal
un éxito. No obstante, el entorno cambiaría. Todo el mundo
comenzó a tildar de extremista a cualquiera que tuviera planes
lo suficientemente ambiciosos como para proyectar su negocio a
un año vista. La globalización sustituyó a la tecnología como la
esperanza del futuro y los inversores volvieron al ladrillo y a los
BRICS, siglas que se utilizan para referirse a Brasil, Rusia,
India, China y Sudáfrica. Y se formó una nueva burbuja, esta vez
en el sector inmobiliario.
Los que se dieron el batacazo con Silicon Valley aprendieron
cuatro grandes lecciones que aún rigen el pensamiento
empresarial: haz progresos graduales, mantente esbelto y
flexible, mejora la competitividad y céntrate en el producto, no
en las ventas. Sin embargo, quizá los principios opuestos sean
más correctos, esto es:
1. Es mejor arriesgarse por audaz que por trivial.
2. Un mal plan es mejor que ningún plan.
3. Los mercados competitivos destruyen los beneficios.
4. Las ventas importan en la misma medida que el producto,
no más.
Es evidente que los niveles del mercado de 2000 fueron un pico
de locura; menos obvio, pero más importante, es que también
fue un pico de claridad. La gente miraba al futuro a largo plazo,
se dio cuenta de lo valiosas que eran las nuevas tecnologías para
llegar allí a salvo, y se creyó capaz de crearlo.
Hoy en día seguimos necesitando las nuevas tecnologías, y quizá
también algo de la euforia y la arrogancia de 1999. Lo
importante es preguntarse cuánto de lo que sabemos sobre la
empresa proviene de reacciones equivocadas ante errores
pasados. Lo más contestatario no es oponerse a la multitud,
sino pensar por uno mismo. Y para hacerlo, debemos comenzar
preguntándonos: “¿Cuál es esa empresa tan valiosa que no está
desarrollando nadie?”. Crear valor no basta, también necesitas
capturar parte del valor que creas, tal como hace Google. El caso
opuesto sería el de las compañías aéreas, que recaudan una
ínfima parte de cada pasaje. Las aerolíneas compiten entre sí,
pero Google está prácticamente sola.
Esto nos lleva a cuestionar el concepto de competencia perfecta,
considerado por muchos economistas un estado ideal por
defecto. Lo opuesto es el monopolio, que se caracteriza por el
hecho de que la empresa que domina el mercado puede
establecer sus propios precios. El capitalismo se basa en la
acumulación de capital, pero en condiciones de competencia
perfecta todos los beneficios se neutralizan entre sí. La lección
para los emprendedores es clara: si quieres crear y capturar
valor perdurable, no crees un negocio indiferenciado de
productos.
Pero ¿qué es un monopolio? Y ¿puede considerarse a una
empresa determinada un monopolio? Eso depende de cómo la
definamos. Volviendo al caso de Google, si lo definimos como
un motor de búsqueda, su dominio del 68 % del mercado lo
acerca al monopolio. Pero si Google se definiera como una
empresa publicitaria, su cuota de mercado sería tan solo del 3,4
%.
En definitiva, los monopolistas mienten intentando definir su
empresa como lo que no es en un mercado formado por la unión
de varios y en el que no tiene una posición dominante. En
cambio, los no monopolistas hacen lo contrario, dicen que están
en una liga a la que no pertenecen y subestiman a la
competencia. Esta es la tentación fatal de una startup, definir su
mercado de un modo tan restrictivo que por definición siempre
lo domine. Si pierdes de vista la realidad competitiva y te
centras en factores diferenciales de carácter trivial, tu negocio
difícilmente sobrevivirá.
Pongamos por caso que queramos abrir un restaurante que
sirva comida británica en Palo Alto. "Nadie más lo está
haciendo", puedes pensar. "Somos dueños de todo el mercado".
Eso solo es verdad si el mercado relevante fuera específicamente
el mercado de comida británica. ¿Qué pasa si el mercado real es
el mercado de restaurantes de Palo Alto en general? Se trata de
una pregunta compleja, pero el mayor problema es que tienes el
incentivo para no hacértela. Cuando oigas que la mayoría de los
nuevos restaurantes fracasan en uno o dos años, tu instinto
automáticamente saldrá con la historia de que el tuyo es
diferente. Sería mejor hacer una pausa y replantearse si hay
gente en Palo Alto que opte por la comida británica por encima
de cualquier otra. Es muy posible que no la haya.
Solo hay una cosa que puede hacer que una empresa supere con
éxito la lucha diaria por la supervivencia, y eso es el monopolio.
Un monopolio es bueno para todos los que están dentro, pero
¿qué pasa con los que están fuera? ¿Se generan beneficios a
expensas del resto de la sociedad? En realidad, sí; los beneficios
provienen del bolsillo de los clientes, y los monopolios merecen
su mala reputación, pero solo en un mundo en el que nada
cambia.
La realidad es que los monopolios creativos no solo son buenos
para el resto de la sociedad, sino que constituyen potentes
motores para mejorarla. De hecho, la historia del progreso es la
de negocios monopolísticos cada vez mejores que van
reemplazando a los anteriores por la sencilla razón de que la
promesa de años e incluso décadas de beneficios monopolísticos
ofrece un poderoso incentivo para innovar. También el
Gobierno es consciente de esto: de ahí que uno de sus
departamentos trabaje duro para crear monopolios
(concediendo patentes), aunque otra parte se dedique a darles
caza (enjuiciando casos antimonopolio).
La competencia como estado ideal es una reliquia del pasado.
De hecho, la competencia hace que la gente vea
oportunidades allí donde no existen. Si tu empresa está
en un equilibrio competitivo, su muerte no le importará a nadie;
algún otro competidor indiferenciado ocupará tu puesto. Todas
las empresas felices ganan un monopolio resolviendo un
problema único. Todas las fracasadas fallan por lo mismo, su
incapacidad para escapar de la competencia. No obstante, evitar
la competencia te proporcionará un monopolio, pero incluso un
monopolio es solo un gran negocio si consigue perdurar en el
futuro.
Cuando Twitter salió a bolsa en 2013, se valoró en 24 000
millones de dólares (doce veces más que el valor de la
capitalización de mercado de The New York Times) pese a que
perdía dinero. ¿Por qué? Por su habilidad para generar flujos de
dinero en efectivo en el futuro. Los inversores esperan que
Twitter sea capaz de capturar beneficios de monopolio durante
la siguiente década, mientras que los días del monopolio de los
periódicos, siguiendo con la comparación con el Times, han
acabado. Simplemente, el valor de una empresa hoy es la suma
de todo el dinero que generará en el futuro. Las empresas
tecnológicas pierden dinero durante los primeros años, y la
mayor parte de su valor se generará a diez o quince años vista.
Esta es la principal diferencia entre la vieja y la nueva economía.
En marzo de 2001, PayPal no tenía beneficios, pero sus ingresos
crecían al 100 % anual. Entonces proyecté que el 75 % del valor
de la empresa provendría de los beneficios generados a partir de
2011. Fallé por defecto. Hoy PayPal crece un 15 % anual y la
mayor parte de su valor se generará a partir de 2020. Para que
una empresa sea valiosa debe crecer y permanecer,
pero muchos emprendedores solo se centran en el
crecimiento a corto plazo porque el crecimiento es
fácil de medir, pero la durabilidad no. Eso hace que
pierdan de vista la pregunta más importante de deberían estar
haciéndose: “¿Seguirá este negocio en vigor dentro de una
década?”. Una empresa como Twitter, con grandes flujos de
efectivo en el largo plazo, comparte algún tipo de combinación
de las siguientes ventajas:
Tecnología propia. Es la más importante porque hace que tu
producto sea difícil o imposible de copiar. Una buena regla
general es que la tecnología propia debe ser al menos diez veces
mejor que la de tu competidor más cercano en alguna faceta
importante. Y lo mejor para lograrlo es inventar algo totalmente
nuevo o mejorar radicalmente una solución existente.
PayPal redujo los siete días que tarda en llegar un cheque a un
instante. Por su parte, Amazon ofreció al menos diez veces más
libros que cualquier otra librería. También puedes mejorar tu
producto a través de un diseño integrado superior, como hizo
Apple con el iPad.
Efectos de red. Consiste en que el producto sea más útil a
medida que más gente lo utiliza. Si todos tus amigos están en
Facebook, tiene sentido que tú te unas también. Y, aunque
resulte paradójico, las empresas con efectos de red deben
empezar con mercados especialmente pequeños.
Facebook comenzó únicamente con estudiantes de Harvard: el
primer producto de Mark Zuckerberg se diseñó para que se
apuntaran todos sus compañeros de clase, no para atraer a
gente de todo el mundo. Por eso los negocios exitosos de red
rara vez se han creado por personas con un MBA: los mercados
iniciales son tan pequeños que ni siquiera parecen
oportunidades de negocio.
Economías de escala. Muchas compañías obtienen ventajas
limitadas a medida que abrazan la gran escala, pero una
buena startup debería tener el potencial de la gran escala
integrado en su primer diseño. Twitter ya cuenta con más de
250 millones de usuarios y no tiene que añadir más
características personalizadas para conseguir más.
Marca. Crear una marca potente es una poderosa manera de
reclamar un monopolio. La gente percibe que Apple ofrece
productos tan buenos que constituyen una categoría en sí
mismos. Sin embargo, empezar por la marca antes que por la
sustancia es peligroso.
Para que estas ventajas funcionen debes elegir con cuidado tu
mercado y crecer deliberadamente. Empieza con un mercado
muy pequeño, porque es más fácil de dominar que uno grande.
Pequeño no significa inexistente. Nosotros cometimos un error
durante los primeros años de PayPal. Nuestro primer producto
permitía a la gente transferirse dinero a través de sus PalmPilot.
Era una tecnología interesante y nadie más lo estaba haciendo.
Sin embargo, los millones de usuarios de PalmPilot no se
concentraban en un lugar determinado, tenían poco en común,
y utilizaban sus dispositivos solo esporádicamente. Nadie
necesitaba nuestro producto, así que no teníamos clientes. Tras
aprender la lección, pusimos nuestra mirada en las subastas de
eBay, donde vivimos nuestro primer éxito. A finales de 1999,
eBay tenía unos pocos miles de usuarios PowerSellers, y solo
tras tres meses de dedicado esfuerzo, dábamos servicio al 25 %
de estos. Fue mucho más fácil llegar a unos cuantos miles de
personas que realmente necesitaban nuestro producto que
intentar competir por la atención de millones de individuos
desperdigados.
Una vez dominado un nicho, expándete gradualmente en
mercados relacionados y ligeramente más amplios. Amazon
comenzó con los libros, pero su objetivo es dominar todo el
comercio minorista online. eBay también empezó dominando
pequeños mercados de nicho y se convirtió en el mercado más
fiable para el comercio online entre personas
independientemente del producto.
Y recuerda que si tu empresa puede resumirse por su oposición
a compañías ya existentes, no puede ser completamente nueva y
probablemente no llegue a convertirse en monopolio. PayPal le
quitó algo de negocio a Visa, pero dado que expandimos el
mercado global de pagos, al final le dimos a Visa más trabajo del
que le habíamos quitado.
Por último, lo que importa es generar flujos de efectivo en el
futuro, y eso no se consigue siempre siendo el primero en mover
ficha. Es mucho mejor ser el último, crear el último gran
desarrollo en un mercado específico y después disfrutar años e
incluso décadas de los beneficios del monopolio. El maestro del
ajedrez José Raúl Capablanca lo expresó de un modo muy
atinado: para tener éxito "debes estudiar la jugada final antes
que cualquier otra cosa".
¿Dónde está el valor?
La pregunta más polémica en los negocios es si el éxito es fruto
de la suerte o de la capacidad. Personas como Warren Buffet,
Jeff Bezos o Bill Gates atribuyen a la suerte y a sus capacidades
innatas una buena parte de sus triunfos. Sin embargo, en enero
de 2013, Jack Dorsey, fundador de Twitter y Square, tuiteó a sus
dos millones de seguidores, “el éxito nunca es accidental”.
Ralph Waldo Emerson ya había afirmado que “los hombres
frívolos creen en la suerte, creen en las circunstancias. Los
hombres fuertes creen en la causa y el efecto”.
Si tratas el futuro como algo definido, trabajarás para darle
forma. Pero si esperas que esté regido por la aleatoriedad,
abandonarás la opción de tratar de dominarlo. Las actitudes
indefinidas frente al futuro explican en su mayor parte lo
disfuncional que es nuestro mundo de hoy. En la escuela media,
se nos anima a empezar a acaparar actividades
extracurriculares. En la escuela secundaria, los estudiantes
ambiciosos compiten todavía más duramente para parecer
omnicompetentes. Cuando un estudiante llega a la universidad
ha pasado una década preparando un currículum de una
diversidad desconcertante que lo prepara para un futuro
completamente desconocido. Pase lo que pase, él está
preparado para nada en particular.
Por el contrario, una visión definida favorece convicciones
firmes. En lugar de perseguir la mediocridad polifacética y
llamarla "completa", una persona definida determina aquello
que puede hacer mejor y luego lo hace. En lugar de trabajar
incansablemente para convertirse en una persona
indistinguible, se esfuerza por ser grande en algo sustantivo,
para ser un monopolio de uno. También puedes ser optimista o
pesimista, lo cual genera cuatro visiones distintas del futuro:
El pesimismo indefinido, que no sabe si el declive inevitable
será rápido o lento. Lo único que puede hacer es esperar a que
acontezca, y entre tanto disfrutar de lo que pueda. El pesimista
definido cree que el futuro puede conocerse; pero, como será
sombrío, debe prepararse para afrontarlo. Es el caso de la China
actual. Sus líderes están obsesionados con el modo en que las
cosas amenazan con ponerse peor y los chinos ricos intentan
por todos los medios sacar su dinero del país.
El optimista definido piensa que el futuro siempre será mejor
que el presente si lo planea y trabaja para que sea así. Pero el
optimismo indefinido domina el pensamiento estadounidense
desde 1982. El optimista indefinido espera beneficiarse del
futuro, pero no ve razón alguna para diseñarlo de un modo
concreto, y en lugar de trabajar durante años para construir un
nuevo producto, reorganiza los ya inventados.
Es el caso de los llamados baby boomers, acostumbrados al
progreso sin esfuerzo. Es una generación que aprendió desde la
infancia a sobrevalorar el poder de la casualidad y a
infravalorar la importancia de la planificación. El
problema es que solo en un futuro definido el dinero constituye
un medio para un fin, no el fin en sí mismo. El giro hacia la
indefinición se nota tanto en la política, caracterizada por el
aumento del gasto en prestaciones sociales sin planes definidos
para resolver problemas concretos, como en la filosofía política.
Autores como Rawls en la izquierda y Nozick en la derecha
aplazan indefinidamente en sus visiones de la sociedad los
planes concretos encaminados a un futuro mejor.
¿Qué futuro nos depararán las decisiones indefinidamente
optimistas? Uno insostenible, porque, en el caso de la
economía, significa que los hogares no ahorren prácticamente
nada mientras que las empresas dejan que el efectivo se
acumule sin invertir en nuevos proyectos porque no tienen
planes concretos para el futuro. ¿Cómo puede mejorar el
futuro si nadie se lo plantea? Hay que volver a
priorizar el diseño sobre el azar y convencerse de que
todo emprendedor es ante todo un diseñador.
En Silicon Valley las palabras de moda hablan de una "lean
startup", magra y flexible, que se pueda "adaptar" y
"evolucionar" en un entorno continuamente cambiante. Se les
dice a los futuros emprendedores que nada puede saberse de
antemano: se supone que debemos escuchar lo que los
consumidores dicen que quieren, limitarnos a hacer un
"producto mínimamente viable", y repetir nuestro camino hacia
el éxito.
Pero la flexibilidad es una metodología, no una
meta. Hacer pequeños cambios a las cosas que ya existen
puede conducirte a un máximo local, pero no te ayudará a
encontrar el máximo global. Puedes construir la mejor versión
de una aplicación que permita a la gente pedir papel higiénico
desde su iPhone. Pero la iteración sin un plan audaz no te
llevará del 0 al 1. Una compañía es el lugar más extraño de
todos para un optimista indefinido: ¿por qué habrías de esperar
que tu propio negocio tenga éxito sin un plan para que eso
suceda?
La planificación a largo plazo está infravalorada en nuestro
mundo cortoplacista, aunque lo cierto es que es posible tener el
poder no solo en la vida, sino sobre una pequeña e importante
parte del mundo. No somos billetes de lotería.
Para empezar, ten en cuenta que la mayoría de los negocios no
necesitan recurrir al capital riesgo, pero todo el mundo necesita
saber algo que incluso las compañías de capital riesgo luchan
por entender: el capital riesgo se rige por la ley potencial, que
significa que la mayoría de las empresas financiadas con capital
riesgo fracasa al poco tiempo de empezar y solo un puñado de
compañías superan con creces a todas las demás. Por tanto, si te
enfocas en la diversificación en lugar de buscar decididamente a
las pocas compañías que pueden devenir abrumadoramente
valiosas, perderás dinero.
Nuestros resultados en Founders Fund ilustran este hecho.
Facebook, la mejor inversión de 2005, fue más rentable que el
resto de las compañías juntas. El mayor secreto en capital riesgo
es que la mejor inversión en un fondo de éxito iguala o supera la
suma de los demás. Invierte en compañías que tengan el
potencial de recuperar el valor del fondo completo; esta es la
única regla. Pero como nadie sabe de antemano qué compañías
van a triunfar, incluso las mejores firmas de capital riesgo
tienen una cartera y adoptan la estrategia errónea de "repartir y
rezar". Pero en Founders Fund metemos en cada fondo entre
cinco y siete compañías porque pensamos que todas pueden
convertirse en un negocio multimillonario por
su singularidad.
Muchos inversores olvidan esto. Así, en EE. UU., la inversión
total de los fondos de capital riesgo constituye menos del 0,2 %
del PIB, pero los resultados de esas inversiones crean un 11 % de
los empleos de la empresa privada y generan ingresos anuales
equivalentes al 21 % del PIB del país. De la misma forma que un
inversor, un emprendedor no puede diversificarse a sí mismo.
No puedes dirigir decenas de compañías a la vez y esperar que
una funcione bien. Debes enfocarte sin descanso en algo que
hagas bien, pero antes debes pensar seriamente si será valioso
en el futuro. La ley potencial muestra claramente que tener el
100 % de una empresa que fracasa es tener nada, pero tener el
0,01 % de Google, por ejemplo, es increíblemente valioso (más
de 35 millones de dólares en este momento).
¿Y de qué depende el valor de una empresa? De un secreto.
Recuerda que todas las ideas más famosas y conocidas de
nuestros días fueron antaño desconocidas e inesperadas.
Volvamos a nuestra pregunta retórica: “¿Con qué verdad
importante para usted concuerdan muy pocas personas?”. Si
quedan muchos secretos en el mundo, puede que existan
muchas compañías susceptibles de cambiar el mundo que aún
no se han creado. No todo lo que merece la pena hacer ya
se ha hecho. El incrementalismo (todo pasito a pasito), la
aversión al riesgo, la complacencia y la "lisura", pensar que el
mundo es plano, han disminuido nuestra capacidad de asombro
ante los secretos que quedan por descubrir. Si piensas que todo
lo que merece la pena hacer ya se ha hecho, puede que tú
también acabes fingiendo una suerte de alergia a los logros y te
hagas camarero.
En economía, la incredulidad en los secretos conduce a la fe en
mercados eficientes. Pero, cuando una compañía deja de creer
en los secretos y renuncia a inventar, se centra en las luchas de
poder y al final todo puede venirse abajo. Hay que buscar
secretos porque, si ideas que en retrospectiva nos parecen
elementales fueron la base de tantas empresas importantes y
valiosas, tiene que haber un gran número de importantes
compañías por llegar y secretos que encontrarán donde nadie
esté buscándolos. Pensemos de nuevo en el secreto del
monopolio: la competencia y el capitalismo son opuestos.
Puedes hallarlo de forma natural realizando un estudio
cuantitativo o preguntarte: ¿qué cosas no pueden decir y hacer
las personas que dirigen empresas?
Si descubres un secreto debes decidir si se lo dices a alguien o te
lo guardas para ti. A menos que tengas creencias perfectamente
convencionales, rara vez contarles a los demás todo lo que sabes
es una buena idea. Cuéntaselo a quienes necesites contárselo y a
nadie más. Los mejores emprendedores saben que todo gran
negocio se construye en torno a un secreto oculto al exterior.
Una gran compañía es una conspiración para cambiar el
mundo; cuando compartes tus secretos, el receptor se convierte
en un compañero de inspiración o, en otras palabras, en un
fundador.
En las personas de dentro y de fuera
Toda gran compañía es única, pero hay un par de cosas que
todas deben hacer correctamente al principio. Es lo que mis
amigos han venido a llamar la ley Thiel:
“una startup desordenada en su fundación no puede arreglarse”.
En este sentido las compañías son como los países, las malas
decisiones son muy difíciles de enmendar, así que ten en cuenta
que la primera y más importante decisión que tomas cuando
empiezas algo es con quién. Elegir a un socio es como casarse,
algo que sé por experiencia. Luke Noseck es uno de los
fundadores de PayPal y sigo trabajando con él en Founders
Fund. Pero también invertí en una compañía que Luke fundó
con un tercero y que fracasó porque Luke y su socio formaban
un tándem espantoso.
Ahora, cuando invierto en una startup estudio a conciencia a los
equipos fundadores. Las reglas a seguir son, en primer lugar,
que todos los miembros de tu compañía tienen que trabajar
bien juntos. En segundo lugar, los hombres no son ángeles. Por
tanto, necesitas buena gente con la que tratar, pero también una
estructura que ayude a mantener a todo el mundo alineado a
largo plazo. Para ello debes distinguir entre propiedad (dueño
legal), posesión (dirección) y control. Las grandes corporaciones
son propensas a la desalineación, especialmente entre
propiedad y posesión.
En una fase temprana, las startups son tan pequeñas que sus
fundadores suelen tener la propiedad y la posesión, y los
mayores conflictos se dan entre la propiedad y el control, es
decir, entre los fundadores y los inversores del consejo. Por eso
elegir sabiamente a cada miembro de tu consejo de
administración importa. A menos que tu compañía cotice en
bolsa, tu consejo nunca debería estar formado por más de cinco
personas, ya que un consejo demasiado grande nunca ejercerá
ningún tipo de supervisión.
Por norma, toda persona a la que impliques en tu compañía
debería participar a tiempo completo. Todo el que no tenga
opciones sobre las acciones o no perciba un salario regular de tu
compañía está básicamente desalineado. Pero, por otra parte,
piensa que el dinero en efectivo no es el rey. En una startup
financiada con capital riesgo, en ningún caso el consejero
delegado debería cobrar más de 150 000 dólares al año en
concepto de salario. Así evitas que se convierta en político más
que en fundador y que acabe defendiendo el statu quo. Las
altas remuneraciones enseñan a los trabajadores a
reclamar el valor existente de la compañía en lugar de
invertir su tiempo en crear valor para el futuro.
Las startups ofrecen algo mejor que un salario, parte de la
propiedad de la empresa. Sin embargo, para que las
participaciones generen compromiso y no conflicto debes
asignarlas con sumo cuidado. La asignación de cantidades
iguales puede parecer injusta al principio por los distintos
talentos y responsabilidades. Y luego, algunos empleados que se
incorporen después pueden ser más cruciales para el éxito de la
empresa pero recibir menos participaciones que los primeros.
Como no hay una forma ideal de sortear estos dilemas, los
fundadores deben mantener esta información en secreto.
El objetivo es siempre contar con personas que muestren
predilección por el largo plazo y que estén comprometidas con
el incremento del valor de la compañía en el futuro. Nosotros lo
que hicimos fue evitar limitarnos a contratar a la gente más
talentosa. ¿Por qué trabajar con un grupo de personas que ni
siquiera te caen bien? Lo que nos propusimos fue contratar
personas que no solo tuvieran talento, sino que además
estuvieran contentas de trabajar específicamente para nosotros.
Recuerda que la gente con talento tiene múltiples opciones.
Pregúntate por qué debería alguien unirse a tu compañía
cuando podría trabajar para Google por más dinero y prestigio.
Atraerás a los empleados que necesitas si puedes explicarles por
qué tu misión es atractiva en el sentido en que tú estás haciendo
algo importante que nadie más conseguirá hacer. Por eso, ni
siquiera una gran misión es suficiente. Si no eres capaz de
explicarle por qué tu empresa es el sitio ideal para él,
probablemente esa persona no sea la adecuada.
Desde fuera, todas las personas de la misma empresa deberían
ser diferentes de la misma manera. Este es el secreto bajo las
sudaderas con capucha de Silicon Valley, tribus de personas
afines y ferozmente entregadas a la misión de la compañía. En
PayPal no nos importó el aspecto de la gente o de qué país
procediera, sino que todo el mundo estuviera igualmente
obsesionado con nuestro objetivo.
Además de eso, como director de PayPal fomenté que todos los
trabajadores fueran responsables de hacer una sola cosa. Esto es
difícil en una startup porque los roles de trabajo en las etapas
iniciales suelen ser fluidos. Pero toda compañía es también un
ecosistema y la lucha entre facciones que genera la indefinición
hace que sea vulnerable a las amenazas externas.
Esta obsesión que mencioné antes nos lleva a la pregunta acerca
de la dedicación extrema. Toda cultura empresarial debe
moverse entre dos extremos, el del nihilismo de los consultores
y el dogmatismo de los cultos y sectas. Las mejores startups se
consideran ligeramente menos extremas que los cultos. La gente
que trabaja en una startup de éxito está fanáticamente en lo
cierto sobre algo que al resto de la gente se le escapa.
Entonces, ¿son todos los fundadores gente poco corriente? ¿O
simplemente tendemos a exagerar lo que les hace más
extravagantes? Y lo que es más importante, ¿qué características
personales importan realmente en un fundador? La verdad es
que las características psicológicas de los fundadores suelen
estar lejos del promedio. Abundan tanto las personalidades
antipáticas y los marginados como los fuertes y carismáticos.
Esto no es algo nuevo en la historia, ya que la mitología clásica
está llena de ejemplos. Edipo es un caso paradigmático: fue
abandonado de niño y acabó en tierra extranjera, pero fue un
rey brillante y lo bastante inteligente como para resolver el
enigma de la esfinge. La lección es que necesitamos fundadores,
individuos singulares que llevan a las compañías más allá de la
mera incrementación.
El mayor peligro para un fundador es que llegue a estar tan
seguro de su propio mito que pierda la cabeza. Sin embargo, un
peligro igualmente insidioso para una empresa es perder todo el
sentido del mito y confundir el desencanto con la sabiduría.
Pero ¿tan importante es la gente cuando gracias a los
ordenadores de aquí a treinta años quizá no haya nada que la
gente pueda hacer? En realidad, sí, porque la gente compite por
el empleo y por los recursos y los ordenadores, no. A los
ordenadores les cuesta formular juicios básicos que a cualquier
humano le resultan sencillos. Personas y ordenadores son
categóricamente diferentes, y por eso los ordenadores no son
rivales, sino herramientas.
En nuestro caso, las transacciones fraudulentas en PayPal
vencieron a nuestros algoritmos de detección automática, así
que creamos un enfoque híbrido. El ordenador identificaba las
transacciones más sospechosas y los operadores humanos
tomarían la decisión final sobre su legitimidad. Esta simbiosis
hizo posible la supervivencia de la empresa.
En 2003, se me ocurrió usar este enfoque híbrido para
identificar redes terroristas y fraudes financieros. Así fue como
en 2004 fundamos Palantir, una empresa de software que
ayuda a las personas a extraer ideas de distintas fuentes de
información. Palantir usa los datos suministrados por el Estado
e identifica actividades sospechosas para que un analista
experto las revise y así ha sido capaz de detectar dónde
colocaban los insurgentes artefactos explosivos improvisados en
Afganistán.
Linkedin ha hecho exactamente lo mismo con los técnicos de
selección. En la actualidad, más del 97 % de los técnicos de
selección usan esta herramienta, que no pretende sustituirlos,
sino ayudarlos a buscar y a filtrar. En esto reside el poder de la
complementariedad que a tanta gente se le escapa. Lo que hay
que preguntarse no es cómo conseguir que el big data sustituya a
los analistas, sino cómo pueden los ordenadores ayudar a
los humanos a resolver problemas complejos.
La distribución y las ventas pueden no importar en los mundos
de ficción, pero sí en el nuestro. Debemos evitar los llamados
“campos de sueños”, donde los ingenieros están más enfocados
en construir cosas interesantes que en venderlas. En Silicon
Valley, muchos son escépticos con respecto a la publicidad, un
sector que emplea a más de 600 000 personas en los EE. UU.,
porque les parece algo superficial, irracional y poco
transparente. Lo que estas personas, los nerds, no entienden es
que hacer que las ventas parezcan fáciles cuesta
mucho.
La capacidad de venta distingue a las superestrellas de los
perdedores. La panacea de los ingenieros es un producto
tan bueno que se venda solo, pero cualquiera que
afirme esto de un producto real o miente o delira. Si
inventas algo nuevo, pero no un modo efectivo de venderlo,
tienes un mal negocio.
Las ventas y la distribución pueden constituir por sí solas un
monopolio incluso sin diferenciación de producto. Dos métricas
establecen los límites para una distribución efectiva: el beneficio
neto que ganas de media en el transcurso de tu relación con el
cliente (valor del ciclo de vida del cliente), que debe superar la
cifra media que inviertes para adquirir un nuevo cliente (coste
de adquisición del cliente). Por lo general, cuanto más elevado
es el precio de tu producto, más debes invertir para hacer una
venta y más sentido tiene invertirlo.
Los negocios que se rigen por este tipo de ventas complejas
triunfan si consiguen año tras año un crecimiento del 50 al 100
% en el transcurso de una década. Esto puede parecer lento a
cualquier emprendedor que sueñe con un crecimiento viral,
pero la verdad es que una vez que cuentes con un conjunto de
clientes de referencia que usen con éxito tu producto, podrás
comenzar a apuntar hacia acuerdos cada vez mayores.
El reto consiste en establecer un proceso mediante el cual un
equipo de ventas de tamaño modesto pueda dirigir el producto
hacia un público amplio. Para ello piensa que a veces el
producto en sí mismo es un tipo de distribución. ZocDoc es una
de las compañías de la cartera de Founders Fund. Esta empresa
ayuda a la gente a encontrar y concertar citas
médicas online cobrando a los doctores por incluirlos en su red
de contactos. Añadir médicos a la red aporta siempre valor al
producto de cara a los consumidores, y por eso esta empresa
cuenta con un equipo interno dedicado exclusivamente a
contratar a vendedores.
Entre la venta personal y la publicidad tradicional hay una zona
muerta con la que tienes que contar teniendo en cuenta el
precio de tu producto. Así, el marketing y la publicidad
funcionan para productos de precio relativamente bajo y
atractivo de masas que carecen de métodos de distribución
viral. La publicidad funciona con las startups solo cuando tus
costes de adquisición de clientes y el valor del ciclo de vida del
cliente hacen que cualquier otro canal de distribución resulte
antieconómico.
A este respecto, un producto es viral si impulsa a los usuarios a
invitar a sus amigos a que también se conviertan en usuarios. El
bucle viral ideal debería ser tan rápido y fluido como sea
posible. En PayPal nos enfocamos en los usuarios más valiosos
para dominar el segmento más importante de un mercado con
potencial viral. Por eso optamos por los vendedores
profesionales de subastas de eBay, ya que compraban y vendían
constantemente, lo cual se traducía en un flujo constante de
pagos, justo lo que nosotros buscábamos. Si consigues que un
solo canal de distribución funcione, tienes un gran negocio. Si lo
intentas con varios pero no consigues ninguno, estás acabado.
Tu empresa tiene que vender algo más que su producto.
También debes vender tu empresa a los empleados e inversores,
y tu venta a los medios de comunicación es una parte necesaria
para lograrlo. Incluso si tu producto específico no necesita
exposición en los medios para conseguir clientes, la prensa
puede ayudarte a atraer inversores y empleados.
Las siete cuestiones
A comienzos de este siglo, todo el mundo coincidía en que el
siguiente gran hito era la tecnología limpia. Tenía que ser así: en
Pekín, los niveles de contaminación eran tan altos que la gente
no podía ver de un edificio a otro. Bangladesh, con pozos de
agua cargados de arsénico, estaba sufriendo lo que The New York
Times definió como “el mayor envenenamiento masivo de la
historia”. Al Gore nos rogó que atacáramos estos problemas
“con la misma urgencia y resolución que en el pasado solo se
había visto cuando las naciones se movilizaban para la guerra”.
La gente se puso manos a la obra: los emprendedores crearon
miles de compañías de tecnología limpia, y los inversores
vertieron más de 50 000 millones de dólares en ellas. Así
comenzó la cruzada para limpiar el mundo.
No funcionó. En lugar de un planeta más saludable, obtuvimos
una enorme burbuja de tecnología limpia. Solyndra es el
fantasma verde más conocido, pero casi todas las empresas
vivieron finales igualmente desastrosos: más de cuarenta
fabricantes de placas solares cerraron su negocio o se
declararon en quiebra solo en 2012. El principal índice de
empresas de energía alternativa muestra la drástica deflación de
la burbuja.
El fracaso de las empresas de tecnología limpia, que en vez de
proporcionarnos un planeta más saludable crearon una enorme
burbuja, ilustra las siete cuestiones que toda empresa debe
responder:
Ingeniería. ¿Puedes crear tecnología punta en lugar de mejoras
incrementales? Las compañías de ingeniería limpia rara vez
produjeron una tecnología doblemente mejor, y menos aún diez
veces superior a la de las tradicionales.
Tiempos. ¿Es el momento adecuado para crear tu empresa? Los
emprendedores de tecnología limpia se esforzaron por
convencerse a sí mismos de que su hora había llegado. Sin
embargo, ni las células cristalinas de silicio ni las modernas
células de capa fina que se usan en la energía solar han
conseguido superar el 25 % de eficiencia en el sector.
Monopolio. ¿Vas a empezar con una cuota de mercado pequeña o
grande? Los ejecutivos insistían en la generosidad de un
mercado energético grande, pero si no puedes monopolizar una
solución única para un pequeño mercado, estarás atrapado en
una feroz competencia. Estas empresas exageraron su
singularidad y la relevancia de su mercado (por ejemplo, el de
energía solar en los EE. UU.) y por eso fracasaron.
Personas. ¿Tienes el equipo adecuado? A la hora de lidiar con
estas empresas, en Founders Fund nos negamos a invertir en
compañías cuyos socios fundadores vistieran de traje en sus
reuniones comerciales. Las mejores ventas son las ocultas, y si
un consejero delegado parece un vendedor, lo más probable es
que sea malo en ventas, y aún peor en tecnología.
Distribución. ¿Tienes un modo no solo de crear, sino también de
distribuir tu producto? Estas empresas cortejaban al Estado y a
los inversores, pero olvidaron a los consumidores. Es lo que le
ocurrió a la empresa israelí de coches eléctricos Better Place.
Pensó que su tecnología hablaba por sí sola y al final la gente no
sabía qué iba a comprar ni las ventajas que le reportaba.
Durabilidad. ¿Puedes defender tu posición en el mercado a diez o
veinte años vista? Estas empresas no previeron la competencia en
la fabricación de los mismos productos, y tampoco se dieron
cuenta de la potencialidad del controvertido fracking, que
provocó una caída del 70 % en el precio del gas entre 2008 y
2013 en los EE. UU. y acabó con la mayoría de los modelos de
negocio de las energías renovables.
Secreto. ¿Has identificado una oportunidad que el resto no ve? Estas
empresas se engañaron al creer que una acuciante necesidad
social de soluciones energéticas alternativas implicaba
oportunidades de negocio para todo tipo de empresas de
tecnologías limpias. Lo realmente bueno para la sociedad es
hacer algo diferente, que es lo que permite que un negocio
consiga beneficios a través de la monopolización de un
mercado.
Conclusión
En las empresas la elección debe hacerse entre estancamiento o
singularidad. La historia puede parecerse más a una alternancia
entre prosperidad y ruina que al estancamiento del desarrollo
que viven en la actualidad los países ricos y a la extinción que
tememos si pensamos en el poder destructivo del armamento
actual.
Sin embargo, existe otra posibilidad, la del despegue, y que es la
más difícil de imaginar porque para conseguir un futuro mejor
tenemos que crear nuestra propia tecnología. Para lograr esta
singularidad no podemos pensar que el futuro acontecerá por sí
solo, sino trabajar para crearlo hoy.
Por tanto, nuestra tarea consiste en encontrar modos singulares
de crear cosas nuevas que harán del futuro algo diferente y
mejor. En suma, pasar de 0 a 1. El primer paso es que pienses
por ti mismo, porque solo viendo nuestro mundo de un modo
diferente, tan fresco y extraño como les pareció a los que lo
vieron por primera vez, podremos recrearlo y conservarlo en el
futuro
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