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guia de español 9- 1 semana el mapa sinoptico

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I.E.D. URIEL MURCIA
SEDE POSPRIMARIA GUADUALITO
Guía de trabajo: Salud publica coronavirus (COVID-19)
Español- Sociales
Jair Alexander Padilla Villadiego
Buen día, la presente guía es para trabajar temas que por cuestiones de salud pública no se pudo
abarcar en aulas de clase, este material es el apoyo para trabajar en sus casas, agradecemos la
comprensión. Estas guías deben tener un breve resumen en sus cuadernos, no es solo tener las
hojas sino también escritas.
GRADO OCTAVO GUÍA DE ESPAÑOL
SEMANA 7 DEL 1 PERIODO ACADÉMICO
CUADRO SINÓPTICO
¿QUÉ ES?
El cuadro sinóptico proporciona una estructura coherente global de una temática y sus múltiples
relaciones ya que organiza la información sobre uno o varios temas centrales que forman parte del
tema que interesa enseñar.
El cuadro sinóptico básicamente cumple con dos propósitos bien concretos, por un lado, la
determinación de los elementos esenciales del texto en cuestión y por otro lado la representación
esquemática de las relaciones que se establecen entre esos contenidos.
¿CÓMO SE DISEÑA?
1.- Como primer paso para hacer un cuadro sinóptico se debe leer y comprender el material
objeto de estudio, se debe familiarizar con el tema y conocerlo de manera general.
2.- Cuando este revisando o leyendo el material debe identificar las ideas principales o centrales
por ejemplo si usted está leyendo un libro completo las ideas principales podrían ser los capítulos
(aunque usted podría agrupar las ideas principales de acuerdo a secciones del libro que podrían
ser un grupo de capítulos). La elaboración de resúmenes puede ser útil en este paso. Se debe
eliminar las partes del texto o material que ofrezcan la misma información, es decir eliminar
redundancias.
3.- Sustituir un conjunto de conceptos, objetos, eventos o situaciones por un término más global
que los incluya o describa de manera general. Se debe designar una o varias palabras para
asignarlas a una idea global en lugar de una, enumera los objetos o conceptos uno por uno, esto
es solo agrupar conceptos, objetos o situaciones que compartan características comunes.
4.- Identificar la oración tópico. La oración tópico es la que describe el tema central, la idea más
importante de la que trata un párrafo. Puede estar en la introducción, en el desarrollo de la idea
dentro del párrafo o en la parte de la conclusión de una serie de afirmaciones. En caso que no
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exista como tal, se debe elaborar mediante inferencia. Esta oración tópico será el tema principal;
el cual será el título del cuadro sinóptico.
5.- Relacionar los elementos principales del texto de manera que se puedan organizar. Se debe
identificar que tan generales son los elementos.
Dentro de un texto se encuentran elementos tales como:
–Supraordinados.
Elementos
generales
que
incluyen
otros
particulares.
–Coordinados. Tienen el mismo grado de generalidad. No se incluyen en otros.
–Subordinados. Elementos más particulares que se encuentran englobados dentro de los
supraordinados.
6.- En este paso se debe categorizar las ideas principales identificadas en el material objeto de
estudio y bosquejar el primer borrador del cuadro sinóptico aun con ideas muy generales.
7.- El siguiente paso es agregar las ideas complementarias.
8.- En este paso se debe agregar los detalles de las ideas complementarias.
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La estructura básica del cuadro sinóptico es la siguiente:
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Recomendaciones y consejos:
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Los cuadros sinópticos pueden ser elaborados de manera horizontal de Izquierda a
Derecha, o manera vertical de Arriba a Abajo.
Se pueden utilizar llaves pero esto no es indispensable, solo diferenciar cada nivel y cada
elemento de nuestro cuadro sinóptico y esto se podría hacer también con rectángulos a
alguna otra figura que encierre y distinga cada idea principal, idea complementaria y
detalles.
Utiliza títulos y subtítulos destacados así como contrastes de color y de tipo de letra.
Expresar las ideas en forma sintética y de forma que sea posible captar bien el contenido.
Recuerda que las divisiones y subdivisiones siempre deben ir hacia la derecha y hacia
abajo y que cada idea debe ir en una línea distinta.
Se debe identificar claramente las ideas principales.
Identificar y clasificar los conceptos centrales de manera ordenada.
Ejemplos de cuadros sinópticos
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TALLER
1. De la lectutra de los siguientes textos hacer un cuadro sinóptico.
Colombia, un país donde hasta el
lenguaje se corrompe
El eufemismo nació como fórmula para
no ofender a los demás, pero aquí ya no
es un acto de sutileza.
Antes se denominaba “pornografía” y hoy
le dicen “material explícito para
entretenimiento de adultos”, aunque en
realidad debería ser de adúlteros. Pero es
que tampoco existe ya el adulterio: ahora
lo llaman relaciones impropias, que
algunos no pueden practicar, aunque
quisieran, porque sufren de aquello que
los laboratorios farmacéuticos definen
como “disfunción eréctil”, y que
antiguamente se conocía como
impotencia.
La historia es esta: hace unas cuantas
semanas, a raíz de mi crónica sobre los
lugares comunes, las frases de cajón y las
expresiones trilladas que se volvieron un
sustituto del habla espontánea de la gente,
varios lectores de este periódico me
sugirieron escribir una segunda parte
sobre los eufemismos que están acabando
con el venerable idioma castellano.
Antes de seguir adelante, vale la pena
dejar en claro que un eufemismo es la
forma de guardar las apariencias, de dorar
la píldora, de disimular. Eufemismo es
decirle “malversación de recursos
públicos” a lo que antes se llamaba
peculado, y definir a su autor como un
“defraudador del erario”, cuando para eso
existe una sola palabra en castellano:
ladrón.
Entre la vaca y el perro
Cuando yo era niño –hace ya tanto tiempo
que en esa época el tacón de los zapatos
se usaba adelante–, las señoras refinadas,
que presumían de finolis, para que no las
creyeran vulgares, le decían “líquido
perlático de la consorte del toro” a lo que
simplemente se llama leche.
Después supe que esa manera de decir las
cosas con cierto aire de vergüenza, para
evitar lo que podría parecer crudo o
desagradable, se llama eufemismo. Más
tarde aprendí en el colegio que la
palabrita procede de dos raíces griegas,
que significan “hablar de modo correcto”,
lo que demuestra que un eufemismo es
exactamente lo contrario de una
blasfemia. No es gratuito que la palabra
haya nacido de las tradiciones religiosas.
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Lo malo es que, con el paso del tiempo, el
eufemismo se fue volviendo tan
hipocritón que le cambió el sentido al
lenguaje. Por ejemplo: a mi tía Josefina,
que era remilgada, le gustaba citar con
frecuencia un proverbio viejo y socorrido,
pero le parecía impropio de una dama el
uso de la palabra “capar”.
–Al mamífero canino –susurraba mi tía–
le hacen esa intervención quirúrgica una
sola vez.
Sin embargo, como suele suceder con
todas las imposturas, el alacrán termina
por morderse su propia cola: con los
eufemismos sucede lo mismo que con el
caballero calvo que se pone una peluca
para esconder la calvicie, pero mientras
más peluca se ponga, más se le nota la
calva. Es lo que ocurre, también, con las
señoras que se tiñen las canas.
¿Candor, pudor o cinismo?
Yo sé que muchos abusan del eufemismo
porque creen que los hace parecer
exquisitos. Hay otros, más inocentes, que
lo utilizan por decoro. Pero los peores son
aquellos que, cargados de cinismo, se
escudan en tapujos para encubrir la
gravedad de las cosas que pasan.
En ese último sentido, hay una expresión
colombiana que se merece la medalla de
oro de la infamia y el trofeo olímpico de
la maldad. Me refiero a “falso positivo”.
Al asesinato cometido por agentes del
Estado, a mansalva y en descampado,
aquí lo bautizamos “falso positivo”. Me
estremezco hasta la raíz del pelo con solo
pensar en lo que habría sido un verdadero
negativo.
En cambio, el campeonato mundial de la
barbarie y el diploma de honor de la
villanía se lo gana la guerrilla, que le puso
“pesca milagrosa” al secuestro colectivo
en las carreteras, como si fuera un
prodigio bíblico. Ni ‘falso positivo’ ni
‘pesca milagrosa’ tienen comparación con
nada en el mundo. ¿Cuál de las dos es
peor? Las dos son peores. Lo cual
confirma que todos los criminales son
iguales, vengan de donde vengan.
Últimamente se ha impuesto la moda de
llamar “interrupción del embarazo” a lo
que no es más que un aborto. Y se
considera que el concubinato es un
matrimonio experimental. A los gordos
nos ofenden con el ultraje de llamar
“persona estilizada” a esos flacos
desgarbados que usan ropa de marca.
Entiendo perfectamente que los tiempos
cambian y las costumbres también. El
lenguaje es dinámico y palpitante. Pero es
que del diluvio de eufemismos que nos
está cayendo encima ya no se escapa ya ni
el vocabulario de los abuelos. A las viejas
zorras –y conste que me refiero a las
carretas tiradas por caballos o mulas–
ahora les dicen “vehículos de tracción
animal”. Supongo que una bicicleta viene
siendo un vehículo de tracción humana.
Política y deportes
En estos tiempos no hay ninguna
actividad colombiana que esté a salvo de
los eufemismos, trátese de la política o
del deporte. Los pandilleros de antes
ahora son ‘bacrim’ y en el Senado de la
República les dicen “migrantes internos”
a los que conocíamos como desplazados.
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En el fútbol la cosa es menos trágica y
más cómica. Para los narradores radiales
no existe el cuerpo humano. Cuando un
jugador rueda por el campo lo que cae es
“su humanidad”. Y si algún adversario
malévolo aprovecha la caída para darle
una patada en la espinilla, lo que dicen es
que “le propinó un puntapié en la
extremidad derecha”. Antiguamente,
vigilar con especial esmero a un rival
habilidoso era “marcarlo”. Ahora es
“referenciarlo”.
Las reuniones sociales son el caldo de
cultivo donde el eufemismo se explaya
como la verdolaga. Ya no existe el
aburrido aquel de todas las fiestas; ahora
se llama “introvertido”. Y lo que era una
hipocresía ahora es una sutileza.
Los periodistas ya no hablamos de la
Fiscalía General porque ahora se llama
“el ente acusador”, uno de los
eufemismos más feos que haya oído en
mi vida, y hasta confuso: cuando lo oigo
mencionar pienso que están hablando del
lente acusador, como si se tratara de una
de esas cámaras indiscretas que ponen en
la televisión.
Borrachos al volante
Las palabras más viejas y entrañables han
ido desapareciendo ante semejante
avalancha. La familia, por ejemplo, en
estos tiempos es conocida como núcleo
primario de la sociedad. Hasta hace poco
me decían viejo, pero ahora me dicen
caballero de la tercera edad. Lo malo es
que ni siquiera supe en qué momento se
acabó la segunda.
Desde que el senador Merlano hizo lo que
hizo aquella noche, las tragedias
provocadas por los choferes borrachos se
han multiplicado. Una de ellas, entre las
peores, es que ya no se llaman choferes
borrachos, como es su nombre castizo,
sino ciudadanos que conducen bajo la
influencia del alcohol. O pasados de
copas. De donde uno podría suponer que
el abstemio, en consecuencia, es un
anticipado de copas.
Ya no los llevan a la cárcel sino a sitios
de rehabilitación social, y ya no se llaman
presos sino internos. Tanto, que a mí me
da pena contar que estudié toda la vida
interno. A los muchachos les aplican
correctivos en vez de los antiguos
castigos. Al plagio se le llama
coincidencia. No existen los manicomios
sino los centros de rehabilitación mental.
La antigua y apreciada maquilladora se
transformó en cosmetóloga, tal como el
venerable peluquero acabó convertido en
estilista.
De profesiones y oficios
Parece un chiste, pero el asunto está
adquiriendo proporciones de catástrofe
bíblica. Cuando yo trabajaba en la radio,
había un empleado joven y con
ambiciones –lo que ahora se llama “con
emprendimiento para empoderarse”– que
mandó imprimir unas tarjetas personales
en las que puso que su oficio era
“ingeniero de comunicaciones y reparto
de documentos”. Se trataba del
mensajero.
Pues bien: al vendedor ambulante le están
diciendo últimamente “distribuidor
informal” y he visto contratos en los que
las empresas de aseo identifican a sus
propios barrenderos como “técnicos
sanitarios”. Y a la basura callejera le
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pusieron un nombre elegante: residuos
sólidos urbanos.
Sin embargo, todo eso se queda chiquito
ante lo que acaba de pasar en un edificio
de Bogotá. La administradora, primorosa
ella, envió una circular a los inquilinos
para informarles que se acababa de
producir “el retiro voluntario del
distribuidor interno de recursos
humanos”. Hubo alarmas, consultas,
asambleas, juntas extraordinarias, debates
acalorados, revisaron diccionarios y
gramáticas, hasta que el viejo portero, al
que ahora le dicen conserje, les explicó lo
que había ocurrido: que renunció el
ascensorista.
La vida laboral se llenó de esas maromas
verbales. El vendedor es ahora asesor
comercial, los trabajadores son capital
humano, los productos de mala calidad se
disfrazan como mercancía de bajo
presupuesto y el despido masivo pasó a
llamarse ajustes en la nómina.
Epílogo
El eufemismo nació como un recurso de
la delicadeza humana para no ofender a
los demás, pero ya no es un acto de
sutileza sino una máscara. Fue por eso
que Hannes Mäder escribió: “Todo el que
pretende imponerle su dominio al
hombre, empieza por apoderarse de su
lenguaje”.
A la antigua quiebra le dicen falta de
liquidez o trastornos en el flujo de caja.
Al soborno lo llaman sobresueldo.
Confieso que hace un par de meses, en
medio del escándalo suscitado por los
abusos de la empresa Interbolsa, sentí
indignación y repugnancia cuando leí una
noticia en la que se decía que las
autoridades habían descubierto “una
contabilidad indebida con el recurso de
los inversionistas”. Eso se llama estafa.
El lenguaje cambia porque cambian los
valores. Aparecen nuevas palabras porque
hay una nueva ética, relajada y tolerante,
que necesita disimulo, tapabocas y
disfraces. También el lenguaje se nos
volvió solapado.
JUAN GOSSAÍN
ESPECIAL PARA EL TIEMPO
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Descubra por que el lenguaje es el
juguete mas divertido del mundo
Juan Gossain le cuenta las bromas que se pueden hacer y las locuras que puede armar con
palabras.
Está lloviendo sobre Cartagena. Al otro
lado de la calle se extiende la bahía,
rodeada de edificios, pero desde mi
ventana no se ve el mar porque la bruma
ha cubierto el mundo. De repente siento
que entra una bocanada de petricor que
sube desde el suelo empapado. Petricor.
Qué palabra tan bella y expresiva. Nació
hace más de mil años. Pero ya nadie la
usa. Ya ni siquiera figura en el diccionario
de la Real Academia Española.
Para no seguirle dando vueltas al tema,
déjenme decirles que petricor, de raíces
griegas, es el aroma penetrante, mitad
caliente y mitad frío, que produce el agua
de lluvia cuando cae sobre suelo caliente
bajo el sol. Es una vaharada que a mí me
hace evocar con nostalgia los años de la
infancia en San Bernardo del Viento.
“El idioma castellano no está hecho para
que algunos
profesores perversos se dediquen a
ponerles tareas interminables”
Si ustedes supieran lo que uno puede
entretenerse mientras juega con el
lenguaje, con sus sorpresas y curiosidades,
con las bromas que se pueden hacer, con
las locuras que se pueden armar. Se me ha
ido media vida diciendo que el idioma
castellano no está hecho para que algunos
profesores perversos se dediquen a
ponerles tareas interminables y aburridas
a los muchachos, sino para que se diviertan
entre todos
inesperados.
con
los
hallazgos
más
La sastra y el usitado
¿Ustedes me creerían si les digo que la
palabra sastre tiene su femenino en las
páginas del diccionario? Confieso que yo
no lo sabía. Sastra se llama en castellano la
mujer que tiene por oficio cortar y coser
vestidos. También se le dice así a la esposa
del sastre.
La palabra no es ninguna novedad, como
que tiene más de quinientos años de
existencia, pero los americanos, en vez de
usarla, porque no la conocemos, hemos
resuelto inventar varios sustitutos:
modista, diseñadora, costurera. Los
españoles, en cambio, la usan mucho, como
puede verse en los créditos de sus películas
y obras de teatro.
Son tantas las palabras que ya no existen.
Murieron de viejas. Dales, Señor, el
descanso eterno, y brille para ellas la luz
perpetua. En los orígenes de nuestro
idioma, cuando los frailes estaban
inventando el lenguaje entre las sombras
nocturnas del monasterio de San Millán de
la Cogolla, la palabra deturpado se usaba
para describir lo feo, manchado o deforme.
Todavía aparece registrada.
I.E.D. URIEL MURCIA
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Miren ustedes este fenómeno tan curioso:
en muchos casos, para expresar la idea
contraria de lo que significaba una
palabra, bastó con anteponerle el prefijo
in. Los ejemplos abundan: usitado era lo
que ocurría con frecuencia, lo constante, lo
permanente. Entonces se creó inusitado
para designar lo contrario, lo excepcional,
lo que es poco frecuente.
estaba olvidando que ya no se llama
“cómplice”
sino
“auxiliador”.
Lo mismo sucedió con sólito y su contrario,
insólito. Lo curioso, vuelve y digo –es decir,
lo insólito– es que con el paso de los años,
nadie volvió a emplear la original sino su
derivado. Ya nadie se acuerda de usitado
ni de sólito.
En ese sentido, “estiró la pata” es el
disfemismo más común y grotesco para
decir que alguien murió. Disfemismos
famosos son “caja tonta” por televisor,
“comida chatarra” por hamburguesa,
“matasanos” por médico.
El disfemismo
Todo el mundo sabe que un eufemismo es
la manera suave y decorosa de expresar
una idea. La forma delicada con un poco
de disimulo y algo de rebuscamiento. En
Sincelejo todavía recuerdan a un
distinguido ganadero que se las daba de
refinado y se refería a la leche llamándola
“líquido perlático de la consorte del toro”.
El pobre Fernandito…
“Los colombianos estamos abusando de la
delicadeza del pobre eufemismo
para volverlo cínico y desvergonzado”
El eufemismo perfecto es afirmar que
alguien “pasó a mejor vida” en lugar de
decir que murió. Hay otra expresión
conmovedora en ese mismo territorio de la
muerte: “jardín de paz” en lugar de
cementerio.
Lo malo es que los colombianos estamos
abusando de la delicadeza del pobre
eufemismo para volverlo cínico y
desvergonzado. Fíjense que a la corrupción
ahora
le
dicen
“sobresueldo”
o
“rebusque”. Hasta el idioma se nos está
corrompiendo, convertido en cómplice de
los delincuentes. Ay, caramba: se me
Muy bien: ya sabemos que existe el
eufemismo en el lenguaje. Lo que no sabe
la gente es que también existe la idea
opuesta, que es el disfemismo, la forma de
expresarse con la mayor brusquedad
posible.
Estaba yo como en tercero de bachillerato
cuando escribí, para la clase de español y
literatura, un cuento que decía más o
menos así: Fernandito era un muchacho
muy inquieto al que, un día, se le metió en
la cabeza la peregrina idea de aprenderse
de memoria el diccionario de la lengua
castellana.
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Cuando Fernandito iba por la letra f ya se
estaba volviendo loco. Cuando llegó a la m
dormía con los ojos abiertos y hablaba a
solas en los rincones. Pero cuando llegó a la
p hizo uno de los descubrimientos más
importantes de su vida: encontró el
vocablo paronomasia, que es la similitud
existente entre dos palabras que pueden
confundirse, como ocurre con fósil y fusil,
corbata y corbeta, fragata y fogata o con
un catarro y una cotorra. Los escritores
del Siglo de Oro –Cervantes y Quevedo
entre ellos– llamaban agnominación a esa
semejanza de las palabras.
Entonces fue la hecatombe. El acabose del
pobre Fernandito. Se dedicó a buscar
paronomasias en cuanto libro tropezaba,
hasta que ya no pudo distinguir un
ventrículo de un ventrílocuo, y creía
sinceramente que una cañada era la mujer
de su hermano y que una cuñada era una
pequeña corriente de agua. Se le enredó el
cabotaje con el sabotaje y sostenía
tercamente que la disentería es el
consultorio donde le arreglan los dientes a
uno.
Ráfaga de autopistas
Entonces llegó la hora en que el pobre
Fernandito no solo confundía las palabras,
sino que se le dio por leer al revés, de
derecha a izquierda, y su desgracia fue
peor. Ya no supo si lo que decía en el texto
de biología era lámina o animal. En el
colmo del delirio, mezcló también las ideas
implícitas en cada vocablo hasta creer que
un plomero y un sicario son la misma cosa.
La idea de volverse loco le causó tanto
terror que se dedicó a la bebida. Un día,
mientras almorzaba pastas italianas,
Fernandito pidió una garrafa de vino
blanco. Luego otra y otra más. Al final
acabó tomándose una ráfaga de garrafas.
Metió la cara entre las manos. Se puso a
llorar con profunda tristeza. Se dijo para
sus adentros:—Y pensar que, después de
tantos sueños y tantas ilusiones, la única
diferencia entre una autopista y un utopista
es una mísera vocal.
La verdad sobre la W
No vayan a pensar ustedes que, en materia
de lenguaje, solo las palabras tienen vida
propia y su ángulo divertido. Hasta las
propias letras lo tienen. Y no hay que
olvidar que las letras son el principio de
todo.
Vean este ejemplo: de veintisiete letras que
tiene el alfabeto castellano, hay seis que, si
están escritas en mayúsculas, se leen igual
con la cabeza para arriba o para abajo: H,
I, O, S, X y Z. Y solo dos de ellas son
consecutivas en el orden del abecedario, la
H y la I. Son vecinas.
La W es cuento aparte. Su origen está en
los antiguos pueblos germánicos. No solo es
extraña a nuestro idioma, en el que se usa
poco, sino que, además, tiene una trágica
historia de amor y dolor. Después de
muchos años, por fin pude establecer la
verdad.
Resulta que, en sus comienzos, la W era
simplemente una M normal que tenía
amores con una I que había sido modelo.
I.E.D. URIEL MURCIA
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Una relación tempestuosa porque la I,
vanidosa como ha sido siempre por su
delgadez, se burlaba de ella, la llamaba
gorda, ancha, abierta de piernas. Hasta
que, un día, la M descubrió que la I le
ponía los cuernos con una Ñ aristócrata,
orgullosa de su abolengo, que se la pasaba
pregonando que ella es la única letra que el
castellano ha aportado a la vida humana.
Abatida por la decepción, la pobre M
resolvió suicidarse lanzándose a la calle
desde la azotea del mismo edificio en el
que, por macabra coincidencia, sesionaba
la Academia de la Lengua. Cayó de cabeza
sobre el pavimento, y vean ustedes como
quedó, con las patas para arriba.
El perro chino
Ya no me queda duda: a mí me persigue el
destino. Mientras estoy acabando de
escribir esta crónica, voy al supermercado
de la esquina a comprar una leche que me
encargó mi mujer. Hago fila en la caja
registradora. Entonces veo, al lado de la
caja, un perrito de felpa, color café, con
cara sonriente.
El perro lleva, colgado del cuello, un
cartelito que dice: “Utilice bajo la
supervisión de un adulto hecho en China”.
Pensé comprárselo a mi nieta, pero dónde
consigo yo un adulto hecho en China.
(Miren ustedes la enorme importancia de
un mísero puntico).
Falta tanto por decir sobre la diversión del
lenguaje que un día de estos volveremos a
hablar del tema. No se imaginan ustedes lo
que le ocurrió al gran Ptolomeo por andar
con ese nombre. Ni la historia fascinante
de las palabras más feas, más bellas, más
largas, más cortas, más extrañas del
idioma español.
Epílogo
El juguete de las palabras es tan infinito y
tan universal que puede mezclarse, incluso,
en dos idiomas diferentes. Les voy a poner
un ejemplo. Uno solo. Hay dos actrices, la
una de cine y la otra de televisión, que
pertenecen a la misma familia sin saberlo.
Fui yo, en mis ratos de ocio dedicados al
estudio de la genealogía universal, quien
descubrió su parentesco.
La una es colombiana y la otra,
estadounidense. Sus abuelos comunes
fueron hoteleros, como lo demuestran sus
apellidos. Son Fabiola Posada y Jane
Fonda.
Lo cual me indica, ahora que caigo en la
cuenta, que ni yo mismo me escapo de esa
sentencia: con la edad que tengo, y lo
desgastado que estoy, ya no debería
llamarme Gossa-in sino Gossa-out
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2. Realice un cuadro sinóptico por cada tema
a. La literatura precolombina
b. Coronavirus
c. Globalización
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