LECTURA 1: EL PENSAMIENTO Y HABILIDADES DEL ABOGADO. El Abogado, es el profesionista altamente capacitado en las diversas ramas del Derecho, siendo así capaz de planear, prevenir, negociar y solucionar todo tipo de situaciones en el campo jurídico, representando con calidad, ética y eficiencia a las personas físicas y morales ante las diferentes instancias, todo ello en el contexto de las nuevas tendencias, retos y oportunidades que entraña el mundo globalizado. Habilidades Asesorar y/o representar en materia jurídica los intereses de personas, instituciones y organismos internacionales, federales, estatales y municipales; públicos y privados. Representar a las empresas a fin de prevenir y solucionar problemas, al interpretar y aplicar las disposiciones jurídicas. Dar asesoría jurídica en el proceso legislativo de los problemas que requieran de una normatividad, y aplicar los procedimientos jurisdiccionales ante los diversos órganos de impartición de justicia. Elaborar la planeación jurídica de acciones financieras y bursátiles. Negociar en controversias de carácter internacional. Desempeñar la actividad docente y utilizar eficientemente los recursos informáticos. Resolver la problemática jurídica que plantea la realidad regional a partir de los cambios generados por la globalización. Desarrollar una sólida ética profesional, un sentido de la justicia con equidad y realizar investigación jurídica. Preferentemente haber cursado materias históricas, lingüísticas y jurídicas en su bachillerato. Razonamiento lógico. Dominio del lenguaje, facultad para la expresión de sus ideas. Hábito o aptitud para la comprensión de lectura. Aptitud para relacionarse con otras personas. Capacidad de trabajo en equipo. Relación adecuada con las figuras de autoridad. Pensamiento crítico respecto del funcionamiento de las instituciones sociales. Sentimiento de solidaridad. Vocación conciliadora. Habilidad para entablar relaciones interpersonales. Para coordinar personas y grupos. Para la búsqueda de soluciones alternativas. Para la comunicación oral y escrita. Capacidad de análisis y síntesis. Liderazgo y comunicación. Tener iniciativa, sensibilidad hacia los problemas sociales, una actitud ética y espíritu de investigación. Capacidad para escuchar a sus semejantes para encontrar puntos de negociación. Habilidad para utilizar las tecnologías de la información y las comunicaciones más avanzadas. Adecuado uso de la comunicación verbal, corporal y escrita para comunicarse correctamente. Habilidades del pensamiento. Las habilidades del pensamiento permiten desarrollar un lenguaje con matices personales, ligados a cierta originalidad, que le será útil para pulir, refinar y perfeccionar una tarea. Estas habilidades les proporcionarán la posibilidad de proponer alternativas de solución a problemas planteados, comparar modelos, formular modelos alternativos, proponer modelos originales. Es importante destacar el hecho de que las habilidades de pensamiento están ligadas a un conjunto de actitudes de las que se tienen que dar cuenta o estar conscientes para manejarlas a voluntad, estas actitudes son apertura, gusto, compromiso, autoconfianza, rigor y reflexión, orden, autocorrección analítica, etc. La Inteligencia Lingüística, por su parte, hace mención a la sensibilidad especial hacia el lenguaje hablado y escrito. Considera a esta inteligencia ligada a la capacidad para aprender idiomas y emplear el lenguaje para lograr determinados objetivos. Abogados, oradores, escritores, y poetas. La carrera y en específico esta materia, busca y persigue potenciar las habilidades cognitivas del estudiante por medio de estrategias específicas que favorezcan el desarrollo de su pensamiento crítico y creativo para la solución de problemas. El futuro Abogado debe conocer y comprender los conceptos de inteligencia, creatividad, innovación, el funcionamiento básico del cerebro, pensamiento divergente, pensamiento convergente e inteligencia emocional, así como las operaciones formales del pensamiento. La conducta crítica. La criticidad es la potencialidad o tendencia a conocer la realidad con verdad. La conducta viene a ser el modo de actuar del individuo y el conjunto de acciones que lleva a cabo para adaptarse a su entorno. La conducta es una respuesta a una motivación en la que están involucrados componentes psicológicos, fisiológicos y de motricidad. La conducta del individuo, considerada en un espacio y tiempo determinados, se denomina “comportamiento”. La conducta ha sido objeto de estudio de la psicología desde sus inicios. John B. Watson, representante de la psicología de la conducta o conductivismo, postulaba que la psicología, en lugar de basarse en la introspección, debía limitar su estudio a la observación del individuo en una situación determinada. Toda conducta está determinada por múltiples factores: los genéticos o hereditarios y los situacionales o del medio. Los primeros hacen referencia a la conducta innata (instintiva) que existe en el individuo al nacer; los segundos, a la conducta concreta que se da ante una determinada situación (aprendida). Durante mucho tiempo se pensó que gran parte de la conducta humana era instintiva: el individuo a lo largo de su vida llevaba consigo un repertorio de respuestas organizadas que se adecuaban a las diferentes situaciones. Hoy sabemos que a los instintos se superponen las respuestas aprendidas, y que la conducta instintiva es características de las especies animales, aunque éstas puedan también desarrollar pautas de conducta aprendidas. La socio biología es la ciencia que estudia las bases biológicas de la conducta social en los animales. El estudio de la conducta no se limita a investigar la evolución de ciertas etapas formativas en el individuo, como la infancia o adolescencia, sino que va unida a su desarrollo físico desde el nacimiento hasta la muerte. Los retos del abogado. Carlos Carnicer, presidente del Consejo General de la Abogacía Española (CGAE), dijo hoy que uno de los retos de su profesión es mantener la "integridad profesional" mediante la "defensa de la libertad y la independencia permanente". El reto del abogado no sólo implica al abogado en sentido estricto, sino a todos los que, de una manera u otra, hacen cotidianamente del derecho el instrumento de su realización como profesionales y como personas. La Abogacía o profesión de Abogado, tiene una historia de sinsabores: condenadas en la Revolución Francesa, pero más tarde reconocida legalmente por Napoleón, planteando que la orden de los abogados era “uno de los medios más seguros de mantener la probidad, la delicadeza y un celo instruido a favor de los débiles y oprimidos”. La revolución comunista y su pensamiento dogmático consideran a la abogacía como parte de la superestructura creada por las clases dominantes y la condenaron a desaparecer. Si las grandes revoluciones del pensamiento y de las formas de vida de la humanidad han pretendido, primero desconocer la profesión para luego reivindicarla, no es extraño que en la actualidad, que está marcada por el signo del cambio, de la crisis, de la evolución acelerada, de las grandes transformaciones científicas y tecnológicas, nuestra profesión se vea tan cuestionada, tan criticada, y no sólo en México. En nuestras complejas sociedades del mundo moderno, el derecho exige de sujetos, actores y protagonistas que lo operen y actualicen, la presencia de los abogados es entonces un imperativo de la realidad. Tal imperativo, sin embargo, no puede conducirnos al conformismo inmovilista y al silencio cómplice. No deja de resultar, por lo menos incómodo, el considerarse como un mal necesario, como una gravosa herencia con la que la evolución debe cargar al no poder repudiarlo por completo. En encuadramiento debe modificarse; el derecho y sus operadores deben funcionar como agentes del cambio social y no como sus obstáculos; su posición es la vanguardia y no la zaga. De cualquier manera, el desplome de la profesión en cuanto a su consideración y estima social no obedece exclusivamente a condiciones exógenas, ni es solamente el reflejo de la crisis general de las profesiones liberales. En mucho han contribuido los propios abogados al desprestigio de la profesión. Es a nosotros mismos, como los más directamente afectados, a quienes corresponde redimirlas. No es este el momento para intentar un nuevo ensayo sobre la deontología jurídica. Caudalosos ríos de tinta se han escrito sobre ella; la misión del abogado y sus funciones sociales les han sido explicadas, y aún más, exaltadas y hasta mistificadas, con gran número de juristas, escritores y hasta poetas. Los deberes del abogado no son incomprensibles entelequias generadas en la abstracción exacerbadas. Por el contrario, provienen del sentido común y de la naturaleza misma del derecho. Quienes faltan a ellos lesionando nuestra profesión, no lo hacen por ignorancia o ingenuidad sino guiados por los más egoístas y retrógrados intereses. No llama la atención que exista en el gremio tan desviadas conductas y torcidas actitudes, que después de todo, lo que evidencias son las miserias y debilidades propias de los hombres. Lo que verdaderamente preocupa es que la organización gremial no haga nada verdaderamente serio, puntual y concreto por corregir y procurar impedir tales comportamientos. No se requiere de más códigos de ética, las normas de conducta deben convertirse en normas jurídicas perfectas oponibles a todos los miembros de la profesión de abogado, normas que deben ser ejecutadas con energía y supervisadas por el propio gremio. Por otra parte, la garantía constitucional sobre la libertad de trabajo, no debe seguir siendo mal interpretada para encontrar en ella sólo el pretexto de nuestra complacencia y contemporización. La rectificación está en nosotros mismos, pero sobre todo en las nuevas generaciones de licenciados en derecho. Requerimos abogados por vocación y no por exclusión; estudiantes de derecho movidos por los valores de la justicia, la paz y la libertad y no por su incapacidad de entender otras áreas de la ciencia o motivados por una muy supuesta y perniciosa concepción de lo fácil que resulta convertirse en abogado. Las nuevas generaciones de abogados deben tener un esquema mental moderno; abierto al cambio; capaz de advertir con puntualidad e interpretar con precisión las vertiginosas modificaciones de la realidad mundial y nacional. A los profesionales del derecho corresponderá intervenir en la creación de las normas jurídicas mediante las cuales se impulsen nuevas realidades; sean enderezadas las que ya existan o se reconozcan las ya generadas pero ignoradas por el orden jurídico. Requerimos de juristas que haciendo progresar la ciencia del derecho mediante la generación de conocimiento nuevo, privilegien la reflexión sobre los retos y problemas nacionales; aporten soluciones imaginativas y novedosas y propongan a partir del derecho comparado fórmulas viables y vanguardistas que nos permitan ensanchar el horizonte y nos impidan reincidir en probados errores. La formación del abogado lo habilita en la capacidad para la compresión del fenómeno político y de las relaciones sociales. Sin tales habilidades, el empleo del método y la técnica del derecho serían incomprensibles. Tan amplio espectro, coloca al abogado en inmejorable posición para ejercer la crítica; para llamar la atención sobre los desvíos en el ejercicio del poder político, para encauzar la ruta e impulsar las grandes transformaciones dentro de la paz y la libertad. La mentalidad del abogado. A los abogados, incluyéndonos en el gremio, nos falta una clara mentalidad empresarial para hacer frente al reto propuesto por los ponentes en su trabajo, corporativismo como la unión con otras personas y profesionales; medios técnicos, infraestructura, bibliotecas, bases de datos jurídicas; y de proyección de marketing. El empresario per se tiene una mentalidad de riesgo de la carece en muchos casos el abogado. Los abogados no tenemos una patente para desarrollar un producto, ni en muchos casos clientes fijos en el que desarrollemos gran parte del trabajo, la más de las veces son clientes esporádicos. Las estructuras de los despachos o bufetes deberían cambiar y reorganizarse en muchos casos. Los despachos deberían diversificar el riesgo, ofrecer servicios no sólo de asesoría y defensa jurídica. Las inversiones económicas por tanto serían elevadas para la creación de despachos y para esto es necesaria la unión no sólo de conocimientos, en nuestro caso jurídico, sino de recursos económicos. Hasta hace unos pocos años, los despachos contaban con una computadora, hoy se puede afirmar que son los menos los despachos que no cuentan con una infraestructura informática de red local (intranet), o externa a través de Internet, con publicaciones, páginas Web propias, siendo esto el principio para una correcta organización, pero para ello debemos poner los primeros pilares. Junto con el prestigio poco favorable que tenemos los abogados, los recién egresados o licenciados que quieren ejercer la profesión por primera vez, su preocupación es encontrar un despacho para poder realizar una pasantía y una vez que lo encuentra, el siguiente paso es crear su propio despacho o asociarse para tal efecto. La fórmula de los grandes despachos, han intentado solventar este problema fomentando entre las nuevas incorporaciones la posibilidad de llegar a ser socio de la firma, pero esto ha generado una carrera interna, muchas veces arropada de obstáculos. La motivación del abogado. La Motivación, es la causa del comportamiento de un organismo, o razón por la que un organismo lleva a cabo una actividad determinada. En los seres humanos, la motivación engloba tanto los impulsos conscientes como los inconscientes. Las teorías de la motivación, en psicología, establecen un nivel de motivación primario, que se refiere a la satisfacción de las necesidades elementales, como respirar, comer o beber, y un nivel secundario referido a las necesidades sociales, como el logro o el afecto. Se supone que el primer nivel debe estar satisfecho antes de plantearse los secundarios. Es al segundo nivel al que corresponde la motivación de un profesionista, específicamente del Abogado. El deseo de hacer mejor las cosas y lo más rápidamente posible, se puede entender como la tendencia a superare o compartir con uno mismo u otros. La conducta está determinada por: la motivación, las habilidades, las oportunidades. Características de personas con alta necesidad de poder: Buscan el reconocimiento en grupos pequeños. Desean ser líderes. Hacen alianzas de conveniencia con otras personas por su propio beneficio. Intentan convencer y persuadir a otros. Profesiones probables: abogado, político, profesor, psicólogo, economista. No aplican esta necesidad en todos los ámbitos de vida. La actitud del abogado. La Actitud es una forma de motivación social que predispone la acción de un individuo hacia determinados objetivos o metas. La actitud designa la orientación de las disposiciones más profundas del ser humano ante un objeto determinado. Existen actitudes personales relacionadas únicamente con el individuo y actitudes sociales que inciden sobre un grupo de personas. A lo largo de la vida, las personas adquieren experiencia y forman una red u organización de creencias características, entendiendo por creencia la predisposición a la acción. La actitud engloba un conjunto de creencias, todas ellas relacionadas entre sí y organizadas en torno a un objeto o situación. Las formas que cada persona tiene de reaccionar ante cualquier situación son muy numerosas, pero son las formas comunes y uniformes las que revelan una actitud determinada. Un ejemplo clásico en el ejercicio de la profesión de abogacía, es el Secreto Profesional como una actitud permanente del profesionista. Como Abogados que somos, el Secreto Profesional surge como una consecuencia de la existencia de una relación profesional, siendo así un deber, un derecho y por qué no decirlo también se trata de una obligación entre el abogado y su clientela. El guardar el Secreto confiado es fundamental, es una actitud de conciencia que tienen todos los Abogados que poner en práctica, siendo una muestra de su ética profesional, todo cuanto uno conoce sobre las relaciones del cliente, sus actos o su proceder, sea dentro o fuera del ejercicio profesional, tendrán necesariamente que guardarse en reserva, con total prudencia y discreción y no solo por no perjudicar al cliente, sino como ya se ha establecido, por que el Secreto es garantía de la Seguridad Social que tanto anhelamos sea de estricto cumplimiento en nuestro medio, teniendo el pleno conocimiento de que tratar ser prudentes es el resultado de un arduo trabajo, pero que poco a poco lo conseguiremos, pues no se trata de un imposible. Planes y metas del abogado. Un plan de acción, es un modelo sistemático que detalla qué tareas se deben llevar a cabo para alcanzar un objetivo, para lo cual se establece metas y tiempo de ejecución. Corresponde a las decisiones de tipo táctico-operativo que una organización se propone efectuar para alcanzar sus objetivos o desarrollar su estrategia. Las metas son las herramientas que nos permiten lograr lo que deseamos, según las define la psicóloga Ana Simó. Así pues, el establecimiento de las mismas y su cumplimiento son la manera de asegurarnos una existencia satisfactoria. Las metas son una decisión consciente del individuo y dependen fundamentalmente de él. Para lograr las metas es necesario desarrollar una personalidad productiva y tener una moral sólida, de manera que sus proyectos no dañen a usted mismo ni a los demás. Debe estar consciente de que si hace un buen plan y establece un procedimiento para el logro de esa meta, triunfará. Esto no quiere decir que lo hará solo, ya que se va a apoyar en otras personas y recursos. Esta definición se puede traducir perfectamente en la actividad profesional y actitud del profesionista abogado. Los valores en el abogado. Al menos desde los orígenes de la teoría del valor, hacia fines del siglo XIX, el espectro de valores ha sido considerado muy amplio. En general, allí se estima que es valioso, lo que, hablando de manera redundante, "vale". En este sentido, vale lo espiritual, lo bello o estético, lo vital, lo útil, lo bueno y lo justo. Para estos teóricos finiseculares, cuadra el distingo entre "ser" y "valer". Las cosas son, y la belleza- digamos- no es, sino que vale. Por tal motivo, lo ontológico, o relativo al ser, camina de modo paralelo a lo axiológico, o relativo al valor. Los valores tienen, como entorno de lo ético quedó apuntado, polaridad. Son entidades, si así puede denominarse para comprender, que frecuentan el antagonismo de los contrarios. Lo sagrado se contrapone a lo profano. Lo bello a lo feo. Lo sano a lo enfermo. Lo útil a lo inútil o deleznable. Lo justo a lo injusto. Lo bueno a lo malo. Así, esta polaridad tiene su aspecto positivo y la contrapartida negativa. Además, en este contexto se habla de "escala de valores". No es lo mismo optar por lo "útil", desechando lo "bello", que la conducta contraria. Pareciera que todos estamos como predispuestos a sentir -y esta palabra tiene implicancias importantes- que un cuadro de Leonardo vale más que un artefacto técnico de nuestra época. Que la ayuda a los inocentes vale más que la ayuda a los malvados en consideración a que ello me resulta "útil". Y así podríamos seguir. El mantenimiento del prestigio, de la consideración social, de una profesión es clave para que no disminuya su demanda social. Realidad y percepción social a menudo discrepan. Cuando la identidad (la realidad) y la imagen (la percepción social) de un colectivo profesional no se corresponden, el colectivo en cuestión tiene un problema de imagen, de posicionamiento en la sociedad. La abogacía tiene un problema de posicionamiento social. Ha comunicado poco su labor y su función social. Este déficit comunicativo ha sido aprovechado por colectivos profesionales especializados y con una mentalidad flexible al cambio y orientado al mercado. Por ello, la abogacía debe gestionar con una orientación estratégica, es decir a largo plazo, su imagen; debe gestionar la marca "abogado".