Subido por Jesus Anderson Garcia

Yo quiero que oigan a los indígenas por Camila Loboguerrero

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"Yo quiero que oigan a los indígenas, a los
campesinos, a los estudiantes, a las madres
solteras, a las mujeres violadas"
por Camila Loboguerrero
En una carta abierta que ARCADIA reproduce, la directora Camila Loboguerrero explica
por qué optó por no asistir a la rendición de conclusiones de la Misión de Sabios, de la que
hizo parte.
"¿Para qué niños estamos soñando? ¿Si los estamos matando, si entre las desalmadas guerrillas, los militares y
los paramilitares los hemos convertido en carne de cañón?", se pregunta Camila Loboguerrero. Foto: Danilo
Canguçu
Con los Sabios
Cuando me llamaron para proponerme hacer parte de la "Comisión de Sabios" pensé,
primero, que era un chiste y, luego, que estábamos muy mal de sabios en el país, para
llamarme a mí que no soy ni teórica ni intelectual, ni mucho menos una sabia, apenas una
mujer tratando tozudamente de hacer películas. Acepté sin hacerme muchas ilusiones. Y ya
en esas, me propuse como único objetivo fortalecer la educación cultural y artística desde la
escuela primaria: aparte de unos cuantos poetas o novelistas de obligatoria lectura en las
escuelas, nuestro pénsum ignora por completo la historia del arte, del teatro o del cine
colombianos. Tengo la firme convicción de que la construcción de una verdadera identidad
nacional pasa obligatoriamente por entender cómo nos hemos representado desde el arte.
El proceso fue muy interesante. Nos reuníamos una tarde cada dos semanas en la
Universidad Javeriana. Discutíamos libremente con doctores en Filosofía y en Música de la
Javeriana y nosotros, los de la praxis: un pintor, un músico, una gestora cultural, un
exministro de Cultura, un inventor y yo, una cineasta. Sin olvidar, claro está, los jóvenes de
Colciencias como apoyo dentro de la metodología de la investigación–creación.
Propusimos poner todo el énfasis en la educación, procurar una formación primaria y
secundaria en el mundo del arte, donde el estudiante conozca y se apropie de su cultura, de
su patrimonio artístico local, regional, nacional y latinoamericano. Por ello, el documento
"de los sabios" busca una mejor educación con mayor inclusión y equidad, tal como quedó
plasmado dentro de la propuesta de crear el Ministerio de Ciencia, Tecnología e
Innovación. Los meses que trabajamos juntos fueron maravillosos y no tengo cómo
agradecerle a mis compañeros todo lo que aprendí de ellos durante el proceso.
Pero luego vino mi crisis de conciencia: qué hacía yo en una comisión (llamada
pomposamente "de sabios"), de la cual se espera que pensemos qué queremos para el país
dentro de 25 años. ¿Pero para qué niños estamos soñando? ¿Si los estamos matando, si
entre las desalmadas guerrillas, los militares y los paramilitares los hemos convertido en
carne de cañón? ¿Si para el gobierno los niños, retenidos a la fuerza y obligados por los
violentos, son solo combatientes para aniquilar? ¿Si a los niños indígenas, los parientes de
"Jaca", mi compañero de sabios y cuota indígena, los aniquilamos a punta de metralleta o
condenándolos a morir de hambre, al fumigar sus cosechas con glifosato, ese pesticida
supuestamente inocuo en palabras de la vicepresidenta, la misma que nos convocó a pensar
en un mejor país? ¿Si vamos a acabar con los campesinos, además de los indígenas?
¿Pensamos un país mejor para quiénes? ¿Para los hijos de ese 1% que maneja el 80% de los
recursos? ¿Para el 1% más rico del país?
Yo quiero que oigan a los indígenas del Cauca. Que oigan a los campesinos. Que oigan a
los estudiantes y a los trabajadores y a los empleados. Que oigan a las mujeres cabeza de
hogar, a las madres solteras, a las adolescentes, a las mujeres violadas, a las que les impiden
practicarse un aborto aduciendo problemas de conciencia, a los gays y a la población
LGBTI, a los que están marchando y cantando. No solamente a los empresarios, a los
políticos profesionales y a los gremios de la industria y el comercio.
Pienso que nuestro indeclinable compromiso como artistas es el de ser incómodos, es el de
hacer preguntas más que dar respuestas. No estamos para celebrar al poderoso sino para
ponernos al lado del rebelde, de la víctima, del olvidado. Afortunadamente, el arte en
Colombia nunca le ha dado la espalda a nuestra realidad: todavía Obregón nos conmueve
con La Violencia y Francisco Norden en Cóndores no entierran todos los días nos recuerda
los tenebrosos años de la Violencia bipartidista, tan bien puestos en escena por La
Candelaria en Guadalupe años sin cuenta, bajo la genial dirección de Santiago García. O
Miguel Torres, que inmortaliza el holocausto del Palacio de Justicia con su magistral
Siempreviva; o Ciro Guerra y Cristina Gallego, que nos muestran cómo empezó nuestra
tragedia del narcotráfico en sus Pájaros de Verano. Para, finalmente, llegar al sin sentido y
la bestialidad de la guerra con Monos de Alejandro Landes.
Por mi parte, la modesta contribución que me correspondió fue la de contar los convulsos
años veinte en Colombia, en torno a la figura trágica de María Cano, mujer rebelde,
perseguida y luego olvidada. La misma que, con una claridad que bien podría aplicarse a
nuestra tarea como artistas en medio de un país tan lleno de contradicciones e injusticias,
dijo: "Yo era la conciencia de un deber para con la patria esclavizada. Y por ella
combatimos, no con las armas pero sí con las ideas."
Por todas estas razones no me sentí capaz de sentarme a manteles con el presidente y la
vice, que solo oyen sus propios discursos. No quería dañarles la cena. Preferí, desde el
silencio y la soledad de la creación artística, mantener alerta la conciencia, avivar nuestro
juicio crítico en procura de esa paz tan esquiva, para ver si algún día podemos pasar la
página de un conflicto que nos desangra hace ya demasiados años.
https://www.revistaarcadia.com/opinion/articulo/camila-loboguerrero-cuenta-por-que-no-fue-ala-rendicion-de-conclusiones-de-la-mision-de-sabios-queintegro/79935?fbclid=iwar2ysufgw27uplftzqb38dqajlfdh7kxhju1sub0ybnntrkgqzskfhzbcyk
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