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el guano y el salitre

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ESQUEMA DE LA EVOLUCION ECONOMICA
I. LA ECONOMIA COLONIAL
En el plano de la economía se percibe mejor en la Conquista que escinde la historia del Perú aparece como
una solución de continuidad.
se analiza el proceso socio-económico peruano partiendo de la economía colonial. El incario desarrolló una
economía socialista, el trabajo colectivo tenía un carácter agrario, con fines sociales en su realización. La
economía feudal implantada por los conquistadores resulta ajena al devenir histórico de estos pueblos,
iniciándose una dualidad entre lo oficial impuesto y lo natural indígena negado. La colonia utilizó el trabajo
colectivo como trabajo forzado en las minas.
II. LAS BASES ECONÓMICAS DE LA REPÚBLICA
se basa en el cómo problema económico-social del indio , Mariátegui ve como un problema
sustancialmente económico cuyo origen está en el injusto régimen de propiedad de la tierra, en el
gamonalismo; intento por solucionar el problema del indio quedará disuelto en el estéril denuncia
lírica o en la prédica oportunista e inconsciente. Terminar con el gamonalismo, con la feudalidad,
significa devolver más que tierras; significará para la raza desposeída su rendición histórica, la
recuperación de su esencialidad moral y su auténtica integración a la vida nacional.
«La solución del problema del indio tiene que ser una solución social conformado por los propios
indios. Este concepto conduce a ver en la reunión de los congresos indígenas un hecho histórico.
Los congresos indígenas, sus primeras reuniones señalaron una ruta comunicando a los indios de
diversas regiones. A los indios les falta vinculación nacional. Sus protestas han sido siempre
regionales. Esto ha contribuido, en gran parte, a su abatimiento.
III.
EL
PERÍODO
DEL
GUANO
Y
DEL
SALITRE
El problema de la tierra: Mariátegui estudia la cuestión agraria unida ineludiblemente a la del indio,
reivindicando el derecho de éste a la tierra, para lo cual era necesario sacarlo del estado de
servidumbre que suponía el feudalismo de los gamonales. Luego, muestra cómo el colonialismo que
destruyó y aniquiló la economía incaica de tipo "comunista", no supo reemplazarla más que con el
feudalismo. ¿Qué le pasó a la comunidad agraria del ayllu? A pesar de las leyes escritas, de las
Leyes de Indias, la comunidad indígena fue despojada por el feudalismo, cuyas expresiones eran el
latifundio y la servidumbre. Mientras que Europa, por el siglo XVIII, tomaba otro rumbo al fortalecerse
y ascender al poder la clase que desplazó y liquidó el feudalismo: la burguesía (la revolución francesa
fue una revolución burguesa). Pero revolución de la independencia hispano-americana «encontró al
Perú retrasado en la formación de su burguesía...» Si bien se abolieron las mitas, se dejó en pie la
aristocracia terrateniente, la que si bien ya no conservaba «sus privilegios de principio, conservaba
sus posiciones de hecho. Seguía siendo en el Perú la clase dominante». Esta clase, apoyada por el
militarismo gobernante, retardó el surgimiento de una vigorosa burguesía urbana. Y recién se intentó
una reorganización gradual de este problema cuando se promulgó el Código Civil (1852), que
favoreció la formación de las pequeñas propiedades, en desmedro de los grandes dominios
señoriales y de la comunidad indígena, al mismo tiempo. No obstante, la pequeña propiedad no
prosperó, y por el contrario el latifundio se consolidó y extendió, siendo la única perjudicada la
comunidad indígena, la misma que, pese a todo, logró sobrevivir.
El latifundio de la costa difería del latifundio serrano; el costeño evolucionó hacia modos y
técnicas capitalistas, en tanto que el de la sierra conservó íntegramente su carácter feudal,
resistiendo a la transformación industrial y capitalista; aún así no logró destruir la comunidad
indígena. El latifundio costeño cada vez más ligado al capital extranjero prefirió desplazar los
tradicionales cultivos alimenticios por el cultivo de algodón de exportación, generando un círculo
vicioso de importación de alimentos y exportación de materias primas.
Indistintamente del tipo de latifundismo, éste impedía el desarrollo del capitalismo nacional, ya
que los terratenientes obraban como «intermediarios o agentes del capitalismo extranjero»; como
una barrera para la inmigración blanca; se oponían a la renovación de métodos, cultivos, etc.; era
incapaz de atender la salubridad rural; particularmente en la sierra el feudalismo agrario se mostraba
del todo inepto como creador de riqueza y de progreso. En una palabra, agrega Mariátegui, «que el
gamonal como factor económico, está, pues, completamente descalificado».
Como a Mariátegui más le importaba seguir (y proyectar para el Perú futuro) la "comunidad
agraria indígena", estudia el destino de ésta bajo el régimen republicano. A pesar de la absorción
feudalista, la comunidad ha subsistido por el espíritu del indio: a pesar de las leyes de cien años de
régimen republicano, no se ha tornado individualista.
IV. CARÁCTER DE NUESTRA ECONOMIA ACTUAL
El proceso de la instrucción pública: Lo analiza estrechamente ligado al económico-social,
como no podía ser de otro modo. Reconoce y analiza las tres influencias en la educación peruana:
la española, la francesa y la norteamericana, estas dos últimas injertadas en la primera. La educación
en la colonia tuvo «un sentido aristocrático y un concepto eclesiástico y literario de la enseñanza»,
en otras palabras, una educación elitista y escolástica. El desprecio por el trabajo, por las actividades
productivas fue alentado por los claustros universitarios incluso luego de producida la
independencia. La República, que heredó las estructuras coloniales, buscó luego el modelo de la
reforma francesa, ya en las postrimerías del siglo XIX. Hasta que la reforma de la segunda
enseñanza de 1902, empezó a reflejar la influencia creciente del modelo anglosajón: sería el primer
paso para adoptar el sistema norteamericano, coherente con el embrionario desarrollo capitalista del
país. Preconizador del modelo yanqui fue el Dr. Manuel Vicente Villarán, cuyas prédicas triunfaron
con la reforma educativa de 1920, por ley orgánica de enseñanza dada ese año, pero como no era
posible, según Mariátegui «democratizar la enseñanza de un país, sin democratizar su economía, y
sin democratizar, por ende, su superestructura política» la reforma del 20 devino en fracaso.
La reforma universitaria merece también la atención de Mariátegui. Hasta el Perú alcanzaron
los movimientos reformistas que se iniciaron en Córdoba, en el año 1918, producto de la «recia
marejada post-bélica», aunque en ese país, en un principio, la ideología del movimiento estudiantil
careció de homogeneidad y autonomía. Los estudiantes de América, querían sacudir el
medioevalismo también de sus casas de estudio. Sus reclamos se basan en la necesidad de que los
estudiantes intervengan en el gobierno de las universidades y el funcionamiento de cátedras libres,
al lado de las oficiales, cátedras de limpios y nuevos conocimientos. En una palabra, querían que la
Universidad dejara de ser un órgano de casta, cesara ese divorcio entre su función y la realidad
nacional y tomara el verdadero rumbo que le era asignado. Con relación a este problema, Mariátegui
nos hace un extenso estudio sobre la reforma en el Perú y la reacción en su contra, las ideologías
que intervinieron en esta pugna: los conceptos civilistas burgueses de Villarán, el aristocratismo
idealista de Deustua, etc. Para Mariátegui, «el problema de la enseñanza no puede ser bien
comprendido en nuestro tiempo —dice— si no es considerado como un problema económico y como
un problema social. El error de muchos reformadores ha estado en su método abstractamente
idealista, en su doctrina exclusivamente pedagógica». No se puede desconocer la ingerencia del
factor económico en la estructuración de planes y programas de enseñanza, en todos los tiempos.
V. ECONOMÍA AGRARIA Y LATIFUNDISMO FEUDAL
El factor religioso: La religión incaica fue un código moral antes que un conjunto de abstracciones
metafísicas. Su iglesia (por llamarla de algún modo) fue una institución social y política, cuyo culto
estaba subordinado a los intereses sociales y políticos del imperio; la iglesia era el estado mismo.
Es lo que se llama Teocracia. Producida la conquista, se impuso el culto católico más que la prédica del evangelio, de modo que el culto pagano de la religión incaica subsistió bajo el culto
católico, fenómeno al que se conoce como sincretismo religioso. El rol de la iglesia católica durante
el virreinato fue de aval del estado feudal y semifeudal instituido. Si bien es cierto que hubo
choques entre el poder civil y el eclesiástico, éstos no tuvieron ningún fondo doctrinal, sino que
fueron meras querellas domésticas. Con el advenimiento de la República no hubo cambio en tal
sentido. La revolución de la Independencia, del mismo modo que no tocó los privilegios feudales,
tampoco lo hizo con los eclesiásticos. El radicalismo gonzalez-pradista surgido a fines del siglo XIX
constituyó la primera agitación anticlerical surgida en el Perú, pero careció de eficacia por no haber
aportado un programa económico-social. De acuerdo a la tesis socialista, las formas eclesiásticas y
doctrinas religiosas son peculiares e inherentes al régimen económico-social que las sostiene y
produce, y por tanto, su preocupación es cambiar ésta y no aquellas.
VI
Regionalismo y centralismo: Este problema, en cierto modo, viene vertebrando todos los
demás. Aunque reconoce que existe, sobre todo en el sur peruano, un sentimiento regionalista, dicho
regionalismo no parece ser más que «una expresión vaga de un malestar y un descontento». En
realidad, el problema se plantea entre Centralismo y Federalismo. El Centralismo se apoya en el
caciquismo y gamonalismo regionales (dispuestos, no obstante, a reclamarse federalistas de
acuerdo a las circunstancias), mientras que el Federalismo recluta sus adeptos entre los caciques y
gamonales en desgracia ante el poder central. Ciertamente, uno de los vicios de la organización
política del Perú es y sigue siendo su centralismo. Pero entiende Mariátegui que toda
descentralización que no se dirija a solucionar el problema agrario y la cuestión indígena, «no merece
ya ni siquiera ser discutida», porque, advierte, no es este problema meramente político, ni desde
este solo punto de vista ella alcanzaría para solucionar los problemas esenciales. Por otra parte es
difícil definir y demarcar en el Perú regiones existentes históricamente como tales. No obstante
Mariátegui estudia las tres regiones físicas: la Costa, la Sierra y la Montaña (que no significan
regiones en cuanto a la realidad social y económica), afirmándonos que la Montaña carece aún de
significación socio-económica; en cambio, «la actual peruanidad se ha sedimentado en tierra baja»
o Costa, y la Sierra es el refugio del indigenismo.
«Las formas de descentralización ensayadas en la historia de la República, han adolecido del
vicio original de representar una concepción y un diseño absolutamente centralistas», dice
Mariátegui, y como la descentralización a que aspira el regionalismo, no es legislativa sino
administrativa, el problema ha permanecido en pie. ¿Qué opina Mariátegui sobre la
descentralización? Primero, clarificar el propio concepto del regionalismo, para evitar el gamonalismo
regional. Luego una definitiva opción entre el gamonal o el indio: «no existe un tercer camino».
Porque, lo más cierto es que «ninguna reforma que robustezca al gamonal contra el indio, por mucho
que aparezca como una satisfacción del sentimiento regionalista, puede ser estimada como una
reforma buena y justa». También estudia el problema de la capital, concerniente a todas las capitales
de América, y sostiene que la suerte de Lima está subordinada a los grandes cambios políticos,
como enseña la historia de Europa y la propia América.
VII
El proceso de la literatura: En éste su último ensayo, Mariátegui renuncia a ser un crítico imparcial:
«Declaro sin escrúpulo, que traigo a la exégesis literaria todas mis pasiones e ideas políticas ...».
Desde su punto de vista analiza la literatura de la Colonia, «de irrenunciable filiación española», en
espíritu y sentimientos, y este colonialismo mental supervive al Virreinato, dando como resultado una
literatura mediocre por falta de raíces propias, no habiendo podido «eludir la suerte que le imponía
su origen». Explica las razones socio-económicas por qué ha subsistido ese colonialismo literario, y
agrega: «el literato peruano no ha sabido casi nunca sentirse vinculado al Pueblo». Aunque destaca
en Garcilaso, más Inca que conquistador, el primer destello de "peruanidad", y rescata a Ricardo
Palma y a sus Tradiciones de las pretensiones del colonialismo, pues estas Tradiciones tienen
«política y socialmente una filiación democrática». Hay que esperar hasta la llegada de González
Prada para ver anunciada la posibilidad de una auténtica literatura peruana. González Prada significa
la ruptura con el virreinato; uno de los últimos reductos del colonialismo intelectual es la universidad,
de allí emerge la «generación futurista». En tales circunstancias el Movimiento Colónida,
encabezado por Valdelomar, surge como una insurrección, como una actitud antiacadémica
reclamando sinceridad y naturalismo, esa sinceridad que no se encuentra en los versos de José
Santos Chocano por su excesiva egolatría pero que si aparece en los ensoñados versos de José
María Eguren.
Son también analizados por Mariátegui: Mariano Melgar, Magda Portal (a quien llamó la primera
poetisa del Perú), Alberto Guillén, Alberto Hidalgo y César Vallejo de quien dice es el poeta de una
estirpe, de una raza, creador absoluto, nostálgico pero no retrospectivo. «No añora el imperio como
el pasadismo perricholesco añora el virreinato. Su nostalgia es una propuesta sentimental o una
protesta metafísica. Nostalgia de exilio; nostalgia de ausencia».
Y, finalmente, analiza las corrientes de su actualidad, en especial la indigenista, que llena una función
histórica en la sociología peruana en evolución y cuyo más amplio sentido lo lleva a consubstanciarse
con «lareivindicación de lo autóctono», que, no obstante, no paraliza los otros elementos vitales de
la literatura peruana. Y es literatura "indigenista" y no "indígena" —aclara Mariátegui— porque aún
no puede dar una versión verista del indio, sino que tiene «que idealizarlo y estilizarlo. Tampoco
puede darnos su propia ánima. Es todavía una literatura de mestizos ...» Mariátegui confía en la
suerte del mestizaje, el que debe ser analizado como cuestión sociológica, no étnica.
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