Subido por Natalia Jimenez Carrero

Ensayo Libros de Texto

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ENSAYO SOBRE LOS LIBROS
DE TEXTO
Análisis y Diseño de Materiales Curriculares
7 DE NOVIEMBRE DE 2016
NATALIA JIMÉNEZ CARRERO
Universidad de Sevilla
El libro de texto ha supuesto desde siempre una importante y potente
herramienta didáctica en el aula, esqueleto sustentador del sistema escolar, así
como el eje principal del desarrollo de la clase además de base de contenidos a
evaluar, es decir, aquella selección de conocimientos indiscutibles e inequívocos
para aprender y memorizar, legítimos en su contenido y forma en las diferentes
épocas o períodos históricos. Facilitadora del proceso de enseñanzaaprendizaje, creadora de conciencias o modeladora de sujetos, el libro de texto
ha servido desde sus inicios como eslabón clave en la formación de los jóvenes,
y no tan jóvenes, ciudadanos de cada clase social, nación, país o continente.
Desde el punto de vista de los estudiantes podría decirse que el libro de
texto ha calado bastante hondo en cuanto a la estima y necesidad que ha
ocasionado en las conciencias de la vida académica puesto que, de manera
general, el alumnado considera este material como base veraz del conocimiento
que ha de adquirirse además de apoyo y guía en el proceso de enseñanzaaprendizaje. En su versión más positiva, se denota en su utilización un aporte
beneficioso en cuanto que transfiere de manera uniforme el conocimiento,
ajustándose a criterios de igualdad de oportunidades y con ello siendo visto con
cierta neutralidad.
En su lado menos optimista se hace latente la intencionalidad más estricta
y real, que no deja de ser, en esencia, proceder como el instrumento configurador
que permite, tanto al profesor como al alumno, iniciar y mantener el hilo
conductor de la clase, lo que supone de manera directa, además, el control total
del desarrollo de la misma a través de la subordinación de los alumnos a la figura
del profesor y el libro de texto.
Para llegar a una estimación más o menos justa de lo que ha supuesto el
libro de texto en la experiencia académica, habría que pararse en cierto modo a
pensar desde que postura y situación nos encontramos pues no lo es lo mismo
una objeción desde la edad de primaria que en la secundaria e incluso en
bachillerato o la universidad. Cada etapa supone unas necesidades y una
consciencia por lo que sería poco sensato tener en cuenta las opiniones con el
mismo juicio desde las diferentes experiencias. Por este motivo es evidente que
lo que ha supuesto el libro de texto varía en función de diversos factores entre
los cuales la edad y etapa educativa tienen especial mención.
Durante los primeros niveles del sistema educativo el libro de texto tiene
mejor cabida pues supone el mayor aporte al aprendizaje adquirido del
estudiante, ofreciendo las herramientas necesarias y permitiendo adquirir los
recursos existentes al alcance, es decir, el formato papel antes de la instauración
masiva de las TIC´s. En cuanto a aquel entonces, años 80-90, los libros de texto
tenían una significación bastante relevante. A partir de la adolescencia, o lo
equivalente al Bachillerato, los libros de texto dejan de ser tan atractivos, amigos
o eficaces, pues dejan de resultar efectivos para el aprendizaje. Resultan rígidos
y abstractos, demasiada información y contenido, poco pragmáticos para el
alumnado en general y desconectado de sus inquietudes e intereses. Desde un
punto de vista más maduro se evidencia al libro de texto desde su faceta más
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estructurada e ideológica, permitiendo poca reflexión y capacidad crítica e
incluso la incomprensión de lo que se estudia. Ya en lo que se refiere a estudios
superiores y más actualidad, los libros de texto pasan a un papel totalmente
secundario lo que le configura un toque obsoleto y con una desfasada utilidad en
su hasta entonces reclamada popularidad.
Generalmente se diferencian a grosso modo dos periodos en la historia
del libro escolar en el mundo occidental: por un lado, está la etapa que
comprende los siglos entre XVI y XVIII, y por otro, la etapa asociada al origen de
los sistemas educativos nacionales durante los siglos XIX y XX (Ossenbach G.
2010).
No sería hasta mediados del siglo XVIII que el libro escolar empezaría a
tener una mayor difusión. Éste método fue ideado por Juan de la Salle, quien
dividía a los estudiantes por clases según edades y niveles de aprendizaje
originando así la necesidad de un material pedagógico uniforme. Esto supuso la
racionalización, normalización y estandarización de la producción impresa
destinada a la escuela y en definitiva el origen del libro escolar que se expandiría
y difundiría de forma definitiva y masiva en los siguientes siglos (Ossenbach G.
2010). La escuela no se limita a reproducir el saber que está fuera de ella, sino
que lo adapta y transforma creando un saber y una cultura propias. El proceso
que tiene lugar, mediante el cual los saberes generados fuera de la escuela se
convierten en disciplinas escolares se ha determinado “transposición didáctica”.
La sistematización y secuenciación de dichos saberes por escrito en un
programa y en un manual o libro de texto constituyen el acta fundacional de una
disciplina (Ídem, 2010).
Hay que tener en cuenta también que la escolaridad obligatoria no se
legitimó hasta el siglo XIX, antes de esto, en el primer período sólo había clases
particulares, únicamente para hijos de los nobles o los reyes, nacen las cartillas,
catones y catequismos. En la época medieval y la antigüedad también existían
ya las universidades medievales, bajo preceptores privados. Aquí podría darse
los primeros atisbos de lo que conocemos por libro de texto, en las cuales la
enseñanza se transmitía a través de un único libro; la obra de un autor por
ejemplo Platón, o bien el libro u obra escrito por un preceptor de forma
individualizada destinada a la educación de un príncipe. Más tarde aparecieron
las escuelas parroquiales, donde se enseñaba la doctrina cristiana con el día de
la misa. Aquí se utilizaba un instrumento parecido, los catecismos. Éstos se
basaban en el método de preguntas-respuestas las cuales facilitaban el
aprendizaje memorístico y la asimilación del contenido de la doctrina, con una
distribución de la clase que permitía un control panóptico. Este diseño
posibilitaba al docente observar a todos los alumnos de forma que ni ellos saben
que son controlados. Los jesuitas por su parte, explicaron la Ratio Studiorum que
determinaba la ratio de alumnos aconsejados en clase.
La escuela tal y como se conoce irá nutriéndose de esas fuentes hasta su
configuración más reciente, utilizando el libro de texto como herramienta
primordial hasta imponerse en la actualidad. Pero hasta mediados del siglo XIX
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el sistema educativo se configura dividido en dos sistemas aislados, sin
conexión, con itinerarios escolares muy diferenciados. El libro de texto nace en
el Bachillerato ya que en primaria se utilizaban otros materiales, como las fichas.
Prácticamente no existían las asignaturas y se instruía principalmente en la lectoescritura y cálculo mientras que en al Bachillerato sí existían, pero sin una
concreción más allá del título de la asignatura “Historia, Sociales, etc.”. Son un
compendio escrito por un autor y que utilizaban los demás maestros para dirigir
sus clases. Estos son los llamados “libros sin pedagogía” pues no contenían
ningún método que favoreciera la enseñanza-aprendizaje, es decir, sólo la
narración de una historia sin más ayuda. Están dirigidos a un público muy
concreto, son los estudiantes de Bachillerato, los cuales son muy pocos y de
familias acomodadas prácticamente.
En España hasta los años 50 del siglo XX se reinventan los libros de texto
para primaria, son las famosas y conocidas “Enciclopedias” organizadas en
lecciones. Utiliza mucho el método catequético y se empieza a generalizar su
uso mientras que los libros de Bachillerato mantenían su modelo de formación
para príncipes.
Llegados los años 60 se realiza un gran cambio. En los 70 se promulga la
Ley Villar Palasí, Ley General de Educación (LGE) abriendo una etapa
totalmente nueva en la historia de los libros de texto y la educación. Proliferan
los “libros de texto con pedagogía”; se inventan las Unidades Didácticas (UD),
un paquete con objetivos, estructura, metodología, etc. que facilitan la
enseñanza importadas desde EEUU y es desde entonces cuando se empiezan
a elaborar los libros de texto por asignaturas y UD en lugar de lecciones, tanto
para primaria como para Bachillerato. Aunque en los 20 siguientes años se da
una gran efervescencia innovadora en el campo de los materiales didácticos, en
los años 90, coincidiendo con la promulgación de la LODE y la LOGSE, toma
eco la enseñanza individualizada en la cual se le otorgaba al alumno un plan de
trabajo del cual debía rendir cuentas de lo que había aprendido y hecho. Empieza
a configurarse así el examen como medio y fin evaluador de los aprendizajes.
Finalmente llegamos hasta nuestros días donde el libro de texto se
encuentra amenazado por una nueva fuerza: las nuevas tecnologías y el internet,
planteando su obsolescencia, casuística que poca veracidad alberga pues
difícilmente pueda sustituirse un mecanismo y empresa como son el libro de
texto y las editoriales.
La influencia que el libro de texto toma en el desarrollo de las clases, así
como su papel protagonista y fundamental, favorece que éste sea la herramienta
central tanto del profesor como del alumno.
En numerosos casos el libro de texto se presenta como un sustituto del
docente, en donde se convierte en un ente hegemónico poseedor de toda la
verdad. Es idolatrado por el docente y por alumnado. Lo que habría que
preguntarse es ¿Cuáles son los factores que permiten que el libro sobrepase las
facultades del docente?, esto se puede analizar desde ambas perspectivas, la
del docente y la del alumno, pues no son las mismas, hay diferentes usos y
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finalidades. El docente utiliza el libro como su único medio didáctico de
enseñanza, e incluso se convierte en su marco de referencia, el papel del
docente se reduce a ser un simple trasmisor de lo que dice y se plasma en éste
libro, el positivismo está muy arraigado sin siquiera saberlo, ni conocerlo
(Céspedes J. P. & Pérez, E. A. 2011).
Subordinar el desarrollo de la tarea docente al libro de texto constituye un
elemento de desprofesionalización. Los profesores piensan que el texto debe
adecuarse a los instrumentos de planificación de la enseñanza: proyecto
curricular, programaciones, etc., pero posteriormente reconocen que, en la
mayor parte de los casos, es el libro de texto el que rige la vida de la clase. El
hecho de que el texto esté o no por encima del resto de elementos de
planificación suscita numerosas contradicciones entre el profesorado, entre lo
que debería ser y lo que realmente ocurre (Hernández A. 2007).
La reacción de los estudiantes ante la utilización del libro de texto en su
mayoría todos son sumisos, dóciles, pero esto no quiere decir que todos no están
subyugados a estas actividades de mediación, sino que hay educandos que se
manifiestan de diversas maneras entre las cuales están: la reacción con una
mala actitud, cansado de hacer siempre lo mismo, sin motivación ni interés, es
una cuestión memorística y tienen completamente adoptada la rutina. No
obstante, la idolatración del libro tanto por parte de los estudiantes como del
profesorado, denota que dentro de todo este sistema mecanizado y de estrecha
relación con el libro de texto, hay una inconformidad en algunos estudiantes que
nos indican, que el libro no llega a saciar su demanda de conocimiento y
aprendizaje exigiendo otro tipo de material, quieren una alternativa más dinámica
y más significativa (Céspedes J. P. & Pérez, E. A. 2011).
Resulta evidente como aunque se critique y abogue por otros materiales
didácticos o metodologías al final siempre se recurre al libro de texto por ambas
partes como principal recurso en el aula, pues éste permite la consecución de
múltiples factores que facilitan el desarrollo de la jornada bajo un cierto control
que posibilita mantener un clima silencioso y pasivo lo cual faculta tanto al
profesor, para dirigir la clase, como al alumno, facilitándole el aprendizaje de
cualquier materia, debido al formato específico y sutilmente organizado. Esto
supone una vuelta al material por excelencia sin dejar cabida a las innovaciones
propias recurrentes de la modernidad o no tan modernas pues, aunque siempre
han existido diferentes metodologías y recursos nunca han conseguido encontrar
respaldo y cabida en el sistema educativo como lo ha hecho el libro escolar.
El análisis de los libros de textos escolares no debería limitarse a tratarlos
como “emisores” de mensajes, códigos y contenidos descifrados, sino que
también es preciso conocer el uso que se ha hecho de ellos en el aula y, sobre
todo, su apropiación por parte de los sujetos que aprenden (receptores)
(Ossenbach G. 2010).
Como bien se ha descrito ya, el libro de texto funciona como eje central y
vertebrador de las clases que, desde un punto de vista etnográfico, permite
visualizar una fotografía de la misma en la cual examinar qué lugar ocupa el libro
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de texto. Desde el inicio de la jornada, con libros en mano, los estudiantes se
ciñen al mandato del profesor guiado por la unidad didáctica concreta
permitiendo seguir una dirección estándar y delimitada para todos los alumnos
por igual, facilitando así el desarrollo normalizado y bajo control.
En el largo recorrido de lo que ha supuesto la escuela como institución
social desde sus comienzos, no como un lugar donde se enseña y aprende, sino
una institución donde se atendía a la formación para la vida al margen del
aprendizaje, si fue durante el siglo XIX donde se percibía a la escuela como el
instrumento que permitiese el acceso a la cultura, el siglo XX consiguió ser el
siglo de la escolarización. Paralelamente ha sido el siglo de mayor barbarie de
la humanidad. Como consecuencia de la extensión del tiempo de escolarización
hay que recurrir también a inventar e innovar más contenidos y materias que dar
en clase pues hay que ocupar más horario. Las formas de producción van
cambiando mientras que el medio rural se transforma radicalmente. De ahí
alberga la utilidad de la escuela como institución social la cual permite acoger a
los jóvenes en edades tempranas que no deben estar en las calles ni en el
campo, es decir, vagando, han de estar en las escuelas. Se va prolongando el
tiempo de escolarización por lo que tardan más en hacerse adultos. Esta
prolongación plantea problemas prácticos, la denominada infantilización lo que
otorga a la escuela ser la primera pieza de la industria de las conciencias bajo el
lema: “dejad que crean lo que quieran, pero haced que quieran lo que nosotros
queremos”.
El papel de custodia de la escuela se va prolongando al mismo tiempo
que la juventud por lo que los libros de texto, en la medida que iban ocupando
de forma productiva el tiempo, se van utilizando y ampliando más. Se trata de
educar sujetos dóciles y obedientes en la era del capitalismo, época de gran
conflictividad social, con la creación de los instrumentos apropiados. A través de
diversos mecanismos se van configurando dispositivos y fórmulas que creen
conciencias en personas sumisas y dóciles además de fomentar los estereotipos
y roles estándar. Así se va construyendo identidad y configurando conciencia a
través de los contenidos de los libros de texto. Esto es claramente patente en la
época franquista. Hasta su última finalidad, como expendedora de títulos, el
sistema escolar mantiene en su potestad ser la transmisora del conocimiento.
Aquella que crea, transfiere y regula la organización cultural a través de la
educación.
A lo largo del primer tercio del siglo XX las sociedades han vivido un
fenómeno: la extensión de las clases sociales, la media, con nuevas actividades
profesionales: la medicina, la docencia… Se produce la titulación de las
profesiones lo que supone tener un título el cual dispone el sistema escolar,
quien expide y certifica el ejercicio de esa profesión. La escuela asume el papel
de selección y división de manera bastante sutil pero muy efectiva (Informe
Coleman).
El examen se convierte así en una pieza decisiva para que el sistema
compruebe quien tiene que promocionar a través de la nota. El libro de texto se
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convierte en el material fundamental asociado a la preparación de dicha prueba
de evaluación. El profesor aconseja lo que es susceptible de caer en el examen
orientando lo que deben saber para ser evaluados de forma positiva. Existe así
una triangulación del proceso de enseñanza aprendizaje en el cual la enseñanza
ocupa el vértice superior donde ha de trasmitir el conocimiento. En la base del
triángulo, se encuentran el examen como método de comprobación de la
adquisición de conocimientos, y en el otro vértice de la base, el control
conductual ejercido en los alumnos basados en la disciplina, la jerarquización, el
silencio, la quietud y el fomento de determinadas actitudes que permitan un
orden establecido y dirigido.
Son las tres fuerzas en forma de triángulo que confluyen y operan dentro
de la clase como principales factores organizativos, los cuales hay que estar
constantemente organizando, pero el triángulo no es equilátero, sino que existe
una fuerza que se impone y es la del control que depende de la estratificación
social.
El examen como tal y su preparación permiten dirigir el desarrollo de las
clases en la misma línea de forma que el aprendizaje es memorístico, tan
característico, lo que permite mantener el clima organizativo y la actitud
conductual de los jóvenes siempre pasivos y obedientes hasta el último
momento, el periodo de evaluación y aprobación por parte del sistema.
Este potente elemento permitirá asociarse al libro de texto como una
combinación perfecta en el aula la cual estructura, dirige y desarrolla la función
docente y discente de forma ordenada y totalmente de modo jerarquizado.
Desde mediados del siglo XX se ha vendido la idea de que la
escolarización va a proporcionar socialmente a todo el mundo, “la escolarización
como el mejor ascensor social”. Lo que ha ocurrido es la inflación de las
titulaciones disminuyendo de valor al haber demasiado índice de titulación. El
examen baja su valor pues no certifica que el alumno sepa, sólo que la gente
aprueba. El rendimiento académico está dejando de ser viable para comprobar
la meritoria de las titulaciones y el ejercicio adecuado de las profesiones.
Aunque muchas cosas han cambiado, en fondo y en forma, la escuela
sigue justificándose como una institución necesaria para la “sociabilización
metódica de la joven generación” tal como viene haciendo desde hace un siglo
según palabras de Emile Durkheim. La escuela es una institución que realiza la
transmisión de una selección de cultura o de una cultura seleccionada. Puede
decirse que los libros de texto representan y materializan la cultura y el
conocimiento que se considera necesario y que además esta legitimado como
real y verdadero. El conocimiento, por otra parte, es una construcción social e
histórica, es por lo tanto una visión de la realidad y no la realidad misma. Esta
legitimidad y visión “única” que ofrecen lleva a algunos autores a comparar a los
libros de texto con la Biblia y al conocimiento que presentan con el religioso
(Blanco N. 2001).
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Se ha dado por supuesto que los libros de texto tienen una dimensión
ideológica y ésta tiene que ver con la construcción de la identidad colectiva o
individual de las personas. Este contenido ideológico sesga la realidad
mostrando la estrecha relación entre conocimiento y poder, de tal modo que
reflejan la tradición selectiva a la vez que la necesidad de incorporar la
perspectiva de otros grupos, aquellos cuyas visiones del mundo han sido
ocultadas o rechazadas, precisamente por carecer de poder para negociar su
presencia en los textos escolares. Así, se denuncia un sesgo cuando los valores
que transmiten las escuelas no coinciden con las demandas sociales actuales
que se consideran importantes o críticas para el futuro de los propios jóvenes.
(Blanco N. 2001).
Los libros de texto representan la visión de un grupo social, que pretende
ofrecerla como única e imponerla al conjunto de la sociedad. Se impone la
necesidad de considerar como parte fundamental del análisis de los libros de
texto los aspectos que tienen que ver con esa función ideológica que cumplen y
con la presencia de sesgos, estereotipos e incluso prejuicios que tienen una
influencia sobre el alumnado y que pueden estar trabajando en una dirección
opuesta a los valores sobre los que se pretende sustentar la enseñanza actual
(Ídem, 2001).
La disciplinariedad así como la formación cívica tienen un carácter
fuertemente marcado lo que se traduce a un adoctrinamiento de la población a
través de la formación académica en relación con las ideas, roles y valores
imperantes en el momento histórico y contexto social. En cambio, los libros más
actuales elaborados por equipos editoriales, mantienen cierta sutilidad a la hora
de narrar la misma historia con lo cual permite una aparente neutralidad y
objetividad, aunque en el fondo mantengan en común una forma de ideología,
tan naturalizada que nos parece como normal y natural.
Es un claro ejemplo lo que ocurrió desde la etapa franquista la cual, a
través de su contenido, imágenes, retorica, y diferentes mecanismos de
repetición y memorización mediante ejercicios de copiado, y el examen como
forma de evaluación, esa forma de pensamiento y visión del mundo se va
transmitiendo de generación en generación creando la cultura y forma de vida
de la sociedad en su generalidad sin que apenas podamos cuestionarlo.
Pero siendo sus destinatarios personas en formación, que en buena
medida tiene acceso al conocimiento a través de esos textos, y en el contexto de
una institución obligatoria y con la máxima legitimidad social, hay que pensar en
la enorme influencia que sobre el alumnado tienen (Blanco N. 2001).
Hacer hincapié en que los verdaderos consumidores de los libros de texto
son los profesores ya que son ellos mismos quienes permiten tremendo negocio.
El fin último recae en que el producto sea vendible y así resulta finalmente bajo
aquellos requerimientos que tiene como producto comercial. Por ejemplo,
adoptando los títulos según por temas comerciales o bien utilizar el renombre de
ciertos autores que den la solvencia comercial necesaria para su impulso y
credibilidad.
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Pero el libro de texto no es solo un material en el que se moldea y concreta
el “capital cultural”, se sugieren y estructuran una serie de oportunidades de
enseñanza-aprendizaje y de interrelaciones entre el alumnado y el profesorado,
sino también es un producto de la industria cultural condicionado por un proceso
de producción, un marco empresarial y un producto sujeto a unas normas de
funcionamiento del mercado. Estamos ante un sector opaco de la información.
En el diseño, producción, edición, distribución y consumo convergen significados
que no siempre tiene que ver con el enfoque pedagógico del proceso de
enseñanza aprendizaje, sino que más bien tienen que ver con la lógica
empresarial, con la rentabilidad económica y el marketing que supone el
mercado editorial desde una determinada ideología (Pérez Sabater T. 2000).
Sus objetivos principales de centran en cubrir los espacios y zonas de
mercado determinadas, donde se produzcan consecuencias de las innovaciones
y los cambios curriculares promovidos por las políticas educativas, así como en
la publicación de toda una serie de materiales específicos que de su desarrollo
genere en los consumidores. Por lo tanto, en lugar de defender las reformas
como conexión de la escuela con el entorno, la globalización… se solucionan
desde la lógica empresarial y en una contradictoria descentralización
centralizada en la producción de libros de texto (Pérez Sabater T. 2000).
En última instancia habría que considerar la situación que se está
produciendo en las empresas editoriales del subsector de libros de texto en su
progresiva expansión hacia mercados exteriores, sobre todo Latinoamérica, en
el cual se está implantando de forma feroz un mercado con enormes
perspectivas de consumo y que por otra parte ya cuenta con numerosos
proyectos bajo la perspectiva de innovación llevados a cabo por algunas de las
principales editoriales españolas como por ejemplo Santillana. Hasta el
continente americano se ha dirigido este sector con la intención de poder
persuadir a la población menos favorecida con las herramientas que permitan
disponer de la educación necesaria a aquellas zonas más marginadas teniendo
como referente ante todo la producción y rentabilidad empresarial del mercado
editorial. Así se expande su maquinaria y poder asegurándose un doble enfoque
complementario. Por un lado, acerca del mundo editorial en España y países
hispanohablantes, manteniendo el estatus del negocio. Por otra parte, el régimen
de duopolio que alberga PRIZA (Santillana) y la Iglesia (SM, Edebé), como ya se
comentado, conservando así el control de las comunicaciones y la educación
con una red comercializadora realmente potente.
El libro de texto se adapta a contextos de las nuevas tecnologías de
manera que acerca a cualquier consumidor la batería de elementos necesarios
que les permitan acceder de una manera u otra al conocimiento más actualizado,
siempre de forma estratégica pues acerca sus productos en paquetes
multifactoriales de forma gratuita hasta que finalmente consigue crear una
necesidad convirtiéndose el consumo privado en una nueva realidad.
En definitiva y para concluir, en cuanto a la vigencia y funcionalidad de los
libros de texto en la actualidad, habría que destacar después de todo lo citado,
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el alto coste que supone teniendo en cuenta la cada vez menor calidad de la
enseñanza, convirtiéndose así más en un fin que en un medio, lo cual permite
una progresiva e inevitable mercantilización radical de la educación con fines
puramente empresariales y económicos más que didácticos o educativos.
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Bibliografía:
Blanco N. (2001). La dimensión ideológica de los libros de texto. Málaga.
Céspedes J. P. & Pérez, E. A. (2011). El libro de texto: los profesores hoy.
Revista ensayos pedagógicos. Vol. VI, 1.
Gómez F., Somoza M. & Badanelli, A. M. (2010). Los manuales de “Lecciones
de cosas”. Madrid: UNED.
López Hernández A. (2007). Libros de texto y profesionalidad docente, Avances
en supervisión educativa.
Ossenbach G. (2010). Manuales escolares y patrimonio histórico-educativo.
Educatio Siglo XXI, Vol. XXVIII.
Pérez Jiménez J. M. & García Ballesteros P. Un tirano en las aulas.
Pérez Sabater T. (2000). El Mercado editorial: producción y comercialización de
los libros de texto.
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