Subido por Gustavo Adolfo Palacios Cadavid

01083001 SIRVENT M.T. - La educación permanente (1970)

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Revista Educación Popular. Mayo – Junio 1970
REALIDAD NACIONAL Y EDUCACIÓN.
La educación permanente
– Por María Teresa Sirvent–
Hasta el presente cada vez que se habla de EDUCACIÓN FORMAL o de
SISTEMA EDUCATIVO, se percibe solamente un tipo de institución: LA ESCUELA,
y determinados límites de edad entre los que fluctúa la población con posibilidades de
ser reclutada por el sistema educativo. La obligación que la sociedad tiene de proveer de
aprendizaje formal, comenzaría, de acuerdo con esta visión, aproximadamente a los 6
años y terminaría a los 24. Más allá de este límite, la esfera educación como área de
acción vital del hombre estaría librada a las iniciativas individuales, a la espontaneidad
de algunos grupos y/o a las organizaciones empresarias de tipo industrial o comercial.
Es preciso analizar si esta perspectiva del sistema educativo actual logra
responder a las necesidades mínimas de nivel educativo de una población y a las nuevas
situaciones sociales, económicas y culturales de la actualidad.
SISTEMA EDUCATIVO VIGENTE DE EDUCACIÓN FORMAL
La escuela primaria retiene sólo el 50% de los alumnos que entran al grado inferior; las
pérdidas que se dan en la locomoción desde el acceso hasta el egreso en sus diferentes
niveles –primario, medio, superior-, son agudas.
Esta situación se refleja en el nivel educativo de la población, medido a través de los
estudios que alcanzaron a cursar los mayores de 15 años, que alguna vez concurrieron a
establecimientos educacionales: 79,5% primario, 16,3% medio, 3,6% superior y
universitario, 0,6% desconocido. El problema se agudiza si tenemos en cuenta el
porcentaje de analfabetos por desuso o analfabetos potenciales, proveniente de la masa
de desertores que abandonaron en los primeros años de escolaridad primaria.
Por supuesto que esto no es sólo responsabilidad del sistema educativo. Es sabido –y ya
ha sido tratado en EDUCACIÓN POPULAR- que la inexistencia real de igualdad de
oportunidades en relación con las clases sociales y el ámbito urbano o rural, se debe a
factor externo al sistema, factores de naturaleza social, político y económico. Frente a
ello la posibilidad de la escuela es mínima. No es nuestro intento analizar el papel que la
educación pueda jugar en relación al cambio de las condiciones sociales, económicas y
políticas: señalamos solamente que la educación no puede promover “cambios per se”,
pero por la naturaleza de sus función como acción social, puede acelerar o retardar
cambios dados previamente en otras partes de la sociedad (se hace necesario un mínimo
de condiciones dadas en el contexto social para que la educación entre a jugar un papel
de innovación y avance social). Esto no implica negar que los aspectos internos del
sistema escolar actual (financiación, sistema de promoción y evaluación, planes y
programas, administración escolar, técnicas de aprendizaje, personal docente) inciden
en su bajo rendimiento.
Señalando además, que el egresado de nuestras escuelas, con los conocimientos,
actitudes, habilidades y destrezas aprendidas, no puede responder a las exigencias que
diariamente le plantea la vida, afirmamos que el sistema es deficiente en sus resultados
cuantitativos y cualitativos.
Aun cuando esta situación no es responsabilidad única del sistema educativo, se pueden
mencionar dos alternativas no excluyentes entre sí:
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1) mejorar los aspectos o factores internos del sistema para asegurar un mejor
rendimiento: especialmente aumento de la retención escolar;
2) generar formas de aprendizaje continuo que permitan la recuperación y el
seguimiento del joven y del adulto y su integración a niveles más altos de
calificación educacional y profesional.
La segunda alternativa responde a la visión primitiva de una educación permanente y
continua, entendida en sus orígenes como medio para reparar las deficiencias del
sistema formal, a través de la denominada EDUCACIÓN DE ADULTOS y/o
CAMPAÑAS DE ALFABETIZACIÓN.
Si bien en la actualidad no podemos descartar este aspecto, ya que nuestra realidad de
carencias y desigualdades socioeducativas así lo reclama, podemos señalar otros
núcleos problemáticos frente a los cuales la acción de la educación formal es
insuficiente, y se hace urgente la organización de un sistema educativo permanente que
no se limite a ser sólo un ente reparador de deficiencias:
1. porcentaje de la población joven perteneciente a la fuerza de trabajo y por lo
tanto con mínimas posibilidades de avanzar a niveles medios y superiores de
calificación educacional y profesional;
2. acrecentamiento continuo de conocimientos científicos y técnicos que exigen
que aun la población con un cierto nivel de formación y experiencia profesional,
necesite revitalizar sus conocimientos obsoletos (implantación de nuevas
tecnologías en la industria);
3. (en relación con lo anterior) desarrollo tecnológico en zonas nuevas,
especialmente rurales, lo que demanda cambios a nivel de las actitudes, las
habilidades y los conocimientos de la población joven y adulta de la zona;
4. complejidad de los fenómenos políticos y económicos cuyo conocimiento se
distancia gradualmente de la mayoría de la población;
5. supersistencia de desequilibrios socio-económicos que se reflejan en
desigualdades no sólo educativas, sino a nivel de la producción y consumo de
los bienes culturales. Existencia de una elite creadora y consumidora de
determinados bienes culturales en tanto que la mayoría de la población consume
sin discriminación los productos que la oferta comercial pone al alance sus
posibilidades (Ej: TV). El talento creador, especialmente el perteneciente a las
clases populares se pierde.
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UNA NUEVA MANERA DE VER LA EDUCACIÓN
La acción del sistema educativo tradicional es impotente para encarar estos problemas:
se impone una nueva visión que perciba la posibilidad de ofrecer a la población
oportunidades continuad de aprendizaje. Notemos que así la idea de un sistema
permanente de educación trasciende la mera función de reparador de las fallas del
sistema formal, asumiendo funciones propias, ya no sería entonces una serie de acciones
adosadas al sistema formal y dirigidas solamente al adulto analfabeto, sino que
implicaría UNA NUEVA MANERA DE VER LA EDUCACIÓN, que incidiría a su
vez, en los objetivos y estructuras del sistema educativo tradicional.
Es indudable que si queremos jóvenes y adultos participantes de la vida social,
económica y cultural de una sociedad, no podemos pensar solamente en el aprendizaje
formal, transmitido por la escuela; la realidad mundial, latinoamericana o argentina
exige un “estar al día” completo para poder participar en la sociedad. Sabido es que esta
participación está condicionada a factores políticos que posibiliten su creación. Pero
más allá de esto está el grado de conciencia que un pueblo tenga sobre los hechos
sociales, políticos, económicos y culturales de su Nación. Si queremos una mayoría
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productora y consumidora racional, no sólo de bienes y servicios económicos sino
también culturales: si queremos que el talento creador no se reclute solamente de
determinados grupos sociales, si no que existan posibilidades de recuperarlo en los
grupos populares y zonas rurales, no podemos pensar meramente en el sistema
educativo formal. Tampoco pretendemos suponer que la continuidad del proceso
educativo ha de generar por sí mismo el logro de dichos objetivos: ya se ha dicho antes
que no le adjudicamos a la educación una acción omnipotente. La educación, y en
especial esta nueva concepción de educación permanente –si se dan cambios en la
estructura de nuestra sociedad que busquen la realización del hombre como objetivo
primordial de su quehacer- ha de contribuir a elevar:
- el nivel de calificación educativa profesional;
- el grado de conciencia social, política y económica;
- la participación de la mayoría de la población como productora y consumidora
de bienes sociales, económicos y culturales.
Se hace necesario un nuevo enfoque del proceso educativo sistemático que contemple:
1) la organización de situaciones de aprendizaje más allá de la escuela formal;
2) la integración de estas nuevas experiencias de aprendizaje con los niveles
vigentes del sistema formal.
Se percibe a la educación, entonces, como un proceso permanente ininterrumpido, a
través del cual los individuos puedan realizar continuos aprendizajes en sus áreas vitales
de acción, trabajo, vida cívica, familia, salud, educación, tiempo libre.
Esta concepción trasciende:
- los alcances de la primitiva educación de adultos, que se limitan a la
alfabetización como respuesta a las carencias y deficiencias del sistema;
- la simple organización de servicios complementarios adosados al sistema formal
de educación (Ej.: escuelas vespertinas para adultos y jóvenes);
- la acción restringida de una educación impartida por los educadores
tradicionales exclusivamente.
Se busca hacer de la política de la educación y del planeamiento educacional una tarea
en la que se vean implicadas como responsables tanto las escuelas como las
instituciones sociales que ejerzan funciones educativas.
Por lo tanto un sistema educativo permanente actual, si bien no debe descartar su
primitiva tarea en la escolarización de jóvenes y adultos analfabetos, esta sólo será una
de sus áreas de acción (aun prioritaria en Latinoamérica), puesto que sus destinatarios
serán jóvenes y adultos:
1) No escolarizados o con nivel mínimo de escolarización;
2) Con nivel de escolarización primaria o media, pero sin capacitación profesional;
3) Con nivel medio o superior de formación profesional.
Abarcaría las siguientes áreas:
1) Escolarización
2) Educación para el trabajo
3) Educación para: la participación política, la vida familiar, el cuidado
de la salud, el uso del tiempo liberado
4) extensión cultural, científica, técnica, artística.
Dadas las circunstancias existentes en nuestro país en cuanto al bajo nivel educativo y al
alto porcentaje de jóvenes en edad escolar (15-24 años) dentro de la fuerza del trabajo,
un sistema de educación permanente podría forjarse como áreas prioritarias: la
escolarización y la formación profesional para jóvenes y adultos, en consecuencia,
naturalmente con las diferencias regionales.
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La puesta en acción de un sistema de educación permanente necesita que los jóvenes y
adultos dispongan de tiempo liberado y posean actitudes positivas hacia el aprendizaje
continuado. La cantidad de tiempo liberado, su uso y las ofertas que una sociedad pone
a disposición de la población para llenar ese tiempo, son aspectos que determinan las
limitaciones y los alcances de un sistema de educación permanente.
EL TIEMPO LIBERADO
El tiempo liberado es el lapso de vida cotidiana no dedicado a la actividad
económicamente productiva, a estudios formales o quehaceres domésticos. Puede
analizarse desde:
- una perspectiva cuantitativa: cantidad de tiempo liberado;
- una perspectiva cualitativa: uso del tiempo liberado: es importante distinguir el
tipo posible de actividades y el por qué o motivación predominante que lleva a
esta actividad.
En lo atinente a educación permanente -que está condicionada por la cantidad y uso del
tiempo liberado es importante distinguir: las actividades semi obligatorias o derivadas
de obligaciones de las que están connotadas por un grado mayor de libre elección. En
términos generales podemos suponer que cuanto mayor sea el porcentaje de tiempo
liberado de una población dedicado a las actividades derivadas de las obligaciones
económicas, familiares, sociales, religiosas, etc., menores serán sus posibilidades de
participar en experiencias de aprendizaje continuo. Por otra parte los intereses
detectados a través de las actividades en las que predomina un grado mayor de elección
libre: artísticas, manuales, intelectuales, sociales, uso de los medios de comunicación de
masas (TV, radio revistas, etc.), nos pueden dar la pauta sobre los intereses
predominantes, sobre el grado de encerramiento o apertura a actividades realizadas
fuera del hogar y sobre el peso de los medios de comunicación de masas (Especialmente
TV) en relación con otras actividades. Todo está condicionado las posibilidades reales
de un proceso continuo de educación.
Las motivaciones al señalar el por qué de las conductas (descanso, recreación, deseo de
aprender, necesidad, etc.), son pautas que también detectan las posibilidades de un
proceso continuo de educación. Estos aspectos exigen un encuadre del problema dentro
de la estructura socio-económica del capitalismo industrial.
El tiempo liberado, como hecho en la vida cotidiana del hombre surgió a partir de la
reducción gradual de la jornada de trabajo, reducción que fue producto del avance
técnico y de las conquistas sindicales reivindicatorias del trabajador asalariado (jornada
de 8 horas, vacaciones, jubilación, etc.). Esta mayor cantidad de tiempo liberado no
generó espontáneamente la posibilidad de una población mejor realizada y enriquecida
social e individualmente. Estudios e investigaciones muestran la inclinación preferente a
actividades de liberación o descarga, que refuerzan actitudes enajenantes, impidiendo la
creación individual o social.
Andre Gorz dice: “Una sociedad que introdujera la semana de 32 o 24 horas, sin que las
relaciones de producción y de trabajo hubieran cambiado y en la que los individuos
después del trabajo, se dispersaran en los suburbios para ver la TV, cultivar el jardín,
recibirse entre sí para jugar el bridge o al ajedrez o agruparse en bandas de rebeldes o en
asociaciones de coleccionistas, no habría avanzado nada en una norma superior de
civilización, sino producido, simplemente, en mayor escala, la civilización subproletaria
de las grandes ciudades norteamericanas”.
El problema es complejo y difícil de abordar. Sólo señalaremos algunos aspectos
derivados de esta visión del tiempo liberado actual que inciden fundamentalmente en las
posibilidades de organización de un sistema de educación permanente:
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1) gran parte de la población de países como Argentina ocupa en forma total o
parcial su tiempo liberado en otra ocupación o empleo secundario (por lo tanto
mínimo o inexistente tiempo liberado);
2) una parte considerable de tiempo liberado de la población es dedicado a
actividades derivadas de obligaciones económicas, familiares, sociales,
religiosas, etc., en las que la motivación “por necesidad” es la predominante;
3) dentro del margen posible de las actividades con mayor grado de libre elección,
se destaca el uso de los medios de comunicación de masas especialmente TV y
las actividades sociales de tipo primario. La motivación predominante es
descanso o recreación.
Tal vez el problema no está centrado a nivel motivacional, sino que este tipo de
actividades elegidas para descansar o recrearse, responden a una necesidad de evasión y,
por ende, son enajenantes.
Esto está señalando limitaciones para la organización de un sistema de educación
permanente y condiciones para la acción emergente del Yuso espontáneo que la
población hace de su tiempo liberado.
Estas limitaciones y condiciones tienen conexión con fenómenos estructurales
económicos, políticos y sociales, no pueden aislarse.
Cuando mencionamos el vocablo “libertad” en relación con el tiempo que queda
después de la ocupación obligatoria, no creemos que solo sea por una adecuación
cuantitativa, se está hablando de la posibilidad de liberarse de la enajenación de la no
realización personal, de la no creación característica de nuestra estructura de
producción. Nos preguntamos ¿Es posible disociarse? ¿Es posible actuar encadenando
en una parte y liberado en la otra? Al respecto expresa Matilde Niel: “Las condiciones
de trabajo en una civilización tecnológica, también han engendrado otro culto: el ocio,
que se contrapone al trabajo, se ha convertido en un objeto de adoración. “La verdadera
existencia de muchos trabajadores solo se puede vivir en sus horas de ocio”, escribe
Friedmann. Pero ¡Cómo puede redescubrirse en sus horas libres un hombre que está
alienado en su trabajo? No sabe ni como vivir en el presente, ni como meditar, ni como
crear. ¿Cuántos son los que se diferencian de los pocos que dedican sus horas liberadas
a leer, a educarse, a entretenerse en un hobby, se limitan a aburrirse, a matar el tiempo
con distracciones pasivas que refuerzan la alienación creada por el trabajo. Algunos
autores, con razón, han planteado la necesidad de organizar el tiempo de ocio.
Es oportuno en este punto decir dos palabras sobre la oferta de actividades.
Gradualmente han ido surgiendo “los ejecutivos de la cultura”, que planean y organizan
una masa estandarizada de programas de televisión, radio, información, revistas,
maquinas de juego, característicos instrumentos de una “industria cultural” que no busca
promover la creatividad de la población.
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