CAPITULO I: LA MORAL BIOLOGICA 1. Tesis Hasta ahora hemos analizado de qué manera el orden. establecido se infiltraba en el saber médico y, así, biología y psiquiatría coaligadas, definían al placer como un. hecho legítimo a la par que imprescindiblemente controlable, y al hombre burgués como encarnación de la acción, el dominio y la normalidad mental Desde este momento comenzaremos a exponer el revés de esta trama. Observaremos los primeros intentos de fundar normas éticas, sociales, políticas y culturales a partir del saber médico, como si este fuera el Único fundamento posible de una cultura blanda que había hecho del culto a cierta clase de salud su gran fuente de valores. Las primeras incursiones del saber m6dico en el . campo de la normativa social se parecieron, sospechosamente, como veremos, a una reafirmación del statu-quo. Los antiguos pecados cristianos que se habían trasmutado en transgresiones a la moral burguesa, ganaron nueva legitimidad cuando se convirtieron en caldo de cultivo de la enfermedad o en ella misnia. - Observemos, a vía de ejemplo, lo sucedido con el ocio. La vieja acidia medieval se refería a la negligencia del hombre en cumplir sus deberes religiosos; la burguesía la transformó en pereza, el descuido de los intereses propios; a su vez, el saber médico de fines del siglo XIX la convirtió en origen de la enfermedad. En 1881, el pedagogo Francis( co A. Berra publicó sus "Nociones de higiene" y allí usó un argumento extraído del culto a la salud y el saber médico para fundamentar su condena de la pereza: "así corno es inconveniente trabajar demasiado, lo es el no trabaja: bastante, pues entonces los órganos musculares y nerviosos no atraen hacia sí los elementos nutritivos de la sangre, en la --- -1 • • . •• . • ... 176 .. : . 177 La medicalización de la moral católica probaba el avance espec- . tacutar de la cultura secular y su expresión más radical: el culto a la • i • salud. La antigua preocupadón por la salvación del alma había sido sustituida por la nueva, el cuidado del cuerpo. En 1885, un medico •francés, Jules Rochard, advirtió este cambio y lo expresó cou : . conviccióikde militante racionalista: "En . las sociedades donde el nive s, • cantidad necesar:ia para su conservación y desarrollo, sino que pasa por ellos el fluido circulatorio llevándose consigo. cua_nto . traía desde los pulmones. Es decir que se nutren en proporciones tanto más escasas cuanto menor es el ejercido. De . aquí resultan Ia -debilidad general [4 la manía, y, por fin, una muerte prematura. Tales son los terribles efectos de la acción escasa, de la haraganería [...] combate la pereza [...jporque es et más. temible enemigo" 379 . . c, • ' . : de riqueza se eleva, el de las creencias baja, donde el cuidado de la vida En realidad, aquella cultura pretendió extraer su moral del cuidado ' futura y el del dinero mismo pasan a segundo rango, el deseo de pasarlo . de la salud, porque sus integrantes cada vez estaban más convencidos " bien y de morir lo más tarde posible se colocan en primer lugar,. ahora de que debían vivir 'casi exclusivamente en función depila y que de ella bien, es la higiene sola que puede satisfacerlo" 383 debían partir las conductas legítimas. Prueba de ello es que, en el . • El culto a la salud penetró también en el seno de la utopía secular Novecientos, la iglesia Católica comenzó a advertir qué la inVocación • del Novecientos que prometía la felicidad universal: la Revolución . de la salud era un poderoso argumento a utilizar para fortalecer su Social.. La preocupación por la salvación política de los cuerpos a través . condena del pecado; para alejar a los fieles del Diablo ya no bastaba : de la Revolución llegó a menudo a vincularse, en anarquistas y socialis. con asegurar que el pecado traería la -perdición del alma, ahora debía tas, a la preocupación por la salud y el -vigor del cuerpo. Solo los sanos agregarse que el pecado también perjudicaba —suprema ironía— la serían buenos revolucionarios, no los alcoholistas ni los tuberculosos. sede del placer, el cuerpo. . Léase esta reflexión de un periódico anarquista de Montevideo en Todos los moralistas se plegaron a este argumento. Cuidar la salud 1905: 14si corno la cuestión de dominio y de fuerza entre las naciones, era el leitmotiv de los textos de higiene, en esta ¿poca pasó aTigurar los puellos y las razas, es; a k í postre, cuestión de higiene [...] así también . también en los textos y periódicos religiosos. El sacerdote jesuita Elías E...] la cuestión de la rebeldía es cuestión de glóbulos rojos, de hierro 1 Rlyero en su "Devocionario" de 1902, creyó conveniente añadir a sus - sanguíneo [...] quitar vigor -a nuestro cuerpo, es quitar fuerza a la Revolución, pues solo los fuertes se niegan a ser esclavos" 384 Por ello 1 comentarios morales al sexto mandamiento ("No fornicar"), éste otro: "Según opinión de los médicos, los pecados contra este mandamiento y fue que el líder naturista de los anarquistas uruguayos, Antonio Valeta, 1 ' la asistencia a los bailes llevan al sepulcro a muchísimas personas" escribió en 1918: 'Extirpada de raíz laplaga del alcoholismo, los obreros, 38° i En 1909, Victorio Uy:dice, de la Congregación del Santisimb Redenlibres del flagelo, sabrían defender mejor sus deberes de hombre [...]. La tor, escniaió . un libro teológico de divulgación sobre "El reinado de enzancipación de los trabajadores no llegará a ser un ideal de redención : 1 Satanás". Su visión casi medieval del combate entre las virtudes y los mientras predominen los vicios, las malas costumbres y lafalta de higiene .. vicios no le impidió señalar a sus lectores quena ciencia médica declara general" 385 En síntesis: sólo los sanos podrían transformar la sociedad ; P..] y confiesa que este vicio de la impureza causa varias y admirables y preparar el porvenir. ' ' enfermedades, resultado en parte de un funesto contagio, y en parte La medicalización de los dos mundos ideológicamente más conde la intemperancia misma" 381 Por ello no es de extrañar que el 14 trapuestos —el católico y el anarquista— y sus respectivas utopías, V, periódico ultramontano «El Demócrata" declarara en 1933 que "el .1«: . testimonia la fuerza con que había penetrado el culto a la salud en el . baile moderno es cóndenado par la . Moral católica, por los médicos ypor Novecientos y cómo él era el verdadero signo de la modernidad y del 1:1 los literatos" 382 En apretada síntesis: el pecado llevaba a la enfer-1 • cambio de valores que estaba ocurriendo. Los católicos prometían a 1.1 medad y la virtud a la salud. . -- 1. - - .14:: buenos la salud, y los anarquistas prometían a los hombres sanos la . . .,1 . 1 .1 . . 4 . j 4 . . . . •-• 178 utopía igualitaria. De este modo, la salvación del alma, el más allá católico, y la Revolución Social, el más allá anarquista, sólo podrían percibirse y realizarse a través de la salud. No es de extrañar que el saber médico del Novecientos quísiera derivar de ella el bien, y de la enfermedad, el .mal. En sus principios, como adelantamos, la moral basada en la biología procuró solo legitimar a la antigua moral tradicional poniéndola de acuerdo con la nueva fuente de valores que era la salud. Pero la evolución no se detuvo aquí. El culto a la salud tenía, como todo culto, tendencias monoteístas y exclusivistas, y la creciente secularización de los valores no hizo más que reforzar su influencia. Por chola salud, tal cual la entendía el saber médico, tendió a generar sus propios valores, no siempre concordantes con los de la vieja moral cristiana. La doctrina eugenésica, 'coinó observaremos en el capítulo siguiente, significó, desde este ángulo, la primera tentativa de crear una moral y una política social basadas exclusivamente en la biología. El saber médico, empero, logró su ffidto más rotundo no tanto en el plano de la formulación ideológica de valores y programas políticos, como en el plano de la recomendación y diabolización de conductas. El comportamiento más elogiado fue la escucha morosa y amorosa del propio cuerpo y sus mínimos rumores; la medicina preventiva lo convirtió en la máxima virtu :d del hombre contemporáneo, la única que le podía garantizar el bien supremo: la vida larga. La conducta más criticada fue aquella que descuidaba la salud. La relación del hombre con su cuerpo se recreó y su vigilancia pasó a ser el centro de las prescripciones tanto personales como colectivas, y la fuente de los valores éticos. . 2. "Una moralidad fundada en nociones científicas" • Los médicos positivistas probablemente la mayoría de "la clase" en el Novecientos sostuvieron que la moral debía basarse en la biología y la higiene, entendida esta última como la ciencia cuidadora 179 y preservadora de la salud. El fundamento ético de la tan buscada moral laica sustitutiva de la religiosa se hallarla :a los principios que construían la salud, el bien supremo. Y como ese bien individual dependía de lo social y a su vez lo regía, la higiene debía dirigir la acción de los gobiernos. Dos médicos batiks." tas del Novecientos expusieron con calor estas convicciones. MateoLegnani lo hizo en sus "Ensayos de higiene social" de 1915, el sugestivo "Catecismo de higiene" de 1917 y el "Esbozo de higiene integral" de 1918. Santa Carlos Rossi realizó en 1919 una exposición rigurosa de todos los principios morales que derivaban de la biología en "El Criterio Fisiológioa". Mateo Leguani estimó de tal importancia este aporte de su colega y correligionario político, que cuando fue electo diputado presentó a su Cámara un proyecto de ley de un solo artículo, declarando "obligatorio el estudio de «El Criterio *Pido. lógico» en todos los institutos de Enseñanza Secundaria y Normal de la República". Los razonamientos de ambos médicos escritores eran de una lógica impecable si se aceptaba el presupuesto: la culminación del saber humano en la ciencia positiva. Los antiguos gobiernos "teocráticos" habían impuesto "la orientación moral colectiva" a través de "una religión"; los gobiernos "democráticos" debían "obtener su preceptiva moral del Parlamento" y éste, "inspirarse en- la ciencia". "La irreligiosidad del presente", seguramente mayor en "el porvenir'', "la heterogénea mezcla de despojos de doctrinas filosóficas y religiosas" que predominaba en el Uruguay, "la laguna mora 1 de la escuela laica, laguna no llenada al expulsar de ella las vetustas religiones positivas insoportables en la enseñanza de un pueblo culto", todo ello debía colmarse "con una moral inteligente, la que surge de la doctrina evolucionista que no excluye, por cierto, la idea de Dios". De este modo, los padres no se quejarían más, "en las tertulias familiares", de que en las escuelas públicas no se enseñase ya desde 1909— ninguna religión; una nueva, "la de la salud", sustituiría los "prejuicios" dei catolicismo 386 Santín Carlos Rossi añadió un nuevo argumento: la ventaja de la ciencia sobre la religión era que "sus afirmaciones son demostrables y : • obligan a la convicción, mientras las religiosas dependen de la fe, y 180 181 nadie está obligado a tener fe".. "La vida fisiológica [sellada] amar sin esfuerzo" y comprender por la razón: era un hecho brutal e indiscutible 387 (*). *** La opinión católica de la época sostenía que una moral laica solo . conduciría al fomento sin cortapisas del placer, pues. ¿qué frenos podrían establecerse que no fueran los derivados del preferir a Dios y no a sf mismo? • La relación de la "moral fisiológica" con el placer es la piedra de toque de su originalidad y a la vez de su tradicionalismo. El entronizamiento de la salud . podía conducir a la afirmación ilimitada de los derechos del cuefpci, a la identificación de las sensaciones de placer y satisfacción con la salud física y mental. Pero el saber médico, un saber disciplinante, luchó por convertir el gozoso hartazgo post-coito de origen popular, en la tristeza post-coito de los filósofos, y lo logró. La salud demostró ser, en efecto, un Dios tan exigente de sacrificios del deseo como el Dios cristiano. La salud implicaba la subordinación del placer personal inmediato, primero, a la vida larga, y isegundo, a los intereses de la sociedad que eran, en realidad, los de la "raza" humana. Asf se reconstruyó la noción de deber. La afirmación del ideal ético de la vida larga fue realizada mediante la condena sin atenuantes de la vida intensa. Era mentira, afirmaba Mateo Legnani en 1915, que la genialidad fuera el fruto de la enfermedad, existía a pesar de la enfermedad: "Los achaques de Voltaire no ' (*) El postulado de una moral basada en la higiene tenía, según Mateo Legnani, antecedentes ilustres. Tolstoi, «en ks escudas de Jasnaia; había sido i'un apóstol de la higiene' y la literaturg novela y drama, que reconoce porjefe a Emilio Zola'' visluntrabi esa solución "como único desenlace liberador': bajo la cual se colocó la '<moral ftsiológice Una cita de Ibsen completó la trinidad predicada por este ml.ffico uluguayo. tres personaje literarios gozaban .de inmenso prestigio en la intelectualidad liberal yaun socialista, signada toda ella por el anticlericalismo que caracteriza este planteo 388 . son las causas de su fecundidad y talla intelectual", como afirmaban, románticamente, literatos y poetas. La salud y la vida larga eran, en realidad, la condición delgenio: "Víctor Hugo, rey en literatura, fue sano. Goethe, privilegiado espíritu de poeta y de sabio, fue sano. Sano fue Bismarck. Los fanáticos de la vida intensa, [los] mártires de la vida intensa, 'eran} inteligencias que suelen disiparse en el café, frente a la copa de ajenjo, en las mesas de redacción [...len el lupanar P..] rutinarios entusiastas de París [y] fanáticos de todo lo artificioso". En verdad concluyó: "La enfermedad no perdona a los que viven intensamente" 389 La "moral fisiológica" prometía vivir largamente, y ello solo se lograba ; regulando el deseo en pro de la pasión serena. Los "excesos", he ahí el mal en estado de pureza patólógica. El placer personal también debía subordinarse a la perpetuación de la "raza" humana. En 1919 el solidatismo bátiksta de Santin Carlos Rossi lo expresó en términos que quiso científicos: "La Biología humana dice al hombre: si tú quieres vivir verdaderamente, vivir según la ley natural y científica de tu especie, si quieres que la sociedad viva y prospere, tú debes [...] olvidar h4. interés inmediato y tu placer personal para no ver más que el interés y el porvenir de la humanidact frente a la cual tú tienes deberes estrictos". Pero Santín Carlos Rossi era un reformador social y también sostuvo que si el hombre moderno prefería su placer a cumplir su deber social era porque la sociedad "estaba mal organizada": luchando por su reorganización, el hombre encontraría para su placer un lugar preciso en el todo social y contribuiría así a fortalecer la especie. Debían reformarse las formas vigentes del amor —el noviazgo y el matrimonio burgués— y de este modo liberar con prudencia el deseo, demasiado encorsetado por la moral tradicional. Los "instintos" debían doblegarse desde la razón, desde el interés de la especie, y no desde los mandatos autoritarios y a menudo vacíos de contenido biológico del Dios católico 39°. . *** 182 En 1917 y 1918, Mateo Legnani se convirtió en un exponente extremo de la "moral fisiológica" al identificar enfermedad con mal y salud con bien. En el cuerpo sano solo cabía la bondad; en el enfermo, la maldad o la predisposición a ella:- "no [habíaifaltas y pecados debidos a la salud del cuerpo; no [había] dolencias debidas a Pa] bondad del alma". Las virtudes derivaban del "organismo sano". El "coraje", por ejemplo, nacía "de la vitalida4 'de la tonicidad de un espfritu corres - ~diente a un organismo sano"; "la generosidad la cordura, la prudencia, ¡a energía de carácter, la nobleza y la dignidad", representaban la exteriorización espiritual "de un equilibrado y vigoroso organismo". Los vicios, en cambio, provenían del cuerpo enfermo. "El antiguo aforismo, temed a los enfennos, encierra la mayor realidad práctica; la enfermedad es el factor oculto a menudo, pero frecuentemente comprobado si se investiga, de los actos punibles". Es que "el ensimismamiento, la imprevisiÓn, - volubilida4 impulsividacl y abulia [caracterizaban] a los débiles, la perversidad [a] los leprosos, la hipocresía [a]los castrados y eunucos". A partir de sus observaciones clínicas, Mateo Legnani elaboró una lista de las enfermedades y los respectivos vicios que había encontrado en sus pacientes: "Usurero, orgulloso, inaccesible a I a piedad: herniado, litiásic4 dispéptico. Cobarde en su infancia y aun hoy, chismoso, avaro, hipócrita, calumniada; privado de lodo sentido moral: neurópata e hijo de alcohólico. Muy mal pagadon avaro: tuberculoso, otitis media doble. Inepto, perezoso, tímido con exceso: tuberculoso incipiente. Inepto, perezoso, afeminado: sifilítico, hijo de sifilítico. Calwnniador; avaro: hepático y hemorroidario". Esto no significaba, añadía Legnani, una relación de causa y efecto "entre lo de calumniador y lo de hepático, entre lo de avaro y herno- 7roidario", pero sí la afirmación de que la enfermedad en sentido genérico podía por sí misma generar "envidia [y] actos malvados" y, además.. ser "causa secundaria o concausa" del abandono del trabajo 183 y la búsqueda desesperada de dinero, "un verdadero espoleo de las facultades incitándolas a seguir extraviados anduniales". ¿Acaso enfermedad y miseria coaligados no eran caldo de cultivo del delito? . Los ejemplos de Mateo Legnani probablemente fuesen ingenuos también a los ojos de sus contemporáneos, pero denotan su firme creencia en la enfermedad como nuevo diablo y la salud como nuevo Dios, aquello mismo que Florencio Sánchez tradujo a su manera en la obra teatral de 1907 titulada: "Los derechos de la salud". Léanse estos dos breves relatos de Legnani: "He visto un hombre de campo, que era activo, valiente, experto en su trabajo. Después de un grave ataque de apendicitis, seguido de intervención quirúrgica, cambió de manera de ser; se hizo pusilánime, holgazán, chambón". El otro caso revela mayor Ogica y, sobre todo, una lógica muy uruguaya: "En una reunión de individuos entre quienes conversaba, una vez giró la charla sobre las enfermedades y resultó que cuatro de ellos habían sufrido intervenciones quirúrgicas graves. Los cuatro eran empleados públicos, en mérito de la actuación política de cada uno, y habían caído en la política electoral desde que su estado de convalecen . cia ad vitam los habla inutilizado para el trabajo pico". Resumió de este modo su tesis: el moralista debía tener en cuenta que para salvar a un individuo de la "crápula", de su condición de proxeneta, más valía curarlo "de su prostatitis crónica, que lo mantiene en permanente estado de excitabilidad sexual", que predicarle el Evangelio 391 Si el planteo de Mateo Legnani de que la enfermedad conducía al mal puede parecernos una deducción excesiva de la "moral fisiológica", la viceversa, que también es una consecuencia de esa moral, es probable que nos parezca más sensata, porque es la creencia de muchos de nosotros en la actualidad: el mal es susceptible de ser encarado como enfermedad. El siglo XVIII incorporó al terreno de las enfermedades, la locura, la sífilis y la masturbación, anteriormente juzgadas como posesiones diabólicas, crímenes, condignos castigos físicos del 'ido, o simples males morales. Adolfo Brunei en el Montevideo de 1862 ya advertía la novedad que había introducido su compatriota Pinel al liberar a los . 184 locos de sus cepos en 1793: "El demente ya no es considerado como un malhechor que sea necesario cargar de cadenas y arrojar en un calabozo Confundiéndolo con los criminales: es un enfermo" 392. En 1923, el médico lléctor del Campo recordó a los espíritus religiosos que consideraban la enfermedad venérea como un castigo al pecado cometido, "que era. más bien una desgracia que una falta" 393. . La psiquiatría positivista del italiano asare Lombroso (18361909) sobre todo, intentó transformar al criminal en un enfermo. El Novecientos uruguayo, como ya hemos comprobado, hizo suyo este punto de vista. Mateo Legnani fue terminante: "La mayoría de los delincuentes que escarnecen la ley, son enfermos" 394 . El psiquiatra Bernardo Etchepare halló en 1912 que la mayoría de los criminales eran "imbéciles de nacimiento" o "locos" 395 . La transformación de toda maldad en enfermedad es un aserto que inicia en el Novecientos su brillante carrera, esa que, talvez, recién hoy en dfa esté llegando a su clímax. En 1918, Mateo Legnani relató una historia en que la maldad está explicada por la enfermedad: "Es un muchacho de aspecto casi repulsivo 1...i. Carece de talento. lEs feo] y el amor parece que le estuviera v,edado. Hasta en e I prostíbulo mal se disimula la antipatta que provoca. Cae en el alcoholismo [-J. Sus manos ya tiemblan. Se hace periodista de los de campañas terribles, calumnia [..]persigue descarga su revólver reaccionando excesivamente contra ofensas que ha adivinado, porque en el fondo es verdad que todos desean verle hundido. El médico lo exarina: encuentra que la causa primera residta en el espermatozoide, en el óvulo, en el útero, quizás en las circunstancias que rodearon la gestación de aquel pobre hombre deforme" 396. Los anarquistas creyeron también en esta medicalización de la maldad y el crimen. En 1937, su periódico "Resurgimiento" sostuvo que esa posición era progresista, científica y libertaria, todo a la vez: "Los anarquistas que ven en la cárcel la fábrica de criminales más completa, que creen que al delincuente no se le regenerc en esos antros dé tortura [...] sino que se les debe curar; pues enfermos son, bajo la rnirada y la atención de médicos psiquiatras, en hospitales" 397. • Pero en el Novecientos todavía se advierten resistencias a esta 185 transformación de la maldad en patología, pues la moral tradicional la juzga, probablemente de manera equivocada, una disculpa que puede dr:Incluir en la disminución del castigo a los delincuentes. Es que al Novecientos le cuesta aún creer que la maldad pueda explicarse de otra manera que no sea la del ejercicio de la voluntad criminal, por lo menos en alguna medida (*). La transformación del criminal en enfermo, auspiciada por Césare Lombroso, no extinguió la culpa, la transformó. Para Lombroso, la causa de la criminalidad residía en los "vicios" populares por excelencia, el alcoholismo y el libertinaje sexual, responsables de las taras que se poseían y se trasmitían a los hijos, taras que estaban siempre detrás de la locura delictiva, de aquella "epilepsia psíquica" que fue su creación. (*) Pero la tendencia a la psiquiatrización del mal era muy fuerte, pues concordaba con la creciente medicalización de la sociedad y la ética, y por ello se impuso en el saber médico. Observemos la evolución, ejemplar a este respecto, del juicio social y médico sobre el castigo de los niños. En 1916, la Revista 'Cátedra Escolar" todavía consideraba el castigo físico alas niños "en la cabeza tunal prácdca viciosa [que los] embrutece y atonta" y que padres y maestros debían abandonar 398. Casi 80 años después, en 1993, «el maltrato" a los niños se ha convertido en una figura psicológica, que debe ubicarse dentro de esa «deprivación desde el punto de vista afectivo" a que someten a sus hijos determinados padres. Estos, a su vez, actúan malvadamente porque son enfermos. La maldad tal vez exista todavía, pero al haberse explicado científicamente se la comprende y deja de poseer la condición diabólica de la antigua malignidad. La voluntad del sujeto actúa dentro de un contexto patológico, no es enteramente libre. Pero la sociedad no postula la inacción frente a estos seres malos y enfermos: al viejo castigo carcelario se le debe agregar el tratamiento psiquiátrico o psicoanalítico. La médica Beatriz Estable explica ad /a conducta de los padres castigadores: 'crecieron con fallazinuy precoces, soledady abandono, con falta de protección, estuvieron sujetos a múltiples cambio y fueron criados la mayoría de las veces por dtfetentes firas sustitutas, deprivados de un tnatemaje básico" 399. Lo que antes era maldad y pecado es ahora eso y, para el saber médico, es sobre todo conducta anormal. Y si nos parecía ingenua la poskión de Legnani cuando atribuía la maldad del joven feo y calumniador a los defectos del espermatozoide (en realidad, estaba pensando en una tara alcohólica), ya no nos parece tan ingenua la posición de la psicología actual cuando responsabiliza del mal a las infancias perversas o los inconscientes malditos. La evolución se ha cumplido y ha culminado: el mal se ha explicado y tornado enfetmedad. La «Moral fisiológica" ha triunfado. Por eso ciertos psicoanalistas de origen judío sienten cierto malestar cuando leen explicaciones psicoanalíticas de los furores del Führer... 186 Así se produjo el inesperado resultado de que, otra vez, el Manicomio albergase "ainzinales", pero esta vez llegasen por indicación médica. Si la maldad y el delito derivaban de la enfermedad, combatirlos no consistía solo en penar y encarcelar, sino también en tratar clínicamente y hospitalizar. En el Novecientos incluso algunos creyeron que no había tanta distancia entre el universo concentracionario edificado por la vieja mora] para castigo de tos mal. hechores ruidosos y antisociales --la cárcel—, y el nuevo Universo concentracionario edificado por la medicina para curar las enfermedades graves, formado por el Manicomio y el Hospital. 'En 1917,.Mateo Legnani percibió un nexo entre todas esas instituciones al sostener que si los enfermos no estuvieran hospitalizados se lanzarían al crimen y el vicio. Radical cotno siempre, afirmó: "Fácil es imaginar todo el mal que producirían los enfermos que hoy ocupan los hospitales y asilos, si estuvieran desamparados. No me limito a recordar los de los nzanicorizios. Me refiero a los de todas las clínicas. Los que no murieran enseguida, cerradas ante dios todas las vías de existencia izoizradas por carecer de condiciones, se lanzarían al vicio, a la vagancia [...1 al crimen. Con esta consideraciári basta pensar que los hospitales y asilos realizan por lo menos tanto bien como el de las cárceles" ". En 1911, Bernardo Etchepare, de pensamiento menos bizarro, estuvo sin embargo de acuerdo en que las cárceles debían ser lugares medicalizados, "sitios de enmienda y de reforma de la person - alidad" tanto como de "sanción, [la] que después de todo, es también una terapéutica" 401. El hospital-cárcel de Legnani podía perfectamente darse la mano con la cárcel-hospital de Etchepare. Esas instituciones eran intercambiables porque la enfermedad se había convertido en la cuna de la maldad y ésta en enfermedad. 3. Los orígenes de la enfermedad: ¿culpa o responsabilidad social? La cultura cientificista condenaba racionalmente las densas atmósferas de culpabilidad que fomentaban las religiones cristianas, pero la culpa, esa noche dentro de sí mismo, tal vez por consustancial 187 al hombre, tal vez porque se la usaba en pro del disciplinamiento de las conductas, a menudo renacía. En relación a la causalidad de la enfermedad, en la segunda mitad del siglo XIX se enfrentaron la escuela del contagio con Pasteur y Kocha la cabeza, y la escuela de la liereditariedad del mal; pero ambas concluyeron por admitir que el "terreno", la predisposición a la enfermedad, era fruto o de las condiciones sociales, o de los "vicios", llamados más tarde por la medicina "conductas personales". Pero fuesen la miseria y el hambre, o el alcohol y la trasnochada las causas de la tuberculosis, para poner un ejemplo, la culpa personal siempre concluía rondando. Sin embargo, la "rnoral fisiológica" apostó como causa a la responsabilidad social y no a la culpa personal. de la enfermedad _•. conLa concepción de la enfermedad como producto social se impuso facilidad en el Uruguay batilista del Novecientos. La sensibilidad de aquel movimiento político para con la miseria obrera, y la permeabilidad de la sociedad uruguaya toda a este tipo de explicad científica, denotan una de esas características del Uruguay que seguran2ente se refieren a rasgos de su historia en. la larga duración 4°2 . Pero también influyó el hecho de que el Novecientos asistió . al relativamente' fácil vencimiento de ciertas enfermedades infecciosas, en ticular la difteria y la viruela, y no pudo combatir con el mis par- ' mo éxito la tuberculosis, una dolencia más obviamente vinculada a la condición social de los que la padecían. Al reinado de la tuberculosis -correspondió, en realidad, el reinado de la concepción social de la enfermedad. Antes del Novecientos, el saber médico uruguayo había negado comí frecuencia el vínculo miseria-enfermedad, aun cuando advirtiese que los que más se enfermaban eran los miserables, pero ellos también, se pensaba, eran los más "viciosos" e Ignorantes". Francisco Soca señaló en la Cámara de Diputados:En 1892, por ejemplo, "Causa yconsecuencia de la viruela bien poco tienen que ver con condiciones sociales ambientales 1.4 La viruela no ellje a sus víctimas entre los clesheredados de la fortuiza y de la higien4 y lo mismo reina en los palacios que en las bohardillas".Y é "los ricos de m'estros diasf eran con menor frecuencia 188 sus víctimas, ello solo se debía a que, "más ilustrados, se vacunan más a menudo" 403. Hasta 1925, el Consejo Nacional de Higiene apostó sobre todo a la vacunación y la desinfección como armas claves para combatir las enfermedades infecto-contagiosas, pues subyacía la opinión de que ellas eran el fruto de agentes patógenos que atacaban al cuerpo desde afuera, y de la ausencia de educación higiénica de las clases populares. Pero en 1926, la orientación del Consejo varió al ascender ala presiden. da el badlista José Scoseria; entonces la concepción social de la enfermedad se hizo dominante en. el organismo que compartía con la Asistencia Pública el manejo de la salud colectiva en el Uruguay. La concepción social de la enfermedad había penetrado en «la clase médica" de manos sobre todo de una dolencia, la tuberculosis. En 1905, el Primer Congreso Internacional sobre esa enfermedad ya había señalado a las causas sociales como determinantes 4°4 . Dentro del cuerpo médico uruguayo fue probablemente Félix Vitale quien en 1908 promovió primero esta opinión. Este facultativo, uno de los introductores de la ideología geórgista en el Uruguay de 1905 405 , tenía una sensibilidad muy alerta ante lo social y un singular espíritu combativo, por lo que su tesis fue presentada con agresividad: "Desinfectemos, inspeccionemos la leche y la carne [..] destaiyamos los esputos, prohibamos la expectoración en público [...J pero ese criterio es insuficiente". Y ni siquiera bastaba decii, con Robert Koch, que la verdadera causa de la tuberculosis era la miseria: "el ilustre bacteriólogo alemán [-•1y todos atribuyen la tuberculosis a la miseria y sin embargo la olvidan inmediatamente para no mirar más que en el microscopio, distrayendo completamente su atención del ambiente que les rodea. [Loslhigienistas regeneradores" tenían tendencia a predicar que se debía vivir "en casas salubres, de confort adecuado", culpabilizando a "los miserables por no hacerlo", como si eso se debiera a la voluntad de los pobres. El mensaje era radical, el verdadero médico debía combatir la miseria y bregarpor el cambio social si quería concluir con la tuberculosis: «El problema de la tuberculosis es . un problema económico, a cuya solución todos deben contribuir: /Vuestra patOlogia social merece un estudio más profundo que el estudio de los besos y del vicio que tienen .• 189 los niños en las escuelas, de chuparse los dedos. La educación de las masas es un problema que nos incumbe, pero hay que darse cuenta de lo que se entiende por educación. Educar hombres que están condenados a la miseria [...] puede ser tiempo perdido". El llamado a la acción política era obvio. Tal artículo apareció, curiosamente, en la « Revista Médica del Uruguay", publicación que solo incluía memorias científicas y estudios de casos clínicos 4°6 (1. En 1916, el psiquiatra Santin Carlos Rossi extendió el criterio de la enfermedad como producto social a todas las dolencias y por ello cuestionó desde el «privilegio económico" al « prejuicio social": «El clínico para ser eficaz [debe] trabajar en la antecámara de la clínica, que es la sociedad [-J. En un cuadro de la edad adulta ve una mala infancia, en la mala infancia, un mal matrimonio, en el mal matrimonio, los defectos de la organización social. El combatiente . que hay en el médico no sabe rendirse nunca: retirado el terapeuta aparece el sóciólogo. Y por encadenamientos claros, lógicos, implacables, se ve conducido a incluir en la etiología de muchas enfermedades a ¿a ignorancia, el privilegio económico y el prejuicio social". Y como la clínica no tenía "casta ni secta", sus respuestas eran "magníficas de indiferencia o de brutalidad" Y enseñaban que el medico "al lado del microscopio [tenia] lugar noble para una podadora" es decir, para la reforma social radical 4°9. En 1915, Rossi había ya puesto ejemplos concretos de su visión del cambio económico: "La higiene de la tuberculosis no se hace salivando (*) El ejercido de la obstetricia en los hospitales también despertó la sentibilidad social de los médicos uruguayos. En 1909, Augusto Turenne sostuvo que "el trabajo sobre todo de fábricas" de las mujeres, interrumpía los embarazos o los acortaba y que las 15 o 20 días de vida intrauterhza que losniños ricos llevan de ventaja a los pobre.5 son la mayor garantía de una larga vide. Creyó que "estos desastres" solo se evitarían con «el reposo obligatorio de la obrera, ya sancionado por las legislaciones ertranjeras y que esperamos ver en breve incorporado a la legislaciónnacional" 4°7. Al año siguiente, en 1910, el médico de la Liga Uruguaya contra la Tuberculosis, Sebastián B. Rodríguez, expuso el problema con criterio patriarcal y conservador: el físico de la mujer no estaba preparado 'Para resisitir la doble tarea de atender al taller y atender al hogar", por lo cual debía "imperare! criterio de desviara la mujer de los talleres y fábricas [para así' asegurarle un desarrollo filico más en armonía con las funciones que tiene que desempenar en su vida y una unión y moralidadmayor en e I hogary en la familia". opinidn de Turenne era la del batllisrno «progreskta " y el socialismo; la de Rodríguez, la similar a 14 de la derecha católica «6. 1.90 sobre bicloritro, pasando paños húmedos al piso, aislando los menesteres del enfermo: se cumple dando a los organismos amenazados por el hambre y el «surmenage» un sueldo alto y un horario corto, edificando casas al sol y el aire de las afueras de una ciuda4 haciendo jardineesry plazas en cada barrio central" 41°. La idea de la enfermedad comoproducto social se extendió en «la clase médica" y tal vez informó a su mayoría; al menos los testimonios • que la sostienen son más abundantes que los que, tímidamente además, señalan disenso& La realidad hospitalaria, el tratamiento de los enfer mos en el interior del país, el ejercicio de ciertas especialidades COlit0 la fisiología y la obstetricia, alentaron la difusión . de la tesis. Juan Pou Orilla y Mateo Legna_ni en 1915 y Alberto Brignole en 1916, se afiliaron claramente a esta posición. Legnaxii llegó a llamar a la tuberculosis y la sífilis, «modos de venganza de las clases sociales desposeídas" 411• En 1919, el programa de «Higiene" del profesor agregado Enrique M. Claveaux, en la Facultad de Medicina, un pionero de la medicina preventiva, ya incluía entre sus puntos, al lado del estudio del «suelo, agua, aire y climatologíti", el de la nabitación salubre, la higiene indivi dual, escolar; industrial y profesional" y la llamada « higiene social" 412 ; y cada vez más memorias científicas y presentacione,s académicas de casos clínicos aludían a "la miseria crónica" en la etiología de enfermedades tan diversas como la gripe o la "trombollebitispuerperal", esta última, "consecuencia de una vida ruda y escasa de recursos", de un «régimen social injusto", al decir en 1919 de los médicos internos en el servicio del profesor ibrenne, José Ma. Estapé y Juan A. Collazo 4 ". La concepción social de la enfermedad llegó a las instituciones oficiales en el Novecientos de la mano del médico batilista José Scoseria. Su vinculación, primero a la Comisión de Caridad y ;Beneficencia _Pública en 1905, a la Asistencia Pública en 1910, al Consejo Nacional de Higiene en 1926 y su paso por la Liga Uruguaya contra la ibberculosis, cambió el sentido exclusivamente nigienista" de la orientación allí vigente, sustituyéndolo por un enfoque social de la enfermedad. A los pocos días de asumir *como Presidente del Consejo Nacional de Higiene, pronunció el 4 de febrero de 1926 un discurso en el seno del Consejo proclamando las nuevas nQas a que debía ceñirse - - 1 1 . - . 191 la institución en su lucha contra las enfermedades infectó , contagiosas, entre las que incluyó, en primer plano, a la tuberculosis: "El hogar infectado, la habitación insalubre, la alimentación insuficiente, e I exceso de trabajo y el alcoholismo, como causas higiénicas, y como causas sociales las que conducen al proletariado a la indigencia y, corno síntesis de todas ellas, la miseria, son las que debilitan los medios ide defensa del organismo y hacen fácil y segura la Infección y el contagi9. La guerra al microbio y la guerra al esputo no bastan [...] como fórrnulage lucha. Hay que hacer obra de prevención, [proteger] a la madre duranie el embarazo .y en el parto para que no dé a luz niños débiles [...1 y vigilar vivienda, alimentación, trabajo y taller 'del obrerol" 414 (*). , . ,, *** . ,/ - ,v P.i. • Pero la noción de culpa no desapareció; algunos médicos conservadores en lo social y lo político, y los sifilógrafos, jamá¿ la olvidaron. A su vez, la mayoría de "la clase" transformó la culpai en respon labilidad personal por comportamientos insanos a los que ya no denominó «vicios", pero que, en los hechos, a menudo s¿ les parecían. Los médicos Joaquín de Salterain en 1903, Sebastián É. Rodríguez en 1910, y M. Armand Ligón en 1914, señalaron que la tuberculosis y el alcoholismo no solo se combatían remediando «la escasez de alimentos", sino también terminando con 'todos los excesos y vicios que debilitan el organismo", con "íos placeres [que] gastaban [y] las orgías y el juego" que incluso a menudo determinaban la "vida de privaciones", según apuntó, ya en plena furia moralizante, el último de los nombrados " 6. Pero fue la esfera de la sexualidad aquella en que el saber médico restauré con fuerza la noción de culpa. Los médicos de la piel y enfermedades venéreas a veces la fomentaron con espectacularidad. (*) I..a fundación de la "Sociedad de Higiene y Medicina Social" probablemente congregS a ,los médicos más identificados con la etiología social de la enfermedad. -. Tenemos noticia de ella a raíz del Congreso Médico del Centenario, celebrado en Montevideo entre el 5 y el 12 de octubre de 1930 415. l i1,t. - 1! 11 . . 192 En 1922, el folleto del Instituto Profiláctico de la Sífilis, titulado "Para nuestros jóvenes", alertaba sobre los "males contra la familia" que traía aparejada "la culpa del marido", es decir, su contagio: "Contaminación de la mujer en el hogar"; "ruina material de la familia por la enfermedact la incapacidad o la muerte del marido", y, lo peor, "las consecuencias hereditarias, [las] hecatombes de niños muertos" o ciielmente enfermos, productos de la sífilis y la gonorrea. El ejemplo no fallaba en su objetivo, provocar miedo y culpa: "El niño que acaba de dar a luz ha sido atacado desde su nacimiento por una espantosa oftalmía, de la que, según se dice, quedará ciego [...]. ¿Qué es esto? Una fechoría de la blenorragia producida por la madre y que, en último término, proviene de la blenorragia del padre" 417• La noción de "cornportamientoper.sonal" inapropiado para el man- tenimiento de la salud es, en realidad, la culpa moderna, y por ello su señalamiento es históricamente clave. Los médicos comenzaron a utilizarla cuando su discurso dejó de estar completamente infiltrado por la moral tradicional —la que, a su manera, también procuraba mántener la salud— , y pasé a querer fundarse solo en la ciencia y el culto a la salud. La "moral ftsiológicá" apostó a esta novedad y pretendió así secularizar la noción de culpa que creyó solo religiosa. Lo cierto, empero, es que el paciente comenzó a vivir culposamente su estilo de vida ante" los reproches del saber medico. 1 En las tres primeras décadas del Novecientos, los médicos todavía confundían y entremezclaban la conducta impropia para la salud con el antiguo "vicio" moral. Así, en 1908, Juan Servetti Larraya, al señalar las "causas del artritismo y medios de corregirlo", al lado de "la seden- . , el cancerólogo Carlos Butler, en conferencia radial sobre la profilaxis del cáncer, alertó a los oyentes contra el consumo de "verduras crudas t tariedad ftsicay la supraalimentación [collalimentos demasiado fitertes [como] las carnes rojas, de caza, grandes pescados, conservas en general", coiocó los excesos "de la pasión o la inteligencia" 418• En 1930, por la posibilidad de que éstas contengan parásitos capaces de irritar el tubo digeislivo",ies recomendó "abstenerse del akohol defumarychicar tabaco", y también "evitar el decaimiento de la resistencia vital por el abuso de las fuerzas fikicas o por los vicios" 419. [...] 193 La novedad ética consistió, entonces, en pasar gradualmente de indicar como causa de la enfermedad a los antiguos "vicios", a señalar como causa clave el acompo. rtamient o personal". Siempre el sujeto era culpabilizado por no responder a las exigencias de ja moral, pero 4sta había variado sus contenidos: el Novecientos agregó alas tradicionales irregularidades de las cuales el sujeto debía acusarse el peligroso • coito fuera del matrimonio y la masturbación, por ejemplo , otras nuevas, las que precisamente indicaba la ciencia como pecados contra el cuerpo y la vida larga, fallas de la inhibición ante la inmediatez del placer: la sedentariedad excesiva y la alimentación inadecuada, por ejemplo. El lazo de la sedentariedad excesiva con la vieja haraganería y de la alimentación inadecuada con la gula, revela nexos inesperados entre los saberes religioso y científico. Acciones como beber alcohol, participaban de la condena de ambos saberes y cuesta, en realidad, distinguir cuál de ellos los estigmatizó más. No fumar, en cambio, parece un consejo higiénico en estado de pureza, pero la culpa por desconocerlo recuerda las viejas sanciones. Debemos advertir que la evolución tendía a reducir y no a incrementar la lista de los pecados. En los hechos, la moral derivada del cuidado obsesivo de la salud condujo a un acotamiento del mal al terreno casi exclusivo de lo que perjudicaba la vida larga. Pero en el Novecientos esto no se percibe aún con nitidez. Señalemos, por último, que la insistencia del saber medico en la responsabilidad personal del enfermo en la etiología de su dolencia, tuvo dos efectos: en primer lugar, hizo que el sujeto retomase el control de su salud, hecho que la medicina social en parte impedía al insiátir en la etiología colectiva de la enfermedad; en segundo lugar, contribuyó a disculpar a la sociedad de su responsabilidad en la producción de la enfermedad. Desde este ángulo puede ser considerada esa insistencia en la conducta personal como un retorno político a un saber más conservador del orden social. 194 4. "El hombre fisiológico» Santín Carlos Rossi en su libro ya citado, "El Criterio Fisiológico", dio cuenta acabada de la utopía moral de "la clase médica" y del nuevo culto a la salud del cual derivarían y al cual se referirían los nuevos valores. Esa ética, sobre la que volveremos, implicaba severos deberes con uno mismo y los demás en pro de la preservación de la salud personal y la social que estaban rigurosamente entrelazadas; y permitía solo el placer legitimado por "el Amor y la . madurez emocional", dos requerimientos que en realidad lo controlaban dejaban fuera del ejercicio del placer al adolescente, poi- ejemplo — , casi tan rigurosamente como la vieja moral cristiana. • .El hombre ideal no era el . superhombré nietzscheano, rechazado por "cruel y amoral", ni el estoico que "sufría resignadamente"; ambos modelos eran "incompletos" desde el punto de vista 'fisiológico" El nuevo hombre, que estaba ya en germen en el común, desterraría el dolor y ejercería todas sis funciones vitales, viviría "la castidad sin nostalgia', el sensualismo sin vicio y el amor ingenuo duicernente perturbador". Todas "las fuerzas ciegas de la Naturaleza [serian así] interrogadas por la Inteligencia, conquistadas por la Fuerza y comentadas por el Sentimiento del Hombre" 42°. Este superhombre batilista —Santln Carlos Rossi lo era y en el batllismo se hallan elementos de esta utopía— encarnaría todas las virtudes del culto a la salud y recuperaría el orden. y la armonía en base al respeto del placer, limitadó por el respeto del propio cuerpo y de la "raza". El %mor", liberado de las convenciones burguesas noviazgo eterno y matrimonio indisoluble sería el único factor legitimador de la cópula. Pero en la erradicación absoluta del dolor y en ese placer medido, ya estaba implícito el espíritu discreto y condenador de todos los excesos, típico de una sociedad de clases medias. Por eso en 1938, casi veinte años después de haber aparecido el libro de Santín Carlos Rossi, la revista "Vivir" acotó y empequeñeció el mensaje al hedonista: %Sufrir poco! ¡Vivir mucho!". Para no volverse 195 "arterioesclerótico" había que: "a) abstención de alc9hol [...]; b) alimentación correcta, a base de verduras y frutas, simple, con tranquilidad espiritual; c) enfoque de la vida por su lado sonriente; luchar si pero sin caer en abusos; educar la voluntad para hacer imposible el pesimismo y el esplín" 421 La sociedad ya no le pedía otra cosa ala medicina <II e r la vida larga, y la medicii* ia la prometía de seguirse ciertas conductas: la moralizació.u. de la medicina había culminado en la medicalizaciÓn de la moral. • CAPITULO II: LA SOCIEDAD BIOLOGICA: UTOPIAS: SOLIDARISMO EUGENESIA 1. El saber médico propone la reforma social 197 más de una vez citado fue el "grupo de casas en el Reducto - (Montevideo)" que había edificado el 'filántropo" católico Alejo Rossell y Rius. Erasmo Arrarte, Alberto Brignole y Francisco Soca, llegaron a sostener que el rancho y el conventillo debían ser "destruidos" aun a costa de la "expropiación [de] los propietarios fastuosos" sobre cuyas tierras estaban; claro que "esas leyes no vendrán, no pueden venir; sinc después de estudios graves". La opinión médica fue tan unánime eri relación a esta necesidad de modificar la vivienda popular que el Primer Congreso Médico Nacional de 1916 votó esa conclusión, al menos en el caso de los "obreros" 424 La mayoría también bregó por cambios que alteraban un tanto tnál profundamente el orden social y económico vigente: "la reglamentación del trabajo e higienización de los locales en que se efectúa", el fomenic "del cooperativismo y los medios de abaratar las subsistencias'; "es mejoramiento de los salarios", "los seguros contra la desocupación, la enfermedad y la invalidez" y "la fundación de colonias agrícolas industriales", fueron, por ejemplo, reformas indicadas por el Consejc Nacional de Higiene en setiembre de 1925 al Consejo Nacional de Administración 425 La protección a la mujer trabajadora fuera de su hogar, concilió las tendencias patriarcalistas de aquella "clase médica" con su afán reformista. El obstetra .Augusto 'Duerme apoyó desde %principios del Novecientos, "la ¡imitación de las horas de trabajo, ¡a supresión del trabajo nocturno, el alejamiento de la mujer de ciertas industrias insalubre-s, el reposo semanal", tanto en pro de la salud de la mujer como del amamantamiento y la crianza de sus hijos. A estos efectos, "el reposo obligatorio" antes y después del parto fue la idea más recibida; el Cuerpo Médico Escolar incluso obtuvo de la Dirección General de Instrucción Pública que las maestras embarazadas gozasen de "licencia de un nzes antes del parto y un mes después de él", disposición ya vigente en 1910 426 El combate a la prostitución también concité la búsqueda de cambios y hábitos sociales. Miguel Becerro de Bengoa en 1919 y lléctor del Campo en 1923, bregaron por el "aumento de los sueldos [y] la fijación de/salario nzínimo"de las obreras, y "e/ aumento de los puestos" . La moral y la concepción de la enfermedad como producto social anteriormente expuestas, condujeron a que la mayoría de los médicos que hán dejado testimonios escritos, bregase por una sociedad ideal que expulsaría la enfermedad, entronizaría la salud — que era la felicidad— y fundaría un nuevo orden social shbre bases estrictamente "biológicas". Esa mayoría bregó por la reforma social. En 1915, Santín C. Rossi fue terminante.: las "conclusiones de la Higiene son desfavorables a la actual organización social" 422 Ese año también, Mateo Legnani ironizó sobre las colectas del "día de los tuberculosos" organizadas por la Ligá Uruguaya contra la Thberculosis, a cargo de "aristocráticas y delgadas niñas"; era "preciso "que no fuesen delgadas y aristocráticas, que el dinero deje de ser rey [ I y la Razón domine. Es menester que no haya injustamente pobres y ricos, que no se vean hambres y orgías [...] que ¡a sociedad se arregle" 423 El programa de cambios sociales era vasto y comenzaba con la sustitución de la vivienda popular. De juzgar el volumen de lo escrito y la jerarquía de las instituciones médicas implicadas en ese pronunciamiento, la primera reforma debía consistir en sustituir los "tugurios" que habitaban los sectores populares rurales y urbanos, el rancho y el conventillo, por "barrios jardines" o habitaciones higiénicas y no "sobrepobladas" a construirse por el Estadó o la Municipalidad, y en las que se askrarían "alquileres baratos". "La casa independiente [para] cada familia" era el ideal dominante en ese plano; el modelo urbano . — . . . 199 198 para las mujeres en general, facilitándose, por ejemplo "su ingreso a las carreras liberales". Sin embargo, Héctor del Campo estimó que la miseria no era "la causa directa de la prostitución", sino la indirecta, primero, por obligar "a vivir a padres e hijos en una promiscuidad que hace imposible respetar todo sentimiento de pudor", y segundo, porque sociales, por causas individuales, por causas de orden i social y por muchas otras más" 431 Los cambios apoyados por la mayoría de la "clase médica", si bien. afectaban los intereses del orden conservador vigente en ese Novecientos uruguayo, no alteraban su esencia; por ejemplo, esa mayoría nunca mencionó el término confiscación sino expropiación, propuso la elevación de los salarios pero no la supresión de la relación salarial, y bregó por el fin de la prostitución pero no por la libertad sexual. Las críticas al orden establecido y los «excesos" de la burguesía, se conciliarán con la justificación de algunos de sus rasgos claves; por ejemplo, el mérito y el esfuerzo personales como causas de la desigual. dad social legítima, principio que la mayoría de la "ame médica" defendió más de una vez. Ciertas posturas parecían más radicales todavía solo porque se contextuaa aban en el medio a menudo ultraconservador del patronato uruguayo. En realidad, esta mayoría de la "clase médica" era de urilarogresismo" obviamente afín al batilista por defender la acción interventora del Estado en pro de la salvación iluminista de las masas y "culpabilizarlas" en alguna medida de los vicios alcoholismo y «haraganería" que las degeneraban. "las tareas del obrero lo absorben por completo [y] descuida así la vigilancia de sus hijas". En su caso, se dieron la mano la reforma social y el conservadorismo moral 427 (*). La reforma social preconizada por esta mayoría médica á veces alcanzó tonos radicales. En 1915, Mateo Legaani observó que '?aran higiene" llevaba "a preconizar reformas [...1 tan profundas que asustan [...], con solo imaginadas se experimenta una inercia muy semejante ala del pánico" 429 . Es que el año anterior, en 1914, su colega y corre- ligionario político, el medico batilista José Scoseria, había llegado a sostener que, por ejemplo, "la lucha antituberculosa [...] es una lucha social [...], un conflicto entre el interés general e intereses particulares: es la lucha de los obreros contra el patrón exigiendo menos horas de trabajo, más higiene en el taller y mejor salario [...] de wza parte de la nación mal nutrida, mal alojada, miserable, contra otra parte del país más feliz: la lucha de los que nada tieneny nada pueden contra los que todo lo tienen y todo lo pueden, la eterna rebelión de los esclavos contra los arnos" 43°. Pero estos "radicalismos" no deben llevarnos a confusión. La mayoría de la "clase médica", incluso estos dos exponentes extremos — *** que terminamos de citar, fue reformista y no revolucionaria. Ese mismo año de 1914, José Scoseria llegó a conceder a un maestro conservador postulante de la "holgazanería" como causa fundamental de "la tuberadosis [y] la miseria" reinantes en el interior del país, que ese vicio moral ocasionaba, sin duda, "la miseria [s..] la mayor parte de las veces [pero que] no se llega por eso solo, se llega por defectos de las condiciones (3) Por cierto que no toda la 'clase 7rzédica" tuvo esta visión social de las causas de la prostitución. En 1914, el médico Pedro Sanguinet opinó que «las menores arrastradas • al vicio" en el departamento de Soriano, donde residía, lo habían sido (1)or propia inclinación" o 'por negligoncia de los padres evidenciada en la absoluta libertad que les conceden, sustrayé.ndolas de la Escuda y dz ocupaciones honestas" 42s. • En efecto, la compulsa documental revela que la mayoría de los escritos de la "clase médica" uruguaya del Novecientos, tiene posiciones ideológicas y políticas afines con ell)rogresismo" social que dominaba en el socialismo y el batilismo, y aun se insinuaba en las alas radicales del Partido Nacional y la Unión Cívica. Los lazos con el batilismo son notorios en varios casos de los autores médicos analizados. No sabemos cuántos médicos eran batilistas, pero sí que lo fue, en momentos claves de su vida pública, un importante porcentaje de los citados en este libro: Francisco Soca, Atilio Narancio, José Scoseria, Augusto Ibrenne, Mateo Legnani, Santín Carlos Rossi, Félix Vitale y Américo Ricaldoni. Para ilustrar con un solo ejemplo, Roberto B. Giúdice, el médico director y redactor de la revista "Vivir" entre 1937 200 y 1949, la primera que la "clase" publicó para divulgar sus nociones de medicina preventiva, y que tantas veces hemos citado, además de periodista de "El Día", fue coautor del estudio hagiográfico más importante sobre el batIlismo que existió hasta no hace muchos años, titulado "Baile y. el batIlismo" 432• Sí conocemos el peso de la "clase médica" entre los dirigentes más conspicuos de ese movimiento político. De los 77 nombres que en otra obra estudiamos como integrantes de su dirigencia entre 1903 y 1933, el 77% eran profesionales universitarios; de ellos, el 71% eran abogados y les seguían, lo que sí era novedoso en un partido político uruguayo del Nogirecientos, un 14% de médicos y un 10% de ingenieros 433 Es más, los escritos citados anteriormente de estos. médicos solo adquiren todo su significado, bastante más rebelde y cuestionador de lo que indicaría un análisis meramente conceptual, dentro del contexto político-social en que fueron dichos o publicados, en plena ofensiva del batIlismo por la imposición de sus postulados reformistas más resistidos por las "clases conservadoras". Alberto Brignole, el fisiólogo, y Augusto Tbrenne, el obstetra, por ejemplo, apoyaron con calidez la limitación de la jornada de trabajo a 8 horas en 1916, año en que • Precisamente la legislación la impuso —la ley del 17 de noviembre de 105 entró en vigencia el 17 de febrero de 1916— en medio de una (Verte oposición patronal e importantes huelgas obreras 434 ' Los elogios de Augusto Ibrenne en 1915 al. "socialismo de buena lej," que se aprendía en los hospitales al contacto con la miseria 435 el %Soya brestricto de Santín C. Rossi en 1914 a "las aspiraciones del socialismo de estado", en cuyo cumplimiento creía poder encontrar las condiciones sociales que garantizarían la salud rnenta1 436 ; la esperanza de Mateo Legnani en 1917 en "los ensueños o las ficciones de los so'cialistas"para poner freno a las enfermedades, esperanzas que creía se' podían concretar de manera más realista a través del "Partido Cdlorado, el batilista"; todo ello indica una identificación precisa de mlernbros importantes de la "clase médica" con el batilismo radical 437 En 1918, a un año de la Revolución rusa de 1917, Augusto Threnne se "afilió a algunos postulados del derrotado batllismo radical y hasta . . ; - . 201 avizoró la solución de la "conizinización filial" para el problema del abandono y la mala educación de los niños por sus padres: "El limpia); cuya orientación hacia indefinidos progresos culturales y sociales k convierte, con alarma de muchos, en campo de experimentación sociológica, para consuelo de los que profesamos ideas avanzadas 1..4 se ha preocupado de incorporara sus costzunbres y SU legislación preceptos que están llamados a moderar 1...1 el abandono del niño. ¿Será la comunización de los hijos un remedio a ese abandono? Las audaces realizaciones del lnaxinzalismo ruso obligan al sociólogo a detener sus miradas sobre el sangriento alambique [...J en que pugna por elaborarse una nueva forma social de la que ial vez sea el mayor enemigo la incultura y la mentalidad primitiva de los elementos en quienes se ha ensayado". Pero en el Uruguay, donde los "elementos" podía ensayarse "una clarividente protección" [de eran diferentes, tal vez los niñosl que realizara científicamente [su crianza] para sustituir la errónea fornzación física, nzental y moral que fluye de una incompleta y descarrilada concepción de los deberes patenzales". El Estado guiado por los científicos criaría y educaría a los niños y aceptaría, eso sí, "las inevitables pero no irritantes desigualdades que la capacidad física, la preparación mental y la energía volaba [harían] renacer cuantas veces un ingenuo mol pretenda crear organizaciones estrictanzette igualitarias" Icomunis438 Este punto de vista de Tul. ' enne coincidía de manera rigurosa con algunas de las utopías del batilismo radical y con su fe en la conducción y módelación de la sociedad por un Estado iluminado por la ciencia y sus sabios. A la vez, ese cambio, radical sin dudas, debía garantizar la desigualdad y la libre competencia, motores de la sociedad burguesa, Por cuanto la desigualdad era postulada como un elemento consustancial de la condición humana. El apoyo de buena parte de esta "clase médica" a proyectos econó¿‘ micos y sociales concretos del batllismo testimonia otra vez los lazos que estamos describiendo. En 1916, Augusto Turenne señaló la necesidad, para proteger la salud de los sectores populares, de "distribuir mejor las cargas sociales [y establecer] contribuciones gradual. nzente progresivas a las sucesiones" 439; el mismo año, Fernando Giribaldo apoyó el proyecto del diputado balata Eugenio Martínez Thetly, . 202 que obligaba a los propietarios o arrendatarios de campos a proporcionar "alojamiento cómodo y de capacidad suficiente al personal de trabajo" 44°; y Mateo Legnani en 1915 opinó que los médicos deben enrolarse en las filas del partido del bnpuesto único", porque esa era la mejor forma de- "luchar por la salud", es decir, que solo el georgismo — el impuesto único sería sobre la tierra y expropiaría su valor— concluiría con el latifundio y la miseria 441 , opinión que se volvió reiterativa en la revista "Vivir" dirigida por el médico Roberto E. Giúdice y en cuyo consejo patrocinador figuraban algunos de los más destacados integrantes de la "clase médica" de esos años 442 (*); Es probable que el tipo de documentación manejada —el escrito médico de tipo sociológico, en este caso— haya sobredimensionado la relación entre la "clase médica" y la aspiración a la reforma social. Pero lo. que sí parece indiscutible es que el saber médico quiso extraer consecuencias políticas de sus postulados biológicos y ellas lo llevaron a plantear una sociedad ideal que no pudo librarse por entero de la influencia de los contextos ideológicos de su época. 203 conservación de la especie". Esa "asociación" desean " saba en lin "egoísmo bien entendido" que aconsejaba "la solidaridad social del hombre"; solo esa imprescindible "cooperación", ‘Vuurnanizaba" al hombre, le aseguraba mediante la educación y el trabajo el dominio sobre la naturaleza. Los "deberes y derechos" de cada uno eran meras "traducciones verbales de funciones biológicas"; por ejemplo, "la humanización de las funciones reproductoras exige al hombre la protección de los hijos durante el período de crecimiento [...ly[de]la persona dd sexo femenino que haya elegido como pareja, durante el tiempo én que 1 a fisiología de la maternidad no le permita trabajar". Era la preservación de la especie la que determinaba la existencia de los únicos. «privilegiados nutritivos» que podían vivir sin trabajar: niños, mujeres embarazadas y ancianos; y la que imponía la igualdad del esfuerzo al resto, de lo que se deducía que el privilegio social y las clases ricas y ociosas estaban condenados por la biología pues «usur- paban un lote ajeno de energías". "La igualdad [era] un factor biológico" a mantener por la sociedad, pero los «méritos" personales podían alterar la uniformidad pues de ellos se deducía la legitimidad 'fisiológica" de un trato diferente a cada *** En 1919, Santín C. Rossi planteó en su libro "El Oiterio Fisiológico", ya parcialmente comentado, la utopía social del saber médico precisamente enmarcada por el solidazismo batilista, y que resultó ser, en realidad, una peculiar fundamentación biológico-cientificista de él. La biología era la que exigía tanto la vida cii sociedad como el rasgo clave de su organización: la asólidaridizd". Tierra, aire, luz, «materiales nutritivos", vivienda, vestido, cultura, seguridad, todas esas y otras similares necesidades, el hombre solo podía satisfacerlas mediante la "asociación", que, en última instancia, le garantizaba "la defensa y uno de acuerdo a su esfuerzo y su capacidad. El gobierno debía regirse por leyes "que se asemejan alas científicas . •! (*)Otros médicos adoptaron posiciones políticas más contestatarias. Paulina Luisi, por ejemplo, fue socialista, y probablemente a ella se debiera que la plataforma electoral de ese partido en 1918 incluyera puntos tales como la reglarrzentación de las condiciones de salubridad en que se encuentran las viviendas que se entregaban al pueblo' y "el establecizrziento de los sistemas de represión dd alcoholismo sobrc la base de la voluntad popular" 44 3 . en que indican lo que hay que hacer si se quiere seguir viviendo bien». Y si la sociedad estaba organizada de acuerdo a los principios precedentes, el Estado podría desaparecer: "su suprzsión es perfectamente concebible en una sociedad de hombres completos, es decir; lo suficientemente educados para cumplir por ellos mismos sus deberes y limitar sus derechos sin la coerción de la ley». r- El problema radicaba en que "la sociedad actual" no estaba organizada solo de acuerdo a estos principios Tsiológicos": en ella reinaban el desequilibrio social, el dolor, la enfermedad yla ignorancia. "El dolor [por ejemplo] era una advertencia orgánica de que no se cumple la condición de equilibrio de la vida", su existencia social comprobaba el desequilibrio de la vida en lo colectivo, tarea que la biología imponía remediar. Los hombres tenían derecho «biológico". 204 en defensa de su especie, a restablecer el equilibrio y eliminar los males con el apoyo del estado benefactor y protector dc los débiles, desocupados y miserables, y educador científico de los ignorantes. Todos estos, en realidad, eran actos de egoísmo defensivo de la especie que pretendían anular las consecuencias patológicas de la organización social defectuosa. . Solo la sociedad organizada en base al respeto de los principios "fisiológicos" vería desaparecer "el privilegio nutritivo, la esclavitud económica de la mujer y la libertad' que actualmente tiene el hombre para dañar; única liberiad individual que limitaría la organización fisiológica". Abolir "el privilegio nutritivo" significaba concluir con "la toma de energías del ambiente" sin el correspondiente esfuerzo personal, por lo que se debían eliminar "la herencia, la propiedad de renta 0 el simple numerario que no represente renzwzeración de esfuerzo personal". Ese "privilegio" además, era dañino tanto para los que lo debían sostener a costa de su propio esfuerzo, como para los que lo usufructuaban. Lo que sigue ejemplifica con claridad el tipo de razonamiento de Santín C. Rossi, su curiosa alianza de argumentos biológicos y políticos, csa afanosa búsqueda de los fundamentos científicos de una sociedad ideal que. tanto se parecía al proyecto del batilismo radical: "Inzaginenzos la jornada biológica de un rico heredero. Supongamos que se educa en condiciones fisiológicas, para ser un hombre completo y no mutilar la vida. La ley del óptimo nutritivo (comer lo sufzciente para vivir y no más), lo obligará a la sobriedad nutritiva, en calidad y cantidad [...] lo obligará a ejercitar su sistema neuro- muscular; si no en una dirección útil (trabajo), por 10 menos en una agradable (deporte); la educación cortical le hará buscar la enzoción favorita — estética, educadora, científica — cuya resonancia es social y no individual. En cualquiera de esos- casos, el privilegiado no necesita su privilegio y tendría su puesto distinguido en una sociedad armónica. Si en canzbio el heredero es ignorante, disipado n voluptuoso, buscará sienzpre emociones raras [olse intoxicará [...] ese sujeto perjudicarla su propio orgarzisnzo". De lo cual Rossi deducía que "el privilegio no llena por él mismo ninguna exigencia orgánica y en cambio obliga a otros individuos a nzutilar su organismo". 205 La abolición del "privilegio llevaría a la desaparición "de todas las instituciones que lo sostienen: ejércitos, tribunales, cárceles y otros mecanismos administrativos". El resultado final de la sociedad reformada siguiendo «el criterio fisiológico", sería la abolición del privilegio, la miseria, la ignorancia y "la nostalgia" del placer, padres de la desigualdad, el delito, la enfermedad, el dolor y el vicio 444 En 1919 también, Rossi tradujo esta utopía médico-batilista al terreno de las realidades sociales uruguayas y la convirtió en un elogio de la clase media", la Única que podía garantizar la formación de "una mentalidad de hombre norma4 fisiológico". Al inquirir sobre la influencia de "las condiciones económicas del hogar en la salud y mentalidad de los niños", halló que "el chico que se cría en la miseria tiene una mentalidad miserable: irritado, envidioso, simulador o rebelde, vengativo, lógicamente vengativo. El chico que se cría en la abundancia en cambio— podrá ser generoso, noble, expansivo, si tiene la suerte de encontrar en el hogar; a pesar de la abundancia, aquellos ejemplos en sus padres [...1 pero está expuesto al extremo opuesto de la mentalidad miserable: la vanida4 el orgullo de clase". El que estaba mejor situado l'ara formarse una mentalidad de 1.zombre normakfisiológico, es el niño de la clase media [...1 por eso el porvenir de la raza [humana] exige la profilaxis de la miseria y de la superabundancia" 445 De este modo, la utopia médica que pretendía matar el dolor y terminar con el privilegio, concluía, un tanto pedestre y hedonísdemente, en el elogio de las virtudes mentales de la clase media. El saber médico volvía así a sus específicos orígenes humanos y reivindicabá de este modo el recuerdo de tantos inmigrantes que habían sacrificado sus «cuerpos fisiológicos" por el doctorado de sus hijos. . . 206 2. E1 saber médico propone la punficación de la raza humana: la eugenesia y su contexto La eugenesia, teoría que pugnaba por combatir la "degeneración" de la "raza" amenazada por las enfermedades y los "vicios» populares, en particular, alcoholismo, sífilis, tuberculosis y dolencias mentales, fue la creencia dominante entre los médicos del Novecientos y dio forma concreta a la utopia de una sociedad gobernada por principios extraídos de la biología. Esos principios se sintetizaron en la preservación de la "calidad" de la "raza", por lo que concluyeron condenando lo anormal, lo criminal, lo marginal y lo enfermo, en perfecto acuerdo con el orden establecido, aunque con una dureza y frialdad científica que scilo lograron imitar — y superar los regímenes nazi-fascistas europeós nacidos, precisamente, en los años veinte y treinta de este siglo, cuando la eugenesia había conquistado un lugar preeminente dentro de las creencias del saber médico. El vínculo entre reforma social y eugenesia, sobre lo que volveremos, dio un sello peculiar al eugenismo uruguayo pero no pudo evitar su ambigüedad política. En realidad, lo que ligaba a la sociedad ideal de Santín C. Rossi con el eugenismo, era la convicción de los médicos de que su saber tenía el derecho y la obligación de regular la vida humana y modelar tanto el cuerpo del hombre como la vida de la especie humana. Las ideas claves que compartían ambas utopías eran la salvación de las masas y/o de la "raza" por los científicos Iluminados, y la creación de una nueva moral basada en esos objetivos a lo que todo debía subordinarse. Pero las dos utopias no representaban los mismos intereses sociales, yeso infiltró sus principios. La salváción de las masas implicaba la defensa de los débiles y los miserables; la eugenesia conducía, en cambio, como se verá, a la esterilización de los débiles y los enfermos. A pesar de esta evidente contradicción, el saber médico del Novecientos logró que ambas ideas cohabitaran en su interior, tanto las unía la creencia común en la omnipotencia de la medicina. La idea dé la degeneración de la "raza" implicaba casi siempre el principio de la trasmisión hereditaria de los caracteres patológicos 207 adquiridos, y fue expuesta por vez primera por el médico. francés 13. More' en 1857, atemorizado por el espectá.cuto de la degOdación física y "moral" del proletariado de su país. La previsión de un fin catastrófico de la "raza" se slio paradoja], mente la mano con su opuesta, la utopía de un perfgccionamiento físico, moral e intelectual indefinido dei hombre que la áedicina venía acariciando desde fines del siglo XVIII con Condorcet. Ambas convicciones partían de la misma base: la especie humana y la "raza" se construían con el esfuerzo de las generaciones sucesivas pro tanabién. • podían destruirse o degenerarse por efecto de las enfe r medades que' atacaban esa cadena de la que la generación prcsentp era solo un eslabón. Los médicos del Novecientos creyeron todos en que la preservación de las virtudes y la salud de la "raza" era la tarea clave de su ciencia y que a ella- debían subordinar su acción los gobiernos. Á veces, en los "progresistas", el concepto de "raza"virtualmente se identifica con toda la especie humana, pero otras veces,' la percepción que el kaber médico tuvo de la "raza" fue referida solo a la de la nación a veces, el continente- de origen de los facultativos. En 1928, lo expresó Eduardo Bastos en el seno del Qinsejo Nacional de Higiene: "no solo junto al lecho del enfermo, aliviando dolores [...] es que se cumple 2 1a misión de médico moderno, sino qiie es también un alto deber convencer al hombre sano que debe . mantenerse tal y ser así un eslabón útil en esa cadena de solidafidad social que permite el avance de la civilización" 4/6 • En 1920, un no médico, Manuel Medina Bétan- court, ex-secretario de José ilatile y Ordóñez y propulsor del control de los casamientos para evitar que los enfermos pudiesen procrear, • resumió el principio clave de la utopía médica sobre el futuro de la, en. este caso, especie humana: "Lar presentes generaciones han transformado el estrecho individualismo que heredaron, en un colectivismo amplio y generoso, solidario con . la vida [...1 y con las generaciones futuras. [Las nuevas generaciones] sáben que son un puente y no un punto, eslabones de una cadena infinita y nó cuerpos eirantes" 447 . Evitarla "degeneración» de la especie, de la raza— y en su lugár contribuir mediante el saber cielitífico a construir un cuerpo humano Pacultad cle Ciencias Sociales D2 ,1). de Ciencia P:Aitica 1-3:1)1 i3tel a wwwwermaoraimos......r.........§..... wiew 11..111.1.111.1.400 .1 . . Z08 saludable, vigoroso e inteligente, eran tareas posibles que correspondfan ala medicina y los gobiernos. . . 1. . 209 pedigree de sus animales reproductores, pero nada o muy poco se ha hecho entre nosotros para premiar los mejores ejemplares de la raza hunzazza" 449 . Correspondió á inglés Francis Galton (1822-1911), primo de Charles Darwin, impulsar la idea dela eugenesia en -el mundo a partir de' 1883. La definió como 11 ciencia que procuraría que cada especie, clase . *** La atmósfera culposo, que la creencia cristiána en el pecado original había generado en Europa desde la Edad Media, revivió a la manera cientificista del siglo XIX, cuando el saber médico comenzó a defender la idea de que el mal —la enfermedad— era hereditario. El médico español Pedro E Monlau en 1865, expresó con claridad el temor a la degeneración tanto de la "especie humana" como de la célula social que le interesaba como católico y burgués: la familia: 54 los ojos de la higiene, la predisposición a enfermedades análogas es una incompatibilidad grave, un impedimento fisiológico para el matrimonio. Un predispuesto a las escrófidas y una predispuesta a la tisis darán origen a wza familia desventurada". Las conclusiones finales eran tetminantes: "Una legislación sensata y previsora debería poner en consideración esos hechos, y sobre todo poner el debido remedio. pero por desgracia nuestros códigos nada estatuyen en favor de la regeneración física de la especie humana. Los gérmenes de la sífilis, la tisis y del cáncer,. . de la gota y el herpes, de la fealdad y la disminución de la talla, de la loa:ra y de la epilepsia, podrtan irse ahogando y extinguiendo en menos • de un siglo, sin más que quererlo", es decir, prohibiendo el casamiento 1 1 ;' . ill s ''.1.1 ...] ; de los que tuvieran esas dolencias 448 La idea de controlar la "raza" y vigilar sus apareamientos para mejorarla e impedir su "degeneracióri", provenía, naturalmente, de las manipulaciones que la revolución agrícola inglesa venía realizando desde el siglo XIX con razas animales. La "Liga Argentina de Profilaxis Social" lo recordó al pedir al Congreso de su país el establecimiento del certificado de salud para celebrar los matrimonios, y lo hizo con un sázonamiento que al Consejo Nacional de 'Alone uruguayo le pareció tan oportuno que lo transcribió en 1921: 'Reflexiónese que las razas i .1' . r.f. : 1 x . , . animales son motivo de especiales requisítat para garantizar su salud y sit procreación. ¿No habría llegado acaso el momento de aplicar iguales niedidas a la raza humana? Los ganaderos exigen con mucho interés el ' I, i. / 11. i .1. I , t:J,'? .. ; 11I.11 •i : L1. 4 -!:. Ty »s;'. 1 o raza, llegase al máximo de sus posibilidades mediante el cruzamiento entre los mejores y la esterilización de los seres biológica y mentalmente _defectuosos. Su teoría descansaba sobre dos supuestos, la • selección natural darwiniana y la herencia cielos caracteres adquiridos. ¡ Parte de la "clase médica" occidental, sociólogos, biólogos y estad is- ., tas, fundaron con estas ideas el movimiento eugenista que se expandió sobre todo a partir dé 1900. El primer Congreso Internacional de : Eugenesia tuvo lugar en Londres en 1912, pero ya en . 1907 el estado de '. Indiana en los Estados Unidos había comenzado a aplicar leyes de . esterilización de cierta clase de enfermos 45°. El movimiento eugenista, que mucho tuvo de cruzada biológicopolítica, se expandió por América Latina; puede señalarse la presencia de esas ideas o instituciones eugenistas, en 1913 en el cuerpo médico brasileño, en 1918 en el argentino y en el Uruguay desde las primeras .. décadas del siglo XX. En diciembre de 1927 se realizó en La Habana . . la Primera Conferencia Panamericana de Eugenesia y Homicultura, . con la participación de 16 países, entre ellos Uruguay. Las resoluciones de esta Conferencia proporcionan el programa del eugenismo americano muy influido por el estadounidense. Primero se insistió en que las naciones de América dictaran leyes de Inmigración :"destinadas a impedir el ingreso a sus territorios de • it - . Cié razas cuya asociación se considera biológicamente rep-iee-iiia.- ies des cecho c :dedite_ ial de sieíl der peodridloasqu“pealraas naciones am ericanas tendrían rezaasra c epriucan il eisdtaesbeleabc lee r n'm La defensa de la especie humana se había transformado claracia". mente en defensa de la raza dominante. . _ .' En segundo lugar, se recomendé que las autoridades encargadas • de autorizar los matrimonios, exigieran "a cada uno de los cónyuges su historia biológica, la que pondrán a disposición del otro cónyuge o del . 210 jefe de familia". Las condiciones germinales de los individuos se clasificarían en "bueno, dudoso y malo", pero los individuos también se clasificarían "somáticamente" en responsables de dirigir su vida procreativa o irresponsables de hacerlo. Los responsables con condiciones "buenas" podrían dirigir su vida procreativa "cuidando de las condiciones de sus cónyuges"; a los portadores de condiciones "malas o dudosas" pero responsables se les permitiría, "previa enseñanza, dirigir su vida sexual bajo la reglamentación que sé les indique"; a los portadores de esas mismas condiciones "malas o dudosas" pero irresponsables, "se les someterá al aislamiento o segregación o a la esterilización". Además, "la alienación Mental, la criminalidad, la sífilis no tratada, el alcoholismo y la narcomanía comprobados" después del matrimonio, podrían 'ser motivos de su "anulación", pudiendo realizarse "esa comprobación no solo por el otro cónyuge sino por autoridad competente". En tercer lugar se votaron resoluciones que tendían a "proteger" a las -mujeres embarazadas y a los niños. La mujer embarazada estaría "obligada" a seguir las prescripciones médicas, pero tendría derecho al reposo pre y post parto; "la madre nodriza" tendría "el deber y el derecho a poder amamantara su hijo durante un año" y éste, "el derecho natural al seno de su madre durante los 8 primeros mesés de su vida". El cultivo del desarrollo físico y mental de los habitantes de cada nación americana completaba este conjunto de recomendaciones a los gobiernos. En noviembre de 1934 se realizó en Buenos Aires la Segunda Conferencia Panamerican . a de Eugenesia y Homicultura. El Presidente argentino, General Agustín. P. Justo, la inauguró, y concurrieron, como delegados oficiales del Uruguay, los médicos Roberto Berro y Víctor . Escardó y Anaya. Esta conferencia reiteró el consejo a los gobiernos y municipios de establecer "consultorios especiales para el examen médico prenupcial" a los cuales se presentarían, eso sí, "voluntariamente", los interesados, y también la recomendación a los gobiernos de "reservarse [el derecho] de examinar las ventajas de la entrada de la corriente inmigratoria", ajustándola a "sus intereses económicos, policos y sociales". Esta segunda conferencia, desarrollada en plena crisis 211 económica mundial, insistió más que la primera en la necesidad de la estabilidad de los empleos de "los padres de familia" y brindé un "voto de aplauso" al Uruguay por su "Código del Niño" en el que hallé comienzo de un verdadero "código biológico del !t tombre" que mejoraría la perpetuación sana de la raza 451 El eugenismo americano se identificó así con la prelervación de la pureza de la "raza" dominante en cada país americang —sobre todo se pensó en la blanca en América Latina y en los blancos anglosajones en Estados Unidos—, y también reveló aristas totalitarias por cuantoprocuró subordinar el derecho individual de casarse y procrear, a una decisión a menudo estatal, en manos, eso sí, de biólogos. Pocas veces la utopía "científica" había concluido en un movimiento tan sospechosamente ligado aciertos postulados de la derecha política. Tal vez fuera por el contexto de temores que lo hizo nacer. . • *** El sentimiento clave de la eugenesia era el mieclo a la "dege- neración" de la especie o la raza. El pesimismo sobrevnía cuando se comparaba lo que se creía había sido el hombre primigenio o "aneste término encantaba a Mateo Legnáni — con el espectáculo de enfermedad, miseria y violencia coaligados que caracterizaba a las masas urbanas hijas deldesarrollo capitalista. Todos los médicos del Novecientos creyeron que el hombre estaba al borde de su desaparición o transformación en especie Inferior, sobre: todo por los efectos combinados del alcoholismo, la sífflis y la tuberculosis. La visión de la "clase médica" era apocalíptica. En :1898, el facultativo argentino E Correa Llobet sostuvo que "la degeneración de la humanidad y la organización Ñica y moral dd hombre" e ran un hecho indiscutible testimoniado por un sinnúmero de datos verificables, por ejemplo, que "la vida media del hombre moderno es mucho mas cestral" reducida que la del hombre antiguo. Ya no se oye hablar de aquellos que mueren a los so, 90 o ciento y tantos años" 452 . En 1915, Mateo Legnani afirmó parecidos conceptos y argumentos 212 con una nota dramática todavía más cargada de pesimismo: "La Humanidad va por mal camino ahora [...] la especie irá acentuando de generación en generación todas y cada una de sus taras, predisposiciones mórbidas y enfermedades [u.] acortando el pronzedio de duración de su existencia, deformando y desviando su tipo [...] viciando el tempemmento, agotando el brío, aminorando las resistencia?'. El problema era que 14 adiátesis; o predisposición orgánica a contraer enfermedades, resultaba "cada vez nzás espesa, más cargada". "Los sucesivos ataques de las enfermedades van cambiando la nutrición, el nzetabolismo E...] minando, sobre todo, el sistema nervioso" 453 El temor ganó a vastos núcleos intelectuales. En 1920, Manuel Medina Betancourt lo expresó desde el diario "La Razón" en frases lapidarias: "si lo bueno continuara mezclándose a lo malo, la materia enferma seguirá cormmpiendo a la sana y poco apoco el género hwnano desaparecerá disuelto en un dantesco mar de podredunibre". La frase final era de un darwinismo elocuente y agresivo: "Las especies que no saben defenderse, desaparecen" 454 .. Este pesimismo sobre el futuro de la especie — o de la raza , típico en el saber médico. del. período 1870-1940, sobrevenía cuando se observaba el espectáculo de los seres alcoholizados, hambrientos y violentos, notorios en las muchedumbres proletarias. . Mateo Legnani los describió así en 1915: "Los caracteres de degeneración vulgarizados por Lombroso se constatan con zuza frecueni. cuí tal, que ya izan perdido su valor jurídico. El médico legista los encuentra en todos los acusados, y al proyectar la mirada en redor; los ve 1 en los miembros del tribunat en d público que acude a los juicios, en los periodistas que hacen las crónicas, en el fiscal [...]. Allí un gordo apático, aquí lin flaco ticos° o coreico, allí un labio de escrofuloso eternamente rtsfriado, allt un prognata, acullá tina niariz d'ata, estignza deachaudinn paterno [la sífilis]. La tuberculosis y la sgilis por doquiera, y por doquiera el alcoholismo". Evidentemente, las masas eran feas y provocaban tenor. A los ojos de esta élite científica de mentalidad burguesa, esos seres hacían correr a la humanidad el más grande de sus riesgos. Salvarlos tál, vez, pero tambiéfi y sobre todo, controlar su reproducción, era . 213 función de la Higiene y el saber médico. El miedo a los de abajo se transformó en angustia por el futuro de la especie o la raza. Este temor actuó como trasfondo incluso en los médicos 'progresistas" que apoyaban, como hemos comprobado, la reforma social La raízsocial burguesa y conservadora del eugenismo también se aprecia en su tendenda a confundir preservación de la especie humana con defensa de la raza dominante, la blanca, argumentándose a veces que en ella residían los mejores ejemplares para proceder a la selección natural. ¿Acaso el éxito de los "señores" no probaba .su superioridad biológica? Este racismo ligado al miedo a las muchedumbres, notorio en el eugenismo estadounidense, se advierte solo aveces en el caso uruguayo y probablemente se vincule a ese sentimiento de identificación con Europa, típico de un pueblo que todo él se creía descendiente de inmigrantes de ese origen. En 1918, Mateo Legnani expresó ésta concepción con su peculiar estilo: "Para el higienista P.] salud es la ancestral [...] cuya vitalidad derrotó la vitalidad de todas las razas [...1 acaparé a todos los hombres, y llega al hombre europeo". Por ello a ese hombre lo caracterizaba la "sinceridad [quej brotaba de la convicción íntima, consciente o no, de poder; de vigor; de salu4 [mientras] la astucia, cualidad dominante en razas inferiores, [caracterizaba al indios y negros, con quienes rzo ofrece grandes similitudes, por cierto, al ancestral de que desciende el hombre hacedor de la civilización" 455 (*). (1 En algunas ocasiones, el eugenismo uruguayo incluyó a las manifestaciones más osadas de la cultura en el concepto de "degeneración", con lo cual se acercó, probablemente sin sospecharlo, a los rasgos conservadores de la mentalidad pequeño-burguesa que el nazismo entronizaría en los años treinta en Alemania. Tan temprano como en 1915, Mateo Legnani creyó advertir en el "col nouveau" otro testimonio de la "degeneración" de la especie: "Y no se echa de ver que si prosperan tales artes es porque tienen un público decadente, cuya alma está mordida, viciada, ~aviada, por la decadencia nerviosa, por la degeneración colectiva" 456 . Manuel 'Medina Betancourt, partidario apasionado del eugenismo, opinó de manera similar en 1920, pero abarcó en su condena de lo degenerativo a más 'actividades illtollinzr; y( in ir ni p)rá n as suyas: "Corremos demasiado hacia las fronteras del desorden 214 - Pero el racismo uruguayo lío pasó de ser una expresión minoritaria, al menos si recurrimos a los testimonios escritos de su existencia. En cambio, entre los temores causantes del eugenismo jugó un rol muy importante en Uruguay la comprobación de que la abstracta "degeneración" de la especie o la raza encarnaba, en realidad, en la ruina de la &lilaila burguesa, pues ella también se veía amenazada por la intromisión en su seno de la enfermedad. . ' En ese momento de crisis de la familia tradicional, en que la mujer reveía su rol y el divárcio se entronizaba —la primera ley de divorcio es de 1907— , también la enfermedad amenazaba la cadena de las generaciones. De este modo, la trasmisión de la herencia y el poder al heredero hijo de alcohólico, sifilítico o tuberculoso, se convertía en una burla a la institución familiar. Los sifilógrafos, en particular, tuvieron muy presente ese riesgo de la especie que para la familia significaba la muerte. La heredo-sífilis del médico francés Alfred Fournier implicaba la creencia en la perpetuación de • la enfermedad "hasta la enésima generación", por lo que, a la vez que se reafirmaba la cadena familiar, se provocaba angustia al ponerse en duda la posibilidad biológica de su continuidad. Por ello en todas las historias clínicas se preguntaban los antecedentes hereditarios con especial referencia a la sífilis, la blenorragia, la tuberculosis y el alcoholismo. Obsérvese esta preocupación por el destino de la familia en las palabras del médico francés Arturo Vernes que el Consejo Nacional 4e Higiene tradujo en 1921: "La sífilis es causa de despoblación y de degeneración de la raza [...la:vi sucede que se multiplican las familias [...} cuyos miembros padecen de taras o dolencias, sordera, ceguera, orgánico y espiriaiig hacia un funcs .to extremo disolvente. [Vemos así] en política, en arte, • en sockilogia, primando las ideas más absurdas y mds anárquicas donde los valorcrque formaban hasta d presente todo d bagaje de la civilización, toda nuestra ciencia experimaitaly toda nuestra razón, solo sirven para ser escarnecidos y negados' 457. ¿Esta indignación la despertaban el cubismo, el surrealismo, el comunismo y las ideas 44 Freud? Muy probablemente. Si es asf, ella revelada la intolerancia y • la fe militante de un antiguo positivista, sorprendido por la evolución de la cultura occidental Luego de 1900. 215 , debilidad mental, hidrocefalia, epilepsia E...] que las hacén socialmente inútiles y que pueden ellas mismas trasmitir a sus descen4ientes, hacendo las veces de tronco de degenerados" 458 . Esta destrucción por la enfermedad del "germen , de la estirpe» — expresión de Paulina Luisi en 1916 459 — hada temer el fin del poder de la familia burguesa, la ruina biológica que anundaria la ruina económica y social. También indicaremos entre las causas de la difusión del eugenismo > otro hecho bien visible en Uruguay: el temor al "mtmciliamiento" de la mujer virgen por el marido enfermo, miedo de todos los padres de hijas casaderas que prometía conjurar la medida eugenista Más popular: el certificado de salud prenupcial a exigir a los dos contrayentes, pero, sobre todo, al hombre joven. Pa-tilin.a Luisi en 1916 y 1919, los folletos del Instituto Profiláctico de la Sífilis de 1922 y Héctor del Campo en 1923, hicieron expresa referencia "a las desgraciadas esposas contaminadas [por esosljávenes ignorantes [qi i 9 les regalaban], con fi consagración nupcial, la 'gonorrea o la sífilis" "u . Pero era Alejandro Gallinal, el módico católico que presidía el Instituto Profiláctico de • la Sífilis, el que siempre que recorría cómo conferencista los liceos del interior del país • para prevenir a los jóvenes de los contagios venéreos, sacaba a relucir el rencor de los padres ante la entrega de sus hijas a esos yernos. Decía: "Uno tiene una hija a la cual cuida corno una fl'ory viene un canalla y la . • ensucia para toda fa vida!" 461 . Por Último, debemos señalar que el mensaje eugenista tuvo mucho de factor religador de la sociedad a través de una nueva utopía, en una época en que la religión, debilitada, ya no movilizaba las conciencias ni inventaba las solidaridades. El eugenismo creó un mensaje colectivo dinamizador de militancias, y proporcionó una fe que se vestía con el único ropaje que en el Novecientos legitimaba, el lenguaje científico. 1 ,, .. • . • . • 216 217 3. El eugenismo uruguayo La primera nota característica del eugenismo uruguayo fue su preferencia por el uso del término "especie" y no "raza", aunque existieron, como hemos visto, excepciones, y de monta. Ese acento en la defensa de la especie humana y no de la raza específica del país, revelaba la presencia, también en el discurso científico, de ese nacionalismo cosmopolita que era el rasgo propio de la conciencia nacional, concluida de forjar precisamente en ese Novecientos y moldeada por el baillismo en la .admiración a lo europeo. El médico uruguayo, puesto a pensar en esterilizar a los enfermos y permitir solo la procreación a los sanos, tenía, por lo general, en vista a la humanidad, no a su República que, por otro lado, tampoco llamaba "nación". El caso más ilustrativo a este respecto es el de Paulina Luisi, como observaremos. La segunda nota del eugenismo uruguayo fue su obsesión por el efecto "destructor de nuestra especie" .que tenía el "triunvirato" de enfermedades compuesto por '7a sífilis, el alcoholismo [y] la tuberculosis", según gráficas expresiones de Paulina Luisi en 1919 462 Alcoholismo y sífilis se disputaron el primer lugar de la obsesión. Sebastián B. Rodríguez en 1913, Bernardo Etchepare en 1915 y Paulina Luisi en 1919, creyeron que el alcoholismo no solo preparaba "el terreno" para la tuberculosis sino que también "disminuía y suprimía á la larga [...] la vitalidad de la raza por intermedio de su descendencia, r - . engendrando hijos idiotas, imbéciles, paralíticos, etc., impropios todos para la reproducción de la especie". Etchepare fue terminante: 'has] 415 partes de los [hijos de bebedo.resj que sobreviven se vuelven epilépticos o criminales y el resto, a su ve.; sufriendo la pena del atavismo, se hacen bebedores. Tal es la herencia alcohólica en su rigidez inexorable". Con- cluyó con una nota personal y aterrorizadora estos conceptos que eran, en realidad, "consejos a las madres": "Todos los días veo ingresar al Manicomio bebedores adolescentes: son todos lujos de alcoholistas" 46 3 . , En 1909, el médico Carlos Brito Foresti presentó a la Sociedad de Medicina de Montevideo un caso de "ginecomastia" que ya hemos • comentado en el Capítulo III de la Primera Parte— y lo atribuyó al "alcoholismo paterno [pues] el alcoholismo [...] es el alfa y el omega de todas las degeneraciones. I...] y el alcoholis . ta puede engendrar degenerados; uno será desequilibrado, otro será un demente y alguno saldrá malforrnado, será ginecomasta" 464 El alcoholismo, el primer vicio "popular", era "la causa tal vez más . clara de la ruina de la especie. Pero la sífilis podía disputarle ese rol. Mateo Legnani en 1915 y Paulina Luisi en 1919 lo creyeron así. Paulina Luisi fue una de las denunciadoras más destacadas de sus efectos sobre la especie: "Es un verdadero Moloch de dos embriones: es la gran fautora de abortos y de nacidos muertos, es la preparadora de millares de criaturas enfermas, deforrnes o trzonstruosas, idiotas e hidrocéfalas. La sífilis, más que el alcoholismo, más que la tuberculosis, más que todas las enfermedades juntas, es la verdaddra . enemiga de la especie". Una gran cantidad .de hijos de sifilíticos eran «felizmente estériles", pero... no todos, por desgracia 465 A eso conducían la sexualidad no controlada por el f`Arnor" en la madurez, y por la continencia en la adolescencia, y la miseria social y fisiológica de la prostitución. Tal era, en apretada síntesis, la opinión de la médica socialista. De estas posiciones el eugenismo uruguayo dedujo su principal línea de acción: el control de la procreación en procura de que solo los sanos engendrasen y a los enfermos se les prohibiera casarse o se les esterilizara. Realicem os una exposición cronológica de esta idea que servirá, a la vez, para datarla y medir su progresiva difusión social,. En 1907 apareció en la revista órgano de la Sociedad de Medicina de Montevideo, un comentario bibliográfico de Juan Pou Orfila á la obra de un médico alemán donde éste se preguntaba si se debía . "practicar la esterilización de las mujeres enfermas o con deformidades, débiles y extenuadas [que no ofrecían] seguridad ninguna desde el punto de vista de la robustez de su descendencia"; había que tener en cuenta "desde el punto de vista social y político, que donde no había madre sana, [existía] forzosamente decadencia en la prole [por lo cuál, debían excluirse dela maternidad todas - las mujeres que no fueran perfectamente sanas". 218 Juan Pou Orfila solo realizó una reseña y no enjuició el contenido del libro alemán por lo cual no conocemos a ciencia cierta su opinión personal 466 Pero al año siguiente, en 1908, el fisiólogo Roberto Berro propuso claramente "la esterilidad individual del tuberculoso"; debía tenerse en cuenta "que las razas progresan siempre por las buenas cualidades fisicas de los procreadores aunque pocos, y no por la abundancia de reproductores que procrean multitudes débiles y enfermas que caerán abatidas [...} para constituir un serio elemento de degeneración Social" 467 El elitismo de Roberto Berro afloraba en su adjudicación de las bondades físicas a los "pocos", el uso del término "raza", y su. condena de los reproductores "abundantes" que solo generaban arrzultÉtudes débiles y enfemias", obvia referencia a las masas miserables, alcoholizadas, tuberculosas, sifilíticas y... violentas. También en 1908, Augusto Threnne, a fin de evitar la degeneración de las proles, aconsejó A sus colegas aprohll)an enérgicamente uniones que solo asegurarán descendencias de valor problemático"; incluso adinitió que "en la imposibilidad de prevenirlas podría aun el médico exigir prácticas anticoncepcionales" 468 . En 1912, el Consejo Nacional de Higiene envió como delegado al II Congreso Español de la Iliberculosis, celebrado en San Sebastián, al facultativo Constancio Castells. Las conclusiones del congreso fueron, sugestivas: en vista de las "consecuencias funestas" que podía determinar la tuberculosis en la descendencia, se recomendaba a "los Gobiernos [que] pensaran seriamente en la necesidad de que la ley establezca limitaciones en la celebración del matrimonio entre individuos tuberculosos" 469 . Estas ideas se difundieron rápidamente en la "clase médica" y b uena parte de la sociedad uruguaya, angustiada por ese renacimiento del pecado original que maldecía a los hijos inocentes, ahora bajo la especie científica, en el preciso momento en que la sociedad creía haber olvidado la culpa cristiana pues estaba secularizando su mentalidad. En 1916, en el Primer Congreso Médico Nacional, Juan Giampietro propuso a sus colegas «evitarlos uniones matrinzoniales de personas con enfermedades hereditarias trasmisibles", y aunque aun creía que ello debía suceder «ápontánea y voluntariamenk", propició "la idea sal. . 219 vadora de la visita al médico antes de la unión ~riman' kg [entonces] seria factible conseguir lo que se busca: la selección de lo semilla" 47O. Mateo Legnani en sus ensayos de 1917y 1918 apoyó con su peculiar misoginia estos principios: las mujeres, por su educación, no sabían elegir pareja y juzgaban al hombre por su aspecto y posición social cuando lo que interesaba era su salud y vigor: "Las prerrogativas concedidas al sexo femenino [...1 son enormes, y a pesar d ie que su pod er de raciocinio es menor que el del sexo masculino, la nTjer es la que íntimamente dirige la selección en la formación del hogar': Su programa incluía la educación de las mujeres para que eligiesen según criterios biológicos a sus parejas, y "dejar que el tuberculoso, 01 sifilítico, el degenerado, murieran pronto y sin prole, [o] impedirles 1 a procreación" de algún modo 471. 1• Paulina Luisi no se afilió al intervencionismo del E9stado en esta materia íntima, pero en 1919 señaló el deber de las parpjas de actuar con "responsabilidad genésica", para lo cual se imponía: "la educación . sexual" y así evitar las uniones de enfermos que solo podían conducir a"vidas inútiles y perjudiciales". En 1925 . 11egó a preguntarse "sino vale la pena ensayar [...] métodos que consigan la esterilización de los enfer1720S venéreo-sifilíticos, empleando formas de acuerdo con lo que exige la profilaxis" 472. En 1920, el diario "La Razón" inició una campaña periodística en defensa del proyecto de ley sobre "profilaxis de la familia" que había presentado a las Cámaras, como simple ciudadano, Manuel Medina Betancourt, batilista de nota, periodistade "El Día" y.novelista. El contenido del proyecto, que no conocemos en detldle, deducido de las declaraciones de su autor al citado diario, pretendía "defender a la familiay ala especie [evitando] el matrimonio de indivi4ws enfermos, seres que por leyes biológicas p.] no podrán dar otra cala que desventztrados frutos débiles, predispuestos o degenerados". Los casamientos se permitirían siempre que el médico certificara en un examen prenupcial la inexistencia de una serie de enfermedades entre las que se incluían, 'naturalmente», alcoholismo, sífilis y tuberculosis, pero según parece también otras consideradas hereditarias como cáncer y lepra. Medina Betancourt a posteriori sumó la blenorragia a esa lista y lo hizo 221 220 a expreso pedido de un médico. El diario "La Razón", en sucesivos artículos a lo largo de por lo menos diez meses (julio de 1920 a abril de 1921), publicó opiniones médicas casi todas favorables al proyecto, entrevistas varias a su autor y noticias sobre cómo la idea ya se había convertido en ley en diversos • estados de la "Unión", tales Pennsilvania, Oregén y Wisconsin. La ley vigente en Pennsilvania desde 1913 pareció al periódico particularmente atractiva: "ninguno de los contrayentes estará afectado de enfermedad trasmisibk o contagiosa. No se otorgarán permisos para casamientos en los casos en que alguna de las Partes sea un imbécil, o epiléptico o tenga las facultades mentales alterada:v[4..10 si en d momento está bajo la influencia de bebida alcohólica" 473 (a). En 1921, Mateo Legnani presentó como diputado un proyecto inspirado en las ideas de Medina Betancourt pero sin sus demasías. Legnani comenzaba afirmando el derecho de la sociedad "a intervenir en la reproducción de la especie de suerte que solo los sanos dejaran heréncia fisiológica", pero advirtió que el saber médico no había llegado aún a definir con exactitud cuáles dolencias eran nefastas a la especie, excepción hecha de la sífilis, por lo cual era correcto "ffigir un certificado de reacción Wasserrnann negativa al que quiera contraer matrimonio". Añadió, como buen batilista anticlerical: "de todos modos, es evi': dente que someterse a ella ha de ser obligación civil más útil y aceptable 1 que la «confesión», exigencia previa y corriente del matrimonio , religioso". Esta transformación de la confesión católica en Wassermann ! laico es, de seguro, un interesante aporte del saber médico uruguayo I a la laicización de la cultura occidental y a la medicalización de la moral !que el saber médico estaba iniciando por esos años. (*) Algunos sectores de la sociedad uruguaya ya habían hecho suya esta preocupación eugenista y cra cada vez más común que las familias se otorgaran certificados de salud prenupciales. En ciertos medios burgueses, la exigencia de los mismos . a los novios varones llegó a transformarse en hábito elogiado por sensato. Miguel Becerro de 13engoa, médico, y Manuel. Medina Betancourt, hicieron referencia en 1920 a los médicos que los otorgaban a veces tamllin por dinero 4711. 1 En octubre de 1927, el Concejo de Administración de Montevideo autorizó a la Clínica Preventiva Municipal dirigida por el médico Enrique M. Claveaux., a otorgar certificados de salud a las personas que los solicitasen y se propusieran contraer enlace, previa realización del Wassermann y a un costo de $ 1. En abril de 1934, el gobierno de Gabriel Terra aprobó el Código del Niño a que ya aludiéramos, en cuya elaboración se destacaron los médicos Roberto Berro, Luis Morquio, Julio A. Bauzá y Víctor Escardó y Anaya, y la abogada feminista Sofía Alvarez de Demicheli, esposa del Ministro del Interior del dictador. En ese Código se consagró la principal medida eugenista de la legislación uruguaya, pues su artículo . 27 indicaba hacer "propaganda persuasiva para obtener la mayor con- •.• currencia de futuros cónyuges a los «Consultorios Médicos Prenup- • ciales», a cargo del Ministerio de Salud Pública". Los oficiales -de" Registro de Estado Civil, de su lado, "aconsejarán a los futuros cónyuges acerca de la ventaja de la consulta prenupcial, dejando constancia en el acta de la inscripción de haberlo hecho así" 475 . En la década 1930-40, algunas posiciones médicas extremas sobre “profilaxia de la fanzilia", recuerdan a los modelos europeos autoritarios cuando no definidamente nazi-fascistas. En 1930, el neuro-psiquiatra José María Estapé, Director de la Cárcel Penitenciaria desde 1933, al referirse a "la lucha contra la degeneración mental", luego de aludir a la prohibición del enlace matrimonial a "las personas portadoras cie una tara degenerativa", mencionó "otro recurso de la profilaxia: la castración de [las' perumas". Declaró: "en el hombre se puede realizar fácilmente irradiando los testículos con los rayos X o con el radio, o si no, ligando el cordón espermático en el canal inguinal; en la mujer se puede realiza.- irradiando los ovarios usi izo ligando las dos trompas de Falopio" 476 • En 1938, la revista "Vivir" consideró oportuno recordar "el derecho y el deber del Estado de mejorar a la estirpe" inhibiendo la función reproductora de "los ineptos", y aunque tales medios le parecieron al autor del artículo "más o menos discutibles desde el punto de vista jurídico nzoral", confesó que le perturbaban más, a erectos de su implantación, las dificultades de índole «práctica" 477. - . 222 *** ;.. • Pero el eugenismo uruguayo tuvo también su veta políticamente 'progresista" o, si se quiere, • las ideologías de izquierda se dejaron influir • por el eugenismo y pudieron, en alguna medida, condicionarlo. El primado de la herencia o el medio ambiente en la conformación de las causas de la degeneración de la especie o la raza, dividió al eugenismo. La derecha, con Galton y los eugenistas norteamericanos, sostuvo la influencia decisiva de la herencia, pero el medio ambiente fue ya defendido en época de Galton por médicos europeos y latinoamericanos. La concepción social de la enfermedad, tan predominante en el Uruguay del Novecientos, se vinculé con la idea de que el medió ambiente era el causante de las enfermedades que amenazaban la especie. Sífilis, alcoholismo y tuberculosis no tenían por qué ser genéticamente hereditarias para atacar a la especie, bastaba con que fueran contagiosas y así se enfermaran los hijos. Tal concepción que limitaba el papel de la herencia — notoria ya en la década de 1930-40—, y decretaba, por ejemplo, la ruina científica de la vieja "heredo sífilis", devolvió al "terreno" y a la organización social defectuosa, un lugar de privilegio en la etiología de la enfermedad 478 • Además, la izquierda política y los médicos 'progresistas" se sintieron atraídos por la capacidad utópica de la eugenesia y el rol que asignaba al Estado en la promoción del mejoramiento de la especie. La tentación de aplicar un programa I"científico" y "racional" usando el poder de un Estado que podía llegar a representar a las masas, era demasiado fuerte como para no caer en ella. Derecha e izquierda la . experimentaron según, claro está, propósitos diferentes. Y los médicos vieron en ese programa el tan anhelado gobierno de los sabios y por los sabios a que aspiraban muchos de ellos. Augusto Bunge (1877-1943), médico socialista argentino, fue un claro exponente de este eugenismo "progresista". El periódico uruguayo "El Socialista" más de una vez lo citó. En marzo de 1919 transcribió, por ejemplo, estos conceptos de su autoría: "Es verdadera- i 1 1í .. .. .. . . .. ......._....._........... _ .. 223 mente de una triste incoherencia gastar millones en palacios para albergar . enfermos incurables o degenerados, enfermos que están poco menos que fuera de la humanidatt . y permanecer de brazos cruzados, frente a los sufrinzientos de la multitud de entre la cual ellos se reclutan" 479 . Idéas I 1 similares había expresado Paulina Luis' .i en sus escritos. ' El eugenismo predicaba• igualmente, y con insistencia, el cuidado de la madre embarazada y kis derechos de los niños, y desde este ángulo también lo adoptó la medicina "progresista". Los pediatras, en particular, se entusiasmaron con la defensa de la especie a través del amparo y la protección de la infancia, testimonio de lo cual fue ese voto de aplauso que recibió el Uruguay por su Código del Niño en la Conferencia de Eugenesia de 1934. En mayo de 1919, el II Congreso Americano del Niño, reunido en Montevideo, había proc"lamado que "la protección del niño hasta la terminación de la adolesce . ncia" era la gran garantía del "Perfeccionamiento integral de la raza" (4c).. I1 *** , II i 1 I í I , i 1 í .'i 1 1 1 1 1 I 1c I 1 j 1 ! i , . . La documentación reunida testimonia que el eugenismo o sus ideas claves lograron muy importante difusión e influencia en el Uruguay desde 1900 a 1940. Sifilógrafos y pediatras, con Luis Morquio a la cabeza, elogiaron a Galton y consideraron imprescindible "el certificado de buena salud para el matrimonio" 481 . El diario "La Razón", al realizar una entuesta entre los médicos sobre el proyecto de Manuel Medina netancóurt, halló que las respuestas eran ampliamente favorables a la iniciativa. Erasmo Arrarte, Jaime NI y Silva, Alfredo Pérsico, Francisco Brito . I (*) El mismo Congreso apuntó a otro argumento que los eugenistas utilizaban: el ontrol de la natalidad. Pero el Congreso apostó no tanto a la supresión de la descendencia de los enfermos sino al control de la "superabundancias' que podía "ser causa de perturbación para la salud y engendrar mentalidades no deseables en una sociedad bien organizada [..4 Eiporvenirde la especie exise la profilaxis de 1 a mkeria y de la superabrmdancia" 480• El eugenismo, en realidad, invocaba siempre el control de la natalidad, lo que Paulina Luisi llamaba en 1919, actuar con 'rerponsabilidad genédca». Limitar el número de niños podía significar tanto menos "taras hereditarias" como menos candidatos a la miseria... ya la rebeldía. . 225 • ' - 224 del Pino, Rafael R. Rodríguez, E. Torres Granó, Joaquín E. Travieso y Afilio Narancio, agregaron razones de su propia cosecha. Francisco Brito del Pino opiné: "Que ni el degenerado mental, ni el a lcoholista ni el canceroso puedan impunemente contribuir al nacimiento de razas raquíticas, epilépticas, con taras [...ly puedan procrear hijos sanos los que son sanos de cuerpo y de alma"; y el especialista en de acuerdo a su idea preconcebida de lo sano y lo enfermo. En este caso, lo sano se parecía, sospechosamente, a lo fuerte y lo triunfante, alas "razas", los países y las clases dominantes, y lo enfermo, a io débil y fracasado, a las "razas", los países y las clases dominadas. U:n Nietzsche aburguesado rondaba por allí (*). enfermedades de la piel y venéreas, Joaquín E. Travieso, propuso incluir la blenorragia entre las enfermedades que excluirían del matrimonio. Solo Miguel Becerro de Bengoa se opuso por considerar cruel la medida, aunque opiné que "la esterilización de esos enfermos, sin mutilaciones, permite el rnatrinzonio que es difícil y peligroso negar 11 conserva el amor" 482 En los años veinte y treinta de este siglo el eugenismo influyó en la educación estatal. Hacia 1935, el texto de enseñanza de "Higiene y Biología" del médico Francisco Brito del Pino, insistía en "los efectos desastrosos del alcohol en la descendencia" .familiar y "la especie hiunana" 4 En la cátedra de higiene infantil y puericultura que se ". dictaba en los Institutos Normales, el pediatra Américo Mola lo implantó oficialmente en 1925, y en su texto de 1932, que utilizaba para ' formar a las futuras maestras y llegar así al público infantil, decía: "Los principios sustentados por el Eugenismo, esa ciencia nueva que estudia lo que se relaciona con el porvenir de la raza, [...] deben ser aplicados en la medida posible, conzo base del perfeccionanziento de la raza". Por ello se lamentaba de que en el Uruguay todavía no se hubiera legislado para "impedir la procreación a seres tarados por estados patológicos (sífilis, tuberculosis y akolzolismo) que tan grave influencia ejercen'sobre el producto de la concepción y sobre las condiciones vitales del futuro ser" 484 El uso del restrictivo término "raza" merece ser destacado. . *** Con las ideas eugenésicas, la construcción — ¿o invención? — del cuerpo por el saber médico dio un paso adelante gigantesco. Ese saber ahora pri ctendía —y en ciertos países y sectores sociales ya había . logrado— aplicar sus principios a la . especie o la raza, moddándolas I () Hoy en día (1995) la eugenesia ha renacido, aunque la decisión acerca de cuáles son los seres humanos "inferiores" que deben ser eliminados no está en manos del Estado — como en la Alemania nazi— sino del consejo médico ylas parejas. Los certeros diagnósticos prenatales (arnniocentesis y exploración por ultrasonido del vientre materno) permiten detectar las fetos anormales (con síndrome de Down, por ejemplo) y desecharlos por medio del aborto. CAPITULO III: EL GOBIERNO MEDICO Y LA CONSTR.UCCION DE LA SALUD COLECTIVA 227 después, en 1958, el médico Héctor H. Muiños lo repetía en un libro de cabecera de los estudiantes de medicina del momento: "Está en la esencia de la profesión [...] la monstruosa paradoja .de hacer todo lo posible por destruirse: la meta de la medicina es no sólo czirary aliviar al enfermo, sino prevenir la enfermedad [—J. Prevenir la enfermedad es anularla: la medicina se devora a si misma" 487 . 1. La derrota de la enfermeda4 el triunfo de la medicalización y el gobierno de la sociedad Los médicos del Novecientos, como "clase" y "saber", apostaron a la derrota definitiva de la enfermedad y el dolor, eso concluiría por hacer inútil la medicina. Esta idea probablemente tradujo al campo de la salud, la fe en el progreso y el perfeccionamiento ilimitado del hombre, la creencia ciega y militante en la ciencia como único instrumento de la salvación humana, y la confianza de una ciase fuerte, por pujante y victoriosa, segura de sí misma y sus valores, la burguesía decimonónica, a la que la mayoría de la "clase" médica perteneció y expresó. La creencia en el posible vencimiento de la enfermedad traspasa como un hilo ingenuo toda la imaginería n3édica desde el Novecientos hasta décadas más recientes. En .1910, Francisco Soca, al defender la vacunad& obligatoria argumentó en la Cámara de Diputados que . el "amor supremo" de los médicos, "la higiene y laprofikixis", conduciría a "la desaparición de la Medicina" 485 en 1916, sostuvieron al unísono una opinión similar, Santín C. Rossi. y el vicepresidente del Primer Congreso Médico Nacional, José Brito Foresti: "el médico más honesto es aquel que, defen; diendo los principios de la higiene, está cavando la tumba de su profesión", "la profesión de médico es la única cuya finalidad tiende a que esta sea cada vez menos necesaria [...]porque el médico es el primero en saludar con gritos de alegría el triunfo del colp" cuyos ~os han creado el medio de dominar la enfermedad" 486 Cuarenta y dos años . Pero, en los hechos, la medicina no se devoró a sí misma, devoró a la cultura. La "higiene", nombre modesto que asumió la medicina preventiva en el siglo XIX y buena parte del Noyecientos, presuponía.. medicalizar por entero ala sociedad. Evitar la 'enferm.hdád significaba vigilar y preservar la salud y convertir a los sanos en objeto de la medicina y no solo a la minoría enferma. El médico, antiguo recetador de medicamentos, se volvió también indicador de análisis despistadores de la enfermedad fen ciernes, y consejero dé conductas que evitaban la invasión de mi mal siempre redefmido y creciente. El mal contra el que se debía combatir resultaba ahora multiforme, ya no era solamente la enfermedad clásica sino tambié'n zonas de la existencia anormalizadas por la utopía de la vida larga, "cautivante y fácil", al decir de Santhi Carlos Rossi. Por ejemplo, la decrepitud, la lenta decadencia del ser vivo, se tornó insoportable y por lo tanto combatible; el antiguo "sufrir ni iento moral" se transformó en síntoma de la alteración mental a curar; el embarazo, el parto y la menopausia de la mujer, se volvieron objetos de cuidados tanto más atentos cuanto que la plenitud de la vida corra riesgos que ya no se admitían; y el dolor, absolutamente diabolizado, comenzó a ser atendido ahora en todas sus manifestaciones, desde las intensidades mínimas alas máximas, desde el "naturardel parto a lajaqueca de la histérica, desde la cefalea del hipocondríaco a la puntada inaguantable del canceroso. Pero la derrota de la enfermedad no solo ocurriría por la medicalización total de la vida del individuo sino, y sobre todo, por la medicalización del gobiernó de la sociedad. Solo el control higienista • del Estado garantizaría las condiciones sociales y políticas perfectas que. facilitarían la salud pública y privada. 228 Si la enfermedad era un producto social, y, como ya observamos, la mayoría de la "clase médica" lo pensó asf, solo modificando a la sociedad se concluiría con la enfermedad. Era casi inevitable agregar que solo los higienistas sabrían hacerlo. 11 poder debía concebtrarse en ellos pues todo era mate.riay objeto de la medicina prcventiva, desde la vivienda familiar ala organización de las ciudades, desde el régimen de trabajo al salario, desde la miseria a la concentración de la riqueza en pocas manos. La medicina preventiva, entonces, lejos de concluir en el paro médico por falta de enfermos, se transformé en el garante —teórico — de la ocupación plena de la "clase". El antiguo sanador de las enfermedades se convirtió en el creador de la salud y el garante de las !condiciones sociales y políticas que debían producirla. Solo el médico aseguraría la reforma científicadelasociedad y solo él podría imponer a los .individuos los atormentadores preceptos sanitarios que garantizarían la salud, desde la asepsia hasta el cumplimiento estricto de normas dietéticas y conductas sexuales. Asf la "clase médica" se condenó aun verdadero trabajo de Sisifo, l a un eterno retomo al combate contra esas hidras dé mil cabezas que 'eran la enfermedad y el sufrimiento, a la construcción de lo que no existía naturalmente, la salud. Solo el dinero, los honores y el poder ipodrían dulcificar estas tareas angustiantes. Santin C. Rossi advirtió en 1915 esta multitud de funciones del médico moderno que, en realidad, convertían su vida en una misión: «El crecimiento ideal del hombre" solo podríalograrse apartándole los ' estorbos, esa "misión de los conductores de almas [exigía] arquetipos 229 • :sociales y pocos se prestaban actrialmente a ello corno el médico. El filósofo derroca prejuicios [...] pero cuando se llega a él se llega casi :liberado, el artista redime con la belleza, pero P..] alcanza a pocos exquisitos; el sacerdote perfecciona con la fe, pero la inteligencia humana :se va rebelando contra el dogma religioso, el estadista U.] concurre con la le); pero la ley irrita porque castiga. Solo .el médico tiene a su favor la 'universalidad y el ambiente, porque solo el médico responde al eterno y 'universal enigma del dolor!" 488 . - Un año antes, Santín C. Rossi había sido todavía más preciso: si se quería la derrota de la enfermedad, «había que salir de los Hospitales, • e invadir de ideas el Parlamento, la cátedra popular y la Escuela para preparar por la ley, la educación y la instrucción, el advenimiento de una vida cautivante y fáci4 que inmunice a las razas del porvenir". La lucha a realizar era inmensa pues no habría "ni criminales, ni tuberculosos, ni locos, ni cárceles, ni hospitales, ni manicomios, ni medicina [...] el día en que las castas sociales no sean montañas y abismos, en que el trabajo no sea una cadena, en que la elegancia no sea disipación, en que el placer no sea vicio, en que el matiimoriio no sea un contrato, en que el Arte no sea snobismo y la herencia no sea un privilegio" 489 Había allí una tentación que difícilmente se resistiría: todo el poder para la Higiene, un Estado gobernado por los sabios en pro de la salud. Untación que se casaría con las apetencias más pedestres de poder de los sectores dominantes y terminaría revistiendo de legitimidad científica al poder concreto de ciertos estados totalitarios y autoritarios del siglo XX. De este modo, el higienismo invadió el parlamento, la escuela, la cárcel, la fábrica, el cuartel, la ciudad, la casa y el rancho, el tiempo del trabajo y el del descanso; y el médico comenzó a intervenir de oficio no a pedido del enfermo en el examen antropoxriétrico de los presos y la determinación científica de su alimentación; en el examen preventivo de los trabajadores; en el estudio de las disposiciones lumínicos y de cubaje de aire del espacio fabril; en el diagramado urbano promoviendo plazas y parques; en la vivienda, ordenando aperturas y prohibiendo cerranúentos; en el examen de los empleados y obreros determinando o negando licencias, rechazando aspirantes o imponiendo ciertas condiciones a otros, según lo que la ciencia estimaba índole de la ocupación, siendo el caso más notorio, en este plano, el de los aspirantes a maestros. La materia médica era tan vasta como la vida pues de eso trataba, de promoverla. Abarcaba la profilaxis de la enfermedad propiamente dicha por lo cual el módico debía intervenir en todos los sitios donde los hombres se aglomerasen. Por ejemplo, en 1917, Antonio S. Viana imaginó un médico en cada fábrica, pagado por los patrones pero nombrado y . 2.30 dependiente "de las autoridades sanitarias", que debería imponer desde "el baño obligatorio después del trabajo para los obreros, estableciendo, naturalmente, baños con agua fría y caliente", hasta "la inspección sanitaria de la fábricay la dirección higiénica de la salud del obrero", paralo . cual también podría, "con la debida autorización de los patrones", brindar "un curso de higiene preventiva de una hora cada 15 d(as" y hasta dar clase de primeros auxilios 49°. Pero la materia médica también abarcaba la esfera de lo social. En 1915, Mateo Legnani fue diáfano al respecto: si no se concluía con el "exceso de trabajo", no se terminaría , con el alcoholismo, solo si se liquidaba el latifundio ganadero y en el lugar de cada puesto se establecía una "colonia agrícola", desaparecería "el miserable apilado en los conventillos, en las urbes pestilentes, engendrando proletarios artríticos, desequilibrados ? carne para las cárceles y los asilos" 491 . Entonces, el control médico del Estado garantizaría la salud, una empresa tan colectiva como personal. De este modo, Estado e higienismo saldrían gananciosos. El Estado incorporaría a su poder la esfera de la preservación de la salud, lo que tornaría a sus mandatos en éticamente legítimos y científicamente razonables, es decir, indiscutibles; y el higienismo lograría que sus consejos fuesen obligatorios al contar con la ayuda de la coerción de la ley y la coacción del Estado. Esa alianza contenía, comose advertirá, posibilidades insospechadas de crecimiento para ambos protagonistas. En 1922 Mateo Legnaiii imaginé el comienzo de este camino cuando presentó a la Cámara de Diputados un proyecto de "Código Sanitario", a elaborar por el Consejo Nacional de Adminis ' tración y los Consejos de las Facultades de Medicina, Derecho y Arquitectura. En él se incluirían "todas las leyes y ordenanzas sanitarias 'tenles y aquellas otras que aconsejan los adelantos científicos, incluyendo las leyes protectoras de la infancia, de la mujer embarazada o nodriza, de la vejez y de la fisiología del trabajo y el descanso" 492 . 231 2. Los comienzos del poder sanitario y su razonabilidad En sus comienzos, el higienismo se desarrolló en dos direcciones que dieron a sus disposiciones un aire de obvia razonabilidad en el sentir social de la época: a) el control de la sociedad y el movimiento de los habitantes en época de epidemia; b) el control sanitario de la eliminación de desechos y la potabilización del agua en las ciudades, poco a poco extendido a la vigilancia de los locales y el transporte públicos, a la implantación de normas urbanísticas, y, a las características que debía tener la vivienda privada en procura de más luz y aire para sus habitaciones. Cada paso que se avanzó en estas ¿lecciones implicó a la vez un incremento del poder del Estado y un avance de la salud pública. En esté sentido, ambos hechos se retroalimentaron y puede afirmarse que pocos fenómenos históricos hicieron tanto por legitimar la regulación estatal de las conductas individuales como el cuidado de la salud pública y que, a la vez, el apoyo de las . autoridades estatales y/o municipales fue clave para el éxito de las políticas pensadas por • los higienistas. Estado e Higiene empezaron a vivir en simbiosis. El reinado de las enfermedades infecto-contagiosas y las epidemias fue la base de este primer entendimiento entre gobernantes y méclicos. Señalemos algunos hechos a vía de ejemplos y como testimonio de la constitución progresiva de un derecho sanitario. El control del movimiento de los habitantes, la declaración obligatoria de. las enfermedades, la desinfección y el aislamiento obligatorios, y la vacunación obligatoria, se fueron imponiendo sucesivamente desde fines del siglo XIX, vinculado todo ello a las dolencias de tipo contagioso que asolaban la sociedad en forma de epidemias. • Los convenios sanitarios con Argentina y Brasil firmados en las últimas décadas del siglo XIX, imponían la cuarentena en el Lazareto de la Isla de Flores a los pasajeros provenientes de puertos sospechosos de albergar diversas "pestes" fiebre amarilla, d'Irá, peste bubónica , y obligaban ala desinfección del buque, los equipajes, las bolsas del correo y las mercaderías que los navíos transportaban. 232 En la frontera terrestre con el Brasil, los 'puestos sanitarios" del Consejo Nacional de Higiene cumplían similar función con los viajeros que llegaban por esa vía; en ocasión de la epidemia de "gripe española" de 1919, por ejemplo, los pasajeros que venían enfermos "eran detenidos para aislarse y asistirse en los hospitales [y] los sanos seguían viaje en el ferrocarril vigilados por Inspectores viajeros, que los entregaban a los médicos del Servicio Público en la localidad donde descendieran [...) con el objeto de ser observados pludenciahnente" 493. El segundo paso del derecho sanitario consistió en la implantación de la declaración obligatoria de ciertas enfermedades a la autoridad sanitaria nacional. La difteria y la fiebre puerperal desde 1887, la viruela desde . 1888, la fiebre tifoidea y la escarlatina desde 1894, y el • sarampión desde 1895, fueron las enfermedades "trasnzisibles" de declaración obligatoria por los médicos tratantes, aunque solo en el departamento de Montevideo. En 1896, el Consejo Nacional de Higiene resolvió hacer obligatoria la declaración "de las enfermedades infecto contakiosas [ len todo el territorio nacional"; a las ya citadas se « sumaron: fiebre amarilla ., cólera, beri-beri, varioloide, varicela, tos ponvuisa, tifus exantemático, erisipela, tuberculosis pulmonar laríngea y lepra. La Ordenanza también dispuso que las Juntas EconómicoAdministrativas, previo asesoramiento de las autoridades sanitarias, • podrían disponer "el aislamiento de los domicilios infectados [...ly ltz desinfección de oficio". "Los jefes de familia o de casa" que no obsei. varan estas disposiciones serían penados'con una multa de 10 pesos y de 20 en caso de reinddenda 494 (*). • El aislamiento impuesto a los enfermos debía ser riguroso. En 1913, el Consejo Nacional de Higiene y el Poder Ejecutivo resolvieron que la autoridad sanitaria "Izará colocar un cartel en las casas donde existan - — - 1 (*) Con posterioridad, el Consejo Nacional de Iligiene incluyó entre las enferniedades infecto-contagiosas de declaración obligatoria por los médicos tratantes a: los cé,isos .raspechosos de viruela" en 1910; meningitis cerebro-espinal en 1913; tracoma en 1914; carbunclo erP1916; poliomielitis aguda en 1917; gripe en 1919; encefalitis letárgica y kiebres paratifoideas en 1920y alastrim en 1925 19S Ales médicos que no cumplían con el requisito el Consejo les Ilbmaba la atención; la primera vez Les "advertía", luego les multaba 496 . . 233 enfermos de cólera, fiebre amarilla, peste bubónica, escarlatina, viruela, difteria y nzeningitis cerebro-espinal epicémica" con el nombre de la enfermedad, que no podría retirarse hasta transcurrido el período de observación de cada una de dichas dolencias, período que en el caso de la difteria, por ejemplo, se calculaba en 15 días "después de iniciada". El aislamiento se vigilaría por "guardas sanitarios" en el caso de las tres primeras enfermedades y en el caso de las otras por ellos también solo si "la autoridad sanitarialo estimaba indispensable" 497 . La persona sospechosa de estar contagiada por su contacto con algún enfermo, también debía ser rigurosamente vigilada. Podría permanecer en su casa, porque "las tendencias znodenzas", decía el Consejo Nacional de Higiene en 1921, propendían "a incomodar lo menos posible", pero debía visitar cada dos o tres días a la autoridad sanitaria •0 esperarla en su casa durante el tiempo de la posible incubación del mal. "El fiuzcionario encargado de hacer la observación .sanitaria debía ser experto y perspicaz [y así evitar] la suplantación depersonas", que le mostraran a un sano por un enfermo que se ocultaba, por ejemplo, hecho que, por desgracia, sucedía con frecuencia 498 . En la década 1920-30, el Consejo Nacional de Higiene suavizó estos dispositivos permitiendo no colocar el cartel indicador de la enfermedad en la casa donde residía el enfermo, pero solo si se trataba de escarlatina (desde el año 1924), y difteria (desde el año 1928) 4" . Esta descripción, empero, peca por omisiones. Las ordenanzas del Consejo Nacional de Higiene son tan complejas y contienen tal variedad de disposiciones que el investigador se pierde en su maraña. •A veces, empero, otro documento lo alerta. En 1908, José Martirené, miembro del Consejo, recordé a sus colegas "dependientes de la autoridad sanitaria" que el Reglamento de Sanidad terrestre los autorizaba "a hacer retirar de todo sitio público en que exista aglomeración de personas a los que padecieran de afecciones contagiosas trasnzisibles". Martirené había "visto en algunos paseos públicos, niños con accesos de tos convulsa en contacto con niños sanos", lo que violaba Ja reglamentación. Se imponía, entonces, colocar "en lugar visible de nuestros paseos públicos, avisos indicando que está prohibida la coizatrzyncia a ellos de ¡os enfermos de tos convulsa", y si esos enfermos 1- • 234 concurrían, los médicos debían expulsarlos pues los autorizaba el artículo 134 del citado Reglamento 5ó La desinfección de "las habitaciones, ropas y enseres de los enfermos infecto-contagiosos", dependía de la voluntad de la autoridad sanitaria de acuerdo a ta citada Ordenanza de 1896. Estaba previsto que se realizara en varias oportunidades a lo largo de la dolencia y siempre . en el caso de su terminación. Las Inspecciones Departamentales de Higiene, dependientes del Consejo, eran las encargadas de realizarlas en los domicilios de los "menesterosos"; contaban para ello con la llamada "escuadra de desinfectadores" a las órdenes de un mayordomo mandado por el médico-inspector. A menudo requerían también el apoyo de la policía, pues los pobres se negaban a desinfecciones que, como hemos relatado en el Tomo Ji, podían concluir con la quema de los ranchos contaminados, en parte porque los gases del formol, el mercurio y el azufre, escapaban por las paredes y los techos desvencijados. Las Intendencias realizaban el servicio a las "personas pudien: tes", pero lo cobraban 591. Los tuberculosos fueron objeto de un control específico. En 1903, el gobierno aprobó la solicitud del Consejo Nacional de Higiene para realizar desinfecciones periódicas de los locales ocupados por tuberculosos, siempre que lo solicitaran los interesados. En 1904, con la firma del Ministro de Gobierno de Baffle, Claudio Williman, el Consejo logró un decreto declarando obligatoria la desinfección cada 15 días en el caso de los enfermos asistidos en sus domicilios por la Asistencia Pública y la Liga Uruguaya zontra la Ibberculosis, es decir, los pobres. De este modo, se argumentó, la sociedad se adaptaría de "un modo , °. gradual" a "ese progreso de la ciencia" 5°2• La ley de vacunación y revacun.ación antivarldica obligatorias del 25 de setiembre de 1911 fue la medida estatal más notable del Novecientos; en primer lugar, por sus efectos profilácticos exitosos casi concluyó con la viruela, endémica desde hacía ya siglos en el Uruguay — , y en segundo lugar porque mostró a los habitantes del país al Estado batllista al servicio del ideal máá legitimante de todos, la salud pública, y al higienismo en . alianza estrecha con ese movimiento político. 235 La ley de vacunación obligatoria fue la culmin'ación de intentos que, iniciados en 1850, se habían reiterado en 1881 y 1891, sin poderse concretar ante las resistencias que el equipo político percibía sobre todo en el medio rural. La ley de 1911 partió del supuesto de que esa resistencia podía ser fácilmente vencida, como en efecto sucedió.. Significó la primera vacuna obligatoria impuesta a todos los habitantes menores de veinte años de edad y la primera medida higienista de carácter universal y obligatorio. Los anarquistas, que se opusieron, la percibieron como un triunfo del Estado 5°3. *** La reglamentación sanitaria de la vida urbana fue el 'otro éxito del higienismo. Allí, también, la contentad& de hombres yel temor a las enfermedades de los sectores populares, tornaba "razonable" el ejercicio del poder médico que se alió, en este caso, tanto a la autoridad estatal como a la municipal, en el Uruguay muy hermanadas. .. Así como el poder estatal pasó de controlar ala población en épocas de epidemias a controlarla en el caso 'de todas y cada una de las enfermedades infecciosas, asf el poder municipal pasó de dictar normas sobre la eliminación de basuras y el tratamiento del agua de consumo público, al examen preventivo obligatorio de la salud de los trabajadores que manipulaban alimentos y la imposición de normas higienistas a la vivienda privada. Estos avances de los poderes etático, municipal y sanitario fueron, en general, considerados sensatos por la sociedad pero ya algunos creyeron advertir riesgos para los derechos individuales en esta cruzada salvacionista de las masas en nombre de la salud. La intervención municipal en pro de la salud urbana tenia antecedentes coloniales pues se remontaba a los viejos edictos de los cabildos en materia de recolección de basuras y materias fecales, alejamiento de los cementerios e industrias insalubres o malolientes, caso de las graserías y los mataderos, y la vigilancia de los aguateros. Las Juntas Econónlico-Administrativas luego de 1830 y las Intendencias luego de 1908, - acentuaron estos controles y los llevaron a esferas muy diversas, de las cuales solo indicaremos algunos ejemplos. . . . 2.36 Desinfección, asepsia y limpieza, merecieron particular atención y su imposición implicó normas muy precisas: desde 1893, en Montevideo se impuso la desinfección a los objetos y prendas de vestir o de cama usados que se quisieran vender particularmente o en remate público 504 ; desde 1920, en Tacuarembó rigieron estrictas medidas de higiene y salubridad en todos los locales destinados l'aglomeración de personas, tales como teatros, "biógrafos", cafés, hoteles, fondas, cárceles, escuelas, etc., que consistían en: lavado de los pisos por lo menos dos veces por semana con agua y jabón u otro desinfectante, retiro de la ropa de cama Cada vez que se fuera un huésped, pisos de baldosas, blanqueo de paredes y limpieza permanente en las cocinas, etc. 505 ; desde 1922, en Montevideo se estableció el uso obligatorio de toallas de papel o de tela para uso individual en hoteles, restaurantes y cafés, y la instalación obligatoria de lavamanos en los mismos lugares públicos; desde 1923, en Montevideo se obligó a la limpieza frecuente de alfombras y camineros y el aseo de pisos, paredes, cielos rasos,' .puertas y ventanas de los salones para bailes públicos, que debían estar ,provistos, además, de lavamanos, toallas de papel o de tela de color ,blanco para uso individual y servicios sanitarios para ambos sexos Particular atención del poder sanitario mereció el hábito de los luardatrenes de separar cada boleto de la libreta con saliva para entregárselo al pasajero del tranvía. La Liga Uruguaya contra la Tüber9ulosis fue precisa: "se le impone al público la obligación de tonzar entre sus nanos y conservar un pedazo de papel mojado e infectado por la Saliva de un guardatrén que puede ser uii tuberculoso, un sifilítico, etc., tc.". Ya en 1906, la Ordenanza sobre tranvías eléctricos de la Junta Económico-Administrativ.a de la Capital, había "expresamente :prohibido al personal hacer uso de la saliva para desprendero contar los 4olctos", pero. la disposición no se había cumplido por lo cual, a etición de un edil, la Junta resolvió obligar a las empresas a suministrar a los guardas "boleteras automáticas" 507• En realidad, el temor a la salud endeble de los sectores populares y el peligro de extensión de sus enfermedades al todo social, es una de las claves que explica el nacimiento y la consolidación de la medicina preventiva. 237 Poder sanitario, municipio y Estado se combinaron para imponer primero la certificación de la salud a los trabajadores pertenecientes a esos grupos. En 1904 se creó en Montevideo un servicio médico municipal encargado de examinar a las nodrizas y otorgarles un certificado de sanidad por seis meses 5°8; en 1917 se propuso por la Junta Económico-Administrativa un examen médico obligatorio para "los conductores y guardas de tranvías" a fm de eliminar a los que dieran "enfermedad contagiosa" 599; y en 1928, el Concejo de Administración de Montevideo resolvió imponer ese mismo requisito a "todas las personas que se dediquen a la elaboración o expendio de sustancias alimenticias y bebidas", pues.las que padecieran "enfermedades infecto contagiosas o de la piel" no podrían figurar en esas ocupaciones 51°. El higienismo confirmé el antiguo intervencionismo municipal en el trazado de la ciudad y lo extendió al campo -dé la vivienda pública y privada. En 1917, por ejemplo, el médico Angel Gaminara, profesor de Historia Natural Médica y Parasitología de la . Facukad de Medicina, se felicitó de la culminación de las tris últimas grandes medidas municipales, impulsadas todas por los médicos y su promoción de la asepsia:. la incineración de basuras, que había extirpado "el inmundo foco del Buceo, principal caldo de cultivo de las larvas de moscas"; la municipalización dé las cloacas, que permitirían llevar «a los lugares más apartados los caños colectores" s.uprimiendose asilos depósitos y acumulación de materias fecales; y la pavimentación lisa e impermeable que facilitaría la limpieza de las calles, eliminándose el estiércol y los residuos húmedos. Ese mismo afio, los médicos del interior bregaban por similar pavimentación de las polvorientas calles de las capitales departamentales, ante el riesgo de contagio de enfermedades infecciosas, sobre todo la tuberculosis 511. La arquitectura debió variar sus esquemas constructivos y adaptarse a las imposiciones higienistas. La fobia al polvo y el miedo a la tuberculosis tuvieron consecuencias estilísticas. El edificio de la Liga Uruguaya contra la Ibberctilosis, del arquitecto Leopoldo J. Tosi, inaugurado a fines de 1907, fue el priMero en que el poder médico, que sepamos, logró imprimir crit erios: sus consultorios tenían las paredes - . 238 impermeables y revestidas de opalina, <5yara poder ser desinfectadas, [y] las esquinas de las paredes forman , curva, en vez de ángulo, para así facilitar la limpieza y evitar el depósito de polvo". Las molduras de las puertas eran también curvas pues así "se limpiaban de inmediato con un paño húm edo" 512 . . Las arquitectas Cecilia Ponte y Susana Antola han estudiado la vivienda tipo domi ante en Montevideo entre 1880 y 1920, <loza sumatoria de habitaciones dispuestas en hilera y lateralmente respecto al eje del predio, articulándose a unob más patios abiertos". aproblema radicaba en que esa vivienda se había ido transformando con el c ‘órramiento con claraboyas del patio principal y su transformación en living, por lo que la ventilación de las habitaciones que daban a ese patio se había resentido. El higienismo, obsedido por la respiración a aire pleno, el fomento de los espacios abiertos,. el cubaje de aire de cada habitación, siempre estudiado y predeterminado, sintió que la casa tipo no respiraba. De alif la - Ordenanza municipal de 1928 que limitó el uso de las claraboyas y alteró de hecho la planta de la vivienda al establecer que "todas las piezas y dependencias de una casa destinada a habitación deberán tener luz y aire directos provenientes de calles, patios, jardines, etc." 513 . La fobia al polvo, el miedo a la tuberculosis, y el ansia por respirar a pulmón pleno — contracara de la asfixia de la tisis tuvo también consecuencias estilísticas en la decoración y amueblamiento de las viviendas y lugares públicos. El horror al vacío del gusto burgués, que provocaba ese barroco amontonamiento de volutas, molduras, arnueblecillos", carpetas, alfombras, camineros y pesadas cortinas, fue condenado por cobijar la humedad y la suciedad. En 1908, Roberto Berro, desde la revista "La v lbberculosis", describió el mobiliario ideal del sanatorio para tuberculosos: 91 que debe ser higiénico, tendrá que ser sobrio, pues esa acumulación desordenada de rnueblecillos [...] está reñida con los principios de mucho e.spacio y pocos objetos, lo que facilita [...Va tarea de la limpieza El mobiliario de un dorniitorio, cuyas paredes carecerán de ángulos y deberán ser estucadas en toda si4 altura, se limitará a una cama de hierro esmaltado, lo más lisa y sencilla que se pueda, a dos o 239 tres sillas de hierro también, a una mesita de luz de hierro y cristat y a un pequeño armario para guardar las ropas del enfermo que será el único mueble que podrá ser de madera aunque sencillo y sin molduras" 514 . Similares prevenciones se aplicaron a los hospitales construidos en la década 1920-30. El de Durazno, por ejemplo, planeado por el arquitecto Juan Giuria, que comenzó a edificarse alrededor de 1926, era de una extrema sencillez: "simples revoques lisos, algunas fajas de ladrillos aparentes; techos de tejas que dan una nota de color en el conjunto y exclusión absoluta de toda escultura aplicada. Se ha tratado - de obtener decía el periodista efectos felices con el solo agrupamiento de masas" 51 s. Los dictados del poder sanitario, minuciosos, terminantes y precisos, abarcaban todas las materias de 1a vida, desde la entrega del boleto en el tranvía ala planta de la vivienda, desde el lavado bisemanal "con agua y jabón u otro desinfectante" de los pisos de los "biógrafos", ala exigencia del '<certificado de salud" al trabajador manipulador de alimentos. Cierto afán obsesivo por la reglamentación escondía la condena de lo improvisado, espontáneo y descuidado, típico de la anterior cultura pre-burguesa del país. El espíritu del higienista, escrupuloso y un tanto maníaco, quería crear los rituales de una nueva cotidianidad presidida por dos ideas centrales: la asepsia y la prevención de la e. nfermedáci. - Razón y planificación se imponían al todo social en nombre de lo ya irrechazable: la salud. 3. ¿Hacia el Estado higienista totalitario? El antiguo higienismo del siglo XIX había vigilado a la sociedad uruguaya en las épocas de epidemias de fiebre amarillay cólera. Desde 1896, el poder sanitario extendió su control a las enfermedades infecto-contagiosas que también asumían, con frecuencia, la forma epidé- 241 240 mica por ejemplo, viruela, sarampión, escarlatina, difteria y fiebre 1 tifoidea. Pero el Novecientos conoció otra mivedad: la irrupción del poder . i sanitario en la cotidianidad: el control de las enfermedades que se • . arrastraban en el tiempo, sífilis y tuberculosis, y permitían deambular a enfermos que a menudo no se reconocían; la diabolización del : consumo del alcohol por generar desde la locura a la cirrosis; la esfera de la prevención de la enfermedad, tan vasta e infinita por cuanto se aplicaba a todos en cualquier tiempó. Y, sin embargo, algo enlazaba al viejo higienismo con el moderno:: ; ambos, diciendo querer controlar solo enfermedades, concluían con. trolando hombres. En ese sentido el vínculo con el poder etático era ineludible. Los dos partían de la defensa del todo frente a la parte, de la necesaria subordinación al interés general del particular. Ese principio de organización. social y política en manos de los médicos se reveló pleno de virtuaEdades interventoras en la intimidad • del ciudadano, todas ellas realizadas en nombre del ideal impecable de la salud y la vida larga, "cautivante y fácil': En apretada síntesis, el poder sanitario de estos años promovió: la penalización del acto de escupir; el aislamiento y tratamiento : obligatorio del tuberculoso; el tratamiento obligatorio del sifilítico; el establecimiento del delito de contagio con prisión para el enfermo venéreo responsable; el certificado de salud prenupcial obligatorio; la internación obligatoria de los alcoholistas y aun ebrios; y la internación de los enfermos Mentales bajo la responsabilidad exclusiva de los médicos. La mayoría de estas proposiciones, como se habrá ya advertido, fueron de inspiración eugenista. *** Los médicos fisiólogos declararon la guerra al esputo, fuente de todos los bacilos de Koch que el enfermo desparramaba a su alrededor y cuya capacidad de expansión era infinita una vez seco y convertido en polvo. La Liga Uruguaya contra la Tuberculosis propuso en 1904 al gobie. r no, prohibir escupir en el suelo y establecer multas para quienes lo hicieran, iniciativa que en 1911 el Intendente de Canelones, Rómulo Rossi, hizo suya, tratando de cobrar 20 pesos, o imponer 12 horas de arresto, en su defecto, al infractor, al que escupiera "fuera de las salivaderas con aserrín o solución de bicloruro al 1%" que se colocarían en "despachos de bebidas, hoteles, panaderías, etc.". El Consejo Nacional de Higiene no apoyé este radicalismo y solo dispuso recomendar "no salivar fizera de las escupideras" 516 . En fecha que no conocemos se prohibió escupir en los tranvías de Montevideo, y en 1918, la Liga Uruguaya contra la Ibberculosis, ante la "desidia de los pasajeros", recomendó a las empresas imprimir varios miles de boletos recordando al público la disposición 517 • En 1924, se resolvió colocar escupideras en las salas de espera de las estaciones y los coches de los ferrocarriles, prohibiéndose escupir fuera de ellas 518 (*). Pero la forma más directa de combatir la expansión del bacilo era, naturalmente, internar de oficio a los tuberculosos y aislarlos totalmente de la sociedad sana. Los sanatorios para bacilares querían ser, en los hechos, casas de aislamiento forzoso; de ahí los reglamentos draconianos referidos en (*) En 1908, la Liga . Uruguaya contra la Tuberculosis pfopuso una ordenanza municipal estricta para las iglesias. El barrido sería 'por ría húmeda" para no levanta,polvo —era toque siempre se recomendaba , sería obligatoria la colocación de salive ras "en profusión", se prohibiría "terminantemente el uso de alfombras y camineros" y besar las imágenes. El agua de las pilas benditas donde los fieles intercambiaban sus microbios, mereció un d icta men higicnista peculiar -. "La medida más radical sería abstenerse de inete.r los dedos 01 ¡apila [...1 pero aconsejaríamos f.•.) que eI agua saliese& tut dei>ósi to adyacaue cuyo líquido surtida una pequeña cantidad cada rez por un procesamiento automático al igual del que sc usa para los watcr-closeis y al caer en la pila humedeciera los dedos clel asistente" 519, El afán de control del esputo alcanzó alturas notables en los Estados Unidos. En 1909, el Consejo Nacional de higiene transcribió la opinión del "Dr Bigys; de Nueva Vbrk", que proponía, a fin de facilitar el examen bacteriológico de los esputos por médicos y detectar tempranamente los focos de la enfermedad, "establecer mmu.Tosas estaciones con recipientes para esputar eti toda la ertensión de la ciudad y donde las muestras de esputos podrán depositarse a fin de ser recogidas por las autoridades" 52• 11111111.11.1111" . 242 el Tomo II que buscaban espaciar' lo más posible las "licencias" a los enfermos para salir fuera del establecimiento. Curarlos era casi imposible, solo cabía evitar que contagiaran. El Hospital Fermín Ferreira, de Montevideo, respondía a esta estrategia. En 1912, la confesó el médico de Paysandú, A. Pérez Montebruno, al elogiar "la .casa destinada a alojara los tuberadosospobres" que pensaba construir la Liga Departamental contra la ibberculosis: así se podría dar "un alivio a sus sufrimientos" y favorecer la profilaxis, "porque estando estos tuberculosos aislados en un paraje distante de los núcleos más importantes ;rle población, se podría evitar el contagio que provocan". En 1914, el médico de San José, J.R de Freitas fue aun más drástico: las Ligas contra la Ibberculosis eran °más perjudiciales que Útiles pues al dar a los enfermos cuanto necesitan para vivir en familia" les facilitaban. la no internación en los hospitales, única medida eficaz de aislamiento. Había que dejar de lado "razones sen. timentales"y tratar a los tuberculosos "como a cualquier otro enfermo infecto contagioso" 521 - • . Ya Robert Koch había predicado hacer con los tuberculosos lo mismo que Noruega estaba haciendo desde 1856 con los leprosos: aislar obligatoriamente a los más peligrosos en una zona alejada de los centros poblados; y en 1907, el médico estadounidense Biggs preconizó una solución parecida: "La recepción y detención forzosa en los hospitales, si es necesario, de todos los enfermos peligrosos para las personas que los rodean" 522 243 . que ofrecen los bacilares tosedores en los consultorios, y en la scda de espera, en compañía de otros enfermos?". Sin embargo, la "clase médica" como tal no aprobó que le pareció una exageración, tal vez impopular, además. Sanan C. Rossi pidió a Erasmo Arrarte el retiro de su moción pues la «hospitalización obligatoria de los tuberculosos [era] una teoría sumamente discutible" que comenzaba por no atender lo que había demostrado el fisiólogo uruguayo de más nota, Alberto Brignole: "el factor social Iy1 la importancia real de la educación" en la previsión del contagio 1 23, En 1929, el consejero Gabriel Terra presentó un proyecto de licencia para empleados públicos tuberculosos que fue a infqrme del Consejo Nacional de Higiene. Este se manifestó de acuerdo en otorgar a esos enfermos una licencia de hasta tres años con su sueldo íntegro, pero recabó se les exigieran garantías: el mismo decreto debía obligarlos al tratamiento de su dolencia y la adopción de medidas profilácticas, la más importante de las cuales sería su aislamiento "de sus hijos o de los niños que vivan en ese hogar infectado". El derecho a la licencia cesaría, "desde el momento que el empleado no acatara las resoluciones tomadas". El autoritarismo higienista dominaba en la in.stituqi6n que regía la salud pública del país 524 . *** . Con taxt ilustres maestros detrás y las enseñanzas del eugenismo delante, ciertos médicos uruguayos no dudaron. En 1908, César A. Díaz, y en 1916, Erasnio Arrarte, propusieron "el aislamiento riguroso y obligatorio hecho por el Estado, para todos los'tuberculosos que son un peligro evidente para la salud pública o para los que los rodean". Erasmo Arrarte, autor de la moción precedente que fue presentada al Primer Coiigreso Médico Nacional, usó un recurso efectista para convencer a sus colegas, recurso que testimonia el horror y el miedo ante el contagio de la tuberculosis: "¿Cuál el que no ha visto a los tosedores crónicos, a esos que siembran la muerte pero no mueren, arrojar sus esputas en los tranvías, a pesar dd avisoplatánico: Se prohíbe escupir? ¿Cuál el que no ha reflexionado sobre los serios inconvenientes Las medidas contra la sífilis que afectaban directamente a los sifilíticos, recibieron, en cambio, una aprobación sin duda mayoritaria de la "clase médica". La Inspección .Sanitaria de la Prostitución, estudiada en el tomo precedente, ya tenía desde 1905 la potestad de inspeccionar bisemanalmente a las prostitutas e internarlas de oficio en el Sifilicomio Germán Segura hasta el 'blanqueo" de sus afecciones, equivaliendo el "alta" a la libertad. En agosto de 1923, el Concejo de Administración de Montevideo y su Dirección de Salubridad reglamentaron minuciosamente los prostíbulos: altura y superficie mínimas de sus habitaciones; las paredes interiores y exteriores debían revocarse con "colores claros"; 244 245 en cada habitación habría un lavatorio, bidé y toallas para uso individual y no se permitiría "la colocación de cortinados ni colgaduras"; en Lodo prostíbulo habría por lo menos un baño con roseta de lluvia; los objetos, colchones, camineros, alfombras y ropa de cama se desinfectarían periódicamente; en cada habitación y en los patios habría una salivadera, por lo menos, con solución desinfectante y carteles prohibiendo escupir fuera de ellas; la basura se recogería en un recipiente tapado, el que se desinfectaría todos los días con una solución de creolina al 3%... También debían tener "en depósito paquetes profilácticos", es decir, "un pomo de pomada Metchnikoff, jabón desinfectante, etc." y "carteles exhortando a su uso" 525 La lucha contra la enfermedad condujo a la fundación del Instituto Profiláctico de la.Sítilis cn 1917; allí se atendía gratuitamente a todos los enfermos cjuc. se presentasen y se expendía al público el ncosalvarsán a precio de costo. La financiación de la institución quedó a cargo del único impuesto, que sepamos, promovido por los líderes ganaderos del parlamento a sus propias tierras. Desde 1920 se cobró un centésimo por hectárea junto a la Contribución Inmobiliaria 526 El enfermo desobediente que se negaba al complejo y a menudo doloroso tratamiento antisifilítico de cinco años de duración, con un primer año de inyecciones muy frecuentes, fue considerado por el higienismo como peligroso y asocial. Por ello en 1.924, el médico y senador Alejandro Gallina!, Presidente del Instituto Profiláctico de la Sífilis, presentó un proyecto de ley a su cámara haciendo obligatorio el 1 tratamiento de las enfermedades venéreas a "toda persona que las padeciera" . La iniciativa de Gallinal, al incluir a todos los enfermos de sífilis en la obligación de tratarse, a la vez que democratizaba la imposición-que solamente regía para las prostitutas, extendía el poder sanitario a la población en general 527 En 1926, Paulina Luisi promovió la adopción de una legislación similar a la vigente en Australia del Oeste: el tratamiento sería 1 obligatorio para toda persona que tuviese una enfermedad venérea; el pacientó elegiría a su médico y podría cambiarlo de decírselo al anterior; los médicos debían comunicar, "bajo el anónimo 17IdS . . . riguroso", los casos vistos en el día; cuando el paciente no se presentase para "la asistencia preceptiva en el tiempo indicado", el médico daría "conocimiento del hecho al comisario de salud pública" quien podría obligar "al enfermo a someterse al tratamiento, hospitalizándolo a la filena". El comisario de salud pública podría actuar incluso en base a denuncias, escritas, eso sí, que le hicieran saber "que tal persona está atacada de enfermedad venérea". En ese caso, el denunciado debía probar con "un certificado médico" su estado de salud 528 Bajo la dictadura de Gabrierarra y con la firma de su Ministro de Salud Pública, el médico Eduardo Blanco Acevedo, se promulgó el 12 de enero de 1934 el decreto-ley denominado "Ley orgánica sobre Salud Pública, Asistencia e Higiene". Su artículo 22 indicaba pe "en materia de prostitución" el Poder Ejecutivo establecería la sustitución del vigente régimen de reglamentación por otro basado en la supresión del prostíbulo, e impondría "la denuncia y el tratamiento obligatorio de las enfermedades venéreo-sifilíticas" 529 El delito de contagio probablemente era un resto de la vieja creencia en que la causa de la enfermedad residía en el comportamiento maligno del paciente y su entrega al demonio, la antigua culpabitizacibn del sifilítico. El enfermo venéreo fue considerado un proto-delincuente, un ser que, de contagiar, merecería el calificativo de delincuente. El establecimiento del "delito de contaminación venérea", que implicaba responsabilidades diversas, civiles y penales, fue impulsado por los médicos Paulina Luisi en 1919, Mateo Legnani en 1922, Héctor del Campo en 1923 y Alejandro Gallina! en 1924. Este último incluyó en su proyecto de ley de ese ario el siguiente artículo: "La persona que, sabiéndose enferma de mal venéreo, contagiase a tercero, será castigada con prisión hasta de un ario o multa equivalente, previa la denuncia y pruebas del caso". Mateo Legnani pretendió incluir el contagio de cualquier "enfermedad infecciosa" en el campo del delito y aplicarle al contagiador el artículo 326 del Código Penal de 1889 que establecía penas de hasta seis años de penitenciaría de acuerdo a la gravedad .del daño ocasionado al contagiado. Debemos advertir que ese delito ya existía en la legislación de diversos estados, como se preocuparon por hacerlo . 7 . •• • 246 saber los médicos nombrados, por ejemplo, en Noruega, Suecia, Dinamarca, Checoesiovaquia, Australia, Canadá y los Estados Unidos 53°. El decreto-ley ya citado de 1934 estableció que el Poder Ejecutivo propondría al Legislativo "el establecimiento del delito de contagio intersema I y nutricio" (*). El certificado de salud prenupcial fue el otro intento higienista notoriamente vinculado a la ideología eugenésica. La idea, como sabemos, se generalizó en los médicos y la .so—éié,dad entre 1920 y 1940 aunque no llegó a convertirse en ley. El temor a la sífilis la nutría y lo que todos avizoraban como solución legal, lo proyectó, en 1921, Mateo Legnani: los juzgados de paz exigirían un certificado de reacción de Wassermann de la sangre negativo "de fecha nunca posterior a 15 días, a toda persona que se presente solicitando. contrato matrimonial". La Asistencia Pública Nacional sería obligada a practicar la reacción en forma gratuita a "toda persona pobre" 532 . En 1938, la revista "Vivir" apoyó el pedido del "certificado prenupcial" y argumentó, entre otras razones, que: «Nuestra raza es fuerte y sana. Difícilmente —solo por excepción— la prohibición de contraer matrimonio será definitiva. La inmensa mayoría de las veces ocurrida solamente esto: la retención del certificado, vale decir, la prohibición temporada hasta tanto el interesado logre su curación y se habilite [...] para afrontar la dura prueba de sus descendientes". . Al finalizar el artículo, el periodista médico dio cuenta de que: - "Hoy en nuestro país, ya cdsten oficinas médicas que ertienden el certtficado [...] luego de someter al futuro cónyuge a un examen prolijo y • minucioso. Naturalmente que este examen solo lo pasan aquellos que lo desean, pues es voluntario, no obligatorio" 533. *** (•) En 1923, el médico Héctor del Campo propuso la imposición de la reacción de Wassermann a todos los Yubilados de la Nación: El Estado tenla d derecho de ctigir a esos individuos d preocuparse de su saludy i)bligarlos a someterse a un tratamiento riguroso si padecen de cualquiera de las afecciona que ceden a una terapéutica" ya que se beneficiaban "de las leyes de jubilación" 531 . :• : . 247 Los médicos también. impulsaron el combate contra él consumo de alcohol y la internación y tratamiento forzoso de los alcoholistas. El consumo de alcohol fue, en realidad, me,dicalizádo, y algunos maximalistas llegaron a proponer que solo se vendiera con receta • profesional en las farmacias. En 1902, Joaquín de Salterain," en el Primer Congreso Médico Interdepartamental celebrado en San José, entendió que debía convencerse «al pueblo [de que] el uso de cualquier claselde alcohol es malo, aun cuando se haga en pequeña cantidad que lel bebedor de . una copa de una bebida alcohólica es un ebrio, es casi uti degenerado"; • • había que "hacer una propaganda activa en ese sentido, sin términos medios". Y si bien el médico Francisco Giampietro' se manifestó desconforme con esa «exageración", • el criterio dominante en la propaganda antialcohólica de la "clase médica" fue el de Joaquín de Salterain 534. En 1909, el psiquiatra Bernardo ttchepare, uno de los más implacables perseguidores de cualquier ingesta de alcohol, sostuvo que solo debía "administrársele en casos científicamente indicados, como medicación que requiere receta médica para su expendio en las farmacias". En 1914, la Sociedad de Meclicina de Montevideo, al contestar el cuestionario que sobre el punto le remitiera la Cámara de Representantes, insistió en que "el akohol es un medicamento y como tal solo debe ser empleado por indicación médica" 535 . Los psiquiatras, en particular, diabolizaron todo consumo de alcohol. En 1904, por e. jemplo, Rafael Rodríguez, médico interno del Manicomio Nacional, como científico erudito en el tema, diferenció las intoxicaciones de acuerdo a su causa: el "enilismo" era la provocada por el vino, el "alcoholismo", la intoxicación por el alcohol, y el "ajenjismo", la causada por "el ajenjo o bebidas similares fabricadas con • esencias de plantas aromáticas (ajenjo, anis, angélica, cardo milito, manzanilla, hinojo, etc.) y a base de vino blanco (vermouth) o alcohol (ajenjo, bitter)" 536. • El consumo de alcohol estaba detrás de la tuberculosis, la locura y hasta la sífilis. Debilitaba y convocaba así a la peste blanca", decían el médico José E de Freitas en 1914 y Afilio Narancio en 1919, y llevaba r.........—....—................. Facult-ad de Ciencias Sociales L .1 ___________ Dcpto. de Ciencia Politica Blbliotera Me.....11 ■11~~111...11.P.11111= .0.0» 1/.. .1 248 al delirio nervioso, siendo la mayoría de los internados en el Vilardeb6, ex-alcoholistas, afirmaba la cátedra de psiquiatría 537. En las diversas "cartillas." que buscaban prevenir cada enfermedad en particular, con la tuberculosis S, la sífilis a la cabeza, naturalmente, los médicos del Novecientos siempre incluían el consejo a la población . de no consumir alcohol. . En 1916, la policlínica de enfermedades venéreas y de la piel del • Hospital Maciel comunicaba las siguientes reflexiones a sus pacientes: 1 "El alcoholismo es el abuso de las bebidas alcohólicas, aunque no se llegue hasta la borrachera. E I akoholisrno agrava todas las enfermedades venéreas, debilita el organismo y lo hace menos resistente. Así es que una fiebre tifoidea, una pulrnonta o una sífilis que se curarían fácilmente en It' una persona que no bebe alcohol, son graves y matan a menudo a los que son bebedores. El alcoholismo es particularmente grave en los - . • • enfermos de purgaciones porque las hace crónicas y en los sifilíticos •. porque al debilitarlos, el veneno de la s(filis se apodera del organismo. Si . el bebedor es al mismo tiempo sifilítico, es muy probable que termine su vicia en el manicomio".. i , El alcohol también fue condenado porque se vinculó su consumo a 1 la sexualidad "excesiva» y a la pérdida de las inhibiciones morales. Ya hemos apreciado ese argumento en Bernardo Etchepare cuando llamó ala embriaguez una "pequeña locura" que llevaba alas mujeres hones1 tas a perder su "virtud". En 1917, Joaquín de Salterain también aludió : al fomento de "las bajas pasiones" por el alcohol 538. i Los médicos de derecha, en rigurosa coincidencia con el patronato ',burgués culpabilizaron sobre todo a las clases populares de este i "vicio" que tantos efectos perturbadores tenía sobre la productividad en las fábricas ante las faltas y accidentes que provocaba. Bernardo Etchepare fue de esta opinión. La revista de la Liga Uruguaya contra la Iliberculosis resumió el sentir generalizado en ese sector de la "clase ; médica" al sostener en 1906: "Pocos son los obreros que no toman alcohol todos los días, preparando el organismo a la invasión de la tisis. , Puede afirmarse aun más y es que muchos de ellos gastan la tercera parte de su jornal' en la taberna" 539. . 1 Pero todos los médicos, de derecha y de izquierda, diabolizaron el I 1.:. '..19- . 249 pio del alcohol. En realidad, importantes sectores dirigentes de la sociedad, intelectuales, líderes . sindicales, políticos de todas las banderías, sacerdotes católicos, maestros y profesores, acompañaron con calor esta prédica higienista que alcanió su plenitud en el Novecientos y llegó a convertirse en auténtica obsesión colectiva, en otro más de los agentes ideológicos disciplinantes de los sectores populares. Los médicos fueron probablemente los líderes del movimiento antialcoholista y quienes estuvieron detrás de la fundación de la "Ligá Nacional contra el alcoholismo". En su velada organizativa de noviembre de 1915 en el Teatro Solís, disertó, por ejemplo, Bernardo. Etchepare. "Filántropos, damas y niños" acompañaron a los facultativos y el gobierno batilista dispuso sostener la institución con una subvención anual de tres mil pesos, tomada del producto de los Casinos Municipales 54°. La izquierda política compartió los principios de esta lucha. La prensa y la folletería anarquista y socialista repetían permanentemente el mismo lema: el alcoholismo era uno de los principales obstáculos a la organización obrera y la Revolución Social, por oscurecer, éasi tanto como el catolicismo, la comprensión de la injusticia social. En julio de 1912, por ejemplo, la agrupación "Tiempos Nuevos" dio cuenta de la publicación de tres folletos titulados "Los estragos del alcohol", autorfa de tres médicos 541 , y en 1932, el anarquista naturista Antonio Valeta, propuso al gobierno — suprema ironía política— examinar "un proyecto tendiente a eliminar el akoholismo infame" 542. El líder socialista Emilio Frugini, de su lado, participó en la lucha antialcoholista brindando conferencias en las veladas teatrales en que propagandisticamente se ponía en escena la obra de Florencio Sánchez "Los Muertos", estrenada en Buenos Aires en 1905 y representada en Montevideo en cuanta ocasión se podía por su mensaje antialcoholista 543. Por lo menos Florencio Sánchez sabía de qué hablaba. Los maestros de la escuela laica, y los de la escueta religiosa también, participaron en esta cruzada contra el "vicio" popular. Luisa Luisi, herrn . ana de Paulina, fue una de las maestras abanderadas de ese combate; la prensa y las revistas pedagógicas reproducían a menudo .. 250 . 251 sus conceptos sobre el punto. En 1916, por ejemplo, aconsejé a las "niñas hoy que mañana serán señoritas, proponerse no casarse con ningún joven obrero que frecuente los despachos de bebidas, ni aun relacionarse con ellos" 544 En 1931, el Hermano Damasceno, in. tegrante de la Sagrada Familia edité su "Curso de Religión arreglado para los colegios católicos". En la representación de los "vicios", la "gula" fue inesperadamente retratada bajo la figura de un obrero en una taberna, enfrentado a cuatro botellas y con un vaso en la mano 545 En 1909, Bernardo Etchepare pidió ala Cámara de Representan' tes modificar la legislación vigente y obligar a los ebrios a internarse. Argumentó que "una vez terminada la crisis psíquica que determinaba la reclusión del alcoholista", la ley no facultaba al médico para retenerlo en el manicomio, 'aunque permanezca en estado de s. usceptibilidady no curado aún de sus hábitos". La ley debía permitir "la reclusión de un alcoholista crónico", que no sería "propiamente hablando un alienado" pero que seguramente concluiría siéndolo. Mostró como ejemplo digno de imitarse lo que acontecía en un cantón suizo desde 1890: el Consejo Municipal . "de la comuna residencia delbebedor", podía obligarlo a internaráe en una "casa de tratamiento de bebedores", siempre y cuando, claro está, un médico certificara "la pasión de beber". En 1914, Santín C. Rossi manifestó su acuerdo con esta iniciativa, y agregó: «son enfermos y no hay que confiar ni en su volun tad ni en su conciencia". Esos establecimientos, había dicho un médico francés en 1903, debían estar destinados no tanto a los ebrios , . "como a cambigr hábitos de vida de muchos que solo beben" 546 . La ley del 22 de octubre de 1941, sobre «vagancia, mendicidad y estados afines", recogió parte de estos antecedentes. Allí se especificó que podían ser declaradas «en estado peligroso las personas de ambos sexos, mayores de 21 años" que fueran, mitre otras cosas, "vagos", "mendigos" o "los ebrios y toxicómanos habituales que se embriaguen o intoxiquen en lugares públic . os y aun en los lugares privados cuando P.] alteren el orden y constituyan un peligro para los demás". Los ebrios y toxicómanos debían ser internados en .“asilandento curativo, por tiempo indeterminado, hasta que se hubiera constatado la curación". La internación se cumpliría en una dependencia «especial del manicomio ordinario, hasta tanto se halle habilitado el Hospital psiquiátrico de la Colonia Educativa de D'abajo" Sólo los jueces serían competentes para . establecer las medidas de seguridad antedichas, pero los médicos los asesorarían 547 . *** El decreto-ley sobre la Salud Pública, de 1934, al que ya nos referimos, otorgó poderes discrecionales de tratamiento e internación al poder sanitario. El artículo cuarto estableció que "todo habitante del país tiene la obligación de someterse a las medidas profilácticas o de asistencia que se le impongan cuando su estado de salu4 a juicio del Ministerio de Salud Pública, pueda constituir un peligro público". El Ministerio podría imponer "la denuncia y tratamiento obligatorio de las afecciones que por su naturaleza o el género de actividades a que se dedica la persona que las padezca pueda tener una repercusión en la sociedad". El obligado a someterse a los tratamientos podría hacerlo "en los establecimientos públicos o privadamente con el contralor de la autoridad salvo el caso en que se disponga el aislamient,o" 548 • Leprosos, tuberculosos y sifilíticos, prostitutas y trabajadores que manipulaban alimentos podían ser, obviamente, objetos del tratamiento y la internación obligatorios impuestos por un Estado al que bien podía ya rotularse de higienista o medicalizado. El poder sanitario avanzó otro paso en 1936 al concederse solo a los médicos la posibilidad de internar a los enfermos mentales contra su voluntad. El Código Civil de 1868 había dispuesto que el enfermo mental solo sería privado de su libertad por el juez, quien lo interrogaría personalmente y oiría el dictamen de dos o más facultativos de su confianza. Bajo el gobierno de Gabriel Terra, también, esta situación se modificó. La ley del 8 de agosto -de 1936 resolvió que "todo enfermo psiquiátrico" podía ingresar en los establecimientos psiquiátricos "por 252 253 propia voluntacZ por indicación médica o por disposición judicial o policial". El ingreso del enfermo por indicación médica, (mea "involuntario", requería una constancia de admisión del médico que lo recibía, una declaración firmada por el pariente más cercano o su representante legal o por las personas mayores de edad que convivían con el enfermo, y un certificado de enfermedad expedido por dos médicos. Pero, en caso de urgencia, el enfermo . podía ser "admitido inmediatamente bajo la responsabilidad del médico director del establecimiento", " quien lo comunicaría en 24 horas .al Inspector General de Psicópatas, acompañando un certificado con las razones de la urgencia del caso. El certificado podía ser extendido por uno de los médicos del establecimiento o por otro ajeno; en el primer caso debía ser ampliado en un plazo de tres días por otro firmado por un psiquiatra ajeno al establecimiento. La internación policial requería similares requisitos: orden de la autoridad policial y acuerdo del médico del establecimiento receptor si la internación solo duraba 24 horas; de prorrogarse, sería justificada por el médico director del establecimiento o por el medico forense. En homenaje a la brevedad y la claridad, resumamos: dos mé-dicos podrían internar a un enfermo psiquiátrico contra su voluntad. La salida del enfermo solo podría ser autorizada por el médico asistente. Los guardadores o el representante legal del enfermo podrían recurrir, ante la negativa de atta solicitada al médico, al Inspector General de Psicópatas que la sometería al dictamen de la Comisión Honoraria. En caso de "frga", el médico podría notificar "a la autoridad policial para que se procediera a la búsqueda del enfermo y su reingreso" 549 . *** El poder sanitario, ya influido por el eugenismo, se alió a la derecha política e inspiró algunos artículos de las leyes restrictivas de la inmigración de 1932 y 1936. La ley de inmigración de 1890, aunque generosa, ya no admitía "la inmigración. asiática' y africana y la de los individuos generahrzente conocidos con el nombre de húngaros o bohemios" (los gitanos). Además se prohibía a los capitanes de barcos embarcar como inmigrantes con destino a la República a: enfermos de mal contagioso, mendigos e individuos que por vicio orgánico o por defecto físico fuesen absolutamente inhábiles para el trabajo 550. La lcy de julio de 1932, refrendada por el Presidente Gabriel Terra y su Ministro del Interior, el médico Mateo Legnani, amplió enormemente la gama de exclusión de inmigrantes por razones sanitarias. A las anteriores categorías, sumó: los que sufrieran enfermedades mentales, padecieran enfermedades crónicas de los centros nerviosos, o epilepsia, enfermedades agudas o crónicas infecto-contagiosas, toxicómanos y ebrios consuetudinarios y enfermedades orgánicas del corazón. La más restrictiva ley de 1936 desde el punto de vista político, reiteré estos conceptos higienistas, con la firma del cirujano Alfredo Navarro, vicepresidente en la dictadura-presidencia de Gabriel Terra 551 . *** Los médicos del Novecientos, preocupados por la decadencia de la especie — o la "raza ú — y la familia, atemorizados por lo que creían el avance casi apocalíptico del alcoholismo, la tuberculosis y la sífilis, "vicios" y enfermedades de las masas miserables, tendieron a subordinar todos los derechos del individuo a un Estado que ellos, como sabios, se creían con el derecho de 'administrar. No contarte con la astucia de los sectores dominantes. La tecnocracia médica debía tener todo el poder en sus manos, pues solo la suma del poder público podía garantizar la salud pública. Los rra;eos fundamentaron este punto de vista reiteradamente. En 1907, José :Scoseria argumentó que la prevención de las enfermedades infecto-contagiosas, hacía "necesario que el Estado proteja a la colectividad limitando la libertad del individuo". Ese mismo año, el Consejo Nacional de Higiene transcribió una opinión médica estadounidense similar: "las autoridades municipales [tendrían] que estar revestidas de poderes ilimitados" para combatir la tuberculosis... y con- -,...... ■••■•■•••=!- • ... 254 trolax a los tuberculosos. Y en 1910, José Martirené, al defender el proyecto de vacunación obligatoria, afirmé con rotundidad: "Nadie tiene el derecho de ser peligro - so para la sociedad" 552 . Es que el higienismo poseía una esencia totalitaria. En 1916, lo advirtieron los médicos argentinos J. Penua y H. Lozano: "La higiene [...] tiene puntos de apoyo casi matemáticos [reglas a seguir] que no se avienen ni con los gustos ni con la organización liberal de los paises republicanos" 553. Los lazos del poder sanitario influido por el eugenismo con los gobiernos autoritarios y totalitarios de los años 1920-1945, son obvios. Fue bajo la dictadura-presidencia de Gabriel Terra que se aprobó el decreto ley organizativo de la Salud Pública de 1934 que postulaba el tratamiento obligatorio de las enfermedades "sqcialmente" peligrosas y el delito de contagio intersexual y nutrido. Este último principio fue convertido en noviembre de 1934 en proyecto de ley por el médico Eduardo Blanco Acevedo, el primer titular del Ministerio de Salud Pública creado el año del golpe de Estado, 1933 (*). La Rusia comunista, la Alemania nazi, la Francia de Vichy, y los Estados Unidos, una democracia salvacionista, fueron, en distintos planos, tierras de promisión para los higienistas-eugenistas. En la Alemania nazi se prohibió a los sifilíticos casarse bajo pena de esterilización; la Francia de Vichy impuso en 1942 la exigencia del certificado médico prenupcial con exámenes de rayos X a los pulmones y reacción de Wassermann un mes antes del casamiento 554 . En 1928, el Consejo Nacional de Higiene publicó un artículo del médico soviético A. Roubakine dando cuenta de "la protección a la infancia y la maternidad en la Unión de las Repúblicas Socialistas". Allí se informaba que los novios que deseaban registrar su matrimonio debían (*) y sin embargo, debemos anotar que el gobierno de Gabriel Terra no acompañó al poder higienista y eugenista en sus "demasías" antiliberales y, seguramente, antidemocráticas. Al fin y al cabo, por ejemplo, la exigencia del certificado médico prenupcial se redujo a un consejo estatal a las parejas, y el delito de contagio intersexual y nutricio propuesto en 1934 no recibió sanción legal. Así, la clase política uruguaya tradicional limitó la tentación totalitaria de la mayoría de los integrantes de la "clase médica". 255 otorgarse seguridades, por escrito, de que estaban al corriente de la salud del otro y que no padecían tuberculosis, enfermedades venéreas o mentales. • Fmalmente se comunicaba que una ley de 1927 había establecido "el tratamiento forzado de los enfermos venéreos si se rehusaban a asistirse" (*). " La médica socialista Paulina Luisi, aunque partícipe 4e algunas de las iniciativas del poder sanitario que hemos analizado, sin embargo alertó a sus colegas sobre los riesgos que hacía correr a la sociedLd democrática, esta 'ampliación de la intervención del Estado en la: intimidad de los hombres: "La administración ha creado un nuevo ídolo: la saludpública [...] quien oyera hablar fa los médicos] creería que la colectividad humana está hecha de una esencia distinta de la de los individuos que la componen. Hay que desconfiar de/nuevo ídolo, de la nueva fórmula que oculta la supervivencia de la antigua ky del más fuerte" 55. 6. En 1926, Luis C. Caviglia, político afiliado al • Partido Colorado vierista, como buen abogado liberal también advirtió el autoritarismo higienista: "El problema de la lucha contra la sífilis enwelve [...] una cuestión de derecho. Ahora bien: no hay por criterio profesional, personas más reñidas con esos principios que los médicos. Ellos resuelven todas las cuestiones higiénicas de una manera radical, por medio de la imposición y la violencia ejercidas en nombre de la salud pública. La lucha contra la sífilis se presta a muchas lesiones del derecho, por ejemplo, cuando se obliga a inspecciones vejatorias. Y el aplauso llega hasta el punto de encontrar admirable que la sanidad militar alemana y austríaca durante la guerra, ordenara se presentaran a la inspección médica todas las mujeres habitantes de las ciudades ocupadas, sin distinción de ciases ni edact pues hasta las niñas eran sometidas a las reacciones investigatorias. Aquí hemos tenido casos, sobre todo en campaña, de inspecciones que constituyen un verdadero ultraje" 557. )a gobierno nazi de Alemania llevó a cabo 56.000 esterilizaciones de %capaces" durante su primer año en el poder y alcanzó el cuarto de millón en 1940. Su política poblacionista lo condujo también, y un tanto contradictoriamente, a ejecutar a los abortistas y suprimir toda información sobre la anticoncepción 555 • . 1, 111111111~~a'" -256 El higienismo identificó hechos científicos comprobados con Qtros que más tenían de creencias sociales. Los resultados favorables de la « vacunación eran un hecho científico; la heredo-sífilis hasta la enésima generación o el vínculo de causa y efecto entre consumo de alcohol y tuberculosis, creencias sociales que la ciencia del Novecientos justificaba mal, alentadas sobre todo por el miedo y las ansias represivas de los sectores dominantes de la sociedad. Entonces sucedía que las medidas del higienismo tenían algo de los sueños monstruosos de la razón, tanto más cuanto se aliaban a la convicción de. que se poseía la verdad científica y se tenía la misión de salvar al hombre. Es probable que la invasión y el control de la intimidad y la vida privada por el Estado no haya tenido una justificación más sabia y ética que la que le otorgó al Estado el saber médico. El Estado se medicalizó pues se puso al servicio del combate a la enfermedad y su prevención; pero la Medicina fue también puesta al servicio de un Estado que así veía aumentar sus poderes, su capacidad de control, y su legitimidad. CA PITU LO IV: • LA CONSTRUCCION DEL CUERPO SANO Y EL 110MBRE MEDICALIZADO 1. La construcción de la salud j' la enfermedad Antes de que el saber médico procurara construir la salud, ya la sociedad burguesa había advertido la necesidad de hacerlo. En el Uruguay, el primero en vindicar ese objetivo y atribuírselo a la escuela pública fue José Pedro Varela. En 1874, recordó que su maestro estadounidense, Horacio Mann, sostenía: "hay un arte más elevado que e! arte del médico, el arte no de restaurar; sino de hacer la salud"; la escuela primaria, donde se debían dar nociones de "las kyes elementales de higiene y el cuerpo humano", bien podía ser el fundamento de un nuevo Evangelio que versaría sobre la vida larga, "cautivante y fácil" 558 . En realidad, medicina y sociedad burguesa partieron del supuesto de que la salud no éxistia, que debía ser construida o inventada, en parte porque la civilización y la urbanización estaban destruyendo al hombre "ancestral", según gráfica expresión de Mateo Legnani, en parte porque el ávance del conocimiento científico permitía advertir imperfecciones de la naturaleza que ese saber estaba en condiciones de subsanar. Ambos supuestos, en estricta lógica, contradictorios, reflejaban, empero, la fe absoluta en la capacidad regeneradora de la ciencia a la par que el miedo a las masas enfermas, violentas y alcoholizadas. Crear la salud era, así, refundar la sociedad sobre bases más sólidas y 'seguras. Las fronteras entre lo sano y lo patológico eran confusas y existían zonas que bien podían pertenecer a ambas realidades. Por de pronto, la sensación de salud y bienestar no debía confundirse con la salud plena. En 1929, el médico Enrique Ciaveaux refirió