Subido por antofaccini

Maquiavelo

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MAQUIAVELO – WILLIAM EBENSTEIN
María Paula Rubio Márquez & Antonia Faccini Otero1
26/02/2020
Resumen: Ocho capítulos son extraídos de la obra de Maquiavelo El príncipe en donde se
discute el deber del príncipe de evitar el odio del pueblo y por consiguiente, la ruina de su
gobierno mediante ciertos mecanismos de control estratégicos.
Abstract: Eight chapters from Machiavelli’s The Prince are retrieved. The duty of the prince
to avoid the hatred of his people and therefore, the downfall of his government are discussed
through multiple strategies that the prince must follow to maintain his power.
Palabras clave: razón de Estado, príncipe, guerra, medios de adquisición.
Key words: reason of State, prince, war, means of acquisition.
El Renacimiento como época ayudó a que resurgiera el espíritu del hombre, de la
investigación científica y de la vitalidad intelectual que se había visto en Atenas en el siglo
V. Según Ebenstein, el descubrimiento más importante del Renacimiento es el hombre, ya
que en la Antigüedad, no se favorecía el desarrollo del individualismo. Nuevos sistemas
religiosos como el estoicismo, con ideas de responsabilidad y moral, y el cristianismo, que
hablaba del alma y de la salvación dependiendo de las acciones de cada uno, ayudaron a
potencializar la concepción de individuo. La Edad Media no contribuyó a la idea de
individuo, ya que resaltaba los grupos a los que la persona pertenecía. En cambio en el
Renacimiento, “…el hombre se convierte en el centro del universo, los valores de este nuevo
sistema solar son inevitablemente diferentes a aquellos que tiene como centro del universo a
Dios” (Ebenstein, 1965, p.340).
El Renacimiento predomina en Italia, país que no había perdido su conexión con la
Antigüedad. Ciudades con reliquias y monumentos, el lenguaje con sus transformaciones
dadas por Cesar y Cicerón, un sistema feudal no tan asimilado, Italia se caracterizó por
mantener sus ciudades-estado como republicas individualistas durante las diferentes
monarquías europeas.
La destrucción virtual del Imperio alemán como un poder mundial por el papado en el
siglo XIII y la posterior esclavitud del papado por la Monarquía francesa en el siglo XIV,
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Estudiantes de undécimo del Colegio Tilatá
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dieron a las ciudades-estado italianas nuevas oportunidades para la autoafirmación y
aumento de la propia confianza. (Ebenstein, 1965, p.340)
Además, las ciudades italianas se hicieron más prosperas por la dictadura en el
comercio internacional, así procurando medios para la literatura y el arte, que eran las
actividades de la nueva élite erudita.
Florencia fue el primer centro del Renacimiento, alcanzando su mayor fama con
Leonardo da Vinci, quien era el principal representante del hombre universal como ideal del
Renacimiento en diferentes áreas como la pintura e ingeniería, además de ser dotado en
filosofía y letras. En el ámbito de política se destaca Nicolás Maquiavelo (1469-1527), quien
permaneció en el servicio público y cercano a los círculos internos de la administración
durante catorce años, lo que le sirvió para adquirir conocimiento de primera mano sobre
mecanismos de política. Él fue enviado a misiones diplomáticas a Francia, Alemania y otros
estados italianos mientras Florencia era una república independiente. Pero en 1492 la
república fue reemplazada por el régimen absolutista de los Medici. “Maquiavelo fue acusado
de serios crímenes y torturados, pero no se le halló culpa, y entonces se retiró a su pequeña
granja cerca de Florencia” (Ebenstein, 1965, p.341)
En 1513 escribió El Príncipe, dedicado a Lorenzo de Medici, donde alababa el nuevo
régimen antirrepublicano, también buscando la posibilidad de volver a servir en la política.
Al fracasar en el intento se dedicó a escribir su más elaborado libro político, Los Discursos
Sobre los Diez Primeros Libros de Tito Livio (1521), donde, iniciando desde Roma, hace un
análisis minucioso sobre la anatomía del cuerpo político, incluyendo fundamentos más
históricos y filosóficos que en El Príncipe. Ebenstein habla de que Los Discursos es un texto
que atrae principalmente a estudiantes de filosofía política por su elaboración y profundidad,
mientras que El Príncipe forma a los escritores políticos.
Maquiavelo hace “una reflexión no solo de las ambiciones y pasiones de un hombre
político, sino del hombre en sí” (Ebenstein, 1965, p.341) Ebenstein dice que Maquiavelo hizo
algo peor que si hubiera descrito a los diablos del infierno en la época medieval: dibujar a los
seres humanos reales. Y esto creó horror y fascinación frente a su trabajo, sin saber cuál
emoción es más fuerte.
El Príncipe es una obra revolucionaria, ya que todos los escritos políticos anteriores
se enfocaban en el fin del Estado. En la época, el poder político solo se consideraba como un
medio para altos fines como la justicia, la libertad o Dios. En cambio, Maquiavelo “cree que
el poder es un fin en sí mismo, y limita sus investigaciones a los medios, que son los que
mejor se adaptan a adquirir, retener y extender el poder” (Ebenstein, 1965, p.341). Acá él
presenta al Estado como un sistema autónomo de valores, separándolo de la moral, ética,
religión y metafísica.
Teniendo en cuenta que el Estado es la nueva autoridad suprema, el estadista puede
violar otro sistema de valores (religioso o moral) por seguir los valores del Estado. Por esto,
Maquiavelo “desarrolla la idea de la razón de Estado, según la cual ciertos actos pueden
permitirse, incluso obligatoriamente, y que se consideran crímenes atroces si hubiesen de ser
considerados en un tribunal de religión o moral” (Ebenstein, 1965, p.342). Hay que tener en
cuenta que Maquiavelo no considera que la ética o la moral sean inferiores a este poder. Él
dice que visto desde la teoría general los esquemas de poder y las creencias morales son
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independientes entre sí. Por consiguiente, el moralista seguirá funcionando bajo su código, y
“el estadista solo se guiará por los preceptos de su código, cuyo fin, la adquisición, la
retención y la expansión del poder, son diferentes de los demás códigos, y cuyos medios son,
por consiguiente, diferentes también” (Ebenstein, 1965, p.343).
La civilización lleva una serie de valores, y la amoralidad no es la negación de los
valores morales, sino una afirmación de que en la situación especial del político, las normas
de poder tienen prioridad sobre las de ética y moral. Siendo así, Maquiavelo no es quien crea
crímenes como la traición, o el fraude, que se cometían de facto. Es quien cambia el sistema
de valores por el cual estas acciones eran juzgadas, haciéndolas completamente legítimas y
positivas bajo la razón de Estado.
Lo malo, desde el punto de vista de la moral y la religión, puede ser bueno, desde el
punto de vista de la razón de Estado, y sirve para adquirir, retener o extender su poder.
Lo bueno y lo malo quedan, pues, reducidos de lo absoluto a categorías relativas y
dependen de la idea básica de un sistema de valores en el que una acción específica es
buena o mala. (Ebenstein, 1965, p.343)
Todo objetivo o idea será juzgada como buena o mala en la medida que gane, retenga
u obtenga poder. Por ejemplo, se puede decir que el veneno es “bueno” si cumple
efectivamente con la tarea de eliminar a un oponente político. Esa “bondad” que se le atribuye
al veneno es una justificación política, no una justificación general para su uso. Al ser el
poder el fin político, la bondad es un medio óptimo y bueno para adquirir, consolidar y
extender el poder; un medio no eficiente es malo. La eficiencia en política es análoga a la
virtud en la moral o en la religión, y la ineficiencia remplaza al concepto de pecado.
(Ebenstein, 1965, p.343)
Maquiavelo usa el término “virtud” para el gobernante afortunado, mientras que
califica de ambicioso y despiadado al desafortunado; ya que ve cierta “grandeza” en crímenes
elegantes y magníficos, elemento común del Renacimiento.
Ebenstein hace un ejemplo para entender el modelo que Maquiavelo propiciaba, ya
que él admiraba a los Borgia. Rodrigo Borgia era un cardenal que al ser nombrado papa
(1492) e irse a Roma (1501), nombró a dos de sus tres hijos cardenales y a su hija Lucrecia
la dejó a cargo del Vaticano. Alejandro VI, su nombre papal, tenía verdugo y envenenador
personal, cosa que Maquiavelo admiraba demasiado. Y admiraba aún más a su hijo Cesar
Borgia, quien asesinó a su hermano mayor y al esposo de Lucrecia. Se consideraba a César
Borgia como el modelo de El Príncipe, ya que « “era un ejemplo que había de ser imitado
por todos aquellos a quienes la fortuna y la ayuda de los demás les habían elevado al poder”
y “que no podía hallarse ejemplo mejor que los actos de este hombre” » (Ebenstein, 1965,
p.343).
Al conocer los puntos de vista de Maquiavelo sobre la religión y moral (explicados
anteriormente), Ebenstein muestra como ellos reflejan la propia creencia de Maquiavelo. Era
ajeno a la religión como experiencia profunda y personal, más tenía una actitud positiva ante
esta ya que “su religión era un utensilio de influencia y de control en manos del gobernante
sobre el gobernado” (Ebenstein, 1965, p.344).
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Maquiavelo utiliza la religión como un instrumento de dominio político ya que el
gobernante mantiene y extiende doctrinas religiosas como milagros que sabe que son falsos.
La religión le ayuda al gobernante a mantener al pueblo al margen y unido, por lo que no es
importante si las ideas compartidas son verdaderas o falsas.
Siguiendo con la línea de la religión, Maquiavelo critica a la cristiandad ya que esta
glorifica al hombre humilde, cuando la religión romana pagana solo lo hacía con aquellos
grandes jefes de las repúblicas. También hace acusaciones a la Iglesia, ya que dice que los
italianos se han convertido en antirreligiosos por el mal ejemplo de Roma y que esto continua
manteniendo al país dividido. Él reprocha el fracaso político del papado para gobernar a todo
el país. Además, Maquiavelo considera el pesimismo como su guía y convicción ya que este
analiza el pasado y es consciente de lo que ha acontecido, mientras que el optimista mira al
futuro y mira lo que puede suceder. Las meditaciones morales son premiables de por sí, más
el estadista no se puede permitir una moralidad práctica “porque vivimos lejos de ser como
deberíamos vivir, pues aquel que abandona lo que está hecho, por lo que se puede hacer, lleva
a cabo su propia ruina más que su conservación.” (Ebenstein, 1965, p.345)
Respecto a la lucha de los gobernantes, Maquiavelo considera que hay dos métodos,
uno por la ley y el otro por la fuerza. El primero es considerado ser de hombres, el otro de
las bestias, aunque como el primero puede ser insuficiente hay necesidad de recurrir al
segundo. Así, el príncipe tiene que conocer la forma de emplear ambos métodos.
Especialmente, el gobernante ha de imitar al zorro y al león “porque el león no puede
protegerse de las trampas y el zorro no puede defenderse de los lobos.” (Ebenstein, 1965,
p.345-346)
Por el otro lado, Maquiavelo se pregunta ¿Un gobernante ha de mantener la palabra?
…todo el mundo sabe cuán “laudable” es para un gobernante mantener al palabra. Sin
embargo, en el mundo de la política actual estas intenciones laudables pueden ser
irreconciliables con la necesidad y el interés: “Por consiguiente, un gobernante prudente
no ha de mantener la palabra cuando el hacerlo fuese contra los intereses propios, y
cuando las razones que le hubieran vinculado no existiesen. Si todos los hombres fueran
buenos, este precepto no sería bueno; pero como son malos y no mantienen su palabra a
la par, no está obligado él a mantener su palabra con ellos.” (Ebenstein, 1965, p.346)
Así, Maquiavelo obtiene un punto de vista pesimista frente a la naturaleza humana,
además de que la lucha de la naturaleza humana del Renacimiento se manifestaba en la
crueldad del veneno y la daga silenciosa.
Por más duro y salvaje que fuera Maquiavelo, “se salvó del extremismo por la
prudencia y moderación” (Ebenstein, 1965, p.343). En diferentes pasajes de El Príncipe y El
Discurso habla sobre la templanza y da consejos a los gobernantes sobre cómo no ser
arrogantes y terriblemente crueles. El gobernante no tiene razón de utilizar amenazas o
insultos, ya que esto no disminuye la fuerza del enemigo, sino que genera mayor odio y
acción de respuesta. Este sentido de posibilidad hace que el pensamiento de Maquiavelo se
asemeje a la ciencia en términos de rehusar aceptar cualquier solución como un fin.
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Respecto al método, se ve que el análisis de Maquiavelo se basa en hechos históricos,
conductas del hombre que determinan que es depravado y astuto, por lo que la teoría tiene
que basarse en el hombre visto desde el pesimismo. Si este concepto es la guía filosófica de
Maquiavelo, hay una debilidad en su teoría desde la concepción filosófica. “Si en el detalle
es moderado, Maquiavelo se convierte en un extremista cuando se trata del conjunto. Su
doctrina sobre la maldad del hombre es exactamente tanto una supersimplificación
anticientífica, como el extremo opuesto, la bondad del hombre” (Ebenstein, 1965, p.347). No
obstante, el hombre está entre el ángel y la bestia, más él dice que el gobernante también está
entre las dos naturalezas y debe saber como emplearlas, entendiendo que la una sin la otra no
puede subsistir.
Luego de Maquiavelo hubo otros “realistas” como Napoleón, Hitler y Mussolini,
quienes olvidaban el componente decisivo en la ecuación del poder: “la voluntad del hombre
de ser libre colocando a la libertad por encima de todos los bienes, incluso de él mismo”.
(Ebenstein, 1965, p.347)Los “realistas” maquiavélicos son racionales respecto a los medios
utilizados para el engrandecimiento y la expansión del poder.
Maquiavelo estaba interesado solo en los medios de adquisición, retención y expansión
del poder, y no en el fin del Estado, continuaba sin comprender las relaciones entre los
medios y los fines. Los fines no llevan una existencia aparte de los medios, pero están
continuamente como una sombra unidos a ellos. A corto plazo esta corrección interna
puede ocultarse, pero a largo plazo no puede llevarse a cabo ningún fin grande con
medios pequeños. Este problema de si las técnicas políticas y métodos en El Príncipe
son realistas incluso desde el punto de vista del poder, no puede separarse de la incluso
más básica cuestión del fin del poder, desde el momento en que la naturaleza del fin
determina los medios que más deseamos para conseguirlo. (Ebenstein, 1965, p.347-348)
Ebenstein determina que Maquiavelo no le interesaban todas las formas de poder y
de Estado. A él le atraía la dinámica del poder ilegítimo, el empleo de medios políticos no
éticos en los nuevos gobiernos. Decía qué los “fundadores” del nuevo Estado son
revolucionarios. Además, cuando se reduce la política a la guerra y la revolución es inevitable
que lo extraordinario se convierta en ordinario, y lo anormal en normal. Y solo el hombre
excepcional, quien él admiraba, es quien podía lograr “nuevos dominios” con éxito.
Por último, El Príncipe no es solo un comentario sobre lógica o moral, sino sobre
experiencia e historia. Ebenstein dice que Maquiavelo estableció los resortes de las
motivaciones con perspicacia y sin piedad. “Es difícil decir, leyéndolo, cuándo nos aterra
más, si cuando dice la verdad sobre la conducta humana, o cuando cambia la verdad”
(Ebenstein, 1965, p.348).
En este segundo momento del texto, Ebenstein expone algunos capítulos del texto de
Maquiavelo, El Príncipe.
Capítulo I: La Guerra
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En este primer capítulo presentado, Maquiavelo se encargará de desarrollar la idea de
la guerra como acto fundamental para el éxito del príncipe en su gobierno y de la formación
efectiva del ejército. Dice el autor
La principal ocupación y el estudio preferente de un príncipe debe ser el arte de la guerra
y la organización y disciplina de los ejércitos, porque esta es la verdadera ciencia del
gobernante, y tan útil, que no solo sirve para mantener en el poder a los que han nacido
príncipes, sino también para que simples particulares lleguen a este estadio supremo.
(Ebenstein, 1965, p.350)
Añade además, que desatender el arte de la guerra concluirá únicamente en la pérdida
del poder. A través del ejemplo de Francisco Sforza, duque y fundador de la dinastía Sforza
en Milán, Maquiavelo discute la virtud de entender la guerra como estrategia del poder y el
peligro de desdeñarla, puesto que Sforza logró ascender a gobernante desde simple ciudadano
y sus hijos, en cambio, “bajaron de duques a simples ciudadanos”. La explicación de
Maquiavelo para el fracaso de los hijos de Sforza radica en su ignorancia frente a las quejas
del ejército, pues el autor argumenta que el peligro de la ignorancia del mismo es convertirse
en un soberano despreciable y debe ser evitado meticulosamente. Asimismo, el príncipe corre
el riesgo de que al no entender el arte de la guerra es que sus soldados no lo estimen y por lo
tanto, que el príncipe no pueda fiarse de ellos. (Ebenstein, 1965, p.350)
Respecto a la paz, Maquiavelo argumenta que es en este tiempo del cese de la guerra
donde más debe estudiarse su arte. Entre estos estudios, se resalta el del conocimiento del
propio país para proveer una mejor defensa y para estimar las condiciones de territorios
desconocidos en la guerra.
Asimismo, el príncipe debe dedicarse a “ejercicios mentales” que le procuren éxito
en la guerra, incluso en momentos de paz. Debe entonces el gobernante revisar las hazañas
de hombres exitosos para guiar sus estrategias. Finalmente, concluye Maquiavelo que la
sabiduría del príncipe yace en que en tiempos de paz estudie la guerra de tal modo que si
cambia la fortuna, le encuentre dispuesto a recibir sus golpes.
Capitulo II: La alabanza o el vituperio
La conducta del príncipe con sus amigos y súbditos es en este capítulo el tema a tratar
de Maquiavelo. Reconoce el autor que el príncipe no debe siempre ser bueno, sino por el
contrario, debe aprender los momentos en los que debe ser “no bueno” para usarlo según
indique la necesidad. Además, también expone que el príncipe como figura pública está
sujeto a la opinión de los otros y a ser juzgado por sus cualidades debido a su condición de
funcionario. (Ebenstein, 1965, p.351)
Respecto a la prudencia que debe guardar el príncipe por su posibilidad de ser
juzgado, Maquiavelo argumenta que debe aprender a evitar la infamia de los vicios que
podrían quitarle su poder. Sin embargo, también dice que no debe mostrarse del todo perfecto
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y tampoco debe negar rotundamente sus defectos puesto que hay cualidades que pueden ser
tomadas como virtudes y que en su aplicación lo conduzcan a la ruina, así como otras que se
consideren vicios y acarreen bienestar y seguridad. (Ebenstein, 1965, p.352)
Capitulo III: La liberalidad y la mezquindad
Haciendo referencia al capítulo anterior, Maquiavelo inicia desarrollando las
cualidades que antes había mencionado del príncipe que podían ser juzgadas por los demás.
En primera instancia, asegura que el príncipe hará bien en ser tenido por liberal, la liberalidad
es tomada por el autor como el vivir con lujo, el hacer inversiones de sumas considerables y
cobrar impuestos considerables a sus súbditos.
Sin embargo, la liberalidad es tan solo una estrategia donde Maquiavelo propone que
se adquirirá la malquerencia de los súbditos y que de esta forma, el príncipe deberá cambiar
sus costumbres; una vez que el príncipe modifique sus hábitos, el pueblo verá que su
gobernante es flexible y jamás será este tomado por tacaño debido a sus grandes inversiones
del pasado. Asimismo, la liberalidad debe conservarse en secreto por el príncipe y si alguien
desea tildarlo de avaro por su nueva conducta, el príncipe deberá hacer lo antes sustentado
por Maquiavelo: ser lo suficientemente prudente como para que no le importe ser calificado
de esta forma puesto que al final el príncipe será considerado liberal para aquellos a los que
no quita sus bienes y respeta su propiedad privada y tacaño para lo que nada da, los cuales
son pocos.
En lo que dispone la paradoja sobre si ser tomado por avaro o liberal es positivo, Maquiavelo
concluye que la avaricia es de esos vicios que conservan el poder. Utilizando el ejemplo de
César, explica el autor como debe ser usada la liberalidad
Si alguno objetará que César con la liberalidad consiguió el imperio (…) responderé que
o eres ya príncipe o estas en camino de serlo. La liberalidad es dañosa en el primer caso;
en el segundo es muy necesario ser tenido por liberal; y César fue uno de los que
aspiraron al poder supremo en Roma. Pero, si al lograrlo, hubiese vivido largo tiempo
sin moderar los grandes gastos, perdiera seguramente el poder. (Ebenstein, 1965, p.353)
No obstante, Maquiavelo añade la importancia de la generosidad y de no disponer del dinero
de los súbditos ni del propio, pues es perjudicial. Concluye entonces el autor acerca de la
liberalidad y la avaricia que es mejor ser tomado por tacaño antes que por liberal, pues la
liberalidad condena al odio y desprecio, mientras que la avaricia no honra ni deshonra.
Capitulo IV: Ser amado o temido
Sobre si es mejor ser amado o temido, Maquiavelo también argumenta que es una
cuestión de necesidad. El príncipe debe ser cruel cuando se requiere de la obediencia de sus
súbditos, pues es preciso que existan castigos ejemplares y esto evitará desordenes colectivos.
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Los castigos, al ser ordenados por el príncipe, solo afectan a unos pocos y estos resultan
menos crueles. Son los príncipes nuevos según el autor, son los que deben aprender de mejor
forma a utilizar esta crueldad con humanidad y prudencia. Dice Maquiavelo que sobre la
discusión de ser amado o temido, conviene ser ambas cosas; aunque admite que la dificultad
de que ambas se puedan obtener al tiempo conlleva a que se requiera ser temido antes que
amado, en caso de que falte alguno de los dos afectos.
El peligro de los afectos según el autor radica en que los hombres son ingratos y
volubles. Con esto se refiere a que si les favoreces, serán tuyos; pero que si la necesidad los
acecha será probable que te desprecien. Además, agrega un punto importante y es que los
hombres temen menos ofender a quien se hace amar que al que inspira temor.
Sobre la forma en la que debe hacerse temer el príncipe, se recalca que no debe excluir
el afecto y mucho menos debe propiciar el odio. Entonces, volviendo a los castigos
ejemplares, se dice que la sangre derramada debe ser siempre con justificación de peso y
causa manifiesta. No obstante, a la hora de dirigir un ejército, el príncipe no debe preocuparse
de la fama de cruel puesto que sin esta fama, no se tiene un ejército disciplinado y dispuesto
a cualquier empresa.
Concluye Maquiavelo que los hombres se guían de su propia voluntad para amar,
pero que requieren de la voluntad del príncipe para temer. Por lo tanto, si el príncipe es sabio,
sabrá fundamentar el poder en lo suyo y no en los bienes de sus súbditos y de esta forma,
evitar aquello que el autor recalca constantemente: el ser odiado.
Capítulo V: La fe prometida
En este título, el autor reflexiona sobre la astucia del príncipe y la habilidad de esta
para confundir a los hombres y reinar sobre ellos. Respecto a las formas de luchar que se
determinan por la astucia misma se dice
Sépase que hay dos maneras de combatir, una con las leyes y otra con la fuerza. La
primera es propia de los hombres y la segunda de los animales; pero como muchas veces
no basta la primera, es indispensable acudir a la segunda. (Ebenstein, 1965, p.355)
La astucia del príncipe, sin embargo, radica en saber usar ambas naturalezas pues
ambas requieren de la otra por igual.
En segunda instancia se reflexiona sobre las promesas y el autor sugiere que se debe
ser fiel a estas siempre y cuando no sean perjudiciales y tengan méritos para ser cumplidas.
Relacionado a esto también está la bondad, que Maquiavelo termina por decir que no es
necesaria en estos casos, ya que “si todos los hombres fueran buenos, no lo sería este
precepto; pero como son malos y no serán leales contigo, tú tampoco debes serlo con ellos”.
La astucia del príncipe es también vinculada a la apariencia, pues según el autor, no
hace falta que el príncipe tenga todas las buenas cualidades, solo necesita parecerlas. Si bien
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debe ser bueno, debe aprender a ser malo según la necesidad y aun así ser visto como
“piadoso, leal, integro, compasivo y religioso”. Es necesario este juego de apariencias para
engañar al vulgo, pues concluye Maquiavelo sobre este tema que el vulgo se guía por las
apariencias y juzga al soberano únicamente por los acontecimientos. Sin embargo, como casi
todos los súbditos hacen parte del vulgo, la opinión de otros pocos que no forman parte de él
solo se tiene en cuenta cuando se carece de la opinión del vulgo mismo.
Capítulo VI: Evitar ser despreciado y odiado
Una vez siendo reflexionadas las características que debe perseguir un príncipe,
Maquiavelo reflexiona sobre aquellas que debe evitar.
En mi primer lugar, el autor reitera que le hará despreciable el meterse en los bienes
de sus súbditos y el honor de las mujeres. En segundo lugar, dice que “Le hace despreciable
el ser voluble, ligero, afeminado, pusilánime e irresoluto”. Por otro lado, afirma que sus fallos
no deben ser objetados y que en todos sus actos se debe observar grandeza.
En cuanto a las dificultades del príncipe que le pueden traer mala fama, Maquiavelo
las divide en dos clases
Interiores unas y exteriores otras; relativas a sus súbditos y referentes a los potentados
extranjeros. De estos últimos podrá defenderse con buenas tropas y buenas alianzas, y
mientras tenga buen ejercito tendrá buenos aliados. El orden interior permanecerá
inalterable mientras no haya peligros exteriores, salvo el caso de que lo perturbe alguna
conjuración. (Ebenstein, 1965, p.357)
Maquiavelo también reconoce que lo peligroso de los asuntos interiores, pues el
príncipe debe siempre cuidarse de aquellos que conjuran en secreto. Sin embargo, este es un
asunto que se soluciona gracias a la popularidad del soberano y al temor del que conjura; la
indignación del pueblo hacia este último defenderá al buen príncipe. Entonces el autor
concluye que el príncipe no debe cuidarse demasiado de las conspiraciones cuando es
popular; no obstante, si inspira odio en su pueblo, todos los súbditos son temibles.
Si este es el caso, la seguridad del soberano peligra. Maquiavelo utiliza entonces el
ejemplo de Francia como un país que mediante una institución asegura tanto la seguridad del
rey como las libertades de este de tal forma en la que el pueblo no lo resienta. El ejemplo
consiste en resaltar la figura del parlamento como un modelo exitoso del control del poder
ya que reconoce la ambición de los poderosos y los restringe, así como acepta la
malquerencia del pueblo hacia el gobernador y la refrena.
Maquiavelo entonces argumenta que designar responsabilidades como el parlamento
lo hace, es positivo. Esto se deduce de que obligaciones como los castigos atraen el odio y si
son designados a otras instituciones, ya son ajenos al príncipe y no le perjudicarán. Para
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concluir reitera el autor que el príncipe debe tener consideración con los grandes y procurar
evitar el odio del pueblo.
Capitulo VII: Las fortalezas y otras utilidades o peligros
Sobre la utilidad de acciones que el príncipe puede emprender como la construcción
de fortalezas, Maquiavelo sustenta que no hay reglas generales y que tomará este asunto “en
el sentido general que la materia requiere”.
Acerca de desarmar a sus súbditos, sustenta que no es un aspecto bien visto puesto
que en primer lugar pueden usar las armas a tu favor y en segundo, si se desarman se corre
el riesgo de ofenderlos ya que se les demuestra cobardía, desconfianza o poca lealtad. De
cualquier forma, el desarmar a los súbditos causa el odio colectivo.
Por otro lado, sobre la fama del príncipe y como esta le procura poder, se dice que al
tener más dificultades, será considerado un mejor príncipe; por supuesto, siempre y cuando
sepa cómo superarlas. Maquiavelo llega a afirmar que un príncipe astuto hace bien en
procurarse enemigos solamente para poder vencerlos y adquirir grandeza.
Continúa hablando sobre la conquista de otras tierras. En caso tal de que haya tenido
aliados de dichas zonas, el príncipe debe evaluar las razones por las cuales fue ayudado ya
que
Es mucho más fácil ganarse el afecto de los que estaban satisfechos con el régimen
anterior y, por tanto, eran enemigos del príncipe nuevo, que el de los que, por no
contentarse con dicho régimen, se convirtieron en sus secuaces y le ayudaron a su
conquista. (Ebenstein, 1965, p.360)
Para finalizar, reflexiona acerca de las fortalezas y dice que se deben construir según
la necesidad y los tiempos, su utilidad radica en estas dos condiciones. La única regla es que
“si el príncipe tiene más miedo a sus pueblos que a los forasteros debe hacer fortalezas”. No
obstante, Maquiavelo reitera de idea que ha sido tan importante en capítulos anteriores y es
que la mejor protección del príncipe es el afecto del pueblo pues aunque tenga muchas
fortalezas, si está presente el odio de los pueblo, extranjeros pueden intervenir y sublevarse
en conjunto.
Capitulo VIII: La buena fama del príncipe
Por último, el autor habla sobre aquello que le produce buena fama al príncipe: las
grandes empresas y los extraordinarios ejemplos de su mérito.
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En un principio, Maquiavelo reconoce la importancia de los castigos ejemplares y
dice que
Siempre que se presente ocasión de premiar o castigar de un modo extraordinario a quien
haya ejecutado algún acto digno de singular alabanza o vituperio, y el premio o castigo
sea de tal índole que deje memoria. Los príncipes procurarán por consiguiente que todas
sus acciones resulten grandes y famosas. (Ebenstein, 1965, p.361)
Cambia de tema el autor al intentar desarrollar el tema de si el príncipe debe ser
verdadero amigo o verdadero enemigo. En lo que respecta a la guerra, Maquiavelo argumenta
que mantenerse neutral no es aconsejable, que más vale tener un aliado fuerte y un enemigo
a no tener nada en lo absoluto. Además, añade que aquel que no es tu amigo siempre te
aconsejará la neutralidad y quien lo sea te pedirá que intervengas en la lucha.
Finalmente, concluye sobre la importancia de distraer al pueblo con espectáculos y
fiestas, pues de esta forma demuestra su bondad y magnificencia. Estas conclusiones finales
hacen énfasis en la necesidad de mantener a los súbditos contentos y de esta forma conseguir
aquello que Maquiavelo considera fundamental: prevenir el odio de aquellos a los que
gobierna y por lo tanto, la desobediencia y la ruina del príncipe. (Ebenstein, 1965, p.362)
REFERENCIA
Ebenstein, W (1965). Maquiavelo. In Los pensadores políticos: de Platón hasta hoy
(pp. 339-362). Madrid: Revista de occidente S.A.
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