Subido por Pablo Lede Mouriño

GLOSARIO FONETICA Y FONOLOGIA HISTORICAS

Anuncio
GLOSARIO
ALF
FONÉTICA
Y
FONOLOGÍA
HISTÓRICAS
ACENTO
El latín clásico tenía un acento melódico o musical caracterizado por una
subida del tono en la vocal que lo portaba (de ahí su nombre de vocal tónica).
El lat. clás. era una lengua de acento condicionado, lo que significa que su
lugar se fijaba dependiendo de la cantidad (véase) de la penúltima sílaba,
según esta fuera larga o breve, lo que se conoce como ley de la penúltima
(véase ACENTUACIÓN). La pérdida del rasgo fonológico de cantidad en latín
vulgar llevó aparejada la transformación del acento melódico en un acento
dinámico o de intensidad, caracterizado ahora por la aparición de un aumento
de la fuerza espiratoria en la vocal acentuada. Este aumento de la fuerza
espiratoria sobre la tónica, a su vez, determinó, en las palabras de tres o más
sílabas, el debilitamiento y pérdida (síncopa) de las vocales átonas interiores
(de todas excepto /a/), tanto de las protónicas (DELICĀTUM > delgado) como
de las postónicas (ŎCŬLUM > ŎC’LUM > ojo).
Pero, con independencia de la evolución del acento, el lugar del mismo no
suele cambiar, salvo excepciones, y la sílaba acentuada de la palabra latina
sigue siendo, por lo general, la cumbre rítmica de la palabra romance. Una de
estas excepciones es la constituida por formas en las que interviene el grupo
consonántico de <oclusiva> + -R- /r/ (llamado en latín de muta cum liquida),
como en INTĔGRUM, TENĔBRAS, CATHĔDRA, etc. Por la ley de la penúltima
(v.), las palabras con penúltima sílaba de vocal breve seguida de dos
consonantes son paroxítonas (tradicionalmente llamadas graves o llanas). Sin
embargo, los grupos de muta cum liquida constituían excepción (en poesía, de
hecho, estos grupos no hacían posición, es decir, no alargaban la sílaba
precedente). Por tanto, en tales palabras, al ser la penúltima breve y no
computarse el grupo como dos consonantes, la acentuación era proparoxítona
(esdrújula), como muestran los cultismos íntegro, cátedra, etc. En lat. vulg., sin
embargo, se produjo la atracción del acento hacia la penúltima, según
muestran los resultados entero, tinieblas, cadera, etc.
Otro caso de desplazamiento acentual es el de las vocales i, e en hiato, que
dejan de estar acentuadas en beneficio de la vocal siguiente, la cual, al ser más
abierta, atrae el acento de intensidad sobre ella. Como consecuencia, aquellas
se cierran y palatalizan (v. YOD): FĪLĬŎLUM /fiː´lioluN/ > hijuelo, ARANĔŎLA
/ara´neola/ > arañuela, MULĬĔREM /mu´liereN/ > mujer, o se relajan y son
absorbidas por la siguiente: PARĬĔTEM /pa´rieteN/ > pared. Nótese que, en las
del primer grupo, la evolución de la vocal que ha recibido el acento es la misma
que la de las breves tónicas, por lo que el desplazamiento acentual ha de ser
anterior a la pérdida de la cantidad (v. CRONOLOGÍA RELATIVA). En
PARĬĔTEM > pared, por otra parte, la vocal en hiato ha sido absorbida y ha
producido el alargamiento y cierre de e. (A propósito de FILĬŎLUM > hijuelo,
véase también TÓNICA (DETERMINACIÓN DE LA), § 2.º).
1
ACENTUACIÓN
Muy sumariamente expuestas, he aquí las reglas de la acentuación latina:
1) Salvo raras excepciones, no hay palabras oxítonas (agudas); 2) las
bisílabas, por tanto, son todas paroxítonas (graves o llanas); 3) las de tres o
más sílabas son paroxítonas, si la penúltima es larga, y proparoxítonas, si la
penúltima es breve (esto es lo que se conoce como ley de la penúltima).
(Véase también CANTIDAD). Además, en palabras de tres o más sílabas, si la
penúltima, aun siendo breve, va seguida de dos consonantes o de consonante
geminada, el acento recae sobre ella. Esto quiere decir que la sílaba se
convierte en larga por posición, y consecuentemente en tónica, pero -y esto es
lo verdaderamente importante a los efectos del análisis fonético-, la vocal sigue
siendo breve: CABĂLLU > caballo, TRANSVĔRSU > travieso, INFĔRNU
> infierno, CAPĬSTRU > cabestro, FĬLĬCTU > helecho, PALŬMBA > paloma,
AUGŬSTU > agosto, CONFŎRTIU > med. cohuerço, DECŎLLU > degüello,
etc. Que la vocal no experimenta aumento de cantidad se deduce de los
resultados que tenemos, pues, de no haber sido así, se tendría que haber
llegado a *traveso, *inferno, *cabistro, *helicho, *paluma, *agusto, *cohorzo,
*degollo, etc. (Véase también TÓNICA (DETERMINACIÓN DE LA)).
ASILÁBICA (Ĭ /i/ EN POSICIÓN NO NUCLEAR)
Véase SILÁBICA (ÁTONA INICIAL).
ASTERISCO ANTEPUESTO (SU USO)
El asterisco antepuesto se utiliza en sincronía para notar tanto formaciones
agramaticales, Se ha *rompido el jarrón, como formaciones no admitidas por la
norma académica, *Me se ha roto el jarrón.
En diacronía se usa, en primer lugar, para notar formas no documentadas,
pero de cuya existencia no hay duda, ya que la comparación (véase
COMPARATIVO (MÉTODO)) entre los diferentes romances derivados de la
lengua madre (cada uno siguiendo sus propias leyes fonéticas) apunta
necesariamente hacia ese étimo que reconstruimos. Así, esp. aguzar,
fr. aiguiser, it. aguzzare, etc. remontan necesariamente a lat. *ACŪTIĀRE,
aunque el término (hasta ahora, que sepamos) no haya aparecido aún en
ningún documento.
En lat. clás., la forma léxica del infinitivo correspondiente a los contenidos ‘afilar’, ‘aguzar’ era
ACŬĔRE, con su participio de perfecto ACŪTUS. ACŬĔRE, sin embargo, no dejó
descendientes en los romances, que prefirieron *ACŪTIĀRE, forma popular obtenida por
derivación sobre ACŪTUS, como ponen de manifiesto todos los resultados.
En segundo lugar, se usa para establecer formas a las que se tendría que
haber llegado desde un étimo dado si este hubiera seguido la evolución
esperable. Así, ŎLĔŬM, que ha dado fr. huile, it. olio, cat. oli, etc., en esp. no
nos ha dejado una forma patrimonial con el significante *ojo (esp. óleo es culto)
que habría colisionado homonímicamente con ojo < ŎC'LUM. Para evitarlo, el
español recurrió al arabismo aceite.
2
CAMBIO LINGÜÍSTICO
Cualquier alteración que a lo largo del tiempo se produce en el sistema de la
lengua, en cualquiera de sus niveles. Si la alteración solo afecta a la forma
fónica, estamos ante un cambio fónico. Este a su vez será fonético cuando
no implique más que el aumento o disminución de las variantes de un fonema
(alófonos), o simplemente la neutralización de dos fonemas en determinados
entornos. Así, en el español actual hablado en Madrid asistimos a la producción
de un cambio fonético en la realización de s implosiva, que presenta diferentes
variantes en virtud de la procedencia regional del hablante o de su adscripción
social: mosca, realizado como [´moska], [´mókːa], [´móhka], [´móxka], etc. Si,
por el contrario, el cambio operado en la forma fónica altera el inventario
fonológico, esto es, supone la aparición o desaparición de invariantes
(fonemas), estamos ante el cambio fonológico. (Ver FONOLOGIZACIÓN). A
modo de corolario, por tanto, podemos afirmar que todo cambio fonológico
presupone un cambio fonético, si bien no todo cambio fonético ha de culminar
necesariamente en un cambio fonológico.
CANTIDAD
La cantidad, como el tono o como la intensidad, es un rasgo prosódico
que afecta de modo especial a las vocales (véase VOCALISMO), y ello en
cualquier lengua. Cantidad es sinónimo de duración, por lo que, si decimos de
una vocal, p. ej. a, que es larga, estamos afirmando que su emisión temporal
dura más que la de otra a que, mostrando identidad en el resto de sus rasgos,
presenta una duración menor. En esp. pájara, p. ej., la primera a es
notablemente más larga que la segunda, así como más intensa por ser tónica.
Pero si la palabra pájara se encuentra ante pausa, la tercera a -y esta ya es
átona como la segunda-, se alarga aún más que la primera. Compruébese
mediante la enunciación: La pájara, que había abandonado el nido, volaba alto.
Como se ve, el rasgo de cantidad vocálica ocurre espontáneamente en la
lengua, y es relativo: hay vocales largas y vocales breves, pero entre las largas
unas lo son más que otras, y lo mismo sucede entre las breves. Este rasgo
prosódico, que en español es fonético porque no opone significados, en latín
clásico es fonológico, porque en función de la cantidad -no solo de la vocal
tónica, también de la átona-, podemos tener dos significados diferentes, ya
sean léxicos, ya gramaticales. Así, LĪBER 'libre' frente a LĬBER 'libro'; VĒNIT
'vino' / VĔNIT 'viene'; PŌPŬLUS 'chopo' / PŎPŬLUS 'pueblo'; ROSĂ 'una rosa',
<sujeto> / ROSĀ 'con, en, etc. una rosa' <complemento circunstancial>; etc. De
esta característica fonológica del latín obtuvo provecho la poesía para la
creación de un ritmo cuantitativo en el que se sucedían determinados
esquemas rítmicos, llamados pies, en los que alternaban sílabas largas y
breves. A efectos métricos, naturalmente era larga toda sílaba cuyo núcleo
estaba ocupado por una vocal larga, como PŌ- de PŌPŬLUS /´poːpulus/
‘chopo’, y breve aquella cuyo núcleo era una vocal breve, como PŎ- de
PŎPŬLUS /´populus/ ‘pueblo’. Estas sílabas PŌ-, PŎ-, por tanto, eran larga y
breve, respectivamente, por naturaleza, es decir, en virtud su núcleo vocal
larga o vocal breve. Pero también a efectos métricos, por necesidades
puramente literarias, se consideraba que una sílaba cuyo núcleo era una vocal
breve se alargaba por posición, esto es, por hallarse ante dos consonantes.
3
Así, en PŎRTA tenemos una o breve por naturaleza, pero la sílaba PŎR- en la
que aparece como núcleo es ya larga por posición (paralelamente, se
consideraba que toda vocal ante otra vocal era breve por posición: uocalis ante
uocalem corripitur). Conviene, pues, no confundir cantidad vocálica con
cantidad silábica, especialmente a efectos de la evolución del vocalismo latino
al español: la o de PŎRTA es breve tónica, como pone de manifiesto el
resultado puerta, por más que la sílaba de la que es núcleo se vea alargada por
posición. (Véase también ACENTUACIÓN).
COMPARATIVO (MÉTODO)
La aplicación del método comparativo a los hechos fonéticos nos permite
postular, entre otras cosas, si un determinado cambio se cumplió ya en latín
vulgar o si, por el contrario, fue un desarrollo posterior en cada uno de los
romances. Así, incluso prescindiendo de los testimonios clave de los
gramáticos y preceptistas, podemos, en primer lugar, postular que la
monoptongación de los diptongos latinos AE, OE –en /ɛ/, /e/ respectivamente–,
fue un hecho generalizado del latín vulgar, según ponen de manifiesto los
resultados romances: CAELUM > esp., it. cielo, fr. ciel; POENA > esp., it. pena,
fr. peine (por poner solo unos ejemplos). Por el contrario, tras la comparación
de los resultados romances del diptongo AU, podemos, en segundo lugar,
postular que cada uno de ellos lo ha sido de un desarrollo particular de la
respectiva lengua, y, desde luego, afirmar categóricamente que los casos de
monoptongación en el propio latín vulgar de AU en /oː/ -que, de hecho, se
dieron-, hubieron de serlo de forma parcial, como se pone de manifiesto por la
diversidad de resultados: AURUM > esp., it. oro, fr. or, pero rum., prov. aur, y
gall.-port. ouro, resultado este último que muestra una fase intermedia entre la
conservación del diptongo y su reducción.
CRONOLOGÍA RELATIVA (PRINCIPIO DE LA)
Es indudable que dos o más cambios fonéticos no tienen por qué cumplirse
simultáneamente; de hecho, sería más bien extraño si así ocurriera. Por el
método comparativo (véase), podemos llegar a establecer la ocurrencia o no de
un cambio lingüístico -p. ej., la reducción de los diptongos latinos-, en un
estado de lengua previo. Sin embargo, cuando nos hallamos ante dos hechos
diferentes acaecidos en una determinada lengua, se hace necesario –por
evidentes necesidades del estudio diacrónico–, establecer la anterioridad
cronológica de uno con respecto al otro. Tal anterioridad cronológica puede
determinarse por el principio de la cronología relativa. Ejemplo: Sabemos que
el francés palataliza C- /k-/ en posición inicial no solo ante E, I, sino también
ante A: CARRUM > char, CABALLUM > cheval, etc. Por otro lado, sabemos
que, en esta misma lengua, el diptongo AU monoptonga en /o/: AURUM > or.
Ahora bien, ¿qué cambio se cumplió en primer lugar, la palatalización o la
monoptongación? Para poder determinarlo, en este caso, hemos de recurrir a
étimos que nos proporcionen una muestra de ambos fenómenos. Así, de
CAUSA tenemos fr. chose, forma que nos indica que la palatalización hubo de
ser necesariamente anterior, pues, si se hubiera producido en primer lugar la
monoptongación de AU, se habría llegado a fr. *couse, del mismo modo que en
CŬBĬTU > coude, CŌP(Ŭ)LA > couple. Otro ejemplo, también relacionado con
4
el diptongo AU: En español, como en la mayoría de los romances occidentales,
se produce sonorización de las oclusivas sordas intervocálicas, como en MĔTU
> miedo, FŎCU > fuego. Sin embargo, hay una serie de palabras en las que la
sonorización no se ha producido, como oca < AUCA, poco < PAUCU, otoño <
AUTŬMNU, coto < CAUTU, etc. En todos esos étimos latinos vemos que está
presente el diptongo AU, por lo que podemos deducir que la sonorización de la
sorda fue impedida por la presencia del wau (véase). Cuando por fin se produjo
la reducción del diptongo, la sonorización de las sordas intervocálicas era un
proceso ya cumplido, por eso no fueron posibles las evoluciones poco >
*pogo, coto > *codo, etc. (Véase también en este glosario YOD, ALGUNAS
NOTAS..., n.º 9).
DESFONOLOGIZACIÓN
Cambio fonológico consistente en la pérdida de una diferencia fonológica.
Ocurre desfonologización cuando dos o más fonemas (= invariantes) se funden
en un único fonema. Ejemplo claro de desfonologización es la pérdida de la
oposición entre los antiguos fonemas /s/ (fricativo, ápico-alveolar, sordo, como
en osso /´oso/ 'plantígrado'), y /z/ (fricativo, ápico-alveolar, sonoro, como en oso
/´ozo/ 'me atrevo'). Al borrarse el rasgo sonoro del segundo, ambos fonemas se
fundieron en el fricativo sordo, único existente en el esp. act. Un caso de
desfonologización que está teniendo lugar en nuestros días es el fenómeno
conocido como yeísmo, ante la pérdida del rasgo lateral del fonema
/ʎ/: calló /ka´ʎo/ 'pf. de callar': cayó /ka´ǰo/ 'pf. de caer'. En el dominio yeísta
(con mucho, la mayor parte del mundo hispánico), tanto cayó como calló se
realizan mediante un único fonema palatal central /ǰ/. (Véase
FONOLOGIZACIÓN).
DIPTONGOS
Los diptongos del latín clásico eran, fundamentalmente, tres: AE, OE y AU.
Se comprende que, en cuanto secuencias tautosilábicas, esto es, unidades
capaces de ocupar núcleos silábicos, tenían cantidad larga (véase
CANTIDAD). Al monoptongar el clásico AE /áe/, dado el carácter abierto del
segmento a, el resultado fue una e abierta larga, /ɛː/. Sin embargo, el hecho de
que una vocal larga presentara ahora cualidad abierta no supuso una
perturbación para el nuevo sistema (recordemos que, en el sistema
cuantitativo, al rasgo <vocal larga> se asociaba concomitantemente el rasgo
<cerrada>), puesto que, borrada la oposición cuantitativa, lo que funcionaba
ahora era la oposición de timbre. La e abierta procedente de la reducción de
AE se identificó, por tanto, con la e abierta procedente de Ĕ y siguió su misma
suerte: CAELU > cielo, como CĔNTUM > ciento. El diptongo OE, por su parte,
dado el carácter cerrado de o, monoptongó en una e larga cerrada que se
identificó en primer lugar con lat. clás. Ē y, finalmente, con e cerrada
protorromance procedente de Ē, Ĭ: POENA > pena, como PĬLUM > pelo, TĒLA
> tela. AU, por último, se redujo en una o que siguió la suerte de o cerrada
procedente de Ō, Ŭ: AURUM > oro, como HŌRA > hora, FŬRCA > horca. (AU
resistió bien en latín vulgar, y evolucionó por separado en cada uno de los
romances ya iniciados. Así, lo encontramos monoptongado como /o/ en esp., fr.
e it. actuales; conservado como diptongo [au̯ ] en prov. ant.; como hiato [au] en
5
rum, y en fase intermedia de reducción [ou̯ ] en gall.-port. y prov. mod. Para la
evolución de AU, puede verse también COMPARATIVO (MÉTODO) y
CRONOLOGÍA RELATIVA).
Estos son los diptongos del latín clásico. Otra cosa distinta serán los
diptongos que se formen en latín vulgar por la tendencia antihiática, con sus
repercusiones sobre el desplazamiento acentual en la palabra (véase TÓNICA
(DETERMINACIÓN DE LA)), y otra distinta de ambas los diptongos que se
formen en romance (en español, por lo que a nosotros nos interesa) a partir del
latín vulgar.
EPÉNTESIS
Fenómeno fonético consistente en la adición de un fonema en el interior de
una
palabra.
Puede
tratarse
tanto
de
un
sonido
vocálico,
CALVARIA > calavera, como consonántico, HŬMĔRU > hom_ro > hombro. En
este caso, la consonante epentética se desarrolla como resultado de una
necesidad articulatoria. Véase asimismo SÍNCOPA.
ESTADO
Cada uno de los cortes que -no sin inevitable arbitrariedad-, establecemos
como referencia en el estudio diacrónico. Así, nos resulta metodológicamente
muy útil hablar del castellano alfonsí como estado de lengua a mediados del
siglo XIII, y ello fundamentalmente por la abundancia de textos
homogéneamente fijados con arreglo a una norma. No es difícil advertir, sin
embargo, que el castellano alfonsí no es más que una modalidad del sistema
de la lengua de la época, concretamente la modalidad culta, cortesana y escrita
del habla de Toledo. Indudablemente, el castellano del siglo XIII era una
realidad mucho más rica en variantes que la representada en los textos
alfonsíes, y en lo que hoy en su conjunto se nos puede mostrar como un
sistema muy normativizado, se estaban consumando cambios apuntados por
viejas tendencias e iniciándose los promovidos por otras nuevas. Trasládese
esta idea al concepto de “latín vulgar” y, mutatis mutandis, se entenderá que en
lo expresado por tal sintagma en ningún caso podremos contemplar al pie de la
letra la existencia de un sistema homogéneo: ni en lo sincrónico, ni en lo
diatópico, ni en lo diastrático. Aun así, y siempre con la debida cautela,
hablamos de “estados de lengua” por una evidente necesidad metodológica.
FONOLOGIZACIÓN
En términos generales, se habla de fonologización cuando, en virtud de
un proceso fónico cualquiera, el número de fonemas de una lengua
experimenta un aumento. De forma más precisa, la fonologización es la
transformación de una diferencia fonética en otra fonológica, o lo que es lo
mismo, decimos que se produce fonologización cuando de dos variantes (=
alófonos) de una única invariante (= fonema) surgen dos invariantes. El latín
clásico, p. ej., carecía de fonemas palatales, si bien la palatalización era un
hecho fonético en determinados entornos. Así, en CĀRA (adj.) /´kaːra/ ~ CĒRA
/´keːra/ nos hallábamos ante un único fonema velar /k/ con dos alófonos: no
6
palatal el primero, [k], ocurrente ante a, o, u, como en [´kaːra], y mediopalatal el
segundo, [kj], ante e, i, como en [´kjeːra] (por hallarse la consonante ante vocal
palatal). Esta diferencia, en principio solo fonética, lejos de atenuarse se fue
incrementando, hasta llegar a ser fonológica. De este modo, la variante
mediopalatal, perdido ya todo rasgo velar, adelantó en latín vulgar su
articulación hasta la prepalatal [ʧ], [´ʧera], persistente hoy en romances como el
rumano o el italiano del centro y del sur. La posterior evolución [´ʧera] > [´ʦera]
> [´Ɵera] cera esp. mod. forma parte ya de la historia particular de nuestra
lengua. (Véase, además, DESFONOLOGIZACIÓN).
FRICATIVAS INTERVOCÁLICAS (PÉRDIDA)
Véase LENICIÓN.
GEMINADAS (REDUCCIÓN)
Véase LENICIÓN.
HIPERCORRECCIÓN
Véase ULTRACORRECCIÓN.
HUMBOLDT (FORMA LINGÜÍSTICA INTERNA)
Extraído de Georges Mounin, Historia de la lingüística, Madrid, Gredos, 1968, pp. 197-198.
Humboldt, seguro de poder remontar hasta el origen del lenguaje más por
una hipótesis metafísica que por pruebas lingüísticas, afirma que el lenguaje es
un don, una especie de propiedad interior inherente al espíritu humano, eine
innere Kraft. El hombre y el lenguaje, así pues, han nacido a la vez. Es el
maravilloso espíritu creador del hombre primitivo el que ha hecho nacer el
lenguaje, perfecto en sus comienzos. Tras este periodo de génesis, la fuerza
creadora de la lengua disminuye (tesis de la decadencia de las lenguas). En un
clima de ideología romántica que pretende que toda riqueza cultural procede
del pueblo, Humboldt afirma, además, que la lengua es el órgano que forma el
pensamiento; que expresa y moldea el alma nacional; que manifiesta, en fin, la
visión del mundo propia de la comunidad nacional. La diversidad de las lenguas
prueba la diversidad de las mentalidades, de ahí la importancia de un examen
detallado del organismo de cada lengua, con el fin de comparar la cualidad de
su estructura con la de otras lenguas, porque la superioridad de la estructura
de una lengua prueba la superioridad de una mentalidad, de una raza.
LENICIÓN
La lenición, en términos generales, es un debilitamiento articulatorio
inherente al principio de economía lingüística: se trata de decir lo mismo con un
menor gasto de aire. Asociamos la sonorización de las oclusivas sordas
intervocálicas latinas (-P-, -T-, -C- > /-b-/, /-d-/, /-g/) a la llamada “lenición
céltica”: las lenguas célticas tienen una gran tendencia a la sonorización de
elementos en interior de palabra, por eso los pueblos celtas, cuando asumen el
latín, relajan la pronunciación de las consonantes oclusivas sordas
intervocálicas, justamente las que exigen un mayor gasto de aire fonador. Este
hecho fónico es de tal trascendencia que nos permite, grosso modo, distinguir
en la historia lingüística románica la Romania occidental, con sonorización de
7
las sordas, de la Romania oriental, con conservación de las mismas. Los
territorios respectivos vienen a coincidir con aquellos en los que estuvieron
asentados pueblos celtas (Hispania, Galia, norte de Italia…) o, en el caso de la
conservación como sordas, con aquellos en los que no hubo asentamientos
celtas (centro y sur de Italia, Dalmacia, Dacia…).
Las consecuencias de la lenición no solo se tradujeron en la sonorización
de las oclusivas sordas, sino que, como un proceso en cadena, afectaron a
todo el subsistema consonántico oclusivo: las sordas geminadas se
simplificaron (CŬPPA > copa, VĬTTA > veta, VACCA > vaca); las simples,
según sabemos, se sonorizaron (CŪPA > cuba, VĪTA > vida, VACAT > vaga), y
las oclusivas sonoras se hicieron fricativas (NŪBE > nube [´nuße], NĪDU
> nido [´niðo], NĔGAT > niega [´njeɣa]).
Esto es lo que podemos decir sobre cómo la lenición afectó al
consonantismo latino, puesto que en los haces de correlación de las oclusivas
hasta aquí considerados (<geminada sorda> / <sorda simple> / <sonora>) no
aparece –porque el latín literario no lo tenía–, el correlato fricativo. Significa
esto que la pérdida de la fricativa sonora –ocurrente, cuando es el caso, dentro
de ese macroproceso de lenición, cuya actuación continúa en los romances
actuales–, ha de ser considerada ya como un fenómeno de consonantismo
más propiamente romance que latino-vulgar. Y como fenómeno en curso, no
cumplido, es bastante irregular, lejos de la sistematicidad que observamos en
los procesos de simplificación de geminadas, sonorización de sordas y
fricatización de sonoras: CŬPPA > copa; CŪPA > cuba (esp. med. [´kuba]);
NUBE > nube (esp. med. [´nuße], [´nuve]; esp. act. [´nuße]).
Ocurre, pues, que las fricativas sonoras procedentes de oclusivas sonoras
latinas con frecuencia desaparecen, -G- [-g-] > [-ɣ-] > Ø, como sucede en
LĪTĬGĀRE /liːti´gaːre/ > [lidi´ɣare]/ > [li´ðjar] lidiar, o en DĬGĬTU /´digitu/ >
[´deɣedo] > [´deɣdo] > [´deðo] dedo, realizado vulgarmente como [´deo]. (En
este caso, [´deðo] > [´deo], el proceso de lenición, operante no ya desde una
sonora fricatizada sino desde una sorda -T- sonorizada, ha culminado en Ø, es
decir, en la desaparición de la fricativa intervocálica). Asumida, pues, la falta de
sistematicidad en esta última fase del proceso de lenición, hay que acudir,
además, a la historia particular de cada palabra: en CASTĪGĀRE > castigar,
por ejemplo, no estamos ante un caso de conservación de la velar que ha
resistido los efectos de la lenición, sino, sencillamente, ante un término
reintroducido por vía culta.
NEOGRAMÁTICOS (TESIS Y CRÍTICA)
Extraído de Georges Mounin, Historia de la lingüística, Madrid, Gredos, 1968, pp. 215-219.
La tesis considerada central de la doctrina de los neogramáticos es la que
concierne al carácter absoluto de las leyes fonéticas. La oposición más viva a
esta tesis viene de Schuchardt, que muestra sobre el terreno la dificultad de
explicarlo todo por una aplicación completa de las leyes fonéticas ciegas. Sin
dejar de ser un comparatista, Schuchardt mostraba, en una perspectiva
8
geográfica, un punto de vista ya sincrónico al punto de partida puramente
descriptivo.
La segunda gran tesis es aquella según la cual la lingüística es una
ciencia histórica. Ni siquiera el indoeuropeo debía ser considerado un punto de
partida absoluto, no sometido a las leyes del lenguaje, sino como un simple
momento de la evolución. Contra el historicismo dominante, Anton Marty
preconiza la necesidad de una lingüística descriptiva y sincrónica.
La tercera tesis es el recurso consciente y sistemático a la psicología. En
un momento en que esta ciencia está en boga, los lingüistas hallan en ella un
instrumento de investigación que permite combatir los antiguos recursos a la
antigua lógica para estudiar las relaciones entre lengua y pensamiento. Este
psicologismo de los neogramáticos fue atacado por el psicólogo Wundt, quien a
la insistencia de los neogramáticos en la psicología del individuo creador
aislado opone puntos de vista que hoy denominaríamos psicología social
o sociología.
SILÁBICA (ÁTONA INICIAL)
En el dominio del vocalismo átono en posición inicial, se denomina átona
inicial silábica o inicial absoluta a aquella carente de margen silábico
prenuclear: HĪBĔRNU, ĒNĔCĀRE, ASCIĀTA, ŎBSCŪRU, etc. Por oposición,
se denomina átona inicial no silábica a la precedida de una o más consonantes,
como en CABALLU, SĒCŪRU, FĪLĀRE, MĬNŪTU, PRŌFĔCTU, etc. (vid.
Fradejas, Fonología..., pág. 73 y ss.).
No hay que confundir entre sí, como si de sinónimos se tratara, las
denominaciones no silábica y asilábica. La primera, como vemos, hace
referencia a cualquier vocal átona inicial precedida de consonante (CABALLU,
SĒCŪRU, FĪLĀRE...), mientras que la segunda, referida siempre a I /i/
-/i/ asilábica-, designa la Ĭ delante de vocal, tanto inicial de
palabra, IAM, IANUARIU, IŎCU, IŬSTU, como interior, PĒIUS, MAIŌRE, etc.
Esta I asilábica, que debió de tener articulación semiconsonántica [j], por lo que
constituiría margen silábico prenuclear, llegó en español a resultados diversos
(ibid., pág. 95 y ss.).
SÍNCOPA
Fenómeno fonético consistente en la pérdida de un fonema en el interior de
una palabra. La síncopa puede ser vocálica, CŎMĬTE > conde, o consonántica,
RŪMĬGĀRE > rumiar. La síncopa vocálica, por otra parte, se puede producir
sobre la vocal postónica, como en el ya visto CŎMĬTE > conde o
en HŎMĬNE > hombre (vid. asimismo EPÉNTESIS), o sobre la protónica:
LABŌRĀRE > labrar.
SONORIZACIÓN (DE LAS SORDAS INTERVOCÁLICAS)
Véase LENICIÓN.
9
TIMBRE
En el dominio de la fonética auditiva, el timbre es aquel rasgo subjetivo
por el que el hablante nativo percibe una vocal como tal vocal y no como otra.
Por ejemplo, en el subsistema vocálico del español distinguimos /´pira/ de
/´pera/ porque /i/, frente a /e/, tiene timbre cerrado, del mismo modo que
distinguimos /´pera/ de /´para/. En el subsistema vocálico del latín clásico, el
rasgo de timbre era concomitante al de cantidad (véase), lo que significa que la
vocal larga se percibía con timbre cerrado, y la vocal breve, con timbre abierto.
Así, la Ē de VĒNIT 'vino' no solo era más larga que la Ĕ de VĔNIT 'viene', sino
que también era más cerrada. Esto hacía que, en el triángulo articulatorio de
las vocales latinas, Ĭ se hallara muy próxima a Ē (una i abierta muy cercana a
una e cerrada), por lo que en pares como LĬGO 'ato', 'lío' / LĒGO 'delego',
'lego', la oposición realmente rentable era la cuantitativa -breve / larga-, ya que
en el timbre esas dos unidades se hallaban muy próximas. Otro tanto ocurría
con las velares, p. ej., RŬDIT 'ruge' / RŌDIT 'roe'. De este modo se explica
que, al borrarse el rasgo fonológico de la cantidad en latín vulgar y en
protorrománico común, Ĭ y Ē acabaran fundiéndose en una /e/ cerrada, opuesta
a /ɛ/ abierta procedente de Ĕ tónica, lo mismo que Ŭ y Ō lo hicieron en /o/
cerrada opuesta a /ɔ/ abierta procedente de Ŏ tónica.
TÓNICA (DETERMINACIÓN DE LA)
Cualquier diccionario latino que se precie de fiable marcará, en todo caso,
las vocales largas. Las no marcadas, o son breves o son indiferentes. Con esto
es más que suficiente para determinar la tónica. En efecto: no hay palabras
agudas; las bisílabas, entonces, son todas llanas, por lo que la tónica será
siempre la primera -VĪNUM > vino, PŎRTA > puerta-, y en las de tres o de más
sílabas, habremos de fijarnos en la cantidad vocálica de la penúltima. Si esta
es larga, vendrá marcada como tal en el diccionario, y ella será la tónica:
CĪVĬTĀTE > ciudad, MŎNĒTA > moneda. Si, por el contrario, es breve, estará
marcada como breve o, simplemente, no estará marcada. Con penúltima breve
pueden suceder dos casos: 1) Que vaya seguida por una sola consonante, con
lo que el acento recaerá sobre la antepenúltima, HĔDĔRA > hiedra, ANĬMA
> alma, y 2) Que vaya seguida por dos consonantes o por consonante
geminada (esto es, doble), en cuyo caso el acento recaerá sobre ella, aunque
no por ello la vocal latina dejará de ser breve y como tal evolucionar (véanse
ejemplos en ACENTUACIÓN. Para <vocal breve penúltima> seguida de grupo
de <oclusiva> más <líquida>, véase ACENTO). Por tanto, hay que tener
siempre en cuenta el vocalismo de las tónicas y su evolución posterior en
español. Ejemplo: Buscamos HORA y el diccionario nos marca la o como larga,
HŌRA, lo que concuerda con el resultado esp. hora, con la o tónica y sin
diptongar. En cambio, si buscamos PORTA, el diccionario ya no marca la O
como larga, lo que nos indica que es breve (como, en efecto, demuestra el
resultado con diptongación: puerta). Buscamos ahora POPULUS, y el
diccionario nos proporciona el par correlativo, marcando solo la o larga de
POPULUS 'chopo': PŌPULUS. Pero sabemos que ambas palabras son
esdrújulas, puesto que la sílaba -PU- está sin marcar (luego es breve). Como
en PŎPŬLUS 'pueblo' la o tónica es breve, pasará a ser o abierta, /´pɔp(u)lu/,
en protorrománico común y, posteriormente, diptongará en español: pueblo.
10
Tampoco hemos de olvidarnos del hecho de que, en latín clásico, es breve
toda vocal que precede a otra, salvo en los diptongos AE, OE, AU que a
efectos fonológicos se comportan como si cada uno de ellos fuera una sola
vocal. Así, en secuencias como FILIOLUM /fi:´lioluN/, la segunda I ha de ser
breve por hallarse ante vocal, y ello con independencia de la cantidad que esta
vocal siguiente tenga. Ahora bien, como esta o es penúltima y breve, el acento,
por la ley de la penúltima, ha de recaer sobre I, y ello sin consideraciones de
otro tipo, como pueda ser el distinto grado de abertura. Por eso, en latín
clásico, tenemos ahí un hiato [´io] (por eso y porque diptongo solo puede haber
en /´ae/, /´oe/, /´au/). Sin embargo, en latín vulgar opera la tendencia
antihiática, por lo que la segmentación de FILIOLU se realiza ya como [fi-´ljɔ-lu]
y no como el clás. [fi:-lí-o-lu]. Y en [fi-´ljɔ-lu] hay ya un diptongo lat. vulg. (que
en su momento lo será romance), no lat. clás.
ULTRACORRECCIÓN
Fenómeno que se produce, especialmente en el nivel fonético, cuando el
hablante, por creer incorrecta una determinada forma, la realiza con la
pronunciación que él siente conforme con la norma, como en el clásico doble
ejemplo de bacalado de Bilbado. En el latín de los documentos notariales
leoneses, por ejemplo, aparecen casos de ultracorrección debidos al prurito
culto de los amanuenses. Así, es muy frecuente encontrar kábera por cabra,
donde el escriba –conocedor de la actuación de la síncopa (v.), como
en ŎCŬLUM > ŎC’LUM–, añade una e epentética (v. EPÉNTESIS) donde
etimológicamente nunca la hubo (cabra < CAPRA). Ultracorrección es el
término que tradicionalmente se ha venido usando en los manuales de
lingüística y filología españolas, si bien en algunos, traduciendo frecuentemente
textos extranjeros, podemos encontrar hipercorrección. Independientemente de
que el primero sea de aplicación específica al fenómeno fonético y el segundo
se prefiera en la descripción sociolingüística, para nuestras necesidades de
descripción fonética histórica los consideramos sinónimos, pues la causa
operante y el efecto obtenido son, en cualquier caso, los mismos: un prurito
culto y una forma ultracorrecta, en desacuerdo con su étimo.
VOCALISMO
El latín clásico contaba con un subsistema vocálico de diez unidades
(para entendernos, nuestras cinco vocales desdobladas en largas y breves),
con la cantidad (v.) como rasgo fonológico: Ī Ĭ Ē Ĕ Ā Ă Ŏ Ō ŬŪ. Cuando la
oposición cuantitativa del latín clásico dejó de funcionar, el latín vulgar
mantendría aún un subsistema de diez unidades basado ya exclusivamente en
la oposición cualitativa o de timbre, a saber: / i ɪ e ɛ a ɑ ɔ o ʋ u /. Pero aquí, (v.
TIMBRE), i abierta y e cerrada (/ɪ/, /e/), por un lado, o cerrada y u abierta (/o/,
/ʋ/) por otro, se hallaban articulatoriamente demasiado próximas, por lo que el
subsistema pronto se vería reducido a otro más económico de siete unidades
que es el que conocemos como itálico o protorrománico común. De este
modo, a abierta y a cerrada se redujeron a una sola; i breve y e larga
confluyeron en una única e cerrada, /e/, (que se oponía a la única i que
quedaba y a la e abierta /ɛ/ procedente de Ĕ tónica), en tanto que u breve
y o larga confluyeron en una única o cerrada, /o/, (que se oponía a la
11
única u que quedaba y a la o abierta, /ɔ/, procedente de Ŏ tónica). Así pues, el
nuevo subsistema protorrománico común quedaba así: / i e ɛ a ɔ o u /, y es,
prácticamente, el que aún hoy mantienen gall.-port., cat. e it. En castellano, sin
embargo, al producirse la diptongación de /ɛ/ y /ɔ/ tónicas tanto en sílaba libre
como en sílaba trabada, la escisión dio lugar a los diptongos ié, ué, cuyas
unidades i, e, u ya existían, por lo que se produjo desfonologización (es decir,
se perdieron las oposiciones /e/ ~ /ɛ/ y /o/ ~ /ɔ/) y el subsistema quedó reducido
a la cinco unidades / i e a o u / del español actual.
Teniendo en cuenta lo anteriormente expuesto, ha de quedar bien claro
que no debemos cruzar términos ni conceptos. Si hablamos de largas y breves,
nos estamos refiriendo exclusivamente al subsistema vocálico del latín clásico.
Por lo mismo, huelga en dicho subsistema hablar de cerradas y abiertas, ya
que el hecho de decir "Ē larga" o "Ĕ breve", "Ō larga" u "Ŏ breve", lleva
implícito, en cada caso, el rasgo <cerrada> o el rasgo <abierta>. Los
términos cerrada y abierta, por tanto, se han de reservar para aquellas
unidades del sistema itálico o protorrománico común que son, respectivamente,
/e/ ~ /ɛ/ en las palatales y /o/ ~ /ɔ/ en las velares. Así, podemos hablar, p.
ej., de e abierta, /ɛ/, procedente de Ĕ breve tónica latina, o de e cerrada,
/e/, procedente de Ĭ o Ē tónicas latinas, y ello sin perder de vista en ningún
momento que estamos hablando de dos estados diacrónicos -en realidad, de
dos sistemas lingüísticos-, ya claramente bien diferenciados.
WAU
“Se da este nombre, de procedencia hebrea, a la u semiconsonante
explosiva agrupada con la consonante anterior (agua) o semivocal implosiva
agrupada con la vocal precedente (fauna). El wau semiconsonante se suele
representar en alfabeto fonético con w y el semivocal con u̯ .” (Fernando Lázaro
Carreter, Diccionario de términos filológicos, Madrid, Gredos, 1968).
YOD
“Se da este nombre de procedencia hebrea a la i semiconsonante explosiva
agrupada con la consonante anterior (pie) o semivocal implosiva agrupada con
la vocal precedente (reino). La yod (M. Pidal antepone a este término el artículo
femenino) produjo importantes inflexiones en español. […] La yod
semiconsonante suele representarse en el alfabeto fonético con j y la semivocal
con i̯ .” (Fernando Lázaro Carreter, Diccionario de términos filológicos, Madrid,
Gredos, 1968).
ALGUNAS NOTAS SOBRE LA YOD
1. En principio, es un segmento de valor puramente fonético, ocurrente en
un entorno de palatalización, de origen tanto vocálico como
consonántico. Como elemento semiconsonántico palatal se halla ya
presente en el sistema fónico latino, no sólo vulgar -FŎRTIA con
pronunciación popular [´fortja], en diptongo, frente a la normativamente
correcta [´fortia], en hiato–, sino también clásico -IŎCU /i´oku/, MĀIŌRE
/maːi´oːre/, fonéticamente realizados como [´ǰoku], [ma´ǰːoːre]–.
12
2. Su actuación se produce en la evolución del latín tardío, así como en la
del protorromance a los distintos romances regionales (y aun dentro de
todos y cada uno de estos), revistiendo en cada caso desarrollos
propios. En nuestro estudio, nos centraremos fundamentalmente en los
cuatro tipos de yod del lat. vulg. que estableció Menéndez Pidal a partir
del influjo de cada uno de ellos en el entorno fónico y de su persistencia
a lo largo del tiempo.
3. Los resultados romances son tanto fonológicos –por la aparición de
consonantes palatales, inexistentes en latín–, como fonéticos –por las
implicaciones en el vocalismo, fundamentalmente de las tónicas (FŎLIA
> hoja, no *hueja, PLŬVIA > lluvia, no *llovia) sino también de las átonas
(DĒNĀRIU > dinero, no *denero, RĒNIŌNE > riñón, no *reñón).
4. La repercusión fonética sobre el vocalismo de las tónicas que nosotros
consideramos tiene lugar en el sistema itálico o protorrománico
común, de siete unidades, al que se vio reducido el sistema vocálico de
transición del latín vulgar (de diez unidades, pero ya con oposición de
timbre):
/ i e ɛ a ɔ o u / (v. VOCALISMO).
5. El resultado de esta repercusión sobre el vocalismo de la tónica, cuando
llega a producirse -nunca en yod 1ª [tj], [kj]-, es conocido como inflexión
de yod. La tónica protorrománica resulta inflexionada, es decir, se cierra
un grado, según vemos en los ejemplos FŎLIA > hoja, no *hueja,
PLŬVIA > lluvia, no *llovia (mientras que RŎDA > rueda, LŬPU > lobo).
6. Como cabe suponer, las unidades extremas i y u no podían ser
inflexionadas, pues ya presentaban el grado máximo de cierre. En las
siguientes (e,o), cuando se produce inflexión, e < Ĭ, Ē se cierra en i; y o <
Ŭ, Ō se cierra en u: VĬNDĒMIA > vendimia, CĒREU > cirio, NĬTĬDU
> nidio; MŬLTU > mucho. Cfr. *vendemia, *cerio, *nedio, *mocho,
resultados a los que se habría llegado en una evolución de la tónica no
inflexionada).
7. La inflexión sobre /´ɛ/ (< Ĕ tónica) y sobre /´ɔ/ (< Ŏ tónica) determina,
asimismo, el cierre de un grado, por lo que ambas pasan a ser /´e/ y /´o/,
respectivamente, y la diptongación no se produce: VĔNIO > vengo,
SĔDEAM > sea (ant. seya), LĔCTU > lecho; FŎLIA > hoja, PŎDIU
> poyo, ŎCTO > ocho. Cfr., p. ej., leon. ueyo, fueya, uecho; arag.
vienga, fuella, pueyo, ueito, donde la tónica abierta ha podido diptongar
al no resultar inflexionada por yod.
8. La inflexión sobre /´a/ < Ā, Ă tónicas, si tal hemos de considerar la
reducción del diptongo ai, secundario bien a vocalización de la velar
agrupada (LACTE > leche), bien a metátesis (CARRARIA > carrera),
determina una /´e/ más o menos abierta, sin que el eventual carácter
13
abierto posea relevancia fonológica, ya que el par mínimo opositivo /e/ :
/ɛ/ se borra en español desde el momento en que se generaliza y
consolida la diptongación de /´ɛ/ tónica lat. vulg. y protorromance < Ĕ
tónica latina.
9. El hecho de que la yod 1.ª no inflexione la tónica nos indica que el
proceso de palatalización y asibilación de [tj], [kj] hubo de cumplirse en
época muy temprana. La diptongación de /´ɛ/ y de /´ɔ/ tónicas, por tanto,
ocurrió cuando ya existía [ʦ] o una africada similar: [´pɛʦa] > [pjéʦa],
[´fɔrʦa] > [´fwerʦa], y no *[´pjetja] > [´pjeʦa] ni *[´fwertja] > [´fwerʦa],
hechos que se han de tomar en consideración a la hora de establecer la
cronología relativa (véase CRONOLOGÍA RELATIVA).
14
Descargar