Subido por Yuliangella Guillot

Examen de conciencia para la confesión

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Examen de conciencia para la confesión (jóvenes)
Amarás a Dios sobre todas las cosas...
- ¿Creo todo lo que Dios ha revelado y nos enseña la Iglesia Católica? ¿He dudado o negado las verdades de la fe católica?
¿Doy testimonio de mi fe entre mis amigos?
- ¿Hago con desgana las cosas que se refieren a Dios? ¿Rezo con frecuencia y atención? ¿Agradezco a Dios tantas cosas
buenas que me ha dado?
- ¿Me he acercado indignamente a recibir algún sacramento? ¿He callado por vergüenza algún pecado mortal en
confesiones anteriores?
- ¿He dicho palabras irreverentes? ¿He jurado sin verdad o sin necesidad, sin prudencia o por cosas de poca importancia?
- ¿He faltado a Misa, o la he vivido mal, los domingos o festivos, por mi culpa y sin una razón grave? ¿Vivo los días de
fiesta y fines de semana como cristiano?
… y al prójimo como a ti mismo.
- ¿Manifiesto respeto y cariño a mis padres? ¿Les obedezco con prontitud y alegría? ¿Colaboro en las tareas de la casa?
¿Doy buen ejemplo a mis hermanos y les ayudo en sus necesidades? ¿Riño con ellos o los insulto?
- ¿Respeto a los profesores y autoridades?
- ¿Respeto mi vida y la de los demás? ¿He agredido a personas o participado en peleas? ¿Difundo el cuidado de la vida,
también de la de los no nacidos?
- ¿He dañado o puesto en peligro mi vida o mi salud: incumpliendo las normas de tráfico, o con desorden en el horario de
descanso nocturno?
- ¿He bebido o comido en exceso, me he emborrachado o tomado drogas?
- ¿Deseo el bien a los demás? ¿Los he perjudicado con engaños, trampas o amenazas? ¿Tengo envidia, y me molesto
cuando a otros les salen las cosas bien o me alegro cuando les salen mal?
- ¿Me tomo en serio la amistad, o por el contrario me conformo con un trato superficial y frívolo? ¿Soy leal y sincero
con mis amigos? ¿Rezo por ellos y perdono sus defectos?
- ¿Vivo la castidad? ¿He realizado actos impuros? ¿Solo o con otras personas? ¿He consentido pensamientos, deseos o
sensaciones impuras?
- ¿He visto vídeos, programas, revistas o imágenes indecentes? ¿He asistido a fiestas, diversiones o espectáculos que
fácilmente me incitaban a pecar? ¿He incitado a otros a hacer el mal?
- ¿He tomado cosas que no son mías? ¿Las he devuelto?
- ¿Soy generoso, y pongo mis cosas al servicio de los demás, o estoy excesivamente apegado a ellas? ¿Me quejo cuando
no tengo lo que quiero o me falta alguna comodidad? ¿He malgastado el dinero por capricho, vanidad o envidia?
- ¿Colaboro de algún modo con las necesidades de la Iglesia y de la sociedad? ¿Pienso en tantas personas que padecen
hambre, enfermedad o soledad y procuro ayudarles en la medida de mis posibilidades?
- ¿Estudio con orden e intensidad y cumplo con mis deberes de estudiante? ¿Procuro acabar bien el trabajo? ¿He
estorbado el estudio de los demás, interrumpiéndoles, dificultando que cumplan su horario o dando mal ejemplo?
- ¿He dicho mentiras? ¿Pienso mal del prójimo y juzgo sin fundamento o sin necesidad? ¿Hablo mal de los demás:
inventando falsedades sobre su comportamiento, revelando sin necesidad sus defectos graves o haciendo eco a chismes?
¿He reparado el daño que he causado con esas conversaciones?
Oración para antes o después del sacramento de la Reconciliación
¡Oh señor!
Presento mis culpas ante Tu presencia, y quiero recordar las miserias que me han
ocasionado. Si pienso en el mal que he hecho, muy poco es lo que padezco, y mucho más
lo que he merecido. Muy grave es la culpa cometida, y muy insignificante el castigo que
sufrí. Siento la pena del pecado, pero no quiero evitar las ocasiones de pecar. Cuando
me castigas desfallece mi flaqueza, y a pesar de eso, no dejo el pecado. Mi conciencia
siente el remordimiento, pero mi orgullo no quiere doblegarse. Mi vida está llena de
miserias, pero no se corrige en sus obras. Señor, si tienes paciencia conmigo, o me
corrijo, y si me castigas, muy poco dura mi enmienda. Cuando soy castigado, reconozco
el mal que he hecho, y cuando ha pasado vuestro castigo, ya no me acuerdo de aquello
mismo por lo que lloré. Si levantas Tu mano para castigarme, prometo corregirme, si
suspendes Tu castigo, no cumplo lo que te he prometido. Si me castigas, te pido que me
perdones, si me perdonas, otra vez te ofendo para que me castigues. Aquí me tienes,
señor, culpable y confesando haberte ofendido, y harto sé que si no me perdonas con
toda justicia, tendrías que condenarme. ¡Oh Padre Omnipotente! ¡Oh Padre mio! Aunque
sin mérito alguno de mi parte, Concédeme lo que te pido, ya que me has creado de la
nada, para que te rogase. Te lo pido por los méritos de Nuestro Señor Jesucristo. Amén.
* * *
Nota: esta oración es un "arreglo o variación" de la oración original de san Agustín del
Devocionario Católico de 1959.
Deberes de los legionarios para con María
Los deberes esenciales que tienen los legionarios de María,
para con ella son cinco:
Meditar seriamente: en esta devoción y practicarla con celo, es
un deber sagrado para con la legión, y constituye un elemento
esencial a la calidad de socio de la misma, debiéndose anteponer
su cumplimiento a toda otra obligación legionaria: María es el
alma y la vida del buen legionario, es trazar una imagen muy
inferior a la realidad; esta realidad está compendiada por la
Iglesia cuando llama a nuestra Señora Madre de la divina gracia,
Mediadora de todas las gracias, etc. En estos títulos queda
definido el dominio absoluto de María sobre el alma humana: un
dominio tal y tan íntimo, que no es capaz de expresarlo
adecuadamente ni la más estrecha unión en la tierra: la de la
madre con su hijo en su seno. Sin corazón no circula la sangre;
sin ojos no hay comunicación con el mundo de los colores; sin
aire, de nada vale el aleteo del ave, no hay vuelo posible. Pues
más imposible aún es que el alma, sin María, se eleve hasta Dios
y cumpla sus designios. Él lo ha querido así. Esta dependencia
nuestra de María es constante, aunque no la advirtamos, porque
es cosa de Dios, no una creación de la razón o del sentimiento
humano.
La imitación de la humildad: de María es la raíz y el instrumento
de toda acción legionaria: El fuego que llamea en el corazón del
verdadero legionario prende sólo cuando encuentra unas
cualidades que el mundo desconoce y tiene como vil escoria; en
particular, la humildad: esa virtud tan poco comprendida y tan
menospreciada, cuando es en sí nobilísima y vigorosa, y confiere
singular nobleza y mérito a quienes la buscan y se abrazan a ella.
La humildad desempeña un papel único en la vida de la Legión.
Primero, como instrumento esencial del apostolado legionario:
el principal medio de que se vale la Legión para su obra es el
contacto personal, y no le será posible ni realizar ni
perfeccionar este contacto sino mediante socios dotados de
modales henchidos de dulzura y sencillez, que sólo pueden
brotar de un corazón sinceramente humilde.
Una auténtica devoción: a María obliga al apostolado: «¿No son
Jesús y María el nuevo Adán y la nueva Eva, a quienes el árbol
de la cruz unió en la congoja y el amor, para reparar la falta
cometida en el Edén por nuestros primeros padres? Jesús es la
fuente -y María el canal- de las gracias que nos hacen renacer
espiritualmente y nos ayudan a reconquistar nuestra patria
celestial. Juntamente con el Señor, bendigamos a Aquella a
quien Él ha levantado para que sea la Madre de Misericordia,
nuestra Reina, nuestra Madre amantísima, Mediadora de sus
gracias, dispensadora de sus tesoros. El Hijo de Dios hace a su
Madre radiante con la gloria, la majestad y el poder de su propia
realeza. Por haber sido Ella unida al Rey de los mártires en su
condición de Madre suya, y constituida su colaboradora en la
obra estupenda de la Redención de la raza humana, permanece
asociada a Él para siempre, revestida de un poder
prácticamente ilimitado en la distribución de las gracias que
fluyen de la Redención. Su imperio es tan vasto como el de su
Hijo, tanto que nada escapa a su dominio» (Pío XII, Discursos
del 21 de abril de 1940 y del 13 de mayo de 1945).
Esfuerzo intenso: en el servicio de María.: Si uno no puede dar
de sí más que poco, pero ese poco lo da de todo corazón, seguro
que acudirá María con todo su poder de Reina, y cambiará ese
débil esfuerzo en fuerzas de gigante. Y si, después de hacer
cuanto estaba a su alcance, todavía queda el legionario a mil
leguas de la meta deseada, María salvará esa distancia, y dará
al trabajo de ambos felicísimo remate. Aunque se diera el
legionario a una obra con intensidad diez veces mayor de la que
es menester para dejarla perfecta, no se desperdiciaría ni una
tilde de su trabajo. Pues, ¿acaso no trabaja sólo por María, y
por llevar a cabo los planes y designios de su Reina? Ese
superávit lo recibirá María con júbilo, lo multiplicará
increíblemente, y abastecerá con él las apremiantes
necesidades de la casa del Señor. Nada se pierde de cuanto se
confía en manos de la hacendosa Madre de familia de Nazaret.
Pero si, por el contrario, el legionario no contribuye por su parte
sino tacañamente, quedándose corto en responder a las
exigencias razonables de su Reina, entonces Maria se ve con las
manos atadas para dar a medida de su corazón. El legionario,
con su negligencia, anula el contrato de comunidad de bienes
con Maria, que tantos tesoros encierra. ¡Qué pérdida para él y
para las almas, quedarse abandonado así a los propios recursos!
María desea dar a manos llenas; pero no puede hacerlo sino
mediante el alma generosa.
Los legionarios deberán: emprender la práctica de la
"Verdadera devoción a María", de San Luis María de Montfort.
Todo queda en posesión de Maria, todo, hasta el último suspiro,
para que Ella disponga de ello a la mayor gloria de Dios. El
sacrificar-se así para Dios sobre el ara del corazón de Maria
es, en cierto modo, un martirio: un sacrificio muy parecido al de
Jesucristo mismo, que lo inició ya en el seno de Maria, lo
promulgó públicamente en sus brazos el día de su Presentación,
y lo mantuvo durante toda su vida hasta consumaría en el
Calvario sobre el ara del corazón sacrificado de su Madre. Esta
Verdadera Devoción arranca de un acto formal de consagración,
pero consiste esencialmente en vivirla ya desde el primer día,
en hacer de ella no un acto aislado, sino un estado habitual. Si
a Maria no se le da posesión real y absoluta de esa vida-no de
algunos minutos u horas simplemente, el acto de consagración,
aunque se repita muchas veces, no vendrá a valer más de lo que
puede valer una oración pasajera. Será como un árbol que se
plantó, pero que no arraigó.
EN LA LEGION:
SE REZA EL ROSARIO A DIARIO
SE ASISTE TODOS LOS DOMINGOS A LA EUCARISTÍA
SE HACE ADORACIÓN AL SANTÍSIMO TODOS LOS JUEVES DE SER
POSIBLE
SE ASISTE A LAS REUNIONES TODAS LAS SEMANAS
SE HACE TRABAJO APOSTÓLICO CON LA FAMILIA Y AMISTADES
SE HACE CONFESIÓN DE LOS PECADOS DOS VECES AL MES
SE ASISTE A REUNIÓN DE CURIA O DEL CONSEJO SUPERIOR DIRECTO
UNA VEZ AL MES
SE VIVE A LA MANERA DE CRISTO POR LO TANTO NOS VESTIMOS,
HABLAMOS Y ACTUAMOS DE ACUERDO A UN DISCÍPULO DE JESUS Y
MARÍA
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