Subido por Edgar Ramírez

4a. Plancha de Instrucción - El Solsticio de Invierno (original)

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GRAN LOGIA DE LA REPUBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA
Fundada el 16/05/1824 (e∴v∴) e Instalada el 24/06/1824 (e∴v∴)
Constitución Unificadora y Democrática de 1956 (e∴v∴)
L∴ I∴ F∴
Gran Dirección de Educación Masónica
S∴ F∴ U∴
4° Plancha Instructiva
Orde Los Teques, Diciembre 2017 (ev)
EL SOLSTICIO DE INVIERNO
Tanto en los equinoccios como en los solsticios
se abren las puertas que comunican con los otros mundos,
pues hay otros mundos además de éste.
Marta Abelló.
Vamos a discutir hoy un tópico fundamental en la Masonería: El Solsticio de
Invierno. La palabra solsticios es definida por Frau Abrines (1898), como: “La
época en que el Sol entra en los signos de Cáncer y Capricornio, o sea en que
llega a su máxima declinación septentrional y meridional” (Pág. 1371).
Astronómicamente hablando, la Encyclopædia Britannica (2002), expresa
que:
La proyección de la Eclíptica (círculo máximo de la trayectoria
anual aparente del Sol en la esfera celeste, tal y como se ve
desde la Tierra), sobre la Esfera Celeste, forma un círculo que se
encuentra inclinado con respecto a ella en 23° 27’ (Pág. 323).
Dado que los haces de luz
solar sobre el globo terráqueo,
inciden sobre éste, cuando éstos
caen a 23º 27´ Latitud Norte, de
manera perpendicular, alcanzan el
denominado Trópico de Cáncer, el
día 21 de Junio; y cuando lo hacen
en la Latitud Sur, penetran el Trópico de Capricornio, el 21 de Diciembre. Estos
son los puntos máximos y mínimos que alcanzará el Sol en su desplazamiento
imaginario por el cielo. Reciben el nombre de Solsticios, del latín Solstitium, que
significa: el Sol más lejos. Los nombres de los Trópicos están determinados por
las constelaciones de Cáncer, en el Hemisferio Norte del la Esfera Celeste, y de
Capricornio, en el Sur.
Para la Masonería, las Fiestas Solsticiales, de nuevo Frau Abrines (1898),
indica, que, son:
Fiestas solemnes que anualmente celebra la Francmasonería en
la época en que tienen lugar los Solsticios de Verano y de
Invierno, dedicada la primera al Reconocimiento, y a la Esperanza
la segunda. Generalmente suelen designarse estas fiestas entre
los Francmasones con el nombre de Fiestas de San Juan (Pág.
1371).
De ésto podemos inferir el significativo valor que tiene el Solsticio para el
Mas; por lo cual, vamos a examinar su importante simbolismo.
Guenón (1962), nos explica que el solsticio de invierno, corresponde al
norte, el equinoccio de primavera al este, el solsticio de verano al sur, y el
equinoccio de otoño al oeste. La tradición hindú, representa la continuación más
directa de la tradición primordial, divide del ciclo anual en dos mitades, ascendente
y descendente, las cuales se abren, respectivamente, en las dos puertas
solsticiales de invierno y verano. Y escribe:
… Jano, con mayor frecuencia, porta dos llaves; son las de las dos
puertas solsticiales, Ianua Caeli y Ianua Inferni, correspondientes
respectivamente al solsticio de invierno y al de verano, es decir, a
los dos puntos extremos del curso del sol en el ciclo anual; pues
Jano, en cuanto “Señor de los tiempos” es el Iánitor [o ‘portero’]
que abre y cierra ese ciclo. Por otra parte, era también el dios de
la iniciación en los misterios: initiatio deriva de in-ire, ‘entrar’ (lo
que se vincula igualmente con el simbolismo de la “puerta”), y,
según Cicerón, el nombre de Jano (Ianus) tiene la misma raíz que
el verbo ire, ‘ir’; esta raíz i- se encuentra, por lo demás, en
sánscrito con el mismo sentido que en latín, y en esa lengua tiene
entre sus derivados la palabra yâna, ‘vía’, cuya forma está
singularmente próxima a la del nombre Ianus (Pág. 156-157).
Así, en base al simbolismo astronómico, hay también vínculos muy
estrechos según los cuales las llaves de Jano eran, las de las dos puertas
solsticiales, y también las de los grandes y los pequeños misterios. Son de igual
manera, respectivamente la entrada y la salida de la caverna cósmica.
Considerada aquí como el lugar de manifestación del individuo, después de
haberse manifestado en ella en el estado humano, dicho ser, según el grado
espiritual al que haya llegado, saldrá por una u otra de las dos puertas. En otras
palabras, desde el punto de vista del papel iniciático de la caverna, las puertas no
se tratan propiamente de una entrada y una salida, sino de dos salidas diferentes,
dependiendo de la perfecta conciliación del ente con su evolución.
Siguiendo con la tradición védica, la puerta de los dioses está situada al
norte y vuelta hacia el este, que se reconoce siempre como el lado de la luz y de
la vida; y la puerta de los hombres está situada al sur y vuelta hacia el oeste, que,
análogamente, se reconoce como el lado de la sombra y la muerte; así quedan
exactamente determinadas las dos vías permanentes, una clara y otra oscura, del
mundo manifestado. Por una, no hay retorno (de lo no-manifestado a lo
manifestado), por la otra, se vuelve atrás (a la manifestación).
Por otra parte, el solsticio de invierno, que corresponde al norte en el año y
señala el inicio del movimiento ascendente, es en cierto sentido el punto más bajo,
y el solsticio de verano, que concierne al sur, donde ese movimiento ascendente
concluye, es, en el mismo respecto, el punto más alto, a partir del cual comenzará
en seguida el movimiento descendente, que concluirá de nuevo en el solsticio de
invierno. Según la ley general de la analogía, ambos órdenes deben, en su
correlación misma, ser mutuamente inversos, de modo que el más alto es el más
bajo para el otro, y recíprocamente. Así, según la expresión hermética de la Tabla
Esmeralda de Hermes Trismegisto (1950): “…lo que está abajo es como lo que
está arriba y lo que está arriba es como lo que está abajo para hacer los milagros
de la cosa única” (Pág. 1), siendo arriba el orden celeste y abajo el terrestre.
Se ve también aparecer otra significación en base a las caras de Jano, él es
el Señor de las dos vías, a las cuales dan acceso las dos puertas solsticiales;
representadas por los pitagóricos con la letra Y. Son las dos mismas vías que la
tradición hindú, por su parte, designa como la vía de los dioses (deva-yâna) y la
vía de los antepasados (pitr-yâna). Las vías son también, al igual que las puertas
por las cuales se llega a ellas, la de los cielos y la de los infiernos.
De nuevo Guenon (1962), nos muestra que, los dos puntos de detención
del curso solar (es el sentido etimológico del vocablo solsticio) deben corresponder
a los dos términos extremos de la manifestación, sea en su conjunto o en cada
uno de los ciclos que la constituyen, que están en la multitud indefinida y que son
los diferentes estados o grados de la Existencia Universal. Aplicando ésto a la
existencia en el ser humano, se puede comprender por qué las dos puertas
solsticiales se designan como la puerta de los hombres y la de los dioses. La
primera, correspondiente al solsticio de verano y al signo zodiacal de Cáncer, con
el símbolo del pulpo, Ianua Inferni, es la entrada en la manifestación individual. La
segunda, respectiva al solsticio de invierno y al signo de Capricornio, es la salida
de esa misma manifestación y el paso a los estados superiores, Ianua Caeli.
Aunque el verano es calificado generalmente como una estación alegre y el
invierno como una triste, por el hecho de que el primero representa en cierto modo
el triunfo de la luz y el segundo el de la oscuridad, los dos solsticios tienen sin
embargo, un carácter exactamente opuesto al indicado. En realidad, el período
alegre, es decir, benéfico y favorable, es la mitad ascendente del ciclo anual, y el
período triste, el maléfico o desfavorable, es su mitad descendente. El mismo
carácter pertenece, a la puerta solsticial que abre cada uno de los dos períodos en
que se encuentra dividido el año por el sentido del curso solar.
El mismo autor (2003), demuestra que, las fiestas de los dos San Juan
están en relación directa con los dos solsticios, lo que está expresado por el doble
sentido del nombre mismo de Juan. La palabra hebrea hanán tiene a la vez el
sentido de benevolencia, misericordia y alabanza, por consiguiente, el nombre
Yahanán o Yehohanán puede significar misericordia de Dios y también alabanza
a Dios. Observándose que el primero de estos dos sentidos parece convenir muy
particularmente a Juan el Bautista, y el segundo a Juan el Evangelista; por lo
demás, puede decirse que la misericordia es evidentemente descendente y la
alabanza, ascendente, lo que nos conduce a su respectiva relación con las dos
mitades del ciclo anual.
Por otra parte, también se puede analizar al Juan que llora y al Juan que
ríe, representaciones equivalentes a los dos rostros de Jano. Siendo el primero, el
que implora la misericordia de Dios o Juan el Bautista; y el segundo, el que le
dirige alabanzas, es decir Juan el Evangelista.
Reiterando al mismo escritor, éste señala que, en las representaciones más
habituales de Jano (Janus Bifrons), los dos rostros corresponden entre otros
significados a los dos solsticios; pero también hay, aunque más raramente,
representaciones de Jano con cuatro caras (Janus Quadrifons),
que corresponden a los dos solsticios y a los dos equinoccios, y
que presentan una semejanza bastante singular con el Brahmâ
Chaturmukha de la tradición hindú.
En relación a los dos San Juan y su simbolismo solsticial, de nuevo el
mismo autor, propone que es también interesante reflexionar en un símbolo
peculiar de la Masonería: es un círculo con un punto en el centro, comprendido
entre dos tangentes paralelas, que representan a los dos Juanes. El círculo es
aquí la figura del ciclo anual, su significación solar se hace más manifiesta por la
presencia del punto en el centro, dado que es el signo astrológico del sol. Las dos
rectas paralelas son las tangentes a ese círculo en los dos puntos solsticiales,
señalando así su carácter de puntos límite; ya que estos puntos son, en efecto, los
límites que el sol no puede sobrepasar en el curso de su marcha.
Considera Figueroa (2007), que en esta alegoría las tangentes simbolizan a
las Columnas J y B, pero también a los dos Juanes, patronos de la Masonería, y a
los dos solsticios. El solsticio de verano corresponde al signo de Cáncer y es la
puerta de los hombres que da acceso al pitr-yânâ de la tradición hindú, es decir, a
la vía de los antepasados. Por otro lado, el solsticio de invierno corresponde al
signo de Capricornio y es la puerta de los dioses, que da acceso al deva-yâna, es
decir, a la vía de los dioses. Esto también se vincula al simbolismo de Jano,
llamado el Señor de las dos vías, que porta dos llaves que son las de las dos
puertas solsticiales, ianua caeli y ianua inferni, correspondientes a los solsticios de
invierno y verano. Estas llaves, eran una de oro y la otra de plata,
correspondientes a los Misterios Mayores y los Misterios Menores, que
representan, la autoridad espiritual y el poder temporal, respectivamente.
Aquí, podemos resaltar que el verdadero Maest Mas, entonces, se
asimila al Hombre Primordial y al Hombre Verdadero de la tradición extrema
oriental, y representa la conclusión de los Misterios Menores, propios de las
Iniciaciones, aunque con una apertura a los Misterios Mayores, en algunos de los
llamados Altos Grados.
Pike (2008), reflexiona, con respecto a la representación del punto dentro
de un círculo. El punto representa al QH individual; el círculo, la línea
limitadora de su conducta, que nunca estará dispuesto a traspasar permitiendo
que sus prejuicios o pasiones le traicionen. Igualmente, el punto dentro del círculo
representa a Dios en el centro del Universo. Es un signo egipcio habitual para el
Sol y Osiris, y aun hoy en día se emplea como signo astronómico de la gran
luminaria. En la Cábala el punto es Yod, la energía creativa de Dios, irradiando
con luz el espacio circular que el GADU, la Luz Universal, dejó vacio para
crear los mundos al retirar su substancia de Luz de todas partes, excepto de un
punto. El círculo está flanqueado por dos líneas perpendiculares y paralelas que
representan a Juan el Bautista y Juan el Evangelista. Las líneas paralelas pueden
encontrarse también en la Cábala, donde indican que la Justicia y la Piedad de
Dios se encuentran en equilibrio, y el resultado es la Armonía, pues sólo impera
sobre ambas una Sabiduría perfecta y única.
Sabemos, que en los antiguos anales de Tsūr (o Tiro), la festividad principal
de Mal-karth, es la encarnación del Sol en el solsticio de invierno, siendo llamada
su renacimiento o su despertar, se celebraba con una pira en la cual se suponía
que el dios obtenía, a través de la ayuda del fuego, una nueva vida. Este festival
se celebraba en el mes de Peritius o Barith, cuyo segundo día correspondía al
actual 25 de Diciembre. En el mismo día se celebraba en Roma el Dies Natalis
Solis Invicti, el día festivo del nacimiento o renacimiento del Sol invencible.
De acuerdo a Stein (1927), desde el punto de vista astronómico, el sol
muerto (disminuido, atenuado, privado de fuego), cuando entra en los signos
inferiores del Zodiaco, que luego renace todos los años después del Solsticio de
Invierno, está representado por Hiram. Desde el punto de vista simbólico,
relaciona a la Francmasonería con los sistemas iniciáticos de Fenicia y Judea; y
calculando el tiempo en que el Sol entraba en los signos aludidos (Escorpio,
Sagitario y Capricornio), en los meses de otoño (21 de Septiembre a 21 de
Diciembre). Por lo que, es posible averiguar la época en que se originó este Mito,
contando con la precesión equinoccional, que hubo de ser hace unos tres mil
quinientos años, o sea unos mil años a.C.; que coincide con la época que le
asigna la Biblia al Rey Salomón (1020 a 962 a.C).
Torrent (2008), precisa que, en la actualidad, las constelaciones que están
en el firmamento el 21 de Junio y el 21 de Diciembre son las de Géminis y
Sagitario. Igualmente dice que, Hiram, modeló dos columnas de bronce huecas de
cuatro dedos de espesor denominadas Jakim y Boaz (erigir y poder), las cuales,
señalaban la variación del amanecer del sol en el horizonte entre los solsticios de
verano e invierno. También propone la asociación entre Juan el Bautista y
Capricornio (una criatura mixta con la parte delantera de cabra y el cuerpo de
pez), que es el signo en el que el Sol entra en el solsticio de invierno para renacer.
Parafraseando a Franch (2011), podemos ver, que, el país de los faraones
era considerado como un símbolo del ocaso, mientras que el nacimiento del sol
era la tierra prometida, el país de la leche y de la miel. Por tanto, la estancia en
Egipto y el éxodo representarían las horas del sol. La Pascua representaba la
celebración de la luz, el amanecer y el nacimiento del año, porque recordaba la
salida de Egipto, mientras que los tiempos africanos simbolizaban el ocaso y la
muerte del año, cuya imagen era el centauro del solsticio de invierno.
Rodríguez Mariño (1997), nos apunta que, al llegar las fiestas del Solsticio,
ayer como hoy, sentimos un sentimiento de bondad, de generosidad, de amor, que
embarga nuestros corazones y nos impulsa a dar, a compartir, a confraternizar. Es
el espíritu que regresa vencedor de las Tinieblas, símbolo del Sol invicto, de la
fuerza espiritual del Cosmos, actuando empáticamente sobre cada uno de
nosotros, que nos dice, una vez más, que el Espíritu ha superado a la Materia.
Y es en el solsticio de Invierno cuando el sol cesa de internarse en el
hemisferio sur y comienza a retrogradar hacia el hemisferio norte, que los pueblos
antiguos festejaban el nacimiento o renacimiento de la Luz, que implicaba el
nacimiento o renacimiento del Hijo de la Gran Madre, el Sol. En dicha fecha se
apagaban y reencendían los Fuegos para festejar dicho acontecimiento, que el
pueblo recibía alborozado, y que, psicológicamente tendía a reeditar el magnífico
acto de la creación en aquel tiempo sagrado en que fue consumado.
Escriben Blaschke y Río (2006), que en la Masonería se preservaron
muchas de las ceremonias de los druidas en su estado original. Entre éstas, el Sol
sigue siendo una figura preponderante; y su imagen, la forma del círculo, es el
gran ornamento emblemático de las LLog y muchas de las decoraciones
masónicas.
Hurtado (2001), concluye que las LLog masónicas a nivel mundial,
celebran dos reuniones o TTen solemnes, señalando la posición solar de los
solsticios renovadores de verano e invierno y lo hacen coincidiendo con las
festividades cristianas conmemorativas de San Juan Bautista (24 de junio) y de
San Juan Evangelista (27 de diciembre) en cada caso. Evidentemente, el
simbolismo representado por el bautismo de fuego que impartía Juan el Bautista,
se relaciona con la luz solar.
Como pone de relieve Wirth (1920), en hebreo, la palabra Jeho designa al
sol (Jeho-annan o Johann significaría hombre iluminado). Se toma el sentido
espiritual del Fuego como Principio Generador, el del Fiat Lux, anterior a la luz
física. Juan el Bautista representa, el anunciador del Fuego como Luz Creadora o
Verbo de los gnósticos. Juan el Evangelista, simboliza la culminación en el Amor
de todo el proceso evolutivo universal. Para la Masonería, el viejo hombre, debe
morir para renovarse por el fuego espiritual o iniciático que le llevará a regirse por
la nueva Ley del Amor. Esa muerte y esa resurrección espirituales están
prefiguradas en el ciclo de la naturaleza inmanente y, muy en concreto, por el ciclo
solar anual.
Para los mmas, las fiestas solsticiales tienen una profunda significación
filosófica. Los solsticios representan el eterno contraste de la luz y la oscuridad, de
la vida y la muerte y el eterno renacer de la creación, donde nada puede ser
destruido, solo transformado en los tres estados naturales, sólido, líquido y
gaseoso, es el ave fénix que siempre renace de sus cenizas.
Los Solsticios representan la armonía cósmica, que permite observar, año
tras año, como se cumplen con asombrosa regularidad, de acuerdo a las leyes
físicas de su relación con la tierra, prolongan los días o las noches, haciendo que
la naturaleza cumpla inexorablemente sus ciclos biológicos.
Desde una concepción cósmica el sol se ve como el supremo regulador de
la vida, luego de hacer padecer sus inclemencias, permite posteriormente convivir
con la brillante renovación de la vida. Es así como se comprende que lo vivido es
una dura pero necesaria experiencia, su razón hace que se pueda superar con
coraje sus miles de limitaciones y defectos y los desafíos de lo sobrenatural.
Comienza a sentir el ser humano los signos de dignidad que le son
consustanciales, encuentra los valores éticos del ser racional que le son
ineludibles e irrenunciables, le reconforta saber que puede compartir su espíritu
individualista con sus QQHH y lograr juntos una sociedad solidaria en sus
necesidades e ideales.
La festividad del Solsticio de Invierno es el momento para sacar de nuestras
vidas aquello que no necesitamos, sea de orden material, mental o espiritual. El
desprendimiento y generosidad humana son consecuencias de un proceso que
deviene en filantropía, es hacer el bien por el bien mismo, es renacer a una nueva
realidad. Para el pueblo masónico, la luz del conocimiento nos hace libres. Mostrar
alegría y contento en esta fecha significa haber lavado las vestiduras y mostrarnos
ante los demás con una nueva actitud, significa nacer a un nuevo estado de
conciencia y agradecer al GADU la posibilidad de compartir, aprender y
crecer con nuestros seres queridos.
Finalicemos con una cita:
La ignorancia hace crédulos a los hombres;
la ciencia de los misterios de la naturaleza los hace creyentes.
H. Delaage.
LISTA DE REFERENCIAS
Abelló, M. (2006). Los hijos de Enoc: El libro de Toth. Buenos Aires, Argentina:
Kindle Unlimited.
Blaschke, J. y Río, S. (2006). La verdadera historia de los masones. Barcelona,
España: Planeta.
Figueroa, D. (2007). La Masonería y su simbolismo funerario. Bajo los Hielos. 19,
26.
Franch, J. F. (2011). Significados alquímicos de la iconografía cristiana. [Artículo
en
línea].
Disponible:
https://es.scribd.com/document/272293502/
SIGNIFICADOS-ALQUIMICOS-DE-LA-ICONOGRAFIA-CRISTIANA-pdf.
[Consulta: 2017, Noviembre 12].
Guenón, R. (2003). La Gran Tríada. Barcelona, España: Paidós Orientalia.
Guenón, R. (1962). Los símbolos fundamentales de la ciencia sagrada.
(Compilación póstuma por Valsan, M., 1898). París: Sapse.
Hurtado, A. (2001). La Masonería. (2ª Ed.). Madrid, España: EDAF.
Pike, A. (2008). Moral y dogma del rito escocés antiguo y aceptado. Alicante,
España: Ediciones del Arte Real.
Rodríguez Mariño, D. (1997). El espíritu tradicional en las fiestas masónicas.
Estudios Filosóficos. 2 (1), 3-10.
Stein, R. (1927). Vocabulario masónico: Hiram. Vida Masónica. II (7), 104.
Torrent, F. J. (2008). El legado hermético de la antigüedad. Madrid, España:
Bubok Publishing.
Trismegisto, H. (1950). La Tabla Esmeralda. (Traducción de Mario Antonioletti).
Santiago, Chile: Mercurio.
Wirth, O. (1920). El libro del aprendiz. México, México: Herbasa.
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