EL GOBIERNO DE FELIPE V. Sus dos grandes pasiones: el sexo y

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EL GOBIERNO DE FELIPE V.
Sus dos grandes pasiones: el sexo y la religión. Llegó a ser un esclavo de su mujer
María Luisa que moriría en 1714 de tuberculosis. María Luisa fue bien vista por sus
súbditos españoles.
En cambio, su sucesora, Isabel de Farnesio, nunca tuvo buena imagen entre los
españoles.
El problema de fondo de Felipe era que había sido educado para no ser rey,
con una educación represiva y falta de cariño.  Dependencia de sus mujeres y
de sus confesores. Intentos constantes de abdicación. Sus educadores habían
inculcado en él una excesiva piedad en lugar del juicio racional. Además en sus
primeros pasos en España, volvió a depender de los agentes franceses que
amenzaron repetidamente con abandonarle.
Con todo, esta tendencia a la dependencia y al sexo no era lo peor, sino que lo
peor era la enfermedad mental recurrente: melancolía aguda, comportamientos
anormales lo que en ocasiones derivaba en crisis políticas.
Inestabilidad extrema, aún en los momentos más estables, casi excentricidad:
Horarios estrambóticos: cenaba a las cinco de la mañana, se acostaba a los ocho
y se levantaba al mediodía. Tomaba una comida ligera, se vestía e iba a misa a una
capilla cercana. Recibía visitas, jugaba con sus relojes o le leían libros hasta que
llegaba la hora de las actividades musicales o teatrales. Hacia las dos de la
madrugada recibía a sus ministros para resolver asuntos hasta las cuatro de la
mañana. Cenaba y vuelta a empezar.
Entre algunos sectores de la Corte y en otros sectores sociales, la
preocupación por esta forma de gobernar fue en aumento. Dado que el origen
del derecho y de la legitimidad en el Estado era el monarca, no parecía que
Felipe estuviere cualificado para llevar adelante cualquier política y menos
emprender las necesarias reformas. El llamado Estado borbónico se estableció
en España a pesar del primer Borbón. Los cambios se iniciarían a partir del
impulso que venía del reinado de Carlos II, de la influencia de Francia, de las ideas
ilustradas de la época y de la ambición de una nueva elite.
Felipe V era un rey abúlico, tímido y tendente a la dependencia. Luis XIV quiso
manejarle en los primeros años. Cuando accedió al trono a los 17 años, Luis XIV le
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buscó una reina – María Luisa de Saboya – de 13 años, que sorprendió por su
carácter altivo, enérgico e independiente.
En los nueve primeros años del reinado de Felipe, Luis mantuvo controlada la
corte y el país: un agente político en la corte, los embajadores al frente del
gobierno, asesores técnicos en la administración y numerosas unidades del
ejército.
La más destacada de los agentes franceses era la princesa de los Ursinos.
Aunque sólo fuera la camarera mayor gobernaría la corte, influyendo en el rey a
través de la reina, Sin embargo, quien gobernaba en realidad España en esta
primera etapa era Luis XIV. La princesa de los Ursinos llegó a propasarse en
sus atribuciones y fue llamada a París por el monarca francés en 1704. Cuando
regresó a Madrid en 1705 tuvo que compartir su poder con el embajador
francés, Michel-Jean Amelot.
Amelot era un hombre capaz y diligente, aunque lo ignoraba todo sobre España.
Más que embajador Luis XIV le había elegido para que colaborara con la
princesa de los Ursinos y se convirtiera de hecho en primer ministro, dirigiera
la administración e impulsara la reforma. Junto a ellos trabajó Orry que ya
había actuado en España y era muy impopular entre la aristocracia por
elaborar un plan para recuperar rentas de la corona. En 1705 se le designó para
que consiguiera los recursos necesarios para la guerra y aportara ideas al equipo
francés de gobierno.
Luis XIV gobernó España a través de estos personajes entre 1705 y 1710,
aproximadamente. Los principios de gobierno francés se intentaron aplicar en
España, basándose un triple programa de reforma:
-
Reducción del poder político de los grandes.
Subordinación del clero y de las órdenes religiosas al Estado.
Abolición de los fueros de la Corona de Aragón.
Luis XIV aconsejó que permitiera a los grandes preservar sus prerrogativas
externas de su rango, pero excluyéndoles de todos los asuntos de gobierno.
Esto le enfrentó con la alta nobleza. Amelot creó el Despacho o gabinete, que
adquirió mayor poder que los Consejos. Tampoco fue aceptada la guardia real
en 1705 con dos de las cuatro compañías que estaban formadas por
extranjeros. Igualmente fue contraria a los intereses de la alta aristocracia la
idea de introducir guarniciones francesas en algunas plazas fuertes del norte
de España. Muchas de las decisiones de los nuevos gobernantes fueron
saboteadas por los nobles que intentaban azuzar al pueblo contra los franceses.
Felipe V no pudo hacer nada para apaciguar la situación ya que era dependiente del
apoyo francés y tampoco estaba seguro de qué nobles le eran fieles y cuáles no.
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Amelot siguió adelante con sus reformas y comenzó a sustituir a los dirigentes
aristocráticos por una nueva elite burocrática formada por jóvenes españoles
como José Patiño y Melchor Macanaz.
La crisis de 1709 en la que, incluso Luis XIV estuvo a punto de arrojar la toalla,
sirvió para apartar definitivamente a la aristocracia del poder. Pero Amelot y el
rey sacaron la situación adelante apoyados por el pueblo y por la nobleza
media. Finalmente, la nobleza castellana, más bien por miedo a lo que podían
perder, apoyó con claridad la causa de Felipe V. Cuando la nobleza regresó al
gabinete se encontraron con que el poder ya no residía en los despachos, sino
en la princesa de los Ursinos, y que el rey no pedía consejo a sus consejeros,
sino a ella.
La nobleza siguió conspirando, aunque sobre el papel apoyaban al rey, pero sin
aportar apenas nada concreto, rechazando la presencia francesa con una mano,
pero con la otra escribiendo una carta a Luis XIV para que siguiera apoyando la
causa de su nieto.
Pero a partir de 1710, la influencia francesa fue declinando. Tanto Luis como
Felipe comprendieron que España no debía ser una dependencia de Francia y
que ésta no debía aspirar a gobernar España, pero que ambos países debían
mantener lazos diplomáticos y de sentimientos dinásticos. Estas serían a lo
largo de casi todo el siglo una de las características más destacadas de la
política internacional de ambos países.
En América no se veía con buenos ojos un monopolio francoespañol, máxime
cuando desde la segunda mitad del siglo XVII los comerciantes criollos y la
población en general se habían acostumbrado a las relaciones comerciales con
ingleses y holandeses. En realidad, el número de extranjeros en América era muy
escaso. La administración colonial se puso en bloque de parte de Felipe V,
tanto en Nueva España, como al sur de Panamá. En Hispanoamérica no hubo,
pues, crisis de sucesión. La verdad sea dicha que manteniendo Castilla,
Andalucía y Cádiz Felipe V tenía todas los ases en la manga para controlar el
imperio americano y eso fue lo que sucedió. La flota aliada no tenía poder
suficiente para controlar todas las rutas oceánicas y menos para destruir las
defensas coloniales y las estructuras existentes.
Para Felipe V el mayor peligro provenía precisamente de sus aliados, los
franceses, ya que para Francia las Indias no eran únicamente un recurso que
les permitía luchar en la guerra, sino también un premio por triunfar en ella. La
mejor política para Francia consistía en conseguir una participación plena y
legal en el monopolio español. Quería participar en el comercio de
reexportación de Cádiz y en el comercio no autorizado en las Indias.
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Así Luis XIV fue dando una serie de pasos:
1701. Logró el asiento de negros.
Los barcos franceses pudieron abastecerse en los puertos americanos con la
disculpa de la guerra, pero no comerciar.  Desde el comienzo de la guerra
cientos de barcos franceses, con la disculpa de los abastecimientos recalaron
en puertos americanos transportando y vendiendo mercancías allí. Todo
protegido por una red que incluía a los gobiernos borbónicos, los
comerciantes franceses, los funcionarios españoles, los mercaderes
coloniales y los consumidores. (Papel central del Puerto de Saint-Malo).
Además del comercio directo, ilegal pero más o menos permitido, los franceses
también se aprovecharon de la debilidad naval española para que barcos franceses
escoltaran a las flotas españolas (1708, 1709 y 1712).
Se calculaba que entre 1700 y 1708 Francia había ingresado más de 180 millones
de libras procedentes de las Indias, a partir del contrabando de plata a través de la
propia España, del comercio directo y de la escolta de flotas. (Ejemplo: en 1707
España pagó al embajador francés un millón de pesos por la escolta de dos flotas).
A lo largo de la guerra no se interrumpió un solo año el comercio y las
comunicaciones con América. Llegó dinero que sirvió para el esfuerzo bélico.
Francia quería dividir la dinastía en dos campos: España aportaría los metales
preciosos y las materias primas, mientras Francia las manufacturas, creando
un mercado interno propio en el que la balanza comercial fuese favorable a
Francia. Además el sistema excluiría a los enemigos del mercado español y
conseguir un trato fiscal favorable e incluso los medios para frenar la actividad
de las manufacturas españolas. Aunque el plan fracasó, Francia aumentó
enormemente su participación en la economía colonial.
Farnesio y Alberoni.
La primera etapa del reinado de Felipe V fue francesa. En esta fase, fueron
decisivas las influencias femeninas. Serían sus esposas y la princesa de los Ursinos
quienes gobernarían de facto. Entre la muerte de su primera esposa y la llegada de
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la segunda. Sería la princesa, junto con Jean Orry, quien gobernaría realmente
España.
En este periodo, se organizaría un gobierno casi sin españoles, basado en un
Intendente General de Hacienda y cuatro secretarios de Estado. Entre los
españoles destacaron José Grimaldo y Melchor de Macanaz.
La primera gran reforma de la administración borbónica fue la sustitución de los
Consejos por las Secretarías de Estado (10-XI-1713):
-
Secretarías de Guerra, de Marina e Indias, de Estado y de Justicia.
Estas y otras reformas se ganaron el rechazo del clero y de algunas universidades
como las de Alcalá y Salamanca.
La llegada de la nueva reina, Isabel de Farnesio – hija del fallecido duque de Parma
– que había sido apoyada por la propia princesa de los Ursinos, constituyó el
declive de ésta, ya que constituyó su primera víctima y apenas llegó la reina a
España, Ursinos tuvo que regresar a Francia.
Entre Alberoni y la reina, mantuvieron casi aislado al rey del resto de los
cortesanos, utilizando los apetetitos sexuales del rey para conseguir sus fines.
La reina comenzó por destituir a la princesa de los Ursinos, a Orry, a Macanaz. El
confesor real Pierre Robinet fue sustituido por el jesuita Daubenton. El cardenal
Giudice, amigo de Alberoni, ocupó una posición de poder. Grimaldo sería el único
superviviente del régimen anterior.
Isabel Farnesio, al deshacerse del “partido” francés, consiguió credibilidad
ante los españoles, sobre todo entre el partido español tradicional. Pero
cuando vieron que los franceses fueron sustituidos por italianos, Isabel
Farnesio fue cayendo en popularidad hasta el punto que se ha convertido en
una de las reinas más impopulares de la historia de España.
Hizo cambiar el rumbo de la política exterior por su interés en conseguir reinos
para sus hijos y un retiro para ella. Por ello sacrificó los ejércitos y los
recursos españoles por intereses exclusivamente dinásticos. Las
innovaciones borbónicas no significaron nada para Isabel Farnesio, que
sustituyó el modelo francés por el dominio de los favoritos, típico de los
últimos Austrias.
El primero de estos gobernantes fue Alberoni: Educado en los jesuitas hasta
convertirse en sacerdote. Se convertiría en favorito del duque de Vendôme y en el
enviado de Parma a España.
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En los inicios de Farnesio, había dos “partidos” en España: el español y el
francés. La principal diferencia entre ambas facciones radicaba en la visión de
la política exterior. Alberoni triunfó porque se identificó con las metas de la
política exterior de la reina, que encabezaría el “partido” español, lo que
produjo el acceso al poder de Alberoni y el alejamiento del cardenal Giudice,
cabeza del “partido” francés. Alberoni sería nombrado cardenal en 1717, pero
al no ocupar una secretaría de Estado no disponía de los medios formales para
controlar la burocracia.
El principal éxito de Alberoni, ayudado por Patiño, fue el inicio de la
recuperación naval de España. Compró barcos a Holanda, Hamburgo, Génova,
Rusia y a la Compañía del Mar del Sur. Se construyeron fundiciones en Pamplona y
fábricas de armas en el País Vasco y en otros puntos. Se reforzó el ejército con el
reclutamiento de tropas, incluso en Cataluña y Aragón. Se recortaron gastos
públicos, incluso en la Corte y la Guardia Real. Se mejoró la situación financiera
y se incrementó el comercio con América. Se gravó con impuestos a la Iglesia
y se aumentaron los impuestos sobre los individuos con mayor riqueza y
sobre la venta de cargos.
Estas medidas no formaban parte de un plan de reformas, sino que eran
medidas coyunturales destinadas a financiar las expediciones a Cerdeña y a
Sicilia.
Mientras tanto Felipe V se alejaba cada vez más de las labores de gobierno.
Cuando hizo testamento asignó a Isabel Farnesio y a Alberoni la presidencia
del gobierno en calidad de regentes. Esto lanzó al partido español que se veía
marginado del poder  Surgen una serie de conspiraciones dirigidas por
algunos miembros de la gran nobleza que se agrupaban en dos Juntas: la
Junta grande y la Junta Chica.
Ninguna de las conspiraciones llegaron a buen fin y Alberoni siguió gobernando,
pero comenzó a ser impopular y, además, estaba fracasando en sus proyectos.
Los planes de expansión de Alberoni chocaron con los intereses de Francia e
Inglaterra que pidieron su destitución  Sería cesado el 19 – XII – 1719. Marcharía
a Francia.
Su vacío sería cubierto por José de Grimaldo, de origen vascongado, que era
Secretario de Estado. El confesor del rey, Daubenton, colaboró con Grimaldo en
las labores de gobierno y se produjo una españolización del gobierno con un
grupo de ministros secundarios, lo que provocó el rechazo de la alta
aristocracia.
Daubenton moriría en agosto de 1723 y sería sustituido por el jesuita Bermúdez,
hombre muy culto y de gran capacidad. Sin embargo, el gobierno estaba paralizado,
los monarcas carecían de toda iniciativa política. Por si fuera poco, los monarcas
pasaban cada vez más largas temporadas en San Ildefonso, cerca de Segovia.
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De la inercia a la abdicación.
El 10 de enero de 1724 Felipe V abdicó en su hijo Luis. Felipe tenía 40 años, su
esposa 31 y su hijo Luis 16 años. El rey adujo razones de cansancio después de 23
años de guerra, enfermedades y tribulaciones.
En realidad, el rey había tomado esa decisión en agosto de 1719, renovada en
secreto varias veces a lo largo de 1720. Aducía razones espirituales, pero en
algunas cortes europeas se manejaba también la posibilidad de que se
estuviera preparando para ocupar el trono de Francia en caso de fallecimiento
de Luis XV, a pesar de que había renunciado a sus derechos al trono galo en
1712.
Pero más parece pesar su inestabilidad mental, mezclada con sus escrúpulos
religiosos. Él mismo se consideraba incapaz de gobernar correctamente. Creía
que el joven e inexperto Luis podría hacerlo mejor que él.
19-I-1724. Luis I fue proclamado rey de España en el Escorial. En España la
reacción fue muy positiva puesto que se consideraba que el nuevo reinado
pondría fin a las influencias francesa e italiana. El joven rey era el ídolo de la
aristocracia y del “partido” español.
No obstante, hay que señalar que Felipe V no había consultado con nadie, ni
había convocado a las cortes. Los aristócratas y el alto clero aceptaron el
cómo se había desarrollado la abdicación y el nombramiento de Luis. Pero
pronto se rebeló que la situación política anterior no había cambiado tanto. En
principio, Grimaldo seguía al frente del gobierno, si bien Felipe le había
asignado a Luis una junta compuesta por Luis de Miraval, presidente del
Consejo de Castilla, Juan Bautista de Orendain y varios personajes más
adictos a Grimaldo. Este había marchado a San Ildefonso, junto a Felipe, desde
supervisaba los nombramientos y controlaba el nuevo gobierno. En realidad,
era un gobierno a distancia de Grimaldo.
Estas noticias, junto con otras como los costes del palacio (24 millones de pesos),
las rentas de Felipe (600.000 escudos anuales) y el rumor de que se había llevado
cuanto quedaba del tesoro real, aumentaron la impopularidad de los monarcas.
En Madrid se cuestionaba que el rey títere estuviese dotado para el gobierno,
además tampoco parecía tener interés en ejercer el poder.
Luis ya había sido casado cuando tenía 14 años con Luisa Isabel de Orleáns,
dos años más joven, caprichosa, testaruda, maleducada con frecuentes
rabietas. Era hija del duque de Orleáns. No consumaron el matrimonio hasta
más de dos años después de la llegada de Luisa Isabel, en parte por la
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insistencia de Felipe inquietado por la posibilidad de que fuera sifilítica,
enfermedad que podría haber heredado su padre.
Luis no pudo gobernar plenamente, en parte por lo estrambótico
comportamiento de su esposa, pero también porque en realidad el gobierno de
España se concentraba en San Ildefonso, mientras la burocracia administraba
España.
Sin embargo, esta experiencia fue muy corta ya que Luis murió de viruela el 17
de agosto, a los 17 años y después de 8 meses de reinado.
La primera salida a la situación era la vuelta de Felipe. Fernando el segundo
heredero tenía solamente 11 años. El “partido” español quería esa solución
puesto que una larga minoría del nuevo rey le permitiría recuperar el poder
perdido. Pero el rey y la reina querían regresar al trono. La mayoría de las
elites aristocráticas y religiosas estaban en contra del regreso de Felipe a
quien consideraban incapaz de gobernar. Una junta de teólogos determinó que
debía formar un gobierno de regencia y un Consejo de Estado. Tras varios
tiras y aflojas, Felipe firma su propio decreto para volver a ocupar el trono
sacrificando su bienestar personal a la felicidad de sus súbditos.
La vuelta de Felipe V significó la derrota del partido español que pasó a ser
abiertamente un partido de oposición. De hecho, tenían como caballo de
batalla la ilegitimidad del rey y una figura emblemática, el príncipe de Asturias.
El joven Fernando se convirtió sin saberlo en héroe de los aristócratas y en el
cabeza visible del partido español que comenzaría a denominarse “partido
fernandino”.
Los vencedores eran la reina y los franceses que al rescatar al rey se habían
apoderado nuevamente de él. Los puestos clave eran el presidente del Consejo
de Castilla, los secretarios de Estado, Guerra y Hacienda y el confesor real. La
reina necesitaba controlar esos nombramientos si quería gobernar.  Se
produjo una depuración en la administración. Fueron despedidos quienes se
habían opuesto al retorno de Felipe. Fue nombrado presidente del Consejo de
Castilla Juan de Herrera (obispo de Sigüenza), el padre Bermúdez fue
sustituido por el padre Robinet. Grimaldo volvió al puesto de secretario de
Estado.
Así comenzó el segundo reinado de Felipe V, cada vez más incapaz de gobernar
y cada vez más dependiente de la reina, pero esta necesitaba un consejero, un
mentor político. Este fue el papel que desempeñó el barón de Ripperdá
(Johann Wilhelm), un aventurero extranjero (holandés) que había llegado a
España como diplomático, pero que era también un auténtico estafador. Había
sido superintendente de la real fábrica de Guadalajara, que acabó produciendo
paños de baja calidad y que provocó pérdidas en la instalación. Sería
nombrado jefe de todas las fábricas reales.
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Realizó una serie de informes y elaboró proyectos para mejorar la
administración. Se aprovechó de la debilidad de la reina: conseguir tronos
para sus hijos. Embaucó a Isabel de Farnesio haciéndola creer que podría
conseguir la corona imperial para su hijo Carlos. Nada importaba que Austria
era enemigo acérrimo de España, que no hubiese reconocido a Felipe V y que
las potencias europeas pondrían el grito en el cielo cuando supiesen de ese
plan. Ripperdá fue enviado a Viena (noviembre de 1724) en misión secreta,
proponiendo a Austria un tratado desventajoso para España y una vaga promesa en
la que se podía conceder a Carlos la mano de una de las hijas del emperador.
La firma del tratado de Viena inquietó a Europa durante los seis años siguientes,
especialmente a Inglaterra. Nadie se explicaba cómo se habían podido poner de
acuerdo dos enemigos irreconciliables. Una de las explicaciones que se barajaban
era el resentimiento español contra Francia por romper el proyectado matrimonio
entre Luis XV y la infanta española María Ana Victoria, pero esto tuvo lugar en
marzo de 1725 casi medio año después de la embajada de Ripperdá.
Al regreso de Ripperdá, fue colocado al frente del gobierno por los reyes. Pero
sólo tenía el apoyo de los monarcas, estaba aislado y cada vez contaba con
una mayor oposición. Grimaldo sería encargado de los asuntos de Italia y
Portugal, Orendain de Justicia y Ripperdá de las secretarías de Marina y de
Indias. Ripperdá inició una serie de reformas de tipo económico y fiscal,
buscando aumentar los ingresos y reducir los gastos, controlando la
corrupción. Pero en realidad lo que buscaba era pagar los ingentes subsidios
prometidos por el Tratado de Viena. Pero pronto se demostró que no podía
conseguir el Imperio para España, que no podía pagar a los austriacos y que
era incapaz de evitar la hostilidad entre Inglaterra y Francia.
El 14 de mayo de 1725 fue destituido de todos sus cargos. Previamente había
alcanzado la categoría de duque y grande de España. Fue retirado con una pensión
generosa. El pueblo quería su castigo. Se refugió en la embajada británica de donde
sería sacado el 24 de mayo y encarcelado en el Alcazar de Segovia, de donde
escaparía meses más tarde.
Se retocó el gobierno en el que los hermanos Patiño eran las figuras más
destacadas. Los reyes no ejercían ningún control sobre la situación. Incluso el
Príncipe de Asturias criticaba abiertamente la actitud de los monarcas.
La reina seguía influyendo en el monarca y consiguió que destituyera a Grimaldo y al
padre Bermúdez por considerar que eran favorables a Inglaterra y a Francia
respectivamente.
Fase española del reinado de Felipe V.
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A partir de 1726, comienza una nueva etapa en el reinado de los Borbones. Se
había comprobado que en 25 años de reinado, Felipe V no había conseguido
organizar una política nacional acorde con los intereses de España. A partir de
ese año con la destitución de Ripperdá comenzarán a llegar a la administración
real españoles que impulsarán esa política nacional que se necesitaba.
José Patiño será el primer representante de esa línea de gobierno, será el
primer auténtico ministro nacional, producto de la elite burocrática española. De
origen gallego, aunque nacido en 1670 en el Milán español, empezó a estudiar en
los jesuitas con vistas a su ordenación como sacerdote, Pero abandonó el noviciado
y decidió seguir la carrera administrativa. En 1711 fue nombrado intendente de
Extremadura. En 1713 lo sería de Cataluña donde aplicó la Nueva Planta e
introdujo el catastro. En 1717 Alberoni le nombró intendente general de Marina,
superintendente de Sevilla y presidente de la Casa de Contratación, cuyo traslado a
Cádiz completó formalmente. Allí conocería el comercio con América y movilizaría
recursos para levantar una fuerte marina y un sólido ejército.
En 1718 creó el sistema de intendentes, figuras fundamentales para la
movilización de recursos para el Estado Borbónico.
En 1726, a la caída de Ripperdá fue nombrado secretario de Marina e Indias, luego
de Hacienda y superintendente general de Rentas. Recortó gastos en política
exterior y llevó a buen puerto sus programas navales y financieros. A su vera se
formarían un grupo de futuros administradores como José de la Quintana, José del
Campillo y Zenón de Somodevilla (marqués de la Ensenada).
Su filosofía se basaba en la recuperación del poder español en Europa
revitalizando el comercio americano por medio de una marina fuerte, del
desarrollo de una industria nacional y una política fiscal que estimulara las
exportaciones. Superó las enormes dificultades financieras y los déficits
presupuestarios.
Su política tenía algunos opositores sobre todo entre los ingleses y entre el
partido fernandino, ya que Patiño y sus colegas ministeriales no procedían de
la alta aristocracia y porque temían que sus reformas erosionasen sus
privilegios. Tampoco el monarca estaba conforme con los pasos de Patiño, que
sobrevivió a una campaña en su contra en el año 1735 gracias al apoyo de la reina.
En 1728 Felipe V volvió a dar un susto a la reina con la pretensión de abdicar.
Este fue uno de los motivos del traslado de la Corte a Sevilla. El partido
fernandino redobló sus conspiraciones, sobre todo cuando el Príncipe de
Asturias se casó con Bárbara de Braganza, que acabaría integrándose en el
partido fernandino.
Mientras tanto Felipe seguía dando muestras de inestabilidad mental. No se
levantaba de la cama en meses, no se cambiaba de ropa en largas temporadas,
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cenaba pasadas las cuatro de la mañana, no despachaba con los ministros y
sentía una especial aversión hacia Patiño.
En mayo de 1733 la Corte se dirigió a Sevilla. En el camino Felipe dictó una orden –
en realidad era idea de Isabel Farnesio – por la que sometía a arresto domiciliario a
su hijo Fernando y a Bárbara de Braganza.
La política era decidida por la reina y por Patiño  Prioridad en los asuntos
italianos.  En 1734 se conquistaron Nápoles y Sicilia para el hijo mayor de
Isabel Farnesio, Carlos. Fue una acción muy costosa y muy impopular en
España. Esta conquista sirvió para enfrentar aún más a los partidos “carlista”
y “fernandista”, ya que estos últimos afirmaban que, puesto que Nápoles había
pertenecido tradicionalmente a España, debía corresponder al heredero
español, Fernando, ya que había sido ocupada por el ejército español.
Pero no había una auténtica oposición. Los nobles se preocupaban de su propio
interés. El pueblo estaba resignado y los Consejos, que en ocasiones solían realizar
alguna crítica constructiva, estaban ahora ocupados por personas al servicio de la
Corte.
Pronto se complicaron las cosas en el exterior: la guerra de Italia y las
respuestas europeas, las negociaciones de paz con el emperador, la
ambigüedad de Francia, los problemas planteados por el Papado y el conflicto
con Portugal en el Río de la Plata. La reina comenzó a perder su confianza en
Patiño. Perdió el control de la administración de las Indias cuando se nombró al
conde de Montijo para la secretaría de las Indias.
Patiño moriría el 3 – XI – 1736, después de una corta enfermedad, sin dejar de
trabajar. Sería premiado por el rey con un título nobiliario y una pensión para su
familia. Más que un político reformista, basó su línea de acción en mejorar los
gastos de defensa, la política económica y el comercio de las Indias para
incrementar el poder de España y a imponerle en Europa. Su primer objetivo
era el fortalecimiento del Estado contra sus enemigos y no utilizarlo en
beneficio de sus súbditos, incrementar los beneficios de España en América y
no mejorar los beneficios que América recibía de España. Patiño derivó
recursos hacia el gobierno central, pero no reorganizó la economía ni alteró el
equilibrio de la sociedad.
El nuevo gobierno sería todavía más manejado por la reina. A su frente estaría
José del Campillo y Cossío. De origen asturiano, había quedado huérfano y había
sido educado con ayuda eclesiástica en Córdoba. Inició su carrera burocrática en el
despacho del Intendente en Andalucía y luego en 1717 en el de Patiño, que le
promovió al puesto de pagador de Marina en Cádiz. Adquirió conocimientos
prácticos en el comercio con América. Fue nombrado superintendente del
astillero de Guarnizo, después comisario general del ejército en Italia.
Posteriormente sería intendente de Aragón. En 1741 recibió la titularidad de los
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ministerios de Hacienda, Guerra, Marina e Indias.  Heredero natural de
Patiño.
Fue más independiente que Patiño y tenía conocimientos más fundamentados
de los asuntos coloniales y marítimos. Tuvo enfrente al partido español.
Escribió varias obras sobre la regeneración de España. Murió súbitamente el
11 – IV – 1743.
Le sucedería Zenón de Somadevilla, de la misma estirpe burocrática que sus
dos predecesores. Si los tres tuvieron ínfulas reformistas, no pudieron
llevarlas a cabo porque cuando llegaron al poder se convirtieron en
prisioneros de la corona, reducidos a cumplir su misión: conseguir recursos
necesarios para la guerra. La obsesión de Farnesio con la política exterior dio
al traste con las capacidades de estos ministros. Frente a esta situación no
había oposición alguna. La opinión pública, por falta de ilustración, no existía.
Era el partido tradicionalmente el que mantenía viva la oposición a la reina y
sus proyectos en Italia, nominalmente por lealtad a Fernando pero, en realidad,
mirando hacia atrás a una época dorada de poder aristocrático.
El largo reinado de Felipe V llegó a su fin el 9 de julio de 1746. Irónicamente murió
sin la compañía de su médico y de su confesor. El pueblo español tenía pocas
razones para llorar su pérdida. No obstante, este reinado tuvo algunos rasgos
positivos y en él un grupo de ministros comenzaron la tarea de hacer que España
fuera más rica, más fuerte y mejor gobernada.
Los agentes del absolutismo.
La reforma dependía del impulso dado por el rey, de las ideas y planes de los
ministros y de la respuesta de la opinión política. El objetivo fundamental era el
reforzamiento del poder del Estado  Había que hacer frente a los
competidores del Estado, en especial a los intereses económicos y a la Iglesia,
pero sin atacar las estructuras tradicionales y los privilegios seculares. Las
líneas de trabajo para reformar la sociedad tradicional, pero sin atacar a fondo
sus pilares, fueron:
-
Reforma del gobierno.
Intervención del Estado en la economía.
Control más estrecho de la Iglesia.
Reforma del gobierno:
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El gobierno de los Austrias en el sistema de Consejos que era algo parecido a un
gobierno por comités en los que dominaba la aristocracia.
Con la llegada al trono de Felipe V, las exigencias de la guerra y la llegada de
absolutistas franceses se dio un nuevo impulso a la reforma. La alta burocracia fue
marginada y sustituida por ministros y burócratas, más eficientes y menos
numerosos, agentes del absolutismo y la centralización. El secretario de Estado se
convirtió en una figura clave de la reconstrucción borbónica del gobierno.
Los cambios quedaron consolidados en 1714 cuando se crearon las Secretarías
de Estado, Guerra, Hacienda, Gracia y Justicia y Marina e Indias, junto con una
Inspección General de Hacienda. Para 1721, esta última quedaría convertida en
secretaría con lo que esta estructura de gobierno quedó consolidada para el resto
del siglo.
No era infrecuente que algún secretario ocupase dos o más carteras. Patiño
llegó a ocupar cuatro carteras (Marina e Indias, Hacienda, Guerra y Estado; todas
menos la de Justicia.
A pesar de la importancia de algunos secretarios a lo largo del siglo XVIII,
todos ellos no fueron sino meros agentes de la voluntad real. Eran
funcionarios más que políticos, administradores más que estadistas.
Las secretarías se convirtieron en un centro tanto de clientelismo como de política.
Cada secretario tenía un equipo de funcionarios (covachuelistas, llamados así
porque trabajaban en las covachuelas, sótanos del Palacio Real). Muchos de ellos
no eran más que simples oficinistas, pero al desarrollarse los ministerios tuvieron la
oportunidad de ascender desde las escalas más bajas a las más altas: funcionario,
embajador e, incluso, secretario de Estado.
El rey no obstante, elegía a veces la vía reservada (ejecución de órdenes sin
pasar por las secretarías). Ello junto a la promoción de los secretarios de
Estado llevó a la casi desaparición de los consejos. Así ocurrió con los Consejos
de Aragón, Flandes e Italia. El Consejo de Estado, mano derecha de los Austrias y
coto cerrado de la aristocracia castellana, fue ignorado. El Consejo de Indias
también vio muy disminuidas sus funciones. Sólo se salvó el Consejo de Castilla,
una especie de Ministerio del Interior.
El Consejo de Castilla acabó convirtiéndose en el campo de batalla entre los
partidarios y los contrarios del proceso de reformas. A partir de 1715, estuvo
formado por un presidente o gobernador; 22 ministros, número que se fue
aumentando a lo largo del siglo y dos letrados, que llegaron a ser tres. Ahora estaba
dirigido por un laico, con los Austrias era un miembro del alto clero. Los miembros
del Consejo asistían a las reuniones de los viernes con el monarca y el presidente
permanecía a solas con el rey con el secretario de Estado, cuando finalizaba la
reunión.
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La mayor parte de los cargos fueron ocupados por miembros de la nobleza media en
estrecha conexión con las universidades de Salamanca, Valladolid y Alcalá. Muchos
de los consejeros procedían de los colegios, cuyos procedimientos de admisión
favorecían a los parientes y clientes de los consejeros. El juramento de ayuda mutua
vinculaba a los colegiales mayores en una especie de masonería y era considerado
como una cuestión de honor válido de por vida. Quienes alcanzaban la meta de sus
carreras – obispo o juez – seguían observando el juramento y ayudando a los suyos
en una red de influencias y poder. Formaron el “partido” de los colegiales.
Mientras tanto, los graduados no colegiales, los manteístas, no podían conseguir tan
siquiera un porcentaje de los cargos universitarios, que eran simplemente la primera
etapa en el camino hacia objetivos más elevados. Acabarían protestando y Felipe V
inició una reforma de la Universidad que no llegó muy lejos, en parte por la
oposición, entre otros entes como la Inquisición y los jesuitas que consideraban
cualquier cambio como un peligro para la tradición, la nacionalidad, e incluso la
religión española.
Las reformas se complementaron con el establecimiento de nuevos lazos entre
el centro y las provincias. La figura clave de esta vía reformista era el intendente.
Orry propuso ya estos cambios en 1703, pero no sería hasta 1711 cuando se
nombraron los primeros intendentes. En principio no tuvieron mucho éxito, sobre
todo en Castilla donde no lograron sustituir a los corregidores. En cambio, en
Barcelona, Valencia y Zaragoza, como no había instituciones centrales, las
intendencias llenaron un vacío.
Hubo un nuevo reglamento para los intendentes que se aprobó en 1718. Con estas
nuevas ordenanzas para los intendentes para las provincias y para el ejército, a
finales de ese mismo año se alcanzaron los 29 intendentes. Poseían jurisdicción
militar y administrativa. Tenían que residir en la capital de la provincia y asumir
el cargo y función de corregidor de la ciudad excepto en algunos lugares como
Barcelona, Cádiz, Mérida y Pamplona, donde los corregidores conservaron su
independencia.
El intendente era responsable de cuatro áreas de la administración:
-
-
Justicia: mantenimiento del orden.
Hacienda: recaudación y administración de los impuestos y otros
ingresos.
Administración general: censo, inventario de los recursos naturales,
industria, caminos y puentes, obras públicas, ejército, graneros y
archivos.
Administración militar.
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No obstante, en muchos casos las dos figuras coexistieron, a veces superponiendo
las funciones en divisiones más reducidas (por ejemplo, Cantabria y Burgos).
La figura del intendente chocó frontalmente con las visiones más
conservadoras de la administración real, sobre todo las provenientes del
Consejo de Castilla. A consecuencia de estos ataques, Felipe V modificaría las
funciones de los intendentes, sobre todo despojándoles de sus poderes judiciales.
También se crearía una junta especial de tres consejeros para que investigara e
informara sobre las críticas realizadas por el consejo. El informe fue favorable al
gobierno y a sus nuevos funcionarios. También se alababa su papel en la
recaudación de impuestos y en el reclutamiento de tropas.
Pese a ello los ataques a la institución de los intendentes continuaron. En 1721 se
abolía la figura de los intendentes en todas aquellas provincias en las que no
hubiese tropas y poco después se les despojaba de sus atribuciones
financieras. Ello convirtió a algunos intendentes en figuras decorativas y se
suprimieron en algunas provincias. Para 1721 sólo había intendentes en Barcelona,
Zaragoza, Valencia, Sevilla, Badajoz, Salamanca, La Coruña, Pamplona y Palma de
Mallorca y se establecieron distinciones formales entre el intendente de guerra y el
intendente de provincia. Hacia 1724 se suprimieron los intendentes de provincia
y hasta el final del reinado de Felipe V sólo existieron los intendentes de
guerra que tuvieron como funciones exclusivas el reclutamiento,
aprovisionamiento y pago de tropas.
Caso de Juan Antonio Díaz de Arce, intendente de Zaragoza desde 1721 hasta
1736. Sería sucedido por Campillo. El sistema de intendentes sería restablecido en
1749.
El Estado borbónico impuso en las provincias tanto el poder civil como el
militar. Se abolieron los virreyes de la época de los Austrias, excepto en Navarra y
fueron sustituidos por capitanes generales, que tenían el mando sobre todas las
tropas en sus provincias y que, junto con los intendentes, constituían el eje del
nuevo absolutismo. En cada provincia había un gobernador militar, pero solo en diez
se contaba con un capitán general (Aragón, Cataluña, Valencia, Mallorca, Granada,
Andalucía, Islas Canarias, Extremadura, Castilla la Vieja, Galicia y desde 1805,
Asturias.
El capitán general tenía jurisdicción civil y militar, ya que era presidente de la
Audiencia.  Militarización de la justicia por parte de los Borbones (los
comandantes militares controlaban la imposición de la ley). Podían imponer la
ley por encima del Consejo de Castilla.
El rey no sólo era el principal ejecutivo, sino el único legislador, a pesar de que
el Consejo de Castilla y las secretarías de Estado podían participar en el
proceso legislativo.  Reforzamiento del absolutismo.
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Las Cortes perdieron su importancia. Felipe V sólo mantuvo unas únicas
Cortes para toda España, abolió la de los reinos orientales, excepto las de
Navarra. Sólo tres sesiones se celebraron en el siglo XVIII:
1701 – 1702. Las primeras para ser reconocido rey.
1724. Para prestar juramento a Fernando, el hijo de Felipe V.
1760. Fueron convocadas para prestar juramento al hijo de Carlos III, Carlos
Antonio.
Control de la Iglesia.
Problemas con la Iglesia desde 1709, cuando el Papa Clemente XI reconoció al
archiduque como rey de España  Felipe V rompe relaciones diplomáticas
con Roma y expulsión del nuncio.
Cuando acabó la guerra se restablecieron las relaciones, pero la tensión volvió
a dispararse cuando la agresiva política de Isabel Farnesio amenazó las
posesiones papales.
Pero por debajo de estas tiranteces estaba el intento de Felipe V de acabar con
la jurisdicción papal y con los derechos del papado a recaudar impuestos.
Pero el rey llegó más lejos cuando reclamó la autoridad sobre todas las
instituciones eclesiásticas en España, incluida la Inquisición. Quería también:
-
El derecho a nombrar los cargos eclesiásticos en España (2/3 partes
de los cuales estaba en manos del Papa).
Las rentas de las sedes vacantes y las sumas que cobraban los
tribunales eclesiásticos.
Un informe de Macanaz:
-
Negaba al papado la potestad para recaudar tributos en España.
Privar a los tribunales eclesiásticos de su poder temporal.
Sólo a la corona le competía el nombramiento de los obispos.
El Estado tenía derecho a imponer a la Iglesia tantos impuestos como
considerar necesario.
Disminución del número de órdenes religiosas.
En la reforma de la Iglesia española estaba también interesado el Papado, pero
la corona lo único que quería era controlar a la Iglesia católica española.
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Finalmente el gobierno autorizó nuevas órdenes religiosas, más fiestas y dejó
sin control a la Inquisición.
Concordato de 1737. Objetivos:
-
-
Nombrar a la mayoría de los cargos eclesiásticos en virtud de su
patronato real.
Obtener los máximos ingresos posibles de la Iglesia: recibir las
rentas de las sedes vacantes que antes había recibido el Papa y que
las propiedades eclesiásticas no estuvieran exentas de impuestos.
Reforma del clero y control de su número.
El clero había apoyado mayoritariamente la llegada de los Borbones al trono
español, pero se había opuesto a las medidas de reforma y a los gobiernos que
las habían querido poner en marcha. El número de clérigos nombrados para
ocupar puestos de gobierno había descendido. Sólo ocupaba un papel
importante el confesor real. En general, la influencia del clero en la Corte había
descendido.
Mayoritariemente las altas dignidades del clero eran regalistas, pero muchos
sectores del clero, en especial del clero, bajo asociaban al regalismo con los
ataques a los privilegios del clero. El bajo clero no quería ofrecer más poder a
los obispos. Muchos clérigos veían la reforma de las instituciones
eclesiásticas como una parte de la política financiera de la Corona.
Intervención del Estado en la economía.
La clave del poder de la nueva dinastía eran los ingresos. Si quería mantener la
Corte, pagar a sus funcionarios, pertrechar a sus tropas o construir nuevos
barcos, la Corona debía conseguir nuevos ingresos.
El sistema impositivo era, básicamente, el mismo que habían heredado de los
Austrias: una acumulación arbitraria de impuestos sin ningún plan
preconcebido. La mayor parte de las contribuciones que recaían sobre el
contribuyente – sobre todo sobre los contribuyentes castellanos – eran las
rentas provinciales que se recaudaban sobre productos básicos de consumo.
Este era el caso de la alcabala (impuesto sobre las ventas), seguido de un
grupo de tributos como los cientos, tercias reales, millones, servicio ordinario
y extraordinario, servicio de milicias y cuarto fiel medidor.
El segundo grupo de impuestos eran los derechos de aduana y de comercio
(tabaco y otros monopolios estatales o estancos).Luego estaban los derechos
señoriales y varios impuestos variados.
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Las recaudaciones de estos impuestos se arrendaban a individuos privados,
que en ocasiones los subarrendaban o, incluso, los hipotecaban.
La nobleza y el clero tenían un status fiscal especial. La Iglesia estaba teóricamente
estaba exenta de tributar, pero en la práctica pagaba impuestos a la Corona.
Otros de los ingresos importantes que recibía ésta eran las rentas procedentes de
América que comenzaron a crecer a partir de 1730.
Pero los pagos que tenía que hacer la Hacienda Real seguían siendo muy
cuantiosos, sobre todo cuando se puso en marcha la reconquista de las
posesiones italianas. Otra de las líneas de gasto fueron los subsidios que
España entregaba a la corte vienesa.
Otro capítulo ingente de gastos fue el programa de construcciones en que se
embarcó Felipe V (palacio real, San Ildefonso, Aranjuez, etc), lo que incrementó
los gastos de la Hacienda. Los gastos de la corte en servidores y criados que
se movían al compás de los movimientos de la familia real fueron muy
cuantiosos. Estos ejércitos de servidores no se ocupaban de gobernar España,
sino en atender a la familia real y ocuparse de sus diversiones.
Otro tipo de gastos eran los destinados a mantener la burocracia, el ejército y
la marina. El resto de las necesidades no eran atendidas con igual interés 
Descuido de los auténticos intereses del imperio. 
-
Aumento de los gastos.
Aumento de los precios de los productos de primera necesidad.
Encarecimiento del coste de la vida.
Declive del comercio exterior.
A finales de los años 30 los gastos destinados a la guerra y al mantenimiento
de los territorios italianos, llevaron a la Hacienda Real a una situación
insostenible  Necesidad de una reforma financiera  Reorganización del
gobierno: Iturralde, nuevo ministro de Hacienda. Medidas:
-
Limitar el excesivo número de pensiones a cargo de los fondos
públicos.
Acabar con el desempeño de varios cargos por la misma persona.
Recorte de los beneficios sobre los contratos del gobierno.
Suspensión durante dos años del pago de todas las pensiones y los
salarios extraordinarios (ahorro de 2,5 M. de pesos).
Pagar al ejército en base a su fuerza real.
A pesar de todo no se logró evitar en 1739 la suspensión de pagos, que causó un
perjuicio en el crédito exterior y una gran desilusión en el interior.
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Las campañas de Italia y, desde 1739, la guerra con Inglaterra obligaron al gobierno
a adoptar medidas desesperadas como la venta de baldíos  Concentración de
la propiedad de la tierra en pocas manos.
También se proyectó la puesta en marcha en 1741 de un impuesto extraordinario de
un 10% sobre todos los ingresos, no importa de qué fuente, concediendo exención al
clero, a los abogados, médicos y a los trabajadores y comerciantes extranjeros.
El cobro se encargaría a las ciudades según una cuota calculada previamente. Ante
las dificultades se volvió a recaudar las rentas a partir de los impuestos sobre los
productos  Aumento de la carga impositiva de los consumidores y fin del
experimento de un impuesto sobre la renta.
No obstante, ahora Castilla soportaba en compañía de Cataluña (Catastro),
aValencia (equivalente) y Aragón (única contribución) la carga fiscal del reino.
El Catastro en Cataluña fue implantado por Patiño en 1716 como un nuevo
impuesto del 10% sobre todas las propiedades urbanas y rurales y del 8% sobre los
ingresos personales. Aunque en un principio se esperaba que produjese una cifra de
1.5 M. de pesos, en 1718 esta cantidad sería fijada en 1 M.
El catastro no sustituía, sino que se añadía a los impuestos regionales
indirectos ya existentes, se declararon exentos a la nobleza y al clero 
Cataluña pasó del privilegio a la de agravio fiscal.
Felipe V no realizó grandes progresos con respecto a los Austrias. En relación a
Carlos II, la carga sobre sus súbditos fue mayor ya que, junto a su incapacidad
personal, la influencia de su segunda esposa sobre la política interior y sobre la
internacional, fueron negativas.
No obstante, hubo progresos:
-
La maquinaria del gobierno fue reformada y modernizada.
Se reforzó el control sobre todas las regiones de España.
La aristocracia de privilegio en la alta administración fue sustituida
en la alta administración por la aristocracia de mérito
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