GRUPO DE FAMILIA REVISITADO by Giorgio Aulicino Hace poco volví a ver en YouTube esa escena de "Gruppo di famiglia in un interno" (1974), de Visconti, en que el viejo profesor (Burt Lancaster) le dice al activista universitario y vividor alemán (Helmut Berger): "En mi época buscábamos un equilibrio entre moral y política", lo cual, se me ocurrió, podríamos decir otros y yo en este momento. Luego pensé (lo hago a veces, dicho esto no sin cierta vanidad, Dios me perdone): Visconti pone esas palabras en boca del Profesor en unos años en que la onda expansiva del '68 (las protestas de los estudiantes en las principales ciudades de Europa, paralelas a la "primavera de Praga" y los movimientos armados y no armados pro-socialistas en América del Sur y África) todavía exhalaban su perfume de inminente liberación. Cierto es que ya Pasolini había expresado una crítica durissima a esa izquierda en su famoso poema "¡El PCI para los jóvenes!", en el que elige estar de parte de los policías apedreados (hijos de pobres) y no de los nenes de mamá pequeñoburgueses (los estudiantes italianos), pero la crítica de Visconti es más incisiva, si cabe. Para aquellas discretas palabras del Profesor, el marco es lo importante. En primer lugar, refieren al objetivo del personaje de Berger, el fugitivo activista alemán (¿Rudi Dutschke?): adueñarse de la familia Brumonti, vía el lecho de la marquesa de Brumonti (Silvana Mangano) y, ya que estamos, el de sus hijos (varón y mujer). Lo dicho: Konrad, el activista, es además un hábil sobreviviente. Ha percibido que la movilidad social de posguerra se terminó y busca su lugar, por la vía sexual, en el limbo de una nobleza formal, amiga del posfacismo, el brillo de cuyos blasones es el de siempre: la riqueza. Recuperada en este caso por medio de negocios económico-políticos (esto no es mera especulación de este cronista: está en el discurso de la marquesa). Así pues puede decirse que esta pequeñoburguesía en fuga -y en caída- hace una alianza, sellada con fluidos corporales, con la alta burguesía, sin abandonar su apariencia transgresora (la cual seduce a la marquesa, claro está). No hace buscar la alegoría. No hay alegorías. Visconti era un marxista conservador que comprendía que las personas son a la vez desnudos seres humanos, llenos de necesidad, y figuras sociales, símbolos. Transitamos así por la vida, lo separamos o no. Puso en su Profesor algo de la melancolía de Lampedusa. En su marquesa, que iría en otras épocas mejor seduciendo al Profesor pero ya se siente madura y busca otras emociones, representó también ese pasado, esa tierra lejana y ya tan ajena como el presente. En su retiro rodeado de viejas bibliotecas, pilas de libros en un antiguo departamento interno, mostró las cálidas ruinas de aquel saber y de aquella tradición de conocimiento y acción, en equilibrio con alguna moral. Tres lustros después caería el Muro de Berlín, la Berlín extranjera de la que había llegado Konrad. Esa caída es a la vez símbolo -esto, claro, no está en la película- de un insalvable abismo. La nueva generación, la que representaba Konrad, había quedado con un pie en el aire. Konrad salta al vacío, tal vez otros no lo hicieron. Aunque Joan Baez cantara a Sacco y Vanzetti, el mundo de estos -y el de los viejos anarquistas y los viejos comunistas, y por qué no, los viejos curas- había quedado atrás, no tenía nada que ver con lo que se avecinaba: un mundo donde se mezclan Marx y el latrocinio, el fin de la historia y el fin del mundo, y en el que nadie cree de verdad en el Juicio Final, como los milenaristas o los viejos comunistas y los viejos curas, ni mucho menos en el descenso de la nueva Jerusalén, sino que -arribistas, militantes y capitalistas igualmente superfluos- parecen sentir que todo debe cambiar para que nadie cambie y giran en esa rueda como hamsters. Nunca en la historia se había producido un abismo cultural tan profundo entre dos épocas. Así, ¿cuál es el grupo de familia al que refiere el título de Visconti? ¿El del viejo profesor, la marquesa y sus hijos, o el del militante en fuga, la marquesa, y sus hijos-hermanos? Los dos. Pero uno más avasallante que el otro. En el primero, Konrad es, con todo, hijo. En el segundo, es amante, fundador de una familia fantasma sobre otra familia en ruinas.