LAS CIUDADES EN EL SUR DEL ESTADO DE SONORA, MEXICO: UNA REFLEXION DE SU FORMA URBANISTICA Por Mariné León Castro La identidad de un pueblo ha definido la forma y la imagen de la ciudad que lo resguarda. Al paso de los años los habitantes de una ciudad van moldeando la función de esta; sin embargo, existen modelos de traza urbana que han venido a definir a una población y no viceversa. Esto ha venido a caracterizar a las ciudades del sur del estado de Sonora en México, las cuales han desarrollado una monotonía en su imagen urbana, y un tránsito aburrido en sus calles lineales. Debido a la cercanía con los Estados Unidos y producto de la influencia cultural de este, las ciudades del noroeste de México, han perdido la identidad haciendo de la cultura mexicana y estadounidense una mezcla homogénea que se proyecta en la manera de habitar la ciudad y las viviendas particulares. En el aspecto urbano la traza reticular de la ciudad se mantiene desde principios del siglo XIX y en la imagen urbana imita a las ciudades norteamericanas. Así también la vivienda ha sido modificada utilizando las características arquitectónicas de la ciudad anglosajona, olvidando totalmente, las necesidades climatológicas y topográficas del territorio en el noroeste de México, creando viviendas que no responden totalmente al confort deseado para el habitante, que son construidas con materiales que generan una necesidad de climatización, con dimensiones pequeñas y de alto costoso de mantenimiento. En las ciudades americanas del siglo XIX se apreciaba una traza reticular, la cual vendría a ordenar los lotes de una manera sencilla y cómoda para su venta; la organización de las vialidades respondía a una línea recta y a un ángulo de 90° en las intersecciones de estas. Este modelo de morfología urbana vendría a reflejar el pensamiento protestante inglés, donde la primicia era la conquista ante cualquier situación y sobre cualquier habitante. Es por ello que esta traza se impone en el territorio, logrando un dominio total del terreno sin respetar sus formas topográficas, condiciones climatológicas y vegetación del sitio. Como lo menciona Richard Sennet en 1943 en su artículo “Las ciudades norteamericanas: planta ortogonal y ética protestante” Los urbanistas norteamericanos se valieron del plano cuadriculado para rechazar incluso las regularidades elementales de la geografía”. Sin embargo, la historia en el sur de México es diferente, donde las ciudades como Querétaro, Guadalajara, etc. conforman un entretenido movimiento en sus vialidades al seguir la forma de las pendientes, montes, cerros y colinas que hacen de la movilidad un paseo entretenido. Además, que en su imagen urbana denota una marcada arquitectura barroca de la época colonial a finales del siglo XVIII, impulsando una identidad patriótica. Felipe II en la segunda forma de sus ordenanzas en 1573, explica que la ciudad debe ser fundada por sus mismos habitantes, donde los municipios no solo eran autónomos, sino que ellos mismos eran fuente de poder. Además, ordenaba explícitamente “la defensa de los derechos de los indígenas y el mantener buenas relaciones con la población aborigen”. Estas ordenanzas, llevaron a la creación de nuevas ciudades en el sur de México, que, aunque fueron a mediados del siglo XV, funcionaban de una manera más condescendiente con el territorio, habitantes y cultura de aquel “nuevo mundo”. Felipe II buscaba que el respeto ejercido sobre la identidad de los pueblos diera lugar a la fundación de nuevas ciudades ordenadas pero bellas según las características propias de los habitantes. La idea de la urbanización bajo la forma central que Felipe II dictaminaba en sus ordenanzas contiene un simbolismo religioso de igualdad en la comunidad y sometimiento a una deidad superior. “El lugar no puede elegirse al azar ni responder tampoco a motivos racionales: su descubrimiento debe responder a la revelación de alguna divinidad.” (Rykwert, 1988). En el tiempo del gobierno de Felipe II, la iglesia y el estado eran un solo poder ejecutivo y gubernamental, es por ello que tanto el palacio de gobierno y la Iglesia o catedral se encontraban en el centro de toda la traza de la ciudad, realzando su poder en forma física y urbanística. En cambio, en las ciudades del sur de Sonora, la idea religiosa que sustenta a su forma se basa en los protestantes norteamericanos, nacidos de la idea luterana del dominio del territorio, donde el trabajo se instala como principal objetivo, carente de placeres y premios al esfuerzo realizado. La situación política que ha llevado a esta variedad de trazas en el territorio mexicano refleja a la política mexicana, donde, al menos en las ciudades del noroeste del país, no existen decretos donde se organice y se regulen las formas de las ciudades y aquellos planes de desarrollo urbano y municipal solo se aprecian como meras sugerencias, ya que la venta de los predios al por mayor, sigue constituyendo el objetivo principal, sin el menor respeto por la topografía del sitio. Es importante resaltar el papel del urbanista y profesional de la disciplina arquitectónica, quienes son los principales ejecutores de dichos proyectos, así mismo la institución de las empresas extranjeras han venido a predominar los espacios destinados para el desarrollo urbano de estas pequeñas ciudades emergentes en el noroeste del país.