Memorias del Mcal Jose Felix Estigarribia

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LA
EPOPEYA
DEL
CHACO
Memorias de la Guerra del Chaco
del
Mariscal José Félix Estigarribia
Redacción y Anotación del Dr. Pablo Max Ynsfrán
MINISTERIO DE HACIENDA
Imprenta Nacional
Asunclón-Paraquay
1972
Indice General
Prefacio del autor.
Reminiscencias preliminares.
Primera parte.
La ofensiva inicial.
Capítulo I
A-
Preparación militar del Paraguay y Bolivia en 1932.
Cuadro comparativo de la preparación militar de Bolivia y el Paraguay
a mediados del año 1932. Bolivia
Cuadro comparativo de la preparación militar de Bolivia y el Paraguay
a mediados del año 1932. Paraguay.
B. El plan boliviano de invasión.
Capítulo II.
De Pitiantuta a Boquerón (De junio 15 a septiembre 3 de 1932)
Capítulo III.
Boquerón y sus repercusiones
(De septiembre 3 a septiembre 29 de 1932)
Capítulo IV.
En busca de agua: Arce. Detención frente a Saavedra
(De septiembre 29 a Diciembre 19 de 1932)
Segunda parte
La defensiva.
Capítulo V.
El General Kundt – Primera batalla de Nanawa
(De diciembre 19 de 1932 a Febrero 26 de 1933)
Capítulo VI.
Toledo - Nuestra retirada de frente a Saavedra
(De febrero 26 a julio 2 de 1933)
2
El hombre.
Foto tomada en Nueva York,1938
Capítulo VII.
Segunda batalla de Nanawa
(De julio 2 a septiembre 2 de 1933)
Tercera parte
La ofensiva hasta el final.
Capítulo VIII.
Pampa Grande y Pozo Favorito
(De septiembre 2 a octubre 22 de 1933)
Capítulo IX.
La batalla de Zenteno y la rendición de Campo Vía
(De octubre 22 a diciembre 11 de 1933)
Capítulo X.
Consúmase la destrucción del primer ejército boliviano. Un armisticio
(De diciembre 11 de 1933 a enero 8 de 1934)
Capítulo XI.
Frente a Ballivián
(De enero, 8 a marzo 19 de 1934)
Capítulo XII.
Cañada Tarija -Cañada Esperanza
(De marzo 19 a mayo 30 de 1934)
Capítulo XIII.
Nuestro fracaso de Julio de 1934
(De mayo 30 a Julio 10 de 1934)
Capítulo XIV.
El ejército paraguayo estratégicamente envuelto –
Picuiba: La marcha hacia Carandayty
(De julio 10 a septiembre 12 de 1934)
3
Capítulo XV.
Cañada El Carmen - La catástrofe boliviana de Yrendagué-Picuiba.
Queda deshecho el segundo ejército boliviano
(De septiembre 12 a diciembre 14 de 1934)
Capítulo XVI.
En las primeras estribaciones andinas.
Llegada al Parapití
(De diciembre 12 de 1934 a abril 18 de 1935)
Capítulo XVII.
Ultimas operaciones. Cesación de la lucha
(De abril 18 a junio 14 de 1935)
Presentación de las Memorias. Gral. (SR) Raimundo Rolón
Prólogo a la primera edición en español. Edgar L. Insfrán
Advertencia. Pablo Max Insfrán
Acerca de esta edición electrónica
4
INDICE DE ILUSTRACIONES
El hombre. Foto tomada en Nueva York,1938
El soldado. Foto tomada al terminar la guerra, 1935.
El estadista. Foto tomada en la Unión Panamericana.
Washington, 1939. (En la foto aparecen Pablo Max Ynsfrán, el Mariscal
Estigarribia y Leo S. Rowe, director de la Unión Panamericana).
Los artífices de la victoria. Soldados paraguayos en pleno ataque.
El cañonero “Paraguay” transporta soldados al Chaco.
Puerto Casado: Desembarcadero “Coronel Estigarribia"
El ferrocarril Puerto Casado-Kilómetro 180
Transporte de camiones hacia el frente.
Kilómetro 145: Listos para marchar al frente
Isla Poí, primera base del ejército
Picada Boquerón-Isla Poí
Nido de ametralladora pesada en Boquerón
Fortín Francia (ex-Arce).
Típico palmar del sector Nanawa.
Grupo de artillería
Puesto de observación: Sector Alihuatá
Saavedra incendiada y capturada
Cae Zenteno: Se iza la bandera
Tanque boliviano destruído
Campo de nadie: Sector Nanawa
La tricolor ondea sobre Muñoz (Fortín Gral. Díaz)
Transporte de prisioneros bolivianos
Trincheras de Nanawa
Misa de campaña en la línea
Cementerio de Saavedra
Campo de nadie
Aviones de caza paraguayos
Avión sanitario paraguayo
Fortín Ballivián
Nuestros zapadores: Terraplén de Camacho al oeste
Puente sobre cauce seco
Vista de un sector de Cañada "El Carmen”
Camiones bolivianos incendiados después del desastre de Yrendagué
Carandayty
El río Parapití
5
Vista de Charagua
Camatindy
Fortín Capiírendá, hoy “Carrera Saguier”
Quebrada del río Cuevo.
Caños de pozos petrolíferos, tomado en Machareti
Cercanías de Ingavi
El Mariscal Estigarribia llega a “Puesto Merino” para la primera entrevista
con el General Peñaranda
El primer encuentro entre el Mariscal Estigarribia y el General Peñaranda
Marcha de desmovilización
El Mariscal al frente del desfile de la victoria
Manifestación popular en Asunción: Se festeja el fin de la guerra
INDICE DE MAPAS
Mapa planimétrico del Chaco, indicando las posiciones ocupadas por los
ejércitos paraguayo y boliviano al iniciar la guerra del Chaco.
Mapa del Chaco con la ubicación de las batallas referidas en los croquis del
Nº 3 al Nº 7.
Croquis Nº 1, Concentraciones de los ejércitos paraguayos y bolivianos al
inicio de las hostilidades
Croquis Nº 2 Referencias guarniciones, posiciones defensivas y
direcciones del avance boliviano y el ataque paraguayo
Croquis Nº 3, Batalla de Pampa Grande, Setiembre de 1933
Croquis Nº 4, Batalla de Zenteno, Octubre a Diciembre de 1933
Croquis Nº 5, Batalla de Pilcomayo, Julio de 1934
Croquis Nº 6, Batalla de “El Carmen”, Setiembre a Diciembre 1934
Croquis Nº 7, Situación General de las Tropas a la Terminación de la
Campaña
Mapa que indica la progresión de nuestro ejército desde el comienzo de las
hostilidades hasta el cese de las mismas
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PREFACIO DEL AUTOR
En las páginas que siguen no me he propuesto escribir una historia
propiamente dicha de la guerra del Chaco, sino sólo he buscado reunir en un
todo orgánico mis recuerdos personales de la campaña. Dada mi actuación
en el curso de ella, estos recuerdos pueden contribuir a aclarar muchos
aspectos de la misma.
Tampoco ofrezco al público un trabajo puramente profesional. Me guía
principalmente el móvil de difundir el conocimiento del titánico esfuerzo
realizado por el pueblo paraguayo en la heroica defensa de su honor y de su
heredad, y he pensado que una descripción técnica de la campana no
cumpliría por si sola mi designio. La grandeza de la defensa del Chaco más
que militar, es humana, y trasciende del limitado marco de una especialidad
profesional.
Relato en este volumen experiencias directamente vividas, o
documentalmente probadas, con muy pocas excepciones. Entre estas
excepciones figura el plan boliviano de invasión al Chaco, atribuido al
General Kundt. No puedo asegurar que dicho plan haya correspondido
exactamente a lo que yo reproduzco en el capítulo I, pero las informaciones
más fidedignas recogidas antes de la guerra por nuestro servicio de
inteligencia, coinciden con el esbozo que publico. Además, la conducta
operativa del ejército boliviano, al iniciarse la campaña, pareció ajustarse
claramente a él.
En la enumeración cronológica de los hechos, más de una vez me he visto
en la necesidad de descender hasta pormenores aparentemente demasiado
minuciosos, con riesgo de fatigar al lector. Con ellos, sin embargo, he
procurado destacar todos los factores de importancia que entraban en
juego en un episodio dado (el cual parecería confuso si se omitieran esos
7
El soldado.
pormenores) o todas las incidencias que dificultaban una operación; y
también he querido que el lector apreciara la suma y la complejidad de
actividades que el Comando en Jefe se veía obligado a desplegar para
abarcar la situación en conjunto.
Desgraciadamente, por falta de tiempo, no he podido pasar revista en un
capítulo especial a la invalorable actuación de los diversos servicios del
ejército paraguayo en el curso de la campaña, cada uno en su esfera. Pero
alguna vez cumpliré este acto de justicia. Ellos merecerán siempre el
homenaje de la gratitud nacional, porque, a pesar de tantas limitaciones
materiales, hicieron posible toda la gloria de la epopeya del Chaco.
José Félix Estigarribia
Washington, D.C., Febrero 4 de 1939
8
El estadista.
Foto tomada en la Unión Panamericana. Washington,
1939.
(En la foto aparecen Pablo Max Ynsfrán, el Mariscal Estigarribia y Leo S.
Rowe, director de la Unión Panamericana).
REMINISCENCIAS PRELIMINARES
El problema del Chaco derivó de la poca precisión con que estaban
delimitadas las diversas divisiones administrativas del imperio español en
América. Cuando el Paraguay se independizó de España en 1811, y Bolivia
en 1835, no había entre estas nuevas repúblicas ningún problema
chaqueño. El Paraguay nació a la vida independiente como miembro de la
comunidad geográfica tributaria del Río de la Plata, es decir, como parte del
sistema atlántico de la América del Sur. Bolivia, en cambio, se constituyó
como país andino, tributario, en consecuencia, del océano Pacífico. El
Chaco1 limita en toda su extensión oriental con el río Paraguay y cae de
lleno, por este hecho, dentro del limite atlántico. Asunción, capital del
Paraguay durante el dominio español, y después capital de la república del
mismo nombre, queda frente al Chaco, con el río Paraguay de por medio.
Era natural que, en tales circunstancias, Asunción ejerciera jurisdicción
inmediata sobre el Chaco. Los centros administrativos del Alto Perú
(nombre de Bolivia en la época colonial) se hallaban situados a centenares
de kilómetros del Chaco propiamente dicho, del que les separaban enormes
montañas y desiertos. No estaban, pues, por razones casi puramente
físicas, en condiciones de ejercer influencia alguna sobre el Chaco, y en
rigor jamás la ejercieron.
Cuando sobrevino la independencia, no podía haber, y no hubo, ninguna
cuestión sobre la jurisdicción paraguaya en el Chaco, hecho natural y
secularmente reconocido, salvo con relación a la República Argentina, pero
por razones diferentes que aquí no vienen al caso. El Paraguay
independiente siguió ocupando el Chaco, en Ia parte habitable, sin ninguna
objeción, puesto que el Paraguay y el Chaco forman prácticamente una
unidad geográfica indisoluble.
1
Hay tres Chacos: Austral, Central y Boreal. En el presente trabajo sólo se hace referencia
al Chaco Boreal.
9
Pero quedaba en pie la definición precisa de las fronteras en el fondo del
Chaco, o sea, en la parte más inclemente del territorio, poco explorada y
conocida durante el dominio español. Esa parte es la que limita con la
República de Bolivia.
El problema se reducía así a una demarcación de la línea de separación de
las dos repúblicas. Y en este terreno quedó él planteado durante las
primeras negociaciones entre el Paraguay y Bolivia para el arreglo definitivo
de sus fronteras comunes.
En 1879 prodújose un acontecimiento llamado a imprimir un giro diferente
al asunto. En Ia llamada Guerra del Pacífico, Chile arrebató a Bolivia toda la
franja de costa que ésta poseía sobre el océano Pacifico. Como
consecuencia de este contraste, Bolivia se encontró encerrada tierra
adentro, o, mejor dicho, a merced de Chile. Ciertamente, por el tratado de
1904 Bolivia obtuvo de Chile tránsito libre hasta el Pacífico, por su antiguo
territorio costero; pero nunca se resigno a una carencia total de costa
propia. En la imposibilidad de reivindicar por la fuerza la franja que le había
sido arrebatada, Bolivia dirigió su vista hacia el sudeste, hacia las márgenes
del río Paraguay. En esta dirección creía no tener que tropezar con ninguna
dificultad insuperable. El Paraguay era un país débil, arruinado en su
población y en su riqueza por una guerra desastrosa (1864-1870) y sin
estabilidad política. Despojar al Paraguay de su Chaco sería una tarea
relativamente fácil; todo dependería de un buen plan de penetración en
aquel desierto, sistemática y persistentemente ejecutado. Los paraguayos,
distraídos en sus guerras civiles, no se darían cuenta del peligro sino cuando
los bolivianos hubiesen llegado sobre la ribera del río Paraguay, es decir,
cuando estuviesen confrontados por un fait accompli. Y entonces sería
tarde: el Paraguay, país considerablemente inferior a Bolivia en población y
recursos, tendría que resignarse a este despojo, como Bolivia se resignó en
el caso del Pacífico.
Para adormilar las sospechas del Paraguay, Bolivia aparentó en un principio
poner interés en una demarcación pacífica de las fronteras, mediante
negociaciones diplomáticas. Pero desde comienzos del siglo actual, se
propuso realizar un programa concreto de penetración material, sin prestar
mayor atención a la posibilidad de un arreglo diplomático, que siempre
podría tener un carácter transaccional.
10
Como a ella la guiaba una finalidad, apoderarse del Chaco o de la mayor
parte del Chaco, en la que, sabía de antemano, el Paraguay nunca
consentiría, las negociaciones diplomáticas le servirían solamente para
distraer a su presunta víctima, no como procedimiento efectivo para la
solución deseada. Esta solución se plantearía en el terreno de los hechos.
El problema ya no consistía así en la dificultad de fijar una línea fronteriza
satisfactoria para los dos países, sino en un desafío militar y este cambio no
se podía ignorar en el Paraguay. Desgraciadamente, las desavenencias
políticas que sacudieron a nuestro país durante períodos prolongados,
impidieron contemplar la situación a la luz de las intenciones reales de
Bolivia. Y aunque los esfuerzos de Bolivia se acentuaban más y más hacia
una ocupación militar del Chaco, en el Paraguay persistía la creencia de que
el diferendo podría postergarse en forma indefinida, sin que hubiese ningún
peligro serio de un choque abierto. Se llegó a alentar hasta el último
momento Ha esperanza de que Bolivia aceptara alguna solución en el campo
jurídico, que era casualmente donde ella estaba menos dispuesta a
concurrir, por la notoria debilidad de su alegato.
Nuestro peligro mayor derivaba de esta incomprensión del problema.
Cuando el país, de repente, desperté a la realidad, se encontró con que
todo lo tenía que resolver apresuradamente, frente a un adversario que le
llevaba la delantera de más de treinta años de preparación. En tales
condiciones, la defensa del Chaco por el Paraguay ofrecía innúmeras
dificultades. No sólo carecíamos de preparación militar, sino que la
organización general de la defensa no estaba articulada. Se trataba,
además, de un caso extraordinario, pues había que hacer la guerra en un
desierto cuyas peculiaridades los paraguayos no conocían.
Existía la opinión, muy difundida, de que el Chaco es una región pantanosa.
Por el contrario, el Chaco es una vasta planicie sin agua, con ondulaciones
casi imperceptibles y con un pequeño declive de oeste a este; planicie
cubierta en gran parte por bosques bajos de maderas duras y de muchas
especies de cactus, algunos trepadores, que en ciertas regiones cubren el
suelo como alfombras espinosas. En las riberas de los ríos Paraguay y
Pilcomayo, el Chaco se inunda periódicamente con las crecidas de estos
ríos, y las aguas penetran a decenas de kilómetros tierra adentro, pero rara
vez van más allá de cien kilómetros. El suelo del territorio es en general de
naturaleza arcillosa, impermeable y duro para el trabajo del hombre. En la
época de las fuertes lluvias estivales, las aguas cubren dilatadas
11
extensiones, que lo hacen difícilmente transitable. Pasada la estación de Ias
lluvias, las aguas se evaporan con el sol y el territorio queda totalmente
seco por el resto del año. También, por falta de agua, la fauna del interior
del Chaco es relativamente pobre.
Como el Chaco es rico en quebracho, madera de que se extrae el tanino
para la curtiembre de cueros, se han establecido allá grandes empresas que
utilizan dicha madera; las cuales construyeron ferrocarriles de trocha
angosta, de extensión variable, para el transporte de los rollizos de
quebracho hasta la costa. Estos ferrocarriles sirven a la vez para llevar agua
desde el río hasta los poblados del interior.
Tales características del Chaco daban al Paraguay cierta inmunidad de un
ataque del lado boliviano. De ahí que la penetración boliviana en el
territorio, en su etapa inicial, se viniera haciendo solamente a lo largo del río
Pilcomayo, por la necesidad de no alejarse de la única fuente segura de
agua. Pero ulteriormente, con la aparición de los medios de transporte de
propulsión automotora, el Chaco se volvió vulnerable por todos lados, y no
tardó en ampliarse la invasión boliviana y en aumentar las pretensiones de
Bolivia, la que elaboró un plan de ocupación de largo alcance y se mostró
más y más intransigente. De una franja sobre el río Paraguay, que era el
deseo primitivo de Bolivia, ésta pasó a pretender todo el Chaco,
virtualmente sin limitación.
Estaba nuestro país confrontado con esta amenaza, cuyos aspectos
esenciales como problema militar yo creía percibir con nitidez, cuando se
me ofreció, hacia fines de 1924, la oportunidad de ir a Europa en viaje de
estudio. Conocedor de que el punto más débil de nuestro ejército era el
referente al mando superior, acepté dicha misión con el propósito de
estudiar las lecciones recogidas por los europeos en la Guerra Mundial, y me
dirigí a Francia.
Una vez aquí, en diciembre del año citado, comprendí que el camino por
donde podría llegar a lo que yo deseaba era la Escuela Superior de Guerra; y
realicé las gestiones necesarias para mi ingreso a ella, a raíz de las cuales
obtuve una plaza en la institución. Como preparación previa para los
estudios de la Escuela, me incorporé sucesivamente a los regimientos de las
diferentes armas que cubrían las fronteras con Alemania, donde permanecí
seis meses. Después regresé a París para emprender los estudios de la
Escuela, en noviembre de 1925. Debo confesar, de paso, que me vi en la
12
necesidad de desplegar un esfuerzo muy penoso para ponerme a la altura
de mis camaradas, pues nuestra preparación secundaria en el Paraguay
adolece de grandes lagunas, que hacen particularmente trabajoso nuestro
paso por los institutos de enseñanza superior europeos y norteamericanos.
En agosto de 1927 recibí mi Brevet de oficial de Estado Mayor francés, al
finalizar los cursos de aquel año. Regresé inmediatamente al Paraguay,
donde llegué el 22 de septiembre siguiente, aniversario de nuestra victoria
de Curupayty sobre las fuerzas de la Triple Alianza, en 1866.
Las primeras informaciones que recibí a mi regreso revelaban que la
situación en el Chaco se había agravado considerablemente, en razón de los
constantes avances realizados por los bolivianos en su penetración.
Cadenas de puestos militares bolivianos, llamados impropiamente fortines,
se dirigían hacia el rió Paraguay. Y las noticias de todas las fuentes
concurrían a confirmar los grandes preparativos militares que Bolivia
emprendía en el territorio, lo que indicaba que la guerra estallaría a corto
plazo, salvo que el Paraguay se resignara a una entrega integral y pasiva de
su Chaco.
Pocos días después de mi regreso fui nombrado Sub-Jefe de Estado Mayor
General, puesto desde el cual pude verificar directamente la ausencia casi
completa de todo género de preparación para la defensa del Chaco, en
presencia de un enemigo en plena actividad. A las dos semanas de haberme
hecho cargo de mi nuevo puesto, realicé mi primer gran viaje de estudio a
través del Chaco; y sucesivamente realicé cuatro viajes más, cruzando el
vasto territorio, en medio de grandes penalidades, de un extremo a otro.
Algunos meses más tarde, en el primer semestre de 1928, fui nombrado
Jefe de Estado Mayor General en reemplazo del titular [General Manuel
Rojas A.], que había presentado renuncia. En el curso de los viajes
antedichos, ordené la fundación de algunos fortines, en los lugares hacia
donde la amenaza boliviana se hacía más peligrosa, así como también el
tendido de líneas telegráficas y la apertura de caminos, indispensables para
el servicio de los puestos establecidos.
La experiencia más valiosa que recogí de estas jiras fue el conocimiento del
terreno, que me permitiría, en un futuro próximo, orientarme en la defensa
de nuestro territorio. Pero las conclusiones que extraje de mis estudios
sobre el terreno no armonizaban con las ideas dominantes a la sazón entre
los jefes más influyentes del ejército paraguayo, Y en rigor me vi
13
constreñido a guardar silencio sobre aquellas conclusiones, hasta que el
curso de los acontecimientos me brindó la ocasión de aplicarlas
personalmente.
Esta desarmonía en la apreciación de la forma de encarar la defensa del
Chaco acarreó mi desgracia ante mis superiores. Y fui desposeído de mi
cargo de Jefe de Estado Mayor General, en ocasión del incidente de
Vanguardia, que se produjo en diciembre de 1928 y que me sorprendió
cuando realizaba una de mis jiras por el interior del Chaco. Sin el miramiento
usual en estos casos, el entonces General Comandante en Jefe [General
Patricio A. Escobar] me designó, inesperadamente, comandante de uno de
los sectores del Chaco, y me ordenó bajar a Concepción, donde debía
establecer mi puesto de comando. En mi reemplazo fue designado Jefe de
Estado Mayor el Tte. Cnel. Joseph Coulet, jefe de la Misión Militar Francesa
que en aquella época dirigía la Escuela Superior de Guerra de Asunción. El
Tte. Cnel. Coulet, en noble gesto de solidaridad, aceptó la jefatura del
Estado Mayor, a pesar de que sólo tenía unos pocos meses de residencia en
el país y no conocía el terreno, probable teatro de las operaciones, y menos
las cualidades de nuestro pueblo, que acudía en masa a los cuarteles a pedir
armas. Naturalmente, el Tte. Cnel. Coulet se adhirió a las ideas de sus jefes.
Había llegado el momento, en opinión de los jefes militares de entonces, de
poner en práctica dichas ideas, tan diferentes de las mías, circunstancia que
hacía seguramente innecesaria mi intervención en el Comando Superior, lo
que explica mi repentina exclusión. En el capítulo que sigue examinaré
detenidamente nuestros respectivos puntos de vista.
Pasada la crisis de Vanguardia, que por lo demás puso de relieve la
tremenda desorganización en que se encontraba el Paraguay, militarmente,
para afrontar una emergencia seria en el Chaco, y terminada la
desmovilización, regresó de Europa uno de los jefes más prestigiosos del
ejército paraguayo [General Manlio Schenoni L.], para hacerse cargo del
Ministerio de Guerra y Marina. Poco tiempo después de asumir su cargo en
el ministerio, me ordenó que entregara el comando de Concepción y bajara
a Asunción a recibir órdenes. Una vez en la capital, el ministro me propuso
mi vuelta a la jefatura del Estado Mayor General. Le opuse algunos reparos,
pero él insistió y yo por último cedí, en la esperanza de llevar adelante mis
puntos de vista sobre la organización de la defensa del Chaco.
14
Desgraciadamente, la incomprensión del problema era entonces más opaca
que nunca. Los pocos trabajos que durante mi primera actuación en el
Estado Mayor General yo había realizado en el territorio en peligro, estaban
totalmente paralizados o abandonados, a tal extremo que se registraron
actos de indisciplina entre las tropas de guarnición en el Chaco, por la
completa desatención en que las dejaron las autoridades centrales.
Por supuesto, traté sin demora de reanudar mis trabajos de organización en
el Chaco, en concordancia con mis ideas de siempre; y esta insistencia no
tardó en concitarme la mala voluntad del prepotente ministro, que
pertenecía a la escuela de los jefes que con tanto disfavor acogieron mis
primeras sugestiones sobre la forma de encarar la defensa del Chaco. Y
hacía fines del año 1930, con un pretexto cualquiera, me vi nuevamente
separado, sin muchas ceremonias, de la Jefatura del Estado Mayor General.
A principios de 1931, el Presidente de la República cambió su ministro de
Guerra y Marina, y entró a ejercer la cartera un civil [Dr. Raúl Casal Ribeiro],
quien poco después me encomendó la Inspección General del Ejército, cargo
que acepté en vista de la buena disposición del nuevo ministro de atender
la preparación de la defensa del Chaco. Pero como las funciones del
Inspector General eran meramente burocráticas, sin atribución suficiente
para una acción vigorosa, como requerían las circunstancias, me ofrecí para
ir al Chaco a organizar una división de ejército, que sería la primera con que
contaría nuestro país. A fines de junio de 1931 llegué a Puerto Casado,
puesto de comando de la división, para reiniciar mis trabajos.
En mis nuevas jiras por el interior del territorio, comprobé la deplorable
desidia en que se había dejado todo desde fines de 1928. Las líneas
telegráficas estaban por el suelo. La penetración boliviana había realizado
enormes progresos. Ante el abandono paraguayo, los bolivianos llegaron a
instalar sus fuerzas en algunos de los puestos establecidos bajo mi
dirección. Tal, por ejemplo, acaeció con el antiguo puesto paraguayo de
Samaklay, donde se produjo el incidente de aquel año, a raíz de un
reconocimiento que ordené para la reocupación del lugar2 .
2
El verdadero nombre indígena de este lugar es Masamaklay; pero el uso corriente suprimió
la primera sílaba. Los bolivianos, al apoderarse del puesto paraguayo allí establecido, lo
bautizaron con el nombre de Agua Rica.
15
Mapa planimétrico del Chaco
Indicando las posiciones ocupadas por los ejércitos paraguayo y boliviano
al inicio de la Guerra del Chaco
PRIMERA PARTE
LA OFENSIVA INICIAL
CAPITULO I
A - PREPARACIÓN MILITAR DEL PARAGUAY Y BOLIVIA EN 1932
La preparación militar del Paraguay al promediar el año 1932, en que
comenzó la Guerra del Chaco, ofrecía un contraste impresionante
comparada con la de Bolivia. Mientras, por el lado paraguayo, como se
acaba de traslucir en el esbozo precedente, no se tenía nada hecho que
pudiera considerarse como un apresto decidido, Bolivia contaba con una
cosecha de treinta años de preparación tesonera y sistemática.
Los datos de carácter militar que se consignar a continuación en columnas
paralelas, puede que no sean rigurosamente exactos en lo que atañe a
Bolivia, aunque sí aproximados, en razón de que dicho país, con algunos
años de anticipación, mantuvo secreto su presupuesto de guerra. Los
recogió nuestro servicio de información, pero los hechos posteriores
demostraron su exactitud substancial. Las informaciones referentes al
Paraguay, en cambio están extraídas de las estadísticas oficiales.
Debemos partir de la base de que Bolivia tiene 3.000.000 de habitantes, en
tanto que la población del Paraguay no llega a 1.000.000 de almas.
El presupuesto general de gastos de Bolivia ascendía a 12.000.000 de
dólares, y el del Paraguay no llegaba a 4.000.000 de la misma moneda.
(Hago la conversión en esta moneda por su mayor fijeza).
16
CUADRO COMPARATIVO DE LA PREPARACIÓN
MILITAR DE BOLIVIA Y EL PARAGUAY
A MEDIADOS DEL AÑO 1932
B0LIVIA
Instituciones Militares. Un Estado Mayor General bien organizado y bien
atendido; una Escuela Superior de Guerra, para la preparación de oficiales
de Estado Mayor; varias Escuelas de Aplicación o de Armas; una Escuela
Militar para Ia formación de oficiales; una Escuela de Aviación bien dotada;
Arsenales de Guerra perfectamente montados y una Escuela de SubOficiales.
Efectivos: Seis divisiones de infantería con 2.000 hombres cada una; 2.000
jefes y oficiales de armas, entre ellos 19 generales en servicio activo;
1.000 jefes y oficiales de los servicios; una abundante reserva de jefes y
oficiales de todos los grados; y como el país estaba poco menos que
totalmente militarizado, Bolivia contaba con una reserva instruida de
10.000 ciases, por Ia parte baja, y 300.000 soldados.
Armamento: 300 cañones modernos de varios modelos; 1.500
ametralladoras; 150.000 fusiles Máuser; 80.000 lanzas; 60 aviones de
guerra; equipos y elementos diversos para 150.000 hombres. Había en
depósito municiones de artillería para 80 baterías, a 1.000 tiros cada una, y
una enorme cantidad de cartuchos para fusil y ametralladoras. Estaba en
ejecución la adquisición de armamentos, municiones y equipos para 60.000
hombres, parte de cuyo material ya se había recibido en La Paz.
Alto Comando: El Alto Comando boliviano estaba en el Estado Mayor,
compuesto de profesionales de primer orden, con todos los elementos
necesarios.
En Ias condiciones precedentes, las más desfavorables en todo sentido para
el Paraguay, estaban por chocar las dos voluntades. Una nación de
3.000.000 de habitantes, que disponía de un ejército perfectamente
armado y equipado con los elementos más modernos, llena de confianza en
su poderío y de desdén para el adversario, iba a lanzarse sobre un pequeño
pueblo de menos de 1.000.000 de almas, desprevenido, sin preparación
militar.
17
Pero a la fuerza organizada y arrogante opondríamos la tradición viril de
nuestro pueblo y la disciplina de nuestro coraje; para desbaratar el empuje
físico, desplegaríamos nuestra habilidad estratégica. Bolivia confiaba su
suerte al poder de Ias fuerzas materiales; el Paraguay confiaría su destino al
valor de Ias fuerzas imponderables de su entereza moral.
CUADRO COMPARATIVO DE LA PREPARACIÓN
MILITAR DE BOLIVIA Y EL PARAGUAY
A MEDIADOS DEL ANO 1932
PA R A G U A Y
lnstituciónes Militares: Un Estado Mayor General que funcionaba con
extrema precariedad de medios y una dotación muy escasa de oficiales; una
Escuela Superior de Guerra dirigida por una Misión Militar argentina, que
entraba en el segundo año de su funcionamiento una Escuela Militar de
cadetes; una Escuela de Aviación, y una Escuela de Sub-Oficiales de
reciente creación.
Efectivos: Una división de infantería (en formación). Las unidades,
organizadas precariamente, eran: cuatro regimientos de infantería, un
regimiento de caballería, un grupo de artillería y una compañía de ingenieros
(zapadores).
Los efectivos eran: 355 jefes y oficiales de armas, entre ellos tres
generales; 146 jefes y oficiales de los servicios, 200 cadetes; 690 clases;
2.635 soldados de las cinco armas. Total: 3.325 de tropa.
El Paraguay no tenía organización territorial. No poseía reserva instruida
propiamente dicha. Nunca se había realizado una sola maniobra en el país.
Armamento. 16 cañones de 105 y 16 de 75; 24 morteros Stokes-Brandt;
32 ametralladoras pesadas y 100 ametralladoras livianas; 12.000 fusiles,
entre ellos 5.000 en buenas condiciones; 8 aviones de guerra; 1.000 tiros
de artillería; y 4.000.000 cartuchos de infantería y ametralladoras.
Alto Comando: No existía, en tiempo de paz, Alto Comando Militar. La
preparación de la defensa estaba mal distribuida entre el Ministerio de
Guerra y Marina, la Inspección General y el Estado Mayor General del
Ejército.
18
B - EL PLAN BOLIVIANO DE INVASIÓN
Según nuestro servicio de información, el plan boliviano de invasión,
elaborado por el General Hans Kundt, a quien tendré ocasión de referirme
con mayor amplitud, consistía en un avance sorpresivo y fulminante al
través del Chaco, hacia el rió Paraguay, de acuerdo con un mecanismo de
tenazas que se cerraría rápidamente sobre las débiles defensas paraguayas.
A este efecto se constituirían seis columnas de 10.000 hombres cada una,
que se concentrarían en las regiones de Puerto Suárez, Ingavi-Ravelo,
Santa Fe-Charagua, Carandayty-Villa Montes, Ballivián-Platanillos y MuñozSaavedra. (Véase el Mapa Nº 1).
Dichas columnas se moverían y el mecanismo de las tenazas accionaría del
siguiente modo: La columna de Puerto Suárez partiría hacia el sur y la de
Ravelo en dirección sureste para pasar por el fortín Pando, y cerrarían
ambas una tenaza sobre Bahía Negra. Una tercera columna, partiendo de
Ingavi, se dirigiría igualmente hacia el sureste, en dirección a Pitiantuta. Una
cuarta columna marcharía por Picuiba y Camacho, juntamente con una
quinta, que partiría de Ballivián, y ambas se cerrarían sobre Toledo. Una
sexta columna tendría en jaque a la guarnición paraguaya de Nanawa y
marcharía por Boquerón sobre Villa Militar.3
Una vez tomada Bahía Negra, las dos columnas del norte, reunidas,
descenderían hacia el sur, a lo largo del río Paraguay, hasta la
desembocadura del río Apa, por donde pasarían a la región oriental del país.
Las tres columnas del sur, después de haberse apoderado de Toledo y de
Villa Militar, marcharían simultáneamente para reunirse en Pozo Azul, de
donde continuarían juntas y cerrarían otra tenaza sobre Punta Rieles con Ia
columna que, de Ingavi, vendría por Pitiantuta.
Realizado esto último, las cuatro columnas reunidas se dirigirían a Puerto
Casado, para cerrar la última tenaza sobre dicho punto, con las otras dos
columnas del norte, que habrían hecho su pasaje por el rió Apa y
marcharían hacia el sur, siempre a lo largo del rió Paraguay.
El comando enemigo suponía que el ejército paraguayo, después de este
esfuerzo, estaría batido, y que las columnas bolivianas, todas reunidas, se
3
El nombre original de este lugar era Cacique Ramón. Después se Ia denominó
sucesivamente Isla-Poí y Villa Militar, último nombre que conserva oficialmente
19
Los artífices de la victoria.
Soldados paraguayos en pleno ataque.
dirigirían hacia el sur del país, por el río Paraguay, para ocupar las ciudades
principales: Concepción (que se denominaría Salamanca) y luego Asunción y
Villarrica (esta última ciudad recibiría el nombre de Saavedra). El Paraguay
perdería su Chaco y quedaría esclavizado. Se le declararía responsable de la
guerra, se le cargarían en cuenta todos los gastos de la misma y se le
obligaría a costear el mantenimiento de las tropas de ocupación, hasta
hacer efectivo el pago de la deuda.
En cuanto al Paraguay, no tenía plan de ningún género.
20
CAPITULO II
DE PITIANTUTA A BOQUERÓN
(De junio 15 a septiembre 3 de 1932)
Casi en el mismo centro del Chaco Boreal, existe una represa natural de
aguas pluviales que los indios de la región denominaban Pitiantuta y que las
tropas a mi mando tenían ocupada con un puesto de vigilancia integrado
por un cabo -Oliverio Talavera y cinco soldados- al que dimos el nombre de
Carlos Antonio López. El 15 de junio de 1932, al aclarar el día, unos 300
hombres del ejército regular de Bolivia rodearon y asaltaron el pequeño
puesto paraguayo, matando a sus ocupantes, con excepción de dos
soldados, que en ese momento estaban fuera del fortín. El 18 de junio por
la noche recibí en mi puesto de comando de Puerto Casado el parte
correspondiente de uno de estos soldados fugitivos, que había hecho a pie
una jornada de cerca de 150 kilómetros, hasta encontrar la primera línea
telegráfica.
La significación del asalto era excepcionalmente grave. Se lo perpetró en
circunstancias en que una comisión compuesta de representantes
paraguayos y bolivianos y de cinco países americanos neutrales, trabajaba
en Washington, desde el 11 de noviembre del año anterior y a propuesta de
Bolivia, para concertar un pacto de no agresión entre los dos contendores
en la disputa del Chaco. Bolivia, pues, se había servido de estas
negociaciones para distraer la atención del Paraguay y preparar un golpe
sorpresivo. Pensar que estábamos en presencia de un incidente más o
menos casual, sería un rasgo de ingenuidad. Tratábase de un acto
premeditado, del principio de ejecución de un plan perfectamente maduro.
El ejército boliviano, al descubrir que poseíamos en el centro del Chaco un
lugar provisto de agua en abundancia, decidió apoderarse de él,
precisamente porque era lo que necesitaba para empeñarse a fondo en la
conquista del territorio; y el gobierno de La Paz, sin curarse de escrúpulos
diplomáticos, autorizó el ataque.
Nosotros no podíamos consentir en perder la ventaja de tan valiosa
posesión, para dársela al enemigo. Pitiantuta figuraba como un elemento
principal en el cuadro de nuestra defensa, dentro de mi concepción
operativa. Su pérdida seria tan funesta para el Paraguay como beneficiosa
21
Croquis 1
Concentraciones de los ejércitos paraguayo y boliviano al inicio de las hostilidades
para Bolivia, doble razón que aconsejaba imperativamente su retoma, y así
lo resolví sin vacilación.
Determiné enviar primeramente una columna de reconocimiento [al mando
del Teniente 1º Ernesto Scarone] compuesta de 50 hombres, a Ia que
seguirían las tropas necesarias para la captura del fortín. Pocos días
después partía la columna de Casanillo, empleando cerca de una semana en
llegar hasta las proximidades de Pitiantuta y establecer contacto con los
bolivianos. Estos no bajaban en número de 300 hombres con cuya
información despaché unos 300 hombres más [al mando del Capitán Abdón
Palacios], como tropa de refuerzo, provistos de ametralladoras y dos
morteros Stokes-Brandt.
Tras una penosa marcha por senderos angostos y al través del bosque
desértico, los hombres a pie y el transporte a lomo de mula, nuestra
columna atacó a los bolivianos el 15 de julio. El empleo de los morteros,
arma nueva, dio a aquéllos la impresión de que los paraguayos atacaban en
crecido número y con artillería; y al día siguiente se pusieron
desordenadamente en fuga, dejando en nuestro poder todos sus
elementos, hasta la última ración de víveres.
El Comando boliviano, al ver frustrada, con este contraste, una importante
acción preparatoria, reaccionó violentamente; y proclamando el derecho a
la represalia, se apoderó de otros tres de nuestros fortines : Corrales, el 26
de julio; Toledo, el 28; y Boquerón, el 31.
Llegaba para mí el momento decisivo en mi carrera y en mi vida. Era Ia
guerra. Con ella se someterían a prueba las ideas que siempre sustenté
sobre lo que debía ser la defensa del Chaco, ideas que, como se sabe,
contrariaban la ortodoxia en boga entre los altos jefes del ejército
paraguayo, acarreándome muchos sinsabores en tiempos de paz..
La crisis de Pitiantuta precipitó en nuestra capital un desconcierto tan
grande, que en verdad no se atinó, en un principio, a organizar la defensa.
Una de las medidas de más urgente adopción era la designación de un
Comandante en Jefe del ejército, de un jefe único, que se hiciera cargo, él
solo, de la dirección de las operaciones. Las órdenes se sucedían unas a
otras en el Chaco, sin ilación; las daban el Presidente de la República, el
Ministro de Guerra y Marina [Don Luis Escobar], el Jefe del Estado Mayor
General [Teniente Coronel Juan B. Ayala] y, por supuesto, yo. El 12 de julio
22
dije al Ministro de Guerra, por telégrafo, que con sus órdenes directas a las
tropas de mi comando, mi presencia en el Chaco estaba de más. El mismo
día le dirigí también la siguiente nota:
Puesto de Comando, julio 12 de 1932
Al Ministerio de Guerra y Marina,
Asunción
Visto el estado de guerra creado por la nueva agresión boliviana y el retiro
de nuestros Delegados de Washington, y constituyendo un peligro
extremadamente grave la distribución estratégica de nuestras tropas -por
lo cual de hecho se asigna a la 1a. División de Infantería un sector tan
extraordinariamente extendido, desde Pitiantuta hasta Nanawa, que le será
de todo punto de vista imposible defender con eficacia - y teniendo en
cuenta, además la posibilidad de otra agresión, tal vez más importante, en
un plazo breve, en otra parte del sector divisionario, propongo a ese
Ministerio las siguientes medidas urgentes:
1. Traslado inmediato del Regimiento Corrales de Infantería Nº3 a
Puerto Casado, con todos sus elementos, para hacerse cargo de la región
de Pitiantuta;
2. Movilización de todas las unidades de la 1ª. División de Infantería;
3. Convertir la Escuela de Sub-Oficiales en un regimiento de
infantería, dotándole rápidamente de todos los elementos necesarios;
4. Dotar de todos los elementos necesarios a los regimientos de
caballería existentes;
5. Preparar la movilización de tres regimientos más de infantería;
6. Hacer efectivo el Comando en Jefe del Ejército, con las facultades
legales requeridas, el que debe dirigir las operaciones de conformidad a un
plan concreto, de su responsabilidad exclusiva.
Es posible que Bolivia a estas horas haya ordenado la movilización de su
Ejército, para cuya operación necesita tres meses. El Paraguay, en cambio,
puede hacerlo en menos de la mitad de ese tiempo, y dada la inferioridad
numérica del Ejército nacional, esta ventaja de poder adelantarse al
enemigo en la movilización debe explotarse intensamente.
El Ejército paraguayo no debe esperar la reunión de las columnas bolivianas
que, como se sabe, debe realizarse en el sector de Puerto Casado, para la
iniciación de las operaciones.
23
Fdo: José F. Estigarribia, Tte. Cnel.
Comandante de la 1a. División
Por decreto del 23 de julio fue designado Comandante en Jefe el General de
Brigada en retiro D. Manuel Rojas A., hombre que no disfrutaba de buena
salud -circunstancia que había contribuido a alejarle de las actividades del
servicio- pero cuya falla primordial consistía en su absoluto
desconocimiento del terreno donde se moverían sus tropas, en razón de
que, al igual que los altos jefes de su jerarquía en el ejército paraguayo de
aquella época, jamás estuvo en el Chaco. Y de esta ignorancia del terreno
probablemente derivaba la teoría, tan tenazmente prohijada por todos ellos,
de que había que organizar la defensa sobre el río Paraguay; en otras
palabras, defender el Chaco después de haberlo entregado al enemigo.
Mi discrepancia con tan palmaria contradicción fue el origen de las
vicisitudes de mi carrera a mi regreso de Europa, resumidas en las páginas
precedentes. Colocábame la guerra que se desencadenaba en una situación
dramática, frente a dificultades nunca confrontadas por otro comandante.
Un poderoso ejército enemigo se movía en ejecución de su plan, y para
oponérmele yo no disponía en un principio de más de 500 hombres,
dispersos en centenares de kilómetros sobre la línea paraguaya de
ocupación; a lo que se sumaba la disparidad que me separaba de las
autoridades militares de Asunción, disparidad que influiría necesariamente
en ellas para que no me prestaran el apoyo requerido por la ejecución de mi
plan, cuyo éxito, sin embargo, dependía de la rapidez de la acción.
Según Ia escuela a que pertenecía el General Rojas, el único procedimiento
adecuado para detener la avalancha boliviana era organizar Ia defensa sobre
el río Paraguay, en vista de la extremosa precariedad de elementos
disponibles para la defensa y, sobre todo, de la falta de preparación del país
para la guerra. Esta concepción empezaba por desentenderse de las
posibilidades que ofrecían las imperfecciones del ambicioso plan enemigo,
entre otras, su estructura por demás simplista, que lo basaba todo en la
sorpresa, al punto de no contar casi para nada con la voluntad paraguaya.
El plan de Ia defensa sobre Ia ribera se atenía, ciertamente, a la realidad de
nuestra indefensión- como no lo podía dejar de hacer- pero le faltaba el
resorte de una confianza mejor cimentada, y renunciaba por adelantado,
con notorio espíritu derrotista, a los frutos posibles de alguna audacia. Por
mi parte, yo me apoyaba en el conocimiento de nuestro pueblo y en lo que
él era capaz de dar en estos casos, así como también en algunos principios
24
técnicos a cuya fructuosa aplicación se prestaba ampliamente el
presuntuoso plan boliviano; y sostenía que, lejos de permitir que el enemigo
llegara impunemente sobre Ia ribera del río Paraguay, facilitándosele así Ia
marcha por el desierto, Ia defensa debería ir a su encuentro a Ia mayor
distancia posible del río, de modo que ese desierto fuese nuestro aliado
para entorpecer su avance.
En Ia defensa sobre el río los paraguayos estaríamos obligados a diseminar
nuestras pocas tropas a lo largo de más de mil kilómetros, desde el fortín
Galpón hasta el río Pilcomayo, como ya se había intentado hacer en 1928,
con motivo del incidente de Vanguardia; es decir, nos declararíamos
vencidos de antemano en todas partes. Mientras nosotros nos
encontrásemos esparcidos en débiles fracciones, el enemigo, con todas sus
tropas reunidas, accionaría libremente sobre cualquier punto elegido por él.
Y su aparición en fuerza sobre un punto cualquiera del río Paraguay, le
permitiría vivir de nuestros propios recursos, en tanto que nosotros, desde
el comienzo de las hostilidades, perderíamos una vasta zona del país,
grandes establecimientos fabriles y un enorme stock de ganado vacuno.
Lo esencial, pues, para Ia defensa paraguaya, era precisamente lo contrario:
no permitir Ia reunión de las columnas enemigas que en amplio despliegue
marcharían hacia su objetivo, y tratar de romper los dientes de cada tenaza
antes de que se cerrasen. Esto sólo podría hacerse lejos del río Paraguay.
Pero había que actuar con rapidez. Un minuto de vacilación podría sernos
fatal; lo que, en medio de Ia nerviosidad provocada por Ia crisis, no se
atinaba a apreciar debidamente en Asunción, donde parecían alentarse
esperanzas infundadas en frágiles posibilidades diplomáticas y prevalecía
una completa incertidumbre acerca de las medidas militares propiamente
dichas. En el terreno diplomático ya no quedaba nada que esperar. Bolivia
perpetró Ia agresión de Pitiantuta en ejecución de un plan de carácter
netamente militar, y así, deliberadamente, se alejó del camino de las
negociaciones pacíficas. Esto resaltaba en el tono que empleaba en su
contestación a todas las sugestiones que le hacían los mediadores
neutrales de Washington. En fecha 12 de agosto, por ejemplo, el canciller
boliviano expresó paladinamente por cable al Secretario de Estado
americano, Mr. Henry L. Stimson, que Bolivia estaba "resuelta a liquidar, aún
por las armas, el pleito" del Chaco, y que no le interesaban, por
consiguiente, las investigaciones propuestas por los mediadores neutrales
25
para impedir Ia guerra. Ante semejante manifestación no era posible que
nadie se forjara ilusión alguna sobre las intenciones de nuestra contendora.
Y cuando, el 3 de agosto, los mismos neutrales formularon su famosa
declaración de no reconocer "arreglo territorial alguno de esta controversia
que no sea obtenido por medios pacíficos", Bolivia contestó
desdeñosamente que esa declaración no Ia alcanzaba a ella y que, de todos
modos, ella estaba “resuelta aún a sacrificios cruentos (la guerra)”, porque
necesitaba "romper Ia barrera que le impide el acceso a su litoral sobre el
río Paraguay", es decir, porque necesitaba apoderarse del Chaco.
Esta notificación era harto explícita para comprender que el Paraguay no
tenía otro camino que aprestarse a Ia defensa. Pero, en su desorientación,
el Alto Comando de Asunción había dejado transcurrir todo un mes sin
intentar Ia adopción de alguna medida salvadora, y se dejó caer en una
verdadera aberración militar. El 10 de agosto, con el enemigo que pululaba
por todos lados en torno a mis escasos contingentes, el Alto Comando me
ordenó: "Disponga licenciamiento paulatino de tropas reservistas". Y el 12
del mismo mes me subrayó enfáticamente que una "gestión internacional
muy favorable no permitía tomar ninguna ofensiva por el momento". No sé
a que gestión en particular se referiría nuestro Comando; pero sí sé que
Bolivia no Ia consideró como un freno para las operaciones -con Ia candidez
de nuestro Comando-, pues el 15 del mismo mes el ejército boliviano atacó
y ocupó nuestro fortín Coronel Hermosa (Carayá).
Veamos cómo se desarrolló cronológicamente el proceso de concreción de
nuestra defensa. El 24 de julio, al día siguiente de hacerse cargo del
Comando en Jefe el General Rojas, ya se manifestaron los primeros
síntomas de su deseo de replegar nuestras tropas sobre el río. Me envió el
siguiente despacho
Julio 24, 1932
Cifrado Nº 2/47/2
Dispondrá retiro batallón guarnición Pitiantuta, dejando puesto observación
mando de un oficial y en condiciones de no ser sorprendido y retirarse en
caso de ser atacado por fuerzas superiores, etc.
Fdo: General Rojas
26
El cañonero “Paraguay” transporta soldados al Chaco.
El 30 de julio, a raíz de Ia toma de nuestros fortines Corrales y Toledo por
los bolivianos, propuse al Comando en Jefe:
Puesto de Comando, julio 30 de 1932
Al Comando en Jefe,
Asunción
Las nuevas agresiones bolivianas a nuestras posiciones de Corrales y Toledo
han de llevar por fin al Gobierno nacional Ia convicción de Ia existencia del
estado de guerra con Bolivia. Hay que arrojar a este sector toda Ia
población válida del país para salvar a Ia nación, y hay que hacerlo en el
perentorio plazo de veinte días para poder vencer al ejército boliviano.
Si no se resuelve accionar así, habremos perdido Ia única ventaja decisiva
que podemos obtener sobre el enemigo en Ia campaña que se inicia, y Ia
suerte de nuestras armas correrá el riesgo más grave que se pueda
imaginar, si ya no se Ia ha herido de muerte. Decisiones graves, enérgicas y
rápidas son las que deben ser tornadas en estos momentos, sin
contemplaciones de ninguna clase. La extrema gravedad de Ia hora así lo
aconseja.
Fdo: J.F. Estigarribia,
Tte. Cnel. y Comandante en Jefe
de Ia 1a. División
El 31 de julio, el Comandante en Jefe me envió a las 9:30 horas este
mensaje telegráfico:
Cifrado Nº 10/37/1
Después caída Toledo. ¿cómo quedan sus tropas para defensa Mennonitas?
Cuál sería situación de Boquerón e Isla Poí una vez amenazadas
Mennonitas? En este momento se embarcan refuerzos.
Fdo: General Rojas.
General en Jefe
El Comando en Jefe, según este mensaje parecía conjeturar que el ataque
principal del enemigo se produciría por el lado de las Colonias Mennonitas;
pero yo no tenía esa sensación, puesto que en Toledo el enemigo mostraba
poca actividad, en tanto que en ese mismo momento atacaba furiosamente
a Boquerón con muchas tropas. Contesté a las 11:40 del mismo día:
27
Comando en Jefe,
Asunción.
Hasta este momento parece que dirección ataque principal es Boquerón-Isla
Poí. Si esto se confirma y puedo reunir a tiempo mis tropas, haré defensa
en Isla Poí. Mi caballería observa hacia Toledo. Amenazadas seriamente
Mennonitas, situación Isla Poí será insostenible.
Divinf.
Con todo, el Comando en Jefe no quiso esperar Ia confirmación de Ia
dirección del ataque principal enemigo y, siempre bajo Ia preocupación de
que se me podría flanquear por el lado de las Colonias Mennonitas, el mismo
día 31, a las 23 horas, me ordenó:
Puesto de Comando en Asunción
Comando División,
Puerto, Casado.
Proceda a agrupar su infantería sobre Ia vía férrea, maniobrando en retirada,
sin empeñarse en una decisión aislada. Elija posición sobre línea férrea para
contener avance enemigo, fortificándose. La intención es atraer al enemigo
a retaguardia para librar batalla con nuestras divisiones primera y segunda.
Lunes comienza transporte División Segunda. Diga dónde elige posición,
que debe ser calculando tiempo necesario para encontrarse en dicho lugar
Segunda División.
Siempre el día 31, el Comando en Jefe firmó nuevas instrucciones, que
recibí después por avión, en cuyo párrafo C me ordenaba:
Informar Ia idea a este Alto Comando en cuanto a Ia forma de Ia maniobra
táctica de Ia División de Infantería Nº 1 en su movimiento retrógrado sobre
la vía férrea.
El Alto Comando, pues, decidía abandonar, de un modo positivo, toda
posibilidad de defensa a Ia altura de Villa Militar. Con esto se resignaba a
dejar en manos del enemigo una extensa e importante zona, inclusive Ias
Colonias Mennonitas. Estimé gravísima semejante medida. Significaba Ia
confesión de Ia derrota antes de intentar ningún esfuerzo para detener al
invasor dentro del Chaco y contrarrestar a tiempo el desarrollo de su plan
28
de operaciones. Ciertamente, en Ia hipótesis de un avance boliviano por el
lado de Ias Colonias Mennonitas, sería inevitable Ia evacuación de Villa
Militar; pero a Ia sazón no había ninguna indicación concreta de que el
enemigo realizara dicho avance, ni tampoco de que marchara
inmediatamente desde Boquerón, donde entraba aquel día, hacia Villa
Militar. En consecuencia, en vez de seguir Ias directivas del Alto Comando,
resolví, por el contrario, reunir en Villa Militar todos los refuerzos posibles, a
marchas forzadas, y desplegué para el efecto una actividad extraordinaria.
Al no seguir Ias instrucciones recibidas, yo aparentemente cometía un acto
de desobediencia, que no era tal, sin embargo, cuando se examinan Ias
circunstancias del momento. El Alto Comando no apreciaba serenamente Ia
situación, y el subordinado puede separarse de Ias órdenes recibidas
cuando le asiste el convencimiento de que el superior ignora Ia realidad.
Proceder de acuerdo con los hechos, aún a trueque de no seguir Ia línea de
conducta específicamente señalada por el superior, no es desobediencia,
sino capacidad de iniciativa y amor a Ia responsabilidad. El subordinado
puede presumir lícitamente que si Ia superioridad jerárquica apreciara mejor
Ia situación, no impartiría órdenes inspiradas en una información
defectuosa, y que, en consecuencia, aprobaría una modificación apropiada.
Hágase abstracción por un momento de lo que sobrevino después, gracias a
nuestra permanencia en Villa Militar y a nuestro ataque ulterior a Boquerón,
y se comprenderá que el abandono de aquella zona en los días decisivos
que rememoro, nos habría privado de Ia ocasión de escarmentar al invasor
en Ia forma en que lo hicimos a Ia vuelta de pocas semanas. Esto no preveía
el Comando en Asunción.
En nuestra capital predominaba un peligroso desconcierto. El 27 de julio, el
Jefe de Estado Mayor General me comunicaba (lo subrayado es mío):
Asunción, 27/7/32. A Ias 20 horas
Cifrado N2 38/47/2
Se confirma marcha grandes efectivos sobre Nanawa. Comando en Jefe
ordena reclutamiento general sin contemplación, aunque se paralicen
momentáneamente Ias fábricas, etc.
Esmag
Al día siguiente el mismo Comandante en Jefe desvirtuaba este
reclutamiento sin restricciones en otro despacho (lo subrayado es mío):
29
Asunción, 28/7/32. A Ias 11:15 horas
Cifrado N2 9/41/0
La movilización de reservistas puede hacerla en Pinasco, Casado, Sastre,
San Lázaro, en tal forma que Ias fábricas no paralicen su funcionamiento.
También puede bajar pasajeros de barcos de Ia carrera.
Fdo: General Rojas
General en Jefe
Por un lado, no importaba Ia paralización del funcionamiento de Ias fábricas;
pero, por otro, había que impedirla. El segundo despacho sugiere un sistema
original para proceder a Ia leva: bajar a los pasajeros de los vapores que
hacían Ia carrera por aquella parte del litoral. Huelga decir que no podría
esperarse una defensa muy eficaz del Chaco con semejante sistema de
movilización.
Pero no vale Ia pena detenerse por más tiempo en estos pormenores. El
Alto Comando no tenía, evidentemente, un criterio claro de lo que debía
hacerse.
En Ias operaciones que yo me proponía ejecutar ante Ia actitud del
enemigo, para contrarrestar sus intenciones y desbaratar el plan Kundt -a
pesar de Ia precariedad de nuestros medios-, el primer punto por esclarecer
era si el Comando enemigo permanecería fiel a dicho plan. Desde Ia segunda
quincena de julio me enteré por diversos conductos que Ias tropas
enemigas se agrupaban en Saavedra, Muñoz y Ballivián, al propio tiempo
que los contingentes del Beni y Santa Cruz se dirigían hacia Roboré - Puerto
Suárez y Charagua - Santa Fe, sobre el Parapití. Supe también que otras
tropas marchaban de Villa Montes hacia Carandayty. Todo esto demostraba
que Ia movilización boliviana se ajustaba a Ias ideas centrales de Kundt.
Además, Ia toma de Pitiantuta a mediados de junio, y de Corrales, Toledo y
Boquerón a fines de julio, confirmaba Ia observancia de Ias instrucciones del
maestro alemán por sus discípulos bolivianos.
Después de Ia toma de Boquerón el enemigo desplegó poca actividad. Era
de esperar que avanzara sin dilación sobre Villa Militar; pero no insinuó
ningún avance. Esto indicaba que Ias cosas no andaban tampoco bien entre
los bolivianos. Todo lo que éstos hicieron en agosto fue atacar y ocupar
nuestro fortín Carayá (Huijay, según ellos) el día 15, para volverlo a perder
30
Croquis 2
Referencias de guarniciones, posiciones defensivas y direccion del avance
boliviano y del ataque paraguayo
el 17, y atacar Falcón, infructuosamente, el 19. La apresurada
concentración de todas nuestras tropas disponibles en Villa Militar, como se
ha visto, debióse a Ia posibilidad de un rápido avance del enemigo; pero ya
que no se movía, ese enemigo nos brindaba Ia ocasión de tomar Ia
iniciativa.
Entre tanto, el Comando de Asunción se llamo a silencio sobre
Ia dirección de Ias operaciones en sí mismas, después de sus primeras
órdenes para un retroceso, con lo cual me permitió considerar más
holgadamente Ia situación y adoptar Ias medidas del caso.
Podíamos y debíamos accionar. Pero antes teníamos que establecer el
orden de urgencia en que batiríamos a Ias columnas enemigas y elegir Ia
dirección de nuestro esfuerzo principal. El factor más importante para
determinar el alcance que daríamos a Ias operaciones en el primer
momento, eran Ias circunstancias especialísimas en que Ia guerra sorprendía
a nuestro país, desprovisto de casi toda clase de elementos y con
posibilidades sumamente limitadas. La estrategia militar posee
características propias, pero no es un coto cerrado; quiero decir que en su
aplicación concreta, se Ia debe necesariamente relacionar con otros campos
de acción. El, Paraguay era un país pobre y había que descartar Ia
adquisición inmediata de los cuantiosos elementos que reclamaría Ia
campaña. De nuestra diplomacia ya no cabía esperar, virtualmente, ningún
rendimiento; mal atendida en tiempos normales, no contaba, sobre todo,
con esa trabazón de intereses creados que forman amigos y dan influencia
a los países de robusta economía. Pero nos apoyábamos en un factor
estratégico invalorable: nuestra historia. El espíritu de sacrificio, Ia
abnegación y el corazón de nuestros soldados, comprobados por una
tradición viril sin paralelo, suplirían nuestra penuria material.
Ahora correspondía fijar el punto donde se aplicaría el golpe de hacha que
hiciera zozobrar el andamiaje del plan enemigo. A este respecto no había
que perder de vista el principio físico de Ia atracción recíproca de Ias masas,
que rige igualmente en el orden militar, principio cuya aplicación en aquella
coyuntura podría darnos como resultado Ia absorción de Ias otras columnas
enemigas en formación, antes de que rompieran Ia marcha hacia sus
objetivos. Tampoco debía yo pasar por alto el problema del agua, que
escaseaba en todas partes pero que abundaba en Ia región de Arce, por
donde cruza un brazo del río Verde. Y estas consideraciones me llevaron a
una solución en cierto modo paradojal: atacar al enemigo, no donde fuese
31
más débil, sino allí donde hubiese mayor garantía de obtener los resultados
perseguidos, para cuyo efecto Ia dirección Boquerón-Arce era
evidentemente Ia mejor.
Cabía contemplar, sin duda, esta otra maniobra: Dirigir nuestra acción sobre
Toledo, con Ia mira de caer luego directamente sobre Ballivián. Una simple
ojeada al mapa parecía anticipar que de este modo quedaría aislada Ia
concentración enemiga Arce-Saavedra-Muñoz, de un solo golpe. Pero tal
pensamiento era impracticable por varias razones. En Toledo no había agua
y no teníamos ninguna certidumbre de encontrarla en el trayecto de Toledo
a Ballivián. Además, quedaría en nuestro flanco una poderosa organización
enemiga, para detener a Ia cual nos haría falta una masa fuerte, de que no
disponíamos. Por último, carecíamos de medios de transporte. Lo mejor era
atenerse a Ia dirección Boquerón-Arce.
Así llegué a definir concretamente los lineamientos generales de nuestro
plan de campaña en su primera etapa. Pero, para aplicarlo. eficazmente, yo
necesitaba más tropas en el menor tiempo posible. Con Ias tropas que
estaban bajo mi comando a principios de agosto, una división incompleta
que apenas llegaba a 1.000 hombres -parte de los cuales no se
encontraban todavía en Villa Militar- no había base para intentar una acción
ofensiva de cierto vuelo; y hasta era problemático que con ellas solas se
pudiese organizar una defensa eficiente en Villa Militar.
Para conseguir más tropas, tropezaba yo con Ia indecisión del Alto
Comando y con su temor a emprender Ia campaña lejos del río. En Ias
instrucciones que llevan Nº 1, de fecha 24 de julio, el Alto Comando
disponía Ia distribución de Ias tropas a lo largo de todo el río Paraguay,
desde Bahía Negra hasta Asunción; caía en el error de esparcir nuestros
pocos efectivos frente a un enemigo en plena concentración. Con esto yo
veía alejarse Ia anhelada posibilidad de formar rápidamente en Villa Militar
una masa capaz de arrojarse en Ia dirección apropiada y desbaratar Ias
intenciones del enemigo.
Bajo el temor de que nuestro país desaprovechara este minuto decisivo de
su historia, decidí enviar al Alto Comando Ia nota que paso a transcribir:
Puesto de Comando, agosto 7 de 1932
(Secreto Nº 161)
Al Comando en Jefe,
32
Asunción.
Mis tropas estarán listas y reunidas en Ia región de Villa Militar para fines de
la semana entrante, Y podremos operar si recibimos en este lapso los
medios de movilidad cuyo envío se ha anunciado.
En consecuencia, solicito autorización para retomar Boquerón, tomar los
fortines Castillo y Yujra y atacar el fortín Arce.
Espero Ia venida solicitada de un oficial de enlace para insinuar a ese
Comando mi plan de acción posterior, en solicitud de aprobación.
Fdo: José F. Estigarribía,
Tte. Cnel. Comandante en Jefe
de Ia Primera División.
AI día siguiente, 8 de agosto, Ilegó a mi Cuartel General el oficial de enlace
solicitado [Capitán Ramón Avalos Sánchez] y le entregué de inmediato una
nota que en parte dice así:
P.C.4 en Casanillo, agosto 8 de 1932
AI Comando en Jefe de las Fuerzas Armadas,
Asunción.
Resumo a continuación Ias intenciones de este Comando referentes a Ias
futuras operaciones:
1. La reunión de Ias tropas de Ia Primera División de Infantería se efectúa
rápidamente en Ia región de Villa Militar, dirección más cercana de Ias
posiciones bolivianas en el momento actual y donde disponemos de una
organización defensiva que nos sirve de apoyo.
2. Hacía Ia dirección Toledo mantenemos una pequeña fracción de caballería
(medio escuadrón) en observación, por falta casi completa de caballos.
3. En estas condiciones, creemos en Ia urgente necesidad de retomar
Boquerón y atacar vigorosamente los fortines enemigos Castillo, Yujra y
Arce.
4
Abreviación de Puesto de Comando, en adelante.
33
4. Para esta operación se requeriría la enérgica intervención del Regimiento
de Infantería Nº 1. la cual consistiría en Ia toma del puesto boliviano de
Agua Rica y del fortín Murguía, para luego atacar, según Ias circunstancias y
la reacción del enemigo, el fortín Saavedra, con Ia intención de fijar Ia
mayor cantidad de tropas enemigas en esa región y evitar su concurrencia
hacia Arce.
5. Si disponemos, y ojalá fuese posible, de alguna tropa fuera de Ia que
cuentan Ias Divisiones Primera y Segunda, para lanzarla al contacto del
enemigo en Ia región Toledo-Corrales. estaría muy bien, porque podría
darnos impresiones muy precisas sobre Ia reacción del enemigo en esa
dirección. En todo caso distraería siempre alguna tropa enemiga que dejaría
de concurrir en Ia dirección de nuestro ataque principal.
6. Una vez en posesión de Arce, y según Ias impresiones que recibamos de
Ias regiones de Nanawa y de Toledo, resolveríamos Ia dirección que
debernos dar a nuestra ofensiva, sea hacia Fernández-Platanillos, sea hacia
Alihuatã-Saavedra-Muñoz.
7. Me permito desde ahora llamar la atención sobre Ia importancia que
presenta Ia dirección Platanillos, por Ias siguientes razones: (1) Es Ia
dirección descubierta y más cercana para el enemigo de nuestro flanco
derecho; (2) Con Ia toma de Platanillos por nosotros, caerían en nuestras
manos Ias fracciones enemigas de los fortines del norte, los cuales
quedarían cortados en su única comunicación con sus bases5 : (3)
Amenazaríamos Ia línea de comunicación enemiga hacia Ballivián y Ias
tropas enemigas que defenderían Ia región Muñoz no se sentirían seguras;
(4) Finalmente, si disponemos de suficientes medios mecánicos de
transporte y si Ia estación ayuda, podemos dirigirnos rápidamente, previa
reposición de una parte de nuestro personal y ganado, hacia Saavedra y
Muñoz, para terminar Ia destrucción de Ia Cuarta División boliviana.
8. Se deduce claramente de estas intenciones, Ia necesidad de una gran
movilidad, es decir, suficientes medios de transporte y el reemplazo
oportuno de tropas y ganado.
5
Yo ignoraba en aquellos días Ia existencia del camino que por Camacho lleva hacia
Carandayty.
34
9. Todo lo cual lógicamente implica Ia acumulación previa de víveres
suficientes, por lo menos en Campo Esperanza, donde tenemos depósitos, y
sobre, todo que Ia iniciación de Ias operaciones se haga en el más breve
plazo posible.
10.- Me permito hacer notar que apenas podremos disponer de una
veintena de días secos que podrán permitirnos el empleo de vehículos
mecánicos, es decir, el empleo de Ia rapidez.
11. Hago notar igualmente que en Ias operaciones proyectadas, durante el
presente período seco del año, seria indispensable el transporte de agua
para Ias tropas.
Fdo: José F. Estigarribia,
Tte. Cnel., Comandante de
Ia Primera División
Con el documento que antecede yo buscaba obtener los elementos
necesarios para emprender Yaz operaciones dentro de lo que me parecía un
plazo perentorio que nos brindaba Ia poca actividad del enemigo, no
obstante el tiempo que ya se había perdido con tantas cavilaciones, como
resultado de Ia falta de fe en nuestras propias fuerzas.
El 15 de agosto tuvo lugar en Asunción Ia transmisión del mando
presidencial. Al Dr. José P. Guggiari entró a reemplazar en Ia presidencia de
Ia república el Dr. Eusebio Ayala. La sucesión de Ia primera magistratura se
realizaba dentro del mismo Partido Liberal en el poder, y se encararía el
problema de Ia defensa virtualmente con el mismo elenco directivo de
aquella agrupación política, si bien el Dr. Ayala distribuyó Ia mayor parte de
su gabinete entre hombres nuevos en Ia responsabilidad directa de una
cartera.
El Dr. Ayala empuñaba Ias riendas del poder no sólo en medio de Ia
tormenta sino frente a una expectativa que no le era del todo favorable.
Con relación al problema del Chaco, se había explotado en contra suya su
espíritu transaccional, y se le creía demasiado tibio para convertirse en el
hombre de Ia hora, es decir, para recoger valientemente el guante que
Bolivia nos arrojaba. El país estaba indudablemente cansado de Ias
humillaciones que, para evitar el conflicto, tuvo que padecer frente a Ia
arrogancia cada vez más acentuada de Bolivia, y había llegado a una
35
Mapa 7
Mapa 6
Mapa 5
Mapas 3 y 4
Mapa planimétrico del Chaco
Indicando las principales batallas y los movimientos de tropa
especie de exasperación, por lo demás bien legítima, del amor propio
nacional. Como el Dr. Ayala, en su reciente campaña presidencial, predicó Ia
necesidad de arreglar pacíficamente el pleito, y hasta mencionó un
proyecto de desarme de los dos países, no se esperaba que fuese el
hombre de intransigente patriotismo que reclamaba aquel grave cuarto de
hora. Por contraste, el Presidente Salamanca, de Bolivia, encarnaba en su
más áspera expresión Ia determinación boliviana de no ceder un ápice en Ia
cuestión chaqueña y de triturar al Paraguay, si ello fuere menester.
Los hechos, felizmente, demostrarían muy pronto que Ias sospechas
relativas al Dr. Ayala carecían de fundamento. El Dr. Ayala fue en rigor el
hombre de Ia hora, ante todo por su serenidad y lucidez. Era, desde luego,
expeditivo, condición esencial en aquellos días de perplejidad y vacilación; y
lo era porque tenía confianza en sí mismo, y al hablar y al proceder con
aplomo, inyectaba confianza en los otros.
A una vasta experiencia internacional, unía una notable agilidad dialéctica,
con cierto sesgo paradojal, y una rara habilidad para formular síntesis
inesperadas. Como físicamente daba una impresión de sana satisfacción, el
buen humor que desplegaba sistemáticamente creaba en torno suyo una
atmósfera de optimismo. Aunque su palabra no era fluida (nunca se
destacó en Ia oratoria), razonaba tan hábilmente, que agradaba oírle
cuando enunciaba sus frases entrecortadas por cierto tartamudeo pero
llenas de intención, que a Ia larga llevarían a alguna conclusión original y
jugosa. Y siempre hablaba intercalando oportunas anécdotas, que sabía por
centenares.
Era, sí, cortante, cuando defendía una tesis con que estaba encariñado, y
esta modalidad dejaba a veces en el interlocutor Ia sensación de que tenía
un excesivo apego a sus ideas. En tales casos, sobre todo frente a una
objeción, llegaba hasta Ia acrimonia, lo que contribuyó a crearle más de una
enemistad.
Aunque a veces parecía dejarse llevar demasiado lejos por su propensión
especulativa, nunca le abandonaba un espíritu práctico muy alerta en los
problemas que abordaba. Y si bien no se desprendió una sola vez de Ia
postura de confiar en Ias negociaciones diplomáticas como medio de
solucionar el conflicto, aún en los períodos en que Ia contienda del Chaco se
planteaba como un duelo mortal sin otra alternativa que Ia victoria o el
sacrificio, comprendía Ia dificultad de llegar a un final satisfactorio para el
36
Paraguay sin un escarmiento ejemplar de su contendora; y demostró en
todo el curso de Ia guerra una inquebrantable consecuencia y una firmeza
patriótica diamantina en los postulados paraguayos para Ia cesación de Ia
lucha, enunciados por él mismo.
A pesar de su sagacidad, no evitó en el orden internacional más de una
apreciación errónea, y a veces, no obstante su valor personal probado y su
aparente desparpajo, le faltaba cierta dosis de espíritu aventurero. Con
todo, el Paraguay tuvo Ia fortuna de hallar en el Presidente Ayala el hombre
más completo y más oportuno que podría haberle conducido en Ia borrasca
de aquella guerra.
No iba a tardar yo en sentir Ia influencia del temperamento del nuevo
presidente en mi Puesto de Comando.
Pero el Alto Comando, al parecer, seguía tan perplejo como siempre, y
entonces me vi forzado a urgir alguna acción, mediante Ia nota que
transcribo más abajo:
P.C. en Casanillo, agosto 17 de 1932
(Secreto N. 168)
AI Comando en Jefe de Ias Fuerzas Nacionales.
Asunción.
He recibido Ia nota secreta, sin número, de ese Comando en Jefe de fecha
11 del corriente, transmitido por avión piloteado por el teniente D. Trifón
Benítez
Por el mismo conducto recibo igualmente Ia “apreciación de Ia situación"
del día 10 del corriente de ese Comando en Jefe.
Noto que el contenido de los mencionados documentos gira en torno a los
mismos asuntos planteados por mi comando en Ia nota secreta Nº 165 de
fecha 8 del corriente, enviado con el oficial de enlace, Capitán D. Ramón
Avalos Sánchez, en avión.
Hay, pues, en el fondo, felizmente, una coincidencia completa en los puntos
de vista de carácter general, salvo en algunos, que me permitiré recalcar:
37
1. En los dos documentos de los cuales me he enterado, no percibo haberse
tenido suficientemente en cuenta Ias proposiciones muy concretas Nº 159
de fecha 30 de julio último y Nº 165 de fecha 8 del corriente mes, Ias
cuales se esfuerzan por demostrar Ias grandes decisiones que se deben
tomar y Ia extrema urgencia de terminar cuanto antes nuestros
preparativos, como único medio de aventajar al enemigo.
En la historia militar del mundo entero no existe, en efecto, un caso en el
cual un ejército inferior en número y en elementos, haya esperado que el
adversario superior reúna todos sus elementos, para iniciar Ias operaciones.
Repito una vez más, en consecuencia, que el triunfo de nuestras armas de
pende, en forma substancial, de Ia rapidez con que pueda lanzarse sobre el
enemigo, para sorprenderlo antes de terminar sus preparativos.
2. Se me pregunta si, al formular mi proposición de operaciones, habría yo
pensado en Ias reservas del enemigo y en Ia posible cooperación de tropas
de otros sectores.
No creo que se pueda elaborar ningún plan de operaciones sin haber tenido
en cuenta estos dos puntos capitales, los cuales fueron contemplados en
los párrafos 3, 4 y 5 de mi referida nota secreta Nº 165.
3. Me permito, además, hacer notar muy respetuosamente a ese Comando
el error en que hemos caído, violando un principio que a mi juicio es de
rigurosa aplicación en nuestro caso particular y que consiste en transportar
Ias unidades a su punto de concentración con todos sus elementos, de
modo a poder emplearlas en forma eficaz desde el primar momento, si el
caso así lo requiere. No solamente transportamos unidades desmanteladas,
sino que ni siquiera a los regimientos de cubertura se Ias dota, hasta este
momento, del armamento y ganado que les son absolutamente
indispensables y de extrema urgencia, dado que se encuentran en contacto
con el enemigo. Me refiero al regimiento Ytororó de Infanteria Nº 2,
regimiento Curupayty de Infantería Nº 4, al regimiento Coronel Toledo de
Caballería Nº 2 y al batallón General Aquino de Zapadores Nº 1,que están
reunidos en Ia región de Villa Militar.
4. No debemos descuidar asimismo Ia estricta aplicación u observancia del
principio de Ia reunión de Ias fuerzas.
CONCLUSIONES:
38
1. Necesidad de reunir, con máxima celeridad, todas Ias tropas y elementos
de movilidad necesarios allí donde se decida dirigir Ia acción principal;
2. Iniciar inmediatamente Ias operaciones, antes que el enemigo reúna
todos sus elementos (antes de finalizar el presente mes);
3. Proveer urgentísimamente de ganado, armamentos y otros elementos
solicitados, para Ias unidades de Ia Primera División de Infantería que están
en contacto con el enemigo;
4. Enviar, sin más demora, los medios mecánicos de transporte, los cuales
se deben sacar de donde hubieren;
5. Acumular, en pocos días, más víveres, municiones y ganado para
consumo, en Campo Esperanza y en Villa Militar.
Fdo: José F. Estigarribia,
Tte. Coronel y Comandante
en Jefe de Ia la. División.
En Ia primera quincena de agosto llegaban a Puerto Casado los primeros
contingentes de movilizados, pero, como se ha visto, el 10 de agosto recibí
del Alto Comando Ia orden de desmovilizar a los reservistas; de suerte que
para aquella fecha todavía no se sabía si el Paraguay verdaderamente
determinaba defenderse contra Ia avalancha boliviana.
Mi impresión en estos días era que Bolivia deseaba ganar tiempo para
completar sus preparativos, y así se lo expresé al Comando en Jefe, en
telegramas y notas.
Yo continuaba imperturbable en mi resolución de organizar Ias tropas para
emprender Ia campaña en el interior del Chaco, y proseguía en
consecuencia Ia concentración en Villa Militar. El silencio del Alto Comando
a este respecto hacía suponer que se había embarcado en Ia corriente de
mis ideas, pues no insistió en sus intenciones originales. En vista de todo lo
cual, le comuniqué el estado de concentración de mis tropas en una nota
que dice6 :
6
Todos las notas eran llevadas a la capital en avión.
39
Puesto de Comando, agosto 22 de 1932
AI Comando en Jefe,
Asunción.
Comunico a ese Comando que Ia distribución de Ias tropas concentradas en
esta línea es Ia siguiente:
Regimiento Curupayty de Infantería N° 4
Regimiento Ytororo de Infantería N° 2
Regimiento Coronel Toledo de Caballería N° 2
Batallón General Aquino de Zapadores N° 1, en Villa Militar;
Regimiento Corrales de Infantería N° 3, en Pozo Azul;
Grupo de Artillería de Ia 1a. División, en Campo Esperanza; y
Grupo de Artillería de la 2a. en el kilómetro 160
Este último grupo de artillería se trasladará esta semana a un lugar donde
existe agua, sobre la picada recta del kilómetro 160 a Campo Esperanza, a
veinte kilómetros antes de llegar a este último punto.
He ordenado que el Regimiento Valois Rivarola de Caballería N° 1 se dirija de
su actual vivac (kilómetro 115 de Ia línea Pinasco) a ocupar Laguna
Capitán, 20 kilómetros este-sudeste de Villa Militar, en vista de Ias
operaciones que creo muy próximas.
Fdo: José F. Estigarribia,
Tte. Cnel. Comandante en Jefe
de la Primera División
En la misma fecha y con el mismo avión envié mi apreciación sobre el
enemigo en Ia siguiente nota:
Puesto de Comando, agosto 22 de 1932
AI Comando en Jefe,
Asunción
Hasta este momento, Ias noticias dadas por nuestras tropas en contacto
con el enemigo y los prisioneros tomados últimamente, más Ia febril
actividad del enemigo en la región Boquerón-Arce, hacen suponer que Ia
40
mayor parte de tropas bolivianas se reúne en esta última región. Los
prisioneros hacen saber al mismo tiempo que en Toledo habría solamente
una compañía enemiga y que en Platanillos no había casi nada, lo cual
confirmaría que el enemigo se reúne efectivamente en Ia región Arce.
Esta circunstancia deberá influir en Ia modalidad de nuestras
próximas operaciones, por lo cual me permito ponerla a conocimiento de
ese Comando.
Mis tropas serán irresistibles a condición de que puedan
moverse sin más demora, y para eso nuestro problema consiste en los
medios de transporte con que podamos llevar agua.
Por otro, lado, nuestras aguadas disminuyen rápidamente,
como no ha de escapar a Ia comprensión de ese Comando, con Ia reunión
de tropas y ganado en número considerable.
Es, pues, impostergable que hagamos todo el sacrificio
necesario para obtener sin más tardanza los medios mecánicos de
transporte anunciados por ese Comando en Jefe, e iniciar en seguida las
operaciones, sobre cuyas modalidades desearía insinuar mis vistas por
intermedio de un oficial de enlace, si así lo creyere admisible ese Comando
en Jefe.
Bolivia no me podrá detener: Ia cuestión es que pueda moverme enseguida
llevando agua para mis tropas.
Fdo: José F. Estigarribia
Tte. Cnel. Comandante en Jefe
De la Primera División
Supongo que el aplomo que yo demostraba en los documentos que
anteceden, tanto acerca de Ias disposiciones que tomaba por mi cuenta
como de Ia situación del enemigo, contribuyó en buena medida a crear a mi
favor en el Alto Comando una confianza mas firme. Yo ponía en el cuadro
fuertes pinceladas de optimismo, y esto pareció disipar Ia atmósfera
sombría que, por desconocimiento de los factores militares inmediatamente
en juego, predominaba en Asunción. Como habrá observado el lector, yo
adoptaba medidas que iban más allá de mi jurisdicción, pues distribuía
tropas que no estaban bajo mi comando, como el Grupo de Artillería de Ia
41
Segunda División [Mayor José L. Vera] y el Regimiento de Caballería Valois
Rivarola Nº 1 [Mayor Sigfredo Meigarejo]. Pero los comandantes de estas
unidades, deseosos de que algo se hiciera para detener al invasor en franco
movimiento, me obedecían sin ningún inconveniente. Y el Comando de
Asunción, lejos de desaprobar mis disposiciones, considerando, por el
contrario, que los hechos me colocaban a Ia cabeza de estos preparativos,
me designó el 24 de agosto Comandante de Ias Divisiones Primera y
Segunda.
Desde ese momento, como era natural, mis actividades cobraron más
vuelo; y sin ninguna demora ordené la venida al sector Casado, de Ia
Segunda División [Teniente Coronel Gaudioso Núñez], que se organizaba en
Concepción, la que se embarcó en cumplimiento de dicha orden el 31 de
agosto.
Un gran progreso se había realizado indudablemente con Ia adhesión del
Comando en Jefe a mi manera de encarar Ia situación, pero todavía faltaba
lo principal, a saber, Ia orden para la acción, Ia autorización para dar el
impulso.
El 12 de septiembre, temprano por Ia mañana, llegó a mi Cuartel General de
Casanillo el Mayor Manuel Garay, enviado por el Presidente Ayala como
portador de uno de los más curiosos documentos que se han elaborado en
el curso de Ia guerra del Chaco. El Mayor Garay había viajado en hidroavión
desde Ia capital hasta Puerto Casado, y de aquí se dirigió en autovía y luego
en camión hasta Casanillo. En aquel preciso momento yo me disponía a salir
para Villa Militar, donde me reuniría con mis tropas.
EI documento de referencia, que le fue entregado al Mayor Garay por el
presidente, dice textualmente así:
1°) TOMAR BOQUERON
Objeto: a) Demostrar a los neutrales y a los demás países de América
que el Paraguay posee capacidad militar.
b) Dar satisfacción a Ia opinión pública y al ejército.
Con esto se trata de ganar mayor consideración ante los neutrales a
fin de que en sus proposiciones, consideren que no siempre debe
42
hacerse ceder al Paraguay. Además, conviene que Ias tropas prueben
su capacidad militar.
2°)
Poí.
Conseguido el objetivo buscado, debe volverse con las tropas a IsIa -
EJECUCION
El Comandante debe encontrar la forma para no aparecer como agresor
pues así conviene a Ia política internacional. El encuentro debe resultar,
para el mundo exterior, como consecuencia de reconocimientos, debiendo
hacerse constar esto en los partes previos y posteriores.
Sin embargo, hay que asegurar el éxito militar, empleando Ias fuerzas
necesarias y procediendo en forma adecuada para una decisión rápida y
completa.
Si se obtiene éxito, sólo se perseguirá en Ia medida necesaria del punto de
vista táctico. Para regresar a IsIa-Poí, en este caso, pueden encontrarse
pretextos satisfactorios; por ejem.: el círujano aconseja no ocupar los
alojamientos por estar infectados y quemarlos, además el agua se
encuentra contaminada, de manera que no resulte conveniente permanecer
en Boquerón.
Si el enemigo se substrae a Ia decisión, puede emplearse el mismo pretexto
para regresar.
En caso que el enemigo presente seria resistencia o contraataque
inmediátamente, haciendo estabilizar el combate, o llegando a rechazar a
nuestras tropas, Ia retirada resultará como consecuencia de Ia carencia de
agua, pues el abastecimiento será muy difícil.
CONSECUENCIAS
El enemigo puede seguir hacia Isla Poí con fuerzas importantes.
Para este caso todas Ias tropas a sus órdenes deben estar aprestadas ya al
iniciarse la operación, puesto que podría llegar el caso de tener que
concurrir en apoyo de Ias fuerzas empeñadas para facilitar su retirada, por
ejemplo.
43
Producido un avance de fuerzas importantes hacia Isla Poí, cooperará con
Ias fuerzas a sus órdenes el Destacamento Caballero desde Nanawa, para
cuyo caso comunicará Ud. Ia oportunidad a dicho jefe.
CONCLUSIONES
Esta directiva sólo tiene por objeto enterar al Comando del alcance que
debe darse a esta operación y del objetivo buscado.
Es importante que Ia operación aparezca como resultado de una iniciativa
del Comando.
El documento no llevaba fecha ni firma ninguna, y venía manuscrito, aunque
no con Ia letra del presidente. En vista de su forma anónima -primera
peculiaridad- expresé a Garay Ia conveniencia de darle alguna autenticidad;
Garay, de su puño y letra, le puso al pie lo siguiente:
Entregado el presente documento en propias manos al señor Comandante
en Jefe de Ias 1a. y 2a. Divisiones, Tte. Cnel. Don José F. Estigarribia, de
orden del señor Presidente de Ia República, Dr. Eusebío AyaIa, hoy 12 de
Setiembre de 1932, en Casanillo (línea Casado)
Fdo: M. Garay, Mayor.
Aún cuando se lo someta a un análisis somero, destácanse en este
documento dos rasgos esenciales: mucho escrúpulo y mucha timidez.
Ambos revelaban el estado moral y psicológico del país al estallar el
conflicto. Había que evitar a toda costa, según él, que el Paraguay
apareciera como agresor. Se proclamaba así un respeto casi supersticioso
por algo que nuestra contendora insistía en desdeñar con hechos y
palabras. No había Bolivia cometido cuatro agresiones, con Ia captura de
cuatro de nuestros fortines, tres de los cuales retenía en su poder? Con
nuestra marcha sobre Boquerón, fortín paraguayo arrebatado por Ia fuerza,
no se trataría simplemente de rescatar lo nuestro con el mismo
procedimiento empleado por nuestra contendora para su violenta
ocupación? O regiría para Bolivia un derecho internacional aparte, que Ia
autorizara a tomar fortines paraguayos sin incurrir en ninguna agresión y
para el Paraguay otro diferente, que le obligara a quedar con Ias manos
atadas, bajo pena de infamársele con la marca de fuego de agresor?
44
Yo me hago cargo de Ia consideración primordial que tendría en vista el
presidente para recomendar tanta circunspección. Confiaba en Ia
gravitación de Ia acción mediadora de los países neutrales, creyendo que la
autoridad moral de éstos detendría a Bolivia; y quería que el Paraguay no
arrojara ninguna sombra sobre su conducta, para que su voz pudiera tener
eco simpático en Ia hora de considerar tranquilamente los hechos en torno
a una mesa. Pero Ia realidad no corroboraba una apreciación tan ingenua de
nuestra situación: en aquel momento el mundo presenciaba Ia bancarrota
de los bellos ideales que habían hecho concebir Ia posibilidad de que Ia
fuerza moral de un país bastara para ponerle a cubierto de los desbordes de
Ia fuerza bruta.
Los mediadores neutrales, en rigor, eran impotentes, lo habían sido antes y
lo serían después. Bolivia jamás aceptó una sola sugestión razonable;
hablaba siempre a aquéllos malhumoradamente, y obraba como le venía en
gana. Sin embargo, nunca provocó en su contra medida alguna. Los
neutrales creían posiblemente que Bolivia tenía el derecho de usar estos
desplantes porque era fuerte.
El Paraguay, en cambio, era todo respeto, mesura y comedimiento en su
conducta. En Ia pieza que examino, el presidente ni siquiera autorizaba a
permanecer en Boquerón, si lo llegáramos a recuperar; apenas permitía que
rescatásemos el fortín, pero no para reivindicar Ia posesión de una cosa
legítimamente nuestra, sino para demostrar que nuestro país era capaz de
enfrentarse alguna vez, más o menos victoriosamente, con Bolivia, la que
volvería a tener el campo libre -se infiere lógicamente- después de este
golpe de efecto.
Luego viene la parte del documento que revela nuestro complejo de
inferioridad y su corolario natural, Ia timidez. En tan malas condiciones se
encontraba el ejército paraguayo para trabar una lucha seria con su rival,
que el presidente hacía previsiones más minuciosas para el caso de nuestra
derrota que para el de nuestra victoria. En el fondo, para aquel documento,
el Paraguay tenía que evitar Ia guerra; no había pie para suponer que saldría
con bien de un conflicto armado. Pero esto equivalía a dejar de lado un
factor decisivo, el único del cual dependían Ia guerra y Ia paz: Ia
determinación boliviana de apoderarse del Chaco. No se trataba de que el
Paraguay quisiera o no quisiera Ia guerra. Aunque enteramente ajena a Ia
voluntad del Paraguay, Ia guerra era un hecho, sin otra alternativa que
aceptarla con todos sus horrores o bajar Ia cabeza para recibir en Ia nuca el
45
peso del tacón del invasor; en otras palabras, desaparecer como país
soberano. Si a raíz de Ia humillación de Ia retoma de Pitiantuta por los
paraguayos, los bolivianos se habían arrojado sobre tres de nuestros
fortines, ¡qué no harían si se los desalojara de Boquerón, llave de un vasto
plan de operaciones! Suponer que después de esto se avendrían a aceptar
Ias recomendaciones de moderación de los neutrales, era un rasgo de
ingenuidad. Activo o pasivo, el Paraguay estaba en guerra con Bolivia; y no
restaba otro recurso que aprestarse a Ia defensa antes de que fuese
demasiado tarde.
Aparte de estas consideraciones críticas, lo importante para mí era que el
documento tenía en mis manos, en aquellas horas caldeadas, una
trascendencia considerable. Significaba, a pesar de todos sus circunloquios
y reticencias, Ia orden de ataque. Que Ia operación apareciera o no como
resultado de una iniciativa de mi comando, era un punto que reputé
secundario, no obstante Ia responsabilidad que se me obligaba a asumir
completamente solo. El gobierno se decidía a obrar; en verdad que muy
tímidamente, pero al fin se decidía. Bien o mal, ahora se podría realmente
intentar Ia salvación del Paraguay.7
Acusé recibo de Ias instrucciones presidenciales con una carta que en su
parte pertinente dice así:
Villa Militar, 3 de setiembre de 1932.
Sr. Dr. D. Eusebio Ayala,
Asunción.
Mi estimado Sr. Presidente:
He recibido con vivo placer e interés las indicaciones que en nombre de Ud.
me ha entregado el Mayor D. Manuel Garay.
La única objeción que me permitiría formular sería Ia de Ia limitación
demasiado estricta de nuestro avance. Creo en Ia conveniencia de lanzarnos
a fondo, más allá de Boquerón, si podemos contar con agua, para lo cual
nos hacen falta más camiones y los tanques de agua adaptables a los
mismos, que hemos pedido desde hace más de un mes. Si desde el punto
de vista de nuestra situación internacional ello no ha de traernos
7
Obsérvese que la "orden de ataque" procedía del Presidente, no del Alto Comando.
46
desventajas, conviene que nos movamos con miras a Ia destrucción de las
divisiones enemigas que tenemos enfrente, en cuya posibilidad creo
firmemente, con tal que podamos contar con agua y preparemos los
reemplazos indispensables de hombres y caballos.
Para el avance más allá de Boquerón creo que podemos emplear el mismo
procedimiento que para el avance inicial, de conformidad a Ias indicaciones
que he recibido.
Preparo activamente lo necesario para el golpe a Boquerón y he ordenado
los movimientos preparatorios de reunión de Ias tropas en Ia región de Villa
Militar (Isla Poí). Apenas termine esta reunión, que creo será a fines de Ia
semana entrante, nos lanzaremos resueltamente.
Fdo: José F. Estigarribia.
Tal es Ia génesis de nuestra marcha sobre Boquerón.
47
Puerto Casado: Desembarcadero “Coronel Estigarribia»
El ferrocarril Puerto Casado-Kilómetro 180
C A P 1 T U L 0 III
BOQUERON Y SUS REPERCUSIONES
(De setiembre 3 a setiembre 29 de 1932)
En aquel momento la situación del ejército boliviano, según nuestras
informaciones, era como sigue:
Una de las divisiones bolivianas realizaba su movilización en la región de
Puerto Suárez; otra, en la región Roboré-Ravelo-Ingavi; otra, en la región
Charagua-Casa Alta-Santa Fe; otra, en la región Carandayty-Capiírendá-Villa
Montes; otra, en la región Camacho-Platanillos; y otra. en la región ArceSaavedra-Muñoz. (Véase el Mapa Nº 2)
Yo tenía clara conciencia de la enorme superioridad numérica del enemigo
sobre nosotros; pero estaba resuelto a sacar máximo provecho de la vasta
dispersión del ejército boliviano, originada por el error de habérsele
asignado más de un objetivo. Los paraguayos, aunque muy inferiores en
número, nos encontrábamos en condiciones de hacer nuestra concentración
principal donde más nos conviniera y destacar nada más que las tropas
absolutamente indispensables en Bahía Negra, Coronel Bogado, Pitiantuta y
la región de Toledo y Nanawa, de acuerdo con la situación. Por eso, al
recibir la orden presidencial, ya estábamos habilitados para marchar hacia
nuestro objetivo, o sea hacia Boquerón.
Luego de disponer la ocupación de Bahía Negra, Coronel Bogado, Pitiantuta
y Toledo por débiles fuerzas, dirigí al destacamento de Nanawa, con fecha
3 de septiembre, las siguientes instrucciones:
P.C., 3 de setiembre de 1932.
Instrucciones para el Destacamento del Mayor Caballero Alvarez.
1) El Comandante del Primer Cuerpo del Ejército que se ha constituido en
esta línea, tiene igualmente jurisdicción de mando sobre ese destacamento,
en cuya virtud se le imparten estas instrucciones.
2) Dentro de las operaciones del conjunto de nuestras tropas, la misión de
ese destacamento consistirá en un ataque a las posiciones adelantadas del
48
enemigo, con el propósito de fijar en esa región la mayor cantidad posible
de tropas enemigas y evitar en esta forma su concurrencia al teatro de
nuestra acción principal.
3) A este fin, una vez que Ud. reciba la orden, que será telegráfica,
desalojará al enemigo de Samaklay y tomará contacto con las tropas del
fortín Murguía para abordar vigorosamente también esta última posición, si
la reacción del enemigo no presenta, ante su avance, un número de tropas
tan fuerte que le impida hacerlo.
4) En caso de que Ud. se apodere del fortín Murguía, tomará contacto con
las fuerzas enemigas de Saavedra, sobre cuya posición su destacamento
realizará una acción demostrativa sin empeñar una acción decisiva.
5) Si la reacción enemiga es tan poderosa, ya sea sobre Saavedra o sobre
Murguía, que le impida avanzar; tratará Ud. de retener el terreno ganado;
pero si el enemigo amenaza destruir su destacamento, podrá Ud. maniobrar
en retirada sobre Samaklay y aún sobre Nanawa, detrás de cuyas
fortificaciones podrá hacer en mejores condiciones una defensa muy eficaz.
6) Si en el curso de su maniobra en retirada, e1 enemigo disminuye o
abandona la presión que ejerce sobre sus tropas, Ud. volverá al ataque, no
perdiendo nunca de vista la necesidad fundamental de fijar la mayor
cantidad posible de enemigos en esa zona, sin dejarse Ud. destruir.
7) Desde ahora dará Ud. instrucciones precisas y destacará, si es necesario,
una fracción de caballería, para que, apenas reciba Ud. aviso de este
Comando, proceda, partiendo sea de Gondra o de Falcón, a la destrucción
de la línea telegráfica que une a Saavedra con Alihuatá y Arce. Al recibo de
estas instrucciones me dará Ud. parte del tiempo que dichas fracciones de
tropas necesitarán para el lleno del cometido que se les señala en el
presente párrafo.
8) Me tendrá constantemente al corriente de su situación en todo el curso
de las operaciones: especialmente me dará aviso de la hora de su partida de
Nanawa, del resultado de la acción sobre Samaklay y, sucesivamente, de
Murguía y Saavedra. Además, me elevará diariamente parte de sus
novedades, desde el día siguiente de recibidas las presentes instrucciones.
Mi Puesto de Comando desde ahora en Villa Militar (Isla Poí).
49
Fdo: José F. Estigarribia
Comandante en Jefe
E[ día 5 de septiembre reuní a todos los jefes y oficiales de las unidades
agrupadas en Villa Militar [Teniente Coronel Manuel García de Zúñiga,
Mayores José Antonio Ortiz, Juan Manuel Garay, José Domingo Melgarejo,
José Vera y Tranquilino Ortiz Cabral, y Teniente 1º Basiliano Caballero Irala]
para explicarles mis intenciones y definir lo que, a mi juicio, sería la guerra
del Chaco. «Estamos -les dije- por empeñarnos en una guerra de
comunicaciones: en ella se impondrá el ejército que logre dominar las
comunicaciones del enemigo". Nos preparábamos, en efecto, para luchar en
un desierto sin agua.
El día 6 a las 14 horas, dicté la orden de movimiento para el día siguiente,
7. Yo tenía la preocupación de que nuestro ejército, dada su inferioridad
numérica, ocupara siempre una posición central con respecto al enemigo.
En la operación que se iniciaba, sin embargo, sacrifiqué momentáneamente
esta ventaja, pues me decidí a atacar uno de los extremos del amplio
despliegue enemigo, pero proponiéndome recuperar nuestra posición
central tan pronto como las circunstancias me lo permitieran, lo que pude,
efectivamente, realizar después.
El día 7, a las 4 horas, partimos de Villa Militar con 3.500 hombres de las
tres armas, divididos en dos columnas, una principal [Mayor Carlos José
Fernández], que tomó el llamado Camino Viejo, y otra secundario [Capitán
Abdón Palacios], que siguió por la Recta de Villa Militar a Boquerón. Yo iba
a la cabeza de la columna principal. Nuestras patrullas adelantadas, entre
tanto, mantenían contacto con las tropas enemigas de Boquerón, a una
distancia de 15 kilómetros poco más o menos del fortín.
Por la tarde, en momentos en que yo dictaba mis órdenes para el ataque
del día siguiente, hicieron su aparición sobre nosotros los primeros aviones
bolivianos, y dejaron caer algunas bombas. Aquella noche pernoctamos con
nuestras vanguardias en contacto con las del enemigo.
Al día siguiente, 8, arrollamos a todas las avanzadas enemigas y tomamos
contacto con las primeras posiciones de Boquerón. Fiel a mi pensamiento
de que la guerra del Chaco sería una guerra de comunicaciones, procuré con
mis directivas de aquella etapa interceptar los caminos del enemigo hacia
su base, ordenando que nuestra caballería cortara las comunicaciones de la
50
guarnición de Boquerón, mientras la infantería iniciaba el cerco del fortín.
Con este procedimiento yo me proponía también batir a las tropas
bolivianas de las proximidades, que lógicamente concurrirían a socorrer a
Boquerón. Para tal efecto era esencial que nuestras tropas de intercepción
tuvieran el poder suficiente de destruir más tarde a las columnas de auxilio
que el enemigo destaca la sucesivamente en la batalla.
Basábame en la hipótesis -cuya exactitud demostrarían los hechos- de que
el enemigo cometería el error de emplear sus fuerzas en fracciones aisladas,
a medida que llegaren; error estimulado por los pedidos de auxilio de los
sitiados, a los que es difícil resistir.
Pero la ejecución de estas intenciones estaba llamada a tropezar en parte
con grandes escollos. La guerra apenas empezaba y nuestros cuadros y
soldados no tenían ninguna experiencia aún. Desconocíamos el terreno y
carecíamos de cartas; y sólo contábamos con escasísimos elementos
materiales.
El viernes 9, al aclarar el día, empezó el despliegue de nuestras tropas, que
habían ganado sus lugares de apresto al amparo de la oscuridad de la noche
anterior. Nuestra, infantería logró interceptar el camino de Boquerón a
Yujra. Nuestra caballería, en cambio, encargada de la cubertura exterior, no
pudo moverse. Yo había creído, por desconocimiento del terreno, que la
caballería podría realizar esta misión inicial al galope, por la orilla del bosque
que circunda a Boquerón; pero nos encontramos con que esta orilla estaba
batida por el fuego de las ametralladoras del fortín. Nuestra caballería no
sólo se vió en la imposibilidad de accionar en la forma proyectada, sino que,
para marchar, hubo de abrir senderos por el bosque, en medio de innúmeras
penalidades y ello retrasó su llegada a camino a Yujra hasta el día 10.
Aquel primer día de lucha fue fecundo en enseñanzas para nosotros. Desde
luego había que descartar por impracticable la tentativa de tomar Boquerón
en un solo día de ataque. El fortín tenía defensas muy Poderosas y estaba
ocupado por fuerzas muy superiores a las que previmos. Nuestros cálculos
las estimaban en 400 o 500 hombres, pero he aquí que el número real de
los ocupantes de Boquerón no bajaba de 2.000 hombres.8
8
El General Carlos Quintanilla, comandante en jefe de las fuerzas bolivianos que operaban
en el sector Casado al comienzo de las hostilidades (Primer Cuerpo de Ejército), dijo en un
manifiesto que "el efectivo del Ejército paraguayo en Boquerón» era de doce mil hombres
“pertrechados ampliamente”. Pero, como acaba de verse, nuestros efectivos no pasaban
51
Además, rodeaban el fortín tres líneas de trincheras con fuertes alambradas
de púa. Y la maniobra en campo abierto, que algunos de nuestros bravos
combatientes quisieron realizar dentro de la trayectoria de las
ametralladoras de la defensa, contraviniendo recomendaciones especiales,
sólo sirvió para producir en nuestras filas pérdidas importantes.
La caballería comprendió desde entonces que debía abandonar sus
cabalgaduras y marchar y combatir a pie, como la infantería. Así lo
impusieron brutalmente la escasez de nuestros medios de transporte en
general y la falta de agua y de pasto en el Chaco. A la sazón la única
aguada de donde se proveía nuestro ejército era la de Villa Militar, por sí
sola insuficiente y temporal. Aquel día 10 ya no cabía dudar que la batalla
se prolongaría por muchos días, y a medida que transcurriera el tiempo, el
agua de Villa Militar mermaría más y más, hasta quedar expuestos a la sed
no solamente los caballos, sino nuestros propios soldados. Ante tal
amenaza, tomé una determinación penosa: ordené que se dejara sin agua a
los caballos. Naturalmente, a la vuelta de pocos días, pereció toda nuestra
caballada.
La desaparición de la caballería era una lección trágica. El caballo, elemento
que nuestro país poseía con relativa abundancia, quedaba descartado del
cuadro de la defensa; y en su reemplazo había que recurrir a la
motorización que demandaría gastos superiores a nuestros pobrísimos
recursos.
A partir del día 10, tuve la impresión definitiva de que el Comando enemigo
hacía intervenir en la lucha fracciones de tropas enviadas a toda prisa.
Aquel día, en efecto, acudió en auxilio de Boquerón el regimiento boliviano
Nº 14 de infantería, a marchas forzadas, sin cuidarse de establecer algún
servicio de seguridad. Por de contado que este regimiento, compuesto de la
mejor juventud de Oruro, sufrió un aniquilamiento casi total: sólo pudieron
salvarse con vida su comandante, el Mayor Adolfo Lairana, y unos pocos
soldados.
de 3.500 hombres, y por cierto muy mal pertrechados, pues en rigor nos faltaban hasta
rifles para algunas unidades. El pertrechamiento "amplio" del ejército paraguayo empezó
con los primeros reveses del enemigo, y más exactamente, con las acciones en torno a
Boquerón, en setiembre de 1932.
52
Ante la confirmación de que el enemigo incurría en el error antedicho y la
dificultad de tomar Boquerón rápidamente y a viva fuerza, y en presencia
también del problema de los transportes, que nos obligaba a emplear
medios de locomoción a tracción mecánica, opté por emprender el asedio
metódico de la posición enemiga, y me empeñé en reforzar a nuestras
tropas que luchaban hacia el exterior, es decir, contra las unidades
bolivianas de socorro.
Así comenzaron nuestras infiltraciones por el bosque. En cuanto a las
fuerzas que avanzaban en campo abierto, cavaron trincheras sinuosas,
único procedimiento practicable, pues no disponíamos de artillería suficiente
ni del calibre necesario para demoler las defensas enemigas.
Me propuse desplazar el centro de gravedad de nuestro esfuerzo hacia el
lado norte del fortín, o sea hacia el lado boscoso. Fue por eso que sólo el
día 11 pudimos interceptar efectivamente otro camino de acceso del
enemigo asediado, que es el que se dirige de Boquerón al fortín Ramírez.
En los días subsiguientes el episodio de la destrucción del regimiento
boliviano Nº 14 se reprodujo con otras unidades bolivianas, y de este modo
conseguimos obtener el armamento que nos hacía falta para completar el
equipo de los regimientos que nos llegaban de Asunción a medio armar.
Pero, no obstante nuestra vasta cosecha de material bélico y el
debilitamiento del enemigo, este procedimiento de desgaste no podía
dilatarse en el tiempo más allá de cierto limite. La aguada de Villa Militar,
única disponible, se agotaba rápidamente. Según previsiones hechas en el
momento de partir hacia Boquerón, sólo duraría un mes. Por otro lado, el
ejercito boliviano, de acuerdo con nuestros cálculos, necesitaría tres meses
para presentar en el frente de batalla del Chaco sus divisiones movilizadas,
en el supuesto, bien fundado, de que su movilización hubiese comenzado en
los primeros días de julio; y esos tres meses estaban por fenecer. A estas
unidades había que esperar en otras condiciones, es decir, con todas
nuestras tropas reunidas y dispuestas en forma adecuada.
Mientras la batalla proseguía encarnizadamente, tanto con los cercados de
Boquerón como con los que concurrían en su socorro, el Comando en Jefe
me envió el día 23 una noticia que, desde el punto de vista general, tenía
mucha importancia. Según ella, las fuerzas de los generales bolivianos
Lanza y Pando, comandantes de las tropas enemigas que se reunían en la
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región Roboré-Ravelo-Ingaví, (Véase el Mapa Nº 2), se dirigían, hacia el sur.
Esta información me planteaba la duda de si marchaban hacia Pitiantuta o si
concurrían llamadas por el comando de las tropas que defendían Boquerón.
Cuando el estrechamiento de nuestro cerco en torno a Boquerón nos llevó
al pie de las alambradas de púa de las defensas principales, recibí el día 24
un parte del Cuartel Maestre de Villa Militar [Mayor Arístides Rivas
Ortellado] con el anuncio de que el agua de la laguna de donde nos
abastecíamos empezaba a acusar síntomas de descomposición; en pocos
días más quedaríamos privados de esta ayuda vital. Después de Villa Militar,
no había agua para el suministro de nuestro ejército sino en el río Paraguay,
y traería desde allá era imposible. El ferrocarril de Puerto Casado carecía del
material apropiado en cantidad suficiente. Tampoco teníamos camiones
para realizar el transporte en el segundo trecho, desde Punta Rieles hasta
las tropas. No quedaba otra disyuntiva que apurar la caída de Boquerón,
donde había agua. Hasta entonces hice todo lo compatible con la lucha para
economizar vidas; pero ante la pavorosa novedad de la inminente falta de
agua, comprendí que debíamos apoderarnos de las posiciones enemigas sin
reparar en sacrificios.
Mantuve en secreto la mala nueva, y dispuse la reunión del mayor número
de tropas para alimentar los asaltos. Al saber que una fuerza enemiga se
aproximaba por el lado de Ramírez, ordené que ese mismo día se la atacara;
había que concentrar todos los esfuerzos contra Boquerón, y esa fuerza
podría distraernos. Se organizó una columna de maniobra [C. 3. Mayor
Federico W. Smith] contra ella, la que partió por el bosque a la 1 de la
madrugada del día 25. Al aclarar la mañana cayó de improviso sobre los
bolivianos, que se defendieron bravamente. Sumaban unos 400 hombres,
pero a las 15 horas estaban aniquilados. Tomamos prisioneros y material de
guerra de todo género.
El mismo día 25, a las 14 horas, dicté la orden de asalto general para el día
26, la que disponía en su parte pertinente:
A la hora H todas las unidades de la primera línea atacarán resueltamente y
en estrecho enlace las posiciones enemigas que tienen a su frente.
Un fuerte destacamento de la Primera División, que prolongará el ala
derecha del Regimiento de Infantería Nº 6, atacará el extremo oeste de la
lengua de bosque que circunda el fortín Boquerón y se esforzará por
54
Transporte de camiones hacia el frente.
romper en esa parte la línea de defensa enemiga. El Regimiento de
Infantería Nº 6, haciendo una conversión de su ala derecha hacia el este,
apoyará y acompañará el esfuerzo del destacamento de la Primera División
y se apoderará de las trincheras enemigas que tiene a su frente dicha ala.
La Primera División dejará tropas suficientes sobre el camino que conduce
de Boquerón al fortín Ramírez para garantizar su espalda contra posibles
incursiones del enemigo desde esa dirección.
La Segunda División adoptará el mismo procedimiento respecto del enemigo
del lado del fortín Yujra, etc.
Tras una lucha tremendamente porfiada, que duró todo el día 26, nuestras
tropas pudieron llegar por la noche a distancia de asalto de la segunda línea
enemiga de defensa. Les dirigí entonces la siguiente proclama, una de las
pocas que lancé en el curso de toda la campaña:
P.C., 26 de setiembre de 1932
A los Jefes y Oficiales y Soldados del Primer Cuerpo del Ejército.
Rindo el homenaje de mi aplauso a los bravos jefes, oficiales y soldados del
Primer Cuerpo de Ejército por la magnífica jornada cumplida hoy, que coloca
a nuestros soldados en el puesto que siempre han merecido: a la cabeza de
los mejores soldados
Han roto en tres partes la poderosa línea de defensa del enemigo,
abriéndose paso a machetazos a través de sus tupidas alambradas y
asaltando nidos de ametralladoras y líneas sucesivas de trincheras.
Todos deberán permanecer firmes sobre, el terreno conquistado y
continuar mañana sus asaltos con el mismo denuedo y con la misma
bravura incontenible de hoy, para reducir la última resistencia del enemigo,
con gloria inmarcesible del ejército y de la patria.
Fdo: José F. Estigarribia,
Teniente Coronel y Comandante en Jefe
El día 27 tuvimos que hacer una pausa y reorganizar y reabastecer las
unidades de asalto, y nos ocupamos en rechazar un ataque de nuevas
tropas enemigas del lado del fortín Ramírez.
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El día 28 se reanudaban nuestras embestidas. A las 8:45 nuestros
regimientos Nº2. y Nº 6 lograban, los primeros, romper a punta de bayoneta
la segunda línea de defensa, y al terminar el día alcanzaban el último
atrincheramiento enemigo.
El día 29, a las 5:15, prosiguieron nuestros furiosos asaltos. Pero a las 6
horas, el Tte. Cnel. Marzana, comandante del fortín Boquerón, ante lo
irremediable, pidió parlamentar. Casi a la misma hora las tropas bolivianas
levantaban bandera blanca en toda la línea y se rendían. A las 7:25 horas, el
Tte. Cnel. Marzana era llevado a mi presencia para ofrecer su rendición.
El Tte. Cnel. Marzana es un hombre que impresiona bien. Llegó hasta mí en
actitud militar, visiblemente afectado; me saludó y me expresó que, ante la
furia de mis tropas, a las que ya no era posible contener en sus asaltos,
venía a ofrecer la capitulación de él y de las fuerzas a su mando, a fin de
evitar una matanza estéril. A pesar de su explicable emoción, conservaba
serena la voz. Le contesté que en aquel, momento el fortín Boquerón
estaba ya en nuestro poder; y a un pedido suyo sobre el punto, le respondí
que su vida y la de sus camaradas y soldados quedaban plenamente
garantizadas.
Epilogaba así el primer acto de la tragedia. Aunque al precio de sacrificios
dolorosos, el Paraguay acababa de obtener una victoria
incuestionablemente trascendental. Nuestro ejército, medio desarmado
hasta entonces, recogió en Boquerón elementos de guerra en relativa
abundancia, que le permitirían proseguir la lucha en condiciones más
desahogadas. Pero la importancia de nuestro éxito radicaba sobre todo en
la repercusión moral que estaba él llamado a tener en uno y otro campo,
repercusión que gravitaría decisivamente en el curso ulterior de la campaña.
La toma de Boquerón retempló la fe de nuestros soldados y del Paraguay
entero en la victoria; les llenó de confianza en su comando y en su
gobierno, y dió al ejército una sólida unidad. A partir de Boquerón la guerra
ya no sería considerada en nuestro país como una brega desigual contra un
enemigo poderoso. Anteriormente el Paraguay estaba determinado a
disputar al invasor, con entereza indeclinable, el territorio invadido, palmo a
palmo; pero le alentaba muy poca esperanza de infligir a Bolivia un
escarmiento ejemplar; en otras palabras, le dominaba un sentimiento de
heroica resignación. Con nuestra victoria del 29 de setiembre esta
perspectiva deprimente se borró para siempre del alma paraguaya. Nuestro
56
pueblo se vio repentinamente sacudido por un fuerte soplo de optimismo,
que no le abandonaría en adelante y que le serviría para sobrellevar con
maravillosa firmeza los sacrificios más terribles.
Por otro lado, Boquerón era un triunfo rotundo de la estrategia paraguaya.
No sólo asestaba un recio golpe a la moral del enemigo, destruyendo una
buena parte de su ejército permanente, sino que provocaba el derrumbe
irreparable de un plan de largo alcance, cuidadosamente elaborado y
largamente preparado. Boquerón reveló a Bolivia, como un amargo
despertar, que la guerra del Chaco no iba a ser lo que supuso y deseó el
presidente Salamanca, una conquista fácil y resonante, destinada a
cosechar prestigio a costa de un vecino débil, sino un duelo a muerte que, a
la larga, obligaría a nuestra contendora a renunciar a un sueño utópico.
Aturdida por el sorprendente descalabro, Bolivia ya no se repondría
enteramente de él en el resto de la guerra. Y en el momento mismo del
impacto, no atinó en su estupor a tomar otra medida que destituir al Jefe
del Estado Mayor de su ejército.
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Kilómetro 145: Listos para marchar al frente
Isla Poí, primera base del ejército
CAPITULO IV
EN BUSCA DE AGUA: ARCE - DETENCION FRENTE
A SAAVEDRA
(De setiembre 29 a diciembre 19 de 1932)
Boquerón levantó vigorosamente la moral de nuestros cuadros y tropas,
apresuró su entrenamiento y acrecentó sus elementos materiales de
acción. Pero en cuanto a la prosecución inmediata de la ofensiva, se
presentaba el grave inconveniente de la escasez de medios de transporte
para el abastecimiento general más allá de la región alcanzada. Además,
aquella dura jornada de veinte días de constante batallar, obligaba a tomar
algún descanso. Era forzoso procederá una reorganización general y
preparar las acciones futuras, y para esto último, especialmente, había que
cavar más pozos en Boquerón, donde se podía asegurar un suministro
permanente de agua dulce.
Mientras se atendían activamente estas necesidades, subsistía la duda
sobre la dirección de la marcha de las tropas enemigas encabezadas por los
generales Pando y Lanza, que hasta entonces no se dejaban sentir. Como
por la región de Toledo una acción del enemigo podría ser para nosotros
más peligrosa, ordené que las escasas tropas con que nos habíamos
apoderado de Toledo el mismo día de la toma de Boquerón, trataran de
retomar también nuestro fortín Corrales, para informarnos así de las
intenciones del enemigo en esa región. Y el día 7 de octubre recibí parte de
la caída de Corrales en nuestro poder, casi sin resistencia.
Desde el 12 del mes me habían informado de Asunción que el enemigo
tendría a Nanawa como objetivo principal de próximas operaciones. Esta
noticia, así como la captura fácil de Toledo y Corrales y la completa
pasividad del enemigo en dicha zona, me dieron una seguridad momentánea
por aquel lado, y confirmaban el derrumbamiento del plan enemigo por la
absorción de sus tropas hacia el extremo sur del vasto frente de
despliegue.
El 7 ordené la prosecución de nuestro movimiento ofensivo para el día
siguiente. El 8 nuestras tropas se apoderaron fácilmente del fortín boliviano
Ramírez, cuyos ocupantes fueron dispersados. Con esto nuestra ala derecha
pudo avanzar hasta tomar contacto con la línea de puestos avanzados de la
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nueva posición preparada por el enemigo, que se extendía entre los fortines
Cabo Castillo y Yujra. Luego tomamos contacto con esta posición, en
nuestro centro y en nuestra izquierda, donde el enemigo se defendió en
atrincheramientos sucesivos escalonados en profundidad, el día 8 redujimos
uno de ellos, el de nuestra izquierda, donde capturamos un batallón
boliviano. El día 10 rompimos la segunda línea enemiga hacia Yujra, al propio
tiempo que avanzábamos más nuestra ala derecha. El día 11 nos
apoderamos por asalto del puesto Lara y del fortín Cabo Castillo, y así
quedó rota la nueva línea enemiga en su ala izquierda, por donde
incursionamos hacia atrás y provocamos, el mismo día, el desmoronamiento
de todo el frente. Muchos oficiales bolivianos, entre ellos el Tte. Cnel.
Humberto Cárdenas, cayeron aquí en nuestro poder. Tomamos, además,
piezas de artillería, ametralladoras, fusiles y otros elementos, en crecida
cantidad.
Pero a pesar de que nuestra situación era extraordinariamente favorable, no
podíamos acelerar nuestro movimiento por la falta de medios de transporte
para abastecer a las tropas. En un despacho del día 12 hice notar esta
circunstancia a Asunción. Hecho curioso: el mismo día el ministro de Guerra
me indicó que el gobierno consideraba necesario evitar el aplastamiento de
nuestra guarnición de Nanawa, amenazada por la poderosa ofensiva
enemiga que se anunciaba. Colocábase de esta manera a mi Comando en
una posición peculiar, porque se me ordenaba evitar un hecho al parecer
inminente, que se produciría en una región alejada de nuestra línea, sin que
se me proveyeran los medios de movilidad indispensables para hacer
efectivo el socorro deseado. Muy juiciosamente, sin duda, el gobierno me
prevenía del peligro; pero dejaba a mi cargo toda la responsabilidad de
neutralizarlo, sabiendo que yo no tenía de ningún modo la certidumbre de
acudir a tiempo al lugar amenazado.
Mantúveme tranquilo, sin embargo, pues pensé que la gravitación de la
presencia y de la acción de nuestras tropas en la dirección que habían
tomado sería suficiente freno para que el enemigo no pudiera lanzarse muy
a fondo en la región de Nanawa.
El día 13 reuní a los Comandos divisionarios [D1, Mayor Fernández; D.2
Teniente Coronel Núñez; D4, Teniente Coronel Nicolás Delgado; Cuerpo
ArtiIlería, Mayor Camilo Recalde] en mi P.C. del fortín Cabo Castillo, con el
objeto de enterarles de la situación general, explicarles mis intenciones y
ordenar la prosecución del movimiento en la única forma en que sería
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factible en aquel momento, esto es, mediante la acción de nuestras
vanguardias, hasta tanto que el grueso de las tropas se pudieran mover,
después de recibir los medios de transporte indispensables para
abastecerse. Posibilitaba este procedimiento el dispositivo adoptado por el
enemigo, que consistía en un escalonamiento en posiciones sucesivas sobre
el camino de repliegue, a varios kilómetros de distancia una posición de
otra. Cada posición estaba defendida por tropas del valor de uno o dos
regimientos. Debía precaverme también del lado del fortín Fernández, que
dejábamos a nuestro flanco y por donde yo sabía que transitaban fuerzas
bolivianas de importancia. Por consiguiente, yo debía acompañar el avance
de nuestras vanguardias con numerosas patrullas de flancoguardia hacia el
oeste.
El día 18 recibí la noticia de la llegada de los primeros 14 camiones de una
partida de 50 que yo había solicitado. El 19, un parte de Toledo [Teniente
Coronel García de Zúñiga] -me informó que una patrulla de escuchas
telefónicos de Corrales comprobó que los fortines enemigos de la región
tenían como dotación fuerzas muy escasas. El mismo día, y previa una
nueva reunión de los Comandos divisionarios en mi P.C., dicté la orden de
movimiento de todas nuestras tropas hacia Arce, para el día siguiente, 20
del mes. ,
A la hora H del 20 se inició el movimiento general, que arrolló, unas tras
otras, las posiciones escalonadas del enemigo, defendidas por los
regimientos 16, 20, 36 y 45. Estos buscaron desordenadamente refugio en
Arce.
El día 22 nos aproximamos a las posiciones principales de Arce. En su
avance, nuestras tropas recogían prisioneros, piezas de artillería,
ametralladoras, fusiles, etc., abandonados por el enemigo.
El día 23, a las 13:30 horas, nos apoderamos de Arce, que estaba ardiendo.
Encontramos aquí seis piezas de artillería, un centenar de ametralladoras y
un millar de fusiles totalmente quemados. Eran presa de las llamas enormes
depósitos de víveres, vestuario y equipos.
Con la toma de Arce se realizaba el primer salto estratégico previsto en mi
plan inicial. Correspondía, por lo tanto, consolidar la situación general para
adoptar nuevas resoluciones. Con este objeto lancé nuestras antenas para
retomar Falcón y capturar los fortines enemigos Alihuatá y Fernández.
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Organicé asimismo una rápida incursión a Platanillos, con la doble intención
de asegurarnos por ese lado contra posibles incursiones del enemigo, según
expresé en el capítulo anterior, y hacer caer en nuestro poder la serie de
fortines bolivianos situados al norte de Platanillos, o sea Jayucubás, Loa,
Bolívar y Camacho, en la suposición errónea de que, más allá de Camacho,
ya no había comunicación hacia el norte. Así también dejaríamos en la duda
al enemigo acerca de la verdadera dirección del avance de nuestra columna
principal.
Pero nuestra línea de abastecimientos se había prolongado en 27
kilómetros más, de modo que nuestros medios de transporte seguían
siendo insuficientes, a pesar de la captura de Arce, importante fuente de
agua y uno de nuestros objetivos. Estábamos siempre materialmente
imposibilitados para emprender una acción rápida, como aconsejaban las
circunstancias. Por eso hubimos de dar a nuestros movimientos más o
menos alejados el carácter de incursiones, de muy limitada duración. Este
fue el carácter, impuesto por las condiciones del momento, del golpe sobre
Platanillos.
El día 25 a las 18 horas hicimos nuestra entrada a FaIcón, que estaba
completamente quemado y había sido abandonado por el enemigo. El día
26 a las 13 horas nos apoderamos de Alihuatá, donde recogimos buena
cantidad de ametralladoras, fusiles, municiones y víveres.
Estas acciones fueron ejecutadas con energía y celeridad pasmosas. El
enemigo no salía de su aturdimiento. Los soldados bolivianos, en su
desesperación, se desparramaban sin rumbo ni concierto por los montes,
donde se extraviaban y perecían de sed por centenares, no obstante el
esfuerzo inaudito que desplegábamos para hacerles llegar algún socorro,
mediante verdaderas expediciones que despachábamos por senderos
abiertos en todas direcciones, con agua llevada a hombro.
Desde el día 27 establecimos enlace con las tropas amigas de Nanawa.
Pocos días después de la retoma de Boquerón por nuestras tropas,
prodújose la separación del General Quintanilla del Comando del Primer
Cuerpo de Ejército boliviano. Le reemplazó provisoriamente el Coronel Peña,
a quien sucedió el General Guillén a raíz de la caída de Arce.
61
El día 30 nos apoderamos del fortín Fernández, y como no llegaba el pedido
de refuerzo de medios de transporte, recurrimos a la medida extrema de
suspender momentáneamente los transportes de retaguardia, para reunir
en Arce el número suficiente de camiones que nos permitieran llevar agua a
los atacantes de Platanillos.
Nuestra Primera División de infantería, unidad destinada a realizar esta
misión, se reunió en Fernández con extraordinaria rapidez, y el 5 de
noviembre a las 4 de la mañana marchó sobre Platanillos. Aquel mismo día
cubrió una etapa de 37 kilómetros. Al día siguiente, a las 9 horas, cayó
sobre el fortín enemigo y para medio día se apoderó de él. El regimiento
boliviano Colorados, que defendía Platanillos, se dispersó, dejando en
nuestro poder una documentación copiosa, en la que figuraban unas
instrucciones del General Kundt, dictadas cuando era Jefe del Estado Mayor
General del ejército boliviano, para el caso de una guerra de Bolivia contra el
Perú, el Brasil o la Argentina.
El regimiento de caballería a pie [R.C.1, Mayor Medardo Castagnino] que
accionaba del lado de Corrales en cooperación con nuestra Primera División,
se apoderó en aquellos mismos días de los fortines Bolívar, Loa y
Jayucubás, y se puso en enlace con Platanillos. Pero por entonces caíamos
en la cuenta de que Camacho tenía comunicaciones por el norte, hacia
Carandayty, y esto traía un cambio fundamental, en cierto modo, en el
panorama de la situación. En la hipótesis de que no había ningún camino
más allá de Camacho, mi primera intención consistió en obtener seguridad
por aquella parte, para luego, libre de toda preocupación hacia nuestro
flanco derecho, impulsar nuestra acción sobre Saavedra. Pero ahora que
dicha hipótesis resultaba errónea, se nos revelaba la posibilidad de que el
enemigo apareciera por nuestra retaguardia, y aun, pasando por Toledo,
que llegara hasta Campo Esperanza. Si yo hubiese sabido esto con
anterioridad, es decir, que el enemigo podría llegar a Camacho por la
dirección opuesta, sin pasar por Platanillos, Loa, Bolívar y Jayucubás,
ciertamente que no habría sometido a nuestras tropas al esfuerzo agotador
de obligarlas a recorrer previamente dichas regiones, sino hubiese
concentrado todas nuestras disponibilidades hacia Saavedra, con mayor
probabilidad de tomar esta posición.
El, día 9 ordené a nuestra Primera División que regresara a Arce, dejando la
vigilancia de aquella extensa zona a cargo del Regimiento Nº 1 de caballería.
Adopté esta medida por la imposibilidad de abastecer mayor número de
62
tropas en dicha región y ante el hecho de que la fuerza principal del
enemigo estaba en Saavedra, contra la cual debíamos defender eficazmente
nuestra importante aguada de Arce; e incluso, de ser posible, teníamos que
tratar de destruir a ese enemigo de Saavedra. A pesar de la angustia de
nuestros medios de acción en aquellos días, nuestra Segunda División de
infantería estableció contacto con las avanzadas de Saavedra a unos diez
kilómetros de este fortín, y nuestra Cuarta División recibió orden de
aproximarse a la Segunda desde el 8 de noviembre. Estas marchas y los
transportes para atender el abastecimiento de las tropas, se realizaban en
forma penosísima, a causa de nuestra escasez de elementos y de las lluvias
que llenaban de fango los caminos. Huelga decir que entre mis pedidos más
urgentes al Comando en Jefe de Asunción figuraban siempre camiones.
También pedí el envío sin demora del Regimiento de caballería San Martín,
que se organizaba en la capital, para ser trasladado a Toledo.
El día 10 el enemigo de Saavedra desencadenó un furioso ataque con nueve
regimientos de infantería y uno de artillería, sobre nuestra Segunda División,
compuesta de dos regimientos de escaso efectivo. Después de cuatro
horas de encarnizada lucha, varias veces cuerpo a cuerpo, las olas sucesivas
de las tropas bolivianas fueron completamente barridas. Nuestras tropas se
mantuvieron en posesión de terreno sin retroceder un paso. El enemigo
dejó en el campo de acción 500 muertos y en nuestro poder 600
prisioneros. Recogimos 31 ametralladoras y un millar de fusiles, amén de
sinnúmero de elementos diversos. En la orden de operaciones del enemigo,
que también cayó en nuestro poder, estaba todo prescripto, hasta la
retoma de Arce. El engaño respecto a la dirección de nuestro esfuerzo
principal se había producido. Pero por la pobreza de nuestros medios de
transporte no pudimos aprovechar esta magnífica oportunidad para
emprender una acción a fondo, que probablemente nos hubiera dado la
posesión de Saavedra y de los otros fortines hacia Nanawa y más al sur.
Nuestra persecución, después del rechazo del enemigo, fue corta, a lo más
de dos o tres kilómetros. Nuestra Cuarta División, que se encontraba a
algunos kilómetros detrás de la Segunda, ni siquiera pudo adelantarse con la
premura necesaria hasta la línea de combate.
Habíamos vuelto a perder una coyuntura muy favorable, pero no se podía
pedir más de nuestras tropas. La falta de medios de transporte las había
sometido a penurias abrumadoras. Después de marchas incesantes a pie,
después de combatir sin descanso, de maniobrar por bosques espinosos en
medio de privaciones terribles, bajo la lluvia, bajo el sol, acosados por ese
63
polvillo del Chaco que todo lo permea, los efectivos de nuestras unidades
mermaron considerablemente; a lo que se sumó, desde mediados -de aquel
mes de noviembre, una epidemia de gripe y disentería, que afectó el 50 por
ciento de la oficialidad y de la tropa. De suerte que era explicable la
disminución de nuestro empuje. Comprendí al mismo tiempo -por el número
de regimientos que el enemigo empleó en la última acción y por noticias
recibidas de diversas fuentes, según las cuales llegaban a Saavedra más y
más unidades bolivianas que teníamos frente a nosotros efectivos muy
acrecentados. Con todo, sobre aquellos caminos que eran en realidad
pantanos intransitables, cubiertos de lodo espeso, hacíamos llegar
reemplazos a nuestras unidades y las abastecíamos de sus menesteres más
apremiantes.
El día 26 llegó frente a Saavedra nuestra Primera División de infantería y el
día 30 ordené una maniobra sobre dicho fortín, en combinación con
Nanawa. Me proponía desbordar por el oeste la posición enemiga con toda
una división. Previa una preparación minuciosa, la Primera División,
encargada de la maniobra, realizó la primera parte de la misma durante la
noche, que era de luna clarísima, para escapar a la observación aérea del
enemigo. Pero la patrulla de oficial que trabajó len los reconocimientos
preliminares y que guiaba a la división en su movimiento, se desorientó, y
después de andar toda la noche, cayó, al aclarar, juntamente con la
vanguardia que marchaba a poca distancia del grueso sobre la extrema ala
izquierda enemiga, en vez de salir mucho más atrás. Se produjo, sin duda,
una gran alarma entre los bolivianos; pero fue fácil para ellos concurrir con
sus tropas de reserva, ya que los paraguayos en realidad aparecían sobre
una simple prolongación de la línea. La división paraguaya, en vez de
sorprender, fue sorprendida, y se empeñó en malas condiciones, en campo
abierto, sufriendo fuertes pérdidas. Ganamos terreno en varios sectores,
pero fuimos detenidos después en todas partes. Este fracaso, con el que
perdimos un tiempo precioso, elemento de excepcional valor para nosotros,
tendría una larga repercusión.
En la acción general habíamos consumido nuestro stock de municiones; y
no lo podíamos reponer por las lluvias continuadas, que paralizaban casi en
absoluto el transporte. Los bolivianos, en cambio, transportaban tropas y
material en sus grandes trimotores. El 4 de diciembre, el Comando de
Nanawa [Teniente Coronel Luis Irrazábal] me dió parte de que no tenía
municiones sino para un día. Como respuesta a mis pedidos de más tropas a
Asunción, se me ofrecían hombres sin armas. El único avión de que
64
Croquis 3
Batalla de Pampa Grande
Setiembre de 1933
disponíamos por entonces fue derribado por el enemigo [Piloto Trifón
Benítez y Capitán R.Avalos Sánchez].
El día 10 ordené la rectificación de la línea y el descanso de las tropas que
operaban frente a Saavedra.
El día 12 numerosas tropas enemigas aparecieron sobre Platanillos; y al día
siguiente nos vimos obligados a abandonar el fortín. El día 14 abandonamos
también el fortín Loa, bajo la presión de crecidas fuerzas bolivianas
procedentes de Camacho. Las noticias que me enviaba el ministerio de
Guerra hacían saber que en Camacho los bolivianos reunían varios miles de
hombres para operar por ese lado; que en Ballivián estaban concentrados
otros regimientos y que grandes contingentes bolivianos de tropas frescas
se dirigían al Chaco. Así, pues, en pocos días, la situación experimentaba
una transformación completa. Otras informaciones demostraban que el
enemigo se disponía a desencadenar alguna acción importante y que ya
estaba adelantado en sus preparativos. Nos era indispensable, por
consiguiente, adoptar con urgencia medidas adecuadas para esperar en
buenas condiciones los próximos acontecimientos, máxime cuando entre
nosotros la serie de éxitos sucesivos y la esperanza en una paz próxima,
basada en gestiones iniciadas por los países limítrofes, habían adormilado
bastante los ánimos.
El día 19 de diciembre no teníamos en todo el sector sino 88 camiones en
movimiento, y 71 más inmovilizados por falta de piezas de repuesto. Las
lluvias, entre tanto, continuaban día tras día. En el aire estábamos ciegos;
no contábamos con un solo avión. Pero nuestro pueblo no descansaba un
momento y se entregaba a un titánico esfuerzo de improvisación. Se
intensificó la movilización. Se organizaron nuevos regimientos y divisiones
que, armados con fusiles de todas clases, llegaban al Chaco sin cesar. Se
suplió la falta de oficiales con estudiantes universitarios de todas las
facultades y con clases experimentados. Se organizó el Segundo Cuerpo de
Ejército en Toledo [Teniente Coronel Juan B. Ayala], a raíz de lo cual se me
designó Comandante de los dos cuerpos, Primero y Segundo.
Naturalmente, la organización de estas nuevas unidades creaba también
necesidades nuevas; no sólo sus cuadros eran incompletos, sino carecían en
absoluto de armas automáticas. Las tropas estaban prácticamente sin
instrucción, y esto hacía que el valor combativo de nuestras fuerzas de
reciente formación fuese muy mediocre. Nos faltaban, además, infinidad de
65
elementos materiales: radios, teléfonos, herramientas de todo género. Pero
nuestra voluntad de salvar a la patria iba a operar milagros y a la larga
saldríamos con bien de esta prueba mortal.
66
SEGUNDA PARTE
LA DEFENSIVA
CAPITULO V
EL GENERAL KUNDT - PRIMERA BATALLA DE NANAWA
(De diciembre 19 de 1932 a febrero 26 de 1933)
Por aquella misma época (principios de diciembre de 1932) llegaba a La Paz
el General Hans Kundt, contratado por el gobierno boliviano a raíz de los
primeros reveses de la guerra. Precedía al General Kundt, alemán de
nacimiento, un gran renombre profesional, y se le recibió en Bolivia en
medio de una verdadera apoteosis. Se organizaron en las calles de la capital
boliviana regocijadas manifestaciones públicas, celebrando su llegada. La
sola presencia del ilustre viajero, antiguo organizador y Jefe de Estado
Mayor General del ejército de Bolivia, bastó para borrar del espíritu público
de este país la depresión provocada por los duros contrastes de los meses
anteriores. Toda Bolivia se ofreció para ir a la guerra; y a la vuelta de pocos
días, cuando Kundt fue designado General en Jefe del ejército en campaña,
las tropas del Chaco se sintieron revivir. Una poderosa corriente de
optimismo pareció electrizar en el altiplano a la nación entera. 19
La personalidad del caudillo alemán no me era desconocida. Aproveché mi
estada en Europa para estudiarla detenidamente al través de su actuación
en la Guerra Mundial y de las calificaciones que mereció de sus superiores
inmediatos. Estas últimas presentaban al vigoroso conductor como a un
hombre extraordinariamente autoritario, absorbente y tenaz, hasta la
testarudez, amigo de hacer personalmente uso del teléfono, lleno de
inflexible energía y de asombrosa actividad. Como Bismarck, su
compatriota, el General Kundt gustaba comer y beber con pantagruélica
9
En un mensaje al Congreso boliviano del 6 de agosto de 1933, el Presidente Salamanca
declaró que el General Kundt había sido llamado para dirigir la campaña porque Bolivia
entendía que "el comando nacional había fallado en el Chaco"; los jefes bolivianos, según el
Presidente Salamanca, se encontraban en un estado de " semiciencia”. De donde se sigue
que el General Kundt encarnaba la “ciencia” ; tanta era la admiración que se tenía por él.
67
exuberancia. Donde él intervenía, quedaba poco margen de iniciativa para
sus subordinados, y daba así la impresión de llevar su confianza en sí mismo
hasta el exceso.10
Era un devoto ferviente de la ofensiva a toda costa como instrumento de la
victoria, según sus jefes de la Guerra Mundial, y su procedimiento favorito
consistía en atacar siempre y en todas partes en rígidas formaciones. En el
ejercicio de su cargo como General en Jefe del ejército boliviano, el General
Kundt confirmaría plenamente las apreciaciones que anteceden.
Pertenecía el General Kundt a esa categoría de hombres que proceden con
fe ciega en sus determinaciones y en sus actos. Y como organizador del
ejército de Bolivia y maestro indiscutido de su cuadro de jefes y oficiales
(los que sentían por él un respeto rayano en veneración), al colocarse a la
cabeza de una institución modelada estrictamente de acuerdo con sus
enseñanzas, iba a esgrimir algo que, a su juicio, era el mejor instrumento
forjado para el logro de sus fines, y ocuparía la posición más envidiable a
que puede aspirar un Comandante en Jefe.
La organización militar de Bolivia fue obra exclusiva del General Kundt. Ella
no se limitaba a la esfera material, sino también trascendía al campo
espiritual. A fuerza de ensalzar las virtudes guerreras del pueblo boliviano,
el General Kundt inculcó en éste la creencia de que su capacidad militar no
reconocía limites. La clase dirigente de Bolivia, tanto civil como militar,
llegó, con las prédicas del General Kundt, a convencerse de que el
aplastamiento militar del Paraguay sólo significaría una jornada de
adiestramiento para las tropas bolivianas, las cuales en rigor, estaban
llamadas a desempeñar un papel más airoso que triturar a un pequeño país:
con el tiempo habrían de escarmentar también a las mayores potencias
militares de Sud América. Semejante estado de ánimo se reflejaba en
innumerables documentos. Los estadistas bolivianos hacían galas de él, y
hablaban sin ambages de la necesidad de someter al pueblo boliviano, como
medio de redención, "a la prueba de fuego de la guerra", según las palabras
10
El Coronel David Tara, uno de los jefes bolivianos que más se distinguieron en la Guerra
del Chaco, escribió al General Kundt el 30 de mayo de 1935 una carta en que, entre otras
cosas, le decía: “En muy raras ocasiones Ud. se prestó a escuchar las meditados y
patrióticos consejos de sus subalternos.." "Pudo más ... su vanidad personal que una
asequible y obligada aproximación al pensamiento de sus colaboradores". El Coronel Toro
expresaba que el General Kundt estaba dominado por “una enfermiza convicción de
infalibilidad que debía llevarlo, fatalmente, al desastre."
68
del Presidente Salamanca, quien no cesaba de estimular este espíritu
agresivo. Al Presidente Salamanca cupo la oportunidad de llevar tales ideas
al terreno de los hechos, de convertirse en el vehículo activo de las
doctrinas difundidas por el General Kundt. Curiosa fatalidad: la guerra
deseada por uno y otro fue terriblemente funesta para ambos.
Volvamos a las operaciones militares. Ante la situación de conjunto cuyos
aspectos generales esbocé en el capítulo anterior, y siendo por el momento
poco menos que imposible persistir en la ofensiva, aparte de que el plan
inicial del Comando paraguayo se había cumplido totalmente, con exactitud
matemática, dicté el 23 de diciembre de 1932 la orden de pasar
momentáneamente a la defensiva. Aquel mismo día partí para Villa Militar,
localidad designada para asiento del Gran Cuartel General, con el objeto de
organizar mi nuevo Comando y atender el establecimiento, organización y
equipo de los frentes defensivos. Constituí tres grupos defensivos
principales: Toledo, Francia (antiguo fortín Arce de los bolivianos) y
Nanawa. Con toda rapidez se construyeron obras defensivas en Corrales,
Herrera (antiguo fortín Fernández de los bolivianos), Zenteno (Antiguo
Alihuatá), Kilómetro Siete de Saavedra (que los bolivianos denominarían
Campo Jordán) y frente a Samaklay, como puntos defensivos adelantados y
de cubertura de los núcleos principales.
Mediante esfuerzos inauditos realizábamos nuestro transporte en plena
estación lluviosa, instruíamos a las tropas y abríamos trincheras en todas
partes. En los frentes y en la retaguardia, desde el primer jefe hasta el
último soldado, todos vibraban al unísono con la inquebrantable voluntad de
detener y destruir al enemigo.
La presión general del enemigo no se dejó esperar. El día 24 se combatió
encarnizadamente toda la mañana en Corrales. El día 27 los bolivianos
presionaron sobre Herrera y atacaron Nanawa y Saavedra sin mayores
resultados. El 28 continuaron los ataques en el sector de Nanawa, donde
perdimos el puesto adelantado General Duarte. Ese mismo día rechazamos
en Saavedra dos fuertes ataques, que dejaron en nuestro poder un crecido
número de armas.
Informaciones de todas las fuentes nos hacían saber de importantes
reuniones de tropas en Camacho, Platanillos, Saavedra y Nanawa. Pero ante
la extremada angustia de nuestros medios de transporte (el mal crónico del
ejército paraguayo en el curso de toda la guerra) y las lluvias continuadas,
69
tuve que autorizar a los comandantes de cuerpos de ejército la reducción al
mínimo de la guarnición de los puestos adelantados. Las tropas en general
no podían recibir más de la mitad de la ración. En Nanawa, en cuya región
los caminos estaban totalmente intransitables, desde el 12 de diciembre ya
no se recibía sino carne. El problema del encuadramiento del Segundo
Cuerpo subsistía en gran parte. Para subsanar esta deficiencia, pedí a
Asunción la venida de oficiales de marina, que ardían en el patriótico deseo
de concurrir al frente de operaciones; y vinieron llenos de entusiasmo y se
adaptaron rápidamente al nuevo ambiente de combate que se les ofrecía.
A consecuencia de la orden de disminuir los efectivos de los puestos
adelantados, quedaron en Corrales unos 300 hombres [ Capitán Hipólito
Radice]. El 1º de enero de 1933, dicho fortín fue atacado por varios
regimientos bolivianos. Tras una defensa heroica de todo el día, los
nuestros lo abandonaron, a las 18 horas. Los bravos defensores de
Corrales, cuando recibieron orden de replegarse, ya estaban completamente
rodeados, y se abrieron paso a punta de bayoneta hasta sus bases,
salvando todos sus elementos.
Era evidente que las copiosas lluvias últimas habían dificultado mucho los
movimientos del enemigo, que en rigor no realizó ninguna operación de
importancia desde que los paraguayos pasamos a la defensiva -hacía ya
bastante tiempo- y a pesar de la mayor facilidad que tenían en sus
abastecimientos, como veremos más adelante.
Por fin, el 7 de enero, los bolivianos presionaron con tropas de
consideración sobre las avanzadas paraguayas de Herrera, obligándolas a
replegarse algo más atrás.
Al día siguiente, 8, atacaron con efectivos numerosos nuestro puesto
Mariscal López y se apoderaron de él después que sus defensores agotaron
sus municiones; estos últimos, sin embargo, se replegaron ordenadamente
sobre Nanawa. Los defensores de Mariscal López estaban armados con
fusiles de calibre 7, diferentes del resto del armamento de nuestro ejército,
y sólo contaban con muy escasa cantidad de municiones, de las que no se
les podía proveer.
Di en seguida la orden de retomar este puesto, pero la hube de suspender
al otro día, en vista del movimiento de varias unidades bolivianas del lado
70
de Samaklay. Empezaban a llegar noticias de un próximo ataque a Nanawa
con fuertes efectivos, corroboradas ahora por aquel movimiento.
Informado así, especialmente por declaraciones de prisioneros, de la
preparación de este ataque, desde el 11 de enero ordené el envío de
algunos regimientos de refuerzo a la guarnición de Nanawa, y además hice
transportar los reemplazos necesarios para las unidades existentes. Otros
prisioneros, tomados en el sector de Corrales, declaraban que aquí quedaba
poca tropa: la mayor parte se había dirigido hacia el sur.
Desde el 10 de enero teníamos reunida en Toledo una masa de 5.000
hombres, pero estábamos imposibilitados de moverla por falta de medios
de transporte: ejemplo típico de cómo el Comando paraguayo se veía
inhibido de sacar provecho de las situaciones favorables que se le
presentaban. Si entonces hubiésemos dispuesto de los camiones
necesarios, podríamos haber empleado esa masa en operaciones llamadas a
darnos un éxito incalculable. Las tropas enemigas de esa región eran
insuficientes para detenernos, ya que todos los esfuerzos del enemigo, como acabo de anotar- se concentraban hacia el sur, para el ataque. a
Nanawa. Pero desgraciadamente se malogró a sabiendas tan preciosa
oportunidad, como se malograrían otras, siempre por la precariedad de
nuestros elementos de movilidad.
Los primeros ataques del enemigo a nuestros puestos avanzados de
Nanawa empezaron efectivamente el 15 de enero. Para el 19 del mismo
mes, esos puestos tuvieron que replegarse sobre nuestras posiciones
principales. El día 20 el enemigo se lanzó a un asalto general, presionando
especialmente por el norte y por el sur, con intención de envolvernos. El
General Kundt se había enfundado su guantelete de acero y se disponía a
descargar sobre nosotros sus presuntos golpes trituradores.
Los asaltantes, en número de 5.000, contra 2.500 de la defensa
paraguaya, llevaron sus ímpetus hasta alcanzar los parapetos paraguayos,
pero aquí fueron aniquilados en terrible lucha a la bayoneta.
Aquel día 20 se frustraron todos los asaltos bolivianos.
La lucha continuó encarnizadamente el día 21, y esta vez logró el enemigo,
hacia el anochecer, interceptar el camino de Nanawa a Gondra. La misma
noche recibí una sorpresa desagradable: el comandante de Nanawa
71
[Teniente Coronel IrrazábaI] me comunicó que no le quedaban más
municiones que las indispensables para un día de combate. El convoy
despachado días antes conduciendo municiones a Nanawa, no había llegado
a tiempo; y he aquí que nuestras tropas se encontrarían privadas de los
medios de defenderse frente a un enemigo en furiosa acometida. Con la
intercepción por el enemigo del camino, al norte de Nanawa, resultaba
imposible el abastecimiento por el lado de FaIcón. Nuestro único recurso
sería la aviación, pero en aquellos días sólo teníamos tres o cuatro aparatos
que estaban en reparación en la capital. Había que hacer, sin embargo,
cualquier sacrificio para conjurar la crisis, y así, ordené que dichos aparatos
viniesen en las condiciones en que se encontraban, a fin de acarrear las
municiones de socorro desde Concepción. Para peor, en Nanawa no había
campo de aterrizaje preparado, y el comandante de la plaza pidió que las
cajas de municiones fuesen arrojadas desde el aire. Pero teníamos la
experiencia de que de cada cajón arrojado desde mil metros de altura, no
podía utilizarse más del veinte por ciento de los proyectiles. Ordené en
consecuencia que se preparase rápidamente una pista, en un campo
distante algunos kilómetros de Nanawa. Afortunadamente amainaron los
ataques del enemigo, lo que permitió alguna economía de municiones a
nuestras tropas. El 23, día de encarnizada lucha, poco más o menos a
medio día, el campo de aterrizaje de emergencia quedó listo, y tres aviones
procedentes de Concepción y uno de Villa Militar, aterrizaron en el lugar
cargados de proyectiles. De este modo se salvó la peligrosa emergencia.
Cuando se distribuyó la primera partida, nuestros combatientes ya no
tenían más de cinco cartuchos por hombre.
En esos mismos días 21 y 22, los bolivianos atacaron también Herrera,
furiosamente, con 1.500 hombres, contra 1.000 de la defensa paraguaya
[R.I.1. Mayor Paulino Antola] siendo todos los ataques rechazados. Los
bolivianos sufrieron enormes pérdidas.
En Nanawa, con el debilitamiento de nuestros fuegos por la anotada falta
de municiones, el enemigo llegó a forzar en cierta medida nuestra extrema
derecha, practicando una entrante peligrosa en aquella parte; pero la
oportuna intervención de un destacamento lanzado desde Falcón lo detuvo
a tiempo. En esa oportunidad, el comandante de Nanawa, un poco inquieto,
me pidió autorización para evacuar el fortín, con el objeto de situarse a
algunos kilómetros más atrás, dada la amenaza del avance enemigo por el
norte y algo también por el sur. Me opuse a esta sugestión porque percibí
que el ímpetu de los ataques llegaba a su fin, después de cuatro días de
72
Croquis 4
Batalla de Zenteno
Octubre a Diciembre de 1933
combates muy sangrientos, y a la vez porque tuve presente una razón
psicológica de peso. El general Kundt, antes de iniciar la batalla, había
prometido solemnemente a sus tropas y a toda Bolivia la captura inmediata
de Nanawa. Era el primer éxito espectacular a que aspiraba, para consolidar
su prestigio mesiánico ante el gobierno de La Paz y el pueblo boliviano, que
lo habían recibido como a un salvador. Con la caída de Nanawa la moral
enemiga se hubiera remontado muy alto: el salvador empezaría a realizar
sus milagros y el entusiasmo renaciente adquiriría mucho incremento. Del
lado paraguayo, cuya opinión pública se sintió grandemente alarmada con el
incidente de las municiones, era de temer el fenómeno contrario, y había
que ahorrar a nuestro pueblo todo motivo de depresión. Por eso, y no
obstante la escasísima importancia material del lugar, persistí en su
ocupación y defensa.
Ante la imposibilidad de quebrantar la resistencia paraguaya con sus
ataques frontales, el enemigo inició en la mañana del 23 una maniobra de
desbordamiento por el norte, y después de medio día también por el sur,
poniendo en serio apuro a nuestra defensa en ambas alas.
El 24 se produjo un hecho digno de especial mención. En la parte sur de
Nanawa el enemigo debía atravesar un espacio descubierto para llegar a las
posiciones paraguayas, que estaban en la orilla de una lengua de bosque. La
noche antes los paraguayos prepararon una posición simulada en campo
abierto, a unos cien metros delante de la verdadera, que ocuparon en toda
su extensión unos pocos soldados apostados detrás de unos matorrales,
con la misión de abrir nutridas descargas en cuanto empezara el avance
enemigo. Al aclarar aquel día 24, sin ningún reconocimiento preliminar, ni
siquiera con el fuego, los bolivianos se lanzaron al asalto, y cuando ya
llegaban sobre la posición simulada, en uno de esos momentos de
desorganización que son inevitables en tales casos, y tras breve tiroteo, un
regimiento de caballería paraguaya a pie [Capitán Luis Lasclotas] se arrojó a
su vez al asalto machete en mano. Después de un corto entrevero, el
regimiento boliviano Nº 41, al mando del Mayor Pantoja, cayó aniquilado a
machetazos. Esta unidad boliviana había llegado la antevíspera para ser
arrojada a la hoguera sin ninguna orientación previa. Los soldados que
formaban parte de ella vestían flamantes uniformes con botones del
ejército de los Estados Unidos. Desde aquel día también los paraguayos
pudieron lucir el uniforme americano, y muy oportunamente, por cierto,
pues nuestros soldados andaban por entonces con un vestuario lastimoso.
73
El efecto de aquella masacre fue la paralización completa de los ataques
enemigos. Perdida esta batalla en que cifraba tantas esperanzas, el General
Kundt se consoló con un parte que envió aquel día a La Paz, afirmando que
Nanawa estaba cercada. Y por varios meses el pueblo boliviano creyó en
este cerco teórico del irreductible bastión paraguayo.
Amaneció Nanawa en calma el día 25. Los paraguayos, después de cinco
días de lucha contra un enemigo tenaz y muy superior en número, tenían
derecho a sentirse fatigados. El comando local no disponía ya de reservas:
los contraataques inmediatos, por lo tanto, no eran posibles.
En Herrera continuaba asimismo el holocausto de Ias tropas bolivianas en
sus vanos ataques frontales.
En los días subsiguientes la retaguardia paraguaya realizó un esfuerzo
extraordinario, y gracias a él pudimos reunir 7.000 hombres en Francia,
5.000 en Toledo, e igual número en Nanawa, con los cuales, aunque mal
encuadrados y peor armados, estábamos en condiciones de resistir a todas
las embestidas del General Kundt. Y si hubiésemos dispuesto de mayor
cantidad de medios de transporte, seguramente que accionaríamos desde
entonces en forma mucho más rápida y decisiva.
El día 27 destruímos el ala norte del envolvimiento enemigo en Nanawa, y
así alejamos momentáneamente el peligro por ese lado.
El 28, en Herrera, donde el enemigo también esbozó un envolvimiento,
rechazamos las dos alas del mismo.
Durante los días 29, 30 y 31 de enero, los bolivianos volvieron a atacar
frontalmente a Nanawa, con sus tropas dispuestas en olas sucesivas.
Mediante enormes sacrificios de vidas, el último día consiguieron adelantar
algo en el ala norte, donde emplazaron artillería e hicieron tiros de
interdicción sobre nuestro camino Nanawa-Orihuela.
A despecho de todas las dificultades, el 29 realizamos un ataque
demostrativo sobre Corrales, con tropas destacadas de Toledo, que desde
hacía bastante tiempo estaban imposibilitadas para todo movimiento. Esto
bastó para detener la actividad de los bolivianos hacia Herrera y aún
obligarles a replegarse. Aquél era a todas luces el punto sensible del frente
enemigo, pero no pudimos hacer más. A pesar de las buenas perspectivas
74
que ofrecían estos ataques, nuestros elementos no nos permitían insistir en
ellos; y para peor, en uno de los batallones armados con los llamados fusiles
"mataparaguayos", se produjeron explosiones de las recámaras de dichos
fusiles, que mutilaron a algunos soldados.
Con las nuevas tropas que enviamos a Nanawa, organizamos el Tercer
Cuerpo de Ejército [Teniente Coronel Luis IrrazábaI], sobre Ia base de las
divisiones Cuarta [Teniente Coronel Arturo Bray],y Quinta [Teniente
Coronel Francisco Brizuela], reunidas en dicho frente de operaciones.
En los primeros días de febrero continuaba la constante afluencia de
movilizados a nuestras filas. Se concentraron 8.200 hombres en Francia y
5.700 en Toledo, pero desgraciadamente los recién llegados venían en gran
parte sin armas.
Quebrantada la nueva etapa de la ofensiva enemiga, y ante la imposibilidad
momentánea de emprender todo movimiento ofensivo por nuestra parte,
procedimos a la reorganización general de nuestras unidades y a realizar
algunos contraataques locales encaminados a mejorar nuestra línea de
defensa, así como también a efectuar rectificaciones en los diversos
frentes, para estar más en armonía con la realidad de nuestra situación. Por
ejemplo, el 8 de febrero autoricé al Comando del Segundo Cuerpo [Teniente
Coronel Ayala] a retirar sus tropas de Corrales hasta Toledo, entre otras
razones por la falta de medios de transporte para abastecer de agua a
dichas tropas; el agua se transportaba desde muy lejos.
En los días siguientes del mes de febrero se sucedieron acciones locales y
golpes de mano por parte de paraguayos y bolivianos en todos los frentes,
con la única particularidad de una insistente observación de la aviación
boliviana en la región oeste de Zenteno (Alihuatá), observación que no
podíamos estorbar por la carencia absoluta de aviones,
Impotentes para observar a nuestra vez desde el aire, hacíamos patrullajes
a pie hacia la región observada por el enemigo; pero estos patrullajes,
lentos y penosos, que se emprendían en la tupida maraña del bosque, por
senderos que abrían las mismas patrullas, no dieron ningún resultado. En
verdad, trabajábamos en condiciones bien desiguales: los bolivianos por el
aire y los paraguayos a pie.
75
CAPITULO VI
TOLEDO - NUESTRA RETIRADA DE FRENTE
A SAAVEDRA
(De febrero 26 a julio 2 de 1933)
El 26 de febrero, los bolivianos, que venían siguiendo nuestros repliegues
de Corrales, irrumpieron en un formidable ataque sobre Toledo. Rechazamos
cuatro furiosas embestidas, y causamos al enemigo grandes bajas. Los
asaltos a Toledo coincidieron con otros llevados a Nanawa, sobre nuestras
alas extremas, ataques que también rechazamos en toda la línea.
El 27, al aclarar, el enemigo reinició sus asaltos sobre Toledo, y esta vez se
insinuó más hacia nuestra izquierda, por desbordamiento; pero dichos
asaltos fueron anulados por nuestros contraataques.
Los ataques bolivianos disminuyeron el 28, y para el 12 de marzo estaban
totalmente paralizados.
En la acción de Toledo el enemigo ensayó algunos ataques nocturnos, que
fracasaron lastimosamente. Ante la futilidad de los ataques frontales y el
escaso resultado que hasta entonces le habían dado los desbordamientos
que en base a la superioridad numérica podían prometer algo, pero cuyos
efectos eran invariablemente anulados por los contraataques paraguayos
ahora parecía que el Comando enemigo decidía recurrir a los ataques
nocturnos.
Según declararon los prisioneros, el empleo de este procedimiento se debió
a que los soldados indígenas, que formaban prácticamente la masa entera
del ejército boliviano, ya no se atrevían a lanzarse de frente contra nuestras
posiciones de Herrera, Nanawa y Toledo, a pesar de la energía desplegada
por el Comando. Los nuestros habían observado, sobre todo en Nanawa y
Herrera, que cuando los bolivianos emprendían un asalto, se arremolineaban
confusamente detrás de los matorrales, en vez de avanzar, momento que
aprovechaban nuestros morteristas para causar una tremenda carnicería en
aquellas masas vacilantes. Los oficiales bolivianos, a fuerza de gritos y
pistola en mano, trataban de forzar a sus soldados a seguir adelante, pero
rara vez conseguían restablecer el orden.
76
Picada Boquerón-Isla Poí
Nido de ametralladora pesada en Boquerón
En este período de la guerra se destacó entre nuestros jefes subordinados
una falla que era consecuencia de un defecto de educación para el
Comando. Ella consistía en contar anticipadamente con las reservas de cuya
existencia en el escalafón inmediatamente superior dichos jefes tenían
conocimiento; y cuando se iniciaba una acción ofensiva o defensiva, aún
antes de su culminación, apremiaban con pedidos urgentes de refuerzos, no
sólo de una parte sino de todas las disponibilidades del Comando inmediato
superior. Durante la batalla de Toledo llegaban constantemente estos
pedidos y hasta se apremió la concurrencia de unidades empeñadas en
otros sectores. Para el comando subordinado la acción local a su cargo era
todo,.exacerbación del defecto humano de querer atribuir máxima
importancia a la acción en que uno participa.
Contenidos los últimos ataques enemigos, las tropas de Toledo sufrieron la
desagradable sorpresa de una epidemia de paludismo, que se extendió
rápidamente y abatió a casi todas las unidades. Con todo, el 10 de marzo el
Segundo Cuerpo realizó una maniobra contra el enemigo de su frente; el día
11 consiguió interceptar el camino de la retaguardia boliviana, y el 12,
dispersar a aquél enteramente, quedando en nuestro poder prisioneros y
nutrida cantidad de armas y municiones.
No obstante la manifiesta inferioridad numérica de los bolivianos que
llevaron el ataque a Toledo y la innegable deficiencia del Comando
paraguayo local [Teniente Coronel Juan B. Ayala], la epidemia y la escasez
de medios de movilidad no nos permitieron la destrucción total de estas
tropas enemigas, ni siquiera una persecución eficaz, como el momento
aconsejaba.
Entre tanto, en la región Zenteno-Saavedra se creaba una situación llena de
interés. El mismo día 11 de marzo, en que cerrábamos el camino a
retaguardia del enemigo de Toledo, un fuerte contingente boliviano
apareció en Alihuatá Viejo (Charata), al aclarar el día, a unos diez kilómetros
de Alihuatá (Zenteno), empujando violentamente a la guarnición que
manteníamos en el lugar; y a las 13 horas del mismo día interceptó el
camino Francia-Zenteno, a 15 kilómetros poco más o menos de Francia. La
Primera División, que ocupaba el Kilómetro Siete de Saavedra, y los
defensores de Zenteno, quedaron cortados de su base en su camino
principal; no se contaba más que con el sendero que enlazaba el camino
Zenteno-Saavedra con Gondra. Desde el primer momento me pareció
excelente la situación. Se nos presentaba la oportunidad de destruir un
77
millar de tropas enemigas de incursión, que venían a caer en medio de
nuestras fuerzas. Impartí las órdenes pertinentes al Comando del Primer
Cuerpo con asiento en Francia [ Teniente Coronel Nicolás Delgado], del cual
dependían las tropas aisladas de Zenteno y del Kilómetro Siete de Saavedra.
Ordené asimismo que la tropa de la guarnición de FaIcón, un regimiento de
Herrera [R.1.3, Mayor Timoteo Aguirre] y otro de Nanawa [R.I. 12, Capitán
Sinforiano Brusquetti], fueran transportados a Francia a disposición del
Primer Cuerpo, y que la guarnición de Gondra [I/R.1.3, Teniente 1º
Heriberto Florentín] se reuniera con la Primera División, marchando por el
sendero cuyo ensanche para hacerlo camionable ordené igualmente. Los
defensores de Zenteno, que dependían del Primer Cuerpo, pasaron a
disposición del Comando de la Primera División, -para que ésta pudiera
coordinar la acción de las tropas de ese lado.
Impartí asimismo todas las órdenes necesarias para asegurar desde Gondra,
el abastecimiento de los defensores de Kilómetro Siete y de Zenteno. De
inmediato hice transportar a lomo municiones y víveres para dichas tropas.
Pero una comunicación en guaraní del Comando de la Primera División
[Mayor Carlos J. Fernández], en que éste me avisaba haber perdido la clave,
prodújome desagradable impresión. Parecía revelarme que el estado de
nervios reinante en la gran unidad no era satisfactorio.
El mismo Comando dió seguidamente parte de que Zenteno, defendido por
250 hombres, era atacado por 1.400 bolivianos y que la Primera División
luchaba fuertemente contra dos divisiones enemigas, y pidió autorización
para desprenderse por la noche y replegarse sobre Zenteno.
Insistiendo en mi intención de destruir a la tropa enemiga de incursión,
ordené a la Primera División que mantuviera por unos días más sus
posiciones actuales. Consideré, además, que un repliegue sobre Zenteno
facilitaría mucho la tarea al enemigo, dadas las condiciones peligrosas en
que se realizaría dicho repliegue. En todo caso, el repliegue debería hacerse
hacia Gondra para no descuidar a Nanawa, que quedaría aislada en cierto
modo y con efectivos probablemente inadecuados para las eventualidades
que podrían presentarse más adelante.
A partir del día siguiente, 12 de marzo, iniciamos nuestro ataque del lado
de Francia, con un millar de hombres [Dest. Mayor Roque Samaniego].
78
Logramos avanzar poco; unas lluvias torrenciales entorpecieron
enormemente nuestra maniobra.
El cambio de despachos en guaraní provocó viva alarma en Asunción. El
General en Jefe [General Manuel Rojas A. ] me anunció su preocupación por
la suerte de la Primera División.
La derrota boliviana de Toledo motivó el repliegue boliviano de Herrera: el
Comando enemigo pensaba sin duda que explotaríamos lógicamente
nuestra victoria de ese frente. Pero, como expliqué más arriba, nosotros no
estábamos en condiciones de dar un paso más, por falta de medios de
movilidad.
El día 14 reiniciamos nuestros ataques hacia Zenteno, pero a las 13:30
horas de ese día, la Primera División dió parte de hallarse totalmente
rodeada por dos divisiones y tres regimientos de caballería enemigos.
Ajustando mis cálculos del tiempo necesario para destruir las unidades
enemigas de incursión y teniendo en cuenta los recursos en municiones y
víveres que habíamos acumulado en el frente del Kilómetro Siete de
Saavedra, ordené a la Primera División, en un despacho, que resistiese hasta
el 19 del mes. En despachos sucesivos, la Primera División me dio parte de
haber despejado de enemigos su camino a Zenteno y de haber dispersado a
un regimiento boliviano en el bosque. En vista de que la situación volvía a
mejorar en el Kilómetro Siete de Saavedra, el día 15 ordené a la Primera
División que permaneciera en su puesto siete días más, y a pedido del
Comando de la división, le envié un batallón adicional del lado de Gondra. La
reunión de tropas venidas del lado de Herrera y de Nanawa continuaba con
toda rapidez. El 16, hacia medio día, el comandante de la Primera División,
con muy mal espíritu, me comunicó que el enemigo volvía a cercarle. Con
éste y otros indicios desfavorables del espíritu reinante en la Primera
División, me persuadí de que yo había pedido algo que dicha unidad ya no
estaba en condiciones de dar; y autoricé a su comandante a hacer su
desprendimiento y replegarse sobre Gondra por el sendero que, por
entonces, estaba camionable. A los defensores de Zenteno ordené que se
reunieran a las tropas amigas que atacaban sobre el camino FranciaZenteno; y así lo hicieron con todos sus elementos, sin mayores
dificultades.
De este modo se malogró la oportunidad de destruir por partes las tropas
enemigas de la región Centeno-Saavedra; lo cual era tanto más sensible
79
cuanto que coincidía con el momento de mayor potencia del ejército
paraguayo desde la iniciación de la campaña. Por aquella época no
tardaríamos en disponer de 22.000 combatientes, y de ellos unos 10.000
estaban en la región de Francia.
El desprendimiento de la Primera División se realizó con notable maestría en
la noche del 17, después del transporte de todos sus elementos. Sólo en la
tarde del día siguiente, 18, el enemigo cayó en la cuenta de lo que había
pasado.
En Asunción se formó una atmósfera muy mala para el Comando del Chaco,
a raíz de estos acontecimientos. El día 18 el ministro de Guerra, en un
despacho, me preguntó enfurrullado qué yo pensaba hacer ahora. Parecía
creer que todo estaba perdido. Se diría que el halago de nuestras victorias
ininterrumpidas mareó a la retaguardia, y apenas el Comando se veía en la
necesidad de rectificar sus dispositivos -lo que, por lo demás, entraba en
sus previsiones-, todo el mundo se abatía.
Ni el presidente Ayala, hombre equilibrado y sereno, si lo hay, no se libró del
contagio pesimista. Me escribió la siguiente carta:
Asunción, 18 de marzo de 1933.
Estrictamente Confidencial
Mi estimado Coronel:
Deseo ponerle al corriente de la situación financiera y diplomática.
A pesar de tos esfuerzos desplegados, las gestiones de los limítrofes,
ABCP, están prácticamente fracasadas. Bolivia se opone a todo
avenimiento, pues confía en el éxito de su ofensiva y en que llegará a
dominarnos en el Chaco. De mi parte, declaro que no creo que se pueda
obtener la paz por esta vía. a menos que se produzca algún desastre militar
o alguna conmoción interna en Bolivia. Todo esto es improbable: así, pues,
debemos contar con la continuación de la guerra.
Los recursos del gobierno son muy limitados. Los fondos oro ya están
gastados. Queda un pequeño saldo que debemos conservar para proveer de
municiones, medios de transporte y cosas absolutamente indispensables.
Ya no estamos en posición de adquirir fusiles, aviones, artillería y
ametralladoras.
80
El plan de su Comando debe, pues, subordinarse a estas circunstancias, por
ser irremediables. Algunos financistas de tierra adentro, sueñan con
medidas de las que lo menos que se puede decir es que son ridículas. El
Paraguay es pobre, carece de metálico y de valores que se pueden
transformar en metálico en seguida. Contra todo esto no hay arbitrio que
valga.
Entiendo que Ud. no puede sostener sus actuales posiciones sin contar con
más contingentes y elementos. Es pues, el caso de que se combine un plan
estrictamente defensivo, donde tengamos la plena seguridad de poder
contener al enemigo por varios meses y causarle pérdidas considerables.
Bolivia tendrá que continuar atacando y gastará sus fuerzas más
rápidamente y en mayor proporción que nosotros. Según cálculos, Bolivia
puede resistir económicamente por tres meses más, a lo sumo. De
consiguiente, debemos prepararnos a resistir por ese tiempo, con los
medios de que actualmente disponemos. Hay que economizar municiones,
cuidar con celo extremado las armas, emplearlas solamente en caso de real
necesidad. A los aviones no deben darse sino misiones que no sean de
peligro. La pérdida de un aparato causará terrible impresión en esta
población nerviosa y ya expuesta al pánico.
Para desarrollar el nuevo plan, deberá tener en cuenta, ante todo, las líneas
de transporte que habrá de servir. Espero que Ud. dará las instrucciones del
caso.
Tengo la creencia de que una línea fuertemente defendida, donde no sean
posibles sorpresas como la de Alihuatá, impresionará al enemigo más que
nuestras líneas actuales, expuestas, por lo que acaba de verse, a golpes de
mano.
Entre Bolivia y Paraguay hay una diferencia esencial. En Bolivia no existe
opinión pública; los desastres no son conocidos; rige un sistema de terror
que impide comentarios; los bolivianos ignoran en absoluto lo que pasa en
el Chaco. Así es como las terribles pérdidas sufridas no han causado
molestias al Gobierno. Además, la mano de hierro de Salamanca tiene en
silencio a los que podrían comentar los sucesos.
En cambio, entre nosotros reina libertad, y la gente pasa del entusiasmo a
la depresión, según las noticias del frente. Los generales critican, a pesar de
mis advertencias, al Comando. Acabo de recibir una carta del General
81
Escobar que voy a contestar y después se la enviaré para que Ud. vea el
mal espíritu de estos caballeros. ¿Qué cabe hacer contra una acción
semejante? El rigor no puede sino empeora las cosas. En todo caso, puede
estar seguro allí de que mi autoridad personal y oficial estará del lado de
Ud. en las buenas, y, sobre todo, en las malas. Ni un momento he creído en
la intriga para desplazarlo a Ud. y con todo de mi actitud firme y resuelta,
están siempre en acecho de alguna desgracia para obtener sus fines. Por
eso, nuestra táctica tiene que ser evitar cualquier operación aleatoria e ir
siempre seguros aun cuando avancemos poco o nada.
Con los sentimientos, etc.
Fdo: Eusebio Ayala.
Contesté la carta anterior en la siguiente forma:
P.C., 20 de marzo de 1933
Seflor Dr. Don Eusebio Ayala,
Presidente de la República, Asunción.
Mi estimado Presidente:
He recibido su interesante carta de fecha del 18 del corriente enviádame
por hidroavión, y me he enterado detenidamente de su contenido.
Me parece poder deducir de su contenido que la impresión en la capital, a
raíz de la incursión enemiga sobre Alihuatá, había sido muy fuerte. sin que
hubiese razón suficiente para ello, puesto que dicho acontecimiento no ha
sido más que una fluctuación completamente normal de la guerra,
felizmente sin mayor importancia, por lo que no nos ha costado la pérdida
de un solo hombre, de un solo fusil, ni de un equipo, aparte de ceder al
enemigo una estrecha faja de territorio en el desierto.
Reflexionando serenamente y sabiendo que la finalidad de una guerra es la
destrucción de las fuerzas enemigas y no objetivos geográficos, por
importantes que éstos pudieran ser, y no habiendo el enemigo logrado
capturar ni matar a un solo soldado paraguayo, se puede afirmar que el plan
enemigo ha fallado en su parte esencial, habiendo él sufrido, en cambio,
pérdidas considerables en hombres y aún en armas.
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Desde el día en que a mediados de enero, tuvo Ud. a bien concederme la
entrevista del kilómetro 145, me he esforzado en adaptar a nuestras
tropas a la verdadera situación del país que acaba Ud. de confirmarme en su
carta. Y así, hemos adoptado una actitud defensiva que ciertamente nos ha
dado ruidosos éxitos sobre las tropas enemigas. En Nanawa hemos matado
lo menos a un millar de soldados enemigos; en Saavedra, no menos de
quinientos; en Herrera, igual, y últimamente en Toledo, otros mil. Los
heridos enemigos hay que contar en varios millares. Todo esto sin que a
nosotros nos haya costado más de unos puestos sin importancia y unas
trescientas bajas entre muertos, heridos y desaparecidos.
No podemos afirmar sernos imposible sostener nuestras actuales
posiciones; todo dependerá de las proporciones del esfuerzo enemigo. Por
ahora, nos haremos fuertes en Toledo, Francia y Nanawa, en cuyos puntos
creemos poder detener bastante tiempo el avance enemigo, a pesar de
que, como expresé en uno de mis últimos cifrados al Ministerio de Guerra,
nuestra línea de comunicación directa con Nanawa-Falcón, quedaba un
tanto expuesta.
El dilema es de hierro. Tenemos un frente extenso que cubrir con un
número de tropas que no basta para ser fuertes en todas partes. Por otro
lado, los recursos del país, acaba Ud. de decirme, no permiten para más.
En esta difícil situación, dos factores fundamentales se imponen con
imperio absoluto en la dirección que demos a nuestras operaciones:
1º. Estar informados, lo más rápidamente posible, de la situación del
enemigo, de sus intenciones y de su conducta; y
2º. Disponer de elementos de transporte suficientes para los
desplazamientos rápidos de las reservas estratégicas y aun para la
aplicación correcta del principio de la economía de fuerzas.
Aviación y caballería para el primer punto; camiones para el segundo.
Le pido estar tranquilo, que observaremos y observamos estrictamente
todas sus recomendaciones referentes a economía de munición. cuidado de
armas, empleo de la aviación, etc. etc.
83
En cuanto a la línea de abastecimientos, he insinuado ya en cifrado anterior,
al Señor Ministro de Guerra, la conveniencia de apresurar la organización de
los transportes desde Concepción y Puerto Pinasco con miras a abastecer
exclusivamente por esa línea a las tropas de Nanawa, en previsión del caso
posible de quedar interrumpidas las comunicaciones directas de FranciaNanawa.
En cuanto al carácter de las operaciones mismas, tengo siempre en vista
sus recomendaciones; y como siempre, con el menor sacrificio, trataremos
de causar al enemigo el mayor daño.
Teniendo en cuenta la imposibilidad de aumentar nuestros efectivos
combatientes por la falta de armas, seria indispensable tomar todas las
medidas necesarias para poder mantener invariables los efectivos actuales,
esto es, con una intensa preparación de nuestras reservas en hombres,
proveer en la mejor forma posible los reemplazos de nuestras bajas.
A fin de enterarle de la situación militar en todos sus aspectos parte para
ésa el Jefe de mi Estado Mayor, Teniente Coronel Garay.
Le ruego recibir las expresiones de mi más profundo respeto.
Fdo: Coronel José F. Estigarribia
El día 21 el enemigo volvió a tomar contacto con los puestos avanzados de
la Primera División sobre el camino a Gondra.
El mal espíritu de la retaguardia refluyó asimismo sobre el frente de
operaciones, y algunos jefes [Tenientes Coroneles Delgado e Irrazábal] me
pidieron autorización para abandonar Herrera y Gondra. Mi contestación a
estas sugestiones fue la orden de defender tenazmente ambas posiciones.
Herrera cubría nuestra arteria principal, Francia-Boquerón; y Gondra, la de
Falcón-Nanawa, incluyendo también. en cierta medida, la de NanawaOrihuela.
En los días inmediatamente ulteriores, con las copiosas lluvias que cayeron,
y salvo escaramuzas más o menos importantes en Gondra, reinó relativa
calma en los frentes de lucha.
84
El día 26 una tropa enemiga se infiltró sobre el camino Francia-Herrera, pero
la desalojamos el mismo día. El día 29, en Herrera, 900 paraguayos
rechazaron un fuerte ataque de 1.800 bolivianos y les causaron 110
muertos. En Gondra continuaron las escaramuzas hasta el fin de mes.
Indudablemente, en el trazado general de nuestro dispositivo, Herrera y
Gondra eran los puntos más expuestos; pero los teníamos que defender
porque cubrían nuestros caminos de Francia a Villa Militar y de Nanawa a
Orihuela. Si abandonábamos Herrera y Gondra, probablemente el enemigo
nos obligaría también, en breve plazo, a abandonar Francia -nuestra
principal fuente de agua- y Nanawa; y esto no había que admitir sino en un
caso extremo. De ahí que defendiéramos obstinadamente ambas
posiciones.
En los últimos días del mes de marzo, recibí de Asunción un verdadero
chubasco de noticias de bulto. Me informaban unas, que el próximo objetivo
enemigo sería Francia; otras, que el General Kundt iba a atacar Nanawa;
otras, que la nueva ofensiva se realizaría con 17.000 hombres; otras, que
Nanawa sería esquivada por el enemigo, dirigiéndose éste hacia Concepción,
etc.
El 2 de abril, al obscurecer, rechazamos en Herrera un furioso asalto, y otro
a las 23 del mismo día. Al amanecer del 3 contraatacamos con éxito.
El 7 de abril, una tropa enemiga interceptó el camino a Nanawa, a 20
kilómetros de Falcón. Se hizo lo necesario para despejar este camino. El día
8 los Comandos de Cuerpo interesados [Primer Cuerpo, Teniente Coronel
Delgado; Tercer Cuerpo, Teniente Coronel IrrazábaI] , me propusieron
nuevamente el abandono de Herrera, Falcón y Gondra, y como yo me
opusiera con firmeza, el Comando de Nanawa declaró que su situación era
difícil con la intercepción del camino a Falcón. Aquel mismo día rechazamos
en Gondra fuertes ataques y seguimos progresando en Herrera.
El día 9 el enemigo reforzó las tropas que interceptaban el camino FalcónNanawa y atacó en dirección a Falcón.
Al día siguiente, 10, obligamos a los bolivianos a abandonar dicho camino.
En aquellos mismos días, en previsión de la posible repetición de estas
incursiones enemigas sobre nuestro camino a Nanawa, y también para
conservar el enlace lateral con este punto, ordené la apertura de dos
85
nuevos caminos: uno de Falcón a Figari, y otro de Villa Militar a Mister Kent.
De Figari y de Mister Kent existían caminos a Nanawa.
El día 13, las fuerzas enemigas aparecieron nuevamente sobre el camino
Falcón-Nanawa, el cual quedó despejado el 16. Nosotros continuamos
nuestra persecución hasta cinco kilómetros al oeste, en Campo Aceval,
donde encontramos una línea de posiciones. En este lugar quedó
constituído un nuevo frente.
En todo el resto del mes se libraron acciones locales de importancia
variable. En el sector de Herrera llegamos hasta el kilómetro 55 hacia
Platanillos.
Entre tanto se concretaba más y más la indicación de un próximo ataque de
grandes proporciones contra Nanawa.
El 12 de mayo se percibió que el enemigo intensificaba su actividad en casi
todos los sectores, especialmente en Platanillos, Zenteno, Campo Aceval,
Gondra y Pirizal. Los prisioneros tomados en aquellos lugares informaban de
una próxima ofensiva general.
Las luchas locales siguieron durante la primera quincena de mayo. El día 19
rechazamos cuatro fuertes ataques frontales en el sector de Herrera. El día
20, a quince kilómetros de Francia hacia Herrera, una tropa enemiga
apareció sobre nuestro camino, que volvimos a despejar el 22.
En Herrera rechazamos sangrientamente siete nuevos asaltos el 21, y
comprobamos que los muertos bolivianos llegaban a un millar. Unas lluvias
continuadas y una nueva epidemia de paludismo impidieron en aquellos días
la realización de varias acciones locales que teníamos preparadas en
diferentes sectores.
Durante todo el mes de junio, en que continuaban las lluvias (como nunca
en el Chaco, pues la estación lluviosa termina generalmente en marzo) y la
epidemia de paludismo, nos concretamos a rechazar ataques locales y a
cubrir nuevos frentes que el aumento de los efectivos enemigos iban
formando, como Pampa Grande, Pozo Favorito, Campo Aceval, El Zanjón,
Pirizal, etc.
86
Nuestras informaciones del mes de junio nos hacían ver que el enemigo
desplazaba el centro de gravedad de sus tropas hacia el sur, lo que nos
obligaba a tomar las contramedidas correspondientes. En consecuencia, y a
pesar de todas las dificultades, reuní en Nanawa 9.000 combatientes, al
propio tiempo que cargaba mi reserva estratégica [D.8, Mayor Eduardo
Torreani Viera] hacia FaIcón.
Conviene explicar a esta altura por qué el mal tiempo, que en el curso del
año 1933 fue excepcional, no impedía la constante acción ofensiva de los
bolivianos, con muy cortos períodos de interrupción. Corno se sabe, el 10
de mayo de 1933, el gobierno del Paraguay declaró al país en estado de
guerra con Bolivia, a fin de estar en condiciones de pedir, especialmente a
los países vecinos, la estricta observancia de las normas de neutralidad.
Entiendo que se hicieron las representaciones del caso ante los gobiernos
del Brasil y la Argentina, en cuyos respectivos territorios se abastecía
directamente el ejército de Bolivia. Pero, sea ello como fuere, la verdad era
que Bolivia, a pesar de la declaración de guerra, siguió abasteciendo su
eiército a través de esos países vecinos, desde Formosa, por el sur, y desde
Corumbá, por el norte.
De esta manera Bolivia tenía siempre una ventaja positiva sobre el
Paraquay. Nosotros hacíamos el transporte de abastecimientos con
nuestros propios medios sobre una distancia no menor de 1.000
kilómetros, en tanto que los bolivianos transportaban las provisiones para
su ejército principal desde Esteros y Linares, sobre el río PiIcomayo, y así
cubrían algunas decenas de kilómetros, nada más que la distancia requerida
para hacer la distribución a las tropas. Los argentinos les entregaban los
víveres en esos dos puntos; los brasileños hacían lo propio en el mismo
Puerto Suárez. Los expertos en logística conocen la importancia de un
auxilio semejante. Sabíamos que los soldados bolivianos, con traje civil,
pasaban a territorio argentino para ayudar a los abastecedores a realizar la
conducción hacia el Chaco.
Hacia fines de junio tomamos algunos prisioneros bolivianos que
indirectamente confirmaron la información de que el General Kundt
preparaba un poderoso ataque a Nanawa, con 20.000 hombres, provistos
de carros de asalto, lanzallamas y artillería pesada; supimos igualmente que
los bolivianos cavaban minas. El General Kundt, según los prisioneros, traía
tropas de todos los demás sectores, hacia Nanawa, y esto justificaba
87
nuestra impresión de que los bolivianos debilitaban sus fuerzas en una
considerable extensión del frente.
Nosotros también contemplábamos en aquellos días la posibilidad de una
acción importante, pero cuyos lineamientos definitivos no se concretaban
aún. A este fin veníamos adiestrando en empresas locales a nuestras tropas
de reciente formación, para hacerlas aguerridas. Estábamos a la defensiva
hacía varios meses, y la defensiva tiende a entumecer la iniciativa y la
actividad del soldado. Esta era también la razón del desplazamiento de
nuestros efectivos hacia el sur, de modo que una acción enemiga en la
región de Nanawa no nos tomara de sorpresa. Naturalmente, con la
experiencia recogida en Ia batalla de Nanawa de enero último, adoptábamos
precauciones especiales para contrarrestar la acción enemiga que se
anunciaba. Por eso, el 19 de julio, envié instrucciones particulares al
comandante del Tercer Cuerpo de Ejército en Nanawa [ Teniente Coronel
IrrazábaI] en las que preveía tanto el ataque enemigo como el nuestro.
88
CAPITULO VII
SEGUNDA BATALLA DE NANAWA
(De julio 2 a setiembre 2 de 1933)
El 2 de julio nuestras tropas avanzadas de Nanawa dieron parte de percibir el ruido
característico de los carros de asalto del enemigo, que tomaban posiciones. Como
no disponíamos de armas especiales que oponer a estos carros, emplazamos
piezas de artillería de 75 para batirlos con tiros directos. El mismo día 2 el enemigo
se apoderó por asalto de un retén paraguayo en Gondra, pero fracasó en otras
tentativas análogas en el mismo sector.
El día 3 reinó silencio en Nanawa y Gondra. El día 4, después de una intensa
preparación de artillería, que duró una hora, los bolivianos hicieron explotar una
poderosa mina, colocada en las proximidades de uno de nuestros reductos
adelantados en Nanawa; y sin pérdida de tiempo se lanzaron al asalto, con unos
15.000 hombres, y avanzaron resueltamente por la brecha abierta con la mina en
nuestro dispositivo.
Este avance era precedido por una barrera rodante y tiros de protección bien
regulados. Numerosos aviones enemigos, en vuelo bajo, arrojaban potentes
bombas y disparaban sus ametralladoras, y en un principio esto produjo una
interdicción completa de nuestros movimientos entre las posiciones adelantadas y
las de atrás.
Los lanzallamas enemigos lamían con sus lenguas de fuego todo cuanto
encontraban por delante. Inmediatamente detrás se movían los tanques, haciendo
uso de sus armas. Pero las reservas locales paraguayas, que en medio de aquella
tormenta infernal acudieron hacia el punto roto de la línea, lucharon cuerpo a
cuerpo en un entrevero espantoso, hasta detener el avance enemigo. Luego se
lanzaron a un contraataque con granadas de mano, y retornaron, al obscurecer del
mismo día, uno de los dos reductos que habían caído en poder de los bolivianos.
Uno de los carros de asalto fue incendiado por los tiros de nuestra artillería y los
demás quedaron inmovilizados.
En Gondra y Zenteno fueron rechazados todos los asaltos del enemigo, al que
causamos enormes bajas.
89
Entre las 2 y 3 horas del siguiente día, 5 de julio, los paraguayos consiguieron en
sus contraataques rodear a los ocupantes del otro reducto perdido y, tras brioso
asalto, lo recuperaron, empleando casi exclusivamente granadas de mano. A raíz
de una titánica lucha que duró todo aquel día, los paraguayos consiguieron
restablecer completamente la línea.
El día 6, a las 5:30, los bolivianos reiniciaron los asaltos, pero para las 9:30 todos
estaban rechazados. A las 15 otro asalto fue igualmente rechazado, y a las 20
repelíamos el más violento asalto del día.
En Gondra, ese mismo día, también anulamos una violenta embestida.
Para el día 7, reinaba otra vez calma en Nanawa.
El 11 desencadenamos nuestro contraataque en Gondra y nos apoderamos de toda
la primera línea enemiga. Por la tarde reaccionaron los bolivianos,
contraatacándonos a su vez, pero sin éxito, sobre la posición que les habíamos
arrebatado. Dejaron en nuestro poder 600 muertos.
El 12, una tropa nuestra de maniobra [Dest.Mayor Ramón L. Paredes] cayó en
Gondra sobre el camino de retaguardia de la Cuarta División enemiga, y se apoderó
de los hospitales e intendencias, de esta gran unidad. El mismo día desbaratamos
en Nanawa, apenas iniciado, un ataque con carros de asalto.
El 14, la Cuarta División boliviana, que defendía el sector de Gondra, escapó a
duras penas a un envolvimiento de nuestras tropas, dejando en nuestro poder
todos sus elementos. Ese mismo día 14 recorrí personalmente el campo de batalla
de Nanawa.
Fui testigo en aquella ocasión del espectáculo más macabro que recuerdo en mi
vida. En el sector donde los bolivianos habían roto nuestra línea y realizado su más
profunda penetración en nuestro sistema defensivo, pedazos de piernas y brazos
arrancados por la artillería seguían colgados de los árboles. En un lugar habían
caído abrazados un soldado paraguayo y otro boliviano. Podía observarse que,
después de furiosa lucha cuerpo a cuerpo, estallaron las granadas de mano que
llevaba el paraguayo en uno de sus bolsillos, matando a los dos, según se deducía
del hecho de que el paraguayo tenía un costado del muslo destrozado por una
explosión, en el lado donde debió de estar el bolsillo cargado de explosivos. Pero lo
que presencié después fue todavía peor. Como el campo estaba lleno de
cadáveres, se había dispuesto su incineración. En vez de poner leña entre los
90
cadáveres; para conservar el fuego hasta la consunción de todos, se los había
simplemente apilado y rociado con kerosén, prendiendo fuego al conjunto. El fuego
se mantuvo por algún tiempo, pero apenas se agotó el combustible, quedó un
horrendo montón de carne humana chamuscada, que llenaba de insoportable olor
todo el campo. Durante meses me persiguió aquella impresión atroz.
Mientras recorría otro sector del campo de batalla, donde todavía estaban
esparcidos por el suelo los cadáveres bolivianos, observé el hecho curioso de que
cada cadáver tenía a su lado, invariablemente, un fusil paraguayo. Pedí la
explicación de este hecho anómalo, y me dijeron que, tan pronto como comenzaba
un avance, cada soldado nuestro buscaba afanosamente algún cadáver boliviano
para sacarle el fusil y dejar el fusil paraguayo en su lugar. Los fusiles bolivianos
eran por regla general flamantes, en tanto que los paraguayos estaban en mal
estado por su excesivo uso y la imposibilidad de reponerlos o repararlos
oportunamente.
Los prisioneros declararon que las pérdidas enemigas alcanzaban a 1.000 muertos
y 3.000 heridos. En Nanawa y en Gondra recogimos un inmenso material
abandonado por el enemigo.
Al terminar la batalla de Nanawa, dirigí a los, combatientes la siguiente proclama:
A los Jefes, Oficiales y Soldados defensores de Nanawa y Gondra:
Durante la batalla de estos últimos días, nuevas pruebas habéis
dado de vuestro ardoroso patriotismo, de vuestra invencible bravura
y de cuán grande es vuestra decisión de permanecer fieles a nuestro
lema: "Vencer o Morir".
Habéis advertido asimismo a Bolivia que es estéril su porfía de
conquistar el Chaco paraquayo por la fuerza de las armas, y probado
al mundo, cuyas fuerzas morales os acompañan, con qué
inquebrantable pujanza el Ejército del Paraguay se bate en defensa
del derecho y la justicia, que es la causa de los pueblos civilizados.
Con la aplastante victoria que acabáis de obtener contra la
superioridad numérica y de elementos del invasor, habéis escrito uno
de los capítulos más brillantes de nuestra historia, que nuestro
pueblo sabrá premiar y que las generaciones, venideras recordarán
con orgullo y con honor.
91
Fortín Francia (ex-Arce).
Típico palmar del sector Nanawa.
Habéis, pues, merecido bien de la patria y las felicitaciones de
vuestro Comandante en Jefe.
Fdo: Coronel José F. Estigarribia.
Antes de seguir adelante, no estarán de más algunas consideraciones sobre el
empeño del General Kundt de apoderarse de Nanawa. Los que no conocían el
terreno y basaban sus especulaciones en una ojeada al mapa, creían erróneamente
que la dirección Nanawa-Concepción era la más apropiada, desde el lado boliviano,
para emprender una operación de envergadura capaz de aislar de un solo golpe al
ejército paraguayo. El General Kundt incurrió en este error. En las condiciones en
que se encontraba, el ejército boliviano no podía llegar a Concepción por dos
razones: desde luego, porque tendría que atravesar una vastísima zona, o
completamente inundada, o carente de agua potable en absoluto; y además,
porque dejaría en su flanco a una masa considerable del ejército paraguayo, que lo
aislaría de su base y lo haría perecer en poco tiempo. El General Kundt no disponía
de elementos suficientes para emprender la marcha hacia Concepción y al propio
tiempo anular la acción de nuestro ejército en el resto del frente del sector
Casado. Nuestro deber, desde el punto de vista paraguayo, era impedir que el jefe
enemigo diese fructuosamente algún principio de ejecución a sus designios, y por
eso resistimos tenazmente en Nanawa el mes de enero anterior. Pero el General
Kundt no se resignó a este contraste, y realizó su segunda tentativa de julio, esta
vez con preparativos más cuidadosamente hechos, pero también con resultados
mucho más desastrosos para sus tropas y para él. La segunda derrota de Nanawa
afectó seriamente el prestigio del General Kundt; fue el comienzo de su ocaso.
Sobre todo, minó seriamente la moral del soldado boliviano. Para encubrir,
posiblemente, el fracaso del General Kundt, circuló desde entonces la fábula de que
la falla radicaba en el soldado boliviano, lo que era una falsedad. El soldado
boliviano se batía fieramente, pero no se le podía pedir lo imposible -que era lo que
el General Kundt exigió de él en sus ataques frontales -contra los recios parapetos
paraguayos.
Según recordarán los lectores, en la carta que me escribió a raíz de la rectificación
de nuestra línea en Zenteno y Saavedra, el presidente me prescribió que las
operaciones tuviesen un carácter esencialmente defensivo. Desde entonces el
presidente ya no declinaría de esta actitud. Tratábase de una verdadera
intervención del primer magistrado en la dirección técnica de las operaciones,
hecho contrario a la buena doctrina. Por mi parte, yo no me podía resignar a la
aplicación estricta de su dictamen, por los riesgos a que nos expondríamos.
92
Nuestra pasividad a ultranza frente a un enemigo en constante actividad, no
solamente peligraba nuestra seguridad sino podría dilatar indefinidamente una
lucha que amenazaba llevarnos a un agotamiento estéril; podría impedir que
sacáramos todo el provecho posible de las ocasiones en que estuviésemos en
situación de dar a la guerra un corte favorable para nosotros. De aquí que, en mis
instrucciones a las tropas, yo no perdiese de vista el paso a la ofensiva, para no
amortiguar el empuje combativo de las mismas, pensando continuamente en la
mejorl manera de reiniciar la ofensiva cuando llegase el momento oportuno, no
obstante la inflexible directiva presidencial.
El apego del presidente a la defensiva, en el fondo, era el resultado de su fe, nunca
debilitada, en los esfuerzos diplomáticos que incesantemente se desplegaban
durante el curso de toda la guerra. Especulaba con una próxima paz. Hombre de
derecho, no podía despojarse de su confianza en los arbitrios jurídicos. Pensaba
acaso en una paz sorpresiva, que se concertase más pronto de lo que
imaginábamos, y no quería que a su advenimiento el país se hallase agotado como
consecuencia de un empeño ofensivo demasiado costoso. Esta consideración,
explicable y justificable en él, llevada al terreno de los hechos, creaba serias
dificultades en la conducción de las operaciones militares propiamente dichas y
embarazaba mi posición como responsable directo de ellas.
Terminada mi visita al campo de batalla de Nanawa, después de mi intervención
directa en el contraataque del sector Gondra, donde empleé la mayor parte de mi
Reserva General, llegué de regreso al Gran Cuartel General el 15 de julio. Me
encontré con otra carta del presidente, en que volvía a insistir en la necesidad de
que me mantuviera en una defensiva estricta. Invocaba especialmente razones de
índole diplomática. “En estas condiciones -me decía- no se justifica el sacrifício de
vidas ni de ningún material."
El día 16 continuaba en buenas condiciones la explotación del éxito obtenido en
Gondra, donde nuestras tropas avanzaron hasta catorce kilómetros al oeste del
fortín, es decir, llegaron a seis kilómetros apenas del camino de Zenteno a
Saavedra.
Como era natural, el enemigo hacía lo posible para detenernos, y con este fin
acumulaba tropas transportadas de otros sectores vecinos, lo que nos obligaba a
emplear, a nuestra vez, mayores efectivos y realizar nuevos sacrificios para poder
avanzar más. Estos sacrificios eran justamente los que el presidente me acababa
de prohibir.
93
Me vi constreñido, pues, a detener nuestro avance de Gondra y di las instrucciones
correspondientes. La saliente que habíamos practicado en el sistema defensivo del
enemigo estaba muy bien para un frente ofensivo, es decir, para el caso de la
prosecución de la ofensiva, que era lo que yo tenía en vista; pero, al pasar a la
defensiva, la situación local tornábase insostenible. Si permanecíamos quietos en
esa situación, nos exponíamos a ser atacados por varios lados y aún a quedar
envueltos. Además, habíamos empleado en la operación la casi totalidad de nuestra
Reserva General, transportada desde Falcón, fortín que quedó poco menos que
desguarnecido. Teníamos que reconstituir dicha reserva y volver a guarnecer
Falcón en espera de los acontecimientos. Así lo ordené el 21 de julio. Desde
entonces desapareció completamente la ventaja obtenida con nuestro
contraataque de Gondra, y pensamos asimismo en una oportuna rectificación de
nuestra línea en ese frente.
Pero, a pesar de la persistente intervención presidencial, no abandoné por un solo
momento la intención de volver a la ofensiva. En aquel período de la campaña ya
habíamos sacado de la defensiva todo el beneficio que cabía esperar de ella. Por
otro lado, las unidades de reciente formación progresaban bastante en su
organización y combatividad.
Mientras buscaba obtener la autorización correspondiente, me concreté a preparar
contraataques locales y a estudiar la posibilidad de una concentración en el sector
de Francia, para una operación decisiva.
La calma relativa que siguió a la batalla de Nanawa y Gondra y que se prolongó
hasta fines del mes de julio, fue aprovechada por nosotros para nuestro
reabastecimiento en general. Reocupamos Falcón, reconstruyendo nuestra Reserva
General; elegimos posiciones sucesivas de repliegue en Gondra, etc.
Entre los documentos que en la acción de Gondra cayeron en nuestras manos,
figuraban unas instrucciones del Comando enemigo recomendando a las unidades
la constitución de grupos especiales de tropas elegidas, que serían empleadas en
incursiones sobre nuestros caminos; el enemigo, pues, persistiría en el
procedimiento de infiltrarse sobre nuestros caminos de enlace. Prisioneros
capturados algunos días después declaraban haberse ya impartido las órdenes de
infiltración sobre varios de nuestros caminos.
El 12 de agosto el enemigo presionó fuertemente en todo el frente de Gondra,
especialmente sobre El Zanjón. El día 2, mientras continuaba y arreciaba la presión,
dispersamos una patrulla enemiga que llegó hasta, detrás de nuestras posiciones
94
de Pozo Favorito. El mismo día los bolivianos atacaron en el sector de Toledo y
patrullaron activamente en la región de Gondra.
El 3 se luchó encarnizadamente en Gondra, donde el enemigo inició un
desbordamiento de nuestra ala derecha. También se luchó en Pirizal y en Herrera.
El 4 por la mañana aparecieron tropas enemigas sobre nuestros caminos entre
Falcón y Rancho Ocho y entre Gondra y Pirizal, y quedaron interrumpidos nuestros
enlaces entre dichos puntos y aislados los defensores de Gondra. Numerosas
patrullas luchaban en todos los sectores de los tres cuerpos de ejército.
El día 5 los bolivianos atacaron sorpresivamente en Falcón, del lado sur, pero
fueron rechazados con grandes pérdidas. Dispersamos el regimiento enemigo Nº
36, que dejó en nuestro poder sus heridos y elementos. A las 9 horas de ese día
despejamos el camino entre Pirizal y Gondra. Se combatió reciamente en estas dos
últimas posiciones, igual que en Herrera y Toledo. Sobre nuestro camino FranciaHerrera aparecieron también aquel día otras patrullas enemigas.
El 6 los bolivianos llevaron un nuevo ataque a Falcón con los regimientos Nº 1, 18 y
36, reorganizado este último. Otra vez los rechazamos y les infligimos muchas
pérdidas. En Toledo, Gondra, Pirizal y Nanawa se combatió encarnizadamente.
El 7 los regimientos enemigos que atacaron en Falcón se replegaron hacia Zenteno
y nosotros apresuramos la limpieza del camino a Rancho Ocho. En Pirizal el
enemigo se replegó igualmente, después de sufrir grandes bajas.
Durante los días 8 y 9 fueron rechazados fuertes ataques enemigos a Gondra. El
10 quedó restablecido el camino Falcón-Rancho Ocho, y con esto fracasaron
totalmente las nuevas tentativas enemigas. Pero el peligro no se alejaba mucho:
estábamos siempre en la impotencia de la defensiva.
Siguieron unos días de calma relativa, la que se transformó después en luchas de
patrullas en todos los frentes, con algunos ataques y contraataques locales sin
mayores consecuencias. El 23 de agosto desplegaron mucha actividad los
bolivianos en casi todos los sectores. El enemigo logró infiltrarse nuevamente
sobre nuestros caminos en el kilómetro 25 al sur de Falcón y en el kilómetro 4 al
norte de Rancho Ocho, así como en el kilómetro 12 entre Falcón y Zotti (Tejerina).
Esta vez se notó que el enemigo había aumentado sus efectivos, especialmente en
las proximidades de Rancho Ocho, punto particularmente sensible de nuestro
dispositivo, porque de allí partía un camino en dirección al este sobre nuestra
95
comunicación en la parte de atrás de Nanawa, hacia Orihuela-Concepción. Era
evidente que el enemigo maniobraba contra nuestra saliente de Gondra.
El día 24, desde el aclarar, en número de 1.500 hombres poco más o menos y
acompañados por dos carros de asalto, los bolivianos se lanzaron a un asalto
general sobre nuestras posiciones de Rancho Ocho. A la caída de la noche estaban
rechazados todos los asaltos. Causamos estragos en las filas enemigas. Destruimos
uno de los carros de asalto y capturamos numerosos prisioneros. Por nuestra
parte, maniobramos en Falcón y Pozo Favorito.
El 25, nuevos furiosos asaltos bolivianos en Rancho Ocho, donde luchamos en
inferioridad numérica con respecto al enemigo. El Comando del Tercer Cuerpo
[Teniente Coronel Irrazábal], que el día anterior declaró que era delicada su
situación, dio parte de haber empleado ya todas sus reservas, agregando que no
podría resistir nuevos ataques si no se le enviaban más tropas. En el día le hice
llegar un batallón desde Francia y se conjuro la crisis.
El 26 continuaron los combates en Rancho Ocho, donde retrocedimos un tanto en
uno de los sectores, porque alguien gritó que el enemigo empleaba gases tóxicos.
(Es posible que esto se debiera a algunos tiros de artillería que estallaron cerca. El
humo de las explosiones tiene un olor acre y ataca sobre todo en la garganta. En
medio de la excitación del combate, probablemente, alguien creyó que el enemigo
usaba gases tóxicos.) En Pozo Favorito el enemigo se sustrajo a nuestra maniobra
y se replegó algunos kilómetros.
El 27 el enemigo de Rancho Ocho quedó inmovilizado, y rechazamos furiosos
ataques en Pirizal.
El 28 continuaron encarnizadamente los combates en Rancho Ocho, Gondra y
Pirizal. En Herrera importantes tropas enemigas hicieron su aproximación.
El 29 rechazamos en Herrera porfiados asaltos. En Gondra y Rancho Ocho
disminuyó la intensidad de los ataques bolivianos y nosotros pasamos al
contraataque.
El 30 inmovilizamos en todas partes al enemigo de Herrera. Maniobramos en
Francia y luchamos enérgicamente en Rancho Ocho y Gondra, pero sin mayores
resultados.
96
El día 31 derrotamos al enemigo de Herrera, que se replegó, y continuaron los
combates en Rancho Ocho, Gondra y Pirizal. En Francia fracasó una maniobra
nuestra.
A las 11 horas de ese mismo día, el presidente llegó en avión a la pista de mi
Cuartel General. Como siempre, el Dr. Ayala se mostraba muy confiado en un
próximo arreglo del conflicto y, por supuesto, apegado a su tesis sobre la
defensiva. En mi contacto directo con la situación militar, yo no podía compartir su
criterio. Cuando me tocó exponer mi opinión, le dije que el paso a la ofensiva era
impostergable, ahora que se percibía el fin de la nueva serie de acciones locales
emprendidas por el enemigo.
El presidente regresó a la capital el 2 de setiembre, sin que me dejara en realidad
una autorización expresa para iniciar acciones ofensivas; pero como yo le había
enumerado razones que me parecían de mucho peso, me creí autorizado por lo
menos a lanzar una acción de objetivo limitado, encaminada a mejorar nuestra línea
defensiva, que no era de ningún modo satisfactoria. La cuña introducida por el
enemigo con unos 6.000 hombres en Campo Aceval (Rancho Ocho), podría
convertirse en un peligro serio. Y ya que la situación local tomaba un sesgo
momentáneamente favorable con el amortiguamiento de las actividades bolivianas,
había que aprovechar esta circunstancia sin pérdida de tiempo, para conjurar
aquella amenaza. La calma gradual de esos días no podía significar otra cosa, en el
campo enemigo, que una pausa breve de reorganización y de acumulación de más
tropas y elementos; y era imperativo sacar ventaja de ella inmediatamente,
siquiera fuese con los elementos que entonces poseíamos, para corregir los
defectos de nuestra posición defensiva: no solamente no desperdiciar esta
situación de pasividad transitoria del enemigo, sino proceder con máxima rapidez,
para llevarle la delantera en el tiempo.
Evidentemente, los bolivianos persistían en su intento
nuestras tropas del sector de Gondra, porque continuaban
tanto en Campo Aceval (Rancho Ocho) como en Pirizal.
aparentemente no desplegaban sino un esfuerzo de simple
de aislar y destruir a
cargando más efectivos
En los demás sectores
amarramiento.
Nuestra crónica escasez de medios de transporte sólo nos permitía abastecernos
allí donde nos encontrábamos, de modo que los movimientos preparatorios de
nuestra acción tendrían que ser cortos, aunque realizados, como expresé más
arriba, con la mayor celeridad. Pero yo estaba resuelto a no abandonar la ofensiva,
una vez iniciada. Para mí esto era lo esencial. Proponíame proseguir la operación
97
hasta alcanzar resultados decisivos, y no importaba que, por las circunstancias
antedichas, asumiese al comienzo un carácter forzosamente local.
Ahora bien, nuestra Reserva General, empeñada ya en parte, estaba en Falcón, y el
Tercer Cuerpo había empeñado toda la suya. En consecuencia, el único recurso en
tropas de que podíamos echar mano era la reserva del Primer Cuerpo, que cubría el
sector de Francia.
Abandoné, por momentáneamente imposible, la tentadora perspectiva de una
acción desde Gondra hacia Zenteno, en combinación con otra desde Francia hacia
el mismo objetivo, y me propuse algo más modesto, como un primer paso. Pero
ante todo necesitábamos suprimir la cuña enemiga de Campo Aceval. Esto no se
prestaba a una acción directa sobre dicho sector: no teníamos tropas suficientes especialmente del lado. de Rancho Ocho- y las rupturas de líneas como la que
podríamos intentar costaban muchas vidas. De modo, pues, que la única alternativa
era accionar desde Falcón y desde Francia, y así lo resolví. Independientemente de
satisfacer todas las condiciones impuestas por las circunstancias, esta operación
nos permitiría continuar la ofensiva, punto que yo juzgaba de importancia capital.
Tratábase, en efecto, de emprender una maniobra sobre una de las alas del
dispositivo enemigo.
Concreté el proyecto en forma de un rápido movimiento envolvente sobre el
núcleo de tropas enemigas de Pampa Grande, que cubría, por el norte, el
dispositivo boliviano, en coordinación con otro sobre los defensores bolivianos de
Pozo Favorito, para luego alcanzar, desde ambas direcciones, el camino FranciaZenteno, detrás de los defensores de ese sector, y consumar su destrucción; y a
fin de provocar con mayor rapidez y seguridad la supresión de la cuña enemiga de
Rancho Ocho y no dejar al Comando enemigo mucha libertad en el empleo de sus
reservas, realizar también acciones secundarias del lado de Gondra y de Zenteno,
que convergerían sobre Campo Aceval y que se emprenderían con algunos días de
anticipación para disimular la acción principal.
98
PARTE TERCERA
LA OFENSIVA HASTA EL FINAL
CAPITULO VIII
PAMPA GRANDE Y POZO FAVORITO
(De setiembre 2 a octubre 22 de 1933)
El mismo día del regreso del presidente a Ia capital, cité al Comando del Tercer
Cuerpo [Teniente Coronel IrrazábaI] -para una entrevista al día siguiente en Mister
Kent, y al del Primer Cuerpo [Teniente Coronel Gaudioso Núñez] para el día 5 sobre
un punto del camino a Boquerón, a fin de impartirles algunas instrucciones
personalmente, como medio de ganar tiempo.
El día 3 de setiembre, a Ias 4 horas, partí para Mister Kent, donde, a la hora
convenida, encontré al comandante del Tercer Cuerpo y le di las instrucciones
pertinentes. El día 4 estuve de regreso al Gran Cuartel General, en Villa Militar. El 5
partí para entrevistarme con el comandante del Primer Cuerpo, y todo quedó
arreglado.
Ordené asimismo al Segundo Cuerpo [Teniente Coronel Ayala] en Toledo, el envío
de uno de sus regimientos a Francia.
El día 6 dicté las órdenes para la iniciación de las acciones sobre Campo Aceval, a
partir del 8. El mismo día, a pedido del comandante del Tercer Cuerpo, se realizó
en Gondra el previsto salto atrás, para reforzar la acción de ese lado, hacia el
norte.
El 7 el enemigo chocó contra la nueva posición de Gondra y sufrió muchas bajas.
El 9 partí a las 4 horas para Francia y Falcón, a fin de apresurar los preparativos y
enterarme de todo. Prosperaban en buenas condiciones aquel día nuestros ataques
en Campo Aceval y sobre el camino a Zenteno, donde obligamos a los puestos
avanzados enemigos a replegarse sobre su posición principal. En Herrera también
atacamos con éxito.
El 10, tras enérgicos asaltos, conquistamos algunas posiciones enemigas de
Gondra, Campo Aceval y Herrera. Esto sin duda contribuyó a desorientar
99
grandemente al enemigo respecto a nuestra intención real. Aquel mismo día
ordené que se iniciara al día siguiente, 11, la maniobra de Pampa Grande y Pozo
Favorito.
Mi visita a Francia y a Falcón me fue muy provechosa, porque me permitió notar
algún aflojamiento en los magníficos bríos ofensivos de los primeros meses,
especialmente en ciertas unidades, y entonces resolví tomar el mando directo del
frente Pampa Grande-FaIcón, para impulsar la acción más vigorosamente.
Regresé rápidamente al Gran Cuartel General de Villa Militar, y al día siguiente, 11,
fecha de la iniciación de las maniobras, instalé mi P.C. de combate de Francia.
Visité en el día a todos los comandantes de divisiones y regimientos en sus
puestos de combate, y noté que renacían entusiasmos promisorios en todas
partes. A las 15:15 horas yo estaba instalado de regreso de la inspección, en mi
P.C. de Francia.
El mismo día 11, un audaz comandante [Capitán Osvaldo Ortiz] de uno de los
batallones que atacaban sobre el camino de Francia a Zenteno, consiguió deslizarse
por el este e infiltrarse sobre el camino detrás de las posiciones enemigas. En
Pampa Grande y Favorito, las maniobras proseguían bien.
El 12 recibí un parte por radio del comandante de las tropas de maniobra de Pampa
Grande [Teniente Coronel José A. Ortiz], anunciándome que desde las 6:30 horas
había interceptado el camino enemigo hacia Zenteno. Aquel día reinaba una calma
significativa en el campo boliviano, en todos los frentes no atacados. Era un indicio
claro de que habíamos logrado ganar en el tiempo al enemigo, el cual preparaba
sus contramedidas; en otras palabras, la iniciativa, por el momento, estaba en
nuestras manos.
El 13 reforcé la tropa de incursión de Pampa Grande y cerramos fuertemente el
camino enemigo, preparando un nuevo frente hacia el sur. En Campo Aceval
ganamos un buen trecho con nuestros ataques.
El 14 encerramos al enemigo de Pozo Favorito. El mismo día nuestras tropas de
incursión de Pampa Grande recibieron un rudo ataque del lado exterior, y se
entabló una lucha extraordinariamente encarnizada, que duró todo el día. Del lado
interior también atacaron los bolivianos para despejar su camino. Los paraguayos
resistieron admirablemente, pero la jornada de ese día, de espantoso calor, fue
sumamente dura, y por la noche el comandante paraguayo me propuso replegarse
a su base. Como casi siempre en estos casos, la radio de nuestras tropas de
100
incursión sufrió una descompostura y dejó de funcionar. Intervine con la mayor
rapidez posible para disponer el envío de más refuerzos y agua, echando mano
hasta de los ordenanzas y enfermeros, tomados en donde se los encontraba, e
impartí las órdenes más terminantes en el sentido de que se mantuviera cerrado a
toda costa el camino enemigo. Esa noche nadie tuvo un minuto de descanso.
Durante todo el día varios aviones bolivianos habían arrojado bolsas de coca a los
cercados de Pampa Grande.
El día 15, desde el amanecer, nuestras tropas atacaron en todas partes, y
provocaron el desenlace, tanto para las fuerzas cercadas de Pampa Grande como
para las de Pozo Favorito, casi simultáneamente.
A las 9 horas de dicho día, una escuadra del regimiento Loa se pasó a nuestras
filas en Pampa Grande. A las 9:30 horas un oficial parlamentario de Pozo Favorito
se presentó a nuestras líneas, pidiendo, en nombre de sus compañeros,
condiciones para rendirse. A las 12 horas el Tte. Cnel. González Quint hizo lo
propio en Pampa Grande, y el Comando local paraguayo, previa autorización de mi
parte, firmó con él un documento de rendición,
A las 12:10 fracciones de los regimientos Lanza 5 de caballería y 18 de infantería,
se rindieron en Pozo Favorito, con cuatro oficiales y 250 de tropa. A las 14:20
horas, se rendían en Pampa Grande los regimientos Loa y Ballivián, con 18 jefes y
oficiales y 600 de tropa. En toda la tarde de la rendición los aviones bolivianos
arrojaron provisiones en Pampa Grande, que fueron muy oportunas para amortiguar
el hambre de nuestros propios soldados.
El día 16 prosiguieron nuestras maniobras contra las tropas enemigas que
concurrieron en auxilio de los cercados en Pampa Grande y Pozo Favorito,
buscando realizar nuestra intención de cerrar una tenaza sobre dichos puntos,
detrás de las tropas enemigas que defendían el camino Francia-Zenteno. Pero en el
terreno difícil del Chaco las maniobras de este género resultaban sumamente
trabajosas y lentas, y el enemigo siempre disponía de tiempo para eludir la
persecución.
El día 17 el enemigo se replegó en Pampa Grande, e hizo otro tanto sobre el
camino a Zenteno, para sustraerse a la mordedura de nuestra tenaza. También en
Campo Aceval los bolivianos emprendieron un nuevo repliegue. En dichos sectores
nuestras tropas tenían que hacer la persecución en las arduas condiciones que
imponía la naturaleza del terreno.
101
Con el repliegue de los bolivianos que defendían el camino Francia-Zenteno y dada
la forma que tomaba la línea general de defensa del enemigo, más las dificultades
del terreno, que retardaban grandemente nuestros movimientos, consideré
irrealizable, por entonces, el proyectado cierre de nuestra tenaza sobre el camino a
Zenteno.
El día 18 regresé al Gran Cuartel General de Villa Militar, con la intención de
preparar la continuación de la ofensiva, para cuyo efecto trataría de obtener la
autorización correspondiente, apoyándome en nuestro reciente éxito inicial. A raíz
de estas acciones el gobierno nacional me ascendió al grado de General de Brigada.
Para ganar tiempo en los preparativos, especialmente en la orientación espiritual de
los subordinados hacia la continuación de la ofensiva, dejé algunas instrucciones al
comandante del Primer Cuerpo, en Francia, y cité en rendez-vous al comandante
del Segundo Cuerpo [Coronel Juan B. Ayala] en el Gran Cuartel General y al del
Tercero [Coronel Luis Irrazábal] en Guaraní. Y como la amplitud de la próxima
operación sería mucho mayor, alerté a Bahía Negra [Coronel Nicolás Delgado] para
el caso de que se le llamara también a colaborar. Al propio tiempo, ordené al
destacamento del Pilcomayo [Mayor (R.) Plácido Jara], que cubría la región
ribereña de dicho río, que emprendiera la marcha hacia Nanawa.
El 19 prosiguieron nuestros avances de lenta persecución. El día 20 el enemigo del
sector de Pozo Favorito se substrajo a un nuevo envolvimiento, y dejó en nuestro
poder sus parques, intendencias, sanidad y numerosos prisioneros. Aquel mismo
día, a las 10 horas, se realizó mi entrevista con el comandante del Tercer Cuerpo
en Guaraní, punto situado sobre el nuevo camino de Villa Militar a Nanawa. A las 16
horas yo estaba de regreso al Gran Cuartel General de Villa Militar.
Para el 23 de setiembre el enemigo nos presentaba una línea continua de
posiciones en casi todos los sectores, con la que establecimos estrecho contacto.
Con la serie de acciones de los quince días precedentes, habíamos logrado nuestro
objetivo principal, que era la supresión de la cuña de Campo Aceval (Rancho Ocho)
y la destrucción de importantes efectivos enemigos; y sobre todo habíamos
retemplado la iniciativa y el espíritu ofensivo de nuestras tropas, un tanto
adormecidos con los nueve meses de defensiva. Por vía de breve descanso, que
bien merecían nuestras tropas, dimos un fuerte impulso a la reorganización y al
reabastecimiento general de las unidades con vistas a las próximas operaciones.
102
El Comando enemigo quedó muy afectado por el contraste de Pampa Grande y
Pozo Favorito, pero trató de aparentar calma en un comunicado en que decía que
sólo se trataba de “una de tantas contingencias de la guerra, de escasa
importancia". Pampa Grande y Pozo Favorito, sin embargo, eran acciones llamadas
a tener una trascendencia considerable, táctica y estratégicamente, pues, servirían
de punto de partida a operaciones que culminarían con el colapso del ejército
boliviano.
En mi entrevista con el comandante del Tercer Cuerpo [Coronel IrrazábaI] en
Guaraní, quedó resuelto, como una de las acciones previas a cargo de dicho
cuerpo, asestar un golpe a las tropas enemigas que cubrían el sector de Pirizal. En
consecuencia, el día 27 de setiembre se inició la maniobra de la división paraguaya
de aquel sector, la que logró interceptar el camino de retirada del enemigo, el cual,
desde ese momento, se halló en la imposibilidad de abastecerse. Pero, con
sorpresa para todos y por motivos hasta ahora no explicados suficientemente, el
mando divisionario local paraguayo [Teniente Coronel Arturo Bray], por propia
iniciativa, ordenó al día siguiente, 28, que sus tropas de incursión sobre el camino
enemigo se replegaran a su base. De este modo se malogró una acción que parecía
de resultado seguro y que en aquella oportunidad nos hubiera reportado un
beneficio positivo, desde el punto de vista general.
El 29 solicité una entrevista con el presidente, a fin de recabar de él la autorización
de continuar la ofensiva y a cuyo efecto yo tenía ya preparado mi plan. El lector
observará que nuestros preparativos proseguían activamente, aprovechando la
calma relativa de aquellos días, en la confianza de obtener aquella autorización.
El 3 de octubre llegó el presidente al Gran Cuartel General. Consideramos con él
diversas hipótesis. Una de ellas consistía en una irrupción en dirección a Platanillos
y luego sobre Ballivián. Pero esta operación sólo llevaría a la posesión de puntos
geográficos y a lo sumo podría tener alguna repercusión política. Por otro lado,
para realizarla, no disponíamos ni de tropas suficientes ni de los medios de
transporte necesarios. Pasamos, pues, a examinar otro proyecto, al que yo desde
luego estaba resueltamente atenido, y que consistía, en resumen: en un
envolvimiento, en su primera fase, del ala norte del dispositivo enemigo, que se
realizaría con el mayor número posible de tropas, acompañado de una irrupción al
norte de Campo Aceval o de una ruptura en la saliente de Gondra, para completar
con rapidez el envolvimiento; y en su segunda fase, accionando siempre por la
derecha, llegar a Muñoz antes que pudiera concurrir el enemigo del frente de
Nanawa.
103
El 4 de octubre el presidente dió su aprobación a este último plan y regresó a
Asunción con un memorandum de nuestras necesidades para la batalla proyectada;
entre nuestros pedidos figuraban especialmente camiones.
Ante la restricción aparente de las operaciones y su división en dos fases, a más de
un lector se le puede ocurrir la pregunta de porqué el plan consideraba solamente
la destrucción de una parte del frente enemigo y no del total de una vez,
realizando un doble envolvimiento -no uno solo-, por el norte y por el sur, es decir,
por Francia y por Nanawa al propio tiempo.
Las razones eran siempre las mismas: medios de transporte y efectivos
insuficientes. Pero la restricción aparente del plan no consistía en realidad sino en
una adaptación de la misión de nuestro ejército a sus posibilidades, sin dejar de
contemplar por eso la destrucción de la totalidad de las fuerzas enemigas.
Además, debíamos esgrimir como instrumento principal la rapidez, para sorprender
al Comando boliviano.
Yo acariciaba la idea -y la mantuve durante todo el desarrollo de la batalla- de
lanzar a toda velocidad el mayor número de tropas, disponibles directamente sobre
Muñoz, una vez aseguradas las primeras ventajas de nuestro esfuerzo principal,
que era el envolvimiento por el oeste, operación que dependería exclusivamente de
los camiones que figuraban en el memorandum entregado al presidente, los que no
llegaron oportunamente, a pesar de la duración de la batalla.
Apenas regresó el presidente, después de autorizar la ejecución de mi plan, imprimí
a nuestros preparativos la máxima celeridad y amplitud posibles. Como yo confiaba
en que nos acercaríamos a la paz, tan anhelada por nosotros los paraguayos, si se
lograba realizar el plan integralmente -lo que no me parecía dudoso- decidí
empeñar en la acción todos nuestros recursos.
En aquellos días, el destacamento del Pilcomayo [Mayor P. Jara], fuerte de un millar
de hombres, llegó a Nanawa después de doce días de marcha fatigosísima a campo
traviesa, por un desierto desconocido.
De Toledo transportamos la artillería y dos regimientos del Segundo Cuerpo. De
Bahía Negra trajimos miI hombres, y de Asunción, todas las fuerzas armadas de la
policía, que no alcanzaban al miliar. Reuní finalmente todas las unidades de
Zapadores que trabajaban en el mejoramiento y conservación de los caminos.
104
El 6 de octubre celebré en Puerto Casado una entrevista con el comandante de
Bahía Negra [Coronel Delgado], llegado para tal efecto en avión. El día 12 recorrí
personalmente los sectores de Campo Aceval, Gondra y Nanawa. El 15 realicé una
inspección a los sectores de Falcón y Francia. De esta manera explicaba a todos los
comandantes interesados, detalladamente, mis intenciones. Ese mismo día, a las
17 horas, regresé al Gran Cuartel
General, en Villa Militar.
El 16 reorganicé nuestra Reserva General en Falcón [Teniente Coronel Eduardo
Torreani Viera], tres regimientos y un batallón de zapadores.
El 18, a las 6 horas, partí nuevamente para Falcón, donde quedó instalado mi P.C.
de combate desde las 18 horas de aquel día.
El 19 hice una rápida recorrida de inspección de la línea desde Pampa Grande hasta
Campo Aceval. Todos los preparativos tocaban por entonces a su término.
El día 20 impartí la orden general para la batalla, que debería empezar el 22. A
propósito de dicha orden,11 deseo hacer algunas aclaraciones al lector. La orden se
dictó sobre la base de un conocimiento incompleto de las redes de caminos
entonces existentes: no teníamos ningún croquis perfecto del Chaco. Además, ella
hubo de ser modificada en el curso de las operaciones, porque la prevista reacción
del adversario no se produjo en el sentido que yo anticipaba y que me llevó a
dividir las operaciones en dos etapas. Siempre cabe presumir que el enemigo
reaccione dentro del marco de una lógica en cierto modo rígida; pero en el caso de
la batalla de Zenteno, aquel procedió de modo muy diferente al que presumíamos,
y empeoró su situación para ventaja nuestra. No hubo, pues, necesidad de dividir
las operaciones en dos fases, porque mediante una sola acción se pudo llegar al
mismo resultado. Confírmase aquí la conocida regla de que las órdenes de este
género sólo deben contener prescripciones para la parte inicial de la batalla, por la
imposibilidad de prever la reacción que se producirá en el campo enemigo, reacción
que ha de servir para modificar sucesivamente el procedimiento que debe
adoptarse en la consecución del objetivo buscado.
El día 21 ordené la postergación de la iniciación de la batalla para el 23, a pedido
del comandante del Tercer Cuerpo [Coronel IrrazábaI] El 22 todo estaba listo.
Reinaban entonces confianza y entusiasmo en todas partes.
11
Omito la transcripción de este documento porque su publicación textual correspondería
más bien a una historia puramente militar de la guerra.
105
C A P I T U L 0 IX
LA BATALLA DE ZENTENO Y LA RENDICION
DE CAMPO VIA
(De octubre 22 a diciembre 11 de 1933)
Estábamos por empeñar virtualmente la totalidad de nuestras fuerzas. En los
demás sectores no quedarían sino pequeños destacamentos. Era aconsejable,
pues, que yo dirigiera muy de cerca el desarrollo de las operaciones para poder
intervenir con más oportunidad en los casos necesarios. Por eso instalé mi P.C.
cerca de la línea, en Falcón.
El día 23, a la hora H, comenzaron los ataques en toda la línea, desde Pampa
Grande hasta Nanawa, sobre un frente de cerca de setenta kilómetros. Sólo la
aviación paraguaya estaba ausente de aquel duelo memorable, porque no teníamos
aviones. Ese día obligamos al enemigo a replegarse sobre su posición principal en
toda la línea.
El 24, las tropas paraguayas que accionaban en el frente norte de Campo Aceval
avanzaron ocho kilómetros, con escasa resistencia por parte del enemigo. En el
sector de Francia, conquistamos toda la primera posición enemiga.
El 25, nuestra ala derecha de Francia [D. 7, Teniente Coronel Ortiz] progresó hasta
el kílómetro 10 hacia Zenteno. Ganamos igualmente terreno en Pozo Favorito [D.8,
Teniente Coronel Félix Cabrera]. En el frente del norte de Campo Aceval
avanzamos un kilómetro, donde chocamos con una línea continua, que no pudimos
forzar. En Pirizal nos apoderamos de un reducto enemigo.
El día 26 ocupamos la primera posición enemiga de Pozo Favorito.
El 27 obligamos al enemigo a un repliegue en su extrema ala derecha (sector de
Charata o Alihuatá Viejo). Ganamos terreno en Favorito. Comprobamos en aquella
oportunidad que estábamos en contacto, con una poderosa posición defensiva del
enemigo, más o menos continua desde Charata hasta Nanawa.
Ese mismo día 27 rechazamos un fuerte ataque enemigo en el fortín Galpón, al
norte de Bahía Negra. Causamos a los bolivianos grandes bajas y pérdidas en armas
y elementos. Aquel ataque fue el único emprendido por el enemigo en ese sector
106
Grupo de artillería
Puesto de observación: Sector Alihuatá
durante todo el año 1933, a pesar de los cuantiosos elementos con que contaba
en la región.
El 28, entre Nanawa y Pirizal [Teniente Coronel Fernández], tomamos por asalto la
primera posición enemiga en un frente de tres kilómetros, y avanzamos cuatro
kilómetros en profundidad. En el sector de Pampa Grande prosperaban bien
nuestros ataques.
Con la comprobación de que nos hallábamos frente a una línea enemiga más o
menos continua, comenzamos desde el día 28 a cambiar la dosificación de
nuestras fuerzas. Como éramos detenidos en el sector norte de Campo Aceval,
contrariamente a lo que suponíamos -puesto que chocábamos con una poderosa
posición organizada cuya existencia ignorábamos-, saqué tropas de ese frente y las
hice transportar a Favorito. El lector se dará cuenta de que hasta aquel día
atacábamos con igual energía en todos los sectores comprometidos. Era mi
intención llevar al enemigo hasta donde él hubiese decidido establecer su línea
definitiva de defensa, y ocultar, al propio tiempo, la verdadera dirección de nuestra
acción principal. En el terreno en que luchábamos no era posible, desde luego,
intentar ninguna maniobra de envolvimiento contra un enemigo en retroceso.
El día 29 se trabajó en todos los sectores para organizar mejor el enlace lateral
entre las unidades atacantes, abriendo caminos (picadas) de circulación.
El 30 un ataque nuestro en el sector de Favorito introdujo una cuña de dos
kilómetros de ancho, que alcanzó hasta la tercera línea enemiga; y en nuestra
extrema ala derecha, avanzamos hacia Charata.
El 31, a consecuencia de estos ataques, el enemigo que defendía el camino
Francia-Zenteno se replegó. En el sector de nuestro ataque entre Nanawa y Pirizal
avanzamos un kilómetro. Aquel mismo día rechazamos un ataque enemigo en el
sector de Toledo, sobre nuestras posiciones adelantadas del kilómetro 10 hacia
Corrales, y continuamos la persecución hasta el kilómetro 16.
El 12 de noviembre el enemigo presionó fuertemente sobre nuestras avanzadas del
kilómetro 53, de Herrera hacia Platanillos.
Ese mismo día 12 recibí un parte de Bahía Negra con el anuncio de que el enemigo
se había apoderado -de nuestro puesto Coronel Bogado. La noticia, aunque de
cierta importancia, me produjo poca preocupación. Indudablemente que en aquel
lejano sector contábamos con muy pocas tropas, pero el recorrido de algo menos
107
de 200 kilómetros, que separaba a Coronel Bogado de Bahía Negra, era de los más
dificultosos por la naturaleza del terreno; y siempre tendríamos tiempo para
concurrir con fuerzas adicionales oportunamente.
Empleamos los tres primeros días del mes de noviembre en preparar una nueva
serie de acciones locales, en busca siempre de la posición definitiva de la defensa
enemiga, y en perfeccionar el enlace de nuestras tropas.
El día 4 reanudamos nuestro ataque en Favorito, ensanchando la cuña abierta en el
dispositivo enemigo, y avanzamos 800 metros más. En Herrera se replegó el
enemigo.
El 5, en el sector de Pampa Grande [D.7, Teniente Coronel Ortiz], atacamos y
rompimos las tres líneas enemigas de la primera posición, y capturamos prisioneros
y armas. Nuevo repliegue del enemigo en Favorito. A las 24 horas de aquel día se
produjeron otros repliegues enemigos en nuestra extrema ala derecha, a
consecuencia de la ruptura de su línea del sector de Pampa Grande.
El 6, como resultado de los repliegues de la extrema derecha y del sector de
Favorito, el enemigo se replegó igualmente en el sector del camino FranciaZenteno, y dejó en nuestro poder sus posiciones, en un frente de once kiIómetros.
En todo aquel día apenas pudimos avanzar tres kilómetros en dicho sector de
repliegue; las dificultades del terreno, cubierto por un bosque enmarañado,
imposibilitaban toda persecución eficaz. En el curso de los días sucesivos tratamos
de establecer nuevamente contacto con el enemigo, y preparamos otras acciones.
Por fin, esta vez tuvimos la impresión de que las nuevas posiciones enemigas de
defensa eran definitivas; y como ya nos habíamos aproximado suficientemente a
Charata, desde donde, según nuestras informaciones, existía un camino hacia
Saavedra o Muñoz, me pareció que se acercaba el momento de iniciar nuestra
maniobra de envolvimiento. Por consiguiente, ordené el transporte de más tropas
sacadas de Favorito y del frente de más al sur, hacia nuestra extrema ala derecha.
El día 11 ordené al comandante de Toledo [D. 6, Coronel Alfredo Mena] que
enviara un regimiento más a Francia, y continuamos los desplazamientos hacia
nuestra ala derecha. Aquel mismo día emprendimos un asalto en Pirizal [R.C., Mayor
Juan Cáceres, de Ia D.4a.] y nos apoderamos de la nueva posición enemiga en un
frente de 800 metros.
108
Comenzaba yo por entonces a comprobar claramente la bondad del procedimiento
que adoptábamos, consistente en ataques continuados, casi ininterrumpidos, sobre
el extenso frente, que se prolongaba desde algo más al oeste de Charata hasta
Nanawa.
El enemigo, en efecto, después de emplear todas sus reservas, que era lo que
buscábamos, empezaba a debilitar sus líneas acá y allá, con el fin de transportar
apresuradamente las fracciones de tropas así obtenidas para reforzar los puntos
que en un momento dado eran más fuertemente atacados por nosotros.
El Comando de Nanawa [Coronel IrrazábaI] me hizo notar el debilitamiento de la
línea enemiga en la parte sur de su frente, y me pidió, con feliz iniciativa,
autorización para atacar. En corta conversación telefónica todo quedó arreglado
para un ataque inmediato. El día 12, a las 2 horas, los nuestros asaltaban y
rompían la primera línea enemiga al sur de Nanawa, en un frente de mil metros.
Avanzaron rápidamente unos 800 metros y dejaron muy comprometida la
situación de una de las unidades de la extrema ala derecha boliviana. El 13, al
aclarar, en nuevos asaltos, nos apoderamos de las otras líneas de la posición
enemiga, y después de cortar al regimiento boliviano Nº 16, lo rodeamos con gran
rapidez. A las 15 horas del mismo día, el mencionado regimiento se rindió con once
jefes y oficiales y 413 de tropa. Cayeron igualmente en nuestro poder treinta
ametralladoras, un millón de cartuchos de infantería, etc. Como resultado de esta
acción pasaron a nuestras manos diez kilómetros de posiciones enemigas, en el
extremo sur de su dispositivo.
Con Ia operación antedicha, alejábamos el peligro que nos amagaba del lado sur de
Nanawa, y nosotros, por nuestra parte, amenazábamos con otro desbordamiento a
la otra ala enemiga. Creábamos así una situación molesta al Comando boliviano,
porque le obligábamos a llevar más tropas hacia el punto comprometido.
Al día siguiente, 14, avanzamos en franco desbordamiento hasta ocho kilómetros
al suroeste de Nanawa. En el sector de Herrera, nuestras patrullas llegaban hasta el
kilómetro 63 en dirección a Platanillos, sin encontrar enemigos, hecho
demostrativo de que el General Kundt transportaba sus tropas de ese sector hacia
el teatro de la acción principal. Tuve entonces la impresión de una mayor seguridad
por ese lado.
El día 15, nuestra extrema ala derecha, en vigoroso empuje, avanzó unos 1.500
metros. En Favorito y en Campo Aceval el enemigo se replegó, y avanzamos hasta
tres kilómetros en un frente de quince kilómetros, manteniendo el contacto, a
109
Saavedra incendiada y capturada
Cae Zenteno: Se iza la bandera
pesar de las enormes dificultades del terreno boscoso. En Nanawa nuevas tropas
enemigas se opusieron tenazmente a nuestro desbordamiento y nos detuvieron.
El 16 el enemigo se replegó algo más en Favorito y Pozo Charcas; pero retomamos
estrecho contacto en todas partes. En el sur recuperamos el fortín Mariscal López,
donde el enemigo dejó en nuestro poder muchos elementos y municiones.
El 17 los bolivianos abandonaron en nuestro poder el puesto F, de su extrema ala
izquierda, desde donde habían vigilado nuestros movimientos.
Esta serie de acciones nos llevó a ponernos en contacto con otra línea continua
más poderosamente organizada que la anterior, pero la escasa artillería con que
contábamos era incapaz de quebrantarla. Esta era la tercera y última posición de
defensa enemiga.
Por nuestra parte, llegaba así el momento de pasar a la maniobra proyectada, lo
más rápidamente posible.
En los días siguientes nos ocupamos de la consolidación de las nuevas posiciones,
de los enlaces laterales y del desplazamiento de más tropas hacia nuestra derecha.
Dimos así algún descanso a las tropas y tomamos las últimas disposiciones.
Con las tropas enemigas fuertemente amarradas sobre su última línea de defensa,
y luego de transportar nuestras reservas sobre nuestra extrema ala derecha, de
conformidad con nuestro plan, colocábamos al General Kundt en la más patética
alternativa de su carrera. El presidente Salamanca le había aconsejado poco antes,
desde La Paz, la conveniencia de retirarse de Alihuatá (Zenteno). El General Kundt
no quiso prestarle oído; y ahora que podía comprobar la prudencia de aquella
sugestión, era demasiado. tarde. No le quedaba al jefe enemigo otro recurso que
permanecer fiel a sí mismo y aferrarse al terreno en que se encontraban sus
tropas.
La lógica inexorable de su situación hacía que tanto una retirada como una
resistencia condujeran por igual a una catástrofe irreparable.
El día 25 a las 22 horas llegó al Gran Cuartel General de Villa Militar una delegación
de la Liga de las Naciones, encabezada por el Sr. Alvarez del Vayo. Después de
señalar a los miembros de la misma sus respectivos alojamientos, les invité a pasar
a la mesa. En el curso de la comida hablamos de generalidades. Recuerdo que,
entre otras cosas, dije al Sr. Alvarez del Vayo que los paraguayos éramos soldados
110
de la Liga de las Naciones y que desde hacía más de un año luchábamos por el
imperio de los principios de aquella institución.
Al día siguiente, a las 9 horas, me entrevisté nuevamente con todos los miembros
de la delegación para establecer el programa de las visitas que pensaban realizar.
El Sr. Alvarez del Vayo y los demás miembros civiles visitarían las Colonias
Mennonitas y regresarían por Puerto Casado. Los miembros militares irían al frente
de operaciones de Francia y de Nanawa y desde este último punto se dirigirían a la
capital en avión.
Encuentro en mi diario de guerra la siguiente anotación del día 26:
Durante las conversaciones que he tenido con los miembros de la comisión de la
Liga de las Naciones, he hecho resaltar claramente nuestra decisión inquebrantable
de continuar la guerra, en la seguridad de aplastar al enemigo, y que nuestro
pueblo en armas no aceptaría discusión sobre el litoral del río Paraguay.
El General Freydenberg, delegado francés, un poco sorprendido por el aplomo con
que yo hablaba del aplastamiento del enemigo, me dijo que la guerra tenía sus
mudanzas y que no se podían predecir con exactitud todas las contingencias. Pero
mi fe en el inminente descalabro del enemigo era tan profunda, que le respondí:
"No lo dude Ud., General; la destrucción del ejército boliviano es una operación
matemática".
Volviendo a las operaciones militares. El día 27 el enemigo rectificaba su línea en
su ala izquierda y dejaba en nuestro poder un frente de cuatro kilómetros de
posiciones poderosamente organizadas con alambradas de púas.
En aquellos días hizo crisis un hecho insólito en el Comando subordinado paraguayo
del sector de Francia. Habíamos ya reunido todo cuanto podíamos en hombres y
material en nuestra ala derecha, de acuerdo con nuestro plan. Correspondía, por lo
tanto, según anoté más arriba, desencadenar la acción, realizar la maniobra
decisiva. Pero en este momento crucial se interpuso en nuestro camino una
dificultad tan poderosa como inesperada: el comandante de nuestro Primer Cuerpo,
con pretextos que se renovaban de día a día, expresaba no estar aún en
condiciones de iniciar el movimiento, a pesar de que todo lo tenía a mano y que
todas las circunstancias concurrían a favorecerle.
El día 28 fui personalmente al P.C. del comandante del Primer Cuerpo [Coronel Juan
B. Ayala], en Francia, para recalcarle la necesidad de urgir la maniobra.
111
Pero el 29 y el 30 continuaban los pretextos. El 12 de diciembre todos los
ejecutantes, que estaban listos desde varios días atrás, empezaron a dar señales
de haber perdido confianza en el comandante del cuerpo.
El 2 de diciembre terminaron los estudios que ordené en Campo Aceval y en
Gondra sobre la posibilidad de una acción de ruptura, en combinación con la
maniobra de desbordamiento, pero el comandante del Primer Cuerpo persistía en
sus dilaciones. Esto me llevó finalmente a la convicción de que se trataba de un
caso de desfallecimiento o de temor a la responsabilidad, incompatible con la
situación del momento.
El día 3, a las 5 horas, partí para Francia desde mi P.C. de combate de Falcón,
llegando allá a las 8 horas, y comuniqué personalmente al comandante interesado
que, desde ese momento, yo me hacía cargo directamente del Comando del Primer
Cuerpo. Minutos después notifiqué esta resolución a los ejecutantes, y salí sin
demora a realizar una visita de inspección a todo el frente a cargo del Cuerpo. En
un P.C. de nuestra extrema ala derecha [D.7, Teniente Coronel Ortiz], reuní a los
comandantes inmediatamente subordinados; reorganicé ligeramente dichos
comandos y ordené que se iniciara la maniobra aquel mismo día. Habiendo resuelto
optar por la ruptura de la línea enemiga en la saliente de Gondra, llamé a una
entrevista al comandante del Tercer Cuerpo y al comandante de la división de
Gondra [D.I, Teniente Coronel Franco], para el día siguiente, 4, con el objeto de
darles instrucciones personalmente.
A las 10:20 horas del día 4, mis tropas de envolvimiento empujaban
victoriosamente y con gran vigor a las fracciones enemigas que se les oponían,
esbozando ya netamente dicho envolvimiento.
Ese mismo día, a las 8 horas, tenía lugar, en el kilómetro 39 de Falcón hacia
Rancho Ocho, mi entrevista con los comandantes interesados. Después de darles a
conocer pormenorizada mente mis intenciones, les dejé la siguiente orden
particular Nº 69:
1 - Del conjunto de informaciones se deduce que el enemigo habría
debilitado considerablemente los efectivos de defensa en el Sector
Gondra.
El Primer Cuerpo de Ejército prosigue con éxito su maniobra de
envolvimiento por el ala izquierda (oeste) del enemigo.
112
11 - El Tercer Cuerpo de Ejército, con las tropas del sector Gondra,
debidamente reforzadas, atacará vigorosamente, a fin de romper la línea
defensiva y tratar de llegar a interceptar el camino de Zenteno a
Saavedra y tomar enlace con el Primer Cuerpo de Ejército sobre dicho
camino, etc.
A Ias 17 horas de aquel día me hallaba de regreso en mi P.C. de Francia. Enormes
dificultades causaban a nuestros transportes las lluvias torrenciales de aquellos
días.
A las 21 horas del día 4, un parte de mis tropas de maniobra daba cuenta de
haberse interceptado el camino de Zenteno a Pavón, desde la mañana.
El día 5, un destacamento enemigo presionó violentamente desde Puesto F,
situado a mi extrema derecha, con la evidente intención de detener nuestra
maniobra de desbordamiento. De inmediato transporté uno de los regimientos de
mi reserva local [R.I.10, Mayor José M. Casal], con la orden de reunirse a la unidad
empleada en dicho punto [Mayor Nicolás Korsakoff] y tratar de destruir al
destacamento enemigo.
Los caminos abiertos recientemente en el bosque se habían vuelto horribles con las
lluvias, que seguían cayendo.
Los preparativos en Gondra continuaban activamente, así como en Campo Aceval y
Favorito, para acciones secundarias.
El día 6, desde las 13 horas, mis tropas de maniobra interceptaron el camino de
Zenteno a Saavedra. El mismo día se interceptó el camino secundario de Zenteno a
Pozo Negro; restaba, pues, un solo camino para el escurrimiento de las tropas
enemigas, que era el que conducía por Pozo del Encanto a Puesto Mayor y Campo
Vía.
Por la mañana de aquel mismo día 6 yo había ordenado que la división de maniobra
tratara de ganar el cañadón 31, por donde podrían circular elementos enemigos. A
las 17 horas nos apoderamos fácilmente de toda la posición enemiga del frente de
Favorito. A las 18 horas los bolivianos replegaban su ala izquierda. A las 19, el
repliegue se extendió hasta Campo Aceval. A las 20 horas un parte de nuestro
Tercer Cuerpo daba cuenta de que todo estaba listo en Gondra para accionar al día
siguiente.
113
El día 7, a la 1, nuestras tropas entraban en Charata. Al aclarar ese mismo día, en
magnífico asalto, nuestra Primera División de Gondra rompió las líneas enemigas y
avanzó con rapidez por la Picada Velilla, en cumplimiento de su misión, capturando
prisioneros, armas y elementos diversos. Una tempestad de viento interrumpió
nuestros enlaces telefónicos hasta casi medio día. Lo propio habría ocurrido al
enemigo para que, hasta las 10:30 horas, varios aviones bolivianos arrojaran una
porción de bombas sobre sus propias tropas en movimiento de repliegue.
Como nuestras fuerzas mantenían contacto desde el día anterior, 6, con una tropa
enemiga a unos siete kilómetros de Zenteno hacia Saavedra, y teniendo a mano
varias unidades libres, ordené una nueva maniobra, en superposición a la primera,
para cortar también de su base a esta tropa enemiga en contacto. La orden
disponía que la nueva intercepción del camino de Zenteno a Saavedra fuera a la
altura de la boca de la Picada Velilla, a fin de tomar enlace con la Primera División,
que accionaba desde Gondra.
El mismo día 7, el enemigo que presionaba en Puesto F, fuerte de 400 hombres,
era aniquilado por los nuestros, los que capturaron un gran número de soldados
prisioneros. Desde aquel, día quedaba el camino abierto de ese lado y, como
siempre, con angustia reprimida, debíamos resignarnos a perder esta ventaja
excepcionalmente favorable, por la eterna cuestión de la falta de medios de
movilidad. Es fácil imaginar lo que hubiera ocurrido si, de inmediato, los dos
regimientos que operaban en el lugar, más dos divisiones que en ese momento
estaban ya libres, fueran transportadas en camiones hacia Muñoz.
Aquel día de tan importantes acontecimientos, supimos, por un dato precioso, el
estado de ánimo -y de nervios- que reinaba en el campo del enemigo. El Cnel.
Banzer, comandante de una de las divisiones enemigas en repliegue, la Novena,
dirigió un mensaje por radio al General Kundt, en lengua quechua, avisándole que la
clave se le quemó por descuido y que se hallaba cortado de la Cuarta División,
también en repliegue. La respuesta que le dio el General Kundt fue todavía más
elocuente. Le dijo: "Proceda según su situación". Así el General en Jefe enemigo
abandonaba el mando, precisamente cuando más se lo necesitaba, cayendo en una
especie de fatalismo desesperado. A las 24 horas nos apoderamos de Alihuatá
(Zenteno).
Al día siguiente, 8, no obstante el inconveniente de la falta de camiones, ordené a
la Octava División [Teniente Coronel Félix Cabrera] -una de nuestras divisiones
libres- que marchara a pie por Charata hacia Puesto Sosa y Muñoz.
114
Aquel día escribí en mi diario de guerra:
Es de lamentar una vez más la falta de medios suficientes de movilidad,
que nos hubieran posibilitado la destrucción completa del ejército
enemigo, al permitirnos transportar con rapidez y abastecer a las tropas
que dirigimos en estos momentos por la derecha hacia el oeste, para
interceptar el camino o los caminos de Saavedra a Muñoz.
A las 22 horas de ese mismo día 8 el comandante del Tercer Cuerpo daba parte de
que el enemigo se replegaba en todo el frente de Nanawa, en dirección a Samaklay.
Al día siguiente, 9, ante la noticia de que el Cnel. Peñaranda, comandante del
Primer Cuerpo boliviano que teníamos rodeado, marchaba con refuerzos por el
camino Saavedra-Zenteno para abrirse paso y auxiliar a sus tropas en derrota,
ordené que nuestra Sexta División [Teniente Coronel Vicente Machuca] -se dirigiera
a marchas forzadas por Puesto Pabón para interceptar el camino SaavedraZenteno, detrás de Peñaranda, a la altura del Kilómetro Siete de Saavedra. Era el
tercer cierre de dicho camino, en ejecución. Parece que el Cnel. Peñaranda estaba
dentro del cerco cuando se produjo este nuevo cierre, pero pudo escapar
personalmente con su Estado Mayor abriendo senderos en el bosque.
A las 18:30 horas un telegrama del enemigo cercado nos hizo saber que atacaría
en Campo Vía la línea tendida por nuestra Primera División, para tratar de abrirse
paso hacia el sur. Como era natural, tomamos todas las precauciones posibles. A
las 22:30 horas, un parte de nuestra tropa de maniobra me enteraba que ya
estaba sobre el camino Zenteno-Saavedra, a la altura del kilómetro 16-17 de
Zenteno, es decir, casi matemáticamente a la altura ordenada, que era la boca de
la Picada Velilla. De inmediato se buscó enlace con la Primera División hacía Campo
Vía.
Al desembocar esta tropa [C.1, Mayor Alfredo Ramos y C.3, Mayor José del Rosario
Lezcano] sobre el camino Zenteno-Saavedra, dio casualmente en el mismo lugar
con dos carros de asalto bolivianos. Uno de ellos estaba atascado en un charco.
Los ocupantes de los carros pretendieron defenderse, pero los nuestros les
atacaron con machetes y les obligaron a encerrarse dentro de sus vehículos. Se
rindieron momentos después.
El día 10, a las 8 horas, dicté a mis comandos subordinados el texto de la
intimación de rendición que presentarían al Comando enemigo, dondequiera que
115
éste se hallase. Aquel día ejercí la más enérgica acción personal para establecer,
con máxima rapidez, el enlace de las unidades de maniobra de la Primera División
que se aprestaban a recibir el anunciado ataque enemigo.
A las 9:30 horas, lancé al espacio por radio un parte abierto, en que afirmaba tener
encerradas a las divisiones bolivianas Cuarta y Novena en un "triple cerco". Mi
intención era dejar a estas divisiones poca esperanza de salvación, si bien no se
había establecido aún ningún enlace entre nuestras tropas de envolvimiento. El
efecto de mi anuncio fue inmediato: a las 13 horas el General Kundt dirigió un
llamamiento desesperado al Comando de las unidades encerradas:
Comando y país tienen confianza que en estos momentos de angustia
ambas Divisiones sabrán salvar situación.
Las conversaciones que mantenían los radio operadores de Campo Vía y de Muñoz,
fuera del control de sus superiores, revelaban también el descorazonamiento
reinante en el campo adversario.12
A las 17 horas de aquel día 10 nuestra Primera División recibió un furioso ataque
en su línea de Campo Vía, débilmente organizada. Los nuestros cedieron al
tremendo choque, después de hacer una siega horrenda en las filas bolivianas;
pero, en un contraataque, restablecieron la línea, ya casi al obscurecer. Habían
logrado escurrirse, sin embargo, unos 200 bolivianos, que fueron otra vez
contenidos más al sur por una débil línea de tiradores que, con oportuna iniciativa,
los oficiales subalternos tendieron rápidamente.
Al caer la noche cesó el combate. A las 19:45 horas lancé otro parte abierto sobre
el estrechamiento general del cerco.
El día 11, a las 6 de la mañana, llegó al campo de aviación de Francia el presidente,
en compañía del ministro de Hacienda, Sr. Benjamín Banks, y de los senadores
Carlos Sosa y J. Eliseo Da Rosa.
Yo esperaba a los viajeros en la pista de aterrizaje, pues el día anterior me dio
aviso de que venían el Jefe de Estado Mayor General [Teniente Coronel J. Manuel
Garay],desde Villa Militar, donde todos habían pasado la noche. Estábamos en la
12
Los publicaciones bolivianas de post-guerra traen abundante material sobre este episodio, y
describen con colores vividos la ansiedad que predominaba en el campo enemigo, tanto dentro
como fuera del cerco. Pero yo me limito aquí a reproducir las impresiones que recogíamos
nosotros desde nuestras líneas, con los despachas bolivianos que captábamos.
116
culminación de aquel esfuerzo titánico de nuestro ejército, y el presidente iba a
presenciar el desenlace.
A las 8:45 horas las divisiones bolivianas Cuarta y Novena dieron al General Kundt
el siguiente parte:
Situación desesperante por agotamiento completo de tropa. Descarte
toda posibilidad ruptura cerco.
Este grito de agonía despertó repentinamente, pero sólo como un sacudimiento
desordenado y fugaz, los embotados bríos del viejo General en Jefe enemigo.
Volviendo a asumir el mando que, en su tribulación, había virtualmente abandonado
desde el día 7, impartió la siguiente orden impracticable:
Comando 4a. y 9a. Divisiones. Cumpla orden. Destruya materiales y
rompa.
Poco más o menos a la misma hora, el comandante de nuestro Tercer Cuerpo
[Coronel Irrazábal] dio parte de que la fracción de tropa enemiga que logró
infiltrarse la noche anterior en nuestra línea en Campo Vía, hacía su rendición.
Mientras ocurría esto, el Comando local paraguayo [Teniente Coronel Rafael
Franco] conectó su línea telefónica con la del enemigo y trasmitió al Cnel. Banzer
nuestras condiciones. A las 12 horas de aquel día las divisiones bolivianas Cuarta y
Novena se rindieron sin destruir el material. Doscientos cincuenta jefes y oficiales,
entre ellos dos coroneles, y 8.000 individuos de tropa, prisioneros; 24 piezas de
artillería, 60 morteros, 1.000 ametralladoras pesadas y livianas, 11.000 fusiles, 80
camiones y algunos millones de cartuchos de infantería, fueron el botín recogido
por nuestras fuerzas en aquella victoria resonante.
El presidente Ayala lanzó el mismo día, desde mi P.C., la siguiente proclama:
DEL PRESIDENTE DE LA REPUBLICA
AI EJERCITO EN EL CHACO
Francia, 11 de diciembre de 1933.
Tengo la dicha singular de estar entre los combatientes en este día que
marca una etapa decisiva en la campaña contra el invasor del territorio
nacional.
117
Desde el Puesto de Combate del General Estigarribia envío a los jefes,
oficiales y tropas combatientes y de todos los servicios, el agradecimiento
del Gobierno de la República y de la Nación entera. El éxito alcanzado no es
el fruto del azar, sino el resultado lógico de un plan concebido con
inteligencia y ejecutado con alto espíritu de abnegación y firme voluntad de
vencer.
El pueblo paraguayo, que revive en estas horas su pasado de gloria, está
demostrando al mundo que su tradición de honor, de bravura y patriotismo
es mantenida.
El nombre del Paraguay se dibuja de nuevo en la historia con fulgores de
heroísmo. En nuestros corazones de ciudadanos late con fuerza la fe en la
patria inmortal.
Puesto de Combate del General en Jefe.
Fdo: Eusebio Ayala
Terminada la batalla, el gobierno nacional me ascendió al grado de General de
División.
El General Kundt fue separado de la dirección suprema del ejército boliviano. El
gobierno de La Paz le responsabilizaba de lo ocurrido, y reconocía el engaño en que
cayó sobre sus dotes de conductor militar. Como consecuencia de la magnitud del
desastre, Bolivia se veía confrontada por el problema de rehacer enteramente su
ejército, si no quería resignarse a una entrega incondicional. Y el culpable de esto,
para la opinión boliviana, era el General Kundt.
Bolivia acababa de perder en Campo Vía el núcleo mejor de una brillante plana de
jefes y oficiales, la mayoría de sus tropas veteranas y elementos de todo género
en proporciones enormes. También se producía el cambio de Comando, medida que
siempre acarrea complicaciones en el curso de una guerra. Y como última secuela,
venía la repercusión moral y económica de aquella humillación militar, que dejaba la
mayor parte del Chaco en poder del Paraguay, país al que no se suponía capaz de
oponer a la invasión boliviana una valla de contención.
El Paraguay, sin embargo, se irguió como un temible rival, lleno de insospechada
energía, y asestó a su contendora zarpazos irreparables.
118
Tanque boliviano destruído
Campo de nadie: Sector Nanawa
CAPITULO
X
CONSUMASE LA DESTRUCCION DEL
PRIMER EJERCITO BOLIVIANO - UN ARMISTICIO
(De diciembre 11 de 1933 a enero 8 de 1934)
Terminada la batalla de Zenteno con la rendición del enemigo en Campo Vía, el
noventa por ciento del ejército paraguayo estaba reunido en dicha región, o sea en
el extremo sur del frente de operaciones activas, pero imposibilitado para
emprender una persecución enérgica y lejana, como aconsejaban las
circunstancias. Decidí, con todo, llegar sin demora hasta Muñoz por lo menos, para
arrebatar al enemigo esta importante base y poder dominar el camino estratégico
que desde ahí se dirigía hacia el norte. Yo tampoco perdía de vista un solo
momento -sin mencionar otras razones que expondré más adelante- la necesidad
fundamental de que el centro de gravedad de nuestras tropas se situara más al
norte, en una posición más o menos central con relación al amplio despliegue
enemigo y al trazado general de los caminos entonces existentes.
Con estas ideas en la mente, el 12 de diciembre trasladé mi P.C. de combate de
Francia a Zenteno, para apresurar la toma de Saavedra y organizar la persecución
hacia Muñoz. A nuestra Octava División, que yo había hecho marchar hacia el
sudoeste aún antes de que concluyera la batalla de Zenteno y que se dirigía hacia
su objetivo muy lentamente porque andaba a pie, ordené que se apoderara de
Puesto Sosa, por donde desde luego pasaría, y siguiera sin tardanza a Puesto
Moreno, a veinte kilómetros al norte de Muñoz, a fin de interceptar el camino que,
según he consignado, se dirigía al norte de Muñoz, pasando por Moreno.
A nuestra Sexta División di la tarea de apoderarse de Saavedra y seguir a Muñoz,
en enlace con la Octava División. Y a nuestro Tercer Cuerpo, que se movía detrás
de las tropas enemigas de su sector (Nanawa), ordené que realizara la persecución
por el camino que se dirigía a Muñoz por Tinfunqué, desde Cuatro Vientos. Retuve
varias unidades en el campo de batalla; con el encargo de recoger materiales de
todo género, y principalmente, de capturar a los soldados bolivianos
desparramados por los bosques.
Aquel día recogimos 600 prisioneros más en las cercanías del camino de Zenteno a
Saavedra. Los tropas del Tercer Cuerpo, entre tanto, se apoderaban de Samaklay.
119
El día 13 comenzó la maniobra de nuestra Sexta División [Teniente Coronel
Machuca] sobre Saavedra. A las 13 horas el comandante de dicha unidad dio parte
de que el fortín estaba ardiendo. Entró en él a las 20:15 horas y lo encontró hecho
pavesas. El mismo día las tropas de nuestro Tercer Cuerpo entraban en Murguía.
El 14 partí para Saavedra a fin de tomar algunas disposiciones encaminadas a
orientar mejor la persecución del Tercer Cuerpo y de la Sexta División. Aquel día las
tropas del Tercer Cuerpo ocuparon Tinfunqué.
El 15, a la 1, la Octava División se apoderó de Puesto Sosa, donde se rindieron
algunos restos del regimiento enemigo Florida, al mando del Mayor Eduardo
Vernaux. El Tercer Cuerpo había reunido ya tropas del valor de una división en
Cuatro Vientos.
Con algunos aviones de que entonces disponíamos hice reconocer la región de
Alihuatá y Saavedra para comprobar si existían caminos que condujeran
directamente hacia La China, con la intención de llevar algunas tropas, ya
preparadas para el efecto, por ese lado, y ocupar dicho fortín enemigo.
El 16 nuestra Octava División se apoderó de Puesto Moreno e interceptó el camino
que lleva al norte por allí desde Muñoz. Nuestra aviación informó que no había
encontrado ningún camino que desde Alihuatá se dirigiera a La China. Con esta
noticia no quedaba otra posibilidad que accionar sobre La China por el lado de
Herrera.
El 17 a medio día me llegó un despacho en que el Ministro de Defensa me
comunicaba que el Gobierno Nacional había recibido una proposición enviada desde
La Paz por los comisionados de la Liga de las Naciones, consistente en someter el
pleito del Chaco a un arbitraje integral, con las garantías de seguridad que
pedíamos y que ya habían sido aceptadas por Bolivia. El despacho expresaba
también que el gobierno deseaba arreglar el pleito sin arbitraje, para lo cual hacía
todo lo posible, y me consultaba si no habría inconveniente en ofrecer un armisticio
de dos o tres semanas para abrir las negociaciones sin pérdida de tiempo.
En el día contesté que no había inconveniente en ofrecer dicho armisticio, siempre
que se lo acordara dentro de 48 horas, a partir de la fecha en que nos
encontrábamos. Desde luego, me basaba para el efecto en razones de carácter
militar; pero creía también, sinceramente, que se podría llegar a la concertación de
la paz e imaginaba que el armisticio prepararía el camino. Desde el punto de vista
militar, yo necesitaba por lo menos apoderarme de Muñóz, ya que en aquel
120
momento no tenía medios para emprender ninguna persecución más allá de dicho
fortín. Además, deseaba transportar el núcleo principal de nuestras tropas hacia
Platanillos, a cubierto de la observación aérea del enemigo, traslado que
aconsejaba otra razón de peso. Más allá de Muñoz no podíamos por entonces
prolongar nuestra línea de abastecimientos, por carencia de medios de transporte;
pero se imponía la persecución del enemigo, en alguna forma y sin tardanza. Una
ojeada al mapa enseñaba que, accionando desde Platanillos con los elementos de
que disponíamos a la sazón, podríamos por lo menos llegar hasta el fortín Cabezón,
en dirección a Ballivian, porque Cabezón quedaba aproximadamente a la misma
distancia que Muñoz de nuestra base principal de abastecimiento, que era Villa
Militar. Y si la guerra se prolongaba, en Cabezón estaríamos más cerca de Ballivián.
El día 18 nuestro servicio de información dio a conocer que el enemigo iniciaba la
evacuación de Muñoz. Activé, pues, en lo posible, el avance de
nuestras tropas hacia aquella dirección. El mismo día ordené la reunión de algunos
regimientos en Francia, como punto de partida de nuestra concentración hacia
Platanillos.
El 19 volví a insistir a los comandos del Tercer Cuerpo [Coronel Irrazábal) y de las
divisiones Segunda [Teniente Coronel José R. Vera], Sexta [Teniente Coronel
Machuca] y Octava [Teniente Coronel Cabrera], que estaban en movimiento de
persecución, que imprimieran la mayor energía y rapidez posibles a sus acciones
para apoderarse el mismo día de Muñoz y Platanillos. Ordené igualmente la
ocupación de Corrales.
A las 11 horas recibí un despacho en que el Ministerio de Defensa me comunicaba
que nuestro gobierno había concertado un armisticio con el gobierno de Bolivia,
armisticio que entraría a regir el mismo día 19 a las 24 horas y duraría hasta el 30
próximo a la misma hora. A pesar de la dificultad para los enlaces entre las tropas
en movimiento en aquella zona devastada por el enemigo, logré que llegara a todas
la orden de hacer alto, de acuerdo con la comunicación ministerial.
El mismo día recibí parte del Comando de Toledo de haber ocupado Corrales con
sus tropas, y le ordené que prosiguiera inmediatamente la marcha hasta
posesionarse del fortín Bolívar, que también fue ocupado. Y a las 23 horas nuestras
fuerzas entraban en el fortín Muñoz, asiento, hasta una semana antes, del
Comando en Jefe del General Kundt y denominado “Capital boliviana del Chaco”.
Nuestras tropas que marchaban del lado de Herrera se detuvieron a siete
kilómetros de PlataniIlos, al llegar la hora en que empezó a regir el armisticio.
121
Los bolivianos denunciaron luego que nuestra ocupación de Muñoz se realizó
después de las 24 horas del día 19. El General Peñaranda, nuevo General en Jefe
del Ejército boliviano dijo en un parte retrasmitido a la delegación boliviana ante la
VII Conferencia Panamericana de Montevideo:
Las fuerzas paraguayas iniciaron un ataque al Puesto denominado Moreno el día de
ayer (19 de diciembre), a las 16 horas, habiendo logrado ser rechazadas a horas
23. El mismo día a horas 21 iniciaron otro ataque sobre Muñoz, precedido, de un
intenso bombardeo de artillería, que logró ser contenido hasta horas 24, hora en
que la artillería paraguaya hizo su último disparo sin que sus tropas lograran
romper nuestra resistencia. Con gran sorpresa de este Comando y tropas
defensoras, los paraguayos, ampliamente reforzados, reiniciaron nuevo bombardeo
y ataque a horas 0.45 hasta horas 4 del día de hoy (20 de diciembre), en que este
Comando tuvo que ordenar el repliegue y abandono de Muñoz.
Cabe argüir, por de pronto, que Puesto Moreno cayó en nuestro poder el día 16,
como ya he referido, y no el 19, como afirma el General Peñaranda; cayó tras una
breve escaramuza, sin que nuestras tropas hubiesen sido rechazadas en ningún
momento. En cuanto al abandono de Muñoz, no fue ordenado por el Comando
boliviano a raíz de nuestro presunto ataque del día 20, sino días antes, de suerte
que con -sólo presentarse delante del fortín, nuestras tropas lo ocuparían; y así
ocurrió en la noche del 19. Pero en realidad nunca se corroboró con ninguna
prueba la denuncia boliviana de que Muñoz cayó en nuestro poder en la madrugada
del 20 de diciembre, y la denuncia por si solo no prueba nada. No pasa de ser una
imputación tendenciosa.
El día 20 reinaba calma en todos los frentes. La aprovechamos para proceder a la
reorganización de todas nuestras unidades y de los medios de enlace, etc., y para
activar el desplazamiento de nuestras tropas en dirección a Camacho y Platanillos,
como medidas preparatorias de próximas acciones, si la guerra continuaba.
El 21, a las 4 horas, partí para Muñoz, donde llegué a las 8:30. Minutos después
asistí a la ización solemne de la bandera nacional, en un asta rápidamente
preparada por las unidades que habían capturado el fortín. Reuní luego a los jefes
de las grandes unidades y les expliqué mis nuevas disposiciones, consistentes en
que el Tercer Cuerpo se hiciera cargo de dicho sector y que las demás tropas se
alistaran para iniciar en seguida su marcha hacia Platanillos y Toledo.
122
La primera impresión que recibí a la vista de Muñoz fue de completo desencanto.
Antes de la guerra y en el curso de ella, se mencionaban con elogio las
instalaciones hechas ahí por los bolivianos durante su ocupación. Se decía que la
“Capital boliviana del Chaco” era un hermoso plantel de ciudad, en pleno progreso,
incluso con una próspera población civil. Pero la realidad desmentía todo esto. Allí
no había sino un pobre rancherío, o sus restos. El propio asiento del Comando en
Jefe ocupado por el General Kundt, se reducía a una choza miserable y sucia.
Los bolivianos habían prendido fuego prácticamente a todos los ranchos, medida
que, frente a lo que contemplábamos, se podría considerar como una precaución
profiláctica. Sin embargo, recogimos en el lugar muchos elementos en buen
estado, gran parte de los cuales estaban ocultos bajo tierra.
Regresé a mi P.C. de combate de Zenteno a las 18:30 horas del mismo día.
A fin de acortar aún más nuestra línea de abastecimientos, y apenas adoptado el
nuevo plan de operaciones, ordené la apertura de un camino que partiendo del
fortín Coronel Hermosa (antiguo Carayá; Huijay según los bolivianos), fuera
directamente a Platanillos, al través de un abra que existe en la región. Este
trabajo se apresuró en aquellos días.
Poco después de la rendición de Campo Vía y mientras reconocíamos los lugares
recién evacuados por el enemigo en su antigua línea de fortines a lo largo del río
Pilcomayo, empezó a circular el rumor de que los argentinos habían ocupado el
fortín Sorpresa Vieja, caído también en nuestro poder pero luego abandonado
porque allí no podíamos distraer tropas. Ordené la verificación de semejante rumor.
El Comando del Tercer Cuerpo destacó hacia la región a un oficial, quien,
efectivamente, comprobó la veracidad del hecho e informó en tal sentido el día 23.
La noticia causó la más honda indignación en el ejército paraguayo, tanta, que yo
me sentí alarmado ante las posibles consecuencias de esta legítima reacción
patriótica y llevé el asunto a conocimiento del gobierno, con el ruego de que
viniese al Chaco el presidente, si le fuese dable. Llegó sin tardanza el Dr. Ayala y
con él nos esforzamos en calmar los ánimos, lo que a duras penas conseguimos,
mediante la promesa de que se iniciarían gestiones encaminadas a poner fin a aquel
abuso.
El día 25 el ministerio de Defensa me urgió el envío de un jefe que ocupara el cargo
de asesor militar a la delegación paraguaya que intervenía en las gestiones de paz
en Montevideo, e insinuó que este asesor fuese el Cnel. Manuel Garay, jefe de
123
Estado Mayor en el Gran Cuartel General. Como se ve, todos compartían entonces
la creencia en la posibilidad de una paz próxima. Yo accedí al pedido en vista de
que el Cnel. Garay era quien mejor informado estaba de todo, y ninguna otra
persona podría asesorar a nuestros delegados con más autoridad. Para evitar que
la ausencia de Garay interrumpiera los servicios, el día 26 dejé mi P.C. de Zenteno y
regresé a Villa Militar. Garay partió en avión para la capital ese mismo día, a las
5:50.
Entre tanto proseguía, con la penosa lentitud impuesta por la escasez de medios
de transporte, la concentración de nuestras tropas del Tercer Cuerpo en la región
de Muñoz, cuyo propósito era llevar la masa de maniobra más al norte. Para ello
apelábamos a un procedimiento especial: los camiones que iban con víveres,
volvían cargados de tropas; no podíamos darnos el lujo de destinar camiones
especiales al transporte de víveres y otros al transporte de tropas exclusivamente.
La conducción más grande que hicimos con este procedimiento fue la de la Sexta
División, llevada en 130 camiones desde Muñoz hasta Toledo.
El día 27 el gobierno me consultó sobre la posibilidad de una prórroga de la
suspensión de hostilidades. Contesté que se podría acceder a una prórroga hasta el
6 de enero de 1934. Yo calculaba que para esa fecha, como término mínimo,
podría concluir la dosificación de mis tropas.
Yo tenía ordenada, por supuesto, una vigilancia muy estrecha de las actividades del
enemigo, para poder estar siempre en condiciones de tomar contramedidas
oportunas y también como preparación de futuros movimientos, si las hostilidades
se reiniciaban. Me hallaba, pues, al corriente de los menores movimientos
realizados por el enemigo en los puestos vecinos a los nuestros. El 28 de diciembre
recibí parte del Comando de la guarnición de Toledo [Coronel Alfredo Mena] de que
el enemigo desplegaba mucha actividad de patrullas por el lado de Camacho, y el
Comando del fortín Herrera [Teniente Coronel Paulino Antola] me informó que el
enemigo terminó ese día la evacuación de Platanillos. Ordené que nuestras tropas
quedaran allí donde se encontraban.
Con esta información comprendí que Bolivia no iba a avenirse por entonces a
celebrar la paz. Sin duda no estaba espiritualmente preparada para ello. Las
medidas antedichas no eran simplemente precaucionales, sino apuntaban a una
reanudación de las operaciones. Era comprensible que las tropas enemigas trataran
de hacer nuevos agrupamientos, pero por qué evacuaban totalmente ciertos
puntos? Recibí la impresión definitiva de que nuestros adversarios se proponían
124
continuar la guerra, esperanzados tal vez en algún desquite que los resarciera de la
humillación de Campo Vía.
El 29 el gobierno me avisó que se había aceptado la prórroga del cese de
hostilidades con Bolivia hasta el 6 de enero a las 24 horas. Comuniqué de
inmediato a las tropas esta noticia. El mismo día recibí parte del Comando de
Toledo de que el enemigo había desocupado igualmente el fortín Jayucubás.
También aquel día 29 el comandante del Tercer Cuerpo (Coronel Francisco
Brizuela) me dio parte de que un oficial perteneciente a la unidad del ejército
argentino que ocupaba el fortín Sorpresa Vieja se presentó ante el comandante de
nuestra pequeña tropa de ocupación de Sorpresa Nueva, pidiendo que
evacuáramos y le entregáramos este puesto. Ante tan insólita actitud del oficial
argentino, que así buscaba dar a su país una participación gratuita en nuestra gran
victoria reciente, el comandante paraguayo le contestó que él a su vez invitaba al
ejército argentino a evacuar Sorpresa Vieja, ocupada indebidamente por dicho
ejército. Ante la resuelta actitud del oficial paraguayo, el argentino se retiró sin
otras exigencias.
El día 30 recibí parte de que había concluído la concentración del Tercer Cuerpo en
Muñoz. hecho que debe hacerse notar para comprender las dificultades con que
tropezábamos en los transportes. La marcha a pie de esta unidad hacia Muñoz se
ordenó inmediatamente después de la rendición de Campo Vía , y he aquí que
terminaba al cabo de diez y ocho días, no sin haber sometido a nuestras tropas a
pesados sacrificios. En cuanto a las tropas destinadas a los sectores de Toledo y
Platanillos, continuaban su movimiento.
El día 19 de enero de 1934 pasé revista minuciosa a un nuevo grupo de artillería,
cuya organización yo había dispuesto, dotado con los cañones tomados al enemigo
en Campo Vía. Este armamento era flamante, con muy poco uso, casi sin ningún
desgaste.
En una carta que recibí el mismo día, el presidente me hacía saber que la situación
diplomática no se había despejado y que él estaba resuelto a salirse en sus
gestiones de la influencia de la Liga de las Naciones, la que se inclinaba
resueltamente hacia Bolivia. Todas las exigencias eran para nosotros. A esta altura
vale la pena señalar el resultado de la intervención de la Liga en el conflicto del
Chaco. Quería pacificar y en rigor contribuyó activamente a prolongar la guerra. Sin
su intervención, acaso la paz se hubiese podido concertar en aquella época.
125
En los primeros días de enero dimos el mayor impulso posible al movimiento de las
tropas que constituirían las nuevas agrupaciones y a la apertura del camino que
conduciría directamente de Carayá,[Coronel Hermosa] a Platanillos, con el que
lograríamos acortar en cerca de cien kilómetros nuestras comunicaciones hacia la
región de Platanillos y tendríamos más movilidad, una vez terminado el armisticio.
Se proseguía también diligentemente la construcción de tajamares, cobertizos,
líneas telegráficas, etc.
El día 5, a las 8 horas, aterrizó en mi Cuartel General el ministro de Defensa, Dr.
Víctor Rojas. Por su intermedio el presidente me hacía consultar si convendría o no
a nuestro ejército una nueva prórroga del armisticio y cuáles serían las seguridades
que exigiríamos. Como a la sazón yo había llegado al convencimiento de que el
enemigo no deseaba la paz, aunque si buscaría ganar tiempo para fines militares
ulteriores, me pareció que una nueva prórroga ya no podría significar ninguna
contribución al esfuerzo por alcanzar un cese definitivo de la guerra. Tocaba a su
término, además, el nuevo agrupamiento de nuestras fuerzas, y en estas
condiciones no había razón para hacerle el juego al enemigo, dándole más tiempo.
El mismo día, pues, contesté al presidente que yo no veía ninguna conveniencia en
la prórroga del armisticio y que debíamos pedir, en punto a seguridades, el retiro
de las tropas bolivianas a Villa Montes y a Roboré, en tanto que nuestro ejército se
replegara sobre el litoral, pero manteniendo la policía de todas las propiedades
privadas del Chaco. Para mí habría seguridad con el retiro de ambos ejércitos sobre
las dos orillas opuestas del Chaco, pero como no podíamos dejar sin amparo los
intereses de nuestros grandes establecimientos industriales, era justo que la
policía quedara a nuestro cargo.
El día 6 recibí este despacho urgentísimo del presidente a las 18:30 horas:
No se concertó prórroga armisticio. Plenipotenciario informa hay buena
esperanza solución satisfactoria. Parece bolivianos aceptan ya
desocupar Chaco, dejando policía nuestro cargo; sólo hacen cuestión
sobre puerto.
En vista marcha favorable negociación diplomática ese Comando podrá
contemplar esta circunstancia en la ejecución de su plan de
operaciones. Si fuese menester alguna presión fuerte, se avisará a Ud.
Fdo:.Eusebio AyaIa,
Presidente de la República
126
Estaban los bolivianos abrumados por una derrota inmensa, que había
materialmente barrido a todo su ejército del Chaco. Pero el Paraguay triunfante
consentía en volver a salir de este territorio recuperado al precio de sacrificios
inverosímiles, para dar a Bolivia la oportunidad de poner término a la lucha en
condiciones honorables. Bolivia, sin embargo, rehusaba corresponder a nuestra
caballerosidad al promover una exigencia absurda. Bolivia vencida intentaba dictar
imposiciones al Paraguay victorioso. Extraña inversión de papeles, en que
fácilmente se rastrea la influencia del temperamento del presidente Salamanca.
Pero, sea ello como fuere, la actitud de Bolivia revelaba su determinación de insistir
en la contienda, de hacer, como si dijéramos, la guerra por la guerra, con ciega
aberración, puesto que después de Campo Vía ya no podía seriamente alentar
ninguna esperanza de apoderarse del Chaco por la fuerza.
La comunicación presidencial inserta más arriba, por otra parte, colocaba a mi
Comando en situación hasta cierto punto embarazosa, porque subordinaba la
marcha de las operaciones militares, entonces en plena fructificación, a gestiones
diplomáticas de cuyo éxito ya había motivo para dudar ante la exigencia boliviana.
No pretendo decir que las operaciones militares no deban sincronizar con las
gestiones diplomáticas; unas y otras, en último análisis, son medios encaminados al
logro de una misma finalidad. Pero en el caso que me ocupa quedaba poco o nada
que esperar de las gestiones diplomáticas, y amortiguar, en homenaje a ellas,
nuestro empuje bélico, era acaso permitir que el enemigo salvara definitivamente
los restos de las unidades que habían escapado a la catástrofe reciente, para crear
un nuevo ejército y proseguir la guerra.
Avisé el mismo día 6 a todos los comandantes de cuerpos de ejército y al de Bahía
Negra que las hostilidades se reanudarían a las 24 horas y que debían continuar las
operaciones de acuerdo con las instrucciones que yo les había enviado
anteriormente.
Así quedó frustrada la esperanza depositada en la intervención de la Liga de las
Naciones. Por la torpeza de su gestión, se malogró una excelente oportunidad para
dar fin a la guerra a principios de 1934-. Lejos de ejercer una acción moderadora
sobre los dos países en lucha, la política empleada por la Liga contribuyó en buena
medida a alentar las pretensiones bolivianas y a prolongar la lucha de ese modo,
puesto que mientras Bolivia alentara sus ambiciones sobre el Chaco, el Paraguay
vería peligrar su propia existencia. La Liga cometería ulteriormente otros errores
aún más irritantes, que acabarían por llevar a nuestro país a engrosar las filas de
los desengañados de su acción bienhechora.
127
La lección más importante que recogió el Paraguay con este fracaso, fue la
comprobación de que Bolivia ocupaba en el campo diplomático una posición mucho
más elevada que nosotros. Nuestra influencia internacional no se acrecentó para
nada con nuestra resonante victoria, ni disminuyó la boliviana. Si hubiésemos
preparado, como dije al principio de estas Memorias, esa trabazón de intereses que
hacen amigos y dan verdadero relieve a un país,
Campo Vía seria un argumento de suficiente peso para poner término a la guerra,
con la consagración definitiva de nuestros derechos sobre el Chaco. Los
mediadores, que no descansaban un minuto, se hubiesen encargado de convencer
a Bolivia de la esterilidad de su empeño de disputar dicho territorio al Paraguay.
Pero nadie quería creer lo que estaba a la vista de todos. El hecho sorprendente de
que el Paraguay, pobre país sin fisonomía afirmara su personalidad con vigor tan
rotundo, parecía un mero accidente casual. He ahí la verdadera causa del fracaso
de las gestiones que siguieron a Campo Vía. Lo cual significaba que, si se hubiesen
trocado los papeles, es decir, si Bolivia hubiese aplastado al Paraguay, nadie
tampoco movería un dedo para salvarnos. Más allá de nuestras fronteras, la gente
quería ser “realista”: el pez grande siempre se come al chico y no valía la pena
molestarse en detener el curso natural de las cosas. Nuestros futuros gobernantes
deben recoger esta experiencia y dar a nuestro país la posición que debe ocupar
para que se le escuche y se le guarde consideración.
El mismo día 6 de enero el presidente me transcribió un telegrama del asesor
militar de nuestra Delegación en Buenos Aires, que en parte decía.
Ministro de Guerra (argentino) manifestóme que Gobierno
argentino reclamó de bolivianos desalojo hace seis meses
con argumento que dicho territorio era argentino,
habiendo ellos abandonado. Ministro dice que si ahora nos
entregan, Bolivia alegaría que aquel reclamo fue con
deliberado propósito favorecernos. Pide que para evitar
eventual rozamiento nuestra tropa desocupe Sorpresa
Nueva, sin que esto signifique prejuzgar mejor derecho.
Me asegura que ocupación por tropas argentinas no
embarazará nuestra acción, si necesidades militares
exigen operar dicho lugar, etc.
Al pie de este despacho el presidente agregaba:
128
Por la naturaleza del asunto deseo ese Comando
dictamine sobre el caso, teniendo en cuenta los intereses
afectados, avisándome en la brevedad posible.
Ante tan extraordinaria pretensión del gobierno argentino, la primera medida que
tomé fue preguntar al comandante de las tropas que operaban en la región cuáles
eran los datos que poseía sobre la fecha de ocupación de Sorpresa Vieja por el
ejército argentino. Dicho comandante me contestó el día 8:
El fortín Sorpresa Vieja se halla ocupado por argentinos
desde hace un mes y unos días. La impresión de este
Comando es que conservarán dicho fortín, y seguirán
penetrando en nuestro territorio, etc.
No era verdad, pues, que Sorpresa Vieja estuviese ocupado por el ejército
argentino desde seis meses antes, como afirmaba el ministro de Guerra argentino.
La ocupación no duraba por entonces sino un mes y días, es decir, desde que los
bolivianos huyeron del fortín, a raíz del desmoronamiento de Campo Vía. Demás
está decir que me sentí grandemente afectado ante tal comprobación.
El mismo día 8 contesté al presidente:
Considero que situación planteada en fortines Pilcomayo
es muy delicada en razón de que gobierno argentino está
evidentemente informado forma inexacta. Ninguna razón
puede aconsejar desocupación por nuestras tropas fortín
Sorpresa Nueva, fundado en nuestro territorio por
usurpación boliviana y abandonado por ejército enemigo a
consecuencia su derrota en batalla Zenteno. Para evitar
rozamientos eventuales, tropas argentinas deben
abandonar fortín Sorpresa Vieja, que ocupan desde hace
un mes, en mismos días que comenzaba derrota enemiga
en expresada batalla Zenteno.
El comandante paraguayo de la región tenía la impresión de que los argentinos
seguirían ocupando los demás fortines paraguayos del Pilcomayo, que se
encontraban desguarnecidos desde el avance de nuestro ejército; por cuyo motivo,
siempre el día 8, pedí que se destacaran desde Asunción tropas de marinería de
desembarco para ocupar nuestros fortines General Bruguez, General Delgado y
129
Salto Palmares. El ministerio de Defensa me avisó el día 11 que se tomarían las
medidas pertinentes.
130
CAPITUL0 XI
FRENTE A BALLIVIAN
(De enero 8 a marzo 19 de 1934)
La falta de transportes, como siempre, impedía que a la terminación del
armisticio nuestro ejército sacara todo el provecho posible de su excelente
situación estratégica. Si en aquel momento estuviésemos en condiciones de
dar a nuestros movimientos el ímpetu aconsejado por las circunstancias, con
el, empleo de medios de movilidad suficientes, no cabe duda que la guerra se
acortaría. El ejército boliviano ya no se hubiese rehecho en el Chaco.
Nuestras tropas reiniciaron sus movimientos el día 7, y ocuparon los fortines
Loa, Jayucubás y Platanillos, abandonados por el enemigo. También prosiguió
nuestro avance hacia Camacho, La China, Esteros y Magariños. Pero las lluvias
torrenciales de aquellos días obstaculizaban considerablemente nuestra
marcha.
El día 8 ocupamos el fortín Esteros y el 9 entramos en Camacho. Las lluvias
continuaban con la misma fuerza.
El 13 un avión llegado de Asunción me trajo una carta del presidente. Me decía
el Primer Magistrado que convenía a nuestros intereses la desocupación del
fortín Sorpresa Nueva. A pesar de la penosísima impresión que me produjo la
actitud argentina, hube de obedecer la orden presidencial, para cuyo efecto
impartí las instrucciones del caso al Comando del Tercer Cuerpo,
Los bolivianos, entre tanto, difundieron un comunicado significativo,
demostrando cifrar mucha esperanza en la aceptación de un nuevo armisticio
por el Paraguay. El comunicado expresaba que posiblemente la paz no estaría
muy alejada. Como se ve, en Bolivia predominaba también el vehemente anhelo
de poner término a la "lucha; la guerra continuó por la obstinación del
presidente Salamanca.
Nuestro avance proseguía en todos los sectores, pero a causa de las lluvias,
que reducían más aún la capacidad de nuestros transportes, nos vimos en la
necesidad de recurrir a un procedimiento peligroso para perseguir al enemigo.
Este continuaba replegándose sobre posiciones sucesivas, y para mantener
nuestro contacto y darle la sensación de una persecución eficaz, que en rigor
131
no podíamos emprender, destacábamos hacia él pequeñas fracciones, a gran
distancia de nuestro grueso. Así restringíamos la posibilidad de que el enemigo
sustrajera tropas de otros sectores para concurrir al sector de nuestro ataque
principal. En esta forma nuestro Tercer Cuerpo llegó el 16 de enero a 25
kilómetros al oeste del puesto boliviano denominado Catán, y el día 18 tomó
contacto con el enemigo a 31 kilómetros de Catán y siguió hasta 35
kilómetros más al oeste de dicho puesto.
En el sector de La China nuestro avance tropezaba con obstáculos todavía
mayores. La región era sumamente boscosa y los caminos estaban llenos de
baches profundos. El barro del Chaco es tan resbaladizo que parece hecho de
manteca, y no se puede andar sobre él ni siquiera a pie.
El día 19 el Comando de nuestro Segundo Cuerpo [Coronel Rafael Franco] me
dio parte de que una de sus patrullas lejanas, destacada por el camino que
sigue de Camacho hacia el noroeste, se había apoderado de Palmar Ustares, a
31 kilómetros al noroeste de Camacho.
El día 20 a las 9 horas llegó el presidente a Villa Militar, en avión. Tengo en mi
diario de guerra de aquel día la siguiente anotación:
En la conversación referente a la situación diplomática, me
afirma el Sr. Presidente que el Gobierno se muestra y
seguirá inflexible en punto a no someter a arbitraje la
zona Hayes y el litoral del río Paraguay.
Volví a pedir al presidente los camiones necesarios para impulsar nuestras
operaciones militares y me contestó que no podría atenderse a este pedido
antes de dos meses. En vista de lo cual le expresé que en nuestro avance más
allá de La China, podríamos ir a lo sumo hasta Cabezón. El presidente regresó a
la capital el día 21.
El día 22 el comandante de Bahía Negra [Coronel Delgado] me informó del
encuentro de una de nuestras patrullas con otra boliviana a 17 kilómetros al
noroeste del fortín GaIpón. La patrulla enemiga se dio a la fuga y dejó en
nuestro poder algunos elementos.
El día 23, según parte del comandante del Tercer Cuerpo [Coronel BrizueIa] el
enemigo realizó un reconocimiento en fuerza sobre nuestra línea del sector
132
Magariños, pero fue rechazado con grandes pérdidas para él. Quedó
totalmente deshecho uno de sus batallones.
Mientras los bolivianos realizaban el repliegue general de los sectores de sus
tropas, que nosotros no podíamos trabar con una persecución enérgica y tenaz
por la anotada falta de transportes, concebí la idea de tomar Puerto Suárez
para detener el abastecimiento de las tropas bolivianas de aquella región. Estas
tropas, como se sabe, se abastecían en territorio brasileño. Si se les
interceptase su comunicación con el Brasil, no solamente no permanecerían
donde estaban sino tendrían que caer en nuestras manos, puesto que Bolivia
no podría abastecerlas desde Santa Cruz.
Decidí, en consecuencia, ir personalmente a Bahía Negra a hacer los arreglos,
pero antes adopté todas las medidas encaminadas al ataque y toma del fortín
La China y asegurar la estrecha colaboración de todos. El día 24 de mañana me
dirigí en avión basta Muñoz y de aquí me trasladé en automóviI a Puesto
Correa, donde había citado en rendez-vous al comandante del Tercer Cuerpo
[Coronel Brizuela] y a los divisionarios del mismo [D.1 , Coronel Fernández;
D.4, Teniente Coronel Paredes; D.5, Teniente Coronel Palacios; D.C.2, Mayor
Alfredo Ramos]. Les expliqué mis intenciones, que se pueden resumir en la
forma siguiente:
Cubrirnos con el Segundo Cuerpo (el menos numeroso) hacia Camacho; llevar
el esfuerzo principal de nuestra persecución por el centro, desde Platanillos en
dirección a Ballivián, con el Primer Cuerpo; y acompañar dicho movimiento de
persecución con el Tercer Cuerpo, a lo largo del río Pilcomayo.
Al día siguiente pasé a Platanillos, donde había ordenado, con los mismos fines,
la reunión del comandante del Primer Cuerpo [Coronel Núñez] y sus
divisionarios [D.2, Teniente Coronel J.R. Vera; D.7, Coronel Ortiz; D.8, Coronel
Cabrera, y G.A.1, Teniente Coronel J. Luis Vera]. Ante ellos insistí de modo
especial en la necesidad de imprimir la mayor rapidez a nuestros movimientos.
Ese mismo día las tropas adelantadas del Segundo Cuerpo habían llegado a 70
kilómetros al noroeste de Camacho, sobre el camino de Picuiba,13 donde el
enemigo mantenía entonces muy pocas tropas. Toda aquella región, pues,
13
Al decir Picuiba me refiero al fortín Paucarpata, situado a orillas de la laguna llamada
Picuiba por los bolivianos. En todo el curso de la guerra no se usó sino la denominación
Picuiba para mencionar el fortín boliviano de la laguna del mismo nombre. Nosotros la
bautizamos después con el nombre de Nueva Asunción, por haber caído en nuestras manos
el 15 de agosto de aquel mismo año, aniversario de la fundación de nuestra capital.
133
estaba libre. Si hubiésemos dispuesto de cien camiones libres, podríamos haber
llegado impunemente hasta Carandayty, detrás de todo el sistema defensivo
del enemigo.
Regresé a Villa Militar el día 23. Aquí me avisó por teléfono el comandante del
Primer Cuerpo que su operación sobre La China empezaría el domingo próximo,
28 del mes.
El día 27 partí para Puerto Casado y aquí me embarqué abordo del cañonero
Paraguay con destino a Bahía Negra, donde llegué al día siguiente a las 14:15.
Anoté aquel día en mi diario:
Todos los oficiales suben abordo a saludarme, y los invito a bajar a tierra a
rendir el homenaje de un minuto de silencio a la memoria del Coronel D. José
Julián Sánchez, muerto por una bomba de avión enemigo el año antepasado.
Después de esta ceremonia me dirigí a la Comandancia de la guarnición, donde
puse al jefe de la misma, Cnel. Nicolás Delgado, al cabo de mis intenciones, así
como de las disposiciones preparatorias que había que tomar de inmediato
para el ataque a Puerto Suárez. En la oficialidad de Bahía Negra despertó vivo
entusiasmo el anuncio de las operaciones en perspectiva.
El día 29 a las 5 de la mañana salí en camión para el fortín Galpón, y de paso
revisté rápidamente las guarniciones de los fortines Comandante Giménez y
Patria. Las obras defensivas de Galpón no me parecieron satisfactorias y
ordené algunas modificaciones. Regresé a Bahía Negra después de medio día y
me embarqué de vuelta para Puerto Casado a las 10 de la noche.
Aquel mismo día 29 me informó el Cuartel General que las tropas del Primer
Cuerpo habían desbordado una de las posiciones adelantadas del enemigo en
La China y que éste se había replegado sobre otra posición. Llegué a Puerto
Casado el día 30 y dí parte de ello a Asunción. Según aviso telefónico del
Cuartel General, los preparativos para interceptar el camino del enemigo entre
La China y Cabezón estaban terminados. La noche de aquel día llegué a Villa
Militar.
Muy pronto hube de abandonar, desgraciadamente, la idea de emprender una
operación sobre Puerto Suárez. Por supuesto, el obstáculo más poderoso que
se nos oponía era el exasperante problema de los transportes, pero esta vez
agravado por una complicación adicional, de la que en seguida me ocuparé.
134
Entre Bahía Negra y Puerto Suárez el terreno presenta características
especiales. Dilatadas extensiones se inundan en la época lluviosa, en que
entonces nos encontrábamos. Para hacer el servicio de abastecimiento y
evacuación en general entre Bahía Negra y el fortín Galpón necesitaríamos
embarcaciones de menor calado, que no poseíamos en cantidad suficiente.
Cuando llegara la época seca, en que los ríos Negro y Verde dejan de ser
navegables aún para las embarcaciones más pequeñas, tendríamos que hacer
dicho servicio por tierra en camiones. También deberíamos construir algunas
obras de arte.
En una expedición contra Puerto Suárez, sobre un trayecto aproximado de 200
kilómetros, nosotros no podíamos contar con otro aprovisionamiento que el
procedente de Bahía Negra. En aquella región Bolivia se abastecía directamente
de territorio brasileño, pero nosotros, carentes en el Brasil de la influencia de
nuestra contendora, no teníamos ninguna certidumbre de que se nos brindaran
las mismas facilidades. Así, pues, dependeríamos necesariamente del
abastecimiento de Bahía Negra, por territorio puramente chaqueño.
Inmediatamente al norte del fortín Galpón, el terreno se deprime y por el fondo
de esta depresión corre el río que nosotros llamamos Verde y los bolivianos
Negro u Otuquis. Interrumpen esta depresión los cerros de Vitriones, que se
destacan a lo lejos como dos pezones y a cuyo pie está el fortín boliviano de
ese nombre. Más allá de Vitriones, el terreno, cubierto de bosques, empieza a
elevarse, y presenta las mismas dificultades que el resto del Chaco para el
transporte mecánico.
Después de estudiar las circunstancias anotadas, llegué a la conclusión de que,
para realizar las operaciones en proyecto, necesitaríamos por la parte baja 100
canoas y 200 camiones, cómputo que por el momento alejaba toda posibilidad
de ejecución para mis planes. Las canoas tendrían que fabricarse rápidamente
y no estábamos preparados para ello. En cuanto a los camiones, no había
manera de pensar en distraer 200 de ellos del teatro principal de operaciones,
donde los existentes apenas bastaban para las necesidades más perentorias.
También había que llevar a Bahía Negra más tropas, más armamentos, artillería
y hasta aviones, elementos de que no disponíamos en cantidad suficiente.
El pensamiento de llegar hasta Puerto Suárez era indudablemente seductor.
Podríamos con ese golpe aislar a todas las tropas bolivianas que operaban en al
135
norte, lo que hubiera producido un profundo efecto moral. Paro me vi forzado
a desistir de él momentáneamente, por las razones expuestas.
En el frente principal, el día 31 de enero se inició la maniobra sobre La China,
posición que, según nuestros aviadores, estaba organizada en reducto. En el
sector de Magariños hubo una activa lucha de patrullas. Hacia Picuiba nuestras
patrullas tornaron contacto con las enemigas.
El 12 de febrero consigné en mi diario:
De Mindefensa (Ministerio de Defensa) me avisan que
Bolivia ha rechazado nuestra tesis de excluir del arbitraje
la zona laudada por el Presidente Hayes y el litoral del río
Paraguay y que el Gobierno insistirá en la mencionada
tesis. Con esta noticia ya no cabe esperar nada, por el
momento, de la diplomacia.
El día 3 de febrero a las 16 horas, nuestro Primar Cuerpo interceptó con toda
una división [D.2, Teniente Coronel José Rosa Vera] el camino de La China a
Cabezón, saliendo a 12 kilómetros al oeste de La China. Pero otras tropas
nuestras que maniobraban por el sur tropezaron con muchas dificultades y
progresaron muy lentamente, por cuyo motivo no se pudo realizar el cierre del
cerco, y los defensores bolivianos de La China escaparon hacia el sudoeste, por
senderos abiertos en los bosques vecinos. La China cayó en nuestro poder
aquel mismo día.
Otra vez quedaba enteramente expedito el camino a Ballivián, y otra vez
teníamos que perder esta preciosa oportunidad por falta de medios de
transporte. En aquel momento carecíamos hasta de teléfonos y yo no podía
saber en detalle las operaciones y movimientos que se realizaban.
El día 5, nuevo repliegue del enemigo en contacto con nuestras fuerzas más
allá de La China. Los nuestros llegaron hasta La China Nueva, otra posición
enemiga hacia el oeste, que cayó también en nuestro poder.
A pesar del retroceso continuo del enemigo ante nuestro empuje yo
comprendía que este esfuerzo inaudito de nuestros bravos muchachos no
podría seguir indefinidamente, y bajo tal impresión telegrafié aquel mismo día
al ministerio de Defensa:
136
Nuestra persecución del enemigo derrotado en La China será limitada,
desgraciadamente. Ya estamos llegando al limite extremo del rendimiento de
nuestros medios de transporte.
El día 6 continuaba hacia Cabezón la retirada del enemigo, el cual, según
declaración de prisioneros, no excedía de tres regimientos. Nuestras. tropas
hacían la persecución con mucha lentitud y en medio de sacrificios heroicos.
El día 7 cayó en nuestro poder el puesto boliviano denominado Tortuga,
situado a 13 kilómetros al oeste de La China. El enemigo había quemado en
Tortuga sus parques e intendencias. Nuestras tropas siguieron hasta cuatro
kilómetros más al oeste.
Aquel día envié al ministerio de Defensa el siguiente parte abierto:
En el Fortín Jordán (puesto situado al suroeste de La
China y por donde pasaron las tropas derrotadas de La
China) recogimos algunas armas automáticas, pesadas y
livianas, 45 cajones de proyectiles de artillería, gran
cantidad de granadas de mortero, un inmenso parque
sanitario e infinidad de el elementos de todas clases.
Numerosos soldados continúan presentándose, resto de
las unidades dispersas en los bosques. Estos prisioneros,
declaran que gran número de sus compañeros han
perecido, principalmente de sed. Todo el camino recorrido
por el enemigo en su retirada está sembrado de
cadáveres, y algunos de ellos quemados, muertos por los
oficiales por negarse a continuar la marcha. Socorrimos a
varios soldados que quedaron aún con vida.
El mismo día 7 el ministerio de Defensa me avisó que el día anterior nuestro
gobierno había presentado a los Comisionados de la Liga de las Naciones una
proposición, consistente en un pedido de seguridad como condición previa para
entrar a negociar el arbitraje, y que los Comisionados de la Liga expresaron su
temor de que Bolivia no aceptara dicha condición. Comenté en mi diario:
“Considero que esta proposición, aunque fuere aceptada por Bolivia, no
solucionaría el pleito, que seguirá gravitando sobre el país y que obligará más
tarde a volver a la guerra."
137
El día anterior el ministerio de Defensa me informó que se temía que en las
negociaciones con los Comisionados de la Liga se llegara a un “impasse
absoluto", en el curso de aquella semana, lo que me movió a dirigir al
ministerio una nota, "explicando -según dice mi diario en la anotación del 7 de
febrero- a grandes rasgos, la situación militar, e insistiendo en forma
terminante en la necesidad de proveer urgentemente de los camiones
solicitados con anticipación."
He aquí otras anotaciones de mi diario del mismo día 7 de febrero:
Tengo la impresión de que el gobierno, como siempre esperanzado en
la paz, no quiere hacer este sacrificio (la compra de camiones), y a
causa de eso va a malograr la nueva victoria obtenida, como se
malogró la anterior (Campo Vía) en parte.
... La sorpresa estratégica lograda en La China podría darnos grandes posibilidades
de destruir con relativa facilidad al ejército enemigo.
El día 9 continuó nuestro avance hacia Cabezón, no obstante la resistencia de
pequeños grupos de tropas enemigas. En el sector de Pilcomayo establecimos
estrecho contacto con una línea boliviana tendida delante de Magariños.
Después de haber empujado al enemigo de La China en las condiciones
descriptas, recomendé al Comando de nuestro Tercer Cuerpo (Coronel
BrizueIa), que operaba sobre el Pilcomayo, que mantuviera estrecho contacto
con las tropas enemigas de su sector, a pesar de las dificultades de todo
género con que tropezaba aquella unidad. Yo deseaba así, de acuerdo con mí
idea operativa, amarrar al enemigo, para que éste nos diera tiempo de llegar, si
fuese posible, por el lado de Cabezón, a una altura que nos permitiera cortarle
la retirada.
El día 9 nuestras tropas chocaron, delante de Cabezón, con obstáculos más
serios levantados por el enemigo. El Comando del Tercer Cuerpo dio parte de
haber atacado durante todo aquel día las posiciones de su sector (Magariños).
El día 10 las tropas del Tercer Cuerpo rompieron las líneas
bolivianas y a las 9 horas entraron en el fortín Magariños [D.1, Coronel
Fernández]. Luego avanzaron cinco kilómetros más al oeste. En el sector de
Cabezón hicimos retroceder nuevamente al enemigo sobre otra posición.
138
Yo seguía, entre tanto, dominado por la preocupación de los camiones. El día
11 anoté en mi diario: "Mandé en avión al oficial de enlace Coronel Zúñiga a
Asunción, para explicar la situación militar y la urgente necesidad de los 500
camiones solicitados.
Aquel día el Comando del Tercer Cuerpo dio parte de haber ocupado Laguna,
puesto situado a catorce kilómetros al noroeste de Magariños, donde existía un
campo de aterrizaje. Las tropas del Primer Cuerpo, por su parte, se
desplegaron para el ataque a las posiciones de Cabezón y establecieron
estrecho contacto en todas partes.
El día 12 nuestro Primer Cuerpo se apoderó de Cabezón a las 23 horas. Con
este motivo escribí en mi diario: "Llegamos al limite hasta donde nos permiten
avanzar nuestros medios de transporte. Suspensión forzosa de la ofensiva por
falta de camiones. ¡Qué pena!" El mismo día envié instrucciones al Comando de
nuestro Tercer Cuerpo, cuyas dificultades en medios de transporte en general
yo conocía bien, para que hiciera todo lo posible en el sentido de mantener
contacto con el enemigo en repliegue, siquiera fuese con destacamentos
lanzados a distancia, y tratara de establecer enlace con nuestro Primer Cuerpo,
que operaba más al norte.
Para dar una idea del pánico de que estaba poseída Bolivia, debo recordar el
hecho de que por aquel entonces se ordenó la evacuación de la población civil
de Villa Montes, Tarija y Villazón, puntos situados a centenares de kilómetros
del frente de operaciones. Como se sabe, nuestro ejército, lejos de amenazar
dichas localidades, a duras penas estaba en condiciones de perseguir al
enemigo.
En aquellos días surgió un grave problema para el abastecimiento de nuestras
tropas en marcha. Con la prolongación de nuestras líneas de comunicaciones,
resultó imposible hacer llegar carne fresca a los soldados. Hasta entonces el
ganado en pie para consumo del ejército iba detrás de éste, y era sacrificado
en la misma línea de fuego. Cuando no había aguadas suficientes en la línea, se
realizaba la matanza en los lugares más próximos a las tropas y se.
transportaba la carne en camiones. En el Chaco la carne resistía sólo diez
horas, cuando más, a la descomposición, sobre todo en verano. Es tal la
cantidad de moscas que se acumulan en cuanto huelen carne fresca, y tal su
tamaño, que devoran la carne y la echan a perder al instante. Por eso, cuando
había que proveer de carne fresca a unas tropas alejadas, se sacrificaban los
animales antes de la salida del sol, para aprovechar el fresco de la mañana, y
139
se transportaba la carne inmediatamente al lugar de consumo, donde debía
llegar a medio día, a más tardar.
Con la prolongación de nuestras comunicaciones, ya no se pudo llevar ganado
en pie detrás de las tropas en marcha, por falta de aguadas y de pasto, y
además, porque no teníamos camiones en cantidad suficiente. Por lo tanto,
nuestras tropas tenían que sufrir privaciones indecibles en su persecución al
enemigo. Vivían semanas enteras solamente con galletas y mate, y empezó a
difundirse el escorbuto en proporciones pavorosas. Este azote no cesó hasta
que dominamos la región de Carandayty, donde encontramos nuevamente
ganado en pie. Se ideó Ia fabricación de charque para el ejército, pero el
charque no evitó el escorbuto.
Si bien el enemigo estaba en franca retirada, nuestro ejército llegaba al
extremo límite de sus posibilidades de vida. Como consecuencia del esfuerzo
hercúleo a que se les había sometido en aquel desierto sin término, nuestros
efectivos disminuían. Muchos combatientes enfermaban y otros iban a
disfrutar de un descanso bien merecido. Algunos de nuestros jefes se sintieron
grandemente afectados por esta situación. Uno de ellos me telegrafió, afligido,
que las fuerzas de que disponía nunca permitirían -operar sobre Ballivián. Era el
3 de febrero.
Confrontado por todas estas dificultades, concebí la idea de trazar un camino
directo que desde Camacho fuera hasta Cururendá. Así acortaríamos nuestras
comunicaciones, como ya se había hecho con el camino de Coronel Hermosa
(Carayá) a Platanillos, y supliríamos, siquiera parcialmente, la falta de medios
de movilidad. El presidente me dijo que antes de dos meses no podríamos
contar con más camiones; pero, entre tanto, algo había que hacer para golpear
al enemigo. Un camino desde Camacho hasta Cururendá, donde concluye la
frontera argentina sobre el Pilcomayo, podría permitirnos accionar sobre las
líneas de comunicaciones del enemigo.
El 13 de febrero transmití las siguientes instrucciones al comandante de
nuestro Tercer Cuerpo, que operaba en Magariños:
Una vez alcanzado el limite en su avance de acuerdo posibilidades sus medios
transporte, y en vista de que por el momento es imposible asignarle más
camiones, sírvase mantener sus tropas en formación articulada, lo más a mano
posible, considerando hipótesis más probable, y lanzar destacamentos de
exploración lo menos de un escuadrón cada uno, si posible montados, con el
140
fin de constatar en primera urgencia la nueva posición enemiga, que es de la
mayor importancia para nuestras disposiciones en conjunto, y establecer al
mismo tiempo enlace con el Primar Cuerpo por el camino más corto.
El día 14 envié instrucciones paralelas al Primer Cuerpo, que operaba en la línea
de Cabezón-Ballivián:
Suspenda momentáneamente su ofensiva a fin de dar
descanso a sus tropas y organizar y recompletar los
efectivos de las unidades. Es importantísimo para
nuestras resoluciones de conjunto constatar a que altura
enemigo hará nueva resistencia. Fuertes destacamentos
de exploración tendrán a su cargo esta misión. Conviene
hacer todo esfuerzo necesario para enlace con Tercer
Cuerpo y si posible abrir picada a este afecto.
Las medidas que anteceden significaban el reconocimiento de nuestro fracaso
de llegar rápidamente a Ballivián. Había que decidirse por otro procedimiento
para conseguir el resultado perseguido.
Yo no desechaba la posibilidad de que el enemigo organizara una línea de
resistencia poco más o menos a la altura de Campo Jurado-Linares, reuniendo
sobre ella sus dos columnas en retirada. Sería ésta una medida lógica de su
parte, y en previsión a ella, ordené el enlace de nuestros cuerpos de ejército
Primero y Tercero. Además, yo tenía interés en retardar en todo lo posible el
repliegue del enemigo de la zona por donde entonces emprendíamos nuestra
persecución, de modo que hubiera tiempo de abrir la proyectada senda de
Camacho a Cururendá. Desgraciadamente, la idea operativa de accionar sobre
las comunicaciones internas de los bolivianos por dicha senda, fracasó también,
según veremos más adelante. Apenas nuestras tropas establecían estrecho
contacto con las posiciones que sucesivamente ocupaba el enemigo para
cubrir su retirada, el repliegue continuaba; y luego la aviación boliviana, a pesar
de todas nuestras precauciones, descubrió el trazado del camino a Cururendá.
El día 15 a las 9 horas llegó el presidente en avión a mi P.C. Sometí a su
aprobación mi nueva intención operativa, ya en plena ejecución, relacionada
con la apertura del camino a Cururendá. El presidente me dio su aprobación sin
objeciones.214
14
Los únicos cominos entonces existentes eran el que de Campo Jurado se dirige a
Alurralde, y el de Ballivión-Cururendó-Villa Montes, a orillas del Pilcomayo.
141
El 16 los destacamentos lanzados por el Tercer Cuerpo mantenían contacto
con el enemigo a doce kilómetros al oeste de Laguna, y los del Primero a
veinte kilómetros al oeste de Cabezón. Unas lluvias torrenciales favorecieron
los trabajos del camino a Cururendá, porque nuestros zapadores bebían el agua
de los charcos, agua que de otra manera no tendrían; pero en los demás
frentes las lluvias obstaculizaban todo movimiento.
El presidente regresó a la capital el día 18.
El 21 emprendí un viaje de visita a los Comandos de cuerpos para confirmarles
personalmente las órdenes preparatorias que les había transmitido por teléfono
y dejar bien aclaradas mis intenciones.
Llegué primeramente a Toledo, asiento del Cuartel General del Segundo
Cuerpo. El comandante del mismo [Coronel Franco] me dio cuenta de que la
senda a Cururendá alcanzaba ya a sesenta kilómetros de Camacho. Le
concreté la misión del Segundo Cuerpo. Luego partí para La China, pero antes
de nuestra llegada a El Cruce, la aviación boliviana descubrió nuestro grupo y
nos persiguió tenazmente. Los caminos, por otra parte, estaban terribles, con
motivo de las recientes lluvias. Llegamos a El Cruce ya entrada la noche. Allí
pernoctamos.
Al día siguiente seguimos para La China, asiento del Comando del Primer
Cuerpo. Expliqué también al comandante de esta unidad (Coronel Núñez) la
misión que correspondía a sus tropas. Ordené que el Segundo Cuerpo fuese
reforzado con la división de mi Reserva General [Teniente Coronel Torreani
Viera]. Después seguí para Magariños y pernocté a setenta kilómetros al sur de
El Cruce. Al día siguiente continué para Las Perlas, lugar situado a seis
kilómetros de Magariños y asiento del Comando del Tercer Cuerpo. Aquí,
después de hacer una recorrida en que llegué hasta Toba Quemado, di las
explicaciones pertinentes al comandante del cuerpo [Coronel Brizuela] con
asistencia de sus divisionarios [Coronel Fernández, Tenientes Coroneles
Paredes y Palacios y Mayor Ramos].
Estuve de regreso a Villa Militar el 25, donde me encontré con una carta del
presidente, en que me anunciaba que la Liga de las Naciones había presentado
al gobierno una proposición de paz y me indicaba los puntos principales de la
misma. Consideré dicha proposición, según anoté en mi diario, como la mejor
que hasta entonces se había formulado.
142
El 26, las patrullas de las avanzadas de nuestro Segundo Cuerpo, destacadas
hacia Picuiba, entablaron las primeras luchas con las bolivianas en las cercanías
de Cañada Tarija. El enemigo denunciaba así el comienzo de sus actividades en
aquella región. El mismo día nuestro Primer Cuerpo estableció contacto con
una posición enemiga a 27 kilómetros al oeste de Cabezón, y nuestro Tercer
Cuerpo, en las inmediaciones de Linares.
El 27, un parte del Segundo Cuerpo me informó que algunos aviones bolivianos
habían descubierto el camino a Cururendá, en cuya construcción trabajábamos
hasta entonces ocultamente. Algunos aparatos, en vuelo muy bajo, siguieron el
trazado de la senda.
Este descubrimiento, así como la conducta observada por el enemigo en los
sectores de nuestros cuerpos Primero y Tercero y la reunión de tropas
bolivianas en Cañada Tarija, me convencieron de que el enemigo no haría una
defensa decidida en la línea Campo Jurado-Linares. Apunté en mi diario de
guerra, el 28 de febrero: “Tengo casi la certeza de que el enemigo no se
defenderá en la línea Campo Jurado-Linares”.
En los primeros días de marzo el enemigo continuó su repliegue en los sectores
de nuestros cuerpos Primero y Tercero, y dio comienzo a sus contramedidas
para neutralizar el peligro que le podría acarrear nuestro camino hacia
Cururendá, el que tenía ya 150 kilómetros de extensión. Con este fin acumuló
fuerzas en la región de Guachalia, primero, y en Alurralde, después; y
transportó tropas a la región de Garrapatal.
El 3 de marzo el Comando del Tercer Cuerpo me anunció que sus tropas habían
entrado en Tres Pozos y Linares, abandonados el día anterior por el enemigo.
En la imposibilidad material de explotar la situación favorable que habíamos
creado en la región de Linares, porque no teníamos medios para mover
rápidamente -en condiciones de combatir- al grueso del Tercer Cuerpo, y como
la serie de contramedidas adoptadas por el enemigo, por otra parte,
esbozaban un cambio en la situación general, el día 4 ordené un
reconocimiento en fuerza, por el Primer Cuerpo, de la nueva posición enemiga
de su sector, la cual, según opinión del comandante interesado, era fuerte.
El 5 emprendí un rápido viaje en avión. para enterar a los Comandos del cambio
de situación e impartir sobre el terreno las instrucciones del caso, en
143
concordancia con dicho cambio. A las 7:15 mi avión aterrizó en Laguna, donde
me recibió el comandante del Tercer Cuerpo [Coronel Brizuela]. Con él
seguimos en automóvil hasta Linares. En el trayecto nuestro vehículo pasó por
encima de una mina colocada por los bolivianos, que no explotó. Linares, como
se sabe, era uno de los puntos por donde el ejército boliviano se abastecía en
territorio argentino.
Al día siguiente pasé en avión hasta PlataniIlos, donde expliqué al comandante
del cuerpo la situación general Y le dí algunas instrucciones, para luego
proseguir en automóvil hasta Camacho, asiento del Segundo Cuerpo y donde
todavía no había campo de aterrizaje.15 Con el comandante del Segundo
Cuerpo y los comandantes divisionarios consideramos los mismos puntos que
planteé en los demás cuerpos.
Volví al Gran Cuartel General el día 7. Según parte de aquel día, las avanzadas
del Tercer Cuerpo habían llegado a 25 kilómetros de La Señora. Frente al
Primer Cuerpo continuaba el repliegue del enemigo. El Primer Cuerpo estaba a
29 kilómetros al oeste de Cabezón.
A pesar de que se esbozaba un cambio en la situación general, continuaban sin
interrupción nuestros preparativos para la acción hacia Cururendá. Reunimos en
Camacho un millar de mulas, en previsión de un amplio empleo de este medio
de transporte.
Proseguía, entre tanto, el repliegue boliviano, sobre todo a lo largo del río
Pilcomayo, en el sector del Tercer Cuerpo, cuyas avanzadas habían llegado el 9
de marzo más allá de Buenos Aires. También se concretaban más y más las
noticias referentes a la acumulación de tropas enemigas en Garrapatal.
Entonces resolví emprender una nueva jira por el frente para recoger
impresiones directas sobre el terreno y determinar la conducta que
seguiríamos. El ministerio de Defensa me anunció en aquellos días que hasta el
mes de abril no llegarían los camiones solicitados. Había que tener en cuenta
esta circunstancia para cualquier determinación.
El día 12, pues, partí para Camacho y seguí hasta Palmar Ustares, donde
pernocté. El 13 fui más adelante y llegué hasta las avanzadas, donde
15
Aquel día el aire estaba muy agitado, y recomendé a los aviadores que me habían
acompañado que esperasen hasta el día siguiente para volver a Villa Militar; pero ellos
emprendieron el vuelo el mismo día, y uno de los aparatos sufrió un accidente que costó la
vida al Capitán Caballero Alvarez.
144
inspeccioné la organización del terreno, que estaba en ejecución. Después
regresé a Camacho y seguí hasta Jayucubás, donde me esperaba el
comandante del Primer Cuerpo, a quien puse al corriente de los trabajos a
cargo del Segundo Cuerpo y le di la instrucción de que armonizara mejor su
unidad con el Tercer Cuerpo, y le hice algunas indicaciones sobre la conducta
que observaría el cuerpo de su Comando en caso de que el Segundo llegase
sobre el camino enemigo a Capiírendá. Le signifiqué la necesidad de apresurar,
en todo cuando sus medios le permitiesen, el avance de sus tropas hacia Las
Conchas-Ballivián.
En este viaje me convencí de que había que realizar una operación previa sobre
el destacamento enemigo de Garrapatal. No ordené, a pesar de todo, la
interrupción de los trabajos hacia Cururendá, porque la idea que yo tenía en la
mente sería a lo más postergada en su aplicación, pero no abandonada.
El 14 regresé de Jayucubás a Villa Militar. Las tropas del Primer Cuerpo habían
llegado a 31 kilómetros al oeste de Cabezón, y las del Tercero tomaban
contacto con una nueva línea de defensa del enemigo. En el Cuartel General, el
jefe de la sección respectiva me presentó un resumen de informaciones que
demostraban concretamente la formación de una nueva gran unidad enemiga
en la región Guachalla-D'Orbigny. Anoté en mi diario: "Esta noticia crea una
expectativa nueva en lo referente a nuestros trabajos del Segundo Cuerpo.
Desde el día 15 quedó también concretada la información de que el enemigo
construía un camino que, partiendo de Garrapatal, se dirigía primeramente hacia el
suroeste y luego hacia el sur, en línea recta, con la intención indudablemente de
interceptar la senda de nuestro Segundo Cuerpo hacia Cururendá. El 17 se
confirmó plenamente esta noticia.
En los mismos días los Comandos de nuestros cuerpos de ejércitos Primero y
Tercero dieron parte de estar en contacto, en sus respectivas zonas, con extensas
líneas enemigas de posiciones organizadas lo que parecía indicar que por fin el
enemigo se haría fuerte sobre una línea probablemente extendida hacia el
suroeste, desde Campo Jurado 416 hasta el PiIcomayo. Si llegara a confirmarse este
hecho, facilitaría grandemente la realización de nuestro pensamiento de accionar
más al norte con nuestro Segundo Cuerpo, sobre la línea boliviana de
comunicaciones.
16
Dícese que este lugar recibió el nombre de Campo Jurado porque los bolivianos hicieron
el juramento de no retroceder de allí, después de la serie de retrocesos que venían
realizando ante nuestro avance.
145
Ordené al comandante del Primer Cuerpo que buscara el ala norte de la posición
enemiga de su frente y reconociera el terreno, para interceptar el camino que se
dirigía desde Campo Jurado hacia Villa Montes, paralelamente con el camino de
Ballivián a Villa Montes. También le ordené que preparase un sendero cuyo
ensanche nos permitiese más tarde abastecer por allí al Segundo Cuerpo, cuya
misión, como se sabe, era salir detrás de las comunicaciones enemigas más al
norte.
Con relación a la presencia y conducta del enemigo en Garrapatal, dirigí la siguiente
comunicación al Comando del Segundo Cuerpo (Coronel Franco) el mismo día 17:
En la hipótesis de que tengamos necesidad de destruir previamente a las tropas de
la Novena División enemiga 17 antes de la operación principal proyectada, sírvase
ordenar los estudios preparatorios necesarios y ponerme al corriente del progreso
de estos estudios.
Mi resolución era destruir al enemigo que, fuerte de una división, se reunía en
Cañada Tarija, al suroeste de Garrapatal, a fin de suprimir o alejar el peligro de
aquella dirección, y ocupar rápidamente Garrapatal, para distraer hacia allá nuevas
tropas enemigas, distracción que yo esperaba seria en detrimento del sector de
Alurralde; librar batalla seguidamente con nuestros cuerpos de ejército Primero y
Tercero en el frente Campo Jurado-Ballivián, donde, como suponíamos, el enemigo
probablemente se haría fuerte; y por último, lanzar nuestro Segundo Cuerpo sobre
Alurralde, y aún hasta Cururendá, si fuese posible, en coordinación con los demás
cuerpos.
En adelante me atendría tenazmente al esquema de este plan, a pesar de las
dificultades y desazones que sobrevendrían; y a la larga lo aplicaría con éxito.
En el sector del Tercer Cuerpo el enemigo empezó a mostrarse más activo. Realizó
algunos reconocimientos en fuerza sobre nuestra línea, pero todos fueron
rechazados.
En este período de las operaciones se hacía sentir más imperiosamente que nunca
la falta de aviación en nuestro ejército. Los pocos aparatos de que disponíamos no
daban abasto a nuestras necesidades, no obstante el heroico esfuerzo de nuestros
aviadores, que realizaban verdaderos milagros. Estábamos en una situación análoga
a la que precedió a la aparición del enemigo sobre Alihuatá Viejo, a principios de
17
Los tropas que ocupaban Garrapatal.
146
marzo del año anterior. Virtualmente no podíamos hacer ningún reconocimiento
estratégico, y eran numerosos los puntos acerca de los cuales podríamos recoger
informaciones útiles para la conducción de nuestras operaciones. El enemigo, en
cambio, poseía una magnífica aviación, a cuya vigilancia difícilmente escapábamos.
Fue así que llegó a descubrir el trazado de nuestro camino de Camacho a
Cururendá, descubrimiento que nos impidió sacar todo el fruto posible de dicha
iniciativa.
147
La tricolor ondea sobre Muñoz (Fortín Gral. Díaz)
Transporte de prisioneros bolivianos
CAPITULO XII
CAÑADA TARIJA - CAÑADA ESPERANZA
(de marzo 19 a mayo 30 de 1934)
El 19 de marzo llamé a mi Cuartel General al comandante del Segundo
Cuerpo [Coronel Franco], quien llegó en la noche del mismo día. Le puse al
corriente de las últimas noticias acerca del enemigo, que interesaban a su
zona de operaciones, y le di orden de apresurar su operación contra el
enemigo de Cañada Tarija, de acuerdo con la intención esbozada en la
última parte del capítulo anterior.
En consecuencia, el día 22 el Segundo Cuerpo hizo marchar una de sus
divisiones [D.6, Mayor Federico W. Smith] hacia Palmar Santa Elena, punto
que dicha división ocupó el 24. El 25 prosiguió su marcha sobre Cañada
Tarija. El 26 tomó contacto con las posiciones bolivianas de este lugar, e
inició su maniobra sobre ellas.
El 27 nuestras tropas interceptaron el único camino de comunicación del
enemigo detrás de Cañada Tarija. Los bolivianos acababan de recibir
refuerzos de afuera. Y hacia el obscurecer, la división paraguaya rompió las
defensas bolivianas mediante enérgicos ataques y se apoderó de Cañada
Tarija con todos sus defensores y elementos. Cayeron en nuestro poder
ocho oficiales y 1.200 ciases y soldados enemigos, amén de un
considerable botín de guerra, fusiles, ametralladoras, camiones, elementos
de sanidad, etc.
El Tte. Cnel. Angel C. Bavía, comandante del destacamento boliviano, se vio
completamente sorprendido por nuestra maniobra hacia su línea de
comunicación detrás de Cañada Tarija. En un principio creyó que sólo se
trataba de una incursión de patrullas, y según supimos después, no atribuyó
mayor importancia a nuestra maniobra. Cuando se enteró de la realidad y
pretendió reaccionar, ya era tarde: estaba encerrado en el círculo de hierro
de nuestras fuerzas, y resultaba inútil toda resistencia. En su desesperación
el Tte. Cnel. Bavía intentó suicidarse; se disparó un tiro de pistola en la sien,
pero no murió en seguida. Un grupo de unos 50 soldados bolivianos procuró
evitar que su jefe cayera en nuestro poder, y a pesar de la gravedad de su
estado, le condujeron a un bosque adyacente, donde el día 30 fueron todos
descubiertos y capturados por los nuestros. El Tte. Cnel. Bavía había
perdido el juicio; trasladado a Camacho inmediatamente, se le prodigaron
148
las más solícitas atenciones médicas. Se le operó el 2 de abril, pero sin
resultado, y murió el día 5. Yo le vi el mismo día 30 de marzo. Estaba
echado boca abajo en su lecho y de vez en cuando levantaba la cabeza
para proferir palabras incoherentes.
El 28 por la tarde ocupamos Garrapatal, donde comprobamos la
construcción por el enemigo de un camino que, partiendo de dicho punto,
se dirigía hacia la senda que nosotros construíamos en dirección a
Cururendá. El camino enemigo tenía ya diez y ocho kilómetros de extensión
e iba primeramente hacia el suroeste y luego directamente hacia el sur.
Alcanzado el objetivo asignado a la acción previa de las tropas del Segundo
Cuerpo con la toma de Cañada Tarija y Garrapatal, el día 30 partí para
Camacho, a fin de enterarme personal y rápidamente de la situación y
tomar las disposiciones que ella aconsejare. Entre las informaciones,
importantes-que recibí en esta jira, figuraba la referente a la inexistencia de
agua, según los prisioneros bolivianos, desde Cañada Tarija hasta
Carandayty. Teníamos, pues, una seguridad relativa en aquella región, ya
que el enemigo no podría emplear por ahí masas de tropas de
consideración. En cuanto a nosotros, no obstante haber despejado una vez
más el camino hacia las bases del enemigo, no estábamos tampoco en
condiciones más favorables para maniobrar hacia ese lado, por la angustia
de nuestros medios de transporte, tan grave como siempre.
La toma de Cañada Tarija y Garrapatal acarreó la desgracia profesional del
Cnel. Peña, comandante de la Novena División boliviana, a cuyo cargo se
encontraban dichas posiciones. El Cnel. Peña tenía su P.C. en Carandayty, a
unos 300 kilómetros de las mismas, cuando se precipitó el descalabro. Fue
tal, según supimos después, el pánico que produjo la toma de Cañada Tarija
y Garrapatal, que el día 30 huía de Picuíba, a cien kilómetros de Garrapatal,
un coronel boliviano de nombre Goitia, Ilevándose sus mujeres y muebles y
dejándolo todo abandonado.
Anoté el 30 de marzo en mi diario:
Creyendo que con la acción de Cañada Tarija hemos logrado los
resultados materiales y morales buscados, resuelvo realizar la
maniobra decisiva sobre Ballivián.18 Doy para el efecto
18
Maniobra cuyo plan se concretó en la última parte del capítulo anterior.
149
numerosas indicaciones al Comandante del Segundo Cuerpo
(Coronel Franco).
El 31 partí de Camacho para Cabezón, donde puse al corriente al
comandante del Primer Cuerpo [Coronel Núñez] de la situación general y de
las resoluciones tomadas respecto a la maniobra del Segundo Cuerpo, y le
indiqué la parte que correspondería al Primer Cuerpo. Le reiteré la necesidad
urgente de que se abriera un sendero en la selva, que la unidad de su
mando emplearía en su maniobra hacia el norte para establecer enlace con
el Segundo Cuerpo, apenas éste llegara a interceptar el camino del enemigo
a Villa Montes. En cuanto a la colaboración del Tercer Cuerpo, ordené con
antelación que esta unidad extendiera su despliegue hasta alcanzar el
camino Cabezón-Ballivián. Se trataba, por lo tanto, de un desplazamiento
hacia el norte de todo el Primer Cuerpo para cooperar con el Segundo.
Además, yo pensaba asegurar el abastecimiento del Segundo Cuerpo
mediante el rápido ensanche de la senda de maniobra del Primer Cuerpo.
Regresé al Gran Cuartel General el 19 de abril. Nuestras patrullas del
Segundo Cuerpo habían llegado aquel día hasta Siracuas, a cincuenta
kilómetros al norte de Garrapatal.
Ponía yo tanta fe en el éxito de las próximas operaciones, y tenía tanta
confianza en consumar la destrucción del ejército enemigo -si mi plan se
realizara satisfactoriamente, como parecía entonces factible-, que dirigí el 2
de abril el siguiente mensaje al Ministerio de Defensa, buscando la
acumulación de la mayor cantidad posible de elementos:
En momentos solemnes y decisivos para la terminación de
la guerra con el aplastamiento definitivo del invasor, ruego
al Ministerio de Defensa avivar todo el fuego del inmenso
patriotismo paraguayo y disponer que todos los
ciudadanos hábiles, comprendidos en el llamamiento de la
defensa nacional, concurran al frente de operaciones a
empuñar las armas. Necesitamos más hombres para
completar nuestros efectivos. La próxima batalla debe ser
la de la Nación paraguaya erguida en su totalidad.
El día 6, poco antes de medio día, llega a mi Cuartel General el presidente.
Le informé de la marcha general de las operaciones, y del estado de
preparación de la próxima batalla. Yo creía por entonces que, si dábamos la
150
batalla en la forma concebida, terminaría la campaña. El presidente se
mostró muy satisfecho con mis explicaciones y vivamente interesado en la
pronta terminación de la guerra. El día 8 regresó a la capital.
El día 7 el Comando del Primer Cuerpo me dio parte de que las tropas
enemigas de su frente se retiraban desde la noche anterior, dejando en
nuestro poder una posición organizada de doce kilómetros de desarrollo.
Nuestras tropas habían avanzado ya hasta tres kilómetros al oeste de
Campo Jurado. Los prisioneros tomados en el mismo frente informaron que
el Segundo Cuerpo de ejército enemigo se dirigía hacia el noroeste, por el
camino llamado Lóbrego, el cual se extiende desde Campo Jurado hacia
Villa Montes.
En la noche del 8 al 9 de abril el enemigo del frente de nuestro Tercer
Cuerpo reinició también su repliegue. Y el día 9 el Comando del mismo
Cuerpo me comunicó que sus tropas habían ocupado Buenos Aires y
Mistola, sin resistencia de parte de los bolivianos.
Con los nuevos repliegues bolivianos, continuó nuestra lenta y penosa
persecución. Como la dirección del repliegue del Segundo Cuerpo enemigo
demostraba que las tropas bolivianas se desplazaban más hacia el norte
apresuré en todo cuanto era humanamente posible los preparativos para la
acción de nuestro Segundo Cuerpo, e hice impulsar también la apertura
(ordenada con anterioridad) de un camino que fuera desde Punta Rieles 19
directamente hasta Camacho. A pesar de que ya había que descartar una
operación sorpresiva para el enemigo, yo seguía creyendo en la importancia
de la acción de nuestro Segundo Cuerpo.
Se recordará que yo había ordenado asimismo la apertura de una senda
desde un poco al oeste de Cabezón con rumbo noroeste, para incidir sobre
el camino Lóbrego y por él asegurar el abastecimiento de nuestro Segundo
Cuerpo hacia Alurralde, en previsión de que dicha unidad ocupara Alurralde.
Pero ahora que un fuerte núcleo de tropas enemigas seguía por el camino
Lóbrego en su repliegue hacia el noroeste y que el factor sorpresa quedaba
descartado para la maniobra de nuestro Segundo Cuerpo, el día 10 ordené
el ensanche de la senda que de Camacho apuntaba hacia Cururendá.
También dispuse la apertura de otra senda que, partiendo de un punto
situado en la región de Siracuas, se dirigiera en línea recta con rumbo
19
Del ferrocarril de Casado.
151
suroeste hacia el Pilcomayo, sobre un punto equidistante de Villa Montes y
de Cururendá. Pero esta senda nunca se construyó; su apertura requería el
empleo de elementos de que no disponíamos por entonces, y pronto ya no
fue necesaria, en razón del rápido cambio de la situación. Yo me había
propuesto usarla en alguna probable maniobra contra la frontera boliviana
entre Cururendá y Villa Montes.
Entre tanto, continuaba el repliegue del enemigo. El 11 de abril se
estableció el enlace de nuestros cuerpos de ejército Primero y Tercero, de
Horqueta a Buenos Aires. El 12 nuestro Tercer Cuerpo ocupó Las Conchas.
En los días siguientes se produjeron otros contactos y nuevos repliegues
bolivianos en la zona del Tercer Cuerpo.
El 16 el enemigo lanzó al espacio un parte abierto, con lujo de pormenores,
sobre una imaginaria batalla en la región de Las Conchas [D.1, Coronel
Fernández]. Esta hipotética acción se habría desarrollado con feroz
encarnizamiento,y naturalmente, al final, los paraguayos éramos reciamente
vapuleados. El mismo día tomamos prisionero a un oficial boliviano que nos
refirió haber leído con igual interés y la misma sorpresa que nosotros el
mencionado parte, pues la batalla, de ser real, debió de haberse librado en
su sector. Por supuesto, desmentimos tan pueril invención.
Llovía copiosamente. Nuestros cuerpos de ejército Segundo y Primero
hacían reconocimientos a largas distancias con tropas de a pie, hacia
Picuiba, y por el camino Lóbrego hacia Alurralde. El servicio que nos
prestaban nuestros escasos aviones era muy limitado, porque no habían
terminado aún las pistas de Camacho y de Cabezón. Sin embargo
necesitábamos grandemente la ayuda de la aviación, para conocer los
rumbos de los caminos que el enemigo construía en el sector de Alurralde
con el propósito de dificultar o impedir nuestras actividades en aquella
dirección.
El 21 de abril el comandante del Segundo Cuerpo (Coronel Franco) me dio
parte de que en la mañana de ese día una fuerte patrulla boliviana había
interceptado nuestra senda hacia Cururendá a la altura del kilómetro 130
de Camacho. El enemigo seguía replegándose en el sector del Tercer
Cuerpo.
Estas actividades y otros hechos me indujeron a emprender una nueva jira
por las zonas que ocupaban nuestras tropas, y para el efecto salí de Villa
152
Militar el día 23. La expectativa era de si el enemigo se defendería o no en
Ballivián, y por eso juzgué conveniente recoger impresiones personales en
el campo de operaciones. Sabíamos que el enemigo había logrado volver a
reunir 33.000 combatientes.
Me dirigí primeramente a Camacho. Yo estaba entonces bajo la impresión de
que el enemigo tenía muy esparcidas sus tropas. Con un núcleo defendía
Ballivián; reunió otro en la región de Cañada Esperanza-Cañada StrongestCañada Oruro; y otro, en la región de Lafaye-Picuiba-Carandayty. Todo esto
necesariamente influiría en nuestro plan, que se concretaba así:
En el norte: Una acción demostrativa en la región de Picuiba, con el fin de
distraer la atención de las fuerzas enemigas de aquella zona, por el mayor
tiempo posible. En el sur: Continuar la acción sobre las posiciones de
Ballivián, si el enemigo defendía en firme este punto, como amarramiento
de las tropas enemigas. Luego, aplicar el esfuerzo principal con el Primer y
Segundo Cuerpos sobre el camino del dispositivo boliviano, en la región de
Cañada Esperanza, y dirigirnos, sea sobre Guachalia, sea sobre Cururendá,
para encerrar y destruir a las tropas enemigas de Ballivián. En otras
palabras: batir sucesivamente altos distintos grupos en que estaba dividido
el ejército enemigo. Puse al comandante del Segundo Cuerpo [Coronel
Franco] al corriente del plan antedicho.
El día 24 pasé a Cabezón, donde expliqué igualmente al comandante del
Primer Cuerpo [Coronel Núñez] la modalidad del plan, y le concreté la
misión de su ejército, consistente en avanzar con toda rapidez por el
camino Campo Jurado-Cañada Esperanza hasta tomar contacto con las
posiciones principales del enemigo y maniobrar por nuestra izquierda para
atraer sobre el Primer Cuerpo el núcleo enemigo de la región, al propio
tiempo que nuestro Segundo Cuerpo hiciera su aparición detrás de dicho
núcleo.
El 25 continué mi viaje hacia el Cuartel General del Tercer Cuerpo, entonces
en Puesto Rocha. Expliqué asimismo al comandante de aquél [Coronel
Brizuela] y a los demás jefes [Tenientes Coroneles Paredes y Palacios y
Mayor Ramos] la misión que correspondería a su unidad.
En esta ocasión pude comprobar personalmente hasta dónde había llegado
el esfuerzo del Tercer Cuerpo en su larga y laboriosa marcha a lo largo del
río Pilcomayo, para alcanzar el punto en que ahora se encontraba. Aquellas
153
tropas formaban una caravana a la vez impresionante y pintoresca. En el
transporte se habían empleado todos los animales utilizables, caballos,
burros, perros, hasta cabras. Ese heroico conglomerado venía así a pie
desde Nanawa, en medio de rudos combates y de maniobras agotadoras, y
había recorrido no menos de 500 kilómetros. Allí estaba la explicación de la
proeza realizada por nuestro pueblo en el Chaco. También habían llegado
mujeres de la retaguardia, esposas, madres e hijas de los combatientes, y
todas transportaban alguna cosa, en esa peregrinación inverosímil detrás
del enemigo.
Después de una visita rápida a una: de las divisiones [D.1, Coronel
Fernández] en la línea emprendí viaje de regreso a Cabezón, donde también
expliqué la situación al jefe del Primer Cuerpo [Coronel Núñez] y a los
comandantes divisionarios [D.2, Teniente Coronel Vera; D.7, Coronel Ortiz;
D.8, Coronel Cabrera]. Pasé luego a El Cruce, donde pernocté, y al día
siguiente, 28, llegué a Villa Militar. Me encontré aquí con una carta del
presidente Ayala, en que me decía que los recursos del país estaban
agotados y que él se sentía enfermo, circunstancia que probablemente le
obligaría a tomar algún descanso. Me inquieté con ambos anuncios. Yo tenía
mucha fe en el éxito de mi plan, pero como se necesitarían seis meses, a mi
juicio, para darle una ejecución acabada, temía que la información que me
trasmitía el presidente anticipara algún escollo serio en el camino. Rogué al
Primer Magistrado que viniera al Cuartel General.
El presidente llegó el día 30, como siempre en avión. Celebramos en
seguida una conferencia y le expuse mi plan, tal como quedó descrito en las
páginas anteriores. Se mostró él vivamente entusiasmado. Escribí en mi
diario:
A las explicaciones que le di sobre la posible prolongación de la campaña
por algunos meses más, diciendo que solamente en los movimientos
preparatorios y en el desarrollo se emplearían tres meses, el Sr. Presidente
respondió, dando prueba de una exacta comprensión, que esos tres meses
bien podrían extenderse a seis, que era justamente el tiempo que yo creía
necesario prever como probable duración de la campaña.
El plazo de seis meses seria, naturalmente, para el caso de que las
operaciones tuvieran el éxito esperado, pero no fue así, y la guerra se
prolongó todavía por un año más.
154
En los últimos días del mes de abril el Tercer Cuerpo, en cumplimiento de su
misión, se apoderó frente a Ballivián de líneas sucesivas de defensa del
enemigo, al que obligó a retroceder varios kilómetros. Los preparativos del
Segundo Cuerpo continuaban con toda actividad: sus patrullas habían
alcanzado Laguna Lafaye.
Dos noticias de bulto referentes al enemigo llegaron en aquellos mismos
días al Cuartel General: la desavenencia del presidente Salamanca con el
Comando del ejército boliviano y la contratación de oficiales chilenos por
Bolivia para servir en las filas de su ejército. Por supuesto, en un principio
no sabíamos cómo se resolvería el desacuerdo del presidente Salamanca
con los jefes militares del Chaco; y resultó después, a la vuelta de pocos
meses, que una reconciliación era imposible. En cuanto a la conducta
chilena, produjo en todos nosotros la más penosa impresión. El Paraguay y
Chile estaban ligados por una vieja tradición de simpatía, basada en la
tradición viril de ambos pueblos. No ignorábamos que en el caso de la ayuda
a Bolivia se trataba de una política ajena al sentimiento popular chileno,
pero esta circunstancia no impedía que la opinión paraguaya se sintiese
muy afectada. Cuesta descubrir qué interés genuinamente chileno pudo
haber inducido a tomar una determinación tan insólita. Cabe suponer que
Chile deseara desviar la atención boliviana hacia el sudeste, para apartarla
de la aspiración a recuperar la costa del Pacífico. Pero a esa altura de la
guerra el fracaso de Bolivia era visible. Y aún, en el supuesto de que Bolivia
estuviera en condiciones de aplastar al Paraguay, ¿la haría renunciar nuestra
derrota a su sueño marítimo? Esto parecía muy problemático porque a la
geografía no se la engaña. Bolivia es tributaria del Pacífico y mientras exista
como nación deseará una salida propia sobre ese mar. Por lo demás, el error
chileno no contribuyó para nada a salvar a Bolivia; sólo sirvió para prolongar
la matanza y dejar en el alma paraguaya un hondo resentimiento.
Según nuestras informaciones, el ejército enemigo, fuerte de unos 40.000
hombres, estaba repartido a fines de abril en tres grupos, a saber: El Tercer
Cuerpo cubría la región Laguna Lafaye - Picuiba - 27 de Noviembre Carandayty; el Segundo, la región Cañada Esperanza -Cañada StrongestSamaihuate -Cururendá; y el Primero, totalmente desplegado, defendía la
región Ballivian-Guachalia.
Para el 12 de mayo, en la intercepción de la senda abierta por
nuestro Segundo Cuerpo hacia Cururendá, a la altura del kilómetro 130, el
enemigo presentaba una línea de varios kilómetros de extensión, y cavaba
155
trincheras con mucha nerviosidad. Uno de nuestros regimientos tomó
contacto con dicha línea.
El 2 de mayo la aviación enemiga bombardeó Puerto Guaraní, fábrica de
tanino situada sobre el río Paraguay. El presidente Ayala regresó a la capital
ese mismo día.
Desde el día 4 nuestro Primer Cuerpo estableció estrecho contacto con el
enemigo en Cañada Esperanza, a cuyas avanzadas obligó a replegarse
varios kilómetros. Nuestro Tercer Cuerpo, entre tanto, para cumplir su
misión de amarramiento, desplegaba febril actividad.
El 8 celebré en Puerto Casado una entrevista con el comandante de Bahía
Negra [Coronel Delgado]. Le puse al corriente de la situación general y de
los preparativos para la próxima batalla y le previne que el sector a su cargo
se defendería, lo menos por dos meses, únicamente con las tropas de que
disponía, antes de que pudiésemos distraer tropas hacia el norte.
Realicé luego otra rápida visita de inspección por el frente. El día 12 llegué
a Camacho y el 13 pasé a Cabezón. Aquí noté que, por la lentitud con que
el Primer Cuerpo realizaba la maniobra a su cargo, el enemigo podría
frustrar nuestra intención. Era un atisbo de que la ejecución no marchaba
en consonancia con las necesidades del momento. Anoté en mi diario:
La maniobra encomendada al Primor Cuerpo marcha lentamente. El enemigo
tendrá tiempo de tomar sus contramedidas. En todo caso, lograremos
atraer gran parte de las fuerzas enemigas, especialmente del norte,
circunstancia que facilitará la destrucción del enemigo de Ballivián con la
maniobra del Segundo Cuerpo, por el norte del dispositivo.
El 14 de mayo, aniversario de nuestra independencia, el presidente Ayala
envió al Ejército del Chaco el siguiente saludo:
General José Félix Estigarribia
General en Jefe del Ejército en el Chaco.
En este día de patriótico júbilo, el pueblo entero, congregado al
pie de la bandera, exalta las glorias de los denodados
defensores de la soberanía nacional, y refirma su
inquebrantable fe en el triunfo de nuestras armas. Sírvase
156
trasmitir a los jefes, oficiales y tropa los saludos del Gobierno
de la República.
Fdo: Eusebio Ayala
Presidente de la República
Yo contesté al presidente en la siguiente forma:
Mayo 15 de 1934
Señor Presidente de la República,
Dr. Eusebio Ayala, Asunción.
En nombre propio y en el de los señores jefes, oficiales y
tropas del Ejército de mi mando, me es honroso agradecer al
Exmo. Presidente de la República los saludos que, en el día de
la patria, nos hace llegar el Superior Gobierno,
Nacional; y al retribuirlos, cúmpleme expresarle que el Ejército
en el Chaco, cuyas banderas victoriosas han reverdecido viejos
laureles, renueva en ocasión tan solemne su indeclinable
voluntad de vencer o morir. Con profundo respeto y
acatamiento.
Fdo: General Estigarribia
Comandante en Jefe
También hubo un cambio análogo de felicitaciones con el ministerio de
Defensa.
El mismo día los aviones bolivianos bombardearon Puerto Mihanovich, Puerto
Leda y Fuerte Olimpo, sobre el río Paraguay, sin causar mayores daños.
Ese día 14 llegué al P.C. del Primer Cuerpo, situado a 34 kilómetros sobre el
camino Campo Jurado-Cañada Esperanza. En mi entrevista con el comandante
del cuerpo [Coronel Núñez], le di explicaciones aclaratorias sobre la importante
misión confiada a su unidad, consistente en atraer sobre sí a las tropas
enemigas de su sector -y hasta le autoricé a hacer algún repliegue si las
circunstancias lo aconsejaban- para facilitar la maniobra decisiva del Segundo
Cuerpo, que caería detrás de las tropas enemigas atraídas por el Primer
Cuerpo. A este respecto yo estaba decidido a hacer retroceder inclusive al
157
Tercer Cuerpo, con el propósito de atraer al enemigo, resolución que mantuve
por varios días, en realidad hasta fin de mes.
La anotada lentitud del Primer Cuerpo era tanto más sensible cuanto que, con
nuestra enérgica acción sobre Cañada Tarija y la actitud agresiva de nuestros
destacamentos hacia Picuiba -que daban a entender que nuestra acción
principal se orientaba en aquella dirección- habíamos logrado obtener la
diseminación buscada de las fuerzas bolivianas, que yo consideraba
indispensable para batir a un enemigo ya por entonces muy superior en
número a nosotros. Nuestro ejército operaba con un efectivo de 20.000
combatientes, poco más o menos, en tanto que el enemigo, según he dicho,
era fuerte de 40.000 combatientes.
El día 15 llegué a Algarrobo, asiento del P.C. del Tercer Cuerpo, donde, en
reunión de comandantes divisionarios [Coronel Fernández, Tenientes Coroneles
Paredes y Palacios y Mayor Ramos] expliqué y aclaré todos los puntos de la
misión que correspondía a dicha unidad, que sería una maniobra con dos
divisiones hacia su ala derecha (norte) a fin de aislar, si fuere posible, a los
defensores de Ballivián.
Después de medio día regresé a El Cruce, donde instalé desde aquel día mi P.C.
de combate. La aviación enemiga había bombardeado Bahía Negra y
Curupayty, puesto de vigilancia, este último, situado doce o quince kilómetros
de Bahía Negra. Ese mismo día nuestras tropas [Dest. Capitán Atilio Benítez]
se apoderaron de Laguna Lafaye, abandonada por el enemigo.
Los bolivianos desplegaban una actividad desusada, y esto me hacía presumir
que en alguna forma nos llevarían la delantera. Bombardeaban diariamente los
puertos del río Paraguay - desde Bahía Negra para abajo; hacían
concentraciones importantes en Castrillo, al noroeste de nuestro fortín GaIpón;
se retiraban de la región de Laguna Lafaye y empeñaban acciones bastante
enérgicas frente a Ballivián, contra nuestro Tercer Cuerpo. Yo temía también
que el enemigo ganara la delantera porque la acción de nuestro Segundo
Cuerpo no podría desencadenarse sino después del día 20, pues tropezaba con
dificultades de todo género.
En los días 16, 17 y 18 una maniobra de nuestro Primer Cuerpo realizada por
su izquierda, continuaba normalmente su desarrollo. Con ella había rebasado
aquél el ala correspondiente del enemigo. El 19 el enemigo de Ballivián
presionó violentamente desde la madrugada, a lo largo de todo el frente de
158
nuestro Tercer Cuerpo, pero fue detenido, en todas partes con pérdidas
sensibles para él.
El mismo día 19 el Comando de nuestro Primer Cuerpo [Coronel Núñez] dio
parte de que aparecían detrás de sus tropas de primera línea, sobre el camino
Lóbrego, unas patrullas enemigas, entre los kilómetros 50 y 60 a partir de
Campo Jurado. Fueron rechazadas; pero al obscurecer del mismo día apareció
otra fuerte patrulla boliviana a la altura del kilómetro 60, sobre el mismo
camino.
Al día siguiente, una importante tropa enemiga salió igualmente sobre este
camino a la altura del kilómetro 57, sin que hubiese podido ser rechazada aún
la patrulla que el día anterior salió sobre el kilómetro, 60. La tropa enemiga del
kilómetro 57 interceptó el camino entre nuestras tropas desplegadas en la
primera línea y nuestra reserva; pero además, entre las tropas enemigas que
estaban en los kilómetros 60 y 57, respectivamente, quedó cortado por
delante y por detrás el batallón paraguayo Pitiantuta, cuya misión era, sin
embargo, de observación.
Felizmente, un camino paralelo al interceptado por el enemigo, que corría más
al oeste, desde el punto ocupado. por nuestras tropas de primera línea hasta
nuestra reserva (Octava División) [Coronel Cabrera] estaba todavía libre; y se
ordenó que las tropas de primera línea (divisiones Séptima [Coronel Ortiz] y
Segunda [Teniente Coronel José Rosa Vera] con la artillería [G.A.1, Mayor
Godoy Cáceres] se replegaran, protegidas por la Octava División, que tomó de
inmediato contacto con las tropas enemigas de incursión -todo esto, de
conformidad con la intención operativa de retener sobre nuestro Primer Cuerpo
aquellas fuerzas enemigas, mientras el Segundo pudiera realizar su proyectada
maniobra, la cual, según comunicación de su comandante, no se podría
emprender sino después del día 21.
El 21 el Comando del Primer Cuerpo ordenó que aquella misma noche hicieran
su desprendimiento nuestras divisiones cortadas, de primera línea. Pero el
comandante de la Segunda División [Teniente Coronel Vera) desplegada a la
derecha del dispositivo del cuerpo, avisó que había derrotado a las tropas
bolivianas hacia el norte, hacia el noroeste y hacia el este, y anunciaba que
permanecería en su misma posición, permanencia que le haría perder el tiempo
necesario para la preparación de su repliegue. El día 22, en cumplimiento de la
orden antedicha, la artillería y la Séptima División realizaron ordenadamente su
repliegue: se desprendieron por la noche, como se les prescribió, con todos sus
159
elementos. Pero la Segunda División, que demoró por la anotada decisión de su
comandante, quedó cortada de su camino de repliegue por contingentes
enemigos venidos precisamente por el este, dirección que dicho comandante
creyó haber despejado el día anterior.
En cuanto al batallón Pitiantuta [I./R.I.16, Capitán Joel Estigarribia] aprisionado
entre las tropas enemigas del camino del oeste, se vio en la imposibilidad de
replegarse. Contaba apenas con unos cien hombres, y lo cercaban
aproximadamente tres mil bolivianos.
Todo aquel día enmudeció la radio de la Segunda División, y nos pasamos sin
noticias tanto de ella como del batallón Pitiantuta.
Entre tanto nuestro Tercer Cuerpo desplazaba el centro de gravedad de sus
tropas hacia el ala norte, buscando enlace con el Primero. El Segundo Cuerpo
continuaba su reunión con toda rapidez, para iniciar la acción a su cargo.
El comandante del Primer Cuerpo [Coronel Núñez] me propuso que su unidad
se retirara todavía más; pero yo no consideré aconsejable este temperamento
sin que el enemigo volviera a empeñarse con nuestra primera línea, máxime
cuando no teníamos aún noticias de la Segunda División. Por otro lado, debía
mantenerse la misión del Primer Cuerpo, de atraer a las fuerzas enemigas de su
sector.
Toda la mañana del 23 transcurrió sin noticias de la Segunda División, hasta
que, a las primeras horas de la tarde, apareció el comandante de la misma en
nuestra nueva línea. Poco después llegó uno de los regimientos de la misma
unidad.
Algunos asaltos sin éxito del enemigo a nuestras posiciones de frente a
Ballivián trataban de llamar nuestra atención hacia aquel lado.
Para la noche del día 23 nuestro Segundo Cuerpo estaba todo reunido en el
extremo de la picada hacia Cururendá, a la altura del kilómetro 130 a partir de
Camacho, listo para lanzarse a cumplir su misión. Yo había ordenado el mismo
día que la Primera División [Coronel Fernández] del Tercer Cuerpo estuviera
también reunida para ser transportada en camiones al teatro de operaciones
del Segundo Cuerpo, con la intención de imprimir el mayor empuje posible a la
acción de esta unidad.
160
El 24 se realizó el enlace del Primer y Tercer cuerpos, de modo que las tropas
paraguayas presentaba ya, con ellos, un frente más o menos continuo, para
responder a la iniciativa del enemigo. A éste no le quedaba para maniobrar sino
el ala norte, y si entraba aquí, estaba perdido, porque caería sobre él nuestro
Segundo Cuerpo. El mismo día se reunió a la Segunda División en nuestra línea
el regimiento Dos de Mayo [Capitán Rufino Pampliega] con dos de sus
batallones, anunciando a la vez la llegada de otro batallón más, que nunca
llegó. Estos dos batallones vinieron con todos sus elementos, sin ninguna
oposición del enemigo.
Desgraciadamente, en aquella fecha las otras fracciones de unidades de
nuestra Segunda División se rindieron al enemigo: eran un regimiento [C.9,
Capitán Casimiro Flores] y un batallón [del R.11, Mayor César López]. Pero los
cien hombres del batallón Pitiantuta, al mando del Capitán Joel Estigarribia,
siguieron defendiéndose bravamente en la parte oeste.
El enemigo retenido por nuestras tropas rodeadas estableció contacto con la
nueva línea tendida por el Primer Cuerpo el día 25. Pero, por dificultades
diversas, el Segundo Cuerpo no pudo iniciar su movimiento hasta el 27; y el
enemigo, que había empleado todas sus tropas contra el Primer Cuerpo, pudo
tener libres buena parte de sus unidades con la rendición de las fracciones
paraguayas el día 24, y moverse para esquivar la acción de nuestro Segundo
Cuerpo.
El 28 prosiguió el movimiento de nuestras tropas de maniobra del Segundo
Cuerpo, el que interceptó al día siguiente algunos caminos de retaguardia de
las tropas enemigas de su frente, fuertes de una división, en tanto que su ala
norte marchaba sin dificultad, es decir, sin presencia del enemigo. Aquel mismo
día se incorporó toda la Primera División de infantería [Mayor Juan
Nepomuceno Barrios] como refuerzo al Segundo Cuerpo. Pero ya por la tarde
del día 29 las tropas enemigas del frente del Primer Cuerpo habían iniciado su
repliegue, y el 30, el enemigo del frente de nuestro Segundo Cuerpo era
también derrotado en malas condiciones y huía de nuestra persecución por
senderos abiertos en el bosque. En los dos frentes, el enemigo dejó en nuestro
poder prisioneros y gran cantidad de elementos de todo género. En el sector
del Primer Cuerpo recogimos morteros y equipos pertenecientes a las tropas
paraguayas capturadas, que los bolivianos, en la prisa de su retirada, no
pudieron transportar -lo cual revelaba que éstos se habían replegado con
máxima rapidez-, para escapar al golpe preparado por nuestro Segundo
Cuerpo.
161
Siguió luego un lento avance de nuestras tropas de los cuerpos Primero y
Segundo, en las difíciles condiciones que permitía el terreno de la región, y
esto dio tiempo al enemigo para preparar nuevos puntos de resistencia, que se
convirtieron, poco a poco, en una línea continua tendida desde más al norte de
Cañada Esperanza hasta Ballivián.20
Fue así cómo la falla de un comandante divisionario [Teniente Coronel José
Rosa Vera] de nuestro Primer Cuerpo impidió que se realizara con tiempo la
maniobra del Segundo, lo que precipitó el colapso de todo el plan. El enemigo
magnificó mucho la captura de nuestros destacamentos encerrados: habló en
sus comunicados de miles de prisioneros paraguayos y de miles de nuestros
soldados perdidos por los bosques, etc. Pero en las acciones de Cañada
Esperanza no perdimos más de 600 prisioneros. Era explicable, sin embargo,
que los bolivianos se excedieran en su regocijo, por razones de propaganda.
He ahí todo lo ocurrido en Cañada Esperanza. Como era de esperar, prodújose
una viva alarma en nuestra opinión pública, y hubo gente que sin titubear
arrojó sobre mis espaldas la responsabilidad entera del revés. Según ella, yo
era el único padre de aquel engendro. Este desamparo paternal para Cáñada
Esperanza contrastó notablemente con la abundancia de progenitores
putativos que caracterizó la victoria de Campo Vía, el año anterior, en cuya
ocasión, cuando apenas acababan de rendirse las dos divisiones bolivianas que
logramos encerrar, se atribuyeron sin demora toda la gloria de la hazaña por lo
menos cuatro improvisados estrategas, cada uno exclusivamente para si.
20
Los acciones que acabo de relatar son conocidas en conjunto con el nombre de Batalla
de Strongest, denominación impropia. El teatro en que se desarrollaron fue Cañado
Esperanza. Cañada Strongest, también conocida por Cañada Oruro, queda mas al norte.
162
Trincheras de Nanawa
Misa de campaña en la línea
CAPITULO XIII
NUESTRO FRACASO DE JULIO DE 1 9 3 4
(De mayo 30 a julio 10 de 1934)
El 30 de mayo recibí del Ministerio de Defensa el primer anuncio de la posibilidad
de que la Liga de las Naciones decretara el embargo de la venta de armas.
Contra esto había que precaverse anticipadamente con la dosificación cuidadosa
de nuestros elementos de guerra.
El 2 de junio anoté en mí diario: “Creo que el enemigo abandonará Ballivián, a
consecuencia de nuestra presión sobre el ala norte de su dispositivo general en
la zona del II Cuerpo (paraguayo)”.21
Eran tan palmarias las razones. que aconsejaban esta medida, que yo no dudaba
por entonces de su pronta adopción por el enemigo. Pero, como se verá
seguidamente, para fines del mes de junio, comprobé haber caído en un error:
Los bolivianos no abandonarían Ballivián con nuestra presión sobre su ala norte,
y así dejarían siempre abierta a nuestra iniciativa la posibilidad de destruir todo
su ejército de la ribera del Pilcomayo.
El 12 de junio autoricé al comandante de nuestro Segundo Cuerpo [Coronel
Franco] a desencadenar al día siguiente, 13, una acción preparada sobre dicha
ala enemiga. Nuestra Primera División de infantería [Mayor Barrios] quedaba
encargada de ejecutar el envolvimiento, mientras los otros cuerpos de ejército
amarrasen al enemigo en sus respectivos frentes.
Pero la ejecución de la maniobra tropezó con grandes inconvenientes, creados
por las dificultades propias del terreno y la multiplicidad de caminos que había
que reconocer previamente, para precaverse contra la posible acción del
enemigo por el norte, es decir, por el lado de Cañada El Carmen.
21
Al año siguiente, en una de mis entrevistas con el General Peñaranda, le pregunté por
qué el ejército boliviano se mantuvo en Ballivián en situación tan peligrosa, bajo la amenaza
de un envolvimiento. El General Peñaranda me explicó que aquella obstinación se debió al
Presidente Salamanca; quien hacía cuestión de amor propio nacional de la conservación de
Ballivián, y que tal fue una de las causas de su desavenencia con el ejército, origen de su
derrocamiento.
163
El día 14 el enemigo del frente de nuestra División de Reserva General [Segundo
Cuerpo]. que operaba hacia el ala sur, se replegó, siendo perseguido. El 15 se
restableció el contacto a cuatro kilómetros de la posición de partida.
A fin de contrarrestar el avance de nuestra Primera División [Mayor Barrios], el
enemigo de Cañada El Carmen, cuya presencia en esta región fue señalada varios
días antes por nuestra aviación, se empeñó a fondo con un contingente de unos
3.000 hombres sobre nuestra extrema ala derecha. Evidentemente le guiaba el
propósito de envolver dicha ala. Se entabló una lucha sangrienta, que llegó hasta
el, entrevero, pero el esfuerzo del adversario quedó anulado. Causamos estragos
en las filas bolivianas: los muertos no bajaron de 400. Comprobamos que los
soldados enemigos estaban bebidos, lo que explica por qué se expusieron a tan
terrible matanza. En esta acción recibieron su bautismo de fuego los oficiales
chilenos recién incorporados al ejército enemigo, y algunos, según los
prisioneros, figuraban entre los muertos.
El 16 el enemigo emprendió dos asaltos más, pero fue igualmente rechazado con
grandes pérdidas, subiendo a 600 el número de sus muertos en este frente; y
por último ejecutó un repliegue que se fue ampliando hasta abarcar también, el
día 17, la zona de nuestro Primer Cuerpo, sobre una extensión total de 40
kilómetros. Y a aquel repliegue siguieron otros.
El 18 nuestro Tercer Cuerpo rompió la línea enemiga en un frente de un
kilómetro, y recibió inmediatamente furiosos contraataques, pero no abandonó
las posiciones conquistadas.
El mismo día 18 escribí una carta al presidente, en contestación a otra suya del
día 14. Le insinuaba una entrevista, por haber notado, según expresé en mi
diario, que “estaba impresionado (el presidente) por los logreros políticos, civiles
y militares, que en estos días están desplegando mucha actividad a raíz del
revés sufrido últimamente por el Primer Cuerpo (Segunda División)”.
Por aquella época recibí las primeras noticias sobre actividades del enemigo
desde la región de Ingavi hacia el sudeste, las cuales, de ser confirmadas,
requerirían la adopción de medidas especiales por parte de mi Comando. Una
operación del enemigo por el lado de Ingavi podría apuntar hacia Pitiantuta o
hacia el río Paraguay, y esto me obligaba a iniciar exploraciones activas por
Bahía Negra hacia Vitríones, por Coronel Bogado hacia Florida y por Pitiantuta
hacia el norte, en cuya dirección ya habíamos chocado con patrullas enemigas
a unos quince kilómetros de nuestro fortín y comprobado la existencia de
164
caminos. Había que tomar también precauciones hacia Picuiba: en esta región
el enemigo tenía por objetivo a Garrapatal. Y por último, otros datos nos
informaban de los preparativos de un probable ataque enemigo sobre Las
Conchas, en el sector de Ballivián.
Entre tanto, llegaban a Bolivia nuevos contingentes de oficiales chilenos, cuyo
número alcanzó a 300, en total. Además, los agentes bolivianos contrataban
obreros chilenos, procedimiento destinado a proveer a Bolivia no sólo de
oficiales sino también de soldados, puesto que los obreros iban a las minas a
reemplazar a los mineros nativos para que éstos empuñaran las armas.
El día 19 las tropas bolivianas atacantes de nuestra extrema ala derecha
también iniciaron su repliegue. Nuestro Primer Cuerpo continuó buscando la
nueva posición enemiga.
El 21 fueron desbaratadas otras tentativas del enemigo, procedentes de
Cañada El Carmen, sobre nuestra extrema ala derecha. En estas acciones
tomamos muchos fusiles, armas automáticas y otros elementos. Aquél
abandonó 70 cadáveres pertenecientes a soldados del regimiento Castrillo. Se
notó cierta actividad enemiga en el sector de Picuiba.
El mismo día 21 llegó a mi P.C. de El Cruce el ministro de Defensa, Dr. Víctor
Rojas. Conversamos sobre la situación internacional. El Dr. Rojas me dijo a
nombre del presidente que la Argentina nos presionaba para hacer la paz. Me
refirió también que la situación financiera era muy angustiosa.
Con motivo de las acciones del 21, los bolivianos volvieron a difundir
informaciones falsas sobre supuestas derrotas paraguayas, y decían que
nuestras tropas estaban en grave peligro. Mi Comando las desmintió con el
siguiente parte abierto:
Junio 25, 1934.
Mindefensa, Asunción.
El Comando enemigo vuelve a inventar una batalla y atribuirse una
victoria inexistente. Después de la derrota sufrida por el II Cuerpo de
Ejército boliviano en el sector de Cañada El Carmen, cuerpo formado
orgánicamente por las divisiones III y VIII, bajo el comando en jefe del
Coronel Bernardino Bilbao Rioja, y reforzado posteriormente con los
regimientos Sucre y Pérez, pertenecientes a la IV División, traídos del
165
sector Ballivián, con los regimientos Chuquisaca, Montes, Cochabamba y
Castrillo de la IX División, traídos del sector Picuiba. y regimientos
Azurduy, Corocoro y Lanza, de la Reserva General del Ejército, el
enemigo continúa basta hoy su repliegue en varios sectores, dejando en
poder de nuestras tropas tres formidables posiciones sucesivas. Una
tentativa de reacción local del enemigo ha sido castigada con la
destrucción del regimiento Castrillo 6 de Caballería, comandado por el
Teniente Coronel Walter Méndez, traído apresuradamente del sector
Picuiba. Es enteramente falso que ningún movimiento del ejército
boliviano haya puesto en peligro en ningún momento a las tropas
paraguayas, las cuales prosiguen su avance victorioso.
Fdo: General Estigarribia.
Estábamos tan bien informados sobre la situación del enemigo, que las noticias
falsas no prosperaban fácilmente. Ese mismo día, en un parte de fin de jornada,
anunciamos que el enemigo acababa de replegarse, en total, cinco kilómetros
hacia Cañada El Carmen.
Por la extremada escasez de aparatos, nuestra aviación no podía tener una
actuación muy destacada. No dejaba, sin embargo, de realizar notables proezas,
y prestaba siempre servicios muy valiosos. Así, nuestros aviadores derrotaron el
día 26 a una escuadrilla enemiga de cuatro aviones en un combate que duró
quince minutos. La diferencia entre nuestros aparatos y los bolivianos (como
prácticamente en todos los elementos de guerra) era considerable. Los
bolivianos empleaban rapidísimos aviones de caza Curtis, en tanto que nuestra
aviación sólo disponía de aparatos de bombardeo franceses, muy lentos. Un
prisionero nos refirió que, a raíz del combate del 26, un avión enemigo se
estrelló cerca de nuestras posiciones, pero en campo enemigo.
La angustia de medios de transporte era siempre aguda. En aquellos días
nuestro Tercer Cuerpo no disponía de más de veinte camiones. Encuentro en mi
diario una anotación en que digo que me veo obligado a postergar nuestras
operaciones por falta de medios de transporte. No teníamos cómo abastecer a
nuestras tropas en movimiento. Ante tanta angustia, decidí pedir a Asunción que
nos enviaran hasta los camiones utilizados por las reparticiones del Estado.
El día 27 emprendimos con el ministro de Defensa una jira por e! frente. Ante la
paralización de las operaciones por falta de medios de transporte, me propuse
en esta jira enterarme detalladamente de la situación y ordenar lo necesario para
166
nuevas acciones ofensivas, tan pronto como nuestros elementos de movilidad
nos lo permitieran. El estado de los caminos era muy malo. Llegamos
primeramente al Cuartel General del Segundo Cuerpo. Aquel mismo día se inició
un nuevo repliegue del enemigo en nuestra ala derecha.
Expresé al comandante del Segundo Cuerpo [Coronel Franco] que yo mantenía
íntegramente la intención operativa de mi plan, consistente en accionar sobre el
ala norte del dispositivo enemigo para buscar una batalla decisiva, pero que,
obligado por el momento a suspender las operaciones en vista del movimiento
de repliegue del enemigo y la falta temporaria de medios de transporte, el
Segundo Cuerpo debería tomar nuevamente contacto con aquél y, hecho esto,
estudiar prolijamente una acción desbordante o una ruptura del frente boliviano
en su zona de operaciones.
El 28 partimos para el P.C. del Primer Cuerpo, que estaba sobre el camino
Lóbrego. Confirmé al comandante del cuerpo la misión de acompañamiento que
debía realizar con el Segundo Cuerpo, y le dije además que preparara una de sus
divisiones para reforzar la acción de este último.
El 29 pasamos al P.C. del Tercer Cuerpo, a cuyo comandante confirmé
igualmente mis intenciones operativas y le prescribí la conducta que debía
observar su unidad frente a estas dos hipótesis: (1) Que el enemigo atacase en
forma tal, que fuese imposible contenerle; y (2) Que el enemigo se retirase de
Ballivián. Hasta entonces yo no salía de mi asombro ante la obstinación boliviana
de seguir en Ballivián.
El mismo día regresamos a mi P.C. de combate de El Cruce.
El 30 escribí en mi diario:
A las 9:30 parte el Ministro de Defensa de regreso a la capital. Le
repito que las operaciones quedaban suspendidas hasta que contemos
con medios de transporte, y que esta circunstancia no dejaba de tener
sus peligros, pues podría permitir al enemigo recuperar la iniciativa de
las operaciones.
Luego decidí emprender otra jira por el frente.
Yo notaba cierto aflojamiento en el entusiasmo de algunos jefes de nuestras
grandes unidades, hecho que atribuía a la prolongación de la campaña y al
167
contraste del mes de mayo. Algunos jefes ya no tenían los bríos optimistas de
los primeros tiempos. Consideré un deber de mi parte intentar una reacción en
ellos.
Persistía la calma relativa. El 3 de julio me dirigí al Cuartel General del Tercer
Cuerpo. Me hice acompañar del comandante del mismo y seguí viaje hasta la
línea, “para empezar -anoté en mi diario- la preparación moral de la batalla
próxima, con mis exhortaciones a todos los Comandos, desde los regimientos
para arriba”. En el P.C. de la Cuarta División [Teniente Coronel Paredes] hablé
con su comandante y los comandantes de regimientos, y puse todo el fuego
posible en mis palabras. De igual manera procedí en Las Conchas, con los jefes
de la Quinta División [Teniente Coronel Palacios].
Al día siguiente visité los puestos de comando de la Segunda División de
Caballería [Mayor Ramos], de la Octava División [Teniente Coronel Eugenio
Garay], perteneciente al Primer Cuerpo, y de la Séptima División [Coronel
Ortiz]. En todas partes hablaba con fervor de la próxima batalla y dejaba las
indicaciones del caso.
El 5 partí para el Segundo Cuerpo. De paso visité la Segunda División [Teniente
Coronel A. Rivas Ortellado] y el P.C. de la División de Reserva General [Teniente
Coronel E. Torreani Viera]. Llegué al Cuartel General del Segundo Cuerpo poco
después de medio día. Por la tarde pasé a los puestos de comando de las
divisiones Primera [Mayor Barrios] y Sexta [Teniente Coronel Smith]. Regresé
por la noche al Cuartel General del Segundo Cuerpo, donde pernocté.
Ocupé toda la mañana del día 6 en los preparativos de la acción del Segundo
Cuerpo. Escaloné las fechas para el desarrollo de las operaciones en la
siguiente forma: El 8 de julio atacaría el Tercer Cuerpo en el sector de Ballivián;
el 9 atacaría el Primer Cuerpo en dirección a Guachalla; y el Segundo Cuerpo
atacaría el 10. Yo buscaba atraer la atención del enemigo hacia el extremo sur
de la línea; luego, con el Primer Cuerpo, amenazar en dirección a Guachalla con
el mismo fin, atrayendo hacia allá las reservas enemigas; y por último, asestar
el golpe principal con el Segundo Cuerpo.
Por la tarde regresé al Cuartel General del Primer Cuerpo, donde fijé mi P.C. de
combate. En todo el frente encontré muy buena disposición de parte de los
ejecutantes, y esto me dio confianza en el éxito.
168
El día 7 dicté la orden general de operaciones para la batalla. Se activaron
febrilmente los últimos preparativos.
El 8, nuestro Tercer Cuerpo, tras brillantes asaltos, rompió el frente enemigo
de Ballivián, se apoderó de tres posiciones sucesivas y avanzó seis kilómetros
de profundidad. Capturamos cien prisioneros. Los muertos bolivianos fueron de
más de doscientos. El enemigo, en su huída, abandonó en nuestro poder
numerosos elementos: armas automáticas, parques, carpas, intendencias,
centenares de miles de proyectiles, etc. Pero, precisamente por su magnitud,
no pudimos explotar nuestro éxito. Nos habíamos propuesto simplemente
distraer la atención del enemigo y no disponíamos por el momento de
efectivos suficientes para llevar adelante una penetración tan profunda.
Nuestros aviones, que tenían a su cargo el bombardeo de Ballivián, libraron
aquel mismo día un combate con los aviones enemigos que concurrieron al
cielo del fortín. Nuestros pilotos consiguieron derribar a uno de los aparatos
enemigos, que se desplomó en su propia línea, y regresaron después a sus
bases en perfectas condiciones. Entre los cadáveres de quince oficiales
enemigos muertos en la acción, fueron identificados los primeros cadáveres de
oficiales chilenos.
El 9, nuestro Primer Cuerpo, en cumplimiento de su misión, también asaltó y
rompió el frente enemigo en dirección a Guachalla, aunque sin avanzar mucho,
por las dificultades del terreno, cubierto de bosques muy sucios. Empujó
asimismo la línea enemiga sobre el camino Lóbrego, más allá de sus posiciones
fortificadas.
Pero el Segundo Cuerpo no pudo rematar su misión en la forma deseada. El día
10, a las 6:20 de la mañana, inició la acción con una intensa preparación de
artillería y morteros. Rompió también la línea enemiga; desgraciadamente, a
poco de avanzar, se produjo una desorganización en sus unidades motivada
por la pérdida de sus cuadros y la desorientación general en que cayeron las
tropas al dar con una serie de caminos nuevos, detrás de las posiciones
conquistadas. Además, las unidades intervenían en espacios muy reducidos y
hubo una mezcla que pronto imposibilitó toda acción coordinada. Perdido el
primer impulso y mientras se reorganizaban nuestras tropas, el enemigo tuvo
tiempo de transportar refuerzos y detener definitivamente nuestro avance.
Aquel mismo día, desde las 9 horas, el enemigo contraatacó en Ballivián con
nuevas fuerzas, deseoso de recuperar las posiciones perdidas el 8. Siguió una
169
lucha encarnizada, pero para las 14 horas el contraataque fue totalmente
paralizado. Nuestras tropas volvieron al ataque y destruyeron un batallón del
regimiento enemigo Florida y un escuadrón del Avaroa.
Así se frustró un esfuerzo más que apuntaba a la destrucción del ejército
enemigo desplegado a lo largo del Pilcomayo. Con todo, no me persuadí, ni
mucho menos, de que las premisas de mi concepción para la ejecución de aquel
designio estaban mal cimentadas. Por el contrario, determiné buscar
oportunamente la misma finalidad, ya que el enemigo se prestaba siempre a lo
que yo proyectaba, permaneciendo en una posición tan peligrosa para él.
170
CAPITULO XIV
EL EJERCITO PARAGUAYO
ESTRATEGICAMENTE ENVUELTO - PICUIBA:
LA MARCHA HACIA CARANDAYTY
(De julio 10 a setiembre 12 de 1934)
Con nuestro fracaso del 10 de julio un nuevo problema pasaba a ocupar el
primer plano. Desde el mes de mayo notábase mucha actividad de parte del
enemigo en la región del sudeste de Ingavi. Nuestros aviadores observaban que
en el fortín, Florida los bolivianos levantaban grandes cobertizos y construían
pistas de aviación, al propio tiempo que abrían nuevos caminos. Nuestros
patrulleros de Pitiantuta comprobaban a su vez la existencia de picadas
recientemente desbrozadas, por donde las fuerzas bolivianas hacían
reconocimientos. Estos datos corroboraban otras informaciones, según las
cuales el enemigo intentaría alguna acción por aquella zona, con la mira, ya sea
de llegar al río Paraguay, o ya de dirigirse hacia Pitiantuta y Punta Rieles,
terminal del ferrocarril de Puerto Casado. Estábamos, pues, confrontados por
un peligro que reclamaba la adopción de rápidas medidas.
Además, el ejército boliviano, mucho más numeroso que el nuestro, pues
contaba a la sazón con unos 50.000 combatientes contra 21.000 paraguayos,
había tenido tiempo de acumular fuerzas suficientes para neutralizar la acción
de nuestro Segundo Cuerpo, circunstancia que nos obligaba a desistir por el
momento de la acción encomendada a dicha unidad. Por último, bastaba
examinar el mapa para comprobar que el ejército paraguayo estaba situado
dentro de un gran arco, forma que afectaba el despliegue enemigo. En otras
palabras, nuestro ejército se encontraba estratégicamente semienvuelto.
El 11 de julio nuestros tres cuerpos de ejército emprendieron algunas acciones
locales, a fin de proceder a la reorganización general de las unidades y dar a las
tropas algún descanso.
El 13, algunos contraataques locales del enemigo de Ballivián y sobre el camino
Lóbrego fueron fácilmente rechazados. Después de tomar ciertas resoluciones
relativas a la paralización momentánea de las operaciones, el día 14 partí de
regreso a mi P.C. de El Cruce, para esperar al presidente, que había llegado
aquella tarde a Villa Militar. El día 15 siguió hasta El Cruce.
171
Cementerio de Saavedra
Campo de nadie
El presidente me anunció que el gobierno argentino presentaría próximamente
una proposición a los beligerantes. Yo le relaté las últimas acciones y le pinté la
situación general con colores obscuros.
"Nuestra situación -le dije- es realmente grave, por el peligro a que estamos
expuestos». "En consecuencia -agregué- hay que accionar hacia Picuiba para
desbaratar, mediante un golpe en dicha zona, la intención que puede abrigar el
enemigo en la región del sudeste de Ingavi, de dirigirse hacia el río Paraguay o
de caer sobre Pitiantuta”.
Le expresé luego que nosotros no nos hallábamos en condiciones de paralizar
directamente esta acción del enemigo, porque en Bahía Negra no había tropas
suficientes ni siquiera para parar un movimiento de las fuerzas enemigas de
Puerto Suárez, que probablemente cooperarían con las de Ingavi, comandadas
por el General Lanza. Teníamos que apelar, pues, a un procedimiento indirecto,
pero ejecutado sin tardanza, porque las patrullas bolivianas ya llegaban a diez
kilómetros de Pitiantuta. Concreté mi idea operativa del siguiente modo:
Dar un golpe a Picuiba con la mayor celeridad posible, a fin de interceptar en
27 de Noviembre el camino principal y más corto de abastecimiento de las
tropas bolivianas del General Lanza, con cuya acción quedarían también
amenazadas las regiones del Parapití y de Carandayty. En seguida, si las
circunstancias lo permitían, lanzarnos hacia Carandayty y hacia el Parapití, para
amenazar Charagua, Boyuibé y Camiri, y obligar al enemigo a descongestionar
de tropas el frente del Pilcornayo y poder nosotros accionar nuevamente en
dicha zona. Pero en el momento inicial, dadas nuestras posibilidades,
limitaríamos el primer impulso de nuestras tropas hasta el fortín Algodonal, en
dirección a Carandayty y 27 de Noviembre por el norte.
El presidente, con esa vivacidad que le caracteriza, captó de inmediato la
realidad de la situación y dio sin vacilar su aprobación al plan. Expresé también
que la toma de Picuiba por nosotros contribuiría considerablemente al éxito de
las negociaciones diplomáticas que él me había relatado.
El día 16 el presidente recibió el siguiente telegrama del ministro de Relaciones
Exteriores, Dr. Benítez:
Recibí telegrama de Rivarola. Embajador Espil encuentra buen ambiente
Departamento de Estado, pero Hull insiste inclusión del Brasil entre
172
Croquis 5
Batalla del Pilcomayo
Julio de 1934
mediadores para asegurar aceptación de Bolivia. Según el telegrama de
Espil, Estados Unidos requieren conformidad del Paraguay a la fórmula
para oficializarla y evitar nuevos fracasos por posible rechazo. La
fórmula ha sido entregada por Saavedra Lamas a Casto Rojas y
embajador del Brasil. Rivarola espera instrucciones urgentes. Saludos,
Benítez. Ministro de Relaciones y Culto.
El presidente respondió al canciller el mismodía:
Puede contestar que veríamos con satisfacción inclusión del Brasil y, si
se desea, también del Uruguay. Entendemos no conviene dar nuestra
aceptación antes de presentación oficial de la fórmula de ambos
países. Será preferible esperar actitud Bolivia, pues tenemos
experiencia que nuestra aceptación es capaz suscitar prevención.
Aceptación oficial nuestra no podrá darse antes de ciertas consultas,
pero mediadores pueden contar con nuestra buena voluntad. Saludos,
Eusebio Ayala.
El 18 regresó el presidente a la capital. Yo convoqué el mismo día un rendez
vous en Camacho con el comandante del Segundo Cuerpo [Coronel Franco],
con mi Jefe de Estado Mayor [Coronel J.M. Garay], que estaba en Villa Militar,
y con el comandante de las tropas destacadas hacia Picuiba [Capitán Atilio
Benítez], para comunicarles mis nuevas resoluciones. Partí para Camacho el
19. Después de explicar a los nombrados jefes mi propósito de accionar sobre
Picuiba, dispuse los trabajos preparatorios, consistentes en la búsqueda de
agua (que era lo fundamental), mediante la perforación de pozos, patrullajes
previos, acumulación de medios de transporte, etc. También designé una
división del Segundo Cuerpo que se encargara de estos trabajos.
Luego emprendí viaje para el Cuartel General del Primer Cuerpo, por el camino
Florida, que va de Camacho a Cañada Esperanza. Pero nos sorprendió la noche
en el trayecto y tuvimos que dormir al aire libre, en medio de un frío intenso.
Al día siguiente llegué al Cuartel General del Primer Cuerpo, a cuyo
comandante enteré del proyecto sobre Picuiba y le di las indicaciones sobre la
misión que correspondería a su unidad. Estando aquí me retrasmitieron por
teléfono de Villa Militar el siguiente mensaje del presidente:
El Presidente Salamanca expresó al Ministro argentino que no acepta
solución propuesta y que insiste en concesión salida río Paraguay
173
como condición para cesación guerra. Agrega Ministro que Salamanca
tiene certeza triunfo próximo de armas bolivianas.
Pensé que el rechazo del Presidente Salamanca sería por desairar a la
Argentina antes que por falta de deseo de terminar la guerra.
En la primera quincena de julio el gobierno boliviano anunció a su ejército del
Chaco la llegada de una misión militar checoeslovaca y recabó la opinión de
los Comandos sobre ella. El anuncio causó en los Comandos enemigos muy
mala impresión. El presidente Salamanca dudaba siempre de la capacidad de
los jefes nativos, y el fracaso del General Kundt no le había convencido del
peligro de confiar la suerte del ejército a jefes extranjeros. La misión militar
checoeslovaca no tuvo una intervención activa en la dirección de las
operaciones. Se limitó a visitar el Chaco y formular algunas sugestiones.
El día 21 me entrevisté con el comandante del Tercer Cuerpo en
el cruce del camino Lóbrego con el que va de Cabezón a Las Conchas. Le
señalé la misión de su unidad en el curso de las operaciones proyectadas.
Consolidaría sus posiciones y a lo más se empeñaría en acciones locales para
mejorar su dispositivo. Luego regresé a mi P.C. de combate de El Cruce.
Yo acababa así de completar mi tercera jira por el frente desde los últimos
días de junio. Cada uno de estos viajes cubría un recorrido no menor de 500
kilómetros, sobre pésimos caminos, llenos de barro o de polvo, por donde los
vehículos saltaban y se sacudían violentamente al tropezar con los raigones
no removidos de las huellas , bajo la lluvia y en el frío . En aquel mes yo
estaba particularmente preocupado con el debilitamiento del entusiasmo de
nuestra oficialidad, y no ahorraba esfuerzo para reavivar nuevamente en ella
el fuego de los primeros meses. Hacía dos años que se batallaba, se
marchaba y se contramarchaba, sin relevo casi. En realidad nadie se daba
ningún descanso y era natural que esta enorme tensión llevara al
agotamiento. Por otro lado, combatíamos contra un enemigo tremendamente
duro, que se sobreponía a los desastres más abrumadores, cuya resistencia
era capaz de exasperar al propio Hércules. Y a todas estas circunstancias se
agregaba la clara conciencia de que nuestro ejército no ocupaba una situación
estratégica alentadora. Había, pues, sobrada razón para que se resintiera un
poco la robusta moral de nuestros bravos combatientes, sometidos a todo
género de privaciones. Pero se imponía evitar que este aflojamiento debilitara
nuestro empuje frente al enemigo, y de ahí que yo no cesara un solo día de
predicar el optimismo, de estimular a todos.
174
Felizmente, premiaban mis esfuerzos los resultados más pasmosos. Apenas
les comunicaba una nueva concepción operativa, aquellas gentes exhaustas
revivían como por arte de magia y respondían gallardamente al llamado.
Gracias a esto, después de haber destruido a un poderoso ejército enemigo,
pronto destruirían a otro más poderoso aún.
Por esta época hubo un cambio de pareceres entre el Ministerio de Defensa,
el Comando del Chaco y los diarios de Asunción, sobre la mejor manera de
uniformar la propaganda, no sólo para ilustrar correctamente y alentar a la
opinión pública, sino también para evitar imprudencias e indiscreciones no
intencionadas que pudieran perjudicar la marcha de las operaciones. De la
referida consulta nació Radio-Prensa, organización de propaganda que se
estableció en el mismo Comando del Chaco y que irradiaba todos los días
noticias y comentarios sobre el curso de Ia campaña. A la vuelta de poco
tiempo Radio-Prensa se convirtió en una eficiente palanca de propaganda y
prestó servicios invalorables. Los comentarios de Radio-Prensa tendrán
siempre un alto valor documental para los historiadores futuros de la guerra.
La línea del Pilcomayo entró en un período de relativa calma. A lo largo de ella
sólo se realizaban acciones locales, excepto en nuestra extrema ala derecha,
dónde, según he dicho, el enemigo inauguró sus actividades desde mediados
de mayo, primeramente con la mira de detener nuestro movimiento
desbordante por esa región y después para interceptar nuestro camino hacia
Cururendá detrás de nuestro Segundo Cuerpo y apoderarse eventualmente de
Garrapatal. Se entabló una lucha de las más rudas en aquellos bosques
espinosos, que se prestaban a todo género de sorpresas y emboscadas. El
enemigo iniciaba la apertura de un camino, que los nuestros interceptaban sin
tardanza pero sólo para ser cortados a su vez, y así indefinidamente: un
juego de escondite con la muerte.
A medida que avanzaba el mes de julio se concretaban más y más las
informaciones de que el enemigo preparaba una acción general importante.
Desplegaba una febril actividad desde el fortín Galpón, en el remoto norte,
hasta Cañada Strongest y El Carmen. La rapidez de la acción, por
consiguiente, adquiría para nosotros una importancia excepcional. Sólo
ganando de mano al enemigo, podríamos conjurar la crisis que se avecinaba.
Poco antes de fin de mes realicé un viaje a Puerto Casado para tomar ciertas
medidas y asegurar una mayor eficiencia en nuestra línea de abastecimiento
175
Aviones de caza paraguayos
Avión sanitario paraguayo
desde el río. En Puerto Casado recibí el 28 de julio una noticia de bulto:
nuestros poceros habían encontrado agua potable en la región de Laguna
Lafaye. Anoté en mi diario:
Con esto se posibilita nuestra proyectada acción sobre Picuiba.
Apresuro cuanto es posible los preparativos para dicha acción, a fin de
ganar en tiempo a la posible operación del enemigo sobre Pitiantuta y
hacia el río Paraguay, desde Florida.
El 30 emprendí viaje de regreso para mi P.C. de El Cruce. Aquí encontré a mi
buen amigo el Dr. Manuel Maria Oliver, corresponsal de La Razón, de Buenos
Aires. Me informó del espíritu favorable a la causa de nuestro país que reinaba
más allá de nuestras fronteras. El Dr. Oliver me hizo luego un reportaje.
Ese mismo día hubo una acción de patrullas de cierta importancia en nuestro
puesto Yapeyú, de la zona de Bahía Negra, que confirmaba las actividades y
preparativos del enemigo en aquella región.
El día 31 resolví trasladar mi Cuartel General a Camacho para apresurar la
operación sobre Picuiba y cuidar mejor de la defensa de Pitiantuta, adonde
envié más tropas. Para la operación sobre Picuiba organicé cuadrillas de
poceros que seguirían regularmente a nuestras tropas y cavarían pozos a
medida que progresara nuestro avance.
Entre tanto el escorbuto causaba estragos en nuestras filas.
El día 2 de agosto me trasladé a Camacho definitivamente. Acababa de
terminar también, después de ocho meses de ímprobo trabajo, el camino
directo de Punta Rieles a Camacho.
Los comandantes de cuerpos quedaron convocados para una reunión el día 5
en el asiento de mi nuevo Cuartel General, en Camacho, en cuya reunión yo
les explicaría mejor mis intenciones sobre el alcance de las próximas
operaciones. Ordené que el Primer Cuerpo extendiera su frente hacia el norte
hasta abarcar también el frente que tenía a su cargo el Segundo, a fin de
permitir que este último se moviera y accionara más holgadamente.
Resolví que la semana próxima se realizara una operación sobre Picuiba. Al
arreglar sus detalles, consideré las siguientes hipótesis, según anoté el día 4
en mi diario:
176
(1) El enemigo permanece en sus posiciones actuales; (2) El enemigo forma
una nueva línea replegándose sobre Guachalla y extendiendo su ala hacia el
norte; (3) El enemigo se repliega sucesivamente hasta llegar a la línea general
Cururendá-Capiírendá-Carandayty-Boyuibé.
En esos primeros días de agosto la aviación boliviana parecía querer distraer
nuestra atención hacia el norte, pues bombardeaba sistemáticamente Bahía
Negra, Puerto Guaraní, Fuerte Olimpo y otros puntos. Sólo si el enemigo
tuviese esa intención se explicaría un empleo tan inconducente de su fuerza
aérea.
El día 5 se realizó la anunciada reunión de comandantes de cuerpo en mi
Cuartel General. Todos vinieron en avión. Les enteré de la situación general,
les expuse mi plan en sus pormenores y les indiqué las modalidades de
ejecución de las misiones respectivas que yo asignaba a cada cuerpo. Ordené
que el comandante del Primer Cuerpo (Coronel Fernández) se encargara de la
superintendencia de las acciones encomendadas al destacamento del
Segundo Cuerpo que quedaría en Cañada El Carmen. El comandante del
Segundo Cuerpo (Coronel Franco) fue directamente de la reunión de Camacho
a Siracuas, para dirigir personalmente la ejecución de las operaciones.
El día 6 ordené que la guarnición de Pitiantuta (Oficial de Administración 1º
Wenceslao López) practicara un reconocimiento en fuerza hacia el norte,
hasta ocupar, si fuere posible, el primer fortín enemigo que hallara en el
trayecto y que probablemente sería Madrejoncito o Lagunillas, para cuyo fin
debería empalmar el camino propio con el del enemigo, que por entonces
llegaba a pocos kilómetros de Pitiantuta. Mi intención consistía en coordinar
dicha acción con la otra de mayor importancia que preparábamos sobre
Picuiba; ocupar Madrejón, donde cruzaba el camino que debía seguir nuestro
destacamento con el que viene de Bahía Negra por el fortín Coronel Bogado y
Florida, y reunir en Madrejón los destacamentos paraguayos de toda lla zona
para seguir después hacia Ingavi, con cuya maniobra quedarían totalmente
cubiertos, por aquel lado, Bahía Negra y el litoral del río Paraguay, al propio
tiempo que Bahía Negra se enlazaría con Pitiantuta. Según mis instrucciones,
el movimiento de las tropas de Pitiantuta se iniciaría el 15 de agosto.
El mismo día 6 nuestra aviación observó que el camino enemigo de Cañada
Strongest se había prolongado en diez kilómetros más y se dirigía hacía
detrás de la zona de nuestro Segundo Cuerpo, rumbo sudeste, para salir
177
sobre el camino de Camacho a Alurralde, a la altura del kilómetro 111 a partir
de Camacho. Con esta información comprendí que el enemigo no advertía
hasta entonces nuestros preparativos sobre Picuiba, hacia cuya región
transportábamos más y más tropas de nuestro Segundo Cuerpo (Cuarta
División), al que el enemigo pretendía cortar con el camino que prolongaba.
El día 7 nuestra aviación bombardeó dicha prolongación y dispersó a los
trabajadores bolivianos. A raíz de este bombardeo, la aviación enemiga vigiló
Quince de Abril todo el día 8, mientras nuestras tropas del sector buscaban
interceptar el camino enemigo.
El 9 ordené la venida a Puerto Casado del jefe de Estado Mayor del Comando
de Bahía Negra, para darle algunas aclaraciones referentes a la misión de las
tropas de aquella zona, en coordinación con las de Pitiantuta. El mismo día el
comandante del Segundo Cuerpo (Coronel Franco) me dio parte de que sus
tropas estarían listas el 12 del mes para operar contra Picuiba.
El movimiento se inició el 13 a las 4 de Ia mañana. Nuestras tropas cubrieron
en el día la mitad de su itinerario. Advertí a los Comandos del Primer (Coronel
Fernández) y Tercer Cuerpos (Coronel Delgado) que el día 16 deberían iniciar
su acción de cooperación.
El 14, a las 20 horas, recibí la noticia de que nuestras tropas de maniobra se
apoderaron de un reducto enemigo en el sector de Picuiba, capturando 200
prisioneros.
El 15, con motivo del segundo aniversario de la inauguración de su gobierno,
envié al presidente Ayala el mensaje que sigue:
El pueblo paraguayo en armas que se bate a mis órdenes en el Chaco,
eleva por mi intermedio a Vuestra Excelencia, con motivo del
aniversario de hoy, sus saludos muy respetuosos y la reafirmación de
su fe inquebrantable en vuestra acción fecunda de esclarecido
estadista y en la del gran Gobierno que presidís.
General Estigarribia
Comandante en Jefe del Ejército en el Chaco.
El presidente agradeció así la salutación que antecede:
178
Recibo el mensaje de su Comando con viva emoción. La unión estrecha
entre los ciudadanos permitió al país hacer frente al alevoso atentado
de Bolivia. El Gobierno y la nación entera experimentan legítimo orgullo
en respaldar al glorioso Ejército del Chaco.
Eusebio AyaIa
Presidente de la República
El mismo día 15 nuestro destacamento de maniobra interceptó a las 7:30
horas, en la retaguardia de Picuiba, el único camino de retirada del enemigo, a
unos seis o siete kilómetros del fortín, hacia el norte. El hecho provocó el
desbande de los defensores de la posición enemiga. Pero casi todos, en
número de un millar aproximadamente, cayeron en nuestro poder. Recogimos,
además, un botín de guerra considerable: camiones, ametralladoras pesadas y
livianas, morteros, municiones, etc. Como algunos fugitivos bolivianos se
internaron en los bosques, donde se exponían a morir de hambre y de sed,
organizamos en seguida patrullas de socorro.
Nuestras tropas continuaron el mismo día hacia los otros objetivos inmediatos
que se les habían señalado, a saber, Algodonal y 27 de Noviembre, y a las 22
horas se apoderaron de Loma Vistosa, situada a veinte kilómetros al noroeste
de Picuiba.
El 17 por la tarde cayó en nuestras manos Yrendagüé, y casi a la misma hora
entramos en 27 de Noviembre. Para el día 18 quedó igualmente ocupado el
puesto de Villazón por nuestras tropas, a treinta kilómetros al este de Loma
Vistosa. El 22 destruimos un destacamento enemigo de mil hombres en
Algodonal y nos apoderábamos de este fortín, donde encontramos un inmenso
material de guerra. Con la toma de Algodonal, cumplíase enteramente la misión
asignada a las tropas del Segundo Cuerpo.
Todas estas operaciones sorprendieron de tal modo al enemigo, que la rapidez
fulminante de su ejecución no le dio tiempo para tomar ninguna contramedida.
Con nuestra captura de 27 de Noviembre, el General Lanza, comandante de las
tropas enemigas de Ingavi, se encontró súbitamente cortado de su base de
Santa Fe; no tenía otra escapatoria que el camino del norte, hacia Roboré. El
día 19 tomó las primeras disposiciones para salir por aquel rumbo y el día 21
ordenó la suspensión total del avance y el regreso de parte de sus tropas.
179
Puente sobre cauce seco
Vista de un sector de Cañada «El Carmen”
El Comando enemigo del Pilcomayo se vio obligado a enviar apresuradamente
varias unidades hacia Carandayty y hacia el Parapití.
Así logré realizar ampliamente mis intenciones estratégicas. Por el momento
desaparecía el peligro de la región de Ingavi, y el frente del PiIcomayo quedaba
más descongestionado de tropas enemigas.
Como indiqué más arriba, en mis intenciones operativas elegí los fortines
enemigos 27 de Noviembre y Algodonal corno puntos de avance máximo, ya
que ellos eran, por el momento, el límite a que podríamos llegar con nuestros
medios de abastecimiento. Ahora nuestras tropas se abrían camino hacia sus
objetivos lejanos (el camino a Santa Cruz y Carandayty - Camiri), y como
nuestras posibilidades mejoraban en cierta medida, el día 23 autoricé al
comandante del Segundo Cuerpo a proseguir su marcha en dirección a
Carandayty, hasta donde le permitieran los medios que se le asignaron.
El mismo día 23, por la noche, nuestras tropas se apoderaron de Puesto El
Burro, situado a 32 kilómetros al oeste de Algodonal; el 25, de Ybamirante, y
el 26, tras breve combate, de Ysyporendá. Para el día 27 estaban a cinco
kilómetros de Carandayty. Pero de aquí ya no pasarían en aquella jornada
inverosímil: habían agotado sus posibilidades físicas, y el enemigo, además,
presentaba una resistencia más sólida en el cordón montañoso, de fácil
defensa, que a dicha altura corta perpendicularmente el camino.
Nuestras tropas pisaban las primeras estribaciones de la cordillera de los
Andes, hazaña que a muchos parecía un sueño.
Mientras nuestros infatigables combatientes realizaban esta proeza por el
norte, en los frentes de El Carmen y de Ballivián emprendíamos vigorosas
acciones locales, para fijar permanentemente la atención del enemigo hacia ese
lado. En Cañada El Carmen, donde nos defendíamos en condiciones difíciles, en
medio de la maraña espinosa del bosque, luchábamos también para tratar de
interceptar, más hacia el norte de nuestra extrema ala derecha, el camino que
el enemigo abría en dirección a Garrapatal, cuya prolongación señalaba nuestra
aviación desde el 20 de agosto y cuyo peligro saltaba a la vista, pues apuntaba
a interceptar la única vía de abastecimiento de nuestras fuerzas en maniobra
lejana hacia el norte. El 23, a la 1 de la madrugada, logramos interceptar [D.I.
Mayor Barrios] el camino en construcción, detrás de los trabajadores bolivianos
de su cabecera, que se dispersaron por los bosques adyacentes. Pero el 24
nuestra aviación informó que el enemigo construía otro camino que se dirigía a
180
Siracuas, como bifurcación del anterior, y para contrarrestar una nueva
tentativa, ordené que se interceptara el camino desde el sur, y envié a
Garrapatal todas nuestras tropas disponibles, inclusive mi escolta, con
instrucciones de que también por ese lado se procurase descubrir y detener el
esfuerzo del enemigo.
El día 23, a las 11 horas, llegó en avión el presidente al Cuartel General de
Camacho. En aquella oportunidad el presidente me planteó una cuestión
inesperada, cuyo alcance real todavía no he aclarado bien. El Primer Magistrado
se mostraba deseoso de que se tomara Ballivián a toda costa.
Yo le dije que sí, que se lo tomaría, pero como consecuencia de una acción en
otra parte, no de un ataque directo, a pesar de que esto también era posible,
ahora que el enemigo debilitaba ese frente. Entonces el presidente me
preguntó:
-¿Y qué haría Ud. si yo ordenara directamente a las tropas?
Le contesté que yo podría seguir uno de estos dos procedimientos: obedecer,
como subordinado, al Presidente de la República, Generalísimo constitucional
de las Fuerzas Armadas de la Nación; o pedir mi relevo.
Con lo cual terminó este enigmático sondeo. El presidente regresó a la capital
el día 28.
El día 25 ordené que el Tercer Cuerpo extendiera más su línea, para relevar a la
Octava División del Segundo Cuerpo, la que se trasladaría a Cañada El Carmen,
donde haría frente a las eventualidades que con la conducta del enemigo en
aquella región podrían sobrevenir.
La porfía con el enemigo que intentaba llevar su camino hacia Garrapatal - lo
que nosotros procurábamos impedir - duró hasta el 30 de agosto, fecha en
que las tropas que destaqué a Garrapatal, después de un patrullamiento
verdaderamente maravilloso, descubrió la cabecera de los trabajos del
enemigo, a veinte kilómetros apenas del camino a Carandayty. Cuando
nuestras fuerzas [Mayor Daniel Duarte Sosa] se apoderaron de la expresada
cabecera, el enemigo abandonó la empresa. Desapareció, en verdad, una grave
preocupación para nosotros.
181
El mismo día 30 nuestras tropas de Bahía Negra que colaboraban con la acción
general, ocuparon el fortín Florida, evacuado por el enemigo.
Tan inmediata fue la repercusión de nuestro golpe sobre Picuiba y más allá,
que para el 20 de agosto teníamos ya la impresión de que el enemigo había
retirado una parte considerable de sus morteros y artillería del sector de
Ballivián, y el 26 identificábamos en los sectores de más al norte tropas
bolivianas de varios regimientos traídos del mismo sector. El comandante del
Primer Cuerpo [Coronel Fernández] me dio parte el día 31 de que el enemigo
se replegaba de todo el frente de sus tropas del sector de Cañada El Carmen.
Renació entonces en mí la creencia de que el enemigo realizaría un repliegue
general desde El Carmen hasta Ballivián. El 31 anoté en mi diario:
Parte en avión el Tte. Cnel. Rolón, llevando instrucciones al Primer y Tercer
Cuerpos de Ejército consistentes en:
1º El Primer Cuerpo debe reunirse sobre el camino X.22
2º El Tercer Cuerpo debe tomar a su cargo, poco a poco, todo el frente de
Ballivián, hasta Cañada Esperanza; a medida que el repliegue general se realice
23
(para reunir después, si también se producía el repliegue en el sector del
Tercer Cuerpo una parte de sus tropas en la región de Alurralde y poder
emprender la persecución hacia Cururendá; otra parte de las tropas del Tercer
Cuerpo haría la persecución por la orilla del Pilcomayo)24 ;
3º El destacamento del Segundo Cuerpo que trabaja en el sector Cañada El
Carmen, debe reunirse lo más rápidamente sobre el camino 525 para ser
transportado hacia Carandayty.
Felizmente el ejército enemigo se retiró sólo en parte; pero permaneció
siempre a lo largo de toda la línea del Pilcomayo.
22
Que era el primer comino abierto por el enemigo desde El Carmen hacia el sudeste
Esta, naturalmente, en la hipótesis de que el repliegue, como había motivos para suponer,
empezara por el norte. Debería empezar lógicamente por el sur, pero los hechos parecían indicar
entonces lo contrario
24
Así ocurrió, efectivamente, dos meses más tarde, después de Ia batalla de El Carmen.
25
Enderezado por el enemigo hacia Ia región Siracuas-Garrapatal, que para entonces nosotros
habíamos empalmado con el tramo Garrapatal-Picuiba.
23
182
Fuertes patrullas destacadas por nosotros desde 27 de Noviembre hacia
Ingavi para inducir al General Lanza a apresurar todavía más la ejecución de
sus forzadas disposiciones tomaron contacto con el enemigo el día 31, a 105
kilómetros de 27 de Noviembre, en dirección a Ingavi; y al propio tiempo,
otras patrullas lanzadas hacia el Parapití tropezaron con un pequeño
destacamento enemigo en Huirapitindy, contra el cual se preparó una
maniobra,
Desde la acción de Cañada Tarija sabíamos que no había agua en todo el trayecto
comprendido entre este lugar y Carandayty. El descubrimiento ulterior de tan
precioso elemento en Laguna Lafaye26 había permitido la realización de nuestra
maniobra sobre Picuiba. Pero los pozos de Lafaye eran los únicos que surtían de
agua a todas nuestras tropas en movimiento hacia Carandayty, el Parapití e Ingavi,
y con ellos solamente no podríamos abastecer de agua a las tropas que
necesitábamos emplear para alcanzar el propósito de llegar hasta el camino a
Santa Cruz.
Ciertamente, a raíz del hallazgo de agua en Laguna Lafaye organizamos equipos de
poceros, que acompañaban a las tropas en marcha y trabajaban día y noche. Pero
no se logró descubrir ninguna veta utilizable en los lugares posteriormente
perforados, aunque esto se debió probablemente a la inexperiencia de nuestros
poceros (no había entre ellos ningún experto profesional) y a la cantidad y calidad
inadecuada de los elementos de trabajo de que disponían.
Ante la carencia de agua, nuestras tropas hubieron de detenerse delante de
Carandayty y, desde aquel preciso momento, su situación se tornó insostenible,
expuestas como estaban a la acción del enemigo. Para reforzarlas yo había reunido
otras fuerzas en Garrapatal y más al sur, pero no pudimos emplearlas por falta de
agua.
Intentamos, sin embargo, un esfuerzo más, antes de rendirnos a la realidad, con un
reconocimiento en la región del río Parapití. Empujamos el pequeño destacamento
enemigo de Huirapitindy, punto que cayó en nuestro poder, y avanzamos hacia el
río; pero fuimos a dar con una zona de arenales profundos, inaccesibles para
nuestros medíos de transporte. No había manera de interceptar por entonces el
camino a Santa Cruz.
26
A pesar de su nombre, en este sitio no había agua hasta la apertura de nuestros pozos. Debió
de haber sido un depósito natural de aguas pluviales anteriormente, pero cuando nuestras tropas
llegaron allí por primera vez, todo estaba seco.
183
Nuestro fracaso era un hecho, pero, sin solución de continuidad, me serví de él
para idear un nuevo plan, y me apliqué de inmediato a su ejecución.
184
CAPITULO XV
CAÑADA El CARMEN - LA CATASTROFE BOLIVIANA
DE YRENDAGUE-PICUIBA
QUEDA DESHECHO EL SEGUNDO EJERCITO BOLIVIANO
(De setiembre 19 a diciembre 14 de 1934)
En nuestras atrevidas maniobras hacia Carandayty y 27 de Noviembre
logramos aventajar al enemigo en forma tal, que ahora estábamos más cerca
del departamento boliviano de Santa Cruz que dos de los grandes núcleos de
su ejército, a saber, el del General Lanza y el del Pilcornayo. Con medios de
movilidad suficientes hubiésemos podido invadir sin tropiezo aquella vasta e
importante región y caer sobre Camiri, punto vital, de donde procedía una
parte del combustible que consumían los camiones y la aviación del enemigo.
Entre tanto, fuerzas enemigas de consideración eran trasladadas de la línea del
Pilcomayo hacia Carandayty y el Parapití, a partir de la segunda quincena de
agosto, desplazamiento que constituía uno de nuestros objetivos. Y ante la
situación de impotencia en que nos encontrábamos para explotar la ventaja
expresada más arriba, resolví preparar el retorno a mi antiguo plan sobre el
frente del Pilcomayo, esta vez en condiciones más favorables, por el
debilitamiento relativo del enemigo en dicha zona.
Concreté del siguiente modo mi pensamiento operativo:
Una maniobra en retirada de los sectores de Huirapitindy y Carandayty, que se
realizaría con la mayor lentitud posible para que hubiese tiempo de preparar y
asestar un golpe a fondo en el sector de Cañada El Carmen e incidir sobre
Cururendá, con el designio de encerrar a las tropas enemigas que se extendían
desde Ballivián hacia el norte. Procurar por todos los medios posibles la captura
de Ingavi, a fin de paralizar por el mayor tiempo que fuese dable la iniciativa de
las tropas bolivianas que intentaban dirigirse hacia el río Paraguay o hacia
Pitiantuta, posibilidades ambas muy peligrosas para nosotros. Y a fin de
reforzar nuestra cubertura en la misma región, realizar el repliegue de nuestro
destacamento de Huirapitindy por 27 de Noviembre hacia Ingavi, punto que
ese destacamento capturaría en cooperación con el destacamento de
Pítiantuta.
185
Camiones bolivianos incendiados después del desastre
de Yrendagué
Carandayty
El 2 de setiembre nuestras tropas de Carandayty lograban interceptar, aunque
dificultosamente, por falta de agua, la bifurcación del camino que de
Carandayty se dirige a Boyuibé. Y así concluyó aquella marcha estupenda de
cerca de 150 ki lómetros, realizada en el breve tiempo de una quincena, desde
Piculba.
Me apliqué seguidamente a la preparación de mi plan. Dispuse la apertura de
nuevos caminos, el empalme de otros existentes, la excavación de pozos en
procura de agua y la construcción de instalaciones de todo género.
Nuestras tropas
enemigo en su
apoderaron de
destacamento de
de Bahía Negra trabajaban activamente para distraer al
zona. En los primeros días de setiembre atacaron y se
los fortines enemigos Castrillo y Vanguardia I, y un
las mismas marchó desde Florida hacia Madrejón.
Dadas las difíciles condiciones en que se encontraban nuestras escasas tropas
de frente a Carandayty, que no podían recibir refuerzos por falta de agua, la
iniciativa boliviana no se dejó esperar por mucho tiempo. El 8 de setiembre el
enemigo interceptó el único camino de que disponía nuestro destacamento
hacia su base. Si bien éste nos daba cuenta exacta de su situación por radio, y
buscaba, con toda serenidad, la dirección más apropiada para eludir el encierro,
ordené el rápido transporte de uno de los regimientos destinados a trabajar
hacia el Parapití, y aún de otras tropas más del lado de Garrapatal, que irían a
colaborar en el restablecimiento de la situación frente a Carandayty. El envío
de estos refuerzos era también aconsejado por la importancia de las tropas
empleadas por el enemigo.
A las 21:10 horas del mismo día 8, el comandante de nuestro destacamento
cortado [Teniente Coronel Feliciano Morales] nos informó que a la vuelta de
pocos minutos burlaría el cerco enemigo, lo que se realizó puntualmente. Al
otro día el destacamento se hallaba íntegramente desplegado fuera del cerco.
Esta maniobra fue ejecutada con tanta habilidad, que todavía en la tarde del 9
la aviación enemiga arrojaba papeles invitando a rendirse a nuestra gente, en la
presunción de que seguía encerrada en la trampa. Pero los refuerzos que
enviamos hacia Carandayty nos causaron la más viva ansiedad, por la dificultad
de proveerles de agua en el trayecto.
El mismo día 9 nuestras tropas de Bahía Negra se apoderaron del fortín
boliviano Vargas, después de un enérgico ataque, y obligaron a los defensores
bolivianos a replegarse sobre Vitriones. A raíz de éste y otros hechos
186
consideré por segunda vez la posibilidad de tomar Puerto Suárez, y hasta llamé
a mi Cuartel General al jefe de Estado Mayor de Bahía Negra para estudiar el
asunto. Pero pronto volví a desistir de mi proyecto, por la razón de siempre:
falta de medios de transporte. Además, la situación financiera del país
atravesaba por uno de los períodos más angustiosos. Yo acababa de reiterar al
Ministerio de Defensa el pedido de adquisición de más aviones, que
necesitábamos imperiosamente con la ampliación cada vez mayor del teatro de
operaciones; y el Ministerio me avisó que no se podrían ordenar nuevas
compras por falta de recursos. También me previno que estábamos expuestos
a un empeoramiento de la situación, pues pendía la amenaza del embargo de la
venta de armas a los beligerantes por la Liga de las Naciones. No había
manera, pues, de trazar planes a base de nuevas adquisiciones.
En Asunción reinaba mucho pesimismo, inspirado por la hostilidad de la Liga
contra nosotros, la estrechez financiera, la poca probabilidad de éxito de las
negociaciones diplomáticas entonces en curso, el anuncio de que los bolivianos
preparaban una operación en que confiaban plenamente27 y nuestra retirada en
condiciones difíciles en la región de Carandayty.
Después que nuestro destacamento de Carandayty se escurrió del primer
cerco, notóse entre nuestros hombres de primera línea poca adaptación a la
nueva clase de maniobra impuesta por la misión que se les confiaba. En la
guerra, como se sabe, una maniobra en retirada es siempre cosa difícil. por
primera vez, en dos años de pujantes acciones ofensivas, nuestras tropas
retrocedían en condiciones penosas. Esto deprimía por igual a oficiales y
soldados, y con razón. El retroceso se emprendía en un vasto desierto,
completamente desprovisto de agua. Cada hombre recibía apenas 250 gramos
por cabeza y por día, desde mediados de agosto. Entre tanto, había que
marchar incesantemente, maniobrar y combatir durante semanas enteras, sin
reemplazos, contra un enemigo muy superior en número, que se mostraba en
aquel período excepcionalmente activo. Yo me daba perfecta cuenta de la
tragedia, pero me mostraba duro con mis subordinados, porque el repliegue se
realizaba con una celeridad mayor que la calculada para preparar la acción
decisiva que, de acuerdo con mi plan, se dirigiría contra El Carmen.
27
El día 8 el Ministerio de Defensa me comunicó que, según informaciones recogidas en Río
de Janeiro, el General Peñaranda preparaba un plan para emprender una acción decisiva en
el Chaco (que se iniciaría poco más o menos en el plazo de diez días) y que por eso Bolivia
trataba de sustraerse a las negociaciones diplomáticas en curso.
187
El río Parapití
Vista de Charagua
El día 11 recibí parte de que nuestras tropas del lado de Bahía Negra entraban
en Madrejón. Otra hazaña sorprendente. Habían hecho el recorrido a pie, sobre
más de cien kilómetros.
El enemigo nos causó el día 9 una contrariedad. Mientras trabajábamos en El
Carmen en la ejecución de nuestro pensamiento operativo, las tropas
bolivianas del sector, al notar que nuestro esfuerzo se concentraba sobre sus
alas, dieron un salto atrás de diez kilómetros. Esto, naturalmente, anuló toda
nuestra labor.
En el sector de Carandayty el enemigo no amortiguaba su actividad. Atacaba
nuestras líneas, trataba de desbordarlas, no nos daba un minuto de descanso.
El 15 recibí una carta del presidente, en que me anunciaba que la Argentina
nos presionaba para que aceptásemos una nueva fórmula de cesación de
hostilidades. Cabe recalcar aquí que dicha fórmula, procedente de los
gobiernos de la Argentina, el Brasil y los Estados Unidos, había sido aceptada
sin reservas por el Paraguay. Pero Bolivia la objetó, y ahora posiblemente
deseaban los mediadores que accediésemos a las modificaciones exigidas por
ella
Para mantener viva la preocupación del enemigo en el extremo sur de su
dispositivo, emprendimos en el sector de Ballivián recios ataques locales, que
nos permitieron adelantar nuestra línea. En Cañada El Carmen volvimos a
buscar afanosamente nuevos contactos con las tropas enemigas que se habían
replegado, y reiniciamos los estudios conducentes a nuestra maniobra por el
norte.
Desde el 17 de setiembre teníamos reunida una división entera [D.8. Teniente
Coronel Eugenio Garay] -en Quince de Abril, pero no podíamos emplearla
porque unas lluvias extraordinarias dificultaban todo movimiento. Las lluvias
nos ayudaban a resolver el problema del agua en algunos sectores, pero en
otros nos creaban obstáculos insuperables.
El 18 nuestra aviación dio parte de haber descubierto un camino enemigo en
construcción que, partiendo de Cañada El Carmen, iba directamente al noreste,
y ya alcanzaba las proximidades del cañadón de Lafaye. Nos vimos, en
consecuencia, en la necesidad de distraer tropas para vigilar las cercanías de
Lafaye e impedir cualquier tentativa del enemigo contra la comunicación de
nuestro destacamento del sector de Carandayty.
188
Ordené que el 21 del mes la pequeña guarnición de Pitiantuta se pusiese en
marcha, hacia el norte, con la misión de llegar hasta Ingavi. Se me había
avisado que para aquella fecha terminaría el empalme de nuestro camino con
los del enemigo que descendían de Madrejoncito. Pero la marcha no se inició
hasta el 23.
En el sector de Cañada El Carmen, con nuestra aproximación a la nueva línea
tendida por el enemigo, se entabló una lucha exasperante, entre fracciones de
tropas de los dos lados. En la espesura de la selva, los destacamentos de uno y
otro ejército volvieron a interceptar sus respectivos caminos de enlace y a
aislarse recíprocamente, lo que nos colocó momentáneamente en situación tan
desventajosa, que en la segunda quincena de setiembre nos vimos en el trance
de rectificar nuestro dispositivo y realizar un repliegue de algunos kilómetros.
Por aquellos mismos días nuestra aviación descubrió un nuevo camino enemigo
que venía del oeste, dirigiéndose en línea recta a Siracuas, y cuya cabecera ya
estaba muy próxima a este lugar.
Todos estos incidentes retrasaban considerablemente el desarrollo de nuestro
plan. Y hay que añadir que el servicio de transportes pasaba por uno de sus
peores momentos de escasez, precisamente cuando más falta hacían
abundantes elementos de movilidad, para trasladar nuestras tropas y
abastecerlas en los puntos más esparcidos y remotos y conjurar el peligro que
volvía a amenazar a Siracuas.
El enemigo de los sectores de Carandayty y Huirapitindy, entregado por breve
intervalo a una relativa pasividad, volvió a reanudar febrilmente sus
actividades, con numerosas fuerzas. Después de cortar nuevamente de su
base a nuestras tropas defensoras de Algodonal, nos forzó a abandonar este
punto el día 22 y a emprender una retirada, tras la ruptura de un cerco que
nos había tendido.
En Ballivián nuestras fuerzas continuaban en sus asaltos. Realizaron progresos
locales y destruyeron algunas unidades enemigas.
El día 30 nuestro destacamento de Pitiantuta [Wencesiao López] se apoderó
del fortín boliviano Aroma. Otro destacamento paraguayo [Batallón Capitán
Rogelio Benítez] lanzado desde 27 de Noviembre atacó a algunas tropas
pertenecientes a la unidad del General Lanza, en las cercanías de Ingavi.
189
Pero nuestra situación general no era tranquilizadora. Nos confrontaban
poderosas dificultades por todos lados, y había que resolver un cúmulo de
pequeños problemas engendrados por la variedad misma de la lucha en los
múltiples sectores. Escaseaban como nunca nuestros medios de transporte,
cabalmente cuando más se tenían que diseminar nuestras actividades y más
falta hacían las comunicaciones rápidas. La actitud del enemigo en Algodonal
primero, y sobre nuestra línea de Villazón después recomendaba el empleo de
mayor rapidez, y el problema del agua en la región de Picuiba seguía en pie.
El departamento respectivo de nuestro Estado Mayor comprobó por entonces
que el enemigo poseía no menos de 50.000 combatientes, contra unos
23.000 de nuestra parte. Sabíamos también que las tropas acumuladas por el
enemigo en el sector de Carandayty, ahora delante de Villazón, no bajaban de
14.000 hombres. Pero esta fuerza enemiga, precisamente por haber sido
desplazada hacia el sector de Villazón, nos despejaba el camino para nuestra
acción sobre El Carmen, y contribuía así a compensar las desventajas de la
tardía ejecución de nuestro plan.
En Bahía Negra la situación seguía estacionaria. Nuestro destacamento de
Pitiantuta [W. López], en cambio, después de recorrer, en pocos días y a pie,
200 kilómetros de malos caminos, venciendo la resistencia de fracciones
sucesivas de tropas enemigas que se le oponían, se apoderó de Ingavi el 5 de
octubre a las 13 horas.
En los sectores de 27 de Noviembre y Villazón el enemigo disminuyó
momentáneamente sus actividades, y nosotros realizamos algunas empresas
locales para mantener vivo el entusiasmo de las tropas. En el frente de El
Carmen, después de nuestro último repliegue, obligamos, a nuestra vez, a
retroceder al enemigo, retroceso que siguió hasta el fin de mes. No se
producía, por lo tanto, la estabilidad necesaria para la realización de nuestro
plan.
El 12 de octubre recibí una carta del presidente. Después de referirse con
mucho pesimismo a varios puntos circunstanciadamente (imposibilidad de
comprar 500 camiones, su falta de confianza en La Liga, etc.,) concluía
diciéndome que estábamos “en el peor de los momentos”. Le contesté el día 3
y le rogué que viniera a mi Cuartel General. Yo pensaba pedirle que se
sacrificara toda adquisición a la compra de camiones y que se enviaran al
Chaco todos los hombres disponibles que hubiesen en el país.
190
Quebrada del río Cuevo.
Caños de pozos petrolíferos, tomado en Machareti
El presidente llegó a Camacho el día 6. Le expliqué el plan de operaciones cuya
ejecución preparábamos, y por primera vez se mostró escéptico me contestó:
"No tengo mucha fe en el éxito". Entonces le expresé que nuestra situación
nos obligaba a tomar alguna determinación enérgica. «No nos podemos mover
-le dije- pero tampoco debemos quedarnos." Y agregué que si el plan se
realizara fructuosamente, este hecho podría significar el fin de la guerra. Ante
tal perspectiva, el presidente pareció reaccionar. Cuando regresó al día
siguiente tenía mejor espíritu, y me prometió que se atenderían mis pedidos,
aunque no en la proporción que yo deseaba, a causa de la angustia de
recursos. El escepticismo del presidente era un índice de cuánto había
descendido nuestra moral.
El 16 el presidente me envió este mensaje:
Negociaciones ante Liga de Naciones está paralizada causa nuestra
negativa nombrar Plenipotenciario si no es para tratar exclusivamente
cesación lucha y medios de seguridad, a lo cual se opone Bolivia.
Tenemos impresión que asunto volverá a América. Gobierno uruguayo
nos consultó hoy si aceptaríamos reunión en Montevideo para negociar
un armisticio. Hemos contestado que mera suspensión hostilidades no
puede ser negociada sin dictamen del Comando. Sírvase darnos su
parecer sobre la conveniencia del armisticio y en su caso las
condiciones en que podríamos dar nuestra aceptación.
Fdo: Presidente de Ia República
Le contesté el mismo día:
Armisticio no presenta en estos momentos ninguna conveniencia para
nosotros. Respetuosamente,
Fdo: General Estigarribia
En plena preparación de una operación importante, en cuyo resultado yo
fundaba la esperanza de que nos acercaría a la paz anhelada en condiciones
ventajosas, mi contestación no podía favorecer un armisticio como el
propuesto. Por otro lado, yo tenía la impresión de que el enemigo intentaría
próximamente reasumir la iniciativa, intento que había que neutralizar a toda
191
costa, porque nosotros no podíamos pasar a la defensiva sin correr un peligro
mortal.
El día 25 cité a mi Cuartel General al comandante del Tercer Cuerpo [Coronel
Delgado] para darle instrucciones precisas sobre la parte que correspondería a
su unidad en la batalla.
El 27 partí para Picuiba, pero de paso, en Garrapatal, me entrevisté con el
comandante del Primer Cuerpo [Coronel Fernández] y con el de la Octava
División [Teniente Coronel E. Garay] -perteneciente al Segundo Cuerpo-,
unidades que tenían a su cargo las operaciones de Cañada El Carmen. Estas
buscarían, según anoté en mi diario, la destrucción del núcleo enemigo de
dicho lugar, “fuerte de unos seis regimientos”. Luego pasé a Siracuas y
después a Lafaye, donde, incidentalmente, comprobé que el agua de los pozos
era salada; la de uno de ellos, sobre todo, no se podía beber. Llegué a Picuiba
al obscurecer, y recibí la noticia de que aquel día se había obtenido en
Yrendagdé agua completamente potable en tal cantidad, que con ella se
resolvía el problema que nos torturaba desde hacía tiempo. Desgraciadamente
era tarde; si hubiésemos hecho este descubrimiento cuando nuestras tropas
estaban delante de Carandayty, los acontecimientos habrían tomado un giro
diferente.
En Picuiba di al comandante del Segundo Cuerpo [Coronel Franco] las más
minuciosas explicaciones sobre la misión a cargo de su unidad. Esta misión era
siempre de repliegue, para alejar así de su base, más y más, a la masa enemiga
del norte e impedir que concurriera directamente a cooperar contra nuestra
acción de Cañada El Carmen. El Segundo Cuerpo debería estar en condiciones
de colaborar allí con otra división más, salvo que se opusieran dificultades muy
poderosas, para asegurar la destrucción de las fuerzas enemigas que se
extendían desde El Carmen hasta Ballivián.
Llegué de regreso al Cuartel General el día 29.
Ante la angustia de efectivos y elementos mecánicos en general, dispuse que
el Jefe de Operaciones de mi Estado Mayor [Teniente Coronel Raimundo Rolón]
se trasladase a Asunción en avión para explicar al presidente nuestras
necesidades.
A raíz de esta gestión, el presidente emprendió otro viaje al Cuartel General,
donde llegó el día 3 de noviembre y permaneció hasta el 8. El momento era de
192
Camatindy
Fortín Capiírendá, hoy “Carrera Saguier”
excepcional importancia, pues todo hacía suponer que el enemigo se preparaba
a desencadenar una acción a fondo, a la que nosotros, deseábamos ganar en
rapidez. En Cañada El Carmen habíamos logrado localizar el ala norte de las
tropas enemigas del sector, y también descubierto una solución de continuidad
de su línea, por el sur.
El día 6, al aclarar, el enemigo realizó algunos ataques demostrativos contra
nuestra línea en Cañada El Carmen; y desde el 7 la masa enemiga del norte
inició su movimiento ofensivo, simultáneamente sobre Huirapitindy y Villazón,
consiguiendo interceptar el camino de nuestras tropas entre Yrendagüé y
Loma Vistosa, detrás de los defensores de Villazón. Algunas fracciones de
nuestro destacamento de Huirapitindy y unos 3.000 hombres de ViIlazón,
quedaron encerrados. De acuerdo con instrucciones impartidas por radio, estas
fuerzas prepararon con toda calma la ruptura del cerco, y para el día 11
lograron salir íntegramente sobre su camino de retirada, con tanto éxito, que al
escurrirse tomaron unos 50 prisioneros (entre ellos varios oficiales) y cerca de
30 armas automáticas al enemigo. Dirigí a nuestras valientes tropas el
siguiente mensaje:
Sírvase transmitir a los señores jefes, oficiales y tropas combatientes y
de los servicios de las Divisiones Sexta y de Reserva General las
felicitaciones de este Comando en Jefe por el brillante
comportamiento que han observado burlando la poderosa maniobra del
enemigo, muy superior en número, que acaba de fracasar. Este nuevo
sacrificio impuesto por el deber a las Divisiones Sexta (Teniente
Coronel Antola) y de Reserva General (Teniente Coronel Machuca)
enaltece el valor y el heroísmo del soldado paraguayo.
Fdo: General Estigarribia,
Comandante en Jefe del Eiército en el Chaco
Yo seguía imperturbablemente ocupado en los preparativos del plan relativo a
Cañada El Carmen, cuya ejecución se iniciaría el día 10. La acción inmediata
consistiría en establecer un cerco en torno a los defensores enemigos de
aquella región.
En la maniobra en retirada de nuestras tropas del norte, prescribí que el
destacamento de 27 de Noviembre se replegara hacia Ingavi, para reforzar en
dicha zona a las tropas que de Pitiantuta habían marchado asimismo sobre
Ingavi, a fin de establecer allí una cubertura contra posibles empresas del
193
enemigo que ocupaba Ravelo y Roboré. Este enemigo, efectivamente, ejerció
alguna presión.
En Ballivián los bolivianos también lanzaron algunos ataques locales, que fueron
repelidos . Y luego nosotros contraatacamos para mantener viva por ese lado
Ia atención de aquéllos.
El 14 las fuerzas de nuestra Segunda División [R.I.11, Capitán Otaño, y R.I.3,
Capitán Balbuena] que maniobraban por el sur, se apoderaron del fortín El
Carmen, asiento de la Décima División enemiga, encargada de la defensa de la
región (Véase el Mapa Nº 6). Fue tan sorpresiva la llegada de nuestras tropas,
que el Cnel. Murillo, comandante de la división enemiga, cuando se vio forzado
a huir a los bosques vecinos, al producirse los primeros disparos, abandonó
todos sus efectos personales, inclusive importantes documentos. Hasta
entonces nosotros creíamos operar solamente contra la Décima División
enemiga, pero, como se verá más adelante, nuestra acción afectó también a la
Novena División, al mando del Tte. Cne, Walter Méndez. Aquel mismo día 14
supimos concretamente que se había producido una grave disensión entre el
Presidente Salamanca y el General Peñaranda.
El 15, como consecuencia de nuestro movimiento hacia su retaguardia, el
enemigo del sector de El Carmen inició su repliegue. Recibí entonces la
impresión de que nuestra maniobra corría el más inminente riesgo de fracasar.
Hasta la hora en que me llegó la primera noticia del repliegue, nuestras tropas
de envolvimiento no habían logrado aún interceptar las comunicaciones de la
retaguardia enemiga, y era natural que yo interpretara todo retroceso como
una tentativa del enemigo para sustraerse a nuestro golpe. Además, el aviador
del único avión de que disponíamos, dio parte el mismo día de que largas
columnas de camiones enemigos se dirigían de Capiírendá a Strongest (Cañada
Oruro), lo que parecía indicar que el enemigo, o recibía refuerzos, o procedía a
una evacuación, y cualquiera de ambos supuestos hacía suponer que nuestras
intenciones estaban descubiertas y que los bolivianos tomaban oportunas
contramedidas para frustrarlas. Pero a la caída de la tarde, nuestras tropas de
maniobra tanto del norte como del sur, casi a la misma hora las dos, salían
sobre el último de los caminos de la retaguardia enemiga, y así daban
cumplimiento a la dura misión que se les había encomendado, después de
haber cubierto, cada una, por sendas desbrozadas en la selva sobre la marcha,
una distancia no menor de cuarenta kilómetros.
194
Con todo, yo seguía bajo la impresión de nuestro presunto fracaso, y a las
19:15 horas dirigí al presidente un telegrama, para satisfacer su deseo de que
le tuviese al corriente de todas las incidencias de la operación en curso, en
cuyo éxito él no confiaba mayormente. Mi despacho decía así:
A pesar de todas las dificultades, hoy interceptamos el segundo
camino, pero creo será tarde. No debemos contar por ahora con gran
parte del éxito esperado.
General Estigarríbia.
Por la tarde del mismo día 15 nos apoderamos del fortín enemigo
Independencia, capturando prisioneros y una abundante cantidad de material
de guerra.
Pero en el campo enemigo la situación estaba muy lejos de ser la que nosotros
conjeturábamos. Desde el 15 por la tarde las tropas bolivianas habían
empezado a desmoralizarse, cuando supieron que los nuestros aparecían en su
retaguardia. Uno de los prisioneros nos refirió que “al oir el grito de ¡Pilas en la
retaguardia!, todos perdieron la cabeza".
Al día siguiente, 16, por la mañana, una de las fracciones enemigas encerradas
atacó furiosamente para romper el cerco; pero, como siempre, los paraguayos
no cedieron, y entonces el pánico se generalizó en todas las unidades
bolivianas y se produjo un desbande incontenible. Pocas horas después se
consumaba la rendición total del enemigo encerrado.
A las 17:30 horas del 16 dirigí al Ministerio de Defensa el siguiente parte
abierto:
En Cañada El Carmen hemos destruido totalmente los
regimientos de infantería Campos Nº 6 Ayacucho Nº 8,
Manchego Nº 12, La Paz Nº 40, Murguia Nº 50; dos
batallones del regimiento Beni Nº 16 un batallón del
regimiento Cochabamba Nº 20, un batallón del regimiento
Rocha Nº 31, el batallón Acre, el escuadrón divisionario de
la División o la batería Bustos, capturando íntegramente a
todo el personal de jefes, oficiales y tropas con su
material y elementos completos, en un total de 7.000
195
hombres. Tomamos asimismo la artillería, compuesta de
ocho piezas. Mañana enviaré más detalles.
En la creencia de que en el sector de El Carmen operábamos contra una masa
enemiga de 6.000 hombres a lo más, nuestra maniobra se realizó con 4.500
hombres de nuestra parte. Toda nuestra Segunda División, del Primer Cuerpo,
con efectivos muy reducidos, se movió por el sur; y la Octava División, sacada
del Segundo Cuerpo, operó por el norte (seis regimientos en conjunto),
mientras quedaban desplegados por el frente, sobre una extensión enorme,
tres regimientos de la Quinta División [R.I.2, Mayor Julio B. Jara; R.I.4. Mayor
Guanes; y R.C.2, Mayor Rosa Aranda], los cuales, para llenar, su cometido,
tuvieron que dejar varios claros en su dispositivo. Pero he aquí que
capturábamos 7.000 prisioneros. ¿De dónde salían tantos? A última hora el
enemigo recibió en el sector de El Carmen el, poderoso refuerzo de toda una
división al mando del Tte. Cnel. Walter Méndez, y los camiones en que ella
venía fueron los observados por nuestro aviador y que yo interpreté como una
retirada general, hasta el punto de anunciar al presidente nuestro fracaso
parcial. Pero nuestra maniobra, lejos de fracasar, consumó en Cañada El
Carmen la destrucción de una masa enemiga no menor de 10.000 hombres,
teniendo en cuenta todas las pérdidas en los combates preliminares, los
fugitivos, etc.
El mismo día 16 recomendé al comandante del Primer Cuerpo [Coronel
Fernández] que se dirigiera inmediatamente a Cururendá, por Celina, Beatriz y
Carosi, marcha que no pudo realizarse con la celeridad requerida, entre otras
razones porque la exorbitante masa de prisioneros capturados, cuyo volumen
superaba a todo cálculo, nos venía a plantear el formidable problema de la
alimentación, el transporte y la custodia de tanta gente. Nuestros víveres y
elementos en general apenas podían satisfacer las necesidades de nuestras
tropas, cuyo número, como he dicho, no pasaba de 4.500 hombres. Ahora
teníamos que atender a un número tres veces mayor. Aquel aluvión inesperado
provocó entre nosotros un trastorno general. Era una multitud medio
enloquecida por la sed y el hambre, y cuando llegaron nuestros primeros
camiones con agua, toda ella se abalanzó en masa sobre los vehículos, en
medio de una confusión infernal, y la poca agua recién traída se derramó
inútilmente en el tumulto. Y a propósito, vale la pena recordar el siguiente
episodio. Un grupo de jefes y oficiales bolivianos prisioneros presenciaba la
escena descripta, y uno de ellos, cuando oyó los primeros disparos al aire,
gritó a nuestros soldados: “¡Déjense de disparar al aire! ¡Maten a tiros a esa
indiada asquerosa!" La indiada asquerosa eran sus propios soldados.
196
Impotentes para traer agua al lugar de concentración en cantidad suficiente,
no nos quedaba otro recurso que trasladar a retaguardia a los prisioneros, a
toda prisa. Se los alzó en cuanto camión pudo utilizarse para este fin, y se los
llevó a toda carrera. Pero la tragedia no terminó ahí. Muchos prisioneros
estaban tan debilitados por la sed, que perdían el equilibrio con el zarandeo de
los camiones y caían en la calzada, de donde ya no se los recogía. Nuestros
choferes expresaron que no era posible detenerse, porque si se perdía tiempo
en recoger a los caídos, moriría el resto en la espera, y había que seguir a toda
velocidad con los sobrevivientes. Así se llenó el camino de un dantesco tendal
de cadáveres, por kilómetros y kilómetros, de hombres muertos de sed y
algunos aplastados por los camiones que venían detrás y que en la oscuridad
no podían desviarse.
A raíz de la victoria de Cañada El Carmen, el presidente me envió el siguiente
mensaje de felicitación:
AI General Estigarribia.
El heroico esfuerzo de nuestras tropas acaba de tener el premio de
una magnífica victoria. La audaz maniobra concebida por Ud. y
ejecutada por jefes, oficiales, ciases y soldados con vigor y tenacidad,
venciendo tremendos obstáculos, culminó hoy la derrota aplastadora
del invasor. A los defensores de la patria envío en este día de júbilo
nacional las felicitaciones del Gobierno de la República como expresión
del amor de nuestro pueblo a su Ejército y del legítimo orgullo que
siente por su gloria.
Fdo: Eusebio Ayala
Agradecí al presidente con un telegrama que dice así:
Nombre jefes, oficiales y tropas del Ejército de mi
Comando y mío propio, agradezco complacido su honroso
mensaje de felicitación que, en nombre del Gobierno de la
República, nos enviara con motivo de la gran victoria de
nuestras armas en Cañada El Carmen. Los éxitos que
vamos obteniendo son el resultado de la profunda fe,
entusiasmo, abnegación y patriotismo que alientan por
igual al Superior Gobierno, al Ejército en campaña y a
197
nuestro admirable pueblo, todos inspirados por su ilustre
Presidente. Saludos respetuosos.
Fdo: General Estigarribia.
Los bolivianos alegaron que nuestra maniobra por la retaguardia de El Carmen
se debió a un mapa que cayó en nuestro poder y nos permitió conocer la
ubicación de sus posiciones. Ciertamente, el día 12 por la tarde, una de las
patrullas que guiaba nuestro movimiento, se apoderó de un mapa de que era
portador el mayor boliviano Celso Camacho, mapa que nos prestó una ayuda
indudable; pero cuando nos incautamos de él, nuestra maniobra ya estaba en
plena ejecución, gracias al conocimiento del terreno que se retiraba a toda
marcha. El hecho de que llegáramos a Beatriz el 20 por la noche da la medida
de la lentitud con que avanzábamos. En realidad, si no recibíamos algún
refuerzo importante en nuestros medios de movilidad, nos sería
extremadamente difícil seguir adelante. Y sabíamos que esos refuerzos no
llegarían, pero no podíamos tampoco amortiguar nuestro empuje.
Para el día 20 yo había perdido ya toda ilusión acerca del encerramiento del
enemigo de Ballivián. Como nos apoderamos de Beatriz tres días después de la
caída de Ballivián, sus defensores tendrían tiempo suficiente para escurrirse.
Además, ante la presión enemiga, abandonamos Picuiba en manos del enemigo
en la noche del 19, y nos replegamos sobre Lafaye, posición donde decidimos
oponer vigorosa resistencia para no perder el agua de ese sitio.
El 21 a las 4 horas nuestro Tercer Cuerpo llegó a Guachalla y dio parte de no
poder continuar más adelante por falta de medios de transporte.
Perdida, pues, la oportunidad de acorralar al enemigo contra la frontera
argentina, hube de tomar otra decisión, y ordené la concurrencia de nuestra
Octava División a la zona del Segundo Cuerpo, para intentar la destrucción del
enemigo que operaba en dicha zona, el cual insistía en su presión en dirección
Picuiba - Lafaye.
El mismo día 21 partí para Siracuas, donde deseaba entrevistarme con los
comandantes del Segundo Cuerpo [Coronel Franco] y de la Octava División
[Teniente Coronel E. Garay], a fin de darles personalmente instrucciones
precisas sobre el plan que yo había resuelto poner en ejecución. Me encontré
con ellos en un punto situado a media distancia entre Siracuas y Lafaye.
Después de imponerles, en una sencilla ceremonia, la Cruz del Chaco, en mérito
198
de los grandes esfuerzos últimamente realizados, ordené que la Octava
División marchara sobre Yrendagüé, con la intención de privar al enemigo de la
única fuente de agua con que contaba. Fuera del Parapití y de Carandayty, no
había ningún otro lugar con agua en la región. Y si llegábamos a Yrendagüé,
quedaría igualmente descartada el agua de Carandayty, ya que habríamos
cerrado el camino que lleva a dicho lugar.
Oruro, llave de importantes vías de comunicación, cayó en nuestras manos el 22
El 23, temprano por la mañana, seguí viaje para El Carmen, donde condecoré a
los jefes que se habían distinguido en la acción que culminó el 16.
Ordené al comandante del Primer Cuerpo que fuera desplazando tropas
hacia su ala derecha (norte) a medida que las circunstancias lo permitieren,
con vistas a una cooperación eventual en la operación que yo acababa de
ordenar al Segundo Cuerpo. El Primer Cuerpo debería contemplar la posibilidad
de una acción hacia Capiírendá.
A pesar del derroche de energía y abnegación de jefes, oficiales y soldados,
nuestra espléndida victoria de El Carmen no podría dar todos sus frutos,
porque no llegaríamos a tiempo a Cururendá. Nuestros movimientos no
tendrían el impulso necesario, por la escasez de medios de movilidad.
Ese mismo día 23 regresé en avión al Gran Cuartel General de Camacho, y el
25 seguí para Puerto Casado, en el deseo de acelerar personalmente el envío
de contingentes de reemplazo y elementos diversos con que se emprendería la
acción a cargo del Segundo Cuerpo. Nuestras unidades estaban terriblemente
raleadas como consecuencia de las acciones que se venían desarrollando sin
interrupción durante los dos últimos meses. En Puerto Casado hube de sacar
efectivos de todas partes, sin hacer excepción de la sanidad, para rellenar
nuestros cuadros y apresurar las operaciones.
El 28, cuando todavía me hallaba en Puerto Casado, recibí la noticia de la
deposición del Presidente Salamanca, a quien entraba a reemplazar el Vice
Presidente, Sr. Tejada Sorzano. Como comentario de esta información
sensacional, anoté en mi diario: "Desaparece el gran obstáculo para el
advenimiento de la paz. La guerra del Chaco, con que el Presidente Salamanca
pensaba triturar al Paraguay, acabó por arruinarle a él.”
199
En los primeros días de diciembre cayeron en nuestro poder Carosi y
Cururendá, y así se volvió a desmoronar la nueva línea defensiva del enemigo,
que se extendía desde Cururendá hacia el noreste, hasta Puesto Bolívar.
Nuestros cuerpos de ejército Primero y Tercero proseguían lentamente sus
movimientos detrás del enemigo, el Primero hacia Capiírendá y el Tercero a lo
largo del Pilcomayo. Desde Cururendá hacia el norte el enemigo huía
apresuradamente a la orilla opuesta del Pilcomayo.
El día 5 de diciembre nuestra Octava División inició su marcha hacia Yrendagúé,
desde el punto de reunión que indiqué anteriormente. La marcha se realizó a
través de senderos desbrozados a medida del avance, entre los altos
matorrales de la región, mientras, por el ala derecha, nuestra unidad buscaba
desbordar el ala este del enemigo.
En el momento mismo en que comenzaba esta maniobra del Segundo Cuerpo,
ordené a la guarnición de Ingavi que lanzara un destacamento en dirección a
27 de Noviembre para llamar la atención del enemigo por aquel lado.
Después de una maniobra estupenda, que sometía a nuestras tropas a una de
las pruebas más duras de la guerra, un puñado de hombres de nuestra Octava
División [B.40, Tte. 1º Ceferino Vega], llegó frente a Yrendagúé el día 8 e inició
el ataque sobre los defensores enemigos del lugar. Para las 8 de la mañana
nuestras tropas sobrepujaban a éstos y se apoderaban de la posición y de
todos los pozos de agua. Aquel mismo día nuestro destacamento de Ingavi
presionó sobre la defensa enemiga de Pikyrendá y poco después la rebasaba.
Con la toma de Yrendagúé, toda la masa enemiga de Picuiba, unos 15.000
hombres en total, quedaba sin agua. El mismo día 8 ya cedió terreno ante
nuestra presión. Por la mañana abandonó sus muertos y sus heridos y dejó en
nuestro poder, prisioneros y elementos diversos. A las 11:30 horas Picuiba
pasó nuevamente a nuestras manos.
La desmoralización que produjeron en el campo enemigo la toma de Yrendagüé
y la amenaza sobre 27 de Noviembre, fue inmensa. Todo el mundo, en medio
del pánico, sólo pensó en huir para salvarse, sin que a nadie se le ocurriese
apelar al combate. Naturalmente, no hubo manera de organizar ninguna
defensa. Los jefes y oficiales se incautaron de los camiones, cargaron en ellos
la artillería y se dieron a la fuga a toda velocidad hacia el Parapití. La tropa,
abandonada por su oficialidad, se desbandó, presa de la desesperación, y
sobrevino una horrenda catástrofe. La gente aterrorizada se lanzó a los
200
caminos bajo el tórrido sol chaqueño de aquellos días de diciembre, y miles de
soldados cayeron muertos de sed o de cansancio o fulminados por la
insolación.
Habíase consumado la destrucción total de una masa enemiga no menor de
15.000 hombres. Quedaron en nuestro poder 60 morteros Stokes-Brandt, 79
ametralladoras pesadas, 498 fusiles-ametralladoras, 590 pistolas automáticas,
11.200 fusiles, 8.000.0.00 de cartuchos de infantería, miles de granadas de
artillería y de morteros, e intendencias y hospitales completos. Excepto la
artillería, el enemigo no salvó ningún material de este descalabro. Fue tan
considerable para nosotros la cosecha de material, que el día 17 dirigí al
Ministerio de Defensa el siguiente despacho:
Con fusiles últimamente capturados al enemigo,
disponemos suficientes para nuestras necesidades
actuales. Si aún es posible, sugiero cancelar contrato
adquisición fusiles fin disponer más fondos para otras
adquisiciones.
El día 14, el Cnel. David Toro, comandante del cuerpo enemigo de caballería
deshecho en Yrendagüé-Picuiba, ignorante aún de la catástrofe y en la creencia
de que sus tropas seguían en Picuiba, hizo arrojar sobre este lugar unos
volantes con órdenes dictadas el día 9 en Carandayty, a 200 kilómetros de
distancia. Decía el Cnel. Toro entre otras cosas:
No debe tenerse consideración alguna con el cansancio de
las tropas, a las que es preciso exigir el máximum de su
rendimiento. Uno o dos días de esfuerzos y sacrificios, en
caso alguno pueden ser suficientes para decretar su
completo aniquilamiento. Las tropas enemigas nos dieron
más que suficiente ejemplo al respecto, demostrándonos
que es posible vivir aún meses careciendo casi de todo
elemento. El día de ayer hicieron un “raid” de casi 40
kilómetros avanzando por sendas y a pie para atacar
Yrendagüé con máxima audacia y energía.
El Cnel. Toro rindió así un justiciero homenaje a nuestros soldados. En menos
de tres semanas. el ejército enemigo, que a principios de noviembre contaba
con 50.000 combatientes, contra 23.000 de nuestra parte, era reducido a la
201
mitad de sus efectivos, perdiendo todas las ventajas alcanzadas por su número
y distribución.
En las operaciones de El Carmen y Picuiba, ambas extremadamente audaces, me
jugué el todo por el todo para salvar una de las situaciones más graves de la
campaña. Si yo no hubiese procedido en la forma relatada, el enemigo tendría
tiempo de coordinar la ofensiva del Cnel. Toro en dirección a Picuiba con otra
acción desde El Carmen, y dada su enorme superioridad numérica y de elementos,
hubiese creado al ejército paraguayo una situación sumamente comprometida. Por
cierto que no estábamos en condiciones de contrarrestar semejante combinación;
sus consecuencias habrían sido incalculables para nosotros.
202
CAPITULO XVI
EN LAS PRIMERAS ESTRIBACIONES ANDINAS
LLEGADA Al PARAPITI
(De diciembre 12 de 1934 a abril 18 de 1935)
Con las victorias de El Carmen y de Picuiba-Yrendagüé despejábamos nuevamente
nuestro camino hacia las bases del enemigo, y en esta ocasión, en varias
direcciones a la vez. Pero nuevamente tropezábamos con la imposibilidad material
de cosechar todos los frutos de nuestros éxitos, por la eterna cuestión de la
escasez de medios de transporte. Naturalmente, nos vimos constreñidos a
desarrollar un plan que se ajustara a esta circunstancia, aunque a trueque de forzar
a las máquinas y a los hombres hasta el extremo limite de su resistencia.
Por el norte, el día 8 de diciembre nos habíamos apoderado de Pikyrendá, y con
mayores elementos de movilidad, hubiésemos podido llegar el mismo día a 27 de
Noviembre, a tiempo para capturar a todos los fugitivos de Picuiba, que eran
principalmente jefes y oficiales, y continuar -casi impunemente hasta el Parapití y
más al oeste. La defensa que pudiese oponer el enemigo en Carádayty sería
necesariamente muy débil. Con la masa de nuestro Segundo Cuerpo íntegramente
libre después de la batalla de Picuiba, estábamos en condiciones de llegar hasta
donde quisiésemos y de consumar la destrucción de las otras tropas enemigas que
todavía intentaran trabar nuestro avance.
Hubiésemos caído sobre Villa Montes con dos cuerpos de ejército, compuestos de
tropas victoriosas, llenas de empuje, contra un enemigo en plena retirada. Santa
Cruz y Tarija habrían quedado completamente a merced de nuestras armas.
Todo esto fue irrealizable, y nuestro plan hubo de consistir en un procedimiento de
menor alcance, pero que nos capacitara a continuar la destrucción de las tropas
enemigas hasta obligarlas a concertar la paz.
A pesar de tantas limitaciones, nuestras dos victorias sucesivas de El
Carmen y Picuiba-Yrendagüé tuvieron una vasta trascendencia. El Presidente
Salamanca fue apresado en Villa Montes, y luego depuesto, en ocasión de un viaje
que realizó al Chaco para destituir al General Peñaranda del Comando en Jefe del
Ejército a raíz del desastre de El Carmen. Desde el punto de vista boliviano, claro
está que la deposición del Presidente Salamanca fue un grave error. Los pueblos
203
Cercanias de Ingavi
creen que ciertos cambios hechos a tontas y a locas pueden operar milagros. Pero
desde el punto de vista general, la caída de Salamanca favoreció indirectamente la
causa de la paz.
El 9 de diciembre transmití a los comandantes de cuerpos nuevas instrucciones
operativas, y el 10 partí en avión para hablar con cada uno de ellos y ampliar
dichas instrucciones personalmente. Mis intenciones en aquel momento se pueden
resumir así:
Romper en la región de Carandayty, o más al norte, el nuevo dispositivo boliviano
(que yo suponía extendido en la línea de colinas que corre de norte a sur y que
pasa por Carandayty y Capiírendá), e incidir sobre el camino Villa Montes-Santa
Cruz para dividir en dos partes al ejército enemigo y batir a cada una
separadamente. Me decidí por una ruptura ante la impotencia de emprender una
persecución adecuada; la desesperante escasez de medios de transporte se agravó
en aquellos días con las lluvias torrenciales de la estación, que empezaban a caer
en todo el Chaco.
He aquí las prescripciones que di, respectivamente, a cada Comando de cuerpo:
Al Segundo Cuerpo: Accionar con un fuerte destacamento hacia Santa Fe y San
Francisco. Llevar la masa principal a Carandayty, para ocupar dicha posición e
interceptar el camino Villa Montes-Santa Cruz en la región de Boyuibé y más al sur.
Al Primer Cuerpo: Apoderarse con su masa principal de Capiírendá y cooperar con
el Segundo Cuerpo para interceptar el camino Villa Montes-Santa Cruz.
Al Tercer Cuerpo: Continuar la persecución a lo largo del Pilcomayo, cubriéndose
desde Cururendá contra el enemigo que comenzaba a organizarse en la margen
derecha del mismo río, y extenderse lo más al norte posible, en enlace con el
Primer Cuerpo.
Conviene tener presente que en esta nueva fase de las operaciones, las tropas
paraguayas soportaban horrorosas privaciones, aparte del cansancio agotador
producido por las batallas que libraban incesantemente desde meses atrás y de las
fantásticas marchas que realizaban a través de centenares de kilómetros, sin
ningún momento de reposo. Por lo tanto, nuestros estoicos soldados tenían que
andar con relativa lentitud, pero avanzaban siempre y vencían en todas partes la
resistencia que el enemigo les oponía. Para vivir echaban mano de los recursos
naturales de las regiones que recorrían y de los víveres tomados al enemigo.
204
El 24 de diciembre nuestro Segundo Cuerpo llegó por segunda vez delante de
Carandayty. En la misma fecha el Primer Cuerpo estaba delante de Capiírendá, y el
Tercer Cuerpo sobre Ybybobó. El día 30, después de una penosa maniobra, tropas
del Tercer Cuerpo [D.C.2, Mayor Ramos] consiguieron rodear en Ybybobó a los
regimientos bolivianos Sucre y Aroma, que defendían el lugar y cayeron en nuestro
poder. Tomamos allí unos 30 oficiales enemigos (entre ellos algunos chilenos) y
1.500 individuos de tropa, con todos sus elementos.
La falta de aviones era toda una tragedia para nosotros. Las distancias se
alargaban más y más, y las lluvias imposibilitaban en absoluto el tránsito
de camiones. Poseíamos un único avión sanitario para la evacuación de heridos y
enfermos graves.
Ya desde la segunda quincena de diciembre el enemigo nos presentaba una nueva
línea de defensa, que empezaba en Palo Marcado, a orillas del Pilcomayo, y pasaba
por Capiírendá y Carandayty e iba más al norte, siguiendo las primeras
estribaciones de la precordillera.
Con motivo de Año Nuevo recibí del presidente, el 12 de enero de 1935, dos
despachos:
A las 9.25
Comandante en Jefe del Ejército en el Chaco:
En el primer día del año envío a los jefes, oficiales, clases y tropas del
glorioso ejército a sus órdenes, al homenaje de profunda admiración
y de gratitud del Gobierno y pueblo de nuestro país, juntamente con
los votos porque una paz justa y próxima recompense los inmensos
sacrificios de nuestros soldados.
Fdo: Eusebio Ayala
A las 12.45 General José F. Estigarribia, Gran Cuartel General.
En este día dedicado a los votos, los hago sinceros y cordiales por su
dicha y por la de todos los suyos. En una colaboración de más de dos
años, en circunstancias difíciles y de responsabilidad ante la nación, he
podido apreciar la grandeza de su espíritu, el temple de su civismo y
de las calidades de su técnica de Comando. A esas condiciones
205
excepcionales deben nuestros soldados el haber podido obtener todo
el fruto de su inmenso heroísmo.
Fdo: Eusebio Ayala
Yo había dirigido al presidente un telegrama a las 8:50, que se cruzó con el primero
que transcribí más arriba, y decía así:
Dr. Eusebio Ayala
Presidente de la República.
Con motivo del año que se inicia, me es grato presentar a Vuestra
Excelencia los votos que por vuestra felicidad formulo en nombre del
Ejército de mi Comando y en el mío propio, y junto con ellos nuestras
sinceras protestas de subordinación y reconocimiento por el sacrificio
y la abnegación ejemplares y sin limite que puso V.E. en la obra magna
de la defensa patria, desde la más elevada magistratura de la
República.
Fdo: General Estigarribia
El 10 de enero partí en jira de inspección por todo el frente de operaciones.
Viajé en aeroplano hasta Picuiba, de donde seguí en camión en dirección a
Carandayty, hasta el Cuartel General del Segundo Cuerpo, situado entonces en
las proximidades de Puesto Central. Al día siguiente visité a la Octava División,
unidad designada para ejecutar una maniobra por el sur de Carandayty. Pasé
luego hasta la línea de fuego en Ñuapuá, donde, por primera vez, me cupo la
oportunidad de contemplar la Cordillera de los Andes desde el fondo del Chaco.
En la mañana del día 12 nuestras tropas iniciaban la ruptura del nuevo sistema
enemigo con el asalto y toma de Capiírendá. Seguí viaje para este sitio el
mismo día, donde llegué a las 17:30, cuando todavía el enemigo bombardeaba
el fortín con su artillería. Como consecuencia de la acción de aquel día,
quedaron en nuestro poder numerosos prisioneros y elementos de todo
género. Inspeccioné rápidamente el lugar y pasé la noche en el Cuartel General
del Primer Cuerpo. Al día siguiente, después de tomar diversas disposiciones
sobre la prosecución de las operaciones y una mejor coordinación entre el
Primer y Segundo Cuerpos, partí para Oruro, donde había citado en rendezvous al comandante del Tercer Cuerpo.
206
Regresé al Gran Cuartel General de Camacho el día 14. Nuestras tropas de
maniobra del sector del Parapití [Dest. Mayor Caballero Irala] destruyeron aquel
día a uno de los regimientos enemigos y avanzaron hacia Santa Fe en la
persecución, al propio tiempo que destacaban tropas hacia Amboro, punto
situado sobre el río Parapití.
El 16 las tropas paraguayas llegaron por primera vez hasta las márgenes de
este río para nosotros fabuloso, limite de nuestra heredad chaqueña por aquel
lado. Anoté en mi diario: “La noticia de que mis tropas han llegado al Parapití
me llena de orgullo y satisfacción. Se cumple uno de los objetivos de mi vida
militar”. Después de siglos se reinjertaba en el tronco guaranítico una de sus
ramas perdidas. La región del Parapití estaba poblada con la misma raza
aborigen de nuestra zona oriental, pero todo nexo entre ella y el resto de la
tribu matriz había desaparecido. Los guarayos, que son los indios guaraníes del
Parapití, nos recibieron como a hermanos, cuando nos oyeron hablar su misma
lengua, aunque un poco asombrados de ver que sus hermanos eran blancos.
Nos dijeron que se cumplía para ellos el anuncio de una vieja leyenda, según la
cual alguna vez vendrían del oriente hombres de su misma procedencia.
Nuestra llegada fue para ellos como una fiesta religiosa, e hicieron derroche de
hospitalidad con nuestros soldados.
El día 16 el Comité Consultivo de Ia Liga de Las Naciones resolvió levantar el
embargo de la venta de armas para Bolivia. La institución de Ginebra pretendía
dejar así al Paraguay a merced de su adversaria, porque nuestro país se había
negado a aceptar sus recomendaciones para la cesación de la lucha, que eran
un tejido de absurdos. Esta monstruosidad de la Liga contra un país como el
Paraguay, que defendía heroicamente su propia existencia nacional, nos
demostró una vez más cuán solos estábamos en la lucha; pero no debilitó en
un ápice nuestra determinación de luchar hasta el fin.
El 17 la penetración de nuestro Primer Cuerpo en el sistema defensivo del
enemigo se hizo más profunda, y obligó a éste a emprender un nuevo repliegue
en el frente de Capiírendá. Nuestras tropas del Parapití, entre tanto, lograron
destruir otras fracciones bolivianas que se oponían a su avance y les tomaron
dos piezas de artillería. Tras un recio combate se apoderaron de Santa Fe en la
noche del 17.
El Tercer Cuerpo, por su parte, rompió también la resistencia enemiga el día 18
y se apoderó de Palo Marcado. El enemigo realizó un amplio repliegue.
207
Carandayty cayó en poder del Segundo Cuerpo el 23, a las 10:30 de la
mañana, y con esta acción se derrumbó el nuevo sistema defensivo boliviano.
Desde aquel día avanzamos en todos los sectores hacia nuestro objetivo: la
ruptura del camino Villa Montes-Santa Cruz, para dividir en dos fracciones al
ejército enemigo. Las lluvias y la precariedad de nuestros elementos, sin
embargo, dificultaron poderosamente nuestro avance, y el enemigo tuvo
tiempo de organizarse y hacerse fuerte en Villa Montes.
Aquel mismo día 23 establecí provisoriamente mi Gran Cuartel General en
Oruro, con vistas a trasladarme después a Capiírendá, donde me instalé
definitivamente el 2 de febrero.
El 28 de enero las tropas de nuestro Segundo Cuerpo se apoderaron de
Boyuibé y de Machareti. El día 29 cayeron asimismo en nuestro poder Tigüipa y
Tarairí.
Y así alcanzamos nuestro objetivo de controlar el camino de Villa Montes a
Santa Cruz, desde el Parapití hasta Tarairí. Un tramo considerable del único
camino que une al departamento boliviano de Santa Cruz con el resto de
Bolivia estaba en nuestro poder. El ejército enemigo quedaba dividido en dos
partes.
Ahora correspondía decidir a cuál de ellas intentaríamos batir primeramente. A
tal fin había que proceder con máxima rapidez, para no dar tiempo al enemigo
de reorganizarse en forma eficaz, pero tropezábamos con obstáculos muy
serios. En primer término, la angustia de medios de transporte. Luego,nuestras
tropas estaban tan fatigadas que ya no podrían seguir sin algún descanso
previo. Había que rellenar también los efectivos de las diversas unidades,
tremendamente disminuídos, y proceder al adiestramiento de cuadros y tropas
para el nuevo tipo de guerra que nos proponíamos emprender. Habíamos
llegado, en efecto, al pie de la Cordillera, con la cual los paraguayos no
estábamos familiarizados. De aquellas primeras elevaciones descendían
quebradas profundas, que desconocíamos totalmente, donde se refugió el
enemigo; y al seguir a éste nos expondríamos a contingencias peligrosas. En
suma, conspiraban contra nosotros las desventajas del terreno.
En el espacio comprendido entre los ríos Pilcomayo y Parapití, habíamos
logrado expulsar totalmente a los bolivianos en el lado norte, donde les
obligamos a pasar a Ia orílla izquierda del Parapití; pero no así en el lado sur,
sobre el Pilcomayo, donde conservaban una importante cabeza de puente en
208
Croquis 6
Batalla de «El Carmen»
Setiembre a Diciembre 1934
Villa Montes, si bien hubieron de repasar el Pilcomayo desde Cururendá hasta
cerca de Villa Montes. En el primer momento pensé en la conveniencia de
suprimir esta cabeza de puente, para mayor seguridad. Un ataque directo, sin
embargo, sería inconducente, porque el lugar se prestaba a organizar la
defensa en condiciones muy favorables. Era menester, por lo tanto, intentar la
toma de Villa Montes como consecuencia de alguna acción en otra parte. De
ahí que ensayáramos escalar las montañas en Ñancorainza, en Taiguate y
finalmente en Boyuibé. En un principio todo parecía ir bien; pero a poco andar
la empresa fracasó totalmente, por culpa de nuestro desconocimiento del
terreno y de la falta de training para este nuevo género de guerra.
Me vi forzado , pues, a abandonar la idea de accionar contra Villa Montes en
aquella forma, y resolví intentar la destrucción de la fracción enemiga que
cubría la orilIa izquierda del Parapití, con el propósito de tomar Charagua y
seguir rápidamente por Lagunillas a Monteagudo, para interceptar el único
camino de abastecimiento del lado de Sucre y de Oruro con que contaba el
enemigo, es decir, la única conexión entre dicha zona y el altiplano. Esta
operación ofrecía las siguientes ventajas para nosotros: En primer lugar, las
tropas enemigas estaban todavía en la planicie, y nuestras fuerzas habían
adquirido una gran capacidad de maniobra en esta clase de terreno, en el curso
de su marcha a través de todo el Chaco: en segundo lugar, con la destrucción
de ese núcleo enemigo, el departamento boliviano de Santa Cruz quedaría
enteramente a nuestra merced, y en Santa Cruz podríamos explotar la
animadversión que allí existe contra el resto de Bolivia y sustraer del enemigo
una importante fuente de recursos de todo género: por último, caería en
nuestras manos Camiri, refinería de petróleo que surtía buena parte del
combustible consumido por el ejército enemigo. Hecho todo lo cual, ya sería
fácil la invasión de Tarija.
Además, la política interna de Bolivia atravesaba por un período muy delicado,
como consecuencia del derrocamiento del Presidente Salamanca y del
problema de la sucesión del poder por expiración del término presidencial. Un
golpe de efecto en el Chaco podría tener una repercusión decisiva.
El abastecimiento de las tropas enemigas del Parapití se realizaba en
condiciones difíciles, y el gobierno boliviano había extremado en aquellos días
el racionamiento de su propia población civil, hecho que consideré como una de
nuestras grandes victorias sobre el enemigo, atribuible enteramente a la
capacidad de nuestro gobierno y a los hombres responsables que cooperaban
con él en la retaguardia. El Paraguay, país pobre, consumaba la derrota
209
económica de otro país tenido por mucho más rico. Todas estas circunstancias
me indujeron a pensar en la invasión de Santa Cruz, aún al precio de forzar un
poco nuestras posibilidades.
A la sazón prevalecía igualmente la impresión de que nos aproximábamos al
cese de las hostilidades, pues las gestiones diplomáticas recobraban un
impulso vigoroso; y se justificaría cualquier esfuerzo en el orden militar que
contribuyera a acelerar el advenimiento de la paz en condiciones favorables
para nosotros. No se debe olvidar que nuestras finanzas se debatían en medio
de las más abrumadoras dificultades y que el problema de los reemplazos de
tropas se agravaba día tras día. Basta recordar que el 8 de marzo de aquel
año, nuestro Primer Cuerpo dispararía frente a Villa Montes las últimas nueve
granadas de su artillería. A raíz de este hecho,'consideré la posibilidad de traer
frente a Villa Montes un cañón de marina de 19 centímetros que poseíamos en
Asunción y que tenía una buena dotación de municiones. Los reemplazos
enviados a Bahía Negra, cuando ordené que las tropas veteranas de aquel
punto pasaran al frente principal de operaciones, eran niños de 17 años.
El día 12 de febrero ocupamos Camatindy; el 4, Tarairí, y seguimos avanzando
hacia Cayguã, del lado norte, en dirección a Villa Montes.
El 7 desencadenamos una acción enérgica en la misma región de Villa Montes,
con el Primer Cuerpo. Nos proponíamos estrechar más ese frente y empujar al
enemigo sobre sus principales posiciones definitivas, para que se mantuviera
allí mientras operábamos hacia el norte, en la región del Parapití.
El 8, nuestro Segundo Cuerpo, en cooperación con la acción sobre Villa
Montes, dio un golpe de mano en el sector de Ñancorainza. Nuestras tropas
escalaron la montaña y lograron interceptar el único camino de que disponía el
enemigo desde Ñancorainza hacia su base, el pueblo de Ivo. Pero el día 10 los
nuestros fueron desalojados nuevamente por un poderoso contraataque del
enemigo, que ocupaba las posiciones dominantes del punto de nuestra
irrupción. Sufrimos muchas bajas. Así pagábamos tributo a nuestra
inexperiencia en la guerra de montaña. Nuestras tropas no se habían cuidado
de ocupar las alturas vecinas y permanecieron en un bajo.
El 11 partí para el Cuartel General del Segundo Cuerpo con el propósito de
enterarme debidamente de la situación y dejar dispuesto todo lo relacionado
210
Fortín Ballivián
Nuestros zapadores: Terraplén de Camacho al oeste
con las próximas operaciones a cargo de dicho Cuerpo. Haríamos una tentativa
previa en la regiõn de Boyuibé, en dirección a Camiri, y luego en la región del
Parapití.
El 12, después de recorrer las posiciones de Machareti y más al norte, hacia
Timboy, regresé por Carandayty a mi Cuartel General, que entonces ya estaba
instalado en Capiírendá.
El 13 a las 2 de la mañana llegó el presidente al Cuartel General. Había hecho el
trayecto desde Oruro hasta Capiírendá en camión, porque todavía no estaba
preparada la pista de aterrizaje en Capiírendã. Sostuvimos con él una de las
conversaciones más interesantes que recuerdo. Le dije que teníamos abierto el
camino a Santa Cruz, podríamos invadir Tarija; en una palabra, podríamos
aplastar a Bolivia en un plazo brevísimo, pero necesitábamos elementos. El
presidente me contestó que no había nada que hacer: nuestras disponibilidades
estaban agotadas. Le expresé entonces que, de todos modos, algo debiéramos
hacer, porque las circunstancias no permitían que nuestro esfuerzo se
detuviera, salvo que se concertara la paz. El presidente me dijo “La paz va a
venir en un plazo muy corto, la guerra está por terminar."
Nunca como en aquel período lamenté tanto la carencia de aviación. Con una
buena aviación hubiésemos imposibilitado en poco tiempo al enemigo la
continuación de la guerra. Amontonado uno de los grupos principales del
ejército boliviano en la cabeza de puente de Villa Montes, era alimentado por
un único puente precario sobre el Pilcomayo; encajonadas las otras tropas
enemigas de más al norte entre quebradas, al oeste de Ñancorainza, Machareti
y Boyuibé; situadas nuestras fuerzas en las proximidades de Camiri y de
Sanandita, las dos fuentes principales de petróleo que proveían a los camiones
bolivianos, era fácil suponer lo que sobrevendría al ejército enemigo si la
aviación paraguaya bombardeara sistemáticamente las escasas líneas de sus
abastecimientos y, sobre todo, sus recursos de Camiri. Pero ya se ha visto que
ni siquiera nos quedaban municiones para nuestra artillería. Los grandes
trimotores bolivianos roncaban impunemente sobre nuestras cabezas, en un
continuo llevar y traer de artillería y de gente entre los distintos grupos de su
ejército, y nosotros los veíamos pasar sin que pudiéramos causarles un
rasguño.
El 19 fuimos con el presidente hasta Carandayty y pasamos luego a Machareti.
Después regresamos a Carandayty y seguimos hasta Ybamirante, de donde el
presidente emprendió su viaje de regreso a la capital el día 20.
211
El 22 di por terminada la serie de acciones emprendidas para reducir la
extensión de la cabeza de puente de Villa Montes, y resolví que el Primer y
Tercer Cuerpos permanecieran a la defensiva frente a Villa Montes, mientras el
Segundo iniciaba sus acciones más al norte. El sábado 23 partí para el Cuartel
General del Primer Cuerpo, entonces en Palma Sola, donde también estaba
citado el comandante del Tercero. Dejé las instrucciones siguientes: El Tercer
Cuerpo permanecería a la defensiva y se extendería al norte hasta
Ñancorainza , para relevar a las unidades del Segundo que cubrían dicho punto
y Machareti; además, el Primer Cuerpo realizaría acciones demostrativas
encaminadas a dar al enemigo, por el mayor tiempo posible, la impresión de
que seguiríamos atacando a Villa Montes.
Yo no desconocía el grave riesgo de extender el frente en la forma ordenada,
porque el enemigo de Villa Montes era fuerte. Pero me proponía desde luego
ceder terreno gradualmente si el enemigo pasaba al ataque, con tal de realizar
en buena forma nuestra acción hacia el norte, acción que yo juzgaba imperiosa
en vista de que el enemigo acumulaba más y más tropas en dicha región,
desde varias semanas antes. El 24 me dirigí al Cuartel General del Segundo
Cuerpo, situado en las proximidades de Boyuibé. Expliqué al comandante del
cuerpo las resoluciones tomadas últimamente y ordené que su unidad realizara
con la mayor rapidez posible la acción prevista sobre Boyuibé. Regresé a mi
Cuartel General el 25
Las unidades interesadas procedieron sin tardanza a efectuar los relevos
ordenados; y he aquí que el día 26, la Radio Illimani, de La Paz, difundió
la noticia de que desplazábamos el centro de gravedad de nuestras fuerzas
hacia Boyuibé y el Parapití y que ya no insistiríamos sobre Villa Montes,
exactamente como se había dispuesto. La radio enemiga repitió esta
información notablemente veraz el día 27.
Se hicieron trabajos preparatorios sobre el Parapití en dirección norte, para
establecer por aquel lado una cubertura en buenas condiciones, al propio
tiempo que nos alistábamos para dar un golpe en la región de Boyuibé, en
dirección a Ururiguá. Si esta operación se realizaba satisfactoriamente,
pensábamos marchar rápidamente por Salinas sobre el camino Boyuibé-Camiri,
con el intento de destruir al grupo enemigo de aquella zona o, en todo caso,
obligarle a retroceder en malas condiciones sobre Ivo-Cuevo, para asegurarnos
en dicha región contra posibles empresas ulteriores. mientras operábamos
hacia Santa Cruz. Naturalmente, si con nuestra operación inicial destruíamos
212
aquel núcleo enemigo, se nos abriría la posibilidad de llegar por esa parte a
Camiri.
Con nuestra acción preparatoria sobre el Parapití, el 12 de marzo conseguimos
destruir un destacamento enemigo que ocupaba Tamachindy, y quedamos en
posesión de este lugar, así como del poblado de Yuquy, sobre la margen
izquierda. Con fines efectistas, el día 2, en un parte abierto al Ministerio de
Defensa, magnifiqué deliberadamente esta acción, en sí misma insignificante;
yo deseaba también distraer así la atención del enemigo mientras dábamos el
golpe en Ururiguá. Pero la sensibilidad del enemigo estaba mucho más
hipertrofiada de lo que cabía suponer, y con motivo de mi anuncio, las
autoridades de Santa Cruz se apresuraron a pedir ayuda nerviosamente al
Gobierno de La Paz y al Comando boliviano del Chaco. La impresión que
recibieron fue tal, que propusieron el traslado inmediato de los fondos de la
sucursal del Banco Central de Bolivia más al interior, y a pesar de las palabras
tranquilizadoras del Comando enemigo, el gobierno de La Paz se vio en la
necesidad de enviar a la ciudad de Santa Cruz a dos miembros de su gabinete,
para calmar a la opinión pública alarmada.
El día 4 recibí una carta del presidente en que me confirmaba el agotamiento
de nuestros recursos financieros y la dificultad de conseguir nuevos
reemplazos. Me hablaba también de una insinuación del gobierno chileno para
una nueva mediación, pero me decía que él prefería esperar la inauguración del
nuevo período presidencial en Bolivia, el día 6, para dar una contestación.
Unas lluvias torrenciales retardaron considerablemente nuestra acción sobre
Ururiguá, pero el 8, tras brillantes asaltos, nuestras tropas consiguieron romper
ampliamente la línea enemiga. Por desgracia, a poca distancia del punto de
partida de su penetración, dieron con un abismo infranqueable y quedaron
bruscamente detenidas ante él. Se hicieron en los días siguientes varias
tentativas para superar esta dificultad, y todo resultó inútil, hasta que el día
11 autoricé al Comando del Segundo Cuerpo que ordenara el regreso de sus
tropas para no exponerse por más tiempo a los peligros que derivaban de su
situación desventajosa. Con este fracaso, pagábamos un nuevo tributo a
nuestro desconocimiento del terreno.
Pero sin pérdida de tiempo nos consagramos a la ejecución de nuestra acción
sobre Charagua. Si bien éramos dueños de Yuquy, sobre la margen izquierda
del Parapití, el enemigo conservaba la posesión de dicha margen desde
Ybysyryry hasta San Francisco.
213
Marcha de desmovilización
En los días ulteriores se sucedieron acciones locales en el frente de Villa
Montes, que duraron hasta fines de marzo. En las márgenes del Parapití
nuestras tropas seguían vigilando toda aquella zona y destruyeron otro
contingente enemigo en Yboperendá, sobre el camino que de este punto va
directamente a la ciudad de Santa Cruz.
Nuestro frente se había dilatado excesivamente, y como esta situación no
podía prolongarse por mucho tiempo, estábamos compelidos a proceder con
rapidez. Pero las lluvias continuadas y la escasez de medios de transporte
trababan grandemente nuestra acción, de modo que para fines de marzo
hubimos de dejar la margen izquierda del Parapití, abandonando Yuquy y la
zona de más al norte, para volver a Tamachindy.
También atravesábamos por un período de grave crisis de efectivos, pero
como teníamos que accionar constantemente, ordené el traslado a Capiírendá
de la escasa guarnición de Bahía Negra, constituida por tropas de mala calidad
(muchos heridos y convalecientes), como única reserva a mi disposición, y
Bahía Negra quedó guarnecida con 200 muchachos de 17 años, a cargo de la
Marina Nacional.
Desde el día 25 hice transportar una de las divisiones del frente de Villa
Montes a la orilia del Parapití, transporte que terminó el 30. En seguida
estudiamos la forma de atravesar el Parapití a viva fuerza en la región de
Amboro-Copere, con Charagua como objetivo, y en la región de San Francisco,
con el mismo fin.
El 4 de abril llegó a mi Gran Cuartel General el presidente. Me expresó su
optimismo acerca de la proximidad de la terminación de la guerra. A su juicio,
ésta no se prolongaría más allá del mes en curso. “Tengo la certeza de ello”,
repetía. Estaban entonces en plena actividad en el Río de la Plata los trabajos
encaminados a poner término al conflicto, iniciados en enero, y en el ambiente
prevalecía la impresión de que el final de la tragedia se acercaba rápidamente.
Este hecho estimuló la preparación del golpe de efecto que pensábamos dar.
El día 5, al aclarar, se inició el pasaje del Parapití sobre Amboro y Copere.
Nuestras fuerzas lograron dispersar a los defensores enemigos de Ia orilla
opuesta, tomándoles todos sus elementos y algunos prisioneros. Prosiguieron
214
luego hacia Charagua, a lo largo del camino que lleva directamente a esta
localidad.
La acción sobre San Francisco, por el lado de Casa Alta, se retrasó en algunos
días porque surgieron ciertas dificultades en el desplazamiento de nuestra
Octava División, que para este efecto era relevada por otras tropas en el
frente de Boyuibé. En los días siguientes nuestras fuerzas vencieron las
defensas sucesivas escalonadas por el enemigo sobre el camino CopereCharagua.
Al mismo tiempo que accionábamos sobre Charagua, yo preparaba una acción
en el sector de Villa Montes, con el Primer y Tercer cuerpos, sobre Itá-Ybaté,
en la montaña, así como el pasaje del Pilcomayo en la región Carmen Esquina,
con la intención de amenazar las comunicaciones del enemigo detrás de Villa
Montes. Pero estas acciones no se realizaron a causa del incidente de Boyuibé,
de que me ocuparé en seguida.
El presidente visitó los diversos cuerpos de ejército, y el miércoles 10 tomó en
Oruro el avión, de regreso para Asunción.
La intervención de nuestras tropas de la Octava División despejó de enemigos
para el día 14 toda la margen izquierda del río Parapití, desde Copere al sur. La
unidad enemiga de frente a nuestra división se replegó sobre Charagua, a
cuyas proximidades nuestras tropas llegaron el 15, y antes de media noche
ocuparon la localidad. Las fuerzas enemigas que se oponían en la región de
Carandayty-Moza al avance de las nuestras que operaban por el lado de
Copere, quedaron seriamente amenazadas.
Pero el mismo día 15 el enemigo de Boyuibé atacó furiosamente nuestra línea
defensiva, aunque sin mayores resultados. Y el 17, a las 3 horas, el
comandante del Segundo Cuerpo me dio parte por teléfono, desde Carandayty,
de que el enemigo, por el lado sur, descendiendo por una de las quebradas
entre Carandayty y Boyuibé, marchaba sobre este último punto, después de
arrollar a nuestras tropas de vigilancia. Para las 4:30 el enemigo lograba
interceptar el camino entre Carandayty y Boyuibé, en las proximidades
inmediatas de Boyuibé. Este incidente nos obligó a modificar nuestro
dispositivo e introducir un cambio rápido en nuestras disposiciones de carácter
general. Hicimos que nuestras tropas de Boyuibé se replegaran sobre
Mandyupecuá, para accionar del lado de Ñancorainza hacia Boyuibé,y que
nuestras fuerzas del lado norte vinieran desde Cambeity también hacia
215
Croquis 7
Situación General de las Tropas a la Terminación de la Campaña
Boyuibé, a cuyo efecto ordené el 18 que la Octava División volviera sin
tardanza de Charagua, autorizando a las demás tropas que se replegaran
lentamente, a medida de la presión enemiga, sobre el Parapití.
En la región de Villa Montes, asimismo, abandonamos momentáneamente la
ejecución de las operaciones que teníamos en preparación, a fin de llevar más
tropas hacia Carandayty, desde cuya dirección accionaríamos igualmente hacia
Boyuibé y hacia Mandyupecuá.
El día 18 el enemigo interceptó el camino que de Mandyyupecuá sigue
directamente a Carandayty, y dejó aislada, en consecuencia, a nuestra Novena
División [Mayor Luis Santiviago], que ocupaba Mandyyupecuá. Se pidió a ésta
que permaneciera aquí hasta el 21, dado que había atraído sobre sí a toda la
tropa enemiga; pero contestó que no podría sostenerse por falta de
municiones. Se le ordenó entonces que se replegara por senderos indirectos
hacia Carandayty. Y así se malogró la intervención de la Octava División que,
reforzada con otras fuerzas, debió accionar a partir del día 20 desde Cambeíty
hacia Boyuibé.
Como de la región de Villa Montes habíamos sustraído algunos regimientos,
trasladados a Carandayty, permanecimos allí a la defensiva y nos vimos en la
necesidad de retroceder en algunos puntos, por el debilitamiento de nuestra
defensa.
En las acciones que acabo de referir el enemigo experimentó pérdidas
considerables. Sus bajas fueron de cerca del 45 por ciento, según supimos
después.
216
El Mariscal Estigarribia llega a “Puesto Merino” para la
primera entrevista con el General Peñaranda
El primer
encuentro entre
el Mariscal
Estigarribia y el
General
Peñaranda
CAPITULO XVII
ULTIMAS OPERACIONES - CESACION DE LA LUCHA
(De abril 18 a junio 14 de 1935)
Malograda nuestra acción sobre el enemigo que seguía nuestro repliegue hacia
Mandyupecuá, por la imposibilidad de que nuestra Novena División permaneciera en
dicho sitio -la que se escurrió por senderos indirectos-, nuestra Octava División,
que debió accionar desde Cambeity, quedó aislada y, naturalmente, en situación
comprometida. El enemigo se dio cuenta de ello, y en seguida de ocupar
Mandyupecuá, lanzó sobre nuestra división su núcleo principal y logró cortar a una
de sus fracciones adelantadas; -pero esta última se abrió paso a través del cerco
enemigo y se puso a salvo. Toda la Octava División se tuvo que retirar por lo tanto
hacia la región de Santa Fe, a orillas del Parapití, repliegue que se realizó con el
enemigo a la zaga. Con todo, las tropas de nuestra Sexta División [Tte. Cnel.
Smith], empeñadas del lado de Ñancorainza, conforme con nuestro abortado plan
contra el enemigo de Mandyyupecuá, obtuvieron en aquellos días ventajas
apreciables, destruyendo en su frente una buena parte del regimiento Manchego.
También progresaron satisfactoriamente las tropas que habíamos transportado de
la región Villa Montes y que accionaban del lado de Carandayty hacia Boyuibé y La
Victoria.
A partir del día de nuestro repliegue de Boyuibé, las iniciativas del enemigo se
sucedieron sin interrupción en el curso de toda la segunda quincena de abril. Aquél
atacó sucesivamente nuestras posiciones del frente de Villa Montes, donde nos
obligó a retroceder poco a poco, a lo largo del camino Villa Montes-Boyuibé, y a
dejar finalmente en su poder el poblacho de Tarairí; del lado de Charaqua siguió
dificultando nuestro repliegue sobre la orilla del Parapití; del lado del Ysosog
presionó sobre uno de nuestros destacamentos que había cooperado en el avance
sobre Charagua y que se había apoderado de Joseravi y otras poblaciones de la
comarca, y que tenía orden de reunirse a las demás fuerzas paraguayas en la
región Los Maticos-Santa Fe-Casa Alta. También se hizo sentir la presión enemiga
en la región de Ingavi, sobre la columna paraguaya que ocupaba el camino de
Ravelo, a veinte kilómetros de Ingavi.
A raíz del incidente de Boyuibé y con motivo de las actividades recién referidas, se
nos presentó de nuevo la oportunidad de batir al enemigo fuera de las montañas,
en campo abierto, y para el efecto esbocé la siguiente concepción operativa:
Hacernos fuertes en Ingavi, para estar a cubierto de toda acción peligrosa del
217
enemigo en dicha región, mientras continuábamos nuestro repliegue del lado del
Parapití hacia Puesto Casal y Huirapitindy, con el designio de atraer a la masa
enemiga a la mayor distancia posible y con el mayor desgaste para ella, a la vez
que acumulábamos fuerzas importantes en la región de Mandyupecuá, a fin de
combinarlas luego con las del Parapití en una enérgica acción de sur a norte, que
partiría de Mandyyupecuá hacia Casa Alta y Santa Fe. En esta forma intentaríamos
la destrucción de las tropas enemigas que habían escapado a nuestro golpe hacia
Charagua.
Para ejecutar este pensamiento, dispuse que la Novena División -que el 21 de abril
apareció en nuestra línea a la altura de Valle Verde, al norte de Carandayty-, pasara
a una región tranquila del sector Ñancorainza-Boyuibé, donde relevó a la Sexta
División, que se orientó hacia Ybamirante, desde donde debería accionar para la
retoma de Mandyupecuá.
Durante los últimos días de abril y los primeros de mayo, nuestro repliegue, tanto
del lado de Casa Alta como del lado norte, sobre la margen derecha del Parapití, se
realizaba en medio de los más variados incidentes. Fracciones de nuestras diversas
unidades quedaban cortadas durante su retroceso, y luego volvían a reunirse a su
masa principal. Yo seguía empeñado, entre tanto, en el transporte de tropas a la
región norte de Carandayty.
Después de sucesivos repliegues, establecióse en la región de Ingavi una nueva
línea de defensa paraguaya, a once kilómetros de dicho fortín. Yo había reforzado
la guarnición de Ingavi con un regimiento más sacado del Parapití.
Ante la importancia cada vez mayor que adquirían las acciones del Parapití y de la
región de Carandayty, y con miras a la ejecución del plan que yo acababa de
adoptar, el día 4 de mayo destaqué al comandante del Segundo Cuerpo (Cnel.
Franco), que se hallaba en Carandayty, con la misión de hacerse cargo de las
tropas del Parapití, mientras yo me encargaba personalmente de las tropas que
operaban en la zona de Carandayty.
Las gestiones diplomáticas iniciadas en el Río de la Plata para tratar de poner fin a
la guerra progresaban con rapidez. El 11 de mayo los cancilleres de los países
beligerantes fueron invitados a ir a Buenos Aires para intervenir en ellas. El 12, el
presidente me pidió que enviara a mi Jefe de Estado Mayor, Cnel. Garay, como
asesor militar de nuestro canciller, Dr. Luis A. Riart, durante las negociaciones de
Buenos Aires.
218
El día 13, a las 24 horas, partieron de Ybamirante rumbo al norte las primeras
unidades que darían comienzo a nuestra maniobra sobre Mandyupecuá, como
acción previa en la ejecución de nuestro plan sobre el Parapití. Iban por senderos
abiertos anticipadamente, con todo género de precauciones para escapar a la
observación aérea del enemigo, y todo estaba dispuesto para ensanchar las
picadas detrás de las tropas en movimiento, de modo que nuestros vehículos
mecánicos pudieran pasar también por ellos. En el Parapití seguía nuestro
repliegue, siempre lleno de incidentes.
El día 15 toda nuestra Sexta División cayó sobre el camino enemigo al norte de
Mandyupecuá y se apoderó sorpresivamente de varias instalaciones bolivianas.
Siguió luego rápidamente hacia su objetivo, el fortín Mandyyupecuá, y el 16 se
apoderó de él a las 10:30, después de haber asaltado y rebasado sucesivamente
las líneas de resistencia del enemigo. Al propio tiempo, otras fuerzas de la misma
unidad paraguaya que se dirigían hacia el norte, batían a algunas fracciones
enemigas de los regimientos Castrillo y Manchego y llegaban hasta el cauce seco
del río Cuevo. La marcha de nuestra Sexta División [Tte. Cnel. Smith] fue una de
las hazañas más notables de la guerra; solamente por el temple extraordinario de
sus tropas, a pesar de la tortura de la sed y del hambre, pudo haberse cubierto
aquel trayecto. El regimiento Valois Rivarola [Cap. Eustacio Rojas], que iba en
punta, fue condecorado como premio a su comportamiento.
El 19 Ilegó a mi Cuartel General el presidente.
Para el 21 el camino que lleva directamente de Carandayty a Mandyyupecuá por
Puesto Victoria, quedaba limpio de enemigos, y al norte de Mandyyupecuá
estábamos en posesión del cauce seco del río Cuevo, que se dirige de oeste a este,
punto de partida de nuestra acción sobre el Parapití. Aquel día 21 nuestras tropas
del Parapití estaban desplegadas de norte a sur, con el centro de la línea a cinco
kilómetros al oeste de Puesto Casal, donde teníamos ya reunidas todas las tropas
de dicho sector y en condiciones de esperar al enemigo en buena forma. Seguí
reuniendo más tropas, sacadas del Primer y Tercer cuerpos, al sur del rio Cuevo,
donde organicé la masa de maniobra.
El 23 el presidente partió de Capiírendá de regreso para Asunción, y después de
despedirle, el mismo día, instalé mi P.C. en Carandayty, en Ia única casa de dos
pisos que hay en la localidad. A las 12:50 seguí viaje para la línea. Llegué a las 24 a
Valle Verde, donde di a los comandantes de las divisiones Tercera [Tte.Cnel. C.
Recalde] y Sexta [Tte.Cnel.Smith] algunas aclaraciones sobre la iniciación de la
maniobra al norte del río Cuevo, cuyo objetivo inmediato era limpiar de enemigos
219
dicha región y seguir rápidamente por Yoay al Parapití, hacia Casa Alta. Pasé luego
a Ybamirante, donde inspeccioné a las tropas que acumulabamos en dicha región, y
regresé por la tarde a mi P.C. de combate de Carandayty.
El 24 nuestras tropas iniciaron por nuestra derecha el pasaje a la orilla opuesta del
cauce seco del río Cuevo, y arrollaron a la defensa enemiga en dirección norte. El
25, al aclarar, fuerzas pertenecientes a nuestra Sexta División irrumpían a su vez
sobre la margen opuesta del Cuevo, a lo largo del camino Mandyupecuá-Yoay,y
después de vencer la resistencia enemiga, siguieron adelante hasta llegar a dos
kilómetros de Yoay, donde fueron detenidas por tropas bolivianas de
consideración.
En vista de nuestro retroceso a las márgenes del Parapití, los nativos guarayos de
la región decidieron acompañar a nuestras tropas, y esto nos creó un serio
embarazo, porque implicaba un recargo considerable en el empleo de nuestros
medios de transporte, que no poseíamos en cantidad suficiente. Ordené, en
consecuencia, que los indígenas fueran evacuados sobre Yrendagüé, única fuente
de agua en aquella zona. Como la evacuación se llevó a cabo en pleno día, la
aviación enemiga no tardó en descubrirla y bombardeó a la columna en
movimiento. El Comando enemigo interpretó este desplazamiento de gente hacia
nuestra retaguardia como un repliegue de nuestras tropas más hacia el sur, y
probablemente esta creencia le indujo a mover sus fuerzas del lado norte y del
lado oeste, en dirección concurrente, para desbordar las dos alas de nuestra
defensa de Puesto Casal e interceptar el único camino que había detrás de nuestra
línea defensiva. Pero nosotros, lejos de haber decidido replegarnos, continuábamos
acumulando elementos y aumentando la dotación de nuestras unidades de
maniobra, la cual tenía por entonces el valor de cuatro regimientos y estaba
destinada a coordinar su acción con las fuerzas que operaban sobre el río Cuevo.
Sin embargo, el avance de las columnas enemigas de la derecha y de la izquierda
nos obligó a postergar momentáneamente nuestra maniobra por este lado, para
batir previamente a dichas columnas. Para el día 26 se consumaba la destrucción
de las mismas, y con este motivo envié a Asunción uno de los partes más largos en
toda la campaña, deseoso de impresionar a la Conferencia mediadora de Buenos
Aires.
El siguiente despacho del presidente, que recibí el día 28, a las 18:30 horas,
prueba que nuestra finalidad fue ampliamente alcanzada:
Mediación propuso indicación Brasil: Tregua durante permanencia
Cancilleres en Buenos Aires, manteniéndose las actuales posiciones
220
militares. Armisticio en las condiciones que sean fijadas en el curso de
la tregua, para permitir a los beligerantes con el mínimo de sacrificio,
esperar la suspensión de hostilidades con las garantías exigidas por los
beligerantes. Hemos contestado que la tregua es peligrosa si no se
fijan previamente en el terreno posiciones de los ejércitos, y hemos
sugerido envío Comisión Militar al Chaco aceptando armisticio ocho
días para permitir Comisión realizar trabajos. Impresión es buena.
Creemos últimas acciones han sido de mucha influencia.
Fdo: Eusebio Ayala
Después de batir a seis regimientos enemigos en el Parapití y a otros tantos sobre
el Cuevo, ordené que se intensificaran nuestros preparativos para la acción
decisiva; y también, ante la posibilidad de que se llegara a una tregua repentina,
según anticipaba el telegrama del presidente, ordené la consolidación de nuestras
posiciones en todos los sectores.
El enemigo, entre tanto, transportaba tranquilamente tropas y elementos de todo
género en sus grandes trimotores, de Villa Montes a Charagua, mientras nosotros
observábamos impotentes este tráfico. No poseíamos un solo avión en aquellos
días para poner alguna traba a la aviación enemiga. Una vez comprobé que dos
trimotores bolivianos hicieron seis viajes cada uno en un solo día.
El día 29 anoté en mi diario de guerra:
Hasta las 17:30 horas de hoy, es (éste) el primer día, desde el día 17 de abril
pasado, más tranquilo que ha transcurrido. Tal vez sea ya la espera de a paz, que
parece aproximarse velozmente.
Llega hasta mi P.C. el comandante del Primer Cuerpo de Ejército (Cnel. Fernández),
quien viene a enterarme de la situación de sus tropas y a buscar noticias. Las
referentes a la paz que le doy, le llenan de alegría.
Todos perciben que la paz está próxima y se sienten contentos. Cansancio
evidente de la guerra.
En Asunción esperan de un momento a otro la firma de una tregua en la lucha del
Chaco.
221
Sin embargo, al día siguiente, jueves 30, el enemigo atacó furiosamente nuestras
posiciones adelantadas de Ingavi, sector donde éramos bastante débiles; por cuya
razón decidí enviar de inmediato más tropas a dicho teatro de operaciones y
ordené que se opusiera al enemigo la más enérgica resistencia, sin reparar en
sacrificios. Dije textualmente al comandante de las tropas de la región [Tte. Cnel.
José M. Casal]: “Ingavi no debe caer en manos del enemigo”. Los refuerzos para
este sector fueron enviados a expensas de las fuerzas del Parapití, donde nos
vimos, por consiguiente, obligados a suspender nuestra proyectada acción. El
enemigo continuó atacando en Ingavi en los días subsiguientes, pero los nuestros,
un puñado de 200 hombres escasos, resistieron con espléndida tenacidad.
Desde el 30 de mayo, según comunicaciones que me transmitía el gobierno de
Asunción, los bolivianos empezaron a poner dificultades en Buenos Aires para la
concertación del protocolo de paz. El 1º de junio se anunció la posibilidad de un
impasse. Bolivia insistía en una mera tregua para el arreglo de la cuestión de fondo,
al paso que nosotros hacíamos hincapié en la cesación definitiva de la lucha con
seguridades de que ella no se reanudaría, a fin de encarar la solución de la cuestión
de fondo en un ambiente de paz efectiva. Parece que el Comandante en Jefe de las
tropas bolivianas del Chaco preparaba una contramaniobra en que depositaba
mucha fe y que los bolivianos deseaban mejorar su situación militar en todo lo
posible para avenirse a acceder a la suspensión de las hostilidades.
El 3 de junio el presidente me envió el mensaje que paso a transcribir:
Grupo mediadores propuso plan pacificación consistiendo cesación
hostilidades con medidas de seguridad y reunión Conferencia Paz para
resolver cuestiones de fondo. Mientras nosotros examinábamos plan,
delegación boliviana comunicó mediadores rechazo absoluto del plan,
insistiendo en su tesis conocida. Canciller Elío hizo exposición en
términos casi violentos. Situación creada me parece de difícil solución,
pero algunos mediadores están ya trabajando nueva fórmula con
objeto apaciguar Bolivia. Nuestra actitud será más firme considerando
peligro implicaría cualquier concesión al enemigo.
Fdo: Eusebio Ayala
Ante el anuncio que antecede, hice apresurar todavía más nuestros preparativos
contra el enemigo de Ingavi. Este había sido ya detenido, pero la lucha continuaba
y nosotros deseábamos consumar la destrucción de esa columna boliviana como un
medio de decidir a Bolivia a concertar la paz. El día 4 nuestras tropas de maniobra
222
interceptaron el camino de Ingavi a Ravelo, detrás de las posiciones enemigas. Para
el 6, las fuerzas enemigas luchaban en condiciones muy difíciles, y el 8 se produjo
el desenlace. A las 11:30 horas envié al Ministerio de Defensa el siguiente parte
abierto:
En el sector Ingavi destruimos totalmente a la Sexta
división del Tercer Cuerpo de Ejército boliviano,
capturando prisioneros a su comandante, el Coronel Julio
Bretel, al comandante del Regimiento Florida, Mayor
Marcial Menacho Paz, al comandante del regimiento
Ballivián, Mayor Humberto Berntz Vivanco [chileno] y todo
el material de guerra de dicha gran unidad.
Todo lleva a suponer que este parte produjo un efecto instantáneo en el ánimo del
enemigo, pues el mismo día 8 a las 19:18 el presidente me informaba:
Se está llegando en Buenos Aires a un acuerdo sobre puntos
principales de armisticio, cesación de hostilidades, medidas de
seguridad y procedimiento para solución diferendo. Bajo forma discreta
nuestra tesis triunfa. Convenio contempla armisticio ocho días a contar
desde que militares neutrales estén en campo de operaciones listos
para definir línea de separación de los ejércitos. Creemos cambio
Bolivia se produjo a raíz acción Ingavi, que nos llena de alegría y
orgullo. Ese Comando procederá de acuerdo con esta información.
Fdo: Eusebio Ayala
El 9 amplié el parte del día anterior, con nuevos pormenores sobre el número de
prisioneros y la enorme cantidad de armas, municiones y elementos de todo
género tomados al enemigo. Deliberadamente cargué la tinta sobre este nuevo
desastre boliviano que sería el último de la guerra.
El mismo día 9 el presidente me envió el siguiente mensaje de felicitación:
Una vez más en el curso de la campaña del Chaco, la
capacidad de dirección y el heroísmo de las tropas acaban
de convertir una peligrosa amenaza enemiga en brillante
victoria de nuestras fuerzas. Ruego aceptar y transmitir a
los valientes de Ingavi mis cordiales felicitaciones.
223
El Mariscal al frente del desfile de la victoria
Fdo: Eusebio AyaIa
Presidente de la República
Contesté al presidente:
Hondamente emocionado recibo y transmito a los héroes de Ingavi las
cordiales felicitaciones del Sr. Presidente de la República. Esta victoria
ha sido posible gracias a que el Gobierno de la nación ha consagrado
todas sus energías y todos sus esfuerzos en fortalecer al Ejército del
Chaco. Ruego aceptar por ellos la expresión de nuestra gratitud.
Fdo: General Estigarribia
Desde el día 9 iniciamos una enérgica persecución hacia Ravelo, de las
fracciones enemigas escapadas del descalabro de Ingavi.
En los últimos días de mayo y en los primeros de junio sobrevino una creciente de
los ríos del norte, que inundó toda la zona ocupada por nuestras fuerzas de la
región próxima a Vitriones. Las aguas subieron hasta un punto tal, que el
comandante de aquellas fuerzas me pidió autorización para replegarse, porque su
situación podría volverse desastrosa. En vista de las tratativas diplomáticas hube
de oponerme a este repliegue, y ordené que nuestras tropas se mantuvieran en las
posiciones alcanzadas a costa de cualquier sacrificio. Tuvieron que improvisar
sobrados en los árboles para poder vivir, y el abastecimiento se les hacía en canoas
tiradas por bueyes, porque a través de aquella vasta extensión cubierta de agua
pero llena de matorrales altos, no se podían emplear remos ni embarcaciones a
motor, ni tampoco realizar el transporte a lomo de mulas.
La paz era inminente. Captábamos las informaciones de las radioemisoras de
Buenos Aires y por ellas nos enterábamos de que se marchaba hacia la cesación de
la lucha a pasos acelerados.
El día 12 a las 9:40 horas el presidente me dio la gran noticia con el mensaje que
sigue:
Anoche concertáronse bases cesación hostilidades y reunión
conferencia paz, debiendo firmarse Protocolo hoy 12 de junio, a 12
horas, presencia Presidente argentino. Con objeto terminación
inmediata lucha se acordó que cesara fuego dentro 48 horas firma
protocolo. Determinación línea separación ejércitos será hecha por
224
Comisión Militar que saldrá hoy en avión de Buenos Aires y llegará a
más tardar mañana al frente. Aprobación protocolo por Congreso será
dado plazo 10 días.
Fdo: Eusebio AyaIa
Recibí luego del Ministerio de Defensa este telegrama:
El Poder Ejecutivo Presentó hoy al Parlamento siguiente mensaje, con proyecto de
ley que transcribo a continuación:
»Al Honorable Congreso de la Nación:
“Tengo, el honor de someter a la consideración de Vuestra Honorabilidad el
adjunto proyecto de ley, que crea el grado de General de Ejército en el escalafón
militar y designa como titular del grado al General de División D. José Félix
Estigarribia., Desígnio del proyecto es premiar con una jerarquía excepcional al
ilustre jefe militar que ha mandado el Ejército durante la campaña del Chaco. Una
democracia se honra al reconocer y consagrar los méritos de los ciudadanos que
merecen bien de la patria., No ha de esperarse que ellos desaparezcan ni ha de
limitarse el reconocimiento nacional a títulos honoríficos. El General Estigarribia, por
sus condiciones intelectuales y de carácter, y por su juventud, está llamado a
prestar eminentes servicios, por mucho tiempo a la Nación. Es nuestro deber
independizarle de los cuidados materiales, que hasta hoy ha sacrificado con entero
desprendimiento. El General Estigarribia es un prócer paraguayo de la más pura
estampa. Dios guarde a V.H.
Fdo: Eusebio AyaIa
Víctor Rojas."
El mismo día 12 dirigí al presidente el despacho siguiente, como homenaje del
ejército en campaña:
Señor Presidente de la República,
Dr. D. Eusebio AyaIa
Asunción
En momentos en que finaliza la lucha, el Ejército en el Chaco rinde por
mi intermedio su homenaje de admiración y de respeto al gobernante y
al hombre que con su luminosa inteligencia, su recia voluntad y su
225
grandeza de alma hizo posible la victoria, salvando así a la Patria. Para
él nuestra gratitud eterna de paraguayos y soldados.
General Estigarribia
Comandante en Jefe del Ejército en el Chaco
El presidente contestó el día 23:
Recibo con honda satisfacción el radiograma que el Comandante en
Jefe, en nombre del ejército en campaña, aprecia la participación del
Gobierno nacional. La íntima inteligencia y la perfecta coordinación que
durante todo el curso de la guerra se ha mantenido entre el Gobierno
civil y el mando militar, constituye uno de los rasgos más honrosos del
espíritu patriótico que ha prevalecido en toda la nación y al cual
debemos el haber conquistado una paz gloriosa y justa.
Fdo: Eusebio Ayala
Entre tanto los miembros de la Comisión Militar neutral encargada de intervenir en
la ejecución de las cláusulas del acuerdo del 12 de junio relativas a la cesación de
la lucha, salían en avión de Buenos Aires, Santiago de Chile, Río de Janeiro y Lima,
respectivamente, con destino al Chaco.
El día 14, en cumplimiento del protocolo de paz, dirigí por radio a las 8 horas la
siguiente orden al ejército paraguayo:
Radiograma Nº 5331
A los Comandos de Cuerpos de Ejército y Unidades dependientes
directamente del Comando en Jefe:
El día de hoy, 14 de junio de 1935, a las 12 horas, cesarán los fuegos
en todos los frentes. Las tropas harán alto a la hora indicada en el
lugar alcanzado, donde permanecerán hasta nueva orden.
Fdo: Estigarribia
General Comandante en Jefe del Ejército en Campaña
A las 12 horas de ese día 14, nuestras tropas de Ingavi, que marchaban hacia
Ravelo, hicieron alto en las proximidades de este último punto (Véase el Mapa Nº
226
Mapa que indica la progresión de nuestro ejército desde el comienzo de las
hostilidades hasta el cese de las mismas
7). Los bolivianos, con un designio que no se atina a comprender, desencadenaron
un furioso cañoneo en toda la línea de fuego, desde las 11 hasta las 12.
Había llegado. el minuto final. Dispuse entonces que nuestros pocos aviones,
engalanados con insignias negras y blancas, emprendieran el vuelo y arrojaran
flores sobre los muertos de los dos ejércitos beligerantes.
A las 12 en punto transmití por radio la siguiente proclama a nuestro bravo
ejército:
A los Jefes, Oficiales, Clases y Soldados del
Ejército en Campaña:
Con profunda emoción os anuncio la cesación de la lucha. En tres años de guerra
habéis demostrado ser dignos de vuestros mayores, realizando una obra que las
generaciones del porvenir recordarán con orgullo. Quiera Dios que ellas se inspiren
siempre en vuestro ejemplo. Habeis vencido en jornadas inolvidables a un enemigo
tenaz y a una naturaleza hostil. La Nación no olvidará a quienes combatieron y
sufrieron para salvarla de la mutilación y de la deshonra. Si un pueblo debe ser
grande por la inteligencia, el valor y el sacrificio de sus hijos, digo que el nuestro
está llamado a los más altos y nobles destinos. En este día tan feliz, recuerdo
especialmente, con el corazón dolorido, a los hermanos que cayeron desde
Pitiantuta hasta Charaqua. Sea para ellos nuestro homenaje y sírvanos en todo
tiempo el santo ideal que los llevó a la muerte en plena juventud.
Jefes, Oficiales, Ciases y Soldados Combatientes y de los Servicios:
A todos mi gratitud de paraguayo y de soldado.
Yo llevaré a la tranquilidad de mi hogar, como el más grande honor de esta guerra,
el haber sido vuestro Comandante en Jefe.
José Félix Estigarribia
General Comandante en Jefe del Ejército en Campaña
Después de tres años menos un día, el cañón dejaba de hablar en el Chaco su
lenguaje de hierro.
Washington, D.C., Febrero 4 de 1939.
227
Manifestación popular en Asunción:
Se festeja el fin de la guerra
PALABRAS DE PRESENTACION DE LAS "MEMORIAS DEL MARISCAL
ESTIGARRIBIA", PRONUNCIADAS EN EL ACTO DEL LANZAMIENTO
REALIZADO EL DIA 12 DE JUNIO DE 1972, CON ASISTENCIA DEL EXCMO.
SEÑOR PRESIDENTE DE LA REPUBLICA Y COMANDANTE EN JEFE DE LAS
FUERZAS ARMADAS DE LA NACION, GENERAL DE EJERCITO DON ALFREDO
STROESSNER, POR EL JEFE DE OPERACIONES DEL COMANCHACO, GENERAL
(SR) RAIMUNDO ROLON.
Excelencias Señoras; Señores:
Quienes hayan leído mi obra: "LA GUERRA DEL CHACO, Tomo I y II, y
escuchado varias exposiciones sobre aquella épica jornada, habrán tomado
conciencia de que cumplíamos un deber para colocar la figura del Mariscal
Estigarribia en el lugar que le corresponde en la Historia Paraguaya y
Universal, como un genio militar; era tarea grata a mi sentimiento de lealtad
como Jefe de Operaciones de su Estado Mayor. Estigarribia no iba a
necesitar en la posteridad de defensa alguna, pues con el tiempo su
estampa prócer debía necesariamente brillar con el ímpetu de los
inmortales.
E.stigarribia tuvo la oportunidad de escribir sus Memorias, con cuya
lectura podemos con facilidad, entrelazando con los documentos de la
época y la narración de otros actores, comprender el drama en que nuestro
ejército (Nación en Armas) pudo en desigual lid vencer a un adversario
superior, económica y demográficamente.
Este Libro que se lanza a la publicidad merced a la mancomunión de
numerosas voluntades, es homenaje que se rinde a la Paz de nuestros días
a los heroicos defensores del Chaco, en la persona de un ex-combatiente,
hoy Presidente de la República, el Excelentísimo Señor General de Ejército
don Alfredo Stroessner. Están sus páginas llenas de lecciones no solo para
los paraguayos sino para la humanidad. Es la justificación del derecho
venciendo a la fuerza; de la Unidad Nacional y moral granítica; de la sabia y
correcta aplicación de los principios del arte de la guerra, por un Conductor
genial.
Estigarribia vino de tierra adentro. Hijo de Pueblo, sembrando y
cosechando mieses, forjó su personalidad en largas vigilias y ensoñaciones
patrióticas; lo fue elaborando entre faenas de labriego, lecturas asiduas de
obras maestras y genios como la de Moisés Bertoni; de voluntad acerada,
fruto de convicciones profundamente arraigadas.
Por eso fue venciendo Estigarribia, sin que para ello apelara a la
demagogia. El equilibrio que ponía en todo, el justo medio de que habló
Aristóteles, fue fruto del dominio que ejercía sobre su voluntad. Es que
aspiraba a lejanos horizontes trascendentes.
En el arte militar parecía un iluminado. La vastedad de su
talento hacía que se adelantara al conocimiento de la idea operativa del
contendor, su capacidad de reacción y sus posibilidades, para en momento
y espacio ideal poner freno al ímpetu enemigo, desarmarlo v asestarle
golpes decisivos. No se mareaba con las victorias y su espíritu de audacia
no malograba los éxitos alcanzados. Sabia parar en el justo momento; él no
podía correr el riesgo de la retirada de los 10.000 atenienses; de la derrota
de Napoleón en Moscú, de la trunca meteórica expansión nazi. Medía sus
posibilidades y en su hora fueron cayendo los bastiones.
En su Primer Plan de Guerra, decía: "Tomaremos Boquerón, nuestro
objetivo es Arce". Frente a Nanawa, estaba seguro que la estrella de Kundt
se iba a eclipsar. En la Batalla de Campo Vía, afirmaba: "La destrucción del
enemigo es una Operación matemática", sorprendiendo al General francés
Freydenberg. En la ofensiva sobre Ballivián, serenamente, contestaba:
"Ballivián caerá en su hora". Cuando la guerra se prolongaba, exclamaba:
"Salamanca es el peor enemigo de la paz con Bolivia".
Así fue Estigarribia, así es y así será en el tiempo y en el espacio. Así
surgirá de la lectura de sus memorias, de páginas sugestivas. Les
recomiendo la lectura en la soledad de los gabinetes y a la luz del Acaray,
con sueños de grandeza para la Patria, que con su genio nos entregó "SIN
LA MUTILACION Y LA DESHONRA".
Es, pues, una oportunidad histórica para recomendar, a los
estudiosos, a los hombres de arma, a la juventud de mi Patria la posesión
de esta reliquia histórica.
Gracias.
PROLOGO
a la primera
edición en español
Las Memorias del Mariscal José Félix Estigarribia, cuya edición castellana se
emprende por primera vez, pasados los treinta años de su muerte, son
indudablemente la obra más importante para la evaluación del proceso
estratégico de la gesta chaqueña, con sus dramáticas y gloriosas
alternativas. Ninguna posición más encumbrada que la de este ilustre jefe,
para situarnos dentro del panorama de los prolegómenos de aquel conflicto
y, una vez iniciadas las operaciones, conocer las ideas que inspiraron su
desarrollo y su culminación victoriosa para nuestro país.
Las convulsiones políticas en que cayó el país después de la guerra,
situaron a Estigarribia en el vórtice de los enconos en que se dividió la
opinión pública. Apresado y deportado con los dirigentes del gobierno
liberal después del 17 de febrero de 1936, su figura militar y de ciudadano
ya no pudo sustraerse a los ajetreos de la política, cuyos menguados
intereses, a veces, tiznan hasta las acciones y los sentimientos más
patrióticos. Vuelto del exilio y rescatado su indisputable prestigio entre sus
camaradas de armas, llegó a la Presidencia de la República, en 1939, con el
apoyo cívico del Partido Liberal. Seis meses después, ante un descontento
que amagaba desbordar en anarquía, se vió obligado a sancionar la
Constitución de 1940, en golpe de palacio que afectó al mismo partido que
lo apoyaba. Meses más tarde, murió en un trágico accidente de aviación.
Tan breve aunque intensa gestión política generó en torno a Estigarribia
recelos, animadversión y enconos. Su inmensa y prestigiosa figura, y la
conmoción que produjo su desaparición, pudieron contener, sin embargo, la
animosidad que surgía de aquellos resentimientos y una reacción de
respetuoso silencio envolvió, desde entonces, su ilustre nombre.
Hoy el país vive en paz y sus hijos tienen una disposición más ecuánime.
Nada impide ya hablar de Estigarribia, cuya victoriosa y brillante conducción
en la guerra del Chaco le otorgan tan altos merecimientos en nuestra
historia.
En 1950, el Sr. Pablo Max Ynsfrán, colaborador del Mariscal Estigarribia en la
redacción de estas Memorias y hoy profesor eméritus de la Universidad de
Texas, preocupado con la idea de que la obra la habían escrito para que el
Mariscal se defendiera de sus detractores, donó la copia en inglés a la
citada Universidad. Así nació la primera edición, en inglés, bajo el patrocinio
de dicho instituto, que la publicó por su evidente interés histórico.
En 1954, hallándome exiliado en Formosa, y a raíz de un pedido que le hice
sobre la edición en español, me contestó el Sr. Ynsfrán una extensa carta
de cuyos párrafos entresaco los siguientes, porque ilustran sobre los
orígenes del documento:
“…Estigarribia escribió esas Memorias para defenderse. El acuerdo nació
cuando estábamos presos, después del 17 de febrero. Compartíamos la
misma celda el Dr. Ayala, Estigarribia, Prieto, Marín, yo y otros. Fue el Dr.
AyaIa el que, una vez que conversaba con Estigarribia y yo, tocó el tema de
las Memorias y dijo que Estigarribia y yo deberíamos escribir juntos. La idea
mereció instantánea y calurosa aprobación de Estigarribia, y desde
entonces quedamos en que, en la primera oportunidad, nos pondríamos a
trabajar. Fuimos al destierro, pero separados: él a Montevideo y yo a
Buenos Aires. Nos volvimos a ver después de un año, cuando él regresó a
Asunción. Inmediatamente volvimos a hablar de las Memorias, y hacer
planes. Luego vino su destierro dorado. Se le envió como ministro a EE.UU.
y así volvería a producirse nuestra separación; por lo cual él pidió que se me
nombrara en alguna capacidad en Washington, para que allá trabajáramos
juntos. Y fui con él como Consejero de Legación. Llevamos todo su archivo
y trabajamos activamente, pero se descompusieron las cosas en Asunción y
él tuvo que ir y venir varias veces, aceptando por último su candidatura a la
Presidencia como única solución, para evitar una anarquía. En medio de
estos trajines aprovechábamos sus estadas en Washington para
encerrarnos en el cuarto de nuestro hotel y redactar las Memorias, a veces
toda la noche; pero esto esporádicamente. Felizmente, cuando, por último,
estuvo por regresar definitivamente para asumir la Presidencia, las
Memorias estaban prácticamente concluidas. Cuando las leyó completas
mucho le gustó y vimos de inmediato a un editor posible en los Estados
Unidos; pero nos pidieron más de dos mil dólares, que no teníamos. Y los
dos volvimos a Asunción, yo unos meses más tarde, para ver qué hacíamos
con la publicación. Aunque nuestro fracaso para editarlas en inglés era un
hecho, estábamos seguros de que para la edición en castellano
encontraríamos buen editor. Yo seguía puliendo el trabajo, y estábamos por
hacer juntos una revisión general, cuando él murió.”
Respecto de la intención con que la escribieron, D. Pablo Max Ynsfrín añade
en seguida: "Ahora, aquí viene lo importante. Su interés en publicar las
Memorias era para hacer oír su defensa ante detractores gratuitos. Todos
los que guardaban algún sentimiento de frustración, de un modo o de otro,
se atribuían ellos la formidable victoria del Chaco, que fue la obra del genio
de Estigarribia. Trataban de arrebatarle el mérito. Estigarribia deseaba,
naturalmente, poner las cosas en su lugar. Tal era el objeto primordial de
las Memorias: desmentir las insidias de sus detractores políticos y militares.
Pensábamos escribir alguna vez, con más calma, una historia completa de la
guerra, sobre todo en su aspecto militar. Pero todo lo desbarato la mala
suerte. Después de su muerte siguieron sus enemigos con la misma
cantinela, retaceándole sus legítimos méritos…”
Sobre la edición inglesa explica el Sr. Ynsfrán: “…Pues bien, pasaron cerca
de diez años y el Mariscal Estigarribia seguía sin defensa. Entonces
comprendí que no se podía postergar por más tiempo la publicación sin
hacer traición a su memoria, y las doné a la Universidad de Texas . . . Mi
interés en publicar las Memorias en inglés era el que te voy a explicar. Los
historiadores que van a juzgar definitivamente la guerra del Chaco no son
los paraguayos ni los bolivianos, sino los extranjeros. Y entre éstos, los de
habla inglesa tienen una vasta influencia. La gente de cultura inglesa cree
más a los que escriben en su lengua que a los que escriben en lengua
foránea. Una prueba de ello es la historia de la Guerra del Paraguay (Triple
Alianza) por Thompson. La gente de habla inglesa la acepta como la más
definitiva y completa historia, cosa que ciertamente no es. Y todo porque
está escrita en inglés. Y así ocurrirá con las Memorias de Estigarribia. Son
nada menos que la versión del Comandante en Jefe del Ejército Paraguayo y
están en inglés; no puede haber para los que hablan inglés otra fuente más
autorizada. Cuantos historiadores se ocupen de la guerra del Chaco se
basarán más en Estigarribia que en ningún otro autor: será el clásico del
Chaco, como Thompson lo es de la Triple Alianza…”
Y sobre otras particularidades, añade: “…De las Memorias hicimos cuatro
copias dos en inglés y dos en castellano, un juego de las cuales se llevó
Estigarribia, y el otro me quedó a mí. Yo las redacté desde el principio
hasta el fin, en los dos idiomas. Estigarribia me daba un dato y sobre él yo
trabajaba en la redacción, la que luego considerábamos juntos. Las ideas de
las Memorias son exclusivamente de él. Con algunas yo no estaba conforme
y así se lo decía, pero como yo no asumía la responsabilidad, las consignaba
como él las pensaba.
Es decir, soy algo más que un colaborador. Tiene la obra, lo reconozco, dos
defectos: (1) no se nombra jamás, sino casualmente, a ningún jefe; -los
jefes no eran Franco, ni Ramos, ni Antola, sino el Comandante de la División
tal o cual, o de tal o cual Cuerpo de Ejército; (2) los mapas no tienen
escala. El anónimo de los jefes se debió a la indignación que dominaba a
Estigarribia por la traición que hicieron algunos jefes; y decidió no nombrar
a nadie por su nombre, pagando con ello inocentes y pecadores, pues
omitió los nombres de tantos jefes meritorios y fieles a quienes, además,
tenía un afecto muy grande. La falta de escala se debió a que no tuvimos
dibujante: en el apuro de nuestro trabajo, Carmen se encargó de hacer los
mapas calcándolos de los del Estado Mayor que conservaba Estigarribia”.
A más de quince años de aquella carta, D. Pablo Max Ynsfrán, ya en el
otoño de su vida, reitera la necesidad de editar la obra en nuestra lengua
hispánica. Y me ha dado el honroso cometido de entregar al Gobierno de la
Nación la copia de esas Memorias, cuya edición se emprende bajo el
patrocinio del Ministerio de Hacienda.
Al Señor Presidente de la República, Gral. Alfredo Stroessner, distinguido
combatiente del glorioso ejército de la Guerra del Chaco, le damos nuestro
agradecimiento porque con su disposición favorable, hace posible la edición
castellana de las Memorias del Mariscal José Félix Estigarribia.
Edgar L. Ynsfrán
Asunción, julio de 1971
ADVERTENCIA
Me cupo el privilegio de colaborar con el Mariscal José Félix
Estigarribia en la organización y redacción de sus memorias de guerra, que
él denominó La Epopeya del Chaco. Trabajamos juntos tanto en la versión
castellana como en la inglesa, esta última publicada en 1950 por el
Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Texas.
Redactamos paralelamente los textos respectivos en los dos idiomas, de
modo que ellos no son, en realidad, traducciones de una lengua a otra, sino
versiones gemelas.
Redactamos los borradores en Washington D.C. y luego se sacaron
dos copias en limpio de cada versión, un juego de copias (en castellano y en
inglés) para el Mariscal y otro, para mí. Nos habíamos propuesto, sin
embargo, hacer una nueva revisión de todo el trabajo, por si algunos
pasajes necesitaran un pulimento más acabado, en homenaje a su mayor
fluidez o claridad. Pero antes de emprender esta tarea, el Mariscal hubo de
volver al Paraguay para asumir el gobierno, y llevó consigo su juego de
copias. Como yo permanecería en Washington por un tiempo más, me
encargó que siguiera adelante con la revisión, que yo realizaría solo para
después considerarla con él a mi regreso a Asunción. Desgraciadamente,
cuando volví al Paraguay con los originales revisados, el Mariscal nunca tuvo
el tiempo necesario para dedicar la atención requerida a mis correcciones,
durante los pocos meses transcurridos entre mi llegada y su trágica muerte.
La presente versión española, igual que la inglesa ya publicada,
contiene las pequeñas correcciones de mera forma que introduje en los
textos originales por encargo de su autor. Todas son absolutamente de
menor cuantía: ligeros cambios en ciertos pasajes, que no tocan ni afectan
para nada la substancia del pensamiento. Estas memorias en español, por
consiguiente, como las inglesas ya editadas, son de genuina autenticidad.
Pero después de la publicación de Texas de 1950, pensé que alguna
vez había que llenar un claro de que adolecían las versiones en los dos
idiomas, consistente en la omisión casi completa de nombres propios de
jefes de unidades o servicios y aún de titulares de ciertos cargos civiles.
Felizmente logré llenar dicho claro mediante la inestimable colaboración del
Coronel D. Carlos J. Fernández, quien obtuvo además el valioso concurso de
los Coroneles D.J. Manuel Garay y D. Alfredo Ramos y de los Tenientes
Coroneles D. Atilio Benítez y D. Restituto Bogado. En la presente versión
figuran virtualmente todos esos nombres propios omitidos, y siempre entre
corchetes [ ], al lado del nombre o número de la respectiva unidad o cargo
oficial. El empleo de estos signos, ciertamente, no se limita en el texto al fin
indicado, pues también se los usa en otras ocasiones, pero en tales casos
fueron empleados por el mismo Mariscal Estigarribia para interpolar
observaciones aclaratorias en algunos documentos literalmente
transcriptos. Unicamente los nombres propios entre corchetes son las
añadiduras que no aparecían en los textos originales, y huelga decir que no
deben confundirse corchetes [ ] con paréntesis ( ), que también se
emplean en el texto, pero con otro propósito.
Los mapas a que se refiere esta versión son los mismos publicados en
la edición de Texas, con la misma numeración.
Por manos del Dr. Edgar L. Ynsfrán, he hecho llegar al Gobierno de la
República del Paraguay la copia original que obraba en mi poder. Deseo
expresar que estoy muy agradecido a las autoridades nacionales de mi país
por la publicación de tan importante obra.
Pablo Max Ynsfrán
The University of Texas, Austin, Texas.
INDICE ANALITICO, SISTEMATICO, ONOMASTICO
A
ABCP.
Ayala, Eusebio. Presidente del Paraguay; Asume la presidencia; Personalidad
de,.
Ayacucho, capturado.
Abaroa, Regimiento.
Avalos Sánchez, Capitán Ramón.
Atlántico, Sistema.
Azurduy, Regimiento.
Asunción, capital del Paraguay; Jurisdicción sobre el Chaco; Confusión al
iniciarse las hostilidades ; Confía en la diplomacia ; Pesimismo ; Expectativa
en ella por la tregua del Chaco.
Aroma, Fortín. Capturado.
Aroma, Regimiento. Capturado.
Armisticio. El gobierno paraguayo consulta a Estigarribia a propósito del ;
Acuerdo sobre ; Prórroga del ; Se insinúa un nuevo ; Es objetado un nuevo .
Argentina, Gobierno .
Argentina ; Presiona al Paraguay para la paz.
Arce ; Boquerón - seleccionado como objetivo para el ataque ; Capturado
en llamas . Ver también Francia.
Arbitraje ; Bolivia y Paraguay desconformes con él .
Apa Río.
Andes Cordillera de los; Defensas bolivianas; Vista del Chaco
América Sur.
Amboro.
Alvarez del Vayo, Julio, comisionado de la Liga de las Naciones.
Alurralde.
Alihuatá viejo, Ver también Charata.
Alihuatá. Capturado. Ver también Zenteno.
Algodonal; Capturado; Los paraguayos abandonan.
Algarrobo.
Agua Rica; Queda proyectado el ataque sobre.
Acre Batallón, destrozado.
Aguirre, Mayor Timoteo.
Antola Mayor Paulino; Teniente Coronel,
Aranda Mayor José Rosa.
Ayala, Teniente Coronel Juan B.
Alto Perú.
B
Bustos Batería. Destrozada.
Buenos Aires, capital de la Argentina; Los bolivianos plantean dificultades a
propósito de las negociaciones en; Brasil propone tregua en.
Buenos Aires, puesto boliviano; Capturado.
Bretel, Coronel Julio, capturado.
Brasil.
Boyuibé; Capturado; Es interceptado el camino a; Los bolivianos atacan en.
Boquerõn; Capturado por los bolivianos en 1932; Elegido como foco de la
ofensiva paraguaya; Se decide el ataque a; Se decide invadirlo en un ataque
fallido; Número de los bolivianos defensores de; Metódico asedio; La
guarnición boliviana se rinde; Significado de la caída de.
Bolivia; Independencia de; Planes directivos para la ocupación del Chaco;
Desea todo el Chaco; Preparación militar en 1932.
Bolívar; Capturado;
Bilbao Rioja, Coronel Bernardino.
Bernzt Vivanco, Mayor Humberto, capturado,
Benítez, Justo Pastor, ministro paraguayo de Relaciones Exteriores, envía
un telegrama al presidente Ayala en el Chaco.
Beni Regimiento.
Beni, Departamento boliviano de el.
Beatriz; Capturado.
Bavía, Teniente Coronel Angel C.,se suicida.
Banzer, Coronel, recibe condiciones de rendición
Banks, Benjamín, ministro paraguayo de Hacienda.
Ballivián Regimiento. Se rinde.
Ballivián Fortín; Como otro objetivo; El camino a Ballivián abierto; Enérgica
acción boliviana en; Los bolivianos retiran artillería de; Capturado tras breve
presión.
Bahía Negra; Tropas de Asunción distribuida en; Advertidos de estar
siempre listo; Salida por Bahía Negra; Bombardeada; Guarnecida por
muchachos jóvenes.
Balbuena, Capitán Dionisio.
Barrios, Mayor Juan N.
Benítez Vera, Teniente 1º Trifón.
Benítez, Capitán Atilio J.
Benítez, Capitán Rogelio.
Bray, Teniente Coronel Arturo.
Brizuela, Teniente Coronel Francisco; Coronel.
Brusquetti, Capitán Sinforiano.
C
Cururendá. Apertura del camino a; Descubrimiento del camino por los
bolivianos; Planearniento de la acción hacia; Intercepción del camino a;
Objetivo inmediato después de El Carmen; Capturado;
Curupayty, Regimiento;
Curupayty, Fortín, bombardeado.
Curupayty, Batalla de.
Curtis, aviones.
Cuevo, Río; Los paraguayos alcanzan el cauce seco del; Los paraguayos
cruzan el.
Cuatro Vientos.
Coulet, Teniente Coronel José, nombrado jefe del Estado Mayor General
paraguayo.
Corumbá. El ejército boliviano se aprovisiona desde.
Corrales Regimiento.
Corrales Fortín. Capturado por los bolivianos en 1932; Recapturado por los
paraguayos después de Boquerón; Los paraguayos rodeados en; Los
paraguayos atacan; Ocupado por los paraguayos.
Coronel Toledo Regimiento.
Coronel Hermosa. Ver también Carayá.
Coronel Bogado; Capturado.
Coro-Coro Regimiento.
Copere.
Concepción. Marcha hacia encarada por Kundt.
Comandante Jiménez.
Colorados Regimiento. Dispersado.
Cochabamba Regimiento; Un batallón de él es destruído.
Coca.
Chuquisaca Regimiento.
Chilenos Oficiales; Enganche al ejército boliviano en número de 300;
Muertos en batalla.
Chile. Despoja la costa de mar boliviana.
Charata. Tropas bolivianas aparecen en; Los bolivianos se retiran hacia; Los
paraguayos entran en.
Charagua. Su papel en el plan de Kundt; Debe ser tomado; Capturado; Los
paraguayos autorizados a retirarse de.
Chaco. Origen del problema; De norte (boreal), central, del sur, Jurisdicción
paraguaya sobre; Posesión del Chaco al comienzo de la disputa militar;
Ferrocarril y fábricas; Deficiencias en la preparación de la defensa del; Motín
dentro de las fuerzas paraguayas; La invasión del Chaco conforme a los
planes de Kundt, La mayor parte del Chaco ocupado por los paraguayos
después de Campo Vía.
Celina.
Cayguá.
Castrillo Regimiento; Destrozado; Capturado.
Cabo Castillo. Estigarribia pide autorización para tomarlo; Capturado.
Casanillo.
Casal Ribeiro, Raúl. Ministro paraguayo de Guerra y Marina.
Casado Sector.
Casa Alta.
Carosi; Capturado.
Carmen-Esquina .
Cárdenas, Teniente Coronel Humberto, Capturado.
Carayá ; Capturado por los bolivianos . Recapturado por los paraguayos.
Carandayty. Su papel en el plan de Kundt, ; Destacamentos paraguayos
acorralados cerca de ; Los bolivianos acosan a los paraguayos alrededor de
; Los bolivianos renuevan sus actividades alrededor de ; Las tropas
bolivianas en Carandayty alcanzan alrededor de 15.000 ; Los paraguayos
alrededor de Carandayty por segunda vez ; Capturado. Los bolivianos
interceptan el camino entre Boyuibé y Carandayty .
Capiírendá; Camiones de Capiírendá con refuerzos bolivianos para El
Carmen; Capturado.
Cañada Tarija; Los paraguayos asaltan por sorpresa ; No existe agua a partir
de.
Cañada Strongest. Ver también Cañada Esperanza.
Cañada Oruro; Capturado.
Cañada Esperanza; Bajas paraguayas en; Los paraguayos derrotados en.
Cañada El Carmen; Los bolivianos se retiran del frente de; Ruptura en la
línea boliviana de Cañada El Carmen es descubierta; Los bolivianos
comienzan a retirarse de Cañada El Carmen bajo presión en su retaguardia;
Camino Boliviano desde Cañada El Carmen a Lafaye; Acciones locales en; El
golpe sobre Cañada El Carmen es decidido; Los bolivianos se rinden en;
Tragedia de los prisioneros en.
Campo Via. Unica salida para las tropas bolivianas; Los paraguayos
sostienen furiosos ataques en; Las IVa. y IXa. divisiones bolivianas rodeadas
en.
Campos Regimiento. Destrozado.
Campo Jurado.
Campo Jordán. Trabajos de defensa en. Ver también Kilómetro 7 de
Saavedra.
Campo Esperanza.
Campo Aceval; Cuña boliviana en; Comienza la acción paraguaya contra.
Camiri; Camino abierto a.
Cambeyty.
Camatindy. Capturado.
Camacho Mayor Celso, capturado cuando viajaba con mapas.
Camacho Fortín; Estigarribia ignora el camino de Camacho a Carandayty;
Los paraguayos entran en; Camino de Camacho a Cururendá; Estigarribia
traslada su puesto de comando en.
Cacique Ramón.
Cabezón; Capturado.
Caballero Alvarez, Mayor Francisco. Caballero Alvarez Capitán Bernardino,
fallecido en accidente de aviación.
Caballero Irala, Teniente 1º Basiliano; Mayor,.
Cabrera, Teniente Coronel Félix; Coronel.
Castagnino, Mayor Medardo.
Cáceres, Mayor Juan.
Cazal, Mayor José M.; Teniente Coronel.
Cuarta división paraguaya.
Cruz del Chaco. Primeros condecorados.
D
Dos de Mayo Regimiento. Se pone a salvo,
D'Orbigny.
Divinf.
Da Rosa J. Eliseo, senador paraguayo,
Décima división boliviana. Sorprendida en El Carmen.
Delgado Teniente Coronel Nicolás; Coronel.
Duarte Sosa Mayor Daniel, 302.
E
Estigarribia Mariscal José Félix. Va a Francia en 1924, vuelve al Paraguay en
1927; Jornadas a través del Chaco; Se opone a la defensa sobre el río
Paraguay; No sigue las órdenes de retirada de Villa Militar; Continúa la
concentración en Villa Militar; Elige Boquerón como la mejor dirección para
atacar; Ordena pasar a la defensiva; Se opone a la evacuación de Nanawa;
Aboga con el Presidente AyaIa en favor de la ofensiva; Decide el
envolvimiento de las tropas bolivianas en Pampa Grande y Pozo Favorito;
Instala su P.C. en Francia; Insta al Presidente Ayala la aprobación de la
acción contra el grueso del ejército boliviano; Prepara la ofensiva con gran
celeridad; Asegura la destrucción del ejército boliviano como una operación
matemática; Toma a su cargo directo el 1er. Cuerpo de Ejército; Siente la
falta de los transportes durante la batalla de Zenteno; Informa del triple
cerco que rodea a las divisiones bolivianas; Dicta los términos de la
rendición boliviana de Campo Vía; Decide llegar a Muñoz; Piensa en la no
desventaja del armisticio; Acepta extender el armisticio; Ajusta las
condiciones de seguridad en el Chaco; Va a Bahía Negra para estudiar un
ataque sobre Puerto Suárez; Teme que el gobierno no compre los
camiones; Plan general de acción sobre Cururendá; Resuelve movimientos
decisivos en Ballivián; Le es denegado su mérito en Campo Vía; Se aventura
en todo en El Carmen-Picuiba; Se preocupa por los signos de depresión en
el ejército paraguayo; Decide una retirada lenta desde Carandayty y atacar
en El Carmen; Sugiere una entrevista con el presidente Ayala; Expone al
presidente que la situación es grave; Imparte directivas después de PicuibaYrendagué; Considera posible invadir Santa Cruz, Tarija y El Beni; Asume el
mando personalmente de las tropas de Carandayty; Traslada su cuartel
general a Carandayty; Envía un extenso parte abierto para impresionar a los
mediadores en la Conferencia de Paz de Buenos Aires; Promociones en el
ejército. General de Brigada; General de División; Cargos militares: Subjefe
y luego jefe de Estado Mayor General; Comandante de sector en el Chaco
con jurisdicción sobre Concepción; Separado del cargo de jefe del Estado
Mayor; Inspector General del ejército; Comandante de Ia. y IIa. divisiones;
Mensajes, incluyendo documentos transcriptos como despachos,
cartas, notas, radiogramas y telegramas al presidente Ayala: En
ocasión al ataque a Boquerón; En ocasión de la actitud defensiva después
de Alihuatá; A propósito de la ocupación de Sorpresa Nueva y Sorpresa
Vieja por las fuerzas argentinas; Mensaje de felicitaciones en ocasión del
aniversario presidencial; A propósito de sus dudas sobre el éxito en El
Carmen; A propósito de la victoria de El Carmen; congratulaciones. AI
ministro de Guerra y Marina para una rápida movilización y nombramiento
de Comandante en Jefe; AI ministro de Defensa en la persecución de La
China; Para enviar al Chaco todos los ciudadanos capaces; A propósito de la
cancelación de la compra de fusiles; Sobre la posición defensiva en Villa
Militar; A propósito de futuras operaciones; AI Comando en Jefe, puntos de
vista y el comienzo de las operaciones; Sobre la distribución de tropas en el
sector Casado; Sobre la inhabilidad boliviana para detener sus tropas.
Ordenes: Sobre la acción contra Samaklay y Murguía; Para el asalto general
en Boquerón; Para Ia batalla de Zenteno. Informes: Sobre el frente de
batalla en la acción del fortín Jordán; Sobre derrotas imaginarias; Sobre el
cerco boliviano en El Carmen; Sobre la destrucción de la VIa. división
boliviana en el sector Ingavi. Proclamas: AI Ier. Cuerpo de Ejército; A los
defensores de Nanawa y Gondra; Al ejército anunciando la terminación de la
guerra.
Estigarribia Capitán Joel.
Esteros; Capturado.
Espil, Felipe. Embajador argentino en Washington.
Escobar General. Critica la conducción de la campaña del Chaco.
El Zanjõn; Fuerte presión boliviana contra.
Elío, Tomás Manuel. Ministro boliviano de Relaciones Exteriores.
El Cruce; Estigarribia instala su P.C.
El Carmen Sector. Ver también Cañada El
El Carmen Fortín, capturado.
Escuela Superior de Guerra.
Estados Unidos. Uniformes del ejército de,
Escorbuto en el ejército paraguayo.
España.
Escobar Luis.
F
Fuerte Olimpo.
Freydenberg General Enrique, comisionado de la Liga de las Naciones;
Sorprendido por la confianza de Estigarribia.
Francia. Se establece como asiento de un grupo de defensa; El camino de
Zenteno interceptado por los bolivianos; Posible operación decisiva desde;
El presidente aterriza en.
Francia.
Fortines, descripción de.
Formosa. Bolivia se aprovisiona desde. Florida camino.
Florida Regimiento; Se rinde.
Florida Fortín; Capturado.
Figari. Se abre el camino de Falcón a.
Fernández Fortín; Capturado. Ver Falcón, 56, 85; Los paraguayos
recapturan, 104; El camino de Nanawa es cortado lejos de, 144; Sin
guarnición, 157; Los bolivianos aparecen al sur de; Puesto de comando de
Estigarribia en.
Fernández Mayor Carlos José; Teniente Coronel; Coronel
Florentín, Teniente 1º Heriberto.
Flores Capitán Casimiro.
Franco Teniente Coronel Rafael; Coronel.
G
Guggiari José P., presidente del Paraguay termina su mandato.
Guarayos Indios, celebran la llegada de los paraguayos; Evacuados a
Yrendagué.
Guaraní idioma.
Guachalla; Capturado.
González Quint, Teniente Coronel, se rinde.
Gondra; Los bolivianos cortan el camino de Nanawa a; La autorización para
abandonar Gondra es rechazada; Los combates continúan en; Probable
ruptura de la saliente de Gondra.
Goitia Coronel, huye de Picuiba.
Ginebra.
General Duarte. Avance luego de la pérdida paraguaya de.
General Delgado.
General Bruguéz.
General Aquino, Regimiento.
Garrapatal; Capturado; El intento boliviano para cortar el camino de
Garrapatal es obstaculizado.
Garay, Mayor Manuel. Es portador de la orden del presidente Ayala para
atacar Boquerón; Teniente Coronel.
Galpón Fortín; Los bolivianos son rechazados; Choques de patrullas cerca
de.
Garay, Teniente Coronel Eugenio Alejandrino.
García de Zúñiga, Teniente Coronel Manuel.
Godoy Cáceres, Mayor Enrique.
Guanes, Mayor Alejo.
H
Hull Cordell, secretario de Estado norteamericano.
Huirapitindy; Capturado; Los paraguayos se encuentran acosados en; Los
paraquayos rodeados en.
Huijay. Ver también Carayá.
Horqueta.
Herrera. Trabajos de defensa en; Los bolivianos son rechazados en; Los
bolivianos insisten en ataques frontales contra; Rechazada la autorización
de abandonar Herrera; Los bolivianos se retiran del frente de.
Hayes zona.
Hayes Rutherford B., presidente de los Estados Unidos.
I
Ivo.
ltá Ybaté, se prepara la acción sobre.
Ingavi. Su papel en el plan de Kundt; Empeño paraguayo para capturarlo;
Capturado; Los bolivianos presionan sobre; "No debe caer"; Ultimo desastre
boliviano cerca de; Repercusión de la última acción en.
Independencia, capturado.
Illimani estación boliviana de radio, propaga cambio en el plan paraguayo.
Irrazábal, Teniente Coronel Luis; Coronel.
J
Joseravi.
Jayucubás; Capturado.
Jordán Fortín.
Jara, Mayor Plácido.
Jara, Mayor Julio B.
K
Kundt General Hans. Plan atribuído al; Nombramiento de General en Jefe del
ejército boliviano; Personalidad del; Promete capturar Nanawa; Pierde la
primera batalla de Nanawa; Prepara un nuevo ataque a Nanawa; Su mala
concepción en el planteo del ataque a Nanawa; Su prestigio declina; Envía
disparatados mensajes a las unidades rodeadas; Renuncia después de
Campo Vía.
Kilómetro Siete de Saavedra. Trabajos de defensa en.
Korsakoff, Mayor Nicolás.
L
Los maticos.
Loma Vistosa; Capturado.
Lóbrego camino; Fuerzas bolivianas, situadas atrás de nuestras tropas.
Loa Regimiento, cercado.
Loa Fortín; Abandonado por los paraguayos; Los paraguayos recapturan.
Linares; Los paraguayos entran en.
Lima.
Liberal, Partido.
Liga de las Naciones; Inclinada favorablemente hacia Bolivia; Ineficaces
negociaciones de la; Fracaso de la; Declara el embargo en la guerra del
Chaco; Paralizadas las negociaciones de la; Comisionados, Presenta
proposición de paz; Comité consultivo resuelve el embargo en favor de
Bolivia.
Las Perlas.
La Señora.
Las Conchas; Capturado; Batalla imaginaria en.
La Paz Regimiento, destrozado.
La Paz, capital de Bolivia.
Lanza, Regimiento; Destacamento cercado del
Lanza, General.
Lairana, Mayor Adolfo, pierde su regimiento.
.
Lagunillas
.
Laguna Lafaye, Capturado; Agua encontrada en; Agua salobre en.
Laguna Capitán.
Laguna.
Lafaye. Ver también Laguna Lafaye.
La China nueva.
La China; Los bolivianos defienden la evacuación de; Rebasado; Capturado.
Lasclotas, Capitán Luis.
López, Oficial de Administración de Ia, Wenceslao.
López Viveros Mayor César.
Lezcano Mayor José del Rosario.
M
Murillo Coronel, al huir deja importantes documentos.
Murguía Regimiento, destrozado.
Murguía Fortín; Se ordena el ataque sobre; Capturado.
Muñoz. En el plan de Kundt, papel de; Sitio de concentración boliviana;
Como un objetivo; Los paraguayos entran en.
Montes Regimiento.
Monteagudo.
Mistola, capturado.
Mister Kent.
Ministerio de Guerra y Marina; Cambio de; Demuestra descontento.
Ministerio y Ministro de Defensa; Informa sobre el agotamiento financiero;
Trasmite el proyecto de ley creando el grado de General de Ejército.
Militar Misión , Argentina; Checoeslovaca; Francesa.
Menonita Colonia.
Méndez Coronel Walter; Comandante de la IX división en El Carmen.
Menacho Paz, Mayor Marcial, capturado.
Masamaklay. Ver también Samaklay.
Marzana, Teniente Coronel, cercado.
Mariscal López. Capturado por los bolivianos; Recapturado por los
paraguayos.
Mandyyupecuá; IXa. División aislada en; Recaptura paraguaya.
Manchego Regimiento, destrozado; Derrotado.
Magariños, capturado. Madrejoncito.
Madrejón, Los paraguayos entran en. Machareti, capturado.
Machuca, Teniente Coronel Vicente,
Melgarejo, Mayor José Domingo.
Melgarejo, Mayor Sigifredo.
MENA, Coronel Alfredo.
Morales, Teniente Coronel Feliciano.
N
Nueva Asunción.
Novena división Paraguaya, aislada en Mandyyupecuá; Escapa por caminos
indirectos; Es enviada a una zona de calma.
Novena división boliviana; Rendida en Campo Vía; Concentrada en
Garrapatal; Alcanza a la décima división en El Carmen.
Neutrales. Declaración del 3 de agosto.
Negro, Río.
Nanawa; Es un objetivo boliviano, después de Boquerón; Los bolivianos
inician un asalto general contra; Los paraguayos se encuentran agotados de
municiones; El comandante de Nanawa declara que la situación es difícil,;
9.000 paraguayos reunidos en Nanawa; Kundt organiza el segundo ataque
sobre; La segunda batalla se inicia; Horripilante espectáculo del campo de
batalla de; Los bolivianos pierden en; Renovada lucha alrededor de;
Regimiento Nº 16 se rinde en; Retirada boliviana del sector de.
Núñez, Teniente Coronel Gaudioso; Coronel.
Ñaincoraínza.
Ñuapuá.
O
Otuquis, Río.
Oruro, Fortín. Ver también Cañada Oruro.
Oruro, Departamento boliviano de.
Orihuela. Bajo el fuego de artillería el camino de Nanawa a.
Oliver, Manuel María.
Ortiz, Mayor José A; Teniente Coronel; Coronel.
Ortiz, Capitán Osvaldo.
Ortiz Cabral, Mayor Tranquilino.
Otaño Capitán Julio B.
Octava división paraguaya. Orden de marchar a Puesto Sosa y Muñoz;
Captura Puesto Moreno; Se le encarga las operaciones de El Carmen; Que
esté lista para actuar en la retaguardia de las tropas del Coronel Toro; Cae
sobre y toma Yrendagué; Limpia la orilla izquierda del Parapití; Vuelve
rápidamente desde Charagua; En un serio apremio.
P
Punta Rieles; Camino de, a.
Puesto Victoria.
Puesto Tortuga. Capturado.
Puesto Sosa, capturado.
Puesto Rocha.
Puesto Pabón, camino interceptado.
Puesto Moreno. Capturado. Controversia sobre la fecha de su captura.
Puesto Mayor.
Puesto Lara, Capturado.
Puesto “F”. Abandono boliviano de; Presión boliviana sobre; Presión de las
tropas bolivianas destruidas.
Puesto El Burro, capturado.
Puesto Correa.
Puesto Central.
Puesto Catán.
Puesto Casal; Intento boliviano de flanqueo.
Puesto Bolívar.
Puerto Suãrez; Su papel en el plan de Kundt; Plan para capturarlo; Segundo
plan para conquistarlo.
Puerto Pinasco.
Puerto Mihanovich.
Puerto Leda.
Puerto Guaraní.
Puerto Casado.
Presidente Ayala; Visita el cuartel general del Chaco; Testigo de la
culminación de Campo Vía; Emite su proclama al ejército; Informa sobre las
propuestas argentinas; Inflexible a propósito de la zona Hayes y del litoral
del río; informa acerca del agotamiento financiero; Aprueba el plan del golpe
sobre Picuiba; Aprueba el plan de actuar sobre las posiciones bolivianas del
Pilcomayo; Insinúa el deseo de dar órdenes directas a las tropas; Informa
sobre la presión argentina para la paz; Demuestra pesimismo; Escéptico a
propósito del plan de El Carmen; Informa de un nuevo plan de mediación de
Chile. Mensajes: a propósito del fracaso de la extensión de un segundo
armisticio; en el día de la independencia; a propósito de la insistencia de
Salamanca concerniente a la salida al río; a propósito de la victoria de El
Carmen; a propósito del año nuevo; a propósito de las negociaciones de paz
en Buenos Aires; acerca de nuestro consentimiento para el armisticio; a
propósito del éxito en Ingavi; en homenaje al ejército.
Pozo Negro. Pozo Favorito. Aparición boliviana tras los paraguayos en;
Iniciación de la maniobra de; Maniobra paraguaya en el sector de;
Significado de.
Pozo del Encanto. Unica salida para los bolivianos.
Pozo Azul.
Platanillos- Su papel en el plan de Kundt. Capturado; Expulsión de los
paraguayos de, Recaptura paraguaya de.
Pitiantuta; Capturado por los bolivianos; Recapturado por los paraguayos.
Pitiantuta Batallón; Aislamiento del.
Pírizal.
Pilcornayo, Río. Penetración boliviana a lo largo del; Destacamento en
marcha hacia Nanawa desde; Desmoronamiento del frente boliviano a lo
largo del; Tropas bolivianas reducidas en el sector del; Fuerzas fugitivas
desde BaIlivián cruzan el; Los bolivianos mantienen una cabecera de puente
en.
“Pilas".
Picuiba; Plan para liberarla por un golpazo; Son apresuradas las
preparaciones de ataque; Ataque paraguayo por sorpresa a; Repercusión de
la captura de; Bajo presión los paraguayos la abandonan; Catástrofe
boliviana en.
Picada Velilla; Aparición de los paraguayos en la boca de la.
Picada Murillo.
Perú.
Pérez, Regimiento.
Peñaranda, Coronel Enrique. Avance sobre el camino Saavedra-Zenteno del,;
Denuncia de la violación del armisticio por el general Peñaranda;
Explicaciones del desacuerdo con Salamanca; Salamanca intenta su
desalojo.
Peña, Coronel. Desventura del.
Paucarpata.
Patria.
Paría.
Parapití, Rio; Los paraguayos Ilegan al; Entre Amboro y Copere paso del,
343; Llena de incidencias la retirada del.
Paraná Río
Paraguayo ejército. Organización en 1932 del.
Paraguay, Rio.
Paraguay Cañonero. Estigarribia se embarca.
Pantoja, Mayor. Su regimiento es aniquilado.
Pando General. Tropas se trasladan al sur.
Pando Fortín.
Pampa Grande; Se inicia la maniobra de; Los bolivianos son cercados en;
Capturados en; Significado de.
Palo Marcado; Capturado.
Palma Sola.
Palmar Ustares. Capturado.
Palmar Santa Elena.
Pacto de No Agresión.
Pacífico, Guerra del.
Pacífico, Océano.
Palacios, Capitán Abdón; Teniente Coronel.
Pampliega, Capitán Rufino.
Paredes, Mayor Ramón L.; Teniente Coronel.
Primera división paraguaya; Captura Platanillos; Fracasa para sorprender a
los bolivianos en Saavedra; Interceptada lejos en el kilómetro 7; Pierde su
código; Se retira del kilómetro 7; Sostiene furiosos ataques en Campo Vía.
Primer cuerpo del ejército paraguayo. Constituido; Recibe instrucciones para
la acción de Pampa, Grande; El comandante del Ier. Cuerpo es remiso en las
acciones y es destituido; Intercepta el camino a Cabezón; Se le asigna
misión para conectarse con el IIIer. Cuerpo; Su misión hacia Ballivíán; Debe
atraer a los bolivianos en Campo Esperanza; Desplazado para cooperar con
el IIº Cuerpo hacia el Pilcomayo; Su lentitud; Patrullas bolivianas aparecen
detrás de la primera línea del Ier. Cuerpo de ejército en Lóbrego; Marcha
hacia Guachalla; Recibe encargo para operar en El Carmen; Es instruído a
proseguir para Cururendá; Para tomar Capiírendá; Ultimos fuegos en el
perímetro de Villa Montes; Queda en la defensiva en Villa Montes.
Primer cuerpo del ejército boliviano; Defiende Ballivián-Guachalla.
Q
Quintanilla, General Carlos.
Quince de Abril; División paraguaya concentrada en.
Quinta división paraguaya.
R
Rolón, Teniente Coronel Raimundo.
Rojas, Víctor, ministro paraguayo de Defensa.
Rojas Casto, ministro boliviano en Buenos Aires.
Rojas A. General Manuel; Nombramiento como comandante en jefe del
ejército paraguayo; Mentor de la defensa sobre el río.
Rocha, Regimiento. Destrucción del batallón del.
Roboré.
Rivarola, Vicente, ministro paraguayo en Buenos Aires.
Río de la Plata. Comunidad geográfica del.
Río de Janeiro.
Riart, Luis A., ministro paraguayo de Relaciones Exteriores.
Ravelo. En el plan de Kundt; Interceptado el camino a.
Rancho Ocho. Tropas bolivianas aparecen entre Falcón y; Situación precaria
en; Los bolivianos quedan inmovilizados en.
Ramírez. Interceptado el camino de Boquerón a; Capturado.
Radio Prensa.
Radice, Capitán Hipólito.
Ramos, Mayor Alfredo.
Recalde, Mayor Camilo; Teniente Coronel.
Rivas Ortellado, Mayor Arístides; Teniente Coronel.
Rojas, Capitán Eustacio.
Reserva general paraguaya; Reorganizada; Felicitada.
Río Apa.
S
Sucre, Regimiento; Capturado.
Sucre, ciudad boliviana.
Strongest. Ver también Cañada Strongest.
Stokes-Brandt morteros.
Stímson Henry L., Secretario de Estado americano.
Sosa, Carlos, senador paraguayo.
Sorpresa Vieja. Ocupado por el ejército argentino; Alegato argentino a
propósito de.
Sorpresa Nueva. Pedidos argentinos para la evacuación de; Evacuado.
Sexta división paraguaya. Marcha a Puesto Pabón; Se le asigna capturar
Saavedra; Entra en Saavedra; Felicitada; En dirección a Ybamirante; Vence
en Mandyyupecuá; Fuerzas de Ia VIa. división paraguaya detenidas en Yoay.
Siracuas.
Séptima Conferencia Panamericana.
Séptima división paraguaya; Se retira en orden.
Segunda división de caballería paraguaya,
Segunda división paraguaya; Establece contacto en Saavedra; En retirada;
Abandonada por su comandante; Se rinde.
Segundo cuerpo dei ejército paraguayo. Organizado; Dispersa a los
bolivianos en Toledo; Misión asignada al; Se le ordena operar sobre Cañada
Tarija; División del cuerpo captura Cañada Tarija; Reunirse en el camino a de
Cururendá, No puede cumplir misión; Una división del IIº cuerpo fue
seleccionadad para operar sobre Picuiba; Orden de retirada para el cuerpo
es confirmada; Se le asigna capturar Carandayty; Captura Boyuibé,
Machareti y Tiguipa; Para operar al norte de Villa Montes; El comandante del
IIº cuerpo toma a su cargo las tropas del Parapití.
Segundo cuerpo del ejército boliviano; Cubre Esperanza –Strongest
–Samaihuate –Cururendá.
Schenoní L., General Manlio, ministro paraguayo de Guerra y Marina.
Santiago de Chile.
Santa Fe, ciudad boliviana; Capturada.
Santa Cruz, departamento boliviano de; Abierto el camino a; Interceptado el
camino de Villa Montes a; Alarma en.
San Martín, Regimiento.
San Francisco.
Sánchez, Coronel José Julián. Tributo de silencio a la memoria de.
Sanandita.
Samaklay; Trabajos de defensa en el frente de; Capturado.
Samaihuate.
Salto Palmares.
Salinas.
Salamanca, Daniel, presidente de Bolivia; En desacuerdo con el comando
boliviano; Se abre el desacuerdo entre Salamanca y Peñaranda; Arrestado y
depuesto.
Saavedra. Nombre para una ciudad en el Paraguay.
Saavedra Lamas, Carlos, ministro argentino de Relaciones Exteriores.
Saavedra Dortín. Su papel en el plan de Kundt; Ataque Boliviano desde;
Fracaso paraguayo en cercarlo; Capturado.
Santiviago, Mayor Luis.
Smith Mayor Federico W; Teniente Coronel.
Samaniego, Mayor Roque.
T
Tres pozos . Capturado.
Toro, Coronel David; Persiste la presión sobre el IIº Cuerpo.
Toledo; Los bolivianos capturan como represalia; Recapturado después de
Boquerón; Asiento de un grupo de defensa; 5.000 paraguayos
inmovilizados en; Ataques bolivianos en; Los paraguayos no ceden en;
Requerimientos de refuerzos; Se renueva la lucha alrededor de.
Toba Quemado.
Tinfunqué; Capturado.
Timboy.
Tíguipa. Capturado.
Tercera división paraguaya.
Tercer cuerpo del ejército paraguayo. Organizado; Informe de un ataque
boliviano al comandante del; Situación precaria en Rancho Ocho; Recibe
directivas para la acción de Pozo Favorito; Listo para la acción de Gondra;
Captura Samaklay y Murguía; misión asignada a lo largo del PiIcomayo;
Desplegado en el camino Cabezón-Ballivián; Enlace con el Ier. Cuerpo; Ardua
marcha a lo largo del Pilcomayo; Busca contacto con el Ier. Cuerpo. Tiene
solamente 20 camiones; No puede explotar éxitos en el frente de Ballivián;
para relevar a la VIIIa.División; Toma posición en el frente de Ballivián; A lo
largo dei Pilcomayo; Captura Ybybobo; Captura Palo Marcado; Sobre la
defensiva en Villa Montes.
Tercer cuerpo del ejército boliviano. Cubre Lafaye -27 de Noviembre Carandayty.
Tejerina, ver también Zotti.
Tejada Sorzano José Luis, vicepresidente de Bolivia, reemplaza a
Salamanca.
Tarija. Departamento boliviano de.
Tarairí.
Tamachindy. Capturado.
Taiguate.
Torreani Viera Mayor; Teniente Coronel.
Talavera, Oliverio.
U
Uriguá; Detenido en.
Uruguayo Gobierno.
Uruguay.
V
Vitriones.
Villazón Fortín. Capturado; Paraguayos cercados en.
Villazón, ciudad boliviana.
Villarrica.
Villa Montes. Su papel en el plan de Kundt; Descartado el plan de rodearlo,;
Los bolivianos se hacen fuertes en; Suspendidas las operaciones en el
frente de; Los paraguayos ceden terreno en.
Villa Militar; Insuficiente tropa para defenderla; Provisión de agua estaba
peligrando en; Asiento del cuartel general.
Vernaux, Mayor Eduardo, cercado.
Verde Río. Cerca de Arce; Cerca de Bahía Negra.
Veintisiete de Noviembre; Capturado; Posible retirada es decidida.
Vargas. Capturado.
Vanguardia 1. Capturado.
Vanguardia. Capturado por los paraguayos.
Válois Rivarola Regimiento; Condecorado.
Valle Verde.
Vera, Teniente Coronel José Luis.
Vera, Mayor José Rosa; Teniente Coronel.
Vaga, Teniente 1º Ceferino.
W
Washington D.C.
Y
Yuauy. Capturado; Abandonado.
Yuira. Pedido de autorización para capturar; La línea boliviana rota en.
Ytororó, Regimiento.
Ysyporendá. Capturado.
Ysosog.
Yrendagué; Orden de ataque; Se encontró agua fresca en; Capturado.
Yoay. Los paraguayos fueron detenidos en el frente de.
Ybysyryry.
Ybybobó. Capturado.
Ybyporendá.
Ybamirante.
Yapeyú.
Z
Zenteno. Trabajos de defensa en; Observación de Ia aviación boliviana;
Camino interceptado; Retirada paraguaya de; Comienza el ataque
paraguayo a lo largo de; Capturado; Estigarribia traslada su cuartel general
a.
Zotti.
Observación: Se recomienda recurrir a “buscar” o “find” para encontrar los
nombres citados en este índice.
Observacion
Esta versión de las ¨Memorias del Mariscal Estigarribia" fue en su momento
preparada para la imprenta por Mercedes Cabrera Cardús de Casa Cabrera.
Mas allá de lo que una cruenta guerra significa para dos pueblos, y el alto
costo que estas tienen para países y regiones, se observa a través de los
relatos, el impacto que podrían significar la planificación y el buen uso de los
recursos sumados a la voluntad de la población y gobernantes para superar
momentos difíciles.
Este material fué digitalizado en formato electrónico para ser utilizado como
material de referencia para la Cátedra de Tecnologías Alternativas en la
Universidad Nacional de Asunción y no tiene ningún fin comercial.
Se ha agregado un mapa para ubicar en el conjunto a las distintas batallas
que son presentadas en los croquis, y se ha dado color a las posiciones
paraguayas y bolivianas, para facilitar la lectura.
El largo itinerario cumplido
desde Ia gestación de esta obra ha
alcanzado su coronación en Ia presente
edición española gracias a Ia
perseverancia, el esfuerzo y Ia
mancomunión de numerosas voluntades.
Puestos a disposición del
Señor Presidente de Ia República, Gral.
Alfredo Stroessner, los originales de Ias
memorias, con su anuencia y su buena
voluntad se obtuvo Ia orden de publicarla
bajo patrocinio oficial.
El Señor Ministro de Hacienda,
Gral. César Barrientos, recomendó que
el libro se editara en Ia Imprenta
Nacional, ínstitución que aportó su
moderno equipo gráfico y su eficiente
personal. El entusiasmo y Ia colaboración
del Señor Dante Cazal, Director de Ia
Imprenta, así como Ia del historiador
Benigno Ríquelme García, fueron
inestimables.
La carátula del libro fue
diagramada con sugestiones de Ia
Señora Noemí Ferrari de Nagy, y su
impresión fue donada por el Dr. Edgar L.
Insfrán.
Las fotografias fueron
seleccionadas con Ia colaboración de los
Señores Carlos Pussineri Scala, Juan
Bautista Gill Aguínaga, Dr. Tomás Osuna
y Mayor (S. R.) Leandro T. Aponte,
El índice analítico fue tomado
de Ia edición inglesa de 1950 y traducido
al español por el Señor Benígno
Riquelme García quien conto con Ia
colaboración del Profesor Charles J.
Kolínski, de Ia Universidad de Florida.
Dieron valiosas sugestiones
en. aspectos diversos Ia hija del Mariscal,
doña Graciela Estigarribia de Fernández,
el General (S. R.) Ceferino Vega Gaona,
el Coronel Roderic O'Connor y el Señor
Raúl Silva.
Para todos ellos, nuestro
conmovido reconocímiento.
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