Lección 1ª. Mito de Pandora HESÍODO (SIGLO VIII A.C.). "Hijo de Jápeto1, conocedor de los designios sobre todas las cosas, te alegras de haberme robado el fuego2 y de haber conseguido engañar mi inteligencia, ¡enorme desgracia para ti y para los hombres futuros! A cambio del fuego, les daré un mal con el que todos se recreen al acariciar con cariño su propia desgracia" Así habló. Rompió a carcajadas el padre de hombres y dioses y ordenó al ilustre Hefesto3 mezclar inmediatamente tierra con agua,4 infundirle voz y vida humana y hacer una adorable y encantadora figura de doncella, semejante en su rostro a las diosas inmortales. Luego encargó a Atenea que le enseñara sus labores: tejer la tela de finos encajes. A Afrodita le mandó verter en torno a su cabeza sus dorados encantos: una irresistible sensualidad y los halagos cautivadores. En fin, a Hermes5, el mensajero Argifontes, le encargó que le dotara de una mente cínica y un carácter voluble. Dio estas órdenes y aquellos obedecieron al soberano Zeus Cronida. Inmediatamente el ilustre Patizambo6 modeló de la tierra una imagen con apariencia de casta doncella. La diosa Atenea, de ojos glaucos, le dio ceñidor y la engalanó. Hermes lleva Pandora a Epimeteo Las divinas Gracias y la augusta Persuasión rodearon su cuello de dorados collares. Las Horas, de hermosos cabellos, la ciñeron con flores de primavera. Palas Atenea ajustó a su cuerpo todo tipo de adornos. Y luego el mensajero Argifontes formó en su pecho mentiras, palabras seductoras y un carácter voluble, por voluntad de Zeus altisonante. Le dio el habla el 1 Jápeto era un titán, uno de los doce dioses que gobernaron hasta que los derrotó Zeus, según la Teogonía de Hesíodo. 2 Prometeo había creado a los humanos de barro y los favoreció con el fuego, símbolo del progreso 3 El dios del fuego podría tener motivos para castigar a Prometeo 4 La cerámica era el procedimiento creador normal en casi todas las religiones 5 Hermes era el patrón de los ladrones, entre otros títulos 6 A pesar de la malformación y la fealdad de Hefesto, era el esposo, nada menos, que de Afrodita mensajero de los dioses y puso a esta mujer el nombre de Pandora, porque cada dios le concedió un regalo, perdición para los hombres que se alimentan de pan. Luego que remató su fatal e irresistible trampa, el Padre de los dioses mandó hacia Epimeteo7 al ilustre Argifontes, al rápido mensajero de los dioses, con el regalo. Y no recordó Epimeteo que Prometeo la había advertido no aceptar nunca un regalo de manos de Zeus Olímpico, sino devolverlo enseguida, para que no sobreviniera una desgracia inesperada a los hombres mortales. Entonces cayó en la cuenta, cuando lo había aceptado y ya tenía el mal encima. Y es que hace tiempo los grupos humanos vivían sobre la tierra libres de males y exentos del duro trabajo8 y de las enfermedades amargas, que acarrean la muerte a los hombres -pues es en medio de la desgracia cuando de repente los hombres empezaron a envejecer-. Pero aquella mujer, al quitar con sus manos la tapa de una jarra9, los dejó diseminarse y procuró a la Humanidad lamentables preocupaciones. Pandora Jules Joseph Lefebvre 7 Epimeteo, o “el de tarda inteligencia” hermano de Prometeo, “el previsor” 8 Referencia a la Edad de Oro en la que los hombres eran justos, no trabajaban ni penaban 9 Los males que Pandora destapó estaban encerrados en una vasija o jarra. En el Renacimiento la palabra griega correspondiente se tradujo por caja. Por ese error se conoce como la caja de Pandora Sólo quedó allí dentro la Esperanza, aprisionada entre irrompibles muros, bajo los bordes de la jarra, sin poder volar hacia la puerta. Pues antes, por voluntad de Zeus, que lleva la égida y amontona las nubes, cayó la tapa de la jarra. Y he aquí que mil diversas amarguras deambulan entre los humanos. (Hesíodo, Trabajos y días, biblioteca clásica Gredos, Madrid, 2000) Comentario 1. 2. 3. 4. 5. Notas sobre los mitos griegos Sobre el autor La trasmisión de los textos La mujer en el texto y en el contexto Textos complementarios 1. El mito El término tiene varias acepciones: 1) narración legendaria 2) idealización de un hecho o de un personaje ("mitificación") 3) utopía, deseo o ideal que se considera irrealizable. Los mitos griegos, como sucede también en otras culturas, son relatos imaginativos que, de manera intuitiva y simbólica, responden o intentan responder a cuestiones que una comunidad considera esenciales, por ejemplo, el origen del mundo y de las personas, el destino del hombre, la causa de los males y trabajos humanos, el origen del amor etc. Son problemas que la filosofía y, después, la ciencia abordaron con un gran esfuerzo racional. Los mitos, sin embargo, los abordan a través de imágenes de una gran fuerza y de gran valor comunicativo. Los mitos se suelen dividir en cuatro grandes grupos: -mitos teogónicos, que relatan el origen de los dioses y sus hechos (En Oriente, Buda naciendo del costado de su madre en forma de elefante blanco; en Grecia, Atenea que nace armada de la cabeza de Zeus...) -mitos cosmogónicos, que relatan la creación del mundo y del hombre. Estos mitos son los más comunes en todas las civilizaciones. El océano originario, la formación del hombre modelado a partir de materiales diversos, una primitiva raza de gigantes semidioses, son puntos que se suelen repetir en estos relatos. -Mitos etiológicos o morales, que explican el origen de sentimientos, costumbres, problemas o técnicas del presente de un grupo humano. El mito de la confusión de las lenguas, el de Prometeo, que, después de crear a los hombres con barro, roba el fuego de los dioses, originando el progreso técnico de los humanos... -Mitos escatológicos, que revelan el futuro de la tierra (catástrofes finales) y el destino del hombre después de la muerte. La mitología griega está en la base de la literatura y del arte europeos. Fue asumida casi en su integridad por los romanos, lo que explica que los dioses olímpicos se conozcan en la actualidad con un doble nombre (Zeus- Júpiter, Atenea-Minerva, Hermes-Mercurio...) y con los mismos atributos. Para comprender las manifestaciones literarias de determinados períodos (sobre todo el Renacimiento), conocer esta mitología es prácticamente imprescindible. Pero en todas las épocas y en la actualidad, la literatura e, incluso, el lenguaje, están salpicados de referencias mitológicas originadas en la época clásica El mito se suele contraponer al logos, término que indica una explicación pretendidamente científica, filosófica o histórica, aunque los primeros filósofos y científicos se apoyaban frecuentemente en los mitos. El mito aparece vinculado a las primeras manifestaciones literarias. Los profesionales que cantaban o narraban mitos en Grecia –aedos y, después, rapsodassolían comenzar sus trabajos con fórmulas como “Dime, Musa”, “Canta, Diosa” u otras semejantes. Con lo que querían que se reconociera el origen divino de su inspiración. En una etapa pre-científica los mitos eran útiles porque explicaban los fenómenos naturales, el origen del universo, las causas desconocidas de la vida y de los sentimientos…Y además, tenía la función de cohesionar a la sociedad en una comunidad de creencias. En la historia posterior, y en la actualidad, los mitos han pasado a figurar como una parte importante de las artes y de la cultura universal. La formación de los mitos griegos puede datarse en unos mil años antes de Cristo y fueron quedando fijados más o menos sistemáticamente en las artes figurativas y en la literatura a partir del siglo VIII a.C. después de un período de trasmisión oral. En dicha etapa de trasmisión oral los mitos habían experimentado un flujo considerable de variaciones. La epopeya homérica (Ilíada y Odisea), Hesíodo (Teogonía) y los trágicos (Esquilo, Sófocles y Eurípides) contribuyeron a la fijación de un canon de la mitología tal como ahora la conocemos. El mito que aparece en el texto es el relato detallado de cómo y por qué fue creada la primera mujer, Pandora, como un castigo de Zeus al Dios rebelde, Prometeo, y a sus protegidos, los hombres. Como en el mito judío de Eva, culpa a las mujeres – imprudentes y frívolas por naturaleza- de los males que sufren los hombres. 2. Hesíodo Parece que Hesíodo era un pastor que también cultivaba la tierra. Vivió hacia el 700 a.C.) Y fue un poeta beocio épico y didáctico. Conservamos de él dos poemas, Teogonía y Trabajos y días. Es el gran compilador de los mitos de la antigua Grecia. Puso por escrito y ordenó todo el cuerpo mitológico transmitido hasta entonces de forma oral. En Teogonía canta Hesíodo el origen del mundo y de los dioses: las diversas uniones y descendencias entre las primitivas fuerzas de la naturaleza (el Caos, La Noche, Las Tinieblas, el Éter, el Cielo...), el destronamiento violento de Urano por Cronos y de éste por Zeus, que se convierte en patrocinador del orden y la justicia, y amo del mundo después de derrotar a los titanes, uno de los cuales se llamaba Prometeo y era astuto y rebelde. Este Prometeo tuvo que ver bastante con los seres humanos: los creó de barro y les facilitó el acceso al progreso y a la ciencia entregándoles –contra la voluntad de Zeus- el fuego. Así trata el tema de Pandora en este libro: "El ilustre Patizambo10 modeló de la tierra una imagen con apariencia de casta doncella, por voluntad del Cronida11. La diosa Atenea de ojos glaucos le dio ceñidor y la adornó con un vestido de resplandeciente blancura. Y la cubrió desde la cabeza con un velo-espectáculo maravilloso- bordado con sus propias manos. Rodeó sus sienes Palas Atenea con deliciosas coronas de fresca hierba trenzada con flores. Y en su cabeza el ilustre Patizambo puso una diadema de oro que él mismo cinceló con sus manos. En la diadema había artísticamente labrados -maravilloso espectáculo- multitud de monstruos de los que cría la tierra y el mar. En gran número los grabó aquél - y en todos se respiraba su arte - de forma admirable, como si fueran seres vivos dotados de voz. Luego que modeló el bello mal como pago de un bien, la llevó a donde estaban los demás dioses y los hombres, engalanada con los adornos de la diosa de ojos glaucos, hija de poderoso padre. El estupor sobrecogió a los inmortales dioses y a los hombres mortales cuando vieron la espinosa e irresistible trampa para los hombres. Pues de ella procede la calamitosa estirpe y raza de las mujeres (...). Como un mal para los hombres mortales hizo Zeus, que truena en las alturas, a las mujeres, siempre ocupadas en perniciosas tareas". Los trabajos y los días es un poema didáctico en el que Hesíodo aconseja a su hermano Perses -con quien disputó por la herencia-, que no busque beneficios en los juicios injustos y consiga el sustento con el trabajo honrado del cultivo de los campos. Con respecto a las desgracias del mundo habla del mito de las edades en las que la humanidad ha ido sucesivamente decayendo desde la edad de oro feliz hasta su situación actual. En este contexto didáctico se sitúa el mito de Pandora y el texto propuesto al principio. Hesíodo y la Musa, por Gustave Moreau 10 Hefesto, dios del fuego 11 Zeus, hijo de Cronos 3. La trasmisión de los textos En la larga historia de la humanidad la literatura trasmitida oralmente predomina sobre la escrita. Lo que llamamos literatura (la escrita) se produce hace muy poco tiempo, la lectura solitaria apenas existía y era patrimonio de una minoría insignificante desde el punto de vista estadístico. A partir de la invención y perfeccionamiento de la imprenta, se irá "democratizando" la lectura En nuestros días el libro se ha extendido y abaratado extraordinariamente, pero las formas antiguas de trasmisión oral siguen vigentes en cuentos, canciones y leyendas, lo que permitiría perfectamente a un analfabeto tener conocimientos literarios. La forma de trasmisión de la literatura no se corresponde exactamente ni con una valoración de su calidad -lo que se trasmite oralmente no tiene que ser peor que lo que se trasmite por escrito, y viceversa-, ni con una división estricta entre literatura popular y culta -ambas variantes pueden llegarnos por los más diversos canalesLa importancia que ha tenido la trasmisión oral de la literatura en todos los pueblos se ha manifestado en la existencia de profesionales de esta trasmisión en casi todas las comunidades humanas antiguas y modernas. En la Grecia antigua eran los aedos y, más tarde, los rapsodas. En la Europa medieval, los juglares. La epopeya primitiva, en concreto, se transmitió gracias a estos profesionales, tanto en Grecia como en Europa. Las obras de Hesíodo, la Ilíada y la Odisea sólo llegaron a los lectores en forma escrita unos trescientos años después de su creación. En general, cuando la lírica y la epopeya primitiva y todos los textos de transmisión oral nos llegan a través de la escritura, debemos tener en cuenta que nos hallamos ante los restos de un "naufragio", porque en el proceso de trasmisión se ha perdido una enorme cantidad de material literario. A su vez, el material literario oral perdido se puede rastrear en los textos trasmitidos por escrito, que normalmente tienen grandes influencias de la literatura oral. En el siglo Vl, en Atenas, se llevó a cabo una revisión canónica oficial de los textos atribuidos a Hesíodo y Homero. Esta fijación coincide con una cierta divinización de estos textos como patrimonio helénico, lo que explica que se mantuvieran intactos en las sucesivas copias Algunas de estas copias pasaron a la famosa biblioteca de Alejandría (llegó a tener 700.000 volúmenes), cuyos fondos, en gran parte destruidos por un incendio, pasaron a Constantinopla y a Occidente. Los originales griegos se fueron perdiendo y las ediciones actuales de estas epopeyas se deben a copias de los monjes medievales. Copias fiables, como se ha demostrado por comparación a papiros encontrados en los siglos XlX y XX con fragmentos antiguos. Los copistas, pues, son en la tradición literaria escrita lo que los rapsodas son en la tradición de la literatura oral (Notas sobre el hexámetro. El texto de Hesíodo que estamos comentando es una traducción en prosa de un poema en verso. En concreto, de un poema escrito en el verso heroico de los antiguos griegos, el hexámetro. Esta estrofa consiste en la sucesión de versos con el mismo ritmo, que consiste en la repetición regulada de sílabas largas (-) y breves (υ). El metro (μέτρον) coincide con el pie (πούς) y se repite en seis ocasiones. Cada metro se compone de una sílaba larga (tiempo marcado) y dos breves (tiempo no marcado) y recibe el nombre de dáctilo (- υ υ). Por eso el hexámetro es dactílico. El esquema de un hexámetro es el siguiente: 1er pie 2º pie 3er pie 4º pie 5º pie 6º pie - u u (dáctilo) - u u (dáctilo) - u u (dáctilo) - u u (dáctilo) - u u (dáctilo) -x - - (espondeo) - - (espondeo) - - (espondeo) - - (espondeo) En la poesía castellana tradicional el ritmo está marcado fundamentalmente por otro tipo de repeticiones, fundamentalmente por la rima, pero también por otras, como la de acentos y las léxicas. El gran prestigio de la literatura clásica de Grecia y de Roma ha movido a algunos poetas hispánicos a intentar imitar la métrica fundamentada en los pies de sílabas breves y largas por pies de sílabas tónicas y átonas: Ïn-cli tas rá zas-u bé-rri-mas sán-gre-dehis pá-nia-fe cún-da Verso compuesto por cinco dáctilos y un troqueo (larga-breve o tónica-átona)final) 4. La mujer en el texto y en el contexto. El texto se sitúa en un estado mítico de una humanidad de sólo hombres, en una supuesta edad de oro sin mujeres. Prometeo ha entregado a los hombres el fuego, símbolo del progreso y de la ciencia, con el que pueden competir con los dioses. Pandora es un regalo envenenado, un castigo a la soberbia de los hombres que pueden escalar al Olimpo, la fundadora de la condición humana actual, de una edad de hierro en la que ya no existe el paraíso. Como la condición humana que conocemos todos –incluido el autor del texto, Hesíodo- es la de un estado mortal e imperfecto, y como es normal el deseo irracional de una condición humana mejor, incluida una especie de añoranza de un paraíso, el mito nos da una explicación literaria de una decadencia progresiva de la humanidad desde una etapa en la que los hombres –sin mujeres- eran compañeros de los dioses. Y esta evolución inversa de la humanidad se debe, según el mito, a la ruptura de un tabú que, en este caso, consiste en abrir lo que está cerrado. Ese tabú superado por Pandora no sólo consiste en abrir una vasija, sino que abre una nueva humanidad que, por su deseo de aprender, irá destapando todo lo escondido aun a costa de perder el paraíso de la ignorancia y el miedo. En el caso de Eva, también había una prohibición, un tabú que la mujer rompió a costa de perder el paraíso Eva prima Pandora, de Cousin el viejo En el mito hebreo Eva también aparece cuando el hombre está solo, pero no hay referencias patentes a su hermosura. En el mito griego llama la atención la irresistible fuerza de seducción que se otorga a la belleza. Es pertinente, por supuesto, hablar –tanto en un mito como en otro- de una sociedad patriarcal y misógina que elaboró el mito de la mujer como castigo y maldición al género humano. Pero hay algo más: la primera mujer inaugura una humanidad nueva que rompe el tabú que impide el conocimiento de lo oculto e introduce una aspiración a la belleza. En la historia de la literatura tendrá un largo recorrido y una amplia trascendencia el tema de la mujer como castigo, peligro y maldición, continuación de la tradición misógina patriarcal que inaugura el mito de Pandora. En esta corriente hay abundancia de textos griegos y casi toda la literatura clerical europea. Dentro de la misma tradición patriarcal surgirá más tarde, con el dolce stil nuovo, la poesía cortesana y el romanticismo- la corriente idealizadora y paternalista del tratamiento de la mujer. Fuera de esa tradición y, más o menos silenciada y censurada, se abren paso con fuerza testimonios reivindicativos en una literatura protagonizada por mujeres (Safo de Lesbos, Cristina de Pizán Louise Labé, Veronica Gambara…) 5. Textos complementarios Misoginia griega 1. SEMÓNIDES DE AMORGOS (entre los siglos VII y VI a.C.) Yambos12 de las mujeres De modo diverso la divinidad hizo el talante de la mujer desde un comienzo. A la una la sacó de la híspida cerda: en su casa está todo mugriento por el fango, en desorden y rodando por los suelos. Y ella sin lavarse y con vestidos sucios, revolcándose en estiércol se hincha de grasa. A otra la hizo Dios de la perversa zorra, una mujer que lo sabe todo. No se le escapa inadvertido nada de lo malo ni de lo bueno. De las mismas cosas muchas veces dice que una es mala, y otras que es buena. Tiene un humor diverso en cada caso. Otra, de la perra salió; gruñona e impulsiva, que pretende oírlo todo, sabérselo todo, y va por todas partes fisgando y vagando y ladra de continuo, aun sin ver nadie. No la puede contener su marido, por más que la amenace, ni aunque, irritado, le parte los dientes a pedradas, ni tampoco hablándole con ternura, ni siquiera cuando está sentada con extraños; sino que mantiene sin pausa su irrestañable ladrar. 12 El yambo es un pie métrico formado por una sílaba breve y otra larga. La poesía yámbica era característica de la poesía realista, la sátira y el insulto. A otra la moldearon los Olímpicos del barro, y la dieron al hombre como algo tarado. Porque ni el mal ni el bien conoce una mujer de esa clase. De las labores sólo sabe una: comer. Ni siquiera cuando Dios envía un mal invierno, por más que tirite de frío, acerca su banqueta al fuego. Otra vino del mar. Ésta presenta dos aspectos. Un día ríe y está radiante de gozo. Cualquiera de fuera que la ve en su hogar la elogia: No hay otra mujer más agradable que ésta ni más hermosa en toda la tierra. Al otro día está insoportable y no deja que la vean ni que se acerque nadie; sino que está enloquecida e inabordable entonces, como una perra con cachorros. Es áspera con todos y motivo de disgusto resulta tanto a enemigos como a íntimos. Como el mar que muchas veces sereno y sin peligro se presenta, alegría grande a los marinos, en época de verano, y muchas veces enloquece revolviéndose en olas de sordo retumbar. A éste es a lo que más se parece tal mujer en su carácter: al mar que es de índole inestable. Otra procede del asno apaleado y gris, que a duras penas por la fuerza y tras los gritos se resigna a todo y trabaja con esfuerzo en lo que sea. Mientras tanto come en el establo toda la noche y todo el día, y come ante el hogar. Sin embargo, cuando se trata del acto sexual, acepta sin más a cualquiera que venga. Y otra es de la comadreja, un linaje triste y ruin. Pues ésta no posee nada hermoso ni atractivo, nada que cause placer o amor despierte. Está que desvaría por la unión de Afrodita, pero al hombre que la posee le da náuseas. Con sus hurtos causa muchos daños a sus vecinos, y a menudo devora ofrendas destinadas al culto. A otra la engendró una yegua linda de larga melena. Ésta evita los trabajos serviles y la fatiga, y no quiere tocar el mortero ni el cedazo levanta ni la basura saca fuera de su casa, ni siquiera se sienta junto al hogar para evitar el hollín. Por necesidad se busca un buen marido. Cada día se lava la suciedad hasta dos veces, e incluso tres, y se unta de perfumes. Siempre lleva su cabello bien peinado, y cardado y adornado con flores. Un bello espectáculo es una mujer así para los demás, para su marido una desgracia, de los que regocijan su ánimo con tales seres. Otra viene de la mona. Ésta es, sin duda, la mayor calamidad que Zeus dio a los hombres. Es feísima de cara. Semejante mujer va por el pueblo como objeto de risa para toda la gente. Corta de cuello, apenas puede moverlo, va sin trasero, brazos y piernas secos como palos. ¡Infeliz, quienquiera que tal fealdad abrace! Todos los trucos y las trampas sabe como un mono y no le preocupa el ridículo. No quiere hacer bien a ninguno, sino que lo que mira y de lo que todo el día delibera es justo esto: cómo causar a cualquiera el mayor mal posible. A otra la sacaron de la abeja. ¡Afortunado quien la tiene! Pues es la única a la que no alcanza el reproche, y en sus manos florece y aumenta la hacienda. Querida envejece junto a su amante esposo y cría una familia hermosa y renombrada. Y se hace muy ilustre entre todas las mujeres, y en torno suyo se derrama una gracia divina. Y no le gusta sentarse con otras mujeres cuando se cuentan historias de amoríos. Tales son las mejores y más prudentes mujeres que Zeus a los hombres depara. Y las demás, todas ellas existen por un truco de Zeus, y así permanecen junto a los hombres. Pues éste es el mayor mal que Zeus creó: las mujeres. Incluso si parecen ser de algún provecho, resultan, para el marido sobre todo, un daño. Pues no pasa tranquilo nunca un día entero todo aquel que con mujer convive, y no va a rechazar rápidamente de su casa al hambre, odioso compañero del hogar, dios de mal temple. Cuando piensa un hombre gozar de mejor ánimo en su hogar, por gracia de los dioses o fortuna humana, encuentra ella un reproche y se arma para la batalla. Pues donde hay mujer no puede recibirse con agrado ni siquiera a un huésped que acude a la casa. La que parece, en efecto, que es la más sensata, Ésa resulta ser la que más ofende a su marido, y mientras anda él de pasmarote, sus vecinos se ríen a su costa, viendo cuánto se equivoca. Cada uno hará elogios recordando a su propia mujer, y censuras cuando evoque a la de otro. ¡Y no advertimos que es igual nuestro destino! Porque éste es el mayor mal que Zeus creó, y nos lo echó en torno como una argolla irrompible, desde la época aquella en que Hades acogiera a los que por causa de una mujer se hicieron guerra. (Trad. de C. García Gual) 2. Eurípides (480-406 a.C.), Hipólito13 ¡Oh Zeus! ¿Por qué hiciste nacer a la luz a las mujeres? Si querías crear la raza humana, no había para qué hacerla nacer de las mujeres. [620] Colgando en tus templos oro, hierro y bronce, los hombres hubieran comprado hijos al precio que estimase cada cual, y hubieran habitado en sus moradas sin hijos y sin mujeres. Ahora, en cuanto queremos traer esa calamidad a nuestras moradas, agotamos todos nuestros bienes. De lo cual se deduce que una mujer es una gran calamidad, hasta el punto de que el padre que la ha engendrado y educado la echa fuera, con una dote, para librarse de ella. [630] Quien, por el contrario, recibe en su morada semejante ruina, se regocija, cubre de adornos a la funestísima ídola, la engalana con peplos el desdichado y gasta toda la hacienda de su familia. Si se ha aliado con personas ilustres, es inevitable para él simular que se alegra de un matrimonio amargo, o si ha encontrado una buena unión y padres indigentes, hay que ocultar su miseria con una apariencia de bienestar. Lo mejor es tener en la morada una mujer inútil por su simplicidad. [640] Odio a la mujer sabia. ¡Que, al menos, no tenga en mi morada una que sepa más de lo debido! Cipris fecunda a las sabias en depravación; pero una mujer simple, en vista de su poca inteligencia, está exenta de impudicia. Convendría que no hubiese ninguna servidora junto a las mujeres, y que fuesen servidas por animales mudos, con el fin de que a nadie pudiesen hablar ni nadie les contestara. Pero ahora, en las moradas, las mujeres malas meditan proyectos malos [650] que las servidoras sacan afuera. Así es como has venido a mí, ¡oh cabeza malvada! para urdir el oprobio del lecho sagrado de mi padre, de cuyo oprobio me purificaré en aguas corrientes, vertiéndomelas por los oídos. ¿Cómo iba a ser impuro yo, que creo haber cesado de ser puro por haber oído tus palabras? Entérate bien, mujer: lo que te salva es mi piedad. Porque, si no me hubieses sorprendido y ligado con un juramento hecho a los Dioses, nunca hubiera podido contenerme para no decírselo todo a mi padre. Pero ahora me alejaré mientras Teseo esté ausente de sus moradas y de esta tierra, [660] y mi boca guardará silencio. Cuando vuelva mi padre, veré cómo le recibís tu señora y tú, y observaré tu audacia, de la que ya tengo prueba. ¡Ojalá perezcáis! Jamás me hartaré de odiar a las mujeres, aun cuando me censuraran por decir siempre lo mismo. Porque siempre son crueles y malas. ¡Enséñeles alguien la castidad, o séame dado revelarme siempre contra ellas! (Biblioteca Clásica Gredos, 1999) 13 El protagonista de la tragedia rinde culto a Artemisa, diosa virgen de la caza, y desprecia a Afrodita. La diosa del amor le castiga infundiendo en su madrastra Fedra una pasión exagerada por Hipólito. 3. Friedrich Schiller14 DIGNIDAD DE LAS MUJERES ¡Honrad a las mujeres! Ellas tejen e hilan rosas celestes en la vida terrena, tejen el vínculo dichoso del amor y en el virtuoso velo de la gracia mantienen vigilantes el fuego eterno de los bellos sentimientos con mano sagrada. De los dominios de la verdad surge siempre la salvaje fuerza del varón, inconstantes se elevan los pensamientos sobre el mar de la pasión. Codicioso explora en la lejanía, nunca se aplaca su corazón, desorientado entre las lejana estrellas va a la caza de la imagen que ha soñado. Pero con mirada encantadora y fascinante indican las mujeres el camino de regreso al fugitivo, le aleccionan a volver hacia el presente. En el modesto refugio de la madre permanecen con pudorosa virtud las hijas fieles de la inocente naturaleza. Hostil es el impulso del varón, con un poder destructor va el salvaje por la vida, sin constancia ni morada. Destruye lo que había creado, nunca calma el conflicto de los deseos, como la cabeza de la hidra continuamente cae y se levanta. Pero, satisfechas con una gloria tranquila, arrancan las mujeres la flor del presente, la alimentan con un celo amoroso, más libres en la acción que las sujeta, más ricas que él en las regiones del saber y en el círculo infinito de la poesía. Rígido, soberbio y autosuficiente el frío pecho del varón no se pliega entrañablemente a un corazón, al placer divino del amor, no conoce la complementaridad de las almas, ni derrama lágrimas, las luchas de la vida le endurecen todavía más su dura sensibilidad. Pero ligeramente agitada por el céfiro rápidamente hace vibrar el arpa eólica 14 Poeta romántico alemán (1759-1805) el alma sensible de la mujer. Tiernamente acongojado ante la imagen de las penas, palpita el pecho amoroso, como perlas brilla en los ojos el rocío celestial. En los dominios del varón vale el derecho obstinado de la fuerza, con la espada se acredita el escita y se convierte el persa en esclavo. Furiosamente hacen la guerra los apetitos salvajes y bárbaros, y la ruda voz de Eris gobierna en donde Caris huyó. Pero con ruego tierno y persuasivo portan las mujeres el cetro de la moral, cancelan la discordia enfurecida, enseñan a las fuerzas hostiles que se odian a abrazarse en forma amorosa, y unen lo que continuamente se escapa.