Subido por nieves.perez

las obras de misericordia

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LAS OBRAS DE
MISERICORDIA
Compasión y Misericordia
La compasión significa
sentir como nuestras las
miserias y las necesidades
de los demás.
 La misericordia es lo
que nos lleva a hacer algo
al respecto (ayudarlos,
auxiliarlos) movidos por
esa compasión.

¿Qué son?
Las “obras de misericordia” son acciones, o
mejor dicho, sentimientos y actitudes, que
hacen efectivo y concreto el precepto del
amor fraterno, distintivo de los cristianos.
La Iglesia nos propone practicarlas y vivirlas en
todo tiempo y en toda ocasión; pero
especialmente, nos las recuerda para que
sepamos ponerlas en práctica a lo largo de la
Cuaresma, como una buena preparación al
Misterio Pascual de Cristo.
¿Cuántas son?
LAS OBRAS DE
MISERICORDIA
ESPIRITUALES
Enseñar al que no sabe
Es nuestro deber ayudar a los demás enseñándoles a
realizar por ellos mismos aquello que no saben: leer,
escribir, orar, perdonar, compartir, etc.
Tenemos que hacerlo con moderación, pues podemos
caer en el error de querer siempre dar lecciones a
todo el mundo.
Habrá veces incluso que debemos dejar que otros nos
enseñen, escuchando y agradeciendo con humildad lo
que hemos aprendido. Todos necesitamos aprender
unos de otros, incluso el profesor del alumno, y el
padre del hijo, y el empresario del obrero.
Tenemos siempre que enseñar con amor, sin humillar al
otro. Aprendamos a dar gratuitamente lo que hemos
recibido de Dios gratuitamente.
Dar buen consejo al que lo necesita
Un buen consejo, una palabra orientadora, puede:
◦ ser luz de esperanza,
◦ evitar muchos tropiezos y caídas,
◦ salvar a alguien del fracaso y la desesperación.
Antes de aconsejar a los demás, pidamos a Dios Padre, que nos
envíe su Santo Espíritu y nos regale el don de Consejo. Así,
bajo la guía del Señor, tanto nuestras palabras como nuestro
actuar, serán verdaderamente eficaces.
Cuando demos un consejo, hagámoslo:
◦ sin sentirnos superiores.
◦ cuando el otro nos lo pida o veamos que lo necesita
◦ siempre que estemos nosotros dispuesto a recibirlo.
Corregir al que se equivoca
Muchas veces nos enojamos o reímos cuando alguien
comete un error, olvidándonos que no somos
perfectos e inevitablemente también nos podemos
equivocar.
Cuando alguien se equivoque corrijámoslo con amor
fraternal para que no lo vuelva a hacer.
La corrección fraterna debe hacerse con humildad y
con amor:
◦ Con humildad, reconociendo que también nosotros
nos equivocamos. No queramos sacar la paja en el
ojo ajeno, sin darnos cuenta de la viga en el nuestro.
◦ Con amor, no para avergonzar al hermano sino para
ayudarle.Y hacerlo además con cariño, con delicadeza
y con cordialidad.
Perdonar las injurias
Es de lo más difícil, pues somos muy dados a la venganza y
el resentimiento, tanto que Jesús nos dice que debemos
perdonar 70 veces 7, es decir, SIEMPRE.
Además en el Padrenuestro, nos pone la condición de:
PERDONA NUESTROS OFENSAS, COMO
NOSOTROS PERDONAMOS A LOS QUE NOS
OFENDEN.
Esta es una de las obras de misericordia más cristiana:
 Perdonemos, aunque la ofensa nos duela
mucho.
 Perdonemos setenta veces siete.
 Perdonemos, si podemos, olvidando la ofensa.
 Y aprendamos a perdonarnos a nosotros
mismos.
Consolar al triste
Jesús ha dicho: "Dichosos los que lloran porque serán consolados".
Dios nos consuela por medio de su Espíritu Santo. Pero,
además, se vale de nosotros para consolar a los demás. No
se trata de decir: no esté triste, sino de buscar en las
Escrituras, las palabras que mejor se adecúen a la situación.
En los salmos podremos encontrar esa palabra de consuelo
que requerimos, por eso, es conveniente leerlos y meditarlos
constantemente.
Cada uno de nosotros tendría que ser un ángel del consuelo,
como el que se acercó a Jesús en su agonía. Son muchas las
personas que sufren tristeza, a veces por cosas bien
pequeñas. ¡Resulta tan fácil y tan bonito consolar a los
demás!. Podría bastar una palabra, una sonrisa, una
explicación, un voz de aliento, un gesto de cariño.
El que consuela se parece a Dios, que quiere enjugar las
lágrimas de todos los rostros.
Sufrir con paciencia los defectos del
prójimo.
¡Que fácil es ver la paja en el ojo del prójimo y no ver la
viga en el nuestro!. Cuando seamos capaces de
disimular los defectos del otro, estaremos ayudando a
la construcción del Reino de Dios. Tengamos
paciencia con los ancianos, los niños, el vecino, el
compañero de trabajo y ellos la tendrán con
nosotros, en nuestros defectos.
Démonos cuenta que todos somos seres humanos y
todos tenemos cualidades pero también defectos.
Soportemos con paciencia, con alegría y buen humor
los defectos del prójimo –y los propios-. Nos
ayudará a crecer en el amor y la misericordia. Como
Dios, que tiene paciencia infinita con nosotros.
Rogar a Dios por los vivos y
difuntos.
Cuando vemos a los niños orar por sus padres, por sus
hermanos, por sus compañeros de colegio y por sus
abuelitos ya fallecidos, sintámonos agradecidos de saber que
muchos oran por otros. Cada oración es una intercesión, y el
Señor nos pide que oremos unos por otros para
mantenernos firmes en la fe, así como Él oró por Pedro para
que una vez confirmado, le ayudara a sus hermanos.
Orar no es una rutina. Orar es amar. Cuando oramos por
alguien nos solidarizamos con él, lo amamos como a
nosotros mismos.
Orar por los demás nos hace bien, porque nos ayuda a amar y
nos compromete para hacer realidad, en la medida de
nuestras fuerzas, aquello que pedimos.
Roguemos a Dios por los vivos y difuntos y sentiremos cómo
crece la comunión de los santos.
Aprende a orar con los 5 dedos de
tu mano
1.
2.
3.
4.
5.
Tu dedo pulgar es el más cercano a vos cuando extendes tus manos. Empezá
orando por aquellos que están más cerca de vos. Son los mas fáciles de
recordar. Orar por nuestros seres queridos es como dijo una vez C.S. Lewis,
una dulce tarea.
El siguiente es tu dedo índice. Ora por aquellos que enseñan, instruyen y
sanan. Esto incluye a maestros, doctores y sacerdotes. Todos ellos necesitan
apoyo y sabiduría en su labor de indicarles a otros el camino correcto..
El siguiente es tu dedo mayor, el dedo más grande. Te recuerda a
nuestros líderes. Ora por los gobernantes, y por los líderes en todas las áreas
de la vida de nuestra nación. Ellos son los que moldean nuestro país y sirven de
orientadores de la opinión pública.
Sigue tu dedo anular. Aunque no parece, según los profesores de piano, este
es el dedo más débil de la mano. Que te recuerde orar por aquellos que son los
más débiles, por los que están en problemas o están sufriendo por cualquier
causa. Necesitan mucho de tu oración.
Por último viene tu dedo meñique, el dedo más pequeño de todos,
que es como debes de considerarte en relación a Dios y a los demás. Tu
meñique te debe recordar la necesidad de orar por vos mismo. Después que
has orado por todos los grupos anteriores, verás tus necesidades desde una
mejor perspectiva, y podrás orar de una forma más efectiva por vos mismo.
LAS OBRAS DE
MISERICORDIA
CORPORALES
Visitar y cuidar a los enfermos
Los hospitales están llenos de enfermos olvidados por sus
familiares, o bien, personas que por la lejanía de su hogares,
no reciben visita alguna. Es bueno dar dinero para los
necesitados, pero es mejor darnos nosotros mismos.
Compartamos nuestro tiempo con ellos y llevémosles una
palabra de aliento, un rato de compañía a esos cristos en su
monte de los olivos.
Que no sea una visita fría por cumplir. Sino algo que signifique
cercanía y compasión. Una visita que suponga comunicación,
ayuda, cuidado, ternura, consuelo, confianza. Los enfermos
son partecitas del cuerpo doliente de Cristo.
Hay muchas clases de enfermedades y de enfermos. No están
sólo en los hospitales; los hay también en casa, en el trabajo y
en la calle. Todos tenemos alguna enfermedad o alguna
dolencia. Por eso tenemos que ser compasivos y
misericordiosos.
Dar de comer al hambriento.
Jesús nos ordena compartir con el necesitado
cuando nos dice, "El que tenga dos capas dele una
al que no tiene, y el que tenga alimento, comparta
con el que no"(San Lucas, 3-11). Al compartir
nuestro alimento, no solo les llenamos el
estómago a nuestros hermanos necesitados, sino
que les mostramos el amor de Dios que no los
deja desfallecer.
Hay que compartir el pan material y el espiritual ¡hay tantas hambres!-. Pero no basta. Hay que
hacerse pan partido, como hizo nuestro Señor
Jesucristo. El pan es fraternidad y es vida. El pan
partido y compartido es amor.
Dar de beber al sediento
Con cuantas ganas nos bebemos un vaso de agua fresca para
calmar nuestra sed. ¿Cuántas veces pensamos en nuestros
hermanos que no tienen agua papa beber, o en aquellos que
se enferman porque beben agua contaminada, o en quienes
no tienen agua porque otros la desperdician?
Jesús, en la cruz, sintió sed y lo exclamó con tanta vehemencia,
que un soldado romano le acercó una esponja con hiel y
vinagre para que la calmara. ¿Somos nosotros peores que ese
soldado romano como para negar agua al sediento?
Dar un vaso de agua es fácil y es bonito. Saciar otra sed más
profunda es difícil. Pero Jesús puede hacer brotar en las
entrañas una fuente de agua viva, gozosa, inagotable.
Podemos ayudar a hacer posible ese milagro.
Dar posada al peregrino
Hoy no es fácil abrir la puerta de la casa, cada vez más protegidas, a
muchos peregrinos que llaman a nuestra puerta: mendigos,
transeúntes, extranjeros, refugiados, drogadictos…. Acojámoslos,
pero no sólo materialmente sino cordialmente. Puede ser alguien
que a lo mejor sólo nos pide una palabra, una sonrisa o una
escucha.
Existen muchos inmigrantes que esperan nuestra ayuda para poder
vivir dignamente junto a su familia, ayuda que debemos dar en toda
forma y en todo momento.Toda una herida abierta, que exige
soluciones no sólo personales sino estructurales
Y no sabemos a quién ayudamos. Algunos han ayudado a Ángeles bajo
formas humanas: A Abraham y Lot les sucedió esto. Esto lo
recuerda posteriormente San Pablo: “No dejen de practicar la
hospitalidad, pues algunos dieron alojamiento a Ángeles sin saberlo”. (Hb.
13, 2)
Vestir al desnudo
A menudo nos encontramos con hermanos que están vestidos
con harapos o bien se encuentran desnudos, viéndose
disminuida su dignidad de hijos de Dios. Ayudémosles a
recobrarla brindándoles ropa limpia y decente, que les permita
ver al Señor en la bondad de los demás.
Esto se nos facilita con las recolecciones de ropa que se hacen a
veces para los necesitados. Podemos dar de lo que nos sobra o
ya no nos sirve, pero no lo que está ya como para botar o para
convertir en trapos de limpieza.También podemos dar de lo que
aún es útil.
Pero hay algo más grave que no vestir al desnudo; es el desnudar al
vestido. Esto es ya tema de justicia. “Si, pues, ha de ir al fuego
eterno aquel a quien le diga: estuve desnudo y no me vestiste, ¿qué
lugar tendrá en el fuego eterno aquel a quien le diga: estaba vestido
y tú me desnudaste?” (San Agustín).
Redimir al cautivo.
Cada mañana corremos a los centros de estudio o trabajo,
y posiblemente pasemos frente a un centro de reclusión
en el que muchos sufren la soledad y la indiferencia.
Nuestra Santa Madre Iglesia nos llama a llevarles, no
solo cosas materiales, sino el cariño de toda la
comunidad, para que se sientan parte del rebaño del
Único Pastor.
No está en nuestras manos sacar a los presos de la cárcel;
pero sí podemos aliviarlos y orientarlos espiritualmente
para quitarles las cadenas de sus almas.
Hay muchas cárceles y esclavitudes. Es tarea nuestra
liberar a todos los cautivos: al preso, al drogadicto, al
avaricioso, al consumista, al lujurioso, al hedonista, al
fanático de lo que sea.
Enterrar a los muertos.
Sepultarlos no significa olvidarlos, por el contrario, esta obra de
misericordia corporal nos lleva a la obra de misericordia
espiritual que nos invita a rezar por los vivos y los muertos.
Al enterrarlos no debemos olvidar que es nuestro deber
mantener sus sepulturas en buen estado, pues en ellas se
contienen los restos mortales de aquellos que fueron Templo
del Espíritu Santo.
El problema está más no en los que se van sino en los que se
quedan. La muerte de un ser querido deja casi siempre
heridas sangrantes. Es una obra de misericordia estar cerca
de los que sufren por estas muertes. Cuando damos el
pésame o “acompañamos en el dolor”, que no sea por
decirlo o una palabra vacía.
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