Subido por Katiushka Diaz

Diccionario de Psicología

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psicología
y
psicoanálisis
traducción de
maría emilia g. de quevedo
diccionario de psicología
umberto galimberti
ZZZPHGLOLEURVFRP
siglo veintiuno editores, s.a. de c.v.
CERRO DEL AGUA 248, DELEGACIÓN COYOACÁN, 04310, MÉXICO, D.F.
siglo xxi editores, argentina, s.a.
LAVALLE 1634, 11 A, C1048AAN, BUENOS AIRES, ARGENTINA
edición al cuidado de ricardo valdés r.
portada de marina garone
primera edición en español: 2002
© siglo xxi editores, s.a. de c.v.
isbn 968-23-2409-2 empastado
isbn 968-23-2618-4 rústica
primera edición en italiano: 1992
© unione tipografico-editrice torinese, turín
isbn 88-02-04613-1
título original: dizionario di psicologia
se prohíbe la reproducción total o parcial por
cualquier medio mecánico o electrónico sin
permiso previo del editor.
impreso y hecho en méxico
A Karl Jaspers,
psicopatólogo y filósofo
que me indicó la zona limítrofe
entre filosofía y psicología
PRÓLOGO
1] Las disciplinas psicológicas. Este diccionario asume como su ámbito temático
tres estructuras disciplinarias: a] la psicología propiamente dicha, ilustrada en
sus expresiones teóricas y, hasta donde me ha sido posible, en todas sus técnicas
y características operativas; b] la psicología de lo profundo que, a partir del psicoanálisis, recorre todas las orientaciones que de éste se desarrollaron en sucesión histórica o que se constituyeron en divergencia teórica, dando origen a diferentes tendencias; c] la psiquiatría que, pese a ser una “-iatría”, y por lo tanto
una técnica terapéutica, subyace a una “-logía”, es decir a una concepción de lo
psíquico que condiciona y distingue, en ocasiones en forma muy radical, la calidad de la intervención médica. Estos tres ámbitos disciplinarios, cuya influencia
recíproca produjo numerosas contaminaciones teóricas y frecuentes complicidades lingüísticas, han sido convocados en su oportunidad en cada una de las voces que los citan para permitir al lector recorrer las variaciones de significado, y
en algunos casos incluso el cambio de sentido, que la misma palabra asume al
pasar por los diferentes campos del saber psicológico.
2] Las disciplinas afines. Ya que el mundo de la psicología no está cerrado, sino se
comunica con mundos contiguos, fue necesario dar cuenta de los antecedentes
teóricos que están en la base de los modelos conceptuales implícitos en la psicología y los aparatos culturales, además de los instrumentos operativos procedentes de otras disciplinas y que la investigación psicológica modificó y relaboró para sus finalidades específicas. De hecho quise que en este diccionario la psicología no expusiera sólo la belleza de sus ramas sino también la profundidad de sus
raíces, que se hunden en el terreno de la filosofía del cual nació la psicología y de
donde con frecuencia todavía incluso, sin saberlo, continúa nutriéndose, para extenderse hacia las disciplinas afines que son la epistemología, por lo que se refiere a la justificación de los asuntos teóricos mismos; la fenomenología, por la modalidad de conducir la observación más allá de la división entre alma y cuerpo; la
antropología cultural, por los modelos de investigación que ésta elaboró y transformó a partir de la psicología; la sociología, que tiene numerosas zonas limítrofes y continuos intercambios de informaciones teóricas y experimentales con la
psicología; la pedagogía, a la que la psicología ofrece modelos interpretativos esenciales y de la que recibe respuestas significativas de acuerdo con la comprobación
empírica; la lingüística, porque el lenguaje es el horizonte donde la psique se expresa, se narra, rinde cuentas; la hermenéutica, porque la palabra no existe más
que en la huella de la interpretación histórico-cultural, de la cual la psicología no
está aislada.
[ix]
x
PRÓLOGO
Junto a las ciencias humanas, las ciencias biológicas son para la psicología términos de referencia esenciales, como en el caso de la genética, cuyos rápidos desarrollos determinaron, si no el desplome, seguramente sí la sacudida de numerosas hipótesis culturales; la endocrinología, cuyos descubrimientos, lejos de haberse
agotado, no dejan de desplazar el eje de referencia de la descripción psicológica del
plano de la hipótesis interpretativa al de la comprobación experimental; la neurofisiología, hoy enriquecida por las importantes contribuciones provenientes de la
clínica psiquiátrica, la farmacología, la neurocirugía e incluso la etología, que recientemente se emancipó de la psicología animal genérica. Por último, no faltan
las contribuciones provenientes de la estadística, la cibernética y el estudio de los
tests, que permiten traducir datos iniciales en datos elaborados y disponibles para hipótesis teóricas sostenidas con la confirmación experimental.
La relación constante entre filosofía y biología, aquí asumidas como disciplinas
representantes de las cuales parten las referencias que recorren los caminos de las
llamadas ciencias humanas y ciencias naturales, es uno de los rasgos característicos de este diccionario, que se propone hacer explícito el vínculo de la psicología
con estas formas del saber de las cuales se ha ido emancipando progresivamente,
ganando una autonomía propia que no debe interpretarse como separación, a menos que se reduzca la psicología a la pura clasificación de observaciones y de datos,
sin consistencia crítica, referencia histórica ni estatuto epistemológico aduciendo
que esto aún puede ser problemático.
3] Las citas de los textos originales. La precariedad del estatuto científico, que todavía no protege a la psicología de los ataques, las objeciones y las reservas que
continuamente surgen y se le plantean desde afuera y desde adentro, hizo necesaria, en la compilación de este diccionario, una forma de proceder que, por ser
la más fiel posible a la problemática y a la historia, siguió el camino de la cita directa. Las diferentes voces, por lo tanto, están acompañadas de fragmentos originales de la bibliografía psicológica que hacen referencia a quien introdujo el
término o al debate que el uso del mismo provocó, con las consiguientes posturas que desplazan la acentuación de significado de un terreno a otro, a veces limítrofe, otras muy distante.
Después de una definición léxica muy general decidí pasar revista a los usos
principales del término, siguiendo el criterio de la reconstrucción histórica o de
la diversidad de significados que el término asume al ser llevado de un ámbito
disciplinario a otro, documentándolo todo con la referencia directa a las fuentes,
con el fin de evitar la arbitrariedad reconstructiva. Las citas están extrapoladas
de los textos en versión italiana, en los casos en que ésta existe, e indicadas con
el año de la primera edición en lengua original y la página de la traducción italiana. Cuando la traducción no me convencía o no existía pasé directamente a indicar el texto original.
Con el mismo criterio se redactó la bibliografía que acompaña cada voz que no
sea simplemente técnica, donde aparece el autor y el año de la publicación de la
obra original. Para consultar la ficha completa, la bibliografía está dispuesta en
xi
PRÓLOGO
orden alfabético por autor al final del diccionario; cuando hay más de una obra
de un mismo autor se siguió el orden cronológico, para resaltar las oscilaciones
que el mismo término registra en el desarrollo de su pensamiento.
4] Referencias. Como la mayor parte de las voces está articulada en parágrafos
que destacan claramente la contribución de las diferentes disciplinas psicológicas a la construcción o a la variación de sentido del término, las referencias,
cuando son necesarias para evitar repeticiones o para destacar implicaciones, no
envían a la voz completa sino sólo al parágrafo considerado necesario en la voz
objeto de estudio. Esto permite al lector efectuar la confrontación de manera
precisa, en el espacio que va de los diez a los quince renglones indicados, mediante el parágrafo y sus fracciones. En las referencias la indicación (v.) es posterior a la palabra central de la expresión con excepción de las “psicologías”, que
se consideró oportuno clasificar consecutivamente en la letra “p” con el fin de
ofrecer un panorama lo más completo posible, los términos completos por más
de una palabra están ordenados bajo el vocablo distintivo (por ejemplo: abandono, síndrome de; halo, efecto de; Benton, test de; Edipo, complejo de; Parkinson,
enfermedad de). Este criterio se empleó siempre que la primera palabra no ofrezca suficiente caracterización, como en el caso de complejo, efecto, experimento,
fenómeno, función, enfermedad, morbo, neurosis, psicosis, escala, síndrome,
sistema, síntoma, terapía, test y similares.
5] Reconocimientos. Este diccionario lo recopilé por completo yo, a excepción de
las voces o las partes de las mismas que, por requerir un conocimiento biológico específico, redactó o revisó mi esposa Tatjana Simonic, profesora de bioquímica en la Universidad de Milán; le doy las gracias no sólo por la contribución
afectiva sino también por la asistencia y la generosa disponibilidad que siempre
me brindó durante todos los años necesarios para la realización de este trabajo.
También agradezco a mis maestros, comenzando por Karl Jaspers, a quien conocí y traté en Basilea desde 1962 hasta 1965. A él le debo la senda que siguieron
mis estudios en esa zona límitrofe entre la filosofía y la psicología. A lo largo de
este camino conté con la asistencia de las enseñanzas de Emanuele Severino, a
quien debo mi formación filosófica, sin la cual difícilmente habría podido acercarme al mundo psicológico desde sus fundamentos mismos, ya que prescindiendo de éstos es imposible llevar a cabo una reconstrucción histórica y teórica en
los niveles en los que hoy la van desplegando en el ámbito psicoanalítico Mario
Trevi y en el psiquiátrico Eugenio Borgna. En el curso de esta obra el constante
trato de estos maestros resultó fundamental.
Agradezco, finalmente, a la casa editorial UTET, que desde el principio me concedió una ilimitada y amplia confianza y una asistencia asidua tanto en el plano
de la intervención cultural como en el del apoyo psicológico.
UMBERTO GALIMBERTI
abandono, síndrome de (al. Verlassenheitssyndrom; fr. syndrome d’abandon; ingl. abandonment syndrome; it.
sindrome di abbandono)
figurado para referirse a errores de juicio o a
conductas sexuales consideradas fuera de la
norma. En esta segunda acepción el término
es utilizado por S. Freud, que más tarde lo
sustituye por perversión (v.).
Inseguridad afectiva de fondo, relacionada
con experiencias precoces de deprivación (v.
privación) que se remontan a los primeros
años de vida en los que el niño no ha percibido de modo significativo la presencia tranquilizadora de los padres o de su actitud afectiva.
De esto resulta un estado de inanición, en el
que se ve comprometida la vida de relación
desde los juegos infantiles hasta la tendencia
a las manifestaciones antisociales, escasa
aplicación en el estudio y en el trabajo, inconstancia, inquietud y desconfianza básica
(v. anaclisis, § 3).
BIBLIOGRAFÍA:
ablutomanía (al. Waschungsmanie; fr.
ablutomanie; ingl. ablutomania; it.
ablutomania)
Impulso irresistible a lavarse o a pensar reiteradamente al respecto. Es un síntoma que se
presenta en las neurosis obsesivas.
abnegación (al. Selbstverleugnung; fr.
abnégation; ingl. self-denial; it. abnegazione)
BIBLIOGRAFÍA:
Bowlby, J. (1951), Spitz R.A.
(1958); Winnicott, D.W. (1984), Winnicott, D.W.
(1987).
Renuncia intencional a la satisfacción de necesidades y deseos con el objetivo de servir a elevados valores morales o religiosos. Puede tratarse de una tendencia específica de la especie,
como en el afecto materno, o de la consecuencia de una elección, como en los comportamientos ascéticos. En algunos casos recuerda
la sublimación (v.) de la que habla el psicoanálisis, pero se distingue de ésta porque la abnegación es siempre un proceso consciente.
abasia (al. Abasie; fr. abasie; ingl. abasia; it. abasia)
Incapacidad para caminar y a veces para mantener la posición erecta aun cuando no haya
lesión del sistema nervioso o del aparato osteomuscular. Es un síntoma típico del cuadro
de las manifestaciones histéricas.
BIBLIOGRAFÍA:
Freud, S. (1905).
Freud, S. (1892-1895).
aborto (al. Fehlgeburt; fr. avortement;
ingl. abortion; it. aborto)
aberración (al. Verirrung; fr. aberration; ingl. aberration; it. aberrazione)
Interrupción del embarazo. El punto de vista
psicológico se concentra en los sentimientos
ambivalentes de aceptación y rechazo al nacimiento próximo, que causan situaciones conflictivas cuya gravedad está en relación con la
aceptación individual y social del aborto. Es
El término se deriva de la óptica, donde indica la deformación de una imagen proporcionada por un sistema óptico, entendiendo como tal también al ojo, y se utiliza en sentido
[1]
2
ABREACCIÓN / ABSTINENCIA
frecuente que el recuerdo de abortos provocados en épocas lejanas, y superados aparentemente sin dificultad, reaparezca cargado de
sentimientos de culpa durante episodios depresivos. Existe finalmente una neurosis de
aborto en mujeres que lamentan haber arriesgado, con el aborto, la posibilidad de posteriores embarazos.
BIBLIOGRAFÍA:
Brisset, C. (1967); Chertok, L.
(1966).
abreacción (al. Abreaktion; fr. abréaction; ingl. abreaction; it. abreazione)
Reflujo de la emoción ligada a un hecho o al recuerdo de un hecho que, si no encontrase vías
de desahogo, se manifestaría como síntomas
patológicos. El término fue acuñado por J.
Breuer y por S. Freud a partir del verbo reagieren con la adición del prefijo ab-, que alude a
una supresión del afecto (v.). En efecto, “lo que
sobre todo importa es si frente al suceso afectante se reaccionó enérgicamente o no. Por reacción
entendemos aquí toda la serie de reflejos voluntarios e involuntarios en que, según lo sabemos
por experiencia, se descargan los afectos: desde
el llanto hasta la venganza. Si esta reacción se
produce en la escala suficiente, desaparece
buena parte del afecto; nuestra lengua testimonia este hecho de observación cotidiana mediante las expresiones ‘desfogarse’, ‘desahogarse llorando’, etc. Si la reacción es sofocada, el
afecto permanece conectado con el recuerdo”
(1892-1895, [1976: 34]). Es aquí donde el afecto no descargado se transforma en patógeno y
“las representaciones devenidas patógenas se
conservan tan frescas y con tanto vigor afectivo
porque les es denegado el desgaste normal por
abreacción y por la reproducción en estados de
asociación desinhibida” (ibid., [1976: 37]). El
efecto catártico (v. catarsis), relacionado con
la abreacción, puede lograrse también en la terapia analítica si se da la posibilidad de revivir
el afecto y de descargarlo con una descarga
emocional adecuada. Esto porque “el ser humano encuentra en el lenguaje un sustituto de
la acción; con su auxilio el afecto puede ser
‘abreaccionado’ casi de igual modo” (ibid.,
[1976: 34]). Breuer y Freud indican algunas situaciones que dificultan la abreacción: “En el
primer grupo incluimos los casos en que los en-
fermos no han reaccionado frente a traumas
psíquicos porque la naturaleza misma del trauma excluía una reacción (como por ejemplo la
pérdida, que se presentó irreparable, de una
persona amada), o porque circunstancias sociales la imposibilitaron, o porque se trataba de
cosas que el enfermo quería olvidar y por eso
adrede las reprimió de su pensar consciente,
las inhibió y sofocó” (ibid., [1976: 35-36]). A estas tres formas de inhibición Breuer y Freud
hacen corresponder tres tipos de histeria: hipnoide, de retención y de defensa (v. histeria).
BIBLIOGRAFÍA:
Freud, S. (1892-1895); Freud, S.
(1893).
abstinencia (al. Enthaltsamkeit; fr. abstinence; ingl. abstinence; it. astinenza)
Abstención o limitación de determinados placeres, especialmente de la gula o del sexo, motivada por razones morales o religiosas, o
bien por higiene o necesidad eventual. El término encuentra también un amplio uso en
psicofarmacología para referirse a la adicción
a las drogas.
1] ABSTINENCIA SEXUAL. Puede ser involuntaria
cuando está causada por circunstancias externas o por una disposición psíquica inconsciente que inhibe la sexualidad, y voluntaria cuando está provocada por razones morales, religiosas o ascéticas. Otras causas pueden ser la
angustia en relación con la sexualidad y a sus
peligros, con consecuencias morbosas que van
desde el nerviosismo a la regresión neurótica,
o deberse a una insuficiencia cuantitativa de la
libido (v.) que no logra alimentar simultáneamente la vida sexual y la espiritual. En este caso es posible afrontar a la insuficiencia desplazando todo el potencial disponible hacia donde
es necesario. Por último, este tipo de abstinencia puede estar relacionado con procesos de
sublimación (v.), especialmente evidentes en
temperamentos místicos y artísticos.
2] ABSTINENCIA TERAPÉUTICA. Teorizada por S.
Freud (v. análisis, § 1, c), para el cual “La cura
tiene que ser realizada en la abstinencia.” La referencia es al hecho de que “la técnica analítica
impone al médico el mandamiento de denegar
a la paciente menesterosa de amor la satisfac-
ABSTRACCIÓN
ción apetecida” (1914 [1976: 168]). Freud regresa más tarde sobre el tema a propósito de la necesidad de asegurar que el sufrimiento del paciente no sea aliviado muy rápidamente: “Si la
descomposición y desvalorización de los síntomas han mitigado el sufrimiento, tenemos que
exigirlo en alguna otra parte bajo la forma de
una privación sensible; de lo contrario corremos el riesgo de no conseguir nunca otra cosa
que unas mejorías modestas y no duraderas”
(1918 [1976: 158-159]). Por lo que se refiere a
las consecuencias neuróticas producidas por la
abstinencia sexual, Freud declara: “guardémonos de sobrestimar la importancia que pueda
tener el problema de la abstinencia en cuanto a
la posibilidad de influir sobre las neurosis. Sólo en una minoría de los casos el tipo de comercio sexual que se logra con poco esfuerzo puede poner término a la situación patógena de la
frustración y a la estasis libidinal que es su consecuencia. Por consiguiente, no pueden ustedes
explicar el efecto terapéutico del psicoanálisis
refiriéndose al permiso que éste daría para gozar sexualmente de la vida. Pero buscan en torno otra cosa” (1915-1917 [1976: 395]).
3] SÍNDROME DE ABSTINENCIA. Abarca los síntomas asociados con una brusca interrupción
del uso de drogas, que determina fenómenos
de contrarregulación, de homeostasis, de naturaleza tanto psíquica como somática, que
atacan sobre todo al sistema neurovegetativo.
El bienestar que se logra con la interrupción
del uso de drogas se reduce por el sufrimiento que surge por la interrupción misma. Esto
determina un debilitamiento de los sentimientos éticos y de autoestima, que estaban
al inicio de la interrupción de la dependencia,
con el consiguiente peligro de recaída. El tratamiento procede generalmente con la suspensión gradual de la sustancia estupefaciente acompañada por la sustitución de la misma
con tranquilizantes y neurolépticos.
BIBLIOGRAFÍA:
Freud, S. (1914); Freud, S. (19151917); Freud, S. (1918).
abstracción (al. Abstraktion; fr. abstraction; ingl. abstraction; it. astrazione)
Procedimiento iniciado dentro de la filosofía
para llegar a conceptos universales a partir de
3
objetos individuales, prescindiendo (en latín
abtraho) de sus características concretas espaciales y temporales.
1] FILOSOFÍA. En la tradición aristotélica escolástica la abstracción es obra del intelecto
que, tras recibir las imágenes de las cosas,
prescinde de sus connotaciones sensibles para llegar a su esencia inteligible y universal.
“El matemático –narra Aristóteles– despoja
las cosas de todas las cualidades sensibles (peso, forma, dureza, etc.) y las reduce a la cantidad discreta y continua; el físico prescinde
de todas las determinaciones del ser que no se
reducen al movimiento. Análogamente el filósofo despoja al ser de todas las determinaciones particulares (cantidad, movimiento, etc.)
y se limita a considerarlo sólo en cuanto ser”
(Metafísica, XI, 3, 1061 a). En la edad moderna J. Locke desarrolla, respecto a Aristóteles,
la tesis opuesta, según la cual la abstracción
es una denominación convencional para determinar un representante de los objetos particulares: “Mediante la abstracción –él dice–
las ideas tomadas de seres particulares se
transforman en las representaciones generales de todos los objetos de la misma especie, y
sus nombres se transforman en los nombres
generales, aplicables a todo aquello que existe, y se ajustan a tales ideas abstractas” (1688,
II, 11, § 9). Por su parte I. Kant entiende por
abstracción el procedimiento que aísla los elementos a priori del conocimiento de su contenido, con el objetivo de construir una experiencia objetiva que prescinda de los rasgos
psicológicos que no permiten salir a la subjetividad individual. En semiótica C.S. Peirce
diferencia una abtracción precisiva que, aislando determinados aspectos de las cosas, las
analiza basándose en su identidad temática, y
una abstracción hipostática, que produce entidades abtractas, como los entes matemáticos.
2] PSICOLOGÍA. En esta área la abstracción fue
estudiada por M. J. Goldstein, M. Scheerer, J.
Piaget y C.G. Jung.
a] Goldstein y Scheerer procedieron a la
identificación de la actitud abstracta definida por estas características: aceptación voluntaria de un punto de vista, desplazamiento espontáneo de un punto de vista de la situación a otro, capacidad de tener presentes
los diversos aspectos de una totalidad cap-
4
ABSURDO / ABULIA
tando los puntos esenciales, repartiéndola en
sectores, y poniendo en evidencia las partes
comunes, rapidez en el proceder en modo
simbólico, teniendo separado el yo del mundo exterior.
b] Piaget, después de definir la abstracción
como el proceso que conduce a la formación
de las ideas, distingue: 1] una abstracción generalizada, en la que se evidencian los caracteres esenciales de las cosas y sus relaciones,
que después permiten la construcción de
las clases; 2] una abstracción aislante que
confiere un carácter autónomo a las propiedades y a las relaciones abstractas; 3] una
abstracción idealizadora que construye los
modelos ideales. La capacidad de abstracción es exclusivamente humana y presupone
haber conseguido cierto estadio de desarrollo (v. cognición).
c] Jung define la abstracción como “la cualidad espiritual que libera el contenido o el
hecho advertido como esencial por su relación con elementos advertidos como extraños, distinguiéndolo o, en otros términos, diferenciándolo de aquéllos”. Para Jung la abstracción no es una prerrogativa sólo del pensamiento, sino de todas las funciones psicológicas, por lo que tendremos “un pensar abstractivo que extrae de lo que es extraño un
contenido caracterizado por cualidades inherentes al pensamiento lógico; un sentir abstractivo que hace otro tanto con un contenido de orden sentimental [...] una sensación
abstracta que se llamará sensación estética
en contraposición a la sensación concreta, y
una intuición abstracta como intuición simbólica en contraposición a la intuición fantástica”. Por lo que se refiere a la relación entre abstracción y libido Jung afirma: “Yo me
imagino el proceso de abstracción como extracción de la libido del objeto, como un refluir del valor del objeto al contenido abstracto subjetivo. Por lo tanto la abstracción
representa para mí un proceso energético de
devaluación del objeto. Para expresar el mismo concepto con otras palabras, la abstracción es un movimiento de la libido en el sentido de la introversión” (1921: 424-425).
BIBLIOGRAFÍA:
Aristóteles (1973); Goldstein, M.J. y
M. Scheerer (1965); Jung, C.G. (1921); Kant, I.
(1781); Locke, J. (1688); Peirce, C.S. (19311935); Piaget, J. (1959).
absurdo (al. Sinnlos; fr. absurde; ingl.
absurd; it. assurdo)
Éxito contradictorio de todos los procesos de
pensamiento que no siguen los principios que
regulan los recorridos del pensamiento lógico. En cuanto contradictorio, el absurdo está
privado de significado (v. signo), pero no de
sentido (v.), que es posible alcanzar utilizando procesos de pensamiento (v.) no contemplados por el pensamiento lógico.
abulia (al. Abulie; fr. aboulie; ingl. abulia; it. abulia)
El término, de origen griego, significa falta de
voluntad (α privativa, βουλή, voluntad) y se refiere, o bien a un trastorno de la actividad intencional, por lo que el individuo se muestra incapaz de decidir aun cuando se trate de elecciones de escasa importancia, o a una alteración de la motivación, por lo que el individuo
no es capaz de iniciar o de continuar una acción aun cuando ésta es deseada. La abulia en
sentido estricto es rara y, salvo pocas excepciones, se manifiesta generalmente en las formas
catatónicas de la esquizofrenia (v. catatonia).
Más frecuente que la falta completa de la voluntad es una reducción o debilitamiento, definida con el término hipobulia. La abulia que
ataca la capacidad de decisión y de realización
también se llama apraxia (v.), mientras que
aquella que ataca las capacidades intelectuales
se llama aprosexia (v. atención, § 4, d).
El significado de la abulia debe buscarse en
una reacción psicológica ante frustraciones
afectivas, sobre todo en el ambiente familiar,
o frente a tratos educativos inadecuados, como por ejemplo el hastío provocado por una
actividad escolar aburrida y no activa. En
cambio, cuando aparece como síntoma en los
estados depresivos, va acompañada de ansiedad. La abulia fue estudiada por P. Janet, que
la definió como “alteración de los fenómenos
a través de los cuales se manifiesta la voluntad” (1903); por E. Bleuler, que la atribuyó a
la ambivalencia que caracteriza a los conflictos internos y a las inhibiciones en determinadas formas obsesivas; por S. Freud, que la encontró en los casos de histeria, y por E.
Kretschmer, que la incluyó entre los “fenómenos de la falta de espontaneidad”.
ABURRIMIENTO
BIBLIOGRAFÍA:
Bleuler, E. (1911-1960); Freud, S.
(1892-1895); Janet, P. (1903); Keller, W. (1954);
Kretschmer, E. (1922); Ricœur, P. (1949-1960).
aburrimiento (al. Langeweile; fr. ennui; ingl. boredom; it. noia)
Condición psicológica caracterizada por insatisfacción, desmotivación, renuencia hacia la
acción y sentimiento de vacío. Indicado en los
tratados medievales con el nombre de acedía,
el aburrimiento se estudió en el ámbito filosófico y psicopatológico siguiendo la tradición
que de B. Pascal conduce a los moralistas
franceses, para quienes el aburrimiento es el
resultado de la alteración de los humores en
presencia de condiciones morales despreciables, típicas de quien, habiendo abusado del
placer, se encuentra en la imposibilidad de desear. Desde esta definición de base nacieron
consideraciones más específicas en el ámbito
filosófico, psiquiátrico y psicoanalítico.
1] FILOSOFÍA. En este ámbito las mayores aportaciones son las de S. Kierkegaard y M. Heidegger quienes, aunque con significados diferentes, ven en el aburrimiento un sentimiento
ontológico que tiene que ver con la totalidad.
Al respecto escribe Kierkegaard: “En el panteísmo existe en general la determinación de
plenitud; en cambio en el aburrimiento ocurre lo contrario; está construido en el vacío,
pero precisamente por eso es una determinación panteísta. El aburrimiento descansa en la
nada que se difunde por la existencia; su vértigo es como aquel que provoca ver un abismo
infinito, es infinito. El hecho de que esa excéntrica diversión se construya sobre el aburrimiento también se puede comprobar porque la diversión resuena sin eco, precisamente porque en una nada ni siquiera existe eso
que hace posible una resonancia” (1843, tomo
III, p. 28). Por su lado Heidegger considera el
aburrimiento, al igual que la angustia y la alegría, como un sentimiento que permite aceptar la totalidad, porque: “Aun cuando –y justo
cuando– estamos especialmente invadidos
por las cosas y por nosotros mismos, nos asalta ese ‘todo’, por ejemplo en el aburrimiento
auténtico. Éste está todavía lejano cuando lo
que nos aburre es sólo este libro o aquel espectáculo, esa ocupación o aquel ocio, pero
5
aflora cuando ‘uno se aburre’. El aburrimiento profundo, que va y viene en la profundidad
del ser-ahí como una niebla silenciosa, asocia
todas las cosas, todos los hombres, y con ellos
a nosotros mismos, en una extraña indiferencia. Este aburrimiento revela el ente en su totalidad” (1929: 66).
2] PSIQUIATRÍA. En este ámbito las caracterizaciones más relevantes del aburrimiento se encuentran con P. Mantegazza, quien identifica
la esencia de este estado psicológico en el conflicto entre petición de actividad e incapacidad subjetiva para satisfacerla, anticipando
de esta manera el núcleo teórico de las concepciones psicodinámicas del siglo XIX, y en
H. Le Savoureux, quien considera el aburrimiento “un sentimiento primario al igual que
el placer y el dolor”, caracterizado por ausencia de intereses, monotonía de las impresiones, sensación de inmovilidad, vacío interior,
lentificación del curso del tiempo, síntomas
que pueden rastrearse a la presencia de energías no utilizadas: “El hombre sano que no
gasta suficientemente sus energías disponibles, se aburre” (1914: 142). Siempre en el
ámbito psiquiátrico P. Janet, evidenciando
el cáracter de fases en que se presenta el sentimiento de aburrimiento, aproxima el aburrimiento a la depresión (v.), de la cual representaría el inicio y la convalecencia. En cambio cuando la enfermedad se ahonda hasta extinguir en el sujeto todo motivo de deseo, el
cuadro clínico resulta caracterizado más por
el vacío de los sentimientos que por el sentimiento del vacío. En el ámbito fenomenológico E. Minkowski distingue el aburrimiento
como sentimiento pasajero, por carecer de estimulación, del aburrimiento estructural caracterizado por interrupción del dinamismo
vital y como vaciamiento de la experiencia vivida que cae bajo el dominio de lo monótono
y de lo igual, mientras L. Binswanger ve en el
aburrimiento un fenómeno de deyección (v.)
en la forma de vivir la temporalidad: ya no la
temporalidad auténtica (eigentliche Zeitigung)
favorecida por la espera y por la tensión hacia
una meta, sino la temporalidad deyecta (verfallene Zeitigung), que es la temporalidad objetiva del mundo, “medida por el lento avance
de las manecillas del reloj”, ya no un tiempo
propio (eigen), sino un tiempo anónimo e
inauténtico (uneigentlich).
6
ACALCULIA / ACATAFASIA
3] PSICOANÁLISIS. En este ámbito la contribución más significativa fue la de O. Fenichel, para quien el aburrimiento es un conflicto entre
la necesidad de actividad y la inhibición de la
misma por un contraste entre ello y yo que no
encuentra solución, por lo que “la tensión de la
pulsión está presente, pero el objetivo de la pulsión está perdido”. De esto resulta que “el displacer del aburrimiento no corresponde a una
falta de tensión, sino más bien a una excitación
cuya finalidad es inconsciente” (1945: 25), por
lo que “la sensación de estar aburrido es muy
probablemente, por lo menos en su exageración neurótica, un estado de excitación cuya finalidad está reprimida; cualquier cosa que la
persona piense que puede hacer se percibe como inadecuada para relajar la tensión íntima.
Las personas aburridas tratan de distraerse,
pero por lo general no lo logran porque están
fijadas a su objetivo inconsciente” (1945: 210211). La interpretación de Fenichel la profundizó posteriormente R. Greenson, quien descubrió el elemento estructural y dinámico del
aburrimiento en la inhibición de la fantasía por
parte del yo, que ve en la fantasía una amenaza
de la que debe defenderse. La negación entraña
la experiencia desagradable de falta de tensión,
mientras la imposibilidad de satisfacción pulsional explica la lentitud intolerable del transcurso del tiempo. Siempre según Greenson, el
aburrimiento puede estar acompañado de agitación cuando resurgen las fantasías que, desviadas o distorsionadas por el yo que se defiende, conducen a acciones insatisfactorias y a
proponer de nuevo los sentimientos de vacío.
Acerca de la relación aburrimiento-depresión habló A. Haynal, para quien “el aburrimiento es un humor organizado y defensivo
contra la depresión. [...] El sujeto se aburre
cuando vive su ambiente como pobre en estímulos; tal pobreza puede ser un dato real, o
bien es el sujeto el que se manifiesta incapaz
de encontrar estímulos en el mundo externo o
riqueza en su mundo interior, o devalúa los
estímulos que se le ofrecen [...] como en el caso de los deprimidos que lamentan ataques de
aburrimiento [...] en el examen psicoanalítico
resulta que los estímulos recibidos son devaluados por el ideal del yo o, en los casos más
graves, por el superyó. Entonces se tiene la
impresión de encontrarse frente a un bloqueo
en la evolución del sistema superyó-ideal del
yo, y a una falta de elasticidad del ideal del yo,
que permanece megalomaniático y por tanto
devalúa los estímulos” (1976: 99-100).
La tensión entre yo e ideal del yo se identifica en la base de la relación de aburrimiento y
agresividad, debida, en opinión de P. Luquet, a
que la incapacidad por parte del yo de satisfacer la exigencia del ideal del yo causa un sentimiento de frustración que desencadena una
gran agresividad inutilizable con finalidades
sublimadas. A partir de esta premisa Haynal
observa en el aburrimiento la explicación de la
alternancia entre estados psicópatas y depresivos: “El sentimiento de aburrimiento coexiste
con frecuencia con la frustración afectiva y la
violencia (como destrucción del objeto desilusionante, frustrante); de esta manera se encuentra en la experiencia clínica una especie
de alternancia entre estructura psicopatica y
estados depresivos” (1976: 101).
BIBLIOGRAFÍA:
Binswanger, L. (1957); Greenson,
R. (1953); Haynal, A. (1976); Heidegger, M.
(1929); Janet, P. (1926); Kierkegaard, S. (1843);
Le Savoureux, H. (1913); Le Savoureux, H.
(1914); Luquet, P. (1973); Maggini, C. y R. Dalle
Luche (1991); Mantegazza, P. (1888); Minkowski, E. (1933); Pascal, B. (1968); Schopenhauer, A.
(1919); Zapparoli, G.C. (1979).
acalculia (al. Akalkulie; fr. acalculie;
ingl. acalculia; it. acalcolia)
La acalculia se refiere a la imposibilidad de
realizar cálculos por ausencia o pérdida de la
capacidad de representación numérica. Se distinguen dos tipos de acalculia: 1] primaria,
cuando no se tiene la capacidad de identificar
y diferenciar los símbolos aritméticos (acalculia asimbólica), o cuando no son posibles operaciones de cálculo (anaritmética), identificación de una cifra de más de un número, comprensión del significado del cero (acalculia
asintáctica); 2] secundaria, cuando se verifica
junto con otras formas de afasia (v.), alexia
(v.), trastornos de la atención y de la memoria.
acatafasia (al. Akataphasie; fr. acataphasie; ingl. acataphasia; it. acatafasia)
Trastorno del lenguaje (v. afasia) que se presenta en quien no encuentra la expresión ade-
ACATISIA / ACCIÓN
cuada para sus propios pensamientos, de manera que las frases resultan confusas por la
incorrecta sucesión de las palabras (desplazamiento) o por la escasa conexión entre la
intención del pensamiento y las palabras
adoptadas (descarrilamiento). Algunos autores clasifican la acatafasia entre las formas
de paralogía (v.).
acatisia (al. Akathisie; fr. acathisie;
ingl. acathisia; it. acatisia)
Incapacidad de permanecer sentado, frecuente
en algunos pacientes parkinsonianos (v. Parkinson, mal de), en otras circunstancias hipoquinéticos, que por agitación se ven obligados
a continuos cambios de posición o a un ininterrumpido sentarse y pararse. Este síntoma
también se manifiesta como un efecto colateral
de los neurolépticos (v. psicofarmacología, §
I, 1, a).
BIBLIOGRAFÍA:
Jaspers, K. (1913-1959).
acceso (al. Anfall; fr. accès; ingl. attack;
it. accesso)
Manifestación imprevista y aguda de una sintomatología morbosa. El término se aplica con
frecuencia a las crisis histéricas y epilépticas.
accesos delirantes agudos (it. Bouffées deliranti acute)
Formas episódicas caracterizadas por manifestaciones delirantes, disociaciones del pensamiento, aspectos confusos, acompañados a veces por alucinaciones. La importancia del reconocimiento de estas formas, identificadas por
la psiquiatría francesa, radica en que pueden
mejorar con las terapias antidepresivas, cosa
que no sucede en las esquizofrenias a las que
estos síntomas podrían remitir.
accidente (al. Unfall; fr. incident; ingl.
accident; it. incidente)
Acontecimiento inesperado con consecuencias
dañinas para el sujeto. Existe una inclinación a
7
los accidentes interpretada por el psicoanálisis
como una necesidad de castigo, realizado inconscientemente por el sujeto, según la dinámica que S. Freud describe a propósito de la
neurosis de destino (v. destino, § 2).
acción (al. Handlung; fr. action; ingl.
action; it. azione)
Movimiento deliberado que tiene como finalidad una intervención en el ambiente; como
tal, se diferencia del movimiento reflejo o automatismo, que es una respuesta a determinadas estimulaciones (v. movimiento, § 1, a). El
amplio uso del término requiere una especificación en los diversos contextos.
1] FILOSOFÍA. Acción es una categoría aristotélica que tiene su contrario en la pasión (v.).
Para Aristóteles la acción prevé un agente y
por lo tanto es el predicado de un sujeto. La
acción humana, si se coloca al inicio de alguna
cosa objetiva que tiene su propia autonomía
respecto al agente, es llamada por Aristóteles
πο′ισις; si en cambio es un comportamiento
que no se resuelve en la producción de objetos
es llamada ποα̃ξις, y se le atribuyen todas las
calificaciones morales positivas o negativas
que están en la base de la ética. Opuesta a la
concepción aristotélica es la romántica, expresada en literatura por J.W. Goethe y en filosofía por J.G. Fichte, según la cual la acción
es lo originario, y el yo, lejos de ser una sustancia, como pensaba Aristóteles, se resuelve
completamente en su actividad.
2] NEUROFISIOLOGÍA. El término aristotélico praxis fue adoptado por la neurofisiología, que llama praxia al movimiento intencional dirigido al
objeto externo en contraposición al automatismo del movimiento reflejo. Para esta diferenciación consúltese la voz movimiento (v., § 1,
b), donde la acción está considerada desde el
punto de vista neuromotor, psicomotor, cognoscitivo y expresivo. Las estructuras neurológicas
que están en la base de la acción se tratan en la
voz motricidad (v.), mientras los trastornos de
la acción se clasifican en la voz apraxia (v.). En
este terreno nos limitaremos a los lugares en los
que la neurofisiología habla explícitamente de
acción en su doble acepción del potencial de acción y de la teoría de la acción de masa.
8
ACCIÓN
a] El potencial de acción, que no debe confundirse con el potencial específico de acción
del que habla la psicología del comportamiento (v. § 3, f), es la perturbación electroquímica
que se propaga a lo largo del axón de una neurona. Éste representa la unidad fundamental de
la transmisión de la información desde un punto a otro del sistema nervioso, que se debe a la
diferencia de potencial que existe a ambos lados de la membrana neuronal (v. conducción
nerviosa). Cuando una célula es estimulada se
despolariza hasta un valor crítico denominado
“umbral”. Cuando se supera el umbral se produce una inversión temporal de polaridad del
potencial, con excitación de la célula. Esta variación del potencial eléctrico de la membrana
(potencial de reposo), que se anula rápidamente (fase de despolarización) para después invertirse (fase de inversión) y al final regresar más
lentamente a la norma, está en la base de todos
los procesos de excitación. Por ejemplo, el potencial de acción que se propaga a lo largo de la
membrana del axón (v. neurona) es el impulso
nervioso que sigue la ley del todo o nada, es decir que la respuesta del sustrato excitado tiene
siempre la misma intensidad, independientemente de la intensidad del estímulo. Esta ley es
válida también para todas las fibras musculares
(no para el músculo entero) y para el músculo
cardiaco (v. impulso, § 1).
b] La teoría de la acción de masa prevé que
amplias áreas del tejido cerebral, las llamadas
“áreas de asociación” (v. corteza cerebral, §
6), funcionan como un todo. Esta teoría, formulada por K. Lashley basándose en la observación de que en las lesiones cerebrales la disminución depende más de la masa de corteza
cerebral destruida que de la integridad de un
área particular, se opone a la de P. Broca, según el cual existen áreas diferentes para las
funciones específicas (v. localización).
3] PSICOLOGÍA. En este ámbito se suele definir la
acción como un comportamiento motivado y
voluntario, acompañado de emociones y controlado socialmente en su planificación consciente y dirigida a un fin. La diferencia entre
las diversas posiciones depende de las diferentes acentuaciones de conceptos como fin,
plan, decisión, resolución, identidad, autonomía, capacidad, involucramiento emotivo,
que intervienen en la formulación de la definición de base.
a] Desde el punto de vista cognoscitivo se
tiende a analizar la acción en orden secuencial y sobre varios niveles jerárquicos, como
lo propusieron en 1960 G.A. Miller, E. Galanter y K.H. Pribram, que diferencian la imagen,
depósito general de conocimientos utilizados
como base para el desarrollo de un plan, el
plan, “jerarquía de instrucciones” o informaciones que dirigen el comportamiento, dispuestos jerárquicamente sobre niveles tácticos y estratégicos subordinados, el TOTE (v.)
(Test-Operate/Test-Exit), la unidad fundamental del comportamiento, que funciona como
un circuito de retroalimentación (feedback)
(v. retroalimentación).
b] Desde el punto de vista motivacional los
estudios más significativos son los de H.
Heckhausen, para quien la motivación es el
resultado de un cálculo más o menos racional
por lo que, entre diferentes alternativas de acción, se prefiere la que maximiza los resultados y las probabilidades de éxito. En este análisis se tiende a abandonar el antiguo concepto de “voluntad” (v.) sustituyéndolo por el de
“energía mental”, que hace referencia a la
función directiva de la motivación, olvidando
la activante.
c] Desde el punto de vista del control social las teorías más articuladas de la acción
son las presentadas por G. Mead y E. Goffman,
que elaboraron el concepto de interacción simbólica (v. interacción, § 3), según el cual la sociedad trasmite a sus miembros conocimientos
de objetos, situaciones, acciones, que constituyen la base sobre la cual interactuar y, al mismo tiempo, controlar las acciones propias y de
los otros, favoreciendo un control indirecto y
difuso respecto al directo e impositivo. De aquí
la conclusión de R.P. Abelson según el cual,
puesto que las acciones están completamente
preescritas en un “guión”, la acción del agente
consiste esencialmente en la selección y ejecución de cuanto ha sido ya preescrito.
d] La psicología del trabajo ha hecho de la acción su campo privilegiado de investigación,
con W. Hacker, que ha centrado la atención en
la regulación del motivo pulsional (Antriebsregulation), y en la de la ejecución (Ausführungsregulation). La representación consciente de la regulación sucede en tres niveles: el
nivel del análisis intelectual, en el que se elaboran estrategias y planes; el nivel perceptivo,
en el que se preparan esquemas de acción, y
ACCIÓN
el nivel sensomotor, que orienta el movimiento que puede ser más o menos consciente.
Una vez interiorizados, estos niveles permiten
la autorregulación del trabajo en la que el
agente sabe cuánta influencia cree poder tener, cuánta libertad, cuántos medios y materiales compatibles con la situación dada y con
los objetivos por alcanzar.
e] La investigación de mercado estudia las
acciones sociales más difundidas para planificar una intervención. Con esta finalidad promueve una investigación de las acciones que
prevé una recolección sistemática de datos en
función de un objetivo, una retroalimentación
de los clientes con modificación de algunas
variables incompatibles con la finalidad, y finalmente la planificación de las intervenciones basándose en la evaluación de los resultados recolectados y en la manipulación de las
variables de sistema que están bajo el control
del investigador. Se procede, por último, a un
control, para examinar los efectos de la intervención.
f] La psicología del comportamiento introdujo dos nociones valorativas de las acciones, expresadas con el potencial específico de acción y
con el cociente de acción. El primero designa,
en la investigación conductista, el potencial
que se necesita obtener para iniciar una determinada acción (v. instinto, § 1). Con este concepto se relaciona el introducido por K. Lorenz
y llamado energía específica de acción, a propósito de las acciones instintivas que dependen
de factores internos (v. etología, § 1). Según
Lorenz se determina una acumulación de energía cada vez que una acción no es ejercida por
mucho tiempo, con los consiguientes trastornos del comportamiento. El cociente de acción,
en cambio, es un índice elaborado por A. Busemann que mide, en relación con la edad, las
llamadas “fases accionales” detectables con base en el número de verbos empleados en el lenguaje corriente (fase accional) respecto a los
adjetivos (fase cualitativa).
4] SOCIOLOGÍA. En este ámbito se ha puesto
atención en proporcionar un esquema conceptual que determine las constantes de la acción. É. Durkheim insistió en los aspectos objetivos e institucionales de la acción social,
que a su parecer consisten “en modos de actuar, pensar y sentir externos al individuo y
dotados de un poder coercitivo en virtud del
9
cual se le imponen” (1895: 31). En el lado
opuesto, M. Weber insistió en los aspectos
subjetivos de la acción social y en el cálculo
racional de adecuación de los medios a los fines. Weber, además, diferenció entre una acción social tradicional determinada de un hábito adquirido con el uso y con la costumbre,
una acción social afectiva, típica de los momentos de intensa participación individual y
colectiva, y una acción social racional, evaluada con miras a los fines por alcanzar, teniendo en cuenta los conflictos entre diversas racionalidades, que limitan las posibilidades de
decidir entre fines contrastantes en referencia
a un valor.
Entre la posición de Durkheim y la de Weber se ubica T. Parsons, para quien “dentro
del área de control del actor, los medios empleados no pueden ser considerados, en general, como elecciones al azar o dependientes
exclusivamente de las condiciones de la acción, sino que de algún modo tienen que estar sujetos a la influencia de determinado factor selectivo independiente, cuyo conocimiento es necesario para la comprensión de
la marcha concreta de la acción” (1937: 4445). En otros términos, la fuerza de las acciones sociales está en la integración entre motivaciones psicológicas y relaciones sociales establecidas en instituciones como el matrimonio, la familia, las organizaciones que manifiestan valores, normas y símbolos con los
que se identifican los agentes individuales. El
desarrollo de la teoría clásica de la acción encontró su más reciente vía en la teoría de los
sistemas sociales preparada por N. Luhmann y
J. Habermas; para ellos la acción no sucede según criterios de eficiencia que prevén la movilización de los recursos indispensables para un
determinado fin, sino según criterios de eficiencia que prevén una correspondencia del fin
alcanzable con los recursos disponibles.
5] PSICOANÁLISIS. Con el término acción el psicoanálisis entiende cosas bastante diferentes,
entre las que pueden especificarse:
a] Acción repetida o de evitación. Absuelve a
la función de resistencia ante el afloramiento
de recuerdos que perturban (v. actuación). A
este propósito S. Freud escribe: “El analizado
no recuerda absolutamente nada de los elementos que ha olvidado y removido, él más bien los
lleva a cabo. Reproduce estos elementos no en
10
ACELERACIÓN / ACEPTACIÓN
forma de recuerdos sino en forma de acciones;
las repite, obviamente sin darse cuenta. Por
ejemplo: el analizado no dice recordar haber
sido soberbio y desconfiado hacia la autoridad
de los padres, pero se comporta de esta misma
manera con el médico” (1914 [1976: 154-155]).
b] Acción forzada. Ejecución de un acto
contrario a la intención consciente o que va
más allá de ésta, que tiende a repetirse acompañado de estados ansiosos que reflejan el esfuerzo del sujeto por impedirlo. Se trata generalmente de acciones estilizadas y rituales con
un gran componente obsesivo, que dejan ver
motivos o ideas inconscientes que se desean
contener (v. obsesión).
c] Acciones sintomáticas. Se refiere a gestos
frecuentes y habituales, aparentemente carentes de significado, que se achacan a tendencias inconscientes. Freud los diferencia de
los lapsus (v.) porque se trataría de síntomas
reveladores de fantasías particulares, y no del
resultado de un conflicto entre dos intenciones contrarias, de las que sería resultado el
lapsus (v. acto, § 2, c).
d] Acción específica. Es la acción que resuelve una tensión interna creada por una necesidad que espera una satisfacción. “Este alivio
psíquico –escribe Freud– sólo es posible por el
camino que designaré acción específica o adecuada. Tal acción adecuada consiste, para la
pulsión sexual masculina, en un complicado
acto reflejo espinal que tiene por consecuencia el aligeramiento de aquellas terminaciones nerviosas, y en todos los preparativos que
se deben operar en lo psíquico para desencadenar ese reflejo. Algo diverso de la acción
adecuada no tendría ningún punto, pues la
excitación sexual somática, una vez que alcanzó el valor del umbral, se traspone de continuo en excitación psíquica; imprescindiblemente tiene que ocurrir aquello que libera a
las terminaciones nerviosas de la presión que
sobre ellas gravita, y así cancela toda la excitación somática existente por el momento y
permite a la conducción subcortical restablecer su resistencia” (1894 [1976: 108-109]).
Abelson, R.P. (1976); Aristóteles
(1973); Busemann, A. (1925); Durkheim, É.
(1895); Fichte, J.G. (1794); Freud, S. (1894);
Freud, S. (1914); Goffman, E. (1959); Habermas,
J. (1963); Hacker, W. (1978); Harré, R. y P.F. Secord (1972); Heckhausen, H. (1987); Heider, F.
(1958); Lashley, K. (1929); Lorenz, K. (1963);
Luhmann, N. (1980); Mead, G.H. (1934); Miller,
G.A., E. Galanter, y K.H. Pribram (1960); Muralt,
A. (1958); Parsons, T. (1937); Weber, M. (1922).
aceleración (al. Beschleunigung; fr. accélération; ingl. acceleration; it. accelerazione)
Aumento del ritmo en el proceso de desarrollo, por lo que el crecimiento físico y la madurez se anticipan en el tiempo. La aceleración
está comprobada en todos los pueblos civilizados desde la primera mitad del siglo pasado, con un sucesivo incremento en los últimos
decenios. Las explicaciones se buscan en las
diversas condiciones alimentarias, en la sobreabundancia de los estímulos, en el creciente dinamismo de las condiciones de vida que
estimularían una mayor producción hormonal de la hipófisis. Las investigaciones, que
han comprobado que el fenómeno es mucho
más frecuente en la ciudad que en el campo,
confirman la relación entre influencias ambientales y aceleración.
aceleración de las ideas (al. Ideenbeschleunigung; fr. accélération des idées;
ingl. acceleration of ideas; it. accelerazione ideica)
Trastorno del pensamiento que presenta una
alteración del flujo normal de las ideas, que se
presentan una tras otra con mayor rapidez de
lo normal, y con los nexos asociativos sustituidos por asonancias verbales. En los casos
leves el habla se vuelve agitada y rápida; en
los más graves se hace continua, imparable y
finalmente incongruente por la progresiva reducción de los mecanismos lógicos, finalizantes y estructurantes del pensamiento. La aceleración de las ideas, frecuente en las situaciones de ansiedad y de euforia, es un síntoma
clásico de los estados maniacos.
BIBLIOGRAFÍA:
aceptación (al. Annahme; fr. acceptation; ingl. acceptance; it. accettazione)
El término se presenta: 1] en psicología infantil, a propósito de la aceptación o del re-
ACEPTACIÓN SOCIAL / ACROFOBIA
chazo de un niño por parte de los padres. Una
falta de aceptación pone al niño en un estado
de deprivación (v. privación) que compromete la confianza de base y la autoestima; 2] en
psicología analítica se habla de aceptación de
la sombra (v.), o sea de los aspectos considerados negativos de la propia personalidad; 3]
en psicoanálisis S. Freud asocia con la aceptación “la pasividad y el masoquismo del sexo
femenino” y llama “aceptantes psíquicas” a
las jóvenes que en las sociedades primitivas
permiten la práctica de la clitoridectomía.
BIBLIOGRAFÍA:
Freud, S. (1931); Jung, C.G. (1951);
Winnicott, D.W. (1984).
aceptación social (al. Soziale erwünschtheit; fr. agrément social; ingl. social approval; it. desiderabilità sociale)
Llamada también aquiescencia o agrado social,
es una variable que distorsiona los resultados
de los inventarios de personalidad, induciendo
a algunos sujetos a responder en el sentido socialmente aprobado, independientemente de
que tales respuestas proporcionen una adecuada descripción de sí mismos (v. response set).
acontecimiento (al. Ereignis; fr. evénement; ingl. event; it. evento)
Suceso contingente o accidental no interpretable dentro de una sistematicidad o de una visión orgánica y unitaria. Corresponde a la experiencia práctica y, como tal, no es paradigmático ni universal. Al no estar incluido en una
secuencia, sino caracterizarse más bien por su
irrepetibilidad, en el acontecimiento no se pueden encontrar verdaderas causas, sino que como mucho se pueden identificar los “antehechos” que genéricamente lo justifican o en parte lo vuelven previsible. Hay dos tipos de previsión del acontecimiento: una subjetiva, basada
en el “grado de confianza” de un individuo respecto a la verificación o no de determinado
acontecimiento, y que se expresa como “cuota
de apuesta”, y una objetiva, en la que la probabilidad de un acontecimiento está en relación
con un conjunto (kollektiv) de otros acontecimientos o pruebas. En este caso, escribe L.
Geymonat, “la probabilidad de un acontecimiento en un kollektiv será la frecuencia límite, en el sentido que tiene este término en el
análisis matemático, hacia el cual tienden las
pruebas positivas del tal kollektiv” (1982: 27).
BIBLIOGRAFÍA:
acercamiento
v. ATRACCIÓN-REPULSIÓN,
TEORÍA DE LA.
acmé (al. Akme; fr. acmé; ingl. acme; it.
acme)
Del griego αχµη que significa “punto más alto”;
el término es empleado para referirse al clímax
del placer que se obtiene en el acto sexual (v.
orgasmo).
acomodación (al. Akkommodation; fr.
accommodation; ingl. accommodation;
it. accomodazione)
Adaptación del ojo a las diversas distancias a
través de las modificaciones de la curva del
cristalino (v. visual, aparato, § 4). El término
también se emplea para referirse al aumento
del umbral de estimulación de una fibra nerviosa, cuando el estímulo aumenta.
11
Geymonat, L. (1982).
acrasia (al. Akrasie; fr. acrasie; ingl.
acrasia; it. acrasia)
Abatimiento de la voluntad que impide realizar una acción en neto contraste con los más
firmes propósitos.
acrocefalia (al. Akrozephalie; fr. acrocéphalie; ingl. acrocephalia; it. acrocefalia)
Deformación esquelética congénita caracterizada por una cabeza anormalmente alta y en
punta. Generalmente está asociada con deficiencia mental.
acrofobia (al. Akrophobie; fr. acrophobie; ingl. acrophobia; it. acrofobia)
Pánico a las alturas cuya intensidad puede estar influida por factores visuales y perceptivos.
12
ACTITUD
actitud (al. Haltung; fr. attitude; ingl.
attitude; it. atteggiamento)
Disposición relativamente constante para
responder de ciertas maneras particulares a
las situaciones del mundo por el residuo de
experiencia pasada que de algún modo guía,
orienta o influye de una u otra forma en el
comportamiento. Por su carácter perdurable
las actitudes se diferencian de las expectativas
(v.) cuya disposición reactiva está circunscrita
en el tiempo y calificada por el objeto; de los
instintos (v.), que son predisposiciones a la acción más automáticas y forzosas; de las costumbres (v.), que son más mecánicas y menos
individualizantes; de las convicciones (v.),
que pueden formar parte de las actitudes pero limitadas a lo que se cree que pueda ser
cierto, sin estar en posibilidad de manifestar
lo que se está dispuesto a hacer. En psicología
la actitud es una estructura hipotética –como
en el psicoanálisis lo es el inconsciente– porque no puede ser observada directamente, sino sólo inferida de las manifestaciones verbales y la secuencia de los actos observados en
relación con el objeto. Los campos en los que
la actitud es objeto de especial atención son la
psicología social, la psicología analítica y la
psicología de la comprensión.
1] PSICOLOGÍA SOCIAL. En este ámbito se diferencian actitudes verbales o de comportamiento, permanentes o transitorias, conformes o no con el grupo de pertenencia. Cada
una de estas actitudes se considera como una
disposición relativamente permanente hacia
la valoración positiva o negativa de cualquier
entidad, por lo que el problema de la actitud
se revela íntimamente ligado a los sistemas de
valores que cada individuo puede cambiar
con respecto al colectivo (v.) o manifestar
originalmente por sí mismo (v. individuación). Decisivos en la formación de las actitudes son los factores afectivos, o sea las emociones agradables o desagradables que los individuos han probado en relación con los objetos
a los que hace referencia la actitud; los factores cognoscitivos, que dependen del conjunto
de informaciones, conocimientos, creencias
que el sujeto adquirió de las cosas; la disposición a la acción, determinada por el grado de
motivación alcanzado con cada uno de los objetos. Estos componentes guardan entre sí
una relación de recíproca dependencia, en el
sentido de que la adquisición de nuevas informaciones referentes a un objeto puede cambiar el afecto vivido que lo inviste y, por consiguiente, el grado de disposición o falta de
disposición a la acción.
La psicología social, con W.J. Mc Guire,
identificó cuatro funciones principales de las
actitudes: función económica, porque cada actitud proporciona una trama interpretativa capaz de reducir la complejidad de la realidad;
función utilitaria, porque permite alcanzar los
objetivos que pueden resultarle ventajosos al
sujeto, como el aprecio dentro del grupo; función expresiva, como confirmación y justificación del comportamiento propio, y función
defensiva, que permite afrontar determinados
conflictos internos y externos.
Se procedió también a una medición de las
actitudes con valor hipotético porque, como
se dijo, éstas no pueden ser observadas directamente, sino sólo inferidas por las reacciones
del sujeto en situaciones estandarizadas. El
procedimiento más utilizado es el de la evaluación de las respuestas verbales a tests específicos, en los que se confronta al sujeto con
una representación del objeto de la actitud.
Otras mediciones se refieren a las distorsiones en los procesos perceptivos y cognoscitivos, o las modificaciones fisiológicas del sujeto frente a una imagen significativa para la
actitud. Entre las escalas verbales de evaluación en las que el sujeto debe indicar su propia aprobación o desaprobación a lo largo de
un continuo de valores, merecen citarse las
escalas de T.W. Adorno para la identificación
de la personalidad autoritaria (v. autoridad),
y el cuestionario sobre actitudes sociales preparado por H.J. Eysenck. Se pudo constatar
una relativa disonancia entre actitudes y comportamientos por lo que, por ejemplo, la reacción verbal de una actitud anticonformista no
resulta muy predecible, porque el comportamiento que va contra las normas está más
obstaculizado que la actitud conformista, cuya reacción verbal resulta generalmente más
predecible.
Por último, en lo que concierne a la modificación de las actitudes, tres son los medios utilizados actualmente para inducir el cambio:
la persuasión (v.), por la que si la fuente del
mensaje tiene más prestigio o más autoridad
en relación con quien recibe el mensaje y su
ACTITUD
grado de conocimiento, la posibilidad de que
se produzca una actitud por parte del receptor es mayor, a menos que el mensaje transmitido sea tan nuevo o extraño para él como para inducir un refuerzo de la vieja actitud; la
disonancia cognoscitiva (v.), por la que si un
sujeto es invitado a cumplir una acción que
entra en disonancia con su actitud se manifestará una modificación para restablecer la
coherencia; la repetición, que prevé una exposición directa y repetida del individuo al objeto de la actitud para alcanzar una transformación en la evaluación del objeto.
2] PSICOLOGÍA ANALÍTICA. C.G. Jung acepta la
actitud como uno de los elementos existenciales de su teoría psicológica: “Tener una actitud –escribe Jung– significa: estar listo para
una determinada cosa, incluso si esta determinada cosa es inconsciente, ya que tener una
actitud equivale a tener una dirección a priori
hacia una cosa determinada, esté representada o no. [...] Que el punto de orientación de la
actitud sea consciente o inconsciente no tiene
importancia para la acción seleccionadora,
dada que la elección por medio de la actitud
está ya dada a priori y se efectúa automáticamente. En la práctica, sin embargo, es necesario identificar entre consciente e inconsciente,
ya que con extraordinaria frecuencia sucede
que subsisten simultáneamente las dos actitudes, esto es, una consciente y una inconsciente. Con esto se quiere decir que en la conciencia están predispuestos contenidos diferentes
de los predispuestos en el inconsciente. La
dualidad de la actitud se manifiesta especialmente en las neurosis” (1921: 426-427). A una
actitud muy unilateral de la conciencia corresponde una actitud de signo opuesto en el
inconsciente. De hecho la unilateralidad de la
actitud consciente, escribe Jung, “llevaría a
una pérdida completa del equilibrio si no subsistiese en la psique una función autorreguladora y compensadora que corrija la actitud
consciente” (1921: 427).
Jung fue quien introdujo en psicología la
diferencia entre actitud extrovertida y actitud
introvertida: “La primera se orienta basándose en hechos externos tal como son dados, la
otra se reserva una opinión que se interpone
entre ella y la realidad objetiva. Cuando domina la orientación basada en el objeto y en
los datos objetivos, y las decisiones y los ac-
13
tos más frecuentes y más importantes no están determinados por opiniones subjetivas,
sino por las circunstancias objetivas, se habla
de actitud extrovertida. Si esto es habitual, se
habla de tipo extrovertido” (1921: 357-358),
mientras “el tipo introvertido se diferencia
del extrovertido por el hecho de que no se
orienta basándose en el objeto y en el dato
objetivo, sino más bien en factores subjetivos, por lo que en el introvertido, entre la
percepción del objeto y el comportamiento
del individuo, se inserta un punto de vista
subjetivo, que impide que el comportamiento adquiera un carácter correspondiente al
dato objetivo” (1921: 378-379; v. extroversión-introversión). La fenomenología de estas actitudes la usó después Jung con las que
él considera funciones (v.) de la psique que,
según su predominio, determinan una actitud preferente de pensamiento, de sentimiento, de intuición o de sensación (v. tipología, § 2).
3] PSICOLOGÍA DE LA COMPRENSIÓN. El estudio
de las actitudes constituye la primera de las
tres partes en las que se articula la psicología
de las concepciones del mundo de K. Jaspers,
que se abre con esta declaración: “Sólo dentro de las mismas actitudes los hombres entran en comunicación los unos con los otros,
comprendiéndose recíprocamente. Si las actitudes son diferentes, uno vive, piensa, actúa,
y pasa junto al otro sin tocarlo. Mientras las
actitudes no estén una junto a otra como esferas de vida y de experiencia distintas, una
visión del mundo puede perfectamente afirmar cada actitud, hacerla absoluta y aislarla,
y de ahí negar a las otras. Haciéndolo así es
fácil caracterizar y construir una serie de
concepciones del mundo antitéticas entre sí”
(1919: 65). Partiendo de esta premisa Jaspers
diferencia:
a] Las actitudes objetivas, “que pueden ser
activas y contemplativas. Por activas se entiende la plasmación de la realidad temporal.
Por contemplativas se entiende la comprensión de una objetividad que en el fondo es
atemporal” (1919: 66). Entre las actitudes
contemplativas están la actitud intuitiva, “en
la que se ve, se acoge, se vive y se experimenta el sentimiento de felicidad de la plenitud
de lo ilimitado” (1919: 80) y la actitud estética y racional que caracteriza en estos térmi-
14
ACTIVA, TERAPIA / ACTIVACIÓN
nos: “la actitud estética circunscribe, aislando
y anulando las correlaciones de la esfera visual circunscrita; la actitud racional en cambio circunscribe precisamente para llevar a lo
circunscrito a una afinidad de correlaciones
recíprocas” (1919: 87-88).
b] Las actitudes autorreflejas, donde “la
conciencia, después de haberse dirigido al
mundo de los objetos extraconscientes, efectúa una conversión en la psique misma, se
‘refleja’ desarrollando una vida psíquica refleja que tiene por objeto eso que llamamos
yo, ello, personalidad” (1919: 108). Las actitudes autorreflejas abarcan la actitud hedonista, en la cual “la conciencia se entrega a
una cosa, y el placer está en darse, no ya en
la cosa misma” (1919: 111). En los antípodas
está la actitud ascética por la cual, “a diferencia del hedonista que va en búsqueda de experiencias, situaciones, impresiones y ocupaciones materiales, con la intención de gozarlos, el asceta trata de reducir las impresiones
evitando toda experiencia, con el fin de facilitar el extrañamiento” (1919: 112). Finalmente está la actitud autoformativa en la que
“el hombre ve más allá de su estado momentáneo, y se ve a sí mismo como a un todo que
se extiende en el pasado y en el futuro, por lo
que los poderes del momento se coordinan
con la propia vida concreta en la formación
de la personalidad, bajo el signo de esta o
aquella imagen-guía” (1919: 114).
c] Las actitudes entusiastas en las que “el
hombre se siente tocado en su más íntima
sustancia, en su esencialidad o –lo que es lo
mismo– se siente aferrado y conmovido por
la totalidad. Se establece entonces una íntima relación entre la esencialidad del sujeto y
la del objeto, en una actitud que parece tener
una estrecha semejanza con el ahogamiento
místico y la abolición conjunta de la escisión
de sujeto y objeto” (1919: 138). A partir de las
actitudes Jaspers procederá a la descripción
de las concepciones del mundo (v. mundo, §
1), y a las figuras de la vida del espíritu.
4]
PSICOLOGÍA DEL TRABAJO
BIBLIOGRAFÍA:
(v., § 1).
Adorno, T.W. (1950); Bloom, B.S.
(1964); Eysenck, H.J. (1961); Festinger, L.
(1957); Flores D’Arcais, G.B. y L. Arcuri, Florencia (1976); Jaspers, K. (1919); Jung, C.G. (1921);
Mc Guire, W.J. (1969); Osgood, C.E, et al. (1957).
activa, terapia (al. Aktive Therapie; fr.
thérapie active; ingl. active therapy; it.
terapia attiva)
El término se usa en referencia a a] las variaciones en los procesos analíticos introducidos
por S. Ferenczi con la denominación de técnica activa (v.); b] el método de reeducación
psicomotriz, a través de actividades finalizadas, denominado ergoterapia (v.).
activación (al. Aktivierung; fr. activation; ingl. arousal; it. attivazione)
Estado de vigilancia del sistema nervioso central que se mantiene controlado por dos sistemas: uno tónico, que depende de las aferencias exterointeroceptivas, y uno modulador,
que controla el nivel de actividad del primero
e integra los estímulos que llegan a ambos sistemas por medio de procesos de facilitación y
de supresión de la información. El sistema
nervioso tiene una reacción proporcional al
estado de activación, cuyos niveles en los diversos sujetos son distintos y van desde uno
mínimo durante el sueño profundo, y uno óptimo durante la vigilia, para el desarrollo de
las tareas normales, hasta un nivel de gran excitación en determinadas circunstancias. Las
variaciones de nivel son producidas –además
de por los fenómenos fisiológicos del organismo, como por ejemplo el ciclo vigilia-sueño
(v. sueño, § 2)–, por fenómenos vinculados a
la emoción, la motivación, la acción de fármacos o drogas. En la regulación de las transmisiones de los impulsos y en la modulación de
los niveles de activación, además del sistema
reticular, que recibe impulsos de la periferia y
del sistema nervioso central, intervienen la
actividad de la corteza cerebral, a la que estos
impulsos son transmitidos, y el sistema límbico. Dichos sistemas, no obstante que presiden
funciones diferentes, interactúan en las apropiadas para el desarrollo de las actividades del
comportamiento.
Existe de hecho una relación entre los niveles de activación y los estados de comportamiento, no en el sentido de que la activación
dirija el comportamiento, sino de que lo tonifica o lo disminuye. El nivel de activación,
que está en relación con la motivación, con el
interés y con el grado de dificultad de la inter-
ACTIVIDAD
vención, determina, al elevarse, el nivel de eficacia hasta el punto óptimo, después del cual
la relación se invierte, y un crecimiento ulterior determina una disminución del nivel de
eficiencia. Para ejecuciones simples un alto
nivel de activación asegura mejores resultados; para las complejas un nivel bajo favorece
respuestas más adecuadas.
El nivel de activación se consideró también en relación con la necesidad (v., § 1, a),
la teoría de la personalidad (v.), las clasificaciones tipológicas (v. tipología) y los estados neuróticos y psicóticos. En la personalidad introvertida, por ejemplo, se reconoce
un nivel mayor de activación y, por lo tanto,
una búsqueda de menor estimulación, mientras en la personalidad extrovertida se reconoció un nivel inferior de activación con la
consiguiente búsqueda de mayor estimulación. En psicopatología se ha constatado que
en las psicosis activas hay una elevada activación o, según la expresión inglesa, un arousal tónico y baja modulación, mientras en las
psicosis retardantes se presenta una inversión de valores. En el plano neurótico la distimia tiene un elevado despertar tónico y baja modulación, mientras en la histeria tiene
una elevada modulación y un bajo despertar
tónico. Estas comprobaciones encontraron
aplicación en farmacología, en la cual, basándose en los efectos psicológicos, los fármacos están divididos entre los que aumentan el nivel de activación y los que lo disminuyen. Para la medida fisiológica de la activación se recurre a la electroencefalografía
(v.), a la electromiografía (v.), a los potenciales evocados (v.), al reflejo (v.) psicogalvánico y de orientación.
BIBLIOGRAFÍA:
Claridge, G.S. (1969); Duffy, E.
(1962); Lynn, R. (1966); Magoun, H.W. (1958);
Misiti, R. (1972); Strelau, J. y H.J. Eysenck
(1986).
actividad (Tätigkeit; fr. activité; ingl.
activity; it. attività)
Cualquier expresión de la vida de un organismo bajo la forma de procesos biológicos, fisiológicos, motores, de comportamiento y
mentales. La actividad puede ser espontánea,
como reacción inmediata del organismo al
15
ambiente; provocada artificialmente con cualquier estímulo adecuado; intencional, cuando
está motivada por un objeto a alcanzar o un
objetivo que perseguir. Todos los sectores de
la psicología se han ocupado de la actividad
en relación con su marco de referencia: el
conductismo la considera una respuesta al
ambiente; el cognoscitivismo una reorganización del ambiente a partir de las condiciones
subjetivas de naturaleza tanto afectiva como
mental; el psicoanálisis pone la actividad en
relación con las motivaciones inconscientes;
la neuropsicología en relación con los grados
de activación (v.) psicofísica para establecer
la disponibilidad del organismo completo a la
acción. El término es objeto de especial atención, aunque en una acepción completamente distinta, en tres ámbitos: la psicología clínica, la psicología de la escuela soviética y la
pedagogía.
1] PSICOLOGÍA CLÍNICA. Aquí se habla de actividad en relación con las distintas formas de terapia ocupacional (v. ergoterapia) que se
practican en las instituciones psiquiátricas,
como las actividades de grupo que involucran
a varios enfermos mentales para favorecer la
socialización, o las actividades graduadas, que
se basan en el esfuerzo psicofísico que requieren para aumentar progresivamente las capacidades del paciente por el incremento gradual de la complejidad del trabajo. Siempre
en este ámbito, S.R. Slavson introdujo el concepto de actividades estimulantes, orientadas
a activar la libido, y de actividades inmovilizantes orientadas a vincularla a un interés y
ocupación específicos. Se habla, por último,
de actividad lúdica con una doble acepción:
“normal”, cuando libera el exceso de energía
no consumida de un organismo (v. juego), y
“patológica”, cuando no logra producir hacia
el exterior los efectos deseados, por insuficiencia de intencionalidad o falta de organización. En este caso A.L. Baldwin habla de “casi acción”.
2] PSICOLOGÍA DE LA ESCUELA SOVIÉTICA. En este
ámbito la actividad, entendida como actividad voluntaria que tiende a un objetivo sociohistóricamente determinado, tiene una importancia central. Su naturaleza es dialéctica
porque la Tätigkeit [actividad] de la que habla
K. Marx en El capital –dejatelnost en ruso–,
16
ACTIVIDAD-PASIVIDAD
es, por un lado, la condición de desarrollo de
los fenómenos psíquicos, y por el otro el producto que con ese desarrollo se inicia. Así la
psicología de la escuela soviética supera la
controversia entre mentalistas y conductistas,
instaurando entre las dos posiciones un espacio de interrelación. La hipótesis materialista
que caracteriza a la psicología de la escuela
soviética hace pensar a P.J. Galperin que todo
proceso psíquico, aun el más elevado, como
el proceso mental, se desarrolla en el niño a
través de sus actividades interpretadas verbalmente por los adultos; estas interpretaciones,
al pasar después por numerosos estadios,
llegan a la idea pura de un objeto o de un proceso que sería inalcanzable en el plano conceptual si no hubiera sido manipulado, a su
vez, de algún modo. Por su parte A.R. Luria
insiste en la anticipación psíquica de los objetivos interpretados como los reguladores más
importantes de las actividades que, al duplicar procesos cognoscitivos, como las percepciones, las decisiones y las reproducciones
mentales, y motivacionales, como la determinación de los fines, convierten la actividad en
un verdadero proceso psicomotor. El análisis
psicológico de la actividad fue clasificado por
T. Tomaszewski en cinco momentos: determinación del objetivo; elaboración de los métodos para alcanzarlo; indicación y producción
de los medios necesarios; decisiones del empleo del medio más adecuado; control final,
mediante comparación de los procedimientos
y de los resultados alcanzados.
3] PEDAGOGÍA. En este ámbito la actividad es
central para la corriente de pensamiento
que, retomando a J.-J. Rousseau, identifica
el punto fundamental de la educación no en
la transmisión de un saber, sino en la creación de un ambiente que favorezca la actividad espontánea de los niños para después
conducirla, con progresivas adaptaciones, a
la actividad organizada y finalizada (v. activismo, § 1).
BIBLIOGRAFÍA:
Baldwin, A.L. (1967); Bernstein,
N.A. (1967); Cranach, M. von y R. Harré
(coords.) (1980); Galperin P.J. (coord.) (1972);
Leontiev, A.N. (1975); Leontiev, A.N. (1975); Luria, A.R. (1973); Marx, K. (1867-1894); Slavson,
S.R. (1952); Tomaszewski, T. (1978); Vygotsky,
L.S. (1934).
actividad-pasividad (al. Aktivität-Passivität; fr. activité-pasivité; ingl. activitypassivity; it. attivitá-passività)
Pareja de opuestos que, en psicoanálisis y en
antropología social, se ha utilizado con valor
masculino-femenino en los siguientes términos:
1] PSICOANÁLISIS. S. Freud considera la actividad
y la pasividad como dos aspectos de la vida
pulsional que se manifiestan en la polaridad
agresión-sumisión (v. agresividad, § 5), sadismo-masoquismo (v. sadomasoquismo) y
masculino-femenino. Este paralelismo, considerado desde el punto de vista de la pulsión
(v., § 1), prevé una diferenciación que, por la
polaridad activo-pasiva, se decide por la meta
pulsional, mientras que por la polaridad masculino-femenino se decide por el objeto sexual
postedípico, con la consiguiente preponderancia de los deseos activos o pasivos en relación con el objeto.
Según Freud, en efecto, en la fase preedípica (v. Edipo, complejo de) del desarrollo, los
niños y las niñas tienen metas pulsionales activas y pasivas en el nivel oral (v.), anal (v.) y
fálico (v. fálica, fase). En la fase edípica el niño tiene un deseo activo hacia la madre que
implica una usurpación del papel paterno, y
un deseo pasivo hacia el padre que implica tomar el lugar de la madre. Dado que la satisfacción de ambos deseos implica la amenaza
de la castración (v.) el niño se separa, a través de un investimiento narcisista, de ambos
padres y del complejo edípico. La niña, por la
falta de pene, está obligada a suprimir los deseos activos, sustituyendo el deseo del pene
con el deseo de tener un niño. Por esto se aleja de la madre, que se convierte en objeto de
celos, y toma al padre como objeto de amor.
En la niña no se da, por lo tanto, la misma separación decisiva del complejo edípico que se
registra en el varón por efecto de la amenaza
de castración.
En la pubertad la polaridad actividad-pasividad coincide definitivamente con la polaridad masculino-femenino: “No carece de importancia tener presentes las mudanzas que
experimenta durante el desarrollo sexual infantil, la polaridad sexual infantil, la polaridad sexual a que estamos habituados. Una
primera oposición se introduce con la elec-
ACTIVIDAD-PASIVIDAD
ción de objeto, que sin duda presupone el sujeto y objeto. En el estadio de la organización
pregenital sádico-anal no cabe hablar de masculino y femenino; la oposición entre activo y
pasivo es la dominante. En el siguiente estadio
de la organización genital infantil hay por cierto algo masculino, pero no algo femenino; la
oposición reza aquí: genital masculino o castrado. Sólo con la culminación del desarrollo en la
época de la pubertad, la polaridad sexual coincide con masculino y femenino. Lo masculino,
reúne el sujeto, la actividad y la posesión del
pene; lo femenino, el objeto y la pasividad. La
vagina es apreciada ahora como alberge del
pene, recibe la herencia del vientre materno”
(1923 [1976: 148-149]).
Asimismo, para Freud existen muchos casos
de adultos en los que se encuentran desviaciones por lo que se refiere tanto al sujeto como a
la meta sexual prevaleciente, por lo que no hay
una plena correspondencia entre actividad-pasividad y masculino-femenino, sino que, en relación con la meta y al objeto pulsional, es posible diferenciar: 1] homosexuales activos, 2]
homosexuales pasivos, 3] heterosexuales activos, 4] heterosexuales pasivos.
La ecuación que hizo Freud entre pasivo y
femenino fue muy criticada por las psicoanalistas y en especial por K. Horney, S. Payns y
M. Klein, para quienes no es aceptable, por
ejemplo, la concepción según la cual las madres serían activas y los niños serían pasivos,
antes que nada porque tanto el amamantamiento como la succión implican actividad, y
en segundo lugar porque hablar en términos
de actividad y pasividad hace creer que las relaciones son enfrentamientos, no interacciones. E. Jones, interviniendo en el argumento,
considera que esta concepción de la actividad
y de la pasividad está en el origen del punto de
vista falocéntrico (v. falocentrismo) de Freud
que, en opinión de Jones, confundió la actividad con iniciar la acción y la pasividad con la
respuesta y la receptividad (v. feminidad).
2] ANTROPOLOGÍA SOCIAL. En antropología se
tiende a subrayar que la diferencia masculinofemenino ha desempeñado un papel social notable, no tanto como diferencia biológica cuanto como principio de orden alrededor del cual
se organizaron las primeras culturas primitivas, que no conocían ninguna forma de trabajo en la que participaran juntos hombres y
17
mujeres. Si por ejemplo los hombres cazaban,
a las mujeres se les dejaba la recolección, si el
bosque era el espacio masculino, el campamento era el femenino. De este modo la oposición sexual se transforma en oposición del
espacio y del tiempo vividos respectivamente
por el hombre y por la mujer, se transforma
en oposición socioeconómica entre un grupo
de productores y un grupo de recolectoresconsumidores. Se logra que la diferencia sexual, si bien por un lado es la causa de la reproducción de la especie, por el otro es el efecto de la producción social, y esto no sólo en el
sentido obvio según el cual cada reproducción sexual está sometida al orden de una cultura, sino en el más profundo, según el cual el
dispositivo significante de la diferencia sexual
actúa en niveles que sobrepasan a tal punto
los aspectos biológicos de la reproducción como para hacer pensar que la diferencia sea
más sexuada que sexual, es decir, que apunte
a algo más de lo que es. Si además se considera que las sociedades primitivas ignoraban el
papel masculino en la fecundación, la pareja
masculino-femenino, de igualitaria en el plano
de la reproducción, se transforma en jerárquica en el de la producción social, en el sentido
de que es como padre, y no como genitor, que
el hombre dispone de las mujeres y las intercambia, interviene en la pareja madre-niño, separándola, inicia a los jóvenes en la sociedad
de los varones; y es como genitora y no como
madre que la mujer tolera todo esto, por lo
que la diferencia sexual trasciende su significado biológico para convertirse en lugar simbólico de distribución de papeles sociales.
La sobreposición de la polaridad actividadpasividad en la polaridad masculino-femenino que fue iniciada por Aristóteles: “la hembra ofrece siempre la materia, el macho el
agente del proceso de transformación” (Reproducción de los animales, 738, b), está en el
principio de una ulterior diferenciación entre
la forma, el tipo, la noción, la idea, el modelo, del que el macho es el portador y la materia de la que la hembra es depositaria, promoviendo una diferencia entre lo biológico,
todo femenino, y lo espiritual, todo masculino, con lo que se inicia la dialéctica que se
desarrollará en el curso de la historia entre la
materia y el modelo, entre la materia informe
y el espíritu formador, en la cual la diferencia
sexual se transforma en el pretexto para una
18
ACTIVISMO / ACTO
producción de códigos simbólicos con efectos sociales.
BIBLIOGRAFÍA:
Aristóteles (1973); Ferenczi, S.
(1929); Freud, S. (1905); Freud, S. (1915); Freud,
S. (1923); Freud, S. (1924); Freud, S. (1932); Galimberti, U. (1983); Horney, K. (1926); Irigaray,
L. (1985); Jones, E. (1948); Klein, M. (1978); Malinowski, B. (1927); Mead, M. (1949); Payns, S.
(1953); Róheim, G. (1950).
activismo (al. Aktivismus; fr. activisme;
ingl. activism; it. attivismo)
1] Término empleado en pedagogía para
indicar el conjunto de doctrinas que se
desarrollaron en la primera mitad del siglo
XX, en polémica con la educación humanística tradicional, con el objetivo de promover una participación activa de los jóvenes en
el proceso de aprendizaje, organizado alrededor de proyectos operativos preparados de
tanto en tanto a partir de las indicaciones
teóricas de J. Dewey, contra el autoritarismo
didáctico y la inserción de la escuela en un
contexto social más amplio. Las aplicaciones
escolares más significativas con esta
orientación fueron experimentadas por M.
Montessori para quien la escuela debe tener
como objetivo crear las condiciones que
permitan la exteriorización de energías
creativas y de las disposiciones afectivas con
frecuencia reprimidas por las estructuras
educativas deseadas por los adultos; O.
Decroly que, contra la adquisición nocionística, introduce los conceptos de “método
global” y de “centros de interés” de los que es
necesario partir para promover una enseñanza
eficaz; E. Claparède que subrayó la exigencia
de la enseñanza individualizada regulada no
por el programa, sino por el currículum (v.
currículo) del alumno, y de J. Piaget que hizo
del activismo una teoría pedagógica dotada
de métodos adecuados científicamente (v.
epistemología genética).
2] El término activismo tiene también un
segundo significado, con una connotación
sustancialmente negativa, cuando se refiere al
interés prevalente por la acción, cualquiera
que ésa sea, sin una clara identificación de los
objetivos o de adecuadas estrategias, con el
único objetivo de distraer la atención de sí y
de los propios conflictos, suprimiendo toda
ocasión de autorreflexión que podría llevar a
redefinir la dirección y la modalidad de la
propia existencia.
BIBLIOGRAFÍA:
E. Claparède (1909); O. Decroly y J.
Boon (1921); J. Dewey (1982); M. Montessori
(1916); J. Piaget (1970).
acto (al. Akt; fr. acte; ingl. act; it. atto)
En psicología con este término se hace referencia: 1] al contenido específico de una corriente
de pensamiento denominada psicología del acto; 2] a una manifestación diversamente evaluable de una intención consciente o inconsciente. Con esta acepción se habla de “acto de
estima”, “acto de amistad”, “acto de justicia”,
“acto heroico” y semejantes. Siempre en el terreno psicológico, al término acto se prefiere el
término acción (v.), con excepción de algunos
usos específicos adoptados en psicoanálisis, reflexología y sexología.
1] PSICOLOGÍA DEL ACTO. Iniciada por F. Brentano con la obra Psycologie vom empirischen
Standpunkt (1874), la psicología del acto indica, con la intencionalidad (v.), el carácter específico de los fenómenos psíquicos cuya naturaleza es la de “tender hacia”, de “referirse
a”. De este modo Brentano sobrepasa el subjetivismo kantiano, para quien el conocimiento es una construcción del sujeto que deja las
cosas en su incognoscible en sí, e inicia el modelo de conciencia, ya famoso con la escolástica tardía y después retomado por la fenomenología de E. Husserl, según la cual la conciencia es una apertura original al mundo, o
sea un acto intencional. Deteniéndose en el
plano psicológico, sin llevar hasta sus últimas
consecuencias las implicaciones gnoseológicas que introducía la noción de intencionalidad, Brentano evidencia tres clases de representaciones que se diferencian por la naturaleza del acto intencional que las constituye: el
concepto, gracias al cual un objeto está simplemente presente; el juicio, gracias al cual
una cosa es afirmada o negada; el sentimiento,
por el cual una cosa es amada u odiada. Todos
estos actos se refieren a un “objeto inmanen-
ACTO
te”, así llamado porque no está más allá del fenómeno psíquico que le concierne sino que se
hace uno con éste, pues no se puede constituir
un fenómeno psíquico sino como inmediata y
original relación con el objeto.
La fenomenología de Husserl (v. fenomenología) y la psiquiatría de L. Binswanger (v.
análisis existencial), que retoman el concepto de intencionalidad de la conciencia introducido por B. Bolzano, crearán un contexto
problemático alrededor de algunos conceptos
fundamentales del psicoanálisis, como el de
proyección (v.) y el de transferencia (v.),
que, en armonía con los modelos tomados de
la física en la que se inspiraba S. Freud, presuponen la existencia de sentimientos en sí,
independientes de las cosas sentidas o de los
hombres percibidos. En efecto, sólo asumiendo los sentimientos objetivamente aislados y
autónomamente existentes como elementos
no intencionales de un aparato físico se puede imaginar, por ejemplo, que un sentimiento de amor se desprenda de la madre y “se
transfiera”, durante el curso del tratamiento,
hacia el analista. Cuando la fenomenología
recupera la psicología del acto de Brentano,
volviendo a poner en juego la intención original de la conciencia, la diferenciación entre
fenómeno psíquico y fenómeno físico, que había introducido R. Descartes (v. dualismo
psicofísico), revelará toda su dimensión de
aporía y hará problemático tratar los actos
mentales como se tratan las cosas del mundo,
que se pueden “desplazar” o “transferir” a placer (v. análisis existencial, § 1).
2] PSICOANÁLISIS. En este terreno se usa la palabra acto en las siguientes acepciones:
a] Acto casual: acción privada de intencionalidad que, realizada por pura casualidad y
sin el control del sujeto, favorece la realización de una finalidad inconsciente. Freud diferencia el acto casual del acto fallido: “por
desdeñar [las acciones casuales] apuntalarse
en una intención consciente y no hacerles falta entonces aquel disimulo. Aparecen por sí,
y se las acepta porque no se sospecha en ellas
un fin ni un propósito. Se las ejecuta ‘sin intención alguna’, de manera ‘puramente casual’, ‘como para tener ocupadas las manos’,
y se da por sentado que con ese informe se
pondrá término a toda busca de un significado de la acción. A fin de gozar de esa excep-
19
cionalidad, estas acciones, que ya no pueden
apelar a la torpeza como disculpa, han de llenar obligatoriamente ciertas condiciones: no
deben ser llamativas, y es preciso que sus
efectos sean desdeñables. He recopilado gran
número de estas acciones casuales observadas en mí mismo y en otros, y tras indagar a
fondo cada uno de los ejemplos opino que
merecen más bien el nombre de acciones sintomáticas” (1901 [1976: 188]). Se clasifican
en estos actos: acciones habituales como jugar con la cadena del reloj, mesarse la barba,
y en general las acciones que se repiten regularmente en determinadas situaciones, como
garabatear con el lápiz que se tiene en las manos, hacer tintinear las monedas en los bolsillos, amasar el migajón y todos aquellos actos
esporádicos que, descuidados o no advertidos
por la conciencia, sirven, según Freud, para
manifestar tendencias inconscientes reprimidas, así como fantasías y deseos.
b] Acto fallido: expresión introducida por
Freud para definir manifestaciones típicas del
inconsciente como los lapsus (v.), los errores
de lectura y de escritura, el olvido de los nombres, el descuido, la pérdida de objetos y similares. El acto fallido tiene el valor de un síntoma porque revela la existencia de un conflicto
entre la intención consciente y la pulsión suprimida. Aprovechando la reducción de la vigilancia del yo, la pulsión suprimida logra
manifestarse alterando el comportamiento
consciente. El acto fallido está entre los mecanismos de desplazamiento (v.).
c] Acto sintomático: cuando no es tratado
como sinónimo de acto casual o de acto fallido, el acto sintomático manifiesta una cosa
que el sujeto no sospecha y que de cualquier
modo no desea comunicar. Aunque quien lo
cumple no advierte haber introducido variantes en el modo habitual de actuar, y en general no ve y no siente los efectos de este acto,
Freud afirma que “al observador de los seres
humanos [estos actos] le delatan a menudo
todo cuanto desea saber” (1901: 228).
3] REFLEXOLOGÍA. En este ámbito se habla de
acto reflejo en referencia a las respuestas consecuentes a una estimulación. A diferencia del
reflejo condicionado, que es una respuesta
adquirida (v. aprendizaje, § I, 1), el acto reflejo es una respuesta automática e involuntaria (v. reflejo).
20
ACTUACIÓN
4] SEXOLOGÍA. En este ámbito el término acto,
adoptado genéricamente para cualquier manifestación sexual, tiene un empleo específico a
propósito del acto breve caracterizado por la
obtención inesperada y repentina del orgasmo
que puede manifestarse tanto en el hombre (v.
eyaculación) como en la mujer. Causas determinantes pueden ser la excesiva tensión, la
acumulación de ansiedad o la prolongada elaboración fantasiosa antes del contacto físico.
Según una interpretación psicoanalítica, subyacente al acto breve habría un rechazo inconsciente hacia la pareja.
5] LINGÜÍSTICA. En este ámbito se habla de acto lingüístico en referencia a la acción que
acompaña la emisión (v. lingüística, § 1, g).
BIBLIOGRAFÍA:
Abraham, G. y W. Pasini (1975);
Binswanger, L. (1936); Brentano, F. (1874); Brentano, F. (1911); Freud, S. (1901); Galimberti, U.
(1979); Husserl, E. (1912-1928); Pavlov, I.P.
(1927).
actuación (al. Agieren; fr. mise en acte;
ingl. acting out; it. agire)
Término psicoanalítico introducido por S.
Freud para indicar el intento del paciente en
tratamiento analítico para no enfrentarse, por
miedo, con sus conflictos inconscientes, buscando más bien soluciones en el plano de la
realidad. El término, de origen latino y conservado en lengua alemana bajo la forma Agieren, es empleado por Freud, como el término
Abreagieren (v. abreacción), que tiene la misma raíz, en sentido transitivo, y alude al hecho
de “pasar al acto” deseos, fantasmas y pulsiones. De aquí la expresión inglesa acting out, ya
adoptada en todas las lenguas y preferida al
término freudiano Agieren. Un hombre que
tiene miedo a las mujeres, pero que en el curso del tratamiento psicoanalítico no puede
darse cuenta de ello por la angustia que experimenta, puede comenzar a entrelazar precipitadas relaciones con varias mujeres para demostrarse a sí mismo y al terapeuta que no
tiene ninguna necesidad de conocer las causas
de su angustia. Esto puede suceder porque la
pulsión no ha adquirido nunca una expresión
verbal, porque es demasiado intensa para poder descargarla con palabras, o porque al su-
jeto le falta la capacidad de elaboración. Ya que
el psicoanálisis es “un tratamiento con las palabras” conducido en un estado de reflexión,
la actuación, frecuente en los casos de psicopatía y en los trastornos del comportamiento,
reduce la accesibilidad al tratamiento psicoanalítico.
En los textos de Freud el verbo agieren está
casi siempre en relación con el verbo erinnern, que significa “recordar”, porque, según
Freud, la acción está siempre en el lugar de
un recuerdo que, no efectuado, no permite al
paciente comprender el carácter repetitivo (v.
compulsión) de lo que pasa al acto. Por esto
escribe Freud: “Por así decir, actúa ante nosotros en lugar de informarnos” (1938 [1976:
176]); o, cuando la acción sucede fuera de la
transferencia (v.) propiamente dicha: “debemos resignarnos a que el analizado sucumba
a la coacción a repetir (que ahora sustituye el
impulso a recordar), no solamente en sus relaciones personales con el médico, sino también en todas sus otras actividades y relaciones de la vida presente: como por ejemplo
cuando éste, durante el tratamiento, elige un
objeto de amor, asume una tarea o da curso a
una iniciativa” (1914). De los textos aquí reproducidos se desprende que al introducir la
noción Agieren Freud no se preocupó de distinguirla con precisión de la de transferencia,
en la cual es posible “actuar” sentimientos infantiles en la persona del analista. Esto explica por qué Freud lamenta el “paso al acto” sólo cuando el sujeto está fuera del tratamiento
analítico: “Es muy indeseable para nosotros
que el paciente, fuera de la transferencia, actúe en lugar de recordar; la conducta ideal para nuestros fines sería que fuera del tratamiento él se comportara de la manera más
normal posible y exteriorizara sus reacciones
anormales sólo dentro de la transferencia”
(1938 [1976:177-178]).
O. Fenichel proporciona una formulación
más precisa del acting out: lo define como
“un actuar que inconscientemente disminuye
la tensión interna e implica una descarga
parcial de los impulsos mantenidos bajo freno; la situación presente, relacionada de algún modo en forma asociativa con el contenido eliminado, se usa como ocasión para la
descarga de las energías suprimidas; el investimiento o catexis es trasladado de los recuerdos eliminados al ‘derivado’ actual y este des-
ACTUAL / ACUPUNTURA
plazamiento permite la descarga” (1940
[1976: 64]).
La noción de acting out también se utiliza
hoy fuera del psicoanálisis, como por ejemplo
en el estudio de las estructuras caracterológicas de los individuos, entendidas como modelos habituales de reacción que se desarrollan
a consecuencia del conflicto entre exigencias
instintivas y mundo externo frustrante. Aunque tal modelo tenga origen en las situaciones
familiares, el individuo lo conserva toda la vida como método típico de reacción a cualquier frustración. También este desplazamiento (v.) constituye un acting out.
BIBLIOGRAFÍA:
Fenichel, O. (1940); Freud, S.
(1914); Freud, S. (1913-1914); Freud, S, (1938).
actual (al. Aktuell; fr. actuel; ingl. actual; it. attuale)
Adjetivo adoptado: 1] en psicoanálisis para
designar una forma de angustia llamada “angustia actual” o “neurosis de angustia” (v. angustia, § 2, a), y a un grupo de neurosis (v., §
2) llamadas “actuales” porque están determinadas, no por conflictos de la edad infantil, sino por conflictos presentes que, por insuficiencia de elaboración psíquica, no logran
vincularse a algún contenido representativo y
por lo tanto se traducen directamente en síntomas somáticos; 2] en psicología de la forma,
en la cual se habla de “génesis actual” a propósito de los contenidos perceptivos que
emergen de una condición confusa e indiferenciada gracias a una intervención activa del
observador.
actualización (al. Aktualisierung; fr.
actualisation; ingl. actualization; it. attualizzazione)
Término empleado en dos contextos diferentes a propósito de: 1] los contenidos de la memoria, en los que O. Selz diferencia entre su
búsqueda activa (actualización) y su aparición imprevista sin la participación del sujeto
(v. alóctono-autóctono, § 3); 2] las emociones, en las que O. Külpe habla de actualización en aquellos casos en los que no se da un
recuerdo o una representación de un senti-
21
miento sin que esto conlleve su reaparición
con la misma intensidad emotiva con la que
originalmente se lo vivió.
BIBLIOGRAFÍA:
Külpe, O. (1922); Selz, O. (1922).
aculturación (al. Akkulturation; fr. acculturation; ingl. acculturation; it. acculturazione)
El término se toma de la antropología cultural, donde denota el fenómeno de transformación y de adaptación de un grupo que entra en
contacto con otro. De la antropología el término pasó a la psicología social, donde se habla de aculturación a propósito de la adopción de la vida urbana por parte de los migrantes rurales o que provienen de territorios
aislados. Según el psicoanálisis la aculturación está ligada a procesos de introyección
(v.) y de identificación (v.).
BIBLIOGRAFÍA:
Varios autores (1970); Kluckhohn,
C. y A.L. Kroeber (1952).
acumulación
v. ESTADÍSTICA, § II, 2.
acupuntura (al. Akupunktur; fr. acupuncture; ingl. acupuncture; it. agopuntura)
Metodología clínica de origen chino que, no
obstante que abarca un gran número de técnicas y diversas aplicaciones, se sirve de tres procesos básicos: 1] la inserción de agujas filiformes con las que se realiza la acupuntura propiamente dicha; 2] la combustión sobre la piel
de pequeñas cantidades de hojas tratadas de
Artemisia vulgaris, llamada moxibustión; 3] la
perforación de pequeños vasos de la superficie
cutánea con agujas especiales para obtener
una microsangría en el nivel del acupunto. Como según la medicina china la naturaleza de
una enfermedad está en relación con un estado
xu (déficit, carencia) y con un estado shi (exceso) de las funciones de los aparatos del organismo, la aplicación de las agujas sigue procedimientos de “tonificación” o de “dispersión”
dirigidos respectivamente a corregir el déficit o
22
ADAPTACIÓN
a la eliminación de los excesos de factores
constitucionales. Las propiedades terapéuticas
de los puntos de aplicación de las agujas dependen de su ubicación por lo que, por ejemplo, los puntos colocados sobre las extremidades son empleados para curar las extremidades
mismas o las áreas lejanas alimentadas por canales a los que estos puntos pertenecen, mientras los puntos de la cabeza, de la cara y del
tronco, además de servir para los desórdenes
de estas zonas, permiten corregir los desórdenes de los correspondientes órganos internos.
El cun (distancia) es la unidad de medida para
la localización de los puntos que dividen el
cuerpo en partes iguales, cuyo largo es determinado individualmente por la estructura del
cuerpo de cada una de las personas. Con esta
técnica, que no tiene nada de mágico o de misterioso, se han tratado en China numerosísimas enfermedades durante miles de años.
BIBLIOGRAFÍA:
Autores varios. (1987).
adaptación (al. Anpassung; fr. adaptation; ingl. adaptation; it. adattamento)
Proceso a través del cual un individuo o un
grupo establece con su ambiente natural o social una condición de equilibrio o, por lo menos, de ausencia de conflictos. El proceso ocurre a través de la combinación de operaciones
aloplásticas, orientadas a modificar el ambiente, o autoplásticas, dirigidas a modificarse a sí
mismos en virtud de un equilibrio aceptable.
Cuando el resultado de estas operaciones no
surte efecto se habla de desadaptación, refiriéndose generalmente al ambiente social. El concepto, presente en todas las teorías psicológicas, es asumido por el funcionalismo (v.) como
principio explicativo de la génesis y del sentido
de todas las actividades psíquicas. Fuera de la
biología, donde por adaptación se entiende la
modificación de las características biológicas
que llevan a la sobrevivencia de la especie y su
reproducción en el ambiente a través de la selección natural y las mutaciones filogenéticas
(v. filogenia-ontogenia), en psicología los ámbitos disciplinarios en los que el término se usa
más frecuentemente son los siguientes:
1] PSICOLOGÍA GENERAL. Ésta habla de adaptación en el ámbito emotivo, donde se distin-
guen emociones de emergencia, como el miedo, la rabia, la angustia, fundados en el dolor
actual o en la espera del dolor, que disuaden
al individuo de comportamientos lesivos, y
de emociones de bienestar como el afecto, la
alegría, el amor, fundados en el placer actual
o en la espera del placer, que propician comportamientos favorables al sujeto. Esta autorregulación hedonista es el primer inicio de
los procesos de adaptación que se desarrollan después en la dirección de las gratificaciones aplazadas respecto de las inmediatas;
esto permite la superación del nivel emocional en formas más maduras de autocontrol.
En el ámbito perceptivo se habla de “adaptación sensorial” a propósito de las modificaciones que sufre la sensibilidad en presencia
de una intensificación o de una reducción de
la estimulación, por lo que habrá una adaptación “negativa” cuando la sensibilidad de
los receptores se reduce para compensar el
exceso de estimulación, y una “positiva”
cuando aumenta para hacer frente a la debilidad del estímulo. En la adaptación perceptiva y en la readaptación consecuente a las
modificaciones en el campo visual desempeña un papel fundamental el aprendizaje (v.
percepción, § 7).
2] PSICOLOGÍA SOCIAL. Considera que la adaptación es una de las más importantes modalidades del desarrollo psíquico del individuo,
por lo que analiza cada variable del psiquismo individual como función de la adaptación social, entendida como adecuación a los
estándares de comportamiento requeridos
por la cultura ambiental de pertenencia, y
como anticipación a los modelos esperados
por la estructura social. Respecto a esta definición, que los psicólogos sociales llaman
“estadística”, toda forma de desviación de las
normas de referencia es desadaptación que
requiere una serie de iniciativas formativas,
educativas, pedagógicas, terapéuticas, dirigidas a la readaptación, inspiradas en gran parte en los modelos del condicionamiento social. Existe además una concepción dinámica de adaptación fundada en el análisis de
las motivaciones que actúan como base energética del comportamiento, de las decisiones
que llevan a la acción conductual, y de las
modalidades de desarrollo de la organización social, lo que implica una continua revi-
ADHESIÓN O APEGO / ADOLESCENCIA
sión de las técnicas adaptativas que se utilizan en cada ocasión.
3] PSICOANÁLISIS. Éste ha indicado, en los mecanismos de defensa (v.), procedimientos
autoplásticos que, a través de la represión
(v.), la racionalización (v.), la proyección
(v.), la formación reactiva (v.) y las formaciones sustitutivas (v.) protegen al sujeto todo el tiempo necesario para que se encuentre
una solución más realista para los conflictos
que impiden una buena relación con la realidad. La adaptación a la realidad es justamente el objetivo primario del tratamiento analítico, al que es posible hacer seguir, de conformidad con la definición dinámica de adaptación, ese proceso de individualización (v.) en
que ha insistido particularmente la psicología analítica de C.G. Jung.
BIBLIOGRAFÍA:
Bertolini, E. (1971); Carli, R.
(1972); Darwin, C. (1859); Freud, A. (1936);
Freud, S. (1920); Jung, C.G. (1916); Leigh, E.
(1971); Lorenz, K. (1963); Riva, A. (1972); Tempieri, G. (1972); Walk, R. (1978); Williams, G.C.
(1966); Wilson, E.O. (1975).
adhesión o apego (al. Anhänglichkeit;
fr. attachement; ingl. attachment; it. attaccamento)
Fuerte vínculo afectivo hacia una persona, una
cosa, un ambiente, un modo de vida, que presenta en ocasiones rasgos de dependencia
identificables a partir del modelo original que
es el de la adhesión del niño a la figura materna. Desde el punto de vista psicoanalítico la adhesión es una forma de fijación (v.) a una fase
anterior de desarrollo que persiste de manera
inmadura y en ocasiones neurótica con los vínculos normales que poco a poco se desarrollan.
23
tiva si la referencia es al mundo antiguo donde el maestro es depositario de un saber que
los hombres comunes no poseen. Este significado se utiliza en los ámbitos religiosos, morales y artísticos. Tiene en cambio una connotación negativa si se refiere al alumno que,
“enseñado”, suele repetir lo que le fue dicho
sin ninguna contribución crítica.
adivinación (al. Mantic; fr. mantique;
ingl. mantic; it. mantica)
Arte de la profecía mediante la interpretación
de símbolos y presagios o a través de la inspiración profética. Como práctica mántica la adivinación, al igual que la magia (v.), tiene la función de controlar lo imprevisto y lo inesperado
mediante su reintegración al orden compartido
por el grupo social en cuyo interior se da la descifración. En términos psicológicos esta práctica revela su eficiencia al reforzar la validez de
opciones de comportamiento basándose en una
lógica de tipo binario, donde se trata de decidir
en una alternativa. Platón registra la adivinación entre las figuras de la “divina locura” y dice que “la profetisa de Delfos y las sacerdotisas
de Dódona, en condiciones de locura, hicieron
un gran bien a Grecia, tanto a los individuos
como a la comunidad completa, mientras que
poco o nada hicieron cuando estaban en condiciones de quien puede razonar” (Fedro, 244 b).
BIBLIOGRAFÍA:
Platón (1973).
adolescencia (al. Adoleszenz; fr. adolescence; ingl. adolescence; it. adolescenza)
adiestramiento (al. Belehrung; fr. enseignement; ingl. teaching; it. ammaestramento)
El término adolescencia es utilizado en psicología con dos acepciones: a] como fase cronológica entre la pubertad (v.) y la madurez; b]
como modalidad recurrente de la psique cuyos
rasgos (incertidumbre, ansiedad por el futuro,
irrupción de instancias pulsionales, necesidad
de tranquilidad y de libertad) pueden reaparecer más de una vez en el curso de la vida. En
ambas acepciones el hilo conductor está representado por el concepto de transformación,
que permite cambios en diversos niveles:
Término que tiene relevancia en pedagogía,
donde posee una doble connotación. Es posi-
1] SEXUALIDAD. En el plano sexual el adolescente registra una transformación con la apa-
BIBLIOGRAFÍA:
Bowlby, J. (1969-1980); Winnicott,
D.W. (1987).
24
ADOLESCENCIA
rición de los caracteres sexuales secundarios
y de la capacidad reproductora. Esto entraña
la desaparición del cuerpo infantil mismo y la
identificación con el papel sexual sobre el
cual insisten las expectativas sociales que, al
mismo tiempo, piden el control de las pulsiones instintivas. Ansiedad, tensiones, inhibiciones y frustraciones son los ingredientes de
esta transformación que trae consigo el abandono de las figuras interiorizadas antes en el
plano afectivo y su sustitución con figuras
nuevas, que responden más a la nueva intencionalidad iniciada por el apenas abierto escenario sexual. Esta transición hacia la búsqueda de nuevos objetos de amor está invadida de ansiedades de abandono, episodios de
regresión, pérdida de experiencias fusionales,
superadas por la necesidad de separación de
los anteriores objetos de amor, que ya no parecen idóneos para la nueva situación que se
ha creado con la aparición de la sexualidad.
De aquí nace la necesidad de aislamiento, el
rechazo de un mundo que el adolescente considera responsable por la pérdida de la identidad precedente, con el consiguiente abandono de la dependencia de los padres hacia una
relativa independencia y autodirección propias. Este paso se logra más o menos felizmente basándose en las soluciones que se
dieron, en los primeros años de vida, a los
problemas que se refieren a la seguridad y a
la inseguridad, la libertad de explorar el ambiente, y la posibilidad que se haya dado en
ocasiones al niño para tomar decisiones por
sí mismo, cada vez más durante el período de
la preadolescencia. A las presiones internas
del adolescente, sobre todo de origen pulsional, se agregan las de los coetáneos y de la sociedad en general, que empujan hacia el logro
de la independencia. El conflicto que se inicia
entre el impulso interno y los requerimientos
externos, por un lado, y por otro el temor de
perder los afectos que hasta ahora los padres
han brindado, explica la continua indecisión
y los radicales cambios que caracterizan la
actitud del adolescente en relación con sus
propias necesidades, deseos, intenciones y
proyectos.
2] COGNICIÓN. En el plano cognoscitivo se asiste a una progresiva adquisición de las capacidades de razonamiento, de abstracción, de
formulación de hipótesis, que permiten al
adolescente la reflexión sobre sus propios
pensamientos y los de los demás que facilita
la instauración de relaciones que ya no son
egocéntricas. El éxito cognoscitivo, cuando
recibe confirmación escolar, aumenta la autoestima del adolescente así como la estima
por parte de los adultos y de sus coetáneos.
Una mayor independencia en el razonamiento lógico y en el juicio amplía las perspectivas
temporales con la posibilidad de formular hipótesis y proyectos, y acrecienta el sentido de
responsabilidad que permite la aceptación
de tareas y el ejercicio de la responsabilidad.
J. Piaget describió las fases de transición del
pensamiento infantil al de la adolescencia a
través de procesos de asimilación y de acomodamiento que requieren una continua modificación de los esquemas interpretativos, del
adolescente, basándose en la progresiva ampliación de la experiencia y en la simultánea
variación de la propia identidad (v. cognición, § 2).
3] IDENTIDAD. En el plano de la identidad E.H.
Erikson subrayó la importancia del paso del
concepto de sí mismo construido sobre la
opinión de los padres al concepto de sí mismo que se obtiene del juicio de los coetáneos,
para los cuales son decisivos el aspecto físico, la capacidad intelectual, la atracción
sexual, que antes eran del todo ajenas a la
consideración de sí mismo. Una ansiedad excesiva en uno de estos sectores puede llevar a
reacciones sobrecompensatorias, con actos
de valor físico en los que, al hacer gala de las
capacidades, existe la posibilidad de tranquilizar los propios miedos. En esta fase las actitudes sobreprotectoras de los padres pueden orillar a la construcción de una “identidad negativa” o “identidad contra”, caracterizada por una clara oposición al mundo de los
adultos y a todo aquello que lo representa.
Pero como finalmente el adulto es siempre,
para el adolescente, la meta a alcanzar, la
identidad negativa se vive con ansiedad y sufrimiento, cuando no directamente con una
conflictividad tan elevada que genera procesos neuróticos antes latentes. Por el lado de los
padres la solicitud de independencia de parte del adolescente y su desafío a los modelos
y a los valores expresados por los mismos padres puede constituir una amenaza a la relación de pareja, que no encuentra ya el equili-
ADORMECIMIENTO / ADULTO
brio que hasta entonces había regido las relaciones familiares.
4] MORALIDAD Y SOCIALIDAD. En el plano moral
y social la adolescencia representa un período de “idealismo” en la adhesión a los modelos y a los valores respecto al término medio
con el que estos valores se realizan en el nivel
social. Los signos de rigidez y de adhesión incondicional a los valores recibidos suelen
constituir puntos de referencia esencial en un
período de gran transformación, donde la
propia imagen no está todavía bien armonizada con la imagen social para los fines de la
propia coherencia interna, en esa dinámica
de integración y diferenciación que en la adolescencia tiene sus puntos más críticos. El
abandono del contexto familiar y la imposibilidad de realizar inmediatamente las aspiraciones sociales crean en el adolescente esa
condición de marginalidad que no es marginación, sino más bien una especie de posposición concedida por una sociedad adulta que
se defiende de la presión de las nuevas generaciones, y que puede convertirse en fastidio
o en enfrentamiento entre individuo y sociedad. En lo que se refiere a la maduración social, por un lado, y la moral, por el otro, crea
el paso progresivo de una moral heterónoma
a una moral autónoma (v. psicología de la
edad evolutiva, § 3, 4).
BIBLIOGRAFÍA: Autores varios (1983); Achfield,
M.G. (1965); Alléon, A.M., O. Morwon y S. Lebovici (1985); Blos, P. (1987); Carta, I. (1991); Coleman, J.C. (1980); Coplen, G. y S. Lebovici (1973);
Erikson, E.H. (1950); Erikson, E.H. (1968); Fabbrini, A. y A. Melucci (1992); Freud, A. (1958);
Hemming, J. (1967); Inhelder, B. y J. Piaget
(1967); Lanzi, G. (1983); Lutte, G. (1987); Martinelli, R. (1975); Muus, R.E. (1973); Petter, G.
(1968); Piaget, J. (1930-1965); Quadrio, A.
(1968); Quadrio, A. y L. Venini (1980).
adormecimiento (al. Einschläferung;
fr. endormissement; ingl. to fall asleep;
it. addormentamento)
Paso de la vigilia al sueño que, en condiciones
normales, generalmente sucede en pocos segundos. En esta fase pueden surgir alucinaciones, llamadas “hipnagógicas”, o visiones
25
que desaparecen de improviso o que se continúan en el sueño (v. hipnagógico-hipnopómpico).
adualismo (al. Adualismus; fr. adualisme; ingl. adualism; it. adualismo)
Trastorno de la conciencia que se encuentra
en la incapacidad de distinguir entre Yo y noYo, entre hechos subjetivos y hechos objetivos, entre sí mismo y el mundo externo. El fenómeno es frecuente en los episodios psicóticos (v. escisión).
adultismo (al. Adultismus; fr. adultisme; ingl. adultism; it. adultismo)
Proceso educativo que devalúa la condición
de inicio del educando para valorar exclusivamente su capacidad de identificarse con el
modelo adulto. Contra este método y contra
el uso de la coerción que es inevitable para
dirigir al niño y al adolescente al modelo
adulto se expresó J.-J. Rousseau, quien fue el
primero que dio una imagen cultural positiva de la infancia, antes devaluada respecto a
la edad adulta. Hoy este método educativo
ya se superó, pero el adultismo está todavía
presente en el hecho de atribuir al niño la total responsabilidad ética de sus actos sin tener en consideración su nivel de comprensión y su capacidad emotiva, o en atribuir al
niño, como su dotación de inicio y como su
rasgo constitutivo, la capacidad de autodeterminación que es en realidad condición de
la madurez.
BIBLIOGRAFÍA:
Rousseau, J.-J. (1763).
adulto (al. Erwachsene; fr. adulte; ingl.
adult; it. adulto)
Individuo que presenta las características de
la madurez somática y psíquica. Convencionalmente se calcula la edad adulta a partir
del tercer decenio de la vida hasta la incipiente involución en la vejez, hacia los 60
años. Desde hace poco se va abriendo camino, especialmente en el ámbito de la psicología del trabajo (v.), una psicología de los
26
ADULTOMORFISMO / AFASIA
adultos, dirigida, sobre todo, a determinar, el
máximo de la capacidad de rendimiento y de
las aptitudes cuantificables con tests especiales (v., § 2).
adultomorfismo (al. Adultomorphismus; fr. adultomorphisme; ingl. adultomorphism; it. adultomorfismo)
Tendencia a atribuir a los lactantes o a los niños pequeños pensamientos y sentimientos
que un adulto tendría en análogas circunstancias. El término es usado a propósito de teorías psicológicas que expresan maneras de
conducta infantil con términos del vocabulario adulto.
aerofagia (al. Aerophagie; fr. aérophagie; ingl. aerophagia; it. aerofagia)
Tragar aire en tal cantidad que produce dilatación abdominal e hiperventilación. En el
ámbito psicológico se ha constatado su presencia en los comportamientos histéricos a
causa de una situación depresiva; al curar ésta, el síntoma, que con frecuencia se basa en
deseos inconscientes de gravidez o de satisfacción de un vacío, desaparece.
aespontaneidad (al. Aspontaneität; fr.
aspontanéité; ingl. aspontaneity; it. aspontaneità)
Falta de reacción inmediata y natural capaz
de detonar rápidamente el mecanismo de la
acción. Es típica en los comportamientos condicionados (v. espontaneidad).
afanisis (al. Aphanisis; fr. aphanisis;
ingl. aphanisis; it. afanisi)
El término, derivado del griego αϕα
’ ′νιζ,
que significa “desaparición”, fue introducido por E. Jones para señalar la desaparición del deseo sexual y regresar, en su opinión, a los residuos de la angustia de castración (v.).
BIBLIOGRAFÍA:
Jones, E. (1948).
afasia (al. Aphasie; fr. aphasie; ingl.
aphasia; it. afasia)
Desorden de los mecanismos psicosensoriales
que intervienen en la comprensión y en la expresión del lenguaje y que se elaboran en una
limitada región del hemisferio cerebral dominante, que abarca el área de la corteza asociativa y formaciones subcorticales (v. lingüística, § 2). Registrada entre los trastornos centrales del lenguaje (v., § 5, a), la afasia abarca las
alteraciones que afectan la palabra (afasia verbal) y las que afectan el discurso (afasia discursiva); forman parte de las afasias los defectos
de adquisición del lenguaje atribuibles a la sordera (v.), las disartrias (v.) debidas a lesiones
del aparato de fonación o de las vías nerviosas
aferentes de los centros del lenguaje, y las alteraciones del lenguaje debidas a lesiones de
otras estructuras cerebrales hemisféricas, como las lesiones frontales y subcorticales.
1] AFASIA VERBAL. Se incluyen en este grupo las
alteraciones del lenguaje que se refieren a la
elección y a la articulación de la palabra, y no
a las disartrias (v.), que se refieren a la ejecución motriz de los fonemas y de las palabras.
A este propósito es frecuente distinguir:
a] La disfasia, término más apropiado que
“afasia” que en sentido estricto significa
“completa falta de lenguaje”. Se trata de la dificultad para recordar voluntariamente una
palabra precisa a fin de nombrar el objeto que
el sujeto asegura conocer exactamente. La
disfasia, que obliga con frecuencia al empleo
de perífrasis, puede aparecer en la edad infantil, o como consecuencia de un daño neurológico o efecto de un desorden afectivo precoz
que afecta en modo particular la esfera de la
relación. En el adulto, cuando se excluye el
daño neurológico, la disfasia puede depender
de estados de ansiedad, cansancio, intoxicación y vejez.
b] La parafasia se caracteriza por la aparición de una palabra equivocada que tiene con
la palabra exacta una relación que puede ser
conceptual, como “tenedor” en lugar de “cuchara” (parafasia semántica), o por asonancia, “casa” en vez de “pasa” (parafasia morfológica). Cuando la alteración concierne a la
combinación de los fonemas se habla de parafasia fonémica, y de neologismo cuando el
término adoptado no tiene ningún nexo ni
AFECTIVIDAD
27
ninguna consistencia de empleo con la palabra esperada.
quedan intactas asuman las funciones de las
áreas dañadas (v. holismo).
2] AFASIA DISCURSIVA. Se incluyen en este grupo las alteraciones del lenguaje que abarcan
las modificaciones cualitativas y cuantitativas del discurso. Se distinguen afasias con
emisión verbal fluida, que corresponden a la
realidad clínica encontrada por C.K. Wernicke, y afasias con emisión verbal lenta y reducida, que corresponden a la realidad clínica
encontrada por P.P. Broca. En ambos casos
se trata de grupos sintomáticos que permiten
aislar las diversas formas en términos descriptivos.
a] La afasia de Wernicke con emisión verbal
fluida ataca la comprensión o la emisión, no
así la articulación del lenguaje que, aunque
abundante, es escasamente informativo por exceso de repeticiones y por la sucesión asintáctica de las frases. Con frecuencia es imposible
descubrir la intención verbal del sujeto que, la
mayor parte de las veces, no está consciente de
que su producción verbal no es comprendida
por los otros. La afasia de Wernicke cambia de
aspecto de un paciente a otro y se combina con
alteraciones de alexia (v.) y agrafia (v.).
b] La afasia de Broca con emisión verbal lenta y reducida depende de la gravedad de la lesión del área de Broca (v. corteza cerebral) y
va de la afasia completa a la afasia media o leve, en la que la reducción de velocidad del habla va acompañada de la falta de iniciativa
verbal, con producciones pobres y titubeantes. Cuando la afasia no es completa o es de
evolución progresiva es posible una parcial
recuperación caracterizada por fragmentos
de agramatismo, llamada también afasia sintáctica por la falta de las partículas gramaticales que sirven para unir los diversos vocablos, y por la incorrecta conjugación de los
verbos, declinaciones de los sustantivos, congruencia de los adjetivos y de los adverbios
(paragramatismo), que hacen difícil la comprensión de la frase aunque las palabras sean
pronunciadas correctamente. Cada uno de
los síntomas afásicos tiene un particular significado diagnóstico en relación con la cualidad y la cantidad de las lesiones, incluso si la
teoría de las localizaciones (v.), sostenida
por Broca, tiende a ser sustituida por la teoría de la plasticidad del sistema nervioso, con
la consiguiente capacidad de que áreas que
BIBLIOGRAFÍA:
Basso, A. (1977); Broca, P.P. (1861);
Freud, S. (1891); Gianotti, G. (1983); Goldstein,
K. (1933); Jakobson, R. (1956); Jakobson, R.
(1944); Luria, A.R. (1975); Marie, P. (1906); Nielsen, J.M. (1946); Pizzamiglio, L. (1968); Wernicke, C.K. (1874).
afección (al. Affektion; fr. affection;
ingl. affection; it. affezione)
Este término tiene dos significados diferentes
y sin relación entre sí.
1] Condición en la que se encuentra cualquiera que sufra una acción o una modificación. Este significado cubre una amplia área
que coincide con la categoría aristotélica de
“padecer”. En este sentido el término fue utilizado por I. Kant, que llamó afecciones a
“las representaciones en relación con las cuales el espíritu se comporta pasivamente”
(1798: 7).
2] Inclinación emotiva persistente de diferente intensidad hacia una o más personas,
en general de naturaleza no sexual. Según el
vínculo que represente se llaman: afección parental, amistosa, conyugal. Desde el punto de
vista psicoanalítico las afecciones están consideradas impulsos eróticos inhibidos para el
alcance de su meta (v. pulsión). De esta manera, en la base de la amistad existiría una sublimación de los impulsos homosexuales, por
lo tanto con una desexualización mayor que
en las afecciones parentales, mientras que en
las conyugales se asistiría a una sublimación
de parte de los vínculos eróticos.
BIBLIOGRAFÍA:
Freud, S. (1905); Kant, I. (1798).
afectividad (al. Affectivität; fr. affectivité; ingl. affectivity; it. affettività)
Esfera de los sentimientos y de las emociones
que interactúan con la esfera motriz y con la
intelectual, de la que se distingue sólo abstractamente. El más antiguo análisis de la
afectividad se remonta a Platón, para quien
la afectividad es perturbadora de la tranquilidad del alma necesaria para la pura intelec-
28
AFECTO
tualización de las ideas; un estudio sistemático de los estados afectivos se inicia con R.
Descartes para continuar ininterrumpidamente hasta nuestros días, sobre todo gracias
a los trabajos fenomenológicos de J.P. Sartre
y M. Merleau-Ponty y a los ontológicos de M.
Heidegger, que llama Befindlichkeit a la situación afectiva de la existencia humana que
tiene tanta importancia en el análisis existencial (v.).
1] PSICOLOGÍA. Después que W. Wundt elaboró
una teoría de los sentimientos ordenada alrededor de las dicotomías placer-displacer, excitación-inercia, tensión-relajamiento, E.B. Titchener estableció una conexión entre estados
afectivos y elementos sensoriales que, con la
repetición, ambos disminuyen su intensidad.
Son atributos de los estados afectivos cualidad, intensidad y duración; en cambio no les
corresponde el atributo de la claridad porque,
mientras si se concentra uno en las ideas logra
hacerlas más claras, si se concentra en los estados afectivos sólo se llega a su disolución o a
su alteración. El funcionalismo consideró los
estados afectivos en relación con su capacidad
de adaptación a la situación externa, mientras
que en el ámbito tipológico E. Kretschmer
construyó tipos psicológicos a partir de la connotación afectiva de fondo (v. tipología, § 1,
b). Hoy, en el ámbito psicológico se tiende a
abandonar el término “afectividad”, considerado demasiado genérico, para sustituirlo con
aquellos más específicos de emoción (v.) y de
sentimiento (v.), reconociendo al primero,
respecto al segundo, mayor intensidad y menor estabilidad.
2] PSIQUIATRÍA. E. Bleuler identificó en los trastornos de la afectividad, y en particular en la
incongruencia entre situacion real y manifestación afectiva, uno de los síntomas fundamentales de la esquizofrenia (v.). Bleuler
siempre habló de bloqueo afectivo (v. bloqueo) a propósito de la incapacidad de expresar afecto por la aparición contemporánea de
dos sentimientos contradictorios, como la ira
y la felicidad, y del estupor (v.) como resultado de la ambivalencia (v.) afectiva. En psiquiatría se habla además de psicosis afectiva
para indicar los trastornos graves del humor,
a los que le siguen trastornos secundarios del
pensamiento y de la conducta relativa al afec-
to. Aquéllos son la depresión (v.), la manía
(v.) y la alternancia de estas dos formas en la
ciclotimia (v., § 1). En cambio indiferencia,
superficialidad y enfriamiento afectivo son frecuentes en las condiciones preseniles y seniles.
3] PSICOANÁLISIS. La afectividad es redefinida a
partir de la dimensión inconsciente y cambia
radicalmente la forma de investigación. En
este ámbito, además, se prefiere, más que el
término genérico “afectividad”, el específico
de afecto (v.), adoptado por todas las direcciones de la psicología de lo profundo. El psicoanálisis infantil, con J. Bowlby y R.A. Spitz,
habla de anafectividad como de un rasgo típico de los niños precozmente abandonados (v.
abandono, síndrome de) y deprivados (v.
privación).
4] PEDAGOGÍA. La incidencia de la afectividad
en los procesos de crecimiento y de maduración se considera a partir de la organización
afectiva que connota la relación madre-niño,
hasta la implicación relacional sobre base
afectiva en el inicio de la juventud, según el
recorrido identificado en el ámbito de la psicología de la edad evolutiva (v., § 1), en este campo deudora de las contribuciones teóricas-clínicas dadas por el psicoanálisis.
BIBLIOGRAFÍA:
Bleuler, E. (1911-1960); Bowlby, J.
(1951); Freud, S. (1915-1917); Heidegger, M.
(1927); Kretschmer, E. (1922); Levy Jacob, M.
(1950); Merleau-Ponty, M. (1945); Paykel, E.S.
(1982); Roveda, P. (1979); Sartre, J.-P. (1939);
Spitz R.A. (1958); Titchener, E.B. (1910-1912);
Winnicott, D.W. (1965); Winnicott, D.W. (1984).
afecto (al. Affekt; fr. affect; ingl. affect;
it. affetto)
Término psicoanalítico que indica la expresión
cualitativa de la cantidad de energía pulsional.
El afecto puede ser doloroso o agradable, vago
o específico, de descarga violenta o de tonalidad difusa. Según S. Freud el afecto siempre
está unido a una representación (v., § 1, a)
porque afecto y representación son las dos modalidades con que se expresa cada pulsión.
1] PSICOANÁLISIS. El concepto de afecto aparece en las primeras obras de Freud, que inter-
AFERENTE-EFERENTE, NERVIO
preta la sintomatología histérica a partir de
un evento traumático al que no siguió una
descarga de afecto ligado a éste. En este caso
la acción terapéutica consiste en provocar,
por medio de la evocación del recuerdo, la revivificación del afecto, permitiendo la descarga. Si la abreacción (v.) no se realiza y el
afecto queda bloqueado, los posibles resultados son, para Freud, tres: “conozco tres mecanismos: 1. conversión del afecto (histeria de
conversión); 2. desplazamiento del afecto (obsesión); 3. transformación del afecto (neurosis de angustia, melancolía)” (1887-1902). Las
tres variantes dan por sobrentendido que el
afecto es autónomo de sus manifestaciones;
para explicarlo Freud recurre a la distinción
entre afecto, que es la traducción subjetiva de
la cantidad de energía pulsional, y quantum
de afecto (affektbettrag), que es la dimensión
cuantitativa de la energía pulsional, a propósito de la cual escribe que “corresponde a la
pulsión en la medida en que ésta se ha desasido de la representación y ha encontrado una
expresión proporcionada a su cantidad en
procesos que devienen registrables para la sensación como afectos” (1915 [1976:147]). Después formularía la hipótesis genética de los
afectos, según la cual éstos serían “reproducciones de sucesos antiguos, de importancia vital, preindividuales llegado el caso, y en calidad de ataques histéricos universales, típicos,
congénitos, los comparamos con los ataques
de la neurosis histérica, que se adquieren tardía e individualmente” (1926 [1976:126]).
O. Fenichel distingue entre los mecanismos de defensa contra los afectos: a] el bloqueo (v.), que se revela en los sueños, en los
síntomas y en las formaciones sustitutivas; b]
la postergación (v.) con manifestación retardada de descarga afectiva; c] el desplazamiento (v.), que transfiere el afecto relacionado con una representación intolerable hacia otra representación de por sí indiferente,
pero que después del desplazamiento del
afecto se transforma en el centro de una
atención obsesiva; d] la formación reactiva
(v.), que se produce con la intención de dominar un afecto inaceptable con la exageración de la tendencia opuesta; e] el aislamiento (v.) del afecto de la conexión psíquica integral; f] la proyección (v.), a través de la
cual se atribuyen a otros los afectos que no se
acepta poseer.
29
2] PSICOLOGÍA ANALÍTICA. C.G. Jung afirma que
“por afecto se debe entender un estado de sentimiento caracterizado, por un lado, por inervaciones corporales perceptibles y por el otro
por un peculiar trastorno del decurso representativo. Como sinónimo de afecto también
uso emoción. A diferencia de Bleuler, distingo
el sentimiento del afecto, aunque no existen
fronteras precisas: en efecto, cada sentimiento, cuando adquiere una cierta intensidad, da
lugar a inervaciones corporales, transformándose por lo tanto en afecto. Por motivos
de orden práctico seguirá siendo adecuado
distinguir el afecto del sentimiento, ya que
este último puede ser una función de la cual
la voluntad puede disponer a su gusto, lo que
generalmente no se puede decir del afecto”
(1921:415). Jung profundiza en esta distinción y prosigue: “Concibo el afecto por un lado como un estado de inervación corporal de
naturaleza fisiológica; tales estados, sumándose, actúan el uno sobre el otro; es como decir que, cuando el componente sentimental se
acentúa, se asocia con éste un componente
sensorial a través del cual el afecto se acerca a
la sensación, diferenciándose claramente del
estado de sentimiento. Considero los afectos
particularmente exagerados, es decir, acompañados de violentas inervaciones corporales,
como pertenecientes al campo de la función
sensorial y no al de la función de sentimiento”
(1921:415-416).
BIBLIOGRAFÍA:
Fenichel, O. (1945); Freud, S.
(1887-1902); Freud, S. (1892-1895); Freud, S.
(1915); Freud, S. (1926); Jung, C.G. (1921).
afeminamiento
v. METATROPISMO.
aferente-eferente, nervio (al. Afferent-Efferentsnerv; fr. nerf afférent-efférent; ingl. afferent-efferent nerve; it. nervo afferente-efferente)
Fibra nerviosa que, en forma de excitación (v.
excitabilidad, § 1), transmite la información
del centro a la periferia (nervio eferente), y de
la periferia al centro (nervio aferente), o sea
de zonas dominantes a zonas subordinadas y
viceversa. Los órganos periféricos activados
30
AFILIACIÓN / AGITACIÓN
por los nervios eferentes, como pueden ser los
órganos sensoriales, los músculos o las glándulas reciben el nombre de efectores.
afiliación (al. Annahme; fr. affiliation;
ingl. affiliation; it. affiliazione)
Necesidad social que se manifiesta en el deseo
de ser amado y aceptado por los demás y por
lo tanto integrado en un grupo que dé garantías de apoyo y protección. La afiliación es,
entre las necesidades no fisiológicas, una de
las más motivadoras (v. motivación, § 6).
aflicción (al. Kummer; fr. affliction;
ingl. affliction; it. afflizione)
afrasia (al. Aphrasie; fr. aphrasie; ingl.
aphrasia; it. afrasia)
Incapacidad parcial (parafrasia) o total (afrasia) de pronunciar o componer palabras relacionadas en forma de frase. Considerada una
forma de afasia (v.) relativa no a la palabra
aislada, sino al orden en la frase, la afrasia se
divide en expresiva o perceptiva, según el trastorno abarque la pronunciación o la comprensión de la construcción lingüística. En el
ámbito de las paráfrasis se distingue la vesánica, en la que la información del discurso es
completamente incoherente, y la temática,
que divaga del argumento hasta el punto de
perderse en la secuencia de las asociaciones
que se suceden con un ritmo incontrolable.
BIBLIOGRAFÍA:
Estado emotivo pesaroso que puede prolongarse por cierto tiempo, suscitado por la pérdida de algo a lo que se le atribuye un particular valor. La aflicción es tanto y más intensa
cuanto mayor es el valor atribuido. Las manifestaciones más graves se presentan con la
pérdida de las personas queridas (v. duelo).
Son características de la aflicción: 1] dificultad respiratoria con postración, tensión y sensación de irrealidad, 2] abulia o ajetreo sin finalidad, 3] sentimientos de culpa o de remordimiento, 4] hostilidad hacia cualquiera que
haya tenido relación con la cosa o la persona
perdida, 5] identificación con la persona desaparecida, de la que se tiende a adoptar intereses, hábitos y en ocasiones los rasgos característicos. Generalmente estas perturbaciones
desaparecen después de algún tiempo. Su persistencia después de un lapso razonable es
síntoma de depresión (v.) que, respecto a la
aflicción, que es un estado fisiológico, se registra en la patología.
afonía (al. Aphonie; fr. aphonie; ingl.
aphonia; it. afonia)
Desaparición de la voz por razones orgánicas
o psíquicas, como en el caso de la afonía histérica, que es ausencia temporal de la voz sin
justificación orgánica. Se habla además de
fonoastenia cuando la voz es excesivamente
débil. También en este caso es de naturaleza
psicógena.
Cippone De Filippis, A. (1974); Gianotti, G. (1983); Pizzamiglio, L. (1968).
afrodisiaco (al. Aphrodisiakum; fr.
aphrodisiaque; ingl. aphrodisiac; it.
afrodisiaco)
Adjetivo sustantivado que se refiere a todos
aquellos factores que pueden determinar un
estado de excitación sexual, elevar su nivel o
alargar su duración. Existen afrodisiacos naturales, como olores, visiones y similares, y otros
de naturaleza farmacológica o alucinógena.
agiria (al. Agirie; fr. agirie; ingl. agiria;
it. agiria)
Defecto congénito en el desarrollo del cerebro
caracterizado por la ausencia de circunvoluciones cerebrales.
agitación (al. Aufregung; fr. agitation;
ingl. agitation; it. agitazione)
Estado de tensión que se manifiesta en el
área psicomotriz con hiperactividad sin objetivo, continuos acomodamientos del cuerpo,
incesante manipulación de los objetos, movimientos agitados que no tienen ningún propósito. Por tratarse de un síntoma con el que
se descarga una tensión, el tratamiento de
la agitación coincide con el tratamiento de la
AGLUTINACIÓN / AGORAFOBIA
causa psicógena o de la forma neurótica que
está detrás.
aglutinación (al. Agglutination; fr. agglutination; ingl. agglutination; it. agglutinazione)
Condensación de más de una palabra o raíces
en una sola palabra. E. Kretschmer también
habla de aglutinación de imágenes en los sueños, donde caras de más de una persona o diversos objetos de similar valor emotivo son vistos como una sola cosa. S. Freud había llamado condensación (v.) a este fenómeno onírico.
BIBLIOGRAFÍA:
Kretschmer, E. (1922).
agnosia (al. Agnosie; fr. agnosie; ingl.
agnosia; it. agnosia)
Incapacidad de distinguir un objeto presentado a la percepción, no obstante que las funciones sensoriales periféricas estén íntegras y
no intervengan trastornos de la atención o de
la conciencia. La agnosia aparece en presencia de lesiones que afectan las zonas asociativas temporoparioccipitales de ambos hemisferios; cuando se asocia con trastornos de actividad gestual (v. apraxia) toma el nombre
de apratognosia (v.), mientras que cuando
afecta la percepción del propio cuerpo toma
el nombre de somatoagnosia (v.). Según el tipo de sensibilidad afectada o del objeto específico no reconocido se distinguen:
1] Agnosia espacio-visual, que abarca la
orientación, la exploración y la incapacidad
de reconstruir, a partir de elementos conocidos, una estructura topográfica. Este tipo de
agnosia, que puede ser total, o unilateral
cuando se manifiesta exclusivamente en un
hemiespacio visual, es una de las más discutidas, porque los trastornos pueden encuadrarse en premisas teóricas diversas, como la psicología asociativa (v. asociacionismo), la
psicología de la forma (v.), la fenomenología (v.), de las que se obtienen métodos de investigación y conclusión diferentes.
2] Agnosia acústica, la incapacidad de reconocer ruidos y sonidos debido a lesiones temporales bilaterales. Si la lesión abarca el hemisferio izquierdo se producen errores en la
31
identificación del ruido o del sonido, si afecta
al derecho se producen errores en la diferenciación de ruidos y sonidos.
3] Agnosia táctil, la incapacidad de reconocer las características de un objeto sirviéndose exclusivamente del tacto y sin la ayuda de
otras informaciones. El trastorno tiene repercusiones en la ejecución gestual (v. apraxia).
4] Prosopoagnosia o agnosia de fisonomías,
la incapacidad de reconocer personas conocidas y, en los casos más graves, también la propia imagen en el espejo. Esta falta de reconocimiento finaliza en cuanto se comienza a hablar, porque la voz y la entonación siguen siendo familiares. El trastorno puede depender de
una lesión retro-rolándica derecha, que implicaría una desorganización de las conexiones
cerebrales relativas a las experiencias visuales
normalmente utilizadas para la identificación
de los seres que conocemos, o de mecanismos
psicopatológicos de carácter relacional, como
sucede en algunos psicóticos y en ocasiones
en los histéricos.
5] Agnosia de los colores, incapacidad de reconocer los colores en sujetos que antes de que
apareciera la enfermedad los identificaban perfectamente. El trastorno puede ser total o afectar un solo hemicampo visual (v. color, § 3).
6] Ceguera cortical, debida a una lesión occipital bilateral, que permite al sujeto ver sólo
los objetos colocados exactamente frente a él.
Dichos sujetos con frecuencia ignoran su ceguera, y aunque retienen bien la información
verbal, son incapaces de registrar y de evocar
información visual.
BIBLIOGRAFÍA:
Bay, E. (1950); Goldstein, K. y A.
Gelb (1920); Lange, J. (1936); Merleau-Ponty, M.
(1945); Milán, Il Saggiatore (1972); Teuber, H.L.
(1966).
agorafobia (al. Platzangst; fr. agoraphobie; ingl. agoraphobia; it. agorafobia)
Fobia por los espacios abiertos. La ansiedad
que surge cuando se intenta salir de la casa
sin compañía puede ser leve o llegar a verdaderas crisis de pánico capaces de acarrear
desmayos, sensaciones de vértigo y, en ocasiones, pérdida del control de esfínteres. Estos
síntomas se reducen o desaparecen sin más
cuando se es acompañado por una persona de
32
AGOTAMIENTO NERVIOSO / AGRAFIA
confianza pero por la cual el agorafóbico nutre sentimientos ambivalentes. La agorafobia, más frecuente en las mujeres que en los
hombres, que surge entre los 15 y los 35 años,
tiende a empeorar durante los períodos de
depresión y a atenuarse en la edad avanzada,
aunque la tendencia a la cronicidad es frecuente. Según S. Freud la agorafobia esconde
fantasías relacionadas con el exhibicionismo
o con los deseos de entregarse sexualmente
que surgen de modo más fácil cuando el sujeto se encuentra al aire libre, donde la presencia de los otros estimula estos deseos inconscientes. Según H. Deutsch la relación con el
acompañante tiene todas las características
de la relación edípica.
BIBLIOGRAFÍA:
Deutsch, H. (1928); Freud, S.
(1894).
agotamiento nervioso (al. Nervenzusammenbruch; fr. dépression nerveuse;
ingl. nervous break-down; it. esaurimento nervoso)
Término que carece de un significado científico preciso y que sirve, como escribe G. Jervis,
“para designar, de forma tranquilizadora y neutral, cualquier trastorno psíquico. Ni el sistema
nervioso en general, ni el cerebro en particular,
son sistemas u órganos que se agoten” (1975:
265). El lenguaje antiguo llamaba agotamiento
a un proceso genérico de debilitamiento del organismo, que entraña una modificación de la
estructura psicofísica del individuo después de
situaciones física o psíquicamente desfavorables prolongadas, con reducción más o menos
reversible del rendimiento y de los factores
funcionales psíquicos y orgánicos. Se distinguían también dos formas principales de agotamiento, sobre la base de su sintomatología
diferente, mientras quedaba completamente
indiferenciado el origen de las mismas: 1] agotamiento físico, caracterizado por disminución
de la fuerza muscular, por trastornos de la
coordinación periférica que repercuten en lo físico en general, con consecuencias más o menos graves en la respiración y en la actividad
cardiocirculatoria; 2] agotamiento psíquico, caracterizado por hiperexcitabilidad sensitiva, ansiedad, trastornos de la recepción, la percepción, la coordinación, la concentración, el sueño
y el pensamiento. Entre las causas se indicaban frustraciones, disgustos y preocupaciones que, a largo plazo, crean tal estado de
tensión que provocan modificaciones fisicoquímicas de las células del sistema nervioso
central en personas excesivamente escrupulosas, sobrecargadas de trabajo y de responsabilidades.
BIBLIOGRAFÍA:
During, A. (1916); Finke, J. (1970);
Jervis, G. (1975).
agrafia (al. Agraphie; fr. agraphie; ingl.
agraphia; it. agrafia)
1] Pérdida parcial (paragrafia) o total (agrafia)
de la capacidad de escribir que, junto con la
de leer, (v. alexia) se manifiesta casi siempre
en las afasias (v.) sensoriales. La agrafia, que
afecta ya sea la escritura espontánea o la dictada, se manifiesta en formas menos graves
en las que la escritura es aún posible, en las
formas de agrafia literal (falta de sílabas o letras), agrafia verbal (falta de palabras), paragrafia literal (cambio de letras), paragrafia
verbal (cambio de palabras). Además de la
afectación del área cortical sobre la cara lateral del hemisferio izquierdo definida como giro angular o pliegue curvo, la agrafia puede
depender de la simple desconexión entre áreas
visuales y áreas auditivas, en sí mismas íntegras. Esto está demostrado por recientes estudios sobre casos de afasia en sujetos japoneses cuyo sistema de escritura está compuesto
por ideogramas y por dos tipos de fonogramas (v. escritura). Sometidos a la prueba, dichos afásicos mostraron un trastorno selectivo referente a la escritura por fonogramas
(donde es necesaria la conexión entre sistema
visual y sistema auditivo) y no así para la escritura con ideogramas, donde el sistema auditivo no está involucrado.
2] Se debe distinguir entre la agrafia y la disgrafia, que es una dificultad en el aprendizaje
de la escritura, con frecuencia relacionada
con la dislexia (v. alexia, § 2) en niños con nivel de inteligencia normal. Se ha confirmado
que los niños disgráficos presentan con frecuencia una problemática adaptación emotivo-afectiva, sin una repercusión proporcional
a la gravedad de la perturbación gráfica.
AGRAVACIÓN O AGRAVAMIENTO / AGRESIVIDAD
BIBLIOGRAFÍA:
Callewaert, H. (1954); Hecaen, H.,
R. Angelergues y J.A. Douzens (1963); Leischner,
A. (1957).
agravación o agravamiento (al. Vergrösserung; fr. aggravation; ingl. aggravation; it. aggravazione)
Acentuación voluntaria de los trastornos realmente presentes y percibidos por el sujeto. El
significado del término se considera de manera diferente que el de simulación (v., § 2),
que indica la ostentación de síntomas no
existentes. Obviamente, cuanto más grave es
la enfermedad tanto menor es la tendencia
del paciente a agravar los síntomas. La agravación, frecuente en los comportamientos
histéricos, forma parte del beneficio de la
enfermedad (v.).
agregado (al. Aggregat; fr. agrégat; ingl.
aggregate; it. aggregato)
Expresión derivada de la sociología de V. Pareto y cambiada por T. Parsons que, con este
término, indica cualquier tipo de estructura
social de mayor o menor duración. La expresión se emplea en psicología social para designar a cierto número de individuos recabado
durante una investigación por la introducción de determinadas categorías, como la cercanía geográfica, el nivel socioeconómico y similares. El agregado se distingue del grupo
(v.) cuya cohesión no es exterior y artificial.
BIBLIOGRAFÍA:
Parsons, T. (1951).
agresión (al. Angriff; fr. agression; ingl.
aggression; it. aggressione)
Comportamiento del animal y del hombre
orientado hacia metas lesivas o destructivas u
objetivos que requieren la superación más o
menos violenta de obstáculos. El objeto de
agresión pertenece a la misma especie (agresión intraespecífica) o a otra especie (agresión
interespecífica). El término se usa en etología,
en politología y en sociología; es poco empleado en psicología donde se prefiere el término
agresividad (v.).
33
agresividad (al. Aggressivität; fr. agressivité; ingl. aggresivity; it. aggressività)
Tendencia que puede estar presente en cualquier comportamiento o fantasía orientada
hacia la heterodestrucción o la autodestrucción, o también a la autoafirmación. La primera definición predomina en psicoanálisis y
en psiquiatría, la segunda, que responde a la
etimología del término latino aggredior, que
significa “camino hacia adelante”, predomina
en psicología, donde sin embargo es dificil llegar a una definición unívoca por conceptos y
posiciones teóricas que proceden de disciplinas cercanas como la etología y la antropología. Los dos sentidos en que se usa el término
tienen poco en común. Lo que los une es la
presencia de competencia y la instauración
del predominio y del sometimiento de cuantos sean percibidos como rivales. Entre éstos
figuran las partes psíquicas internas que el sujeto rechaza y sobre las que ejercita una acción autodestructiva.
1] NEUROPSICOLOGÍA. Como recuerda L. Ancona,
desde los años veinte la experimentación en este campo había identificado en una región de la
base del encéfalo el llamado locus niger, sede de
un mecanismo responsable del “estado de cólera”. Sucesivas investigaciones permitieron
identificar formaciones neurónicas múltiples
que, oportunamente estimuladas, determinan
el estado de agresión o de tranquilidad, hasta
diferenciar, en la región centroencefálica, la
reacción de la rabia primitiva, que se obtiene
con la estimulación del hipotálamo posterior
(crisis retículo-mesencefálica), de la de la cólera, que se consigue con la estimulación de los
núcleos amigdaloides y de las estructuras hipocámpicas (crisis rinencefálicas). La explicación
neurofisiológica aún no es concluyente, ya que
se ha comprobado que idénticas estimulaciones producen comportamientos diferentes a
causa de las variaciones del contexto, lo que
hace pensar en una confrontación en la corteza entre lo que se percibe a través de las vías
sensoriales y el estado de excitación central ligado a ello, de lo que depende la mayor o menor posibilidad de que un estímulo promueva
procesos dirigidos hacia un filtro periférico ordenador de nuevos flujos sensoriales, o de que
se abran las compuertas hacia un caótico flujo,
a causa de cortocircuitos reflejos.
34
AGRESIVIDAD
2] ETOLOGÍA. Las investigaciones realizadas en
este campo llegaron a una lectura de la agresividad como forma de defensa y de afirmación
del individuo y de la especie. Se manifiesta
agresividad en condiciones de aislamiento, de
insuficiencia de territorio, en la lucha por decidir el mando del grupo, lo que permite llegar a la conclusión de que con frecuencia las
condiciones ambientales actúan con una fuerza estimulante no inferior a la estimulación
neurológica, como en el caso del toro que,
cuando se encuentra en la misma posición en
la que se encontraba al entrar al ruedo, logra
organizar sus energías de defensa y ataque
mucho mejor que en cualquier otro punto del
redondel. K. Lorenz mostró la transformación
efectuada durante el curso de la evolución biológica de los movimientos de beligerancia en
rituales de reclamo amoroso, consiguiendo
un acercamiento pacífico en lugar de una
reacción de agresión y fuga. De aquí Lorenz
sacó la conclusión de que la agresividad no es
una dimensión destructiva, sino una tendencia positiva que empuja a los seres vivientes a
la conservación de la vida bajo las formas de
defensa del territorio, búsqueda de la hembra,
lucha por procurarse el alimento, que son algunas de las tantas formas en las que “el pretendido mal”, como denomina Lorenz a la
agresividad, contribuye a las formas más diversas de sobrevivencia.
3] PSICOLOGÍA EXPERIMENTAL. En este ámbito las
investigaciones más significativas fueron realizadas por J. Dollard, L.W. Doob, y N.E. Miller,
de la escuela de Yale, partiendo de la hipótesis
del primer Freud que ligaba la agresividad a la
frustración. Las conclusiones a las que llegaron con estas investigaciones son: a] el nivel de
la conducta agresiva varía en relación con la
relevancia de la frustración –que puede medirse basándose en la fuerza de la motivación–, el
grado de interferencia durante el trayecto que
conduce al objetivo; el número de las conductas motivadas que fueron frustradas; b] la conducta agresiva puede ser inhibida con base en
el castigo que le espera al sujeto después de la
conducta agresiva; c] la agresividad puede ser
dirigida a objetos distintos de aquellos a los
que estaba orientada la agresividad cuando el
obstáculo frustrante no puede ser atacado o
eliminado porque no es accesible o es demasiado peligroso; d] la autoagresividad se manifies-
ta cuando el sujeto se considera a sí mismo el
agente frustrante o cuando la agresividad está
inhibida por el sujeto, no por una causa externa; e] cada acto agresivo trae una catarsis que
reduce la probabilidad de nuevas manifestaciones de agresión.
4] PSICOLOGÍA SOCIAL. En este ámbito se tiende
a subrayar el aspecto adquisitivo de la agresividad. En 1939 los trabajos de K. Lewin, R.
Lippit y R.K. White mostraron: a] debilitamiento de las inhibiciones debido a la idea de
que la agresividad puede ser remunerativa o,
en algunas circunstancias, hasta moralmente
justificada; b] la estimulación de las ideas y de
los sentimientos agresivos a causa de las imágenes cinematográficas, televisivas y periodísticas; c] la falsedad del efecto catártico tras el
despliegue de la agresividad, en el sentido de
que el agresor puede sentirse bien cuando
descubre que su víctima está adecuadamente
dañada, y la obtención de este objetivo tiene
un efecto de refuerzo; d] los miembros de un
grupo unidos por un líder autoritario tienden,
al contrario de los de un grupo con un líder
democrático, a descargar su agresividad sobre una sola víctima o chivo expiatorio. Siempre en el ámbito de la psicología social se explican, en relación con el ambiente, las reacciones de ansiedad que promueven la fuga y
las de agresividad que propician la lucha, distinguiendo entre agresividad silenciosa, que
permanece interiorizada y que se expresa en
rasgos de carácter, y agresividad creativa, privada de connotaciones hostiles, que se expresa en competencia social y determinación en
la obtención de los objetivos deseados. De
aquí la conclusión de que la agresividad no se
parece tanto a un instinto primario, como por
ejemplo el hambre, sino que, al igual que la
pulsión sexual descrita por Freud (v. pulsión), es culturalmente maleable, y está modelada en gran medida por la interacción social, donde se expresa como posibilidad de intercambios múltiples con una tasa muy alta
de diferenciación.
5] PSICOANÁLISIS. El concepto de agresividad,
en la formulación de la pulsión de agresión
(Aggressionstrieb), fue introducido por A. Adler en 1908, junto al de “nudo pulsional” (v.),
e interpretado como expresión de la voluntad
de poder dirigida a la compensación de senti-
AGRESIVIDAD
mientos de inferioridad. Además de la tendencia reactiva, Adler veía en la agresividad la
forma de afirmación de sí que, si se reprimía,
podía llevar a la tendencia a percibir a los
otros como hostiles y enemigos, o a un exceso
de docilidad, sumisión, autodevaluación. Por
su parte Freud consideró la agresividad, en un
primer momento, como un elemento de la
pulsión sexual particularmente evidente en el
sadismo, por lo tanto como una pulsión no libidinal del Yo dirigida al control del mundo
externo, y por último como expresión de la
pulsión de muerte (v., § 2), en contraposición a las pulsiones sexuales y de autoconservación grabadas en las pulsiones de vida.
Freud, además, distingue la pulsión de agresión (Aggressionstrieb) de la de destrucción
(Destruktionstrieb; v. destructividad, § 1),
porque mientras la primera está dirigida hacia el exterior, la segunda prevé también la
autodestrucción (Selbstdestruktion; v. pulsión, § 1, g y § 2).
En correspondencia a las fases recorridas
por la libido en el curso de su evolución,
Freud distingue una agresión oral, que es la
más primitiva y tiende a la fusión con el objeto que, como sea, queda destruido, ya sea porque queda incorporado o porque es vomitado,
con todo el simbolismo relacionado con estas
dos figuras que giran en torno a una identidad
precaria; anal, que se expresa en el dominio y
en el control del otro para exorcizar el miedo a
ser traicionado, robado, desvalijado; fálica, que
es una agresividad socializada, exhibicionista,
que se expresa en la rivalidad y en la competencia por superar al otro o por defenderse a ultranza a uno mismo.
La reducción freudiana de la agresividad a
pulsión de muerte fue criticada por O. Fenichel, para quien “no podemos negar la existencia y la importancia de los impulsos agresivos,
pero no podemos probar que éstos siempre y
necesariamente aparecen por la exteriorización
de exigencias autodestructivas aún más antiguas. Tal vez la agresividad, originariamente,
no era un fin instintivo en sí, que caracterizaba
una categoría de instintos, sino más bien un
modo en que los fines instintivos luchaban contra las desilusiones, o hasta algo que surgía en
forma espontánea” (1945:73). De aquí las conclusiones: a] no existe ninguna prueba de que
los instintos agresivos sean expresiones de impulsos autodestructivos primarios, como el ins-
35
tinto de muerte; b] originalmente la agresividad
no es un instinto autónomo, sino un modo de
gratificar algunas exigencias instintivas en caso
de renuncias, o al margen de éstas; c] el instinto o impulso instintivo arcaico de la incorporación de un objeto constituye lo mismo la matriz
de los impulsos de amor, que de los de odio.
La agresividad ocupa una posición decisiva
en la teoría de M. Klein, sobre todo en vista de
las fantasías agresivas que el niño, en los primeros años de vida, dirige hacia la madre. La
agresividad, que asume funciones diversas en
el desarrollo de la personalidad, se expresa durante la fase oral en la tendencia del niño a
morder el seno; según Klein allí ya se pueden
encontrar los rasgos que definirán la relación
entre el individuo y la realidad. En la fase anal,
por medio del control de las funciones excretorias, la agresividad se descarga en objetos frecuentemente destruidos, para después dirigirse, en la fase fálica, hacia el progenitor del mismo sexo, favoreciendo el proceso de identificación (v.) con el mismo como defensa ante
sentimientos de ansiedad y culpa. Todo esto es
posible por el hecho de que el niño tiene una
notable capacidad de proyectar sus propios
sentimientos atribuyendo el amor y el odio a
los objetos que, en consecuencia, se transforman en buenos o persecutorios (v. kleiniana,
teoría, § 1). De este modo Klein invierte el primer esquema freudiano del predominio inicial
de las pulsiones libidinales y de la aparición de
la agresión sólo después de las frustraciones
que sufren las pulsiones libidinales.
La psicología del Yo (v.), con H. Hartmann, considera que la dinámica de la agresividad es ajena a la pulsión de la muerte, pero que, como la libido, se relaciona con el
principio del placer (descarga) y del displacer (acumulado), y por lo tanto es susceptible de neutralización y de sublimación, lo
que permite interiorizarla sin consecuencias
autodestructivas, dando al Yo energía utilizable. La agresividad no neutralizada ni sublimada desempeña un papel en el conflicto
psíquico llevando a la formación de síntomas
y rasgos del carácter. Sobre esta línea E.H.
Erikson diferencia una agresividad hostil,
producida por un Yo conflictivo que trabaja
en términos defensivos, y una constructiva,
producida por un Yo no conflictivo que se expresa en términos de actividad, energía y espíritu de iniciativa.
36
AGRUPAMIENTO / AGUDO-CRÓNICO
6] PSIQUIATRÍA. En este ámbito se habla de agresividad a propósito de los comportamientos antisociales de los individuos que se expresan a
través de una identificación negativa, y como
síntoma de muchas afecciones psiquiátricas, en
las cuales la agresividad se muestra sin objetivos, acrítica y no coherente con la realidad, induciendo comportamientos físicos y verbales
que expresan rabia y hostilidad. En referencia a
los cuadros clínicos la psiquiatría describe: a] la
agresividad explosiva de ciertas personalidades
psicópatas y de ciertos epilépticos, que se manifiesta con verdaderas crisis de furia destructiva;
b] en los esquizofrénicos los comportamientos
heteroagresivos y autoagresivos suelen ser
completamente imprevistos e impresionan por
su incoherencia y por su falta de finalidad; c] en
los paranoicos la agresividad puede expresarse
como reacción de terror y angustia persecutoria. Por último, no se deben descuidar los estados delirantes y alucinatorios agudos de naturaleza funcional, tóxica y orgánica, que pueden
presentar manifestaciones de agresividad; asimismo, en la senectud se puede notar una reaparición de las pulsiones agresivas, que pueden
asumir un carácter patológico en los estados
demenciales o predemenciales de los ancianos.
Piaget para indicar el equilibrio de los cuadros asimilatorios que el pensamiento logra
en el período de las operaciones concretas (v.
cognición, § 2, c), al terminar el proceso de
formación, en el que cada nueva asimilación
modifica los esquemas anteriores, amenazando con una contradicción. El equilibrio, que
es siempre un equilibrio móvil, logra su estabilidad cuando se está en posibilidad de: 1]
clasificar y seriar elementos individuales considerados como invariables; 2] descomponer
y recomponer el objeto basándose en las operaciones aprendidas; 3] relacionar medios
con fines, lo que constituye un agrupamiento
esencial de la inteligencia práctica mensurable en términos económicos; 4] traducir los
tres sistemas descritos en forma de proposición, de la que nace la lógica de las proposiciones sobre la base de implicaciones y de incompatibilidad entre funciones proposicionales.
BIBLIOGRAFÍA:
Distinción adoptada para clasificar las manifestaciones de la sintomatología morbosa según ésta permita prever transitoriedad o evolución continua y progresiva. Para K. Jaspers la
diferencia entre agudo y crónico coincide con
la diferencia entre proceso morboso y estado
morboso y, en el plano del pronóstico, entre curable e incurable: “La mayoría de las veces los
procesos agudos se consideran curables o por
lo menos sujetos a mejoramiento, mientras se
considera que los estados crónicos son incurables” (1913-1959). En el ámbito psicológico el
pronóstico de cronicidad se refiere a las actitudes que están a tal punto integradas con los
rasgos del carácter que resultan inmodificables; a los conflictos activos de larga duración
que generalmente constituyen la base de las
neurosis; a las formas que presentan repetidos
episodios disociativos que no permiten presagiar una restauración completa; a la larga permanencia en estructuras terapéuticas que son
responsables de algunas formas de cronicidad
(v. institucionalización).
Adler, A. (1912); Ancona (1972); Bandura, A. (1973); Berkowitz, L. (1962); Caprara,
G.V. (1981); Dollard J. et al. (1939); Eibl-Eibesfeldt,
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(1945); Fornari, F. (1966); Freud, S. (1915); Freud,
S. (1932); Geen. R.G. (1976); Hartmann, H. (1939);
King, J.A. (1966); Klama, J. (1991); Klein, M.
(1978); Kohnson, R.N. (1972); Lewin, K. (1951);
Lewin, K., R. Lippit y R.K. White (1939); Lorenz,
K. (1963); Marsh, P. (1978); Nemiah, J.C. (19591966); Scott, J.P. (1958); Tinbergen, N. (1953).
agrupamiento (al. Ansammlung; fr.
rassemblement; ingl. grouping; it.
agruppamento)
Término utilizado en el ámbito cognoscitivista para indicar las estrategias que favorecen la
memorización gracias a la relación de las unidades mnésicas que puede ser construida a
partir de las características perceptivas o semánticas del material mismo, o basándose en
principios extrínsecos a ella. En una acepción
más específica, el término fue utilizado por J.
BIBLIOGRAFÍA:
Piaget, J. (1947); Piaget, J. (1949).
agudo-crónico (al. Akut-chronisch; fr.
aigu-chronique; ingl. acute-chronic; it.
acuto-cronico)
BIBLIOGRAFÍA:
Jaspers, K. (1913-1959).
AHA-EXPERIENCIA / AJETREO
aha-experiencia (al. Aha-erlebnis; fr.
Aha-expérience; ingl. Aha-experience; it.
Aha-esperienza)
Expresión propuesta por K. Bühler para indicar la experiencia de sorpresa frente a una imprevista e insospechada intuición. En oposición a la opinión corriente, para Bühler la obtención de un resultado no va siempre acompañada de un elevado grado de conciencia, sino
se la alcanza sin un verdadero conocimiento
metódicamente preparado. Para la psicología
de la forma la aparición de cada nueva intuición consiste, no tanto en la casualidad de un
conocimiento imprevisto, cuanto en la reestructuración figurativa y en la obtención del
equilibrio entre campos cognoscitivos en tensión (v. insight, § 1).
BIBLIOGRAFÍA:
Bühler, K. (1908); Köhler, W.
(1929).
aion
Término griego que define el tiempo limitado en las dos direcciones definidas de la
creación y del fin del mundo. En psicología
C.G. Jung le dedicó a este concepto un libro
“cuyo tema es la idea de eone (α’ιω′ν en griego). Basándome en los símbolos cristianos,
gnósticos y alquímicos del sí, me esforcé por
esclarecer la transformación de la situación
psíquica en el interior del ‘eón cristiano’,
compenetrado no sólo de la idea originariamente persa-hebraica del principio y el fin de
los tiempos, sino también del presentimiento
de una inversión, en cierto modo enenantiodrómica, de las dominantes” (1951: 1). La intención de Jung es localizar los componentes
arquetípicos que caracterizan la psicología
del hombre occidental producto de la tradición cristiana.
BIBLIOGRAFÍA:
Jung, C.G. (1951).
aislamiento (al. Isolierung; fr. isolament; ingl. isolation; it. isolamento)
Mecanismo de defensa (v., § 2) frecuente en
las neurosis obsesivas, que consiste en aislar
un pensamiento 1] de la carga afectiva a la
37
que está vinculado 2] del contexto significativo en el que está introducido. De esta manera el pensamiento, la fantasía o el recuerdo
pueden tener libre acceso a la conciencia,
mientras la emoción o el contexto, por lo general dolorosos vinculados a ellos siguen
siendo inconscientes. S. Freud, que relaciona
ese aislamiento con el mecanismo arcaico de
defensa que consiste en “no tocar” (v. contacto), escribe: “Sabemos que en la histeria
es posible relegar a la amnesia una impresión
traumática; es frecuente que no se lo consiga
así en la neurosis obsesiva: la vivencia no es
olvidada, pero se la despoja de su afecto, y
sus vínculos asociativos son sofocados o suspendidos, de suerte que permanece ahí como
aislada y ni siquiera se la reproduce en el circuito de la actividad de pensamiento. Ahora
bien, el efecto de ese aislamiento es el mismo
que sobreviene a raíz de la represión con amnesia.” (1925 [1976: 115]). Por su parte Anna
Freud subraya la importante función del aislamiento para determinar un tipo de resistencia a la asociación libre durante la terapia: “Sabemos que, en la formación sintomática, el yo neurótico-obsesivo usa la técnica defensiva del aislamiento. Por lo tanto deja los vínculos significativos y conserva así
los impulsos pulsionales en la conciencia.
En consecuencia, también la resistencia del
paciente neurótico-obsesivo es diferente. No
calla; habla aunque se encuentre en un estado de resistencia; pero al hablar abandonará
todo vínculo detrás de sus asociaciones; aísla
representación y afecto de manera que sus
asociaciones nos parecen, en pequeña escala,
tan insensatas como, en mayor escala, sus
síntomas neuróticos-obsesivos” (1936: 173174; v. ceremonial).
BIBLIOGRAFÍA :
Freud, S. (1936); Freud, S.
(1925).
ajetreo (al. Abmühung; fr. affairement;
ingl. bustle; it. affaccendamento)
Trastorno del comportamiento caracterizado
por actividad motriz ininterrumpida e inconclusa, que en ocasiones no encuentra reposo
ni siquiera durante la noche. Puede tener origen orgánico como consecuencia de daños cerebrales, u origen psicógeno.
38
AJUSTE / ALCOHOLISMO
ajuste (al. Anpassung; fr. adaptation;
ingl. adjustment; it. aggiustamento)
El término se refiere a: 1] la modificación del
comportamiento habitual con miras a una
mejor adaptación (v.) al ambiente social; 2]
la capacidad de un individuo que presenta
anomalías de comportamiento de naturaleza
prevalentemente ambiental de mejorar su
condición evitando situaciones frustrantes o
favoreciendo las satisfactorias. Cuando los
procesos de ajuste fallan se habla de desajuste, que puede ser familiar, escolar, conyugal,
profesional, etc., y de reajuste cuando se presenta una reconversión positiva de un comportamiento temporalmente perturbado.
alarma, función de (al. Alarmfunktion; fr. fonction d’alarme; ingl. alarm
function; it. funzione di allarme)
Todo aquello que determina el paso de un estado de vigilia relajado a un estado de atención general.
alcoholemia (al. Blutalkohol; fr. alcoolémie; ingl. alcoholemia; it. alcolemia)
Presencia de alcohol en la sangre por ingestión de bebidas alcohólicas. El examen que
determina el grado de alcoholización se llama
prueba de alcoholemia. Los cristales de bicromato de potasio cambian de color según la
cantidad de alcohol presente en el aire espirado por el sujeto.
alcoholismo (al. Alkholismus; fr. alcoolisme; ingl. alcoholism; it. alcolismo)
El alcoholismo o etilismo es una condición de
dependencia de la ingestión de bebidas que
contienen alcohol. Se define como crónico
cuando manifiesta un estado patológico consecuente a una excesiva ingestión de alcohol
durante tiempo prolongado; agudo cuando se
refiere a la simple embriaguez, en el cual la
intoxicación alcohólica y las modificaciones
de la actividad de conciencia y de comportamiento son episódicas y ocasionales.
1] INTRODUCCIÓN. El alcohol es un nutriente
cuya oxidación produce calorías que, sin embargo, no pueden ser utilizadas eficientemente por los efectos tóxicos que comportan, sobre todo en el sistema nervioso, donde el alcohol actúa como un depresivo y como un narcótico. La ingestión de una dosis limitada
produce un cierto grado de desinhibición de
las emociones y de la instintividad, pero también la disminución del control por lo que se
lleva a la ingestión de más alcohol; con el aumento de la dosis se registran perturbaciones
visuales, reducción del campo de la atención y
la conciencia, disminución en el tiempo de
reacción a los estímulos, falta de coordinación
motriz, por lo tanto sopor, sueño y, en casos
extremos, coma. No existe un límite entre uso
y abuso de bebidas alcohólicas. Esta diferencia debe evaluarse a partir de la relación entre
el alcohol y el alcoholizado, y no deducirse de
la cantidad habitualmente ingerida. Queda en
pie, en todo caso, el principio de que un uso
moderado de alcohol no provoca daños significativos, mientras que el uso excesivo produce casi siempre graves daños.
Los aspectos que se deben tener presentes
para una definición de alcoholismo que no
cometa injusticias con las numerosísimas definiciones debidas a las diversas maneras de
afrontar el problema son esencialmente dos:
el grado de dependencia y la gravedad de los
daños orgánicos producidos por el alcohol.
Por lo que se refiere al primer aspecto G. Jervis escribe que “la dependencia es el fenómeno por el cual el sujeto introduce más o menos habitualmente el alcohol en el equilibrio
de su vida; en pocas palabras, recurre de manera regular al alcohol, en dosis que pueden
ser limitadas, para enfrentar las dificultades
de la existencia. Se forma aquí un círculo vicioso, puesto que el uso del alcohol provoca
dificultades que son enfrentadas recurriendo
al mismo alcohol. Contribuye a la dependencia alcohólica el acostumbramiento del organismo, que requiere dosis cada vez más elevadas para producir los efectos psíquicos deseados, y manifiesta trastornos después de retirar el tóxico” (1975: 228).
El otro aspecto se refiere a la presencia de
daños orgánicos significativos y de alteraciones de la conducta. Los primeros, escribe Jervis, “generalmente comienzan a manifestarse
con síntomas de gastritis (inapetencia), de co-
ALCOHOLISMO
litis (diarrea), y trastornos del hígado. Los daños al hígado, a largo plazo, pueden producir
cirrosis hepática. La insuficiencia alimenticia
y sobre todo vitamínica, a consecuencia de la
inapetencia, además del tipo de vida del bebedor, se agrava por una defectuosa absorción
intestinal. Muchos trastornos físicos y psíquicos de los alcohólicos se deben, más que directamente al alcohol, a carencias vitamínicas
del grupo B, entre ellos las neuritis y polineuritis que con frecuencia se manifiestan, al inicio, con trastornos perdurables de la marcha.
Por lo que se refiere a los trastornos psíquicos
y del comportamiento, el alcoholismo crónico
determina alteraciones del humor, con irritabilidad e impulsividad, trastornos de la memoria y de la atención, indiferencia moral,
disminución de la inteligencia. Los trastornos
de la memoria son en ocasiones los más precoces y se manifiestan al principio como amnesias relativas a la embriaguez de la noche
anterior” (1975: 228).
2] NOTAS HISTÓRICAS. La palabra “alcohol” deriva del árabe y significa “esencia noble y valiosa”. El aspecto médico del fenómeno es mencionado ya por Ulpiano, un jurista de la época romana que considera el vicio del beber un
problema médico y no jurídico. La primera
formulación científica se debe, en los primeros años del siglo XIX, a G. Trotter, quien consideró el alcoholismo una enfermedad mental. Volvemos a encontrar esta posición en E.
Kraepelin, que se interesó por la patogénesis
del alcoholismo y de los métodos profilácticos
y terapéuticos; en V. Magnan, que consideró
el alcoholismo un fenómeno imputable a la
melancolía periódica; en W. Griesinger, para
quien el alcoholismo era similar a la conducta epiléptica. En el mismo siglo XIX fueron
analizadas las complicaciones del alcoholismo y en particular el delirium tremens, entonces llamado “frenesí del bebedor”, la alucinosis aguda y las psicosis alcohólicas. En estas
descripciones aparecían consideraciones de
tipo moralista, con algunos indicios socioculturales que en el siglo XX habrían de transformarse en la línea interpretativa dominante del
fenómeno. En nuestro siglo las investigaciones sobre el alcoholismo han tenido su mayor
difusión en los países anglosajones y han encontrado su centro de coordinación en el Yale
Center of Alcohol Studies en la Universidad
39
de Rutgers (Nueva Jersey), donde E. M. Jellinek pudo establecer que la dinámica del alcoholismo sigue sus propias leyes, cualesquiera
que sean las condiciones que las han determinado. Estas condiciones, en época reciente, se
buscaron en la dimensión social, determinando un involucramiento de la sociología en la
investigación de las causas del alcoholismo.
3] ETIOLOGÍA. Las causas del alcoholismo son
numerosas, y algunas tan dispares que, simplemente para elaborar un catálogo resumido, es necesario referirse a diversos ámbitos
disciplinarios que van de la biología a la genética, de la sociología a la psicología, de la antropología al psicoanálisis. De esta manera
podremos enlistar las causas principales:
a] La apetencia. Desde siempre las bebidas
alcohólicas han prevalecido sobre las otras
(agua, leche, etc.) por su efecto tónico y euforizante, por el momentáneo alivio que da a la
angustia, por el sentido de solidaridad entre
individuos que siempre ha significado “beber
juntos”.
b] La dimensión sociocultural. La importancia de este factor está demostrada por las variaciones de la proporción de alcoholismo en
función de los grupos profesionales, los grupos sociales, las civilizaciones y el sexo, en el
sentido de que un individuo encuentra estímulos y motivaciones para la ingestión de alcohol, porque se cree que es indispensable para ciertas profesiones, o porque es considerado signo de “virilidad”.
c] La constitución biológica de cada individuo entraña una variación en la relación tolerancia-costumbre-dependencia que domina
toda la etiología de la conducta del alcohólico. La tolerancia es la relación entre la concentración de alcohol en el organismo y el
grado de intoxicación. Varía con la edad, el
sexo, la predisposición hereditaria, los hábitos alimentarios, el estado orgánico y psíquico. Para que el alcohólico busque satisfacción
en la bebida es necesario que, por lo menos
inicialmente, posea un mínimo de tolerancia
y, después, una forma de costumbre por la que
el alcohol se transforma en una especie de elemento necesario para el equilibrio del metabolismo alterado. Cualquiera que sea el grado
de tolerancia, el individuo puede llegar, más o
menos rápidamente, a un estado de dependencia, que se manifiesta como imposibilidad de
40
ALCOHOLISMO
abstenerse del consumo de bebidas, por la
aparición de síntomas físicos como sed, sequedad de boca, temblor, o por la pérdida de
libertad por la que el sujeto, después de la primera copa, es incapaz de detenerse hasta no
haber alcanzado el estado de ebriedad.
d] Las motivaciones psicológicas. Se deben
considerar como incentivos que facilitan el alcoholismo los estados de tensión, las dificultades en las relaciones humanas, los sentimientos de inseguridad, la incapacidad de
afirmación personal, la necesidad de gratificación y, para las teorías psicoanalíticas, una regresión a la fase oral de la libido y por lo tanto
a una especie de actividad erótica sustituta.
4] LA EBRIEDAD ALCOHÓLICA. Desde el punto de
vista estrictamente científico la ebriedad alcohólica es una psicosis exógena pasajera marcada por la cantidad de alcohol ingerido y por la
tolerancia del sujeto. Según K. Kryspin-Exner
“en la primera fase del aumento de la cantidad
de alcohol en la sangre se verifica una cierta
disminución del campo de la conciencia y fenómenos de desinhibición con humor generalmente eufórico, aumento de la impulsividad,
de la facilidad de comunicación y debilitamiento de la crítica. El ulterior aumento de la
intoxicación conlleva un efecto narcótico y, en
la fase depresiva que sigue, una progresiva parálisis de las funciones nerviosas centrales”
(1966: 52). Desde luego, el efecto desinhibidor
del alcohol es la causa de los más variados tipos de reacción, estrechamente ligados a la estructura de la personalidad, por lo que es muy
difícil juzgar si se trata de verdaderas reacciones de tipo exógeno injertadas al síndrome orgánico de la intoxicación alcohólica o de una
liberación de aspectos del carácter hasta ahora
controlados. En todo caso, en el estado de
ebriedad el tipo de comportamiento no coincide con el habitual del sujeto que, sólo después
de un sueño reparador, al que sigue una amnesia parcial o total de los actos realizados en la
fase de ebriedad, es capaz de readquirir su
comportamiento habitual.
5] CURSO DE LA TOXICOMANÍA ALCOHÓLICA. Las
diversas formas de alcoholismo se inician generalmente con el llamado “beber sintomático”, que consiste en recurrir al alcohol para
calmar los más variados malestares psíquicos
y somáticos. Así se determina un círculo vi-
cioso: si el malestar implica angustia o ira, el
alivio representado por el alcohol, al ser temporal, reclama que se restablezca de nuevo,
generando así un malestar secundario con angustia, ira y nueva ingestión de alcohol. E.M.
Jellinek dividió el alcoholismo en los siguientes tipos a los que aún se hace referencia para
la determinación de la cualidad y el grado. Alcoholismo alfa: caracterizado por el beber excesivo sin pérdida de control o incapacidad de
abstenerse. Alcoholismo beta: exceso de ingestión de alcohol complicado por enfermedades
físicas como cirrosis, gastritis y neuritis, aún
sin una verdadera dependencia psíquica o física. Alcoholismo gamma: dependencia psíquica y física con tolerancia adquirida e incapacidad para controlarse. Las motivaciones
son sobre todo psíquicas. Alcoholismo delta:
es una tipología que se encuentra en individuos que se muestran capaces de controlar la
cantidad de alcohol ingerida, pero que difícilmente pueden abstenerse porque sobrevienen
síntomas de abstinencia. Alcoholismo épsilon:
el alcohólico se da a la bebida repentina y
compulsivamente, sin ninguna motivación
verdadera, y la intoxicaciòn no le impide continuar con la posterior ingestión de alcohol.
Comienzan a manifestarse los daños orgánicos, con la debilitación de los impulsos, labilidad emotiva, la debilidad crítica, además de
una restricción del círculo de los intereses, y
con una marcada disminución de la atención
y de la memoria.
6] CUADROS PSICOPATOLÓGICOS DEL ALCOHOLISMO.
En el fondo del alcoholismo se inscriben complicaciones, la mayoría de las veces con curso
crónico, de orden neurológico y psicológico.
Entre éstas podemos enumerar:
a] Delirium tremens, así llamado en referencia al visible temblor. La escena delirante con
frecuencia se inicia con trastornos de la percepción, sobre todo nocturna, asociados con
un sentimiento creciente de inquietud y de
alucinaciones visuales que tienen por objeto
animales como ratas, sapos, serpientes, mosquitos, generalmente numerosos y en movimiento. No faltan alucinaciones táctiles o
acústicas, por lo común elementales, como
ruidos, silbidos y música. El estado de ánimo
del enfermo varía de la angustia a cierto grado de euforia, pero el paciente suele ser dócil
y tener un escaso grado de agresividad. Al
ALCOHOLISMO
agravarse el cuadro se hace evidente la obnubilación de la conciencia y la agitación psicomotriz. Las alucinaciones se vuelven más estables
y el sujeto trata de defenderse intentando huir
o refugiarse de algún modo. Hay signos fisiológicos como la fiebre (cuanto más elevada peor
es el pronóstico) y la sudoración marcada, con
tendencia al colapso circulatorio. El pronóstico es más grave si aparecen crisis epilépticas, y
fatal si el delirium tremens no se trata de manera oportuna. En promedio la crisis no dura
más de tres días, y pasa después a un estado de
confusión por un largo período.
b] Síndrome de Korsakoff o psicosis polineurítica. Esta forma, que puede tener origen
traumático o etílico, es reconocible por la
aparición de una amnesia de fijación caracterizada por la incapacidad de aprender nuevos
datos, así como por el olvido casi total de lo
que apenas se hizo, se dijo, se vivió (v. memoria, § 6). El sujeto trata de suplir sus trastornos con fabulaciones (v.) donde hechos banales de la vida cotidiana se mezclan con fragmentos mnésicos combinados y actualizados
de diversas maneras, y con falsos reconocimientos caracterizados por la confusión de lugares y personas y por la mezcla de elementos
visuales de diversos períodos de la vida, como
con frecuencia sucede en los fenómenos de
paramnesia (v. memoria, § 8).
c] Alucinosis alcohólica. Está caracterizada
por la aparición, en plena lucidez, de alucinaciones auditivas y con menor frecuencia visuales, con fondo persecutorio y amenazante. El
paciente se despierta sobresaltado porque oye
diálogos amenazantes, voces que lanzan acusaciones, y así vive una experiencia de asedio en
la cual, sin embargo, los perseguidores se mantienen bastante alejados del sujeto, de modo
que siempre existe cierto grado de seguridad.
En general se distingue entre una alucinosis alcohólica aguda, que abarca desde algunos días
hasta algunos meses y se alivia con la abstinencia de alcohol, y una crónica, que suele terminar en un síndrome demencial.
d) Delirio de celos o paranoia alcohólica. Se
desarrolla con base en diversos elementos convergentes, como los primeros indicios de impotencia sexual, el surgimiento de inseguridad interior, el desapego afectivo que generalmente
se crea en relación con el sujeto bebedor el
cual, en estas condiciones, comienza a expresar dudas sobre la conducta moral de su pare-
41
ja, para llegar rápidamente a la certeza de que
es traicionado, deformando e interpretando de
manera grotesca hechos y circunstancias del
todo irrelevantes. El síndrome difícilmente retrocede y el paciente que lo sufre tiende a volverse agresivo y peligroso (v. celos, § 3).
e] Demencia alcohólica. Es un decaimiento
progresivo que reduce la capacidad de razonamiento y de síntesis, disminuye el fluir del
pensamiento, no permite una fácil orientación en el tiempo y en el espacio, inhibe la
atención, vuelve confusa la articulación de la
palabra, también porque se presenta temblor
de la lengua. El síndrome se desarrolla más o
menos lentamente hacia un cuadro de caquexia (v.) con pronóstico final negativo.
f] Encefalopatía. Inflamación del encéfalo
causada por la ingestión de alcohol que penetra por vía sanguínea y linfática (v. encefalopatía, § 6).
g] Epilepsia alcohólica. Caracterizada por
convulsiones epilépticas (v. epilepsia) que,
según algunos, constituyen la fase intermedia
entre el delirium tremens y la alucinación alcohólica.
7] CRITERIOS DIAGNÓSTICOS E HIPÓTESIS TERAPÉUTICAS. El DSM-III-R enumera entre los trastornos
mentales por alcohol: a] la intoxicación alcohólica (303.00) caracterizada por ingestión reciente de alcohol con modificaciones de la conducta, que manifiesta desinhibición de los impulsos sexuales y agresivos, labilidad emocional,
deterioro de la capacidad de juicio, e inadecución en las actividades sociales y profesionales;
b] la intoxicación alcohólica idiosincrásica
(291.40), que no es provocada por trastornos físicos o mentales sino una marcada modificación desadaptativa del comportamiento; c] la
abstinencia alcohólica no complicada (291.80),
con los síntomas típicos de la interrupción o
disminución del consumo en grandes cantidades por tiempo prolongado de alcohol, como
náuseas, vómito, hiperactividad del sistema
nervioso autónomo, ansiedad, depresión del estado de ánimo, cefalea e insomnio; d] el delirium de abstinencia alcohólica (291.00), que se
verifica en el curso de una semana tras interrumpir la ingestión de notables cantidades de
alcohol; e] la alucinosis alcohólica (291.30), con
alucinaciones vivas y persistentes que se desarrollan generalmente en el curso de las 48 horas
después de la interrupción de la ingestión de
42
ALEATORIA / ALERGIA
notables cantidades de alcohol, sin aparición de
delirio; f] el trastorno amnésico alcohólico
(291.10) consecuente al consumo prolongado
de notables cantidades de alcohol; g] la demencia asociada con el alcoholismo, secundaria al
consumo prolongado de grandes cantidades de
alcohol, y persistente, después de la interrupción, por algunas semanas.
A causa de la multiplicidad de los factores
causales que llevan al alcoholismo es necesario
recurrir a formas terapéuticas siempre diferentes y estrechamente relacionadas con las causas que han determinado la conducta alcohólica. Después de una primera intervención de
desintoxicación y de deshabituación, que se
produce en general con la inducción de una intolerancia artificial obtenida mediante fármacos, como el disulfiram, se hacen necesarias
tanto una intervención social por los aspectos
socioambientales que pueden haber inducido
al sujeto a la habituación alcohólica, como una
intervención psicoterapéutica prolongada que
llegue a involucrar también, además del sujeto, a los miembros de la familia. Las psicoterapias de grupo y con frecuencia las asociaciones comunitarias se han revelado muy útiles,
así como la terapia de aversión, que consiste en
crear una asociación entre consumo de alcohol
y estímulos o efectos desagradables, o una relación causal entre ambas basándose en la teoría de la atracción-repulsión (v.).
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y H. Laborit (1956); Colmant, H.J. (1965); De Mijolla, A. y S.A. Schentoub (1973); Durand, Y. y J.
Morenon (1972); Faurobert, M. (1962); Furlan,
P.M. y R.L. Picci (1990); Gentis, R. (1958); Jellinek,
E.M. (1940); Jellinek, E.M. (1960); Jervis, G.J.
(1975);.Kryspin-Exner, K. (1966); Lereboullet, J.
(1972); Magnan, V. (1874); Mendelson, J.H. (1966);
Phillipson, R.V. (1970); Popham, R.E. (1970).
sis determinista (v. determinismo), basada en
que el desarrollo humano, individual y colectivo depende de una secuencia de estados predeterminados cuya incidencia no es modificada
por la contingencia histórica.
BIBLIOGRAFÍA:
Gergen, K.J. (1982).
alegría (al. Freude; fr. joie; ingl. joy; it. gioia)
Sensación de placer difuso producido por la
satisfacción de un deseo o por la previsión de
una condición futura positiva. Desde este punto de vista la alegría se contrapone a la tristeza,
caracterizada por una visión negativa del futuro. Cuando las condiciones que provocan la
alegría se verifican independientemente de las
acciones del sujeto, tal emoción es acompañada de estupor. Si se prescinde de la connotación temporal que interviene en la definición
habitual de alegría, esta figura asume los caracteres que describió B. Spinoza acerca de la
aceptación de la necesidad del todo, tema que
retomó en forma más radical E. Severino, para
quien “como superación de la totalidad de la
contradicción de lo finito, el todo es la alegría.
[...] La alegría es el inconsciente más profundo
del mortal” (1980: 594-595).
BIBLIOGRAFÍA:
Severino, E. (1980).
BIBLIOGRAFÍA:
alelo (al. Allele; fr. allèle; ingl. allele; it.
allele)
Forma alternativa de un mismo gen (v. genética, § 2) que, en un patrimonio genético diploide como el del hombre, está siempre presente
en dos copias llamadas alelos. Cuando las dos
copias de un determinado gen son iguales, el
individuo es homocigoto cuando son diferentes
el individuo es heterocigoto para ese gen en
particular (v. genética, § 4).
aleatoria, teoría (al. Aleatorische
Theorie; fr. théorie aléatoire; ingl. aleatory theory; it. teoria aleatoria)
alergia (al. Allergie; fr. allergie; ingl.
allergy; it. allergia)
Orientación teórica que interpreta el curso
temporal de los fenómenos del comportamiento con base en las circunstancias históricas
contingentes, contraponiéndose así a la hipóte-
Hipersensibilidad física y psíquica a objetos y
situaciones de estímulos muy precisos. Los
trastornos pueden ser dermatológicos, respiratorios, gastrointestinales, etc. Generalmen-
ALESTESIA / ALGEDÓNICO
te se observa una asociación entre alergias y
tensión emotiva. La remisión de los síntomas
puede lograrse con fármacos, pero también
con una intervención psicoterapéutica.
alestesia (al. Alesthesie; fr. alesthésie;
ingl. alesthesia; it. alestesia)
Sensación táctil que se localiza en un punto
diferente del que experimenta el estímulo.
Alexander, escala de (al. Alexander-Test;
fr. test d’Alexander; ingl. Alexander’s performance test scale; it. scala di Alexander)
Escala elaborada por W.P. Alexander para
evaluar la inteligencia práctica (CIP) para varones y mujeres entre los 7 y los 20 años por
medio de tres pruebas que se ejecutan con los
cubos de Kohs (v. cubo, test del, § 2).
BIBLIOGRAFÍA:
43
tras (“la” en lugar de “al”), cambio de letras simétricas (“p” en lugar de “q”) y elisiones de
símbolos gráficos. La dislexia se llama evolutiva cuando aparece ligada a factores de maduración, y específica cuando su presencia no altera las capacidades generales de aprendizaje,
aunque inevitablemente provoca una disminución del rendimiento escolar por las evidentes
dificultades de lectura, que pueden ir acompañadas de retraso lingüístico y cierta torpeza en
el comportamiento derivada de los trastornos
emotivos debidos al déficit. Con oportunas intervenciones individuales o de grupo la dislexia
puede ser resuelta en gran parte.
BIBLIOGRAFÍA:
Autores varios (1982); Benton, A.L.
y D. Pearl (1979); Mucchielli, R. y A. Bourcier
(1975); Nielsen, J.M. (1946); Parlidis, G.T. y T.R.
Miels (1981); Scalisi, T.G. y A.M. Longoni (1986).
alexitimia (al. Alexithimie; fr. alexithimie; ingl. alexithimia; it. alexitimia)
Meili, R. (1955).
alexia (al. Alexie; fr. alexie; ingl. alexia;
it. alessia)
Pérdida parcial (paralexia) o total (alexia) de
la capacidad de leer; no debe confundirse
con la dislexia, que es una dificultad para el
aprendizaje de la lectura.
1] La alexia depende de lesiones localizadas
en el área cerebral posterior izquierda (pliegue curvo). Generalmente está asociada con
formas de afasia (v.) y de agrafia (v.), mientras que cuando es pura constituye una agnosia (v.) particular, especializada en los símbolos gráficos del lenguaje. En la alexia afásica
el sujeto llega a leer su propio nombre y algunas palabras simples, pero no palabras complejas, de las que con frecuencia no comprende el sentido. En la alexia agnósica el sujeto
no es capaz de reconocer las letras (alexia literal) o las palabras (alexia verbal), en cuanto
símbolos gráficos. Estos trastornos perduran
también en sujetos que han recuperado un
lenguaje oral correcto, o que son capaces de
escribir, sin saber leer lo que han escrito.
2] La dislexia, llamada también legastenia, es
en cambio una dificultad del aprendizaje de la
lectura que se manifiesta con inversión de le-
Carencia de palabras para expresar las emociones. Es frecuente en los pacientes psicosomáticos.
alfa, arco (al. Alpha-Bogen; fr. alphaarc; ingl. alpha-arc; it. arco alfa)
Secuencia de un estímulo que induce a un comportamiento motor a través de una vía sensorial
simple. Se distingue del arco beta que es la activación de vías corticales superiores a partir de
un arco alfa, y no de un estímulo externo. Esta
distinción reproduce la que J.B. Watson ha introducido en la psicología de la conducta entre
“respuesta inmediata” y “respuesta retardada”,
llamada también “comportamiento implícito”.
BIBLIOGRAFÍA:
Watson, J.B. (1914).
algedónico (al. Algehedonik; fr. algehédonique; ingl. algehedonic; it. algedonica)
Término introducido por W. Wundt para indicar la dimensión placer-displacer que caracteriza la cualidad del sentimiento.
BIBLIOGRAFÍA:
Wundt, W. (1896).
44
ALGESIA / ALIMENTACIÓN
algesia (al. Algesie; fr. algésie; ingl. algesia; it. algesia)
Capacidad para percibir el dolor (en griego
ά’ λγος), que puede sufrir fuertes oscilaciones
dependiendo de la actitud subjetiva, de las experiencias previas y de otras causas que determinan condiciones de percepción menor (hipoalgesia), mayor (hiperalgesia), o alterada
(paralgesia). La insensibilidad al dolor, sin que
falten las otras percepciones sensoriales, recibe el nombre de analgesia; puede ser de origen orgánico o psíquico, como se verifica en
los casos de catatonia, histeria de conversión
y estados hipnóticos. Desde un punto de vista
psicoanalítico O. Fenichel escribe que “la hipoalgesia histérica es una especie de desvanecimiento localizado; ciertas sensaciones que
podrían ser dolorosas, no son aceptadas. El
mecanismo base probablemente está relacionado con la defensa arcaica del aplazamiento
de los afectos” (1945: 256).
BIBLIOGRAFÍA:
portantes: 1] Completitud. Un algoritmo siempre debe terminar después de un número finito de pasos […]; 2] Definición. Cada paso de
un algoritmo debe ser definido de modo preciso; las acciones a cumplir deben estar especificadas, en cada caso, de manera rigurosa y
no ambigua […]; 3] Ingreso. Un algoritmo tiene cero o más ingresos, es decir cantidades
que son asignadas antes que inicie el algoritmo. Estos ingresos son tomados de un conjunto específico de objetos […]; 4] Salida. Un
algoritmo tiene una o más salidas, es decir
cantidades que tienen una relación específica
con los ingresos […]; 5] Efectividad. Todas las
operaciones a cumplir en el algoritmo deben
ser lo bastante básicas como para poder ser
ejecutadas, en principio, en un tiempo precisamente limitado, por un hombre usando papel y lápiz” (1973: 2-6).
BIBLIOGRAFÍA:
Knuth, D.E. (1973); Lanzarone,
G.A. (1985).
Fenichel, O. (1945).
alimentación (al. Ernährung; fr. alimentation; ingl. feeding; it. alimentazione)
algofilia (al. Algophilie; fr. algophilie;
ingl. algophilia; it. algofilia)
Llamada también algomanía. Amor por el dolor. El término no debe confundirse con la algolagnia, en la que el amor por el dolor se une
a la excitación sexual y donde se distinguen
una algolagnia activa y una pasiva, según el
placer se relacione respectivamente con el dolor infligido o padecido. Estos términos ahora
son sustituidos por las expresiones sadismo
(v.), masoquismo (v.) y sadomasoquismo (v.).
algofobia (al. Algophobie; fr. algophobie; ingl. algophobia; it. algofobia)
Incontrolable fobia al dolor.
algoritmo (al. Algorithmus; fr. algorithme; ingl. algorithm; it. algoritmo)
Conjunto finito de reglas que da una secuencia de operaciones para resolver un tipo específico de problema. Como precisa D.E. Knuth,
“un algoritmo tiene cinco características im-
Satisfacción de la necesidad fisiológica del
hambre y de la sed de la que, desde el nacimiento y, en otras formas, aun en el período
intrauterino, tiene necesidad el organismo para conservar la vida. La necesidad de alimentación es fisiológica, no psicológica, pero una
condición de necesidad fisiológica tiene consecuencias psicológicas que toman el nombre
de pulsiones, diferentes de la necesidad ya sea
porque un organismo hambriento puede estar
a tal punto debilitado que no manifiesta ninguna pulsión hacia la comida, ya porque un
organismo saciado puede no manifestar ninguna disminución de la pulsión de comer.
1] FISIOLOGÍA. La necesidad de alimentación
está determinada por el agotamiento de sustancias nutritivas en la sangre y se manifiesta
con la pulsión del hambre, que se registra en
el nivel glucostático en relación con el déficit
de azúcar; en el termostático por los efectos de
saciedad causados por las propiedades térmicas de las sustancias alimenticias; en el lipostático en relación con las reservas de grasas, y
en el homeostático en relación con la actividad del hipotálamo, que regula el ciclo sacie-
ALLUMEUSE / ALMA
dad-hambre. El hambre puede ser genérica o
específica para determinados alimentos según las necesidades del organismo y la educación del gusto. Una dieta a la que le falten algunos principios nutritivos esenciales tiene
efectos significativos en el desarrollo y el funcionamiento del organismo, tanto en el aspecto físico como en el nivel nervioso. Lo mismo
se puede decir de la sed, regulada por la necesidad hídrica del organismo controlada por el
hipotálamo. La pulsión de la sed es advertida
por los tejidos de la boca y de la garganta, de
modo que tiene una estimulación local. Numerosos determinantes socioculturales intervienen para condicionar la necesidad fisiológica de la alimentación, tanto en su ritmo como en la elección de los alimentos (v. motivación, § 3). Del hambre, que tiene fundamento
fisiológico, se debe distinguir el apetito, que es
una estimación psicológica basada en el deseo de alimento.
45
zadas de alimentación con el fin de prohibir el
placer asociado con ella, con la participación
de componentes superyoicos o dictados por el
ideal del yo (v. superyó y yo, ideal del).
Cuando la prohibición llega a constituir el
centro del comportamiento del individuo, se
ven las diversas formas de anorexia (v.) como
rechazo sistemático del alimento, que tiene su
correlativo de signo contrario en la bulimia
(v.) que, como impulso irrefrenable al alimento, tiene como consecuencia una sobrealimentación continua que lleva a la obesidad
(v.). La relación entre alimentación y estado
psíquico es objeto de estudio de la psicodietética (v.).
BIBLIOGRAFÍA:
Bruch, H. (1973); Bruch, H. (1978);
Cassini, A. y A. Dellantonio (1982); Selvini Palazzoli, M. (1981); Silverstone, T. (1976).
allumeuse
2] PSICOLOGÍA. La alimentación está cargada de
valores psicológicos desde los primeros días de
vida, en los que se ha demostrado la importancia de las modalidades del amamantamiento
por lo que se refiere a las actitudes y también
al comportamiento posterior del niño hacia el
mundo que lo acoge. Como el alimento es la
primera relación que el niño tiene con el
mundo, han alcanzado particular importancia los problemas relacionados con la nutrición difícil (feeding problem), a través de la
cual el niño expresa sus incomodidades o su
rechazo del ambiente. Según el psicoanálisis
la alimentación, además de ser la primera forma de construcción de la identidad, está relacionada con el placer provocado por la estimulación de la boca, típica de la fase oral (v.,
§ 2) a la cual, en el sucesivo proceso evolutivo,
el individuo puede quedarse fijado o tener
una regresión. Debido a su importancia simbólica el alimento se convierte con frecuencia
en la expresión de numerosos conflictos psíquicos, que van desde el hambre nerviosa, que
es una respuesta a un estado de depresión y
de vacío ansioso, a la inhibición, que puede
referirse a la alimentación en general o a alimentos específicos que tienen para el sujeto
un significado simbólico especial. En algunas
ocasiones las prohibiciones alimenticias son
idealizadas o racionalizadas en la elección de
dietas especiales o en diversas formas rituali-
Término francés (de allumer, encender) para
referirse a la mujer que se complace en provocar en el hombre la excitación sexual sin permitirle la satisfacción.
alma (al. Seele; fr. âme; ingl. soul; it.
anima)
Término que deriva del latín anima, que tiene
la misma raíz que el griego α
″ νεµος, “viento”.
El sentido que el término ha ido adquiriendo
progresivamente en la cultura occidental es el
de principio de la actividad espiritual y, como
equivalente del término griego ψυχ∼ (v. psique), al alma se le han han atribuido todas las
actividades denominadas “psíquicas”.
1] ANTROPOLOGÍA. En las culturas primitivas el
alma es concebida como principio de la vida
materializada en órganos del cuerpo, como el
diafragma (ϕε′ην) entre los antiguos griegos, o
el corazón (lev) para el antiguo pueblo hebreo, así como en objetos externos que, transferidos, llevan consigo el alma o mana (v.) del
donante. En numerosas culturas está ya presente la noción de alma como principio diferente del cuerpo, y capaz de sobrevivir más
allá de la muerte del cuerpo en una inmortalidad a la que se llega directamente o a través
46
ALMA
de una serie de reencarnaciones (v. metempsicosis). Esta concepción es común a ciertas
religiones orientales como el budismo y el
bramanismo, y a algunas occidentales, como
la del antiguo Egipto, la religión órfica, y finalmente la griega, en la que se inicia la concepción filosófica del alma.
2] FILOSOFÍA. La filosofía griega, partiendo del
orfismo, acentúa con Platón la diferencia entre alma y cuerpo, dando inicio al dualismo
antropológico que era desconocido, por ejemplo, en el mundo hebreo, en el que el alma,
denominada nefesh, no se contraponía, como
principio espiritual, a la materialidad del
cuerpo, sino que era un todo con éste. Con la
traducción griega de los textos bíblicos las
palabras hebreas se cargaron con los significados que la filosofía griega había elaborado;
de aquí nació la concepción cristiana, que recalca el principio platónico del alma como
entidad de naturaleza diferente del cuerpo. A
la sustancialidad del alma se opuso Aristóteles, para quien el alma debía concebirse como forma (’ενι′ελεχεια) del cuerpo, como principio determinante de la corporeidad: “el alma es alguna cosa del cuerpo” (De anima, II,
414, a). En la Edad Media Tomás de Aquino
integró la concepción platónica del alma como sustancia con la aristotélica, que le reconocía al alma sólo la función intelectual, atribuyéndole al cuerpo la función sensible y vegetativa que Platón había asignado a otras
dos almas.
En el Renacimiento las dos posiciones vuelven a emerger en la contraposición entre platónicos y aristotélicos, hasta que con R. Descartes el dualismo alma y cuerpo se radicaliza
en las formas de la res cogitans y la rex extensa, dando inicio al dualismo psicofísico (v.),
que considerará la psicología en sus manifestaciones filosóficas y científicas, hasta que la
fenomenología (v.), con E. Husserl, destruya
el presupuesto cartesiano, considerándolo un
error seductor: “Es necesario ilustrar aquí los
errores seductores en los que cayeron Descartes y sus sucesores” (1931: 6). La denuncia
husserliana volverá a ser recogida por Binswanger, que considera el dualismo psicofísico
“el cáncer de toda psicología” (1946: 22), porque no le permite emanciparse del modelo organicista de las ciencias de la naturaleza (v.
análisis existencial, § 1).
Al itinerario cartesiano se acercó en el siglo
el modelo empirista que, con D. Hume,
había iniciado la visión del alma como un
grupo de eventos psíquicos en continuo flujo
y movimiento que tenían su origen en las impresiones sensoriales. De este modelo se desprendieron la hipótesis positivista, para la
cual el alma es el conjunto de los estados
de conciencia que resultan de la asociación de
sus elementos más simples (v. elementalismo), y la fisicalista, que en las expresiones del
materialismo científico de J.J.C. Smart y conductismo lógico de R. Carnap sostienen el carácter puramente nominal de la palabra alma, a la que no corresponde ningún contenido científicamente indicativo (v. fisicalismo). De la misma opinión es G. Ryle, para
quien el término es fruto de un error de categoría que interpreta los hechos de la vida
mental como pertenecientes a una categoría
semántica diferente de aquella a la que realmente pertenecen.
XVIII
3] PSICOLOGÍA ANALÍTICA. En psicología sólo C.
G. Jung hizo amplio uso de la palabra “alma”,
empleada en dos acepciones, una general, en la
que por alma se entiende la interioridad del
hombre en contraposición a su máscara exterior, que Jung define como “persona” (v., § 2),
y una específica, en la que el alma es la parte
contrasexual del varón: “He designado con el
término alma el femenino que forma parte del
hombre como su feminidad inconsciente”
(1912-1952: 425). Y: “Designo con el término
persona la actitud hacia el exterior, el carácter
exterior; con el término alma la actitud hacia el
interior […] Si la persona es intelectual, el alma es ciertamente sentimental. Esta complementariedad es válida también para el carácter
del sexo” (1921: 419, 421). Se trata de la complementariedad entre consciente e inconsciente que Jung asume como uno de los fundamentos de su psicología. Basándose en ella “Ningún hombre es tan viril como para no tener en
sí mismo nada de femenino […]. La supresión
de los rasgos femeninos […] permite que estas
figuraciones contrasexuales se acumulen en el
inconsciente. La imago de la mujer (el alma) se
transforma en el receptáculo de estas figuraciones, de modo que el hombre, en su elección
amorosa, sucumbe con frecuencia a la tentación de conquistar a la mujer que mejor corresponda al carácter particular de su propia femi-
ALÓCTONO-AUTÓCTONO
nidad inconsciente; una mujer, por lo tanto,
que pueda acoger sin dificultad la proyección
de su alma” (1928: 187-188).
En los sueños el alma aparece personificada
en forma mítica, y en este caso revela la estructura arquetípica (v. arquetipo), o bien como
madre, mujer, amante, hija, según la figura femenina en la cual se proyecta el alma en las diversas formas del desarrollo psíquico. Lugar
eminente de la emotividad, fuente de creatividad, el alma, según parecer de Jung, puede poner en peligro a la conciencia a través de la posesión (v.) que transforma la personalidad,
dando preeminencia a los rasgos que son considerados psicológicamente característicos del
sexo opuesto. Cuando es poseído por el alma el
hombre revela esos rasgos de emotividad incontrolables que se manifiestan en la inquietud, en la inestabilidad del humor y en el sentimentalismo, mientras “la pérdida permanente
del alma conlleva […] resignación, cansancio,
pereza, irresponsabilidad” (1936-1954: 74). La
falta de integración del alma expone a dos posibles riesgos: la posesión, porque “el alma inconsciente es una criatura sin relaciones, un
ser autoerótico cuya única finalidad es tomar
posesión de todo el individuo” (1946: 296), o
bien la unilateralidad, porque “el alma es la personificación del inconsciente en general […] si
no reconocemos en las figuras inconscientes la
dignidad de agentes espontáneos, caemos víctimas de una fe unilateral en el poder de la conciencia” (1929-1957 [1976: 51-52]).
J. Hillman, profundizando la distinción
junguiana entre alma y psique, escribe que
“Jung quiere estar seguro de que su concepto
de ‘alma’ no se confunda con las ideas tradicionales de alma de la religión y de la filosofía. Por otro lado quiere definir el alma de
manera que no sea equiparada a la psique,
de la que es sólo uno de sus múltiples arquetipos” (1985: 97). Resulta que “el alma es un
complejo funcional de la psique, que actúa
como una personalidad mediadora entre la
psique completa, que es predominantemente
inconsciente, y el yo común. La imagen del alma como personalidad, en cuanto opuesta
al común yo, es contrasexual; por esto, empíricamente, en un varón esta ‘alma’ es femenina”
(1972: 65). Hillman retomó el concepto de alma en relación con la creatividad (v.) . Por lo
que se refiere al primer tema Hillman escribe
que “las conclusiones a las que nos inducen los
47
datos empíricos obtenidos del trabajo analítico
son que el alma se transforma en psique a través del amor, y que es el eros que engendra la
psique, porque nada se puede crear sin amor,
que es el origen y el principio de todas las cosas
vivientes, como en la cosmogonía órfica” (1972:
68). Finalmente, Hillman identifica el suicidio
como un lugar eminente para aferrar la realidad del alma, porque en ninguna experiencia
como en ésta “el cuerpo puede ser destruido
por una ‘fantasía del alma’” (1964: 17).
BIBLIOGRAFÍA:
Aristóteles (1973); Binswanger, L.
(1946); Carnap, R. (1931); Descartes, R. (1641);
Dewey, J. (1925); Galimberti, U. (1979); Galimberti, U. (1987); Gava, G. (1977); Hillman, J. (1964);
Hillman, J. (1972); Hillman, J. (1985); Hume, D.
(1748); Husserl, E. (1931); Jung, C.G. (1912-1952);
Jung, C.G. (1921); Jung, C.G. (1928); Jung, C.G.
(1929-1957); Jung, C.G. (1936-1954); Jung, C.G.
(1946); Malcolm, N. (1971); Moravia, S. (1986);
Platón (1973); Ryle, G. (1949); Smart, J.J.C.
(1963); Tomás de Aquino (1270); Wittgenstein, L.
(1980).
alóctono-autóctono (al. AllochthonAutochthon; fr. allochtone-autochtone;
ingl. allochthonous-autochthonous; it.
alloctono-autoctono)
Pareja de términos que asume significados diferentes en los diversos ámbitos disciplinarios: 1] la psicología experimental llama autóctona a la acción cuya motivación reside en el
sujeto que la cumple, y alóctona a la causada
por un estímulo externo; 2] la psicología clínica llama autóctona a cualquier idea que permanece obsesivamente en el ámbito de un
trastorno con característica delirante y en el
cual el sujeto tiene a veces la impresión de recibir su actividad representativa del exterior o
de percibirla como extraña o independiente
del resto de aquélla. 3] la psicología de la memoria llama “dinámica alóctona” a la actualización (v.) de los contenidos de la memoria
promovida por una investigación intencional
o por una motivación del sujeto, y “dinámica
autóctona” a la determinada por el puro y
simple desarrollo de las asociaciones, por lo
que los contenidos llegan “a la mente” de modo imprevisto, sin que sean buscados, o de
modo obsesivo, sin posibilidad de liberarse.
48
ALOEROTISMO / ALQUIMIA
aloerotismo (al. Objekterotik; fr. alloérotisme; ingl. alloerotism; it. alloerotismo)
Término psicoanálitico empleado para designar el investimiento o catexis libidinal sobre
objetos externos. Opuesto al autoerotismo
(v.) donde la tendencia erótica está dirigida al
sujeto mismo, el aloerotismo se subdivide en
homoerotismo, cuando la satisfacción se consigue con una persona del mismo sexo y heteroerotismo, cuando se relaciona con personas
del otro sexo. S. Freud considera el aloerotismo como la fase final en el desarrollo de las
relaciones objetales, caracterizada por una integración estable de las pulsiones y de su reducción en los canales de la genitalidad (v.
genital, § 3).
BIBLIOGRAFÍA:
Freud, S. (1905).
aloplástica-autoplástica (al. Alloplastik-Autoplastik; fr. alloplastique-autoplastique; ingl. alloplastic-autoplastic;
it. alloplastica-autoplastica)
Pareja de términos que indica la adaptación
al ambiente lograda mediante la modificación
del propio organismo y del propio yo (autoplástica) o por la modificación del mundo externo (aloplástica). Para S. Ferenczi, que introdujo el término, la autoplástica es un método muy primitivo de adaptación en el que el
organismo no tiene asidero en el mundo externo, sino sólo en sí mismo, por lo que está
obligado a modificarse para adaptarse. A la
autoplástica le atribuye Ferenczi la conversión histérica “en la que, como por arte de
magia, se realiza un deseo a través del material corporal de que se dispone” (1919:110).
Respecto al sueño, donde el deseo inconsciente se corporiza en una imagen visual, en la
adaptación autoplástica se está en presencia
de una regresión más profunda, porque el deseo se encarna en estados corpóreos. “Desde el
punto de vista temporal, este argumento corresponde a una fase muy primitiva de la evolución filogenética y ontogenética, en la que el
individuo persigue la adaptación transformando su propio cuerpo en lugar del mundo
externo. En las conversaciones con Freud sobre el tema de la evolución acostumbramos
llamar a esta fase primitiva autoplástica, en
contraposición con la fase aloplástica, más
avanzada. En la fase autoplástica debemos
imaginar la psique simplificada aun formalmente, y por esto reducida a procesos fisiológicos reflejos. Si por lo tanto consideramos el
conjunto de los procesos reflejos, no sólo como una especie de presagio de la psique, sino
como su precursor, un bosquejo hacia el cual,
no obstante su complejidad, la psique más
evolucionada tiende a retroceder, encontraremos menos misterioso el salto de la psique al
cuerpo; y no nos parecerán tan sorprendentes
los fenómenos de materialización histérica
con sus satisfacciones del deseo obtenidas por
reflejo. Todo esto no es otra cosa que regresión a la protopsique” (1919: 142-143). Por
analogía con la base anatómica de la acción
refleja, que es una respuesta automática e involuntaria a los estímulos que actúan sobre el
organismo (v. reflejo), Ferenczi llama a la
adaptación autoplástica arco psíquico reflejo;
se lo encuentra en los estados primitivos de
desarrollo del individuo o de la especie, donde el proceso de adaptación se da a través de
la automodificación del organismo que se traduce en la simple descarga motriz, más que
mediante el sometimiento del mundo externo.
Las primeras manifestaciones aloplásticas,
con las que se sale de la condición autoplástica, son para Ferenczi la defensa y la fuga, con
las que se intenta modificar el ambiente percibido como peligroso y amenazante.
BIBLIOGRAFÍA:
Ferenczi, S. (1919); Ferenczi, S.
(1930).
alorquia (al. Allokirie; fr. allochirie;
ingl. allochiria; it. allochiria)
También llamada aloestesia. Condición en la
que las sensaciones táctiles o dolorosas están
localizadas en la parte correspondiente, pero
opuesta, a la estimulada.
alquimia (al. Alchimie; fr. alchimie;
ingl. alchemy; it. alchimia)
Disciplina teórica operativa que, partiendo de
la hipótesis de la presunta afinidad entre los
componentes visibles e invisibles del cosmos,
se proponía, por un lado, transformar los me-
ALTERNANCIA PSICOSOMÁTICA
tales viles en metales nobles y, por el otro, llevar la psique del operador o alquimista de la
condición de humanidad impura a condiciones puras y nobles. En el lenguaje alquímico,
“transformación” significa alcanzar la plenitud
de la propia esencia secreta, liberándola de impurezas y corruptibilidad. Este proceso vale
tanto para la obra como para el alquimista.
Según la reconstrucción histórica de F. Jesi,
los primeros testimonios de investigación alquímica se remontan al siglo III d. C. ya sea en
Occidente (Egipto), o en Oriente (India y China). Se trata de documentos que reflejan fases
sucesivas de una doctrina que, por su carácter
esotérico, durante largo tiempo fue transmitida sólo oralmente. La palabra deriva del antiguo egipcio keme, tierra negra, de donde deriva el término árabe alkimya. En Occidente
también fue llamada “arte hermético” por
Hermes Trismegisto, figura mitológica de sabio en el que se fundían el dios griego Hermes
y el egipcio Tot. Además del carácter operativo, en el que los alquimistas reconocen la
esencia de la teoresis, la alquimia también tiene un carácter secreto, porque secreta es la
verdadera naturaleza de las cosas y secreto
permanece el modo de poder combinarlas en
ese “matrimonio místico”, y para ilustrarlo
fue empleado un lenguaje simbólico de fuerte
carácter sexual.
Durante el Renacimiento, con T.B. Paracelso y G.B. Della Porta, la alquimia se orientó
hacia la transformación de lo real y, sin abandonar su carácter de relación con lo sagrado,
llegó a formas de intervención afines a los primeros pasos de la química y de la física. Un
gran ejemplo de contaminación entre saber
esotérico y saber científico está en la imponente cantidad de escritos alquímicos de I.
Newton, que expresó el principio de la gravitación universal en los términos alquimistas
de una ley sagrada y de un secreto divino.
Después del rechazo de la alquimia por parte
de la Ilustración, que en la Enciclopedia
(1751, vol. I) afirmó que las operaciones alquímicas, “cuando son más conocidas, pierden
ese no sé qué de extraño para incluirse en las
filas de las operaciones de la química”, el romanticismo la revaluó como lenguaje apropiado para expresar la relación entre el hombre y la naturaleza. En tiempos recientes el
lenguaje alquimista fue revalorado en el campo filosófico por G. Bachelard que, mante-
49
niendo clarísimas diferencias entre alquimia
y química, sostiene que las operaciones materiales que en ambas se cumplen señalan un
“progreso psíquico” para el alquimista, y en el
campo psicológico por C.G. Jung, que hizo de
la transformación alquímica el modelo de la
transformación psicológica por el llamado
proceso de individualización (v.).
Sobre las imágenes alquímicas Jung construyó el modelo de lo que para él es la transferencia (v.) y la contratransferencia, con el consiguiente intercambio de material psíquico entre
analista y paciente, a su parecer muy semejante al intercambio que permite el “matrimonio
alquímico”. “Describir los fenómenos de la
transferencia es una empresa tan difícil como
delicada, y no supe afrontarla más que recurriendo al simbolismo del Opus alquímico. Como creo haber demostrado, la theoria de la alquimia no es, en esencia, otra cosa que una
proyección de contenidos inconscientes, es decir de aquellas formas arquetípicas características de todas las creaciones imaginarias en estado puro que se nos aparecen, ya en forma de
mitos o fábulas, ya en los sueños, en las visiones y en los sistemas delirantes de cada uno de
los individuos. La importante función que revisten en el plano histórico tanto los hiéros gàmos y el matrimonio místico como la coniunctio de los alquimistas, corresponde a la importancia central de la transferencia en el proceso
psicoterapéutico, por un lado y en las relaciones humanas normales, por el otro. Por lo tanto no me pareció una empresa muy arriesgada
adoptar como base e hilo conductor de mi exposición un documento histórico cuyo contenido deriva de siglos de esfuerzo espiritual”
(1946: 320).
BIBLIOGRAFÍA:
Bachelard, G. (1972); Evola, J.
(1971); Jesi, F. (1981); Jung, C.G. (1929-1957);
Jung, C.G. (1944); Jung, C.G. (1946); Jung, C.G.
(1955-1956); Minguzzi, E. (1976).
alternancia psicosomática (al. Psychosomatische alternanz; fr. alternance psychosomatique; ingl. psychosomatic alternation; it. alternanza psicosomatica)
Fenómeno en el que a un mejoramiento psíquico corresponde un empeoramiento somático o viceversa, en sucesión tal que parece
50
ALTRUISMO / ALUCINACIÓN
que una serie sustituye a la otra (v. serie
complementaria).
BIBLIOGRAFÍA:
Alexander, F. (1950); Marty P. et al.
(1965).
altruismo (al. Altruismus; fr. altruisme; ingl. altruism; it. altruismo)
Conducta que favorece el cuidado de los otros
y que puede llevarse hasta el sacrificio de uno
mismo. El término se usa en: 1] etología, donde el término pierde toda connotación intencional subjetiva para referirse a los simples
efectos de una conducta que se vuelve ventajosa, no para quien la promueve, sino para aquellos a los cuales está dirigida; tal es, por ejemplo, entre los animales, la conducta de los padres respecto a la prole; 2] psicología social,
donde las conductas altruistas son explicadas
por el principio de la atracción natural existente entre individuos de la misma especie, y en la
aprobación social que siempre acompaña a las
conductas altruistas. En este contexto B. Latané y J.M. Darley estudiaron el llamado “efecto
del transeúnte”, con el que se demuestra que el
altruismo es mucho más frecuente en presencia de los otros que cuando se está solo; 3] psicoanálisis, en el que el altruismo es visto como
una superación de las posiciones egoístas que
caracterizan la fase narcisista del desarrollo.
BIBLIOGRAFÍA:
Freud, S. (1915-1917); Latané, B. y
J.M. Darley (1970); Rushton, J. (1980); Wilson,
E.O. (1975).
alucinación (al. Halluzination; fr. hallucination; ingl. hallucination; it. allucinazione)
Percepción de alguna cosa que no existe y que
no obstante se considera real. Dicha percepción, que es involuntaria y acrítica, tiene los caracteres de la sensorialidad y de la proyección.
Como tal debe diferenciarse de la ilusión (v.),
que es una distorsión perceptiva, en el sentido
de que se percibe un objeto diferente del objeto que sirve de estímulo. Las alucinaciones
más frecuentes son las de los órganos de los
sentidos y, en particular, la vista y el oído. A
éstas se agregan las alucinaciones menos fre-
cuentes y más especializadas en su configuración. Las alucinaciones pueden ser experimentadas también por personas normales,
como cuando se tiene la sensación de oír el
sonido del timbre o de sentir olor a quemado.
En estos casos, cuando la falsedad es reconocida al menos hasta cierto punto, se habla de
seudoalucinaciones. Éstas son frecuentes en
la fase de despertar (alucinaciones hipnopómpicas) o de dormir (alucinaciones hipnagógicas). El sujeto asiste a estos fenómenos con
cierto estupor, pero de manera neutra e indiferente. Las alucinaciones hipnopómpicas
provocan con frecuencia el despertar y en
esas ocasiones se reconoce la irrealidad.
1] LAS DIVERSAS FORMAS DE ALUCINACIÓN. De
acuerdo con los órganos de los sentidos interesados las alucinaciones se pueden subdividir en:
a] Alucinaciones acústicas, en las que el sujeto, que puede estar en condiciones de conciencia perfectamente lúcida y vigilante, oye voces
y sonidos insistentes. Estas alucinaciones, que
son las más frecuentes y las más comunes sobre
todo en la esquizofrenia, se distinguen en alucinaciones acústicas elementales, o acusmas, como crujidos, silbidos continuos, ruidos y zumbidos, y alucinaciones más complejas, verdaderas voces que parecen provenir de una o más
personas. El contenido, la mayor parte de las
veces, es de naturaleza desagradable, como insultos, amenazas, reproches, órdenes y también continuos comentarios que causan especial fastidio. En ciertos casos se establece una
especie de diálogo entre el sujeto y las voces. G.
Jervis localiza la dificultad psicológica de
quien oye las voces en el hecho de que el sujeto “no sabe distinguir entre una voz ‘fuera de la
cabeza’ y una voz ‘dentro de la cabeza’, o sea un
pensamiento formulado y transformado en palabras. El sujeto presa de una alucinación está
en una condición psicológica caracterizada
precisamente por esta dificultad; además tiene
motivos específicos para no desear creer que él
mismo produce esos pensamientos y esas voces, y para querer pensar, en cambio, que las
voces están fuera de su cabeza, y son independientes de su voluntad. Por lo demás es lícito
dudar de que las voces alucinatorias sean percibidas del mismo modo que las voces verdaderas: muy probablemente éstas sean interpretadas como voces verdaderas y creídas como
tales” (1975: 231).
ALUCINACIÓN
b] Alucinaciones visuales. No se presentan
nunca en condiciones de conciencia lúcida y
vigilante, sino cuando toda la relación con la
realidad está alterada; entonces las percepciones se hacen inciertas, el significado de las cosas parece transformado, las sombras adquieren consistencia, las personas y los objetos no
son ya reconocidos, mientras el mundo externo se puebla de imágenes oníricas. Las alucinaciones visuales abarcan fotomos, que son
alucinaciones elementales no diferenciadas,
como resplandores luminosos, colores, relámpagos, centelleos, o figuras geométricas simples; las percepciones ilusorias en movimiento
rápido, donde se ven veloces secuencias escénicas fragmentarias en las que aparecen pequeños objetos en movimiento o animales como ratas, arañas, conejos, que parecen dirigirse hacia el sujeto asustado, y las visiones ricas en detalles, con frecuencia de contenido
religioso, alegórico y mitológico, inmóviles o
en rápida sucesión escénica. Las imágenes
alucinatorias pueden ser de tamaño natural,
minúsculas (alucinaciones liliputienses), o
bien gigantes (alucinaciones gulliverescas).
Estas visiones, la mayor parte de las veces a
colores, tienen una tonalidad afectiva eufórica y exaltadora, como en las visiones místicas
y en los estados extáticos, o bien pasional, como en las visiones eróticas. El desarrollo de
las secuencias es similar al de los sueños.
c] Alucinaciones olfativas y gustativas. Las
primeras se refieren a los malos olores, extraños o imposibles de precisar, las segundas a
sabores insólitos. Ambos se acompañan de
una tonalidad afectiva desagradable y su aparición asume con frecuencia un pronóstico
desfavorable significativo, porque presentan
un desarrollo crónico del cuadro.
d] Alucinaciones táctiles. Se localizan en la
superficie cutánea dando la sensación de quemaduras, piquetes, insectos que hormiguean
bajo la piel. Pueden ser discontinuas y agudas, como en las intoxicaciones de cocaína, o
continuas como en los delirios alcohólicos.
Con frecuencia las alucinaciones táctiles están asociadas con las alucinaciones visuales.
e] Alucinaciones cinestésicas o de esquema
corporal. Se refieren a la sensibilidad interna
del cuerpo cuyas dimensiones se perciben
transformadas (v. somatoagnosia, § 1, h), o
recorrido por sensaciones a las que no corresponde ningún estímulo (v. cenestesia, § 2).
51
f] Alucinaciones sexuales. Se presentan con
sensaciones de orgasmo, tocamiento, estupros directos o a distancia, de los que el sujeto se defiende con medios inadecuados, como
cinturones protectores o cerramiento de las
cavidades naturales.
g] Alucinaciones motrices. Se manifiestan
con la sensación de estar suspendido en el aire,
de caer, resbalar, vacilar, rodar, de ser movido
pasivamente de manera lenta o rápida, o bien
de que los miembros son dislocados o ubicados en lugares distintos de los de su colocación natural.
h] Alucinaciones extracampales. Se verifican cuando se tiene la proyección del trastorno perceptivo fuera del campo sensorial normal, por lo que, sin voltear la cabeza, el sujeto advierte una mueca detrás de sí, dice que
toca un ratón que está a algunos metros de
distancia, oye voces no con los oídos, sino con
las manos y similares.
i] Alucinaciones reflejas. Se verifican cuando
la percepción de un objeto provoca alucinaciones en otro campo sensorial. El sujeto ve por
ejemplo un perro y al mismo tiempo lo oye hablar, ve una cara conocida y detrás de ésta el
rostro del diablo. Estas alucinaciones se explican como fenómenos de irradiación que se difuminan en las llamadas sinestesias (v.), como
cuando, en presencia de un ruido estridente, se
siente un escalofrío en la espalda.
j] Alucinaciones negativas. Se trata de la falta de percepción de un objeto real no obstante la normalidad de los órganos de los sentidos. Este tipo de alucinación puede ser inducido a través de la hipnosis (v.).
k] Alucinaciones mnésicas. Son alucinaciones de la memoria descritas por S. Freud.
Consisten en material removido en el inconsciente que aparece en niveles de la conciencia
bajo la forma de una imagen visual.
l] Imágenes eidéticas. No difieren mucho de
una percepción alucinatoria, pero las visiones
que producen no se confunden con la percepción real y son parcialmente controlables con
la voluntad. Se verifican con relativa frecuencia en la infancia y son raras en el adulto (v.
eidetismo).
2] ORIGEN Y SIGNIFICADO DE LAS ALUCINACIONES.
En el pasado la psiquiatría oscilaba entre una
explicación mecanicista y una psicogenética.
Con la llegada de la fenomenología (v.), es de-
52
ALUCINACIÓN
cir con E. Husserl, K. Jaspers, M. MerleauPonty, L. Binswanger, E. Borgna y G. Jervis, se
fueron abandonando progresivamente las explicaciones mecanicistas y psicogenéticas para
ver los fenómenos alucinatorios en relación
con los fenómenos normales de la percepción
(v.) o la representación (v.), como quiere Merleau-Ponty, o en relación con los diversos límites que cada uno instaura entre yo-cuerpomundo exterior, según las hipótesis de Binswanger y Borgna por un lado, y Jervis por el
otro, aunque siguiendo itinerarios diferentes.
a] La teoría mecanicista considera que las
alucinaciones son fenómenos secundarios a la
excitación no fisiológica de algunas zonas cerebrales. El origen de las alucinaciones sería
entonces una hiperactividad de los centros
sensoriales y de la corteza cerebral o un reflujo retrógrado de la imagen visual del centro
representativo al centro sensorial, casi una inversión de las aferencias, que llegarían al centro sensorial desde el interior, en vez del exterior, por una reducción de las diferencias de
umbral entre centros visuales superiores y
centros visuales sensoriales.
b] La teoría psicogenética considera que las
alucinaciones son independientes de los órganos de los sentidos y de los aparatos psicosensibles, para encontrar su origen en los factores afectivos. La alucinación sería entonces la
representación inconsciente de un estado
afectivo profundamente vivido o de un deseo
intensamente sentido, incapaz de penetrar en
forma directa en el yo más que como un estímulo sensorial como si se tratara de una percepción del mundo exterior.
c] La teoría fenomenológica parte de la consideración de que los estímulos que provienen del
mundo externo se transforman, en los órganos
de los sentidos, en señales que llegan al cerebro
gracias a los nervios. Estas señales proveen informaciones sobre el ambiente que adquieren
significado sobre la base de la experiencia. “En
otras palabras –escribe Jervis– las informaciones se transforman en percepciones sólo si son
decodificadas, elaboradas e interpretadas, y es
sólo la experiencia la que enseña al sujeto cómo
utilizar cierto dato […]. Si un experimentador
utiliza unos anteojos que hacen girar 180 grados la imagen, al principio la realidad aparecerá volteada, y el sujeto buscará con la mano, hacia arriba, un objeto que está abajo, y así sucesivamente. Pero si continúa utilizando los an-
teojos, buscando en la vida cotidiana normal la
coordinación de lo que ve con los movimientos
de su cuerpo, en el espacio de una semana percibe muchas imágenes en su posición normal
[…]. La imagen que tenemos de la realidad es,
por lo tanto, una reconstrucción y una representación de la mente” (1975: 232). Si las informaciones que se reciben no se combinan con la
propia actividad imaginativa basada en la experiencia, que se madura manipulando las cosas
con los otros (práctica social), no se tiene una
percepción pertinente de la realidad.
Las representaciones de la mente, de la fantasía y de la memoria son de hecho reconocidas
como ficciones sólo cuando el sujeto se reconoce responsable de estas representaciones. Pero
sabemos por la antropología que esta responsabilidad puede ser negada, y entonces el sueño, la fantasía, la imaginación, se interpretan
como enviadas por un dios, por un enemigo o
por un muerto. Incluso a nosotros nos sucede
lo mismo cuando, incapaces de asumir la responsabilidad, interpretamos nuestras fantasías
como algo externo y entonces, por efecto de esta falsificación inconsciente de la memoria, nacen modificaciones de esas representaciones
mentales que, por ser muy vivas, no son reconocidas como simples representaciones. Es el
caso de personas queridas muertas hace poco
tiempo que pueden ser vistas por los sobrevivientes como “todavía vivas”.
Si aplicamos al cuerpo las categorías interpretativas de la fenomenología, como hace Jervis, podemos constatar que “la atribución de situaciones táctiles, olfativas, auditivas, a causas
externas (‘siento que me tocan personas malas’, ‘se perciben olores en el aire’, ‘se oyen ruidos y voces’) es una explicación que el sujeto se
da del origen de la percepción, pero no concierne al lugar de la percepción. Existe, en efecto,
una ambigua superposición entre percibir un
olor con la nariz, un ruido con los oídos, y sentirlos en la nariz y en los oídos” (1975: 235). Todo depende de la relación que cada quien instaura entre el yo, el cuerpo y el mundo exterior.
Una es, en efecto, la percepción de quien dice
“Yo soy mi cuerpo”, otra la de quien dice “Yo
tengo mi cuerpo.” En el primer caso el cuerpo
es el absoluto “aquí” de cada “allá”, en el segundo el absoluto “aquí” es el yo, respecto al
cual el cuerpo ya es un “allá”.
Esta ambigüedad del cuerpo, por la que es
“espacio interno” respecto al mundo circun-
ALUCINOSIS / AMA DE CASA, NEUROSIS DEL
dante, pero puede ser también “espacio externo” respecto al yo, hace que la ubicación de lo
percibido sufra modificaciones. Si además, como hace notar Jervis, consideramos que algunas partes del cuerpo son un espacio que es
“allá”, como el dolor de un pie, y otras partes
son más próximas al yo, como por ejemplo un
trastorno en el ojo por el que se dice: “no veo
bien”, comprendemos cómo el investimiento o
la catexis del yo en las diversas partes del cuerpo cambia de persona a persona y probablemente de acuerdo con la cultura y la actividad.
Así, quien usa las manos se identifica mayormente con éstas, mientras las vísceras pueden
estar a tal punto desinvestidas del yo como
para estar, de algún modo, separadas. Lo mismo se puede decir de la autonomía que con
frecuencia asumen los órganos genitales respecto al yo que en consecuencia, en la relación amorosa, puede encontrarse completamente involucrado o bastante separado.
La distinta delimitación entre yo, cuerpo y
mundo es la base de las experiencias de pertenencia o de separación del cuerpo, de las representaciones o de las fantasías de una persona.
La alucinación, en el fondo, puede ser interpretada como una representación separada del sujeto que se la representa. Esta separación está
en la base de todo proceso de despersonalización (v. escisión, § I, 4), que caracteriza todas
las condiciones psicóticas y las inducidas por
alucinógenos como el LSD, en las que se puede
sentir el cuerpo separado de uno, así como se
puede sentir el mundo en el propio cuerpo. Si
existe una definición imperfecta del espacio interno y del espacio externo, como por ejemplo
la casa que se habita, que es vivida como más
interna que la calle que se recorre, la representación mental adquiere autonomía y apariencia de realidad. De este modo la alucinación es
un fenómeno secundario, debido al hecho de
que el yo no controla suficientemente el propio
espacio corporal y el espacio externo, lo cual
es, además, una condición típica de la psicosis.
Borgna, a partir de la hipótesis de MerleauPonty: “Lo que protege al hombre sano contra
el delirio o la alucinación no es su crítica, sino
la estructura de su espacio […] porque el espacio no es el ámbito (real o lógico) en el que las
cosas se disponen, sino el medio en virtud del
cual se hace posible la posición de las cosas”
(1945: 326), escribe que en las alucinaciones “se
tiene la modificación radical de alejarse y del
53
des-alejarse, de dejarse acercar y de distribuir
en el espacio lo que es cercano y lo que es lejano. En la descomposición o en el derrumbe de
esta estructura fundamental (de este existencial) ya no es posible vivir el mundo de los sonidos en su obvia articulación espacial: las secuencias sonoras se vuelven imparables, son los
temas de experiencias auditivas (‘voces’ simples
o complejas, en su constitución verbal) que no
reenvían a otra subjetividad, se difunden en el
espacio y no dan tregua […]. Aquí ya no existen
límites que separen el propio cuerpo de las influencias y del contacto de los cuerpos de otros:
el cuerpo de uno está expuesto a las agresiones
y a las sugestiones de los otros, que sofocan toda autonomía y toda libertad de articulación
corporal” (1988: 128-129).
BIBLIOGRAFÍA:
Borgna, E. (1988); Ey, H. (1973); Galimberti, U. (1983); Gregory, R.L. (1966); Husserl,
E. (1912-1928); Jaspers, K. (1913-1959); Jervis, G.
(1975); Merleau-Ponty, M. (1945); Schorsch, G.
(1934); Vernon, M.D. (1962).
alucinosis (al. Halluzinose; fr. hallucinose; ingl. hallucinosis; it. allucinosi)
Percepción sin objeto, con características físicas
y espaciales como las de la alucinación (v.) pero sin los rasgos típicos de ésta, que son, en síntesis: la transformación fantástica de la realidad, la dirección autocéntrica del sujeto que interpreta cada fenómeno como si se refiriese a él,
y la inaccesibilidad al examen crítico. Se dan diversos tipos de alucinosis: aguda, que surge después de intoxicaciones o traumas sin acarrear
pérdida de lucidez o debilidad de las facultades
intelectuales; alcohólica crónica, por prolongado
abuso de alcohol (v. alcoholismo, § 6, c); táctil
crónica, con sensaciones de pequeños objetos,
líquidos, insectos que molestan en la piel. Es frecuente en las esclerosis de los vasos sanguíneos
y en presencia de algunos tumores cerebrales.
ama de casa, neurosis del (al. Hausfrausneurose; fr. névrose de la ménagère;
ingl. housewife’s neurosis; it. nevrosi della casalinga)
Forma neurótica con fondo obsesivo que tomó en consideración W. Stekel; está caracteri-
54
AMAMANTAMIENTO / AMBIDEXTRISMO O AMBIDIESTRISMO
zada por una constante preocupación por la
limpieza, que oculta complejos más profundos, con fondo fóbico-obsesivo. Hoy este concepto se ha hecho extensivo a todas las formas de insatisfacción o de frustración que las
amas de casa pueden encontrar por las limitaciones de su vida social.
BIBLIOGRAFÍA:
Abbiate Fubini, A.,(1974); Stekel,
amatofobia (al. Amathophobie; fr.
amathophobie; ingl. amathophobia; it.
amatofobia)
Fobia al polvo.
ambición (al. Ehrgeiz; fr. ambition;
ingl. ambition; it. ambizione)
W., (1949).
amamantamiento (al. Stillen; fr.
allaitement; ingl. lactation; it. allattamento)
Primera forma de alimentación (v.) que adquiere un específico significado psicológico
por la relación planteada por H. Ellis y por
S. Freud entre la función alimenticia y la
función sexual, basada en la teoría del apoyo (v. anaclisis) de la segunda función sobre
la primera. En este contexto Freud destacó
la voluptuosidad que experimenta el niño,
Ellis resaltó la de la madre. Eréctil, el pezón
se comporta como el pene, y la boca del niño como una vagina activo-receptiva, de modo que le está reservado a la madre el papel
masculino y al niño el femenino. Ellis llegó
a sostener que durante el amamantamiento
las nodrizas no sienten deseo hacia el hombre en el período en el que ejercitan su función, mientras se ha demostrado que los lactantes, en las primeras semanas en que son
confiados a una nodriza, experimentan la
impronta (v.) que se manifiesta por un mayor apego hacia la nodriza que hacia la propia madre. Siempre en el ámbito psicoanálitico, los problemas relacionados con el amamantamiento fueron considerados por D.W.
Winnicott, que ve en el amamantamiento la
primera forma de comunicación que condiciona las sucesivas experiencias comunicativas y de relación, y de M. Klein que, a partir
del amamantamiento, construyó su teoría
del seno “bueno” y del seno “malo” en torno
al cual se estructuran las primeras configuraciones psíquicas (v. kleiniana, teoría, §
1).
BIBLIOGRAFÍA:
Ellis, H. (1897-1910); Freud, S.
(1914); Klein, M. (1978); Thomae, H. (1959);
Winnicott, D.W. (1987).
Deseo de éxito, afirmación, honor y riqueza
que, desde el punto de vista psicoanalítico,
tiene su base en una libido de fondo narcisista. Según el esquema del desarrollo de la
libido previsto por S. Freud la ambición sería un rasgo que se manifiesta a partir de la
fase fálica (v. fálica, fase) en la que se advierte el deseo de probar el propio valor y de
ponerse en competencia, mientras para K.
Abraham la fase de referencia sería la oral
(v.): “El rasgo característico de la ambición
que encontramos tan frecuentemente en
nuestros psicoanálisis lo ha hecho remontar
Freud, ya desde hace mucho tiempo, al erotismo uretral. Pero esta explicación no parece descender hasta las fuentes primigenias.
Según mis experiencias, que concuerdan
también con las de Glover, se trata más bien
de un rasgo de carácter de origen oral,
que es reforzado por otras fuentes, entre las que
se debe recordar de manera especial la uretral” (1925: 200).
BIBLIOGRAFÍA:
Abraham, K. (1925); Freud, S.
(1908).
ambidextrismo o ambidiestrismo
(al. Ambidextrismus; fr. ambidextrie;
ingl. ambilaterality; it. ambidestrismo)
Sinónimo de ambilateralidad; el término se
refiere a la misma habilidad en el uso de la
mano derecha y la izquierda. En esto participan factores congénitos y educativos, además
de la ejercitación que habilita la mano o el pie
izquierdos, que por lo general desarrollan una
función auxiliar, para la función realizada habitualmente por la mano o el pie derechos. El
ambidiestrismo tiene su contrario en el ambilevismo, caracterizado por la escasa habilidad
de las dos manos.
AMBIENTALISMO / AMBIENTE
ambientalismo (al. Umweltlehre; fr.
théorie du milieu; ingl. environment
theory; it. ambientalismo)
Teoría según la cual las características de la
conducta y de la personalidad están determinadas fundamentalmente por factores ambientales, y no por condiciones y capacidades
innatas. La teoría psicológica más radicalmente ambientalista es el conductismo, (v., §
2, c) de J.B. Watson y B.F. Skinner, según los
cuales el organismo es absolutamente plástico y pasivo, por lo que su configuración depende sólo de los estímulos presentes en el
ambiente. En sentido extenso puede llamarse
ambientalista al sector de la psicología de la
forma que, con K. Lewin, sostiene que el organismo es el resultado de la interacción de
las fuerzas en acción en el campo (v., § 2).
Decididamente antiambientalistas son el
cognoscitivismo (v.), según el cual no hay
ambiente alguno que no sea estructurado
originalmente por la representación del individuo, y todas esas teorías psicológicas que
atribuyen una decisiva importancia a los
factores hereditarios en la estructuración
de las conductas (v. innatismo). Algunas de
ellas son las teorías de los instintos específicos de W. Mc Dougall (v. instinto, § 2), las tipologías que adoptan el criterio somáticoconstitucional (v. tipología, § 1), la etología
(v.) de K. Lorenz, mientras asumen una posición intermedia entre ambientalismo e innatismo el psicoanálisis (v.) de S. Freud y la
teoría del desarrollo mental de J. Piaget (v.
cognición, § 2).
ambiente (al. Umwelt; fr. milieu; ingl.
environment; it. ambiente)
Complejo de los elementos que constituyen la
realidad en la que se realiza un hecho determinado, y que influye en la vida del organismo o
del individuo. El concepto tiene relevancia en
el plano físico, biológico, psicológico, sociológico y pedagógico. En efecto, así como el ambiente físico sufre todas las transformaciones
que el hombre realiza en éste para vivir, a veces
el hombre está obligado a adaptarse a condiciones naturales y culturales que resultan inmodificables o que requerirían, para su transformación, una cantidad excesiva de trabajo.
55
1] FILOSOFÍA. La suposición de que el ambiente
físico, y en particular el clima, determinan diversos temperamentos en los hombres estaba
ya presente en Hipócrates, en el pensamiento
antiguo. En el siglo XVII el problema del ambiente se transforma en proyecto de estudio
pedagógico con J.-J. Rousseau, que intentó
identificar cuánto, en el crecimiento del niño,
podría ser imputable a la naturaleza y cuánto a
la cultura (v.), y político, con C.L. Montesquieu, para quien el despotismo político y la
esclavitud son casi inevitables en los climas tórridos, mientras que en los templados son posibles tanto la monarquía como la república.
En el siglo XIX el ambiente se transforma, en
biología, en elemento fundamental de la teoría
de J.B. Lamarck, contrapuesta a la evolucionista de C.R. Darwin en un período en el que, en
el campo propiamente filosófico, el idealismo
se negaba a considerar el ambiente como un
elemento limitante del desarrollo del espíritu.
Sólo con K. Marx y con F. Engels el ambiente
como sociedad, como politicidad, como pragmaticidad, como mundo del trabajo y como
naturaleza en sentido geográfico, se vuelve la
temática emergente que será tomada en consideración, aunque sea desde otro punto de vista, por el positivismo, que lo convertirá en uno
de los ejes fundamentales para la interpretación del hombre. En nuestro siglo la influencia
del ambiente sobre el individuo se transforma
en objeto de especial atención y de formulaciones absolutamente originales en cuanto a su
sentido en el existencialismo de J.-P. Sartre,
que elabora los conceptos de “situación” y
“condición humana”, y de M. Heidegger, que
da la noción de Um-welt o “mundo-ambiente”
a la que recurrirá la psiquiatría fenomenológica de L. Binswanger.
2] PSICOLOGÍA. En este aspecto es común diferenciar entre el ambiente como lugar donde
se da el crecimiento, y el ambiente como factor de crecimiento. En la primera acepción se
incluye la descripción de todas las variables
que caracterizan un determinado ambiente;
en la segunda se va a buscar la fuerza condicionante y la influencia que las características
ambientales determinan en el individuo. Esta
diferenciación pone en movimiento las categorías más amplias de naturaleza y de cultura, en las que el ambiente como mero dato y
como objeto naturalmente entendido cede el
56
AMBIENTE
paso a la consideración del ambiente como algo ya estructurado, por lo tanto no sólo como
lugar natural en el que sucede un hecho, sino
como factor cultural que lo determina, lo facilita y lo condiciona de modo favorable o desfavorable. De aquí parte la diferenciación entre “ambiente” y “ambientes”, por lo que resulta significativo hablar de ambiente familiar, social, escolar, hospitalario, carcelario,
terapéutico, etc., según los indicios que se
aceptan como idóneos en el estudio, diferenciados casuísticamente de los objetos. Estos
conceptos de la psicología fueron adoptados
por la pedagogía, que los aplicó al llamado
“ambiente educativo”, en el cual el dato naturalista está ya integrado de manera adecuada
a la dimensión intencionalmente humana de
la acción. Aquí la pedagogía se inspira en el
modelo de J. Dewey para el cual la relación
educativa está fundada en la relación de “experiencia” que une de modo interactivo al
educando con el ambiente.
A propósito de la relación individuo-ambiente, en psicología se registran posiciones
que atribuyen al ambiente la responsabilidad
de la formación y del crecimiento del individuo, y otras que rebasan esta separación para
producir un modelo conceptual nuevo, que
asigna a la “relación” la tarea de explicar las
influencias recíprocas. La primera está representada por J.B. Watson: “Denme una docena
de niños normales, bien constituidos, en un
ambiente oportuno para educarlos, y les garantizo que podría tomar a uno cualquiera y
convertirlo en especialista en lo que quisiera
–médico, abogado, artista, comerciante, y
hasta mendigo y ladrón–, al margen de sus
aptitudes, simpatías, tendencias, capacidades, vocaciones” (1914: 104). Esta posición
fue atenuada, sin salirse del ámbito de la psicología del comportamiento, por B.F. Skinner,
para quien “la estimulación ambiental es importante entre las variables de las cuales es
función el comportamiento, pero no es la única” (1974: 113).
Hoy, más que ponderar las influencias relativas de la acción del individuo sobre el ambiente y viceversa, se trata de tomar las interrelaciones a partir de principios generales
que prevén: a] la continuidad y la indisolubilidad de las relaciones que un organismo sostiene con el ambiente, del que el organismo
no puede sustraerse ni por un solo instante,
aunque no todos los factores actúan constantemente sobre él; b] la especificidad de las relaciones organismo-ambiente en el sentido de
que las diferentes especies no son sensibles a
los mismos factores y no poseen los mismos
umbrales de sensibilidad; c] la reciprocidad de
estas relaciones en el sentido de que el organismo modifica el ambiente físico que lo circunda y las condiciones de vida de los otros
organismos.
A partir de estos principios G.H. Mead pudo escribir que “el organismo es, en cierto
sentido, responsable del ambiente relativo, y
así como el organismo y el ambiente se determinan recíprocamente y son mutuamente dependientes para su respectiva existencia, el
proceso vital, para ser bien comprendido, debe ser considerado en función de sus interrelaciones” (1934: 147). A partir de estas interrelaciones Mead llega a construir un modelo
de conciencia concebida no ya como una propiedad del individuo, sino como la resultante
de la interacción entre individuo y ambiente:
“La llamada conciencia debe ser transferida
al interior de la relación entre el organismo y
su ambiente. Nuestra selección constructiva
en un ambiente –colores, valores emocionales
y similares–, hecha en términos de sensibilidades fisiológicas, constituye esencialmente
eso que entendemos por conciencia. Fuimos
inducidos a colocar la conciencia, sobre la base de una larga tradición histórica, en la mente o en el cerebro. Los ojos y los procesos relativos atribuyen el color a los objetos en el
mismo sentido en que un buey atribuye a la
hierba las características de comida; es decir,
no en el sentido de proyectar las sensaciones
en los objetos, sino más bien en el de que el
ojo se pone en relación con el objeto que hace
posible la aparición y la existencia del color,
entendido como una cualidad del objeto. Los
colores son inherentes a los objetos sólo en
virtud de su relación con un determinado organismo perceptor. La estructura fisiológica o
sensorial del organismo perceptor determina
el contenido experimentado por el objeto”
(1934: 147).
K. Lewin, siguiendo con el modelo de interacción entre organismo y ambiente, elabora
el concepto de ambiente psicológico, representado en forma gráfica por un campo que envuelve un área concéntrica que representa a la
persona. Exteriormente el ambiente psicoló-
AMBIENTE
gico está delimitado por otro entorno que lo
separa del espacio no psicológico del universo
o mundo físico. El espacio psicológico, que
pone en relación el universo físico y el individuo, está constelado de “valencias” que son
experimentos de valor, positivo o negativo,
que cierta región del ambiente psicológico lo
presenta a una persona. La dinámica de la
personalidad es observada a partir de la valencia que el ambiente psicológico acepte en
cada ocasión para ella (v. campo, § 2).
3] PSICOANÁLISIS. En la literatura psicoanálitica la realidad externa y el mundo externo son
usados con frecuencia como sinónimos de
ambiente, de cuya influencia en la dimensión
inconsciente el psicoanálisis se ocupa poco.
En una acepción más específica la palabra
ambiente se usa para indicar el ambiente medio predecible, o sea el ambiente del cual el niño construyó dentro de sí algunas expectativas a las que se adaptan los procesos de maduración. En oposición al punto de vista de S.
Freud, según el cual el niño al inicio de su vida está completamente privado de un centro
yoico, H. Hartmann supone que el niño nace
con cierto número de modelos preconstituidos de respuesta y de comportamiento con los
que puede contar el desarrollo. La literatura
psicoanalítica alemana acuñó además el término Merkwelt, que se refiere al ambiente percibible por el sujeto, observado en relación
con el ambiente total. No considerarlo en su
justa medida, sobre todo en el análisis infantil, conduce a errores de adultismo (v.) que
no permiten una correcta consideración del
observado.
4] PSIQUIATRÍA. El ambiente fue objeto de estudio especial en el ámbito de la psiquiatría
fenomenológica, para la cual el espacio y el
tiempo circundantes no son datos, sino construcciones, por lo que nosotros no “somos”
en el espacio y en el tiempo sino que “abrimos” el espacio y el tiempo como distancia o
proximidad de las cosas, como empleo de
cierto tiempo para recorrer el espacio necesario para alcanzarlas. En efecto el hombre,
a diferencia de las cosas que están en el
mundo, tiene un mundo, en el sentido de que
el mundo no es sólo el lugar que lo hospeda,
sino también y sobre todo el término en el
que proyecta sus intenciones y planes. A par-
57
tir de la respuesta del mundo-ambiente (Umwelt) se decide la construcción o la destrucción del individuo. La relación con el ambiente es lo que le da al individuo una imagen
dinámica y no estática de sí mismo, como alguien en el que convergen y se componen los
elementos táctiles, visuales, musculares, en
esa suerte de sensibilidad difusa gracias a la
cual el individuo se siente vivir como la totalidad unitaria que subyace en cada acción,
unifica cada sensación, refiriéndola a la unidad del ser que la psicosis destruye cuando,
rasgando la imagen de sí mismo, hace vivir
en el exterior cada una de sus partes como si
fuera un todo.
Las desestructuraciones de las coordenadas temporales y espaciales del ambiente son
aceptadas por la psiquiatría fenomenológica
como indicadores de la calidad de enajenación. Así, en la manía el tiempo está acelerado, por lo que todo debe suceder “súbita” e
“inmediatamente”, como si la sucesión de los
eventos estuviera retrasada respecto al tiempo anterior. De manera análoga, se percibe
un espacio muy estrecho, por lo que todo está a la mano; en la escritura dos palabras llenan una hoja, en la sala una gesticulación excesiva lo ocupa todo. En la depresión, en
cambio, el ambiente es una simple ocasión
para volver a escenarios pasados donde el espacio y el tiempo presentes y futuros sufren
una contracción debida a la incapacidad de
proyectar. El pasado, además, vuelve a puntos de pérdida irremediables que repercuten
en la disminución de la vida de relación, en el
empobrecimiento de las manifestaciones expresivas, en la disminución de los procesos
mentales y operativos, obstaculizados por la
convicción de que es imposible modificar el
ambiente.
5] PSICOLOGÍA AMBIENTAL. Sector de la psicología que se inició en los años sesenta con la intención de ordenar y desarrollar un complejo
de conocimientos científicos sobre los efectos
psicológicos determinados por el ambiente físico. Este tipo de investigación, que entrañó
la colaboración entre psicólogos, especialistas
en la conducta y programadores urbanos, encontró campos de aplicación en el proyecto de
ambientes institucionales como escuelas, prisiones, hospitales, en los estudios sobre la
modalidad de interacción entre los individuos
58
AMBIGÜEDAD / AMBIVALENCIA
con base en los espacios, las dimensiones de
los lugares y los efectos de la densidad de población, las muchedumbres, los ruidos, la calidad de los transportes y de las viviendas. Las
observaciones obtenidas, aunque útiles en términos de intervenciones operativas, todavía
no han permitido a la psicología ambiental
ordenar el material hacia perspectivas teóricas propias.
BIBLIOGRAFÍA:
Bagnara, S. y R. Misiti (1978); Bagnasco, C., P. Baldi y F. Grasso (1979); Barker, R.
(1968); Baum, A. y Y.M. Epstein (1968); Binswanger, L. (1960); Borgna, E. (1974); Brun, B. et
al. (1977); Clausse, A., (1964); Downs, R.N. y D.
Stea (1973); Flores D’Arcais, G.B. (1962); Freud,
S. (1915-1917); Hartmann, H. (1939); Heidegger,
M. (1927); Laeng, M. (1970); Lewin, K. (1935);
Mead, G.H. (1934); Merleau-Ponty, M. (1942);
Sartre, J.-P. (1943); Skinner, B.F. (1974); Spranger, E. (1955); Vuillet J. (1962); Watson, J.B.
(1914).
ambigüedad (al. Zweideutigkeit; fr. ambiguïté; ingl. ambiguity; it. ambiguità)
Remite a significantes distintos, en ocasiones
hasta contrarios, típicos de algunas formas
expresivas verbales y visuales. La ambigüedad
presupone calidades particulares inherentes
al objeto, como la distancia, la escasa iluminación, la presentación demasiado rápida, pero, por lo que se refiere al significado, se refiere al sujeto que la percibe. El término tiene relevancia en los estudios de la percepción y en
la psicología de la forma (v., § II, 2), donde
se evidencia de qué modo una misma cosa, según como sea vista, da origen a descripciones
tan distintas que al final se convierten en la
descripción de cosas diferentes. Famosa es
la “figura ambigua” donde los rasgos del perfil de dos rostros que están frente a frente son
los mismos rasgos que delimitan los contornos de una copa, por lo que frente a la misma
figura tendremos quien hable de copas y
quien de rostros, según cómo se articule la relación fondo y figura. En la teoría de la información ambigüedad es sinónimo de incongruencia (v.), mientras, como connotación
psicológica atribuida a un sujeto, denota la
escasa legibilidad de sus intenciones y del significado de sus acciones.
ambisexualidad (al. Ambisexualität;
fr. ambisexualité; ingl. ambisexuality; it.
ambisessualità)
Término introducido por S. Ferenczi, en sustitución del término freudiano bisexualidad
(v.), para indicar las primeras manifestaciones
emocionales que, por el hecho de no estar todavía diferenciadas, pueden orientarse hacia
lo masculino o hacia lo femenino. Después el
mismo Ferenczi prefiere anfierotismo más que
ambisexualidad, porque “me parece que esta
palabra denota el carácter psicológico de lo
que pretendo expresar mejor que el término
‘ambisexualidad’, por mí propuesto en otras
ocasiones” (1914: 102). El anfierotismo expresa “el investimiento (catexis) libidinal de los
dos sexos en correspondencia con la relación
libidinal hacia ambos padres” (1914: 102-103).
En el ámbito fenomenológico el término fue
adoptado también por A. Gaston, para el cual
“tal vez más que ‘bisexualidad’, que acentúa
demasiado el carácter biológico de la combinación masculino–femenino, sería preferible
hablar de ‘ambisexualidad’, para subrayar mejor la ambigüedad psicológica originaria”
(1987: 263; v. hermafroditismo, § 3).
BIBLIOGRAFÍA:
Ferenczi, S. (1914); Gaston, A.
(1987).
ambivalencia (al. Ambivalenz; fr. ambivalence; ingl. ambivalence; it. ambivalenza)
Es la presencia, en la relación de un sujeto
con un objeto, de ideas, sentimientos, tendencias y actitudes de signo opuesto.
1] PSIQUIATRÍA. El término fue introducido por
E. Bleuler, para quien “ya el individuo normal
tiene a veces la impresión de tener como dos
almas, teme un evento y desea que suceda
[…]. Tales ambivalencias son más frecuentes
y particularmente drásticas en las representaciones que nos hacemos de personas que
odiamos o tememos y al mismo tiempo amamos, en particular si está en juego la sexualidad, en la que actúa un poderoso factor positivo y otro, negativo, casi igual de poderoso,
del que dependen, entre otros, el sentimiento
de vergüenza y todas las inhibiciones sexua-
AMBIVALENCIA
les, además de la evaluación negativa de la actividad sexual como pecado y la correspondiente, positiva, que en la abstinencia sexual
ve una elevada virtud” (1911-1960: 89). Para
Bleuler la ambivalencia puede trastornar: el
intelecto, por lo que el sujeto simultáneamente enuncia una idea y su contrario; la voluntad, por lo que al mismo tiempo quiere y no
quiere cumplir una determinada acción; el
afecto, por lo que en relación consigo misma
la persona experimenta a la par un sentimiento de amor y de odio. Más tarde el término
ambivalencia se restringió a la tonalidad afectiva, en cuanto que a la ambivalencia de la voluntad Bleuler la denominó ambitendencia
(Ambitendez). Una o la otra están en el principio del negativismo: “Causas que predisponen
a los fenómenos negativistas son: a] la ambitendencia que suscita simultáneamente a cada
impulso un contraimpulso; b] la ambivalencia
que a la misma idea le da tonalidades afectivas contrastantes y hace tener el mismo pensamiento en modo positivo y negativo al mismo tiempo; c] la disociación esquizofrénica de
la mente, que impide que se pueda sacar una
conclusión, de psiquismos contradictorios y
coexistentes, de tal manera que el impulso
más inadecuado tiene las mismas probabilidades de ser transformado en acción que el
impulso correcto, y junto al pensamiento correcto, o en lugar de éste, puede pensarse su
negativo” (1910-1911: 189).
2] PSICOANÁLISIS. S. Freud adopta el concepto
bleuleriano de ambivalencia limitado al componente afectivo, y la interpreta como una
forma de volcarse a lo opuesto (v. opuestos, §
1): “La mudanza de una pulsión en su contrario (material) sólo es observada en un caso: la
trasposición del amor en odio. Puesto que con
particular frecuencia ambos se presentan dirigidos simultáneamente al mismo objeto, tal
coexistencia ofrece también el ejemplo más
significativo de una ambivalencia de sentimientos” (1915 [1976: 128-129]).
El concepto de ambivalencia fue adoptado
por Freud para explicar esa situación particular en la que, en el tratamiento analítico, una
transferencia negativa, “en las formas curables de psiconeurosis, se encuentra junto a la
transferencia tierna […] Para este estado de
cosas Bleuler ha acuñado la acertada expresión de ‘ambivalencia’. Una ambivalencia así
59
de los sentimientos parece ser normal hasta
cierto punto, pero un grado más alto de ella es
sin duda una marca particular de las personas
neuróticas […] La ambivalencia de las orientaciones del sentimiento es lo que mejor nos explica la aptitud de los neuróticos para poner
sus transferencias al servicio de la resistencia”
(1912 [1976:104]). En esta acepción la ambivalencia es la expresión misma del conflicto entre
pulsión, por un lado, y resistencia, por otro. De
este conflicto, que caracteriza entre otros el
complejo edípico, nace el síntoma neurótico
como intención de aportar una solución; tal es
por ejemplo la fobia que mueve el odio hacia
un objeto sustitutivo, la neurosis obsesiva que
remueve el impulso hostil reforzando el movimiento libidinal en forma de formación reactiva (v.), y así sucesivamente. Cuando en el desarrollo de su pensamiento Freud introduzca
la distinción entre pulsión de vida y pulsión de
muerte, reconducirá la ambivalencia al dualismo pulsional (v. Eros-Tánatos).
El concepto de ambivalencia fue retomado
por K. Abraham, que lo emplea con una connotación genética que permite especificar la
relación que el niño tiene con los objetos en
las fases de su desarrollo. Abraham define como preambivalente la fase oral, en la cual la
succión es una incorporación, pero no a tal
grado como para poner fin a la existencia del
objeto; ambivalente la fase sádico-anal, en la
cual la hostilidad hacia el objeto está acompañada del deseo de retenerlo y de salvarlo de la
destrucción; postambivalente la fase genital,
en la que con la solución del complejo edípico puede decirse que la ambivalencia está superada.
El concepto de ambivalencia desempeña un
papel esencial también para M. Klein, según la
cual se trata de una connotación que asume el
objeto investido por proyecciones afectivas y
destructivas. Esta situación es superada por la
separación entre objeto “bueno” y objeto “malo”, porque un objeto ambivalente que sea a
un mismo tiempo benéfico y destructivo no
puede ser tolerado (v. kleiniana, teoría, § 1).
3] PSICOLOGÍA ANALÍTICA. C.G. Jung critica la
postura de Bleuler, que considera a la ambivalencia la causa de fondo de la disociación esquizofrénica, y acepta la hipótesis de Freud, según la cual la ambivalencia es el resultado del
conflicto entre pulsión y resistencia: “la resis-
60
AMBIVERSIÓN / AMISTAD
tencia es algo diferente de la ambivalencia; es
un factor dinámico, que permite manifestarse
a la ambivalencia, dondequiera que esté. Por lo
tanto el elemento característico del estado
mental patológico no es la ambivalencia, sino
más bien la resistencia” (1911: 205). En el desarrollo posterior de su pensamiento Jung reconocería en la ambivalencia el rasgo característico del símbolo (v., § 6) y del arquetipo (v.)
admitidos por él como lenguaje del inconsciente, en contraposición al “concepto”, interpretado como “signo”, con el que la conciencia procede a su construcción racional: “El símbolo
no puede derivarse de modo unilateral de las
funciones mentales más altamente diferenciadas; más bien debe surgir en igual medida de
los impulsos más bajos y primitivos. Para que
esta cooperación de estados opuestos entre sí
sea posible, ambos deben existir conscientemente en completa contraposición. Este estado debe entrañar una violentísima disensión
consigo mismos, tal que tesis y antítesis se niegan recíprocamente, mientras el yo está obligado a admitir su incondicionada adhesión tanto
a una como a la otra […]. Cuando subsiste una
completa igualdad y equiparación de los opuestos, confirmada por la incondicionada coparticipación del yo en la tesis y la antítesis, se tiene
una detención de la voluntad, ya que el acto volitivo resulta imposible cuando cada motivo tiene junto a sí su opuesto dotado de igual fuerza.
Ya que la vida no soporta nunca una detención,
nace una congestión de la energía vital, que
conduciría a un estado de cosas insoportable si
de la tensión de los opuestos no surgiera una
nueva función unificadora que llevara más allá
de los opuestos” (1921: 488-489).
BIBLIOGRAFÍA:
Abraham, K. (1924); Bleuler, E.
(1910); Bleuler, E. (1910-1911); Bleuler, E.
(1911); Bleuler, E. (1911-1960); Freud, S. (1908);
Freud, S. (1909); Freud, S. (1910); Freud, S.
(1912); Freud, S. (1915); Freud, S. (1925); Galimberti, U. (1984); Jung, C.G. (1911); Jung, C.G.
(1921); Klein, M. (1935).
ambiversión (al. Ambiversion; fr. ambiversion; ingl. ambiversion; it. ambiversione)
Coexistencia en el mismo individuo de los rasgos de la extroversión y de la introversión (v.
extroversión-introversión). Estas dos organizaciones principales del temperamento o de
la personalidad, que denotan la actitud general del individuo en relación con el ambiente
y la vida interior, pueden coexistir por un hecho constitucional o como resultado de un
trabajo psíquico (v. tipología, § 2).
ametropía (al. Ametropie; fr. amétropie; ingl. ametropia; it. ametropia)
Defecto visual imputable a una modificación
patológica de los medios de refracción o a una
distancia no fisiológica entre la retina y el
cristalino.
amimia (al. Amimie; fr. amimie; ingl.
amimia; it. amimia)
Ausencia de mímica (v.). Se diferencia entre
una amimia motriz, para referirse a la incapacidad de valerse de expresiones gestuales para
expresar o para comunicar los pensamientos o
para imitar los comportamientos mímicos de
otros, y una amimia sensorial, que designa la
incapacidad de percibir adecuadamente los
gestos y la mímica facial de los otros. El término se emplea también para indicar la desaparición de la mímica en estados de estupor como
la catatonia y la confusión mental.
amistad (al. Freundschaft; fr. amitié;
ingl. friendship; it. amicizia)
Sentimiento que nace del encuentro entre dos
o más personas que perciben una comunión
de intereses, de valores y de ideales, y que por
eso establecen interacciones íntimas fundadas en la comprensión y en la confianza recíproca. En los niños la amistad es una etapa
importante para superar el estado egocéntrico; en la adolescencia se realiza de manera
muy exclusiva, determinando un tipo de afecto muy similar al amor que, en ciertas fases,
puede llegar también a crisis de celos o a formas de amistad especial con tonalidad sexual.
L. Binswanger encontró en la amistad una
estructura esencial de la constitución humana
cuya existencia (Dasein) es siempre una coexistencia (Mit-dasein): “El ser-junto-en-la-amistad
AMOR
es ese modo de ser en el que la exaltación del
amor se ‘fragmenta’ como la luz del sol en el espectro del arcoiris, en diversas direcciones de
significado” (1942: 227). Al igual que el amor,
también la amistad es, para Binswanger, una
relación “dual” que se interrumpe cada vez que
en la comunicación interviene un tercero que
de inmediato crea “pluralidad”. La forma amistosa se funda en la participación (Mit-teilung)
donde cada uno toma parte (Teil) del otro en
tres formas posibles: 1] Participar con alguien
en algo, donde el algo de la participación no se
busca ni en uno ni en el otro de los dos, sino en
un tercer elemento que es el ser-en-el-mundo
en la forma específica de ser-por-alguna-cosa.
Este algo puede ser una idea, un objetivo, una
meta, o más simplemente un viaje juntos, una
habitación que se comparte o cosas similares.
La figura existencial que connota esta participación es el “compartir”. 2] Participarse algo el
uno al otro, donde los dos se intercambian contenidos respecto a los cuales ambos pueden ser
no participantes. Esta forma de participación
está regulada por la figura existencial de la “comunicación”, que se intercambia en un papel
del tipo de las noticias, de las informaciones,
sin involucrar los respectivos mundos interiores, sino deduciendo el material de la comunicación del mundo externo. 3] Participación en
un mismo destino; es la forma más auténtica
de amistad, que no excluye las precedentes sino que las supera en la forma de ser-juntos (Miteinandersein), donde lo que se intercambia es
el propio mundo interior (Innenwelt) en la figura existencial de “confiarse”. En esta forma
de participación, escribe Binswanger, “es necesario entender el término ‘parte’ (Teil) en la expresión ‘tomar parte’ (Mit-teilung) en tu destino. Tal término significa que yo me entrego
contigo al mismo ‘nos’ (Da) desde el instante en
que se constituye como ‘ser-nos’ (Da-sein). Si
yo comparto contigo este ‘nos’, entonces me
‘decido’, me ‘abro’ contigo al mismo destino”
(1942: 252). De aquí la conclusión: “Los amigos toman parte el uno del otro, no a través de
la participación en un mundo común (Milwelt) sino que, al contrario, en la recíproca participación (Mit-teilung) de los amigos se constituye la comunidad del mundo” (1942: 256).
BIBLIOGRAFÍA:
Alberoni, F. (1984); Binswanger, L.
(1942); Mauss, R. (1973); Merlin, A. y L. Santucci (1961).
61
amor (al. Liebe; fr. amour; ingl. love; it.
amore)
Relación dual que se basa en un intercambio
emotivo de diversa intensidad y duración, originado en la necesidad fisiológica de la satisfacción sexual y en la necesidad psicológica
del intercambio afectivo. Tema eminente de
poetas y narradores, sólo recientemente se
transformó el amor en objeto de investigación
científica en el ámbito de la psicología, el psicoanálisis, la psicología del comportamiento
y la fenomenología.
1] PSICOLOGÍA. En este ámbito se ha intentado
identificar los componentes que intervienen
en el evento amoroso y se distinguen cuatro
formas de amor, basándose en el componente
hegemónico. La subdivisión de C.S. Lewis
que, más allá de su nomenclatura de clara derivación griega, es significativamente compartida, prevé: a] el ágape, que es una forma
de amor dirigida hacia el otro para favorecer
su sobrevivencia y bienestar, sin esperar a
cambio especiales gratificaciones. Corresponde al amor altruista, paterno y, en el lenguaje de A.H. Maslow, al “B-love” o amor por el
otro, contrapuesto al “D-love”, que es el amor
originado en las necesidades personales; b] el
afecto, que tiene sus raíces en el primitivo
“apego” del niño a la madre y cuya continuación está en la solicitud de cercanía y de familiaridad con el otro; c] la philia, basada en la
expectativa de una gratificación real de parte
del otro con el que se desea intercambiar. Es
un amor que se nutre de admiración, de sostén
y de atribución de cualidades positivas en el
otro; d] el eros, que tiene su raíz profunda en el
deseo sexual que genera deseo de posesión y de
exclusividad; no está separado de la idealización del amado y de una tendencia al dominio
total sobre él.
Se consideran factores constitutivos del
amor, o “constelaciones”, como las llama R.J.
Sternberg: a] la intimidad, que implica los
sentimientos de cercanía, unión y vínculo, típicos de las relaciones amorosas; b] la pasión,
que tiene su centro en la sexualidad, de la que
irradian atracción e idealización; c] la decisión, que a corto plazo implica la determinación de amarse, y a largo plazo el empeño de
continuar haciéndolo en el futuro. En este caso es posible destacar que cada uno de estos
62
AMOR
componentes ejerce una influencia sobre los
otros, por lo que un cambio en el esquema del
empleo tiene consecuencias profundas sobre
la intimidad y sobre la pasión, así como un
fuerte interés pasional inducirá a buscar gratificaciones a corto plazo, dejando en el fondo
las decisiones a largo plazo.
Finalmente, existe una interpretación del
amor como expediente al que recurre la personalidad inadecuada que busca en la pareja los
ideales que desea pero que no fue capaz de
realizar, y una interpretación del amor como
desarrollo natural de la personalidad adecuada, en la que el amor no es dictado por la necesidad de adquirir sino por una especie de
sobreabundancia oblativa. En el primer caso
el amor que nace está caracterizado por la dependencia, y su función eminente es la de remedio contra la ansiedad; en el segundo el
amor es capaz de reconocer la libertad del
otro y de vivir sin invadir los espacios de la
autonomía individual. Otra distinción es la
que existe entre el amor-pasión, caracterizado
por una intensa excitación sexual que con frecuencia se encuentra en las fases iniciales del
amor o, como dice la expresión de F. Alberoni
(v. enamoramiento), en el amor en “estado
naciente”, y el amor-estima que se alimenta de
la familiaridad y la cercanía, así como del reconocimiento de los valores expresados por
las respectivas personalidades.
2] PSICOANÁLISIS. En este ámbito el amor está
considerado desde dos perspectivas: basándose en la teoría de las pulsiones el amor es el deseo de la satisfacción sexual, mientras que
desde el punto de vista de la teoría del objeto
el amor puede ser “narcisista” si la elección
recae en una persona que presenta alguna semejanza real o imaginaria con el sujeto que
elige, o “anaclítico” si, basándose en la dependencia infantil, la elección se orienta hacia
una persona que se asemeja a los padres o a
figuras del ambiente infantil (v. anaclisis, §
2). Las dos modalidades de amor no pueden
separarse radicalmente porque en cualquier
relación amorosa están presentes componentes narcisistas y anaclíticos. Cuando el objeto
del deseo posee muchas de las cualidades a
las que el Yo aspira, pero que el sujeto no fue
capaz de conseguir, se produce una hipervaloración del objeto, junto con una utilización
del mismo como sustituto de la falta de ob-
tención del ideal del Yo. Alcanzada la meta
sexual, el amor podría acabarse; pero, según
opinión de Freud, “La certidumbre de que la
necesidad que acababa de extinguirse volvería
a despertar tiene que haber sido el motivo inmediato de que se volcase al objeto sexual una
investidura permanente y se lo ‘amase’ aun en
los intervalos, cuando el apetito estaba ausente” (1921 [1976: 105]). Además de contar con
el resurgimiento del deseo, el amor encuentra
un sostén ulterior en las “pulsiones sexuales
de meta inhibida [ya que éstas] tienen, respecto de las no inhibidas, una gran ventaja funcional. Puesto que no son susceptibles de una
satisfacción cabal, son particularmente aptas
para crear ligazones duraderas; en cambio,
las que poseen una meta sexual directa pierden su energía cada vez por obra de la satisfacción, y tienen que aguardar hasta que ella se renueve por reacumulación de la libido sexual;
entre tanto puede producirse un cambio (de
vía) del objeto” (1921 [1976: 131]).
Sin desmentir la afirmación freudiana, M.
Balint, siguiendo la hipótesis de su maestro S.
Ferenczi –según el cual de adulto el hombre seguiría siendo “estructuralmente” un niño que
toda la vida pide amor–, habla de amor primario para esa forma de amor pasivo que, desde
el nacimiento, se expresa como necesidad ciega y violenta de ser amados “siempre y donde
sea, por todo lo que soy, sin la más mínima crítica, sin el menor esfuerzo de mi parte, sin intercambio” (1952: 191). Esta “avidez de amor”
en la que consiste el amor primario se manifiesta en la insatisfacción, en la insaciabilidad,
en la avidez característica del recién nacido,
que para Balint continúa por toda la vida manifestándose en forma particularmente evidente en las relaciones sexuales. Las otras formas
de amor indicadas por Freud, el amor narcisista y el amor anaclítico, son para Balint simples
derivados o “subrogados” del amor primario.
Una consideración aparte merece el amor
materno, que se refiere al sentimiento de afecto,
de devoción y de dedicación de una mujer hacia su hijo. Considerado desde siempre un instinto, el amor materno no es inmune a los componentes culturales o psicológicos debido a los
cuales, por ejemplo se aman aquellos por los
que se realizan sacrificios, o a componentes sociales, de acuerdo con las expectativas de la familia, las expectativas colectivas para la protección de los indefensos, la imagen de sí misma
AMOR
que la madre siente que debe dar ante los otros.
El amor materno, si es excesivo, no está exento
de repercusiones sobre la futura identidad del
hijo, cuya autonomía depende de la capacidad
de soportar frustraciones, del miedo a las dudas
que ha sabido superar, de la posibilidad que ha
tenido de poner a prueba su propia capacidad.
3] PSICOLOGÍA DEL COMPORTAMIENTO. En este
ámbito el amor se considera una respuesta
aprendida. H.L. Miller y P.S. Siegel afirman
que se trata de una “respuesta a una señal de
esperanza genérica, a una difusa y vaga expectativa de placer. El objeto de amor, ya sea
una ‘cosa’ o una ‘persona’, es un elemento de
refuerzo generalizado, secundario y positivo”
(1972: 14-15). En otras palabras, en la experiencia de amor, junto a la persona amada, el
enamorado experimenta sentimientos placenteros y una reducción de las ansiedades
que lo atormentan. El sentimiento placentero
constituye el refuerzo primario que, como
surge en presencia de la persona amada, traduce a esta última a un refuerzo secundario que
permite suponer que, con su aparición, emergerán también los sentimientos placenteros.
Esta interpretación forma parte del cuadro de
los “comportamientos de adquisición” en los
que la esencia del amor es vista como el aumento del bienestar para el enamorado y como
una reacción positiva para su bienestar.
4] FENOMENOLOGÍA. En el ámbito fenomenológico el amor está considerado por L. Binswanger
como la forma más elevada en la que se expresa el “nos” del “ser”, o sea su apertura original:
“El ‘nos’ del ser-nos en cuanto ser amante no
indica esa apertura por la cual eso, en cuanto
mío, está ‘allá’ a la vista de sí mismo, sino esa
apertura por la cual el ser, en cuanto dual, está
‘allá’ a la vista de nosotros, de mí y de ti, del
‘uno y del otro’. El ser-sí-mismo del amor, su
esencia, no es un ‘yo’, sino un ‘nos’” (1942: 65).
Esto entraña una modificación de la espacialidad y de la temporalidad. El espacio del amor
es, en efecto, abolición de todos los lugares, así
como el tiempo se reúne en el instante eterno
que sobrepasa las medidas temporales del presente, pasado y futuro. El lenguaje mismo, que
para Binswanger es siempre un recubrimiento
del pensamiento que lleva a persuadir, demostrar, aclarar, especificar, sufre una transformación, porque “la dualidad del amor no necesita
63
ninguna aclaración, porque, en sí y por sí, es ya
esa misma luz. No necesita ninguna demostración, ni puede de ninguna manera ser demostrada. Es ‘existencia’ (Dasein) completamente
revelada y no tiene necesidad de ser revestida,
que es lo que hace el lenguaje” (1942: 186). “La
falta de motivación del amor, que a la razón se
presenta como irracionalidad, es justo su fondo, su ‘razón’ y su justificación” (1942: 117).
El centro del amor es el corazón que expresa
la apertura de cada ser en el “nos” de la dualidad amante: “En el ser-juntos-en-el-amor el
existir se descubre como ‘corazón’ y el ‘nos’ del
ser-nos (el da del Dasein) se revela como la patria del corazón” (1942: 109). “En esta patria
la dualidad en el amor es pura exaltación, plenitud inarticulada, indeterminada, indivisible,
por lo tanto inefabilidad, inmovilidad silenciosa, casi sin respiración, una inmovilidad que de
ninguna manera significa negación o privación,
sino la suprema y más positiva, aunque muda,
realización de todo el ser” (1942: 200). Cuando
los amantes pasan del silencio al diálogo, éste
no tiene un tema específico y ni siquiera una
meta precisa, no es socrático, sofístico, político,
ni económico; su característica es que expresa
la autenticidad que es el propio sí radicado en
el corazón. En sentido estricto el diálogo amoroso no tiene contenidos, porque lo que cuenta
no es lo que uno dice, sino el hecho de decirlo.
El amor, por último, tiene para Binswanger
una primacía ontológica sobre la muerte, que
para M. Heidegger –a partir del cual origina
Binswanger sus categorías interpretativas–
era el sentido decisivo de la existencia. En la
relación dual del amor, en efecto, el otro pertenece eternamente. Este poder eternizante
del amor elimina la antítesis presente-ausente, porque cada uno puede morir solo como
individuo, pero no como Tú para el Otro: “El
‘nos’ del amor es así plena y globalmente ‘existente’, tanto que toda especificación, aunque
sea negativa como el dolor y la muerte, pierde
su sentido, porque lo que nos satisface es sólo
el amor en cuanto tal” (1942: 169). En el
amor, en efecto, el Tú que se encuentra no es
sólo el Tú empírico y perecedero, sino el descubrimiento del Tú como tal (Duhaftigkeit)
con el que cada existencia está relacionada.
BIBLIOGRAFÍA:
Autores varios (1988); Alberoni, F.
(1979); Balint, M. (1952); Binswanger, L. (1942);
Bowlby, J. (1969-1980); Buber, M. (1923); Caro-
64
AMORALIDAD / AMPLIFICACIÓN
tenuto, A. (1987); Duby, G. (1984); Erikson, E.H.
(1968); Freud, S. (1915-1917); Freud, S. (1921);
Freud, S. (1924); Fromm, E. (1956); Jung, C.G.
(1946); Lewis, C.S. (1960); Maslow, A.H. (1968);
May, R. (1969); Miller, H.L. y P.S. Siegel (1972);
Pope, K.S. (1980); Reik, T. (1957); Rougement D.
(de) (1939); Sadler, W.A. (1969); Santas, G.
(1988); Scheler, M. (1923); Sternberg, R.J.
(1986); Sternberg, R.J. y M.L. Barnes (1988); Trevi, M. (1986).
amoralidad (al. Amoralität; fr. amoralité; ingl. amorality; it. amoralità)
Ausencia de sentimientos morales, frecuente
en los sujetos psicópatas, en los que se registra
una falta de responsabilidad debida al hecho
de que las propias acciones no son consideradas desde el punto de vista de su incidencia social y no están acompañadas por el sentimiento de pertenencia, que la fenomenología llama
Eigenheit, gracias al cual el sujeto se reconoce
en sus acciones (v. psicopatía).
amorfo (al. Gestaltlos; fr. amorphe;
ingl. amorphus; it. amorfo)
Carácter no delineado, no emocional, inactivo.
ampliation
Término francés introducido por A.E. Michotte para denominar la percepción de la
causalidad cuando un objeto B entra en movimiento en presencia de un objeto A que ya se
mueve. El observador común supone entonces que el objeto B se ha movido a causa del
objeto A, no obstante que entre los dos no
existe ninguna relación causal. Esta comprobación indujo a Michotte a considerar que a
la causalidad le subyace una estructura de la
percepción, demostrando de tal manera la hipótesis que ya D. Hume había propuesto en
su crítica al principio de la causalidad, basándose en el hecho de que en lo empírico no se
constata nunca un hoc propter hoc, sino siempre y sólo un hoc post hoc, es decir no esto por
causa de esto, sino esto después de esto.
amplificación (al. Amplifikation; fr.
amplification; ingl. amplification; it.
amplificazione)
Método introducido por C.G. Jung, como suplemento y en parte como contraposición al
método de la asociación libre (v., § 5, 6) de S.
Freud, para la interpretación de las producciones inconscientes. Escribe Jung: “Para interpretar los ‘productos’ del inconsciente se
me impuso también la necesidad de una interpretación totalmente diferente de los sueños y de las fantasías, que yo –cuando esto me
pareció corresponder a la naturaleza del caso– ya no reduje, como Freud, a elementos
pulsionales, sino que ubiqué en analogía con
los símbolos de la mitología, de la historia
comparada de las religiones y otros para reconocer el significado con el cual aquéllos se
preparaban a actuar. Este método produjo de
hecho resultados extremadamente interesantes, porque permitió además una nueva interpretación de los contenidos oníricos y fantásticos, por lo que resultó posible utilizar una
reconciliación entre la personalidad consciente y las tendencias arcaicas, de otro modo incompatibles con la conciencia” (1930: 351).
Introducida por el contenido metafórico
del simbolismo onírico, la amplificación
permite a quien sueña abandonar la actitud
personal y biográfica frente a la imagen onírica, para experimentarse en un contexto de
rechazos arquetípicos (v. arquetipo) de significado universal, desde el momento en que
para Jung cada hombre retoma, en sus procesos psíquicos, los temas que la humanidad ha
vivido y expresado en los cuentos, en los mitos y en las producciones culturales en general. En este sentido Jung puede escribir que
“tampoco los sistemas delirantes más individuales son absolutamente únicos e inimitables, pero ofrecen analogías evidentes e inconfundibles con los otros sistemas” (1936:
50). La amplificación junguiana al ampliar
las bases sobre las que reposa la construcción
de una interpretación, resulta afín a la idea
moderna de la realidad “hológrafa” descrita
por K. Wilber, cuya comprensión sólo es posible si se da cabida a perspectivas diversas
pero simultáneas.
BIBLIOGRAFÍA:
BIBLIOGRAFÍA:
Michotte, A.E. (1946).
Jung, C.G. (1930); Jung, C.G.
(1936); Wilber, K. 1982.
AMPLITUD / ANACLISIS
65
amplitud (al. Weite; fr. ampleur; ingl.
width; it. ampiezza)
corporales necesarias para la conservación de
la vida” (1912 [1976: 174]).
El término se utiliza en referencia: 1] a la respuesta incondicionada, en la cual la amplitud
es un factor que mide la eficiencia de un refuerzo (v. aprendizaje, § I, 1, a); 2] a la conciencia, en la que la amplitud mide la extensión del campo y el número de las unidades
de contenido al mismo tiempo presentes (v.
conciencia, § 2).
2] ELECCIÓN DEL OBJETO. De la hipótesis anaclítica de las pulsiones Freud extrae la diferencia entre la elección narcisista o anaclítica
del objeto de amor en la edad adulta: “Cuando la primerísima satisfacción sexual estaba
todavía conectada con la nutrición, la pulsión
sexual tenía un objeto fuera del propio cuerpo: el pecho materno. Lo perdió sólo más tarde, justo en la época en que el niño pudo formarse la representación global de la persona
a quien pertenecía el órgano que le dispensaba satisfacción. Después la pulsión sexual pasa a ser regularmente autoerótica, y sólo luego de superado el período de latencia, se restablece la relación originaria. No sin buen
fundamento el hecho de mamar el niño del
pecho de su madre se vuelve paradigmático
para todo vínculo de amor. El hallazgo de objeto es propiamente un reencuentro” (1905
[1976: 202-203]). En una nota agregada en
1915 a este texto Freud escribe: “El psicoanálisis enseña que existen dos caminos para el
hallazgo de objeto, en primer lugar, el mencionado en el texto, que se realiza por apuntalamiento en los modelos de la temprana infancia, y en segundo lugar, el narcisista, que
busca al yo propio y lo reencuentra en otros”
(Nota agregada en 1915, en 1905 [1976: 203]).
Basándose en esta distinción, en psicoanálisis se llamará “narcisista” a la elección que
recae en una persona que presenta alguna semejanza real o imaginaria con el sujeto que
elige, y “anaclítica” la elección que recae en
una persona que presenta semejanzas con los
padres o personas del ambiente infantil (v.
amor, § 2).
anaclisis (al. Anaklysis; fr. anaclisis;
ingl. anaclisis; it. anaclisi)
Término introducido por S. Freud, que lo derivó del griego ανακλ′
’
ινω que significa “apoyarse en”, y que empleó para la teoría de las
pulsiones y para la elección del objeto.
1] TEORÍA DE LAS PULSIONES. Según Freud las
pulsiones sexuales, antes de volverse independientes, se apoyan en las pulsiones de autoconservación que proveen una fuente orgánica,
una dirección y un objeto. Esta relación se manifiesta especialmente en la actividad oral (v.),
en la cual la satisfacción de la zona erógena se
hace evidente sobre todo en su relación con la
satisfacción de la necesidad de alimento. Aquí
la pulsión de autoconservación, o pulsión del
yo, provee a la pulsión sexual, en que “se apoya”, su fuente o zona erógena y su objeto, el seno, procurando un placer que no se puede reducir a la pura y simple saciedad: “Al comienzo, claro está, la satisfacción de la zona erógena se asoció a la satisfacción de la necesidad de
alimentarse. El quehacer sexual se apuntala
primero en una de las funciones que sirven a la
conservación de la vida, y sólo más tarde se independiza de ella […] La necesidad de repetir
la satisfacción sexual se divorcia entonces de la
necesidad de buscar alimento” (1905 [1976:
165]). Además de la zona oral, el apoyo se aplica también a las otras zonas, sedes de pulsiones parciales, y esto constituye uno de los caracteres esenciales de la sexualidad infantil. A
partir de estas premisas Freud, generalizando,
concluye que “las pulsiones sexuales hallan sus
primeros objetos apuntalándose en las estimaciones de las pulsiones yoicas, del mismo modo como las primeras satisfacciones sexuales
se experimentan apuntaladas en las funciones
3] LA DEPRESIÓN ANACLÍTICA. Expresión introducida por R.A. Spitz para indicar los trastornos
que ocurren en el niño privado de la madre
después de permanecer con ella por lo menos
seis meses de vida. El cuadro clínico está definido de la siguiente manera por Spitz: “Primer
mes: Los niños se vuelven llorones, exigentes,
y se aferran a quien hace contacto con ellos
[…] Segundo mes: Rechazo del contacto. Posición patognómica (los niños permanecen la
mayor parte del tiempo acostados en la cuna).
Insomnio. Pérdida continua de peso. Tendencia a contraer enfermedades intercurrentes.
66
ANAFIA / ANAL
Generalización del retraso motor. Rigidez de la
expresión facial […] Después del tercer mes: Se
estabiliza la rigidez del rostro. Los llantos cesan y son sustituidos por gemidos raros. El retraso aumenta y se transforma en letargo […]
Si antes de que transcurra un período crítico,
que se establece entre el final del tercer mes y
el final del quinto, se le restituye al niño su madre, o se logra encontrar un sustituto aceptable para el lactante, los trastornos desaparecen con sorprendente rapidez” (1946: 313342). La depresión anaclítica debe diferenciarse de las perturbaciones psicosomáticas
que Spitz describe bajo la denominación de
hospitalismo (v.).
BIBLIOGRAFÍA:
Freud, S. (1905); Freud, S. (1917),
Freud, S. (1910-1917); Freud, S. (1914); Spitz,
R.A. (1946); Spitz R.A. (1958).
anafia (al. Anaphie; fr. anaphie; ingl.
anaphia; it. anafia)
Ausencia del sentido del tacto (v. sensibilidad).
anafilaxis psíquica (al. Psychische
Anaphylaxe; fr. anaphylaxie psychique;
ingl. psychic anaphylaxis; it. anafilassi
psichica)
Reaparición de síntomas ya extinguidos después de un evento semejante al que los había
activado. Como en la anafilaxis física, se distingue un hecho inicial, llamado sensibilizante, del hecho posterior, denominado activante.
En la anafilaxis psíquica la reaparición de los
síntomas es una respuesta al suceso sensibilizante (el trauma original) y no al activante,
que sólo cumple la función de llamada.
anal (al. Anal; fr. anal; ingl. anal; it.
anale)
Adjetivo empleado en psicoanálisis para referirse a una zona del cuerpo, a una forma de
erotismo, a una fase del desarrollo de la libido y a un cáracter tipológico.
1] ZONA ANAL. Región anatómica destinada a la
defecación, que S. Freud considera erógena y,
como tal, relacionada con una fase del desarrollo de la libido y con una forma de erotismo.
2] FASE ANAL. Es la segunda fase del desarrollo
de la libido (v., § 1, b) que se manifiesta aproximadamente entre los 2 y los 4 años, después
de la fase oral (v.) y antes de la fálica (v.). En
esta fase el niño alcanza el control del funcionamiento bifásico del esfínter anal, que se
manifiesta en la evacuación y en la retención
de las heces, en las que Freud reconoce valores simbólicos que le permiten establecer una
correspondencia entre heces, regalo y dinero
(v. excrementos). En esta fase comienza a
configurarse la polaridad actividad-pasividad (v., § 1) en la cual la actividad coincide
con el sadismo (v.) y tiene su origen en la
musculatura esfinteriana, y la pasividad coincide con el erotismo anal, con su origen en la
mucosa esfinteriana. K. Abraham distingue
en la fase anal dos períodos; en el primero el
erotismo está ligado a la evacuación y el sadismo a la destrucción del objeto; en el segundo el erotismo está ligado a la retención y el
sadismo al control posesivo. El paso de un período al otro constituye para Abraham un paso decisivo hacia el amor objetal. Para E.H.
Erikson en la fase anal, a través de las funciones de liberar (letting go) y retener (holding
on), maduraría en el niño la diferencia entre
Sí y no-Sí, entre “mío” y “no-mío”. S. Ferenczi ve en el control esfinteriano la primera forma de moralidad, por él llamada moralidad
esfinteriana, en la que son perceptibles los
precursores del superyó constituidos por la
introyección de las prohibiciones de los padres en relación con la educación y el control
de los esfínteres y con las correspondientes
normas higiénicas. Esta tesis es adoptada
también por M. Klein, según la cual en la calidad del control esfinteriano sería posible encontrar la mayor o menor rigidez del superyó.
3] EROTISMO ANAL. Según Freud este aspecto se
refiere a “los niños que sacan partido de la estimulabilidad erógena de la zona anal [reteniendo las] heces, hasta que la acumulación
de éstas provoca fuertes contracciones musculares y, al pasar por el ano, [ejercitan] un
poderoso estímulo sobre la mucosa. De esa
manera tienen que producirse sensaciones voluptuosas junto a las dolorosas. Uno de los
mejores signos anticipatorios de rareza o ner-
ANALGÉSICO / ANÁLISIS
viosidad posteriores es que un lactante se rehúse obstinadamente a vaciar el intestino
cuando lo ponen en la bacinilla, vale decir,
cuando la persona encargada de su crianza lo
desea, reservándose esta función para cuando
lo desea él mismo. Lo que interesa, desde luego, no es ensuciar su cuna; sólo procura que
no se le escape la ganancia colateral de placer
que puede conseguir con la defecación […].
La retención de las heces, que al comienzo se
practica deliberadamente para aprovechar su
estimulación masturbadora, por así decir, de
la zona anal o para emplearla en la relación
con las personas que cuidan al niño, es por
otra parte una de las raíces del estreñimiento
tan frecuente en los neurópatas. La significación íntegra de la zona anal se refleja, además, en el hecho de que se encuentran muy
pocos neuróticos que no tengan sus usos escatológicos particulares, sus ceremonias y acciones similares, que mantienen en escrupuloso secreto” (1905 [1976: 169-170]). Se consideran dentro del erotismo anal las llamadas
prácticas anales dirigidas a producir una excitación sexual que varía de individuo a individuo según la sensibilidad nerviosa y la disposición psicológica de cada uno. Dichas estimulaciones se presentan en los juegos sexuales infantiles, en las relaciones homosexuales
y heterosexuales y como técnica de masturbación (v. erotismo, § 2).
4] CARÁCTER ANAL. Freud define anal el carácter
de las personas que “son particularmente ordenadas, ahorrativas y pertinaces. Cada uno de estos términos abarca en verdad un pequeño grupo o serie de rasgos de carácter emparentados
entre sí. ‘Ordenado’ incluye tanto el aseo corporal como la escrupulosidad en el cumplimiento de pequeñas obligaciones y la formalidad. Lo contrario sería: desordenado, descuidado. El carácter ahorrativo puede aparecer
extremado hasta la avaricia; la pertinacia acaba en desafío, al que fácilmente se anudan la
inclinación a la ira y la manía de venganza […]
Si los nexos aquí aseverados entre el erotismo
anal y aquella tríada de cualidades de carácter
tienen por base un hecho objetivo, no será lícito esperar una modelación particular del
‘carácter anal’ en las personas que han preservado para sí en la vida madura la aptitud erógena de la zona anal; por ejemplo ciertos homosexuales. Si no estoy errado, la experiencia
67
armoniza bien en la mayoría de los casos con
esta conclusión” (1908 [1976: 153-158]).
BIBLIOGRAFÍA:
Abraham, K. (1921); Erikson, E.H.
(1950); Ferenczi, S. (1911); Ferenczi, S. (1925);
Freud, S. (1905); Freud, S. (1908); Klein, M.
(1945).
analgésico (al. Analgetikum; fr. analgésique; ingl. analgesic; it. analgesico)
Fármaco destinado a aliviar o a suprimir el
dolor. Según las características funcionales se
distinguen analgésicos de acción central, que
actúan en el tálamo (v.) y en el hipotálamo
(v.), y de acción periférica, que actúan en las
aferencias dolorosas. Ya que el dolor desencadena también factores psíquicos, como actitudes de expectativa, afectos y cogniciones, el
mecanismo de acción de muchos analgésicos
incide sobre los componentes sensoriales, pero también en los psíquicos. Los analgésicos
narcóticos, y en especial los alcaloides del
opio y sus derivados sintéticos (v. droga, § 1)
pueden determinar farmacodependencia.
análisis (al. Analyse; fr. analyse; ingl.
analysis; it. analisi)
El término deriva del griego αναλ′
’
υω, que significa “desatar”, y se refiere al procedimiento
que tiende a separar un todo en sus diversos
elementos constitutivos. Del área filosófica en
la que nació este método y en la cual encontró
su aplicación, sobre todo en lógica-matemática, el término análisis se adoptó en psicología como sinónimo de tratamiento psicoanalítico, o sea del proceso terapéutico que se
propone hacer legibles las manifestaciones
psíquicas mediante su reconducción a los
mecanismos elementales que se suponen en
su base. Se remite a las voces específicas el
tratamiento de las diferentes formas de análisis que difieren con base en sus orientaciones
teóricas presupuestas, y a la voz psicoterapia
en los que se refiere a los criterios y los objetivos que permiten orientarse en este ámbito;
aquí sólo incluimos el método psicoanalítico
clásico que, por razones históricas, semánticas y metodológicas, está en la base de todas
las formas psicoterapéuticas que las diversas
68
ANÁLISIS
direcciones de la psicología de lo profundo introdujeron e inauguraron.
El análisis clásico, ideado por S. Freud, atañe eminentemente al tratamiento de las neurosis (v.), porque a diferencia de las psicosis
(v.), en las neurosis existe un yo capaz de soportar el tratamiento analítico y de colaborar
con el analista durante todo el tiempo de la terapia, cuya duración no se puede determinar a
priori. El objetivo del trabajo analítico puede
esquematizarse en tres ideas fundamentales
que Freud identificó en diferentes etapas: a]
hacer consciente el inconsciente (1886-1905);
b] elaborar las resistencias y en especial la
transferencia (1905-1914); c] crear condiciones
óptimas para el funcionamiento del yo (19231938). No se trata de tres objetivos diferentes,
sino de una concentración diferente del centro
alrededor del cual gira el trabajo analítico.
1] LA SITUACIÓN ANALÍTICA. Con esta expresión
nos referimos al marco formal y a las reglas
que constituyen los principios de la sesión
analítica tal como es prevista por la ortodoxia
de la escuela freudiana. Después de una o más
entrevistas preliminares que permiten observar cómo se relaciona el paciente con el terapeuta y apreciar el funcionamiento de su yo,
su motivación y su capacidad de desarrollar
un trabajo psicológico, se procede con las sesiones, que se efectúan en un contexto que
prevé las siguientes reglas:
a] El contrato analítico fija tiempos, frecuencia y modalidad de las sesiones, cantidad
del pago, empeño en la sinceridad consciente
e inconsciente. Este último aspecto es definido por Freud como regla fundamental (v.),
en la que el analizado es invitado a decir todo
lo que le venga a la mente, sin mentir para salvar una imagen de sí que se propone ofrecer
(sinceridad consciente), y sin elegir lo que es
relevante de lo que a su parecer no lo es (sinceridad inconsciente).
b] El incógnito del analista es una condición
indispensable para que el analizado pueda
proyectar y transferir sus vivencias sin que esta proyección y esta transferencia sean perturbadas por conocimientos extra analíticos
sobre la personalidad del analista. Esta regla,
definida como la regla del espejo (v. transferencia, § 2, a), se encuadra en el contexto más
amplio del entorno (setting, v., § 2) que delimita un área espacio-temporal vinculada con
reglas que determinan papeles y funciones, de
modo que se puedan analizar las vivencias del
paciente en un contexto casi experimental,
para evitar estilos de relación típicos de la vida cotidiana que puedan alterar el régimen de
proyección (v.) y de transferencia (v.), difícilmente evaluables en una situación no protegida por el entorno.
c] La abstinencia (v., § 2) es otra regla
que caracteriza la situación analítica; le prohíbe al analista la satisfacción de los deseos
reales o transferenciales del paciente, y lo
obliga a abstenerse de darle consejos sobre
su vida real. La abstinencia contrasta con el
principio del placer, al que tienden las dinámicas inconscientes, y tutela la autonomía
del paciente.
d] El diván en el que se acuesta el paciente
favorece la regresión necesaria para el tratamiento analítico con miras a la posterior reconstrucción y disloca al paciente de la forma
habitual de la comunicación cotidiana, facilitándole el contacto con el mundo de los recuerdos, de los sueños y de la imaginación. El
diván, derivado de los primeros tratamientos
en que se utilizaba el efecto catártico de la
hipnosis, se ha mantenido en la práctica analítica de Freud, mientras que fue abandonado
por C.G. Jung por el supuesto de que en el
contexto analítico la interacción no se da sólo
entre la conciencia del analista y el inconsciente del analizado, sino entre consciente e
inconsciente del analista y consciente e inconsciente del analizado, situación en la que
los cuatro se encuentran de frente como en un
baño alquímico (v. alquimia), desarrollando
relaciones múltiples.
2] EL TRATAMIENTO ANALÍTICO. El tratamiento
analítico no tiene un recorrido prestablecido
que se pueda aplicar en cada caso, por lo que
sólo se pueden indicar esquemáticamente las
etapas que, a su vez, no son alcanzadas a lo
largo de un camino lineal, sino de progresivas
ganancias en términos de profundidad y de
nivel de elaboración.
a] La anamnesis (v.) o reunión de los datos
biográficos, que en el procedimiento analítico
debe ser tarea exclusiva del paciente; aquéllos
se han de tomar con la reserva de que la narración del paciente padece el efecto de la
represión (v.), del desplazamiento (v.) y de
la proyección (v.).
ANÁLISIS
b] La asociación libre (v., § 5) en la que se
le pide al paciente que renuncie deliberadamente, hasta donde le sea posible, a la censura consciente, y por lo tanto que refiera todos
sus pensamientos, sin preocuparse de los habituales convencionalismos sociales, de la lógica, del orden, y sin evaluar su importancia o
futilidad, no obstante sus sensaciones de incomodidad y de vergüenza. Todo ello se basa en
la hipótesis de que la neurosis es el fruto de la
remoción de material que no ha tenido acceso
a la conciencia o no ha estado suficientemente elaborado (v. elaboración, § 1) por ésta.
c] El análisis de las resistencias, porque si
no existen ideas o pensamientos se supone
que hay alguna fuerza que no permite la manifestación; en este caso se pasa a analizar las
formas de resistencia (v.), que generalmente
se acentúan a medida que se está más cerca
del núcleo patógeno central. Al servicio de las
resistencias operan mecanismos de defensa
(v.), dirigidos a reducir o a suprimir toda turbación que el yo pueda sufrir a causa del ello
o del superyó.
d] El análisis de los sueños, que Freud interpreta como una forma de satisfacción disfrazada por un deseo reprimido o suprimido. Como el sueño es una forma de compromiso
(v.) entre el deseo pulsional y la censura, la interpretación debe transitar en sentido contrario el camino recorrido por el trabajo del sueño, transformando el contenido latente en el
inconsciente en el contenido manifiesto expuesto por la escena onírica (v. sueño, § II, 2).
e] El análisis de la transferencia (v.) por la
cual el paciente desplaza sobre el analista sus
propios conflictos intrasubjetivos, que a su vez
se derivan de las relaciones intersubjetivas reales o fantásticas que el paciente ha vivido en la
infancia. La transferencia puede ser positiva o
negativa según la cualidad del sentimiento,
que puede ser afectuoso u hostil, reproduciendo el componente positivo o negativo del complejo de Edipo (v.). La transferencia, que el
analista no debe provocar, para no impedir
otros tipos de relaciones transferenciales que
el paciente podría producir, es el vehículo principal que permite romper la amnesia infantil
que impide llegar al núcleo neurótico y crear
la corriente emotiva que permite la activación
del afecto (v.) suprimido que está siempre relacionado con la representación (v.). Ya sea
en su manifestación positiva, ya en la negati-
69
va, la transferencia puede funcionar a su vez
como resistencia, porque el paciente renuncia
a todas sus perspectivas de alivio con tal de
que su amor por el analista sea correspondido, o porque está dispuesto a hacer vanos los
esfuerzos del analista y a renunciar a su propio alivio con tal de que el analista sea derrotado. En relación con la transferencia del paciente entra en juego también la contratransferencia (v. transferencia, § 4) del analista
frente al paciente, en la que se pueden encontrar también los conflictos neuróticos del analista, que lo hacen reaccionar como si el paciente fuera una figura significativa de su pasado. Al igual que la transferencia, también la
contratransferencia es ambivalente, en el sentido de que defenderse conlleva una reducción
de la empatía (v.) del analista en relación con
el paciente y por lo tanto de la capacidad de
compartir los sentimientos del otro experimentándolos en sí mismo.
f] El final del análisis, que siempre y como
sea queda irresoluble, ya que no es posible fijarle un término al conocimiento de uno mismo, puede ser descrito de manera general de
muchos modos, entre ellos: 1] la resolución
de la neurosis infantil; 2] la resolución de la
neurosis de transferencia (v., § 3); 3] la conscientización de los conflictos neuróticos suprimidos a través de la elaboración analítica
(v. elaboración, § 3); 4] la genitalización de
las pulsiones parciales que todavía no llegan
a la organización (v. genital); 5] el aumento
de la fuerza y de la autonomía del yo respecto a
las pulsiones del ello y al despotismo del superyó, así como en relación con el mundo exterior. En la fase terminal del análisis es importante analizar la angustia de separación
que puede darse en el paciente y su posible
depresión. El análisis, nacido como tratamiento de los síntomas, se ha ido transformado en un intento de cambiar la estructura de
la personalidad, y esta extensión de la tarea
hace cada vez más difícil de predecir el momento de su final.
g] Las fuerzas en juego en la relación analítica en favor del buen éxito terapéutico son: 1]
la alianza terapéutica, o sea la colaboración
con el analista de esa parte del yo del paciente, relativamente libre de conflictos, que puede participar en una relación madura con el
terapeuta para facilitar el tratamiento de los
aspectos en conflicto; 2] la cualidad positiva de
70
ANÁLISIS DE LA CONDUCTA / ANÁLISIS DIDÁCTICO
la transferencia que facilita la comunicación
de aquellos aspectos de personalidad que el
paciente generalmente prefiere suprimir, y
que reactiva la afectividad unida a los contenidos comunicativos; 3] la natural tendencia
del material suprimido a buscar una vía de
salida por el efecto catártico que logra; 4] algunos rasgos del superyó que exigen que el paciente haga lo que se ha propuesto. Actúan
en contra del proceso terapéutico: 1] factores
inconscientes e irracionales que buscan la perpetuación de las defensas neuróticas, porque
los sentimientos que están en la base aún son
dolorosos; 2] la transferencia negativa que empuja al paciente a sustraerse o resistirse al
análisis del terapeuta; 3] el masoquismo que
tiende a no permitir que el paciente abandone
sus propios sufrimientos; 4] el beneficio secundario (v. beneficio de la enfermedad)
que deriva de la enfermedad y al que el paciente no está dispuesto a renunciar. De este
cuadro emerge que el yo racional del paciente
es el principal aliado del analista, por lo que
en su ausencia, como en el caso de los niños o
de los pacientes psicóticos o limítrofes (borderline), son necesarias algunas modificaciones, radicales incluso, de la técnica analítica
como fue expuesta aquí.
BIBLIOGRAFÍA:
Balint, M. (1957); Ferenczi, S.
(1928); Freud, S. (1936); Freud, S. (1912); Freud,
S. (1913-1914); Freud, S. (1913-1914); Freud, S.
(1937); Fromm-Reichmann, F. (1959); Greenson,
R.R. (1959-1966); Jung, C.G. (1928-1959); Schafer, R. (1983); Semi, A.A. (1988); Strotzka, H.
(1978); Wisdom, J. (1964).
análisis de la conducta (al. Verhaltenanalyse; fr. analyse comportamentale;
ingl. behavioural analysis; it. analisi
comportamentale)
Procedimiento mediante el cual una conducta
compleja se separa en términos de antecedentes y consecuentes para establecer las contingencias de refuerzo (v. aprendizaje, § I, 1-2)
que determinan la frecuencia de las secuencias de comportamiento observadas. El análisis del comportamiento, como procedimiento
de observación, no debe confundirse con la terapia de la conducta, que se propone corregir
trastornos adquiridos (v. conducta, § 4).
análisis didáctico (al. Didaktische
Analyse; fr. analyse didactique; ingl. training analysis; it. analisi didattica)
1] Tratamiento psicoanalítico al que se someten aquellos que quieren desempeñar la profesión de psicoanalista. Después de una experiencia de autoanálisis (v.), en 1912 S. Freud
formuló la convicción según la cual, como no
se puede practicar la actividad analítica si no se
llega al conocimiento del inconsciente propio,
el terapeuta “debe volver hacia el inconsciente
emisor del enfermo su propio inconsciente como órgano receptor, acomodarse al analizado
como el auricular del teléfono se acomoda al
micrófono” (1912 [1976: 115]); es necesario
por ello que quien se proponga ser psicoanalista se someta a un análisis didáctico, y a este
propósito Freud rinde homenaje a la escuela
de Zúrich por haber fijado “la exigencia de que
todo el que pretenda llevar a cabo análisis en
otros deba someterse antes a un análisis con
un experto” (1912 [1976: 116]).
Acerca de la naturaleza de este análisis
Freud tuvo todavía una posición muy prudente, sosteniendo que el análisis didáctico, “por
razones prácticas […] sólo puede ser breve e
incompleto; su fin principal es posibilitar que
el didacta juzgue si se puede admitir al candidato para su ulterior formación. Cumple su cometido si instila en el aprendiz la firme convicción en la existencia de lo inconsciente, le proporciona las de otro modo increíbles percepciones de sí a raíz de la emergencia de lo reprimido, y le enseña, en una primera muestra, la
técnica únicamente acreditable en la actividad
analítica” (1937 [1976: 250]). Institucionalizado en 1922 por la Asociación Psicoanalítica Internacional, el análisis didáctico encontró su
más convencido defensor en S. Ferenczi, para
quien “para resistir este asalto general del paciente, es necesario que el analista haya estado
plena y completamente analizado él mismo
[…]. Por principio no puedo admitir ninguna
diferencia entre un análisis terapéutico y un
análisis didáctico; a esto quiero ahora agregar
esta idea: mientras ninguna empresa con fines
terapéuticos tiene necesidad de ser conducida
hasta la profundidad que tenemos en mente
cuando hablamos de un fin completo del análisis, el analista mismo, del que depende la
suerte de tantas otras personas, debe conocer y
controlar también las debilidades más secretas
ANÁLISIS DIRECTO / ANÁLISIS EXISTENCIAL
de su propio carácter; y esto es imposible sin
un análisis completo” (1928: 343).
2] El análisis didáctico se completa con el
análisis de control o supervisión, en el que un
analista en formación rinde cuentas a un analista más experto acerca de su manera de conducir los tratamientos. La supervisión puede
ser directa cuando a través de medios técnicos
adecuados, como el espejo unidireccional (cámara de Gesell), el supervisor observa directamente el trabajo del terapeuta en formación,
como sucede con frecuencia en la formación
de los terapeutas de familia, o indirecta cuando, por medio de relaciones orales o escritas,
el supervisor controla el trabajo del terapeuta
en formación, y en especial su contratransferencia (v. transferencia, § 4).
3] A propósito del análisis didáctico J. Lacan
observa: “cualquiera que sea la dosis de saber
así transmitida, no tiene para el analista ningún valor formativo. Pues el saber acumulado
en su experiencia incumbe a lo imaginario,
contra lo cual viene a tropezar constantemente
[…] [En la vía de su formación] el analista, en
efecto, no podría adentrarse […] sino reconociendo en su saber el síntoma de su ignorancia,
y esto en el sentido propiamente analítico de
que el síntoma es el retorno de lo reprimido en
el compromiso, y que la represión aquí como
en cualquier otro sitio es censura de la verdad.
La ignorancia, en efecto, no debe entenderse
aquí como una ausencia de saber, sino, al igual
que el amor y el odio, como una pasión del ser;
pues puede ser, como ellos, una vía en la que el
ser se forma. Es efectivamente allí donde se encuentra la pasión que debe dar su sentido a toda la formación analítica, como resulta evidente con sólo abrirse al hecho de que estructura
su situación. Se ha intentado percibir el obstáculo interno al análisis didáctico en la actitud
psicológica de demanda en que se pone el candidato en relación con el analista, pero no para anularlo en su fundamento esencial, que es
el deseo de saber o de poder que anima al candidato en el principio de su decisión. Como
tampoco se ha reconocido que ese deseo debe
tratarse del mismo modo que el deseo de amar
en el neurótico, del que la sabiduría sabe desde
siempre que es la antinomia del amor –si es
que no es a eso a lo que apuntan los mejores
autores al declarar que todo análisis didáctico
71
está en la obligación de analizar los motivos
que han hecho escoger al candidato la carrera
de analista. El fruto positivo de la revelación de
la ignorancia es el no-saber, que no es una negación del saber, sino su forma más elaborada.
La formación del candidato no podría terminarse sin la acción del maestro o de los maestros que lo forman en ese no-saber; en ausencia de lo cual nunca será otra cosa que un robot de analista” (1955 [1976: 343-345]).
BIBLIOGRAFÍA: Balint, M. (1965); Ferenczi, S. (1928);
Freud, S. (1912); Freud, S. (1913-1914); Freud, S.
(1937); Lacan, J. (1955); Schafer, R. (1983).
análisis directo (al. direkte Analyse; fr.
analyse directe; ingl. direct analysis; it.
analisi diretta)
Método de psicoterapia analítica introducido
por J.N. Rosen para el tratamiento de las psicosis, en el cual el inconsciente, superando las defensas, se manifiesta abiertamente en las palabras y la conducta del sujeto. El análisis directo
no haría más que explicitar lo que el sujeto sabe. Su eficacia no estaría ligada a un proceso de
profundización y de conocimiento de las dinámicas inconscientes, sino a la instauración de
una transferencia positiva en la que el paciente
se sienta comprendido por el terapeuta, al que
le atribuye la comprensión omnipotente de una
madre ideal. Este tipo de análisis prevé además
cierto número de intervenciones activas que, a
diferencia de la neutralidad necesaria en el tratamiento de las neurosis, le permite al terapeuta entrar en el universo cerrado del psicótico.
En este tipo de análisis no está contemplado el
análisis de las resistencias y tampoco el recurso
de la asociación libre, porque el inconsciente
del paciente, tras haber superado la barrera defensiva, ya está manifiesto (v. análisis, § 2).
BIBLIOGRAFÍA:
Pankow, G. (1969); Resnik, S.
(1972); Rosen, J.N. 1953.
análisis existencial (al. Daseinsanalyse; fr. analyse existentielle; ingl. existential analysis; it. analisi esistenziale)
Llamado también psiquiatría fenomenológica
o antropoanálisis, el análisis existencial es una
72
ANÁLISIS EXISTENCIAL
dirección psicopatológica, y en menor medida
psicoterapéutica, iniciada por L. Binswanger
basándose en los principios de la nueva concepción del hombre introducida por la psicología comprensiva (v.) de K. Jaspers, por la
fenomenología de E. Husserl y por la ontología de M. Heidegger cuyas contribuciones están expuestas en la palabra fenomenología
(v.), en la que se aclara en qué sentido y con
qué diferencias está interpretado el método
fenomenológico.
1] EL VUELCO METODOLÓGICO. Partiendo de la
convicción de que tanto la psiquiatría como el
psicoanálisis derivan sus modelos conceptuales del esquema que inició R. Descartes y que
la ciencia ha hecho propio cuando, para sus
objetivos explicativos, separa al hombre en alma (res cogitans) y en cuerpo (res extensa),
produciendo lo que según Binswanger es “el
cáncer de toda psicología” (1946: 22), el análisis existencial destaca que esta división no es
algo que se ofrezca a la evidencia fenomenológica, sino producto de la metodología de la
ciencia que, consciente de que su poder y su
eficiencia están vigentes exclusivamente en el
orden cuantitativo y mensurable de la res extensa, se ve obligada a reducir lo psíquico a un
epifenómeno de lo fisiológico que en psiquiatría se llama “aparato cerebral” y en psicoanálisis “orden pulsional”. Lo que nace no es una
psicología que “comprende” al hombre tal como es, sino una psicofisiología que lo “explica” como se explica cualquier fenómeno de la
naturaleza (v. psicología comprensiva). Pero, escribe Binswanger, “la psicología jamás
tiene nada que ver con un sujeto privado de su
mundo, porque tal sujeto no sería otra cosa
que un objeto, y mucho menos con la escisión
sujeto-objeto, porque esta escisión no se puede entender sino como teniendo en su base el
existir como humano en el mundo. La psicología comienza cuando entiende la presencia
humana como original estar-en-el-mundo y
considera las determinadas formas fundamentales en las cuales la presencia humana
existe” (1921-1941: 101).
No obstante, ya que el hombre no está (ist)
en el mundo como lo están las cosas, sino se
da (es gibt) un mundo a través del espacio (v.,
§ 3) y el tiempo (v., § II, 2), que inicia y que
recorre con esa intencionalidad (v.) que es típica del hombre y no de las cosas, no será po-
sible estudiar la existencia humana con las
metodologías objetivas propias de las ciencias
naturales que se ocupan de las cosas. Evitando sobrecargar la existencia de una estructura teórica a ella extraña, para dejar que se manifieste en la evidencia tal como ésa es (método fenomenológico), lo que aparezca no serán
sus “carencias” o sus “excesos”, sino sus modos de ser que, donde la existencia no está
precodificada, no se revelarán como dis-funciones, sino simplemente como funciones de
una cierta estructuración de la presencia, o
sea de un cierto modo de estar-en-el mundo
(v. mundo, § 3) y de proyectar un mundo. En
este punto se puede renunciar a privilegiar un
mundo con respecto a otro, el mundo del “sano” respecto al mundo del “enfermo” (v. norma) y, para diferenciar la manera específica
en que se constituyan los “mundos” de las diferentes formas de enajenación mental, bastará, sin recurrir a ninguna visión del mundo
aceptada preconstitutivamente como norma
o modelo, con descubrir las hendiduras presentes en las estructuras trascendentales, comunes a cada existencia, que se dirigen a la
formación de un mundo.
2]
LAS ESTRUCTURAS TRASCENDENTALES DE LA
EXISTENCIA.
El estudio de las estructuras trascendentales de la existencia se trata en cada
uno de los términos específicos que aquí sucintamente recapitulamos:
a] El existir y la existencia. Binswanger, siguiendo las enseñanzas de Heidegger, llama a
su propia orientación psicológica análisis del
existir (Daseinanalyse). En el da del Da-sein se
evidencia ese sentido por el que el hombre es la
sede en la cual existe (ist da) la manifestación
del ser, en la que se expresa ese original relacionarse del ser en el hombre en el que consiste la
existencia humana. En este sentido Heidegger
puede decir que “la esencia del existir es la
existencia” (1927: 106), donde por existencia
entiende ese original ec-sistere, por el cual el
hombre no está en el mundo como las cosas
que in-sisten simplemente dentro del mundo,
sino que está en el mundo como aquel que lo
abre y lo cierra (Ec-sistenz). De estas premisas Binswanger puede concluir que no se
puede considerar al hombre en el aislamiento
de su subjetividad, como frecuentemente sucede en la práctica psicológica y psiquiátrica,
sino en su original apertura al mundo, que no
ANÁLISIS EXISTENCIAL
es producto de una relación, sino la dimensión original de la existencia humana.
b] La presencia. Con este término (Anwesneheit), donde se encuentra Wesen (esencia),
en el que se expresa la esencia del hombre,
Binswanger, siempre siguiendo a Heidegger,
identifica el horizonte de la investigación
psicológica que deberá observar la manera
en que cada existencia declina su presencia,
la manera original de ser abierto al ser. Tal
característica aparece en las formas en que
la presencia humana (Dasien) se temporaliza (sich zeitigt), se espacializa (Raum gibt),
se mundaniza (weltlicht), coexiste (Mit-dasein). Tiempo, espacio, mundo, coexistencia,
no son cosas investigables con el método de
las ciencias naturales, porque son las características con las cuales la existencia articula su presencia y su modo de ser al mundo
(v. presencia).
c] Arrojado y proyectado. En cuanto originalmente abierta al mundo, la existencia está
definida por su proyección (v. proyecto). Pero cada proyecto-en-el-mundo (Ent-wurf) está
definido por el propio ser-arrojado-en-elmundo (Ge-worfen), cada trascendencia
(Über-schreitung) supone una factibilidad
(Faktizität), cada trascendencia (Transzendenz) una situación (Situation) fundamentalmente intrascendible en cuanto está vinculada a la historicidad de cada existencia (v. situación). Cuando el ser-arrojado-en-el-mundo tiene la ventaja sobre el proyecto en el
mundo, cuando la factibilidad tiene la ventaja
sobre la trascendencia, entonces, afirma Binswanger, tenemos la caída existencial (Verfallen) o, como dice la expresión de Heidegger,
la deyección (v.), en la que la existencia, en
vez de expresarse en la posibilidad “propiamente suya” (eigen) y por lo tanto auténtica
(eigentlich), abandona su poder-ser por una
posibilidad ya dada y por lo tanto inauténtica
(uneigentlich), porque no es suya, sino simplemente “hecha suya” (v. autenticidad-inautenticidad, § 2). Con la victoria del ser-echado sobre el poder-ser, la vida ya no se desliza,
porque la posibilidad de trascender se queda
anclada en la presencia constituida. Las cosas, escribe Binswanger, de invitadoras se
vuelven incumbentes, de prometedoras angustiantes: “en lugar de la posibilidad de hacer que el mundo suceda, se da la no-libertad
del ser dominado por un determinado proyec-
73
to de mundo no elegido, sino impuesto”
(1944-1946: 25).
3] LOS MUNDOS DE LA ENAJENACIÓN. A partir de
cómo la existencia realiza su esencia, es decir
su presencia en el mundo, es posible, según
Binswanger, identificar los mundos de las
existencias no logradas a través del análisis de
las estructuras trascendentales de la existencia que organiza un mundo que se aleja o no
participa en el mundo (Welt) común (Mitwelt). Tales son los mundos de:
a] La melancolía. En el melancólico la “retención”, que es el acto intencional con el
que se construye un pasado, es tan dominante que el presente se transforma en tiempo
de incesante lamentación y el futuro se entreabre como ámbito de vacías intenciones.
Como en el melancólico un hecho del pasado
se convirtió en la totalidad de la experiencia,
la verdadera pérdida de la cual se lamenta el
melancólico y de la que se acusa no es tanto
la pérdida de algo, sino la pérdida de la posibilidad de procurarse experiencia, o, lo que es
lo mismo, de no estar en el mundo con las características de la trascendencia, que de un
pasado envía a un futuro (Zukunft) auténtico
que tiene los caracteres del por-venir (zukommen), y no del ya venido (v. depresión, § 3, b
y tiempo, § II, 2).
b] La manía. Si en el melancólico la presencia está perdida en el absoluto pasado, en el
maniaco está concentrada en la transitoriedad
del presente que no proviene de un pasado y
que no se extiende hacia un futuro. La fugacidad del ahora parece el horizonte máximo de
su contacto con el mundo, un contacto eufórico porque está al servicio de la absoluta y continua novedad, pero también superficial porque en el instante no hay espacio ni tiempo para la apertura de una biografía, para la continuidad de un sentido que las cosas suelen llevar consigo cuando una vida las frecuentó,
cargándolas de esos significantes que son, a
fin de cuentas, la resonancia de lo vivido (v.
manía; tiempo, § 2 y espacio, § 3, a).
c] La esquizofrenia. Es una desestructuración
de la posibilidad de acumular experiencia que
consiste en el dejar ser (frei-lassen) entre las cosas aquellas relaciones que las cosas mismas
conceden. En esto también radica la esencia de
la libertad humana (Freiheit), que no carga las
cosas con significados excesivos, sino que
las deja ser como son y como se ofrecen en su
74
ANÁLISIS FACTORIAL
aparición. Es esta libertad la que el esquizofrénico se prohíbe por la imposibilidad, en el
encuentro con las cosas, de detenerse junto a
ellas de forma no perturbada. Según Binswanger, en la esquizofrenia no se trata tanto
de buscar causas y síntomas, cuanto del tema
(Worüber) en el cual la existencia esquizofrénica se disminuye, haciéndose comprensible a
partir de aquél. Desde este punto de vista la
esquizofrenia ya no se da como una “entidad
clínica”, sino como experiencias esquizofrénicas identificadas de vez en cuando por el tema
que reduce las estructuras trascendentales de
la existencia como el tiempo (v., § II), el espacio (v., § 3), lo vivido corpóreo (v. cuerpo,
§ 3), la participación comunicativa (v. esquizofrenia, § I, 3).
BIBLIOGRAFÍA:
Binswagner, L. (1921-1941); Binswanger, L. (1944-1946); Binswanger, L. (1946);
Binswanger, L. (1957); Binswanger, L. (1960);
Borgna, E. (1988); Boss, M. (1957); Callieri, B.
(1963-1987); Callieri, B. (1982); Cargnello, D.
(1966); Galimberti, U. (1979); Heidegger, M.
(1927); Husserl, E. (1912-1928); Jaspers, K.
(1913-1959); Laing, R.D. (1967); Merleau-Ponty,
M. (1945); Minkowski, E. (1933); Minkowski, E.,
V.E. Von Gebsattel, y E. Strauss (1923-1948);
Rossi Monti, M. (1978); Sartre, J.-P. (1943);
Scheler, M. (1923); Sichel, A. (1983); Schneider,
K. (1946); Storch, A. (1965); Strauss, E. (1956);
Tellenbach, H. (1961); Van den Berg, J.H. (1955);
Wyrsch, J. (1960).
análisis factorial (al. Faktorenanalyse;
fr. analyse factorielle; ingl. factorial
analysis; it. analisi fattoriale)
Método matemático-estadístico que se propone llevar las correlaciones de un elevado número de variables a la acción de un número
más limitado de factores, abstractos o derivados, según la hipótesis del principio de la variación de las variables. A esta reducción sigue la definición, hipotética o experimental,
de una matriz posterior de muestras factoriales que, por medio de la estandarización de la
varianza de cada uno de los factores, establece la incidencia de tal varianza en las variaciones de cada uno de los factores. El objetivo del análisis factorial es el común a todo
método científico orientado a obtener de los
fenómenos observados una cantidad más reducida de conceptos fundamentales de cuya
interacción es posible obtener explicaciones
del fenómeno observado. Con este objetivo se
recurre al experimento factorial organizado
para poder estudiar la acción de dos (análisis
bifactorial) o más factores (análisis multifactorial) en todas sus combinaciones, por separado o juntos. Si tratando con los factores A
y B al mismo tiempo se obtiene la suma de
los efectos de A y B tomados por separado, se
dice que las acciones de A y B son independientes y que su interacción es nula. Si en
cambio el tratamiento simultáneo de A y B da
un efecto superior a la suma de los dos componentes aislados se dice que B potencia el
efecto de A, si da un efecto inferior se dice
que B inhibe el efecto de A. El análisis factorial, adoptado inicialmente en física y química, se difundió a las ciencias sociales y psicológicas para los problemas que son susceptibles de acciones de tipo cuantitativo, como
en el caso de los tests mentales, las pruebas
de aptitudes y la identificación de los factores
de la personalidad. En psicología el análisis
factorial encontró sus aplicaciones más importantes en:
1] El análisis bifactorial de C.E. Spearman, para el cual todas las actividades mentales dependen de la correlación entre un factor general (G)
que actúa en todas las capacidades, y un factor
específico (E) distinto para cada aptitud. La
cualidad de la aptitud depende a su vez del nivel de los dos factores G y S que, presentes en
diversa medida en cada uno de los individuos,
contribuyen en forma diferente en cada una de
las aptitudes. En el nivel operativo Spearman
propone que un único test, altamente saturado
en G, sustituya los conjuntos heterogéneos de
pruebas que componen los tests de inteligencia, porque el factor G, presente en todas las
habilidades, es base suficiente para una previsión del rendimiento del sujeto.
2] El análisis multifactorial de L.L. Thurstone,
se basa en el supuesto de que la consideración
del factor general aislado no arroja el resultado completo de las correlaciones entre variables, por lo que todos los factores deben estudiarse juntos, variando cuanto sea posible en
un mismo experimento todos los factores que
pueden tener una acción. Así se pueden obte-
ANÁLISIS INFANTIL / ANÁLISIS TRANSACCIONAL
ner informaciones que de otra manera no podrían considerarse confiables. Todo esto a
condición de que los experimentos factoriales
estén balanceados y que los tratamientos
abarquen el mismo número de factores y de
individuos (v. inteligencia, § 3 f).
3] Los factores de personalidad, identificados
por R.B. Cattell y por H.J. Eysenck a través de
la aplicación del análisis multifactorial los cuales se remiten a la voz personalidad, § 2.
BIBLIOGRAFÍA:
Cattell, R.B. (1952); Cattell, R.B.
(1966); Eysenck, H.J. (1947); Guildorf, J.P.
(1954); Kalveram, K.T. 1970; Spearman, C.E.
(1927); Thurstone, L.L. (1947); Wald, R. (1950).
análisis infantil (al. Kinderanalyse; fr.
analyse des enfants; ingl. child analysis;
it. analisi infantile)
Tratamiento psicoanalítico del niño que difiere del que se realiza con el adulto a] en el
nivel técnico, en el que el método de la asociación libre que caracteriza el análisis (v., §
2, b) del adulto es sustituido por el juego (v.,
§ 5), que brinda al analista preciosos indicios
de las fantasías inconscientes del niño y de
los rasgos de su vida interior; b] en el nivel
teórico, porque los padres y los sustitutos de
los padres son para el niño figuras “actuales”, de las que necesariamente depende por
factores biológicos y sociales, por lo cual esa
dependencia no puede ser interpretada como
síntoma neurótico; además, la relación entre
el analista y el niño es fruto de una decisión
de los padres y, por lo tanto, ajena al niño-paciente. Las contribuciones más significativas
en este campo fueron de A. Freud y M. Klein;
esta última centró sus investigaciones en el
concepto de “fantasma” que resulta de la
proyección sobre los objetos de aspectos gratificantes (objeto bueno) o destructivos (objeto malo), basándose en el esquema teórico
de las posiciones “depresivas” y “esquizo-paranoides” por las que pasa el niño (v. kleiniana, teoría).
BIBLIOGRAFÍA:
Freud, A. (1965); Freud, A. (1970);
Freud, A. et al. (1977); Klein, M. (1932); Lebovici, S. y M. Soulé (1970); Marks Mishne, Y. (1985);
Pontecorvo, M. (1986).
75
análisis secuencial (al. Folgeanalyse;
fr. analyse séquentielle; ingl. sequential
analysis; it. analisi sequenziale)
Método de investigación que permite identificar la regularidad de la aparición de un suceso o de un comportamiento a continuación de otro. El método exige que se satisfagan tres condiciones: a] la estabilidad, por lo
que las posibilidades de la aparición del suceso corresponden a las constantes del modelo; b] la homogeneidad, que garantiza que
la probabilidad de la aparición del suceso no
dependa de la adopción de esquemas de comportamiento distintintos; c] el orden, que
aquí se refiere sólo a probabilidades condicionadas por un número significativo de sucesos precedentes.
análisis silvestre (al. Wilde analyse; fr.
analyse sauvage; ingl. wild analysis; it.
analisi selvaggia)
Tratamiento analítico conducido por quien no
ha cumplido una adecuada formación según
las normas previstas por las diversas sociedades analíticas, confiando en la improvisación
y en sus intuiciones personales. “Analista silvestre” se autonominó, en polémica con la ortodoxia, Georg Walther Groddeck, médico y
amigo de S. Freud, que usó el psicoanálisis,
junto con otras terapias como dietas y masajes, gozando sin embargo de la estima de
Freud, quien lo apreciaba mucho como analista y que se empeñó en que fuera publicada,
en las ediciones del movimiento psicoanalítico, su obra Der Seelensucher [El escrutador de
almas].
BIBLIOGRAFÍA:
Freud, S. (1910); Groddeck, G.W.
(1921).
análisis transaccional (al. Transaktionale analyse; fr. analyse transactionnelle; ingl. transactional analysis; it. analisi transazionale)
Forma de psicoterapia fundada por E. Berne,
según el cual los trastornos psíquicos se derivan de las relaciones desadaptadas entre los
diversos estados del yo (v. ajuste). Ésos son
76
ANALISTA LAICO / ANALOGÍA
el estado estereotípico representado por el
“padre” interiorizado que fija límites y determina capacidad de comportamiento y de crecimiento; el estado neopsíquico representado
por el “yo-adulto” que tiene como característica el examen de la realidad y la evaluación
de las probabilidades de un suceso, y el estado arqueopsíquico representado por el “yoniño”, fuente de las emociones y de la creatividad o de los modos de adaptación experimentados en la infancia. Si bien prevé también el tratamiento individual, el análisis
transaccional se ha afirmado sobre todo como análisis de grupo (v., § III), en el que se
da notable importancia a la comunicación
no verbal como la mímica, la postura, el contacto sensorial, considerados como otras tantas transacciones de los diversos estados del
yo entre una persona y la otra. Las formas
privilegiadas en las que se dan estas transacciones son: 1] la comunicación, en la que se
examinan los instrumentos que cada uno
adopta para influir sobre el otro y para reforzar el mensaje; 2] los juegos, en los que interpretan los papeles dinámicos del perseguidor, del salvador y de la víctima, según esquemas que estructuran el tiempo y califican
las relaciones; 3] las emociones, como la rabia, el miedo, la tristeza, la felicidad, el aburrimiento, los celos, que son analizadas para
captar el fondo emotivo de la persona, y por
último 4] el guión, en el que se examinan los
proyectos decisivos de vida en la primera infancia bajo la influencia de los padres, para
ver la suerte que tuvieron o el modo en el que
influyeron sobre las elecciones que efectivamente se cumplieron.
BIBLIOGRAFÍA:
Berne, E. (1964); Berne, E. (1972);
Woollams, S. y M. Brown (1978).
analista laico (al. Laienanalytiker; fr.
analyste laïc; ingl. lay analyst; it. analista laico)
Denominación del psicoanalista que no tiene
título de médico. El término fue acuñado por
S. Freud, que consideraba que el psicoanálisis
debía convertirse en una profesión independiente de la medicina: “una profesión de curador laico de almas, los cuales no tienen necesidad de ser médicos y no deben ser sacerdo-
tes”, en la cual laico designa no sacerdotal y
no médico.
BIBLIOGRAFÍA:
Freud, S. (1926).
analizando (al. Analysand; fr. analysant; ingl. analysand; it. analizzando)
Aquel que se somete a tratamiento psicoanalítico (v. análisis). J. Lacan sustituyó el término “analizando” por el de “analizante” (analysant), para subrayar el carácter activo particularmente evidente en la relación de transferencia –que para Lacan representa la esencia
del análisis–, en la que el analizante se constituye como polo de la relación.
BIBLIOGRAFÍA:
Lacan, J. (1956).
analogía (al. Analogie; fr. analogie;
ingl. analogy; it. analogia)
En psicología el término se emplea con cuatro
acepciones que se derivan:
1] del uso matemático, en el que analogía
indica igualdad de relaciones entre entidades
diferentes. Este uso es recurrente en el análisis de los tests (v.);
2] del uso biológico, en el que analogía indica las semejanzas estructurales derivadas
de condiciones funcionales similares, como
el ala de los pájaros y de los insectos que funcionan de manera semejante, pero que tienen un origen embrional, estructuras y relaciones completamente diferentes (v. homología);
3] del uso semántico, que considera la
sustitución de una palabra por otra por semejanza, por lo que se puede decir: “el invierno de la vida” basándose en la analogía
entre vejez : vida = invierno : año (v. metáfora). A partir de la correlación metáforica
se han elaborado los tests de analogía, que
consideran una secuencia de palabras relacionadas, como por ejemplo: pájaro-aire,
pez-…, en la que debe incluirse la palabra
faltante que se escoge de una serie ofrecida,
que tenga una analogía con el par precedente. También se pueden componer preguntas
analógicas con figuras geométricas, imágenes, números;
ANAMNESIS / ANENCEFALIA
4] del uso simbólico, que sustituye el pensamiento matemático cuantitativo por el
pensamiento analógico-cualitativo ya descrito
por Aristóteles y ampliamente utilizado en el
lenguaje simbólico (v. símbolo). Con esta acepción C.G. Jung habla de analogía libidinal ( v. libido, § 2, a).
BIBLIOGRAFÍA:
Anastasi, A. (1954); Aristóteles
(1973); Eco, U. (1980); Jung, C.G. (1912-1952);
Jung, C.G. (1928); Lorenz, K. (1985).
anamnesis (al. Anamnese; fr. anamnèsis; ingl. anamnesis; it. anamnesi)
Término platónico (’ανα′µνησις) según el cual
conocer es recordar los modelos ideales de los
cuales las cosas son copias. Sin esta “reminiscencia” de las formas intangibles no se tiene un
verdadero conocimiento de las cosas sensibles
que esas formas reproducen. Al pasar a la medicina el término designa la historia de la enfermedad tal como la proporciona el paciente en
la consulta, además de los datos biográficos
anteriores a la aparición de la enfermedad misma, para relacionarlos con ella. En psiquiatría
la anamnesis tomada del sujeto es integrada a
las noticias objetivas obtenidas de los parientes
cercanos o amigos, considerando la debilidad
de la personalidad del paciente y la escasa capacidad de reaccionar al estrés emocional como el de una primera sesión psiquiátrica en la
que se recibe la anamnesis. En psicoanálisis la
anamnesis es integrada exclusivamente por el
paciente y con reservas, porque puede padecer
el efecto de la represión (v.) con desplazamiento (v.) y proyección (v.). Con este propósito S. Freud afirma: “No podremos emprender
investigaciones etiológicas desde la anamnesis
si la aceptamos tal como el enfermo la proporciona, o nos conformamos con lo que quiera
revelarnos. Si los especialistas en sífilis dependieran todavía de la declaración del paciente
para reconducir al comercio sexual una infección inicial de los genitales, podrían atribuir a
un enfriamiento un número grandísimo de
chancros en individuos supuestamente vírgenes, y los ginecólogos no hallarían difícil confirmar el milagro de la partenogénesis en sus
clientes solteras” (1885 [1976: 129]).
BIBLIOGRAFÍA:
Freud, S. (1885); Platón (1973).
77
anancasmo (al. Anankasmus; fr.
anancasme; ingl. anancasm; it. anancasmo)
Idea o comportamiento repetitivo y forzado
presente en las personalidades en las que dominan manifestaciones obsesivo-compulsivas. El tipo anancástico se caracteriza por la
escrupulosidad, autocontrol y heterocontrol
pedante, rigidez, concienzudez, regularidad,
puntualidad y moralidad excesivas. El anancasmo manifiesta generalmente una forma
protectora de posibilidades disociadas de la
personalidad, y tiene su rasgo más evidente
en la falta de libertad en la expresión de sí
mismo más allá de los ritos autoimpuestos.
Se presenta también una forma depresiva llamada “anancástica”, en la que incurren frecuentemente los sujetos obsesivos (v. depresión, § 4, b).
androfobia (al. Androphobie; fr. androphobie; ingl. androphobia; it. androfobia)
Fobia a los hombres.
andropausia (al. Andropause; fr. andropause; ingl. andropause; it. andropausa)
En simetría con la menopausia (v. menstruación) se creó este vocablo que indica la
extinción senil del deseo o del vigor sexual
del varón. Por el informe Kinsey sabemos
que esta formulación es aproximativa, ya
que en los varones la sexualidad decrece gradualmente por lo que resulta imposible precisar la edad y la dependencia del estímulo.
El problema de la andropausia representa
un sector de la psicología del envejecimiento (v.).
BIBLIOGRAFÍA:
Kinsey A.C. et al. (1948).
anencefalia (al. Gehirnlosigkheit; fr.
anencéphalie; ingl. anencephaly; it.
anencefalia)
Carencia del encéfalo (v.).
78
ANETOPATÍA / ANGUSTIA
anetopatía (al. Anethopatye; fr. anéthopathie; ingl. anethopathy; it. anetopatia)
sar las variantes en los ámbitos en los que son
especialmente marcadas.
Carencia de inhibiciones morales y falta absoluta de ética (v.). Frecuente en las personalidades
psicópatas, la anetopatía es un rasgo común en
la criminalidad habitual (v. psicopatía).
1] FILOSOFÍA. Angustia es una palabra filosófica introducida por S. Kierkegaard para designar la condición del hombre en el mundo. A
diferencia del miedo (v.) que es siempre miedo a alguna cosa determinada, la angustia no
se refiere a nada preciso, sino que designa el
estado emotivo de la existencia humana que
no es una realidad, sino una posibilidad, en el
sentido de que el hombre se convierte en lo
que es, basándose en las elecciones que efectúa y en las posibilidades que realiza. Pero en
cada posibilidad está presente la posibilidad–de–sí como la posibilidad–de–no, por lo que
el hombre está siempre expuesto a la nulidad
posible de aquello que es posible, y por lo tanto a la amenaza de la nada. “En lo posible todo es posible” escribe Kierkegaard, y al estar
la existencia humana abierta al futuro la angustia está estrechamente relacionada con el
porvenir, que es además el horizonte temporal
en el que la existencia se realiza: “Para la libertad lo posible es el porvenir, para el tiempo el porvenir es lo posible. Así al uno como
al otro, en la vida individual, corresponde la
angustia” (1844: 113). El pasado puede angustiar en cuanto se representa como futuro, es
decir como una posibilidad de repetición.
Una culpa pasada, por ejemplo, genera angustia si no es “realmente” pasada, porque en este caso sólo produciría arrepentimiento. La angustia está vinculada a lo que es pero que puede también no ser, a la nada relacionada con
cada posibilidad, pero como la existencia es
posibilidad, la angustia es la carcoma de la nada en el corazón de la existencia.
En la filosofía contemporánea el tema de la
angustia fue retomado por M. Heidegger en
estos términos: “Con la palabra angustia
(angst) no entendemos esa ansiedad (Ängstlichkeit) tan frecuente que en el fondo forma
parte de ese sentimiento de miedo que surge
con tanta facilidad. La angustia es fundamentalmente diferente del miedo. Sentimos miedo
siempre de esta o de aquella cosa determinada,
que en esta o en aquella determinada situación
nos amenaza. El miedo a/de […] es también
siempre miedo por alguna cosa determinada
[…] Con la angustia decimos, ‘uno está desorientado’. Pero ¿frente a qué está desorientado y qué quiere decir ese ‘uno’? No podemos
anfigénesis (al. Amphigenese; fr. amphigenèse; ingl. amphigenesis; it. amfigenesi)
Condición homosexual de la que no están excluidas las relaciones heterosexuales. La inversión anfigénica se diferencia, por lo tanto,
de la inversión absoluta, en la que la sexualidad se dirige exclusivamente a miembros del
mismo sexo.
anginofobia (al. Anginophobie; fr. anginophobie; ingl. anginophobia; it. anginofobia)
Fobia a asfixiarse.
angustia (al. Angst; fr. angoisse; ingl.
anxiety; it. angoscia)
El término angustia se asocia generalmente
con el de ansiedad porque la diferenciación
terminológica es posible sólo en las lenguas de
origen latino. En alemán, en efecto, existe un
único término, Angst, y en inglés sólo anxiety.
La palabra Angst suele ser traducida por los
psicoanalistas como “angustia” y por los psicólogos como “ansiedad”. Los psiquiatras prefieren hablar de “ansiedad” para referirse sólo a
los aspectos psíquicos de la emoción en cuestión, y emplean el término “angustia” cuando
hay manifestaciones somáticas concomitantes,
a veces sumamente llamativas. Hay además
quien considera la angustia como una fase
más grave de la ansiedad, y que mantiene entre las dos palabras una rigurosa distinción
porque interpreta la ansiedad como una condición fisiológica y psicológica no anormal en
sí misma, en algunos casos útil para conseguir un objetivo, y a la angustia como expresión neurótica o psicótica de la ansiedad. De
estas dos premisas surge la necesidad de un
estudio conjunto de las dos voces, y de preci-
ANGUSTIA
decir frente a qué está uno desorientado porque está en la totalidad. Todas las cosas y nosotros mismos nos hundimos en una especie
de indiferencia. Pero no en el sentido de que
las cosas se desvanezcan, sino en el de que en
su alejarse como tal las cosas se dirigen hacia
nosotros. Este alejarse de la cosa en su totalidad es lo que en la angustia nos asedia, nos
oprime. No queda ningún sostén. En el desvanecerse de la cosa sólo queda y nos sobrecoge
este ‘ninguno’. La angustia revela la nada. […]
El hombre mismo comprueba que la angustia
revela la nada, en cuanto la angustia se desvanece. En la luminosidad de la mirada sostenida aún por el recuerdo todavía fresco, debemos decir: aquello de lo que y por lo que nos
angustiábamos no era ‘justamente’… nada.
En efecto, la nada misma, en cuanto tal, estaba presente” (1929: 67-68).
K. Jaspers distingue una “doble angustia”,
la del existir (Dasein) y la de la existencia
(Existenz). La primera es la angustia del hombre que no puede ocultarse que al final de la
vida lo espera la muerte, y frente a la cual son
posibles dos actitudes: o la desesperación o la
negación con la consiguiente banalización de
la vida; la segunda es la del hombre que se dio
cuenta de que su existencia es una apertura,
entendida como que su objetivo es la implosión de todos los sentidos en ocasión de la
muerte. Respecto a la primera forma de angustia, “en la que la vida parece perderse angustiosamente en el vacío”, en la segunda forma “la muerte existencial, frente a la muerte
biológica, termina por llevar a la más completa desesperación, por lo que parece que no es
posible otra vida más que la que se desarrolla
entre el olvido y la ilusión de un vacío no sentido” (1933: 702-703).
2] PSICOANÁLISIS. El concepto de angustia es
fundamental en la teoría psicoanalítica de S.
Freud, quien le da una explicación psicógena
respecto a las teorías somatógenas de la anterior psiquiatría, que atribuía la angustia al
mal funcionamiento del sistema neurovegetativo. Hay dos fechas significativas para la elaboración de este concepto: 1895, cuando
Freud diferencia la neurosis de angustia de la
neurastenia (v.), por un lado, y de la histeria
(v.) por el otro, y 1925, cuando distingue la
angustia frente a una situación real, la angustia automática y la señal de angustia.
79
a] La neurosis de angustia (Angstneurose) se
diferencia en el plano sintomático de la neurastenia (v.), en la que no se han evidenciado
estados de espera ansiosa, accesos de angustia o sus equivalentes somáticos, mientras que
en el plano etiológico debe diferenciarse de la
histeria (v.), que es una neurosis de transferencia, mientras que la neurosis de angustia
es una neurosis actual, en el sentido de que no
está determinada por conflictos de la edad infantil, sino por conflictos actuales (v. neurosis, § 2, 3) que pueden llevar a la acumulación
de tensión sexual somática que, por insuficiencia de elaboración psíquica, no logra
unirse a ningún contenido representativo y
por lo tanto se traduce directamente en síntomas somáticos como vértigo, disnea, trastornos cardiacos, sudoración, o en síntomas fóbicos, sin la posibilidad de interpretar un sustituto simbólico de la representación suprimida. La neurosis de angustia tiene en común
con la histeria “una suerte de conversión […]
sólo que en la histeria es una excitación psíquica la que entra por un camino falso, exclusivamente por lo somático, y aquí [en la neurosis de angustia] es una tensión física la que
no puede ir por lo psíquico y a raíz de ello permanece en el camino físico. Esto se combina
con enorme frecuencia” (1892-1899 [1976:
234]). En la neurosis de angustia caen frecuentemente las mujeres vírgenes, las mujeres abstinentes, las que están sometidas al
coito interrumpido o reservado, y las que están en el climaterio y no encuentran satisfacción a la acentuación de la necesidad sexual.
Siempre según Freud, son susceptibles de neurosis de angustia los varones abstinentes, los
que interrumpen bruscamente hábitos masturbatorios y los que practican el coito interrumpido o reservado.
b] La angustia real (Realangst) es un concepto de Freud de 1925 para referirse a la angustia que nace por un peligro externo que a
los ojos del sujeto aparece como una amenaza verdadera. Como tal, la angustia real debe
diferenciarse de la neurosis de angustia, en la
cual la amenaza no es externa sino de origen
pulsional. Esto no impide una contaminación
de las dos formas de angustia, como en los casos en los que “el peligro es notorio y real, pero la angustia ante él es desmedida, más grande de lo que tendría derecho a ser a juicio
nuestro” (1925 [1976: 155]); en segundo lugar:
80
ANGUSTIA
“la exigencia pulsional a menudo sólo se convierte en un peligro (interno) porque su satisfacción conllevaría un peligro externo, vale
decir, porque ese peligro interno representa
uno externo” (1925 [1976: 157]).
c] La angustia automática (automatische
Angst) se manifiesta según Freud cuando el
sujeto no logra dominar, y ni siquiera descargar, un flujo de excitaciones demasiado numerosas o demasiado intensas, de origen interno o externo. Se trata por lo tanto de un
defecto de las defensas del yo, que de esta
manera se confirma como única sede de la
angustia.
d] La señal de angustia (Angstsignal), en
cambio, es un dispositivo accionado por el yo
en presencia de un peligro con el objetivo de
evitar la angustia automática. La señal de angustia reproduce de modo atenuado la reacción de angustia vivida precedentemente en
una situación traumática, permitiendo poner
en acción las oportunas medidas de defensa.
“Cuando un individuo cae en una nueva situación de peligro, fácilmente puede volverse
inadecuado para él que responda con el estado de angustia (que es la reacción frente a un
peligro anterior), en vez de emprender la
reacción que sería adecuada ahora. Empero,
el carácter acorde a fines vuelve a resaltar
cuando la situación de peligro se discierne como inminente y es señalada mediante el estallido de la angustia. En tal caso, esta última
puede ser relevada enseguida por medidas
más apropiadas. Así, se separan dos posibilidades de emergencia de la angustia: una, desacorde con el fin, en una situación nueva de
peligro; la otra, acorde con el fin, para señalarlo y prevenirlo” (1925 [1976: 127-128]).
e] La histeria de angustia (Angsthysterie), llamada también angustia fóbica, debe distinguirse de la neurosis de angustia porque, a diferencia de esta última, que se traduce directamente en síntomas somáticos, la histeria de
angustia es sometida a un trabajo psíquico
que vincula la angustia a lugares o personas
por las que se siente fobia (v.) porque recuerdan respuestas agresivas o sexuales, o porque
pueden representar el castigo a un impulso
prohibido. La defensa en la histeria de angustia se manifiesta mediante la angustia misma,
que permite al yo evitar la situación, o por
medio de la proyección de un peligro instintivo interno en un peligro perceptible externo.
Estas soluciones fueron ilustradas por Freud
en El pequeño Hans y en El hombre de los lobos (v. histeria, § 1, a).
f] La angustia de castración (Kastrationsangst), en cambio está centrada en el fantasma de la castración, que en el varón se advierte como una amenaza por su deseo de poseer
a la madre, mientras que en la niña se siente
como una disminución que ella trata de negar, compensar o reparar. Dicha angustia, en
la teoría freudiana, señala el final del complejo de Edipo (v. castración).
g] Otras formas de angustia fueron identificadas por los sucesivos desarrollos del psicoanálisis basándose en sus respectivas estructuras teóricas de referencia. Así O. Rank habla
de angustia de separación (v.) como repetición de la experiencia traumática del nacimiento (v. trauma, § 4). Este concepto fue retomado por M. Balint con la expresión angustia primaria, que se manifiesta cuando la libido investida (investimiento) en la madre, al
quedar inutilizada por su ausencia, se transforma en angustia. Tal es, por ejemplo, la angustia que el niño siente cuando está a oscuras, cuando está solo, cuando está en presencia de rostros desconocidos, en lugar de la cara familiar de la madre. La angustia primaria
no se debe confundir con la angustia de base
de la que habla K. Horney en el ámbito de la
psicología interpersonal (v. psicología social,
§ 3, d), en la cual el sentimiento de soledad y
de impotencia, sentido en relación con un
mundo potencialmente hostil, se reconduce
a la relación no gratificante del niño con sus
padres. Siguiendo su hipótesis que, respecto a
Freud, anticipa la época de conflictividad psíquica, encontrándola en el período preedípico, M. Klein relacionó la angustia depresiva,
en la que la sensación “que sean destruidos
los objetos buenos, y el yo con éstos, o que éstos estén en un estado de desintegración, debe unirse a los esfuerzos desesperados y continuos de salvar estos objetos buenos, ya sean
internos o externos” (1935: 304), con la angustia persecutoria relativa a las amenazas que el
niño siente incumbentes. A este propósito, escribe Klein: “Considero que esta distinción es
de gran valor tanto en el plano teórico cuanto
en el práctico. Téngase por lo tanto presente
que la angustia persecutoria se relaciona sobre todo con la aniquilación del yo y que la
angustia depresiva se relaciona predominan-
ANGUSTIA
temente con el mal causado por los impulsos
destructivos del sujeto hacia sus objetos de
amor internos y externos” (1948: 444-445; v.
kleiniana, teoría).
3] PSICOLOGÍA ANALÍTICA. A diferencia de Freud,
C.G. Jung considera que no todas las formas de
angustia tienen una base instintiva, porque
también se presenta una angustia como intención de evitar o de llamar la atención del individuo hacia un estado de cosas indeseables. Logra, escribe Jung, que “si el yo es efectivamente
el ‘lugar de la angustia’, como justamente dice
Freud, y lo es hasta que no ha encontrado ‘padre’ y ‘madre’, Freud se encuentra atrapado
por la pregunta de Nicodemo: ‘¿puede él regresar por segunda vez al vientre de su madre
y ser parido?’ ” (1929: 363). En realidad Jung
no afrontó de manera adecuada los procedimientos defensivos empleados por el yo para
controlar la angustia, por un lado porque estableció una perfecta equivalencia entre yo y
conciencia, que no le permitió tomar en consideración las partes inconscientes del yo que
hacen cuentas con la angustia, por el otro
porque el contenido específico de un complejo tiene siempre un significado personal, y por
lo tanto no se deja registrar en las clasificaciones de la angustia ordenadas por Freud.
J. Hillman considera que la angustia es “el
camino real para desmontar las defensas paranoicas […] que son tanto más fuertes
cuanto más se defienden del pánico instintivo” (1972: 74). Siguiendo la etimología que
acepta “pánico” derivada de “Pan”, dios del
cuerpo, del instinto, de la masturbación,
del estupro y del pánico que cadenciaba el
ritmo de la danza trágica, en la que la violencia del placer se acompañaba de la angustia
de la pesadilla, Hillman escribe que “estar
sin miedo, privados de angustia, invulnerables al pánico, significa pérdida del instinto,
pérdida de la conexión con Pan” (1972: 73).
La angustia, entonces, ya no es un mecanismo psicológico de defensa o una reacción inadecuada a una sensación de peligro, sino eso
que se pone en contacto con “las regiones elementales de la existencia, con la animalidad
inquietante que nos habita” (1972: 68-69).
4] PSIQUIATRÍA. En psiquiatría se usa generalmente el término ansiedad para denotar un estado afectivo, por así decirlo, puro, y el térmi-
81
no angustia para indicar un estado de ansiedad
con un componente somático que generalmente se manifiesta en una sensación de opresión
torácica. Naturalmente éste no es el único síntoma corporal, porque el estado de angustia
puede traer consigo manifestaciones neurovegetativas, bioquímicas, endocrinas y de la conducta, que se traducen en una aceleración de la
actividad cardiaca, trastornos vasomotores,
respiratorios, de la musculatura estriada y
otras alteraciones. Normalmente la ansiedad
actúa como aguijón para resolver un problema
o para eliminar una amenaza. Desde este punto de vista, si los niveles de ansiedad resultan
muy bajos, hay una ejecución subóptima; en
cambio, si son muy elevados hay una disminución del rendimiento. La presencia de la ansiedad provoca una respuesta del comportamiento que tiene el objetivo de reducirla, restableciendo la homeostasis (v.) psíquica del individuo. Cuando la ansiedad es patológica está
considerada, desde el punto de vista psiquiátrico, como un síntoma y no como una enfermedad en sí; por lo tanto puede presentarse en
cualquier enfermedad psiquiátrica u orgánica,
con frecuencia como signo inicial. En la depresión, por ejemplo, está presente una actitud ansiosa en las convicciones delirantes de indignidad, de culpa y de pecados imperdonables,
mientras en la esquizofrenia puede presentarse
en las fases agudas por el surgimiento de alucinaciones delirantes o de delirios aterradores.
Por último, en los sujetos que presentan una
forma crónica de ansiedad son frecuentes
otros síntomas, desde la dificultad para dormirse, sueño no reparador y con pesadillas,
hasta la evolución en enfermedad psicosomática. En psiquiatría se suele diferenciar:
a] La neurosis de ansiedad, que es un cuadro psicopatológico de principio que puede
ceder espontáneamente o evolucionar en cuadros más estructurados, como la neurosis fóbica (v. fobia), la hipocondría (v.), la depresión (v.), o enriquecerse con trastornos psicosomáticos. En el principio se localiza una debilidad de los mecanismos de defensa que no
logran contener la ansiedad que se manifiesta
en un estado permanente de inquietud. El sujeto vive en una condición penosa de incertidumbre, de dependencia de los demás, dominado por una continua necesidad de salvaguardia, con rasgos de prepotencia debidos a
los aspectos inmaduros de su personalidad.
82
ANGUSTIA
En la historia de estas personas emergen situaciones infantiles de abandono, de falta de
amor, que han impedido una satisfactoria maduración de la personalidad. El desarrollo de
la neurosis de ansiedad depende de factores
externos cuyo carácter favorable o desfavorable condiciona el curso y la gravedad.
b] La ansiedad de espera que se advierte en
la inminencia de una acción como hablar, escribir, dormir, presentarse ante otras personas, prepararse para un encuentro sexual.
V.E. Frankl, que se ocupó en forma particular
de este tipo de ansiedad, escribió que “la ansiedad realiza aquello que se teme. Se podría
decir, con un aforismo, que mientras el deseo
es el padre de cierto pensamiento, el miedo es
la madre del evento enfermedad. Con frecuencia la neurosis surge en el momento en el que
la ansiedad de espera invade la enfermedad”
(1956: 125). Desde el punto de vista terapéutico la ansiedad de espera se reduce, según
Frankl, prohibiendo la acción ansiógena, o invitando al paciente a imaginar precisamente
las situaciones que más teme y suprimiendo
la obligación de realizar ciertas cosas, para
crear las premisas que permitan ejecutarlas
de manera voluntaria y sin ansiedad.
c] La ansiedad de situación, una ansiedad
fóbica que el psicoanálisis registra entre las
formas de la histeria de angustia, y la psiquiatría entre las formas obsesivas. En el principio
de las ansiedades de situación, como la fobia
a ser observado, la fobia a la fealdad, la fobia a despedir mal olor, hay mecanismos de
defensa contra impulsos exhibicionistas (v.
exhibicionismo), por lo que se castiga fóbicamente el deseo de mostrar la excitación sexual.
A su vez el exhibicionismo es un medio de
compensación de complejos de inferioridad
más profundos, y la neurosis surge cuando fallan los intentos de compensación.
d] La ansiedad fluctuante, un estado de tensión aprensivo y de inquietud que nace de la
sensación de no estar a la altura de las tareas o
de los papeles que se deben asumir ante la complejidad con la que la sociedad se va desarrollando poco a poco, haciendo que estén menos
disponibles respuestas de comportamiento simples y eficientes como las que podrían haberse
encontrado en las sociedades más simples del
pasado. En una sociedad compleja, donde el
control de las variables crea una serie de subsistemas en cuyo interior crecen y se precisan las
leyes de selección, se requiere de los individuos
una mayor movilidad e información para seleccionar los ámbitos en los que puede integrarse
sin necesidad de afrontar peligrosas frustraciones. Todo esto crea en las personas la ansiedad
fluctuante en relación con el sistema social en
toda su complejidad, donde cada uno de los sujetos se juega su identidad y su libertad.
5] PSICOLOGÍA. El interés de la psicología por la
ansiedad se ha ido desarrollando después del
psicoanálisis y, en gran parte, sigue siendo dependiente de éste. La diferencia más significativa se refiere al método; mientras el psicoanálisis ve la ansiedad en una perspectiva explicativa, la psicología la ve desde un punto de vista
descriptivo y la define en términos operativos.
Con un condicionamiento progresivo causado
por estímulos se observan y se miden las reacciones de ansiedad, su amplitud y su intensidad. Con esas mediciones J. B. Watson llegó a
la conclusión de que la diferencia entre miedo
y ansiedad, frecuentemente reforzada en el plano filosófico y psicoanalítico, no tiene correspondencia en el campo experimental, en el que
las concomitantes fisiológicas y los fenómenos
generales de reacción simpática, como el aumento de la frecuencia respiratoria y del pulso,
la elevación de la presión sanguínea, la sudoración de las manos, la dilatación de las pupilas y
la sequedad de la boca, son más o menos idénticas. Esta irrelevancia de las diferencias depende evidentemente del método experimental
adoptado que, si bien es idóneo para medir hechos, no es capaz de identificar una diferencia
que se ubica en el plano de los significados. J.P. Sartre subrayó este límite de la metodología
psicológica: “La psicología, entendida como
ciencia de ciertos hechos humanos, no puede
servir como punto de partida, porque los hechos psíquicos que encontramos no son nunca
los primeros. Son, en su estructura esencial,
reacciones del hombre hacia el mundo; por lo
tanto presuponen al hombre y al mundo y no
pueden adquirir su verdadero sentido si previamente no fueron explicadas estas dos nociones.
[…] Por ejemplo, las modificaciones fisiológicas que corresponden a la cólera o a la ira no se
diferencian más que por la intensidad de las
concomitantes a la felicidad (ritmo respiratorio
un poco acelerado, ligero aumento del tono
muscular, aumento de nivel de los estados bioquímicos, de la presión arterial, etc.), y con to-
ANHEDONIA / ANIMISMO
do la cólera no es una felicidad más intensa, sino algo totalmente diferente” (1939: 113, 121).
Es mérito de la psicología italiana, que dispone en su lengua de las dos palabras, “ansiedad”
(ansia) y “angustia” (angoscia), haber acentuado las diferencias, no sólo en términos cuantitativos –por lo que la angustia sería una acentuación de la ansiedad– sino cualitativos, por lo que
L. Ancona puede decir que “la angustia se adapta a un proceso psíquico sustancialmente diferente del de la ansiedad. En efecto, corresponde
a la situación de trauma, es decir a un flujo de
excitaciones no controlables porque son demasiado grandes en la unidad de tiempo. […] La
ansiedad corresponde, en cambio, a un proceso
de adaptación frente a la amenaza de un peligro
real; este proceso es una función del yo que le
sirve como señal, después de haberla producido, para no verse sumergido por el flujo traumático de las excitaciones. En este caso el yo del
sujeto es activo, pues produce la emoción que le
sirve para encontrar dispositivos de defensa
adecuados; la carga pulsional es estructurada y
reproducida sin base económica, es decir sin actuación de descarga. Debe mantenerse la diferencia entre los dos procesos, interpretando su
unificación como el aspecto de una cultura que
presenta, frente a esta temática, menor sensibilidad para una probable actitud defensiva al respecto. Los procesos a los que se refiere son, en
realidad, distintos desde el punto de vista económico, dinámico, estructural y el genético.
Descuidar esta distinción produce, por lo tanto,
contrariedad y confusión” (1972: 918).
BIBLIOGRAFÍA:
Ancona, L. (1972); Balint, M. (1952);
Frankl, V.E. (1956); Freud, S. (1892-1899); Freud,
S. (1894); Freud, S. (1899); Freud, S. (1908); Freud,
S. (1914); Freud, S. (1925); Frölich, W.D. (1982);
Heidegger, M. (1929); Hillman, J., (1972); Horney,
K., (1937); Jaspers, K. (1933); Jung, C.G. (1929);
Kierkegaard, S. (1844); Klein, M. (1935); Klein, M.
(1948); Lazarus-Mainka, G. (1976); Rank, O.
(1924); Sartre, J.-P. (1939); Spitz R. A. (1958).
anhedonia (al. Anhedonie; fr. anhédonie; ingl. anhedonia; it. anedonia)
Incapacidad para experimentar placer. Es un
síntoma frecuente en las depresiones, en las
que el sujeto pierde todo interés por el sexo,
por la comida, por la compañía y por todo
83
aquello que antes atraía sus investimientos
(catexis). Los síntomas van acompañados generalmente por una carencia de impulsos,
con la consiguiente inercia.
anilinctus
Contacto de la lengua con el orificio anal y sus
contornos efectuado en el estado de excitación
precoital; puede complicarse con acciones de
coprofagia (v.) y de sadomasoquismo. La palabra deriva del latín eclesiástico anum lingere
con referencia, en la mitología cristiana, a las
acciones que Satanás imponía a sus adeptos
durante el aquelarre.
anima
v. ALMA.
animación (al. Beseelung; fr. animation; ingl. animation; it. animazione)
Condición sociopedagógica que favorece la
participación en la creación y en el gozo de
las iniciativas recreativas y culturales con el
objetivo de valorizar la socialización y de facilitar las relaciones del individuo consigo mismo, con los demás y con el ambiente. Nacida
en el ámbito escolar, la actividad de animación se fue desplazando progresivamente al
plano social para operar en su territorio, con
el propósito de evaluar los potenciales de
creatividad y de iniciativa de cada persona.
BIBLIOGRAFÍA:
Bertolini, P. y R. Farné (1978); Limbos, E. (1972).
animal, psicología
v. ETOLOGÍA; PSICOLOGÍA
COMPARADA.
animismo (al. Animismus; fr. animisme; ingl. animism; it. animismo)
Término introducido por el antropólogo E.B.
Tylor en referencia a la creencia de los primitivos según la cual todos los seres estarían
animados por un principio vital semejante al
que el hombre reconoce como su alma (v., §
84
ANIMUS / ANOMIA
1). En el principio del animismo estaría, según É. Durkheim, el fenómeno de la proyección (v.), o sea el de atribuir a las cosas las características psíquicas que el hombre conoce
en sí mismo. J. Piaget demostró la existencia
de una fase animista en el desarrollo de la inteligencia, que constituye la base de las culturas mágicas (v. magia) y la fase a la que retroceden algunas experiencias esquizofrénicas.
Durkheim, É. (1912); Lévy-Bruhl,
L. (1922); Piaget, J. (1947); Tylor, E.B. (1871).
anisotropía (al. Anisotropie; fr. anisotropie; ingl. anisotropy; it. anisotropia)
El término designa el fenómeno por el cual
percibimos el espacio de modo diferente que en
la configuración euclidiana; así por ejemplo,
en ocasiones un segmento vertical es considerado más largo que uno horizontal aunque los
dos sean de la misma longitud.
BIBLIOGRAFÍA:
anognoscia
v. SOMATOAGNOSIA, § 1, d.
animus
Término introducido por C.G. Jung para indicar el elemento masculino inconsciente de la
mujer: “Si para el hombre hablamos de un
ánima, para la mujer deberemos, en rigor, hablar de un animus” (1921: 421). El animus es
aquello que une a la mujer con el mundo del
espíritu y, si está dominada por el animus, se
vuelve obstinada, agresiva, testaruda y autoritaria. Entre ánima y animus no existe un perfecto paralelismo porque, como subraya Emma Jung, “la mujer debe liberarse de la supremacía de lo masculino que le fue presentada
como algo superior a priori, cosa que no ha sido culturalmente verificada por el hombre.
[…] En segundo lugar no se ha resuelto el problema del animus-logos, es decir la formación
de una espiritualidad verdaderamente femenina, que no se limite a ser sólo una imitación
de la espiritualidad masculina” (1934: 35).
Siempre según Jung, el animus formado sobre la figura del padre, del hermano y desarrollado sucesivamente, a lo largo del itinerario de las proyecciones (v.) en los seres masculinos que la mujer ha ido encontrando en
su vida, se manifiesta en los sueños personificado en el arquetipo (v.) del héroe y del dios.
BIBLIOGRAFÍA:
Jung, C.G. (1921); Jung, E. (1934).
anisometropía (al. Anisometropie; fr.
anisométropie; ingl. anisometropia; it.
anisometropia)
Desigualdad en la capacidad visual de los dos
ojos por efecto de diversas relaciones de refracción.
anomalía (al. Anomalie; fr. anomalie;
ingl. anomaly; it. anomalia)
Término genérico que se refiere a los rasgos
de comportamiento que se separan de la norma de manera no ocasional, sino sistemática.
Se utiliza para referirse a jóvenes y adolescentes desadaptados (v. ajuste), que la jerga pedagógica define con un término no científico,
caracteriales (v.), y en referencia a los rasgos
de comportamiento de las personalidades psicópatas (v. psicopatía). Desde el punto de vista psicoanalítico hay quien considera la anomalía como el opuesto de la neurosis porque,
a diferencia de esta última, está caracterizada
por la falta de inhibiciones, no por su exceso.
Las anomalías raramente son accesibles al
tratamiento psicoanalítico.
anomia (al. Anomie; fr. anomie; ingl.
anomy; it. anomia)
Falta de normas o reglas (del griego ν′οµος =
ley). El término, de origen sociológico, fue introducido por É. Durkheim para describir esa
situación en la que, por un lado, ya no se vive
como una meta social actuar según las normas,
y por el otro las metas sociales están definidas
de manera tal que se considera irrelevante el alcanzarlas por medios ilícitos. Según Durkheim
la división del trabajo social permite que el proceso de producción de las nuevas funciones sociales sea más rápido que el desarrollo de las
normas éticas y de los valores que pueden integrarse en la conciencia colectiva. Se determina
así un estado “anómico” de la sociedad, en la
que se derrumban los valores que la habían
ANONIMATO / ANOREXIA
mantenido integrada. Esto se refleja en los
individuos que, privados de los valores y puntos de referencia colectivos, viven esa desadaptación social que lleva a la desintegración
de la personalidad hasta el punto del suicidio
“anómico”.
El concepto de anomia fue retomado por
R. K. Merton a propósito de las clases subalternas que, después de haber interiorizado
los fines de la clase dominante, no tienen los
medios culturales y económicos para alcanzarlos. Habrá entonces conformistas, que
aceptan tanto los fines como los medios, innovadores, que aceptan los fines pero pretenden nuevos medios, ritualistas, que aceptan
los medios pero no los fines, renunciadores,
que no aceptan ni medios ni fines, y rebeldes,
que rechazan medios y fines con miras a un
nuevo orden social. A partir de esta clasificación, todos los que no son conformistas están considerados socialmente desviados (v.
desviación).
En psicología J. Piaget habla de anomia como primer estadio en el desarrollo del juicio
moral, caracterizado por la aceptación del
propio punto de vista como único sin ninguna
consideración de las opiniones de los demás
(v. autonomía-heteronomía).
BIBLIOGRAFÍA:
Durkheim, É. (1893); Durkheim,
É. (1897); Merton, R.K. (1942); Piaget, J.
(1932).
anonimato (al. Anonymät; fr. anonymat; ingl. anonymity; it. anonimato)
Pérdida de la identidad personal con reducción de la intensidad socioemocional y los
contactos interpersonales, con el consiguiente sentimiento de extrañeza del mundo social
al cual se pertenece. El fenómeno se observa
en las sociedades complejas con fuerte organización burocrática, con rígidas divisiones
de las tareas y de las funciones laborales que
se convierten, si no en el único, sí en el principal canal de los intercambios interpersonales, donde la relación es manejada más por el
papel desempeñado que por la especificidad
del individuo.
BIBLIOGRAFÍA:
Habermas, J. y N. Luhmann
(1971); Laing, R.D. (1959); Luhmann, N. (1975).
85
anonimia (al. Anonymität; fr. anonymie; ingl. anonymity; it. anonimia)
Forma de existencia que se conduce según los
estereotipos medios de la vida pública, con
base en los valores más difundidos y los convencionalismos recurrentes. Esta figura está
calificada por M. Heidegger como “existencia
inauténtica”, dominada por la dictadura del
“sí”, por lo que “cada uno es los demás, y ninguno es sí mismo” (1927, § 27) (v. autenticidad-inautenticidad), y en psicología por C.
G. Jung como modo colectivo (v.) de vivir, en
contraposición al modo de quien ha realizado
su propia identificación (v.).
BIBLIOGRAFÍA:
Heidegger, M. (1927); Jung, C.G.
(1928).
anorexia (al. Anorexie; fr. anorexie;
ingl. anorexy; it. anoressia)
Pérdida total o parcial del apetito. Es un síntoma que se relaciona con una enfermedad orgánica o una psicógena, vinculada con trastornos
de la afectividad. Frecuente en los niños sobreprotegidos, este síntoma representa en ocasiones un modo de expresar hostilidad hacia los
padres que le niegan su autonomía e independencia. En el ámbito de las anorexias tiene especial relieve la anorexia mental, estado patológico que surge en mujeres jóvenes por conflictos de tipo emotivo, los más comunes de los
cuales se refieren a la aceptación del propio papel femenino, y por conflictos psicológicos madurados en el interior del núcleo familiar y en
especial relacionados con la figura de la madre. Aparte de la negativa a alimentarse y de la
aparente falta de preocupación total por el notorio adelgazamiento, el comportamiento aparece vivaz y normal, aunque la extrema debilidad puede llevar a condiciones mortales.
Según H. Bruch, tres son los signos que
permiten distinguir una anorexia mental de
las otras formas de anorexia: 1] el trastorno
de proporciones delirantes de la imagen corporal, del que también depende la falta de
preocupación por estados incluso gravísimos
de demacración; 2] el trastorno de la percepción y de la cognición de los estímulos provenientes del cuerpo, de los que dependen, por
ejemplo, la hiperactividad, no obstante el evi-
86
ANTAGONISTA / ANTICIPACIÓN
dente agotamiento de las energías y la excesiva
persistencia de las posturas corporales extremadamente incómodas, como si el cuerpo no
sufriera; 3] el sentido paralizante de impotencia al que se une el terror a perder el control de
los propios instintos orales y ser arrollados por
el impulso incontrolado de comer (v. bulimia).
Desde el punto de vista psicodinámico M.
Selvini Palazzoli escribe que “para el anoréxico
la comida no es en absoluto negativa como cosa en sí misma, […] sino que es amable, deseable, interesante, importante, continuamente
presente en la mente. […] El que se ha hecho
peligroso y angustiante es el acto de alimentarse. Ninguna acción, ni siquiera un delito, asume para el anoréxico un significado tal de autodegradación y derrota como la saciedad”
(1981: 83-84). En el origen de un comportamiento anoréxico está “una madre agresivamente sobreprotectora e inaccesible, incapaz
de concebir a la hija como a una persona por su
propio derecho. A menudo es la pareja de los
padres, en su complementariedad patológica, o
el grupo familiar completo, el saboteador de las
necesidades de base del yo del anoréxico. […]
Cuando la pubertad del cuerpo femenino expone a la jovencita a una experiencia brusca y
traumatizante, el propio cuerpo infantil debe
ser desinvestido de la libido narcisista para
reinvestir narcisistamente el nuevo cuerpo, pero este pasaje no se logra porque la paciente no
es capaz de sentir como suyo el cuerpo adulto
que va asumiendo, porque es muy semejante al
de la madre, de la que el yo quiere ser diferente a cualquier precio. […] Se estructura así una
defensa del yo dominada por la renegación del
cuerpo y del alimento-cuerpo para identificarse
en una imago corporal ideal, desexualizada y
acarnal” (1981: 111, 113).
La anorexia mental debe diferenciarse de las
anorexias reactivas, que pueden surgir a cualquier edad en relación con un trauma emotivo
humillante y desilusionante, de las anorexias
crónicas, que se inician en la primera infancia
y mejoran sólo transitoriamente en la adolescencia, persistiendo durante toda la vida con
numerosos trastornos hipocondriacos, de los
adelgazamientos por dificultades mecánicofuncionales para alimentarse, como disfagias,
fobias, espasmos esofágicos y vómitos incontrolables, de los rechazos del alimento de origen melancólico o esquizofrénico y, por último,
de las anorexias de origen endocrino.
BIBLIOGRAFÍA:
Bruch, H. (1973); Bruch, H. (1978);
Bruch, H. (1988); Feuchtinger, O. (1946); Selvini
Palazzoli, M. (1981).
anorgasmia
v. ORGASMO, § 2.
anormalidad
v. NORMA.
anosmia (al. Anosmie; fr. anosmie;
ingl. anosmia; it. anosmia)
Ausencia de la sensación olfativa debida a algún obstáculo en las vías respiratorias, a la alteración de los receptores o a lesión de los
centros nerviosos interesados.
ansia
v. ANGUSTIA.
ansiolítico
v. PSICOFARMACOLOGÍA.
antagonista (al. Antagonist; fr. antagoniste; ingl. antagonist; it. antagonista)
El adjetivo tiene un doble empleo: 1] cuando se
refiere a los músculos corresponde a la acción
equilibrada entre flexores y extensores (agonistas y antagonistas) regulada por el sistema extrapiramidal; 2] cuando se refiere a los colores
indica la máxima desemejanza cromática entre
dos colores como el rojo y el verde, el amarillo
y el azul que, mezclados, dan colores acromáticos. Los colores antagonistas son el opuesto
de los complementarios (v. color).
anticipación (al. Voraussicht; fr. anticipation; ingl. anticipation; it. anticipazione)
Capacidad de proyectarse al futuro y de hacer
presente el porvenir para la conciencia. La anticipación es una característica del yo necesaria
para juzgar y programar acciones sucesivas adecuadas. Requiere un correcto examen de la rea-
ANTICONCEPCIÓN
lidad, sin el cual un proyecto de acción queda
como simple deseo. La anticipación se requiere
además en los procesos cognoscitivos por deducción e inducción, y en la investigación científica, que rebasa siempre los datos que ofrece la
experiencia por medio de una intuición anticipadora. En la psicología del aprendizaje (v., §
II, 2) E.C. Tolman llama anticipación inferencial
a la capacidad del animal de reorganizar espontáneamente su comportamiento en el recorrido
del laberinto cuando está a la expectativa de que
lo muevan; mientras que en cognición, O. Selz
habla de error de anticipación cuando en el pensamiento productivo se anticipa un elemento de
la serie respecto a la secuencia.
El concepto de anticipación fue ampliamente
tratado en filosofía por M. Heidegger, en la temática relativa al proyecto (Entwurf) como anticipación de la muerte, que permite la toma de
conciencia de la propia finitud y de los límites
correctos de la planeación humana. La anticipación de la muerte es además, para Heidegger,
la única experiencia que el hombre tiene de la
“propia muerte”, porque la muerte de los otros
no le atañe “propiamente”. Mediante las figuras
existenciales de Heidegger, la falta de anticipación es asumida por L. Binswanger como la característica básica de las formas depresivas, que
reúne bajo el término “melancolía”, caracterizadas por un delirio de pérdida en el cual la verdadera pérdida de la que se lamenta el melancólico, y de lo que se autoacusa, no es tanto la pérdida de algo (dinero, amor, reconocimiento, poder), sino “la pérdida de la posibilidad de obtener experiencia o, lo que es lo mismo, de no estar en el mundo con la modalidad humana de la
anticipación, que de un pasado remite al futuro
auténtico que tienen los caracteres del por-venir
y no del ya venido” (1960: 51).
BIBLIOGRAFÍA:
Binswanger, L. (1960); Galimberti,
U. (1979); Heidegger, M. (1927); Jaspers, K.
(1933); Selz, O. (1922); Tolman, E.C. (1932).
anticoncepción (al. Empfängnisverhütung; fr. contraception; ingl. contraception; it. contraccezione)
Uso de prácticas o instrumentos llamados anticonceptivos que permiten a la pareja fecunda
efectuar el coito vaginal sin peligro de fecundación. Los requisitos fijados por la International
87
Planned Parenthood Federation y aceptados
por los centros de planificación familiar para
que un anticonceptivo sea aconsejable son: inocuidad, que garantiza la no peligrosidad del
medio; eficacia, que por lo general se manifiesta en porcentajes; aceptabilidad, que depende
de los valores morales y de las condiciones sociológicas y psicológicas de la pareja; facilidad
de aplicación, que es variable y subjetiva; por último, bajo en costo, sobre todo en los casos de
aplicación en gran escala. Los medios anticonceptivos se basan: 1] en el acuerdo consciente de
la pareja, como en el caso del método OginoKnaus que limita las relaciones sexuales al período infértil de la mujer, o el método de la temperatura vaginal, que se reduce durante la ovulación. Estos métodos pueden contender con
los impulsos momentáneos de la pareja y con la
condición femenina que, justo en el período de
fecundidad, registra un incremento del deseo;
2] métodos basados en la iniciativa masculina,
como el preservativo aplicado sobre el pene, en
uso ya en la Antigüedad, cuando se fabricaba
con vísceras de animales; el coitus interruptus,
que prevé la extracción del pene de la cavidad
vaginal momentos antes de la eyaculación. Este método tiene consecuencias psicológicas,
porque requiere el control del compañero que
compromete el relajamiento y el abandono normalmente requeridos en el coito. Por último vale la pena mencionar el coitus reservatus, que
prolonga la duración de la unión, mediante el
control de los reflejos, hasta impedir la eyaculación; 3] métodos basados en la iniciativa femenina, como el lavado vaginal, muy difundido y
de relativa eficiencia, el diafragma, que se adhiere a las paredes vaginales, el dispositivo vaginal, que desvía el chorro espermático dirigido
a la cavidad uterina, y por fin la “píldora” que,
ingerida por vía oral, modifica las dosis hormonales, inhibiendo la ovulación y por lo tanto la
fecundación o el alojamiento en el útero de
óvulos fértiles. La anticoncepción oral se considera la más eficiente y muestra una total reversibilidad de la esterilidad temporal que determina, si bien su uso prolongado puede provocar algunos trastornos fisiológicos.
Desde el punto de vista fisiológico las pastillas son bien toleradas, pero se comprobó que
en algunos casos provocan un estado depresivo, sobre todo en las mujeres con antecedentes de depresión, por la ingestión de sustancias con altos porcentajes de estrógenos. Las
88
ANTIPATÍA / ANTROPOLOGÍA
actitudes en relación con la anticoncepción
varían según el significado psicológico, cultural y moral que se les confiere. En algunas
mujeres, por ejemplo, el uso de anticonceptivos seguros puede eliminar las ansiedades determinadas por el miedo a una gravidez indeseada e incidir en forma benéfica en el comportamiento sexual, mientras en otras, cuyas
instancias morales rechazan la idea de la anticoncepción, la ansiedad puede llegar a aumentar. Se descubrieron y describieron numerosos
temores y fantasías relacionados con el uso de
la anticoncepción que en la mujer se manifiestan como temor a perder la propia identidad a
causa de la acción hormonal externa, de quedarse sin hijos, de estar obligada a formas de
intercambio sexual hasta ahora temidas y rechazadas por los temores de la gravidez, mientras en el varón se manifiestan como temor de
la disminución de potencia frente a la mayor
exigencia sexual de la pareja, o en la aversión
al uso de los anticonceptivos por un deseo más
o menos consciente de castigar o de hacer dependiente a la mujer.
BIBLIOGRAFÍA:
Bello, P.C. Dolto y A. Schiffmann
(1985); Crosignani, P.G, (1984); Pasini, W, (1974).
anticonformismo
v. CONFORMISMO.
anticonvulsivo
v. PSICOFARMACOLOGÍA.
antidepresivo
v. PSICOFARMACOLOGÍA.
antipatía (al. Abneigung; fr. antipathie;
ingl. antipathy; it. antipatia)
Disposición afectiva caracterizada por incompatibilidad en la relación con personas, grupos sociales, animales y cosas que no se logran aceptar. Si está especialmente acentuada
puede traducirse en odio. Desde el punto de
vista psicoanalítico la antipatía puede estar
determinada por la proyección (v.) sobre personas, animales y cosas de la parte rechazada
y, por lo tanto, suprimida de uno mismo.
antipsiquiatría
v. PSIQUIATRÍA, § 8.
antropoanálisis
v. ANÁLISIS EXISTENCIAL.
antropología (al. Anthropologie; fr.
anthropologie; ingl. anthropology; it.
antropologia)
Estudio del hombre en su expresión biológica
(antropología física) y en su expresión sociocultural (antropología cultural). La diferencia nace, más que del objeto, de una exigencia metodológica, porque los métodos de las ciencias
exactas, idóneos para el aspecto biológico del
hombre, no lo son para el estudio de su manifestación histórica, social y cultural. Naturalmente las dos metodologías deben trabajar una
junto a la otra, como observa C. Lévi-Strauss:
“cada sociedad humana modifica las condiciones de su perpetuación física con un conjunto
complejo de reglas como la prohibición del incesto, la endogamia, la exogamia, el matrimonio preferencial entre algunos tipos de parientes, la poligamia, la monogamia, o simplemente con la aplicación más o menos sistemática
de normas morales, sociales, económicas y estéticas. Al conformarse a las reglas una sociedad favorece cierto tipo de uniones y excluye
otras. El antropólogo que intentara interpretar la evolución de las razas o de las subrazas
humanas como si sólo fuera el resultado de
condiciones naturales se metería en el mismo
callejón sin salida que el zoólogo que quisiera
explicar la diferenciación actual de los perros
con consideraciones puramente biológicas o
ecológicas, sin tener en cuenta la intervención
humana: llegaría a hipótesis absolutamente
fantásticas o, más seguramente, al caos”
(1958: 387).
La psicología comenzó a interesarse en la
antropología con W. Wundt, autor en 1904 del
libro Völkerpsychologie, dedicado a la psicología de los pueblos, pero en el que la descripción de los rasgos psicológicos colectivos no
está organizada por ninguna hipótesis. Después el encuentro de las disciplinas psicológicas con las antropológicas, al que limitaremos
los comentarios de esta voz, recorrió las direcciones que podemos señalar, esquemática-
ANTROPOLOGÍA
mente, así: 1] el psicoanálisis de S. Freud y el
mito de las hordas primitivas; 2] la psicología
analítica de C.G. Jung y las representaciones
colectivas de L. Lévy-Bruhl; 3] el estructuralismo de C. Lévi-Strauss y la reinterpretación
psicoanalítica de J. Lacan; 4] las relaciones
entre culturas y personalidad individual que
dieron inicio al movimiento de pensamiento
denominado cultura y personalidad, además
de los problemas epistemológicos que surgieron con el encuentro entre: 5] antropología y
psicología (etnopsicología); 6] antropología
y psicoanálisis (etnopsicoanálisis); 7] antropología y psiquiatría (etnopsiquiatría). En todos estos casos la psicología dialoga con una
de las corrientes del pensamiento antropológico del que asimila poco a poco el método ya
sea basándose en el principio que propone
una correspondencia entre filogenia y ontogenia, o buscando los nexos entre los componentes colectivos que estructuran una sociedad, de la que todo individuo es miembro, y
los componentes individuales, cuya forma
y estructura ilustra la psicología.
1]
EL PSICOANÁLISIS DE FREUD Y EL MITO DE LA
HORDA PRIMITIVA.
a] El primero en introducir
un principio dinámico capaz de dar sentido a
las correspondencias entre formación de la civilización y formación del individuo fue S.
Freud, para quien el proceso de civilización
implica la represión sexual: “acaso habría que
admitir la idea de que en modo alguno es posible avenir las exigencias de la sexualidad
con los requerimientos de la cultura, y serían
inevitables la renuncia y el padecimiento, así
como, en un lejano futuro, el peligro de extinción del género humano a consecuencia de su
desarrollo cultural. Es verdad que esta sombría prognosis descansa en una única conjetura: la insatisfacción cultural sería la necesaria consecuencia de ciertas particularidades
que la pulsión sexual ha cobrado bajo la presión de la cultura. Ahora bien, esa misma
ineptitud de la pulsión sexual para procurar
una satisfacción plena tan pronto es sometida
a los primeros reclamos de la cultura pasa a
ser la fuente de los más grandiosos logros culturales, que son llevados a cabo por medio de
una sublimación cada vez más vasta de sus
componentes pulsionales” (1912 [1976: 183]).
Este principio inspira Tótem y tabú, la obra
en la que Freud se consagra en una cerrada
89
confrontación entre teoría psicoanalítica y el
mundo de los primitivos: En “la horda primordial darwiniana [hay] un padre violento, celoso, que se reserva todas las hembras para sí y
expulsa a los hijos varones cuando crecen […]
Un día los hermanos expulsados se aliaron,
mataron y devoraron al padre, y así, pusieron
fin a la horda paterna […] Odiaban a ese padre
que tan gran obstáculo significaba para su necesidad de poder y sus exigencias sexuales, pero también lo amaban y admiraban. Tras eliminarlo, tras satisfacer su odio e imponer su deseo de identificarse con él, forzosamente se
abrieron paso las mociones tiernas avasalladas
entretanto. Aconteció en la forma de arrepentimiento; así nació una conciencia de culpa que
en este caso coincidía con el arrepentimiento
sentido en común. El muerto se volvió aún más
fuerte de lo que fuera en vida; todo esto, tal como seguimos viéndolo hoy en los destinos humanos. Lo que antes él había impedido con su
existencia, ellos mismos se lo prohibieron ahora en la situación psíquica de la ‘obediencia
con efecto retardado’ que tan familiar nos resulta por los psicoanálisis. Revocaron su hazaña declarando no permitida la muerte del sustituto paterno, el tótem, y renunciaron a sus
frutos denegándose las mujeres liberadas. Así,
desde la conciencia de culpa del hijo varón, ellos
crearon los dos tabúes fundamentales del totemismo, que por eso mismo necesariamente
coincidieron con los dos deseos reprimidos del
complejo de Edipo. Quien los contraviniera se
hacía culpable de los únicos dos crímenes en
los que toma cartas la sociedad primitiva”
(1912-1913 [1976: 143, 145]), que en la hipótesis de Freud son el homicidio y el incesto (v. tabú, § 4; tótem, § 2 y sacrificio, § 2).
Ante la investigación de los antropólogos la
teoría de Freud se revela poco creíble, pero no
perdió su significado de alusión teórica dirigida a demostrar que la civilización se basa en la
represión y en la sublimación de los instintos,
para así orientar energías sexuales regresivas
en energías laborales constructivas, y en una
especie de “cambio de un trozo de posibilidad
de dicha por un trozo de seguridad” (1929
[1976: 112]). En la base está el concepto según
el cual la sustitución del principio del placer
por el principio de realidad constituye el gran
episodio traumático del desarrollo del hombre,
entendido tanto como especie (filogenia),
cuanto como individuo (ontogenia). Filogené-
90
ANTROPOLOGÍA
ticamente este acontecimiento se verificó por
primera vez en las hordas primitivas cuando el
padre primigenio monopolizó el poder y el placer, obligando a los hijos a renunciar a ellos.
Ontogenéticamente esto se verifica durante el
período de la primera infancia, en el cual la sumisión al principio de realidad está impuesta
por parte de los padres y de los educadores. Pero tanto en el plano de la especie como en el del
individuo la sumisión se repite continuamente.
El dominio del padre primigenio es seguido,
después de la primera rebelión, por el dominio
de los hijos, y el clan fraterno, desarrollado, se
transforma en dominio social y político institucionalizado (v. endogamia-exogamia). El
principio de realidad se materializa en un sistema de instituciones, y los individuos que crecen en el ámbito de un sistema de este género
sienten las exigencias del principio de realidad
como exigencias de leyes y órdenes, y las transmiten a la generación siguiente.
b] En esta hipótesis de Freud se basan los estudios y las investigaciones de G. Röheim, que
atribuye el papel principal en la constitución
de los diferentes modelos e instituciones culturales a la extraordinaria duración de la infancia humana y a las tensiones ligadas con ella a
causa de la necesaria relación de dependencia
del hijo respecto de la madre, con la consiguiente dificultad para la adquisición de un yo
diferenciado. “Después de mis investigaciones
antropológicas en el terreno –escribe Röheim–
he sostenido que la cultura se debe al retraso,
es decir a una disminución de los procesos de
crecimiento, a una prolongación de las situaciones infantiles. […] Llegué de esta manera a
la conclusión de que así como los hombres vivientes, que conocemos verdaderamente, deben la formación de su carácter y de su neurosis a las situaciones infantiles, y así como las
variaciones en la cultura se deben a variaciones en la situación infantil, la gran variación
conocida como género humano tiene que deberse a la misma causa” (1943: 26).
c] Las simplificaciones de Röheim no favorecieron el diálogo inmediato entre antropología y psicoanálisis que afloró después que B.
Malinowski tuvo a bien declarar: “Comprobé
con mi análisis que las teorías de Freud no sólo corresponden grosso modo a la psicología
humana, sino que siguen de cerca las variaciones de la naturaleza humana determinadas por
las diversas construcciones de la sociedad.
Comprobé, en otras palabras, una profunda
correlación entre el tipo de sociedad y el complejo nuclear que se manifiesta. Se trata de una
notable confirmación del principal dictamen
de la psicología freudiana, aunque esto nos podrá obligar a modificarle algunos detalles, o
mejor dicho a hacer más elásticas determinadas fórmulas” (1923: 331).
Las investigaciones de Malinowski, en efecto, se centraban en el tabú del incesto, con la
consecuente exogamia, en la que Freud, a partir del complejo edípico, organizó su concepción dinámica de la psicología. Escribe Malinowski: “El impulso sexual, que es en general
una potente fuerza de subversión y de disgregación social, no puede invadir un sentimiento
previamente existente, sin producir en éste una
mutación revolucionaria. El interés sexual es,
por lo tanto, incompatible con cada una de las
relaciones familiares, tanto con los padres y
los hijos como entre hermanos y hermanas,
porque estas relaciones se constituyen en el
período presexual de la vida humana y están
fundadas en profundas exigencias fisiológicas
de naturaleza no sexual. Si la pasión erótica
pudiera invadir el ambiente de la casa, no sólo instituiría celos y elementos de competencia y desorganización de la familia, sino que
subvertiría también los vínculos más fundamentales de parentesco, en los que se ha fundado todo el desarrollo de las relaciones sociales” (1931: 155).
El tabú del incesto tiene, por lo tanto, la
función de evitar el estado de anomia (v.) que
se crearía en la institución familiar si el impulso sexual pudiese manifestarse libremente
entre todos los miembros de ella, para después extenderse a toda la sociedad. Esta función determina el sentido, según la teoría funcionalista que Malinowski hace extensiva a la
práctica de la exogamia, útil para evitar la
competencia en el interior del clan, creando,
a través de los matrimonios, relaciones sociales pacíficas hacia el exterior. De esta manera,
concluye Malinowski, “vemos que cada institución contribuye por una parte al trabajo de
integración de una sociedad como un todo,
pero por otra satisface las necesidades fundamentales del individuo” (1939: 962-963).
d] H. Marcuse regresó al tema de la horda
primitiva y de la hipótesis freudiana subyacente; según él las condiciones alcanzadas por
nuestra civilización podrían permitir la hipó-
ANTROPOLOGÍA
tesis de una sociedad que ya no tiene necesidad de ser represiva, y por lo tanto obtener
ventajas laborales a costa de las pulsiones instintivas (v. deseo, § 5).
2] LA PSICOLOGÍA ANALÍTICA DE JUNG Y LAS REPRESENTACIONES COLECTIVAS DE LÉVY-BRUHL. a] Esta
veta de investigación quiere identificar en la
vida símbolos primitivos y arquetipos, entendidos como modelos originales de la psique
en los que son identificables las formas de su
evolución. Sede de estos modelos es, para
Jung, el inconsciente colectivo, en el que está
“la historia no escrita del hombre desde tiempos inmemoriales; la fórmula racional puede
ser suficiente en el presente o en el pasado inmediato, pero no para la experiencia humana
que, en su totalidad, exige la visión más amplia que sólo el símbolo puede dar […]. Comprenderlo es necesario no sólo para conservar
los tesoros incomparables de nuestra civilización, sino para abrirse una nueva vía hacia
antiguas verdades que, por la rareza de su
simbolismo, están perdidas a nuestra razón”
(1942-1948: 183, 193).
Estas antiguas verdades custodiadas por la
“mentalidad primitiva” se pueden encontrar,
según el parecer de Jung, en las “representaciones colectivas” de las que habla LévyBruhl: “Llamo colectivos –escribe Jung– a todos aquellos contenidos psíquicos que no son
característicos de un solo individuo, sino, al
mismo tiempo, para muchos, es decir de una
sociedad, de un pueblo o de la humanidad.
Tales contenidos son las ‘representaciones colectivas místicas’ de los primitivos descritos
por Lévy-Bruhl y también los conceptos generales de derecho, estado, religión, ciencia,
etc., comúnmente usados por los hombres civilizados. Pero no sólo conceptos y opiniones
deben considerarse colectivos sino también
los sentimientos, porque, como señala LévyBruhl, para los primitivos las representaciones colectivas constituyen también los sentimientos colectivos. A causa de este valor colectivo del sentimiento denomina a las représentations collectives también mystiques, porque estas representaciones no son de orden
puramente intelectual, sino también emocional” (1922: 429; v. psicología analítica, § 3).
b] Por su lado Lévy-Bruhl escribe: “Las llamadas representaciones colectivas, para limitarnos a definirlas brevemente, se reconocen
91
por las siguientes características: son comunes a los miembros de un determinado grupo
social; se transmiten de generación en generación; se imponen a los individuos y provocan
en ellos, según los casos, sentimientos de respeto, de temor, de adoración, etc., por sus objetos. No tienen necesidad del individuo para
existir, no porque impliquen un sujeto colectivo diferente de las personas que componen el
grupo social, sino porque se presentan con caracteres de los que no se puede dar cuenta
considerando sólo a los individuos como tales. Eso ocurre con la lengua, la cual, aun
cuando por lo que se refiere a los términos no
exista más que en el espíritu de los individuos
que la hablan, es sin embargo una indudable
realidad social, fundada en un conjunto de representaciones colectivas. Y como se impone
a cada uno de estos individuos, los preexiste y
los sobrevive. De esto surge una consecuencia
extremadamente importante en la que los sociólogos con justicia han insistido y que se les
había escapado a los antropólogos. Para comprender el mecanismo de las instituciones
(sobre todo en las sociedades inferiores) es
necesario antes que nada deshacerse del prejuicio según el cual se cree que las representaciones colectivas en general, y las de las sociedades inferiores en particular, obedecen a las
leyes de la psicología fundada en un análisis
del sujeto individual. Las representaciones
colectivas tienen leyes propias que no pueden
descubrirse –sobre todo cuando se trata de
primitivos– basándose en el estudio del individuo ‘blanco, adulto civilizado’. Por el contrario, del estudio de las representaciones colectivas y de sus vínculos en las sociedades inferiores, extraeremos conocimientos que nos
permitirán arrojar luz sobre el origen de
nuestras categorías y de nuestros principios
lógicos. Ya Durkheim y sus colaboradores
dieron algunos ejemplos de cuánto se puede
obtener siguiendo esta vía, que sin duda conduce a una teoría del conocimiento positivo y
nuevo fundado en el método comparativo”
(1910: 32-33).
3]
EL ESTRUCTURALISMO DE LÉVI-STRAUSS Y LA
REINTERPRETACIÓN PSICOANALÍTICA DE LACAN.
a]
El principio a partir del cual Lévi-Strauss
construye el método estructuralista (v. estructuralismo) se funda en la posibilidad de
transferir los modelos analíticos de la lingüís-
92
ANTROPOLOGÍA
tica del campo en el cual se los elaboró originalmente al de los fenómenos sociales. El gradiente está dado por la homología que LéviStrauss ve entre el fonema, átomo del sistema
lingüístico, y la estructura elemental del parentesco, como sistema de actitudes y de relaciones entre individuos, fijados por reglas, interpretables y describibles en términos rigurosos
como son los que se pueden obtener de la moderna lingüística estructural. “En el estudio de
los fenómenos de parentesco (y tal vez en el de
otros problemas), el sociólogo se encuentra en
una situación formalmente semejante a la del
fonolingüista; igual que los fonemas, los términos de parentesco son elementos de significado; también ellos adquieren tal significado sólo
a condición de integrarse en sistemas; los sistemas de parentesco, como los sistemas fonológicos, están elaborados por el intelecto en el estadio del pensamiento inconsciente; finalmente
el uso periódico, en regiones del mundo lejanas
entre sí y en sociedades profundamente diferentes, de formas de parentesco, reglas de matrimonio, actitudes igualmente prescritas entre
ciertos tipos de parientes, etc., inducen a creer
que, en ambos casos, los fenómenos observables resultan del juego de leyes generales pero
escondidas. Se puede por lo tanto formular el
problema de la siguiente manera: en otro orden de realidad, los fenómenos de parentesco
son fenómenos del mismo tipo que los fenómenos lingüísticos. ¿Puede el sociólogo, utilizando un método análogo por lo que se refiere a la forma (no por lo que se refiere al contenido) al que adoptó la fonología, hacer cumplir en su ciencia un progreso análogo al que
hace poco se produjo en las ciencias lingüísticas?” (1958: 48).
La respuesta de Lévi-Strauss es positiva, como positiva es la respuesta de Lacan que, siguiendo el modelo de Lévi-Strauss y refiriéndose a los mismos autores, F. de Saussure y R.
Jakobson, formula la hipótesis de la posibilidad de asociar los procesos metafóricos y metonímicos del lenguaje a la condensación y al
desplazamiento respectivamente, que son los
mecanismos de funcionamiento del inconsciente en sus formaciones (v. metáfora). En
este sentido para Lacan tanto el sueño como el
síntoma son analizables suponiendo “una estructura del lenguaje tal como se manifiesta en
los lenguajes que llamaré positivos, los que son
efectivamente hablados por masas humanas.
Esto se refiere al fundamento de esta estructura, o sea a la duplicidad que somete a leyes
distintas los dos registros que se anudan en
ella: el significante y el significado. Y la palabra registro designa aquí dos encadenamientos tomados en su globalidad, y la posición
primera de su distinción suspende a priori del
examen toda eventualidad de hacer que estos
registros se equivalgan término por término”
(1957 [1984: 426]).
Partiendo de estas premisas Lacan puede
plantear la hipótesis de una correspondencia
entre la estructura del inconsciente y la del
lenguaje, que es idéntica en su dimensión sincrónica, dispuesta por planos en el interior de
una misma clase de elementos articulados en
categorías y subconjuntos, según precisas leyes de ordenación, como lo había previsto Lévi-Strauss, con quien Lacan reconoce su deuda: “Creemos que nuestro modo de utilizar el
término ‘estructura’ puede ser autorizado por
el modo introducido por Claude Lévi-Strauss”
(1966: 865). La adopción de este método, en
opinión de Lacan, no sólo liberaría al psicoanálisis de la aproximación de las ciencias humanas, sino que llegaría a eliminar la diferencia entre ciencias humanas y ciencias exactas:
“La oposición de las ciencias exactas a las
ciencias conjeturales no puede sostenerse ya
desde el momento en que la conjetura es susceptible de un cálculo exacto (probabilidad) y
en que la exactitud no se funda sino en un formalismo que separa axiomas y leyes de
agrupación de los símbolos” (1966 [1984: 841842]; v. lacaniana, teoría, § 3, 8).
4] CULTURA Y PERSONALIDAD. Así se llaman los
estudios dirigidos a identificar la dinámica
entre el momento psicológico individual del
hombre (v. personalidad) y la realidad colectiva (v. cultura).
a] Las primeras contribuciones acerca de
esta relación son de R. Benedict, para quien
“las culturas son una psicología individual en
proyección aumentada, de proporciones gigantescas y de una larga extensión temporal”
(1932: 24). Y: “Ningún antropólogo que conozca culturas distintas de la nuestra ha pensado
jamás en los individuos como autómatas que
siguen mecánicamente las prescripciones de
su civilización, y ninguna de las culturas hasta ahora estudiadas ha sido capaz de desarraigar las diferencias de temperamento entre los
ANTROPOLOGÍA
individuos que participan. Existe siempre una
relación de dar y tener” ( 1934: 253).
b] Frente a las teorías freudianas en antropología F. Boas reacciona diciendo que “si
bien podemos acoger favorablemente la aplicación de cualquier progreso en el método de
las investigaciones psicológicas, no podemos
admitir, como progreso en el método etnológico, la pura y simple transferencia de un método nuevo y unilateral de indagación psicológica de la esfera del individuo a la de los fenómenos sociales, de cuyo origen se puede demostrar que está históricamente determinado
y sujeto a influencias que no son en absoluto
equiparables a aquellas de las que depende la
psicología del individuo” (1948: 298).
c] Para establecer correctamente la relación
entre cultura y personalidad individual sería
necesario escuchar a A. Kardiner quien, abandonando el problema de los orígenes, que a su
parecer no puede dar una “explicación” de la
sociedad, se dedica al estudio de las relaciones dinámicas entre individuo e institución,
en las que “las variables son las instituciones
que componen la realidad exterior, y la constante son las necesidades biológicas del individuo” (1939: 129). Con esta formulación,
Kardiner respeta el esquema freudiano que
opone el principio de realidad (instituciones)
al principio del placer (necesidades biológicas). De su combinación nace el concepto de
personalidad de base que, según Kardiner, es el
elemento que puede actuar de mediador entre
el análisis del individuo y el de la sociedad,
porque las instituciones con las que un individuo está en contacto en su período formativo
lo condicionan hasta inculcarle un cierto tipo
de personalidad que, cuando está formada,
determina a su vez sus reacciones en relación
con las otras instituciones con las que va teniendo contacto. En consecuencia los individuos que constituyen una sociedad son plasmados al principio por las instituciones de la
cultura en la que viven, pero después plasman
las instituciones y crean otras nuevas. Definida como “configuración de la personalidad
compartida por la mayor parte de la sociedad
y resultante de las primeras experiencias que
todos tienen en común” (1939: 46), la personalidad de base resultó un concepto utilísimo
para la convergencia de los estudios psicológicos, por un lado, y antropológicos y sociales
por el otro, aunque, precisa siempre Kardiner,
93
“no es un concepto delimitado y exacto; porque indica sólo que, en las limitaciones establecidas por las instituciones, el individuo está obligado a reaccionar de cierto modo, y
cualquiera que sea el resultado que asume la
forma del carácter individual, el ambiente
institucional es el eje en torno al cual se articulan las diferentes polaridades individuales”
(1939: 393-394).
d] R. Linton, que basó sus investigaciones
en Kardiner, escribe que “en efecto, el problema más grave que la definición de la personalidad implica es el de su delimitación. El individuo y su ambiente constituyen una configuración dinámica, y la totalidad, cuyas partes
están tan estrechamente interrelacionadas,
está en una condición de relación tan constante que es muy difícil decir dónde se deben
trazar las líneas de demarcación. Para los fines de la presente discusión la personalidad
se considera como ‘el agregado organizado de
procesos y de datos psicológicos que conciernen al individuo’” (1945: 54). En este agregado intervienen elementos “universales”, elementos “especiales” y elementos “alternativos”,
que Linton clasifica: “Ante todo son ideas,
costumbres y reacciones emotivas condicionadas que son comunes a todos los miembros
adultos y normales de la sociedad. Llamaremos a estos elementos ‘universales’. […] En segundo lugar tenemos los elementos de la cultura compartidos por los miembros de ciertas categorías de individuos socialmente reconocidos, pero que no son compartidos por toda la
población. A estos elementos los llamaremos
‘especiales’. […] En tercer lugar, en cada cultura existe un número considerable de rasgos
que son compartidos por ciertos individuos,
pero que no son comunes a todos los miembros de la sociedad, y ni siquiera a todos los
miembros de las categorías socialmente reconocidas. Llamaremos a estos rasgos elementos ‘intercambiables o alternativos’. […] Más
allá de los límites de la cultura existe también
una categoría de costumbres, ideas y reacciones emotivas condicionantes, las de las características individuales” (1936: 302-304). Los rasgos universales y especiales constituyen, en
una cultura, los elementos aceptados y con frecuencia institucionalizados; en cambio los rasgos alternativos representan los elementos no
necesarios, que hacen sentir su peso sobre todo en períodos de fuerte transformación social.
94
ANTROPOLOGÍA
5] LA ETNOPSICOLOGÍA. Con esta denominación
G. Devereux reúne los intercambios recíprocos
entre psicología y antropología, que considera
demasiado parciales, porque prefieren en unas
ocasiones el método antropológico y en otras
el psicológico, sin una especial atención epistemológica. Para superar esta parcialidad Devereux propone la hipótesis de que los diferentes
métodos pueden ser fructíferos y válidos sólo
si no se usan juntos sino en una relación de
complementariedad, con la acepción que a este
término asigna la física cuántica. “La necesidad de un ‘doble discurso’ (explicativo) no se
deriva del hecho de que el comportamiento
humano esté ‘sobredeterminado’, sino simplemente del hecho de que ningún punto de vista
es exhaustivo en el estudio del hombre. Un fenómeno humano que sea explicado de un solo
modo aún queda, por así decirlo, inexplicado
aunque –y sobre todo– la primera explicación
lo haga perfectamente comprensible, controlable y previsible en el cuadro de referencia que
le es propio” (1972: 11). La complementariedad de los métodos hace relativas todas las
controversias y sobre todo se enriquece con la
variedad de los puntos de vista sobre el mismo
fenómeno que ningún orden de explicación
agota si no es en su cuadro de referencia. Partiendo de estas premisas metodológicas nació
la psicología transcultural (v.) que, adoptando el método comparativo, confronta sujetos
pertenecientes a diferentes culturas para poder diferenciar los aspectos universales del
comportamiento humano de los que se desarrollan exclusivamente en relación con prácticas específicas culturales.
6] ETNOPSICOANÁLISIS. En este ámbito dos son
las direcciones de la investigación; la primera,
iniciada por Freud y por Jung, tiende a buscar
en los modelos mentales y de comportamiento
de los primitivos las líneas de fondos o, como
dice Jung, los arquetipos (v.) que están en el
principio de la constitución psíquica del hombre. Desde el punto de vista epistemológico
subyacente a esta investigación existe la hipótesis de construir una psicología objetiva, igual
para todos en sus elementos de principio,
atravesada por un sutil determinismo (v.),
porque el desarrollo psíquico de cada individuo no se desplazaría mucho del desarrollo
psíquico de la humanidad en general en el
curso de su progresiva evolución. No faltan
quienes maticen estas dos tesis, como en el caso de la definición de “esoedípico” aplicado a
los primitivos que, al crecer en grupo y no con
un padre y una madre bien definidos, no recorrerían las etapas edípicas descritas por Freud.
La segunda dirección de la investigación, sin
excluir la aplicabilidad del psicoanálisis a la interpretación de las diferentes culturas, rechaza
asumirla a priori como universalmente válida.
Esta posición tiene su principal representante
en Devereux, que dice: “No postulo en absoluto a priori la validez universal del psicoanálisis.
En consecuencia, metodológicamente y sólo
con fines demostrativos, negaré sin rodeos que
exista una ‘ciencia del psicoanálisis’ en el sentido en el que existe una ‘ciencia de la fisiología’, y postularé que lo que se entiende en general por psicoanálisis es sólo una serie de
conclusiones sociopsicológicas extraídas del estudio intensivo de la clase media vienesa de los
años precedentes a la primera guerra mundial.
Por esta razón, consideraré a Freud en este
contexto, no como el fundador de una nueva
ciencia, sino como un estudioso de psicología
y de sociología particularmente meticuloso,
que trabajó con los nativos de Viena y formuló
una serie de conclusiones generales válidas sólo para los vieneses” (1972: 81-83).
7] ETNOPSIQUIATRÍA. En este ámbito se examina
si es o no legítimo aplicar la nosografía de las
enfermedades mentales, tal como fueron elaboradas en Occidente, a culturas no occidentales. Este tipo de investigación, llamada también investigación psiquiátrica transcultural
(v. psicología transcultural), ha constatado
la falta de homogeneidad por la que, o se está
en presencia de síndromes reconocidos por
nosotros, como la histeria ártica presente en
Siberia, la psicosis witiko, caracterizada por
deseos canibalescos, el koro (v.) que es una
forma de delirio de castración, el latah (v.)
que es una especie de imitación convulsiva
del mundo circundante, el amok, una locura
homicida que se da sólo en los varones; o se
está en ausencia de formas psicóticas difundidas entre nosotros, como la esquizofrenia,
que según algunos no se manifiesta entre las
poblaciones no occidentalizadas, y la paranoia, difícilmente identificable porque puede
estar enmascarada por los ritos religiosos. Estas comprobaciones le han dado valor a la tesis de la psiquiatría social y de la antipsiquia-
ANTROPOMORFISMO / ANULACIÓN
tría según las cuales el componente sociocultural es decisivo en el desarrollo de la enfermedad, y en consecuencia la discriminación
entre “normal” y “patológico” es relativa. Sobre esta base se intentó una definición de desviación en términos relativos a la cultura y no
a la naturaleza, con referencia a los valores
medios compartidos por el grupo al que se
pertenece (v. norma, § 3). En el Segundo Coloquio Panafricano de Psiquiatría efectuado
en 1968 se llegó a la conclusión de que había
que reconocer la unidad fundamental de los
procesos psicopatológicos, por lo menos en sus
formas más graves, y la diversidad de las manifestaciones externas, además de las dificultades de reconocimiento, por lo que un esquizofrénico, integrado y honrado en el grupo como
chamán, no es percibido como patológico.
BIBLIOGRAFÍA:
Beattie, J. (1964); Benedict, R.
(1932); Benedict, R. (1934); Boas, F. (1948); Ceccarelli, F. (1978); Devereux, G. (1972); Freud, S.
(1912); Freud, S. (1912-1913); Freud, S. (1929);
Freud, S. (1934-1938); Galimberti, U. (1984); Galimberti, U. (1985); Jung, C.G. (1921); Jung, C.G.
(1934-1954); Jung, C.G. (1942-1948); Jung, C.G.
y K. Kerényi (1940-1941); Kardiner, A. (1939);
Kardiner, A. y E. Preble (1961); Lacan, J. (1953);
Lacan, J. (1957); Lacan, J. (1966); Lévi-Strauss,
C. (1947); Lévi-Strauss, C. (1958); Lévy-Bruhl, L.
(1910); Lévy-Bruhl, L. (1922); Lévy-Bruhl, L.
(1927); Linton, R. (1936); Linton, R. (1945); Malinowski, B. (1923); Malinowski, B. (1926-1927);
Malinowski, B. (1927); Malinowski, B. (1931);
Malinowski, B. (1939); Malinowski, B. (1944);
Marcuse, H. (1955); Mauss M. (1950); Mead, M.
(1935); Mead, M. (1949); Róheim, G. (1943); Róheim, G. (1950); Sapir, E. (1949); Steiner, F.B.
(1956); Warren N. (1977-1980); Whorf, B.L.
(1956); Wundt, W. (1912).
antropomorfismo (al. Anthropomorphismus; fr. anthropomorphisme; ingl.
anthropomorphism; it. antropomorfismo)
Tendencia a interpretar aspectos animados e
inanimados del entorno en analogía con la experiencia interior del hombre. Esta definición
general encuentra dos campos de aplicación:
1] La teología, en la que desde el pensamiento
místico de los primitivos hasta hoy existe la
95
tendencia a imaginar a la divinidad sobre el
modelo del hombre. Contra esta tendencia
combatieron la filosofía, desde Jenófanes hasta F. Nietzsche, y la ciencia, cuando en el siglo
XVI invitó a abandonar las lecturas antropomórficas de la naturaleza para poder interpretarla iuxta propria principia. 2] La etología, en
la que se atribuyen a los animales capacidades
psíquicas semejantes a las del hombre. C. Darwin y K. Lorenz aceptan la impostación antropomórfica y describen el comportamiento animal sobre el modelo humano. A ello se opone
la psicología animal (v.) de N. Tinbergen, para quien no existen elementos que justifiquen
la analogía entre la experiencia subjetiva de los
hombres y la de los animales.
BIBLIOGRAFÍA:
Darwin, C. (1872); Feuerbach, L.
(1841); Griffin, D. (1976); Lévy-Bruhl, L. (1931);
Lorenz, K. (1963); Tinbergen, N. (1951).
anulación (al. Ungeschehenmachen; fr.
annulation; ingl. undoing; it. annullamento)
Mecanismo de defensa por medio del cual el
sujeto tiende a comportarse de manera tal que
algo no se verifique, poniendo en acto formas
de pensamiento y de comportamiento de signo
opuesto. El fenómeno se encuentra también en
comportamientos normales cuando se retracta
una afirmación, se rehabilita un condenado, se
atenúa la importancia de un pensamiento, de
una palabra, de un acto. Pero mientras estas
operaciones tienden a anular y a atenuar el significado o las consecuencias de una acción, en
la anulación se tiende a negar la realidad de la
acción, con una conducta que tiene semejanzas
con el comportamiento mágico (v. ceremonial). Frecuente en las neurosis obsesivas de
comportamiento forzado, la anulación fue descrita por S. Freud en estos términos: “Tales acciones obsesivas de dos tiempos, cuyo primer
tempo es cancelado por el segundo, son de ocurrencia típica en la neurosis obsesiva. Desde
luego, el pensar consciente del enfermo incurre
en un malentendido respecto de ellas y las dota de una motivación secundaria: las racionaliza. Pero su significado real y efectivo reside en
la figuración del conflicto entre dos mociones
opuestas de magnitud aproximadamente igual,
y, hasta donde yo he podido averiguarlo, se tra-
96
APARATO OLFATIVO / APARATO PSÍQUICO
ta siempre de la oposición entre amor y odio.
Ellas reclaman un interés teórico particular
porque permiten discernir un nuevo tipo de
formación del síntoma. En vez de llegarse, como acontece por regla general en la histeria, a
un compromiso que contenta a ambos opuestos en una sola figuración, matando dos pájaros de un tiro, aquí los dos opuestos son satisfechos por separado, primero uno y después el
otro, aunque no, desde luego, sin que se intente establecer entre esos opuestos mutuamente
hostiles algún tipo de enlace lógico a menudo
violando toda lógica” (1909 [1976: 151-152]).
Ese mismo argumento lo han utilizado O.
Fenichel, quien pone el acento en los conflictos
interpulsionales que tienen sus raíces en la ambivalencia amor-odio, y A. Freud, que sitúa el
conflicto entre las pulsiones y el yo que encuentra un aliado en una pulsión opuesta de la que
se protege; como tal, la anulación debería clasificarse entre los mecanismos de defensa del yo.
BIBLIOGRAFÍA:
Fenichel, O. (1945); Freud, A.
(1936); Freud, S. (1909); Freud, S. (1925).
aparato olfativo (al. Geruchssystem;
fr. système olfactif; ingl. olfactory system; it. olfattivo, sistema)
Aparato sensible a estímulos de naturaleza química que se perciben como olores. Los estímulos se deben a sustancias que, difundidas en el
agua o en el aire, se ponen en contacto con células –receptores olfativos–, que se encuentran
localizadas en el epitelio de la parte más alta de
las fosas nasales. Las células olfativas son neuronas (v.) que dan origen a cilindroejes que se
reúnen en haces y forman las fibras del nervio
olfativo, que llega al bulbo olfativo, situado en
el rinencéfalo, y de aquí, mediante conexiones
sinápticas, origina la vía olfativa secundaria (o
radiación olfativa) que se extiende a todo el telencéfalo, centro de reunión de los estímulos
olfativos, de donde se originan las fibras eferentes. Una parte de los impulsos olfativos en
el hombre alcanza el neocórtex, por lo que estamos conscientes de las sensaciones olfativas
que a su vez determinan respuestas motivadas.
Desde el punto de vista evolutivo el olfato es
uno de los sentidos más primitivos: el área rinencefálica interesada es enorme en los peces
y abarca ambos hemisferios cerebrales, mien-
bulbo
olfativo
seno frontal
tracto olfativo
cartílago del
tabique nasal
nervios
olfativos
vestíbulo
nasal
Sección de la pared lateral del tabique nasal.
tras en los perros representa un tercio del área
total, y en el hombre un vigésimo.
Desde la Antigüedad ha habido diversos intentos de clasificación de los olores. Una reciente se basa en la semejanza de la estructura
molecular de compuestos químicos que tienen
olores parecidos. Se distinguen siete olores primarios: alcanforado, musgoso, floral, de menta, etéreo, picante y pútrido. Desde el punto de
vista psicofísico el olfato reviste mucha importancia en la búsqueda del alimento y en el reclamo sexual, ya que es un sistema relevador
de sustancias químicas que tienen un valor comunicativo entre individuos. En el hombre la
composición de las secreciones de dichas sustancias varía de una persona a otra y en la misma persona, según los estados de ánimo. En
sujetos muy trastornados se observa una sensibilidad incrementada hacia los olores corporales, como también un característico olor acre
en algunas formas de esquizofrenia. Los niños
se muestran más tolerantes que los adultos a
los olores desagradables. Además, con los olores se vincula toda una serie de asociaciones de
ideas, sensaciones y recuerdos relacionados
con experiencias determinadas.
aparato psíquico (al. Psychischer Apparat; fr. appareil psychique; ingl. psychic apparatus; it. apparato psichico)
Modelo teórico con el que S. Freud designa la
organización interna de la psique: “Nuestro su-
APARATO PSÍQUICO
puesto de un aparato psíquico extendido en el
espacio, compuesto con arreglo a fines, desarrollado en virtud de las necesidades de la vida,
aparato que sólo en un lugar preciso y bajo
ciertas condiciones da origen al fenómeno de
la conciencia, nos ha habilitado para erigir la
psicología sobre parecidas bases que cualquier
otra ciencia natural, por ejemplo la física”
(1938 [1976: 198]). Como es fácil comprobar, el
concepto del aparato psíquico, que Freud formuló por primera vez en el “Proyecto de psicología” de 1895 y no abandonó nunca, aunque
fue modificando, en el curso del tiempo, su estructura completa, muestra la influencia de la
psicología fisicalista de la segunda mitad del siglo XIX, y en especial de la psicofísica de G.Th.
Fechner, de quien Freud tomó las bases teóricas que le permitieron concebir la energía psíquica o libido (v.) en sentido cuantitativo, observable desde tres puntos de vista: dinámico,
económico, temático.
1] EL PUNTO DE VISTA DINÁMICO. Este fenómeno
concibe los fenómenos psíquicos como resultado de conflictos de fuerzas en los que se expresa la energía psíquica. Así la acción permanente del inconsciente encuentra una fuerza, también permanente, que le impide el acceso a la
conciencia. Este carácter dinámico explica la
resistencia (v.), la formación de compromiso
(v.), los derivados de la represión (v.), la conversión (v.) y en general las relaciones psicofísicas por las que lo psíquico se convierte en lo
somático y lo somático en lo psíquico, sin alterar las equivalencias dinámico-energéticas, ya
sea que la energía psíquica se manifieste con el
cuerpo o que se exprese con la mente.
2] EL PUNTO DE VISTA ECONÓMICO. Como escribe
Freud, éste “aspira a perseguir los destinos de
las magnitudes de excitación y a obtener una
estimación por lo menos relativa de ellos” (1915
[1976: 187]). Desde el punto de vista económico
el aparato psíquico, llamado antes neurónico y
después psíquico, tiene la función de mantener
en el nivel más bajo posible la energía que circula por él. Este “trabajo”, como lo llama Freud,
se manifiesta en la descarga (v.) de la energía,
en su desplazamiento (v.), y en todas las operaciones de investimiento (v.) y de desinvestimiento en las que se manifiesta la dinámica psíquica. La concepción económica de la energía
abarca las nociones de catarsis (v.), abreac-
97
ción (v.) y supresión (v.) y en general todas las
dinámicas de las pulsiones por lo que se refiere
a la fuente de la excitación, la meta a la que tienden, el objeto que de cuando en cuando invisten, por lo que, por ejemplo, un síntoma moviliza una determinada cantidad de energía tomándola de otras actividades; o bien el narcisismo, o investimiento libidinal del yo, se refuerza
a costa del investimiento del objeto, etc. (v. libido, § 1). Desde el punto de vista económico tiene especial importancia la diferencia entre la
energía libre del sistema inconsciente, la ligada
del sistema preconsciente, y la movible de sobreinvestimiento para la conciencia. Freud hereda estas diferenciaciones de las teorías físicas
de H.L.F. von Helmholtz, que designó energía libre a “la que es capaz de transformarse libremente en otros tipos de trabajos” y energía ligada “la que puede manifestarse sólo bajo la forma
de calor” (1902:18). Después de una primera
atribución de las dos formas de energía a la
transmisión neuronal, Freud denomina libre a
la energía inconsciente que tiende a la descarga
en el modo más rápido y directo posible, y ligada a la que se manifiesta en el sistema consciente, en el que el movimiento hacia la descarga está retardado, controlado o desviado. El estado
libre de la energía precede, para Freud, al ligado, que caracteriza un grado más alto de estructuración del aparato psíquico (v. libido, § 1, e).
3] EL PUNTO DE VISTA TEMÁTICO. Éste prevé que el
aparato psíquico se compone de un conjunto
de subsistemas con funciones y caracteres diversos, dispuestos según un orden que permite
representarlo de manera espacial como lugares
psíquicos. También aquí Freud es deudor de las
teorías anatomofisiológicas de las localizaciones cerebrales del siglo XIX y en especial de la
teoría de T. Meynert, que postulaba la conciencia como fenómeno de la “superficie” de la corteza cerebral y los instintos como expresiones
epifenómicas de las estructuras “subcorticales”.
En efecto, escribe Freud: “Nuestros dos supuestos se articulan con estos dos cabos o comienzos de nuestro saber. El primer supuesto atañe
a la localización. Suponemos que la vida anímica es la función de un aparato al que atribuimos
ser extenso en el espacio y estar compuesto por
varias piezas; nos lo representamos, pues, semejante a un telescopio, un microscopio o algo así.
Si dejamos de lado cierta aproximación ya ensayada, el despliegue consecuente de esa repre-
98
APARATO PSÍQUICO
sentación es una novedad científica. Hemos llegado a tomar noticia de este aparato psíquico
por el estudio del desarrollo individual del ser
humano. Llamamos ello a la más antigua de estas provincias o instancias psíquicas: su contenido es todo lo que es heredado, lo que se trae
con el nacimiento, lo establecido constitucionalmente; en especial, entonces, las pulsiones
que provienen de la organización corporal, que
aquí [en el ello] encuentran una primera expresión psíquica, cuyas formas son desconocidas
para nosotros. Bajo el influjo del mundo exterior real-objetivo que nos circunda, una parte
del ello ha experimentado un desarrollo particular; originalmente un estrato cortical dotado
de los órganos para la recepción de estímulos y
de los dispositivos para la protección frente a
éstos, se ha establecido una organización particular que en lo sucesivo media entre el ello y el
mundo exterior. A este distrito de nuestra vida
anímica le damos el nombre de yo” (1938
[1976: 143-144]).
4] EL PUNTO DE VISTA GENÉTICO. Aunque no aparezca explícitamente entre las definiciones metapsicológicas con que Freud caracteriza el
aparato psíquico, el punto de vista genético se
puede localizar en todos los enunciados psicoanalíticos: de la historia de la sexualidad infantil
(v. sexualidad, § 2) al supuesto de fases específicas del desarrollo de la libido (v. fase, § 2); de
la hipótesis de un punto de fijación (v.) a la posibilidad de regresión (v.) aceptados como
principios explicativos de la neurosis. Por lo demás el mismo Freud declara que “de las formaciones anímicas infantiles nada sucumbe en el
adulto a pesar de todo el desarrollo posterior.
Todos los deseos, mociones pulsionales, modos
de reaccionar y actitudes del niño son pesquisables todavía presentes en el hombre maduro,
y bajo constelaciones apropiadas pueden salir
a la luz nuevamente. No están destruidos, sino
situados bajo unas capas que se les han superpuesto, como se ve precisada a decirlo la psicología psicoanalítica con su modo de figuración
espacial. Así, se convierte en un carácter del pasado anímico o no ser devorado por sus retoños, como lo es el histórico; persiste junto a lo
que devino desde él, sea de una manera sólo
virtual o en una simultaneidad real. Prueba de
esta aseveración es que el sueño de los hombres
normales revive noche tras noche el carácter infantil de éstos y reconduce su entera vida aní-
mica a un estadio infantil. Este mismo regreso
al infantilismo psíquico (regresión) se pone de
relieve en las neurosis y psicosis, cuyas peculiaridades pueden ser descritas en buena parte como arcaísmos psíquicos. En la intensidad que
los restos infantiles hayan conservado en la vida anímica vemos la medida de la predisposición a enfermar, de suerte que ella pasa a ser
para nosotros la expresión de una inhibición en
el desarrollo. Ahora bien, lo que en el material
psíquico de un ser humano permaneció infantil, reprimido como inviable, constituye ahora
el núcleo de su inconsciente, y creemos poder
perseguir en la biografía de nuestros enfermos,
cómo eso inconsciente, sofrenado por las fuerzas represoras, está al acecho para pasar al quehacer práctico y aprovecha las oportunidades
cuando las formaciones psíquicas más tardías y
elevadas no consiguen sobreponerse a las dificultades del mundo real. En estos últimos años
los autores psicoanalíticos han reparado en que
la tesis: ‘la ontogénesis es una repetición de la
filogénesis’ tiene que ser también aplicable a la
vida anímica” (1913 [1976: 186-187]). Se deduce que el punto de vista genético debe tomar en
cuenta dos componentes fundamentales: por
un lado las experiencias de la primera infancia
como influencias predisponentes, por el otro el
tejido filogenético, ontogenéticamente repercutido, con su potencial carga patógena.
5] LAS DOS CONCEPCIONES DEL APARATO PSÍQUICO.
En la visualización del aparato psíquico
Freud estableció dos supuestos:
1] En el primer supuesto Freud distinguió tres
sistemas: el inconsciente (v.), el preconsciente (v.) y el consciente (v.), cada uno de ellos
con su función, su tipo de proceso, su energía
de investimiento y sus contenidos representativos. Entre un sistema y el otro Freud supone
censuras que controlan el paso de los contenidos psíquicos. Los sistemas pueden ser recorridos en sentido progresivo o regresivo, como en
los sueños, en los que los pensamientos asumen
la forma visual de las alucinaciones retrocediendo hasta los niveles de la percepción que se
sitúa en el inicio del recorrido de la excitación.
2] En el segundo supuesto las instancias son
el ello (v.), que es el polo pulsional de la personalidad, el yo (v.), que representa los intereses de la personalidad investida de la libido
narcisista, y el superyó (v.), que se deriva de
las exigencias y de las prohibiciones parenta-
APARICIÓN / APATÍA
les y representa un papel judicial y de crítica.
Este segundo supuesto, que aparece en los escritos posteriores a 1920, imagina los sistemas como personas relativamente autónomas
en el interior de la personalidad. El primer supuesto está construido a partir del proceso de
represión por el que tomaría consistencia el
inconsciente, mientras que el segundo está
caracterizado por un punto de vista genético
más marcado que prevé una diferenciación
gradual de las instancias psíquicas a partir del
inconsciente, denominado ello (v.) en el segundo supuesto, que hunde sus raíces en el
sustrato biológico (v. estrato, teoría de los).
6] CRÍTICAS A LA CONCEPCIÓN FREUDIANA DEL APARATO PSÍQUICO. Después de Freud los teóricos asumieron, a propósito del aparato psíquico, dos
posiciones contrapuestas; algunos consideraron que era el elemento que justifica el derecho
del psicoanálisis a plantearse como ciencia objetiva, no menos exacta en sus formulaciones
que las otras disciplinas mejor establecidas desde tiempo antes y otros lo rechazaron porque
consideraron que alcanza la objetividad sacrificando al sujeto con sus características no reducibles a lo físico. Desde este punto de vista la
crítica más abundante viene de la psicología de
orientación fenomenológica y en especial de L.
Binswanger, para quien, una vez traducido a
términos físicos el orden de los significados psíquicos, Freud no puede evitar la objetivación
del sujeto requerida por la exigencia de las ciencias exactas pero señala que, en el caso de la psicología, se corre el peligro de perder precisamente lo que es peculiar de esta disciplina, a saber las características psíquicas de la subjetividad. Esto es especialmente evidente en el lenguaje, en el que el sujeto no puede decir de sí
mismo “yo”, sino que sólo puede entenderse a
partir del aparato psíquico que tiene un yo, así
como tiene un ello y un superyó. Además se
pierde la intencionalidad (v.) del sujeto y su
apertura al mundo que el aparato psíquico, por
sus características diseñadas de acuerdo con el
modelo de la física, no puede abarcar (v. análisis existencial, § 1).
BIBLIOGRAFÍA:
Binswanger, L. (1936); Fechner,
G.T. (1860); Freud, S. (1895); Freud, S. (1913);
Freud, S. (1915); Freud, S. (1922); Freud, S.
(1938); Helmholtz, H.L.F. von (1882); Meynert,
T. (1890).
99
aparición (al. Erscheinung; fr. apparition; ingl. apparition; it. apparizione)
Término genérico que puede referirse a una
alteración perceptiva (v. percepción), a una
ilusión (v.) óptica con manifestaciones transitorias en los trastornos de la conciencia (v.,
§ 3), o a la percepción extrasensorial en los fenómenos parapsicológicos (v. parapsicología, § 1).
apatía (al. Apathie; fr. apathie; ingl.
apathy; it. apatia)
El término, de origen griego, significa impasibilidad, insensibilidad, ausencia de pasiones
(de π′αυος con α privativa). Introducido por
los estoicos para indicar la serenidad del alma
que se alcanza con la independencia del influjo de las pasiones, lo retomó B. Spinoza para
denominar el grado de perfección que se alcanza en la actividad racional cuando se libera del mundo de los afectos. I. Kant señaló la
apatía como ideal de la razón y como estadio
posterior al de la simpatía (v.), que sirve para
guiar al hombre antes de que la razón alcance su madurez.
En psicología el término tiene un significado negativo y se refiere a la indiferencia afectiva por situaciones que normalmente suscitan
interés o emoción. Frecuente en las depresiones, en las que están canceladas la capacidad
de alegrarse y la posibilidad de cualquier proyección optimista en el futuro, la apatía es
usual también en las esquizofrenias hebefrénicas en las que el sujeto, absorto en los fantasmas de su mundo interior, demuestra una
escasísima capacidad de reaccionar emocionalmente a los estímulos del mundo exterior
y a las relaciones interpersonales. La apatía
puede manifestarse también en sujetos sanos
que viven por largo tiempo situaciones rutinarias o frustrantes, en personas que han vivido
recientemente un fuerte estado de ansiedad o
de excitación, o una fuerte crisis afectiva, y finalmente en los que padecen prolongadas
permanencias en hospitales, manicomios, prisiones u otros tipos de instituciones que reducen el intercambio con el mundo exterior.
BIBLIOGRAFÍA:
(1943).
Bleuler, E. (1911-1960); Young, P.T.
100
APERCEPCIÓN / APLICACIÓN
apercepción (al. Apperzeption; fr. aperception; ingl. apperception; it. appercezione)
Término históricamente importante, pero escasamente usado en la psicología contemporánea. Introducido por G.W. Leibniz, lo utilizaron en psicología J.F. Herbart y W. Wundt
con dos significados diferentes. Para Herbart
apercepción es el proceso por el cual la nueva
experiencia se adapta a la totalidad de la experiencia pasada del individuo, formando con
ésta un nuevo orden representativo. Para
Wundt es el proceso por el cual un contenido
de conciencia aparece con mayor claridad si
va acompañado por un sentimiento de actividad, en contraposición a la sensación, que es
pasiva. El concepto, además, fue utilizado por
Wundt para diferenciar los vínculos asociativos, que se presentan automáticamente, de
los aperceptivos, que resultan de una actividad consciente y reflexiva.
Hoy el término apercepción sobrevive únicamente como título de una prueba proyectiva
que es el TAT (v.) (test de apercepción temática), y como categoría del esquema introducido
por W. Stern para diferenciar las fases de apercepción en los niños: 1] estado de la sustancia;
2] de la acción; 3] de la relación; 4] de la cualidad, que se alcanza alrededor de los 14 años.
En psicología analítica el término apercepción fue retomado por C.G. Jung y diferenciado en dos modalidades: activa y pasiva. “La
primera es un proceso gracias al cual el sujeto
por sí, por motivos propios, conscientemente,
toma con atención un nuevo contenido y lo asimila a otros contenidos listos para recibirlo; la
segunda es un proceso por el cual un nuevo
contenido se impone a la conciencia desde
afuera (a través de los sentidos) o desde adentro (desde el inconsciente), obligando, por así
decirlo, a la atención y a la consideración del
sujeto a encargarse del proceso. En el primer
caso el acento de la actividad cae sobre el yo,
en el segundo cae sobre el nuevo contenido que
se impone a la atención” (1921: 422).
BIBLIOGRAFÍA:
Herbart, J.F. (1813); Jung, C.G.
(1921); Leibniz, G.W. (1703); Murray, H.A.
(1943); Stern, W. (1935); Wundt, W. (1896).
apetencia
v. ATRACCIÓN–REPULSIÓN,
TEORÍA DE LA.
apetito
v. ALIMENTACIÓN, §1.
aplanamiento (al. Abflachung; fr. aplatissement; ingl. flattening; it. appiattimento)
Trastorno de la afectividad (v.) caracterizado
por un empobrecimiento general de la reactividad emotiva, que nunca resulta adecuada al
estímulo. El sujeto con una afectividad aplanada es descrito generalmente como monótono, emotivamente apagado, privado de vivacidad, insensible y frío. Quien sufre de aplanamiento se lamenta de que la realidad le parece
extraña y que por consiguiente sus respuestas
le resultan forzadas, falsas e inauténticas.
aplazamiento (al. Aufschub; fr. renvoi;
ingl. delay; it. differimento)
Dilación de una acción respecto al estímulo
interno o externo que lo provoca. El término
se utiliza en:
1] Psicología experimental, donde I.M.L. Hunter, obligando al conejillo a actuar un poco
después de la interrupción del estímulo, pudo
cuantificar, gracias al aplazamiento de la acción, el tiempo que el estímulo permanece en
la memoria.
2] Psicoanálisis, donde el aplazamiento se refiere a la satisfacción de la pulsión, y cuya dilación señala el paso del principio del placer
(v., § 1) al principio de realidad (v. § 3). El
aplazamiento debe diferenciarse de la postergación (v.) (Nachstellung), que es un desplazamiento temporal de la reacción afectiva con
el fin de diferenciarse del afecto.
BIBLIOGRAFÍA: Freud, S. (1920); Hunter, I.M.L. (1964).
aplicación (al. Eifer; fr. application;
ingl. application; it. applicazione)
Capacidad de empeñarse en la ejecución de
una actividad práctica o teórica con determinación, concentración y continuidad. El término, que indica también la calidad relativa
APNEA PSICÓGENA / APRAXIA
del carácter de quien se aplica de tal modo, es
de antiguo uso en la pedagogía escolar que
trata de explicar causas, condiciones y modalidades (v. escolar, formación).
aplicada, psicología
v. PSICOLOGÍA APLICADA.
apnea psicógena (al. Psychogenische
Apnoe; fr. apnée psychogénique; ingl.
psychogenic apnoea; it. apnea psicogena)
Paro de origen nervioso de los movimientos
respiratorios, frecuente en los niños entre los
6 meses y los 3 años de edad. Generalmente
está causada por una manifestación imprevista de cólera después de la frustración de un
deseo, o por una crisis de angustia. En esta situación el niño puede llegar a una interrupción momentánea de la respiración, acompañada de cianosis transitoria e incluso puede
presentarse con convulsiones, sin que se trate
de epilepsia. La apnea infantil debe diferenciarse de las formas de apnea que se registran
durante el sueño y que causan el despertar (v.
sueño, § 3, b).
apolíneo
v. TIPOLOGÍA, § 3, b.
a posteriori
v. A PRIORI–A POSTERIORI.
apoyo
v. ANACLISIS.
apoyo, psicoterapia de
v. PSICOTERAPIA, § 3.
apratognosia (al. Aprattognosie; fr.
aprattognosie; ingl. aprattognosia; it.
aprattognosia)
Trastorno de la acción que puede depender de
una falta de reconocimiento del propio cuerpo (somatognosia), de trastornos de la percep-
101
ción visual, auditiva, táctil y olfativa (agnosia), de un déficit de las capacidades gestuales
(apraxia). Estos trastornos aparecen en presencia de lesiones que interesan las zonas asociativas de los dos hemisferios: el derecho, que
tiene mayor importancia en el orden de las acciones, y el izquierdo, en el que se fijan las adquisiciones lingüísticas que nos permiten
transmitir a los demás las informaciones relativas a nuestro esquema corporal y, a través de
esto, al mundo que nos rodea. El “hacer”, en
efecto, implica un “saber” qué cosa se debe
hacer. El elemento cognoscitivo, que puede
estar comprometido en las diferentes formas
de agnosia, no está nunca separado del elemento operativo, que puede estar comprometido en las diferentes formas de apraxia. Este
vínculo, traducido al lenguaje neurológico,
subraya la interdependencia entre los trastornos de las funciones superiores y las alteraciones de las vías nerviosas y sensoriales. La
apratognosia es, por lo tanto, la clasificación
que abarca la diversas formas de agnosia (v.),
apraxia (v.) y somatoagnosia (v.).
apraxia (al. Apraxie; fr. apraxie; ingl.
apraxia; it. aprassia)
Inhabilidad en la ejecución gestual (v. gesto, §
1 y movimiento, § 1, b) por lesiones corticales
de las zonas de asociación (v. motricidad), o
por defecto del control sensitivo (que es esencialmente propioceptivo) o del control sensorial (que es esencialmente visual, pero también
laberíntico, auditivo, olfativo, etc.). Cuando la
apraxia depende no sólo de la incapacidad de
ejecución, sino también de un defecto de conocimiento relativo a lo que se debe hacer (v. agnosia), se habla de apratognosia (v.).
1] NEUROLOGÍA. En la literatura neurológica se
distinguen cuatro formas de apraxia: a] motriz
o cinética, debida a la pérdida de los esquemas
de la memoria cinestésica para la ejecución de
actos correctos, sobre todo los movimientos finos; b] ideomotriz o idiocinética, en la que el esquema de la memoria está conservado, pero no
es accesible al llamado voluntario, por lo que es
imposible ejecutar su orden o, por imitación,
los mismos movimientos que pueden realizarse
automáticamente; c] ideativa, por la incapacidad para formular un programa de acción,
102
APREHENSIÓN / APRENDIZAJE
aunque no esté comprometida la capacidad de
ejecutar cada una de las secuencias; d] constructiva, en la que se revela una incapacidad para integrar las partes con el todo por trastornos
en la organización espacial.
la dirección del hemisferio izquierdo. En sentido amplio se habla de apraxia unilateral a propósito de la escasa o nula utilización de una de
las extremidades superiores.
BIBLIOGRAFÍA:
2] PSICOMOTRICIDAD. En la bibliografía sobre
psicomotricidad, que se construye en el modelo genético (v. epistemología genética) de
J. Piaget, se llegó a la siguiente caracterización de las apraxias: a] sensorio-cinética, que
no presenta trastornos en la representación
del acto sino en la síntesis sensomotriz que es
la base de su ejecución; b] somato-espacial,
debida a una desorganización conjunta del esquema corporal (v. cuerpo, § 1) y de las coordinaciones espaciales; c] simbólica, debida a
una desorganización general de la actividad
simbólica que incluye también el lenguaje
(v., § 5). Piaget pone en evidencia la correspondencia entre estas tres formas de apraxia
y los tres estadios del desarrollo cognoscitivo
( v. cognición, § 2).
3] FORMAS DE APRAXIA. Las diversas formas de
apraxia se identifican según se refieran a los
objetos, a la gestualidad o a la reproducción de
las formas. a] En el uso de los objetos se identifica una apraxia propiamente dicha, que depende de una lesión del área cortical parieto-temporo-occipital que conlleva una reducción o
destrucción de los engramas que unen todas las
experiencias aprendidas en el propio cuerpo y
las aprendidas en las cosas y el espacio que las
circunda, y una dispraxia, que es una dificultad
para ejecutar movimientos precisos por incapacidad de adaptar la estructura del movimiento a la configuración del objeto, o por incapacidad de ordenar los movimientos en relación
con el cuerpo (v. somatoagnosia). b] En la gestualidad se habla de apraxia tanto por lo que
concierne a la imitación de los gestos de los demás como por lo que toca a la comunicación
gestual que acompaña la comunicación lingüística (v. gesto, § 1, 3). c] En la reproducción
de las formas la pérdida del “saber hacer” toma
el nombre de apraxia constructiva o amorfosíntesis, porque en cada construcción para la reproducción de formas es necesaria una síntesis
de dos mecanismos asociativos: el análisis visual-táctil dirigido por el hemisferio derecho, y
la disponibilidad de las connotaciones simbólicas que dan el significado de las formas, bajo
Ajuriaguerra, J. de (1960); Argyle
M. (1965); Doron, R. (1971); Leroi-Gourhan, A.
(1964-1965); Orlic, M.L. (1971); Piaget, J. (1936);
Piaget, J. (1960).
aprehensión (al. Auffassung; fr. appréhension; ingl. apprehension; it. apprensione)
Término de origen filosófico empleado por I.
Kant para denominar el acto con el cual el múltiplo sensible es sintetizado en las formas puras
del espacio y del tiempo. En psicología algunos
hablan de aprehensión para indicar una evaluación inmediata de objetos, cualidades o
acontecimientos que tienen características de
simplicidad, y la colocan entre la percepción
(v.) y la comprensión (v. psicología comprensiva); otros la aceptan como sinónimo de apercepción (v.) para denotar la elaboración consciente de materiales recibidos por primera vez
y correlacionados con los materiales existentes
de la experiencia. Por último, el término es usado para indicar una sensación confusa y ansiógena dirigida al futuro, y en este caso se convierte en un sinónimo de ansiedad ante un peligro inminente o una perspectiva incierta.
aprendizaje (al. Erlernung; fr. acquisition; ingl. learning; it. apprendimento)
Proceso psíquico que permite una modificación perdurable del comportamiento por
efecto de la experiencia. Con esta definición
se excluyen todas las modificaciones de breve
duración debidas a condiciones temporales,
episodios aislados, acontecimientos ocasionales, hechos traumáticos, mientras que la referencia a la experiencia excluye todas aquellas
modificaciones determinadas por factores innatos o por procesos biológicos de maduración. Por lo general suelen diferenciarse dos
tipos de aprendizaje:
I. El aprendizaje asociativo, llamado también simple o mecánico, basado en la relación
estímulo-respuesta, que permite la formación
de las costumbres. Esto abarca el condiciona-
APRENDIZAJE
miento clásico, el condicionamiento operante
y el aprendizaje de respuesta combinada.
II. El aprendizaje cognoscitivo, llamado
complejo, que involucra funciones psíquicas
superiores, como la percepción, la inteligencia y en general los procesos cognoscitivos
propios del hombre y que pueden hacerse extensivos, de manera limitada, a los mamíferos
superiores.
I. El aprendizaje asociativo
1] EL CONDICIONAMIENTO CLÁSICO. Con esta expresión nos referimos al descubrimiento hecho por el fisiólogo ruso I.P. Pavlov de que, al
someter perros a algunos estímulos presentados durante el consumo del alimento, comprobó que dichos estímulos provocaban una
secreción salival aun cuando el alimento no
fuera efectivamente suministrado. De esta
manera, en una jaula experimental, a un estímulo neutral, llamado condicionado (EC), como por ejemplo una luz intermitente y una
señal acústica, le seguía un estímulo incondicionado (EI) que consistía generalmente en el
suministro de alimento en el grado necesario
para provocar la respuesta incondicionada
(RN), o sea la salivación. Después de un número suficiente de tales “pruebas de condicionamiento”, constituidas por la secuencia fija ECEI-RI, el estímulo condicionado era capaz de
provocar la respuesta no condicionada aun
en ausencia del suministro de alimento. Pavlov explicó dichos reflejos condicionados basándose en la teoría del asociacionismo (v.)
según la cual, después de la combinación del
estímulo condicionado con el suministro de
alimento, se crea en el animal una asociación tal entre los dos hechos que la presentación del estímulo condicionado activa la representación mental del alimento (o estímulo incondicionado), que a su vez evoca la salivación (o respuesta incondicionada), tal como la habría evocado la aparición real de la
comida misma. Después de hacer extensivo
el condicionamiento pavloviano a diversas
especies animales y al hombre, en el que resultan condicionadas, por ejemplo, diversas
funciones orgánicas, además de algunas
reacciones emocionales, como el miedo o la
ansiedad, ciertos autores sostienen que todos
los tipos de aprendizaje pueden atribuirse al
condicionamiento clásico, mientras otros son
103
de la opinión de que éste se limita a las reacciones que dependen del sistema nervioso autónomo, pero que es insuficiente para explicar las formas de aprendizaje que involucran
procesos superiores.
Las leyes que se pueden deducir del condicionamiento clásico son las siguientes:
a] El refuerzo: en el condicionamiento clásico se da por el acoplamiento de EC y EI. El período durante el cual el organismo aprende la
asociación entre EC y EI se llama fase de adquisición del condicionamiento, que puede ser simultánea, cuando EC precede por una fracción
de segundo a EI y se mantiene activo hasta la
aparición de la respuesta; diferido cuando EC
se introduce bastantes segundos antes de EI y
perdura hasta la aparición de la respuesta; de
indicio cuando EC se retira antes de que se inicie EI. Cuando la respuesta se mantiene más o
menos en el mismo nivel se habla de nivel estable de respuesta o asíntota de la curva de
aprendizaje, respecto a la que nuevas pruebas
de adquisición no llevan a ningún crecimiento
de los resultados. Los recursos para medir la
eficacia del refuerzo son la amplitud de la respuesta condicionada (RC) que, en el ejemplo de
los perros de Pavlov, es la cantidad de saliva
secretada; la latencia, que es el tiempo que
transcurre entre EC y RC; el número de pruebas
necesarias para alcanzar un nivel de condicionamiento preestablecido, y la probabilidad de
aparición de la respuesta, ya que RC no se activa necesariamente en cada presentación de EC.
b] La extinción es la repetición del estímulo
condicionado sin respuesta. La omisión repetida de EN que conlleva la eliminación del refuerzo hace disminuir gradualmente, hasta la extinción, las respuestas condicionadas. La extinción no excluye que RC, después de un período
de reposo, pueda reaparecer aun sin la intervención de un refuerzo; en este caso se habla
de recuperación espontánea.
c] La generalización es la capacidad de reaccionar a nuevas situaciones cuando éstas se
parecen a otras ya familiares, por lo que si un
perro aprende a salivar con el sonido sol, salivará también en respuesta a sonidos más altos
o más bajos. Tanto las más elementales respuestas sensoriales como las respuestas de representaciones abstractas pueden ser objeto de
una generalización, como en el caso del condicionamiento semántico, cuando un sujeto, condicionado por la palabra “bueno” da la misma
104
APRENDIZAJE
respuesta condicionada cuando oye la descripción de una buena obra. Se llama gradiente de
generalización a la relación entre la amplitud
de RC y la diversificación de EC. De hecho se
comprueba que la amplitud disminuye conforme se reduce la semejanza del estímulo condicionado con el estímulo original.
d] La discriminación es lo opuesto de la generalización, porque mientras esta última es
una respuesta a las analogías, la discriminación es una respuesta a las diferencias, que se
obtiene mediante refuerzo y extinción selectivos. Cuando por ejemplo un niño aprende por
primera vez a decir “mamá”, usará este nombre para cualquier mujer; después, mediante
refuerzo y extinción diferenciada, la respuesta será finalmente circunscrita a la verdadera
madre.
2] EL CONDICIONAMIENTO OPERANTE. Mientras en
el condicionamiento clásico de tipo pavloviano
la acción del organismo es una respuesta a un
estímulo, en el condicionamiento operante es
una operación que el organismo realiza en el
medio con miras a un objetivo. Se considera
que el condicionamiento operante, a diferencia del clásico, actúa en las reacciones del
comportamiento a través del sistema nervioso
central, al que debe recurrir para las respuestas voluntarias. El concepto de condicionamiento operante, introducido por E.L. Thorndike con la denominación de condicionamiento instrumental o de aprendizaje por ensayo y
error (v. IV), se basa en la ley del efecto, formulada por el mismo Thorndike, según la cual
las respuestas reforzadas por algo de lo que el
animal tiene necesidad, que quiere o desea
tienen mayores probabilidades de verificarse
que otras. A la ley del efecto llegó Thorndike
metiendo un gato en una jaula experimental,
en la que era necesario levantar una palanca
para salir y tener acceso al alimento. Verificando los tiempos de las pruebas se podía notar que el gato pasaba cada vez menos tiempo en la jaula, hasta que, después de unos
veinte intentos, era capaz de salir en cuanto
lo metían. Al igual que en los experimentos
de Pavlov, también en este caso el refuerzo está representado por la comida, pero su aparición no depende de un estímulo condicionado sino de un comportamiento (v., § 2) específico del animal. Ésta fue la razón por la cual
B.F. Skinner llamó a este condicionamiento
“operante”, enriqueciendo la experimentación con la introducción de refuerzos positivos (el alimento) y refuerzos negativos (la
descarga eléctrica) que acercan el efecto placentero o alejan el desagradable cuando se da
la respuesta correcta (v. atracción-repulsión, teoría de la).
Skinner y la psicología experimental a partir de él procedieron a determinar los llamados parámetros del refuerzo, y precisaron la
cantidad, por la cual cuanto mayor es el refuerzo tanto más rápido es el aprendizaje; el
tiempo, por el cual la recompensa o el castigo
alcanzan la máxima eficiencia cuando son inmediatos; la naturaleza del refuerzo, por la
cual el alimento, el agua y la suspensión de
una descarga eléctrica, con la consiguiente reducción del hambre, de la sed o del dolor, están entre los refuerzos más eficientes. Con base en esta última comprobación fue posible
explicar por qué los acontecimientos reforzadores aumentan la probabilidad de la respuesta, y formular la teoría del refuerzo como
reducción de las pulsiones.
Gran parte de la conducta humana puede
considerarse como expresión de un condicionamiento operante, como girar una llave en
la cerradura para abrir una puerta, estudiar
para ser aprobados; en estos casos el comportamiento no está provocado por un estímulo condicionante sino, como decía Thorndike, por la “consecuencia placentera” que se
deriva de él. Se encuentran entre las “consecuencias placenteras” los refuerzos verbales
de aprobación o de desaprobación, sociales
de integración o de aislamiento con miras a
un comportamiento cada vez más adaptado
al ambiente. Desde este punto de vista el condicionamiento operante puede considerarse
como una forma de terapia de la conducta
(v., § 4), en la que el terapeuta recompensa o
refuerza con su propia actitud determinados
discursos o acciones del paciente que están
en la línea de la conducta deseada. Se recurre al condicionamiento operante en la terapia de niños autistas (v.), con la cual el terapeuta refuerza los sonidos más cercanos a
las palabras, para después usarlos como base para la formulación de palabras correctas,
y en todas las formas de aprendizaje programado, en las que las respuestas positivas
funcionan como refuerzo para el aprendizaje sucesivo.
APRENDIZAJE
3] EL APRENDIZAJE DE RESPUESTAS COMBINADAS.
a] Mientras el condicionamiento clásico y el
condicionamiento operante, aun con sus significativas diferencias, se refieren a una sola
respuesta que, aunque compleja, es identificable como un acto unitario, el aprendizaje de
respuestas combinadas se refiere a un conjunto de actos o secuencias del comportamiento
que deben ser coordinadas entre sí para que
la respuesta sea adecuada a la situación. Entran en este campo todas las habilidades (v.),
algunas de las cuales, como la habilidad sensomotriz y la memorización mecánica, fueron
estudiadas en laboratorio, donde se pudo
comprobar, en el primer caso, que andar en
bicicleta, dar un salto mortal desde el trampolín, tocar el piano, no significan sólo destreza
en la ejecución de la acción, sino la combinación de más habilidades, en el sentido de que
quien anda en bicicleta debe estar atento al
tráfico y evitar colisiones, que el clavadista
debe calcular el tiempo en proporción a la altura, que el pianista debe leer las notas y tratar de tocar con sentimiento. Estas consideraciones ponen en evidencia el control sensorial
de la actividad, más allá de la habilidad muscular. En la memorización mecánica, que a
diferencia de la lógica prevé el aprendizaje
palabra por palabra, elemento por elemento,
mediante repetición, desarrolla un papel decisivo la solidez individual de las asociaciones
(v.), tanto en la memorización serial, como
aprender de memoria una poesía o las partes
de un texto teatral, como en el aprendizaje por
pares asociados, en el que una palabra desempeña el papel de estímulo a la palabra que se
asocia con ella.
b] El aprendizaje de respuestas combinadas
se mide por la curva de aprendizaje, representación gráfica que registra los niveles de capacidad de un sujeto en el curso de las pruebas
sucesivas a que es sometido, y de las que es
posible inferir el grado de aprendizaje sensomotor, por ejemplo en un ejercicio de gimnasia, o mnemotécnico-verbal, por ejemplo una
poesía o una lengua. En la curva la abcisa indica los valores numéricos relativos al ejercicio, y por lo tanto el número de pruebas y el
tiempo empleado en ejecutarlas, mientras la
ordenada señala los valores numéricos relativos al aprovechamiento, y por lo tanto el número de errores cometidos y de elementos
aprendidos. En las curvas de aprendizaje se
105
pueden encontrar mesetas que corresponden
a los períodos en los que, no obstante la práctica, el aprendizaje no mejora, así como, con
la cesación del ejercicio, la curva del aprendizaje se convierte en curva de retención y olvido (v. memoria, § 4). Cuando el progreso del
aprendizaje es rápido al principio y progresivamente se hace más lento, hasta llegar a un
nivel de aprovechamiento uniforme, la curva
que se obtiene se acelera en sentido negativo,
y lo hace en sentido positivo cuando el progreso en el aprendizaje es muy lento al principio y después aumenta gradualmente hasta
un nivel de capacidad óptima.
II. El aprendizaje cognoscitivo
Los tipos de aprendizaje considerados hasta
este punto se pueden interpretar como secuencias de estímulo-respuesta de menor o mayor
complejidad, y dan inicio a organizaciones del
comportamiento en costumbres o asociaciones.
En cambio, donde el papel de la percepción y
del conocimiento es mayor, y la comprensión
no se da por la suma de actividades fragmentarias sino que exige que se tomen en cuenta las
relaciones esenciales y el significado de la situación, se habla de aprendizaje cognoscitivo o
complejo, en el que la solución de un problema
no se da por ensayo y error sino porque se capta la estructura de algo complejo. Las diferentes formas en las que se realiza el aprendizaje
cognoscitivo son, entre las más estudiadas:
1] LA INTUICIÓN o insight (v.). Concepto elaborado por la teoría de la forma en referencia a las
soluciones de un problema a las que se llega por
una intuición imprevista. E. Köhler llevó a cabo
algunos experimentos con un chimpancé que
tenía a su disposición un bastón muy corto para alcanzar un fruto colocado fuera de la jaula,
y utilizó el instrumento para acercar un bastón
más largo con el cual poder tomar el fruto. El
animal resolvió el problema no por ensayo y
error, sino intuyendo las relaciones esenciales
del mismo, que estaban en la relación entre los
bastones y el fruto. De la repetición del experimento se pudo determinar: a] que la intuición
o insight se facilita si los elementos esenciales
para la solución del problema están dispuestos
de manera tal que sus recíprocas relaciones
puedan ser globalmente percibidas; b] que una
106
APRENDIZAJE
solución obtenida por intuición o insight puede
ser readaptada más rápidamente que la alcanzada por ensayo y error; c] que al no tratarse de
un hábito motor, sino de una relación cognoscitiva entre un medio y un fin, una solución obtenida por intuición o insight puede ser aplicada a nuevas soluciones.
2] EL APRENDIZAJE POR SEÑALES. Es una teoría desarrollada por E.C. Tolman, según la cual el
animal en el laberinto no aprende sólo una secuencia de movimientos que lo conducen a la
salida, sino que desarrolla también una representación interna del laberinto que en caso de
necesidad, como cuando la vía natural está obstruida, le permite utilizar desvíos que lo conduzcan a la meta. Esto es posible porque, en la
secuencia de las señales que se suceden para alcanzar una meta, el animal adquiere una respuesta motriz, como puede ser la presión de
una palanca, porque adquirió una expectativa,
que es un hecho cognoscitivo. Tolman llamó
anticipación inferencial a la capacidad del animal para reorganizar espontáneamente su
comportamiento durante el recorrido del laberinto, cuando la expectativa es que fuera cambiado. A partir de esta observación Tolman llega a suponer una especie de aprendizaje latente
no observable en el período en el que sucede,
pero que se activa de improviso en caso de necesidad o de recompensa. Así, si a un grupo de
ratones metidos en un laberinto se les retira el
alimento cuando llegan a la meta, este grupo
aprende menos que otro al que se le deja el alimento, pero si después de algunos días también
al primer grupo le es suministrado el alimento,
se comprueba que la habilidad llega rápidamente al nivel del grupo que siempre estuvo reforzado y, en ocasiones, lo supera, lo que demuestra que el grupo no reforzado había
aprendido a orientarse en el laberinto sin el incentivo del alimento.
3]
LA TRANSFERENCIA Y LA INTERFERENCIA RE-
TROACTIVA.
Son factores que facilitan o inhiben
el aprendizaje. La transferencia es la influencia del aprendizaje de una actividad sobre
el aprendizaje; la interferencia retroactiva
es el efecto que el aprendizaje sucesivo ejerce
en la retención del aprendizaje precedente (v.
memoria, § 4, b). Las dos nociones son importantes para entender cómo se integran y se encadenan las actividades aprendidas permitien-
do a nuestra experiencia manifestarse como un
continuo y no como una sucesión de actividades aisladas. Al respecto una explicación fisiológica afirma que la actividad nerviosa que se
activa en la fase de aprendizaje no se detiene al
cesar éste, sino que persiste por cierto tiempo
como efecto consecutivo o perseveración (v.),
permitiendo la consolidación y la continuidad
de las asociaciones creadas.
4] LOS ESQUEMAS DE CODIFICACIÓN Y SELECCIÓN. Al
perfeccionarse los experimentos fue posible elaborar modelos matemáticos construidos a partir de algunas hipótesis básicas de las que se derivan ecuaciones aplicadas a los datos experimentales. Un ejemplo es la teoría del muestrario
del estímulo, en la cual con los cálculos adecuados, es posible prever la marcha del proceso de
aprendizaje cuando se dispone sólo de los datos
relativos a la ejecución de las primeras pruebas.
Quien intuyó por primera vez esta posibilidad
fue F.C. Bartlett que, en 1938, sugirió que nuestro conocimiento del mundo se constituye con
estructuras dinámicas a las que llamó “esquemas”, que no son instrumentos de almacenamiento pasivo del conocimiento sino más bien
estructuras de codificación activa que asimilan
y transforman selectivamente las nuevas informaciones provenientes del mundo perceptivo.
La hipótesis fue confirmada por N. Chomsky en
el campo lingüístico, en el que se pudo demostrar que las formas del pensamiento pueden ser
deducidas de las reglas de la estructura sintáctica, que son, por lo demás, las reglas que el cerebro seguiría para ordenar y almacenar la información. En la actualidad la investigación prosigue en la dirección del descubrimiento de estructuras cognoscitivas que sean igualmente
aplicables tanto a las técnicas de almacenamiento y de recuperación de datos de las computadoras como a las modalidades con las que
el cerebro asimila y recupera la información.
III. Dispositivos, motivaciones y trastornos del
aprendizaje
Los estudios de los modelos asociativo y cognoscitivo del aprendizaje fueron integrados
por otros estudios en psicología, que subrayan la importancia de algunos dispositivos y
estrategias de aprendizaje, además de la incidencia de la motivación en los procesos de adquisición, mientras en psicopatología se han
APRENDIZAJE
considerado los trastornos del aprendizaje de
acuerdo con las condiciones neurológicas y
las condiciones sociales.
1] DISPOSITIVOS Y ESTRATEGIAS DE APRENDIZAJE.
En este ámbito merecen ser recordados por su
relevancia en los procesos de adquisición el
acostumbramiento o habituación (v.) expuesto
en 1970 por P. Groves y R. Thompson, la impronta (v.) estudiada por K. Lorenz, limitada a
períodos críticos o especialmente delicados de
la ontogenia, y el aprendiendo a aprender ilustrado por H.F. Harlow, para quien cualquier orden de problemas que admiten para su solución una regla común, como la elección entre
el lado derecho o el izquierdo del laberinto, o
entre un objeto blanco y uno negro, puede dar
paso a un recurso para el aprendizaje que conlleva el remplazo de estrategias inadecuadas o
factores de error por la adquisición de la regla
o concepto que los une.
A los recursos del aprendizaje deben agregarse las estrategias que pueden ir desde las
adoptadas espontáneamente por los individuos
cuando quieren aprender alguna cosa, u organizadas de antemano en la compilación de textos, en el establecimiento de una disciplina, en
la exposición con la ayuda de figuras, en la inserción de preguntas, hasta los llamados “organizadores de avanzada”, orientados a vincular
los materiales a aprender con conocimientos
ya adquiridos. La adopción de estrategias espontáneas y la capacidad de utilizar las estrategias ya organizadas son indicadores del nivel
de evolución alcanzado en los procesos cognoscitivos de quien aprende.
2] MOTIVACIONES EN EL APRENDIZAJE. En este aspecto nos preguntamos en qué medida influyen
factores motivacionales en el aprendizaje, y de
qué manera intervienen en la adopción de un
comportamiento, antes que de otro. Las investigaciones se llevaron a cabo sobre todo en el ámbito de la psicología animal y en el de la psicología de la edad evolutiva. En el primer ámbito
la motivación está conceptualizada como pulsión (v.) y como necesidad (v.), y por lo tanto
como algo que modifica la homeostasis (v.) del
organismo. En este sentido se orientan las experimentaciones de C.L. Hull y de R.C. Bolles
quienes, trabajando con condicionamientos de
atracción y de rechazo, llegaron a la conclusión
de que la pulsión es la única influencia motiva-
107
cional en la respuesta instrumental y operativa
realizada por el animal. Respecto a Hull, Bolles,
sustituyendo el término “incentivo” por “expectativa”, catalogó entre los procesos cognoscitivos –y no entre los asociativos–, la pulsión-motivación que en los animales favorece el aprendizaje de las estrategias de satisfacción.
En el campo de la psicología evolutiva, en
cambio, el orden de las motivaciones va desde
la curiosidad nacida de la mayor o menor inteligencia hasta la necesidad de aprobación por
parte de los padres, desde problemas de liderazgo en relación con los compañeros hasta la
necesidad de éxito, lo cual a su vez está condicionado por el tipo de sociedad en la que se vive, por el modelo de familia de la que se proviene, por las ventajas que se perciben, por la cantidad de ansiedad frente a un eventual fracaso
que se logra controlar, por problemas de autoestima, por la tendencia a atribuirse a uno
mismo los éxitos y a las circunstancias externas
los fracasos, o viceversa; todo esto en relación
con las características del esfuerzo y con el cálculo consciente e inconsciente de la relación
entre esfuerzo y resultado.
3] TRASTORNOS DEL APRENDIZAJE. Esta expresión
se puede usar en referencia a determinados aspectos del aprendizaje en el que el sujeto puede
encontrar dificultad o, más en general, en referencia al hecho de que el sujeto tiene dificultad
para aprender. Este segundo caso está codificado con la expresión “dificultad de aprendizaje”,
en sustitución de “limitado”, en el lenguaje de la
“British 1981 Act on Special Education”, y se refiere a quien “presenta una falta de habilidad
que le impide o le dificulta el uso de los elementos educativos de apoyo adoptados generalmente en las escuelas”. Por lo que se refiere en cambio a las dificultades de aprendizaje específicas,
éstas dependen, por un lado, de la definición de
inteligencia como concepto unitario, y no como
género, que abarca diferenciaciones actitudinales, y por el otro de la dificultad de medir la discrepancia entre los resultados alcanzados por el
sujeto y su edad cronológica (retraso), o su presunto potencial de inteligencia (retardo).
Las dificultades de aprendizaje de los niños
están descritas, además, basándose en las denominaciones asignadas por los estudios clínicos
de tipo neurológico hechos en los adultos que
han perdido la capacidad de manifestar determinadas capacidades después de sufrir diver-
108
APRENDIZAJE
sas formas de daño neurológico, mientras, como dice K. Wedell, en los casos de los niños no
se trata de pérdida de una facultad, sino de una
falta de desarrollo o de adquisición de la misma. Los trastornos del aprendizaje, descritos en
referencia a las capacidades que subyacen a la
sintomatología, están clasificados como disfunciones de procesos psicológicos que darían lugar a la carencia de capacidades en el campo
de la motricidad, como la falta de precisión; en
el de la cognición, como la dificultad de concentración, los trastornos de la atención, la inhibición de la inteligencia; en el de la motivación, como la pereza, la resignación, la ansiedad; en el somático, como el agotamiento o la
atonía vegetativa. Frente a la falta de pruebas
que demuestren la vinculación entre defectos
del aprendizaje y daños neurológicos comprobables, se introdujo la noción de “disfunción
cerebral mínima”, según la cual los trastornos
del aprendizaje pueden ser provocados por formas subclínicas de daño neurológico. Se prepararon para esto diversos paquetes de tests (v.),
a fin de evaluar los procesos psicológicos que
estarían en la base de los trastornos del aprendizaje, y como consecuencia programas de recuperación para cada una de las funciones objeto de evaluación, además de medidas terapéuticas generales como la terapia del comportamiento y la psicología de lo profundo, aunque
la tendencia más difundida es la de tratar los
trastornos del aprendizaje desde el punto de
vista sociológico, imputando su existencia a las
condiciones de crecimiento, de educación, de
cultura familiar inadecuada frente a los requerimientos de la sociedad actual.
4] PROBLEMÁTICAS VIGENTES. La teoría del
aprendizaje está todavía abierta hoy a dos tipos de problemas: a] en el aprendizaje por
condicionamiento clásico y operante se dividen los seguidores de la diferencia entre las
dos modalidades adquisitivas y los que tratan de reconducir un tipo de condicionamiento al otro, además de los que consideran que una y otra teoría presentan sólo
las operaciones usadas para estudiar el
aprendizaje, y no un verdadero proceso subyacente; b] por lo que se refiere a la relación
entre aprendizaje asociativo y aprendizaje
cognoscitivo, hay quien tiende a subsumir el
segundo en el primero y quien mantiene una
rigurosa diferenciación porque el aprendiza-
je a veces es un reforzamiento de las respuestas, a veces una adquisición de esquemas
sin los cuales no podrían darse las respuestas.
Además, el nexo aprendizaje-acción es mucho
menos cercano de lo que pretenden las teorías
basadas en el estímulo-respuesta. Queda por
fin, c] el problema de la legitimidad de una teoría general del aprendizaje construida sobre
los éxitos obtenidos a partir de la experimentación realizada con animales. Esta reserva
modificó la actitud de la terapia del comportamiento (v., § 4), que hoy reconoce, además
del papel del condicionamiento y del refuerzo, la importancia de los procesos cognoscitivos, del autorrefuerzo y de la imitación para
llegar a la modificación del comportamiento.
IV. Nomenclatura de las diferentes formas de
aprendizaje
Accidental: llamado también ocasional, cuando no se da en el sujeto ninguna intención de
aprender, o bien, en el caso de los experimentos, no se da ninguna instrucción a quien debe aprender. Este tipo de aprendizaje está en
la base de la experiencia que se adquiere en la
vida cotidiana. Su contrario es el aprendizaje
intencional o propositivo.
A aprender, v. arriba (§ III, 1).
Asociativo o mecánico o simple: v. arriba (§
I, 1).
Automático: se refiere a los robots que aprenden, y se define como la emulación de los procesos humanos de adquisición de conocimientos a través de algoritmos programados
en calculadoras digitales.
Bicircular: se produce cuando quien actúa
altera los valores que gobiernan el sistema
dentro del cual sucede su acción. Dicha forma
de aprendizaje, que entraña la discusión de
los fundamentos lógicos de un sistema, es útil
para determinar variaciones y previsiones de
posibles futuros. Su contrario es el aprendizaje monocircular, en el que no sucede esta alteración y donde el único criterio de referencia
es la eficiencia.
Concentrado: o sea sin intervalos entre las diferentes partes por aprender; su opuesto es el
aprendizaje repartido, en el cual los intervalos
no deben ser demasiado largos para no incrementar la curva del olvido. El aprendizaje concentrado, por ser un ejercicio ininterrumpido,
puede reducir la eficiencia por saturación. In-
APRENDIZAJE
vestigaciones a propósito han demostrado que
los extrovertidos aprenden mejor con el método
repartido y los introvertidos con el concentrado.
Conceptual: identificación y solución de
problemas sólo con los instrumentos del pensamiento, sin objetos observables y manipulables. Este aprendizaje se contrapone al mecánico, al perceptivo, y al motor.
De comportamientos anormales: en psicología clínica es el estudio de las respuestas desajustadas (v. ajuste) provocadas por condiciones
desfavorables del ambiente familiar y social.
Del opuesto: en una discriminación que ha
sido aprendida previamente aprender el opuesto significa, en una pareja A-B, elegir B después de haber aprendido a elegir A. El aprendizaje del opuesto optimiza, en el reaprendizaje,
el aprendizaje de la tarea inicial.
Diferido o de respuesta diferida: denota el
aprendizaje que abarca un largo intervalo entre el condicionamiento y la respuesta.
En el sueño: a través de la presentación de
un material verbal. En el sueño la curva del olvido tiene un comportamiento más plano por
la reducción, respecto a la vigilia, de los procesos de interferencia con material mnemónico.
Global: el material por aprender o la tarea
motriz propuesta es enfrentada en su conjunto, y no en la sucesión de sus partes.
Imitativo: la respuesta es copia más o menos
fiel de la de otras personas. La imitación puede ser intencional o puede desarrollarse como
proceso automático o semiautomático. En estos casos se usa el término identificación.
Innato: evidente en las primeras horas de
vida de cualquier animal y del niño. Forma la
base del apego a los padres y representa una
base estable para el desarrollo posterior.
Intencional: el aprendizaje es el fin explícito que se propone el sujeto; este tipo de aprendizaje se opone al ocasional o accidental.
Intuitivo: llamado también aprendizaje por
insight (v. arriba, § II, 1).
Latente: v. arriba (§ II, 2).
Mecánico: actividad mnemónica desligada
de la comprensión cuando la tarea propuesta
es pura y simple repetición. La experimentación de esta forma de aprendizaje entra en las
investigaciones de la memoria (v.).
Mental: sucede por la elaboración cognoscitiva de la tarea, mediante la representación de
lo que se debe realizar o por medio de su descripción verbal. En este tipo de aprendizaje se
109
basa la mayor parte de los sistemas educativos y de formación.
Monocircular: v. bicircular.
Motor: perfeccionamiento de las capacidades de movimiento por medio del ejercicio y
la percepción cinestésica y visual de la propia
motilidad.
Perceptivo: modificación del comportamiento después de la modificación de la percepción.
Este tipo de aprendizaje es el eje de la polémica entre innatismo y empirismo en la psicología de la percepción (v.).
Por condicionamiento clásico, operante o
instrumental: v. arriba (§ I, 1-2).
Por ensayo y error: procedimiento selectivo
que, eliminando los errores, llega a la respuesta adecuada. Su contrario es el aprendizaje
intuitivo.
Productivo: posibilidad de transferir a otras
situaciones un aprendizaje adquirido en una situación determinada.
Receptivo: coordinación de material significativo en conocimientos que ya se poseen.
Relacional: se presenta cuando el aprendizaje no depende de una señal única sino de la
coordinación de dos o más señales.
Repartido: es el opuesto del aprendizaje
concentrado (v. arriba).
Secuencial: aprendizaje de secuencias únicas que contienen referencias asociativas (pares, opuestos, etcétera).
Serial: procede por organización y subdivisión en bloques mnésicos. La curva del aprendizaje serial prevé una acentuación de los
errores en la segunda parte de la serie.
Significativo: elabora cognoscitivamente reglas que permiten asumir, prever y organizar
con más rapidez el material, con una memorización mínima. Es el opuesto del aprendizaje mecánico (v. arriba).
Social: se realiza en la frecuentación de la
sociedad a través de continuos procesos de
adaptación (v.) al medio en el que se encuentra el individuo.
Vicario: incorporación de respuestas de
comportamiento en el repertorio del individuo sin que las haya verificado directamente.
BIBLIOGRAFÍA:
Bartlett, F.C. (1932); Bolles, R.C.
(1975); Bruner, J.S. et al. (1956); Davis, A. (1948);
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P. y R. Thompson (1970); Harlow, H.F. (1949);
110
A PRIORI-A POSTERIORI / APROVISIONAMIENTO
Hilgard, E.R. y G.H. Bower (1975); Hull, C.L.
(1943); Köhler, W. (1917); Lévin, J.R., y M. Pressley (1983); Montuschi, F. (1976); Pavlov, I.P.
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Weiner, B. (1980); Winston, Ph. (1977).
a priori-a posteriori
El significado más antiguo de esta diferenciación se remonta a Aristóteles y a su reelaboración medieval posterior; para él el razonamiento a priori procede del universal (lógicamente anterior) al particular (posterior), de
las causas a los efectos, mientras que a posteriori procede del particular al universal, de lo
que es primero para nosotros (efecto) a lo
que es primero por naturaleza (causa). A partir del siglo XVII, sobre todo por obra del empirismo y del racionalismo, los términos fueron definidos en un sentido más general, que
llama a priori a conocimientos que se realizan por medio de la razón, independientemente de la experiencia, como las proposiciones matemáticas y geométricas, y a posteriori
a los que se obtienen de la experiencia sensible. La elaboración más sistemática y en profundidad de las dos expresiones se debe a I.
Kant, para quien a priori es la forma de conocimiento espacial, temporal y de categoría
que no sólo no depende de la experiencia sino que constituye la condición para su construcción, que resulta, por lo tanto, dotada de
una validez universal y necesaria, mientras a
posteriori es el conocimiento que, al ser derivado de la observación empírica, no posee las
características de la universalidad y de la necesidad. Después del idealismo que, con
G.W.F. Hegel, afirmó la total “aprioridad” de
todo el saber, el positivismo, con H. Spencer,
considera cualquier a priori como derivado
de la experiencia, en el sentido de que eso que
es a priori para cada uno de los individuos es
el resultado de experiencias que la especie ha
acumulado y les ha transmitido hereditariamente. En la filosofía del siglo XX el neopositivismo lógico niega la existencia de los a
priori, porque lo que se indica con esta expre-
sión no es otra cosa que una definición o una
estipulación convencional.
aprobación (al. Billigung; fr. approbation; ingl. approval; it. approvazione)
Manifestación de consenso expresada en relación con una afirmación, una actitud, un comportamiento de un individuo o de un grupo. La
necesidad de aprobación es una característica
frecuente en los niños, en los adolescentes y en
los jóvenes que todavía no han alcanzado una
completa independencia (v. dependencia, §
1). En el adulto la necesidad de aprobación
puede ser signo de un profundo sentimiento de
inferioridad o de inseguridad acerca de la identidad y el valor propios, que el asentimiento de
los otros es capaz de confirmar. La psicología
se interesa especialmente en el problema de la
desaprobación social, con el temor a la cual se
educa al individuo desde la infancia con el objetivo de moldearlo a los valores sociales, culturales e ideales del grupo de pertenencia. E.M.
Lamert considera que la desaprobación es la
causa directa de la “desviación secundaria” (v.
desviación), que es precisamente inducida por
la desaprobación y que tiene como consecuencia la rigidez del desviante en su papel.
BIBLIOGRAFÍA:
Lamert, E.M. (1951).
aprovechamiento
v. ESCOLAR, FORMACIÓN.
aprovisionamiento (al. Versorgung; fr.
approvisionnement; ingl. provisioning;
it. approvvigionamento)
Búsqueda y abastecimiento del alimento realizado por los animales en la fase de localización del lugar en el que se encuentra aquél y
en el reconocimiento del objeto comestible.
Investigaciones recientes han demostrado
que en los animales el aprovisionamiento
tiende a ser “óptimo”, en el sentido de que con
la mínima cantidad de energía se tiende a adquirir la máxima cantidad de alimento. Por lo
que se refiere al comportamiento apetitivo que
promueve el aprovisionamiento y el acto consumatorio que le sigue, v. etología, § 2.
APTITUD / ARACNOFOBIA
aptitud (al. Begabung; fr. aptitude; ingl.
aptitude; it. attitude)
Capacidad potencial que hace a un individuo
apto para determinada actividad. Por lo general la aptitud se revela precozmente y, en la
mayor parte de los casos, es preexistente al
aprendizaje, aunque a falta de una posibilidad práctica de expresión puede quedar latente para toda la vida. Es común diferenciar
entre aptitudes físicas, de las que forman parte las capacidades sensoriales y motrices como la precisión, la coordinación de los movimientos, la resistencia física, la velocidad de
reacción, y las aptitudes psíquicas, que abarcan disposiciones favorables en una o más facultades mentales como la percepción, la memoria, la capacidad analítica, sintética, intuitiva y artística. Mientras las aptitudes físicas,
perceptivas y mnemónicas alcanzan la máxima expresión alrededor de los 20-25 años, las
intelectuales tienen una mayor duración, con
una declinación estadísticamente comprobable a los 60 años. Se considera que las aptitudes están determinadas por la combinación
de factores innatos y adquiridos en diferentes
proporciones, y en especial en las aptitudes
de carácter perceptivo y motor parece prevalecer el elemento innato, mientras en las intelectuales resulta determinante el papel del
aprendizaje.
La evaluación de las aptitudes se lleva a cabo por medio de tests específicos, que se clasifican en baterías aptitudinales múltiples,
que abarcan una amplia gama de ejecuciones
para el análisis de muchos factores aptitudinales, y tests de aptitudes específicas, que permiten evaluar una determinada capacidad
potencial para orientar la actividad del sujeto hacia el sector más adecuado. Estos tests
son utilizados para la orientación tanto escolar como profesional (v. orientación, § 4)
con miras a la promoción de las aptitudes y
de su adaptación hacia los objetivos a realizar. En la adaptación no está excluida la corrección de la capacidad potencial y sobre todo su integración a otras formas aptitudinales, para que la aptitud más notable tenga la
posibilidad de realizarse a partir del sustrato
que funciona como base de apoyo para la aptitud específica. Entre los tests más empleados para la evaluación de las aptitudes recordamos:
111
1] El DAT (differential aptitude test), reactivo
aptitudinal múltiple para la evaluación de las
aptitudes de los adolescentes entre los 13 y los
17 años. El test está constituido por seis subreactivos suministrados por separado para
la medición del razonamiento verbal, la habilidad numérica, el razonamiento abstracto,
las relaciones espaciales, el razonamiento mecánico, la velocidad y la precisión. El conjunto de los puntajes obtenidos permite delinear
un perfil aptitudinal y sugerir los ámbitos
profesionales en los que el sujeto tendrá mayor posibilidad de aplicación.
2] El test de Graves (Graves design judgement)
es un reactivo para la evaluación de las aptitudes estéticas en sujetos entre los 13 y los 30
años. Consta exclusivamente de dibujos abstractos para aislar los componentes estéticos de
los afectivos que podrían ser provocados por el
contenido especial del dibujo. Los criterios que
presiden la construcción de las figuras abstractas son unidad, dominio, variedad, equilibrio,
continuidad, simetría, proporción y ritmo. Como el juicio estético está fuertemente influido
por la experiencia global, en la evaluación del
test se tienen en consideración las variaciones
relativas a edad, sexo, y escolaridad.
3] El CSPDT (Crawford small parts dexterity
test) es un reactivo aptitudinal para las funciones motrices a fin de evaluar la idoneidad
para el desarrollo de actividades laborales que
requieren movimientos delicados, con un alto
nivel de precisión.
4] El test de Thurstone que evalúa las capacidades mnemónicas, la precisión en el cálculo, la habilidad organizativa y, en general, las
cualidades que caracterizan las aptitudes
mentales en lo referente a las operaciones, lo
profundo y el contenido (v. inteligencia, § 2,
a, 3, f).
BIBLIOGRAFÍA:
Autores varios (1976); Husen, T.
(1972); Marzi, A. y L. Chiari (1960); Piaget, J.
(1956); Reuchlin, M. (1971).
aracnofobia (al. Arachnephobie; fr.
arachnephobie; ingl. arachnephobia; it.
aracnofobia)
Reacción fóbica de repulsión hacia las arañas,
más común entre las mujeres porque, según
el psicoanálisis, esta fobia está vinculada al
112
ARCAÍSMO / ARQUETIPO
miedo a la destrucción materna que la mujer
puede sentir inconscientemente dentro de sí
misma y que traspone a la realidad externa,
orientándola hacia un objeto sustitutivo, que
en este caso particular es la araña.
arbitrariedad
v. CREATIVIDAD.
arcaísmo (al. Archaismus; fr. archaïsme; ingl. archaism; it. arcaismo)
Este término, junto con su correspondiente adjetivo arcaico, se refiere al material psíquico reconocido como perteneciente a una época pasada o a una fase primitiva del desarrollo. En el
principio de la hipótesis –admitida con algunas
reservas por el mismo Freud– de una herencia
psíquica adquirida filogenéticamente, algunos
elementos del material psíquico, pertenecientes
al individuo o al grupo social, son reconocidos
como manifestaciones de un pasado ancestral,
o bien colocados en el ámbito de la mentalidad
primitiva. Un desarrollo importante en esta dirección se dio con C.G. Jung, para quien arcaísmo es “el carácter anticuado de contenidos, de
funciones psíquicas y de cualidad que tienen la
calidad de restos de naufragio. Es éste el caso de
todos esos rasgos psíquicos que coinciden esencialmente con las cualidades de la mentalidad
primitiva. Arcaicas son las asociaciones por
analogía de las fantasías inconscientes, la relación de identidad con el objeto, la participation
mystique, el concretismo del pensar y del sentir,
la coacción y la incapacidad para dominarse
(raptus mental), la fusión de las diversas funciones mentales entre sí, al igual que la fusión de
partes de la misma función, como la ambitendencia y la ambivalencia señaladas por Bleuler,
o sea la conjunción de un sentimiento con su
opuesto” (1921: 422-423). Frecuentemente se
expresa material arcaico en las manifestaciones
esquizofrénicas.
Freud, S. (1912-1913); Jung, C.G.
(1921); Jung, C.G. (1934-1954); Lévy-Bruhl, L.
(1910); Lévy-Bruhl, L. (1922).
arco reflejo
v. REFLEJO, § 1.
arco reflejo psíquico
v. ALOPLÁSTICA-AUTOPLÁSTICA.
Argyll-Robertson, fenómeno de (al.
Argyll-Robertsonsches Phänomen; fr.
phénomène de Argyll-Robertson; ingl.
Argyll-Robertson pupil; it. fenomeno di
Argyll-Robertson)
Pupila rígida, miótica, que responde a la acomodación pero no a la luz. Al introducir sustancias midriáticas la reacción de dilatación
resulta muy lenta. Aparece en los sujetos afectados por enfermedades sifilíticas (lúes) o por
lesiones cerebrales de distinto origen, como
traumas, tumores, enfermedades infecciosas
del cerebro, esclerosis múltiple.
aritmomanía (al. Zählenzwang; fr.
arithmomanie; ingl. arithmomania; it.
aritmomania)
Necesidad irresistible y obsesiva de contar
una serie de elementos, cosas, objetos. Trastorno presente sobre todo en las neurosis obsesivo-compulsivas en las que representa uno
de los intentos a los que el sujeto recurre para calmar la angustia.
ARM (acquired
v. INSTINTO, §1.
releasing mechanism)
ARN (ácido ribonucleico)
GENÉTICA, § 1, b.
v.
arquetipo (al. Archetypus; fr. archétype; ingl. archetype; it. archetipo)
BIBLIOGRAFÍA:
arco histérico
v. CONTRACTURA.
Término empleado en la filosofía helénica tardía para indicar el modelo original, αρχέτυπος
’
de las formas, de las cuales las cosas sensibles
son simples copias. La expresión encontró su
más amplio uso en la psicología analítica de
C.G. Jung, quien sostiene haberlo tomado de
ARQUETIPO
Platón que “fue el primero que puso en un lugar celeste las ideas de todas las cosas, o bien
esos modelos originales o Urbilden que Platón
consideraba más reales que las cosas mismas”
(1934-1954: 4). Después Filón Hebreo, platónico de Alejandría, definió estos modelos originales con el término griego de αρχ′
′ ετυπος, y
finalmente Plotino, el fundador del neoplatonismo que floreció 200 años más tarde, los
consideró emanaciones directas del funda~oυς, que es el armento primordial, divino o υ
quetipo de todos los arquetipos. Jung transfirió
estas representaciones arquetípicas al estadio
más bajo de la psique, en el inconsciente colectivo (v.): “Para nuestros fines tal designación es pertinente y útil porque se dice que,
por lo que se refiere a los contenidos del inconsciente colectivo, nos encontramos frente
a tipos arcaicos o mejor dicho primigenios, es
decir imágenes presentes desde tiempos remotos. La expresión représentations colectives, que Lévy-Bruhl usa para designar las figuras simbólicas de las visiones primitivas del
mundo, se podría emplear sin dificultad también para los contenidos inconscientes, ya
que significan más o menos la misma cosa”
(1934-1954: 4).
1] LA CONCEPCIÓN JUNGUIANA. Jung da una versión fenomenológica de la noción de arquetipo, inserta en la teoría de la percepción, y una
mitológica que, además de no abarcar a la
primera, crea las premisas para un determinismo cultural que compromete la libertad
del hombre.
a] La versión fenomenológica. Prevé que los
arquetipos sean formas a priori que organizan
la experiencia, y en este sentido Jung los define
como “ordenadores de representaciones”
(1947-1954: 247), “modelos de comportamiento innatos” (1947-1954: 185), “factores de organización que existen a priori en la misma medida que los modelos funcionales innatos que
constituyen en su conjunto la naturaleza humana”; el sentido de este innatismo y apriorismo es aclarado inmediatamente con un ejemplo: “el pollito no aprendió la manera en que
saldrá del huevo: eso lo posee a priori” (19121952: 322). Así entendido, como factor formativo y elemento estructural, y no como una imagen o contenido heredable, el apriorismo del
arquetipo no contradice el hecho de que el contenido de la experiencia de cada uno se obten-
113
ga a posteriori en el entorno. En esta acepción
no existe ninguna dificultad para admitir la heredabilidad. Por tratarse, como dice Jung, de
“posibilidades heredadas de representaciones,
de ‘vías’ que se formaron progresivamente con
base en la experiencia acumulada en la ascendencia genealógica, negar la heredabilidad de
estas vías equivaldría a negar la heredabilidad
del cerebro. Quien la niegue debería, para ser
congruente, afirmar que el niño llega al mundo
con un cerebro de simio. Pero como nace con
un cerebro humano, antes o después este cerebro comenzará a funcionar de modo humano”
(1928: 62) (v. psicología analítica, § 3).
b] La versión mitológica. Cuando los arquetipos de formas a priori que organizan la experiencia a la manera humana se vuelven “instintos de una energía específica” (1947-1954: 236)
que, descuidada, puede “producir una inflación
del yo” (1947-1954: 238), por lo que en su relación es necesario tener “un sabio temor, un
miedo a la deidad que nunca pierda de vista su
significado” (1947-1954: 239), entonces ya no
estamos en el plano fenomenológico, en el que
frente a los fenómenos se busca la forma que
caracteriza a todos, sino en el plano mitológico,
en el que los arquetipos “son creados con el
material primigenio de la revelación y representan la sempiterna experiencia de la divinidad, cuyo presentimiento ha estado siempre
abierto al hombre, protegiéndolo simultáneamente del contacto directo con ella” (19341954: 8). Se concluye que “desde que las estrellas cayeron del cielo y nuestros símbolos más
altos palidecieron, domina en el inconsciente
una vida secreta. Por eso tenemos ahora una
psicología, por eso hablamos de inconsciente.
Todo esto sería –y es, de hecho–, superfluo en
una época y en un tipo de cultura dotados de
símbolos” (1934-1954: 22). En nuestra vida secreta los arquetipos “no son para nada peligros
imaginarios, sino riesgos efectivos, de los cuales puede, en ciertos casos, depender el destino.
El peligro principal es el de sucumbir al fascinante influjo de los arquetipos, peligro especialmente concreto si ‘no nos hacemos conscientes’ para nosotros mismos las imágenes arquetípicas. Entonces ya existe una predisposición a la psicosis; puede suceder que las figuras
arquetípicas, en las cuales, en virtud de su divinidad natural está ínsita una cierta autonomía,
se liberen por entero de todo control consciente, consiguiendo plena independencia y gene-
114
ARQUETIPO
rando fenómenos de posesión. En caso de posesión por parte del alma, por ejemplo, el enfermo quiere transformarse, mediante autocastración, en mujer, o tal vez teme que se le obligue
a sufrir algo por el estilo” (1934-1954: 27). Por
lo que se refiere a la relación entre arquetipo y
producción artística v. psicología del arte, § 3.
2] LOS DESARROLLOS POSTERIORES. a] J. Hillman.
De los dos significados de arquetipo inaugurados por Jung, Hillman, fundador de la psicología arquetípica, adopta el mitológico, radicalizándolo, por lo que los arquetipos se convierten
en modelos originales en los que está escrita de
antemano la historia psicológica de cada uno
de nosotros: “Todos los sucesos en el reino del
alma, lo cual es decir todos los sucesos y los
comportamientos psicológicos, tienen una semejanza, una correspondencia, una analogía
con un modelo arquetípico. Nuestras vidas siguen figuras míticas, nosotros actuamos, pensamos, sentimos solamente como nos lo permiten
los modelos primarios establecidos en el mundo
de las imágenes. Nuestras vidas psicológicas
son miméticas de los mitos. Como señala Proclo, los fenómenos secundarios (nuestras experiencias personales) pueden ser llevados a un terreno primordial, con el cual entran en resonancia y al que pertenecen. La tarea de la psicología
arquetípica, y de la terapia que de ella se desprende, es descubrir el modelo arquetípico de
las formas de comportamiento. La hipótesis es
siempre que cada cosa tiene un asidero en alguna parte; todas las formas de psicopatología tienen su sustrato mítico y pertenecen a los mitos,
o en éstos tienen su residencia, Además, la psicopatología misma es un medio para ser influido por el mito o para entrar en él (1980: 135).
b] E. Neumann. La posición de Neumann no
está lejana de la de Hillman; en el arquetipo
distingue: 1] una dinámica que “se manifiesta
en el hecho de que el arquetipo determina, de
manera inconsciente, pero regular e independiente de la experiencia del individuo, el comportamiento humano. Como condición a priori, los arquetipos representan el caso psíquico
del pattern of behaviour o modelo de comportamiento, familiar para el biólogo, que le da a cada ser viviente su modo específico. Este componente dinámico del inconsciente tiene para
el individuo dirigido por éste un carácter definitivo, y siempre va acompañado por un fuerte
componente emotivo”; 2] un simbolismo que
“consiste en la forma en la que un arquetipo se
manifiesta en imágenes psíquicas específicas,
percibidas por la conciencia y diferentes en cada arquetipo”; 3] un contenido “que es el sentido encerrado en aquél que se concreta en una
imagen arquetípica que puede ser elaborada o
asimilada por la conciencia”; 4] una estructura
“que es la manera en que dinámica, simbolismo y contenido de sentido se organizan entre
sí” (1956: 15-16).
c] M. Trevi. Diametralmente opuesta es la
postura de Trevi, para quien “si los arquetipos
son esas invariables ‘metahistóricas’ y universales de la imaginación –pero inevitables en el
pensamiento y la acción humanos, de naturaleza formal y no de contenido, como después de
innumerables titubeos Jung mismo parece configurarlos, entonces representan ese cosmos inmutable que, entronado en lo más profundo
del inconsciente, debería rendir cuentas de la
uniformidad oculta en la infinita variación de
la cultura. Como tal aquéllos son ‘hipóstasis’
muy cercanas a las de la metafísica religiosa, y
no logramos comprender cómo el hombre, en
su perenne transcurrir cultural, pueda alcanzarlos y, aunque sólo sea sumariamente, describirlos. [...] En realidad el arquetipo, no obstante su ascendencia platónica, al anclar al hombre
en lo inmutable lo devuelve a la naturaleza y en
la naturaleza lo sumerge, aboliendo irremediablemente la excepcionalidad” (1987: 100-101).
3] LA PSICOLOGÍA ARQUETÍPICA. Dirección teórica
y clínica de la psicología de lo profundo iniciada por Hillman para restituir al alma, objeto específico de la psicología, un lenguaje que
no sea abstracto y conceptual como el que
preside, en su opinión, las formulaciones de
todas las direcciones de la psicología de lo
profundo, sino imaginal (v. imaginario, § 1).
Las imágenes manifestadas por los arquetipos
tienen su descripción en los mitos, que no deben ser interpretados con un lenguaje extraño
a ellos, como podría ser el de la psiquiatría y
el de la psicopatología, porque el mito es el
modo específico de narrar del “alma”, que no
puede ser distorsionado por la sobreposición
de un lenguaje conceptual extraño. Escribe
Hillman: “La psique, que tiene su propio reino, tiene también su lógica, la psicología, que
no es una ciencia de cosas físicas, ni una metafísica de cosas espirituales. A este reino pertenecen también las patologías psicológicas.
ARREFLEXIA / ARTERIOSCLEROSIS
Acercarse a éstas por uno o por otro lado es
como verlas en términos de enfermedad médica o de sufrimiento, pecado y salvación; falta el objetivo del alma” (1975: 132). Por eso es
necesario “destronar el yo” que, con su armadura conceptual, está siempre atento a los
procesos psíquicos que distorsionan con su
nomenclatura, para abrirse al alma entendida
como una “puesta en escena de arquetipos”
que los mitos describen con ese lenguaje imaginal propio del alma. Esto permite eliminar
lo que para Hillman son las enfermedades inducidas por el lenguaje psicológico, que hacen estériles las metáforas del alma para
transformarlas en abstracciones, necesarias
para formular categorías diagnósticas; “crea
la convicción de que en ella hay algo equivocado”, agregando a su “enfermedad” la visión
enferma que tiene de sí misma por efecto de
esas categorías (1972a: 16).
BIBLIOGRAFÍA:
Hillman, J. (1972); Hillman, J.
(1972a); Hillman, J. (1975); Hillman, J. (1980);
Hillman, J. (1983); Hillman, J. (1985); Hillman,
J. (1987); Jung, C.G. (1912-1952); Jung, C.G.
(1928); Jung, C.G. (1934-1954); Jung, C.G. (19471954); Neumann, E. (1949); Neumann, E.
(1981); Trevi, M. (1987).
arranque, estructura de
v. CONSIDERACIÓN.
arreflexia (al. Areflexie; fr. aréflexie;
ingl. areflexia; it. areflessia)
Ausencia de reflejos (v. reflejo), por lesión
aguda en la vía córtico-espinal o piramidal y
lesión en el sistema nervioso periférico.
arreglo neurótico (al. Neurotisch
Arrangement; fr. arrangement neurotique; ingl. neurotic arrangement; it.
arrangiamento nevrotico)
Construcción de falsas ideas que permiten al
sujeto justificar su conducta neurótica con
autoengaños oportunamente relacionados y
apoyados con razones de apariencia lógica. A.
Adler considera que el arreglo neurótico está
presente en el principio de numerosos estilos
115
de vida (v. estilo), en los que con modalidades
existenciales ficticias se trata de compensar,
mediante falsas afirmaciones de superioridad, el sentimiento de inferioridad que está
en la base.
BIBLIOGRAFÍA:
Adler, A. (1926); Stekel, W. (1908).
arrepentimiento (al. Reue; fr. repentir;
ingl. repentance; it. pentimento)
Sentimiento de aflicción moral que acompaña al reconocimiento de la propia culpa.
arrogancia (al. Hochmut; fr. hauteur;
ingl. haughtiness; it. alterigia)
Rechazo a realizar acciones, aunque sean
ventajosas, o a entablar relaciones con personas que no se consideran a la altura de la propia presunta dignidad, generalmente sobrevaluada. El carácter arrogante dificulta la
comprensión interindividual, conduciendo a
formas de inadaptación con el ambiente. Para el psicoanálisis la arrogancia es resultado,
en parte, de un exagerado narcisismo, y en
parte de agresividad hacia terceras personas
como defensa ante su verdadera o presunta
incomprensión.
arteriosclerosis (al. Arterienverkalkung; fr. artériosclérose; ingl. arteriosclerosis; it. arteriosclerosi)
Endurecimiento esclerótico de las arterias del
cerebro por degeneración primaria de los vasos
cerebrales o por degeneración secundaria debida a diversos factores como la hipertensión, la
artritis terminal, la tromboanginitis. La degeneración hiperplásica de la membrana interna
elástica determina, como signos neurológicos,
afasia, agnosia, temblores, corea, parkinsonismo, mientras que la degeneración hipoplásica,
además de reblandecimiento hemorrágico, produce, como síntomas mentales, aplanamiento
emotivo, impulsividad, llanto fácil e ideas hipocondriacas. La arteriosclerosis va acompañada
por un deterioro intelectual progresivo que puede llegar a la demencia arteriosclerótica (v. demencia, § II, 3, b).
116
ARTHUR, ESCALA DE / ASEMIA
Arthur, escala de (al. Arthur-Test; fr.
Échelle de Arthur; ingl. Arthur performance scale; it. scala di Arthur)
Estadio del desarrollo mental del niño caracterizado por la tendencia a atribuir a todo fenómeno natural y a todo objeto causas de origen humano. El término fue acuñado por J.
Piaget en el ámbito de las investigaciones de
psicología de la edad evolutiva.
lística del hombre el término se refirió al recorrido de liberación del alma del cuerpo para llegar a su purificación y elevación al mundo ideal. Este significado, modificado en la
época helenística, en la que por ascesis se entiende la afirmación de un ideal de vida fundamentado en el control de uno mismo y de
sus pasiones, reaparece en el mundo cristiano
como recorrido de perfección que tiene como
meta a Dios. En psicología se diferencia entre
una ascesis que es expresión de una visión del
mundo y de una elección de vida, de otra que
es el resultado de obsesiones autopunitivas y
autodestructivas. Con este propósito S. Freud
habla, en el primer caso, de sublimación (v.)
de los movimientos pulsionales, y en el segundo de un dinamismo subyacente o un superyó
sádico en relación con el yo (v. sadismo), o
un investimiento narcisístico de la libido alejada de los objetos y orientada al yo (v. narcisismo): “un anacoreta así, que se afana en desarraigar todo rastro de interés sexual [...] pudo haber extrañado enteramente de los seres
humanos su interés sexual, sublimándolo empero en un interés acrecentado por lo divino,
lo natural, lo animal, sin que ello lo hiciera
caer en una introversión de su libido sobre
sus fantasías ni en un regreso de ella a su yo”
(1914 [1976: 78]).
BIBLIOGRAFÍA:
BIBLIOGRAFÍA:
Test de ejecución constituido por diversas
pruebas no verbales, preparado para medir la
inteligencia de niños de entre 4 y 15 años con
defectos graves de audición. La escala incluye
pruebas con laberintos (v.) y con cubos (v.),
oportunamente adaptados por Grace A. Arthur para el tipo de sujeto examinado.
BIBLIOGRAFÍA:
Anastasi, A. (1954).
ártica, histeria
v. ANTROPOLOGÍA, §7.
artificialismo (al. Artifizialismus; fr.
artificialisme; ingl. artificialism; it. artificialismo)
Piaget, J. (1926).
Freud, S. (1914); Marcozzi, V.
(1958).
artritis reumatoide
v. LOCOMOCIÓN, §3.
ascendiente (al. Einfluss; fr. ascendant; ingl. ascendancy; it. ascendente)
Prerrogativa de un sujeto que por capacidad,
prestigio, posición social, carisma, ejerce influencia sobre otra persona o sobre grupos sociales.
ascesis (al. Askese; fr. ascèse; ingl. ascesis; it. ascesi)
Palabra de origen griego referida originalmente al ámbito atlético, con el significado de
ejercicio con miras a una prueba. Con la aparición de la filosofía y de la concepción dua-
asemia (al. Asemie; fr. asémie; ingl. asemia; it. asemia)
Pérdida de la capacidad de comprender o de
utilizar signos y símbolos de sistemas comunicativos antes familiares. Es un trastorno
del lenguaje que puede afectar los aspectos
perceptivos y expresivos por separado o juntos. Trastornos específicos como la afasia
(v.), la alexia (v.), la agrafia (v.) están incluidos en la condición más generalizada de asemia. Las causas pueden ser orgánicas o psíquicas. El término asemia ha ido sustituyendo progresivamente a asimbolia, introducido
en 1870 por el neurólogo F. C. Finkelburg, y
hoy mantenido en la expresión “asimbolia dolorosa” para indicar la incapacidad de advertir los estímulos del dolor y de reaccionar a
éste por razones neurológicas y psicógenas.
ASEXUALIDAD / ASIMILACIÓN
La asimbolia dolorosa es parte de las formas
de somatoagnosia (v.).
BIBLIOGRAFÍA:
Finkelburg, F.C. (1870); Pick, A.
117
formando hechos y estímulos para adaptarlos
a expectativas ligadas a la experiencia. El término tiene diferentes significados según los
contextos en los que se usa.
(1908).
asexualidad (al. Asexualität; fr. asexualité; ingl. asexuality; it. asessualità)
Pérdida o ausencia del deseo y de los intereses
sexuales, perceptible en diversas situaciones
patológicas –por ejemplo en los estados depresivos– aunque no se verifiquen patologías
en el aparato sexual. Para el psicoanálisis no
se puede hablar de desaparición de los intereses sexuales porque, aun cuando éstos parecen ausentes, en realidad sólo están solamente inhibidos y reaparecen desviados en síntomas neuróticos, o sublimados.
asfixia (al. Asphyxie; fr. asphyxie; ingl.
asphyxia it. asfissia)
Impedimento más o menos grave de la actividad
respiratoria con actividad cardiaca conservada.
La cantidad de anhídrido carbónico en la sangre
que regula la respiración sube por encima de
una presión parcial de 56 mm de mercurio, provocando la intoxicación del centro respiratorio.
El sujeto presenta estado de inconsciencia, de
hipotonía muscular, hipotermia, anestesia, midriasis, apnea y cianosis. La terapia es causal,
junto con respiración artificial prolongada, inhalación de oxígeno, estímulos cutáneos y administración de analépticos. Puede ser consecuencia de enfermedades pulmonares, ahogo, estrangulación, presencia de cuerpos extraños en las
vías aéreas superiores, edema laríngeo, envenenamiento con curare o con estricnina.
asimbolia
v. ASEMIA.
asimilación (al. Assimilation; fr. assimilation; ingl. assimilation; it. assimilazione)
Proceso por el cual se reciben interiormente
ciertos aspectos del ambiente exterior trans-
1] PSICOLOGÍA SOCIAL. En este ámbito el término asimilación se refiere al proceso por el
cual un individuo –o un grupo– absorbe modelos sociales o culturales, creencias religiosas, modos especiales de vida de otro grupo,
en general más extenso y dominante. La asimilación intencional requiere una especial capacidad de aprendizaje y el ocultamiento de
los rasgos culturales que contrastan con los
del grupo más extenso y hegemónico. Los
obstáculos a los procesos de asimilación pueden ser fuente de graves frustraciones y de
sentimientos de inferioridad, así como la asimilación forzada puede conducir a comportamientos violentos y agresivos.
2] PSICOLOGÍA DEL APRENDIZAJE. El término asimilación fue introducido por W. Wundt, que
lo definió como “el proceso formativo que
aparece de manera más evidente en las representaciones cuando los elementos asimilantes
nacen de la actividad reproductiva y los elementos asimilados de impresiones sensoriales
inmediatas. Entonces los elementos de las
imágenes mnemónicas son introducidos, en
cierto modo, en el objeto externo, de manera
que, especialmente si el objeto externo y los
elementos reproducidos difieren notablemente entre sí, la percepción sensorial aparece como una ilusión que engaña sobre la verdadera naturaleza de las cosas” (1873-1874: 539).
Este concepto lo retoma J. Piaget para indicar el proceso mediante el cual el niño incorpora en sus esquemas mentales preexistentes
los objetos y los sucesos del mundo exterior.
Piaget diferencia la asimilación, que transforma una situación para adaptarla a un esquema de acción ya organizado, del acomodamiento, en el cual el sujeto debe plegarse a
una situación que no se deja transformar (v.
cognición, § 3, a). De este esquema piagetiano se derivó la teoría asimilación/contraste,
según la cual las informaciones que recaen en
el ámbito de la tolerancia de la opinión propia son aceptadas y elaboradas por adaptación recíproca de los puntos de vista diferentes, mientras que las que divergen de ella son
rechazadas, llegando en casos extremos a un
118
ASMA BRONQUIAL
efecto de contraste por el cual el destinatario
de la información acentúa su posición de manera aún más radical.
3] PSICOLOGÍA ANALÍTICA. C.G. Jung, retomando el concepto de asimilación de Wundt, lo
emplea para indicar “la adecuación de un
nuevo contenido de conciencia al material
subjetivo listo para recibirlo, razón por la
cual se le da especial importancia a la semejanza del nuevo contenido con el material
subjetivo preexistente, eventualmente incluso
a costa de las cualidades específicas del nuevo contenido. La asimilación, en el fondo, es
un proceso aperceptivo que se diferencia de
la apercepción pura por la adecuación al material subjetivo. Respecto a Wundt uso el término asimilación en un sentido un poco más
amplio, es decir como una adecuación del
objeto al sujeto en general, y contrapongo a
ésta la desasimilación como adecuación del
sujeto al objeto, como el extrañarse del sujeto de sí, a favor del objeto, tanto si se trata de
un objeto exterior, como de un objeto ‘psicológico’, por ejemplo una idea” (1921: 423424). En la bibliografía junguiana el término
desasimilación se usa con frecuencia como
sinónimo de proyección (v., § 4), en la que el
sujeto remite a un objeto exterior un contenido subjetivo propio: “la proyección es por lo
tanto un proceso de desasimilación, en cuanto un contenido subjetivo es extrañado e incorporado, por así decirlo, en el objeto”
(1921: 473).
4] PSICOANÁLISIS. En este terreno se habla de
asimilación simbólica a propósito del desplazamiento de energía entre elementos equivalentes que, poseyendo una misma posibilidad
de investimiento, se prestan a una asimilación
en virtud de su vínculo simbólico o de una
asociación privada del sujeto que favorece el
desplazamiento (v.) del investimiento.
5] TEORÍA DEL CARÁCTER. En esta teoría, elaborada por E. Fromm, la asimilación está considerada una forma equivocada de socialización, típica del que no sabe amar de manera
altruista, para quien la relación social tiene
que suceder forzosamente según formas asimilativas, que se dividen en diversas tipologías: el receptivo, que se socializa sólo recibiendo pasivamente de los otros (análogo al
carácter oral de K. Abraham); el explotador,
que si se socializa será sólo robando o con soluciones ingeniosas y astutas (análogo al carácter sádico-oral de Abraham); el acumulador que, dudando de poder socializarse e intercambiar con los demás, tiende a ahorrar y
a acumular todo lo posible (similar al carácter
anal); el mercantil, que se evalúa sólo en términos de su propia capacidad de venderse a
los otros, haciendo depender su autoestima
del hecho de ser aceptado por ellos.
BIBLIOGRAFÍA:
Abraham, K. (1925); Fromm, E.
(1976); Jung, C.G. (1921); Meili, R. y H. Rohracher (1968); Piaget, J. (1947); Wundt, W. (18731874).
asma bronquial (al. Bronchialasthme;
fr. asthme bronchique; ingl. bronchial
asthma; it. asma bronchiale)
Enfermedad respiratoria caracterizada por
una combinación de broncoespasmo, edema
e hipersecreción. El sujeto advierte una fuerte sensación de constricción y de sofocación;
las inspiraciones son breves, las espiraciones
con silbidos y estertores. Es más frecuente
por la noche, y obliga al sujeto a adoptar una
posición ortogonal. La alergia, la infección, la
emoción, se consideran en el origen de la situación asmática. Se admite un sustrato de
predisposición inmunofisiológica, que se manifiesta con hiperactividad bronquial con dilatación y constricción, en la que se inserta el
mecanismo desencadenante alérgico y emocional. Las investigaciones psicodinámicas
subrayaron el papel del componente emocional en la patogénesis, la terapia, y el pronóstico del asma bronquial. Se ha sostenido la importancia, como factor de predisposición, de
experiencias de la primera infancia y, en especial, de una relación ambivalente con la madre.
La sobreprotección, el condicionamiento precoz para el autocontrol, la supresión de toda
manifestación agresiva, están entre los componentes etiológicos del trastorno. Para las teorías de la conducta el asma puede ser una respuesta aprendida y reforzada: los sujetos que
han experimentado un primer ataque pueden
reaccionar, por un proceso de condicionamiento, en circunstancias ambientales similares, aun en ausencia del estímulo original. Por
ASOCIACIÓN
ejemplo, si el temor en el fondo es el de sofocarse, cada situación en la que el sujeto se
sienta oprimido aunque sólo sea psicológicamente, puede reforzar este temor y provocar
otro ataque. El tratamiento psiquiátrico puede valerse de antidepresivos tricíclicos que,
junto con la acción timoléptica, poseen propiedades anticolinérgicas y antihistamínicas.
La acción psicoterapéutica es eficaz sólo en
los casos de asma psicógena y a condición de
que se identifique el conflicto del cual el asma
es un síntoma.
BIBLIOGRAFÍA:
Alexander, F. (1950); Kutter, P., W.
Loch, H. Roskamp y W. Wesiache (1971); Wittkower, E.D. y H. Warnes (1977).
asociación (al. Assoziation; fr. association; ingl. association; it. associazione)
Sucesión de pensamientos que afloran en la
mente espontáneamente o a partir de determinado elemento que funciona como estímulo al que el sujeto responde siguiendo determinadas reglas, o sin ningún control, de manera “disociada” (v. escisión, § I).
1] FILOSOFÍA. El concepto de asociación aparece ya con Platón, cuando el filósofo dice que
con sólo ver la lira del amado o sus vestidos se
tienen pensamientos y sentimientos similares
a los provocados por el mismo amado, pero
un verdadero estudio del fenómeno asociativo
lo encontramos con Aristóteles, que establece
las cuatro leyes de la asociación: la semejanza,
por la que se relacionan dos contenidos parecidos de la memoria; el contraste, que relaciona dos elementos contrapuestos; la cercanía
espacial y la cercanía temporal. Estas cuatro
leyes aristotélicas, unidas a la concepción de
que las ideas no son innatas sino deducidas,
fueron retomadas por el empirismo inglés, en
particular por J. Locke, para quien la conciencia no es otra cosa que la combinación de
ideas deducidas de la experiencia: “Algunas
de nuestras ideas tienen entre sí una correspondencia y una conexión natural y el oficio y
la excelencia de nuestra razón están en buscarlas y tenerlas juntas en una unión y correspondencia que está fundada en su ser natural.
Pero aparte de esto, hay otra conexión de
ideas que se debe al caso o a la costumbre”
119
(1688, II, 33, § 5). La teoría de la asociación,
después de I. Kant, fue abandonada por la filosofía como principio explicativo de la vida
mental y recogida por la psicología científica,
que la estudió con base experimental.
2] NEUROFISIOLOGÍA. En este ámbito los estudios están dirigidos a las áreas de asociación
que sirven para coordinar funciones, como el
aprendizaje, la memoria y el pensamiento,
que involucran más de un sistema sensorial
(v. corteza cerebral, § 6).
3] PSICOLOGÍA EXPERIMENTAL. a] El aprendizaje
asociativo. La base experimental de la teoría
de la asociación fue iniciada por I. Sechenov,
que explicó determinados actos psíquicos y
funcionales con mecanismos neurológicos
que podían ser demostrados en laboratorio.
El trabajo de Sechenov le permitió a I.P. Pavlov establecer una correspondencia entre las
asociaciones y el condicionamiento que hace
posible que animales y hombres establezcan
vínculos asociativos entre estímulos y reacciones (v. aprendizaje, § I, 1). J.B. Watson considera que puede aplicar los resultados de
Pavlov en el condicionamiento del comportamiento infantil, eligiendo oportunamente las
influencias ambientales a las que hay que someter al niño, en las que resulte claro el vínculo asociativo entre las acciones cumplidas y
la experiencia directa o indirecta de dolor o
de placer físico (v. conductismo, § 2, c). El
vínculo asociativo que regula el condicionamiento clásico iniciado por Pavlov fue retomado por B.F. Skinner, que introdujo el concepto de condicionamiento operante (v.
aprendizaje, § I, 2), en el que ese vínculo no
es puramente de naturaleza mecánica, sino
que se compone con la operación que el organismo cumple en el ambiente para alcanzar
un objetivo. A. Bandura y H.J. Eysenck aplicaron los resultados teóricos alcanzados en la
terapia del comportamiento aprovechando el
vínculo asociativo que relaciona la conducta
indeseada con experiencias negativas que favorecen el descondicionamiento y la desensibilización a través de las técnicas descritas en
el término comportamiento (v., § 4).
b] El test asociativo. También en el ámbito
de la psicología experimental F. Galton preparó el primer test asociativo para clasificar los
tipos de inteligencia a partir de la respuesta
120
ASOCIACIÓN
que el sujeto da a la palabra estímulo. Por la
duración de los tiempos de reacción, por las
respuestas faltantes, por observaciones del
comportamiento, Galton deduce la modalidad específica del aprendizaje de los diversos
sujetos y la cualidad de su inteligencia. Sucesivamente se construyeron tests que toman
como parámetros las características típicas
del vínculo asociativo, como la contigüidad,
la asimilación, la frecuencia, la intensidad, la
duración, la relación, el grado de conocimiento, con las que se trata de comprender el mecanismo de aprendizaje tanto global como
analítico, la interferencia de la memoria, la
generalización de la percepción y la inhibición. C.G. Jung utilizó tests asociativos en el
ámbito de la psicología analítica para identificar los complejos inconscientes (v. § 4) y en
el ámbito de la psicología forense (v.) para
corroborar la veracidad de los tests (v. reacción, § 2).
4] PSICOANÁLISIS. En este ámbito se habla de
asociación libre como de la regla fundamental (v.), en el tratamiento analítico, para el reconocimiento del inconsciente y la interpretación de los sueños. Se le pide al paciente que
renuncie de modo voluntario, hasta donde le
sea posible, a la censura consciente o de expresar libremente sus pensamientos, sentimientos, esperanzas, sensaciones, ideas, sin
fijarse si le parecen desagradables, insensatos, no pertinentes o no relevantes (v. análisis, § 1, a, 2, b). Según Freud, cada idea que le
viene a la mente al sujeto es siempre un elemento que remite a otros, lo que permite descubrir vías asociativas que Freud designa con
expresiones como: línea (Linie), hilo (Faden),
concatenación (Verkettung), que forman redes
o puntos medulares (Knotenpunkte) que pueden ser recorridos siguiendo un orden cronológico o un orden temático, como si se consultara un archivo. En esta consulta es necesario
tener presentes las tres características del
aparato psíquico (v.) que permiten aclararse
con base en el principio tópico por el cual las
asociaciones menos vinculadas a la trama que
se va exponiendo no están en el mismo “lugar” controlado por la conciencia; en el principio económico, por el cual la energía de investimiento se desplaza de un elemento al
otro, condensándose en los puntos nodales, y
dinámico, por el cual las asociaciones se reú-
nen y se distribuyen de acuerdo con el conflicto defensivo presente en cada uno.
Freud asigna al descubrimiento de la asociación libre la emancipación del psicoanálisis de las metodologías hipnóticas (v. hipnosis), antes practicadas, que no le permitían al
paciente una toma de conciencia de los contenidos inconscientes que emergían durante el
tratamiento. El ejercicio de la práctica asociativa demostró que las asociaciones libres son
cualquier cosa menos libres y casuales. Normalmente al paciente, obligado a observar la
regla fundamental, no le viene a la mente nada que no esté en relación con la situación terapéutica inmediata o con la persona del médico, pero, advierte Freud, aunque “referido a
una acción contemporánea”, lo que acude a la
mente “no significa el suceso real, sino más
bien un subrogado según la categoría del análogo, una sustitución” (1892-1897: 52). La
asociación libre está influida también por las
resistencias (v.) que pueden resultar indicadoras de lo que el paciente quiere callar o evita conocer.
5] PSICOLOGÍA ANALÍTICA. C.G. Jung supo de estas ideas de Freud cuando ya había preparado
por su cuenta una técnica de experimentación
asociativa que lo había llevado a la conclusión
de que existe una relación constante entre
asociación, afecto (v.) y carga energética (v.
libido, § 2) que, oportunamente investigadas,
habrían permitido llegar a la manifestación
del complejo (v., § 1) hegemónico en la psicología de cada uno. A partir de estas premisas
Jung supuso la posibilidad de construir una
psicología, por él llamada “compleja” (komplexen Psychologie), para ordenar los resultados
alcanzados con la interpretación del material
asociado, que Jung compara a la traducción
de un texto que permite el acceso a un dominio secreto y bien custodiado: “el experimento
de asociación es un medio para explorar el inconsciente directamente, por así decirlo, aunque por lo general es una técnica que nos procura una buena selección de actos fallidos que
después son utilizados por el psicoanálisis para explorar el inconsciente. Éste es, al menos,
el campo de aplicación actual y seguro del experimento de asociación” (1913: 171). Después Jung amplió el método asociativo recurriendo a temas universales a través de la amplificación (v.), que puede ser considerada
ASOCIALISMO / ASPIRACIÓN
una extensión del proceso asociativo dirigido
a incluir un contenido histórico, cultural y
mitológico, en el que el modelo antropológico
o, como dice Jung, arquetípico (v. arquetipo), y el complejo personal, adquieren evidencia en el proceso asociativo.
6] PSIQUIATRÍA. En este ámbito nos ocupamos
del proceso asociativo estudiando las causas
de la disociación identificadas por P. Janet en
la “debilidad de la síntesis psicológica” (v.
disgregación) y por E. Bleuler en la “escisión primaria” (Zerspaltung); ésta corresponde a la debilidad de la síntesis psicológica indicada por Janet, seguida por la escisión secundaria (Spaltung), en la que cada una de
las ideas, a falta de “representaciones finalizadas”, se reúne bajo el dominio de complejos afectivos, como se expone en la voz escisión (v., § I, 1). De esta hipótesis de Bleuler
obtendría Jung su teoría de los complejos autónomos (v. complejo, § 2-4).
BIBLIOGRAFÍA:
Aristóteles (1973); Bandura, A.
(1969); Bleuler, E. (1911); Claparède, E. (1903);
Eysenck, H.J. (1979); Freud, S. (1892-1895);
Freud, S. (1892-1897); Freud, S. (1895); Freud,
S. (1938); Galton, F. (1897); Janet, P. (1930);
Jung, C.G. (1904); Jung, C.G. (1913); Locke, J.
(1688); Pavlov, I.P. (1927); Platón (1973); Robinson, E.S. (1932); Sechenov, I. (1965); Skinner,
B.F. (1953); Watson, J.B. (1928).
121
vestigaciones sobre la memoria para verificar
la frecuencia de las asociaciones, o sea el número de las repeticiones necesarias para memorizar. Entran en este ámbito su investigación sobre las sílabas sin sentido (v.) y otras
orientadas a subrayar el grado de actividad y
de participación del sujeto en los procesos
asociativos y de aprendizaje.
El asociacionismo encontró una parte de su
desarrollo en el conexionismo de E.L. Thorndike, para quien cada forma de aprendizaje
sucede de acuerdo con la relación de estímulo y respuesta cuya intensidad varía, además y
que cambia también de un sujeto a otro de
acuerdo con su naturaleza, descrita en las leyes asociativas tales como la frecuencia del estímulo; la cercanía, la ley del efecto según la respuesta al estímulo: cuando está acompañada
de satisfacción recibe un refuerzo por el que
existen fuertes probabilidades de que se repita,
mientras, en caso de insatisfacción, se irá apagando gradualmente. En el campo del aprendizaje (v., § I) el asociacionismo ejerce aún
hoy una influencia relevante, no obstante las
críticas que le dirige la psicología de la atención (v., § 5).
BIBLIOGRAFÍA:
Ebbinghaus, H. (1885); Thorndike,
E.L. (1911); Thorndike, E.L. (1931); Warren,
H.C. (1921).
aspiración (al. Sehnsucht; fr. aspiration; ingl. aspiration; it. aspirazione)
asociacionismo (al. Assoziationspsychologie; fr. associationnisme; ingl. associationism; it. associazionismo)
Teoría psicológica derivada de la filosofía empirista de los siglos XVII y XVIII, según la cual
cada evento psíquico complejo deriva de asociaciones de ideas simples, o sea de la combinación de elementos de orden sensorial que se
organizan de acuerdo con determinadas leyes
asociativas (v. asociación, § 1). El asociacionismo tiene como presupuesto el elementarismo (v.), y describe en el plano psicológico
lo que la reflexología (v.) de I.P. Pavlov describe en el plano neurofisiológico. Iniciado
con las investigaciones del aprendizaje animal y después hecho extensivo al aprendizaje
humano, el asociacionismo encontró su primer exponente en H. Ebbinghaus, con sus in-
Actitud que el sujeto asume frente a un ideal o
a una meta. Para la realización del ideal no
existen certezas, y la aspiración puede permanecer en estado de deseo caprichoso. K. Lewin
introdujo el concepto de nivel de aspiración,
que indica el grado de exigencia que los sujetos
atribuyen a una capacidad cuyo resultado y
rendimiento están ligados a la noción subjetiva
de éxito o de fracaso. Por vía experimental se
observó que el nivel de aspiración aumenta
después de repetidos éxitos con la misma capacidad, y disminuye después de repetidos fracasos. Además, después de la solución positiva de
una tarea el tiempo de elección de la siguiente
se reduce, y se muestra la tendencia a dirigirse
inmediatamente hacia tareas más complejas.
Después del fracaso el tiempo de elección se
mantiene idéntico y en ocasiones puede hasta
122
ASTASIA / ASTROLOGÍA
aumentar. El aumento del nivel de aspiración
después del éxito y su disminución después
del fracaso está definido por el desplazamiento típico. El desplazamiento atípico, en cambio, se da cuando, después de un éxito, el nivel de aspiración disminuye, mientras aumenta después de un fracaso. También la motivación al éxito actúa de manera determinante
sobre el nivel de aspiración de los sujetos, junto con las situaciones sociales, las características personales, la conciencia de las propias capacidades, los impulsos momentáneos y las
características de urgencia de la situación.
BIBLIOGRAFÍA:
Frank, J.D. (1935); Lewin, K.
(1935).
astasia (al. Astasie; fr. astasie; ingl. astasie; it. astasia)
Pérdida más o menos completa de la coordinación motriz, con imposibilidad de estar de pie.
Es considerada por muchos como una forma
extrema de ataxia (v.), que es el trastorno en la
coordinación de los movimientos voluntarios,
con frecuencia relacionado con la abasia (v.).
astenia (al. Asthenie; fr. asthénie; ingl.
asthenia; it. astenia)
Falta o pérdida de fuerza. Hasta hoy no se tiene una ubicación nosográfica unívoca del término en los diversos sectores en que se lo emplea. 1] En medicina general indica la condición
de debilidad con pérdida de la energía vital que
se verifica en las enfermedades crónicas, en las
convalecencias prolongadas, en los estados de
cansancio a consecuencia de exceso de trabajo o de estrés emotivo. 2] En psiquiatría se
usan de preferencia los términos neurastenia
(v.) y psicastenia (v. obsesión, § 2), este último acuñado por P. Janet para indicar una
marcada disminución de la tensión psicológica y una debilidad de la función integrativa
superior del cerebro, que predispone a la neurosis (obsesiva). Se diferencia una astenia primitiva, constitucional, crónica de una astenia
secundaria, consecuencia de traumas o de exceso de empeño mental y de trabajo, pero no
existe acuerdo sobre la patogenia de los estados
asténicos. 3] En psicoanálisis S. Freud habla de
neurastenia en el cuadro de las neurosis actuales (v. neurosis, § 2), identificando la causa en
un insuficiente funcionamiento sexual –como
la masturbación en lugar del coito– incapaz
de liberar de modo adecuado la tensión libidinal. En todos estos ámbitos disciplinarios se
coincide en reconocer que la sintomatología
está caracterizada por una persistente e indefinible sensación de malestar y de cansancio físico y psíquico, predominantemente en la mañana, que impide realizar esfuerzos musculares e intelectuales aunque sean mínimos, de
fragilidad emocional, hipersensibilidad, intolerancia, irritabilidad, tendencia a la desconfianza y a la hipocondría. El trastorno se
afronta con terapias farmacológicas apropiadas y con terapia de apoyo. 4] En tipología E.
Kretschmer, define como “asténico” al tipo
caracterizado en el plano somático por el predominio de las medidas verticales, y en el plano psicológico por una disposición esquizotímica que, en el caso de psicosis, se desarrolla
como esquizofrenia (v. tipología, § 1, b).
BIBLIOGRAFÍA:
Freud, S. (1894); Janet, P. (1903);
Kretschmer, E. (1921).
astenopia
v. PRESBICIA.
astereognosis
v. SOMATOAGNOSIA.
astigmatismo (al. Astigmatismus; fr.
astigmatisme; ingl. astigmatism; it. astigmatismo)
Alteración de la refracción del ojo por la curvatura anormal de los diámetros principales de la
córnea y, en algunos casos, del cristalino. Puede producir miopía, hipermetropía o ser mixta.
Se acentúa por esfuerzos no uniformes de acomodamiento. Se corrige con lentes cilíndricos.
astrología (al. Astrologie; fr. astrologie;
ingl. astrology; it. astrologia)
Estudio de los astros basándose en el principio
de una correspondencia entre universo estelar
ATARAXIA / ATAXIA
y universo psíquico, por lo que resulta posible,
conociendo los movimientos del primero, deducir o hasta predecir los movimientos del segundo (v. horóscopo). Surgida entre los caldeos,
que fueron los primeros en establecer una correspondencia entre el universo (macrocosmos)
y la humanidad (microcosmos), la astrología se
difundió en Occidente en el período grecorromano por la necesidad universal de vincular los
sucesos del mundo y los de los seres humanos.
Los estudios astrológicos, proseguidos en el medievo no obstante las condenas eclesiásticas, se
difundieron en el Renacimiento sobre todo gracias a Paracelso, G. Bruno y T. Campanella. En
el marco moderno de las ciencias exactas, y en
especial en el ámbito del positivismo decimonónico, fue atacada en nombre de la ley matemática que rige el movimiento de los astros, pero la
antigua raíz de las correspondencias astrológicas, lejos de extinguirse, se ha difundido en el
nivel del sentido común y con una particular
importancia psicológica en la psicología analítica de C.G. Jung, que asume la astrología como
una pantalla protectora en la que de manera individual y colectiva se hace consciente la motivación inconsciente de la interpretación de sí.
La astrología se transforma, en este punto, en
un símbolo utilizable, como la mitología, para
exteriorizar en el escenario de las estrellas, como en otro tiempo en el escenario de los dioses,
la propia interioridad.
BIBLIOGRAFÍA:
Collin, R. (1980); Garin, E. (1976);
Jung, C.G. (1951); Jung, C.G. (1952); Mutti, M.G.
(1990); Rudhyar, D. (1970).
ataraxia (al. Ataraxie; fr. ataraxie; ingl.
ataraxia; it. atarassia)
Término griego adoptado por estoicos y epicúreos para indicar el ideal de la imperturbabilidad que se alcanza a través del dominio de las
pasiones y el control de sí. En psicofarmacología
se llaman ataráxicos los psicofármacos de acción tranquilizante (v. psicofarmacología, § I).
atavismo (al. Atavismus; fr. atavisme;
ingl. atavism; it. atavismo)
Término empleado en biología para indicar la
aparición, en un individuo, de características
123
que se remontan a formas ancestrales y que no
aparecen en las generaciones intermedias. En
psiquiatría el término lo utilizó C. Lombroso,
que atribuía al atavismo las conductas anormales con fondo antisocial y criminal. En psicoanálisis se habla de regresión (v.) atávica
para indicar un regreso a formas primitivas de
la organización psíquica (v. arcaísmo). Entre
las regresiones atávicas S. Ferenczi indica la
regresión oceánica (talasale): “que es como expresar la idea de que existe un deseo de regresar al océano abandonado en los tiempos primitivos” (1924: 269). A propósito de la atracción ejercida por el pasado, Ferenczi precisa
que “el término ‘pulsión’ acentúa el aspecto
adaptativo, el carácter de adecuación del funcionamiento orgánico, mientras ‘fuerza de
atracción’ subraya en cambio el carácter de regresión. Naturalmente yo comparto la opinión
de Freud, según el cual las pulsiones directas
‘hacia adelante’ toman su energía de la fuerza
de atracción del pasado” (1924: 269).
BIBLIOGRAFÍA:
Ferenczi, S. (1924); Lombroso, C.
(1878).
ataxia (al. Ataxie; fr. ataxie; ingl. ataxia;
it. atassia)
Falta (ataxia) o insuficiencia (hipotaxia) de
coordinación (v., § 2). En neuropsicología se
indica con este término un trastorno en la
coordinación de los movimientos voluntarios,
que no conlleva necesariamente la pérdida de
la contractilidad muscular. Resultan comprometidos la posibilidad de aferrar un objeto, la
sucesión de los movimientos, el equilibrio del
tronco y de las extremidades en determinadas
posiciones. Los movimientos atáxicos son torpes, a saltos, incontrolados (v. locomoción, §
2). Una forma específica de ataxia es la ataxia
óptica, que no permite la coordinación entre
gesto y mirada, por lo que el sujeto orienta
mal su gesto porque no utiliza la información
visual correctamente percibida. Es causada
por lesiones que interrumpen las conexiones
occipito-parietales, generalmente del lado derecho. Una forma particular de ataxia es el
síndrome de Balint que, además de ataxia óptica, presenta parálisis psíquica de la mirada
e inatención visual unilateral. Por lo que se refiere a la ataxia locomotriz, consúltese la voz
124
ATAXIÁMETRO / ATENCIÓN
sífilis. En psiquiatría E. Stransky propuso la
expresión ataxia intrapsíquica para la falta de
coordinación entre pensamiento y emoción,
típica del vivir esquizofrénico.
BIBLIOGRAFÍA:
Balint, R. (1909); Stransky, E.
(1903).
ataxiámetro (al. Ataxiameter; fr. ataxiamètre; ingl. ataxiameter; it. atassiametro)
Es un aparato que registra y mide los movimientos involuntarios de los sujetos, que deben estar en posición erguida, inmóviles, con
los ojos cerrados. Se usa en las investigaciones
experimentales sobre la sugestionabilidad.
atelesis (al. Atelesis; fr. atélèse; ingl.
atelesis; it. atelesi)
Falta de integración típica de las disociaciones esquizofrénicas con especial referencia a
las desarticulaciones entre mundo exterior y
mundo interior (v. autismo), entre el yo y los
contenidos de conciencia (anacoresis) y entre
las formas elementales de la percepción y los
respectivos contenidos de conciencia (v. alucinación).
ateliosis
v. ENANISMO, § 3.
atención (al. Aufmerksamkeit; fr. attention; ingl. attention; it. attenzione)
Capacidad de seleccionar los estímulos y de
poner en acción los mecanismos responsables
del almacenaje de las informaciones en los
depósitos de la memoria de corto y largo plazo (v. memoria, § 5) con influencia directa en
la eficiencia de las capacidades de respuesta
en las tareas de vigilancia.
1] NEUROPSICOLOGÍA DE LA ATENCIÓN. Las estructuras neuronales que sustentan la atención son la formación reticular (v.), el tálamo (v.) y el sistema límbico (v.). El sistema
reticular, además de una acción uniforme de
vigilia, proporciona una regulación fina de la
atención mediante una acción inhibidora sobre los sistemas sensoriales que se excitan simultáneamente, para permitir la selección de
un estímulo especial cuyo significado para el
organismo está definido por factores biológicos y biográficos. En condiciones de atención
la activación de la corteza cerebral se caracteriza por un trazo electroencefalográfico desincronizado, con ondas irregulares de alta
frecuencia y de baja amplitud, y por la ausencia de ritmos alfa, presentes en cambio en la
vigilia relajada. Las reacciones fisiológicas
que tienen lugar con el despertar de la atención reciben el nombre de reflejos de orientación (v. reflejo, § 2, b); se encuentran tanto en
los animales como en los hombres y se manifiestan con un movimiento somatopsíquico
en el que el cuerpo se dirige a la fuente del estímulo mientras la conciencia se concentra en
su significado, mandando a segundo término
los sectores de la realidad que antes la habían
ocupado. La repetición del estímulo reduce el
reflejo de orientación porque sustituye al fenómeno de la habituación (v.), por lo que las
neuronas de la atención cesan de funcionar
aunque la señal del estímulo permanece sin
variación. La atención conlleva siempre una
supresión del movimiento espontáneo, dándole al organismo una apariencia de reposo
vigilante. La mayor o menor facilidad de un
estímulo sensorial para superar el mecanismo
inhibidor y para despertar la atención está relacionada con la edad. El niño, por ejemplo,
se distrae con suma facilidad y reacciona a
cualquier estímulo de cierto nivel; conforme
avanza la edad el sujeto aprende a usar la
atención de modo más discriminatorio y a subordinar las otras actividades al dominio del
sistema activo. Al respecto, escribe G. Benedetti, “se puede decir que la atención resulta
de un desplazamiento del equilibrio entre acción e inhibición. Ese equilibrio móvil es uno
de los modos de acción del sistema nervioso,
porque sólo a través de la inhibición de innumerables estímulos irrelevantes provenientes
del ambiente que bombardean al organismo,
éste puede protegerse de excitaciones difusas,
estériles y dispersoras; mientras sólo a través
del mecanismo de la activación selectiva resulta posible una acción significativa del individuo en su ambiente” (1969: 164-165).
ATENCIÓN
2] ATENCIÓN Y PERCEPCIÓN. En el ámbito perceptivo, la atención es un proceso de concentración de alguno de los muchos estímulos
percibidos basándose en las características
del estímulo, las necesidades internas, las expectativas y la experiencia pasada. La combinación de estos elementos está en la base de
la variación de los niveles de atención entre
un individuo y otro, por lo que la madre oirá
el llanto de su niño por encima de la conversación, y el naturalista los rumores del bosque, mucho más de lo que percibía el paseante. Es común diferenciar entre una atención
espontánea o involuntaria, en la que la respuesta de orientación del sujeto es provocada
por las características de un determinado estímulo, y una atención voluntaria o controlada,
caracterizada por una orientación consciente
y deliberada del sujeto hacia un estímulo. Generalmente estas dos formas de atención tienen un funcionamiento alterno, pues la concentración voluntaria sobre un objeto inhibe
la orientación espontánea sobre los demás y
viceversa; además, la atención espontánea no
implica ninguna fatiga, mientras que la voluntaria requiere un esfuerzo cuya intensidad
varía en relación con las motivaciones del sujeto hacia el objeto examinado. Desde el punto de vista de la calidad de la atención como
prerrogativa subjetiva se diferencia una atención selectiva, con características de concentración y selección que manifiesta, desde el
punto de vista de la eficiencia del comportamiento, tiempos de reacción rápidos y eficientes y óptima discriminación, y una atención difusa con predisposición a la libre asociación
que manifiesta, en el plano de la eficiencia del
comportamiento, reflexión y pensamiento
creativo. La atención también puede ser promovida por estímulos denominados externos,
que inciden en la percepción normal del sujeto, o internos, para los cuales la familiaridad,
la resonancia emotiva, los intereses personales, la motivación, pueden ser tanto conscientes como inconscientes (v. percepción, § 8).
3] ATENCIÓN Y APRENDIZAJE. La atención es también aprendizaje, en la medida en que permite
seleccionar determinados estímulos para después dirigir el comportamiento hacia ellos. Eso
ocurre, por ejemplo, en el mundo animal, con
la selección de los estímulos que remiten a la
comida, al nivel de activación de la atención en
125
presencia de un peligro, al empleo de la atención difusa en sentido organizativo para los
animales que viven en manada. Estas características valen también para el mundo humano,
como lo han demostrado los experimentos de
reflexología y de psicología del comportamiento; en este ámbito, además del reflejo de orientación caracterizado por el aumento de la tensión muscular, la orientación de los canales
perceptivos hacia el estímulo, la adopción de
una postura específica, se estudiaron con tests
especiales la calidad del aprendizaje en condiciones de atención concentrada y de atención
difusa. Los resultados han encontrado aplicación en pedagogía y en psicología de la edad
evolutiva, en las que se pudo constatar que la
atención del niño es predominantemente espontánea hasta los 7 años, con el consiguiente
comportamiento fluctuante y la escasa capacidad de aplicarse en una actividad estructurada
de manera consciente. De los 8 a los 11 años,
cuando el niño es capaz de orientar su actividad hacia un objeto específico, aparece la atención voluntaria que, en el ámbito educativo y
escolar, necesita ser estimulada con sagaces incentivos, que van desde la facilidad y la familiaridad del contenido hasta relaciones más
complejas y cambiantes, siguiendo estrategias
oportunamente preparadas.
4] TRASTORNOS DE LA ATENCIÓN. Los trastornos
de la atención pueden ser temporales, como la
desatención, la distracción, la distraibilidad,
o estructurales, como la aprosexia.
a] La desatención es una reducción temporal de la atención debida a cansancio físico
o mental. En el psicoanálisis Anna Freud
sostiene que, subyacente a la desatención,
existe una regresión del yo que se registra
cada vez que nos encontramos en estado de
estrés (v.)
b] La distracción es una interrupción de la
atención por acción de otros estímulos ajenos
a la actividad en curso. Éstos, que con su intensidad llaman la atención del sujeto, reducen la capacidad de los estímulos que lo abocaban a la actividad inicialmente seleccionada. La distracción puede ser superada con
mayor gasto de energía por parte del sujeto o
con una adaptación negativa a los factores de
distracción. Se habla de distracción también
en presencia de esa especial abstracción (v.)
que implica estar absortos en un pensamien-
126
ATENCIÓN FLOTANTE
to, en un problema, en la ejecución de una labor, al punto de no responder a los estímulos
o los sucesos externos aunque sean relevantes. Parece que en condiciones de distracción
no disminuye la receptividad inconsciente de
los estímulos, como ya lo había señalado P.
Janet, según el cual las sugerencias enviadas
en estado de distracción con frecuencia resultan más eficaces que las enunciadas de manera explícita después de haber llamado la atención. A este principio recurre la psicología de
la publicidad con el envío de mensajes subliminales (v.).
c] La distraibilidad, a diferencia de la distracción, que es un evento temporal, es la propensión natural de un sujeto a distraerse.
Normalmente, si se prolonga en los niños
puede ser síntoma de desadaptación.
d] La aprosexia es la incapacidad estructural de mantener la atención porque la ideación está enrarecida o concentrada en pocos
temas, como ocurre en los estados depresivos, porque es sobreabundante, como en los
estados maniacos, por exceso de emociones o
cargas afectivas que interfieren en los procesos de pensamiento, o por la presencia de
ideas fijas, como acontece en los estados fóbico-obsesivos, que, imponiéndose de manera forzada a la conciencia, reducen la posibilidad de atención. La aprosexia puede ser selectiva, porque se ha podido constatar una
excelente capacidad de atención en relación
con algunos temas en particular.
5] LA PSICOLOGÍA DE LA ATENCIÓN. Los estudios
sobre la atención llegaron a estructurarse como dirección psicológica en su polémica con
el asociacionismo (v.). La propuesta la hizo
G.H. Mead, basándose en la convicción de
que “la psicología de la atención desautorizó
la psicología de la asociación. Se descubrió
que en nuestra experiencia se encuentran infinitas asociaciones referidas a cualquier cosa
que se presente ante nosotros, pero la psicología asociacionista no logró explicar cómo es
que el papel dominante lo adopta una asociación determinada y no otras. En efecto los
asociacionistas postularon leyes según las
cuales si una cierta asociación hubiera sido
intensa, reciente y frecuente se habría transformado en dominante, pero de hecho con
frecuencia se verifican situaciones en las cuales lo que parecía ser el elemento más débil de
la situación logra ocupar la mente por completo. Sólo cuando los psicólogos se volcaron
al análisis de la atención fue posible explicar
tales situaciones y entender que la atención
voluntaria depende de la indicación de cualquier característica en el campo de la estimulación. Tales indicaciones hacen posible el aislamiento y la recombinación de las respuestas” (1934: 115).
BIBLIOGRAFÍA:
Bagnara, S. (1984); Benedetti, G.
(1969); Chance, M.R.A. y R.R. Larsen (1976);
Freud, A. (1965); Hale G.A., M. Lewis (1979);
Hebb, D.O. (1949); Janet, P. (1928); Kahneman,
D. (1973); Lindsley, D.B. (1960); Mead, G.H.
(1934); Moray, N. (1969); Norman, D.A. (1974);
Parasuraman, R. (1983); Swets, J.A. y A.B. Kristofferson (1970); White, A.R. (1964).
atención flotante (al. Gleichswebende
Aufmerksamkeit; fr. attention flottante;
ingl. suspended attention; it. attenzione
fluttuante)
Actitud subjetiva del analista que, al escuchar
al paciente, no debe favorecer ningún elemento del discurso del analizado basándose en
sus propias inclinaciones personales, en sus
inevitables prejuicios y en sus presupuestos
teóricos, aunque sean legítimos, sino que debe dejar actuar a su propia actividad inconsciente tal como se le solicita al analizado
cuando se lo invita a proporcionar asociaciones libres (v. asociación, § 3). En este sentido
S. Freud habla de atención libremente flotante (gleichswebende Aufmerksamkeit): “Así como el analizado debe comunicar todo cuanto
atrape en su observación de sí atajando las
objeciones lógicas y afectivas que querrían
moverlo a seleccionar, de igual modo el médico debe ponerse en estado de valorizar para
los fines de la interpretación, del discernimiento de lo inconsciente escondido, todo
cuanto se le comunique, sin sustituir por una
censura propia la selección que el enfermo resignó; dicho en una fórmula: debe volver hacia
el inconsciente emisor del enfermo su propio
inconsciente como órgano receptor, acomodarse al analizado como el auricular del teléfono
se acomoda al micrófono” (1912 [1976: 115]).
Puesto que la comunicación debe darse de inconsciente a inconsciente, como el inconscien-
ATIMIA / ATRACCIÓN-REPULSIÓN, TEORÍA DE LA
te del paciente se manifiesta a través de un material que es fruto de una sustancial deformación (v.), si la atención del analista se dejase guiar por sus propios prejuicios o supuestos previos, difícilmente lograría llegar,
partiendo de los derivados del inconsciente
del paciente, a la verdadera dinámica inconsciente subyacente. Naturalmente, a la comprensión le provocan interferencia los problemas personales que el analista no ha resuelto. Por esto, escribe Freud, “no basta
[que] sea un hombre más o menos normal; es
lícito exigirle, más bien, que se haya sometido a una purificación psicoanalítica, y tomado noticia de sus propios complejos que pudieran perturbarlo para aprehender lo que el
analizado le ofrece. No se puede dudar razonablemente del efecto descalificador de tales
fallas propias; es que cualquier represión no
solucionada en el médico corresponde, según
una certera expresión de Wilhelm Stekel, a
un ‘punto ciego’ en su percepción analítica”
(1912 [1976: 115]).
BIBLIOGRAFÍA:
Freud, S. (1912), Freud, S. (19111912); Stekel, W. (1911).
atimia (al. Athymie; fr. athymie; ingl.
athymia; it. atimia)
Término hipocrático adoptado por la psiquiatría para indicar la atenuación o la desaparición de las manifestaciones vinculadas a la esfera de la afectividad y de la emotividad.
atipia (al. Atypie; fr. atipicité; ingl. atypia; it. atipia)
Discordancia de lo que es típico (v. tipología)
o de lo que se apega a la norma (v.). El término se refiere al carácter de los individuos, a su
comportamiento, y a los resultados de los
tests.
atlético
v. TIPOLOGÍA, §1, b.
atmósfera, efecto de
v. PENSAMIENTO, § II, 6, C.
127
atomismo
v. ELEMENTARISMO.
átomo social
v. SOCIOMETRÍA.
atonía
v. TONO
MUSCULAR.
atracción-repulsión, teoría de la (al.
Anziehung-Abstossungstheorie; fr. théorie de l’attraction-répulsion; ingl. attraction-repulsion theory; it. teoria della attrazione-repulsione)
Esta teoría la encontramos, en los distintos
autores, con diversas denominaciones como:
acercamiento-evitamiento o evasión o esquivamiento, acercamiento-alejamiento, aversiónafinidad, todas las cuales se pueden referir a
atracción-repulsión con diferentes matices
que aquí indicaremos. Partiendo de las teorías del condicionamiento clásico y operante
iniciadas respectivamente por I.P. Pavlov y
por B.F. Skinner, además de la ley del efecto de
E. Thorndike, según la cual las respuestas reforzadas por alguna cosa que el animal necesita, que quiere o desea, tienen mayor posibilidad de verificarse que otras (v. aprendizaje,
§ I, 1-2), se preparó, basándose en la cualidad
del incentivo, un cuadro de posibles comportamientos, que prevé un:
a] comportamiento apetitivo activado por la
aparición de un incentivo positivo o por la eliminación de un incentivo negativo;
b] comportamiento adverso activado por
la aparición de un incentivo negativo o por la
eliminación de un incentivo positivo;
c] comportamiento de conflicto con elección
forzada en presencia de incentivos positivos y
negativos;
d] comportamiento de doble conflicto en presencia de uno o más incentivos, todos con
propiedades ambivalentes.
1] EL CONFLICTO ACERCAMIENTO-ALEJAMIENTO. La
situación conflictiva, que en contextos de complejidad es también la más recurrente, fue expresada despues por K. Lewin a partir de su
teoría del campo (v., § 2), en la que una con-
128
ATRIBUCIÓN, TEORÍA DE LA
flictividad es posible también en las situaciones aparentemente simples, en las que los incentivos presentes son apetitivos o adversos.
En efecto, se dan casos en los que, según la terminología adoptada por Lewin, el campo está
estructurado por las siguientes posibilidades:
a] acercamiento-acercamiento, cuando se
trata de decidir entre dos opciones igualmente atractivas, como se ilustra en la fábula del
asno de Buridano, que se deja morir de hambre porque no puede decidir entre dos montones de paja idénticos;
b] alejamiento-alejamiento, cuando nos encontramos entre dos opciones poco atractivas
por lo que, si es posible, la solución se da con
la salida del campo;
c] acercamiento-alejamiento, cuando una
meta parece al mismo tiempo placentera y desagradable;
d] doble conflicto, en la que se reproduce la
situación precedente, sólo que dos o más aspectos de la meta aparecen simultáneamente
atractivos y repulsivos.
2]
PROBLEMAS RELACIONADOS CON EL EVITAMIEN-
TO O EVASIÓN.
El evitamiento o evasión connota el comportamiento aversivo activado por la
aparición de un incentivo negativo, como en
el caso de la vigilancia del profesor que evita
conductas inconvenientes, o por la desaparición de un incentivo positivo, como la ausencia de alimento apetitoso que evita que se
consuma la comida. El evitamiento, si está relacionado con consecuencias desagradables o
dañosas, tiene un gran valor adaptativo, aunque se presenta el problema de cómo un nosuceso puede reforzar un condicionamiento.
La primera respuesta es la que une el evitamiento a la expectativa (v.) de que suceda el
hecho desagradable; la segunda, sostenida
por la teoría bifactorial (v. análisis factorial,
§ 1), considera que la respuesta del evitamiento se refuerza porque reduce el estado de miedo asociado con el estímulo que señala el
acaecer del suceso aversivo. En la modificación del comportamiento se diferencia el
training de evitamiento pasivo que, con la extracción del incentivo positivo, procura la
extinción de comportamientos no deseados,
y el activo que, a través del refuerzo negativo,
induce a evitar peligros reales o imaginarios
anticipados por la previsión. El término evasión se utiliza también en el léxico de R.D.
Laing para las falsificaciones de la realidad
actuadas por el sujeto con ficciones fantásticas, con el objetivo de evitar la realización
interpersonal y el enfrentamiento consigo
mismo y con los demás.
3] TERAPIA DE AVERSIÓN. Con la eliminación
de incentivos positivos y la introducción de
incentivos negativos, la terapia de aversión
tiende a reducir –hasta extinguirla– la atracción por un objeto físico, una pareja social,
una situación, un vicio. La psicología experimental llegó a medir la intensidad del comportamiento aversivo con el gradiente de aversión, que toma en cuenta elementos instintivos y adquiridos. Los unos y los otros son interpretados por el psicoanálisis como mecanismos de defensa para la seguridad del yo.
La terapia de aversión consiste en crear una
asociación entre modelos de conducta indeseables y estímulos desagradables, o bien una
relación causa-efecto entre los dos. La terapia
de aversión, empleada para el tratamiento del
alcoholismo, la farmacodependencia y las
manifestaciones indeseables de la sexualidad,
encuentra dificultad en hallar una conducta
alternativa a la que, con la asociación aversiva, se tiende a eliminar. Hoy, a los métodos
eléctricos y químicos utilizados en los años
treinta y cuarenta, se prefiere la llamada sensibilización concreta, en la que a la sensación
desagradable la sustituye su representación, o
bien se recurre a la activación de procesos
cognoscitivos (v. aprendizaje, § II) o a formas de autocontrol que ejercen presión en la
autoestima (v.). Para la exposición de las diversas formas de terapia de la aversión, v.
comportamiento, § 5.
BIBLIOGRAFÍA:
Campbell, B.A. y R.M. Church
(1969); Laing, R.D. (1959); Lazarus, R.S. (1966);
Lewin, K. (1935); Lewin, K. (1951); Pavlov, I.P.
(1927); Rachman, S. y J. Teasdale (1969); Skinner, B.F. (1953); Thorndike, E.L. (1911).
atribución, teoría de la (al. Zuschreibungstheorie; fr. théorie de l’attribution;
ingl. attribution theory; it. teoria dell’attribuzione)
Teoría que explica las modalidades con las
cuales, según el sentido común, se explican
ATRIO / AUDITIVO, APARATO
los comportamientos propios y ajenos atribuyéndolos a causas que pueden ser ambientales o personales. F. Heider demostró que en
general se realizan con mayor frecuencia
atribuciones a causas personales que a causas ambientales, porque la unidad entre
agente y acción se percibe de manera más inmediata que la unidad entre acción y ambiente. Esto está en la base de los errores de
atribución que deben imputarse –aparte de al
error perceptivo– también a aspectos motivacionales, como por ejemplo el carácter defensivo de algunas atribuciones. Pruebas experimentales han demostrado, en efecto, que generalmente se tiende a explicar el comportamiento propio basándose en factores situacionales, mientras el comportamiento de los
otros se explica casi siempre basándose en intenciones o disposiciones personales.
BIBLIOGRAFÍA:
Amerio, P. (1982); Heider, F. (1958).
atrio (al. Vorhof; fr. oreillette; ingl. auricle; it. atrio)
Llamada también aurícula, es una cavidad
presente en la parte superior del músculo
cardiaco que consta de dos atrios, uno derecho y uno izquierdo. El atrio derecho recibe
la sangre procedente de los tejidos corporales, pobre de oxígeno, llevada por las venas
cavas; el atrio izquierdo recibe la sangre de
los pulmones, rica en oxígeno, llevada por las
venas pulmonares. De los atrios la sangre pasa a los compartimientos ventriculares (v.
ventrículo) que constituyen la parte inferior
del corazón.
atrofia
v. DISTROFIA.
audiología (al. Audiologie; fr. audiologie; ingl. audiology; it. audiologia)
Ciencia que tiene como objeto de estudio el
sistema auditivo (v.) y como fin el diagnóstico de eventuales trastornos y su consiguiente
intervención terapéutica. Actualmente el método más usado para la medición del umbral
auditivo es el audiométrico, el que con un ge-
129
nerador electroacústico de sonidos de frecuencia diversa e intensidad variable permite
obtener los datos que se visualizan en una
gráfica llamada audiograma.
auditivo, aparato (al. Hörsystem; fr.
système auditif; ingl. auditory system;
it. uditivo, sistema)
Aparato sensible a las vibraciones producidas por una fuente sonora. Una característica de este aparato es la coexistencia de dos
tipos de receptores: los gravitatorios o centrífugos del sistema vestibular (v.) y los del
sonido, cuya preponderancia justifica la denominación. El oído es el órgano del sentido
cuyos mecanorreceptores (v. receptor) son
sensibles a vibraciones generadas por ondas
sonoras capaces de propagarse a través del
aire, del agua y de otros medios materiales.
Los atributos físicos de las ondas sonoras
son la amplitud, determinada por la cantidad
de energía que se manifiesta en la entidad de
la compresión y la expansión, y la frecuencia,
que se refiere al número de vibraciones por
segundo, es decir al número de longitudes de
onda que pasan por un punto en un segundo.
El carácter subjetivo de la amplitud es la intensidad, por lo que un sonido parece débil o
fuerte, mientras la correlación con la frecuencia es la tonalidad, por lo que un sonido parece bajo o agudo. Con la forma de las ondas, en
relación con la sobreposición de vibraciones
secundarias o armónicas a la vibración fundamental, está unido el timbre del sonido, que es
diferente de un instrumento al otro. Los sonidos corresponden a vibraciones periódicas regulares; los ruidos a vibraciones irregulares.
Cuando se producen juntos dos sonidos, éstos
no pierden su entidad, como sucede cuando
se mezclan dos colores, sino que producen
una fusión oída como armonía (agradable) o
como disonancia (desagradable).
Las ondas sonoras son las ondas longitudinales mecánicas que el oído humano es capaz
de percibir, es decir las de frecuencias de entre
20 y 20 000 Hz, aunque la máxima sensibilidad
auditiva parece corresponder a 3 000-4 000
Hz; las frecuencias superiores o inferiores
son, respectivamente, los ultrasonidos y los
infrasonidos. La intensidad también presenta
un umbral mínimo y máximo en relación con
130
AURA
pabellón
estribo
yunque
ventana oval
martillo
conducto
auditivo membrana
externo timpánica
caracol
ventana
redonda
Sección del oído.
los cuales se introdujo la escala de decibeles
(dB) donde el valor 0 corresponde a la intensidad mínima normalmente percibida, y 120
al valor máximo, más allá del cual se presenta una sensación de dolor.
Se suele dividir el oído en tres secciones denominadas oído externo, expuesto al aire; oído
medio, que contiene aire pero no está en comunicación directa con el ambiente, y oído interno, que contiene líquidos.
1] El oído externo está constituido por el pabellón, que es la estructura cartilaginosa encargada de capturar los sonidos, y por el conducto
auditivo externo, que los transporta al tímpano,
una membrana que vibra en presencia de ondas sonoras. Como el movimiento del tímpano
es de una levísima intensidad, es necesaria una
amplificación, que se produce en el oído medio.
2] El oído medio presenta estructuras óseas
encadenadas llamadas martillo, yunque y estribo, que intervienen como amplificadores de
la vibración del tímpano, permitiendo el paso
de la onda sonora del aire a las estructuras del
oído interno, a través de una membrana llamada ventana oval.
3] El oído interno tiene su parte esencial en
el caracol o coclea, que traduce la onda sonora
en impulso nervioso. Las ondas de compresión, en efecto, hacen vibrar el líquido contenido en el canal coclear, manteniendo en movimiento la membrana basilar en la que se inserta el órgano de Corti, que contiene los receptores y las células que transmiten los impulsos a
las fibras del nervio acústico. La decodificación de las informaciones auditivas se produce
en el área de la corteza del lóbulo temporal, llamada área acústica, donde existe una represen-
tación “tonotópica”, es decir una correspondencia entre las diferentes zonas corticales y
las distintas frecuencias de los estímulos sonoros. Naturalmente todo esto es apenas el principio de la percepción, porque después el individuo reorganiza e interpreta las informaciones según las experiencias anteriores, la motivación y los estados emotivos.
aura (al. Aura; fr. aura; ingl. aura; it. aura)
1] Halo energético que se supone existe alrededor del cuerpo humano y que algunas personas
dicen percibir bajo la forma de una luz de diversos colores, cuya tonalidad daría indicaciones del estado psicofísico del sujeto. Las aureolas en los retratos de los santos serían representaciones convencionales del aura que, por otra
parte, está descrita en casi todas las culturas.
2] Síntoma premonitor que advierte de la inminencia de algún trastorno físico o mental,
casi siempre presente en los episodios de epilepsia (v.) esencial antes de los síntomas principales. E. Bleuler la describe en estos términos: “el ataque es precedido con frecuencia
por preludios que duran algunas horas, más
raramente algunos días; en general están representados por ‘humores’, pero también por
malos sentimientos y a veces por alucinaciones y estados crepusculares. En la mayor parte de los casos estos preludios desaparecen en
el momento mismo en el que sucede el ataque” (1911-1960: 395). En general se suele diferenciar: a] auras psíquicas con alteraciones
de la relación de tiempo, realidad, identidad,
memoria y, en especial, de la intensidad de la
experiencia; b] auras sensoriales con alucinaciones olfativas, gustativas, ópticas, generalmente elementales (resplandores, luces, cuerpos luminosos), así como auditivas, también
éstas elementales (ruidos sordos o vibrantes);
c] auras viscerales con dolores epigástricos; d]
aura cursoria caracterizada por correr sin
ningún objetivo. La calidad del aura está relacionada con el focus epileptógeno cerebral y
varía según la localización específica de la lesión. Por este motivo en un individuo se repite siempre el mismo tipo de aura.
BIBLIOGRAFÍA:
(1972).
Bleuler, E. (1911-1960); Tart, C.
AUSENCIA / AUTENTICIDAD-INAUTENTICIDAD
ausencia (al. Absenz; fr. absence; ingl.
absence; it. assenza)
Pérdida transitoria de la conciencia y de la memoria, debida a causas que van de la intoxicación exógena a la alteración momentánea de
la irrigación cerebral. Habitualmente se emplea este término en referencia a esa manifestación menor, respecto de la epilepsia (v.) generalizada, denominada ausencia epiléptica,
y que se caracteriza por una breve pérdida de
conciencia, interrupción de toda actividad, fijeza de la mirada y amnesia completa.
autarquía (al. Autarkie; fr. autarchie;
ingl. autarchy; it. autarchia)
Término utilizado en psiquiatría para referirse
al primer período de la infancia, en el que no
se le exige nada al niño y se satisfacen inmediatamente sus necesidades. S. Ferenczi llamó
a esta condición “omnipotencia incondicionada” porque el niño no tiene otra referencia que
él mismo, entendiendo también el seno materno como parte de su cuerpo. Sólo más tarde, e
involuntariamente, se orienta hacia los objetos, poniendo fin a esta fase autárquica.
BIBLIOGRAFÍA:
131
(1919: 49). M. Heidegger reformuló esta polaridad de términos partiendo del hecho de que,
como el hombre está en el mundo, puede
adoptar el modo “común” de ver y juzgar las
cosas, renunciando al modo propio. Disminuye entonces su especificidad y se aumenta el
“se” impersonal (Man), por lo que “nos la pasamos y nos divertimos como se divierten;
leemos, vemos y juzgamos de literatura y arte
como se ve y se juzga. Nos mantenemos alejados de la ‘gran masa’ como se nos tiene alejados, encontramos ‘escandaloso’ lo que se encuentra escandaloso. El se, que no es un existir
determinado, sino todos (pero no como suma),
decreta el modo de ser de la cotidianidad”
(1927, § 27). Bajo la dictadura del “se” la
existencia es inauténtica. El sentido de esta
expresión no es peyorativo, sino etimológico.
La expresión alemana que equivale a “autenticidad” (Eigentlichkeit) contiene el adjetivo
eigen, que significa “propio”, como también
el griego αυ’τ′ος que aparece en “auténtico”.
Bajo la dictadura del “se” el proyecto existencial es “inauténtico” porque la comprensión
que realiza de las cosas no es la “propia”, no
es la que emana del “propio” proyecto, sino la
que se tomó del modo “común” de considerar
las cosas, en el que el hombre se encontró al
venir al mundo.
Ferenczi, S. (1913).
autenticidad-inautenticidad (al. Eigentlichkeit-Uneigentlichkeit; fr. authenticitéinauthenticité; ingl. authenticity-inauthenticity; it. autenticità-inautenticità)
Polaridad de términos que adquieren un significado diferente según los ámbitos disciplinarios en que se los utiliza:
1] FILOSOFÍA. El par autenticidad-inautenticidad
fue introducido por K. Jaspers para indicar lo
que hay de más propio (eigen) en el fondo de la
existencia, respecto a sus aspectos superficiales
o adquiridos por imitación o aquiescencia: “Lo
auténtico es aquello que es más profundo en
contraposición a lo que es más superficial, por
ejemplo lo que toca el fondo de cada existencia psíquica frente a lo que roza la epidermis,
lo que dura frente a lo momentáneo, lo que
creció y se desarrolló con la persona misma
frente a lo que la persona aceptó o imitó”
2] PSIQUIATRÍA FENOMENOLÓGICA. L. Binswanger, adoptando las categorías de la analítica
existencial de Heidegger, matiza la autenticidad y la inautenticidad de la existencia en la
categoría de la temporalidad, que Heidegger
mostró era solidaria con el ser. El presente de
cada existencia está entre un pasado no elegido y un futuro por elegir; la autenticidad es
propia de la existencia que se conjuga a sí
misma en sintonía con la proyectualidad del
porvenir, mientras la inautenticidad es propia
de la existencia que no logra asomar del propio pasado, sino que se deja reabsorber por
éste sin desarrollo ni progresión. En la incapacidad de trascender el propio pasado la
existencia entrega su poder ser a una posibilidad ya dada, a una posibilidad que Binswanger define como “inauténtica” porque no es
“suya”, sino simplemente “hecha suya”. Es la
victoria del ser-echado sobre el proyecto, es
la caída de las posibilidades del hombre en la
repetición de posibilidades ya dadas. Entonces, escribe Binswanger, “las cosas, de invi-
132
AUTISMO
tantes, se transforman en obligatorias, de
prometedoras en angustiantes, porque en lugar de dominar la situación, es decir de abarcarla en todas sus relaciones de sentido, la situación se hace aplastante, quitándole al ser
su autodominio” (1944-1946: 99). En otro
punto: “En la relación con el mundo la existencia se niega a sí misma como auténtica
posibilidad de sí para caer en determinado
proyecto de mundo del que se siente expulsada; en lugar de la libertad de hacer que el
mundo acontezca se da la no-libertad del ser
dominado por un determinado proyecto de
mundo” (1944-1946: 25; v. análisis existencial, § 2, c).
3] PSICOANÁLISIS. El par de términos se utiliza
en psicoanálisis para diferenciar los actos que
se hacen de buena fe de los que se hacen de
mala fe, que son verdaderos o falsos para el
ello (v.). El comportamiento inauténtico se interpreta generalmente como defensivo, porque
tiene por objetivo evitar encontrar algunos aspectos de la situación o de sí mismo que podrían generar angustia. La teoría psicoanalítica no tiene ningún criterio para fundamentar
esta diferencia, aunque la práctica depende en
gran parte de la capacidad del terapeuta para
diferenciar entre sinceridad e insinceridad y, a
propósito de esta última, entre insinceridad
consciente e insinceridad inconsciente.
BIBLIOGRAFÍA:
Binswanger, L. (1944-1946); Binswanger, L. (1946); Heidegger, M. (1927); Jaspers,
K. (1919).
autismo (al. Autismus; fr. autisme;
ingl. autism; it. autismo)
Término acuñado por E. Bleuler para describir a individuos completamente absortos en
sus propias experiencias interiores con la consiguiente pérdida de cualquier interés por la
realidad externa, las cosas y los otros. El término autismo, derivado del griego α’ντóς, que
significa “sí mismo”, tiene un uso genérico y
uno específico referido a los niños, y diferente de la denominación autismo infantil precoz.
En su acepción general el autismo presenta
las características de una clausura de las relaciones comunicativas con el mundo exterior,
con el consiguiente retiro en sí mismo, en la
propia vida interior, autocéntrica y dominada
por la subjetividad. El pensamiento autista se
alimenta casi exclusivamente de producciones endógenas con materiales derivados sólo
del sujeto, a partir de los sueños con los ojos
abiertos, de las fantasías, de los delirios y de
las alucinaciones; si después la realidad ofrece el material, el sujeto no es consciente, o lo
dota inmediatamente de contenidos subjetivos. Autismo, desreísmo (v. desrealización) e
introversión (v.) están estrechamente vinculados entre sí. Cuando el autismo presenta un
acercamiento desreísta a la vida entonces, según Bleuler, es uno de los síntomas fundamentales de la esquizofrenia. En su aproximación a la vida el sujeto es completamente
egoísta en el sentido literal y no valorativo del
término; su yo, que vive excluyendo sistemáticamente la realidad externa, está en armonía
soló con sus ideas y con sus emociones, incapaz de dirigir sus energías hacia objetos fuera
de sí mismo.
Es común diferenciar el autismo infantil
precoz, no propiamente clasificable en los síndromes esquizofrénicos, porque, mientras el
esquizofrénico retira su interés del mundo,
el niño autista simplemente no lo instaura.
Acerca de las razones de este síndrome las
opiniones son muy diferentes: se va de la posición de L. Kanner, según el cual el autismo
infantil es innato y no ocasionado por una
educación equivocada, a la posición de B.
Bettelheim, quien afirma que el autismo tiene
raíces psicológicas semejantes a las del narcisismo, pues la libido está invertida en el yo, en
lugar de en los objetos.
1] CARACTERES DEL AUTISMO INFANTIL PRECOZ. El
niño autista, esencialmente normal en los primeros seis meses de vida, se vuelve anafectivo, mostrando escaso interés por cualquier
estímulo tanto auditivo como visual y oponiéndose a toda manifestación de afecto. Un
aspecto común de este cuadro es el retraso en
el lenguaje, mientras el desarrollo motor está
generalmente dentro de la norma. La afectación de las relaciones con los padres implica
que el niño no atraviese las fases normales de
ansiedad, de abandono o de miedo por las
personas extrañas, así como no manifiesta
ningún interés por la compañía de los demás,
prefiriendo pasar su tiempo en actitudes de tipo ritualista y de carácter repetitivo. Resisten-
AUTISMO
te a cualquier cambio, por lo que por ejemplo
el destete o el uso del cuchillo en la alimentación pueden representar serios problemas, el
niño autista muestra un deseo obsesivo y angustiante por mantener el statu quo y ofrece
un aspecto inteligente y pensativo, a pesar de
tener una modesta inteligencia y con frecuencia un daño auditivo. Kanner ve en el autismo
infantil los caracteres del ensimismamiento,
la inaccesibilidad, la soledad, la incapacidad
de relacionarse; el cuadro se completa con los
juegos sumamente repetitivos seguidos por
reacciones de ira si son interrumpidos, preferencia por los movimientos rítmicos como rodar y mecerse, ecolalia (v. ecofenómeno),
sustitución del pronombre personal “yo” con
“él” y el consiguiente discurso sobre sí mismo
en tercera persona.
A Kanner también se debe la diferenciación entre autismo infantil y autismo esquizofrénico: en el primer caso el trastorno autista está presente desde la primera infancia,
mientras el esquizofrénico parece normal en
los dos primeros años de vida; además, el niño autista es apático, rígido, desapegado y
más aislado que el esquizofrénico, que en
cambio muestra con frecuencia una voluntad
motriz excesiva y apego hacia el cuerpo del
adulto. Los padres de los niños autistas pertenecen a un modelo sumamente coherente
con caracteres de notable inteligencia, productividad y con un nivel social elevado; en
apariencia fríos y emotivamente impasibles,
parecen obsesionados por el deseo de educar
niños perfectos.
2] INTERPRETACIONES DEL AUTISMO INFANTIL PRECOZ. En su primera publicación sobre el autismo infantil, Kanner escribe: “Debemos suponer que estos niños vienen al mundo con una
incapacidad innata para establecer el contacto afectivo normal de naturaleza biológica con
las personas, tal como sucede con otros niños
que vienen al mundo con desventajas físicas o
intelectuales congénitas. Si nuestra suposición es correcta, un estudio más profundo de
estos niños debería contribuir a proporcionar
criterios concretos a los conceptos todavía vagos de los componentes constitucionales de
las reacciones afectivas. Parece, en efecto, que
nos encontramos frente a ejemplos clásicos
de un trastorno autista innato del contenido
afectivo” (1943: 248).
133
Diametralmente opuesta es la tesis de L.
Eisenberg, que inició sus investigaciones sobre el autismo en colaboración con Kanner.
Según Eisenberg la etiología del autismo se
debe buscar en la educación, a propósito de
la cual escribe: “Los crían de una manera que
puede ser definida como una caricatura del
conductismo watsoniano, según un esquema
que ellos encuentran muy adecuado. Se interesan en el niño sólo en la medida en la que
él se demuestra capaz de ejecutar automatismos; de ahí la frecuencia, entre los niños autistas, de prodigiosas explosiones recitativas
de cosas aprendidas de memoria. Se exige el
conformismo, se quiere tener un niño ‘perfecto’ o, lo que es lo mismo, un niño que obedece, que ejecuta, que no tiene exigencias propias” (1957: 720). Y: “Se puede pensar que su
potencial intelectual está limitado desde el
principio, amén de que parece inevitable que
un niño cuyo contacto con el ambiente está
tan gravemente limitado sufra un deterioro
intelectual irreversible, cuando las ocasiones
de progreso se reducen a cero a causa de la
ausencia de una experiencia normal, concepto revalidado también con los estudios realizados en animales” (1956: 610).
Entre la posición “innatista” de Kanner y la
adquirida de Eisenberg se coloca L. Bender,
que considera el autismo como una reacción
defensiva secundaria por una lesión del sistema nervioso central: “Desde hace mucho considero que el autismo es un mecanismo de
defensa que se encuentra frecuentemente en
los jóvenes esquizofrénicos, en los niños con
lesión cerebral, en los sujetos que han sufrido
serios traumas o carencias afectivas graves.
Estos niños se retiran del mundo para protegerse de la desorganización y la angustia vinculadas a esta patología de base [...] de su patrimonio genético, de su cerebro, de sus órganos perceptivos, de sus relaciones sociales”
(1960: 83). De opinión exactamente opuesta
es B. Rimland, para quien “los niños afectados por ese trastorno primario que es el autismo infantil precoz están genéticamente
predispuestos a esta forma morbosa a causa
de una inteligencia superior innata de la que
se defienden con el autismo, que debe interpretarse como una desviación genética inhibitoria” (1964: 23).
R.A. Spitz intentó por primera vez una interpretación psicoanalítica del autismo, según la
134
AUTOACUSACIÓN / AUTOANÁLISIS
cual la carencia afectiva, junto a la ausencia de
estimulaciones adecuadas, induce en el niño
una depresión anaclítica (v. anaclisis, § 3) además de un grave retraso afectivo e intelectual.
En esta línea está C.E. Goshen, que hizo extensivo el estudio del autismo a los núcleos familiares, e insistió en el efecto nefasto de la madre que no es capaz de estimular al niño y de
enviarle señales coherentes durante ciertos períodos críticos de la primera infancia, en especial entre el sexto y el decimoctavo mes. Así el
niño puede no llegar a aprender el significado
del lenguaje y, en ciertos casos, caer en una
condición de debilidad mental.
Finalmente Bettelheim resuelve la polémica
entre causas orgánicas y causas psíquicas asumiendo esta posición: “Considero que el cuerpo y la psique en la primera infancia están tan
poco diferenciados que esta discusión acerca
de la hipótesis orgánica o psicógena aparecerá
completamente ociosa en una era científica un
poco más iluminada. En efecto, es necesario
que el cerebro del niño sea estimulado por experiencias sensoafectivas para que las funciones cognoscitivas y la capacidad de relación se
desarrollen plenamente, aunque el niño haya
nacido con un potencial de funcionamiento
mental y afectivo por completo normales”
(1967: 421). Partiendo de esta premisa Bettelheim promueve su interpretación psicoanalítica en estos términos: “Creo que la causa inicial
del retiro autista es la interpretación correcta,
por parte del niño, de la actitud negativa con la
que se aproximan las figuras más significativas
de su ambiente. Esto, a su vez, provoca en él
accesos de cólera hasta que comienza –igual
que muchos adultos– a interpretar el mundo a
imagen de su propia ira. Todos nosotros lo hacemos de vez en cuando, y todos los niños lo
hacen con mucha más frecuencia que nosotros
los adultos. El drama del niño destinado a
transformarse en autista es que su visión fantasmática del mundo es confirmada después
por su mundo real; y esto en una edad precoz
en la que le falta cualquier otra experiencia
más benigna capaz de equilibrarlo. Es este hecho el que lo conduce a adoptar la posición autista, y no la proyección de su yo agresivo, aunque tal proyección rápidamente tendrá su parte en el proceso” (1967: 47).
BIBLIOGRAFÍA:
Bender, L. (1960); Bettelheim, B.
(1967); Bleuler, E. (1911-1960); Eisenberg, L.
(1956); Eisenberg, L. (1957); Goshen, C.E.
(1963); Kanner, L. (1943); Rimland, B. (1964);
Spitz, R.A. (1946); Wing, L. (1968).
autoacusación (al. Selbstanklage; fr.
autoaccusation; ingl. self-charge; it. autoaccusa)
Palabras o actos con los que nos atribuimos
la culpa de un comportamiento o actitud
equivocados. En algunos casos la autoacusación precede al autocastigo (v.), legitimándolo como práctica expiatoria desculpabilizante y como actitud masoquista. Generalmente autoacusaciones y autorreproches
caracterizan la depresión y la fase depresiva
en los síndromes maniaco-depresivos cuidadosamente estudiados por L. Binswanger,
que interpreta la autoacusación como el resultado de una desestructuración de la temporalidad, por lo que un hecho del pasado
domina la visión completa del mundo, no
permitiendo al presente acontecer y al futuro suceder. “En estos casos el pasado no es
el pasado, por lo que el presente se transforma en el tiempo del incesante lamento y el
futuro se entreabre como el ámbito de posibilidades vacías” (1960: 34). La autoacusación se debe distinguir de la autocrítica (v.)
porque de lo que se acusa el individuo no es
casi nunca la causa de la situación de la que
se lamenta.
BIBLIOGRAFÍA:
Binswanger, L. (1960).
autoafirmación (al. Selbstbehauptung;
fr. affirmation de soi; ingl. self-assertion; it. autoaffermazione)
Capacidad de imponerse y de destacarse gracias a un buen conocimiento del mundo circundante, una buena capacidad de adaptación
y un significativo control de sí. La autoafirmación no excluye conductas agresivas.
autoanálisis (al. Selbstanalyse; fr. autoanalyse; ingl. self-analysis; it. autoanalisi)
Investigación conducida por un individuo sobre sí mismo mediante procedimientos psicoanalíticos (v. análisis) como las asociaciones li-
AUTOCASTIGO / AUTOCONCIENCIA
bres, el análisis de los sueños, la interpretación
de los comportamientos. No sustituye al tratamiento psicoanalítico verdadero porque, además de esconder una posible resistencia al psicoanálisis, halaga el narcisismo y elimina ese
resorte esencial de todo tratamiento psicoanalítico que es la transferencia (v.). S. Freud se
sometió al autoanálisis y así habla de éste:
“Pronto advertí la necesidad de hacer mi autoanálisis, y lo llevé a cabo con ayuda de una serie
de sueños propios que me hicieron recorrer todos los acontecimientos de mi infancia, y todavía hoy opino que en el caso de un buen soñador, que no sea una persona demasiado anormal, esta clase de análisis puede ser suficiente”
(1914 [1976: 19]). Anteriormente Freud no era
de esta opinión, y en una carta a W. Fliess había escrito: “Mi autoanálisis sigue interrumpido. Ahora advierto por qué. Sólo puedo analizarme a mí mismo con los conocimientos adquiridos objetivamente (como lo haría un
extraño); un genuino autoanálisis es imposible,
de lo contrario no existiría la enfermedad”
(1892-1899 [1976: 313]). Las reservas de Freud
se refieren al autoanálisis cuando es sustitutivo
del análisis entre dos; cuando en cambio es integrativo Freud lo recomienda en forma especial porque “cada psicoanalista sólo llega hasta
donde se lo permiten sus propios complejos y
resistencias interiores, y por eso exigimos que
inicie su actividad con un autoanálisis y lo profundice de manera ininterrumpida a medida
que hace sus experiencias en los enfermos.
Quien no consiga nada con ese autoanálisis
puede considerar que carece de la aptitud para
analizar enfermos” (1910 [1976: 136]).
BIBLIOGRAFÍA:
Anzieu, D. (1959); Freud, S. (1910);
Freud, S. (1914).
autocastigo (al. Selbstbestrafung; fr.
autopunition; ingl. self-punishment; it.
autopunizione)
Castigo que un individuo se inflige a sí mismo
para atenuar un sentimiento de culpa relacionado con una trasgresión, real o imaginaria,
de normas o de principios morales. El autocastigo, interpretado por S. Freud como expresión de un superyó especialmente exigente
en relación con el yo (v. castigo, § 3), alivia la
ansiedad de un castigo que corresponde al ex-
135
terior. También algunos comportamientos antisociales, que tienen como consecuencia un
castigo, pueden ser interpretados como intenciones inconscientes para resolver un sentimiento de culpa. En los casos más graves se
puede asistir a fenómenos de automutilación
(v. autolesión) o aun de suicidio (v.).
BIBLIOGRAFÍA:
Bertolini, E. (1971); Freud, S.
(1924).
autoconciencia (al. Selbstbewusstsein;
fr. conscience de soi; ingl. self-consciousness; it. autocoscienza)
En psicología el término tiene el significado
de conocimiento de uno mismo, por lo que
con frecuencia se encuentra también la expresión autoconocimiento con el objetivo de diferenciar el uso psicológico de la palabra del filosófico, según el cual la autoconciencia es el
principio trascendental que se pone como
condición a todo conocimiento y, para el idealismo, también de toda realidad. Respecto a la
accesibilidad con la que cada uno llega a conocerse a sí mismo se diferencia un sí manifiesto que se refiere a los aspectos conscientes
de sí que se obtienen de la información de los
otros; un sí interior, conocido sólo por el individuo; un sí ciego, conocido sólo por los otros,
y un sí desconocido, que es desconocido por
todos, aunque su existencia pueda ser inferida. Sobre la importancia de la autoconciencia
como conocimiento de sí insistieron la psicología descriptiva, iniciada por W. Dilthey,
quien definió la autoconciencia como “la forma más alta y más instructiva con la que podemos comprender la vida”, y el psicoanálisis,
que hizo de ella la condición indispensable
para el ejercicio de la profesión psicoanalítica. La psicología científica, en cambio, no ha
insistido mucho en ello porque de la autoconciencia no se puede eliminar la autoilusión, y
porque todo cuanto uno sabe de sí mismo se
deriva de la manera en la que uno fue considerado por los otros, con los consiguientes
errores de autoevaluación y autodevaluación.
Aunque no es algo que se puede proponer
científicamente la autoconciencia es objeto de
especial atención en el campo pedagógico,
donde se ha podido demostrar que un desarrollo desviado de la autoconciencia, por efec-
136
AUTOCONTROL / AUTOEROTISMO
to de la devaluación de los demás, puede producir sentimientos de inferioridad que perjudican el proceso educativo.
BIBLIOGRAFÍA:
Dilthey, W. (1894); Hector, H.
(1971); Kleinke, C.L. (1978).
autoconocimiento
v. AUTOCONCIENCIA.
autoconservación, pulsiones de
v. CONSERVACIÓN, § 2; YO, PULSIÓN DEL.
autocontrol (al. Selbstbeherrschung; fr.
maîtrise de soi-même; ingl. self-control;
it. autocontrollo)
Capacidad de la persona de dominar, seleccionar, coordinar o inhibir los afectos, deseos o
pulsiones a fin de que la conducta no perjudique el logro de una o más metas consideradas
sumamente deseables. Por requerir un aplazamiento de placeres y gratificaciones inmediatos, el autocontrol está clasificado por el psicoanálisis bajo la figura de la sublimación (v.), a
través de la cual se desplaza la meta de las propias pulsiones instintivas, cuya inmediata satisfacción se considera inferior a los valores socioculturales que se propone realizar. Para el conductismo, en cambio, el autocontrol está determinado, aunque no siempre de manera consciente, por el valor relativo de la recompensa y
por lo tanto por la ventaja que el individuo puede obtener. Esta “ley de efecto relativo” permite
al individuo autocompensarse tan pronto como
está en posibilidad de introducir, entre deseo y
satisfacción, la variable del tiempo, que permite, mediante la introducción de refuerzos, tolerar mejor el aplazamiento de la satisfacción y,
en los casos más afortunados, modificar el ambiente externo de manera que lo haga más gratificante (v. aprendizaje, § I, 1-2).
autocrítica (al. Selbstkritik; fr. autocritique; ingl. self-criticism; it. autocritica)
Juicio que el sujeto expresa de sí mismo, de
sus acciones y de sus propios errores o defectos, después de un examen de su personalidad
y su comportamiento. Se diferencia de la autoacusación (v.) porque esta última se refiere
a algo que no se cometió o a algo que, pese a
haberse cumplido, no es la causa de la situación que se rechaza o de la que se lamenta.
autóctono
v. ALÓCTONO-AUTÓCTONO.
autodevaluación
v. AUTOESTIMA.
autoecolalia
v. ECOFENÓMENO.
autoecoprasia
v. ECOFENÓMENO.
autoengaño (al. Selbsttäuschung; fr.
autotromperie; ingl. self-deception; it.
autoinganno)
Actitud mental de defensa por medio de la
cual el individuo falsea a sabiendas la imagen
que tiene de sí para no perder la autoestima o
para no renunciar a la satisfacción de necesidades instintivas conscientemente rechazadas. De esta manera el sujeto logra engañar la
censura del superyó, ofreciéndose a sí mismo
falsas motivaciones, que justifican a sus ojos
sus comportamientos y sus pensamientos. En
el campo fenomenológico J.-P. Sartre interpreta el autoengaño como una falsa descripción de las propias experiencias, tanto externas como internas, recurriendo a conceptos
de “necesidad” y de “moralidad” para librarse
del sentido de responsabilidad que la propia
libertad total conlleva.
BIBLIOGRAFÍA:
Adler, A. (1912); Sartre, J.-P. (1943).
autoerotismo (al. Autoerotismus; fr.
autoérotisme; ingl. autoerotism; it. autoerotismo)
Satisfacción sexual utilizando como único recurso el propio cuerpo, sin ningún objeto ex-
AUTOESTIMA
terno (v. masturbación). En el ámbito psicoanalítico el autoerotismo, tomado en su significado específico, se refiere al comportamiento sexual infantil en el que el placer está
ligado al funcionamiento de un órgano sin recurrir a un objeto externo, y sin referencia a
una imagen unitaria del propio cuerpo o a una
primera prefiguración del yo, como en el caso
del narcisismo (v.), por lo cual no coincide
con el autoerotismo.
El término autoerotismo, en su significado
general, fue introducido por H. Ellis que así lo
definió: “Por autoerotismo entiendo los fenómenos de emoción sexual espontánea producidos en ausencia de cualquier estímulo externo, tanto directo como indirecto” (1897-1910:
19). S. Freud, retomando el término de Ellis y
criticándolo porque “Havelock Ellis no hace
sino estropear el sentido del término que él
inventó cuando incluye la historia toda y la
masturbación, en su íntegro alcance, dentro
de los fenómenos de autoerotismo” (1905
[1976: 164 n. 15]), procede a una definición
de autoerotismo sobre la base de una relación
de la pulsión con su objeto: “La pulsión no está dirigida a otra persona, sino se satisface en
el cuerpo propio” (1905 [1976: 164]). Después, introduciendo la diferencia entre fuente
y objeto de la pulsión (v., § 1), Freud dirá que
las pulsiones sexuales “actúan de modo autoerótico, es decir, su objeto se eclipsa tras el órgano que es su fuente y, por lo común, coincide con este último” (1915 [1976: 127]).
La teoría del autoerotismo está ligada a una
tesis fundamental de la concepción freudiana
de la sexualidad que en un primer momento
se apoya (v. anaclisis, § 1) en la pulsión de
autoconservación y después, separándose, la
pulsión sexual pierde su objeto y se hace autoerótica. Así, por ejemplo, el acto de chupar,
desligándose del hambre, en la que se apoyaba para satisfacer la pulsión de autoconservación que le indicaba también el objeto, se separa de ella abandonándose autoeróticamente al fantasma.
La noción de autoerotismo, además de sustentar la separación de las pulsiones sexuales
de las no sexuales, sirve para diferenciar la
satisfacción autónoma de las varias pulsiones
por ésta organizada y centrada en un yo que
se hace objeto narcisista. En el narcisismo es
en efecto el yo, como imagen unificada del
cuerpo, el que es objeto del placer, mientras
137
en el autoerotismo las pulsiones parciales, no
organizadas todavía en forma unitaria, se satisfacen aisladamente: “Es un supuesto necesario –escribe Fred– que no esté presente desde el comienzo en el individuo una unidad
comparable al yo; el yo tiene que ser desarrollado. Ahora bien, las pulsiones autoeróticas
son iniciales, primordiales; por tanto, algo
tiene que agregarse al autoerotismo, una nueva acción psíquica, para que el narcisismo se
constituya” (1914: 74). En conclusión el autoerotismo se organiza en ese estado original
caracterizado por el fraccionamiento de la
pulsión sexual, y está privado de un objeto total tanto externo como interno, como puede
ser el yo narcisista, para alimentarse de un
objeto parcialmente fantasmático (v. pulsión, § 2, e).
BIBLIOGRAFÍA:
Ellis, H. (1897-1910); Freud, S.
(1905); Freud, S. (1914); Freud, S. (1915); Spitz,
R.A. (1957).
autoescopofilia
v. ESCOPOFILIA.
autoestima (al. Selbstwertgefühl; fr. estime de soi; ingl. self-esteem; it. autostima)
Consideración que un individuo tiene de sí
mismo. Diversos estudios han demostrado
que la autoestima se mantiene constante y es
difícil modificarla aunque las pruebas objetivas desmientan la concepción subjetiva que el
individuo tiene de sí. Desde el punto de vista
psicoanalítico la autoestima se explica como
un apoyo de naturaleza narcisista que el yo
recibe del superyó, por lo que el sujeto no teme castigos o reproches. La autoestima disminuye en los estados de depresión, en los
que el individuo se desprecia y se autodevalúa, mientras aumenta en los estados maniacos, en los que se presenta una hipertrofia del
sujeto respecto al mundo circundante. La autoevaluación que está en la base de la autoestima puede expresarse como sobrevaluación o
como autodevaluación o subvaluación por
una consideración errónea que cada quien
puede tener de sí mismo respecto a los otros
o a la situación en la que actúa. Las dinámi-
138
AUTOHIPNOSIS / AUTOMATISMO
cas subyacentes a la oscilación de la evaluación que uno tiene de sí mismo están expuestas en la voz ello (v., § 1) y en la voz compensación (v., 2).
autohipnosis (al. Autohypnose; fr. autohypnose; ingl. self-hypnosis; it. autoipnosi)
Hipnosis (v.) lograda espontáneamente por el
sujeto mediante autosugestión, o a través de la
producción reiterada de simples estímulos sensibles, ópticos o acústicos, de intensidad no
elevada. S. Freud, antes de la formulación del
método analítico, consideraba que para algunos pacientes la abreacción (v.) podría alcanzarse con la autohipnosis. El estado autohipnótico encuentra amplia descripción y utilización en las técnicas de meditación como el yoga (v.), y en el entrenamiento autógeno (v.).
BIBLIOGRAFÍA:
Freud, S. (1888-1892); Schultz, J.H.
(1932).
autokinético, efecto
v. PERCEPCIÓN, §6, a.
autolesión (al. Selbstbeschädigung; fr.
automutilation; ingl. self-injury; it. autolesionismo)
Daño que el individuo inflige a su propio
cuerpo, observable tanto en los animales que
en las jaulas se hieren a mordidas o arrojándose contra las paredes hasta llegar, en casos de hambre o de peligro extremo, a episodios de automutilación, como en el mundo
humano en el que se asiste a manifestaciones
de autolesión en los ritos religiosos o de iniciación viril, en las ceremonias fúnebres de
ciertas culturas, en las pruebas de valor –como en el caso de Muzio Scevola que dejó quemar la mano en un brasero en los sacrificios
de consagración que pueden llegar, como en
el caso de Orígenes, hasta la autocastración, y
en todas aquellas ocasiones en las que la automutilación puede servir para evitar condiciones de vida que se consideran intolerables,
como el servicio militar o el encarcelamiento.
La autolesión ocurre en las formas neuróticas
de fondo masoquista, en las formas histéricas,
para obtener el beneficio secundario (v. beneficio de la enfermedad) de la enfermedad, y
en las formas esquizofrénicas, como en el caso de Van Gogh que se amputó una oreja, en
las que las lesiones infligidas son imputadas a
voces que las habrían ordenado.
autómata
v. CIBERNÉTICA, § 3.
automatismo (al. Automatismus; fr.
automatisme; ingl. automatism; it. automatismo)
Actividad no clasificable en el ámbito de los movimientos reflejos (v. movimiento, § 1, a), ejercida sin intención ni conocimiento. Las acciones automáticas, observadas por E. Bleuler, son
descritas así: “Este tipo de acción no es sentida
por el paciente como algo subjetivo; no se da
cuenta de desearla, y no siempre es consciente
de que está por ejecutarla. Si la acción dura cierto tiempo, sabe de ésta como un espectador extraño ‘desde afuera’ de su desarrollo” (19111960: 111). En psiquiatría se suele diferenciar y
señalar diversos tipos de automatismo:
1] Automatismo al mando, por el cual un sujeto obedece acríticamente sin ejercer ningún
juicio personal. La condición puede ser inducida por medio de la hipnosis y es frecuente en
las formas catatónicas de la esquizofrenia. “El
contrario del automatismo al mando –escribe
Bleuler– es el negativismo. Ciertos pacientes no
quieren hacer propio cuanto se exige y se espera de ellos (negativismo pasivo), o bien hacen
lo contrario (negativismo activo), de manera
que, en casos en los que el fenómeno es marcado, es posible dirigirlos exigiendo de ellos lo
contrario de lo que se desea” (1911-1960: 109).
2] Automatismo deambulatorio que consiste,
escribe Bleuler, “en un vagar ininterrumpido,
al azar, o bajo la pulsión de una única idea
confusa e incontrolable: ya sea de carácter
simplemente motor (y el enfermo no se da
cuenta de los transeúntes ni observa el tráfico
como es necesario cuando se camina en el exterior), ya sea sin que nadie sospeche el carácter patológico” (1911-1960: 567).
AUTOMATIZACIÓN / AUTONOMÍA-HETERONOMÍA
3] Automatismo mental, que se refiere a procesos psíquicos vividos por el sujeto pero no reconocidos como suyos, y atribuidos a una acción
extraña; son los casos de alucinaciones, “robos”
del pensamiento y los ecofenómenos (v.).
4] Automatismo de la escritura, por el cual la
mano de un sujeto escribe espontáneamente y
forma frases racionales de las que el individuo
no es consciente. Se encuentra con frecuencia
en la conducta de los médium (v.) y en algunas
formas de hipnosis (v. escritura, § 1).
BIBLIOGRAFÍA:
Bleuler, E. (1911-1960).
automatización (al. Automatisierung;
fr. automatisation; ingl. automatization; it. automatizzazione)
Proceso a través del cual una acción o una actividad, por efecto de la costumbre o del ejercicio, es cumplida sin esfuerzo y sin necesidad de un control continuo o de una especial
atención en las diversas fases de su ejecución.
La automatización constituye, para el individuo, un ahorro de energía. H. Hartmann la relacionó con la autonomía (v.), en el sentido
de que “el yo se sirve para sus operaciones de
los aparatos somáticos de la motilidad, además de la percepción y del pensamiento, y rápidamente, con el objetivo de la economía,
llega a automatizarlos. La automatización tiene su flexibilidad y sirve intensamente a la autonomía; en efecto, no sólo los aparatos automatizados son los medios con los que se manifiestan las motivaciones autónomas y que
permiten al yo, a través de un considerable
ahorro de energía, cumplir con sus síntesis,
sino que además su formación es una garantía para el mantenimiento de la autonomía relativa” (1958: 58).
BIBLIOGRAFÍA:
Hartmann, H. (1958).
automatógrafo (al. Automatograph; fr.
automatographe; ingl. automatograph;
it. automatografo)
Instrumento de medición de los movimientos
involuntarios (v. movimiento, § 1, a), cuyo
desarrollo se traslada a una gráfica.
139
automonitoreo
v. AUTOPRESENTACIÓN, § 2.
automutilación
v. AUTOLESIÓN.
autonomía-heteronomía (al. Autonomie-Heteronomie; fr. autonomie-hétéronomie; ingl. autonomy-heteronomy; it.
autonomia-eteronomia)
Polaridad de términos que designan respectivamente la condición de quien tiene en sí mismo la norma de su propio comportamiento
(autonomía) o la tiene en otro (heteronomía).
En la edad infantil la heteronomía representa
una condición normal, mientras en la edad
adulta es síntoma de falta de madurez. Para el
psicoanálisis, desde el punto de vista de la
teoría de las pulsiones, la autonomía se inicia
con la fase anal y precisamente con el control
de los esfínteres, a propósito del cual S. Ferenczi habla de moralidad esfintérica, en la
que son legibles los precursores del superyó
constituidos por la introyección de las prohibiciones y de los requerimientos de los padres
en relación con la educación del control de los
esfínteres y las normas higiénicas concomitantes (v. anal, § 2). Desde el punto de vista
psicodinámico, la heteronomía se explica como falta de interiorización del superyó, que
continúa estando representado por la figura
de los padres y de la autoridad que los sustituye. No alcanzar la autonomía deja al sujeto
en una condición de dependencia (v.). También en el contexto psicoanalítico E.H. Erikson ubica la conquista de la autonomía en la
segunda fase de las ocho por él señaladas en
el crecimiento de los individuos, mientras que
J. Piaget señala tres fases: anomia, en la que el
punto de vista propio es tomado como único,
sin ninguna consideración por los de los demás; heteronomía, en la que el valor de las acciones reside en la autoridad de quien las
prescribe; autonomía, en la que tiene lugar la
interiorización de la obligación y la conscientización de las exigencias de los otros (v. psicología de la edad evolutiva, § 4).
En el terreno de la teoría de la personalidad
G.W. Allport introdujo el concepto de autonomía funcional, según el cual costumbres y capa-
140
AUTOOBSERVACIÓN / AUTOPRESENTACIÓN
cidades originalmente vinculadas a exigencias
biológicas-instintivas tienden después a funcionar de manera autónoma. En polémica con la
teoría ormica de W. Mc Dougall y con la psicoanalítica de S. Freud, Allport sostiene la independencia y la progresiva autonomización de
las motivaciones de las pulsiones originales; de
otra manera no se explicaría: 1] la persistencia
de una costumbre aunque llegue a faltar el incentivo, como en el caso de la pobreza que conduce al ahorro y al atesoramiento, que después
se continúan aunque ya no sean necesarios, determinando el comportamiento del avaro; 2] la
infinita variedad de los objetivos a los que tiende el hombre frente al número limitado de las
pulsiones originales; 3] la permanencia de un
comportamiento coercitivo aun después de la
desaparición del motivo original.
BIBLIOGRAFÍA:
Allport, G.W. (1955); Erikson, E.H.
(1950); Ferenczi, S. (1925); Piaget, J. (1932).
autónomo, sistema nervioso
v. SIMPÁTICO, SISTEMA NERVIOSO.
ridad, de base narcisista. Uno de los objetivos
del tratamiento analítico es disminuir el elemento narcisista de la introspección y de acrecentar la capacidad de autoobservación.
BIBLIOGRAFÍA:
Freud, S. (1932).
autopercepción, teoría de la (al.
Selbstwahrnehmungstheorie; fr. théorie
de l’autoperception; ingl. self-perception
theory; it. teoria dell’autopercezione)
Teoría formulada por J.D. Bem según la cual
el individuo no tendría una percepción directa de sus estados mentales, sino que sólo podría inferirlos del examen del propio comportamiento, como si fuera, respecto a su interioridad, un observador externo. Esta teoría no
es compartida por L. Festinger quien, precisamente sobre la diferencia entre la autopercepción directa y la inferida del examen del comportamiento propio, formuló su teoría de la
disonancia (v.) cognoscitiva.
BIBLIOGRAFÍA:
Bem, J.D. (1972); Festinger, L.
(1957).
autoobservación (al. Selbstbeobachtung; fr. autoinvestigation; ingl. self-observation; it. autoosservazione)
Observación de sí mismo, considerada por S.
Freud como una de las funciones del superyó
que surge inmediatamente después de la introyección de la experiencia de ser observado por
otros, de donde se origina, como instancia psíquica separada, la conciencia moral (v. conciencia, § 7, c): “Después que [...] hube concebido la idea de que la separación de una instancia observadora del resto del yo podía ser un
rasgo regular dentro de la estructura del yo,
esa idea no me abandonó más, y me vi empujado a investigar los otros caracteres y nexos de
la instancia así separada. Enseguida se da el
paso siguiente. Ya el contenido del delirio de
observación sugiere que el observar no es sino
una preparación del enjuiciar y castigar, y así
colegimos que otra función de esa instancia
tiene que ser lo que llamamos nuestra conciencia moral” (1932 [1976: 55]). La autoobservación, como examen lo más objetivo posible de
sí, se distingue de la introspección (v.) como
búsqueda ininterrumpida en la propia interio-
autoplástica
v. ALOPLÁSTICA-AUTOPLÁSTICA.
autopresentación (al. Selbstvorstellung; fr. autoprésentation; ingl. self-presentation; it. autopresentazione)
1] Estrategia a la que se recurre para administrar la propia imagen hacia el exterior y controlar las impresiones que se dan de uno mismo. En la interacción social, en efecto, cada
uno tiende a presentarse de manera distinta a
personas distintas con la finalidad de ofrecer
el mejor aspecto de la personalidad. Este concepto, ya estudiado por W. James, fue vuelto a
proponer, con la acepción de “persona” (v.),
por la psicología analítica de C.G. Jung, quien
dice al respecto que “a través de su identificación más o menos completa con la actitud del
momento, cada individuo puede engañar a los
otros y a menudo también a sí mismo acerca
de su verdadero carácter; es decir, asume una
máscara, consciente de que corresponde por
AUTORIDAD / AUTORREALIZACIÓN
un lado a sus intenciones, por el otro a sus
exigencias y a las opiniones de su ambiente, y
así prevalece a veces un factor y a veces el
otro. A esta máscara, es decir a esta actitud
asumida ad hoc, la llamé persona, por el nombre de la máscara que se ponían los actores de
la Antigüedad” (1921: 417). La analogía con el
teatro fue adoptada también por E. Goffman,
para quien cada individuo trata de mantener
una imagen de sí adaptada a su situación social, utilizando una gama de imágenes o de
tácticas de autopresentación para resolver positivamente su interacción social.
2] Del amplio contexto de la autopresentación
M. Snyder destacó el concepto de automonitoreo, o sea el proceso autocognoscitivo que le
permite al individuo acumular la mayor cantidad posible de información de sus propios
pensamientos, emociones y acciones, además
de las reglas y de las convenciones que lo
guían en el nivel consciente, para poder ejercitar, mediante una elección estratégica de palabras y acciones, un control sobre la imagen
que le da a los demás y, por lo tanto, sobre la
impresión que causa hacia el exterior. Un elevado grado de automonitoreo le permite al individuo una gran variabilidad transituacional,
y por lo tanto una notable adecuación a las diversas situaciones sociales. A una escasa capacidad de automonitoreo corresponde, además de rigidez y escasa adaptación, una conducta que se deja prever fácilmente y una presentación del individuo a los otros incierta,
estereotipada y, en ocasiones, errónea.
Goffman, E. (1959); Goffman, E.
(1965); Goffman, E. (1967-1969); Jung, C.G.
(1921); Snyder, M. (1979).
141
en cualidades especiales del jefe y en su ascendencia. La degeneración de la autoridad toma
el nombre de autoritarismo, que provoca gregarismo (v.), autodevaluación y en ocasiones
rebelión, impulsividad y agresividad. Los estudios más completos sobre el autoritarismo fueron llevados a cabo por la Escuela de Fráncfort
y en especial por T.W. Adorno quien, partiendo
de supuestos psicoanalíticos, describió la personalidad autoritaria como una personalidad del
ello muy fuerte, con el yo débil y con un superyó no interiorizado. Las características de esta
personalidad descritas por Adorno en la escala
del fascismo (F) son: respeto por las convenciones, sumisión al orden vigente, falta de introspección, superstición, creencias estereotipadas,
admiración por el poder y la dureza, tendencias
destructivas y cínicas, excesivo interés y preocupación por la sexualidad. Las orientaciones
sociológicas contemporáneas, con N. Luhmann, consideran que la autoridad es indispensable para el funcionamiento de cualquier
organización compleja, porque disminuye los
tiempos de respuesta a las exigencias del medio (v. poder).
BIBLIOGRAFÍA: Adorno, T.W., et al. (1950); Fromm,
E. (1936); Fromm, E. (1941); Horkheimer, M.
(1936); Luhmann, N. (1975); Milgram, S. (1974);
Mitscherlich, A. (1966); Trentini, G. (1980); Weber, M. (1922); Zambelloni, F. (1978).
autoritarismo
v. AUTORIDAD.
BIBLIOGRAFÍA:
autoridad (al. Autorität; fr. autorité;
ingl. authority; it. autorità)
Complejo de características reconocidas de
una institución o una persona, que se aceptan
por consenso para la realización de determinados fines. M. Weber distinguió tres tipos de
autoridad: legal, cuando está legitimada por
un sistema de leyes establecidas para alcanzar
las metas prefijadas; tradicional, cuando está legitimada por la costumbre y por la tradición;
carismática, cuando encuentra su legitimación
autorrealización (al. Selbstverwirklichung; fr. autoréalisation; ingl. self-realization; it. autorealizzazione)
Tendencia innata en todo individuo para realizar cabalmente sus propias potencialidades,
desde el punto de vista de la madurez psíquica y emotiva, así como desde el del comportamiento exterior. Este concepto, derivado de la
teorización junguiana del proceso de individuación (v.), tiene su equivalente en el de autoactualización empleado por A.H. Maslow en
psicología humanista. Para Maslow existen
cinco niveles de necesidad (v., § 3) en el curso del desarrollo: después de las necesidades
fisiológicas y de seguridad están desde las de
142
AUTORREFERENCIA / AUTOSCOPÍA
amor y de estima hasta la de autorrealización
que, por ser una meta ideal, se manifiesta más
como proceso y como tendencia que como estadio efectivamente alcanzable. El concepto
aparece también en la teoría de la personalidad de K. Goldstein y en la terapia no directiva de C.R. Rogers, para quien la autorrealización es una tendencia psíquica presente tanto
en los sujetos sanos como en los enfermos, en
los cuales está impedida por conflictos emocionales o por una imagen distorsionada (v.
psicología humanista). El concepto de autorrealización está en el principio de la interpretación humanista de la necesidad (v., § 3) y
de la motivación (v., § 6).
BIBLIOGRAFÍA:
Bühler, C. y M. Allen (1972); Goldstein, K. (1934); Maslow, A.H. (1954); Rogers,
C.R. (1951).
autorreferencia (al. Selbsthinweis; fr.
autoallusion; ingl. self-reference; it. autoriferimento)
Suposición de que palabras, gestos, sonrisas, alusiones, cumplidos de las personas
que nos circundan nos atañen personalmente, cuando un simple examen de la realidad
podría demostrar que no es así. Las ideas de
referencia modestas e inocuas son familiares en la experiencia de todos. Cuando son
acentuadas y frecuentes son un síntoma típico de las personalidades paranoides (v. paranoia).
autorregulación
v. COMPENSACIÓN, § 3.
Goethe, F. Dostoievski, H.G. de Maupassant
y en la bibliografía mágica y parapsicológica,
en la que el fenómeno se explica mediante la
hipótesis de la imagen del propio doble existente como “cuerpo astral”. En el ámbito
científico las explicaciones siguen la hipótesis de H. Head, según el cual las impresiones
y las sensaciones espaciales –cinestésicas,
táctiles, ópticas– forman modelos organizados de nosotros mismos que están en la base
del esquema corporal (v. cuerpo, § 1) responsable de la unificación (Einsein) o del alejamiento (Ausein) que cumplimos entre nosotros y nuestro cuerpo en relación con la realidad espacial. La conciencia corporal puede,
en efecto, separarse del espacio objetivo, de
manera positiva como en la danza o negativa
como en los vértigos, con la consiguiente
confusión de la realidad personal y externa.
En el caso de las alucinaciones autoscópicas
lo que se desestructura es la visión intuitiva
de la imaginación espacial del cuerpo que cada hombre organiza sobre la base de su propia conciencia corporal. El fenómeno que se
presenta, ya sea bajo la forma de verdadera
percepción, ya como pura representación,
delirio o conciencia con carácter de corporeidad, se registra en los procesos psíquicos disociativos por causas tanto endógenas como
exógenas, pero en menor medida, también,
en personas normales en estado de especial
cansancio, con mayor frecuencia en los hombres que en las mujeres. Desde el punto de
vista neuroanatómico parece que la región
interesada es el tronco encefálico y la corteza
parieto-occipital.
BIBLIOGRAFÍA:
Head, H. y A. Green (1954); Jaspers, K. (1913-1959); Leischner, A. (1961); Menninger-Lerchenthal, E. (1935); Prel, K. (1899);
Schilder, P. (1935-1950); Sollier, P. (1903).
autoscopía (al. Autoskopie; fr. autoscopie; ingl. autoscopy; it. autoscopia)
Fenómeno alucinatorio en el que el sujeto se
ve a sí mismo (deuteroscopía) como a un doble nebuloso, ofuscado o semitransparente, o
bien partes completas de su cuerpo (endoscopía), con sentimientos de angustia y confusión. Llamada también alucinación autoscópica o, simplemente, autoscopía, del griego
ε‘ αντ′ος (sí mismo) y σποπ′εω (veo), el término,
introducido por Aristóteles, vuelve con J.W.
autosugestión
v. SUGESTIÓN.
autotopoagnosia
v. SOMATOAGNOSIA, § 1, a.
autovaloración
v. AUTOESTIMA.
AUXOLOGÍA / AVARICIA
auxología (al. Auxologie; fr. auxologie;
ingl. auxology; it. auxologia)
Ciencia que estudia las trasformaciones estructurales y funcionales del cuerpo humano durante la edad evolutiva, en la que resulta decisiva la
relación entre el estadio de crecimiento físico,
evaluado sobre la base de los índices de normalidad establecidos estadísticamente en relación
con la edad, peso, sexo del individuo y la maduración de sus dinámicas psíquicas (v. psicología de la edad evolutiva). En referencia al desarrollo físico, son anormalidades del crecimiento el enanismo (v.) y el gigantismo (v.).
BIBLIOGRAFÍA:
De Toni, G. (1970); Weiner-Elkind,
H. (1969).
avaloración (al. Unwertbestimmtheit;
fr. avalutativité; ingl. unjudgment; it.
avalutatività)
Exclusión de los términos evaluativos y de los
juicios de valor de la discusión de los comportamientos humanos individuales y sociales para garantizar la objetividad de la investigación, como recomendaba M. Weber, o
porque no existe una norma que pueda establecer objetivamente quién es sano y quién es
143
desviado, como sostienen la antipsiquiatría y
la psiquiatría fenomenológica de L. Binswanger, para el cual cada forma mental, aun la
que parece más delirante, tiene en sí su propia norma (v., § 3).
BIBLIOGRAFÍA:
Binswagner, L. (1921-1941).
avaricia (al. Geiz; fr. avarice; ingl. avarice; it. avarizia)
Tendencia a acumular bienes y dinero, que
puede rastrearse, en opinión de S. Freud, a la
primera forma de retención vivida en la fase
anal (v., § 4), la retención de las heces. La avaricia tiene su contrario en la prodigalidad
(v.), que, también según Freud, se remonta al
placer relacionado con la expulsión de las heces.
BIBLIOGRAFÍA:
Freud, S. (1908).
aversión
v. ATRACCIÓN-REPULSIÓN,
axón
v. NEURONA.
TEORÍA DE LA.
Babinski, reflejo de
v. REFLEJO, § 2, g.
Babinski, síndrome de
v. SOMATOAGNOSIA, § 1, i.
Babrock, test de
v. DETERIORO.
Baile de san Vito
v. COREA.
balbuceo (al. Stottern; fr. bégaiement;
ingl. stuttering; it. balbuzie)
Trastorno del lenguaje (v., § 5, b), llamado
también disfemia, que se manifiesta con excitaciones involuntarias, interrupciones, bloqueos o repeticiones. La fluidez normal de la
comunicación está comprometida y, en los
casos más graves, el trastorno adquiere carácter espasmódico. Se diferencia un balbuceo
tónico, en el que se crea un estado tensional
que interesa tanto la vocalización como la
gestualidad, y un balbuceo clónico, en el que
se produce la repetición espástica de las sílabas. El balbuceo, más frecuente en los varones que en las mujeres, aparece en la edad
comprendida entre los 2 y los 6 años, pero
puede también manifestarse más tarde en sujetos que antes se comunicaban de manera
fluida, como consecuencia de miedos y fuertes emociones. Existe un balbuceo fisiológico
relacionado con las primeras dificultades que
aparecen con el aprendizaje del lenguaje (v.
lalación), un proceso evolutivo que puede caracterizar el período en el que el material que
desea expresarse supera las posibilidades expresivas, por lo que se registra una especie de
impetuosidad discursiva que puede hacerse
patológica por la reacción de los padres o por
su tendencia a hacer hincapié en el problema.
Sobre las causas del trastorno se han propuesto hipótesis organicistas que hacen referencia a la excitabilidad neurovegetativa,
traumas cerebrales, encefalitis, y a suponer
causas psicógenas que reenvían a conflictos
adquiridos en la adaptación al ambiente, en
la relación con los padres, en aspectos fóbicos que se instauran en el sujeto frente a los
primeros obstáculos en la comunicación verbal, en las relaciones interpersonales con
fuerte carga ansiógena, en las experiencias
difíciles en contextos cargados de prohibiciones. Significativo es el hecho de que con frecuencia el niño balbuceante no presenta el
síntoma cuando no se siente observado; esto
permitió considerar al balbuceo una forma
de neurosis de contacto. La terapia se expresa
en forma de psicoterapia dirigida a resolver
los conflictos psicológicos identificados en el
origen del síntoma y atenuar las tensiones internas del sujeto, y además en la forma de logoterapia que se basa, tanto en ejercicios de
regulación de la respiración y de relajamiento muscular, como en la reeducación de la expresión lingüística (v. logoterapia).
BIBLIOGRAFÍA:
De Filippis, C. (1974).
Balint, grupo (al. Balintgruppe; fr.
groupe Balint; ingl. Balint-group; it.
gruppo Balint)
La expresión indica los grupos que se proponen enriquecer la formación psicológica de los
médicos a través de la comprensión de las dinámicas relacionales. Fundados por M. Balint,
dichos grupos se articulan en reuniones en las
que un médico, en presencia del psicoanalista
[144]
BANDA / BARRERA
y de los colegas, refiere sus experiencias con el
paciente. La relación es utilizada como el contenido manifiesto (v.) de un sueño sobre el
que interviene el psicoanalista para extraer las
motivaciones profundas que lo determinaron.
El material más importante que se utiliza es la
contratransferencia (v. transferencia, § 4) del
médico y la manera en que utiliza su personalidad y sus conocimientos científicos. La finalidad del trabajo de grupo es ayudar al médico
en el tratamiento de los pacientes en los que la
conflictividad intrapsíquica determina o acompaña la enfermedad somática.
BIBLIOGRAFÍA:
Balint, M. (1939); Balint, M.
145
barbitúrico
v. PSICOFARMACOLOGÍA, § I, 2.
bariglosia o barilalia (al. Baryglossie;
fr. baryglossie; ingl. baryglossia; it. bariglossia)
Lenguaje dificultoso, torpe y confuso, causado generalmente por un defecto de la lengua
o de la laringe.
baritmia
v. DEPRESIÓN.
(1957).
Baliut, síndrome de
v. ATAXIA.
banda (al. Bande; fr. bande; ingl. gang;
it. banda)
Agrupación espontánea de adolescentes, jóvenes o adultos cuya cohesión interna se logra
progresivamente por medio del conflicto y el
antagonismo con otros grupos o con la sociedad organizada (v. grupo). En su origen la
banda se forma espontáneamente y, en el caso de los jóvenes, como respuesta a la necesidad de sociabilidad, de seguridad, de autonomía respecto al mundo adulto. Después el
grupo se integra mediante el conflicto y la lucha y asume en ocasiones caracteres desviados. En este caso los sujetos que lo constituyen revelan rasgos de asocialidad, frustración, desadaptación, y su asociación tiene los
caracteres de la protesta, de la rebelión y de la
oposición a la sociedad. La organización interna del grupo es cuidadosa: se señalan papeles y competencias, hay un líder reconocido,
un código de comportamiento, un lugar de
encuentro. Así se desarrollan el esprit de
corps, la solidaridad, la conciencia de grupo y
el apego al territorio. Hoy el fenómeno de las
bandas se analiza y se estudia sobre todo con
referencia a la delincuencia juvenil.
BIBLIOGRAFÍA:
Bertolini P. (1971); Spaltro, E.
(1962); Thraser, M.F. (1966); Visconti, L. (1961);
Zulliger, H. (1973).
barognosis (al. Baragnosie; fr. baragnosie; ingl. baragnosis; it. baragnosia)
Incapacidad de evaluar el peso de los objetos.
Puede ser indicación de una lesión en el lóbulo parietal.
barrera (al. Schranke; fr. barrière; ingl.
barrier; it. barriera)
El término, adoptado en general para indicar
un límite o un impedimento a la actividad de un
organismo, adquiere significados específicos en
los diversos contextos.
1] En neurofisiología se habla de “barrera hematoencefálica” para referirse al obstáculo al
libre flujo de los diversos contenidos de la sangre en el cerebro con el fin de defender y conservar el ambiente cerebral interno. Como lugar anatómico de la barrera hematoencefálica
se señala el protoplasma de la neuroglia.
2] En psicología social se habla de barrera a
propósito de los obstáculos que se oponen a la
inserción de los individuos en el contexto sociocultural. Dichos obstáculos pueden ser de
naturaleza socioambiental o estar relacionados
con los límites de las capacidades individuales.
3] En psicología del aprendizaje el término barrera se refiere a las dificultades que limitan
los procesos adquisitivos por retrasos en el
desarrollo cognoscitivo o por impedimentos
afectivos debidos a conflictos, miedos, ansie-
146
BATOFOBIA / BENTON, TEST DE
dades. Las frustraciones que se derivan de tales barreras, si son excesivas, terminan por reforzar las barreras mismas. La presencia de
barreras, cuando no es patológica, puede
constituir un elemento orientador para la selección de encauzamientos futuros.
4] En los tests proyectivos se diferencian las
respuestas-barrera, que acentúan los elementos de cierre o los límites de frontera, de las
respuestas-penetración, que evidencian roturas o permeabilidad, como en el caso de quien
describe el mismo dibujo como una cobija o
como una tela desgarrada.
5] En psicoanálisis se habla de “barrera contra el incesto” como dato antropológico y psicológico que permite desviar los impulsos incestuosos hacia objetos de amor diferentes de
las imágenes parentales, o en general, de desviar la libido de los fines sexuales hacia metas
desexualizadas.
6] En psiquiatría se habla de “barreras esquizofrénicas” para las formas de autismo (v.)
que no le permiten al sujeto un contacto con
la realidad externa y relaciones comunicativas adecuadas.
BIBLIOGRAFÍA:
Freud, A. (1936); Freud, S. (1925);
Lewin, K. (1935).
batofobia (al. Bathophobie; fr. bathophobie; ingl. bathophobia; it. batofobia)
Fobia a la profundidad o a la altura, acompañada de vértigos, por el temor de perder el
control al encontrarse en lugares elevados o
cerca de un abismo. En algunos casos puede
hacerse tan intensa que se transforma en una
verdadera patología y le impide al sujeto el acceso a tales lugares.
ginalmente dispuestos por M. Wertheimer, que
el sujeto debe reproducir mental o gráficamente, ofreciendo de tal manera la posibilidad de
evaluar el desarrollo visomotor, eventuales lesiones cerebrales o determinados desórdenes
mentales. El test, aplicado a los niños entre los
5 y los 10 años, puede usarse también como
test proyectivo para el diagnóstico de la personalidad (v. test, § 3, b).
BIBLIOGRAFÍA:
Bender, L. (1938); Hain, J.D.
(1964); Koppitz, E.M. (1964); Pascal, G.R. y B.J.
Suttell (1951).
beneficio de la enfermedad (al.
Krankheitgewinn; fr. bénéfice de la maladie; ingl. morbid gain; it. guadagno
della malattia)
Ventaja que puede obtener el sujeto de la sintomatología neurótica. Para el psicoanálisis puede ser de dos tipos: el beneficio primario, o paranósico, que consiste en la reducción de la angustia debida a la descarga parcial, a través del
síntoma, de la energía psíquica reprimida, y el
beneficio secundario, o epinósico, que consiste
en el uso del síntoma con el fin de manipular a
personas y situaciones en beneficio propio. Los
beneficios secundarios del síntoma satisfacen,
la mayor parte de las veces, intensos deseos de
pasividad y dependencia. Por lo general quienes están cerca del paciente son muy conscientes de los beneficios secundarios que éste obtiene mediante los síntomas, pero no de los beneficios primarios que se manifiestan directamente en la “fuga en la enfermedad”, con el fin
de evitar conflictos más penosos.
BIBLIOGRAFÍA:
Fenichel, O. (1945); Freud, S.
(1901); (1925).
Benham, ilusión de
v. ILUSIÓN, § 4, c.
Bender gestalt test (al. Bender Gestalt
Test; fr. Test visuo-moteur de Bender;
ingl. Visual motor gestalt test; it. Bender
gestalt test)
Test visomotor, basado en los principios de la
psicología de la forma (v.), integrado por nueve dibujos geométricos, elegidos entre los ori-
Benton, test de (al. Benton-Test; fr. test
de Benton; ingl. visual retention test; it.
test di Benton)
Test de memoria visual que se utiliza en las investigaciones de psicología clínica para evaluar
BESO
las funciones mentales de los niños y de los
adolescentes. Como otros tests de este tipo, se
basa en el presupuesto de una deficiencia de
las diversas funciones; entre éstas, las que especialmente se consideran sensibles a los procesos patológicos son la memoria y la percepción espacial. El test de Benton consiste en
diez cartas dispuestas en tres series equivalentes, cada una de las cuales contiene una o más
figuras geométricas. En la práctica normal de
aplicación los cartoncitos se le presentan al sujeto durante diez segundos con la solicitud de
reproducirlos inmediatamente de memoria. Se
pueden modificar las condiciones de aplicación de tres formas: 1] presentando cada carta
por un tiempo más breve (5 segundos); 2] presentando cada carta por un tiempo más largo
(15 segundos); 3] utilizándolos como simple
test de copiado. El test pone en juego la percepción espacial, la memoria inmediata y la capacidad de reproducción visomotriz de los dibujos. La evaluación de la eficiencia se obtiene de
dos sistemas de cifras, uno que considera el
número de las pruebas correctas y el otro el número de los errores, y que sirven para calcular
el puntaje final. Se obtienen ulteriores informaciones de tipo cualitativo empleando una
clasificación precisa de los errores (omisiones,
distorsiones, rotaciones, errores de dimensión,
de colocación). La aplicación del test a sujetos
normales proporciona una correlación suficientemente aceptable con el nivel de inteligencia.
BIBLIOGRAFÍA:
beso se transforma en preliminar erótico en la
sexualidad adulta, en la que cumple su “nueva
función”, que ya no es la de descargar la excitación sino la de crear una tensión suficiente
para hacer posible el alcance de la satisfacción
genital: “ciertas maneras intermedias de relacionarse con el objeto sexual (jalones en la vía
hacia el coito), como el palparlo y mirarlo, se
reconocen como metas sexuales preliminares
[…]. Además, a uno de estos contactos, el de
las dos mucosas labiales, se le ha otorgado en
muchos pueblos (entre los que se cuentan los
de más alta civilización) un elevado valor sexual, por más que las partes corporales intervinientes no pertenezcan al aparato sexual, sino
que constituyen la entrada del tubo digestivo”
(1905 [1976: 136]). Ya que la boca es para el
hombre el primer modo de conocer el mundo
circundante, la primera modalidad de tomar y
recibir amor, el beso, escribe A. Carotenuto, “se
transforma de inmediato en un aspecto revelador de este profundísimo deseo”, por lo que
“cualesquiera que sean sus orígenes, cuando ya
no sentimos el deseo de unir nuestros labios
con los de la persona amada, quiere decir que
la relación ya está dañada” (1987: 82-83).
BIBLIOGRAFÍA:
Carotenuto, A. (1987); Freud, S.
(1905); Giachetti, R, (1984).
bestialismo
v. ZOOERASTIA.
Benton, A.L. (1963).
beta, arco
v. ALFA, ARCO.
benzodiazepina
v. PSICOFARMACOLOGÍA, § I, 1, b.
beta, movimiento
v. PERCEPCIÓN, § 6, a.
beso (al. Kuss; fr. baiser; ingl. kiss; it.
bacio)
Manifestación de amor y preludio erótico (v.
placer, § 3) que S. Freud ve íntimamente relacionado con el placer funcional de la nutrición
(v. anaclisis, § 1). A medida que la sexualidad
se va emancipando de la necesidad de alimentarse, el beso se convierte en el modo con el
que se descarga la tensión de la zona erógena
oral (v.). De placer de órgano (v. placer, § 2),
con el que concluye la sexualidad infantil, el
147
beta, ritmo
v. ELECTROENCEFALOGRAFÍA.
bienestar
v. CINESTESIA.
bifactorial, análisis
v. ANÁLISIS FACTORIAL, § 1.
148
BILINGÜISMO / BINET-SIMON, ESCALA DE
bigamia
v. MONOGAMIA.
bilingüismo (al. Zweisprachigkeit; fr.
bilinguisme; ingl. bilingualism; it. bilinguismo)
En sentido estricto indica la presencia, en algunos sujetos educados en el uso simultáneo
de dos lenguas, de un sistema coordinado de
usos lingüísticos de tal modo que permite que
el pensamiento se enlace directamente con las
expresiones verbales pertenecientes a las dos
lenguas, sin tener que realizar operaciones de
traducción. En este caso, donde en el sujeto
bilingüe están presentes dos esquemas de comportamiento verbal paralelos y diferentes, se
habla de bilingüismo coordinado, porque se trata de dos lenguas aprendidas una independientemente de la otra. En un sentido más general el término indica simplemente la posesión del código verbal de una segunda lengua,
y entonces se habla de bilingüismo complementario, dado que la segunda lengua fue
aprendida en un momento posterior. Los estudios más recientes se orientaron hacia el bilingüismo infantil, por la influencia que este
tipo de experiencia de aprendizaje puede tener en el desarrollo intelectual y en la personalidad.
BIBLIOGRAFÍA:
Fishman, J.A. (1979); Titone, R.
(coord.) (1978).
bimodalidad
v. LATERALIDAD.
Binet-Simon, escala de (al. Binet-Simon Test; fr. échelle de Binet-Simon;
ingl. Binet-Simon scale; it. scala di Binet-Simon)
Escala de medición de la inteligencia preparada en 1905 por el psicólogo francés A. Binet,
en colaboración con T. Simon. Ese instrumento, históricamente tan importante, nació
de una investigación comisionada por el Ministerio de Educación Pública para el estudio
de los métodos educativos de los niños subnormales en las escuelas de París. Se enmar-
ca, por lo tanto, en la tendencia general de la
psicología experimental de principios del siglo XX, ya marcada por un fuerte despertar del
interés por el tratamiento humanitario de los
sujetos anormales o retardados. Esta escala,
instrumento en principio clínico y de aplicación exclusivamente individual, consta, en la
primera versión, de treinta problemas de naturaleza heterógenea, organizados y dispuestos en orden creciente de dificultad, con predominio de pruebas verbales respecto a las
pruebas de carácter perceptivo y sensorial. En
efecto, no obstante que los tests fueron elaborados de modo que incluyeran una amplia variedad de funciones, en esencia se daba especial importancia a las capacidades de juicio,
comprensión, razonamiento, consideradas por
Binet componentes esenciales de la inteligencia.
La escala de medición original fue sometida a
una amplia revisión en 1908, con un aumento
del número de las pruebas y su agrupación según niveles de edad. En el nivel correspondiente a los 3 años estaban reunidas las pruebas que
podían ser superadas con éxito por los niños
“normales” de esa edad, con la posibilidad, por
lo tanto, de traducir el puntaje alcanzado por
el sujeto sometido al test en términos de edad
mental, es decir la edad (v.) equivalente a la
de los niños normales cuyo rendimiento había igualado el sujeto.
Una segunda revisión, en 1911, determinó
las variaciones de posición de las pruebas, su
ampliación y la extensión a la edad adulta. Se
hicieron adaptaciones y reelaboraciones en
diferentes países. En Estados Unidos L.M.
Terman efectuó una importante reelaboración de la escala que se hizo después famosa
como la “Stanford-Binet”. Por primera vez en
un test psicológico se adoptó el cociente de inteligencia, es decir la relación entre la edad
mental y la edad cronológica (v. inteligencia,
§ 2). Todos los tests elaborados con el modelo
del Binet-Simon se refieren a una medida global de la inteligencia y no utilizan análisis diferenciales de las formas y de las estructuras
de las capacidades intelectuales.
BIBLIOGRAFÍA:
Avanzini, G. (1974); Binet, A. y T.
Simon (1905); Binet, A. y T. Simon (1909).
bineural, cadena
v. NERVIOSO, SISTEMA.
BIODINÁMICA / BIOENERGÉTICA
biocenosis
v. ECOLOGÍA, § 1.
biodinámica (al. Biodynamik; fr.
biodynamique; ingl. biodynamics; it.
biodinamica)
El término, que en general significa la interacción fisiológica entre organismo y ambiente,
se refiere en sentido específico a la teoría elaborada por J.H. Masserman con la intención
de relacionar los principios fundamentales
del psicoanálisis con los del conductismo, basándose en cuatro principios: 1] motivación:
todos los organismos son impulsados a la acción por sus propias necesidades fisiológicas;
2] ambiente: cada organismo reacciona a su interpretación del ambiente decidida por sus necesidades, por sus capacidades perceptivas y
por sus experiencias pasadas; 3] adaptación: en
presencia de una frustración en el intento de alcanzar una meta, el organismo cambia la técnica o adopta otra meta; 4] conflicto: cuando dos
motivaciones están en conflicto hasta el punto
de situarse en términos excluyentes, el organismo entra en angustia, con el consiguiente comportamiento desadaptado o desorganizado.
En el primer caso se habla de comportamiento neurótico, en el segundo de comportamiento
psicótico.
BIBLIOGRAFÍA:
Masserman, J.H. (1943); Masserman, J.H. (1955).
bioenergética (al.. Bioenergetik; fr.
bioénergétique; ingl. bioenergetics; it.
bioenergetica)
Estudio de la personalidad humana desde el
punto de vista de los procesos energéticos del
cuerpo. A. Lowen, quien acuñó el término, escribe que “la bioenergética se basa en la obra
de Wilhelm Reich”, que “postuló la existencia de una energía cósmica que llamó orgón,
cuya naturaleza no es eléctrica” (1975: 7, 37).
La teoría del orgón (v.) separó a W. Reich de
S. Freud, pero Reich no renunció a utilizar los
descubrimientos del fundador del psicoanálisis, además de otras ideas derivadas de S. Ferenczi y de C.G. Jung, restructurándolas en
un sistema nuevo que llegó a una formulación
149
específica del análisis del carácter (v. carácter,
§ 3, c, d) y a una nueva forma de terapia.
Desde antes Reich había preparado un método terapéutico que actuaba directamente
sobre la tensión muscular y sobre las estructuras respiratorias para producir un relajamiento emocional que permitiera la liberación de energía y sensaciones a través de los
tejidos, con efectos benéficos en la psique. Lowen se apropió de los principales argumentos
de la práctica terapéutica reichiana y, sobre la
base del concepto de conexión cuerpo-mente,
elaboró la teoría de la identidad funcional de
tensión muscular y bloqueo emotivo, así como la de la relación entre inhibición de la
reactividad emotiva y limitación de la respiración. Además, mientras Reich relacionaba los
desequilibrios neuróticos con un bloqueo
de las satisfacciones sexuales, atribuyendo
al análisis la tarea de liberar la energía sexual
inhibida, Lowen redujo la importancia de la
sexualidad y modificó el objetivo terapéutico
de Reich haciéndolo extensivo a la capacidad
más general de probar placer y de experimentar la alegría de vivir.
En la base permanece el concepto reichiano
de pulsión, en el que existe una alternancia de
expansiones y contracciones. Este principio
funcional, que se encuentra en todo organismo
viviente, es percibido como condición de bienestar y placer que, entre los animales sexualmente diferenciados, encuentra su manifestación más intensa en el orgasmo (v.). El organismo se prepara para la pulsión orgásmica
con un proceso de expansión psíquicamente
percibido como placer, mientras que frente a
una amenaza se prepara con un proceso de
contracción percibido psíquicamente como
displacer. Al hombre que vive en un ambiente
represivo y autoritario se le impone una frustración de las sensaciones placenteras relacionadas con la alimentación o la estimulación
oral, anal y genital. La frustración se acompaña de una reacción de cólera a la que sigue el
miedo al placer que excita el simpático, generando una condición de simpaticotonía crónica que Reich considera el factor patógeno
central de todas las enfermedades funcionales. En efecto, la hipertonía simpática pone al
individuo en una constante actitud defensiva
que limita la funcionalidad del organismo,
dando origen a las diferentes enfermedades.
Antes de este estado patológico la represión
150
BIOGRÁFICO, MÉTODO
de los impulsos emocionales placenteros produce una serie de bloqueos que se organizan
como una verdadera armadura o coraza caracterial (v. carácter, § 3, c), además de espasmos de la musculatura que se organizan en
una coraza muscular que reduce la movilidad
de las células y la irrigación sanguínea de los
tejidos.
La armadura caracterial y la armadura
muscular, que trastornan la funcionalidad del
organismo (v. biopatía), son intercambiables
en el plano patológico y terapéutico, en los
que se puede constatar una correspondencia
entre un bloqueo emocional y un bloqueo
muscular que retienen las energías del organismo cuya manifestación es temida por la
angustia del placer instaurada en su momento por la educación y por la experiencia represiva. De esto se deriva que no es suficiente, como pensaba Freud, traer a la conciencia factores psíquicos patológicos, sino que es necesario intervenir en la armadura muscular para modificar la emocional. A la simpaticotonía, determinada por esta última, se deben
atribuir las inhibiciones de las funciones digestivas (por lo tanto la anorexia nerviosa, el
cardioespasmo y la colitis espástica), el trastorno del círculo, con la consiguiente neurosis
cardiaca e hipertensión arterial, el desequilibrio glandular metabólico, con hipertiroidismo, estados de estrés y diabetes, además de
otros síndromes tratados en la voz psicosomática, § 2.
Reich, y después Lowen, llegaron a definir
una tipología caracterial articulada (v. carácter, § 3, c, d) en la que a cada tipo corresponde una estructura y una actitud del cuerpo
que manifiesta la defensa de los estímulos externos o internos que amenazan al individuo.
En la terapia bioenergética es esencial la preparación, obra de Lowen, del concepto de
grounding, que significa “tener los pies firmemente en la tierra”. Se trata, en esencia, de reforzar y aumentar en el paciente el sentido de
seguridad basal, haciéndole “sentir” la realidad del terreno, de su cuerpo, de su condición
vital, en un intercambio energético entre pies
y tierra. “Ya que la carga y la descarga –escribe Lowen– funcionan como unidad, la bioenergética trabaja simultáneamente en ambos
miembros de la ecuación para elevar el nivel
energético, abrir la vía a la autoexpresión y
reinstaurar en el cuerpo el flujo de las sensa-
ciones. El acento, por lo tanto, se coloca en la
respiración, en las sensaciones y en el movimiento; al mismo tiempo se busca relacionar
el funcionamiento energético actual del individuo con su teoría precedente. Esta unión
combinada gradualmente pone al desnudo las
fuerzas interiores (conflictos) que impiden al
individuo funcionar con su propio potencial
energético. Cada vez que uno de estos conflictos interiores se resuelve, el nivel de energía
aumenta. Esto significa que el individuo toma
más energía y la descarga más en actividades
creativas, que son fuente de placer y de satisfacción” (1975: 41).
BIBLIOGRAFÍA:
De Marchi, L. (1970); Lowen, A.
(1958); Lowen, A. (1975); Reich, W. (1926);
Reich, W. (1942).
biofeedback
v. RETROALIMENTACIÓN.
biofilia
v. NECROFILIA.
biográfico, método (al. Biographische
Methode; fr. méthode biographique;
ingl. biographical method; it. metodo
biografico)
Método desarrollado por K. Jaspers para poder construir análisis patográficos a partir de
la vida del individuo, más que de hipótesis
teóricas anticipadas que no llevan a la comprensión del sujeto (v. psicología comprensiva), sino a su objetivización, como en la actitud típica de todas las ciencias de la naturaleza. El método biográfico utiliza el acercamiento directo, el análisis del material autobiográfico (cartas, diarios, confesiones) y de
documentaciones objetivas (testimonios, informes, peritajes), para obtener un cuadro a
cuyo ordenamiento concurren categorías biográficas, como los tipos de personalidad (v.
tipología), de carácter (v.) y de visión del
mundo (v. mundo, § 1). Para evitar lo anecdótico y poder realizar una verificación cuidadosa de los resultados, se formalizaron algunos criterios como: 1] visión global del caso junto con las condiciones en las cuales se
BIÓNICA / BIÓTICO, EXPERIMENTO
recogió el material documental; 2] presentación objetiva del decurso de la vida teniendo
presente la inevitable distorsión inducida por
la subjetividad del observador; 3] recolección
y disposición del material bibliográfico según los estándares definidos por la transformación biológica, por los datos ambientales,
por la estructura psicológica, por las fases de
desarrollo de las figuras temáticas importantes, y por los criterios interpretativos adoptados. El método biográfico encontró su aplicación en el ámbito fenomenológico con L.
Binswanger, y en el ámbito de la psicología
forense con A. Homburger y K. Wilmanns,
que adoptaron este método para la reconstrucción de las personalidades psicópatas y
criminales.
Binswanger, L. (1944-1946); Binswagner, L. (1956); Homburger, A. (1912); Jaspers,
K. (1913-1959); Jaspers, K. (1922); Wilmanns, K.
(1906).
151
biopatía (al. Biopathie; fr. biopathie;
ingl. biopathy; it. biopatia)
Término introducido por W. Reich para indicar los procesos degenerativos a partir del
bion, en el que se manifiesta la forma fija y estructurada de la energía, a diferencia del orgón
(v.), en el que está en acción una forma móvil
y vital. La acumulación de pulsaciones no consecutivas, con el consiguiente estancamiento
de la circulación energética visible en la sucesión de las contracciones no seguidas por expansiones, está en la base de numerosas enfermedades de naturaleza psicosomática (v., § 2)
entre éstas el cáncer (v. bioenergética).
BIBLIOGRAFÍA:
Reich, W. (1948).
BIBLIOGRAFÍA:
biónica (al. Bionik; fr. bionique; ingl.
bionics; it. bionica)
Estudio de las funciones y mecanismos biológicos con miras a su utilización en el ámbito cibernético, en el que se prevé la posibilidad de
aplicar a las máquinas los modelos derivados,
por ejemplo, de la genética, relativos a la codificación y transmisión de los modelos hereditarios, o de la fisiología en los sistemas de recepción de los estímulos, de coordinación sensomotriz y similares, hasta llegar a la simulación
de los procesos cognoscitivos (v. simulación, §
1) o de los mecanismos subyacentes a las formaciones neuróticas.
BIBLIOGRAFÍA:
Bara, B.G. (coord.) (1978); Caianiello, E.R. y E. Di Giulio (1980); Feer, H.
(1970); Moser, U., I. Zeppelin y W. Schneider
(1968).
bionomía o bionómica (al. Bionomik;
fr. bionomique; ingl. bionomics; it. bionomica)
Estudio de los factores ambientales que limitan o favorecen el desarrollo del organismo
(v. ambiente).
biopsicología
v. PSICOBIOLOGÍA.
biorritmo
v. RITMO, § 1.
biosfera psíquica
v. PERSONALIDAD, § 3.
biótico, experimento (al. Biotisches
Versuchsansatz; fr. essai biotique; ingl.
biotic experiment; it. esperimento biotico)
Experimento realizado con sujetos que no saben que están sometidos a ello. La finalidad
es poder observarlos en condiciones de realidad auténticamente vivida, sin los elementos
de perturbación que siempre acompañan a las
condiciones experimentales. El experimento
se considera casi biótico cuando se realiza con
sujetos que saben que están sometidos a él,
pero ignoran los procedimientos y las finalidades. Una de las modalidades más frecuentes es la que prevé una ampliación o una prolongación de los tiempos, de manera que el
sujeto pueda considerar que se encuentra en
una fase preparatoria o posterior a la conclusión del experimento.
BIBLIOGRAFÍA:
(1965).
Gottschaldt, K. (1942); Spiegel, B.
152
BIOTIPO / BISEXUALIDAD
biotipo (al. Biotypus; fr. biotype; ingl.
biotype; it. biotipo)
Conjunto de individuos, genéticamente homogéneos, aislados por medio de acoplamientos consanguíneos y selección progresiva. Una población animal o vegetal de reproducción sexuada está constituida por numerosos biotipos.
BIBLIOGRAFÍA:
Barbera, M. (1945).
biotono (al. Biotonus; fr. bioton; ingl.
biotone; it. biotono)
El término, introducido por M. Verworn, se
refiere a la energía vital potencial de un sujeto, relacionada con los procesos fisiológicos del organismo y en especial con la calidad y la rapidez de los procesos de recambio
que determinan el ritmo y la intensidad funcional de todos los órganos. Si las fuerzas regenerativas y degenerativas se compensan el
biotono está en equilibrio; si prevalecen las
regenerativas está alto, si prevalecen las degenerativas está bajo. G. Ewald hizo extensivo tal concepto a las situaciones de tensión
general del sujeto ligadas al temperamento y
la personalidad, creando una especie de tipología con base en la cual del biotono dependería la intensidad de la vida psíquica y
emocional.
BIBLIOGRAFÍA:
Ewald, G. (1924).
bisexualidad (al. Bisexualität; fr. bisexualité; ingl. bisexuality; it. bisessualità)
En la acepción común expresa la mezcla
de elementos masculinos y femeninos, propia de cada individuo, responsable de los
conflictos que toda persona experimenta en
la aceptación del propio sexo. El término bisexualidad lo propuso por primera vez W.
Fliess quien, como testimonia la correspondencia, se lo sugirió a Freud; no obstante, el
filósofo O. Weininger reivindicaba la prioridad de esta idea. “Cierto grado de hermafroditismo anatómico –escribe Freud– es la norma: en ningún individuo masculino o femenino de conformación normal se echan de me-
nos las huellas del aparato del otro sexo; o
bien han perdurado carentes de función, como unos órganos rudimentarios, o bien se
han modificado para tomar sobre sí otras
funciones. La concepción que resulta de estos hechos anatómicos conocidos de antiguo
es la de una disposición originalmente bisexual que, en el curso del desarrollo, se va alterando hasta llegar a la monosexualidad con
mínimos restos del sexo atrofiado” (1905
[1976: 129]).
W. Fliess interpreta la teoría freudiana
de la supresión invocando el conflicto existente en cada individuo entre tendencias
masculinas y femeninas, por lo que el sexo
dominante en la persona habría suprimido
en el inconsciente la representación psíquica
del sexo opuesto. Freud no estuvo nunca plenamente de acuerdo con esta reducción de la
supresión hecha por Fliess, y hasta el final de
su vida no cesaría de recordar que “la doctrina de la bisexualidad sigue siendo todavía
muy oscura, y no podemos menos que considerar un serio contratiempo que el psicoanálisis todavía no haya hallado enlace alguno
con la doctrina de las pulsiones” (1929 [1976:
103]). La causa debe buscarse en el hecho de
que la teoría de las pulsiones está organizada
alrededor de la primacía del falo (v. falocentrismo), y esto mal se adapta a la idea de una
bisexualidad biológica compatible con esa
primacía. Para reducir los matices biológicos
y acentuar los psicológicos S. Ferenczi propuso sustituir “bisexualidad” por “ambisexualidad” (v.).
C.G. Jung aceptó la teoría de la bisexualidad replanteándola en el modelo de la androginia (v. hermafroditismo, § 4), y sobre todo
en los conceptos de animus (v.) y de ánima
(v. alma, § 3) sobre los que construyó las relaciones entre el yo y el inconsciente. En el
área antropológica M. Mead criticó mucho el
modelo psicoanalítico de la sexualidad, porque no toma en consideración los conceptos
sociales de los papeles masculinos y femeninos. En su opinión un análisis correcto de la
bisexualidad debería considerar también,
además de los factores biológicos y constitucionales y la identificación con los padres, los
modelos sociales y las confusiones incorrectas entre la polaridad activo-pasivo, por un lado, y masculino-femenino por el otro (v. actividad-pasividad).
BLANCO, SÍNTOMA / BORELLI-OLÉRON, ESCALA DE
BIBLIOGRAFÍA:
Ferenczi, S. (1914); Fliess, W.
(1906); Freud, S. (1905); Freud, S. (1929); Jung,
C.G. (1928); Mead, M. (1935); Mead, M. (1949);
Weininger, O. (1903).
Blacky pictures test
v. PINTURA.
ner libre acceso a la conciencia, mientras no
se hace consciente, en cambio, la emoción ligada a la fantasía. Algunas formas de bloqueo
pueden ser favorecidas por estados de ansiedad y de cansancio general, responsables de vacíos mentales imprevistos, de paros motores
momentáneos en el curso de una actividad
continuada, de un sentimiento de desorientación y de pérdida de lucidez perceptiva.
blanco, síntoma (al. Zielssymptom; fr.
symptôme cible; ingl. target symptom;
it. sintomo bersaglio)
BIBLIOGRAFÍA:
Síntoma o grupo de síntomas que, independientemente del diagnóstico global, sirven de
blanco a la terapia, siendo sobre éstos donde una determinada terapia se revela especialmente eficaz.
bloqueo de la libido
v. LIBIDO, § 1, d.
blefarospasmo (al. Blepharospasmus;
fr. blépharospasme; ingl. blepharospasm; it. blefarospasmo)
Cierre imprevisto y prolongado de los párpados debido a una contracción del músculo orbicular. El blefarospasmo, frecuente como
síntoma postencefalítico, no se debe incluir
entre los síntomas histéricos.
bloqueo (al. Blockierung; fr. barrage;
ingl. blockage; it. blocco)
Paro o interrupción de una función, de una acción, de un pensamiento (barrage del pensamiento), de una emoción o de una respuesta,
sin que pueda justificarlo un estímulo externo
o una motivación subjetivamente reconocible.
E. Bleuler escribe que “el pensamiento bloqueado del esquizofrénico se diferencia claramente del pensamiento bloqueado del melancólico; en este último el curso de las ideas en su
conjunto es fatigoso y lento por la influencia de
la afectividad; los bloqueos del esquizofrénico,
en cambio, interrumpen de golpe un curso de
ideas fluido, en ocasiones hasta brioso” (19111960: 61). Por su parte S. Freud habla de bloqueo afectivo en todos los casos en los que se
tiene un “aislamiento del afecto”, en el que una
fatiga inconsciente vinculada a un deseo o a un
recuerdo muy importante del pasado puede te-
153
Bills, A.G. (1931); Bleuler, E. (19111960); Freud, S. (1909).
bolo histérico (al. Hysterische Kugel;
fr. boule hystérique; ingl. hysterical globe; it. globo isterico)
También llamado globo histérico, consiste en
una sensación dolorosa provocada por la impresión de tener un cuerpo extraño en el nivel
faríngeo que interfiere con la respiración, que
se puede volver ronca y jadeante. Los estados
de ansiedad favorecen la aparición de tales fenómenos y en general de las neurosis esofágicas, que el psicoanálisis explica como manifestaciones de un rechazo inconsciente y, al
mismo tiempo un deseo de incorporación
(v.), con frecuencia debido a la presencia de
tendencias agresivas. O. Fenichel sostiene que
en las mujeres histéricas, cuya libido sufrió
una regresión a la fase oral, la frecuencia del
bolo aludiría a un deseo inconsciente de asimilación oral del pene.
BIBLIOGRAFÍA:
Fenichel, O. (1945).
borderline
v. MARGINAL,
SÍNDROME,
§ 1.
Borelli-Oléron, escala de (al. BorelliOléron Test; fr. échelle de Borelli-Oléron;
ingl. Borelli-Oléron scale; it. scala di Borelli-Oléron)
Es una escala de inteligencia que se aplica a niños con defectos del aparato auditivo, en la fa-
154
BOVARISMO / BRUXISMO
se comprendida entre los 4 años y medio y los
8. Consiste en pruebas de carácter ejecutivo y
el puntaje se calcula según los valores medios
relativos a las diversas edades de los sujetos.
BIBLIOGRAFÍA:
• bradipsiquia: es una disminución de todas
las funciones psíquicas por causas que pueden ser orgánicas, tóxicas o neuróticas, como
en el caso de las formas depresivas.
Anastasi, A. (1954).
bradiquinina
v. ENDOCRINO, SISTEMA, § 9, d.
bovarismo (al. Bovarysmus; fr. bovarysme; ingl. bovarysm; it. bovarismo)
El término, tomado del personaje de la novela
de G. Flaubert Madame Bovary, se refiere a las
actitudes que confunden fantasía y realidad,
sueños con los ojos abiertos y hechos del mundo real. La acentuación de esta tendencia puede llevar a la construcción de una personalidad
ficticia y a un concepto de sí irreal y fantástico.
Brentano, ilusión de
v. ILUSIÓN, § 4, e.
Broca, afasia de
v. AFASIA, § 2, b; LENGUAJE, § 5, a.
Broca, área de
v. CORTEZA CEREBRAL, § 5; LENGUAJE, § 2.
bradiPrimer elemento de palabras compuestas adoptadas por el vocabulario psiquiátrico para indicar las formas de lentitud (v.) que dependen de causas orgánicas o psíquicas. Entre las
formas más recurrentes recordamos:
• bradiquinesia: se refiere a la lentitud anormal o al retardo de los movimientos;
• bradilalia: se refiere a la lentitud al hablar
asociada con la idea de una dificultad para
mover la lengua. Si esta lentitud se manifiesta con una disminución de la velocidad de la
vocalización hay quienes la llaman bradilogia;
si en cambio se manifiesta con la disminución
del ritmo en la articulación de las frases o con
arrastre de las sílabas prefieren llamarla
bradifrasia;
• bradifrenia: se refiere a la disminución
de las funciones mentales acompañadas, en
ocasiones por un retraso psicomotor. En este ámbito se diferencia entre la bradifrenia
focal, cuando la disminución sucede en presencia de determinados pensamientos, y la
bradifrenia difusa, cuando el trastorno no
varía al cambiar el contenido de los pensamientos;
• bradilexia: se refiere a la lentitud en la lectura, que puede ser un aspecto de una disminución general de la actividad mental;
• bradipraxia: se refiere a la disminución de
la acción, como en el caso, por ejemplo, del
hipofuncionamiento de la tiroides;
bromhidrosis (al. Bromidrose; fr. bromidrose; ingl. bromidrosis; it. bromidrosi)
Llamada también caquidrosis, la bromidrosis
es una sudoración anormal con mal olor, debido a alteraciones de la crasis hemática, a enfermedades metabólicas o síndromes psiconeuróticos. Bromidrosifobia es la fobia excesiva por
los malos olores.
brontofobia (al. Brontophobie; fr.
brontophobie; ingl. brontophobia; it.
brontofobia)
Terror incontenible por los truenos, que retoma el miedo de los primitivos ante los fenómenos naturales. Se encuentra con frecuencia
en sujetos que presentan trastornos psíquicos
que se remontan a viejos miedos en relación
con la figura paterna.
bruxismo (al. Bruxismus; fr. bruxisme;
ingl. bruxism; it. bruxismo)
Rechinar de los dientes, generalmente nocturno, como consecuencia de la contracción de
los músculos de la masticación. Desde el punto de vista psicodinámico se ha supuesto que
BUEN SALVAJE / BULIMIA
la causa es un sentimiento inconsciente de
agresividad reprimida, relacionada con excesivas restricciones morales en la infancia que
habrían llevado a contener o reprimir cualquier forma de hostilidad.
BIBLIOGRAFÍA:
Ewen, S.J. (1971).
buen salvaje (al. Guter Wilde; fr. bon
sauvage; ingl. good savage; it. buon selvaggio)
Expresión que remite a un concepto de naturaleza primordial y primitiva que, por no haber sido aún tocada por la civilización, plasma un ideal educativo en el que existe plena
concordancia entre las necesidades del hombre y las capacidades para satisfacerlas. La invocación al buen salvaje, nacida con J.-J.
Rousseau, es recurrente en muchos proyectos
educativos de tipo utópico que han aparecido
cíclicamente en el siglo XIX y en el XX.
BIBLIOGRAFÍA:
155
tad de discernimiento. La deliberación, según
Aristóteles, establece cuáles y cuántos son las
acciones y los medios que se necesita poner
en acción para alcanzar ciertos fines; como
tal pertenece al orden de la praxis. Sobre el
“buen sentido” se expresó también Descartes
en el Discurso del método, en el que habla del
“poder de bien juzgar y de diferenciar lo verdadero de lo falso”. El buen sentido, al ser “la
cosa del mundo mejor repartida”, es para
Descartes identificable con “la razón naturalmente igual en todos los hombres”. En el
campo pedagógico el concepto de buen sentido tiene importancia en la adaptación de la
teoría a la praxis en referencia a los ritmos
concretos de crecimiento y de desarrollo del
educando.
BIBLIOGRAFÍA:
Aristóteles (1973); Descartes, R.
(1937); Siciliani de Cumis, N. (1980).
buena forma
v. PSICOLOGÍA DE
LA FORMA,
§ II, 5.
Cocchiara, G. (1948); Gliozzi, G.
(1967).
bueno
v. KLEINIANA,
buen sentido (al. Gesunder Menschenverstand; fr. bon sens; ingl. good sens;
it. buon senso)
Disposición mental al equilibrio y a la mesura
que se manifiesta en la capacidad natural y espontánea de tomar decisiones válidas en la esfera práctica de la existencia o de expresar juicios sobre los problemas de la vida cuando no
surgen soluciones de evidencia lógica inmediata. El buen sentido, que es independiente de las
convenciones y de la opinión general, se diferencia del sentido común; este último con frecuencia está cargado de prejuicios y aplanado
por las convenciones más difundidas, por lo
que en el sentido común no se puede encontrar
la forma de racionalidad, típica del buen sentido, que consiste en la capacidad de leer la situación concreta, adaptando a ésta las normas y
los principios para realizar un encuentro eficaz
entre teoría y praxis en el orden de lo realizable.
Equivalente al concepto de buen sentido es
la expresión aristotélica “buena deliberación”
que corresponde a sensatez (ϕρο′νηοις) y facul-
TEORÍA,
§ 1.
bulimia (al. Bulimie; fr. boulimie; ingl.
bulimy; it. bulimia)
Impulso irresistible por la comida al que el sujeto responde con una sobrealimentación continua que lleva a la obesidad (v.). En el ámbito
psicoanalítico se suele interpretar la bulimia
como una forma de fijación o regresión a la fase oral (v., § 2), mientras que en el ámbito psiquiátrico se comprueba la frecuente asociación
entre bulimia y estados depresivos o ansiosos,
por lo que la comida se encarga de llenar un vacío o de aplacar la ansiedad. Se supone que la
bulimia es la tendencia subyacente y negada en
todo tipo de comportamiento anoréxico (v.
anorexia), en el que la ingestión de alimentos
se acompaña de vómito compensatorio autoprovocado o de la ingestión de purgantes.
BIBLIOGRAFÍA:
Bruch, H. (1973); Bruch, H. (1978);
Selvini Palazzoli, M. (1981); Silverstone, T.
(1976).
Cábala (it. qabbaláh)
El término, que literalmente signif1ica “tradición” en la acepción hebrea de “recepción” de
las cosas divinas, designa la mística hebrea
que se propone tomar el aspecto más profundo y auténtico de la ley, más allá de su significado exterior y puramente legalista. Con este
fin la Cábala utiliza métodos y técnicas complejos que hacen referencia al simbolismo
atribuido a las letras del alfabeto hebreo y a
su valor numérico. Según el Sefer yezirá o Libro de la creación (sec. III-VI) Dios habría procedido a la creación mediante las 32 vías
constituidas por 10 sefirot o números primordiales y por las 22 letras del alfabeto hebreo,
en las que encuentran su expresión simbólica
los elementos últimos de las cosas. De aquí la
importancia de la ciencia de las combinaciones de las letras tratada en el Sefer zohar o Libro del esplendor (sec. XIII) donde están expuestas las tres técnicas más utilizadas: el notaricon, donde cada una de las letras de una
palabra se utiliza como inicial de otra palabra, la guemetría que instituye equivalencias
de significado entre palabras formadas por letras cuyos valores numéricos dan sumas iguales, y la temurá, que consiste en trasponer las
letras que componen una palabra para obtener otra que tiene con la primera una exacta
relación de oposición. Esta “vía de los nombres”, como afirma el Sha’aré zedec que cita G.
Scholem, dice que “cuanto más incomprensibles sean éstos tanto más alto es su rango,
hasta que se llega a la actividad de una fuerza
que ya no se somete a tu control, sino que más
bien tiene bajo su control a tu intelecto y tu
pensamiento” (1957: 205).
La cosmología cabalística, que concibió la
relación entre Dios y el mundo como un proceso de emanación del En-sof infinito hacia
las criaturas a través de los sefirot, fue reformulada por Y. Luria (1534-1572) en términos
de contracción o movimiento hacia dentro,
por lo que “Dios se vio obligado a hacer lugar
en el mundo, abandonando una región de sí
mismo”. La psicología cabalística considera
al hombre animado por la nefesh o vitalidad
animal que nace con el cuerpo y lo habita hasta la muerte dirigiendo todas las manifestaciones psicofísicas, desde el ruaj que se despierta en el hombre que se enalteció por encima de su aspecto puramente vital, y de la neshamá o chispa divina que es “una parte de
Dios allá arriba”. A esta chispa (Seelenfunkeln) hace referencia S. Freud, quien habla de
ella como de la “fuerza pulsionante –‘il primo
motore’– de todo obrar humano” (1910 [1976:
69-70]). Esto permite a H. Bloom realizar un
acercamiento entre la Cábala de Luria y el
psicoanálisis de Freud (1975: 45), sobre todo
por lo que se refiere al zelem que mantiene
unidos el alma y el cuerpo, determinando la
personalidad de cada individuo en la forma
enigmática en que nuestro cuerpo reacciona
ante nuestra alma, y nuestra alma ante el
cuerpo al que está unido: “El zelem –escribe
Bloom– es el principio de la individualidad
del que está dotado todo ser humano, la configuración o esencia que es exclusivamente
suya” (1975: 75). Este motivo individualizador permitió también comparaciones con la
psicología analítica de C.G. Jung respecto al
proceso de individuación (v.) y a la sicigia
(v.) masculina-femenina. Para la Cábala, en
efecto, todo alma está constituida por un elemento masculino y uno femenino que sólo después del descenso al mundo se escinde, configurándose como exclusivamente masculina o
femenina, para después reconstituirse en su
unidad al final del camino cabalístico.
BIBLIOGRAFÍA:
Bloom, H. (1975); Dal Pra, M.
(1977); Freud, S. (1910); Jung, C.G. (1951); Michelini Tocci, F. (1986); Scholem, G. (1957);
(1960); Scholem, G. (1974).
[156]
CACOFONÍA / CAMBIO
cacofonía (al. Kakophonie; fr. cacophonie; ingl. cacophony; it. cacofonia)
calambre
v. ESPASMO.
Alteración que puede llegar a ser grave del
timbre de la voz, por lo cual algunas ocasiones resulta imposible al escuchar diferenciar
los sonidos emitidos.
calcitonina
v. ENDOCRINO,
cadena del significante (fr. chaîne significante; it. catena significante)
Expresión lacaniana que indica la conexión
de las unidades significantes consideradas
desde el punto de vista de sus sobreposiciones recíprocas (v. letra). Para J. Lacan el significante no expresa el sentido sino que lo anticipa, por lo que “puede decirse que es en la
cadena del significante donde el sentido insiste, pero que ninguno de los elementos de la
cadena consiste en la significación de la que
es capaz en el momento mismo. Se impone,
pues, la noción de un deslizamiento incesante del significado bajo el significante” (1957
[1976: 482]). Esto se debe a que en opinión de
Lacan el lenguaje inconsciente, no puede ser
asimilado por el consciente, caracterizado
por la diferencia entre significante y significado (v. lacaniana, teoría, § 8). Como lenguaje unidimensional, el lenguaje inconsciente pertenece al imaginario, y los términos
que lo forman pueden transferir su energía
hacia otros por desplazamiento (metonimia)
o por condensación (v. metáfora). De esta
manera el deseo inconsciente se dirige a la
conciencia, pasando de un significante a otro
a lo largo de la cadena o trama intrincada y
compleja de los significantes. Al punto de intersección entre el recorrido del significante
y la elipsis deslizante del significado Lacan lo
llama capiton.
BIBLIOGRAFÍA:
Lacan, J. (1957).
caída, experimento de (al. Fallversuch; fr. essai de chute; ingl. fall experiment; it. esperimento di caduta)
Prueba que consiste en medir la distancia de
objetos que caen con la finalidad de evaluar la
diferencia, en la percepción de la profundidad, entre la visión monocular y la binocular.
157
SISTEMA,
§ 2, 3.
calibración
v. ESTANDARIZACIÓN.
cambio (al. Verwandlung; fr. changement, ingl. change; it. cambiamento)
Transformación de un individuo interpretada
como proceso de autorrealización o como resultado de la tendencia a la mutación y de la
resistencia a la misma. La primera tesis tiene
como su principal exponente a K. Goldstein,
para quien “el comportamiento normal corresponde a un continuo cambio de tensión
por el que se alcanza, en una sucesión de fases, un estado de tensión que permite y empuja al organismo a realizarse con ulteriores
actividades, según su naturaleza. Así, la experiencia con los pacientes nos enseña que debemos postular un único impulso, aquel que
tiende hacia la autorrealización” (1934: 121).
La segunda tesis la desarrolló K. Lewin, para
quien, como el cambio implica el concepto de
fuerza, es imposible utilizar éste sin usar el
concepto de resistencia, por lo que el cambio
es resultado de estos dos componentes. La
noción de cambio varía según los diferentes
modelos psicológicos dentro de los cuales se
define.
1] EL MODELO CONDUCTISTA. En este ámbito el
cambio es la modificación adaptativa del
comportamiento como respuesta a estímulos
ambientales que pueden ser tanto las técnicas de condicionamiento clásico y operante
(v. aprendizaje, § 1) que activan un proceso
tendencialmente predecible y controlable
dentro de las leyes que regulan el aprendizaje,
como las terapias que se proponen modificar
las modalidades de respuesta escasamente
adaptativas o no funcionales mediante el uso
de refuerzos positivos o negativos. La importancia asignada a las técnicas de condicionamiento en el modelo conductista (v. comportamiento, § 4) permite que H.J. Eysenck diga:
“Desde hace tiempo se considera que el pen-
158
CAMBIO
samiento precede y controla a la acción. La
terapia conductista permite entender que con
frecuencia puede ocurrir lo contrario, que la
modificación del comportamiento de una persona mediante el proceso de condicionamiento puede realmente modificar su pensamiento
o su cuadro cognoscitivo” (1975: 32).
2] EL MODELO PSICODINÁMICO. Entiende el cambio como la obtención de mayor conciencia
de sí y de los otros o, como lo expresa la definición de C.R. Rogers, “una evolución interior
y profunda de las estructuras personales del
individuo hacia la fase que los clínicos definen como de ‘mayor integración’, de menor
conflictividad, de mayor disponibilidad de
energías para una vida productiva; una modificación del comportamiento que pierde los
aspectos generalmente definidos como ‘inmaduros’ para adquirir los considerados ‘maduros’” (1951: 50). Frente a la concepción mecanicista de S. Freud, que concede poca relevancia al cambio porque casi todo se definiría en
los primeros cinco años de vida, reacciona E.
Fromm: “Estoy convencido de que durante
los primeros cinco años de vida acontece una
cantidad de cosas realmente importantísimas
para el desarrollo posterior; pero considero
que los acontecimientos sucesivos son igualmente capaces de provocar cambios en el individuo. En cuanto al concepto freudiano de
que el individuo repite continuamente algunas respuestas de comportamiento que serían
el producto de sus reacciones emotivas a acontecimientos ocurridos en los primeros cinco
años, éste es para mí un concepto excesivamente mecanicista [...]. El éxito de la terapia
depende de los factores constitucionales, por
un lado, y por el otro de la capacidad del paciente para modificar su sentido de responsabilidad personal y su empeño a la acción. Para que los cambios se produzcan el paciente
debe tener la fuerza de voluntad y el impulso
interior necesarios para producirlos” (1976:
385-386). De la misma opinión es C.G. Jung,
para quien el cambio o transformación (v.)
tiende a la individuación (v.), o sea a la realización de todas las potencialidades del individuo protegidas en su inconsciente que no es,
como para Freud, sólo el lugar de lo reprimido, sino también el depósito de posibilidades
por venir. El cambio individuativo se da, para
Jung, mediante la diferenciación (v.) de las
partes inconscientes reprimidas, en “sombra”
(v.), o de alguna manera autónomas al desarrollo del yo.
3] EL MODELO PSICOSOCIAL. Subraya el conocimiento y la intencionalidad en los procesos del
cambio. Al respecto E. Spaltro escribe: “Estamos siempre ocupados con el problema de
cambiar, por lo tanto no debemos preguntarnos por qué cambiar en términos de acción, sino en términos de acción y conciencia. En realidad la elección no está entre cambiar y no
cambiar, sino entre cambiar o dejarse cambiar,
entre changing y change” (1969: 259). La psicología social y de manera especial la psicología
de la forma estudian el cambio respecto a la
modificación de creencias y de actitudes, como
en el caso, puesto en evidencia por L. Festinger,
de la disonancia cognoscitiva (v.), por la que
“si una persona sabe diferentes cosas que no
son psicológicamente coherentes buscará, en
una variedad de maneras, volverlas más coherentes [...]. La disonancia cognoscitiva es un
estado motivacional que impulsa a una persona a cambiar sus opiniones o su comportamiento” (195: 16). Es afín la posición de S.E.
Asch, para quien el cambio es el resultado de la
interacción del individuo con el grupo, que
permite “la introyección en el individuo de los
pensamientos, de las emociones y de los supuestos de los otros, que extienden su mundo
mucho más allá de donde podría llegar un esfuerzo sin ayuda. Permite también amplias relaciones de interdependencia, condición previa
a su desarrollo interpersonal [...]. Así se modifica el ambiente psicológico de cada uno, porque vivir en una sociedad significa poner en relación eficiente la experiencia pública con la
privada” (1952: 35). El problema del cambio se
relaciona así con la influencia del grupo porque, como precisa M.S.H. Sherif, “aquel que
diverge se siente incierto e inseguro en la posición que se desvía de sus propios juicios”
(1967: 180).
4] EL MODELO SISTÉMICO. Vincula el concepto de
cambio con el de comunicación (v.), que influye en la relación de quienes se comunican activando un proceso de cambio o de resistencia al
cambio cuyas líneas de desarrollo están descritas y prescritas por las reglas del juego, y no
por los actores que intervienen. El modelo sistémico sustituye los conceptos de causalidad,
CAMPO
determinismo y libertad por el de interacción,
que H.L. Lennard y A. Bernstein definieron como “un proceso secuencial de acciones y reacciones que tiene lugar antes de que se pueda
describir cualquier estado o cambio de estado
del sistema” (1960: 13). En este contexto el
cambio no debe considerarse como una modificación en el individuo, sino como un modelo
especial de relación, algo, según dicen P. Watzlawick y otros, que “ya no sea reificado, sino
más bien estudiado en el contexto interpersonal donde se actúa” (1967: 123). De aquí se deriva que la prescripción de un comportamiento es una maniobra, dentro del sistema, con la
que se intenta producir un cambio en el mismo
(v. psicología sistémica).
BIBLIOGRAFÍA:
Asch, S.E. (1952); Evans, R.J.
(1981); Eysenck, H.J. (1975); Festinger, L. (1957);
Fromm, E. (1976); Goldstein, K. (1934); Jung,
C.G. (1928); Lennard, H.L. y A. Bernstein (1960);
Lewin, K. (1936); Rogers, C.R. (1951); Sherif,
M.S.H. (1967); Spaltro, E. (1969); Watzlawick, P.
(1978); Watzlawick, P. (coord.) (1981); Watzlawick, P., J.H. Beavin y D.D. Jackson (1967); Watzlawick, P., J.H. Weakland y R. Fisch (1973).
campeón
v. ESTADÍSTICA, § II, 1.
campo (al. Feld; fr. champ; ingl. field;
it. campo)
Lugar físico o metafórico donde aparece el objeto de investigación y con el que el ambiente
global en el cual se presenta el objeto, constituye una totalidad de fenómenos coexistentes
que interactúan. Así, por ejemplo, por campo
de conciencia se entiende el conjunto de los
contenidos de la conciencia que una persona
posee en un cierto momento; por campo visual el límite de la visión periférica y, por lo
tanto, el área dentro de la cual puede verse un
objeto mientras el ojo fija inmóvil un punto.
Además de este uso general, la noción de campo tiene un uso específico en las siguientes
acepciones.
1] DEPENDENCIA DEL CAMPO. En el ámbito de la
psicología de la percepción H. A. Witkin introdujo el concepto de dependencia del campo pa-
159
ra quien, en la orientación espacial, confía más
en el contexto visual que en las señales posturales y gravitacionales de su propio cuerpo.
En este ámbito se comprobó que las mujeres
son más dependientes del campo que los varones, que la dependencia del campo disminuye con la edad y que está relacionada con
las características de la personalidad (v. percepción, § 9).
2] TEORÍA DEL CAMPO. El concepto de campo lo
utilizó K. Lewin, quien formuló la teoría del
campo según la cual se supone que están reunidos en un “espacio vital” (v. espacio, § 2, c),
todos los factores psicológicos que influyen
en el comportamiento de un individuo en un
determinado momento. El espacio vital está
compuesto por la persona y por el ambiente
psicológico; fuera de ella está el mundo, que
no influye en el comportamiento, pero al cual
el espacio vital es permeable. Dentro del campo rige una geometría topológica, que difiere
de la euclidiana porque no es métrica y porque la relación que une a los elementos prescinde del tamaño y distancia de los mismos.
En el campo es decisiva la dirección, identificable mediante una geometría vectorial, en la
cual las regiones del espacio, que tienen diferentes valores –positivos si el objeto es deseado, negativos si la intención es evitarlo–, se
corresponden mediante fuerzas de atracción
y repulsión que pueden describirse con vectores direccionales. Dentro del campo la actividad se desarrolla en términos de energía psíquica con tendencia al equilibrio del sistema;
por eso cuando surge una tensión, indicadora
de una necesidad, se activa un proceso que
permite llegar a un nuevo equilibrio por la
más breve de las vías entre las posibles en el
orden dinámico del campo. Cuando la situación se vuelve conflictiva por la presencia simultánea de un valor negativo y uno positivo
(el deseo de hacer una cosa y el miedo a hacerla), o de dos valores negativos aproximadamente iguales, se registra la tendencia al abandono del campo de manera temporal o definitiva, a menos que intervengan medidas del exterior que lo impidan. También se produce
abandono del campo en presencia de una saturación de estímulos o de una repetición monótona de acciones siempre iguales. La contribución más significativa de esta teoría, llamada también psicología topológica, es que
160
CANALIZACIÓN / CANIBALISMO
afectividad, percepción, cognición y motivación, que en el lenguaje de Lewin representan
la región interno-personal, inciden mucho más
en el comportamiento que la región perceptivo-motriz, que está fuera de la persona, en el
límite con el ambiente psicológico que la circunda (v. psicología de la forma, § III, 3).
3] CAMPO FENOMÉNICO. En el ámbito de la epistemología psiquiátrica A. Gaston introdujo esta expresión con la intención de encontrar un
criterio capaz de reorganizar las formas de
enajenación no con base en la etiología (v., §
1), siempre incierta y dependiente de las predicciones teóricas que presiden la interpretación, sino “siguiendo la operación psicológica
misma a lo largo de una de sus condiciones necesarias: la dimensión temporal. En efecto es
posible, mediante actos intencionales, integrar
campos de ‘agregación’ de las formas de la enajenación usando como elementos de separación su particular modalidad de sucesión o su
modo específico de estar simultáneamente; en
otras palabras, analizando su relación con la
continuidad del sujeto que las manifiesta y la
continuidad temporal del sujeto que las observa [...]. Esta reintegración puede manifestarse
en la constitución de los siguientes campos fenoménicos: el reactivo, el conflictivo, el periódico y el estable” (1987: 109). Forman parte del
campo reactivo las reacciones (v., § 6) predominantemente afectivas, las pasionales y las hiponoicas, que abarcan las experiencias agudas,
crepusculares, oniroides y oníricas. Forman
parte del campo conflictivo el estilo obsesivo, el
hipocondriaco y el histérico; en el periódico, en
cambio, aparecen la alternancia maniaca, la
melancólica y la epiléptica, y por último en el
estable encontramos el mundo de la psicopatía,
el del delirio y el de la demencia.
BIBLIOGRAFÍA:
Festinger, L. (1957); Gaston, A.
(1987); Heider, F. (1958); Lewin, K. (1935); Lewin, K. (1936); Lewin, K. (1951); Witkin, et al.
(1954); Witkin H.A. et al. (1962).
canabis
v. DROGA, § 2.
canal
v. COMUNICACIÓN, § 1.
canalización (al. Kanalisierung; fr. canalisation; ingl. canalization; it. canalizzazione)
Limitación de los tipos de comportamiento
que se manifiestan durante el desarrollo humano, por la cual se elige un comportamiento
entre los muchos posibles. La elección se hace
basándose en la mayor o menor idoneidad de
un comportamiento para satisfacer determinadas pulsiones. Su reiteración determina el
refuerzo o la consolidación. Este concepto,
utilizado hoy casi exclusivamente para los
problemas de socialización, lo acuñó P. Janet
para indicar el tipo de descarga hacia la que
se orienta, en su reflujo, una tensión.
BIBLIOGRAFÍA:
Janet, P. (1903); Murphy, G. (1947).
cancelación, test de (al. Durchstreichtest; fr. test de barrage; ingl. cancellation
test; it. test di cancellazione)
El test de cancelación se utiliza para medir la
atención o la mayor o menor familiaridad con
las letras del alfabeto, por medio de la cancelación de algunas de ellas, basándose en un modelo o prescindiendo de cualquier esquema. B.
Burdon lo introdujo con el uso de las letras del
alfabeto; más tarde lo modificaron H. Piéron y
E. Toulouse con la introducción de signos y figuras iguales a determinados modelos.
BIBLIOGRAFÍA:
Meili, R. (1955).
canibalismo (al. Menschenfresserei; fr.
cannibalisme; ingl. cannibalism; it.
cannibalismo)
El término, que se refiere a la práctica real o
ritual de comer la carne de los semejantes, lo
adoptó el psicoanálisis para referirse a la fase
oral del desarrollo libinal y, más específicamente, al elemento sádico presente en tal fase, donde se observa el deseo de incorporación (v.) del objeto amado que será sustituido, en el curso de la evolución psicosexual, por
la identificación (v.). La incorporación o introyección representa una forma de identificación primaria análoga a la que caracteriza al
canibalismo de los primitivos, motivado, se-
CANNON, SÍNDROME DE / CANTIDAD
gún Freud, por la creencia de que “mediante el
acto de la devoración uno recibe en sí partes
del cuerpo de una persona, al mismo tiempo
se apropia de las cualidades que a ella pertenecieron” (1912-1913 [1976: 85]). El mismo significado de apropiación se lo atribuyó Freud al
“banquete totémico” realizado en los albores
de la historia del hombre, cuando los hijos se
aliaron entre sí y, después de matar al padre
que prohibía el uso de las mujeres del clan (v.
endogamia-exogamia), lo devoraron. El posterior sentimiento de culpa marcó el fin de la
horda primitiva y el inicio de la organización
social, de la moral y de la religión (v. antropología, § 1, a).
K. Abraham, quien subdivide la fase oral en
dos subfases –de succión, caracterizada por la
fusión de libido y agresividad, y de mordedura–, atribuye el adjetivo caníbal sólo a la segunda, donde distingue un canibalismo parcial de uno total. Este último “sin ninguna limitación es posible sólo en la base de un narcisismo ilimitado. En esta fase sólo se toma en
consideración el deseo de placer del sujeto.
Los intereses del objeto no son tomados en
cuenta para nada; el objeto es destruido sin
ningún escrúpulo. La fase del canibalismo
parcial lleva consigo los claros signos de su
origen en el canibalismo total, pero también
difiere de forma radical. Aquí aparece el primer asomo de consideración del objeto. Pero
este aspecto parcial podemos considerarlo como primer asomo del amor objetal en sentido
estricto, ya que significa el inicio de una superación del narcisismo. Agregamos de inmediato que el individuo, en esta fase evolutiva, todavía está muy lejos de reconocer a otro individuo como tal, junto a sí mismo, y de amarlo física o psíquicamente en su totalidad. El
deseo es todavía el de tomar una parte del objeto con el fin de incorporarlo; pero esto significa al mismo tiempo una renuncia a la meta puramente narcisista del canibalismo total”
(1923: 342-343).
Si con Abraham el gesto caníbal es estudiado más por el lado de su finalidad, con M.
Klein este concepto se utiliza en el área de la
patología depresiva, donde la pulsión caníbal,
si es excesiva, es causa de melancolía: “El proceso fundamental de la melancolía, según
Freud y Abraham, es el de la pérdida del objeto amado. La pérdida real de un objeto real, o
un acontecimiento análogo que tenga el mis-
161
mo significado, da como resultado que el objeto sea puesto en el yo. No obstante, a causa
de un exceso de pulsión caníbal del sujeto, esta introyección aborta y le sigue la enfermedad” (1935: 298). Ya Abraham había dicho
que “los estados más graves de rechazo de la
alimentación del melancólico representan un
autocastigo por los impulsos caníbales”
(1924: 310), incluso si su interés por la representación caníbal del objeto perdido se dirige al “trabajo del duelo” en analogía con la
“concepción de que el duelo, en su forma arcaica, se manifiesta devorando al asesinado”
(1924: 307).
BIBLIOGRAFÍA:
Abraham, K. (1923); Abraham, K.
(1924); Freud, S. (1905); Freud, S. (1912-1913);
Freud, S. (1914); Klein, M. (1935).
Cannon, síndrome de (al. CannonSyndrom; fr. syndrome de Cannon; ingl.
Cannon’s syndrome; it. sindrome di
Cannon)
Conjunto de síntomas que indican un proceso
de liberación de las energías de las que el organismo tiene necesidad en momentos de
emergencia, como por ejemplo frente a un peligro, que activa los mecanismos de lucha o de
fuga. W.B. Cannon le asigna esa reacción al
sistema simpático y considera que está regulada en el tiempo en tres fases: alarma, resistencia (defensa, desarrollo de fuerza, adaptación) y ejecución.
BIBLIOGRAFÍA:
Cannon, W.B. (1931).
cantidad (al. Quantität; fr. quantité;
ingl. quantity; it. quantità)
Categoría que corresponde a la extensión y a
la ponderabilidad. Para Aristóteles la cantidad se puede referir tanto al ser en su aspecto
numérico y continuo, como al pensamiento,
donde define la extensión del sujeto de un juicio, que puede ser universal (todos los hombres), particular (algunos hombres), singular
(este hombre). A este esquema aristotélico se
remonta I. Kant, quien asume la cantidad como título general de la primera clase de los
juicios (universales, particulares, singulares)
162
CAPACIDAD / CAQUEXIA
a los que corresponden las categorías de la totalidad, de la pluralidad y de la singularidad.
En la lógica proporcional contemporánea la
cantidad denomina la referencia que, en el
lenguaje de F.L.G. Frege, se llama significado
(Bedeutung), diferente del sentido (Sinn), que
no tiene un valor “extensional”, como el significado, sino “intencional”.
Con R. Descartes, y posteriormente con el
pensamiento moderno, la cantidad designa
las llamadas “cualidades primarias”, como el
tamaño, la figura y el movimiento, que son
objetivos y mensurables y que deben distinguirse de las “cualidades secundarias”, como
el color, el olor, el sabor, que por residir en los
sentidos son subjetivas y no cuantificables. El
progreso del saber científico se caracterizó por
la progresiva traducción del orden cualitativo
al orden cuantitativo, que permiten cálculo y
ponderabilidad. Los efectos de esta traducción
en el ámbito psicológico y las diferentes posiciones adoptadas frente a esta traducibilidad
se pueden leer en la voz cualidad.
BIBLIOGRAFÍA:
Aristóteles (1973); Descartes, R.
(1641); Frege, F.L.G. (1892); Guénon, R. (1945);
Kant, I. (1781).
nal” a propósito del número de informaciones que puede transmitirse en una unidad de
tiempo.
BIBLIOGRAFÍA:
Langer, D. (1962); Piéron, H.
(1954); Revesz, G. (1952); Vernon, P.E. (1950).
Capgras, síndrome de (al. CapgrasSyndrom; fr. syndrome de Capgras; ingl.
Capgras’ syndrome; it. sindrome di Capgras)
Identificación errónea y falso reconocimiento de cosas y de personas que se verifica en
sujetos con fondo paranoide. Quien está afectado puede afirmar que personas extrañas
son para él conocidas (reconocimiento de
desconocido o ilusión del doble positivo), o
que personas familiares han alterado su fisonomía al punto de no poder ser reconocidas
(desconocimiento de conocido o ilusión del
doble negativo). La alteración no se encuentra en el nivel de la percepción sino en el de
la interpretación del significado, y como tal
entra en el campo más amplio del delirio o de
los trastornos de la memoria conocidos como
experiencia del déjà vu y del jamais vu (v. memoria, § 8, e).
capacidad (al. Fähigkeit; fr. capacité;
ingl. ability; it. capacità)
Término genérico para designar la posibilidad y la idoneidad de un sujeto para desarrollar una actividad o para cumplir con una tarea. De ahí que cada definición de capacidad
remita a la actividad en la cual ésta se ejerce
y a la serie de operaciones que requiere y que
no se pueden relacionar con un solo tipo de
asunto. El uso de este concepto todavía es recurrente en la psicología aplicada (v.) para
referirse a las tendencias innatas y a las adquiridas, oportunamente consideradas por la
evaluación de los sujetos y por la previsión de
su rendimiento en los tests aptitudinales.
En todos los demás sentidos el término
“capacidad” aparece en la teoría de la información para indicar la cantidad de información considerada como índice máximo (capacidad de memorización) y la cantidad de
información que puede recibirse en la unidad de tiempo. En la teoría de la comunicación (v., § 1) se habla de la “capacidad del ca-
captación (al. Erbschleicherei; fr. captativité; ingl. to gain; it. captatività)
Actitud de quien busca atraer hacia sí formas
de amor y de simpatía, por necesidad de seguridad o por incapacidad para oponerse al
otro.
caquexia (al. Siechtum; fr. cachexie;
ingl. cachexia; it. cachessia)
Acentuado deterioro del organismo debido a
desnutrición, con progresiva destrucción de
los tejidos del cuerpo hasta llegar a formas
irreversibles. Debe diferenciarse de la caquexia hipofisiaria debida a la destrucción del lóbulo anterior de la glándula hipófisis (v. endocrino, sistema, § 1) que trae consigo, además de una disminución ponderable, alteraciones del metabolismo, impotencia, apatía y
en ocasiones estado de confusión. La caque-
CARÁCTER
xia hipofisiaria es conocida también como enfermedad de Simmonds.
carácter (al. Charakter; fr. caractère;
ingl. character; it. carattere)
Configuración relativamente permanente de
un individuo a la que acompañan los aspectos
habituales y típicos de su comportamiento
que aparecen integrados entre sí, tanto en el
sentido intrapsíquico como en el interpersonal. En la historia de la psicología el término
“carácter”, del griego χαρακτ′ηρ, que literalmente significa “incisión”, estuvo precedido
por las palabras temperamento (v.) y constitución (v.), en las que subyacía la hipótesis de
una dependencia fisiológica de la tendencia
de los rasgos somato-constitucionales. El término carácter adquirió su autonomía cuando
la tendencia se acopló con una instrumentación más “psicológica”, gracias a los estudios
fenomenológico-intuitivos, en los cuales la estructura de las categorías está mediada por
las ciencias del espíritu, y a los estudios psicoanalíticos, en los que el carácter es el resultado de procesos psicodinámicos. Hoy al término carácter se prefiere personalidad (v.),
definido siempre basándose en los criterios
adoptados y, por lo tanto, describible de manera objetiva. El límite que separa el carácter
de la personalidad depende de la convención
científica y no consiste en un criterio objetivo,
como se desprende también del hecho de que
grandes áreas psicológicas y psicopatológicas
usan de manera intercambiable los términos “carácter”, “personalidad” y, en ocasiones,
“tipo psicológico”. Véase en la voz personalidad la ilustración de las teorías a partir de las
cuales se discriminan los rasgos peculiares de
un individuo, y en la voz tipología la descripción de los criterios adoptados para la clasificación de los tipos puros, obtenidos sobrevaluando los rasgos diferenciales. Aquí nos limitaremos a examinar la bibliografía en la que
aparece la palabra “carácter” en el sentido
arriba especificado.
1] LA ORIENTACIÓN FENOMENOLÓGICO-INTUITIVA.
En este ámbito se trata de desvincular el estudio del carácter de la orientación somáticoconstitucional (v. tipología, § 1) adoptando
los métodos de las ciencias del espíritu que, a
163
partir de F. von Schiller y después con F. Nietzsche y W. Dilthey, nacieron con la intención de
establecer una correlación entre la creación
cultural y la modalidad psicológica con la que
el individuo ve el mundo (v. tipología, § 3). A
partir de la visión del mundo (Weltanschauung) se extraen raíces comunes, de contenido o formales, que después se asumen como rasgos de carácter que le permiten, por
ejemplo, a E. Spranger, distinguir el carácter
económico, estético, social, político y religioso, y a L. Klages diferenciar los caracteres dominados por los instintos, y por lo tanto por la
atracción que las imágenes del mundo ejercen
en el sujeto, de los que están dominados por
los intereses, que suponen en cambio una conciencia y un yo desarrollado. A los estudios de
Klages se acerca H. Remplein, según el cual el
carácter está decidido por la elección predominante de los valores que se hallan en la base del comportamiento individual, valores
que son decididos a su vez por sistemas de intereses en la acepción de Klages. Tendremos
entonces el carácter fuerte, con un sentido de
sí mismo estable y con notable perseverancia
en la persuasión, y el carácter débil, con escaso sentido de sí y convicciones frágiles.
Para K. Jaspers el carácter es el aspecto
“comprensible” del núcleo “incomprensible” en
el cual se encierra la esencia de cada individuo
(v. psicología comprensiva): “El carácter que
podemos haber comprendido no es lo que verdaderamente constituye el hombre, sino una
manifestación empírica siempre abierta a nuevas posibilidades. El hombre es su propia experiencia frente a la trascendencia, y estas dos cosas no son objeto del conocimiento indagador.
La existencia no se puede asir como carácter, sino que aparece a través de los caracteres, que,
en cuanto tales, no son definitivos” (1913-1959:
465). Por lo que se refiere a las diferentes actitudes del carácter, Jaspers distingue actitudes
objetivas, autorreflexivas y entusiastas, cada una
de las cuales prevé una subdivisión que se puede leer en la voz actitud (v.). Siempre en el ámbito fenomenológico, L. Binswanger utilizó
una distinción en la declinación patológica del
carácter con base en el bloqueo de la proyección orientada hacia el futuro del sujeto, por lo
que se tendrá al melancólico, centrado por entero en el pasado, y al maniaco, incapaz de salir del presente asumido como tiempo absoluto (v. análisis existencial, § 3).
164
CARÁCTER
2] LA ORIENTACIÓN PSICOANALÍTICA CLÁSICA. A
partir de tres niveles de referencia que se suceden cronológicamente en el desarrollo del
pensamiento freudiano nacen las siguientes
definiciones:
a] En 1908 S. Freud intenta una correlación
entre los rasgos del carácter y ciertas zonas del
cuerpo, a su vez correlacionadas con ciertos
componentes sexuales. Esta posición la sostuvo y la defendió también K. Abraham, para
quien los factores constitucionales y psicorreactivos favorecerían el surgimiento de puntos de fijación en las fases oral, anal y fálica,
denominaciones éstas que forman parte de la
dicotomía mayor del carácter genital (v.) o
pregenital (v.), según si las pulsiones encontraron su centro en el aparato reproductivo o
se quedaron relativamente autónomas en un
estado “anárquico” y “perverso”. El carácter
oral (v., § 4) se distingue por la fijación de la libido en la fase oral, donde la experiencia gratificante o frustrante en la relación con el seno
materno resultará decisiva para la modalidad
optimista o pesimista al afrontar el mundo con
confianza o aprensión, con tolerancia o intolerancia ante las frustraciones. El carácter anal
(v., § 4), relacionado con el control de los esfínteres, determina rasgos que Freud define como
“ordenados, parsimoniosos y obstinados”. K.
Abraham relaciona estas características con la
fijación en el momento de retener las heces,
porque una fijación en el momento expulsivo
genera caracteres generosos y ambiciosos. El
carácter fálico (v. fálico, carácter) presenta
elementos narcisistas con una sexualidad
orientada hacia la demostración de poder, y
por lo tanto con rasgos de temeridad, seguridad de sí y gran determinación. El carácter genital (v., § 4) lo describe Freud como un modelo hipotético al que se debería llegar después
de haberse liberado de toda dependencia infantil y de haber conseguido el nivel capaz de
producir la propia satisfacción con la satisfacción del otro, gracias a un equilibrio alcanzado
entre autonomía y heteronomía.
b] En 1916 Freud hace una distinción entre
síntomas neuróticos y rasgos del carácter; los
primeros surgen de un fracaso de la represión, los segundos de su éxito y, por lo tanto,
de los mecanismos de defensa. Los casos limítrofes de esta alternativa son el carácter histérico, que presenta debilidad emotiva, comportamiento impredecible, fuerte sugestionabili-
dad, tendencia a intercambiar la fantasía con
la realidad, y el carácter obsesivo, en el cual
los mecanismos de defensa, que desarrollaron
óptimamente su trabajo, determinan un individuo controlado, cauteloso, poco espontáneo
y con un rasgo constante de rigidez. En este
contexto se introduce la noción de neurosis
del carácter, en la que el conflicto psíquico no
se traduce en síntomas que puedan aislarse
nítidamente, sino en una organización patológica de toda la personalidad, en la que el cáracter mismo termina por ser una formación
defensiva orientada a proteger al individuo,
no sólo de la amenaza pulsional, sino también
de la aparición de los síntomas. Respecto al
síntoma neurótico, la neurosis del carácter se
distingue por la integración del mecanismo
de defensa del yo. A la estructuración del carácter que se basa en los mecanismos de defensa contra los conflictos instintivos o del superyó se aproximan A. Freud y W. Reich con
su concepción del carácter como “escudo defensivo”.
c] En 1923 Freud precisa las relaciones entre yo y carácter basándose en los fenómenos
de identificación con las figuras paternas y la
interiorización de sus prohibiciones. En este
ámbito se vuelven decisivos para la formación
del carácter los procesos de introyección (v.),
con la consiguiente formación de un yo ideal
y de un superyó, y de identificación (v.), con
el desarrollo de las diferentes funciones intrafamiliares y sociales. M. Klein analizó la formación del carácter sobre una base introyectiva con percepción, por parte del niño, de los
elementos buenos y malos del objeto, mientras E. Fromm estudió el proceso de identificación con el desarrollo de las diferentes funciones sociales, con una tipología caracterial
construida sobre los modelos del “tener”,
compensatorios de un fallido “ser” (v. tener).
3] LAS VARIANTES PSICODINÁMICAS. Las corrientes
de pensamiento que se separaron de la postura freudiana del psicoanálisis y las que quedaron en su interior desarrollaron los siguientes
modelos de interpretación del carácter.
a] La psicología analítica, con C.G. Jung, no
habla de caracteres, sino de “tipos psicológicos” que se ponen de manifiesto en la combinación entre actitud (v.) y función (v.) según el esquema expuesto en la voz tipología
(v., § 2).
CARÁCTER
b] La psicología individual, con A. Adler,
concibe el carácter como la resolución del
conflicto entre voluntad de poder (v. poder, §
2), orientada a compensar complejos de inferioridad (v.), y sentimientos sociales (v. sentimiento, § 3), que responden a la necesidad de
cooperación y coparticipación del individuo
con sus limitaciones. Las diferencias de carácter se derivan del hecho de que la voluntad de
poder, además de compensar la inferioridad y
de defenderse de la agresividad de los demás,
requiere valores que dependan de los contextos culturales en los que creció el individuo, y
además está obligada, por las circunstancias
de la vida, a retorcerse o a replegarse mediante artificios de defensa, abstención o engaño,
que resultan decisivos en la configuración posterior del carácter.
c] La teoría de W. Reich, partiendo del supuesto de que la salud psíquica depende de la
potencia orgásmica (v. orgasmo) inhibida
por nuestra sociedad moralista y sexófoba,
llega a afirmar que “el carácter consiste en una
alteración crónica del yo que se podría definir
como ‘endurecimiento’. Ésta es la base a partir de la cual el modo de reaccionar típico de
la personalidad se vuelve crónico. Su finalidad
es proteger al yo de los peligros internos y externos. Como mecanismo de protección que se
volvió crónico puede llamarse, con razón, ‘armadura’. Armadura significa, sin duda, una limitación de la movilidad psíquica de toda la
personalidad. Esta limitación es atenuada por
relaciones que no son de carácter, es decir atípicas, con el mundo exterior, que parecen comunicaciones que quedaron libres en un sistema por lo demás cerrado” (1933: 187;
v. bioenergética). A partir de esta definición
Reich procede a una descripción de las diferentes tipologías del carácter construidas con
base en la interacción de dos principios: uno
endógeno, de fondo biológico, y uno exógeno,
de fondo social. El primero está constituido
por la energía sexual o libido que, vinculada a
la actividad del sistema neurovegetativo, manifiesta la matriz vital del organismo viviente.
Este principio, que Reich llama orgón (v.), es
susceptible de medición y experimentación,
mediante “medidores orgónicos” especiales
que él usaba incluso con fines terapéuticos. El
segundo principio depende “del orden social
vigente que involucra la educación, la moral y
la satisfacción de las necesidades que están
165
determinadas en última instancia por la estructura económica vigente en la sociedad”
(1933: 192). Los dos principios chocan entre
sí, y la personalidad resulta del modo de resolver este conflicto que se manifiesta de tanto en tanto en las formas de carácter que
Reich define como de tipo: histérico, de rasgo
“nervioso, ágil, aprensivo e inconstante”;
coaccionado, de rasgo “predominantemente
inhibido, contenido y depresivo”; fálico-narcisista, que “se presenta seguro de sí mismo, en
ocasiones arrogante, flexible, vigoroso, y a veces imponente”, y masoquista, que “percibe
como placer o como fuente de placer lo que el
individuo normal percibe como displacer”
(1933: 253, 254, 265).
d] Los desarrollos de la bioenergética llegaron, con A. Lowen, a la determinación de siete
tipos de carácter diferenciados en: oral, “caracterizado por el deseo y por el placer de hablar
como medio para obtener atención, interés y
amor” (1958: 149); masoquista, caracterizado
“por una agresividad orientada hacia adentro”
(1958: 184); histérico, donde “un exceso de
energía está siempre listo a arrollar al yo, como se comprueba en la llamada explosión histérica” (1958: 220); fálico-narcisista, “de sexualidad y agresividad exageradas para compensar una debilidad constitucional” (1958: 252253); pasivo-femenino, que puede encontrarse
en hombres y mujeres, “está caracterizado
por la pobreza de expresiones emocionales
y por la relativa inmovilidad física, porque
por un lado falta la impulsividad de los caracteres pregenitales, y por el otro también la
agresividad que caracteriza al hombre fálico”
(1958: 278-279); esquizofrénico, donde “la escisión fundamental se produce entre los instintos agresivos y el eros, la fuerza espiritual. La
psicosis se distingue de la neurosis porque en
la psicosis la escisión instintiva es total, mientras en la neurosis es sólo parcial” (1958: 296
18); esquizoide, “mientras el esquizofrénico en
su ruptura con la realidad pierde completamente su yo, el carácter esquizoide puede evitar el rompimiento y mantener su yo. Pero es
un yo débil, vinculado al cuerpo por un lazo
muy sutil” (ibid.: 316). A cada uno de estos tipos corresponde una estructura y una actitud
del cuerpo que sirven como soporte y reserva
energética para la defensa de la estructura del
carácter de los estímulos externos e internos
que lo amenazan.
166
CARÁCTER
e] Las teorías de las relaciones. Los desarrollos del psicoanálisis desplazaron el punto de
partida de la construcción del carácter del individuo a la relación (v. objeto, § 4). En esta línea
encontramos a M. Klein, quien parte de la relación madre-hijo para marcar la posición esquizoparanoide y la posición depresiva que, incluso si se manifiestan en los primeros meses de
vida, pueden encontrarse en la edad adulta como núcleos de carácter (v. kleiniana, teoría, §
2), y a K. Horney, que pone el acento en los
conflictos entre el individuo y el ambiente, entre la necesidad de una dependencia pasiva y la
defensa ante una sociedad hostil. Su concepto
fundamental es el de “ansiedad de base”, producida por todo lo que trastorna la seguridad
del niño en las relaciones con sus padres, a lo
que aquél reacciona con actitudes diferentes,
como la hostilidad, la sumisión o la evasión,
que pueden volverse estables, adquiriendo el
carácter de impulsos (drives) o de necesidades
(needs) en la dinámica de la personalidad.
f] Las teorías psicosociales, además de la ya
mencionada contribución de Reich, contemplan la hipótesis de O. Rank, cuyos “caracteres” dependen de la fijación a una de las tres
fases de desarrollo, que son: la fase en la que el
individuo quiere para sí mismo lo que los otros
quieren (carácter dependiente), la fase del conflicto entre sus exigencias y las de los otros (carácter neurótico), y por último la fase en la que
el individuo logra armonizar sus exigencias
con las de los demás (carácter integrado).
E. Fromm considera el carácter como el resultado de un conflicto entre la búsqueda de
seguridad y el deseo de libertad, dos exigencias que contrastan entre sí porque la seguridad limita la libertad, y la libertad es tanto
más auténtica cuanto más prescinde de la seguridad. Partiendo de esta premisa Fromm
clasifica cinco tipos de carácter: el receptivo,
que depende de los otros, con sentido de inadecuación y orientación masoquista; el parásito o explotador, que adopta la ley del más
fuerte, mostrando rasgos sádicos, hostiles y
manipuladores; el posesivo o acumulador que
basa la seguridad en la posesión de bienes
materiales, estructurando una personalidad
en la categoría del tener; el mercantil, que no
le da importancia al valor individual sino a la
función social y a su comerciabilidad; el productivo, que –a diferencia de los otros tipos,
que corresponden a las fases históricas de la
civilización occidental: feudalismo, capitalismo, burguesía calvinista-puritana, automatización de la sociedad moderna– no está caracterizado por ninguna fase del desarrollo
histórico del hombre, porque representa la
meta última y la instancia profunda de la naturaleza humana, dirigida al progreso y a la
trascendencia de las posiciones históricas alcanzadas.
H.S. Sullivan le asigna a las relaciones interpersonales una importancia decisiva para
la construcción del carácter; les corresponden
tres procesos: los dinamismos, que son los esquemas de comportamiento en las relaciones
(amor, odio, amistad, indiferencia, etc.); las
personificaciones, que son imágenes, con frecuencia de origen infantil, que el individuo
tiene de sí mismo y de los demás, imágenes
que, cuando son compartidas, se hacen estereotipos, y los procesos cognoscitivos, diferenciados en prototáxicos, paratáxicos y sintácticos (v. parataxia).
4]
LAS VARIANTES SOCIOLÓGICAS DE DERIVACIÓN
PSICOANALÍTICA.
Forma parte de este grupo la
hipótesis de A. Kardiner según la cual en
la base de la formación del carácter individual se puede observar el esquema general
donde se reflejan los requerimientos fundamentales que la sociedad le impone al individuo. Tal esquema es transmitido por la educación. El carácter aparece, por lo tanto, como
el nexo entre las generaciones, y su estructura
se ve en estos parámetros como esencialmente dinámica y no genética. En este terreno se
encuentran las investigaciones de T. W. Adorno sobre la personalidad autoritaria (v. autoridad), con su respectivo test de medición, y
de H. Marcuse, a propósito de la tendencia a
la uniformidad de carácter inducida por la organización de la civilización técnica.
5] LAS VARIANTES CLÍNICO-PSIQUIÁTRICAS DE DERIVACIÓN PSICOANALÍTICA. En este ámbito se evidenció, además del carácter neurótico, el prepsicótico, del cual hasta ahora se estudiaron
tres variantes: el esquizoide, definido por el
predominio del trastorno de la afectividad
que se manifiesta en insuficiente contacto y
sintonía con el ambiente, ambivalencia y mutismo, incluso en ausencia de trastornos del
pensamiento y de la personalización; el paranoico, con brotes delirantes pero que, a dife-
CARACTERIAL / CARDIOPATÍA
rencia de las ideas delirantes propias de la psicosis, nunca emergen sistemáticamente y no se
extienden hasta avasallar y alterar el conjunto
de la personalidad; el psicópata fácil del acting
out (v. actuación) social por una escasa introyección de los controles psicosociales.
6] ESTUDIOS EXPERIMENTALES DEL CARÁCTER. Estos estudios, de época reciente, efectuados según el modelo de los estudios de la inteligencia, buscan identificar los “factores básicos de
la personalidad”, de cuya combinación resultaría la estructura de fondo del carácter. Este método, que inició W. Wundt y prosiguieron H.
Ebbinghaus y A. Busemann, deduce el carácter
de los llamados “cocientes de acción” (v. acción, § 3, f) que una serie de tests se encargan
de medir, distinguiendo las bases hereditarias
del carácter, que se pueden observar en los primeros años de vida, y los desarrollos relacionados con las vicisitudes de las transacciones sociales. Los resultados a los que se ha llegado
muestran que las concordancias y las discordancias en los diferentes rasgos de carácter son
idénticas en la época infantil y la época adulta
por lo que se refiere a los datos endotímicos de
la personalidad (afectividad, humor de fondo,
impulso vital) que se revelan como más hereditarios que los rasgos corticales como la capacidad de pensamiento y la abstracción. Por último, en lo que toca a la influencia ambiental en
la formación del carácter, estudios experimentales han demostrado que la función que desarrolla el ambiente en la modificación del carácter es tanto mayor cuanto más contrastantes
son entre sí las cualidades del carácter, como
se desprende de los tests proyectivos de H.
Rorschach (v.).
BIBLIOGRAFÍA:
Abraham, K. (1925); Adler, A.
(1926); Adorno, T.W. et al. (1950); Binswagner, L.
(1921-1941); Busemann, A. (1948); Freud, S.
(1936); Freud, S. (1908); Freud, S. (1916); Freud,
S. (1923); Fromm, E. (1955); Fromm, E. (1976);
Horney, K. (1950); Jaensch, E.R. (1934); Jaspers,
K. (1913-1959); Jaspers, K. (1919); Jung, C.G.
(1921); Kardiner, A. (1939); Klages, L. (1926);
Klein, M. (1935); Kretschmer, E. (1921); Lowen,
A. (1958); Marcuse, H. (1964); Mead, M. (1935);
Pfahler, G. (1929); Rank, O. (1936); Reich, W.
(1933); Remplein, H. (1967); Sheldon, W.H., S.S.
Stevens, W.B. Tucker (1940); Spranger, E. (1914);
Sullivan, H.S. (1953).
167
caracterial (al. Geistesgestörte; fr. caractérial; ingl. abnormal character; it.
caratteriale)
Término no científico utilizado por comodidad clasificatoria con el fin de designar a los
sujetos que presentan anomalías del comportamiento que no pueden referirse a un cuadro
nosológico definido. Generalmente se aplica,
en el lenguaje pedagógico, a niños, muchachos o adolescentes desadaptados; no se utiliza con los adultos, a propósito de los cuales se
prefiere hablar de personalidad psicópata (v.
psicopatía).
caracteropatía (al. Charakteropathie;
fr. caractéropathie; ingl. characteropathy; it. caratteropatia)
Término psiquiátrico utilizado para clasificar
las anomalías de la personalidad que caracterizan a las personalidades psicópatas (v. psicopatía). Lo adoptó G. Robin para clasificar
los trastornos psiquiátricos de la edad infantil. El término ha ido cayendo progresivamente en desuso con la desaparición de la concepción que la psicopatología infantil tenía modelos y estructuras causales diferentes a las
del adulto.
BIBLIOGRAFÍA:
Robin, G. (1950).
carcelaria, psicología
v. PSICOLOGÍA FORENSE.
cardiofobia (al. Kardiophobie; fr. cardiophobie; ingl. cardiophobia; it. Cardiofobia)
Miedo angustiante, excesivo, y con frecuencia
insuficientemente motivado a las enfermedades del corazón.
cardiopatía (al. Kardiopathie; fr. affection cardiaque; ingl. cardiopathy; it.
cardiopatia)
Término genérico utilizado para indicar las
enfermedades del corazón; la medicina psico-
168
CARISMA / CARRERA
somática ha puesto en evidencia las condiciones psicológicas que las predisponen, relacionadas con emociones de miedo, ansiedad, ira,
que influyen en el sistema cardiocirculatorio,
provocando cambios de frecuencia cardiaca,
presión arterial, impulso sistólico. Estas manifestaciones aumentan a su vez el factor
emotivo y el estado de ansiedad que las interpretaciones psicodinámicas remiten al problema de la separación del objeto primario de
amor, que es la madre. Entre los factores desencadenantes están clasificados: 1] los estrés
sociales como la incongruencia entre el estatus social de la infancia y el adquirido en la
edad adulta, la movilidad social que implica
cambios de costumbres, desarraigo del ambiente y pérdida de protección; 2] la insatisfacción existencial por la pérdida de prestigio,
de personas queridas, del lugar de trabajo, o
por la persistencia prolongada de problemas
a los que no se encuentra la solución. Se ha
delineado además la personalidad cardiopática, caracterizada por excesiva dedicación y
responsabilidad en el trabajo, por incesante
búsqueda de mejoramiento en el rendimiento, el estatus social y el prestigio profesional y
por total incapacidad para disfrutar del tiempo libre y de la distracción. En el ámbito familiar la personalidad cardiopática ejerce un
absoluto dominio sobre los miembros de la
familia con la esperanza de ser amada por sus
sacrificios laborales. El infarto parece sobrevenir en ocasiones de conflictos interpersonales que frustran la tendencia al dominio,
acompañados por un comportamiento de resistencia orientado a negar la tensión interna,
sin la posibilidad de descargar la agresividad
o de aceptar la situación con resignación.
BIBLIOGRAFÍA:
Alexander, F. (1950); Richter, H.E.
(1969).
carencia
v. PRIVACIÓN.
carga psíquica
v. INVESTIMIENTO.
cariotipo
v. GENÉTICA.
carisma (al. Charisma; fr. charisme;
ingl. charism; it. carisma)
Del griego χ0ρισµα, esta palabra ha encontrado
su uso más amplio en el lenguaje teológico
cristiano para indicar los dones concedidos
por el Espíritu Santo, como la profecía, el poder de hacer milagros, el don de las lenguas,
etc., para el bien de la comunidad. En la época
moderna M. Weber reintrodujo la palabra a
propósito de los “tipos carismáticos” que disponen de una especial capacidad mágico-sugestiva para ejercer la autoridad (v.) y obtener
un inmediato y personal consenso de las masas
(v. poder, § 2). Por lo que se refiere al significado de la autoridad carismática en el grupo
véase psicología social, § 4, a.
BIBLIOGRAFÍA:
Weber, M. (1904-1921).
carrera (al. Karriere; fr. carrière; ingl.
career; it. carriera)
Secuencia de actividades relacionadas con la esfera del trabajo con miras a un avance compatible con las ambiciones, las actitudes y los valores de cada individuo. Los diferentes elementos
están relacionados entre sí y la psicología se
ocupa de éstos tanto en la vertiente objetiva como en la subjetiva, en el sentido de que puede
haber carreras que en el plano de la realidad logran coincidir o no con la estructura psicológica del sujeto que las emprende. A la noción de
carrera va vinculada la de cambio (v.), por lo
que, como subraya J. van Maanen, “estudiar las
carreras significa estudiar el cambio mismo”
(1977: 3) que puede ser orgánico con el desarrollo de la personalidad o disorgánico, con la consecuencia, como escribe E.H. Schein, que “para
muchas personas existe un período de crisis durante el cual debe evaluarse ulteriormente lo
que se está haciendo para satisfacer las propias
ambiciones y la importancia que está asumiendo el trabajo o la carrera en el espacio total de
su vida” (1978: 47). La psicología del trabajo
(v.) examina la carrera basándose en la “teoría
de las fases”, que prevé una fase de exploración
y de prueba, una de elección más o menos conflictiva respecto a las propias aspiraciones, una
de ponderación acerca de la carrera iniciada y
una del fin de la carrera, con los concomitantes
problemas de preparación para retirarse.
CASO, CASUAL / CASTIGO
BIBLIOGRAFÍA:
Maanen, J. van (1977); Schein,
E.H. (1978); Williams, R. (1981).
caso, casual (al. Zufall, Fall; fr. hasard,
cas; ingl. random, case; it. caso)
El término se puede referir al caso entendido
como acontecimiento del que no se conocen
las causas (v. casualidad), o al sujeto (caso
clínico) portador de síntomas clasificables en
cuadros nosológicos (v. casuística).
caso límite
v. MARGINAL, SÍNDROME, § 1.
castigo (al. Bestrafung; fr. punition;
ingl. punishment; it. punizione)
Acontecimiento disuasivo aplicado con el fin
de eliminar o modificar una conducta. Su significado cambia según los diferentes campos
de aplicación.
1] PSICOLOGÍA EXPERIMENTAL. El castigo puede
asumir la forma de una falta de refuerzo positivo (v. recompensa) o de un estímulo negativo, porque pone fin a modos de comportamiento adquiridos y facilita la adquisición de
otros nuevos, como lo demuestran las investigaciones del aprendizaje (v., § I) diferenciado
realizadas con ratas. La dureza de un castigo
se mide en términos de intensidad, duración y
frecuencia; su eficiencia depende de la cercanía espaciotemporal entre comportamiento y
castigo, además de la proporción entre la gravedad del comportamiento y la gravedad del
castigo, porque de otra manera se obtiene el
llamado “efecto paradojal”, por el cual un castigo desproporcionado refuerza, en lugar de
inhibir, un comportamiento que se intenta eliminar. Los resultados obtenidos en el ámbito
de la psicología experimental encontraron
aplicación en las terapias del comportamiento denominadas “aversivas” (v. comportamiento, § 5, c).
2] PSICOLOGÍA SOCIAL. El castigo es una respuesta de defensa de la sociedad ante comportamientos juzgados peligrosos y dañinos. En este ámbito es necesario distinguir entre la san-
169
ción jurídica, que castiga con base en la objetividad del hecho, y la sanción social, que tiene
por objetivo el rescate moral del sujeto al cual
se impuso el castigo. Especial importancia asume el castigo en el ámbito pedagógico, donde
aquellos que sostienen la eficiencia recomiendan su excepcionalidad para evitar que sea
contraproducente; que no sea mortificante para no reducir la autoestima del sujeto; que sea
aplicado por quien tiene una buena relación
afectiva con el educando; que sea inmediato,
para que resulte evidente la relación culpa-castigo, y vaya seguido de actitudes y de aclaración y seguridad para evitar la ruptura definitiva con el adulto. Sobre la eficiencia educativa
del castigo existen opiniones controvertidas,
sobre todo en relación con la formación de una
actitud moral autónoma y heterónoma, es decir basada en la relación de dependencia de
premios y castigos, que no favorecen el sentido
de responsabilidad personal y la autonomía de
la conducta (v. autonomía-heteronomía).
3] PSICOANÁLISIS. En este ámbito se habla de
necesidad de castigo (v. autocastigo) como
exigencia interior para buscar situaciones dolorosas y humillantes y para complacerse en
forma masoquista (v. masoquismo). Esta necesidad se manifiesta en los sueños como tributo pagado a la censura para la satisfacción
de un deseo; en las neurosis obsesivas (v. obsesión, § 2), y en la terapia como deseo inconsciente de no liberarse del sufrimiento (v.
resistencia). Al respecto S. Freud escribe que
“no hay impresión más fuerte de las resistencias que la de una fuerza que se defiende por
todos los medios contra la curación y a toda
costa quiere aferrarse a la enfermedad y el padecimiento” (1937 [1976: 244]). Freud explica
los comportamientos autopunitivos conjeturando un conflicto entre un superyó especialmente exigente y el yo: “Dijimos que la conducta –en la cura y en su vida– de las personas
aquejadas despierta la impresión de que sufrieran una desmedida inhibición moral y estuvieran bajo el imperio de una conciencia
moral particularmente susceptible, aunque
no les sea consciente nada de esa hipermoral.
Pero, si lo estudiamos de más cerca, notamos
bien la diferencia que media entre esa continuación inconsciente de la moral y el masoquismo moral. En la primera, el acento recae
sobre el sadismo acrecentado del superyó, al
170
CASTRACIÓN
cual el yo se somete; en la segunda, en cambio, sobre el genuino masoquismo del yo,
quien pide castigo, sea de parte del superyó,
sea de los poderes parentales de afuera” (1924
[1976: 174]).
BIBLIOGRAFÍA:
Azrin, N.H. y W.C. Holz (1966);
Bandura, A. (1969); Boe, E.E. y R.M. Church
(1969); Campbell, B.A. y R.M. Church (1969);
Freud, S. (1924); Freud, S. (1937); Froidure, E.
(1949); Vuri, V. (1974).
castración (al. Kastration; fr. castration; ingl. castration; it. castrazione)
Extirpación o daño irreversible de las glándulas sexuales, es decir de los testículos en el varón (orquiotomía) o de los ovarios en la mujer
(ovariotomía). La castración determina la pérdida de la capacidad reproductiva y la interrupción del desarrollo de los caracteres sexuales secundarios, y cuando se realiza antes de
la pubertad provoca eunocoidismo (v. eunuco), es decir el desarrollo de caracteres sexuales secundarios del sexo opuesto y una notable disminución del estímulo sexual. El concepto de castración asume relevancia no tanto en sentido anatómico cuanto en el nivel de
la imaginación, donde da origen al complejo
de castración que S. Freud describe como fantasía que surge en los niños de ambos sexos
durante la fase fálica del desarrollo libidinal,
cuando el niño se da cuenta de la diferencia
anatómica entre los sexos y, partiendo de la
convicción –que denominó Freud “teoría
sexual infantil”– de que todos los seres están
provistos de un pene, interpreta la ausencia
del pene en la mujer como el resultado de una
amputación.
El complejo de castración, que está íntimamente relacionado con el complejo de Edipo
(v.), asume un significado distinto y provoca
diferentes consecuencias en los dos sexos. Para el niño la castración, que representa un
castigo por parte de los padres en relación
con sus actividades sexuales y con su deseo
edípico de poseer a la madre, se transforma
en angustia de castración (v. angustia, § 2, f)
que, alejando al niño del objeto materno, sigue el curso del complejo edípico, la inminente formación del superyó y la entrada al período de latencia (v.) sexual. Para la niña el
complejo de castración induce a pensar en
la ausencia del pene como una deshonra de la
que es responsable la madre; esta fantasía genera un sentimiento de envidia (v., § 1) en relación con este órgano, que la niña trata de
compensar deseando el pene del padre y
orientando por último su propia sexualidad
hacia la receptividad. El miedo a la castración, que en ocasiones es alimentado con
amenazas más o menos en broma por parte
de los adultos, puede asumir diferentes formas, como cuando el objeto amenazado, después del desplazamiento (v.) se convierte en
otra parte del cuerpo y la angustia de castración se transforma en el temor a perder la integridad física o psíquica; de manera semejante, el padre castrador puede ser sustituido
por otros seres que lo representan simbólicamente y hacia los que se orientan a partir de
entonces los propios miedos fóbicos.
Una resolución inadecuada del complejo de
castración puede incidir en la formación del
carácter y dar lugar, en el hombre, a rasgos de
tipo fálico, o sea exageradamente agresivos y
masculinos, o de tipo femenino, por lo tanto
pasivos y dóciles, mientras en la mujer es frecuente un sentido de inferioridad determinado por una falta en la superación de la envidia
del pene, con frecuencia compensado por una
actitud masculina y competitiva respecto al
hombre, además de una sexualidad seductora
y agresiva, en ocasiones acompañada de frigidez. En las neurosis la temática de la castración puede cumplir una función muy importante que se evidencia durante el tratamiento
analítico en los fenómenos de transferencia
y de resistencia; por lo que se refiere a las
expresiones sexuales, las más relacionadas
con el complejo de castración son: a] la homosexualidad masculina, caracterizada por el
desplazamiento de los intereses sexuales hacia personas del mismo sexo que no recuerdan la angustia de castración, por una hipervaloración compensatoria del falo y de la repulsión más o menos fóbica a los genitales femeninos; b] la homosexualidad femenina, caracterizada por el rechazo por parte de la mujer de su propia receptividad respecto al hombre; c] el fetichismo, donde el fetiche (v.) representa el pene simbólico y reconfortante.
El complejo de castración ha encontrado diferentes interpretaciones por parte de mujeres
analistas para quienes, como dice H. Deutsch,
CASUALIDAD
las jóvenes pueden ser conscientes de su feminidad desde momentos muy tempranos, mientras que los muchachos pueden envidiar la capacidad reproductiva de su madre tanto como
las jóvenes pueden envidiar el pene. Para otros
psicoanalistas, entre ellos O. Rank y A. Stärke,
el complejo de castración se puede comparar a
las experiencias precedentes de pérdida de un
objeto amado, como la separación del seno y la
defecación, que representan experiencias originales sobre cuya base se estructura la sexualidad adulta. Por último, en la concepción psicoanalítica de J. Lacan la castración forma
parte del problema de la falta, que abarca la
privación como falta del objeto real, la frustración como falta del objeto imaginario y la castración como falta del objeto simbólico (v. lacaniana, teoría, § 9).
BIBLIOGRAFÍA:
Deutsch, H. (1944-1945); Fenichel,
O (1945); Freud, S. (1908); Freud, S (1908);
Freud, S. (1923); Freud, S. (1924); Horney, K.
(1924); Lacan, J. (1955-1956); Lacan, J. (1958);
Loewenstein, R. (1935); Rank, O. (1907); Reich,
W. (1933); Stärke, A. (1921).
casual, acto
v. ACTO, § 2, a.
casualidad (al. Zufälligkeit; fr. hasard;
ingl. casualness; it. casualità)
Acontecimiento o serie de acontecimientos de
los que no se conocen las causas o que contradicen cualquier concepción determinista (v.
determinismo) de la realidad. La existencia
objetiva del azar la sostuvo por primera vez
Epicuro en el ámbito de la concepción atomista de la realidad, en la que los átomos tienden a desviarse espontánea o fortuitamente
de su línea de caída vertical, desviación que
Lucrecio llamó clinamen. En la edad moderna, con B. Espinoza y G.W. Leibniz se negó la
objetividad del azar, atribuyéndolo a la insuficiencia de los conocimientos del sujeto, incapaz de abarcar las cosas en la totalidad de sus
relaciones. En el siglo pasado C.S. Peirce,
confrontando la noción de casualidad con la
de necesidad, demostró que los dos conceptos, tomados en sí mismos, carecen de sentido, porque en un mundo donde se supusiese
171
que todos los elementos se combinarían casualmente quedaría determinado, a fin de
cuentas, un orden riguroso, muy superior
al que nosotros conocemos. La polémica de
Peirce se refería a la discusiones relativas al
evolucionismo darwiniano, que en aquellos
años sostenía el carácter absolutamente casual de las variaciones morfológicas de las especies vivientes. Sobre el tema regresó J. Monod, según el cual la variación inicial que da
lugar a la evolución de los seres vivientes es
un caso fortuito, pero después la mutación,
una vez inscrita en el código genético, entra
en el campo de la necesidad.
En el ámbito de los fenómenos psíquicos S.
Freud estudió la casualidad y la volvió a situar
en la ignorancia de las causas inconscientes.
“Son dos las diferencias entre mi posición y la
del superticioso: en primer lugar él proyecta
hacia afuera una motivación que yo busco
adentro; en segundo lugar, él interpreta mediante un acaecer real el azar que yo reconduzco a un pensamiento. No obstante, lo oculto de él corresponde a lo inconsciente mío, y
es común a ambos la compulsión a no considerar el azar, sino interpretarlo” (1901 [1976:
250]). Con este principio Freud interpreta
cualquier acto casual (v. acto, § 2), como los
actos fallidos, los lapsus y todas las acciones
que parecen fortuitas e insignificantes. Para
C.G. Jung “el azar es irracional, incluso si en
un segundo momento es posible llegar a encontrar su causalidad racional” (1921: 469).
Por lo tanto, la casualidad para Jung es histórica, en el sentido de que lo que parece casual
puede ser inscrito posteriormente en una serie de razones causales, pero se da también el
caso de una casualidad que depende del hecho de que la razón no es capaz de abarcar el
universo psíquico, para el que lo que queda
excluido del orden de sus explicaciones puede
parecer fruto del azar. Al concepto de casualidad se une en Jung el concepto de sincronicidad (v.) referido a acontecimientos correlacionados de manera “significativa” aunque no
sea “causal”, como la coincidencia de ciertos
acontecimientos y la telepatía. Por lo que se
refiere a descubrimiento casual, véase creatividad, § 2.
BIBLIOGRAFÍA:
Freud, S. (1901); Jung, C.G. (1921);
Jung, C.G. (1951); Monod, J. (1970); Peirce, C.S.
(1923); Severino, E (1979).
172
CASUÍSTICA / CATALEPSIA
casuística (al. Kasuistik; fr. casuistique; ingl. casuistry; it. casistica)
Análisis y clasificación de los casos, es decir, de
los sujetos que presentan determinados síntomas clasificables en categorías abstractas que
componen los cuadros nosológicos. El caso tipo
es el que corresponde a la descripción teórica,
mientras el caso límite es el que está en la frontera entre dos clases, por ejemplo entre la neurosis y la psicosis (v. marginal, síndrome). K.
Jaspers se opuso a la casuística, achacándole la
cosificación de los pacientes que, antes de ser
“casos”, son “biografías”: “Tiene un significado
fundamentalmente diferente que yo describa a
un enfermo como un ‘caso’ de una condición
general o bien en sí mismo, en su ‘unicidad’. Si
tengo en la mente un aspecto general, no necesito ninguna biografía total sino hechos importantes para este aspecto general, hechos que
describo posiblemente con diversos casos. Si
tengo en la mente al individuo único, trato de
representar la totalidad de este bios; lo general
me sirve como medio de aprehensión y de descripción, no como finalidad. El amor por el ‘caso’ no permite dejarlo sólo como un caso. La
manera de intuir interiormente las formas vitales individuales acoge en sí a este individuo como histórico e insustituible. La casuística se refiere a un conocimiento general, la biografía a
este individuo único” (1913-1959: 723). Jaspers
sustituyó en las investigaciones psicopatológicas la casuística por el método biográfico (v.).
También L. Binswanger se manifestó por el rechazo de la casuística; para él los alienados no
tienen esquizofrenia, melancolía, manía, porque la enfermedad mental no pertenece al orden del “tener”, sino al del “ser”, y precisamente al modo de ser-en-el-mundo. Es necesario
examinar, no la casuística, sino “la peculiaridad
de estos mundos en su forma de constituirse;
en otras palabras, los momentos estructurales
constitutivos, y aclarar las recíprocas diferencias constitutivas” (1960: 21).
BIBLIOGRAFÍA:
Binswanger, L. (1960); Jaspers, K.
(1913-1959).
CAT
(children’s apperception test)
Test proyectivo que elaboró L. Bellak utilizando los mismos supuestos teóricos del TAT
(v.) para su aplicación en el estudio de la personalidad de los niños. En los dibujos los animales toman el lugar de los seres humanos,
básandose en el supuesto de que los niños tienen mayor empatía y facilidad para identificarse con los animales. Destinado a niños de
3 a 10 años, el test evidencia en términos psicodinámicos sus fantasías inconscientes (v.
test, § 3, b).
BIBLIOGRAFÍA:
Bellak, L. (1954); Bellak, L. y S.S.
Bellak (1952).
catabalismo
v. METABOLISMO.
cataclonus (al. Kataclonie; fr. cataclonie; ingl. cataclonia; it. cataclonia)
Rápida sucesión de movimientos convulsivos, con contracciones y relajamiento muscular.
catafasia
v. ESQUIZOFASIA.
catalepsia (al. Katalepsie; fr. catalépsie;
ingl. catalepsy; it. catalessia)
La catalepsia es un fenómeno psicomotor que
consiste en el mantenimiento prolongado de
posiciones o actitudes del cuerpo, en ocasiones incómodas y difíciles, por una alteración
del tono muscular debida a una anomalía de
inervación cuyas causas no se conocen. Presente con cierta regularidad en la esquizofrenia catatónica, aparece en ocasiones en la epilepsia y en algunas manifestaciones histéricas. Cualquier intención de modificar la posición del sujeto cataléptico lleva a fenómenos
de resistencia (v. negativismo) o a asumir
nuevas posiciones en un estado de flexibilidad
cerúlea, que permite mover las extremidades a
cualquier posición, donde quedan indefinidamente. La catalepsia puede ser inducida a través de la hipnosis o puede manifestarse simultáneamente en distintas personas como consecuencia de imitaciones o de identificaciones (catalepsia epidémica).
CATAMNESIS / CATARSIS
BIBLIOGRAFÍA:
Kraepelin, E. (1892); Schultz, J.H.
(1932); Wernicke, C.K. (1894).
catamnesis (al. Katamnese; fr. catamnèse; ingl. catamnesis; it. catamnesi)
En psicología clínica indica la historia de un
caso posterior al tratamiento, y en especial a
la serie de verificaciones y de controles que se
realizan después de la rehabilitación del paciente, cuyo fin inmediato es definir lo más
exactamente posible la situación del sujeto
después de la terapia, y el fin último es la evaluación a posteriori del pronóstico inicial y de
la eficacia del tratamiento.
cataplejía (al. Kataplexie; fr. cataplexie;
ingl. cataplexy; it. cataplessia)
Atonía imprevista de intensidad variable y de
breve duración (generalmente pocos segundos), acompañada de parálisis muscular parcial o generalizada, normalmente sin trastorno o pérdida de la conciencia. Después del
ataque el tono muscular se restablece en forma espontánea con la misma velocidad. La
causa se inscribe tanto en experiencias afectivas imprevistas –la risa, la felicidad, la alegría
o la sorpresa– como en el estrés emotivo debido a angustia, rabia, disgusto o susto. Con frecuencia este estado forma parte del cuadro
sintomático que presentan pacientes afectados de narcolepsia (v. sueño, § 3, a).
catarsis (al. Katharsis; fr. catharsis;
ingl. catharsis; it. catarsi)
El término, del griego χάϑαςσιζ, que significa
“purificación”, indica la liberación del individuo de una contaminación o “miasma” que
daña o corrompe la naturaleza del hombre.
Se conocen diferentes formas de catarsis, cada una de las cuales asigna a la palabra un
significado especial. Identificaremos entonces: 1] la catarsis médica, de la que habla Hipócrates refiriéndose a la evacuación de humores patógenos y de excrementos, que puede ser natural, como el sangrado menstrual, o
artificial cuando es inducida por eméticos o
purgantes; 2] la catarsis mágica en los ritos
173
sacrificiales con presencia de chivos expiatorios (v. chivo expiatorio) y en las ceremonias
de purificación a que se someten los candidatos a las iniciaciones místicas; 3] la catarsis
ético-religiosa presente en las creencias órficas y que describe Empédocles como forma
de purificación que hace salir al hombre del
ciclo de los nacimientos en las reencarnaciones para llevarlo a la morada de los dioses, liberado de los “humanos dolores”. A la catarsis órfica se remonta Platón para crear; 4] la
catarsis filosófica, como progresiva separación del alma y del cuerpo, porque “mientras
tengamos nuestro cuerpo, y nuestra alma esté
sumida en esta corrupción, jamás poseeremos
el objeto de nuestros deseos; es decir, la verdad” (Fedón, 67 a); 5] La catarsis estética, que
trató Aristóteles, conserva en cambio el significado médico de purificación mediante el arte trágico y el arte musical que, acercando al
espectador a sus propias pasiones (catarsis de
los sentimientos), le produce la purificación
(catarsis por los sentimientos) mediante su expresión en la ficción escénica, más que en la
realidad. De esta manera la catarsis estética
se combina con la dimensión ética de la catarsis, y esta conjunción será confirmada por el
neoplatonismo de Giamblico, para quien con
la catarsis “las pasiones, purificadas, reposan”, y de Proclo, para el cual “las purificaciones ya no consisten en excesos, sino en modestas y variadas activaciones”. En la edad romántica regresa el significado estético de la purificación del arte con J.W. Goethe, J.C.F. Schiller y A. Schopenhauer, para quienes el arte es
una vía de liberación de la voluntad irracional
y de la “ciega pulsión” que la recorre.
La catarsis se vuelve método terapéutico con
J. Breuer y S. Freud, que teorizan sobre ella
en los años 1880-1885, partiendo del supuesto de que “los síntomas histéricos debían su
génesis a que a un proceso anímico cargado
con intenso afecto se le impidió de alguna
manera nivelarse por el camino normal que
lleva hasta la conciencia y a la motilidad (se le
impidió abreaccionar), tras lo cual el afecto
por así decir ‘estrangulado’ cayó en una via
falsa y encontró desagote dentro de la inervación corporal (conversión)” (1922: [1976:
232]). La catarsis consistía en inducir hipnosis en el paciente y provocar en él el recuerdo
del acontecimiento traumático y del afecto
asociado con él, de manera que pudiera ser
174
CATATIMIA
abreaccionado (v. abreacción), es decir experimentado, encontrando una vía de desahogo.
Pocos años después, cuando Freud renunció a
la hipnosis por la dependencia que provocaba
en el paciente, y porque se podía aplicar sólo
a pocos individuos, mantuvo la catarsis, buscando obtenerla con el método de la presión,
que consistía en inducir el recuerdo mediante
la insistencia por parte del médico y la presión de su mano sobre la frente del paciente.
Cuando en 1903 abandonó la sugestión, adoptando el método de las “asociaciones libres”
(v. asociación, § 3), Freud renunció también
a la catarsis, ya que se dio cuenta de que los
síntomas no estaban determinados solamente
por acontecimientos traumáticos, sino que representaban el resultado de un conflicto entre
diferentes fuerzas psíquicas, por lo que la terapia no podía resolverse con unas cuantas
sesiones, con el recuerdo de un episodio, sino
que debía abocarse a la superación de las resistencias que mantenían reprimidos los conflictos y les impedían aflorar. Por lo tanto la catarsis dejó de ser la principal finalidad terapéutica puesto que no eliminaba las resistencias sino que las eludía, produciendo resultados sólo
transitorios, mientras que “si lo reprimido es
devuelto a la actividad anímica consciente, lo
cual supone la superación de considerables resistencias, el conflicto psíquico así generado y
que el enfermo quiso evitar, puede hallar, con la
guía del médico, un desenlace mejor que el que
procuró la represión” (1909: [1976: 24]).
La catarsis, suprimida como finalidad terapéutica, todavía aparece en el tratamiento
analítico cada vez que un recuerdo o una experiencia transferencial aflora en la conciencia acompañado por una intensa descarga
emotiva, mientras constituye todavía el centro de algunas formas de psicoterapia, como
el psicodrama (v.) de J. L. Moreno cuando, al
actuar una situación pasada, presente o futura, los conflictos y los acontecimientos problemáticos son revividos intensamente y no
sólo recordados. Este tipo de catarsis, presente en todas las psicoterapias activas de grupo,
es llamada también “catarsis de actividad”.
BIBLIOGRAFÍA:
Aristóteles (1973); Freud, S. (18921895); Freud, S. (1909); Freud, S. (1922); Giamblico (1984); Moreno, J.L. (1959); Platón (1973);
Proclo (1985); Schopenhauer, A. (1819); Schützenberger, A.A. (1966).
catatimia (al. Katathymie; fr. catathymie; ingl. catathymia; it. catatimia)
Modificación de un contenido psíquico bajo
la influencia de un afecto (v.). El término se
utiliza en las alteraciones patológicas de la
conciencia pero también para los fenómenos
–frecuentes en el pensamiento mágico y prelógico de los primitivos y de los niños– en los
que sucesos sin relación entre sí, como puede ser un trueno y la simultánea muerte de
un hombre, serán vinculados por un afecto,
por ejemplo el miedo que acompaña a los
dos hechos. La identificación del afecto (en
griego θυµο′ζ) traduce la casualidad de dos
eventos simultáneos en una relación de causalidad. Muchas creencias populares y muchos temores infantiles tienen un fundamento catatímico.
E. Bleuler distingue la catatimia, cuando el
curso del pensamiento es influido por una sola representación rica en carga afectiva, de la
olotimia o sintimia, cuando por el tono de un
estado afectivo (por ejemplo la melancolía) se
deriva toda la ideación sucesiva: “El tono
afectivo que configura un delirio sistematizado puede ser general (distimia depresiva o
maniaca), o manifestarse solamente en cuanto a determinadas ideas, en relación con un
complejo (por ejemplo los remordimientos de
conciencia debidos a la masturbación). En el
primer caso se manifiestan las formas delirantes sintímicas, en el segundo las formas
delirantes catatímicas […]. Si el onanista esquizofrénico es un melancólico, debido a su
vicio infecta a la humanidad; si es un maniaco con su vicio la redime; que se haya constituido una idea delirante y se refiera al onanismo es un fenómeno de tonalidad catatímica, y
si representa una epidemia o una redención
es un fenómeno de tonalidad sintímica”
(1911-1960: 64-65).
De la catatimia se debe diferenciar la epitimia, que es una restricción del campo de la
conciencia alrededor de una situación deseada o temida, con los consiguientes fenómenos sugestivos, por lo que el sujeto se comporta frente a la representación de la situación igual que frente a la situación. El fenómeno es frecuente en las manifestaciones histéricas. Finalmente, en ocasiones se encuentra en la bibliografía psiquiátrica la expresión
crisis catatímica a propósito de los actos de
CATATONIA / CATTELL-TEST 16 PF
175
violencia, por lo general aislados, que se desencadenan de repente por una tensión retenida y ya no soportable.
BIBLIOGRAFÍA:
BIBLIOGRAFÍA:
catecolamina
v. NEUROTRANSMISORES;
TEMA.
Bleuler, E. (1911-1960); LévyBruhl, L. (1922).
catatonia (al. Katatonie; fr. catatonie;
ingl. catatonia; it. catatonia)
Trastorno grave de la actividad, de la voluntad y de la psicomotricidad que, en el plano
clínico, se manifiesta con síntomas aquinéticos, pero también hiperquinéticos o paraquinéticos (v. quinesia). Fue descrita por primera vez en 1874 por K.L. Kahlbaum, que la
consideró una entidad nosológica separada;
E. Kraepelin la clasificó como un subtipo de
la esquizofrenia (v., § III, 4). En sus manifestaciones de tipo aquinético la catatonia va
de una inhibición psicomotriz genérica al estupor (v.) catatónico y el paro psicomotor.
Se instaura entonces una inmovilidad completa que puede durar desde minutos hasta
semanas, con ausencia de reacción ante los
estímulos, mutismo y rechazo de la comida,
incontinencia o retención de esfínteres. En
estas condiciones parece que perdura en el
paciente un estado de conciencia intensamente angustiante, acompañado por la aceptación obediente de actitudes impuestas aunque incómodas, negativismo (v.), marcada
sugestionabilidad, obediencia automática y
adopción de formas imitativas, como ecolalia, ecografia, ecomimia, ecopraxia (v. ecofenómeno). Entre las manifestaciones paraquinéticas de la catatonia están los estereotipos y las repeticiones automáticas y sin objetivo; en las manifestaciones hiperquinéticas
se presentan estados imprevistos de excitación psicomotriz, que llegan hasta el comportamiento violento y el furor. Desde el
punto de vista psicoanalítico la catatonia se
interpretó como un mecanismo profundamente regresivo, que llega hasta la eliminación de la acción como defensa ante la angustia. En la interpretación psicogenética se subraya el elemento reactivo del ambiente y la
internación, confirmado por la reducción de
las manifestaciones catatónicas con la menor
frecuencia de las internaciones y el cambio
de vida dentro de la institución.
Kahlbaum, K.L. (1874); Kraepelin,
E. (1883).
ENDOCRINO, SIS-
catexis
v. INVESTIMIENTO.
catexis (al. Besetzung; fr. cathèxe; ingl.
cathexis; it. catexi)
Neologismo que introdujeron los traductores
ingleses de S. Freud para explicar el alemán
Besetzung que tiene, entre otros significados,
el de “ocupar” o “llenar” un lugar. A su vez esta palabra, en las traducciones italianas, ha
sustituido la expresión más antigua de “carga
psíquica”. [En español muchos traductores
utilizan el neologismo inglés “catexis” y otros
usan el neologismo investimiento (v.) por la
traducción en francés al término investissement.] El término catexis también lo utiliza
H. A. Murray en su teoría de la personalidad
(v., § 13) para indicar la carga positiva o negativa con la que los objetos atraen o rechazan
al individuo. La correspondencia subjetiva de
la catexis es, para Murray, el sentimiento.
BIBLIOGRAFÍA:
Murray, H.A. (1938).
Cattell-test 16
PF
Test objetivo que utiliza el análisis factorial
(v.) en el cual, considerando un número significativo de supuestas manifestaciones de capacidad mental y calculando para cada una el
coeficiente de correlación con todas las demás,
se procede a la construcción de conjuntos que
codifican un rasgo o función mental con referencia a las respectivas correlaciones. Lo elaboró R.B. Catell a partir de 16 factores de personalidad (v., § 2). El test proporciona informaciones sobre “rasgos de profundidad” de la
personalidad, entre los cuales se encuentran el
dominio, la estabilidad emocional, el radicalismo, el autocontrol voluntario, etc., y ofrece,
respecto al MMPI (v.), la ventaja de estar menos
vinculado a la nomenclatura patológica.
176
CAUSALIDAD
BIBLIOGRAFÍA:
Cattell, R.B. (1946); Cattell, R.B.
(1952); Cattell, R.B. y L.G. Tiner (1949).
causalidad (al. Kausalität; fr. causalité;
ingl. causality; it. causalità)
Conexión que establece una relación entre
dos entidades por la cual la segunda es unívocamente previsible a partir de la primera, porque ésta contiene la razón del acontecer de
aquélla (hipótesis racionalista), o porque la
relación de sucesión entre la primera y la segunda es uniforme y constante (hipótesis empirista). La epistemología contemporánea,
que abandonó el concepto de que las leyes
científicas son traducciones realistas de los
fenómenos naturales y lo sustituyó por el de
los esquemas funcionales con los que convencionalmente se sintetizan las mediciones cuantitativas y las previsiones experimentales,
remplazó el concepto de causalidad con el de
“ley descriptiva”, que ya no tiene la pretensión
de “explicar” los fenómenos, sino sólo la de
“comprenderlos” y “describirlos” mediante la
formulación objetiva de secuencias uniformes
que exigen una continua verificación por parte de la experiencia.
En psicología la superación de la causalidad se dio por obra de K. Jaspers, L. Binswanger y C.G. Jung, para quienes es imposible
tratar a la psique en la misma dimensión que
a los fenómenos naturales por la simple razón
de que, a diferencia de éstos, la psique expresa una intencionalidad y realiza un sentido
que es imposible reducir a las leyes mecanicistas de la causa y del efecto, no idóneas para captarlo. A una postura causal se atuvo S.
Freud, para quien “de lo que llamamos nuestra psique (vida anímica), nos son consabidos
dos términos: en primer lugar, el órgano corporal y escenario de ella, el encéfalo (sistema
nervioso) y, por otra parte, nuestros actos de
conciencia” (1938 [1976: 143]). De estos dos
últimos datos Freud obtiene las dos hipótesis
que forman la base de toda la teoría psicoanalítica; la primera consiste en asumir que “la
vida anímica es la función de un aparato al
que atribuimos ser extenso en el espacio y estar compuesto por varias piezas” (1938 [1976:
143]); la segunda consiste en inferir de las
comprobadas lagunas en la serie de los actos
conscientes que “lo psíquico es en sí incons-
ciente” (1938 [1976: 156]). Pero aquí tanto el
juicio de que existen lagunas en la serie de los
actos conscientes cuanto la inferencia de que
“lo psíquico es en sí inconsciente” se apoyan
sobre la aceptación indiscutible de la conjetura científica según la cual la realidad existe
siempre sólo en la forma de una causalidad rigurosa y sin lagunas, por lo que si no es posible comprobar esta causalidad en el nivel de
la conciencia será necesario afirmarla en el
nivel inconsciente. La adopción del principio
de causalidad lleva a Freud a construir una
psicología según el modelo de las ciencias naturales: “Nuestro supuesto de un aparato psíquico extendido en el espacio, compuesto con
arreglo a fines, desarrollado en virtud de las
necesidades de la vida, aparato que sólo en un
lugar preciso y bajo ciertas condiciones da
origen al fenómeno de la conciencia, nos ha
habilitado para erigir la psicología sobre parecidas bases que cualquier otra ciencia natural, por ejemplo la física” (1938 [1976: 198]).
A esta hipótesis se opone C.G. Jung, para
quien, “si queremos trabajar verdaderamente
como psicólogos, debemos conocer el ‘sentido’
de los fenómenos psíquicos” (1916-1917: 318).
El sentido, en opinión de Jung, surge si la interrogación causal se sustituye por la orientada a
un fin, por lo que por ejemplo “la fantasía ha
de entenderse tanto causal como finalmente.
Para la explicación causal constituye el síntoma de un estado fisiológico o personal, resultado de un acaecer anterior. Para la explicación
finalista, en cambio, es la fantasía de símbolo
que recurriendo a los materiales de que dispone, pretende caracterizar y aprehender un fin
determinado, o mejor aún: una futura línea
psicológica evolutiva determinara” (1921:
[1976: 510]). “Naturalmente –continúa Jung–
yo considero necesarias ambas maneras de ver,
la causal y la finalista, pero quisiera hacer notar que, a partir de Kant, sabemos que los dos
puntos de vista no se contradicen si se los considera como principios reguladores del pensamiento, y no como principios constitutivos del
proceso mismo de la naturaleza” (1916-1917:
319; v. psicología analítica, § 2).
En psiquiatría la superación de la causalidad
fue obra de K. Jaspers, con su distinción entre
explicación (erklären) y comprensión (verstehen): “Para evitar ambigüedades y malentendidos utilizaremos siempre la expresión ‘comprender’ como la visión intuitiva de cualquier
CEFALEA / CEGUERA
cosa desde adentro, y llamaremos ‘explicar’ al
conocimiento de los nexos causales que siempre se ven desde afuera” (1913-1959: 30). En
opinión de Jaspers la explicación es una reducción de lo que aparece en las hipótesis que se
plantearon para explicar lo que se manifiesta,
por lo que aquello que se observa no se considera en sí mismo, sino que se observa limitándolo a la posibilidad de remontarlo a aquello
que ya se conoce, por lo que, dice Jaspers, “es
posible explicar algo sin comprenderlo” (19131959Ñ 30; v. psicología comprensiva). El problema de la causalidad condiciona y diversifica
los métodos utilizados en las ciencias psicológicas hasta dar con la posibilidad misma de la
psicología de ubicarse como ciencia. Si en
efecto la psicología reconoce en la subjetividad
su área de investigación, “la subjetividad –escribe E. Husserl– no puede ser conocida desde
ninguna ciencia objetiva” (1936: 353). De esta
objeción de Husserl y de las reflexiones que le
siguieron emanó la orientación fenomenológica de la psiquiatría (v. análisis existencial),
donde los cuadros clínicos se construyen prescindiendo del principio de causalidad que en
las ciencias objetivas es un principio cardinal.
BIBLIOGRAFÍA:
Binswagner, L. (1921-1941); Freud,
S. (1938); Husserl, E. (1936); Husserl, E. (1972);
Jung, C.G. (1916-1917); Jung, C.G. (1921); Piaget, J. y R. Garcia (1971).
(choice dilemmas questionnaire)
v. RIESGO.
177
flicto interior entre pulsiones instintivas, generalmente de naturaleza agresiva, y exigencias
de represión que impiden la abreacción (v.), o
en una ansiedad reactiva ante una situación
ambiental problemática para el sujeto.
2] La hemicránea se debe, en cambio, a espasmos de los vasos encefálicos, con la consiguiente vasodilatación. No obstante que está clasificada entre las formas de patogénesis vascular,
hay quien considera que en la base del ataque
doloroso existe un mal funcionamiento de los
mecanismos neuronales, respecto a los cuales el
trastorno vascular sería sólo una consecuencia.
J.W. Lance intentó una conciliación entre la teoría periférica (vascular) y la central (nociceptiva), conjeturando un trastorno en la regulación
basal por parte de algunos núcleos troncoencefálicos. También para la hemicránea es válida la
incidencia del trastorno psicógeno que con frecuencia se asocia o sobrepone al orgánico.
BIBLIOGRAFÍA: Alexander, F. (1950); Lance J.W. et.
al. (1983); Marty, P. (1951); Mayer, R. (1964).
ceguera (al. Blindheit; fr. cécité; ingl.
blindness; it. cecità)
Ausencia de la vista (llamada también amaurosis) que puede ser temporal o definitiva,
desde el nacimiento o posterior, de origen físico, psíquico o perceptivo.
CDQ
cefalea (al. Kopfschmerz; fr. céphalée;
ingl. cephalea; it. cefalea)
Dolor de cabeza que puede interesar ambos
lados del cráneo (cefalea) o uno solo (hemicránea).
1] La cefalea puede depender de un trastorno
local, como un tumor, un hematoma, una artrosis cervical, o de una enfermedad sistémica como la hipertensión, las disfunciones gastrointestinales, tifoidea, estreñimiento, o de
factores de orden psicológico, en cuyo caso se
habla de cefaleas funcionales o psicosomáticas, cuyos orígenes deben buscarse en un con-
1] CEGUERA FÍSICA. En psicología este tipo de
ceguera es objeto de un sector de la psicología
aplicada: la psicología de los ciegos, que estudia los aspectos, los rasgos y el desarrollo de
la personalidad de los sujetos ciegos –que, respecto a los que ven, presentan diferentes capacidades motrices, sensoriales y cognoscitivas–, para favorecer un desarrollo lo más integral posible mediante procesos educativos y
de rehabilitación. El interés sistemático por
este problema se remonta a mediados del siglo XVIII, con los estudios de D. Diderot sobre
la imaginación de los ciegos presentados en
Lettre sur les aveugles, de 1749. En el siglo XIX
se buscaron métodos idóneos para la enseñanza de la escritura con la adopción del método Moon, después abandonado, y del método Braille, que sustituye el alfabeto común
por puntos en relieve.
178
CEGUERA
Investigaciones sobre la motilidad demostraron que está sumamente limitada en los
sujetos ciegos, mientras los canales sensoriales, sobre todo el táctil y el auditivo, son más
sensibles, no por una compensación fisiológica, como se cree, sino por el ejercicio más intenso y por una mayor posibilidad de concentración y de atención. Los límites debidos a la
deprivación sensorial y a la inhibición motriz,
la falta de contacto visual, con el consiguiente intercambio emotivo más difícil en los niños ciegos de nacimiento con su madre, la imposibilidad de aprender la gestualidad que
acompaña la verbalización de los demás, inciden en el desarrollo del niño ciego, que alcanza las etapas fundamentales del mismo con
relativo retraso respecto a los demás, sobre
todo en las áreas que tienen que ver con la habilidad locomotriz o con tareas que requieren
una buena adquisición de las coordenadas espaciales.
Además resulta fundamental la diferenciación entre ciegos de nacimiento, que desarrollan una personalidad particular que, sobre
todo al principio, no contempla una experiencia de pérdida de una parte de sí, y quienes
perdieron la vista más tarde y se enfrentan
con sentimientos de inferioridad y con una
depresión reactiva debida no sólo a la privación sobrevenida, sino al valor simbólico de la
ceguera como pérdida del control sobre el
mundo externo y sobre los demás. Estos sentimientos varían con la edad en la que hace su
aparición la ceguera y con el grado de potencialidad visual que todavía se puede utilizar.
En efecto, se calcula que sólo el 10% de los
ciegos legalmente reconocidos son ciegos por
entero. En los ciegos de nacimiento la intervención es sobre todo educativa respecto a la
motilidad, la expresividad, la adquisición de
una capacidad de relación, mientras que para
los individuos que pierden la vista la intervención es sobre todo psicológica, puesto que
esas habilidades están adquiridas, pero es necesario compensar el estado depresivo y reactivo que esta privación sensorial entraña.
2] CEGUERA PSICÓGENA. Se manifiesta como
una pérdida temporal de la vista en ausencia
de toda referencia órganica. S. Freud la considera uno de los principales síntomas de la
histeria de conversión y la explica observando que “si la pulsión sexual parcial que se sir-
ve del ‘ver’ –el placer sexual de ver– se ha
atraído, a causa de sus hipertróficas exigencias, la contradefensa de las pulsiones yoicas,
de suerte que las representaciones en que se
expresa su querer-alcanzar cayeron bajo la
represión y son apartadas del devenir-consciente, queda perturbado el vínculo del ojo y
del ver con el yo y con la conciencia en general. El yo ha perdido su imperio sobre el órgano, que ahora se pone por entero a disposición de la pulsión sexual reprimida. Uno tiene la impresión de que la represión emprendida por el yo ha llegado muy lejos, como si
hubiera arrojado al niño junto con el agua de
la bañera, pues ahora el yo no quiere ver absolutamente nada más, luego de que los intereses sexuales en el ver han esforzado hasta
tan adelante. Empero, sin duda es más acertada la otra exposición, que sitúa la actividad
en el lado del placer de ver reprimido. Constituye la venganza, el resarcimiento de la pulsión reprimida, el hecho de que ella, coartada
de un ulterior despliegue psíquico, pueda
acrecentar su imperio sobre el órgano que la
sirve. La pérdida del imperio consciente sobre el órgano es la perniciosa formación sustitutiva de la represión fracasada, que sólo se
posibilitó a ese precio” (1910: [1976: 214]).
La ceguera psicógena no debe confundirse
con la hemianopsia (v.), que depende de una
lesión en el quiasma óptico.
3] CEGUERA PERCEPTIVA. Atañe a la forma, al tamaño, a la distancia y a los colores de los objetos. P. Schilder estudió la percepción errónea
del tamaño a la que le falta la tridimensionalidad en los sujetos para quienes la distancia del
objeto, su lejanía o cercanía, es el único espacio
que parece real, por efecto de una experiencia
psíquica de inalcanzabilidad de las cosas, por lo
que sólo la distancia se aprecia sustancialmente. Además de la ceguera cortical debida a una
lesión occipital (v. agnosia, § 6) y a la ambliopía, que es una debilidad visual funcional del
ojo sin trastorno órganico, existe una anomalía
perceptiva especial determinada por la incapacidad de reconocer los colores que puede ser total o parcial, según la modalidad selectiva tal
como está expuesto en la voz color (v., § 3).
BIBLIOGRAFÍA: Freud, S. (1910); Maggiore, L.
(1954); Merleau-Ponty, M. (1945); Monbeck,
M.E. (1973); Monti Civelli, E. (1980); Nolan, C.Y.
CELO / CELOS
y C.J. Kederis (1969); Romagnoli, A. (1973);
Schilder, P. (1942); Walk, R. y J.H. Pick (coords.)
(1981); Warren, D.H. (1977).
celo (al. Brunst; fr. chaleur; ingl. heat;
it. fregola)
Ritmo biológico del apetito sexual que en
los animales superiores generalmente tiene
una periodicidad estacional. En el hombre y
en el simio no hay un ritmo definible, aunque en la mujer se observa una cierta oscilación del apetito sexual vinculada al ciclo
menstrual.
celos (al. Eifersucht; fr. jalousie; ingl.
jealousy; it. gelosia)
Estado emotivo determinado por el temor,
fundado o infundado, de perder a la persona
amada en el momento en el que ésta revela
afecto hacia otra persona. S. Freud distingue
tres formas de celos, todas connotadas por la
ambivalencia (v.), por la presencia simultánea de amor y agresividad, ambos orientados
hacia la misma persona.
1] Los celos competitivos o normales están
en su opinión, “…en lo esencial están compuestos por el duelo, el dolor por el objeto de
amor que se cree perdido, y por la afrenta
narcisista, en la medida en la que esta puede
distinguirse de las otras; además, por sentimientos de hostilidad hacia los rivales que
han sido preferidos, y por un monto mayor o
menor de autocrítica, que quiere hacer responsable al yo propio por la pérdida del amor.
Estos celos, por más que los llamemos normales, en modo alguno son del todo acordes a
la ratio, vale decir, nacidos de relaciones actuales, proporcionados a las circunstancias
afectivas y dominados sin residuo por el yo
conciente; en efecto, arraigan en lo profundo
del inconciente, retoman las más tempranas
mociones de la afectividad infantil y brotan
del complejo de Edipo o del complejo de los
hermanos del primer período sexual.” (1921
[1976: 217]). Para O. Fenichel los celos normales son una manifestación de la incapacidad de amar de forma auténtica, típica de los
individuos cuyas relaciones están orientadas
hacia la satisfacción de las propias necesida-
179
des narcisistas, por lo que el miedo a perder el
amor del otro asume el significado de una disminución de la autoestima. Otros, por último,
consideran que los celos son la expresión de
una forma de amor infantil, basado en la dependencia, que se puede superar con la adquisición de una plena autonomía por parte del
individuo.
2] Los celos proyectivos son característicos
de los sujetos que, habiendo reprimido sus
propias experiencias reales o los propios deseos de infidelidad porque están en desacuerdo con su conciencia moral, proyectan estas
tendencias hacia el compañero cuya infidelidad temen, en forma obsesiva, para poder aliviar sus propios sentimientos de culpa hacia
esos mismos impulsos.
3] Los celos delirantes, o delirio de celos,
constituyen un verdadero trastorno psicopatológico caracterizado por la convicción, por
lo general carente de fundamento real, de la
infidelidad del compañero, y las consiguientes reacciones de comportamiento respecto a
este último y sus presuntos amantes. Una
manifestación característica de tal forma de
celos es la afanosa búsqueda de indicios que
comprueben la sospechada infidelidad, mediante preguntas asediantes, interpretaciones
delirantes, alusiones o falsos recuerdos. Según Freud el delirio de celos está determinado, como los celos proyectivos, por tendencias reprimidas a la infidelidad, pero teniendo como objeto a un individuo del mismo sexo.
“En su calidad de intento de defensa frente a
una moción homosexual en extremo poderosa, podrían acotarse (en el caso del hombre)
con esta fórmula: ‘yo no soy quien lo ama; ella
lo ama’” (1921 [1976: 219]). El delirio de celos puede transformarse en una forma de delirio crónico sistematizado con carácter paranoico, o puede observarse asociado con otros
trastornos psíquicos, en especial el alcoholismo (v., § 6, d). En el paranoico el delirio de
celos, que muestra siempre un carácter persecutorio, asume la forma de una construcción lógica y coherente cuyas conjeturas,
aunque sean absurdas e injustificadas, las vive el sujeto con extrema convicción. También
en el alcohólico crónico el delirio está bastante sistematizado, pero traiciona más fácilmente su falsedad en la elección de los rivales, que resultan por demás improbables. Esta forma de delirio encuentra explicación en
180
CENESTESIA / CENSURA
los sentimientos de culpa, en la pérdida de
autoestima y en la impotencia sexual que con
frecuencia acompañan la condición de los alcohólicos.
cas son frecuentes en los síndromes psicóticos y en especial en la esquizofrenia, en la depresión grave y en los estados consecuentes a
la ingestión de sustancias alucinógenas.
BIBLIOGRAFÍA:
BIBLIOGRAFÍA:
Clanton, G. y L.G. Smith (1969);
Fenichel, O. (1945); Freud, S. (1921); Sheperd,
M. (1961); Sommers, P. van (1989).
cenestesia (al. Gemeingefühl; fr. cénesthésie; ingl. cenaesthesia; it. cenestesia)
Indica la percepción general e inmediata del
propio cuerpo, determinada por el conjunto
de las sensaciones, no siempre conscientes,
hecha posible por la presencia de los propioceptores (v. receptor) en los aparatos internos del organismo. El conocimiento del sí somático por parte del sujeto se da por sensaciones de bienestar, generalmente asociado
con el vigor o la relajación, y de malestar,
identificado con frecuencia con la tensión y
el cansancio. En uno y en otro caso la cenestesia es el resultado de una compleja interacción entre condición física y condición emotivo-afectiva, por lo que tanto los trastornos
psíquicos como las enfemedades orgánicas
pueden determinar una sensación de cenestesia negativa. A este propósito es oportuno
distinguir:
1] La cenestopatía, que consiste en una experiencia de malestar continuo, no asociable
con una parte específica del cuerpo, sino general y difuso, sin base orgánica.
2] Las alucinaciones cenestésicas, que se caracterizan por la sensación de una modificación del esquema corporal, por lo que se tiene
la impresión de que el cuerpo se ensancha, se
encoge o se fragmenta (v. somatoagnosia, §
1, h), o bien percibe sensaciones térmicas o
táctiles en ausencia de un estímulo correspondiente (v. alucinación, § 1, e), o incluso
de que sufre metamorfosis, por lo que algunas
de sus partes se perciben como si se hubieran
transformado en animales, objetos u otra cosa. Dichas alucinaciones deben diferenciarse
de la cenestopatía debida a la falta absoluta
de crítica por parte del sujeto, y por el carácter preciso de la percepción alucinatoria, por
absurda que sea. Las alucinaciones cenestési-
Galimberti, U. (1983); Schilder, P.
(1935-1950).
cenestopatía
v. CENESTESIA, § 1.
censura (al. Zensur; fr. censure; ingl.
censorship; it. censura)
Función del aparato psíquico que impide a
los contenidos inconscientes inaceptables y a
sus derivados el acceso a la conciencia. El
concepto de censura experimentó diferentes
modificaciones en el curso de la evolución de
la teoría freudiana. Aparece por primera vez
en los Estudios sobre la histeria (1895), en los
que S. Freud habla de la censura como de
una “fuerza que contrariaba el devenir-consciente (recordar) de las representaciones patógenas” (1893-1895 [1976: 275]). Algunos
años más tarde Freud identificó un proceso
defensivo análogo, que denominó censura
onírica, en la base de los diversos mecanismos de deformación y encubrimiento del
sueño por lo que, durante el sueño, la función
de censura, que está siempre activa durante
el estado de alerta, como fundamento de la
represión, disminuye parcialmente, porque
en ese estado los deseos reprimidos que
emergen del inconsciente no pueden encontrar desahogo en la motilidad. La censura,
aunque disminuida, permanece de alguna
manera activa en el sueño para permitir el
mantenimiento y satisfacer de esta manera
el deseo del yo de dormir. En la teoría tópica
elaborada en 1915 Freud postula una función
de censura tanto entre el inconsciente y el
preconsciente, como entre éste y la conciencia: “Lo inconsciente es rechazado por la censura en la frontera de lo preconsciente;
sus retoños pueden sortear esa censura, organizarse en un nivel alto, crecer dentro del
preconsciente hasta una cierta intensidad de
investidura, pero después, cuando la han rebasado y quieren imponerse a la conciencia,
pueden ser individualizados como retoños
CENTRAL, TEORÍA / CEREMONIAL
del inconsciente y reprimidos otra vez en la
nueva frontera de censura situada entre preconsciente y consciente” (1915 [1976: 190]).
Con el desarrollo de la segunda tópica (v.
aparato psíquico, § 5), donde aparece la noción de superyó, Freud atribuye la actividad
de censura a esta instancia, mientras que en
los últimos escritos freudianos la censura está relacionada sobre todo a las funciones defensivas del yo que actúan de manera parcialmente inconsciente.
BIBLIOGRAFÍA:
Freud, S. (1892-1895); Freud, S.
(1915); Freud, S. (1915-1917); Freud, S.
(1938).
ceraunofobia (al. Keraunophobie; fr.
kéraunophobie; ingl. keraunophobia; it.
cheraunofobia)
Fobia a los rayos, que simbólicamente se asocian con entidades o fuerzas superiores por las
que el individuo se siente amenazado. Con base en esta asociación el psicoanálisis interpretó
la ceraunofobia como un miedo hacia el padre
que aparece durante el período edípico, por lo
que estaría relacionada con la angustia de castración. H. Oppenheim introdujo el término ceraunoneurosis para referirse a las neurosis
traumáticas provocadas por un centelleo.
BIBLIOGRAFÍA:
centil
v. CUANTIL.
central, sistema nervioso
v. NERVIOSO, SISTEMA.
central, teoría (al. Zentraltheorie; fr.
théorie centrale; ingl. central theory; it.
teoria centrale)
Interpretación que sostienen algunos psicólogos según la cual la actividad mental puede
explicarse mejor en términos de procesos que
tienen lugar en el cerebro o en todo caso en el
sistema nervioso central, mientras los movimientos periféricos tienen sólo una función
de acompañamiento y facilitación de los procesos centrales. Esta teoría se opone a la periférica, para la cual la actividad mental es
completamente reductible a acción, por lo
tanto al lenguaje y a las diferentes formas de
movimiento.
centramiento, efecto de
v. PERCEPCIÓN, § 8.
centroversión
v. CIRCUNAMBULACIÓN.
ceraneurosis
v. CERAUNOFOBIA.
181
Oppenheim, H. (1889).
cerebelo
v. ENCÉFALO, § 1, a.
cerebral, corteza
v. CORTEZA CEREBRAL.
cerebral, hemisferio
v. HEMISFERIO CEREBRAL.
cerebral, psicosíndrome
v. PSICOORGÁNICO, SÍNDROME, § 1-2.
cerebro
v. ENCÉFALO, § 1, c.
cerebrotomía
v. TIPOLOGÍA, § 1, e.
ceremonial (al. Zeremoniell; fr. cérémonial; ingl. ceremonial; it. cerimoniale)
Conjunto más o menos articulado de acciones
que tienen un importante significado histórico y simbólico para un individuo o para un
grupo social. El psicoanálisis se ocupó de los
ceremoniales o rituales neuróticos que, en
opinión de Freud, consisten “en pequeñas
prácticas, agregados, restricciones, ordenamientos, que, para ciertas acciones de la vida
182
CHANTAJE / CHISTE
cotidiana, se cumplen de una manera idéntica o con variaciones que responden a leyes.
Tales actividades nos dan la impresión de
unas meras ‘formalidades’, nos parecen carentes de significado. De igual manera se le
presentan al propio enfermo, pese a lo cual es
incapaz de abandonarlas, pues cualquier desvío respecto del ceremonial se castiga con una
insoportable angustia que enseguida fuerza a
reparar lo omitido” (1907 [1976: 101-102]). Se
suele distinguir:
1] El ceremonial defensivo, frecuente en las
neurosis traumáticas, donde representa una
reacción inconsciente de defensa respecto al
trauma original. Según A. Kardiner y L. Spiegel este ceremonial constituye la elaboración
de una respuesta de defensa que no se efectuó
en la situación traumática; esto aparece algunos años después del acontecimiento traumático y tiene el mismo carácter de la coacción,
porque se desarrolla independientemente del
control voluntario del sujeto.
2] El ceremonial obsesivo presente en las
neurosis obsesivas, donde manifiesta un
compromiso entre las exigencias instintivas
y las defensas del yo que recurren a los mecanismos de la anulación y del aislamiento.
Según Freud, con la anulación (v.) se tiende
a “creer no sucedido” un acontecimiento desagradable o reprobable para el sujeto. Ese
mecanismo está presente sobre todo en los
síntomas bifásicos, donde a una acción que
tiene un determinado significado le sigue
otra de significado opuesto que cancela a la
primera. Así son, por ejemplo, los ceremoniales inherentes al acto de lavarse y, en general, de la limpieza, que representan un intento de anulación de acciones o pensamientos precedentes considerados “sucios”. El
mecanismo del aislamiento (v.), en cambio,
actúa de manera que una experiencia, aunque no sea olvidada, resulte privada de su aspecto emotivo. El aislamiento se manifiesta
sobre todo en los ceremoniales relativos al
contacto (v.), por lo que se nos prohíbe tocar
determinados objetos y nos sentimos obligados a tocar otros. “Si uno se pregunta –escribe Freud–, por qué la evitación del contacto,
del tacto, del contagio, desempeña un papel
tan importante en la neurosis y se convierte
en contenido de sistemas tan complicados,
halla esta respuesta: el contacto físico es la
meta inmediata tanto de la investidura de
objeto tierna como de la agresiva” (1925
[1976: 116]). Por lo que se refiere a la correspondencia entre ceremoniales obsesivos y rituales religiosos, además de las diferentes interpretaciones dadas por Freud y por C.G.
Jung, véase la voz rito, § 2.
BIBLIOGRAFÍA:
Fenichel, O. (1945); Freud, S.
(1907); Freud, S. (1925); Jung, C.G. (1928); Kardiner, A. y L. Spiegel (1947).
chantaje (al. Erpressung; fr. chantage;
ingl. blackmail; it. ricatto)
Condicionamiento de la conducta de los demás mediante la amenaza de hacer algo que
pueda causar daño. En psicología se habla de
chantaje afectivo a propósito de los comportamientos que implícita o explícitamente dejan entrever conductas autodestructivas con
el fin de provocar la atención o el amor de los
demás. El chantaje afectivo es una conducta
frecuente en los niños, en los adolescentes, y
en todos aquellos que viven una relación de
absoluta dependencia de otra persona.
Charpentier, ilusión de
v. PERCEPCIÓN, § 6, a.
Charpentier, Koseleff, ilusión de
v. ILUSIÓN, § 5, b.
chi cuadrada (x2)
v. ESTADÍSTICA, § II, 4.
chiste (al. Witz; fr. mot d’esprit; ingl.
wit; it. motto di spirito)
Frase, alusión o breve narración que sirve para expresar, en forma enmascarada, y por lo
tanto aceptable, lo que de otra manera sería
mal recibido o inconveniente. S. Freud ve en
el chiste una reducción de las inhibiciones
que permite liberar una tensión psíquica, obteniendo un “alivio del gasto psíquico, sea este preexistente, sea reclamado en el momen-
CHIVO EXPIATORIO / CIBERNÉTICA
to;”. Éstos son para Freud “los dos principios a
los que se reconduce toda técnica del chiste, y,
por lo tanto, todo placer derivado de tales técnicas” (1905 [1976: 123]). En el chiste intervienen los dos mecanismos psíquicos de la condensación (v.) y del desplazamiento (v.), que
también trabajan en el sueño, por lo que Freud
encuentra una correspondencia entre chiste y
sueño y, en ambos casos, considera necesario
referirse, del contenido manifiesto, al contenido latente (v.). Este itinerario, observable en el
sueño así como en el síntoma, hace del chiste
una vía de acceso para el inconsciente. Siempre para Freud, el chiste debe “entenderse como algo diferente a lo cómico” (1905: 10) y
bastante cercano al doble sentido que, al igual
que el chiste, deriva su placer del ahorro de un
“dispendio inhibidor”, mientras el placer de lo
cómico proviene del ahorro de un “dispendio
representativo (o el investimiento)” (1905:
211). Por esta diferencia, y por las diferentes
interpretaciones dadas al chiste, sobre todo en
el campo filosófico, véase la voz cómico.
BIBLIOGRAFÍA:
Bergson, H. (1900); Freud, S. (1905);
Olbrechts-Tyteca, L. (1974); Sully, J. (1904).
chivo expiatorio (al. Sündenbock; fr.
bouc émissaire; ingl. scapegoat; it. capro espiatorio)
Objeto, persona o grupo en los cuales, por un
mecanismo de proyección (v.), se descargan
culpas que deben atribuirse realmente a uno
mismo o a otros. Las comunidades primitivas
se defendían de la violencia que crecía y se difundía transfiriéndola hacia la víctima expiatoria. Ésta, al atraer sobre sí toda la violencia
dispersa entre los miembros de la comunidad,
alcanzaba, por medio de su expulsión, la inocencia de los demás. El sacrificio del chivo expiatorio tenía, en efecto, el poder de transformar la violencia maléfica –como lo es la que se
agita entre los hombres– en benéfica, como la
que, enviada al mundo divino de donde proviene, produce entre los hombres las formas
rituales de orden para conjurar su reaparición.
Hoy la expresión “chivo expiatorio” se utiliza
para aludir a ese estado de inocencia que se
crea cuando las culpas se atribuyen a un integrante del grupo, con cuya expulsión se espera el regreso del orden (v. sacrificio, § 1).
BIBLIOGRAFÍA:
183
Girard, R. (1972); Girard, R.
(1982).
cibernética (al. Kybernetik; fr. cybernétique; ingl. cybernetics; it. cibernetica)
Ciencia interdisciplinaria que estudia el funcionamiento y las relaciones de cualquier sistema dinámico simple o complejo, producido
por la naturaleza o por el hombre. El término
cibernética proviene del griego κυβερνητικ∼,
que significa “arte del piloto”. En sentido figurado lo utilizó Platón, quien definió la política “cibernética de los hombres”, así como la
Iglesia católica, que llamaba “cibernesis” a
la conducción de un ministerio eclesiástico.
Con su significado actual el vocablo lo introdujo en 1947 el matemático estadunidense N.
Wiener, quien definió “cibernética” como el
estudio del control y de la comunicación en el
animal y en la máquina. En la base de tal
orientación existe la convicción de que muchos de los fenómenos de los que se ocupan
las diferentes ciencias, desde la biología hasta
la economía, se fundan en los mismos principios de funcionamiento que gobiernan todos
los tipos de sistemas, más allá de la dicotomía
entre natural y artificial. Estos principios se
refieren sustancialmente al control, mediante
la transmisión y la elaboración de informaciones, de una parte del sistema sobre otra, con
el fin de guiar la marcha hacia un objetivo
propuesto.
Las máquinas de las que se ocupa la cibernética son aquellas en las que está presente la forma de control y corrección de las propias operaciones durante su misma ejecución, que toma el nombre de retroalimentación (v.) o
feedback. Por ser una ciencia transversal, la cibernética utiliza como instrumento de investigación métodos de análisis y representación
abstracta elaborados por las matemáticas, que
permiten sintetizar los conocimientos provenientes de las diferentes disciplinas científicas.
Los sistemas de los que se ocupa en el nivel
abstracto se pueden identificar en su expresión
concreta en la genética, por ejemplo, respecto a
la codificación y transmisión de las informaciones hereditarias; la fisiología, en los sistemas de recepción de los estímulos sensoriales,
de coordinación psicomotriz, y semejantes; los
procesos de comunicación, que implican la co-
184
CIBERNÉTICA
dificación, la transmisión y la recepción de los
mensajes (v. comunicación, § 1).
Por lo que se refiere a la psicología, ésta entra en relación con la cibernética cuando se
ocupa de los procesos psicofísicos de recepción, análisis y elaboración de las informaciones. Tales procesos son ante todo los cognoscitivos, como la percepción, el lenguaje, el
aprendizaje y la formación de conceptos, que
se fundan en un constante intercambio de informaciones entre el organismo y el ambiente, donde la cibernética puede contribuir a
analizar los principios estructurales, aunque
no puede comprenderlos en su totalidad. En
efecto, además de la estructura, en el funcionamiento de los procesos cognoscitivos influyen también los elementos emotivo-afectivos
y de personalidad que proporcionan a los procesos mismos su carácter evolutivo y subjetivo, no reproducible mediante un sistema artificial. Las aplicaciones cibernéticas en psicología se basan sustancialmente en las teorías
de la información, de la regulación y de los
automatismos.
1] LA TEORÍA DE LA INFORMACIÓN. Partiendo del
supuesto de que el hombre es un sistema capaz de elaborar informaciones, recibidas y
transmitidas por los órganos de los sentidos a
la conciencia, se considera posible aplicar la
teoría matemática de la información a este
proceso psicológico. En la base se encuentra el teorema de C.E. Shannon, de 1949, según el cual un mensaje sufre, en el curso de su
transmisión, una serie de distorsiones, por lo
que a su llegada está privado de una parte de
la información que contenía. Tal fenómeno,
por ser análogo al de la entropía, es cuantificado mediante cálculos de probabilidad semejantes a los utilizados en termodinámica,
de manera que resulta posible determinar y
medir el contenido informativo de cada mensaje respecto al número de símbolos utilizados, a su combinación y a las diferentes deformaciones. En general se considera que la cantidad de información es mayor cuanto más
improbable es el mensaje, mientras la cantidad mínima de información está dada por un
mensaje que permite sólo dos posibilidades
de elección igualmente probables; esta elección se define como bit (binary digit) y constituye la unidad de medida de la información.
La teoría de la información se aplicó en psico-
logía experimental sobre todo en las investigaciones de los procesos de reconocimiento
de las señales, en las respuestas selectivas de
los estímulos, en la transmisión y recepción
del lenguaje. También en el ámbito de la psicología clínica se intentó explicar en términos de
la cibernética diversos tipos de trastornos psíquicos, como las neurosis de ansiedad que, en
opinión de N. Wiener, están determinadas por
la permanencia y la expansión dentro del sistema nervioso central de emociones desagradables que en los sujetos normales se anulan después de un breve lapso de tiempo. La expansión
del estímulo nocivo a través de un número cada vez mayor de neuronas provocaría en el individuo neurótico una disminución de las neuronas disponibles para los otros estímulos.
2] LA TEORÍA DE LA REGULACIÓN. Sostiene que
dentro de los sistemas complejos está presente un mecanismo de control y regulación del
comportamiento, por lo que, como afirma
Wiener: “Cuando se tiene la intención de efectuar un movimiento según un determinado
modelo, la diferencia entre tal modelo y el
efectivo desarrollo del movimiento se utiliza
como una nueva señal que determina una regulación tal del movimiento mismo como para mantenerlo lo más cerca posible de aquel
proporcionado por el modelo” (1948, p. 29).
En psicología la teoría de la regulación se
aplicó al estudio de los mecanismos de coordinación sensomotriz aprendidos y a las investigaciones en psicología de la ingeniería
sobre los sistemas hombre-máquina orientados a la optimización de las actividades laborales, que prevén una relación del hombre con
la máquina con relativos problemas de coordinación (v. ergonomía). En el ámbito de la
psicología clínica H. Feer explicó, mediante
mecanismos cibernéticos de regulación de la
información, la aparición de la psicosis maniaco-depresiva y de la esquizofrenia. Partiendo del supuesto de que cuanto menor es la
probabilidad de que ocurra un acontecimiento tanto mayor es el asombro que su verificación suscita en el sujeto, Feer conjetura que
cuanto mayor es el grado de atención del sujeto, tanto más sorprendente resultará cada
acontecimiento, hasta el más banal; esto es
especialmente evidente en el individuo psicótico que pone en los hechos de cada día una
atención mucho mayor de la empleada nor-
CIBERNÉTICA
malmente, por lo que éstos se vuelven extraños, cargados de significado y por lo tanto tomados como presagios, mensajes que el sujeto trata de interpretar. En este sentido la psicosis puede ser leída como un trastorno del
elemento del sistema psíquico que regula la
aferencia de las informaciones.
3] LA TEORÍA DE LOS AUTOMATISMOS. Se basa en
la hipótesis, ya comprobada, de que es posible
representar los sistemas de elaboración de las
informaciones mediante circuitos que pueden
transferirse a aparatos mecánicos, llamados
autómatas, que efectúan algunas operaciones
consideradas propias del animal y del hombre.
La aplicación de tal teoría en psicología concierne principalmente a la simulación (v., §
1) en computadora de los procesos cognoscitivos de la percepción, del pensamiento, y en
especial, de la solución de problemas, con el
fin de poder analizar y conocer las estrategias
de elaboración de la información y del aprendizaje, en la medida en que también el aprendizaje humano se apoya en los automatismos.
La fase preliminar del aprendizaje es la clasificación, estrechamente relacionada con el reconocimiento de los signos que llegan al autómata mediante conmutadores de señales,
mientras al organismo llegan a través de los
órganos de los sentidos. Sigue el almacenamiento gracias a una memoria que elimina las
interferencias y promueve los procesos asociativos regulados por el cálculo de probabilidades. Hay además una optimización del aprendizaje, formalizada matemáticamente con una
medida de éxito, con miras a una autoorganización del autómata que busca la adaptación
al ambiente con una probabilidad que depende de la calidad de la imagen que el programa
interno es capaz de hacerse del ambiente externo. Otro sector de investigación en el que
encuentra aplicación la teoría de los automatismos es el de la inteligencia artificial (v.),
que parte de la hipótesis de A. Turing según la
cual los circuitos utilizados en las máquinas
electrónicas pueden poseer las mismas propiedades que el sistema nervioso y, por lo tanto,
ser capaces de transmitir la información y memorizarla, revelándose, así, capaces de simular muchas actividades del pensamiento humano, sin excluir las que requieren una adaptación a la complejidad del ambiente. De interés para la psicología clínica están por último
185
las investigaciones, todavía en una fase inicial,
dirigidas a simular con una computadora los
mecanismos de defensa neuróticos.
4] LA PSICOLOGÍA SISTÉMICA. Representa la aplicación más rigurosa del modelo cibernético a
los procesos de comunicación (v., § 7, d)
y a las relaciones interpersonales dentro de
grupos que, como escriben P. Watzlawick y
otros, “pueden considerarse circuitos de retroalimentación donde el comportamiento de
cada persona influye y es influido por el comportamiento de cualquier otra persona”
(1967: 23). Este criterio lo utilizó también M.
Selvini Palazzoli para el estudio de las relaciones psicóticas en el ambiente de la familia.
5] LA PEDAGOGÍA CIBERNÉTICA. Se ocupa del
análisis y de la matematización de los diferentes aspectos de la enseñanza, sobre todo por
lo que se refiere a los medios de instrucción y
a los métodos didácticos. Tales disciplinas
crearon procedimientos de medición para la
cuantificación y la verificación de las diferentes fases del proceso de enseñanza-aprendizaje, de la proyectiva a la operativa y a la evaluativa; además desarrollaron una serie de métodos de instrucción programada que se valen
del apoyo de la computadora. En el nivel teórico la aplicación del modelo cibernético en
pedagogía pone en evidencia, mediante el
concepto de retroalimentación, la centralidad
del alumno como sistema receptor que tiene
la tarea de modificar las informaciones que
entran mediante la calidad de las propias respuestas; en este sentido la pedagogía cibernética se acerca a una visión activa y de autogestión de la enseñanza, donde el docente es concebido, no como el punto de partida de la relación educativa, sino como un instrumento
cuya praxis se transforma basándose en los
resultados que produce en el alumno y en
los requerimientos de este último.
BIBLIOGRAFÍA:
Arnold, W. (1971); Ashby, W.R.
(1956); Boscolo, P. (1969); Caianiello, E.R. y E. Di
Giulio (1980); De Michelis, G. (1985); Erismann,
T.H. (1973); Feer, H. (1970); Frank, H. (1969); Itelson, L.B. (1964); Jackendoff, R. (1990); JohnsonLaird, P.N. (1990); Moser, U., I. Zeppelin y W. Schneider (1968); Selvini Palazzoli M. et al. (1988);
Shannon, C.E. y W. Weaver (1949); Simon, H.A.
(1969); Somenzi, V. (coord) (1965); Stenbuch, K.
186
CICLOTIMIA
(1965); Turing, A. (1950); Turing, A. (1965); Watzlawick, P. (coord.) (1981); Watzlawick, P., J.H.
Beavin y D.D. Jackson (1967); Wiener, N. (1948).
ciclotimia (al. Zyklothymie; fr. cyclothymie; ingl. cyclothymia; it. ciclotimia)
Condición psicológica caracterizada por fases
o ciclos en los que el humor (en griego θυµóζ)
es alternativamente deprimido (v. depresión)
o maniaco (v. manía). La alternancia puede
intercalarse con un período de diferente duración donde el tono del humor es normal.
1] PSIQUIATRÍA. El término lo introdujo E. Kraepelin, quien distinguió las psicosis endógenas
(v. endógeno-exógeno) en dos grupos: la dementia praecox, que después E. Bleuler rebautizó esquizofrenia (v.), y la psicosis ciclotímica
o psicosis maniaco-depresiva, que es una patología del humor caracterizada por la alternancia de tonalidad depresiva y eufórica, conocida
también como psicosis circular o distimia (v.)
bipolar. Estas distintas denominaciones dependen del ritmo de los ciclos, que permite diferenciar la forma doble, donde una fase maniaca se traduce sin interrupción en una depresiva, a la que sigue un período de bienestar en el
que se inicia un nuevo episodio; la alternante,
en la que los episodios depresivos y maniacos
están separados por períodos de normalidad;
la circular, en la que existe una sucesión ininterrumpida y alternada de las dos fases. Por lo
que concierne a los modelos interpretativos, en
el ámbito psiquiátrico los más aceptados son el
modelo biológico, que hace referencia a una
predisposición genética hereditaria que debe
buscarse en una descompensación metabólica
de los neurotrasmisores cerebrales, o bien en
los aspectos endocrinológicos y bioquímicos
con especial referencia al metabolismo de las
catecolaminas, y el modelo psicosocial, que hace referencia a repetidas frustraciones, pérdida
de una figura significativa, sobre todo en la infancia y en la pubertad, fracasos continuos en
la vida escolar y laboral, elevados niveles de aspiración social, personal y semejantes.
2] PSICOANÁLISIS. En este ámbito la depresión se
interpreta como una respuesta a la pérdida de
un objeto que puede ser real o imaginario, pero que está introyectado, del cual el sujeto se
lamenta o se culpa (v. depresión, § 3, d), y la
manía como una compensación antidepresiva
para negar la pérdida y la culpa. La diferencia
entre psicosis y neurosis reside en el diferente
grado de regresión, de estructuración del yo, y
en la cantidad de las angustias depresivas. M.
Klein ha hecho importantes contribuciones en
esta dirección; para ella la ciclotimia depende
del rechazo a ver coexistir en la misma persona o situación los aspectos “buenos” y “malos”,
con la consiguiente escisión y tendencia a vivir
sólo los aspectos negativos (depresión) o sólo
los positivos (manía). La aceptación de los dos
aspectos como complementarios es la condición para la superación de la posición depresiva (v. kleiniana, teoría, § 1, 2). Desde otro
punto de vista O. Fenichel interpreta la ciclotimia como una forma de fijación en la fase oral
(v.), ritmada por el ciclo saciedad y hambre,
porque “el alternarse del hambre y la saciedad
–escribe Fenichel– está indeleblemente impreso en la memoria. Toda ulterior alternancia de
placer y de dolor se percibe como si siguiera el
modelo de aquel recuerdo. Según este modelo,
el placer se espera después de cualquier dolor,
y el dolor después de cualquier placer. Y de esta manera se forma la idea primitiva de que
cualquier sufrimiento implica el privilegio de
una alegría compensatoria, y cualquier castigo
permite el pecado sucesivo. El castigo y la pérdida del amor de los padres se percibía de manera análoga al hambre, y la absolución de manera análoga a la saciedad. Después que los padres fueron introyectados, el yo repite intrapsíquicamente el mismo modelo respecto al superyó. En las depresiones el yo ya no se siente
amado por el superyó; fue abandonado, sus deseos orales no se realizaron. En la manía, la
unión oral con el superyó que concede el perdón se restablece” (1945: 461).
3] TIPOLOGÍA. E. Kretschmer identificó en el ciclotímico uno de los tres tipos constitucionales
(los otros dos son el esquizotímico y el viscoso), caracterizado en el plano físico por la
constitución pícnica, baja y tosca, y en el plano
del temperamento por alternancias del humor
(v. tipología, § 1, b).
BIBLIOGRAFÍA:
Binswanger, L. (1960); Fenichel, O.
(1945); Freud, S. (1915); Freud, S. (1923); Klein,
M. (1978); Kraepelin, E. (1883); Kretschmer, E.
(1921).
CIEGO, EXPERIMENTO / CINESTESIA O QUINESTESIA
ciego, experimento (al. Blindversuch;
fr. essai aveugle; ingl. blind test; it. esperimento cieco)
Procedimiento de control realizado con el fin
de excluir el llamado efecto Rosenthal, es decir
la influencia de la actitud del experimentador
en términos de expectativas, proyecciones, juicios, que pueden alterar la ejecución experimental o la evaluación de los resultados. Este
procedimiento consiste, por ejemplo, en redactar un diagnóstico exclusivamente con los datos objetivos, sin contacto entre el experimentador y los sujetos experimentales, o bien en
mantener al paciente en la ignorancia acerca
del tratamiento al que es sometido como en el
caso del método de investigación, aplicado sobre todo en la investigación farmacológica, para verificar la eficacia de un fármaco. A diferencia del experimento simple ciego, en el que
sólo el paciente, pero no el médico, ignora la
terapia suministrada, en el experimento doble
ciego se divide a los pacientes en dos grupos:
uno experimental, al que se le administra el
fármaco por verificar, y uno de control, al que
se le suministra una sustancia idéntica pero
ineficaz (v. placebo). Para evitar que el personal médico y de enfermería, a causa de las diferentes expectativas, se comporte de manera
diferente con los dos grupos, condicionando
las reacciones de los pacientes, se lo mantiene
también ignorante de quién recibe el fármaco
y quién el placebo. Mediante repetidas y prolongadas mediciones se verificará finalmente
si las diferencias entre el grupo experimental y
el grupo de control llegaron a un nivel apreciable de significación estadística (v., § II, 4, c)
capaz de corroborar la eficacia del fármaco.
BIBLIOGRAFÍA:
187
1] En la psicología de la forma (v., § I, 2, d) indica el principio según el cual existe una tendencia perceptiva a integrar y completar las
figuras incompletas. A partir de este principio
W.L. Taylor desarrolló un procedimiento de
medición de esta tendencia, dándoles a los sujetos textos en los que se habían omitido algunas palabras que debían insertar para obtener
un sentido completo.
2] En psiquiatría A. Hoch adoptó el término
“cerrado” para indicar el tipo de personalidad, que se encuentra con mucha frecuencia
entre los pacientes esquizofrénicos, caracterizada por reserva, aislamiento, incapacidad
para establecer auténticas relaciones interpersonales. El tipo cerrado de Hoch corresponde en gran medida al del esquizoide (v.)
que describió E. Bleuler.
3] En psicoanálisis W. Stekel ha utilizado la expresión “cerrado con candado” respecto a una
actitud característica de los individuos neuróticos, que tienden a volver insoluble su propia
situación por temor al cambio, rechazando
con frecuencia toda posibilidad de alivio.
BIBLIOGRAFÍA:
Hoch, A., S.E. Jeliffe y A. Meyer
(1911); Kanizsa, G. (1980); Stekel, W. (1908);
Taylor, W.L. (1953).
cigoto
v. GENÉTICA, § 1, a.
cilindrasas
v. NEURONA.
Rosenthal, R.A. (1966).
científica, psicología
v. PSICOLOGÍA EXPERIMENTAL.
cierre (al. Geschlossenheit; fr. clôture;
ingl. closure; it. chiusura)
Término que adquiere un significado específico en diversos contextos.
cinestesia o quinestesia (al. Kinästhesia; fr. kinesthésie; ingl. kinesthesia; it.
cinestesia)
Percepción consciente de los propios movimientos, facilitada por la presencia de propioceptores (v. receptores) situados en los músculos, en los tendones y en las articulaciones, y
coadyuvada por informaciones enviadas por
los órganos de los sentidos, en especial por el de
la vista. La cinestesia no debe confundirse con
la cenestesia (v.), que se refiere a la percepción
inmediata de bienestar o malestar del propio
188
CIRCUITO REVERBERANTE / CIRCUNCISIÓN
cuerpo, y que puede ser alterada por fenómenos alucinatorios con sensación de estar suspendido en el aire, caer, vacilar, resbalar, rodar,
ser movido y similares (v. alucinación, § 1, g).
circadiano, ritmo
v. RITMO, § 1.
circuito reverberante (al. Zurückwerfendesumkreis; fr. circuit réverbérant;
ingl. reverberating circuit; it. circuito riverberante)
Cadena de neuronas dispuestas en forma de
anillo que pueden continuar excitándose unas
a otras sin estimulación externa. Éste es uno
de los mecanismos predispuestos para la conservación de los recuerdos (v. memoria).
el inconsciente. La circunambulación hacia
la izquierda va en dirección del inconsciente,
la que procede hacia la derecha se aleja de éste hacia la conciencia. Esta relación, esencial
en el proceso de individuación (v.), pide un
contenimiento de la tensión que se produce
en el encuentro de los procesos psíquicos
opuestos de la conciencia y del inconsciente,
con el fin de evitar posibles escisiones y desintegraciones de la personalidad. También
E. Neumann habla de la circunambulación,
utilizando el término de centroversión o cercamiento del centro respecto a la actitud que
conduce al individuo a referirse, lo más constantemente posible, al centro de su personalidad total o sí mismo.
BIBLIOGRAFÍA:
Jung, C.G. (1942-1954); Jung, C.G.
(1951); Neumann, E. (1949); Neumann, E.
(1972).
circular, psicosis
v. CICLOTIMIA.
circuncisión (al. Beschneidung; fr. circoncision; ingl. circumcision; it. circoncisione)
circunambulación (al. Zirkumambulation; fr. circumambulation; ingl. circumambulation; it. circumambulazione)
Corte del prepucio del pene practicado hasta
ahora por los judíos, los musulmanes y algunas
poblaciones de África, en las que constituye
una parte esencial del rito de iniciación (v.).
Según la modalidad con la que se ejecute, la
circuncisión asume tres formas diferentes: la
incisión del frenillo, la circuncisión, o sea la extirpación parcial del prepucio, la subincisión,
es decir la incisión de la uretra hasta la base del
pene, como sucede en ciertas poblaciones de
Melanesia y de Nueva Guinea. Además de las
motivaciones de orden higiénico, la psicología
de lo profundo atribuyó a la circuncisión una
serie de significados simbólicos, entre ellos la
ritualización de la castración, con la que está
inconscientemente asociada. Según S. Freud,
“en la prehistoria de la humanidad era sin duda el padre quien ejecutaba la castración como
castigo, atemperándola más tarde en circuncisión” (1914 [1976: 80]). Por su parte C.G. Jung
interpreta la circuncisión como una forma atenuada de sacrificio (v., § 3), con el mismo valor que el sacrificio de los animales domésticos
o del primogénito. En la circuncisión, afirma
Jung, “se sacrificaba sólo una parte, lo que ya
equivalía a una sustitución del sacrificio por
un acto simbólico. Al sacrificar estos objetos
Danza de tipo circular, presente en numerosos ritos religiosos, que en su realización instituye un espacio sagrado respecto a uno profano. C.G. Jung, en sus análisis comparativos
transculturales, subraya la aparición de la
circunambulación en el simbolismo transformador de la misa y en los símbolos mandálicos de los sueños. La circunambulación tomada de la alquimia (v.), designa el acto de
moverse alrededor del recinto o temenos (v.)
que delimita el área de lo sagrado (v.) donde
suceden procesos de transformación que desencadenan fuerzas contrapuestas que el recinto tiene la función de contener. En psicología la circunambulación es definida por
Jung como “la rotación que denota la concentración de la atención y del interés en un centro concebido como centro de un círculo y,
por lo tanto, formulado como un punto”
(1951: 70), que para Jung es símbolo del sí (v.
psicología analítica, § 4), o sea punto de
irradiación de la totalidad superordenada hacia el yo que abarca tanto la conciencia como
CLASIFICACIÓN
preciosos de deseo y de posesión nos deshacemos del deseo instintivo o libido, para readquirirlo en una forma renovada. Por medio del sacrificio nos redimimos del miedo a la muerte y
nos granjeamos al Hades ávido de holocaustos” (1912-1952: 418-419). Los equivalentes femeninos de la circuncisión son la clitoridectomía o escisión, que consiste en la extirpación
del clítoris, y la infibulación, que consiste en la
oclusión de la vagina en las niñas. Estas prácticas las interpretan algunos como ritos de iniciación (v.), otros como un intento de contener la autonomía de la sexualidad femenina.
BIBLIOGRAFÍA:
Di Nola, A. (1970); Freud, S. (1914);
Freud, S. (1934-1938); Jung, C.G. (1912-1952);
Reik, T. (1920-1930).
de la clasificación, de sus bases, de sus principios, de sus reglas y de sus métodos” (1974:
41-42). Como principio de ordenación la clasificación nace con el hombre, que la utiliza
en la búsqueda de su propia identidad y para
orientar sus acciones en el mundo. A este
principio responden los tótem (v.) de los primitivos que servían para establecer los grupos
de pertenencia y los tabúes (v. tabú) que, por
medio de la distinción de “puro” e “impuro”,
ordenaban los objetos accesibles y los inaccesibles, las acciones practicables y las impracticables. En psicología el problema de la clasificación se ubica en tres niveles: 1] clasificación
de las enfermedades; 2] clasificación de los tipos; 3] formación del proceso clasificatorio en
los niños.
1]
circunstancialidad
v. PENSAMIENTO, § III, 1, d.
civilidad
v. CULTURA.
claridad
v. COLOR, § 1.
clasificación (al. Klassifizierung; fr.
classification; ingl. classification; it.
classificazione)
Proceso de repartir en clases un conjunto de
objetos basándose en criterios definidos con
anterioridad. La clasificación abarca varios tipos de operaciones, entre ellas, división, coordinación, jerarquización y ordenación. Con
frecuencia el término “clasificación” se une o
se intercambia con los de “sistemática” y “taxonomía”. Una puntualización terminológica
ampliamente aceptada es la de J.H. Heywood,
para quien “Sistemática es el estudio científico
de la diversidad, de la diferenciación de los organismos y de las relaciones que entre éstos
existen [...]. Clasificación es el proceso de ordenar en clases o grupos (taxa) donde un único grupo (taxón) no puede pertenecer a más
de un solo grupo del nivel jerárquico inmediatamente superior [...]. Taxonomía es la parte
de la sistemática que se encarga del estudio
189
CLASIFICACIÓN DE LAS ENFERMEDADES PSÍQUI-
CAS.
Se da fundamentalmente con base en la
sintomatología, poniendo en primer lugar el
signo más llamativo y después, poco a poco,
cada uno de los demás. Esto se debe a que, a
diferencia de lo que sucede en medicina, en
psicología las causas son sólo supuestas y,
cuando se las identifica con cierta probabilidad, experimentan complicación ulterior determinada por la interferencia de los aspectos
somáticos y los psicógenos. Uno de los principios psicopatológicos que subyacen en las clasificaciones es el de K. Jaspers, según quien
las formas psíquicas pueden dividirse en:
reacción, que es la respuesta a un acontecimiento con valor psicológico; desarrollo, que
es una situación que tiene su origen en una
especial estructura de la personalidad “comprensible” con base en la teoría global del individuo; proceso, que es una situación “incomprensible” e indeducible de la historia
personal de un individuo y está vinculada,
presumiblemente, a una alteración orgánica;
fase, que se refiere a una situación cíclica que
tiende a reaparecer periódicamente.
En el campo psiquiátrico es de indudable
utilidad la distinción entre psicosis (v.) y
neurosis (v.). Las primeras se clasifican en
psicosis orgánicas, donde es notable la alteración somática, y psicosis endógenas o funcionales, donde la causa somática no es conocida y la sintomatología es más compleja. Las
segundas se consideran respuestas psicológicas anormales a los acontecimientos psíquicos internos o externos, y pueden manifestar-
190
CLASTOMANÍA / CLAUSTROFOBIA
se con síntomas psíquicos, por lo que se definen como psiconeurosis, o con manifestaciones psicosomáticas. Para el psicoanálisis el
problema de las clasificaciones es de importancia secundaria, aunque no del todo irrelevante. En este ámbito caen, aunque no por
entero, la diferencia cualitativa entre fenómenos normales, neuróticos y psicóticos, que se
distinguen esencialmente por los diferentes
niveles de profundidad de los conflictos interiores y de interrupción del desarrollo de la vida psíquica.
2] CLASIFICACIONES TIPOLÓGICAS. Son clasificaciones orientadas a identificar las diferentes
formas de personalidad desde un punto de
vista estadístico y no dinámico. A partir de determinados criterios –diferentes según las versiones teóricas adoptadas– se identifican tipos humanos paradigmáticos y ejemplares
(estaticidad), dejando de lado la modificación
del tipo por efecto del síntoma neurótico (dinamicidad). A este género de clasificación se
dedica la voz tipología.
3]
FORMACIÓN DEL PROCESO CLASIFICATORIO EN
LOS NIÑOS.
J. Piaget y B. Inhelder resaltaron
las propiedades fundamentales de la clasificación que el niño adquiere conforme avanza en
su desarrollo cognoscitivo: a] no existe ningún elemento carente de clase; b] las clases no
están jamás aisladas sino siempre relacionadas entre sí; c] la clase “A” abarca la totalidad
de los miembros en los que aparece la propiedad “a”, y solamente a ésos; d] los elementos
pertenecientes a una clase no pueden formar
parte de otra del mismo rango; e] una clase está incluida en otra superior, donde están comprendidos todos sus elementos. Mediante un
experimento en el que se ofrecían al niño figuras de diferentes formas, colores y dimensiones, los autores confirmaron tres niveles de
clasificación: en una primera fase las propiedades arriba mencionadas están completamente ausentes y las figuras se reúnen basándose en los criterios de la cercanía espacial y
cromática; en una segunda fase las propiedades se adquieren poco a poco, con excepción
de la de inclusión, que se logra y se estabiliza
apenas en un tercer nivel, entre los 8 y los 10
años. Por último, existen numerosos tests de
clasificación según el tipo de cualidad intelectual que se quiera medir, y que se pueden di-
rigir sucesivamente a la división, la coordinación, la jerarquización y la ordenación, presentes en toda actividad clasificatoria.
BIBLIOGRAFÍA:
Durkheim, É. y M. Mauss (19011902); Frazer, J.G. (1911); Freud, S. (1912-1913);
Gaston, A. (1987); Heywood, J.H. (1974); Jaspers, K. (1913-1959); Jung, C.G. (1921); LéviStrauss, C. (1947); Piaget, J. y B. Inhelder (1959);
Weber, M. (1922).
clastomanía (al. Klastomanie; fr. clastomanie; ingl. clastomania; it. clastomania)
Tendencia, en ocasiones compulsiva, a dañar
y destruir objetos de cualquier género o naturaleza.
claustrofilia (al. Klaustrophilie; fr.
claustrophilie; ingl. claustrophilia; it.
claustrofilia)
Necesidad patológica de estar confinado en
un lugar cerrado y protegido, lo que manifiesta una fuerte tendencia a aislarse de la realidad. La claustrofilia, que representa lo contrario de la claustrofobia (v.), se observa frecuentemente en los casos de neurosis obsesiva. La forma más grave de esta tendencia recibe el nombre de claustromanía. En el fondo
actúa la fantasía de estar dentro del vientre
materno, representado simbólicamente por
los lugares cerrados.
claustrofobia (al. Klaustrophobie; fr.
claustrophobie; ingl. claustrophobia; it.
claustrofobia)
Miedo a los lugares cerrados o con mucha
gente, como elevadores, tiendas, vagones de
metro, cabinas telefónicas y demás. En algunos casos prevalece la sensación de sofocación y opresión, en otros la de ser encerrados
o aprisionados. La claustrofobia y las reacciones que a ésta se asocian remiten filogenéticamente a las respuestas de terror típicas de los
animales puestos en una situación en la que
no existe posibilidad de fuga. Desde el punto
de vista psicoanalítico, según O. Fenichel la
CLEPTOMANÍA / CLÍTORIS
claustrofobia puede ser interpretada como la
expresión deformada de un impulso sexual o
agresivo cuya manifestación directa está inhibida, o como un castigo dirigido a ese mismo
impulso.
BIBLIOGRAFÍA:
191
cliente
v. PSICOLOGÍA
ROGERIANA,
§ 2.
climaterio
v. MENSTRUACIÓN.
Fenichel, O. (1945).
clímax
cleptomanía (al. Kleptomanie; fr. cleptomanie; ingl. kleptomania; it. cleptomania)
Tendencia incontenible al robo, motivado no
por el deseo de adueñarse de objetos de valor
comercial y acumularlos, sino por una necesidad inconsciente que obtiene satisfacción en
el acto mismo de robar. En algunos casos la
cleptomanía tiene un carácter obsesivo, por lo
que el sujeto está sometido a un conflicto entre el impulso de robar y una tendencia igualmente fuerte que lo contrarreste, de modo
que así el robo provoca al mismo tiempo alivio y sentimiento de culpa; en otros casos, como en las personalidades psicópatas, que tienen un escaso sentido moral, el robo no parece producir cargos de conciencia. La cleptomanía se presenta con más frecuencia en las
mujeres y en los adolescentes. Para O. Fenichel consiste “en la apropiación de cosas que
dan la fuerza y el poder para combatir supuestos peligros, especialmente la pérdida de
la autoestima o del afecto. La formulación inconsciente es: ‘Si tú no me lo das, yo lo tomo’”
(1945: 415-416). Siempre según Fenichel, dependiendo de la fase del desarrollo libidinal
en la que el cleptómano tiene la mayor fijación, el objeto robado, como dispensador de
gratificación y seguridad, podrá representar
simbólicamente la leche, las heces, el pene;
esto explicaría por qué la cleptomanía aparece con mayor frecuencia en las mujeres y en
los muchachos, deseosos de apropiarse del
poder asociado con el órgano masculino. Según K. Abraham y F. Alexander, en cambio, la
cleptomanía se deriva de una frustración sufrida durante el período del amamantamiento
y consiste en una revancha por el rechazo del
seno por parte de la madre.
BIBLIOGRAFÍA:
Abraham, K. (1924); Adler, A.
(1912); Alexander, F. y H. Healy (1935); Fenichel,
O. (1945).
El término, que significa “punto más alto” o
“culminación”, se usa en ocasiones para indicar el punto culminante del orgasmo (v.).
clínica
v. PSICOLOGÍA
CLÍNICA.
clisis (al. Klisis; fr. clise; ingl. clisis; it.
clisi)
Término que utilizaron C.V. Monakow y R.
Morgue para indicar la energía psíquica de un
objeto instintivo con valor emotivo positivo,
en contraposición a eclisis, que indica la carga psíquica de un objeto con valor negativo.
BIBLIOGRAFÍA:
Monakow, C.V. y R. Morgue (1930).
clítoris (al. Klitoris; fr. clitoris; ingl. clitoris; it. clitoride)
Órgano del aparato genital femenino ubicado
en la zona anterior de la abertura vulvar. El
clítoris es una zona erógena, eréctil, capaz de
determinar, mediante la estimulación directa
o indirecta, un orgasmo, denominado clitoridiano que se diferencia en cualidad y en intensidad del vaginal y que es comparable al
orgasmo del pene, en cuanto utiliza las mismas vías sensoriales. Con la resolución del
complejo de Edipo tiene lugar, según Freud,
un desplazamiento del investimiento del clítoris hacia la vagina, acompañado por la
aceptación de una actitud pasivo-receptiva
por parte de la niña. El orgasmo clitorideano,
por lo tanto, debería ser completamente sustituido en la edad adulta por el vaginal, por lo
que las mujeres llamadas clitorídeas están
consideradas por el psicoanálisis como personalidades fálicas y masculinas, que escon-
192
CLOACA / CÓDIGO
den una envidia por el pene no resuelta y una
falta de aceptación de su propia feminidad. Esta tesis fue cuestionada en gran parte por las
sucesivas investigaciones neurofisiológicas (v.
orgasmo, § 1). Algunos psicoanalistas que retomaron este aspecto de la teoría freudiana,
como también muchos sexólogos, sostienen en
cambio que el orgasmo clitoridiano no excluye
necesariamente la capacidad del orgasmo vaginal, sino que puede ser complementario. Además, como subrayó K. Horney, el clítoris, produce un orgasmo interiorizado, determinando
una especie de retirada de la mujer en sí misma, mostrando también un carácter esencialmente femenino y pasivo, a diferencia del orgasmo masculino, que es exteriorizado.
lleva al niño a creer que los individuos de ambos sexos pueden dar a luz hijos. La teoría
cloacal es sostenida además por el interés que
las heces tienen en este período para el niño,
todavía libre de la inhibición y del disgusto, y
convencido de que el abdomen es un recipiente al que entra la comida y del que salen los
excrementos, por lo que el neonato se asocia
tanto con las heces como con la comida.
BIBLIOGRAFÍA:
Freud, S. (1908).
clonía (al. Muskelkrampf; fr. clone;
ingl. clonus; it. clono)
cocaína
v. DROGA, § 1.
Sucesión rápida de contracciones alternadas
de los flexores y de los extensores, que se observa en diferentes enfermedades del sistema
nervioso. La contracción clónica se distingue
de la tónica, caracterizada por rigidez muscular. En las convulsiones epilépticas (v. epilepsia) se verifica una alternación de contracciones clónicas y tónicas.
clitoridectomía
v. CIRCUNCISIÓN.
coacción
v. COMPULSIÓN
cloaca (al. Kloake; fr. cloaque; ingl. cloaca; it. cloaca)
cociente (al. Quotient; fr. quotient;
ingl. quotient; it. quioziente)
BIBLIOGRAFÍA:
Benedek, T.F. (1959-1966);
Deutsch, H. (1944-1945); Freud, S. (1905); Horney, K. (1939); Miller, J.B. (coord.) (1974).
Orificio del embrión en el que convergen las
vías digestiva, urinaria y genital. Mientras en
ciertos animales, como los reptiles y los pájaros, esta estructura perdura después del nacimiento, en el hombre, durante el segundo
mes de vida intrauterina, se forma una pared,
el espolón perineal, que separa el recto del seno urogenital, el cual se divide a su vez, en la
mujer, en orificio urinario y genital. En el ámbito psicoanalítico se habla de teoría cloacal
para referirse a una fantasía frecuente en los
niños según la cual los neonatos salen del
ano. Para S. Freud esta fantasía se deriva de
la ignorancia, por parte del niño, de la existencia de la vagina, por lo que “si el hijo crece
en el vientre de la madre y es sacado de ahí,
ello ocurrirá por la única vía posible: la abertura del intestino. Es preciso que el hijo sea
evacuado como un excremento, una deposición” (1908 [1976: 195]). Semejante concepto
Índice de medición. Entre los cocientes más
utilizados en psicología recordamos: el cociente de inteligencia (CI; v. inteligencia, § 2),
el cociente de inteligencia práctica (CIP; v.
Alexander, escala de), el cociente de desarrollo motor (CDM; v. Oseretzky, escala de), el
cociente de desarrollo psicomotor (CDPM; v.
Gesell, escala de), el cociente social (CS; v.
Vineland, escala de), y el cociente de acción
(CA; v. acción, § 3, f).
BIBLIOGRAFÍA:
Meili, R. (1955).
código (al. Kode; fr. code; ingl. code; it.
codice)
El término asume un valor diferente según la
disciplina.
COEXISTENCIA
193
1] SEMIÓTICA. Conjunto de reglas que establecen la relación que se instaura entre significante y significado, por lo tanto entre expresión utilizada y contenido al que se refiere (v.
lenguaje, § 1). U. Eco escribe al respecto. “Se
entiende por código una convención que establece las características de correlación entre
los elementos presentes de uno o más sistemas tomados como plano de la expresión y
los elementos ausentes de otro sistema (o de
más de un sistema correlacionados después
con el primero) tomados como plano del contenido. Esta convención establece también las
reglas de combinación entre los elementos del
sistema expresivo, de manera que sean capaces de corresponder a las combinaciones que
se desean expresar en el plano del contenido.
Se necesita además que los elementos correlacionados (y los sistemas en los que se inscriben) sean mutuamente independientes y en
principio utilizables en otras correlaciones.
Asimismo, que los elementos del contenido
sean expresables después también en una forma más analítica por medio de otras expresiones, llamadas las interpretantes de las primeras” (1975: 275).
comprensión a la que se puede llegar adoptando un criterio no lejano al que se utiliza
con los criptogramas de solución libre (v. lacaniana, teoría, § 4, 7). Para F. Fornari el
código es el elemento prescriptivo puesto para controlar la arbitrariedad del símbolo. La
capacidad de simbolizar, que permite la sustitución de una cosa por otra, es el elemento
distintivo que ha permitido al hombre una
relación con el ambiente que ya no se basa
en la necesidad, como en el mundo animal,
sino en la arbitrariedad. “Pero precisamente
porque es arbitrario –escribe Fornari– el
símbolo implica un código que lo reglamente: el código cultural [...]. En efecto, si cada
individuo quisiera, como hace el esquizofrénico, imponer a los demás su simbolización
privada, no existiría la posibilidad de una
simbolización efectiva, ya que cada una de
éstas tiene sentido dentro de una comunicación entre individuos que tienen intereses
comunes para representar indirectamente
cosas ausentes” (1976: 171-174).
2] PSICOANÁLISIS. Existen códigos colectivos
para la interpretación de las imágenes oníricas por lo que, por ejemplo, los objetos verticales se refieren al pene y los cóncavos a la
vagina, y códigos privados vinculados a la
biografía del sujeto que se pueden reconstruir por medio de una serie de deducciones
contextuales. En cada interpretación analítica subyace un requerimiento de código, un
código propio del ello que, desconocido para
el yo, se produce mediante reglas no diferentes de las de la retórica (v.), que dicen cómo
se establecen sustituciones (de la parte con el
todo, del efecto con la causa), desplazamientos (v.) y condensaciones (v.). El hecho de que no siempre se conozcan las correlaciones del inconsciente no significa que éste no esté estructurado de manera que produzca correlaciones. Lacan considera, por
ejemplo, que el código relaciona, mediante
cadenas connotativas, el universo de las representaciones con el de los afectos, tipos de
relaciones objetales con tipos de angustias.
Dichas correlaciones pueden evidenciarse
mediante un complejo sistema de reglas que
no excluye el error pero tampoco impide la
BIBLIOGRAFÍA:
3] GENÉTICA. Véase la voz correspondiente, §
1, b.
Bär, E. (1975); Eco, U. (1975);
Eco, U. (1978); Fornari, F. (1976); Freud, S.
(1899); Lacan, J. (1956); Thienemann-Thass, T.
(1967).
codón
v. GENÉTICA, § 1, b.
coexistencia (al. Mitdasein; fr. coexistence; ingl. coexistence; it. coesistenza)
Término que introdujo la fenomenología y
que utiliza el análisis existencial (v.) para indicar una estructura trascendental de la existencia humana que siempre y originariamente es una coexistencia. Escribe L. Binswanger:
“Estar-en-el-mundo significa siempre estaren-el-mundo con mis semejantes, estar junto
con las otras presencias (Mitdaseiende)” (1946:
23). La forma de “estar-con”, y por lo tanto de
coexistir, había sido analizada por M. Heidegger a partir de la noción de cuidado (Sorge),
por lo que el hombre tiene cuidado de las cosas (bersorgen), mientras que entre los hom-
194
COGNICIÓN
bres hay cuidado (fürsorgen). Este tener cuidado puede significar sustraer a los otros de
sus cuidados o ayudarlos a ser libres de asumir sus propios cuidados. En el primer caso
el hombre no se cuida tanto de los otros cuanto de las cosas que debe procurarles; en el segundo les ofrece a los otros la posibilidad de
encontrarse a sí mismos y de realizar el propio ser. La primera es la forma inauténtica de
la existencia como puro estar-juntos (Miteinandersein), la segunda es la forma auténtica,
el verdadero coexistir como estar-ahí-con (Mitdasein). La existencia se descubre, así, como
coexistencia originaria, y descubre el mundo
(Welt) como mundo-común (Mit-welt). Utilizando estas estructuras teóricas que permiten
asumir la coexistencia como una estructura
original que no se agrega a la existencia, porque es precisamente el principio constitutivo,
L. Binswanger, en la vertiente fenomenológica, y R.D. Laing, en la vertiente antipsiquiátrica, sustraen el análisis psicológico a la consideración del individuo tomado en su aislamiento y rescatan la psique de su reducción a
mero hecho interior donde se interrumpe su
esencial declinar en el mundo.
BIBLIOGRAFÍA.
Binswanger, L. (1946); Galimberti,
U. (1979); Heidegger, M. (1927); Laing, R.D.
(1959); Laing, R.D. (1967).
cognición (al. Kognition; fr. cognition;
ingl. cognition; it. cognizione)
Con este término nos referimos a las funciones que permiten al organismo reunir información relativa a su ambiente, almacenarla,
analizarla, valorarla, transformarla, para después utilizarla y actuar en el mundo circundante. En términos de objetivo la cognición
permite adaptar el comportamiento del organismo a las exigencias del ambiente o modificar el ambiente en función de las propias necesidades. El análisis de las funciones cognoscitivas (percepción, inteligencia, razonamiento, juicio, memoria a corto y largo plazo, representaciones internas, lenguaje, pensamiento, saber) puede efectuarse en el nivel estructural cuando se desean explicar las “características” del funcionamiento, o en el nivel dinámico cuando se quieren explicar las
“razones” de un cierto funcionamiento. En el
primer caso se adoptan métodos experimentales (v. psicología experimental), en el segundo métodos clínicos (v. psicología clínica) con fondo psicodinámico.
1] LAS FUNCIONES COGNOSCITIVAS. Bajo esta denominación se suelen abarcar las siguientes
actividades:
a] La percepción (v.) mediante la cual se
consigue un conocimiento directo de cierta
realidad presente frente a nosotros. La percepción es una actividad estructurante porque las numerosas estimulaciones que a cada
instante o en instantes inmediatamente sucesivos se llevan a cabo en los órganos de los
sentidos, a su vez conectados a la corteza cerebral (v.), no dan lugar a la percepción de
una multiplicidad de elementos, sino a un número limitado de objetos diferenciados más o
menos claramente de un fondo indiferenciado. En el desarrollo perceptivo se suelen distinguir los factores autóctonos de cercanía espacial o temporal, de semejanza formal o cromática, de permanencia en la dirección, de simetría y otros que clasificó M. Wertheimer (v.
psicología de la forma, § I, 2); la experiencia
pasada, que permite orientarse en lo “indistinto”, reconociendo unidades ya percibidas, como en el caso de una oración pronunciada sin
pausas o escrita sin signos de puntuación; la
orientación subjetiva, que destruye las estructuras formadas en la base de los factores autóctonos, para liberar a los elementos constitutivos que pueden ser utilizados después por
nuevas estructuras perceptivas, como la formación de conjuntos en diferentes niveles de
abstracción; las propiedades funcionales de los
objetos, percibidos no sólo por su espesor material sino por su función, que con frecuencia
manda a segundo plano la percepción de su
materialidad, como en el caso de un libro percibido más por su función que por su forma
material.
b] La representación (v.), que permite tener mentalmente presentes situaciones u objetos percibidos en algún momento pero en
ese instante ausentes. La estructuración representativa se da por grados caracterizados
por una fase en la cual las representaciones
son irreversibles, en el sentido de que el niño
logra pensar una cosa a la vez, y preoperatorias, porque se pasa de una a otra por pura
asociación o simple requerimiento; sigue una
fase en la cual las representaciones adquieren
COGNICIÓN
el carácter de la reversibilidad o de la operabilidad, que confieren a la realidad una organización estable que permite formular juicios
correctos y hacer previsiones incluso en situaciones diferentes a las experimentadas hasta
entonces; finalmente, una fase formal en la
que la representación lleva a la construcción
de una entidad no perceptible gracias a la
consolidación de las actividades específicas
de la inteligencia.
c] La inteligencia, que funciona en diferentes niveles de estructuración que le asignan
un objetivo a la actividad: semiótica (v.),
cuando el sujeto aprende a sustituir un objeto
o una actividad con un signo, un símbolo, una
señal (lenguaje, gestos), y a reconocer un objeto o una situación (significado) por algo que
la anuncia o la representa (significante); clasificación (v., § 3), cuando el sujeto reúne en
un “conjunto” algunos objetos que parecen
equivalentes respecto a una o más propiedades; seriación que, a diferencia de las clasificaciones, donde el acento se pone en lo que es
común, establece una comparación entre lo
que distingue a objetos en relación: tamaño,
calidad, peso; cuantificación, que opera una
síntesis entre clasificación y seriación, introduciendo la noción de número, que permite el
cálculo; abstracción, que permite un conocimiento del ambiente que ya no está ligado al
objeto o a la situación concreta, sino a una reconstrucción interna realizada gracias a las
operaciones formales, que son la deducción,
que predice un caso particular a partir de un
conocimiento general, la inducción, que infiere una situación general a partir de un hecho
particular, y la trasducción de una característica a otra. En el paso de un nivel al otro no
sólo se verifica un progreso adquisitivo de
ciertas capacidades de estructuración que antes no estaban presentes, sino también un
progreso en lo que se refiere al conjunto de
los conocimientos concretos cuya adquisición
va de la mano con la de las capacidades de estructuración que los hacen posibles. Este desarrollo está condicionado por tres factores:
1] la herencia y la madurez del sistema nervioso; 2] la acción del ambiente y de la cultura en el individuo; 3] la capacidad individual
del sujeto para reaccionar a la modificación del ambiente, adaptarse a éste e introducir las estrategias desarrolladas en el patrimonio de comportamientos de que dispone.
195
2] LOS ESTADIOS DEL DESARROLLO COGNOSCITIVO.
Los estudió J. Piaget, quien señaló cuatro:
a] Estadio perceptivo motriz (de 0 a 18 meses): el niño está dotado primero de unos pocos
esquemas de comportamiento innatos, como
succionar, aferrar –que Piaget llama “reflejos”–,
sin ninguna comprensión de su entorno o de la
forma de afrontarlo. En este período hay acciones repetidas sin ninguna finalidad y sin ningún interés por el efecto del comportamiento.
Hacia el duodécimo mes el niño comienza a
percibir objetos bien definidos y visibles y a utilizar otros objetos para eliminar a los primeros,
que asumieron el papel de obstáculo. En este
nivel la actividad estructurante es simple y se
da instaurando relaciones de orden dinámico
entre objetos perceptivamente presentes.
b] Estadio preoperativo (de 18 meses a 6
años): el niño comienza a servirse de esquemas
simbólicos que le permiten reunir operativamente, en una clase, objetos semejantes, no con
una operación abstracta, sino en la práctica y
en el uso cotidiano. Gracias a la progresiva adquisición de una actividad representativa es capaz de tener presentes mentalmente objetos
que formaron parte de una experiencia perceptiva previa, acontecimientos que ocurrieron
después, desde hace poco tiempo, y por último
anticipar acontecimientos que aún son lejanos
temporalmente. Junto al plano de la realidad
se desarrolla también el de la fantasía, como
continuación de la experiencia de la realidad o
como compensación de deseos que no se han
cumplido en la realidad. La actividad representativa tiene los caracteres de la irreversibilidad,
que no permite tener presentes dos fases diferentes de un proceso, sino “una cosa a la vez”,
con la imposibilidad para remontarse de la segunda a la primera, y de la preoperatividad,
porque cuando entre dos fases existe un nexo
éste es casual o está mezclado con elementos
fantásticos donde “una idea jala a la otra”. En
esta fase el niño no tiene una clara separación
entre realidad objetiva y realidad subjetiva, por
lo que es egocéntrico en el sentido de que cuando habla con los demás no tiene conciencia de
que éstos pueden tener puntos de vista diferentes a los suyos o pueden saber cosas distintas
de las que él sabe; es animista, con tendencia a
atribuir a los objetos características que son
suyas, como la conciencia o la intencionalidad,
con la consiguiente incapacidad para distinguir entre cosas animadas e inanimadas; y ar-
196
COGNICIÓN
tificialista, incapaz de diferenciar los objetos
naturales de los artificiales.
c] Estadio de las operaciones concretas (de 6
a 11 años). Se observa una diferenciación de
los niveles de la realidad objetiva y fantástica
con la consiguiente reducción del egocentrismo, del animismo y del artificialismo. Las explicaciones de los acontecimientos físicos en
función del propósito son remplazadas por
las causales porque el niño adquiere la reversibilidad (v., § 2) de los procesos, que permite remontar el acontecimiento a las condiciones que lo generaron. Esto se acompaña de la
representación mental de la secuencia de las
operaciones y de las acciones que intenta realizar, alcanzando progresivamente las nociones de inclusión en una clase, de seriación y
de separación. En este estadio Piaget demostró de modo experimental que el niño comienza a adquirir las relaciones espaciales en
términos de cantidad, distancia, longitud, superficie, peso, volumen, y las relaciones temporales en términos de duración, reconocida
de modo cuantitativo cualquiera que haya sido la experiencia subjetiva del tiempo transcurrido de manera placentera o aburrida.
d] Estadio de las operaciones formales (de 11
a 13 años). Se asiste a una consolidación de
las invariables espaciales y temporales que el
niño aprendió a conocer en los últimos años
del estadio preoperativo; aparece la capacidad de asumir como punto de partida de un
razonamiento situaciones que no tienen una
realidad perceptiva o que sólo son posibles,
con la consiguiente idoneidad para adoptar
en el razonamiento procedimientos deductivos
e inductivos; y, en fin, aparece la capacidad de
anticipar las primeras hipótesis científicas
mediante el aislamiento de las variables pertinentes de la demostración lógica, hasta la capacidad de reflexionar sobre los propios procesos de pensamiento, que Piaget considera la
quintaesencia del desarrollo cognoscitivo.
Por lo que se refiere a la contribución del
lenguaje que, respecto al desarrollo cognoscitivo, permite organizar primero el mundo percibido y después el mundo lógico en forma cada
vez más rigurosamente codificada, así como a
la diferencia entre la hipótesis de Piaget y la de
L.S. Vygotsky, para quien lenguaje y pensamiento tienen dos “raíces genéticas” diferentes,
por lo que el niño puede usar formas primitivas de lenguaje para comunicar estados fisioló-
gicos o emotivos, o para llamar la atención, sin
expresar un contenido preciso de pensamiento,
véase la voz lenguaje, 3.
3] LA DINÁMICA DEL DESARROLLO COGNOSCITIVO. El
paso de un estadio más simple a uno más complejo lo ilustró Piaget mediante la dialéctica
entre procesos de asimilación y procesos de
acomodación, mientras el desarrollo de conocimientos específicos se efectúa por medio de
la constitución de situaciones cognoscitivas
problemáticas.
a] La dialéctica asimilación-acomodación
prevé la intervención de dos mecanismos: la
asimilación, que es la incorporación de un nuevo objeto o idea en el esquema mental del que
dispone el sujeto, y la acomodación, que es la
tendencia a producir nuevos esquemas mentales para la integración de nuevos datos de la experiencia. De esta manera encontramos asimilación cuando la realidad o el problema se presenta en un nivel perceptivo, representativo o
intelectivo más complejo y articulado de como
lo había percibido, representado o entendido el
sujeto; existe acomodación cuando el sujeto
adopta un esquema nuevo porque el anterior se
revela insuficiente. Piaget habla de equilibramiento cuando los procesos de asimilación y
acomodamiento tienen una dinámica tal que el
sujeto, sea niño o adulto, está satisfecho de sus
propias experiencias cognoscitivas porque éstas la proporcionan explicaciones satisfactorias
y coherentes de lo que sucede alrededor de él.
b] La problematización se efectúa mediante
la ruptura del equilibrio, que puede ser espontánea, cuando el sujeto percibe una laguna o
una contradicción entre unos datos y otros;
provocada, cuando se demuestra que el problema es más complejo respecto a la solución
dada y considerada satisfactoria. En ambos
casos se crea una situación de desequilibrio y
de tensión que L. Festinger llamó disonancia
cognoscitiva (v.), que favorece las capacidades de estructuración o la adquisición de nuevos conocimientos para poder superarla.
4]
LAS CONDICIONES DEL DESARROLLO COGNOSCI-
TIVO.
Para favorecer el desarrollo cognoscitivo
intervienen diferentes factores que examinó
G. Petter, quien así los clasifica:
a] El crecimiento del niño se efectúa entre
adultos que presentan estructuras mentales más
complejas y conocimientos mayores, que cons-
COGNOSCITIVA TERAPIA / COGNOSCITIVISMO
197
tituyen un buen terreno de requerimientos para
la diferenciación de las estructuras mentales.
b] Además el niño está sometido a una educación intencional, orientada en forma psicológicamente adecuada, que estimula su deseo
de exploración y de conocimiento.
c] Tiene la posibilidad de desarrollar, a partir del primer año de vida, una rica actividad
imitativa que lo lleva a la adquisición de muchos esquemas mentales.
d] El juego de carácter simbólico lo entrena
para utilizar objetos como símbolos de otros
objetos no directamente presentes, favoreciendo la capacidad representativa y la evocación analítica de situaciones ya vividas.
e] La riqueza y la variedad de las relaciones
sociales con coetáneos y con adultos favorecen el desarrollo cognoscitivo mediante la
comparación entre la forma propia de enfrentar los problemas y la forma en que ve que los
enfrentan los demás.
f] La constatación de la discordancia entre
el juicio o la previsión, por un lado, y el resultado, por el otro, favorece el surgimiento de
situaciones problemáticas que llevan a una
corrección de las propias valoraciones.
g] Finalmente, el progresivo enriquecimiento
del lenguaje permite un análisis más detallado y
un grado de refinamiento en la percepción de lo
real que lleva a una diferenciación significativa
de los datos y su posible combinación. A estas
condiciones, que son cualitativamente homogéneas a la actividad cognoscitiva, se agregan las
que corresponden a la esfera afectiva, objeto de
estudio en la psicología dinámica (v.).
mayor parte de los individuos consideraría
una forma realista de pensar y de interpretar
la realidad. A.T. Beck, que es el mayor representante de la terapia cognoscitiva, considera
la depresión, por ejemplo, como una distorsión de lo que él llama la “tríada cognoscitiva”, que consiste en: 1] expectativas negativas
respecto al ambiente; 2] una opinión negativa
de sí; 3] expectativas negativas para el futuro,
por lo que, escribe Beck, “las experiencias de
vida del paciente activan los esquemas cognoscitivos que hablan del término de la pérdida.
Los diferentes fenómenos emotivos, motivacionales, del comportamiento y vegetativos de
la depresión se derivan de estas valoraciones
negativas de sí” (1976: 129). El objetivo de la
terapia cognoscitiva es de eliminar las distorsiones cognoscitivas para favorecer un tipo de
pensamiento más realista.
Afín a la terapia cognoscitiva es la terapia
racional-emotiva, según la cual en la base de
las diferentes formas psicopatológicas existe
en el sujeto una convicción irracional, como
por ejemplo la de tener que ser siempre amado y aprobado por los demás. También en este caso es necesario modificar la idea distorsionada con el método del “adiestramiento
para la autoinstrucción” que consiste en educar al paciente para que contraste por sí mismo sus propias convicciones distorsionadas
con juicios más apropiados.
BIBLIOGRAFÍA:
cognoscitivismo (al. Kognitivismus; fr.
cognitivisme; ingl. cognitivism; it. cognitivismo)
Bruner, J.S. (1973); Bruner, J.S. et al.
(1956); Dennet, D.C. (1978); Di Estefano G.
(coord.) (1973); Festinger, L. (1957); Gardner, H.
(1983); Gardner, H. (1985); Marsicano, S. (1991);
Minsky, M. (1986); Morin, E. (1986); Neisser, U.
(1967); Petter, G. (1972); Piaget, J. (1923); Piaget,
J. (1926); Piaget, J. (1936); Piaget, J. (1947); Piaget, J. (1953); Vygotsky, L.S. (1926); Vygotsky, L.S.
(1934); Vygotsky, L.S. (1934).
cognoscitiva, terapia (al. Kognitive Therapie; fr. thérapie cognitive; ingl. cognitive
therapy; it. terapia cognitivista)
Forma de psicoterapia centrada en las distorsiones del pensamiento respecto a lo que la
BIBLIOGRAFÍA:
Beck, A.T. (1967); Beck, A.T. (1976);
Guidano, V.F. y M.A. Reda (1980).
Corriente de la psicología contemporánea
que, en oposición al conductismo (v.), concibe la mente no como un receptor pasivo de
las informaciones que llegan de los estímulos ambientales, sino como un cerebro electrónico activo que continuamente verifica la
congruencia entre su proyecto de comportamiento y las condiciones objetivas existentes,
filtrando las informaciones y autocorrigiéndose, como sucede con los servomecanismos
de tipo cibernético. El cognoscitivismo, aparecido en los años sesenta con las investigaciones de U. Neisser, que hizo la primera for-
198
COGNOSCITIVISMO
mulación teórica en Psicología cognoscitiva
(1967), ha visto un florecimiento de las investigaciones con A. Collins, G.A. Miller, D. Norman, G. Mandler, D.E. Rumelhart, J.S. Bruner, para desembocar en un primer corpus
doctrinal con H. Gardner en La nueva ciencia
de la mente (1985) y con M. Minsky, La sociedad de la mente (1986), donde la postura cognoscitivista, que reconoce su deuda con la filosofía a partir del Menón de Platón hasta el
Tractatus logico-philosophicus de L. Wittgenstein, pasa por la psicología científica del siglo
XIX y del XX, la antropología (v.), sobre todo
por lo que se refiere al estudio de la mente de
los primitivos, la neuropsicología (v.), con
especial atención a los problemas de la localización (v.) y del holismo (v.), la informática
(v. información, teoría de la) y la cibernética (v.), para el estudio de la inteligencia artificial. A partir de estas premisas se puede
comprender cómo el cognoscitivismo no es
una escuela psicológica sino una orientación
que se remonta a las diferentes corrientes y
escuelas psicológicas, oponiéndose en especial al conductismo, del que rechaza la relación estímulo-respuesta, para sustituirla con
la hipótesis de que el organismo, lejos de ser
un receptor pasivo, funciona de manera activa y selectiva respecto a los estímulos ambientales, siguiendo un preciso proyecto de comportamiento.
Las influencias culturales reconocidas por
el cognoscitivismo son la psicología del acto,
que inició F. Brentano (v. acto, § 1) quien, en
polémica con las concepciones empiristas y
asociacionistas, sostenía una función constructiva y selectiva de la percepción y de
la memoria, en la base de la original intencionalidad de la conciencia; la informática y la cibernética que, además de ofrecer un lenguaje
nuevo a la psicología, ponen a su disposición
un modelo que permite concebir la mente como un sistema complejo capaz de elaborar informaciones y llevar a cabo elecciones entre
los elementos que entran (input), operando
una serie de transformaciones y de decisiones
hasta la salida (output), que dependen de la
elaboración cumplida, y no predeterminada
desde el principio por los estímulos ambientales, con las consiguientes respuestas por parte del sujeto. A la coordinación elemental estímulo-respuesta la sustituye el cognoscitivismo con la nueva unidad global denominada
TOTE (v.), por las iniciales de los términos ingleses test-operate, test-exit, o “plano de comportamiento”, según la cual el sujeto interactúa con el ambiente, no limitándose a recibir
pasivamente los requerimientos, como prevé
el conductismo, sino comprobando a intervalos de 500 µs, como lo demostraron las pruebas experimentales de M. Craik, la congruencia entre el propio plan de comportamiento y
las condiciones ambientales.
Además de las investigaciones realizadas
con programas para computadoras como simuladores de los procesos mentales superiores, el cognoscitivismo recuperó: 1] los métodos experimentales basados en la introspección que introdujo el elementarismo (v.) de
W. Wundt y de E.B. Titchener, considerados
por años, sobre todo por los conductistas,
científicamente inatendibles; 2] las técnicas
de medición de los tiempos de reacción, como
indicadores de las operaciones mentales subyacentes; 3] el análisis de los protocolos en los
que el sujeto relata verbalmente al experimentador lo que está haciendo mientras se ocupa
de una tarea; 4] las diferentes modalidades
con las que son descifrables: percepción (v.),
memoria (v.), atención (v.) estado de alerta
(v. conciencia, § 2), razonamiento, reinterpretado en la fórmula del problem solving (v.
problema), y sobre todo el lenguaje (v.) que
influye especialmente en la psicolingüística
(v. lingüística, § 3) que, después de la elaboración cognoscitivista de las enseñanzas de N.
Chomsky, desplazó su interés del mensaje lingüístico al usuario del mensaje; 5] la simulación (v., § 1) de procesos mentales superiores
por medio de programas de cómputo, mostrando por vía experimental que, a diferencia
de la computadora, la mente es capaz de resolver problemas incluso cuando las informaciones de que dispone están incompletas o
equivocadas, por lo que entre mente y computadora se pueden evidenciar relaciones de
analogía, pero no es posible pensar en una reducción de la una a la otra.
H. Gardner fijó en cinco puntos clave los límites y las perspectivas del cognoscitivismo.
1] Representación: “Ante todo está la convicción de que, al hablar de las actividades cognoscitivas humanas, es necesario hablar de
representaciones mentales y poner un nivel
de análisis por completo separado del nivel
biológico o neurológico, por un lado, y del so-
COHERENCIA
ciológico o cultural, por el otro” (1985: 18). La
razón está en el hecho de que la representación se encuentra en una posición intermedia
entre input y output, y como tal se presta al
estudio de las operaciones de unión, transformación, selección, elección del material representado. 2] Computadora: “La computadora elimina, en primer lugar la función de una
‘prueba de existencia’; si de una máquina fabricada por el hombre se puede decir que razona, que tiene objetivos, que es capaz de corregir su propio comportamiento, de transformar su propia información y cosas semejantes, sin duda los seres humanos merecemos
ser caracterizados de la misma manera”
(1985: 54). 3] Redimensionar las emociones:
“El tercer carácter de la ciencia cognoscitiva
es la decisión deliberada de poner entre paréntesis ciertos factores que pueden ser importantes para el funcionamiento cognoscitivo, pero cuya discusión complicaría hoy, sin
ninguna necesidad, la labor de la ciencia cognoscitiva. Entre ellos figura la influencia de
factores afectivos o emocionales, la contribución de factores históricos y culturales y la
función del contexto general en cuyas particulares acciones o pensamientos se verifican”
(1985: 18). 4] Interdisciplinaridad: “Actualmente la mayor parte de los científicos cognoscitivistas vienen de las filas de disciplinas
específicas, en especial filosofía, psicología,
inteligencia artificial, lingüística, antropología y neurociencias. Se espera que un día los
límites entre estas disciplinas puedan atenuarse o tal vez desaparecer completamente,
para que exista una sola ciencia cognoscitiva
unificada” (1985: 18-19). 5] La filosofía clásica:
para H. Gardner es la matriz de la ciencia
cognoscitiva: “Las discusiones de problemas
llevadas a cabo por los filósofos griegos, así
como las de sus sucesores del período iluminista, tienen un lugar relevante en muchas páginas de la bibliografía de la ciencia cognoscitiva. No pretendo decir con esto que tales problemas tradicionales hayan sido expresados
necesariamente en la mejor forma, ni que
puedan ser resueltos, sino más bien que sirven como lógico punto de partida para investigaciones en el campo de la ciencia cognoscitiva” (1985: 57).
BIBLIOGRAFÍA:
Anderson, J.R. (1980); Bara, B.G.
(1990); Bruner, J.S. (1983); Caramelli, N.
199
(coord.) (1983); Ceruti, M. (1989); Collins, A.
(1977); Dennet, D.C. (1978); Erdelyi, M.H.
(1985); Gardner, H. (1983); Gardner, H. (1985);
Lindsay, P.H. y D.A., Norman (1977); Mandler, G.
(1981); Miller, G.A. (1979); Miller, G.A., E. Galanter, y K.H. Pribram (1960); Minsky, M. (1986);
Morin, E. (1986); Neisser, U. (1967); Norman, D.
(1980); Rumelhart, D.E. y A. Summerfield
(coord.) (1977).
coherencia (al. Kohärenz; fr. cohérence; ingl. coherence; it. coerenza)
Llamada también congruencia, la coherencia
manifiesta la ausencia de contradicciones
dentro de un sistema, con la consiguiente
compatibilidad de las partes que lo componen. En psicología se habla de coherencia en
el nivel perceptivo, cuando mediante los “factores de coherencia”, como la proximidad espacial, la semejanza, la diferenciación figurafondo, es posible llegar desde una multiplicidad sin relación hasta una unidad (v. psicología de la forma, § I, 2), y en el nivel cognoscitivo, cuando se comprueba que cada individuo tiende a la compatibilidad entre sus opiniones y su comportamiento. Recordaremos a
este propósito: a] la teoría de la coherencia
cognoscitiva que elaboró L. Festinger, según la
cual los elementos cognoscitivos pueden ser
irrelevantes, consonantes o disonantes. En el
caso de la disonancia cognoscitiva (v.) el individuo reacciona cambiando sus opiniones o
modificando su comportamiento. La coherencia cognoscitiva incide en la toma de decisiones, en la exposición a las informaciones, en
la búsqueda del apoyo social y en la actuación
en condiciones de aceptación forzosa. Este último caso es especialmente relevante para la
promoción del cambio (v.) en personas obligadas a la aceptación forzosa que después
evolucionan en presencia de la disonancia
cognoscitiva que el consenso forzado produce. b] La teoría de los estados equilibrados de
F. Heider según la cual hay coherencia entre
unidades cognoscitivas y sentimientos negativos o positivos que se prueban en relación con
otras personas. Cuando el equilibrio se perturba por la adquisición de otras unidades
cognoscitivas existe una tendencia a volver al
equilibrio de los estados emotivos. Al mismo
principio de la coherencia se remiten el prin-
200
COHORTES, ANÁLISIS DE LAS / COLECCIONISMO
cipio de la congruencia, de C.E. Osgood y el
análisis de los actos comunicativos, de T.M.
Newcomb.
BIBLIOGRAFÍA:
Amerio, P., E. Bosotti y F. Amione
(1978); Festinger, L. (1957); Heider, F. (1958);
Newcomb, T.M. (1953); Osgood, C.E., et al.
(1957); Secord, P.F. y C.W. Backman (1961).
cohesión v. GRUPO § II, 3;
SOCIAL, § 4, a; MATRIMONIO.
PSICOLOGÍA
cohortes, análisis de las (al. Kohortenanalyse; fr. analyse des cohortes; ingl.
analysis of cohorts; it. analisi delle coorti)
Investigación transversal (v. longitudinaltransversal, investigación, § 2) de la variabilidad interindividual dentro de un grupo de individuos que tienen en común determinadas
constantes. En psicología nos ocupamos sobre
todo de la cohorte de nacimiento, con el fin de
evaluar las diferencias entre individuos nacidos
en el mismo intervalo de tiempo, como también
de las diferencias entre sujetos que tienen una
edad cronológica distinta y en los cuales las diferentes experiencias históricas vividas se revelan en diferencias típicas del comportamiento.
BIBLIOGRAFÍA:
Baltes, P.B., S.W. Cornelius y J.R.
Nesselroade (1978); Ryder, N.B. (1985).
coinema
Término que introdujo F. Fornari para indicar
“las unidades mínimas del significado afectivo,
entendidas como capacidad afectiva innata común a todo hombre” (1979: 16). La palabra, tomada del griego κοινο′ζ que significa “común”,
y de la que deriva también la palabra “comunicación”, es el homólogo, en el plano afectivo, de
lo que es fonema en el lingüístico. “El estatuto
psíquico de los síntomas neuróticos de los sueños y de los lapsus –escribe Fornari– pasa a través de la relación expresión-contenido, y por lo
tanto tiene, en definitiva, un estatus lingüístico.
Reconocer los síntomas, los sueños, los lapsus,
como si tuvieran un “significado”, como “expresión de un contenido”, y como favorecidos
por una “intención”, permitió a Freud aventu-
rarse en el campo del significado de los afectos,
es decir en el campo de la semiosis afectiva, desprendiendo el trastorno psíquico de la tradición
médica, para anclarlo en el lenguaje [...]. Partiendo de las invariables afectivas que presiden
el simbolismo onírico se llega a postular unidades elementales del significado afectivo, comparables a las unidades elementales sonoras
(fonemas) [...]. La teoría coinémica se propone
llegar a explicar hechos empíricos, y justamente el coeficiente de semiosis afectiva implícita
en cada frase [...]. Mediante la metapsicología
coinémica el psicoanálisis elabora una teoría
general de la semiosis afectiva como parte esencial de todo proceso de semiosis, en el sentido
de que cada proceso de significación se postula
como si siempre implicara también un significado de afectos regulado por códigos. Pero si la
significación de los afectos es inherente siempre al lenguaje humano, la clarificación de la
semiosis afectiva puede volverse propedéutica
en una teoría general de la estructura profunda
del lenguaje humano” (1979: 12-14; v. lenguaje, § 4, e). Por lo que se refiere a la relación entre coinema y producción artística, véase la voz
psicología del arte, § 2, e.
BIBLIOGRAFÍA:
Fornari, F. (1978); Fornari, F. (1978).
coito
v. CÓPULA.
coleccionismo (al. Sammlerung; fr. collectionnisme; ingl. collecting; it. collezionismo)
Tendencia a reunir, clasificar y catalogar por
una necesidad en ocasiones forzosa de orden y
de sistematicidad. La mayor parte de las veces,
en efecto, no es decisivo lo que se recoge, sino
la sistematización de lo reunido. Si en el niño
esta actividad favorece el conocimiento de los
objetos y las operaciones de comparación y
clasificación mediante analogías, diferencias y
escalas (v. cognición, § 1, c), en el adulto se interpreta como un síntoma vinculado al erotismo anal, con el cual se relaciona la necesidad
de control y de conservación. K. Abraham hace ver que esta sutil unión entre coleccionismo
y erotismo se percibe incluso en el lenguaje común: “Con refinada sensibilidad para estas co-
COLECTIVO
nexiones psicológicas, la lengua alemana llama
a quien no ahorra sacrificios para obtener el
objeto deseado Liebhaber (amador), y por lo
tanto lo asimila a quien corteja a una mujer. La
especie más marcada de ‘amador’ es el coleccionista” (1908: 208-209).
BIBLIOGRAFÍA:
Abraham, K. (1908); Jones, E.,
(1948).
colectiva, psicología
v. PSICOLOGÍA DE MASAS.
colectivo (al. Kollektiv; fr. collectif;
ingl. collective; it. collettivo)
Adjetivo sustantivado utilizado para indicar el
conjunto de las normas, valores y comportamientos más o menos compartidos y difundidos en un grupo social. En filosofía M. Heidegger distinguió, a partir de la forma colectiva de
vivir, la existencia auténtica de la inauténtica,
que no surge del colectivo sino que se atiene a
la “dictadura del sí” impersonal (v. autenticidad-inautenticidad). En antropología han hablado de representaciones colectivas É. Durkheim, a propósito de las representaciones que
definen valores, ideas y prácticas que establecen un orden social y facilitan la comunicación
entre los miembros del grupo (v. representación, § 3), y L. Lévy-Bruhl, al referirse a las representaciones “que son comunes a los miembros de un determinado grupo social, que se
transmiten de generación en generación, que
se imponen a los individuos y suscitan en ellos,
según los casos, sentimientos de respeto, de temor, de adoración, etc., por sus objetos” (1910:
32; v. antropología, § 2).
A partir de las representaciones colectivas de
Lévy-Bruhl, C.G. Jung, en el ámbito de la psicología analítica, llama “colectivo a todos aquellos contenidos psíquicos que no son algo característico de un solo individuo sino, simultáneamente, de muchos; es decir a una sociedad,
a un pueblo o a la humanidad” (1921 [1950:
490]). A partir de aquí Jung distingue, además
de una conciencia y un inconsciente personales, una conciencia y un inconsciente colectivos. La conciencia colectiva está constituida
por el conjunto de valores, normas, prejuicios,
costumbres y tradiciones de una colectividad
201
humana, como una civilización o un grupo
más restringido, al que el individuo se uniforma, más o menos conscientemente, orientando
sus propios comportamientos, opiniones, emociones, sobre la base de los principios compartidos. El inconsciente colectivo constituye una
especie de tanque en el que se deposita la experiencia acumulada de la especie humana en el
curso de la historia, por lo que, junto a los contenidos inconscientes personales, “hay –según
Jung– otros que no proceden de adquisiciones
personales, sino de la posibilidad heredada del
funcionar psíquico, esto es, de la estructura cerebral heredada. Son las conexiones mitológicas, los motivos e imágenes que en todo momento y donde quiera pueden reaparecer sin
tradición histórica ni migración previa” (1921
[1950: 533]; v. inconsciente, § 3, b y psicología analítica, § 3).
El proceso de individuación (v.) que Jung
indica como meta del desarrollo psicológico
consiste, entre otras cosas, en llevar a conciencia los contenidos colectivos para poderse
diferenciar; en efecto, “si tales contenidos
quedan inconscientes, el individuo, inconscientemente, está mezclado con otros individuos; en otras palabras, no está diferenciado,
no está individualizado” (1928: 222). La diferenciación (v.) de lo colectivo no se debe entender como una elección individualista que
se contrapone a las exigencias de la colectividad, sino como “un mejor y más completo
cumplimiento de los destinos colectivos del
hombre, ya que una adecuada consideración
de la singularidad del individuo favorece una
mejor prestación social de cuanto resulte si
tal singularidad es descuidada o reprimida.
La singularidad del individuo, en efecto, no
debe entenderse absolutamente como heterogeneidad de su sustancia o de sus partes, sino
más bien como una irrepetible combinación o
gradual diferenciación de funciones y facultades que en sí y por sí son universales” (1928:
173). En el inconsciente colectivo se pueden
encontrar los arquetipos (v.), definidos a veces como formas a priori de la imaginación
humana, y en otras ocasiones como contenidos imaginables comunes a la experiencia psíquica de la humanidad y que condicionan el
destino de la psique individual.
BIBLIOGRAFÍA:
Durkheim, É. (1898); Heidegger, M.
(1927); Jung, C.G. (1921); Jung, C.G. (1928);
202
CÓLERA / COLOR
Jung, C.G. (1934-1954); Lévy-Bruhl, L. (1910);
Lévy-Bruhl, L. (1922).
cólera (al. Zorn; fr. colère; ingl. anger;
it. collera)
Llamada también ira, la cólera, que debe distinguirse del odio (v.), es un estado emotivoafectivo caracterizado por una creciente excitación que se manifiesta de modo verbal y/o
motor y que puede culminar en comportamientos agresivos y destructivos en la confrontación con objetos, con otras personas, e
incluso con el individuo mismo. En los niños
hasta los 5 o 6 años las crisis de cólera son
bastante frecuentes y contituyen una forma
normal de oposición a los requerimientos y a
las prohibiciones de los padres, o un instrumento de chantaje afectivo hacia ellos. Después de la primera infancia la perduración de
las reacciones de cólera puede ser indicio
de la existencia de trastornos de carácter
afectivo. Según J. Breuer y S. Freud el aumento de la excitación que se verifica en la
cólera con frecuencia se compensa mediante
una descarga motriz, como por ejemplo un
discurso, una acción o el llanto. Mientras algunas de tales reacciones pueden provocar
un cambio de la situación, otras no tienen
ninguna utilidad más que la de restablecer el
equilibrio psíquico y hacer que la excitación
vuelva al nivel inicial. En los casos en que
sean inhibidos los comportamientos inmediatos de descarga motriz, escriben Breuer y
Freud, “transportamos la excitación de la cólera de la reacción adecuada a otra y nos sentimos aligerados cuando es consumida mediante alguna inervación motriz intensa”
(1892-1895 [1976: 213-214]).
BIBLIOGRAFÍA:
Freud, S. (1892-1895).
colitis ulcerosa (al. Colitis ulcerosa; fr.
colite ulcéreuse; ingl. ulcerative colitis;
it. colite ulcerosa)
Inflamación aguda o crónica, parcial o generalizada, del colon. Para determinar el trastorno
se han considerado factores alérgicos, genéticos, neurógenos, nutricionales, inmunológicos, infecciosos y psicosomáticos. Desde el
punto de vista psicológico se han subrayado las
peculiaridades simbióticas que caracterizan
las relaciones del paciente con una figura clave, que con frecuencia es la madre, respecto a
la cual desarrolla un sentimiento de extrema
dependencia y una necesidad incolmable de
atención y afecto. Cuando las condiciones de la
realidad no satisfacen esta necesidad, se manifiesta un índice de ansiedad intolerable que desencadena la situación somática.
BIBLIOGRAFÍA:
Alexander, F. (1950).
coloquio
v. ENTREVISTA
color (al. Farbe; fr. couleur; ingl. colour; it. colore)
Los colores se pueden definir desde un punto
de vista físico respecto a su naturaleza, fisiológico respecto a los procesos que permiten la
percepción y psicológico respecto a los significados emocionales y simbólicos que los diferentes colores adquieren en términos culturales e individuales.
1] PSICOFÍSICA DEL COLOR. Desde el punto de vista físico los colores son una especificación de
la energía radiante, más precisamente las diferentes longitudes de onda del espectro electromagnético, que varía de más o menos 380 a
750 mµ. Además de la longitud de la onda, llamada frecuencia, son importantes, para los fines de la visión, la intensidad, proporcionada
por la amplitud de onda, y la pureza, proporcionada por la composición espectral de la radiación. Respecto a los colores se hace referencia a tres atributos: a] la tonalidad, por la que
se distingue un amarillo de un naranja o de un
rojo. Esta característica es correlativa a una
determinada banda de longitud de onda, pero
se puede obtener también mediante fusión de
dos o más longitudes de onda diferentes. Las
tonalidades distinguibles por el ojo humano oscilan entre 200 y 250; b] la claridad o luminosidad, que proporciona la intensidad del estímulo luminoso, aunque se altera por variaciones
de la longitud de onda, por lo que, por ejemplo,
a igualdad de energía luminosa, los objetos verdes tienden a parecer de un gris más claro que
COLOR
los azules en la visión nocturna (efecto de Purkinje); c] la saturación, en la que se manifiesta
la presencia de la tonalidad, aunque no está
unida sólo a la homogeneidad de las radiaciones cromáticas sino que varía también con la
longitud de onda y con la intensidad.
Entre los numerosos modelos estereométricos ideados para representar de manera ordenada todas las impresiones cromáticas, tomando en consideración las tres principales
dimensiones fenoménicas –tonalidad, claridad y saturación–, recordamos: a] el triángulo
de los colores donde los diferentes grados de
saturación de un color pueden estar dispuestos para cubrir un área triangular cuya base
está constituida por la escala de la luminosidad. El modelo resulta triangular porque,
mientras la máxima saturación para cada color se tiene en correspondencia con una claridad media, la saturación disminuye progresivamente en presencia de un aumento o de
una disminución de la luminosidad, hasta que
el elemento cromático se anula cuando la claridad corresponde a la del blanco o a la del
negro; b] el cuadrado de los colores, que toma
este nombre porque las diferentes tonalidades
están ordenadas a lo largo de los lados de
un cuadrado ideal en cuyos vértices están los
cuatro colores fundamentales (rojo, amarillo,
verde, azul), mientras que en los lados se encuentran las tonalidades fenoménicamente
intermedias entre dos colores fundamentales
adyacentes. Siguiendo el mismo criterio, en
lugar de usar un cuadrado se puede utilizar el
círculo, como en el círculo de los colores de
Hering; c] el octaedro de los colores, llamado
también octaedro de Ebbinghaus, con forma
de doble pirámide cuyos vértices están unidos
por un haz central donde se colocan todas las
tonalidades acromáticas del blanco al negro.
La base común de las dos pirámides está
constituida por el cuadrado de los colores y
en los vértices están el rojo, el amarillo, el verde y el azul saturados al máximo. Ya que la saturación disminuye con el aumento y la reducción de la luminosidad, hacia arriba y hacia abajo se reduce también la distancia del
haz central de los grises.
2] FISIOLOGÍA DE LA VISIÓN DE LOS COLORES. De
las células retinales que actúan como fotorreceptores sólo los conos sirven en la visión
diurna, permitiendo ver a color y ver tanto los
203
acromáticos –el blanco, el negro y el gris intermedios– como los cromáticos –el rojo, el amarillo, el verde, el azul (v. visual, aparato, § 13). La investigación experimental todavía no
ofrece una explicación universalmente aceptada de la codificación cromática. Las hipótesis mejor acogidas son a] la teoría tricromática de Young-Helmholtz, que postula la existencia de tres tipos de conos, cada uno de los
cuales contiene un pigmento visual diferente
que, aunque reacciona a todas las longitudes
de onda, tiene una sensibilidad máxima para
una de las tres longitudes correspondientes al
rojo, al amarillo y al azul; b] la teoría cuatricromática de Hering-Müller conjetura también
la existencia de tres pigmentos ópticos pero
correspondientes a las parejas de colores
complementarios rojo-verde, amarillo-azul y
blanco-negro, que funcionarían de forma antagónica: a la asimilación de las sustancias visuales provocada por determinadas longitudes de onda correspondería la experiencia visual del verde, del azul y del negro, mientras
a la desasimilación de tales sustancias correspondería la experiencia del rojo, del amarillo
y del blanco. Además de estas dos teorías se
formularon otras con la intención de llegar a
un sistema único capaz de explicar todos los
fenómenos cromáticos normales y patológicos, pero ninguno de tales intentos resultó
hasta ahora plenamente satisfactorio.
3] TRASTORNOS EN LA VISIÓN DEL COLOR. La ceguera a los colores puede ser total y entonces
se habla de acromasia (llamada también
acromatopsia, acromatismo o monocromatismo), o bien parcial, y en este caso se distinguen la dicromasia (llamada también dicromatismo), en la cual dos de los pigmentos ópticos son eficientes mientras el tercero falta
por completo, y la tricromasia (llamada tricromatismo), en la que los tres pigmentos del
receptor están presentes en la retina, pero todos o uno de ellos con eficiencia fisiológica
baja.
Si se toma como referencia la teoría tricromática que prevé un primer pigmento (amarillo), un segundo (verde) y un tercero (azul), se
habla de discromatopsia, cuyas subespecies
son la protanomalía, la deuteranomalía y la tritanomalía para indicar que la sensibilidad a
los colores correspondientes es limitada; si en
cambio está ausente por completo se habla de
204
COLOR
anopsia, cuyas subespecies son la protanopia,
la deuteranopia y la tritanopia.
Si se parte de la teoría cuatricromática, se habla de dicromatismo, pues la experiencia cromática estaría limitada a sólo dos longitudes
de onda. Se distinguen dos tipos de dicromatismo: uno consiste en la ceguera al rojo-verde y
otro en la ceguera al amarillo-azul. El primero,
llamado también daltonismo por su descubridor, el químico J. Dalton (1766-1844), que lo
padecía, tiene como subespecies la protanopia,
una ceguera más acentuada al rojo, y la deuteranopia, más acentuada al verde. En ambos casos se está ante la presencia de una baja luminosidad de la porción del espectro que corresponde a la mayor longitud de onda de los dos
colores antagonistas, con la consiguiente incapacidad de distinguir el gris de lo que a la observación común aparece como rojo y verde.
La segunda forma de dicromatismo tiene como subespecie la tritanopia y la tetratanopia,
cuya ceguera se refiere a los colores antagonistas amarillo-azul, con la consiguiente incapacidad para distinguirlos del gris; esta forma también se llama xantocianopsia.
La ceguera a los colores es de origen hereditario; está determinada por un gen recesivo ligado al sexo, y ataca con mayor frecuencia a los hombres que a las mujeres. Se
conocen también cegueras al color adquiridas, determinadas por lesiones de diferente
naturaleza a los órganos del aparato visual
(v. agnosia, § 5), o de envenenamientos, como en el caso de la xantopsia, cuando todos
los objetos parecen pintados de amarillo después de ingerir fenacetina o santonina. Desde el punto de vista psicológico la ceguera a
los colores no da lugar a verdaderas perturbaciones, sino sólo a limitaciones en las actividades vinculadas a la percepción cromática. Las diferentes formas de ceguera a los colores y los errores de visión cromática pueden comprobarse por medio de pruebas de
discriminación, entre las que recordamos el
test de Ishihara, que consiste en tablas con figuras o números constituidos por manchas
puntiformes que se destacan en un fondo caracterizado por colores contrastantes elegidos de manera que la ceguera a los colores,
basándose en el defecto específico, no permite distinguir determinadas figuras, mientras
se destacan otras que escapan a la observación normal, y el test de Nagel, que consiste
en 16 tablas entre las que el sujeto que se somete al test debe aislar todas las que no contengan los colores que, basándose en el tipo
de dicromatopsia, no son vistos o son difícilmente distinguibles.
4]
LOS SIGNIFICANTES EMOTIVOS Y SIMBÓLICOS
DEL COLOR.
No obstante las diversas interpretaciones que se encuentran en las diferentes
culturas y épocas históricas, los colores representan, en toda área geográfica y en todo
nivel de conocimiento, una de las referencias
más significativas de la interpretación simbólica del mundo externo e interno. Para cada
cultura y para cada individuo cada color asume cierto significado y ejerce cierto efecto
vinculado a imágenes, contenidos, figuraciones, que el sujeto percibe aunque no conozca.
W. Kandinsky define el rojo “vivo, encendido,
inquieto”; su significado simbólico se une
fundamentalmente con el tema de la energía
vital. En el polo opuesto encontramos el azul
que J.W. Goethe define como “una nada excitante, una contradicción compuesta de excitación y paz”. El amarillo, siempre para Goethe, es “el color más próximo a la luz. El ojo se
alegra, el ánimo se tranquiliza: un calor inmediato nos envuelve”. El verde, escribe Kandinsky, “no se mueve en ninguna dirección y
no tiene ninguna nota de alegría, de tristeza,
de pasión, no desea nada, no aspira a nada.
Es un elemento inmóvil, satisfecho de sí, limitado en todas las direcciones.” El verde,
que resulta de la combinación de azul y amarillo, lo describió Goethe como un color estático y equilibrado; “ojo y ánimo reposan en
este compuesto como si se tratara de algo
simple. No se quiere y no se puede proceder
más allá.” Como síntesis de rojo y azul el violeta alude a la integración de los opuestos y
de las ambivalencias, el café se une a la tierra
y al carácter ancestral femenino y materno, el
gris –que Kandinsky define como “inmovilidad desolada”– resulta de la mezcla del blanco y del negro, sin ser ni uno ni otro. M. Lüscher escribe que “se distingue por las negaciones. No es ni colorido, ni claro, ni oscuro.
El gris es la nada de todo, su particularidad
es la neutralidad más completa.” El negro lo
proporciona la ausencia total de luz, y por
eso está unido a la oscuridad, al mundo de
las sombras, a la muerte. Kandinsky lo define
como “algo apagado, como un fuego consu-
COMER / CÓMICO
mido hasta el final, algo inerte como un cadáver que es insensible a todo lo que sucede a
su alrededor y que deja que todo siga su camino”. El blanco es la fusión de todos los colores del espectro, pues no contiene ningún
dominio que lo haga inclinarse hacia alguna
coloración; el blanco es símbolo de la pureza,
y por lo tanto de la inocencia y de la castidad.
Kandinsky lo define como “un silencio que
no está muerto, sino más bien rico de posibilidades, es una nada joven o, más exactamente, una nada anterior al principio, al nacimiento. Tal vez así sonaba la tierra en los
blancos períodos de la era glacial.”
En la experiencia perceptivo-emotiva los
colores con frecuencia se asocian con los sonidos, por lo que, por ejemplo, los sonidos
altos remiten generalmente a colores claros
y los sonidos bajos a colores oscuros; en algunos sujetos se verifican fenómenos de sinestesia (v.) de manera que, junto con la audición, perciben determinados colores. C.G.
Jung plantea la hipótesis de que la preferencia individual por determinados colores puede tener correspondencia con la función (v.,
§ 2, b) que caracteriza el tipo psicológico (v.
tipología, § 2), porque en su opinión el azul
corresponde al pensamiento, el rojo al sentimiento, el amarillo a la intuición y el verde a
la sensación. Por su lado R. Scholl y O. Kroh
señalaron que algunos individuos perciben
primero el color y otros la forma del objeto,
y establecieron que los primeros son tipos
vivaces, extrovertidos, afables y a veces superficiales y poco críticos, mientras que los
segundos son generalmente tímidos, reservados, ambiciosos, críticos y refractarios al
cambio. Existen algunos tests de personalidad, como el test de Lüscher o la pirámide
de Pfister, en los que la preferencia por un
color se asocia con determinados rasgos psicológicos.
BIBLIOGRAFÍA:
Anderson, M. (1985); Arnheim, R.
(1954); Arnheim, R. (1969); Bopst, H. (1962);
Boynton, R.M. (1979); Brusatin, M. (1983);
Goethe, J.W. (1808); Gombrich, E.H. (1982);
Helmholtz, H.L.F. von (1866); Hering, E.
(1920); Itten, J. (1979); Jung, C.G. (1921); Kandinsky, W. (1974); Kanizsa, G. (1980); Kast, W.
(1983); Kroh, O. (1929); Le Grand, Y. (1957);
Lüscher, M. (1976); Luzzato, L. y R. Pompas
(1969); Mac Nicol jr, E.F. (1964); Maffei, L. y L.
205
Mecacci (1979); Marletta, L. (1976); Mollon,
J.D. (1983); Navarro, F. (1985); Petter, G. y B.
Garau (1968); Pfister, M. (1981); Pierantoni, R.
(1982); Riedel I. (coord.) (1983); Sambursky, S.,
G. Scholem, H. Corbin, D. Zahan y T. Izutsu
(1973); Scholl, R. (1953); Schopenhauer, A.
(1851); Sedlmayr, H. (1979); Steiner, R. (1976);
Venturini, R., M. Lombardo Radice y M.G. Imperiali (1985); Widmann, C. (1988); Wittgenstein, L. (1977).
coma
v. CONCIENCIA, § 3, d.
comer (al. Essen; fr. manger; ingl. to
eat; it. mangiare)
Como práctica cotidiana para el sustento del
cuerpo, v. alimentación. Como fijación en
una fase del desarrollo psicosexual, v. oral.
Como fantasía de comer o de ser comido con
la única finalidad de introducir algo en el
propio cuerpo o de ser uno mismo con el
cuerpo de otro, v. incorporación. Como rechazo neurótico y prolongado de la ingestión
de alimento, v. anorexia. Como impulso irrefrenable por el alimento al que el sujeto responde con una hiperalimentación continua v.
bulimia, que tiene como consecuencia la
obesidad (v.).
comercio
v. PSICOLOGÍA
COMERCIAL.
cómico (al. Komisch; fr. comique; ingl.
comic; it. comico)
Adjetivo que se refiere a todo lo que provoca
risa (v.) como efecto de la resolución imprevista de una tensión o de un contraste. Aristóteles lo definió como aquello que brinca de lo
irrazonable o de la inconsecuencia lógica. Lo
cómico lo estudiaron I. Kant, quien lo definió como el efecto de “una espera que se resuelve en la nada”, y H. Bergson, para quien
lo cómico brota de la reificación del espíritu
que se verifica cada vez que el alma le saca la
delantera al cuerpo. Por su parte S. Freud
afirma que “nos parezca cómico lo que en
206
COMO SI
comparación con nosotros gasta un exceso
para sus operaciones corporales y en defecto
para sus operaciones anímicas, y no puede
desecharse que en los dos casos nuestra risa
exprese una superioridad, sentida como placentera, que nos adjudicamos con relación al
otro. Y cuando la proporción se invierte en
ambos, cuando el gasto somático del otro es
menor y hallamos su gasto anímico mayor
que el nuestro, ya no reímos: nos asombramos entonces, y admiramos” (1905 [1976:
186]).
De otra opinión es J. Baudrillard, para
quien la risa y lo cómico no son la expresión
de un ahorro, sino de una disolución del sentido, de una implosión. Se adhiere a la tesis de
Kant y dice que la comicidad nace cuando
“allí donde había algo, ya no hay nada… ni siquiera un inconsciente. Allí donde había una
finalidad cualquiera (incluso inconsciente) o
bien un valor (incluso suprimido), ya no hay
nada. El gozo es la hemorragia del valor, la disgregación del código, del logos represivo. En
lo cómico, el que se elimina es el imperativo
moral de los códigos institucionales (situaciones, funciones, personas sociables); en el Witz
es el imperativo moral del mismo principio
de identidad de las palabras y del sujeto lo
que se anula. Por nada. No para ‘expresar’ un
‘inconsciente’” (1976: 245). El placer de la
alusión, del chiste (v.), es para Baudrillard el
placer de la ambivalencia de los significados
que entran en cortocircuito entre sí, anulándose. Aquí el sentido no tiene importancia y
se constituye por el doble sentido, donde nada
se ahorra sino que todo se pierde con la risa.
No se ríe de la proliferación del sentido sino
de su reversibilidad, de su regreso hacia sí
mismo, que desencadena el no-sentido del
que se ríe como en un instante de liberación.
Nunca se ríe solo, porque la risa no tiene sentido si no es en el intercambio, que tiene todo
el carácter del intercambio simbólico, incluida la obligatoriedad. Guardarse un chiste es
absurdo, así como no reírse es ofensivo, pulveriza las sutiles leyes del intercambio. Si la
risa fuera un “ahorro psíquico”, como afirma
Freud, entonces, dice Braudrillard, cada uno
se reiría solo; si se ríe siempre con los otros es
porque es algo más que una economía inconsciente; existe la reciprocidad del intercambio en la anulación simbólica del valor y
del sentido.
BIBLIOGRAFÍA:
Aristóteles (1973); Baudrillard, J.
(1976); Bergson, H. (1900); Freud, S. (1905); Olbrechts-Tyteca, L. (1974); Sully, J. (1904).
comida
v. ALIMENTACIÓN;
MOTIVACIÓN,
§ 3.
como si (al. Als ob; fr. comme si; ingl.
as if; it. come se)
Expresión que introdujo H. Vaihinger para indicar que los principios y los conceptos adoptados por la ciencia son hipotéticos, con una
validez limitada a su utilidad práctica. En psicología clínica la expresión se utiliza en dos
acepciones: para indicar un tipo de conocimiento y un tipo de personalidad.
1] EPISTEMOLOGÍA . En este ámbito Freud
adopta la concepción de “como si” de Vaihinger para justificar su teoría del aparato psíquico (v.), que él mismo considera un esquema hipotético, al igual que todas las descripciones que en “la psicología sólo podemos
describir con ayuda de comparaciones. No es
algo particular de ella, también en otras ciencias e así (1926 [1976: 183]). Sobre este argumento vuelve K. Jaspers, para quien “Charcot
y Moebius notaron y, con base en esto, comprendieron, la coincidencia de la extensión
de los trastornos histéricos de la sensibilidad
y de la motricidad con los burdos y falsos
conceptos anatomofisiológicos que tiene el
enfermo. Pero en realidad no se pudo demostrar tal representación en los enfermos como
punto de partida del trastorno, sino que se
comprendió el trastorno como si (als ob) estuviera condicionado por un proceso consciente. Sigue siendo dudoso si en estos casos
se trata realmente de tal génesis, aunque falte la clarificación de los procesos psíquicos
que pasan inobservados pero son reales, o sólo de una sorprendente caracterización ficticia de dichos síntomas. Freud, quien describió una gran cantidad de fenómenos ‘comprendidos como sí’, compara su actividad
con la de un arqueólogo, que a partir de fragmentos interpreta una obra humana completa. La gran diferencia sólo radica en el hecho
que el arqueólogo interpreta lo que fue, mientras que en el ‘comprender como si’ es muy
COMPAÑERO IMAGINARIO / COMPARATIVISMO
dudosa la existencia real de eso que se comprendió” (1913-1959: 332).
2] CLÍNICA. En este ámbito se dice “como si” a
un tipo de personalidad clasificado entre las
formas marginales (v. marginal, síndrome, §
1), caracterizado por un débil contacto con el
mundo objetivo, ausencia de autenticidad
(v.), despersonalización (v. persona, 1) y desrealización (v.). Estos individuos, que algunos
autores definen como esquizoides (v.), muestran una afectividad aparentemente normal y
un buen contacto con el entorno cuando se encuentran en una condición de seguridad, pero
pierden el contacto con la realidad en el momento en que tal condición falta. “Los pacientes –afirma O. Fenichel– parecen normales
porque logran sustituir con ‘seudocontactos’ de
distintos tipos un contacto sentido y real con
las otras personas; se comportan ‘como si’ tuvieran una relación sentida con los demás.
Pueden estar rodeados por muchas personas y
participar en muchas actividades; pero no tienen verdaderos amigos” (1945: 500). Según H.
Deutsch lo que determina una personalidad
“como si” es una falta de síntesis de las diferentes identificaciones infantiles en una personalidad integrada, de manera que el individuo
adopta cualquier actitud que le parezca adecuada a las diversas situaciones, pero no se reconoce en ninguna de éstas. La autora sostiene
que los pacientes esquizofrénicos, antes de llegar al estadio agudo de delirio, atraviesan por
una fase de personalidad “como si”.
BIBLIOGRAFÍA:
Deutsch, H. (1934); Fenichel, O.
(1945); Freud, S. (1926); Jaspers, K. (1913-1959);
Vaihinger, H. (1911).
compañero imaginario (al. Einbildungsfreund; fr. camarade imaginaire;
ingl. imaginary companion; it. compagno immaginario)
Figura fantástica generalmente creada por niños solitarios que no tienen relaciones significativas con otros de su edad. Esta figura, a la
que se le atribuye un nombre, un aspecto físico, una personalidad y una historia, funciona
sobre todo como objeto de identificación o de
diversificación, satisfaciendo la necesidad del
niño de compartir sus experiencias.
207
comparación social (al. Sozialvergleich; fr. comparaison sociale; ingl. social comparison; it. confronto sociale)
Evaluación de las actitudes propias en relación
con las actitudes medias más difundidas en el
grupo de pertenencia. La comparación social,
decisiva para la construcción de la identidad
(v., § 1) y para los procesos sociales de integración (v., § 2), la estudió L. Festinger de acuerdo con las motivaciones que la promueven, como el deseo de parecerse a los demás y al mismo tiempo ser diferente, donde la diferencia se
pone en juego con los que se consideran superiores para adquirir experiencia e informaciones, y con los que se consideran inferiores para satisfacer el propio deseo de superioridad.
La comparación social es una de las bases para la comprobación de la propia consonancia o
disonancia cognoscitiva.
BIBLIOGRAFÍA:
Festinger, L. (1954); Festinger, L.
(1957); Tajfel, H. (coord.) (1982).
comparada, psicología
v. PSICOLOGÍA COMPARADA.
comparativismo (al. Komparativismus; fr. comparativisme; ingl. comparativism; it. comparativismo)
Método que introdujeron los antropólogos para clasificar los datos culturales de los diferentes pueblos basándose en las analogías obtenidas por la identificación de una serie de constantes que sirven como parámetros de comparación interculturales. La introducción de este
método se remonta al siglo XVIII, cuando se intentó reconstruir las condiciones de vida de los
hombres de la prehistoria comparándolas con
las de los pueblos primitivos que existían aún.
El mayor defensor de este método en el siglo
XIX fue E.B. Tylor, para quien “comparando
los diferentes estudios de la civilización entre
las razas históricamente notables, con ayuda de
la inferencia arqueológica, con los avances
de las tribus prehistóricas, parece posible establecer de manera aproximada la primera condición general del hombre, que desde nuestro
punto de vista debe considerarse como una
condición primitiva, cualquiera que sea el esta-
208
COMPASIÓN / COMPENSACIÓN
do más remoto que pueda haberla precedido”
(1871: 26). El método comparativo lo pusieron
en duda F. Boas y los antropólogos funcionalistas del siglo XX, quienes lo consideraron infundado y científicamente poco probable, por lo
que era preferible el particularismo histórico,
que se limita al estudio de una sola cultura para aclarar las causas que llevaron al desarrollo
de determinadas costumbres y a los procesos
psicológicos que se llevaron a cabo durante su
desarrollo. No obstante esta objeción, en 1937
el antropólogo G.P. Murdock creó un archivo
comparativo que contiene y relaciona algunos
rasgos relevantes de un gran número de culturas. Hoy este método ya no tiene un significado correlativo-sincrónico, sino simplemente
descriptivo de los ámbitos donde aparecen
analogías culturales. A este método se remontan las ciencias simbólicas (v. símbolo, § 4) para buscar identidad en culturas diferentes que
se desconocen entre sí, la psicología arquetípica (v. arquetipo, § 3), con la intención de demostrar la unicidad del inconsciente colectivo
en las diferentes formas de la existencia humana, la etnopsiquiatría (v. antropología, § 7) y
la psicología transcultural (v.).
BIBLIOGRAFÍA:
Boas, F. (1938); Hillman, J. (1979);
Jung, C.G. (1934-1954); Morgan, L.H. (1877);
Murdock, G.P. (1937); Tylor, E.B. (1871).
compasión (al. Mitleid; fr. compassion;
ingl. compassion; it. compassione)
Participación emotiva en el dolor de los demás
que se manifiesta mediante un sentimiento de
solidaridad en cuya base, para A. Schopenhauer, existe el conocimiento de la participación común en el carácter doloroso de la existencia. Este conocimiento es la primera vía de
liberación del engaño con el que la voluntad
irracional utiliza a los hombres para la consecución de sus fines, que se refieren a la economía de la especie y no a la de los individuos.
Para S. Freud, y para el psicoanálisis en general, la compasión es una forma de inhibición
utilizada en la economía psíquica para reprimir los elementos de crueldad presentes en las
pulsiones sexuales.
BIBLIOGRAFÍA:
(1819).
Freud, S. (1905); Schopenhauer, A.
compensación (al. Kompensation; fr.
compensation; ingl. compensation; it.
compensazione)
Mecanismo de autorregulación que tiende a
equilibrar las carencias de un sistema para
devolverlo a un estado de equilibrio.
1] PSICOLOGÍA DE LA PERCEPCIÓN. En el nivel
sensorial se habla de compensaciones a próposito de la intensificación de una o más funciones perceptivas que se verifican después de
la privación de un órgano de los sentidos, como en el caso del desarrollo y refinamiento de
la sensibilidad táctil y auditiva en las personas ciegas, donde la compensación no aparece en forma automática, sino mediante el
ejercicio.
2] PSICOLOGÍA INDIVIDUAL. A. Adler hizo del concepto de compensación el punto central de su
psicología: “En 1907, en un estudio de la inferioridad de los órganos (Studie über Minderwertigkeit der Organen), demostré que las anomalías constitucionales congénitas no se deben considerar únicamente como fenómenos
de degeneración, sino que pueden también dar
paso a un rendimiento y a un ‘hiperrendimiento’ compensatorio, así como a fenómenos importantísimos de correlación, a los que el rendimiento psíquico intensificado contribuye de
manera esencial. Este esfuerzo psíquico compensatorio se desarrolla con frecuencia para
poder superar las situaciones difíciles de la vida por nuevas vías, y parece lo bastante experto como para cumplir de manera maravillosa
con el fin de ocultar también un déficit percibido. La manera más común de esconder un
sentimiento de inferioridad nacido en la primera infancia consiste en la construcción de
una superestructura psíquica compensatoria,
que intenta, en el modus vivendi nervioso,
readquirir en la vida la superioridad y un punto de apoyo con disposiciones y seguridades
bien preparadas y en plena actividad” (1920:
37). Adler amplió el modelo de la compensación de la inferioridad del órgano a la inferioridad real o presunta, respecto a otras personas, de los modelos sociales o de los propios
ideales (v. inferioridad). Las reacciones compensatorias pueden darse en un ámbito diferente al de la deficiencia, o dentro del mismo,
como en los casos en los que el individuo está
impulsado a destacar precisamente en la acti-
COMPETENCIA
vidad que le procuraba mayores dificultades.
Los comportamientos compensatorios, además de no ser siempre adaptativos respecto a
la realidad y a las relaciones sociales, suelen
alcanzar un estado de equilibrio sólo aparente, porque no se resuelve la inferioridad de base que los determinó. Cuando la compensación se lleva más allá de la simple neutralización de la inferioridad de base, persiguiendo
una finalidad exagerada y de dominio de los
demás, Adler habla de sobrecompensación o
hipercompensación, que en el lenguaje freudiano corresponde a la formación reactiva (v.).
3] PSICOLOGÍA ANALÍTICA. C.G. Jung, no obstante reconocerle a Adler el mérito de haber introducido el concepto de compensación, prefiere el más general de autorregulación, porque “una teoría psicológica que quiera ser algo más que un simple apoyo técnico debe
fundarse en el principio de los contrarios, sin
el cual sólo podría reconstruir una psique
neuróticamente desequilibrada. No hay equilibrio y no hay sistema autorregulador sin el
término contrario. La psique es sin duda un
sistema dotado de autorregulación” (19171943: 62). A partir de esta premisa Jung conjetura que la compensación puede ser una
consecuencia del carácter autorregulador del
aparato psíquico mediante el cual el inconsciente equilibra la actitud de la conciencia, en
el sentido de que los contenidos excluidos de
ella, porque son extraños a su orientación
constituyen un contrapeso inconsciente, cuya
fuerza aumenta de manera proporcional a la
unilateralidad de la conciencia misma. “Normalmente –escribe Jung– la compensación
por obra del inconsciente no constituye un
contraste, sino un equilibramiento o una integración de la orientación consciente. El inconsciente, por ejemplo, suministra en los
sueños todos los contenidos dispersos respecto a la situación consciente que fueron inhibidos por obra de la selección efectuada por
la conciencia y cuyo conocimiento sería indispensable a la conciencia misma para los
fines de una actitud completa. [...] La terapia
analítica, por lo tanto, tiene la finalidad de
volver conscientes los contenidos inconscientes para restablecer de esta manera la compensación” (1921: 431). El mecanismo de la
compensación se manifiesta, según Jung,
también en la tipología (v., § 2) individual:
209
“un introvertido, junto o por debajo de su actitud consciente, tiene una actitud extrovertida, para él inconsciente, que compensa automáticamente la unilateralidad de la conciencia” (1921: 522). Gracias a los mecanismos de
compensación la psique logra alcanzar su
equilibrio (v., § 6).
4]
PSICOANÁLISIS.
Véase formación reactiva.
5] BIOENERGÉTICA. A. Lowen habla de compensación en relación con las contracciones, las
posturas, los movimientos que realiza el cuerpo para restablecer un equilibrio disminuido
después de la rigidez de una determinada parte del cuerpo, en la cual se concentra la conflictividad psíquica y se manifiesta en el nivel
somático.
6] PEDAGOGÍA. En este ámbito se introdujo el
concepto de educación compensatoria para los
procedimientos de enseñanza orientados hacia los niños que crecieron en condiciones de
privación económica, afectiva y cultural. En
estos casos, mediante técnicas que van desde
el condicionamento operante (v. aprendizaje,
§ I, 2) hasta métodos de asistencia y de enriquecimiento global, se procura proporcionar
un contexto más rico en estímulos que los ambiente educativos comunes, para suplir las carencias evolutivas de los niños desaventajados.
BIBLIOGRAFÍA;
Adler, A. (1907); Adler, A. (1920);
Bereiter, C. y S. Engelmann (1966); Frankenstein, C. (1970); Jung, C.G. (1917-1943); Jung,
C.G. (1921); Jung, C.G. (1928); Jung, C.G. (19451948); Lowen, A. (1958).
competencia (al. Wettstreit; fr. compétition; ingl. competition; it. competizione)
Relación de oposición entre dos o más individuos o grupos para el logro de la supremacía.
Según las motivaciones de quienes la llevan a
cabo, la competencia puede abarcar desde el
intercambio amistoso, como con frecuencia
sucede en el juego o en el deporte, hasta la
violencia y la destrucción. En ambos casos la
competencia proporciona información sobre
las características de los miembros del grupo
social, permitiendo establecer una estructura
jerárquica dentro del grupo mismo. Los estu-
210
COMPLEJO
dios de las competencias se sirven de los experimentos de la teoría de juegos, donde se analizan las estrategias individuales para maximizar los beneficios personales a expensas de
los demás.
En este contexto se aislaron algunas variables que parecen incidir con más intensidad en
la conducta competitiva o, viceversa, de colaboración, como por ejemplo el tipo de recompensa, el comportamiento de la colaboración o
competencia por parte de los “adversarios” y la
posibilidad de comunicarse entre ellos. Para
la orientación psicoanalítica la adopción de
una actitud o de un comportamiento competitivo respecto a los demás, de la que el individuo no siempre está consciente, con frecuencia
está motivada por sentimientos insconscientes
de inferioridad que el sujeto trata de compensar mediante el logro de resultados exteriores.
BIBLIOGRAFÍA:
Freud, A. (1936); Passingham, R.
(1981).
complejo (al. Komplex; fr. complexe;
ingl. complex; it. complesso)
Término que introdujo en psiquiatría C.G.
Jung para indicar un conjunto estructurado
y activo de representaciones, pensamientos y
recuerdos, en parte o del todo inconscientes,
dotados de una fuerte carga afectiva. El término ya lo había utilizado S. Freud en los Estudios sobre la histeria, en 1892-1895, pero es
el mismo Freud quien reconoce que el psicoanálisis le debe el término a la escuela de Zúrich de E. Bleuler y Jung.
1] LA “PSICOLOGÍA COMPLEJA” Y LOS TESTS ASOCIATIVOS. Jung había llegado a la identificación
de los complejos mediante experimentos asociativos (v. asociación, § 5), en los que “una
sola palabra, un gesto que golpeó la herida,
revela el comportamiento al acecho en el fondo del alma” (1907: 59). Por “complejo”, que
Jung nomina “complejo de tonalidad afectiva”, el psicólogo de Zúrich entiende una masa
de representaciones caracterizada por una tonalidad afectiva que, cuando es dolorosa, causa un retardo en las respuestas al test asociativo. Este retardo significa para Jung que la
palabra estímulo tocó un “complejo”, es decir
“algunas representaciones, vinculadas entre sí
según las diferentes leyes de la asociación (semejanza, coexistencia, etc.), y seleccionadas y
agrupadas en conjuntos más grandes por un
afecto” (1907: 48). Al llegar a la conclusión de
que la psique es un conjunto de complejos,
Jung pensó definir inicialmente su teoría como psicología compleja (komplexen Psychologie), denominación que abandonó en 1929
cuando escribió: “Prefiero dar a mis teorías el
nombre de ‘psicología analítica’, entendiendo
con esta expresión un concepto general que
abarca ‘psicoanálisis’, ‘psicología individual’ y
otras tendencias en el ámbito de la ‘psicología
compleja’” (1929: 63).
2] EL COMPLEJO AUTÓNOMO DEL YO. Para Jung
también el yo es un complejo (v. yo, § 3) que,
cuando entra en relación con otros, puede dar
paso a una situación conflictiva o a una identificación del yo con el complejo (v. inflación) o a un atropello del yo por parte del
complejo con las consiguientes manifestaciones psicóticas. A este próposito Jung escribe:
“En el sujeto normal el complejo del yo es la
instancia psíquica suprema: con este término
entendemos la masa de representaciones del
yo, que imaginamos acompañada por el potente y siempre vivo tono afectivo del propio
cuerpo. El tono afectivo es un estado afectivo
que se acompaña de inervaciones somáticas.
El yo es la expresión psicológica del conjunto
íntimamente asociado de todas las sensaciones somáticas. La personalidad del sujeto, por
lo tanto, es el complejo más sólido y más fuerte y (si hay salud) se impone por encima de todas las tempestades psicológicas. De esto se
deriva que las representaciones que se refieren directamente a la propia persona son
siempre las más estables e interesantes”
(1907: 48).
3] LOS COMPLEJOS INCONSCIENTES. Los demás
complejos los define Jung como “fragmentos
psíquicos que deben su escisión a influjos
traumáticos o a ciertas tendencias incompatibles. Los complejos, como lo demuestra la
experiencia de la asociación, interfieren con
la intención de la voluntad y alteran la actividad de la conciencia; provocan trastornos de
la memoria y bloqueos en el proceso de asociación; afloran y desaparecen obedeciendo
su propia ley; obsesionan temporalmente la
conciencia, o bien influyen de modo incons-
COMPLEMENTARIEDAD
ciente en la palabra y la acción. Por lo tanto
se comportan como seres autónomos, y esto
es especialmente evidente en los estados
anormales. En las voces de los alienados asumen incluso un carácter de yo personal, análogo al de los espíritus que se anuncian mediante escritura automática y técnicas por el
estilo. Una intensificación del fenómeno de
los complejos conduce a estados morbosos,
los cuales no son otra cosa que escisiones
más o menos extensas o múltiples, en las que
cada fragmento conserva una vida propia e
insuprimible” (1937: 139-140). El complejo
está ligado a la especificidad de la experiencia del sujeto y como tal pertenece al inconsciente personal, incluso cuando se introduce
en las predisposiciones universales o arquetipos (v.) que Jung coloca en el inconsciente
colectivo.
4] COMPLEJO Y DISOCIACIÓN. Jung descubre una
relación entre la activación de los complejos y
la disociación de la personalidad (v. escisión,
§ I, 2), debida al hecho de que el complejo inconsciente actúa como una personalidad parcial que escapa al control del complejo autónomo del yo. Con esto se confirma que cada
uno de nosotros no es una individualidad, sino una multitud de complejos o personalidades parciales que están más o menos bajo el
control del complejo autónomo del yo: “Hoy
en día –escribe Jung– todos saben que la gente ‘tiene complejos’. Lo que no es igualmente
bien conocido, pese a ser más importante desde el punto de vista teórico, es que los complejos nos poseen. Pero ni siquiera la más simple
formulación de la psicología compleja puede
evitar el hecho impresionante de su autonomía, y cuanto más profundamente se penetra
en su naturaleza –podría casi decir en su biología– más claramente revelan su carácter de
psique despedazada” (1934: 114). En esta concepción de los complejos se decide la diferente visión que tienen del análisis Freud y Jung.
Freud, que considera al complejo en sí mismo
como un nudo que impide la libre circulación
de la energía, se dispone a desbaratarlo (en
griego αναλυ
’
′ω, de donde viene la palabra
“análisis”); Jung, impresionado por la autonomía de los complejos y de su independencia
del yo, teoriza un trabajo analítico que los
vincule entre sí y con el yo para alcanzar el
dominio de sí mismo.
211
5] LÍMITES DE USO DE LA PALABRA “COMPLEJO”. El
término, que encontró gran favor en el lenguaje común, se mantiene sólo en la psicología junguiana porque Freud, después de definirlo en una carta a E. Jones como “un concepto teórico poco satisfactorio”, y en otra
carta a S. Ferenczi como “una mitología junguiana”, escribe que “la palabra ‘complejo’
terminó cómodo y muchas veces indispensable
para la síntesis descriptiva de hechos psicológicos, ha adquirido carta de ciudadanía en el psicoanálisis. Ningún otro de los nombres y designaciones que el psicoanálisis debió inventar para sus necesidades ha alcanzado una popularidad tan grande ni ha sido objeto de un empleo
tan abusivo en perjuicio de formaciones conceptuales más precisas” (1914 [1976: 28]). Después de esta precisión Freud mantuvo el término sólo a propósito del complejo de Edipo (v.)
que, más que un complejo, designa la estructura fundamental de las relaciones interpersonales; también el uso de la expresión “complejo
de castración” forma parte de la dinámica del
complejo de Edipo. En cambio “complejo
de inferioridad” (v.) es una denominación adleriana, en la que el término “complejo” tiene
un significado genérico, como lo tiene en las diferentes especificaciones con las que se le encuentra en la literatura psicoanalítica.
BIBLIOGRAFÍA:
Adler, A. (1920); Bleuler, E. (19111960); Freud, S. (1906); Freud, S. (1914); Jung,
C.G. (1904); Jung, C.G. (1907); Jung, C.G. (1929);
Jung, C.G. (1934); Jung, C.G. (1937); Wolff, T.
(1935).
complementariedad (Al. Komplementarität; fr. complementarité; ingl. complementarity; it. complementarietà)
Funcionalidad de las partes en una relación
recíproca. El término se utiliza en:
1] PSICOLOGÍA SOCIAL. Se habla de complementariedad: a] a propósito de la pareja (v.), cuando
un miembro tiene lo que al otro le falta. Esta relación se distingue de la simétrica, en la que un
miembro de la pareja es el espejo del otro.
Cuando en una relación dual los miembros pretenden una relación que sea al mismo tiempo
simétrica y complementaria, se establece una
relación de doble vínculo (v.), caracterizada
212
COMPLETAR / COMPORTAMIENTO
por señales incongruentes y contradictorias;
b] dentro del grupo, donde la complementaridad, según la expresión de N.W. Ackerman, se
ordena en una “forma minus”, que se manifiesta en la neutralización de los efectos desintegradores provocados por los conflictos, y
en una “forma plus”, en la que se crean las
condiciones para un crecimiento ulterior del
grupo y de cada uno de los miembros que lo
integran; c] en la relación individuo-sociedad,
donde las instancias individuales que contrastan con las reglas sociales producen los procesos de acomodación que están en la base de la
dinámica social.
2] PSICOLOGÍA DE LO PROFUNDO. En este ámbito se
habla de complementaridad: a] en psicoanálisis,
a próposito de la tendencia de las pulsiones de
meta activa a asociarse con las pulsiones antitéticas de meta pasiva (como el comer y el ser comido) típico de la edad infantil (v. pulsión, § 1
f); b] en psicología analítica, donde C.G. Jung
habla de la complementariedad de consciencia
e inconsciente, cuyas funciones tienden a compensarse mutuamente (v. compensación, § 3).
BIBLIOGRAFÍA:
Ackerman, N. W. (1962); Eisenstein, V.W. (1956); Freud, S. (1905); Jung, C.G.
(1947-1954)
completar (al. Ergänzung; fr. complètement; ingl. completion; it. completamento)
Tendencia del sujeto a suplir las lagunas de
estímulos insuficientes en la producción de
sentido. El fenómeno es especialmente evidente en la percepción visual, donde intervienen factores que estructuran el campo, como
el cierre, la inclusión, la buena forma (v. psicología de la forma, § I, II). También existen
tests de completar en los que se invita al sujeto a rellenar las partes faltantes en secuencias
figurativas, expresivas, numéricas o en narraciones a las que le falta la conclusión, con el
fin de probar las capacidades perceptivas, intelectuales y creativas del sujeto, además de
sus rasgos patológicos y sus problemáticas
profundas. En el test de inteligencia Wechsler-Belleveu (v.) y en el método de los cuentos de Düss (v. cuento) se incluyen pruebas
de completar.
complicación, experimento de (al.
Komplikationsversuch; fr. essai de complication; ingl. complication experiment;
it. esperimento di complicazione)
Experimento que consiste en hacer que un sujeto registre la posición de las manecillas del
reloj en el momento en el que éste emite una
señal acústica. Según adónde se dirija la atención, si hacia el sonido o hacia las manecillas,
el registro será diferente. Este experimento
ofrece una demostración de la ley de la primera entrada, según la cual de dos estímulos simultáneos se percibe primero aquel sobre el
que se concentra la atención.
comportamiento (al. Verhalten; fr.
comportement; ingl. behaviour; it. comportamento)
Conjunto estable de acciones y reacciones de
un organismo frente a un estímulo proveniente del ambiente externo (estímulo) o del interior del organismo mismo (motivación). El
término lo introdujo en el ámbito científico,
en 1913, J.B. Watson, quien con la intención
de hacer de la psicología “una rama experimental objetiva de las ciencias naturales” afirmó que esa disciplina tiene como único objeto de estudio las manifestaciones directamente observables del organismo, y como objetivo
el control de la conducta. Son parte constitutiva del comportamiento las relaciones espaciales, porque el comportamiento es una mediación entre un espacio interno y un espacio
externo, organizados en un sistema cuya consistencia está decidida por la “no contradicción”; las relaciones temporales que se reúnen
alrededor de la memoria, sin las cuales el
comportamiento no asume una forma de continuidad, y respecto a las cuales realiza una
labor de reorganización, revelándose por
un lado como efecto de la memoria y por el
otro como causa de transformación; las relaciones de conocimiento, ya que, al ser un fenómeno observable, el comportamiento queda incluido en la relación observador y observado, dándole al que observa la tarea de definir la causa del comportamiento observado
(que puede ser interna o externa) y el comportamiento normal del sistema observado, es
decir un comportamiento de acuerdo con su
COMPORTAMIENTO
observación. Como fenómeno multivariado,
la conducta se estudió en diferentes niveles.
1] LAS BASES GENÉTICAS DEL COMPORTAMIENTO.
El procedimiento más común para comprobar si existe una información genética encargada de controlar determinado carácter es recorrer un camino al revés, remontándose del
fenotipo al genotipo (v. genética, § 3), es decir de la expresión final a la información inicial. Cuando este itinerario se puede trazar,
los datos relativos a cierto tipo de conducta se
determinan en familias isógenas y en los descendientes por cruzamiento entre las mismas.
Aplicando después técnicas biométricas especiales para comparar los resultados obtenidos
en los diferentes grupos experimentales se deduce si –y en qué medida– el tipo de comportamiento en estudio está controlado genéticamente. Entre los métodos más utilizados recordamos: a] la selección direccional, por la
que se eligen los fenotipos polares de la distribución observada respecto a determinada
conducta y se continúa dentro de cada una de
las clases el cruzamiento a lo largo de varias
generaciones. Si el carácter está genéticamente controlado se espera una respuesta a tal
proceso de selección y se inducen algunas propiedades del genotipo; b] el método gemelar en
el cual, con el análisis de la diferencia de concordancia o correlación entre gemelos homocigotos y heterocigotos, se intenta comprobar
la existencia de un control genético; c] el control de los cariotipos aberrantes considerados
responsables de las alteraciones del comportamiento; d] el análisis de los mutantes metabólicos en los que, además de cuadros clínicos
específicos y bien definidos, se encuentran
asociadas alteraciones de la conducta; e] el
coeficiente hereditario, un índice global que
permite afirmar la existencia y la intensidad
del control genético de tipo aditivo.
El control genético se efectúa hoy en tres direcciones: a] los procesos sensoriales y perceptivos a partir de las diferencias individuales en el
sentido del gusto, con la consiguiente variación
del comportamiento en la elección de los alimentos; en la capacidad visual, con influencia
notable en las características intelectuales y en
la personalidad; b] los procesos de respuesta decididos por los caracteres neurofisiológicos
que manifiestan el estado de actividad funcional del sistema nervioso central. Entre éstos
213
merece atención el electroencefalograma, que
registra las modificaciones, generalmente rítmicas, del potencial eléctrico de la corteza con
lo que se constata que cada persona tiene su
electroencefalograma, cuya diferencia se refleja en los procesos de respuesta. Lo mismo ocurre con la habilidad motriz con la que se expresa la actividad nerviosa. De ésta dependen destreza, agilidad, estabilidad de los movimientos
y, por lo tanto, actitudes y predisposiciones para determinados deportes y trabajos; c] las capacidades intelectuales, cuya dependencia del
patrimonio genético está probada, de las que
también dependen los diferentes elementos o
habilidades en los que se puede determinar la
inteligencia con las variaciones de un individuo a otro. El análisis de los mecanismos moleculares de la memoria y del aprendizaje demostró el control genético de estos dos factores
decisivos para la calidad de la conducta. Lo
mismo puede decirse de las uniones sinápticas,
en las que se establecen las modificaciones que
dan origen al complejo fenómeno de la memoria que implica el registro de una determinada
información seguida del almacenamiento, evocación y ulterior manipulación de su uso. Se
debe tener presente, en fin, que los genes, además de un modo, tienen un tiempo de acción, a
lo que tal vez pueda imputarse la variabilidad
observada en la expresión del comportamiento
con una base genética idéntica.
La contribución que hasta ahora hizo la genética para la comprensión de los mecanismos biológicos subyacentes en el comportamiento humano es muy modesta y la complejidad aumenta al avanzar en la escala biológica, hasta volverse casi laberíntica en el hombre. Todavía es necesario aclarar las múltiples
interrelaciones que existen dentro de la misma estructura genética, donde las unidades
de información tienen una tipología funcional
no casual, y tener una visión de las relaciones
entre tales unidades con los efectores sobre
los que actúan como estimuladores e inhibidores y con las fuerzas que constituyen el ambiente en el que éstos actúan.
2]
LAS BASES NEUROFISIOLÓGICAS DEL COMPORTA-
MIENTO.
En este ámbito se pudo establecer
que nuestros comportamientos dependen de
las estimulaciones nerviosas de los receptores
sensoriales transmitidas al cerebro. J. Barbizet y P. Duizabo refieren que registrando en
214
COMPORTAMIENTO
las regiones subcorticales y corticales los potenciales evocados por tales estimulaciones se
pudieron comprobar la dirección, el objetivo
y las vías colaterales de las proyecciones, y obtener respuestas motrices, sensoriales y afectivas con la estimulación de las neuronas que
son excitadas. Además de la especificidad de
las vías, que de la periferia conducen a la corteza las informaciones que provienen del
mundo externo, se pudo comprobar la especificidad topográfica de las neuronas, que permite determinar áreas motrices, somatoestésicas, auditivas, visuales y olfatorias. Partiendo de estas premisas las investigaciones se
orientaron, con I.P. Pavlov, hacia los reflejos
nerviosos, entendidos como unidades fisiológicas o funcionales del sistema nervioso, donde el estímulo externo provoca un movimiento involuntario preciso y fijo bajo la forma de
un mecanismo de causalidad linear. El reflejo
se interpreta como una adaptación de comportamiento innato, pero ya que cada neurona receptora está conectada potencialmente
con neuronas de diferentes posiciones del sistema nervioso central que pueden influirse
una a la otra, es posible que se establezcan reflejos condicionados que se supone representan la base de todo el aprendizaje (v., § I).
Naturalmente, el estudio de la actividad refleja sigue teniendo una notable importancia en
el debate innato/adquirido (v. innatismo),
aunque sea difícil decidir dónde termina el
comportamiento involuntario y dónde comienza el voluntario.
Siempre con bases fisiológicas, es posible
interpretar el comportamiento sobre el principio de la homeostasis (v.), que es la capacidad de autorregulación orientada a mantener la integridad de las estructuras y de las
funciones del organismo. Sometido al principio de la homeostasis el comportamiento se
organiza entre dos polos: el placer y el displacer. El comportamiento que restaura la homeostasis, y por lo tanto el bienestar, es gratificado con el placer, mientras la ruptura de
la homeostasis se une al displacer. El eje placer/displacer orienta los dos esquemas de
comportamiento fundamentales: dirigirse hacia el estímulo o dirigirse en sentido contrario
al que corresponde, en el plano cognoscitivo,
la pareja afirmación/negación. Estos esquemas de oposición condicionan los demás
comportamientos.
3]
LAS APORTACIONES DE LA NEUROPSICOLOGÍA EN
LA INTERPRETACIÓN DEL COMPORTAMIENTO.
En este ámbito se comprobó que el comportamiento es un proceso dinámico que, en el nivel cerebral, permite la comparación entre los datos relativos a una situación y las huellas
mnésicas (v. engrama) que constituyen el soporte de las experiencias pasadas. Éstas pueden ser adquisiciones instrumentales, como el
conocimiento del propio cuerpo y, mediante
éste, del ambiente en el que se vive, o bases
para experiencias más elaboradas, como conceptos, criterios de acciones, de aceptación o
de rechazo que permiten programas, elecciones, respuestas apropiadas a las situaciones,
con una significativa movilidad del comportamiento según las circunstancias. Además de
estas habilidades que se deben remontar hasta la memoria (v.) están las relacionadas con
el momento operativo de la inteligencia (v.):
éstas permiten programas de exploración y de
eficiencia que llevan a cabo conductas de investigación que a su vez permiten nuevas experiencias y nuevos programas, con variaciones significativas de un individuo a otro
debidas a la influencia de las relaciones familiares, educativas, socioeconómicas, y
sostenidas por esquemas neuronales. La
contribución de la neuropsicología subraya
de esta manera el rasgo adquirido del comportamiento, poniendo en evidencia la capacidad de aprender a aprender.
4] LAS APROXIMACIONES DE LA PSICOLOGÍA AL PROBLEMA DE LA CONDUCTA. Cada escuela psicológica tiene su interpretación del comportamiento porque, como dice Watson, “como ciencia,
la psicología afronta la tarea de aclarar los
factores complejos presentes en el desarrollo
del comportamiento humano desde la infancia hasta la vejez y de encontrar las leyes para
la regulación del comportamiento. [...] Lo que
queremos que trate la psicología es precisamente el argumento de la adaptación al ambiente” (1913: 8-9). Entre las diferentes orientaciones de este problema central de la psicología vale la pena citar los siguientes:
a] La orientación conductista considera que
el comportamiento es, fundamentalmente,
una adaptación al ambiente que se puede explicar con el modelo del condicionamiento
clásico u operativo, tanto si se trata de un comportamiento instintivo, es decir de las secuen-
COMPORTAMIENTO
cias motrices en presencia de estímulos específicos, como de un comportamiento motivado, es decir sostenido por una intención y
orientado hacia una meta. En ambos casos,
en efecto, el comportamiento lo activa una
necesidad del organismo dirigida a provocar
una modificación del ambiente que permita la
satisfacción de la necesidad misma. Con este
propósito escribe E.L. Thorndike, enunciando
la ley del efecto (v. aprendizaje, § II, 2): “Cada
acto que, en determinada situación, produce
satisfacción, termina por ser asociado con esa
situación. De esta manera, cuando la situación se presenta, el acto relativo tiene mayores probabilidades que en el pasado de repetirse. Y a la inversa, cada acto que en determinada situación produce insatisfacción, termina por ser desasociado de ella. Así, cuando la
situación se vuelve a presentar, el acto relativo a ella tiene menores probabilidades de repetirse que en el pasado” (1911: 81).
b] La orientación cognoscitivista interpreta
el comportamiento a partir de la teoría de la
disonancia cognoscitiva (v.) que L. Festinger formuló en estos términos: “Si una persona sabe algunas cosas que no son psicológicamente coherentes entre sí, buscará, en una variedad de formas, hacerlas cada vez más coherentes [...]. La disonancia empuja a una
persona a modificar sus opiniones o su comportamiento” (1957: 61). Según esta conjetura
el comportamiento es el resultado de progresivas adaptaciones orientadas a una creciente
coherencia entre organismo y ambiente. A esta tesis se opone la hipótesis conductista; H.J.
Eysenck afirma: “Desde hace tiempo se dice
que el pensamiento precede y controla a la
acción. La terapia conductista deja entrever
que con frecuencia puede ser verdad lo contrario, que la modificación del comportamiento de una persona mediante el proceso
de condicionamiento puede realmente modificar su pensamiento o su cuadro cognoscitivo” (1965: 32).
c] La orientación psicodinámica interpreta
la conducta como el resultado del nivel de
conflicto existente entre el principio de placer (v., § 1) orientado a la satisfacción de los
deseos, y el principio de realidad (v., § 3) que
impone el trabajo de adaptación al ambiente
y, por lo tanto, entre instancias regresivas e
infantiles e instancias progresivas y maduras.
En este ámbito la conducta se ve, con la ópti-
215
ca dinámica que caracteriza a esta orientación, unida estrechamente a la noción de cambio (v.) o bien, en términos de C.R. Rogers, de
esa “evolución interior y profunda de la estructura personal del individuo hacia esa fase
que los clínicos definen como de ‘mayor integración’, menor conflictividad, mayor disponibilidad de energías para una vida productiva; una modificación del comportamiento
que pierde los aspectos definidos como ‘inmaduros’ para adquirir los ‘maduros’” (1951: 50).
La posibilidad de un cambio en el comportamiento se amplió respecto a la óptica de S.
Freud, para quien en los primeros cinco años
de vida se consolidarían definitivamente las
estructuras constitucionales del individuo,
porque junto al modelo mecanicista de Freud
se abrió paso una hipótesis voluntarista e intencional por lo que, como dice E. Fromm, el
cambio del comportamiento “depende de factores constitucionales, por un lado, y por el
otro de las capacidades del paciente para movilizar su sentido de responsabilidad personal
y su empeño para actuar” (1979: 181).
d] La orientación sistémica, renunciando a
explicar el comportamiento en términos de
causa y de energía, y por lo tanto separándose de las teorías conductistas y psicodinámicas que parten de ese tipo de concepción, interpreta el comportamiento en términos de
feedback o retroalimentación (v.), en el sentido que especificó P. Watzlawick, según
quien “el comportamiento ya no debe ser reificado, sino más bien sólo estudiado en el
contexto interpersonal en el que se actúa. [...]
No es simplemente el resultado ni la causa de
las condiciones ambientales, por lo general
extrañas, sino la parte complejamente integrada de un sistema patológico en curso. [...]
El sistema es, entonces, la mejor explicación,
y el estudio de su organización actual la metodología apropiada” (1967: 123-124).
e] La orientación psicosocial. La psicología
social se concentra, en lo referido al comportamiento, en las relaciones con los demás. Ya
con Aristóteles la filosofía subrayaba que la
socialidad no es un accidente que se agrega a
la sustancia que es el individuo, porque el individuo originalmente es social o, para decirlo con M. Heidegger: “Ser-ahí es esencialmente con-ser” (1927: 207). La vida solitaria constituye una condición al límite de lo posible y,
como dice F.V. De Feudis, “es una respuesta
216
COMPORTAMIENTO
biológica normal a una carencia anormal de
estimulación” (1975: 356). Las sociedades designan las formas de integración del individuo que se efectúan mediante una relación
entre la finalidad del grupo y la del individuo.
La integración crea así un campo de tensión
en el nivel individual para lograr que se correspondan la homeostasis individual y la homeostasis de la población. El campo de significados sociales permite la canalización de las
potencialidades de información de actos individuales mediante la estructuración social del
comportamiento. La estructura jerárquica hace posible una organización de las tensiones de
manera que los conflictos, siempre potenciales
a causa de la relativa autonomía de los individuos, sean reutilizados constantemente por
una serie de comportamientos de sumisión y
de dominio. El dominado está en una continua
situación de estrés debida a la interiorización
de los conflictos, pero es precisamente esta
tensión siempre presente la que permite una
integración sólida de la sociedad. En este ámbito el espacio del comportamiento está necesariamente abierto a la reciprocidad, dado que
cada acto se lleva a cabo entre lo individual y
lo transindividual y se realiza como mediación
entre más de un nivel de la realidad.
5]
TERAPIA DEL COMPORTAMIENTO Y TÉCNICAS DE
CONDICIONAMIENTO Y REACONDICIONAMIENTO.
A
partir del supuesto de que cada comportamiento, tanto “normal” como “trastornado”,
es el resultado de un aprendizaje y, por lo tanto, adquirido, se vuelve legítima la hipótesis
de que es posible sustituirlo con modelos conductistas menos lesivos para el individuo y
para el ambiente en el que funciona y vive.
Las terapias conductistas se iniciaron en los
años cincuenta, concentrándose exclusivamente en el comportamiento, no en sus posibles causas subyacentes, y en el papel activo y
directivo del terapeuta que, además de las
prescripciones, fija los objetivos y valora objetivamente los resultados. Las formas que se
revelaron más dúctiles a la terapia conductista son las fobias, los estados de ansiedad, las
obsesiones, los trastornos sexuales y el alcoholismo. Las técnicas de descondicionamiento y de reacondicionamiento más usadas son:
a] La técnica de la exposición, que consiste
en exponer sistemáticamente al sujeto a la situación temida para que se reduzca la ansie-
dad que se asocia con ésta. El contacto con el
acontecimiento puede darse por vía imaginaria
o real, en tiempos rápidos o graduales, siguiendo la técnica de la inundación, que consiste en
hacer imaginar al sujeto la situación temida,
evitando cualquier posibilidad de fuga, para
llevar la ansiedad al máximo nivel de intensidad y obtener así, como efecto terapéutico, su
extinción, o siguiendo la técnica de la desensibilización, por la cual el paciente, puesto en
condiciones de relajación muscular, es invitado
a imaginar repetidamente, en forma siempre
creciente, la situación que le provoca ansiedad.
Al hacerlo asocia el acontecimiento temido al
estado de relajación y aprende a enfrentar progresivamente las situaciones ansiogénas sin
responder con reacciones de evitación. Esta
técnica, elaborada en 1958 por J. Wolpe, prevé
que la ansiedad, una vez que es sustituida por
un comportamiento que no puede asimilar, como la relajación, se puede extinguir.
b] La técnica de la implosión, que desarrollaron T.G. Stampfl y D.J. Lewis a partir del
supuesto de que los síntomas neuróticos representan reacciones de fuga provocadas por
estímulos condicionantes de alejamiento, como puede ser un castigo u otra señal negativa.
Para el tratamiento no se propone eliminar directamente los síntomas neuróticos, sino enfrentarlos eliminando el estímulo de alejamiento que motiva el comportamiento neurótico. Según el principio de la generalización y
de la extinción (v. aprendizaje, § I, 1, b-c) se
reduce la aversión al estímulo condicionado,
y con esto se elimina la reacción de fuga que
se conjetura existe en la base del comportamiento neurótico. Considerando que los estímulos que provocan la fuga pueden estar
“ocultos” para el paciente porque son inconscientes, la técnica de la implosión, además de
las teorías del comportamiento, utiliza algunos principios del psicoanálisis.
c] La técnica de la aversión, que asocia el
comportamiento indeseable con estímulos
–reales o producidos a través de vías imaginativas– dolorosos o desagradables, para extinguir las respuestas consideradas inadecuadas.
d] La técnica del condicionamiento operante
que, partiendo del presupuesto de que cada
comportamiento aprendido se mantiene por
la gratificación que produce, refuerza positivamente el comportamiento deseado (v.
atracción-repulsión, teoría de la).
COMPROMISO / COMPULSIÓN
Pruebas clínicas experimentales demostraron que tales técnicas son eficaces, aunque provocan objeciones por parte de la psicología de
lo profundo para la cual, si el síntoma ansiógeno es, como afirma Freud, sólo la manifestación de un conflicto profundo o, como opina
C.G. Jung, su manifestación simbólica, la extinción del síntoma no lleva a una verdadera resolución del conflicto, que por lo tanto más tarde
renacerá de manera sustitutiva o, de no ser así,
de cualquier manera subsistirá el hecho de que
la aplicación de tales técnicas se lleva a cabo en
un contexto de relación donde la influencia del
terapeuta, en términos de expectativa, actitudes
y sugerencias, no se debe descuidar.
BIBLIOGRAFÍA:
Atlan, H. (1972); Balckham, G.J. y
A. Silberman (1974); Bandura, A. (1969); Barbizet, J. y P. Duizabo (1977); De Feudis, F.V. (1975);
Delaunay, A. (1978); Eysenck, H.J. y S. Rachman
(1965); Festinger, L. (1957); Fromm, E. (1979);
Heidegger, M. (1927); Hinde, R.A. (1974); Hull,
C.L. (1952); Meazzini, P. (coord.) (1983); Merleau-Ponty, M. (1942); Meyer, V. y E.S. (1970);
Piaget, J. (1967); Rogers, C.R. (1951); Skinner,
B.F. (1953); Stampfl, T.G. y D.J. Lewis (1968);
Thorndike, E.L. (1911); Tolman, E.C. (1932);
Watson, J.B. (1913); Watson, J.B. (1914); Watzlawick, P., J.H. Beavin y D.D. Jackson (1967); Wolpe, J. (1958); Wolpe, J. y A.A. Lazarus (1966).
comportamiento, análisis del
v. ANÁLISIS DE LA CONDUCTA.
comportamiento, terapia del
v. COMPORTAMIENTO.
comprensión
v. PSICOLOGÍA COMPRENSIVA.
compromiso
v. FORMACIÓN DE
COMPROMISO.
compromiso (al. Verpflichtung; fr. engagement; ingl. engagement; it. impegno)
Determinación de un sujeto para asumir una
tarea y para actuar conforme al objetivo pre-
217
fijado. El compromiso exige una correcta valoración entre medios y fines, y no se releva
con una acción única, sino con la actitud general del sujeto que se compromete. Desde el
punto de vista psicoanalítico el compromiso
refiere a una adecuada estructuración del elemento superyoico.
BIBLIOGRAFÍA:
Bertin, G.M. (1953).
compulsión (al. Zwang; fr. compulsion; ingl. compulsion; it. coazione)
1] La compulsión, denominada también coacción o constricción, indica una tendencia
coercitiva e irracional que empuja al individuo a llevar a cabo determinados comportamientos, cuya inutilidad e inadecuación él
mismo reconoce, pero cuya omisión le provoca una sensación de angustia. Los síntomas
compulsivos, o coaccionados, si bien pueden
manifestarse en diferentes patologías psíquicas, son característicos de la neurosis obsesiva (v. obsesión, § 2), en la que se distinguen
las compulsiones que se refieren a ideas que
el sujeto no puede dejar de pensar, y las que se
refieren a actos, comportamientos o conductas que el individuo se siente obligado a cumplir. Según el psicoanálisis las compulsiones
representan, como todos los síntomas, un
compromiso entre las exigencias instintivas y
las fuerzas defensivas: la naturaleza instintiva
se manifiesta en la intensidad y en la inmediatez del requerimiento que las compulsiones
presentan al sujeto, mientras la defensiva se
expresa en su carácter punitivo. En los cuadros clínicos en los que prevalece el elemento
instintivo el impulso perdura, pero pierde su
valor de deseo y se transforma en necesidad
coaccionada, como, por ejemplo, en el caso de
los sujetos que se sienten obligados a masturbarse sin experimentar ningún placer. Cuando en cambio prevalecen las instancias antinstintivas del superyó, las compulsiones adquieren el valor de verdaderas amenazas, por
lo que el sujeto percibe que está obligado a
hacer o a no hacer determinada cosa, generalmente irrelevante, para no sufrir un castigo.
En todo caso, afirma S. Freud, los síntomas
“siempre devuelven también algo del placer
que están destinados a prevenir, sirven a las
pulsiones reprimidas no menos que a las ins-
218
COMUNICACIÓN
tancias que las reprimen. Y aun, con el progreso de la enfermedad estas acciones, en su
origen dirigidas más bien a preparar la defensa, se aproximan más y más a las acciones
prohibidas mediante las cuales la pulsión tuvo permitido exteriorizarse en la niñez” (1907
[1976: 107]).
2] En el concepto general de compulsión se debe distinguir la compulsión de repetición que,
siempre en opinión de Freud, se refiere a la
tendencia psíquica que empuja al sujeto a repetir comportamientos, experiencias, situaciones ya vividas y, sus mecanismos, de algún modo adquiridos. El fenómeno es frecuente en el
tratamiento analítico, en el cual el paciente, en
lugar de recordar las experiencias reprimidas,
para evitar el cambio (v., § 2), o sea que con un
fin defensivo, las repite, llevándolas a cabo (v.
actuar). “Hemos visto ya que el analizado repite en lugar de recordar, y que lo hace bajo las
condiciones de la resistencia. Vamos a ver ahora qué es realmente lo que repite. Pues bien: repite todo lo que se ha incorporado ya a su ser
partiendo de las fuentes de lo reprimido: sus
inhibiciones, sus tendencias inutilizables y
sus rasgos de carácter patológico. Y ahora observamos que al hacer resaltar la compulsión
de repetición no hemos descubierto nada
nuevo, sino que hemos completado y unificado nuestra teoría. Vemos claramente que la
enfermedad del analizado no puede cesar con
el comienzo del análisis y que no debemos
tratarla como un hecho histórico, sino como
una potencia actual” (1914 [1976: 152]). La
transferencia (v., § 2, a) misma constituye
una repetición de las experiencias pasadas,
que son reproducidas en la situación analítica transfiriendo, hacia la persona del analista, las cargas afectivas vividas en su momento respecto a las figuras paternas.
A partir de 1920 Freud interpreta la compulsión de repetición como una manifestación del principio de inercia (v.), que en su
opinión caracteriza cualquier expresión de la
vida orgánica: “Ahora bien, ¿de qué modo se
entrama lo pulsional con la compulsión de repetición? Aquí no puede menos que imponérsenos la idea de que estamos sobre la pista de
un carácter universal de las pulsiones (no reconocido con claridad hasta ahora, o al menos no destacado expresamente), y quizá de
toda vida orgánica en general. Una pulsión se-
ría entonces un esfuerzo, inherente a lo orgánico vivo, de reproducción de un estado anterior
que lo vivo debió resignar bajo el influjo de
fuerzas perturbadoras externas; sería una
suerte de elasticidad orgánica o, si se quiere,
la exteriorización de la inercia en la vida ogánica. Esta manera de concebir la pulsión nos
suena extraña; en efecto, nos hemos habituado a ver la pulsión como el factor que esfuerza en el sentido del cambio y del desarrollo, y
ahora nos vemos obligados a reconocer en
ella justamente lo contrario, la expresión de la
naturaleza conservadora del ser vivo” (1920
[1976: 36]).
BIBLIOGRAFÍA:
Fenichel, O. (1945); Freud, S.
(1907); Freud, S. (1914); Freud, S. (1920).
comunicación (al. Mitteilung; fr. communication; ingl. communication; it.
comunicazione)
En su acepción más amplia el término se usa
en el plano biológico, ecológico, etnológico,
etológico y humano para indicar ese intercambio de mensajes que abarca desde los organismos unicelulares a los animales, a las
máquinas y al hombre, cuyos modos comunicativos se estudian, según la forma, la función
y el destino, por la psicología, la lingüística, la
sociología, la teoría de la información y la cibernética.
1] LA ESTRUCTURA DE LA COMUNICACIÓN. Tres son
los factores que unifican todas las formas posibles de comunicación que R. Jakobson identifica en el “emisor que envía un mensaje al receptor. Para que el mensaje sea operativo requiere, en primer lugar, una referencia a un
contexto (el ‘referente’ según otra terminología
bastante ambigua), contexto que puede ser
comprendido por el receptor, así como ser verbal y susceptible de verbalización; en segundo
lugar exige un código completo, por lo menos
parcialmente, común al emisor y al receptor
(o, en otros términos, al codificador y al decodificador del mensaje); finalmente hay un contacto, un canal físico y una conexión psicológica entre el emisor y el receptor que les permite
establecer y mantener la comunicación” (1963:
185). El esquema de Jakobson está universalmente aceptado; las diferencias se refieren a la
COMUNICACIÓN
simplificación o al enriquecimiento de las relaciones que el mensaje tiene con el contexto, con
el contacto y con el código.
El mensaje viaja por un canal que está entre el emisor y el receptor o, según otra formulación, entre el codificador y el decodificador. Las señales pueden ser “discretas” o “continuas”, y la cantidad de información que se
puede transmitir manifiesta la “capacidad del
canal”. El canal puede estar perturbado por
distorsiones, pérdidas o interferencias por
parte de las otras señales que pueden rastrearse hasta una fuente de ruido que tiene la posibilidad de modificar el mensaje o volver problemática la decodificación. La característica
principal del canal es su “capacidad”, medida
en la velocidad del flujo de información. El
problema de la utilización óptima de un canal
consiste en adecuar el código al canal para
hacer óptima la velocidad de transmisión,
permitiendo una información de alta inteligibilidad pese a todas las deformaciones debidas al ruido, y con una redundancia reducida,
para que no se reduzca la velocidad de la
transmisión. La cuota de información que se
recibe y se decodifica a la salida (output) en el
mismo sentido y significado con que se introdujo a la entrada (input) recibe el nombre de
transformación, cuyos límites están dados por
el ruido y por la amplitud del canal (v. información, teoría de la).
2] LAS FUNCIONES DE LA COMUNICACIÓN. Jakobson asigna a la comunicación lingüística seis
funciones: referencial, que a su vez puede ser
denotativa o cognoscitiva; expresiva, que corresponde a la que A. Marty llama emotiva;,
connativa, fáctica, metalingüística y poética.
“La diversidad de los mensajes no se basa en
el monopolio de una o de otra función, sino
en el diferente orden jerárquico entre éstas.
[...] Incluso si la actitud hacia el referente, la
orientación respecto al contexto (en pocas palabras la función llamada referencial ‘denotativa’, ‘cognoscitiva’), es la función predominante de numerosos mensajes, se debe tomar en
consideración la participación accesoria de
las otras funciones en tales mensajes. [Dichas
funciones son]: la función llamada ‘expresiva’
o emotiva, que se concentra en el emisor, y se
refiere a una expresión directa de la actitud
del sujeto respecto a quien habla. [...] La capa
puramente emotiva, en el lenguaje, está repre-
219
sentada por las interjecciones. [...] La orientación hacia el receptor, es decir la función conativa, encuentra su expresión gramatical
más pura en el vocativo y en el imperativo
que, desde el punto de vista sintáctico, morfológico y con frecuencia también fonémico se
desprenden de las otras categorías nominales
y verbales. Las frases imperativas presentan
una diferencia fundamental respecto a las declarativas; éstas pueden comprobar la verdad,
aquéllas no. [...] Hay mensajes que sirven
esencialmente para establecer, prolongar o interrumpir la comunicación, para verificar si
el canal funciona (‘¡Bueno!, ¿me oyes?’). [...]
Esta acentuación del contacto (la función fáctica, según la terminología de Malinowski)
puede dar lugar a un intercambio excesivo de
fórmulas estereotipadas, a diálogos completos con el único objetivo de prolongar la comunicación. [...] Cada vez que el emisor y/o el
receptor deben comprobar si están utilizando
el mismo código, el discurso se centra en el
código; éste desarrolla una función metalingüística, o de exégesis. [...] La preparación
respecto al mensaje en cuanto tal, es decir el
acento puesto sobre el mensaje por sí mismo,
constituye la función poética del lenguaje”
(1963: 186-189).
3] LA COMUNICACIÓN ANIMAL. La forma más elemental de comunicación, pero también la más
universal, es la comunicación animal, tomada
como modelo por la misma cibernética para
mostrar las diferencias entre la comprensión
de la comunicación y la instrumentación con
que se la ejecuta. Con este propósito escribe
M. Bunge: “La comunicación es siempre entre
animales, aunque no siempre sea directa. Por
ejemplo, no nos comunicamos con las computadoras, pero sí por medio de éstas. [...]
Una señal animal es un proceso físico ejecutado y controlado por un animal, perceptible
por otros animales y capaz de alterar su comportamiento; el mensaje llevado por una señal
animal es una representación codificada de
acontecimientos del sistema nervioso central
del individuo que realiza la señal; el significado de un mensaje para un receptor es el cambio en su sistema nervioso central que provoca la señal que lleva el mensaje; un animal entiende un mensaje si los acontecimientos provocados en su sistema nervioso central por la
señal que los provoca son semejantes a los
220
COMUNICACIÓN
que suceden en el animal que lo emitió; dos
animales se comunican si comprenden los
mensajes de las señales que se intercambian.
[...] No obstante que la comunicación pueda
tener un valor, no es necesariamente intencional. Por ejemplo, las señales que se intercambian los insectos sociales, al estar programadas genéticamente, no son intencionales pero
sí funcionales” (1979: 180-181).
La psicología animal define la comunicación como la transmisión de informaciones
de un animal a otro mediante señales que son
producto de una selección natural específica.
La comunicación evolucionó tanto al servicio
de la reproducción sexual –las señales relativas a las condiciones de receptividad sexual
en las hembras o los comportamientos de cortejo–, como al de la delimitación del territorio, cosa que ocurre con la identificación de
los distritos mediante el canto de los pájaros
o la deposición de excrementos en los gatos y
los perros. Además del ámbito de una misma
especie existen tipos de comunicación entre especies diferentes, especialmente entre
predador y presa, mientras entre los primates
que viven en sociedad se encuentran formas
de comunicación mediante expresiones faciales análogas a las del hombre.
4] LA COMUNICACIÓN NO VERBAL. En el intercambio comunicativo humano los elementos verbales y los no verbales están constantemente
interrelacionados, al punto de que algunos
autores consideran artificial diferenciarlos.
Típicos de la comunicación no verbal son: 1]
los movimientos del cuerpo, como los gestos,
las expresiones de la cara, las actitudes; 2] los
fenómenos paralingüísticos, como la risa, el
bostezo, el llanto, los cambios de tono, las
pausas y los silencios; 3] las posiciones en el
espacio, como la distancia entre el hablante y
los demás; 4] la sensibilidad táctil y olfativa,
que se determina por la cercanía; 5] los artefactos, como la ropa, el maquillaje, los accesorios. Las formas de comunicación no verbal
están determinadas por factores culturales y
varían en relación con la situación psicológica del sujeto y con la persona con la que ésta
pone en contacto. Puesto que cualquier comportamiento humano constituye una comunicación, nadie deja de ser un emisor, aunque
en las relaciones interpersonales intervienen
mecanismos de filtro que controlan el acceso
de las informaciones, como cuando, por la
presencia prolongada de los demás, se pierde
el control de las informaciones que se emiten
y que se asimilan. Mediante la comunicación
no verbal ocurre la percepción de los demás y
la clasificación en relación con una “teoría de
la personalidad” implícita y personal cuyos
elementos se derivan de las anteriores experiencias de relación.
5] LA COMUNICACIÓN SOCIAL. Toda comunicación
es un hecho social, tanto si ocurre entre dos o
más individuos como si se produce en el diálogo interior de un individuo consigo mismo. La
razón se debe a que, como dice C.S. Peirce, cada señal es legible sólo dentro de una experiencia común o de un sistema basado en costumbres culturales comunes. Por esto C. Morris
prevé, además de la sintaxis, que estudia las relaciones formales de los signos entre sí, sin referencia al contenido significativo, y de la semántica, que se refiere a la relación de los signos con lo que designan, una pragmática, que
estudia la relación de los signos con quienes
los utilizan en una situación determinada. Esta relación presenta las formas más diversas.
Como dice E. Buyssens: “Todo acto de comunicación constituye una relación social. Esto se
observa en mayor medida en la lengua: cada
frase es asertiva, interrogativa, imperativa o
condicional; esto se marca con la entonación,
con la elección de las palabras y su orden. Se
habla para informar al oyente, para pedirle información, para darle una orden, o para tomarlo como testigo de un deseo” (1967: 17).
Sobre esta base J. Lyons distigue la comunicación caracterizada por la intención del
emisor de hacer al receptor consciente de algo, de la información en la cual esta intención
está ausente, mientras que lo que cuenta es el
valor o el significado que el receptor atribuye
al mensaje, por lo que “vale la pena observar
que el significado del emisor incluye la noción de intención, mientras el significado del
receptor involucra la noción de valor o significación” (1977: 34). En la base de ambas, de
la intención del emisor y del otorgamiento
de significado de parte del receptor, está la
noción de elección: “De esto depende uno de
los principios fundamentales de la semántica:
el principio de la elección, o sea la posibilidad de selección entre alternativas. [...] Este
principio se expresa con frecuencia así: el sig-
COMUNICACIÓN
nificado o la significación implica elección”
(1977: 34).
J. Derrida limita este principio insiste en la
frecuencia de los mensajes impersonales en el
ámbito de la comunicación social, porque es
impersonal el emisario o porque el mensaje
va dirigido a una pluralidad indeterminada de
oyentes. Ésta es la razón por la cual Derrida
aconseja no vincular de manera muy estrecha
la definición del proceso sígnico con hechos o
sucesos psicológicos como las intenciones del
emisor o las operaciones mentales del intérprete. Esta posición la comparten N. Goodman, E. Goffman, N. Luhmann y J. Habermas, para quienes el estudio de las sociedades
complejas debe basarse, más que en las reacciones sociales, en la comunicación. De aquí
el interés por el aspecto semántico de la comunicación, por su naturaleza intencional o
indiferenciada, las diferentes formas de retroacción, es decir de respuesta por parte del
receptor, por la naturaleza manifiesta o latente de los mensajes, su capacidad para proporcionar informaciones de nivel racional o de
actuar directamente en la fantasía colectiva
mediante el elemento emotivo del mensaje y
de los fenómenos proyectivos.
6] LA COMUNICACIÓN DE MASAS. Los medios de
comunicación de masas, antes que fenómenos ideológicos, sociológicos y culturales, son
un hecho de interés semiótico, es decir de
producción de signos y de comunicación, por
lo que es posible, según U. Eco, una sociología
del emisor: el capital monopólico que determina los valores y los contenidos de la publicidad, los régimenes y los grupos sociales que
se sirven de la radio y de la televisión, etc.;
una sociología del receptor: análisis de los efectos de los medios masivos y de las diferentes
investigaciones en el público; una sociología
de los canales (los diferentes medios de masas)
y sobre todo una sociología de los mensajes,
para confirmar “si cuando el hombre habla es
libre de comunicar todo lo que libremente
piensa, o está determinado por el código. La
misma dificultad para identificar ‘nuestros
pensamientos’, de no ser en términos lingüísticos, permite legítimamente sospechar que el
código hable por el emisor del mensaje. Los
mecanismos, los automatismos del lenguaje,
empujarían al hablante a decir algunas cosas y
no otras” (1968: 51).
221
Sobre la omnipotencia del código en la comunicación de los grandes medios interviene
J. Baudrillard, para quien este tipo de comunicación corre el peligro de convertirse en el modelo de toda forma de comunicación: “uno habla y el otro no, uno elige el código y el otro sólo tiene la posibilidad de someterse o de abstenerse. [...] Esta construcción ‘científica’ instituye por lo tanto un ‘modelo de simulación’ de
la comunicación, de la que se excluyen inmediatamente la reciprocidad, el antagonismo de
quien toma parte y la ambivalencia de su intercambio. [...] Cada cosa está en su lugar: la
fórmula posee una coherencia formal que la
garantiza como el único esquema posible en
la comunicación” (1972: 192-194).
La posición de Baudrillard está atenuada
por las consideraciones psicológicas relativas
a las predisposiciones del sujeto receptor y a
los procesos selectivos de percepción y de memoria que de esto resultan, y que T. Klapper
clasificó así: a] la exposición selectiva, por la
que los sujetos receptores eligen los medios
de comunicación a los cuales someterse, y por
lo tanto tienden a elegir aquellos que ofrecen
una información; b] la autoselección, por la
que los sujetos receptores, cuando se someten
a materiales no gratos, no los perciben, o los
modelan para adaptarlo a sus opiniones; c] la
memorización selectiva, por la que los sujetos
receptores tienden a recordar los aspectos con
los que congenian, o la parte más agradable
del contenido de una comunicación de masas.
Esta atenuación del “terrorismo del código”
que denunció Baudrillard no altera el hecho
de que “lo que caracteriza a los medios de comunicación de masas –como dice Baudrillard– es que impiden cualquier mediación, es
decir son ‘intransitivos’” (1972: 182), y sobre
todo no afecta el modelo de “lenguaje cerrado” del que habla H. Marcuse: “el control que
ejercen los medios de comunicación de masas
se da mediante la reducción de las formas lingüísticas y de los símbolos usados para la reflexión, la abstracción, el desarrollo, la contradicción, mediante la sustitución de imágenes por conceptos. Esto niega o absorbe al
significado trascendente; no busca, pero establece e impone verdad y falsedad. [...] La nueva fineza del lenguaje mágico-ritual se debe
ver en el hecho que las personas no creen o no
les importa, pero sin embargo actúan en consonancia” (1964: 120).
222
7]
COMUNICACIÓN
LAS ORIENTACIONES DE LA PSICOLOGÍA EN EL
PROBLEMA DE LA COMUNICACIÓN.
En el nivel psicológico la comunicación se interpreta a partir de los supuestos de base que caracterizan
las diferentes direcciones con un orden de significados y de acentuaciones con frecuencia
distantes entre sí.
a] La orientación conductista interpreta la
comunicación como una forma del comportamiento de cada organismo que constituye un
estímulo para otro organismo. Escribe D.M.
Mc Kay: “Un organismo que viva completamente aislado mantiene actualizado su sistema de orientación reaccionando a las señales
físicas del estado del ambiente, recibidas a
través de sus órganos sensoriales. Esta actualización adaptativa del estado de orientación
se llama percepción. Podemos considerar la
comunicación como una extensión de este
proceso, en la medida en que parte del trabajo de organización en un organismo lo desarrolla otro organismo. Normalmente esto significa que el organismo receptor es llevado a
adaptarse en respuesta a las señales físicas recibidas bajo la forma de símbolos; es decir, de
indicaciones para orientar o no la actividad,
bastante más allá de lo que constituye su percepción como acontecer físico. El punto de
partida lógico para una teoría semántica de la
comunicación parecería ser, por lo tanto, el
análisis de las funciones organizativas, que de
esta manera pueden hacerse extensivas de un
organismo al otro” (1961: 470-471).
De esta postura general se deriva la concepción de la comunicación lingüística como comportamiento instrumental, que E.C. Tolman
puntualiza así: “¿Qué representa la lengua para quien escucha? La respuesta es: un complejo de signos. El discurso oído, constituye una
serie de objetos, presentes de manera inmediata, que el oyente toma como signos para sucesivas estimulaciones ambientales. [...] Las palabras oídas son los objetos-signos, y la estimulación ambiental que así se produce, es el significado, es decir el objeto significado. [...] En
conclusión, para el hablante el discurso constituye, en cierto sentido, una ampliación del tamaño de los brazos, de las manos, del aparato
indicador; para quien escucha, una ampliación
de la receptividad de los ojos, de los oídos y de
los aparatos sensoriales” (1932: 126).
b] La orientación psicosocial es la más interesada por el problema de la comunicación
porque, como dice S. Moscovici, “el objeto central y exclusivo de la psicología social debería
ser todo lo que se refiere a la ideología y a la comunicación desde el punto de vista de su estructura, génesis y función” (1972: 56). La razón la explica E. Sapir en estos términos: “Los
hombres no viven sólo en el mundo objetivo, ni
sólo en en mundo de la actividad social, entendido en su acepción normal, sino que dependen mucho de la lengua específica que constituye el medio de expresión de su sociedad. Es
una ilusión creer que se pueda adaptar a la realidad sin la ayuda de la lengua, y que ésta sólo
sea un medio accidental para resolver problemas específicos de expresión y de reflexión. La
verdad es que el ‘mundo real’, en gran parte, está constituido inconscientemente en la base de
las costumbres lingüísticas de un grupo. [...] El
hombre ve, escucha, y tiene otras experiencias,
en la medida en que las tiene precisamente
porque las costumbres lingüísticas de su comunidad lo predisponen a ciertas elecciones
interpretativas” (1929: 57-58).
S.E. Asch hizo de la comunicación el fundamento del desarrollo psicológico del individuo;
para él “el factor psicológico decisivo del problema de las relaciones del hombre con la sociedad es la capacidad de cada cual de comprender y reaccionar a las acciones y las experiencias de los demás. Este hecho, que permite
que cada persona entre en una relación recíproca, divide el fondo de todo proceso social y de
los cambios más decisivos que se verifican en el
individuo. Esto hace posible la introyección en
cada uno de los pensamientos, las emociones y
los propósitos de los demás, lo que extiende su
mundo bastante más allá de lo que por su propio esfuerzo podría alcanzar. También permite
amplias relaciones de interindependencia, condición previa a su desarrollo personal. [...] De
esta manera se modifica el ambiente psicológico de cada quien, porque vivir en sociedad significa poner en relación eficiente la experiencia
pública con la privada. Y esto es irrevocable,
porque una vez que se entró en la sociedad se
entra en un círculo de relaciones que no se pueden deshacer” (1952: 134-135).
En el ámbito de las relaciones la psicología
social se concentró en el problema de “comunicación e influencia”, que ya J. Piaget había
señalado cuando escribió: “En la esfera social
se determina, entre el individuo en evolución
y su ambiente inmediato, una influencia recí-
COMUNICACIÓN
proca, cuyas diversas manifestaciones obedecen, en su sucesión, a leyes precisas” (1947:
187). Éstas son las leyes de la interacción, a
propósito de las cuales Asch escribe: “El hecho de mayor importancia en lo relativo a las
interacciones humanas es que éstas son acontecimientos representados psicológicamente
en cada uno de los participantes. En nuestra
relación con un objeto la percepción, la ideación y el sentimiento se encuentran en una sola de las partes, mientras que en las relaciones
entre personas estos procesos están en ambas
partes y en relación de dependencia los unos
con los otros” (1952: 151).
c] La orientación psicoanalítica. Como el psicoanálisis es un tratamiento a través de la palabra, la comunicación constituye de alguna manera su centro. Pero se trata de una comunicación en la cual la dimensión subjetiva y emocional de la relación constituye el objeto privilegiado de la indagación, mientras el problema de
los contenidos y de la estructura misma del lenguaje queda en el fondo. Con este propósito C.
Musatti escribe que “mientras el analista, en
sus relaciones con el paciente, por un lado actúa en el plano de la comunicación de tipo racional, por el otro, en cambio, mantiene con él
un diálogo que se desarrolla fuera del esquema
de la razón [...] así se llega a una conclusión extraña. El diálogo entre paciente y analista,
cuando efectivamente se actúa la situación analítica, es un diálogo delirante, que se lleva a cabo fuera de la lógica ordinaria” (1972: III).
Pero la mayor contribución al problema de
la comunicación en el campo psicoanalítico la
ofreció J. Lacan, para quien “El inconsciente, a
partir de Freud, es una cadena de significados
que en algún sitio [en otro año, escribe él] se
repite e insiste para interferir en los cortes que
le ofrece el discurso efectivo y la cogitación que
él informa” (1960 [1999: 779]). Y: “El inconsciente es esa parte del discurso concreto, en
cuanto transindividual, que disminuye la disposición del sujeto para restablecer la continuidad de su discurso consciente” ibid, por lo
que la interpretación “no se funda en ninguna
asunción de los arquetipos divinos, sino en el
hecho de que el inconsciente tiene la estructura radical del lenguaje, que en él un material
opera según unas leyes que son las que descubre el estudio de las lenguas positivas, de las
lenguas que son o fueron efectivamente habladas” (1961 [1999: 574]). L. Séve, llevando a las
223
últimas consecuencias las premisas de Lacan,
escribe: “Si se admite que el inconsciente está
estructurado como una lengua, éste sin duda
es un notable paso adelante respecto al patrimonio conceptual freudiano original, según el
cual el inconsciente estaría estructurado como
un organismo biológico; quien dice lengua dice también relación social, y esto les proporciona mucho más a los seres humanos concretos. ¿Pero entonces por qué quedarse a mitad
del camino? Una vez reconocido que el problema del individuo no debe relacionarse con el
instinto sino con una relación social, ¿por qué
separar la relación lingüística del conjunto de
las relaciones sociales?” (1969: 92).
A. Lorenzer, por último, ofrece una interpretación del psicoanálisis en términos de lenguaje y comunicación: “si consideramos el procedimiento cognoscitivo como una operación terapéutica, su descripción se puede completar
de manera convergente: el ‘auténtico’ objeto
que está detrás de los fenómenos lingüísticos
son las formas de interacción extralingüísticas,
es decir inconscientes, pero estas últimas sólo
se pueden tomar en el contexto preciso de la
historia personal, y esto en una forma que se
manifieste concretamente, después de haber
sido llevadas de nuevo a la lengua. La comprensión escénica sólo se completa en el momento en que resulta superflua: cuando la escena vuelve a estar presente por entero en formas simbólicas de interacción y el comportamiento ya es accesible otra vez a la comprensión común” (1971: 42).
d] La orientación sistémica utiliza modelos
de tipo energético y de tipo relacional, con las
consiguientes categorías de función, relación,
retroacción, redundancia y contexto, referidas
al mundo de la comunicación, y que P. Watzlawick et al. clasificaron en esta secuencia axiomática: “No se puede no comunicar. [...] Cada
comunicación tiene un aspecto de contenido y
un aspecto de relación. [...] La naturaleza de
una relación depende de la puntuación de las
secuencias de comunicación entre los comunicantes. [...] Los seres humanos comunican tanto con el módulo numérico como con el analógico. [...] Todos los intercambios de comunicación son simétricos o complementarios, según
se basen en la igualdad o en la diferencia. [...]
El elemento que unifica estos axiomas, propuestos de modo experimental, no es su origen
sino su importancia pragmática, que a su vez se
224
COMUNIDAD
funda no tanto en determinadas características
cuanto en las posibilidades de referencias interpersonales (en lugar de mónadas autónomas)
que ofrecen” (1967: 46-63). La interpretación
de los procesos de comunicación según estos
axiomas permite “metacomunicar”, es decir reconocer las reglas del juego en el que interactúan los sujetos, prescindiendo de todo tipo de
consideración de la intencionalidad o de la conciencia de los comunicantes. Y esto es congruente con lo que afirma R.L. Birdwhistell:
“Un individuo no comunica: participa en una
comunicación o se convierte en parte de ésta.
[...] No se debe considerar la comunicación, en
cuanto sistema, sobre la sola base de un modelo de acción y de reacción, por complejo y determinado que sea. La comunicación, en cuanto sistema, debe considerarse en el nivel transaccional” (1959: 104; v. cibernética, § 4).
e] La orientación psicopatológica. Los resultados más recientes en este ámbito son los
que llevaron a teorizar los aspectos patológicos intrínsecos a la comunicación o inducidos
por ella. Un ejemplo clásico es el del doble
vínculo (v.), en el cual una persona se encuentra frente a una comunicación que incluye un par de mensajes de diferente nivel o tipo lógico que están relacionados pero no son
coherentes entre sí, por lo que en quien los recibe se determina un estado de confusión de
esquemas de pensamiento y de comportamiento ya que, dado el contexto, no es posible
ni obedecer ni desobedecer a la orden, y cualquier respuesta lleva a la autoperpetuación de
alternativas incompatibles entre sí y con el
contexto. Esta situación, de resultado esquizofrénico, puede presentarse tanto en los casos en que los mensajes se intercambien entre
dos personas, como la madre y el hijo, o entre
tres, como el padre, la madre y el hijo. La inseguridad que se deriva crea incapacidad para la autodeterminación, que no se produce
sólo en situaciones familiares especiales, como lo comprobaron G. Bateson y M. Selvini
Palazzoli, sino estructuralmente, a causa de la
relativa incapacidad del lenguaje para representar o incluso para manifestar la semántica
y la praxis, mucho más elaboradas, de la comunicación analógica e icónica. Allí donde se
debe hacer una elección entre alternativas incompatibles, por la insuficiencia lingüística
respecto a la complejidad de la situación real,
se vuelve a plantear la patología del doble
mensaje, que en este nivel ya no es inducida
sino estructural. En este caso, para usar una
expresión de K. Jaspers, es la comunicación la
que toca su “situación-límite”.
BIBLIOGRAFÍA:
Autores varios (1985); Argyle M.
(1965); Asch, S.E. (1952); Bateson, G. (1972);
Baudrillard, J. (1972); Birdwhistell, R.L. (1959);
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Enzensberger, H.M. (1970); Gamaleri, G. (1976);
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P. (coord.) (1981); Watzlawick, P., J.H. Beavin y
D.D. Jackson (1967); Wilden, A. (1978).
comunidad (al. Gemeinschaft; fr. communauté; ingl. community; it. comunità)
Conjunto de individuos que, en la colectividad
más amplia en la que están insertos, se diferencian por factores de cohesión, de naturaleza biológica, étnica, religiosa, territorial, lingüística.
1] COMUNIDAD Y SOCIEDAD. La comunidad está
caracterizada por un fuerte sentido de pertenencia y solidaridad por parte de sus miembros, cuya unión se funda en valores y objetivos
de carácter más empático que racional. Respecto a la sociología de finales de siglo que con
F. Tönnies concebía a la comunidad en contraposición a la sociedad, puesto que en la comunidad los individuos están unidos por una “voluntad natural” que establece relaciones afectivas de colaboración y amor, mientras que en la
sociedad las relaciones estarían basadas en la
“voluntad racional” dirigida a perseguir objetivos específicos, la sociología contemporánea
CONACIÓN / CONCENTRACIÓN
considera artificiales tales diferenciaciones,
porque en la realidad social las dos formas de
convivencia no están separadas y las características de una se encuentran en la otra y viceversa. En psicología evolutiva R.A. Spitz considera
que el origen del sentido de comunidad se debe
buscar en la confianza de base que se establece
en los primeros años de relación madre-hijo,
mientras A. Adler interpreta el sentido de comunidad como aquello que, contraponiéndose
a la voluntad individualista de poder, mantiene
la cohesión dentro de la sociedad.
2] LA COMUNIDAD TERAPÉUTICA. Representa una
forma de tratamiento en la que el ambiente
social de una comunidad –como la institución psiquiátrica, los grupos-departamentos,
las casas de descanso– es parte integral de la
terapia. La primera comunidad terapéutica la
instituyó en Inglaterra, en 1952, Maxwell Jones, con la intención de transformar el tradicional hospital psiquiátrico en una estructura
abierta y democrática. La comunidad terapéutica cambió por completo el papel pasivo
de los pacientes, favoreciendo la responsabilidad y la integración social, así como la reestructuración del yo mediante relaciones interpersonales significativas. El trabajo terapéutico se da tanto en el nivel individual, mediante el análisis psicodinámico de los conflictos, como en el nivel social, por medio de
múltiples interacciones de grupo, en las que
se presta especial atención a las dinámicas interpersonales y a las relaciones de función. La
gestión de la terapia se efectúa mediante una
programación y comprobación comunes entre médicos, psicólogos, enfermeras y asistentes sociales. La primera experiencia de comunidad terapéutica en Italia la realizó F. Basaglia en el hospital psiquiátrico de Gorizia, en
los años 1961-1963; a partir de esa experiencia y teorizaciones dieron inicio las innovaciones legislativas que llevaron, en 1978, al
cierre de los manicomios. Actualmente las comunidades terapéuticas no trabajan sólo en
el campo de la psiquiatría sino también en el
de la delincuencia juvenil, la desviación de los
modelos sociales y, sobre todo, la toxicodependencia.
3] PSICOLOGÍA DE LA COMUNIDAD. Es el sector de
la psicología clínica (v.) cuya intervención se
realiza en instituciones sanitarias, escolares,
225
educativas dispersas en un territorio con miras a su transformación para hacerlas más
adecuadas a las nuevas exigencias sociales.
BIBLIOGRAFÍA:
Adler, A. (1920); Basaglia, F.
(coord.) (1968); Borghi, L. (1974); Francescato,
D. (1977); Francescato, D., A. Cortesini y S. Dini
(1983); Goffman, E. (1961); Hochmann, J.
(1973); Spitz R.A. (1958); Tönnies, F. (1887).
conación (al. Versuch; fr. effort; ingl.
conation; it. conato)
Esfuerzo, inclinación, tendencia para actuar
en forma propositiva, sustentado en las bases
instintivas y la estructura de los deseos del
individuo. El funcionamiento conativo se diferencia del cognoscitivo, sustentado en el
pensamiento, la percepción y el juicio, y del
emotivo, basado en la estructura emocional.
En el Renacimiento este término, en la acepción latina de conatus, que traducía la ο‘ ρµ′η
estoica, indicaba el instinto o la tendencia de
cada ser a su propia conservación, y con esta
acepción lo encontramos en B. Spinoza, para
quien conatus es el “esfuerzo de conservarse,
y por lo tanto la esencia misma de la cosa”
(1677, IV, 22), y en G.W. Leibniz, para quien
“el conatus es al movimiento como el punto
es al espacio, es decir como la unidad es al
infinito: esto es el principio o el final del movimiento” (1671” 229).
BIBLIOGRAFÍA:
Leibniz, G.W. (1671); Spinoza, B.
(1677).
concentración (al. Konzentration; fr.
concentration; ingl. concentration; it.
concentrazione)
Forma de orientar la atención a la recepción y
la organización de los contenidos de la realidad subjetiva u objetiva, en la que se requiere
una restricción consciente del área de la atención y acumular las energías impulsivas en una
configuración precisa. El nivel y la capacidad
de concentración varían en relación con factores fisiológicos –como el estado de cansancio, el
equilibrio hormonal, la eficiencia del sistema
nervioso central– y a factores psicológicos, que
se refieren a los intereses culturales personales,
226
CONCEPTO
el equilibrio emocional, la situación presente
en la que se inserta el sujeto. La concentración
es especialmente importante en todas las técnicas que requieren una restricción del campo de
la conciencia, como la hipnosis (v.), el entrenamiento autógeno (v.), que J.H. Schultz definió como “relajamiento concentrado”, y en el
yoga (v.), donde constituye el prerrequisito indispensable para la meditación. La concentración se mide mediante tests que requieren una
atención especial en la recepción de señales
ópticas o acústicas o en la realización de una
tarea. Entre los tests de este tipo recordamos 1]
el Pauli, en el que es necesario ejecutar sumas
y restas simples en un tiempo preestablecido;
la evaluación de la prueba se hace con base en
el rendimiento, el porcentaje y el alcance de los
errores, tomando en consideración variables
como edad, sexo, profesión. Frecuentemente
se utiliza en psicología del trabajo (v., § 5); 2]
los tests de cancelación (v.), en los cuales se deben tachar ciertas letras; 3] las tareas de selección, en las que es necesario elegir y ordenar
clases. La limitación de estos tests radica en
que la naturaleza artificial de las tareas propuestas no permite predecir la capacidad de
concentración de un sujeto en situaciones difíciles o simplemente reales, ni evaluar cuán estable sea esa capacidad a lo largo del tiempo.
BIBLIOGRAFÍA:
Arnold, W. y R. Pauli (1970);
Marschner, G. (1972); Mierke, K. (1966); Schultz,
J.H. (1932).
concepto (al. Begriff; fr. concept; ingl.
concept; it. concetto)
Resultado de un proceso de abstracción (v., §
1) con la consiguiente categorización de objetos o acontecimientos basándose en cualidades y realizaciones consideradas comunes. El
concepto suele ser indicado por una palabra,
por lo que es posible afirmar que conocer el
significado del término “x” equivale a poseer
el concepto “x”, pero el concepto no es la palabra, en cuanto diferentes términos pueden
indicar el mismo concepto, o bien es posible
poseer un concepto aunque se ignore el nombre. Entendido como significado de un término, el concepto representa la unidad mínima
de un pensamiento o de una proposición, y su
carácter de validez universal está en relación
con su comunicabilidad, que es tanto más
unívoca cuanto más rigurosa es la correspondencia entre el concepto y la cosa denotada.
1] FILOSOFÍA. El problema de la naturaleza del
concepto encontró en el ámbito filosófico dos
soluciones principales. La primera lo concibe
no como una representación de la mente humana, sino como la esencia misma de la cosa.
Según tal visión, cuyo descubrimiento Aristóteles atribuye a Sócrates, el concepto es la correcta definición de una cosa que, por lo que
se refiere a sus caracteres constitutivos y esenciales, se libera de la multiplicidad de las opiniones y de la precariedad de la experiencia.
En la segunda interpretación, que se remonta
a los sofistas, el concepto se considera un signo que da significado al objeto, por lo que es
distinto tanto de la cosa que representa como
de la palabra que se utiliza para expresarlo.
En la filosofía contemporánea, siguiendo las
huellas de I. Kant, el concepto ya no se asocia
con la cosa real, sino a la representación de la
cosa, por lo que su noción es instrumental y
convencional. Con C.S. Peirce, finalmente, la
noción de concepto se resuelve en la de significado (v. signo) y su estudio se realiza en el
ámbito de la semántica (v. lingüística, § 1, b).
2] PSICOLOGÍA. En este ámbito se ocupa prevalentemente del aprendizaje de los conceptos.
Algunos autores, entre ellos J. Piaget y L.S.
Vygotsky, subdividieron el desarrollo del concepto en el niño en varias fases; durante la
primera se da una síntesis de los objetos concretos con base en las semejanzas exteriores;
en la segunda la generalización procede en relación con los nexos concretos entre las cosas;
en la tercera se da la formación de los conceptos propiamente dichos, mediante un proceso
de abstracción y aislamiento de cada uno de
los elementos, independientemente de las relaciones concretas entre ellos. La adquisición
de un concepto se verifica mediante diferentes experimentos en los que el niño debe clasificar objetos desconocidos basándose en algunos atributos, como color, forma, uso, etc.
(v. cognición, § 2). En psicología animal, en
un sentido obviamente figurado, se considera
que un organismo posee la capacidad de formular un concepto cuando reacciona de manera coherente ante un estímulo inserto en diferentes contextos. Por ejemplo, se demostró
CONCIENCIA
que las palomas adiestradas llegan a desarrollar un concepto de ser humano, ya que son
capaces de proporcionar determinada respuesta de comportamiento en presencia de la
silueta de una persona, hombre, mujer o niño,
mientras que de ningún modo reaccionan así
frente a otros estímulos.
BIBLIOGRAFÍA:
Bruner, J.S. et al. (1956); Handjaras, L. et al. (1983); Herrnstein, R.J., D.H. Loveland y C. Cable (1976); Piaget, J. (1936); Vygotsky, L.S. (1934).
conciencia (al. Bewusstsein; fr. conscience; ingl. consciousness; it. coscienza)
El concepto de conciencia evolucionó paralelamente al desarrollo de la filosofía, de la psicología y de la neurofisiología. Cada una de estas disciplinas, en su momento, hizo hincapié
en los aspectos subjetivos, de comportamiento, o fisiológicos de la conciencia, proporcionando definiciones parciales y limitadas al
campo de investigación. En sentido moderno
el término lo introdujo G.W. Leibniz, quien
distinguió por un lado las petites perceptions,
es decir la suma de los estímulos subliminales, y por el otro la apercepción, mediante la
cual las percepciones llegan al nivel consciente. Estas distinciones incluyen la hipótesis de
un umbral sensitivo susceptible de experimentación psicofísica, y la separación entre
contenidos psíquicos percibidos conscientemente y contenidos preconscientes. En el
concepto de apercepción está implícito un conocimiento de la propia sensibilidad que C.K.
Wernicke localizaría como “órgano” en la corteza cerebral. Contra la opinión de Wernicke,
que hace de la conciencia una entidad en sí
misma, se manifiesta W. Wundt, para quien,
“al ser la conciencia de sí, por definición, la
premisa de toda experiencia interior, no puede reconocer de manera inmediata la esencia
de sí misma”. Y ya que “la conciencia consiste en el hecho de constatar en nosotros mismos ciertos estados y fenómenos, la conciencia misma no es un estado o condición susceptible de separación de tales procesos interiores” (1873-1874: 128). Estas dos posiciones
ejemplifican las direcciones seguidas en el estudio de la conciencia: como fenómeno cuali-
227
tativo de la psique, o como entidad fisiológica
neurofisiológicamente localizable.
1] LA ESTRUCTURA DE LA CONCIENCIA. En el ámbito neurofisiológico, con el desarrollo de la
electroencefalografía y el descubrimiento de
las funciones del sistema reticular, comenzó a
desarrollarse la tesis que el estado de vigilia,
que puede describirse con precisos índices fisiológicos, coincide con la conciencia misma,
es decir con la autoconciencia. Al respecto
C.W. Simon y W.H. Emmons escriben: “La
conciencia se refiere a las fases de los estados
de vigilia durante los cuales se tienen diferentes grados de conocimiento de los estímulos
externos, y al estado de transición en el cual
se presentan y se recuerdan estímulos internos, es decir sueños”, (1956: 1067). El rastreo
electroencefalográfico permite seguir el continuo entre la vigilia y el sueño en correlación
con los comportamientos más complejos asociados con la conciencia y la no conciencia.
G. Benedetti resume en cinco puntos fundamentales la estructura de la conciencia: a] la
conciencia es el resultado de actividades neurogénicas complejas que deben ser desarrolladas selectivamente por la acción inhibidora simultánea en los otros sistemas neurogénicos
que, si funcionasen, impedirían la selectividad
de las primeras. La selectividad se manifiesta
en el electroencefalograma con los hechos de
desincronización; b] los impulsos que brotan
en el hecho perceptivo consciente se desarrollan a través de circuitos centroperiféricos
que, activando la periferia sensorial, realizan
una retroalimentación centroperiféricocentral; c] para el reconocimiento, en el hecho
perceptivo entran en actividad zonas corticales que conservan las huellas de los acontecimientos pasados; d] para llegar al conocimiento de que lo que “está sucediendo” se verifica
en la “propia” mente es necesaria la intervención del yo, para lo cual deben entrar en actividad las zonas encefálicas que aseguran el llamado “esquema corporal”; e] la actividad del
análisis perceptivo de estas aferencias en el nivel cortical presuponen su integración en esquemas ideoverbales que desembocan en el
lenguaje. A esta descripción neurofisiológica
agrega Benedetti una definición fenomenológica de la conciencia centrada en tres elementos
fundamentales: a] el conocimiento de la sensibilidad; b] el conocimiento de sí con percep-
228
CONCIENCIA
ciones internas organizadas en un complejo
estable que es el yo; c] la capacidad de este yo
que debe entenderse mediante los procesos
mnemónicos del pasado y mediante los de anticipación del futuro (1969: 138-139).
Las aportaciones del conductismo y de la
psicología experimental introdujeron una línea
que desemboca en una definición de la conciencia en términos operativos, como la de J.
A.M. Fredericks, según quien la conciencia es
“un proceso psicofisiológico complejo que se
manifiesta con el conocimiento que tiene el individuo de su propia identidad, su propio pasado y su propia situación perceptiva y emocional; la conciencia, además, está caracterizada
por los aspectos objetivos del comportamiento
y puede definirse biológicamente como un fenómeno que garantiza un proceso continuo y
adecuado de informaciones y de adaptación
entre el yo subjetivo, el sistema nervioso y el
ambiente perceptivo” (1969: 51). A partir de
esta definición Fredericks distingue los “estados” de los “contenidos” de conciencia, donde
por estados se entiende el continuo de los niveles de activación (v.) que se pueden estudiar en la base de las estructuras anatómicas
que actúan como mediadores (neurotransmisores); por mediciones fisiológicas como el
electroencefalograma, los potenciales evocados, el reflejo psicogalvánico, por indicadores
del comportamiento que relacionan los niveles de activación con el desempeño en las tareas de alerta, atención y detención. Por contenidos, en cambio, se entienden los fenómenos, estudiados en el pasado con el método de
la introspección y hoy con orientaciones experimentales, que constituyen el objeto de la activación consciente.
2] EL CAMPO DE CONCIENCIA Y EL ESTADO DE ALERTA. La conciencia revela un campo experimental cuyas estructuras describieron H. Ey et al.
en referencia a: “a] al acto fundamental que
abre los ojos del sujeto al mundo y lo pone en
condición de encontrarse frente a éste, es decir de dividir la propia experiencia en dos categorías: lo subjetivo y lo objetivo; b] al acto
con el que el sujeto se introduce en su propia
experiencia en cuanto logra distinguir lo imaginario de lo real en su espacio ‘antropológico’, es decir en su representación; c] al acto
con el que el sujeto dispone su propia presencia en el mundo sin dejarse transportar fatal-
mente hacia un pasado ya transcurrido, ni
arrastrarse hacia un porvenir abierto por el
deseo” (1979: 33-34). Esta noción se reveló
útil en el campo clínico para crear el marco
de los trastornos de la conciencia, porque
combina la referencia fisiológica con la experiencia vivida y descrita en términos fenomenológicos, permitiendo la comparación entre
la descripción subjetiva y la observación objetiva del clínico. Las nociones de “campo” o
“escena” ya las habían introducido Wernicke
y K. Jaspers, pero el primero sólo en la vertiente fisiológica y el segundo en la fenomenológica, por consiguiente de manera que permitía una comparación entre el momento autodescriptivo y la observación desde afuera.
La estructuración del campo se da, según
Ey, sobre la base del estado de vigilia con especial atención a la función de la alerta, que indica el estado de conciencia óptimo para el desempeño de determinadas tareas, gracias a la
puesta en función de mecanismos específicos
de detención y selección de los estímulos que
después, mediante la atención, son almacenados en los depósitos de la memoria de corto y
de largo plazo (v. memoria, § 5). El estado de
alerta está en estrecha relación con los procesos facilitadores e inhibidores interpuestos
entre el tallo cerebral y la corteza. Por tratarse de una función fisiológica, el estado de
alerta puede sufrir modificaciones por efecto
de la fatiga o de la postración física, o a causa de lesiones focalizadas o difusas del cerebro. El estado de alerta, interpretado en términos gestálticos, estructura el campo de
conciencia en la relación figura-fondo, donde
algunos objetos se perciben en forma clara y
nítida respecto a los otros, presentes en el
campo de la conciencia, pero no focalizados.
En relación con el estado de alerta se habla
también de amplitud o de restricción del campo de la conciencia, en el sentido de un estado de alerta dirigido intensamente a un objeto que funciona como escudo para todos los
demás estímulos ambientales que pueden
distraerla o desviarla. En este caso se habla
de restricción del campo de la conciencia,
mientras que cuando el estado de alerta es
fluctuante y relajado, sin una concentración
especial, se produce una mayor amplitud del
campo de la conciencia, que, en condiciones
normales, tiene presentes al mismo tiempo
de cinco a ocho unidades de contenido.
CONCIENCIA
3] TRASTORNOS DE LA CONCIENCIA. Si el estado
de conciencia alerta o lúcido está caracterizado por la conciencia de sí y por la atención al
ambiente, que son las estructuras fundamentales de la vida psíquica, es obvio que todo
trastorno, cualquiera que sea su motivo o aspecto, influye en tales estructuras, determinando un atraso hacia los niveles inferiores
de la vida psíquica, con manifestaciones que
van del entorpecimiento al estado crepuscular, confuso y comatoso.
a] El entorpecimiento u obnubilación de la
conciencia está caracterizado por disminución
del estado de alerta y pérdida de diferenciación
en el campo de la conciencia. El sujeto se ve
somnoliento, más lento en los pensamientos y
en la forma de reaccionar al ambiente, no tiene un conocimiento preciso de lo que sucede a
su alrededor, no reacciona inmediatamente
a los estímulos. Se notan trastornos en la concentración y en la memoria, desorientación en
el tiempo y en el espacio, dificultad para comprender. Ejemplos típicos son el entorpecimiento por sedantes, por ingestión de bebidas
alcohólicas, por enfermedades cerebrales como encefalitis, tumores, absceso cerebral, infecciones en el sistema nervioso central, traumatismo cráneo-encefálico, etcétera.
b] El estado crepuscular está caracterizado
por una restricción del campo de la conciencia, con interrupciones de las relaciones con
el ambiente, a excepción de una acción particular de tipo habitual como caminar, realizar
un gesto mecánico, decir frases banales sin
relación con el contexto o con el interlocutor.
El comportamiento puede ser pasivo o agitado,
o bien fuertemente coherente con las líneas o
las fantasías a las que se redujo el campo de la
conciencia. El estado crepuscular generalmente tiene un inicio agudo con repentina cesación del trastorno, seguido por un sueño con
amnesia casi total. Según el contexto en el
que surge se suele identificar un estado crepuscular epiléptico, que se presenta de manera imprevista con embotamiento mental; el
sujeto parece perdido, aturdido y con graves
trastornos de la afectividad. Síntomas análogos se presentan en el estado crepuscular alcohólico consecuente a hábitos etílicos, y en el
estado crepuscular histérico, que el psicoanálisis interpreta como un intento por parte del
sujeto de desconocer una experiencia psíquica o real especialmente desagradable.
229
c] El estado de confusión o confusión mental es una desestructuración más grave de la
conciencia, que ya no es capaz de organizar
las experiencias perceptivas en un conjunto
coherente. El sujeto no distingue lo que sucede en su mente y lo que sucede en el mundo
externo porque las percepciones se mezclan
con los pensamientos, las representaciones,
las imágenes y los sentimientos que se proyectan hacia el ambiente circundante. Si perdura
en este estado se asiste a una pérdida cada vez
mayor de las capacidades críticas y de juicio
de la realidad externa, reducción de la memoria, sobre todo de corto plazo, aparición de estados oniroides hasta estados de total incoherencia con delirio. En el nivel del comportamiento el estado de confusión puede asumir
las formas de la catatonia (v.), con inmovilidad motriz y ausencia de lenguaje, o amencia,
que es un estado de confusión alucinatorio
delirante agudo acompañado de agitación
motriz, estado angustioso, incoherencia del
lenguaje, contenidos de pensamiento muy
cargados afectivamente, pero desestructurados y delirantes. La agitación motriz alcanza
estados de excitación que llegan a una condición de verdadero pánico. Un estado de confusión mental se encuentra también en el síndrome de pasaje o de tránsito (Durchgangsyndrome), síndrome psicoorgánico reversible que representa el punto de transición entre los estados psicopatológicos agudos y los cuadros psicoorgánicos de comportamiento crónicos caracterizados por desintegración de la personalidad y demencia.
d] El coma es una condición de pérdida total
de la conciencia y de la actividad voluntaria,
semejante al sueño, donde el sujeto no puede
ser despertado y no reacciona a los estímulos
acostumbrados. El coma constituye el nivel
mínimo de activación del organismo y puede
ser provocado por causas endocraneanas, como hemorragia cerebral, trombosis, trauma,
tumor, epilepsia, o extracraneanas, como diabetes, hipoglicemia, intoxicaciones con narcóticos o con alcohol. Se identifica un estado de
precoma en el que la capacidad de percibir y la
reactividad se conservan en parte, sobre todo
por la sensibilidad al dolor, uno de coma en todo semejante al sueño, y uno de coma profundo que requiere métodos de reanimación que
se pueden practicar hasta que el electroencefalograma muestra un trazo lineal, llamado
230
CONCIENCIA
“silencio eléctrico”, que señala la muerte del
cerebro.
e] Los trastornos de la conciencia del yo, que
se distinguen de los trastornos caracterizados
por la progresiva restricción del campo de la
conciencia, pueden referirse a: 1] la identidad
del yo, como en los fenómenos de despersonalización (v. persona, § 1), donde el sujeto se
siente separado de su propia experiencia y casi como un observador extraño de sus procesos mentales y del propio cuerpo; 2] a los límites del yo (v. yo, límites del) donde el sujeto
tiene la sensación que los propios pensamientos y sentimientos son percibidos por el ambiente circundante en una especie de difusión
del pensamiento fuera de sí, o inducidos por el
ambiente casi como si fueran formados desde
afuera e introducidos en él; 3] la conciencia
alternante, expresión con la que K. Jaspers
describe las condiciones histéricas donde “la
vida psíquica separada se presenta con un desarrollo tan rico que se cree tener relación con
otra personalidad; pero cuando supera este
estado la personalidad normal no conserva
ningún recuerdo” (1913-1959: 436; v. escisión, § I, 3). Los trastornos de la conciencia
del yo, cuando no están acompañados por experiencias esquizofrénicas, por lo general no
entrañan una reducción del estado de alerta o
trastornos llamativos del comportamiento.
4] LA CONCIENCIA DESDE EL PUNTO DE VISTA FENOLa fenomenología, con E. Husserl, reaccionó a la interpretación psicológica
de la conciencia entendida como entidad, facultad o cosa, para afirmar que la conciencia
es un acto caracterizado por su intencionalidad directa hacia las cosas, por lo que, escribe Husserl, “yo no veo sensaciones de colores,
sino objetos de colores, ni entiendo sensaciones auditivas, sino la canción del cantante”
(1913: 374). Negada como cosa y confirmada
como acto, la conciencia no es un campo interior en el que se reúnen las percepciones
que provienen de afuera, sino un fuera-de-sí
originario o, como dice M. Merleau-Ponty,
una autotrascendencia: “Los actos del yo son
de tal naturaleza que se sobrepasan a sí mismos, por lo que no existe intimidad de la conciencia. La conciencia es, de principio a fin,
trascendencia, no trascendencia inmediata
–porque semejante trascendencia sería el estancamiento de la conciencia– sino trascen-
MENOLÓGICO.
dencia activa. La conciencia que tengo de ver
y oír no es la anotación pasiva de un acontecimiento psíquico cerrado en sí y que me dejaría incierto acerca de la realidad de la cosa
oída o vista [...] sino el movimiento profundo
de trascendencia que es mi mismo ser, el contacto simultáneo con mi ser y con el ser en el
mundo” (1945: 485-486).
En esta línea también se encuentra la analítica existencial de M. Heidegger quien, superando la diferenciación entre interioridad y
exterioridad con la noción de ser-ahí (Dasein),
que designa la condición del hombre que está
originariamente en el mundo, afirma que “en
el comprender, el ser-ahí no va más allá de
una esfera interior, donde desde antes estaría
encapsulado; el ser-ahí, en virtud de su modo
fundamental de ser, ya está siempre ‘afuera’,
junto al ente que encuentra en un mundo
siempre descubierto” (1927: 133). J.-P. Sartre
distingue el ser para sí de la conciencia del ser
en sí de las cosas, negando que la conciencia
pueda ser tratada como una cosa porque, a diferencia de las cosas, es presencia para sí misma: “El ser de la conciencia, en cuanto conciencia, es el de existir a distancia de sí, como
presencia en sí, y esta nula distancia que el ser
lleva en su ser es la nada” (1943: 122). En
efecto, nada separa al sujeto de sí mismo en la
conciencia que tiene de sí.
El teorema de la intencionalidad de la conciencia, que Husserl retomó de F. Brentano (v.
acto, § 1) contra la postura naturalista de la
psicología, y que volvió a recoger Jaspers, para
quien “el ser de la conciencia no es como el de
las cosas, sino que su esencia está en el estar
dirigida intencionalmente hacia los objetos.
Este fenómeno originario, tan evidente como
sorprendente, se llamó intencionalidad” (1933:
118). La conciencia no sólo está dirigida hacia
el objeto sino que también se refleja en sí misma como autoconciencia (v.), a propósito de
la cual Jaspers escribe: “El ‘yo pienso’ y el ‘yo
pienso que pienso’ coinciden hasta el punto de
no poder existir el uno sin el otro. Lo que desde el punto de vista lógico parece absurdo,
aquí es real, y precisamente el uno no es como
uno, sino como dos; con esto no se trasforma
en dos, sino que sigue siendo uno en una característica única” (1933: 119).
5]
LA CONCIENCIA DESDE EL PUNTO DE VISTA PSI-
COANALÍTICO.
La teoría psicoanalítica se cons-
CONCIENCIA
tituyó negándose a definir la psique en términos de conciencia, y con este propósito S.
Freud escribe: “¿Qué papel resta en nuetro esquema a esa conciencia antaño todopoderosa
y que todo lo recubría? Ningún otro que el de
un órgano sensorial para la percepción de
cualidades psíquicas” (1899 [1976: 603]). En
la metapsicología Freud describe el sistema
percepción-conciencia desde el punto de vista
a] tópico: situado en la periferia del aparato
psíquico, recibe tanto las informaciones provenientes del mundo externo como las del
mundo interno, por ejemplo el placer y el displacer; b] funcional: se opone al inconsciente
porque en la conciencia no se registra ninguna señal duradera de las excitaciones, como
ocurre en cambio en el inconsciente; c] económico: dispone de una energía móvil capaz de
investir, con el mecanismo de la atención, este o aquel elemento; d] dinámico: tanto en relación con el “conficto” donde se observa una
intención consciente de evitar lo desagradable
y de regular el principio del placer, como en
relación con el “tratamiento”, donde se observa la toma de conciencia, que Freud sigue considerando insuficiente para eliminar la represión y sus efectos.
Aunque marginalizada, la conciencia constituyó también para Freud el punto de partida
para la justificación de un inconsciente que es
el resultado de una inferencia a partir de las
muchas lagunas de los actos de conciencia,
que “no dan lugar a series conclusas e ininterrumpidas en sí mismas”. Frente a esta constatación, “mientras en la psicología de la conciencia nunca se fue más allá de las series interrumpidas de fenómenos, que manifiestamente dependen de cualquier otra cosa, la
otra concepción, aquella según la cual lo psíquico es en sí inconsciente, permitió desarrollar la psicología hasta hacer de ésta una ciencia natural como todas las demás” (1938: 584
y 585).
Freud, pasando de la primera articulación
de la psique, que prevé la división en inconsciente, preconsciente y consciente, a la segunda, que distingue tres instancias: ello, yo, superyó (v. aparato psíquico, § 5), evita identificar la conciencia con el yo, limitándose a establecer un simple vínculo de pertenencia entre la conciencia y el yo: “Nos hemos formado
la representación de una organización coherente de los procesos anímicos en una perso-
231
na, y la llamamos su yo. De este yo depende la
conciencia; él gobierna los accesos a la motilidad, vale decir: a la descarga de las excitaciones en el mundo exterior; es aquella instancia anímica que ejerce un control sobre todos sus procesos parciales, y que por la noche
se va a dormir, a pesar de lo cual aplica la cencura onírica” (1922 [1976: 19-19]); donde es
evidente que, cuando la conciencia duerme, el
yo continúa vigilando, por lo que no hay coincidencia entre las dos instancias. Esta distinción entre yo y conciencia se retoma a propósito de la disociación psíquica en la que Freud
identifica una escisión de la conciencia (Bewusstseinspaltung) de una escisión del yo
(Ichspaltung) (v. escisión, § II).
6] LA CONCIENCIA DESDE EL PUNTO DE VISTA DE LA
PSICOLOGÍA ANALÍTICA. La no coincidencia de lo
psíquico con la conciencia, y el vínculo entre
conciencia y yo, son las tesis de C.G. Jung,
para quien “la conciencia es la función o la
actividad que mantiene la relación de contenidos psíquicos con el yo. La conciencia no es
idéntica a la psique, en cuanto ésta representa la totalidad de los contenidos psíquicos, no
todos los cuales están necesariamente relacionados de modo directo con el yo, o sea que
no están con el yo en una relación tal que a
ellos corresponda la cualidad del conocimiento” (1921: 433-434). Por lo que se refiere
a la relación entre yo y conciencia, Jung, basándose en su teoría de los complejos (v.
complejo, § 2), entiende el yo como el complejo central de la conciencia: “por ‘yo’ entiendo un complejo de representaciones que
para mí constituye el centro del campo de mi
conciencia y que me parece posee un alto
grado de continuidad y de identidad consigo
mismo. Por lo tanto hablo también de un
complejo del yo. El complejo del yo es tanto
un contenido como una condición de la conciencia [...], ya que un elemento psíquico para mí es consciente en cuanto es referido al
complejo del yo. Precisamente porque el yo
es sólo el centro del campo de mi conciencia
no es idéntico a la totalidad de mi psique, sino tan sólo a un complejo entre otros complejos. Distingo por lo tanto entre el yo y el sí
mismo, en cuanto el yo es sólo el sujeto de mi
conciencia, mientras el sí mismo es el sujeto
de mi psique total, y por lo tanto también del
inconsciente” (1921: 468).
232
CONCRETISMO
7] LA CONCIENCIA MORAL. Con esta expresión,
para la cual la lengua alemana no emplea el
término Bewusstsein, sino Gewissen, se entiende el conjunto de procesos cognoscitivos y
emocionales que están en la base de la formación de una guía interior que regula la conducta individual, en armonía con los valores
reconocidos por el grupo social de pertenencia. Los procesos cognoscitivos son indispensables para el conocimiento de las normas y
para valorar la adecuación de las propias acciones a las mismas; los procesos emocionales, como el miedo, la culpa y la vergüenza,
parecen necesarios, en una primera fase llamada “heterónoma”, para el favorecimiento
de comportamientos adecuados.
a] Desde el punto de vista cognoscitivo J.
Piaget mostró, partiendo de la disposición de
los niños frente a las reglas del juego, que hasta el séptimo año el niño considera que las reglas son inviolables y los motivos de aquel que
no las observó son irrelevantes. El fundamento de la inviolabilidad está en la imposición
por parte de la autoridad externa, por lo que
la observación de las reglas tiene una base heterónoma. Más tarde el niño reconoce que las
reglas responden a una ventaja recíproca para los integrantes del grupo y aprende a valorar cada caso en su peculiaridad basándose
en la idea de equidad. En esta fase la conducta, de heterónoma, se vuelve autónoma.
b] Desde el punto de vista conductista la interiorización de las reglas se da por efecto de un
buen condicionamiento, capaz de desarrollar
reacciones anticipadas de temor dictadas por
el miedo a un castigo, por el sentimiento de
culpa que surge después de haber cumplido
una acción antes castigada, por la vergüenza
que se experimenta cuando los otros descubren nuestras desviaciones. L. Kohlberg identificó tres niveles en la formación de la conciencia moral: 1] premoral, en el que se obedece a
las reglas sólo para evitar los castigos; 2] conformidad, en el que se obedece para alejar la
culpa derivada de la censura de la autoridad; 3]
principios, en el que la obediencia se da en términos de recompensas y castigos objetivos.
Una conciencia moral basada en la conciencia
de los principios que regulan la convivencia
se desarrolla mucho más tarde, en general
después de la pubertad.
c] Desde el punto de vista psicoanalítico la
formación de la conciencia moral está estre-
chamente relacionada con la formación del
superyó (v. autoobservación) que, a su vez,
es producto de la evolución del complejo de
Edipo (v.) y por lo tanto de la forma de relacionarse con las figuras paternas y de interiorizar las prohibiciones. S. Freud le asigna a la
formación del superyó, que para él es la base
de toda formación ética, un valor terapéutico:
“En todos los tiempos se atribuyó el máximo
valor a esta ética, como si se esperara justamente de ella unos logros de particular importancia. Y en efecto, la ética se dirige a
aquel punto que fácilmente se reconoce como
la desallura de toda cultura. La ética ha de
concebirse entonces como un ensayo terapéutico, como un empeño de alcanzar por mandamiento del superyó lo que hasta ese momento el restante trabajo cultural no había
conseguido (1929 [1976: 137-138]). Por su
parte C.G. Jung desarrolla un concepto de
conciencia moral como emancipación de las
normas colectivas, sin la cual es imposible un
auténtico proceso de individuación (v.); por
lo tanto, “la norma colectiva se hace cada vez
más superflua en una orientación colectiva de
la vida, y con esto la verdadera moralidad va
a la ruina. Cuanto más está el hombre sometido a normas colectivas, tanto mayor es su
inmoralidad individual” (1921: 464).
BIBLIOGRAFÍA. Aronfreed, J. (1968); Benedetti, G.
(1969); Ey, H. (1963); Ey, H., P. Bernard y C. Brisset (1979); Fredericks, J.A.M. (1969); Freud, S.
(1899); Freud, S. (1915); Freud, S. (1922); Freud,
S. (1929); Freud, S. (1938); Heidegger, M. (1927);
Husserl, E. (1913); Jackendoff, R. (1990); Jaspers, K. (1913-1959); Jaspers, K. (1933); Jung,
C.G. (1921); Kohlberg, L. (1964); Merleau-Ponty,
M. (1945); Misiti, R. (1972); Neumann, E. (1949);
Piaget, J. (1932); Sartre, J.-P. (1943); Simon, C.W.
y W.H. Emmons (1956); Wernicke, C.K. (1879);
Wundt, W. (1873-1874).
concretismo (al. Konkretismus; fr.
concrétisme; ingl. concretism, it. concretismo)
Forma de pensar y de sentir que se mantiene
vinculada con la percepción inmediata de la
realidad material y con la propia experiencia
subjetiva, sin ser capaz de elevarse a la abstracción (v.); es típico del pensamiento infan-
CONDENSACIÓN / CONDICIÓN
233
til y del primitivo. “El pensamiento concreto
–escribe C.G. Jung– se mueve entre conceptos
y concepciones exclusivamente concretas y está siempre en relación con las impresiones que
proporcionan los sentidos. Asimismo el sentimiento concreto nunca se separa de una referencia sensorial. [...] El concretismo es, por lo
tanto, un arcaísmo. [...] En el hombre civilizado el concretismo del pensamiento consiste,
por ejemplo, en la incapacidad de pensar en
cualquier otra cosa que en los hechos de evidencia inmediata, tal como los proporcionan
los sentidos; o bien en la incapacidad de diferenciar el sentir subjetivo del objeto de la sensación que proporcionan los sentidos. [...] Esta
confusión impide una diferenciación del pensar y del sentir, y en ambos mantiene las funciones en la esfera de la sensación, es decir de
la referencia sensorial; de tal manera pensar y
sentir nunca pueden desarrollarse en función
pura, sino que dependen permanentemente de
la sensación. [...] Así se determina una relación
sensorial entre las diferentes funciones psicológicas, relación que impide la autonomía psíquica del individuo a favor de los datos del hecho sensible” (1921: 432-433). Para J. Piaget el
concretismo constituye la manifestación más
evidente del realismo infantil y el pensamiento
que lo manifiesta es incapaz de irreversibilidad,
es decir, de recorrer mentalmente en sentido
inverso las operaciones que se realizaron en un
procedimiento lógico u operativo, por lo que,
por ejemplo, un objeto dividido es para un niño una cosa diferente que la representación
inicial del objeto entero (v. cognición, § 2, b).
samientos oníricos latentes; y a la inversa, un
elemento de estos últimos puede estar subrogado por varias imágenes en el sueño” (1932
[1976: 19]). La condensación, aunque es ante
todo un procedimiento característico del pensamiento inconsciente, actúa en favor de la
censura (v.), ya que contribuye a lo que Freud
llama trabajo onírico (v. sueño, § II, 2), o sea al
proceso de deformación y ocultamiento de los
elementos inconscientes del sueño que determinan la discrepancia entre contenido latente
y contenido manifiesto (v.). El mecanismo de
la condensación está sumamente relacionado
con el de desplazamiento (v.), en cuanto las
energías psíquicas ligadas a cada uno de los
pensamientos son desplazadas y concentradas
en un único elemento. El sueño puede, por
ejemplo, condensar en la imagen de una persona los rasgos de dos o más individuos, o bien
fundir en un neologismo diferentes palabras.
Un procedimiento análogo de condensación lo
señaló Freud también en la formación de los
síntomas, los lapsus, en los olvidos y en el chiste. Según E. Bleuler la condensación es especialmente frecuente en los pacientes esquizofrénicos que tienden a representar con una sola imagen diferentes lugares o personas. Según
R. Jakobson y J. Lacan, en la condensación
subyacen los mismos procesos que en el ámbito lingüístico dan inicio a la metáfora (v.).
BIBLIOGRAFÍA:
condescendencia
v. CONFORMISMO.
Jung, C.G. (1921); Piaget, J. (1947).
BIBLIOGRAFÍA:
Bleuler, E. (1911-1960); Freud, S.
(1899); Freud, S. (1901); Freud, S. (1905); Freud,
S. (1932); Jakobson, R. (1956); Lacan, J. (1957).
condensación (al. Verdichtung; fr. condensation; ingl. condensation; it. condensazione)
condición (al. Bedingung; fr. condition;
ingl. condition; it. condizione)
Concentración de varios elementos psíquicos y
de la energía a ellos vinculada en una única representación dotada de notable intensidad. La
condensación se manifiesta en forma especialmente evidente en el sueño, donde, como afirma S. Freud, “es como si actuara una fuerza
que sometiera el material a un prensado, a un
esfuerzo unitivo. Luego, a consecuencia de la
condensación, un elemento del sueño manifiesto puede corresponder a varios de los pen-
Conjunto de elementos que pueden favorecer
o impedir la realización de un acontecimiento o de un proceso. A diferencia de las causas, las condiciones no producen efectos directos o inmediatos sino que contribuyen, en
diferentes grados, a hacer posible, hasta probable, pero de alguna manera nunca segura,
la realización de un acontecimiento. Ya J.S.
Mill advertía que raras veces se encuentra
una relación causal entre un antecedente y
234
CONDUCCIÓN NERVIOSA / CONDUCTA ANTISOCIAL
un consecuente, mientras que es mucho más
frecuente observar una relación entre diferentes antecedentes, todos igualmente necesarios, y un consecuente. Hoy la noción de condición sustituyó en gran medida a la de causa
en muchos campos del conocimiento, desde
la biología hasta la sociología, la teoría de la
información y de sistemas, sobre todo después de que la misma física abandonó el concepto de causalidad en favor de los modelos
estadísticos. Según C.G. Jung el condicionalismo, es decir la intención de explicar los acontecimientos mediante las condiciones de su
verificación, conserva la misma orientación
que el determinismo causal (v. causalidad),
pues no hace más que hacer extensiva la simple relación causa-efecto a la complejidad de
lo existente. En psicología, como en otros
campos, el término se utiliza con frecuencia,
en sentido amplio, como sinónimo del “estado” en el que se encuentra una persona; en este sentido se habla de condición patológica,
cultural, social y semejantes.
BIBLIOGRAFÍA:
Jung, C.G. (1916-1917).
condicionado, reflejo
v. APRENDIZAJE, § I, 1-2.
condicionamiento
v. APRENDIZAJE, § I, 1-2.
conducción nerviosa (al. Nervöse Leitungsbahn; fr. conduction nerveuse;
ingl. nervous conduction; it. conduzione nervosa)
Propagación del impulso nervioso a lo largo
de una fibra nerviosa debida al desencadenamiento inicial del potencial de acción (v. acción, § 2, a) en el punto estimulado y a su posterior propagación por la generación de una
corriente que provoca la despolarización en
una zona limítrofe. Con este mecanismo en
las fibras amielínicas la excitación se propaga
de manera continua a lo largo de la estructura completa. La velocidad de conducción es
directamente proporcional a la raíz cuadrada
del diámetro de la fibra. En las fibras mielínicas, en las cuales las membranas del cilin-
droeje (axón, neurita, neuroaxón) están revestidas por una capa de mielina (sustancia con
propiedades aislantes), la propagación del potencial de acción se da saltando de un nodo al
siguiente (nódulo de Ranvier), porque sólo en
esos puntos puede darse la despolarización de
la membrana por efecto de la corriente generada en la forma arriba descrita. En este caso
se dice que la propagación se da de manera
saltatoria, lo que permite un aumento de velocidad de conducción y un ahorro energético
respecto al caso precedente. La velocidad,
además, es directamente proporcional al diámetro de la fibra. La conducción del impulso
es un fenómeno de todo o nada (v. acción, §
2, a), por lo que se propaga sin disminución;
es aislada en cuanto no se difunde a las fibras
vecinas; es indiferente porque puede propagarse tanto en dirección centrífuga como centrípeta. La existencia de fibras eferentes y aferentes no está en contradicción con la indiferencia de la conducción, porque la efectiva
conducción polarizada está determinada por
las sinapsis (v.) que operan la transmisión
(v., § 2) nerviosa.
conducta (al. Betragen; fr. conduite;
ingl. behaviour; it. condotta)
El término, que con frecuencia se utiliza como sinónimo de comportamiento (v.), se
distingue de este último porque, mientras el
comportamiento se refiere al conjunto de las
acciones y de las reacciones habituales de un
organismo al ambiente, susceptibles de observación objetiva, la conducta hace referencia a una actitud (v.) interior en la cual se
originan las acciones y las reacciones. Se deriva de ello que, desde el punto de vista de la
observación exterior, la conducta es menos
describible y comprobable que el comportamiento.
conducta antisocial (al. unsoziales
Verhalten; fr. conduite antisociale; ingl.
antisocial behaviour; it. antisocialità)
Conducta hostil hacia la organización del grupo social de pertenencia, que se manifiesta
con actividades que violan las reglas que presiden el orden vigente. No existen criterios ob-
CONDUCTA PROTEICA / CONDUCTISMO
jetivos de evaluación del grado de la conducta
antisocial porque la medida depende del nivel
moral y cultural de determinado grupo o población. El psicoanálisis interpreta las conductas antisociales según estén determinadas
por motivos conscientes, como en los delincuentes normales que siguen el ejemplo de un
modelo criminal con ausencia de superyó y
rasgos de psicopatía (v.), o por motivos inconscientes particularmente activos en los delitos culposos, en los que no es patente la intención de matar. Asimismo, para el psicoanálisis la conducta antisocial debe considerarse
en la misma proporción que los síntomas, de
los que se diferencia por una mayor participación del yo. La psicología social llama a la
conducta antisocial sociopatía abnorme, para
diferenciarla de la sociopatía deficitaria, llamada también asocialidad, caracterizada por
la incapacidad de crear relaciones sociales o
de pertenencia en un grupo (v. psicología social, § 5). No es raro que la sociopatía deficitaria se traduzca en sociopatía abnorme por
la constitución de grupos de delincuentes (v.
delincuencia).
BIBLIOGRAFÍA:
Argyle, M. (1976); Bertolini, E.
(1971); Danziger, K. (1971).
conducta proteica (al. Täuschungsperhalten; fr. conduite protéanique; ingl.
Protean behavior; it. proteanica, condotta)
Serie de maniobras que utilizan los animales
para engañar al predador y distraerlo del ataque. Ejemplos de ella son el mimetismo (v.),
el reflejo de muerte aparente (v. reflejo, § 2,
d), la automutilación de la cola en las lagartijas y otras estrategias. Por analogía el término
se amplía también al nivel humano para designar las conductas caracterizadas por el recurso habitual al engaño y la falsedad.
conductismo (al. Verhaltenspsychologie; fr. comportementalisme; ingl. behaviourism; it. comportamentismo)
El conductismo, llamado también behaviorismo, es una orientación de la psicología moderna que, en el intento de darle a la psicolo-
235
gía un estatus semejante al de las ciencias
exactas, circunscribe el campo de la investigación a la observación del comportamiento
animal y humano, rechazando cualquier forma de introspección (v.), que por su naturaleza escapa a la comprobación objetiva.
1] LOS ANTECEDENTES HISTÓRICOS Y LAS PREMISAS
TEÓRICAS. Los antecedentes históricos de esta
orientación deben buscarse a partir de la filosofía de R. Descartes hasta la cultura iluminista francesa en la cual, con J.O. de la Mettrie, E. de Condillac, C.A Helvétius y P.J.G. Cabanis, se intenta comprender y reconstruir el
organismo animal, y más tarde también el del
hombre, según el modelo de un aparato mecánico, que resuelve fuerzas y experiencias
psíquicas, ideas e intenciones, de acuerdo con
los estímulos y reacciones que, en los casos
más elementales, se hacen coincidir con el esquema del reflejo simple y, en los más complejos, con el del reflejo condicionado. La intención de explicar el comportamiento animal sin utilizar la experiencia subjetiva humana y sin caer en arbitrarias atribuciones
antropomórficas está presente también en la
historia de la biología alemana del siglo XIX,
sobre todo en la doctrina de los tropismos
(v.), relativa a la atracción y a la repulsión respecto a determinados estímulos, que elaboró
J. Loeb y retomó A. Bethe, sobre quien actuó
la influencia de la teoría evolucionista de C.
Darwin, que haría sentir sus efectos incluso
en la orientación filosófica que se manifestaría con el positivismo de A. Comte y de H.
Spencer, para quienes es importante atenerse
a lo observable y verificable para favorecer el
paso de todas las actividades humanas a la fase positiva, mediante la adopción generalizada del método científico.
Estas corrientes de pensamiento generaron
en la Europa de finales del siglo XIX la exigencia cada vez más difundida de comprobar el
aspecto objetivo y experimental de las investigaciones psicológicas que, en Rusia, desembocaron en los estudios de fisiología de I.P.
Pavlov y la creación del concepto de condicionamiento (v. aprendizaje, § I, 1), y en Estados Unidos en la teoría filosófica funcionalista de W. James, quien considera la vida psíquica desde el punto de vista de las funciones
que en ésta se desarrollan con el fin de conservar la vida (v. funcionalismo). J.B. Watson, el
236
CONDUCTISMO
fundador del conductismo, se formó en la escuela de J.R. Angell, alumno a su vez de James, en la Universidad de Chicago, centro del
funcionalismo norteamericano. En esos mismos años, oponiéndose a la psicología elementalista de W. Wundt y de E.B. Titchener,
centrada en el método introspectivo (v. elementarismo), J.M. Cattell sostenía la necesidad de construir una psicología que fuera del
todo independiente de la introspección, influido en ese sentido por James que, en la vertiente filosófica, conjeturaba que la esencia
del estado afectivo radicaba en las reacciones
viscerales y musculares, con la consiguiente
problemática acerca de la existencia real de la
conciencia, mientras que W. Mc Dougall, después de haber definido la psicología como
“ciencia positiva de la conducta de los seres
vivientes”, introdujo el término “comportamiento” (behaviour).
2] EL CONDUCTISMO DE J.B. WATSON. La originalidad de Watson no radica tanto en la novedad
cuanto en la orientación de las tesis mucho
más radicales que las de sus predecesores. En
La psicología así como la ve el conductista de
1913 escribe: “El lector no encontrará en mi
obra discusiones sobre la conciencia, ni términos como sensación, percepción, atención,
voluntad, etc. Son palabras que sin lugar a
dudas suenan bien, pero noté que se puede
precindir de ellas. [...] A decir verdad, ni siquiera entiendo qué significado puedan tener,
ni creo que nadie haya logrado nunca usarlas
sistemáticamente con propiedad” (1913: 12).
El ideal que Watson se propone alcanzar es el
de una psicología que trate exclusivamente las
formas del comportamiento de los seres vivientes, tal como las puede documentar un observador externo, renunciando a cualquier procedimiento fundado en la autoobservación y en
las experiencias subjetivas que pretenden alcanzar un conocimiento de la vida íntima de
los otros individuos basándose en analogías
con la propia. Al rechazar el método introspectivo con la intención de crear una psicología según el modelo de las ciencias naturales,
se adoptan los conceptos de estímulo y reacción, además de las correspondientes leyes
que manifiestan las relaciones causales. En
esta estructura teórica se introducen las profundizaciones que llevan a las posiciones más
características del conductismo, que son:
a] El molecularismo, que interpreta todo el
comportamiento a partir de las unidades más
pequeñas de conducta, identificadas primero
en el concepto de hábito y después en el de reflejo condicionado.
b] El periferalismo, que reduce la “conciencia” a las reacciones que se observan en el sistema visceral y glandular, a las reacciones motrices de la musculatura voluntaria, ponderables mediante la relación elemental entre el
estímulo y la respuesta. Incluso las funciones
humanas más complejas, según Watson, se
pueden traducir en términos de conducta observables, como el pensamiento, concebido
como un lenguaje privado de expresiones sonoras y determinable con los movimientos
imperceptibles de los órganos periféricos, potencialmente registrables.
c] El ambientalismo. Después de haber experimentado en su hijo Albert la teoría del
reflejo condicionado, asociando un fortísimo
y horrísono ruido metálico cuando Albert tenía contacto con los animales, que al principio habían representado para el niño un inocuo motivo de diversión, Watson explicó todas las diferencias individuales a través de
los procesos de aprendizaje, por lo que es posible programar la profesión futura de cualquier niño simplemente si se eligen de modo
oportuno las influencias ambientales a las
que se debe someter, sin tomar en consideración sus disposiciones individuales. Subyacente está el concepto de que el ambiente es
una entidad totalmente independiente del organismo, cuyas posibilidades de adaptación
se obtienen creando ambientes de acuerdo
con lo que se desea obtener. Escribe Watson:
“Denme una docena de niños normales, bien
hechos, y un ambiente adecuado para educarlos, y les garantizo tomar uno al azar y
transformarlo en cualquier tipo de especialista que quiera: médico, abogado, artista,
comerciante y hasta pordiosero o ladrón, independientemente de sus aptitudes, simpatías, tendencias, capacidades, vocaciones”
(1914: 104).
3] EL NEOCONDUCTISMO. El neoconductismo,
que en gran parte modificó los aspectos más
radicales de la posición de Watson, desplazó
su interés hacia el aprendizaje (v., § I, 2) con
el uso de metodologías experimentales en las
cuales se cuantifican sistemáticamente las va-
CONDUCTISMO
riables de la investigación. E.C. Tolman introdujo una concepción tendiente a objetivos
del comportamiento, por lo que cada secuencia de movimientos está dirigida siempre hacia un objetivo preciso. De sus investigaciones efectuadas con ratones de laboratorio dedujo que el aprendizaje no se da por efecto
de una recompensa, como sostenía Thorndike, sino por la repetición sistemática de una
tarea mediante la cual se crea en el animal
un “mapa cognoscitivo” del ambiente. Tolman, al reconocer una direccionalidad en la
conducta del organismo, se emancipa del
mecanicismo de Watson para introducir la
noción de fin objetivamente determinable y
describible, basándose en las expectativas
que nacieron de anteriores experiencias.
Otro concepto que introdujo Tolman es el de
las variables intermedias, como la historia
evolutiva del organismo y su condición impulsiva, que hacen más problemática la relación estímulo-reacción.
El tema del condicionamiento lo retomó C.
L. Hull quien, después de introducir modelos
matemáticos en el estudio de los procesos de
aprendizaje, haciendo más rigurosa la psicología experimental, advierte que una simple cadena de reflejos no puede proporcionar la explicación de un hábito porque entre estímulo
y reacción se ubican las tendencias de reacciones adquiridas, la generalización del estímulo,
los estados impulsivos que cambian de un sujeto a otro, las insuficiencias fisiológicas, los
procesos asociativos y la reacción anticipada
hacia la meta. Con este propósito Hull modifica la noción de refuerzo, agregando a la gratificación externa también la interna, por lo que
si a un nexo estímulo-reacción le sigue una satisfacción del impulso interno, existe otra posibilidad de que ese nexo se repita.
Con B.F. Skinner, el más esforzado defensor
del método experimental, se produce un regreso a la ortodoxia watsoniana: “El comportamiento es un dato que se adecua a las leyes,
que no es alterado por los actos arbitrarios de
un eventual agente libre, en otras palabras,
que está completamente determinado” (1959:
76). Y continúa: “Las explicaciones mentalistas embotan la curiosidad y llevan las investigaciones hacia un punto muerto. Es tan fácil
observar sentimientos y estados de ánimo, en
un momento y en un lugar que los hace aparecer como causas, que ya no estamos dis-
237
puestos a continuar indagando. Pero cuando
se comienza a estudiar el ambiente no se puede negar su importancia” (1974: 14). En concordancia con la tradición positivista e inductista de la psicología y en contra de toda tentación especulativa, subjetiva e introspectiva,
Skinner prepara una eficiente tecnología para
mejorar el aprendizaje, partiendo del supuesto de que toda conducta es controlable y modificable por medio de estímulos eficaces y de
variables sistemáticas, independientemente
de las condiciones subjetivas. Ejercitar la conducta significa, para Skinner, plasmarla mediante refuerzo, premiando las inclinaciones
orientadas en la dirección deseada y extinguiendo las propensiones indeseadas. Los mejores resultados se obtuvieron con el adiestramiento de animales y en la instrucción programada (v. instrucción) donde, introduciendo la noción de condicionamento operante (v.
aprendizaje, § I, 2), según la cual una secuencia de comportamiento adquiere fuerza si le
sigue un refuerzo positivo, Skinner considera
que es posible abandonar los “nexos intermedios” entre estímulo y respuesta en los que
Hull había basado su explicación del comportamiento y la teoría correspondiente.
Por lo que se refiere a los modelos teóricos,
el conductismo rechaza la comprensión en
favor de la explicación (v. psicología comprensiva), a propósito de la cual dice H.J. Eysenck: “El término ‘explicación’ se debe usar
en psicología exactamente con las mismas
connotaciones con las que se emplea en las
ciencias exactas. Esto significa en esencia
que, más que comprensión el término adecuado es descripción, cuantitativa de ser posible; la comprensión, en un cierto sentido no
científico, humanista, ideográfico, es función
de muchas cosas, incluidos los actuales niveles de creencias arbitrarias y de supersticiones, y no puede ser comprobada en la realidad” (1970: 218).
4] LAS CRÍTICAS AL CONDUCTISMO. Las teorías
conductistas han recibido muchas críticas
por parte de la psicología comprensiva (v.)
que rechaza recurrir exclusivamente al método explicativo de las ciencias naturales, a menos que se desee reducir al hombre a simple
cosa; de la psicología de la forma (v.), que
refuta el asociacionismo y la concepción mecanicista del aprendizaje, y de la psicología
238
CONEXIÓN PSÍQUICA / CONFESIÓN
cognoscitivista (v. cognoscitivismo), que le
achaca al conductismo no tomar en consideración los procesos cognoscitivos superiores
del hombre. Por último, se le reprocha al conductismo transferir al hombre los resultados
de las investigaciones experimentales realizadas en animales de laboratorio y, al respecto,
D. Parisi comenta: “a] el conductismo es más
función de la mente que de los estímulos y de
las condiciones externas, mientras que el laboratorio es apropiado para establecer correlaciones entre conductas y situaciones estímulo; b] la conducta está gobernada por
complejas estructuras de objetivos, mientras
que en el laboratorio los fines del sujeto deben intervenir lo menos posible; c] la conducta (especialmente la humana) tiene un orden
–y tal vez un tipo– de complejidad que resulta difícil reconstruir partiendo de segmentos
aislados estudiados en laboratorio; d] las condiciones del ambiente en las que se verifica la
conducta humana real tienen una densidad y
una complejidad ignoradas en el microambiente del laboratorio; e] el comportamiento
en el laboratorio se reduce a sus parámetros
físicos, ignorando el hecho esencial de que en
la vida real el comportamiento es, ante todo,
portador de significados; f] la situación experimental usada en psicología es casi siempre
un instrumento ciego, cuyas características
internas se ignoran, y por lo tanto sólo proporciona resultados de escaso significado
cognoscitivo; g] la psicología no pasó por una
fase de descripción detallada del comportamiento real, sino que saltó de inmediato al estudio experimental de comportamientos artificiales, privándose de esta manera del indispensable mapa de orientación que debería
guiar cada una de sus investigaciones; h] el
método experimental, adoptado en esencia
sólo por la psicología entre las ciencias sociales, constituye una barrera para los intercambios de teorías, conceptos y tipos de fenómenos estudiados en común por la psicología y
esas otras ciencias, y este aislamiento de la
primera disminuye notablemente su capacidad de penetración y de conocimiento” (1978:
252-253). La reducción de la psicología a la
observación experimental que inició el conductismo tuvo un desarrollo equiparable en
el campo filosófico con el materialismo científico y con el conductismo lógico, que se tratan en la voz fisicalismo (v.).
BIBLIOGRAFÍA:
Bandura, A. (1969); Boring, E.G.
(1950); Eysenck, H.J. (1970); Hull, C.L. (1943);
Hull, C.L. (1952); Kerlinger, F. (1973); MacDougall, W. (1908); Meazzini, P. (1980); Parisi, D.
(1978); Pavlov, I.P. (1927); Rachlin, H. (1970);
Skinner, B.F. (1938); Skinner, B.F. (1953); Skinner, B.F. (1959); Skinner, B.F. (1974); Tolman,
E.C. (1922); Tolman, E.C. (1932); Watson, J.B.
(1913); Watson, J.B. (1914).
conexión interhemisférica
v. HEMISFERIO CEREBRAL.
conexión psíquica (al. Psychische
Verbindung; fr. liaison psychique; ingl.
psychic connection; it. collegamento
psichico)
Relación entre los elementos psíquicos según
la hipótesis de W. Wundt, para quien los atributos elementales de la psique, como las simples sensaciones, no quedan aislados, ni están
asociados mecánicamente, sino que se unen
por medio de la percepción, la atención y la
conciencia. Wundt considera que la psicología tiene la tarea de analizar los procesos
compuestos derivados de los vínculos psíquicos y de comprender las leyes que determinan
tales vínculos (v. elementarismo).
BIBLIOGRAFÍA:
Wundt, W. (1862).
conexionismo
v. ASOCIACIONISMO.
confesión (al. Bekenntnis; fr. confession; ingl. confession; it. confessione)
Admisión y reconocimiento de las propias culpas. C.G. Jung considera la confesión como el
primer estadio del proceso psicoterapéutico,
al que le siguen la aclaración, la educación y la
transformación. En la fase de la confesión el
sujeto se libera de sus secretos y de todo lo
que oculta porque lo considera reprobable. El
alivio que conlleva la confesión lo motiva el
reconocimiento de la parte oscura de sí (v.
sombra), con el consiguiente encuentro de la
propia integridad que disminuyó por la esci-
CONFIANZA / CONFLICTO PSÍQUICO
sión de la conciencia de los contenidos inaceptables. Liberado del exilio al que sus propios secretos lo habían desterrado, el sujeto
tiene la posibilidad de relacionarse con todas
las partes de sí mismo realizando lo que, para
Jung, es el objetivo del tratamiento analítico,
al que se llega procediendo en las fases sucesivas a la de la confesión, que es inicial y preparatoria.
BIBLIOGRAFÍA:
Jung, C.G. (1929).
confianza (al. Vertrauen; fr. confiance;
ingl. trust; it. fiducia)
Estado tranquilizador que se deriva de la
convicción de la confiabilidad del mundo circundante, al que se percibe bien dispuesto
hacia el objeto. Esta condición influye positivamente en el comportamiento, eliminando
inquietudes y malestares que conducen a actitudes de cerrazón, rechazo y escepticismo.
E.H. Erikson introdujo la expresión confianza de base, que después retomaron M. Balint
y D.W. Winnicott, para indicar la etapa del
desarrollo –correspondiente a la fase oral (v.,
§ 2)– durante la cual el niño percibe ser aceptado y querido por el ambiente circundante,
adquiriendo esa seguridad que le permite, en
oposición a lo que siente como confiable, reconocer el mal y la negatividad. La presencia
de circunstancias traumáticas en este período
puede influir en la confianza de base, con las
consiguientes repercusiones de carácter depresivo o neurótico-impulsivo en la psicología
del adulto.
BIBLIOGRAFÍA:
Balint, M. (1952); Bowlby, J.
(1951); Erikson, E.H. (1950); Spitz R.A. (1958);
Winnicott, D.W. (1987).
confines del yo
v. YO, LÍMITES DEL.
conflicto psíquico (al. Psychischer
Konflikt; fr. conflit psychique; ingl. psychical conflict; it. conflitto psichico)
Contraposición entre instancias contrastantes. El significado del término y su uso tienen
239
connotaciones específicas en los siguientes
contextos:
1] PSICOANÁLISIS. S. Freud asume la noción de
conflicto como categoría central de la teoría
psicoanalítica: “No queremos simplemente
describir y clasificar los fenómenos, sino concebirlos como indicios de un juego de fuerzas
que se desarrolla en la psique, como la expresión de tendencias orientadas hacia un fin,
que trabajan juntas o una contra otra. Lo que
nos esforzamos por alcanzar es una concepción dinámica de los fenómenos psíquicos.
En nuestra concepción los fenómenos percibidos deben ponerse en segundo plano respecto a las tendencias, que no obstante son
sólo hipotéticas” (1915-1917 [1976: 246247]). En ocasiones el conflicto se presenta,
en forma manifiesta, entre dos sentimientos
contradictorios; a veces en forma latente, como en la neurosis, donde los elementos del
conflicto manifiesto sólo son una cobertura
deformada o síntoma de un conflicto latente.
Al designar los términos en conflicto Freud
pasó por tres hipótesis que tienen en común
la aceptación de la sexualidad como un término del conflicto, respecto a la cual el antagonista se determina en formas diferentes según la fase de desarrollo que iba alcanzando
la teoría de las pulsiones: 1] la primera formulación del conflicto se refiere al dualismo
entre principio del placer y principio de realidad regulados por la represión (v.), a su vez
motivada por la imposibilidad de reconciliar
las representaciones sexuales con las aspiraciones éticas y estéticas del yo; 2] la segunda
formulación opone las pulsiones sexuales a
las pulsiones de autoconservación o pulsiones
del yo, que abarcan también las tendencias
agresivas; 3] la tercera reconduce todo conflicto a un dualismo casi mítico entre pulsiones de vida y pulsiones de muerte, en las que
Freud ve la antigua oposición entre Eros y Tánatos, donde en las pulsiones de muerte, más
que un polo del conflicto, se ve el principio
mismo de la conflictividad, mientras en las
pulsiones de vida se reúnen todas las oposiciones conflictivas antes clasificadas por
Freud: “Tras larga vacilación y oscilación, nos
hemos resuelto a aceptar sólo dos pulsiones
básicas: Eros y pulsión de destrucción. (La
oposición entre pulsión de conservación de sí
mismo y de conservación de la especie, así
240
CONFORMISMO
como la otra entre amor yoico y amor de objeto, se sitúan en el interior del Eros.) La meta de la primera es producir unidades cada
vez más grandes y, así, conservarlas, o sea,
una ligazón [Bindung]; la meta de la otra es,
al contrario, disolver nexos y, así, destruir las
cosas del mundo” (1938 [1976: 146]).
2] PSICOLOGÍA INDIVIDUAL. A. Adler habla de neurosis conflictual a propósito de las actitudes
carcaterizadas por una acentuada oposición al
ambiente, sostenida por evaluaciones críticas
que la protegen de la degeneración en delirio
verdadero. En la base de la neurosis conflictiva
hay un sentimiento de inferioridad del sujeto,
acompañado por una fuerte antisocialidad.
3] PSICOLOGÍA DEL COMPORTAMIENTO. En este
ámbito con frecuencia se identifican tres tipos de conflicto: a] atracción-atracción, cuando hay dos o más metas deseables pero mutuamente excluyentes; b] repulsión-repulsión,
cuando la elección es entre dos perspectivas
desagradables, por lo que se tiende a eludir el
dilema; c] repulsión-atracción cuando el mismo objeto presenta incentivos positivos y negativos, como el placer de comer dulces y el
displacer de engordar. En estas ocasiones son
decisivas las maniobras de acercamiento; en
el primer caso el hecho mismo de dirigirse a
alguno de los dos polos aumenta la tendencia
a moverse hacia esa dirección; en el segundo
caso el hecho de acercarse aumenta la tendencia a retraerse; en el tercero el peligro parece
menos real cuando el objeto está lejos, pero
cuanto más se acerca el sujeto tiende a retraerse más, y la decisión se da en función de
la intensidad de la pulsión en la que se basa la
tendencia. Los conflictos de atracción-repulsión están en la base de problemas de comportamiento más o menos graves que giran alrededor de los temas: independencia-dependencia, cooperación-competencia, pulsión individual-normas colectivas, donde la solución
del conflicto por lo general se da como un
compromiso aceptable (v. atracción-repulsión, teoría de la).
4] PSICOLOGÍA COGNOSCITIVISTA. En este ámbito
el conflicto se describió como una disonancia cognoscitiva (v.) entre las convicciones
maduradas por el sujeto y su tendencia de
comportamiento en contraste con éstas.
5] PSICOLOGÍA SOCIAL. En la organización social
los conflictos pueden ser exportados del grupo en forma de la cohesión defensiva o institucionalizados mediante su formalización (v.
psicología social, § 4, a-b).
BIBLIOGRAFÍA:
Adler, A. (1912); Carli, R. (1972);
Deutsch, M. (1973); Festinger, L. (1957); Freud,
S. (1915); Freud, S. (1915-1917); Freud, S.
(1922); Freud, S. (1938); Lewin, K. (1935).
conformismo (al. Konformismus; fr.
conformisme; ingl. conformity; it. conformismo)
Tendencia a la adhesión “acrítica” a ideas, valores, actitudes, necesidades y aspiraciones dominantes en el grupo social de referencia. Son
figuras del conformismo: a] la complacencia
dictada por la necesidad de ser aceptado o por
el temor de no obtener suficiente estima y afecto; b] la condescendencia que se manifiesta en
los procesos de decisión con abstención del juicio y simple ejecución de cuanto es requerido
por la autoridad, que puede asumir actitudes
implícitamente amenazantes o bien benévolas
para contrapesar los costos de la respuesta; c]
la aquiescencia o aceptación que induce a los
sujetos a responder en la forma socialmente
aprobada al margen de su propia opinión (v.
aceptación social). Al sujeto conformista se lo
suele considerar pasivo e inseguro, y por lo
tanto dependiente de la aprobación exterior
que trata de obtener conformándose a los valores del grupo sociocultural al que pertenece,
sin ejercer sobre éste ninguna influencia con
contribuciones personales. El conformismo se
manifiesta en las “modas” y en los “estilos de
vida” colectivos que pueden ser aceptados espontáneamente, elegidos de modo consciente,
o inducidos por condicionamientos más o menos explícitos (v. colectivo). T.W. Adorno mostró que el conformismo es típico de la personalidad autoritaria, que tiende a adecuarse a los
valores tradicionales de la clase media (v. autoridad). Al conformismo se opone el anticonformismo, que puede ser tanto la expresión de
una personalidad individuada (v. individuación), cuanto una forma de excentricidad (v.),
o hasta una forma de conformismo frecuente
en los grupos pequeños que quieren diferenciarse del contexto social más amplio en el que
CONOCIMIENTO
se actúa. S. Milgram distinguió el conformismo de la obediencia basándose en cuatro criterios expuestos en la voz obediencia.
BIBLIOGRAFÍA:
Adorno, T. W., et al. (1950); Berg,
I.A. y B.M. Bass (1961); Canistraro, P.V. (1975);
Cavalli, L. (1965); Lindsay, P.H. y D.A. Norman
(1977); Milgram, S. (1974).
confusión mental
v. CONCIENCIA, § 3, c.
confuso, estado
v. CONCIENCIA, § 3, c.
congénito (al. Angeboren; fr. congénital; ingl. congenital; it. congenito)
Característica o anomalía de un organismo
presente desde el nacimiento, pero no necesariamente de origen genético.
congruencia
v. COHERENCIA.
conjunción de las pulsiones
v. FUSIÓN, § 2.
conjunectio oppositorum
v. OPUESTOS, § 2, b.
connotación
v. DENOTACIÓN.
conocimiento (al. Kenntnis; fr. connaissance; ingl. knowledge; it. conoscenza)
Término genérico que abarca todos los aspectos cognoscitivos (v. cognición), es decir percepción, memoria, imaginación, pensamiento, crítica y juicio, diferenciados, como ya lo
habían hecho Platón y Aristóteles, de los llamados “oréticos”, que son la volición y la afectividad. Tanto en el ámbito filosófico como en
241
el psicológico el conocimiento se considera
una jerarquía acumulativa obtenida con la integración sucesiva de la experiencia y con el
paso gradual de lo más concreto a lo más abstracto. Subyacente está la hipótesis teleológica que convalida retrospectivamente el orden
cronológico de la adquisición cognoscitiva con
el orden racional, hasta conjeturar con J. Piaget estructuras mentales que se abren según
un criterio cada vez de mayor complejidad (v.
cognición, § 2).
Hoy el descubrimiento de curvas decrecientes y regresivas de aprendizaje, la preponderancia de mecanismos selectivos que implican
la inhibición de cierto número de posibilidades, a las que corresponde el mantenimiento
y el potenciamento de otras, puso en crisis la
correspondencia entre desarrollo cronológico
y desarrollo racional del conocimiento, y sobre todo la hipótesis piagetiana de estructuras
mentales preformadas. Con este propósito
C.F. Felman y S. Toulmin escriben: “El supuesto de las estructuras que identificó Piaget
es que éstas se desarrollan en la mente del niño basándose en la propia ontogénesis natural, en lugar de ser entendidas como interiorizaciones de estructuras formales externas.
¿Será necesario deducir que la aparición espontánea de “estructuras mentales” en el curso normal del desarrollo no representan –supongamos– el contenido interiorizado de la
educación, sino que constituyan más bien una
expresión mental inmediata del desarrollo de
las estructuras físicas o fisiológicas correspondientes? En tal caso podremos concluir
que la evolución creó una armonía preestablecida, por lo que las estructuras fisiológicas se
manifiestan naturalmente en la secuencia
más apta a la ontogénesis de las capacidades
cognoscitivas. [...] Entonces sería necesario,
antes de aceptar como auténticas las ‘estructuras mentales’, buscar una confirmación de
las hipótesis neurofisiológicas relacionadas”
(1975: 48-49).
En el desarrollo del conocimiento se suele
diferenciar una estructura cognoscitiva que se
refiere a la organización individual de la propia experiencia basada en un modelo jerárquico de esquemas conceptuales correlativos,
con los que se confronta la experiencia en
curso, con el fin de facilitar la sectorización
de las nuevas informaciones y aumentar la
eficiencia de este proceso, y una eficiencia
242
CONSCIENTE
cognoscitiva proporcionada en el nivel de codificación de las informaciones, por lo general en forma de lenguaje, y en el nivel de comunicación por la transmisión de las informaciones y la correlación entre conocimiento y lenguaje.
J. Habermas relaciona el conocimiento con
tres intereses humanos: técnico, práctico y
emancipador, que modelaron el desarrollo del
conocimiento definiendo los objetos, los métodos de indagación y los criterios de convalidación. El conocimiento técnico, que se refiere a las relaciones de las variables dependientes e independientes, permite elegir los
mejores medios para determinados fines; el
conocimiento práctico, que se refiere a los
significados, las normas y las expectativas
comunes, permite comunicarse con los demás y actuar cooperativamente; por último,
el conocimiento emancipador permite liberarse de las convicciones comunes que limitan nuestra percepción de posibles objetivos
y aspiraciones. Ejemplos de ideas que pueden
ser propuestas como conocimiento emancipador son, respecto a la psicología del trabajo: “los trabajadores se consideran incapaces
de dirigir democráticamente su propio lugar
de trabajo porque su idea de sí mismos se formó bajo la influencia de un sistema educativo que se sostiene y sirve a los intereses de
quienes se benefician normalmente de una
conducción oligárquica de los sitios de trabajo” (1968: 270); mientras, respecto al psicoanálisis: “los sentimientos de culpa que nacen
de la actividad sexual no se deben al hecho de
que el sexo sea intrínsecamente negativo, sino al hecho de que de niños nos pudieron regañar muy severamente nuestros padres autoritarios cuando nos tocábamos de forma
placentera” (1968: 250). Estas ideas pueden
hacer crecer la libertad de elección, y su convalidación, por el hecho de que pueden ser
sólo parciales o probables, y pueden activar
un proceso de continua reflexión crítica. La
posición de Habermas refleja la progresiva
superación del conocimiento como teoría pura separada de la praxis, como lo era en la
tradición filosófica a partir de Platón.
BIBLIOGRAFÍA:
Bachelard, G. (1969); Feldman, C.
F. y S. Toulmin (1975); Gil, F. (1978); Habermas,
J. (1968); Körner, S. (1970); Piaget, J. (1970);
Sohn-Rethel, A. (1971).
consciente (al. Bewusste; fr. conscient;
ingl. conscious; it. conscio)
Término utilizado como adjetivo y como sustantivo. En el primer caso, como afirma S.
Freud, se refiere a todo aquello de lo que el individuo está consciente: “Ahora llamemos
‘consciente’ a la representación que está presente en nuestra conciencia y de la que nosotros
nos percatamos […] hagamos de este el único
sentido del término ‘consciente’; en cambio, a
las representaciones latentes, si es que tenemos
fundamentos para suponer que están contenidas en la vida anímica […] hablemos de denotarlas con el término ‘inconsciente’ (1912 [1976:
271]). Utilizado como sustantivo, el término indica el sistema o la estructura en la que se desarrolla la actividad psíquica consciente, y es
prácticamente sinónimo de conciencia (v.).
En el modelo tópico del aparato psíquico (v.,
§ 3) que elaboró Freud en 1915, el consciente es
uno de los tres sistemas, junto con el inconsciente (v.), que acoge los contenidos y los procesos psíquicos reprimidos por la conciencia, y
el preconsciente (v.), donde están los contenidos que pueden volverse conscientes con un esfuerzo de la atención. Mientras la actividad inconsciente sigue las reglas del proceso primario (v.), como la tendencia a la gratificación inmediata y la facilidad de desplazamiento de la
carga psíquica de un objeto a otro, la actividad
consciente está gobernada por el proceso secundario, cuyas características son la capacidad para retardar la gratificación, es decir la
descarga de la energía psíquica, y la mayor estabilidad del investimiento en los objetos.
El modelo tópico, basado únicamente en la
diferenciación de consciente e inconsciente, no
tardó en mostrarse inadecuado para explicar
algunos fenómenos que Freud observó en la
práctica clínica, y fue sustituido en parte, en
1922, por el modelo estructural, que divide el
aparato psíquico (v., § 4) en ello, yo y superyó,
donde el yo no se puede comparar con el consciente porque, como sostiene Freud, “Hemos
hallado en el yo mismo algo que es también inconsciente, que se comporta exactamente como lo reprimido, vale decir, exterioriza efectos
intensos sin devenir a su vez consciente, y se
necesita de un trabajo particular para hacerlo
consciente. He aquí la consecuencia que esto
tiene para la práctica analítica: caeríamos en
infinitas imprecisiones y dificultades si preten-
CONSECUTIVA, SENSACIÓN / CONSERVACIÓN
diéramos atenernos a nuestro modo de expresión habitual y, por ejemplo, recondujéramos
la neurosis a un conflicto entre lo consciente y
lo inconsciente. Nuestra intelección de las
constelaciones estructurales de la vida anímica
nos obliga a sustituir esa oposición por otra: la
oposición entre el yo coherente y lo reprimido
escindido de él” (1922 [1976: 19]).
BIBLIOGRAFÍA:
Freud, S. (1912); Freud, S. (1915);
Freud, S. (1922).
consecutiva, sensación (al. Nachempfindung; fr. sensation consécutive; ingl. aftersensation; it. sensazione
consecutiva)
Percepción sensorial que se posterga después
de la desaparición del estímulo que la determinó, o que surge después de la cesación de
aquél. Las sensaciones consecutivas más frecuentes se presentan en el ámbito de la percepción visual, donde se dividen en positivas,
cuando tienen la misma luminosidad que el
estímulo original o el mismo color (imagen
homocroma), y negativas, cuando tienen una
luminosidad opuesta a la de la imagen estímulo o un color suplementario (imagen heterocroma). La psicofisiología explica este fenómeno conjeturando una prolongación de la
excitación neuronal del sistema visual aun
después de la estimulación.
BIBLIOGRAFÍA:
Jung, R. (1961).
consejo
v. CONSULTA.
consenso o acuerdo (al. Übereinstimmung; fr. accord; ingl. accord; it. consenso)
Acuerdo alcanzado mediante persuasión (v.)
o resolución de un conflicto. En este segundo
caso la psicología social identificó cuatro procesos para alcanzar el consenso: por autoridad, por determinación de la mayoría, por
compromiso y por integración.
BIBLIOGRAFÍA:
McIver, M. (1923).
243
conservación (al. Erhaltung; fr. conservation; ingl. preservation; it. conservazione)
El término se refiere a un instinto (biología),
a una pulsión (psicoanálisis), y a una valoración (cognoscitivismo).
1] BIOLOGÍA. En este ámbito se habla de instinto de conservación a propósito de la tendencia
innata en todo ser viviente a conservar su propio ser, proporcionando todo lo que lo sustenta y evitando todo lo que lo amenaza.
2] PSICOANÁLISIS. En este ámbito se habla de pulsión de autoconservación a propósito del conjunto de las necesidades ligadas a las funciones
somáticas necesarias para la conservación del
individuo (v. yo, pulsión del). Las pulsiones de
autoconservación son tan numerosas como las
funciones orgánicas (nutrición, defecación,
micción, actividad muscular, visión, etc.) que
constituyen las bases de apoyo (v. anaclisis, §
1) de la sexualidad y, por lo tanto, pueden manifestarse en el nivel oral, anal, fálico. S. Freud
consideró la pulsión de autoconservación como
una pulsión del yo contrapuesta a la pulsión sexual: “De particularísimo valor para nuestro ensayo explicativo es la inequívoca oposición entre las pulsiones que sirven a la sexualidad, la
ganancia de placer sexual, y aquellas otras que
tienen por meta la autoconservación del individuo, las pulsiones yoicas. Siguiendo las palabras del poeta, podemos clasificar como ‘hambre’ o como ‘amor’ a todas las pulsiones orgánicas de acción eficaz dentro de nuestra alma”
(1910 [1976: 211-212]). En un segundo momento Freud vinculó la autoconservación a la
libido narcisista, en contraposición a la libido
objetal (v. narcisismo § 3); por último, con la
teoría dualista de las pulsiones vinculó la autoconservación y la conservación de la especie a
las pulsiones de vida contrapuestas a las pulsiones de muerte (v. pulsión, § 1 g, 2).
3] COGNOSCITIVISMO. J. Piaget habla de conservación respecto a la edad en la que el niño adquiere la noción y la capacidad de valoración
en relación con la distancia, el peso, la sustancia y el volumen de las cosas. Esta edad se ubica entre los 6 y los 11 años, en el estadio de las
operaciones concretas (v. cognición, § 2, c),
con las que el niño alcanza un pensamiento
244
CONSIDERACIÓN / CONSTANCIA
“reversible”, en el cual la capacidad de regresar
mentalmente a las condiciones iniciales de un
cambio permite comprender las transformaciones fenoménicas de un objeto y, al mismo
tiempo, la inmutabilidad y, en consecuencia, la
conservación de algunas de sus características.
BIBLIOGRAFÍA:
Freud, S. (1910); Freud, S. (1915);
Piaget, J. y B. Inhelder (1941).
consideración (al. Betrachtung; fr.
considération; ingl. consideration; it.
considerazione)
Opinión que uno tiene de sí mismo (autoconsideración) y de los demás. El término encuentra
un uso específico en psicología social, donde
indica el estilo de guiar de un líder que muestra interés y comprensión por los integrantes
de su grupo (v., § II, 6), cuida su bienestar y no
se niega a explicar sus acciones. La consideración es una forma de liderazgo “emotivo”, que
se basa sobre todo en los valores del respeto y
de la colaboración, diferente de la estructura de
inicio, que es un estilo de liderazgo “funcional”
en el que el líder del grupo especifica su propio
papel, los deberes de los miembros, y los procedimientos que se deben utilizar para alcanzar un fin. No obstante los muchos estudios,
no se ha identificado una correlación significativa entre un estilo de liderazgo determinado y
la eficiencia del grupo.
BIBLIOGRAFÍA:
House, R.J. y M.L. Baetz (1979);
Stogdill, R.M. y A.E. Coons (coords.) (1957).
consigna (al. Übergabe; fr. consigne;
ingl. delivery; it. consegna)
Conjunto de instrucciones sobre las características del desarrollo de la prueba proporcionadas por el experimentador al sujeto experimental. En este ámbito se constató que ciertos sujetos, intuyendo la hipótesis del experimento,
hacen de todo para confirmarla. Además, la
mayoría de los individuos, desde el momento
que saben que su comportamiento es observado y evaluado, tratan de proporcionar una
imagen lo más positiva posible de sí mismos,
como en el caso que documentó H. Sigall en el
cual los sujetos tenían que elegir entre mani-
festar sus aspectos negativos para colaborar
con el experimentador, o mostrar sus características positivas, oponiéndose a la solicitud de
aquél, y todos optaron por la segunda solución.
BIBLIOGRAFÍA:
Luccio, R. (coord.) (1982); Milgram, S. (1965); Sigall, H., E. Aronson y T. van
Hoose (1970).
consistencia (al. Konsistenz; fr. consistence; ingl. consistency; it. consistenza)
Término que se refiere, en la acepción de “consistencia interior”, a la homogeneidad de cada
una de las partes de un procedimiento de medición, como pueden ser los elementos de un
test, y que se expresa en la altura media de las
intercorrelaciones y en la altura de las correlaciones de cada una de las partes con el puntaje
goblal. El coeficiente de consistencia es una
medida de confiabilidad (v. test, § 1, b).
consolidación
v. MEMORIA, § 3, c.
consonancia (al. Konsonanz; fr. consonance; ingl. consonance; it. consonanza)
Término referido a un sistema cognoscitivo
que posee una buena armonía interior, determinada por una congruencia entre conocimientos, creencias y actitudes. Su contrario
es la disonancia cognoscitiva (v.). Con frecuencia, en lugar del término consonancia, se
puede encontrar, utilizado con el mismo significado, el término coherencia (v.).
constancia (al. Konstanz; fr. constance; ingl. constancy; it. costanza)
El término se emplea con tres acepciones diferentes según los contextos:
1] PSICOLOGÍA DE LA PERCEPCIÓN. Se habla de
constancia perceptiva a propósito del objeto,
el tamaño, la forma, la posición, la luminosidad y el color (v. percepción, § 4).
2] PSICOANÁLISIS. S. Freud introduce el principio
de constancia, según el cual “el aparato aními-
CONSTELACIÓN / CONSTITUCIÓN
co se afana por mantener lo más baja posible,
o al menos constante, la cantidad de excitación
presente en él” (1920 [1976: 8-9]); esto se logra
poniendo en acción mecanismos de evitación
de las excitaciones externas, y de defensa o de
descarga (v. abreacción) en relación con los
aumentos de tensión interna. Desde el punto de
vista económico (v. aparato psíquico, § 2) el
principio de constancia está íntimamente relacionado con el principio del placer, en el sentido de que el placer puede acompañar un aumento de tensión, así como descargar la tensión vinculada al displacer: “El principio del
placer se deriva del principio de constancia; en
realidad, el principio de constancia se discernió
a partir de los hechos que nos impusieron la hipótesis del principio de placer.” En efecto, “si el
trabajo anímico se empeña en mantener baja la
cantidad de excitación, todo cuanto sea apto
para incrementarla se sentirá como disfuncional, vale decir, displacentero” (1920 [1976: 9]).
Freud declara haber extraído este principio de
la psicofísica de G.T. Fechner, quien introdujo
el principio de estabilidad que después encontramos en el concepto más amplio de homeostasis (v.) que elaboró W.B. Cannon.
3] PSICOLOGÍA INDIVIDUAL. A. Adler habla de
constancia a propósito de la estabilidad alcanzada por una personalidad, que se manifiesta con su estilo de vida (v. estilo).
BIBLIOGRAFÍA: Adler, A. (1920); Cannon, W.B.
(1932); Fechner, G.T. (1873); Freud, S. (1920);
Kanizsa, G. (1980); Koffka, K. (1970).
constelación (al. Konstellation; fr.
constellation; ingl. constellation; it. costellazione)
Agrupación de elementos psíquicos afines alrededor de un contenido consciente o inconsciente llamado núcleo, caracterizado por una
fuerte carga energética. Según C.G. Jung, “de
acuerdo con su valor energético el núcleo tiene
una fuerza de constelación. De ahí se deriva una
constelación específica de los contenidos psíquicos, de donde se origina el complejo, el cual
es, por lo tanto, una constelación de contenidos psíquicos condicionada dinámicamente
por el valor energético” (1928: 19). En un sentido menos específico se habla de constelación
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emotiva en relación con el conjunto de personas con las que un individuo está más vinculado afectivamente y, con W. Stekel, de constelación infantil a propósito de los sentimientos
agresivos del niño respecto al progenitor del
sexo opuesto durante el período edípico.
BIBLIOGRAFÍA: Jung, C.G. (1928); Stekel, W.
(1911).
constipación (al. Verstopfung; fr. constipation; ingl. constipation; it. costipazione)
Estreñimiento y retención de las heces. Cuando
es de origen psicológico se interpreta como síntoma de conversión (v.) en el cual subyacen
fantasías y deseos inconscientes de gravidez, o
como neurosis de órgano (v., § 2) determinada
por una actitud inconsciente de retención que
el individuo manifiesta en todos los ámbitos de
su existencia. Según O. Fenichel “una disposición para reaccionar a diferentes estímulos tanto con la constipación como con la diarrea, o
con ambas, puede ser un equivalente de angustia o un indicador de fijación del paciente a la
fase anal del desarrollo de la libido. [...] También puede ser un síntoma de agresividad continua y reprimida, en ocasiones como una venganza por desilusiones orales” (1945: 277).
BIBLIOGRAFÍA: Alexander, F. (1950); Fenichel, O.
(1945).
constitución (al. Konstitution; fr.
constitution; ingl. constitution; it. costituzione)
Conjunto de características relativamente estables e irreversibles que perduran en el sujeto,
determinando las respuestas más constantes al
entorno. Esta definición, bastante genérica, refleja todo lo que hay de común en los diferentes
usos de este término; su imprecisión conceptual se debe a que este concepto, utilizado en
medicina desde la Antigüedad, ha conocido a
lo largo de los siglos las más diferentes definiciones según la época y el sector de investigación. Hoy el término está asociado, si acaso no
identificado, con el concepto de heredabilidad
(v. genética, § 4) con referencia cada vez más
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CONSTRUCCIÓN / CONSTRUCTIVISTA, MÉTODO
específica a los valores biológicos del individuo,
alejándose de la hipótesis fenotípica que inspira la teoría constitucional de E. Kretschmer,
porque mientras el fenotipo (v. genética, § 3)
manifiesta el cuadro modificable del aspecto
exterior de un individuo, la constitución se refiere a los rasgos relativamente constantes que
se pueden encontrar en el nivel biológico. De
estas premisas nació la psicología constitucional, es decir la orientación que busca en el estrato morfológico y fisiológico del individuo
los factores que asumen cierta importancia en
el nivel psicológico y en la explicación del comportamiento humano. Por lo que se refiere a la
clasificación de los individuos por sus características psicológicas a partir de su constitución
física, véa tipología, § 1.
BIBLIOGRAFÍA: Conrad, K. (1963); Eysenck, H.J.
(1967); Jung, C.G. (1929); Kretschmer, E. (1921);
Rees, L. (1961); Sheldon, W.H. (1942).
constricción
v. COMPULSIÓN.
construcción (al. Konstruktion; fr.
construction; ingl. construction; it. costruzione)
Término que introdujo S. Freud para indicar
el trabajo de reconstrucción de episodios olvidados de la historia del paciente a partir del
material que el paciente mismo pone a su disposición. La construcción no debe confundirse con la interpretación (v.), ya que mientras
esta última se refiere a elementos del material
inconsciente que emergen en la conciencia
del paciente, la construcción abarca diversos
elementos que el analista le propone a aquél
para que los verifique o los refute. Al respecto
escribe Freud: “El camino que parte de la
construcción del analista debía culminar en el
recuerdo del analizado; no consigue llevar al
paciente hasta el recuerdo de lo reprimido.
En lugar de ello, si el análisis ha sido ejecutado de manera correcta, uno alcanza en él una
convicción cierta sobre la verdad de la construcción, que en lo terapéutico rinde lo mismo que un rec
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