1 ¿Por qué respetar la autoridad? “Honren a hombres de toda clase.” (1 PEDRO 2:17.) ¿Se han fijado en la cara que pone un niño cuando no tiene ganas de hacer lo que le mandan? Es todo un reflejo de la lucha que se libra en su interior. Oye la voz de su padre y sabe que debe respetarlo; pero, en este caso, sencillamente no quiere obedecer. ¡Qué dilema! Pues bien, de vez en cuando nos ocurre algo parecido a todos nosotros. No siempre resulta fácil respetar a quienes tienen cierto grado de autoridad. ¿Han tenido ustedes ese problema alguna vez? Si así es, puede estar seguro de que no es el único. Sin embargo, la Sagrada Escritura nos manda acatar la autoridad, independientemente de que el mundo sea cada día más rebelde (Proverbios 24:21). Es más, si queremos mantenernos en el amor de Dios, es imprescindible que obedezcamos ese mandato que el Señor nos ha dejado. Ahora bien, ¿por qué nos cuesta tanto? ¿Por qué nos pide el Señor que lo hagamos? ¿Qué nos ayudará a obedecerlo, y de qué maneras podemos cumplirlo? POR QUÉ NO ES FÁCIL ¿Por qué resulta difícil respetar la autoridad? Por dos razones: primero, porque todos somos imperfectos, y segundo, porque los hombres y mujeres que ejercen la autoridad también lo son. El pecado y la imperfección que nos afligen surgieron hace miles de años en el jardín de Edén, cuando Adán y Eva se rebelaron contra Dios. Como vemos, el pecado comenzó con una rebelión. Y hasta el día de hoy, nacemos con la tendencia a rebelarnos (Gn 2:15-17; 3:1-7; Sal 51:5; Rom 5:12). Como somos pecadores por naturaleza, el orgullo y la arrogancia suelen brotar fácilmente en nosotros, a diferencia de la humildad, que tanto trabajo nos cuesta cultivar y mantener. De hecho, aunque llevemos años sirviendo fielmente a Dios, podemos volvernos orgullosos y testarudos. Eso fue lo que le ocurrió a Coré. Este israelita había superado muchas dificultades junto al pueblo de Dios. Sin embargo, acabó cediendo a las ansias de poder y cometió la osadía de iniciar una rebelión contra Moisés, el hombre más manso de aquella época (Núm 12:3; 16:1-3). Algo similar sucedió con el rey Uzías, quien, llevado por el orgullo, se atrevió a penetrar en el templo de Dios y efectuar una función sagrada reservada a los sacerdotes (2 Crónicas 26:16-21). Coré y Uzías pagaron muy cara su rebelión. Con todo, lo que les sucedió nos enseña una importante lección: tenemos que luchar contra el orgullo, pues esta actitud nos dificulta respetar la autoridad. 1. ¿Qué abusos han cometido los seres humanos a lo largo de la historia? Por otro lado, las propias personas que han ostentado el poder han contribuido a minar el respeto a la autoridad. Muchas han sido crueles, injustas o tiránicas. De hecho, la historia ofrece una larga lista de atropellos cometidos por los que mandan (Eclesiastés 8:9). Pensemos en el caso de Saúl. Cuando Dios lo escogió para ser rey, él era un hombre bueno y humilde. Pero después se dejó dominar por el orgullo y la envidia, llegando a perseguir al fiel David (1 Samuel 9:20, 21; 10:20-22; 18:7-11). 2 Más tarde, el propio David fue nombrado rey. Aunque se convirtió en uno de los mejores monarcas de Israel, también abusó de su posición al robarle la esposa a Urías el hitita y poner a aquel hombre inocente en la primera línea de batalla para que muriera (2 Samuel 11:1-17). Como vemos, la imperfección conduce a los seres humanos a manejar mal el poder, y esta situación se agrava cuando no sienten ningún respeto por Dios. POR QUÉ RESPETAR LA AUTORIDAD Las tres razones más importantes para respetar la autoridad nacen del amor: primero, amor a Dios; luego, al prójimo, y, finalmente, a nosotros mismos. La primera razón es que amamos a Dios sobre todas las cosas, y por eso queremos hacerle feliz (Proverbios 27:11; Marcos 12:29, 30). Sabemos que desde la rebelión de Edén se ha estado cuestionando en la Tierra la soberanía de Dios, es decir, su derecho a dominar el universo. También hemos aprendido que hay una gran parte de la humanidad que ha rechazado el gobierno de Dios y muchas veces se ha puesto de parte del Mal. Sin embargo, nosotros como hijos de Dios sin importar nuestra postura de religion adoptamos con orgullo la postura contraria. No tenemos ninguna duda de que él es el legítimo Rey del universo, así que apoyamos de todo corazón su soberanía obedeciéndole en nuestro diario vivir. Ahora bien, respetar a Dios implica más que obedecerle. Claro, hacemos lo que nos pide porque lo amamos. Sin embargo, habrá momentos en que, como al niño del que hablamos al principio, nos costará obedecer a nuestro Padre y tendremos que aprender a ser sumisos. Recordemos que el propio Jesús siempre acató los deseos de su Padre, incluso en las pruebas más difíciles, llegando a decirle: “Que no haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42). 2. ¿Por qué decimos que, si amamos al prójimo, tenemos que respetar la autoridad? La segunda razón para someternos a la autoridad es el amor al prójimo. Para entenderlo mejor, imagínese que es un soldado. Si usted y sus compañeros quieren cumplir bien su misión y sobrevivir, tendrán que respetar la cadena de mando, cooperando con sus superiores y siguiendo sus órdenes. Basta con que uno solo se rebele para debilitar al ejército entero e incluso ponerlo en peligro. Es cierto que cuando hablamos de fuerzas militares pudieran venir a la mente imágenes de guerra y dolor. Sin embargo, Dio tiene tropas que siempre hacen el bien. EL RESPETO A LAS AUTORIDADES CIVILES Los verdaderos cristianos nos esforzamos a conciencia por seguir los principios expuestos en Romanos 13:1-7. Si leemos este pasaje, veremos que habla de “las autoridades superiores”, o sea, de los gobiernos. Dios permite que existan las autoridades civiles para que realicen algunas funciones importantes, como mantener el orden y proporcionar diversos servicios. ¿De qué manera respetamos a estas autoridades? Obedeciendo sus disposiciones. Así, nos aseguramos de pagar los impuestos, llenar correctamente los formularios o documentos que nos exijan y cumplir todas las leyes, sea que tengan que ver con uno mismo, o con la familia, el 3 negocio o la propiedad. Ahora bien, si en algún momento nos mandan desobedecer a Dios, nos negamos rotundamente. Como los apóstoles, respondemos: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5:28, 29. Otra forma de respetar a la autoridad civil es tratando como es debido a sus representantes, sobre todo cuando les hablamos cara a cara. En cierta ocasión, el apóstol Pablo compareció ante el rey Herodes Agripa y el gobernador Festo. Aunque sabía muy bien que ambos tenían graves defectos, se dirigió a ellos con respeto (Hechos 26:2, 25). Nosotros debemos imitar su ejemplo, sea que nos hallemos ante un alto cargo o, sencillamente, ante un agente de la policía. Los jóvenes cristianos deben adoptar una actitud semejante con sus maestros y con cualquier otro funcionario escolar. Desde luego, no respetamos únicamente a quienes simpatizan con nuestras creencias, sino también a quienes están en contra. No hay por qué ser mezquinos a la hora de mostrar respeto. En vez de expresarlo solo a unos cuantos, es mejor seguir este consejo: “Honren a hombres de toda clase” (1 Pedro 2:17). A mucha gente le impresionará ver que los tratamos con auténtico respeto, sobre todo porque es una cualidad cada vez menos común. Al actuar así, estaremos obedeciendo el mandato de Jesús: “Resplandezca la luz de ustedes delante de los hombres, para que ellos vean sus obras excelentes y den gloria al Padre de ustedes que está en los cielos” (Mateo 5:16). Como este mundo vive en tinieblas, las personas de buen corazón se sienten atraídas a la luz espiritual. Por tanto, si mostramos respeto en el trato con la familia, con nuestro prójimo y con las autoridades civiles, es probable que algunos nos observen y se sientan impulsados a andar con nosotros en el camino correcto. Sería una bendición Pero, aunque eso no suceda, hay algo que siempre tendremos: la incomparable recompensa de complacer a Dios y mantenernos en su amor, sirviendo al prójimo y al más necesitado. Y por último quiero dirigirme concretamente al que dirigirá nuestro pueblo en los próximos 4 años.Todo gobernante está llamado a ser santo y a servir de buena fe al pueblo de Dios, porque si un gobernante está al mando de un pueblo, de una Región o de una Provincia es por voluntad de él, pues recuerden que esos cargos son pasajeros, y mientras permanezcan en ellos, hay que servir a los demás" "Pero la misión de hacer o buscar la mejora de un pueblo no sólo depende del alcalde, ni de sus regidores sino de todos en conjunto, dirigentes de base, pueblo en sí, si todos nos uniéramos dejando de lado nuestros intereses personales, que bonito sería, hay que colaborar con nuestra autoridad y hay que rezar mucho para que puedan ellos con sabiduría encaminar mejor nuestro pueblo. Les deseo lo mejor, y recuerden que cuentan con nuestras oraciones en favor del servicio a pueblo.