Subido por Ramón Hernández

Ordinary People in Extraordinary Times T

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Indexada en: International Bibliography of the Social Sciences –IBSS–
London School of Economics and Political Science
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ISSN: 0124-4035
Universidad del Rosario
DIRECTIVOS
RECTOR
Hans Peter Knudsen Quevedo
VICERRECTOR
José Manuel Restrepo Abondano
SÍNDICO
Carlos Dossman Morales
SECRETARIO GENERAL
Luis Enrique Nieto Arango
DECANO
FACULTADES DE
CIENCIA POLÍTICA Y GOBIERNO
Y DE RELACIONES INTERNACIONALES
Eduardo Barajas Sandoval
EDICIÓN
CEPI
CENTRO DE ESTUDIOS POLÍTICOS E INTERNACIONALES
EDITORA-DIRECTORA DE LA REVISTA
María del Rosario García Flórez
ASISTENTE EDITORIAL
Ana Sofía Alvarado Paniagua
[email protected]
[email protected]
CONSEJO EDITORIAL
Eduardo Barajas, Universidad del Rosario; Stéphanie Lavaux, Universidad del Rosario;
Beatriz Franco-Cuervo, Universidad del Rosario; Mauricio Romero,
Universidad del Rosario; Rubén Sánchez, Universidad del Rosario; Adriana Serrano,
Universidad del Rosario; Arlene Tickner, Universidad de Los Andes;
María del Rosario García, Universidad del Rosario
CONSEJO CIENTÍFICO
Ana María Bejarano, Universidad de Toronto, Canadá;
Michael Gold-Biss, Universidad Nacional de Defensa, Washington, D. C., Estados Unidos;
Bernard Labatut, Instituto de Estudios Políticos de Toulouse, Francia;
Staffan Löfving, Universidad de Estocolmo, Suecia; Kjell Åke Nordquist, Universidad
de Uppsala, Suecia; Jenny Pearce, Universidad de Bradford, Reino Unido
PREPARACIÓN EDITORIAL
Editorial Universidad del Rosario
CORRECCIÓN DE ESTILO
Leonardo Holguín Rincón
IMPRESIÓN
Servigraphic Ltda.
DIAGRAMACIÓN
Margoth C. de Olivos
SUSCRIPCIONES E INFORMACIÓN
Editorial Universidad del Rosario
Tels. (57-1) 336 65 82/83
Correo electrónico:
[email protected]
Las opiniones de los artículos sólo comprometen a los autores y en ningún caso al Consejo Editorial
o a la Universidad del Rosario. Se prohíbe la reproducción total o parcial de los artículos incluidos en
esta Revista, salvo autorización previa de los autores.
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ISSN: 0124-4035
Número 15, semestre II de 2006
Contenido
Editorial ...........................................................................................
I.
6
Relaciones internacionales
Las organizaciones no gubernamentales (ONG)
y las nuevas tecnologías de información y comunicación
en África ................................................................................... 12
Louis Valentín Mballa
Los países andinos en la perspectiva de la globalización ... 41
Edgard Moncayo Jiménez
La institucionalización y la formalización
de la “cuestión indígena” en Naciones Unidas .................. 90
Ángela Santamaría
II. Reflexiones sobre seguridad
Seguridad nacional: el realismo y sus contradictores ........ 120
Rubén Sánchez David, Federmán Antonio Rodríguez Morales
Lo ambiental y lo social de la aspersión en Colombia.
¿Política ambiental o estrategia antinarcóticos? ................ 178
Nery Londoño Zapata
III. Gobierno y democracia
Código de ética judicial en Argentina. ¿Una respuesta
a las demandas de transparencia de la sociedad? .............. 237
Inés Malvina Calceglia
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ISSN: 0124-4035
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Desigualdad y polarización del PIB por habitante
en Colombia ............................................................................. 257
Jorge E. Espitia Zamora
IV. Análisis de procesos históricos
Scandalous Subjects ............................................................... 293
Saurabh Dube
Pensando la hispanidad. Estrategias para el estudio
crítico de la historia del pensamiento filosófico-político
hispánico ................................................................................... 341
Enver Joel Torregroza Lara
V.
Género e identidad
En busca de una nueva sociedad. Los aportes
de la teoría feminista a la reformulación
del mundo moderno ................................................................ 371
Marta Ochman
VI. Semillero de investigadores
Petróleo e indígenas en Colombia. Una mirada
desde la seguridad humana .................................................... 389
Ana Cecilia Burgos González
V.
Reseñas
Ordinary People in Extraordinary Times:
The Citizenry and the Breakdown of Democracy
by Nancy Bermeo ................................................................... 420
Elisa Tarnaala
Natalia Springer, Desactivar la guerra. Alternativas
audaces para consolidar la paz ................................................... 427
Mauricio Romero Vidal
Los autores en este número por orden de aparición ......... 431
Curriculum vitae de los miembros de los consejos
Editorial y Científico .................................................................... 436
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Curriculum vitae de los evaluadores externos .................... 440
Contenido de los números 1 al 14 ............................................. 444
Normas para la publicación de artículos
en la Revista Desafíos .................................................................. 456
Publicaciones más relevantes de los investigadores
del CEPI. II/2004 - I/2006 ........................................................ 458
Autorización para publicación.................................................. 467
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Editorial
El compromiso constante de la Revista Desafíos ha sido responder a
las necesidades de nuestro mundo cambiante, con análisis sólidos y
sugestivos del más alto nivel. Este número busca satisfacer esas exigencias, incluyendo nuevos temas y puntos de vista. Acoge artículos
de especialistas nacionales y extranjeros, junto con artículos producto de investigaciones desarrolladas en el Centro de Estudios Políticos e Internacionales de la Universidad del Rosario.
La revista está dividida en cinco secciones: Relaciones Internacionales; Seguridad; Gobierno y Democracia; Análisis de Procesos Históricos; Identidad y Género. Estas secciones reflejan la
gama de propuestas e intereses de las líneas de investigación del
CEPI; al mismo tiempo, dan una idea de las diversas perspectivas
abordadas y de las novedades temáticas de los artículos que hacen parte de ellas.
En la sección Relaciones Internacionales se publican tres artículos
que reflejan tres aproximaciones temáticas a la disciplina de las
Relaciones Internacionales: desde la perspectiva económica, el artículo de Edgard Moncayo, “Los países andinos en la perspectiva
de la globalización”, analiza los resultados de la globalización para
los países andinos en lo que respecta al crecimiento económico, el
comercio internacional, los flujos financieros, la inversión extranjera y la equidad social, valorando las oportunidades y los desafíos
que deben afrontar los países de la región, para terminar con una
propuesta de estrategia de inserción positiva en el mundo.
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Desde la perspectiva de la sociología de las relaciones internacionales, Ángela Santamaría, en su artículo “La institucionalización y
la formalización de la ‘cuestión indígena’ en Naciones Unidas”,
analiza las relaciones de poder y las jerarquías sociales a través del
estudio del proceso de inclusión de la ‘cuestión indígena’ en la agenda
de la ONU. El artículo constituye, sin lugar a dudas, un gran aporte
a los estudios internacionales, ya que abre nuevas perspectivas de
análisis del cada vez más complejo sistema internacional.
A partir del tema de las tecnologías de información y comunicación (TIC), Louis Valentin Mballa, analiza el papel de las ONG y
de otros actores del sistema internacional en la difusión de dichas tecnologías en África, llamando la atención sobre los obstáculos que se presentan. El artículo resalta la importancia de tener
en cuenta las condiciones específicas africanas a la hora de implementar programas de TIC. Sobra anotar la importancia que
tiene esta investigación, en la medida en que no solo es aplicable
a otras áreas tecnológicas, sino también a otras regiones, a saber,
América Latina.
La segunda sección incluye dos artículos. Producto de la investigación ‘Relación entre seguridad y democracia’ de los profesores
Rubén Sánchez y Federmán Rodríguez, el artículo “Seguridad nacional: el realismo y sus críticos” hace un análisis juicioso y una
revisión teórica amplia del concepto de seguridad, abarcando teorías que van más allá del realismo clásico, para ampliar el espectro
teórico en el cual se puede abordar el tema, constituyéndose así en
un aporte a las reflexiones sobre seguridad.
Con el mismo espíritu, que busca trascender los límites del concepto
clásico de seguridad, Nery Londoño estudia las amenazas ocasionadas por las debilidades que presenta el Programa de Erradicación de
Cultivos Ilícitos con Glifosato (PECIG) a la seguridad ambiental y
social. Su artículo expone los resultados de una investigación que
incluye un análisis y una evaluación detallados del Plan de Manejo
Ambiental y de su implementación, concluyendo que las falencias
en las consideraciones de los procedimientos y parámetros técnicos
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y ambientales, así como en la delimitación de áreas objeto de aspersiones, están “generando elevados niveles de riesgo de afectación
ambiental y social”.
Los temas de la sección Gobierno y Democracia se analizan tradicionalmente desde una perspectiva puramente política. En este caso, se
incluyen dos artículos que muestran los resultados de investigaciones relativas a aspectos cruciales para el análisis de la democracia
desde dos perspectivas que enriquecen la reflexión sobre el tema: la
jurídica y la económica. El primer aspecto es tratado en el artículo
“Código de ética judicial en Argentina: ¿Una respuesta a las demandas de transparencia de la sociedad?”, donde la magistrada Inés Malvina
Calceglia analiza el proyecto de Código de Ética Judicial, su relación
con las condiciones políticas y culturales causantes de la crisis de
diciembre de 2001 en Argentina, así como con las demandas que la
sociedad tiene con la justicia. Este estudio de caso sirve de punto de
partida para la reflexión sobre temas como la ética y la transparencia
que también son fundamentales en nuestro país.
El artículo de Jorge Espitia Zamora, “Desigualdad y polarización
del PIB por habitante en Colombia”, profundiza la problemática de
la desigualdad, fundamental para el Estado social de derecho, haciendo énfasis en la dimensión económica y valorando la variación
en la polarización del PIB en los departamentos colombianos para
el período 1984-2004.
La nueva sección, Análisis de Problemas Históricos, incluye dos
perspectivas que van más allá de los métodos y fundamentos teóricos clásicos del análisis histórico y cultural, y que abren nuevos
caminos a la investigación y la reflexión histórica, política y
antropológica. En el artículo Scandalous Subjects, el profesor Saurabh
Dube, uno de los más importantes investigadores de los estudios
de la subalternidad, hace una reflexión crítica sobre el pensamiento
binario que tradicionalmente ha dominado a la academia y que se
manifiesta en los trabajos históricos y antropológicos basados en
las dicotomías colonial-poscolonial, Oriente-Occidente, identidaddiferencia, logrando conducir el análisis a espacios que superan la
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dualidad y abren paso no solo a una nueva historia, una ‘historia sin
garantía’, sino a un acercamiento alternativo al conocimiento del
hombre.
Por su parte, el artículo “Pensando la hispanidad”, del profesor Enver
Torregroza, presenta una reseña crítica del debate en torno a la posibilidad de existencia de una filosofía hispánica, cuestionando la
narración tradicional de la historia del pensamiento filosófico-político de la hispanidad que deja de lado el componente judío, musulmán y converso, determinante en el desarrollo del pensamiento y
de la sociedad hispánicas. Esta perspectiva crítica del pensamiento
hispánico sirve de plataforma de lanzamiento para la reflexión de
lo que es la hispanidad o hispanidades y, por consiguiente, para el
discernimiento de las raíces más profundas de la colombianidad.
La sección Identidad y Género presenta un artículo de Marta
Ochman, “En busca de una nueva sociedad: Los aportes de la teoría feminista a la reformulación del mundo moderno”, en el cual se
evalúan los aportes de la teoría feminista a la teoría política actual,
en particular, en lo que se refiere al reconocimiento de la diferencia
y a la dicotomía público-privado. El artículo pone en evidencia la
íntima relación entre feminismo y política, en la medida en que el
feminismo es, en palabras de la autora, “un proceso de reflexión
sobre la condición del ser humano, concreto en su sexualidad, pero
universal en su derecho a que su identidad sea reconocida y sus
necesidades sean satisfechas”.
El artículo de Ana Cecilia Burgos, “Petróleo e indígenas en Colombia: una mirada desde la seguridad humana”, incluido en la sección
Semillero de Investigadores, es una reflexión a partir de una revisión bibliográfica muy completa sobre la amenaza que representan
la exploración, explotación, transporte y procesamiento de hidrocarburos para la seguridad de las comunidades indígenas, en la medida en que estas actividades afectan negativamente su cultura, su
hábitat y, en el peor de los casos, su existencia misma. También
aborda el tema de seguridad desde la perspectiva no convencional,
lo que constituye un aporte a los análisis sobre seguridad.
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Por último, se presentan dos reseñas: la primera de Elisa Tarnaala
sobre el libro de Nancy Bermeo, Ordinary people in Extraordinary
Times: The Citizenry and the Breakdown of Democracy, que analiza el
comportamiento político del ciudadano corriente en tiempos de
crisis; la segunda de Mauricio Romero sobre el libro de Natalia
Springer, Desactivar la Guerra. Alternativas audaces para consolidar la
paz, que se centra en temas como la desmovilización, el desarme y
la reinserción de combatientes, tan pertinentes hoy en Colombia.
Cada vez que se amplían campos de investigación en ciencias políticas o en relaciones internacionales no solo se reconocen nuevos
aspectos de viejos problemas, sino que además aprendemos a plantearlos de forma distinta, motivando la búsqueda de soluciones
creativas que puedan generar un impacto positivo en la sociedad.
Con este número se espera dar un significativo paso en tal dirección, ofreciendo material profundo y plural en sus ideas, que enriquezca nuestros horizontes de investigación.
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internacionales
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Las organizaciones no
gubernamentales (ONG)
y las nuevas tecnologías de
información y comunicación
en África
LOUIS VALENTÍN MBALLA
[email protected]
Artículo recibido 15/08/2006
Evaluación par externo 01/09/2006
Evaluación par interno 27/08/2006
Resumen
El auge de las organizaciones no gubernamentales (ONG) en el sector de las
tecnologías de información y comunicación (TIC) en la sociedad africana se
explica por su capacidad para entrecruzarse en sus dimensiones ideológica y
pragmática, ya que mantienen la tensión entre convicción y responsabilidad,
retórica y realidad, entre lo que es y lo que debe ser. Sin embargo, si bien la
competencia entre las múltiples ONG representa una de las alternativas para
promover el acceso a las TIC en África, siempre ha habido un gran segmento
de la población africana cuyas necesidades no han sido satisfechas. Así mismo, el proceso de promoción de las TIC en África debe adaptarse a la realidad endógena del continente.
Palabras clave: acceso, nuevas tecnologías, realidad societal en África.
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Abstract
NGO’s peak in the Information and Communication Technologies (ICT)
arena of the African society is explained by their ability to establish an
ideological and pragmatic cross-dimensioning because of the balance kept
between certainty and responsibility, rhetoric and reality, what is and what
should be. Nevertheless, however the competence among multiple NGO’s
represents one of the options to promote the access to ICT’s in Africa, there
has been always a large segment of the African population whose necessities
have not been met. In addition, this ICT promotion in Africa must be
adapted to the endogenous reality of the continent.
Key words: acces, new technologies, societal reality in Africa.
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Introducción
You probably do not see yourself and your family as part of the global community of NGOs, but most well-known local organizations
have global links. If you attend a church, synagogue, or mosque; if
you are in the trade union or a professional body; if you have joined
a political party; if you attend a local family clinic; if you are in
Scouts, Girl Guide or if you have joined an environmental, development, human rights, or women organization, you are very likely to
be involved in the local branch of a global NGO that is represented
at the United Nations.
Peter Willets
La consideración de Peter Willets plantea implícitamente que al
igual que el rasgo más impactante de nuestra época, la revolución
científico-tecnológica y sus consecuencias para el sistema de producción, las organizaciones no gubernamentales (ONG), como
forma de organización de la sociedad civil, constituyen una fuerza fundamental cada vez más importante en la vida internacional,
que resulta de una participación a la vez consciente e inconsciente, voluntaria e involuntaria, de los individuos en la dinámica de
las mismas.
En realidad, el auge de las ONG se presenta como una reacción
frente a las desigualdades causadas por la globalización, el liberalismo económico y la revolución científico-tecnológica, por su tendencia a marginar a las capas sociales débiles y desprovistas. Las
ONG tienden a ubicar al hombre en un proceso de recuperación de
la categoría de pastor, para que ya no sea pasivo en la dinámica
cada vez más versátil del sistema internacional.
En los últimos años las Naciones Unidas han reconocido que en gran
parte de su compromiso con los pueblos de la sociedad internacional,
ya sea en asuntos humanitarios, desarrollo económico y social, salud
pública o promoción de los derechos humanos, las diversas aportaciones de las ONG han tenido un papel determinante. Por consiguiente, se han tomado varias medidas para que todos los organismos
del sistema de Naciones Unidas se abran y trabajen en estrecho conDesafíos, Bogotá (Colombia), (15): 12-40, semestre II de 2006
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tacto con las organizaciones de la sociedad civil activas en sus respectivos sectores, y que faciliten un mayor proceso de consulta y
cooperación entre las Naciones Unidas y esas organizaciones.
En este sentido, el potencial de las tecnologías de información y comunicación (TIC) para transformar las perspectivas de desarrollo,
actualmente recibe gran atención en todo el mundo. Utilizando el
eslogan “colmando la división digital”, las organizaciones no gubernamentales, las empresas, los gobiernos nacionales y conglomerados
mundiales están reuniendo recursos a fin de utilizar las TIC para
mejorar las perspectivas de avance en varios países en desarrollo.
Respecto a ello, en este artículo se examina el modo operativo de
las ONG en el ámbito de las nuevas tecnologías de información y
comunicación (NTIC) en África. Se intenta responder las siguientes preguntas: ¿cómo se ha promovido la introducción de las tecnologías de información y comunicación en África?, ¿cómo se han
desarrollado los mecanismos de financiamientos de las NTIC en
África?, ¿cuáles son los logros y dificultades de las ONG que actúan en el sector de las NTIC en África?
En el sector de las NTIC, las ONG se han impuesto en África por
su carácter militante y efectivo; además, disponen de un amplio
apoyo económico y financiero que procede de varias fuentes. Su
actividad propicia lazos de amistad, de solidaridad, de cooperación
y permite los contactos y los acuerdos transfronterizos sin que los
Gobiernos se vean involucrados explícitamente. Como lo menciona Manuel Castells, África se ha visto sujeta a una “Apartheid tecnológico” al ubicarse al margen de la revolución tecnológica de la
información y la comunicación, ya que “la distancia entre las telecomunicaciones africanas y los parámetros mundiales de la actualidad es abismal”.1
Manuel Castells, “La era de la información”, citado por Camelia Nicoleta Tigau,
Metadiscursoelicos de cinco organizaciones internacionales: un análisis forma y discursivo de sus sitios
Web, tesis de Maestría en Comunicación, UNAM, 2004, p. 90.
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No obstante, las ONG africanas se han visto sometidas a algunas
críticas respecto a su carácter “no gubernamental” y poco cooperativo, así como la estrechez de sus objetivos y la dimensión oculta
de sus contabilidades. Todo ello hace muy interesante el debate
acerca de ellas, pues se han convertido en actores determinantes
no solo en la sociedad africana, sino también en el mundo.
Introducción y financiación de las nuevas tecnologías
de información y comunicación en África
El marco teórico en el cual se integra progresivamente la promoción de las NTIC en África se inscribe en la lógica de la relación
entre la comunicación y el desarrollo. Aquí, el desarrollo se concibe en términos del restablecimiento de la dignidad humana a las
personas y comunidades afectadas por todo tipo de calamidades,
como la injusticia social, el analfabetismo, las guerras, los conflictos, la violación a los derechos humanos, las catástrofes naturales, la pobreza y el subdesarrollo.
En efecto, desde los años setenta en el continente africano la comunicación se percibía y se utilizaba como una herramienta capaz
de generar y apoyar el desarrollo socioeconómico. Sin embargo,
aunque algunas instituciones internacionales –como la Unesco y la
FAO– hayan apoyado los esfuerzos emprendidos por los intelectuales, planificadores de desarrollo y políticos africanos para desarrollar este ámbito, “las comunicaciones en África han seguido
careciendo de eficiencia”.2
Hoy en día, todas las técnicas de comunicación se han vuelto indispensables para el desarrollo multisectorial en África. Así mismo, después de la radio, la televisión, las imágenes digitales y los satélites, la
Internet ha conquistado al continente africano, aunque sigue siendo
un instrumento exclusivo para los “privilegiados”.3 La gráfica 1 ilustra
Hamid Mowlana et Laurie J. Wilson, Communication, technologie, et développement, Unesco,
Paris, 1990, p. 45.
3
“Privilegiados” en el sentido de que se necesita tener un computador; menos del 10% de
la población activa en África tiene la capacidad económica de comprar uno. Además, se
2
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la poca capacidad de la población para utilizar la Internet en ciertos
países africanos, debido a los costos elevados de ese servicio en
2002.
Gráfica 1. Usuarios de Internet comparado con costos de acceso
de 20 horas en algunos países del África subsahariana, 2002
Fuente: Indicadores Mundiales de Telecomunicaciones (UIT), 2003.
La financiación de las NTIC es considerada como un intento de
mejorar las condiciones de apropiación de los instrumentos de comunicación en África. En efecto, una infraestructura débil en información y comunicación constituye un gran obstáculo para alcanzar
mejores condiciones de apropiación de las TIC. Adicionalmente,
para promover un círculo virtuoso, es necesario que los países africanos incrementen los mecanismos complementarios, como la formación y la investigación en el ámbito de las NTIC. Para eso se
requiere una inversión considerable en los mecanismos de financiación de estas tecnologías, mediante la utilización de una serie de
recursos y herramientas complementarias (entorno político favorable, implicación del sector privado, etcétera).
necesita conocimiento y dinero para conectarse en un cyber café, algo de lo que carece gran
parte de la población. Del mismo modo, la Internet se vuelve un instrumento para una clase
privilegiada de la población. La proliferación de centros para la formación en informática
es una tendencia para alivianar el problema de conocimiento respecto a este instrumento de
comunicación; sin embargo, la búsqueda de dicho conocimiento siempre se acompaña
de gastos muy elevados.
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África cuenta con una historia relativamente larga en materia de
financiación de las TIC, que se inscribe en la lógica de la solidaridad digital. Antes de 1990, el financiamiento del sector estaba centrado en el desarrollo de la infraestructura en telecomunicaciones.
Los fondos provenientes de instituciones bilaterales y de bancos de
desarrollo multilateral se gastaban en transferencia de tecnología y
en la expansión de capacidades TIC de las instituciones públicas
para recabar, almacenar, procesar y difundir información.
Los donantes bilaterales y multilaterales suministraban apoyo a planes de desarrollo para una infraestructura nacional en telecomunicaciones, mientras que las fundaciones patrocinaban las iniciativas
privadas para conectar a instituciones académicas y de investigación. El Banco Mundial y las agencias de las Naciones Unidas, incluyendo a la Unesco, la FAO y el PNUD, se contaban entre las
instituciones que financiaron los primeros proyectos de TIC en África. A mediados de los años ochenta la financiación de estas agencias proporcionó más de la mitad del equipamiento y de la asistencia
técnica en África.4 Históricamente, las contribuciones locales han
sido muy pequeñas; es decir, en la mayoría de los Estados africanos, la inversión pública en materia de TIC fue muy limitada.
A finales de los años ochenta, la Unesco y el Centro Internacional
de Investigaciones para el Desarrollo (IDRC) promovieron en África un modelo de Sistema Internacional de Información para las
Ciencias del Desarrollo (DEVSIS). En colaboración con el PNUD,
esta institución financió el establecimiento del Sistema Pan-Africano
de Documentación e Información (PADIS), luego llamado Sistema
Pan-Africano de Desarrollo de Información. Su objetivo fue desarrollar un nodo central africano con la contribución de instituciones nacionales y regionales que mantuvieran sus propias bases de datos e
intercambiaran información con el sistema central de PADIS.5
4
Mayuri Odedra Straub, Is Information Technology Really Transferred to Africa?, in http://
www.straubodedra, de/Artikel/27%20-is%20infromation%20technology.pdf.
5
Nancy Hafkin, Kate Wild, “ICT in Africa: The Challenge to Donors in the Global
Information Society”, in Rowing Upstream, http://www.piac.org/rowing_upstream/
chapter5/full_chapter_5.html.
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Hacia 1991, la Coopération Française, a través de su rama de investigación, Office de la Recherche Scientifique et Technique Outre-Mer (ORSTOM),
inició su proyecto “Réseau Intertropical d’Ordinateurs” (RIO), que creó
enlaces en Burkina Faso, Camerún, Costa de Marfil, Madagascar, Mali,
Níger y Senegal. En principio, los nodos RIO se instalaron para establecer una red electrónica de comunicaciones entre los investigadores de ORSTOM. En 1992 se decidió abrir la red a cualquiera que
estuviera involucrado en el trabajo académico, en la investigación o
en el desarrollo. Desde entonces, la red creció sustancialmente, estableciéndose nodos en 12 países de África francófona que servían a
alrededor de 500 usuarios en 60 organizaciones.
RIO pudo conectar a países remotos, como Madagascar y la República del Congo; también construyó varios lazos en África que contribuyeron a extender la conectividad completa a Internet al resto
de la región de los Grandes Lagos. El Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo (IDRC) también apoyó las iniciativas sobre las TIC durante esa década. Luego de pilotear cinco
proyectos separados entre 1989 y 1992,6 en 1993 el IDRC financió
un proyecto de construcción de capacidad para una red electrónica
de contactos en África, con el objetivo de conectar a 24 países.
Un momento decisivo para la financiación de TIC con enfoque en la
Internet comenzó en 1992, cuando el Programa Intergubernamental
de Informática (PII) de la Unesco, a través de la financiación otorgada por el gobierno italiano, implementó la Red Regional de Informática para África (RINAF). RINAF tuvo un papel de significativa
importancia en la difusión del protocolo Internet, al forjar enlaces
6
Los cinco proyectos IDRC eran: 1. NGONET, red de organizaciones no gubernamentales
vinculadas; 2. ESANET, para conectar universidades en África Oriental incluyendo a
Kenia, Uganda, Tanzania y Zimbabwe; 3. ARSONET, para conectar organizaciones de
estándares regionales; 4. HEALTHNET, para conectar a profesionales de la medicina, y
5. PADISNET, para conectar centros de información nacionales y regionales que formaban parte del Sistema Pan-Africano de Desarrollo de Información en esa época. Véase
Lishan Adam, “Financiamiento de las TIC para el desarrollo centrándose en la pobreza”,
in WSISPapers.Choike.org.
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con la Sociedad Internet,7 que luego surgió como defensora clave de
la diseminación de la Internet en África. Desde 1993 este proyecto
contribuyó a acercar a varios conductores vanguardistas africanos
no solo a los conceptos del Protocolo de Internet (PI), sino también
en programación informática. Lo anterior se logró gracias a la colaboración conjunta de la agencia Network Start Up Resource Centre
(NSRC) –con sede en Oregon, EE.UU.– y de la Sociedad Internet.
El PNUD inició dos proyectos de TIC en los primeros años de la
década de los noventa. El Programa de la Red de Desarrollo Sostenible (SDNP)8 fue puesto en ejecución en 1992, con el objetivo de
promover la conectividad entre los usuarios y los proveedores de información que estuvieran directamente relacionados con el desarrollo ambiental y sostenible, con posterioridad a la Declaración de Río
sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo. La Red de Información de
los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo (SIDSNet)9 fue lanzada en 1994 con el fin de examinar la viabilidad de establecer una red
electrónica que apoyara el desarrollo socioeconómico de los pequeños Estados insulares, como Cabo Verde, Comoros, Mauricio, Santo
Tomé y Príncipe y las Islas Seychelles. El trabajo realizado a través de
estos proyectos brindó un impulso para el ingreso de pequeños actores privados al mercado africano.
El Simposio Africano sobre Telemática, celebrado en 1995, y la Conferencia sobre la Sociedad de la Información y el Desarrollo, que se
llevó a cabo en Sudáfrica en 1996, contribuyeron a estimular cierta
cantidad de programas de asociación entre organismos internacionales para el desarrollo y la coordinación de programas nacionales por
parte de los países africanos. Se notó un gran entusiasmo y solidaridad en ese período con respecto a las nuevas tecnologías de información y comunicación en África. Varios organismos lanzaron más de
17 proyectos por valor de US$80 millones para 1996.10 La puesta en
7
Mike Jensen, “Evaluación del proyecto RINAF”, in http://unesdoc.unesco.org/images/
0011/001137/113766eo.pdf.
8
http://www.sdnp.org/.
9
http://www.sidsnet.org/.
10
Adam Lishan, op. cit.
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marcha de la Iniciativa de la Sociedad de la Información Africana
(AISI) en 1996, con la misión central de apoyar a los países africanos
en la elaboración de políticas de TIC, respaldaba el diseño de un
número de estrategias electrónicas. En 1999, diez países habían formulado sus estrategias electrónicas nacionales; hoy en día, más de 35
países africanos han desarrollado sus estrategias de TIC.
A mediados de los años noventa se dio una consolidación de la financiación de las TIC en África, con una extensión a otras áreas, diferentes a las reformas del sector y la infraestructura. La United States Agency
for International Development (USAID) financió un programa regional
de reestructuración de telecomunicaciones en el sur de África y en
1996 lanzó la iniciativa Leland, con un enfoque en la creación de un
entorno de política favorable, reforzando la infraestructura de las
NTIC y el uso de la Internet para el desarrollo. El IDRC (International
Development Research Centre, centro internacional de investigaciones
para el desarrollo) lanzó la iniciativa Acacia, un programa multifacético
dirigido a temas de política y tecnología, cuya capacidad y contenido
tenían un fuerte enfoque en la investigación.
Estos y otros programas impulsaron actividades muy valiosas, en
lo que refiere a los frentes relacionados con políticas y regulación,
en muchas áreas de aplicación. También se forjaron asociaciones,
alianzas y solidaridades entre los diferentes actores. El sector privado aprovechó las oportunidades brindadas por la reforma de políticas públicas en varios Estados e invirtió en redes de valor agregado
y mercados de telefonía móvil, en los servicios de Internet. Los inversionistas privados han desempeñado un rol fundamental en la
expansión del paisaje móvil africano, en donde la penetración de
los teléfonos celulares pasó por alto las líneas fijas desde finales
de los años noventa.
En efecto, África es el continente donde el mercado de teléfonos
celulares conoció el crecimiento más rápido del mundo. Desde
1999 hasta 2004 el número de suscriptores de teléfonos móviles
en África pasó a 76.8 millones, un aumento promedio anual del
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58%.11 Sudáfrica representa una quinta parte de ese crecimiento.
Uno de cada once africanos es ahora un suscriptor de telefonía
móvil. La demanda de tiempo al aire fue tan fuerte en Nigeria
que, desde finales de 2002 hasta principios de 2003, las operadoras se vieron forzadas a suspender la venta de tarjetas de módulo
de identidad de suscriptor –o tarjetas SIM– que activan los aparatos, mientras fortalecían sus redes. Las operadoras de telefonía
móvil erigen torres con bastante rapidez, no solo en mercados
establecidos como Sudáfrica, que ya alberga a uno de cada cuatro
suscriptores de telefonía móvil en África, sino también en naciones que apenas tienen electricidad.
La gráfica 2 ilustra el auge de la telefonía celular con respecto a la
telefonía fija en Uganda, fenómeno dado en casi todos los países
africanos.
Gráfica 2. Crecimiento de líneas fijas y móviles en Uganda
Fuente: Base de datos de indicadores mundiales de telecomunicaciones (UIT), 2003.
Hoy en día, existen pocos países africanos en donde operadoras
exclusivamente estatales sistematizan la telefonía móvil. Entre los
seis proveedores principales (MTN, Vodacom, Cetltel, Orange,
Milcom y Orasom) sumaban 33 millones de suscriptores en 2003,
con ingresos totales cercanos a los US$6.600 millones.12 Un avance
Shafick, “Celulares catapultan a África al siglo XXI”, in http://news.bbc.co.uk/nol/
shared/spl/hi/pop_ups/04/business_building_africa0s_mobile_highway/img/1.jpg, septiembre de 2005.
12
Indicadores para Telecomunicaciones Africanas (UIT), 2004.
11
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similar se experimentó en la participación del sector privado en el
mercado de los servicios de red de valor agregado, cubriendo aspectos como el de radiolocalización móvil de personas, conexiones
privadas de voz y datos por satélite, teléfonos públicos, radiotelefonía móvil en grupo cerrado, usos del servicio digital y otros servicios de banda ancha.
Una lección fundamental es que el problema de África, con respecto al desarrollo de las NTIC, sigue siendo multifacético, requieren
de un enfoque mixto y de diversos mecanismos e instrumentos de
financiación que implican el uso eficaz de los recursos existentes.
Intervención de las ONG en el sector de las NTIC
en África
Aunque siempre haya existido una gran tradición asociativa en varios
países africanos, se puede decir que esta tendencia conoció una dimensión internacional y un nuevo boom a partir de los años ochenta,
como resultado de la implementación de los programas de ajuste estructural y de los discursos controvertidos sobre “la reducción del
papel del Estado”.13 El hecho de que la intervención de las ONG en
la gestión de la sociedad tenga un origen endógeno o exógeno encuentra una justificación pertinente, pues a menudo actúan como
árbitros entre las estancias públicas y gran parte de la población. Por
tal efecto, en la sociedad africana se admite que las ONG proceden
del pueblo, conocen sus problemas, intereses y necesidades, lo que
explica su eficiencia para resolver las carencias de dicho pueblo.
Cabe mencionar que hasta la fecha las ONG africanas (ONGA)
no han sido objeto de investigación seria, sencillamente porque
se piensa, como lo afirmó M. Merlet, que las “ONG’s (sic) son un
fenómeno exclusivamente europeo y accesoriamente norteamericano”.14 Tales afirmaciones ocultan la realidad existencial y operativa de las ONGA. La falta de interés en la investigación con
S. Marcussen Henrick, “Les ONG et la construction de la société civile dans les pays en
développement”, in J. P. Derler, et al., ONG et développement: société, économie, politique,
Karthala, Paris, 1998, p. 67.
14
Pierre François Gonidec, Relations Internationales africaines, LGJP, Paris, 1996, p. 27.
13
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respecto a ellas se explica por la dificultad de recolectar información sobre dichas organizaciones.
Las ONGA que actúan en el campo de las NTIC son de tres tipos:
las que están especializadas en la promoción de dichos instrumentos tecnológicos; las que tienen otros objetivos, pero que pretenden apropiarse de esas tecnologías a fin de reforzar su acción en ese
ámbito, y las que no están especializadas, pero que tienen programas estructurados y permanentes en materias de NTIC.
Tres razones pueden explicar el auge de las ONG en el ámbito de
las nuevas tecnologías de información y comunicación en África a
principios de los años ochenta. Primero, se trata de la necesidad de
trascender las dificultades y obstáculos planteados por los medios
de comunicación tradicionales que en varios casos ya mostraban
signos de deficiencia (falta de carreteras, servicios de correo deficiente, red de teléfono para una clase privilegiada de personas, etcétera); segundo, de las concertaciones y cooperación entre varias
ONG, como las que disponían de una red organizada, con el apoyo
de la Asociación para el Progreso de la Comunicación (APC), y que
han participado activamente en la preparación de la Conferencia
sobre el Desarrollo Sostenible, (Río, 1992); tercero, el intento de
luchar contra las represiones sociopolíticas en África (apartheid en
Sudáfrica,15 dictaduras en varios Estados, entre otras).
Sin embargo, en el ámbito de las NTIC, las ONG iniciaron efectivamente su acción a mitad de la década de los noventa, período
que coincidió con el inicio del uso de la Internet en África. La configuración en recursos humanos de las ONGA activas en las NTIC
se caracterizó por la juventud de sus miembros y fundadores, principalmente estudiantes y/o técnicos de telecomunicación, empresarios, miembros de organismos internacionales y profesores de
universidades.
Anriette Esterhuysen, “Networking for purpose: African NGOs using ICT”, in Lisbeth
A. Levey, Stacey Young (Dir.), Rowing upstream: snapshots of pioneers of the information age in
Africa, PTY, Johannesburg, 2002, p. 98.
15
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Por lo general, las ONGA consideran a las NTIC como un instrumento con efecto multiplicador, que puede reducir los costos y mejorar tanto la calidad como el nivel de ejecución en la infraestructura
de los servicios básicos. Lo anterior ha permitido a muchos individuos, organizaciones no gubernamentales e iniciativas públicas y privadas mejorar la gestión de sus negocios, obtener recursos y disponer
de comunicaciones mucho mejores con familiares, amigos, colegas y
socios de todo el mundo.
Puede verse que las ONGA activas en las NTIC se presentan esencialmente a través de redes formales o informales en las cuales están
afiliadas, o a partir de las cuales han emergido. Aquí se hará énfasis
en cuatro redes principales que, por su papel histórico, se han convertido en verdaderas ONG panafricanas en el ámbito de las TIC en
África. Se trata de las redes Advisory Network for African Information
Strategies (ANAIS), Fiesta Internet África (FIA), Southern African no
Governmental Network (SANGONeT) y SchoolNet África (SNA).
Red Network for African Information Strategies (ANAIS)
La historia de la red ANAIS se remonta a la conferencia “África y
las nuevas Tecnologías de Información”, organizada por la Fundation du Devenir (FdD)16 en Ginebra, Suiza, desde el 17 hasta el 18
de octubre de 1996. Esta conferencia fue co-presidida por el entonces Presidente de Malí, Alpha Oumar Konaré, y Guy Olivier
Segond, Presidente del Consejo de Estado de Suiza. En la declaración final de la conferencia se adoptó una red de consulta encargada de facilitar la formulación y la puesta en marcha de
estrategias coherentes, con el fin de promover una utilización efectiva de las nuevas tecnologías de información y comunicación en
África en beneficio de un gran número de personas.
Esta red tuvo también el mandato de trabajar en estrecha colaboración con todos los socios implicados en el desarrollo de las TIC en
África,17 principalmente en los sectores de la salud, el medio amLa Fondation du Devenir es una ONG suiza cuyo objetivo es trabajar para mejorar la calidad
de vida de diferentes pueblos del mundo. Véase www.fdd.org.
17
Véase: “Déclaration finale”, in http://www.anais.org/REFERENCES/DOC71.HTML.
16
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biente, los derechos humanos, la economía y la educación. Así mismo, se crearon dos sedes para esta nueva red: una en Ginebra, en
los locales de la FdD; la otra en Bamako, Mali. Esta red recibió el
nombre de Network for African Information Strategies (ANAIS),18 con
su sitio en la Internet: www.anais.org.
Desde el 15 hasta el 19 de diciembre de 1997 se llevó a cabo la
primera cumbre de la red ANAIS, en Bamako, para definir los
objetivos, las metodologías de funcionamiento y la identificación
de los recursos (humanos, financieros y físicos) susceptibles de
participar en la red. Una veintena de participantes de diversos
sectores acudieron (ONG; representantes de los Gobiernos de
Francia, Suiza y ocho países africanos; investigadores, empresarios, etcétera). De igual forma, se dio inicio a la instalación de las
antenas nacionales.
El grupo europeo encabezado por la FdD (apoyado por las asociaciones francesas Globenet y Vecam) tenía como tarea esencial la
búsqueda de la financiación y de otros socios internacionales, así
como la coordinación de las acciones a escala internacional. El grupo
africano, dirigido por Mali, tenía como objetivo promover la construcción de antenas en varios países africanos y la implementación
de los objetivos de ANAIS en África, el más importante de ellos era
la apropiación de las NTIC por el pueblo africano. Así mismo, a
partir de 1998, además de ANAIS-Bamako, se construyeron antenas en Benin, Burkina Faso, Senegal, Guinea Conakry, Costa de
Marfil, Ghana, Camerún, Mauritania, entre otros.
La red ANAIS se convirtió en un verdadero actor para la promoción
de las NTIC en África a través de sus antenas que aumentaban en
todo el continente. ANAIS ha participado en la implementación de
varias actividades para la apropiación de las TIC; entre otras, la formación de expertos en informática, la creación de fichas de experiencias locales; la creación de centros de formación; la organización de
18
Este nombre cambió en 1999 por Réseau consultatif sur les Stratégies d Information en Afrique
et en Europe.
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conferencias, foros y talleres; la creación de centros de acceso a las
NTIC. A nivel internacional, la red ha organizado el foro internacional “Bamako 2000: las pasarelas del desarrollo”, sobre la evolución
de las NTIC en África, así como el encuentro preparatorio de la SMSI
(Sommet Mondial de la Société de l´Information, cumbre mundial de la
sociedad de la información) en Ginebra, 2003. La tabla 1 ilustra algunas actividades de la red ANAIS a nivel local.
Tabla 1. Actividades de la red ANAIS
ONG y país
Asociación
Oridev
(Benin)
-
Yam Puki
(Burkina
Faso)
-
RIFOD
(Burkina
Faso)
-
Toile du
Sahel
(Burkina
Faso)
OSIRIS
(Senegal)
-
-
Algunas actividades
Coordinación y organización de varias ediciones de la
Fiesta Internet en África
Creación de un centro de de investigación y formación
en materia de tecnología de información y
comunicación
Creación de un cybercentro (Cybercentre) para los
jóvenes
Organización de varios talleres sobre las TIC en Benin,
elaboración de un boletín de información sobre las TIC
Creación de más de seis centros de acceso y
aprendizaje en informática e investigación sobre las TIC
Organización de la Fiesta Internet; organización de
foros electrónicos entre jóvenes de Suiza y de Burkina
Faso
Elaboración de los sitios www.burkina-ntics.org y
www.faso.ong.org entre otros
Investigación sobre el impacto y los efectos de las TIC
en Burkina Faso
Realización de un conjunto de elementos multimedia en
la red
Producción de CD-ROM, producciones audiovisuales
Organización de un encuentro regional sobre la
producción de contenidos audiovisuales (iniciativa
DevNet), etcétera
Realización y difusión del informe sobre la Cumbre
Bamako 2000
Recolección de información e investigación sobre las
TIC
Lobbying y edición desde 1999 de un boletín
electrónico que proporcione informaciones sobre las
TIC en Senegal
Organización de una caravana multimedia en Senegal
Organización de varios talleres sobre las TIC en
Senegal, etcétera
Continúa
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ONG y país
ISOCSenegal
(Senegal)
Algunas actividades
Organización de la Fiesta Internet en Senegal
Organización de varios foros sobre las TIC en Senegal
Creación de centros de formación en informática para
jóvenes
Participación a varios encuentros internacionales ISOC,
etcétera
Capacitación de los miembros de varias ONG
Cyberpop
19
Creación de ocho centros de recursos comunitarios en
(Senegal)
seis distritos muy marginales de Dakar. Los centros
suministran acceso a correo electrónico y a la Internet,
así como apoyo y capacitación en procesador de texto,
manejo de bases de datos y contabilidad
ISOCCreación de varias unidades de investigación y
Guinea
formación sobre las TIC
(Guinea)
Organización de un taller internacional sobre la
creación de los contenidos multimedia
Recolección y difusión de informaciones sobre las TIC
en Guinea, etcétera
WAGNERecolección de información sobre las TIC en Camerún
Internet
Apertura de centros de formación sobre las TIC
(Camerún)
Creación de varios sitios de Internet para el aprendizaje
de las TIC en Camerún
ANAISOrganización de la Fiesta Internet
Bamako
Investigación y formación sobre las TIC
(Mali)
Creación del club ANAIS-Bamako
Fuente: tabla elaborada por el autor a partir de varias fuentes.
-
Puede decirse que la red ANAIS ha propiciado la creación de varias
ONG auxiliares, ya que desde principios de 2001 ha dejado de funcionar como un colectivo. Hoy en día, las ONG derivadas de la red
ANAIS a nivel local constituyen una fuerza notable para la promoción de las TIC en África. En efecto, la red ANAIS suscitó una gran
dinámica, propiciando la puesta en marcha de varias iniciativas con
miras a una apropiación efectiva de las TIC en África y, sobre todo,
En Senegal, gracias a la extensión de la red ANAIS, se creó una ONG llamada ENDA;
esta creó un sitio en la Internet llamado el Cyberpop que muestra cómo un grupo de barrios
marginales de Senegal ha sido capaz de apropiarse directamente de las TIC para fortalecer
su comunidad. Este sitio es el resultado de la iniciativa conjunta entre ENDA Tiers-Monde
y el Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo (CIID-Acacia). recibió un
premio en la categoría de usos sociales en “Internet: puentes hacia el desarrollo” en la
conferencia internacional organizada por la Red ANAIS, para discutir los usos de las
tecnologías de comunicación e información (ICT) para el desarrollo local. El jurado internacional consideró el contenido de Cyberpop como “particularmente importante para la
promoción del desarrollo social”. Véase: www.enda.sn/cyberpop.
19
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en la región francófona. El papel que ha desempeñado la red ANAIS
como catalizador hoy en día es incontestable, ya que cada una de
las asociaciones se ha independizado, pero continúa con la misma
perspectiva de promoción de las NTIC en África.
Red Fiesta Internet África
La asociación Fiesta Internet África (FIA, www.f-i-a.org) es una
institución de derecho gabonés con una vocación panafricana. Fue
creada en 1998 después de la primera Fiesta Internet organizada en
Gabón. Se trata de una manifestación internacional de vulgarización de la Internet, iniciada en Francia en 1998. Generalmente,
todas las ONG afiliadas a la FIA se reúnen en marzo20 de cada año.
Desde 1999, la FIA coordina múltiples iniciativas de organización
e información sobre las NTIC en África. Colabora con varios actores en el ámbito de las TIC (asociaciones, particulares, otras ONG,
etcétera) que ejercen dentro y fuera del continente.
La FIA está implicada en varias actividades organizadas a nivel local
sobre las NTIC, y algunas veces sirve de relevo a varios eventos que
tienen lugar en África, proporcionando apoyo económico y logístico.
Hoy en día, la FIA es un verdadero negociador ante las instituciones
financieras internacionales cuando se requiere financiación para algún evento. Así mismo, gracias a la red FIA se ha dado una vulgarización eficiente de la Internet en todo el continente, de tal modo que
en 2004, Mike Jensen subrayó que “hace cinco años sólo unos pocos
países africanos tenían acceso local a Internet; actualmente, gracias a
FIA, se tiene Internet en todas las capitales”.21
Entre las ONG que colaboran con la FIA, las más destacadas a la
fecha son: la Asociación Cultura Medio Ambiente y Tecnología
(ACET); FIA-Níger, FIA-Camerún, FIA-Benin, FIA-Guinea, etcétera; Les Amis du Futur (los amigos del futuro); la Asociación de los
Estudiantes en Maestría en Informática y Estadísticas Aplicadas de
www.f-i-a.org.
Mike Jensen, Afribares, telecentros, cibercafés: Las TIC en África, in: http://www3.sn.
apc.org/africa/partial.html.
20
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Madagascar (AEMISA) y la División de Recursos en Internet del
Centro de Educación a Distancia de Costa de Marfil.
En su modo operativo, la FIA propone una visibilidad y una plataforma colectiva a través de su sitio web http://www.f-i-a.org, e
impone su notoriedad adquirida desde 1998. Siempre aporta su
apoyo técnico y financiero a todas las ONG que ejercen en ese
sector, así como a los particulares que emprenden iniciativas personales. La FIA está logrando que la Internet en el continente apoye
varios sectores de desarrollo, como la educación, la salud, el medio
ambiente, la cuestión de género, los derechos humanos y la agricultura. Por todo ello, la FIA se ha convertido en una verdadera ONG
panafricana que cada vez más desempeña un papel determinante
en el proceso de integración del continente.
Red SchoolNet África
SchoolNet África (SNA) es una ONG africana que promueve la educación a través de la utilización de las tecnologías de información y
de comunicación en las escuelas (segundarias, preparatorias y universidades). En noviembre de 2001 se inauguró oficialmente en
Johannesburgo, Sudáfrica, en donde tiene su sede central. Durante el
lanzamiento de esta ONG se hizo un llamado para el establecimiento de asociaciones con el sector privado y otras organizaciones internacionales dispuestas a apoyar esta iniciativa. Del mismo modo,
SchoolNet África puso en marcha un número de proyectos con el
lema “operación punto aprenda”.22 SchoolNet África trabaja en asociación con las redes nacionales de escuelas para realizar programas a
nivel continental.
Las redes nacionales de escuelas patrocinadas por SNA han establecido asociaciones con los ministerios de Educación y Telecomunicaciones, el sector privado y ONG a nivel nacional. Su comité
directivo ha forjado asociaciones con importantes agencias donan-
22
Aida Opoku-Mensah, “SchoolNet Africa (SNA)-Africa”, in: The Communication Initiative,
CI, Johannesburg, 2001, p. 69.
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tes y de desarrollo, como la Open Society Institute for Southern Africa;
The International Development Research Centre; la Comisión Económica para África de las Naciones Unidas y la Unesco Commonwealth of
Learning (COL), Think Quest International.
De manera específica, SchoolNet África busca:
• Conectar a las escuelas africanas a la Internet.
• Permitirle a las personas liderar y desarrollar redes escolares a
nivel nacional.
• Liderar el desarrollo de un currículo on-line.
• Crear un depósito de conocimientos.
• Promover el desarrollo de estudiantes de alto nivel, mediante la
competencia Think Quest Africa.
• Hacer cabildeo y abogar por un acceso barato a la Internet por
parte de los colegios.23
SNA ha creado varios programas a fin de lograr sus principales objetivos: investigación sobre las NTIC en materia de educación; creación de una red virtual para los maestros y profesores africanos,
cuya meta es reforzar su capacidad de apropiación y uso de las TIC
(programa ATN –African Teachers Network), entre otros.24 Esto significa que SchoolNet África busca facilitar el crecimiento y desarrollo de redes escolares en todo el continente. Estas redes escolares
son centros de tecnología que ofrecen las herramientas necesarias
para mejorar el acceso de los niños a la tecnología.
SNA sirve de cordón entre los sistemas educativos africanos y los
diferentes programas internacionales que usan las TIC como herramienta fundamental para la educación. Se trata, por ejemplo, de
Itrainonline,25 programa y plataforma de recursos para la formación en línea (web) sobre las nuevas tecnologías de información y
Ibíd.
Ken Lohento, Le Benin et l’Afrique dans la société de l’information, Iafric, Johannesburg,
2003, p. 6.
25
Véase http://www.itrainonline.org/itrainonline/french/.
23
24
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comunicación; y de Thinkquest África,26 que es la variante africana
del programa internacional Thinkquest.
Cabe mencionar que SNA también se interesa por los programas libres, ya que dispone de una conexión en más de 35 países africanos27
tanto francófonos como anglófonos. Sin embargo, hasta hoy las actividades de SNA se desarrollan más en los países anglófonos, principalmente en África austral, en donde esta ONG tiene su sede. Desde
el 28 de abril hasta el 3 de mayo de 2003, SNA organizó un importante taller centrado en el tema “Las NTIC y las escuelas africanas”.28
La gran innovación de SNA es precisamente la traducción en lenguas
africanas (como suahilí, árabe y wolof) de sus programas.
Red Southern African No Governmental Network (SANGONeT)
SangoNet es una ONG afiliada a la red APC29 (Association for Progresive
Comunication), aunque ya existía antes de la creación de esta última.
En efecto, SangoNet fue creada en 1987 en Sudáfrica con el nombre
WorkNet, en un contexto político económico dominado por el
apartheid y la represión de la izquierda (el caso de Nelson Mandela y
sus seguidores).30 Así mismo, las organizaciones sindicales sudafricanas
en general, y en particular la Labour and Economic Research Center, crearon una red informática para poder comunicarse con toda discreción
y seguridad entre ellas y con sus socios internacionales.
En ese período pre-Internet, las comunicaciones electrónicas internacionales (envíos y recepciones de informaciones) por lo geVéase: http://www.thinkquestafrica.org/.
Algunos ejemplos: en Namibia http://www.schoolnet.na/; en Zambia: http://
www.schoolnet.org.zm/; en Sudáfrica: http://www.school.za/; en Uganda: http://
www.schoolnetuganda.sc.ug/homepage.php.
28
Ken Lohento, Ibíd.
29
La red APC fue creada en 1990 por siete organizaciones internacionales: Institute for Global
Comunications (Estados Unidos), GreenNet (Inglaterra), NordNet (Suecia), Web Networks (Canadá), Alternex/BASE (Brasil), Nicarao/CRIES (Nicaragua) y Pegasus (Australia). El objetivo de APC es poner las TIC al servicio de la justicia social y del desarrollo en todos los
continentes. En África, APC se invierte en la formación de la ciudadanía en materia de las TIC
mediante las ONG afiliadas. Véase: Association for Progressive Communication, in: APC
Annual report 2000: looking back APC’s first decade 1990-2000, November 2000.
30
Anriette Esterhusen, op. cit.
26
27
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neral, se realizaban por medio de Fidonet y GreenNet. WorkNet,
transformada en SangoNet (Southern African Nongovernmental
Organisation Network) en 1993, ofrecía a las ONG de África austral la
posibilidad de comunicarse con el exterior para denunciar los abusos
del régimen de apartheid vigente en aquel entonces en Sudáfrica.
Hoy en día, SangoNet dispone de un portal de información sobre el
desarrollo de ONG sudafricanas y ha fortalecido su capacidad institucional y de gestión, proporcionando a varias ONG acceso a la
información y apoyo logístico y financiero. Es una red cuyos objetivos están orientados hacia la promoción del desarrollo, de la justicia social a través de comunicaciones electrónicas accesibles, de
los servicios de publicación, de información y de formación.
SangoNet recibe el respaldo de la Red de Información Comunitaria
del Sur de África (CINSA), un proyecto de apoyo a las iniciativas
comunitarias en la Comunidad para el Desarrollo del África Austral
(SADC). El objetivo es generar una red de proyectos de TIC comunitarios sustentables en los 14 países miembros de la SADC –Angola,
Botswana, Lesotho, Malawi, Mauricio, Mozambique, Namibia, República Democrática de Congo, Seychelles, Sudáfrica, Swazilandia,
Tanzania, Zambia y Zimbabwe. SangoNet ha sido uno de los pioneros en proveer servicios de información y comunicación tecnológicas a organizaciones de la sociedad civil, no solo de Sudáfrica
sino en toda África austral, incluyendo otras ONG, sindicatos y
agencias de desarrollo.
Las ONGA y las TIC en África: varios enigmas
por resolver
La mayoría de las ONGA (más de 1.500 en 2005) se dedican a la
resolución de cuestiones prácticas: formación, acceso, sensibilización de la ciudadanía sobre las potencialidades de las NTIC. Muchas intentan adquirir la financiación de proyectos e invierten muy
poco en cuestiones políticas y lobbying. En la misma perspectiva,
existe muy poca retroalimentación entre las acciones asociativas
vinculadas con las NTIC.
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Se puede decir que estas limitaciones se explican por la juventud de
la ONGA y de sus miembros. Un número importante de las ONG
tienen una identidad o personalidad jurídica incierta, lo que de alguna manera limita su acción. La mayoría de ellas fueron creadas en la
segunda mitad de los años noventa y los primeros del siglo XXI, bajo
sugerencias de los socios occidentales. Por lo anterior, cabe cuestionar si la convicción de sus miembros no se va ir disminuyendo conforme se reduce el apoyo financiero de dichos socios. Esta cuestión
es de suma importancia, pues pocos Gobiernos están dispuestos a
apoyar financieramente estas ONG, lo que de alguna manera las pone
en una situación de incertidumbre respecto a su permanencia.
Por otra parte, algunas ONG se limitan al suministro del servicio
de Internet con sus accesorios, olvidando que tan solo es una de las
tantas NTIC. En efecto, la Internet no es ni el primero ni el único
medio de comunicación capaz de promover el desarrollo. Otros
paradigmas de desarrollo podrían aparecer y la Internet dejaría de
beneficiarse del apoyo de los socios internacionales.
El principal problema en la esfera del desarrollo de los recursos humanos es que las reservas de conocimientos sobre las NTIC de
la región son relativamente reducidas (en todos los niveles, desde la elaboración de normas y políticas hasta los usuarios finales), lo
que contribuye al despliegue limitado de infraestructura y al alto precio del acceso a los servicios.
Por lo general, las ONGA en TIC (sobre todo las menos especializadas) se enfrentan a problemas técnicos, en cuanto a la utilización
de las NTIC, que están relacionados con el mantenimiento del dispositivo tecnológico (material, programas, etcétera) y con la poca
capacidad en la utilización de dicho dispositivo. Estos problemas
son complejos en un contexto caracterizado por la carencia de recursos de todo tipo. En algunas oportunidades, la capacitación del
personal es muy costosa, lo que hace que dichas ONG permanezcan en un nivel de principiantes, sumado a la ausencia de un profesionalismo adecuado. En varios países africanos, muchas ONGA
se quejan de la falta de apoyo por parte de los Gobiernos.
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Actualmente, la disponibilidad de capacitación de especialistas en
cooperación e instalación de infraestructura es extremadamente limitada en el continente. En África existen únicamente dos centros
regionales importantes de capacitación en telecomunicaciones: uno
en Senegal, para los países francófonos, y otro en Kenya, para los
países anglófonos. Mediante un programa de apoyo de la UIT, se
espera que se transformen en centros de excelencia en administración de telecomunicaciones.
Sin embargo, como ya se ha visto en este artículo, las ONGA reciben más apoyo de actores extra-africanos.31 Algunas ONG no africanas, o dirigidas por la diáspora africana, intervienen en África
aportando su apoyo logístico y financiero, colaborando con los proyectos bilaterales o multilaterales, y facilitando el acceso al material y
conocimiento informático. Si bien estos apoyos no son neutros,32
hay que reconocer que contribuyen a la implementación de la dinámica de apropiación de las TIC en el continente.
En efecto, las relaciones con las organizaciones occidentales son
muy ambiguas, ya que están cargadas de condescendencia y paternalismo. Es decir, en materia de NTIC, las ONGA tienden a acomodarse al gusto y voluntad de las occidentales por su “bondad”;
por lo mismo, desgraciadamente las NTIC tienden a favorecer y a
perennizar la difusión de la dependencia de África respecto a la
sociedad occidental. En varios casos, las ONG occidentales consideran incompetentes a sus homólogas africanas, deficientes en
materia de gestión.
La gama de enigmas que plantea la apropiación de las NTIC por
parte de las ONGA, las induce a desarrollar una cooperación entre
sí. En efecto, pueden considerarse como un grupo de actores rela-
31
Por ejemplo, aquí se puede citar las fundaciones Ford (www.fordfound.org/) y Rockefeller
(http://www.rockfound.org/); la ONG norteamericana Kabissa (www.kabissa.org) que
está apoyando a más de 450 ONGA ubicadas en más de 30 países africanos, la mayoría
anglófonos.
32
Véase: Ken Lohento, op. cit, p. 10.
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tivamente homogéneo con problemas similares respecto a la formación técnica, a las políticas de promoción de las NTIC, a las relaciones con los otros actores públicos y privados, a la búsqueda de
financiación y a las modalidades de gestión para salvaguardar su
carácter de ONG. Sin embargo, es posible darse cuenta de que,
aunque existan cuadros de concertación entre dichas ONGA (durante las cumbres regionales o internacionales), sigue vigente alguna duda para emprender esquemas de cooperación estructurada o
formal debido a una falta de confianza recíproca.
Conclusión
A pesar de la expansión del alcance de servicios y aplicaciones de
las NTIC, tanto nuevas como básicas, en los países africanos, la
mayoría de la población aún no tiene acceso a las herramientas
necesarias para la apropiación de dichas tecnologías (servicio telefónico, computadores e Internet, por ejemplo). Por otra parte, hay
una gran disparidad entre las categorías de desigualdad social, como
el estatus socioeconómico, la edad, el género, la ubicación geográfica y la etnicidad.
Las agencias bilaterales y multilaterales, los organismos de las Naciones Unidas, las fundaciones y sobre todo las ONG, han desempeñado un papel fundamental en el progreso referente a la expansión de
las NTIC en África. Estos actores han propiciado el fomento de un
entorno favorable para la participación del sector privado en el suministro de servicios referentes a las nuevas tecnologías de información y comunicación. Sin embargo, a pesar del optimismo imperante
acerca de la capacidad del sector privado y de la inversión directa
extranjera en el sector de TIC, los resultados de la privatización y
liberalización de dicho sector no han sido tan exitosos en África.
Los grandes flujos de inversión privada se han concentrado en unos
pocos países africanos, como Sudáfrica, Túnez, Egipto y Marruecos, donde la infraestructura se encuentra bien desarrollada. Sin
embargo, la privatización y la financiación no condujeron a un aumento automático en el número de usuarios ni tampoco redujeron
el costo de acceso a las NTIC; incluso, la liberalización y la imposiDesafíos, Bogotá (Colombia), (15): 12-40, semestre II de 2006
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ción de una alternativa al libre mercado sobre las condiciones desiguales de acceso a las NTIC reforzaron un maligno statu quo y
condujeron a la transformación de un monopolio público en uno
privado. Las ONGA que actúan en ese ámbito navegan en ese entorno complejo.
Si bien los mercados competitivos y las ONG (como se ha visto con
SangoNet, ANAIS, SchoolNet y FIA) representan una de las alternativas para promover el acceso a las NTIC en África, existe un gran
segmento de la población africana cuyas necesidades no han sido satisfechas. Para apoyar la actividad de las ONGA, los dos mecanismos
alternativos de financiación más importantes, que se han considerado
para acortar la brecha de acceso a las NTIC, son el Fondo de Solidaridad Digital y el marco de los Bienes Públicos Mundiales.
La primera propuesta fue hecha por el Presidente de Senegal,
Abdoulaye Wade, durante la primera fase de la Cumbre Mundial
sobre la Sociedad de la Información (CMSI); el fondo fue establecido como institución legal en Ginebra, Suiza, obteniendo contribuciones de Gobiernos locales. En tanto que el entusiasmo es alto,
particularmente a nivel de organizaciones y algunos países clave,
existe una creciente incertidumbre con respecto a una estrategia
de largo plazo para el desarrollo de las NTIC. Por otra parte, el
enfoque que considera a las NTIC como bienes públicos es otra
alternativa emergente para la justificación de los mecanismos de
financiación que se extienden más allá de los suministrados por el
propio mercado.
La hipótesis de estos dos enfoques alternativos es que la extensión
del acceso a la sociedad de la información en los países en desarrollo es un bien público mundial que beneficia a todas las personas
debido al valor de las externalidades de red.33 El valor de la red de
información global aumenta a medida que se agregan más redes
Véase Grupo de Trabajo sobre Mecanismos de Financiación (TFFM), Informe del Grupo de
Trabajo sobre Mecanismos Financieros de TICD. Revisión de tendencias y análisis de las brechas y
prácticas prometedoras, diciembre de 2004, en: http://www.itu.int/wsis/tffm/final-reportexecutive-summary.doc.
33
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nacionales, empresas y usuarios individuales. Dado que la economía mundial se maneja con base en las redes de información global
para crear un mercado mundial, el sector privado en los países desarrollados es candidato a beneficiarse de la extensión de las NTIC
en los países en vía de desarrollo.
A fin de cuentas, la habilidad de absorber recursos e implementar
programas constituye un gran desafío para las ONGA, en aras de
culminar el proceso de acceso a las NTIC. Cuanto mayor es la falta
de habilidad y/o coordinación de dichas ONG para desarrollar estrategias de apropiación de las NTIC, mayor es la dificultad para
superar los obstáculos que encuentran. De igual modo, son necesarias las habilidades especializadas en materia de TIC y la planificación más genérica, como las de gestión e implementación de proyectos.
Para ello, los países africanos pueden hacer avances significativos
en las comunicaciones, adoptando nuevas técnicas, utilizando necesariamente estrategias distintas a las que han aplicado los países
desarrollados que han suministrado gran parte de la financiación en
este sector. El proceso en África debe adaptarse a condiciones específicas, como el nivel de ingresos, generalmente bajos; una limitada actividad formal de negocios; una mayor importancia de la
población rural y los pequeños productores, y el uso compartido de
recursos de comunicación, por ejemplo, los periódicos, las cuentas
de Internet y los aparatos de televisión.
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LOS PAÍSES ANDINOS EN LA PERSPECTIVA DE LA GLOBALIZACIÓN / 41
Los países andinos en la
perspectiva de la
globalización
EDGARD MONCAYO JIMÉNEZ
[email protected]
Artículo recibido 05/09/2006
Evaluación par externo 08/09/2006
Evaluación par interno 15/09/2006
Resumen
La globalización es un fenómeno asimétrico y heterogéneo que ofrece oportunidades para algunas sociedades, pero que también tiene severos impactos negativos
en otras. En este artículo se hace una evaluación empírica de los resultados que
ha tenido su inserción en la economía global en los últimos dos decenios para los
países andinos.
Se examinan cuatro ejes temáticos: crecimiento, comercio internacional, flujos
financieros y la inversión extranjera directa, y equidad social. Se concluye con
una relación (no exhaustiva) de las políticas de desarrollo que los países
andinos deberían adoptar (o profundizar) para mejorar la calidad de su inserción internacional.
Palabras clave: economía global, comercio internacional, flujos financieros, desarrollo.
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Abstract
The asymmetric and heterogeneous phenomenon of the globalization offers
opportunities to some societies, but also impacts adversely others. This paper
evaluates for the Andean countries on an empirical basis the outcome of their
insertion in the global economy during the last two decades.
To this end, four topical axes are examined: growth; international trade;
financial flows and foreign direct investment; and social equity. It concludes
with a –non-exhaustive– list of development policies that should be adopted
(or furthered) by the Andean countries in order to improve the quality of their
international insertion.
Key words: global economy, international trade, financial flows, development.
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Introducción
Un estudio conjunto del Centro Internacional de Investigaciones
para el Desarrollo y la Comisión de las Naciones Unidas sobre Ciencia y Tecnología describe bien los dos sistemas de valores antagónicos que luchan por apoderarse de la fase de globalización en curso:
Uno es inclusivo, abierto y efectúa intentos consistentes para integrar a los débiles y desfavorecidos. El otro es excluyente, fracturado, restrictivo: un mundo darwiniano, de dientes y garras
ensangrentados, dominado por el fuerte y poderoso en su propio
beneficio, con concentraciones crecientes de tecnología, riqueza y
poder, y escasa consideración para los que se quedan rezagados.
La diferencia no es simplemente entre lo privado y lo público, sino
más bien entre cooperación y explotación.1
La globalización da lugar a visiones contrapuestas porque en sí misma es un proceso desigual, heterogéneo, discontinuo, asincrónico e
incompleto, que al tiempo que ofrece oportunidades para algunas
sociedades puede llegar a confinar a un gran número de países y
comunidades en la marginación y al atraso.
Así, desde la perspectiva económica, si bien en algunos grupos de
países se constata una aceleración del crecimiento, las brechas en los
niveles de ingreso entre las economías avanzadas y las pobres son
cada vez más pronunciadas; el comercio internacional se incrementa,
pero en las redes integradas por un reducido número de participantes, y lo propio ocurre con los flujos financieros y de inversión extranjera directa. Por su parte, la segmentación social en función de los
niveles educativos y de acceso a la tecnología de punta está aumentando a pasos agigantados.
Frente a procesos tan contradictorios, a los Estados nacionales no
les cabe adoptar una actitud pasiva o simplemente reactiva, sino
que les corresponde articular conscientemente sus opciones de política para aprovechar estratégicamente las oportunidades y eludir
o atenuar los impactos negativos.
Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo y la Comisión de las Naciones
Unidas sobre Ciencia y Tecnología para el Desarrollo, El desarrollo en la era de la información,
Ottawa, 1998. Citado en: Ricardo A. Ferraro, La marcha de los locos, entre las nuevas tareas, los
nuevos empleos y las empresas, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 1999, p. 7.
1
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En lo que sigue se tratará de situar a los países andinos en el contexto de la globalización, con el fin de apreciar cuáles aspectos de
ella suponen estímulos positivos para su desarrollo y, por el contrario, cuáles representan amenazas para el mismo.
Globalización y crecimiento
El inicio de la segunda fase de la globalización en los años setenta2 se superpone con el fin de los “treinta años gloriosos”, es decir, de la larga onda expansiva que siguió a la segunda posguerra.
Precisamente, en tal período la economía mundial alcanzó las tasas más altas de crecimiento del siglo XX y probablemente de
toda la historia (con niveles del orden del 5%).3 En el último cuarto
de dicho siglo toda la economía mundial se desaceleró sensiblemente.4
Desde entonces, los ritmos de desempeño económico han disminuido tanto a escala global como en la de cada grupo de países, a
pesar de la aceleración de la globalización en los años noventa,
entendida en este contexto como el creciente aumento en los flujos
internacionales de comercio, capital e información (tabla 1).
En particular, desde la década de los ochenta los países andinos
han registrado un desempeño económico pobre, que incluso ha estado (específicamente en esa década) por debajo de los promedios
mundiales consignados en la tabla siguiente.
Según diversos analistas, la primera fase tuvo lugar entre mediados del siglo XIX y 1914.
En las tasas de crecimiento para los países avanzados que reporta Maddison desde 1820
hasta 1979, no hay ningún subperíodo con niveles superiores al 5%. véase Angus Maddison,
Las fases del desarrollo capitalista, El Colegio de México-Fondo de Cultura Económica,
México D. F., 1986, p. 117.
4
Grzegorz Kolodko, “Globalization and Transformation: Illusions and Reality”, Working
Paper num. 176, OECD Development Centre, Paris, 2001.
2
3
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45
4.1
5.0
3.1
3.2
2.3
2.8
4.1
2.3
2.4
1.7
2.8
3.1
1.6
1.5
1.2
Países
desarrollados
4.4
5.1
3.4
3.2
2.6
Fuente: CEPAL, op. cit., 2004b, p. 24.
PIB total
1950-1960
1960-1973
1973-1980
1980-1990
1990-2003
PIB per cápita
1950-1960
1960-1973
1973-1980
1980-1990
1990-2003
Mundo
2.8
3.0
2.9
1.7
2.7
5.1
5.5
5.1
3.7
4.4
Países en
desarrollo
2.2
3.3
2.4
-0.4
1.0
4.9
5.5
5.1
1.6
2.7
América
Latina
2.0
2.5
0.3
0.1
0.4
4.5
5.0
3.5
2.6
2.8
África
3.6
2.9
4.3
5.1
4.5
5.7
5.2
6.2
7.0
6.0
Asia
2.9
4.8
1.4
-1.6
1.1
5.7
7.7
4.4
1.6
3.3
Medio
Oriente
Tabla 1. Tasas de crecimiento anuales de la economía mundial, 1990-2003
8.2
5.5
3.7
1.7
-0.4
9.2
6.7
4.6
2.4
-0.3
Europa
oriental
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El siglo XXI se inició con un ambiente recesivo en los países industrializados, que se ha recuperado en los últimos tres años, pero que
comienza a mostrar nuevamente signos de deterioro.
A continuación se analizarán dos dimensiones del crecimiento que
son relevantes para los propósitos de este artículo: los ritmos diferenciales entre países y entre regiones de los países, y su estabilidad.
¿Convergencia o divergencia?
Los promedios presentados en la tabla 1 esconden grandes diferencias
en las tasas de crecimiento entre los países, lo cual implica que la medida estadística de dispersión entre ellas ha aumentado notoriamente.
Tal constatación ha suscitado un intenso debate académico respecto a si la globalización está produciendo mayor o menor desigualdad en los niveles de ingreso per cápita entre países.5
Las interpretaciones antagónicas son del siguiente tenor:
Globalization probably mitigated rising inequality between participating nations. The nations that gained the most from globalization
are those poor ones that changed their policies to exploit it, while
the ones that gained the least did not, or were too isolated to do
so... in any case, the net impact of globalization was far too small
to explain the observed long run rise in word inequality.6
Versus
La segunda ola de globalización post 1973 –de creciente intermediación financiera y políticas económicas promercados– ha sido
acompañada por complejas disparidades regionales y un aumento en la desigualdad mundial.7
5
Para una completa revisión de las fuentes bibliográficas sobre este tema, véase: Edgard
Moncayo, “El debate sobre la convergencia económica internacional e interregional: enfoques teóricos y evidencia empírica”, Revista EURE, 30(90), 2004.
6
Peter H. Lindert y Jeffrey G. Williamson, Does Globalization make the World more Unequal?,
NBER Working Paper num. 8228, Cambridge Mass, Cambridge, 2001. Una tesis similar se
presenta en Glenn Firebaugh, The New Geography of Global Income Inequality, Harvard University Press, Cambridge, 2003.
7
Andrés Solimano, The Evolution of World Income Inequality: Assessing the Impact of Globalization,
Serie Macroeconomía del Desarrollo, núm. 11, CEPAL, Santiago de Chile, 2001.
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Detrás de tal contraposición de enfoques hay un issue teórico: la diferencia fundamental entre la ortodoxia neoclásica y las teorías del crecimiento endógeno.8 En efecto, una de las características centrales
de los modelos neoclásicos es la hipótesis de convergencia: dados los
supuestos de rendimientos decrecientes a escala de los factores (capital y trabajo) y de movilidad de los mismos, el capital tenderá a
migrar desde donde es más abundante (países ricos) y tiene rendimientos decrecientes, hacia donde es escaso y puede obtener
mejor remuneración (países pobres). Por su parte, el trabajo tenderá –por las mismas razones– a desplazarse en el sentido inverso.
Lo anterior significa que si la única diferencia entre las economías
en el mundo real fuese el stock de capital por trabajador, en las economías pobres se deberían observar unas tasas de crecimiento más
altas que en las ricas. Es decir, en el largo plazo habría un proceso
de convergencia entre los dos tipos de economías.
A tal lectura optimista del desarrollo del capitalismo se oponen los
enfoques del crecimiento endógeno, según los cuales el crecimiento tiende a beneficiar acumulativamente a las economías más avanzadas en detrimento de las más rezagadas. Esto es así porque en
esta perspectiva teórica los rendimientos a escala del capital antes
que ser decrecientes son crecientes, en virtud de las economías de
aglomeración; por tanto, este factor tiende a seguir concentrándose
donde ya es abundante. La inferencia lógica de la operación de estos mecanismos de causación circular acumulativa es que la acción
de las fuerzas del mercado, antes que producir convergencia entre
los países, conducen inexorablemente a la intensificación de las
desigualdades entre ellos (polarización).
La cuestión dista mucho de estar zanjada porque, dependiendo del
período analizado y la muestra de países que se tome, se ha encontrado evidencia empírica para respaldar tanto la hipótesis de convergencia como la de polarización.
8
Para una buena exposición didáctica de los dos enfoques alternativos, véase: Charles
Jones, Introduction to Economic Growth, W. W. Norton & Company, Inc., Nueva York, 1998.
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No obstante, los estudios que muestran convergencia se refieren a
economías con parámetros tecnológicos, institucionales y legales similares, es decir, lo que en el lenguaje técnico se denomina “convergencia condicional”. Este caso, que también se conoce como
convergencia de “clubes”, implica la existencia de una configuración
bimodal, con unos “clubes” de países con altos niveles de renta que
tienden a converger entre sí y a alejarse progresivamente de los “clubes” integrados por los países pobres. El grupo de las economías de
nivel intermedio tiende a disminuir como proporción del total.9
Según Sachs y Warner,10 la manera en que un país puede asegurar
su entrada al exclusivo “club de convergencia” de ingresos altos es
siguiendo las políticas económicas “apropiadas”, esto es, las que
para América Latina recomienda el “Consenso de Washington”;
fórmula que no funcionó para los países andinos.
Más allá de la “convergencia condicional” en ciertos grupos de países, el hecho irrefutable es que durante la actual fase de globalización, las brechas en los niveles de ingreso entre las regiones ricas y
las pobres se han ensanchado significativamente (véase tabla 2).
De hecho, esta es una tendencia inherente al proceso general de
globalización desde la segunda mitad del siglo XIX, que solo cedió
ligeramente en el período 1950-1973; es decir, en el mismo lapso
en que, como anota la CEPAL,11 la mayoría de los países en desarrollo (incluidos los latinoamericanos) adoptaron una estrategia de
crecimiento hacia adentro.
9
D. Quah, Twin Peaks:Growth and convergence in Models of Distribution Dynamics, Working Paper
num. 280, Center for Economic Performance, London School of Economics, London, 1996.
Sobre el fenómeno de convergencia entre países desarrollados, véase: Angus Maddison, The
World Economy. A millennial Perspective, Centro de Estudios de Desarrollo, OCDE, París, 1991.
10
Estos autores encontraron que todos los países en desarrollo que han seguido tales
políticas (especialmente la apertura internacional y la protección de derechos de propiedad privada) experimentaron tasas de crecimiento más altas que los desarrollados durante los años setenta y ochenta, y en consecuencia convergieron. Una notable excepción
que los inquieta es China, que creció aceleradamente sin haber seguido las políticas
“apropiadas”. Véase: Jeffrey Sachs, Andrew M. Warner, Economic Convergence and Economic
Policies, Working Paper num. 5039, NBER, Cambridge Mass, Cambridge, 1995.
11
CEPAL, Globalización y Desarrollo, CEPAL, Santiago de Chile, 2002, p. 79.
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3. Edgar Moncayo.p65
48
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LOS PAÍSES ANDINOS EN LA PERSPECTIVA DE LA GLOBALIZACIÓN / 49
En la tabla 2 se puede apreciar una ligera mejora en la distancia de
América Latina con respecto a los países de ingresos altos. Sin embargo, con relación al ingreso de los países de la OECD, la realidad
es que la única región que acortó la brecha en la segunda mitad del
siglo XX fue el Asia (oriental, pacífica y meridional), mientras que
África divergió hacia abajo en forma pronunciada.12
Tabla 2. Comportamiento del PIB per cápita* en el mundo según
niveles de ingreso
Clasificación
de países
Ingresos bajos
Ingresos
medianos
América Latina y
El Caribe
Ingresos altos
Ingresos
altos/ingresos
bajos
Ingresos
altos/América
Latina
1978
1982
1985
1990
1995
2002
2004
200
280
270
350
430
430
536
1.250
1.520
1.290
2.220
2.390
1.840
2.305
8.070
11.070
11.810
2.180
19.590
24.390
3.280
25.384
3.729
32.690
40
40
44
56
57
59
61
8
9
9
* En dólares corrientes.
Fuente: Elaboración del autor con base en los Informes sobre Desarrollo del Banco Mundial (1978, 1984, 1987, 1992, 1997, 2004, 2006)
A escala mundial, la convergencia entre los años cincuenta y setenta
y su posterior reversión hasta hoy es un hecho estilizado que también
se verifica en América Latina, según los demuestran los trabajos de
Elias13 y de Cáceres y Núñez.14
Por su parte, en la Comunidad Andina se estaría produciendo un
proceso de acercamiento entre Venezuela y Bolivia, los países de
ingreso per cápita más alto y más bajo respectivamente (tabla 3).
PNUD, Informe sobre desarrollo humano 2001, Mundi Prensa Libros S.A., México D. F.,
2001.
13
Víctor J. Elias, “Convergencia económica en América Latina: 1960-1995”, en: Tomás N.
Mancha et al. (dirección y coordinación), Convergencia económica e integración. La experiencia en
Europa y América Latina, Ediciones Pirámide, Madrid, 2001.
14
René Cáceres y Oscar Núñez, “Crecimiento económico y divergencia en América Latina”, en: El Trimestre Económico, vol. LXVI (4) núm. 264, México D. F., 1999.
12
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3. Edgar Moncayo.p65
1978
1982
1985
1990
1995
2000
2002
2004
2005
Bolivia
510
570
470
630
800
941
938
953
973
Ecuador
880
1.350
1.160
980
1.390
1.682
1.776
1.878
1.906
Colombia
850
1.460
1.320
1.260
1.910
2.285
2.274
2.366
2.428
Perú
740
1.310
1.010
1.160
2.310
2.333
2.378
2.505
2.618
Venezuela
2.910
4.140
3.080
2.560
3.020
3.082
2.796
2.877
3.081
Promedio
1.178
1.766
1.408
1.318
1.886
2.065
2.032
2.116
2.201
Venezuela/Bolivia
5,7
7,3
6,6
4,1
3,8
3,3
3,0
3,0
3,2
Fuente: Elaboración del autor con base en reportes 1978, 1984, 1987, 1992 y 1995 del Banco Mundial y CEPAL (2004), Balance preliminar de América
Latina 2004.
Tabla 3. Comportamiento del PNB per cápita en los países de la CAN (en dólares de 1995)
50 / EDGARD MONCAYO JIMÉNEZ
Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 41-89, semestre II de 2006
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LOS PAÍSES ANDINOS EN LA PERSPECTIVA DE LA GLOBALIZACIÓN / 51
A escala de las regiones de los países, en la que la similitud de los
parámetros tecnológicos, institucionales y legales debería favorecer
la convergencia, por el contrario se están presentando tendencias
muy similares a las que se acaban de describir en el plano internacional. En efecto, investigaciones revelan que si bien en varios países hubo una fase de convergencia entre regiones subnacionales en
el período de la posguerra y la década de los setenta, a partir de ese
momento el proceso no solo se estancó, sino que se revirtió hacia la
polarización. Tal fenómeno se ha comprobado en las regiones subnacionales de la Unión Europea,15 China16 e India,17 siendo los Estados Unidos una notable excepción.18
En las regiones internas de los países latinoamericanos también se
cumple el patrón de convergencia 1950-1980 y su posterior polarización, como lo demuestran estudios realizados en México,19 Brasil20 y Colombia.21 Chile y Argentina parecen ser la excepción en el
contexto latinoamericano, pues en ellos, según estudios a gran escala, ha operado un proceso de convergencia interregional.22
Juan Ramón Cuadrado R., Convergencia regional en la Unión Europea. De las hipótesis teóricas
a las tendencias reales, en: Mancha, Tomás et al., 2001, op. cit. Stefano Magrini, “The Evolution
of Income Disparities Among the Regions of the European Union”, Regional Science and
Urban Economics (29), 1999.
16
Tianlun Jian, Jeffrey D. Sachs y Andrew M. Warner, “Trends in Regional Inequality in
China”, NBER Working Paper num. 5402, Cambridge Mass, Cambridge, 1996. S. Demurger
et al., “Geography”, Economic Policy and Regional Development, HIID Discussion Paper num.
1950, 2002. A. Rodríguez-Pose, G. Petrakos, “Integración económica y desequilibrios
territoriales en la Unión Europea”, EURE, 29(89), 2004.
17
Jeffrey Sachs et al., (2002), “Understanding Regional Economic Growth in India”, CID,
Working Paper num. 88, Cambridge Mass, Cambridge, 2002.
18
Gerlad A. Carlino, Leonard Mills, “Testing Neoclassical Convergence in Regional Incomes
and Earnings”, Regional Science and Urban Economics, 20(6), 1990.
19
Gerardo Esquivel, “Convergencia regional en México 1940-1995”, El Trimestre Económico, 1999.
20
Carlos Alberto Azzoni, “Geography and Income Convergente Among Brazilian States”,
BID Research Network, Working Paper R-395, 2000.
21
Jaime Bonet M., Adolfo Meisel R., “La convergencia regional en Colombia: una visión de
largo plazo 1926-1995”, Coyuntura Económica, vol. XXIX (1), Fedesarrollo, Bogotá, 1999.
22
Gustavo Anríquez, Rodrigo Fuentes “Convergencia de producto e ingreso de las regiones
de Chile: una interpretación”, en: Mancha, Tomás et al., 2001, op. cit. Adriana Marina,
“Convergencia económica en Argentina ¿Qué nos dice la evidencia empírica?”, en: Mancha,
Tomás et al., 2001, op. cit.
15
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52 / EDGARD MONCAYO JIMÉNEZ
Así las cosas, la tendencia hacia la desigualdad tanto entre países
como ellos mismos, emerge como uno de los rasgos más característicos del ciclo globalizador en curso.23 Lant Pritchett24 –un economista del Banco Mundial y por tanto libre de la sospecha de padecer
de “globalofobia”– lo expresa en estos términos:
Al lado de la “globalización” y la “competitividad” el tema de la
“convergencia” ha permeado las discusiones públicas sobre políticas y perspectivas para los países en desarrollo.
Pues bien, olviden la convergencia: la abrumadora característica de
la historia económica moderna es una divergencia masiva en ingresos per cápita entre países ricos y pobres, una brecha que sigue
creciendo en la actualidad. Más aún, a menos que el futuro sea
diferente al presente en muchos aspectos importantes, lo que se
puede esperar es que esta brecha se amplíe todavía más.
Tal apreciación ha sido confirmada por un trabajo empírico de
Bourguignon y Morrison,25 que muestra que la desigualdad aumentó persistentemente en los siglos XIX y XX.
Ahora bien, las implicaciones de la discusión convergencia-divergencia trascienden al plano puramente teórico para entrar de lleno
en el terreno político y normativo: si hay convergencia quiere decir
que el mercado se está encargando de reducir automáticamente las
disparidades; en cambio, la comprobación de la divergencia justifica diversas formas de intervención pública, tanto en el plano internacional como en el interno de los países.
Al respecto, vale la pena tener muy presente la advertencia de
Williamson:26
23
Branco Milanovic, World Income Inequality in the Second Half of the 20th Century, Banco
Mundial, Washington D. C., 2001.
24
Lant Pritchett, “Forget Convergence: Divergence Past, Present and Future”, Finance and
Development, IMF, Washington D.C., junio de 1996.
25
François Bourguignon, Christian Morrison, “Inequality Among World Citizens: 18201992”, American Economic Review, 92, 2002.
26
Jeffrey G. Williamson, Globalization and Inequality then and now: the Late 19th and late 20th
Centuries Compared, NBER Working Paper num. 5491, Cambridge Mass, Cambridge,
1996, p. 20.
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LOS PAÍSES ANDINOS EN LA PERSPECTIVA DE LA GLOBALIZACIÓN / 53
Algunas cosas nunca cambian y este hecho implica una señal de
alarma. La globalización y la convergencia se interrumpieron entre 1913 y 1950. Parece que las tendencias a la desigualdad
que produce la globalización son, al menos parcialmente, responsables del retraimiento de la globalización por parte de los países
industrializados, en el periodo comprendido entre las dos guerras mundiales. Este hecho debería hacernos mirar el próximo
siglo con alguna ansiedad: ¿se retraerá de nuevo la economía
mundial de su compromiso con la globalización?
Es decir, la globalización no es de manera alguna inevitable o irreversible.
Inestabilidad del crecimiento
El aumento en la volatilidad de las tasas de crecimiento del PIB de
los países andinos (con la excepción de Bolivia)en el período 19912005 es un fenómeno que no se circunscribió a este subconjunto de
países ni a los de América Latina en general, sino que se extendió a
todos los países en desarrollo27 (véase gráfica 1). Esto se explica principalmente por la mayor volatilidad de los mercados financieros internacionales y la integración de las economías nacionales a los
mercados globales de capitales.28
La implicación es clara: una propagación más rápida de las crisis
financieras internacionales y una mayor vulnerabilidad de los países en desarrollo a tales choques externos.
27
Lant Pritchett, “Patterns of Economic Growth. Hills, Plateaus, Mountains, and Plains”,
Policy Research, Working Paper num. 1947, Banco Mundial, Washington D. C., 1998.
28
Paul Masson, Globalization: Facts and Figures, Policy Discussion Paper, IMF, Washington
D. C., 2001. Este autor también hace énfasis en el papel que tienen las tecnologías de la
información en la volatilidad de los flujos financieros.
Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 41-89, semestre II de 2006
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54 / EDGARD MONCAYO JIMÉNEZ
Gráfica 1. Tasas de crecimiento del PIB de los países andinos
Fuente: elaboración propia.
En el caso de América Latina, las bruscas oscilaciones de la actividad económica en los últimos dos decenios han estado estrechamente vinculadas con los flujos de capital hacia la región. Así, desde
la segunda mitad de los años setenta hasta principios de los ochenta hubo un flujo masivo de créditos externos cuya retracción a partir de 1982 produjo la profunda crisis generalizada de 1983. Entre
1991 y 1993 se presentó una nueva oleada de capitales, seguida de
una contracción a finales de 1994 y principios de 1995 que afectó
en especial a México y Argentina (este último país arrastró a Uruguay). A este bache le siguió un nuevo período de abundancia de
capitales entre 1996 y 1997, que se vio interrumpido por la crisis
que se originó en Asia en 1997, se trasladó a Rusia en 1998 y aterrizó en Brasil, produciendo una nueva caída del PIB regional.29
A diferencia de las anteriores, la crisis de 2001 fue de naturaleza
verdaderamente global –desencadenada por una desaceleración de
la economía estadounidense– y, por tanto, su transmisión se produjo principalmente por los canales del comercio. El efecto negativo
de la crisis de ese año en el área andina fue considerable, lo cual se
explica por la particular sensibilidad de estas economías frente al
29
CEPAL Crecer con estabilidad. El financiamiento del desarrollo en el nuevo contexto internacional,
CEPAL, Santiago de Chile, 2000, p. 13.
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LOS PAÍSES ANDINOS EN LA PERSPECTIVA DE LA GLOBALIZACIÓN / 55
desempeño de la economía estadounidense. Al respecto, un estudio del FLAR30 dice:
Se concluye que el grado de vulnerabilidad de las economías del
FLAR es muy elevado frente a EEUU y en segunda instancia frente a los propios países miembros (…) así mismo, la elevada participación de bienes básicos dentro de las rentas externas de los
países miembros contribuye a generar una mayor vulnerabilidad y volatilidad de los ingresos por exportaciones ante choques externos.
Globalización y comercio internacional
La intensificación de los flujos comerciales y su crecimiento a tasas
superiores a las de la producción mundial es uno de los elementos
definitorios de la globalización (gráfica 2).
Gráfica 2. Exportaciones y PIB mundiales 1951-2004
Fuente: OMC (2005). Estadísticas del Comercio Internacional, 2005.
Como se observa en la gráfica 2, el fenómeno en mención fue especialmente acentuado en la década de los noventa, pero en 2001 y
2002 sufrió una abrupta interrupción. Las tendencias generales arriba descritas también se verificaron en América Latina y en los países andinos (tabla 4).
Roberto Ayala, Evaluación del grado de vulnerabilidad a choques externos de las economías de los
países miembros del FLAR, FLAR, Bogotá, 2003 (la membresía del FLAR incluye a Costa
Rica).
30
Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 41-89, semestre II de 2006
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56 / EDGARD MONCAYO JIMÉNEZ
Tabla 4. Crecimiento del PIB*y las exportaciones por grupos de
países 1990-2004
América del
Norte
Europa
Occidental
PIB
Exportaciones
PIB
Exportaciones
PIB
Exportaciones
PIB
Exportaciones
PIB
Exportaciones
PIB
Exportaciones
PIB
Exportaciones
PIB
Exportaciones
Asia
Oriente
Medio
América
Latina
Países
andinos
Economías
en transición
África
1990-2003
3,1
4,6
2,0
3,3
6,9
4.4**
6,6
3,1
6,8
2,8
5,2
3,1
8,8
2,7
4,2
2001
0,8
-6,3
1,6
0,3
2,2
-9,2
2,5
-7,8
0,5
-3,5
0,3
-18,4
5,9
5,3
3,5
-6,2
2002
1,7
-4,5
1,2
6,4
2,6
8,0
3,6
2,2
-1,4
-0,2
-0,9
3,3
5,2
9,7
3,4
2,4
2003
2,6
5,3
1,0
17,5
3,8
17,3
5,2
18,6
2,1
8,7
1,9
13,6
7,6
27,8
4,5
22,8
2004
4,1
2,0
2,3
11,2
4,8
9,6
6,3
9,8
6,3
9,2
5,9
36,6
7,9
36,5
4,4
12,0
Fuente: OMC (2004). Estadísticas Mundiales de Comercio, Ginebra y OMC (2005), Estadísticas Mundiales de Comercio, Ginebra.
* Crecimiento 1990-2004.
** Crecimiento 2000-2004.
La incapacidad de las exportaciones para jalonar un crecimiento
del PIB más dinámico en el período 1991-2001 contrasta con el
duro impacto que sobre la producción tuvo la caída de las exportaciones en el período 2001-2002. Esto sugiere que en la globalización en curso se presenta otra asimetría: el crecimiento no
responde elásticamente al aumento de las exportaciones, pero sí
se resiente de inmediato con su contracción.
El asunto es que no solo hay razones –como las expuestas en el
párrafo anterior– para cuestionar la asociación directa entre exportaciones y crecimiento, sino que está demostrado que en la primera
fase de la globalización el crecimiento económico fue el motor de
la expansión del comercio internacional y no a la inversa.31 A continuación se analizan algunas tendencias del comercio internacional en la actual fase de globalización, con base en el cuadro 1.
31
Paul Bairoch, Economics and World History: Myths and Paradoxes, University of Chicago
Press, Chicago, 1993. Citado en CEPAL, 2002, op. cit., p. 30.
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La concentración del comercio mundial
La participación de los Estados Unidos en el comercio mundial
pasó del 12.3% en 1973 a 9.8% en 2001, con una tendencia declinante que comenzó en la posguerra. También disminuyó la participación de Australia, Nueva Zelanda y América Latina (excluyendo
a México). Tales contracciones fueron a favor de China y los países
del sudeste asiático, que emergieron en el lapso en mención como
los nuevos “global traders”. En 2004, los países industrializados
más los del sudeste asiático y China concentraban el 80% de las
exportaciones mundiales.
Acuerdos regionales de integración y composición del comercio
internacional
Además de la concentración en unos pocos países, el comercio internacional contemporáneo presenta dos características destacables.
En primer lugar, se realiza crecientemente con acuerdos regionales
de integración económica (ARIE), entre ellos los de mayor gravitación son la APEC, Unión Europea y TLCAN, en este orden (tabla
5). En segundo lugar, en la composición del comercio mundial, las
manufacturas –especialmente las de mayor intensidad tecnológica– pesan cada vez más (tabla 6).
A su turno, el comercio de manufacturas intensivas en mano de
obra calificada y tecnología tiene dos características que vale la
pena señalar. Por un lado, es un intercambio intraindustrial creciente
–esto es, en las mismas ramas industriales– que obedece al aprovechamiento por parte de los países participantes en él, no de las ventajas comparativas, sino de las economías de especialización y de
escala.32 Por el otro, el comercio de bienes de alta tecnología puede
responder el surgimiento de nuevos sistemas de producción en los
que los países se especializan en segmentos de una cadena de valor
que se integra a escala internacional. El surgimiento de estos sistemas
A diferencia del intercambio basado en ventajas comparativas, el comercio intraindustrial
se origina en sectores en los que, dada la existencia de economías de escala, los países
producen para el mercado internacional aún en ausencia de ventajas comparativas. Este
es el campo de estudio de la nueva teoría del comercio internacional.
32
Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 41-89, semestre II de 2006
3. Edgar Moncayo.p65
57
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3. Edgar Moncayo.p65
58
02/12/06, 07:44 p.m.
6,5
1,7
2,7
13,1
1,2
1,5
1,3
3,2
2,7
68,7
7,3
2,0
2,0
13,6
0,9
0,4
2,2
3,7
3,0
60,4
100,0
28,3
21,7
11,4
2,0
2,8
31,5
58,0
72,8
5,7
1,5
3,2
12,4
1,3
3,5
1,0
2,4
2,4
1963
Exportaciones
Valor
84,0
157,0
Parte
100,0
100,0
24,9
19,9
18,8
14,9
9,8
6,3
1,8
0,9
1,3
0,9
34,9
41,4
1953
81,8
4,8
1,0
4,1
14,9
1,0
6,4
0,5
2,1
3,4
100,0
17,3
12,3
4,3
1,1
0,6
45,4
579,0
1973
Fuente: Tomado de OMC (2005). Estadísticas Mundiales del Comercio. Ginebra. Cuadro ii.2.
Mundo
América del Norte
Estados Unidos
América del Sur y Central
Brasil
Argentina
Europa
Comunidad de Estados
Independientes (CEI) a
África
Sudáfrica b
Oriente Medio
Asia
China
Japón
India
Australia y Nueva Zelandia
Seis naciones comerciales de Asia
Pro memoria
Miembros del GATT/OMC c
Mundo
1948
76,5
4,5
1,0
6,8
19,1
1,2
8,0
0,5
1,4
5,8
100,0
16,8
11,2
4,4
1,2
0,4
43,5
1,838,0
1983
94,3
2,7
2,4
0,5
4,1
26,1
6,0
6,4
0,8
1,2
9,4
1,5
2,5
0,7
3,4
26,1
2,5
9,9
0,6
1,5
9,7
89,5
100,0
15,8
9,9
2,9
1,0
0,4
46,1
7,342,0
2003
100,0
18,0
12,7
3,0
1,1
0,4
45,4
3,670,0
1993
Cuadro 1. Comercio mundial de mercancías, por regiones y determinadas economías
(Miles de millones de dólares y porcentajes)
93,7
3,0
2,6
0,5
4,4
26,8
6,7
6,4
0,8
1,2
9,7
100,0
14,9
9,2
3,1
1,1
0,4
45,3
8,907,0
2004
58 / EDGARD MONCAYO JIMÉNEZ
Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 41-89, semestre II de 2006
LOS PAÍSES ANDINOS EN LA PERSPECTIVA DE LA GLOBALIZACIÓN / 59
internacionales de producción está muy ligado a las operaciones intrafirma de las empresas transnacionales. A este proceso contribuyen
las políticas comerciales de los países industriales, tras conceder acceso preferencial a sus mercados de productos fabricados en plantas
de montaje en el extranjero de sus ETN, así como productos que
contienen insumos originarios de esos mismos países.
Lo expuesto hasta aquí sobre las tendencias del comercio internacional indica que el aprovechamiento de sus vertientes más dinámicas es accesible sólo a los países que están conduciendo su patrón
de especialización y, por consiguiente, su oferta exportable hacia la
industria manufacturera de alta tecnología. Este es el caso emblemático de los países del sudeste asiático, que comienza a ser imitado por China y, en el contexto latinoamericano, por México y Costa
Rica (véase tabla 7).
Tabla 5. Exportaciones intrarregionales
(Miles de millones de dólares y porcentaje)
APEC (21)
UE (15)
TLCAN
ASEAN (10)
AELC
MERCOSUR
(4)
CAN (5)
Valor
en
2003
3.136
2.266
2.901
1.795
1.162
651
451
105
211
29
106
13
53
5
Valor
en
2004
3.714
2.510
1.324
740
552
128
136
17
73
7
Participación en las exportaciones
totales
1990
1995
2000
2003
2004
100,0 100,0
100,0 100,0
100.0
67,5
73,1
71,8
72,3
100,0 100,0
100,0 100,0
100,0
64,9
64,0
61,9
61,9
67,6
100.0 100,0
100,0 100,0
100,0
42,6
46,1
55,5
56,1
55,9
100,0 100,0
100,0 100,0
100,0
20,1
25,5
23,5
23,3
23,2
100,0
100,0 100,0
14,5
12,4
13,6
100,0 100,0
100,0 100,0
100,0
8,9
20,5
17,4
11,9
12,5
100,0 100,0
100,0 100,0
100,0
4,2
12,2
11,2
9,4
9,6
Fuente: OMC (2003) Estadísticas Mundiales de Comercio, Ginebra; y OMC (2005)
Estadísticas Mundiales de Comercio, Ginebra.
En lo que concierne a los países andinos, si bien la mayoría (la
excepción es Venezuela) logró aumentar la participación de las manufacturas en las exportaciones totales durante la década pasada,
otros indicadores de la calidad de su inserción internacional han
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02/12/06, 07:44 p.m.
60 / EDGARD MONCAYO JIMÉNEZ
desmejorado. Especialmente, el índice de especialización en sectores dinámicos se deterioró (véase tabla 8), con el agravante de que,
como las importaciones crecieron más rápido que las exportaciones, los saldos negativos de la balanza comercial aumentaron. En
síntesis, la expansión del comercio internacional, inherente a la globalización, no constituye por sí misma un estímulo suficiente para
el crecimiento y la mejora de la inserción internacional de los países
en desarrollo. En este sentido, se requieren políticas activas de transformación productiva y de posicionamiento en los mercados internacionales entre las cuales, en el caso de los países andinos, está la
profundización de la integración económica en el marco de la CAN.
Tabla 6. Estructura de las exportaciones* por categorías de
productos según la intensidad de los factores de producción
(En porcentaje)
Proporción de las exportaciones
mundiales
1980
1998
2002
2004
25,7
14,8
9,3
8,8
71,4
82,4
78,2
77,0
Categoría de productos
Productos básicos
Manufacturas
Intensivas en mano de obra y
14,7
15,0
12,5
13,3
basadas en recursos naturales
Baja intensidad de mano de
10,1
7,6
5,7
5,1
obra calificada y tecnología
Mediana intensidad de mano de
26,4
29,6
19,5
19,6
obra calificada y tecnología
Alta intensidad de mano de obra
20,2
30,2
40,6
39,0
calificada y tecnología
* Excluidos los combustibles.
Fuente: Tomado de UNCTAD (2003), Informe sobre comercio y el desarrollo, 2002, Ginebra, p.
82 y para 2002 y 2004 OMC (2005) International Trade Statistics, 2005. Tabla A.10. p. 212.
“A wild reflection”: ¿volver la mirada al relegado mercado interno?
Al respecto, la UNCTAD dice:
En el caso de muchos países, una política de rápida reconversión
a la fabricación de productos dinámicos en relación con el mercado y la oferta, junto con una mayor proyección hacia los mercados internos, les ofrecería una estrategia de expansión de la
actividad industrial más viable que ampliar el actual patrón de
producción y comercio.33
33
Op. cit., 2002, p. 105.
Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 41-89, semestre II de 2006
3. Edgar Moncayo.p65
60
02/12/06, 07:44 p.m.
3. Edgar Moncayo.p65
Estados
Unidos
Unión
Europea
Japón
América
Latina y el
Caribe
MERCOSUR
Argentina
Brasil
Paraguay
Uruguay
Chile
CAN
Bolivia
Colombia
Ecuador
Perú
Países /
Regiones
61
7.7
6.1
0.4
27.3
33.7
47.5
26.3
68.5
39.2
36.0
58.8
59.8
56.3
76.1
43.3
9.5
0.4
49.4
39.0
52.8
34.3
81.1
42.8
38.7
60.6
80.0
73.5
83.3
49.8
99-01
15.6
85-87
Productos
primarios
23.8
25.4
23.9
14.7
11.2
57.1
61.6
18.3
13.5
15.7
35.4
24.5
6.0
21.1
15.0
Manufacturas
basadas en
RRNN
85-87
24.7
23.4
25.6
18.2
20.9
53.6
26.8
20.6
15.2
16.5
38.4
17.5
7.7
18.6
12.6
99-01
14.7
10.1
15.2
4.0
37.8
1.2
4.6
1.1
7.6
0.4
11.2
9.0
11.4
18.5
6.2
85-87
11.3
8.6
11.9
11.2
26.2
3.3
6.4
11.8
12.0
3.3
14.5
12.2
7.8
15.9
10.6
99-01
Manufacturas de baja
tecnología
19.1
9.5
22.6
0.1
7.3
2.5
3.1
0.5
4.8
0.4
3.4
13.6
59.2
38.0
34.8
21.7
17.6
24.6
1.1
12.0
6.3
7.0
5.9
13.9
3.2
3.0
26.1
52.4
38.0
36.0
Manufacturas de
tecnología
intermedia
85-87
99-01
Tabla 7. Estructura exportadora por categorías de intensidad tecnológica
(Porcentaje de las exportaciones totales)
3.5
2.2
4.0
0.0
0.8
0.4
0.2
0.0
0.6
0.2
0.2
3.4
23.0
13.0
28.3
85-87
Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 41-89, semestre II de 2006
02/12/06, 07:44 p.m.
Continúa
8.6
3.2
11.6
0.9
1.7
0.7
1.1
1.8
2.7
0.8
0.8
16.9
31.6
21.5
33.1
99-01
Manufacturas de
alta tecnología
LOS PAÍSES ANDINOS EN LA PERSPECTIVA DE LA GLOBALIZACIÓN / 61
3. Edgar Moncayo.p65
Productos
primarios
Manufacturas
basadas en
RRNN
41.6
12.0
9.9
7.5
7.5
12.6
12.8
6.8
11.0
37.8
Manufacturas de baja
tecnología
Manufacturas de
tecnología
intermedia
3.1
5.2
21.5
38.3
3.7
11.3
5.7
11.8
4.0
13.1
4.4
12.4
0.7
6.2
1.4
3.6
1.2
1.7
6.7
14.1
Manufacturas de
alta tecnología
Venezuela
52.1
60.0
32.0
3.2
2.3
0.1
0.4
México
52.8
11.5
6.1
6.6
15.6
7.1
28.5
MCC
76.4
36.3
16.1
7.1
15.4
3.0
20.9
Costa Rica
72.3
26.1
11.1
11.7
14..5
2.8
36.5
El Salvador
75.4
24.4
26.6
7.9
29.6
5.1
6.2
Guatemala
71.7
47.0
21.6
6.5
14.9
4.8
4.0
Honduras
83.6
70.1
14.5
2.7
8.4
0.1
0.8
Nicaragua
89.8
72.1
20.4
1.7
3.5
0.3
0.4
Panamá
79.0
63.5
23.7
7.7
8.9
1.1
2.2
CARICOM
42.2
38.8
37.9
8.2
8.1
5.2
1.1
República
57.2
52.9
19.3
21.9
12.0
5.9
10.7
18.6
0.8
0.7
Dominicana
República de
3.8
1.3
8.1
12.3
42.0
17.4
31.1
34.9
15.0
34.0
Corea
China
41.7
6.2
13.4
9.9
31.2
41.8
10.8
19.4
3.0
22.7
Taiwan
4.6
1.3
8.4
5.6
49.1
24.4
20.7
24.9
17.2
43.9
Indonesia
70.6
33.4
21.5
22.3
5.3
22.3
2.1
11.9
0.5
10.1
Filipinas
24.9
3.4
37.4
6.2
19.4
11.7
8.3
10.6
9.9
68.1
Singapur
8.6
1.5
32.5
15.0
9.2
6.7
22.3
17.4
27.4
59.4
Tailandia
39.1
12.3
21.8
16.6
23.7
19.4
9.9
20.7
5.5
30.9
Fuente: Mikio Kuwuayama y José Durán, La calidad de la inserción internacional de América Latina y el Caribe en el comercio mundial, CEPAL, Santiago de Chile, 2003.
Países /
Regiones
62 / EDGARD MONCAYO JIMÉNEZ
Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 41-89, semestre II de 2006
62
02/12/06, 07:44 p.m.
3. Edgar Moncayo.p65
63
1.17
1.09
0.93
1990-1993
1.09
0.63
0.33
1.04
0.68
1.19
0.32
2.31
1.35
1.27
0.47
1.63
1996-1999
1.30
0.44
0.19
0.77
0.39
0.53
0.65
0.62
2.02
1.27
0.876
0.97
1.20
0.86
0.66
América en desarrollo
Período
1990-1993
1993-1996
1996-1999
0.87
0.97
0.82
0.98
0.96
0.79
0.57
0.81
0.54
1.52
1.04
1.14
1.10
0.88
0.52
0.97
1.26
0.26
Fuente: tomado de CEPAL (2002), Panorama de Comercio Internacional. Op. Cit., p. 91, Cuadro III. 2.
Nota: el indicador expresa la cuota de mercado que ostenta un país en un rubro determinado como proporción de su cuota de mercado global. Si un país
tiene una ventaja comparativa revelada global –es decir, en el conjunto de rubros que exporta– superior a 1, el país tiene un posicionamiento favorable en
los rubros de demanda dinámica en el mercado respectivo. Por su parte, la demanda por un producto creció más que el promedio del total de importaciones
en determinado mercado y período de tiempo.
México
Mercosur
CAN
MCCA
CARICOM
Bahamas
Otros
Chile
Haití
República
Dominicana
Mundo
Período
1993-1996
1.09
0.96
0.55
0.76
0.54
0.34
Tabla 8. América Latina. Índice de especialización en sectores dinámicos
LOS PAÍSES ANDINOS EN LA PERSPECTIVA DE LA GLOBALIZACIÓN / 63
Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 41-89, semestre II de 2006
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64 / EDGARD MONCAYO JIMÉNEZ
Globalización y financiamiento del desarrollo
El casino se ha vuelto loco…
¿Por qué loco? Porque a mi parecer fue, y es “disparatado e imprudente” (sinónimo de loco, según el diccionario); dejar a los mercados
financieros ir tan lejos, mucho más allá del control del Estado y de
las autoridades internacionales.
Susan Strange34
Según David Held:35
Desde la década de 1970 se ha dado un crecimiento exponencial
en las finanzas globales, hasta el grado de que el alcance, la extensión, la intensidad, la velocidad y el efecto de los flujos financieros y de las redes globales en gran parte no tienen precedente.
Los mercados financieros nacionales y los centros financieros clave del planeta están cada vez más arraigados dentro de un sistema financiero global. Ha ocurrido un proceso de profundización
financiera, de manera que muy pocas economías pueden aislarse
de las operaciones cotidianas de los mercados financieros mundiales. En este aspecto la volatilidad de los mercados financieros
globales puede tener consecuencias económicas domésticas, al
mismo tiempo que las condiciones financieras tienen una repercusión casi instantánea sobre los mercados financieros nacionales en
todo el planeta.
Con tales implicaciones, la obicua expansión de los flujos financieros
internacionales es la característica quintaesencial del ciclo globalizador
que se ha venido comentando. Si como se vio en la sección anterior,
en el marco de la globalización el crecimiento del comercio ha sido
mayor que el de la producción, el de los movimientos de capital ha
sobrepasado el del comercio. Así, mientras el PIB y el comercio mundial crecieron entre los períodos 1980-1988 y 1996-1998, en un 60%
y 186% respectivamente, los flujos de capital lo hicieron en un
1.114%.
34
Susan Strange, Dinero loco. El descontrol del sistema financiero global, Paidós, Barcelona,
1999, p. 13.
35
David Held et al., Transformaciones globales: política, economía y cultura, Oxford University
Press, México D. F., 2002, p. 274. Traducido de la primera edición en inglés: David Held,
et al., Global Transformations. Politics, Economics and Culture, Polity Press y Blackwell Publishers
Ltd., 1999.
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LOS PAÍSES ANDINOS EN LA PERSPECTIVA DE LA GLOBALIZACIÓN / 65
En lo que concierne a los países en desarrollo (incluyendo los de Europa oriental y Asia central), el Banco Mundial calcula que los flujos
netos de capital pasaron de US$10.800 millones en 1970 a un pico de
US$344.300 millones en 1997, antes de caer a US $264.900 millones
en 1999 a raíz de la crisis asiática. Es decir, un aumento del 3.000%
entre los años extremos (tabla 9).
En tal contexto, entre 1999 y 2000 América Latina captó un promedio de US$90.500 millones, lo cual equivale al 32% del correspondiente al promedio de los países en desarrollo en el mismo
período (US$280.000 millones) (véase tabla 10).
A continuación se analiza en qué medida tal volumen masivo de
recursos de financiamiento ha contribuido efectivamente a sus fines últimos, esto es, el crecimiento, la estabilidad macroeconómica
y la equidad, no sin antes invocar a Bagwati, un destacado teórico
que defiende la globalización:
Un ejemplo drástico de la mala gestión de la globalización (…) es
la imprudente y acelerada liberalización de los flujos de capital
que con toda seguridad precipitó la crisis económica y financiera
asiática iniciada en 1997.36
36
Jagdish Bhagwati, En defensa de la globalización. El rostro humano de un mundo global, Debate,
Barcelona, 2005, p. 65.
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Tipo de Flujo
1970
1980
1990
1997
1999
2000
Flujos oficiales
5400
33900
55700
40500
45700
37600
1
Préstamos multilaterales
800
7700
15000
21200
18900
10400
Préstamos bilaterales
2600
13100
12400
-6800
-2000
-2400
Donaciones
2000
13100
28200
26100
28800
29600
Flujos privados
5500
40700
43600
299800
219200
257200
Mercados internacionales de capital
3600
36300
19400
127200
33700
79200
Flujos de deuda
3600
36300
15600
97000
-700
31300
Préstamos bancarios
2400
28900
3200
45200
-24000
700
Bonos
0
1100
1200
49000
25400
30300
Otros
1200
6300
11300
2700
-1800
300
Inversión en acciones
0
3700
30300
34500
47900
Inversión extranjera directa
1900
4400
24300
172600
185400
178000
TOTAL
10800
74500
99300
340300
264900
294800
1
Excluye préstamos del FMI.
Fuente: Banco Mundial, Global Development Finance, 2001, versión en CD-ROM. Adaptado y traducido de Barbara Stallings, Globalization and Liberalization:
The Impact on Developing Countries, Serie Macroeconomía del desarrollo, núm. 4, CEPAL, Santiago de Chile, 2001, tabla 12, p. 14.
Tabla 9. Flujos financieros de largo plazo y transferencias a países en desarrollo 1970-2000
(Millones de dólares)
66 / EDGARD MONCAYO JIMÉNEZ
Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 41-89, semestre II de 2006
66
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1990
1991
1992
1993
1994
1995
1996
1997
1998
1999
2000
2001
2002
A. Deuda
Oficial
7988
8581
5403
6423
2388
-390 -3562
2031
9155
6367 12857
-7757
-8650
Bonos
101
4283
4738 20510 14971 11346 32441 11044 17269 19050
5285
3467
4518
Bancos
comerciales
11927
9713 17787 20353 17365 29273 15865 22731 11974 -9299
5701 -10625 -11808
B. Inversión
Directa
6758 11065 12506 10359 24383 25789 40279 56969 60576 79577 67792 68654 38986
Accionaria
2545
7653
8198 24524 17927
4771 12186
1327 -2095 -3625
-379
2258
1000
C. Donaciones
2350
4166
2622
2909
2645
3363
3209
2784
3268
2967
2547
3229
3230
D. Fondos
compensatorios 21525 11187
7694 -2011
5451 31313 -2649 -2932
8890
-347 -7712 17192 24479
Fuente: José Antonio Ocampo, y Juan Martin (coord.), América Latina y el Caribe en la era global, CEPAL - Alfaomega Editores S.A. Bogotá, 2004, cuadro
2.1, p. 49.
Tabla 10. América Latina y el Caribe: fuentes de financiamiento externo 1990-2002
(Flujos netos en millones de dólares)
LOS PAÍSES ANDINOS EN LA PERSPECTIVA DE LA GLOBALIZACIÓN / 67
Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 41-89, semestre II de 2006
67
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68 / EDGARD MONCAYO JIMÉNEZ
Flujos financieros y crecimiento
En principio, la disponibilidad de recursos de financiamiento externo puede impulsar eficazmente el crecimiento, estimulando la inversión a través de dos canales que están relacionados con el modelo
clásico de “dos brechas”. Por un lado, el capital externo contribuye
a cerrar la brecha de un ahorro interno que generalmente es insuficiente para financiar los niveles requeridos de inversión y, por otro,
a equilibrar la balanza comercial con el fin de obtener las divisas
necesarias para importar materias primas y bienes de capital.
Lamentablemente, en el caso de América Latina y de los países andinos
en particular, el voluminoso influjo de financiamiento externo de los
últimos decenios, antes que haber estimulado el crecimiento, ha sido
un factor perturbador del mismo, porque en las crisis de 1984, 1995 y
1999 el ingrediente financiero tuvo un papel determinante.37
Así, después de que en los años setenta la expansión del crédito
internacional permitió a las economías crecer a tasas elevadas, pero
acumulando una deuda insostenible, la retracción de financiamiento externo que siguió a la crisis de 1984 se tradujo en una “década
perdida” en términos de desarrollo económico. En los años noventa, el renovado pero volátil acceso a los flujos internacionales de
capitales permitió ciclos breves de crecimiento, interrumpidos por
períodos de desaceleración o franca recesión en algunos países. El
resultado neto ha sido un crecimiento regional y subregional andino
inestable y mediocre entre 1990 y 2005 (gráfica 3).
37
Ricardo French-Davis, “Financial Globalization and Development in Latin American
Economies”, ponencia presentada en el seminario: Economic Growth with Equity: Challenges for Latin America, CEPAL, Santiago de Chile, septiembre 1-2 de 2005. Para una
perspectiva desde el Norte, que insiste en encontrar beneficiosos los flujos financieros para
los países en desarrollo, véase: Marcelo Soto, “Capital Flows and Growth in Developing
Countries: Recent Empirical Evidence”, OECD, Working Paper num. 160, Paris, 2000.
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68
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LOS PAÍSES ANDINOS EN LA PERSPECTIVA DE LA GLOBALIZACIÓN / 69
Gráfica 3. América Latina: Transferencia neta de recursos
según componentes
(En porcentajes del PIB expresado en dólares
a precios corrientes)
Transferencia neta de recursos locales b/
Transferencia neta de recursos de corrientes de inversión directa c/
Transferencia neta de recursos de corrientes financieras d/
Fuente: Tomado de CEPAL (2005). Estudio económico de América Latina y el Caribe
2004-2005, p. 59, Gráfica II. 17. Santiago de Chile.
A su turno, la volatilidad de los flujos financieros se origina en
los cambios en la composición de los mismos. Mientras que en los
años setenta la principal fuente de recursos eran los fondos públicos (bilaterales y multilaterales), en los noventa el financiamiento
fue en su mayoría de origen privado, canalizado a través de créditos
comerciales de corto plazo, colocación de bonos y, en especial, de
inversión extranjera directa (véase tabla 11). El problema con las dos
primeras modalidades es que son abiertamente procíclicas, esto es,
fluyen en abundancia en períodos de auge de la actividad económica
y se retraen al menor síntoma de debilitamiento del clima de inversión, con el agravante de que los fondos privados tienen unas condiciones de plazos y tasas de interés más onerosas que las aplicadas por
los prestamistas públicos.
En cuanto a la inversión extranjera directa (IED), que en los últimos años ha llegado a representar las dos terceras partes de los
flujos privados, a primera vista parecería que es mejor tener “socios” y no “acreedores”, sobre todo cuando tal tipo de inversión
puede aportar mercados externos y tecnología a los países receptores, dos elementos básicos para competir en la globalización. En
este sentido, la percepción que actualmente se tiene de la IED es
muy distinta a la que prevalecía en los años setenta, cuando se queDesafíos, Bogotá (Colombia), (15): 41-89, semestre II de 2006
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69
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70 / EDGARD MONCAYO JIMÉNEZ
rían reservar los beneficios de la ampliación de los mercados internos protegidos exclusivamente a los inversionistas nacionales y se
consideraba la IED innecesaria y costosa en términos del impacto
en la balanza de pagos de la remesa de utilidades.
En el caso de los países andinos, el problema radica en que la mayor parte de la IED se ha orientado hacia la adquisición de activos
existentes (a través de las operaciones de privatización), los servicios no transables (electricidad, gas y agua) y el sector minero-petrolero, que no contribuyen directamente ni a la transformación
productiva ni a la competitividad internacional.
En síntesis, los efectos de la globalización financiera sobre el crecimiento son resumidos por la CEPAL así:
La volatilidad de los flujos de capitales característica de la tercera
fase de globalización se ha reflejado en América Latina y el Caribe
en una marcada inestabilidad del crecimiento económico. Por tanto, las autoridades han tenido problemas para garantizar la estabilidad real de las economías frente a las acentuadas variaciones
de la liquidez internacional. Esto obedece no sólo a problemas
propios del manejo macroeconómico procíclico que se ha tendido
a generalizar en la región, sino también a la ausencia de una institucionalidad financiera internacional apropiada (…).38
Por suerte, entre las fortalezas del proceso de integración andino
está la cooperación financiera que se hace a través del Fondo Latinoamericano de Reservas y muy especialmente a través de la CAF.
El objetivo de la primera de estas instituciones (que tiene a Costa
Rica como socio extra-subregional) es apoyar a los países en materia de balanza de pagos; el de la segunda, servir de banco de desarrollo, función con la que logró decuplicar sus operaciones entre
1990 y 2001 (US$540 millones y US$5.100 millones respectivamente). Los dos organismos aplican tratamientos diferenciales para
los países de menor desarrollo relativo, sin distinguir en cuanto a su
capacidad de voto en los órganos de dirección.39
Op. cit., p. 45.
Secretaría General de la CAN, La vulnerabilidad financiera de la subregión andina y la cooperación financiera, Documento Informativo núm. 451, Lima, 2002.
38
39
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70
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LOS PAÍSES ANDINOS EN LA PERSPECTIVA DE LA GLOBALIZACIÓN / 71
Flujos financieros y equidad
El análisis de la distribución geográfica de las corrientes internacionales de financiamiento sugiere que refuerzan los patrones de concentración del crecimiento y del comercio que se presentaron en las
dos primeras partes de este artículo.
En efecto, los flujos de IED que constituyen el componente principal de la financiación internacional se produjeron mayoritariamente entre los países desarrollados (72% en promedio durante el período
1995-2003) (véase tabla 11).
En cuanto a las corrientes de IED hacia los países en desarrollo, los
de Asia y el Pacífico (incluyendo a China) captan en promedio –para
el período en referencia– el 54% del total, del cual le corresponde a
América Latina el 37.7% y a África el 9.0% (véase tabla 11).
Continuando el descenso en la escala geográfica, en América Latina
el subconjunto Abramex recibió –en el período mencionado– un promedio del 74% del total. Más aún, en cada país latinoamericano, como
ya se ha anotado, la IED está concentrada en unos pocos sectores.
Por su parte, los mercados privados de capital (bancos, inversionistas institucionales, como compañías de seguros, fondos de pensiones y fondos mutuos) tienen una preferencia todavía más marcada
por los países en desarrollo más avanzados que la de los inversionistas directos, fenómeno que comúnmente se conocen como “mercados emergentes”.
Así las cosas, no sorprende que Stallings concluya que:
La globalización y la liberalización parecen haber incrementado la
desigualdad de los ahorros externos tanto a través de las regiones
como de los países individuales. Adicionalmente, estos dos procesos también han contribuido a aumentar la desigualdad al interior
de los países.40
40
Barbara Stallings, “Globalization and Liberalization: The Impact on Development
Economies”, Serie Macroeconomía del Desarrollo, núm. 4, Santiago de Chile, 2001, p. 25.
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71
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1991-1996
Total mundial
254,3
Países desarrollados
154,3
Estados Unidos
46,8
Japón
0,9
Unión Europea
87,6
Otros
19,3
Países en desarrollo
91,5
África
4,8
América Latina y el
27,2
Caribe
Asia y el Pacífico
59,5
Economía en
transición
8,2
Fuente: Tomado de CEPAL (2004, op. cit., p. 33,
142,1
25,1
100,1
109,1
19,0
22,5
Cuadro 1.3).
1999
1.079,0
824,6
283,4
12,7
475,5
98,0
229,3
8,5
95,5
1998
686,1
472,3
174,4
3,2
249,9
44,8
191,3
9,0
82,2
1997
481,9
269,7
103,4
3,2
127,9
35,2
193,2
10,7
73,4
72
26,4
142,1
2000
1.393,0
1.120,5
314,0
8,3
683,9
114,3
246,1
8,5
95,5
25,0
106,8
2001
823,8
589,4
144,0
6,2
389,4
49,8
209,4
18,8
83,8
28,7
95,0
2002
651,1
460,3
30,0
9,3
674,4
46,6
162,1
11,0
56,1
30,3
99,0
2003
653,0
467,3
86,6
7,5
341,8
31,1
155,7
14,4
42,3
Tabla 11. Distribución regional de las entradas netas de inversión extranjera mundial
(Miles de millones de dólares)
25,3
108,7
1997-2003
824,0
600,5
162,3
7,2
420,4
60,0
198,2
12,1
77,4
72 / EDGARD MONCAYO JIMÉNEZ
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LOS PAÍSES ANDINOS EN LA PERSPECTIVA DE LA GLOBALIZACIÓN / 73
Globalización y equidad social
La globalización expande las oportunidades de un avance humano sin
precedentes para algunos, pero contrae esas oportunidades para otros y
erosiona la seguridad humana… la globalización en esta era deja por
fuera metas de equidad, erradicación de la pobreza y mejoramiento de la
seguridad humana.
PNUD41
Con algunas excepciones puntuales, en los países andinos es evidente una tendencia hacia el deterioro de los indicadores de desarrollo social: desempleo, pobreza, distribución del ingreso y capital
humano. El propósito de esta sección es confrontar tales tendencias con las “tensiones” que sobre las mismas variables está produciendo la globalización.
Globalización y desempleo
Mientras que en los países del norte se analizan con preocupación
los posibles vínculos de la globalización con el deterioro que ha
sufrido la remuneración y la estabilidad de los trabajadores menos
calificados,42 en lo que respecta a los países en desarrollo se ha establecido que la globalización y las políticas que la han acompañado
tienen un impacto negativo de más amplio espectro.
En particular, en América Latina la propia debilidad del crecimiento económico en los años noventa no solo impidió la generación de
empleo, sino que el desempleo alcanzó niveles superiores a los prevalecientes durante la crisis de la deuda en los ochenta;43 con el
agravante de que la volatilidad del crecimiento indujo inestabilidad
de los empleos e ingresos. Tampoco se cumplieron las expectativas
respecto a la evolución sectorial del empleo, ya que la modernizaPNUD, Human Security Report 1999, Oxford University Press Inc., Nueva York, 1999,
pp. 43-44.
42
Véase: Dani Rodrik, Has Globalization Gone Too Far?, Institute for International Economics,
Washington D. C., 1997.
43
Este párrafo y los dos siguientes se basan en: Jürgen Weller, “Tendencias del empleo en
los años noventa en América Latina y el Caribe”, Revista de la CEPAL, 72, Santiago de
Chile, 2000.
41
Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 41-89, semestre II de 2006
3. Edgar Moncayo.p65
73
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74 / EDGARD MONCAYO JIMÉNEZ
ción productiva de las empresas en muchos rubros, así como la
reestructuración a favor de las actividades terciarias, determinaron
una mayor segmentación del mercado de trabajo. Es decir, las personas con menos instrucción formal tuvieron menos acceso al empleo asalariado y se amplió la diferencia de salarios entre los trabajos
calificados y los no calificados (véase tabla 12).
La ampliación de la brecha social contradijo las previsiones según
las cuales en países con abundancia relativa de mano de obra no
calificada, la liberación comercial se traduciría en un aumento de la
demanda por trabajo y, por ende, de los ingresos relativos de los
trabajadores. Entretanto, también aumentaban las diferencias en
función del tamaño de las empresas y, en el contexto de una
precarización de las relaciones laborales, los indicadores de calidad
del empleo (como la magnitud del trabajo informal) tendieron a
empeorar. La única excepción a las tendencias de polarización observadas en los mercados de trabajo de la región fue la reducción
de la brecha de salarios de las mujeres.
En síntesis, como señalan Klein y Tokman,44 los efectos positivos de
la globalización han beneficiado a los relativamente más ricos y los
negativos (precarización, terciarización e informalización) se han
concentrado en los segmentos de la población que ya eran relativamente más pobres. De esta forma, las diferencias han aumentado, con un
estrato medio que también ve reducidos sus niveles de bienestar.
Las tendencias anteriores están en la base del fenómeno de “inseguridad económica” que está al alza en América Latina.45
Emilio Klein, Victor Tokman, “La estratificación social bajo tensión en la era de la
globalización”, Revista de la CEPAL, 72, Santiago de Chile, 2000, p. 28.
45
Dani Rodrik, 2001, op. cit.
44
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74
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75
Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 41-89, semestre II de 2006
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México
Honduras
Guatemala
Ecuador
(zonas urbanas)
El Salvador
(zonas urbanas)
Costa Rica
Colombia
Chile
Brasil
Argentina
(Gran Buenos Aires)
Bolivia
(zonas urbanas)
1990
1999
1989
1999
1993
1999
1990
1998
1991
1999
1990
1999
1990
1999
1990
1999
1989
1998
1990
1999
1989
1998
Año
–
2.57
4.12
2.53
2.89
2.39
2.97
2.92
3.46
3.13
3.92
4.05
3.24
–
5.67
5.42
–
–
Total de
asalariados
(públicos y
privados)
2.14
2.47
3.46
2.90
6.58
5.46
4.05
4.87
2.59
3.82
2.46
2.53
2.85
3.72
3.79
3.60
3.79
4.45
5.13
3.34
2.19
3.32
Total
2.19
2.55
2.66
2.67
8.40
6.22
4.86
5.51
2.69
4.85
1.94
2.68
2.74
3.42
4.20
4.77
3.77
4.73
4.30
3.10
2.57
3.25
Bienes y servicios
transables
2.15
2.49
3.73
2.89
5.58
5.25
3.97
4.70
2.63
3.76
2.71
2.50
2.90
3.85
3.65
3.29
3.74
4.32
5.56
3.55
2.07
3.35
Continúa
Bienes y servicios
no transables
Número de asalariados privados
Tabla 12. América Latina: evolución de las brechas salariales en los años noventa
LOS PAÍSES ANDINOS EN LA PERSPECTIVA DE LA GLOBALIZACIÓN / 75
3. Edgar Moncayo.p65
1993
1998
1989
Panamá
1999
Paraguay (Asunción y
1990
Departamento Central)
1999
1990
Uruguay (zonas urbanas)
1999
1990
Venezuela
1999
Fuente: Ocampo y Martin, 2004, op. cit., p. 226.
Nicaragua
Año
76
2.83
3.12
2.64
3.22
2.27
2.73
2.01
2.87
–
Total de
asalariados
(públicos y
privados)
2.53
2.76
2.93
3.14
2.75
3.72
2.45
3.14
2.12
3.32
Total
3.03
3.24
2.70
3.39
1.80
3.45
3.33
3.83
2.47
4.71
Bienes y servicios
transables
2.47
2.59
3.17
3.09
2.79
3.46
2.28
2.96
2.01
2.94
Bienes y servicios
no transables
Número de asalariados privados
76 / EDGARD MONCAYO JIMÉNEZ
Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 41-89, semestre II de 2006
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LOS PAÍSES ANDINOS EN LA PERSPECTIVA DE LA GLOBALIZACIÓN / 77
Globalización; distribución del ingreso y pobreza
América Latina ha tenido desde hace mucho tiempo la peor
distribución del ingreso del mundo...pero las reformas globalizadoras
de los noventa no redujeron la desigualdad y antes bien en algunos
casos la empeoraron
Samuel Morley46
En conexión con lo que se dijo en la segunda parte de este artículo,
uno de los aspectos más controversiales de la globalización está
relacionado con sus efectos sobre la desigualdad.
Mientras que el PNUD47 y la CEPAL48 hacen hincapié en las tendencias a la desigualdad distributiva de las últimas décadas tanto
entre países como en ellos mismos, los enfoques ortodoxos del Banco Mundial insisten en que:
No hay relación sistemática alguna entre los indicadores de globalización y cambios en la desigualdad del ingreso. Algunos países
abren su economía y la desigualdad aumenta; en otros, por el
contrario, disminuye. En general, mientras más rápido crezcan los
países como consecuencia de su integración a la economía global,
en mayor medida disminuye la pobreza.49
Además, que:
La globalización generalmente reduce la pobreza porque economías más integradas tienden a crecer más rápido y este crecimiento se difunde ampliamente.50
En materia de pobreza, la clave de la discusión está en el crecimiento: si este aumenta, la pobreza cede; en cambio, se ha estimado que por cada punto porcentual de disminución en el crecimiento,
Samuel Morley, “Distribution and Growth in Latin America in an Era of Structural
Reform: The Impact of Globalization”, OECD, Working Paper num. 184, Paris, 2001.
47
PNUD, 1999, op. cit.
48
CEPAL, 2002, op. cit., cap. 3.
49
David Dollar, Globalization, Inequality, and Poverty since 1980, Development Group, Banco
Mundial, 2001.
50
Banco Mundial, Globalización, crecimiento y pobreza, Alfaomega, Bogotá, 2002.
46
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77
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78 / EDGARD MONCAYO JIMÉNEZ
la pobreza aumenta más que proporcionalmente.51 El desempeño
de la actividad económica incide en los niveles de pobreza por dos
vías principales: el empleo y la capacidad del Gobierno para hacer
gastos de transferencia y de protección social a favor de los segmentos de la población relativamente más pobres.
En el caso de los países andinos, con tasas de crecimiento declinantes
en los años ochenta y noventa, así como aumento en las tasas de
desempleo, el resultado no podía ser otro que el incremento de la
pobreza en la mayoría de los países. Por el contrario, el hecho de
que en Colombia y Ecuador haya disminuido, sugiere que existen
algunos márgenes de maniobra.
En todo caso, el crecimiento es una condición necesaria, pero no
suficiente, para la reducción de la pobreza, porque además se requiere que esté distribuido equitativamente. En este sentido, la circunstancia de que la distribución del ingreso en América esté entre
las peores del mundo y tienda a deteriorarse aún más, ciertamente
constituye un lastre mayor no solo para la superación de la pobreza
en la región, sino para el propio crecimiento.52
A su turno, la pobreza y la distribución del ingreso están ligadas al
empleo y este al crecimiento (también con la educación, como se
verá adelante). Es un círculo vicioso que es necesario romper mediante políticas activas de redistribución del ingreso primario (impuestos y transferencias).53
En el plano global, dado que el 70% de los pobres del mundo se
halla en el sector rural de los países en desarrollo y los productos
agrícolas que estos podrían vender enfrentan las barreras del proteccionismo de los países industrializados, una de las formas más
51
Nora Lustig, Macroeconomía con responsabilidad social, Fondo de Cultura Económica, México D. F., 2002, p. 129.
52
Robert Barro, Inequality, Growth and Investment, NBER Working Paper 7938, Cambridge
Mass, Cambridge, 1999.
53
Albert Berry, “Respuestas de política a los problemas de pobreza y desigualdad en el
mundo en desarrollo”, Revista de la CEPAL, 79, Santiago de Chile, 2003.
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LOS PAÍSES ANDINOS EN LA PERSPECTIVA DE LA GLOBALIZACIÓN / 79
efectivas para disminuir la pobreza sería la reducción de dichas barreras.54 No obstante, los países grandes no solo mantienen sino
que refuerzan progresivamente sus prácticas proteccionistas para
la agricultura.
Globalización y desarrollo humano
En la fase actual de la globalización, un factor decisivo para acelerar la modernización de las estructuras productivas, reducir las desigualdades y superar la reproducción intergeneracional de la pobreza
es el desarrollo humano, representado principalmente en educación.
En los países andinos, como en el resto de los latinoamericanos, la
educación ha experimentado significativos avances en cuanto a cobertura, pero presenta rezagos pronunciados en cuanto a calidad (especialmente de la pública) y a la “sintonía”con la evolución del sistema
productivo.55
El claro reconocimiento de la importancia estratégica del capital
humano en el desarrollo ha conducido, en buena hora, a todos los
países andinos ha aumentar el gasto social (como proporción del
PIB) en educación.56 Resta, desde luego, consolidar las reformas
educativas que están en curso en todos los países.
Pensando en respuestas a la globalización, indiscutiblemente una
de las más eficaces es la educación:
Construir y reconstruir la sociedad del saber y de la cultura; prolongar, y no reducir, la formación; desligarla o separarla de puestos de trabajo y oficios concretos. El hecho de orientar los procesos
educativos hacia cualificaciones clave que respondan en esa pers-
54
Alberto Aldo Guadagui, Jorge Kaufman, “Comercio internacional y pobreza mundial”,
Revista de la CEPAL, 84, Santiago de Chile, 2005.
55
Para una visión muy crítica de los efectos de la globalización en la educación y otros
indicadores sociales de los países en desarrollo, véase: Mark Weisbrot et al., “The Scorecard
on Globalization 1980-2000: Twenty Years of Diminished Progress”, Center for Economic
and Policy Research, Briefing Paper 2001, disponible en www.cepr.net.
56
CEPAL, Balance preliminar de las economías de América Latina y el Caribe, CEPAL, Santiago
de Chile, 2004, p. 315.
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pectiva no se ha de concebir sólo como “flexibilidad” ni como “formación continuada” sino que también representa situar la formación en contextos de competencia social, capacidad de dirección,
habilidad ante conflictos, comprensión cultural, mentalidad de relación y acceso a las inseguridades y paradojas de la segunda
modernidad.57
Conclusiones
De la exposición presentada en este artículo puede colegirse que
para los países andinos la globalización representa oportunidades y
desafíos, pero hasta ahora más los segundos que las primeras.
En primer lugar, en materia de crecimiento, en las últimas décadas
ha presentado tendencias hacia tasas bajas, concentración en un
reducido número de países y alta inestabilidad. Los países andinos
todavía no hacen parte del club de las economías “globalizadoras”
que, según los enfoques ortodoxos, están sacando buen partido de
la globalización.
En segundo lugar, el comercio internacional, que había estado en
expansión durante los años noventa, a principios de este siglo sufrió una contracción originada en los Estados Unidos, que ha representado una nueva crisis en los países andinos, así como en el
resto de los latinoamericanos. Por lo demás, el comercio mundial
también está concentrado en un reducido número de países y en
el sector de las manufacturas y los servicios intensivos en trabajo
calificado y alta tecnología, que son terreno vedado para los países andinos, dada la estructura de su oferta exportable todavía
centrada en productos básicos.
En tercer lugar, para los países miembros de la CAN el financiamiento externo ha sido “un paraguas que se abre cuando el sol es radiante
y se cierra en cuanto comienza a llover”; por tanto, antes que paliar
ha agudizado las oscilaciones de la actividad económica. Por su
parte, la IED se ha orientado hacia la minería, el petróleo y los
57
Ulrich Beck, ¿Qué es la globalización? Falacias del globalismo respuestas a la globalización,
Paidós, Barcelona, 1997, p. 191.
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LOS PAÍSES ANDINOS EN LA PERSPECTIVA DE LA GLOBALIZACIÓN / 81
servicios no transables, que no contribuyen de manera alguna a
mejorar la calidad de la inserción internacional de estos países.
En cuarto lugar, y como consecuencia de las tasas de crecimiento
bajas e inestables y de la mayor vulnerabilidad a los choques externos, la situación social de la subregión andina ha desmejorado notablemente en términos de empleo, pobreza y distribución del ingreso.
Por último, la globalización no solo es asimétrica, sino incompleta,
en el sentido de que supone la liberalización de los mercados de bienes, servicios y capitales, mientras se siguen aplicando estrictas restricciones a la movilidad internacional del trabajo.58 Una regulación
internacional racional de las migraciones podría atenuar las presiones
distributivas en los países en desarrollo y evitar la dañina práctica del
tráfico de trabajadores.
La globalización no es pues la panacea para los problemas del desarrollo andino, pero tampoco es realista satanizarla, puesto que es
una poderosa –aunque no irreversible– realidad. Es poderosa, porque detrás de ella están los países dominantes del planeta y también
una ideología triunfante; pero no es irreversible, porque la historia
enseña que la globalización es un proceso que no solo puede detenerse, sino incluso involucionar, como ocurrió en el período comprendido entre las dos guerras mundiales. De hecho, las tensiones
e inequidades de la actual ola de globalización ya han dado lugar a
activos movimientos antiglobalizadores.59
Lo que corresponde entonces a nuestros países es superar la actitud
pasiva frente a la globalización y pasar a construir una estrategia
deliberada que contemple políticas activas para aprovechar ventajas, mecanismos de defensa frente a los influjos nocivos y también
58
Un buen análisis de las migraciones internacionales en el contexto de la globalización se
encuentra en Andrés Solimano, Internacional Migration, Capital Flows and the Global Economy:
A Long Run View, Serie Macroeconomía del Desarrollo, núm. 35, CEPAL, Santiago de
Chile, 2005.
59
Véase Jaime Pastor, ¿Qué son los movimientos antiglobalización?, Última Hora/Integral,
Barcelona, 2002.
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–¿por qué no?– repliegues selectivos frente a procesos que no convengan a los intereses nacionales (selective delinking).
Sin espacio para reflexionar sobre tal estrategia y a riesgo de hacer
unos planteamientos muy generales, en la tabla 13 se señalan algunos elementos en la dirección indicada en el párrafo anterior.
Tabla 13. Elementos para una estrategia de participación activa
en la globalización
Problema
Crecimiento bajo e
inestable
Comercio
internacional
concentrado por
países y sectores
Financiamiento
internacional
Desarrollo social
Políticas
Macroeconomía del crecimiento (no solo de
estabilización)
• Manejo fiscal anticíclico
• Ampliación del horizonte temporal de las
intervenciones
Desarrollo productivo secto-territorial (con
sectores prioritarios y localizaciones apropiadas)
Protección selectiva del mercado interno
Competitividad sistémica
• Innovación tecnológica
• Transformación productiva
• Infraestructura
(No usar la competitividad internacional como
pretexto de reformas domésticas que de todas
maneras se requieren)
Fortalecimiento de la integración regional y
subregional
Fortalecimiento de los sistemas nacionales de
financiamiento
Prevención de los efectos desestabilizadores de
los capitales de corto plazo
Fortalecimiento de las instituciones financieras
regionales (FLAR)
Atracción selectiva de IED para sectores con
capacidad de inducir cambio estructural
Gasto social eficiente
Políticas activas de redistribución del ingreso
primario (impuestos y transferencias)
Reforma educativa
Reforma pensional
Redes de protección
Fuente: elaboración del autor con base en las propuestas de la CEPAL, PNUD y otros
autores.
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Navegar por las aguas procelosas de la globalización requiere, además de políticas nacionales como las enunciadas en la tabla, lo que
ha dado en llamarse “bienes públicos globales”, de carácter macroeconómico, ambiental, tecnológico y social, cuya provisión es
responsabilidad de la comunidad internacional y sus instituciones.
Esto es lo que el PNUD denomina la “arquitectura global requerida para el siglo XXI”.60
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La institucionalización
y la formalización de la
“cuestión indígena”
en Naciones Unidas
ÁNGELA SANTAMARÍA
[email protected]
Artículo recibido 08/09/2006
Evaluación par externo 10/09/2006
Evaluación par interno 12/09/2006
Resumen
Este artículo busca presentar algunos elementos de reflexión para el análisis
de la construcción de los sistemas internacionales a partir de un estudio de
caso: el Grupo de Trabajo sobre las Poblaciones Indígenas, (GTPI) de Naciones Unidas. En este sentido, analiza los discursos y capitales movilizados
en el marco de las interacciones sociales entre los múltiples participantes de
este grupo especializado. Para ello, parte de un análisis etnográfico para llevar posteriormente a cabo reflexiones de orden macro social, tomando como
base teórica la sociología de la globalización de Yves Dezalay y Bryanth
Garth. El objetivo principal es presentar a la comunidad académica algunos
materiales que hacen parte de un trabajo más extenso, para reflexionar sobre
las especificidades de una “etnografía de los sistemas internacionales”.
Palabras clave: sociología de las relaciones internacionales, pueblos indígenas, Naciones Unidas, etnografía.
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Résumé
Cet article veut présenter des éléments de réflexion pour une analyse de la
construction sociale des systèmes internationaux à partir d’une étude de cas: le
Groupe de Travail les Populations Indigènes (GTPI) aux Nations Unies.
Dans ce sens, ce travail analyse les discours et les capitaux mobilisés dans le
cadre des interactions sociales entre les multiples participants de ce groupe
spécialisé. Ainsi, nous partons d’une analyse ethnographique afin de créer
une réflexion d’ordre macro social, en ayant comme base théorique la sociologie
de la mondialisation d’Yves Dezalay et Bryanth Garth. Nous voulons, dans
ce sens, présenter à la communauté de chercheurs certains matériaux qui font
partie d’un travail plus vaste, pour la réflexion sur les spécificités d’une
“ethnographie des systèmes internationaux”.
Mot cles: Sociologie des Relations Internationales, peuples indigènes, Nations
Unies, ethnographie.
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Introducción
Este artículo tiene como propósito presentar algunos elementos de
reflexión sobre la génesis de los órganos especializados sobre los
pueblos indígenas de Naciones Unidas con miras a reflexionar sobre la construcción social de los sistemas internacionales a partir de un caso
específico. En este sentido, se centra en el análisis de los capitales,
recursos y marcos discursivos movilizados por los diferentes agentes sociales que participan en estos escenarios internacionales para
la defensa de los derechos de los pueblos indígenas.
Estas instancias internacionales se han estructurado con base en
foros e instituciones múltiples y complementarias, en las cuales
circulan diferentes agentes sociales, informaciones, recursos financieros, simbólicos y, en particular, jurídicos.
En ese sentido, pretende analizar las condiciones de producción
del discurso sobre los derechos de los pueblos indígenas y las lógicas de funcionamiento de uno de los grupos especializados de
Naciones Unidas: el grupo de trabajo sobre las poblaciones indígenas (GTPI).
El material presentado es producto de una investigación etnográfica
desarrollada en el seno del GTPI (Ginebra, julio de 2004), complementado con la revisión de documentos oficiales, informes especializados, intervenciones de las ONG indígenas, memorias de
encuentros internacionales, instrumentos jurídicos internacionales
y estudios especializados (en sociología de las relaciones internacionales) producidos en el marco de las actividades de Naciones
Unidas sobre la “cuestión indígena”.
El artículo está dividido en dos secciones principales. En la primera se presentan algunos elementos históricos del proceso de institucionalización de la “cuestión indígena” en Naciones Unidas y la creación
de los órganos especializados sobre el tema; en la segunda, algunos
elementos de reflexión para una “etnografía de los sistemas internacionales” a partir del estudio del GTPI.
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Los primeros funcionarios especializados
y la constitución de órganos especializados
en Naciones Unidas
Los primeros informes especializados sobre la “cuestión indígena”
y la lucha contra la discriminación racial
La ONU es el laboratorio de la gobernanza mundial
por excelencia, en el cual son puestas a prueba las
capacidades de los indígenas para tomar en sus manos
su destino. En este sentido, y a causa de las oposiciones
fundamentales entre los Estados y los pueblos
indígenas, esto genera horizontes y expectativas muy
dispersas entre las diferentes organizaciones indígenas
Irène Bellier
En el marco de la discusión del derecho a la libre determinación de
los pueblos en Naciones Unidas, Augusto Willemsem, jurista guatemalteco que hacía parte del grupo de expertos del Centro de
Derechos Humanos en Naciones Unidas (Ginebra), fue designado como responsable de la elaboración del informe sobre la discriminación racial en los años sesenta. Fue la primera vez que un funcionario
de Naciones Unidas se encargó de tratar el tema de forma preferencial y específica. Willemsem utilizó estratégicamente el “informe” para hacer recomendaciones sobre la necesidad de realizar un
estudio especial sobre la discriminación racial frente a los pueblos
indígenas. De esta manera, en 1971 el Consejo Económico y Social
emitió concepto favorable para la realización del estudio bajo la
dirección de José Martínez Cobo,1 diplomático ecuatoriano, miembro de la Subcomisión de Prevención de la Discriminación y la Protección de las Minorías.
Ecuatoriano, Doctor en Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Ecuador
(1945). Embajador del Ecuador en el Reino Unido, Colombia, Uruguay y Chile. Chairman
del OPANAL en México (1975-1977).
1
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En 1971, la Subcomisión de Prevención para la Discriminación y
Protección de las Minorías, integrada por 26 expertos, designó a
Martínez Cobo relator especial para la elaboración de un estudio
detallado sobre la “discriminación de los pueblos indígenas y la
adopción de medidas nacionales e internacionales para la eliminación de la discriminación racial”2 (la subcomisión recibió directamente el mandato del ECOSOC, resolución 1589 (L), el 21 de mayo
1971, parágrafo 7). En 1983 Cobo presentó un estudio complejo.3
El grupo de trabajo sobre las poblaciones indígenas (GTPI)
De acuerdo con las recomendaciones del informe, la subcomisión
facilitó la creación del GTPI. Esta resolución autorizó el funcionamiento del grupo, en el marco de dos ejes de trabajo:
1. Para la revisión, el desarrollo, la promoción y la protección de
los derechos del hombre y de las libertades fundamentales
de los pueblos indígenas.
2. Para el análisis de la evolución de los estándares de los derechos de los pueblos. (ECOSOC, Resolución 1982/34, 7 de mayo
de 1982).
La primera sesión del GTPI tuvo lugar en Ginebra entre el 9 y el 13
de agosto de 1982, después de la sesión de la subcomisión. Desde
entonces, el grupo se reúne todos los años durante dos semanas en
el mes de junio. El GTPI fue constituido por cinco expertos inde2
M. Martínez Cobo (relator especial), “Estudio del problema de la discriminación contra
las poblaciones indígenas”, documento de trabajo E/CN.4/Sub.2/1986/7, Subcomisión
de Prevención de la Discriminación y la Protección de las Minorías, Organización de las
Naciones Unidas, 1986.
3
El relator especial estudia una gama importante de problemas de derechos humanos, el rol
de las organizaciones intergubernamentales, la eliminación de la discriminación, los problemas fundamentales relativos a los derechos humanos, al igual que acciones precisas frente
a la salud, la vivienda, la educación, la lengua, la cultura, las instituciones del orden social
y jurídico, el empleo, la tierra, los derechos políticos, las prácticas religiosas y la igualdad
en materia de administración de justicia. Sus conclusiones, proposiciones y recomendaciones marcan una etapa importante en el exámen de los problemas de los derechos
humanos de los pueblos indígenas por parte de la Organización de las Naciones Unidas. Un
número importante de estos problemas son examinados y otros hacen parte de la resolución
de la Subcomisión. Véase D. Sanders, “The legacy of Deskaheh: Indigenous peoples as
international actors”, in: The Human Rights of Indigenous Peoples, Transnational Publishers,
New York, 1998, p. 75.
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pendientes que a la vez eran miembros de la Subcomisión de Promoción y Protección de los Derechos del Hombre. El GTPI está
abierto formalmente para la participación de todas las ONG indígenas. Sin embargo, solamente las organizaciones con recursos económicos importantes poseen una representación permanente en él.
En este sentido, el GTPI se convirtió en un catalizador de múltiples iniciativas de los pueblos indígenas en el marco de la producción de un modelo de gobernanza mundial.
En este contexto, múltiples conferencias internacionales y regionales tuvieron lugar durante los años setenta4 y en los inicios de los
ochenta en Suecia y Australia, para la preparación de las reuniones
de la primera sesión del GTPI. Esta participación fue preparada de
acuerdo con los desarrollos del derecho internacional, la Convención de los Derechos Civiles y Políticos, así como la Convención de
los Derechos Económicos, Sociales y Culturales.
El primer grupo de dirigentes indígenas internacionales participó
por primera vez en las sesiones de Naciones Unidas en 1982 en el
marco del GTPI. A partir de ese momento, toda persona indígena o
representante de una organización indígena puede participar formalmente en dicho grupo.
Así, fue creado el Fondo Voluntario de las Naciones Unidas para los
Representantes Indígenas y se asignaron acreditaciones especiales
(estatuto consultivo ECOSOC) a las organizaciones indígenas para
la participación en las reuniones especializadas. En 1995 había trece
ONG indígenas que contaban con el estatuto consultivo ECOSOC,
que participaban activamente en las actividades del GTPI:
1.
World Council of Indigenous Peoples (WCIP): esta organización
era uno de los proyectos de la National Indian Brotherhood de
Canada (Assembly of First Nations).
La Conferencia de los Pueblos del Ártico, llevada a cabo en Copenhague en 1973, contó
con la participación de los representantes de Groenland: los Sami, los Inuits, Dene, Metis y
los Nunavut, entre otros. Esta reunión fue calificada como el inicio del movimiento indígena
internacional.
4
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2.
3.
4.
5.
6.
7.
8.
9.
10.
11.
12.
13.
International Indian Treaty Council (IITC): establecido por el
Gobierno de los Estados Unidos en el marco de las negociaciones con el movimiento indígena amerindio para el reconocimiento internacional de los tratados de los pueblos indígenas.
Desde 1970, esta organización lleva a cabo actividades de
lobbying en Naciones Unidas.
Indian Law Resource Centre (ILRC): organización pública de
abogados que trabaja para el apoyo de los Gobiernos tradicionales en los Estados Unidos y en Nicaragua.
Four Directions Council: en su inicio era una de las organizaciones compuesta solo por representantes indígenas. Actualmente, se trata de una organización de abogados y universitarios
(Mikmaq Russel Barsh).
National Indian Youht Council: organización norteamericana.
National Aboriginal and Islander Legal Services Secretariat:
organización australiana (Paul Coe).
Inuit Circumpolar Conference (ICC): representa a los Inuit en
los Estados Unidos, Canadá, Groenlandia, Dinamarca y Rusia.
The Indian Council of South America (CISA).
Saami Council: organización que representa a los Saami en
Noruega, Suecia, Finlandia y la Federación Rusa.
Grand Council of the Crees (Quebec).
Indigenous World Association.
International Organization of Indigenous Resource Development (IOIRD).
Aboriginal and Torres Strait Islander Commission: fue establecida por el Gobierno australiano. Sus miembros fueron elegidos
por los indígenas australianos. Sin embargo, no se trata de una
ONG, sino de un órgano consultivo del gobierno australiano
con una autonomía relativa en la práctica.5
Según Sanders, en el período de institucionalización de la “cuestión indígena” en Naciones Unidas, ciertas organizaciones indígenas constituyeron vehículos personales para la visibilización de
dirigentes indígenas específicos. Es el caso de la National Aboriginal
and Islander Legal Services Secretariat (Australia) y del líder indígena Paul Coe. Así mismo, la organización indígena Indigenous World
Association constituyó un vehículo personal del profesor Roxanne
Dunbar Ortiz, personaje muy controvertido que fue excluido del
International Indian Treaty Council.6
5
6
D. Sanders, op. cit., 1998, p. 80.
Ibíd., p. 79.
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En 1998, la Asociación Kunas Unidos por Nabguana y la Asociación cultural Sejekto de Costa Rica recibieron el estatuto consultivo (ECOSOC). Sin embargo, a pesar de esta “apertura” del sistema
de Naciones Unidas para la participación de los pueblos indígenas, la
mayoría de las organizaciones indígenas están basadas en los países
del sur, lo que implica limitaciones para su participación, por razones económicas y políticas (recursos para los desplazamientos, obtención de visas y otorgamiento de las acreditaciones especializadas).7
Según Irène Bellier, el Movimiento Indígena Internacional de los
años noventa, usuario del sistema de Naciones Unidas, deriva del
reconocimiento del principio de la libre determinación de los pueblos. Este movimiento está compuesto por organizaciones indígenas de 77 países aproximadamente. No obstante, las organizaciones
indígenas norteamericanas han tenido una participación muy importante en el marco de las negociaciones internacionales.
La emergencia del Movimiento Indígena Transnacional tuvo lugar
con el desarrollo de dos procesos fundamentales en el continente
americano: el proyecto de la Declaración Interamericana de los
Derechos de los Pueblos Indígenas8 (OEA), con la puesta en funcionamiento de un grupo asociado a la reflexión sobre los derechos
colectivos, y el proyecto de Declaración de los Derechos de los Pueblos Indígenas de Naciones Unidas.9
Sin embargo, a principios de los años ochenta, la categoría de “pueblo indígena” no hacía parte del lenguaje de la ONU y las organizaBurger, 1998, p. 4.
El grupo de trabajo para el proyecto de Declaración Americana fue creado por el Consejo
Permanente en 1999 en el marco de las instrucciones de la Asamblea General de la OEA. El
proyecto original fue presentado por la CIDH. Este documento fue revisado durante el
período 1999-2003, en el marco de la realización de sesiones especiales, reuniones con
expertos jurídicos y de reuniones técnicas. Un nuevo documento fue preparado a partir de
los comentarios de los representantes de los Estados, de las organizaciones indígenas y de los
organismos especializados. Las negociaciones sobre el proyecto se desarrollan en el seno de
la OEA, a partir de noviembre del 2003.
9
Irène Bellier, “L’organisation des Nations Unies et les peuples autochtones”, Socioanthropologie, núm. 14, segundo semestre de 2003, p. 2.
7
8
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ciones indígenas no tenían derecho a sesionar entre los Estados
miembros. Los Estados querían impedir así el acceso de los representantes indígenas a la sociedad de Naciones, puesto que la “cuestión indígena” implicaba apuestas políticas fundamentales, como
la explotación de los recursos naturales en los territorios indígenas
y la definición jurídica de los pueblos indígenas como sujetos del
derecho internacional:
Estos pueblos y Naciones poseen una continuidad histórica con las
sociedades precedentes y la colonización de sus territorios. Estos
pueblos se consideran distintos de otros sectores de la sociedad
precedente a la conquista y a la colonización de sus territorios.
Ellos hacen parte de sectores no dominantes de la sociedad y
están determinados a preservar, desarrollar y transmitir a las generaciones futuras sus territorios ancestrales y su identidad étnica,
sobre la base de su existencia continua en tanto que pueblo, en
relación con sus propios sistemas culturales, sus sistemas legales
y sus instituciones sociales.10
Hacia la constitución de una instancia permanente en Naciones
Unidas: los “diplomáticos indígenas”
La idea de la creación de una instancia permanente de reflexión sobre los pueblos indígenas aparece en los seminarios de Naciones Unidas
que tuvieron lugar en Groenlandia. En 1992, durante la Conferencia
de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, las
diferentes agencias de la ONU hicieron énfasis en los mecanismos de
incorporación de los pueblos indígenas en las políticas de sus programas. En 1993, la Conferencia Mundial de los Derechos Humanos
hizo una recomendación a la Asamblea General de Naciones Unidas
para la creación de un foro permanente para las cuestiones indígenas.
Ese mismo año, la Asamblea General declaró el año internacional de
los pueblos indígenas y en 1994 el decenio de los pueblos indígenas
con la Resolución 48/163 (1994-2004).
Ibíd., p. 4. La definición de “pueblo” implica algunos problemas de continuidad histórica
entre los pueblos actuales y los indígenas del período colonial. Igualmente, existe el tema de
las migraciones actuales de los pueblos indígenas en América del Norte, lo que complica aún
más la definición de “pueblo indígena”.
10
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En junio de 1995 tuvo lugar un seminario de trabajo en Copenhague (Dinamarca), para reflexionar acerca de la creación del foro
permanente y sobre las fuentes de su financiamiento. Erica-Irene
Daes, experta de la ONU, propuso durante la sesión el apoyo de
agencias especializadas, como UNIFEM, que trabajaba con diez
sub-regionales en Asia, el Pacífico, América Latina y África. Estos programas de desarrollo podrían dar su apoyo a las reuniones
del staff compuesto por diez miembros elegidos por un período de
cuatro años.11
Según Rodolfo Stavenhagen –actual relator especial para las libertades y la protección de los derechos de los pueblos indígenas–, la otra
fuente de financiamiento era el Fondo Indígena, que no tenía recursos, pero a través del cual era posible obtener apoyo de la Unión
Europea, el Banco Mundial y otros organismos. Un segundo seminario de trabajo tuvo lugar en Chile en 1997.
Encuestas especializadas se desarrollaron bajo la coordinación de
funcionarios especializados de Naciones Unidas sobre los pueblos
indígenas. Erica-Irene Daes, el relator especial de la Subcomisión
sobre la “cuestión indígena”, hizo un estudio sobre la protección de
la propiedad intelectual y cultural de los pueblos indígenas, que fue
presentado a la Subcomisión en 1996. Del mismo modo, en 1997 la
Subcomisión autorizó un estudio sobre los pueblos indígenas y los
territorios. También se desarrollaron seminarios especializados sobre el tema del racismo contra los pueblos indígenas (Ginebra, 1989),
el derecho a la libre determinación de los pueblos (Nuuk, 1991), el
desarrollo sostenible (Santiago de Chile, 1992) y las reivindicaciones territoriales de los pueblos indígenas.
En los años noventa tuvo lugar un proceso de institucionalización
de la “cuestión indígena” en Naciones Unidas. Irène Bellier descri-
Los cinco miembros de los gobiernos fueron elegidos por el Consejo Económico y Social, y
los cinco miembros indígenas de cinco regiones del mundo, fueron nominados por las
organizaciones indígenas y presentados a la Secretaría General.
11
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be este proceso como “la construcción de una alianza para la acción entre los Estados y los pueblos indígenas”. Así, durante los
años noventa y a principios de la presente década, la “cuestión indígena” ha sido el centro de la discusión sobre los derechos humanos y la división de los asuntos económicos y sociales, lo que
generaría las condiciones para la creación de la Instancia permanente sobre las cuestiones indígenas como órgano del Consejo Económico y Social, en Nueva York.12
El movimiento indígena transnacional y los expertos indígenas
En este contexto, el “movimiento indígena se desplega a escala global” al final del período 1990-2000. Paralelamente, los Estados
utilizan estratégicamente el discurso del multiculturalismo para
apaciguar las tensiones locales y responder a la presión internacional de las organizaciones sociales, en el marco de las denuncias por
la implementación de los megaproyectos económicos y la violación
de los derechos de los pueblos indígenas.
Todo esto tiene lugar en medio de la inserción de las principales organizaciones indígenas internacionales en el sistema de Naciones Unidas, las cuales fueron acreditadas por el Consejo Económico y Social.
La acreditación de las ONG indígenas exigió un largo proceso de
instrucción y aval de los Estados miembros; así mismo, hizo posible la emergencia del “representante indígena”, que hace las veces
de intermediario entre las organizaciones indígenas nacionales y locales, y las organizaciones internacionales.13
Estos “intermediarios” se volvieron vectores de exportación e importación del derecho internacional al nivel local-nacional-internacional. La participación de los “representantes indígenas” en tales
12
Irène Bellier, “Mondialisation et redéploiement des pratiques politiques amérindiennes:
esquisses théoriques”, Recherches Amérindiennes au Québec, vol. XXXI, núm. 3, 2001, pp. 3-11;
et coordination du numéro Mondialisation et stratégies Politiques Autochtones, 2001.
13
Irène Bellier: “Un Estado puede en todo momento solicitar la suspensión de una. De esta
manera, los Estados tienen el poder de limitar el número de organizaciones indígenas
participantes en los trabajos de la Comisión de Derechos Humanos” [Bellier, 2003: 7].
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espacios hizo posible un proceso de profesionalización y la puesta
en marcha de las redes de experticio sobre la “cuestión indígena”.
A continuación se cita un parágrafo de la experiencia de uno de los
diplomáticos indígenas más conocidos del caucus de América Latina
en Naciones Unidas, el embajador alterno de Guatemala y presidente del grupo de trabajo para el proyecto de Declaración Americana de los Derechos de los Pueblos Indígenas (OEA), Juan León:
De acuerdo a mi experiencia en las instancias internacionales, yo
quisiera hacer un llamado sobre la gama y el tipo de derechos que
se mezclan, entre los cuales la libre determinación no constituye sino una parte. Hay que trabajar sobre una visión universalista
de los derechos de los pueblos indígenas. Si sólo ponemos el
énfasis sobre la cuestión de la autonomía, existe un gran riesgo,
pues no se trata del único derecho que existe.
No existe una fórmula preescrita sobre el derecho de la libre determinación de los pueblos. Lo más importante es, justamente, lo
que nosotros representamos como pueblos indígenas del continente americano. Los principios y la protección de los derechos a la
vida colectiva de los pueblos indígenas y a la vida individual, y los
derechos territoriales. Hay que señalar que las estrategias para
las minorías no son las mismas que para las mayorías. Los pueblos indígenas de Guatemala representan el 70 por ciento sobre
la población total, es decir casi 8 millones sobre 12 millones. Mi
pueblo, los K’iche’ somos alrededor de un millón y medio de
indígenas. Representamos un peligro grandísimo para los poderes económicos y políticos de nuestros países. Por eso en dos
o tres generaciones nuestros compañeros tomaron las armas.
Por el momento estoy interesado en la negociación política. ¡Después de 36 años de conflicto armado no hemos ganado nada!14
Esta intervención muestra cómo la lucha por la autonomía está en
el centro de la agenda del Movimiento Indígena Transnacional. Juan
León muestra también cómo el uso exclusivo del marco de la autonomía conoce fuertes críticas en el escenario internacional. Por esta
razón, y con la “infiltración” de los representantes indígenas en las
diferentes instancias internacionales y sus interacciones con los
14
Intervención de Juan León, embajador de Guatemala, presidente del grupo para la
Declaración Americana de los Derechos de los Pueblos Indígenas, París, abril de 2005.
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agentes del desarrollo, se produce un verdadero cambio y hay un
desplazamiento hacia otros ejes de reivindicación cultural. Juan León
constituye el perfil social del actor que pertenece a redes globalizadas, lo que le permite la movilización de recursos y de capitales
colectivos en función de las estrategias y los recursos personales.
Aunque hace parte de un grupo social dominante, durante una entrevista hizo énfasis en su pertenencia al grupo de diplomáticos
indígenas, los cuales se encuentran socialmente dominados en el
marco de las interacciones sociales por los “verdaderos diplomáticos indígenas” de Naciones Unidas:
Ellos pensaban que yo hacía parte del servicio (…),
Cuando llegué por primera vez a la ONU, yo tenía mucho miedo. Ese
mundo de diplomáticos me era absolutamente extraño, es en ese
mundo que me convertí en diplomático indígena. Cuando llegué por
primera vez a los Estados Unidos como embajador alterno, fue terrible, pues la gente del servicio, la gente que daba los documentos a los
funcionarios no me percibían como un diplomático. Cuando yo solicitaba documentos, me decían que ya no había más copias. Ellos pensaban que yo hacía parte del servicio. Luego cuando supieron que yo
hacía parte del cuerpo diplomático, su actitud cambió.
Existe una fuerte discriminación en el mundo de los diplomáticos contra nosotros. La diplomacia se aprende solamente en terreno. Es por
esto que estoy trabajando en la idea de la puesta en marcha de una
escuela de diplomacia indígena para los líderes de América Latina.15
La segunda generación de esta élite indígena internacional ha recibido una primera formación por medio de becas-pasantías en el
seno de la Comisión de los Derechos Humanos en Ginebra.
Sin embargo, a pesar de la existencia de un grupo reconocido de
diplomáticos indígenas en Naciones Unidas, de acuerdo con las
entrevistas realizadas, los representantes indígenas de América La15
Tuve la oportunidad de realizar algunas entrevistas con Juan León durante el encuentro sobre “Experiencias de gobiernos indígenas en América Latina” (EHESS-BID), en
París, 2005. Juan León es uno de los diplomáticos indígenas más importantes de América
Latina, pues hace parte del cuerpo diplomático de Guatemala en los Estados Unidos;
igualmente, es el presidente del grupo de trabajo sobre el proyecto de Declaración Americana sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas.
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tina ocupan un lugar marginal en el seno de los grupos especializados de la ONU. Durante estas entrevistas, algunos representantes
denunciaron las relaciones de dominación existentes entre los expertos de la ONU, los representantes de los Estados, las ONG y los
representantes indígenas:
Nosotros participamos en estas instancias internacionales como
informadores, para presentar informaciones, pero no somos verdaderos actores. Yo he participado varias veces en el Foro Permanente, pero la cuestión del financiamiento es siempre un problema.
Yo admiro profundamente el caso de las mujeres de la organización continental de las Américas, que participan directamente en las
instancias internacionales sin pasar por la intermediación de las ONG
no indígenas. Pero para ello es necesario tener información sobre
el funcionamiento del sistema internacional y tener una formación sobre la manera de presentar informes. De otra manera, se
plantea el problema de la gestión de la diplomacia. Muchas veces los indígenas llegamos con una actitud de confrontación con
los Estados y es tal vez por eso que nunca avanzamos suficientemente en las negociaciones.16
Esta intervención muestra cómo el acceso al ámbito internacional es
un privilegio de algunas organizaciones indígenas y no indígenas internacionales que desempeñan un rol de courtiers internationaux en el
marco del lobbying multinivel en los sistemas internacionales. Esta
actividad profesional exige a los diplomáticos indígenas la movilización de capitales sociales, políticos, culturales y escolares elevados.
Igualmente, esta intervención planteó la cuestión de la legitimación
de la representación política indígena internacional. En este contexto, la representante indígena denunció la falta de mecanismos de articulación entre los diferentes niveles de acción política de las
organizaciones indígenas.
En este sentido, el grupo de “representantes indígenas internacionales” son objeto de una doble “descalificación”: por una parte, no
son reconocidos como verdaderos “burócratas internacionales” por
el personal de la ONU; por otra, son estigmatizados a nivel local
como “élites burocráticas”:
16
Intervención de Avelina Pancho, dirigente CRIC (Colombia), en el encuentro “Experiencias de gobiernos indígenas en América Latina (EHESS-BID)”, París, abril de 2005.
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Ese es el caso de uno de los expertos indígenas del Foro Permanente, Antonio Jicamanoy (colombiano) y en general de todos los representantes indígenas internacionales. Más que cualquier cosa, se trata
de turistas internacionales que no tienen ninguna articulación con
las organizaciones indígenas de base. Los pueblos no tienen una
concepción global de funcionamiento de las organizaciones internacionales y por ello, hay una fuerte dependencia de las ONG
especializadas en derechos humanos (no indígenas). Existen, sin
embargo, alianzas entre algunas ONG de derechos humanos y ONG
indígenas para hacer posible la gestión de la causa indígena en el
marco de las actividades de las instancias internacionales.17
A continuación se presenta la intervención del alcalde mapuche
Adolfo Millabur sobre el mismo tema:
Yo me pregunto cuándo será el día en que los indígenas vamos a
volvernos expertos y a proponer soluciones para los problemas de
la humanidad. Tal vez eso será cuando los extraterrestres vengan y
así nos uniremos todos para intentar comprender a los extraterrestres. Yo sabía que existía la OEA, pero fue solamente cuando tuve
que hacer una intervención allá que me sentí muy mal y me di
cuenta de que yo no sabía cómo funcionaba ese sistema. Yo soy un
líder indígena intermedio, ahora imagínense qué se puede esperar
de un líder de una organización local. En el marco de las luchas
actuales, es necesario comprender la telaraña jurídica y política
internacional, y para ello necesitamos líderes especializados en ese
tema. Sin embargo, hay que establecer mecanismos de control de
los representantes indígenas internacionales para que si un dirigente indígena internacional no respeta la autoridad de las organizaciones de base, sea posible expulsarlo de la organización. De esta
manera, el gobierno da financiamiento a dirigentes indígenas de
su línea política y de esta manera, al tener un representante indígena “cooptado”, las negociaciones se bloquean a nivel internacional. Las ONG colaboran con esta estrategia. Es una ilusión
pensar que los dirigentes indígenas somos personas disciplinadas. Por esta razón, todo representante internacional debe tener
una articulación con las bases para que en el marco de las discusiones de la ONU, las ideas puedan circular rápidamente hacia
abajo. Los que hacen las leyes no las hacen de manera neutral,
hay siempre un interés.18
Con la inserción de las organizaciones indígenas en las luchas internacionales de reivindicación, los diferentes agentes especializados
Ibíd.
Intervención de Adolfo Millabur, alcalde mapuche, encuentro “Experiencias de gobiernos indígenas en América Latina” (EHESS-BID), París, abril de 2005.
17
18
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del campo del poder han construido una distinción de principio
entre los “verdaderos líderes de base” –que pertenecen a las organizaciones indígenas (locales y nacionales)– y los “burócratas indígenas internacionales”. Esta frontera entre “verdaderos dirigentes
indígenas de base” y los que “se venden” fue construida a partir de
la idea de que existe un modelo político en las comunidades que
exige “quedarse” en la comunidad.
En este escenario, hay ONG como IGWIA que han jugado un rol
fundamental para la participación de los representantes indígenas
en instancias internacionales. Una ONG como el Consejo Mundial de
los Tratados indígenas es una de las organizaciones que, desde sus
inicios, decidió no aceptar los recursos del Gobierno. Todo esto en
relación con la esencia de instancias internacionales como el Foro
Permanente. Este espacio fue construido a partir de esfuerzos terribles. Pero creo que las organizaciones perdimos la esencia del Foro.
Es decir, el Foro sigue siendo un espacio de denuncia y no de recomendaciones. El Foro se volvió un Foro elitista, que no posee una
verdadera eficacia, aunque esté ligado al ECOSOC. No es una crítica para los miembros del Foro, es una crítica para la evolución
del trabajo del Foro. La idea de este Foro consistía en poner en
relación, en doble sentido, las comunidades y la cuestión regional,
hacia lo nacional e internacional, es decir hacia la ONU. Yo quisiera
pedirles a los compañeros colombianos que nos contaran si la
gente del Foro ha llegado a las comunidades para recoger información. En Guatemala no ha sido así. No quiere decir que yo esté
poniendo en cuestión la representatividad del Foro, en este sentido, pongo en tela de juicio mi propia representación. El Foro se
volvió un espacio cerrado, sin muchas posibilidades de acción. No
existe realmente una infraestructura para la gestión. La Comisión
de derechos humanos ha dado un tiempo para la revisión del
Foro, yo creo que el movimiento internacional de los pueblos indígenas debe realizar una revisión del Foro. Igualmente, es muy
importante que el movimiento indígena haga la inclusión de la dimensión internacional en su agenda nacional19
En efecto, las “idas y venidas” y la circulación a través de los diferentes niveles de representación han implicado para los dirigentes
indígenas una cooperación con la burocracia (nacional e internacional). En cierto sentido, estas prácticas de lobbying internacional
han expuesto a los representantes indígenas a la cooptación y a la
19
Intervención de Juan León, embajador alterno de Guatemala, Encuentro “Experiencias
de gobiernos indígenas en América Latina” (EHESS-BID), París, abril de 2005.
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“absorción por parte de la máquina discursiva” en el proceso del “diálogo internacional”.20
En este contexto, se quiso retomar la idea de Irène Bellier, quien
afirma que el “diálogo en la ONU” no es virtual, puesto que permite el avance de la reflexión sobre los medios para hacer progresar el
respeto de la diversidad, a pesar de las asimetrías en la distribución
de capitales culturales, jurídicos y políticos, y recursos económicos
entre las organizaciones indígenas del Norte y del Sur. Sin embargo,
la diferencia de los recursos movilizados por las diferentes organizaciones indígenas y los capitales poseídos por los diplomáticos
indígenas repercute en los tipos de participación política y en una
fuerte división del trabajo político y jurídico internacional en el seno de los
grupos especializados de Naciones Unidas.
En efecto, Irène Bellier muestra la paradoja de la apertura del GTPI:
estos “mecanismos selectivos (…) muestran una lógica de definición
de las prioridades, una reflexión sobre el posicionamiento en el
seno de la comunidad internacional y en fin, en lo que concierne a los
indígenas, una especialización temática (cuestiones de medio ambiente, resolución de conflictos, propiedad intelectual y derecho a la
libre determinación de los pueblos)”.21
Observación participante en el GTPI: elementos para
una etnografía de los sistemas internacionales22
El GTPI
El GTPI constituyó durante años una instancia de denuncia sobre
las violaciones de los derechos de los pueblos indígenas. Este espacio fue utilizado por dirigentes de organizaciones indígenas para
“alimentar” las reflexiones de los cinco expertos sobre pueblos indígenas de la ONU.
Irène Bellier, 2003, op. cit., p. 8.
Irène Bellier, 2001, op. cit., p. 9.
22
En esta parte del artículo se presentan algunos de los materiales etnográficos producidos
durante la investigación realizada en Naciones Unidas en el GTPI (Ginebra, julio de 2004).
20
21
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Miguel Alfonso Martínez
Hadji Guissé
Formación: Derecho, diploma del Centro Nacional Francés de Estudios Judiciales de París; diploma del
Instituto Internacional de los Derechos Humanos de Estrasburgo; antiguo director de la Academia
Internacional de La Haya; antiguo auditor de la Comisión de derecho internacional
Trayectoria profesional: juez, director, consejero de la Corte de Apelaciones; presidente de la Sala de
Apelaciones; relator especial de Naciones Unidas; presidente de la Comisión Especializada de la Comisión
Nacional para la Unesco.
Françoise Hampson
Trayectoria profesional: profesora de derecho de la Universidad de Essex, consultora sobre temas
humanitarios, Comité de la Cruz Roja Internacional, ONG (OXFAM).
Antoanella Iulia Motoc
Relatora especial de Naciones Unidas para los Derechos del Hombre en la República Democrática del
Congo (RDC)
Formación: abogada
Trayectoria profesional: ha trabajado en la Subcomisión de Naciones Unidas para la Promoción y la
Protección de los Derechos Humanos
Yozo Yokota
Formación: doctor en Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Tokyo
Trayectoria profesional: profesor de derecho internacional de la Facultad de Derecho, Universidad de
Japón Miembro de la Asociación de Derecho y de la Asociación Internacional de Derecho Económico
31 Estados, 12 oficinas de Naciones Unidas, agencias especializadas, ONG indígenas y no indígenas
(alrededor de 871 participantes)
Fuente: elaboración propia.
Miembros del grupo
Cinco expertos
Tabla 1. Conformación del GTPI
107
INSTITUCIONALIZACIÓN Y LA FORMALIZACIÓN DE LA
Japón
Rumania
Reino Unido
Cuba
Gobierno de Senegal
Países
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La “alianza” entre los Estados y las organizaciones indígenas
La construcción de la Alianza para la Acción (1999-2004) tenía
como tema principal la clarificación de las apuestas de la representación y la participación indígena. Según Irène Bellier, durante varios años el GTPI sirvió de tribuna a los pueblos indígenas que
aprovecharon un espacio de apertura institucional para denunciar
las violaciones de sus derechos a partir de la exposición de casos
precisos. Igualmente, este espacio constituyó un lugar privilegiado
para acceder a los recursos internacionales movilizados en Naciones Unidas. Para Bellier, el GTPI constituye por excelencia un “laboratorio de la democracia participativa” de los pueblos indígenas.
En este contexto, la creación del GTPI permitió la consolidación
de un espacio de encuentro entre los usuarios del sistema y los expertos de la ONU para la recolección de informaciones privilegiadas. Estas informaciones alimentan con datos precisos los procesos
de racionalización política y jurídica.
Cuadro 1. Acerca del GTPI
Creado a través de la Resolución 1982/34 del Consejo Económico y
Social. El grupo de trabajo sobre los pueblos indígenas es un órgano
subsidiario de la Subcomisión de Promoción y Protección de los Derechos del Hombre, que se reúne todos los años en Ginebra.
El grupo de trabajo tiene un doble mandato:
- Hacer los informes de hechos nuevos concernientes a la promoción
y la protección de los derechos del hombre y las libertades fundamentales de los pueblos indígenas.
- Hacer un seguimiento a la evolución de las normas internacionales
relativas a los derechos de los pueblos indígenas.
El grupo de trabajo está compuesto por expertos independientes y miembros de la subcomisión –uno por región geopolítica del mundo. El grupo
está abierto a los representantes de todas las poblaciones indígenas,
las organizaciones y las asociaciones. El espíritu de apertura que caracteriza las sesiones del grupo de trabajo, en las cuales participan los
representantes de los Gobiernos, las organizaciones no gubernamentales y los organismos de Naciones Unidas, reforzó su posición de centro
neurálgico de la acción internacional relativo a las cuestiones indígenas.
El grupo de trabajo es, actualmente, una de las principales instancias de
Naciones Unidas en el tema de los derechos humanos.
Continúa
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El Fondo de Contribuciones Voluntarias de Naciones Unidas para las Poblaciones Indígenas fue creado en 1985, con el fin de ayudar a los representantes de las poblaciones indígenas y a sus organizaciones para
participar en las deliberaciones del grupo de trabajo.
El mismo año, el grupo de trabajo comenzó a elaborar un proyecto de
declaración sobre los derechos de los pueblos indígenas teniendo en
cuenta los comentarios y sugerencias de los participantes en las sesiones, y en particular aquellos comentarios de los representantes indígenas y de los representantes de los Gobiernos. En su sesión número 11,
en julio de 1993, el grupo de trabajo se puso de acuerdo sobre el texto
final del proyecto de declaración de Naciones Unidas sobre los derechos
de los pueblos indígenas y fue sometido a la Subcomisión.
En la sesión de 1996, el grupo de trabajo sobre las poblaciones indígenas
decidió tratar temas específicos. Durante sesiones anteriores, se habían
tratado cuestiones como la salud de las poblaciones indígenas, el medio
ambiente, la tierra y el desarrollo sostenible, la educación y la lengua, la
relación entre las poblaciones indígenas y la tierra, los niños y los adolescentes, y el derecho al desarrollo de las poblaciones indígenas.
Fuente: Mandato del GTPI, Naciones Unidas.
Los participantes en las sesiones del GTPI
Los representantes de los organismos internacionales, de los organismos multilaterales y de la Unión Europea están ubicados al lado
de los Estados durante el desarrollo de las plenarias. Por el contrario, las organizaciones indígenas ocupan toda la gran sala del Grand
Palais durante algunas semanas de julio, cada año en Ginebra. La
organización espacial de la Asamblea General de los Estados sufre
una inversión en su orden durante las sesiones del GTPI. Los diferentes representantes de las ONG indígenas ocupan las sillas que
se encuentran frente a la mesa de dirección. La organización de la
sala devela los regionalismos y las alianzas geopolíticas entre las
organizaciones indígenas. Durante dos semanas, estas sillas de la
gran sala representarán el espacio de negociación entre los Estados
y las organizaciones indígenas. El rol de este espacio de encuentro
es trazar las orientaciones “legítimas” a nivel técnico, político, jurídico y teórico para la movilización de la “cuestión indígena” en
Naciones Unidas como un sujeto central en las discusiones del derecho internacional de los derechos humanos.
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La dinámica de las sesiones
Los caucus indígenas
Las organizaciones indígenas de las diferentes regiones del mundo
hacen parte de los caucus indígenas. El Caucus del Ártico ocupa una fila
en el fondo de la sala. Los miembros del Caucus de América Latina
ocupan las filas situadas en la parte media de la sala. Por otro lado, los
Estados participan en el GTPI a través de las misiones diplomáticas.
En este espacio social los representantes indígenas se desplazan a
lo largo de la sala para discutir entre ellos, con los representantes
de los Estados, la prensa, los investigadores, los expertos de la
ONU y las agencias de financiación. Las interacciones entre los
delegados de los Estados y los representantes de las organizaciones indígenas hacen posible la emergencia de instancias privilegiadas para la negociación de proyectos, la obtención de recursos,
el establecimiento de alianzas y la negociación del proyecto de
declaración sobre los derechos de los pueblos indígenas. Este espacio social hace posible la movilización internacional de la “cuestión
indígena” y la emergencia de una zona de interacción privilegiada
que invierte provisionalmente las reglas de juego del campo del poder internacional.
Los representantes indígenas hacen intervenciones en el marco de
la agenda del grupo y sobre los puntos de discusión propuestos por
el presidente del GTPI.23 Algunas reuniones paralelas son organizadas con la participación de ONG internacionales para la negociación de proyectos con las diferentes organizaciones indígenas
durante las horas de las comidas. Igualmente, las organizaciones
indígenas proyectan películas y documentales en la sala del Gran
Palacio de Naciones Unidas. En el mismo sentido, mercados
artesanales improvisados son manejados por mujeres jóvenes indígenas en medio del corredor central. Hay también ventas de libros
Por ejemplo, 21 representantes indígenas se inscribieron para participar en el punto 4
sobre mecanismos alternativos de resolución de conflictos en la sesión del GTPI de julio del
2004. Cada participante hizo una presentación de cinco minutos.
23
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y difusión de reportes especializados elaborados por las diferentes
organizaciones sociales, al igual que muestras culturales.
Los caucus indígenas regionales se reúnen durante la noche después
de las plenarias para la discusión de las estrategias de negociación
bajo la coordinación de los principales diplomáticos indígenas. La
participación de los representantes de los Estados está prohibida en
las discusiones de los caucus indígenas. Igualmente, ONG suizas e
internacionales organizan actividades sociales en la noche. En este
encuentro anual, múltiples dinámicas sociales, de management, culturales y políticas se entrecruzan.
La secretaría técnica del GTPI está a cargo del equipo de Julian
Burger (Comisión de Derechos Humanos). La coordinación logística del grupo es realizada por el Docip24 y la Comisión de Derechos
Humanos. Estudiantes voluntarios y pasantes de la comisión se
encargan de la traducción de los textos de los participantes, de las
fotocopias, de la distribución a los interesados y de la secretaría
logística del grupo.
Las sesiones del GTPI
Según Irène Bellier el GTPI se ha constituido en un nuevo escenario político que se “juega” en la ONU, aunque aparece como marginal, con relación a otros problemas geopolíticos globales, es muy
significativo:
Los representantes de los pequeños pueblos del mundo, desde
1922, se han apoyado en la audiencia internacional para evocar
los inmensos problemas que tienen desde los primeros tiempos
de la colonización. Hoy estos pequeños pueblos disponen de un
escenario donde pueden encontrarse, intercambiar saberes, formular denuncias y organizarse para ser considerados como actores políticos. Esta movilización extraordinariamente compleja, me
ha llevado a interesarme en la construcción de una comunidad
política transnacional de un género nuevo.25
Esta ONG tiene el monopolio de la producción de la información sobre las actividades
sobre los pueblos indígenas en la ONU.
25
Irène Bellier, 2003, op. cit., p. 53.
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Los representantes indígenas que participan en el GTPI son originarios de poblaciones muy diversas y dispersas en el globo, localizadas en el margen del poder de los Estados y con capitales
económicos muy bajos. Por esta razón, la “cuestión indígena” ocupa un lugar marginal en las actividades de la ONU. Sin embargo,
el debate sobre el derecho de la libre determinación de los pueblos implicó un aumento dramático de la participación de los Estados en el GTPI, en el marco de la puesta en marcha de un grupo de
expertos para el proyecto de Declaración en 1995, después de
una larga indiferencia durante el decenio 1981-1991.26 Implícitamente, la cuestión del derecho a la libre determinación de los pueblos constituye para los Estados la cuestión de la secesión y para
los pueblos indígenas la búsqueda de fundamentos jurídicos muy
importantes para sus reivindicaciones. En este sentido, a lo largo de
los últimos años, los Estados se han posicionado en bloques alrededor de la discusión de la libre determinación de los pueblos.
Cuadro 2. Las sesiones del GTPI en 1993
Durante la sesión del GTPI en 1993, los Estados Unidos se opusieron
radicalmente a toda alusión al derecho de la libre determinación en el
proyecto de Declaración. El Gobierno de Finlandia se opuso al concepto de
autodeterminación y propuso el uso del concepto de autonomía. El debate sobre el derecho de la libre determinación se desarrolló a lo largo de tres
jornadas del GTPI y las posiciones de los bloques de Estados, que comenzaron a dibujarse. El GTPI inició sus sesiones y un proceso de acreditación
especial fue puesto en marcha.
La discusión sobre el artículo 3 (el derecho a la libre determinación)
hizo visible las estrategias políticas y las alianzas entre las diferentes
organizaciones indígenas y los Estados. La primera posición es la de los
Gobiernos “amigos del proyecto”, como el caso de los Gobiernos de
Dinamarca, Noruega, Finlandia, Australia, Bolivia, Cuba y Fidji, los cuales dieron su apoyo para el reconocimiento del derecho a la libre determinación. Los gobiernos de Chile, Colombia, El Salvador e Indonesia,
aceptaron el concepto de la libre determinación y sugirieron una formu-
Continúa
En 1991 los siguientes Gobiernos participaron a las sesiones del GTPI: Australia, Bolivia, Brasil, Canadá, Colombia, Chile, Chipre, Dinamarca, El Salvador, Finlandia, Francia,
Grecia, India, Indonesia, Japón, Myanmar, Nueva Zelanda, Noruega, Perú, Filipinas, Senegal,
España, Sri Lanka, Suecia, URSS, Reino Unido, Estados Unidos y Venezuela.
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lación del artículo que protegía la integridad territorial de los Estados. El
segundo grupo de países (Suecia, Nueva Zelanda y Canadá) aceptaron
la categoría de la libre determinación “como principio” pero en el nivel
de las prácticas, afirmaron que su significación puede ser “ambigua”.
El último grupo de países27 (Estados Unidos, Brasil, Argentina, India,
Japón y Francia) criticaron el lenguaje de la libre determinación y propusieron el lenguaje de la “autonomía”.
Fuente: M. Lâm, At the edge of the State: Indigenous Peoples and self-determination,
Transnational Publishers, Inc., New York, 2000, p. 71.
La participación de las organizaciones indígenas en el GTPI:
los representantes indígenas colombianos (julio de 2004)
Con el objeto de entender la participación de las organizaciones indígenas en el GTPI y las interacciones sociales entre ellas, los expertos
de la ONU, las ONG de derechos humanos y los representantes de
los Estados, han analizado las prácticas de participación política
de las organizaciones indígenas colombianas en el GTPI. A continuación se presentan algunos materiales etnográficos producidos durante las observaciones de las sesiones del GTPI (julio de 2004).
Posteriormente, se cita una parte de mi diario de campo:
Cuando llegué por primera vez a los grupos de trabajo especializados de Naciones Unidas en Ginebra, encontré tres de los dirigentes indígenas colombianos que representaban una delegación
diplomática indígena “improvisada”. En primer lugar, hizo su intervención Leonor Zalabata, una dirigente muy reconocida a nivel
nacional, quien además participa en las instancias internacionales
desde hace algunos años. Ella ha participado, especialmente, en
las discusiones sobre la cooperación con las redes de protección
de la biodiversidad y los derechos del hombre.
Leonor Zalabata, durante las sesiones del GTPI, lanzó denuncias
contra el Estado colombiano sobre los casos de desplazamiento
forzado por la violencia de pueblos indígenas, las nefastas consecuencias de las fumigaciones de cultivos ilícitos y la implementación de megaproyectos económicos. La intervención de esta
dirigente versó principalmente sobre denuncias contra el “Plan Colombia” y la puesta en marcha de un programa de lucha contra los
27
Francia, Estados Unidos y Japón se opusieron al reconocimiento de derechos colectivos
en el marco del proyecto de Declaración.
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cultivos ilícitos.28 Denunció también las prácticas de militarización
de la política de “seguridad democrática” del Estado colombiano y
las violaciones de los derechos de los pueblos indígenas por los
agentes económicos transnacionales.
Otra representante de las organizaciones indígenas colombianas,
es Luz Mila, del pueblo Wayú (Guajira); una joven abogada indígena que trabajaba en una organización local, en el marco de la
aplicación de la jurisdicción especial indígena. Esta representante
indígena hizo una intervención sobre el punto de la consulta previa, libre e informada. Según la representante, en la Guajira existen 25 megaproyectos los cuales fueron puestos en marcha en el
año 2000. Esta implementación tuvo lugar en el marco de graves
violaciones de derechos humanos y sin contar con la participación
de las organizaciones indígenas locales.
Los Wayú de Colombia queremos hacer saber que a pesar de la
ratificación del Convenio 169 de la OIT y de su carácter obligatorio, numerosos megaproyectos han sido implantados en territorios
indígenas sin tener en cuenta la opinión de las comunidades. En
este sentido, hay una necesidad apremiante por parte del Estado
colombiano para poner en funcionamiento las entidades territoriales indígenas establecidas por la Constitución Nacional, la cual otorgó
a las comunidades indígenas autonomía administrativa”.29
El último de los representantes indígenas colombianos que intervino en el GTPI fue Aparicio Ríos, del Consejo Regional Indígena del
Cauca (CRIC). El representante hizo una intervención sobre el caso
de la masacre del Alto Naya con respecto al punto de la “globalización económica y los pueblos indígenas”. En este sentido, denunció la imposición del modelo económico neoliberal en Colombia.
Introdujo además la distinción entre el modelo económico dominante y el modelo económico alternativo de los pueblos indígenas. De
esta manera, introdujo dos categorías del modelo alternativo
de desarrollo: el etnodesarrollo y los “planes de vida”. Presentó, de
la misma manera, la experiencia de la Escuela de Justicia del Alto
Naya, constituida después del desplazamiento forzado por la violencia de aproximadamente 6000 personas en el 2001.30
Se trataba de un programa para la erradicación de los cultivos ilícitos de coca. Este programa
cuenta con la participación de 800 familias para la erradicación manual de la coca. Igualmente,
la comunidad puso en marcha un programa de guardias indígenas para el control del territorio.
29
Intervención de Luz Mila sobre el punto de la “Resolución y los mecanismos alternativos
de resolución de conflictos” durante las secciones del GTPI en Ginebra, Suiza, julio de 2004.
30
Ángela Santamaría, apartes del diario de campo durante las secciones del GTPI en
Ginebra, Suiza, julio de 2004.
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Cuadro 3. Usos de los terrenos políticos internacionales
Usos de los terrenos políticos internacionales
Delegación indígena colombiana
Naciones Unidas
Ginebra
GTPI julio 2004
CIT : Leonor Zalabata
(presidente)
Registro discursivo utilizado
y marcos de reivindicación:
1. Denuncia de violaciones de
derechos humanos de los
pueblos indígenas.
2. Protección de la
biodiversidad y de la
diversidad cultural.
3. Plan antidrogas, Plan
Colombia.
1.
2.
3.
4.
5.
Pueple Wayú : Luz Mila (abogada
indígena)
Registro discursivo utilizado y
marco de reivindicación:
1. Presentación de proyectos
alternativos.
2. Control de los cultivos ilícitos.
3. Uso y apropiación del derecho
internacional (consulta previa,
libre e informada, Convención
169 de 1989).
4. Jurisdicción especial indígena.
CRIC: Programa de derechos humanos, Aparicio Ríos
Registro discursivo utilizado y marco de reivindicación:
Denuncia del modelo económico y de la globalización económica.
Crítica del modelo económico del Estado colombiano y de los agentes
económicos transnacionales privados.
Presentación de modelos alternativos para el desarrollo indígena
alternativo.
Proyecto de autonomía y etnodesarrollo.
Planes de vida.
Fuente: Delegación indígena colombiana ante el GTPI, Ginebra, Suiza, julio de 2004.
Como lo revelan algunos apartes del diario de campo transcrito, hay
registros discursivos y marcos de reivindicación privilegiados y utilizados por los representantes indígenas colombianos en el GTPI. En
primer lugar, la “doble conservación” (conservación de la diversidad
cultural y de la diversidad biológica) fue utilizado por los tres representantes indígenas; en segundo lugar, la defensa de los derechos
humanos ocupa un lugar central y hegemónico en los discursos de
reivindicación. Finalmente, todos los representantes coinciden en
presentar y promocionar la organización política y cultural indígena
de sus comunidades como modelos alternativos económicos, políticos y jurídicos innovadores.
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En este escenario, los representantes indígenas se apropian de los
discursos de la ONU a fin de generar registros discursivos que alternan lo “propio” y lo “internacional” en la agenda reivindicativa.
En este sentido, tales discursos son movilizados en un fuerte contexto de dominación social entre expertos de la ONU, representantes de
las ONG y representantes indígenas.
Cuadro 4. Organizaciones colombianas indígenas
que han participado en el GTPI
Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC)
Movimiento Indígena Colombiano
Organización Indígena de Antioquia (OIA)
Organización de Pueblos Indígenas de la Amazonía Colombiana (OPIAC)
Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC)
Fuente: elaboración propia.
Conclusiones
La relación entre los Estados (como centros de producción de la “política indigenista” y como centros del monopolio del derecho nacional)
y las organizaciones indígenas en el seno del sistema de Naciones
Unidas implicó cambios en los sistemas internacionales con la llegada de un nuevo personal político atípico: los representantes indígenas internacionales, que entraron en concurrencia con otros agentes
especializados.31 En este contexto, en Naciones Unidas se abrieron
múltiples puertas para abrir la discusión sobre los pueblos indígenas
a través de un proceso de identificación y apropiación de la “cuestión indígena”. De esta manera, diferentes marcos de identificación
de la “cuestión indígena”32 fueron y son movilizados por los agentes
especializados en el contexto del proceso de institucionalización de los
derechos de los pueblos indígenas. Igualmente, se instaló una dinámica de
“captura” de los marcos reivindicativos de las organizaciones indígenas por parte de los representantes de los estados miembros.
31
Los investigadores especializados sobre la “cuestión indígena “, los expertos, los representantes indígenas, los Estados, las ONG, las instituciones internacionales y los organismos multilaterales como productores de “tecnologías políticas y jurídicas” para la gestión
de las poblaciones.
32
El discurso de la descolonización, de los derechos humanos, de la discriminación racial,
el ambientalista y de la protección de la propiedad intelectual, entre otros.
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En este sentido, las organizaciones indígenas se han apoyado en el
discurso de la “deuda histórica de los Estados” y en el “giro multiculturalista” del sistema internacional para desarrollar acciones reivindicativas. Así, en el contexto de las relaciones de poder y las
relaciones de fuerza existentes entre los dirigentes indígenas y los
representantes de los Gobiernos en el seno de Naciones Unidas, la
“cuestión indígena” ha experimentado un proceso de inclusión en la agenda de la ONU. Estas luchas se desarrollan en el marco de la existencia de una política internacional compleja, de parámetros estatales y
de instituciones complejas, que estas contribuyen a moldear. Así, la
participación política de los “diplomáticos indígenas” en los escenarios internacionales de producción del modelo de “gobernanza mundial” está atravesada por fuertes relaciones de dominación.
Este artículo ha hecho énfasis en las relaciones de poder y las jerarquías sociales que el modelo de la “alianza para la acción” y la
coordinación técnica de los “expertos independientes de la ONU”
esconde. Igualmente, ha presentado las prácticas discursivas de las
organizaciones indígenas colombianas en el GTPI. Este grupo tiene un rol de legitimación política de las actividades de las organizaciones indígenas en Naciones Unidas en el contexto de la idea de
“una ONU de las puertas abiertas”.
Bibliografía
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II. Reflexiones sobre
seguridad
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Seguridad nacional: el
realismo y sus contradictores*
RUBÉN SÁNCHEZ DAVID
[email protected]
FEDERMÁN ANTONIO RODRÍGUEZ MORALES
[email protected]
Artículo recibido 11/09/2006
Evaluación par externo 17/09/2006
Evaluación par interno 28/09/2006
Resumen
Este artículo ofrece una guía teórica para la investigación actual sobre el concepto de seguridad nacional enfocándose en el realismo y sus críticos –liberalismo y teoría crítica. Debido a que la seguridad nacional usualmente ha sido
entendida en términos militares en relación con las circunstancias políticas
internacionales, es necesario seguir una discusión axiológica que permita analizar el amplio rango de las diferentes manifestaciones de este asunto. Si ello
no es considerado, tanto la actividad académica como la política caerán en
una profunda oscuridad, especialmente en los países en los que el espíritu de
la doctrina militar ha sido hegemónico. En este orden de ideas, en la primera
parte, este trabajo explora las premisas de la escuela realista y su visión sobre
el modelo de seguridad nacional. La segunda parte examina la aproximación
liberal y, especialmente, su propuesta de cambiar el nivel de análisis nacional
del realismo. La tercera parte explora los estudios críticos de seguridad y su
relación con la teoría crítica con el propósito de esbozar su crítica epistemológica al realismo como una teoría racionalista.
* Este artículo es un producto del proyecto de investigación “La relación entre seguridad
y democracia: teoría y práctica” de la línea de investigación Seguridad regional e internacional
del Centro de Estudios Políticos e Internacionales de la Universidad del Rosario.
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SEGURIDAD NACIONAL: EL REALISMO Y SUS CONTRADICTORES / 121
Palabras clave: seguridad nacional, paradigma realista, paradigma liberal, teoría crítica, estudios críticos de seguridad.
Abstract
This article offers theoretical guidelines for the current national security concept
research focused on realism and its critics –liberalism and critical theory. Due
to the usual understanding of the national security on a military basis with
respect to the international political situation, an axiological discussion is
required to analyze the wide range of the different aspects of this matter. If
not considered, both academic and political activities will be deeply darkened,
particularly in those countries where the military doctrine spirit has been
hegemonic. In this regard, the first part of this paper explores the premises of
the realistic school and their view on the national security model. The second
part examines the liberal approach and, in particular, its proposed change of
level of the national realism analysis. The third part explores the Critical
Security Studies and the relation they keep with the critical theory with the
purpose to outline its epistemic criticism to the realism as a rationalistic theory.
Key words: national security, realist paradigm, liberal paradigm, critical
theory, critical security studies.
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Desde un comienzo debe quedar claro que las razones para adelantar un estudio sobre la seguridad nacional trascienden el clima político desatado por los atentados perpetrados el 11 de septiembre de
2001 en Estados Unidos. Aquellas son más profundas y configuran
una preocupación de vieja data. En efecto, la primera razón es la
necesidad ética y física de buscar la supervivencia y asegurar la existencia de los actores objeto de la seguridad: ¿cómo entender una
sociedad que no aspire a la seguridad, si aquella se constituye en el
fundamento de cualquier tipo de transacción, sea política, económica, social o de otra naturaleza? Indudablemente, esta es una preocupación muy vieja. Nicolás Maquiavelo (1469-1527) vinculó el
tema de la seguridad al ejercicio del poder y a las armas, y su fundamento teórico y político se encuentra en el siglo XVII con el surgimiento del Estado-Nación. En un momento en que Europa se
encontraba azotada por constantes guerras de religión, Thomas
Hobbes (1588-1679) planteó la necesidad de crear una institución
que se alzara por encima de los hombres con el propósito de proveerles seguridad conforme aminoraba los conflictos entre ellos. Este
objetivo fue tan importante para Hobbes que lo propuso como la
justificación de la existencia misma del Estado.1
La segunda razón es la tendencia generalizada a desarrollar el concepto de seguridad a partir de la doctrina. No se puede afirmar que
la formulación de doctrinas haya sido inútil, pues tal vía ha permitido sugerir inequívocas líneas de acción, en especial en el lenguaje
diplomático, en cuyo escenario los jefes de Estado se han valido de
este mecanismo para definir el alcance de la política exterior y
de seguridad de sus respectivos países en un sector específico. En
este escenario, los ejemplos más sobresalientes van desde la doctrina de la raison d’Etat que algunos Estados europeos, en particular el
francés, adoptaron desde el siglo XVII con el propósito de desplaEn su versión original, esta institución fue denominada Common-Wealth, pero en términos
contemporáneos debe ser entendida como Estado. Thomas Hobbes, Leviatan or the Mather,
Form, and Power of a Commonwealth Eclesiastical and Civil, publicado en el sitio web
www.gutemberg.org.
1
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zar la moral de las decisiones estatales, hasta algunos casos emblemáticos como el de la Doctrina Truman que sirvió de base para la
implementación de la contención del comunismo durante la Guerra Fría.2 Sin embargo, el uso de la doctrina se presta también para
innumerables excesos cuando se traduce en términos dogmáticos.
Además de los casos anteriores, existe uno ampliamente documentado en este sentido, el de la Doctrina de la Seguridad Nacional en
América Latina, cuyo objeto fue legitimar algunas dictaduras militares en la región, mientras los valores esenciales de la democracia,
como el debate público y la participación ciudadana, eran plenamente desconocidos.
La tercera razón es la obligación de explicar de forma sistemática
las relaciones entre variables que subyacen a lo aparentemente concebido sobre la seguridad y, por ende, de evitar los grandes mitos
asociados a su comprensión, como el hecho de que la seguridad
nacional se expresa como un estado caracterizado por la ausencia
de amenazas, olvidando que, en su lugar, puede corresponder a la
búsqueda de un espacio que permita desarrollar las capacidades de
los distintos actores del sistema internacional.
Motivado por estas tres razones, este artículo tiene como propósito
ofrecer un marco de referencia que permita comprender los debates políticos y académicos sobre la seguridad a través de las tradiciones de pensamiento de la teoría política y los enfoques de la
disciplina de las Relaciones Internacionales. Para ello, se tendrá como
punto de partida la versión realista de la seguridad nacional, por cuanto
ha sido el enfoque convencional que ha dominado la discusión política y académica sobre este tema. De este modo, después de explicar
el contexto intelectual y político que justifica la aparición de las premisas realistas se pasa a esbozar el modelo original de seguridad propuesto por Morgenthau así como las readaptaciones hechas por autores
posteriores. Esta pretensión permite comprender la manera como los
defensores de este enfoque convencional han tratado de responder a
2
Saffo Binnetti Testoni, “Doctrina”, en: Norberto Bobbio, Incola Matteucci, Gianfranco
Pasquino, Diccionario de Política, Siglo XXI, México, 1991, pp. 513-514.
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la crítica sobre la pérdida de capacidad de explicación del realismo.
Finalmente, se exponen las reservas de los dos principales contradictores del realismo: el liberalismo y los estudios críticos de seguridad.
El realismo: el enfoque convencional
En la disciplina de las Relaciones Internacionales, solo hasta décadas
recientes fue posible adelantar un estudio sobre la seguridad a partir de la disputa entre los paradigmas realista, por un lado, y el liberal
y el de la teoría crítica, por otro. En la primera mitad del siglo XX,
el debate en torno al tema se expresaba en los términos propios del
idealismo y el realismo por cuanto la discusión teórica no permitía ir
más allá. Por tanto, se justifica que, en aras de comprender fielmente
el origen intelectual del realismo, se profundice esa disputa inicial. A
su vez, esta disquisición permite entender por qué, para explorar las
distintas formas de acercarse a la comprensión de la seguridad, es
mejor trocar la discusión entre idealismo y el realismo por el debate
entre el realismo y el liberalismo y la teoría crítica; es más profundo y
se apega mejor a la discusión contemporánea.
El realismo y su contexto intelectual inicial
La confrontación entre el idealismo y el realismo empezó después
de la Primera Guerra Mundial. A pesar de que en ese momento
existió un profundo consenso sobre la necesidad de evitar el desenlace de otra guerra, las vías de acción que se propusieron para lograrlo plantearon un profundo debate ideológico entre dos nacientes
escuelas de pensamiento: la idealista y la realista.3 La primera se
preocupó por los medios para impedir otra guerra mediante el establecimiento de normas de conducta que garantizaran relaciones
armónicas entre las naciones; en especial, concretaron el concepto
de “seguridad colectiva” en una asociación de Estados en la cual
todos se protegieran entre sí, en tanto que un ataque a uno de ellos
sería considerado como un ataque a todos los demás. La segunda
defendió los tradicionales esquemas del equilibrio de poder y de la
3
Paloma García Picazo, Teoría Breve de Relaciones Internacionales, Tecnos, Madrid, 2004, cap. 2.
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seguridad nacional, con el objeto de garantizar la paz y la seguridad
en el mundo. El equilibrio de poder fue concebido para disuadir a
cualquier Estado de pretender la hegemonía en el sistema internacional la cual, una vez obtenida, podía llegar a ser usada para avasallar y someter a otros Estados. Por su parte, la seguridad nacional,
al identificarse con la seguridad del Estado, aportó los elementos
para proteger la unidad más importante del sistema internacional y,
de este modo, preservar el pretérito esquema westfaliano de Estados soberanos. Como respuesta a este planteamiento, la escuela idealista adujo que el equilibrio de poder era supremamente inestable
porque en cualquier momento podía quebrarse, y que el concepto
de seguridad nacional, debido a su naturaleza, agudizaba el conflicto entre los Estados. Por consiguiente, invirtió el argumento del
realismo: admitiendo que las circunstancias del entorno determinan la conducta humana, la escuela idealista planteó que su alteración podía modificar el comportamiento de los actores. Dicha
premisa fue utilizada como alternativa a la visión realista del mundo que destacaba las relaciones conflictivas entre los Estados, y
llevó a proponer el diseño de normas internacionales de conducta
enmarcadas por el Derecho Internacional y articuladas por la Liga
de las Naciones.
Pese a la enorme importancia de este debate en la articulación
original del concepto de seguridad nacional, no es posible afirmar
que éste haya mantenido su relevancia hasta nuestra época, dado que
el idealismo quedó sin sustento empírico a partir del desarrollo de
la Segunda Guerra Mundial y de la Guerra Fría. En efecto, debido
a la expansión de la lógica militar, los idealistas no tuvieron acogida
como teóricos ni como asesores en materia de política exterior y/o
de seguridad.4 No obstante, algunos autores, como Errol A. Henderson,5 han tratado de readaptar las tesis idealistas con el objeto
4
Un tratamiento más detallado sobre la hegemonía del realismo fue esbozado por John
Vasquez, The power of power politics. From Classical Realism to Neotraditionalism, Cambridge
University press, Cambridge, 1998, cap. 1.
5
Errol A. Henderson, “Neoidealism and the Democratric Peace”, en: Journal of peace
research, vol. 36, num. 2, mar., 1999, pp. 203-231.
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de superar su marginación; este intento, empero, no ha sido suficiente para desplazar o, por lo menos sugerir, modelos alternativos al realismo.
Un debate completo sobre los presupuestos filosóficos que han moldeado el concepto de seguridad requiere adelantar una discusión con
base en otros paradigmas que, aparte de criticar al realismo, ofrezca
los límites conceptuales del debate de seguridad. Estos son la teoría
crítica y el liberalismo. Por consiguiente, se necesita comprender el
alcance de estos paradigmas con el propósito de entender las críticas
viejas y nuevas que se le han hecho al paradigma realista y a sus
derivaciones teóricas cuando aborda el tema de la seguridad nacional. Ese es el objetivo de la siguiente sección; por el momento se
explican los fundamentos del paradigma realista para entender más
adelante la explicación del modelo de seguridad nacional.
Siguiendo una posible vía para construir paradigmas en el estudio
de las relaciones internacionales, consistente en explicar la visión
que se tiene de las unidades de análisis (actores) y de la sociedad
internacional en general, la explicación del realismo se puede hacer
en términos que se exponen a continuación.
Con respecto a las unidades de análisis, el Estado en tanto que
objeto de referencia de la seguridad, así como ejecutor de las medidas que garantizan su propia supervivencia, es la unidad de análisis central. Desde este paradigma, el Estado es concebido como
un actor racional, en la medida que busca maximizar su poder sin
importar que su actuación se adapte a principios morales universales, y se expresa como una entidad monolítica, en tanto que se
entiende como una unidad cerrada, motivo por el cual el realismo
relegó a un segundo plano el análisis interno de los procesos de toma
de decisiones de los Estados, así como la relación de estos con otros
agentes sociales y de las relaciones entre los mismos agentes sociales. Al entender la política internacional como una lucha por el
poder en un entorno anárquico y, por ende, al hacer del poder la
clave de explicación de los fenómenos internacionales, las relaciones entre las unidades de análisis se entienden en un marco
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profundamente conflictivo.6 Ello obedece a que la visión realista
se fundamenta en buena medida en la visión pesimista del hombre de Thomas Hobbes. Este autor inglés, cuya visión pesimista
fue marcada profundamente por la crisis generalizada y las constantes guerras de la Europa de su momento, tenía una noción muy
particular acerca de los móviles que motivaban a los hombres.
Para él, la conducta humana se ceñía a tres aspectos: 1) la competencia, la cual impulsa a los hombres a atacarse para lograr su
beneficio particular, es decir, convertirse en dueños de las personas y los bienes de los otros hombres; 2) la desconfianza, la cual
motiva la búsqueda constante de seguridad, y 3) la gloria, que se
traduce en la necesidad de ganar reputación.7
En consecuencia, se entiende que la problemática de estudio de la
seguridad nacional sea entendida en términos militares y que aquella moldee por completo la visión del sistema internacional de los
realistas. La supervivencia del Estado en un entorno hostil, en el
que surge un amplio elenco de amenazas existenciales, constituye
el problema central de este paradigma. En otras palabras, la sociedad internacional al estar caracterizada por la anarquía, entendida
como la ausencia de un poder superior por encima de los Estados,
obliga a estos últimos a velar por su propia seguridad. La visión del
mundo que se desprende de estas premisas ha dado lugar al modelo
formal de la mesa de billar. Aunque esta imagen gráfica tiene un
alto valor explicativo, es necesario no quedarse sólo en su enunciación a fin de entender cabalmente su significado. Se habla de “bolas
de billar” para referirse a los Estados como entidades unitarias e
impenetrables que se encuentran en conflicto o choque constante.
Así mismo, esta figura se utiliza para entender la clara división en6
James Dougherty, Robert Pfaltzgraff, Contending Theories of International Relations. A
comprenhensive Survey, Longman, New York, 1997; Celestino del Arenal, Introducción a las
Relaciones Internacionales, Tecnos, Madrid, 1994.
7
Thomas Hobbes, Leviatán o la materia, forma y de poder de una república eclesiástica y civil, trad.
Manuel Sánchez Sarto, Fondo de Cultura Económica, México, 1996, p. 102. Para un
análisis del pensamiento de Hobbes como tradición de pensamiento del paradigma realista,
véase: Cornelia Navari, “Hobbes, the State of Nature and the Laws of Nature”, in: Ian
Clarl, Iver Neumann (eds.), Classical Theories of International Relations, MacMillan Press,
London, 1999, pp. 20-41.
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tre la política interna enmarcada por un orden estable y la política
internacional caracterizada por una profunda anarquía.8
Sin duda, existe una relación de dependencia mutua entre las premisas del realismo y el desenlace de algunos hechos que configuraron el contexto histórico en el que apareció. Inductivamente, se
comprenden las razones por las cuales el paradigma realista encajó
tan bien durante y después de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, deductivamente, se podría explicar los hechos desatados en
esta época como resultado del comportamiento estatal que se deriva de la visión de la seguridad nacional de los realistas. Definiciones como la de Raymond Aron de la Guerra Fría como un estado de
guerra latente y de paz imposible, pudieron ser una buena explicación de lo que fue ese momento histórico, pero a su vez podría
entenderse como un enfoque que impidió el establecimiento de relaciones armónicas entre la Unión Soviética y Estados Unidos. De
cualquier modo, no podría afirmarse si la inducción prima sobre la
deducción, o viceversa; más bien, se tiene que afirmar que las dos
son igualmente importantes y que se relacionan mutuamente.
La seguridad nacional en términos de poder: mito y realidad de la teoría
internacional de Hans Morgenthau
A comienzos de la década de los cincuenta, Arlnold Wolfers afirmó
que el concepto de seguridad nacional era sumamente ambiguo, en
tanto que el término podía incluir un amplio rango de objetivos por
lo que muchas políticas, divergentes entre sí y de distinta naturaleza, podían ser consideradas como políticas de seguridad.9 Aparte
de establecer que la seguridad nacional perseguía la protección de
los intereses nacionales de las amenazas externas y que, por definición, su objetivo era superior a los intereses particulares de grupos,
de gremios o de regiones, para Wolfers el modelo de seguridad nacional era objeto de enormes especulaciones y excesos.
Esther Barbé, Relaciones Internacionales, Tecnos, Madrid, 1994, p. 62.
Arlnold Wolfers, “National Security as an Ambigous Symbol”, en: Political Science Quarterly,
vol. 67, issue 4, dec. 1952, pp. 482-483.
8
9
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Con esta hipótesis que tuvo cierto eco entre los especialistas en
relaciones internacionales, se abrió un nuevo debate, aunque esporádico y efímero. Después de demostrar su enorme capacidad de
explicación frente a los enfoques idealistas que promulgaban la cooperación y concedían un papel crucial al derecho internacional en
la solución de los conflictos internacionales, el modelo de la seguridad nacional inspirado en la primera versión del realismo se vio
confrontado al desafío de su ambigüedad.
Lo interesante de este asunto es que, paradójicamente, el sistema
internacional moldeado por la Guerra Fría daba argumentos tanto a
los defensores del modelo de seguridad nacional como a aquellos
que como Wolfers enfatizaban su indefinición. Desde la expansión
de la influencia de la Unión Soviética en Europa al finalizar la Segunda Guerra Mundial fue evidente que los Estados Unidos no tenían una opción distinta a la de defender sus intereses nacionales
mediante el mantenimiento, expansión y demostración de su poder,
tres instrumentos esenciales para enaltecer su seguridad nacional.
Ello dio lugar a un efecto de espiral, ya que la Unión Soviética
respondió de igual manera. Pero justamente esa dinámica, que determinó tanto la agenda gubernamental de las superpotencias como
las de sus países satélites y de sus áreas de influencia, fue lo que le
dio razón a Wolfers: todo era visto desde la perspectiva de la seguridad nacional, y esta circunstancia fue lo que a la larga permitió
servir de soporte discursivo a la realización de cualquier medida
internacional. La Unión Soviética y los Estados Unidos, como imperios de antaño desinteresados de apartarse de la defensa de su
razón de Estado, invadieron países, derrocaron Gobiernos, idearon
amenazas y aumentaron su capacidad militar al amparo de la seguridad nacional. En suma, el modelo parecía ser necesario, pero en sí
mismo carecía de contenido, puesto que este era llenado políticamente según las circunstancias.
Todo parece indicar que el modelo de seguridad nacional, elaborado originalmente por Hans Morgenthau, al ser llevado a la práctica,
fue objeto de ciertos errores de interpretación, y lo más importante:
pese a que el modelo teórico primigenio puede ser criticado desde
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varios puntos de vista, como el de su concepción de soberanía
decimonónica, su consecuente nivel de análisis o su incompatibilidad con algunas realidades sociopolíticas del tercer mundo, no es
susceptible de ser cuestionado por su ambigüedad o indefinición.
Wolfers no criticó el modelo teórico en sí, sino su aplicación, pues
no existe en materia de política exterior y de seguridad un modelo
que proponga instrumentos de acción tan claros como los que se
encuentran en Política entre las Naciones, la obra más importante de
Morgenthau.
Una explicación de los principios sobre los cuales se sostiene el modelo de seguridad nacional permite evidenciar con claridad las diferencias entre la enunciación teórica y la práctica de este modelo, al
tiempo que ayuda a definir su problemática y su agenda particular, su
objeto y su sujeto de seguridad, así como el grado nulo de cesión de
soberanía que supone.
La teoría general de política internacional de Hans Morgenthau y
los cursos de acción que propuso a los tomadores de decisiones, se
sustentan en seis principios que él denominó de realismo político.
Fueron nombrados así por cuanto a través de ellos buscó explicar
no solo los fenómenos de la realidad internacional empírica y pragmáticamente, es decir, como realmente sucedían, antes que basarse
en ideas preconcebidas o abstractas, sino también porque hizo del
poder la clave de explicación de dicha dinámica internacional.
El primer principio revela su ambición científica en tanto que expresa que la política obedece a leyes objetivas sustentadas en la
naturaleza humana que por su misma esencia hacen posible elaborar una teoría racional que las explique. Esto quiere decir que la
valoración de los acontecimientos políticos necesaria para la elaboración de una política exterior debe ceñirse a dichas leyes a fin de
prever sus respectivas consecuencias, lo cual es, por definición, el
único camino para que esta no fracase. No obstante, esta objetividad científica, profundamente criticada por una amplia cantidad de
académicos y usada como bandera para exponer la validez sin refutación del modelo de seguridad nacional en la práctica, tiene en el
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pensamiento de Morgenthau su respectivo matiz. Al discutir su propuesta científica dedica varios párrafos a explicar las restricciones a
las que se enfrenta el entendimiento del observador. Sugiere que la
dificultad más importante de la indagación teórica es la ambigüedad del material del que se dispone, pues bajo ciertas circunstancias una política exterior puede ser efectiva pero en otras, una similar,
puede estar condenada al fracaso. Incluso, expuestas a acontecimientos similares, dos políticas pueden conocer impactos diferentes. En este escenario, el observador se debate entre comprender
los hechos que son únicos y aquellos que son similares, con el fin
de encontrar las leyes objetivas que los determinan. Aunque se esfuerza por enfrentar este reto, la búsqueda de objetividad de Morgenthau se ve matizada, justamente, por el reconocimiento de la
limitación del entendimiento humano: “Lo más que puede hacer el
estudioso es revelar las varias tendencias que en forma potencial
son inherentes a una determinada situación internacional”.10
El segundo principio consiste en hacer del interés definido en términos de poder la clave de explicación de la política internacional; dicho principio se deriva de la observación de una de las leyes objetivas
más evidentes que arraigan en la naturaleza humana: su constante
lucha por el poder, es decir, la búsqueda del “poder del hombre sobre
las mentes y las acciones de otros hombres”. Ello, por supuesto y
particularmente, es extensible a los hombres de Estado que dirigen
la política exterior de sus países: “Debemos suponer que los estadistas piensan y actúan movidos por un interés que se traduce en
poder, ya que todas las evidencias de la historia confirman esa suposición. Ella nos permite historiar y predecir los pasos que cualquier
hombre de Estado –pasado, presente o futuro– haya dado o esté dispuesto a dar en la escena política”. En estos términos, dos cuestiones deben ser aclaradas. En primer lugar, Morgenthau adopta esta
opción intelectual debido no solo a la influencia de la filosofía política de Tucídides, Maquiavelo y Hobbes o por la subyugación de su
Alemania natal después de la Primera Guerra Mundial que lo obliga10
Hans Morgenthau, Política entre las naciones. La lucha por el poder y la paz, G.E.L., Buenos
Aires, 1986, pp. 12-13, 30, 33.
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ba a iniciar su disertación con una concepción antropológica pesimista, sino también porque buscó construir una disciplina racional
autónoma cuyo objeto se preocupara por la realidad internacional, la
cual veía que se constituía bajo la proclama de la lucha por el poder.
De ahí su necesidad de separar el poder y la política de otras esferas,
y de atar la seguridad de la nación al enaltecimiento del interés traducido en poder nacional. En segundo lugar, esta preocupación no quiere
decir que haya desestimado otras esferas, aparte de la del poder; más
bien, sugiere que para él el objetivo último de las naciones es el poder, pese a que se recurra a otros medios que no sean políticos, como
la búsqueda de la expansión de ciertos mercados internacionales o de
recursos energéticos esenciales.11 Este último argumento obliga a
matizar aquellas críticas que desestiman la propuesta de Morgenthau
por perder capacidad de explicación frente a hechos como la crisis
petrolera de los setenta.
El tercer principio ofrece un argumento adicional para defender el
modelo de la seguridad nacional acuñado por Morgenthau ante una
eventual crítica a su presunto ahistoricismo. Dado que presupone
que es posible encontrar leyes objetivas para entender la dinámica
internacional, que por definición no varían con el tiempo, podría
pensarse que la variable histórica está ausente de su disertación.
Nada más alejado de su propuesta, puesto que su tercer principio de
realismo político advierte que pese a que el “poder es una categoría
objetiva de validez universal [el realismo] no otorga al concepto un
significado inmutable”. Así, el tipo de interés puede cambiar conforme al contexto político y cultural, pero la esencia del poder siempre
será la misma.12
El cuarto principio establece que “el realismo político conoce el
significado moral de la acción política”. Implícitamente se establece la distinción entre moral y moral política. Mientras el Estado no
puede adaptarse de forma abstracta a los principios morales universales, sí debe seguirlos y adaptarlos a circunstancias concretas;
11
12
Ibíd., pp. 133, 13.
Ibíd., pp. 19-20.
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en especial, es preciso entender que “no puede existir moralidad
política sin prudencia, esto es, sin consideración de las consecuencias políticas de una acción aparentemente moral”. Esto es lo que
Morgenthau consideraba como la suprema virtud en política, y lo
que precisamente fue más tergiversado por los hacedores de la política exterior estadounidense durante la Guerra Fría. Aquellos creyeron que la política exterior debía estar desprovista de cualquier
tipo de moral. En lugar de ser prudentes pensaron que el enorme
poder que había llegado a obtener Estados Unidos durante y después de la Segunda Guerra Mundial justificaba la extralimitación
de su interés nacional. Tal como lo señaló Roberto Russell en el
prólogo a la edición española de Política entre las Naciones,
este realismo de cruzada –deplorado ad nauseam por Morgenthau–
tarde o temprano, como efectivamente ocurrió, estaba condenado
a sufrir un Vietnam. A diferencia de los cruzados de la Guerra Fría,
Morgenthau tuvo siempre presente la cuestión de las limitaciones
en el uso del poder y, al igual que Lippmann, comprendió
perfectamente los peligros de definir los intereses nacionales sin
guardar relación con los recursos reales y potenciales disponibles.13
El quinto principio reitera el anterior. Al establecer que “el realismo político se niega a identificar las aspiraciones morales de una
nación en particular con los preceptos morales que gobiernan el
universo”, Morgenthau hace más evidente la distinción entre moral
y moral política establecida por el cuarto principio. En efecto, en su
pensamiento existe una enorme diferencia entre regirse por ley moral
y “pretender saber qué es el bien y el mal en las relaciones entre las
naciones”. Muchas naciones se han sentido tentadas a creer que el
juicio de Dios está de su lado y, por ende, han emprendido cruzadas buscando y aniquilando a sus enemigos como si fueran la fuente de todo mal. En este escenario es justamente la comprensión de
que la nación propia como las otras comparten un interés expresado en términos de poder, lo que las mantiene a salvo, pues si las
naciones consideran a las otras como entendidas políticas que buscan sus propios intereses, se estará “en condiciones de hacer justi-
13
Ibíd., p. 21, 4-5.
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cia en un doble sentido: estaremos en aptitud de juzgar a otras
naciones del mismo modo como juzgamos a la nuestra y, al hacerlo de este modo, seremos capaces de llevar a adelante políticas
que respeten los intereses de otras naciones al tiempo que protegen y promueven los nuestros”. En este escenario no sorprende
que haya propuesto el mecanismo del equilibrio de poder como un
mecanismo de paz en el que se logra
mantener la estabilidad del sistema sin destruir la multiplicidad
de elementos que lo componen. Si el objetivo fuera solamente la
estabilidad, esta podría lograrse permitiendo a un elemento que
destruyera o avasallara a los otros y tomara su lugar. Pero, dado
que el objetivo es la estabilidad y la preservación de todos los
elementos del sistema, el equilibrio debe procurar evitar que
ningún elemento cobre ascendencia sobre los demás.14
El sexto principio tiene por objeto edificar una disciplina autónoma para entender la realidad internacional, pues establece la necesidad de mantener la autonomía de la esfera política, del mismo
modo como la economía o el derecho mantienen la suya; mientras
el “economista se pregunta: ¿Cómo afecta esta política la riqueza
de la sociedad o, al menos, algunos de sus sectores? [y] el abogado
se pregunta: ¿Esta política está de acuerdo con las normas legales? [...] el realista político se pregunta: ¿Cómo afecta esta política
el poder de la nación?”.15 Ello no quiere decir, como lo han afirmado los críticos de Morgenthau, que su modelo no advierta otras
esferas o que para él exista una jerarquía de temas; más bien por
razones prácticas e intelectuales reduce la explicación de la realidad internacional y, por ende, de la seguridad nacional, al estudio
del poder, que es uno de los objetivos últimos del ser humano. En
otras palabras, la crítica a su concepción restringida de la realidad
internacional es fútil en el sentido de que ella es extensible a cualquier modelo, incluso a aquellos que han procurado superarlo.
Todos sin excepción poseen un punto de partida y, como tales,
encuentran sus limitaciones.
14
15
Ibíd., pp. 22, 211.
Ibíd., pp. 22-23.
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Expuestos en estos términos, queda claro que los principios del
realismo político sugeridos por Morgenthau configuran una agenda
de seguridad centrada en el estudio del interés de las naciones expresado en términos de poder y que, por tanto, la explicación del
objeto y el sujeto de seguridad, es decir lo que se asegura y la entidad que asegura, así como el grado de cesión de soberanía que
supone este modelo, debe ser planteada en función de su noción
de poder nacional. Se explica, entonces, este concepto, pero no sin
antes elucidar las tergiversaciones asociadas a su comprensión, un
argumento adicional para entender la brecha entre la práctica y la
teoría, el exceso y la limitación, y el mito y la realidad de la seguridad nacional propuesta por el paradigma realista.
En torno al poder nacional, quizá uno de los conceptos más
polémicos y malinterpretados tanto por la academia como por los
mismos tomadores de decisiones, existe por lo menos un mito que
debe ser desvirtuado, aparte del ya mencionado que consiste en
entender, como se hizo durante la Guerra Fría, que el poder nacional debía ser ilimitado. El mito en cuestión puede explicarse en los
siguientes términos: dado el atractivo del poder nacional ilimitado
como imaginario social, pocas veces se advirtió que Morgenthau en
lugar de hablar de lo que debía ser el poder nacional, intentaba
explicar cómo era en realidad, en cuyo caso su incorporación en el
modelo de seguridad nacional debe usarse sólo para entender y prever las acciones racionales que otras naciones y la propia pueden
tomar, y no para justificar el mantenimiento (política de statu quo),
la demostración (política de prestigio) y maximización (política
imperialista) del poder nacional como un prototipo de comportamiento permanente para fortalecer la seguridad nacional. Una nación no puede partir de juicios apriorísticos o abstractos para erigir
su política exterior; más bien, después de observar el comportamiento de otras naciones, adopta una política consecuente con esta
realidad. Así, por ejemplo, frente a una política imperialista, lo más
aconsejable es no emplear una política igualmente imperialista o de
statu quo como respuesta. En el primer caso se produciría inevitablemente una suerte de círculo vicioso por cuanto las medidas de
una potencia agudizarían el radicalismo de la otra y así sucesivaDesafíos, Bogotá (Colombia), (15): 120-177, semestre II de 2006
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mente.16 Esta situación se vivió en la Guerra Fría, en especial en
sus momentos más álgidos, como la crisis de los mísiles en Cuba
en 1962 y la invasión soviética de Afganistán en 1979, y justificó
que, en un escenario de políticas imperialistas y contraimperialistas,
el pensamiento norteamericano estuviera absorto en una difícil pregunta: “¿Sobreviviría la nación bajo un aspecto reconocible, o caería víctima de una guerra que aniquilaría a la mayoría de la población
y condenaría a los supervivientes a una existencia propia de la Edad
de Piedra?”.17 En el segundo caso, ante una política imperialista
que busca desmantelar la estructura de poder del sistema internacional no se obraría correctamente apelando al mantenimiento de
la distribución de poder existente, por ejemplo a través de un tratado internacional. En la práctica política habría sido como si el presidente norteamericano Harry Truman hubiese respondido a las
amenazas de la Unión Soviética en Grecia y en Turquía en 1947
con un simple llamado a los compromisos adquiridos con las conferencias de Yalta y Potsdam.18 La mejor opción, como de hecho lo
contempló la Doctrina Truman, es una
política de contención que, en defensa del esquema existente,
reclame un cese de la agresión ulterior, a la expansión o a cualquier
otra modificación del statu quo por parte de la potencia imperialista
(...) lo que se dice a la potencia imperialista es “hasta este punto y
nada más”, con la consiguiente advertencia de que un paso más
allá de ese punto implicaría una virtual seguridad de guerra.19
Debe quedar claro en este punto que una política imperialista, de
statu quo o de prestigio –esta última, según Morgenthau, frecuentemente como instrumento de las dos primeras– no son justificables como ideales permanentes de comportamiento;20 siempre debe
Ibíd., p. 94.
Philip Jenkins, Breve historia de Estados Unidos, Alianza, Madrid, 2002, p. 323.
18
Una explicación del contexto general que sirvió a la decisión del presidente Truman se
puede encontrar en Juan Carlos Pereira Castañares, “La guerra Fría”, en: Juan Carlos Pereira
(coord.), Historia de las relaciones internacionales contemporáneas, Ariel, Barcelona, 2003, pp.
423-429.
19
Hans Morgenthau, op. cit., p. 90.
20
Ibíd., p. 107.
16
17
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primar el cálculo y, sobre todo, la prudencia, en función de circunstancias políticas concretas.
Ahora bien, ¿qué es el poder nacional y cómo permite su esencia
entender tanto el objeto y el sujeto del modelo de seguridad nacional así como el nulo o relativo grado de cesión de soberanía que
este supone?
El poder nacional es el dominio de una nación sobre los imaginarios y las acciones de otras naciones y encuentra su fundamento
tanto en elementos tangibles como intangibles. Los primeros son la
geografía; los recursos naturales (alimentos y materias primas, en especial el petróleo); la capacidad industrial; el apresto militar en términos de tecnología, liderazgo, cantidad y calidad de las fuerzas
armadas; y la población. Los segundos son el carácter nacional, la
moral nacional y la calidad de la diplomacia y del gobierno.21 Para
Morgenthau, todos ellos constituyen los elementos de la seguridad de la nación, pues sin ellos el poder nacional se desdibuja y con
ella la seguridad de la nación. Ello no implica que los elementos del
poder sean asegurados como un objetivo en sí mismo, sino más
bien que se usan como instrumentos para asegurar el poder y, por
ende, para prodigar seguridad a la nación.
Según esta definición de poder nacional, parecería sencillo establecer que el objeto y el sujeto de la seguridad nacional es la nación.
No obstante, el problema, por supuesto advertido por Morgenthau,
estaría en la definición de la nación y en la naturaleza del nacionalismo moderno que ha permitido movilizar a la primera hacia un
interés común o, en sus palabras, hacia un interés nacional.
Tributario de la tradición y la filosofía alemana, Morgenthau define la
nación, como lo hicieron Johan Gottlieb Fichte (1762-1814) y Georg
Wilhelm Friedrich Hegel (1770-1831), como “una abstracción conIbíd., cap. 9. Un estado del arte sobre la identificación tradicional de los elementos del
poder nacional, así como su respectiva crítica, se puede encontrar en Raymond Aron, “Paz
y Guerra entre las naciones”, Revista de Occidente, Madrid, 1963, pp. 78 y ss.
21
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formada por un conjunto de individuos que tienen ciertas características en común y son esas características, precisamente, las que los
convierten en miembros de la misma nación”; pero, siguiendo implícitamente la tradición liberal decimonónica, en especial la figura de
la representación política, establece que hablar del poder de una nación no implica enunciar el poder de todos y cada uno de sus miembros, sino más bien que los agentes de la política exterior son los que
detentan ese poder en representación de la nación. En teoría, ello es
ampliamente justificable, pero en la práctica ¿cómo es posible legitimar el hecho de que cuando hablamos del poder nacional o de interés
nacional realmente nos estamos refiriendo a aquellos que toman decisiones en materia de política exterior? La respuesta para Morgenthau
se encuentra en las características del nacionalismo moderno cuya
fuerza ideológica, desde las guerras napoleónicas, ha tenido la capacidad de eliminar las antiguas relaciones de dominación personales
para configurar una relación directa con la prosperidad de la nación.
No obstante, ese rasgo psicológico puede ser explicado racionalmente. Por un lado, “al tener conciencia de pertenecer a una nación muy
poderosa, con capacidad industrial y riqueza sin rival, nos embarga
un sentimiento de halago y orgullo. Viene a ser como si todos, no en
forma individual sino como parte de la colectividad, de la nación,
fuéramos los poseedores y los controladores de ese poder”. Por otro
lado, dado que el poder perseguido individualmente en una colectividad encuentra evidentes restricciones y de hecho tiene un estigma de
inmoralidad, la comunidad “deriva sus aspiraciones insatisfechas hacia el terreno internacional”.22 De esta manera, aquella ley objetiva
que rige la lucha constante por el poder se satisface a través de la
política internacional, y la seguridad nacional pensada abstractamente
como la seguridad de la nación y prodigada empíricamente por los
estadistas, que emplean los elementos tangibles e intangibles del poder nacional para tal propósito, es justificada por ser consecuente
con la realidad internacional.
Es evidente que el grado de cesión de soberanía que supone este
modelo es nulo, pues es a la nación o al Estado, en especial a sus
22
Hans Morgenthau, op cit., pp. 134-135.
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representantes, a los que les incumbe edificarla. Ello se comprueba
con la definición de soberanía que ofrece Morgenthau; para él se
expresa como la suprema autoridad que ostenta el Estado en materia legislativa, ejecutiva y judicial. Esto quiere decir que, en primer
lugar, sobre la autoridad del Estado no pesa ninguna restricción
legal en el ámbito internacional, salvo las que se derivan del consentimiento; por tanto, “la soberanía es incompatible (...) con un
sistema centralizado, y por ello fuerte y efectivo, de derecho internacional”. En segundo lugar, en un territorio nacional “ningún Estado tiene el derecho de ejecutar actos gubernamentales sobre su
territorio sin su consentimiento”, al tiempo que el diseño y la ejecución de la política exterior es de iniciativa exclusiva del Estado. En
tercer lugar, el sometimiento a una jurisdicción internacional depende de la nación individual y en ningún caso podrá ser llevado
por otra nación ante un tribunal internacional sin su consentimiento; es ella la que “decidirá cuándo y bajo qué condiciones someterá
una disputa a una judicatura internacional”.23
En conclusión, siguiendo los seis principios del realismo político
de Morgenthau, los cuales dictan la problemática de estudio, el objeto y el sujeto de seguridad, así como el grado de cesión de soberanía que supone el modelo de seguridad nacional, se puede asegurar
que este está basado en el aseguramiento del poder asociado al interés nacional y a su noción restringida de soberanía. De modo que
pensar en términos de seguridad de la nación implica saber cómo
una u otra política afecta su capacidad para dominar los imaginarios y las acciones de otras naciones. No obstante, al establecer que
la lucha por el poder es una ley objetiva de la realidad internacional, no sugiere que su modelo esté desprovisto de toda moral política, pues considera que la prudencia debe regir siempre las acciones
internacionales; tampoco que exista una identificación de las aspiraciones de una nación con una ley moral universal en tanto que
critica la búsqueda de todo mal o amenaza en sus enemigos; ni
mucho menos que la expansión, el mantenimiento y la demostración del poder sea un ideal de comportamiento permanente por
23
Ibíd., pp. 362-365.
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cuanto considera que una nación debe actuar según las circunstancias políticas, antes que abstracta o apriorísticamente. Aplicado correctamente e incorrectamente en unas y otras circunstancias, el
modelo de seguridad nacional tuvo su contexto histórico privilegiado en la Guerra Fría y, en la actualidad, adoptado con algunas reservas, posee aún relevancia.
Las readaptaciones del modelo de la seguridad nacional
Tal como se afirmó anteriormente, el modelo de seguridad nacional
propuesto por Hans Morgenthau tuvo una relevancia crucial en las
discusiones políticas y académicas sobre seguridad. Sin embargo, la
aparición de nuevos enfoques sobre la seguridad en el marco del
paradigma realista ha sugerido la posibilidad de ofrecer algunos elementos adicionales que pueden complementar o matizar la postura
original de la seguridad nacional.24 No obstante, a fin de no perderse en un campo de estudio demasiado amplio se requiere partir del
hecho de que adelantar una reconstrucción exhaustiva de todas las
propuestas políticas y académicas hechas sobre el modelo de seguridad nacional, además de ser una actividad escandalosamente exhaustiva, implica, en la mayoría de las veces, separar las premisas
propias del modelo de aquellas posturas que bajo su etiqueta han
buscado hacer parte de esta sin serlo realmente.25 Por esta razón, en
lugar de hacer un estado del arte exhaustivo sobre todo lo mencionado correcta o incorrectamente de la seguridad nacional, se
busca complementar el modelo original de Morgenthau identificando tan sólo las cinco tendencias más importantes y emblemá24
Cabe aclarar que ellos no fueron considerados por Morgenthau debido a sus premisas de
partida o porque sencillamente no le interesaban en la aplicación de su modelo a la realidad
estadounidense.
25
Un buen ejemplo de esta situación es la famosa Doctrina de la Seguridad Nacional
aplicada en América Latina, por cuanto, aunque se suele usar como una expresión emblemática del modelo de seguridad nacional, ninguna de sus premisas podría ser incluida, salvo
de forma tergiversada o parcial, en la visión realista de la seguridad nacional. En efecto, al
plantear el combate frontal y sin escrúpulos del enemigo “externo” e “interno”, así como la
necesidad de que las instituciones estatales sean controladas por el estamento militar, esta
doctrina se olvidó, por un lado, de que en el marco del realismo las amenazas se combaten
con prudencia política y, por otro, de que en ningún sentido se aboga por la supremacía del
poder militar sobre el poder civil.
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ticas que han conducido su readaptación o modificación parcial en
el seno de la discusión tanto académica como política. Estas tendencias son: 1) la identificación de la riqueza como un factor tan
importante como el poder en la edificación de la seguridad nacional; 2) la inclusión del modelo de seguridad nacional en un mundo
altamente interdependiente a través del esquema de la estructura
del sistema internacional; 3) la conjunción de las premisas realistas
con modelos colaborativos de seguridad, a parte del tradicional esquema del equilibrio de poder; 4) la adaptación de la seguridad nacional a las realidades socio-políticas de los países del tercer mundo;
y 5) la comprensión de la seguridad nacional en el marco de varios
sectores, a parte del militar, como el político, el económico, el ambiental y el societal.
En primer lugar, Morgenthau siempre consideró que el objetivo de
las naciones era el poder, sin importar que se usaran recursos militares, psicológicos o económicos para su obtención. No obstante,
existe una tendencia trazada por el nacionalismo económico o
neomercantilismo que al hablar del objetivo último de las naciones
no solo ha identificado el poder, sino también la riqueza. Tal como
lo ha sugerido Robert Gilpin, un importante teórico de la economía
política internacional, el nacionalismo económico se sustenta en la
idea de que la riqueza es absolutamente indispensable para el mantenimiento, expansión y demostración del poder, y viceversa: si un
Estado no es suficientemente poderoso es posible que no pueda
asegurar su acceso constante a recursos financieros y comerciales
en el sistema internacional.26 Desde esta perspectiva, la interacción
histórica y presente entre las unidades del sistema internacional se
concibe como una interacción entre recursos económicos y estrategia militar, por cuanto los Estados –normalmente aquellos con tradición imperial– han luchado “por aumentar su riqueza y su poder,
por llegar a ser (o por seguir siendo) ricos y fuertes”.27 Teóricamente, el aporte de este enfoque al modelo de la seguridad nacional no
Robert Gilpin, The political economy of International Relations, Princeton University Press,
New Jersey, 1987, pp. 31-34.
27
Paul Kennedy, Auge y caída de las grandes potencias, Plaza y Janés, Barcelona, 1998, p. 9.
26
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solo se centra en la valoración de la riqueza y del poder como fines
igualmente importantes de la política exterior, sino también ofrece
los medios a partir de los cuales es posible asegurarlos. Entre estos,
el más importante es la implementación del proceso de industrialización de la economía, el cual, junto con una balanza comercial
superavitaria y la promoción de la división internacional del trabajo, contribuye al desarrollo económico en su conjunto y, por tanto,
a la promoción del poder nacional, en general, y a la autonomía
militar, en particular. No obstante, en la práctica política los medios propuestos por los nacionalistas para lograr sus fines variaron
históricamente: durante la Revolución Industrial se privilegió la industria y las manufacturas sobre la agricultura; después de las dos
guerras mundiales se promocionó el Estado de bienestar; y en la
etapa contemporánea el poder y la autonomía militar han estado
atados a la promoción de la ciencia y la tecnología.28
En segundo lugar, el modelo de seguridad nacional, al enfrentarse a
un mundo cada vez más interdependiente, ha tenido que depurar
su capacidad de explicación. Con ocasión de la crisis petrolera de
la década de los setenta parecía que el realismo clásico había entrado en desuso, en tanto que, pese a ser un paradigma centrado
en la explicación de la política internacional, sus premisas no lograban explicar completamente esta nueva problemática. Como se
estableció en la sección anterior, existen algunas premisas que fueron contempladas por Morgenthau, pero que los críticos del realismo
no tuvieron en cuenta y que son útiles para matizar dicha crítica.
Sin embargo, es preciso afirmar que los contradictores del realismo
acertaron al sugerir que a partir de la visión realista original centrada en una visión interestatal del sistema internacional no se lograba
entender una serie de cambios sistémicos registrados en el ámbito
internacional que, por supuesto, superaban la dinámica de las relaciones interestatales. Fue preciso crear una nueva visión del mundo
que fuera capaz de enfrentar un mundo interdependiente inmerso
en un proceso de globalización cada vez más acelerado. La respuesta más contundente en este sentido fue formulada por Kenneth
28
Robert Gilpin, op. cit., pp. 46-47.
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Waltz, un teórico realista de la misma talla que la de Morgenthau y
cuyo pensamiento, en consecuencia, permitió llevar el paradigma
realista hacia nuevos horizontes. Su pensamiento se centró en ofrecer un marco más amplio con el objeto de readaptar los principios
originales del realismo; así, ofreció, por primera vez en el marco de
los estudios de política internacional, el concepto de la “estructura
del sistema internacional”. Así como antes de la obra de Morgenthau
varios autores intentaron explicar la política entre las naciones, es
evidente que el pensamiento estructural de Waltz también fue precedido por el pensamiento de autores que indagaron en el nivel de
análisis sistémico de la política internacional. No obstante, sólo
hasta él, como en el caso de Morgenthau, fue posible crear una
nueva escuela de relaciones internacionales. Aquella recibió el nombre de neorrealismo y más adelante de realismo estructural; su preocupación central fueron los aspectos estructurales de dicho sistema.
En su famosa obra Theory of International Politics, publicada en 1979,
Kenneth Waltz procuró diferenciar “las variables a nivel de las unidades” del sistema internacional, en especial los atributos y la conducta de los Estados, de las “variables a nivel sistemático”, como
la posición de dichas unidades en el conjunto del sistema.29 Las
ventajas de hacer esta distinción para la depuración del modelo de
seguridad nacional fueron enormes. Por un lado, permitió comprender que el sistema internacional no podía entenderse, como lo hicieron los primeros realistas, sólo a través de la interacción entre
los Estados, sino que también el proyecto de seguridad nacional
debía ser consecuente con su posición en el sistema internacional.
Por otro lado, respondió a la crítica según la cual la versión realista
de la seguridad nacional perdía vigencia ante un mundo cada vez
más interdependiente, pues con su noción estructural podía explicar la influencia de los cambios sistémicos en el comportamiento
de las unidades como el resultado de un cambio de la estructura
que afecta a dichas unidades. El problema de dicha postura fue el
haber supeditado el comportamiento de los Estados a la estructura
del sistema internacional. Sin embargo, este enfoque excesivamente determinista fue revisado por el autor décadas después. Como
29
Kenneth Waltz, Teoría de la política internacional, G.E.L., Buenos Aires, 1988, p. 120.
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consecuencia de la fragmentación de la Unión Soviética, Waltz depuró su postura original y se atrevió a afirmar que existe una dependencia mutua entre las unidades del sistema y la estructura que fija
su posición.30
En tercer lugar, existe una tendencia a readaptar la versión realista de la seguridad que consiste en pensar espacios colaborativos
más allá del esquema tradicional del equilibrio de poder. El autor
más representativo de esta corriente es Robert Jervis, cuyo aporte
central fue el haber propuesto la posibilidad de que un proyecto de
seguridad nacional pudiera adelantarse en el marco de un régimen
internacional; es decir, propuso que a través de la adopción de una
serie de principios, reglas y normas, un grupo de países podría
crear espacios de cooperación en términos de seguridad, es decir,
un régimen internacional de seguridad. Pero, como es de esperarse, existen una serie de condiciones que deben cumplirse en orden
a conformar dicho régimen. La primera de ellas establece que la
existencia de un régimen de seguridad está supeditada a la voluntad por parte de los Estados, en especial la de las grandes potencias, de construir un ambiente más regulado. Se entiende que en un
régimen de seguridad, los Estados deben estar razonablemente satisfechos del statu quo vigente y que no toda alteración de la seguridad se soluciona con la amenaza de guerra ilimitada. La segunda
condición es que los actores que hacen parte del régimen deben
creer que todos sus miembros comparten valores comunes. Jervis
sugiere que esta condición, aunque puede llegar a ser trivial, en la
práctica política puede ser difícil de lograr en tanto las percepciones
de los proyectos de seguridad de otros países pueden subestimarse o
sobrestimarse. No se puede olvidar que este planteamiento, pese a
su novedoso esquema de cooperación, aún hace parte del paradigma realista y, como tal, las relaciones conflictivas entre los países,
basadas tanto en percepciones como en condiciones materiales de
poder, siguen vigentes en su planteamiento. La tercera condición,
estrictamente relacionada con la anterior, establece que todos los
30
Kenneth Waltz, “The emerging Structure of International Politics”, en: International
Security, vol. 18, num. 2, Autumn, 1993, pp. 44-73.
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Estados miembros deben creer que su proyecto de seguridad depende más del statu quo ofrecido por el régimen que de su expansión. En los clásicos términos realistas, en particular en los términos
pragmáticos del dilema del prisionero, si un Estado decide adelantar una política exterior imperialista no hay duda de que el régimen
perderá toda su vigencia. Como cuarta condición, los Estados deben valorar la guerra como el camino más costoso que puede seguir una política exterior. En palabras de Jervis:
Si los Estados piensan que construir armas es positivo (con el fin
de sostener la industria doméstica) no habrá ningún incentivo para
cooperar en el mantenimiento de un gasto bajo en armamento. Si
los Estados piensan que la obtención de armas y las políticas de
seguridad pueden ser diseñadas cuidadosamente de manera que
no hay oportunidad para el desarrollo de guerras innecesarias,
entonces desaparece una razón central para evitar políticas
individuales. Si no se cree que la hostilidad en el campo de la
seguridad genera hostilidad en los asuntos económicos o si la falta
de cooperación en esa esfera no es vista como costosa, entonces
no habrá incentivo para la cooperación.31
En cuarto lugar, el modelo de la seguridad nacional, al haber
sido pensado privilegiadamente para las grandes potencias, dejó de
lado la realidad sociopolítica de los países del tercer mundo. Por ello,
fue necesario readaptar dicho modelo a la política interna y exterior
de aquellos países que no tenían una alta capacidad de disuasión
militar o nuclear o que, simplemente, debían enfrentarse a amenazas de naturaleza doméstica o trasnacional más que a amenazas de
naturaleza interestatal. En el marco de esta reconceptualización, el
autor más importante fue Mohammed Ayoob. Su aporte teórico permitió pensar la seguridad nacional en dos niveles de análisis por
cuanto consideró que no solo las variables sistémicas afectan la
seguridad de los Estados del tercer mundo, sino también aquellas
que son propias del ámbito doméstico, tales como la debilidad de
31
Traducción abierta de los autores de Robert Jervis, “Security Regimes”, en: Stephen
Krasner (ed.), International Regimes, Cornell University Press, Ithaca y London, 1983,
p. 173. También se puede encontrar esta versión de la seguridad nacional en Robert Jervis,
“Realism, Neoliberalism, and Cooperation: understanding the debate”, en: International
Security, vol. 24, num. 1, Summer, 1999, pp. 42-63.
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las estructuras estatales, la poca legitimidad de los regímenes políticos y la distorsión del desarrollo económico. Además, sugirió que
los conflictos interestatales en el tercer mundo están estrechamente relacionados con este tipo de amenazas domésticas.32 Al identificar amenazas tanto externas como internas se desplaza el tradicional
nivel de análisis nacional y se depura un proyecto de seguridad que
no solo busca la integridad territorial y la defensa de la soberanía de
los Estados, sino también que pretende fortalecer tanto las instituciones del Estado como el tejido social. Sin olvidar los axiomas
realistas, puede afirmarse que la adaptación del modelo de seguridad nacional a la realidad sociopolítica del tercer mundo demanda
una definición lo suficientemente amplia como para pensar las distintas amenazas que afectan a este tipo de países.
En quinto lugar, a comienzos de la década de los noventa, Barry
Buzan construyó cinco conceptos de seguridad en el marco del paradigma realista relacionados respectivamente con cinco sectores, los
cuales permiten ampliar aún más la concepción restringida del modelo de seguridad nacional. Estos conceptos son: la seguridad militar,
que se refiere a las capacidades armadas y defensivas de los Estados;
la seguridad política, que apunta a la estabilidad organizacional de
los Estados y de su sistema de gobierno; la seguridad ambiental, basada en el mantenimiento de la biosfera planetaria como el soporte
esencial de la vida; la seguridad societal, entendida como la habilidad
de las sociedades para reproducir sus modelos tradicionales de lenguaje, cultura y asociación, componentes esenciales de su identidad
nacional; y la seguridad económica, que tiene como propósito el acceso a los recursos financieros y comerciales necesarios para sostener
niveles aceptables de bienestar y poder estatal. Buzan dio vida a estos conceptos en un momento en que el sistema internacional registraba profundos y duraderos cambios con motivo de la caída del muro
de Berlín y la implosión de la Unión Soviética. Su objetivo, en consecuencia, fue poner en un primer plano la rearticulación del concepto
Mohammed Ayoob, “Security en the Third World: The Worm about to Turn”, en:
International Affairs (Royal Institute of International Affairs 1944-), vol. 60, num. 1, Winter,
1983-1984, p. 49.
32
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de seguridad en las postrimerías del siglo XX, no en un sentido
cronológico, sino en función de una renovada configuración del poder en la sociedad internacional.33
Los críticos del modelo realista de la seguridad
nacional
Esta sección se ocupa de un tema tan relevante como el aporte
realizado por el paradigma realista a la configuración del concepto
de seguridad, en tanto que explica el escenario teórico y político de
las posturas contradictorias del modelo realista de la seguridad
nacional. Dichas posturas se presentan como una de las fronteras
conceptuales del debate sobre la seguridad. Como ya es evidente,
la otra frontera es el modelo de la seguridad nacional. Debido a la
excesiva cantidad de expresiones que han criticado el modelo de
la seguridad nacional, la invocación de un sustento axiológico y
epistemológico que permita delimitar tales reservas parece necesaria. De otra manera, las críticas a la seguridad nacional se convertirían tanto en una distracción para los tomadores de decisión
como en un discurso que ciega el control político y ciudadano sobre las políticas de seguridad. Dos enfoques, alternativos al paradigma realista, ofrecen dicho sustento. Por un lado, el paradigma
liberal con su particular énfasis en la protección de los actores sociales parece sostener la enunciación oficial de un concepto más
amplio –como el de seguridad humana– en el seno del sistema de
Naciones Unidas; y la teoría crítica y su oposición a la construcción
tradicional de teorías ofrece un acercamiento que cuestiona los fundamentos epistemológicos convencionales del paradigma realista.
En ningún sentido esta discusión es innecesaria, equiparable a las
discusiones epistemológicas que tanto molestaron a algunos autores excesivamente pragmáticos como Hans Morgenthau, puesto que
obtiene toda su significación política luego de valorar la incapacidad del realismo para responder completamente tanto a un escenaBarry Buzan, “The New Patterns of Global Security in the Twenty-First century”, en:
International Affairs (Royal Institute of International Affairs 1944-), vol. 67, num. 3, July 1991,
pp. 431-451.
33
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rio internacional enrarecido como a las críticas propinadas a su presunta objetividad científica cuya estructura lógico-deductiva limita su habilidad de comprender y conjurar nuevas y viejas amenazas.
A pesar de que se ha buscado ampliar el alcance del paradigma
realista con un amplio elenco de “teorías realistas”, parece que no
es suficiente para responder a los nuevos desafíos del sistema internacional. Se requiere un nuevo énfasis en los actores sociales e,
incluso, una nueva forma de concebir teorías sobre seguridad.
El paradigma liberal y la seguridad
La aparición de la versión liberal de la seguridad centrada en la
protección de los derechos humanos no puede explicarse solo como
una derivación de la relevancia que fue adquiriendo el espíritu liberal después de la Segunda Guerra Mundial; tampoco como una simple consecuencia de la importancia que fueron adquiriendo los
actores sociales y de la manifestación de un sinnúmero de amenazas en el sistema internacional. En realidad, el concepto liberal de
la seguridad es el resultado de una relación constitutiva entre ambos fenómenos. Aunque las premisas del paradigma liberal fueron
el sustento de muchas iniciativas para la protección de los derechos humanos –tales como la Declaración Universal de los Derechos Humanos, los cuatro convenios de Ginebra y sus protocolos, la
Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio, los pactos sobre derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales, y el establecimiento de la Corte Penal Internacional–,
no se puede olvidar que la manifestación teórica traducida en expresiones oficiales fueron legitimadas por el auge de los actores
sociales en el sistema internacional; situación que puso de manifiesto
la violación sistemática de los derechos humanos después de la Segunda Guerra Mundial. Como se deduciría de la más simple lógica
jurídica, solo es necesario que aparezca la tipificación del derecho
para que se tenga conciencia de su violación.
En el marco de esta relación constitutiva aparecen, entonces, conceptos como el de seguridad humana o individual como términos que se
construyen en el marco de una agenda amplia que identifica no solo
temas vinculados a la ausencia de guerra entre Estados, sino también
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a la promoción de los derechos de los ciudadanos y su bienestar personal. Entendiendo esta relación constitutiva, y sin perderla de vista, a
continuación se explican las premisas del paradigma liberal.
Premisas del paradigma liberal
Parecería que una de las mejores formas de acercarse al estudio del
paradigma liberal es empezar por advertir la complejidad que supone este ejercicio, por cuanto “el liberalismo, fenómeno histórico
múltiple, es casi imposible de definir. Él mismo ha conformado
buena parte de nuestro mundo moderno y, por ende, refleja la diversidad de la historia moderna, tanto temprana como reciente”.34
Sin embargo, escoger este punto de partida podría confundir en lugar de aclarar el uso del paradigma liberal en el debate teórico sobre
la seguridad, puesto que, una vez que se divisa su trayectoria histórica, es inevitable separar sus presupuestos del desarrollo de la disciplina de las Relaciones Internacionales. Si bien tanto la teoría
económica como la teoría política han hecho aportes al paradigma
liberal, al punto que se puede llegar a hablar de dos tipos de liberalismos, uno político y otro económico,35 es la disciplina de las Rela-
34
José Guilherme Merquior, El liberalismo nuevo y viejo, trad. Stella Mastrangelo, Fondo de
Cultura Económica, México, 1997, p. 15.
35
Al tratar el liberalismo político, se puede encontrar desde el pensamiento de John
Locke (1632-1704) hasta la obra de John Rawls (1921-2002). Sin lugar a dudas, Locke
es el padre del liberalismo, puesto que propuso la idea de que un Gobierno sólo sería
legítimo si se encuentra sustentado en el consentimiento de los individuos. En el caso de
Rawls no cabe duda de que es el padre del liberalismo político moderno, en tanto que logró
rearticular la noción del contrato y el espíritu del derecho natural, a través de su famoso
concepto del velo de la ignorancia. Por su parte, el liberalismo económico es igualmente
prolijo. Desde el orden impuesto por Adam Smith (1723-1790) a la teoría económica se
puede encontrar una enorme variedad de autores, como John Maynard Keynes (18831946), quien aseguró que los postulados de la teoría clásica –es decir, la propuesta por
Smith y Ricardo–, solo eran aplicables a un caso especial y, por ende, para Keynes era
necesario que el Estado utilizara instrumentos de política económica para estabilizar la
economía. Igualmente, es posible hallar a Milton Friedman (1912- ) quien critica la intervención excesiva del Estado propuesta por Keynes para proponer que su única función
debe ser proveer “una estructura monetaria estable”. John Locke, Ensayo sobre el Gobierno
Civil, Orbis, Barcelona, 1983; Adam Smith, La riqueza de las naciones, Orbis, Barcelona,
1985; John Rawls, Liberalismo político, Fondo de Cultura Económica, México, 2002, p. 46;
John Maynard, Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, Fondo de Cultura Económica, México, 2000, p. 10; Milton Friedman, Capitalismo y libertad, 1966, p. 58.
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ciones Internacionales la que ha usado el paradigma liberal para
comprender la seguridad.
Después de la escuela idealista que criticó la noción de seguridad
nacional y la construcción de la balanza de poder como mecanismo
de paz, fue el liberalismo, con ocasión de la crisis de los precios del
petróleo en la década de los setenta, la única escuela de pensamiento
capaz de perfilar la resistencia más contundente al paradigma realista. Aunque sus fundadores –Joseph Nye y Robert Keohane– no se
refirieron explícitamente a la seguridad, sí minaron implícitamente
los fundamentos del modelo de la seguridad nacional de los realistas
al considerar la existencia no solo de canales múltiples –nacionales,
trasnacionales y transgubernamentales– entre las sociedades, sino
también de varios niveles de análisis con sus respectivos actores.
Como crítica directa al realismo, problematizaron el orden de importancia impuesto a los temas de las agendas de política exterior e internacional, en especial el énfasis dado al papel de la fuerza militar,
por cuanto advirtieron que las instituciones internacionales reducirían el riesgo de guerra al constituirse en “catalizadores para la formación de coaliciones y como escenario para iniciativas políticas y
vinculación de los Estados débiles”.36 En suma, construyeron un
modelo de análisis de política mundial –no solo internacional– denominado interdependencia compleja37 que en la década de los ochenta se
transformaría en el esquema del Neoliberalismo Institucional 38 y redundaría, posteriormente, en una amplia literatura sobre regímenes internacionales.39 Con la aparición –o la concienciación– de otras
amenazas, aparte de las estrictamente militares, y la reivindicación
de actores no estatales en la posguerra fría, el paradigma liberal adquirió más importancia. En esencia, sentó las bases para la configuración de propuestas alternativas a la seguridad nacional, como el
modelo de la seguridad humana.
Robert Keohane, Joseph Nye, Poder e interdependencia. La política mundial en transición,
GEL, 1988, p. 54.
37
Ibíd., cap. 2.
38
Robert Keohane, Después de la hegemonía. Cooperación y discordia en la política mundial, GEL,
1988.
39
Andreas Hasenclever, Peter Mayer, Volker Rittberger, Theories of International Regimes,
Cambridge University Press, Cambridge, 2001.
36
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Pero la importancia del paradigma liberal y su capacidad para fundamentar axiológicamente conceptos comprehensivos de seguridad
solo se entienden revisando sus premisas esenciales. Siguiendo la
propuesta teórica que ofrece Andrew Moravcsik, es posible tipificar el paradigma liberal en la disciplina de Relaciones Internacionales a través de tres axiomas: a) el otorgamiento de una alta primacía
a los actores sociales, y en especial a los individuos, en la elaboración de las políticas estatales, y la búsqueda de su bienestar a través
de estas; b) los Estados o las demás instituciones políticas representan a los actores sociales, por lo cual el comportamiento estatal
está sujeto a la presión que estos ejercen conforme a sus intereses
individuales fundamentados racionalmente; y c) el sistema internacional interdependiente configura el comportamiento estatal.40 Es
claro, entonces, que el liberalismo cuestiona la visión que posee el
realismo sobre sus unidades de análisis (actores) y la forma como
entiende a la sociedad internacional.
En efecto, el liberalismo desborda el ámbito estatal por cuanto otorga
un papel fundamental a los actores sociales en la elaboración de las
políticas exterior y de seguridad. Tal como se estableció, para los
liberales toda política exterior y de seguridad debe buscar el bienestar de los actores sociales.
Al concebir al Estado no como un actor monolítico, sino como un
representante de los actores sociales, el liberalismo plantea que los
“Estados no maximizan (...) concepciones de seguridad homogéneas y fijas de seguridad, soberanía o riqueza per se, tal como los
realistas (...) tienden a asumir”; en su lugar, buscan “interpretaciones particulares y combinaciones de seguridad y soberanía preferidas por los grupos domésticos poderosos”. Ello se explica porque
“cualquier propósito estatal –incluso preocupaciones aparentemente
fundamentales como la defensa de la soberanía política y legal, la
integridad territorial, la seguridad nacional o la riqueza económica–
40
Andrew Moravcsik, “Taking Preferences Seriously. A liberal Theory of International
Politics”, en: International Organization, vol. 51, num. 4, Autumn, 1997, pp. 516-521.
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varia decisivamente con el contexto social”.41 Ya no se parte de un
único interés nacional que imponga directrices en un solo sentido;
más bien este es el resultado de un proceso de discusión entre los
actores sociales, los cuales, sin embargo, no tienen la misma capacidad de influencia.42
Este proceso de construcción del interés nacional adquiere su lógica particular porque se concibe a los actores sociales como agentes
racionales que buscan maximizar su propio interés. Por tanto, se
podría asegurar que solo en este sentido podría existir una similitud entre el realismo y el liberalismo. Sin embargo, que el liberalismo entienda a los actores sociales como agentes racionales no
quiere decir que ellos se comporten como lo sugieren los realistas.
Por el contrario, su racionalidad los lleva a actuar en otro sentido al
considerar que una sociedad internacional interdependiente puede
llegar a aminorar el conflicto entre los actores.
En resumen, a diferencia del realismo, que explica el comportamiento estatal sólo en relación con la naturaleza anárquica del sistema internacional, el liberalismo lo hace en función no solo del
ámbito internacional, sino también del doméstico. Para este paradigma, las fuerzas transnacionales y los actores domésticos así como
la presión que estos ejercen sobre las políticas estatales, son esenciales en la comprensión de la seguridad.43 Un buen ejemplo en el
que se puede observar la aplicación del paradigma liberal en los
temas de seguridad es la proyección política de la seguridad humana, entendida como la defensa colectiva de los derechos humanos.
La versión liberal de la seguridad humana
Desde este enfoque, el verdadero concepto alternativo al de seguridad nacional es el concepto liberal de seguridad humana cuyo objeto de referencia no es el Estado, sino el individuo. Este concepto
irrumpió en el panorama teórico a mediados de los noventa en el
41
42
43
Ibíd., pp. 519-520.
Ibíd., pp. 513-553.
Moravcsick, p. 513.
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contexto de búsqueda de nuevos paradigmas para explicar las realidades emergentes.44
Desarrollado primero en el ámbito académico, el concepto de seguridad humana fue adoptado por el Programa de las Naciones
Unidas para el Desarrollo (PNUD) en su informe de 1994 cuyo
objetivo fue generar un análisis comprensivo sobre el tema. Para
el PNUD, los criterios que garantizan la seguridad humana se relacionan, en primer lugar, con una población libre de temor y, en
segundo lugar, con una población libre de carencias. Por ello considera dos aspectos fundamentales: la seguridad ante amenazas
crónicas como el hambre, las enfermedades y la represión, por un
lado, y la protección ante los trastornos súbitos de los modelos de
vida como las catástrofes naturales, por otro. De acuerdo con el
informe, siete dimensiones interdependientes forman parte de la
seguridad humana: 1) la seguridad económica, relacionada con un
ingreso digno; 2) la seguridad alimentaria, que significa que toda
la gente tenga acceso a alimentos básicos; 3) la seguridad sanitaria, especialmente para las clases menos favorecidas; 4) la seguridad ambiental, definida como un medio ambiente saludable; 5) la
seguridad personal, mediante la reducción de amenazas de tipo
violento; 6) la seguridad comunitaria, mediante la pertenencia a
un grupo y 7) la seguridad política, que permita a todos los individuos disfrutar sus derechos básicos.
En el informe de Naciones Unidas, “Nosotros los Pueblos”, se reforzó la idea de una estrecha relación entre los desafíos vinculados
al desarrollo y la seguridad de las personas, las comunidades y la
seguridad internacional. De este modo, la gobernabilidad democrática, el crecimiento con equidad y la superación de la pobreza se
convirtieron en requisito para alcanzar la paz en los ámbitos internacional, regional y local.45
Jorge Nef, Human Security and Mutual Vulnerability. The Global Political Economy of Development and Underdevelopment, International Development Research Centre, Ottawa, 1999.
45
ONU, Nosotros los Pueblos. La función de las Naciones Unidas en el siglo XXI. Un mundo sin
temor, 2000.
44
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El concepto de seguridad humana que también se incorporó como
un tema esencial en el Informe del Milenio de las Naciones Unidas
de septiembre de 2000, aprobado por 189 países, tiene un carácter
integrativo que lo aleja de las concepciones tradicionales limitadas a
la defensa del territorio y al poder militar, al considerar que las amenazas que la afectan son de carácter global. En él, el Secretario General de la ONU, Kofi Annan, destacó que “la necesidad de aplicar
criterios de seguridad más centrados en el ser humano es aún mayor
(…)” y enfatizó en el hecho de que
la seguridad humana en su sentido más amplio involucra mucho
más que la ausencia de conflictos (…) incorpora el tema de los
derechos humanos, el buen gobierno, el acceso a la educación y a
la salud, además de asegurar que cada individuo tenga las
oportunidades y la capacidad de elección necesaria para el
cumplimiento de todo su potencial.46
Ante la contundencia de los cambios que ha experimentado el sistema internacional y con miras a prever las consecuencias de su
impacto surgieron dos iniciativas importantes producto de la Cumbre del Milenio: la Comisión de Seguridad Humana y la Comisión
Internacional sobre Intervención y Soberanía de los Estados, cuyas
conceptualizaciones en torno a la seguridad humana se vinculan a
dos informes sustanciales: “Seguridad humana ahora”, de la Comisión de Seguridad Humana, y la “Responsabilidad de proteger”, de
la Comisión sobre Intervención y Soberanía de los Estados. El primero, que desarrolla el concepto de seguridad humana desde la protección de las libertades vitales de las personas, destaca que el
fomento de los principios democráticos constituye un paso importante para el logro de la seguridad humana y el desarrollo. También
señala la necesidad de crear instituciones sólidas en el marco del
Estado de derecho. El segundo se centra en el tema de la intervención humanitaria y enfatiza la responsabilidad de la comunidad internacional frente a poblaciones que estén sufriendo graves daños a
sus derechos humanos. Dicha responsabilidad se fundamenta en
dos principios básicos: en primer lugar, la soberanía de un Estado
46
Ídem.
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conlleva responsabilidades y la principal es la de proteger a su población; en segundo lugar, cuando la población esté sufriendo graves daños como consecuencia del colapso de las estructuras del
Estado y ese Estado no quiera o no pueda evitar dichos sufrimientos, la responsabilidad de proteger tendrá prioridad sobre el principio de no intervención. Según la Comisión, la prevención es el factor
más importante que debe tenerse en cuenta para evitar todo sufrimiento humano.
El principio de intervención, al que abre la puerta el concepto de responsabilidad al que se refiere Naciones Unidas, se aplica de tres
maneras complementarias: en el ámbito jurídico, con miras a proteger a las minorías; desde el punto de vista humanitario, para
proteger a poblaciones en riesgo; en el campo socioeconómico,
para solucionar las causas profundas de los conflictos. De ello se
desprende que el principal componente de la seguridad humana
son los derechos humanos concebidos como derechos naturales
que pertenecen a las personas en virtud de su dignidad, no de
relaciones sociales contingentes. Con todo, no se puede olvidar
que la noción de derechos humanos es de factura occidental y que
requieren un cierto reacomodo a las circunstancias y particularidades de los diferentes pueblos. De allí también el nexo entre seguridad humana y democracia liberal.
En síntesis, la seguridad humana es un paradigma amplio y comprensivo que integra una matriz que busca incorporar todos los elementos de la vida y asegurar una existencia digna. Como concepto
ya no radica en el Estado (seguridad pública), sino en el individuo
como ser humano y ciudadano (seguridad privada). De carácter
multidimensional, enfatiza el multilateralismo y la cooperación;
considera que la seguridad estatal es esencial, pero insuficiente; y
subsume a la seguridad convencional y le agrega dos elementos: la
preocupación prioritaria por el bienestar de las personas y el convencimiento de que a las amenazas globales hay que darles respuestas globales, no nacionales.
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Teoría crítica y estudios críticos de seguridad
A pesar de la enorme importancia del enfoque crítico en cuanto a
su pretensión de humanizar a las sociedades industrializadas, su
impacto en las ciencias sociales ha sido reducido. Tal como lo plantearon los fundadores de la denominada Teoría Crítica –Herbert
Marcuse, Max Horkheimer y Theodor Adorno–, esta situación obedece a que los enfoques científicos tradicionales, en el más recalcitrante sentido positivista, han dominado la elaboración de teorías,
limitando cualquier forma de crítica. En el caso de la disciplina de
las Relaciones Internacionales, en especial en los estudios de seguridad y en su práctica política constitutiva, es aún evidente la relevancia, implícita o explícita, que la comunidad académica y los
tomadores de decisión en materia de política exterior e internacional han concedido a los paradigmas tradicionales, realista y liberal,
y a sus respectivas teorías.
Según los pensadores críticos, el problema no se encuentra en la
existencia de estos enfoques, pues para la teoría crítica estos resultan esenciales en tanto que permiten configurar una metodología
coherente, sino más bien en el modo en que su estructura lógica ha
impedido advertir las debilidades de su epistemología. Por esa razón, surgieron los estudios críticos de seguridad. Sus fundadores y
principales exponentes, Michael Williams, Keith Krause y Robert
Cox, han pretendido seguir el espíritu de los filósofos de la Escuela
de Frankfurt para llenar este vacío teórico y, por ende, constituir un
acercamiento intelectual consciente de estas debilidades como antesala a la edificación de una noción de seguridad más comprenhensiva y adecuada al mundo contemporáneo.
Para lograr este objetivo, estos pensadores han partido del supuesto de que todas las concepciones teóricas responden y están
influenciadas por su contexto histórico específico. Desde este enfoque, por ejemplo, se puede afirmar que el pensamiento realista es
el resultado del proceso histórico que condujo la conformación del
Estado moderno. Este autoconocimiento es, entonces, la clave de
la emancipación y lo que favorece el espíritu crítico y, sobre todo,
autocrítico. Por esta razón, la teoría crítica logra señalar las limitaDesafíos, Bogotá (Colombia), (15): 120-177, semestre II de 2006
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ciones de la construcción lógica de teorías tradicionales como el
realismo y el liberalismo, en cuanto a que responden a una práctica
histórica específica.
Las premisas de la teoría crítica
Explicar los estudios críticos de seguridad es un ejercicio que debe
iniciar con la reflexión en torno a los presupuestos que sostienen su
propuesta, por cuanto aparecen como una crítica no solo a la
axiología del realismo y del liberalismo, sino también a su epistemología. Dicho origen se encuentra en la teoría crítica, la cual es
el resultado, según sus fundadores, de la contradicción intrínseca
del espíritu de la ilustración. Por ello, los pasos necesarios de nuestra argumentación deben responder a esta lógica: antes de observar
el impacto de la teoría crítica en los estudios críticos de seguridad es
preciso explicar no solo el origen de esta teoría, como resultado de
la dialéctica de la ilustración, sino también sus respectivos presupuestos filosóficos.
En primer lugar, la ilustración se inició como una actitud desafiante
que se servía del discernimiento científico para liberar al hombre del
dogmatismo premoderno que con argumentos teológicos y/o metafísicos pretendió sustentar una estructura social inalterada.47 Sin embargo, fue esa misma condición la que dio lugar a un nuevo
dogmatismo fundado en la fe ciega en la razón y, en especial, en su
capacidad tanto para comprender como para dominar la experiencia.
Se creó un tipo ideal de individuo que creyó ser capaz de lograr lo
que se propusiera si sustentaba su juicio en la razón. En suma, los
pensamientos teológico o ficticio y, después, metafísico o abstracto,
fueron sustituidos por el pensamiento positivo o real,48 pero sin advertir que este último esclavizaría del mismo modo que el primero.49
La noción más hegemónica de lo que implica la actitud que fundamenta el espíritu de la
ilustración se encuentra en Immanuel Kant, ¿Qué es la ilustración?, trad. Roberto R. Aramayo,
Alianza, Madrid, 2004, p. 83.
48
Auguste Comte, Discurso sobre el espíritu positivo, Alianza, Madrid, 2000, cap. 1.
49
Herbert Marcuse, Razón y revolución, Alianza, Madrid, 2003, p. 415. Max Horkheimer,
Theodor W. Adorno, Dialéctica del iluminismo, trad. H.A. Murena, Editorial Sudamericana,
Buenos Aires, 1987, p. 15.
47
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Fue el espíritu de la ilustración el que sirvió de sustento para construir lo que los teóricos críticos denominaron teoría tradicional,
la cual tendría como propósito establecer los criterios que debía
seguir cualquier teoría en términos de su estructura lógica. Dicha
estructura se sustenta en dos supuestos interrelacionados, cuya discusión por parte de los teóricos tradicionales se ha evitado por razones de comodidad intelectual o bien en aras de preservar el statu
quo vigente. El primer supuesto, quizás el más importante, consiste
en establecer una división tajante entre el sujeto que investiga y el
objeto que es investigado. Esto quiere decir que el objeto de investigación es independiente de los instrumentos que se utilicen
para aprehenderlo; por tanto, como establecería Descartes, existe
una diferencia entre ser y pensamiento.50 De hecho, la existencia de
la teoría en un sentido convencional depende de que el observador no puede manipular el acontecimiento que observa, de modo
que los principios que la sostienen se traducen en conceptos universales y ahistóricos bajo los cuales la realidad debe subsumirse. Pero
el impacto de esta presunción no se limita a hacer una distinción
entre el investigador y el objeto de investigación, puesto que esta
lógica también se puede usar para entender la actuación de los actores sociales como sujetos individuales o colectivos autónomos y
racionales. El segundo supuesto es la configuración del pensamiento teórico a través de una lógica causal y deductiva de relaciones
causales. Este razonamiento, que es común en las ciencias naturales, consiste en explicar los acontecimientos sociales como el resultado de ciertos supuestos y variables independientes: “supuestas las
circunstancias A, B, C, D se espera que tenga lugar el acontecimiento q; mientras que si se elimina D, tendrá lugar el acontecimiento r,
y si se añade G, el acontecimiento s, y así sucesivamente”.51
Lo más interesante de la configuración de la estructura lógica del
pensamiento convencional es que aquella no es fortuita, pues tiene
su explicación en el hecho de que a partir de ella la abstracción teóriRené Descartes, Discours de la Méthode, Hachette, Paris, 1997.
Max Horkheimer, Teoría tradicional y teoría crítica, trad. José Luis López y López de Lizaga,
Paidós, Barcelona, 2000, p. 64, 29, 23.
50
51
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ca puede vincularse más fácilmente a un sistema social de producción. Siguiendo una estricta racionalidad instrumental, que para la
teoría tradicional es natural y poderosa,52 los teóricos son motivados
a configurar estructuras conceptuales como instrumentos que permiten reproducir el sistema social vigente, y este esfuerzo, a la postre, busca imitar el esquema de las ciencias naturales debido a su
éxito ya comprobado en la contribución a dicho propósito. Más exactamente, el origen del pensamiento teórico en un sentido convencional se encuentra en su misma demanda en el marco del esquema
de mercado de la sociedad industrial, en cuyo escenario la preocupación central es justamente la reproducción de su lógica económica;
por lo cual, el científico debe racionalizar y explicar los hechos de tal
modo que permita no solo comprender la realidad en su conjunto,
sino también dominar una amplia cantidad de objetos.53
Aunque la aplicación de este tipo de discernimiento teórico con su
estructura lógica particular se justifica por la necesidad de autoconservación de las sociedades industriales, el modo en que ha
penetrado los esquemas de pensamiento contemporáneos sólo puede entenderse en sus orígenes más profundos, es decir, debe indagarse en la socialización de dichos esquemas. Aquella se ha logrado a
través de una educación realista y secular. Desde que la ilustración
depositó toda su confianza en el poder de la razón, se educó la
intuición y la actitud intelectual para reconocer las condiciones y
los supuestos a partir de las cuales se produce un determinado efecto. En sus orígenes, toda disciplina científica ha sido motivada por
esta lógica a tal punto que “cualquier desviación conduce aquí al
dolor al fracaso y a la penalización”. La enseñanza de todo conocimiento científico ha sido impartida con disciplina y a su turno ha
disciplinado no solo a los estudiantes, sino también a los maestros
para que se preocupen por entrelazar, como ya se estableció, “el trabajo teórico con el proceso vital de la sociedad”. El resultado es
Esta es una posición que nos recuerda Robert Nozick quien, a pesar de discutir los límites
de la racionalidad instrumental, sigue siendo un teórico tradicional. Robert Nozick, La
naturaleza de la racionalidad, trad. Antoni Doménech, Paidós, Barcelona, 1993, pp. 183-184.
53
Max Horkheimer, op cit., pp. 25, 31.
52
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evidente: todos aquellos que han sido formados para producir algún tipo de acercamiento científico saben, y de hecho están profundamente convencidos, que la ciencia tiene como función no solo
ordenar la experiencia y formular interrogantes, sino también prevenir los acontecimientos.54
Sin embargo, en las primeras décadas del siglo XX se empezó a discutir el alcance de esta actitud científica. Ello fue propicio para que
surgiera una crítica tan revolucionaria como la del espíritu de la ilustración, pero aquella tuvo un sentido más humanista, en tanto que
se opuso al uso instrumental de la razón que sirvió para justificar la
irracionalidad y el inhumanismo de las dos guerras mundiales. Por
esa circunstancia, en el seno de lo que se denominó la Escuela de
Frankfurt, tres judíos alemanes –Adorno, Horkheimer y Marcuse–
“que experimentaron en su espíritu los horrores del Nazismo que
hubieran experimentado en sus propios cuerpos si hubieran permanecido en su patria”,55 crearon en el período de entreguerras la teoría crítica. Este enfoque novedoso fue el resultado de la articulación
de las premisas del idealismo alemán y de la crítica marxista de la
economía política, las cuales son tradiciones de pensamiento que
ya contienen el espíritu de la revolución política y la emancipación
teórica frente a la teoría tradicional.
Podría pensarse que el marxismo como un paradigma que surgió del
diálogo entre la filosofía política alemana, la economía política inglesa y el socialismo francés ya había hecho esta articulación y que,
por tanto, la articulación que la teoría crítica propone entre el idealismo alemán y la lectura marxista de la economía no podría mostrarse como un logro. Sin embargo, el marxismo, al introducir la
dialéctica (uno de los aspectos más representativos de la filosofía
política alemana) en el análisis de los fenómenos sociales, modificó
el espíritu idealista que su fundador, Friedrich Hegel, le había conferido en tanto que concentró su análisis tan sólo en la explicación
Ibíd., pp. 55, 31.
Enrique Ureña, La teoría crítica de la sociedad de Habermas. La crisis de la sociedad civilizada,
Tecnos, Madrid, 1998, p. 47.
54
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de las contradicciones derivadas de las relaciones de producción y,
con ello, perdió todo el impacto que había podido tener el uso de
este instrumento metodológico en la comprensión amplia de los
fenómenos sociales. Por esa circunstancia, los padres de la teoría
crítica acuden al pensamiento original de Hegel y construyen una
nueva articulación, la cual, a la postre, se puede pensar como un
aporte novedoso en tanto que buscó hacer una selección y modificación del pensamiento no solo del marxismo, sino también de la
dialéctica hegeliana con miras a ampliar el alcance que el mismo
Hegel le dio a la dialéctica.
En efecto, fue la escogencia selectiva y modificada de las premisas
del pensamiento de Karl Marx y de Friedrich Hegel lo que les permitió a los miembros de la Escuela de Frankfurt contar con una
pretensión que fue más allá de la crítica para trasformarse en autocrítica. Del pensamiento de Hegel, más que tomar su idea de la
obtención de un espíritu objetivo creado dialécticamente, retoman
“el poder de la negatividad”, pero sin aspirar a llegar a una gran síntesis objetiva. Se basan en el poder de la negatividad para oponerse a
lo “positivo” y lo preestablecido y construyen una teoría que es
capaz de trasformarse y autocriticarse constantemente.56 Del marxismo toman, principalmente, la idea de la alineación; sin embargo,
la entienden en un sentido más amplio en tanto que logran aplicarla
implícitamente no solo a un sistema de producción, sino a la configuración misma del pensamiento teórico. Para ellos, la alienación
“se expresa como la separación entre valor e investigación, saber y
actuar”,57 mientras que para Marx se entiende en un sentido más
restringido, como el proceso a partir del cual los hombres pierden
su capacidad creadora conforme su trabajo se convierte en una simple mercancía.58 No obstante, la idea de la alineación marxista como
producto de una praxis social definida históricamente se mantiene
en el espíritu de la teoría crítica.
Herbert Marcuse, op. cit., p. 416.
Max Horkheimer, op. cit., p. 43.
58
Leo Strauss y Joseph Cropsey, Historia de la filosofía política, trad. Leticia García Urriza,
Diana Luz Sánchez y Juan José Utrilla, Fondo de Cultura Económica, México, 2001, p. 721.
56
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La modificación de la propuesta del idealismo alemán y del marxismo les permitió a los fundadores de la teoría crítica proponer un
esquema de pensamiento relativamente novedoso, cuyo propósito
consistió en criticar tanto la estructura lógica de la teoría tradicional como la razón instrumental que justificaba su aplicación. Valiéndose del poder de la negatividad y de la ampliación del concepto
de alineación marxista, la teoría de la Escuela de Frankfurt criticó la
separación entre sujeto y objeto propia del pensamiento convencional a través del argumento de que los actores sociales no son completamente libres ni toman sus decisiones autónomamente en tanto
que estas últimas están mediadas por todo un entramado social.
De hecho, es necesario reconocer la estrecha relación entre sociedad e individuo, toda vez que el pensamiento y la actuación de los
hombres son el producto de la praxis social general.59 Esta lógica,
por supuesto, también es aplicable a la actividad del investigador en
tanto que su pensamiento es el resultado de la praxis social de su
momento histórico.
La crítica a la estructura lógica del pensamiento convencional no se
agota con este reparo. La teoría crítica se opone también a la objetividad de la teoría tradicional construida a partir de la causalidad y la
lógica deductiva. Por ejemplo, no se enfatiza el hecho de que si existe
intercambio ello generará siempre un sistema de producción capitalista. De tal manera, más que construir una teoría a partir de la lógica
deductiva, según la cual el discernimiento se inicia a partir de principios generales, la teoría crítica busca reconocer el contexto histórico
sobre el cual se trabaja, puesto que el descubrimiento de nuevas relaciones no depende tanto de cuestiones metodológicas ni lógicas como
de la comprensión del proceso social.
Así mismo, la teoría crítica se opone a la razón instrumental que inspira a la teoría tradicional o, dicho de otro modo, la lógica que obliga
aplicar el pensamiento teórico a una realidad socio-económica concreta. En especial, Max Horkheimer, uno de sus principales representantes, hizo la crítica a este tipo de racionalidad al afirmar que
59
Ibíd., pp. 33-35.
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aquella se preocupa tan sólo de responder a un sistema de producción y, por tanto, tan sólo pretende “resolver los problemas más
técnicos de la relación entre medios y fines, sin detenerse a examinar la racionalidad de estos últimos”.60 En palabras de los fundadores de la teoría crítica, en contraste, un razonamiento que pretenda
humanizar la actividad de los hombres buscaría ocuparse de la moral
existente entre medios y fines, más que vincular estrictamente la teoría a un proceso de producción. Esta pretensión es la que podría
evitar repetir una conflagración como la de las dos guerras mundiales
que, según esta perspectiva, fueron motivadas por la necesidad de las
naciones europeas, en especial sus clases sociales dominantes, de
aumentar su participación en la producción mundial.61
Desde esta perspectiva, es sencillo comprender los enormes beneficios que pueden derivarse de la aplicación de la teoría crítica en el
conjunto de las ciencias sociales y, en especial, en las Relaciones
Internacionales. En las ciencias sociales, en general, podría sustituirse la pretensión de seguir el acercamiento de la teoría tradicional (racionalista) por uno que entienda el pensamiento teórico como
resultado de un proceso social; mientras que en a la disciplina de
las Relaciones Internacionales, en particular, el impacto se advierte en el modo en que se pueden minar los enfoques racionalistas, en especial el realista, que ha inspirado las decisiones más
importantes en materia de políticas de seguridad. A continuación
se expone con más detenimiento dicho impacto.
Los estudios críticos de seguridad
En el seno de los Security Studies, que reaparecieron en la escena
académica con el análisis ofrecido por Stephen Walt en 1991 en
torno a los nuevos desarrollos de esta sub-área de la disciplina
de Relaciones Internacionales,62 se ha presentado una postura que
ha buscado invocar implícitamente la impronta de la teoría crítica
Enrique Ureña, op cit., p. 48.
John A. Hall, G. John Ikenberry, El Estado, trad. Jesús Alborés Rey, Madrid, 1993,
pp. 96-113.
62
Stephen M. Walt, “The Renaissance of Security Studies”, en: International Studies Quaterly,
vol. 35, num. 2, Jun, 1991, pp. 211-239.
60
61
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en el marco de lo que se conoce como Critical Security Studies. Aunque el propósito de estos estudios no ha sido evocar por completo
las categorías marxistas o hegelianas que sostienen el espíritu de la
teoría crítica, sus fundadores han mantenido su pretensión epistemología con el propósito de minar los fundamentos del paradigma
realista. Para ellos, el paradigma realista a través de su adaptación
contemporánea, el neorrealismo, ha pretendido formular aseveraciones objetivas, prácticamente científicas, para disciplinar el estudio de las relaciones internacionales y de la seguridad y, por ende,
para convertirse en jueces tanto de lo que es válido investigar como
la metodología que debe ser empleada. Con ello han evitado valorar, consciente o inconscientemente, el modo en que se ha construido su teoría. En suma, los Critical Security Studies reflejan en
términos particulares la crítica general que la teoría crítica esgrime
en contra de la teoría tradicional, por cuanto estos fueron articulados para responder a una de las posturas más ortodoxas sobre la
seguridad, el realismo, quizá una de los enfoques más representativos del racionalismo cartesiano. Por esa razón, se considera necesario seguir la misma estructura que se utilizó con ocasión de la
explicación de la teoría tradicional y la teoría crítica para discutir,
primero, el realismo como una teoría tradicional y, segundo, las críticas que han formulado los estudios críticos en contra de los fundamentos del realismo.
Como todo enfoque racionalista, el realismo y sus respectivos estudios de seguridad parten de una definición tan delimitada como hegemónica del núcleo de su investigación. Ello obedece a que, como
ya se sugirió, los representantes de estos estudios han buscado constituirse en los jueces de toda aproximación a la seguridad. Al definir,
por ejemplo, el propósito de los estudios de seguridad como “el estudio de la amenaza, el uso y el control militar de la fuerza”,63 Stephen
Walt, el principal exponente de esta línea de pensamiento, ha llegado
no solo a desplazar, sino incluso a desconocer todos aquellos enfoques sobre la seguridad que buscan comprender otro tipo de amenazas, aparte de las estrictamente militares, como las económicas, las
63
Ibíd., p. 212.
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ambientales o las societales. Esta postura convencional revela su interés de constituirse en un planteamiento hegemónico, a través de la
adopción, consciente o inconsciente, de la estructura lógica derivada
del pensamiento cartesiano. La separación entre ser y pensamiento, e
ideología e investigación científica, se expresa en el realismo no solo
por su pretensión de distanciar al investigador de su objeto de investigación, sino también por la construcción de una estructura axiológica
que parte de principios generales sobre la naturaleza humana para
deducir leyes generales capaces de explicar la política internacional.
A continuación se presentan estas dos características del realismo:
por un lado, la separación entre sujeto y objeto; por otro, su estructura lógica causal y deductiva.
En el modelo realista de la seguridad nacional no suele encontrarse
alguna referencia a la subjetividad o los juicios de valor del investigador ni mucho menos se hace mención alguna a la posible irracionalidad de los Estados o, en el caso de teorías realistas contemporáneas,
de otros actores no estatales, pues ello supondría derrumbar toda su
estructura teórica. En términos epistemológicos, esto supone que,
por un lado, los investigadores creen que no pueden llegar a manipular subjetivamente su investigación y que, por otro, tanto las categorías analíticas tangibles (la edificación de dispositivos militares o el
crecimiento económico) como las intangibles (la construcción de la
identidad, el poder político o las percepciones), cuando sea el caso,
son consideradas como objetos.64 Este espíritu derivado de la impronta de la ilustración es un legado que mantienen implícitamente todas
las generaciones de pensadores que se consideran realistas. Desde
Carr, Morgenthau y Aron, pasando por Wolfers, Kissinger, Kennan,
hasta Waltz, Jervis y Ayoob, el paradigma realista con su respectiva
capacidad operativa ha sido utilizado con “distancia”, por cuanto el
investigador parte de una creencia según la cual cree poder aplicar
64
Keith Krause, Michael Williams, “From Strategy to security: Foundations of Critical
Security Studies”, en: Keith Krause, Michael Williams (eds.), Critical Security Studies. Concepts
and Cases, University of Minnesota Press, Minneapolis, 1997, p. 43. Una versión anterior
de esta propuesta es Keith Krause y Michael Williams, “Broadening the Agenda of Security
Studies: Politics and Methods”, en: Mershon International Studies Review, vol. 40, num. 2,
Oct., 1996, pp. 229-254.
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una caja de herramientas a la explicación de la realidad internacional
sin ser parte de lo que está estudiando.65
La impronta de la teoría tradicional se expresa también en la construcción axiológica del paradigma realista debido a su énfasis en la
causalidad y la deducción. Estos dos rasgos característicos se entrelazan en una visión de ciencia que busca construir un conocimiento objetivo que no cambia con el tiempo; por lo cual, una vez
que las relaciones de poder entre los Estados son descubiertas se puede
explicar no solo el funcionamiento del sistema internacional, sino
también predecir su dinámica política.66 Pero ¿cómo ha sido construida exactamente la estructura axiológica del paradigma realista?
Esta pregunta se contesta, en términos de la postura de los Critical
Security Studies, a través de la explicación del entrelazamiento causal
y lógico-deductivo entre dos conjuntos de premisas: por un lado, la
visión del hombre que se encuentra en el pensamiento de Thomas
Hobbes, la tradición de pensamiento que sostiene el pensamiento
realista, y su derivación en los rasgos de lo que este filósofo político
contractualista denominó estado de naturaleza; por otro, la formulación realista de los Estados como actores racionales y del sistema
internacional como un estado de naturaleza caracterizado por la anarquía y la inseguridad. Todo indica que, aunque fueron explicados
anteriormente la tradición hobbesiana y la versión realista de la seguridad nacional, parece necesario regresar a este tema; pero esta
vez enfatizando su estructura causal y lógico-deductiva por cuanto ese es el punto de partida de los Critical Security Studies.
Influenciado por el espíritu de la ciencia moderna de los siglos XVI y
XVII, Thomas Hobbes construyó un sistema axiológico que, al igual
que el de muchos pensadores de su época, buscó comprender la dinámica del mundo natural independientemente de cualquier consiWhitte Johnston, “E.H. Carr´s Theory of International Relations”, en: The Journal of
Politics, vol. 29, num. 4, nov. 1967, pp. 861-884; Hans Morgenthau, op. cit.; Raymond Aron,
op cit.; Wolfers, op. cit.; Henry Kissinger, Diplomacy, Touchstone-Simon & Schuter, New
York, 1995; Arnolf Wolfers, op. cit., Kenneth Waltz, op. cit.; Robert Jervis y Mohamed
Ayoob, op. cit.
66
Ghazi A. R. Algosabi, “The theory of international relations: Hans Morgenthau and his
critics”, en: Bachground, vol. 8, num. 4, Feb., 1965, pp. 237-238.
65
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deración metafísica. Esta pretensión lo llevó a edificar su filosofía
política de tal modo que fuera compatible con los nuevos métodos
de indagación científica, en especial con la lógica de demostración
causal que imponía el naturalismo de Galileo Galilei (1564-1642), el
mecanicismo de Isaac Newton (1642-1727) y el racionalismo de René
Descartes (1596-1650). Thomas Hobbes compartió la idea de Galileo
según la cual para descubrir leyes naturales no debía preguntarse por
lo que motivaba los fenómenos naturales más allá del mundo físico
–tal como intentaba formular la escolástica–, sino por el modo en
que en efecto dichos fenómenos se desarrollan. Hobbes tomó de Isaac
Newton el análisis mecanicista –o la explicación de la realidad como
un modelo mecánico– para intentar explicar la actuación de los hombres como partes de un mecanismo social. Sin embargo, a diferencia de
estos autores, el método de Hobbes no fue experimental ni inductivo;
más bien siguió el racionalismo de René Descartes, de manera que en
su pensamiento es posible encontrar el uso del método deductivo
toda vez que parte de algunas consideraciones generales sobre la
sicología individual y colectiva que dominan el comportamiento de
los hombres con el propósito de deducir las leyes que gobiernan la
dinámica mecanicista de las relaciones humanas en el estado de naturaleza.67 El resultado de combinar estas tradiciones –el método de
las ciencias naturales, el mecanicismo y el racionalismo– fue un planteamiento riguroso, secular y con pretensiones científicas sobre la
naturaleza humana. Mientras que la construcción de leyes naturales
y el espíritu mecanicista marcaron cada una de las etapas de la argumentación que sigue Hobbes, la lógica deductiva del racionalismo le
permitió saltar de una etapa de argumentación a la otra.
Aunque las fuentes teóricas que inspiraron a Hobbes pueden ser inagotables, es preciso reducir la exposición de su filosofía política a
los rasgos que comparte con la revolución científica del siglo XVII,68
67
John H. Hallowell, Jene M. Porter, “Thomas Hobbes and the philosophical revolution
of the seventeeth century”, en: Political Philosophy. The search for humanity and order, Prentice
Hall, Ontario, 1997, pp. 277-315.
68
Los esfuerzos de Hobbes en distintos escenarios intelectuales fueron reseñados en: Tom
sorell (ed.), The Cambridge Companion to Hobbes, Cambridge University Press, Cambridge,
1996.
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por cuanto este énfasis fue lo que le permitió al realismo utilizar
el pensamiento hobbesiano para explicar científicamente los intereses del poder nacional de los Estados y las amenazas a su seguridad nacional en el sistema internacional. Siguiendo la idea de la
relación entre el estímulo y la reacción del mecanicismo de Newton,
en el Leviatán Hobbes inicia su disertación con la definición de su
epistemología, destacando que los pensamientos del hombre son
representaciones de los cuerpos físicos o, como se suele denominar,
objetos externos a nosotros mismos y, por ende, que estas representaciones son causadas por dichos estímulos externos.69 En consecuencia, podría sugerirse que la postura epistemológica de Hobbes
es ante todo sicológica, por cuanto busca explorar, antes de ofrecer
sus leyes naturales sobre el comportamiento de los hombres, los
procesos mentales del ser humano. Al concentrarse en la sicología
que domina la naturaleza humana, no solo hace la distinción entre
la cosa observada y su respectiva representación en la mente humana, sino que va más allá, centrándose en la sicología individual y
colectiva como la siguiente etapa en su lógica deductiva. En efecto,
su postura sobre el pensamiento humano como una representación mental de la realidad que circunda al hombre le sirve para
destacar, específicamente, la representación mental de la discordia, la cual es causada por los móviles sicológicos de la actuación
individual de los hombres, a saber: la competencia, la desconfianza y la gloria. Si los hombres son dominados por estos móviles
enmarcados en la lógica de la racionalidad instrumental o, dicho
de otro modo, por aquella racionalidad que busca establecer la
relación entre medios y fines, es evidente que la principal representación de la dinámica colectiva será la idea de un estado de guerra
e inseguridad que, como resultado de una lógica mecánica y natural, será permanente.70 No obstante, siguiendo nuevamente las reglas de la física de Newton, en especial que “toda acción genera su
reacción” y que “todo cuerpo, cualquiera que sea su estado de movimiento o de reposo, tiende a conservarlo hasta que una fuerza
Thomas Hobbes, Leviatán o la materia, forma y poder de una república eclesiástica y civil, trad.
Manuel Sánchez Sarto, Fondo de Cultura Económica, México, 1994, p. 7.
70
John H. Hallowell, Jene M. Porter, op. cit.
69
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superior lo altera”, ofreció la solución al estado de naturaleza en el
que los hombres racionales se atacan permanentemente entre sí y,
por ende, son presa constante del miedo. Dicha solución fue la creación de una entidad por encima de los hombres, el Estado, que
tendría como propósito la concentración del poder político como
una acción que generaría una reacción: la seguridad de los hombres
que ya no se atacarían entre sí. De manera que el estado naturaleza
como estado de permanente movimiento podría ser alterado por la
fuerza (física) superior del Estado.
El fundador del paradigma realista, Hans Morgenthau, un asiduo
investigador entrenado y disciplinado por la filosofía política, supo
traducir el pensamiento de Hobbes para explicar la dinámica de la
política internacional. El pensamiento de Hobbes, inspirado en una
época en la que se buscó separar el razonamiento filosófico (caracterizado por la prescripción) del científico (centrado en la explicación y cuyo modelo fue establecido, principalmente, por la física de
Newton71 ), le sirvió de sustento a Morgenthau para justificar su
pretensión de instituir una “ciencia de la política internacional”.
De tal suerte que el paradigma realista y sus respectivas teorías no
solo mantienen el esquema axiológico del pensamiento hobbesiano, sino que además tienen su misma pretensión científica y la utilizan para explicar el modelo de la seguridad nacional en el marco
de la política internacional. En efecto, el realismo mantiene la estructura axiológica de la tradición de pensamiento hobbesiana al
seguir la misma lógica causal y deductiva, la cual se puede resumir
en dos etapas. En una primera etapa de la argumentación, todos los
autores realistas sin excepción destacan el hecho de que los Estados son racionales por cuanto buscan maximizar su poder, es decir,
su actuación está gobernada por la racionalidad instrumental que
Hobbes destaca al explicar la sicología de los hombres en el ámbito
doméstico. Dicha racionalidad tiene una connotación política particular cuando se piensa que otro de los puntos de partida del razonamiento realista es el hecho de que la soberanía de los Estados es
71
Giovanni Sartori, “La política como ciencia”, en: La política. Lógica y método en las ciencias
sociales, trad. Marcos Lara, Fondo de Cultura Económica, México, 1995.
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una condición objetiva inalterada heredada de la Paz de Westfalia.
Esto quiere decir que la racionalidad se afinca y se justifica al converger con una idea de soberanía inquebrantable; de lo cual se deduce
que el Estado no solo cuenta con el monopolio para dirigir su propia
política exterior, sino que, además, se constituye en el objeto de
la seguridad a tal punto que la seguridad de los ciudadanos es equivalente a la seguridad del Estado. Como segunda etapa de la argumentación, los realistas llegan a la misma conclusión que Hobbes, al
deducir de la sicología individual la sicología colectiva del estado de
naturaleza: si un Estado busca en todo momento maximizar su
poder entiende que los otros Estados están en la misma situación; por
tanto, no podrá actuar en el marco de acciones cooperativas. Esta es
la clásica analogía del dilema del cazador propuesta por Rousseau
que constituye el principal rasgo característico del sistema internacional: su anarquía, que desde este escenario debe ser entendida como
la ausencia de un poder por encima de los Estados que logre alterar,
siguiendo la lógica mecanicista, la dinámica del estado de guerra permanente del sistema internacional.72
Al sustentarse en el legado cientificista del pensamiento de Hobbes,
esta construcción lógico-deductiva pretendió ofrecer una investigación atemporal, objetiva y con la capacidad de explicar e incluso predecir la política internacional a partir del descubrimiento de las leyes
que gobiernan las decisiones en materia de política exterior. A la postre, esta pretensión fue promovida justamente por la necesidad de
moldear un conocimiento que pudiera ser aplicado en la comprensión del sistema internacional y que, por ende, demarcara modos de
acción. Como lo señaló Stanley Hoffman, los estudiosos de las relaciones internacionales tuvieron que ofrecer lo que los formuladores
de política necesitaban, y lo que los líderes mundiales buscaron durante la Guerra Fría, en especial en Estados Unidos, era
alguna fórmula intelectual que pudiera servir para múltiples
funciones: exorcizar el aislacionismo, y justificar una intervención
permanente y global en los asuntos mundiales; racionalizar la
acumulación de poder, las técnicas de intervención, y los métodos
72
Keith Krause y Michael Williams, op. cit., pp. 36-43.
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de contención aparentemente requeridos por la guerra fría; explicar
a un público de idealistas por qué la política internacional no deja
mucho lugar para la buena voluntad pura y de hecho mancilla la
pureza; apaciguar la frustración de los belicosos mostrando por
qué la fuerza ilimitada o el extremismo en nombre de la libertad
no eran ninguna virtud; y tranquilizar a una nación ansiosa por un
acomodamiento definitivo, sobre la posibilidad tanto de evitar la
guerra como de lograr sus ideales. El “realismo”, por diverso que
fuera (y así contradictorio) en sus recomendaciones, proveyó
precisamente lo que era necesario.73
Una vez expuestos los rasgos centrales tanto del realismo como de su
sustento filosófico debe quedar claro que este enfoque convencional, que moldea el esquema de la seguridad nacional, cuenta con las
tres características que le fueron atribuidas anteriormente a la teoría
tradicional: 1) la autonomía del investigador y de los actores sociales;
2) la estructura axiológica construida a partir de la causalidad y la
deducción, y 3) la necesidad de aplicar un conocimiento teórico a
una realidad concreta. Por tal razón, es evidente que los Critical Security
Studies, al estar inspirados en el espíritu de la Escuela de Frankfurt
que critica la teoría tradicional, tienen reservas en cada uno de estos
tres rasgos característicos del paradigma realista y de sus respectivas
teorías. No obstante, tal crítica, al reducirse exclusivamente al plano
epistemológico, podría quedar sin operacionalización política alguna.
Aunque es de gran importancia para la investigación, la propuesta de
estos estudios –consistente en sustituir el acercamiento racionalista
del neorrealismo y el neoliberalismo por modos interpretativos de
análisis– no es suficiente para guiar las decisiones políticas de las
autoridades encargadas de la seguridad. Es preciso trascender al plano operativo o por lo menos ofrecer un concepto que no solo sea
alternativo al modelo de la seguridad nacional, sino que también permita constituir una política de seguridad.
Con todo, la crítica más evidente a este planteamiento reside en el
hecho de que su fuente, el pensamiento hobbesiano, inicia su disertación y sigue una serie de etapas argumentativas sustentado en la
73
Stanley Hoffman, Jano y Minerva. Ensayos sobre la guerra y la paz, trad. Patricia McElroy,
G.E.L, Buenos Aires, 1991, p. 24.
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lógica deductiva del cartesianismo más que, como ya se estableció,
en el método inductivo de Newton o en la ciencia experimental de
Galileo. Si recurrió al cientificismo de Newton fue para racionalizar
sus leyes mas no para seguir su método inductivo apoyado en la
revisión empírica constante de los hechos. El resultado es que el
realismo tiene no solo el mismo esquema axiológico de la tradición
de pensamiento hobbesiana, sino también el mismo error de creer
estar haciendo ciencia. En general, los realistas siguen una serie de
principios y deducen leyes generales más que observar constantemente la realidad política. Por lo menos esa es la crítica que formulan los representantes de los Critical Security Studies.
Una consideración final
Dado que el debate sobre la seguridad nacional debe partir de las
formulaciones más generales hasta llegar a los modelos operativos
más particulares, y que para ello se requiere una guía que permita
orientar la discusión, la reflexión que orientó esta exposición se
centró en ofrecer aquellos paradigmas –el realismo y sus contradictores: el liberalismo y la teoría crítica– que permiten delimitar la
comprensión de este concepto. Al desbrozar este debate se buscó
enfatizar el hecho de que la versión realista de la seguridad nacional conserva un lugar preeminente no solo en relación con la discusión académica, sino también política. Se puede concluir que el
realismo cuenta con una alta capacidad para explicar una multitud
de fenómenos relacionados con la seguridad nacional a tal punto
que se ha convertido en el marco de referencia obligado. Por esa
razón, el realismo ha sido crucial para el debate político: la lectura
que ofrece este paradigma sobre el sistema internacional ha justificado en buena medida las decisiones en materia de política exterior
y de seguridad en el mundo.
Todo parece indicar que la versión realista de la seguridad nacional
se constituye en uno de los modelos más arraigados y difíciles de
evadir en el conjunto de los debates de la seguridad. En efecto,
como tal, ha influido la mayoría de las políticas exteriores y, por
supuesto, no hay una sola teoría sobre seguridad que no se haya
constituido como una oposición o una readaptación de sus princiDesafíos, Bogotá (Colombia), (15): 120-177, semestre II de 2006
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pales axiomas. Su versión más clásica se encuentra en la famosa
obra de Hans Morgenthau, cuyo pensamiento promueve la configuración de una agenda de seguridad centrada en el estudio del
interés de las naciones expresado en términos de poder, de manera
que el objeto y el sujeto de la seguridad así como el grado de cesión
de soberanía que supone su modelo deben ser explicados en función del poder nacional.
Sin embargo, es necesario un comentario adicional: pese a conservar aún cierta vigencia, se ha buscado readaptar dicho modelo en
torno a una serie de variables que responden a los últimos cambios registrados en el sistema internacional. En el marco del paradigma realista ya no se piensa la seguridad solo en relación al
poder, sino también en función de la riqueza y de varios sectores
(militar, político, económico, ambiental y societal). Además, se ha
desbordado el nivel de análisis nacional para incluir variables
sistémicas, factores domésticos y la posibilidad de crear regímenes internacionales que permitan la cooperación en materia de
seguridad. No obstante, el paradigma realista aún deja muchos
interrogantes en la sombra. Desde luego, los Estados –y por ende
su seguridad– siguen siendo referentes fundamentales en el mundo contemporáneo. Pero también es una verdad de a puño que la
preocupación por el ser humano adquiere cada vez mayor gravitación y envergadura, motivo por el cual la seguridad humana como
filosofía y propuesta de trabajo enriquece y vuelve más complejo
el panorama de la seguridad en las sociedades contemporáneas.
De allí que se haya planteado la necesidad de recurrir a otros paradigmas que advierten ciertos caminos de reflexión con el propósito de depurar la capacidad de explicación del realismo no solo
para enfatizar otros actores aparte del Estado, sino también para
problematizar las limitaciones epistemológicas de esta propuesta
convencional.
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178 / NERY LONDOÑO ZAPATA
Lo ambiental y lo social de la
aspersión en Colombia
¿Política ambiental o estrategia
antinarcóticos?
NERY LONDOÑO ZAPATA
[email protected]
Artículo recibido 31/08/2006
Evaluación par externo 11/09/2006
Evaluación par interno 12/09/2006
Resumen
En este artículo se revisan y analizan algunos aspectos del Programa de Erradicación de Cultivos Ilícitos con Glifosato (PECIG) y su Plan de Manejo
Ambiental, con el ánimo de demostrar que no consideran de manera adecuada los componentes ambiental y social. Desde la perspectiva de las políticas
públicas se demuestra que se ajustan más a una estrategia militar-antinarcóticos
que social y medioambiental, contrario al querer transmitido en la definición
del instrumento, que habla de la compensación, prevención y mitigación de
impactos, la protección de los recursos naturales, del medio ambiente y de la
salud de la ciudadanía ubicada en las zonas de influencia directa. Para ello,
se hace un recuento de cómo está definido el Programa y los organismos que lo
componen; después se explica el Plan de Manejo Ambiental y el análisis de su
implementación, posteriormente se muestran los resultados obtenidos de esta
verificación para, finalmente, formular las respectivas conclusiones.
Palabras clave: medio ambiente, políticas públicas ambientales, gestión
ambiental, aspersión con glifosato, Plan de Manejo Ambiental.
Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 178-235, semestre II de 2006
6. Nery Londoño.p65
178
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LO AMBIENTAL Y LO SOCIAL DE LA ASPERSIÓN EN COLOMBIA / 179
Abstract
This paper reviews and analyzes issues of the Illicit Crop Eradication Program with Glyphosate (ICEPG) and its Environmental Management Plan,
with the aim to demonstrate that the environmental and social components
have not been properly considered. From the public policy viewpoint, they are
shown to fit more into a military antinarcotics strategy rather than a social
and environmental strategy, as opposed to the aims contained in the instrument definition, which talks about impact compensation, prevention, and mitigation; and protection of natural resources, environment, and population’s
health within the direct influence areas. For this purpose, an initial review of
the Program definition and component organizations is provided; the Environmental Management Plan is explained, its implementation is analyzed;
the results from this verification are shown; and, finally, the respective conclusions are formulated.
Key words: environment, environmental public policy, environmental management, aspersion using glyphosate, Environmental Management Plan.
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Introducción
Entre sus principios básicos la estrategia ambiental colombiana considera que el proceso de desarrollo económico y social se regirá según
los principios universales del desarrollo sostenible; configura la biodiversidad como patrimonio nacional y de interés de la humanidad,
obligando a su prioritaria protección y aprovechamiento sostenible; plantea que las políticas de población tendrán en cuenta el derecho de los seres humanos a una vida saludable y productiva en
armonía con la naturaleza. Por otro lado, define que la formulación
de las políticas tendrá en cuenta el resultado del proceso de investigación científica. Advierte a las autoridades ambientales y a los
particulares la aplicación del principio de precaución, que trata sobre la pertinencia de medidas eficaces para impedir la degradación
del medio ambiente en los casos en que se identifique peligro de
daño grave e irreversible, y se evidencie falta de certeza científica
absoluta.1 Acuerda que la ley garantizará la participación de la comunidad en las decisiones que puedan afectarla con el ánimo de
hacer prevalecer el derecho a disfrutar de un ambiente sano, surgiendo entonces la obligación del Estado de proteger la diversidad
e integridad del mismo y la planificación del manejo y del aprovechamiento de los recursos naturales para garantizar su desarrollo,
sin comprometer el de las futuras generaciones.
Este artículo pretende mostrar algunos aspectos del Programa de
Erradicación de Cultivos Ilícitos con Glifosato (PECIG) definidos en su Plan de Manejo Ambiental, con el ánimo de demostrar
que este programa, diseñado e implementada con el fin de erradicar los cultivos ilícitos, no considera de manera adecuada los componentes ambientales y sociales antes mencionados aunque cuente
con un Plan de Manejo Ambiental, que finalmente la autoridad
ambiental (el MAVDT) debió imponer en 2001, respondiendo más
a la presión social y a un requerimiento legal que a una preocupación real sobre estos temas específicos. Para ello, se hace un recuento de cómo se define el Programa y los organismos que lo
1
Colombia, Ley 99 de 1993, Fundamentos de la Política Ambiental Colombiana.
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componen; se explica el Plan de Manejo Ambiental y el análisis
de su implementación a través de listas de chequeo para las fichas
o programas correspondientes y definidas en el mismo; se muestran los resultados obtenidos de esta verificación para, finalmente, formular las respectivas conclusiones. Así mismo, se define y
explica de manera sucinta los conceptos de políticas públicas y la
concepción de los bienes públicos; el concepto de desarrollo sostenible y los recursos y servicios de la biodiversidad; por último
se plantean algunas consideraciones sobre el herbicida glifosato y
algunas externalidades conocidas.
En seguida, se define el Programa y los actores que intervienen, la
forma como se viene desarrollando y ejecutando el Plan de Manejo
Ambiental y el Programa mismo a través de la definición de listas
de chequeo cuya base son los objetivos y actividades a realizar propuestos, y con las que se pretende dar cumplimiento al objetivo
general del Plan contrastadas con la información suministrada en
los Informes de Avance de Actividades presentados por la Dirección Nacional de Estupefacientes a la autoridad ambiental, verificando el nivel de cumplimiento del mismo. Con estos resultados, se
amplían algunos aspectos específicos informados, referidos prioritariamente a la deficiente, ineficaz e inoportuna aplicación de consideraciones de tipo ambiental y social que conlleven a impedir,
prevenir, mitigar de manera efectiva las externalidades negativas
evidenciadas en el Programa.
Marco teórico
Las políticas públicas
En democracias presidenciales como la colombiana, el proceso de
adopción e implementación de las políticas públicas depende fundamentalmente de los partidos políticos, los cuales están conformados e influenciados por actores que incluyen desde el Presidente
mismo hasta ciudadanos de las regiones y pueblos, congresistas,
empresarios y personas con marcada influencia social. Sin embargo, estos no son exclusivos de la influencia en la calidad de las
políticas públicas; temas como la actitud ciudadana, las conviccioDesafíos, Bogotá (Colombia), (15): 178-235, semestre II de 2006
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nes, los valores, la historia, las instituciones y las costumbres son
preponderantes y en cierta forma definen tales políticas.2
Otros aspectos que no se pueden desconocer y que tienen relación
directa con la eficacia de las políticas públicas son los procesos de
diseño e implementación en los cuales media de manera fundamental el debate y la negociación. El componente técnico y los procesos
políticos son fundamentales y van de la mano. Muchas políticas consideradas técnicamente correctas, y con atributos teóricos importantes, no siempre son exitosas, pues pueden desconocer componentes
de tipo institucional, político y cultural en los cuales se desarrollen e
implementen. Una política que muestre dudas de credibilidad y sea
deficientemente aplicada, puede crear más distorsiones que otra considerada no tan óptima, pero que goza de estabilidad y de una correcta implementación.
Los actores formales de las políticas públicas
En este segmento se analizan los actores formales e informales, pero
visibles, pues las características y el ámbito de aplicación en las que
se definan las políticas públicas pueden derivar otros actores o agentes no visibles y hasta ilegales que, aunque muestran estas condiciones, ejercen una influencia directa y muy significativa sobre los
procesos de formulación, implementación y de resultados.
En el caso del PECIG confluyen de manera específica actores informales como los grupos armados, que tienen el control sobre la mayor parte del territorio donde se encuentran los cultivos ilícitos; los
desplazados, que es la población obligada a dejar sus tierras rurales
por múltiples razones, pero que en todo caso tienen que ver con
la problemática de este tipo de cultivos; así mismo, actores formales
como la Embajada Americana, organismos multilaterales y ONG
que influencian de manera efectiva, directa y significativa el desarrollo de esta política pública, ejerciendo presiones políticas y ambientales sobre la misma.
Este apartado se desarrolla tomando como base los planteamientos y conceptos del Banco
Interamericano de Desarrollo, Publicados en el libro La política de las políticas públicas.
Informe 2006, Harvard University, Editorial Planeta, Cambridge, 2006.
2
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El gabinete
En los sistemas presidenciales el poder ejecutivo se
concentra en el presidente y, en consecuencia, sus ministros
desempeñan un rol de apoyo del presidente. Características
como la estabilidad, la coordinación y el nivel de formación
influyen significativamente en las políticas públicas. Así, por
ejemplo, cuando hay cambios frecuentes en el gabinete,
pueden darse problemas de liderazgo que a su vez pueden
llevar a situaciones de inercia burocrática y corrupción. Ahora,
si la permanencia de los ministros se prolonga, ello puede
generar capacidades específicas en el rol político en el que
se desenvuelve, así como desarrollar aptitudes gerenciales
que conllevan a mejorar la calidad de su desempeño en la
formulación de políticas públicas. Por otro lado, la capacidad
de los ministros de gobierno para coordinarse y cooperar con
otras instituciones impacta positivamente en las políticas.
A mayor número de partidos participando en el gabinete y
mayor sea la distancia en ideologías, se tendrán mayores
probabilidades de dificultad.
Ahora bien, un número elevado de ministros participando en
el proceso de formulación puede limitar la capacidad para
desarrollar una política coherente en el tiempo y ejecutada de
manera consistente.
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Continúa
La burocracia
El funcionamiento efectivo del sistema democrático y la vigencia
del Estado de derecho está fuertemente relacionado con
la burocracia, que se convierte en componente básico. La
burocracia es un conjunto articulado de reglas y pautas de
funcionamiento que se insertan en el poder ejecutivo con la
finalidad de dar continuidad, coherencia y relevancia a las
políticas públicas así como el de asegurar el ejercicio neutral
objetivo y no arbitrario de los poderes públicos. La calidad de la
burocracia contribuye de manera efectiva a evitar políticas
oportunistas fortaleciendo la confianza de los actores.
La debilidad de la burocracia contribuye a la debilidad del poder
ejecutivo, a pesar de estar subordinada a él dentro de un sistema
constitucional. El nivel de mérito, que evalúa el grado en que
existen garantías efectivas de profesionalismo en el servicio civil
y el grado de protección efectiva de los funcionarios frente a la
politización y el atropello. Colombia, junto con países como
Argentina y Uruguay, presenta un índice cercano al 52%,
reflejando un escenario en el cual se aceptan, en términos muy
generales, las decisiones de selección, promoción y despido de
los funcionarios públicos, respondiendo a principios de mérito. El
esquema 1, Cambios de burocracia muestra los tipos de
burocracia existentes, ubicándolos de acuerdo con el grado de
autonomía y la capacidad funcional de la misma. La capacidad
funcional evalúa y calcula aspectos de los sistemas de
remuneración salarial y de evaluación del desempeño de sus
funcionarios.
Tabla 1. Actores formales de las políticas públicas
LO AMBIENTAL Y LO SOCIAL DE LA ASPERSIÓN EN COLOMBIA / 183
El poder judicial
Si este es independiente y dinámico, desempeña un papel
importante en las políticas públicas como perito imparcial que
hace cumplir los acuerdos entre los actores, garantizando y
vigilando la aplicación efectiva de los mismos e implícitos en las
políticas, facilitando las oportunidades intertemporales y si
representa los intereses de la sociedad, ayudando entonces a
favorecer el interés colectivo.
Cuando el poder judicial toma un rol con poder de veto, las
políticas públicas gozarán de mayor estabilidad porque garantiza
la aplicación de las normas y de la Constitución. Sin embargo,
puede hacer que éstas sean poco adaptables en el sentido en
que dependerá de la coincidencia entre las preferencias o
prioridades de los demás poderes.
Fuente: Banco Interamericano de Desarrollo, La política de las políticas públicas. Informe 2006. Harvard University, Editorial Planeta, Cambridge, 2006.
Autoridades subnacionales
Las autoridades subnacionales se refieren a los alcaldes y
gobernadores los cuales en Colombia son elegidos por voto
popular. La función de estos actores en el proceso de
formulación de políticas públicas depende fundamentalmente
de los incentivos y las reglas de juego en su participación. En
general se refiere a incentivos de tipo presupuestal y los
efectos benéficos que pueda generar la política pública.
Normalmente intervienen más en la implementación y
desarrollo de la misma, que en su diseño.
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Frente al PECIG, organismos como la Corte Constitucional, la
Defensoría del Pueblo, las personerías municipales y distritales y
la Procuraduría han ejercido sus funciones en la prevalencia de los
derechos de los afectados directa o indirectamente por el Programa,
tratando de dar un equilibrio frente a los impactos o externalidades
generadas a las comunidades locales. Un aspecto importante es que,
aunque el programa se formula en el nivel central, este se desarrolla en las regiones, implicando necesariamente a gobernadores,
alcaldes, sistemas regionales de salud, autoridades ambientales
regionales –corporaciones autónomas regionales e institutos de investigación ambiental–, instancias y jurisdicciones en las que se
identifican, reconocen y tratan la totalidad de las afectaciones, pero
que no intervienen en el diseño ni en la puesta en marcha del Programa y del Plan de Manejo Ambiental, tampoco en los seguimientos ni en las respectivas verificaciones.
Esquema 1. Clases de burocracia
Burocracias
Administrativas
(Colombia, Uruguay,
Argentina) *
Administración
Federal *
Brasil
*
(Burocracias
Sociales)
Enclaves protegidos
Bolivia
Burocracias
Administrativas
*
(Perú, Venezuela,
Ecuador)
Funcionarios Públicos
Provisionales
*
(Colombia,
Argentina, Perú,
Uruguay)
BUROCRACIAS
ADMINISTRATIVAS
BUROCRACIA
CLIENTELAR
Burocracias
Económicas Banco
Central
*
*
*
Cuerpos
profesionales
Diplomáticos y
Tecnócratas
*
BUROCRACIA
MERITOCRACIA
BUROCRACIA
PARALELA
A
L
T
A
Admin. Central
– Chile
*
Administraciones
Tributarias (Chile,
Perú, México)
*
Fondos Entidades
ad hoc Fondos de
Inversión Social
Equipos de
Asesores
Técnicos
*
Unidades Ejecutivas
de Proyectos
Internacionales
*
Burocracias
Clientelares (Paraguay,
República Dominicana)
BAJA
*
CAPACIDAD
ALTA
Fuente: Banco Interamericano de Desarrollo, op. cit., 2006, p. 76.
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A
U
T
O
N
O
M
Í
A
B
A
J
A
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Como se puede deducir del esquema, Colombia se ubica como
una burocracia administrativa, es decir, muestra un sistema que
presenta poca o baja capacidad funcional y alta autonomía de sus
funcionarios; cuenta con reglas definidas sobre el mérito, pero en
la práctica no se aplican; sus funcionarios son elegidos con base
en razonamientos políticos y no en virtudes y capacidades. La alta
rotación de los funcionarios públicos entre entidades y la creciente vinculación de contratistas a las plantas de las entidades, además
de generar temporalidad y rotación, reduce el sentido de pertenencia y limita la defensa de lo público, al contratarse para labores
específicas como emitir conceptos técnicos o presentar diagnósticos o estudios.
Los actores de la sociedad civil
Actores como la Iglesia, las empresas multinacionales, los organismos internacionales, los Gobiernos extranjeros, las organizaciones
civiles, indígenas, negritudes, campesinos, entre otros, tienen un
papel importante en el proceso de formulación de las políticas públicas; en tal sentido, el verdadero reto es lograr entrecruzar la influencia de unos y otros de forma que contribuya a obtener resultados
óptimos de las mismas.
Existe otro tipo de actores formales de la sociedad civil que ejercen
influencia sobre el proceso de formulación de las políticas públicas, estos son las empresas, los gremios, los medios de comunicación, los sindicatos, los movimientos sociales, los académicos y los
representantes del conocimiento. Así, por ejemplo, las empresas y
los gremios, que a través de la recolección de firmas, redes de contacto, asociaciones y la movilidad de capitales, participan e influyen en la formulación de políticas como medio de invertir su dinero
aprovechando las oportunidades cambiantes. Los medios de comunicación, considerados como la forma de enlace entre la opinión
pública y los mensajes de la élite, mediante campañas estratégicas
de comunicación, manejo de las noticias y la integración de los organismos de control ejercen importante influencia en el proceso de
la formulación e implementación de las políticas públicas.
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Por otro lado, los sindicatos han venido participando en el proceso de
formulación de las políticas públicas; sin embargo, su influencia depende del poder de negociación y de las alianzas políticas. Los sindicatos se organizan para defender los intereses de sus afiliados por
medio de la acción colectiva, estrategias políticas y servicios sociales. En el período posterior a la depresión económica, las alianzas
con partidos de los trabajadores en América Latina redundaron en
beneficios materiales para los trabajadores. Finalmente, los movimientos sociales posibilitados por la acción de la democracia que
ha generado corrientes sociales o de protesta convirtiéndose en un
instrumento político eficaz, alcanzando muchas veces la intensidad y escala suficiente para la renuncia forzosa o quizá la destitución de algunos presidentes en el ámbito de América Latina.
Se ha observado que el aumento del poder de la calle se ha originado básicamente por la “debilidad del Estado”, la “debilidad de la
nación” y la “debilidad de la democracia”.3 La primera se refiere a
la incapacidad para mantener el nivel de ingreso de los sectores que
habitualmente lo sostienen, como los trabajadores, los gremios, los
terratenientes y la clase media en general. Un Estado débil que no
puede satisfacer las expectativas de mejoras emanadas de la democracia, es un motivo de movilización y descontento social.
La debilidad de la democracia se refiere a la deficiente atención de
necesidades sociales insatisfechas y a la creación de gobiernos transparentes, no corruptos y liberados de las captaciones por parte de
interese especiales. Debido a la debilidad de los procesos democráticos se han permitido el autoritarismo, el clientelismo, el populismo,
la corrupción y la captación de instituciones y políticas públicas por
intereses especiales. Se observa una repercusión en el cumplimiento
de las misiones fundamentales del Estado, como el suministro de
servicios eficientes y el fomento del desarrollo, considerándose que
las políticas públicas no han logrado incorporar las necesidades y
reivindicaciones de todos los ciudadanos ni responder a ellas, por lo
3
Banco Interamericano de Desarrollo, La política de las políticas públicas. Informe 2006,
Harvard University, Editorial Planeta, Cambridge, 2006, p. 123.
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que grandes sectores de la población están quedando excluidos de
los beneficios del crecimiento.
La debilidad de la nación se refiere a la ausencia de un sentido
compartido de nacionalidad, de sentimiento de identidad nacional.
Para ello, el Estado debe estar en capacidad de crear una visión de
futuro compartido a partir del cual se pueda construir una comunidad de ciudadanos con deberes y derechos. Cuando existe la percepción de que los beneficios se concentran en una minoría mientras
que siempre se sacrifica a los mismos grupos, que son precisamente
los que están ausentes en la toma de decisiones, es muy complicado facilitar el surgimiento de un sentido de pertenencia a la misma
comunidad política.
La calidad y efectividad de las políticas públicas dependen en gran
medida de la inclusión del conocimiento técnico en el proceso de
formulación de las mismas. Numerosos actores del conocimiento
tienen la posibilidad de mejorar la calidad del debate, introducir
alternativas, facilitar la formulación de la agenda, fortalecer su ejecución y darle seguimiento mediante la mejora de los conocimientos.
La especialización de los conocimientos, sumado a las dificultades
de adaptar la burocracia a la índole dinámica de sucesos, ha originado el surgimiento de nuevos actores del conocimiento, como las
oficinas de asesoramiento legislativo, institutos vinculados a partidos políticos, organizaciones internacionales, centros de estudios,
ONG, unidades de investigación de compañías, de gremios y de
empresas.
Características de las políticas públicas
Se ha identificado que las siguientes características hacen más óptimas las políticas públicas formuladas:
1. Contenido: técnicamente sustentada: beneficiados, tributación,
redistribución del ingreso, etcétera.
2. Estabilidad: capacidad de sustentar las políticas públicas en el
tiempo.
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3. Adaptabilidad: capacidad que tienen los Estados para adaptar
sus políticas públicas respondiendo a cambios de las condiciones económicas; a veces los Gobiernos abusan de su discrecionalidad para adaptar las políticas y ponen en práctica políticas
oportunistas y unilaterales más próximas a sus propias preferencias o a las de sus electores; ello puede generar volatilidad de las
políticas, dado que oscilan entre uno y otro extremo.
4. Coordinación y coherencia: en la formulación de políticas públicas es factible y normal que participen múltiples actores que
actúan en el mismo ámbito de políticas, lo cual exige un elevado
nivel de coordinación de acciones para producir políticas coherentes.
5. Calidad de la implementación y de la efectiva aplicación: una
política puede estar muy bien diseñada, ser aprobada sin cambio
alguno, pero puede a su vez ser totalmente ineficaz, si no se
plantea y se aplica de manera efectiva.
6. Orientación al interés público: se refiere al grado en que las políticas públicas promuevan el bienestar general y se asemejen a
bienes públicos. Cuando se observa que los resultados o beneficios se canalizan hacia determinadas personas, fracciones o grupos específicos, a las elites, a regiones, distribuyéndose las
ventajas de las mismas de manera evidentemente desigual.
7. Eficiencia: hace referencia a la capacidad del Estado de asignar
recursos escasos a aquellas actividades de las que se obtienen
mayores rendimientos. Esta característica guarda relación con el
interés público o general.
Los bienes públicos internacionales (BPI)
Los BPI están definidos como “un beneficio que ofrece utilidad y
disponibilidad a escala internacional”. 4 Según la definición de
Samuelson, un BPI es un bien no rival, es decir, que mi propio
consumo no reduce el consumo de otro, y no excluyente a lo largo
de las fronteras internacionales. Que no sea excluyente se refiere al
incentivo de usarlo sin tener que pagar; a medida que todos los
4
Marco Ferroni, Ashoka Mody (eds.), Bienes públicos internacionales, Banco Interamericano
de Desarrollo, Banco Mundial y Alfaomega, Washington, 2002, p. 7.
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países se benefician de un bien, deben contribuir al costo de ofrecerlo, pero el problema de la valoración y las diferencias entre países resultan ser los verdaderos inconvenientes de su definición.
De acuerdo con el Banco Mundial y las consideraciones de Morrissey
y Hewitt, los BPI se clasifican en dos grandes grupos: los que ofrecen beneficios nacionales y aquellos cuyos beneficios son internacionales. Los BPI más importantes se definen para las áreas de la
salud, el medio ambiente, el conocimiento, la seguridad y la gobernabilidad financiera y económica,5 aunque haya serios inconvenientes para dividir los costos de oferta y la valoración de los mismos.
Sin embargo, este último aspecto es manejado de manera adecuada
tomándolo como un problema circunscrito al tema financiero y de
financiación.
Externalidades de los BPI
Un bien social o público se define como aquel que todos disfrutan,
sin que otro individuo reduzca su propio disfrute del mismo bien.
El grado de público hace referencia al nivel al que las personas
pueden ser advertidas de beneficiarse, una vez el bien es ofrecido.
Cuando se trata de un bien publico puro, nadie puede ser impedido de disfrutar de los beneficios obtenidos; así mismo, los beneficios obtenidos por otros no pueden reducir la cantidad de beneficios
disponibles para otros. La exclusión significa que un bien cualquiera no es puramente público, los cuales están definidos como
bienes club, ya que solo unos pocos se pueden beneficiar del mismo. Ahora bien, los bienes públicos no son ofrecidos en cantidades
suficientes por 1) los costos de inversión para un individuo superan
los retornos esperados, utilizando el bien sin pagar por él; 2) si fuese posible cobrar por los beneficios sería difícil que todos los individuos valoraran de igual manera el bien y algunos obtendrían mayor
utilidad que otros.
El rango en el cual se miden los beneficios económicos es diferente
para diversos bienes públicos. En todo caso, “un bien público in5
Ibíd., p. 29.
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ternacional es un beneficio que genera utilidad, que, en principio,
está disponible para toda la población del mundo”.6 Es esencial
que el bien público, una vez generado, esté disponible en los términos de cantidad y calidad para el consumo de todos los individuos
en un rango espacial. De manera contraria, la acumulación de contaminación generada, como externalidad negativa resultante de la
aplicación de un proceso cualquiera, se convierte en un mal público internacional, al dispersarse dicha contaminación a través de
las fronteras. En la práctica, muchas veces no es posible distinguir
o identificar de manera exacta la diferencia entre la externalidad y
el bien público. Muchos bienes públicos ofrecen un beneficio que
se observa en la forma de reducción o eliminación de un riesgo,
donde el riesgo es un mal público. Contrario a ello, la reducción del
riesgo asociado a la contaminación o explotación de un recurso (bosques, océanos, lagos, etcétera) también es un bien público.
En este caso particular, los cultivos ilícitos son una externalidad
negativa del narcotráfico, catalogado como un mal público internacional. La reducción del riesgo de narcotráfico es un bien público.
Surge entonces la pregunta: ¿cómo reducir ese riesgo? El lector sabrá que son muchos los aspectos de obligada consideración y análisis, como también las maneras y mecanismos de llevarlo acabo.
Los bienes públicos suelen agruparse por sectores. En el sector
medioambiental, el bien público o la actividad ofrece calidad ambiental. Por los efectos que tienen, los aspectos de manejo y gestión ambiental se definen como bienes públicos internacionales.
Los beneficios se traducen en reducción de riesgos. El bien público en el sector salud ofrece mejoras en el nivel de salud y aplica a
nivel nacional e internacional. De forma similar, la paz global es
un bien público internacional y las actividades que contribuyan a la
seguridad y a la paz son actividades centrales; finalmente, la gobernabilidad, que si es estable y buena, ofrece utilidad y refuerza la
capacidad para ofrecer bienes públicos internacionales. La tabla 2
muestra algunos ejemplos de BPI.
6
Ibíd., p. 32.
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Tabla 2. Bienes públicos nacionales e internacionales
Sector y alcance Actividad central
Medio ambiente
Internacional
Nacional
Salud
Internacional
Nacional
Conocimiento
Internacional
Nacional
Seguridad
Internacional
Nacional
Investigación para reducir
emisiones
Conservación
Regulación e incentivos
tributarios
Educación ambiental
Investigación para eliminar
enfermedades
Cuidados preventivos
Sistema de distribución de
vacunas
Sistema de cuidados en
salud
Centros de investigación
especializada
Servicios educativos
Infraestructura para
Internet
Infraestructura educativa
Prevención de conflictos
Instituciones para manejo
del conflicto
Formulación de políticas
Reducción de la
criminalidad
Gobernabilidad
Internacional
Nacional
Actividad
complementaria
Investigaciones
multilaterales
Buen gobierno
Fortalecimiento doméstico
de la sociedad civil
Reforma del servicio civil
Fuente: Marco Ferroni, Ashoka Mody (eds.), Bienes públicos internacionales, Banco Interamericano de Desarrollo, Banco Mundial y Alfaomega, Washington, 2002, p. 38.
Los bienes públicos son determinantes importantes del bienestar
en general y del estándar de vida material, repercutiendo de manera positiva en el desarrollo de los pueblos y su objetivo de aliviar la pobreza. Estos bienes pueden ser de ámbito local, regional
o global requiriendo de la intervención de los Gobiernos, pues de
hecho estos existen con el fin de ofrecer este tipo de bienes.
El statu quo no es la alternativa de ofrecer un bien público, pero la
incapacidad de ofrecerlo crea incentivos para desarrollar acciones
que lo remedien. Los países son interdependientes no solo en la oferta de bienes públicos, sino en el comercio de los mismos, si la oferta
de bienes públicos cambia los precios de mercado, entonces se puede
también afectar la oferta de bienes públicos mediante los mecanismos de mercado; a esto se le llama fuga de comercio.
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193
Pesca en el océano
Control de pestes
Control del crimen
organizado
Reducción de la lluvia ácida
Sistema de defensa de
misiles
Ayuda para desastres
Público impuro con cierto
grado de exclusión
Investigación básica
Control del calentamiento
global
Ejemplos
Público impuro con cierto
grado de rivalidad pero sin
exclusión
Público puro
Tipo de bien
Posibilidades de
financiación
Se debe trabajar partiendo de
la motivación del sector
público, con base en la
capacidad de pago
Financiación coordinada por
organizaciones
supranacionales usando
alguna estructura de
impuestos internacionales o
tarifas
Debe basarse en
organizaciones
supranacionales y algunos
arreglos de recolección
La rivalidad puede motivar un
comportamiento más
independiente en contraste
con los bienes públicos puros
La exclusión promueve la
financiación voluntaria y
estructuras similares a club.
Para estos bienes, el sector
público puede ser necesario
para coaccionar
Tabla 3. Tipos de bienes públicos
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Continúa
La rivalidad reduce problemas de
neutralidad, pero se requiere de
motivación por parte del sector
público
Dado que la exclusión no es
completa se presenta algo de
suboptimalidad
Existen más incentivos privados a
contribuir
Existen problemas de neutralidad,
ya que las contribuciones
voluntarias expulsaran a las
contribuciones colectivas
La cooperación parcial enfrenta
problemas de pagar sin usar ante la
ausencia de participación suficiente
Comentarios
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Gasto en defensa entre
aliados
Procesos de paz
Ayuda externa
Intelsat
Parques transnacionales
Servicios de extensión
Ejemplos
Fuente: Marco Ferroni, Ashoka Mody (eds.), op. cit., 2002, pp. 80-81.
Productos conjuntos
Bien club
Tipo de bien
Posibilidades de
financiación
Y facilitar la oferta de parte del
sector privado
Cobrar a cada usuario según
la aglomeración resultante. Los
que no pagan son excluidos
La tarifa por uso es igual al
costo marginal de
aglomeración
Por la existencia de beneficios
privados específicos para cada
nación y por los beneficios de
bien club mas duraderos
Para financiar el bien con
mayor eficiencia
Como la participación de
beneficios excluibles aumenta,
los pagos pueden aumentar a
partir de los beneficios
recibidos
Los acuerdos institucionales pueden
reforzar los beneficios excluibles
Conciente de beneficios excluibles
respecto a beneficios totales es
esencial
Los clubes limitan los costos de
transacción
La pregunta es si esta
suboptimalidad residual
Pueden presentarse resultados
eficientes
Comentarios
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La tabla anterior esquematiza los tipos alternativos de bienes públicos y sugiere algunas posibilidades de financiación mayormente
conocidas.
El desarrollo sostenible
La definición de desarrollo sostenible se planteó en 1987 en el Informe Brundtland y dice que la sustentabilidad satisface “las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer la capacidad de
las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”.7
Sin embargo, existen objeciones a este concepto y definición. La primera se refiere a que si la idea fuese mantener el patrimonio natural,
cualquier uso en cualquiera de sus elementos, sobre todo en los no
renovables, estaría en contravía del querer expresado en el concepto
de desarrollo sostenible; la segunda se refiere a la perspectiva temporal, pues solo una economía basada en fuentes renovables de energía podría ser sostenible en el tiempo. No obstante, con el ánimo de
ser prácticos, se puede entonces concentrarse en la conservación del
patrimonio natural como proveedor de recursos renovables. Y un criterio claro de uso sostenible tiene que ver con el uso de los mismos al
ritmo de su renovación.
El concepto también adopta necesariamente una perspectiva espacial y se entrelaza con el tema de equidad. Desde el punto de vista
de la presión de los recursos naturales, sean renovables o no renovables, se concluye que “es la riqueza y no la pobreza la causa del
agotamiento de los recursos”.8 Otro aspecto se refiere al comercio
internacional, el cual presiona sobre la capacidad de carga que se le
aplica al territorio, normalmente en los países pobres. MartínezAlier cuestiona este tipo de comercio y afirma que este se puede
entender como la “apropiación de la capacidad de carga de otros
territorios” a través de intercambios ecológicos desiguales expresados en el eco espacio y la huella ecológica. En 1902, Pfaundler
7
G. H. Brundtland, Our common Future, Oxford University Press, Oxford, (Nuestro Futuro
Común, Alianza, Madrid, 1988). En Joan Martínez Alier, Jordi Roca Jusmet, Economía
ecológica y política ambiental, Fondo de Cultura Económica, México, 2001, p. 367.
8
Joan Martínez Alier, Jordi Roca Jusmet, Economía ecológica y política ambiental, Fondo de
Cultura Económica, México, 2001, p. 389.
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argumentó “que si a un territorio le falta un elemento muy necesario que es muy abundante en otro lugar, entonces la Ley de
Liebiig del mínimo recomendaría el intercambio y, por lo tanto, la
capacidad de carga de todos los territorios sumados, sería mayor
que la suma de las capacidades de carga de todos los territorios
autárquicos”.9
Por otro lado, el desarrollo concebido como “un proceso de expansión de las libertades reales de que disfrutan los individuos”,10 que
a su vez dependerán de las instituciones económicas y sociales y de
los derechos humanos y políticos, exige de la reducción de privaciones sociales, de la escasez de oportunidades, de la tiranía, de la
intolerancia de los Estados represivos y de la pobreza como fuentes principales de privación de libertad.11 Los debates públicos y
las discusiones abiertas, desarrollados como consecuencia de las
libertades políticas y los derechos humanos, influyen de manera
importante en la creación de valores sociales ayudando a la identificación y el consenso de necesidades.
La biodiversidad
La biodiversidad se refiere a la acumulación de especies y se extiende a la variedad genética de cada especie así como a la variedad del
ecosistema y del hábitat. Se sabe que en el planeta existen alrededor de 1.75 millones de especies; las investigaciones recientes se
centraron en bosques tropicales que albergan a más seres vivos que
todos los otros ecosistemas juntos.12 En efecto, en Perú por ejemplo, E. O. Wilson identificó 43 especies de hormigas en un solo
árbol, y se calcula que es el equivalente a la diversidad de todas las
hormigas de Inglaterra; de manera similar se estableció que en una
sola hectárea de bosque tropical peruano existen algo más de 300
especies de árboles y en un solo árbol de bosque tropical se identificaron hasta 10.000 especies de insectos.
Ibíd., p. 399.
Amartya Sen, Desarrollo y libertad, Planeta, Barcelona, 2000.
11
Ibíd.
12
Bernard J. Nebel y Richard T. Wright, Ciencias ambientales. Ecología y desarrollo sostenible,
Editorial Pearson Educación, México, 1999.
9
10
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Se han identificado múltiples razones de disminución de la biodiversidad, por ejemplo, la alteración física del hábitat, mediante la
conversión de zonas naturales en otras de uso completamente distinto, el fraccionamiento y la simplificación (que se refiere a la intervención directa sobre el medio, recolección de leña, ramas,
canalización de ríos, etcétera). Otras razones tienen que ver con el
factor demográfico, la contaminación, la introducción de otras especies (exóticas), el abuso y la sobreexplotación de los recursos
naturales y del ambiente.
La pérdida de la biodiversidad es costosa, porque los ecosistemas
naturales brindan servicios vitales a la sociedad; se pierden o interrumpen cadenas antrópicas y se impide el apoyo a la oferta de
servicios y recursos naturales renovables. Otras se refieren a pérdidas recreativas, comerciales, estéticas, paisajísticas, lo cual está relacionado con la desaparición de especies silvestres, la degradación
y la destrucción de ecosistemas.
Para evitar la pérdida de biodiversidad se han suscrito numerosos
convenios internacionales, como el Convenio sobre Comercio de
Especies en Peligro de Extinción (CCEP), firmado por 118 países,
y el Convenio sobre la Diversidad Biológica, pilar de la Cumbre de
la Tierra en 1992 en Río de Janeiro.
El glifosato
Los conceptos presentados en este apartado son tomados del estudio “Modelado y análisis del transporte del herbicida glifosato en
una parcela experimental del Maresme (Barcelona, España)”.13 El
glifosato es uno de los herbicidas más usados a nivel mundial. Se
trata de un herbicida no selectivo de pos-emergencia utilizado
para controlar una amplia variedad de hierbas y arbustos tanto en
13
Luis Guarracino, CONICET, Departamento de Geofísica Aplicada, Facultad de Ciencias
Astronómicas y Geofísicas, Universidad Nacional de La Plata (Argentina). Lucila Candela
Lledó, Departamento de Ingeniería del Terreno, Universidad Politécnica de Cataluña (España). Juan E. Santos, CONICET, Departamento de Geofísica Aplicada, Facultad de
Ciencias Astronómicas y Geofísicas, Universidad Nacional de La Plata (Argentina),
Department of Mathematics, Purdue University (USA).
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zonas no cultivadas como en distintos tipos de cultivos. En condiciones normales, el uso del glifosato es considerado como de bajo
riesgo para la salud humana. Sin embargo, su único metabolito conocido, el AMPA (aminomethylphosponic acid) resulta más persistente
y tóxico que el producto original. Restos de AMPA han sido detectados en acuíferos someros de Holanda y Alemania.
El potencial contaminante de un plaguicida está dado por su movilidad y persistencia. El plaguicida debe ser lo suficientemente móvil y
persistente como para alcanzar y eliminar el organismo específicamente atacado, minimizando su impacto sobre las aguas subterráneas. Estas dos características están controladas principalmente por
los procesos de adsorción y de degradación.
La adsorción se manifiesta como un retardo del movimiento del
contaminante respecto a la velocidad del agua. Este proceso no
afecta la cantidad total de plaguicida presente en el suelo, pero el
fenómeno dependerá de la composición fisicoquímica del mismo,
en particular de su contenido de materia orgánica y arcillas. Por
otra parte, los plaguicidas pueden sufrir la rotura de su estructura
molecular en fragmentos que dan lugar a compuestos inorgánicos
como productos finales de la reacción. Este proceso se denomina
degradación, siendo la única vía para que un plaguicida sea totalmente eliminado del medio ambiente.
El monitoreo de ensayos con trazadores y la simulación numérica
constituyen herramientas imprescindibles para el estudio del transporte de agua y de sustancias contaminantes en la zona no saturada.
A través de experimentos diseñados para caracterizar la migración del herbicida glifosato en la zona no saturada y determinar el
riesgo de contaminación en el acuífero, normalmente se utilizan
modelos numéricos unidimensionales basados en la resolución simultánea de las ecuaciones de Richards y de transporte advectivodifusivo mediante técnicas de elementos finitos mixtos. En particular,
este modelado incluye procesos de adsorción lineal y de degradación
de primer orden de la sustancia contaminante. Los distintos parámetros y las condiciones de borde se definen con base en los datos medidos en la parcela y en laboratorio.
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Los resultados obtenidos en el estudio mencionado muestran que la
simulación numérica resulta ser una herramienta válida para el estudio del transporte de sustancias contaminantes. En este sentido, el
modelado ha permitido interpretar los resultados experimentales y
establecer algunas hipótesis sobre la dinámica del herbicida analizado. En cuanto a la migración del glifosato se puede concluir que es
fuertemente adsorbido en los primeros centímetros del suelo y que la
contaminación en el acuífero solo podría tener lugar por efectos de
macrodispersión (direcciones preferenciales de flujo, macroporosidad).
Por otro lado, el Ministerio de Salud señala que los daños a la salud
ocasionados por la exposición a este tipo de sustancias son difíciles
de prevenir y controlar en nuestro país. Por ello, frente a esta situación el país requiere que se estudien los posibles efectos de las
fumigaciones aéreas con glifosato sobre la salud de la población. El
glifosato es absorbido rápida y fuertemente por las partículas del
suelo, lo cual impide su movilidad, lixiviación e inhabilidad para ser
absorbido por las raíces de las plantas presentes en él. La absorción
es mayor en suelos con altas concentraciones de metales trivalentes
como el hierro y el aluminio, en lugar de altas concentraciones de
sodio y de calcio.
Efectos del glifosato
La “Política de uso y manejo de plaguicidas” considera que los fenómenos meteorológicos y las condiciones ambientales ayudan a que
los plaguicidas y químicos en general aplicados sean transportados de
manera difusa, lo que puede generar efectos negativos en los individuos que están tanto dentro como fuera del proceso, y también en los
ecosistemas naturales e hidrobiológicos, la flora y la fauna. En el apartado “Antecedentes”, la política reconoce que las aplicaciones aéreas
(aspersiones), la irrigación y ciertas condiciones de clima adicionan
movimientos o derivas en la distancia influyendo en su severidad.14
14
Colombia, Ministerio del Medio Ambiente, “Política de uso y manejo de plaguicidas”,
Políticas ambientales de Colombia, Bogotá, julio de 1998.
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Entre los efectos sobre el agua, evidenciados por arrastre de plaguicidas (herbicidas y defoliantes) a ríos, quebradas y otras fuentes, se
ha determinado como “grave peligro para el suministro de agua potable y para el agua usada como riego”.15 En el aire, la fumigación
presenta muchos problemas de riesgo para el medio ambiente y por
consiguiente para la salud humana, pues la aspersión permite la pulverización en partículas muy pequeñas que permanecen suspendidas en el aire y son fácilmente arrastradas por los vientos; además,
pueden llegar a la atmósfera por efecto de la vaporización.
La contaminación de los productos de cosecha también es posible,
bien sea por la aplicación directa, por arrastre de partículas en corrientes de aire o por la cadena alimentaria. Sobre los efectos en la
salud, reconociendo la escasa investigación sobre este tema, la política de plaguicidas cita un estudio epidemiológico desarrollado en
Bogotá por el Instituto de Salud Pública de México y el Instituto
Nacional de Cancerología, con el fin de evaluar la asociación entre
cáncer de seno y los niveles de algunos organoclorados como DDT,
DDE, DDD, Lindano y PCB. Los resultados muestran que de un
total de 288 mujeres que participaron en el estudio, 144 confirmaron cáncer de seno.16 Los efectos sobre los que se tienen pruebas
científicamente comprobadas se presentan a continuación; en todo
caso, se sabe que los plaguicidas se consideran fatales por ingestión
en volúmenes variables pero cercanos a los 114 mililitros.
Efectos a corto plazo:
• Intoxicación aguda: irritación leve de nariz y garganta; irritación
ocular; sensibilización, irritación leve y fotosensibilización de la
piel. La ingesta diaria aceptable en el hombre es de 0.3 mg/kg.17
Global Pesticida Campaigner, vol. 5, num. 3, 1995.
P. Olaya et al., “Organochlorine exposure and breast cancer risk in Colombia”, in International conference in pesticide use in developing countries: Impacts on health and environment, San José
de Costa Rica.
17
CR. Worthing, RJ. Hance (eds.), The Pesticide Manual, 9th Edition, The British Crop
Protection Council, 1991, pp. 459-460.
15
16
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• Intoxicación leve: nauseas, vómito, diarrea, dolor abdominal,
dolor o ardor en boca y garganta. Sin compromiso de las funciones respiratorias, renales o cardiovasculares. Ingestión entre 5 y
150 ml de glifosato.
• Intoxicación moderada: ingestiones entre 20 y 500 ml de glifosato; producen hemorragias gastrointestinales; esofagitis o gastritis; ulceración oral; hipotensión; evidencia de daño hepático o
renal transitorios.
• Intoxicación severa: disfunción respiratoria que requiere intubación; falla renal que necesita diálisis; hipotensión severa; falla
cardiaca; coma; convulsiones repetidas o muerte.
Efectos a largo plazo:
• Carcinogénesis: el glifosato, por sus elevadas concentraciones
de nitritos, puede producir matahemoglobinemia en animales y
humanos; a través de este mecanismo podría incidir en carcinogénesis y otras patologías.
• Mutagenicidad: se han encontrado resultados positivos para
matagénesis en la pseudomona del suelo. Estudios de linfocitos
humanos muestran que el glifosato produce cambios en el ADN.
• Teratogénesis y embriotoxicidad: dosis superiores a 3500 mg/
kg/día de glifosato en ratas se observó evidencia de toxicidad al
desarrollo en forma de desosificación del esternón y disminución del peso corporal total. La toxicidad del glifosato depende
de varios factores del ecosistema y de las condiciones fisiológicas de cada organismo viviente; sin embargo, “en el caso del
empleo del herbicida en el programa de erradicación de cultivos
ilícitos, las posibilidades de contaminación con dosis significativas serían mínimas porque, en la práctica, cada cultivo de especies ilícitas se trata tan solo por una única vez”.18 Paradójicamente,
en la práctica esta condición no se da, debido básicamente al fenómeno de la sobre-aspersión a causa de la resiembra y el soqueo
de áreas previamente asperjadas.
18
“Evaluación de los efectos del glifosato en la salud humana en zonas de influencia del
Programa de Erradicación de Cultivos Ilícitos”, Bogotá, octubre de 2003, p. 9.
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Definición del PECIG
Con la Ley 30 de 1986 el Estado colombiano creó el Consejo Nacional de Estupefacientes, del cual hacen parte los ministros de
Defensa, Salud, Educación, Justicia y Relaciones Exteriores; los
directores del DAS y de la Policía Nacional, entre otros. Entre otras
responsabilidades, se encarga de:
Formular, para su adopción por el Gobierno Nacional, las políticas y
los planes y programas que las entidades públicas y privadas
deben adelantar para la lucha contra la producción, comercio y
uso de drogas que producen dependencia. Igualmente el consejo
propondrá medidas para el control del uso ilícito de tales drogas,
(…) disponer la destrucción de los cultivos de marihuana, coca y
demás plantaciones de las cuales se puedan extraer sustancias
que produzcan dependencia, utilizando los medios más adecuados,
previo concepto favorable de los organismos encargados de velar
por la salud de la población y por la preservación y equilibrio del
ecosistema del país.19
Así mismo, el Plan Colombia, formulado durante el gobierno de
Andrés Pastrana Arango en 1998, está conformado por cuatro componentes, dos de ellos se definen como acciones de orden
socioeconómico, tendientes a mejorar la situación de las comunidades afectadas por el conflicto armado.20 El componente “La iniciativa contra el narcotráfico”, incluye la erradicación voluntaria,
definida en el Plan Nacional de Desarrollo Alternativo –Plante, y la
política de interdicción. Aunque las dos iniciativas tienen en común resolver el problema del narcotráfico, el Programa de Erradicación de Cultivos Ilícitos con Glifosato, se justificó con base en
las competencias dadas por la Ley 30 de 1986 al Consejo Nacional
de Estupefacientes.
El programa fue implementado mediante las resoluciones 001 del
11 de febrero de 1994; 005 de agosto 11 de 2000 y 0013 del 27 de
junio de 2003 expedidas por el Consejo Nacional de Estupefacien-
Colombia, Ley 30 de 1986, articulo 91, literales a, g.
Colombia, Contraloría General de la República, Plan Colombia, Tercer informe de evaluación, Bogotá, agosto de 2002.
19
20
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tes y sustentadas en la ley mencionada. Se define como un programa para extender y precisar las autorizaciones concedidas de la destrucción y erradicación de cultivos ilícitos en el país, a través de los
medios idóneos prescritos para este efecto, teniendo en cuenta parámetros operacionales de reconocimiento de las áreas de cultivos,
la procedencia del método de aspersión en el área controlada, el
planeamiento operacional, la coordinación con las autoridades locales, la acción cívico policial, la evaluación periódica de resultados y la auditoría ambiental.
Los organismos del PECIG
Los organismos formales del programa son el Comité Técnico
Interinstitucional y la Auditoría Técnica Externa, los cuales aunque fueron creados con las dos primeras resoluciones mencionadas, se modificaron con la 0013 de 2003.
a) El Comité Técnico Interinstitucional
Fue creado en el 2000 mediante la Resolución 005 del Consejo
Nacional de Estupefacientes y modificado en el 2003 mediante la
Resolución 0013 del mismo consejo, que produjo una recomposición de sus integrantes, aspecto que se explicará más adelante. Es
el órgano asesor del Consejo Nacional de Estupefacientes, presidido por el Director Nacional de Estupefacientes. La tabla 4 presenta
las modificaciones en cuanto a sus funciones e integrantes.
Se puede subrayar que funciones de carácter preventivo (funciones
1 y 3), social, ambiental, epidemiológico, sanitario y operacional
(función 2) y de autoevaluación (funciones 4 y 5) no se consideran
en el nuevo comité. Su énfasis tiene que ver con las auditorías interna –cuando lo considere necesario– y externa –creada con la
misma resolución–, es decir, que en el momento de cambiar el rol
del comité, este tipo de control no existía.
b) La Auditoría Técnica Externa
El artículo 5 de la Resolución 013 de 2003 reza que el PECIG contará con una auditoría técnica externa, contratada preferentemente
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204
3. Recomendar programas de capacitación sobre las
actividades inherentes al PECIG
Continúa
2003
1. Adelantar, cuando se estime necesario, auditorías internas
al PECIG, e informar los resultados al Consejo Nacional de
Estupefacientes
2. Conocer los resultados de la atención de quejas
presentadas por presuntos daños ocasionados por el PECIG
21
El artículo 2 rezaba: “Reconocimiento de áreas de cultivos ilícitos. Este reconocimiento se hará mediante la identificación y ubicación de los
cultivos ilícitos, su extensión, medio circundante, características del entorno social, cultural, económico, epidemiológico, sanitario y ambiental, riesgos
potenciales, aprovechamiento y existencia de cultivos lícitos y su localización.
Parágrafo 1. La identificación, ubicación, extensión y medio circundante de los cultivos ilícitos, será coordinado por la Dirección Nacional de Estupefacientes y lo ejecutará la Policía Nacional –Dirección Antinarcóticos.
Parágrafo 2. Con el fin de caracterizar el entorno social, cultural, epidemiológico, sanitario, económico y ambiental, determinar riesgos
potenciales, aprovechamientos y existencia de cultivos lícitos y su localización, la Policía Nacional
–Dirección Antinarcóticos, solicitará la información relacionada con estos temas a los gobernadores, secretarías de Agricultura, alcaldes, corporaciones
autónomas regionales, seccionales del ICA, direcciones departamentales de Salud, universidades, institutos de investigación científica y organizaciones no
gubernamentales y cualquier otra institución pública o privada que tenga información relacionada con estos temas. (…) Corresponderá a la Policía Nacional
–Dirección Antinarcóticos y a la Dirección Nacional de Estupefacientes, analizar y evaluar tanto la información suministrada por las autoridades de las
entidades mencionadas en este artículo, como la obtenida en el parágrafo 1, con el propósito de determinar los riesgos potenciales en relación con
la salud humana, el medio ambiente y las actividades agropecuarias en las áreas que serán objeto de aspersión aérea con glifosato”.
2. Recomendar las áreas a asperjar desde el punto de vista social, ambiental,
epidemiológico, sanitario y operacional, con base en la caracterización realizada y
entregada a este por la DNE
3. Recomendar las medidas de prevención, mitigación y compensación de
acuerdo con las características de las áreas
2000
1. Estudiar, analizar y evaluar la información de que trata el artículo segundo de
21
esta Resolución
Tabla 4. Funciones del Comité Técnico Interinstitucional del PECIG
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205
5. Conocer los resultados de la Auditoría Técnica Externa, los
cuales serán presentados al Consejo Nacional de
Estupefacientes por el Director Nacional de Estupefacientes
6. El comité se reunirá en forma ordinaria cada tres meses, y
en forma extraordinaria cuando uno de sus miembros lo
solicite.
2003
22
4. Promover la contratación de la Auditoría Técnica Externa
22
En el siguiente apartado se explican las funciones de la Auditoría Técnica Externa.
Fuente: resoluciones 005 de 2000 y 013 de 2003, respectivamente, del Consejo Nacional de Estupefacientes.
2000
4. Emitir concepto sobre el Programa de erradicación de cultivos ilícitos con
glifosato, el cual será enviado para consideración de la Dirección Nacional de
Estupefacientes
5. Conocer los resultados de las investigaciones adelantadas por las autoridades
competentes en relación con las quejas presentadas por las comunidades, por los
presuntos daños ocasionados por el Programa de erradicación de cultivos ilícitos
6. Diseñar programas de capacitación sobre las actividades inherentes a la
erradicación de cultivos ilícitos, con el fin de ser divulgados.
7. Establecer los perfiles de los profesionales que integrarán la interventoría
técnica que hace referencia el parágrafo 2 del artículo décimo de la presente
resolución
8. El Comité se reunirá en forma ordinaria cada tres meses y en forma
extraordinaria cuando mínimo dos de sus miembros lo soliciten
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con recursos de cooperación internacional y con universidades públicas o privadas de reconocida trayectoria tanto académica como
científica. Sus funciones son:
1. Verificar si la ejecución de las actividades operativas del PECIG
se ajustaron a los procedimientos y lineamientos establecidos en
el PMA.
2. Presentar al Comité Técnico Interinstitucional informes trimestrales del examen y las evaluaciones realizadas.
3. Recomendar las acciones correctivas pertinentes.
En este sentido, la resolución 0005 de 2000 establecía la obligatoriedad de que el Gobierno Nacional, a través de la Dirección Nacional
de Estupefacientes, contratara los servicios de una auditoría técnica
encargada de realizar el seguimiento al Programa de erradicación de
cultivos ilícitos con el herbicida glifosato en los aspectos técnicos y
operacionales, así como la evaluación de los impactos ambientales,
de la salud humana y en las actividades agropecuarias; estos aspectos
se limitaron considerablemente en el 2003, al otorgarle funciones
exclusivas de seguimiento de actividades. Finalmente, la Auditoría
Técnica Externa no se ha implementado ni opera en los términos de
la resolución explicada.
La Embajada Americana
La participación del Gobierno de los Estados Unidos en el programa ha sido permanente y significativa a través de su apoyo
financiero definitivo y continuo. Sin embargo, no está definido de
manera formal en el desarrollo del mismo, aunque se evidencian
intervenciones explícitas en la toma de decisiones en uno u otro
sentido. En el expediente 793 del MAVDT se encuentra el oficio
3111-1-10280 del 8 de julio de 2003, mediante el cual la Embajada Americana manifiesta que algunas muestras de suelos, que fueron enviadas al Departamento de Agricultura de los Estados Unidos
(Universidad de Mississippi) para los respectivos, análisis dan como
resultado baja residualidad del glifosato y explica que Colombia
no cuenta con la infraestructura técnica que le permita hacer este
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tipo de análisis en suelos. También dice que una de las muestras
tenía trazas de glifosato equivalente a 0.691 microgramos de glifosato por gramo de suelo y 0.524 microgramos de AMPA por
gramo de suelo, pero aclara que corresponden a suelos sin asperjar, es decir, a parcelas sembradas con coca, seleccionadas para la
prueba y cuyas muestras fueron tomadas antes de realizar la aspersión; con esto la Embajada sugiere que los mismos cultivadores de coca están utilizando el glifosato para el control de malezas.
En el oficio el Embajador de Estados Unidos menciona que la
máxima lectura de glifosato después de los tratamientos es de
4.666 microgramos de glifosato por gramo de suelo y la mínima es
de 0.640 microgramos de glifosato por gramo de suelo. Seguidamente la Embajada dice que se encontraron residuos de glifosato
en una muestra tomada a cuerpos de agua correspondiente a 0.03
miligramos por litro y que la EPA establece como mínimo permitido 0.7 ppm para potencial daño a la salud.
El 14 de noviembre de1995, el entonces Embajador de los Estados
Unidos de América en Colombia, Myles Frechette, envió una comunicación al Presidente de la República de Colombia en la que
afirma que el herbicida glifosato está registrado en más de 120 países –incluidos Colombia y Estados Unidos–, manifestó que es menos tóxico que la sal común, la aspirina o la nicotina; así mismo,
que tiene varios usos, entre ellos el control de malezas, la limpieza
de canales de riego y la disminución de la erosión.23
Con todo, sería pertinente formalizar la participación del Gobierno
de los Estados Unidos en temas técnicos y de operación del Programa de erradicación de cultivos ilícitos, pues no se presenta con
claridad el objetivo y el alcance de su intervención en el desarrollo
de las aspersiones con glifosato; por otro lado, la participación de
23
Tomo 9, folio núm. 1315. El soporte aparece en la carpeta de papeles de trabajo; sin
embargo, es pertinente puntualizar que solo algunos soportes están fotocopiados y los son
manuscritos, pues el Ministerio adujo no tener papel para seguir con el proceso de fotocopiado de algunos folios requeridos por la Contraloría del presente expediente, debiéndose
tomar notas a mano, que son las que soportan muchas de las observaciones realizadas.
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los funcionarios de la Sección de Asuntos Narcóticos de los Estados
Unidos en las visitas de seguimiento se hacen de manera periódica,
como se verá más adelante.
Sobre este punto, la autoridad ambiental aclara que “las acciones
adelantadas por la Sección de Asuntos Narcóticos de la Embajada
de Estados Unidos frente al PECIG, se han visto reflejadas en la
asignación de recursos a la Policía Antinarcóticos para adecuar y
mejorar la infraestructura de las bases de operación del Programa”.
Sin embargo, es preciso y pertinente establecer de manera clara en
el PECIG, cuándo y en qué términos interviene el Gobierno de los
Estados Unidos, pues su participación intermitente y la participación periódica de funcionarios de la Sección de Asuntos Narcóticos
en las actividades de seguimiento al Plan de Manejo es responsabilidad directa tanto de la autoridad ambiental –es decir, del MAVDT–
como de la Auditoría Técnica Ambiental Externa, sin que se entienda la vinculación de Estados Unidos en ellas.
El desarrollo del programa
La ejecución de las operaciones de aspersión se define para la Dirección Antinarcóticos de la Policía Nacional. A comienzos de 2004,
esta dependencia estimó la existencia de algo más de 90.600 hectáreas de coca en el país. La tabla 5 muestra la distribución de este
número de hectáreas por departamentos o zonas.
En agosto de 2004, Nariño, Caquetá y Meta fueron los departamentos que presentaron mayores áreas de cultivos ilícitos. Sin
embargo, temas como la resiembra, la persistencia de este tipo de
cultivos y los nuevos cultivos, así como la sobre-aspersión y la
ausencia de operaciones en algunos otros cuyos crecimientos se
muestran exagerados, hacen intuir que la planeación de las operaciones no es adecuada ni eficaz.
Departamentos como Antioquia muestran que la sobre-aspersión es
de 5.5 a pesar de que, según el reconocimiento de coca existente, se
produjo una reducción de algo más del 80%. En Chocó, aunque
se da cuenta de que los cultivos de coca crecieron casi el 650%, no
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Diciembre de 2003 Agosto de 2004
Enero-octubre de
AsperjadasVariación
Hectáreas de coca
Hectáreas de
2004
identificadas
reconocidas
coca reconocidas Hectáreas asperjadas (sobre-aspersión)
625
1.100
76%
11.399
2.016
11.048
5,48
-82%
2.145
3.000
5.336
1,78
40%
4.604
7.512
6.456
0,86
63%
270
300
0,00
11%
10.554
11.000
4.175
0,38
4%
1.962
1.519
828
0,55
-23%
342
2.533
641%
774
1.758
127%
91
150
65%
308
504
190
0,38
64%
514
705
37%
16.163
8.132
19.689
2,42
-50%
3.548
10.588
2.758
0,26
198%
100%
419
1.632
3,89
14.524
11.642
31.146
2,68
-20%
5.565
1.813
5.685
3,14
-67%
7.672
7.000
12.649
1,81
-9%
1.115
1.402
1.855
1,32
26%
3.916
1.740
1.446
0,83
-56%
87.524
76.327
105.342
1,38
-13%
* Cifra a diciembre 31 de 2003.
Fuente: Colombia, Policía Nacional, Dirección Antinarcóticos, SIMCI: Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos, Informe de Avance marzoseptiembre de 2004, octubre de 2004.
Amazonas*
Antioquia-Tarazá
Arauca-Arauquita
Bolívar-Santa Rosa del Sur
Boyacá-Pauna
Caquetá-Cartagena del Chairá
Cauca-Piamonte
Chocó-Sipí
Córdoba-Tierralta
Cundinamarca-Yacopí
Eje Cafetero-Samaná
Guanía
Guaviare-Miraflores*
Meta-La Macarena
Magdalena
Nariño-Barbacoas
Norte de Santander-Tibú
Putumayo-Puerto Asís
Santander – Sucre
Vichada – Curumaribo
Total
Departamento-municipio
Tabla 5. Estimación nacional de cultivos de coca
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se informa sobre operaciones de aspersión. Córdoba registra un caso
similar. En Meta, el área cultivada casi se duplicó entre diciembre
de 2003 y agosto de 2004, con una aspersión del 26%.
En Nariño y Norte de Santander, que muestran reducciones en sus
áreas de cultivos ilícitos, el indicador de sobre-aspersión es de 2.7 y
3.1 respectivamente. Resulta preocupante el hecho de que departamentos que a finales de 2003 no se identificaban con cultivos de
coca, en agosto de 2004 lo hacían –Magdalena y La Guajira–, demostrando la reubicación o traslado de cultivos de zonas ya identificadas a nuevas áreas.
El SIMCI (Proyecto Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos
Ilícitos), dependencia encargada de llevar estadísticas de las operaciones de aspersión y de las hectáreas de coca existentes en el país,
muestra las cifras históricas relacionadas en la tabla 6.
La tabla 6 presenta las cantidades de coca asperjadas y sembradas
por hectárea en desarrollo del PECIG. Se nota la variación de cifras
conocidas y se destacan algunos aspectos, como la disparidad entre
las cifras reportadas por una u otra institución relacionada con el
mismo. Por ejemplo, según Estados Unidos, en 2003 en Colombia
existían 113.185 hectáreas de coca sembradas24 que representaban
una reducción histórica del 21% respecto a 2002, pues para ese año
las cifras del Gobierno de Estados Unidos mostraban 144.450 hectáreas. Un comunicado de prensa de la Oficina de Naciones Unidas
para la Droga y el Delito25 afirma que en 2004 Colombia tenía 80.000
hectáreas de coca, 7% menos de las 86.000 hectáreas existentes a
diciembre de 2003. Para las Naciones Unidas, entre 2001-2004 los
cultivos de coca se redujeron un 51%.
Otro aspecto importante se refiere a la sobre-aspersión. La misma
tabla permite apreciar que el PECIG ha actuado de manera repetida sobre algunas áreas sembradas con cultivos ilícitos. Esto pone
24
“Estados Unidos Anunció histórica reducción del 21% en cultivos de coca en Colombia”,
El Tiempo, martes 23 de marzo de 2004.
25
Sandro Calvani, Representante, Censo de cultivos de coca 2004, junio 14 de 2005, p. 6.
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Tabla 6. Áreas de coca y la aspersión
Año
Hectáreas
asperjadas con
glifosato
2001
2002
2003
2004
2005
135.911
139.600
140.400
Hectáreas de
coca existentes
en Colombia
144.807
102.071
87.524
103.801
105.000
Índice de sobreaspersión
1.55
1.34
1.30
Fuente: http://www.policia.gov.co/inicio/portal/unidades/diran.nsf/paginas/Resultados2005. SIMCI, Informe 2001. Cifras a diciembre 31 de 2003 presentadas en el Informe
de Avance marzo-septiembre de 2004 por parte de la Dirección Antinarcóticos de la Policía
Nacional al MAVDT en octubre de 2004.
en evidencia que el ambiente en general y los recursos naturales
como el suelo, el agua, la vegetación y los ecosistemas han sido
receptores en más de una oportunidad de la dosis del herbicida
asperjado, la cual ha aumentado desde la formulación del Programa. En efecto, en 1994 la dosis del herbicida permitida para aspersión era de 4.4 litros por hectárea, y pasó en 2002 a 8.4 litros por
hectárea; es decir, se incrementó en 90%.26 En ese mismo año el
Ministerio de Ambiente autorizó 10.4 litros por hectárea, volumen
que se mantiene hoy en día. En conclusión, la concentración del
herbicida se ha incrementado en 136%.
Por otro lado, en los informes de seguimiento y monitoreo que realiza
la Autoridad Ambiental al PMA se confirma que “un gran porcentaje
de los lotes asperjados han sido objeto de prácticas como cosecha,
soqueo o resiembra con coca, lo cual inevitablemente traerá como
resultado persistencia en cuanto a la cantidad de área sembrada y,
consecuentemente, la realización de nuevas actividades de control”.27 Esto pone en duda la efectiva erradicación de los cultivos
ilícitos en el país, pues se percibe que el programa entró en un ciclo
indefinido, y mientras existan hectáreas de cultivos ilícitos, el programa seguirá operando.
26
Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos de América, “Uso de Pesticidas en
el Programa de Erradicación de Cultivos de Coca y de Amapola en Colombia”, junio de
2003. Disponible en: http://bogota.usembassy.gov/wwwfea02.pdf.
27
MAVDT, Informe semestral de actividades adelantadas en relación con el Plan de Manejo
Ambiental, período julio-diciembre de 2003.
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Otro indicador que se previó en el plan de manejo es el de cobertura vegetal, antes e inmediatamente después, a 30 y 60 días. La tabla
7 muestra que los seguimientos y/o verificaciones se hacen sin respetar los anteriores parámetros para los núcleos de Guaviare-Meta
y Norte de Santander.
Tabla 7. Datos de Área y porcentaje de recuperación
de cobertura, Guaviare-Meta
Tipo de cobertura
1998
Antes de la
aspersión
2001
Un año y siete
meses después
de la aspersión
2004
Cuatro años
después de la
aspersión
Bosque primario
2.1 has 10%
Bosque secundario
0.4 has 2%
1.3 has 6%
Rastrojo alto
4.3 has 21%
7.5 has 37%
Rastrojo bajo
8.7 has 42%
5.2 has 25%
Pasto enrastrojado
0.31 has 2%
2.2 has 11%
Cultivos de coca
18.5 has 90%
6.8 has 33%
4.3has 21%
Total
20.6 has 100%
20.6 has 100%
20.6 has 100%
Fuente: Colombia, Dirección Nacional de Estupefacientes, Informe Semestral PMA, septiembre de 2003-marzo de 2004, abril de 2004, p. 9.
Con base en la tabla 7, la Dirección Nacional de Estupefacientes
en el informe semestral septiembre de 2003 a marzo de 2004 señala que se “(…) demuestra que la dinámica de recuperación es alta,
ya que posterior a la aspersión, la cobertura vegetal muestra un
estadio de restauración vegetal como es el rastrojo alto, mostrando
que el banco genético del suelo no es afectado, ni las propiedades
físico-químicas y microbiológicas del mismo, características que
garantizan el restablecimiento de cobertura vegetal”.28 Es importante resaltar que después de dos años el efecto de revegetalización es
evidente, aunque sean rastrojos, bajos o altos. El tema a evaluar es la
pérdida de bosques primarios; en este caso, se dejaron de tener 2.1
has (es decir el 10% del área asperjada) y todos los servicios ambientales que provee dicho bosque.
En cuanto a los costos, se sabe que el costo de la implementación
del Plan de Manejo Ambiental le cuesta al país $2.743,529 durante
Colombia, Dirección Nacional de Estupefacientes, “Informe Semestral Plan de Manejo
Ambiental septiembre de 2003 a marzo de 2004”, abril de 2004, p. 10.
29
Pesos corrientes de 2000. Carpeta 18, expediente 793, folio 2689.
28
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dos años en condiciones de no conflicto; en el escenario de conflicto la Dirección Nacional de Estupefacientes estima la implementación del mismo en $6.554,5.30 De manera similar, una misión del
Plan de Manejo Ambiental, cuya duración se estima en una hora y
media, tiene un costo de US$14.873,52; de este monto, la aeronave
participa con el 77.5%, los recursos humanos con el 8% y los costes de combustible el 14%.
Los insumos para desarrollar el programa se deben importar de los
Estados Unidos. Los herbicidas utilizados son Roundup, forma
comercial del glifosato, y Cosmoflux, aditivo de tipo aceitoso que
se mezcla con la solución de glifosato y agua, permitiendo una mayor
adhesión y permanencia en las hojas y en el tallo de la planta. La
importación asciende a 752.420 galones de Glifosato y a 17.591
galones de Cosmoflux aproximadamente (tabla 8).
En la tabla 8 llama la atención el elevado porcentaje de participación
de los químicos (glifosato y Cosmoflux) sobre la cantidad de agua
utilizada para la mayoría de los departamentos en donde se desarrolla
el programa (Guaviare, Nariño, Norte de Santander y Caquetá).
Tabla 8. Insumos del PECIG, noviembre de 2002-abril de 2003
Departamento
Roundup
(Glifosato)
Cauca
Cesar
Guaviare
Nariño
Norte de
Santander
Huila
Caquetá
Total
Estimación año
Cosmoflux
Agua
1.295,20
431,68
50.294,52
268.532,69
17.092,24
252,06
85,85
1.277,12
1.603,07
412,72
121.988,68
8.070,45
71.217,35
88.682,62
34.951,27
326,40
38.237,45
376.210,18
752.420,36
64,22
5.100,44
8.795,48
17.590,96
6.130,54
43.861,79
374.902,70
749.805,40
% (Glifosato +
Cosmoflux) /
agua
1%
6%
72%
305%
50%
6%
99%
103%
103%
Fuente: elaboración propia con base en el Informe Trimestral de avance del PECIG de la
Dirección Nacional de Estupefacientes.
30
Folio 2677 de la carpeta 18 del expediente 793.
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Así mismo, se señala que la verificación31
(…) se hizo mediante sobrevuelo a los lotes en helicóptero y a baja
altura, realizando giros dobles de 360 grados en ambos sentidos,
para poder tener una mejor apreciación de los aspectos a calificar
[la cual se basó en] la apreciación y estimación visual de la
efectividad general de la aspersión sobre la totalidad del lote,
la estimación de la efectividad de la erradicación sobre la planta de
coca, los efectos colaterales sobre elementos externos a la zona
objeto de aspersión y observaciones adicionales que se pudieran
apreciar en el sitio, como presencia de laboratorios, semilleros,
viviendas, resiembras, soqueo, cultivos entremezclados y cercanía
a cuerpos de agua. (Negritas de la autora).
Algunos de los resultados de la verificación fueron:
(…) Se pudo apreciar en un par de casos que lotes con coca
localizados en una misma área, pero separados por cordones de
vegetación mayores de 5 metros fueron asperjados de manera
continua, afectando sin necesidad esta masa boscosa así el impacto
no sea permanente como se señaló anteriormente y que consiste
en la defoliación temporal de la copa de los árboles más altos.
Es importante considerar este componente de operación, en la
medida en que las quejas allegadas por el programa se originan básicamente por este detalle. En efecto, se sabe que solo tres litros de
glifosato sobre una hectárea de cultivo de plátano, por ejemplo, son
suficientes para acabar con la platanera; así, es seguro que 10.4
litros por hectárea esparcidos en este tipo de cultivo o de cualquier
otro tipo de vegetación quema su follaje y tallo. Por tanto, se debe
hacer un llamado urgente a los pilotos que operan las aeronaves
para que cierren las llaves de aspersión en zonas que no son ni
deben ser objeto del programa.
La autoridad ambiental retoma algunos informes en los que se asegura que los efectos residuales del herbicida en el suelo no son permanentes. La forma de llevar a cabo dicha evaluación es con
observación simple del terreno, sin que medien muestras y ensayos
31
“Informe semestral de actividades adelantadas en relación con el Plan de Manejo Ambiental. Periodo julio-diciembre 2003”, MAVDT.
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de laboratorio; la entremezcla de cultivos lícitos como plátano, maíz
y yuca, que evidencia las formas como los cultivadores pretenden
evadir la aspersión, implicando en todo caso la destrucción de cultivos agroalimentarios; se observó la defoliación de bosques aledaños como resultado del efecto deriva. Finalmente, se recomienda
por parte de la comisión verificadora del Plan de Manejo Ambiental que además de la aspersión, se realice la quema de estos suelos
para evitar la resiembra, dejando entrever la espiral de deforestación,
aspersión y perdida de recursos naturales en la que se está sumergiendo el país con el desarrollo de este programa, sin que medie la
prevención medioambiental.
El Sistema de Parques Nacionales Naturales y otras áreas protegidas
En lo referente a las áreas protegidas y parques naturales es importante mencionar que la resolución 001/94 reza que este proceso se
hará a través de los procedimientos ordinarios, como la operación
manual y mecánica. Advierte que si bajo circunstancias excepcionales evaluadas por el Consejo Nacional de Estupefacientes se requiera otro tratamiento, se exigirá concepto favorable del Ministerio
de Medio Ambiente con el fin de garantizar la preservación del
equilibrio ecológico. Este punto fue ratificado en 2000 con la Resolución 005.
En 2003, mediante la resolución 0013 el Consejo Nacional de Estupefacientes admitió la presencia de nuevas estrategias por parte de
los cultivadores de plantaciones ilícitas, con el fin de evadir la aplicación del Programa de erradicación de cultivos ilícitos mediante aspersión aérea con glifosato, fraccionándolos y/o mezclándolos con
cultivos lícitos o semovientes. En ese sentido, aceptó el incremento
de los cultivos ilícitos en los Parques Naturales Nacionales y autorizó
la aplicación del Programa de erradicación de cultivos ilícitos en esas
zonas, previa presentación al Consejo Nacional de Estupefacientes
de la caracterización ambiental y social de las áreas a asperjar. Esta
caracterización deberá ser preparada por la Unidad Administrativa
Especial del Sistema de Parques Nacionales Naturales (UAESPNN),
en coordinación con la Policía Nacional –Dirección Antinarcóticos,
que la presentará a consideración del consejo.
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A pesar de lo anterior, la primera experiencia de fumigación de parques naturales se dio hace 20 años. En un informe técnico del ICA
fechado el 20 de junio de 1984 (Carpeta 1 del expediente 793, folio
núm. 46) se afirma que se han adelantado las aspersiones, en fase
experimental, de glifosato en la erradicación de cultivos de Cannabis
SP con el objetivo de “determinar la dosis de litros por hectáreas
del producto comercial Roundup (presentación comercial del
glifosato), a los diferentes estados de desarrollo vegetativo de los
cultivos de Cannabis (marihuana) en la Sierra Nevada de Santa
Marta”. Pero es la Resolución 013 de 2003 en la que el Gobierno
Nacional, a través de la Dirección Nacional de Estupefacientes,
establece la aspersión de manera oficial a los parques naturales y
áreas protegidas en donde se encuentren cultivos ilícitos.
Sobre este aspecto específico, el Inderena fijó su posición de oposición. En el Oficio 09885 del 6 de agosto de 1994 (refoliado
núm. 66) dirigido al Director de la Policía Nacional, general Víctor
Delgado Mallarino, la Directora del Inderena, dra. Margarita Mariño
de Botero, se manifiesta sobre la fumigación experimental de los
cultivos de marihuana con glifosato en el Parque Nacional Natural de la Sierra Nevada de Santa Marta, ratificando su oposición
en el seno del Consejo Nacional de Estupefacientes “porque considera que existen otros medios menos nocivos para tal fin” y afirma que “el Instituto no fue invitado a las sesiones del Consejo
Nacional de Estupefacientes en las cuales se discutió sobre el empleo alternativo del dicho herbicida, ni ha sido consultado o notificado de la decisión del Consejo de Ministros o del Gobierno
Nacional para aplicarlo por vía aérea sobre el Parque Natural Sierra Nevada de Santa Marta”. Finalmente, la Dirección del Inderena
afirma que el Instituto “tiene serios reparos al uso de herbicidas
en las reservas naturales de la Nación y que no exija, como exige,
la presentación previa del estudio ecológico o de impacto ambiental que para acciones tecnológicas como las que nos ocupa, ya que
así lo dispone el Código de los Recursos Naturales de Colombia en
sus artículos 27 y 23”; además, “se opone a la fumigación con Glifosato en las áreas que pertenecen al Sistema de Parques Nacionales de Colombia”.
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Reforzando lo anterior, en marzo de 2004 el Ministerio del Medio
Ambiente sentó su posición formal oponiéndose de manera tajante
a las actividades de aspersión sobre las zonas protegidas y en los
parques naturales del país.
El concepto y punto de vista del Ministerio de Salud es similar.
Desde hace 10 años, señala el nivel toxicológico del herbicida
Roundup (presentación comercial del glifosato) –líquido concentrado soluble en agua– y lo clasifica en la categoría IV, ligeramente
tóxico, aclarando que puede ser utilizado para uso agrícola siempre
que se cumplan las disposiciones establecidas y se adopten los requisitos necesarios para evitar perjuicios a la salud.32 Hasta 2004 se
caracterizaron las áreas de los parques naturales asperjados u objeto de aspersión. El de la Sierra Nevada de Santa Marta33 se hizo en
junio de 2004, se caracterizó la zona norte del mismo y el Parque
Nacional Tayrona; en septiembre del mismo año se llevó a cabo el de
la zona del Parque Natural Catatumbo-Bari.34 En documentos sin
fecha se presentan las caracterizaciones de los departamentos de
Nariño y Chocó.
La participación de las autoridades ambientales en el PECIG ha
venido de más a menos, por lo menos la definición del comité así lo
muestra formalmente. La tabla 9 presenta la composición del Comité Técnico Interinstitucional para los años 2000 y 2003.
La tabla 9 permite ver el proceso de deslinde de las autoridades ambientales. Se observa que del comité hacen parte entidades ambientales como el IDEAM y los representantes de las corporaciones
autónomas de la jurisdicción de las áreas en las que se desarrolla el
32
Tomo 5, expediente 793, Oficio 06882 del 2 de abril de 1993 refoliado con el núm. 592,
Ministerio de Salud al ICA.
33
Policía Nacional, Dirección Antinarcóticos, MAVDT, UESPNN, “Caracterización del
núcleo con presencia de cultivos ilícitos en la cara Norte de la Sierra Nevada de Santa Marta
incluyendo los parques nacionales Tayrona y Sierra Nevada de Santa Marta”, junio de 2004.
34
Policía Nacional, Dirección Antinarcóticos, MAVDT, UESPNN, “Caracterización del
núcleo con presencia de cultivos ilícitos en la cuenca baja del río Catatumbo (PNN
Catatumbo-Bari)”, septiembre de 2004.
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Programa; del mismo modo, instituciones de carácter técnico son reemplazadas por ministerios que, aunque son los encargados del sector, manejan también el componente político y la voluntad del
Gobierno de turno, estos son el ICA y el Instituto Nacional de Salud,
que fueron reemplazados por los representantes de los ministerios de
Agricultura y de la Protección Social. Finalmente, fueron retirados
del comité los representantes del Plan Nacional de Desarrollo Alternativo y la Auditoría Técnica del PECIG, y a cambio se agregan representantes del Ministerio del Interior y de Justicia, del Plan
Colombia, de la Dirección Nacional de Estupefacientes y de la Procuraduría General de la Nación. Esta recomposición del Comité
Técnico Interinstitucional deja entrever que el componente políticomilitar y los deseos de los Gobiernos de turno pesan más que el interés del Estado colombiano como tal, cuya base son los aspectos
ambiental y técnico, así como el comunitario.35
Tabla 9. Composición del Comité Técnico Interinstitucional
del PECIG
2000
1. Dirección Nacional de
Estupefacientes
2. La Policía Nacional –Dirección
Antinarcóticos
3. Ministerio del Medio Ambiente
4. Estudios ambientales del
Instituto Geográfico Agustín
Codazzi
5. Ministerio de Salud
2003
1. Dirección Nacional de
Estupefacientes
2. Un Subdirector de la Dirección
Nacional de Estupefacientes
3. Policía Nacional –Dirección
Antinarcóticos
4. Ministerio de Ambiente, Vivienda y
Desarrollo Territorial
5. Instituto Geográfico Agustín
Codazzi –Laboratorio de Suelos
6. Ministerio de la Protección Social
7. Ministerio del Interior y de Justicia
8. Ministerio de Agricultura y
Desarrollo Rural
9. Procuraduría General de la
Nación
10. Plan Colombia
Continúa
35
Colombia, Contraloría General de la República, “Informe de auditoría regular con enfoque integral al MAVDT”, Bogotá, julio de 2004.
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2000
2003
6. Plan Nacional de Desarrollo
Ya no integra el Comité
Alternativo
7. Auditoría Técnica del PECIG
Ya no integra el Comité
8. Instituto Nacional de Salud
Ya no integra el Comité
9. Instituto de Hidrología
Ya no integra el Comité
Meteorología y Estudios
Ambientales –IDEAM
10. Instituto Colombiano
Ya no integra el Comité
Agropecuario
11. Un representante de los
Ya no integra el Comité
directores de las corporaciones
autónomas regionales con
jurisdicción en las áreas donde
se desarrolle el Programa de
Erradicación de Cultivos Ilícitos
con el herbicida glifosato
Fuente: Resoluciones 005 y 013 de 2000 y 2003 respectivamente del Consejo Nacional de
Estupefacientes.
Entre sus múltiples responsabilidades, la autoridad ambiental tiene
la obligación de hacer los seguimientos y controles a los PMA de los
programas y proyectos de su competencia (se habla de proyectos licenciados o a los que debe aplicar instrumentos de comando y control), en coherencia con su objetivo de “(...) impulsar una relación
de respeto y armonía del hombre con la naturaleza y de definir (...)
las políticas y regulaciones a las que se sujetarán la recuperación,
conservación, protección, ordenamiento, manejo, uso y aprovechamiento de los recursos naturales renovables y el medio ambiente de
la Nación, a fin de asegurar el desarrollo sostenible”.36
El Plan de Manejo Ambiental del PECIG
Los planes de manejo ambiental están definidos como el “documento que producto de una evaluación ambiental establece, de
manera detallada, las acciones que se implementarán para prevenir, mitigar, corregir o compensar los impactos y efectos ambientales negativos que se causen por el desarrollo de un proyecto, obra o
actividad. Incluye los planes de seguimiento, monitoreo, contingencia y abandono según la naturaleza del proyecto, obra o actividad”.37
36
37
Colombia, Ley 99 de 1993, artículo 2.
Colombia, Decreto 1220 de 2005 el cual reemplazó el Decreto 1180 de 2003.
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Sobre el Plan de Manejo ambiental del PECIG se habla desde 1996,
pero fue en noviembre de 2001 cuando el MAVDT impuso dicho
plan mediante resolución, a la vez que se abrió una investigación
elevando pliego de cargos a la Dirección Nacional de Estupefacientes, que apeló dichas decisiones mediante recurso. En 2003 el
Ministerio aceptó la solicitud de la Dirección Nacional de Estupefacientes de modificarlo, veamos.
Desde el comienzo el Plan de Manejo ambiental del PECIG fue presentado de manera incompleta, situación que obligó al Ministerio a
requerirlo legalmente para que presentara la información exigida de
manera adecuada, como lo exige la legislación vigente. Posteriormente, debido a la intensificación de las fumigaciones aéreas, sumado al
hecho de que la Dirección Nacional de Estupefacientes de manera
sistemática había incumplido tales requerimientos, la autoridad ambiental decidió imponer el respectivo Plan de Manejo Ambiental en
mayo de 2001.
Mediante la Resolución 930 del 1 de septiembre de 2003, el Ministerio requiere a la Dirección Nacional de Estupefacientes el incumplimiento del Plan de Manejo Ambiental. En esa medida, mediante
concepto técnico 0010 del 15 de enero de 2004, el Ministerio comunicó a la Dirección Nacional de Estupefacientes la necesidad de
notificar a los pilotos de las aeronaves detener la aspersión cuando
se encuentren en áreas de vegetación boscosa que separen lotes
contiguos de cultivos ilícitos con el fin de minimizar los efectos del
herbicida sobre elementos naturales no objeto del programa; el Ministerio confirma la entremezcla de cultivos lícitos con ilícitos y
manifiesta que la efectividad de la aspersión es del 80%.
En 2003, la Dirección Nacional de Estupefacientes solicitó la modificación del Plan de Manejo Ambiental y el Ministerio, mediante
Resolución 1054 del 30 de septiembre de 2003, lo modificó, cambiando las doce fichas del plan38 inicialmente aprobado (mediante
38
Es importante recordar que mediante Resolución 1065 de noviembre de 2001 se impone
el PMA el cual tiene 12 fichas.
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la resolución 1065/2001) reduciéndolas a ocho. En noviembre de
2001, el Ministerio del Medio Ambiente impuso el plan y sólo hasta
el 2003 –mediante la Resolución 0013– la Dirección Nacional de
Estupefacientes lo define.
Las fichas 1, 5, 6 y 7 del Plan de Manejo Ambiental y el nivel
de cumplimiento39
El objetivo planteado en el Plan que finalmente fue aprobado por
el MAVDT es “establecer las acciones que se aplicarán por parte de
la entidad ejecutora del Programa de Erradicación de Cultivos Ilícitos mediante la Aspersión Aérea con Glifosato –PECIG–, para prevenir, mitigar, controlar, compensar y corregir los eventuales efectos
sobre el entorno causados por el programa (...)”.40 Para lograr este
objetivo, define ocho fichas o programas que son:
• Ficha 1. Programa de manejo de las operaciones de aspersión.
Es el producto de la fusión de las fichas 1 –manejo de operaciones de aspersión– y la ficha 6 –inspección, verificación y control
de las operaciones del documento inicial.
• Ficha 2. Programa de seguridad industrial en las bases de operación. Es el resultado de la unión de las fichas 2, 3 y 11 del documento inicial presentado a la autoridad ambiental.
• Ficha 3. Programa de manejo de residuos sólidos en las bases de
operación.
• Ficha 4. Programa de manejo de aguas residuales en las bases de
operación.
• Ficha 5. Programa de monitoreo ambiental. Esta ficha fue la autorizada por el Ministerio después de suprimir la ficha 7 –Investigación en parcelas demostrativas y representativas– y dejando la
ficha 8 original –Monitoreo ambiental del plan inicial.
• Ficha 6. Programa de comunicación y gestión social. También
es el resultado de la condensación de las fichas 9 –Gestión soEste apartado se basa en el Informe de Auditoría Gubernamental con Enfoque Integral
del MAVDT para la vigencia 2005, elaborado por la CDMA-CGR en junio de 2006.
40
“Plan de Manejo Ambiental, Programa de erradicación de cultivos ilícitos mediante la
aspersión aérea con glifosato (PECIG)”, Bogotá, septiembre de 2003, p. 2.
39
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cial–, 10 –Comunicación educativa– y 12 –Administración ambiental y coordinación interinstitucional– propuestas en el plan
original.
• Ficha 7. Programa de salud pública. En esta se fusionan aspectos de las fichas 9 y 10 del plan inicial.
• Ficha 8. Plan de contingencia. La revisión del cumplimiento
de los programas antes presentados se realiza mediante listas de
chequeo para las fichas 1, 5, 6 y 7, cuyo origen son las actividades propuestas en el plan en el apartado “Actividades a realizar” y que se encuentran en el documento “Plan de Manejo
Ambiental, Programa de Erradicación de Cultivos Ilícitos mediante aspersión aérea con Glifosato (PECIG)”.
a) Ficha 1. Programa de manejo de las operaciones de aspersión.
Descripción: “El desarrollo de operaciones aéreas de aspersión de
la mezcla del herbicida pueden darse en condiciones muy especificas generadoras de potenciales efectos ambientales y sociales, desde el momento en que el avión despega hasta que aterriza”.41
Objetivos:
1. Cumplir los procedimientos, parámetros técnicos y ambientales
de aspersión aérea de conformidad con las responsabilidades asignadas con el fin de procurar la protección y la conservación del
medio ambiente.
2. Identificar, caracterizar y delimitar las áreas de cultivos ilícitos.
3. Identificar y delimitar las zonas de exclusión y zonas de alerta.
4. Verificar la efectividad de la aplicación de las medidas de manejo ambiental durante las operaciones.
Nivel de cumplimiento de la ficha 1 del PMA entre septiembre de
2003 y septiembre de 2005: durante este período no se ha informado a la autoridad ambiental sobre el cumplimiento de los protocolos de revisión y estado operativo de los equipos aspersores
de ninguna de las bases de operación. Tampoco sobre la conser41
Ibíd., p. 5.
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vación de los archivos de los reportes de mantenimiento y calibración de equipos. Tampoco ha informado sobre el respeto y estricto cumplimiento del artículos 87 y 102 del Decreto 1843 de
1991. Respecto al tema de la verificación y evaluación de la eficiencia y efectividad de las medidas de manejo ambiental, en la
que reza que cada entidad participante (MAVDT, Minsocial, ICA,
DNE, Mindefensa, con la participación de la Fiscalía, Procuraduría y otras instituciones) determinarán un estimativo confiable y
consensual del área efectivamente erradicada con el fin de evaluar el PECIG, los efectos al entorno y estimar cualitativamente
su magnitud.
De acuerdo con las fichas de chequeo aplicadas para el período
septiembre de 2003 y septiembre de 2005 y con los informes (4
en total) de avance presentados por la DIRAN al MAVDT como
autoridad ambiental, puede verse que no se está dando cumpliendo a los procedimientos, parámetros técnicos y ambientales de
aspersión aérea definidos en el “Programa de manejo de las operaciones de aspersión”; tampoco se han caracterizado y delimitado
las áreas objeto de las operaciones de aspersión, diferentes a las
zonas de reserva y parques naturales, ni se han identificado y delimitado las zonas de exclusión y de alerta. Lo anterior permite
deducir que no se está procurando de manera adecuada la protección y la conservación del medio ambiente, generando elevados
niveles de riesgo de afectación ambiental y social con el desarrollo de estas operaciones.
b) Ficha 5. Programa de monitoreo ambiental
Descripción: “Aunque los estudios científicos disponibles demuestran que no existen efectos significativos en la aplicación del Glifosato sobre los componentes del suelo, agua y vegetación circundante
de los cultivos ilícitos, se hace necesario desarrollar acciones de
seguimiento y verificación sobre la efectividad de las operaciones
de aspersión y la estimación de los posibles efectos sobre los componentes ambientales”.42
42
Ibíd., p. 18.
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Objetivos:
1. Realizar seguimiento a las actividades del PECIG, con el fin de
medir o evaluar los impactos reales ocasionados por lo mismos,
sobre el medio ambiente, en especial sobre suelos aguas y cobertura vegetal.
2. Determinar la magnitud de los residuos del glifosato y su metabolito AMPA en el suelo y agua y su posible relación con las
propiedades físico-químicas y biológicas de los mismos.
Nivel de cumplimiento de la ficha 5 del PMA entre septiembre de
2003 y septiembre de 2005: durante septiembre de 2003 y septiembre de 2005 no se han tomado la totalidad, ni en la debida forma,
las muestras de agua ni las de suelo antes de la aspersión, inmediatamente después, ni a los 60 días, para cada uno los dos lotes que
debieron definirse en los núcleos de Cauca-Nariño, Norte de Santander, Putumayo-Caquetá, y Meta-Guaviare. Así mismo, durante
octubre de 2004 y septiembre de 2005 no se realizan verificaciones
de cobertura para cada uno de los lotes que debieron definirse en
los núcleos de Meta-Guaviare, Cauca-Nariño, Norte de Santander
y Putumayo-Caquetá, antes de la aspersión. Tampoco se realizan
verificaciones de cobertura para cada uno los dos lotes que debieron definirse en la totalidad de los núcleos.
En definitiva las muestras tomadas y presentadas son esporádicas,
situación que no permite realizar los seguimientos a los parámetros
que se estipulan en la ficha 6 del plan de manejo. Tampoco se presentan en los informes de avance los estudios que comparen los
parámetros definidos para los recursos suelo y agua. Sin embargo lo
anterior, sí se presentan conclusiones definitivas sobre el tema por
parte de la DIRAN y de la autoridad ambiental.43
43
Lo anterior contrasta con lo manifestado por la Agencia Europea de Medio Ambiente:
“La reciente preocupación por la presencia de glifosato (un herbicida) en las aguas subterráneas de Dinamarca ilustra las dificultades que comporta evaluar el uso y la importancia de los
plaguicidas. Tanto el glifosato como su metabolito AMPA han sido detectados en aguas
subterráneas poco profundas, pero también se ha demostrado que la presencia del AMPA
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c) Ficha 6. Programa de comunicación y gestión social. Nivel de
cumplimiento. La entidad responsable es la Dirección Nacional
de Estupefacientes
Descripción: “El desarrollo de un programa de las características
del PECIG implica una serie de interacciones con las comunidades de las áreas objeto del programa, bien sea para informarlas sobre
sus características, resultados o avances o para resolver las inquietudes que de él se generen”.44
Objetivos: desarrollar un conjunto de actividades de prevención,
capacitación e información dirigidas a las instituciones del ámbito
nacional, regional y local y a las comunidades sobre la naturaleza y
alcances del PECIG.
Nivel de cumplimiento de la ficha 6 del PMA entre septiembre de
2003 y septiembre de 2005: sobre el sistema de gestión de quejas
se observa que para cada período no se presentan los mecanismos
diseñados y desarrollados para la atención de quejas por posibles afectaciones del PECIG. Tampoco se informa sobre la presentación de
quejas por parte de las autoridades ambientales sobre los eventuales
daños a áreas del Sistema de Parques Naturales u otras áreas forestales y naturales de propiedad del Estado colombiano.
Se informa que desde el 4 de octubre de 2001 al 20 de julio de 2004
se han recibido 4592 quejas. De las cuales se han compensado 12
quejas por valor de $75 millones. A mayo/05 se tienen 5352 quejas
acumuladas, de las cuales 1880 han sido admitidas para estudio.
Del sistema de quejas y compensación
Todas las quejas que llegan al Ministerio de Ambiente, Vivienda y
Desarrollo Territorial son transferidas a la Dirección Nacional de
en aguas profundas es una anomalía del proceso de muestreo y análisis; además, el AMPA
también pude proceder de la degradación de detergentes”. Sobre estos aspectos no se han
realizado ni desarrollado por parte del programa, ni de las autoridades ambientales, estudios
ni diagnósticos que valúen estos efectos.
44
“Plan de Manejo Ambiental, Programa de erradicación de cultivos ilícitos mediante la
aspersión aérea con glifosato (PECIG)”, Bogotá, septiembre de 2003, p. 22.
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Estupefacientes, como lo contempla la Resolución 017 de 2001
de la misma dirección. Dicha resolución establece que el procedimiento y la responsabilidad de su trámite es de la Dirección Nacional de Estupefacientes. En el proceso establecido se evidencia
cómo el proceso lo desarrolla casi en su totalidad la Dirección
Antinarcóticos de la Policía Nacional, organismo que también se
encarga de responder por la ejecución operativa del programa; por
tanto, se puede ver que es la misma Policía Nacional la que tiene el
poder de decidir o juzgar si la queja es válida o no, cuando establece el nexo de causalidad.
Técnicamente, el proceso de recepción de quejas hace evidente un
número importante de actividades de control. Desde el momento
mismo en que el ciudadano o afectado decide instaurar su reclamación, además de las actividades de control antes mencionadas, esta
surte cuatro verificaciones. Aunque inicialmente la petición es instaurada ante el organismo competente de control municipal (la
Personería) y verificada por la UMATA y el ICA, organismos técnicos del orden local y regional altamente calificados para desarrollar
esta actividad con la ventaja de encontrarse en la zona o cerca al
predio donde el presunto daño ocurrió como resultado de las actividades de aspersión, hecho que favorece aspectos de competencia
técnica, oportunidad y accesibilidad, es la Policía Nacional en Bogotá la instancia que finalmente –y después de transcurrido un tiempo– verifica y decide si el presunto daño sucedió o no.
En 2002 el Ministerio de Justicia recibió 4.500 quejas o reclamaciones, de las cuales solo cinco fueron admitidas por la Policía Nacional
(0.1%). Hasta octubre del mismo año, la Defensoría del Pueblo registró 6.553 quejas. En 2003 la Dirección Nacional de Estupefacientes
recibió 2.124 quejas en el departamento de Nariño, de las cuales 442
(21%) fueron rechazadas y el resto están en proceso.45
45
Colombia, Policía Nacional –Dirección Antinarcóticos, Oficio 2648 del 26 de septiembre de 2003, carpeta 26, expediente 793.
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De manera similar, el proceso de certificación del daño como consecuencia de la aspersión se hace casi imposible de determinar, en
la medida en que las circunstancias de orden público de las zonas
en las que se desarrolla el PECIG, las largas distancias y la falta de
vías de comunicación impiden de una u otra manera bien que se registre la queja o bien que las visitas de verificación no puedan realizarse en los plazos estipulados para tal fin. Así mismo, la metodología
de cálculo del daño o afectación –es decir, la técnica utilizada para
realizar los cálculos y las valoraciones– no ha sido definida, siendo
por tanto un aspecto discrecional de la Policía Nacional.
Aunque algunos informes comunican el desarrollo de campañas
publicitarias enfocadas en dar a conocer a la comunidad la problemática de cultivos ilícitos y el desarrollo del PECIG, no se han
desarrollado con la periodicidad y oportunidad que en principio plantean. Sobre el sistema de atención de quejas, que está regulado,
gestionado y dirigido por la Dirección Nacional de Estupefacientes, el programa no propone de forma permanente mecanismos y
desarrollos que permitan agilizar y analizar de manera sistemática
las inconformidades de la comunidad.
Un punto a resaltar es que ninguna autoridad ambiental ha requerido al PECIG por eventuales daños en áreas forestales, de reserva o
ecosistemas, a pesar de haber sido requerido por parte de campesinos o particulares a través de 5.352 quejas (corte 5 de mayo de
2005), de admitir cerca de 2.000 de ellas y compensado más de 12.
Esto demuestra que el glifosato y el programa han producido afectaciones negativas al medio ambiente y a la salud, pues no en vano
se ha compensado por ello, sumado al hecho de que es la misma
Policía Nacional la que responde, gestiona y establece la pertinencia o no de la reclamación; es decir, es parte interviniente, gestor y
juez de la misma causa.
e) Ficha 7. Programa de salud pública. Nivel de cumplimiento
Descripción: “El presente programa describe el conjunto de actividades y procedimientos dirigidos a la prevención, mitigación, coDesafíos, Bogotá (Colombia), (15): 178-235, semestre II de 2006
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rrección y compensación de situaciones de riesgo para la salud de la
población en las áreas de aplicación del PECIG”.46
Objetivo general. Gestionar el riesgo para la prevención, mitigación, corrección y compensación de los efectos a la salud que pudieran asociarse a la aplicación del glifosato.
Objetivos específicos
1. Desarrollar actividades de información a la comunidad dirigidas
a la reducción de riesgos de exposición a plaguicidas y a la inducción de la demanda de atención médica oportuna para el diagnóstico y manejo de posibles accidentes con estas sustancias.
2. Fortalecer la capacidad institucional de los servicios de salud y
saneamiento ambiental en los niveles locales para asegurar la
atención oportuna y adecuada de posibles situaciones de riesgo
que puedan afectar la salud de la población.
3. Definir y desarrollar los mecanismos para evaluar posibles afectaciones a la salud de las personas para efectos de su atención.
Nivel de cumplimiento de la ficha 7 del Programa de Manejo Ambiental
entre septiembre de 2003 y septiembre de 2005
El Ministerio de la Protección Social elaboró un Panorama de Riesgos para la salud humana junto con los cuadros y niveles de los
riesgos y los efectos adversos previsibles, pero las autoridades sanitarias y ambientales locales no han desarrollado actividades tendientes
a informar a las comunidades con el fin de reducir los riesgos de exposición a plaguicidas. A pesar de ello, no se han creado o desarrollado brigadas de salud en las regiones ni se han implementado acciones
con los líderes comunitarios; tampoco se han organizado ni realizado
talleres y jornadas de capacitación dirigidas a los líderes comunitarios
y a profesionales y técnicos vinculados a la red de salud.
En tres informes revisados no se presenta evidencia sobre la realización de programas de capacitación a personal de los equipos mu46
“Plan de Manejo Ambiental, Programa de erradicación de cultivos ilícitos mediante la
aspersión aérea con glifosato (PECIG)”, Bogotá, septiembre de 2003, p. 25.
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nicipales y departamentales en salud; tampoco se han implementado programas de capacitación a personal de servicios médicoasistenciales.
Aunque se han dictado algunos cursos de capacitación en zonas
objeto del programa por parte del Instituto Nacional de Salud, no
se ha fortalecido la capacidad institucional de los servicios de salud
y de saneamiento ambiental, intuyéndose que objetivos como el de
asegurar la atención adecuada por posibles situaciones de riesgo
que puedan afectar la salud de la población y la evaluación de posibles afectaciones al medio ambiente no se están cumpliendo con la
suficiencia que el tema requiere.
Respecto al sistema de quejas, como ya se dijo, a octubre de 200447
se habían recibido 4.983 quejas, de las cuales 3.262 fueron rechazadas y admitidas 411 (solo para estudio). Las cifras de 2005 muestran
que hasta abril se atendieron 5.270 quejas; de las que se concluyeron
o rechazaron 4.117. Desde octubre de 2001 hasta julio de 2004 la
Dirección Nacional de Estupefacientes recibió 4.592 quejas de las
cuales se compensaron 12 quejas por $75 millones. A mayo de 2005
se contaban con 5.352 quejas acumuladas, de las cuales 1.880 fueron
admitidas para estudio. En el período abril-septiembre de 2005 se
recibieron 422 quejas, cuatro de ellas fueron compensadas.
Este reporte de reclamaciones permite ver la persistencia de las
mismas por parte de posibles afectados durante el desarrollo de
actividades de aspersión. Además, a pesar de que el proceso es controlado en su totalidad por la Policía Nacional, el PECIG ha tenido
que reconocer daños por más de una docena de reclamaciones, verificadas, valoradas y justificadas por la misma autoridad. Es decir,
independientemente del monto y del número de quejas, el reconocimiento de daños, bien sea por causas operativas o de residualidad
del glifosato al ambiente y a la población, es un hecho, y ello desvirColombia. Dirección Antinarcóticos de la Policía Nacional (DIRAN-ARECI), “Informe
de gestión Grupo de Atención de Quejas. Informe de Avance PMA al PECIG, oct-2004 a
mar-2005”.
47
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túa la hipótesis de inocuidad del herbicida que se ha venido defendiendo desde las instituciones ejecutoras del PECIG.
En ejercicio de sus competencias legales la autoridad ambiental
realiza el seguimiento y control a través de visitas a las bases y
acompañando algunas labores de operación.48 La participación de
entidades y organismos como la NAS, la Sección de Asuntos Narcóticos de la Embajada Americana, el coordinador de verificación
(miembro de la Policía Nacional), cinco pilotos (también militares),
le dan un énfasis más político-militar al seguimiento del programa y
se aleja del objeto o esencia con el que la autoridad ambiental define un programa específico de acuerdo con el Decreto 1220 de 2005:
“Corroborar cómo es el comportamiento real del medio ambiente y
de los recursos naturales frente al desarrollo del proyecto y exigir el
ajuste periódico de dichos planes, mediante decisión motivada en
conceptos técnicos cuando a ello haya lugar” (artículo 24).
El estudio “Evaluación de los efectos del glifosato en la salud humana en zonas de influencia del programa de erradicación de cultivos ilícitos. Bogotá, octubre de 2003”, elaborado por Ministerio de
la Protección Social y el Instituto Nacional de Salud, desarrolla aspectos relacionados con el nivel de toxicidad del glifosato y explica
las consecuencias de la exposición. En él se afirma que “(...) a través
del aire, los alimentos y el agua (...)” se está expuesto al químico;
situación similar sucede, pues “(...) la población en general, a través
de los residuos de plaguicidas. Es decir, que toda la población esta
expuesta a un riesgo de salud no suficientemente apreciado y percibido por las autoridades sanitarias correspondientes”.49
El glifosato (que presenta un nivel de toxicidad leve) asperjado en
desarrollo del PECIG, también es utilizado en las prácticas agrícolas por parte de los campesinos y, en este sentido, se afirma que
“(...) por lo que es de esperar que el efecto que están ejerciendo
Acta 016. Verificación a los Núcleos de Santander - Boyacá y Caldas. Julio de 2005.
Colombia, Ministerio de la Protección Social, Instituto Nacional de Salud, “Evaluación
de los efectos del glifosato en la salud humana en zonas de influencia del programa de
erradicación de cultivos ilícitos. Bogotá, octubre de 2003”, p. 2.
48
49
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sobre los ecosistemas y en especial sobre las comunidades, sea bastante negativo; lo cual se acrecienta si se tiene en cuenta que muchos de los agricultores aun conservan la teoría que ‘entre más
cantidad y concentración del agroquímico, mayor efectividad’, por
lo que es común que las dosificaciones que se utilizan no concuerden con las recomendadas por los fabricantes”.50
Los daños a la salud ocasionados por la exposición a este tipo de
sustancias son difíciles de prevenir y de controlar en Colombia. Por
ello, frente a esta situación el país requiere que se estudien los posibles efectos de las fumigaciones aéreas con glifosato sobre la salud
de la población. El Ministerio de la Protección Social informa que se
conocieron 46 casos de intoxicación en Putumayo –20 en mayo y 26
en noviembre– y otros 20 en Guaviare durante octubre de 2004.51
Conclusiones
En las operaciones del programa no se están considerando de manera adecuada los procedimientos, parámetros técnicos y ambientales de la aspersión aérea; tampoco se han caracterizado y delimitado
las áreas objeto de las operaciones de aspersión, diferentes a las
zonas de reserva y parques naturales, ni se han identificado y delimitado las zonas de exclusión y de alerta. Lo anterior permite deducir que el objetivo propuesto para el programa de manejo de las
operaciones no se está cumpliendo y, en consecuencia, no se está
procurando la protección y la conservación del medio ambiente, generando elevados niveles de riesgo de afectación ambiental y social.
Aunque se han tomado algunas muestras de agua y suelo, estas no
han tenido la periodicidad ni la continuidad que se requiere, tampoco el número ni la correspondencia con los lotes por núcleo definido, como se exige en la ficha respectiva. Lo anterior impide hacer
50
Se cita a C. H. Bernal, “Impacto ambiental ocasionado por las sustancias químicas, los
cultivos ilícitos y las actividades conexas”, cap. I. Subdirección Estratégica y de investigaciones –DNE.
51
Colombia, Ministerio de Protección Social, Instituto Nacional de Salud, “Informe de
actividades del Programa de Salud Publica (Ficha 7) del PMA del PECIG”, Bogotá, agosto
de 2003.
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comparaciones de lotes muestreados, asperjados y no asperjados,
así como mediciones y evaluaciones de manera objetiva y oportuna
de los impactos reales ocasionados al medio ambiente por la aplicación aérea del glifosato; así mismo, impide determinar la magnitud
de residuos del glifosato y su metabolito AMPA de manera eficiente. De acuerdo con ello, es imposible demostrar que el glifosato es inocuo y que no produce efectos negativos para la salud y
el medio ambiente.
Respecto al cumplimiento del programa de comunicación y gestión social definido, es posible afirmar que aunque en algunos
informes se comunica sobre el desarrollo de campañas publicitarias dando a conocer a la comunidad información sobre la problemática de cultivos ilícitos y el desarrollo del Programa, éstos no
se han sido en la periodicidad y oportunidad que se plantean. Sobre el sistema de atención de quejas, que esta regulado, gestionado
y dirigido por la Dirección Nacional de Estupefacientes, el programa no propone de manera permanente, mecanismos y desarrollos que permitan agilizar y analizar de manera sistemática las
inconformidades de la comunidad.
Ninguna autoridad ambiental ha requerido al programa por eventuales daños a áreas forestales, zonas de reserva o ecosistemas diversos, a
pesar de que la DIRAN ha dado cuenta de 5.352 reclamaciones
instauradas (corte 5 de mayo de 2005) a favor de particulares, campesinos o afectados, de haberse admitido para estudio cerca de 2.000 y
reconocido compensación para más de 12. Ello demuestra que los
bienes públicos representados en recursos naturales no tienen dolientes directos; que el glifosato y el programa han producido afectaciones
negativas al medio ambiente y a la salud, pues no en vano se ha compensado por ello, habida cuenta de que la Policía Nacional es la que
responde, gestiona y establece la pertinencia o no de la reclamación.
Con base en lo anterior, se concluye que no se han formado y capacitado adecuadamente los equipos de salud municipales y departamentales, tampoco se ha fortalecido la capacidad institucional de los
servicios de salud y de saneamiento ambiental, intuyéndose que objeDesafíos, Bogotá (Colombia), (15): 178-235, semestre II de 2006
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tivos como el de asegurar la atención oportuna y adecuada de posibles situaciones de riesgo a la salud y la evaluación de posibles afectaciones no se están cumpliendo.
Como política pública, aunque El PECIG cumple condiciones de estabilidad demuestra deficiencias de adaptabilidad, pues los dos últimos Gobiernos han aprovechado el componente de apoyo del
Gobierno de Estados Unidos para transformarla o adaptarla en otra
política en la que el énfasis militar y de seguridad pasa a ser la prioridad. Lo anterior genera cambios fundamentales en la implementación
y la evaluación, pues este enfoque introduce variables que no fueron
planeadas, medidas ni valoradas en el diseño inicial del programa.
El Programa de Erradicación, como política pública, no muestra en
su implementación coordinación ni coherencia entre los actores que
inicialmente fueron definidos, resultando que ésta es implementada y desarrollada casi en su totalidad por un solo actor o ejecutor (la
Policía Nacional) dejando de lado las demás instituciones y actores
inicialmente planeados. Esto demuestra el énfasis militar que el
programa ha venido tomando.
Es prudente plantear un debate amplio y abierto en la sociedad
colombiana sobre el cumplimiento del Plan de Manejo Ambiental y
los objetivos para los cuales se definió el instrumento, sobre la forma como se está desarrollando y verificando tanto el plan como el
programa, así como los resultados de los mismos. Aunque en algunas épocas se observan reducciones puntuales y coyunturales en el
número de hectáreas cultivadas, se deben considerar aspectos de
demanda, oferta, comercio, precio, orden público y costo social frente
a costos económicos, sociales, ambientales y permitirse un análisis
coste-beneficio.
La dinámica de resiembra, el establecimiento de nuevos cultivos
y la utilización de nuevas técnicas de cultivo, hacen que el inventario o existencia de cultivos ilícitos se mantenga estable en el
tiempo, sin que se vislumbre una solución definitiva al problema.
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Ello implica la persistencia de las aspersiones con glifosato sobre el suelo, el aire, el agua y los ecosistemas. Estas condiciones
cambian los diagnósticos de baja toxicidad y baja afectación del
herbicida para la salud y el medio ambiente.
Los diversos puntos de vista sobre este tema demuestran que no
hay seguridad ni consenso sobre el nivel de impactación y afectación al ambiente y a la salud de las personas, como tampoco es
posible descartar su inocuidad, lo cual debería motivar la realización y desarrollo de estudios y diagnósticos in situ, es decir aquí, en
Colombia, y bajo las condiciones de aspersión del programa, que
permitan determinar su nivel de agresión y las medidas de mitigación y manejo, pues independientemente de donde provenga, se
sabe que el metabolito AMPA genera impactos negativos. Por último, no se pude seguir ignorando el principio de precaución avalado
y acordado por la comunidad internacional, incluido Colombia, que
lo acoge mediante la Ley 99 de 1993.
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III. Gobierno y democracia
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Código de ética judicial
en Argentina
¿Una respuesta a las demandas
de transparencia de la sociedad?*
INÉS MALVINA CALCEGLIA
[email protected]
[email protected]
Artículo recibido 23/08/2006
Evaluación par externo 31/08/2006
Evaluación par interno 10/09/2006
Resumen
El proyecto de Código de Ética Judicial, que emerge de la convocatoria de la
Corte Suprema de Justicia de la Nación (2004) y promueve una reforma
judicial, es analizado desde un diagnóstico que enfatiza el carácter cultural de
causas sistémicas de la crisis político-económica de diciembre 2001 en Argentina, donde la matriz institucional y los mecanismos de selección/financiamiento de los partidos políticos destacan la presencia de “clientelismo” y
“corrupción”, determinando –con la “anomia social”– la llamada “corrupción gris”. Tales variables definen un patrón cultural de “labilidad” en los
límites entre lo permitido-no permitido y lo ético-no ético.
Desde los años noventa, la tendencia a judicializar el conflicto político, y una
Magistratura con ausencia de debate interno y de activismo judicial, tornaron
oportuno analizarla desde cinco ejes temáticos: 1) el debate orgánico dado en
* Este es un artículo en una versión modificada del original publicado en la revista Notizie
di Politeia, 2006, año XXII, núm. 86, pp. 395-406.
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la Magistratura; 2) el marco general legislativo; 3) la Magistratura como
exponente de valores culturales; 4) la transferencia de responsabilidades del
ámbito político al judicial; 5) la mediatización de la labor del juez.
De las conclusiones deviene crucial este enfoque que indaga las características
de esta herramienta que la propia corporación judicial le propone a la sociedad: el Código de Ética Judicial.
Palabras clave: anomia, Magistratura, ética.
Abstract
The Code of Judicial Ethics bill, which has emerged from the Argentine
Supreme Court call in 2004 and which promotes a judicial reform, will be
analized here from a point of view emphasizing the cultural nature of the
general cause of the political and financial crisis that took place in December
2001 in Argentina, where the institutional matrix and the political parties’
mechanisms for selecting candidates and raising funds for campaign financing
show that there exists a kind of ‘clientism’ and ‘corruption’, which brings
about –within a state of ‘social anomy’– the so-called ‘grey corruption.’ These
variables define a cultural pattern which is characterized by a ‘general state
of uncertainty’ when it comes to deciding what is allowed or not allowed, and
what is ethical or unethical.
The tendency present since the nineties to judicialize the political conflict, together
with a judiciary where there is neither internal debate nor judicial activism,
have both made it appropriate to analize this matter from five points of
discussion: (1) the internal debate in the judiciary; (2) the general legislative
framework; (3) the judiciary as an exponent of cultural values; (4) the handing
over of responsibilities from the political sphere to the judicial one; and (5)
the media interfering with the judge’s work.
From the resultant conclusions, we will infer that this approach becomes crucial,
an approach that looks into the features of this tool that the judiciary itself
proposes to the society: the Code of Judicial Ethics.
Key words: anomy, judiciary, ethics.
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Introducción
La ética ha devenido tema de debate acentuado en los últimos años
a nivel nacional e internacional, por las implicancias y repercusiones que conlleva tanto para la política –en su estrecha vinculación
con la transparencia en las instituciones– como para las empresas,
si se miden en términos de pérdidas los efectos no deseados de la
práctica de procedimientos no transparentes, así como para la interacción entre ambos mundos, por cuanto no debe olvidarse que el
alcance de niveles deseados de ética vinculada estrictamente a lo
institucional tiene impacto directo en el mundo de los negocios.
En un artículo publicado por Politeia1 se aludió a las causas sistémicas que confluyeron en la crisis político-económica de diciembre
de 2001 en Argentina y que culminara con la caída del entonces
Presidente de la República, Fernando de la Rúa. Esa crisis, en su
largo camino transcurrido hasta detonar, reconoce causas mediatas
e inmediatas. Estas últimas se retrotraen a la matriz misma de diseño institucional y a los mecanismos de selección en los partidos
políticos, completando el marco general de las limitaciones históricas y actuales de la dirigencia argentina en su conjunto.
Entre las causas mediatas debe reconocerse el acento que se produjo en los años noventa de prácticas de corrupción ya enquistadas
en el Estado desde antaño, en moderna combinación con los mecanismos de tráfico de influencias, uso de los medios de comunicación masiva y extensión del clientelismo político a instituciones
antes ajenas a ello, por ejemplo, el Poder Judicial, por vía de los
llamados “políticos con capacidad de net-working”.2 En ese artículo
se dijo que la presencia conjunta de “clientelismo” y “corrupción”
no es casual en los orígenes de la crisis y que por ello la sociedad
argentina llegó a los niveles de anomia social que entonces exponía
1
I. M. Calceglia, (y), “Corrupción en Argentina. La percepción de los actos corruptos como
detonante de la crisis política”, en: Notizie di Politeia. Rivista di Etica e Scelte Pubbliche,
núm. 68, Milán, Italia, 2002; “Corrupción en Argentina. Partidos políticos, clientelismo y
corrupción”, en: Notizie di Politeia, Rivista di Etica e Scelte Pubbliche, núm. 69, Milán,
Italia, 2003.
2
Véase artículo publicado en nota 2.
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en todos sus ámbitos. Los sucesos de diciembre de 2001 –la declaración de default económico y el tácito default político– llevaron a la renuncia del entonces Presidente de la Nación3 y, en virtud
de la ley de acefalía, a su reemplazo sucesivo por varios políticos
hasta la salida electoral que tuvo como ganador al actual presidente
N. Kirchner, que fuera respaldado por la ciudadanía en todo el territorio de la República.4 La crisis económica –con causas de larga data–
expuso descarnadamente otra crisis más profunda, de recuperación
más lenta: la de las instituciones. De allí que una de las principales
demandas de la sociedad –retomadas como preocupaciones del actual Gobierno– fuera la búsqueda de mecanismos para garantizar la
transparencia institucional.
Se definió así en términos de política de Estado, acompañada por
firmes decisiones tendientes a sanear las instituciones, entre las cuales
el impulso a los procesos de juicio político promovidos contra ciertos miembros de la Corte Suprema de Justicia de la Nación e instrumentados por el Congreso Nacional fue uno de sus ejes centrales.
Como se aludió en el citado artículo, la sociedad argentina tenía
todas las características de la anomia social y una situación tal contribuía peligrosamente a acentuar lo que J. Heidenheimer5 llama
“corrupción gris”, en la que sopesando el juicio de los particulares
y el de la clase política se configura una situación en la que solo
una de las dos partes considera que ciertos actos reñidos con la
ética deben ser perseguidos y castigados, permaneciendo como
aceptables para la otra parte. El autor la califica como la forma de
corrupción más peligrosa para la estabilidad y la duración de un sisElegido dos años antes por el voto mayoritario de la ciudadanía como cabeza de una alianza
de centro izquierda que en la práctica de gobierno se apartó de su definición ideológica,
provocó la renuncia del vicepresidente Carlos Álvarez (jefe de la fuerza de izquierda que
integraba la alianza) y optó por encarnar otra alianza (de centro derecha) que expresaba en
sustancia los intereses de los grupos económicos y financieros favorecidos por el modelo
instaurado 10 años atrás con Menem, vaciando de ese modo de legitimidad su mandato.
4
Elecciones de recambio legislativo y gobernadores en todo el territorio nacional de octubre de 2005.
5
Citado por F. Cazzola, Della Corruzione. Fisiologia e patologia di un sistema politico, Il Mulino,
Bologna, 1988, p. 14.
3
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tema político, porque puede conducir a conflictos entre la sociedad
civil y las instituciones políticas. Entonces, reconociendo y reafirmando que efectivamente existe un factor cultural severamente arraigado en la sociedad argentina que se caracteriza por tener los límites
diluidos entre lo permitido y lo no permitido, entre lo ético y lo no
ético, es preciso subrayar que políticas de Estado como las descritas o decisiones de reforma desde los niveles superiores de las instituciones contribuyen a un proceso de cambio que, necesariamente,
debe construirse en dos sentidos: desde arriba hacia abajo, con ejemplos palpables en la conducta de funcionarios y decisiones de gobierno, y desde abajo hacia arriba, con mecanismos de educación
en una cultura de la transparencia.
La cuestión que se analiza en este artículo –el proyecto de Código
de Ética Judicial– obliga necesariamente a realizar una breve referencia acerca de las características esenciales de la Magistratura argentina, por cuanto solo desde esa perspectiva podrá apreciarse la
envergadura de los tópicos propuestos.
La política debe dirimirse en el ámbito de la arena política, con sus
propias reglas de juego; en cambio, la justicia es el ámbito del equilibrio, la mesura y sobre todo la prudencia en la valoración de los hechos sometidos a su dictamen. Trasladar el debate y, lo que es peor,
la batalla política al ámbito judicial es desnaturalizar ambas esferas.
En ese caso, el judicial puede asistir a dicha batalla, como el escenario inerte en el que se dirimen las disputas de tal naturaleza, o
puede hacerlo activamente, asumiendo cuotas importantes de involucramiento. Sin embargo, la Magistratura argentina tiene cierta trayectoria, ciertas características, cierto modo de actuar histórico.6
¿Cómo dar respuesta a esos insistentes reclamos sociales de transparencia que también afectan a la justicia, posibilitando la credibilidad en ella? Aproximar una respuesta a este interrogante genérico
requiere abordar la cuestión a partir de ciertos ejes temáticos que se
explican a continuación.
Al respecto, véase I. M. Calceglia, “La lucha contra la corrupción y el rol de la justicia: el
caso del pool milanés mani pulite y algunas reflexiones acerca de la magistratura argentina”,
documento en mimeo.
6
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El debate orgánico en la Magistratura: su existencia o
su carencia
No hay evidencia de que haya existido o exista un debate orgánico en nuestra Magistratura a nivel asociativo, en documentos conjuntos, con la continuidad que la idea de debate sugiere. Las
opiniones individuales sobre temas puntuales no pueden tomarse
como la expresión asociativa de un debate interno con participación de posiciones divergentes semejante al producido en la Magistratura italiana. De allí que pueda afirmarse la carencia de un
debate en la Magistratura que refleje los cambios histórico-políticos que sufrió el país. Como ejemplo, la Magistratura se expresó a
nivel orgánico ante la creación del Consejo de la Magistratura con
tibieza, y en el momento de intervenir en la constitución de ese
instituto, la participación de los magistrados en las elecciones iniciales no fue muy elevada. Si se considera que con los abogados
de la matrícula ocurrió algo similar, resulta un punto a destacar
acerca del grado de conciencia política de la sociedad y la Magistratura argentinas. Como dijera Gerardo Colombo (miembro de
mani pulite): la Magistratura es expresión no aislada de la sociedad
a la que pertenece. Surge así un interrogante: ¿nuestra Magistratura estaría involucrada en su rol institucional (como Poder de la
República) si la lucha contra el terrorismo se hubiese encarrilado
oportunamente por los cauces de la legalidad? El golpe militar de
19767 puso a la Magistratura frente al dilema de dar o no curso a
los pedidos de hábeas corpus que se presentaban para conocer el
paradero de los detenidos-desaparecidos. En ese dilema, fueron
pocos los jueces que cumplieron su deber contra las dificultades
concretas del poder autoritario. Sin embargo, es justo recordar que
también hubo ejemplos en contrario. El coraje institucional exhibido por los jueces de Cámara que en 1984 juzgaron a las juntas
militares, en un proceso único en el mundo hasta entonces por la
máxima jerarquía de los jefes juzgados, podría haber tenido mayor efecto como ejemplo institucional a seguir.
7
Que tuvo como resultado el terrorismo de Estado que generó 30.000 desaparecidos.
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El marco general legislativo
El punto anterior remite necesariamente a considerar la cuestión
de la legislación y su alcance. En el caso italiano, el carácter orgánico del cambio producido a partir del Congreso de la Asociación
Nacional de la Magistratura (ANM) italiana, en Gardone, 1965,
fue el punto de inflexión, por el debate existente en su seno. La
posición que de allí emergió hacia la sociedad cuenta con cierto
consenso en la corporación. En esa ocasión se fortaleció la postura que fundamenta el activismo judicial en la interpretación misma del mandato constitucional. También en la Argentina el juez
tiene un rol importante en el control de constitucionalidad, de lo
que también debe deducirse su conciencia de ejercer un papel de
trascendencia político constitucional. Si esto es así, las preguntas
que surgen son casi obvias: ¿Por qué no se ha dado entre nosotros
la evolución en el sentido de una aplicación activista de los principios de la constitución? ¿Es que no son suficientes esos principios o la falta del debate interno infunde en la Magistratura el
temor de quedar al descubierto sin el apoyo de la corporación, si
se asume este tipo de actitud activista?
El otro factor que posibilitó un cambio de actitud de la Magistratura italiana e hizo posible su activismo judicial fue el implícito
consenso recibido de las fuerzas políticas en el contexto de la lucha
contra el terrorismo. De allí surgieron leyes de emergencia que
ampliaron de manera desmesurada los espacios de discrecionalidad del Poder Judicial (sobre todo del Ministerio Fiscal) y que
algunos críticos estiman que culminó resquebrajando el principio
de estricta legalidad penal, deformando la estructura del proceso
penal y rebajando en gran medida el nivel de garantías. Esta última cuestión, que alude a la resolución dentro de la legalidad de la
cuestión del terrorismo, permite afirmar que, en relación inversa
–como sucedió con el caso argentino–, la no resolución por vía de
la legalidad estaría directamente relacionada con la falta de conciencia de la Magistratura en cuanto poder republicano, cuyo objeto no es otro que velar por el respeto y asegurar el cumplimiento
de las leyes.
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En cuanto al punto de vista procesal, en el caso italiano la situación
política –en cuyo contexto los fenómenos del terrorismo y de la criminalidad organizada tuvieron un impacto enorme– llevaron a aumentar notablemente los poderes procesales de los jueces, con las
desventajas antes señaladas. De ese modo se configuró un activismo
judicial de carácter eminentemente penalista, cuyas características
centrales fueron la extensión del control de legalidad, la obligatoriedad de la acción penal y la capacidad de tomar iniciativas por parte
de algunos magistrados. Volviendo al caso argentino, ¿no es acaso
cierto que el reclamo que la sociedad hace a nuestra justicia –y a los
legisladores– apunta precisamente en esa dirección?
La Magistratura como exponente de una sociedad y de sus
valores culturales
Retomando el concepto de Colombo, los magistrados son emergentes de la sociedad a la que pertenecen y en promedio constituyen
exponentes de sus valores. Valdría la pena preguntarse acerca de
cuáles son los valores que la sociedad argentina de hoy pondera. El
artículo publicado en Politeia ya citado proporciona con detalle el
devenir de esos valores culturales en los años noventa; sin embargo, podría resumirse en pocas palabras: la idea de éxito por cualquier medio y la volubilidad de las conciencias en la delimitación
de los alcances de la función pública, como algunos de sus tópicos
esenciales. Pero, se reitera, los jueces de cámara que en la década
de los ochenta juzgaron a los jefes de las juntas militares, también
expresaban valores y sentimientos sociales que el grueso de la Magistratura no interpretó o no quiso representar.
La transferencia de responsabilidades del ámbito político
al ámbito judicial
En el caso italiano, para muchos políticos el proceso que se está describiendo también significó descargar responsabilidades que debían
dirimirse en el ámbito de la política, en la espalda de los jueces. Los
jueces estuvieron dispuestos a cargar con esa responsabilidad, por
vía de un compromiso que entendían en el marco de la Constitución.
En la Argentina puede decirse que la dirigencia política muchas veces optó por descargar ciertas responsabilidades, buscando que los
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conflictos se resolvieran en los tribunales; la década de los noventa
fue paradigmática en este sentido. La diferencia crucial radica en la
segunda parte de la ecuación: la vocación de la Magistratura. Lejos
de adquirir el compromiso constitucional para sostener desde allí cierto
activismo judicial,8 en general, aquellos exponentes de la Magistratura que tuvieron en sus manos casos de corrupción contra funcionarios públicos buscaron manipular el curso y los resultados de esas
investigaciones resonantes, especulando con un eventual provecho
político personal que pudiese derivarse de esas situaciones de poder,
o con la eventual futura carrera política de algunos magistrados, pero
en ningún caso exhibiendo resultados concretos. Lo notable es que
estos episodios se vieron secundados por el silencio como consentimiento tácito de la Magistratura en cuanto corporación. En el caso
italiano también hubo ciertas figuras que fueron catapultadas a la
escena política, por ejemplo, Antonio Di Pietro, pero en todo caso
allí sí habría habido resultados concretos que exhibir.
A manera de ejemplo, basta mencionar que la técnica empleada
en los noventa en el fuero penal federal –cuya competencia es
juzgar a los funcionarios públicos– fue recurrir a la atomización
de causas, impidiendo con ello la profundización en las investigaciones y el arribo a resultados concretos. Si en algo fue revolucionario el enfoque que el pool de jueces antimafia de Palermo desarrolló
(encabezados por el asesinado juez Giovanni Falcone) y que llevó a los maxi procesos contra los jefes de Cosa Nostra y demás
expresiones mafiosas como la N´dranghetta y la Camorra, radica
justamente en la vinculación de causas y en la búsqueda de las
conexiones que hacían aproximar las ramificaciones de unas con otras;
método que también siguió la investigación de los casos de corrupción (mani pulite). Solo así pudieron encontrarse y reconstruirse
los indicios y las pruebas suficientes para procesar y condenar a los
culpables, en situaciones en las que si se hubiera seguido el método que la justicia penal federal argentina de la última década implementó, habrían terminado con el dictado de sobreseimientos o
8
Con la excepción de los escasísimos casos aislados que responden exclusivamente a
improntas personales.
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faltas de mérito, más allá de las eventuales diferencias con la justicia italiana de orden procesal, pero que no resultan ser suficiente
excusa para la inacción de esos años. En verdad, lo que demostró
la Magistratura argentina en aquella década fue permanecer ajena
a lo que la sociedad vivía, de manera similar a lo acontecido durante el golpe militar de 1976, ya sea por acción o por omisión. De
todo ello se deduce que, lejos de estar comprometida con su rol
institucional en la lucha contra el terrorismo y, luego, contra la
corrupción, su actitud fue permanecer aislada de la sociedad que
la contiene. La juventud de nuestra democracia (continuidad institucional desde 1983) no es excusa, pero sería deseable que en lo
sucesivo los hitos históricos y cambios sociológicos que sufra nuestra sociedad se vean saludablemente reflejados en un debate en la
Magistratura para que, más allá de viabilizar la aspiración de superación de la sociedad, sea ella misma instrumento de consolidación institucional por vía de su conciencia de poder republicano.
La mediatización de la labor del juez
Con un énfasis mayor en los años noventa, pero no exclusivamente, hubo una recurrencia de los magistrados argentinos a la prensa
y el requerimiento de esta pretendiendo igual conducta en todos
los jueces, constituyendo una relación impropia de ciertos magistrados con los medios de comunicación que acabó afectando a
toda la Magistratura. Es preciso reconocer que, aunque con menor incidencia, se trata de un fenómeno internacional, tal como lo
destaca Daniel Soulez Larivière9 cuando dice:
En el esquema tradicional, más allá de algunas excepciones, la
policía habla, el juez calla, la prensa comenta, el abogado
permanece discreto. El periodista recorre las comisarías y las
audiencias del Palacio de Justicia. Hoy hablan todos, el juez como
los otros. Y la justicia se representa sobre una escena doble,
mediática y judicial, con una fuerte interacción entre las dos.
9
D. Soulez Larivière, Il circo mediatico-giudiziario, Macerata, Liberilibri di AMA srl, 1995,
p. 43.
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No obstante, en el caso argentino los niveles que el fenómeno alcanzó y la impudicia10 de ciertos magistrados para acceder a la vidriera mediática le dio a la cuestión un carácter local muy marcado.
Ese usufructo recíproco contribuyó a la degradación de la imagen
de la justicia y se llegó a la situación de que ciertos magistrados
compartieran –en el imaginario popular– la categoría de poco confiables que los asimila con los políticos cuestionados.
Finalmente, desde esta perspectiva también debe tenerse en cuenta
la delicada situación que se configura cuando se mediatiza el discurso jurídico (poseedor de un lenguaje técnico propio, críptico),
en razón de que, a veces por desconocimiento y otras veces en
forma maliciosa, ese lenguaje es deformado en su significado y sentido por los medios de comunicación, impactando erróneamente en
el proceso de formación de la opinión pública.
El proyecto de reforma judicial
El 7 de mayo de 2004 se firmó el Convenio de Cooperación Técnica para la Reforma Judicial entre la Corte Suprema de Justicia de la
Nación (Corte) y la ONG Argentina Justicia (ARGENJUS),11 con
el objeto de impulsar un proyecto de reforma judicial cuyo objetivo
fundamental era mejorar el acceso del ciudadano común al servicio
de justicia, así como alcanzar una organización más eficiente de los
recursos humanos y materiales del poder judicial de la nación.
La organización del convenio preveía la constitución de una Junta
Directiva presidida por el propio Presidente de la Corte, por un representante del Consejo de la Magistratura y miembros de la ONG.
Dicha junta constituyó una Comisión Coordinadora compuesta por
dos funcionarios de la Corte e integrada por dos representantes de las
organizaciones pertenecientes a ARGENJUS y un funcionario del
Consejo de la Magistratura. Se convino que se formarían grupos de
Me refiero a la aparición de magistrados en revistas propias de la farándula, en notas
pagas, que escandalizaron a la sociedad y a la justicia en su conjunto.
11
Este organismo no gubernamental agrupa diversas organizaciones que se detallan más
adelante, con ocasión de mencionar cada una de las temáticas trabajadas.
10
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trabajo para cada una de las temáticas a ser abordadas, que estarían
encargados de realizar los trabajos de investigación, estudio y elaboración de proyectos, a partir de los lineamientos fijados por la Junta
Directiva, que además debía aprobar esos proyectos elaborados.
En dicho convenio se invitaba también a participar a la Mesa Permanente de Reforma Judicial del Diálogo Argentino, así como al
Ministerio Público (la Procuración y la Defensoría General de la
Nación), a aportar propuestas en aquellos temas que tuvieren directa vinculación con sus ámbitos de competencia. Se dejaba también abierta la posibilidad de que otras organizaciones civiles o
científicas, nacionales o extranjeras pertenecientes a ARGENJUS,
hicieran su aporte; finalmente, se establecía el mecanismo de solicitar la opinión autorizada de expertos en cada temática.
La mención en la cláusula séptima del convenio de establecer un
mecanismo que promoviera la más amplia participación y debate
público de los proyectos en análisis, a través de la realización y
difusión de congresos, talleres, jornadas, seminarios, cursos de capacitación, entre otros, fue recibida en los ámbitos vinculados a la
justicia como un signo positivo de apertura.
En la reunión del 17 de mayo de 2004, la Comisión Coordinadora
estableció tres ejes centrales de trabajo: a) el mejoramiento de la
eficiencia; b) de la transparencia del servicio de justicia y c) del
acceso del ciudadano a la justicia. A posteriori, la Junta Directiva
distinguió para cada eje las siguientes temáticas a ser trabajadas:
a) Eficiencia del servicio de justicia: 1) realizar un censo completo
del personal judicial existente en cada oficina, de planta o contratado, con indicación de su jerarquía, y si prestan funciones fuera del
horario ordinario; 2) tomar conocimiento de los magistrados y funcionarios que realizan tareas docentes y/o académicas y los horarios en que las desarrollan; 3) analizar criterios de descentralización
administrativa; 4) estudiar el mejor modo de percibir de manera
efectiva la tasa de justicia; 5) analizar la reducción de la jurisdicción apelada de la Corte Suprema; 6) analizar la reforma del sisteDesafíos, Bogotá (Colombia), (15): 237-256, semestre II de 2006
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ma de enjuiciamiento criminal federal; 7) analizar el rediseño funcional de los juzgados por tipo de proceso; 8) analizar la flexibilización de las competencias de los fueros; 9) analizar la capacitación
judicial; 10) analizar la concentración de las tareas administrativas
para reducir costos innecesarios.
b) Transparencia del servicio de justicia: 1) elaborar indicadores objetivos para evaluar la carga de trabajo por fuero y tribunal y el tiempo de duración de los procesos; 2) elaborar un proyecto sobre ética
judicial que establezca las conductas y comportamientos que resultan exigibles a los jueces; 3) elaborar un reglamento en materia de
declaraciones juradas patrimoniales que observe los requerimientos de la ley de ética pública y facilite el acceso a la información del
modo previsto por la ley; 4) reglamentar el llamado de audiencias
públicas por la Corte Suprema de Justicia en casos relevantes; 5) establecer la modalidad de presentaciones bajo la forma de amicus curiae.
c) Acceso del ciudadano al servicio de justicia: 1) analizar la creación de un Centro de Información y Orientación Ciudadana, para
dar adecuada información a los requirentes del servicio de justicia;
2) estudiar el modo de implementar una justicia de 24 horas para
determinados asuntos que, por su naturaleza, requieran tratamiento urgente y prioritario.
En cuanto al aspecto participativo, algunas de las organizaciones
que formaron parte de los grupos de trabajo fueron:12 FORES;
Conciencia; Fundación Bicentenario; Asociación de magistrados y Funcionarios de la Justicia Nacional; Asociación de
Profesionales Especializados en Administración Pública; Unidos
por la Justicia; Asociación Argentina para la Prevención de la
Violencia Familiar; Asociación Argentina de Derecho Procesal;
Fundación Académica Argentina de Derecho Económico; Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires; Centro de
12
Las organizaciones que aparecen en negrilla participaron en la elaboración del Proyecto
de Código de Ética Judicial.
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Estudios Políticos, Económicos, Legales y Sociales; JU.FE.JUS.;
Colegio de Abogados de San Isidro.
El tema objeto de este artículo culminó con la elaboración de un
proyecto de Código de Ética Judicial. En él participaron, además de
los funcionarios destacados por la Corte Suprema de Justicia y la Procuración General de la Nación, las organizaciones arriba señaladas.
El proyecto del Código de Ética: principales
características
El proyecto de Código de Ética Judicial presentado por el grupo de
trabajo consta de cinco capítulos estructurados así: capítulo I: arts.
1-2, fijan la finalidad y el ámbito de aplicación; capítulo II: art. 3,
establece los principios fundamentales; capítulo III: arts. 4-14, fijan
las normas éticas; capítulo IV: arts. 15-17, prevén la creación del
Consejo de Ética Judicial; capítulo V: arts. 18-20, establecen normas complementarias.
Metodológicamente, el proyecto de código presenta tres áreas:
una integral y sistémica, que se vincula con su naturaleza; una de
fondo, que contiene los principios y pautas éticas; una de procedimiento, que prevé los mecanismos para poner en práctica algunas
de sus disposiciones.
A pesar de que el objetivo inicial era elaborar normas éticas aplicables a los magistrados, el proyecto extiende su aplicación a todos
los magistrados y funcionarios del Poder Judicial de la Nación que
estén en actividad, pero también remite su aplicación a categorías
de empleados que por la naturaleza de las funciones que desempeñan deberían estar involucrados en los alcances de las normas éticas allí propuestas.13 En efecto, el art. 18 establece que se aplica en
lo pertinente a los funcionarios del Poder Judicial y de planta per-
13
Por ejemplo, aquellos empleados que participen en la elaboración y tramitación de
llamados a licitación, compras, etc.
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manente del Consejo de la Magistratura,14 así como a los conjueces
durante el ejercicio de sus funciones.15
De todos los aspectos tratados por este proyecto se estima imprescindible destacar los que se presenta a continuación.
El art. 3 condiciona la posibilidad de alcanzar un Poder Judicial
independiente al cumplimiento de estas normas éticas por parte de
sus integrantes y, precisamente les impone a los magistrados el deber de ejercer su cargo con convicción republicana, democrática y
de respeto al derecho, dando ejemplo de integridad, independencia,
dignidad y prudencia. Así mismo, reafirma como principios fundamentales la independencia, la responsabilidad institucional, la probidad, la imparcialidad, la posesión de la capacidad adecuada,16 la
dignidad y el decoro en sus funciones y en la vida privada, la confidencialidad, la austeridad republicana y la prudencia.
El capítulo III, que se ocupa de las normas éticas, destaca en su art.
4 que el juez debe ser imparcial, evitando incidencia de factores
ajenos en la formación de su convicción; que son supuestos de su
función la idoneidad y la diligencia, por lo que se compromete con
la mejora y perfeccionamiento del sistema de administración de justicia (art. 5); que su conducta ejemplar17 debe hacerse efectiva tanto hacia colegas y subordinados como hacia auxiliares de la justicia
(art. 6); que el cumplimiento de los principios de imparcialidad y
transparencia por los que debe excusarse en una causa no puede ser
óbice para el desprendimiento de las mismas con ligereza (art. 7);
que el prestigio de su cargo no debe ser usado para promover intereses privados ni ejercer influencias18 (art. 8).
Excluye a los consejeros por el carácter transitorio de su cargo.
También se hace referencia a que, en caso de ser aprobado por Acordada de la Corte
Suprema de Justicia, también debería alcanzar a los señores ministros de dicho tribunal.
16
Antes de la puesta en vigencia del Consejo de la Magistratura (1998) la designación de
jueces a través de mecanismos netamente político-partidarios condujo, en algunos casos, al
ejercicio de la magistratura a individuos que no poseían la idoneidad necesaria para el cargo.
17
Conducta ejemplar caracterizada por la corrección, consideración y respeto.
18
Es importante destacar que en este ítem se incluye la prohibición de hacer gestiones y
recomendaciones de cualquier tipo, por ejemplo, recomendar un letrado para un caso
particular.
14
15
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Los mismos criterios explican la prohibición de concurrir a estudios
jurídicos así como el imperativo de apartarse de inmediato –al asumir el cargo– de los procesos en los que hubiere intervenido él o el
estudio jurídico al que hubiere estado vinculado anteriormente y
de cualquier forma (art. 9); como depositario de la credibilidad en
la función judicial, debe evitar mostrarse en espectáculos, actos o
lugares que comprometan su investidura (art. 10), fundamento que
también se halla en la base de la prohibición de participar en actos
o reuniones de política partidaria, evitando pronunciamientos, comentarios o afirmaciones públicas que traduzcan su filiación política (art. 11).
Sin sacrificar la necesaria disponibilidad en la resolución de los temas litigiosos a su consideración, debe evitar conversaciones en
privado con los litigantes sobre el mérito de los mismos, preservando la igualdad de trato (art. 12).
Una particular envergadura adquiere la referencia a evitar formular
declaraciones en los medios de comunicación, salvo que fuesen indispensables por las circunstancias del caso. En este punto, el proyecto formula la interesante sugerencia de que en la estructura del
Poder Judicial de la Nación se prevea la existencia de un organismo
centralizado de expertos en comunicación, debidamente entrenado
para canalizar la información judicial y las relaciones con los diferentes medios (oral, escrito y televisivo), como mecanismo institucional tendiente a evitar distorsiones que ingenua o maliciosamente
confundan a la opinión pública en desmedro de la imagen del Poder
Judicial. Habida cuenta de lo ya referido en la introducción respecto a la mediatización de la función de los jueces y del proceso por el
cual se traduce erróneamente el discurso jurídico, esta recomendación del proyecto de código adquiere particular trascendencia. Este
principio se completa con tres disposiciones del art. 14: a) la del
inciso 2, que le impone al juez abstenerse de participar en polémicas, debates públicos y en general hacer declaraciones o críticas
sobre fallos; b) la del inciso 4, cuando le impone que si fuera necesaria alguna explicación puntual sobre el caso especifico, debe hacerla por escrito y en términos suficientemente claros como para
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ser entendidos por el público no letrado, y c) la del inciso 5, que
admite –para circunstancias excepcionales en que fuere necesario
aclarar información errónea– la comunicación verbal con la prensa
pero sólo dentro de ciertos límites: refiriéndose a la tarea judicial y
al proceso en general o sus etapas, evitando comentarios específicos sobre el caso.
Hasta aquí la esencia de sus aspectos sistémico y de principios.
En lo que respecta a su faz de procedimiento y a los fines de la
aplicación de las normas que contiene, el proyecto de código propone la creación del Consejo de Ética Judicial, asignándole una
doble función: ser órgano consultivo respecto de los alcances del
articulado del propio código y dictaminar acerca de la existencia o
no de conductas reprochables.
Es importante destacar que estas atribuciones así conferidas vendrían a llenar el espacio que no está reglamentado por las normas
disciplinarias vigentes por cuanto, tal como fue concebido, no entraría en colisión ni con las facultades que las leyes otorgan a las
comisiones de Disciplina y Acusación del Consejo de la Magistratura, ni con los atributos disciplinarios que la Corte Suprema tiene
en su propio ámbito ni con las atribuciones conferidas a la Cámara
de Diputados en lo que respecta a su prerrogativa en la instrumentación de los juicios políticos tendientes a remover a los miembros
de la Corte Suprema de Justicia. Dicho Consejo de Ética Judicial
estaría formado por un ministro de la Corte Suprema de Justicia,
dos magistrados retirados,19 un juez de cámara y un juez de primera
instancia en actividad,20 con funciones ad honórem y mandato de
dos años, renovable sólo una vez.21 Entre sus funciones se destacan: la de llevar un registro de faltas éticas; asesorar en la materia
de ética judicial a los magistrados sobre el alcance de los principios
y reglas del código; pronunciarse acerca de si una conducta es o no
De reconocida trayectoria y suficiente experiencia.
Con no menos de 10 años en el ejercicio de la función judicial.
21
Aquí se agrega la prohibición para los magistrados jubilados que lo integren de no poder
ejercer la profesión.
19
20
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reprochable a raíz de una denuncia formulada contra un juez; intervenir de oficio ante comportamientos incorrectos y difundir
en términos generales los lineamientos interpretativos que elabore
mediante la publicación de dictámenes (preceptos) que preserven
la identidad y circunstancias específicas del caso, salvo que por la
gravedad del hecho fundadamente se disponga lo contrario, como
forma en sí misma de sanción (art. 16, incs. 1-5).
El art. 17 establece la obligatoriedad que adquieren esos pronunciamientos para quienes los solicitan o sean sus destinatarios y le
impone al consejo llevar un registro de las actuaciones iniciadas
por denuncia o de oficio ante una falta ética (o cuando habiendo
solicitado un pronunciamiento, el magistrado requirente no acate el
dictamen recaído, configurando así incumplimiento); también establece el mecanismo de remisión de esos actuados cuando hubiere
trámites iniciados contra dicho magistrado en las Comisiones de
Disciplina o de Acusación del Consejo de la Magistratura o en la
Cámara de Diputados, si correspondiere, operando así como antecedentes del proceso seguido en su contra.
Finalmente, en las normas complementarias se establece que el
mero ingreso al Poder Judicial de la Nación implica el conocimiento, aceptación y asunción del compromiso de cumplimiento
personal del Código de Ética, pero también responsabiliza al juez
por su cumplimiento en su ámbito laboral inmediato, comprendiendo así implícitamente a todo el personal del Poder Judicial de
la Nación (arts. 18 y 19).
Conclusiones y perspectivas
El 18 de agosto de 2005 la Comisión Coordinadora entregó a los
presidentes de las comisiones de Justicia y de Legislación de las cámaras de Senadores y Diputados, los proyectos elaborados por los
grupos de trabajo en el marco del convenio para la Reforma Judicial. En ese contexto, el Presidente de la Corte Suprema de Justicia
de la Nación señaló que durante ese año y medio de trabajo se
tomaron decisiones que acompañan este proceso, como dar a publicidad la circulación de las sentencias, asegurar el pleno funDesafíos, Bogotá (Colombia), (15): 237-256, semestre II de 2006
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cionamiento de todas las dependencias durante la ferias judiciales,
el cese del uso de chapas y patentes protocolares para automóviles
de los magistrados y funcionarios, la prohibición de designar parientes bajo dependencia directa y garantizar la bilateralidad de las
audiencias que solicitan los profesionales.
En ese acto se aclaró que el proyecto del Código de Ética Judicial
estaba en estudio de los miembros de la Corte Suprema de Justicia
y del Consejo de la Magistratura y que ninguno de los proyectos
elaborados por los grupos comprometen en modo alguno la opinión de la Corte Suprema, ya que son herramientas para el debate e
intercambio de ideas.
Sin embargo, aunque el proyecto de Código de Ética Judicial elaborado es perfectible y podría ahondar en aspectos más finos que hacen al ejercicio de la delicada función de la magistratura, constituye
un verdadero y genuino avance, si se consideran los antecedentes
coyunturales con relación a las demandas concretas que la sociedad tiene con la justicia.
En ese sentido, sería deseable que del pertinente análisis efectuado
en los máximos ámbitos decisorios de la justicia nacional resulte un
Código de Ética Judicial que tome como parámetros mínimos los
establecidos en el proyecto aquí comentado, sin perjuicio de mayores profundizaciones, por cuanto dicho proyecto recoge los aspectos centrales que la sociedad ha expresado reiteradamente como
reclamos. Luego, debería ponerse en vigencia a la brevedad posible.
Hasta la fecha, no se han conocido ni la opinión ni la voluntad
institucional sobre el tema.
Bibliografía
Calceglia, I. M., “Corrupción en Argentina. La percepción de los actos
corruptos como detonante de la crisis política”, en: Notizie di Politeia,
núm. 68, 2002.
–––, “Corrupción en Argentina. Partidos políticos, clientelismo y corrupción”, en: Notizie di Politeia, núm. 69, 2003.
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del pool milanés mani pulite y algunas reflexiones acerca de la magistratura argentina”, documento en mimeo.
Cazzola, F., Della Corruzione. Fisiologia e patologia di un sistema politico, Il Mulino,
Bologna, 1988.
Soulez Larivière, D., Il circo mediatico-giudiziario, Macerata, Liberilibri di AMA,
1995.
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Desigualdad y polarización
del PIB por habitante
en Colombia
JORGE E. ESPITIA ZAMORA
[email protected]
Artículo recibido 11/08/2006
Evaluación par externo 20/08/2006
Evaluación par interno 30/08/2006
Resumen
El concepto y la medición de la polarización de una distribución han atraído
la atención de los economistas en los últimos años. De manera independiente,
Esteban-Ray y Wolfson han conceptualizado la noción de polarización y propuesto índices para medirla. De igual manera, Lasso de la Vega desarrolla
una extensión del indicador propuesto por Esteban-Ray.
Los índices de polarización tratan de estimar, dada una distribución de renta,
en qué medida la población está agrupada en torno a un número de polos. Esta
noción está ligada al concepto de desigualdad y surge como resultado de la deficiencia de las medidas tradicionales de desigualdad de distinguir adecuadamente
entre convergencia a una media global o agrupamiento en torno a medias locales.
Con este conjunto de indicadores se desarrolla una aplicación para el caso de
los departamentos colombianos durante el período 1984-2004 con base en la
información del PIB publicada por el Departamento Nacional de Estadística (DANE). De aquí se concluye que el proceso de desigualdad inter-regional
en Colombia ha estado acompañado por una disminución de la polarización.
Palabras clave: polarización, distribución del ingreso.
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Abstract
The concept and measurement of the distribution polarization have appealed the economists’ attention in the past few years. Independently, EstebanRay and Wolfson have conceptualized the polarization notion and proposed
the indices for its measurement. Similarly, Lasso de la Vega developed an
extension to the indicator proposed by Esteban-Ray.
Polarization indices are intended to estimate, given an income distribution,
how much the population is grouped around a number of poles. This notion is
linked to the concept of inequality and arises out of the traditional inequality
measurements inability to properly distinguish between convergence to a global
average or grouping around local averages.
This suite of indicators is used on an application developed for the case of the
Colombian departments in the 1984-2004 period based on the GDP data
published by the Departamento Nacional de Estadística (Colombian statistics agency, DANE). The conclusion is that the cross-region inequality in
Colombia has been accompanied by a polarization reduction.
Key words: Polarization, income distribution.
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DESIGUALDAD Y POLARIZACIÓN DEL PIB POR HABITANTE EN COLOMBIA / 259
Introducción
La polarización está estrechamente relacionada con la generación
de tensiones sociales, la posibilidad de revolución y revuelta; y con la
existencia de descontento social en general
Esteban-Ray
La discusión acerca de la convergencia, desigualdad o la polarización regional debería ser una constante en un país, en la medida en
que ella sirve para evaluar y definir políticas públicas de carácter
regional, por ejemplo, el sistema de transferencias intergubernamentales que por estos días en Colombia está por discutirse.
Este tipo de estudios son más factibles de elaborar, en la medida en
que los investigadores teóricos desarrollan cada vez herramientas
más sofisticadas para aproximarse a las cuestiones a responder con
base en la información existente.
La aproximación que aquí se realiza trata de responder la pregunta
acerca de cuán desigual es nuestro país y qué tan polarizado se
encuentra a partir de una medición tan simple de la renta per cápita
departamental como es el PIB por habitante.
Aunque la desigualdad y la polarización son nociones relacionadas,
la polarización trata de recoger un aspecto del que la desigualdad no
se ocupa: en qué medida la población está agrupada en torno a un
número de polos, pues las herramientas que determinan el grado de
desigualdad de una determinada distribución no distingue si la población está concentrada entorno a la media o entorno a dos o más
polos. En este sentido, la polarización se encuentra necesariamente
ligada a la existencia de conflicto social.1
1
Joan-Maria Esteban, Polarización económica en la Cuenca Mediterránea. Centre de Recerca en
economía internacional, Generalitat de Catalunya y Universidad Pompeu Fabra, Els Opuscle
del CREI, núm. 10, 2002. Maria Casilda Lasso de la Vega, Ana Marta Urrutia, Desigualdad
y polarización de la distribución de renta a nivel mundial, Universidad del País Vasco, 2002. Carlos
Gradín, “Polarización y desigualdad en Galicia y España, un análisis comparativo”, Revista
de Estudios Regionales, núm. 59, 2001a, pp. 47-68.
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La herramienta que aquí se presenta ha sido muy poco utilizada en
nuestro medio.2 Uno de los trabajos que la usó es el de Birchenall,3
al aproximarse al tema de la distribución del ingreso, el capital humano y el crecimiento económico. La preferencia por el uso de las
nociones de desigualdad o de polarización dependerá del problema
que se esté abordando; sin embargo, como se presentará en el desarrollo del trabajo, la polarización parece un concepto apropiado para
estudiar la distribución territorial del ingreso.4
La principal conclusión que aquí se presenta es que la mejor representación de la distribución regional del PIB por habitante es
la de tres polos. Los índices de polarización estimados para dos y
tres polos disminuyen relativamente para el período de análisis (19842004). El leve descenso del grado de polarización coincide con la
mejora en la distribución de la renta y en algunos índices de bienestar social. En otras palabras, el proceso de reducción de la desigualdad regional en Colombia durante el período 1984-2004 ha
estado acompañado por una disminución de la polarización. No
obstante, no hay que olvidar que el ejercicio que aquí se realiza
tiene varias limitaciones, una de ellas es que no controla el efecto
de la producción petrolera en los nuevos departamentos, pues ello
llevaría también a controlar en aquellos departamentos donde la
producción de carbón o gas es sumamente importante. Esto conlleva a que exista la necesidad de elaborar nuevos ejercicios, con
otras variables, con el objeto de estudiar qué tan robusta es la conclusión que aquí se extrae: la polarización en Colombia se ha reducido levemente. De igual manera, hay que hacer el mismo ejercicio
partiendo de agrupaciones o “cluster” dados por otro conjunto de
Para quienes estén interesados en este tema, ver el sitio: http://www.webpondo.org/
Edgar Benítez, en su texto “Polarización y economía: una relación más allá del Gini”, hace
una presentación general del tema y lo enlaza con la literatura clave.
3
Javier Birchenall, Income Distribution, Human Capital and Economic Growth in Colombia,
1997a.
4
Joan-Maria Esteban, Un análisis de la polarización de la renta provincial en España, 19551993, Moneda y Crédito 211, Madrid, 2000, pp. 11-50. Muy seguramente una aproximación al grado de polarización de la renta a nivel departamental en el caso colombiano puede
ayudar a explicar fenómenos de carácter social o política a nivel regional, de ahí la importancia de esta aproximación.
2
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variables (desarrollo institucional, pobreza, ingresos laborales, entre
otros). Finalmente, aquí no se aborda ni se discute la forma como
el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE)
regionaliza las cifras sobre las actividades productivas, por el contrario, nos aproximamos a su análisis.5
El documento se organiza en tres secciones. En la primera se presenta el marco conceptual de la desigualdad y la polarización; en
la segunda se analiza la desigualdad a nivel departamental; en la tercera se aplican los indicadores de polarización al ingreso per cápita
de los departamentos y, finalmente, se extraen las principales conclusiones del trabajo.
Desigualdad y polarización
El número de personas y centros de investigación dedicados al análisis del bienestar regional se ha ampliado, en la medida en que este
es uno de los objetivos de la economía. Por una parte, los investigadores teóricos se han centrado en desarrollar medidas de desigualdad
que satisfagan determinadas propiedades conceptuales y estadísticas; por otra, los economistas empíricos las usan para determinar el
bienestar de la sociedad. Una de las propiedades básicas que se
exige a las medidas de desigualdad se refiere al principio de transferencia de Pigou-Dalton: cualquier transferencia de un individuo a
otro más pobre hace que la desigualdad disminuya.
Aunque la desigualdad y la polarización son nociones relacionadas,
la polarización trata de recoger un aspecto del que la desigualdad
no se ocupa: en qué medida la población está agrupada en torno a un
pequeño número de polos. En este sentido, la polarización está ligada a la existencia de conflicto social, producto de la existencia de
“En efecto, si se analiza el conjunto de agentes económicos y sus operaciones en las Cuentas
Nacionales, se evidencia la dificultad de orden estadístico que se presenta al pretender aislar
regionalmente operaciones que resultan de la acción económica de las unidades en todo el
espacio económico nacional. Se presenta igualmente dificultades al regionalizar las actividades que tienen como escenario de sus operaciones espacios económicos diferentes al
nacional (transporte marítimo, aéreo, etc.)”. DANE, “Cuentas regionales de Colombia
1980-1985”, [boletín especial], Boletín de Estadística, núm. 457, 1991.
5
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un reducido número de grupos homogéneos internamente y distantes entre sí.6
Polarización
El concepto y la medición de la polarización han formado parte de
la agenda de investigación de los profesores Esteban y Ray. Ellos
han propuesto índices para medirla.7
Esteban y Ray se refieren a la polarización como el grado en que
la población se agrupa alrededor de un pequeño número de polos a
cierta distancia. De este modo, los indicadores propuestos buscan
capturar el resultado de agregar la heterogeneidad entre individuos
de diferentes grupos y de la identificación entre individuos del mismo grupo. Hay muchos fenómenos socioeconómicos para los cuales el conocimiento del grado de agrupamiento puede ser más
significativo que la medida de desigualdad; en otras palabras, fenómenos en los que la concentración entorno a dos o más polos resulta más importante de analizar que medir el grado de concentración
de la población entorno al punto medio global (por ejemplo, el análisis de las encuestas de opinión, de calidad de vida, de ingresos y
gastos de los hogares).8 La noción de polarización de Esteban y Ray
6
En la línea de conflicto social y polarización véase Joan-Maria Esteban, Debraj Ray,
“Conflict and Distribution”, Journal of Economic Theory, 87, 1999, pp. 379-415. Los autores
argumentan que la homogeneidad intra-grupos unida con la heterogeneidad inter-grupos
están denle el corazón de una sociedad polarizada, y esta característica está correlacionada
con el conflicto social (p. 401).
7
Joan-Maria Esteban, Debraj Ray, “On the measurement of Polarization” Econometrica,
62, 1994, pp. 819-852. Michael C. Wolfson, “When Inequalities Diverge”, American Economic
Review, 84(2), 1994, pp. 353-58. Joan-Maria Esteban, Carlos Gradín, Debraj Ray, Extensions
of a measure of polarization with and application to the income distribution of five OECD countries,
Luxembourg Income Study, Working Paper Series 218, Maxwell School of Citizenship and
Public Affairs Syracuse University, Syracuse, New York, 1999.
8
En términos de Carlos Gradín y Coral del Río, el costo de introducir y desarrollar una
nueva técnica cuantitativa de noción distributiva solo merece la pena si existe una justificación adecuada. En especial, dado su estrecho vínculo con la noción de desigualdad, es
necesario tener presente qué aporta el estudio de la polarización que no se capta con el
análisis de desigualdad. El interés por la polarización tiene su origen en la preocupación por
la cohesión social más que por la equidad, aspecto mejor captado por las medidas de
desigualdad. Todavía no se cuenta con suficiente evidencia empírica de hasta qué punto una
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DESIGUALDAD Y POLARIZACIÓN DEL PIB POR HABITANTE EN COLOMBIA / 263
es un intento explícito de captar el grado de conflictividad potencial
entre polos dada una distribución,9 tiene la ventaja de medir cualquier proceso de multi-polarización, pero el inconveniente de suponer que la población ha sido previamente agrupada en estos polos.10
En Esteban y Ray la polarización de una distribución de atributos
se define desde cuatro premisas:
1. Es una cuestión de grupos. Individuos aislados deberían tener
poco peso.
2. El nivel de homogeneidad dentro de cada grupo debería de ser
alto.
3. El nivel de heterogeneidad entre grupos debe ser alto.
4. Debe haber un pequeño número de grupos de tamaño significativo.11
Al imponer las anteriores propiedades axiomáticas, junto a una condición de invarianza respecto al tamaño de las poblaciones, se llega
a la siguiente medida de polarización:12
P ( p, y )
ER
= k
n
n
i =1
j=1
1+α
∑ ∑p p y − y
i
j
i
j
; k > 0 1 ≤ α ≤ 1.6
(1)
Donde yi y pi son (el logaritmo de) la renta y el tamaño relativo del
grupo i, respectivamente. El valor absoluto de la diferencia entre
sociedad más polarizada tiende a estar menos cohesionada y, por tanto, a tener un mayor
riesgo de sufrir inestabilidad social. Aunque existen razones para pensar que la existencia de
grupos grandes y homogéneos con intereses comunes entre sus miembros, pero divergentes
entre ellos, es uno de los factores que está detrás de una mayor fractura social, o al menos
puede ocasionar un mayor daño potencial. De acuerdo con Esteban y Ray, la polarización
de rentas o riqueza “está muy relacionada con la generación de tensiones, con las posibilidades de rebelión organizada y revueltas, y con la existencia de malestar social en general”
(op. cit., 1994, p. 820). Más allá de la justificación del interés en la polarización por su
relación con el conflicto potencial o latente en una sociedad, no cabe duda que este
concepto aporta elementos novedosos en el campo puramente descriptivo, ya que, a diferencia de los índices de desigualdad, es capaz de distinguir cuándo se está produciendo una
convergencia de la población en torno a la media global o cuando esa convergencia se
produce en diferentes polos de la distribución (ibíd., pp. 4-5).
9
Joan-Maria Esteban, 2002, op. cit.
10
Joan-Maria Esteban, 2000, op. cit.
11
Joan-Maria Esteban, Debraj Ray, 1994, op. cit. Joan-Maria Esteban, 2000, op. cit.
12
Joan-Maria Esteban, Debraj Ray, 1994, ecuación 3, p. 834., op. cit.
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las rentas reflejan la alineación –la distancia-percibida entre indiviα
duos de renta yi, yj, mientras que p i corresponde al sentido de identificación de cada uno de los pi miembros del grupo i con su propio
α
grupo. Por tanto, p i y i − y j es el antagonismo que cada individuo
del grupo i siente hacia cada miembro del grupo j. El parámetro α
indica la sensibilidad respecto a la polarización.13 La medida de Esteban-Ray logra la máxima polarización cuando la población se concentra en dos polos de iguales dimensiones localizados a la distancia
máxima posible entre ellos. De todos modos, esta medida capta
no solo la intensidad de bi-polarización, sino también la intensidad de la concentración alrededor de cualquier número de polos.
Naturalmente, un menor número de polos resulta en un menor
índice de polarización.14
Esta medida presupone la estructuración de los grupos. Sin embargo, en muchas ocasiones no existe a priori la preagrupación o,
si existe, probablemente no está relacionado con la polarización.
En la práctica la población se concentra en un número pequeño
de grupos de acuerdo con un criterio simple. Obsérvese que la
medida propuesta por Esteban y Ray no tiene presente la información sobre la dispersión de la renta en los grupos.
Para introducir esta situación, Esteban, Gradín y Ray15 desarrollan
una extensión del caso que viene dada por:
P
EGR
(α
, β) =
P
ER
(α ) − β G (f ) −

G ( π , µ )  ;
β≥ 1
(2)
Donde PER es la medida de Esteban-Ray, G(f) el índice de Gini de la
distribución original y G(π, µ) el índice de Gini para la distribución
simplificada, con µ el vector del tamaño de los grupos y ì el vector de
las correspondientes medias. La expresión entre paréntesis mide la
desigualdad interna en los grupos. β es un parámetro libre que mide
13
Joan-Maria Esteban, 2002, op. cit. El parámetro alpha debe tomar un valor entre 1.0 y 1.6
para satisfacer los axiomas. Cuanto más alto sea alpha, mayor será la sensibilidad a la
concentración en polos.
14
Ibíd.
15
Joan-Maria, Esteban, Carlos Gradín, Debraj Ray, 1999, op. cit.
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DESIGUALDAD Y POLARIZACIÓN DEL PIB POR HABITANTE EN COLOMBIA / 265
la sensibilidad hacia la cohesión en los grupos.16 Esta medida es un
caso particular de la medida propuesta por Wolfson.17
Ahora bien, a efecto de realizar el cálculo de la expresión entre paréntesis de la ecuación (2) y teniendo presente que los grupos organizados para el estudio de la polarización no tienen elementos en común,
se hace uso del hecho de que el índice de Gini en este caso se puede
descomponer como la suma de la desigualdad inter e intra-grupos
para una representación de k polos:18

G
(f )
−
G ( π , µ )  = Gw
=
k
∑p s G
i =1
i
i
(3)
i
Donde pi y si son los respectivos porcentajes de población y renta
del grupo i, y Gi es el índice de Gini respectivo.
El problema que se plantea es que esta componente intra-grupos
no es independiente del componente inter-grupos. Si aumenta la
distancia entre los grupos, aunque la homogeneidad en los mismos
permanezca, la componente intra-grupos, GW, varía al cambiar los
pesos ligados a los porcentajes de renta.
Por tanto, al medir la variación de la polarización con la medida
propuesta, en el caso de que aumente el antagonismo entre los grupos sin variar la identificación de los individuos en los mismos,
aumenta la medida PER pero no es posible conocer en qué sentido
va a verse modificada la medida extendida PEGR.
Respecto a la elección del número de grupos, este queda a discreción del analista. En muchas situaciones la mejor representación
siempre es muy evidente. Como norma general, es necesario indicar que, a medida que el número de grupos se amplía, la representación mejora en precisión, pero será menos nítida y reveladora,
pues el mayor grado de cohesión en los grupos no lo gana el indicador de polarización.19 En este contexto, el trabajo de Lasso
Joan-Maria Esteban, 2002, op. cit.
Michael C. Wolfson, 1994, op. cit.
18
Maria Casilda Lasso de la Vega, Ana Marta Urrutia, 2002, op. cit.
19
Joan-Maria Esteban, 2002, op. cit.
16
17
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de la Vega y Urrutia (2002) propone una extensión de la medida de
polarización de Esteban-Ray que recoja la información de la dispersión intragrupos.
La extensión propuesta
En los artículos de Lasso de la Vega y Urrutia20 se propone una extensión a la medida de polarización de Esteban-Ray que recoja la
información de la dispersión intra-grupos de manera que la variación
de la polarización quede directamente recogida con la variación de la
medida propuesta.
En el caso de que la distribución no esté preagrupada en polos, la
desigualdad en la distribución de la renta en cada grupo influye en
la identificación que cada individuo siente con respecto al grupo al
que pertenece. Por tanto, se propone que la función de identificación no solo dependa del número de individuos del grupo, sino también del índice de igualdad (Ei=1-Gi) de la distribución en el grupo,
es decir, I=I(p, E).
El valor del índice de Gini del grupo puede ser interpretado como
el valor esperado de la distancia de renta entre pares de individuos
del grupo tomados al azar. Así, en el caso extremo en que la igualdad sea 1 la identificación viene dada directamente por el porcentaje de población en el grupo, pi, y a mayor probabilidad de encontrar
rentas dispersas en el grupo, es decir, para valores del índice de
Gini mayores, la identificación desciende. Por tanto, la extensión
de la medida de polarización viene dada por:21
P (p, y ) = P
*
ER*
= k
∑ ∑ p p (1 − G i ) y − y
n
i =1
n
j =1
β
1+α
i
j
i
j
; k > 0; 1 ≤ α ≤ 1.6; β ≥ 1
(4)
Obsérvese que si α=β la ecuación se puede transformar en:
P (p, y ) = P
*
ER*
= k
∑ ∑ p p ( E i − Pi ) y − y
n
i =1
n
j =1
α
i
j
i
j
; k > 0; 1 ≤ α ≤ 1.6; β ≥ 1
(4 A)
Maria Casilda Lasso de la Vega, Ana Marta Urrutia, 2002, op. cit. An Alternative Formulation
of the Esteban-Gradín-Ray Extended Measure of Polarization, Universidad del País Vasco, 2005.
21
Aquí se presenta la ecuación 6 del artículo de Lasso de la Vega y Urrutia, 2005, op. cit.,
que es mucho más general que la que aparece en el artículo de 2002.
20
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DESIGUALDAD Y POLARIZACIÓN DEL PIB POR HABITANTE EN COLOMBIA / 267
Donde yi y pi son, la renta y el porcentaje de población del grupo
i respectivamente, y Ei es el índice de igualdad de Gini del grupo i.
Si Ei=1, un caso particular de la medida de polarización propuesta,
entonces P* coincide con la medida de polarización de EstebanRay. De igual manera, si α=0, entonces se obtiene el índice de Gini
aplicado a los logaritmos de renta.
En el caso de que se disponga de más información sobre la distribución de la renta en los grupos, a medida que aumente la desigualdad
en los mismos, es decir, a medida que Ei tome valores menores, el
valor de la polarización, P*, disminuye.
Es evidente que la medida P* es invariante respecto al tamaño de
la población y es posible normalizar la medida entre 0 y 1 sin más
que una elección apropiada de k.22
La desigualdad entre departamentos
El tema de la disparidad regional en Colombia se ha abordado en
términos de desigualdad y convergencia.23 La información relevante
se circunscribe ha cuánta desigualdad hay o si está aumentando o
decreciendo, y si se presenta una tasa de crecimiento mayor en las
economías más pobres en relación con las más ricas.
Con base en los resultados de estos y otros estudios, se puede decir
que Colombia es un país de regiones con un alto nivel de desigualMaria Casilda Lasso de la Vega, Ana Marta Urrutia, 2005, op. cit.
Juan Barón, Adolfo Meisel, “¿La descentralización y las disparidades económicas regionales en Colombia en la década de 1990?”, en: Adolfo Meisel Roca (ed.), Macroeconomía y
regiones en Colombia, Colección de Economía Regional, Banco de la República, Bogotá,
2004, pp. 152-217. Juan Barón, “¿Qué sucedió con las disparidades económicas regionales
en Colombia entre 1980 y 2000?”, en: Adolfo Meisel Roca (ed.), Macroeconomía y regiones en
Colombia, Colección de Economía Regional, Banco de la República, Bogotá, 2004, pp. 288333. Jaime Bonnet, Adolfo Meisel, La convergencia regional en Colombia: una visión de largo plazo
1926-1995. Documento de trabajo sobre economía regional, núm. 8, Banco de la República, Bogotá, 1999. Birchenall, Javier, Guillermo Murcia, “Convergencia regional: una revisión del caso colombiano”, en: Desarrollo y Sociedad, núm. 40, 1997b. Laura Ardila, “Gasto
público y convergencia regional en Colombia”, Ensayos Sobre Política Económica (ESPE),
núm. 45, Banco de la República, Bogotá, 2004, pp. 222-268.
22
23
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dad, así se presente cierto cierre de la brecha. Posiblemente esta
desigualdad es el resultado de importantes diferencias socioeconómicas en los departamentos.24 Finalmente, los datos sugieren una
cierta estabilidad de tal situación con cambios menores en el tiempo (mapa 1).
Las desigualdades regionales a partir del índice de Theil
El estudio de los desequilibrios regionales en Colombia se ha convertido en uno de los principales tópicos de investigación de la economía regional. En gran medida, este auge proviene de la proliferación
de trabajos enmarcados en la literatura, nacional e internacional,
sobre convergencia regional.25 Estos estudios utilizan para la cuantificación del grado de desigualdad regional estadísticos de dispersión o análisis de convergencia y las conclusiones a las que llegan,
en el caso colombiano, son diversas dependiendo del período escogido (véase recuadro 1). Como es sabido, estas medidas se caracterizan, entre otros aspectos, por considerar de forma homogénea a
las regiones. No obstante, si el objetivo es realizar una comparación regional de los niveles de bienestar de la población, las medidas de desigualdad basadas en ponderadores poblacionales parecen
analíticamente más apropiadas. En esta línea, una de las medidas
más adecuadas es el índice de Theil poblacional.26
Aquí se analizarán algunos aspectos de la desigualdad regional en
Colombia con la ayuda de un índice de desigualdad como el anterior. En primer lugar, se computan los niveles de desigualdad regional durante los años ochenta, noventa y lo que va corrido de la
presente década. Se considera la distribución regional del Producto
Interno Bruto per cápita (1984-2004). En segundo lugar, se identi24
“La ausencia de convergencia es el reflejo de heterogeneidades estructurales, algunas de
ellas relacionadas con la diferencia en capital humano”. Jorge I. González, La captura del
Estado vista desde los niveles locales, 2003.
25
Véase el conjunto de trabajos que viene publicando en este campo de investigación. A
nivel nacional los citados en el recuadro 1 e internacionalmente Barrios & Strobl (2005),
Magrini (2003) y Simonis (2002).
26
Otra de las características que tiene el índice de Theil es la facilidad de su descomposición
en términos de cada una de las fuentes de ingreso y las variaciones regionales de los pesos
relativos de cada una de las fuentes.
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DESIGUALDAD Y POLARIZACIÓN DEL PIB POR HABITANTE EN COLOMBIA / 269
Recuadro 1
Conclusiones
Convergencia
Otras conclusiones
Análisis
Tradicional:
Cárdenas,
Estimación de
M., Pontón
1950-1989 convergencia beta
A., Trujillo,
(absoluta y
J. (1993)
condicional) y
sigma.
Colombia es un
caso exitoso de
convergencia. Tasa
del 4% para el
periodo.
Los flujos migratorios
entre los
departamentos no
contribuyen
significativamente a la
convergencia.
Cárdenas,
Análisis
M., y
1950-1992
Tradicional.
Escobar A.
(1995)
La inversión pública en
infraestructura ha
Evidencia a favor de
ayudado a eliminar las
la convergencia.
desigualdades
regionales.
Trabajo
Período
Metodología
Birchenall
J., y
Murcia G.
(1997).
No hay
Dinámica
convergencia sino
1960-1994 distributiva (Kernel persistencia en la
distribución del
estocástico).
ingreso.
Rocha R.,
y Vivas A.
(1998)
1980-1994
Predeterminación
bayesiana.
Hay persistencia de
la desigualdad.
Soto J.
(1998)
1960-1995
Método de
Momentos
Generalizados en
panel data.
Hay convergencia
condicional, pero no
absoluta ni de tipo
sigma.
Análisis
tradicional, pero
Bonet J., y
usa también
Meisel A. 1926-1995
medidas de
(1999)
dispersión
adicionales.
Ardila L.
(2004)
La Costa Caribe sufrió
un proceso de
empobrecimiento
relativo a lo largo de
todo el siglo XX.
La descentralización
fiscal no ha contribuido
a la reducción de las
disparidades
regionales.
No hay dependencia
espacial en el nivel de
Hay convergencia
Medidas de
ingreso per cápita. La
en el periodo 1980disparidad
riqueza (o pobreza)
1980-2000
regional, análisis 1990 y divergencia
está aleatoriamente
entre 1990 y 2000.
tradicional.
distribuida en la
geografía del país.
Alta persistencia en La inversión pública ha
evitado la polarización
la distribución del
de los ingresos per
ingreso per cápita.
cápita
Para el periodo
departamentales. En
Kernel Estocástico 1960-1998 no hay
1985-1996
y coeficiente de
otro tipo de indicadores
un proceso de
y 1960(ICV o % de personas
convergencia
correlación de
1998
con NBI, también hay
regional, todo lo
Spearman
un patrón de
contrario se
presenta un proceso persistencia en su
distribución geográfica
de divergencia
en el tiempo.
regional.
Barón J., y
Análisis
Meisel A. 1926-1995
tradicional.
(1999)
Barón J.
(2003)
Entre 1926 y 1960
hay convergencia
pero entre 1960 y
1995 hay evidencia
de divergencia y
polarización.
Lo que explica que
economías pobres se
hayan movido a niveles
altos de ingreso es la
minería.
Las transferencias no
contribuyen a la
convergencia.
No ha habido
convergencia tipo
beta ni tipo sigma.
Fuente: tomado de Laura Ardilla 2004, op. cit., anexo 1.
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fican las regiones que más contribuyen a la desigualdad regional
para algunos años. Los datos básicos utilizados proceden de las
Cuentas Nacionales Regionales del DANE, así como de los resultados de las encuestas de hogares, en lo referente al Índice de Necesidades Insatisfechas (NBI).
La medición de las desigualdades regionales
En lo que se refiere a la medición de la desigualdad, una de las
medidas que goza de mayor atractivo es el Theil –que pondera por
población– o L de Bourguignon. Este último investigador se ha
encargado de hacer énfasis en que este índice es el único que pondera por población, que es aditivamente descomponible (por grupos) y satisface los axiomas básicos de transferencias progresivas
(Pigou-Dalton), simetría, diferenciabilidad e irrelevancia escalar y
poblacional. En particular, y adaptando la notación a un análisis
regional, la medida toma la siguiente forma:
µ
n
T ( y ) = ∑ p * Ln  
i
y 
 i
(1)
Donde p y y son la población relativa y el PIB per cápita de la
región i; µ es el PIB per cápita nacional y Ln denota el logaritmo
neperiano. Su valor mínimo potencialmente que puede adoptar
es cero, el cual sería indicativo de igualdad máxima. Aunque el
valor máximo no está homogéneamente definido (depende de los
datos muestrales) un registro cercano a 1 sería reflejo de desigualdad
elevada.
i
i
Aplicaciones del Índice de desigualdad de Theil.
Los hechos estilizados
La caracterización del PIB por habitante para los departamentos
colombianos durante el período 1984-2004 se presenta en la tabla 1 y en la gráfica 1. Dado que los valores están normalizados
por la renta media nacional ponderada para la población, el eje
horizontal corresponde a una proporción de ella. Los departamentos en los que se presentan aumentos de la renta relativa a lo largo
del tiempo indica que su crecimiento ha sido mayor al crecimiento medio del país.
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DESIGUALDAD Y POLARIZACIÓN DEL PIB POR HABITANTE EN COLOMBIA / 271
Tabla 1. PIB por habitante 1984-2004
Antioquia
Atlántico
Bolívar
Boyacá
Caldas
Caquetá
Cauca
Cesar
Córdoba
Cundinamarca
Chocó
Huila
La Guajira
Magdalena
Meta
Nariño
Norte Santander
Quindío
Risaralda
Bogotá D. C.
Santander
Sucre
Tolima
Valle
Nuevos departamentos
Amazonas
Arauca
Casanare
Guanía
Guaviare
Putumayo
San Andrés y
Providencia
Vaupés
Vichada
Nacional
Máximo
Mínimo
Fuente: DANE.
1984
1.22
1.02
0.83
0.76
0.81
0.81
0.48
0.79
0.52
1.02
0.37
0.94
1.10
0.51
0.90
0.45
0.63
0.82
0.75
1.70
1.06
0.47
0.73
1.23
0.76
1990
1.24
0.85
0.77
0.76
0.79
0.67
0.49
0.69
0.57
1.07
0.49
0.90
1.43
0.51
1.09
0.42
0.61
0.76
0.82
1.51
1.06
0.41
0.75
1.17
1.84
0.57
5.40
2.07
0.48
1.14
0.48
1995
1.17
0.92
0.74
0.80
0.86
0.62
0.46
0.70
0.61
0.99
0.40
0.81
0.87
0.56
1.11
0.43
0.58
0.85
0.84
1.62
1.08
0.46
0.82
1.22
1.25
0.46
2.12
2.16
0.43
0.98
0.40
2000
1.17
0.90
0.77
0.77
0.79
0.69
0.53
0.69
0.70
1.01
0.40
0.87
1.01
0.52
1.21
0.43
0.58
0.71
0.73
1.42
1.27
0.44
0.87
1.16
1.90
0.38
1.69
4.77
0.41
0.78
0.98
2004
1.19
0.89
0.78
0.80
0.83
0.61
0.54
0.73
0.70
1.07
0.41
0.85
1.05
0.52
1.14
0.46
0.59
0.70
0.74
1.42
1.30
0.42
0.90
1.18
1.47
0.27
1.24
3.85
0.41
0.78
0.69
1.63
0.57
0.85
1.49
0.64
0.47
1.69
0.75
0.26
1.45
0.77
0.48
1.00
1.00
1.00
1.00
1.00
1.70
0.37
5.40
0.41
2.16
0.40
4.77
0.26
3.85
0.27
Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 257-291, semestre II de 2006
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Gráfica 1. Evolución del PIB per cápita (PIBHAB nacional = 1)
Casanar e
Cór doba
Cundi namar c a
B ogota D. C.
an A ndr és y P .
Santander
Ant i oqui a
V al l e
M et a
Ar auc a
La Guaj i r a
A tl ánt i c o
T ol i ma
Cal das
Guav i ar e
Vaupés
Bol ívar
Hui l a
Boyac á
Ri sar al da
Cesar
Qui ndío
N. Sant ander
V i c hada
Cauc a
Caquet á
Magdal ena
Amaz onas
Nar i ño
Put umay o
Guai nía
Sucr e
Choc ó
0
1
2
3
1980
1990
4
5
6
2004
Fuente: DANE cálculos propios.
Nota: aquí se presenta el PIB por habitante relativo a la medida nacional (PIBHAB nacional
es igual a 1), de tal forma que ayude a presentar quiénes se encuentran por encima y por
debajo de la medida nacional, así como la evolución de cada uno de ellos en el tiempo.
Las cifras de la tabla 1 ilustran dos períodos: 1984-1995 y 19952004. En el primer período, los departamentos de La Guajira, Cundinamarca, Quindío, Santander, Risaralda, Huila, Atlántico, Norte
Santander, Cauca, Sucre y Nariño, reducen su renta relativa, mientas que el resto la aumenta o por lo menos la mantiene. Esto hace
que en esos departamentos más Antioquia, Valle, Bolívar, Caquetá,
Chocó aumente la brecha de ingresos per cápita respecto a Bogotá
D.C.27 En el segundo período se observa que Bogotá D.C., Quindío,
Valle, Risaralda, Atlántico, Magdalena, Caquetá y Sucre disminuyen su renta relativa, es decir, que su renta per cápita creció a un
ritmo inferior a la media nacional. Esto hace que la mayoría de
departamentos cierren la brecha respecto a Bogotá D.C. durante el
período excepto Quindío, donde la brecha de ingresos aumentó. En
otros términos, lo anterior parece indicar que un menor ritmo de crecimiento en el ingreso per cápita de la economía más importante a
nivel nacional, Bogotá D.C., ayudó a cerrar la brecha y no el avance
de las economías más pobres e intermedias.
27
Bogotá D.C. se toma como referencia por ser una economía importante para el país en lo
tecnológico, capital humano y fuerza laboral, y que concentra cerca del 22% de la producción total nacional.
Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 257-291, semestre II de 2006
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272
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DESIGUALDAD Y POLARIZACIÓN DEL PIB POR HABITANTE EN COLOMBIA / 273
De igual forma, se observa el efecto del “boom” petrolero en el departamento de Arauca en la década de los noventa, y en el Casanare
en los últimos 10 años. En 1990, la actividad minera pesaba en el
PIB de estos departamentos el 81% y el 24%; en 2004 pasó a representar cerca de 38% y 74%, respectivamente. El efecto de estos
grandes departamentos mineros minimiza gráficamente cambios de
importancia que se dieron durante este período en departamentos
como Cesar, Córdoba y La Guajira donde la minería paso de representar 8%, 18% y 64%, en 1990 a 30%, 25%, 50% en 2004, respectivamente. En el caso de Quindío, Caquetá y Guaviare, la caída
de la renta per cápita está asociada con la caída del sector agropecuario en el PIB de 33%, 62%, 84% en 1990 a 19%, 40%, 51% en
2004, respectivamente (gráfica 1).
Con base en lo anterior, se agruparon los departamentos en tres
grupos con el objeto de presentar la evolución de la variable de
estudio (tabla 2). En el primer grupo se encuentran las regiones de
Bogotá D.C., Valle, Antioquia y los nuevos departamentos de manera agregada. En el segundo grupo están Atlántico, Bolívar, Boyacá,
Caldas, Cundinamarca, La Guajira, Huila, Meta, Quindío, Risaralda,
Santander y Tolima. Finalmente, en el tercer grupo aparecen el resto de departamentos.
Tabla 2. Evolución de los componentes del PIB por habitante
por Grupos
PIB Millones de
1984
1990
pesos
2003
Grupo 1
53.673.593 90.157.900
Grupo 2
40.910.936 59.769.729
Grupo 3
10.496.029 16.731.699
Total
105.080.559 166.659.328
Habitantes
Grupo 1
11.414.834 13.930.133
Grupo 2
11.984.918 14.258.095
Grupo 3
5.464.770
6.781.619
Total
28.864.522 34.969.847
PIB / Habitantes
(Miles de pesos)
Grupo 1
4.702
6.472
Grupo 2
3.414
4.192
Grupo 3
1.921
2.467
Total
3.640
4.766
1995
2000
2004
112.283.182
72.321.056
20.903.120
205.507.358
115.148.080
76.846.671
22.494.841
214.489.591
125.568.719
85.694.695
24.876.137
236.139.551
15.569.613
15.569.341
7.420.841
38.559.795
17.309.965
16.961.474
8.076.832
42.348.271
18.622.466
18.056.322
8.606.423
45.285.211
7.212
4.645
2.817
5.330
6.652
4.531
2.785
5.065
6.743
4.746
2.890
5.214
Continúa
Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 257-291, semestre II de 2006
8. Jorge Espitia.p65
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274 / JORGE E. ESPITIA ZAMORA
PIB Millones de
pesos
2003
PIB
Grupo 1
Grupo 2
Grupo 3
Total
Habitantes
Grupo 1
Grupo 2
Grupo 3
Total
PIB / Habitante
Grupo 1
Grupo 2
Grupo 3
Total
1984
1990
1995
2000
2004
51,1%
38,9%
10,0%
100,0%
54,1%
35,9%
10,0%
100,0%
54,6%
35,2%
10,2%
100,0%
53,7%
35,8%
10,5%
100,0%
53,2%
36,3%
10,5%
100,0%
39,5%
41,5%
18,9%
100,0%
39,8%
40,8%
19,4%
100,0%
40,4%
40,4%
19,2%
100,0%
40,9%
40,1%
19,1%
100,0%
41,1%
39,9%
19,0%
100,0%
1,29
0,94
0,53
1,00
1,36
0,88
0,52
1,00
1,35
0,87
0,53
1,00
1,31
0,89
0,55
1,00
1,29
0,91
0,55
1,00
Fuente: DANE, cálculos propios.
En la tabla 2 se puede observar que el primer grupo concentra cerca del 40% de la población y participa en un 53% en el PIB. Los
grupos 2 y 3 concentran más población que actividad económica.28
En todos, el crecimiento de la producción fue superior al de la población. Sin embargo, hay ciertas diferencias que hacen que el crecimiento promedio de la renta por habitante sea mayor en el tercer
grupo (2.06% en promedio), luego le sigue la del primer grupo
(1.82%) y la que menos crece es la del medio (1.66%). Respecto al
nivel de renta por habitante, la del grupo 1 crece entre 1984 y 1995
para luego decrecer. La renta del grupo 2 en 2004 es inferior a la de
1984, mientras que la del grupo 3 asciende relativamente.
Cuando se comparan las tasas de crecimiento de la población y de
la economía, desde principio de los noventa se observa que en
Caquetá, Chocó, La Guajira, Risaralda y varios de los nuevos departamentos (Amazonas, Arauca, Guainía; Vichada y San Andrés y
Providencia), la población creció más.
“Posiblemente el argumento más importante contra la implantación de una política de
independencia fiscal para la financiación de todos los niveles gubernamentales en Colombia
es la gran diferencia en la riqueza y renta de las diversas regiones del país” (Gaceta Constitucional 41 de 1991).
28
Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 257-291, semestre II de 2006
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DESIGUALDAD Y POLARIZACIÓN DEL PIB POR HABITANTE EN COLOMBIA / 275
La aplicación del coeficiente de desigualdad de Theil
Gráfica 2. Perfil temporal de la desigualdad en la renta
per capita a nivel regional
0.085
0.080
0.075
0.070
0.065
0.060
0.055
T(y) 1
T(y) 2
2004
2002
2000
1998
1996
1994
1992
1990
1988
1986
1984
1982
1980
0.050
Lineal (T(y) 1)
Fuente: DANE. Cálculos propios.
En la gráfica 2 se presenta el resultado del índice de Theil. Los
aspectos a resaltar son:
• Se constata una clara diferencia en el patrón temporal global de
la desigualdad regional cuando se trabaja con los “nuevos departamentos” como un agregado o cuando se desagregan. El nivel de desigualdad regional tiende a aumentar en este último
caso debido al comportamiento que se observa en la renta de los
departamentos de Arauca y Casanare durante el “boom” petrolero cuando ellos alcanzan niveles de renta superiores a los de
Bogotá D.C.
• Se observa una tendencia a disminuir el patrón temporal global
de la desigualdad.29 Sin embargo, esta tendencia no es uniforme
“Los indicadores de disparidad calculados indican, en su mayoría, una creciente disparidad en los niveles de producto por habitante de los departamentos del país. Dicha situación
se presenta con particular relevancia en la década de 1990. Esto ha hecho que departamentos pobres, cuyo PIB per cápita relativo en 1980 estaba alrededor del 45% del PIB per
cápita de Colombia, se mantenga en la misma proporción en el año 2000”. Barón, 2004, op.
cit. Aquí es importante resaltar que en la muestra se agrupa a los nuevos departamentos,
pues antes de 1990 no había información desagregada.
29
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275
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276 / JORGE E. ESPITIA ZAMORA
durante el período de estudio. Por ejemplo, la tendencia durante
casi toda la década de los ochenta fue casi constante y menos
volátil, mientras que en los noventa es mucho más volátil. Se
observan tres etapas claramente: 1990-1992, caída de la desigualdad; 1992-1996, aumento vertiginoso de la desigualdad;
1996-2004, una fuerte caída del patrón temporal global de la
desigualdad regional.30
Identificación de las regiones que más contribuyen
a la desigualdad regional
A partir de la fórmula del índice de Theil se pueden identificar
cuáles son los departamentos que en mayor grado afectan al valor
final del índice. Así, la contribución concreta de uno de ellos se
vería influenciada por la diferencia de su IB por habitante con la
media nacional (recogido por la relación entre m/yi) y ponderada
por la población (pi). Cuanto mayor sea el desfase de rentas o población relativa de una región i, mayor será su contribución al
desfase global. Esto lleva a pensar que en tales circunstancias,
cambios pequeños en los factores correspondientes a las regiones
más influyentes puede tener un gran impacto sobre el cambio del
valor global del índice.
Cuando la renta per cápita de los departamentos se sitúa por encima de la media nacional, el índice refleja valores negativos y viceversa.31 Puede pensarse que el valor absoluto de estos es un reflejo
aproximado de la contribución relativa de cada uno de los departamentos al índice de desigualdad (tabla 3).
30
“El índice de Theil, al igual que el índice de Gini ponderado por la población, muestra un
decrecimiento de la disparidad relativa desde principios de los ochenta y hasta principio de
los noventa. A partir de ese año el índice se incrementa hasta 1994 cuando empieza a
decrecer nuevamente hasta el final del periodo”. Barón, 2004, op. cit.
31
Véase François Bourguignon, “Decomposable Income Inequality Measures”, Econometrica,
47, 1979. La explicación, así como los cálculos, tienen como base la ecuación 1.
Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 257-291, semestre II de 2006
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276
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DESIGUALDAD Y POLARIZACIÓN DEL PIB POR HABITANTE EN COLOMBIA / 277
Tabla 3. Regiones ordenadas de menor a mayor contribución en
la desigualdad regional
1984
Meta
Quindío
Atlántico
Valle
Antioquia
Bogotá D. C.
1984
Nariño
Córdoba
Cauca
Magdalena
Departamentos por encima de la media
1990
1995
2000
Meta
Meta
La Guajira
Santander
Santander
Cundinamarca
Cundinamarca Nuevos
Meta
departamentos
La Guajira
Valle
Santander
Nuevos
departamentos
Valle
Antioquia
Valle
Bogotá D. C.
Nuevos
departamentos
Antioquia
Antioquia
Bogotá D. C.
Bogotá D. C.
Departamentos por debajo de la media
1990
1995
2000
Nariño
Nariño
Nariño
Cauca
Cauca
Magdalena
Magdalena
Magdalena
Cauca
Córdoba
Norte de
Norte de
Santander
Santander
Sucre
Córdoba
Sucre
Norte de
Sucre
Bolívar
Santander
Bolívar
Bolívar
Córdoba
Tolima
Chocó
Chocó
2004
Cundinamarca
La Guajira
Meta
Nuevos
departamentos
Santander
Valle
Antioquia
Bogotá D. C.
2004
Nariño
Magdalena
Cauca
Norte de
Santander
Sucre
Córdoba
Sucre
Norte de
Santander
Chocó
Nuevos
departamentos
Tolima
Boyacá
Boyacá
Cesar
Caldas
Chocó
Cesar
Boyacá
Tolima
Boyacá
Cesar
Risaralda
Boyacá
Risaralda
Cesar
La Guajira
Risaralda
Huila
Bolívar
Cundinamarca
Santander
Caquetá
Cesar
Caquetá
Huila
Atlántico
Caldas
Risaralda
Quindío
La Guajira
Cundinamarca
Caldas
Atlántico
Quindío
Tolima
Caquetá
Huila
Caquetá
Caldas
Atlántico
Quindío
Huila
Tolima
Atlántico
Caldas
Risaralda
Caquetá
Quindío
Huila
Bolívar
Chocó
Fuente: DANE, cálculos propios.
De la tabla 3 se desprende un conjunto de comentarios. Primero, se
observa la importancia relativa de Bogotá D.C., Antioquia, Valle,
Nariño, Cauca, Magdalena y Sucre en cuanto al impacto sobre la
desigualdad (Véase también la gráfica 1). De igual forma, la posición de Bogotá D.C., Valle y Antioquia contrasta con la definición
del primer grupo, así como las posiciones en la que estos aparecen
en la tabla 2. Cabe destacar la posición ocupada por Nariño, atriDesafíos, Bogotá (Colombia), (15): 257-291, semestre II de 2006
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277
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278 / JORGE E. ESPITIA ZAMORA
buible tanto a su elevada población relativa como al marcado diferencial existente entre su renta per cápita y la media nacional. De
igual forma, en todos los años seleccionados, Bogotá D.C. aparece
como la región generadora de mayor desigualdad regional, por el peso
relativo de su población y del ingreso per cápita. Le siguen los departamentos de Antioquia y Valle. Cabe destacar que a pesar de lo anterior, el peso de estas tres regiones ha disminuido en el tiempo.
Segundo, se observa que hay un grupo de departamentos que entran, si bien con un peso relativamente bajo, en el grupo que tiene un
ingreso per cápita por encima de la media nacional, ellos son La Guajira, Meta y los nuevos departamentos. Esto obedece a que la tasa de
crecimiento de la economía –básicamente minera– ha crecido por
encima de la media nacional y más que la tasa de crecimiento de su
población. La situación es mucho más clara cuando se incluye de
manera desagregada los nuevos departamentos, pues en el grupo
con valor superior a la media ingresan Arauca y Casanare.
Tercero, a pesar de los cambios puntuales en el ingreso per capita
(Arauca, Casanare, Caquetá, Cesar, Córdoba, Guaviare, La Guajira, entre otros), el listado de los departamentos que más (menos)
contribuyen a la desigualdad regional permanece bastante estable
en el tiempo. No parece haberse producido grandes alteraciones en
el ordenamiento regional. Para comprobar este hecho de manera
formal, se utilizó el coeficiente de correlación de Spearman en diferentes periodos de tiempo,32 resultando un valor de 86.2%, lo
cual significa que en términos relativos, la mayoría de los departamentos están en una posición similar a la de 1990, lo que implica
que durante este período el crecimiento del PIB por habitante de
los departamentos mantuvo más o menos el mismo patrón que en
años anteriores, presentándose una probabilidad alta de que los
32
El coeficiente de correlación de Spearman (rs) corresponde, guardadas las proporciones
estadísticas, a un coeficiente de correlación en los ordenes de las variables a correlacionar (X, Y).
r
s
=1 −
( X ) − O( Y )
n * (n − 1)
6 * ∑ n O

2
2
Cuando existe persistencia en el orden, el valor del coeficiente es cercano a 1, de movilidad
perfecta –1 y de convergencia o divergencia cero. En este último caso se realiza una prueba
de hipótesis entre la relación de varianzas.
Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 257-291, semestre II de 2006
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DESIGUALDAD Y POLARIZACIÓN DEL PIB POR HABITANTE EN COLOMBIA / 279
departamentos permanezcan en el nivel en el que se encontraban
anteriormente. En otras palabras, la probabilidad de movilidad
de un rango de ingreso a otros es muy baja y en varios de los casos
en los que se da, está asociada con las actividades mineras. Tal es el
caso de los departamentos de Arauca, Casanare, La Guajira, Córdoba y Cesar donde se presentaron cambios significativos en la participación de la actividad minera en el PIB departamental (tabla 4).
Tabla 4. Distribución temporal de los departamentos
según rangos de la renta nacional*
Departamento
1984
1990
1995
2000
2004
Cauca
1
1
1
1
1
Córdoba
1
1
1
2
2
Chocó
1
1
1
1
1
Magdalena
1
1
1
1
1
Nariño
1
1
1
1
1
Norte de Santander
1
1
1
1
1
Sucre
1
1
1
1
1
Putumayo
sd
1
1
3
2
Amazonas
sd
1
1
1
1
Guainía
sd
1
1
1
1
Vaupés
sd
1
1
2
2
Caquetá
1
2
1
2
1
Cesar
1
2
2
2
2
Bolívar
2
2
2
2
2
Boyacá
2
2
2
2
2
Caldas
2
2
3
2
2
Quindío
4
2
3
2
2
Risaralda
3
2
3
2
2
Tolima
2
2
2
3
3
Atlántico
3
3
3
3
3
Huila
4
3
2
3
3
Vichada
sd
3
1
1
1
Antioquia
4
4
4
4
4
Cundinamarca
4
4
3
4
4
Meta
3
4
4
4
4
Santander
4
4
4
5
5
Valle del Cauca
4
4
4
4
4
Guaviare
4
3
2
2
La Guajira
5
5
3
4
4
Bogotá D.C.
6
6
6
5
5
San Andrés
sd
6
5
6
5
Arauca
sd
7
7
6
5
Casanare
sd
7
7
7
7
Nuevos departamentos
3
7
4
7
5
* Los rangos de la renta nacional utilizados para clasificar los departamentos fueron:
Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 257-291, semestre II de 2006
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279
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280 / JORGE E. ESPITIA ZAMORA
Intervalo de la Media Nacional
0 - 2/3 Media
2/3 - 5/6 Media
5/6 - 1 Media
1 - 1.25 Media
1.25 - 1.50 Media
1.50 - 1.75 Media
1.75 +
Fuente: DANE, cálculos propios.
Grupo
1
2
3
4
5
6
7
De la tabla 4 cabe resaltar que durante el período de estudio los
departamentos de Cauca, Chocó, Magdalena, Nariño, Norte de Santander, Sucre, Amazonas y Guainía –de los nuevos departamentos– siempre están en el grupo 1, que tiene una renta inferior a 2/3
de la renta nacional; en otras palabras, durante todo el período no
han cambiado de grupo. Los departamentos que salieron de este
grupo fueron Córdoba, Putumayo y Vaupés, donde se presentaron
cambios significativos en la actividad minera y agropecuaria.33
La polarización económica entre departamentos
En este aparte se calcula y analiza el nivel de polarización de la
distribución del PIB per cápita para el conjunto de departamentos
colombianos durante el período 1984-2004.
Aquí uno de los objetivos es estudiar si el país se está polarizando
entre “ricos” y “pobres”. Específicamente se mide la bi y tri polarización para distintos grados de sensibilidad hacia la polarización con las
medidas que se presentaron arriba. Para medir la bi-polarización que
la distribución de ingresos entre departamentos arroja, se divide la
muestra en dos grupos, donde la línea divisoria más eficiente resulta
ser la media ponderada conjunta de los ingresos. Departamentos con
renta per cápita normalizada mayor a la unidad pertenecen al grupo
de los departamentos “ricos” y los que están por debajo, al grupo de
los “pobres”. Para la representación de los tres grupos se hace uso del
33
En 1990 la actividad agropecuaria del Putumayo era de 26% y pasó a representar el 66%
en 2000 para luego descender al 25% en 2004.
Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 257-291, semestre II de 2006
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DESIGUALDAD Y POLARIZACIÓN DEL PIB POR HABITANTE EN COLOMBIA / 281
principio que desarrollan Esteban, Gradín y Ray,34 donde la línea
óptima entre dos grupos adyacentes es la media conjunta del nivel
de renta. Como en párrafos anteriores, la desigualdad en los grupos, en el caso de tres polos, será menor que la correspondiente al
de dos, en la medida en que el error de representación es menor. De
igual forma, la mejor representación corresponde a aquella que proporcione el nivel más alto de polarización para todas las posibles
representaciones en grupos.
En la tabla 5 se presenta la evolución temporal de los diferentes
índices expuestos de bi y tri polarización para distintos niveles
de sensibilidad a la polarización (parámetro á), junto con el índice de desigualdad de Gini. Tanto el nivel de desigualdad como el
grado de polarización han disminuido levemente en los últimos
20 años y esta tendencia se mantiene para todos los valores de α
considerados. La misma información se presenta en los gráficos
3, 4 y 5, donde se normalizan los valores de cada uno de los índices de polarización (1984=1).
Gráfica 3. Índice Esteban-Ray BI y Tri polarización (1984=1)
1.150
1.100
1.050
1.000
0.950
0.900
1984
1990
1995
ER
ER T
2000
2004
GINI
Fuente: Elaboración propia con datos del DANE.
34
1999, op. cit.
Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 257-291, semestre II de 2006
8. Jorge Espitia.p65
281
02/12/06, 07:44 p.m.
282 / JORGE E. ESPITIA ZAMORA
Gráfica 4. Índice Esteban-Gradín-Ray BI y Tri
polarización (1984=1)
1.150
1.100
1.050
1.000
0.950
0.900
1984
1990
1995
EGR
2000
EGR T
2004
GINI
Fuente: elaboración propia con datos del DANE.
Gráfica 5. Índice Esteban-Ray modificado BI y Tri
polarización (1984=1)
1.150
1.100
1.050
1.000
0.950
0.900
1984
1990
1995
ER*
2000
ER* T
2004
GINI
Fuente: elaboración propia con datos del DANE.
Tabla 5. Indicadores de Polarización
1984
1984
1984
1990
1990
1990
1995
1995
1995
2000
Alfa
1,0
1,3
1,6
1,0
1,3
1,6
1,0
1,3
1,6
1,0
Bi Polarización
ER
EGR
ER*
0,1485 0,1351 0,1466
0,1207 0,1092 0,1187
0,0981 0,0866 0,0961
0,1640 0,1497 0,1619
0,1333 0,1211 0,1310
0,1084 0,0961 0,1061
0,1497 0,1372 0,1476
0,1217 0,1092 0,1195
0,0990 0,0865 0,0967
0,1520 0,1387 0,1500
Tri Polarización
ER
EGR
ER*
0,1886 0,1051 0,1113
0,1886 0,0922 0,0959
0,1886 0,0690 0,0852
0,2065 0,1227 0,1294
0,2065 0,1018 0,1085
0,2065 0,0871 0,0938
0,2009 0,1159 0,1229
0,2009 0,0959 0,1028
0,2009 0,0817 0,0887
0,1918 0,1147 0,1231
GINI
0,1886
0,1886
0,1886
0,2065
0,2065
0,2065
0,2009
0,2009
0,2009
0,1918
Continúa
Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 257-291, semestre II de 2006
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282
02/12/06, 07:44 p.m.
DESIGUALDAD Y POLARIZACIÓN DEL PIB POR HABITANTE EN COLOMBIA / 283
Bi Polarización
Alfa
ER
EGR
ER*
2000 1,3 0,1236 0,1103 0,1214
2000 1,6 0,1005 0,0872 0,0984
2004 1,0 0,1481 0,1378 0,1464
2004 1,3 0,1204 0,1101 0,1187
2004 1,6 0,0979 0,0876 0,0962
ER = Indicador de Esteban-Ray
EGR= Indicador de Esteban-Gradín-Ray
ER*= Propuesta de Lasso de la Vega
Gini= Coeficiente de Desigualdad de Gini
Fuente: cálculos propios.
ER
0,1918
0,1918
0,1805
0,1805
0,1805
Tri Polarización
EGR
ER*
0,0943 0,1027
0,0797 0,0881
0,1107 0,1165
0,0928 0,0987
0,0803 0,0862
GINI
0,1918
0,1918
0,1805
0,1805
0,1805
Según los datos de polarización que se presentan en la tabla, no resulta fácil la elección del número de polos que determinan la polarización de la renta a nivel departamental. Los indicadores de
bi-polarización resultan ser superiores en todos los años a los de tripolarización, independientemente del valor de á. Sin embargo, en la
tabla 6 se recogen los porcentajes de igualdad explicada por la distribución agrupada en dos y tres polos para cada año del análisis. Los
resultados muestran que la agrupación tri-polar explica en mayor
grado la representación que la bi-polar. Las diferencias entre los
porcentajes recogidos en la representación y la unidad informan del
grado de dispersión en los dos grupos. Así, como media, se puede
afirmar que en el período considerado los polos han perdido cohesión interna; sin embargo, como se verá a continuación esta tendencia no es homogénea entre los grupos.
Tabla 6. Porcentaje de desigualdad explicada por la
representación simplificada en dos y tres polos
1984
1990
1995
2000
2004
Fuente: cálculos propios.
Dos polos
0,6740
0,7069
0,6282
0,6768
0,7385
Tres polos
0,8549
0,7744
0,8360
0,7586
0,8573
La tabla 7 recoge información correspondiente a cada uno de los
grupos referente al tamaño de la población, la renta media e índice de
igualdad interna, junto con la razón entre las rentas medias de ambos
grupos para cada uno de los periodos; mientras que en la tabla 4 se
Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 257-291, semestre II de 2006
8. Jorge Espitia.p65
283
02/12/06, 07:44 p.m.
284 / JORGE E. ESPITIA ZAMORA
presentó la distribución temporal de los departamentos colombianos según el nivel de renta per cápita.
Tabla 7. Ingreso, población e igualdad
PIB/Habitante
Grupo 2
Grupo 3
1984
3.288
2.170
1990
3.766
2.440
1995
4.369
2.755
2000
4.016
2.573
2004
4.280
2.866
Población
Grupo 1
Grupo 2
Grupo 3
1984
50,0%
19,6%
30,4%
1990
52,4%
27,4%
20,2%
1995
51,8%
28,1%
20,1%
2000
53,4%
29,8%
16,9%
2004
53,6%
25,2%
21,3%
Gini
Grupo 1
Grupo 2
Grupo 3
1984
0,065
0,061
0,101
1990
0,087
0,037
0,084
1995
0,091
0,045
0,082
2000
0,078
0,052
0,079
2004
0,057
0,041
0,098
Relación entre ingresos
G2/G1
G3/G1
G2/G3
1984
70,41
46,46
65,98
1990
60,90
39,46
64,79
1995
63,78
40,23
63,06
2000
62,39
39,97
64,07
2004
64,98
43,51
66,97
Fuente: elaboración propia con datos DANE.
Grupo 1
4.670
6.184
6.850
6.437
6.587
En cuanto a la diferencia de rentas del grupo “medio” y del grupo
“pobre”, respecto al “rico”, esta se profundizó. En 1984 la relación
de rentas entre el grupo medio y el rico era del 70.4%, mientras que
en 2004 la relación fue de 65.0%. Entre pobres y ricos la relación
pasó de 46.5% en 1984 a 43.5% en 2004. Entre tanto, el ratio de
rentas entre el grupo medio y el grupo pobre se redujo levemente
al pasar de 66% en 1984 a 67% en 2004. Este hecho lo explica el
comportamiento de los departamentos mineros (La Guajira, que
durante varios años presenta un ingreso per cápita mayor que el de
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8. Jorge Espitia.p65
284
02/12/06, 07:44 p.m.
DESIGUALDAD Y POLARIZACIÓN DEL PIB POR HABITANTE EN COLOMBIA / 285
Bogotá, o el de los nuevos departamentos, que recoge el efecto de
los descubrimientos petroleros que se dio durante este período en
Arauca y Casanare) y el deterioro de muchos de los departamentos
agrícolas (los del eje cafetero y Cundinamarca, entre otros).
En cuanto al tamaño de la población, el grupo de los departamentos
ricos y medio aumentó a costa de los departamentos pobres. Mucho
de este desplazamiento se debe al efecto de las nuevas actividades
productivas, así como al efecto que sobre este movimiento ha tenido
la violencia y el deterioro de la actividad agropecuaria. Atendiendo a
los niveles de igualdad interna, se observa que la tendencia de cada
uno de los grupos es hacia una mayor cohesión interna.
En suma, la polarización en tres polos refleja una mejor representación y, en general, la tendencia es hacia una relativa disminución de
esta, en la medida en que se encuentra en los niveles alcanzados en
1984, dado el aumento de la población que aglutina el grupo de los
ricos y el nivel medio, así como la evolución positiva que ha sufrido
el ingreso medio en cada uno de los grupos. La tasa media de crecimiento del ingreso medio fue en cada uno de los grupos durante el
período de 1.7% para el grupo 1, 1.3% para el 2 y 1.4% para el 3.
La evolución del indicador de polarización contrasta con el que se
encuentra a partir de la literatura de convergencia desarrollada por
Barro y Sala-i-Martín35 y reseñados en el recuadro 1.36 Esta literatura señala que la convergencia beta se da si se obtiene una relación
negativa entre la tasa de crecimiento de la renta per cápita real y su
nivel inicial. Por tanto, para contrastar econométricamente la hipótesis de convergencia basta con regresar la tasa de crecimiento de la
renta per cápita para el grupo de departamentos respecto a su nivel
inicial en dicha variable entre dos períodos discretos en el tiempo
con el objeto de estudiar el signo de la correlación parcial entre
dichas variables. Al realizar este ejercicio se obtuvo que para el
período de estudio se rechaza la hipótesis de convergencia al resultar el coeficiente beta estadísticamente igual a cero, con lo cual se
Robert Barro, Javier Sala-i-Martin, Economic Growth, McGraw Hill, Nueva York, 1995.
Es importante anotar que los resultados obtenidos mediante las pruebas de convergencia
dependen en gran medida del periodo de la muestra utilizada.
35
36
Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 257-291, semestre II de 2006
8. Jorge Espitia.p65
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286 / JORGE E. ESPITIA ZAMORA
confirma la debilidad del coeficiente de correlación y el análisis
gráfico que se presenta (gráfica 6).
Gráfica 6. Convergencia delPIB por habitante departamental
Convergencia del PIB por habitante
departamental 1980-2004
Convergencia del PIB por habitante
departamental 1980-1990
4
2
1
0
-1.0
-1
0.0
-0.5
0.5
1.0
-1.0
-0.5
0.5
Ln del PIB per cápita 1980
Ln del PIB per cápita 1980
tcp0480
tcp9080
Lineal (tcp0480)
Convergencia del PIB por habitante
departamental 1990-2004
Tasa de crecimiento
1990-2004
Tasa de crecimiento
1990-2004
3
2
1
0
-1
0.0
-0.5
0.5
Ln del PIB per cápita 1990
LNpibpc90
Lineal (LNpibpc90)
1.0
Lineal (tcp9080)
Convergencia del PIB por habitante
departamental 1990-2004
4
-1.0
5
4
3
2
1
0
-1
-2
0.0
Tasa de crecimiento
1990-1980
Tasa de crecimiento
2004-1980
3
1.0
-1.0
6
4
2
0
-2
-4
-6
-8
0.0
1.0
2.0
Ln del PIB per cápita 1990
LNpibpc90
Lineal (LNpibpc90)
Fuente: elaboración propia con datos del DANE.
Nota: las gráficas muestran una relación negativa entre la tasa de crecimiento del PIB per
cápita y su nivel inicial. La gráfica inferior derecha incluye de manera desagregada a los
Nuevos Departamentos. Las relaciones señalan que existe una correlación negativa pequeña que disminuye aún más en el periodo 2004-1990 cuando se excluyen los nuevos departamentos, dando indicios del no cumplimiento de la hipótesis de convergencia (Resultado
similar encuentra Barón,2004. Sin embargo, Barón y Meissel, 2004, encuentran que para el
periodo 1990-2000 los ingresos departamentales divergen).
Coeficientes de correlación
1980-1990 2004-1990 2004-1980
Con N.D.
-0,46
-0,32
-0,54
Sin N.D.
-0,52
-0,25
-0,56
Desagregados N.D.
-0,41
Fuente: elaboración propia.
Conclusión
En este artículo se ha examinado el grado de polarización de renta en
los departamentos colombianos durante un período de 20 años (1984Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 257-291, semestre II de 2006
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286
02/12/06, 07:44 p.m.
DESIGUALDAD Y POLARIZACIÓN DEL PIB POR HABITANTE EN COLOMBIA / 287
2004) medido a través del PIB por habitante que publica el DANE.
Al comienzo del período, el departamento más pobre tenía un nivel
de renta del 25% del departamento más rico; para 2004 este equivalía al 29%. Este hecho, junto con el aumento de la población en el
grupo de los más ricos y la reducción de la población del grupo de los
más pobres hace que el grado de polarización disminuya en el país.
La conclusión de este ejercicio contrasta fuertemente, y en la misma
dirección, con los resultados que arrojan otro tipo de indicadores que
buscan medir el nivel de desigualdad de la renta per cápita, como se
ilustro aquí con el coeficiente de desigualdad de Theil37 y contrario al
análisis econométrico de convergencia beta. De igual manera, con los
resultados que arrojan ciertos indicadores indirectos de carácter nacional como es el Gini de distribución del ingreso para el período
1991-2004 (gráfica 7) que de una u otra manera está asociado con la
distribución de la renta departamental, o la evolución de la población
con necesidades básicas insatisfechas (NBI) durante el período 19852004 donde se presenta cierta convergencia en el proceso de reducción de la población con necesidades básicas insatisfechas (gráfica 8).
Gráfica 7. Coeficiente de Gini (ingresos)
60,0%
58,0%
56,0%
54,0%
52,0%
50,0%
2003
2001
1999
1997
1995
1993
1991
48,0%
Fuente: elaboración propia con datos del DANE.
37
Barón, 2004, op. cit.
Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 257-291, semestre II de 2006
8. Jorge Espitia.p65
287
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288 / JORGE E. ESPITIA ZAMORA
Gráfica 8. Tasa de Reducción media del NBI (%) vs.
el Nivel Inicial (1985)
0,00%
-1,00%
-2,00%
-3,00%
-4,00%
-5,00%
-6,00%
-7,00%
2,5
3
3,5
tc promedio
4
4,5
5
Lineal (tc promedio)
Fuente: elaboración propia con datos del DANE.
Es decir, que la desigualdad interregional en Colombia se ha reducido levemente (tabla 8) y ha estado acompañada por una disminución de la polarización durante el período 1984-2004, y la levedad
se traduce en que la probabilidad de que un departamento se mueva de un nivel de ingreso a uno superior sea supremamente baja.
Tabla 8. Medidas de disparidad en el ingreso per cápita
1984-2002
1984
Relación Máximo Mínimo
Coeficiente de Variación
Desviación Relativa a la
Media
Coeficiente de GINI
Índice de THEIL
1990
1995
2000
2004
3,9553
0,4178
13,1020 5,4095
0,4573 0,4632
18,4780
0,4687
14,7544
0,4482
0,3614
0,1886
0,0630
0,3223 0,3642
0,2176 0,2125
0,0725 0,0690
0,3163
0,2035
0,0640
0,3311
0,1956
0,0586
Fuente: Cálculos propios.
No hay que olvidar que este ejercicio presenta varias limitaciones,
en la medida en que no se controla el efecto de la producción petrolera en los nuevos departamentos, pues ello llevaría también a controlar en aquellos departamentos donde la producción de carbón o
gas es sumamente importante. De igual forma, es necesario elaborar ejercicios parecidos con otro conjunto de variables con el objeDesafíos, Bogotá (Colombia), (15): 257-291, semestre II de 2006
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288
02/12/06, 07:44 p.m.
DESIGUALDAD Y POLARIZACIÓN DEL PIB POR HABITANTE EN COLOMBIA / 289
to de estudiar qué tan robusta es la conclusión que aquí se extrajo:
la polarización en Colombia se ha reducido de una manera muy
tenue. En esta línea se puede pensar en calcular los indicadores de
polarización a las variables de ingreso que reportan los hogares en
la Encuesta Mensual de Hogares del DANE o con la Encuesta de
Calidad de Vida de 2003 y ver si esta conclusión se mantiene.38
Finalmente, hay que pensar en hacer el mismo ejercicio partiendo
de agrupaciones o “cluster” dados por otro conjunto de variables
(desarrollo institucional, pobreza, ingresos laborales, entre otros)
como lo sugiere la nueva geografía económica.39
Mapa 1. PIB / Habitante departamental
38
El trabajo de Becerra y González (1999) analiza la concentración del ingreso en Colombia a partir de la información suministrada en la Encuesta de Hogares que publica el
DANE, y la conclusión a la que llegan es: “En síntesis, dados los inconvenientes que tiene
la Encuesta de Hogares, la relación entre máximos y mínimos no ofrece elementos de
juicio suficientes para determinar si entre 1982 y 1997 la desigualdad del ingreso ha aumentado o disminuido (…) A partir de la varianza tampoco es legítimo afirmar que la desigualdad ha empeorado (…) Los valores de la desviación estándar del logaritmo del ingreso son
muy diferentes a los encontrados. La desigualdad disminuye entre el 82 y el 90 y aumenta
a partir de este año hasta el 97. Exceptuando la varianza, las medidas analizadas antes
muestran que la distribución del ingreso mejoró en los noventa”.
39
D. Simonis, The New Economic Geography: a survey of the literature. Federal Planning Bureau,
Economic analyses and forecasts, 2002.
Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 257-291, semestre II de 2006
8. Jorge Espitia.p65
289
02/12/06, 07:44 p.m.
290 / JORGE E. ESPITIA ZAMORA
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Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 257-291, semestre II de 2006
8. Jorge Espitia.p65
291
02/12/06, 07:44 p.m.
IV. Análisis de procesos
históricos
9. Saurabh Dube.p65
292
02/12/06, 07:44 p.m.
SCANDALOUS SUBJECTS / 293
Scandalous Subjects1
SAURABH DUBE
[email protected]
Artículo recibido 20/08/2006
Evaluación par externo 07/09/2006
Evaluación par interno 17/09/2006
Abstract
This essay explores the problems and possibilities of the postcolonial as
word and orientation, as category and entity. It sieves postcolonial expressions through critical filters to make two tasks palpable. On the one hand,
faced forthwith are the scandals of the nation and the West as well as the
outrage of the postcolonial itself. On the other hand, brought to the front
are protocols of probing that do not merely lead to an undoing of “foundations” but point to procedures of critical affirmation embedded within a history without guarantee. Here are to be found dispositions that carefully question
and prudently elaborate issues of power and difference, authority and alterity,
including through critical considerations of modernity and its philosophical
and historical discussions in the West.
Key words: Postcolonial, nation, East, West, power, difference, modernity,
history, anthropology.
1
This piece draws heavily on small parts of two recent writings of mine. Indeed, deeper
elaborations of the analytical emphases and theoretical arguments presented here are to be
found in these writings, one published and the other a book manuscript on its way toward
publication. Saurabh Dube, Stitches on Time: Colonial Textures and Postcolonial Tangles (Durham
and London: Duke University Press, 2004); and Saurabh Dube, Historias esparcidas (México,
DF: El Colegio de México, forthcoming 2006). See also, Saurabh Dube, Genealogías del
presente: Conversión, colonialismo, cultura, trans. Ari Bartra and Gilberto Conde (México, DF:
El Colegio de México, 2003).
Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 293-340, semestre II de 2006
9. Saurabh Dube.p65
293
02/12/06, 07:44 p.m.
294 / SAURABH DUBE
Resumen
Este artículo explora los problemas y posibilidades de lo postcolonial en tanto
que concepto y orientación, categoría y entidad. Tamiza las expresiones postcoloniales a través de los filtros de la crítica para lograr que dos tareas
devengan palpables. Por una parte, a lo primero que nos enfrentamos es a
los escándalos de la nación y de Occidente, así como al ultraje de lo postcolonial en sí mismo. Por otra parte, se destacan protocolos de investigación que no
conducen simplemente a un menoscabo de los ‘fundamentos’ sino que apuntan a
procedimientos de afirmación crítica enraizados en lo que yo llamo una historia sin garantía. Aquí se encuentran disposiciones que cuestionan de manera
juiciosa y elaboran con prudencia asuntos de poder y diferencia, autoridad y
alteridad y que incluyen consideraciones críticas de la modernidad y sus
discusiones filosóficas e históricas en Occidente.
Palabras clave: Postcolonial, nación, Oriente, Occidente, poder, diferencia,
modernidad, historia, etnología.
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Introduction
This is not an essay in the strict sense of the term. Rather, it is a
patchwork, one that begins by threading together while equally
unraveling the problems and possibilities of the postcolonial as
word and orientation, as category and entity. To present such
patchwork, especially in the pages of this journal, might seem at
first to be profoundly perverse. After all, in the Latin American
context, postcolonial criticism has served to open fresh questions
and new debates in the overlapping domains of literary and cultural studies and anthropology and history. At the same time, it is
precisely by sieving postcolonial expressions through critical filters that two tasks become palpable. On the one hand, faced forthwith are the scandals of the nation and the West as well as the
outrage of the postcolonial itself. On the other hand, such protocols of probing do not merely lead to an undoing of “foundations”, but point to procedures of critical affirmation embedded
within what I call a history without guarantee, intimating dispositions that carefully question and prudently elaborate issues of
power and difference, authority and alterity.
Worldly Scandals
The problem with the postcolonial as a category is that its endless
promises entail enduring postures, its many meanings register unproductive ambiguity, and its revelations and containments shadow
each other. Not surprisingly, salient contributions to postcolonial
understandings have pointed to the acute limits of the postcolonialconcept, as analytical conceit and historical trajectory. Here the
issue does not simply concern how the terms of postcolonial discourse readily intimate a new “minority”, often of privilege, in
Western academic arenas and crucially insinuate novel struggles for
turf and tenure in scholarly terrain, more broadly –together pointing
to processes that underlie the institutionalization of postcolonial
scholarship. Significantly, criticisms of the postcolonial as a categoryentity have highlighted its tendency to homogenize history and sanitize politics by resting on the divide between the colonial and the
postcolonial so that one totalized terrain leads to another undifDesafíos, Bogotá (Colombia), (15): 293-340, semestre II de 2006
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ferentiated arena.2 At the same time, however, abiding endeavors
articulating postcolonial perspectives have also queried the place
of the West as history, modernity, and destiny, unraveled the terms
and limits of state and nation, and underscored the salience of critical
difference in such distinct yet entangled terrain.3
Now, if the unproductive ambiguity and the residual stagism of
the postcolonial as word and entity imply that my own thought and
writing are not wedded to the notion, the fruitful potential of the
category, I feel, warrants staying with it longer. For, even if scholars think hard enough, considering it an analytical nightmare, the
postcolonial is unlikely to disappear. Besides, lurid theoretical
scares are productive to ponder in any case. Insinuating more than
a pure perspective, the view from nowhere that becomes the vista
for everywhere, these reflections actually follow from my presence at a center of research and teaching on Asia and Africa located in Latin America.
The rise to prominence of the postcolonial as a novel perspective,
a critical stance, in history and anthropology coincided with the
final phase of my doctoral work at the University of Cambridge,
and my subsequent return to India to teach at the University of
2
Here let me indicate a few of the important critiques that have influenced my own
thought. Anne McClintock, Imperial Leather: Race, Gender, and Sexuality in the Colonial
Contest (New York: Routledge, 1995), especially pp. 9-16, 391-96; Ella Shohat, “Notes on
the Post-Colonial”, in Padmini Mongia (ed.) Contemporary Postcolonial Theory: A Reader
(London: Arnold, 1996), pp. 321-334; and Gayatri Chakravorty Spivak, A Critique of
Postcolonial Reason: Toward a History of the Vanishing Present (Cambridge, Mass.: Harvard
University Press, 1999) p. 1 and passim. See also, Arif Dirlik, “The postcolonial aura: Third
World Criticism in the Age of Global Capitalism”, in Padimini Mongia (ed.) Contemporary
Postcolonial Theory: A Reader (London: Arnold, 1996), pp. 294-320.
3
For example, Dipesh Chakrabarty, Provincializing Europe: Postcolonial Thought and Historical
Difference (Princeton: Princeton University Press, 2000); Partha Chatterjee, The Nation and
its Fragments: Colonial and Postcolonial Histories (Princeton: Princeton University Press, 1993);
Homi Bhabha, The Location of Culture (New York: Routledge, 1994); Mignolo, Local Histories/Global Designs; and Gyanendra Pandey, Remembering Partition: Violence, Nationalism and
History in India (Cambridge: Cambridge University Press, 2001). See also, Achille Mbembe,
“The banality of power and the aesthetics of vulgarity in the postcolony”, Public Culture, 4,
1992, 1-30; and Ashis Nandy, Traditions, Tyranny, and Utopias: Essays in the Politics of Awareness (Delhi: Oxford University Press, 1992).
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Delhi.4 In both places, my particular endeavor and wider disposition to combine history and anthropology, theory and narrative
raised eyebrows and received encouragement. At the same time,
my work also broadly accorded with my interlocutors’ inclination
to give a short shrift to the postcolonial ballyhoo, although I did not
always share their desire to dismiss the category as merely a fashionable phantasm, riding the success of the postmodern as word
and orientation.5 After three years in India, on moving to Mexico in
1995, all this changed –at moments dramatically, at other times
little by little.
At the Centro de Estudios de Asia y África of the El Colegio de
Mexico, among students and faculty, India –or Iran, or Indonesia–
frequently appeared as innately different, all too distant, articulated
by pervasive dualities of the Occident and the Orient, the West
and the Rest, with Latin America positioned, uneasily yet readily, as
part of el Occidente. This was true not only of my own research and
teaching center, but it was characteristic of scholarly sentiments,
quotidian conceptions, academic apprehensions, and their institutional manifestations in the Latin American world, more generally.
On the one hand, Asia and Africa embodied marvelous difference
from the West, the mark of enchantment, algo bello. On the other
hand, they concretized contaminated distance from the West, the
sign of backwardness, algo feo. At the same time, these twin dispositions rested on hierarchical oppositions of a singular modernity, splitting social worlds into enchanted spaces and modern
places while holding these together through the exclusive trajec4
Gyan Prakash, “Subaltern Studies as Postcolonial Criticism”, American Historical Review,
99, 1994, 1475-1494; Dipesh Chakrabarty, “Postcoloniality and the Artifice of History:
Who Speaks for ‘Indian’ Pasts?” Representations 37, winter 1992, 1-26; and Chatterjee,
Nation and its Fragments. See also, Carol A. Breckenridge and Peter van der Veer (eds.)
Orientalism and the Postcolonial Predicament: Perspectives on South Asia (Philadelphia: University
of Pennsylvania Press, 1993).
5
For example, Saurabh Dube, “Myths, symbols and community: Satnampanth of
Chhattisgarh”, in Partha Chatterjee and Gyanendra Pandey (eds.) Subaltern Studies VII:
Writings on South Asian History and Society (Delhi: Oxford University Press, 1992), pp. 121156; and Saurabh Dube, “Issues of Christianity in Colonial Chhattisgarh”, Sociological Bulletin, 41, 1992, pp. 37-63.
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tory of universal history. Here were scholarly traces and commonplaces tracks comprising “metageographies” that mark Western
contexts and non-Western theatres.
How were such grids to be queried? Asking and addressing the question, my prior critical considerations of analytical binaries –between
myth and history, ritual and rationality, the magical and the modern, emotion and reason, East and West, community and state, and
tradition and modernity– now assumed a formidable tangibility, a
palpable force.6 Slowly yet acutely, I came to realize that such dualities inhabited the interstices of theoretical blueprints and social worlds, spilling over from the one to the other. Aware of the
active interchange between academic apprehensions and quotidian
conceptions –and all the while registering the restless dynamic between colonialism and modernity– when I considered a possible
dialogue between critical perspectives on South Asia and Latin
America, the postcolonial as a category presented itself as an apposite means towards such conversation.7
Now, in Latin American and South Asian worlds, imperatives of
empire and fabrications of nation have followed different chronologies, insinuating distinct trajectories. Unsurprisingly, in scholarly
schemes and everyday apprehensions, while in Latin America colonial power appears cast as an attribute of a distant past, left behind
by two centuries of formal independence, in South Asia the opposition to imperial effects through the means of national affects has
See Saurabh Dube, Untouchable Pasts: Religion, Identity and Power among a Central Indian
People, 1780-1950 (Albany: State University of New York Press, 1998).
7
See, for example, John Kraniauskas and Guillermo Zermeño Padilla (eds.) Historia y
subalternidad, a special issue of Historia y grafía, 12, 1999, 7-176; Silvia Rivera Cusicanqui
and Rosa Barragán (eds.) Debates postcoloniales: Una introduccíon a los estudios de la subalternidad
(La Paz: Ediciones Aruwiyiri, 1997); Guillermo Zermeño Padilla, La cultura moderna de la
historia: Una approximación teórica e historiográfica (México, DF: El Colegio de México, 2002);
Saurabh Dube, Sujetos subalternos: Capítulos de una historia antropológica, trans. Germán Franco
and Ari Bartra (México, DF: El Colegio de México, 2001); John Beverley, Subalternity and
Representation: Arguments in Cultural Theory (Durham: Duke University Press, 1999); Ileana
Rodríguez (ed.) The Latin American Subaltern Studies Reader (Durham: Duke University
Press, 2001); and Walter D. Mignolo, Local Histories/Global Designs: Coloniality, Subaltern
Knowledges, and Border Thinking (Princeton: Princeton University Press, 2000).
6
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carried greater, proximate immediacy. Yet, in both these contexts
the passages from imperial rule to independent states –and their
diverse representations– crucially reflect the precepts of the colony
upon the work of the nation, variously implicating distinct idioms of
social advance under empire, differentially envisioning the nation
in the image of Western progress.
In front of such categorical determinations, I found that engaging
the postcolonial as a critical perspective called into question the
persuasive presence in Latin America and South Asia of an aggrandizing West and its singular representations, binding empire and
nation, the colony and the post-colony, history and modernity. At
the same time, the very realization of such emphases stood premised on querying the pretensions of the postcolonial as an exclusive viewpoint. It meant casting the postcolonial instead as one
among related critical orientations –procedures and perspectives
entailing the subaltern and the margin, ethnographic history and
historical anthropology. Here postcolonial propositions worked in
tandem with these different perspectives, each stance engaging and
extending the other disposition.8
The implications of this example extend rather wider. The productive labor of the postcolonial as a category points toward two sets of
scandals, each tied to burdens of colonial pasts, determinations of
historical progress, and framings of universal history. The first concerns the scandal of the West – pervasive projections of an imagiSaurabh Dube (ed.) Pasados poscoloniales: Colección de ensayos sobre la nueva historia y etnografía
de la India, trans. Germán Franco (México, DF: El Colegio de México, 1999). Conducted
through a wider discussion of the colony and the post-colony, nation and history, modernity and its margins, the burden of this conversation initially rested on presenting to a Latin
American readership in Spanish a translation salient work within the subaltern studies
project and historical anthropology, critical developments in South Asian scholarship. I also
need to admit to the sometimes hazy ways in which I encountered and expressed mutual
considerations of South Asia and Latin America, which my account has not been able to
capture. For a more recent expression of the terms of this dialogue consider, Saurabh Dube,
“Introduction: Colonialism, modernity, colonial modernities”, in Dube, Banerjee Dube, and
Lander (eds.) Critical Conjunctions: Foundations of Colony and Formations of Modernity, a special
issue of Nepantla: Views from South, 3, 2, 2002, published by Duke University Press, pp.
197-219.
8
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nary but tangible Europe, of a reified yet palpable West as the primary habitus of the modern, the enshrined space of modernity,
democracy, reason, and history. The second entails the scandal of
the nation – persistent propositions regarding state and nation as harbingers of progress and development, substantial or ephemeral, realized or failed that anxiously elide and shamefully deny the broken
promises of freedom and the undemocratic foundations of democracy under regimes of modernity. Each of these scandals finds diverse expressions in the colony, the post-colony, and the modern
West. Brushing the category against the grain of its amorphousness
and conceit, the possibilities of the postcolonial, I would submit, lie
in carefully questioning this copula of scandals.
To register the scandals of the West and the nation does not imply
their impatient, reckless dismissal. Indeed, it is neither to cast these
outrages as obtuse ideological aberrations nor to treat them as endless analytical specters, and then await their inevitable ouster at the
hands of pristine understandings. Rather, it is to acknowledge that
the scandals have pervasive ontological attributes, lying at the core
of social worlds. These scandals, then, call for careful elaboration,
especially through efforts aware of their analytical expressions and
quotidian configurations that come together and fall apart. To speak
of these scandals is to resist the desire to turn the West and the
nation, modernity and empire into monolithic manifestations of
all-encompassing power, also desisting from the temptation to simply de-provincialize Western history and knowledge, to merely
demystify the modern state and nation. Instead, it is to re-encounter the parochialism of the West and the conceit of the nation,
attending to the formative heterogeneity that produces and probes
their exclusive claims, querying and affirming concepts and practices in the wake of these twin scandals.9
Such tasks require vigilance regarding the vanity of the postcolonial
as entity and concept, readily implying a settled stage of history, an
Such emphases are critical to my arguments, and I return to them in different ways. See
also, Timothy Mitchell (ed.) Questions of Modernity (Minneapolis: University of Minnesota
Press, 2000), pp. viii-xiii.
9
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equipped proviso of progress, an inherently subversive knowledge,
a predestined labor of cultural production, or a prefigured form of
scholarly criticism. To draw on the resources of the postcolonial in
order to think through the scandals of the West and the nation is to
register the postcolonial as scandal: from its formidable conceit
to its lingering complicities with the artifice of the nation-state, and
from its bloated amorphousness to its pervasive access to an exclusive universal history. To acknowledge the outrages of the postcolonial
is to sieve the category through critical filters, recognizing precisely
the key containments of incisive postcolonial critiques: from the
ways in which their ethical ends can simply point toward the presence of difference and the production of alterity as interrupting
power in the colony and the post-colony, without staying longer
with the burden of such difference, to their tendentious apprehensions of colonial cultures. At stake in the caution concerning the
analytical arrogance of postcolonial propositions are mutual labors
of distinct yet overlapping theoretical dispositions.
Against the current of its institutionalization within academe as a
discrete knowledge or a novel discipline –as well as casting aside
the search for the conceptual purity and the innate distinction of the
category– in my writing I approach the postcolonial as a critical
rubric. I mean this especially in the sense of the postcolonial as an
analytical interpolation, articulated by and itself animating other
theoretical orientations.10 In other words, I see postcolonial propositions as interlocutors in a wider debate rethinking the nation-state
and the West as concept and entity, process and destiny, history and
modernity. Conceiving of the participants in this discussion as engaging each other in a critical yet constructive spirit, let me indiFor efforts elaborating wide critical considerations while affirming and questioning
postcolonial propositions see, for example, Gaurav Desai, Subject to Colonialism: African
Self-Fashioning and the Colonial Library (Durham: Duke University Press, 2001); Spivak,
Critique of Postcolonial Reason; and Chakrabarty, Provincializing Europe. Consider also, Saurabh
Dube (ed.) Postcolonial Passages: Contemporary History-Writing on India (New Delhi: Oxford
University Press, 2004); and David Scott, Refashioning Futures: Criticism after Postcoloniality
(Princeton: Princeton University Press, 1999).
10
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cate four such overlapping orientations and salient sensibilities toward social worlds and analytical categories.11
First, for some time now critical scholarship has queried enduring
oppositions between tradition and modernity, ritual and rationality,
myth and history, and East and West that are formative of influential understandings of pasts and key conceptions of cultures. Such
questioning has derived support from critiques of a subject-centered
reason, a meaning-legislating rationality, and their hierarchical dualities within Enlightenment and post-Enlightenment traditions.
Alternatively, it has expressed acute challenges to analytical binaries of modern disciplines, interrogating enticing renderings of otherness and enduring projections of progress, which are closely tied
to the staging and production of modernity “as the West.”12 Second, in a related move, there have been imaginative explorations
of distinct pasts and heterogeneous presents, forged within wider,
intermeshed matrices of power. Such emphases have put a question mark on the developmental imperatives of historical thought
and the very nature of the academic archive, both bound to the
totalizing templates of universal history, each envisioned in the likeness of a reified West.13 Third, in recent years, questions of moderMy reference is to dispositions that have been expressed in a variety of ways, constituting an enormous corpus. The works cited provide a few representative examples.
Note also that I have my disagreements with specific emphases and particular projections
of these different writings, a fact significant for the terms of conversation that I propose
and explore. But to spell out these divergences would require a long chapter if not a
short book.
12
Timothy Mitchell, “The Stage of Modernity”, in Mitchell (ed.) Questions of Modernity, p.
15, emphasis in the original. Talal Asad, Genealogies of Religion: Discipline and Reasons of
Power in Christianity and Islam (Baltimore: The Johns Hopkins University Press, 1993);
Enrique Dussel, The Invention of the Americas: Eclipse of “the Other” and the Myth of Modernity
(New York: Continuum, 1995); Zygmunt Bauman, Intimations of Postmodernity (London:
Routledge, 1992); John Comaroff and Jean Comaroff, Ethnography and the Historical Imagination (Boulder: Westview, 1992); Shelly Errington, The Death of Authentic Primitive Art and
Other Tales of Progress (Berkeley: University of California Press, 1998); John Gray,
Enlightenment’s Wake: Politics and Culture at the Close of the Modern Age (New York: Routledge,
1995). See also, Edward Said, Orientalism (New York: Pantheon, 1978).
13
Johannes Fabian, Out of Our Minds: Reason and Madness in the Exploration of Central Africa
(Berkeley: University of California Press, 2000); Ashis Nandy, An Ambiguous Journey to the
City: The Village and Other Odd Remains of the Self in the Indian Imagination (Delhi: Oxford
University Press, 2001); Nancy Florida, Writing the Past, Inscribing the Future: History as
11
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nity have increasingly often escaped the limits of sociological formalism and exceeded the binds of a priori abstraction, emerging
instead as matters of particular pasts, attributes of concrete histories, defined by projects of power and molded by provisions of
progress. Here there has been keen recognition not only of the
divergent articulations of modernity and contending intimations
of the modern, but also of the competing place within all modernities of exclusive images of Western modernity, where the singularity and universalism of the latter are differently engaged by
the measures and horizons of the former –these distinct procedures
shaping and suturing empire, nation, and globalization. As a result,
modernity/modernities have been themselves revealed as contradictory and contingent processes of culture and control, as checkered and contested histories of meaning and mastery –in their
formation, sedimentation, and elaboration.14 Finally, over the past
Prophecy in Colonial Java (Durham: Duke University Press, 1995); Saidiya H. Hartman,
Scenes of Subjection: Terror, Slavery, and Self-Making in Nineteenth-Century America (New York:
Oxford University Press, 1997); Kerwin Lee Klein, Frontiers of the Historical Imagination:
Narrating the European Conquest of Native America, 1890-1990 (Berkeley: University of
California Press, 1999); Walter Mignolo, The Darker Side of the Renaissance: Literacy, Territoriality, and Colonization (Ann Arbor: University of Michigan Press, 1995); Richard Price,
The Convict and the Colonel: A Story of Colonialism and Resistance in the Caribbean (Boston:
Beacon Press, 1998); Joanne Rappapport, Cumbe Reborn: An Andean Ethnography of History
(Chicago: University of Chicago Press, 1994); Chakrabarty, Provincializing Europe; Dube,
Untouchable Pasts; Ajay Skaria, Hybrid Histories: Forests, Frontiers, and Wildness in Western India
(Delhi: Oxford University Press, 1999); and Michel-Rolph Trouillot, Silencing the Past:
Power and the Production of History (Boston: Beacon Press, 1995).
14
Peter Redfield, Space in the Tropics: From Convicts to Rockets in French Guiana (Berkeley:
University of California Press, 2000); Donald Donham, Marxist Modern: An Ethnographic
History of the Ethiopian Revolution (Berkeley: University of California Press, 1999); Mitchell
(ed.) Questions of Modernity; James Ferguson, Expectations of Modernity: Myths and Meanings of
Urban Life on the Zambian Copperbelt (Berkeley: University of California Press, 1999); John
Comaroff and Jean Comaroff, Of Revelation and Revolution: The Dialectics of Modernity on a
South African Frontier, vol. 2 (Chicago: University of Chicago Press, 1997); Dilip P. Gaonkar
(ed.) Alternative Modernities (Durham: Duke University Press, 2001); Lisa Rofel, Other
Modernities: Gendered Yearnings in China after Socialism (Berkeley: University of California
Press, 1998); and Saurabh Dube (ed.) Enduring Enchantments, a special issue of South Atlantic Quarterly, 101, 4, 2002, published by Duke University Press. See also, Paul Gilroy, The
Black Atlantic: Modernity and Double Consciousness (Cambridge, Mass.: Harvard University
Press, 1993); Arjun Appadurai,, Modernity at Large: Cultural Dimensions of Globalization
(Minneapolis: University of Minnesota Press, 1996); Harry Harootunian, Overcome by
Modernity: History, Culture, and Community in Interwar Japan (Princeton: Princeton University
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two decades, a variety of critical understandings have unraveled the
sway and stipulations, the contentions and limits of the modern state
and the contemporary nation, especially as bearing powerful yet contending connections with provisos of historical progress, Western
modernity, and universal history. Such considerations have ranged
from the construal of the nation as an “imagined community” to
the quotidian configurations and everyday apprehensions of state
and nation, and from the attributes of difference and power articulated by anti-colonial nationalism and the non-Western nation to the
dense embedding of nation-states within transnational processes.15
It warrants emphasis that such sensibilities and dispositions are not
all of a piece. Yet the arguments they announce are indicative of
the questioning underway of categories and entities presupposed
by typical, scholarly ways of apprehending and acting in the contemporary world. 16 Circulating among such sets of questions,
postcolonial propositions do not intimate a privileged purchase upon,
a unique access to, seeing and doing in worlds today. Rather, as
Press, 2000); Aihwa Ong, Flexible Citizenship: The Cultural Logics of Transnationality (Durham:
Duke University Press, 1999); Gyan Prakash, Another Reason: Science and the Imagination of
Modern India (Princeton: Princeton University Press, 1999); and Charles Piot, Remotely
Global: Village Modernity in West Africa (Chicago: University of Chicago Press, 1999).
15
Benedict Anderson, Imagined Communities: Reflections on the Origin and Spread of Nationalism
(London: Verso, 1983); Chatterjee, Nation and its Fragments; Ana Maria Alonso, “The Politics
of Space, Time, and Substance: State Formation, Nationalism, and Ethnicity”, Annual Review
of Anthropology, 23, 1994, 379- 400; Shahid Amin, Event, Metaphor, Memory: Chauri Chaura
1922-1992 (Berkeley: University of California Press, 1995); Michael Herzfeld, Cultural Intimacy: Social Poetics in the Nation-State (New York and London: Routledge, 1997); Claudio
Lomnitz-Adler, Exits from the Labyrinth: Culture and Ideology in Mexican National Space (Berkeley: University of California Press, 1992); Thomas Blom Hansen and Finn Stupatat (eds.)
States of Imagination: Ethnographic Explorations of the Postcolonial State (Durham: Duke University Press, 2001); Partha Chatterjee, Nationalist Thought and the Colonial World: A Derivative Discourse? (London: Zed Press, 1986); Pandey, Remembering Partition; Fernando Coronil,
The Magical State: Nature, Money, and Modernity in Venezuela (Chicago: University of Chicago
Press, 1997); and Brian Axel, The Nation’s Tortured Body: Violence, Representation, and the
Formation of the Sikh “Diaspora” (Durham: Duke University Press, 2001). See also, Craig
Calhoun, Nationalism (Minneapolis: University of Minnesota Press, 1997); and Achille
Mbembe, On the Postcolony (Berkeley: University of California Press, 2001).
16
Indeed, such interrogation intersects with what Stephen White has identified as the
“ontological shift” in contemporary political theory, discussed later in this piece. Stephen
White, Sustaining Affirmation: The Strengths of Weak Ontology in Political Theory (Princeton:
Princeton University Press, 2000).
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critical interlocutors in a larger conversation, they register that the
reflections of a singular Western modernity, the representations
of an exclusive universal history, and the reifications of modern
state and nation are not mere specters from the past, now exorcised by critical epistemologies and subversive knowledges. The
postcolonial as critical rubric highlights the acute presence of these
resilient mappings and their determinate redrawing, which articulate authoritative strains of contemporary knowledge and animate
routine terms of everyday discourse –not only in an imaginary West,
but in inexhaustible contexts. But precisely these tasks also imply the
recognition that even as theoretical conceit, the West and the nation,
empire and modernity simply cannot exhaust each practice and every
passion in the worlds of their doing and undoing, the domains they
have worked over to be formed and transformed by their very subjects. The productive possibilities of postcolonial emphases, then,
inhere in their prudently querying such scandals, through the labor
of critical interpolation in a wider debate, acutely open to questioning their own presumptions and predilections, also pointing the
way out of the postcolonial field as an academic ghetto.
Power and Difference
In speaking of the scandals of the West and the nation, I have
noted that they constitute palpable vistas at the heart of the modern world. Precisely such recognition calls for critical engagement
with projections of colonialism and modernity, state and nation,
the West and history as totalized fields of exclusive force, also carefully considering the quotidian configurations of these categories
and entities. Rather than simply registering empirical exceptions to
theoretical claims, at stake in this discussion are critical questions
of power and difference.
Over a decade ago, in his synthetic survey of postmodern thought,
the literary critic John McGowan argued that,
Postmodernism begins from the fear ... that we are witnessing the
‘apotheosis of capitalism.’… Late capitalism constitutes the totalized
terrain of contemporary life; the name of the despised totality is
different in other postmodern texts, but the specter of patriarchy,
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or Western metaphysics, or disciplinary power, or some other dominant social form haunts the postmodern imagination. This fear of a
dystopic totality is sometimes even embraced, partly in the heroic
spirit of Nietzsche’s and Freud’s determination to face the worst
truths without flinching, partly as a weapon to use against the hopes
for autonomy found in modernist and avant-garde work, partly as
a refutation of the liberal insistence that capitalism is not only compatible with, but actually productive of, pluralism. Thus the theoretical establishment of the monolith’s existence is often a necessary
step in postmodern work, although the desire to transform that
monolith into a truly pluralistic society surfaces everywhere as the
primary postmodern goal.17
There is much to ponder in this passage, to reconsider in this statement, and to revise in this assessment. But my purpose in recalling
it primarily concerns the formulation and fear of the West and colonialism, the nation and history as dystopic totalities, schemes and
scares that extend far beyond postmodern projections. Indeed, in
influential analyses of colonial writing/culture and modern power/
knowledge, colonialism and modernity, the West and the nation
can strikingly appear as “totalized terrain” of the past and the
present, “another name of the despised totality” that constitutes
history and the here and now. This has considerable import for current cultures of scholarship and contemporary politics of cultures.18
In the best hands, such orientations lead to the highlighting of the
wide-ranging work of colonial knowledge and modern power in
distinct and diffuse arenas. This can also emphasize the genealogies
of present disciplines in their concatenation within both, authoritative apprehensions shaded by empire and dominant understandings
in the shadow of the nation. Similar possibilities underlie ethical
engagements of minority positions with overriding schemes of dis17
John McGowan, Postmodernism and its Critics (Ithaca: Cornell University Press, 1991),
p. 16 and passim.
18
I am referring to broad dispositions toward the past and present of social worlds,
drawing in and reaching beyond scholarly deliberations, explicitly expressed and implicitly
endorsed today in various permutations and combinations. To critically consider such
orientations is not to dismiss their particular possibilities, a point that I develop through
examples in both, Saurabh Dube, “Introduction: Enchantments of Modernity” in Dube
(ed.) Enduring Enchantments, pp. 741-3 and Dube, “Introduction: Colonialism, Modernity,
Colonial Modernities”, pp. 203-5.
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ciplinary knowledge and institutional power. In place here can be
self-critical endeavors, which question the privilege of categorical
identities, forge other communities of debate and alter/native solidarities of struggle, and interrogate the majoritarian premises and
statist assumptions underlying minority identities and ethnic statuses under the sign of the nation.
Conversely, I also wonder about the possibilities of understandings
that attend to the spirit and sensibilities of critical thought which is
ever suspicious of totalizing power and legislative reason, yet orientations that do not succumb to the tendency to render the “despised totality” as monolithic. Such dispositions, including my own,
question the projection of power as “totalized terrain” and eschew the “celebration of difference wherever it appears”, even
as they reject the autonomy and integrity of the singular subject.19
They position themselves alongside yet apart from both, influential
tendencies that reproduce heterogeneity as “unrecuperated particulars”, the antidote to the terms of power, and weighty dispositions
that apprehend difference as produced by power but nevertheless
instate alterity as an end in itself. Rather, they argue for the constitution of historical subjects within social relationships –subjects
and relationships defined by provisions of meaning and shaped
within crucibles of power– in order to trace the sustained labor of
difference within productions of power and the insistent expressions
of power within formations of difference. Instead of submitting to
the idea of difference as a priori inclusive intactness, ahead of the
I recognize that there can be distinct quests for difference. For instance, Michael Roth has
argued: “When deconstruction shows that something or the other escapes the metaphysical
attempt to subsume it to the logic of metaphysics, it shows us that there is otherness …
Deconstruction does not champion difference in this move, it merely shows there is difference … Difference. Something that is not metaphysics, that is different from metaphysics and escapes its logic, something that positions itself differently, that differs from
metaphysics, that is not dominated or determined or predetermined by metaphysics, that
is other to it”. Leaving aside questions of the status and virtue of such a formulation of
difference –although I sense that the exclusivity implied by this projection may not be
of this world, or at least should not be– my critical comments are directed toward the
substantialization and celebration of difference, its traces, as absolute alterity. Michael
Roth, The Poetics of Resistance: Heidegger’s Line (Evanston: Northwestern University
Press, 1996), p. 12.
19
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work of reason and in front of the productivity of power, or of projecting the presence of alterity within the interstices of authority as
an analytical and ethical finale, the terms of heterogeneity and their
limits are thus sown into the substance of social subjects, into their
constitution, meanings, and practices.
We might consider such stipulations of power and determinations
of difference in relation to the terms of modernity. To begin with,
modernity is not only an idea, an ideal, an ideology. Modernity is
simultaneously the articulation of distinct historical processes over
the last few centuries. Through the past five centuries, modernity
emerges elaborated within intersecting and disjunctive, authoritative and contested processes of meaning and power. I refer to processes entailing, for example, capital and consumption, industry and
empire, nations and colonies, citizens and subjects, public spheres
and private spaces, circumscribed religion(s) and disenchanted
knowledge(s), resurgent faiths and reified traditions, normalizing
states and disciplinary regimes, and enchantments of governance
and the magic of the modern. As history, then, modernity is not singular, enacted instead in its plural, modernities. Yet this is not all.
For, whether cast as modernity or modernities, the procedures entailed
herein are neither seamless nor homogeneous. They refer rather
to decisively checkered, decidedly contingent, and distinctly contradictory processes. Indeed, it is within such contingency and
contradiction that modernity’s constitutive hierarchies, formative
distinctions, and seductive productions appear staged and elaborated. Unsurprisingly, it is also here that there are to be found the
abiding enchantments of modernity: from the immaculate image
of its origins and ends through to its pervasive oppositions, from
the novel mythologies of empire and nation to the dense magic
of money and markets. Put differently, the terms of modernity
are assiduously articulated, yet they are also basically checkered,
even out of joint with themselves.20
20
The arguments of this paragraph and the next one draw upon Dube, “Introduction:
Enchantments of modernity”.
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These processes are not subject-less procedures. Rather, they emerge
expressed by subjects of modernity, subjects who have engaged
and elaborated the terms, stipulations, and disciplines of modernity, history, modernity-as-history. Here it is patently inadequate to
conflate the subject of modernity with the modern subject. Time after
time, subjects of modernity have revealed that there are different
ways of being modern, now accessing and now exceeding the determinations of the modern subject, suggesting the need to rethink
exclusive apprehensions of the latter entity –as image and as practice. Yet, all too often, subjects of modernity have also betrayed
scant regard for the niceties of the modern subject while articulating the enduring terms of modernity: they have registered within
their measures and meanings the formative contradictions, contentions, and contingency of modernity/modernities by instating and
inflecting power and reiterating and reworking difference. To register the contingency and plurality of modernity is not merely to harp
on “alternative modernities”, but to stay with such modalities of
power, formations of difference, and their restless interplay. This
also means not turning way from but unraveling prudently the singular stipulations of an exclusive modernity as shaping the contentions and concatenations of all modernities, stipulations that are
nonetheless set to work in different ways by social subjects to yield
expected outcomes and unexpected consequences.
If the constitutive practices of subjects of modernity emerge embedded within and enacted through the density of meaning and the
gravity of power, such modalities of meaning and these profiles of
power are rarely fully finished, ever subject to difference and displacement. Here it is important trace the impassioned interest, incessant instability, and agonistic ambivalence at the heart of dominant
projects of meaning and power, but it is equally significant to
recognize that such operations are tied to the contradictory and
constitutive actions of social subjects. In practice, spectacular recalcitrance can be conjoined with terms of power and quotidian
routines can exceed dominant meanings, both subject to change
and reworking, ever marked by possibilities of the intonations of
older truths and the inflections of newer verities. Before the conDesafíos, Bogotá (Colombia), (15): 293-340, semestre II de 2006
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stant clamor for autonomy and agency, it bears pointing out that
the very definition(s) of democracy, meaning(s) of modernity, and
purpose(s) of pluralism cannot be separated from the inherently
different formations of social subjects in inescapably heterogeneous
worlds, shaped by the past and emergent in the present. Beyond
vanguardist visions and technocratic blueprints, the terms for realizing and/or rejecting the possibilities of modernity, plurality, and
democracy rest upon ethics and politics that inhere in practices of
social subjects in the here and now – tied to the past, turned to the
present, and trafficking in the future.
To emphasize the heterogeneity of empire and modernity, the West
and the nation as projects of power, then, involves more than the
mere accretion of empirical detail, patiently adding one new fact
to another novel find, pure exercises in “academic refinement”
of the scholarly picture of the past and the present. Rather, it
entails the tasks of “locating the fields of force” within which
colonial cultures and modern nations stand conceived and elaborated, including in transnational ways, and “counterhistories appear imagined and made”.21 And this further suggests the salience
of carefully considering the assumptions and entities that shore up
our worlds. In other words, critical understandings of the complex
fabrication, contradictory elaboration, and contingent character of
colony and empire, the West and the nation lie at the heart of the
contemporary politics of knowledge and culture.
Two examples should suffice. In the first place, tracking contingency and contradiction at the core of colonialism and culture and
empire and modernity, not merely on empirical registers but in theoretical ways, itself foregrounds a host of critical considerations.
These issues extend from the salience of revising the received wisdom and pervasive chronologies regarding global flows and hybrid
identities through to questioning the dichotomous division of the
Ann Laura Stoler and Frederick Cooper, “Between Metropole and Colony: Rethinking a
Research Agenda”, in Frederick Cooper and Ann Laura Stoler (eds.) Tensions of Empire:
Colonial Cultures in a Bourgeois World (Berkeley: University of California Press, 1997), pp. 6, 29.
21
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colonial and the postcolonial, assumed in place across time and
space, which serves to homogenize history and to sanitize politics.
Such questions range from the importance of interrogating commonplace assumptions of the uniform efficacy and unbridled efficiency
of colonialism (as a stage of history and a modality of power) through
to the significance of rethinking the authoritative genealogies of social-scientific and humanist disciplines. These considerations unravel
from recognizing the palpable place and spectral presence of the dense
profiles and diffuse pasts of empire through to rediscovering the categorical frames and social taxonomies fabricated by the colonial and
the modern, which have defined the violent prerogatives of race,
empire, and nation, and shaped the aggressive privileges of culture, reason, and civilization.22 If the multiply-textured histories of
colonial subjects militate against their simple predication upon any
aggrandizing analytic of empire, so too is it imperative to think
through the enmeshments of colonialism and modernity and their
mutual labors in the past and common productions in the present,
precisely recognizing their heterogeneity as projects of power.
Here is the second example, turning on nation and history. I have
noted that in recent years acute analyses of nation, state, and nationalism have questioned familiar understandings of these categories and entities. Such writings stand animated by distinct critical
perspectives, yet they also share common anti-essentialist sensibilities. While this scholarship has achieved much by treating nations and nationalisms as cultural artifacts and historical processes,
it is also worth asking if it is enough, through the means of combative anti-essentialism, to reiterate simply the constructed nature
of nationalisms, to merely demystify nations as projects of power.23
Building upon his ethnographic explorations of the nation-state,
Michael Herzfeld has pointed to widespread analytical dispositions
today that frame nations and essentialisms as “distant, unreachable
enemies”.24 It follows that such orientations refuse the challenge
Dube, “Introduction: Terms that bind”.
Ibid.
24
Herzfeld, Cultural Intimacy, pp.1-2, 165.
22
23
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of thinking through the pervasive presence of nations and nationalisms –and of essentialist thought and binary thinking– as simultaneously bound to imperatives of power, determinations of difference,
and their restless interplay, formative of social worlds. To take up
this challenge is to call into question the scandal of the nation. It is
to trace the construal of nations as “imagined communities” and to
attend to forgings and fabrications of states and nationalisms, but
equally to track how these very artifacts become forms of feeling,
textures of experience, tangled tissues of people’s lives, and piercing sensibilities of citizens and subjects. It is to query claims of
the innate naturalness of nations and nationalisms, while recognizing their ontological traits, constitutive heterogeneities, and dispersed anxieties as projects of power. It is reflected on pathways of
anti-colonial and subaltern nationalisms and to consider quotidian
configurations and everyday apprehensions of nations, but without
reading their distinctions as inherent attributes of insurgent alterity.
It is to register rather their entailments of power and expressions of
difference, reiterating authority and reworking domination –power
and difference coming together yet also pulling apart, along the
weaves and at the seams of social worlds. Once more, my plea is
for allowing adamant entanglements of power and difference, heterogeneity and singularity, authority and alterity to cross vision and
burden sight in critical reflection.
History without Guarantee
Is there one rubric that might describe the different tasks that I
have been outlining? The spirit and sensibility of thinking and writing advocated here inhere in their articulation of a history without
guarantee. The term bears clarification. In speaking of a history
without guarantee, I am neither demarcating a distinct domain (or
discourse) of academic enterprise, nor indicating a specific style
(or school) of history writing. Rather, history without guarantee
refers to particular dispositions toward the past and the present and
social worlds and their critical understandings.
Let us begin with the consideration that for a long time now, in
scholarly schemes and everyday apprehensions, earnings and ends
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of progress in the past, entitlements and expectations of development in the present –as ways of seeing, methods of imagining,
modes of feeling, structures of sentiment, and textures of experience– precisely constitute the guarantee of history under modernity. The terms and conditions of this guarantee inhere in, shoring
up, the scandals of the West and the nation, the colony and the
post-colony, which were discussed earlier. Engaging a history without guarantee is a possible means of calling into question the guarantees of progress under regimes of modernity, thinking through
the projections and presuppositions, scandals and schemes that it
produces and sustains.
What are the procedures at stake here? The dispositions of a history without guarantee participate in wider, ongoing critical efforts
that intimate a “recent ontological shift” in contemporary theory,
“the result of a growing propensity to interrogate more carefully
those ‘entities’ presupposed by our typical ways of seeing and doing in the modern world”.25 On the one hand, the conceptions,
propositions, and outrages queried by a history without guarantee
are neither cast as simple objects of knowledge nor treated as mere
ideological aberrations, awaiting their inevitable refinement or irrevocable exorcism at the hands of prescient knowledge(s), whether
through the expedient of aggrandizing reason or through the convenience of critiques of ideology. Rather, they are understood as
acutely intimating conditions of knowing, entities and co-ordinates
that shore up our worlds, demanding critical articulation. On the
other hand, precisely such recognition learns yet differs from “anti25
Such a shift, then, implies even more than the “ontological turn” that both considers
what “entities are presupposed” by theories and takes on “a commitment to the existence
of certain entities” entailed in the affirmation of a theory. White, Sustaining Affirmation, pp.
4-5. Also, recall my suggestion that critical work in the social sciences and the socially
inflected humanities today can intersect with the kind of questioning that defines the
recent ontological shift under discussion. To register this is far from denying the salience of
distinctive procedures of interrogation and affirmation in contemporary political theory,
but to prudently engage them in order to address related concerns, especially articulating
worlds beyond the West. Finally, such terms of discussion reach beyond facile polarities
between “realist” and “constructivist” positions, ably disaggregated and unraveled in George
Steinmetz, “Critical Realism and Historical Sociology”, Comparative Studies in Society and
History, 40, 1998, pp. 170-186.
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foundational” perspectives, primarily concerned with undoing the
“foundations” of knowledge/power and deconstructing the “metaphysics” of power/knowledge, whether intimating stout resistance
to murky worlds that have come to pass or insinuating heroic resignation before the terrible truths in front today. This is to say that
there is a certain shift of “intellectual burden from the preoccupation with what is opposed and deconstructed”, to equally engaging
“what must be articulated, cultivated, and affirmed in its wake”.26
Taken together, the dispositions of a history without guarantee are
intimately tied to the terms of a “weak ontology”, acknowledging
at once the contestable, contingent character and the unavoidable,
necessary nature of “fundamental conceptualizations of self, other,
and world”.27 Here there is no simple railing against the universal,
no a priori championing of the particular, but a close attention to
their shared entailment and mutual production, their founding exclusions and constitutive contradictions, their pervasive presence and
urgent claims.28 This further implies careful consideration of analytical categories of an academic provenance by bringing them in
conjunction with the quotidian configurations of these entities, the
demanding terms of everyday worlds, not privileging the one neither the other but vigilantly unfolding both in view of their critical
articulation. Through such procedures of prudent interrogation,
affirmation in wake of the interrogation, an affirmation yet open to
revision, a history without guarantee opens the possibility of holding
White, Sustaining Affirmation, p. 8.
Ibid. This further means that my proposal for a history without guarantee, engaging the
terms of a weak ontology, learns from but also extends the sensibilities and steps of
“postfoundational” criticism (sensitively discussed in Desai, Subject to Colonialism, pp. 10-13).
28
For rather different expressions of such dispositions compare Chakrabarty, Provincializing
Europe and Stephen White’s emphasis on figurations of “universal constitutives of human
being” as premised upon the recognition that the persuasiveness of these existential universals “can never be fully disentangled from an interpretation of present historical circumstances” – so that “gaining access to something universal about human being and world
is always also a construction that cannot rid itself of a historical dimension”. White,
Sustaining Affirmation, p. 9. See also, Saurabh Dube, “Presence of Europe: A Cyber-Exchange with Dipesh Chakrabarty”, in Dube (ed.) Postcolonial Passages; Mitchell, “The Stage
of Modernity”; and Michel-Rolph Trouillot, “North Atlantic Universals: Analytical Fictions, 1492-1945”, in Dube (ed.) Enduring Enchantments, 840-57. It seems to me that these
distinct considerations equally suggest shared horizons, which are crucial to the interrogation and affirmation at the core of a history without guarantee.
26
27
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a mirror up to the assumptions, categories, and entities at the basis
of social worlds. Indeed, it importantly points to concatenations of
distinct, coeval temporalities and overlapping, heterogeneous histories at the heart of the past and the present.
Within such measures, power and practice are configured in particular ways. On the one hand, the protocols of a history without
guarantee query pervasive dichotomies between domination and
subversion, power and protest, and collaboration and resistance,
which rear their restless heads each time they are banished from the
scholarly stage. Equally, they further question assertions on behalf
of the contradictory and the ambivalent subaltern, who in one instance complies with authority and at another moment challenges
power. Such formulations tend to occlude exactly the conditions
of power under which meanings are construed, practices constructed, and action elaborated. On the other hand, the dispositions of a history without guarantee are also not in ready compliance
with influential positions that hold in place the singular sway of
power and its productivity, whether as engendering mimesis or as
constitutive of hybridity. Such formulations where the mimetic figure and the hybrid form access authority while scrambling power
reveal salient possibilities. Yet they can also elide the burden of
difference and distinctions of practice of heterogeneously constituted subjects, often exclusively predicating modalities of discourse
and forms of action on the productivity of power.29 Thus, my advocacy of a history without guarantee constitutes much more than
yet another effort to restore to the subaltern/native his/her voice/
agency, while also resisting tendencies that cast power as a total29
Homi Bhabha, The Location of Culture (New York: Routledge, 1994); and Gyan Prakash,
“Science between the Lines”, in Shahid Amin and Dipesh Chakrabarty (eds.) Subaltern
Studies IX: Writings on South Asian History and Society (Delhi: Oxford University Press,
1996), pp. 59-82. Yet see also, Christopher Pinney, “Indian magical realism: Notes on
Popular Visual Culture”, in Gautam Bhadra, Gyan Prakash, and Susie Tharu (eds.) Subaltern Studies X: Writings on South Asian History and Society (Delhi: Oxford University Press,
1999), 201-33. In finely-textured historical/ethnographic analyses, concepts such as hybridity can work as discursive short-hands, descriptive categories, but I wonder if they are
adequate to the richness of the materials they present. See, for instance, Nancy Rose Hunt,
A Colonial Lexicon of Birth Ritual, Medicalization, and Mobility in the Congo (Durham: Duke
University Press, 1999); and Birgit Meyer, Translating the Devil: Religion and Modernity among
the Ewe in Ghana (Trenton, NJ: Africa World Press, 1999).
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ized terrain, a fetishized force, an abstract aesthetic, a dystopic
totality. Instead, tracking power and difference as embedded in
social relationships, as critically produced within particular processes, and as entailing and shaping historical subjects, a history
without guarantee seeks to trace at the same time two inseparable
movements. The place of difference within relationships, processes,
and strategies of power and the presence of power in the enactments, practices, and configurations of difference –in each case,
the demand for critique accompanied by the desire to affirm.
All of this said, it would be hasty to consider the terms and protocols of a history without guarantee as an entirely cerebral endeavor,
an endlessly analytical affair. Instead, the dispositions and procedures discussed above participate in a wider questioning of what
Pierre Bourdieu has called “scholastic reason.” This is the pervasive
perspective entailing, “[active or passive] ignorance not only of what
happens in the world of practice … but also of what it is to exist,
quite simply, in the world”.30 Here we do not have to agree with
Bourdieu’s implicitly instrumentalist understanding of the limits to
reflection in “the lower regions of the social space”, his gratuitously
polemical dismissal of philosophy, or his assertion that in each instance the scholastic “view” necessarily “implies more or less triumphant ignorance of [its] ignorance”.31 Rather, it is important to
recognize that Bourdieu put his finger on how these terribly widespread dispositions often bracket their own conditions of possibility. This serves to reveal key characteristics of such orientations.
First, they insufficiently probe their own presuppositions. Second,
they engage with the social and the political in terms of their own
“ought” only to disavow each contentious “is” (in the academy as in
the world). Finally, they argue through apparently “ethical” imperatives that continually condemn the “concrete” for its murkiness and
everyday-ness, since the contingency, contention, and contradiction
of social worlds can only appear as distortion and lack when envisioned against immaculate images. Taken together, such perspectives
See Pierre Bourdieu, Pascalian Meditations, trans. Richard Nice (Cambridge: Polity Press,
2000), p. 15.
31
Ibid., pp. 15, 17, and passim.
30
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assiduously insinuate what Johaness Fabian has called the “progressive disembodiment of reason and knowledge” that frequently rests
upon an “ascetic withdrawal from the world” as experienced through
the senses. This is to say, a “sense-less” science.32
Now, a history without guarantee actively engages proposals such
as those of Bourdieu and Fabian in its own ways to query persistent projections of the disembodied vision from nowhere that becomes the palpable perspective for everywhere; to ethically articulate
the (self-) questioning of premises and propositions of knowledge(s)
and worlds(s) in its own practice; and, finally, to weave in the crucially sensuous attributes and the densely embodied aspects of
thought and life into the fabrics of narrative and theory. Here
hermeneutic impulses are entwined with critical considerations, so
that careful questionings of social worlds and their academic apprehensions emerge interlaced with intimate accounts of the diversity
and distinction of these terrains. This means that there is neither an
evacuation of details by assimilating them to endless analytics of
unpicking and unmasking, nor is there a privileging of particulars
by presenting them as innate embodiments of alterity and difference. Here critical engagements with the constitutive presumptions
of academic apprehensions equally attend to their textures and details; and the rethinking and acknowledgement of categories and
worlds of the past is closely bound to the querying and affirmation of concepts and entities in the present. This implies, too, a
recognition of the salience of staying with Elizabeth Povinelli’s
suggestion to critically reaffirm, “a sociological science of the ought
in order to develop an ethnography [or understandings] not simply
of exiting states of mood and modality, of propositionality and obligation, and of moral possibility and necessity, but also of the conditions of their emergence and transformation” –registering, especially,
that in social worlds “the unimaginable is imagined”.33
32
Johannes Fabian, Out of our Minds: Reason and Madness in the Exploration of Central Africa
(Berkeley: University of California Press, 2000), pp. xii-xiii.
33
Elizabeth A. Povinelli, The Cunning of Recognition: Indigenous Alterities and the Making of
Australian Multiculturalism (Durham and London: Duke University Press, 202), p. 31. See
also, John Gray, Two Faces of Liberalism (New York: The New Press, 2000), particularly
pp. 105-39.
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Critical Affirmation
Within the procedures and orientations of a history without guarantee, the rethinking and acknowledgement of categories and
worlds of the past emerge bound to the querying and affirmation
of concepts and entities in the present. Among other issues, these
considerations express the requirements to engage with the terms,
stipulations, and horizons of modernity, defining the worlds in which
we think and live. I have already pointed to the elaboration of modernity as not only Western idea and ideology but as wider historical practice and process. I have also emphasized the salience of
examining the interplay between modernity and empire and the significance of distinguishing between the modern subject and the subject
of modernity. Here the question concerns the necessity to query both,
those aggressive imaginings that privilege an imaginary Europe/
West as the centerpiece of modernity, history, and democracy and
the several facile strains of anti-Enlightenment rhetoric that often
mirror the representations of a bloated and singular modernity.34
The urgent and ethical dimensions of the requirements derive from
how such cabalistic conceptions characterize multiple terrains,
from the first world through the fourth world, which require understanding and not dismissal. I hope that my dispositions toward
impatient critiques of modernity, history, and reason are already evi34
For my earlier formulations and discussions of these questions, see, for example, Dube,
Untouchable Pasts; and Dube, Sujetos subalternos. Now, I like to believe that my more recent
writings take these issues rather further, especially by exploring dualist apprehensions not as
mere analytical phantasms but rather as bearing profound worldly, everyday attributes.
Here I wish to gratefully acknowledge Dipesh Chakrabarty’s important insights, including
concerning my work, which have helped such changes of disposition. The insights were
offered as part of everyday interchanges in academic arenas, and my acknowledgements
register this. A few years ago, in wintry, cold Chicago, as we ate grapefruit, Dipesh gently
admonished me that instead of attempting to aggressively dismantle oppositions, one is
better off thinking through them. A few weeks later, with the first signs of spring lurking
on the horizons of the “windy city”, in the course of another conversation, this time over
tea, Dipesh’s careful, critical comments on the paucity of simply demystifying concepts and
entities, especially through the means of a combative anti-essentialism, made his prior
remarks resonate even more. Of course, instead of appearing as blazing revelations that
suddenly, miraculously transformed my thinking, it has taken me a few years to actually
digest and critically elaborate Dipesh’s quotidian and characteristic suggestions and statements. This is particularly true of my realizing that to think through oppositions is not only
to think them through.
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dent. Therefore, it is to seminal writings that endorse modernity that
I now turn. The move is premised on the recognition that such critical engagements are necessary especially since postcolonial and postfoundational discussions today increasingly display an alarming
tendency to readily disparage their academic adversaries. Instead,
as part of the protocols and dispositions of a history without guarantee, I present readings that critically engage the constitutive presumptions of academic apprehensions while attending to their textures
and details.
It is worth beginning with some of the concerns and questions bearing on modernity raised by the work of the remarkable, tireless
philosopher Jürgen Habermas. Now, it hardly warrants emphasis
that Habermas has played a key role in extending the democratic
horizons of the “unfinished” Enlightenment project, especially
through his elaborations of reason as “communicative action” and
a self-critical modernity.35 Conversely, in reproducing the ineluctable conjunction of modernity with Europe, Habermas’ writings
have played a thoroughly ethnocentric tune– or, if one must, reproduced an entirely Eurocentric refrain –within “classical” thought
and “critical” theory.36 Together, my point concerns the requireFor example, Jürgen Habermas, The Philosophical Discourse of Modernity: Twelve Lectures,
trans. Frederick Lawrence (Cambridge, Mass.: The MIT Press, 1987).
36
Ibid. As is well known, criticisms of the Eurocentric nature of modern knowledge
abound in the academy today. Therefore, I only indicate here a few works that explicitly
served to point my thinking toward, and have then helped it unfold along, the tracks of
considering the ethnocentric attributes of much classical and critical theory – in the case
at hand concerning the European privileges of modernity and the concomitant exorcism
of empire, but in reality extending far further into the entrails of liberal, conservative,
and radical thought involving the nation and history, the state and democracy, and the
West and the rest. Such critical studies include: Catherine Lutz, Unnatural Emotions: Everyday Sentiments on a Micronesian Atoll and their Challenge to Western Theory (Chicago: University
of Chicago Press, 1988); Johannes Fabian, Time and the Other: How Anthropology Makes its
Object (New York: Columbia University Press, 1983); Comaroff and Comaroff, Ethnography and the Historical Imagination; Chakrabarty, “Postcoloniality and the artifice of history;
Coronil, The Magical State; Mignolo, Darker Side of the Renaissance; and Enrique Dussel,
“Eurocentrism and modernity”, Boundary 2, 20, 1993, 65-76. At the same time, I have
apprehended the emphases of such writings in rather particular ways. For example, I
take from Enrique Dussel the need to critically question the Eurocentric foundations of
the philosophical discourse on modernity and draw from his work as well as that of Walter
Mignolo the salience of keeping in view not only the modernity of the Enlightenment (and
35
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ment of staying longer with these twin dimensions, conjoint dispositions, in the thought of Habermas.
Avoiding yet another exegesis of Habermas’ writings –recall that
both full-blown commentaries and half-hearted discussions of his
work abound in the academy– I would like to seize upon a somewhat unusual, personal statement concerning the work of the philosopher by a fellow thinker. Significantly, the critical avowal comes
not from an intricately wrought philosophical discussion but from
the rough and ready words that form part of an interview given
by the social and political theorist, Zygmunt Bauman. Here is what
Bauman says regarding the “power of argument” in the world according to Habermas,
I think what attracted me to Habermas, really, was his ideal of a
society shaped after the pattern of a sociology seminar; that is,
there are only participants and the one thing which matters is the
power of argument.... So, I liked this as a utopian focus imaginarius,
somewhat like the idea of the ideal experiment, which is of course
never achieved, but unless you have it, you can’t experiment at
all. Now, I liked this horizon, this prospect, as the organizing, directing factor in our efforts –where we should aim at”.37
The short statement carries immense import
The salience and shortfalls of the “power of argument” in Habermas’s
thought concern what they can teach us regarding the limits and
its critical connections with British and French colonialisms) but also of the modernity of
the Renaissance (and its intimate interleaving with the empires spawned by Spain and
Portugal). Yet, I also seek to think through these authors’ attribution of a priori alterity
and innate purity to subaltern and non-Western worlds. Similar distinctions mark my submissions regarding the significance of combining the will to carefully question with the impulse
to critically affirm concepts and entities in intellectual endeavor. But I recognize, too, that
something is similar is afoot, for example, in Dussel’s reading of Emmanuel Levinas and in
Mignolo’s more critical recent takes on non-Western knowledge(s). On the terms of such
debate and discussion see, for example, Enrique Dussel, “Sistema-mundo y ‘Transmodernidad’”,
in Saurabh Dube, Ishita Banerjee Dube, and Walter Mignolo (eds.) Modernidades coloniales:
Otros pasados, historias presentes (México, DF: El Colegio de México, 2001), pp. 201-26; and
Saurabh Dube, “Introducción: Cuestiones acerca de las modernidades coloniales” in the same
volume, pp. 13-48; as well as Walter Mignolo, “The Enduring Enchantment (Or the epistemic
privilege of modernity and where to go from here)”, in Dube (ed.) Enduring Enchantments,
pp. 927-54; and Dube, “Introduction: Enchantments of Modernity.”
37
Bauman, Intimations of Postmodernity, p. 217.
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potentialities of thinking about modernity as well as cultures of
conversation: but only when such learning and unlearning is predicated on our own efforts to bind the determination to carefully
question with the desire to critically affirm in the labor of intellectual understanding. Once more, the issue involves affirming and
questioning analytical (and everyday) categories and heterogeneous
(yet overlapping) worlds. Two points are pertinent. On one hand,
Habermas’s emphasis on the power of argument appears crucially
connected with the possibilities and containments underlying his
positing of reason as “communicative action”, at once displacing a
merely subject-centered rationality and underscoring the “counterdiscourse” of modernity.38 Together, they announce issues of an
inter-subjective rationality as well an obligation to the other in deliberation, but also indicate the manner in which such proposals
appear circumscribed by “scholastic reason”. On the other hand, it
is worth considering if Habermas’s precise projections of society
along the “patterns of a sociology seminar” are linked, in distinct
ways, with his “idealized history” that presents the past in terms of
modular temporal schemes, involving attenuated stages of succession.39 As a corollary to this, there is the issue of facing up to the fact
38
Habermas, Philosophical Discourse of Modernity; and Habermas, The Theory of Communicative Action, trans. T. McCarthy, 2 vols. (Boston: Beacon Press, 1984). See also, Habermas,
Postmetaphysical Thinking: Philosophical Essays, trans. William Mark Hohengarten (Cambridge,
Mass.: The MIT Press, 1992); and Thomas McCarthy, “Introduction”, in Habermas, Philosophical Discourse of Modernity, vii-xvii.
39
Here is Craig Calhoun commenting on Habermas’ idealized history concerning the nation.
He begins by quoting from the philosopher’s text, The Inclusion of the Other: “‘The nationstate owes its historical successes to the fact that it substituted relations of solidarity between the citizens for the disintegrating corporative ties of early modern society. But this
republican achievement is endangered when, conversely, the integrative force of the nation of citizen is traced back to the pre-political fact of a quasi-natural people, that is, to
something independent of and prior to the political opinion- and will-formation of the
citizens themselves.’” Having quoted from the text, Calhoun, the critical Habermasian,
continues, “But pause here and notice the temporal order implied in this passage. First
there were local communities, guilds, religious bodies, and other ‘corporative bonds.’
Then there was republican citizenship with its emphasis on the civic identity of each
citizen. Then this was undermined by ethnonationalism. What this misses is the extent to
which each of these ways of organizing social life existed simultaneously with the others,
sometimes in struggle and sometimes symbiotically. New ‘corporative ties’ have been
created, for example, notably in the labor movement and in religious communities. Conversely, there was no ‘pure republican’ moment when ideas of nationality did not inform
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of what it is to be done when argument fails (even in a situation such
as a sociology seminar or academic discussion): the moment when,
despite its power and persuasion, argument faces its utter refusal in a
resolutely reluctant interlocutor or an apparently incommensurable
other. Confronting these questions, I would like to suggest in necessarily broad strokes three particular moves to question and
affirm in acts of reading and writing.
First, it is vital to probe Habermas’ ethnocentric framing of rationality, which itself rests upon his representations of modernity as
an entirely internally self-generated, European phenomenon, occluding any linkages with empire or non-Western worlds. But it is
also crucial to take up such endeavor while simultaneously thinking through the philosopher’s proposal of the counter-discourse of
modernity. This involves especially staying with the manner in which
Habermas explores the primary crossroads of this counter-discourse
to point toward a “path open but not taken: the construal of reason
in terms of a non-coercive intersubjectivity of mutual understanding
and reciprocal recognition”.40 Here are formulations that see reason as ineluctably situated, that is to say “as concretized in history, society, body, and language”; view its potential as requiring
realization in the “communicative practice of ordinary, everyday
life”; and, against totalized critiques of reason, emphasize its capacity to be critical.41 At the same time, before being carried away
by Habermas’ own “power of argument”, it is worth considering
how such propositions not only reduce political power relations
to relations of communication, which “surreptitiously throws the
political back onto the terrain of ethics”, but equally suppress
visceral registers of being and difference to a telos of language
that provides the model for practical, rational discourse, ever tend-
the image of the republic and the constitution of its boundaries.” Craig Calhoun, “The
class-consciousness of frequent travelers: Toward a critique of actually existing cosmopolitanism”, in Dube (ed.) Enduring Enchantments, p. 878, emphasis in the original.
40
McCarthy, “Introduction”, p. xvi.
41
Ibid., pp. xvi-xvii.
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ing toward consensus.42 Now, the reading I am proposing can open
up the mostly neatly packaged nature of Habermas’ thought to reveal –at the very least on my own, distinct, critical registers– its contending tendencies, which contain limitations and potentialities. This
entails departing from the often exclusive, at moments a priori, and
unsteadily depoliticizing cast of the philosopher’s promulgations
on communication and consensus, the inter-subjective and the noncoercive, and language and reason. It also means learning from yet
looking beyond strains and sensibilities of anti-foundational thought
that primarily posit the other of reason: lessons critically helped by
but not entirely succumbing to Habermas’ wide-ranging critique of
such traditions. Finally, propelled by such protocols, it involves affirming important horizons that Habermas’s thought points toward
in considering the situated and critical nature of rationality, precisely since his projections of the “power of argument” have now
been sieved against their own conceits. Is too much to suggest, then,
that these many moves and particular procedures might allow the
notion of the counter-discourse of modernity to be brought into
productive tensions with different, alternative imaginings of modernity/modernities, politics, and democracy? And can such conjoint tasks be undertaken without substituting the “ought” for the
“is”, that is, by recognizing the limits and possibilities of such endeavor primarily as academic conversation?
Second, it is salient to query Habermas’ a priori elision of modernity with Europe –each appearing as historical fact, theoretical
metaphor, and analytical abstraction– especially by tracking not only
the way the West is rehearsed as modernity but the manner in which
modernity is staged “as the West”. At the same time, far from simply pointing fingers toward or merely pigeonholing Habermas’ writing as Eurocentric, such efforts equally entail entering the protocols
of his thought where not simply an excision of the non-West but a
42
See here Jürgen Habermas, Knowledge and Human Interests, trans. J. Shapiro (Boston:
Beacon Press, 1971); and Habermas, Theory of Communicative Action. The critical quotations
derive, respectively, from Bourdieu, Pascalian Meditations, p. 66 and White, Sustaining Affirmation, pp. 36, 138. See also Pierre Bourdieu, Language and Symbolic Power (Cambridge:
Polity Press, 1991).
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patterned, attenuated, idealized history of Europe itself shores up
a critical theory of modernity. I have already provided an example
concerning the philosopher’s schematic, stagist statements about
the emergence and predicaments of the (Western) nation. The issue
is only taken forward by the critical theoretical and historical discussions of Habermas’ influential account of the public sphere.43 Further details are not essential. The point is that by not simply
circumscribing critical readings of classical theory to endless assertions and ready rebuttals of the absence in such thought of the
non-West and empire, it becomes possible to pose questions concerning the larger subordination of history to theory. This is to say,
queries considering how the aggrandizing, authoritative pronouncements of theory/philosophy cannibalize and expropriate the dense,
heterogeneous entanglements of the past/history, not just treating
the latter as merely illustrative case material but schematically recasting it through modular grids. Far from blaming Habermas for a
43
An important line of criticism here has focused on how the Habermasian conception of
the liberal public sphere presents an idealized history of the liberal bourgeois public spheres.
Thus, the philosopher’s account refuses to admit to the plural traditions of reasoned
exchanged that marked eighteenth-century Western Europe and ignores how the bourgeois
public appropriated and marginalized such more inclusive notions of public participation
and discussion by strategically closing off the range of possible discussants in the arena. See
Craig Calhoun (ed.) Habermas and the Public Sphere (Cambridge, Mass.: MIT Press, 1992).
Consider also Bourdieu’s suggestion that “the representation of political life that Habermas
proposes on the basis of the description of the emergence of the ‘public sphere’ …
obscures and represses the question of the economic and social conditions that would have
to be fulfilled in order to allow the public deliberation capable of leading to a rational
consensus, that is, a debate in which the competing particular interests would receive the
same consideration and in which the participants, conforming to an ideal notion of ‘communicative action’, would seek to understand the points of view of the others and to give
them the same weight as their own.” Linking this obscuring and repression concerning
apprehensions of the past to how scholastic worlds excise the grounding of their own
cognitive interests in strategic social interests – and even exorcise the presence of domination in social relations of communication – Bourdieu points to the “epistemocentric
illusion which leads Habermas to make the universality of reason and the existence of
universilizable interests the basis of rational consensus …” Bourdieu continues that in
Habermasian thought all of this is itself based on, “an unawareness (or repression) of the
conditions of access to the political sphere and of the factors of discrimination (such as
sex, education or income) which limits the chances of access not only, as is often said,
especially with reference to women, to positions in the political field, but, more profoundly, to articulated political opinion …and consequently to the political field.” Bourdieu,
Pascalian Meditations, pp. 65-67 emphasis in the original.
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one-off oddity in thought and theory, I am suggesting that a critical
appreciation of his work brings such pervasive issues on the horizon of a recuperative reading, registering unequal exchanges between the here-and-now and history. Such exchanges incessantly,
assuredly, indolently substitute the “ought” for the “is” in projections of the past and the present, and carry wide implications for
academic apprehensions and scholarly commonsense.44
Third and finally, turning specifically to issues of intellectual interchange, I consider it essential to engage and extend Habermas’s
emphasis on a community of dialogue – including his stress upon
the salience of “argument” – within the terms of scholarly debate.
Once more, it is possible to register overlapping yet distinct dispositions in the philosopher’s emphases. First, while Habermas clearly
endorses how in deliberation the utterance of the other places an
obligation on the self, “this is typically overshadowed by the excessively precise normative character of the obligation” he finds the
self as incurring, a move that is itself connected to the philosopher’s
belief in eventual consensus.45 Second, Habermas insightfully acknowledges the unpredictable, potentially disruptive attributes of
the utterance in everyday life, arguing further for the disclosure
of particularity that makes it possible for the (de-centered) subject to “bear witness to the possibility of no-saying” to the identity s/
he has projected on the other, despite the subject’s investments in
the latter’s identity.46 Finally, as suggested earlier, Habermas’ wider
proposals regarding the other and argument cannot remain untouched by his “underlying claim that an orientation to consensus
44
Concerning such questions, I have elsewhere discussed the active interchange between
the “ought” and the “is”, the “ideal” and the “real”, especially in relation to propositions
of the secularization of the world. The point is that instead of considering either as a mere
straw-figure, it is the interlacing of these propositional forms that underlie social worlds
and their everyday apprehensions and academic understandings. See, for example, Dube,
“Introduction: Enchantments of Modernity”.
45
Consider the following statement of Habermas: “Reaching understanding is the inherent
telos of human speech”. White, Sustaining Affirmation, p. 36; Habermas, Theory of Communicative Action, vol. 1, p. 287; Habermas, Knowledge and Human Interests, p. 314; Habermas,
Philosophical Discourse of Modernity, p. 311.
46
White, Sustaining Affirmation, p. 37; Habermas, Philosophical Discourse of Modernity, pp.
321-26; Habermas, Theory of Communicative Action, vol. 2, p. 399.
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is built into the telos of language”.47 Taken together, I would suggest, it is important to combine the learning and unlearning from the
problems and possibilities of Habermas’s propositions with Richard
Rorty’s exhortation to work with the “strategy of using narrative (or
stories) where argument fails” in the shape of scholarly exchange.
Here is Rorty explaining the importance of telling stories,
stories about why we talk as we do and how we might avoid continuing to talk that way. When you find yourself at an argument
impasse, baffled by your opponent’s refusal to stop asking questions which you really should not have to answer, you can always
shift the ground by raising questions about the vocabulary he or
she is using.” [Thus,] historical narratives [make it possible to] show
why the issue previously discussed is moot and why it needs to be
reformulated in terms which are, alas, not yet available.48
The point is not only that otherwise, as it appears to me, conviction
ceases and conversation stops.49 It is also that such conjoint tasks
themselves bid us ask: Don’t we need to attend at once to the means
of cultivating reasonable conversation and of inculcating tactics before the loss of rational grounds, in order to work through the potential of both in intellectual interchange?
Am I providing a prepared solution to assess and apprehend the
work of Habermas? Far from it (and while we are with this question let me readily confess to my larger inability to even adequately
summarize his extensive oeuvre, although this does not mean that I
Consider now another statement of Habermas: “…the use of language with an orientation to reaching understanding is the original mode of language use, upon which indirect
understanding, giving something to understand or letting something be understood, and
the instrumental use of language in general, are parasitic.” White, Sustaining Affirmation,
p. 36; Habermas, Theory of Communicative Action, vol. 1, p. 288 emphasis in the original.
48
Richard Rorty, “Philosophy without Principles”, in W. J. T. Mitchell (ed.) Against Theory:
Literary Studies and New Pragmatism (Chicago: University of Chicago Press, 1985), p. 135. At
the same time, the emphases here possibly need to be brought into conversation with the
importance of attending to how in social worlds the “unimaginable” is “imagined”, an issue
raised earlier. This registered, none of the above is to ignore the difficulties that can attend
Rorty’s wider reduction of the epistemological to the political. See Bourdieu, Pascalian
Meditations, pp. 110-111.
49
Beyond hubris, consider a “class-act” involving students of multiple and distinct academic/political orientations within a graduate seminar.
47
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cannot critically engage his constitutive propositions discussed
above). Does my point simply concern the utility of Habermas’
writings for the historian? Of course, as we have seen, the work of
the philosopher has found diverse, contending uses in historical
writing, and the wide horizons and specific insights of Habermas’
thought have been imaginatively extended, especially when the historian has sieved these through the grids of critical histories and
particular pasts.50 Yet my efforts entail somewhat distinct considerations. Am I mainly implying that it is important to attend to the
truly significant work of scholars while criticizing their evident
blind-spots, assertions that can also be made regarding the writings
of other intellectuals? Well, not quite.
To reiterate, I am indicating instead procedures of reading/writing as
part of dispositions of a history without guarantee that critically, carefully query the constitutive presumptions of intellectual undertakings while cautiously, critically affirming their formative possibilities.
This means resisting the temptation to pointedly unmask the core
contradictions of a study and/or to readily demystify its attendant
ambivalences. Rather, it involves tracking how the contending strains
of an essay or a book, of an edited collection or a wider corpus, can
comprise the exact conditions of their possibility. This is to say that
far from endlessly insinuating analytical errors, the braiding of simultaneous discourses in separate tongues in a work can in fact reveal its
key confines and critical promises, each upholding but also upbraiding the other.51 It is salient to take up the challenge of thinking
through such contradictions and contentions.
Let me concretize these proposals by staying just a little longer with
another influential discussion of modernity, which articulates distinct apprehensions of the category-entity. I refer to a significant
See, for example, G. Eley, “Nations, Publics and Political Culture: Placing Habermas in
the Nineteenth Century”, in Calhoun, Habermas and the Public Sphere; and Veena Naregal,
Language Politics, Elites, and the Public Sphere: Western India under Colonialism (New Delhi:
Permanent Black, 2001). In fact, both these studies register aspects of the critical-affirmative spirit that I have been advocating.
51
I discuss such issues concretely in relation to the work of subaltern studies project in
Dube, Stitches on Time.
50
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essay in intellectual history by Hans Ulrich Gumbrecht.52 Imaginatively intervening in a semantically and analytically loaded field,
the German historian sensitively tracks the “conceptual history”
of the word “modern” in Western Europe. Specifically, he unravels
intricate articulations of the word and notion of the “modern” with
other terms and traditions such as those of the “ancient”, the “classical”, and the “romantic” in European intellectual constellations
over the past few centuries. Implicitly, at the very least, these arguments and materials reveal that the break with the past implied
by the idea of modernity is exceeded, even undercut, by the
contentious expressions of its intimate etymological and conceptual cousin, the “modern”.
Yet it would not do to stop here. For it is equally important to
prudently probe the moment of Gumbrecht’s understanding when/
where the concept “modern” yields to the category “modernity”.
Now it quickly becomes clear that Gumbrecht’s account of the
concept of “modernity” remains entirely “internal” to Europe. This
need not necessarily be a problem in itself –after all, we are considering the work of a historian of Western Europe– but for the fact
that the purely internal nature of the argument also betokens its
ineluctably exclusive cast. Thus, Gumbrecht’s history of the category of modernity not only overlooks the multiple hierarchies of
this metaphor-entity, which have been variously played out on conceptual as well as historical registers. It also actively participates in
the staging of modernity as the West, implicitly endorsing and explicitly expressing the hierarchies, oppositions, and hierarchical
oppositions of an exclusive modernity. Unsurprisingly, now an imaginary and distended yet palpable and pervasive Europe/West is
reified and hypostatized into history, modernity, and destiny –for
52
Hans Ulrich Gumbrecht, “A History of the Concept ‘Modern’”, in Gumbrecht, Making
Sense in Life and Literature, trans. Glen Burns (Minneapolis: University of Minnesota Press,
1992). It is perhaps significant that Habermas himself cites Gumbrecht in his opening
considerations of modernity’s consciousness of time in his Philosophical Discourse of Modernity, p. 8.
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each society, any culture, and every people.53 Am I exaggerating?
Here is Gumbrecht’s tiny, unambiguously alone, concession to the
non-Western world. He writes: “From our [European/Euro-American/Western] perspective at least, modernization in the underdeveloped countries is ... taking place somewhere between decolonization
and our own present”.54
The statement speaks for itself, acutely announcing its own complicities. But my case does not rest (and since we are with this issue
let me repeat that it is not guilt or innocence that I am after, in any
case). As I have suggested, it would much too simple to endorse
Gumbrecht’s genealogy of the term “modern” while upbraiding his
“stagist” presumptions concerning modernity. The more challenging task –one that I have been trying to indicate in the form of a
history guarantee– is to track the formidable interleaving of these
contending tendencies that not only shore up the text but define
the fact that it was written at all. Such entanglements reveal how a
hermeneutic impulse within varieties of “historicism” that challenges schematic projections of the word “modern” crucially crisscrosses with a developmental “historicism” that now presents
“modernity” through stagist stipulations. It is not only that staying
with the intertwining of the two historicisms can serve to open up
the debate on the nature of historicism. This would be to explore in
focused ways the hermeneutic impulses, developmental imperatives,
analytical implications, and their incessant enmeshments at the core
of historicism.55 It is also that the protocols of approaching the
Clearly, this pervasive, “metageographical” projection has appeared elaborated in several
ways, from the evidently aggressive to the seemingly benign, embedded of course in
“modernization” theory yet also long lodged within the interstices of Western social and
political thought. See, for example, Anthony Giddens, Consequences of Modernity (Stanford:
Stanford University Press, 1990); and Habermas, Philosophical Discourse of Modernity. The
projection also finds contradictory articulations within discrete expressions of “tradition”
that question “modernity” by reversing the moral import of its constitutive hierarchies and
oppositions. To rigorously reconsider modernity is to think through such oppositions,
hierarchies, and elisions.
54
Gumbrecht, “A History of the Concept ‘Modern’”, p. 108.
55
For a wide-ranging discussion of the intertwining of hermeneutics, philosophy, and
historicism in the eighteenth and nineteenth centuries see Donald R. Kelley, Faces of
History: Historical Inquiry from Herodotus to Herder (New Haven: Yale University Press,
53
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essay need to eschew the desire to tear asunder its seemingly
seamlessly stitched together material. Rather, they need to trace
the text’s unevenly sutured, even tattered, texture, unraveling how
its stitches almost split apart at the seams and yet how its weaves
somehow hold together in the middle –not unlike the contentious
entwining of heterogeneous temporalities in fabrics of modernity.
Indeed, to do so would also be to attend to the contradictory and
contingent interlacing of social worlds and academic apprehensions,
especially under designs of modernity. After all, Gumbrecht’s hermeneutical unfolding of the term “modern” rests on an untangling of
the “details”, where such details not only defy being gathered unto
ready schemes of social sciences but also constitute social facts
bearing immense import in everyday worlds. Conversely, the stagist
presumptions shaping Gumbrecht’s understanding of modernity are,
at once, attributes of scholarly wisdom, aspects of quotidian commonsense, and their endless interplay.
To readily dismiss interlocutor enemies is easy, in fact terminally
addictive. To critically affirm contending arguments entails effort,
engendering lively conversations. Far from forming mere platitudes,
these considerations underlie my advocacy of a history without
guarantee. This advocacy entails careful questioning and critical
affirmation in dispositions toward reading and writing and thinking
and teaching –but also to conversations and friendships– in academic arenas and social worlds, each entailed in the other.
Ends and Beginnings
The title of this piece is ambiguous. The scandals it refers to are those
of the West, the nation, and the postcolonial. At the same time, my
effort is not to dismiss but to unravel these scandals through the
procedures and dispositions of a history without guarantee. Yet, to
many people my very advocacy of a history without guarantee
1998). An acute critique of what I am calling developmental historicism with its beginnings in the nineteenth century is contained in Chakrabarty, Provincializing Europe. The point
that these powerful arguments regarding the nature of historicism have talked past one
another: a study such as that of Gumbrecht, since it braids together distinct historicist
impulses, can make possible a dialogue on the different, contending yet overlapping articulations of historicism.
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would itself insinuate a scandal. And so the exact ambiguity of
the title might be usefully understood as carrying critical, worldly
attributes.
My effort in these pages has been to suggest the salience of tracing the incessant entanglements between power and difference:
neither treating power as fetishized force, an abstract aesthetic; nor
imagining difference as prior purity, a priori alterity, but thinking
through their shared determinations and common denials down
to the ground. This means attending to the textures and details of the
past and present not only in empirical but also in theoretical ways.
Aware of the limits of simply demystifying, pointedly unmasking
histories and subjects, beliefs and practices, the careful questioning, ethical articulation, and critical affirmation of social worlds
that I have advocated inhere in a history without guarantee. Here
are procedures of understanding that unravel principally through
their cautiously querying the guarantee of progress, in the past and
present, under regimes of modernity. Now, if a history without guarantee brings to mind Stuart Hall’s celebrated call for “Marxism without guarantee”, it equally intimates its own emphases. These reside
in efforts at engaging and extending both, the recent ontological
turn in political theory, and the diverse yet connected critical understandings of history and modernity, state and nation, which characterize scholarship across a range of disciplines. Unsurprisingly,
here are considerations of the theoretical possibilities of the postcolonial as a critical category and recognition of the formidable
conceit of this concept-entity, especially when it appears as a
settled stage of history and/or a self-contained analytical terrain,
or (anti-)disciplinary domain.
Such measures call into question forceful scandals –namely, scandals of the West and the nation– and in the manner they often
underlie other category-entities, the outrage of the postcolonial.
Yet, the protocols at stake also do not treat such scandals as obtuse
ideological aberrations or mere analytical phantasms, here now and
gone tomorrow, easily exorcised through prescient knowledge. The
procedures recognize rather the dense ontological, worldly attributes
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of such scandals, their presence not only as objects of knowledge
but as conditions of knowing. Their stink and shame that are uneasily elided and fretfully forgotten, but their stench and disgrace
that are also confronted and questioned, especially as the scandals
find heterogeneous articulations among different subjects not least
because of their pervasiveness and persuasions. Clearly, all this is
neither to approach the notion of the scandal as signifying stark
sensation nor treat the existence of scandal as mere deviation from
the social order. Instead, it is to register the pervasive presence of a
scandal as intimating the familiar state of social orders. The obviously sensational projections of the West and the nation themselves
insinuate routine renewals of dominant norms and governmental
commands. Put differently, to stay with the scandals that shore up
our murky worlds is to trace the intricate interweaving of empire
and modernity, the intimate interleaving of nation and history, and
the uneasy braiding of colonial textures and postcolonial tangles.
There is no dismissing the burden of a history without guarantee.
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PENSANDO LA HISPANIDAD / 341
Pensando la hispanidad
Estrategias para el estudio crítico
de la historia del pensamiento
filosófico-político hispánico
ENVER JOEL TORREGROZA LARA
[email protected]
Artículo recibido 12/09/2006
Evaluación par externo 22/09/2006
Evaluación par interno 15/09/2006
Resumen
En este artículo se exponen características generales de la forma como habitualmente se narra la historia del pensamiento filosófico-político de la hispanidad, desentrañando y analizando sus presupuestos conceptuales y metodológicos
básicos desde una perspectiva crítica y meta-teórica. A partir de este examen
crítico se argumenta cómo las tradiciones de pensamiento filosófico-político de
origen judío, musulmán o converso deben ser pensadas como componentes determinantes de la tradición del pensamiento hispánico, indispensables a su
vez para definir el concepto mismo de hispanidad o de hispanidades. Con este
propósito, se reseña el amplio debate existente en España y en Hispanoamérica desde hace más de un siglo en torno a los criterios que permiten definir la
existencia de una filosofía hispánica, debido a que este debate refleja sintomáticamente el problema general de definir la identidad de lo hispánico y su
tradición histórica.
Palabras clave: hispanidad, conversos, filosofía política, filosofía hispánica, pensamiento hispanoamericano, deconstrucción.
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Abstract
This article presents general features of the usual way of telling the history
of the philosophical and political thought on Hispanicity, by deciphering
and analyzing its basic conceptual and methodological assumptions from a
critical and metacritical approach. This critical examination claims how the
political and philosophical thought traditions of Jewish, Muslim, or converse origin should be examined as factors that determined the Hispanic
thought tradition, in turn mandatory to define the Hispanicity or Hispanicities concept itself. Keeping this purpose in mind, a review is provided on
the debate that has been ongoing in Spain and Hispanic America for more
than a century about the criteria that allow defining the existence of a Hispanic philosophy, since such debate reflects symptomatically the overall issue
of defining the Hispanic identity and its historical tradition.
Key words: Hispanicity, converse, political philosophy, Hispanic American
philosophy, Hispanic American thought, deconstruction.
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PENSANDO LA HISPANIDAD / 343
Introducción
El propósito de este artículo es exponer características generales de la
forma como habitualmente se narra la historia del pensamiento filosófico-político de la hispanidad, desentrañando y analizando sus presupuestos conceptuales y metodológicos básicos desde una perspectiva
crítica y meta-teórica. Este examen de los procedimientos característicos de los relatos sobre el pensamiento filosófico-político de
la hispanidad constituye una herramienta rigurosa y fructífera en la
comprensión de la historia y sentido de los proyectos políticos hispánicos; permite analizar componentes determinantes de la tradición
hispánica en su despliegue histórico, a la vez que le da cuerpo al concepto mismo de hispanidad a partir de un balance crítico de su función
política. Por historia del pensamiento filosófico-político de la hispanidad se entiende tanto la historia del pensamiento cultivado en la extensa y compleja tradición hispánica como la historia de las ideas sobre
la hispanidad. Ambos sentidos de la expresión dependen mutuamente
y han sido objeto de discusión en un contexto muy preciso: el amplio
debate existente en España y en Hispanoamérica desde hace más de
un siglo en torno a la existencia de una filosofía política propia. La
discusión en torno a los criterios que permiten definir la existencia de
una filosofía hispánica, ya sea en su vertiente española o en su vertiente hispanoamericana, refleja sintomáticamente el problema general de
definir la identidad de lo hispánico y su tradición histórica. La comprensión y reconstrucción histórica de esa tradición y la definición
misma del concepto de hispanidad que la articula requiere tomar distancia de la forma segmentada como se ha relatado la experiencia hispánica, integrando el acervo musulmán, judío y converso, mediante
una hipótesis que explique su continuidad en la configuración de la
civilización católica hispanoamericana, más allá de las usuales fronteras históricas que limitan ese acervo a la estrechez de unos siglos superados y de unos sujetos históricos supuestamente ausentes.
Estrategias historiográficas, hermenéuticas y
deconstructivas para el estudio del componente judío,
musulmán y converso en el pensamiento de la
hispanidad
Valorar y explicar el pensamiento del pasado en función de su posible papel legitimador de opciones ideológicas coyunturales es por
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supuesto reduccionista y no da cabida a una interpretación sólida
de su contenido. La interpretación sólida se realiza cuando la lectura desarrolla una discusión de los problemas tratados por filosofías
pasadas y cuando se enfrenta a preguntas análogas e invoca conceptos similares para otorgarles una nueva vida. Leer filosofía del
pasado con un afán puramente explicativo, considerando cada acontecimiento o creación filosófica de ayer como un fenómeno que
puede ser suficientemente aclarado en virtud de sus causas históricas, puede conducir a la trampa de subsumir eventos pasados en
conceptos rígidos, con el único fin de adaptarlos a propósitos locales y temporalmente limitados.
Parte considerable del esfuerzo de historiógrafos, traductores, comentaristas y filósofos que hablan con el pasado consiste en revisar
la aplicación de categorías con las cuales se pretende juzgarlo, porque basta el examen detenido de una sola creación textual para que
se subrayen elementos que, en su singularidad, no encajan con juicios previos que buscan determinarlos. Semejante examen permite
sacar a la luz, cada vez que se ejecuta, la tensión existente entre
explicaciones historicistas, es decir, aquellas que agotan el significado de un pensamiento en sus circunstancias históricas, y la discusión anacrónica que considera las ideas como tesis independientes
de la experiencia que les ha dado lugar. Sin embargo, todo acontecimiento filosófico implica una singular experiencia histórica consubstancial al gesto trascendental o a la vocación atemporal que lo
invoca. No hay por qué escoger entre los extremos de la explicación historicista y el debate anacrónico. Mirar la filosofía del pasado
como una filosofía del presente no es ningún error, siempre y cuando no se lean sus términos asumiendo ingenuamente que tienen el
mismo significado con que son usados hoy.
Sin prejuicios no es posible pensar y por supuesto se necesitan marcos de referencia y conceptos previos como puntos de partida útiles para toda interpretación, sea del pasado o del presente. Pero hay
que aprender a reconocer su carácter histórico. El reconocimiento de
la actualidad del pasado, de herencias vivas y, por tanto, de modos de ser presente, pasa a través del reconocimiento de aquello
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que es distinto en el pasado y ya no nos pertenece del mismo modo.
Contentarse con someter acontecimientos filosóficos singulares a
rejillas conceptuales previamente diseñadas, ubicándolos y definiéndolos, solo otorga una aparente sensación de seguridad y control,
de dominio del pasado, que detiene el movimiento del pensamiento. El lugar propio de la filosofía y de la lectura filosófica es justamente el extravagante lugar de la inquietud, de la pregunta que se
lanza abierta a la sorpresa. Caminando sobre espadas filosas, el filósofo se somete al continuo riesgo de la herida. Su pensamiento,
que es su vida, termina habitando sin satisfacción los vaporosos lugares de la historia, si no se lo asume en su condición concreta.1
Cuando se cuenta la historia del pensamiento parece inevitable
recurrir a categorías útiles para agrupar ideas, textos y pensadores en
escuelas, corrientes y épocas. Tales categorías sirven de punto de
partida para la comprensión de cada acontecimiento singular, en la
medida en que permiten acercarse a lo desconocido a partir de lo
que se cree conocer. Suele ser más fácil ir de lo más conocido para
nosotros a lo más conocido sin más.2 Sin embargo, en los relatos
más divulgados de la historia del pensamiento filosófico y político es habitual que la mayor parte de esas categorías sean asumidas
de forma acrítica. Se apela a su supuesta transparencia o simplemente se las usa suponiendo que su sentido es de común aceptación y que por ello no debe ser cuestionado.
Desde el punto de vista pedagógico, las periodizaciones históricas
y las clasificaciones en escuelas y corrientes son instrumentos benéficos. Facilitan un punto de partida mucho más consciente de lo
que podría ser una lectura que cree falsamente en la capacidad para
desprenderse de condicionamientos mentales cotidianos. En este
sentido, la forma adecuada de protegerse del prejuicio no es pretender liberarse de todos los presupuestos de lectura. Sólo es posible
desprenderse de un prejuicio si al mismo tiempo y de forma clara se
Nicolás Gómez Dávila, Textos I, Voluntad, Bogotá, 1959.
Aristóteles, Analíticos Segundos, en: Tratados de lógica (Órganon), Gredos, Madrid, 1995,
71b-72a.
1
2
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apela a otro. Sin embargo, desde el punto de vista científico, recurrir a hábitos de periodización o recursos clasificatorios comunes o
de amplia aceptación puede resultar en un serio obstáculo de comprensión si no hay desde el comienzo una seria reflexión a propósito del papel de esos prejuicios, de su contenido, de lo que iluminan
y de lo que oscurecen.
Por ello es necesario imprimirle a la investigación sobre la tradición
del pensamiento filosófico-político hispánico una orientación hermenéutica: de lo que se trata es de permitir, ampliar o fusionar
horizontes de lectura del pasado.3 El objetivo de una investigación
hermenéutica es interpretar una obra o un texto para hacerlos más
cercanos a la experiencia actual y no para tomar distancia de ellos,
así el distanciamiento sea requisito metodológico de objetividad en
las ciencias. En verdad, el distanciamiento y el acercamiento no
son incompatibles en una hermenéutica que se entrega a los textos
y al mundo que estos abren: “explicar es extraer la estructura (...);
interpretar es tomar el camino del pensamiento abierto por el texto,
ponerse en ruta hacia el oriente del texto”.4
Además, es necesario preparar la tarea hermenéutica con una consideración crítica de las herramientas de lectura. Por crítica hay que
entender aquí lo que Kant pensó: la crítica no consiste en señalar
errores o aspectos negativos o desagradables de un objeto desde un
punto ciego; consiste más bien en estudiar condiciones de posibilidad de enjuiciamiento un objeto para señalar sus fronteras y su alcance.5 La reconstrucción hermenéutica de la historia de la filosofía
necesita de manera constante de la reflexión historiográfica. La reflexión historiográfica es entendida aquí en sentido crítico como el
estudio de las condiciones de posibilidad de comprensión del pasado. En pocas palabras, para hacer una historia de la filosofía que
aproxime el pasado hispánico resulta bueno atender a los prejucios
con que habitualmente es descrito.
Hans-Georg Gadamer [1960], Verdad y Método, Sígueme, Salamanca, 2001.
Paul Ricoeur [1986], Del texto a la acción. Ensayos de hermenéutica II, Fondo de Cultura
Económica, México, 2001, p. 144.
5
Immanuel Kant [1781a, 1787b], Crítica de la razón pura, Alfaguara, Madrid, 1998.
3
4
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Sin embargo, la actualización del pasado, su aproximación al presente, no puede detenerse. La hermenéutica definida de esta forma
resulta ser una tarea esencialmente inacabada, porque la conciencia histórica trae a colación, en cada ocasión, más y más prejuicios
para revisar. Si la única meta de la interpretación del pasado es la
comprensión, en la medida en que esta última siempre sugiere un
más allá que no alcanza a ser comprendido, la tarea hermenéutica
termina convirtiéndose en un ejercicio repetido de forzadas y sucesivas reconstrucciones históricas a partir de prejuicios nuevos. Pero
el pasado nunca ha sido importante simplemente por ser pasado. Lo
pasado es relevante justamente porque no deja de ocurrir. Si se tiene
una preocupación específica por él es porque hay detrás una pregunta significativa que invita a la filosofía. También porque una cierta
actitud filosófica atraviesa al investigador. En ese sentido, el recuento de la historia de la filosofía hispánica apunta también a la
apertura filosófica de preguntas sobre la condición hispánica actual. No porque se carezca desde un comienzo de tales preguntas,
sino porque la forma como se plantean esas preguntas está fuertemente condicionada por formas de pensamiento heredadas, y solo
un esfuerzo consciente por sacar a la luz esas formas de pensamiento para tomar distancia de ellas puede permitir consolidar las
intuiciones que desde un comienzo invitan a pensar la hispanidad,
libres de formulaciones erróneas debidas a prejucios presentes y
propios. No solo hay error cuando se aplica mal un método de investigación o cuando se extraen conclusiones indebidas. El error
más frecuente y el más grave suele ser el de plantear malas preguntas. Una investigación sólida con temple filosófico debe apuntar no
a conclusiones, sino a preguntas plenas. En esto justamente debe
consistir la tarea hermenéutica.6 No solo se busca comprender el
pasado a partir de las experiencias y conceptos del presente, sino
que también se busca comprender mejor el presente a través del
encuentro con su pasado. En algún momento será necesario reelaborar y redefinir estrategias iniciales de investigación para tener la
oportunidad de plantear y trabajar en preguntas olvidadas. Las preguntas que en un comienzo se formulan sobre la hispanidad proba6
Martin Heidegger [1927a] Ser y Tiempo, Trotta, Madrid, 2003.
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blemente están tan afectadas por prejucios incuestionados como
las cómodas y habituales formas de contar la historia de la hispanidad. En consecuencia, el tipo de investigación histórica que aquí se
propone tiene también una orientación filosófica. Preguntas básicas a propósito de la condición hispánica necesitan ser reabiertas,
puesto que las intuiciones iniciales señalan que la manera como
hoy comprendemos la hispanidad no es satisfactoria. Se estudia la
historia de la filosofía hispánica para hacer filosofía de la hispanidad. Se estudia la historia de la filosofía política hispánica para hacer también filosofía política de la hispanidad.
Teniendo en cuenta los límites de la hermenéutica, la reflexión
historiográfica debe arriesgar estrategias adicionales. En el tratamiento
de la historia del pensamiento hispánico también ocurre que el uso
indiscriminado de modelos de comprensión hace creer que hay un
Texto detrás de cada texto, o que hay una Idea Esencial detrás de
los múltiples devaneos de una escritura que se le antoja al lector
dispersa e inadecuada para expresar verdades ocultas e inamovibles.
Formas habituales de leer y considerar los textos, características del
ejercicio hermenéutico y reforzadas por la filosofía, generan limitaciones considerables para el planteamiento de preguntas filosóficas
honestas. Recurrir a la hermenéutica filosófica no impide precaverse de sus alcances, sobre todo cuando “la filosofía” es la categoría
fundamental que es puesta en cuestión por la reflexión crítica que
caracteriza la investigación.
Pensar las condiciones de posibilidad de una historia del pensamiento filosófico-político de la hispanidad obliga a examinar los
conceptos mismos de filosofía y de filosofía política.
La historia de la filosofía política hispánica es un objeto de estudio
relativamente marginal en las costumbres filosóficas académicas
contemporáneas y rompe con esquemas muy ampliamente aceptados de delimitación del campo filosófico, del campo de la filosofía
política y del campo de lo político. El estudio del pensamiento converso en la España católica es aún más marginal. También es marginal pensar problemas relacionados con la formación de la filosofía
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hispánica más allá de la Península y con el papel que tiene la
tradición de la filosofía musulmana, judía y conversa cultivada en
la Península en la definición del talante y el espíritu de la filosofía
y la mentalidad política de la civilización hispánica católica mediterránea y americana. Sin embargo, son problemas de amplio alcance que borran las fronteras de la filosofía entendida como
reflexión trascendental, a priori o analítica; obligan a una filosofía
sociológica, histórica, económica y por supuesto política. Son problemas que también exigen desprenderse de las preocupaciones,
mas no de los procedimientos efectivos, de la filosofía secular analítica o kantiana cuya influencia se ha extendido en la academia
filosófica de habla hispana.
Es abrumadora la cantidad de investigaciones sobre el aporte judío
y judeoconverso en el mundo hispánico. De menor cuantía son las
que hablan del aporte musulmán. Pero prácticamente todas ellas
han sido elaboradas en ámbitos académicos no reconocidos como
filosóficos por los prejuicios disciplinares. Teniendo en cuenta que
las formas de pensamiento objeto de investigación han sido más
objeto de estudio literario o sociológico que filosófico, en virtud de
la dificultad que se tiene para hacerlas encajar en los moldes de las
historias oficiales modernas de la filosofía, resulta prudente también desarrollar reflexiones deconstructivas en ciertos puntos clave de
aproximación a la historia del pensamiento hispánico. Aunque muchas formulaciones pretendidamente deconstructivas se confunden con formulismos posmodernos, porque en efecto muchas de
ellas lo son,7 no hay que caer en la trampa de proponer algo que
huela a novedad o que posea algún tono irreverente para adoptar
un tono deconstructor. La deconstrucción no es destrucción, ni es
“posmoderna”.8 En la medida en que el pensamiento del pasado
hispánico y su actualización toman distancia de la modernidad,
puede darse la falsa impresión de que se desea “superar” la modernidad con discursos ansiosos por denunciar metarrelatos. Pero, una
Rodolphe Gasché [1979a], “Deconstruction as Criticism”, en: Direk, Z. & Lawlor, L.
(eds.), Jacques Derrida. Critical Assessments of Leading Philosophers, vol. II, Routledge, London
& N.Y., 2002, pp. 85-119.
8
Enver Joel Torregroza, Una introducción a Derrida, Universidad Libre, Bogotá, 2004.
7
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primera objeción inmediata y evidente pone en guardia con respecto a la posibilidad de afirmar la existencia de una única modernidad válida definida unívocamente.9 Se puede además recurrir a
categorías que son constructos usuales del metarrelato posmoderno
por pura estrategia, simulación e ironía, como ordena toda buena
deconstrucción10 y como ordena la filosofía que pide combatir un
prejuicio con otro. Si hay sorpresa en los contenidos que se adelantan a propósito de la historia del pensamiento filosófico-político
hispánico es solo porque se trae a la memoria algo que se había
olvidado, y porque las reflexiones posmodernas son primas de las
premodernas, las contramodernas y las paramodernas.
En razón de sus características intrínsecas, el tema de estudio (i.e.
el pensamiento hispanomusulmán, hispanojudío y converso) obliga a
una adaptación metodológica singular. Tal adaptación consiste en
permitir que los textos leídos transformen los procedimientos de lectura que han sido seleccionados previamente. No se debe perseguir, en consecuencia, ninguna oscura objetividad histórica, ni
ninguna fidelidad a un original imaginado. Antes bien, se busca una
entrega a los requerimientos y postulados de los textos examinados, incluso con la disposición de permitir que sus contenidos sacudan los cimientos del edificio conceptual con que inicialmente se
emprende su estudio. En el caso del pensamiento judío y, a fortiori,
del converso, esta exigencia adopta un carácter particular. En Homo
Mysticus, un estudio del Guía de Perplejos de Maimónides, José Faur
señala que “los filósofos se ocupan de ideas, los pensadores judíos se
ocupan de textos. Para un filósofo el texto es marginal a la idea. Con
los pensadores judíos ocurre lo contrario”.11 Por esta razón, en el
estudio del pensamiento filosófico-político hispanoconverso, la estrategia deconstructiva debe implicar un reconocimiento de esta di9
Shmuel Eisenstadt, “The Transformations of the Religious Dimension in the Constitution of Contemporary Modernities”, en: Giesen, Bernhard & Šuber, Daniel, Politics and
Religion. International Studies in Religion and Society, Brill, Leiden, 2005.
10
Jacques Derrida [1967a], “Fuerza y significación”, en: La escritura y la diferencia, Anthropos,
Barcelona, 1989; Jacques Derrida [1968a], “La différance”, en: Márgenes de la filosofía,
Cátedra, Madrid, 1998.
11
Jose Faur, Homo Mysticus. A guide to Maimonides’s Guide for the Perplexed, Syracuse U.P.,
New York, 1998, p. X.
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ferencia, señalada por Faur, entre leer-escribir como un filósofo y
leer-escribir como un estudioso judío, a la vez que un reconocimiento de la forma como las dos cosas se pueden hacer al mismo tiempo.
Aunque las ideas sean tema central en el estudio de la historia de
la filosofía hispánica, la hermenéutica y la deconstrucción orientan la lectura del pasado hacia una atenta consideración de los textos
como textos, abriendo las puertas para una filosofía judeoconversa
de la filosofía judeoconversa. Si se marginan los textos es probable
que se vea entorpecido el acceso a las particularidades de la “filosofía judía” que se cultivó en la España musulmana de lengua árabe. Si solo interesan ideas más allá del texto, se corre el riesgo, más
grave aún, de no comprender los procesos de transición de la filosofía del andaluz, musulmana y judía, a la filosofía conversa de la
España católica, sencillamente porque historiar tales procesos de
transición es historiar traductores y traducciones.
Siguiendo la tesis de Faur, la expresión “filosofía judía” parece contener una contradicción. Esta tensión inherente a la expresión “filosofía judía” puede funcionar como modelo explicativo de la
tensión análoga existente en la expresión “filosofía hispánica”. La
relación entre la filosofía greco-latina y el cristianismo católico,
contenida en el concepto de filosofía hispánica, depende históricamente, entre otros factores, de la tensa relación que se cultivó en
España entre la filosofía greco-latina, el judaísmo y el Islam. No es
conveniente reducir a términos filosóficos modernos el pensamiento converso, hispanojudío e hispanomusulmán, por más que esos
pensamientos se hayan amoldado en su momento a categorías de la
filosofía clásica o del lenguaje cristiano supuestamente compatibles con el lenguaje de la filosofía llamada moderna. Tampoco conviene forzar la interpretación del trabajo intelectual de los conversos
con el propósito de asimilarlo a la obra de filósofos modernos del
canon académico, presentándolos como espontáneos precursores
de ideas que no les pertenecen. El estudio del pensamiento converso hispánico exige el reconocimiento de tensiones conceptuales,
culturales e históricas entre antigüedad clásica, cristiandad, judaísmo e Islam, que el trabajo filosófico moderno deliberadamente buscó
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superar, a la vez que exige encontrar la especificidad de una filosofía que traduce y convierte hábitos de reflexión judeo-musulmanes en formas
de pensamiento latino-católicas.
El problema de la historia de la filosofía hispánica
y el concepto de hispanidad
Hasta hoy se han desarrollado una gran variedad de investigaciones, principalmente en España, a propósito de la historia de la filosofía española,12 del mismo modo que abundan los trabajos sobre
la cuestión judeoespañola13 y las monografías sobre el Andaluz.14
Existen incluso importantes obras en las que se señala a título de
mera hipótesis o de intuición sin confirmar, el papel del pensamiento
judío o del pensamiento musulmán en la configuración de algunos
momentos dignos de recordación en la historia de la filosofía española15 Otras investigaciones han ahondado en el asunto, llegando a
señalar también la influencia cristiana en el pensamiento hispanomusulmán.16
Sin embargo, hasta ahora no se ha defendido de modo contundente
y sistemático la idea de que existe una solución de continuidad entre
el pensamiento judío e islámico en lengua árabe de la España musulJosé Luis Abellán, Historia crítica del pensamiento español, Espasa-Calpe, Madrid, 1979.
José Amador de los Ríos, Historia social, política y religiosa de los judíos de España y Portugal,
T. Fortanet, Madrid, 1875-1876; José Amador de los Ríos, Estudios históricos, políticos y
literarios sobre los judíos de España, Solar, Buenos Aires, 1942; Antonio Domínguez Ortiz,
Los judeo conversos en España y América, Istmo, Madrid, 1978; Juan Ignacio Pulido Serrano, Los
conversos en España y Portugal, Arco, Madrid, 2003; Yitzhak Baer, Historia de los judíos en la
España cristiana, Riopiedras, Barcelona, 1998; Benzion Netanyahu, Los marranos españoles: desde fines del siglo XIV a principios del XVI según las fuentes hebreas de la época, Junta de
Castilla y León, León, 1994; José Faur, In the Shadow of History: Jews and Conversos at the
Dawn of Modernity, State U. P., New York, 1992.
14
Miguel Cruz Hernández, Historia del pensamiento en el mundo islámico, Alianza, Madrid,
1981.
15
Marcelino Menéndez Pelayo, Historia de los heterodoxos españoles, Católica de San José,
Madrid, 1880-1882; Adolfo Bonilla y San Martín, Historia de la filosofía española. Siglos VIII
a XII: Judíos, Victoriano Suárez, Madrid, 1911.
16
Miguel Asín Palacios, La espiritualidad de Algazel y su sentido cristiano, Estanislao Maestre,
Madrid, 1934; Miguel Asín Palacios, Huellas del Islam: Sto Tomás de Aquino, Turmeda, Pascal,
S. Juan de la Cruz, Espasa Calpe, Madrid, 1941; Miguel Asín Palacios, El Islam cristianizado:
estudio del sufismo a través de las obras de Abenarabi de Murcia, Hiperión, Madrid, 1990.
12
13
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mana y el pensamiento católico en lengua latina o castellana de la
España católica. Semejante tesis, que en su presentación más extrema parece reducir al límite la originalidad de lo cristiano-católico
en la configuración del pensamiento español, asombra aún en la
Península. En buena medida es extraña para ella, porque a pesar de
que España fue el suelo de estas batallas, amoríos y gestas filosóficas, es en la América hispana donde puede ser formulada con menos reticencias y donde suena más evidente y es más visible. Más
evidente, porque es más cercana a nuestro temperamento mental.
Más visible, porque la pregunta por la historia de la filosofía hispánica en América se asume de manera más vital, en virtud de sus
consecuencias políticas.
No obstante, en Hispanoamérica no hay mayores investigaciones
al respecto y la cuestión o se ignora o se desprecia. En los recuentos de la historia del pensamiento en la América hispana solo se
tienen en cuenta las viejas ideologías partidistas alimentadas por la
Independencia o las singulares interpretaciones locales de ideas del
Viejo Continente (el fenómeno de la recepción), o se insiste en un
dogmático indigenismo y autoctonismo exacerbados, nacidos de la necesidad autoimpuesta de mitigar las herencias hispánicas y en general
europeas, para así procurarse una abstracta unidad latinoamericana
definida a veces incluso en términos puramente antiestadounidenses
(o paradójicamente “antiamericanistas”), que está muy lejos de configurar una identidad clara siquiera en el concepto.17 Esta marcada
tendencia ha terminado divulgando forzados mitos de origen, como
el mito fundacional del pensamiento latinoamericano en Bolívar,
o el mito del original e incontaminado aporte indígena precolombino a la filosofía latinoamericana; mitos cargados de una retórica
defensiva que también es –obvia e inevitable paradoja– de origen
europeo. Las historias de la filosofía en Hispanoamérica no dirigen la debida atención al lugar privilegiado de la reflexión filosófica en nuestro continente que es la literatura y cuando lo hacen
Un examen crítico cuidadoso de las ideologías que han alimentado la polémica sobre lo
hispanoamericano y sus causas históricas se puede encontrar en: Álvaro Gómez Hurtado,
La revolución en América, Segundo festival del libro colombiano, núm. 20, Latinoamericana,
Lima, s.f.
17
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solo buscan en ella denuncias de injusticias sociales o novelones
libertarios o revolucionarios. Para el hispanoamericano promedio,
la historia de la filosofía del continente se reduce a dos cosas: la imposición autoritaria de la “aburrida e inútil” teología católica y la
“pérfida” moral española, en la forma de una rígida escolástica atrasada o retrasada, y su superación en los múltiples e insuficientes
esfuerzos aldeanos por adoptar las geniales ideas modernas o las
ideas europeas que están de moda con algunos años de retraso.18
En el mejor de los casos, la imagen de la historia del pensamiento a
este lado del mar es más compleja y distingue, además de la escolástica colonial, la ilustración y el positivismo, a la teología de la
liberación como un verdadero movimiento que encarnaría nuestra
particular forma de vivir la civilización. El clima actual de la filosofía académica en Hispanoamérica tiende a pensar que ninguna de
esas cosas mencionadas es filosofía, debido a que no se origina en
el nominalismo y empirismo británico. También tiende a pensar que
la filosofía se inició en este continente gracias a que en algunas
universidades, alrededor de los años cuarenta y cincuenta, decidieron estudiar, separados de otras facultades, la filosofía germánica,
anglosajona o francesa de los últimos 300 años, considerando como
“filosofía hispanoamericana” los resúmenes de esas filosofías escritos en español por latinoamericanos. Aunque todas estas perspectivas aquí caricaturizadas contienen algo de verdad, siendo su error
básico haberse ignorado mutuamente, incluso a sí mismas, lo cierto
es que en muy pocos casos al hacer la historia de la filosofía universal los hispanoamericanos se perciben cómodamente incluidos.
La otra parte de la dificultad radica no ya en la forma como se hace
historia de la filosofía en Hispanoamérica, sino en la forma como
se hace historia de la filosofía en España.19 En las narraciones más
Un recuento sobrio y bien documentado de la historia de la filosofía en Colombia es el de
Jaime Jaramillo Uribe, “Etapas de la filosofía en la historia intelectual de Colombia”, en:
Ensayistas colombianos del siglo XX, Biblioteca Básica Colombiana, Instituto Colombiano de
Cultura, Bogotá, 1976.
19
Sobre la idea de filosofía española véase por ejemplo: Marcelino Menéndez Pelayo, La
filosofía española, Rialp, Madrid, 1955; Luis Jiménez Moreno, Práctica del saber en filósofos españoles: Gracián, Unamuno, Ortega y Gasset, E. dOrs, Tierno Galvan, Anthropos, Madrid, 1991.
18
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destacadas e influyentes, sobre todo las de los textos escolares –los
textos sobre filosofía más leídos– dos figuras dominan el paisaje
filosófico español: Ortega y Unamuno. Sin duda alguna son filósofos,
pero se los considera con atención en la medida en que su pensamiento permite translucir algunas ideas modernas de común aceptación y no por el talante hispánico que hay en sus obras, lo que es
lamentable. Al pensamiento español se lo juzga filosófico cuando
los autores y las obras son compatibles con las tendencias filosóficas de otras naciones europeas, como Francia o Alemania, cuando
pueden ser descritos en los mismos términos como se caracteriza la
actividad filosófica de esos otros lugares de Europa, o cuando han
sido leídos o citados por filósofos reconocidos con ese nombre en
las historias de la filosofía anglosajonas, germanas o galas. En los
últimos años, en el período posfranquista, se destacan las reflexiones hechas por nacionales españoles que imitan el modelo analítico
anglosajón, dejando incluso a Ortega en un segundo plano.
Más allá de estos prejuicios, que requieren una explicación más histórica, sociológica, psicológica o política que filosófica, hay que reconocer que las investigaciones sobre el pensamiento español que se
han realizado en la Península siguen direcciones muy distintas. Sus
caminos no siempre se cruzan. Hispanistas de vieja data elogian sin
analizar monumentos del pensamiento católico español, recurriendo a una jerga recargada y con una desbordada pasión por el adjetivo. En ocasiones se atreven a incluir los clásicos de la Hispania
Romana en sus narraciones de la historia del pensamiento español.
También encontramos católicos integristas y ultramontanos que
desde una perspectiva ahistórica reducen la filosofía hispánica a un
tomismo reducido e incomible. Opuestos a ellos, en un debate sin
mucho sentido, encontramos krausistas y positivistas que, en virtud de su obcecado anhelo por negar el pasado, niegan el valor histórico de la cultura española y no reconocen como filosóficas sus
creaciones teológicas o místicas. En un terreno disímil y lejos de
estos debates de pueblo, España ha visto nacer intelectuales ocupados en recuperar la filosofía islámica medieval del Andaluz o la filosofía judía del mismo período, pero sin establecer mayores vínculos
con el resto de la historia filosófica española que los más obvios.
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Fueron los trabajos de Gumersindo Laverde, Menéndez Pelayo y
Bonilla y San Martín los que en su momento lograron formular de
manera más precisa el problema de la comprensión de la historia
de la filosofía española, intentando integrar tendencias diversas.20
Aunque lo que arrastró a Laverde fue un cierto impulso patriótico,
combatió a tiempo la falsa idea de que en España nunca hubo ni ha
habido nunca filosofía, prejuicio que Hispanoamérica ha heredado
y que tiene su origen en el desprecio por lo español que ideológicamente defendieron las otras naciones europeas como parte de su
estrategia de guerra para combatir el Imperio, entre los siglos XVI y
XVIII. Además, Laverde insistió en desempolvar las bibliotecas
españolas para redescubrir obras filosóficas, puesto que el prejuicio
que combatía era producto, según él, de la pereza y del olvido y no
de una certeza histórica. El continuador de Laverde fue Menéndez
Pelayo. Aunque en sus intereses académicos pervive la preocupación nacionalista, se hizo famoso por la polémica que desató a
propósito de la ciencia española.21 Tal polémica consistió en el intercambio de cartas y documentos académicos que se generó en España desde que en 1876 Gumersindo de Azcárate afirmó que en ese
país prácticamente no hubo ciencia durante casi tres siglos.22 La
respuesta a esta tesis la formuló Meléndez Pelayo en varios artículos y desató críticas desde todos los frentes: los que pensaban que
no había habido ni filosofía ni ciencia y los que creían que toda la
filosofía española se reducía al tomismo escolástico. Gracias a Menéndez Pelayo quedó claro que el problema de la filosofía española era el de su naturaleza o características, no el de su existencia;23
como implícitamente reconoció Ortega, así en algún momento haya
tomado distancia de las tesis de Menéndez Pelayo para afirmar que
este demostró que en España ha habido hombres de ciencia, pero no
20
Gustavo Bueno Sánchez, “‘Sobre el concepto de ‘Historia de la filosofía española’ y la
posibilidad de una filosofía española”, en: El basilisco, 2da. época, núm. 10, 1991, pp. 3-25.
“Historia de la ‘Historia de la filosofía española’”, en: El basilisco, 2da. época, núm. 13,
1992, pp. 21-48.
21
Marcelino Menéndez Pelayo, La ciencia española, Tipografía de la Revista de Archivos y
Museos, Madrid, 1915c.
22
Gustavo Bueno Sánchez, 1990, op. cit.
23
José Luis Abellán, 1979, op. cit.
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ciencia.24 Muestra ejemplar del prejuicio combatido por Laverde y
Menéndez Pelayo son las afirmaciones que Manuel de la Revilla pronunciaba en un discurso el 30 de mayo de 1876:
Por más que se haga, forzoso será reconocer que salvo los que
siguieron las corrientes escolásticas, ninguno (de nuestros “filósofos”)
logró fundar escuela o alcanzar ni alcanzar legítima influencia,
siendo, por tanto, un mito esa decantada filosofía española, con
cuya resurrección sueñan hoy los eruditos como Laverde Ruiz y
Menéndez Pelayo. Por doloroso que sea confesarlo, si en la historia
literaria de Europa suponemos mucho, en la historia científica no
somos nada, y esa historia puede escribirse cumplidamente sin
que en ella suenen otros nombres españoles que los de los heroicos
marinos que descubrieron las Américas y dieron por vez primera
la vuelta al mundo. No tenemos un solo matemático, físico ni
naturalista que merezca colocarse al lado de las grandes figuras
de la ciencia; y por lo que hace a los filósofos, es indudable que en
la historia de la filosofía puede suprimirse sin grave menoscabo el
capítulo referente a España. ¿Débese esto a defecto de nuestro
espíritu nacional, más fecundo en místicos y soñadores que en
pensadores reflexivos e independientes? Acaso sea así, y quizá
de esta suerte se explique el contraste que ofrece la pobreza de
nuestra filosofía comparada con la riqueza de nuestra mística, tal
vez por ninguna superada; pero no es posible dudar de que en
tan triste resultado cabe no pequeña parte a nuestra feroz
intolerancia religiosa.25
Dejando de lado el hecho de que la afirmación de Revilla sobre los
científicos es falsa,26 lo que sus afirmaciones revelan es que buena
parte de los prejuicios sobre la filosofía española (y por ende hispanoamericana) se deben a un concepto muy restringido de filosofía y
a una idea muy pobre de la literatura. Menéndez Pelayo abrió parte
del camino para que en la historiografía de la filosofía española de
la última centuria se incluyese la mística,27 siendo que es una de las
manifestaciones filosóficas más características de la hispanidad entre
24
José Ortega y Gasset [1906], “La ciencia romántica”, en: Obras completas, Revista de
Occidente en Alianza Editorial, t. I, Madrid, 1983, pp. 38-43.
25
Marcelino Menéndez Pelayo, 1915c, op. cit., pp. 86-87.
26
Sobre el tema de la ciencia española véase: José María Millas Vallicrosa, Estudios sobre
historia de la ciencia española, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Barcelona,
1941; David Romano, La ciencia hispanojudía, Mapfre, Madrid, 1992.
27
Guillermo Fraile, Historia de la filosofía española, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid,
1971.
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los siglos X y XVII. Por su parte, Bonilla y San Martín, discípulo de
Menéndez Pelayo, pero no necesariamente el continuador de sus
ideas,28 emprendió la tarea colosal de componer un Corpus sistemático
de la Historia de la Filosofía Española, del que completó dos volúmenes. Esta empresa fue continuada después de la Guerra Civil por
Cruz Hernández, reconocido historiador del pensamiento musulmán, Carreras Artau que se ocupó del cristianismo del siglo XIII al
XV, y Solana que se consagró al estudio del siglo XVI y que él llama
“Renacimiento”,29 haciendo eco de las categorías habituales en otras
lenguas para reconstruir la historia del pensamiento.
Estos valiosos trabajos de reconstrucción histórica y sus similares
han permitido vincular, así sea tangencialmente, el pensamiento
español actual con su historia, pero aún permanece vigente el fenómeno de la “insolidaridad con el pasado”, que Menéndez Pidal describe como una de las características del progresismo y de la izquierda
española y que, por supuesto, no es exclusivo de estas tendencias,
aunque en ellas se destaque.30 Muchos tal vez son los motivos de
esta insolidaridad con el pasado, que necesitan de un examen psicológico, antropológico y sociológico. Los principales tendrán que
ver por supuesto con la historia de España y su relación con el resto
de Europa, como ya se insinuó. Pero el motivo principal, al menos en
lo que respecta a la polémica sobre la filosofía española, es de carácter “político”. Por “político” se entiende en este contexto, de forma provisional y estratégica, lo propio de una facción que defiende
un modelo de Estado justificado en una cierta idea de nación. Tal
motivo político puede ser descrito como la tendencia fuertemente
marcada, en la historiografía de la filosofía española, a plantear el
problema de la relación con el pasado histórico en términos de blanco o negro, de lo que conviene o no a los intereses ideológicos de
cada facción política. El “debate” entre católicos ultramontanos y
Gustavo Bueno Sánchez, 1992, op. cit.
Marcial Solana, Historia de la filosofía española: época del renacimiento, siglo XVI, Real
Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, Madrid, 1941. José Luis Abellán, 1979,
op. cit.
30
Ramón Menéndez Pidal, Los españoles en la historia. Cimas y depresiones en la curva de su vida
política, Austral, Buenos aires, 1959. José Luis Abellán, 1979, op. cit.
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krausistas o progresistas, la disputa entre “izquierda” y “derecha” o
entre “liberales” y conservadores” ha herido profundamente la
conciencia histórica española y su consciencia filosófica en los
últimos dos siglos. El mismo Menéndez Pidal, discípulo de Menéndez Pelayo, defendió la idea de concebir la historia de España
como un vaivén entre el “aislacionismo” y la “comunicación”,31
intentando describir de esa manera la actitud indecisa y contradictoria de España con su propio pasado, actitud que Hispanoamérica también ha heredado y no de manera accidental. No sobra
recordar que es evidente que esas parejas de categorías opuestas
no son todas compatibles y que hay que guardar profundas reservas con respecto a su uso, sobre todo porque el problema de la
reapropiación del pasado, cuando se trata además de un pasado
no moderno, no puede ser explicado con nociones “políticas” modernas restringidas en su alcance.
En su libro Historia crítica del pensamiento español, José Luis Abellán
expone cuidadosamente el estado de la cuestión historiográfica sobre la filosofía española hasta 1979. Cabe destacar que en su exposición del estado del arte, considera que el problema no ha avanzado
mucho desde que Menéndez Pelayo lo formuló en la polémica sobre la ciencia española. Sin embargo, Abellán hace el trabajo de
rastrear las características propias del pensamiento español recurriendo a herramientas extraídas de la sociología, la psicología y la
antropología, para tomar algo de distancia con respecto al problema “político” mencionado arriba, logrando un resultado parcial.
Además, se preocupa por exponer, como antesala a su historia de la
filosofía española, una sociología del catolicismo, que elabora a partir
de una comparación con los análisis weberianos sobre el protestantismo. Esto revela un mayor grado de conciencia con respecto a la
cuestión de la hispanidad y es un ejemplo más de cómo los estudios
sobre cualquier fenómeno de la historia española terminan remitiéndose casi siempre a reflexiones sobre el talante, el espíritu, el
temperamento, la conducta, la moral o el ethos hispánico.
31
Ibíd.
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Sin embargo, el texto de Abellán, como el de Bonilla y San Martín y
muchos otros, aplica sistemas de clasificación y de periodización
provenientes de las historias de la filosofía escritas en otras lenguas
y con otros propósitos. Por supuesto, lo que está en juego aquí no es
solo la simple necesidad de crear categorías adecuadas para la comprensión de un fenómeno histórico particular que no puede ser explicado con conceptos inventados para hablar de otra cosa; es el
hecho más profundo aún de que las clasificaciones históricas son
conceptos filosóficos que dentro del curso mismo de la historia de
la filosofía se han puesto en cuestión. Casi todas las historias de la
filosofía española hablan por ejemplo del “Renacimiento Español”.
El problema no es tanto el de saber si esa cosa existió; el problema es
pensar, a la luz de las fuentes y de la tradición del pensamiento hispánico en confrontación con otras tradiciones, el concepto mismo de
Renacimiento y el concepto mismo de lo Español, en su uso político,
en su impacto psicológico y en su validez histórica y lógica.
Otra dificultad que se encuentra en la mayor parte de las reconstrucciones de la filosofía española, o al menos en las que se reconocen como tales –pues es muy probable que en historias de la literatura
la cuestión reciba un tratamiento distinto–,32 es que se debaten entre el extremo de pensar a España solo como el lugar ocasional de
aparición de lo filosófico y el extremo de pensar una filosofía “estrictamente española” cuyas características son enunciadas ad hoc,
y que bien vista es una estrategia para pensar la nación española o
el nacimiento de la idea de España en el mundo moderno. Según el
primer punto de vista, España es la península Ibérica y por tanto
Séneca es un filósofo español. Con el segundo punto de vista,
solo la filosofía católica tomista de corte universitario desarrollada
después de 1492 y escrita en español es algo que puede ser llamado
filosofía española, con algunas forzadas excepciones. El lugar de
origen, como criterio de identificación, se puede cambiar por la lengua, pero más de la mitad de España se queda por fuera. Lo que
hace que algún filósofo sea incluido en el recuento no es siempre
Cfr. Ángel González Palencia, Historia de la literatura arábigo-española, Labor, Buenos
Aires, 1928; José Amador de los Ríos, Historia crítica de la literatura española, Gredos,
Madrid, 1962.
32
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claro. Las historias de la filosofía española se han reducido además
a ser historias localistas que le dan abiertamente la espalda al proceso de colonización americana. La idea de España que las anima
es reducida o no muy consistente, en exceso sometida a devaneos
políticos locales y coyunturales.
El recuento histórico de lo que se podría llamar la filosofía hispánica ha estado atravesado por necesidades, impulsos y azares históricos de diversa índole, siendo el más significativo la urgencia política
de ofrecer una imagen articulada y límpida que justifique el proyecto colectivo de conformación de la nación española. En el mundo
moderno, las historias de la filosofía han estado sometidas muchas
veces al deseo de dar sentido mediante una narración retrospectiva
a los proyectos de unidad nacional y de comprensión propia de la
identidad política. La historia de la filosofía no solo sigue recurriendo al abusado esquema Antigüedad-Medioevo-Modernidad, también permanecen las historias nacionales de la filosofía o las historias
de las filosofías nacionales, atadas a la idea de pueblo, raza, religión
y lengua. No hay que dejar de reconocer el peso que una lengua
diferenciada debe ejercer en la comprensión de una serie de acontecimientos filosóficos, puesto que una lengua es mucho más que un
simple vehículo transmisor de ideas. El hogar del acontecimiento
filosófico es su lengua y una idea siempre nace con el sentido que le
otorga la lengua en la que se piensa por primera vez. Sin embargo,
usar la idea de una lengua, de una religión o de una raza para definir
rígidamente entidades políticas, esto es, para llenar apresuradamente
el vacío inherente a la noción de identidad propia, conduce entre
otras cosas a profundas rupturas en la narración de la historia de la
filosofía, haciendo que sectores importantes de esta se vean desarticulados. La identidad concebida monolíticamente desconoce los
sutiles entramados del tejido histórico, e ignorante de elementos supuestamente contaminantes se eleva desamparada sobre la ineludible presencia de lo otro en su vano esfuerzo delimitador. La historia
de la filosofía española ha adquirido la forma de una narración
legitimante de la nación católica y en los últimos tiempos, cuando
hasta de eso se tiene vergüenza, ha adquirido la forma de un discurDesafíos, Bogotá (Colombia), (15): 341-369, semestre II de 2006
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so que justifica la nación democrática europea que anhela desesperadamente encontrar en su pasado pruebas de una incierta vocación política pos-franquista y paneuropea. Sus capítulos se
construyen con modelos ajenos, intentando reproducir en España
la secuencia histórica “escolástica-humanismo-renacimiento-ilustración”, como si se tratase de épocas claramente diferenciadas e
inevitables en el devenir de todo pensamiento filosófico que se considere occidental.
El pensamiento hispánico se resiste a este esquema en algunas
articulaciones. Las razones de este desajuste son evidentes. Para
comenzar, la idea de una Edad Media española carece de cuerpo
y sentido si se la elabora a partir de la experiencia histórica de
otras regiones de Europa. Se asume la fecha del descubrimiento
europeo de América como un punto de quiebre importante y sin
duda que lo es. Después de ese momento España ya no va a ser
exactamente la misma. También es obvio que la historia de España
está entrelazada con la historia del resto de Europa. Pero muchos
de los procesos históricos españoles no pueden ser simplemente
concebidos como el efecto, a veces tardío, de acontecimientos que
ya habían tenido lugar en la Europa del norte. El carácter peninsular de España, su condición fronteriza, no solo en términos geográficos, sino también culturales y geopolíticos a lo largo de su
historia, parece a veces impedir ver en ella el lugar de origen de
procesos históricos que después tuvieron eco en el resto de Europa. Adicionalmente, hay que tener en cuenta que los valores e
instituciones sociales que han conformado la civilización hispánica no se vieron sometidos a las mismas transformaciones que
afectaron a la cristiandad del norte. Si se puede hablar, con un
cierto abuso del término y generando recurrentes confusiones,
de una “modernidad” hispánica, solo puede ser para señalar lo
distinta que fue de la modernidad gala, germánica o anglosajona.
Algo similar ocurre con la noción de “Edad Media”, puesto que
esta es justamente un producto de la mentalidad moderna. Sin
embargo, el hecho más significativo que pone en cuestión categorías tan básicas para pensar la historia de la hispanidad y la
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historia de su pensamiento es que esta historia no se desarrolla
solo en Europa.33
Por todas las razones anteriores, la historia de la filosofía española
debe ser ampliada y precisada con el concepto de hispanidad, o de
“hispanidades” para ser más precisos.34 Más allá de la idea de nación moderna española, se propone aquí la idea de hispanidad como
concepto civilizacional. De esta manera se espera no reducir el problema del pensamiento hispánico a una cuestión de identidad nacional útil para justificar un modelo de Estado. La hispanidad es
por supuesto Occidental. En esa medida, vale la pena concebirla
como una serie de procesos históricos complejos cuyos hilos conforman un tejido común con la historia de Occidente. La hispanidad, además, ha habitado en diversos lugares y se ha cultivado en
diversas lenguas, así su desarrollo en los últimos siglos haya sido
característicamente católico y haya sido atravesada en su historia
reciente por la influencia de la civilización occidental germano-franco-anglosajona. También es cierto que lo más notable de la historia
hispánica es la consolidación de la lengua española en el transcurso
de varios siglos. Pero como todo lo hispánico, su lengua también es
mestiza y su historia no puede ser separada de la historia del griego,
el latín, el árabe y el hebreo, por contar solo las lenguas más renombradas y sin desconocer otras lenguas que la han alimentado.
A su vez, la historia de la hispanidad no se la comprende totalmente si no se tienen en cuenta rigurosamente sus raíces mediterráneas que no son solo latinas.
33
Sobre estos aspectos de la historia de España y la idea misma de España, véase: Américo
Castro, La realidad histórica de España, Porrúa, México, 1975; Américo Castro, Sobre el nombre
y el quién de los españoles, Taurus, Madrid, 1985; Américo Castro, Aspectos del vivir hispánico,
Alianza, Madrid, 1970; José Antonio Maravall, El concepto de España en la Edad Media,
Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1981; Claudio Sánchez-Albornoz, La España musulmana, Espasa-Calpe, Madrid, 1973.
34
Sobre el concepto de hispanidad véase: José Ortega y Gasset, España invertebrada, Ercilla,
Santiago, 1937; José Ortega y Gasset, Meditaciones del Quijote: la deshumanización del arte,
Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1942; Manuel García Morente, Idea de la hispanidad, Espasa,
Buenos Aires, 1938; Eduardo Nicol, El problema de la filosofía hispánica, Tecnos, Madrid,
1961; Rodrigo de Maeztu, Defensa de la hispanidad, Publet, Buenos Aires, 1942.
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Para hablar, por tanto, de historia del pensamiento filosófico-político de la hispanidad no solo se deben revisar los conceptos de historia, de filosofía y de historia de la filosofía; el concepto de lo español,
más allá de la idea de nación española, también deber ser examinado.
Con la categoría de lo hispánico se piensa uno de los hilos más
importantes con el cual está tejida la historia del pensamiento occidental y no por simple comodidad pragmática y afán delimitador.
Como Eduardo Nicol señala, la hispanidad no es la españolidad, ni
una simple adición de componentes separados por el mar. La hispanidad no es “Ibero-América”. La conjunción que vincula España y
América no es solo una acción mental o el deseo manifiesto de una
buena voluntad comunicativa:
No se trata de una suma, sino de un fundamento. No se trata de
formar un todo con componentes distintos, sino de advertir que el
todo es unitario porque las modalidades distintas poseen un
elemento o cualidad común. La hispanidad es ese elemento común.
No es el carácter de lo distintivamente español, que haya dejado
su huella indeleble en América. Cuando unos y otros lo creen así,
los hispanos de España y los hispanos de América, es comprensible
que estos últimos rechacen la condición de hispanidad, si piensan
en la autenticidad de su ser. Porque su ser es auténtico y distinto,
y no puede asimilarse al ser español. Hay una forma o especie
española de la hispanidad, y hay otra especie o forma americana.
Siendo como son dos especies del mismo género, ningún individuo
que pertenezca a cualquiera de las dos podrá conocer y poseer
íntegramente su propio ser si no conoce y posee también esa
mitad de sí mismo representada por la otra especie. Rechazar
la hispanidad equivale, para el hispanoamericano, a perder algo
de su propia identidad por causa de un mero equívoco verbal.
Correspondientemente, el español que cree de manera implícita
que le basta serlo para tener suficiencia vital, para poseer condición
de hispanidad, vive ignorando que existe otra parte de su mismo
ser: la que completa el ser general, genérico o generador.35
En este orden de ideas, dos tareas sobresalen. Una es estudiar los
factores que delimitan y componen el variado panorama del pensamiento filosófico-político en la historia de la hispanidad con el objetivo generar un aporte conceptual significativo en la comprensión
de esta historia, hasta ahora relatada en bloques inconexos median35
Eduardo Nicol, 1961, op. cit., p. 106.
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te categorías ajenas. La otra consiste en proponer y argumentar hipótesis de interpretación que le den contenido filosófico a la idea
de hispanidad a nivel descriptivo y normativo. Hay una cierta “originalidad” de lo hispánico que en buena medida es explicable si
rigurosamente se reconstruye la forma como la tradición del pensamiento islámico y judío español, tan estudiada de modo independiente, ayudó a definir el mundo católico de habla hispana, no solo
a nivel religioso, sino también a nivel cultural, en un sentido amplio
de la palabra. Aquí hay un círculo hermenéutico que destacar: es la
consideración histórica de los acontecimientos filosóficos de la hispanidad un elemento fundamental de juicio para distinguir el ethos
hispánico; pero, a su vez, es la reflexión filosófica sobre la historia de
este ethos lo que puede ayudar a comprender los acontecimientos
de una historia que, guste o no, también es la propia.
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V. Género e identidad
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En busca de una nueva
sociedad
Los aportes de la teoría feminista
a la reformulación
del mundo moderno
MARTA OCHMAN
[email protected]
Artículo recibido 15/08/2006
Evaluación par externo 31/08/2006
Evaluación par interno 14/09/2006
Resumen
Este artículo analiza las aportaciones de las teorías feministas a la reformulación de los paradigmas de la teoría política actual. Se retoman dos ejes
temáticos: el problema del reconocimiento de la diferencia y la redefinición de
la dicotomía público-privado, ambos introducidos en el debate político moderno por el feminismo. En el caso de la diferencia, se analiza específicamente el
problema de la representación y su legitimidad. La dicotomía privado-público
se aborda desde el enfoque de la ética del cuidado y sus paralelismos con los
principios de la economía social. La conclusión afirma que el feminismo es, en
esencia, una reflexión sobre la condición del ser humano, concreto en su sexualidad, pero universal en su derecho al reconocimiento.
Palabras clave: feminismo, teoría política, ética del cuidado, diferencia,
economía social.
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Abstract
This article analyzes the contributions of the feminist theories to the reformulation of the current political theory paradigms. Two topical axes are
reexamined: the issue of the recognition of differences and the redefinition of
the public-private dichotomy, both introduced into the modern political discussion by the feminism. In the case of the difference, representation and its
legitimacy issue are analyzed in particular. The private-public dichotomy is
approached from the ethics of care viewpoint and its parallelisms with the
principles of social economy. It concludes that feminism is, in essence, a meditation on the human being condition, concrete on his or her sexuality, but
universal on his or her right to recognition.
Keywords: feminism, political theory, ethics of care, difference, social economy.
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Introducción
Frecuentemente las teorías políticas feministas son consideradas
como un aporte importante pero limitado, y hasta cierto punto
sectario, por su defensa de los intereses de un grupo –las mujeres–, incluso si este representa la mitad de la humanidad. El objetivo de este artículo es analizar cómo el debate feminista ha
contribuido a la reformulación de los paradigmas de la teoría política actual, cómo sigue enriqueciendo nuestra comprensión de
los problemas de identidad y de participación, en una palabra:
cómo está en sintonía –en vanguardia, de hecho– de la reformulación posmoderna de nuestro mundo. En palabras de Alain Touraine,
las mujeres son actualmente portadoras de una concepción general
de la sociedad, que tiene que reinventarse para enfrentar la realidad posindustrial y posmoderna:
La afirmación general de que no es el actor dominante sino el
dominado quien desempeña el papel principal en la recomposición del mundo queda demostrada por el hecho de que son las
mujeres, más que los hombres, quienes elaboran un modelo de
vida recompuesto. (...) Así como la sociedad industrial fue una
sociedad masculina, vale decir, descansó, como lo mostraron los
historiadores de la vida política, sobre la oposición y la jerarquización de hombres y mujeres, el mundo contemporáneo (y no únicamente en los países industrializados) construye, pese a fuertes
resistencias, una cultura a la que se puede llamar feminizada en la
medida en que las mujeres trabajan más activamente que los
hombres en la articulación de las dos mitades separadas de la
experiencia humana. Y no es por azar que, por primera vez, los
nuevos movimientos sociales son animados en gran medida por
ellas, mientras que el movimiento obrero y hasta los de liberación
nacional fueron ampliamente dirigidos por hombres. (...) Las mujeres no sólo quisieron abolir o atenuar las desigualdades que
sufrían y ganar el derecho de decidir libremente sobre sus vidas,
sino que pusieron de manifiesto ante todos unos problemas y un
campo de conductas sociales y culturales tan nuevo que en la actualidad el pensamiento no puede definir el mundo contemporáneo sin
colocar en su centro la reflexión y acción de aquellas.1
Como lo plantea el sociólogo francés, las mujeres fueron históricamente excluidas de la construcción y la conceptualización de la
1
Alain Touraine, ¿Podremos vivir juntos? Iguales y diferentes. Fondo de Cultura Económica,
México, 2000, pp. 192-193.
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esfera pública; por ende, su demanda de la inclusión se ha traducido en un esfuerzo consciente de reconstruir el orden social y no
sólo asumirlo en su institucionalización tradicional. Hoy en día,
cuando el problema de la exclusión amenaza a muchos sectores de
nuestra sociedad –por mencionar a los inmigrantes y/o desempleados como ejemplo– la teoría política feminista ofrece aportaciones
que son retomadas como elementos constitutivos del nuevo ordenamiento social.
Dada la complejidad del tema, nos enfocaremos específicamente
en dos tópicos de la teoría feminista: el problema del reconocimiento
de la diferencia y la redefinición de la dicotomía público-privado,
ambos introducidos a la teoría política por el debate feminista. También es importante considerar que por no ser una revisión sistemática de las teorías feministas, dejaremos de lado las consideraciones
sobre la evolución histórica del mismo feminismo, así como no profundizaremos en las diferencias entre distintas corrientes del mismo.
Retomando la sistematización de Rian Voet2 nos centraremos en
el feminismo de segunda ola, que surge desde finales de los años
sesenta, cuando las mujeres ya han logrado la igualdad de los derechos formales, al mismo tiempo que siguen padeciendo la desigualdad sustancial. De igual manera, de las distintas teorías feministas
retomaremos en mayor grado el feminismo centrado en mujer, que
no pretende reafirmar la igualdad de las mujeres, sino su diferencia,
que debe ser social y políticamente reconocida y valorada.
El problema de la diferencia
Cuando Olympe de Gouge o Mary Wollstonecraft publicaron sus
escritos a finales del siglo XVIII, reclamaban la inclusión de la mujer en la ciudadanía activa con el argumento iusnaturalista de la igualdad natural de todos los seres humanos. Fue hasta mediados del
siglo XX cuando la teoría feminista formuló una de las críticas más
importantes de la teoría política moderna: la universalidad propuesta
y defendida por el iusnaturalismo y la Ilustración es un constructo
2
Rian Voet, Feminism and Citizenship, SACE, Londres, 1998.
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teórico concebido desde la particularidad: el varón. Sin embargo, la
humanidad es sexualmente diferenciada y no existen las abstracciones como el individuo o el ciudadano, no existen normas libres de
su especificidad de género. Como consecuencia de este replanteamiento del problema, la teoría feminista afirmó que las mujeres solo
podrían lograr la equidad si la diferencia se reconocía y si este reconocimiento se traducía en la reinterpretación de los conceptos fundamentales en la política: la justicia, los derechos o la ciudadanía.
Este planteamiento revolucionó la forma en que se ha abordado el
problema de la diferencia en la teoría política moderna. La modernidad, tanto en su expresión liberal como marxista, consideraba la
diferencia como un accidente, una circunstancia histórica que podía ser eliminada a través de la extensión de los derechos, de la
educación o del bienestar económico. La diferencia era conceptualizada sobre todo en la categoría de clase, y las diferencias de clase
desaparecerían por el advenimiento del comunismo en Marx, o por
la extensión de los derechos sociales en Marshall. Sin embargo, las
diferencias de género, como las de raza, etnicidad o edad, no pueden
ser eliminadas ni son asumidas voluntariamente. Así, para la década
de los noventa el discurso de la diferencia se convirtió en una de las
corrientes dominantes del debate político y teórico, y fue retomado
por muchos grupos que compartían con las mujeres la condición de
la diferencia y de la discriminación.
El mito de la universalidad construido sobre el modelo de un varón
blanco, educado, de clase media, heterosexual, adulto y sin discapacidad física, se ha traducido no solamente en la limitada participación de los grupos diferentes en el ámbito de los público, sino
también en la discriminación y presunción de la inferioridad, donde
ser distinto a la norma terminó siendo anormal. De esta forma, el
feminismo ha inspirado a los nuevos movimientos sociales, que se
construyen en torno a las identidades culturales, así como a las teorías de multiculturalismo y de los derechos diferenciados. Todos ellos
critican el individualismo abstracto que, en palabras de Anne Phillips
impone una concepción unitaria de las necesidades y preocupaciones
humanas, que, a su vez, sirve a marginar los grupos que difieren de
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la norma dominante. Las necesidades de las mujeres aparecen,
entonces como el “caso especial” (a pesar de que las mujeres
constituyen la mitad de la población); las diferencias étnicas están
catalogadas bajo el término de “problemas de las minorías étnicas”
(como si la etnicidad fuera característica exclusiva de un grupo
minoritario, anormal); el empobrecimiento de los jubilados es
tratado como la preocupación de un grupo de presión (aunque todos
eventualmente seremos viejos). La dominación de la norma es tan
poderosa que oscurece el hecho de que la mayoría de las personas
se encuentra fuera de sus fronteras.3
El reconocer la diferencia plantea, lógicamente, el problema de
la representatividad. Cuando las feministas llamaron atención a la
marcada subrepresentación de las mujeres en los puestos políticos
o, en general, en las instituciones encargadas de tomar decisiones,
cuestionaron los axiomas de las visiones clásicas de la ciudadanía:
el individuo abstracto con intereses particulares, propia del liberalismo, y el bien común, constitutivo del republicanismo. En la visión liberal, la representación justa se logra a través del principio
“una persona, un voto”, porque no existen los intereses del grupo,
sino de individuos. Un hombre blanco de clase media puede representar de igual manera los intereses de las mujeres que de los votantes negros o de los estratos sociales marginados, porque todos
son individuos iguales, con preocupaciones particulares. En la visión republicana, la representación de grupos marginados es irrelevante porque lo que se busca es el bien común; los republicanos
demandan explícitamente el abandono de los intereses particulares, del egoísmo y del parroquialismo a favor de preocupaciones
más amplias y generales. No necesitamos defensores de nuestros
intereses, sino, de acuerdo con la expresión de Walzer4 especialistas en bien común, que serán ciudadanos en nuestro lugar. Sin embargo, la universalidad de las necesidades humanas o la existencia
del bien común son mitos, que encubren injusticias históricas y
perpetúan los modelos dominantes. Las sociedades concretas no
3
Anne Phillips, Democracy and difference. The Pennsylvania State University Press, University Park, Pennsylvania, 1993 p. 95. Todas las traducciones de los textos en inglés son de la
autora.
4
Walzer, Michael, Obligations. Essays on Disobedience, War, and Citizenship, Harvard University Press, Cambridge, Massachusetts, 1970.
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son homogéneas y ya están estructuradas en torno a las desigualdades y exclusiones. Como personas, no solo somos ciudadanos
con derechos iguales, sino también miembros de grupos privilegiados o marginados. La democracia moderna exigía la participación
como individuos abstractos, ciegos a nuestras diferencias de clase,
género o raza. Pero para los grupos marginados, esta interpretación
de la igualdad solo favorecía su discriminación. De ahí que hoy en
día el debate sobre los derechos diferenciados en función del grupo
–como los plantean Young o Kymlicka– ocupa gran parte de la teoría política, y claramente reconoce su deuda con el feminismo.
Pero incluso dentro de este debate ya legitimado, la teoría feminista
sigue iluminando aspectos que la entusiasta reafirmación de la diferencia todavía ignora: la estigmatización y la fragmentación. Gracias a su complejidad interna, las teorías feministas tienen que
sostener el debate no solo con las demás corrientes, sino también
un debate interno. En cuanto al problema de la diferencia, en los
años noventa surgió el feminismo deconstructivista que reafirma la
diferencia a tal grado que proclama la arbitrariedad de la idea de la
mujer y su opresión como tal. La fragmentación se hace omnipresente: no es lo mismo ser una mujer blanca que negra, rica que pobre,
homosexual que heterosexual; las fronteras de la diferencia se entrecruzan y hacen imposible una representación política coherente.
Si el varón no puede representar los intereses de la mujer, tampoco
la mujer mestiza puede hablar en nombre de la indígena, la madre en
el nombre de una mujer sin hijos, etc. Hoy en día, muchas feministas llaman la atención sobre el hecho de que no se puede construir
una política coherente sobre la identidad si esta no se traduce en
ideas compartidas;5 que las demandas de la representación equitativa para las mujeres no tienen por finalidad simplemente votar por
los intereses de las mujeres, sino de incluir las preocupaciones e
interpretaciones de las mujeres al debate público. Muchas de las
críticas a la teoría multiculturalista, por ejemplo, comparten esta
preocupación por la fragmentación de lo político y lo social, y po5
Phillips, op. cit., pp. 147-151.
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drían encontrar en los planteamientos feministas pistas valiosas para
solucionar este problema.
Las feministas afirman también que resolver el problema de diferencia exclusivamente a través de los derechos especiales, frecuentemente lleva a la estigmatización de los beneficiados. Los debates
actuales sobre las políticas de la acción afirmativa (discriminación
positiva) son un claro ejemplo de ello. Si las mujeres necesitan
que por ley se les asigne un porcentaje de cargos políticos o administrativos, o si los negros tienen que tener cuotas para entrar a
las universidades, es porque son débiles, inferiores, y necesitan
de la protección paternalista, no de igualdad política. La solución
tradicional de derechos especiales para los grupos marginados no
es satisfactoria porque implica la estigmatización de estos, como
ya mencionada desviación de la norma(lidad). Para evitarlo, algunas feministas defienden los llamados «derechos relacionales»
(relational rights),6 concebidos como un recurso al que pueden apelar no miembros de un grupo, sino individuos en una situación semejante (por ejemplo, la ley de cuotas se puede plantear no como
un mínimo de participación de las mujeres, sino como una obligación que ningún género, o grupo minoritario, esté subrepresentado).
De tal manera que lo que se enfatiza no es la diferencia de un grupo
frente a un ideal, sino la diferencia mutua: yo soy diferente frente a ti
y tú eres diferente frente a mí. Los derechos no deben ser iguales o
especiales, sino deben referirse a situaciones particulares, y aplicar
a personas que las viven. De esta forma, no solo se logra la representación equitativa, sino también el reconocimiento de la diferencia como parte constitutiva de nuestra sociedad.
Desde finales de los años noventa, el feminismo empieza a distanciarse de algunas teorías comunitaristas y multiculturalistas, y lo
hace precisamente defendiendo ciertos derechos universales, que
se cuestionan en el nombre del derecho de vivir en su propia cultura, aunque esta viole las garantías individuales. El análisis de Moller
6
Voet, op. cit.
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Okin7 resume las tensiones entre estas dos corrientes que han defendido el derecho a expresar la diferencia en lo público. Sin embargo, el multiculturalismo reclama el respeto a la diferencia solo en la
esfera pública, mientras que minimiza su importancia en la esfera
privada. Por el contrario el feminismo –aunque contribuyó sustancialmente a revalorar la diferencia en la teoría política actual– no
considera que el problema se resuelva con el simple reconocimiento de los derechos especiales o incluso relacionales en la esfera pública. La gran aspiración de las teorías feministas es redefinir la
conceptualización misma de lo privado y lo público, para resolver
los problemas de la discriminación y marginación de cada vez mayor número de individuos. Regresando a la idea de Touraine, la crisis actual de la sociedad es crisis de un modelo particular, construido
sobre el paradigma de la racionalidad, identificada con la masculinidad, y que terminó privilegiando el modelo de la dominación: de
la razón sobre la emoción, del hombre sobre la naturaleza y del
individuo sobre el individuo. Por ello, la redefinición de lo público
abre la posibilidad no sólo de una mayor participación de las mujeres, sino también de atenuar la crisis de una sociedad capitalista
excesivamente individualizada.
La dicotomía entre lo público y lo privado
Toda la teoría política clásica descansa sobre la distinción entre lo
privado y lo público. Para Aristóteles y los republicanos como Hannah
Arendt, lo privado, es el ámbito de la necesidad y lo público, de la
libertad. Los liberales invierten la valoración y consideran que lo
privado es por excelencia el espacio donde el individuo puede disfrutar de su libertad. Frente a estos enfoques tradicionales, las teorías feministas llamaron la atención al hecho de que para las mujeres,
tanto el espacio público como el privado, son espacios de dominación. En cuanto a la esfera privada, el feminismo mostró que las
relaciones personales, familiares o sexuales implican relaciones de
poder. Por ende, la defensa liberal de la no intervención del Estado
en la vida privada solapa muchas veces la explotación y el abuso.
7
Susan Moller Okin, “Feminism and multiculturalism. Some tensions”, en: Dan Avon y
Avner de-Shalit (eds.), Liberalism and its Practice, Routledge, Londres, 1999, pp. 81-105.
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Por otro lado, es en la esfera privada donde nos formamos como
personas, donde se construye nuestra identidad y autoestima. El
ámbito de la autonomía personal, tan apreciado por los liberales,
depende entonces del proceso de socialización que transcurre en
gran parte en la esfera de lo privado, y determina nuestra participación o no participación en la esfera pública, nuestra percepción de
lo que podemos o no hacer en la convivencia con los demás.
Para las mujeres, las dos interpretaciones tradicionales de lo privado y lo público han resultado en discriminación. Los republicanos
construyeron un modelo de responsabilidad y participación cívica
sumamente exigente, que descansa sobre la aceptación implícita de
que las mujeres se encargan de la satisfacción de las necesidades.
La afirmación de Hannah Arendt respecto a que el modelo republicano en Grecia Antigua descansaba sobre la existencia de la esclavitud, que permitía a los ciudadanos ser libres del trabajo, sigue válida
para el republicanismo moderno, donde la posibilidad de participar
activamente en la política necesita que las mujeres se ocupen del
trabajo doméstico, del cuidado de los niños, los enfermos y los ancianos. Por su parte, aunque los liberales valoraron más lo privado
que lo público, el aprecio social fue construido sobre la participación en la actividad económica remunerada, mientras que el trabajo
doméstico permaneció sin remuneración y creó la dependencia económica de las mujeres. La separación entre lo privado y lo público,
entonces, influyó en la construcción social de la mujer como dependiente, pasiva, preocupada por pequeños problemas domésticos y no por los grandes problemas públicos.
El Estado benefactor que se desarrolló principalmente en Europa
liberó en primera instancia a las mujeres de algunas tareas domésticas, sobre todo vinculadas con el cuidado de los miembros dependientes de la familia. Sin embargo, en los años ochenta ya eran
evidentes las paradojas de esta solución: el Estado benefactor descansaba en el trabajo pagado, pero devaluado, de las mujeres, quizá
no europeas sino inmigrantes, quienes se encargaron de las tareas
socialmente desprestigiadas. De ahí que el feminismo replanteó el
problema: no se trata de ver cómo la mujer puede tener acceso a las
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funciones sociales respetadas, y tradicionalmente masculinas, en el
ámbito de lo político y lo económico, sino de redefinir cuáles son las
actividades socialmente valoradas. El problema no reside en que se
le niegue a las mujeres la participación, sino que la sociedad
devalúa las actividades y actitudes tradicionalmente femeninas. Las
distintas corrientes que defienden esta conceptualización del problema son cada vez más asertivas en su propuesta de sustituir la
ética de la justicia (de derechos) por la ética del cuidado (ethic of care)
o de responsabilidad. La ética de la justicia descansa en la conceptualización abstracta de los derechos universales, mientras que la
ética del cuidado enfatiza las necesidades de personas concretas y
los lazos de solidaridad y mutualismo. Aunque los planteamientos iniciales identificaban la diferencia entre la ética de justicia y
la ética del cuidado con la diferencia de género, cada vez son más
frecuentes las interpretaciones que la sustraen de la discusión sobre
las diferencias de género, y postulan la ética del cuidado como el
fundamento de una sociedad bien ordenada. Frente a los postulados
liberales de imparcialidad y leyes justas, se pide el reconocimiento de
las necesidades concretas de los individuos que viven en comunidades concretas, el compromiso de aceptar nuestra responsabilidad
por satisfacer estas necesidades como actitudes cívicas, no altruistas
y mucho menos como un sacrificio que victimiza al que cuida a los
demás. En los planteamientos de Joan Toronto, Jean Bethke Elshtain
o de Karol Soltan, la sociedad actual exige que las virtudes consideradas privadas –empatía, responsabilidad, amor– sean incluidas
en el conjunto de virtudes públicas. La ética del cuidado postula
redefinir la conceptualización contractualista de la sociedad, que
construye y promueve un individualismo exagerado, dejando poco
espacio a “estas contribuciones de las mujeres, que han sido vinculadas con el ciclo de la vida humana, con la protección y nutrición
de la vulnerable existencia humana”.8 Históricamente, la ética que
promueve lealtad, mutualidad, preocupación por el otro, ha sido
identificada con el papel de la mujer, lo que no le preocupa a la
Jean Bethke Elshtain, “The communitarian individual”, en: Etzioni, Amitai (ed.) New
Comunitarian Thinking. Persons, virtues, institutions, and communities, University Press of Virginia, USA, 1995, p. 106.
8
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autora tanto como el hecho de que estos han sido excluidos del
ámbito público, cuando son las virtudes que contrarrestan el proceso de la desintegración social.
Karol Soltan, en su estudio sobre las competencias ciudadanas,
retoma estas preocupaciones y postula que no se puede entender la
ciudadanía sin retomar los aportes de la ética del cuidado. La ciudadanía es la forma en que nos relacionamos con las instituciones de
nuestra sociedad. La ciudadanía madura implica no solo la lealtad
hacia las instituciones, sino también el compromiso de mejorarlas.
Para el autor, entonces, la ciudadanía es expresada por la relación
entre la madre y el hijo, donde la preocupación principal del ciudadano es hacer posible que las instituciones políticas y sociales logren su madurez. Evidentemente, la ciudadanía no se expresa solo
en el amor hacia las personas (aunque la maternidad/paternidad
siempre fue fuente de derechos ciudadanos), o de las instituciones,
sino también en el cuidado de las cosas, extendiendo nuestra responsabilidad hacia el medio ambiente. Para Soltan, ser buen ciudadano implica las principales virtudes de la ética del cuidado: el amor
y la inteligencia. La inteligencia se refiere a la habilidad de hacer
más con menos y en ambiente más hostil.
El amor, en este sentido, (…) es un conjunto de actitudes y
habilidades que pueden crear y mejorar las instituciones así como
los objetos materiales o abstractos, y que ayudan a desarrollar
el carácter. (…) La capacidad de mejorar las instituciones es central para la competencia ciudadana. Es lo que hace posible expresar
la forma cívica de la lealtad institucional. Es lo que añade la
inteligencia al amor ciudadano.9
El concepto de la ética del cuidado es retomado también por la
mayoría de los movimientos ecologistas posmodernos, que plantean el problema del medio ambiente en términos de la dominación
del hombre sobre la naturaleza, promovida por el conjunto de valores compartidos por la sociedad moderna, moldeada sobre las virKarol Edward Soltan, “Civic Competence, Attractivness, and Maturity”, en: Stephen L.
Elkin y Karol Edward Soltan (ed.), Citizen competence and democratic institutions, University
Park, Pa. Pennsylvania State University, 1999, pp. 20-23.
9
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tudes tradicionalmente asociadas con masculinidad: la racionalidad, la fuerza, la utilidad. Pero, sin duda, son los postulados de la
economía social los que proponen cambios más radicales en el ordenamiento social actual, cambios que implican la revaloración de
los ámbitos de lo privado y lo público. Esta teoría comparte con el
feminismo el diagnóstico de que la sociedad moderna, fundada sobre las virtudes del trabajo remunerado de la economía capitalista,
es insostenible tanto desde el punto de vista económico como social.
La valoración social, y por ende la autoestima, dependen del éxito
que los individuos tenemos en la vida pública, sea esta el mercado o
el Estado. Sin embargo, la subsistencia de la sociedad depende cada
vez más de las actividades orientadas a reparar los daños inflingidos
por la excesiva individualización y competencia.
El concepto de la economía social surge como respuesta a la problemática de pobreza y marginación, vinculada con el desempleo que
enfrentan las sociedades europeas. La afirmación fundamental de
los teóricos de la economía social es que el Estado benefactor ya no
responde a las necesidades de la sociedad pos-industrial, porque
la revolución tecnológica (informática principalmente) ha provocado que el capital no necesite mano de obra para reproducirse.
Este fenómeno presenta a la humanidad un nuevo reto: construir
una sociedad donde el trabajo asalariado no sea el medio principal
de asegurar la subsistencia. A su vez, la nueva sociedad permitiría
evitar la frustración de los individuos que viven todavía efectos de
la ideología de la sociedad capitalista, donde el trabajo está sometido a las leyes del mercado, y el desempleo es visto como problema de la ineficiencia del individuo, por lo cual implica la culpa y
la estigmatización. Para lograrlo, la economía social plantea la necesidad de des-mercantilizar el trabajo como la única solución
real al problema. Para salir de la trampa del empleo asalariado
cada vez más escaso, los teóricos de la economía social proponen crear un nuevo sector, al lado del mercado y del Estado, un
sector donde lo social estaría por encima de lo económico y lo
político. El fundamento de la integración social no sería entonces el
trabajo, sino una serie de actividades comunitarias, cuyo objetivo
no sería el lucro, sino precisamente la cohesión social y la solución
de problemas ecológicos, de marginación o de exclusión social.
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Los teóricos de la economía social, como André Gorz, Ulrich Beck
o Roger Sue, proponen que no se utilice siquiera el concepto de
“sector”, que tiene connotaciones de actividades al margen del sector productivo, y hablan de “esfera de actividades” accesibles a todos, libres de estigma de trabajo precario o temporal mientras el
individuo logre insertarse en el mercado de trabajo formal. Para
evitar la estigmatización de la esfera social, y lograr la des-mercantilización del trabajo, la economía social postula varias condiciones, que hacen eco de las ya muy antiguas demandas feministas. La
primera se refiere al carácter de las actividades de la tercera esfera,
que deben tener como objetivo no solamente la auto-realización del
individuo, sino también su socialización: el reconocimiento de que
su actividad, aunque no remunerable, es socialmente útil. De esta
forma, lo que se quiere lograr es el cambio en la jerarquía de valores:
lo más valioso debe ser lo que ayuda a crear una comunidad mutualista, no una plusvalía económica o el poder político. El cuidado de
los niños y jóvenes, la integración de los ancianos o personas
discapacitadas, la organización de la vida comunitaria ya no serían
vistos como una carga o una actividad complementaria para las
mujeres ociosas con conciencia; serían considerados la esencia misma de las virtudes ciudadanas.
Dado que estas actividades implican cumplir con la responsabilidad frente al resto de la sociedad, todos los ciudadanos deben tener
asegurado un ingreso social (sueldo ciudadano), independientemente
de si trabajan en la tercera esfera o en las actividades remuneradas
tradicionales. El objetivo de esta medida es evitar la estigmatización de los que trabajen en la esfera voluntaria. El sueldo social no
es concebido como el pago por las actividades de economía social
–porque su utilidad no es medible en función del dinero–, sino como
la realización del derecho de cada individuo de vivir dignamente y
desarrollar proyectos propios. Aquí también se aprovechan las décadas del debate feminista sobre la inclusión de la labor doméstica a
la economía formal, en condiciones de equidad no solamente en cuanto a la valoración social, sino también en cuanto a las prestaciones
laborales y seguridad social exclusiva actualmente del mercado laboral formal. Según los datos del Banco Mundial, publicados en diDesafíos, Bogotá (Colombia), (15): 371-387, semestre II de 2006
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ciembre de 2002, si el trabajo doméstico que realizan las mujeres
en el hogar fuera remunerado económicamente y se incluyera en los
indicadores macro, representaría el 17% del Producto Interno Bruto mundial. Pero actualmente es un trabajo devaluado, no solo económica sino también socialmente.
Para asegurar la equidad en la valoración social de distintas actividades, la economía social postula que los tres sectores deben ser
permeables: los individuos deben poder salirse temporalmente del
mercado de trabajo para dedicarse a las actividades sociales y ser
sustituidos por los individuos que se reintegran a este. Además,
todos deben tener derecho a participar en las instancias de administración local, para decidir sobre la vida interna de cada entidad. De
esta forma, no se propone solamente fijar un sueldo por labores
comunitarias, sino cambiar nuestra percepción de lo que es el trabajo. El individuo, para lograr la plena autorrealización, debe participar en las actividades tanto económica como socialmente útiles;
las labores del cuidado o de desarrollo comunitario no son una penosa necesidad, sino la esencia misma de una comunidad sana. De ahí
que, como la última condición, se postula que la sociedad debe
valorar de igual manera las actividades voluntarias y las asalariadas. Las actividades voluntarias no estarían sometidas a la reglamentación, a la necesidad de demostrar que no tienen fines de
lucro o que sí tienen beneficios sociales medibles. Sería un sector
libre, espontáneo, creativo de “acción ciudadana” para el beneficio de la comunidad inmediata. La esfera de la economía social
no estaría definida por actividades sin fines de lucro, sino por el
hecho de que la ganancia, la utilidad, no constituyen el interés
primordial de los inversionistas.
El proyecto de la economía social claramente va más allá de encontrar un remedio al desempleo estructural de las sociedades posindustriales; es un intento de crear una nueva sociedad, la sociedad
que valora la utilidad social (felicidad, armonía, cooperación, ecología, arte, autorrealización) más que la utilidad económica (riqueza
material). Al igual que la ética del cuidado, la economía social postula que el criterio de la responsabilidad social fuera más fuerte que la
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necesidad de la utilidad, lo cual plantea la posibilidad de replantear
los fundamentos mismos de la sociedad capitalista moderna y permite desvincular las políticas sociales de la competencia política de
los partidos, así como asegura el respeto a la diversidad cultural,
dado que cada comunidad o cada individuo pueden desarrollar las
actividades que consideran útiles para sí mismo y para la sociedad.
De esta manera se evita la imposición de un modelo de vida, que
hoy en día es patriarcal, individualista y consumista.
Conclusiones
Como se pudo apreciar en esta breve revisión, solamente dos tópicos de la teoría política feminista, han servido por su aporte fundamental a las reformulaciones del orden social. Infortunadamente,
son también contribuciones frecuentemente ignoradas, incluso
menospreciadas, como si la preocupación por la condición social
de la mujer fuera manifestación de un sectarismo fanático.
El feminismo es, en esencia, un proceso de reflexión sobre la condición del ser humano, concreto en su sexualidad, pero universal en
su derecho de que su identidad sea reconocida y sus necesidades
sean satisfechas. Siempre se centrará en el análisis de la condición
de la mujer, y sería un error afirmar que la discriminación o inequidad
que enfrentan las mujeres es la misma que enfrentan las minorías
nacionales, los pobres o los desempleados. Independientemente
de que otras corrientes teóricas retomen los postulados feministas
para enmarcar conceptualmente sus propias luchas, la teoría feminista será necesaria. No obstante, es también importante acercarnos
al feminismo como a una teoría general, que nos permite ver la sociedad moderna bajo una nueva luz, revaluar los valores que la fundamentan y encontrar soluciones a los problemas que ya no podemos
resolver bajo los paradigmas heredados de los siglos pasados.
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investigadores
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Petróleo e indígenas
en Colombia
Una mirada desde la seguridad
humana1
ANA CECILIA BURGOS GONZÁLEZ
[email protected]
Artículo recibido 15/09/2006
Evaluación par interno 20/09/2006
Resumen
En Colombia las actividades de exploración, explotación, transporte y procesamiento de hidrocarburos que se vienen realizando desde comienzos del siglo
XX son responsables de grandes procesos de transformación del territorio y de
degradación de los ecosistemas en los que se realizan. Estos procesos han
impactado negativamente la seguridad de las comunidades indígenas poniendo en riesgo su cultura y en algunos casos su existencia misma. Aunque históricamente los derechos de estas poblaciones frente a la explotación petrolera, y
minera en general, han cambiado y su autonomía e integridad es protegida por
la Constitución de 1991, las comunidades siguen teniendo una alta vulnerabilidad frente a la intervención de los ecosistema que habitan.
1
Este es un artículo de reflexión basado en una metodología de revisión bibliográfica y
constituye un avance de investigación que se inscribe en el proyecto “Hacia la redefinición
de las relaciones entre medio ambiente y seguridad en la región andina” que hace parte de
la línea de investigación “La seguridad, entre lo regional y lo internacional” del Centro
de Estudios Políticos e Internacionales de la Universidad del Rosario.
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La degradación ambiental producida directamente por las actividades petroleras
y por los procesos de colonización que estas impulsan se constituye en una amenaza a la seguridad de las comunidades, cuyos territorios y recursos de subsistencia
se ven disminuidos. La colonización y la presión sobre los recursos naturales que
esta produce son motivadas principalmente por la pobreza de poblaciones campesinas que buscan nuevas tierras para habitar, a su vez estos dos procesos son
causa de degradación ambiental que empobrece a las comunidades étnicas debido a
que afecta sus fuentes de sustento, situación que genera inseguridad para los indígenas. Adicionalmente, la degradación ambiental y la disminución de los territorios ponen en riesgo la cultura de estos grupos humanos, pues afecta sus valores,
tradiciones, autoridades y, en general, su forma de vida lo que constituye una
amenaza a su seguridad.
Palabras clave: petróleo, indígenas, seguridad humana.
Abstract2
In Colombia, the exploration, exploitation, transport, and processing of
hydrocarbons since the beginning of the 20th century have caused great territory
transformations and ecosystem degradation. These processes have impacted
adversely the indigenous communities security, exposing their culture and, in
some cases, their existence itself. Even though, facing oil and, in general,
mineral exploitation, the rights of this population have changed historically
and their autonomy and integrity is protected by the 1991 Constitution, the
communities are still highly vulnerable to the intervention on the ecosystem
they inhabit.
The environmental degradation directly arisen from the oil exploitation activities
and the colonization they have driven, has become a threat to the security of
the communities whose territories and subsistence resources have been reduced.
Colonization and the resulting natural resource pressure are mainly caused by
the poverty of the country population that seek new lands to occupy and these
two facts cause in turn the environmental degradation that impoverish the
2
This document is a meditation paper based on a bibliographic review methodology and
constitutes a research advance registered in the “Towards the redefinition of the relationship
between environment and security in the Andean Region” project, which is part of the
research line “Security – between the regional and the international” carried out by the Center
for Political and International Studies of the Universidad del Rosario.
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ethnic communities by affecting their living sources, thereby causing insecurity
to the indigenous population. In addition, environmental degradation and
territory reduction risk these human groups’ culture by impacting their values,
tradition, authorities and, in general, their way of living, and therefore turn
into a threat to their security.
Key words: petroleum, indigenous, human security.
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Introducción
Este artículo analiza la relación entre la explotación de recursos
naturales, específicamente del petróleo y la seguridad de las poblaciones indígenas, haciendo énfasis en la relación que existe entre
ocupación del territorio, estrés ambiental y pobreza y la de estos
con la seguridad humana. Actualmente, los 638 resguardos existentes ocupan el 27% del territorio colombiano correspondiente a
31.3 millones de hectáreas. Estos resguardos son propiedad colectiva de los 82 pueblos indígenas del país y están presentes en la
mayoría de los departamentos.3 La población indígena colombiana
asciende a aproximadamente 800.000 personas que equivalen al 2%
de la población total del país4 y a pesar de que constituyen una minoría tienen derecho a ser consultados sobre todos los proyectos de
explotación de recursos naturales que se realicen en sus territorios.
Por lo anterior, los pueblos indígenas son protagonistas de buena parte de los proyectos de explotación minera y especialmente de explotación petrolera, proyectos que producen una fuerte intervención en
el medio ambiente y que representan una amenaza para la forma de
vida de las comunidades y en algunos casos para su supervivencia.
Para las comunidades indígenas colombianas la relación con los
elementos medio ambiente y territorio es vital para la reproducción
de su cultura y costumbres; por este motivo, todas las transformaciones que estos dos elementos sufren tienen un impacto en su
bienestar y su forma de vida. En los últimos años las actividades
de explotación de recursos naturales en general, y de recursos mineros en particular, se han convertido en el país en fuente de conflicto entre estas comunidades, por un lado, y el Gobierno y las
empresas, por el otro, ya que poseen visiones radicalmente distintas sobre la relación con el medio ambiente. Para los indígenas la
madre tierra es considerada un ser vivo y por ello lo que se le haga
tiene consecuencias que van más allá del impacto físico. Desde este
3
Colombia, Departamento Nacional de Planeación, “Bases para el Plan Nacional de
Desarrollo 2002-2006. Capítulo III. Construir Equidad Social”, Bogotá, 2002, disponible
en http://www.dnp.gov.co/paginas_detalle.aspx?idp=699, última actualización no disponible, consulta realizada el 10 de septiembre de 2006.
4
Ibíd.
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punto de vista, la naturaleza no debe ser explotada ni agredida porque los pueblos indígenas se consideran parte de ella.5 Por esta razón, conciben una relación de respeto y dependencia con la tierra
que se expresa en el manejo del medio ambiente y de los recursos
naturales y que es contraria a la fuerte intervención ambiental que
generan las actividades petroleras.6
El sector petrolero tiene un peso importante en la economía colombiana, pues es el principal producto de exportación (representa el
55.4% del total de las exportaciones) y es la actividad que más recursos aporta a las finanzas públicas;7 de hecho, en 2005 aportó 2.8
billones de pesos por concepto de regalías.8 A pesar de su importancia, las reservas de petróleo colombianas han disminuido en los últimos años, al punto de que el país está cerca de perder su autosuficiencia
petrolera, que por ahora está garantizada hasta el año 2010.9
Por esta razón, en los últimos años el Gobierno ha realizado una
serie de reformas con las que busca incentivar la inversión en el
sector hidrocarburos y de esta forma evitar que el país pierda su
condición de país exportador de petróleo. Una de las reformas fue
la separación de dos roles que venía desempeñando Ecopetrol,
entidad que al mismo tiempo era una empresa industrial dedicada
5
Actualidad Étnica, “Indígenas en el Día del Medio Ambiente: No somos nada sin la madre
tierra”, Bogotá, 2006, disponible en http://www.etniasdecolombia.org/actualidadetnica/
detalle.asp?cid=3633, última actualización 1 de septiembre de 2006, consulta realizada el
2 de septiembre.
6
José Sebastián Jansasoy, “Plan de vida del pueblo Cofán y cabildos indígenas del valle
del Guamuéz y San Miguel. Una propuesta indígena de desarrollo y paz en el departamento del Putumayo”, en: Colombia, Departamento Nacional de Planeación, Construcción de
un futuro para Colombia desde sus territorios, Departamento Nacional de Planeación, Bogotá,
2003, p. 131.
7
Colombia, Ministerio de Minas y Energía, “Memorias al Congreso 2005-2006. Sección A
sector hidrocarburos”, 2006 p. 20. Disponible en http://www.minminas.gov.co/minminas/
pagesweb.nsf ?opendatabase última actualización 16 de septiembre de 2006, consulta realizada el 16 de septiembre de 2006.
8
Ibíd.
9
Colombia, Presidencia de la República, “Hasta el 2010 Colombia prorrogará autosuficiencia petrolera”, marzo 31 de 2005, disponible en www.presidencia.gov.co/prensa_new/
sne/2005/marzo/31/063, última actualización 15 de septiembre de 2006, consulta realizada el 15 de septiembre de 2006.
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a las actividades de exploración y explotación de hidrocarburos y
el administrador de las reservas de hidrocarburos del país. Como
resultado de esta separación fue creada la Agencia Nacional de
Hidrocarburos (ANH), entidad que está encargada de administrar
los contratos de exploración y explotación de hidrocarburos, las
reservas y la información geológica.10 Otra de las reformas fue
realizada por la ANH, que rediseñó el modelo de contratación
con las empresas petroleras con el fin de hacer más atractiva la
inversión en el país.
Sin desconocer la importancia que el sector petrolero tiene en la
economía y dado que actualmente es prioritario para el país encontrar nuevas reservas de petróleo, revisar los efectos que las actividades de exploración y explotación petrolera han tenido en las
poblaciones indígenas permite analizar la necesidad de proteger a
las comunidades y su territorio, especialmente si se tiene en cuenta la gravedad de la situación humanitaria de los indígenas colombianos y los derechos que tienen las comunidades frente a la
explotación de recursos naturales. Los pueblos indígenas son víctimas de violaciones de los derechos humanos “como resultado,
entre otras, de las dinámicas del conflicto armado interno, la implantación en gran parte del país de grupos armados ilegales vinculados a estructuras regionales y locales de poder político o los fuertes
intereses económicos vinculados al narcotráfico y a la explotación
de los recursos naturales”.11 Es decir, los territorios indígenas reciben presiones tanto de los actores de conflicto armado como de
actividades económicas legales, específicamente de actividades
como la explotación forestal, las explotaciones mineras (petróleo,
oro, carbón, salitre), los megaproyectos hidroeléctricos y la construcción de vías, actividades que producen efectos negativos en las
condiciones de vida de las comunidades.12
Colombia, Ministerio de Minas y Energía, Unidad de Planeación minero energética, La
cadena de petróleo en Colombia, Ministerio de Minas y Energía, Bogotá, 2005, p. 27.
11
Consejo Económico y Social de Naciones Unidas, Comisión de Derechos Humanos,
Informe del relator especial sobre la situación de los derechos humanos y las libertades fundamentales de
los indígenas. Misión a Colombia. 2004, p. 5, disponible en www.acnur.org/biblioteca/pdf/
3175.pdf, consulta realizada el 30 de agosto de 2006.
12
Ibíd., pp. 14, 19.
10
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Frente a esta situación los indígenas colombianos cuentan con una
serie de derechos y de mecanismos de protección que les permiten
proteger su integridad territorial y cultural de la intervención de los
grandes proyectos de inversión. La Corte Constitucional ha participado en la resolución de algunos de los conflictos alrededor de los
recursos naturales entre las empresas petroleras y las comunidades
indígenas, así como en el desarrollo de los derechos que estas últimas tienen; ha convertido a la acción de tutela y a la consulta previa
en herramientas para que las comunidades puedan defender la integridad de sus territorios y para obligar a que durante los proyectos
de explotación de recursos naturales sus intereses sean tenidos en
cuenta. A pesar de que estas dos herramientas tienen limitaciones
y que en ocasiones las comunidades perciben que sus intereses no
son realmente respetados por las empresas, constituyen un avance importante en la protección de la seguridad de las minorías étnicas del país.
Este artículo de reflexión, basado en una metodología de revisión
bibliográfica, se divide en cuatro secciones. En la primera parte se
aborda la relación entre seguridad humana, degradación ambiental,
pobreza y territorio, que son los conceptos alrededor de los cuales se
articula el análisis de la relación entre explotación petrolera y seguridad de las comunidades indígenas. En la segunda parte se realiza una
revisión de las consecuencias que en Colombia las explotaciones petroleras han tenido sobre los pueblos indígenas. Para ello se analizan
tres casos ejemplares: la Concesión Barco, desarrollada en la región
del Catatumbo; la Concesión De Mares, desarrollada en el Magdalena Medio y la explotación petrolera realizada en el departamento del
Putumayo. Con el fin de conocer el desarrollo de mecanismos legales
de protección de los derechos de los pueblos indígenas frente a la
explotación de recursos naturales, en la tercera parte se analizan
los alcances de la consulta previa y los desarrollos que en el tema
de protección de los territorios indígenas ha realizado la Corte Constitucional. Posteriormente se analiza, a partir de las secciones anteriores, la relación entre medio ambiente, actividades petroleras y
seguridad de las comunidades indígenas, haciendo énfasis en la colonización como causa de degradación medioambiental y pérdida
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del territorio. Por último, este artículo propone que el Estado debe
encontrar la forma de compatibilizar la protección de la diversidad
cultural de la nación, de forma que se garantice la seguridad de las
poblaciones indígenas y el interés que comparten las empresas petroleras y el Gobierno por descubrir y explotar nuevos yacimientos
de hidrocarburos que garanticen la autosuficiencia petrolera del país.
Seguridad ambiental en el marco de la
seguridad humana
El artículo toma como marco de análisis la visión humana de la seguridad ambiental que se ubica no en el concepto tradicional de
seguridad enfocado en las amenazas al Estado, sus fronteras e integridad territorial, sino en la protección y el bienestar del individuo,
las comunidades y de la sociedad en general.13 El concepto de seguridad humana comprensiva está formado por dos componentes:
uno político, que hace referencia a los asuntos militares, económicos y socio humanitarios y uno ambiental, relacionado con los recursos naturales, su protección y utilización.14 A diferencia del concepto
tradicional de seguridad, una visión humana de la seguridad permite analizar las amenazas que afrontan las comunidades indígenas
colombianas teniendo en cuenta las particularidades de este grupo
humano que es minoritario en el país y que posee una visión de la
relación con el medio ambiente y con el territorio distinta a la que
desarrolla el Estado en las actividades de explotación minera. Así,
el concepto de seguridad humana permite analizar de qué forma las
actividades petroleras pueden afectar específicamente a las comunidades indígenas, su cultura, sus medios de subsistencia, el medio
ambiente y el territorio en el que se desarrollan.
13
Adil Najam, “The human dimensions of environmental insecurity: Some insights from
South Asia”, en: Environmental change and security project report, num. 9, The Woodrow Wilson
Institute, 2003, p. 61.
14
Arthur Westing, “The environmental component of comprehensive security”, en: Bulletin
of peace proposals, vol. 20, num. 2, Internacional Peace Research Institute, Sage Publications,
Oslo, 1989, p. 129, citado por Stéphanie Lavaux, “Medio ambiente y seguridad: una relación
controvertida pero necesaria”, en: Cardona, Labatut, Lavaux, Sánchez (eds.), Encrucijadas de
la seguridad en Europa y las Américas, Universidad del Rosario, Facultades de Ciencia Política y
Gobierno y de Relaciones Internacionales, CEPI, Bogotá, 2004, pp. 22–23.
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El componente ambiental de la seguridad humana permite relacionar los problemas ambientales con otras formas de inseguridad que
pueden ser agravados por este, como el desplazamiento forzoso o la
pobreza.15 Un enfoque humano de la seguridad permite relacionar
“las amenazas a los valores, identidad, a la cultura, al desarrollo
sostenible y al bienestar económico y social de las personas”16 con
los problemas ambientales.
Así, los problemas de estrés ambiental constituyen riesgos para la
seguridad humana, ya que pueden afectar el bienestar de las personas y las comunidades. En la categoría estrés ambiental se incluyen
fenómenos de degradación, cambio, escasez y conflicto medioambiental.17 La escasez de recursos naturales es originada por tres factores diferentes que pueden reforzarse mutuamente: la disminución
en la oferta, el aumento en la demanda y los cambios en la distribución del recurso.18 La disminución en la oferta puede a su vez ser
ocasionada por procesos de contaminación ambiental, que consisten en la reducción de la calidad del recurso, o por agotamiento, es
decir, una reducción en su cantidad.19
La pobreza tiene un papel importante para explicar la relación
entre degradación ambiental e inseguridad humana, ya que es la
principal causa de la tensión o degradación ambiental y, al mismo
tiempo, es la manifestación más importante de la inseguridad humana. 20 La pobreza, especialmente expresada como pérdida del
sustento de las familias, produce una presión sobre los recursos
que lleva a la degradación ambiental, lo que a su vez aumenta la
aumenta generando un círculo vicioso.21 Una de las consecuen15
Stéphanie Lavaux, “Medio Ambiente y Seguridad: una relación controvertida pero
necesaria”, pp. 22-23.
16
Ibíd., p. 19.
17
Lavaux, Stéphanie, “Degradación ambiental y conflictos: las conexiones”, en Revista
CIFE, núm. 9, Universidad Santo Tomás, Bogotá, 2004. p. 73.
18
Daniel M. Schwartz, Tom Degliannis, Thomas Homer-Dixon, “The environment and
violent conflict: A response to Gleditsch´s critique and some suggestions to future research” Environmental Change and Security Project Report 6, 2000, p. 80.
19
Ibíd., p. 79.
20
Adil Najam, “The human dimensions of environmental insecurity: some insights from
South Asia”, p. 62.
21
Ibíd., pp. 64, 66.
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cias de las actividades petroleras en los territorios indígenas es la
degradación de los recursos naturales y con ello el empobrecimiento de las comunidades indígenas, cuyas fuentes tradicionales
de sustento –como la caza y la pesca– se ven afectadas. De esta
forma, para el análisis propuesto en este artículo el territorio es
un elemento central de la seguridad de los pueblos indígenas.
El territorio es el espacio que “un pueblo (etnia o nación) ocupa o
utiliza de alguna manera, sobre el cual genera sentido de pertenencia,
que confronta con el de otros, lo organiza de acuerdo con los patrones de diferenciación productiva (riqueza económica), social (origen
de parentesco) y sexo/género (división sexual de los espacios) y ejerce jurisdicción”.22 Así, el territorio es construido por sus pobladores
que “generan comportamientos culturales en torno a él” .23
Las poblaciones indígenas no conciben el territorio como una posesión o propiedad, ya que este es un espacio colectivo de carácter vital
y sagrado. Es al mismo tiempo el lugar en el que se reproducen los
usos y costumbres indígenas, fuente de conocimientos y en el que se
realiza la transferencia de saberes; espacio que garantiza la existencia
de los pueblos indígenas y lugar sagrado de carácter ancestral.24
El territorio garantiza la existencia de las comunidades y es necesario para proveer las condiciones necesarias para conservar la
cultura y la forma de vida. De esta forma, el territorio se convierte en elemento principal de la seguridad de los pueblos indígenas,
pues es fuente de subsistencia, de sacralidad; el espacio en el que
se ejerce soberanía, se realiza y se reproduce la cultura.
22
Carlos Vladimir Zambrano, “Territorios plurales, cambio sociopolítico y gobernabilidad
cultural”, en: Beatriz Nates (comp.), Territorio y cultura. Territorios en conflicto y cambio socio
cultura. Memorias II seminario internacional sobre territorio y cultura, Grupo de Investigación
Territorialidades Departamento de Antropología y sociología Universidad de Caldas, Manizales, 2001, p. 45.
23
Ibíd.
24
José Sebastián Jansasoy, “Plan de vida del pueblo Cofán y cabildos indígenas del valle
del Guamuéz y San Miguel. Una propuesta indígena de desarrollo y paz en el departamento del Putumayo”, p. 132.
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Explotación petrolera y comunidades indígenas
en Colombia
La explotación petrolera en Colombia inició sus actividades en las
primeras décadas del siglo XX en desarrollo de las concesiones Barco
y de Mares, entregadas por el gobierno de Rafael Reyes en 1905.
Dichas concesiones autorizaban la explotación de yacimientos de
petróleo en las selvas del Catatumbo y del Carare Opón, zonas que
contaban con una gran diversidad de fauna y flora así como gran
riqueza hídrica. Estaban habitadas por las comunidades Motilón
Bari y Yariguíes, que se vieron afectadas por la explotación petrolera, ya que los primeros sufrieron una gran pérdida de población y
vieron disminuir sus territorios; los segundos desaparecieron por
completo poco después de que comenzaron las actividades petroleras en su territorio. Estos dos casos se expondrán más adelante.
La entrada de las empresas petroleras a estas zonas significó una profunda transformación de los ecosistemas y del uso del territorio, pues
las selvas no intervenidas pasaron a ser, gracias la explotación petrolera, “baldíos” disponibles para la colonización por parte de población que buscaba tener acceso a nuevas tierras.25 Otras regiones
del país vivieron el mismo proceso, como el Putumayo con los yacimientos de Orito, caso que se describirá posteriormente.
La concesión Barco
La concesión Barco se desarrolló en la región del Catatumbo, ubicada en el departamento de Norte de Santander, cerca de la frontera con Venezuela. A comienzos de siglo esta zona estaba habitada
por los indígenas Motilón Bari, quienes se vieron afectados por la
explotación de la concesión, tras la reducción de su población
como del territorio. La concesión que inicialmente había sido entregada a Virgilio Barco Martínez, abuelo del expresidente de
Colombia, Virgilio Barco Vargas, fue desarrollada por las empreAlfonso Avellaneda Cusaría, “Petróleo, ambiente y conflicto en Colombia”, en: Martha
Cárdenas y Manuel Rodríguez (ed.), Guerra, sociedad y medio ambiente, Foro Nacional Ambiental, Bogotá, 2004, p. 457.
25
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sas Colombian Petroleum Company y South American Gulf Oil
Co. (filiales de la Gulf Oil Company) a partir de 1931.26
Una de las particularidades del contrato de concesión es que garantizaba a las empresas una cierta protección del Estado contra
los indígenas que habitaban la zona. Esta protección se consideraba necesaria, pues los motilones tuvieron una reacción violenta
ante la llegada de las actividades petroleras a su territorio. El contrato de concesión contenía una cláusula en la que se consagraba
que “el gobierno prestará a las compañías contratantes la protección debida para prevenir o repeler las tribus de motilones o salvajes que moran en las regiones de que hacen parte los terrenos
materia de este contrato, lo que se hará por medio de cuerpos de
Policía armada o de fuerza pública”.27 Esta cláusula muestra que
las labores de exploración y explotación petrolera eran concebidas
como tareas de conquista de un territorio inexplorado, habitado por
salvajes a quienes no se les reconocía ningún derecho sobre las tierras que ocupaban.
La llegada de las empresas petroleras y la construcción de un oleoducto para llevar el petróleo a la costa atlántica, junto con las carreteras construidas, permitieron el ingreso masivo de colonos en la
zona, afectando aún más a la población indígena y produciendo su
desplazamiento. A comienzos de siglo, la población motilona era
mayor a 2.000 personas y para los años sesenta era de aproximadamente 1.200 personas.28 En cuanto al territorio de esta comunidad, era de aproximadamente 19.000 km2 a comienzos de siglo y se
vio reducido a cerca de 7.400 km2 para 1950.29
Alfonso Avellaneda Cusaría, Petróleo, colonización y medio ambiente en Colombia. De la Tora a
Cusiana, primera edición, Ecoe ediciones, Bogotá, 1998, p. 18.
27
Ibíd., p. 18. Roque Roldan “Aproximación histórica a la explotación de petróleo en
territorios indígenas”, en: Organización Nacional Indígena Colombiana, Tierra profanada:
grandes proyectos en territorios indígenas de Colombia, Disloque editores, Bogotá, 1995.
28
INDEC, La colonización del Catatumbo, Publicación Multilit, Incora, vol. 1, 1971, p. 77,
citado por Roque Roldan, op. cit.
29
Instituto de Cultura Hispánica, Geografía humana de Colombia. Nordeste indígena, Colección
Quinto Centenario, t. II, Bogotá, 1993, p. 80, citado por Alfonso Avellaneda Cusaría, op.
cit., p. 23.
26
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En la década de los setenta la situación de los motilones cambió,
pues fue creada una reserva de 83.000 hectáreas para este grupo.
Aunque parte de estas tierras estaban ocupadas por colonos, el reconocimiento de la propiedad territorial es un factor de tranquilidad para la comunidad.30 Adicionalmente, la concesión pasó a ser
explotada por Ecopetrol, con lo cual se abrieron “posibilidades de
comunicación entre la empresa y los indígenas”.31
La concesión de Mares
Las selvas del Carare Opón en las que se implantó la concesión de
Mares estaban habitadas por los indígenas yariguíes en el momento
de la llegada de la Tropical Oil Company (Troco) en 1916,32 empresa
a la que Roberto de Mares le traspasó la concesión que le había sido
entregada. Aunque la población de los yariguíes había comenzado a
disminuir a partir de la segunda mitad del siglo XIX,33 desapareció
por completo después de que comenzó la explotación petrolera sin
que se conozca la clase de relación que se estableció entre los indígenas y la empresa.34
Aunque inicialmente la concesión estaba en manos de Troco, esta
empresa traspasó sus derechos de explotación a la International
Petroleum Company (subsidiaria de la Stadart Oil), que desarrolló
sus actividades petroleras en la región hasta 1951, cuando la concesión de Mares pasó a manos del Estado colombiano y empezó a
ser operada por la Empresa Colombiana de Petróleos, Ecopetrol.
La presencia de las diferentes empresas petroleras en la región del
Roque Roldan op. cit.
Ibíd.
32
Miguel Ángel Santiago, “Crónica de la concesión de mares. Actividades preliminares de
la Troco”, Ecopetrol, Bogotá, marzo 21 de 2003, disponible en http://www.ecopetrol.
com.co/contenido.aspx?catID=149&conID=255&pagID=945, última actualización no
disponible, consulta realizada 3 de septiembre de 2006.
33
Alfonso Avellaneda Cusaría, op. cit., p. 24.
34
Roque Roldan, op. cit. Una explicación para la desaparición de este pueblo sostiene que
fueron aniquilados por medio de expediciones militares por la Standard Oil. Véase Tatiana
Roa Avendaño, “Petróleo y deuda ecológica. Inicios de la historia de una saqueo”, en: Censat,
Una exigencia del sur: reconocer la deuda ecológica, Editorial Bochica, Bogotá, 2001, p. 93.
30
31
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Magdalena Medio significó un cambio profundo en las condiciones
y usos de ese territorio, proceso que estuvo determinado por la llegada
masiva de nuevos habitantes, la creación de nuevos poblados y el
crecimiento de los que existían. Muchas zonas que a comienzos
de siglo eran selvas pasaron a convertirse en áreas ganaderas e industriales gracias a la incursión de las empresas petroleras que construían
campamentos y carreteras,35 facilitando así la entrada al territorio de
otros grupos humanos diferentes a los pobladores originales, los indígenas. La Troco consideraba la explotación petrolera como una
tarea civilizadora que se encargaba de llevar el progreso a una tierra
salvaje en la que las condiciones de vida eran difíciles porque no
había “facilidades de vivienda” y por la cantidad de enfermedades
tropicales que se presentaban,36 como infecciones intestinales, fiebre amarilla y paludismo.37
La explotación petrolera en el Putumayo
La llegada de la Texas Petroleum Company al departamento del
Putumayo se desarrolló de forma similar a la exploración en el Carare
Opón y en el Catatumbo a pesar de realizarse varias décadas después. En la década de los sesenta, el Putumayo se caracterizaba por
estar aislado del resto del país, por no contar con vías terrestres y
por estar habitado por una población en su mayoría indígena de las
etnias Cofán, Siona, Huitoto, Inga y Koregüaje, comunidades que
mantenían sus sistemas tradicionales de organización y su cultura.38
Alfonso Avellaneda Cusaría, op. cit., p. 459.
Eduardo Sáenz Rovner, “La industria petrolera en Colombia, concesiones, reversión y
asociaciones”, Revista Credencial Historia, edición 49, Bogotá, enero de 1994, disponible en
http://www.lablaa.org/blaavirtual/revistas/credencial/enero94/enero2.htm última actualización 17 de mayo de 2005, consulta realizada 28 de agosto de 2006.
37
Miguel Ángel Santiago, “Crónica de la concesión de mares. La vida en los campamentos
era ruda”, Ecopetrol, Bogotá, 21 de marzo de 2003, disponible en http://www.ecopetrol.
com.co/contenido.aspx?catID=149&conID=255&pagID=952, última actualización no
disponible, consulta realizada 3 de septiembre de 2006.
38
Roque Roldán, “Organización Nacional Indígena de Colombia “Aproximación histórica
a la explotación de petróleo en territorios indígenas” y Roque Roldán Minería en territorios
indígenas de Colombia, Perú y Venezuela (Petróleo, carbón, bauxita, oro y diamantes), Disloque
editores, Bogotá, 1999, p. 52.
35
36
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La Texas construyó campos petroleros, carreteras y toda la infraestructura necesaria para la producción petrolera, también el oleoducto trasandino que transportaba el petróleo hasta el puerto de Tumaco
en la costa pacífica. Como en los casos anteriores, junto con la empresa llegaron también grandes cantidades de colonos que se asentaron en tierras que antes habían constituido territorio de los indígenas.
Para la Texas la llegada al Putumayo era una tarea de adaptación de
un territorio inhóspito y de colonización.39 Con su llegada a la región
se fundaron nuevas poblaciones como Orito, La Hormiga y El Tigre
y otras que crecieron gracias al impulso de la actividad petrolera.40
Para los indígenas, la llegada de la empresa petrolera significó la
disminución de su territorio, de forma que para 1973 habían sido
ocupados entre el 60 y el 70% de las tierras del pueblo Cofán. En ese
año el Incora les entregó dos reservas de 13.563 hectáreas y en 1976
otras dos de 14.454 hectáreas, terrenos que se vieron nuevamente
reducidos debido a la ocupación de los colonos.41 Actualmente, los
cofanes tienen una población de 1.122 habitantes y conservan menos del 5% de las más de 28.000 hectáreas que les fueron asignadas
en los años setenta.42
No obstante, en el período 2004-2005 se constituyeron o ampliaron 17 resguardos indígenas en el Putumayo que pertenecen a las
diferentes comunidades indígenas que habitan el departamento y
tienen un área total de 49.548 hectáreas; adicionalmente, hay otros
10 resguardos en trámite de aprobación.43
39
En una publicación de la empresa, la exploración en el Putumayo es descrita como “una
utopía. La ferocidad de la selva virgen, la inclemencia del tiempo y la ausencia total de vías
de comunicación hacían casi imposible pensar en descubrir crudo”. Texas Petroleum Company,
Historia de una epopeya. La Texas Petroleum Company en Colombia, Texas Petroleum Company,
Bogotá, 1991, p. 73.
40
Texas Petroleum Company, Historia de una epopeya. La Texas Petroleum Company en Colombia, p. 65.
41
Roque Roldán, op. cit.
42
José Sebastián Jansasoy, op. cit., pp. 124, 126-127.
43
WWF Colombia, “Escudos de la Naturaleza”, Bogotá, disponible en el sitio Web http:/
/www.wwf.org.co/colombia/articulo_detalle.php?lang=es&ir=a53, última actualización
no disponible, consulta realizada el 11 de septiembre de 2006.
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Derechos de los pueblos indígenas y explotación
de recursos naturales
Desde las primeras décadas de siglo XX, época en la que comenzó
a realizarse en Colombia la explotación petrolera, actividad que
continúa hasta hoy, el país ha avanzado de forma importante en
cuanto la normatividad dedicada a la protección de las minorías
étnicas, siendo el principal avance el reconocimiento en la Constitución de 1991 de la diversidad étnica y cultural de la nación y
la consagración de la autonomía de las comunidades indígenas, autonomía que contiene el derecho a gobernarse por autoridades propias y a realizar funciones jurisdiccionales dentro de sus territorios
según sus usos y costumbres.
El artículo 330 de la Constitución consagró además el derecho de
las comunidades a participar en las decisiones relacionadas con la
explotación de recursos naturales en sus territorios y su realización
sin afectar su integridad social, cultural y económica. Este derecho
está consagrado también en el Convenio 169 de la Organización
Internacional del Trabajo (OIT), ratificado por Colombia en 1991,
el cual establece que los pueblos indígenas tienen derecho a participar en aquellos procesos de desarrollo que afecten su vida, creencias, bienestar y a las tierras que ocupan.44 La participación de las
comunidades se hace efectiva a través de la consulta previa45 que
se ha constituido en el principal mecanismo de los indígenas para
defender tanto su integridad étnica, cultural y territorial como su
derecho a la autonomía. La consulta previa obliga a que durante la
realización de cualquier proyecto de infraestructura público o privado o explotación de recursos naturales que afecte los territorios de
Gloria Amparo Rodríguez, “La consulta previa a los pueblos indígenas” en: Carlos Parra
Dussán y Gloria Amparo Rodríguez (eds), Comunidades étnicas en Colombia. Cultura y jurisprudencia, Centro editorial Universidad del Rosario, Bogotá, 2005, p. 115.
45
La consulta previa se desarrolla en diferentes normas: Ley 99 de 1993, que crea el Ministerio del Medio Ambiente y el Sistema Nacional Ambiental; Ley 21 de 1991, por el cual se
adopta el Convenio 169 de la OIT; Ley 70 de 1993, que consagra los derechos de las
comunidades negras; Decreto 1320 de 1998, que trata el proceso de consulta previa en lo
relacionado con licencias ambientales; Decreto 1397 de 1996, el cual crea la Comisión
Nacional de Territorios Indígenas y la Mesa Permanente de Concertación con los Pueblos y
Organizaciones Indígenas.
44
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las comunidades étnicas, estas sean consultadas y a tener en cuenta
el impacto económico, social, ambiental y cultural que pueda causarles el proyecto.
Los alcances de la consulta previa como mecanismo de protección de los derechos de las minorías étnicas colombianas es un
asunto que ha sido tratado por la Corte Constitucional en sentencias en las que desarrolla los principios constitucionales que reconocen y defienden la diversidad étnica y cultural de la nación. La
Corte ha analizado la relación de las comunidades con el medio
ambiente del que hacen parte y considera que “la población indígena y el entorno natural se constituyen en un sistema o universo merecedor de la protección integral del Estado”.46 Adicionalmente, la
consulta previa ha sido considerada como un “derecho fundamental para la comunidad por estar ligada a su subsistencia como grupo
humano y como cultura”,47 es decir, se considera esencial para la
protección de su integridad cultural, étnica, social y económica e
incluso para asegurar la existencia misma de las comunidades indígenas y de las comunidades negras.
Pese a su importancia, la consulta previa tiene límites, debido a que
en caso de que no sea posible concertar o llegar a un acuerdo con la
comunidad, es el Gobierno quien en últimas tiene la potestad de
autorizar o no la realización de un proyecto. Es decir, el proyecto
puede llevarse a cabo incluso si la comunidad se opone definitivamente a su realización. En este caso deben establecerse los mecanismos necesarios para mitigar los efectos que pueda producir en la
comunidad y sus miembros.48 Lo anterior no significa que es suficiente con informar o notificar a las comunidades la realización de
un proyecto de exploración o explotación de recursos naturales para
Colombia, Corte Constitucional, “Sentencia T-342 de 1994”, citado por Carlos Parra
Dussán “Jurisprudencia relevante para la comunidad indígena en Colombia”, en: Carlos
Parra Dussán y Gloria Amparo Rodríguez (eds), op. cit., p. 146.
47
Colombia, Corte Constitucional, “Sentencia SU-039 de 1997” citado por Gloria Amparo Rodríguez, “La consulta previa a los pueblos indígenas”, en: Carlos Parra Dussán y
Gloria Amparo Rodríguez (eds), op. cit.
48
Gloria Amparo Rodríguez, op. cit., p. 127-128; Carlos Parra Dussán, op. cit., pp. 175-176.
46
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surtir el trámite, pues la consulta es un proceso que se debe realizar con anterioridad al desarrollo del proyecto, que debe respetar
los tiempos y modos de discusión de los indígenas, que no debe ser
manipulado para legitimar decisiones ya tomadas y en el que se debe
dar información completa y transparente a las comunidades.49
El Decreto 1320 de 1998, que reglamenta la consulta previa en la
explotación de recursos naturales, establece otro límite a los alcances de esta relativo al ámbito de aplicación, ya que la consulta
solo se realiza en resguardos indígenas, en áreas de propiedad colectiva de las comunidades negras y en zonas no tituladas pero
habitadas de forma permanente por las comunidades, mediante
certificación del Ministerio del Interior y de Justicia. Esto implica
que los proyectos que no se realicen en los espacios que legalmente
son considerados territorios indígenas, pero que igual son considerados por las comunidades como parte integral de su territorio, estas
no tienen derecho a participar. Legalmente los territorios indígenas
son de varios tipos: las entidades territoriales indígenas;50 los resguardos, que corresponden a territorios de propiedad colectiva de
las comunidades (tienen carácter inembargable); las parcialidades o
comunidades que no tienen resguardos y las reservas. Las comunidades o parcialidades indígenas son aquellos grupos que no tienen
títulos de propiedad o cuyos resguardos fueron disueltos e indígenas que poseen tierras en forma individual.
Las comunidades y parcialidades que no cuentan con un resguardo
y cuyos territorios no son reconocidos por el Ministerio del Interior y
de Justicia, en la práctica pierden el derecho a participar en la consulta previa. Este es, según la Organización Nacional Indígena de
Colombia, el caso de la comunidad Bari cuya presencia y existencia
en la zona en la que se desarrolla el proyecto de explotación de
Petróleo Álamo I fue negado por la dirección de Etnias del MinisteGloria Amparo Rodríguez, op. cit., p. 123–124.
Estas entidades deben ser reglamentadas por la Ley Orgánica de Ordenamiento Territorial, que aún no se ha expedido.
49
50
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rio del Interior y de Justicia; por esta razón, la comunidad vio negado su derecho a la consulta previa.51
Así, aunque la consulta es un mecanismo importante en la protección de los derechos de las comunidades, porque obliga a que sean
tenidas en cuenta, tiene límites que hacen que pierda su eficacia.
Por lo anterior, comunidades como los U’wa consideran que aceptar la realización de la consulta previa es equivalente a aceptar la
ejecución del proyecto.52 Teniendo en cuenta los pronunciamientos
de la Corte Constitucional, en los que obliga a consultar con las
comunidades antes de la aprobación de un proyecto, negarse a participar en los mecanismos de consulta puede interpretarse como
una estrategia para evitar que un proyecto pueda llevarse a cabo.
Es decir, con sus sentencias la Corte protegió los intereses de las
empresas señalando que, una vez realizada la consulta, las autoridades son las que determinan la realización o no del proyecto sin
importar la posición de los indígenas, pero protegió a las comunidades, ya que ningún proyecto se puede realizar sin consulta previa.
A continuación se analizarán dos casos emblemáticos de conflicto
entre comunidades indígenas y empresas petroleras en los que se evidencian las posibilidades y limitaciones de los mecanismos jurídicos (consulta previa y acción de tutela) que poseen los grupos étnicos
para defender sus territorios. En el primero participan los indígenas
U’wa y la empresa Occidental de Colombia; en el segundo, los Nukak
Maku y Ecopetrol.
Occidental de Colombia y los indígenas U’wa
Una de las regiones de Colombia con mayor potencial de producción petrolera es la región del Sarare, en la que se encuentran los
51
Organización Nacional Indígena de Colombia, “Jornada de solidaridad con el pueblo Bari
por la explotación petrolera en nuestro territorio” Bogotá, 26 de abril de 2006, disponible
en http://www.onic.org.co/nuevo/comunicados.shtml?x=164, última actualización no
disponible, consulta realizada el 12 de septiembre de 2006.
52
Asociación de autoridades tradicionales y cabildos U´wa, “¿Por qué el pueblo U´wa
rechaza la consulta previa?”, Resguardo Indígena Unido U´wa, 2 de mayo de 2005, disponible en www.etniasdecolombia.org/documentos/Posicion%20oficial%20uwa%20
consulta%20previa_05_05_05.doc consulta realizada el 11 de septiembre de 2006.
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bloques de explotación Sirirí y Samoré. En esta misma área están
ubicados los indígenas U‘wa, dispersos en varios municipios de
Santander, Norte de Santander, Boyacá y Arauca.53
La empresa Occidental de Colombia inició acciones para realizar
actividades de exploración y explotación petrolera en el bloque
Samoré en la década de los noventa, situación a la que se opuso la
comunidad U’wa, incluso con la amenaza de un suicidio colectivo
en caso de no lograr evitar la entrada de la Occidental a su territorio, y que se convirtió en un conflicto jurídico, por un lado, entre la
empresa y el Ministerio del Medio Ambiente y la Comunidad indígena, por el otro.
Uno de los requisitos que debía cumplir Occidental para obtener
la licencia ambiental para desarrollar el proyecto era la realización de la consulta previa con los indígenas. Con el ánimo de obtener la licencia, en enero de 1995 se realizó en Arauca una reunión
para consultar a la comunidad U’wa sobre el proyecto. En esa
reunión participaron las empresas Ecopetrol y Occidental de Colombia y los ministerios de Minas y Energía y del Medio Ambiente.
Después de dicha reunión el Ministerio del Medio Ambiente otorgó la licencia ambiental, decisión que fue rechazada por la comunidad indígena que se manifestó en contra de la exploración,
argumentando que para ellos “el petróleo es la sangre de la madre
tierra y sacarlo sería como asesinarla”.54
La Defensoría del Pueblo, por solicitud de las autoridades tradicionales indígenas (la Asociación de Autoridades Tradicionales U‘wa),
presentó una acción de tutela para revocar la licencia ambiental por
no realización de la consulta y una acción de nulidad para pedir la
suspensión de la misma.55
53
Colombia, Ecopetrol, “La exploración y los U‘wa I”, en: Carta petrolera, Bogotá, abriljunio de 2003, disponible en http://www.ecopetrol.com.co/contenido.aspx?catID=
153&conID=36098&pagID=127111, última actualización no disponible, consulta realizada 22 de agosto de 2006.
54
Asociación de autoridades tradicionales de U´wa, “Los abusos de Riowa”, Cubará,
disponible en http://www.uwacolombia.org/riowa/index.html, última actualización no
disponible, consulta realizada 10 de agosto de 2006.
55
Ibíd.
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En septiembre de 1995 el Tribunal Superior del Distrito Judicial
falló en primera instancia a favor de los indígenas, pero en octubre
la decisión fue revisada por la Corte Suprema de Justicia que falló en
segunda instancia a favor de Occidental. La Corte Constitucional
aceptó revisar la sentencia y en febrero de 1997 falló nuevamente a
favor de los U’wa, argumentando que no se había realizado la consulta previa y que la exploración representaba una amenaza para la
integridad étnica, cultural, social y económica de la comunidad. Sin
embargo, aclaró que en última instancia la validez de la licencia
sería definida por el Consejo de Estado.
En marzo de 1997 el Consejo de Estado determinó que sí se había
realizado la consulta necesaria para otorgar la licencia ambiental y
que, por tanto, esta quedaba en firme. En abril de ese año la comunidad indígena presentó una demanda ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA (CIDH), argumentando
que sus derechos habían sido violados y que debido a que el Consejo de Estado había dejado en firme la licencia ambiental se podrían realizar trabajos en su territorio. La OEA entregó un informe
en septiembre de 1997 en el que recomendaba suspender las exploraciones en el bloque Samoré y ampliar el resguardo de los U‘wa.
Occidental decidió entonces cancelar ese contrato de exploración
y suscribir uno nuevo que excluyera los territorios indígenas. Así se
conformó el contrato de explotación del bloque Sirirí.
Los territorios U’wa que estaban formados por dos resguardos y una
reserva con un área total de 99.887 hectáreas fueron unificados y
ampliados por el Incora para formar un solo resguardo de 220.275
hectáreas.56 A pesar de la ampliación del resguardo, los indígenas afirman que zonas que ellos consideran parte de sus territorios ancestrales
no forman parte de su resguardo y que están incluidos en el bloque
Sirirí, por lo cual continuaron oponiéndose a la explotación petrolera.
Occidental comenzó la perforación del pozo Gibraltar 1 en el bloque Sirirí y en el 2002 concluyó que el proyecto no era rentable, por
lo cual abandonó la exploración en la zona a favor de Ecopetrol.
56
Colombia, Ecopetrol, op. cit.
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Esta última viene desarrollando actividades de exploración en esta
zona e incluso amplió el proyecto que ahora incluye el bloque Catleya
además del bloque Sirirí. Tal ampliación integra territorios indígenas a las labores de exploración, por lo cual la empresa ha intentado
realizar un proyecto de consulta con las comunidades al que estas
se han negado en repetidas ocasiones.57
No obstante, tanto el Ministerio del Interior y de Justicia como
Ecopetrol continúan dialogando con los indígenas U’wa para lograr
que accedan a realizar la consulta y de esta forma proseguir con el
proyecto.
Los Nukak Maku y Ecopetrol
Los Nukak son una comunidad que hace parte del pueblo Maku
que habita en las llanuras del departamento del Vichada, son
seminómadas y dependen para su subsistencia de la vegetación,
caza y pesca que les proporciona su territorio.58 En 1991 Ecopetrol
inició estudios de exploración sísmica en el territorio de los Nukak
a través de una empresa subcontratista llamada Fronteras de Exploración Colombiana.
La Organización Indígena de Colombia (ONIC) decidió en 1992
presentar una acción de tutela para obtener la suspensión de los
trabajos. Esta acción fue juzgada en primera instancia de forma
favorable a los indígenas, pues ordenaba suspender transitoriamente los trabajos de exploración. Este fallo fue apelado por Ecopetrol
y revisado por un Tribunal de Villavicencio que en su decisión tuvo
en cuenta un estudio realizado en el área de exploración el cual
señalaba que desde el punto de vista antropológico las actividades
petroleras en la zona constituían genocidio y etnocidio, pues producían alteraciones negativas en el ecosistema y en las condiciones
57
Colombia, Ecopetrol, “Comunidades de Boyacá, Santander, y Norte de Santander.
Resumen proceso AsoU´wa”, Bogotá, disponible en http://www.ecopetrol.com.co/
contenido.aspx?catID=208&conID=37304&pagID=128421, fecha de la última actualización no disponible, consulta realizada 22 de agosto de 2006.
58
Roque Roldán, op. cit., p. 64.
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de vida de los Nukak. Estas alteraciones disminuyen las posibilidades de los Nukak de sobrevivir y con ello ponen en riesgo su
existencia; por tal razón, el segundo fallo suspendió definitivamente las exploraciones en el territorio Nukak.
Posteriormente, el Incora otorgó a los Nukak un resguardo de
632.000 hectáreas, dando así un paso importante en la protección
de esta comunidad y en evitar su desaparición.59
Actividades petroleras, medio ambiente y seguridad
de las comunidades indígenas
Las actividades petroleras en territorios indígenas, como la exploración, la perforación de pozos y la construcción de oleoductos y
carreteras, producen impactos directos en el territorio de las comunidades indígenas, por ejemplo, la fragmentación y alteración
de los ecosistemas, la profanación de sitios sagrados para las comunidades, problemas de salud, contaminación y disminución de
hábitats de vida silvestre que les sirven de sustento.60 Sin desconocer la gravedad de estos efectos, posiblemente para las comunidades la consecuencia más desastrosa de la exploración o explotación
petrolera es la colonización y, en los últimos años, la llegada de los
grupos armados ilegales a sus territorios.
Las petroleras actúan como pioneras del proceso de colonización
y se encargan de penetrar en regiones inexploradas, construir la
infraestructura necesaria para habitar y explotar la zona y construir carreteras, facilitando la entrada de una población que viene
detrás de ellas y de su actividad económica. La deforestación depende en gran parte de la existencia de vías de penetración y extracción de recursos naturales, como las realizadas por las empresas
petroleras durante los trabajos de exploración sísmica. Una vez
terminan los estudios, las vías construidas por las empresas quedan abiertas en medio de las selvas y los bosques, facilitando la
59
60
Ibíd.
Roque Roldán, op. cit., pp. 47-48.
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extracción de recursos naturales y la colonización, actividades que
afectan la biodiversidad, los suelos y el agua.61
Este proceso modifica el modo de vida de las comunidades indígenas; por ello, la llegada de las empresas petroleras y mineras es considerada por ellas una amenaza a su cultura y uno de los “principales
factores de perturbación social que amenazan la integridad y supervivencia de los pueblos amerindios”.62 Incluso, se considera que “la
intervención abrupta de una compañía petrolera puede llevar fácilmente al etnocidio”63 de un grupo indígena.
Tanto las consecuencias directas como indirectas de las actividades petroleras producen degradación ambiental y escasez de ciertos recursos así como la reducción de la cacería, la pesca y el deterioro
(contaminación) de las fuentes de agua. Los problemas de degradación ambiental unidos a una mayor competencia por el recurso
que conforma el territorio produce el empobrecimiento de los indígenas en términos de pérdida de las fuentes tradicionales de
subsistencia. En algunos casos los indígenas se ven forzados a dar
un paso hacia las actividades agrícolas de carácter comercial, lo
que implica cambiar sus formas tradicionales de organización y
un riesgo para su integridad cultural,64 o desplazarse hacia territorios de más difícil acceso y más aislados.65 La degradación ambiental en aquellas zonas con suelos no aptos para las actividades
agrícolas permanentes puede generar un mayor empobrecimiento
de las comunidades indígenas y no indígenas que estén asentadas en el área, pues una vez agotados los nutrientes disminuye la
productividad de las tierras.
61
Carlos Castaño Uribe, “Vías, bosques y conflicto social en Colombia”, en: Guerra, sociedad
y medio ambiente, Martha Cárdenas y Manuel Rodríguez (ed.), Foro Nacional Ambiental,
Bogotá, 2004, p. 411.
62
Roque Roldán, op. cit., p. 33.
63
Ibíd., p. 49.
64
Roque Roldán, op. cit.
65
Organización Nacional Indígena de Colombia, El desplazamiento indígena en Colombia.
Caracterización y estrategias para su prevención y atención en áreas críticas, Red de Solidaridad
Social, Bogotá, 2003, p. 50.
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Otro de los efectos que las actividades petroleras han producido es
la incursión de los actores del conflicto armado en los territorios
indígenas. Aunque este proceso es favorecido con mayor fuerza por
otros eventos como la expansión de cultivos ilícitos y la presión
militar del ejercito sobre tales grupos que se repliegan en territorios
indígenas,66 la entrada de los proyectos petroleros y en general la realización de grandes proyectos de infraestructura e inversión es una
de las causas de la presencia del conflicto armado en esas zonas del
país. La guerrilla es atraída por “razones políticas y financieras, y la
contrainsurgencia para garantizar las condiciones políticas de la inversión y defender las empresas”.67 Los grandes proyectos de inversión son para las guerrillas objetivos estratégicos de su lucha armada
y fuentes de financiación a través de las extorsiones que realizan
para permitir a las empresas continuar sus actividades. Por su parte,
el ejército interviene para proteger las inversiones económicas y
de esta forma el conflicto avanza hacia los territorios indígenas.68
Esta situación genera un riesgo adicional para la seguridad de las
poblaciones indígenas que, además de la degradación ambiental, la
pérdida de territorios y el empobrecimiento, se ven involucrados en
el conflicto armado.
En suma, las actividades petroleras son un factor que genera inseguridad en las comunidades indígenas debido a la degradación ambiental que causan y especialmente a que ocasionan la pérdida de
un recurso vital para ellas: el territorio. Cuando este elemento es
afectado se ponen en peligro los medios de subsistencia, la cultura,
las tradiciones y, en algunas ocasiones, la existencia misma de las
comunidades.
66
Consejo Económico y Social de Naciones Unidas, Comisión de derechos humanos,
Informe del relator especial sobre la situación de los derechos humanos y las libertades fundamentales de
los indígenas. Misión a Colombia. 2004, p. 8, disponible en: www.acnur.org/biblioteca/pdf/
3175.pdf, consulta realizada el 30 de agosto de 2006.
67
Organización Nacional Indígena de Colombia, op. cit., p. 50.
68
Ibid., p. 52.
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Conclusión
Actualmente, no solo la explotación de recursos naturales, sino también el conflicto armado y la expansión de cultivos ilícitos69 constituyen amenazas a la seguridad de las comunidades indígenas, muchas
de las cuales viven hoy en día una precaria situación humanitaria.
En el caso de algunos pueblos de la Amazonía, compuestos por
menos de mil individuos, la situación es alarmante, pues una disminución de su población podría llevarlos a la extinción.70
Debido a esta situación es necesario que el Estado colombiano encuentre mecanismos no solo legales para garantizar la seguridad de
estos grupos y proteger la diversidad étnica y cultural del país. En
el caso de la explotación legal de los recursos naturales, específicamente del petróleo, el reto para el Estado consiste en compatibilizar el interés de los pueblos indígenas en defender su territorio y
cultura y el interés que comparten las empresas petroleras y el Gobierno de descubrir y explotar nuevos yacimientos de hidrocarburos. Es decir, es necesario proteger la diversidad étnica y al mismo
tiempo alcanzar los objetivos de desarrollo económico del país.
La consulta previa constituye un mecanismo útil para integrar estas
dos necesidades en forma tal que Colombia pueda mantener el
autoabastecimiento petrolero y la condición de país exportador de
petróleo y al mismo tiempo se pueda garantizar que durante los procesos de explotación petrolera se respeten los derechos de las poblaciones indígenas y se implementen mecanismos de compensación
que impidan que la seguridad de estos pueblos se vea afectada.
69
CEODD, “El narcotráfico en las relaciones fronterizas de Colombia”, Universidad del
Rosario, 2006, pp. 62-63.
70
ALDHU, Proyecto Promoción y Protección de los Derechos Humanos de los Pueblos Indígenas de la
Amazonía Colombiana y Ecuatoriana, Unión Europea, Bogotá, septiembre de 2003, citado
por Organización Nacional Indígenas de Colombia, “Los Nukak: un pueblo en riesgo de
extinción”, 2004, p. 1, disponible en: www.onic.org.co/img_upload/3068e9df14b050d72c
4fa19fabbab2d7/informe_nukak.pdf, última actualización no disponible, consulta realizada el 15 de septiembre de 2006.
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V. Reseñas
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Ordinary People in Extraordinary Times: The Citizenry
and the Breakdown of Democracy by Nancy Bermeo,
Princeton, New Jersey, Princeton University Press,
2003, 272 pp.
ELISA TARNAALA
Ph.D. Candidate
New School for Social Research, New York
What role did ordinary people play through voting and taking collective action when democracies fell on hard times, asks Nancy
Bermeo in her latest book. Basing her argument on evidence of
seventeen countries in Europe and Latin America where democracy broke down, she shows that the vast mass of the population
continued supporting pro-democratic parties during times of crisis,
and that mass defections to extremist parties were rare. Professor
of Politics at Princeton University and senior editor of World Politics, Nancy Bermeo is one of the leading scholars of studies of
regime changes and democracy in the field of comparative politics.
In the present book she urges us to rethink the causes of democratic breakdown and stability, and develops a theoretical synthesis
of the literature on polarization, civil society, democracy, and political parties. While the empirical scope of the work is on twentieth century Europe and Latin America, its findings are an important
contribution towards understanding current processes of polarization and democratic consolidation in the whole world.
Parting from the argument that the process of democratic breakdown
is too complex to be understood only with the classic polarization
model of Giovanni Sartori, Bermeo sets out to evaluate the relationship between polarization and regime change. According to Sartori,
when political actors group themselves in opposite and distant ideological camps and start supporting anti-system parties, they vacate
the middle ground of pro-system parties where cooperation is most
likely, and leave democracy vulnerable to collapse. For Sartori, ordinary people are the masons of polarization who one by one, vote by
vote, contribute to the collapse of democratic order. Bermeo claims
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instead, that polarization is not a condition or a property of party
systems, and not even a single process, but a set of processes unfolding with different sets of actors, in different spheres, and with different degrees of intensity (Bermeo, 19, 227-9).
We have often mistaken the polarization of few and select groups
in society for polarization in society as a whole, and failed to distinguish between two different sets of polarization, Bermeo argues. A
less visible, private polarization involves changes in voting preference and changes in public opinion, whereas public polarization takes
the form of mobilizations and counter-mobilizations in the public
space of plazas, streets, taverns, factories, and farms (Bermeo, 20).
In the studied cases where either of these polarizations occurred,
the responsibility of breakdown of regimes laid exclusively on the
elites. Similarly, in the countries where the public sphere became
polarized, the major responsibility fell on the elites who used public polarization as an excuse to create an authoritarian regime. When
groups of civil society transformed into social movements and set
in motion, a process of public polarization, the political and military leaders read these actions as an issue representative of public
opinion in general, and, justifying with restoring order, sacrificed
the democratic system.
Much of what political and military elites attempt to do, thus, is
conditioned by their judgments of how ordinary people will behave, Bermeo argues. In the cases of this study, while elections
gave a more accurate reading of public preferences, most of the
time the elites had to make their reading on the public spaces dominated by social movements. This is why, by looking at social movements within civil society, we solve puzzles about both polarization
and the breakdown of democracy (Bermeo, 229, 234). In a positive
valuation, the civil society not only “lays down limits on the actions of the state” but also counterbalances, penetrates, fragments,
and decentralizes state power (Ruschmeyer et al. in Bermeo, 9).
In the same direction, in the arguments emphasizing political culture, the civil society is represented as the basis of good and effective government, and portrayed as a school for the training of
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democratic citizens (Putnam in Bermeo; Almond and Verba in
Bemeo, 9). According to Bermeo, civil society was cast in a much
more ambiguous role in our recent past however, and this had a
direct effect to suspicions about ordinary people and their commitment to democracy. This distrust of the masses is reflected especially in the theories of party systems and voting behavior.
Thus, in many works of political sociology and comparative politics of the 1960s and 1970s, civil society was associated with ineffective policy making and instability instead. In his classic Political
Man, Lipset argues that the lower strata will be more attracted to an
extremist movement than to a democratic and moderate one (Lipset
in Bermeo, 16). Juan Linz does not claim that the elements of civil
society should be prohibited to organize, but he does suggest that
they should be kept at a distance from actual rulers, especially in
times of crisis. According to O’Donnell, in their attempt to respond
to the “very real” threats from the mobilized citizenry, “governments tended to adopt whatever policies best satisfied the sector
that was most threatening at the time, but it meant that each such
policy decision raised new threats from other powerful sectors”(Linz
in Bermeo; O’Donnel in Bermeo, 12-13). Whether the theories of
democratic breakdown found the roots of democratic failure in poor
leadership, economic collapse, or flawed political structures, ordinary people were always a major medium through which cause became effect. This made later many scholars focus on institutional
design, and ask what sorts of political institutions could best constrain the popular tendencies that worked against democracy
(Bermeo, 17).
Bermeo states that seeing parties as a primary means for counteracting the destabilizing forces of society, is still common. For Lipset
parties are the most important mediating institutions between the
citizenry and the state, and that having at least two parties with an
uncritically loyal mass base comes close to being a necessary condition for democratic stability. For Mainwaring and Scully, parties
shape the prospects of political systems by shaping the messages
citizens get and send (Bermeo, 18). For Sartori if party systems fail
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to constrain both the ideological range and the number of parties in
the national legislature, centrifugal forces will tear democracy apart.
Consequently, for Sani and Sartori, working democracy and party
polarization are inversely related. The best single explanatory variable for stable versus unstable, and easy versus difficult democracy
is polarization (Sartori in Bermeo; Sani and Sartori in Bermeo, 19).
Arguing that this party-centered view to democracy is too limited,
Bermeo shows that mutually exclusive, polarized oppositions existed in nearly all the cases where democracy broke down, but they
existed in the survival cases as well.
The case-study sections on the failure of European and Latin American democracies bring empirical proof to the theoretical argument
laid out previously. The common explanation for the transformation of thirteen European democracies to dictatorships between
1920 and 1938 has been that politically inexperienced citizens in
new democracies facing several material scarcities turned their support to fascist groups. In order to challenge this belief, Bermeo begins by reminding us that the rise of fascism and the fall of interwar
democracies are not synonymous processes. Nations such as France
and Belgium with fascist-style anti-democratic parties, attracted a
comparatively large percentage of the citizenry, but remained democracies during the interwar years. Even profound polarization in
both public and private spheres was never sufficient condition for a
regime to collapse. Poland and Portugal however, with weaker fascist groups, collapsed into dictatorships. In the vast majority of
cases, ordinary people were reluctant to vote fascist. In Austria,
Estonia, and Latvia, civilian leaders who seized power claimed that
they acted only to prevent the victory of fascism. People believed
this argument. Citizen passivity was often rooted in uncertainty,
ignorance, or fear, and not in a specific hostility towards democratic values (Bermeo, 235).
The polarization in Germany has darkened our visions of ordinary
citizens everywhere. The German polarization between left and
right occurred in polls, mirroring polarization in public spaces,
involving high levels of public violence, and encouraging the
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strengthening of privately organized citizen militias, enlisted as allies of the weak state forces. “Middle-class voters defected from
traditional liberal elites in a reaction to a shared hatred and fear of
protests in the streets and in response to the perception that the
centrist parties could not restore order” (Bermeo, 36-37). The defection from the parties of the bourgeois Center and Right took
place well before the rise of the nazis, however, and defections did
not come from all the parties in the center of the spectrum, both
the Catholic Center and the Social Democratic Party kept their electorates. Newly mobilized voters, outsiders of parties and associations, were the most likely to vote for the nazis. (Bermeo, 58-63).
In Italy instead, the center weakened because of the defection of
party elites towards the fascists. The ordinary voters did not defect
to anti-systemic parties at all.
The section on interwar Europe is followed by in-depth case studies
of postwar democratic collapse in Brazil, Uruguay, and Argentina.
In the South American cases as well, Bermeo highlights the two
different processes of polarization - the public and the electoral.
Brazil in 1964 witnessed public polarization, and a fluctuating mobilization, but ordinary Brazilians, including rank-and-file unionists and most peasants and students, did not become radicalized
and did not move either left or right. The elites misread the signals
of public polarization and finished the democratic system off. A
similar dynamic can be found in the case of Uruguay in 1973 and
in Argentina in 1976. Chile is the closest case to Sartori’s polarization paradigm, but even Chile fits only partially. Electoral polarization before the Allende government was the result of the
extension of franchise to new groups, and change in the tactics of
the party elites, and not a result of a massive defection from the
center to the extremes. The political center in Chile never disappeared, and its support even rose during the Allende years.
What sort of party strength is required, then, to hold in check a
destabilizing polarization? Neither institutionalization, nor popularity or a particular party system was sufficient to prevent the failure of democracy. What played a significant role was the quality of
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individual parties, Bermeo summarizes. The concept of distancing
capacity refers to the ability to distance a party and its members from
acts of violence and lawlessness, and deprive anti-democratic forces
in the military and elsewhere from their most powerful argument
for intervention. This involves condemning and prosecuting all those
who engage in violence, even when they present themselves as current or potential party allies. Ideally, distancing should be taken
early so that disruptive movements cannot gain momentum. In Italy
and Germany for example, the failure of leaders to punish the perpetrators of violence in time raised citizen’s fears, energized pendular
mobilization, and provided the rationale for the suspension of democratic freedom. (Bermeo, 238-239).
Czechoslovakia and Finland in the 1930s, and Venezuela in the
1960s shared several distancing qualities that enabled the survival
of their democracies. The first involved their party alliances, which
allowed democratic government to pass laws controlling anti-democratic activity to institute reforms that co-opted the issues of their
anti-democratic opposition, and to govern with relative efficacy.
The presence of conservative parties in the coalitions saved of
serious defections from capitalists and the military. Second, the main
parties of these alliances were extremely hierarchical in all the three
countries, which made the decisions of the party elites immediately consequential. Lastly, each country had a charismatic leader
who wielded clear leadership mandate (Bermeo, 251).
Distancing capacity and its political effects are surely as important to today’s struggling democracies as to the interwar Europe.
This is why poor leadership can be decisive, Bermeo concludes,
and in fact reconfirms to elites and strong parties the main agency
in deciding over regime changes. In doing so, she liberates ordinary
people from the guilt of polarizing societies and breaking down
democracies however. This could be a starting point for asking in
the future, if ordinary people actually had even more important
roles in stabilizing or otherwise positively shaping the destinies of
their democracies.
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Natalia Springer, Desactivar la guerra. Alternativas
audaces para consolidar la paz, Aguilar, Bogotá,
2005, 422 pp.
MAURICIO ROMERO VIDAL
[email protected]
PhD New School of Social Research. NY, USA.
El libro de Natalia Springer es oportuno porque sugiere salidas al
tema de la reintegración de excombatientes, en un momento crítico de ese proceso de retorno a la vida civil de los aproximadamente 30.000 miembros de grupos armados irregulares, la mayoría
de ellos de los grupos paramilitares y de autodefensas, desmovilizados durante el primer mandato del presidente Álvaro Uribe, en
el marco de la negociación entre el Gobierno y las Autodefensas
Unidas de Colombia (AUC). El libro es pertinente porque invita a
una reflexión sobre la desmovilización, el desarme y la reinserción de excombatientes (lo que se conoce como DDR en la literatura especializada) en un momento en que el tema tendrá que
abordarse de otra forma si se consolida una negociación entre el
Gobierno y la guerrilla del ELN en el corto plazo, y otra con las
FARC, en el mediano plazo. Y el libro es necesario porque insiste
en que Colombia debe aprender de las experiencias internacionales de paz de las últimas dos décadas y dejar de repetir formulas
que la mantienen en un conflicto armado que despilfarra recursos
humanos y materiales. Estos podrían estar más bien contribuyendo a la generación de riqueza por parte del empresariado nacional
y al bienestar de miles de familias colombianas.
Así, el libro es oportuno, pertinente y necesario porque a partir de
un recorrido por experiencias de cooperación e intervención internacional para enfrentar conflictos armados o crisis humanitarias
como en Bosnia-Herzegovina, Burundi, Angola, Sierra Leona, Sri
Lanka, Camboya y Centroamérica, pone al lector frente a la paradoja de que a pesar de los diversos y repetidos intentos de paz en
Colombia desde finales de los años setenta del siglo pasado poco se
ha aprendido de esas experiencias exitosas o fallidas en otras regioDesafíos, Bogotá (Colombia), (15): 427-430, semestre II de 2006
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nes, y más bien se las ignora. Un ejemplo de esto es el afán del
Gobierno del presidente Uribe por desmovilizar, quizá pensando
más en los réditos electorales y menos en la reintegración de miles
de combatientes así como en las demandas impuestas a las administraciones locales y regionales que han enfrentado el reto de atender a los desmovilizados, o en las necesidades de las comunidades
afectadas por la violencia y receptoras de esos excombatientes. No
de otra forma se explica que la política de reintegración haya sido
tan improvisada y se haya dejado en manos de administraciones
locales inexpertas o sin capacidad, en unos casos, o esté siendo
dirigida por los jefes de las AUC desmovilizados, en otros, sin ningún esfuerzo por fortalecer redes civiles desligadas de las antiguas
redes criminales de ese grupo. Sobre esto último también ha faltado
una visión de corto y mediano plazo en relación con los efectos
sobre la seguridad ciudadana de la desmovilización.
De los diferentes aspectos que trata el libro de Springer, este comentario resalta siete puntos que son relevantes para la fase por la
cual pasa en la actualidad el conflicto colombiano. En primer lugar,
el reconocimiento que se hace de la diferencia entre una desmovilización de combatientes en conflictos regulares entre Estados y la
que ocurre en los conflictos irregulares en el contexto de las “nuevas guerras”. En estas, la diferenciación entre combatiente y no
combatiente no es clara, lo mismo que la diferenciación entre redes
civiles y redes mafiosas. Por eso se requiere de una política específica para desarticular esos núcleos delincuenciales que tienen respaldo civil o, de lo contrario, la desmovilización de esos grupos con
apoyo gubernamental va a fortalecer el control que estas agrupaciones tienen de significativas regiones, en donde el orden no será regido por un Estado de derecho, sino por los intereses particulares de
los jefes de los grupos irregulares beneficiados con la negociación.
Un segundo punto tiene que ver con la relación entre los Estados
en crisis y los conflictos irregulares. Si bien el texto no profundiza en
las causas de la crisis de los últimos 30 años, sí menciona dos aspectos claves: uno, la deficiencia en las respuestas a las demandas por
cambios y democratización, bien en el marco de negociaciones de
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paz con las guerrillas o bien por fuera de ese entorno, y otro, la deficiencia en el liderazgo político, incluida la izquierda y la guerrilla,
para resolver esa crisis, de la cual la violencia política y el conflicto
armado son la manifestación más clara. Observando el lado institucional, se puede decir que el precio pagado por mantener “el orden” o la estabilidad en los últimos 30 años ha sido muy alto, en
lugar de haber promovido el cambio y la renovación política.
Un tercer aspecto tiene que ver con una visión más estratégica en
relación con los paramilitares y su desmovilización, como lo demanda Springer. La negociación con este grupo ha carecido de una
agenda con contenidos claros y su marco se parece más a un reglamento de buena conducta que a una negociación de un proceso de
paz. Los beneficios jurídicos para los acusados de crímenes de lesa
humanidad y la legalización de la riqueza acumulada por medio de
la violencia o del narcotráfico están implícitos, dejando que sea el
Congreso o las instituciones de justicia las que decidan, casos en
los que la presión del Gobierno y sus aliados es significativa. Este
tipo de negociación ha dado lugar a unas circunstancias muy particulares en las que sectores por fuera de la ley han generado intereses
comunes con grupos en instituciones del nivel regional y nacional,
acentuando la debilidad del Estado de derecho y fortaleciendo grupos que no respetan las reglas de la democracia.
La relación entre un proceso de desmovilización, desarme y reinserción con la reformulación del pacto social global, en una sociedad en
proceso de paz, es otro de los aspectos relevantes tratado por Springer.
Esta ha sido al menos la experiencia en las negociaciones entre Gobiernos y actores contra-estatales, como en Centroamérica, en donde
la inclusión política y varias medidas para aliviar la inequidad fueron
claros resultados de la paz. ¿Qué sucede en los casos de negociaciones exclusivas con grupos para-estatales como las AUC? El texto de
Springer no plantea esta pregunta, pero se puede deducir de su argumentación. El resultado de esta negociación entre el Gobierno del
presidente Uribe y las AUC ¿tendrá como resultado un efecto contrario al de las negociaciones con grupos guerrilleros, es decir, más inequidad y menos democracia? Esto está por verse, pero los resultados
iniciales de la negociación no son halagadores.
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Un quinto punto tratado por Springer y que vale la pena resaltar es
la diferenciación entre seguridad humana y seguridad estatal. La
primera tiene como objetivo garantizar el progreso político, económico y social, es decir, está centrada en el beneficio de las personas, las familias y las comunidades. La segunda tiene como prioridad
la sobrevivencia de una estructura de poder, con sus privilegios
viejos y nuevos. ¿Qué tipo de seguridad está fortaleciendo la negociación con las AUC? Todo parece indicar que la segunda, pero es
necesario dar un compás de espera, aunque las perspectivas no son
muy optimistas. Otro de los aspectos sobre los cuales llama la atención Springer es la relación entre DDR y fortalecimiento de la justicia. Esto es importante porque en la medida en que haya mayor
justicia en una sociedad, mejorará el funcionamiento del Estado de
derecho y, por tanto, de la democracia. Pero ¿esta es la trayectoria
que está señalando la negociación entre el Gobierno y las AUC?
En este punto hay una gran incógnita y hay que esperar a la aplicación de la Ley de Justicia y Paz y los resultados de la Comisión
Nacional de Reparación y Reconciliación.
Finalmente, el texto de Springer propone una diferenciación entre
reinsertar y reintegrar. La primera hace referencia a la acción de colocar de nuevo un elemento en un sistema, mientras la segunda tiene
que ver con la recomposición de un sistema y sus elementos después
de sufrida una ruptura como es la guerra. Esa reintegración supone
una actitud activa de la sociedad y sus instituciones para recibir de
nuevo a esos excombatientes, lo que supone, en términos de Springer,
convertir los ejércitos de guerra en fuerzas de paz. Esto se facilita en
los procesos que involucran a todos los actores del conflicto y no
sólo a algunos, de ahí la duda sobre si la actual negociación con las
AUC va a crear las condiciones para semejante cambio. Desafortunadamente, todo parece indicar que no va a ocurrir así, pero la lectura
de libro de Natalia Springer contribuirá a rectificar y recorrer el camino adecuado.
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AUTORES/ 431
Los autores en este número
por orden de aparición
Louis Valentín Mballa. Licenciado en Economía, Universidad de
Douala, Camerún, África. Filósofo de la Universidad de Yaoundé,
Camerún. Magíster en Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional Autónoma de México. Becario de la Dirección General de Estudio de Posgrado (DGEP) para realizar estudios de maestría
y doctorado. Doctorando en Ciencias Políticas y Sociales con orientación en Relaciones Internacionales, Universidad Nacional Autónoma de México.
Edgard Moncayo Jiménez. Economista de la Universidad del
Rosario. Ha cursado maestrías en las universidades de Georgetown y
Harvard. Candidato a Doctorado en Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Colombia. Es Miembro de Número de la Academia Colombiana de Ciencias Económicas. Entre sus publicaciones
recientes se destacan: “Geografía Económica de la Comunidad
Andina”, Secretaria General de la Comunidad Andina, Lima, 2003;
“Relaciones entre democracia y desarrollo en los países andinos.
Una reflexión desde la economía política”, Revista de Economía Institucional núm. 14, Universidad Externado de Colombia; “La evolución de las políticas regionales en América Latina y los países
andinos. Un análisis comparativo”, Cuadernos del Cendes, num. 61,
Universidad Central de Venezuela.
Ángela Santamaría. Abogada, Universidad Externado de Colombia, Magíster en Filosofía de la Pontificia Universidad Javeriana.
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432 / AUTORES
Candidata a Doctorado, Escuela de Altos Estudios en Ciencias
Sociales de París (EHESS), Centro de Sociología Europea. Profesora de carrera de las facultades de Ciencia Política y Gobierno y de
Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario. Publicaciones recientes: “Legal Indigenous Peoples Practices. Indigenous
Jurisdictions in Colombia Processes Production of International Law
in U.N”, Max Planck Institute for Social Anthropolog Halle
Germany, july 2006; “Prácticas locales y globales de defensa de los
derechos de los pueblos indígenas en Colombia”, Congreso de los
Americanistas, Sevilla, julio de 2006; “Stratégies juridiques de défense
des peuples autochtones en Colombie », Journées d’études,
doctorants EHESS-ENS, Maison de l’Amérique Latine, Paris.
Rubén Sánchez David. Sociólogo egresado del Instituto de Estudios Políticos de París. Doctor en Ciencias Económicas de la Universidad de Paris VIII. Actualmente se desempeña como profesor titular
de carrera e investigador de las facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario.
Federmán Antonio Rodríguez Morales. Politólogo y profesor de
carrera e investigador de las facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario.
Nery Londoño Zapata. Ingeniera Industrial de la Universidad
Libre de Colombia. Especialista en Gerencia de Recursos Naturales y en Derecho Agrario y Ambiental. Magíster en Políticas Públicas y Sociales de la Universidad Pompeu Fabra-Johns Hopkins
University, Barcelona, España. Doctorado en Ciencias Ambientales (Opción de Tecnología Ambiental) de la Universidad Autónoma de Barcelona. Actualmente se desempeña como Auditora en la
Contraloría General de la República de Colombia, desarrollando
tareas de control fiscal y Auditoria a las entidades gubernamentales
del Sector Central Nacional.
Inés Malvina Calceglia. Licenciada en Ciencia Política de la Universidad de El Salvador. Magíster en Relaciones Internacionales.
Ha sido profesora invitada en la Maestría de Relaciones InternacioDesafíos, Bogotá (Colombia), (15): 431-435, semestre II de 2006
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nales de FLACSO, módulo instituciones de la integración. Fue becaria del Gobierno italiano, en la categoría IRE (italianos residentes en el exterior) para el período académico 1995-1996. Ha sido
investigadora senior de la CEANA, Comisión para el Esclarecimiento de las Actividades Nazis en la Argentina y codirectora de
Tesis en la Maestría en Planificación y Gestión de Procesos Comunicacionales de la Universidad Nacional de La Plata, Argentina.
Jorge E. Espitia Zamora. Ingeniero Electricista de la Escuela Colombiana de Ingeniería, economista de la Universidad Nacional de
Colombia; especialista en Teoría y Política Económica de la misma
universidad. Magíster en Gobierno de la Universidad Externado de
Colombia. Magíster en Políticas Públicas y Sociales de la Universidad Pompeu Fabra. Candidato a Doctor en Economía de la Universidad de Barcelona. Actualmente es investigador de la Contraloría
General de la República de Colombia. Ha sido profesor de la cátedra Fundamentos de la política social en la Pontificia Universidad
Javeriana. Entre sus trabajos recientes se destacan: “Impacto de las
transferencias intergubernamentales en Colombia. Articulo para
discusión. Enero de 2006”. Descentralización Fiscal y Crecimiento
Económico en Colombia, tesina del DEA, segundo año de doctorado. Directora: Maite Villalta, Barcelona, 2005.
Saurabh Dube. De nacionalidad india, es Doctor en Historia de la
Universidad de Cambridge. Actualmente es profesor-investigador
del Colegio de México, México D. F. Ha realizado varias investigaciones que combinan lo antropológico y lo histórico desde la perspectiva de los estudios subalternos. Entre sus publicaciones más
recientes se cuentan: Historias esparcidas El Colegio de México, México, D. F. 2006; Postcolonial Passages: Contemporary History-writing on
India Oxford University Press, New Delhi, 2004; Stitches on Time:
Colonial Textures and Postcolonial Tangles, Duke University Press,
Durham and London, 2004; Dube, Banerjee Dube, and Lander (eds.),
Critical Conjunctions: Foundations of Colony and Formations of Modernity, a special issue of Nepantla: Views from South, 3, 2, 2002,
published by Duke University Press; Enduring Enchantments, a
special issue of South Atlantic Quarterly, 101, 4, Duke UniversiDesafíos, Bogotá (Colombia), (15): 431-435, semestre II de 2006
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ty Press, 2002; Sujetos subalternos: capítulos de una historia antropológica,
trans. Germán Franco and Ari Bartra, El Colegio de México, México,
D. F. 2001.
Enver Joel Torregroza Lara. Filósofo de la Universidad Nacional
de Colombia. Magíster en Filosofía de la Pontificia Universidad
Javeriana. Profesor de carrera e investigador de las facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario. Catedrático de la Facultad de Filosofía de la
Pontificia Universidad Javeriana. Es coordinador del grupo de trabajo “Tradición e Identidad Política Hispánica” y adelanta una investigación sobre el pensamiento filosófico y político de la hispanidad.
Entre sus publicaciones más recientes están: “La perplejidad filosófica en Maimónides”, en: Simposio Universalidad y Vigencia de
Maimónides, Universidad Católica Andrés Bello, Asociación Israelita de Venezuela, Caracas, 2006; Una introducción a Derrida, Universidad Libre, Bogotá, 2004.
Marta Ochman. Licenciada en Estudios Hispánicos de la Universidad de Varsovia. Magíster en Literatura Hispánica de la Universidad Nacional Autónoma de México. Doctora en Ciencias Sociales
(Teoría Política) de la Universidad Iberoamericana. Profesora de
planta del Departamento de Estudios Sociales y Relaciones Internacionales del ITESM-CEM, donde imparte materias en el área de
teoría política y política internacional. Entre sus publicaciones se
destaca: Pulsos de la Modernidad, Plaza y Valdés, ITESM-CEM, 2005;
Los nuevos escenarios de la migración: causas, condiciones, consecuencias,
Fundación Heinrich Böll, 2006. Es autora del libro El Occidente dividido: relaciones bilaterales entre Estados Unidos y Europa, Porrúa, ITESMCEM, 2004.
Ana Cecilia Burgos González. Politóloga y jóven investigadora
del Centro de Estudios Políticos e Internacionales (CEPI) de la Universidad del Rosario.
Elisa Tarnaala. Historiadora y politóloga de la Universidad de
Helsinki, Finlandia. Magíster en Historia Social y Económica de la
Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 431-435, semestre II de 2006
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AUTORES/ 435
misma universidad, magíster en Ciencia política del New School
for Social Research, Nueva York. Ha sido docente de la Facultad
de Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Externado de Colombia. Ha publicado sobre las reformas agrarias y la
inclusión de la población rural en Europa del Este a comienzos del
siglo XX. Actualmente está terminando su disertación para el programa de Doctorado en Ciencia Política en el New School for Social Research.
Mauricio Romero Vidal. Doctor en Ciencia Política, New School
for Social Research, NSSR, Nueva York. Magíster en Ciencia Política y Estudios Históricos de la misma universidad. Entre sus publicaciones recientes: “La desmovilización de paramilitares y
autodefensas: riesgosa, controvertida y necesaria”, Síntesis Anuario
Social, Político y Económico de Colombia, IEPRI-FESCOL-Nueva Sociedad, 2005; “Paramilitaries, self-defense groups and peace
negotiations”, Colombia From the Inside. Perspectives on Drugs, War and
Peace, Michiel Baud y Donny Meertens (eds.), CEDLA, University
of Amsterdam, 2004.
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436 / CONSEJOS EDITORIAL Y CIENTÍFICO
Curriculum vitae
de los miembros
de los consejos Editorial
y Científico
Consejo Editorial
Eduardo Barajas. Decano fundador de las Facultades de Ciencia
Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario.
Stéphanie Lavaux. Profesora de de las Facultades de Ciencia Política y Gobierno, y de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario en Bogotá. Directora del Centro de Estudios
Políticos e Internacionales (CEPI) de las mismas Facultades. Es
politóloga del Instituto de Estudios Políticos de Toulouse (Francia), con D.E.A en Ciencia Política con énfasis en Relaciones Internacionales de la Universidad de Ciencias Sociales de Toulouse, y
candidata a doctorado en Ciencia Política. Su tema central de interés es la seguridad ambiental, los procesos de integración y cooperación regionales, las relaciones internacionales. Es autora de varios
artículos dedicados al tema del agua dulce como recurso estratégico. Es miembro (directora) del Grupo de Investigación sobre Seguridad (GIS) de la Universidad del Rosario.
Beatriz Franco-Cuervo. Politóloga de la Universidad de Los Andes; Doctorado en Ciencia Política, de la Universidad de Heidelberg
(Alemania). Profesora de carrera, investigadora de la Facultad de
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CONSEJOS EDITORIAL Y CIENTÍFICO/ 437
Ciencia Política y Gobierno y directora del Observatorio de Procesos Electorales de la Universidad del Rosario.
Mauricio Romero Vidal. Economista de la Universidad de los Andes. Obtuvo su doctorado en el New School for Social Research, en
Nueva York. Es autor del libro “Paramilitares y autodefensas, 19822003”, publicado recientemente por editorial Planeta. Sus temas de
interés son el estado y los procesos de consolidación o disolución, las
guerras interestatales y civiles, la violencia política y la acción colectiva reivindicativa. Romero es actualmente coordinador de un
proyecto de seguimiento a la negociación entre el Gobierno y las
Autodefensas Unidas de Colombia, AUC, financiado por la agencia
de cooperación sueca para dar apoyo técnico a la Misión de Apoyo
a la Negociación, de la Organización de Estados Americanos, OEA.
Rubén Sánchez. Doctor en Ciencias Económicas. Ecole Pratique
des Hautes Etudes, Universidad de París-Francia. Actualmente
se desempeña como coordinador y profesor en la facultad de Ciencia Política y Gobierno de la Universidad del Rosario, investigador del CEPI, grupo reconocido por COLCIENCIAS.
Adriana Serrano. Diplomada en Filosofía de la Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, 1991. Maestría en Estudios del Desarrollo
del Instituto Universitario de Estudios del Desarrollo. (IUED),
Universidad de Ginebra, Ginebra, Suiza, 1998. Profesora de carrera de las facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones
Internacionales de la Universidad del Rosario.
Arlene Tickner. Profesora del Departamento de Ciencia Política
de la Universidad de los Andes, desde 1991, Bogotá. Doctora en
Relaciones Internacionales de la Universidad de Miami. Su área de
interés las Relaciones Internacionales. Profesora de cátedra del Seminario de Relaciones Internacionales, Cine y Relaciones Internacionales, Guerra y Conflicto, Teoría de las Relaciones Internacionales
y Teoría Política Exterior.
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438 / CONSEJOS EDITORIAL Y CIENTÍFICO
María del Rosario García. Profesora principal de las facultades
de Relaciones Internacionales y de Ciencia Política y Gobierno de
la Universidad del Rosario en Bogotá. Socióloga con maestría en
Relaciones Internacionales. Entre sus publicaciones se pueden citar: Historia de las Religiones, Intermedio Editores, Bogotá, 2006.
“El Shinto y la restauración Meiji” en González, Javier y Morales,
Sandra (Eds.), Koten, Lecturas cruzadas, Japón-América Latina, Editorial Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, 2005. Civilizaciones
del viejo mundo, Intermedio Editores, Bogotá, 2004. “Identidad y
minorías musulmanas en Colombia: Ocupación y gobierno hispánicos del territorio” en: Desafíos, No. 11, Centro de Estudios Políticos
e Internacionales, Universidad del Rosario, Bogotá, 2004. “Islam y
diversidad étnica: el caso de Afganistán” en Desafíos, No. 4-5, Centro de Estudios Políticos e Internacionales, Universidad del Rosario, Bogotá, 2001. Es investigadora de la línea Análisis de Procesos
Históricos del Centro de Estudios Políticos e Internacionales (CEPI)
de la Universidad del Rosario.
Consejo Científico
Ana María Bejarano. Politóloga, profesora asistente del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Toronto, Canadá.
Doctorado en Ciencias Políticas de la Universidad de Columbia,
Estados Unidos, autora de varios artículos sobre ciencia política en
América Latina y Canadá.
Michael Gold-Biss. Internacionalista estadounidense. Doctorado en
Relaciones Internacionales de la American University. EBA de la
Universidad de Minnesota. Master en Ciencia Política de la Universidad de Delaware. BA. en Asuntos Internacionales e Historia de la
Fayette College. Ha sido Asistente del Vicepresidente para Programas Internacionales en el A&M International University en Laredo
Texas. Ha sido Director del Programa de Relaciones Internacionales en la Universidad Estatal de Saint Cloude. Actualmente es profesor en Asuntos de Seguridad Nacional del Centro Hemisférico de
Defensa (CDS) de la Universidad Nacional de Defensa en Washington, D.C. (Estados Unidos).
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Bernard Labatut. Doctorado en Ciencia Política (Cum Laude),
Universidad de Ciencias Sociales de Toulouse (Francia). Su disertación se titula “La política de defensa de la España democrática”.
Magíster en Derecho Público, mención Derecho Internacional, Facultad de Derecho, Universidad de Ciencias Sociales de Toulouse
(Francia). Actualmente se desempeña como profesor de ciencia política y relaciones internacionales en la Universidad de Ciencias
Sociales e Instituto de Estudios Políticos de Toulouse, Francia.
Staffan Löfving. Doctor en Antropología Cultural de la Universidad de Uppsala, Suecia. Actualmente se desempeña como Profesor
Asistente del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Estocolmo, Suecia. Sus temas de especialidad son la violencia política y la acción colectiva popular, especialmente en países
centroamericanos.
Kjell Åke Nordquist. Doctor en Filosofía de la Universidad de Uppsala (Suecia) y Magíster en Ciencia Política de la Universidad de Gothenburg (Suecia). Actualmente se desempeña como Director del
Departamento de Investigaciones sobre Paz y Conflicto de la Universidad de Uppsala. Entre sus publicaciones más recientes está “Reconciliación política” (Embajada de Suecia en Colombia, 2005).
Jenny Pearce. Profesora de Estudios Políticos Latinoamericanos
en el Departamento de Estudios de Paz de la Universidad de
Bradford, Reino Unido. Actualmente se desempeña como Directora del Centro para los Estudios de Participación en la misma universidad. Ha concentrado su investigación en los temas de cambio
social y democratización en América Latina. Otros temas de su
interés son: sociedad civil, mecanismos de acción colectiva y participación, reconstrucción posconflicto y desarrollo, violencias complejas y pobreza. Es autora de los libros “Promised Land: Peasant
Rebellion in Chalatenango”, El Salvador (1985) y “Colombia: Inside
the Labyrinth” (1990).
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440 / EVALUADORES EXTERNOS
Curriculum vitae
de los evaluadores externos
Jaime Humberto Borja. Historiador, Pontificia Universidad Javeriana, Doctor en Historia, Universidad Iberoamericana. Profesor asociado del Departamento de Historia de la Pontificia Universidad
Javeriana, Ha publicado, entre otros: «Discursos visuales: retórica y
pintura en la Nueva Granada», en Diana Bonnett, Adriana Maya
(comp.), Balances y desafío de la historia de Colombia al inicio del siglo XXI.
Homenaje a Jaime Jaramillo Uribe. Uniandes, Ceso, Bogotá, 2003. Los
Indios Medievales de Pedro de Aguado. Construcción del idólatra y escritura de
la historia en una crónica del siglo XVI, Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH), Universidad Iberoamericana (México.
D. F.), Centro Editorial Javeriano (CEJA), Bogotá, 2002. “Lectores
contemporáneos frente a una crónica del siglo XVI. Identidad nacional e invención del Indígena”, en: La reestructuración de las ciencias
sociales en América Latina. Instituto Pensar, Pontificia Universidad
Javeriana, Bogotá, 2000.
Luis Mauricio Cuervo. Economista de la Universidad de Los Andes, Doctor en urbanismo y planificación territorial del Institu
d’Urbanisme de Paris, Université de Paris XII. Fue profesor titular
del CIDER Centro Interdisciplinario de Estudios Regionales de la
Universidad de Los Andes por once años. Actualmente se desempeña como oficial de Asuntos Económicos, Ilpes, CEPAL, Naciones Unidas.
Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 440-443, semestre II de 2006
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EVALUADORES EXTERNOS/ 441
Elias Eliades. Licenciado en Ciencias Políticas y Asuntos Africanos de la Universidad de Natal, Durban, Sudáfrica. Es politólogo
experto en África y la Unión Europea. Diplomático de carrera por
25 años; se desempeñó como Cónsul General en Nueva York,
Embajador en España (concurrente también a la vez en Chile, Argentina y Uruguay) y Embajador en Sudáfrica. Investigador de resolución de conflictos étnicos internacionales con referencia al
problema de Chipre en el Instituto Sudafricano de Asuntos Internacionales, Johannesburgo. Autor del capítulo sobre Colombia del
libro Oportunidades para negocios con América. Actualmente es profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Pontificia Universidad Javeriana, así como docente de
Relaciones Internacionales Africanas en la Facultad de Relaciones
Internacionales de la Universidad Jorge Tadeo Lozano.
Benjamín Herrera Chaves. Periodista, Magíster en Análisis de Problemas Políticos, Económicos y Relaciones Internacionales Contemporáneos, Instituto de Altos Estudios para el Desarrollo de Bogotá.
Profesor universitario; actualmente desempeña el cargo de Director
de la Maestría en Relaciones Internacionales de la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Pontificia Universidad Javeriana. Áreas de interés: conflictos internacionales, teorías de
las relaciones internacionales, geopolítica. Últimos artículos publicados: “La imposición de la democracia y los intereses estratégicos de
los Estados Unidos de Norteamérica en el Cercano Oriente y Asia
Central”, en: Papel Político, núm. 17, junio de 2005, pp. 227-238;
“Desarrollos geopolíticos en el sistema internacional”, en: Papel Político, núm. 18, diciembre de 2005, pp. 397-416; “El nuevo ‘Orden
Mundial’ entre la dispersión del poder y la hegemonía”, en: Polis,
Revista Académica on-line de la Universidad Bolivariana, Chile, vol.
5, núm. 13, 2006, http://www.revistapolis.cl/13/herre.htm
Marta Ochman Ikanowicz. Licenciada en Estudios Hispánicos
de la Universidad de Varsovia. Magíster en Literatura Hispánica de
la Universidad Nacional Autónoma de México. Doctora en Ciencias Sociales (Teoría Política) de la Universidad Iberoamericana.
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442 / EVALUADORES EXTERNOS
Profesora de planta en el Departamento de Estudios Sociales y
Relaciones Internacionales del ITESM-CEM, donde imparte materias en el área de teoría política y política internacional. Entre sus
publicaciones se destaca Pulsos de la Modernidad, Plaza y Jaldés,
ITESM-CEM, 2005; Los nuevos escenarios de la migración: causas, condiciones, consecuencias, Fundación Heinrich Böll, 2006.
Es autora del libro El Occidente dividido: relaciones bilaterales entre Estados Unidos y Europa, Porrúa, ITESM-CEM, 2004.
Luisa Ortiz Pérez. Licenciada en Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Iberoamericana, México. Magíster
en Teoría Política de la misma universidad. Doctora en Ideología y
Análisis del Discurso de la Universidad de Essex, Reino Unido.
Fue profesora de Análisis del discurso y política y sociedad. Investigadora directora del proyecto ¿Dijo usted indio? y procesos de
construcción de la colombianidad. Actualmente es investigadora
en la Universidad Autónoma de México.
Augusto Ramírez Ocampo. Doctor en ciencias económicas y jurídicas, miembro de la Comisión de Conciliación nacional y de la
Comisión Andina de Juristas; fue Representante Especial del Secretario General de Naciones Unidas y Jefe de la Misión en El Salvador –ONUSAL– y jefe de la Misión para la Reinstauración de la
Democracia en Haití de la OEA. Actualmente es el Director del
Instituto de Derechos Humanos y Relaciones Internacionales de la
Pontificia Universidad Javeriana. Ha sido autor de diversas obras
sobre integración, resolución de conflictos y procesos de paz.
Mauricio Solano C. Politólogo. Actualmente es director del Programa de Educación Continua y miembro de los grupos de investigación en “Participación Política” de la Facultad de Ciencias
Políticas y Relaciones Internacionales de la Pontificia Universidad
Javeriana y “Sobre conflicto e instituciones en una perspectiva comparada” del IEPRI de la Universidad Nacional. Adicionalmente, es
asesor externo de la Dirección Antinarcóticos de la Policía Nacional en el Centro de Estudios sobre el Narcotráfico (CENAR). Es
coeditor del libro Partidos, reforma política y referendo, 2003, así como
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EVALUADORES EXTERNOS/ 443
de los informes del Programa de Observación Electoral Nacional
(2002 y 2003).
Pedro Valenzuela. Politólogo de la Universidad Internacional de la
Florida, Estados Unidos. Magíster en Asistencia Humanitaria,
Magíster en Relaciones Internacionales, Curso Avanzado en Resolución de Conflictos, Curso Internacional de pregrado en Resolución
de Conflictos, Universidad de Uppsala, Suecia. Actualmente es profesor de planta de la cátedra Teoría de Conflictos y Resolución de
Conflictos, en la Pontificia Universidad Javeriana. Doctorando en
Investigación en Conflictos y Paz de la Universidad de Uppsala,
Suecia. Su disertación “Neutralidad en conflictos armados internos:
experiencias desde la base”. Es Doctor en Ciencia Política de la
Universidad de Pittsburgh, Pennsylvania, Estados Unidos.
Manuel Vidal Noguera. Comunicador social, especialista en Comunicación para el Desarrollo y magíster en Ciencia Política de la
Pontificia Universidad Javeriana. Profesor de Negociación y Conciliación, Políticas de Comunicación y de Manejo de Conflictos Comunitarios en la misma Universidad (1986-1997) y de Negociación
y Conciliación en posgrados de gerencia de varias universidades.
Profesor y director de seminarios privados de negociación y conciliación. Fue Decano de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad Tecnológica de Bolívar.
Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 440-443, semestre II de 2006
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444 / CONTENIDO DE LOS NÚMEROS 1 AL 14
Contenido
de los números 1 al 14
Núm. 1. II semestre de 1999
Guerra interna, injerencia externa
Juan Gabriel Tokatlían
Medios de Comunicación y Política Exterior:
una aproximación teórica
Sandra Borda
La Venezuela indescifrable de Chávez
Francesca Ramos-Enrique Serrano
Ciclo de Conferencias. Política Exterior de los países americanos
hacia Colombia: Balances y Perspectivas
Colombia frente al nuevo orden internacional
Fernando Cepeda Ulloa
México y Colombia: Hacia la consolidación de una relación
Embajador Andrés Valencia
Chile y Colombia: ¿Hacia un nuevo proyecto de integración?
Embajador Aníbal Palma
Núm. 2. I semestre de 2000
¿Qué hacer con la primacía estadounidense?
Richard N. Haass
Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 444-455, semestre II de 2006
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CONTENIDO DE LOS NÚMEROS 1 AL 14 / 445
La diplomacia centrífuga. Preámbulo a una política exterior
de las regiones
Vicente Torrijos
El Consejo de Seguridad y la protección de los Derechos
Humanos: La efectividad de las medidas adoptadas en la
Posguerra Fría
Pablo Rueda Saíz
El parroquialismo en tiempos de la globalización
José Luis Ramírez
La patria como ausencia. Esbozo de una teoría de la nación
Carlos Andrés Ramírez
Núm. 3. II semestre de 2000
La Comunidad Andina frente a la globalización:
Elementos para una respuesta concertada
Edgard Moncayo
El reconocimiento de Beligerancia
Cesar Moncayo
La participación del sector privado colombiano en la negociación
y seguimiento de ALCA (primera parte)
Diego Molano
Cumbre de las Américas, drogas y sociedad civil: ¿Hacia un
verdadero esquema de participación hemisférico?
Sandra Borda
La gobernabilidad reluctante
Vicente Torrijos
Etnicidad y política estatal: Las comunidades étnicas minoritarias
frente al poder oficial en China
Carlos Carbonell
Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 444-455, semestre II de 2006
16. Indices.p65
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446 / CONTENIDO DE LOS NÚMEROS 1 AL 14
Reseña: La paz en perspectiva comparada: lecciones para
Colombia
Angélika Rettberg
Núm. 4-5. Año 2001
El impacto de los acontecimientos del 11 de septiembre en el
Sistema Internacional
Diego Cardona C.
De Bill Clinton a George W. Bush: dos estilos de liderazgo en
política exterior
Rubén Sánchez D.
La amenaza intratable. El terrorismo y el nuevo orden estratégico
global
Vicente Torrijos
La nueva política común de seguridad y defensa: ¿el último reto
de la integración europea?
Stéphanie Lavaux
Islam y diversidad étnica: el caso de Afganistán
María del Rosario García
La perla del Dragón
Adriana Serrano
El conflicto colombiano y los retos del siglo XXI
General (r) Manuel José Bonett
On the Truth Comissions and the application of justice in
processes of democratic transition
Natalia María Springer
México: contrarrevolución neoliberal y relaciones con el Vaticano
José a. Alonso
Anexos documentales
Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 444-455, semestre II de 2006
16. Indices.p65
446
02/12/06, 07:45 p.m.
CONTENIDO DE LOS NÚMEROS 1 AL 14 / 447
Núm. 6. I semestre de 2002
Introducción
Alexander Wendt
Las ideas, tan sólo una parte de la explicación
Robert Keohane
El mundo de Wendt
Steve Smith
Cómo aprender de Wendt
Hayward R. Alker
Una teoría social para las relaciones internacionales: una
evaluación de la síntesis teórica y disciplinaria de Alexander
Wendt
Stéfano Guzzini y Ana Leander
Acerca de la vía intermedia: una respuesta a los críticos
Alexander Wendt
Núm. 7. II semestre de 2002
Perspectivas de la CAN
Diego Cardona
Glocalización: Nuevos Enfoques teóricos sobre el desarrollo
regional (subnacional) en el contexto de la integración económica
y la globalización
Edgar Moncayo
El Desarrollo Sostenible: Un gran potencial presente y futuro
Paola Bettelli
La Acción Exterior en la transformación de conflictos internos
Vicente Torrijos
Conferencia internacional sobre el comercio ilícito de armas
pequeñas y ligeras
Alvaro Tirado Mejía
Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 444-455, semestre II de 2006
16. Indices.p65
447
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448 / CONTENIDO DE LOS NÚMEROS 1 AL 14
Mandala: La mirada de una mirada
Adriana Serrano
Análisis del Discurso sobre los Zapatistas
Luisa Ortíz
Núm. 8. I semestre de 2003
“Hacer la guerra con palabras y no con armas”. Análisis del
discurso y zapatismo contemporáneo
Luisa Ortiz Pérez
New Directions in Historical Research: An Approach from a
Discourse Theory Perspective
Juan Pablo Lichtmajer
El fantasma: exclusión y huellas de lo teórico en la formación de
investigadores en educación
Rosa Nidia Buenfil Burgos
Kicking in the Worker’s Backside. A Reflection on Latin
American Populism
Alejandro Groppo
Tres textos de Vinyamata (reseña bibliográfica)
Vicente Torrijos
Dossier Irak (anexo bibliográfico)
Diego Cardona y Nathaly Jiménez
Núm. 9. II semestre de 2003
Política, democracia y ciudadanía
Rubén Sánchez D.
Diplomacia de defensa e interés colectivo
Vicente Torrijos
Policía exitosa, Policía indolente: Nuevas tendencias en seguridad
ciudadana
Juan Carlos Ruiz
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CONTENIDO DE LOS NÚMEROS 1 AL 14 / 449
El conflicto armado y el incierto futuro de la paz en Colombia
Roberto González Arana
Injerencia creciente y desnarcotización fallida: las relaciones
Colombia-EE.UU. desde el final de la Guerra Fría
Francisco Coy
Drogas ilícitas: entre la securitización y la economitización
Nathaly Jiménez R.
El sistema federal y la consolidación del gamonalismo
Alonso Valencia Ll.
Diversidad cultural: desafío de la pedagogía
Zayda Sierra
La politique étrangère du Maroc: Entre la constante géopolitique
et les contraites de la mondialisation
Rachid El Houdaïgui
Reseña: Discusión sobre la hegemonía norteamericana Kupchan vs. Kagan
Rubén Sánchez D.
Dossier: Relaciones transatlánticas de seguridad de Estados
Unidos y Europa
Stéphanie Lavaux
Núm. 10. I Semestre de 2004
La primera Universidad del Caribe colombiano
Diana Soto
El papel del Estado en los países andinos: ¿ocaso o
transformación?
Edgar Moncayo
La Construcción de la idea europea: la perspectiva históricocultural, más allá de la identidad
Constanza Trujillo
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16. Indices.p65
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02/12/06, 07:45 p.m.
450 / CONTENIDO DE LOS NÚMEROS 1 AL 14
Hacia un nuevo vínculo de las relaciones entre la Unión Europea
y la Comunidad Andina: los referentes de gobernanza y la visión
europea de seguridad respecto a América Latina
Rocío Pachón
Hacia una visión dinámica de la legalización de la política
internacional: revisión crítica de la bibliografía
Pablo Rueda Sáiz
Simplificar el conflicto armado colombiano ¿sirve de algo?
Alejo Vargas
Conflictos y Conflictología: Una mirada a Colombia
Eduard Vinyamata
Transforming Intractable Conflicts
Louis Kriesberg
Política exterior de los Estados Unidos en Asia Central y el Medio
oriente In memoriam Eduard Wadie Sid
Benjamín Herrerra
Núm. 11. II semestre de 2004
Seguridad
Hasta donde llega la seguridad: hacia una lectura crítica de
Krause y Williams
Diego Cardona
Guerra en el Siglo XXI: Asimetría, Revolución y Terrorismo
Javier Torres
Gobierno
La carrera administrativa: ¿anhelo o realidad?
Germán Puentes
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CONTENIDO DE LOS NÚMEROS 1 AL 14 / 451
Identidad y diversidad
Identidad y Minorías musulmanas en Colombia: ocupación y
Gobierno hispánicos del territorio
María del Rosario García
Convergencias y divergencias entre las reivindicaciones y
estrategias del EZLN y el MST
Yamile Cepeda y Claudia Londoño
Democracia y partidos políticos
Los partidos políticos y el sistema político colombiano
Fernando Giraldo
Semillero de investigadores
La seguridad humana: descifrando una nueva noción de seguridad
Ivonne Duarte y Rocío Pachón
La seguridad internacional. A la luz de las estructuras y las
dinámicas regionales: una propuesta teórica de complejos de
seguridad regional
Andrés Otálvaro
Las opciones de los ciudadanos en la filosofía política liberal
Federmán Rodríguez
Núm. 12. I semestre de 2005
I. Reflexiones sobre seguridad
Insurgency in a time of terrorism
Tom Marks
Les expériences françaises de police de proximité
François Dieu
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16. Indices.p65
451
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452 / CONTENIDO DE LOS NÚMEROS 1 AL 14
II. Ciudad y territorio
Gobierno y gobernancia de los territorios, sectorialidad y
territorialidad de las políticas públicas
Jean-François Jolly
Un enfoque para la complejidad en la ciudad-región
María Helena Botero
Ciudad-región Eje Cafetero: hacia un desarrollo urbano sostenible
Óscar Arango
III. Dossier especial de Venezuela
Transformaciones de la democracia en Venezuela: una lectura
crítica de la constitución de 1999
Ana María Bejarano
Tras las huellas del sistema político venezolano: doscientos años
de historia vertidos en una revolución
Francesca Ramos y Andrés Otálvaro
La política exterior de Chávez: proyección de la revolución
bolivariana en las relaciones internacionales
Olga Illera
IV. Democracia y partidos políticos
Elementos de la reforma constitucional en Colombia y el nuevo
marco institucional
Gabriel Murillo y Victoria Gómez
V. Relaciones internacionales
Extinción o reinvención del Estado-nación frente a los desafíos
globales
Eduardo Pastrana
Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 444-455, semestre II de 2006
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CONTENIDO DE LOS NÚMEROS 1 AL 14 / 453
VI. Semillero de investigadores
La incursión de la diplomacia en la palestra mediática: el caso
colombo-venezolano
Julie Billorou
Núm. 13. II semestre de 2005
I. Dossier especial sobre TLC
Tratado de Libre Comercio Colombia-Estados Unidos
Marta Lucía Ramírez
El TLC con Estados Unidos: una oportunidad para Colombia
Luis Carlos Villegas
Impactos e implicaciones del TLC Colombia-Estados Unidos: un
análisis desde la perspectiva institucional
Marcela Anzola y Juanita Villaveces
Negociaciones internacionales de servicios financieros: la experiencia internacional y el camino recorrido por Colombia
Jorge Arturo Saza García, Érika Milena Montañez Rueda y Ramiro Augusto Forero Corzo
El TLC y la inserción del país en los temas de comercio exterior
Juan Alfredo Pinto Saavedra
TLC y educación superior
Hans Peter Knudsen
II. Reflexiones sobre seguridad
Las alertas tempranas. La prevención de la violencia y las dificultades de la experiencia colombiana
Armando Borrero Mansilla y Felipe Borrero Vallejo
Prevención comunitaria del delito en América Latina: desafíos y
oportunidades
Lucía Dammert
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454 / CONTENIDO DE LOS NÚMEROS 1 AL 14
III. Ciudad y territorio
Reajuste de derechos de propiedad del suelo urbano en las ciudades de Japón y de Colombia
Óscar A. Alfonso R.
Territorio y ciudad: contexto y pretexto para un enfoque integrativo
de análisis
Daniel Gómez López
“Ciudad”: probabilidad emergente de un organismo vivo. Una aproximación epistemológica a la relación universidad-ciudad en tanto
problema filosófico contemporáneo
Adolfo Izquierdo Uribe
IV. Semillero de investigadores
The Construction of a State Peace Policy and the Process of Conflict
Resolution
Alexandra Abello
Reseñas
Núm. 14. I semestre de 2006
I. Dossier especial: elecciones en América Latina
Bolivia. Un viaje por el proceso político que eligió a Evo Morales
Presidente de Bolivia
María Teresa Pinto Ocampo
Perú. Partidos y outsiders. El proceso electoral peruano de 2006
Carlos Meléndez Guerrero
Colombia. Oposición, competencia electoral y reformas para la paz
en Colombia
Rafael Guarín
Venezuela. Las elecciones presidenciales en Venezuela: de una democracia representativa a un régimen autoritario electoral
Miriam Kornblith
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CONTENIDO DE LOS NÚMEROS 1 AL 14 / 455
México. Elecciones 2006 en México: del binomio autoritarismodemocracia a la discusión sobre políticas públicas
Irma Méndez de Hoyos
II. Gobierno y democracia
Autoritarismo subnacional: estrategias territoriales de control político en regímenes democráticos
Edward L. Gibson
III. Reflexiones sobre seguridad
Géopolitique de l’énergie en Amérique latine. Le temps des incertitudes
Christophe-Alexandre Paillard
Trouble Ahead: The Cocaleros of Peru
Vanda Felbab-Brown
La coordinación interagencial: el arma secreta de la seguridad democrática
Diego Andrés Molano Aponte, Juan Pablo Franco
Los grupos paramilitares en Bogotá y Cundinamarca, 1997-2005
Bernardo Pérez Salazar
IV. Reseñas
Introducción Dieter Nohlen y la Ciencia Política
Ciencia política y política: sobre la persona y obra de Dieter Nohlen
Mario Fernández Baeza
¿Cómo estudiar, cómo enseñar Ciencia Política?
Dieter Nohlen
-Vecindad sin límites- Encuentro Fronterizo Colombo-Venezolano. Dinámicas de la región fronteriza que une a los dos países
Andrés Otálvaro
V. Semillero de investigadores
Las implicaciones de la expansión china en el sudeste asiático
Mauricio Jaramillo Jassir, Camila Gómez Hormaza
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456 / NORMAS PARA LA PUBLICACIÓN DE ARTÍCULOS EN LA REVISTA DESAFÍOS
Normas para la publicación
de artículos
en la Revista Desafíos
Los Consejos Editorial y Científico de la Revista Desafíos –publicada por el Centro de Estudios Políticos e Internacionales de las facultades de Relaciones Internacionales y de Ciencia Política y
Gobierno de la Universidad del Rosario (Bogotá, Colombia)– recibe propuestas de artículos académicos que pasan por una revisión
interna y externa en conformidad con la tipología del artículo presentado (categorías de Colciencias) y sobre los requisitos formales
que a continuación se describen. Si el artículo no corresponde a
ninguna de las categorías establecidas por la revista o no se ajusta a
los requisitos de presentación formal será devuelto a su autor (a).
Así mismo, se tendrá en cuenta la pertinencia política e internacional según la temática de la revista. Los artículos pueden estar escritos en español, francés o inglés. Las categorías1 que aplican para la
revista preferiblemente son:
Artículo de investigación científica y tecnológica: documento que
presenta de manera detallada los resultados originales de proyectos
de investigación. La estructura generalmente utilizada contiene cuatro apartes importantes: introducción, metodologías, resultados y conclusiones.
Artículo de reflexión: documento que presenta resultados de investigación desde una perspectiva analítica, interpretativa o crítica
del autor sobre un tema específico recurriendo a fuentes originales.
1
Clasificación tomada del documento “Orientaciones generales de la actualización del
índice de publicaciones seriadas científicas y tecnológicas colombianas”, Colciencias, 2002.
Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 456-457, semestre II de 2006
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NORMAS PARA LA PUBLICACIÓN DE ARTÍCULOS EN LA REVISTA DESAFÍOS / 457
Artículo de revisión: documento resultado de una investigación
donde se analizan, sistematizan e integran los resultados de investigaciones publicadas o no publicadas sobre un campo en ciencia y
tecnología con el fin de dar cuenta de los avances y las tendencias de
desarrollo. Se caracteriza por presentar una cuidadosa revisión bibliográfica por lo menos de 50 referencias.
Requisitos formales
• Los artículos deben ser escritos en formato Word, fuente Times
New Roman 12, con una extensión entre 15 y 30 cuartillas, a
espacio 1.5.
• Debe incluirse un resumen analítico del artículo con no más de
200 palabras en español e ingles o francés.
• Deben asignarse entre 3 y 10 palabras clave, en español, e inglés
o francés.
• Cada gráfica o tabla que utilice debe ir acompañada de un título
breve referente a su contenido y citar su fuente.
• Los artículos deben presentar la afiliación institucional de acuerdo
con el siguiente modelo: nombre del autor, correo electrónico,
dependencia, institución, ciudad, departamento, país.
• Junto con el artículo debe enviarse hoja de vida del autor con las
publicaciones más recientes.
Pueden remitirse por correo electrónico a [email protected],
[email protected], [email protected]
En impreso y acompañados de una copia en diskette a la siguiente
dirección:
Revista Desafíos
Universidad del Rosario. Av. Jiménez No. 7-50 oficina 301
Bogotá, Colombia.
No se hará devolución de los originales ni se tendrán en consideración los artículos que no cumplan con los requisitos mencionados.
Cada artículo aceptado queda supeditado a la revisión de los árbitros por parte de los Consejos Editorial y Científico y a las modificaciones formales que se requieran para adaptar el texto a las normas
de la publicación.
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458 / PUBLICACIONES MÁS RELEVANTES DE LOS INVESTIGADORES DEL CEPI
Publicaciones más
relevantes
de los investigadores del
CEPI
II/2004 – I/2006
Alternativas de Desarrollo regional y urbano en
Colombia
• Botero, María Helena, “Un enfoque para la complejidad en la
Ciudad Región”, en Revista Desafíos, No. 12, Bogotá, Universidad del Rosario, Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de
Relaciones Internacionales, CEPI, 2005, pp. 86-108.
• Botero, María Helena, Conflicto y desarrollo regional soluciones de convivencia, Documento de Investigación, Nº 4, Bogotá, Universidad del Rosario, CEPI, 200.
• Botero, María Helena, Desarrollo regional e internacionalización de
las regiones, Documento de Investigación, Nº 3, Bogotá, Universidad del Rosario, CEPI, 2004.
• Botero, María Helena, Misión y posibilidades de la inserción internacional de las regiones en el marco de la globalización, Documento de Investigación, Nº 1, Bogotá, Universidad del Rosario, CEPI, 2004.
• Botero, María Helena, Opciones políticas de internacionalizar las regiones, Documento de Investigación, Nº 2, Bogotá: Universidad
del Rosario, CEPI, 2004.
• Gómez, Daniel, “Territorio y Ciudad: Contexto y pretexto para
un análisis Integrativo” Revista Desafíos: Nº 13. Facultades de
Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 458-465, semestre II de 2006
16. Indices.p65
458
02/12/06, 07:45 p.m.
PUBLICACIONES MÁS RELEVANTES DE LOS INVESTIGADORES DEL CEPI/ 459
Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales, Universidad del Rosario. Bogotá 2005, pp. 185 a 205.
Análisis de la Colombianidad
• García, María del Rosario “Identidad y minorías en Colombia:
ocupación y gobierno hispánicos del territorio”, en Revista Desafíos, Nº 11, Bogotá, Universidad del Rosario, Facultades de
Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales,
CEPI, 2004.
• Ortiz Pérez, Luisa, “Espacios de Transgresión Identitaria. Relatos de desobediencia Wayuu y colombiana”, Documento de Trabajo, Nº 8, Facultad de Ciencia Política y Gobierno, Universidad
del Rosario, Bogotá, 2004.
• Ortiz Pérez, Luisa, Lecturas desobedientes de y sobre lo Wayuu, Documento de Investigación, Nº 10, Bogotá, Universidad del Rosario, Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones
Internacionales, CEPI, 2004.
• Rodríguez Morales Federman, “Las opciones de los ciudadanos
en la filosofía política liberal”, Revista Desafíos Nº 11, Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales, Universidad del Rosario.
Análisis de procesos históricos
• Constaín, Juan Esteban, La Formación del Mundo Contemporáneo.
Bogotá, Universidad del Rosario, Facultades de Ciencia Política
y Gobierno y de Relaciones Internacionales, 2005.
Dinámicas políticas de América Latina
• Billorou, Julie Cristina, “La incursión de la diplomacia en la palestra mediática: el caso colombo-venezolano”, en Revista Desafíos, Nº 12, Bogotá, Universidad del Rosario, Facultades de
Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales,
CEPI, 2005. pp. 284-325.
• Francesca Ramos y Andrés Otalvaro, “Tras las huellas del sistema político venezolano: doscientos años de historia vertidos en
una Revolución”, en Revista Desafíos, Nº 12, Bogotá, UniversiDesafíos, Bogotá (Colombia), (15): 458-465, semestre II de 2006
16. Indices.p65
459
02/12/06, 07:45 p.m.
460 / PUBLICACIONES MÁS RELEVANTES DE LOS INVESTIGADORES DEL CEPI
dad del Rosario, Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de
Relaciones Internacionales, CEPI, 2005. pp. 145-208.
Estudios de género
• Serrano, Adriana, “Alguien que cuide de mi” Para una lectura crítica
sobre los discursos de igualdad de género, Documento de Investigación, Nº 11, Bogotá: Universidad del Rosario, CEPI, 2005.
Gobernabilidad y Reconstrucción del Estado
• Abello, Alexandra, “The Construction of a State Peace Policy
and the Process of Conflict Resolution”, en Revista Desafíos
Nº 13, Bogotá, Universidad del Rosario, Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales, CEPI,
2005.
• Hoyos, Diana, “Evolución del sistema de partidos en Colombia
1972-2000. Una Mirada Regional”, en Análisis Político, N° 55,
Bogotá, Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales, IEPRI, Universidad Nacional, 2005.
• Romero, Mauricio, “La Desmovilización de los Paramilitares y
Autodefensas: Riesgosa, Controvertida y Necesaria, Síntesis
2004”, en Anuario Social, Político y Económico, Colombia, Bogotá,
Universidad Nacional, IEPRI-FESCOL, 2005.
Institucionalidad y Democracia
• Franco Cuervo, Beatriz, “Colombia”, en Nohlen, Dieter (ed.), Elections in the Americas: A Data Handbook, Volume 2, South America,
Oxford, Oxford University Press, 2005. ISBN 0-19-928358-3.
• Puentes González, Germán, “Carrera Administrativa y Democracia”, en Administración y Desarrollo, No 42, ESAP, Facultad de
Investigaciones, Segundo Semestre de 2004. pp. 50-73.
• Puentes González, Germán, “La carrera administrativa: ¿anhelo
o realidad?”, en Revista Desafíos, No 11, Bogotá, Universidad del
Rosario, Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales, CEPI, 2004. pp. 60-105.
Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 458-465, semestre II de 2006
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PUBLICACIONES MÁS RELEVANTES DE LOS INVESTIGADORES DEL CEPI/ 461
Política Exterior Colombiana
• Cardona, Diego y Martha Ardila, Los instrumentos de inserción internacional y la Política Exterior: Hacia una diplomacia integral. Colombia y su mundo externo: dinámicas y tendencias, Bogotá: FESCOL–
CEREC, 2005.
• Cardona, Diego, “¿Tiene futuro la comunidad sudamericana?”,
en Foreign affairs en Español Vol %, N° 2, México DF, Instituto
técnico autónomo de México, junio de 2005.
• Cardona, Diego, “Las relaciones Unión Europea – Comunidad
Andina: tareas inmediatas”, en Revista Nueva Sociedad, N° 190,
2004. pp. 117-124.
• Observatorio de Política Exterior Colombiana (OPEC), Referencias Bibliográficas sobre la Política Exterior Colombiana: aspectos generales y temáticas no tradicionales, Documento de Investigación, Nº
9, Bogotá, Universidad del Rosario, Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales, CEPI, 2005.
• Pachón, Rocio, “Una aproximación al estudio de las relaciones
transatlánticas en su dimensión tradicional”, en Revista Papel
Político, N°18, Bogotá, Universidad Javeriana, Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales, 2006.
• Pachón, Rocío, La gestión y la negociación de Colombia ante la UE
frente a un caso de estudio como es el SGP, Documento de Investigación, N° 15, Bogotá, Universidad del Rosario, Facultades de
Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales,
CEPI, 2006.
• Pachón, Rocío, Los vínculos políticos Colombia – UE: una relación
que involucra la CAN y el compromiso de Colombia en la Subregión,
Documento de investigación, N° 12, Bogotá, Universidad del
Rosario, Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales, CEPI, 2006.
Seguridad Regional e Internacional
• Cardona, Diego, Duarte, Ivonne y Jiménez, Nathaly, “La estrategia de seguridad nacional de Estados Unidos en la Administración Bush: una lectura desde América Latina”, en Cardona,
Labatut, Lavaux, Sánchez (eds.), Encrucijadas de la seguridad en
Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 458-465, semestre II de 2006
16. Indices.p65
461
02/12/06, 07:45 p.m.
462 / PUBLICACIONES MÁS RELEVANTES DE LOS INVESTIGADORES DEL CEPI
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Europa y las Américas, Bogotá, Universidad del Rosario, CEPI,
2004, pp. 193-244.
Cardona, Labatut, Lavaux, Sanchez (eds), Encrucijadas de la seguridad en Europa y las Américas, Bogotá, Universidad del Rosario,
CEPI, 2004.
Duarte, Ivonne y Pachón, Rocío, “La seguridad humana: descifrando una nueva noción de seguridad”, en Revista Desafíos, Nº
11, Bogotá, Universidad del Rosario, Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales, CEPI, Segundo semestre de 2004, pp. 182-221.
Lavaux, Stéphanie, “Degradación ambiental y conflictos: las
conexiones”, en Revista CIFE, No. 9, Bogotá, U. Santo Tomás,
2004, pp. 71-83.
Lavaux, Stéphanie, “Medio Ambiente y Seguridad: una relación
controvertida pero necesaria”, en Cardona, Labatut, Lavaux,
Sánchez (editores), Encrucijadas de la seguridad en Europa y las Américas, Bogotá, Universidad del Rosario, Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales, CEPI, 2004,
pp. 91-122.
Lavaux, Stéphanie, Degradación ambiental y conflictos: las conexiones,
Documento de investigación, No. 7, Bogotá, Universidad del
Rosario, Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales, CEPI, 2004.
Lavaux, Stéphanie, Gouvernance et gestion des espaces hydrographiques
nationaux et internationaux: l’analyse du cas espagnol et des conflits de
l’eau dans le bassin de l’Ebre, Documento de investigación, No.
13, Bogotá, Universidad del Rosario, Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales, CEPI, diciembre de 2005.
Otálvaro, Andrés, “La seguridad internacional a la luz de las
estructuras y las dinámicas regionales: una propuesta teórica de
complejos de seguridad regional”, Revista Desafíos, Nº 11, Bogotá, Universidad del Rosario, Facultades de Ciencia Política y
Gobierno y de Relaciones Internacionales, CEPI, Segundo semestre de 2004, pp. 222-2420.
Pachón, Rocío y Duarte, Ivonne, “Entre el altruismo racional y
el pragmatismo estratégico: una aproximación a la Seguridad
Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 458-465, semestre II de 2006
16. Indices.p65
462
02/12/06, 07:45 p.m.
PUBLICACIONES MÁS RELEVANTES DE LOS INVESTIGADORES DEL CEPI/ 463
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Humana”, en Magazine Seguridad Sostenible, Institut Internacional de Governabilitat de Canalanya, diciembre de 2004 y enero
de 2005, http://www.iigov.org/seguridad.
Pachón, Rocío, “Gobernanza y seguridad: un modelo para Europa y un referente para la Comunidad Andina”, en Magazine Seguridad Sostenible, Febrero de 2004, http://www.iigov.org/seguridad.
Ruiz, Juan Carlos, “La encrucijada de la seguridad ciudadana en
América Latina: entre la tentación autoritaria y la participación
comunitaria”, en Cardona, Labatut, Lavaux, Sánchez (editores),
Encrucijadas de la seguridad en Europa y las Américas, Bogotá, Universidad del Rosario, Facultades de Ciencia Política y Gobierno
y de Relaciones Internacionales, CEPI, 2004, pp. 123-146.
Ruiz, Juan Carlos, “Policía exitosa, policía indolente”, en Jarrín,
Oswaldo (comp.), Política Pública de seguridad ciudadana, Quito,
FLACSO-Fundación Esquel, 2004.
Ruiz, Juan Carlos, “Reinventando la seguridad en Colombia: reformas fallidas y modernización inconclusa de la Policía colombiana”, en Ensayos sobre Defensa y Seguridad, Nº 1, Bogotá, Escuela
Superior de Guerra, 2004.
Sánchez David, Rubén y Rodríguez Morales, Federmán, “Una
aproximación al Estudio de la seguridad”, en Ensayos sobre Defensa y Seguridad, Nº 02, Bogotá, Escuela Superior de Guerra, 2005,
pp. 79-114.
Sánchez David, Rubén y Rodríguez Morales, Federmán, “Seguridad Económica y desarrollo: Brasil como espacio de exploración”, en Revista CIFE, Nº 9, Bogotá, Universidad Santo Tomás,
2004, pp. 61-70.
Sánchez David, Rubén y Rodríguez Morales, Federmán Una reconstrucción preliminar de la tradición democrática, Documento de Investigación, Nº 14, Bogotá, Universidad del Rosario, Facultades
de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales,
CEPI, 2006.
Sánchez David, Rubén, “Política, democracia y ciudadanía”, en
Revista Desafíos, Nº 9, Bogotá, Universidad del Rosario, Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales, CEPI, 2004, pp. 8-37.
Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 458-465, semestre II de 2006
16. Indices.p65
463
02/12/06, 07:45 p.m.
464 / PUBLICACIONES MÁS RELEVANTES DE LOS INVESTIGADORES DEL CEPI
• Sánchez David, Rubén; Ruiz, Juan Carlos, Lavaux; Stéphanie,
Ramos, Francesca, Bonett; Manuel José, Pachón, Rocío, Rodríguez, Federmán, Otálvaro, Andrés, duarte, Ivonne, Machuca,
Rubén, Suárez, Carlos, Seguridades en construcción en América Latina, El círculo de Colombia, Tomo 1, Bogotá, Universidad del Rosario, Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones
Internacionales, CEPI, 2005.
• Sánchez, Rubén, “La seguridad en Europa y América Latina:
reflexiones para Colombia”, en Cardona, Labatut, Lavaux, Sánchez (eds.), Encrucijadas de la seguridad en Europa y las Américas,
Bogotá, Universidad del Rosario, Facultades de Ciencia Política
y Gobierno y de Relaciones Internacionales, CEPI, 2004, pp.
275-300.
• Torrijos, Vicente, “¿Tiene Colombia una amenaza?”, en Informe
Anual 2004 sobre defensa y seguridad nacional, Bogotá, Cuerpo de
Generales y Almirantes en Retiro de las Fuerzas Militares, 2004,
pp. 38-43.
• Torrijos, Vicente, “El poder y la fuerza. Apuntes doctrinales sobre
la naturaleza revolucionaria de las Farc. En Investigación y Desarrollo”, en Dirección de Investigaciones y Proyectos, Vol. 12, N° 2,
Barranquilla, Universidad del Norte, Diciembre del 2004, pp.
302-317.
• Torrijos, Vicente, “La tormenta perfecta. El hiperterrorismo y su
incidencia en la política internacional. ¿Es posible negociar con
los nuevos perpetradores?”, en Revista de las Fuerzas Armadas, N°
192, Bogotá, Escuela Superior de Guerra, Comando General de
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• Torrijos, Vicente, “Seguridad constructiva / Seguridad selectiva. Un mapa conceptual para entender y gestionar el riesgo de
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PUBLICACIONES MÁS RELEVANTES DE LOS INVESTIGADORES DEL CEPI/ 465
• Torrijos, Vicente, “Teoría y práctica de la fertilidad revolucionaria. ¿Qué tan lejos o tan cerca están las Farc de tomarse el poder
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16. Indices.p65
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Estudios
Políticos
28
enero-junio 2006 ISSN 0121-5167
La historia de la palabra “democracia” en la época moderna
Pierre Rosanvallon
De la ciudadanía autoritaria a una ciudadanía social
diferenciada y participativa.
Apuntes sobre el debate vendedores ambulantes-espacio público
Óscar Parra Vera
La teoría postrawlsiana de la desobediencia civil
Andrés Fabián Henao Castro
La promesa de (in)seguridad: algunas reflexiones críticas
Josefina Echavarría Álvarez
Los efectos regionales y locales de la política de cooperación al desarrollo
de la Unión Europea: el caso de Sudamérica y Colombia
Alexander Martínez Rivillas
Libros
Pedro Medellín Torres. El presidente sitiado. Ingobernabilidad y erosión del
poder presidencial en Colombia
Jairo Díaz Pinzón
Correspondencia, canje y suscripciones:
Revista ESTUDIOS POLÍTICOS, Instituto de Estudios Políticos, Universidad de Antioquia
Apartado Aéreo 1226. Medellín, Colombia. Teléfono: 210 5690. Fax: 210 5960.
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Así mismo, conozco que la obra en razón a la naturaleza académica de la
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con fines educativos, sin ánimo de lucro y por lo tanto, autorizo que los
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En caso de presentarse cualquier reclamación o acción por parte de un
tercero en cuanto a los derechos morales o patrimoniales de autor sobre la
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