COLECCIÓN QUES NVKrogms PROLOGO Este libro no es un curso sistemático de psicología ajedrecista. Aún no es el momento de escribir una obra de tanta importancia, pues la ciencia psicológica está muy en sus principios a este respecto. Este libro no es más que la exposición y divulgación de ciertos problemas que interesan al amplio círculo de aficionados al ajedrez. Conviene advertir que la práctica de este arte ha reunido un sinfín de datos característicos de la psicología. Muchos ajedrecistas emplean diversos procedimientos psicológicos para mejorar el juego. Pero este material, rico en datos, no ha sido lo bastante divulgado, ni ha dado todavía a la enseñanza del ajedrez la utilidad que puede dar, por ser aún pertenencia de la experiencia individual. El autor intenta explicar ciertas particularidades típicas del pensamiento y la atención en la lid ajedrecista, y lo hace con la esperanza de que esta obra ayude al ajedrecista a conocer lo eficiente y lo deficiente de su juego, y le oriente en su preparación. Posiblemente, al lector le parezcan discutibles muchos puntos tratados aquí, lo cual es lógico, pues no se ha realizado una investigación exhaustiva de sus aspectos. Y así, cuanto más aunemos nuestros esfuerzos para investigarlos, más pronto prestará la psicología su valioso servicio al perfeccionamiento del ajedrecista. OBJETO DE LA PSICOLOGÍA AJEDRECISTA La psicología y el ajedrez Todo ajedrecista cifra en la psicología la esperanza de que le ayude a conocer sus cualidades personales, imprescindibles para realizar un juego más eñcaz, y a investigar la regularidad del proceso de formación y desarrollo de estas propiedades psíquicas de la personalidad. Estos dos objetivos determinan problemas relativamente más particulares: análisis psicológico de las particularidades del juego del oponente; determinación de los métodos de adiestramiento, teniendo en cuenta la individualidad del ajedrecista; estudio de los procedimientos de la meditación racional; lucha contra la falta de tiempo, y así sucesivamente. Por lo tanto, la investigación psicológica puede y debe ser aplicada para mejor perfeccionamiento de la maestría del ajedrecista y para desarrollar y mantener sus facultades deportivas. Pero eso no es todo. La psicología conviene al ajedrecista, y el ajedrez cautiva la atención de la psicología general. Aquí es oportuno señalar la importancia que este arte tiene en la formación del carácter de la persona, y la influencia positiva que ejerce en la mente, la voluntad y los sentimientos de la misma. De poco tiempo a esta parte, cibernéticos, matemáticos y especialistas en psicolo- gía aplicada a la ingeniería han aplicado el entendimiento al ajedrez; lo consideran como un modelo ejemplar para el estudio de la imaginación creadora del hombre, y ven en el conocimiento de sus secretos la forma de descifrar el enigma de la actividad creadora del individuo. Con todo, hasta aquí no ha sido muy notable el progreso de los científicos en la confección de programas ajedrecistas para el juego realizado por computadores electrónicos. La causa de ello ha de atribuirse a que hasta hace poco los confeccionadores de tales programas ignoraron específicamente la capacidad humana para dirigir el juego, o sea la importancia de los momentos emocionales y volitivos y la intuición, por haberse ocupado sólo en el análisis lógico de la teoría del ajedrez. En los trabajos de las psicólogas soviéticas O. Tijomirova y V. Puschkina queda bien determinada la diferencia entre la mentalidad del ajedrecista y la de la máquina. Estas dos autoras advierten, por ejemplo, que en muchos programas confeccionados para computadores, la búsqueda de movimientos se efectúa por reducción de las variantes «examinadas». En cambio, el individuo reflexiona de un modo distinto: al principio, también deja a un lado las variantes que no le satisfacen; pero si el movimiento propuesto no le conviene, amplía en seguida la zona de exploración o búsqueda y analiza nuevas posibilidades. El académico V. Gluschkov señala que es necesario plantear nuevamente la realización de dichos programas, y escribe: «Acaso el estudio de los procesos del pensamiento humano sea la única forma conveniente para conocer a fondo la técnica de programación de las funciones más complicadas en la esfera del trabajo intelectual del hombre.» A este respecto ya existen trabajos, como la competición de programas de ajedrez entre la URSS y EE UU, realizada el año 1967, y las interesantes proposiciones que M. Botvinnik ofrece en su libro «El algoritmo del juego en el ajedrez» La intensa actividad desplegada en la programación de referencia impone la siguiente pregunta: ¿Terminará la existencia del ajedrecista cuando la máquina haya aprendido a jugar? Al parecer, ya existe la posibilidad, teórica y de principio, de fabricar un supermaestro electrónico, por cuanto el ajedrez posee una información grande y finita. Pero no vamos a formar juicio probable de los campeones electrónicos, sino de los de carne y hueso; cuanto más que a los ajedrecistas y cibernéticos interesa el material acumulado por la psicología ajedrecista. La primera investigación en este campo se debe al psicólogo francés A. Binet, y data del año 1894; estudió el llamado «juego a ciegas», y obtuvo interesantes datos que le permitieron sacar la justa conclusión de que la imagen visual del ajedrecista tiene, findamentalmente, carácter mental. Por ejemplo, ciertos maes10 tros no pudieron contestar inmediatamente a la pregunta acerca del color de tal o cual casilla del tablero. Al parecer, en aquel tiempo, Binet tenía poca experiencia en las sutilezas del ajedrez, pues creyó en las palabras de uno de los sometidos a examen, quien le dijo que era capaz de calcular de antemano quinientos movimientos. En 1925, los participantes en el Torneo Internacional celebrado en Moscú, fueron sometidos a un examen psicológico. I. Diakov, N. Petrovski y P. Rudnik publicaron un libro sobre dichos experimentos. En los ajedrecistas, comparados con los habituales sometidos a examen, se apreció un alto desarrollo de las cualidades dinámicas de la atención y el pensamiento, y también la presencia de memoria exclusivamente específica. Los tres autores en cuestión propusieron asimismo el llamado «psicograma del ajedrecista»; esto es, las dieciséis cualidades que determinan, según ellos, el éxito en el juego. A este respecto, muchas de sus tesis —como dominio de sí mismo, fuerza sintética del pensamiento, voluntad disciplinada, y asf sucesivamente— no ofrecen duda alguna; pero otras son discutibles, pues sostienen que el desarrollo del pensamiento del ajedrecista no es directamente proporcional al nivel medio de su cultura. Desde luego, la práctica ha demostrado convincentemente que tal juicio es contrario a la verdad; pues el nivel cultural alto contribuye de un modo importante al desarrollo de la capacidad del ajedrecista. Que dichos autores afirmasen que no se descubrió la presencia de talento esencial y común en los grandes maestros (recordamos que Lasker, Reti, Tartakover, Torre y otros, estuvieron entre los sometidos a examen psi- cológico), puede atribuirse solamente a lo limitado del procedimiento seguido en la investigación. El destacado maestro y psicólogo V. Blumenfeld ha contribuido señaladamente al estudio de los problemas psicológicos referentes al pensamiento en el ajedrez, y ha demostrado que el modo de pensar del ajedrecista se distingue por su evidencia, matiz exclusivamente emocional y tensión volitiva; señala, además, el carácter práctico de dicho pensamiento, por cuanto la idea y la acción (el movimiento) están directamente relacionadas en él. La tasación del tiempo en la contienda competitiva intensifica el proceso mental y fuerza al pensamiento a trabajar con medios más económicos. Este autor propuso por primera vez una serie de interesantes procedimientos a seguir en la investigación psicológica del arte ajedrecista. Por ejemplo, introdujo la medición del tiempo con el cronómetro, la cual ya es popular; el método de reconstrucción de las partidas jugadas en otro tiempo; la anotación de las consideraciones del ajedrecista en el transcurso del juego; etcétera. Igualmente trató de investigar las formas intuitivas del pensamiento ajedrecista. En este aspecto, es digna de atención su tesis de la intuición producida por el recuerdo de imágenes de posiciones anteriores a la que se analiza en un momento dado y análogas a ésta. Y dio muchos consejos prácticos y valiosos, como, por ejemplo, «primero ha de hacerse el movimiento forzoso, luego entregarse a la meditación, y no a la inversa». Indicó que, al efectuar un cálculo, no se debe fiar sólo en las representaciones visuales de la imaginación, por cuanto son más desvaídas que la directa percepción de la postura en el tablero. De aquí que sea necesario verificar todo movimiento, por evidente que parezca en un principio. De poco tiempo a esta parte, se han publicado varios trabajos sobre la psicología aplicada al ajedrez. En su libro «Psicología del ajedrecista», Fine analiza la obra de Morphy, Steinitz, Lasker, Capablanca, Alekhine, Euwe, Botvinnik y otros maestros, y atribuye el desarrollo del arte y destreza en el ajedrez al papel que representan en él los «impulsos reprimidos», usando la terminología freudiana, y otras tesis poco firmes del psicoanálisis. Por desgracia, Fine no ha insertado en dicho libro su valiosa experiencia adquirida en los torneos. La investigación de las perspectivas de los jóvenes ofrece interés con ayuda del examen introducido por el checoslovaco L. Cherni: al jugador sometido a prueba se le pedía, por ejemplo, que hiciese avanzar con la máxima rapidez un caballo blanco situado en el escaque 1TD; tras haberlo realizado, se situaban cuatro peones negros en los escaques 3AD, 6AD, 3AR y 6AR, respectivamente, y volvía a pedírsele que efectuase la misma operación, partiendo del escaque antedicho, pero sin saltar a las casillas ocupadas por dichos peones ni a las dominadas por ellos. En estos y otros ensayos se midió con un cronómetro el tiempo empleado en ellos; se tuvo en cuenta la precisión de los movimientos o el menor número de errores, y se atendió a la perseverancia del sometido a prueba y su decisión. Aunque las pruebas efectuadas por Cherni apenas ofrecen un material completo y objetivo para poder formar juicio del talento del 11 ajedrecista, son dignas de atención como base posible para otros procedimientos a seguir en la investigación. Es curioso que los experimentos realizados por él, hace varios años, predijeron el gran porvenir de V. Corta como maestro de ajedrez, no obstante haber sido considerado uno de los ajedrecistas menos prometedores de los sometidos a prueba. El ajedrecista y la psicología La opinión de destacados ajedrecistas, sus comentarios sobre partidas, artículos y libros constituyen un valioso material para el psicólogo. Pero, al analizarlo, ha de tenerse en cuenta lo siguiente: primero, la mayor parte de los maestros de ajedrez no son psicólogos profesionales y, por lo mismo, los términos que usan no siempre concuerdan con el punto de vista científico; y segundo, son remisos en contar sus ideas e impresiones vivas. A este respecto, Alekhine se lamenta con razón: «A mi modo de ver, sería conveniente, para los millones de aficionados al ajedrez y para el propio juego, que el maestro fuese más explícito al referir las causas que le han forzado a optar por determinados movimientos cuando comenta sus partidas...»; pues cuando el maestro describe los momentos psicológicos de la lid, puede darse por seguro que es un sincero entendido en este asunto. Emanuel Lasker fue el primero en apreciar que, tras la vida de las piezas, está el individuo con su carácter; y que no se pueden comprender los secretos de la contienda ajedrecista si se prescinde de la psicología, las inclinaciones y el carácter del individuo en el transcurso de esta contienda. Estimó que el ajedrez es, ante todo, una lucha entre dos personalidades, entre dos intelectos, y dijo: «En el tablero compiten hombres, 12 y no piezas de madera.» Estudió detalladamente el estilo, los aciertos y los fallos de sus contrincantes, a fin de servirse, en la práctica, de las conclusiones deducidas. A menudo, no hizo objetivamente los mejores movimientos, sino subjetivamente los más desagradables para sus adversarios. En una entrevista de prensa expuso: «La partida de ajedrez es una lucha en que participan factores muy diversos. Por eso, conocer los defectos y virtudes de los oponentes, en este aspecto, tiene mucha importancia. Para citar un ejemplo, señalaremos que Maroczi manifiesta en sus partidas una tendencia a defenderse cautamente y a atacar solamente si se ve forzado a ello; Janovski, en las suyas, pone de manifiesto una inclinación a proseguir el juego, aunque lo tenga sobradamente ganado; esto hace que acabe perdiendo la partida. Resumiendo, se pueden sacar muchas conclusiones del estudio minucioso de las partidas del adversario.» En los torneos, aprovechó magistralmente la particularidad psicológica de sus contrincantes y les impuso lo que para ellos era ajeno al espíritu evolutivo de la partida. Fue el primero en establecer que el estilo ajedrecista refleja el carácter del individuo, y demostró la verdad de esta tesis en la práctica. Su método no fue entendido debidamente por sus coetáneos de principios de siglo. Entonces se escribía con frecuencia acerca de !a inexplicable «suerte de Lasker» como si ésta se debiera a una sugestión hipnótica que él infundiese a sus oponentes. Hoy en día, el modo psicológico de abordar el estudio del adversario está muy divulgado. Es verdad que, con antelación a Lasker, el maestro francés Arnaud de Riviere afirmó que «el carácter, el temperamento y la personalidad del ajedrecista se pueden definir por el estilo de su juego». Sin embargo, este juicio no fue argumentado y, por lo tanto, pasó inadvertido. En cambio, Lasker elaboró detalladamente la clasificación de los estilos, indicando las siguientes tendencias creadoras del ajedrecista: 1) el estilo clásico, basado en que el plan de juego no se elige a ciegas, sino racionalmente y de acuerdo con los principios del «sentido común»; 2) el estilo «maquinal», en que se efectúan los movimientos según el modelo estereotipado retenido en la memoria; 3) el estilo «sólido», en el cual se refuerza la posición y se espera que el adversario cometa un error; 4) el estilo en que se usa de ardides o artificios para engañar al contrincante; y 5) el estilo combinatorio. Esta clasificación es discutible, por ser demasiado extensa la interpretación que se da al «sentido común». Pues si el avalúo de la posición sólo es exacta cuando se hace por intuición, entonces es poco probable que dicho avalúo pueda aplicarse a los representantes de un estilo determinado. Tampoco hay principios únicos que determinen la división de los estilos, incluyendo en ella los rasgos del carácter (táctica de engañar con ardides o artificios y de esperar cualquier comisión de errores) y la naturaleza del pensamiento lógico (el modelo, el dinamismo, etc.). Con todo, el discutible intento de Lasker de clasificar los estilos no ha perdido vigencia; pues, ya en 1925, empleó la tradicional división del estilo en combinatorio y de posición. Veamos cómo está actualmente el estudio de este asunto; circunstancia muy importante en el adiestramiento del ajedrecista para enfrentarse con un oponente. Además de ciertos avances logrados en la esfera de la aplicación práctica (el «match» S p a s s k i - T a l , 1965, y Spasski-Geller, 1968), las investigaciones han progresado mucho. En la literatura ajedrecista actual, como en la de antes, con frecuencia se habla de dos estilos: el combinatorio y el de posición. Al primero pertenecen los ajedrecistas que tienden al juego tirante y táctico con sacrificios y combinaciones. Se estima que el ajedrecista de estilo combinatorio posee un elevado desarrollo de la imaginación creadora y una profunda capacidad para el cálculo; dicha imaginación se manifiesta particularmenen las posiciones del medio juego, puesto que en ellas la mayor parte de las piezas brinda múltiples posibilidades de elegir un movimiento determinado. A este estilo hace relación el juego de Andersen, Morphy, Chigorin, Alekhine, Tal, Larsen y Bronstein. Los de estilo de posición se caracterizan por plantear de un modo fundamental y más sereno la partida; en su. juego prevalece el buen concepto que se tiene de los principios generales de la estrategia, y el avalúo de la posición se funda en deducciones lógicas. La generalización de lo condicional, lo consecuente y los indicios aislados es 13 su credo artístico. El cálculo concreto es más reducido en el proceso de la búsqueda mental. Estos ajedrecistas consideran el ajedrez como una disciplina científica con sus correspondientes leyes. Según los comentaristas, Steinitz, Capablanca, Rubinstein, Botvinnik, Smislov y Petrosian forman el liderato de los maestros de estilo de posición. Hoy en día, se habla de un tercer estilo llamado universal; en él se suponen, combinados armónicamente, elementos combinatorios y de posición, y a él pertenecen el juego de Spasski y de Keres. Según nuestro modo de ver, la tradicional clasificación de los estilos no se asienta todavía en un sólido estudio de la inspiración ajedrecista. Esta clasificación ha sido efectiva en el desarrollo de la cultura del ajedrez, y tiene aún cierto valor positivo; gracias a ella, aunque en el aspecto general, puede hallarse el procedimiento a seguir en la investigación del conjunto de cualidades que constituyen al ajedrecista. Pero esto no es suficiente en la actualidad. Consideramos que uno de los defectos fundamentales de dicha clasificación es haber definido los estilos según el principio, excesivamente generalizado, de la estrategia y la táctica; lo que caracteriza con demasiada rectitud el espíritu creador del ajedrecista, y no manifiesta muchas de las características esenciales que distinguen su juego. Dentro de cada grupo de ajedrecistas de uno de los tres estilos se pueden hallar importantes diferencias en la forma de pensar, analizar y calcular. Haber aceptado la correlación entre la estrategia y la táctica como único indicio de la división de estilos impide profundi14 zar en estos componentes del arte creador. Comparemos el juego de dos maestros de estilo combinatorio: Tolusch y Neshmetdinov; si éste suele calcular exacta y escrupulosamente las variantes concretas, aquél funda, frecuentemente, sus intenciones en la intuición de las amenazas combinatorias. Si se parte del existente supuesto de que el fuerte de los ajedrecistas de estilo combinatorio es el cálculo concreto, podría suponerse que Tolusch y Neshmetdinov no se diferencian mucho en la forma de calcular. Pero la verdad es que el primero no es tan preciso como el segundo en lo referente al cálculo de movimientos. La actual clasificación de estilos no contribuye a distinguir y detallar mejor la característica de los ajedrecistas. Lo cual puede inducir a error en cuanto al trabajo preparatorio y a la elección de la táctica que debe emplearse en el enfrentamiento competitivo. Se ha convenido en estimar que el jugador de posición es más fuerte en el avalúo de toda situación, y que el de combinación calcula mejor los elementos concretos de la posición. Sin embargo, Petrosian es bastante preciso en llevar a término operaciones tácticas, no obstante estar incluido dentro del grupo de los maestros de estilo de posición. No en vano, Spasski señala que se equivocan quienes suponen que el ex-campeón del mundo no tiene una visión combinatoria precisa. Y el ejemplo de Petrosian no es una excepción, pues Capablanca, Schlechter y otros maestros de juego de posición se han distinguido por la fuerza de su modo de pensar concreto. Por lo visto, los conceptos «estilo combinatorio» y «estilo de posición» no son precisos y no han sido estudiados suficientemente; tampoco está muy claro cómo entender el término «estilo del ajedrecista». Por lo general, y en la amplia compensación filosófica de este término, estilo es el conjunto de procedimientos y formas del conocimiento usados con cierta constancia por el individuo en su, actividad. Intentemos concretar un poco más este concepto aplicado al ajedrez. Para lo cual, supongamos cierta situación en el tablero que brinda una combinación forzosa y gananciosa: todos los ajedrecistas la realizarán de un.? sola forma, sin que se note ninguna diferencia en su realización. Las particularidades del estilo se manifiestan cuando la posición admite varias soluciones y otras tantas formas de juego equivalentes. Por tanto, la originalidad estilística se descubre en situaciones problemáticas. Al propio tiempo, el ajedrecista aislado valora con cierta estabilidad muchas posiciones análogas. Es fácil advertir en todo maestro determinadas inclinaciones en cada etapa de la partida; y así, cierta constancia en el avalúo de la posición también es un componente del estilo. Partiendo de lo dicho, puede admitirse que el estilo es una particularidad constante y privativa de valorar las posiciones problemáticas, y su naturaleza viene determinada por varios factores: el modo de pensar, el grado de emotividad y las cualidades de la voluntad, la atención y el carácter. En el estilo de algunos ajedrecistas se descubren rasgos comunes, lo que nos autoriza para hablar de grupos relativamente análogos a este respecto. Igualmente debe tenerse en cuenta que la estabilidad estilística no es un fenómeno invariable, pues el estilo se perfecciona y desarrolla. Para citar un ejemplo, señalamos que el de Spasski ha sufrido cambios esenciales en los últimos años. Refiriéndose a ello, Korchnoi escribe: «Empezó como ajedrecista con juego de posición; su talento táctico deslumhró tras haber salido a la arena internacional, y su juego es más académico en el último quinquenio. Por el número de derrotas sufridas en un año, Spasski puede situarse al lado del 'impenetrable' Petrosian.» La literatura ajedrecista ofrece trabajos en que se argumenta el carácter de la evolución que han experimentado el estilo de Keres, Larsen y Boleslavski. Pero lo más frecuente es que el espíritu creador del ajedrecista sea estable y permanezca invariable largo tiempo. Así, vemos los importantes cambios que ha experimentado el juego de Simagin, quien ha estado considerado como un «brillante estilista combinatorio» en el transcurso de unos decenios, aunque en más de una ocasión él no haya admitido tal consideración. La causa de tan «estática» postura ante la evolución estilística del ajedrecista debe buscarse por lo común en la dificultad del análisis; dificultad que se agrava a consecuencia de la definición, general e imprecisa, de la clasificación de los estilos. Donde más se advierte esta evolución es en el juego de los ajedrecistas jóvenes. Y la enseñanza moderna del ajedrez encuentra ciertas dificultades en formar un punto de vista propio y justo, debido a los criterios demasiado generalizados que se asientan en la tradicional clasificación de referencia, Por lo visto, establecer una clasificación general de los estilos planteará un problema con perspectivas poco favorables si no se estudian los componentes de dicho problema, como el carácter de la capacidad 15 emocional y volitiva del ajedrecista y las cualidades de su pensamiento. Hace unos años que el autor de estas líneas efectuó investigaciones en este sentido: se intentó distinguir los tipos característicos de la actividad mental de los ajedrecistas, apoyándose en el análisis comparado de las particularidades lógicas y formas intuitivas del pensamiento y la imaginación. Sobre este particular, recomendamos al lector el libro «Problemas de la psicología en el arte», publicado en Saratov el año 1968, en el cual se toca este tema. Así, pues, las ideas de Lasker sobre la propia preparación psicológica para combatir al adversario son valederas en la actualidad. Dicha preparación tiene más valor, actualmente, por haber mejorado sustancialmente la clase del juego y haberse producido una nivelación esencial de las diversas fuerzas de los ajedrecistas. No se puede contar con el éxito deportivo si se desestiman los factores psicológicos; por ello, las ideas laskerianas sobre los estilos exigen una profunda y ulterior investigación. Lasker también emitió importantes juicios sobre las virtudes del pensamiento ajedrecista y la estructura del proceso mental durante la elección de un movimiento; dijo que la indispensable virtud del modo de pensar del ajedrecista suponía un ahorro de esfuerzos, y, al examinar la recíproca relación entre la belleza y la lógica, escribió: «Sólo una inclinación alterada puede dar la preferencia a lo superfluo y no a lo simple. Entre dos movimientos igualmente racionales, el individuo sano eligirá el más rectilíneo, el más claro o, para decirlo mejor, el menos paradójico.» Sometió a crítica las llamadas «partidas brillantes»; demostró que 16 sus autores, cautivados por el efectismo, no hacían más que aliviar la situación de sus respectivos contrincantes, y dijo que tales casos recordaban la resurrección de un muerto con el único fin de volver a vencerlo. Con todo, advirtió que la elección de un movimiento es, no sólo una deducción lógica fundada en los principios de la estrategia y del cálculo, sino también una forma de remisión a la teoría de las probabilidades: conocer las inclinaciones del adversario vale tanto como prever su respuesta a un movimiento determinado. Por tanto, en su idea del ajedrez se combinan la lucha psicológica y el juego con «sentido común», basado en las deducciones de la teoría. Capablanca, célebre competidor de Lasker, no se distinguió con tan profunda y psicológica clarividencia. Más que polarizar en el juego de sus adversarios, lo hizo en sus propias ideas. Las partidas del gran maestro cubano manifiestan exclusivamente el carácter racional de su pensamiento; su lema fue eliminar todo lo artificioso y lo superfluo. Por ello, la obra de Capablanca contiene un material ricamente pedagógico que permite formar juicio sobre los procedimientos de la meditación racional tras el tablero. Indicó los siguientes métodos que le sirvieron de guía en el proceso del juego: 1) Es necesario atender a la acción conjunta de las fuerzas ajedrecistas. En el tablero, la operación de piezas y peones debe completarse. A este respecto escribió: «Muchos ajedrecistas intentan atacar cuando sus piezas están diseminadas por el tablero y la postura de ellas no concuerda con las operaciones a que se les destina; y así, tales ajedrecistas, sorprendidos, tratan de averiguar dónde han cometido error en la partida. No se debe olvidar que el principio fundamental del juego es coordinar la acción de las piezas.» 2) Se debe optar siempre por las resoluciones más económicas; esto concierne al ahorro de fuerzas, así en el ataque como en la defensa. El empleo de un mayor número de piezas es aconsejable cuando se ataca contra el rey. Aconsejó: «Ha de tenerse en cuenta cada movimiento que gane o ahorre tiempo.» 3) Todo movimiento previsto no debe diferirse, sino realizarlo en seguida: «Hay que ser decidido en los propios juicios; esto es, si se considera que el movimiento elegido es conveniente, debe efectuarse. La práctica es el mejor maestro. Muchos imaginan un plan durante el juego y lo estiman oportuno; pero temen llevarlo a término. ¡Hay que decidirse sin vacilación alguna a realizar lo que se estime conveniente I » Alekhine desarrolló las ideas laskerianas sobre la necesidad de conocer el carácter psicológico de la personalidad del contrincante. Las precisas e interesantes características de los ajedrecistas, elaboradas por él, son el resultado de un profundo estudio de los adversarios con quienes se enfrentó, y constituyen una guía práctica para actuar en el tablero. Ofrecemos unos fragmentos de los comentarios que h i z o de Capablanca : «Durante la fase de la partida en que el preciso saber cede el sitio al puro arte, Capablanca manifestó con evidente claridad aquellas aptitudes que le dieron fama casi legendaria: exclusiva rapidez en comprender el estado de la posición, e indudable comprensión intuitiva de la situa- ción. Sin embargo, estas dos aptitudes, que aplicadas debidamente debían situarlo como artista en una altura poco menos que inaccesible, en realidad, y de un modo sorprendente, lo condujeron a unos resultados totalmente opuestos: a un punto muerto; a la convicción de que este arte había agotado sus posibilidades. ¿Por qué ocurría esto? «Para poder contestar a esta pregunta es necesario detenerse en aquellos peligros psicológicos que entraña la primera de las antedichas aptitudes de Capablanca. Las manifiestas ventajas que da la rapidez de comprensión (capacidad de ver casi simultáneamente una serie de momentos tácticos, que ofrece toda situación complicada, debido a la economía del pensamiento y, por lo tanto, a la confianza en sí mismo) son, hasta cierto punto, peligrosas: el ajedrecista puede llegar a la errónea conclusión de que los mejores movimientos s o n indudablemente aquellos que él advierte en seguida al analizar la posición; con lo cual, su espíritu creador pierde en profundidad lo que gana en flexibilidad. «Por efecto y consecuencia de todas las observaciones y consideraciones, llegué a la conclusión, aparentemente paradójica, de que en el momento de competir con él (1927) su tendencia a la táctica cedió mucho ante la estrategia; por lo cual no me pude «fiar» de él en el medio juego, es decir, hube de verificar minuciosamente cada uno de sus propósitos tácticos, pues no se excluía la posibilidad de que cometiese errores.» Estas deducciones le permitieron aprovechar los descuidos de Capablanca en la competición valedera para el Campeonato del Mundo. La característica psicológica del gran maestro cubano fue exacta; el aná17 lisis de las partidas que constituyen dicha competición ponen de manifiesto que ella le facilitó adivinar más o menos las intenciones de su oponente. Su opinión tiene asimismo interés cuando habla del peligro de producirse ciertos rasgos negativos en el carácter del ajedrecista al valorar intuitivamente la posición En cuanto al aspecto psicológico de la lucha ajedrecista, fue mucho más lejos que Lasker, pues estimó necesario tener en cuenta no sólo las particularidades del juego y el carácter de sus adversarios, sino también prever la preparación psicológica de éstos para enfrentarse con él. Comprendió la importancia de la relación directa e inversa de tal preparación. Por ejemplo: al prepararse para disputar con Capablanca el Campeonato del Mundo, previo que el maestro cubano trataría de utilizar la estrategia un poco arriesgada para las negras que con frecuencia le sirvió de guía en aquel período. Después de la competición, escribió: «Jugando las negras, usé el mismo método de simplificación que Capablanca adoptó en la defensa.» A pesar de que tal estrategia era nueva para Alekhine, su efecto psicológico quedó probado en aquella disputa. El método alekhiniano tiene seguidores entre los ajedrecistas actuales. Para citar un ejemplo, me remito a un hecho ocurrido en el transcurso de mi preparación conjunta con el gran maestro Averbach. Manipulando en el fichero de éste, descubrí un cuaderno titulado «y. L. Averbach» junto con las características y anotaciones de partidas de una serie de ajedrecistas, posibles futuros adversarios. Reunir el propio legajo de documentos ajedrecistas es una forma racional de prepararse, 18 deducida de la lógica opinión alekhiniana sobre la necesidad de adivinar cuál será la tendencia teórica y la preparación psicológica del oponente. Alekhine señaló la importancia instructiva que tiene el ajedrez, y estimó que el logro de grandes éxitos en este arte depende del cultivo de las virtudes positivas del carácter, y la eliminación de las negativas. En este sentido, es demostrativo su ejemplo personal, sobre el que Red escribió: «Al comienzo de su carrera, sorprendió a todos con la abundante fantasía y la volitiva tensión de sus ataques borrascosos. Pero el hecho de no permitir que su talento natural, que cautivó a tantos admiradores suyos, se inclinase a la fantasía y someterlo a la razón, le permitió alcanzar la cumbre de la maestría.» Alekhine dijo sin rodeos: «Mediante el ajedrez, he cultivado mi carácter; este arte enseña a ser objetivo, y en él puede uno llegar a ser gran maestro si reconoce sus defectos y errores.» Y en una seré de artículos se refirió, aunque de una forma breve, a las particularidades que caracterizan el curso del proceso mental al analizar un movimiento. Sobre el juego sin mirar al tablero, escribió: «El jugador no trata de reproducir en la imaginación todo el tablero con sus piezas y casillas blancas y negras, como supone la mayor parte de los profanos en esta materia, sino de recordar únicamente un movimiento característico, la configuración de una parte del tablero...» Esto es una importantísima advertencia de que en toda posición deben destacarse constantemente los elementos más valiosos y significativos, y, según nuestras observaciones, refleja el contenido de la acti- vidad selectiva al elegir un movimiento en el juego a la vista. Es interesante la mención del movimiento «característico», porque afirma una vez más la verdad del juicio emitido por Blumenfeld sobre el carácter demostrativo del pensamiento del ajedrecista. El avalúo general de la situación no se puede concebir como una forma de pensamiento desligada de las ideas aisladas y de la imagen concreta de las piezas. La unidad de lo sensitivo y lo lógico, lo concreto y lo abstracto en el pensamiento ajedrecista se manifiesta en que la valoración general, las ideas y demás generalizaciones actúan conjuntamente al pensar un movimiento determinado, o una serie de movimientos (la variante). Red hizo unas interesantes observaciones sobre el carácter del pensamiento en cuestión. Puesto que su mentalidad era abstracta, subrayó la importancia de las valoraciones generales en el juego, y previno contra el peligro de aficionarse excesivamente al cálculo concreto y al ingenuo intento de explicar el arte del maestro por el grado de su capacidad para «calcular». Sus observaciones son acaso demasiado categóricas, si bien no contradicen la idea de la riqueza de imágenes de dicho pensamiento, y demuestran que estas imágenes pueden ser diversas, o sea, más o menos generalizadas. Y escribió: «Los profanos en este asunto creen que la superioridad del maestro es directamente proporcional a su capacidad para calcular previamente. Tales ajedrecistas se sorprenden cuando, tras haberme preguntado c u á n t o s movimientos suelo calcular en mis combinaciones, les contesto con sinceridad que, por lo común, no calculo ninguno.» Pero si no nos apoyamos princi- palmente en el cálculo, ¿cómo elegir un movimiento? Retí estima que «todo ajedrecista, sea destacado o mediocre, posee, consciente o inconscientemente, principios de los cuales se sirve para seleccionar los movimientos; el jugador mediocre quizá se ciñe a principios sencillos..., y se conforma con poder dar jaque a su adversario». Sorprende que los confeccionadores de programas para computadores no hayan tenido en cuenta estas importantes observaciones de Red; hasta ahora, han intentado resolver los problemas del juego de ajedrez por medio de la selección de variantes, es decir, mediante el cálculo concreto y continuo. Y sus intentos no han resultado eficaces. Los trabajos de Spielmann y Torre ofrecen interesantes datos en orden a los estados psicológicos del ajedrecista. Torre analiza minuciosamente el problema de la formación del estilo, y establece cuatro períodos en la evolución del mismo: 1) la forma; 2) la expresión del juego; 3) el estilo; y 4) el gran estilo. Recalca la idea de que, aunque la obra de cada maestro es propia y original, las particularidades de su juego se asientan indudablemente en lo acumulado por el desarrollo del arte del ajedrez y por la experiencia de muchos ajedrecistas de diversas nacionalidades. Los soviéticos han estudiado y desarrollado los métodos de preparación psicológica promovidos por Lasker y Alekhine. En ello, el ejemplo de Botvinnik ha sido importantísimo; en su sistema de preparación y perfeccionamiento psicológico destacan los siguientes momentos: estudiar la característica psicológica del oponente, el estado óptimo de su capacidad de trabajo durante la partida, y su 19 predisposición psicológica a la competición. Ha hecho un análisis detallado y psicológico del juego de sus oponentes, en el cual observa no sólo los defectos y aciertos palpables, sino también los detalles sin importancia, como movimientos «largos», <-iue Euwe frecuentemente deja escapar. Además, tiene una extraordinaria capacidad para transformar los datos obtenidos en concretos esquemas de apertura y en una forma general de desarrollar la lucha; esta circunstancia es, de un modo subjetivo, lo más desagradable para sus contrincantes. La profundidad con que comprende a su adversario como ente humana, se manifiesta notablemente en los match-revancha con Smislov y Tal. Ciertamente, no es dado a fiarse de las primeras impresiones; prefiere reunir un número suficiente de observaciones psicológicas antes de sacar conclusiones. Posiblemente ésta es la razón de que jugase con más seguridad en las competícionesdesquite que en las precedentes. Ha comprendido hace tiempo que, en el aspecto psicológico, al individuo le resulta difícil pasar inmediatamente de una actividad a otra; digamos, para citar un ejemplo, a una partida de campeonato. Con el fin de estar mejor predispuesto a la competición, de movilizar sus reservas de energía volitiva y sustraerse de cuanto no está relacionado con la partida, suele darse un paseo y entrar en la sala de juego unos diez o quince minutos antes de sentarse al tablero. Este procedimiento le permite abstraerse de toda impresión ajena al acto deportivo y concentrarse por entero desde que se pone en marcha el reloj. Señala también que la serenidad es condición indispensable para dar 20 mejor rendimiento. Una preparación especial le ha capacitado para luchar contra la aparición de emociones negativas. Pero su serenidad en el juego no significa indiferencia, pues tiene una considerable reserva de «malicia deportiva», en el buen sentido de la expresión. Cree estar obligado a luchar hasta el final, y poner toda su capacidad y tensión nerviosa en la partida. En ocasiones perdió partidas en la undécima y decimotercera rondas por causa de la fatiga física; pero, comúnmente, su total entrega al trabajo artístico ha dado resultados positivos en la práctica. Ha estudiado los problemas referentes al régimen de las competiciones, el método de analizar las partidas suspendidas, los elementos que causan la falta de tiempo y demás. El método de perfeccionamiento usado por él ha servido durante muchos años de ejemplo para la preparación de los ajedrecistas soviéticos. Sin embargo, Averbach observó justamente que no siempre dio los resultados apetecidos, pues fue adoptado a ciegas por maestros y preparadores, a pesar de que su autor advirtiese: «Posiblemente este sistema de preparación no sea provechoso para ciertos ajedrecistas; cada maestro debe abordarlo con cautela, y usarlo teniendo en cuenta sus propias cualidades y costumbres privativas. » Actualmente, los maestros soviéticos se plantean la cuestión de crear un sistema de preparación que generalice, así la experiencia personal de los grandes especialistas en ajedrez, como los datos objetivos y científicos logrados con el esfuerzo de psicólogos, fisiólogos, pedagogos y médicos. i'ara alcanzar este objetivo se dispone de inmensas posibilidades. Los artículos y comentarios de partidas de Petrosian, Tal, Bronstein, Averbach, Korchnoi, Simagin, Bijovski y otros grandes maestros ofrecen valiosas observaciones psicológicas. Es hora de analizar con todo detalle estos materiales e incluirlos en un sistema científico. Igualmente es instructiva la experiencia acumulada por los preparadores; pero éstos la divulgan muy poco. Un ejemplo de ello es la interesante pregunta: ¿Cuándo se da por terminado el período de preparación para un torneo? ¿Cuántos días hay que descansar antes de tomar parte en él? Basándose en la experiencia, Botvinnik dice que conviene dejar toda actividad ajedrecista cinco días antes de la competición. Pero la práctica ha demostrado que esto no es valedero para todos, pues hay ajedrecistas que en seguida se hacen al ritmo de la lucha competitiva, para los cuales cinco días de descanso son suficientes. Pero hay otros que, por lo común, empiezan el torneo con vacilación, y pierden valiosos «puntos» durante el período de «adaptación»; para éstos el descan- so podría consistir en una intensa preparación, mediante sesiones de juego simultáneo. Este asunto depende mucho de la penetrabilidad psicológica del preparador. Bondarevski supo descubrir en Geller y Spasski cierta indolencia al comienzo de la lucha competitiva. Por lo que aconsejó a Geller realizar una sesión de juego simultáneo contra reloj entre unos cuantos candidatos a maestro la víspera de su competición con Smislov (Moscú, 1955), y Spasski no cesó de prepararse hasta el momento de empezar su duelo con Tal (Tbilisi, 1965). El resultado fue que los dos pupilos de Bondarevski mostraron una excelente preparación deportiva desde el comienzo de la competición. Los preparadores Rojlin, Neshmetdinov, Voronkov, Ravinski, Koblenz y otros, ofrecen muchos métodos interesantes para reflexionar racionalmente en el transcurso de la partida. Se espera mucho de la psicología deportiva, particularmente de la ajedrecista. Es de esperar que el estudio de los problemas psicológicos no tarden en prestar una ayuda esencial a la enseñanza y práctica del ajedrez. 21 EL PENSAMIENTO EN EL AJEDREZ La incógnita de las imágenes ajedrecistas El estudio de las cualidades que dan carácter al pensamiento del ajedrecista es quizá el problema más importante y que más inquieta a prácticos y a pedagogos del ajedrez. Este problema aún no ha sido estudiado debidamente; por otra parte, su investigación presenta dificultades. El objetivo primordial es determinar los defectos típicos de la actividad intelectual en el transcurso de la partida y hallar un procedimiento que eleve su efectividad. Como se ha dicho, el pensamiento del ajedrecista es mayormente imaginativo. ¿Qué significa el concepto «imagen ajedrecista»? V. Malkin lo define como una posición modelo que se propone y sigue para valorar. Desde luego, aquí se recalca la idea de que dicha imagen no sólo es un cuadro evidente de la posición en el tablero, sino también su avalúo; es decir, la generalización que abarca las particularidades de la postura recíproca de las piezas y sus posibles acciones. Con todo, nos parece que no sólo las posiciones modelo condicionan la manifestación de las imágenes, pues toda posición se refleja como una imagen en la conciencia. Sólo varía el grado de generalización; o sea, varían la profundidad y exactitud 22 con que se valoran las varias posiciones. Gracias a los conocimientos y la experiencia práctica, el ajedrecista valora numerosas y diversas posiciones por su semejanza con otras anteriores; con ello sabe aproximadamente cómo debe proceder. Sobre la base de estas posiciones se producen imágenes más generalizadas; pero muchas de ellas no pueden valorarse debidamente, no obstante ser análogas a otras anteriores y tener ciertos elementos de la valoración: posición característica de varias piezas, peligro de doble amenaza, etc.; aunque estos elementos son, por el momento, fragmentos de ulteriores valoraciones generales. Esta es una imagen más concreta, por diferenciarse esencialmente de la posición modelo. Veamos la naturaleza dinámica de las imágenes del pensamiento en el ajedrez, desde cuyo punto de vista las dividiremos en residuales, inertes y precursoras. Imagen residual Es la traslación íntegra del avalúo de una posición anterior o del de la acción de unas piezas a la nueva situación creada en el tablero. Viene a ser la continuidad de lo pasado en lo presente; continuidad que a veces ocupa el lugar de la realidad. La presencia de imágenes residuales causa la invariabilidad en el pensamiento y disminuye la variabilidad de la atención. Para citar un ejemplo, ofrecemos el final de la primera partida del encuentro Tai - Gligoric (Belgrado, 1968). en la partida que jugó con Rosseto (Amsterdam, 1964). Ilin-Shenevski ya hablaba de tales casos el año 1928. Diagrama núm. 2 Diagrama núm. 1 En esta posición (Ilin-ShenevskiNenarokov, Moscú, 1922), las blancas tienen un ataque decisivo. Prosiguió 1. A7A+, RÍA; 2. D6T+?, R X A ; 3. T6A+, R1C, y la ventaja pasó inesperadamente a las negras. En el cálculo preliminar, las blancas La situación de las blancas es po- contaron sólo con 3. ..., R1R; 4. co envidiable. Tal acaba de tomar la D8A+, R2D; 5. D7C+ y 6. T8A, dama con el movimiento 37. C X D + , mate. aunque con ello no se compensa de «¿Por qué no a d v e r t í el simla pérdida material. ple movimiento 3 R1C? —esA este respecto, Koblenz escri- cribe Ilin-Shenevski. ¡ Pues muy senbió: «Después de la partida, el pro- cillo! Obsérvese la posición inicial: pio Tal confesó habérsele figurado el escaque 1CR negro está atacado atacar simultáneamente al rey y la por dos piezas, o sea por el alfil torre IR, con lo cual contó recu- 3CD y la dama situada en 5CR. Al perar una calidad y llevar a término calcular la combinación, se me fisu superioridad material en un final guró que el rey no podía retirarse de torres. ¡Pero erró el golpe! Pues a la casilla 1CR.» la torre de Gligoric ya estaba siCiertas particularidades de la potuada en el escaque 8R y amenazaba sición anterior (dominio en la casimate.» lla 1CR de las negras, etc.), fueron La misma causa, esto es, el «re- trasladadas íntegra y mentalmente a gistro» mental de las piezas, hizo la nueva situación creada en el taque Tal volviese a incurrir en error blero. Las blancas, por ejemplo, po- 23 dían haber mantenido la ventaja de su posición, haciendo 2. DXA; pero la imagen residual, o sea la segundad en el dominio del escaque de referencia, frenó la variabilidad de la atención y dificultó comprobar con objetividad la situación. Veamos una posición de otra partida Ilin-Shenevski-Nenarokov (Moscú, 1923). modo que, al tomar la dama negra mi alfil, creí que lo había hecho pasando por encima de dicho peón.» Un ejemplo de la influencia negativa que puede ejercer la imagen residual lo ofrece el juego de las blancas en la partida Sozin-Kirillov (Moscú, 1931). Diagrama núm. 4 vimientos aislados, sino también ideas tácticas y estratégicas que han sido objeto de una profunda meditación pueden permanecer con su aspecto relativamente invariable en la conciencia durante la partida. Examinemos la posición del encuentro Chejover-Model (Leningrado, 1933). Diagrama núm. 5 Diagrama núm. 3 m\ ridades de la postura de las tres piezas atacantes (el alfil, la torre y la dama) no fueron objeto de una seria reflexión en la siguiente jugada cuando la situación había cambiado favorablemente. Se dan casos, aunque relativamente poco frecuentes, en que la existencia de la imagen residual de la posición anterior en la conciencia causa originales ilusiones ópticas e imágenes de piezas que ya no están en el tablero, e imposibilita concentrar el pensamiento en otros elementos de la nueva posición, por cuanto el carácter de la acción de dichas piezas en el período anterior del desarrollo de la partida ha sido muy importante y ha exigido mucha atención. Veámoslo en la partida SzaboBronstein (Zürich, 1953). Diagrama núm. 6 Las fuerzas están más o menos equilibradas. Ilin-Shenevski comenta el ulterior curso de la contienda así: «Con objeto de hacerme con la iniciativa, decidí abrir la vertical AR e hice 1. TÍA, P3CR; 2. D3R, C2R. Después de esto, pareció que nada impedía llevar a término mi propósito, y proseguí 3. P4AR; pero resultó lo siguiente: 3. ..., PXP; 4. DXP, DXA. Esto no formaba parte de mi plan; había abierto la vertical de referencia, pero perdí una pieza. Dirán que soy un papanatas. En efecto; pero la psicología de éste también resulta interesante. Fraguando mi plan y mirando el tablero, vi que el peón negro en el escaque 4R era como una sólida pared entre la dama adversaria y mi alfil indefenso. Esta idea se afirmó en mi conciencia, de Aquí se prosiguió 26. AXP? A este respecto, Sozin escribe: «Desde el punto de vista psicológico, el error es comprensible en cierto modo: en sus cálculos, las blancas no contaron con la posible respuesta T2D; movimiento anteriormente imposible, por la amenaza de mate con la jugada D8CR.» Las blancas ganaban fácilmente con 26. T1R; tras su error, la partida finalizó en tablas. En el caso que acabamos de ver, la imagen de la posición anterior fue tan estable, que infundo a Sozin la convicción de que sus suposiciones anteriores eran justas. La imagen residual pueden crearla una pieza determinada con las funciones inherentes a ella o una casilla, y también un grupo de piezas o casillas con funciones más complejas. No sólo piezas, casillas y mo- Chejover escribió: «Aquí no conducía a nada la continuación 29. A7T+, RÍA; 30. D3T+, porque 30. ..., D3D; 31. P5A, D2R. Partiendo de este supuesto, reflexioné sobre la 29. T7T, D5D; 30. D4T, P3CR; 31. D6T y los subsiguientes movimientos T4A y T4TR, y para huir el mate hice 29. P3TR. A lo que Model contestó desacertadamente con 29. ..., D7R?, tras lo cual la continuación 30. A7T+, RÍA; 31. D3T+, T2R; 32. A3D daba inmediatamente la victoria. Pero, en la nueva situación, no pensé en el movimiento A7T + , y jugué de otro modo. La partida finalizó en tablas.» Vemos que la conclusión de que el plan A7T+ y D3T+ carecía de eficacia se afirmó tanto en el espíritu de Chejover que las particula- El alfil de casillas negras es la pieza fundamental en el ataque de las blancas; por ello, Bronstein lo elimina: 36. ..., X X A ; 37. D6T, P3A; 38. PXT, T2C? (es mejor R2A); 39. T8D!, DXT; 40. D8T + , y las blancas ganaron pronto. 24 25 Respecto de su erróneo movimiento 38. ..., T2C? con que intentó cerrar una vez más la peligrosa diagonal 1TD-8TR, Bronstein comenta: .Hasta entonces, las negras lucharon contra el alfil adversario situado en 3AD, y efectuaron este movimiento porque continuaban luchando contra la sombra del mismo.» Estos ejemplos nos autorizan a considerar la presencia de la imagen residual como una considerable insuficiencia del pensamiento del ajedrecista. El papel negativo de tal imagen crea una situación paradójica cuando los aspectos importantes de dicho pensamiento, es decir, la profundidad y tendencia precisas, parecen debilitarse. Por otra parte, esto reafirma lo de «Ajustadme esas medidas», pues, en los casos analizados, se ha observado que las cosas no se hicieron en la debida propor.ción en cuanto a la profundidad y dinamismo del sobredicho pensamiento. Con todo, dicha imagen no siempre es un impedimento en el proceso creador: pueden observarse valores positivos en ella si se regulan conscientemente la atención y el dominio de sí mismo, porque las ideas originadas anteriormente en la partida no se convierten en axiomas invariables, sino que se hace uso de ellos modificándolos conforme a las nuevas circunstancias de la posición; aquí, la presencia de las imágenes residuales es muy útil, por cuanto asegura una reflexión consecuente, gracias a lo cual se crean las premisas para una mejor sucesión de las etapas del desarrollo de la partida, y el juego es más íntegro y sistemático. Ofrecemos seguidamente la posición de la partida Novotielnov-Neshmetdinov (Saratov, 1953). 26 Diagrama núm. 7 Diagrama núm. 8 ftllftl iBá En ella, las negras se propusieron responder a 16. C3C con el sacrificio de una calidad: 16. ..., T4R; 17. P4A, TXA; 18. PXT, CSC, con buen juego por las casillas negras. La partida prosiguió 16. D4A, T4R; 17. C3C, C6D; 18. D4T, CXPC; 19. P4A; aquí realizó Neshmetdinov el sacrificio propuesto anteriormente: 19 TXA; 20. PXT, CSC! Y la posición de las negras ofrece buenas perspectivas de ataque. En este caso, la idea de sacrificar una calidad al decimosexto movimiento nos recuerda la acción de un dueño previsor al abastecerse con tiempo de lo necesario. Neshmetdinov consideró esta idea, la aprobó y la diferió para una ocasión más propicia. La presencia de la imagen residual permite pugnar consecutivamente por la realización de un plan determinado o idea concreta ajustados a todo cambio de situación que se produzca en la partida. Veamos un ejemplo de ello en la segunda partida del encuentro Botvinnik-Lówenfisch (Moscú-Leningrado, 1937). Lówenfisch se propuso romper el centro de las blancas por medio del movimiento P3A; pero no pudo realizarlo en seguida. A este respecto escribe: «Temí, después de 14. ..., P3A, la continuación 15. PAXP, PRXP; 16. P6R, TXP; 17. P5A, PXP; 18. AXP, T1R; 19. D5T, CÍA; 20. A3TD, D2A; 21. P4R, PXP; 22. CXP, con fuerte ataque.» Sin abandonar esta importante idea estratégica, efectúa la siguiente maniobra de piezas: 14. ..., D2R; 15. PXP, PRXP; 16. P4R! (las blancas nuevamente impiden el movimiento deseado, PSD; 17. C1C, P4AD; 18. C2D (aquí tampoco es posible la proyectada ruptura, debido a 19. P6R y 20. P5A; pero la idea de la misma no abandona a las negras). P4CR!; 19. P3C, PCXP; 20. PXP, R1T; 21. C4A, T1CR; 22. R1T, P3A! ¡Por fin ha podido realizarse la idea formada anteriormente, y en el momento más oportuno! Luego de 23. C6D, PXP; 24. CXA, PXP, las negras obtuvieron dos peones por el alfil y contraposibilidades muy eficaces. Con frecuencia, la idea formada con antelación contiene una suti- leza velada, y es ventajoso realizarla; pero no inmediatamente, sino en el momento oportuno; de lo contrario, no reportará ninguna ventaja. En tales casos, el ajedrecista la retiene en la memoria, y efectúa maniobras de espera durante cierto tiempo, con objeto de encubrir su ardid e infundir a su adversario la sensación de segundad en la posición. En este aspecto, es característica la experiencia de Bronstein, que reiteradamente ha empleado con éxito tal procedimiento psicológico; son memorables los finales de su encuentro con Reshevski (Zürich, 1953) y con Mikenas (Tallin, 1965). Todo intento de aprovechar las posibilidades prácticas, por insignificantes que sean, es una medida justificada. En su libro sobre el torneo celebrado en Nueva York el año 1927, Alekhine reprocha justamente a Spielmann haber aceptado las tablas en varias partidas donde, aunque mínimas, tuvo probabilidades de ganar. Por tanto, al atender conscientemente a los momentos variables de la situación y al comparar lógicamente la posición anterior con la presente, la imagen residual influye de un modo positivo en la eficacia de la actividad mental y facilita tomar decisiones con rapidez y exactitud. En las características contradictorias de las imágenes residuales arriba citadas, se manifiestan dos tendencias del pensamiento del ajedrecista: por un lado, los movimientos aislados se consideran como los elementos del desarrollo de la partida relacionados entre sí (valor positivo de dichas imágenes, alto desarrollo de la dinámica del pensamiento y la atención), y por otro se observa una tendencia a dividir la partida en etapas aisladas, al tiempo que las 27 imágenes residuales estáticas o invariables pasan automáticamente de una etapa a otra. ¿Qué medidas deben tomarse para eliminar la influencia de las susodichas imágenes? Entre las recomendaciones puramente ajedrecistas merece atención el juego a ciegas. Se estima que éste es nocivo para la salud y no contribuye al desarrollo de la atención del ajedrecista. No vamos a discutir la justa afirmación de que el entusiasmo por las sesiones de juego a ciegas no tiene otro fin que la publicidad y no reporta ningún beneficio. Sin embargo, nuestro consejo se refiere a un pequeño número de partidas jugadas de este modo como procedimiento de preparación. Lo cual no resultará fatigoso para un ajedrecista formado. El juego a ciegas quizás es el mejor procedimiento de preparación para perfeccionar las propiedades dinámicas del pensamiento y la atención; el carácter de tal juego exige una constante y exacta comparación de las imágenes anteriores con la posición presente, y una sistemática verificación e imposición de esfuerzos volitivos para determinar la atención abstracta. Sobre todo, es importante no perder de vista la postura exacta de las piezas. Puede decirse que la pereza de pensamiento no es compatible con el juego a ciegas. Además de lo expuesto, tal ejercicio facilita el desarrollo de la visión combinatoria. Conviene advertir que los preparadores más perspicaces usan este procedimiento en su trabajo. De esta manera, Bondarevski aconsejó a Spasski que realizase a ciegas una sesión de juego simultáneo en ocho tableros contra los ajedrecistas más fuertes de Sochi la víspera de su competición con Tal (Tbilisi, 1965). Por ventura deba atribuirse a ello la 28 extraordinaria inventiva y dinamismo de pensamiento que Spasski mostró durante la competición con su adversario; por lo menos, no se apreció en él ninguna ilusión óptica en el manejo de las piezas. Como medio de preparación también puede servir la lectura de trabajos sobre ajedrez sin verificarla en el tablero, entrenamiento que Korchnoi, practica asiduamente. Asimismo es muy útil plantearse mentalmente la siguiente pregunta en el discurso de la partida: ¿qué cambios se han producido en el tablero, después del movimiento efectuado por el adversario? ¿Qué se amenaza? Este procedimiento fue adoptado en los torneos por los ajedrecistas de Saratov, y dio resultados positivos. Unos cuantos de primera categoría aprovecharon el citado consejo, y dijeron que ya no veían las piezas en su postura anterior 91 variar la situación; esta insuficiencia se había observado anteriormente en ellos. Imagen inerte Se caracteriza por considerar el avalúo como" el resultado definitivo de la partida, porque mentalmente se estima terminada, aunque en realidad continúa. El ajedrecista imagina que el logro del objetivo requiere poco esfuerzo intelectivo, por cuanto sólo quedan pequeños obstáculos que vencer. Y así, lo presente (a menudo, lo valorado con error) pasa a ser automáticamente lo venidero. Esto hace que mengüe la objetividad de previsión y la exactitud de cálculo con que se analiza la situación creada en el tablero. En la práctica, la imagen inerte corre pareja con la incorrecta y precipitada deducción de que la superioridad ma- terial o de posición, o el conocimiento de que se ha producido una posición modelo, predetermina el resultado de la partida. En cuanto aparece la imagen inerte, disminuye el esfuerzo, y se produce un estado de relajamiento. La excitación que ha movido a luchar por el logro de un objetivo trazado de antemano se transforma en un autososiego, y hasta en apatía, cuando dicho objetivo parece haberse logrado. Consecuentemente, la contemplación apacible de la posición ocupa el lugar de la responsabilidad, y la variabilidad de la atención y la facultad previsora descienden bruscamente; este descenso de la actividad intelectiva suele ir acompañado de errores. A consecuencia de ello, es frecuente no ganar partidas que ya están ganadas y perder otras que son irremisiblemente tablas. Conviene señalar que las imágenes inertes se distinguen por su tendencia a hacer que se valore definitivamente la posición y por su alto grado generalizador. En la partida Petrosian-Korchnoi (Moscú, 1963) se produjo la siguiente posición: Diagrama núm. 9 Petrosian refiere el posterior curso de la lucha: «Estuve bastante tiempo convencido de que mi posición era superior a la de mi contrincante; a más de esto, toda la fase anterior de la contienda, que dejó a Korchnoi constreñido, me infundió la creencia en el resultado favorable de la partida...; pero cometí el inconcebible y e r r o de hacer 35. TXP7? Escapó a mi penetración el peligro que suponía el avance P6A, acaso por contrastar excesivamente con la indefendible situación de las negras. Estoy convencido de que, si un maestro destacado no ve en seguida semejantes amenazas, no las verá después, por más que analice la posición.! Tras 35. TXP, la partida prosiguió 35. ..., P6A; 36. R5C, R1R, y las negras ganaron. En este ejemplo se observa que la imagen inerte estuvo ligada con la valoración definitiva de la posición; por ello, Petrosian disminuyó lógicamente su vigilancia al considerar que la lucha estaba decidida. ¡Pero el castigo no hizo esperarse! Se perdió una partida que se tenía ganada. Este hecho confirma una vez más el viejo dicho ajedrecista: «La partida se considerará ganada cuando el ganador haya anotado su punto en la tabla de la clasificación.» Es discutible la afirmación, de Petrosian, de que en tales casos no es posible hallar el movimiento conveniente, por más que se analice la posición. Naturalmente, la imagen inerte se distingue por su elevado carácter estático, puesto que está relacionada con la manifestación de un constante y emocional estado de exceso de seguridad; sin embargo, esos estados psíquicos pueden ser superados por la voluntad del individuo, mediante una crítica y con- 29 cienzuda verificación de las ideas propias. Volvamos sobre otros ejemplos que nos ofrece la práctica del ajedrez. He aquí la posición de la partida Gablikovski - S i m a g i n (SzavnoZdruy, 1950). Diagrama núm. 10 Wri Las blancas tienen una considerable superioridad material: una calidad de más y la inevitable conversión del peón 7T en dama. Pero Gablikovski polarizó su atención sólo en cómo asegurar la defensa de su rey. Desde luego, la amenaza de las negras es tan poderosa y la valoración del momento, expresada en el grito de «¡Salvar al rey!», fue tan dominante, que las blancas se pusieron inmediatamente a la defensiva: 37. P8T=D+, R2T; 38. D6TD, D7C + ; 39. R1R, C7A + ; 40. R2D, C X D, y la partida terminó en tablas. Con todo, las blancas ganaban con el siguiente e inesperado contraataque: 38. D8T+! (en vez del tímido movimiento 38. D6TD), R X D ; 39. D6T+, y así sucesivamente. Gablikovski no pensó en las posibilidades que le ofrecía la segunda dama en 30 el escaque 8T; esto pone de relieve la constante y enorme influencia que ejerció la imagen de la posición reflejada en este diagrama, y que, al valorarla, las blancas pensaron únicamente en defenderse. El movimiento 37. P8T=D+ fue calculado y hecho con la posibilidad defensiva de situar la dama en el escaque 6TD, sin relacionarlo con otras particularidades de la situación. Después de la partida, Gablikovski dijo que no pudo advertir la posibilidad de sacrificar inmediatamente la segunda dama, por cuanto atendió solamente a la peligrosa situación en que se encontraba su rey en la casilla 1AR. El siguiente ejemplo ha sido tomado de la partida Ivkov-Vasiukov (competición U R S S - Yugoslavia, 1962). Diagrama núm. 11 reH misma ni a que su principal triunfo, el peón de referencia, pueda ser eliminado. Prosiguió 19. T3T. P4TR; 20. TXP?? Esto es un grave error. Con el movimiento 20. DXPT y, luego, P4CR, se podía mantener un fuerte ataque. El yerro cometido por Ivkov puede apreciarse en la variante 20. ..., DXP; 21. T8T+, R X T ; 22. D4T + , R1C; 23. D6T, D8T+; 24. R2D, D X C + ; 25. RÍA, A X P A , y de repente se aclara que el peón 6A, principal soporte de la posición de las blancas, pudo ser eliminado impunemente. De esa manera, se desmoronó el fundamento en que se asentaba el avalúo de la posición, y cuya solidez en el ulterior desarrollo de la partida aseguró la imagen, surgida «por inercia». La creencia en que los elementos constitutivos de la valoración de una determinada posición son estables, y en el siguiente período del juego, junto con la insuficiente variabilidad de la atención, son las causas psicológicas que impiden prever las llamadas combinaciones que producen el empate. El siguiente diagrama refleja la situación de la partida Evans-Reshevski (Nueva York, 1965). Diagrama núm. 12 El ataque del maestro yugoslavo es decisivo; en el cual uno de los componentes importantes es el peón 6A, que las negras no pueden eliminar de momento, porque está defendido por su alfil. Al valorar la posición como favorable, lo que no ofrece duda, Ivkov intenta ganar inmediatamente la partida, y no atiende a los posibles cambios de la Las blancas están en un apuro, pues su adversario lleva una pieza de ventaja, y amenaza seriamente contra el rey. Por lo visto, estas consideraciones parecieron tan claras y evidentes a Reshevski, que, al calcular su próximo movimiento, lo consideró como una valoración estable en lo sucesivo; si no, hubiese prestado atención a los pequeños, pero esenciales, c a m b i o s que se producirían en el tablero, caso de tomar el peón blanco 3C. Esto es, los demás peones blancos no pueden avanzar, el rey se halla en situación de «ahogado» y la postura de las dos piezas blancas en 8AD y 7AR brinda la posibilidad de forzar el empate con el sacrificio de las mismas. Pero la confianza en la victoriosa realización del ataque fue tan grande, y la atención estuvo tan fija en los elementos positivos de la situación en el tablero, que Reshevski cometió la imprudencia de tomar el mencionado peón. Después de 48. ..., DXPC??, los defectos del juego «por inercia» se manifestaron rápidamente. Prosiguió 49. D8C + , R X D ; 50. T X P + , y hubo que aceptar el empate. Si hubiera atendido a los cambios que podía introducir el movimiento 48. ..., DXPC, sin duda habría previsto la combinación de su adversario, y jugado de otra manera; por ejemplo: 48. ..., DSC; 49. T8A, D3R; 50. PXC, T8R+ y 51. ..., D7T+, lo que le daba inmediatamente la victoria. Se advierte que las imágenes inertes suelen presentarse cuando el ajedrecista logra aventajar a su contrincante en la posición; esto hace que no prevea posibles cambios en la misma, incluso los más paradójico's, y se guíe sin reflexión por la 31 persistente imagen del avalúo lavorable de dicha posición. Al surgir la persistente imagen inerte, hasta el ajedrecista más destacado pasa automáticamente los rasgos de la situación presente a la futura; aborda de manera trivial la valoración de las condiciones venideras. Por consiguiente, las imágenes inertes dificultan la búsqueda de nuevas posibilidades, y reducen al mínimo los elementos de la imaginación creadora. A diferencia de las imágenes residuales, que se presentan con valor positivo y negativo, las inertes son equivalentes, pero, condicionadas por el desequilibrio de la dinámica del pensamiento, intervienen siempre como factores negativos. La disminución del pensamiento y de la variabilidad de la atención está relacionada principalmente con los rasgos volitivos del carácter. Para subsanar los defectos de la atención, como presencia de la imagen estable «por inercia» que hemos visto anteriormente, es necesario cultivar la autocrítica y el dominio de sí mismo. Ejercitarse en el hallazgo de soluciones paradójicas, esforzarse por descubrir toda excepción de la regla y desarrollar lo concreto del pensamiento son condiciones indispensables para luchar contra las imágenes inertes. En las partidas de preparación es útil aplicar las variantes de apertura más difíciles, con el fin de ver el objetivo principal, no en el resultado, sino en la búsqueda de los recursos ocultos de la defensa. Con ello, el ajedrecista se contamina inadvertidamente con el espíritu del escepticismo en cuanto a la valoración, por contrastable que sea. También puede servir el estudio de las partidas de Lasker y Korchnoi. Lowenfisch escribe sobre el enorme sentido crítico del pensamiento laskeriano: «Analizar en compañía de Lasker era un placer. ¡Cuántas características de su estilo, diversas y a menudo convincentes, he oído en mis días I... Subrayo solamente un indiscutible rasgo de él: su escepticismo y fe en la defensa. Nos poníamos a analizar una variante de determinada apertura, que a mi ver no convenía a las negras. Pero Lasker empezaba a buscar ingeniosamente contraposibilidades inadvertidas, y se descubría que dicha variante era aceptable e irrebatible.» Durante la partida conviene, a veces, abstraerse de los propios intentos; «cruzar la línea del frente», y tratar de pensar por el adversario. Caso de introducirse profundamente en los «intereses» de él, pueden descubrirse ideas que suelen escapar a la penetración cuando se piensa unilateralmente; de ese modo, se asegura un tratamiento más objetivo del avalúo de la posición. culto supersticioso, y se toma por factor real del avalúo de una posición que existe sólo en la mente. Y, en otros casos, se da demasiada importancia a posibles y activas maniobras de las propias piezas en el futuro, y no se considera con la debida claridad si su realización es o no oportuna; al contrario, a la valoración de la posición real se le añaden automáticamente «castillos al aire», formados por la fantasía. Esta falta de sentido traslativo de una situación supuesta a otra perceptible conduce a casos de «manía de hacer proyectos», a una irreal planificación de las operaciones mentales en el tablero. Veamos seguidamente la posición del encuentro Bondarevski-Flor (Kstocolmo, 1948). Pero la maniobra P5AR impresionó tanto a Flor, que, sin considerar otras particularidades de la posición, su respuesta fue dictada por la idea fija de impedir el avance del peón de referencia. Prosiguió 28. ..., P4AR?; 29. PXP. a.p., CXP6A; 30. P5AR! Las negras salieron inesperadamente de lo malo y entraron en lo peor. La imagen precursora hizo que las medidas profilácticas, tomadas contra las posibles amenazas en un futuro lejano, se convirtiesen en una amenaza real y efectiva en lo presente. Las blancas consiguieron una ventaja evidente, mediante 30. ...» P4CR; 31. C5T, CXC; 32. DXC. Examinemos la posición del encuentro Capablanca-Alexander (Nottingham, 1936). Diagrama núm. 13 Diagrama núm. 14 Imagen precursora Se produce al pensar en los posibles cambios de la situación futura; en ello, se sobreestima la importancia de los inminentes acontecimientos en la partida, de suerte que el ajedrecista los toma casi por reales y existentes. Blumenfeld escribió: «A juzgar por mi propia experiencia, hay momentos en que la idea, formada por la fantasía visual, ocupa el sitio de la realidad.» El papel negativo de las imágenes precursoras es doble. En unos casos, se atribuye existencia real a posibles amenazas del adversario, con frecuencia imaginarias, que se exageran y se convierten en amenazadores gigantes legendarios en la conciencia; la perspectiva lejana es objeto de * a» Las blancas tienen ciertas posibilidades de ataque; de ellas, la más «eficaz» acaso es el avance del peón 4AR, aunque, por lo pronto, no entraña peligro para las negras. Lo cual puede probar, por ejemplo, la siguiente vanante: 28. ..., T1R!; 29. P5A, DXPR; 30. PXP, PAXP; 31. D7A + , R1T. Esto es el avalúo real de la posición. Prosiguió 26. ..., D1R? Con motivo de este movimiento, Altkhine escribió: «No sólo se ha perdido un tiempo valioso, sino que se brinda a las blancas la posibilidad de desatascar a su alfil de la darra. Por cuanto el adversario no amenazaba inminentemente, las negras hubiesen podido iniciar el ataque en el flanco de la dama, mediante 26. ..., 33 32 A3T y el subsiguiente avance del peón 3C. Tras lo cual, el resultado de la partida habría sido totalmente indefinido.» Posiblemente, las medidas defensivas de las negras estuvieron condicionadas por la sobreestimación de la ilusoria amenaza D5T. La partida continuó 27. P4CR!, D3C; 28. PXP, TXP; 29. TXT, DXT+; 30. R1T, T1AR; 31. D1T, y las blancas se hicieron con la iniciativa. Reshevski también se privó de su único y activo plan (P5CD) al temer el movimiento de ruptura P4TD adversario, poco eficaz para éste en la situación dada (SpasskiReshevski, Amsterdam, 1965). Diagrama núm. 15 Aquí las negras hicieron 33. ..., P5T. Y al remate de 34. D3R, D3D; 35. P3CR, las blancas aumentaron su superioridad, porque aquéllas no pudieron actuar eficazmente; como se ha dicho, se privaron de su único y activo plan al analizar la realización de la amenaza P4TD del adversario. Un caso por el estilo ocurrió en la partida Krogius-Shujovski (Sochi, 1967), en que, al cabo de 1. 34 P4D, P4D; 2. P4AD, P3R; 3. C3AD, C3AR; 4. PxP, PXP; 5. A5C, A2R; 6. P3R, P3AD; 7. C3A, C1C2D; 8. A3D, 0-0; 9. D2A, T1R; 10. 0-0, CÍA; 11. T1T1C, P4TD; 12. P3TD, C3C; 13. P4CD, PxP; 14. PXP. C5R; 15. A XA, D x A ; 16. P5C, A5C; 17. AXC!, PxA; 18. C2D, P4AR; 19. PXP, PXP, las amenazas del bando negro D4C y C5T fijaron la atención del blanco. Estas amenazas parecieron tan reales y peligrosas, que forzaron a ponerse a la defensiva: 20. P3T?, A4T; 21. T1C1R?, C5T; 22. C2R, con lo que se cedió la iniciativa a las negras. En vez de dejarse influir por la acción de la imagen precursora, convenía rrber calculado la variante 20. T6C, C5T; 21. T1-1C, D4C; 22. P3C, con lo que las blancas adelantan a su adversario en la ofensiva. Por ejemplo: 27. ..., C6A+; 23. CXC, AXC; 24. TXP, D4T; 25. CSC, D6T; 26. D4A+ y D1AR. En los ejemplos que acabamos de ver se han observado casos de sobreestimación de futuras amenazas del adversario y de subestimación de las posibilidades de la posición propia; en ellos se eludieron voluntariamente y sin motivo las operaciones activas y se pasó a la defensiva. Tal pasividad, producida por autosugestión, hace que disminuya considerablemente la producibilidad del pensamiento, y se empiece una lucha contra «molinos de viento». En casos así, se observa insuficiente variabilidad de la atención, que se fija principalmente en un futuro lejano y huye de la posición real en el tablero. Niemzowitsch define acertadamente estas propiedades de la imagen precursora en su conocido aforismo: «La amenaza parece mayor que su realización.» Con frecuencia aparece la otra cara de la imagen en cuestión; esto es, se exageran las probabilidades, y la atención se fija únicamente en considerar las posibilidades de las propias piezas, por lo que no se justiprecian las respuestas del oponente. Veamos un fragmento de la partida Krogius-Bronstein (Tbilisi, 1967). Diagrama núm. 16 En esta posición, Bronstein se propuso atacar al rey adversario con el movimiento P5T y, si se diera el caso, con los P3A y P4CR. Estas activas posibilidades de las propias piezas cautivaron tanto la atención de Bronstein, que consideró sus supuestas amenazas poco menos que únicas y efectivas para valorar la posición. Por ello, sucedió 13. ..., P5A? Este movimiento es ineficaz, porque, entre otras desventajas, tiene la de liberar a las blancas en el centro y en el flanco de la dama; sin embargo, Bronstein polarizó su atención en atacar al rey, por parecerle la acción que mayores perspectivas le ofrecía. Con todo, advertimos que el avalúo de la posición requiere seguir presionando en el cen- tro, para lo cual convenía haber hecho 13. ..., D3C. La partida prosiguió 14. A2A, D2A; 15. C1C, 0-0-0; 16. C3A, A3T; 17. D1R, T1D1R; 18. P4CD!, A2C; 19. P4TD, P3A? Las negras continúan en su irrealizable proyecto. La imagen precursora de poder atacar al rey blanco fue tan firme que, incluso en la posición actual, donde el ataque de las negras no ofrece ninguna perspectiva, Bronstein realiza el «seudoactivo» avance P3A, y no cuenta con el brusco empeoramiento que ha experimentado su situación, porque persiste en su mítico ataque contra el rey. 20. R1C, D1D; 21. T2T!, P5T; 22. A1C, PXP? Influidas por la imagen precursora, las negras han efectuado de nuevo unos movimientos carentes de actividad, y el último de ellos es un error decisivo. Al principio, las blancas han tenido posibilidad de realizar el plan P3CR, T2CR y, luego, P4C; pero, ahora, lograrán una iniciativa amenazadora en el otro extremo del tablero. Por lo demás, repetimos, la serie de errores de las negras no es fortuita, pues la atención de Bronstein hace rato que es cautiva de supuestos irrealizables. Continuó 23. PDXP! Después de la partida, Bronstein manifestó que había esperado que su adversario hiciese 23. PAXp. ¡Esto pone de relieve cómo el cálculo de la posición dada estuvo sometido a la influencia del pensamiento, concentrado en los deseados cambios de la posición futura I Al seguir una dirección «determinada», impuesta por la imagen precursora, cupo esperar los siguientes movimientos: 23 C1C; 24. A3R, C3A; 25. D2A, P6T; 26. P3C, P3C; 27. P5T, R2C; 28. AXC, PC XA; 29. PXP, PXP; 30. T1A1T, D2A; 31. C4D, 35 T1T; 32. C5C, TXT; 33. DXT, y las negras se rindieron. La imagen precursora suele actuar cuando el ajedrecista cree en la aceptación irrecusable del sacrificio o cambio de piezas que propone a su contrincante. Veámoslo en el siguiente fragmento de la partida Liebersohn-Taimanov (Tbilisi, 1967). es decir, de la conveniencia de respetar los valores materiales y los principios de la estrategia. Por ello, toda posición saturada de ideas no estereotipadas confunde incluso al ajedrecista más original. Veamos la partida NiemzowitschAlekhine (Dresde, 1926). Diagrama núm. 18 Diagrama núm. 17 R2R, y, tras unos movimientos, se acordó dejarlo en tablas. En ocasiones, al meditar sobre una situación futura, la atención se estabiliza hasta el punto de ignorar por entero la realidad; el ajedrecista crea en la imaginación movimientos venideros, y no advierte el peligro inmediato de perder una pieza o un peón. Sobre este particular, el maestro Riumin dice: Diagrama núm. 19 ^e advierte la acción de la imagen pre ursora en el cálculo de Taimanov. ^uien creyó en lo irrecusable de 1 variante 35. ..., TXC; 36. PX1, T8D+, lo cual redunda en beneficio de las negras, y que efectivamente sucedió en la partida. Sin embargo, las negras no previeron el movimiento intermedio 36. D6A!, que alteraba la valoración de sus intenciones. Debe advertirse que en lo psicológico es difícil prever los llaiiados movimientos «intermedios» y «solapados», porque comúnmente se relacionan con la negativa de ganar material inmediatamente y con la infracción de los, aparentemente evidentes, avalúos de la posición; en cambio, la práctica convence al ajedrecista de lo contrario, 36 Las negras hicieron 35. ..., T1AD. Y Alekhine escribió al respecto: «Esta innecesaria sutileza pone en duda la victoria. Debía haberse proseguido 35. ..., AXPC; 36. AXC, DXA; 37. AXP, P6D; 38. A X A , PXT, y las negras obtenían una calidad por un peón. Pero se me figuró que el movimiento efectuado en la partida era más eficaz y me reportaría un final favorable dentro de cuatro movimientos.» Sucedió 36. AXC, DXA; 37. T2AD!, AXPC; 38. AXP, P6D; 39. T3A, P7D!; 40. D2A! «No previne este movimiento defensivo —prosigue diciendo Alekhine—; sólo conté con la toma del peón, lo cual me daba la ventaja.» El juego prosiguió 40. ..., A X A ; 41. TXA, TXT; 42. DXT, T1AD; 43. D2R, D3C + ; 44. D2A, D X D + ; 45. R X D , T7A; 46. «IAl reflexionar, advertí de pronto una «combinación»: 26. ..., C4A; 27. ..., D X T + y 28. ..., C6D+, con lo que ganaba una torre! Situé el caballo en el escaque de referencia y paré el reloj, sin esperar la respuesta de Capablanca.» Pero la verdad es que Riumin no se dio cuenta de que Capablanca le tenía amenazada la dama, porque su atención estuvo concentrada en la búsqueda de futuras operaciones. Como vemos, atender extremadamente a las posibles ventajas que pueda ofrecer la acción futura de las piezas propias también influye negativamente en el avalúo positivo de la situación, por cuanto se pon- dera la superioridad de la posición propia; ello hace que disminuya la esfera de atención del ajedrecista, que se sustrae de lo demás y sigue únicamente lo que inquieta sus ideas; tanto es el entusiasmo por lo complicado que a menudo se efectúa el cálculo como si el adversario no existiese. Por consiguiente, la forma de pensar condicionada por la imagen precursora negativa se presenta en dos planos: en uno, la insuficiencia de dinamismo del pensamiento induce a una excesiva circunspección cuando «se abren demasiado los ojos ante el peligro», y en otro a una audacia sin límite, a una presunción exagerada, y hasta a una manía de hacer proyectos. A pesar de eso, es necesario señalar el valor positivo de la imagen precursora en el desarrollo de la fantasía del ajedrecista. En la obra de Tal, Larsen, Korchnoi, Neshmetdinov y otros, la fantasía está, por lo general, relacionada con la realidad mediante un análisis crítico; gracias a la consciente variabilidad de la atención, esta mezcla de fantasía y percepción ayuda a ser previsor y exacto en el cálculo y a hallar ideas originales. Veamos la posición de una partida Neshmetdinov-Kasparian (Riga, 1955). (Véase diagrama núm. 20) Aquí se le ocurrió a Neshmetdinov dar un bello mate al rey negro. Esta idea se refuerza con el cálculo preciso y se convierte en realidad. Atendamos a las dificultades que presenta su análisis, por cuanto la posición es complicada y tirante por uno y otro lado. Sucedió 38. A6R!, T1T+; 39. A3T (el sentido del movimiento 38. 37 vimiento, conviene dar otra ojeada al tablero para cerciorarse de si el adversario amenaza con otro imprevisto. Generalmente, es acertada la idea de que todo movimiento debe hacerse en cuatro compases: trazarlo, registrarlo, verificarlo y realizarlo; de ese modo se comprueba todo intento, por más evidente que parezca. Para combatir las imágenes precursoras de carácter negativo recomendamos ensayar el método de «finales intermedios». Este método consiste en proponer al ajedrecista que solucione un complicado problema de muchos movimientos, pero sin mover las piezas. Así que ha A6R está relacionado con la variante dado con la solución, se le quita el 38. ..., T X T + ; 39. DX.T!, T7D; tablero y se le propone que diga 40. AXD), CXP; 40. T7A + , R3T; la posición exacta de cada pieza a 41. DXC + !, y las negras se rindie- partir, por ejemplo, del segundo ron, porque se les da mate dentro movimiento de la combinación, del quinto, y así sucesivamente. de seis movimientos. Este procedimiento de preparaPor tanto, las imágenes precursoras pueden ser un factor importante ción tiene cualidades fundamentapara desarrollar la capacidad de les; entre ellas la de que muchas prever los acontecimientos en el ta- imágenes precursoras se manifiestan blero. Pero ¿cómo eliminar las de como incógnitas de valor intuitivo. En la incógnita intuitiva, el ajedrecarácter negativo? A este respecto, Blumenfeld da cista advierte el momento culminanlos siguientes consejos prácticos: te en que se realiza una idea, pero «Por más poderosa que sea la ima- omite los eslabones intermedios. El siguiente fragmento de la parginación reproductora, la representación mental es sin duda menos tida Sherbakov-Bijovski ilustra fielviva que la percepción visual. Por mente el valor de dicho método. ello, cuando el adversario ha efec(Véase diagrama núm. 21) tuado un movimiento, incluso el esperado, conviene reflexionar bien, salvo en el caso de extremada falta Bijovski comenta: «Meditando de tiempo, sobre la respuesta pre- sobre esta posición, bastante abruparada de antemano, porque ésta madora para mí, «vi» de pronto la ha sido ideada en el momento en siguiente serie de movimientos: 1. que la posición tenía existencia sólo ..., CXPA; 2. CXA, C6T+;3. R1T, en la mente.» D6A+; 4. D2-2C, C7A+; 5. R1C, Aunque interesen las ideas bellas C6T+; 6. DXC, T7T; 7. AXT, y las maniobras efectistas, nunca se TXA. Esta variante pasó veloz por debe olvidar la «prosa» en la vida mis ojos, y la mente fijó sólo la ajedrecista. Antes de hacer un mo- posición final. Volví a analizarla, y Diagrama núm. 20 I Diagrama núm. 21 *' mi 38 descubrí que las blancas no podían eludir el jaque continuo; pero, al calcularla detenidamente, hallé que aquéllas disponían de la contundente respuesta 3. R2C y que, luego de 3. ..., D6A+; 4. RXC, las negras no podían resarcirse de la considerable pérdida material. Como la elección era limitada, resolví hacer 1. ..., CXPA, y experimenté un gran alivio cuando Sherbakov continuó 2. CX A, C6T+; 3. R1T. Mientras pensaba la respuesta, «vi» dos variantes: una empezaba con D6A+ y la otra con T7T. Traté de profundizar en ellas; pero me lo impidió la idea de poder lograr un empate bastante sutil. A consecuencia de tal «pensamiento», deduje que ambas variantes conducían a un mismo fin, e hice 3. ..., D6A+?, a lo que siguió 4. D2-2C, C7A+; 5. R1C, C6T+; 6. DXC, T7T; 7. A5D!, y las negras se rindieron. Si éstas no hubieran trocado él cálculo por la «visión» y hubieran fijado la posición en la mente después de cada movimiento, habrían logrado fácilmente las tablas, mediante 3. ..., T7T!» Al analizar las particularidades dinámicas del pensamiento, hemos aludido inadvertidamente al problema de sus componentes. Veamos, pues, una de las formas más complejas del proceso intelectivo. La intuición en el ajedrez Se llama intuición la percepción clara, instantánea de una idea o verdad como si se tuviera a la vista. Este concepto acaso es uno de los que han suscitado más vivas discusiones; hasta el punto de intentar excluirlo totalmente del uso. Las discusiones en cuestión también se han referido al ajedrez. Por tanto, ¿cabe la intuición en el arte ajedrecista? En su libro Torneo internacional de los grandes maestros, Bronstein habla de los componentes de dicho arte, y entre otras cosas dice: «Con todo, hay un cuarto componente que por ventura es el más atrayente, aun cuando se olvide con frecuencia. Me refiero a la intuición o, si lo prefieren, a la fantasía ajedrecista. .. La intuición ha sido y es uno de los principios del arte del ajedrez.» Este autor se inclina por la intuición, aunque la compara con la fantasía del ajedrecista. En su libro El ataque, Panov dice: «El término intuición es, desde luego, impreciso y, como se sabe, el preferido de la filosofía idealista, la cual lo define como la percepción clara de una verdad; una especie de «revelación» de arriba... El ajedrecista debe guiarse del olfato, el 39 cual le prueba si está justificado el sacrificio de material en posiciones donde no es posible calcular todas las variantes...» Vemos que Panov está en contra de la intuición y en pro del «olfato ajedrecista». Posteriormente se verá comprobado que esto, más que la manifestación negativa de una conclusión combinatoria sin calcularla exactamente, o de una anticipada y armoniosa serie de deducciones en el ajedrecista, es un malentendido terminológico. En el libro ¿Su juego preferido? ¡El ajedrez!, Linder dice: «Toda partida es, del principio al fin, un conjunto de deducciones unidas lógicamente unas con otras.» Este autor patentiza la idea de que toda partida es siempre un proceso consciente, dentro del cual no tiene lugar lo irracional o lo inconsciente. Veamos lo que la teoría marxista del conocimiento nos dice acerca de la intuición, cuyo justo entendimiento filosófico ayudará a determinar su puesto en el arte del ajedrez. En uno de sus renombrados «medios», Pavlov dice: «A mi modo de ver, la intuición no es más que lo último que el hombre recuerda del camino preparado y recorrido por él. y que excluye en ese momento.» En el Diccionario filosófico, edición de 1963, leemos: «La intuición representa un papel auxiliar en el proceso del conocimiento. En realidad, detrás de la facultad de percibir «instantáneamente» la verdad, se acumula la experiencia adquirida anteriormente. Los resultados del conocimiento intuitivo no necesitan un criterio particular de la verdad, como «autoevidencia», etc.; pero también se demuestran y verifican lógicamente en la práctica.» De las tesis expuestas se deduce que la intuición en general y la ajedrecista en particular son un componente del pensamiento perfectamente definido. A diferencia del análisis lógico, en la conclusión intuitiva se comprende sólo el resultado final de las operaciones intelectivas, y el proceso precedente de la búsqueda es, en ese momento, incomprensible. En el arte del ajedrez, la intuición se presenta al modo de «hallazgo instantáneo», en cuyo momento el ajedrecista no comprende el período preparativo para llegar a una conclusión. Como en la conclusión intuitiva se tiene plena conciencia de un resultado («visión» de una serie de movimientos o de una maniobra) y se omiten de un modo subconsciente los detalles o eslabones de la cadena del razonamiento, el ajedrecista admite dicha conclusión como algo íntegro, generalizado. A este respecto, A. Binet dijo: «La comprendo (la situación en el tablero) del mismo modo que el músico comprende un acorde.» Advertimos que el objeto de la intuición pueden ser elementos de la combinación o de la posición de la contienda ajedrecista. A título de ejemplo nos remitimos a la grandiosa combinación que se produjo en la partida PolugaievskiNeshmetdinov (Sochi, 1958) y a la profunda clarividencia de Chigorin, quien demostró que los caballos eran suficientemente potentes para luchar contra los alfiles en su memorable partida con Lasker (Hastings, 1895). Estimamos que atribuir el «olfato ajedrecista» exclusivamente a los momentos combinatorios y a los sacrificios empobrece el concepto de «intuición ajedrecista». Por otra par- te, es incorrecto identificar la intuición con la fantasía. Pues la fantasía del ajedrecista, la previsión de futuros cambios en el tablero, no va necesariamente acompañada de la percepción «instantánea» de una idea, porque, en el análisis de un plan trazado, es posible un cálculo exacto o la comprensión de todas las fases lógicas. Asimismo, debemos tratar con sentido crítico el juicio emitido por Linder; si «toda partida es, del principio al fin, un conjunto de deducciones unidas lógicamente unas con otras», ¿dónde situar la conjetura y la búsqueda? En suma, estimamos que el arte del ajedrez es un trabajo intelectual y consciente en donde hay, sin embargo, componentes inconscientes que incluyen el pensamiento intuitivo del ajedrecista. ¿Cuáles son las particularidades de la intuición en el ajedrez? Primero: es necesario distinguir la relativa rapidez con que se suceden las conclusiones intuitivas en el juego. Segundo: la intuición del ajedrecista tiene un carácter totalmente voluntario, y cada movimiento es una operación que incluye un fin determinado, o sea, en unos casos el ataque, y la defensa en otros; por eso mismo, aquél no puede esperar el momento favorable que le ilumine artísticamente o que le inspire, como ocurriera con Arquímedes y con Newton. En todo instante, el ajedrecista no necesita otra idea, por original que sea, sino aquella que resuelve una situación dada; y así, el valor de cada conjetura que forma depende de su momento oportuno. Si la idea de sacrificar la dama, en el conocido encuentro Averbach-Kotov (Zürich, 1953), se le hubiera ocurrido «instantáneamente» a su autor unos movimientos después, habría producido indudablemente un pesar tardío. En el tablero se deben buscar soluciones incansablemente, sin diferirlas para luego, y en ello ha de ponerse cierto esfuerzo volitivo. Lo cual produce, durante la partida, una exclusiva tensión en los procesos mentales. Creemos necesario objetar a Blumenfeld, quien, en su artículo «El carácter del pensamiento ajedrecista», dice que el pensamiento intuitivo es involuntario tras el tablero, por cuanto los dos oponentes piensan normalmente. ¡Aceptar tal juicio significa desorientar infundadamente al ajedrecista, pues resulta que no es necesario aspirar al logro de un objetivo determinado, que la «inspiración» vendrá de suyo! Tercero: la conclusión intuitiva acertada corre pareja con fuertes emociones positivas, sensación de placer artístico, segundad, triunfo. Bronstein dice acertadamente: «La intuición... ha dado al arte jdel ajedrez las más bellas combinaciones, y ha permitido al ajedrecista sentir el verdadero placer que proporciona el arte.» Cuarto: el carácter práctico y efectivo del pensamiento en el ajedrez se manifiesta cuando el ajedrecista experimenta intuitivamente el «sentido del momento»; «siente», por ejemplo, el instante en que toda dilación significa la muerte, y debe inmediatamente atacar, retirarse, sacrificar un peón, etc. El «sentido del momento» se manifiesta en el ajedrecista que posee un perfecto «sentido del peligro». Kotov dice: «Prever el peligro vale tanto como evitarlo, y es la garantía del éxito en las competiciones. Esta 40 41 cualidad se apellida «sentido del peligro» en el ajedrez.» Vamos a detenernos en las circunstancias que determinan la ma„.testación de las conclusiones intuitivas en el proceso de considerar un movimiento. El acto intuitivo suele seguir a un análisis lógico de la posición en el tablero; en este aspecto, la intuición es secundaria respecto de la consciente búsqueda de un movimiento. Sin embargo, el proceso del razonamiento ú t i l o el cálculo preciso de variantes no siempre permiten el acto selectivo, porque el ajedrecista duda a menudo, y presiente que no es satisfactoria la continuación que le dicta el análisis lógico. La limitación de tiempo a que está sujeto el pensamiento pone aún más de relieve la imposibilidad de ceñirse al rígido método de las operaciones lógicas. En momentos así se recurre a la intuición. En este aspecto, el psicólogo Ponomariev dice: «El acierto de toda conclusión intuitiva depende de cómo se logre alejarse de lo común, convencerse de la inutilidad de ciertos medios conocidos antes y mantener el entusiasmo por los problemas.» El paso de la lógica a la intuición causa un singular estado emocional en que se observa una combinación de emociones opuestas. Por un lado, el ajedrecista no se siente satisfecho del curso del análisis lógico (emoi iones negativas), y por otro mantivne la tendencia a la búsqueda o ai interés en ella (emociones positiv \st. \ tamos unos ejemplos que ilustran el carácter «secundario» de la intuición. Encuentro K r o g i u s - G e l l e r (XXVH Campeonato de la Unión Soviética). Acerca del decimonono movimiento de las negras, Bronstein comenta: «Estuve mucho rato pensándolo —d i j o posteriormente Smislov—, pues me tentaba tomar la torre; cuanto más que no veía que las blancas pudiesen ganar. ¡Quién desperdicia la ventaja de una torre!» No obstante, y después de un prolongado análisis del movimiento 19. ..., PXT, las negras hicieron 19. ..., PXP! Esto fue una conclusión intuitiva, ya que no era posible calcular todas las variantes. ¡De esa manera, primero se efectúo el análisis y, luego, se llegó a la conclusión intuitiva! La conjetura que se ha formado y la conclusión intuitiva vuelven a los límites del análisis lógico, en el cual se verifican. Acerca de esta partida, Bronstein continúa diciendo: «La intuición no engañó a Smislov, quien hizo el mejor movimiento, lo cual pudo comprobarse en el análisis efectuado después del encuentro.» Resulta que, luego de 19. ..., PXT; 20. 1>XP, T1R, las blancas cortaban la retirada del rey negro con 21. P4TD! Por lo visto, puede decirse que las formas lógicas del pensamiento son la condición indispensable para manifestar la intuición y para determinar lo justo de la idea intuitiva. Las conjeturas intuitivas del ajedrecista toman cuerpo en los movimientos y planes sobre el tablero, tras una verificación más completa por medio del análisis lógico. Sobre la necesidad de verificar toda conclusión intuitiva, el psicólogo M. Bunge dice: «Ella (la intuición) puede predisponernos a favor de una teoría o método en perjuicio de otros procedimientos o teorías. Pero la sospecha no es una demostración. La hipótesis fundada intuitivamente necesita ser estudiada conforme a la razón Diagrama núm. 22 «Aquí se me ocurrió de pronto la idea del movimiento C X P, tras haberme convencido de que varias continuaciones lógicas no me satisfacían, por cuanto reforzaban la posición de las negras.» Y así, p r o s i g u i ó 23. CXP, T1T1AD; 24. D X P, T X P; 25. P3TD, R2T; 26. T3CD, R3T; 27. A7C + , y las negras se rindieron. Partida Keres- Smislov (Zürich, 1953). Diagrama núm. 23 y, luego, verificada por los procedimientos usuales... La intuición no nos dispensa de hacer una demostración exacta, o, por lo menos, muy aproximada.» Pudiera parecer que subestimamos y empobrecemos la importancia de la intuición. No es así. La intuición es un importante componente del pensamiento del ajedrecista, si bien no se debe ponderar su significación; no es una fuerza misteriosa, cuya procedencia se desconozca y cuyas sugerencias sean siempre precisas; depende del consciente trabajo mental del ajedrecista, y se manifiesta a través del análisis consciente y lógico, por el cual se comprueba. Se nos puede replicar diciendo que hay casos en que la idea se manifiesta intuitivamente después de la respuesta del oponente. No obstante, nos parece que la posición que se produce tras dicha respuesta posiblemente se ha previsto con bastante precisión, y ha tomado forma a modo de análisis lógico de la posición futura y como actividad de búsqueda intuitiva en los movimientos precedentes. En la intuición deben distinguirse ciertas operaciones mentales, que el ajedrecista realiza en cierto modo «automáticamente» y que casi no se perciben en el proceso del juego. Por ejemplo: el conocimiento exacto de una posición de un final de partida o una variante de apertura, simples procedimientos tácticos y técnicos. A consecuencia de múltiples repeticiones, se produce cierto automatismo en la aplicación de tales procedimientos; puede observarse con frecuencia como la torre se sitúa detrás de un peón libre, los peones se disponen en los escaques de color contrario al de los del alfil 43 42 \ propio cuando apremia la falta de tiempo, y así sucesivamente. En realidad, estas reacciones automáticas son particularidades de la habitud del pensamiento y se caracterizan por su forma única; en ellas falta el elemento creador. En cambio, el contenido de los procesos intuitivos es muy distinto. La intuición es un proceso creador cuando descubre cosas nuevas y originales; aunque su mecanismo procede, al parecer, de la comparación de posiciones semejantes que el ajedrecista recuerda, esta comparación no sirve, ni mucho menos, para repetir inconscientemente un modelo conocido. También conviene observar que es difícil establecer una diferencia entre la parte lógica y la intuitiva del pensamiento, porque las dos están estrechamente ligadas en un proceso único de percepción. Hemos visto que la intuición no es una misteriosa «revelación» de arriba, sino un componente necesario y perfectamente definido del pensamiento creador del ajedrecista. Dado esto por sentado y existente, prescribir diversos procedimientos para acrecentar la capacidad intuitiva podría ser un asunto interesante. Pero, ¿hay tales recetas? Veamos el problema fundamental que explica el mecanismo de la intuición; problema en que está muy interesada la ciencia moderna. Intentemos analizar las presuntas circunstancias que originan las conclusiones intuitivas en el arte del ajedrez. Primeramente, conozcamos las observaciones que Blumenfeld hace sobre la partida Bogoliubov - Mises (Baden-Baden, 1925); observaciones que, a nuestro modo de ver, son interesantísimas. 44 Diagrama núm. 24 Diagrama núm. 25 M,., ^y ^v I s «Esta posición se produjo tras el vigésimo primer movimiento de las negras. Bogoliubov halló la siguiente combinación: 22. AXP, PXA; 23. TXP+, RXT; 24. D6A + , R1C; 25. T1C+, DSC; 26. TXD, PXT; 27. P5A, lo que da a las blancas una superioridad definitiva... Esta combinación requirió un minucioso cálculo y un avalúo correcto de la posición. Pero todo esto es cuestión de técnica y experiencia. »E1 valor fundamental de la idea de esta combinación estriba en el movimiento 22. A X p , pues el pensamiento puramente esquemático y basado sólo en los principios generales no es capaz de concebirla; en ella intervino indudablemente cierta asociación. No se excluye la posibilidad de que a su hallazgo contribuyese, aunque de una forma inconsciente para el propio Bogoliubov, la conocida combinación que Morphi hizo contra Bird (Londres, 1885).» Veámosla. (Véase diagrama núm. 25) Sucedió 17. ..., TXPA; 18. AXT, D3-3T!, con un ataque victorioso. • Por tanto, el principio de la conclusión combinatoria intuitiva se explica por cotejo de una posición dada con las ideas que la memoria retiene de una experiencia anterior. En el subconsciente proceso de comparación se manifiestan la diferencia y los elementos de semejanza de la posición presente con la pasada. El mecanismo comparativo de lo presente con lo pasado quizá permanece asimismo invariable en el hallazgo de ideas intuitivas de orden estratégico más general. En el encuentro Wittelky - Krogius (Sochi, 1967), las negras sacrificaron intuitivamente una calidad, apoyándose en diversas impresiones anteriores acerca del valor del alfil en la defensa india clásica. Con todo, y a pesar de la supuesta naturaleza común del principio de las conclusiones intuitivas, en la práctica se manifiestan de un modo diferente e individual. Por ejemplo: la intuición de Petrosian se diferencia esencialmente de la de Tal o de Bronstein. ¿En qué consiste? Posiblemente en que la diversidad de formas del pensamiento intuitivo se deba al tipo de asociación en que preferentemente se ai'oya el ajedrecista cuando medita sobre un movimiento o combinación. Esto nos autoriza a admitir que unos ajedrecistas, en primer lugar y de un modo subconsciente, tienen en cuenta los elementos que engloban muchas posiciones, y por tanto confirman la regla, mientras que otros hallan excepciones y momentos contrastantes con las reglas. Por tanto, en unos casos actúa el mecanismo de asociación por semejanza, y en otros por contraste. Aclaremos esta idea mediante unos ejemplos. En el encuentro Geller-Keres (Zürich, 1953), tras los movimientos de apertura 1. P4D, C3AR; 2. P4AD, P3R; 3. C3AD, P4D; 4. C3A, P4A; 5. PXPD, PAXP; 6. DXP, PxP; 7. P4R, C3A; 8. A5CD, CXP; 9. 0-0, C3A; 10. T1R + , A2R, sucedió 11. D5R. Posiblemente esta idea no llamó fortuitamente la atención de Geller, pues un motivo análogo se halla en su partida con Jolmov (XVII Campeonato de la Unión Soviética), aunque en aquélla las negras lograron defenderse efectiva mente con la maniobra T2TD, luego del correspondiente avance de los peones. Volviendo sobre la partida en cuestión, era más efectivo el movimiento 11. A X C + , PX A y, después, 12. D5R y la amenaza C4D. Keres consiguió librarse de la atadura mediante 11 0-0! Y a 12. A X C sucede 12. ..., A3D. Posiblemente, Geller no hizo 11. A X C + porque «formaría» intuitivamente otra asociación por semejanza con la partida de dicho campeonato: «no cooperar en ningún movimiento de los peones adversarios del flanco de la dama, por cuanto ello redunda en beneficio de las negras.» Veamos la posición de la partida Tal-Keller (Zürich, 1959). 45 Diagrama núm. 26 Puede asegurarse que todo ajedrecista que apoya su reflexión en ideas halladas antes en posiciones análogas a ésta, habría proseguido más o menos así: 14. C4TD, C2D; 15. PXP, PXP; 16. C4D, 0-0-0; 17. AXP. Pero Tal' es distinto; su conclusión (seguramente intuitiva, por cuanto no fue posible demostrar o calcular con la debida precisión) contrasta con una experiencia anterior y contiene una invitación directa a dicha experiencia. Hizo 14. PXP!?; esto no es un caso excepcional en él. Sus partidas, con lo que de pasada mencionamos el arte creador de Lasker, Korchnoi y otros maestros, están saturadas de hallazgos intuitivos que contradicen lo que aprueba la experiencia anterior; y así, resulta que la intuición está en desacuerdo con ella misma, incluso en un tipo de juego y talento equivalentes. Por consiguiente, cada tipo de pensamiento intuitivo tiene sus defectos y virtudes. Pero, ¿cómo debe el ajedrecista combatir los defectos de su «olfato» y desarrollar las virtudes del mismo? Ya que hemos hablado tanto de que las conclusiones intuitivas dependen de la experiencia anterior, la respuesta parecería muy sencilla: analizad muchas partidas, leed más artículos sobre teoría; de esa manera tendréis asegurada una buena porción de aolfato ajedrecista». Pero esto no es tan fácil en la realidad. Capablanca se dedicó relativamente poco al estudio del ajedrez, pero poseyó en grado sumo la facultad intuitiva; en cambio, los maestros actuales tienen conocimientos enciclopédicos, pero temen a la intuición y no saben confiar en ella. Desde luego, los conocimientos constituyen un logro meritorio; pero lo importante no consiste en su amplitud, sino en la racional organización de los mismos. Hemos dicho que la intuición se basa en comparaciones y asociaciones; esto significa que es necesario hallar la relación entre posiciones, ideas y variantes aisladas, compararlas y tratar de descubrir lo fundamental que las une y distingue. La experiencia anterior ha de elaborarse, comprenderse y generalizarse más activamente. Es preferible poseer una pequeña suma de conocimientos, flexible, entendida y sistematizada a una enorme masa de factores aislados que representan un s i n g u l a r capital muerto ajedrecista. Pues leerse uno tras otro los artículos de un diccionario enciclopédico no es el mejor método para desarrollar el intelecto. Capablanca tuvo una habilidad extraordinaria para comparar y descubrir lo común en las situaciones más complicadas y contradictorias. Recordamos su relato de cómo aprendió a jugar al ajedrez: «Al tercer día de observar el juego, mi padre, aficionado sin experiencia, movió un caballo de un escaque blanco a otro del mismo color... Tras haber ganado la partida, le dije que era un tramposo y me reí de él. Después de una pequeña discusión..., le mostré cómo había movido dicho caballo. Me preguntó qué entendía yo de ajedrez y dónde lo había aprendido. Contesté diciendo que si jugaba una partida conmigo se la ganaría. Dijo que eso era imposible, pues seguramente no sabía ni siquiera colocar las piezas. Nos sentamos frente al tablero, y le gané la partida. Este fue mi estreno en el ajedrez.» Sorprende que un niño de cuatro años manifestase tanta capacidad a los tres días de observar el juego; advirtió la semejanza de los movimientos de las piezas, hasta entonces desconocidas para él, y sacó conclusiones (conoció las reglas del juego, y hasta adivinó que el caballo salta de una casilla blanca a otra negra y viceversa). La manifestación de estas cualidades en su tierna infancia explican la economía de su pensamiento y su elevada intuición que posteriormente le dieron fama. Se nos objetará diciendo que esto no es un ejemplo típico, ya que el gran ajedrecista cubano poseyó un gran talento. Pero no vamos a discutir sobre la importancia del talento; hemos citado un fragmento de su biografía con el único propósito de demostrar la grandiosa importancia que tiene la eficaz y sintetizada actividad en adquirir conocimientos ajedrecistas. Y en lo relativo al acertado desarrollo de las aptitudes es necesario, sobre todo, trabajar tenaz y organizadamente. Por ello, la intuición puede y debe evolucionar, independientemente del grado de talento natural, y se forma mejor mediante un trabajo consciente y perseverante en el cual se comparan, analizan y . generalizan las partidas y los datos teóricos. Por lo general, cuanto más estrecha y profundamente están unidos los conocimientos anteriores, tanto más abonado estará el terreno para el desarrollo de la intuición. 46 47 LA ATENCIÓN «¡Todo consiste en el reconcentramiento!» Es fama que el ajedrecista tiene una gran capacidad de reconcentramiento. Cuando comete un acto de negligencia en su actividad laboral cotidiana, se oye con frecuencia la sincera exclamación: «¿Cómo puede una persona capaz de calcular complicadas variantes no advertir cosas tan simples como ésa?» Por lo demás, está convencido de poseer dicha capacidad; este convencimiento se manifiesta en muchos de nuestros colegas al considerar los descuidos e inadvertencias como una circunstancia fortuita y no característica del clan de los ajedrecistas. Pues es frecuente que, después de haber perdido una partida, traten de demostrar no sólo con variantes, sino también con la expresión de su rostro, que han jugado excelentemente, ¡y que, de no ser por la fatal casualidad...! Entonces, ¿son fortuitos los errores que no se pueden atribuir a la poca experiencia o a los rudimentarios conocimientos del maestro? Desde luego, no nos proponemos negar el papel positivo que el ajedrez representa en el incremento de la atención. La continuidad de los cambios que se producen en el tablero y la obligación de calcular toda posibilidad, por mínima que sea, indudablemente favorecen a di48 cho incremento. Fijar la atención es un ejercicio imprescindible para cosechar éxitos en las competiciones. Y no extraña que N. Grekov, P. Rudnik y otros autores afirmen justamente que el ajedrez es un medio eficaz para combatir la distracción, considerada como uno de los trastornos más graves de la atención. El primero de ellos dice: «La aptitud para concentrar, prolongada y profundamente, la atención en lo que sucede en el tablero de ajedrez es una adquisición valiosa para todo aquel que es propenso a distraerse o a padecer trastornos en la atención. «Después de muchos años dedicado a observar este fenómeno, no sería arriesgado afirmar que muchos casos de brusca mengua de la distracción en los niños y adolescentes coincide con el comienzo de su afición al juego del ajedrez, el cual influye, sin duda, en la mentalidad de ellos.» Sin embargo, y a pesar del relativamente alto nivel de atención de los ajedrecistas, los errores y descuidos trashuman de torneo a torneo; lo cual podría parecer incompatible con la clase de juego de sus participantes. Realmente, esto no se puede atribuir al desconocimiento ni a la incomprensión. En efecto; ex- presándose en el lenguaje de la cibernética, sería risible hablar de falta de información del maestro cuando no advierte, por ejemplo, que su adversario le amenazará la dama en el siguiente movimiento. No siempre son convincentes los intentos de explicar que tales hechos se deben a la falta de tiempo o la fatiga. Pero no ofrece duda de que estos dos factores influyen bastante en el descenso de la atención; con todo, son más bien un terreno abonado para la comisión de yerros, aunque poco nos aclaran sobre la naturaleza de los mismos. Pues sería injusto atribuir las causas de un delito a la oscuridad de la noche, al mal tiempo, a la desolación del lugar y a otras circunstancias, por el simple hecho de que ello contribuya a crear una situación tan desfavorable a la víctima. La clave del enigma de muchos descuidos y errores, «inexplicables» a primera vista, consiste, al parecer, en estudiar las características de la atención de cada ajedrecista; también estos defectos personales, y bastante típicos como podrá comprobarse, de la atención se manifiestan por lo común y con más intensidad en condiciones desfavorables; o sea, en la falta de tiempo, en la fatiga, etcétera. En primer lugar, veamos cómo define la ciencia psicológica este concepto: Atención es el estado activo de la mente e inseparable de todos los procesos, mediante los cuales el individuo verifica diversos aspectos de su actividad. En igual medida, el reconcentramiento es necesario, así en la percepción como en la retención, reproducción y actividad del pensamiento y la imaginación en todas las etapas del acto volitivo: proponer el objetivo, realizar la acción y verificar su cumplimiento. La mención igualmente favorece a la profundidad y estabilidad de las impresiones emocionales del sujeto, y no se puede reducir a un proceso psicológico aislado, pues el simple reconcentramiento no basta para conocer una nueva variante de apertura ni levantar el ánimo combativo. Por otra parte, la atención no da ningún conocimiento ni produce emociones, si bien es un necesario e importante aliado de todos los procesos psíquicos, y proporciona a cada uno de ellos una particularidad psicológica cuantitativa. La atención se manifiesta estrechamente unida al pensamiento del ajedrecista; esto da facultad para hablar de la naturaleza intelectual de ella. A la actividad ajedrecista pueden incluirse sin reserva alguna estas palabras de Juan Petrovich Pavlov: «Todo consiste en el reconcentramiento. La regla fundamental del pensamiento es fijar la atención.» La del ajedrecista tiene, evidentemente, un carácter voluntario; cada movimiento entraña un fin determinado, y él aplica conscientemente los esfuerzos volitivos a profundizar en el trabajo y cumplir mejor el fin señalado. Los rasgos volitivos del carácter regulan el nivel de la concentración. La intensidad, la capacidad y la variabilidad de la atención aumentan o disminuyen en razón directa de la potencia y la dirección de los procesos volitivos. La importancia de la voluntad como regulador de la concentración se observa particularmente al comparar la capacidad de pensar, durante la partida, con el análisis efectuado en casa; en ello, la diferencia de los estados emocionales representa también un importante papel. En igualdad de tiempo, pensar en el transcurso de la partida resulta más efectivo, por cuanto en ella se determi49 nan con más claridad los objetivos concretos de la lucha, y se observa un mayor poder de las impresiones emocionales. Las emociones del ajedrecista ejercen una gran influencia en el grado de atención. Se sabe que el enojo, la desilusión y el temor impiden reconcentrarse y profundizar en el análisis. Por el contrario, la confianza y el sosiego permiten mantener la vigilancia durante la contienda. «El sosiego no es ni mucho menos una cosa decorativa; la cabeza me funciona mejor cuando estoy tranquilo. Por eso, he procurado desarrollar tal estado anímico; especialmente para participar en los torneos», dice Botvinnik en su libro sobre el XI Campeonato de la Unión Soviética. «A más de esto, la atención se manifiesta espontáneamente no sólo al elegir un movimiento, sino también al saber observar los estados psicológicos de los demás. La importancia de tal clarividencia psicológica es inestimable en la preparación del ajedrecista. ¡Cuántos errores se han cometido en el tablero por no saber o no querer observar el estado psicológico del adversario! Un ejemplo de ello es la final del XXIV Campeonato de la URSS, en que el aspecto deprimido del gran maestro Vasiukov, quien comúnmenmente es risueño y alegre, me confundió. Me causó la impresión de estar disgustado por sus fracasos precedentes; de importarle un comino el resultado de sus partidas siguientes; y de querer terminar cuanto antes el torneo. No comprendí debidamente la conducta de este maestro moscovita, por lo cual tomé lo deseado por realidad. A consecuencia de esto, empecé con bastante imprudencia la partida; pero advertí, 50 de súbito y con gran sorpresa, que me enfrentaba no con un adversario indiferente y desconcertado, sino con uno que insistía en lograr la victoria. Este error es imperdonable si se tiene en cuenta que hace muchos años que lo conozco, y más de una vez me ha sorprendido la tenacidad con que lucha hasta el final, especialmente con los que encabezan la clasificación, aun cuando le vayan mal en el torneo. Vasiukov llevó la partida con firmeza y precisión, y la ganó merecidamente. Tras esta derrota, perdí la posibilidad de participar en el torneo interzonal.» Estos casos de inadvertencia psicológica pueden observarse en el período de preparación y en el transcurso de una partida de competición. Cuando el ajedrecista pierde su especial contacto psicológico con el contrincante y deja de observar las alteraciones del estado de ánimo de éste, suele caer en la trampa. Se dice que Najdorf es un especialista en «cazar» a los oponentes confiados. Ingeniosamente, Tal aprovechó la insuficiente clarividencia psicológica de Fischer (torneo de candidatos, Yugoslavia, 1959). V. Vasiliev refiere este episodio: «Se produjo una situación en la cual Fischer pudo haber puesto a Tal en serios aprietos, con el movimiento de la torre. En aquel momento dramático, el maestro soviético paseaba por el escenario...; de pronto, y por el rabillo del ojo, advirtió que el otro anotaba su movimiento, y con cierta e incomprensible insistencia ponía el impreso en el lado de la mesilla ocupado por él; evidentemente trataba de que éste mirase la anotación. ¿Qué pretendía con ello? Bueno; Tal miró el impreso, y vio que Fischer había anotado el movimiento que le tenía tan preocupado. ¡Aquí comprendió que Fischer lo sometía a pruebaI... ¿Qué hacer? ¿Fruncir el entrecejo? Pero eso no haría más que confirmar lo que Fischer se proponía. ¿Sonreírse? Esto podía contribuir a que se diese cuenta de la maniobra... Por ello, Tal continuó paseándose con el rostro serio como si tal cosa. Y entonces Fischer, desconcertado por la inmutabilidad de su adversario, cayó en su propia trampa... Estimó erróneo su plan originario y movió otra pieza.» Pero este caso evidente no debe confundir al lector. Porque no se puede fiar por entero en la observación del estado de ánimo del adversario, por profunda que sea. Desde luego, es necesario observar su comportamiento psicológico; pero no debe considerarse como un medio universal para competir en el ajedrez, no obstante ser un factor importante. Volvamos sobre los problemas, cuya descripción es más precisa. Nos detendremos en el análisis concreto de las particularidades de la atención que frecuentemente se presentan en la práctica. Las propiedades fundamentales de la atención del individuo son: intensidad, capacidad de reconcentramiento, estabilidad y variabilidad. La intensidad es e) índice de reconcentramiento en un objeto, y la premisa psicológica necesaria para profundizar en la actividad ajedrecista. Puede suponerse que la indebida intensidad complica la sucesión y sistematización del pensamiento del ajedrecista y, por lo mismo, la claridad con que se analiza la posición. La capacidad es el número de objetos que la atención abarca en un momento dado; esta cualidad carac- teriza un amplio reconcentramiento y permite determinar con mayor precisión la diferencia personal entre los ajedrecistas; por ejemplo: diferenciar su capacidad de llevar mejor el juego en uno de los flancos; en todo el tablero, caso de abrirse el centro, y así sucesivamente. La estabilidad y la variabilidad son las cualidades dinámicas de la atención; la primera es la duración del apoyo necesario que una fuerza determinada presta a la meditación útil, a la intensidad de la atención, y no se manifiesta como un estado estático, sino formando conjunto con la variabilidad y las oscilaciones de la atención. Estas oscilaciones representan d i v e r s a s distracciones, producidas espontáneamente (ruido en la sala de la competición, falta de tiempo en la mesilla vecina, etc.). El signo distintivo de la variabilidad es su carácter consciente; aquí el reconcentramiento pasa intencionadamente a otro flanco, al cálculo de otra variante, al avalúo de otra amenaza. La variabilidad consciente es el mecanismo fundamental de la dinámica intelectiva en la actividad del ajedrecista. Hemos investigado las particularidades de la atención mediante el análisis de partidas y comentarios sobre ellas, la observación del curso de las competiciones, y una serie de otros experimentos. Se ha logrado establecer, en los ajedrecistas, algunos defectos típicos en orden al grado de intensidad, capacidad y dinámica de la atención, cuyos casos de alteración examinamos detalladamente, pues prevenirlos tiene un valor práctico muy importante. Asimismo, se ha tratado de relacionar los defectos típicos citados arriba con las particularidades individuales de la actividad mental de cada ajedrecista. 51 Inestabilidad de la atención Examinemos la situación de la partida Kasparian-Mazel (VII Campeonato de la Unión Soviética). Diagrama núm. 27 II JÜ 1*1 justificase, el bando negro modificó su plan tres veces en el transcurso de seis movimientos; o sea, la atención pasó de una parte del tablero a otra. Y así, las blancas obtuvieron ventaja al término de 19. C2AR y la subsiguiente ruptura P4R. Ilin-Shenevski refiere un caso instructivo que le sucedió en el transcurso de su vida ajedrecista: «Suele darse la circunstancia de poder elegir entre dos planes de juego, y lo peor es tratar de realizarlos a la vez, porque se produce una confusión de ideas, y no se lleva ninguno de los dos a feliz término. Diagrama núm. 28 El juego de las negras podría consistir en los siguientes movimientos: P4AR, P4R o bien P4AD. Al principio, Mazel polarizó su atención en el lógico P4R, para lo cual hizo el movimiento preparatorio 12. ..., T1A1R. Al cabo de 13. P3C, A2C; 14. A2C, las negras modificaron repentinamente su plan; rehusaron su primera idea, e hicieron 14. ..., C5R; 15. D2A, P4AR. Tras la realización del nuevo plan P4AR, se aclara que el movimiento 12. ..., T1A1R no fue lógico. Prosiguió 16. C1R, C2D3A; 17. P3A, C4C; 18. C3D, P4AJ? ¡Otra sorpresa! Las negras han vuelto a modificar su plan, sin haber llevado a término el iniciado anteriormente. Como se ha visto, sin nada que lo 52 1*11 •Aquí (encuentro Ilin-ShenevskiGrigoriev, Moscú, 1919) se me ofrecieron dos continuaciones: una era aprovechar la mala situación de la torre negra, por medio de 1. A1A, T5T; 2. D2R y la amenaza DSC, o bien 2. A3D y los subsiguientes movimientos A2A o D2R en cuyo caso las piezas del flanco de la dama ne- gra se hallarían en una situación mente con rasgos del carácter, como nada envidiable; y la otra consistía exceso de confianza en sí mismo e en aprovechar el debilitamiento de irreflexión. la apertura del peón negro 4D, meLa inestabilidad de la atención diante 1. P4A, P3CR; 2. P4C y, lue- está relacionada con ciertas particugo, P5A. Pero las dos continuaciones laridades del pensamiento; aquí, el se fusionaron, e hice 1. P3T? (este ajedrecista cree mayormente en la movimiento es totalmente ineficaz, valoración general intuitiva o en la ya que el alfil negro no puede situar- «visión» momentánea de variantes, se en el escaque 5CR, debido a la lo cual es contrario al análisis lórespuesta AXP4D), P4CD; 2. P4A gico y circunstanciado. Es cierto que (tras haber perdido un valioso tiem- este modo de jugar comúnmente po, opté por la segunda continua- libra de la falta de tiempo; pero no ción, aunque ya era demasiado tarde es menos cierto que reduce el diapara poder llevarla a término), P5C; pasón artístico. 3. PXP, PXP; 4. A1A (he aquí la Posiblemente la causa primaria de primera continuación o, por mejor decir, una parodia de ella), P X A; 5. estas insuficiencias estriba en la naAXT, DXA; 6. PXP, AXP, y den- turaleza del carácter individual. tro de unos movimientos hube de ¿Qué hacer para superarlas? Cultivar la decisión y firmeza en orden rendirme.» a la elección de un movimiento. A estas palabras de Ilin-Shenevski Esto trae a la memoria lo que Bronsdebe añadirse que el insuficiente retein dice: «A menudo, realizar un concentramiento en cada una de plan defectuoso es más conveniente dichas continuaciones y la excesiva que pasar brusca e inmotivadamente rapidez con que se pasó de una a de una idea a otra.» otra y viceversa produjeron la disPodrían darse algunos consejos persión o fragmentación del curso para incrementar la estabilidad de de los procesos mentales. Por tanto, la inestabilidad de la la atención. A nuestro modo de ver, atención se manifiesta cuando el pen- lo apropiado sería leer trabajos ajesamiento pasa apresuradamente de drecistas y solucionar composicioun punto a otro de la posición, y nes sin la presencia del tablero, y hace que se carezca de la continui- también jugar partidas de preparadad necesaria para poder tomar una ción con los ojos vendados; esto conclusión útil; por consiguiente, último eleva el grado de reconcense altera la sucesión en el juego, los tramiento en la postura de las piezas planes e ideas se mezclan y se rea- y en cada idea que va surgiendo en el transcurso de la partida. La reprelizan desacertadamente. La inestabilidad de la atención se sentación mental es menos viva que caracteriza por la renuncia a buscar la percepción visual, y, sin embargo, las posibilidades originales y encu- eleva la facultad de verificar toda biertas que pueda ofrecer la posi- conclusión tomada y exige reflexioción. En ello, el ajedrecista suele nar con exactitud y ordenación. Mi experiencia me faculta para tener fe en el avalúo o cálculo primero, no obstante ser a las veces aconsejar que durante la partida se superficial, por parecería que todo es formulen mentalmente las siguientes sencillo y claro; esto hace que la preguntas: ¿Me habré precipitado inestabilidad se combine frecuente- en valorar la posición, el plan o la 53 idea? ¿Habré terminado demasiado pronto el análisis de la variante? Y así sucesivamente. Los renombrados consejos de Kotov tienen importancia pedagógica; pues él propone analizar una posición complicada, sin mover las piezas y empleando veinte o treinta minutos en ello, como medio para ejercitar la visión combinatoria. TXP+?; 54. A XX, C6A-K+??!! Este último movimiento se efectuó en la partida; con gran confusión, Romanovski dijo a su competidor que tenía atado el caballo: «Al principio no entendió lo que le decía; comprendió su error cuando le señalé la diagonal 1TD-8TR con la mano, y volvió el caballo a la casilla 4R.» ¡Las negras fijaron la atención en una estrecha parcela del tablero, de modo que lo demás dejó de existir para ellas! Esto produjo el curioso caso de faltar a las reglas del juego del ajedrez. La estrechez de la atención es particularmente peligrosa cuando hay posibilidad de emprender acciones por todo el tablero. Con razón se dice que lo más difícil es jugar en ambos flancos. Lo cual ilustra esta posición del encuentro Zaitsev-Schabanov (Krasnoiarks, 1959). Estrechez de la atención Alekhine, Botvinník y otras autoridades ajedrecistas opinan que el jugador no puede abarcar simultáneamente todas las complejas y recíprocas relaciones de las piezas; separa mentalmente una parcela del tablero, un grupo de piezas, una variante aislada o un plan, en calidad de principal objeto de la meditación. «El ajedrecista no presta atención a ciertas piezas; en sus cálculos participan de tres a seis de las veinticinco o treinta de que dispone», dice Botvinnik. De esa manera, es psicológicamente comprensible y explicable que sea necesaria cierta estrechez de la atención del ajedrecista; cierta división mental del tablero en parcelas principales y secundarias. La elevada variabilidad de la aten ción no es un defecto si se ejerce dominio sobre ella, ya que no se observa ninguna disconformidad entre la tendencia a meditar debidamente sobre una vanante y a saber cuándo es necesario y oportuno poner la atención en otro objetivo. Pero el ajedrecista está a veces tan sumergido en una idea determinada que no puede apartarse de ella. La insuficiencia de dominio de sí mismo estabiliza la estrechez de la atención; limita la amplitud del pensamiento; conduce a un avalúo no objetivo dé la posición, y hace que se cometan errores. Para citar un ejemplo veamos un fragmento de la partida Romanovski-Kasparian (Leningrado, 1938). Diagrama núm. 29 i » riantes: 25. ..., PXC; 26. PXP+, RXP; 27. T1C + , R2A; 28. DXC, con un ataque contundente, o bien 25. ..., P5R; 26. P X P + , RXP; 27. TXP, TXT; 28. DXT, PxC; 29. D4C + , lo cual situaba a las blancas en una posición muy activa. Pero Schabanov contestó con 25. ..., DXP+J ¡Esto es una fuerte e inesperada réplica en el otro flanco! Las blancas, sumergidas en la idea de atacar contra el rey, ignoraron totalmente la existencia de la otra mitad del tablero. Prosiguió 26. DXD, TXD; 27. C5C + , PXC; 2*. PXP+, RXP; 29. RXT, P6C; 30. P5A, P5R; 31. P6D, PÍSR; 32. P7D?, T1C+; 33. R2A, PXT; 34. T8R, P7C, y las blancas se rindieron. Un caso parecido ofrece Ilin-Shenevski al citar un ejemplo de la partida Alekhine - Blackburn (San Petersburgo, 1914). Diagrama núm. 31 Diagrama núm. 30 Las perspectivas del bando blanco son poco prometedoras; tiene un peón de menos, y está sometido a un fuerte ataque del adversario, que puede ganar de varias maneras la partida. Sin embargo, Kasparian decide dar mate con el fin de terminar pronto la contienda, para lo cual polariza su atención en formar una red de mate con ayuda de la dama y el caballo. Esta idea lo absorbe hasta el punto de no advertir la postura de las demás piezas; el objeto de su atención es la parcela del tablero limitada por la línea 5T-5C-6A-8R. Prosiguió 52. ..., D8R+ (aquí anunció Kasparian dar mate dentro de t r e s movimientos); 53. R2.T, Los acontecimientos se desarrollaron así: 24. P4C, PXP; 25. P5T. ¿Cómo deben continuar las negras? Según Friedstein, participante en el posterior análisis de esta posición, Zaitsev examinó las siguientes va- 54 «Aquí hizo Alekhine 1. C2D, a lo que sucedió 1. ..., D4T; 2. P4TD, P3TD, y se pierde el alfil blanco. Tras lo cual le pregunté: >—¿Cómo ha podido tener semejante descuido? «Contestó: 55 I »—Pues muy sencillo; he olvidado la existencia de este alfil. •Olvidar la existencia de ciertas piezas propias es un fenómeno bastante frecuente.» En este ejemplo, las blancas fijaron la atención en operar activamente por el centro, para lo cual la movilización del caballo cautivó el ánimo de Alekhine; tanto que olvidó por entero el flanco de la dama. A par de los ejemplos que acabamos de ver, en que el objeto de la atención ha sido un plan o una combinación, se dan frecuentemente casos de polarizar en un movimiento aislado; sobre todo si éste forma parte de una acción ofensiva o defensiva inmediata. Ello produce un singular estado de engaño a sí mismo, pues se estima forzosa la defensa de una pieza, o retirada, cuando es atacada, sin que se tengan en cuenta otras posibilidades. En tales casos, los límites espaciales de la atención son muy reducidos; tanto que a menudo se limitan a unas casillas. Esto puede verse en la posición de la partida Jodos-Sergievski (Voronesh, 1959). Diagrama núm. 32 Las negras hicieron 19. ..., P5C? en lugar de 19. ..., PXP, con mejor juego. No ofrece duda de que Sergievski tuvo en cuenta solamente la respuesta 20. C1CD, lo cual era ventajoso para su posición tras 20. ...» T1A1D, y polarizó en esta continuación, que, a primera vista, parece forzosa. Los escaques 4TD y 5D blancos y las otras parcelas del tablero rebasaron los límites de la atención de las negras, por cuanto a su modo de ver no resolvían el problema de la salvación del caballo situado en 3AD. Por ello, la brillante respuesta de Jodos, 20. C4T! fue inesperada para Sergievski. El sacrificio de este caballo ofreció la posibilidad de un fuerte ataque. Prosiguió 20. . . . , CXC; 21. D7D+, C2R; 22. D6R, P4T; 23. P4CR, C4D; 24. D7D+, C2R; 25. PXPT, D4A; 26. D6R, y las blancas ganaron pronto la partida. En el encuentro Sokolski - Ilin Shenevski (Leningrado, 1937) se produjo esta complicada posición. Diagrama núm. 33 III* i*| mm Itl tol Sokolski dice: «En esto hice 25. P5T?, inducido por las variantes 25. 56 ..., DXPT; 26. T1T, DSC; 27. T X P I y no se puede contestar con 27. ..., R X T , porque sucede 28. C5C + , o 25. .... C5A + ; 26. AXC, P X A j 27. T1TR, PXP; 28. T4T. Por un ofus camiento incomprensible, ni IlinShenevski ni yo nos dimos cuenta de la simple respuesta 25. ..., C X P + , tras lo cual las blancas habrían tenido que rendirse.» Hemos visto otro caso de estrechez de la atención en que el análisis mental abarca sólo dos posibilidades: la toma del peón atacante y la lógica retirada del caballo, como si no existiese una tercera posibilidad; o sea, el fuertísimo contragolpe de las negras que decidía inmediatamente la partida. Al estabilizarse la estrechez de la atención, no se advierten a menudo los llamados movimientos «intermedios», ni otras inesperadas réplicas del adversario en las parcelas «secundarias» del tablero. En los ajedrecistas, cuya estrechez de la atención suele ser estable, hemos podido observar un relativo atraso en comprender la dinámica de la lucha en el tablero comparado con su elevada capacidad de analizar profunda y detalladamente una idea o una variante. Posiblemente, tales ajedrecistas tienden en parte a un exceso de escrupulosidad, o lo que es lo mismo, a comprender más y mejor la idea que les atrae. Las partidas rápidas pueden ser un medio eficaz para combatir tal defecto. Porque la rapidez con que cambian las situaciones en esta suerte de juego impide extremar la profundidad en el análisis de un plan determinado, pues los problemas se plantean continuamente en todo el tablero y exigen que la atención varíe constantemente. Por otra parte, y remitiéndome a mi práctica de preparador, estimo oportuno aconsejar que las sesiones de juego simultáneo con limitación de tiempo (jugar contra ocho o diez tableros, disponiendo de cuarenta a sesenta minutos para efectuar cuar e n t a movimientos) contribuyen efectivamente a aumentar la capacidad de la atención. Igualmente ha dado buenos resultados el siguiente ensayo: se mostró a un grupo de ajedrecistas de primera categoría y aspirantes a maestro posiciones complicadas; después de haber pasado la vista por ellas durante unos veinte segundos, se retiró el tablero, y se les pidió que estableciesen mentalmente la posición y diesen por separado la característica general de la lucha en uno y otro flanco. Dispersión de la atención Con este término se designa la excesiva amplitud de la atención, o tendencia a abarcar lo inabarcable en el tablero; desparramar su «poder» por los incontables elementos de una posición complicada menoscaba el reconcentramiento en la parte principal y decisiva de la lucha, y dificulta valorar la situación. Esto hace que las ideas, dirigidas hacia el análisis de numerosas variantes concretas, se dispersen con frecuencia, y la consideración sobre el planteamiento general y estratégico pase al plano posterior. Tal entusiasmo por los momentos concretos, en detrimento de las consideraciones generales, es la causa 57 de que no se adviertan los principales indicios determinantes de la posición, maduren las circunstancias favorables a la falta de tiempo y se valore la posición sin la debida objetividad, por cuanto se incurre en exceso de pormenores. Conviene subrayar la diferencia esencial entre las particularidades de la inestabilidad de la atención y su excedente variabilidad cuando aquélla se pulveriza. En el caso de inestabilidad de la atención, el pensamiento pasa consecutivamente de un objeto, importante en un momento dado, a otro; y en el de pulverización se observa una tendencia a abarcar toda la diversidad de detalles de la situación que se produce, mediante un acto simultáneo de percepción. Tal describe justamente el estado de pulverización de la atención en el comentario que hace sobre la novena partida de su encuentro con Botvinnik (Moscú, 1960). Diagrama núm. 34 l+l lil rar «Así que 4a torre del rey negro neutralizó la presión que las blancas ejercen en la vertical R, pudieron darse por superadas las dificultades 58 fundamentales del bando negro... Aquí quise distraerme un poco. En el transcurso de la contienda, las ideas de los oponentes discurren de modo distinto. Muchos ajedrecistas, particularmente los de la nueva generación, se ocupan fundamentalmente en hacer cálculos durante las cinco horas que dura el juego, y su trabajo en el proceso de la partida se reduce más o menos a esto: si hago eso, él hará eso otro, etc. ¡Cuánto esfuerzo...! Para ilustrarlo, quisiera insertar el diálogo que sostuve con Botvinnik después de la partida. Cuando empecé a desembuchar cual una ametralladora las variantes calculadas en el discurso dt; la partida que demostraban la buena posición de las negras, Botvinnik respondió: «Al principio, esta posición me pareció ser lo más conveniente a las blancas; pero luego descubrí un plan eficaz, consistente en cambiar las torres y conservar las damas». En principio, esta valoración me pareció totalmente abstracta; pero en cuanto volví a analizar las numerosas variantes de referencia, hube de aceptar que la opinión de Botvinnik era justa.» Lo curioso es que Tal cometió un error decisivo en la fase posterior de la partida, pues, sumergido en un mar de variantes concretas, no advirtió la principal idea estratégica de esta compleja posición: el cambio de torres era desventajoso a las blancas. Pudo haber hecho 21. P4AR y 22. T5R, formando un puesto avanzado en la crítica vertical R; pero esta posibilidad se le escapó a su penetración, seguramente por estimar demasiado costoso profundizar en las operaciones sólo por dicha vertical. En este aspecto es instructivo el comienzo de la partida Lein-Stein (Tbilisi, 1966): 1. P4D, C3AR; 2. C3AR, P3D; 3. C1C2D, A5C; 4. P3A, P3A; 5. D2A, C1C2D; 6. P3R, P4R; 7. PXP, PXP; 8. A4A, A2R; 9. 0-0, 0-0; 10. T1R, D2A; 11. P3TD, P4CD; 12. A2R, P4TD; 13. P3CD, C4A; 14. P4C, C5T; 15. P4R, T1T1C; 16. P4A, PTXP; 17. Al A, T1-1A; 18. PAXP, PXP; 19. DXD. TXD; 20. CXP, A3R; 21. C3D, P6C. Diagrama núm. 35 El estado de las blancas causa una impresión deplorable. Si se analizan los movimientos efectuados por Lein, es fácil advertir que cada uno de ellos no parece desacertado y concuerda con la resolución de un problema concreto; pero careció de un plan general de juego. La falta de tal supone la dispersión o fragmentación de los procesos del pensamiento y la atención. En el caso que acabamos de ver, la causa principal del trastorno de la atención de las blancas ha de atribuirse, por lo visto, al estado emocional de Lein. Pues el resultado de esta partida suponía mucho para él; caso de ganarla, puede darse por seguro que hubiese participado en el torneo interzonas. Su extraordinaria atención estuvo ausente en este encuentro. La dispersión del curso de las ideas y la pulverización de la atención recibieron su rápido y merecido castigo. Los casos de dispersión de la atención nos recuerdan en parte a los computadores electrónicos, c u y o funcionamiento se basa en la selección de variantes. Este ingenio calcula mucho y con rapidez; pero no puede distinguir lo principal de lo secundario. Desde luego, dicha dispersión quebranta lo sistemático del proceso creador del ajedrecista, y éste no puede formar el plan estratégico único que constituye, desde el principio hasta el fin, la partida de ajedrez. El desarrollo de la capacidad taxativa del ajedrecista es un medio eficaz para superar la dispersión de la atención. Por ello, al analizar una posición en todo trabajo de adiestramiento, conviene ante todo hallar una respuesta clara a la pregunta «¿qué hacer?» y no a la «¿cómo hacerlo?» Un ejercicio práctico es la solución de posiciones sobre el tema «Hállese un plan para las blancas o para las negras». Por desgracia, los manuales de ajedrez carecen de tales problemas, salvo los de Lisitsin. En mi trabajo docente con ajedrecistas de primera categoría he practicado el procedimiento de valorar rápidamente posiciones; los asistentes debían fundar sus deducciones e indicar las principales ideas tácticas y estratégicas de la posición en el transcurso de tres a diez minutos. Los primeros intentos en este sentido arrojaron un resultado positivo; pues los más propensos a dispersar su atención en toda suerte de menudencias empezaron a meditar con bastante disciplina, hasta el punto de tener que combatir el extremo 59 opuesto, es decir, la tendencia a solucionar toda posición por medio de deducciones exclusivamente lógicas. El estudio de la obra de Rubinstein, Capablanca, Botvinnik, Smislov y Petrosian puede ser muy útil para combatir la sobredicha dispersión. En sus partidas se advierte con claridad que la atención está orientada hacia un objetivo determinado, ya se trate de un plan estratégico de largo alcance o de una breve operación para mejorar la postura de una pieza. Particularidades individuales de la atención Al investigar estas particularidades, ha de tenerse en cuenta que el carácter selectivo del reconcentramiento depende de los conocimientos, la experiencia y el punto de vista estético del ajedrecista, cuya esencia y propiedad de carácter, propensión e interés contribuyen considerablemente a orientar la atención. Vamos a especificarlo. Diagrama núm. 36 • 11*1 *•* La atención depende de los conocimientos teóricos y de la experiencia Y suele fijarse en un elemento de la posición o pasar a otros elementos movida por el conocimiento y la experiencia; o sea, por el hallazgo de una semejanza entre posiciones conocidas antes y la presente en el tablero. La experiencia viene a ser un semáforo para la atención del ajedrecista: la «luz verde» señala recuerdos agradables, y la «roja» indica el peligro que entraña la asociación de dificultades halladas anteriormente. Veamos a modo de ejemplo la fase de la apertura del encuentro WinterCapablanca (Hastings, 1919). (Véase diagrama núm. 36) La idea de excluir el alfil blanco del teatro de las operaciones, mediante los movimientos P3TR y 60 P4CR, cautivó la atención de Capablanca. Prosiguió 8. ..., P3TR; 9. A4T?, P4A; 10. C5D?, P4CR; 11. CxC+, DxC; 12. A3C, A5CR; 13. P3TR, AXC; 14. DXA, DxD; 15. PXD, P3AR. «Basta dar una ojeada al tablero para ver que las blancas tienen prácticamente un alfil de menos», escribe Capablanca. Posiblemente, al maestro cubano fijó la atención en las operaciones del flanco del rey, por asociación con una serie de partidas precedentes en que él realizó ideas semejantes a la antedicha; esto puede verse en los primeros movimientos de la partida que jugó con M o r r i s o n (blancas) en Nueva York un año antes: 1. P4R, P4R; 2. C3AR, C3AD; 3. A5C, P3D; 4. C3A, A2D; 5. P4D, PXP; 6. CXP, P3CR; 7. C3A, A2C; 8. A5C, C3A; 9. D2D, P3TR; 10. A4TR?, 0-0; 11. 0-0-0, T1R; 12. T1T1R, P4C!; 13. A3C, C4TR; 14. C5D, P3T, y el alfil blanco 3CR no participa en las operaciones. Indudablemente, los conocimientos regulan en cierto modo la atención del ajedrecista; pero estimamos necesario advertir que lo mejor para regularla son aquellos conocimientos que han sido suficientemente comprendidos. Esto confirma una vez más lo provechoso que es analizar las partidas propias, y hacerlo pormenorizando y con sentido crítico a fin de descubrir los cambios bruscos de la contienda y los errores cometidos en ella. Korchnoi indica que el análisis de las partidas propias ha de hacerse como si fuese un trabajo para publicarlo. Por desgracia, en muchos ajedrecistas no se observa este detalle; en el mejor de los casos, los textos de sus partidas están cubiertos de polvo en los estantes de su librería esperando ser objeto de un estudio crítico Es claro que también debe conocerse la experiencia de otros ajedrecistas; en este aspecto, el cuadro parece más favorable. Pues se estudian los artículos teóricos y las partidas de los maestros destacados; sin embargo, también aquí se recuerda con facilidad toda partida rápida que aparece en las colecciones de partidas de torneo, aunque falta el análisis serio. Nos parece que los partidarios de tal procedimiento rápido no adquieren conocimientos con ello, sino el defecto de la atención dispersa. La comprensión del material estudiado es más efectiva si se gene- raliza verbalmente. Pues la palabra, incluida la referente a las posiciones en el ajedrez, permite comparar y distinguir mejor lo principal; hacer deducciones prácticas. La formulación verbal de muchos acontecimientos ajedrecistas ofrece la posibilidad de alcanzar un nivel de cálculo puro: «yo por ahí y él por allá; yo de nuevo por ahí, etc.». Lo cual es muy importante para el desarrollo de la capacidad taxativa. Desde luego, no pretendemos negar la importancia de las imágenes visuales en el estudio de la experiencia anterior; sólo queremos decir que el recuerdo visual y el mental deben desarrollarse con armonía y simultaneidad. El experimento realizado por nosotros con un grupo de diez ajedrecistas de primera categoría y candidatos a maestro confirma la importancia que la noción visual tiene para el acto de fijar la atención. A dichos ajedrecistas se les dijo que valorasen la posición y formasen un plan de juego en una variante de la defensa india clásica que les era familiar. En el tablero se introdujo un detalle nuevo y, al parecer, insignificante: se cambió el color de las piezas y peones, pero sin variar la posición que ocupaban. Aunque el sentido de la posición no varió, los resultados del ensayo fueron inesperados; en el transcurso de él, que duró unos quince minutos, la mayor parte de los sometidos a prueba no llegó a comprender claramente la equivalencia de las dos posiciones, y formó planes poco frecuentes y desacertados. Con ello quedaba comprobado de nuevo que, en el arte del ajedrez, el conocimiento de la posición tiene armonía y consonancia con el acto de la percepción de la misma, 61 La atención depende de la corriente artística Cada ajedrecista tiene su rasgo personal. En el arte se distinguen grupos de caracteres semejantes que forman lo que llamamos estilo. A pesar de haber varios estilos, muchos ajedrecistas se hallan bajo la influencia de la corriente artística que está de moda. De esa manera, y en su día, la doctrina de Steinizt, los puntos de vista de Tarrasch, las ideas de Capablanca y de otros grandes maestros influyeron en el repertorio de aperturas y en los procedimientos técnicos empleados por muchos ajedrecistas, de diversos estilos, coetáneos suyos. Hoy en día ocurre más o menos lo mismo cuando en la apertura de la defensa india clásica y de la siciliana, y particularmente en el medio juego, predominan las populares y típicas posiciones con presión dinámica en el centro o con asalto de peones a la fortaleza del rey, mediante el apoyo flanqueado del alfil. Por ello, y según nuestras observaciones, en la actual fase evolutiva del ajedrez hay numerosas posiciones con estructuras de peones simétricas en el centro (para citar unos ejemplos señalamos las que se producen en la defensa ortodoxa y la eslava) que se hallan al margen de la atención de muchos ajedrecistas y que se desestiman por considerarlas aburridas, y hasta conducentes a un simple empate; en cambio, se atiende a estructuras de piezas más «modernas». ¡No es un tributo a la moda! A este particular, es significativo lo que cuenta el gran maestro Taimanov acerca del seminario para jóvenes maestros que dirigió el año 62 1967; señala que seis ajedrecistas de diversas tendencias artísticas desatendieron posibilidades análogas a las arriba citadas, buscaron con interés y hallaron en las partidas ideas tácticas y estratégicas más modernas que se emplean últimamente. La atención depende del punto de vista estético Un bello sacrificio y una idea extraordinaria, comúnmente llaman la atención de los ajedrecistas de diversos estilos; en ello se observan ciertas dificultades al pasar la atención de una variante efectista a otra prosaica, aunque sea más eficaz; esto se debe a la enorme influencia que los momentos estéticos ejercen en el jugador. A la vez, se exige un serio esfuerzo volitivo, lo cual suele observarse en los ajedrecistas con mucha imaginación, a fin de desestimar una maniobra más efectista, pero menos eficaz, y optar por la simple prosa que lleva más pronto al objetivo propuesto. Muchos maestros parecen estar convencidos de que lo racional es la belleza suprema en este arte; sin embargo, en su interior alienta el sentimiento de que sacrificar la dama y ganar dentro de cinco movimientos es preferible a lograr la victoria sin complicaciones y dentro de cuatro, por ejemplo. Posiblemente, esta idea se debe a la prolongada y extensa publicidad en favor de los sacrificios y riesgos en el tablero de ajedrez; sin duda, la idea en cuestión es discutible. Pero qué se va a hacer si el romanticismo sigue oponiéndose al realismo en la literatura ajedrecista. Veámoslo en el siguiente fragmento de la partida Krogius-Kuznitsov (Essentuki, 1962). Diagrama núm. 37 movimiento C2D era más defensivo); 28. CXP, PXP; 29. C5C+, R3C; 30. A7A + , R4A; 31. T5R + , R X P ; 32. P3C + , y las negras se rindieron. La tensión depende de las características del juego del adversario La actividad ajedrecista supone meditar sobre la posición propia y a la -vez pronosticar la dirección del pensamiento del competidor. La elección de cada movimiento plantea la siguiente pregunta: ¿Qué piensa el contrincante, y qué pretende? Por eso, la atención del jugador debe estar gobernada por el conocimiento de los lados fuerte y flaco del oponente y por la penetración en las particularidades de su estilo. Ofrecemos la ejemplar opinión de Larsen sobre la siguiente posición de una de sus partidas del encuentro con Ivkov (Bled, 1965). Las blancas tienen muchas posibilidades. El simple movimiento 14. R1T y el subsiguiente P5A les dan la victoria. Pero ¿a qué ajedrecista no le da un vuelco el corazón cuando ve la posibilidad de sacrificar la dama? El bando blanco fijó la atención en su casilla 4D; las demás posibilidades (R1T) flotaron en el pensamiento, y se esfumaron en seDiagrama núm. 38 guida. También a mí me dio un vuelco el corazón, e hice 14. DXA. Aunque no me cuento entre los partidarios de la tendencia romántica, los momentos estéticos se apoderaron incomprensiblemente de mí en esta partida. En resumen, las blancas I ganaron, si bien no por el medio directo. Como se ha dicho, el movimiento 14. R1T daba inmediatamente la victoria. La partida prosiguió 14. ..., CXD, 15. C6D+, RÍA; 16. CX A, D5T; 17. P3CD, CXP; 18. PXCl (este nuevo sacrificio también contribuyó a la elección del decimocuarto movimiento de las blancas), DXT; 19. A3R, D7C; 20. A X P + , P3D; 21. A X P + , R1C; Aquí hicieron las blancas 15. C5D, 22. C7R+, RÍA; 23. T1R!, P4TR; a lo que sucedió 15. ..., DXP. 24. C6C + , R1C; 25. T8R + , R2T; Como se ha dicho, la atención es 26. CXT, D5D+; 27. RÍA, P3T (el un proceso selectivo; es la tría de 63 ciertos objetos, a fin de reconcenEn su segundo encuentro con Tal trarse en ellos y abstraerse de los (Moscú, 1961), Botvinnik orientó demás. En el presente caso, la aten- con acierto su atención, cuyo sisción de Larsen estuvo orientada tema «localizador» se fijó principalhacia el cálculo de la posición des- mente en el cálculo de las posibilipués del cambio de damas, mucho dades tácticas y agresivas de su comantes de que el bando blanco pen- petidor. sase hacer 15. C5D. El lector se preEn la práctica pueden verse muguntará: ¿Y por qué no lo estuvo hacia el movimiento 15. ..., DXP? chos casos de acertada tendencia de Sobre la posibilidad de dicho mo- la atención hacia posibles respuestas vimiento, Larsen dice: «Ivkov no del adversario, condicionadas por acostumbra tomar tal peón; estuve las particularidades del estilo. Lo convencido de ello; por eso no ana- cual ilustra el juego de Spasski en licé las consecuencias de este acep- sus encuentros con Geller (Sujumi, table movimiento. jHay que ahorrar 1968) y con Tal (Tbilisi, 1965). tiempo en la meditación! > Podría decirse que hemos analiDe ese modo, Larsen no profun- zado detalladamente las particularidizó en el cálculo de las variantes dades individuales de la atención relacionadas con 15. ..., DXP. Lo del ajedrecista. Es importante la precual ha de atribuirse al conocimiento gunta metódica y práctica: ¿Cómo de las características del juego de relacionar las particularidades de reIvkov, que tiene por norma no acep- ferencia con los varios estilos de tar el sacrificio de los peones del juego? extremo del tablero, aun cuando Al parecer, no se puede dar una tenga que ceder la iniciativa a su respuesta concreta. Porque en el arte adversario. Pero si esto hubiera ocurrido en del maestro se observa la presencia, un encuentro con Korchnoi, es in- relativa y a la vez condicionada, de dudable que Larsen hubiese orien- puntos flacos y fuertes en orden tado su atención hacia el cálculo al reconcentramiento. Con todo, padel movimiento 15. .... DXP, pues, rece ser que existen determinadas como se sabe, aquél acepta casi todo tendencias que relacionan el estilo sacrificio, por más arriesgado y du- del juego con ciertos índices cualidoso que parezca. En este ejemplo tativos de la atención. Pero este provemos cómo las particularidades de blema actual es por el momento inla atención y del pensamiento se soluble. adaptan al estilo individual del conConfiémoslo a los futuros investrincante. tigadores. 64 LA FALTA DE TIEMPO Un fenómeno psicológico Esta expresión significa que no hay tiempo suficiente para meditar, der con precisión, por tratarse de y éste es un factor importante en la un concepto relativo y, en cierta práctica del ajedrez, pues el pensa- medida, subjetivo. En unos casos se miento, la voluntad, los sentimien- dispone sólo de unas decenas de tos y otras particularidades de la segundos para hacer dieciocho o personalidad del ajedrecista no se veinte movimientos; en otros, ocho manifiestan en una situación normal, o diez minutos para efectuar cinco sino extraordinaria, y que exige lle- o seis de ellos; también se considera gar inmediatamente a una conclu- falta de tiempo, si la situación es sión en condiciones de juego a la complicada. El origen de este fenómeno se determina con frecuencia vez muy complejas. El conocimiento de las particula- por las impresiones subjetivas del ridades del juego es importante ajedrecista, que relaciona el valor cuando falta tiempo, y tiene cierto de la reserva de tiempo con su exvalor psicológico por cuanto aumen- periencia individual, el carácter de ta esencialmente la característica es- la posición, las particularidades del pecífica del pensamiento del jugador juego de su competidor, etc. Por y los componentes volitivos y emo- ejemplo: Korchnoi estima normal cionales de su carácter. hacer cinco o seis movimientos en Como se verá comprobado más tres minutos; en cambio, ello es adelante, este fenómeno se semeja una considerable falta de tiempo paa una serie de situaciones extraor- ra Jolmov o Zaitsev. Nos ceñiremos dinarias que suelen darse en la vida al parecer de los jueces arbitros, cotidiana, y cuya solución también quienes dicen que debe considerarestá limitada por el tiempo. Por esa se falta de tiempo cuando se disrazón, nos detendremos en las cau- pone de tantos minutos como movisas que lo producen, y analizaremos mientos quedan por hacer hasta llelas particularidades fundamentales gar al límite del tiempo señalado; del curso de los procesos mentales además, la reserva de tiempo no debe que tienen lugar en él. sobrepasar los diez minutos. RecorPrimeramente hay que darle una damos que en las competiciones se definición formal; esto es, ¿qué límite de tiempo puede considerarse dan dos horas y media para efeccomo falta de tal? Es difícil respon- tuar cuarenta movimientos, lo cual supone una media de tres minutos 65 y cuarenta y cinco segundos para cada movimiento. El reloj usado en el ajedrez es el atributo indispensable de los torneos, y la práctica ha demostrado que es imprescindible. Su ausencia originó desigualdad de condiciones en las contiendas de antaño y llevó a emplear irracionalmente el tiempo; así, en la celebrada en Nueva York el año 1857, las ocho partidas jugadas entre Morphy y Paulsen duraron sesenta y dos horas, y en ellas se efectuaron solamente trescientos once movimientos. La partida Morphy-Lówental (Londres, 1858) se prolongó veinte horas y se hicieron sesenta y siete movimientos. Los circunstantes dijeron que los adversarios de Morphy pensaban tres o cuatro movimientos en una unidad de tiempo, mientras éste pensaba uno, si bien ello no les reportaba ninguna ventaja. En el torneo de Nuremberg (1906) se estableció una norma, según la rual había que hacer quince movimientos en una hora; cada minuto que pasase de dicho límite se castigaba con la pérdida de la partida o se imponía una multa. Pero este intento de disciplinar el pensamiento de los jugadores fue un fracaso, pues, transcurridos unos días, muchos participantes hubieron de declararse insolventes. Ante el inminente peligro de disolverse el torneo, hubo de prolongarse y cancelar dicha norma; por lo cual duró más tiempo de lo regular. ¡Lo curioso es que el índice artístico no fue ni mucho menos superior al de otros torneos donde tomaron parte los mismos ajedrecistas y en que se adoptó el reloj! Por ello, Spielmann señaló acertadamente que el torneo de Nuremberg disipó la duda de si era conveniente el uso del reloj; resulta que sin él, los ajedrecistas meditan más tiempo 66 sobre la posición, aunque su rendimiento es menor. Aquí se plantea otra pregunta: por cuanto la norma a que se ha de ajustar el empleo del tiempo ha sido establecida objetivamente, ¿no es demasiado severa? Pues en toda ronda de cualquier competición pueden observarse muchas partidas que transcurren en condiciones de extrema falta de tiempo. Zemischa, Benko, Reshevski, Alatortsev, Veresova, Sabona y otros se cuentan entre los ajedrecistas que experimentan sistemáticamente la falta de tal. Creemos que dicha norma concuerda más o menos con las necesidades objetivas del ajedrecista; esto lo prueba el hecho de que la ampliación del límite de tiempo no ha contribuido a remediar este fenómeno. Un ejemplo de ello nos lo ofrece el torneo internacional, celebrado en Bled el año 1931; en él, se dieron dos horas y media para realizar treinta y cinco movimientos; a pesar de ello, dicho fenómeno persistió con todas sus consecuencias. A este respecto, Korchnoi dijo: «Por más tiempo que se dé, siempre habrá jugadores a quienes apremie la falta de él en un momento dado.» Las razones expuestas nos autorizan para suponer que la causa de ello tiene carácter psicológico. Veamos el juicio emitido por los especialistas en esta cuestión. Botvinnik dice: «A menudo, el ajedrecista malgasta su valioso tiempo en calcular variantes que son de antemano inadecuadas, o en continuaciones que, aunque tentadoras, no reportan ninguna ventaja. Hace tiempo, propuse a nuestros maestros, que sistemáticamente se ven apremiados por la falta de tiempo, un procedimiento para combatir este defecto: es ne- cesario jugar partidas de preparación atendiendo sobre todo al reloj y no a la calidad del juego ni a sus resultados, y proseguir estos ejercicios hasta habituarse a distribuir convenientemente el tiempo para poder calcular todas las variantes necesarias.» Aunque hace mención de ciertas premisas psicológicas, el consejo práctico y concreto de Botvinnik se reduce a jugar partidas de adiestramiento; pero, no obstante su valor metódico, poco dice acerca del contenido psicológico de la falta de tiempo y de lo que la origina. De la impresión de que ésta ha de buscarse solamente en la insuficiencia de preparación. Puede decirse que numerosos ajedrecistas han seguido su consejo muchos años, y, con todo, no han podido superar este defecto. Abervach dice: «Mi propia experiencia manifiesta que la falta de tiempo no es ni mucho menos falta de habilidad para distribuirlo convenientemente, sino un defecto del carácter ligado con la indecisión; un defecto de la práctica relacionado con la vacilación. El ajedrecista se halla falto de tiempo no por no saber distribuirlo, sino porque no está suficientemente seguro de sí mismo, no confía en su cálculo y, por lo tanto, comprueba un sinfín de veces la misma variante. «Con ser el método de Botvinnik tan sencillo, esto es: jugar partidas de preparación atendiendo sobre todo al reloj, a mí me parece poco efectivo y demasiado superficial. El propio Botvinnik dice que con este método se cura por entero el noventa por ciento de los que «adolecen de falta de tiempo»... Si esto es cierto, entonces yo pertenezco, por lo visto, al diez por ciento restante; y me parece que en este último tanto por ciento debe incluirse al autor de dicho método.» El juicio de Abervach relaciona la manifestación de la falta de tiempo con las particularidades individuales del carácter del ajedrecista y da, a nuestro modo de ver, una explicación más completa sobre la naturaleza del fenómeno de la misma. Nuestras observaciones (que incluyen los siguientes torneos: Nottingham, 1936; Moscú, 1936; La Haya-Moscú, 1948; Zürich, 1953; el de pretendientes, celebrado en Yugoslavia el año 1959; la competición Unión Soviética-Yugoslavia, 1956-1966; el XXXIV Campeonato de la URSS, y otros con un total de más de quinientas partidas; además de haber observado el curso de todas las competiciones soviéticas e internacionales desde 1965 hasta 1968, y cambiado impresiones con sus participantes) nos facultan para destacar determinadas causas objetivas y subjetivas que producen la falta de tiempo. Veamos las objetivas. Insuficiente preparación teórica El escaso conocimiento de las posiciones típicas del medio juego y de los finales, y particularmente de los esquemas de desarrollo y variantes de apertura, hace que se emplee más tiempo en meditar sobre la posición. Polugaievski dice que su frecuente falta de tiempo se debe a la insuficiente preparación en orden a las aperturas. En el torneo internacional en memoria de Chigorin (1965), el autor de estas líneas también la experimentó, a pesar de que generalmente no adolece de tal defecto, por la misma causa que Polugaievski expone. La insuficiente y endeble información teórica hace que vacilemos; 67 de aquí que se verifiquen con exceso las hipótesis que se producen durante la búsqueda de un movimiento. En este sentido es interesante la opinión de la fisióloga P. Simonova, quien atribuye el origen de las emociones negativas a la insuficiencia de información. Por ejemplo: el individuo que desconoce las normas de la circulación rodada experimenta una sensación de temor al cruzar una vía concurrida. Por lo visto, el ajedrecista experimenta una sensación parecida cuando, con su escaso cauda] de conocimientos, trata de cruzar la «arteria principal del ajedrez»; esto es, se decide a elegir un movimiento en posiciones analizadas por la teoría. Falta de preparación práctica Una prolongada inactividad también suele reducir la capacidad de trabajo mental del ajedrecista. Por ello, es necesario jugar unas partidas preparatorias cuando se ha de participar en una competición. Estas partidas crean las premisas imprescindibles para que él se adapte fácilmente al ambiente de la lucha competitiva, y contribuyen a que se manifieste la original y dinámica habitud en su juego. Los consejos de Botvinnik arriba citados pueden ser un medio eficaz para combatir la falta de tiempo en los casos de insuficiente preparación práctica; igualmente pueden serlo unas sesiones de partidas rápidas. Al ajedrecista suele faltarle el tiempo, especialmente al comienzo de la competición, si no ha realizado un previo trabajo preparatorio. Debe advertirse que la falta de preparación práctica hace que disminuyan los automatizados compo68 nentes del pensamiento, o los hábitos particulares e intelectuales, que esencialmente limitan la inversión de tiempo en el cálculo y solución de los problemas concretos y tácticos, y no que disminuya la capacidad de valorar intuitivamente la posición. Objetiva complejidad de la situación Las situaciones complejas, dinámicas e indefinidas requieren una meditación meticulosa y detallada; una profunda búsqueda del plan de juego. Y lo mismo requieren las posiciones en que se producen cambios esenciales e inesperados. Botvinnik dice: «Durante la partida se producen momentos en que hay que estudiar minuciosamente la posición, lo cual exige invertir veinte o treinta minutos, y, después, hacer con rapidez los movimientos que quedan hasta el límite del tiempo establecido. Esto es una falta de tiempo normal, y que yo no trato de subsanar.» Este juicio tiene importancia, por cuanto manifiesta que la objetiva complejidad de la posición es directamente proporcional al tiempo empleado en resolverla. Y así, parecen ingenuas las siguientes consideraciones que aún perduran entre los ajedrecistas: invertir no más de treinta minutos en la apertura, o dividir el tiempo por el número de movimientos a fin de fijar el que ha de invertirse en meditar sobre cada uno de ellos. Debemos abordar críticamente el consejo de Spielmann, según el cual conviene reservar cinco minutos para el último movimiento, por si acaso son necesarios. La reducción mental del tiempo a cinco minutos tiene cierta importancia como medio de aautoverificación» en el proceso evolutivo de la partida; pero seguirlo al pie de la letra puede llevarnos a invertir el tiempo donde no sea necesario, o no lo exija la partida. La objetiva complejidad de la elección produce con relativa frecuencia la falta de tiempo, si uno de los dos bandos se encuentra en una situación embarazosa. El que lleva ventaja comprueba con mucho cuidado sus planes, por temor a cederla, y el que se defiende busca salir del atascadero con más tenacidad de lo habitual. Falta de tiempo premeditada Esto se observa cuando, insatisfecho del curso de la partida, el jugador la provoca y la usa como un procedimiento psicológico de lucha. Ello suele dar resultados positivos. Pues al querer aprovechar nuestra falta de tiempo en beneficio propio, el adversario se excita y pierde la capacidad necesaria para abordar críticamente la situación; el carácter objetivo de su meditación se transforma en arrebatos impulsivos. Se pierde el sentido de la objetividad; el dominio sobre las emociones propias lleva a la comisión de errores, y a menudo justifica el procedimiento en cuestión. Debe señalarse la posibilidad psicológica de que uno cometa errores, debido a la falta de tiempo del adversario, ya que desciende la actitud crítica ante los propósitos de éste y se subestiman sus posibilidades de profundizar en la posición. Se afirma que Reshevski usa tal procedimiento. A este respecto, es instructivo el encuentro KorchnoiSuetin que, en la final del XXVII Campeonato de la Unión Soviética (Leningrado, 1960), decidió el primer puesto. Suetin logró ventaja en la apertura y, a consecuencia de ello, reforzó la presión en el medio juego. Pero Korchnoi, por su parte, provocó la falta de tiempo; y así consiguió apartar a su contrincante del pausado ritmo de la partida. Este formó un concepto equivocado en cuanto a la posibilidad de una victoria rápida: empezó a precipitarse, cometió errores graves y perdió la partida. Gracias a su oportuna «falta de tiempo», Korchnoi logró una importante victoria. La falta de tiempo premeditada se aplica cuando se ha analizado detalladamente el conjunto de causas objetivas (una posición difícil) y subjetivas (la individualidad del oponente, la posibilidad de que incurra en errores, etc.). Hemos incluido las especies por las que se entra en conocimiento de la falta de tiempo premeditada en el grupo de las causas objetivas que la originan, puesto que la especie determinante es aquí un criterio perfectamente objetivo: la posición no satisfactoria.. La falta de tiempo también la producen causas subjetivas: la manifestación de determinadas cualidades individuales del pensamiento, la voluntad y el carácter emotivo del ajedrecista. El psicólogo Tieplov dice que la unidad de la mente y la voluntad tiene mucha importancia en la actividad práctica del pensamiento. Esta tesis puede incluirse por entero en la esfera deportiva del ajedrez. El quebrantamiento de la unidad entre el contenido del pensamiento y su rigurosa orientación hacia los límites de una lucha intensiva es una de las causas principales de esta falta de tiempo. En la práctica. tal quebrantamiento produce una sistemática renuncia a tomar conclusiones, una incertidumbre en valorar 69 la posición y una inevitable tendencia a prolongar la elección de un movimiento forzoso. En algunos ajedrecistas la inapetencia y falta de habilidad para tomar una conclusión se convierten en hábito y en postura sistemática. Bronstein suele meditar mucho, incluso sobre los primeros movimientos; en su partida con Stein (XXVIII Campeonato de la URSS) invirtió veinte minutos en hacer el primer movimiento. Y aunque consiguió situarse en una posición con buenas perspectivas, todo su esfuerzo fue desvalorado por la falta de tiempo; cometió una serie de errores, y perdió la partida. Abervach cuenta: 11 Bronstein invirtió una vez cuarenta minutos en hacer el primer movimiento!» Y Panov cita a Grigoriev al referir casos de meditación prolongada al comienzo del juego. En estos ejemplos se observa una inversión excesiva de tiempo en efectuar los primeros movimientos, sin serias causas objetivas que la motivasen, pues los sistemas de apertura y sus primeras jugadas son sobradamente conocidos de todo ajedrecista calificado; además, en las partidas citadas, ni Bronstein ni Grigoriev descubrieron nada extraordinario en la fase de la apertura, sino que se limitaron a elegir sistemas conocidos. Cabe suponer que la prolongada meditación de estos dos maestros se interpretó como un momento subjetivo que determinaba por un lado el problema de ¿qué esquema de apertura será más desagradable o resultará menos atrayente al contrincante? ; o lo que es lo mismo, por una parte trazaba el contorno de una lucha psicológica, y por otra superaba el estado de sobreexcitación propia y de inseguridad, y se predisponía a trabajar normalmente. Como se ve, la mayor parte de aje70 drecistas vuelve a orientar sus ideas y sentimientos hacia la competición en que participa. La lentitud de Bronstein y de Grigoriev al comienzo del juego puede interpretarse como una particularidad individual de su mentalidad, y, ante todo, insuficiente dominio de sí mismo er el momento de comenzar la confien da; los dos pueden reconcentrarse en la partida una vez iniciada la lucha. Esta circunstancia ilustra el desacuerdo entre la mente y la voluntad, mencionado anteriormente. Por analogía, es oportuno insertar aquí lo que Tieplov cita acerca de Napoleón, quien dijo del mariscal Masséna que era incapaz de trazar con antelación el plan de una batalla y que manifestaba su capacidad de estratega sólo cuando la artillería empezaba a retumbar. Hemos visto que existen ciertas causas subjetivas que aumentan la inversión del tiempo en la meditación y, por lo mismo, contribuyen a que se manifieste su falta. Como se ha dicho, estas causas se deben a la renuncia a tomar conclusiones, y entrañan inseguridad e indecisión. Los negativos rasgos volitivos del carácter, que hemos señalado, son producidos por dudas y vacilaciones de contenido vario. Por ello, al determinar las diversas causas subjetivas que dan lugar a la falta de tiempo, nos detendremos en analizar las dudas que tiene el ajedrecista, y que ayudan a descubrir la naturaleza de estas causas. Dudas de carácter analítico Se presentan cuando se insiste en hallar el movimiento mejor, único y exclusivo casi en cada posición. Esto hace que una variante aceptable no parezca bastante eficaz; se quiere encontrar algo más contundente. A consecuencia de lo cual, el ajedrecista continúa la búsqueda y se le despierta la duda, lo cual le entorpece la capacidad selectiva. Se produce una singular e ilusoria busca de la verdad. Spielmann dice: «Desde el principio, tal ajedrecista está condenado al funesto método de la escrupulosidad exagerada. En cada situación busca objetivamente el mejor movimiento, si bien no tarda en perder la posibilidad de orientarse en el caso de todos los pros y los contras posibles. El valioso tiempo transcurre inconteniblemente, y, a la postre y en la mayor parte de los casos, tiene que decidirse por un movimiento dictado por el sentido, más que por el cálculo matemático. Pero en ese momento su sentido está envenenado por infinidad de dudas y, por lo mismo, le dicta un movimiento desacertado.» Spielmann quizás es demasiado categórico; pero caracteriza justamente a los ajedrecistas que tienden a buscar siempre la mejor solución. Debe advertirse que esta tendencia es, teóricamente, inconsistente. La diversidad de posibilidades hace que la práctica del ajedrez sea inagotable; por eso, querer abarcar lo inabarcable es punto menos que imposible en la mayoría de posiciones. Es claro que los maestros no llegan a tal extremo; pero, en la práctica, a menudo intentan descifrar por entero las particularidades de una posición compleja. Y cuando ven comprobado que ello es imposible, empieza la duda de cómo continuar, y la falta de tiempo se cierne sobre ellos. Muchas partidas de Borisenko, Kotov y Udovchich ilustran la duda de carácter analítico. Refiriéndose a esta forma ineficaz de abordar la búsqueda de un movimiento, Botvinnik dice que es ne- cesario hallar la medida razonable en el diapasón de la búsqueda y el límite del tiempo, disminuyendo la calidad de la partida si es necesario. Y así, el divulgado aforismo «Es preferible un plan deficiente a carecer de él» tiene importancia en la previsión de la falta de tiempo. Aunque no tratamos de recusar la opinión de Alekhine •—quien dijo que es peligroso fiar en la primera impresión del avalúo intuitivo sin verificarlo y que conviene atender al hallazgo del mejor movimiento—, no debemos tomarla por absoluta, sino compaginarla con las posibilidades reales y efectivas. Spielmann da unos consejos prácticos y acertados: t¡No juguéis con apresuramiento 1 ¡ Investigad todo movimiento, por más lógico que parezca! ¡Huid de toda quimera! ¡Si tras un breve análisis os convencéis de que el movimiento previsto os conviene, hacedlo! ¡Si tenéis que elegir entre varios movimientos equivalentes, no profundicéis en comparaciones infinitas! ¡No olvidéis que en la mayor parte de posiciones hay sólo ciertas continuaciones aceptables; pero debéis elegir una de ellas; si no, será demasiado tarde! ¡No busquéis siempre y objetivamente el mejor movimiento, pues en realidad no suele existir, ya que, generalmente, es cuestión de gusto; buscad simplemente uno que os convenga I » Debe advertirse que en la caza de «mirlos blancos» el ajedrecista analiza un número de variantes relativamente grande y trata de calcular prolongadamente cada una de ellas; en esto manifiesta su deseo de no interrumpir el cálculo y valorar críticamente la posición que origina dicho cálculo. 71 Dudas en función de sobreestimar el carácter estilístico del adversario Despertadas por la característica no objetiva del contrincante y por el registro exclusivo del lado fuerte de su juego, estas dudas hacen que se subestimen las propias posibilidades, se piense de un modo pasivo y se manifieste el complejo de emociones negativas; esto es, el temor, la apatía o la impulsividad, la vacilación y la sujeción. En este caso, las ideas no se distinguen por un cálculo profundo ni por un amplio diapasón de variantes. El número de variantes comparadas en el análisis es reducido; y el cálculo concreto es menos profundo de lo normal. Las hipótesis que surgen al tomar una conclusión definitiva se verifican muchas veces, y se efectúa el movimiento tras una comprobación minuciosa que exige un gasto de tiempo considerable. De esa manera, muchos oponentes de Tal (por ejemplo: Smislov, en el torneo de pretendientes del año 1959; Polugaievski, en el XXVI Campeonato de la Unión Soviética, y otros) anduvieron escasos de tiempo, debido a la minuciosidad con que comprobaron las reales, y a la vez no tan reales, posibilidades tácticas de su oponente. Daba la impresión de que ellos buscaban amenazas y las hallaban donde objetivamente no existían. El temor subjetivo a la capacidad combinatoria de Tal fue la causa de la inseguridad, la duda y el reiterado cálculo de dichos ajedrecistas. En su partida con Lein (Sochi, 1967), Zaitsev, cuyo juego es bastante rápido, anduvo escaso de tiempo; la causa de ello fueron las dudas en cuanto a la veracidad de sus cálculos, porque había perdido to- 72 das las partidas jugadas anteriormente con aquél. Lo mismo le sucedió a Bilek en su partida con Taimanov (Budapest, 1965); en el transcurso de ella, el maestro húngaro calculó numerosas variantes contundentes y posibles por parte de su competidor. Después del encuentro, se pudo comprobar que el recelo de Bilek carecía de fundamento. Pues Taimanov dijo que no quiso complicar el juego, sino limitarse a sostener su pequeña superioridad en la posición. El exceso de creencia en la fuerza del adversario, o lo que es lo mismo, la sobreestimación de sus posibilidades, es característico en Bronstein, quien dice que con frecuencia rehusó continuaciones interesantísimas porque veía los ocultos recursos defensivos de sus competidores. En suma, Bronstein huyó objetivamente de posibilidades muy eficientes y optó evidentemente por movimientos menos eficaces, con lo cual facilitaba el juego de su competidor; mientras el tiempo transcurría en la búsqueda de posibilidades ocultas y en la idea de si su adversario podía defenderse de ellas, el autor de esta búsqueda andaba falto de tiempo. Dudas en función de la importancia del resultado de la partida Hay partidas que tienen una importancia deportiva muy particular: es necesario ganar para ser el vencedor del torneo; hacer tablas para cumplir la normativa de maestro o para participar en la siguiente fase de las competiciones selectivas, etcétera. Con frecuencia, las consideraciones deportivas producen una emoción, una vacilación y un sentido de responsabilidad excesivos y crean un estado de cohibición. Aumenta la importancia de cada movimiento, ya que cualquier error puede ser decisivo para tomar parte en un torneo. En tales casos, algunos ajedrecistas saben dominarse. El resultado de la partida puede influir mucho en el curso de las ideas y en la opción de uno u otro movimiento. Aquí, las dudas causantes de la falta de tiempo suelen estar en función de cierta subestimación de los valores de la posición propia y de sobreestimación de la del adversario. Por citar un ejemplo mencionamos la partida Danov-Sajarov (Irkutsk, 1966); la victoria suponía para Sajarov participar en la final del Campeonato de la Unión Soviética. En el medio juego consiguió aventajar a su contrincante en un peón; en circunstancias normales, posiblemente hubiese optado por reforzar la posición y ganar paso a paso la partida; pero, ante la responsabilidad del resultado de aquel encuentro, empezó a dudar de si las maniobras lentas conducirían al objetivo propuesto; forzó los acontecimientos, y, apremiado por la falta de tiempo, perdió la partida. Un cuadro análogo se observa en las partidas Stein-Gort (Los Angeles, 1968) y Geller - Spasski (Sujumi, 1968), en que la duda estuvo en función del resultado de las mismas; produjo la falta de tiempo, y, por consiguiente, la comisión de serios errores. Dudas en función de lo experimentado en la partida Se manifiestan cuando uno se da cuenta de haber cometido un error u omitido una posibilidad. Panov dice: «El peor defecto de muchos ajedrecistas es lamentarse, durante el juego, de haber omitido posibili- dades en movimientos anteriores. Esta inútil meditación sobre unas variantes que hubiesen podido realizarse no bace más que distraer la atención, disminuir la capacidad competitiva y absorber un tiempo valioso». A esta oportuna característica dada por Panov, añadiremos que las dudas producidas por lo experimentado en la partida y el recuerdo de los errores causan la falta de tiempo. En el encuentro Ivaschin-Krogius (Yaroslavl, 1949), las negras llevaban ventaja; hubo un momento en que pudieron acelerar efectivamente la victoria; pero, al examinar esta posibilidad, cedieron la ventaja en cuestión, y la partida llegó a un final equilibrado y común. Mientras meditaban sobre el discurso de aquel simple final, recordaban la posibilidad omitida, lo cual les dificultó la elección de movimientos y, de ese modo, se produjo la falta de tiempo. Y, en una posición de simples tablas, las negras no advirtieron que había terminado el tiempo reglamentario, y aún les faltaba hacer un movimiento. En el encuentro SchamkovichWittelky (Sochi, 1967), y en el medio juego, las negras habrían podido lograr una ventaja aplastante mediante un bello golpe táctico. Al advertir esta posibilidad un movimiento después, Wittelky se desazonó. Según él, sus ideas no se apartaban de aquella omisión, lo cual se reflejó muy pronto en el posterior desarrollo de la partida; intervino la falta de tiempo, y el bando negro perdió un encuentro que había jugado excelentemente hasta el momento referido. Se podrían citar muchos ejemplos como éste. Se ha visto que esta suerte de dudas no sólo causan un gasto de 73 tiempo suplementario, sino también un estado de emociones negativas que hace que mengüe bruscamente la eficacia de la actividad mental y, por ello, se emplee más tiempo en recordar el error cometido que en solucionar los problemas simples. ¡ Cuan perfectamente casa este género de dudas con el habitual consejo de «Convenía haber hecho tal y tal cosa»! Por lo demás, este consejo se da en el momento en que toda lamentación no tiene sentido: en que ya es demasiado tarde para enmendar las cosas y, por tanto, hay que meditar profundamente sobre los problemas que plantea la nueva situación. Esta pequeña digresión confirma una vez más que la vacilación radica sobre todo en la naturaleza del carácter del individuo que dirige los movimientos de las piezas. Al combatir toda lamentación relativa a los yerros cometidos durante la partida, ¿no merece la pena preguntarse si nos dejamos arrastrar por las inútiles lamentaciones acerca de la suerte adversa no sólo tras la mesilla de ajedrez? Dudas en función de la experiencia individual El conocimiento de los esquemas de evolución de las aperturas y de los procedimientos para desarrollar las posiciones típicas del medio juego y del final, sin relacionarlo críticamente con la experiencia y los conocimientos propios, puede ser motivo de duda en él proceso de la meditación y de falta de tiempo. En la partida Krogius-Spasski (Leningrado, 1960), las blancas advirtieron de pronto la ganancia de un peón 9. AXP+ en la siguiente e investigada apertura: 1. P4R, P4R; 2. C3AR, C3AD; 3. A5C, A4A; 74 4. 0-0, C3A; 5. CXP, CXP; 6. D2R, CXC; 7. DXC, D2R; 8. P4D, C3C. Estuvieron unos veinte minutos meditando sobre si tomar el peón; además, el contenido del proceso intelectual no consistió en un análisis circunstanciado de la forzosa v a r i a n t e 9. A x p + , A X A ; 10. DXP, 0-0; 11. PXA, DXP, sino en la vacilación condicionada por la circunstancia de que nadie había jugado así en esta variante, reconocida y aprobada; por otra parte, influía el incontenible deseo de ganar un peón. Al remate se impuso la fe en la irrevocabilidad de la teoría, y las blancas hicieron 9. D X D + ; este movimiento fue menos eficaz que 9. A X P + , lo cual se vio comprobado en el análisis hecho después. Los veinte minutos gastados en vacilar acerca del noveno movimiento se reflejaron en el curso de la partida; debe advertirse que este tiempo no se invirtió ni mucho menos en comparar la variante A x P + con la D x D + , sino en la abstracta idea de si estaba justificada la fe en la teoría. Esta suerte de dudas se manifiesta con frecuencia en los ajedrecistas que creen demasiado en lo conoc-do y lo aceptado por todos; cuando hallan una posibilidad original e inesperada, la reciben con precaución y recelo, lo que da lugar a la duda: ¿cruzar el umbral de lo conocido y lo seguro o decidirse por una perspectiva atrayente, aunque poco clara? En la práctica, toda duda suele decidirse en favor de las alternativas aprobadas por la experiencia anterior. Señalemos que toda duda seria en solucionar un problema, se confíe o no en la autoridad de la teoría, eleva la inversión del tiempo y produce la falta del mismo. Esto puede verse comprobado en el encuentro Riumin - Lówenfisch (Moscú, 1936); al decir de Riumin, las negras meditaron treinta minutos sobre el eficaz y contundente, aunque un poco extraño en la posición de la partida, movimiento 14. ..., T5D que entrañaba el sacrificio de una calidad. A pesar de esto, en la partida se efectuó el habitual movimiento del caballo. Riumin dijo no haber entendido la decisión to.nada por su competidor. Nos parece que la prolongada meditación de Lówenfisch sobre dicho movimiento se debe, más que a un minucioso análisis de las dos variantes antedichas y su comparación, a dudas de orden general: ¿merece la pena meterse en complicaciones poco claras si con el habitual movimiento del caballo se recupera un peón y se garantiza una posición más o menos sólida? La indecisión y la duda en los ejemplos que acabamos de ver se deben a la falta de independencia del pensamiento. De ese modo, el insuficiente sentido crítico en el análisis y la costumbre de apoyarse en lo habitual entorpecen la aplicación dinámica y artística de la experiencia. Al contradecirse la inseguridad objetiva de la situación con la tendencia subjetiva del ajedrecista a no considerar esta inseguridad y a fundarse en lo aprobado y lo común facilita que se manifiesten la indecisión y la duda. Lo cual también produce la falta de tiempo. Dudas en función de las particularidades individuales del estilo Si se analiza sistemáticamente toda partida en que a uno de los jugadores le haya faltado tiempo, podrá observarse que ello se debe, además de la influencia de algunas de las causas antes mencionadas, también a cierto carácter típico y determinado de la posición que se produce. Por lo común, los ajedrecistas experimentan la falta de tiempo cuando se encuentran con posiciones ajenas a su estilo, lo cual les crea subjetivamente grandes dificultades. Comentando el encuentro Botvinnik-Bronstein (Moscú, 1951), Panov dice que la falta de tiempo de Botvinnik se produjo, por regla general, en posiciones dinámicas y complejas, en las cuales la singularidad y originalidad de los problemas no le permitieron apoyarse en la lógica de las consideraciones estratégicas. Estas situaciones fueron subjetivamente desagradables a Botvinnik, porque no se correspondían del todo con las principales exigencias de su estilo: estructura lógica de los planes, integridad de la partida, fe en la consecuencia científica y causa de la variación de los hechos que se desarrollan en el tablero. A este respecto, Botvinnik dijo más de una vez que su juego adoleció de poca visión combinatoria. Las posiciones dinámicas y de estructura estratégica indefinida fueron bastante difíciles de resolver, incluso para el propio Botvinnik. Esto se debió a las particularidades individuales de su estilo, y fue la causa de la prolongada meditación y falta de tiempo que hicieron que cometiese serios errores en algunas partidas. Panov señala igualmente que la falta de tiempo de Bronstein, de sentido opuesto a la de Botvinnik, fue de orden técnico y se produjo en posiciones con pocas piezas, en las cuales su adversario tuvo cierta preponderancia. También observamos aquí una relación directa entre el 75 gasto de tiempo en meditar y las particularidades del estilo del ajedrecista. Las situaciones que requerían una realización precisa y ofrecían menos posibilidades para efectuar ideas combinatorias originales resultaban extrañas, aburridas y anormales a la abundante fantasía artística del estilo de Bronstein. Puede afirmarse que Botvinnik combatía mejor la falta de tiempo en posiciones con pocas piezas; posiciones que, en cambio, ecan para Bronstein la piedra de toque. Pueden citarse o t r o s casos. Neshmetdinov, por e j e m p l o , se orientaba con b a s t a n t e rapidez en toda complicación táctica; por el contrario, anduvo escaso de tiempo en la lucha de maniobra menos compleja y más reposada. Y Korchnoi invirtió más tiempo en calcular posibilidades de ataque que en la defensa de posiciones difíciles. Estos casos confirman la presencia de una relación causa-efecto del origen de la falta de tiempo con las particularidades Individuales referentes a los puntos flacos de la actividad mental. El conocimiento de las propiedades individuales del estilo del adversario que, en ciertas posiciones, le predisponen a meditar prolongadamente, a menudo sirve de procedimiento de lucha psicológica en la práctica. Veámoslo en la partida Gligoric-Tal (torneo de pretendientes, ronda vigésimo tercera, 1959). Éste logró una pequeña ventaja en el vigésimo sexto movimiento; pero era difícil sacar provecho de ella, debido al curso metódico y sosegado de la partida. Considerando la tendencia de Gligoric a una lucha basada en la lógica, Tal eligió una continuación arriesgada y contundente para uno y otro bando, aunque objetivamente fuese menos efi76 caz. Y su conjetura se vio comprobada, pues Gligoric, confuso por el modo de jugar al a margen dé toda regla», meditó mucho; anduvo falto de tiempo; cometió errores, y perdió la partida. Diagrama núm. 39 IBi En esto sucedió 26. ..., PXQ? Acerca de ello, Gligoric dice: «Eso es característico de Tal. La continuación 26. ..., DXC; 27. D X D , P X D ; 28. TXT, CXPD era más segura y objetiva para las negras, porque las blancas habrían tenido que conformarse con el logro de unas tablas... Pero las negras, contando con la falta de tiempo del oponente, optan por una posición contundente para uno y otro bando, en la cual las blancas se privan de su plan de juego». Prosiguió 27. T X D , TXT; 28. P3C, C7R + ; 29. R2A, R1C; 30. C3R? (30. P4A!, T1R; 31. D X P ) , C5D; 31. P4A, T5R; 32. P4CR?, T X P + ; 33. R2C, PXP, y las negras ganaron pronto. Además de las sobredichas causas subjetivas que originan la falta de tiempo, y que, a nuestro modo de ver, son las más importantes, oeñalamos otras: las dudas relacionadas con los puntos de vista estéticos, con ciertas posiciones y procedimientos de juego modernos, etcétera. A modo de ejemplo, citamos lo que Abervach recuerda de una de sus partidas que tenía ganada, y en la que vio dos posibilidades de asestar el golpe definitivo; pero, en vez de verificarlas, empezó a reflexionar abstractivamente sobre cuál era eJ medio más correcto en orden a lo estético: ¿la belleza elemental o la clara y simple continuación? Concluye diciendo: «A la postre, llegué a la lógica conclusión de que el sacrificio es una belleza innecesaria, y opté por lo segundo, porque me pareció mejor. Pero luego se vio comprobado que en dicha variante no advertí la pérdida de una pieza; el juego se complicó extremadamente, y tuve que hacer un enorme esfuerzo para conseguir la victoria». ¿Cómo prevenir la «enfermedad» de la falta de tiempo, llamada acertadamente azote de este arte? Por el breve relato de las causas que la originan, se ha podido ver que los signos de ella abarcan una extensa zona emocional y volitiva del carácter del ajedrecista. El análisis de las causas concretas que la producen ayudará a determinar un diagnóstico más preciso en cada caso particular, y esperamos que contribuya a combatir con más eficacia y mayor amplitud este complejo fenómeno mental. Pues la falta de tiempo no es la consecuencia forzosa de meditar sobre los secretos del arte del ajedrez, sino, mayormente, el resultado de la indebida postura del sujeto ante estos secretos. £1 pensamiento y la falta de tiempo Hemos analizado la dinámica de los procesos mentales, la aptitud del ajedrecista para generalizar, y las propiedades del sentido crítico y de la independencia del pensamiento cuando hay déficit de tiempo. Ante todo, debe advertirse que tal déficit exige mucha agilidad de pensamiento, y pone extremamente en tensión a los componentes emocionales y volitivos del carácter, por cuanto las acciones y movimientos deben realizarse sin dilación. La rapidez con que cambian las situaciones despierta el sentido de la responsabilidad en cada hipótesis, y produce un estado de temor e inseguridad ante los propuestos y aceptados medios de solución. Cuando falta el tiempo y hay abundancia volitiva y desarrollo emocional, a menudo se observa una contradicción entre la subjetiva tendencia a elevar al máximo el efecto de la actividad mental y la objetiva imposibilidad de comprender debidamente la posición y de solucionarla. En suma, la solución negativa de dicha contradicción, como pérdida material, decuido y error, hace que descienda bruscamente el tono emocional y volitivo del ajedrecista por un período largo. La falta de •tiempo somete el carácter a una prueba difícil, y jugar sistemáticamente sometido a ella facilita la tendencia a un descenso general de las cualidades volitivas y a una elevación de la excitabilidad emocional. 77 Dinámica de los procesos mentales Por lo común, cuando hay falta de tiempo, disminuye la aptitud para verificar crítica y objetivamente los cambios de situación, y aumenta el sostén en que se apoya la búsqueda de una solución en los elementos estáticos y relativamente constantes de la posición. Estas particularidades del pensamiento se presentan de dos formas. 1) La tendencia al aspecto externo de la evidencia, la derechura y la naturalidad de las soluciones elegidas; esta tendencia se caracteriza por una considerable reducción del número de alternativas examinadas. En una posición saturada de posibilidades tácticas, el objeto de la meditación suele ser una alternativa que lleva en sí amenaza inmediata o que facilita el rechazo de otra amenaza. De esa manera, el ataque directo contra una pieza produce una reacción favorable a defenderla. La elección de un movimiento, condicionada por un motivo determinado, también suele ser una tendencia a atacar en seguida: amenaza de tomar una pieza, dar mate, y así sucesivamente; pues el juego se plantea con frecuencia según el principio de «atacar vale tanto como defenderse», Veámoslo en este fragmento de la partida Botvinnik-Reshevski (La Haya-Moscú, 1948). (Véase diagrama núm. 40) Sobre esta posición, Keres comenta: «Por faltarles tiempo, las negras no dan con una respuesta oportuna y hacen un movimiento cualquiera, el cual les priva de las ventajas de su posición y, por consiguiente, de ganar la partida.» Reshevski hizo 28. ..., A4AD?? Lo curioso es que 78 Diagrama núm. 40 Diagrama núm. 41 Diagrama núm. 42 «un movimiento cualquiera» puede ser el ataque directo contra una de las piezas más importantes del adversario, en un extremo déficit de tiempo. Entendemos que esta opción no fue casual. Por cuanto otro movimiento que rechazase la amenaza contra el peón 4A (28. ..., P X P ; 29. TxC) no satisfizo a las negras, y Reshevski eligió 28. ..., A4AD de entre los movimientos que hacen relación a dicho principio. La sutil variante 28. ..., C4C, propuesta por Keres, daba a las negras una evidente superioridad; pero no pudo formar parte del análisis porque, en extremas circunstancias de falta de tiempo, no respondía a ninguna de las dos exigencias de la solución: la defensa y el ataque inmediatos. En una contundente lucha táctica, y si apremia el tiempo, la necesidad de atacar o defenderse inmediatamente induce a un inconsciente, en cuanto al avalúo objetivo de la posición que va a producirse, cambio de piezas. Veámoslo en la siguiente posición de la partida Boleslavski-Pirts (Helsinki, 1952). Acuciado por el tiempo, Boleslavski adopta «automáticamente» un procedimiento lógico, y cambia un peón: 40. PXP? El análisis posterior demostró que este cambio era erróneo; con 40. P5C se ganaba la partida. El juego acabó en un empate. El cálculo concreto se caracteriza por un amplío diapasón de ramificaciones examinadas, pues a menudo se omiten movimientos intermedios y variantes accesorias. Lo cual indica que la atención no está distribuida suficientemente cuando falta tiempo. En el cálculo se descubre un descenso de la capacidad dinámica del pensamiento; en muchos ejemplos hemos observado que los ajedrecistas calculaban variantes como si se guiasen por las reglas del juego de damas; esto es, la obligación de aceptar el sacrificio de toda pieza y peón. A este respecto ofrecemos la siguiente posición del encuentro Reshevski-Botvinnik (La Haya - Moscú, 1948). Falto de tiempo, Reshevski optó por la variante 29. A6A + ?, C X A ; 30. PXC, C5A! Por lo visto, este intermedio y eficaz movimiento escapó a su consideración al estimar obligatoria la respuesta 30. ..., DxP, lo que daba a las blancas la preponderancia después de 31. T3C3R. Casos como este, o parecidos, se dieron en las partidas Kan - Flor (Moscú, 1936) y Suetin - Krogius (Tbilisi, 1967); en ellas, Flor y Suetin, escasos de tiempo, basaron su cálculo en que el adversario debíc aceptar el sacrificio que le ofrecían La tendencia a resolver directa mente las posiciones que se desarro lian con relativa lentitud y manió bra se manifiesta en la elección d« movimientos asentada en medios técnicos «autorizados». Tal es la naturaleza psicológica de s i t ú a «automáticamente» peones en esca ques de color distinto del de los al files; de abrir una salida en la po sición del enroque, y así sucesiva mente. «No nos dejemos influir nunca por el aparente bienestar que produ* cen los movimientos lógicos», ad- 79 vierte Alekhine. Esta advertencia debe tenerse en cuenta cuando el tiempo apremia. 2) La tendencia a apoyarse en los elementos estáticos y relativamente constantes de la posición destaca sobre todo cuando se intenta obtener ventaja material. «Puede perderse la iniciativa; pero queda la pieza ganada. La ventaja material es una cosa segura.» Esto es lo que más o menos piensa el ajedrecista que anda escaso de tiempo. «Todo jugador tiende a tomar cualquier peón que se le ofrezca cuando el tiempo acucia», dice Bronstein. Los momentos dinámicos que determinan el valor de las piezas pasan a segundo término, pues, carente de tiempo, el ajedrecista no puede calcular objetivamente el valor de ellas, relativo por que varía de un movimiento a otro; y así, se guía por la determinación exterior del valor formal y absoluto de las mismas. Veámoslo en esta posición de la partida Simagin-Udovchichi, Belgrado, 1961). da con 33. P6A. Pero como el tiempo no permitió a Simagin entretenerse en valorar las posibilidades dinámicas y ocultas que ofrecía su posición, éste tendió a restablecer cuanto antes el equilibrio material, e hizo 33. C6A. Acerca de ello, dice: «Este ineficaz y catastrófico movimiento no se me borra de la memoria... Por lo general, no acostumbro establecer en seguida el equilibrio material, después de haber realizado una combinación... Los últimos minutos decidían el resultado del encuentro; por ello, me precipité.» El encuentro terminó en un empate. En tal sentido, también es ejemplar la partida Benko-Gligoric (Yugoslavia, 1959). Diagrama núm. 44 Diagrama núm. 43 •11*111 a no permitir ninguna pérdida material. Era mejor sacrificar por breve tiempo un peón: 36. A1A, T4CD; 37. A2D, TXP; 38. AXA, PXA; 39. TÍA, y las blancas acercan el rey a dicho peón y lo ganan. En la partida, Gligoric logró una posición ventajosa. Por iguales consideraciones que en la tendencia a conseguir ventaja material, el ajedrecista procura ocupar un punto importante con una pieza, asegurar a su rey un buen refugio, etc. Las dos tendencias en cuestión hacen que se sobreestime la importancia de los elementos estáticos de la posición y se valoren con escasa objetividad las posibilidades dinámicas. En la práctica esto supone un descenso de la capacidad de prever cualquier «truco» táctico y réplica inesperada del adversario. Tales «trucos» y trampas suelen dar buenos resultados cuando el tiempo se agota: pero no por su objetividad, sino por su sorpresa. Y generalmente se basan en la evidente y lógica respuesta del competidor, que cae en la trampa al no advertir el encubierto peligro que puede entrañar un movimiento ingenuo. Lo cual puede verse en la partida Reshevski - Keres (La Haya - Moscú, 1948). (Véase diagrama núm. 45) Las blancas lograron un fuerte ataque, tras haber sacrificado dos calidades. Aquí se ganaba en segui80 Benko experimenta falta de tiempo. Al ver que las negras amenazan con ganar un peón, mediante 34. ..., TIT, decide mantener rápidamente el equilibrio material, lo que momentáneamente es oportuno. Prosiguió 34. P3T, PXP; 35. AXP, T4R; 36. A6D? Esto ya es un error, aunque comprensible si se tiene en cuenta la tendencia de las blancas Con motivo del movimiento 35. P5T, Keres dice: «Es un truco habitual cuando escasea el tiempo, y las negras pican en el anzuelo. Objetivamente era mejor 35. C5D.» Después de la evidente, pero errónea, respuesta 35. ..., P4CR (era más lógico y eficaz 35. ..., PxP), con la cual Reshevski contó, las blancas llevaron una ventaja decisiva y ganaron pronto la partida. Diagrama núm. 45 KWZÍtm 2ü*2g% En los encuentros Euwe-Reshevski y Smislov-Keres (torneo La HayaMoscú, 1948) abundan las sorpresas producidas por la falta de tiempo. La aptitud del ajedrecista para generalizar y abstraerse Bronstein dice: «A medida que se acerca la falta de tiempo disminuye la estrategia y aumenta la táctica.» Conviene señalar que, al faltar tiempo, se tiende a resolver los problemas que plantean determinados objetivos concretos; las consideraciones sobre la integridad de un plan estratégico único y el avalúo general de la posición pasan al plano posterior, y el contenido de las ideas tácticas se empobrece sensiblemente, porque el cálculo tiene un carácter más reducido al estar orientado hacia el logro de objetivos inmediatos y fáciles de comprobar por el análisis; y así, los elementos tácticos y estratégicos no se manifiestan con tanta claridad como cuando se juega en condiciones normales. Sin embargo, Bronstein está en lo cierto, pues, cuando elige un 81 movimiento, caracteriza una importante particularidad del ajedrecista compelido por el tiempo: el descenso de la capacidad para valorar toda la posición, y la tendencia a servirse de los elementos particulares y a las veces aislados de la misma; en ello, la táctica resulta ser un componente superior a la estrategia, incluso allí d o n d e el cálculo de la variante es reducido. En Ja falta de tiempo, estas particularidades de la actividad mental se caracterizan por lo siguiente: 1) La tendencia a simplificar, o lo que es lo mismo, a desbrozar y reducir la posición, se debe a la objetiva necesidad y comprensión de que es de todo punto imposible resolver satisfactoriamente los problemas que plantean las situaciones complejas y dinámicas. La simplificación de la posición se logra con el cambio o la limitación de la movilidad de las piezas del oponente, y suele precipitarla aquel que lleva ventaja o su posición equivale a la de su contrincante. Por lo general, el método de simplificación no se aplica a las posiciones demasiado difíciles, por cuanto puede brindar al adversario la posibilidad de realizar su preponderancia. Las más de las veces, dicha tendencia no es objetivamente correcta, y está dictada por las dudas de carácter emocional negativo que ocasiona la escasez de tiempo. Con motivo del cambio de damas propuesto por Benko en su partida con Keres (Yugoslavia, 1959), Ragozin dice: «Al disponer armónicamente sus piezas, las blancas preponderaron de un modo considerable en la posición. Y las negras estuvieron reducidas en el centro y privadas de todo contrajuego. Se podía reforzar la presión, haciendo 23. C4AR. De pronto, Benko deci- dio el cambio de damas. Posiblemente, tal decisión fue motivada por la falta de tiempo...» Sobre las causas de la simplificación, Bronstein opina: «Ya no había tiempo para calcular la variante; por ello, se comprende que Reshevski optase por una continuación más simple.» Acerca de la posición del encuentro Simagin - Udovchich, el cual hemos visto, Simagin dice que decidió forzar la simplificación de la partida por faltarle tiempo; y así, se le malogró la victoria. Pero se dan casos en que la objetiva exigencia de la posición y las particularidades de la falta de tiempo no se contradicen cuando el ajedrecista tiende a simplificar la lucha. Comúnmente, estos casos son característicos de una posición con ventaja material o con ciertas posibilidades estratégicas. Veámoslo en este fragmento de la partida Ragozin-Taimanov (Leningrado, 1956). rial: 34. T8A, C5A + ; 35. TXC, TXT, y ganaron pronto la partida. 2) La tendencia a simplificar la posición sobreviene junto con la renuncia a tomar decisiones complicadas; en tal caso, se adopta la táctica de espera durante la falta de tiempo. Esto se observa cuando el ajedrecista valora con bastante acierto su situación; si la considera desesperanzadora, entonces acepta cualquier complicación con tal de hallar una salida. La siguiente posición pertenece a la partida Nedelkovich - Wohlpert (Belgrado, 1961). Diagrama núm. 47 Diagrama núm. 46 • 11*1 Agobiadas por el tiempo, las blancas difirieron para más tarde la búsqueda de un plan que les permitiese realizar su preponderancia en la posición; por lo cual el rey blanco hizo diez movimientos por el cuadrado 3A-4A-4D-3D. Sobre una de sus partidas de la competición del año 1948, Keres comenta: «Los últimos movimientos fueron hechos en circunstancias Las blancas se hallan en una falta de tiempo extrema y, por lo mismo, deciden simplificar la posición, conformándose con restituir al adversario una parte de su ventaja mate- 82 de tiempo agobiadoras; por lo cual ambos contendientes se limitaron a hacer jugadas neutrales, con el fin de no menoscabar su posición con algún movimiento desacertado.» Estas palabras reflejan que es difícil psicológicamente tomar una determinación cuando el tiempo escasea, porque no se puede meditar en debida forma sobre ella, y su valoración depende de los momentos circunstanciales. En este mismo sentido se manifiesta Bronstein al analizar la partida Stahlberg-Boleslavski (Ziirich, 1953): «No se puede hacer tal variante cuando el tiempo apremia.» Las partidas que Smislov jugó con Euwe, Geller y Petrosian (torneo de pretendientes, Zürich, 1953), y en las que repitió una serie de movimientos con el fin de tomar una determinación después de haber recuperado el tiempo, son de importancia y utilidad para comprender las particularidades del pensamiento que venimos refiriendo. En los casos analizados se ha podido observar un descenso de la actividad mental y la presencia de irresolución. En la práctica se producen los llamados «jaques por falta de tiempo», a consecuencia de que la actitud de espera también depende del contrincante, que trata de frustrarla. Dichos jaques no se deben mayormente a un plan determinado, donde el jaque es uno de sus eslabones, sino al propósito de demorar los planes del adversario y a prolongar la toma de cualquier decisión propia, y con frecuencia son errores que empeoran considerablemente la posición de aquel que los da. Lo cual puede verse en este fragmento de la partida Winter-Capablanca (Nottingham, 1936). 83 I Diagrama núm. 48 m\ peón; pero después se entretuvieron en maniobrar con las torres por sus escaques 1AD, 1AR, 1AD, 2AR, 5AR, 2AR y 3AR en vez de rechazar metódicamente las amenazas, poco peligrosas, del adversario. Cada una de estas maniobras fue un acto defensivo u ofensivo de una jugada y no el eslabón de un plan único. Y las negras pronto perdieron su preponderancia. Una situación análoga se ve en el encuentro Benko-Keres (Yugoslavia, 1959). Diagrama núm. 49 La situación de las negras empeoraría después de 37. D4A. Pero a Winter se le agota el tiempo, y decide dar jaque a fin de recuperarlo y luego analizar la posición. Prosiguió 37. D7T+7?, y las blancas hubieron de rendirse, porque el rey negro dio inesperadamente con un refugio seguro, mientras que su colega blanco estaba indefenso de la amenaza de mate. En su partida con Geller (Belgrado, 1961), Udovchich también perdió al dar un «jaque por falta de tiempo» en espera de poder tomar una decisión. Hemos visto que la tendencia a simplificar, a emplear la táctica de espera y a eludir las soluciones complicadas e importantes causa la fragmentación del pensamiento y la inconsecuencia del juego; se altera el lógico enlace entre los movimientos aislados, se contradicen los proyectos posteriores con los anteriores, y se produce una confusión de ideas. Por lo común, el juego con falta de tiempo consta de planes de un solo movimiento desligados u n o s de otros. En la partida Kan-Ragozin (Moscú, 1936), las negras ganaron un 84 Prosiguió 39. P6A + , RXP. Aquí era de esperar 40. A3T, porque en ello se basa el sentido del sacrificio del peón; pero Benko no llevó a término su idea, sino que jugó 40. D3R?, y perdió luego de 40. ..., P7C. ¡He aquí un caso de fragmentación total del pensamiento I Las partidas Olafsonn-Tal y Gligoric - Smislov, pertenecientes también al torneo yugoslavo, son un ejemplo de fragmentación del pensamiento y de inconsecuencia del juego por falta de tiempo. Nos parece que la inconsecuencia del juego no se produjo casualmente en los numerosos ejemplos citados antes: la inclinación a resolver los problemas relativamente aislados ocupó el lugar del planteamiento estratégico de la partida; planteamiento que reúne las operaciones tácticas aisladas y las compacta. Ello motiva que, poco a poco y con ayuda de la falta de tiempo, se altere la sucesión de las etapas de la partida y desaparezca la continuidad, o motivación lógica de las resoluciones estratégicas fundamentales. Particularidades del sentido crítico del pensamiento en la falta de tiempo Ya hemos señalado que el ajedrecista agobiado por el tiempo tiende a rehuir toda decisión importante, a simplificar y a sostenerse en los elementos estáticos y relativamente constantes de la posición; con ello está íntimamente relacionado el descenso del sentido crítico del pensamiento. Por un lado, esto se manifiesta con excesiva pasividad de Jas ideas, falta de fe en las posibilidades activas y renuncia a tratar el contenido de la posición propia; por otro, con la exageración del poder de los planes activos del adversario. De esa manera, se produce una actitud carente de sentido crítico ante las posibilidades del contrincante y de las propias. La carencia de dicho sentido sobreviene a menudo junto con la estrechez de la atención y del pensamiento. La idea exagerada del poder de las amenazas adversarias produce con frecuencia una sobreexcitación, que induce a tomar decisiones impulsivas y arriesgadas. Veamos más detalladamente 1 a s particularidades en cuestión. 1) La tendencia a elegir continuaciones relativamente pasivas se ca- racteriza por rehuir, en lo posible, las operaciones activas que impliquen cualquier riesgo. Acerca de su partida con Botvinnik (torneo La Haya-Moscú, 1948), Keres dice que el apremio del tiempo no le permitió calcular una variante compleja y activa; y así optó por una defensa pasiva. En el análisis posterior se pudo comprobar que dicha variante aseguraba el empate; pero Xeres perdió la partida. Igualmente, en el encuentro Botvinnik - Smislov, perteneciente a aquel torneo, las blancas, acuciadas por el tiempo, no se decidieron a que su rey hiciera una incursión activa relacionada con el sacrificio de un peón, y perdieron la posibilidad de ganar. La siguiente posición es del encuentro Flor - Capablanca (Moscú, 1936). Diagrama núm. 50 í ÜÜP ntri t JJJJJÍT& t Las blancas llevan la ventaja de una calidad. El movimiento 30. T7A! decidía la partida, por cuanto armonizaba perfectamente con la postura atacante de las otras piezas. Apremiado por el tiempo, Flor decidió, sin embargo, reagrupar sus piezas cerca del rey para defenderlo. Prosiguió 30. A4C?, CX A; 31. PXC, 85 R3C; 32. T1D? (era más eficaz 32. T7A), A3T; 33. D5A + , y la partida terminó pronto en tablas. Un caso análogo ocurrió en el encuentro Krogius-Korchnoi (Tbilisi, 1967). Las blancas calcularon las consecuencias del atrayente sacrificio de una torre; tanto, que la falta de tiempo se cernió sobre ellas y hubieron de elegir una continuación menos contundente, pero más segura; a la postre se produjo el empate. La tendencia a la pasividad se manifiesta frecuentemente al querer asegurar la defensa mutua de un grupo de piezas, lo cual ha de atribuirse a la estrechez del pensamiento y de la reconcentración producida por la falta de tiempo. El temor a perder una de las piezas diseminadas por el tablero obliga a reagruparlas, en lo posible, al objeto de distribuir mejor la atención. Véannoslo en este fragmento de la partida Euwe-Keres (La HayaMoscú, 1948). Diagrama núm. 51 B* poco de 34. ..., T8A-f. El movimiento 34. D3T era un medio defensivo; pero no lo tendría en cuenta, por causa del aislamiento de sus fuerzas. En la falta de tiempo se observa una clara tendencia a «renovar el seguro de vida». Esto es, a situar las piezas según el principio: «No hace falta mucho; basta con que se defiendan unas a otras.» No pretendemos ni mucho menos censurar los racionales métodos de lucha aprobados por la práctica. Los ejemplos que hemos citado sobre este tema, y sobre otros, muestran solamente los casos de comisión de errores por causa de falta de tiempo, y su objeto es únicamente ilustrar nuestra opinión de que la aptitud de la actividad mental disminuye por la misma causa. 2) La tendencia a sobreestimar el efecto de las posibilidades activas del adversario distingue por lo general a muchos ajedrecistas, y la falta de tiempo le da un impulso considerable. En circunstancias de juego normales, el jugador precavido valora con más o menos objetividad un peligro; pero cuando no tiene tiempo para analizar, busca una respuesta para defenderse inmediatamente y no para rechazar los propósitos del adversario. Esto se ve ilustrado en la posición de la partida Chirich-Polugaievski (Vrniachka Bania, 1965). (Véase diagrama núm. 52) Con el fin de reagrupar sus piezas en el centro, Euwe hizo 34. D4D?, olvidando que su rey estaba en peligro, y hubo de rendirse a 86 Aquí, Chirich jugó erróneamente 40. T1R1D. A este respecto, dice: «Apremiado por el tiempo, me pareció peligrosísima la amenaza del adversario en su diagonal 1TD8TR; por eso hice ese «eficaz» movimiento en vez de 40. XX PCD; de haber hecho éste, y no el otro, Diagrama núm. 52 el resultado de la partida no ofrecía duda.» La inseguridad en el valor de la posición propia y la sobreestimación del de las posibilidades activas del competidor producen las decisiones impulsivas y el juego al azar cuando falta tiempo. Y esto no es seguridad ni audacia, sino jugar a la ventura para librarse de la tensión volitiva y emocional. Esto nos trae a la memoria cuando a veces se presentan serias dificultades en la vida cotidiana y el sujeto se «cansa de luchar con ellas», entonces se cruza de brazos o actúa impulsivamente y al azar con el fin de salvarlas como sea y librarse de su nerviosidad. En tal estado se encuentra a veces el ajedrecista apremiado por el tiempo. Una serie de entrevistas realizadas después de una sesión de juego han mostrado que los maestros experimentados no pueden explicar el por qué de ciertos movimientos contradictorios con el sentido común, y afirman que, en general, los han hecho contraviniendo a su concepción del ajedrez, y en particular a los designios formados durante la partida. Para citar un ejemplo me remito al encuentro Krogius-Osnos (Tbilisi, 1967). En él, las blancas quisieron acelerar el empate después de haber analizado la posición que se iba a producir; jugada tras jugada iban convenciéndose de que su cálculo era exacto y dando cada vez mayor importancia a las amenazas del adversario, hasta que de pronto mudaron de propósito: iniciaron un ataque a la ventura y perdieron la partida. Lo cual se debe a la fuerte impresión que les causaron las amenazas - avance de los peones libres del centro del competidor; impresión que produjo una reacción emocional negativa e hizo que descendiese bruscamente el sentido crítico del pensamiento. Tras cotejar las características del estado psíquico del sujeto cuando está a la defensiva y cuando a la ofensiva, se ha comprobado que le es más difícil sus acciones defensivas. El estratega M. V. Frunze dice: «Considero que el ataque actúa siempre en la psicología del adversario, de modo que ello basta para incrementar la libertad de acción.» Este criterio es aplicable al ajedrez; por esa razón, la tendencia a la pasividad, a la defensa, ocasionada por la falta de tiempo, dificulta gobernar las acciones y facilita el desarrollo de la carencia de sentido crítico, de independencia; y de otros defectos del pensamiento. Los casos que hemos examinado no se deben estimar inevitables en toda contienda en que interviene la escasez de tiempo, pues cualquier episodio concreto de ésta también contiene sutilezas específicas que dependen de las circunstancias y de los competidores. Nos hemos detenido sólo en ciertas tendencias generales que, a nuestro modo de ver, son importantes para todo posterior estudio de este complejo problema. 87 La influencia negativa de la falta de tiempo En el examen de las particularidades del pensamiento en circunstancias de carencia de tiempo se ha descubierto una tendencia general a descender el rendimiento de la actividad mental. Esto suscita dos preguntas interesantes: ¿es regular el descenso de la capacidad de trabajo del pensamiento?, y ¿qué valor tienen los componentes mentales, como lógica, intuición e imaginación artística, en tales casos? Para contestar a ellas conviene primero detenerse en las particularidades de la relación recíproca entre la experiencia general del ajedrecista, la particular del asunto que se ha desarrollado anteriormente en la partida, y el juego de aquél. Para lo cual nos remitimos al siguiente fragmento de la partida Reshevski-Boleslavski (Zürich, 1953). Diagrama núm. 53 '*' (ti Reshevski andaba apurado de tiempo. Para comprender el posterior curso de la lucha es imprescindible considerar lo que Bronstein 88 dice: «Temiendo cometer un error, por faltarle tiempo, Reshevski decidió de antemano hacer los movimientos T3A, T3D, T3-7D y T7AR, lo cual era realizable si el peón negro continuaba en la casilla 6C; pero daba a las negras la posibilidad de salvarse si dicho peón conseguía situarse en la 7C.» La partida prosiguió 34. T3A, P7C; 35. T3D, A1A; 36. T3-7D (era mejor T8D, por cuanto las negras estaban salvadas, tras haber adelantado el peón; pero Reshevski prosiguió en su plan), A4A; 37. T8D + , A1A; 38. T8-8C, y las negras abandonaron el juego. En el análisis de este ejemplo se advierte que el juego de las blancas se apoyó mayormente en el cálculo hecho con antelación, es decir, en la maniobra T3A, T3D, T3-7D, y en la previa valoración general de las posiciones que se produjesen. De ese modo, dicho juego estuvo directamente relacionado con la experiencia del asunto desarrollado anteriormente en la partida, aunque fue errónea la previa conclusión de que la maniobra T3-7D era efectiva; o sea, casi se había previsto lo que iba a suceder en medio de la falta de tiempo. Sin embargo, con frecuencia se observan casos en que las ideas tácticas o estratégicas previstas ya en la apertura, o al comienzo del medio juego, no se realizan en seguida, sino mucho después y en circunstancias de escasez de tiempo. Por ejemplo: en el encuentro Flor-Ragozin (Moscú, 1936), las negras trazaron un plan, consistente en el enérgico movimiento PSD en el transcurso de los movimientos decimoséptimo y vigesimoquinto; sólo consiguieron realizarlo en el trigesimotercero, después de diversos cambios de situación y cuando intervenía la falta de tiempo. Desde luego, las consideraciones sobre las ventajas y desventajas de dicho plan, hechas unos veinte movimientos antes, influyeron en la decisión de las negras. Las impresiones emocionales referentes al curso anterior de la partida y la experiencia emocional de encuentros anteriores con el oponente a quien volvemos a enfrentarnos actúan influyendo en la objetividad del análisis si el tiempo apremia. En su partida con Keres (Tallin, 1965), Korchnoi no advirtió a tiempo la configuración del ataque que su adversario iba a empezar, por un lado por encontrarse bajo los efectos del desarrollo de su iniciativa en la primera mitad de la partida, y por otro influyeron en él los anteriores encuentros con su competidor, los cuales habían redundado en beneficio de éste. Por tanto, se puede fundadamente afirmar que la falta de tiempo es una fase de la partida y, por lo mismo, está ininterrumpidamente ligada con la evolución precedente, pues en ella se conserva, en cierto modo, la sucesión de planes trazados anteriormente, de ideas tácticas y de avalúos de la posición e interviene la experiencia anterior del ajedrecista en una forma artística rehecha y aplicable a las nuevas circunstancias concretas. Por ello, dicha experiencia, concretada en la nueva fase de la partida, influye considerablemente en el pensamiento de aquél y le ayuda o le estorba cuando acucia el tiempo. Debe señalarse la diferencia fundamental que hay entre la partida rápida y la falta de tiempo, porque comúnmente se consideran idénticas; en la primera, el juego no tiene la experiencia particular del asunto que se ha desarrollado anteriormente; en la segunda, por el contrario, el juego ofrece más posibilidades de abordar la elección artística de una solución, gracias a las etapas precedentes del desarrollo de la posición. Pues, al producirse la falta de tiempo, la posición ya tiene su estructura y se realizan planes consecutivos y operaciones tácticas, al contrario de la partida rápida en que predomina el cambio casual de situaciones en el tablero, y la experiencia anterior del ajedrecista se reproduce de modo fragmentario y, mayormente, se reduce a establecer una relación de semejanza entre los indicios exteriores de la posición. Si en la falta de tiempo el ajedrecista apoya su meditación en los conocimientos anteriores y los relaciona con todo el curso del juego presente, en la partida rápida tales conocimientos no son más que recuerdos incompletos. Y la característica de estos dos fenómenos también es diferente. Bronstein dice que es mucho más fácil jugar una partida rápida en un minuto que hallar un movimiento eficaz en cinco o diez minutos en una partida seria. La falta de tiempo implica una exclusiva saturación de procesos volitivos y emocionales que ponen en tensión a la actividad mental. El citado autor dice fundadamente: «No es ningún secreto que cada uno de nosotros olvida por entero el movimiento anotado en el transcurso de los diez primeros minutos, después de haberse librado felizmente de la falta de tiempo. Y puede volver a meditar una vez se le han calmado los nervios.» La partida rápida no causa tan profundas y firmes impresiones, y su juego pro- 89 duce con frecuencia un relajamiento emocional; esto nos faculta a no considerarla como un medio eficaz para ejercitarse en el juego con falta de tiempo; en cambio, es muy útil para preparar a los ajedrecistas que llevan mucho tiempo sin haber participado en torneos, pues les ayuda a restablecer la práctica y a reforzar los procedimientos técnicos. Así, pues, hemos señalado la relación de la falta de tiempo con la experiencia del asunto que la ha precedido, y la gran importancia que esta experiencia tiene cuando el tiempo apremia. Antes de examinar el papel que representan los particulares componentes del pensamiento en circunstancias de falta de tiempo, debe advertirse que todos ellos tienen un índice de productividad más elevado cuando la escasez de tiempo está más ligada con las posiciones de las etapas precedentes de la partida. Podrían citarse varios ejemplos de partidas en que los ajedrecistas acuciados por el tiempo realizan un juego excelente. Sin embargo, el análisis de estas partidas demuestra que en ellas los varios estilos tienen una misma tendencia: se observa mejor calidad de juego cuando la falta de tiempo aparece paulatinamente y sin cambios bruscos en el transcurso de la partida. Los componentes del pensamiento La escasez de tiempo dificulta valorar la posición mediante deducciones. En los casos en que las valoraciones del período precedente a la falta de tiempo dejan de actuar, el avalúo lógico de la posición es con frecuencia una combinación de juicios aislados (en el flanco de la dama se tiene un peón de más; en cambio, el caballo adversario ocupa 90 una posición predominante en el escaque 4D; además, amenaza el avance P4AR negro, etcétera) que no constituyen una deducción general. La capacidad para hacer una valoración general y lógica de la situación suele disminuir considerablemente cuando no hay tiempo. Sobre este particular, Korchnoi comenta: «Lo más importante y difícil es decidir dónde las piezas estarán mejor situadas o qué reagrupamientos conviene que haga el oponente; dicho de otro modo, dar una valoración estratégica a las posiciones que van a producir las variantes calculadas.» Por lo común, el cálculo de variantes es bastante reducido; se analizan las simples y no las complicadas; esto es, las de dos o tres movimientos que representen inminentes amenazas del competidor o posibilidades evidentes de la posición propia. También el número de variantes que abarca la atención se reduce a dos o tres alternativas. Por esa razón, al. imprevisto movimiento del adversario sucede una reacción mínima; o sea, se responde con un movimiento que ha sido previsto para otra combinación. Con todo, el cálculo de variantes, a pesar de su estrechez y limitación, es uno de los instrumentos fundamentales del pensamiento cuando se experimenta falta de tiempo, porque aquí las consideraciones generales pasan al plano posterior y el objetivo fundamental es resolver los problemas particulares de la posición. La intuición Se manifiesta precisamente en las posiciones similares a situaciones que han sido el objeto del análisis en el período precedente a la falta de tiempo; pero en ellas la com- probación de las hipótesis intuitivas, mediante el análisis lógico y consecutivo, tampoco se realiza con la debida exactitud. Allí donde la lógica continuidad de la partida se quebranta, no se produce por lo general la suposición intuitiva. Sin embargo, en la falta de tiempo se puede observar a menudo la rápida «visión» de amenazas tácticas y otros elementos de la posición y la elección de movimientos sin meditar previamente. El psicólogo Ponomariev no incluye estas operaciones en la intuición creadora. Convenimos totalmente con su criterio. La instantánea «visión» de combinaciones, de matices de la posición, no supone un hallazgo de nuevas y originales ideas de la estrategia y la táctica del ajedrez, ni una intuición creadora, sino, como se ha dicho, unos componentes «automatizados» del pensamiento; hábitos intelectuales propios y privativos del ajedrecista. Tales ideas tácticas, o sutilezas de la posición, han sido estudiadas en otro tiempo y convertidas en procedimientos «automatizados» tras una aplicación prolongada en la práctica. Dichos hábitos intelectuales también son importantes en el ajedrez, por cuanto sin ellos no sería posible orientarse en la diversidad de variantes, ni distinguir lo conocido de lo desconocido, ni comparar y analizar. En la falta de tiempo adquieren particular importancia debido a que la intuición y la abstracción lógica pierden efectividad. Por lo mismo, la imaginación del ajedrecista impelido por el tiempo no tiene generalmente carácter creador. La previsión abarca la perspectiva más inmediata (comúnmente dos o tres movimientos) y se funda en el cálculo de la variante. Por eso, predominan los mecanismos que reconstru- yen la imaginación; o sea, la imaginación basada hasta cierto punto en los conocimientos anteriores. Y así, puede afirmarse, por más paradójico que parezca, que los métodos estereotipados de juego son, en cierto modo, convenientes para salir airoso de la falta de tiempo. En ello, no hacen falta grandes descubrimientos; lo importante es hacer los movimientos en su momento oportuno. Incluso partiendo del breve resumen de las particularidades del pensamiento, de la intuición y de la fantasía lógicos, se puede admitir que la capacidad creadora del ajedrecista disminuye en circunstancias de falta de tiempo; en ellas, el hábito, los procedimientos estereotipados y el reducido cálculo concreto de la variante determinan el contenido del juego; no la búsqueda de lo nuevo y lo original. Por consiguiente, se observa cierta estrechez en la dinámica artística. Como se sabe, el valor relativo de las piezas y los escaques y el constante cambio de la situación en el tablero son elementos que unen las correlaciones temporales y espaciales. En la acción dinámica del pensamiento se reflejan la unidad y la dependencia recíproca del concepto de tiempo y espacio en el juego de ajedrez. En la falta de tiempo, y con el descenso de la dinámica del pensamiento y la atención, se quebranta la objetividad perceptiva de las correlaciones espacio-tiempo. El estilo y la falta de tiempo Como ya se ha señalado, la falta de tiempo es un estado mental del ajedrecista y se produce por una u otra cualidad individual. Por ello, es muy importante in- 91 tentar establecer la relación entre el estilo del ajedrecista y su predisposición a la falta de tiempo y el buen éxito del juego en la misma. Se puede hablar con propiedad de la presencia de tal relación, pues el estilo del ajedrecista refleja en gran parte los rasgos de su carácter y temperamento. Durante la IV Espartacada de la RFSSR (Leningrado, 1967) hicimos una encuesta referente a este asunto. Los ciento veinticuatro cuestionarios, rellenados por los participantes en dicha competición, contienen interesantes datos que permiten hablar con cierta seguridad de que existe una relación entre e! estilo y el apego a la falta de tiempo. Basta dar una ojeada a la obra de los representante^ del arte ajedrecista, de los grandes maestros de diversas tendencias artísticas, para ver cierta regularidad en su actitud ante la falta de tiempo. Capablanca y Petrosian se parecen mucho en el estilo de juego: abundante intuición, dominio perfecto de la táctica, tendencia a la simplicidad y claridad de los avalúos: además, les une la poco frecuente falta de tiempo en sus partidas. Si alguna vez la han tenido, se debe principalmente a la necesidad de solucionar nuevos y complicados problemas estratégicos. Lo cual puede verse en las partidas de Capablanca en el torneo de A. V. R. O. (1938) y las de Petrosian en sus encuentros con Botvinnik (1963) y con Spasski (1966). Por lo general, los dos han jugado excelentemente en la falta de tiempo, pues en ella han manifestado un perfecto dominio de los hábitos de juego y procedimientos técnicos. 92 El arte de Botvinnik y de Portish ofrece un cuadro distinto; estos dos maestros experimentan con frecuencia falta de tiempo producida por una situación compleja y dinámica cargada de motivos combinatorios, entre los cuales el brusco cambio de los acontecimientos y el giro de la partida son un a catalizador» poderoso, y en ella juegan con menos espíritu práctico y cometen más errores. En cambio, la causa de la falta de tiempo de Korchnoi es distinta: las tempestades combinatorias no le intranquilizan demasiado; medita más sobre el ataque, para lo cual quema sus naves, o sobre situaciones en que el cálculo concreto de la variante no es posible, y que requieren una valoración bastante abstracta. No es frecuente ver a Spasski acuciado por el tiempo; si lo está, se debe, más que a la posición, a la sorpresa psicológica que le da su adversario. La universalidad de su estilo le permite jugar las más diversas situaciones y le ofrece muchas ventajas, como forzar al adversario a que juegue en posiciones que no son de su agrado. ¡Pues el propio Spasski no conoce posiciones desagradables! Pero cuando no lo consigue y se ve forzado a encauzar la partida por la estrecha nespecialización» de su contrincante, empieza a vacilar más de lo habitual y, a veces, anda escaso de tiempo. Y así, puede afirmarse que cada ajedrecista tiene su estilo y su falta de tiempo propios y privativos. Como es difícil valorar la importancia práctica de un ulterior estudio de este problema, debe considerarse asunto de futuras investigaciones. Consejos prácticos Las particularidades psicológicas en la falta de tiempo; cometió un del juego preciso cuando al compe- error, y perdió la partida. Sobre otro tidor se le agota el tiempo, y los caso igual, ocurrido en la partida problemas que plantea librarse Flor-Novotelnov (Moscú, 1950), Paoportunamente de la falta de tiem- nov comenta: «Novotelnov experipo propia, tienen mucha importancia mentó falta de tiempo en el vigésipráctica. mo movimiento, y disponía sólo de Si al oponente le apremia el tiem- cinco minutos para efectuar veinte po, es necesario ante todo partir movimientos. A pesar de su predel avalúo objetivo de la posición ponderancia y de sobra de tiempo, Flor trató de aprovechar la situay no sobreestimarlo. La inclinación a acelerar el ritmo ción de su adversario; sacrificó un del juego propio para impedir que alfil al objeto de tenderle un lazo; el contricante medite «a costa aje- jugó precipitadamente, y no pudo na» es un error psicológico muy ex- recuperar la pieza.» Flor perdió la tendido, en el cual se produce una partida. En estos dos ejemplos, la escanivelación real del tiempo y no se tiene en cuenta que la tendencia sez de tiempo del oponente excitó emocional del competidor es jugar hasta el punto de producir un esde prisa, ni que comprende perfec- tado emocional en la consecución tamente la importancia de cada mo- rápida de la victoria; la sucesión de vimiento que efectúa. Por el con- las operaciones mentales se quebrantrario, el ajedrecista que tiene tiem- tó, la conciencia no pudo dominar po de sobra se encuentra en una los impulsos, y el ajedrecista se situación desfavorable cuando em- halló en un estado afectivo. La falta de tiempo del adversario pieza a precipitarse, pues no se halla en el mismo estado volitivo debe aprovecharse de un modo más que su oponente, ni comprende las racional. Para ello, teniendo en dificultades psicológicas de su situa- cuenta la tendencia de los procesos ción; en suma, quebranta con fre- mentales a solucionar exteriormente cuencia la continuidad de las ideas, los problemas particulares y a verijuega calculando con una o dos ficar los factores estáticos de la pojugadas de antelación, no verifica el sición, es necesario examinar proanálisis, disminuye el sentido críti- fundamente y comprobar una varianco de su pensamiento y se deja lle- te de cinco o seis movimientos cavar por una lucha demasiado arries- paz de hacer que cambie la situación, y luego efectuarlos con rapigada. Precisamente, Tal empleó esta dez; en tal caso, puede esperarse desacertada táctica en la octava par- que el adversario cometa errores si tida de su encuentro con Botvinnik ello le coge desprevenido. (Moscú, 1960). Al estar mejor situaDesde luego, conviene tener en do, quiso acelerar la victoria y sub- cuenta las particularidades indiviestimó la capacidad de su competi- duales del estilo del oponente. Veador para hallar movimientos precisos mos un ejemplo: en su encuentro 93 con Botvinnik (Moscú, 1951), Brons- no les reportó ninguna ventaja, pues tein usó con acierto y frecuencia el Botvinnik rechazó con firmeza el procedimiento de complicar aún más juego impulsivo, y se hizo con ¡a las complicaciones tácticas; en una victoria. de sus partidas de dicho encuentro Durante la propia falta de tiempo perdió una torre, aunque en la falta se manifiestan c l a r a m e n t e las de tiempo supo agravar la posición particularidades de la personalidad de tal suerte que consiguió hacer del ajedrecista en reaccionar a las tablas. Por su parte, Botvinnik, en dificultades objetivas; del dominio sus encuentros con Bronstein y Tal, de sí mismo depende la acertada aprovechó acertadamente la relativa superación de la falta de tiempo, en incertidumbre del juego de sus dos oponentes en posiciones simplifica- la cual es necesario abstraerse de las ideas ajenas a la partida y redas, no obstante experimentar falta concentrarse en ella. Nuestras obde tiempo. servaciones nos facultan a suponer En las situaciones en que el com- que un método útil es aquí la autopetidor anda escaso de tiempo, pero sugestión, expresada en ia forma verprepondera en la posición, no con- bal de «autoorden». Al meditar, es viene variar el ritmo del juego, y necesario atender a las fluctuaciones los movimientos deben hacerse a un de la atención que se observan ducompás normal. A este respecto no rante el cálculo de variantes. Hay estamos de acuerdo con el juicio que que regular la variabilidad de la Panov emite en su libro «El ataque», atención en el cálculo de '.as altersi bien está en lo cierto cuando afir- nativas siguientes, únicamente desma que ha de procurarse confundir pués de haber determinado el valor al adversario en este momento. Pero de la variante calculada previamencomplicar la situación no ha de ser te. Si ya se tiene un plan trazado y el resultado de un deseo impulsivo, bien examinado, no debe rechazarsino el producto de un análisis ob- se; si tal plan no existe, es convejetivo y crítico de ella. Por eso, la niente reducirse, como enseña la tendencia a complicar bruscamente práctica, a la táctica de espera, prola posición debe basarse en los fac- curando no menoscabar la estructores objetivos de ésta, hallados por tura estratégica de la posición y remedio del análisis. Estimamos que nunciando a toda resolución imporlo más racional es aquí el procedi- tante y comprometedora. miento de lucha indicado anteriorEn toda situación en que se mamente; esto es, trazar cuidadosa- nifieste la falta de tiempo propia mente el plan de una variante de conviene verificar consciente y siscinco o seis movimientos, compro- temáticamente las acciones. Lo cual barla, y luego efectuarlos con ra- se logra preguntándose mentalmenpidez. te: ¿Qué se amenaza? ¿Qué inconEn la partida Botvinnik-Reshevs- venientes puede este movimiento ki (La Haya-Moscú, 1948), las ne- poner al adversario? También debe gras plantearon su juego de acuerdo verificarse repetidamente la elección con el criterio de Panov; hallándose de toda resolución propia. en peor situación que su adversario, En resumen, la falta de tiempo el cual experimentaba falta de tiem- es una prueba difícil para la psicolopo, efectuaron los movimientos casi gía del ajedrecista, y la manifestasin meditar sobre ellos. Pero esto ción de tal falta estriba fundamen- talmente en causas subjetivas: disminución de las cualidades volitivas e insuficiencia de sentido crítico del pensamiento. El ajedrecista puede combatirla y debe hacerlo, teniendo en cuenta que es un fenómeno psicológico, para lo cual hace falta perfeccionar las facultades del carácter, de la voluntad y de la atención, además de los ejercicios puramente ajedrecistas. La falta de tiempo es un impedimento perfectamente salvable, pues la práctica ha mostrado que puede superarse e impedir su manifestación cuando hay orientación y sentido crítico. «El pretexto de la falta de tiempo no es justificable, del mismo modo que no lo es el recurso del delincuente al alegar que estaba bebido en el momento de cometer el delito. La incapacidad del maestro experimentado para atenerse al tiempo es un defecto como incurrir en error», dice Alekhine. Como se ha dicho, el estudio de la falta de tiempo tiene gran importancia de carácter psicológico general con objeto de investigar el estado de frustración; o sea, «la paciencia en cuanto a las dificultades de la vida y la reacción ante ellas». Las dificultades de la vida, según Pavlov, ora producen sobreexcitación, ora depresión. Las dificultades objetivas de la falta de tiempo en el ajedrez conciernen al grupo de dificultades de la vida superables, y pueden ser superadas con el perfeccionamiento de ciertos rasgos del carácter: paciencia, sosiego, refrenamiento de la sobreexcitación o depresión. Todo esto facilita la manifestación de la falta, no obstante la presencia de causas objetivas y subjetivas. Creemos que existe una relación psicológica entre la falta de tiempo y otras situaciones de la vida común que producen una sistemática renuncia a tomar decisiones: como dejar las cosas para última hora en el trabajo, diferir la preparación a exámenes para la víspera de los mismos, etcétera. El conocimiento de las particularidades de la falta de tiempo en el ajedrez puede ser importante para el planteamiento de los problemas concretos a fin de perfeccionar el carácter. Pues se dice fundadamente que, ¡determinar un defecto del carácter supone medio éxito en combatirlo! 94 95