Subido por Oscar A. Iglesias

4 - El Narcisismo

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La constitución del sujeto
4 – El narcisismo
Los incrédulos pretenden haber superado esta etapa de civilización que
consiste en estar alienado por la simetría del espejo, sin haber formulado las
cosas así o de una manera equivalente, incluso homóloga, a fin de realizar
esta separación. Los lectores atentos de Lacan, reconocerán aquí los dos
términos de causalidad del sujeto en el fantasma..1
Jean Michel Vappereau
Freud toma, el término “narcisismo” para referirse a “aquella conducta por la
cual un individuo da al cuerpo propio un trato parecido al que daría al cuerpo de
un objeto sexual”2.
Este término -“narcisismo”- ha generado confusión en el medio
psicoanalítico, pues generalmente se considera su presencia como índice de
perturbación psíquica. Por su origen en el “Mito de Narciso” y su trágico destino,
se ha entendido referido a algo patológico. Se ha privilegiado la palabra de Freud
cuando habla de neurosis narcisistas para referirse a patologías severas, y se
tiende a olvidar que lo trata también como un proceso común y necesario en todos
los seres humanos, “un estadio intermedio entre el autoerotismo y la elección de
objeto”. Las neurosis narcisistas no son un exceso de narcisismo, como suele
pensarse, sino un mal funcionamiento de éste.
En 1914 escribe “La introducción del narcisismo”, donde plantea un cambio
en su teoría libidinal; en la primera teoría oponía pulsiones de autoconservación a
pulsiones sexuales, y a partir de este trabajo sobre el narcisismo y el yo, pasa a
oponer pulsiones narcisistas a pulsiones sexuales.
Está trabajando el modo en que la libido carga los objetos amorosos, y cómo
retorna al yo cuando el objeto se pierde.
Al plantear la diferencia entre libido del yo y libido de objeto, dice que la
libido son dos pero “tal vez es la misma”, lo que le vale un primer conflicto con
Jung, que no puede entender el planteamiento freudiano.
El narcisismo le permite a Freud, entre otras cosas, dar cuenta de que el yo es
a la vez: yo y otro, el cuerpo propio y un objeto. Eso es lo que Jung no puede
entender, que algo sea dos y uno la vez; dice Jung: si la libido “tal vez es la
misma”, será que es una.
Freud, en cambio, entrevió que el psicoanálisis necesita una lógica otra que la
lógica clásica bivalente, a pesar de que no tenía a su alcance los desarrollos de la
1
2
Vappereau, J.M.: “A fin de precisar el narcisismo” traducción propia.
Freud, S.: “Introducción al narcisismo” A.E. TXIV, pg. 71
1
lógica de principios del siglo XX. Será Lacan quien importe algunos conceptos de
la nueva lógica matemática y de la topología, para dar cuenta del funcionamiento
del sujeto.
En este mismo texto Freud plantea que el yo no es primario, que es necesario
un “nuevo acto psíquico”3 para que aparezca el narcisismo y se constituya el yo, y
todo ello articulado a partir del cuerpo.
Pero Freud no desarrolla el narcisismo con la misma extensión y
profundidad con las que trabaja el complejo de Edipo.
Será la lectura de Lacan la que permita abrir ese concepto como una “flor
japonesa”4, y son las explicaciones de Vappereau las que me han permitido
entender el alcance de este momento en la constitución del sujeto. Lacan pone de
relieve la importancia estructural del narcisismo ya en su artículo de “El estadío
del espejo…” y poco después, distinguiendo entre yo ideal e Ideal del yo, desde
sus primeros seminarios.
La lectura de Lacan nos permite encontrar esa importancia y esa distinción
ya en Freud, y la lectura desde la lógica y la topología de Vappereau muestra el
alcance del planteamiento lacaniano.
Dice Vappereau: “El narcisismo es la experiencia de la lectura y de la
escritura; pero antes está el trauma, el malentendido de los padres y la
incorporación: el hecho de que un cuerpo de lenguaje entre en el cuerpo por las
orejas.
Y esos dos instantes –trauma e incorporación- van a formar un momento que
es el narcisismo; esos dos instantes van a participar en un momento, como se dice
el momento de una pareja de fuerzas, esas dos fuerzas van a tener un momento:
eso se llama narcisismo. ¿Qué es? Es cómo, gracias a una dimensión misteriosa
que el niño ha captado, va a aprender a controlar su cuerpo. Por eso digo que el
lenguaje va a caer sobre el cuerpo y va a permitirle funcionar; pero hay
condiciones”5.
Este primer tiempo –trauma e incorporación, trabajado en la primera parte
de esta serie de textos- abre a un nuevo momento: el narcisismo, en el que se
produce la identificación primera, que creo se puede pensar como el modo de
sobreponerse al primer trauma.
Al mismo tiempo el narcisismo, que es la conjunción – disyunción de lo
idéntico y lo diferente, abre la posibilidad de leer la diferencia y por tanto
introduce al complejo de Edipo, a través del trauma del malentendido de los
padres, que me parece que resignifica el trauma de la represión original, o, como
3
Freud, S.: op. cit. pg. 74
Lacan, J.: “El seminario. Libro XVIII. De un discurso que no fuera del semblante”
5
Vappereau, J.M.: “conferencia en Tarragona. 30. 5. 2013
4
2
dice Vappereau: “el trauma del malentendido de los padres hace consistir el de la
represión original”6.
“Estas dos condiciones deben ser reunidas como previo al estudio del
narcisismo, que constituye el tercer momento de la entrada en el lenguaje, la
legibilidad, llamada también rasgo unario, por la voz y la mirada abriendo sobre
el trayecto de las pulsiones postgenitales que permanecen tan desconocidas sin
esto.”7
Veremos, pues, ahora, ese momento del estadío del espejo, y en un próximo
trabajo la constitución del yo y sus identificaciones a partir del cuerpo y su
imagen; desarrollando, a partir del rasgo unario, la legibilidad.
Para la constitución del narcisismo, se trata, además de las condiciones
previas de que habla Vappereau: trauma e incorporación, de la prueba del espejo,
es decir, de todo lo que el pequeño sujeto tiene que leer para conseguir constituirse
como sujeto, como un sujeto que acepte aprender a leer.
Vappereau lo dice con toda precisión: “Este momento de la incorporación
constituye la segunda condición de lo narcisístico. Prepara su coordinación con la
primera, encontrada por el sujeto con el trauma. La función imaginaria del falo
simbólico se articula a este nudo de dos cuerpos, sostenido por los incorporales en
la prueba del espejo, según coordenadas precisadas por Lacan después de su
descubrimiento por Freud, dando al sujeto acceso al investimiento prototípico de
sus objetos. 8
Es decir, que trauma e incorporación se articulan como dos fuerzas que
constituyen el momento del narcisismo, como se habla en física del momento de
un par de fuerzas. Siendo el lenguaje “cuerpo sutil, pero cuerpo”9, trauma e
incorporación articulan cuerpo y lenguaje como un nudo de dos cuerpos.
Hasta ese momento, la palabra, por su poder, por suponerse siempre
verdadera, había detentado el lugar de falo simbólico; a partir del momento del
espejo, los elementos en punta, y concretamente el pene como rasgo que puede
faltar, se articula al nudo de esos cuerpos sostenido por los incorporales, en tanto
“hacen legible el significado”. La libidinización de la imagen del espejo será lo que
dé acceso al sujeto al investimiento de sus objetos.
Empezaremos por trabajar el estadío del espejo, la constitución del yo a
través de la imagen.
6
Vappereau: “Cuerpo, incorporación e incorporales” web: masque Haida ouvert
Vappereau: “Cuerpo, incorporación e incorporales”
8
Vappereau: op. cit.
9
Lacan, J.: “Función y campo de la palabra y el lenguaje” T. I. Ed. S.XXI 12ª Edición
7
3
El espejo del 2 al 3. El cuerpo intrínseco y extrínseco.
Lacan describe en su texto sobre la fase del espejo10 que: en un momento
entre los 8 y los 18 meses, el infans -que todavía percibe su cuerpo de modo
fragmentado- en brazos de un adulto, se ve en el espejo y se gira para verificar que
la imagen que ve del adulto corresponde a aquel que lo tiene en brazos, y que por
lo tanto ese niño es él. El niño responde con júbilo ante su imagen unificada y a la
palabra del adulto que le confirma que ese es él.
Esa unificación imaginaria constituye el “yo ideal”, de la que el niño se
enamora y con la que se identifica, contrastará con su realidad en cuanto sea
dejado en el suelo y no sea capaz de manejar su cuerpo con soltura. En este
momento se abre para el niño la posibilidad de quedarse añorando su imagen
unificada o de tratar de sostenerse en pie y aprender a caminar.
Lacan nos enseña que la constitución de las pulsiones no surge de un proceso
madurativo sino de la relación, a través de la demanda, del sujeto con el Otro.
Aquí vemos como aprender a caminar tampoco surge de un proceso madurativo
sino de una decisión del pequeño sujeto.
La palabra del adulto se constituye en “Ideal del yo”, identificación simbólica
que veremos cuando veamos las identificaciones.
Lacan dice que en la fase del espejo el niño encuentra su cuerpo fuera de su
cuerpo: en el espejo –“una imagen unificada ortopédica”, dice, precisamente
porque la unificación no es en el propio cuerpo sino en la imagen-; y para señalar
la diferencia entre cuerpo e imagen, plantea que la imagen está invertida respecto
al cuerpo.
Todo el mundo entendió que lo invertido es izquierda y derecha, pero el
espejo es isomorfo en sus dos dimensiones y no invierte más el eje derechaizquierda que el eje arriba-abajo. La imagen frente a nosotros tiene la derecha
donde la tendría otro que estuviera frente a nosotros.
Si pudiéramos sacar la imagen de un cuerpo bidimensional del espejo, la
podríamos superponer sobre el objeto, y no se distinguirían. Un guante
bidimensional, el que no tiene el pulgar en oposición, no tiene orientación, sirve
para cualquiera de las dos manos y no tiene imagen especular: la imagen es
idéntica al objeto.
En cambio, un guante tridimensional, el que tiene el pulgar en oposición, si
tiene imagen especular; si el guante ante el espejo fuera de la mano derecha, la
imagen del espejo sería un guante de la mano izquierda; lo que no significa que el
eje invertido sea el de derecha e izquierda.
Vappereau aclara que las dos dimensiones del espejo son homogéneas y que
por tanto si la vertical no invierte la imagen, la horizontal tampoco, y que si nos
10
Lacan, J.: “El estadío del espejo como formador de la función del yo [je] tal como nos la revela la
experiencia psicoanalítica” T. I.Ed. S.XXI 12ª Edición
4
fijamos más atentamente, cuando nos parece que gira izquierda y derecha, lo
único que ocurre es que la imagen está girada 180º respecto al objeto, de modo que
la orientación no acaba de ser definitoria para la imagen especular, (se ve bien si
ponemos frente al espejo un papel escrito –la escritura lo orienta-, basta girar la
imagen para que coincida con el objeto).
La falta de imagen especular también se entendió mal: se pensó que se
trataba de una alucinación negativa. Que un objeto no tenga imagen especular
significa que objeto e imagen son idénticos, que no se pueden distinguir, no que
no se vea en el espejo.
Para pensar los objetos en el espacio, tenemos que distinguir entre
características intrínsecas y extrínsecas. Son intrínsecas las que el objeto tiene sin
tener en cuenta el espacio en el que se encuentra; es el caso en el que podemos
decir que un toro es bidimensional, pues tenemos en cuenta sólo su superficie:
idéntica a un rectángulo. Son extrínsecas las características del objeto contemplado
en el espacio que lo contiene; desde este punto de vista, un toro es tridimensional.
El toro pensado en el espacio en que se encuentra, tomado en sus
características extrínsecas es como una rueda, es tridimensional.
Si pensamos sólo su superficie, podemos cortarlo trasversalmente –por la
línea azul- y convertirlo en un tubo, y volverlo a cortar longitudinalmente –por la
línea negra- y convertirlo en un rectángulo. Por lo tanto, tomado en sus
características intrínsecas, el toro es igual al rectángulo.
La cuestión principal frente al espejo es la 3ª dimensión, esa es la que hace
que la imagen y el objeto no sean superponibles. Eso ocurre en cualquiera de las 3
dimensiones del objeto, no es una característica intrínseca del objeto, depende de
cómo lo pongamos frente al espejo, pues éste invertirá siempre la dimensión
sagital.
La alienación imaginaria es que el sujeto no sabe cuál es la dimensión
banalmente excepcional. Se trata de una estructura de tres elementos y a la vez de
uno solo.
Para la constitución de nuestra imagen nos interesa sobretodo de frente,
porque así es como nos miramos para vernos la cara que no podemos ver sino en
la imagen, y sobre todo porque ahí aparecen los elementos en punta, que
5
precisamente se libidinizan por escribir esa 3ª dimensión que implica la diferencia,
la función imaginaria del falo simbólico.
El niño se enamora de su imagen, y a partir de ahí puede “dar al cuerpo
propio el trato que daría al de un objeto sexual”, como dice Freud.
El narcisismo es ese paso necesario entre intrínseco y extrínseco, el paso que
permite al sujeto sentirse en su cuerpo y reconocerse en el exterior, en el espejo,
tomarse como objeto; es el narcisismo lo que permite esa relación entre lo
semejante y lo diferente. Por tanto el narcisismo es necesario; como ya dije, lo que
habitualmente llamamos narcisismo, lo que Freud llama neurosis narcisísticas,
son, en realidad, los fallos en el narcisismo, un narcisismo que no funciona bien.
El sujeto hablante puede ver una diferencia extrínseca que le atañe, que sólo
existe en su relación con el espacio que lo rodea; eso sólo lo permite el narcisismo,
la articulación entre el 2 y el 3, lo imaginario articulado con la estructura del
lenguaje. Lo vemos en el espejo, pero también cuando miramos un mapa, p. ej.:
estamos en el territorio –características intrínsecas- y a la vez lo vemos desde fuera
en el mapa –en lo extrínseco-.
El narcisismo es la conjunción – disyunción de semejante y diferente, de corte
y reunión; la articulación de las dos es una cuestión de lectura, es necesario un
sujeto.
Entonces podemos decir que “el narcisismo es geométrico –también la
geometría es narcisista-“11. El narcisismo tiene que ver con las dimensiones, con
los objetos especularizables o no especularizables, con la posibilidad de leer
nuestra realidad antes de que haya escritura.
La tercera dimensión es la que genera una imagen del cuerpo frente al espejo
distinta del propio cuerpo, son los elementos en punta los que permiten distinguir
frente al espejo: “soy yo, pero no soy yo”; entre ellos, y sobre todo, el pene, en
tanto rasgo que puede faltar, se establece como función imaginaria del falo
simbólico.
La percepción de la diferencia, fundamental en la fase del espejo, precipita al
pequeño sujeto a la visión de la diferencia sexual anatómica.
Hasta entonces, la palabra por su potencia, por hacer existir las cosas, por
suponerse siempre verdadera, detentaba el lugar del falo, el falo simbólico.
Por otro lado, la función del falo imaginario es algo que podemos ver en los
animales en sus rituales de parada sexual.
En el hablante el pene articula la parada sexual y la palabra, en la función
imaginaria del falo simbólico.
Dice Vappereau: “La función fálica es la consecuencia del trauma producido
por el malentendido de los padres. Decepción que hace consistir la D.I., el agujero
11
Vappereau, J.M.: Seminario de Barcelona
6
real de la represión primordial (Urverdrängung) estableciendo la dimensión del
decir como hecho en el lugar de la Parada Sexual animal. Esto sostiene la
dimensión suplementaria del falo, significante del deseo, identificado al poder de
la Palabra articulada con la Verdad como potencia sexual, sujeto a la deriva
(pulsión).” 12
Que los padres no se oigan gritar, el malentendido de los padres, lo que
Freud llama el trauma de la escena primaria, al resignificar el trauma de la
represión original, generado por la fuerza de la palabra, da lugar a la función
imaginaria del falo simbólico. El falo, significante del deseo, operará en el Edipo
resignificando la sexualidad pulsional anterior, convirtiéndola en la sexuación
regida por la primacía del falo.
Los elementos en punta son los que hacen del cuerpo un objeto
especularizable, pero hay que contar además con los agujeros, sede de las
pulsiones, que son elementos no especularizables, que no tienen imagen especular,
que son idénticos en el cuerpo y en la imagen.
Entonces hay dos componentes en la constitución del cuerpo:
- la presencia de la 3ª dimensión, los elementos en punta, por tanto el falo,
la función imaginaria del falo simbólico. Es la función imaginaria del falo
simbólico lo que permite la cópula entre idéntico y diferente. no tiene
por si mismo imagen especular, también por eso lo escribimos -  pero es
lo que posibilita que el cuerpo en el que está la tenga.
- y los agujeros, una parte del cuerpo que no se incorpora en la imagen,
sino a través de la palabra, como vimos en el capítulo anterior.
Con esos dos tipos de elementos es que el sujeto construye sus teorías
sexuales.
En lo Imaginario se trata de tener o no tener, pero eso depende de una
estructura simbólica de la articulación de lo idéntico y lo diferente.
Para explicar el falo hay que articular la dimensión imaginaria del falo
simbólico, lo que está y no está en la imagen, y lo que falta en el Otro; y eso es el
narcisismo.
La 3ª dimensión y la lectura del discurso del Otro nos permiten incorporar
un cuerpo que deviene cuerpo libidinizado, un cuerpo que articula intrínseco y
extrínseco y corporal e incorporal.
Cuando un sujeto no puede hacer ese paso entre lo intrínseco y lo extrínseco,
cuando no puede operar con la 3ª dimensión, la imagen del espejo es idéntica a sí
mismo, la imagen no es una imagen sino otro objeto idéntico a sí mismo que se
convierte en perseguidor, -un otro que le roba su imagen, p. ej.-. Sin la 3ª
dimensión no se tiene acceso a la función imaginaria del falo simbólico, ni,
consecuentemente, puede construirse la metáfora del Nombre del Padre.
12
Vappereau: “Cuerpo, incorporación e incorporales”
7
Decimos que esa 3ª dimensión es el falo, pero también esa 3ª dimensión
podemos pensarla como el N.P. que puede ser un significante cualquiera, pero que
el que es funciona como excepción; banal y excepcional. Por tanto, tanto el falo
como el N.P. son nombres de la 3ª dimensión, la 3ª dimensión escribe tanto el falo
como el N.P., pero falo y N.P. no son lo mismo.
El N.P. es la metáfora que permite al niño decir algo de la pareja de sus
padres, saber del deseo de la madre; el N.P. ese significante banal y excepcional
designa el lugar del falo.
Pero desde el N.P. no podemos explicar qué es el falo, porque la metáfora es
un salto que envuelve lo inexplicable, para acceder al falo lo trabajaremos desde la
castración materna.
En cada estructura clínica podemos distinguir las dificultades que ha tenido
el sujeto para constituirse frente al espejo:
El neurótico piensa en plano, así se confunde con la imagen y puede no
querer saber nada de la castración.
El perverso se hace representante de la 3ª dimensión, se identifica con el falo.
El psicótico no sabe leer el agujero, no consigue distinguir entre cuerpo e
imagen, por eso no puede hacer semblante, no sabe qué se puede o no decir, ni
cómo vestir, … todo eso que constituye el N.P.
Como veíamos al principio, el estadío del espejo, con la consecución de la
primera identificación, es un momento de conclusión del primer proceso de la
constitución de un sujeto y de apertura de un segundo: el narcisismo, que abre el
camino a la diferencia y el Edipo, nuevamente a través de un trauma que
resignificará el primero.
De modo que continuaré este estudio con un texto sobre las identificaciones,
el rasgo unario y la legibilidad.
Angeles Moltó
Tarragona abril 2015
8
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