El Profesionalismo en Seguridad

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El profesionalismo y la seguridad: Cuando la
especulación alienta el delito
Empresas, comercios y particulares sufren a diario robos, intrusiones, daños a la
propiedad e incluso homicidios. La mayoría podrían ser evitados en la medida en que
las empresas y particulares distingan entre oportunistas y profesionales de la seguridad
y, en consecuencia, se hagan cargo de su elección.
Muchos oportunistas (personal de computación, electricistas, entre otros) se autodenominan: “instaladores de sistemas de seguridad”, “especialistas en cámaras y
alarmas”, “servicios de tecnología aplicada”, etc…etc.
Instalar un sistema de seguridad no implica ni acredita que quién la instale sepa sobre
seguridad. Más aún, el 80% de los denominados instaladores desconoce por completo
los fundamentos y métodos analíticos que rigen la especialidad; prueba de ello es que
ante el delito cometido, los delincuentes siempre se terminan llevando y vandalizando
los sistemas de seguridad que estos instaladores vendieron y les colocaron un cartelito
que dice “Sonría, por su seguridad lo estamos filmando” (¡?)
En seguridad propiamente dicha, no se analizan los problemas de la forma en que lo
hacen los instaladores los cuales instalan cámaras para hacerse de unos pesos. Los
incautos creen que esa es la solución –siempre buscan la solución más popular o más
barata-, sin darse cuenta que dejan su seguridad en manos de ignorantes de la seguridad,
que solamente son “instaladores”, no saben cómo impedir robos internos, robos
externos, vandalización, sabotajes, siniestros, robo hormiga, secuestros, destrucción de
propiedades de todo tipo., etc. A modo de ejemplo, presencié hace muy poco en una
confitería céntrica de Neuquén, como el instalador le preguntaba al dueño del local:
-“¿Le pongo la cámara acá, jefe?”
- “no sé…vos qué decís? Se ve bien?
- “Si jefe, se ve bárbaro!”
Anécdotas cómo esta…puedo llenar libros.
Estas personas desconocen cómo opera el delito ni cómo tomar una contramedida de
defensa, entre otros. La responsabilidad y las consecuencias los superan.
La seguridad no consiste en “poner cosas” para evitar la acción delictiva. El delito es un
tema serio y como tal, se debe abordar.
Como profesional en seguridad, el delito no es la única amenaza que existe pero al
combinarse con las vulnerabilidades, dan forma al riesgo. La seguridad consiste en
mantener el riesgo bajo control y las medidas que se toman no siempre reducen las
vulnerabilidades sino, todo lo contrario, por increíble que parezca: las aumentan.
Veamos el ejemplo de la incorporación de cámaras de videovigilancia en un predio
dado. La ubicación, cantidad y calidad de las cámaras está vinculado de manera directa
a la gestión del riesgo.
Entonces determinar qué cámaras, con sus docenas de características funcionales,
cantidad y ubicación incluyendo como factor primario el aspecto forense, es una tarea
propia del especialista en seguridad.
El conjunto de cámaras conforma un sistema complementario a las contramedidas que
van a mitigar las vulnerabilidades del predio, empresa, o lugar a proteger. Pero si estos
aspectos fueron dejados de lado y se privilegió colocar cámaras según una lista de
precios o de cotizaciones y elegir la más barata, la persona que decidió lo único que ha
hecho es aumentar las vulnerabilidades y no reducirlas. En concreto: es el responsable
directo del inicidente! Es como dejarle al león la puerta abierta de la jaula.
Justamente en esto reside mi definición de seguridad: si se aumentan las
vulnerabilidades, aumenta el riesgo ya que las amenazas aprovechan esas
vulnerabilidades para cometer el delito impunemente.
Hace una semana, un conocido de las fuerzas policiales me contactó para pedirme
opinión sobre un suceso que, a todas luces parecía extraño: un comercio importante de
la región que contaba con cámaras de vigilancia, sistema de alarma y rejas había sido
robado sin inconvenientes.
Le indiqué que la razón era evidente: cada uno de esos elementos, al estar instalados sin
tener en cuenta su misión fundamental –la reducción del riesgo- solamente había
aumentado las vulnerabilidades del lugar. Proporcionaban lo que en nuestra
especialidad se denomina la “falsa sensación de seguridad”, es decir: creer estar
protegido cuando en realidad resulta ser igual a no instalar nada.
Si las tres barreras de defensa se hubiesen instalado de forma tal que operaran
minimizando el riesgo, las vulnerabilidades podrían ser reducidas a “Cero”. Es decir:
nunca lo hubieran robado.
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