EL CUMPLEAÑOS DE TATA CHEBO Hoy, tata Chebo cumple ciento once años. Nacido el siglo pasado fue testigo y participe de la guerra entre liberales y conservadores; guarda espalda del general Zelaya. Combatió en las Segovia contra la intervención yanqui, en el “pequeño ejército loco” del General Sandino. Se enrolo en las filas conservadoras para apoyar la oposición de Pedro Joaquín Chamorro; grito “¡Viva Agüero!, ¡Hijueputa! …y ¡viva el Bóer!, que es la mierda”. Perseguido como la chinche en los huevos, preso y torturado más de cien veces; compartió experiencia político militar con la militancia del FSLN en Pancasan; sobreviviente de 59 operaciones de todo tipo: por balazos, machetazos, puñaladas, extracción de órganos, etc. Tata Chebo con más arruga que la del culo del Diablo, se sentaba con su vejez resentida a la sombra del almendro que sombreaba la puerta de su casa. Su piel era como la de un árbol viejo y arrugado. Su visión era prácticamente nula, grandes nubarrones tapaban sus pupilas; lo que hacía que mantuviera su cabeza en posición de escucha; pero, de nada le servía, porque tampoco oía bien, había que gritarle a pulmón abierto, mientras el pobre tata Chebo solo respondía con un “¡AAAAaaaaaaah!” mientras se le salía la baba de su boca. Nadie le dirigía la palabra, nadie se molestaba en platicar con él; y para no sentirse culpables, todos, consciente o inconscientemente, habían adoptado el pretexto de que a tata Chebo le gustaba estar solito en la puerta sin que nadie le molestara. Aun cuando el viejito pasaba horas gritando “me cague, me cague” para que le cambiaran, nadie le hacía caso. Tenía safornado el culo y tenía que aguatar por horas su olor a mierda, y cuando se resignaban a cambiarle, lo puteaban por viejo cochino; pero, tata Chebo en el fondo tenía ese coraje de la lucha, de dar respuesta, por lo tanto, se venga de este trato. Cuando ya le bañaban y le estaban poniendo el pamper, los cagaba y gozaba, independientemente de las puteadas y los pellizcos, o jalones de orejas o coscorrones que le dieran. Tata chebo ya ni podía deambular erráticamente, necesitaba ayuda para ser llevado a cualquier parte de la casa, bueno de su cama a la puerta y de la puerta a su cama. Tata Chebo con doce hijos, cincuenta y tres nietos, y treinta y cinco biznietos, no tenía a nadie a su lado. Sabía que existía en una fosa sin sentido, sabía que sus días de gloria se había marchado en las montañas de la Segovia; sabía que no era un amor para su familia sino una carga. Odiaba su cumpleaños, lo odiaba porque era el único día que se le acordaban de su existencia, no para reír con él; sino, para reírse de él. Para que se echara algún trago y se pusiera bolo, luego lo paraban para ver cómo se temblequeaba. Le saludaban de un beso, sin regalos por estar ya viejo, y le dejaban en la puerta mientras ellos, en el patio, se ponían a turca. Los chavalitos jodian por toda la casa, haciéndole burla y pellizcando al bisabuelo “adivina quién soy, bisa”….Tata Chebo, sus recuerdos ya estaban enterrados, poco recordaba de todo su pasado, pero muy consciente estaba de su presente. Finalmente, toda la familia se reunión y le llevaron un pedazo de pastel mordisqueado. Le gritaron feliz cumpleaños y todos le deseaban que cumplieran más, más por formalismo que por cualquier otra cosa. La conducta de tata Chebo se agito, resoplaba como queriendo tomar todo el aire necesario para decir algo. “¡cállense!, ¡cállense!, ¡Mi papa quiere hablar!¡cállense jodido!” Tata Chebo tomo el aliento de su última fuerza “¿Mas años? … ¡Pendejos! ¡Me quiero morir!”