Subido por alexanderrondonpuma

MONOGRAFIA GAAAAA

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FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS Y EMPRESARIALES
ESCUELA PROFESIONAL DE CIENCIAS CONTABLES Y FINANCIERAS
TRABAJO MONOGRAFICO
“LA DIVISIÓN DEL TRABAJO”
DOCENTE: MARTIN PATIÑO RAMIREZ
CURSO: INTRODUCCIÓN A LA ECONOMÍA
CICLO/SALÓN: II CICLO – 1 “A”
PRESENTADO POR:
1. DIEGO MARCELO MOSQUEYRA CHURA – 2019-102025
2. MANOLO EDUARDO PUMA TORIBIO – 2019-102073
3. ALEXANDER JOSÉ RONDÓN PUMA – 2019-102013
TACNA - PERÚ
2019
1
AGRADECIMIENTOS
A nuestros padres, profesores y a Dios que nos ha dado la fuerza y voluntad
como inteligencia para poder investigar este trabajo, también agradecer para
aquellos que nos han ayudado en este tiempo difícil y arduo que enfrentamos,
con todo ello dicho, gracias por todo
2
PRESENTACIÓN
Este trabajo ha sido realizado con la intención de dar a conocer e informar
sobre este tema, con la intención del desarrollo mismo sobre el conocimiento
que se brinda hemos recopilado información de diferentes fuentes a través de
un estudio de estas, de la misma forma que nos hemos referido a este trabajo
como una fuente de información más por los diferentes tipos de conceptos y
opiniones que posee, también añadimos que este trabajo de duro seguimiento a
culminar no sea rechazado y que sea de agrado a todo el público.
Agradecemos su comprensión y buena voluntad por tomar este trabajo de
investigación, de antemano esperamos que disfrute y cumpla con la intención
de por qué hemos realizado esta investigación, disfrute la lectura y el análisis.
3
RESUMEN
El presente trabajo monográfico consta de diferentes aspectos, con el tema a
desarrollar nombrado “división del trabajo” hemos abarcado diferentes
aspectos y áreas de este, como por ejemplo el desarrollo del pensamiento o su
concepción, también hemos puesto a otros autores con diferentes opiniones
sobre esta como Karl Marx o Durkheim que tiene ve de manera diferente las
cosas relativas al trabajo, tal igual se ha puesto ventajas y desventajas sobre tal
y una visión internacional sobre este, es decir, como afecta hoy en día en este
mundo conectado por diferentes redes, finalmente se darán conclusiones y
recomendaciones sobre lo desarrollado desde una opinión crítica y personal
que está basado en lo expuesto para poder complementar la información y de
la misma forma poder sintetizar el objetivo de esta que se cumple en el
desarrollo del tema que al principio de la investigación se expuso junto a la
visión y misión
Con eso concluye este resumen general sobre lo que se va a tratar de manera
sintética, que a diferencia de la introducción donde se hablara de manera más
detallada y especifica.
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OBJETIVOS
El objetivo de esta investigación es desde un punto general, promover la
importancia de la división del trabajo en la actualidad y a la vez su valor que
tuvo en épocas pasadas, pues es desde ahí que se ha implementado e
innovador, a la vez promover a formar una opinión sobre esto, y que pueda ser
valorado.
5
VISIÓN
Nuestra visión consta de una interpretación y formación de aprendizaje a
través de la investigación y recopilación de datos obtenidas de diferentes
fuentes para promover el conocimiento sobre el tema a desarrollar que tiene
importancia en todos los aspectos del mundo financiero y económico, a la vez
también queremos aprovechar la manera de uso a la lectura para conocer a
diferentes autores o personas que han promovido al conocimiento del mundo
6
MISIÓN
Nuestra misión es promover el desarrollo de la lectura e información
sobre el tema expuesto, a la vez queremos mantener el interés a
través de diferentes datos recopilados, todo a través de la
investigación y ayuda inspectora basada en motivación y esfuerzo
por parte de los lectores, también acoplamos los diferentes datos
recolectados que son de fuentes confiables y de manera didáctica
explicar finalmente una opinión sobre cada uno, de manera similar
mantendremos contacto con el lector con ejemplos amenos para todo
público que será de forma explicativa ya que ese es nuestro objetivo
enmarcado e implantado en esta investigación.
7
INDICE
Agradecimientos............................................................................................2
Presentación...................................................................................................3
Resumen.........................................................................................................4
Objetivos.........................................................................................................5
Visión...............................................................................................................6
Misión..............................................................................................................7
Introducción....................................................................................................9
Capítulo I: Sobre la división del trabajo......................................................11
Capítulo II: Ventajas y Desventajas.............................................................15
Capítulo III: División del trabajo según Karl Marx...................................18
Capítulo IV: División del trabajo según Durkheim....................................24
Capítulo V: División internacional del trabajo...........................................93
Recomendaciones.........................................................................................177
Conclusiones.................................................................................................178
Bibliografía...................................................................................................180
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INTRODUCCIÓN
El respectivo trabajo de investigación monográfico consta de diferentes partes,
en un inicio se da un agradecimiento a aquellos que colaboraron con la
investigación ya sea por cualquier forma, posteriormente se nombra el resumen
y los objetivos junto a la visión y misión del tema que se está tratando, a
continuación se muestra el índice donde se pondrán todos los títulos o subtítulos
que se hablaran en el trabajo, también se iniciara con la introducción y el plato
principal que es el marco teórico que consta de 5 capítulos basados en diferentes
aspectos que se explicaran y detallaran a continuación para mejor notación y
experiencia como comprensión e idealización del tema.
El primer capítulo nominado, SOBRE LA DIVISION DEL TRABAJO, se
explicará lo que es el tema lo que consta su importancia y diferentes
conceptos dados que se necesitan o que tienen hoy en día a la vez que pondrá
explicaciones sobre diferentes conceptos, también se comentará sobre el
vocabulario o uno que otro sumario de explicaciones dado en el transcurso de
la investigación.
El segundo capítulo nominado, VENTAJAS Y DESVENTAJAS, se
explicará lo que es bueno y malo de este proceso, especialmente se dará una
explicación para cada una de las nombradas, de tal manera que se pondrá
más información para que el lector pueda ver otros puntos de vista.
El tercer capítulo nominado, LA DIVISION DEL TRABAJO SEGÚN
KARL MARX, se explicará sobre el pensamiento de Karl Marx ante este
tema, en especial se tomara nota de sus diferentes libros como “el capital”
donde él explica su ideología a través de una narrativa realista.
El cuarto capítulo nominado, LA DIVISION DEL TRABAJO SEGÚN
DURKHEIM, se explicará sobre lo que es la ideología de Durkheim que
narra en su libro sobre la división del trabajo social, en este libro se acota
diferentes temas acerca del proceso de la división del trabajo, también nos da
hipótesis y narrativas espectaculares que se irán complementando a medida
que el tema es desarrollado y finalmente se citara datos en este libro donde
da a conocer su ideología.
El quinto capítulo y último es, DIVISION INTERNACIONAL DEL
TRABAJO, en este se explicara la visión del mundo actual y general de la
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aplicación de esta junto a explicaciones de su variación ya que este obtiene
un diferente concepto a medida que ha evolucionado, también se darán citas
y comentarios de esta, junto a unas reformas dichas en esta, se pondrán ideas
escritas y una opinión para los lectores y así poder enfatizar este tema que ha
ido evolucionando constantemente hasta ser unido por muchas redes y no
solo una empresa como antiguamente fue y todo a medida que se explica con
casos de la era contemporánea.
Terminando el trabajo monográfico se dará una recomendación acerca de cada
capítulo sobre la importancia de estos y de que fue lo que se debe aprender
acerca de cada uno junto a la interrelación de comentarios con un solo
propósito que es la crítica constructiva hacia este tema.
Y finalmente se dan las conclusiones donde se explica lo entendido de cada
tema y un breve resumen de lo que el capítulo quiso darnos a entender,
empezando con un general sobre el tema y los posteriores con cada capítulo
expuesto, acotando al trabajo una bibliografía sobre las distintas fuentes
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CAPITULO I
SOBRE LA DIVISION DEL TRABAJO
1.1) CONCEPCION DE LA DIVISION DEL TRABAJO
La división del trabajo posee diferentes aspectos que han sido enmarcados a
lo largo de su desarrollo pero en si también posee varios conceptos que desde
puntos de vista diferentes y de manera subjetiva tienen un valor que pueden
llegar a confundirse en ciertos aspectos pero que al final llegan a una misma
conclusión o que poseen una misma terminología sobre lo que es el tema así
que empezamos este tema con esta difusión de conceptos para al final formar
una sola que se basara en lo que poseen todas en común.
1.1.1 ¿Qué es la división del trabajo?
La división del trabajo hace referencia al número de tareas distintas en
que se distribuye el trabajo necesario para la producción de un bien o
servicio, tareas que han de ser realizadas por distintos trabajadores
especializados en cada una de ellas.
La división del trabajo es la fragmentación o descomposición de una
actividad productiva en tareas más elementales, así como su reparto
entre diferentes personas, según su fuerza física, habilidad y
conocimientos. Aunque desde la prehistoria fue consustancial a toda
actividad humana, la división del trabajo se intensificó con
la revolución neolítica que originó las sociedades agrarias y aceleró
de modo extraordinario su contribución al cambio tecnológico y
social con el desarrollo del capitalismo y la revolución industrial.
La división del trabajo es la separación de tareas en cualquier sistema
económico para que los participantes se especialicen. Los individuos,
las organizaciones y las naciones están dotados o adquieren
capacidades especializadas y forman combinaciones o intercambios
para aprovechar las capacidades de otros además de los suyos. Las
capacidades especializadas pueden incluir equipo o recursos
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naturales, además de destrezas y entrenamiento, y combinaciones
complejas de tales activos que a menudo son importantes, como
cuando se usan múltiples artículos de equipo especializado y
operadores especializados para producir un solo producto
Es la principal fuente de Crecimiento y Desarrollo de un país. Esto es
posible debido a que aumenta la habilidad del trabajador al dedicarse a
un número pequeño de operaciones. Su postulado lo ejemplifica con
una fábrica de alfileres (y lo hace porque existía una fábrica de alfileres
muy cerca de la casa donde vivía cuando era niño). Si un alfiler fuera
hecho íntegramente por un trabajador, este hombre se demoraría mucho
en estirar el alambre, luego en cortarlo, luego en afilar la punta para
finalmente ponerle una cabeza
1.1.2 ¿Cuál es su importancia?
Su importancia no solo radica en un aspecto general sobresaliente,
según Adam Smith en su libro de las riquezas de las naciones en 1776
atribuye que este complejo de importancia de división del trabajo está
basada más en un aspecto empresarial financiero-económico por lo
tanto en un principio se deduce que esta solo es por la mano de obra sin
embargo Adam Smith nos dice que a través de la historia lo que
realmente ha importado es en el sistema que se ha creado, en el orden
que da y en la reducción de los diferentes esfuerzos de la economía, por
lo tanto en que realmente hemos fijado el punto es en algo muy
superficial y no profundo, Adam Smith si lo hizo y por lo tanto pudo
realizar tal sistema y ejercerlo para luego plasmarlo en su libro, de la
misma forma nos damos cuenta de la importancia porque esto genera
un orden, genera una expectativa crítica sobre las personas y el negocio
en el que se está dando.
1.2) SEGÚN ADAM SMITH
En An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of
Nations (1776), Adam Smith previó la esencia del industrialismo al determinar
que la división del trabajo representa un aumento cuantitativo de la
productividad. En sus estudios, Smith analizó la manera en que las naciones
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aumentaban su riqueza, siendo una de las principales causas la “división de
trabajo”.
Señaló que gracias a la división de trabajo se ahorraba tiempo, lo que redundaba
en un aumento de la producción pues el obrero no tenía que estar cambiando
sus herramientas constantemente, además de que se ahorraba capital porque el
obrero no tenía que disponer de todas las herramientas, solo las necesarias para
la función que desempeñaba. Smith establecía que a través de la división de
trabajo los trabajadores desarrollaban más habilidad y destreza en sus tareas.
Los trabajadores especializados tenían más posibilidades de inventar máquinas
que hicieran más eficientes las tareas que realizaban diariamente. Smith advertía
que la división del trabajo trajo consigo una diversificación de sueldos que
correspondían a diferentes tareas. Según Smith, los distintos salarios dependían
de los siguientes factores:
Un trabajo puede resultar desagradable por sus condiciones insalubres, por lo
que habrá pocos hombres que acepten un trabajo en esas condiciones a menos
que reciban un salario que recompense el trabajo realizado.
Algunos empleos requieren antes un entrenamiento especial.
Un empleo irregular o inseguro está mejor pagado. Aquellos trabajadores de la
construcción ganan más que otros que están similarmente entrenados a causa
que las adversas condiciones del trabajo.
Cuando se requiere un alto grado de confianza los salarios aumentan.
La remuneración será alta si la tarea se ve coronada por el éxito.
Pero, a pesar de los grandes beneficios que le generaba a un país la división de
trabajo, Smith consideraba que esta era la causa principal de que un grupo
importante de la población se quedara en la ignorancia, esto al tener que realizar
labores muy mecánicas. Debido a esto, Smith resalta la importancia de que
el Estado incentive la educación y la religión como formas de mitigar esta
ignorancia.
1.2.1. Ejemplo de los alfileres
Adam Smith plantea como ejemplo la fabricación de alfileres, cuya
manufactura no es de mucha importancia, pero sirve mucho como
ejemplo cuando hablamos de la división del trabajo.
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Un obrero que no haya tomado clases de cómo fabricar alfileres ni
sabe cómo usar la maquinaria para fabricarlos, difícilmente podría
fabricar un alfiler al día y por consiguiente no podrá confeccionar más
de 10. Hoy, la fabricación de alfileres está dividida en distintas etapas
que requieren la participación de varios obreros, un obrero estira el
alambre, otro lo endereza, el tercer obrero lo va cortando en trozos
iguales, un cuarto hace la punta del alfiler, un quinto obrero lima el
extremo donde coloca la cabeza: la confección de la cabeza requiere de
operaciones distintas: fijarla, pintar los alfileres, y todavía es un
proceso diferente colocarlos en el papel. El trabajo de hacer un alfiler
queda dividido en unos dieciocho pasos diferentes, con la cooperación
de varios obreros, haciendo un trabajo en equipo para obtener mejores
resultados en la producción
1.3) GLOSARIO
Productividad
cantidad de bienes que se pueden producir con una determinada cantidad de
recursos (maquinaria, mano de obra, tiempo).
Eficiencia
Maximizar la obtención de resultados u objetivos con el mínimo sacrificio de
recursos.
“Mano Invisible”
Expresión utilizada para enfatizar que mediante un sinnúmero de decisiones
individuales se obtiene el máximo social ya que el mercado funciona sin que
nadie lo guíe”.
Laissez faire:
Dejad hacer, dejad pasar. ” Expresión utilizada para manifestar que el estado
no debe intervenir en la economía ya que si lo hiciera entorpecería el normal
desenvolvimiento del mercado.
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CAPITULO II
VENTAJAS Y DESVENTAJAS
2.1) VENTAJAS
Las ventajas son muy variadas y diversas:
Reducción en el costo de producción
La división del trabajo aumenta la producción, lo que reduce el costo promedio
de producción. El ahorro de herramientas, maquinarias, etc., también ayuda a
reducir el costo de producción.
Máxima utilización de la maquinaria
La división del trabajo es el resultado de una producción a gran escala que
implica un mayor uso de las máquinas. Por otro lado, la división del trabajo
también aumenta la posibilidad de usar máquinas en producciones a pequeña
escala.
Producción a gran escala
Debido al uso de la planta y la maquinaria bajo la división del trabajo, la
producción comienza a aumentar a gran escala, lo que resulta en un menor costo
de producción, incrementando los beneficios para el productor.
Ahorro de tiempo
No es necesario que el trabajador cambie de un procedimiento a otro. Está
empleado en un proceso definido con ciertas herramientas; por lo tanto, se
mantiene trabajando sin perder tiempo, sentado en un solo lugar.
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La continuidad en el trabajo ahorra tiempo y ayuda a aumentar la producción a
un menor costo.
Producción de bienes de superior calidad
Cuando a un trabajador se le confía el trabajo para el cual se adapta mejor, con
toda seguridad producirá productos de superior calidad.
Mejor selección de los trabajadores
La división del trabajo ayuda a seleccionar mejor a los trabajadores. Como el
trabajo se divide en diferentes partes y cada parte es ocupada por el trabajador
que es el más adecuado para esta, se puede seleccionar muy fácilmente al
personal que sea más conveniente para el trabajo.
Los trabajadores necesitan menos capacitación, ya que solo deben dominar un
pequeño número de tareas.
2.2) DESVENTAJAS
Las desventajas son variadas, estas pueden ser:
Pérdida de responsabilidad
Muchos trabajadores se unen para producir un producto. Si la producción no
es buena y adecuada, no se puede responsabilizar a nadie por ello.
En general, se dice que «la responsabilidad de cada hombre no es
responsabilidad del hombre». Por lo tanto, la división del trabajo tiene la
desventaja de la pérdida de responsabilidad.
Aumento de la dependencia
Cuando la producción se divide en varios procesos y cada parte es realizada
por diferentes trabajadores, puede conducir a una dependencia excesiva.
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Por ejemplo, en el caso de una fábrica de prendas de vestir, si el hombre que
corta la tela es perezoso, sufrirá el trabajo de cosido, abotonamiento, etc. Por
tanto, una mayor dependencia es resultado de la división del trabajo.
Monotonía del trabajo
En la división del trabajo, un trabajador tiene que hacer el mismo trabajo una
y otra vez durante años. Por lo tanto, después de algún tiempo el trabajador se
siente aburrido o el trabajo se vuelve fastidioso y monótono.
No existe placer creativo
La división del trabajo mata el placer creativo de producir un artículo, porque
muchas personas contribuyen en la elaboración del mismo, nadie puede
reclamar el mérito de haberlo hecho.
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CAPITULO III
LA DIVISON DEL TRABAJO SEGÚN KARL MARX
3.1) PROPIEDAD Y TRABAJO
Marx tenía una visión de una sociedad humana perfecta. En este sentido, Martin
Buber tenía toda la razón al incluir un capítulo sobre Marx en su Caminos de
utopía. Marx creía en la existencia en una sociedad que precedía a la historia
humana registrada. En este mundo, los hombres no experimentaban ninguna
sensación de alienación porque no había producción alienada. De alguna
manera (y aquí Marx nunca fue muy claro) los hombres cayeron en patrones de
producción alienada y, a partir de esto, apareció la propiedad privada. Los
hombres empezaron a apropiarse de los productos del trabajo de otros hombres
para sus propios fines. De esta manera, los mismos productos de las manos de
un hombre iban a ser usados como medios para esclavizar a otro. Este tema, que
Marx enunciaba ya en 1844, es básico para todos sus posteriores escritos
económicos.
Bajo este sistema de trabajo alienado, argumentaba Marx, se le roban al hombre
sus propias fuerzas vitales. El origen de la dificultad inmediata del hombre es,
desde este punto de vista, la división del trabajo. La división del trabajo era para
Marx la misma esencia de lo que está mal en el mundo. Es contraria a la esencia
real del hombre. La división del trabajo enfrenta al hombre con su congénere;
crea diferencias de clase; destruye la unidad de la raza humana. Marx tenía una
preocupación casi teológica por la unidad de la humanidad y su hostilidad a la
división del trabajo era por tanto total (incluso totalitaria).
3.2) LUCHA DE CLASES
El análisis de Marx de la división del trabajo es notablemente similar al de
Rousseau. Ambos argumentaban que el deseo de propiedad privada llevaba la
división del trabajo y esto a su vez daba lugar a la existencia de clases sociales
distintas, basadas en diferencias económicas. El análisis marxista de la política
se basa en su totalidad en la validez de este supuesto. Sin clases económicas, no
habría necesidad de un Estado, ya que un Estado es, por definición, nada más
que un instrumento de control social utilizado por los miembros una clase para
reprimir a los miembros de otra. Así que, cuando llega la revolución del
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proletariado, la clase proletaria debe usar el Estado para destruir los restos del
capitalismo burgués y la ideología del capitalismo. La oposición debe ser
eliminada: este es el significado de los famosos “diez pasos” indicados en el
Manifiesto comunista. Una vez la oposición sea totalmente erradicada, no habrá
más necesidad de un estado, ya que solo existirá una clase, el proletariado. “En
lugar de la vieja sociedad burguesa, con sus clases y antagonismos de clase,
tendremos una asociación en la que el libre desarrollo de cada uno será la
condición para el desarrollo de todos”.
Marx creía realmente que, en la sociedad comunista posterior a la Revolución,
la división del trabajo sería completamente destruida. Desaparecería toda
especialización. Esto significa que, para los fines de la producción económica
y la planificación económica racional, todos los hombres (y todas las áreas
geográficas) son creados iguales. Es precisamente esto lo que cristianos,
conservadores y libertarios han negado siempre. Marx escribía en The German
Ideology (1845-46): “en una sociedad comunista, en la que nadie tenga una
esfera exclusiva de actividad sino que cada uno pueda formarse en cualquier
sector que desee, la sociedad regula la producción general y por tanto me hace
posible hacer hoy una cosa y mañana otra, cazar por la mañana, pescar por la
tarde, criar ganado al atardecer, criticar después de cenar, como me apetezca,
sin convertirme nunca en cazador, pescador, pastor o crítico”.
3.3) UN IDEAL UTÓPICO
No puede encontrarse un ideal más utópico en la literatura económica seria.
Aunque algunos comentaristas piensan que Marx abandonó posteriormente esta
visión radical, las evidencias que apoyan esa conclusión son pocas. Marx nunca
la rechazó explícitamente (aunque lo hiciera el más sincero Engels, en todos los
sentidos). Incluso si Marx hubiera abandonado la opinión, seguirían
permaneciendo los problemas básicos. ¿Cómo podría una sociedad comunista
abandonar la especialización del trabajo que ha hecho posible la riqueza de la
sociedad industrializada moderna y al mismo tiempo mantener los métodos
modernos de producción en masa? ¿Cómo podría el paraíso comunista evitar
que la humanidad volviera a las técnicas de producción primitivas, altamente
improductivas, sin capacitación y de baja intensidad de capital que ha
mantenido a la mayoría de los hombres en condiciones de hambre a lo largo de
la mayor parte de la historia humana?
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Toda la cuestión de la producción económica “después de la revolución” era
una grave piedra en el zapato para Marx. Admitía que habría muchos problemas
de producción y especialmente distribución durante el periodo de la llamada
“dictadura del proletariado”. Este periodo es únicamente la “primera fase de la
sociedad comunista, ya que se produce cuando acaba de aparecer después de
los estertores de un parto prolongado a partir de la sociedad capitalista”. Marx
nunca esperó grandes cosas de esta sociedad. Sin embargo, en la “fase superior
de la sociedad comunista”, la regla de la justicia económica se convertiría en
realidad: “De cada uno de acuerdo con su capacidad, para cada uno de acuerdo
con sus necesidades”. Esto sería fácil de lograr, ya que se liberarían de las
cadenas y restricciones de las técnicas productivas capitalistas enormes
cantidades de riqueza que estarían esperando a desatarse. Como ha señalado
Mises: “Subyaciendo tácitamente la teoría marxista está la nebulosa idea de que
los factores naturales de producción son tantos que no tienen que
economizarse”. Maurice Cornforth, el filósofo marxista, confirma la sospecha
de Mises de que los marxistas ven toda escasez como producto de defectos
institucionales en lugar de un hecho básico para el orden del mundo en el que
vivimos:
“La abolición eventual y final de las escaseces constituye la condición
económica para entrar en una sociedad comunista. Cuando haya una
producción socializada cuyos productos estén apropiados socialmente, cuando
la ciencia y la planificación científica generen la producción de abundancia
absoluta y cuando el trabajo sea tan ilustrado y organizado que todos puedan
sin sacrificio de sus inclinaciones personales contribuir con sus capacidades
laborales al fondo común, todos recibirán una porción de acuerdo con sus
necesidades”.
3.4) ¿QUIÉN PLANIFICARÁ?
Un problema crítico para el marxista es toda la cuestión de la planificación
comunista: ¿cómo se dirigiría la producción? ¿Bajo qué patrones debería la
sociedad asignar recursos escasos? Fueran cuales fueran los sueños personales
de Marx con respecto a la abolición de la escasez, los recursos no tienen un
suministro infinito. Es por esto por lo que la sociedad debe planificar la
producción. Marx veía esta actividad como básica para la definición del
hombre, pero esta misma actividad implica la existencia de escasez, una
paradoja peculiar del marxismo, pues persiste el hecho de que los automóviles
no crecen en los árboles. Alguien debe decidir cuántos automóviles deberían
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fabricarse en comparación con el número de neveras. La planificación es
propia de toda producción económica y Marx se daba cuenta de esto: “Por
tanto las interrelaciones universales modernas solo pueden ser controladas por
personas cuando estén controladas por todos”. Pero ¿cómo pueden “todos”
registrar sus preferencias? Si no hay propiedad privada (y, por tanto, no hay
economía de libre mercado) y si no hay planificación estatal (no hay
planificación política) entonces ¿quién decide qué bienes hay que producir y
cuáles no? Murray Rothbard ha enunciado este dilema muy apropiadamente:
“Rechazando la propiedad privada, especialmente el capital, los socialistas de
izquierda se veían entonces atrapados en una contradicción interna: si el
estado va a desaparecer después de la Revolución (inmediatamente para
Bakunin, “desvaneciéndose” gradualmente para Marx), ¿cómo va a dirigir el
“colectivo” su propiedad sin convertirse él mismo en un enorme Estado de
hecho, aunque no de nombre? Esta era la contradicción que ni los marxistas ni
los seguidores de Bakunin fueron nunca capaces de resolver”.
3.5) EL PROBLEMA DE LA ESCASEZ
La necesidad de coordinar la producción implica la existencia de escaseces que
la producción pretende aliviar. Si todos tuvieran todo lo que desearan en el
momento en que lo quisieran, la producción sería innecesaria. Las materias
primas deben transformarse en bienes o indirectamente en servicios y estos
bienes tienen que enviarse de un lugar a otro. Esas acciones requieren tiempo
(interés sobre la inversión de bienes de capital), planificación (beneficio por el
éxito y perdida por el fracaso) y trabajo (salarios). En resumen, la producción
requiere planificación. Ninguna sociedad se enfrenta nunca al problema de
“planear o no planear”. El problema al que se enfrenta la sociedad es la cuestión
de usar el plan de quién. Karl Marx negaba la validez de la planificación del
mercado libre, ya que el mercado libre se basa en la propiedad privada de los
medios de producción, incluyendo el uso del dinero. El dinero, para Marx, es la
esencia cristalizada de la producción alienada: es el núcleo del dinamismo del
capitalismo. Su esperanza ferviente era abolir el uso del dinero para siempre. Al
mismo tiempo, negaba la validez de la planificación centralizada por el Estado.
¿Cómo podía mantener su “asociación” al convertirse en un estado? El escritor
fabiano G. D. H. Cole ha visto claramente qué necesita la demanda para una
sociedad sin clases: “Pero una sociedad sin clases significa, en el mundo
moderno, una sociedad en la que la distribución de rentas está controlada
colectivamente, como una función política de la propia sociedad. Significa
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además que esta distribución controlada de rentas debe hacerse de tal manera
que no deje ningún espacio para el crecimiento de las diferencias de clase”. En
otras palabras, dada la necesidad de una función política en un mundo
supuestamente sin estado, cómo pueden los marxistas escapar a la advertencia
dada una vez por León Trotsky: “En un país en el que el único empresario es el
Estado, oponerse significa morirse lentamente de hambre. El viejo principio:
quien no trabaje no comerá, ha sido reemplazado por uno nuevo: El que no
obedezca no comerá”.
En último término, la aceptación de la existencia de escasez debe ser parte de
cualquier análisis social sensato. En contraste con esta opinión rousseaunianamarxista de la división del trabajo se encuentran tanto la visión cristiana
tradicional como la visión libertaria de profesor Mises. Los hombres tienen una
propensión natural a consumir. Si no se controla, esta tendencia podría generar
saqueo, destrucción e incluso muerte.
3.6) LA NECESIDAD DE PRODUCIR
El deseo de consumir debe atemperarse por una voluntad de producir y de
intercambiar los frutos de la producción sobre una base de valor por valor
recibido. Así que toda persona solo consume lo que se ha ganado, al tiempo que
extiende el mismo derecho a otros. Uno los principales controles sobre las
acciones de los hombres es el hecho de la escasez económica. Para extraer de
una tierra resistente la riqueza que desean los hombres, estos se ven obligados
a cooperar. Su cooperación puede ser voluntaria, en un mercado libre, o puede
ser forzada desde arriba por alguna entidad política.
La escasez hace necesaria una división económica del trabajo. Aquellos con
ciertos talentos pueden servir mejor a sus propios intereses y a los intereses de
la sociedad concentrando sus actividades en las áreas de producción en las que
son más eficientes. Hace falta esa especialización si se quiere aumentar la
productividad. Si los hombres desean tener más bienes materiales y más
servicios personales, deben elegir empleos en los que puedan convertirse en
productores eficaces. Quienes están a favor de una disposición de libre mercado
argumentan que cada hombre está mejor preparado que cualquier consejo
remoto de supervisores para disponer sus propios asuntos y elegir su destino de
acuerdo con sus deseos, talentos y sueños. Pero, aunque el estado dirija la
producción o la demanda de un mercado libre, la especialización al trabajo es
obligatoria. Esta especialización promueve la armonía social; la división del
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trabajo obliga a los hombres a evitar acciones hostiles entre ellos si quieren tener
una cooperación económica eficaz y productiva.
Desde esta perspectiva, la división del trabajo promueve la unidad social sin
requerir uniformidad colectiva. Reconoce la existencia de diferencias humanas,
diferencias geográficas y escasez; al hacerlo, se enfrenta al mundo de una
manera realista, tratando de encontrar la mejor solución posible a la vista de una
condición esencial e inevitable del hombre. En resumen, la causa de la escasez
económica no son las “instituciones sociales deformadas” como afirman los
socialistas y marxistas: es algo básico en la condición humana. Aunque esto no
significa una especialización total, ya que el hombre no es una máquina, sí
reclama que los hombres reconozcan la existencia de esta realidad. Sí reclama
que la división del trabajo sea aceptada por los teóricos sociales como un
beneficio social positivo.
3.7) UNA PREMISA DEFECTUOSA
Quien quiera entender por qué el sistema marxista estaba tan completamente en
desacuerdo con el mundo del siglo XIX y por qué es tan completamente
inoperativo en la práctica, haría bien en examinar la actitud de Marx hacia la
división del trabajo. Esta hace evidente por qué siempre rechazó crear “planos
para el paraíso comunista” y se concentró en atacar el marco capitalista: su
visión de futuro era utópica. Esperaba que el hombre se regenerada por la
violencia de la Revolución. El mundo posterior sería esencialmente distinto: no
habría escasez, ni lucha, ni mal, en definitiva. Las leyes de la comunidad no
serían las leyes que funcionan bajo el capitalismo burgués. Así que, en general,
Marx permanecía en silencio acerca del paraíso por venir. Tenía que hacerlo.
No había manera posible de reconciliar sus esperanzas en el futuro con la
realidad del mundo. Marx era un escapista: quería eludir el tiempo, la escasez y
las limitaciones terrenales. Su análisis económico estaba dirigido hacia este
mundo y por tanto era totalmente crítico: sus esperanzas para el futuro eran
utópicas, irreales y, en definitiva, religiosas. Su plan era una religión: una
religión de la revolución.
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CAPITULO IV
LA DIVISIÓN DEL TRABAJO SEGÚN EMILE DURKHEIM
4.1) EL PROBLEMA
Aunque la división del trabajo no sea cosa que date de ayer, sin embargo,
solamente a finales del siglo último es cuando las sociedades han comenzado a
tener conciencia de esta ley, cuyos efectos sentían casi sin darse cuenta. Sin
duda que en la antigüedad muchos pensadores se apercibieron de su
importancia; pero Adam Smith es el primero que ha ensayado hacer la teoría.
Es él, además, quien creó este nombre que la ciencia social proporcionó más
tarde a la Biología. Hoy día se ha generalizado ese fenómeno hasta un punto tal
que salta a la vista de todos. No hay que hacerse ya ilusiones sobre las
tendencias de nuestra industria moderna; se inclina cada vez más a los
mecanismos poderosos, a las grandes agrupaciones de fuerzas y de capitales, y,
por consecuencia, a la extrema división del trabajo. No solamente en el interior
de las fábricas se han separado y especializado las ocupaciones hasta el infinito,
sino que cada industria es ella misma una especialidad que supone otras
especialidades. Adam Smith y Stuart Mill todavía esperaban que al menos la
agricultura sería una excepción a la regla, y en ella veían el último asilo de la
pequeña propiedad. Aun cuando en semejante materia convenga guardarse de
generalizar con exceso, sin embargo, parécenos hoy difícil poner en duda que
las principales ramas de la industria agrícola se encuentran cada vez más
arrastradas en el movimiento general. En fin, el mismo comercio se ingenia en
seguir y reflejar, en todos sus matices, la diversidad infinita de las empresas
industriales, y mientras esta evolución se realiza con una espontaneidad
irreflexiva, los economistas que escrutan las causas y aprecian los resultados,
24
lejos de condenarla y combatirla, proclaman su necesidad. Ven en ella la ley
superior de las sociedades humanas y la condición del progreso. Pero la división
del trabajo no es especial al mundo económico; se puede observar su influencia
creciente en las regiones más diferentes de la sociedad. Las funciones políticas,
administrativas, judiciales, se especializan cada vez más. Lo mismo ocurre con
las funciones artísticas y científicas. Estamos lejos del tiempo en que la
Filosofía era la ciencia única; se ha fragmentado en una multitud de disciplinas
especiales, cada una con su objeto, su método, su espíritu. "De medio siglo en
medio siglo, los hombres que se han señalado en las ciencias se han hecho más
especialistas". Mostrando la naturaleza de los estudios de que se habían ocupado
los sabios más ilustres desde hace dos siglos, M. De Candolle observa que en la
época de Leibnitz y Newton «apenas si le bastarían dos o tres designaciones
para cada sabio; por ejemplo, astrónomo y físico, o matemático, astrónomo y
físico, o bien no emplear más que términos generales como filósofo o
naturalista. Y aun esto no habría bastado todavía. Los matemáticos y los
naturalistas eran algunas veces eruditos o poetas. A fines del siglo XVIII
habrían sido incluso necesarias designaciones múltiples para indicar
exactamente qué tenían de notable en muchas categorías de ciencias y de letras
hombres como Wolff, Haller, Carlos Bonnet. Esta dificultad en el siglo XIX ya
no existe, o al menos es muy rara». No solamente el sabio ya no cultiva
simultáneamente ciencias diferentes, sino que incluso no abarca el conjunto de
toda una ciencia. El círculo de sus investigaciones se restringe a un orden
determinado de problemas o incluso a un único problema. Al mismo tiempo, la
función científica, que antes casi siempre se acumulaba con alguna otra más
lucrativa, como la del médico, la del sacerdote, la del magistrado, la del militar,
se basta cada vez más a sí misma. M. De Candolle prevé incluso, para un día no
lejano, que la profesión de sabio y la de profesor, hasta hoy tan íntimamente
25
unidas todavía, se disociarán definitivamente. Las recientes especulaciones de
la filosofía biológica han acabado por hacernos ver en la división del trabajo un
hecho de una generalidad que los economistas que hablaron de ella por vez
primera no hubieran podido sospechar. Sábese, en efecto, después de los
trabajos de Wolff, de Von Baer, de Milne-Edwards, que la ley de la división del
trabajo se aplica a los organismos como a las sociedades; se ha podido incluso
decir que un organismo ocupa un lugar tanto más elevado en la escala animal
cuanto más especializadas son las funciones. Este descubrimiento ha tenido por
efecto, a la vez, extender desmesuradamente el campo de acción de la división
del trabajo y llevar sus orígenes a un pasado infinitamente lejano, puesto que
llega a ser casi contemporáneo al advenimiento de la vida en el mundo. Ya no
es tan sólo una institución social que tiene su fuente en la inteligencia y en la
voluntad de los hombres; se trata de un fenómeno de biología general del que
es preciso, parece, buscar sus condiciones en las propiedades esenciales de la
materia organizada. La división del trabajo social ya no se presenta sino como
una forma particular de ese processus general, y las sociedades, conformándose
a esta ley, ceden a una corriente nacida bastante antes que ellas y que conduce
en el mismo sentido a todo el mundo viviente. Un hecho semejante no puede,
evidentemente, producirse sin afectar de manera profunda nuestra constitución
moral, pues el desenvolvimiento del hombre se hará en dos sentidos
completamente diferentes, según nos abandonemos a ese movimiento o le
ofrezcamos resistencia. Mas entonces una cuestión apremiante se presenta:
entre esas dos direcciones, ¿cuál debemos querer? Nuestro deber ¿es buscar y
llegar a constituir un ser acabado y completo, un todo que se baste a sí mismo,
o bien, por el contrario, limitarnos a formar la parte de un todo, el órgano de un
organismo? En una palabra, la división del trabajo, al mismo tiempo que es una
ley de la Naturaleza, ¿es también una regla moral de la conducta humana, y, si
26
tiene este carácter, por qué causas y en qué medida? No es necesario demostrar
la gravedad de este problema práctico, pues, sea cual fuere el juicio que se tenga
sobre la división del trabajo, todo el mundo sabe muy bien que es y llega a ser
cada vez más, una de las bases fundamentales del orden social. Este problema,
la conciencia moral de las naciones se lo ha planteado con frecuencia, pero de
una manera confusa y sin llegar a resolver nada. Dos tendencias contrarias
encuéntrense en presencia, sin que ninguna de ellas llegue a tomar sobre la otra
una preponderancia que no deje lugar a dudas. Parece, sin duda, que la opinión
se inclina cada vez más a hacer de la división del trabajo una regla imperativa
de conducta, a imponerla como un deber. Los que se sustraen a la misma no
son, es verdad, castigados con una pena precisa, fijada por la ley, pero se les
censura. Han pasado los tiempos en que parecíanos ser el hombre perfecto aquel
que, interesándose por todo sin comprometerse exclusivamente en nada, y
siendo capaz de gustarlo y comprenderlo todo, encontraba el medio de reunir y
de condensar en él lo que había de más exquisito en la civilización. Hoy día esta
cultura general, antes tan alabada, no nos produce otro efecto que el de una
disciplina floja y relajada. Para luchar contra la naturaleza tenemos necesidad
de facultades más vigorosas y de energías más productivas. Queremos que la
actividad, en lugar de dispersarse sobre una superficie amplia, se concentre y
gane en intensidad cuanto pierde en extensión. Desconfiamos de esos talentos
excesivamente movibles que, prestándose por igual a todos los empleos,
rechazan elegir un papel determinado y atenerse a él solo. Sentimos un
alejamiento hacia esos hombres cuyo único cuidado es organizar y doblegar
todas sus facultades, pero sin hacer de ellas ningún uso definido y sin sacrificar
alguna, como si cada uno de ellos debiera bastarse a sí mismo y formar un
mundo independiente. Nos parece que ese estado de desligamiento y de
indeterminación tiene algo de antisocial. El buen hombre de otras veces no es
27
para nosotros más que un diletante, y negamos al diletantismo todo valor moral;
vemos más bien la perfección en el hombre competente que busca, no el ser
completo, sino el producir, que tiene una tarea delimitada y que se consagra a
ella, que está a su servicio, traza su surco. "Perfeccionarse, dice M. Secrétan, es
aprender su papel, es hacerse capaz de llenar su función... La medida de nuestra
perfección no se encuentra ya en producirnos una satisfacción a nosotros
mismos, en los aplausos de la muchedumbre o en la sonrisa de aprobación de
un diletantismo preciso, sino en la suma de servicios proporcionados y en
nuestra capacidad para producirlos todavía. Así, el ideal moral, de uno, de
simple y de impersonal que era, se va diversificando cada vez más. No
pensamos ya que el deber exclusivo del hombre sea realizar en él las cualidades
del hombre en general; creemos que está no menos obligado a tener las de su
empleo. Un hecho, entre otros, hace sensible este estado de opinión, y es el
carácter cada vez más especial que toma la educación. Juzgamos cada vez más
necesario no someter todos nuestros hijos a una cultura uniforme, como si todos
debieran llevar una misma vida, sino formarlos de manera diferente, en vista de
las funciones diferentes que están llamados a cumplir. En resumen, desde uno
de sus aspectos, el imperativo categórico de la conciencia moral está en vías de
tomar la forma siguiente: ponte en estado de llenar útilmente una función
determinada.
Pero, en relación con esos hechos, pueden citarse otros que los contradicen. Si
la opinión pública sanciona la regla de la división del trabajo, no lo hace sin una
especie de inquietud y vacilación. Aun cuando manda a los hombres
especializarse, parece siempre temer que se especialicen demasiado. Al lado de
máximas que ensalzan el trabajo intensivo hay otras no menos extendidas que
señalan los peligros. «Es triste, dice Juan Bautista Say, darse cuenta de no haber
28
jamás hecho que la decimoctava parte de un alfiler; y no se imaginen que
únicamente el obrero, que durante toda la vida maneja una lima y un martillo,
es quien así degenera en la dignidad de su naturaleza; lo mismo ocurre a aquel
que por su profesión ejerce las facultades más sutiles del espíritu». Desde
comienzos del siglo, Lemontey, comparando la existencia del obrero moderno
con la vida libre y amplia del salvaje, encontraba al segundo bastante más
favorecido que al primero. Tocqueville no es menos severo. «A medida, dice,
que el principio de la división del trabajo recibe una aplicación más completa,
el arte hace progresos, el artesano retrocede». De una manera general, la
máxima que nos ordena especializarnos hallase, por todas partes, como negada
por el principio contrario, que nos manda realizar a todos un mismo ideal y que
está lejos de haber perdido toda su autoridad. Sin duda, en principio, este
conflicto nada tiene que deba sorprender. La vida moral, como la del cuerpo y
el espíritu, responde a necesidades diferentes e incluso contradictorias; es
natural, pues, que sea hecha, en parte, de elementos antagónicos que se limitan
y se ponderan mutuamente. No deja de ser menos cierto que, con un
antagonismo tan acusado, hay para turbar la conciencia moral de las naciones,
ya que además es necesario que pueda explicarse de dónde procede una
contradicción semejante. Para poner término a esta indecisión, no recurrimos al
método ordinario de los moralistas que, cuando quieren «decidir sobre el valor
moral de un precepto, comienzan por presentar una fórmula general de la
moralidad para confrontar en seguida el principio discutido. Sabemos hoy lo
que valen esas generalizaciones sumarias. Formuladas al comienzo del estudio,
antes de toda observación de los hechos, no tienen por objeto dar cuenta de los
mismos, sino enunciar el principio abstracto de una legislación ideal completa.
No nos dan, pues, un resumen de los caracteres esenciales que presenten
realmente las reglas morales de tal sociedad o de tal tipo social determinado;
29
expresan sólo la manera como el moralista se representa la moral. Sin duda que
no dejan de ser instructivas, pues nos informan sobre las tendencias morales que
están en vías de surgir en momento determinado. Pero tienen sólo el interés de
un hecho, no de una concepción científica. Nada autoriza a ver en las
aspiraciones personales sentidas por un pensador, por reales que puedan ser,
una expresión adecuada de la realidad moral. Traducen necesidades que nunca
son más que parciales; responden a algún desideratum particular y determinado
que la conciencia, por una ilusión que en ella es habitual, erige en un fin último
o único. ¡Cuántas veces ocurre incluso que son de naturaleza mórbida! No
debería uno, pues, referirse a ellas como a criterios objetivos que permiten
apreciar la moralidad de las prácticas. Necesitamos descartar esas deducciones
que generalmente no se emplean sino para figurar un argumento y justificar,
fuera de tiempo, sentimientos preconcebidos e impresiones personales. La única
manera de apreciar objetivamente la división del trabajo es estudiarla primero
en sí misma en una forma completamente especulativa, buscar a quién sirve y
de quién depende; en una palabra, formarnos de ella una noción tan adecuada
como sea posible. Hecho esto, hallarémonos en condiciones de compararla con
los demás fenómenos morales y ver qué relaciones mantiene con ellos. Si
encontramos que desempeña un papel semejante a cualquiera otra práctica cuyo
carácter moral y normal es indiscutible; que si, en ciertos casos, no desempeña
ese papel es a consecuencia de desviaciones anormales; que las causas que la
producen son también las condiciones determinantes de otras reglas morales,
podemos llegar a la conclusión de que debe ser clasificada entre estas últimas.
Y así, sin querer sustituirnos a la conciencia moral de las sociedades, sin
pretender legislar en su lugar, podemos llevarle un poco de luz y disminuir sus
perplejidades. Nuestro trabajo se dividirá, pues, en tres partes principales.
Buscaremos primera cuál es la función de la división del trabajo, es decir, a qué
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necesidad social corresponde. Determinaremos en seguida las causas y las
condiciones de que depende. Finalmente, como no habría sido objeto de
acusaciones tan graves si realmente no se desviase con más o menos frecuencia
del estado normal, buscaremos clasificar las principales formas anormales que
presenta, a fin de evitar que sean confundidas con otras. Este estudio ofrecerá
además el interés de que, como en Biología, lo patológico nos ayudará a
comprender mejor lo fisiológico. Por lo demás, si tanto se ha discutido sobre el
valor moral de la división del trabajo, ha sido mucho menos por no estar de
acuerdo sobre la fórmula general de la moralidad, que por haber descuidado las
cuestiones de hecho que vamos a tocar. Se ha razonado siempre como si fueran
evidentes; como si, para conocer la naturaleza, la actuación, las causas de la
división del trabajo, bastara analizar la noción que cada uno de nosotros tiene.
Un método semejante no tolera conclusiones científicas; así, desde Adam
Smith, la teoría de la división del trabajo ha hecho muy pocos progresos. "Sus
continuadores, dice Schmoller, con una pobreza de ideas notable, se han ligado
obstinadamente a sus ejemplos y a sus observaciones hasta el día en que los
socialistas ampliaron el campo de sus observaciones y opusieron la división del
trabajo en las fábricas actuales a la de los talleres del siglo XVIII. Pero, incluso
ahí, la teoría no ha sido desenvuelta de una manera sistemática y profunda; las
consideraciones tecnológicas o las observaciones de una verdad banal de
algunos economistas no pudieron tampoco favorecer particularmente el
desenvolvimiento de esas ideas." Para saber lo que objetivamente es la división
del trabajo, no basta desenvolver el contenido de la idea que nosotros nos
hacemos, sino que es preciso tratarla como un hecho objetivo, observarlo,
compararlo, y veremos que el resultado de esas observaciones difiere con
frecuencia del que nos sugiere el sentido íntimo.
31
4.2) LA FUNCIÓN DE LA DIVISIÓN DEL TRABAJO
MÉTODO PARA DETERMINAR ESTA FUNCIÓN
La palabra función se emplea en dos sentidos diferentes; o bien designa un
sistema de movimientos vitales, abstracción hecha de sus consecuencias, o bien
expresa la relación de correspondencia que existe entre esos movimientos y
algunas necesidades del organismo. Así se habla de la función de digestión, de
respiración, etc.; pero también se dice que la digestión tiene por función la
incorporación en el organismo de substancias líquidas y sólidas destinadas a
reparar sus pérdidas; que la respiración tiene por función introducir en los
tejidos del animal los gases necesarios para el mantenimiento de la vida, etc. En
esta segunda acepción entendemos la palabra. Preguntarse cuál es la función de
la división del trabajo es, pues, buscar a qué necesidad corresponde; cuando
hayamos resuelto esta cuestión, podremos ver si esta necesidad es de la misma
clase que aquellas a que responden otras reglas de conducta cuyo carácter moral
no se discute. Si hemos escogido este término es que cualquier otro resultaría
inexacto o equívoco. No podemos emplear el de fin o el de objeto y hablar en
último término de la división del trabajo, porque esto equivaldría a suponer que
la división del trabajo existe en vista de los resultados que vamos a determinar.
El de resultados o el de efectos no deberá tampoco satisfacernos porque no
despierta idea alguna de correspondencia. Por el contrario, las palabras rol o
función tienen la gran ventaja de llevar implícita esta idea, pero sin prejuzgar
nada sobre la cuestión de saber cómo esta correspondencia se establece, si
resulta de una adaptación intencional y preconcebida o de un arreglo tardío.
Ahora bien, lo que nos importa es saber si existe y en qué consiste, no si ha sido
antes presentida ni incluso si ha sido sentida con posterioridad.
32
Nada parece más fácil, a primera vista, como determinar el papel de la división
del trabajo. ¿No son sus esfuerzos conocidos de todo el mundo? Puesto que
aumenta a la vez la fuerza productiva y la habilidad del trabajador, es la
condición necesaria para el desenvolvimiento intelectual y material de las
sociedades; es la fuente de la civilización. Por otra parte, como con facilidad se
concede a la civilización un valor absoluto, ni se sueña en buscar otra función a
la división del trabajo. Que produzca realmente ese resultado es lo que no se
puede pensar en discutir. Pero, si no tuviera otro y no sirviera para otra cosa no
habría razón alguna para atribuirle un carácter moral. En efecto, los servicios
que así presta son casi por completo extraños a la vida moral, o al menos no
tienen con ella más que relaciones muy indirectas y muy lejanas. Aun cuando
hoy esté muy en uso responder a las diatribas de Rousseau con ditirambos en
sentido inverso, no se ha probado todavía que la civilización sea una cosa moral.
Para dirimir la cuestión no puede uno referirse a análisis de conceptos que son
necesariamente subjetivos; sería necesario conocer un hecho que pudiera servir
para medir el nivel de la moralidad media y observar en seguida cómo cambia
a medida que la civilización progresa. Desgraciadamente, nos falta esta unidad
de medida; pero poseemos una para la inmoralidad colectiva. La cifra media de
suicidios, de crímenes de toda especie, puede servir, en efecto, para señalar el
grado de inmoralidad alcanzado en una sociedad dada. Ahora bien, si se hace la
experiencia, no resulta en honor de la civilización, puesto que el número de tales
fenómenos mórbidos parece aumentar a medida que las artes, las ciencias y la
industria progresan. Sería, sin duda, una ligereza sacar de este hecho la
conclusión de que la civilización es inmoral, pero se puede, cuando menos, estar
cierto de que, si tiene sobre la vida moral una influencia positiva y favorable, es
bien débil. Si, por lo demás, se analiza este complexus mal definido que se llama
la civilización, se encuentra que los elementos de que está compuesto háyanse
33
desprovistos de todo carácter moral. Es esto sobre todo verdad, con relación a
la actividad económica que acompaña siempre a la civilización. Lejos de servir
a los progresos de la moral, en los grandes centros industriales es donde los
crímenes y suicidios son más numerosos; en todo caso es evidente que no
presenta signos exteriores en los cuales se reconozcan los hechos morales.
Hemos reemplazado las diligencias por los ferrocarriles, los barcos de vela por
los transatlánticos, los pequeños talleres por las fábricas; todo ese gran
desplegamiento de actividad se mira generalmente como útil, pero no tiene nada
del moralmente obligatorio. El artesano y el pequeño industrial que resisten a
esa corriente general y perseveran obstinadamente en sus modestas empresas,
cumplen con su deber tan bien como el gran industrial que cubre su país de
fábricas y reúne bajo sus órdenes a todo un ejército de obreros. La conciencia
moral de las naciones no se engaña: prefiere un poco de justicia a todos los
perfeccionamientos industriales del mundo. Sin duda que la actividad industrial
no carece de razón de ser; responde a necesidades, pero esas necesidades no son
morales. Con mayor razón ocurre esto en el arte, que es absolutamente
refractario a todo lo que parezca una obligación, puesto que no es otra cosa que
el dominio de la libertad. Es un lujo y un adorno que posiblemente es bueno
tener, pero que no está uno obligado a adquirir: lo que es superfluo no se
impone. Por el contrario, la moral es el mínimum indispensable, lo
estrictamente necesario, el pan cotidiano sin el cual las sociedades no pueden
vivir. El arte responde a la necesidad que tenemos de expansionar nuestra
actividad sin fin, por el placer de extenderla, mientras que la moral nos constriñe
a seguir un camino determinado hacia un fin definido; quien dice obligación
dice coacción. Así, aun cuando pueda estar animado por ideas morales o
encontrarse mezclado en la evolución de fenómenos morales propiamente
dichos, el arte no es moral en sí mismo. Quizá la observación llegaría incluso a
34
establecer que en los individuos, como en las sociedades, un desenvolvimiento
intemperante de las facultades estéticas es un grave síntoma desde el punto de
vista de la moralidad. De todos los elementos de la civilización, la ciencia es el
único que, en ciertas condiciones, presenta un carácter moral. En efecto, las
sociedades tienden cada vez más a considerar como un deber para el individuo
el desenvolvimiento de su inteligencia, asimilando las verdades científicas
establecidas. Hay, desde ahora, un cierto número de conocimientos que todos
debemos poseer. No está uno obligado a lanzarse en el gran torbellino industrial;
no está uno obligado a ser artista; pero todo el mundo está obligado a no
permanecer un ignorante. Esta obligación hállese incluso tan fuertemente
sentida que, en ciertas sociedades, no sólo se encuentra sancionada por la
opinión pública, sino por la ley. No es, por lo demás, imposible entrever de
dónde viene ese privilegio especial de la ciencia. Y es que la ciencia no es otra
cosa que la conciencia llevada a su más alto punto de claridad. Ahora bien, para
que las sociedades puedan vivir en las condiciones de existencia que
actualmente se les han formado, es preciso que el campo de la conciencia, tanto
individual como social, se extienda y se aclare. En efecto, como los medios en
que viven se hacen cada vez más complejos, y, por consiguiente, cada vez más
movibles, para durar es preciso que cambien con frecuencia. Por otra parte,
cuanto más obscura es una conciencia, más refractaria es al cambio, porque no
percibe con bastante rapidez la necesidad del cambio ni el sentido en que es
necesario cambiar; por el contrario, una conciencia esclarecida sabe por
adelantado prepararse la forma de adaptación. He aquí por qué es preciso que
la inteligencia, guiada por la ciencia, tome una mayor parte en el curso de la
vida colectiva. Sólo que la ciencia que todo el mundo necesita así poseer no
merece en modo alguno llamarse con este nombre. No es la ciencia; cuando
más, la parte común y la más general. Se reduce, en efecto, a un pequeño
35
número de conocimientos indispensables que a todos se exigen porque están al
alcance de todos. La ciencia propiamente dicha pasa muy por encima de ese
nivel vulgar. No sólo comprende lo que es una vergüenza ignorar, sino lo que
es posible saber. No supone únicamente en los que la cultivan esas facultades
medias que poseen todos los hombres, sino disposiciones especiales. Por
consiguiente, no siendo asequible más que a un grupo escogido, no es
obligatoria; es cosa útil y bella, pero no es tan necesaria que la sociedad la
reclame imperativamente. Es una ventaja proveerse de ella; nada hay de inmoral
en no adquirirla. Es un campo de acción abierto a la iniciativa de todos, pero en
el que nadie está obligado a penetrar. Nadie está obligado a ser ni un sabio ni
un artista. La ciencia está, pues, como el arte y la industria, fuera de la moral.
Si tantas controversias han tenido lugar sobre el carácter moral de la
civilización, es que, con gran frecuencia, los moralistas no han tenido un criterio
objetivo para distinguir los hechos morales de los hechos que no lo son. Es
costumbre calificar de moral a todo lo que tiene alguna nobleza y algún precio,
a todo lo que es objeto de aspiraciones un tanto elevadas, y gracias a esta
extensión excesiva de la palabra se ha introducido la civilización en la moral.
Pero es preciso que el dominio de la Ética sea tan indeterminado; comprende
todas las reglas de acción que se imponen imperativamente a la conducta y a las
cuales está ligada una sanción, pero no va más allá. Por consiguiente, puesto
que nada hay en la civilización que ofrezca ese criterio de la moralidad,
moralmente es indiferente. Si, pues, la división del trabajo no tuviera otra
misión que hacer la civilización posible, participaría de la misma neutralidad
moral. Por no ver generalmente otra función en la división del trabajo, es por lo
que las teorías que se han presentado son, hasta ese punto, inconsistentes. En
efecto, suponiendo que exista una zona neutra en moral, es imposible que la
división del trabajo forme parte de la misma. Si no es buena, es mala; si no es
36
moral, no es moral. Si, pues, no sirve para otra cosa, se cae en insolubles
antinomias, pues las ventajas económicas que presenta están compensadas por
inconvenientes morales, y como es imposible sustraer una de otra a esas dos
cantidades heterogéneas e incomparables, no se debería decir cuál de las dos
domina sobre la otra, ni, por consiguiente, tomar un partido. Se invocará la
primacía de la moral para condenar radicalmente la división del trabajo. Pero,
aparte de que esta última ratio es siempre un golpe de Estado científico, la
evidente necesidad de la especialización hace imposible sostener una posición
tal. Hay más; si la división del trabajo no llena otra misión, no solamente no
tiene carácter moral, sino que, además, no se percibe cuál sea su razón de ser.
Veremos, en efecto, cómo por sí misma la civilización no tiene valor intrínseco
y absoluto; lo que la hace estimable es que corresponde a ciertas necesidades.
Ahora bien, y esta proposición se demostrará más adelante, esas necesidades
son consecuencias de la división del trabajo. Como ésta no se produce sin un
aumento de fatiga, el hombre está obligado a buscar, como aumento de
reparaciones, esos bienes de la civilización que, de otra manera, no tendrían
para él interés alguno. Si, pues, la división del trabajo no respondiera a otras
necesidades que éstas, no tendría otra función que la de atenuar los efectos que
ella misma produce, que curar las heridas que ocasiona. En esas condiciones
podría ser necesario sufrirla, pero no habría razón para quererla, porque los
servicios que proporcionaría se reducirían a reparar las pérdidas que ocasionare.
Todo nos invita, pues, a buscar otra función a la división del trabajo. Algunos
hechos de observación corriente van a ponernos en camino de la solución.
SOLIDARIDAD MECÁNICA O POR SEMEJANZAS
El lazo de solidaridad social a que corresponde el derecho represivo es aquel
cuya ruptura constituye el crimen; llamamos con tal nombre a todo acto que, en
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un grado cualquiera, determina contra su autor esa reacción característica que
se llama pena. Buscar cuál es ese lazo equivale a preguntar cuál es la causa de
la pena o, con más claridad, en qué consiste esencialmente el crimen. Hay, sin
duda, crímenes de especies diferentes; pero entre todas esas especies hay, con
no menos seguridad, algo de común. La prueba está en que la reacción que
determinan por parte de la sociedad, a saber, la pena, salvo las diferencias de
grado, es siempre y por todas partes la misma. La unidad del efecto nos revela
la unidad de la causa. No solamente entre todos los crímenes previstos por la
legislación de una sola y única sociedad, sino también entre todos aquellos que
han sido y están reconocidos y castigados en los diferentes tipos sociales,
existen seguramente semejanzas esenciales. Por diferentes que a primera vista
parezcan los actos así calificados, es imposible que no posean algún fondo
común. Afectan en todas partes de la misma manera la conciencia moral de las
naciones y producen en todas partes la misma consecuencia. Todos son
crímenes, es decir, actos reprimidos con castigos definidos. Ahora bien, las
propiedades esenciales de una cosa son aquellas que se observan por todas
partes donde esta cosa existe y que sólo a ella pertenecen. Si queremos, pues,
saber en qué consiste esencialmente el crimen, es preciso desentrañar los rasgos
comunes que aparecen en todas las variedades criminológicas de los diferentes
tipos sociales. No hay que prescindir de ninguna. Las concepciones jurídicas de
las sociedades más inferiores no son menos dignas de interés que las de las
sociedades más elevadas; constituyen hechos igualmente instructivos. Hacer de
ellas abstracción sería exponernos a ver la esencia del crimen allí donde no
existe. El biólogo habría dado una definición muy inexacta de los fenómenos
vitales si hubiera desdeñado la observación de los seres monocelulares; de la
sola contemplación de los organismos y, sobre todo, de los organismos
superiores, habría sacado la conclusión errónea de que la vida consiste
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esencialmente en la organización. El medio de encontrar este elemento
permanente y general no es, evidentemente, el de la enumeración de actos que
han sido, en todo tiempo y en todo lugar, calificados de crímenes, para observar
los caracteres que presentan. Porque si, dígase lo que se quiera, hay acciones
que han sido universalmente miradas como criminales, constituyen una ínfima
minoría, y, por consiguiente, un método semejante no podría darnos del
fenómeno sino una noción singularmente truncada, ya que no se aplicaría más
que a excepciones. Semejantes variaciones del derecho represivo prueban, a la
vez, que Ese carácter constante no debería encontrarse entre las propiedades
intrínsecas de los actos impuestos o prohibidos por las reglas penales, puesto
que presentan una tal diversidad, sino en las relaciones que sostienen con alguna
condición que les es externa. Se ha creído encontrar esta relación en una especie
de antagonismo entre esas acciones y los grandes intereses sociales, y se ha
dicho que las reglas penales enunciaban para cada tipo social las condiciones
fundamentales de la vida colectiva. Su autoridad procederá, pues, de su
necesidad; por otra parte, como esas necesidades varían con las sociedades,
explicaríase de esta manera la variabilidad del derecho represivo. Pero sobre
este punto ya nos hemos explicado. Aparte de que semejante teoría deja al
cálculo y a la reflexión una parte excesiva en la dirección de la evolución social,
hay multitud de actos que han sido y son todavía mirados como criminales, sin
que, por sí mismos, sean perjudiciales a la sociedad. El hecho de tocar un objeto
tabou, un animal o un hombre impuro o consagrado, de dejar extinguirse el
fuego sagrado, de comer ciertas carnes, de no haber inmolado sobre la tumba
de los padres el sacrificio tradicional, de no pronunciar exactamente la fórmula
ritual, de no celebrar ciertas fiestas, etc., etc., ¿por qué razón han podido
constituir jamás un peligro social? Sin embargo, sabido es el lugar que ocupa
en el derecho represivo de una multitud de pueblos la reglamentación del rito,
39
de la etiqueta, del ceremonial, de las prácticas religiosas. No hay más que abrir
el Pentateuco para convencerse, y como esos hechos se encuentran
normalmente en ciertas especies sociales, no es posible ver en ellos ciertas
anomalías o casos patológicos que hay derecho a despreciar. Aun en el caso de
que el acto criminal perjudique ciertamente a la sociedad, es preciso que el
grado perjudicial que ofrezca se halle en relación regular con la intensidad de la
represión que lo castiga. En el derecho penal de los pueblos más civilizados, el
homicidio está universalmente considerado como el más grande de los
crímenes. Sin embargo, una crisis económica, una jugada de bolsa, una quiebra,
pueden incluso desorganizar mucho más gravemente el cuerpo social que un
homicidio aislado. Sin duda el asesinato es siempre un mal, pero no hay nada
que pruebe que sea el mayor mal. ¿Qué significa un hombre menos en la
sociedad? ¿Qué significa una célula menos en el organismo? Dícese que la
seguridad general estaría amenazada para el porvenir si el acto permaneciera sin
castigo; que se compare la importancia de ese peligro, por real que sea, con el
de la pena; la desproporción es manifiesta. En fin, los ejemplos que acabamos
de citar demuestran que un acto puede ser desastroso para una sociedad sin que
se incurra en la más mínima represión. Esta definición del crimen es, pues,
inadecuada, mírese como se la mire. ¿Se dirá, modificándola, que los actos
criminales son aquellos que parecen perjudiciales a la sociedad que los reprime?
¿Que las reglas penales son manifestación, no de las condiciones esenciales a la
vida social, sino de las que parecen tales al grupo que las observa? Semejante
explicación nada explica, pues no nos enseña por qué en un gran número de
casos las sociedades se han equivocado y han impuesto prácticas que, por sí
mismas, no eran ni útiles siquiera. En definitiva, esta pretendida solución del
problema se reduce a un verdadero "truísmo", pues si las sociedades obligan así
a cada individuo a obedecer a sus reglas, es evidentemente porque estiman, con
40
razón o sin ella, que esta obediencia regular y puntual les es indispensable; la
sostienen enérgicamente. Es como si se dijera que las sociedades juzgan las
reglas necesarias porque las juzgan necesarias. Lo que nos hace falta decir es
por qué las juzgan así. Si este sentimiento tuviera su causa en la necesidad
objetiva de las prescripciones penales, o, al menos, en su utilidad, sería una
explicación. Pero hallase en contradicción con los hechos; la cuestión, pues,
continúa sin resolver. Sin embargo, esta última teoría no deja de tener cierto
fundamento; con razón busca en ciertos estados del sujeto las condiciones
constitutivas de la criminalidad. En efecto, la única característica común a todos
los crímenes es la de que consisten—salvo algunas excepciones aparentes que
más adelante se examinarán—en actos universalmente reprobados por los
miembros de cada sociedad. Se pregunta hoy día si esta reprobación es racional
y si no sería más cuerdo ver en el crimen una enfermedad o un yerro. Pero no
tenemos por qué entrar en esas discusiones; buscamos el determinar lo que es o
ha sido, no lo que debe ser. Ahora bien, la realidad del hecho que acabamos de
exponer no ofrece duda; es decir, que el crimen hiere sentimientos que, para un
mismo tipo social, se encuentran en todas las conciencias sanas.
SOLIDARIDAD DEBIDA A LA DIVISIÓN DEL TRABAJO U
ORGANICA
La naturaleza misma de la sanción restitutiva basta para mostrar que la
solidaridad social a que corresponde ese derecho es de especie muy diferente.
Distingue a esta sanción el no ser expiatoria, el reducirse a un simple volver las
cosas a su estado. No se impone, a quien ha violado el derecho o a quien lo ha
desconocido, un sufrimiento proporcionado al perjuicio; se le condena,
simplemente, a someterse. Si ha habido hechos consumados, el juez los
restablece al estado en que debieran haberse encontrado. Dicta el derecho, no
41
pronuncia penas. Los daños y perjuicios a que se condena un litigante no tienen
carácter penal; es tan sólo un medio de volver sobre el pasado para restablecerlo
en su forma normal, hasta donde sea posible. Es verdad que Tarde ha creído
encontrar una especie de penalidad civil en la condena en costas, que siempre
se impone a la parte que sucumbe. Pero, tomada en este sentido, la palabra no
tiene más que un valor metafórico. Para que hubiere habido pena, sería preciso,
cuando menos, que hubiere habido alguna proporción entre el castigo y la falta,
y para eso sería necesario que el grado de gravedad de esta última fuera
seriamente establecido. Ahora bien, de hecho, el que pierde el proceso paga los
gastos, aun cuando sus intenciones hubieren sido puras, aun cuando no fuere
culpable más que de ignorancia. Las razones de esta regla parecen ser, pues,
otras muy diferentes: dado que la justicia no es gratuita, estimase equitativo que
los gastos sean soportados por aquel que ha dado la ocasión. Es posible, además,
que la perspectiva de estos gastos contenga al litigante temerario, pero esto no
basta para crear una pena. El temor a la ruina, que de ordinario sigue a la pereza
o a la negligencia, puede hacer al negociante activo y aplicado, y, sin embargo,
la ruina no es, en el propio sentido de la palabra, la sanción penal de esas faltas.
El faltar a esas reglas ni siquiera se castiga con una pena difusa. El litigante que
ha perdido su proceso no está deshonrado, su honor no está manchado. Podemos
incluso imaginar que esas reglas sean otras de las que son, sin que esto nos irrite.
La idea de que el homicidio pueda ser tolerado nos subleva, pero aceptamos sin
inconveniente alguno que se modifique el derecho sucesorio y muchos hasta
conciben que pueda ser suprimido. Se trata de una cuestión que no rehuimos
discutir. Admitimos incluso sin esfuerzo que el derecho de servidumbre o el de
usufructo se organice de otra manera, que las obligaciones del vendedor y del
comprador se determinen en otra forma, que las funciones administrativas se
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distribuyan con arreglo a otros principios. Como esas prescripciones no
corresponden en nosotros a sentimiento alguno, y como, generalmente, no
conocemos científicamente sus razones de ser, puesto que esta ciencia no está
hecha todavía, carecen de raíces en la mayor parte de nosotros. Sin duda hay
excepciones. No toleramos la idea de que una obligación contraria a las
costumbres u obtenida, ya por la violencia, ya por el fraude, pueda ligar a los
contratantes. Así, cuando la opinión pública se encuentra en presencia de casos
de ese género, se muestra menos indiferente de lo que acabamos de decir y
agrava con su censura la sanción penal. Y es que los diferentes dominios de la
vida moral no se hallan radicalmente separados unos de otros; al contrario, son
continuos, y, por consiguiente, hay entre ellos regiones limítrofes en las que se
encuentran a la vez caracteres diferentes. Sin embargo, la proposición
precedente sigue siendo cierta en relación con la generalidad de los casos. Es
prueba de que las reglas de sanción restitutiva, o bien no forman parte en
absoluto de la conciencia colectiva, o sólo constituyen estados débiles. El
derecho represivo corresponde a lo que es el corazón, el centro de la conciencia
común; las reglas puramente morales constituyen ya una parte menos central;
en fin, el derecho restitutivo nace en regiones muy excéntricas para extenderse
mucho más allá todavía. Cuanto más suyo llega a ser, más se aleja.
Esa característica se ha puesto de manifiesto por la manera cómo funciona.
Mientras el derecho represivo tiende a permanecer difuso en la sociedad, el
derecho restitutivo se crea órganos cada vez más especiales: tribunales
especiales, consejos de hombres buenos, tribunales administrativos de toda
especie. Incluso en su parte más general, a saber, en el derecho civil, no se pone
en ejercicio sino gracias a funcionarios particulares: magistrados, abogados,
etc., que se han hecho aptos para esa función gracias a una cultura especializada.
43
Pero, aun cuando esas reglas se hallen más o menos fuera de la conciencia
colectiva, no interesan sólo a los particulares. Si fuera así, el derecho restitutivo
nada tendría de común con la solidaridad social, pues las relaciones que regula
ligarían a los individuos unos con otros sin por eso unirlos a la sociedad. Serían
simples acontecimientos de la vida privada, como pasa, por ejemplo, con las
relaciones de amistad. Pero no está ausente, ni mucho menos, la sociedad de
esta esfera de la vida jurídica. Es verdad que, generalmente, no interviene por
sí misma y en su propio nombre; es preciso que sea solicitada por los
interesados. Más, por el hecho de ser provocada, su intervención no deja menos
de ser un engranaje esencial del mecanismo, ya que sólo ella es la que le hace
funcionar. Es ella la que dicta el derecho, por el órgano de sus representantes.
Se ha sostenido, sin embargo, que esa función no tenía nada de propiamente
social sino que se reducía a ser conciliadora de los intereses privados; que, por
consiguiente, cualquier particular podía llenarla, y que si la sociedad se
encargaba era tan sólo por razones de comodidad. Pero nada más inexacto que
contemplar en la sociedad una especie de árbitro entre las partes. Cuando se ve
llevada a intervenir no es con el fin de poner de acuerdo los intereses
individuales; no busca cuál podrá ser la solución más ventajosa para los
adversarios y no les propone transacciones, sino que aplica al caso particular
que le ha sido sometido las reglas generales y tradicionales del derecho. Ahora
bien, el derecho es cosa social en primer lugar, y persigue un objeto
completamente distinto al interés de los litigantes. El juez que examina una
demanda de divorcio no se preocupa de saber si esta separación es
verdaderamente deseable para los esposos, sino si las causas que se invocan
entran en alguna de las categorías previstas por la ley.
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Pero, para apreciar bien la importancia de la acción social, es preciso observarla,
no sólo en el momento en que la sanción se aplica o en el que la acción
perturbada se restablece, sino también cuando se instituye.
En efecto, es necesaria tanto para fundar como para modificar multitud de
relaciones jurídicas que rigen ese derecho y que el consentimiento de los
interesados no basta para crear ni para cambiar. Tales son, especialmente, las
que se refieren al estado de las personas. Aunque el matrimonio sea un contrato,
los esposos no pueden ni formalizarlo ni rescindirlo a su antojo. Lo mismo
sucede con todas las demás relaciones domésticas, y, con mayor motivo, con
todas aquellas que reglamenta el derecho administrativo. Es verdad que las
obligaciones propiamente contractuales pueden anudarse y deshacerse sólo con
el acuerdo de las voluntades. Pero es preciso no olvidar que, si el contrato tiene
el poder de ligar a las partes, es la sociedad quien le comunica ese poder.
Supongamos que no sancione las obligaciones contratadas; se convierten éstas
en simples promesas que no tienen ya más que una autoridad moral. Todo
contrato supone, pues, que detrás de las partes que se comprometen está la
sociedad dispuesta a intervenir para hacer respetar los compromisos que se han
adquirido; por eso no presta la sociedad esa fuerza obligatoria sino a los
contratos que tienen, por sí mismos, un valor social, es decir, son conformes a
las reglas de derecho. Ya veremos cómo incluso a veces su intervención es
todavía más positiva. Se halla presente, pues, en todas las relaciones que
determina el derecho restitutivo, incluso en aquellas que parecen más privadas,
y en las cuales su presencia, aun cuando no se sienta, al menos en el estado
normal, no deja de ser menos esencial.
OTRA PRUEBA DE LO QUE PRECEDE
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Por consiguiente, y a causa de la importancia de los resultados que preceden,
no está de más, antes de continuar, confirmarlos una última vez. Esta nueva
comprobación es tanto más útil cuanto que va a proporcionarnos la ocasión de
establecer una ley que, además de servir de prueba, nos aclarará todo lo que a
continuación se diga.
Si las dos clases de solidaridad que acabamos de distinguir poseen la expresión
jurídica que hemos dicho, la preponderancia del derecho represivo sobre el
derecho cooperativo deberá ser tanto más grande cuanto más pronunciado es el
tipo colectivo y más rudimentaria la división del trabajo. A la inversa, a medida
que los tipos individuales se desenvuelven y que las tareas se especializan, la
proporción entre la extensión de esos dos derechos debe tender a invertirse.
Ahora bien, la realidad de esa relación puede demostrarse experimentalmente.
Cuanto más primitivas son las sociedades, más semejanzas existen entre los
individuos que las componen. Ya Hipócrates, en su escrito De Aere et Locis,
había dicho que los escitas tenían un tipo étnico y carecían de tipos personales.
Humboldt hace notar en sus Neuspanien que, entre los pueblos bárbaros, se
encuentra más bien una fisonomía propia de la horda que fisonomías
individuales, y el hecho ha sido confirmado por un gran número de
observadores. "De igual manera que los romanos encontraban entre los viejos
germanos grandes semejanzas, los llamados salvajes producen un efecto
semejante al europeo civilizado. Tal vez la falta de práctica sea con frecuencia
la causa principal que determina al viajero a un juicio como ese... ; sin embargo,
esta inexperiencia no podría producir sino con dificultad esa consecuencia, si
las diferencias a que el hombre civilizado está acostumbrado en su medio natal
no fueran realmente más importantes que las que encuentra en los pueblos
primitivos. Bien conocida y con frecuencia citada es la frase de Ulloa, de que
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quien ha visto un indígena de América los ha visto todos". Por el contrario, entre
los pueblos civilizados, dos individuos se distinguen uno de otro al primer golpe
de vista y sin que una iniciación previa sea para esto necesaria.
Hasta donde es posible juzgar del estado del derecho en las sociedades
absolutamente inferiores, parece que era completamente represivo. "El salvaje,
dice Lubbock, no es en manera alguna libre. En el mundo entero, la vida diaria
del salvaje hallase reglamentada por una porción de costumbres (tan imperiosas
como las leyes) complicadas y con frecuencia muy molestas, de prohibiciones
y de privilegios absurdos. Numerosos reglamentos muy severos, aun cuando no
se encuentren escritos, regulan todos los actos de su vida». Se sabe, en efecto,
la facilidad con que en los pueblos primitivos se consolidan las maneras de
actuar en prácticas tradicionales, y, por otra parte, qué intensa es en ellos la
fuerza de la tradición. Las costumbres de los antepasados están rodeadas de un
respeto tal que no se las puede derogar sin ser castigado.
Pero en tales observaciones falta necesariamente precisión, pues nada es tan
difícil de recoger como costumbres que se encuentran en el aire. Para que
nuestra experiencia pueda ser llevada con método es preciso hacer que recaiga,
en cuanto sea posible, sobre derechos escritos.
El derecho de restitución, y sobre todo el derecho cooperativo, se reducen, pues,
a muy poca cosa. No es esto todo. Entre las reglas que acabamos de citar,
muchas no son tan extrañas al derecho penal como pudiera creerse a primera
vista, pues están todas ellas señaladas de un carácter religioso. Todas emanan
igualmente de la divinidad; violarlas es ofenderles, y tales ofensas son faltas
que deben expiarse. El libro no distingue entre tales o cuales preceptos, sino que
todos son palabras divinas a las que no se puede desobedecer impunemente. No
tienes cuidado en cumplir con todas las palabras de esta ley que están escritas
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en este libro temiendo ese nombre glorioso y terrible, el Eterno Dios tuyo,
entonces el Eterno te castigará a ti y a tu posteridad. La falta, incluso por error,
a un precepto cualquiera constituye un pecado y reclama una expiación.
Amenazas de ese género, en las que la naturaleza penal no ofrece duda,
sancionan directamente inclusive algunas de esas reglas que hemos atribuido al
derecho de restitución. Después de haber decidido que a la mujer divorciada no
podrá volver a tomarla su marido si, después de volverse a casar, se divorcia de
nuevo, agrega el texto: "Sería esa una abominación ante el Eterno; así tú no
cargaras con pecado alguno el país que tu Dios Eterno te da en herencia". He
aquí también el versículo en que se regula la manera como deben pagarse los
salarios: Las indemnizaciones a que dan origen los cuasi delitos parecen
igualmente presentadas como verdaderas expiaciones. Así se lee en el Levítico:
"Se castigará también con la muerte al que hubiere golpeado de muerte a una
persona, cualquiera que ella sea. Aquel que hubiera golpeado a una bestia hasta
matarla tendrá que devolverla; vida por vida, fractura por fractura, ojo por ojo,
diente por diente". La reparación del mal causado tiene todo el aspecto de
asimilarse al castigo de muerte y de que se la mire como una aplicación de la
ley del talión.
Es verdad que hay un cierto número de preceptos en los que la sanción no está
especialmente indicada; pero ya sabemos con seguridad que es penal. La
naturaleza de las expresiones empleadas basta para probarlo. Además, la
tradición nos enseña que un castigo corporal se aplicaba a quien violase un
precepto negativo, cuando la ley no anunciaba formalmente la pena. En
resumen, en grados diversos, todo el derecho, tal como el Pentateuco lo da a
conocer, tiene un carácter esencialmente represivo. Señalase más éste en unos
sitios que en otros, pero se le siente en todas partes. Por ser todas las
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prescripciones que contiene mandatos de Dios, colocados, por decirlo así, bajo
su garantía directa, deben a este origen un prestigio extraordinario que las hace
sacrosantas; así, cuando se las viola, la conciencia pública no se contenta con
una simple reparación, sino que exige una expiación que la vengue. Si, pues, lo
que constituye la naturaleza propia del derecho penal es la autoridad
extraordinaria de las reglas que sanciona, y si los hombres no han conocido
jamás ni imaginado una autoridad más alta que la que creen atribuida a su Dios,
un derecho que está considerado como la palabra de Dios mismo no puede dejar
de ser esencialmente represivo. Hemos podido incluso decir que todo derecho
penal es más o menos religioso, pues lo que integra su alma es un sentimiento
de respeto por una fuerza superior al hombre individual, por un poder, en cierta
manera, transcendente, sea cual fuere el símbolo bajo el cual se haga sentir a las
conciencias, y ese sentimiento hállase también en la base de toda religiosidad.
He aquí por qué, de una manera general, la represión domina todo el derecho
en las sociedades inferiores; es que la religión penetra toda la vida jurídica de
las mismas, como también toda la vida social.
También ese carácter se encuentra muy marcado en las leyes de Manú. No hay
más que ver el lugar eminente que atribuyen a la justicia criminal en el conjunto
de las instituciones nacionales. «Para ayudar al rey en sus funciones, dice Manú,
el Señor ha producido desde el principio el genio del castigo, protector de todos
los seres, ejecutor de la justicia, su propio hijo, y cuya esencia es por completo
divina. Es el temor al castigo el que permite a todas las criaturas móviles o
inmóviles gozar de lo que les es propio y les impide apartarse de sus deberes....
El castigo gobierna al género humano, el castigo le protege; el castigo vela
mientras todo duerme; el castigo es la justicia, dicen los sabios... Todas las
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clases se corromperían, todas las barreras serían rotas, el universo no sería más
que confusión si el castigo no cumpliese más con su deber».
La ley de las XII Tablas se refiere ya a una sociedad mucho más avanzada y
más próxima a nosotros que lo estaba el pueblo hebreo. Hallase la prueba en
que la sociedad romana no ha llegado al tipo de la ciudad sino después de haber
pasado por aquel en que la sociedad judía ha quedado detenido y de haberlo
sobrepasado; más adelante tendremos la prueba. Otros hechos, por lo demás,
son testigos de este alejamiento menor. En primer lugar, se encuentran en la ley
de las XII Tablas todos los gérmenes principales de nuestro derecho actual,
mientras que no hay, por decirlo así, nada de común entre el derecho hebraico
y el nuestro. En segundo lugar, la ley de las XII Tablas es absolutamente laica.
Si en la Roma primitiva, a legisladores como a Noma se les atribuía el recibir
su inspiración de la divinidad, y si, por consiguiente, el derecho y la religión
estaban entonces íntimamente mezclados, en el momento en que fueron
redactadas las XII Tablas esta alianza había indudablemente cesado, pues ese
monumento jurídico se ha presentado, desde su origen, como una obra humana
por completo y que no se refería más que a relaciones humanas. No se encuentra
en ella sino algunas disposiciones referentes a ceremonias religiosas, y todavía
parecen haber sido admitidas en calidad de leyes suntuarias. Ahora bien, el
estado de disociación más o menos completo en que se encuentran el elemento
jurídico y el elemento religioso es uno de los signos mejores en que se puede
reconocer si una sociedad se halla más o menos desenvuelta que otra.
PREPONDERANCIA
PROGRESIVA
DE
LA
SOLIDARIDAD
ORGANICA Y SUS CONSECUENCIAS
Basta, en efecto, con lanzar una ojeada sobre nuestros Códigos para comprobar
en ellos el reducido lugar que el derecho represivo ocupa en relación con el
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derecho cooperativo. ¿Qué significa el primero al lado del vasto sistema
formado por el derecho doméstico, el derecho contractual, el derecho mercantil,
etc.? El conjunto de relaciones sometidas a una reglamentación penal sólo
representa la fracción más pequeña de la vida general, y, por consiguiente, los
lazos que nos unen a la sociedad y que derivan de la comunidad de creencias y
de sentimientos, son mucho menos numerosos que los que resultan de la
división del trabajo.
Es verdad, según hemos hecho ya notar, que la conciencia común, y la
solidaridad que produce, no se expresan por entero en el derecho penal; la
primera crea otros lazos además de aquellos cuya ruptura reprime. Existen
estados no tan fuertes y más vagos de la conciencia colectiva, que hacen sentir
su acción por medio de las costumbres, de la opinión pública, sin que esté a
ellos ligada sanción legal alguna, y que, sin embargo, contribuyen a asegurar la
cohesión de la sociedad. Pero el derecho cooperativo no expresa tampoco todos
los lazos que engendra la división del trabajo, pues no nos proporciona de toda
esta parte de la vida social más que una representación esquemática. En una
porción de casos, las relaciones de mutua dependencia que unen las diversas
funciones no están reguladas sino por costumbres, y estas reglas no escritas
sobrepasan en número, ciertamente, a aquellas que sirven de prolongación al
derecho represivo, ya que deben ser tan diferentes como las funciones sociales
mismas. La relación entre unas y otras es, pues, la misma que la de los dos
derechos que completan, y, por consiguiente, se pueden hacer abstracciones sin
que el resultado del cálculo se modifique.
Sin embargo, si no hemos comprobado esta relación más que en nuestras
sociedades actuales y en el momento preciso de su historia a que nosotros hemos
llegado, cabría preguntarse si ello no es debido a causas temporales y tal vez
51
patológicas. Pero acabamos de ver que, cuanto más se aproxima un tipo social
a otro, más predominante se hace el derecho cooperativo; por el contrario, el
derecho penal ocupa tanto mayor lugar cuanto más se aleja de nuestra
organización actual. Y es que ese fenómeno está ligado, no a alguna causa
accidental y más o menos mórbida, sino a la estructura de nuestras sociedades
en lo que tiene de más esencial, puesto que se desenvuelve tanto más cuanto
más ella se determina. La ley, pues, que hemos dejado establecida en nuestro
capítulo precedente nos es doblemente útil. Además de confirmarnos los
principios sobre que descansa nuestra conclusión, nos permite establecer la
generalidad de esta última.
No sólo, de una manera general, la solidaridad mecánica liga menos fuertemente
a los hombres que la solidaridad orgánica, sino también, a medida que se avanza
en la evolución social, se va relajando cada vez más.
En efecto, la fuerza de los lazos sociales que tienen este origen varía en función
a las tres condiciones siguientes:
1. a. La relación entre el volumen de la conciencia común y el de la conciencia
individual. Tienen tanta mayor energía cuanto la primera recubre más
completamente la segunda.
2. a. La intensidad media de los estados de conciencia colectiva. Supuesta igual
la relación de los volúmenes, ejerce una acción tanto mayor sobre el individuo
cuanto más vitalidad tiene. Si, por el contrario, no está formada sino a impulsos
débiles, sólo débilmente la conduce en el sentido colectivo. Tendrá, pues, tanta
mayor facilidad para seguir su propia inclinación y la solidaridad no será tan
fuerte.
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3. a. La determinación mayor o menor de esos mismos estados. En efecto,
cuanto más definidas son las prácticas y las creencias, menos lugar dejan a las
divergencias individuales. Son los moldes uniformes en los cuales todos
uniformemente metemos nuestras ideas y nuestras acciones; el consensus es,
pues, tan perfecto cómo es posible; todas las conciencias vibran al unísono. A
la inversa, cuanto más generales e indeterminadas son las reglas de la conducta
y las del pensamiento, más debe intervenir la reflexión individual para aplicarlas
a los casos particulares. Ahora bien, no puede despertarse sin que las disidencias
estallen, pues, como varía de un hombre a otro en calidad y en cantidad, todo lo
que produce tiene el mismo carácter. Las tendencias centrífugas van, pues,
multiplicándose a expensas de la cohesión social y de la armonía de los
movimientos.
Por otra parte, los estados fuertes y definidos de la conciencia común
constituyen las raíces del derecho penal. Ahora bien, vamos a ver cómo el
número de estas últimas es menor hoy día que antes, y cómo disminuye
progresivamente a medida que las sociedades se aproximan a nuestro tipo
actual. Y es que la intensidad media y el grado medio de determinación de los
estados colectivos han disminuido. De semejante hecho no podemos, es verdad,
llegar a la conclusión de que la extensión total de la conciencia común se haya
reducido, pues puede ocurrir que la región a que corresponda el derecho penal
se haya contraído y que el resto, por el contrario, se haya dilatado. Cabe que
haya menos estados fuertes y definidos, y, en cambio, existir un mayor número
de otros. Pero este crecimiento, si es real, cuando más resulta equivalente del
que se ha producido en la conciencia individual, ya que ésta, por lo menos, ha
aumentado en las mismas proporciones. Si hay más cosas comunes a todos, hay
también muchas más que son personales a cada uno. Hay incluso motivo para
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creer que las últimas han aumentado más que las otras, pues las diferencias entre
los hombres devienen más pronunciadas a medida que se han cultivado.
Acabamos de ver que las actividades especiales se han desenvuelto más que la
conciencia común; es, pues, probable, por lo menos, que en cada conciencia
particular la esfera personal se ha agrandado mucho más que la otra. En todo
caso, la relación entre ellas ha permanecido, cuando más, la misma; por
consiguiente, desde este punto de vista, la solidaridad mecánica no ha ganado
nada, si es que no ha perdido. Si, pues, por otro lado, sostenemos que la
conciencia colectiva se ha hecho más débil y más vaga, podemos estar seguros
de que hay un debilitamiento de esta solidaridad, puesto que, de tres condiciones
de que depende su potencia de acción, dos, por lo menos, pierden intensidad,
permaneciendo sin variar la tercera.
Basta con lanzar una ojeada sobre el cuadro para reconocer que un gran número
de tipos criminológicos se han disuelto progresivamente.
Hoy día, la reglamentación de la vida doméstica ha perdido, casi toda ella, el
carácter penal. Sólo hay que exceptuar la prohibición del adulterio y la de la
bigamia. Y todavía el adulterio ocupa en la lista de nuestros crímenes un lugar
por completo excepcional, puesto que el marido tiene derecho a eximir de la
pena a la mujer condenada. En cuanto a los deberes de los demás miembros de
la familia, no tienen sanción represiva. Antes no ocurría lo mismo. El Decálogo
hace de la piedad filial una obligación social. Así, el hecho de agredir a sus
padres, o de maldecirlos, o de desobedecer al padre, se castigaba con la muerte.
En la ciudad ateniense que, si bien pertenece al mismo tipo que la ciudad
romana, representa, sin embargo, una variedad más primitiva, la legislación en
este punto tenía el mismo carácter. Las faltas a los deberes de familia daban
ocasión a una demanda especial, «Los que maltrataren o insultaren a sus padres
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o a sus ascendientes, los que no les suministraren los medios de existencia de
que tienen necesidad, los que no les procurasen funerales en relación con la
dignidad de sus familias. Los deberes de los parientes hacia el huérfano o la
huérfana recibían sanción en virtud de acciones del mismo género. Sin embargo,
las penas sensiblemente menores que castigaban estos delitos demuestran que
los sentimientos correspondientes no tenían en Atenas la misma fuerza o la
misma determinación que en Judea.
He aquí, pues, multitud de variedades criminológicas que han desaparecido
progresivamente y sin compensación, pues no han surgido otras nuevas. Si
nosotros prohibimos la mendicidad, Atenas castigaba la ociosidad. No existe
sociedad en la que los atentados dirigidos contra sentimientos nacionales o
contra instituciones nacionales se hayan jamás tolerado; la represión parece
incluso haber sido más severa en otros tiempos, y, por consiguiente, hay motivo
para creer que los sentimientos correspondientes se han debilitado. El crimen
de lesa majestad, tan fértil antes en aplicaciones, tiende cada vez más a
desaparecer.
Sin embargo, se ha dicho a veces que los crímenes contra la persona individual
no eran reconocidos en los pueblos inferiores, que el robo y el homicidio incluso
eran glorificados. Lombroso ha intentado recientemente recoger de nuevo esta
tesis. Ha sostenido "que el crimen, entre los salvajes, no es una excepción, sino
la regla general, que nadie le considera un crimen". Más, en apoyo de esta
afirmación, sólo cita algunos hechos raros y equívocos que interpreta sin
criticarlos. Limitase así a identificar el robo con la práctica comunista o con el
bandolerismo internacional. Ahora bien, por el hecho de que la propiedad se
halle indivisa entre todos los miembros del grupo, no se deduce, en absoluto,
que se encuentre reconocido el derecho al robo; no puede incluso haber robo,
55
sino en la medida en que existe la propiedad. Igualmente, del hecho de que una
sociedad no encuentre desagradable el pillaje a expensas de las naciones
vecinas, no se puede deducir la conclusión de que tolere las mismas prácticas
en las relaciones interiores y no proteja a sus nacionales unos contra otros.
Ahora bien, la impunidad del bandidaje interno es la que sería preciso
demostrar. Verdad es que hay un texto de Diodoro y otro de Aulo-Gelio que
podrían hacer creer que semejante licencia ha existido en el antiguo Egipto. Pero
contradicen esos textos todo lo que sabemos sobre civilización egipcia: "¿Cómo
admitir, dice muy justamente Thonissen, la tolerancia del robo en un país en el
que las leyes aplicaban la pena de muerte al que vivía de ganancias ilícitas; en
el que una simple alteración en un peso o en una medida se castigaba con la
pérdida de ambas manos?". Se puede intentar por vía de conjetura reconstruir
los hechos que los escritores nos han transmitido inexactamente, pero la
inexactitud de su relato no es dudosa.
PREPONDERANCIA
PROGRESIVA
DE
LA
SOLIDARIDAD
ORGANICA Y SUS CONSECUENCIAS
Constituye, pues, una ley histórica el que la solidaridad mecánica, que en un
principio se encuentra sola o casi sola, pierda progresivamente terreno, y que la
solidaridad orgánica se haga poco a poco preponderante. Más cuando la manera
de ser solidarios los hombres se modifica, la estructura de las sociedades no
puede dejar de cambiar. La forma de un cuerpo se transforma necesariamente
cuando las afinidades moleculares no son ya las mismas. Por consiguiente, si la
proposición precedente es exacta, debe haber dos tipos sociales que
correspondan a esas dos especies de solidaridad.
Si se intenta constituir con el pensamiento el tipo ideal de una sociedad cuya
cohesión resultare exclusivamente de semejanzas, deberá concebírsela como
56
una masa absolutamente homogénea en que las partes no se distinguirían unas
de otras, y, por consiguiente, no estarían coordinadas entre sí; en una palabra,
estaría desprovista de toda forma definida y de toda organización. Este sería el
verdadero protoplasma social, el germen de donde surgirían todos los tipos
sociales. Proponemos llamar horda al agregado así caracterizado.
Verdad es que, de una manera completamente auténtica, todavía no se han
observado sociedades que respondieran en absoluto a tal descripción. Sin
embargo, lo que hace que se tenga derecho a admitir como un postulado su
existencia, es que las sociedades inferiores, las que están, por consiguiente, más
próximas a esa situación primitiva, se hallan formadas por una simple repetición
de agregados de ese género. Encuéntrese un modelo, perfectamente puro casi,
de esta organización social entre los indios de América del Norte. Cada tribu
iroquesa, por ejemplo, hállase formada de un cierto número de sociedades
parciales (las que más, abarcan ocho) que presentan los caracteres que
acabamos de indicar. Los adultos de ambos sexos son entre sí iguales unos a
otros. Las sachems y los jefes que se hallan a la cabeza de cada uno de esos
grupos, y cuyo consejo administra los asuntos comunes de la tribu, no gozan de
superioridad alguna. El mismo parentesco no está organizado, pues no se puede
dar ese nombre a la distribución por generaciones. En la época tardía en que se
ha observado esos pueblos, había, sin duda, algunas obligaciones especiales que
unían al niño a su madre; pero tales relaciones reducíanse, en verdad, a poca
cosa y no se distinguían sensiblemente de las que sostenían con los demás
miembros de la sociedad. En principio, todos los individuos de la misma edad
eran parientes unos de otros en el mismo grado. En otros casos nos
aproximamos, todavía más, a la horda; los señores Fison y Howitt describen las
tribus australianas, las cuales no comprenden más que dos de esas divisiones.
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Otra es completamente la estructura de las sociedades en que la solidaridad
orgánica es preponderante.
Están constituidas, no por una repetición de segmentos similares y homogéneos,
sino por un sistema de órganos diferentes, cada uno con su función especial y
formados, ellos mismos, de partes diferenciadas. A la vez que los elementos
sociales no son de la misma naturaleza, tampoco se hallan dispuestos de la
misma forma. No se encuentran ni yuxtapuestos linealmente, como los anillos
de un anélido, ni encajados unos en otros, sino coordinados y subordinados unos
a otros, alrededor de un mismo órgano central que ejerce sobre el resto del
organismo una acción moderatriz. Este mismo órgano no tiene ya el carácter
que en el caso precedente, pues, si los otros dependen de él, él depende a su vez
de ellos. Sin duda que hay todavía una situación particular y si se quiere
privilegiada; pero es debida a la naturaleza del papel que desempeña y no a una
causa extraña a esas funciones, a una fuerza cualquiera que se le comunica desde
fuera. Sólo tiene elemento temporal y humano; entre él y los demás órganos no
hay más que diferencias de grados. Por eso, en el animal, la preminencia del
sistema nervioso sobre los demás sistemas se reduce al derecho, si así puede
hablarse, de recibir un alimento más escogido y a tomar su parte antes que los
demás; pero tiene necesidad de ellos como ellos tienen necesidad de él.
Este tipo social descansa sobre principios hasta tal punto diferentes del anterior,
que no puede desenvolverse sino en la medida en que aquel va borrándose. En
efecto, los individuos se agrupan en él, no ya según sus relaciones de
descendencia, sino con arreglo a la naturaleza particular de la actividad social a
la cual se consagran. Su medio natural y necesario no es ya el medio natal sino
el medio profesional. No es ya la consanguinidad, real o ficticia, la que señala
el lugar de cada uno, sino la función que desempeña. No cabe duda que, cuando
58
esta nueva organización comienza a aparecer, intenta utilizar la existente y
asimilársela. La manera como las funciones entonces se dividen está calcada,
con la mayor fidelidad posible, sobre la división ya existente en la sociedad.
Los segmentos, o al menos los grupos de segmentos unidos por afinidades
especiales, se convierten en órganos. Así, los clans cuyo conjunto forma la tribu
de los Levitas aprópianse en el pueblo hebreo las funciones sacerdotales. De
una manera general, las clases y las castas no tienen realmente ni otro origen ni
otra naturaleza: provienen de la mezcla de la organización profesional naciente
con la organización familiar prexistente. Pero este arreglo mixto no puede durar
mucho tiempo, pues entre los dos términos que intenta conciliar hay un
antagonismo que necesariamente acaba por explotar. No hay más que una
división del trabajo muy rudimentaria, que pueda adaptarse a estos moldes
rígidos, definidos, y que no han sido hechos para ella. No se puede desarrollar
más que libertándose de esos cuadros que la encierran. Desde que rebasa un
cierto grado de desenvolvimiento, no hay ya relación, ni entre el número
inmutable de los segmentos y el de las funciones siempre crecientes que se
especializan, ni entre las propiedades hereditariamente fijadas desde un
principio y las nuevas aptitudes que las segundas reclaman. Es preciso, pues,
que la materia social entre en combinaciones enteramente nuevas para
organizarse sobre bases completamente diferentes. Ahora bien, la antigua
estructura, en tanto persiste, se opone a ello; por eso es necesario que
desaparezca.
La misma ley preside al desenvolvimiento biológico.
Sabemos hoy que los animales inferiores están formados de segmentos
similares, dispuestos ya en masas irregulares, ya en series lineales; incluso en
el grado más bajo de la escala, esos elementos, no sólo son semejantes entre sí,
59
sino que, además, son de composición homogénea. Se les da generalmente el
nombre de colonias. Pero esta expresión, que, por otra parte, no deja de prestarse
a equívoco, no significa que esas asociaciones no constituyan organismos
individuales, pues «toda colonia en la que los miembros forman un tejido
continuo, en realidad es un individuo». En efecto, lo que caracteriza la
individualidad de un agregado cualquiera es la existencia de operaciones
efectuadas en común por todas sus partes. Ahora bien, entre los miembros de la
colonia hay la aportación en común de materiales nutritivos y la imposibilidad
de moverse como no sea para movimientos de conjunto, en tanto la colonia no
se disuelve. Hay más: el huevo surgido de uno de los segmentos asociados
reproduce, no a ese segmento, sino a la colonia entera de que forma parte: «entre
las colonias de pólipos y los animales más elevados no hay, desde este punto de
vista, ninguna diferencia». Lo que hace, sin embargo, toda separación radical
imposible, es que no hay organismos, por centralizados que sean, que no
presenten, en grados diversos, la constitución colonial. Se encuentran vestigios
hasta en los vertebrados, en la composición de su esqueleto, de su aparato
urogenital, etc.; sobre todo, su desenvolvimiento embrionario ofrece la prueba
indudable de que no son otra cosa más que colonias modificadas.
La ley que hemos establecido en los dos últimos capítulos ha podido, por un
rasgo, mas sólo por un rasgo, recordar la que domina la sociología de Spencer.
Hemos dicho, como él, que el lugar del individuo en la sociedad, nulo en el
origen, ha ido aumentando con la civilización. Pero este hecho indudable se ha
presentado a nosotros bajo un aspecto totalmente diferente que al filósofo
inglés, hasta el extremo que, por último, nuestras conclusiones se oponen a las
suyas en vez de repetirlas.
60
En primer lugar, según él, esta absorción del individuo en el grupo sería
resultado de una obligación y de una organización artificial, exigido por el
estado de guerra en que viven de una manera crónica las sociedades inferiores.
En efecto, es en la guerra, sobre todo, donde la unión es necesaria para el éxito.
Un grupo no puede defenderse contra otro grupo, o someterlo, sino a condición
de obrar con unidad. Es preciso, pues, que todas las fuerzas individuales se
concentren de una manera permanente en un haz indisoluble. Ahora bien, el
único medio de producir esta concentración de todos los instantes es establecer
una autoridad muy fuerte a la cual se hallen absolutamente sometidos los
particulares. Es preciso que, así "como la voluntad del soldado se encuentra en
suspenso hasta el punto que deviene en todo el ejecutor de la voluntad de su
oficial, la voluntad de los ciudadanos se encuentra de igual manera disminuida
por la del gobierno". Es, pues, un despotismo organizado el que aniquilaría a
los individuos, y como esta organización es esencialmente militar, valiéndose
del militarismo es como Spencer define esta clase de sociedades.
SOLIDARIDAD ORGANICA Y SOLIDARIDAD CONTRACTUAL
Es verdad que, en las sociedades industriales de Spencer, lo mismo que en las
sociedades organizadas, la armonía social deriva esencialmente de la división
del trabajo (1). Caracterízala el consistir en una cooperación producida en forma
automática, sólo por el hecho de perseguir cada uno sus propios intereses. Basta
que cada individuo se consagre a una función especial para encontrarse, por la
fuerza de las cosas, solidarizado con los otros. ¿No es éste el signo que distingue
las sociedades organizadas?
Pero si Spencer ha señalado muy justamente cuál era, en las sociedades
superiores, la causa principal de la solidaridad social, ha menospreciado la
61
manera como esta causa produce su efecto y, por consiguiente, la naturaleza de
esa última.
En efecto, para él, la que llama solidaridad industrial presenta las dos
características que a continuación se indican:
Como es espontánea, no es necesario aparato coercitivo alguno ni para
producirla ni para mantenerla. La sociedad, pues, no tiene que intervenir para
asegurar un concurso que por sí solo se establece. «Todo hombre puede
sostenerse con su trabajo, cambiar sus productos por los de otro, prestar su
asistencia y recibir una recompensa, entrar en tal o cual asociación para dirigir
una empresa, pequeña o grande, sin obedecer a la dirección de la sociedad en
su conjunto». La esfera de la acción social iría, pues, estrechándose cada vez
más, ya que no tendría otro objeto que impedir a los individuos el que
mutuamente se usurpara y recíprocamente se dañaran, esto es, que su regulación
sería de carácter negativo meramente.
En esas condiciones, el único lazo que queda entre los hombres es el de libertad
absoluta de cambio. “Todos los asuntos industriales... se realizan por medio del
comercio libre. Esta relación deviene predominante en la sociedad, a medida
que la actividad individual deviene predominante”. Ahora bien, la forma normal
del cambio es el contrato; por eso, “a medida que con el declinar del militarismo
y el ascendiente del industrialismo, el poder y alcance de la autoridad
disminuyen y aumenta la acción libre, la relación del contrato se hace general;
finalmente, en el tipo industrial, plenamente desenvuelto, esta relación deviene
universal”.
Es una gran verdad que las relaciones contractuales, que eran muy raras en el
origen o no existían, se multiplican a medida que el trabajo social se divide.
62
Pero lo que Spencer no parece haber visto es que las relaciones no contractuales
se desenvuelven al mismo tiempo. Examinemos primero esta parte del derecho
que se califica impropiamente de privado y que, en realidad, regula las
relaciones de las funciones sociales difusas o, dicho de otra manera, la vida
visceral del organismo social.
En primer lugar, sabemos que el derecho doméstico, de simple que era en un
principio, se ha hecho cada vez más complejo, es decir, que las diferentes
especies de relaciones jurídicas, a las cuales da nacimiento la vida de familia,
son mucho más numerosas que antes. Ahora bien, por una parte, las
obligaciones que de ella resultan son de naturaleza eminentemente positiva; es
una reciprocidad de derechos y deberes. Por otra parte, no son contractuales, al
menos en su forma típica. Las condiciones de que dependen se refieren a nuestro
estatuto personal, el cual él a su vez depende de nuestro nacimiento, de nuestras
relaciones de consanguinidad, por consiguiente, de los hechos que se hallan
sustraídos a nuestra voluntad.
Sin embargo, el matrimonio y la adopción son dos fuentes de relaciones
domésticas y son contratos. Pero justamente sucede que, cuanto más uno se
acerca a los tipos sociales más elevados, más también pierden esas dos
operaciones jurídicas su carácter propiamente contractual.
Está, finalmente, el derecho administrativo. Llamamos tal al conjunto de reglas
que determinan, primero las funciones del órgano central y sus relaciones, en
seguida las de los órganos que se hallan inmediatamente subordinados al
precedente, sus relaciones unos con otros, con los primeros y con las funciones
difusas de la sociedad. Si continuamos tomando a la Biología su lenguaje, que,
por ser metafórico, no es menos cómodo, diremos que reglamenta la manera
63
cómo funciona el sistema cerebroespinal del organismo social. Es ese sistema
el que, en lengua corriente, se designa bajo el nombre de Estado.
Que la acción social que bajo esta forma se expresa sea de naturaleza positiva,
nadie lo discute. En efecto, tiene por objeto fijar la manera cómo deben cooperar
esas funciones especiales. Incluso, en ciertos aspectos, impone la cooperación,
pues esos diversos órganos no pueden mantenerse sino mediante contribuciones
exigidas imperativamente a cada ciudadano. Pero, según Spencer, este aparato
regulador iría retrocediendo a medida que el tipo industrial se disgrega del tipo
militar, y, finalmente, las funciones del Estado serían destinadas a reducirse a
la administración de justicia.
Sólo que, las razones alegadas en apoyo de esta proposición son de una notoria
pobreza. Spencer cree haber podido deducir esta ley general del
desenvolvimiento histórico después de una breve comparación entre Inglaterra
y Francia y entre la Inglaterra de antes y la de ahora. Sin embargo, las
condiciones de la prueba no son diferentes en Sociología que en las demás
ciencias. Demostrar una hipótesis no es comprobar que explique bastante bien
ciertos hechos traídos a colación, sino establecer experiencias metódicas. Es
hacer ver que los fenómenos entre los cuales se establece una relación, o bien
concuerdan universalmente, o bien no subsisten los unos sin los otros, o varían
en el mismo sentido y en la misma relación. Más algunos ejemplos expuestos
sin orden no constituyen una demostración.
Las siguientes proposiciones resumen esta primera parte de nuestro trabajo:
La vida social mana de una doble fuente: la semejanza de las conciencias y la
división del trabajo social. En el primer caso el individuo es socializado, porque,
no teniendo individualidad propia, se confunde, así como sus semejantes, en el
64
seno de un mismo tipo colectivo; en el segundo porque, aun teniendo una
fisonomía y una actividad personales que le distinguen de los demás, depende
de ellos en la misma medida en que se distingue, y, por consiguiente, de la
sociedad que de su unión resulta.
La semejanza de las conciencias da nacimiento a reglas jurídicas que, bajo la
amenaza de medidas represivas, imponen a todo el mundo creencias y prácticas
uniformes; cuanto más pronunciada es, más completamente se confunde la vida
social con la vida religiosa y más cercanas se encuentran al comunismo las
instituciones económicas.
La división del trabajo da origen a reglas jurídicas que determinan la naturaleza
y las relaciones de las funciones divididas, pero cuya violación no supone más
que medidas reparadoras sin carácter expiatorio.
4.3) LAS CAUSAS Y LAS CONDICIONES
LOS PROGRESOS DE LA DIVISION DEL TRABAJO Y LOS DE LA
FELICIDAD
¿A qué causas se deben los progresos de la división del trabajo?
No debería, sin duda, ser problema encontrar una fórmula única que englobare
todas las modalidades posibles de la división del trabajo. Una fórmula tal no
existe. Cada caso particular depende de causas particulares que no pueden
determinarse sino mediante un examen especial. El problema que nos
planteamos es más reducido. Si se hace abstracción de las formas variadas que
toma la división del trabajo según las condiciones de lugar y tiempo, queda ese
hecho general de su desenvolvimiento regular a medida que se avanza en la
65
historia. Ese hecho depende, ciertamente, de causas igualmente comprobadas
que vamos a investigar.
Esta causa no debería consistir en una representación anticipada de los efectos
que produce la división del trabajo contribuyendo a mantener el equilibrio de
las sociedades. Sería esa una repercusión demasiado lejana para que pudiera
comprenderse por todo el mundo; la mayor parte de los espíritus no tienen de
ella conciencia alguna. En todo caso, no podría comenzar a ser sensible sino
cuando la división del trabajo estuviera muy avanzada.
Según la teoría más extendida, no tiene otro origen que el deseo del hombre en
aumentar sin cesar su felicidad. Sábese, en efecto, que, cuanto más se divide el
trabajo, más se eleva el rendimiento. Los recursos que pone a nuestra
disposición son más abundantes, son también de mejor calidad. La ciencia se
hace mejor y más de prisa; las obras de arte son más numerosas y más refinadas,
la industria produce más y los productos son más perfectos. Ahora bien, el
hombre tiene necesidad de todas estas cosas; parece, pues, que deberá ser tanto
más feliz cuantas más posea y, por consiguiente, que se encuentra por naturaleza
incitado a buscarlas.
Nada menos demostrado que el pretendido axioma sobre el cual descansa.
No se puede asignar límite alguno racional a la potencia productiva del trabajo.
Sin duda depende del estado de la técnica, de los capitales, etc. Pero esos
obstáculos siempre son provisionales, como lo prueba la experiencia, y cada
generación hace recular el límite en que se había detenido la generación
precedente. Aun cuando llegare un día a un máximum que no pudiera rebasar
—lo cual es una conjetura absolutamente gratuita—, es indudable, al menos,
que, por el momento, tiene tras de sí un campo de desenvolvimiento inmenso.
66
Si, pues, como se supone, la felicidad aumenta regularmente con ella, sería
preciso también que pudiera aumentar indefinidamente o que los aumentos de
que es susceptible fueran proporcionados a los precedentes. Si aumenta a
medida que los excitantes agradables se hacen más numerosos y más intensos,
sería muy natural que el hombre buscara producir más para gozar todavía más.
Pero, en realidad, nuestro poder de felicidad es muy limitado.
En efecto, es una verdad, hoy generalmente reconocida, que el placer no
acompaña ni a los estados de conciencia muy intensos, ni a los muy débiles.
Hay dolor cuando la actividad funcional es insuficiente; pero una actividad
excesiva produce los mismos efectos. Ciertos fisiólogos creen incluso que el
dolor está ligado a una vibración nerviosa excesivamente intensa. El placer
hállase, pues, situado entre esos dos extremos. Esta proposición, por lo demás,
no es otra cosa que un corolario de la ley de Weber y de Fechner. Si la fórmula
matemática que esos experimentadores han dado es de una exactitud discutible,
hay un punto, al menos, que ha puesto fuera de duda, y es que las variaciones
de intensidad por las cuales puede pasar una sensación están comprendidas entre
dos límites. Si el excitante es muy débil, no se siente; si pasa de un cierto grado,
los aumentos que recibe producen cada vez menos efecto hasta que cesan por
completo de percibirse. Ahora bien, esta ley es igualmente verdad tratándose de
esa cualidad de la sensación que se llama el placer. Incluso ha sido formulada
para el placer y para el dolor mucho tiempo antes que lo fuera para los demás
elementos de la sensación: Bernouilli la aplicó en seguida a los sentimientos
más complejos, y Laplace, interpretándola en el mismo sentido, le dio la forma
de una relación entre la fortuna física y la fortuna moral. El campo de
variaciones que puede recorrer la intensidad de un mismo placer es, pues,
limitado.
67
Seguramente existen muchos placeres que hoy nos están abiertos y que
naturalezas más sencillas no conocen. Pero, en compensación, estamos
expuestos a bastantes sufrimientos que aquéllas se economizan, y no es seguro,
en modo alguno, que la balanza se incline en nuestro provecho. El pensamiento
es, sin duda, una fuente de venturas, que pueden ser muy vivas; pero, al mismo
tiempo, ¡cuántos goces perturba! Para un problema resuelto, ¡cuántas cuestiones
suscitadas que quedan sin respuesta! Para una duda aclarada, ¡cuántos misterios
percibidos que nos desconciertan! Así, pues, si el salvaje no conoce los placeres
que procura una vida muy activa, en cambio es inaccesible al aburrimiento, ese
tormento de los espíritus cultivados; deja deslizarse dulcemente su vida sin
experimentar perpetuamente la necesidad de llenar sus cortos instantes de
hechos numerosos y precipitados. No olvidemos, además, que el trabajo no es
todavía, para la mayor parte de los hombres, más que un castigo y una carga.
Se objetará que, entre los pueblos civilizados, la vida es más variada, y que la
variedad es necesaria para el placer. Pero, al mismo tiempo que una movilidad
más grande, la civilización trae consigo una mayor uniformidad; es ella quien
ha impuesto al hombre el trabajo monótono y continuo. El salvaje va de una
ocupación a otra según sean las circunstancias y las necesidades que le empujan;
el hombre civilizado se da por entero a una ocupación, siempre la misma, y que
tanta menos variedad ofrece cuanto más restringida es. La organización implica
necesariamente una absoluta regularidad en las costumbres, pues no puede tener
lugar un cambio en la manera cómo funciona un órgano sin que, de rechazo,
todo el organismo se encuentre afectado. Por este lado, nuestra vida ofrece a lo
imprevisto una parte menor, al mismo tiempo que, por su mayor inestabilidad,
resta al goce una parte de la seguridad que necesita.
68
Cabría preguntarse, sin embargo, si ciertas variaciones que el placer
experimenta, por el hecho sólo de durar, no tienen por efecto incitar
espontáneamente al hombre a variar, y si, por consiguiente, los progresos de la
división del trabajo no pueden explicarse de esta manera. He aquí cómo podría
concebirse tal explicación.
Si el placer no es la felicidad, por lo menos es un elemento. Ahora bien, pierde
en intensidad al repetirse; incluso si se hace muy continuado desaparece por
completo. Basta el tiempo para romper el equilibrio que tiende a establecerse y
a crear nuevas condiciones de existencia a las cuales el hombre no puede
adaptarse sino cambiando. A medida que adquirimos la costumbre de un cierto
bienestar, éste se nos escapa y vémonos obligados a lanzarnos a nuevas
empresas para encontrarlo. Necesitamos reanimar ese placer que se extingue
por medio de excitantes más enérgicos, es decir, multiplicar o hacer más
intensos aquellos de que disponemos. Pero esto no es posible como el trabajo
no se haga más productivo y, por consiguiente, se divida más. Así, cada
progreso realizado en el arte, en la ciencia, en la industria, nos obligara a nuevos
progresos, únicamente para no perder los frutos del precedente. Se explicaría,
pues, todavía el desenvolvimiento de la división del trabajo por un juego de
móviles absolutamente individuales y sin hacer intervenir ninguna causa social.
Se dirá, sin duda, que, si nos especializamos, no es por adquirir placeres nuevos,
sino para reparar, a medida que se produce, la influencia corrosiva que el tiempo
ejerce sobre los placeres adquiridos.
LAS CAUSAS
La causa que explica los progresos de la división del trabajo hay, pues, que
buscarla en ciertas variaciones del medio social. Los resultados del libro
anterior pronto nos permiten inducir en qué consisten.
69
Hemos visto, en efecto, que la estructura organizada y, por consiguiente, la
división del trabajo, se desenvuelven con regularidad a medida que la estructura
segmentaria se desvanece. Quiere esto, pues, decir que este desvanecimiento es
causa de ese desenvolvimiento o que lo segundo es causa de lo primero. La
última hipótesis es inadmisible, ya que sabemos que la organización
segmentaria es para la división del trabajo un obstáculo invencible que tiene que
desaparecer, al menos parcialmente, para que aquélla pueda surgir. No puede
vivir sino en la medida en que la otra ha dejado de existir. No cabe duda que,
desde el momento que existe, puede contribuir a acelerar su regresión; pero sólo
se manifiesta después que la otra ha retrocedido. El efecto reacciona sobre la
causa pero no pierde por eso su cualidad de efecto; la reacción que ejerce es,
por consiguiente, secundaria. El aumento de la división del trabajo se debe,
pues, al hecho de que los segmentos sociales pierden individualidad, que los
tabiques que los separan se hacen más permeables, en una palabra, que se
efectúa entre ellos una coalescencia que deja libre a la materia social para entrar
en nuevas combinaciones.
Según Spencer, si el crecimiento del volumen social tiene una influencia sobre
los progresos de la división del trabajo, no quiere decir que los determine; no
hace más que acelerarlos. Se trata sólo de una condición que ayuda al fenómeno.
Inestable por naturaleza, toda masa homogénea se hace forzosamente
heterogénea, sean cuales fueren sus dimensiones; sólo que se diferencia en
forma más completa y rápida cuando es más dilatada. En efecto, como esta
heterogeneidad proviene que las diferentes partes de la masa están expuestas a
la acción de fuerzas diferentes, es tantos mayores cuantos más partes hay
diversamente situada. Tal es el caso para las sociedades: “Cuando una
comunidad, que llega a ser muy populosa, se extiende sobre una gran extensión
70
de país y se establece en él, en forma tal que sus miembros viven y mueren en
sus distritos respectivos, mantiene sus diversas secciones en circunstancias
físicas diferentes, y entonces esas secciones no pueden ya seguir siendo
semejantes por sus ocupaciones. Las que viven dispersas continúan dedicadas a
la caza y al cultivo de la tierra; las que se extienden por los bordes del mar se
prestan más a ocupaciones marítimas; los habitantes de algún lugar escogido,
quizá por su posición central, como sitio de reuniones periódicas, se hacen
comerciantes y una ciudad se funda... Una diferencia en el suelo y en el clima
hace que los habitantes de las ciudades, en las diversas regiones del país, tengan
ocupaciones especializadas en parte y se distingan en que producen ganado
vacuno, o ganado lanar, o trigo”. En una palabra, la variedad de medios en que
están colocados los individuos produce en ellos aptitudes diferentes que
determinan su especialización en sentidos divergentes, y si esta especialización
aumenta con las dimensiones de las sociedades, es porque esas diferencias
externas aumentan al mismo tiempo.
No cabe duda que las condiciones exteriores en que viven los individuos los
marcan con su sello, y que, siendo diversas, ellas los diferencian. Pero se trata
de saber si esta diversidad, que, sin duda, no deja de tener relación con la
división del trabajo, basta para constituirla. Es explicable, seguramente, el que,
según las propiedades del suelo y las condiciones del clima, los habitantes
produzcan aquí trigo, más allá carneros o vacas. Pero las diferencias funcionales
no se reducen siempre, como en esos dos ejemplos, a simples matices; a veces
son tan marcadas que los individuos entre los cuales el trabajo está dividido
forman otras tantas especies distintas y hasta opuestas. Se diría que conspiran
para apartarse lo más posible unos de otros. ¿Qué semejanza existe entre el
cerebro que piensa y el estómago que digiere? Igualmente, ¿qué hay de común
71
entre el poeta dedicado por completo a sus ilusiones, el sabio a sus
investigaciones, el obrero que pasa su vida torneando cabezas de alfiler, el
labrador que empuja su arado, el comerciante detrás de su mostrador? Por
grande que sea la variedad de condiciones exteriores, en parte alguna presentan
diferencias en relación con contrastes tan fuertemente acusados y que, por
consiguiente, puedan tenerlos. Incluso cuando se compara, no funciones muy
alejadas una de otra, sino tan sólo ramificaciones diversas de una misma
función, a veces es completamente imposible darse cuenta a qué diferencias
exteriores se debe su separación. El trabajo científico se divide cada vez más.
¿Cuáles son las condiciones climatológicas, geológicas e incluso sociales que
pueden haber dado origen a talentos tan diferentes como son los del matemático,
del químico, del naturalista, del psicólogo, etc.?
Si el trabajo se divide más a medida que las sociedades se hacen más
voluminosas y más densas, no es porque las circunstancias exteriores sean más
variadas, es que la lucha por la vida es más ardua.
Darwin ha observado muy justamente que la concurrencia entre dos organismos
es tanto más viva cuanto son más análogos. Teniendo las mismas necesidades
y persiguiendo los mismos objetos, en todas partes se encuentran en rivalidad.
En tanto poseen más recursos de los que les hacen falta aún pueden vivir uno al
lado de otro; pero, si el número de aquéllos aumenta en tales proporciones que
todos los apetitos no pueden ser ya satisfechos de modo suficiente, la guerra
estalla, y es tanto más violenta cuanto más señalada es esta insuficiencia, es
decir, cuanto más elevado es el número de concurrentes. Otra cosa sucede
cuando los individuos que coexisten son de especies o de variedades diferentes.
Como no se alimentan de la misma manera y no llevan el mismo género de vida,
no se estorban mutuamente; lo que hace a los unos prosperar no tiene valor
72
alguno para los otros. Las ocasiones de conflictos disminuyen, pues, con las
ocasiones de encuentro, y esto tanto más cuanto que esas especies o variedades
háyanse más distantes unas de otras. “Así, dice Darwin, en una región poco
extensa, abierta a la inmigración y en la que, por consiguiente, la lucha entre
individuo e individuo debe ser muy viva, se nota siempre una gran diversidad
en las especies que la habitan.
He encontrado que una superficie cubierta de césped, de tres pies por cuatro,
que había estado expuesta durante largos años a las mismas condiciones de vida,
alimentaba veinte especies de plantas pertenecientes a dieciocho géneros y a
ocho órdenes, lo que demuestra hasta qué punto esas plantas diferían unas de
otras”. Todo el mundo ha podido, por lo demás, notar que, en un mismo campo,
al lado de los cereales, pueden crecer un gran número de malas hierbas.
También los animales se zafan tanto más fácilmente de la lucha cuanto más
difieren entre sí. En un roble se encuentran hasta doscientas especies de insectos
que no guardan unos con otros más que relaciones de buena vecindad. Unos se
alimentan de las frutas del árbol, otros de las hojas, otros de la corteza y de las
raíces. “Sería absolutamente imposible, dice Haeckel, que semejante número de
individuos viviera sobre ese árbol si todos pertenecieran a la misma especie, si
todos, por ejemplo, vivieran a expensas de la corteza o solamente de las hojas”.
Igualmente, en el interior del organismo, lo que dulcifica la concurrencia entre
los diferentes tejidos es que se alimentan de substancias diferentes.
Un corolario de todo lo que precede es que la división del trabajo no puede
efectuarse sino entre los miembros de una sociedad ya constituida.
En efecto, cuando la concurrencia opone unos a otros individuos aislados y
extraños, sólo consigue separarlos más. Si disponen libremente del espacio, se
escaparán; si no pueden salir de límites determinados, se diferenciarán, pero en
73
forma que lleguen a ser todavía más independientes unos de otros. No se puede
citar caso alguno en el que las relaciones de pura hostilidad se hayan
transformado, sin intervención de ningún otro factor, en relaciones sociales. Por
esa razón, como entre los individuos de una misma especie animal o vegetal no
existe generalmente ningún lazo, la guerra que se hacen no tiene otros resultados
que diversificarlos, dar nacimiento a variedades distintas que cada vez se
separan más unas de otras Esta separación progresiva es la que Darwin ha
llamado ley de la divergencia de caracteres. Ahora bien, la división del trabajo
une al mismo tiempo que opone; hace que converjan las actividades que
diferencia; aproxima a aquellos que separa. Como la concurrencia no puede
haber determinado esa aproximación, necesariamente ha tenido que preexistir;
es preciso que los individuos entre los que la lucha se entabla sean ya solidarios
y lo sientan, es decir, que pertenezcan a una misma sociedad. Por esta razón allí
donde ese sentimiento de solidaridad es muy débil para resistir la influencia
dispersiva de la concurrencia, engendra ésta efectos muy distintos a los de la
división del trabajo. En los países en que la existencia resulta muy difícil, a
consecuencia de una excesiva densidad de población, los habitantes, en lugar
de especializarse, se retiran definitiva o provisionalmente de la sociedad:
emigran a otras regiones.
LOS FACTORES SECUNDARIOS, LA HERENCIA
En todo lo que precede hemos razonado como si la división del trabajo no
dependiera más que de causas sociales. Sin embargo, hallase también ligada a
condiciones orgánicas psíquicas. El individuo, desde que nace, percibe gustos
y aptitudes que le predisponen para ciertas funciones más que para otras, y esas
predisposiciones tienen, ciertamente, una influencia sobre la manera como las
tareas se distribuyen. Según la opinión más común, es preciso incluso ver en
74
esta diversidad de las naturalezas, la condición primera de la división del
trabajo, cuya principal razón de ser sería «clasificar los individuos según sus
capacidades».
Es interesante, pues, determinar cuál es justamente la parte que corresponde a
este factor, y tanto más cuanto que constituye un nuevo obstáculo a la
variabilidad individual y, por consiguiente, a los progresos de la división del
trabajo.
En efecto, como esas vocaciones nativas nos han sido transmitidas por nuestros
ascendientes, se refieren, no a las condiciones en que el individuo se encuentra
actualmente colocado, sino a aquellas en que vivían sus abuelos. Nos
encadenan, pues, a nuestra raza, como la conciencia colectiva nos encadena a
nuestro grupo, e impiden, por consiguiente, la libertad de nuestros movimientos.
Como esta parte de nosotros mismos se vuelve por entero hacia el pasado y
hacia un pasado que no nos es personal, nos desvía de nuestra esfera de intereses
propios y de los cambios que en ella se producen. Cuanto más se desenvuelve,
más nos inmoviliza. La raza y el individuo son dos fuerzas contrarias que vivían
en razón inversa la una de la otra. Mientras nos limitamos a reproducir lo que
hacían nuestros antepasados, tendemos a vivir como ellos han vivido y somos
refractarios a toda novedad. Un ser que recibiera de la herencia un legado
demasiado importante y excesivamente pesado, sería casi incapaz de todo
cambio; tal sucede con los animales, que no pueden progresar sino con gran
lentitud.
El obstáculo que por este lado encuentra el progreso resulta incluso más difícil
de vencer que el que procede de la comunidad de creencias y de prácticas. Estas
se imponen al individuo desde fuera y por una acción moral, mientras que las
tendencias hereditarias son congénitas y tienen una base anatómica. Así, cuanto
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más grande es la parte que la herencia tiene en la distribución de las funciones,
más invariable es esta distribución, y, por consiguiente, más difíciles son los
progresos de la división del trabajo, aun cuando fueran útiles. Tal sucede en el
organismo. La función de cada célula hállase determinada por su nacimiento.
"En un animal vivo, dice Spencer, el progreso de la organización implica, no
sólo que las unidades que compongan cada una de las partes diferenciadas
conserven su posición, sino también que les suceda su descendencia en esas
posiciones. Las células hepáticas, que, a la vez que llenan su función, aumentan
y dan nacimiento a nuevas células hepáticas, dejan el sitio a éstas cuando se
disuelven y desaparecen; las nuevas células no van a los riñones, a los músculos,
a los centros nerviosos para unirse a ellos en el cumplimiento de sus funciones".
En primer lugar, la herencia pierde su imperio en el curso de la evolución
porque, simultáneamente, nuevas formas de actividad se constituyen que no
reciben su influencia.
Una primera prueba de ese estacionamiento de la herencia es el estado
estacionario en que se encuentran las grandes razas humanas. Desde los tiempos
más remotos no se han formado nuevas razas; al menos sí, con M. de
Quatrefages, han dado ese mismo nombre a los diferentes tipos procedentes de
tres o cuatro grandes tipos fundamentales, es preciso añadir que, cuanto más se
alejan de sus puntos de origen, menos rasgos constitutivos de la raza presentan.
En efecto, todo el mundo está de acuerdo en reconocer que lo que caracteriza
esta última es la existencia de semejanzas hereditarias; también los
antropólogos toman por base de sus clasificaciones los caracteres físicos, por
ser los más hereditarios de todos. Ahora bien, cuanto más circunscritos se hallan
los tipos antropológicos, más difícil se hace el definirlos en función de
propiedades exclusivamente orgánicas, porque éstas no son ya ni bastante
76
numerosas ni se distinguen lo suficiente. Son todas semejanzas morales,
establecidas con el auxilio de la lingüística, de la arqueología, del derecho
comparado, las que se hacen preponderantes; pero no hay razón alguna para
admitir que sean hereditarias. Sirven para distinguir civilizaciones más bien que
razas. A medida que se avanza, las variedades humanas que se forman se hacen,
pues, menos hereditarias; cada vez son menos razas. La impotencia progresiva
de nuestra especie para producir razas nuevas ofrece incluso el más vivo
contraste con la fecundidad contraria de las especies animales. ¿Qué significa
esto sino que la cultura humana, a medida que se desenvuelve, es cada vez más
refractaria a ese género de transmisión? Lo que los hombres han agregado y
agregan todos los días a ese fondo primitivo que se ha fijado desde hace siglos
en la estructura de las razas iniciales, escapa, pues, cada vez más, a la acción de
la herencia. Pero, si así sucede en la corriente general de la civilización, con
mayor razón sucederá lo mismo en cada uno de los afluentes particulares que la
forman, es decir, en cada actividad funcional y sus productos.
Pero hay más; hay motivo para creer que el contingente hereditario disminuye,
no sólo en valor relativo, sino en valor absoluto. La herencia es cada día un
factor menos importante del desenvolvimiento humano, no sólo porque hay una
multitud cada vez mayor de adquisiciones nuevas que aquélla no puede
transmitir, sino también porque las que transmite estorban menos las
variaciones individuales. Es ésta una conjetura que hacen muy verosímil los
hechos que a continuación se indican.
Cabe calcular la importancia del legado hereditario para una especie
determinada, según sea el número y la fuerza de los instintos. Ahora bien, es ya
muy de notar cómo la vida instintiva se debilita a medida que se remonta uno
77
en la escala animal. El instinto, en efecto, actúa de una manera definida, ajustada
a un fin estrechamente determinado.
Conduce al individuo a realizar actos que son invariablemente los mismos y que
se reproducen automáticamente cuando las condiciones necesarias están dadas;
es fijo en su forma. Sin duda que en rigor se le puede desviar, pero, aparte de
que tales desviaciones, para ser estables, reclaman un largo desenvolvimiento,
no tienen otro efecto que el de sustituir un instinto con otro instinto, un
mecanismo especial con otro de la misma naturaleza. Por el contrario, cuanto
más elevada es la especie a que un animal pertenece, más facultativo se hace el
instinto. «Ya no es, dice Perrier, la aptitud inconsciente para formar una
combinación de actos indeterminados, es la aptitud para obrar de una manera u
otra según las circunstancias». Decir que la influencia de la herencia es más
general, más vaga, menos imperiosa, equivale a decir que es menor. Ya no
aprisiona la actividad del animal en una red rígida sino que le deja un poco más
libre. Como también dice Perrier, «en el animal, a la vez que aumenta la
inteligencia, las condiciones de la herencia se modifican profundamente».
CONSECUENCIAS DE LO QUE ANTECEDE
Lo que llevamos dicho nos permite comprender mejor la manera como la
división del trabajo funciona en la sociedad.
Desde este punto de vista, la división del trabajo social se distingue de la
división del trabajo psicológico por un rasgo esencial. En el organismo, cada
célula tiene su función definida y no puede variar. En la sociedad, las funciones
no han sido jamás repartidas de una manera tan inmutable.
Incluso allí donde la organización es más rígida, puede el individuo moverse
con una cierta libertad dentro del engranaje donde la suerte le ha colocado. En
78
la Roma primitiva el plebeyo podía libremente desempeñar todas las funciones
que no se hallaban exclusivamente reservadas a los patricios; incluso en la India,
las carreras atribuidas a cada casta poseían una amplitud suficiente para dejar
lugar a una cierta elección. En cualquier país, si el enemigo se hace dueño de la
capital, es decir, del cerebro mismo de la nación, la vida social no se halla
suspendida por eso, sino que, al cabo de un tiempo relativamente corto, otra
ciudad se encuentra en estado de llenar esa función compleja, para la cual, sin
embargo, no se hallaba preparada.
A medida que el trabajo se divide, esta flexibilidad y esta libertad se hacen
mayores. Se ve al mismo individuo elevarse de ocupaciones de las más
humildes a las más importantes. El principio según el cual todos los empleos
son igualmente asequibles a todos los ciudadanos, no se habría generalizado
hasta ese punto si no recibiera aplicaciones constantes. Y todavía es más
frecuente que un trabajador deje su carrera por otra. Mientras no estaba
especializada la actividad científica, el sabio que abrazaba a casi toda la ciencia
no podía, en manera alguna, variar de función, pues habría necesitado renunciar
a la ciencia misma. Ocurre hoy con frecuencia verlo sucesivamente consagrado
a ciencias diferentes, pasando de la Química a la Biología, de la Fisiología a la
Psicología, de la Psicología a la Sociología. Esta aptitud para tomar, una
después de otra, formas muy diversas, en parte alguna es tan sensible como en
el mundo económico. Desde el momento que nada hay que tanto varíe como los
gustos y las necesidades a que responden esas funciones, es preciso que el
comercio y la industria se mantengan en un perpetuo estado de equilibrio
inestable, a fin de poder adaptarse a todos los cambios que se producen en la
demanda. Así como antes la inmovilidad era el estado casi natural del capital,
al cual incluso la ley impedía que se movilizase con facilidad, hoy, por el
79
contrario, apenas se le puede seguir a través de todas sus transformaciones, tan
grande es la rapidez con que se compromete en una empresa, se retira de ella
para situarse en otra, en la cual no se fija sino por unos instantes. Así, pues, es
necesario que los trabajadores se mantengan prestos a seguirle y, por
consiguiente, a actuar en diferentes empleos.
Al determinar la causa principal de los progresos de la división del trabajo,
hemos determinado, al mismo tiempo, el factor esencial de lo que llaman la
civilización.
Es ella misma una consecuencia necesaria de los cambios que se producen en
el volumen y en la densidad de las sociedades. Si la ciencia, el arte y la
capacidad económica se desenvuelven, es a consecuencia de una necesidad que
se impone a los hombres; es que no hay para ellos otra manera de vivir en las
condiciones nuevas en que están colocados. Desde el momento que el número
de individuos entre los cuales las relaciones sociales se hallan establecidas
aumenta, no pueden mantenerse si no se especializan más, trabajan más,
sobreexcitan sus facultades; y de esta estimulación general resulta
inevitablemente un grado más alto de cultura. Desde ese punto de vista, la
civilización aparece, pues, no como un fin que mueve a los pueblos por el
atractivo que sobre ellos ejerce, no como un bien entrevisto y deseado por
adelantado, del cual buscan asegurarse por todos los medios la parte mayor
posible, sino como el efecto de una causa, como la resultante necesaria de un
determinado estado. No es el polo hacia el cual se orienta el desenvolvimiento
histórico y al cual los hombres buscan aproximarse para ser más felices y
mejores, pues ni la dicha ni la moralidad aumentan necesariamente con la
intensidad de la vida. Marchan porque es preciso marchar, y lo que determina
80
la velocidad de esta marcha es la presión mayor o menor que los mismos ejercen
unos sobre otros, según sean más o menos numerosos.
Esto no quiere decir que la civilización no sirva para nada; pero no son los
servicios que proporciona los que la hacen progresar. Se desenvuelve porque no
puede dejar de desenvolverse; una vez efectuado ese desenvolvimiento resulta
útil en general o, cuando menos, se le utiliza; responde a necesidades que se han
formado al mismo tiempo, porque dependen de las mismas causas. Pero se trata
de un acoplamiento que se realiza con posterioridad. Es preciso añadir, además,
que los beneficios que bajo ese título proporciona no constituyen un
enriquecimiento positivo, un aumento de nuestro capital de felicidad, sino que
se limitan a reparar las pérdidas causadas por ella misma. Precisamente porque
esa superactividad de la vida general fatiga y afina nuestro sistema nervioso, es
por lo que siente la necesidad de reparaciones proporcionadas a sus desgastes,
es decir, satisfacciones más variadas y más complejas. En esto se ve mejor
también hasta qué punto es falso hacer de la civilización la función de la división
del trabajo; sólo es una repercusión. No puede explicar ni su existencia ni sus
progresos, puesto que carece por sí misma de valor intrínseco y absoluto; por el
contrario, no tiene razón de ser sino en la medida en que la división del trabajo
misma encuentra que es necesaria.
No extrañará la importancia que de esta manera se atribuye al factor numérico,
si se tiene en cuenta que desempeña un papel de igual importancia en la historia
de los organismos. En efecto, lo que define al ser viviente es la doble propiedad
que posee de nutrirse y de reproducirse, y la reproducción no es, por sí misma,
más que una consecuencia de la nutrición. Por consiguiente, la intensidad de la
vida orgánica es proporcional, en igualdad de circunstancias, a la actividad de
la nutrición, es decir, al número de elementos que el organismo es susceptible
81
de incorporarse. El que, en ciertas condiciones, los organismos más simples
permanezcan agrupados en forma que constituyen agregados más voluminosos,
ha hecho, no sólo posible, sino necesaria, la aparición de organismos complejos.
Como las partes constitutivas del animal son entonces más numerosas, sus
relaciones no son ya las mismas, las condiciones de la vida social han cambiado,
y esos cambios son, a su vez, los que determinan la división del trabajo, el
poliformismo, la concentración de las fuerzas vitales y su mayor energía. El
aumento de la substancia orgánica, he ahí, pues, el hecho que domina todo el
desenvolvimiento zoológico. No es sorprendente que el desenvolvimiento
social se halle sometido a la misma ley.
Al mismo tiempo que las sociedades, se transforman los individuos, a
consecuencia de los cambios que se producen en cuanto al número de las
unidades sociales y a sus relaciones.
En primer lugar, se independizan cada vez más del yugo del organismo. El
animal está colocado casi exclusivamente bajo la dependencia del medio físico;
su constitución biológica predetermina su existencia. El hombre, por el
contrario, depende de causas sociales. Sin duda que el animal forma también
sociedades; pero, como son muy limitadas, la vida colectiva es en ellas muy
sencilla; al mismo tiempo se halla en estado estacionario porque el equilibrio
de sociedades tan pequeñas necesariamente es estable. Por esas dos razones se
fija con facilidad en el organismo; no sólo tiene en él sus raíces, sino que se
encarna por completo hasta el punto de perder sus propios caracteres. Funciona
gracias a un sistema de instintos, de reflejos, que no son esencialmente distintos
de los que aseguran el funcionamiento de la vida orgánica. Es verdad que
presentan la particularidad de adaptar el individuo al medio social y no al medio
físico, que tienen por causas acontecimientos de la vida común; sin embargo,
82
no son de naturaleza diferente a aquellos que en ciertos casos determinan, sin
previa educación, los movimientos necesarios para volar o andar. Otra cosa
sucede con el hombre, pues las sociedades que forma son mucho más amplias;
hasta las más pequeñas que se conozcan sobrepasan en extensión la mayor parte
de las sociedades animales. Siendo más complejas, son también más propensas
al cambio, y esas dos causas reunidas hacen que la vida social en la humanidad
no se fije bajo una forma biológica. Incluso allí donde es más simple, conserva
su carácter específico. Hay siempre creencias y prácticas que son comunes a los
hombres sin que se hallen grabadas en sus tejidos. Pero ese carácter se acusa
más, a medida que la materia y que la densidad sociales aumentan. Cuantos más
asociados hay y mayor es la reacción de los unos sobre los otros, más es también
el producto de esas reacciones que desborda el organismo. De esta manera el
hombre se encuentra colocado bajo el imperio de causas sui generis, cuya parte
relativa en la constitución de la naturaleza humana cada vez es más
considerable.
4.4) LAS FORMAS ANORMALES
LA DIVISION DEL TRABAJO ANOMICO
Hasta ahora hemos estudiado la división del trabajo como un fenómeno normal;
pero, como todos los hechos sociales y, más generalmente, como todos los
hechos biológicos, presenta formas patológicas que es necesario analizar. Si,
normalmente, la división del trabajo produce la solidaridad social, ocurre, sin
embargo, que los resultados son muy diferentes e incluso opuestos. Ahora bien,
importa averiguar lo que la hace desviarse en esa forma de su dirección natural,
pues, en tanto no se establezca que son casos excepcionales, la división del
83
trabajo podría dar lugar a la sospecha de que lógicamente los lleva consigo.
Además, el estudio de las formas desviadas nos permitirá determinar mejor las
condiciones de existencia del estado normal. Cuando conozcamos las
circunstancias en que la división del trabajo cesa de engendrar la solidaridad,
sabremos mejor lo que es necesario para que produzca todo su efecto. La
patología, aquí como en todas partes, es un auxiliar precioso de la fisiología.
Cabe sentir la tentación de colocar entre las formas irregulares de la división del
trabajo la profesión del criminal y las demás profesiones nocivas. Constituyen
la negación misma de la solidaridad, y, por tanto, están formadas por otras tantas
actividades especiales. Pero, hablando con exactitud, no hay aquí división del
trabajo sino pura y simple diferenciación, y ambos términos piden no ser
confundidos. Así, en el cáncer, los tubérculos aumentan la diversidad de los
tejidos orgánicos sin que sea posible ver en ellos una nueva especialización de
las funciones biológicas. En todos esos casos, no hay división de una función
común sino que en el seno del organismo, ya individual, ya social, se forma otro
que busca vivir a expensas del primero. No hay incluso función, pues una
manera de actuar no merece ese nombre, como no concurra con otras al
mantenimiento de la vida general. Esta cuestión no entra, pues, dentro del marco
de nuestra investigación.
A tres tipos reduciremos las formas excepcionales del fenómeno que
estudiamos No es que no pueda haber otras; pero aquellas de que vamos a hablar
son las más generales y las más graves.
Un primer caso de ese género nos lo proporcionan las crisis industriales o
comerciales, con las quiebras, que son otras tantas rupturas parciales de la
solidaridad orgánica; son testimonio, en efecto, de que, en ciertas partes del
organismo, ciertas funciones sociales no se ajustan unas a otras. Ahora bien, a
84
medida que el trabajo se divide más, esos fenómenos parecen devenir más
frecuentes, al menos en ciertos casos. De 1845 a 1869 las quiebras han
aumentado en un 70 por 100 Sin embargo, no deberá atribuirse este hecho al
aumento de la vida económica, pues las empresas se han concentrado mucho
más que multiplicado.
Lo que da gravedad a estos hechos es haber visto en ellos algunas veces un
efecto necesario de la división del trabajo no bien ésta ha traspasado un cierto
límite de desenvolvimiento. En ese caso, dícese, el individuo, hundido por su
trabajo, aíslase en su actividad especial; ya no siente a los colaboradores que a
su lado trabajan en la misma obra que él, ni vuelve jamás a tener la idea de esta
obra común. La división del trabajo no puede llevarse demasiado lejos sin que
devenga una fuente de desintegración. "En toda descomposición, dice Augusto
Comte, que necesariamente tienda a determinar una dispersión correspondiente,
la distribución fundamental de los trabajos humanos no evitaría que se
suscitasen, en grado proporcional, divergencias individuales, a la vez
intelectuales y morales, cuya influencia combinada debe exigir, en la misma
medida, una disciplina permanente, propia para prevenir o contener sin tregua
su surgimiento discordante. Si, por una parte, en efecto, la separación de las
funciones sociales permite al espíritu detallista un desenvolvimiento
afortunado, que de otra manera es imposible tiende espontáneamente, por otra
parte, a ahogar el espíritu de conjunto, o, cuando menos, a dificultarle de modo
profundo.
A la vez, desde el punto de vista moral, al mismo tiempo que cada uno se halla
colocado en estrecha dependencia con relación a la masa, encuéntrese
naturalmente desviado por el propio surgir de su actividad especial que de
manera constante le recuerda su interés privado, del cual no percibe, sino muy
85
vagamente, la verdadera relación con el interés público. De ahí que el mismo
principio que, por sí solo, ha permitido el desenvolvimiento y la extensión de la
sociedad general, amenace, bajo otro aspecto, con descomponerla en una
multitud de corporaciones incoherentes que casi parece que no pertenecen a la
misma especie". Espinas se expresa poco más o menos en los mismos términos
"División, dice, es dispersión".
Aunque Comte haya reconocido que la división del trabajo es una fuente de
solidaridad, parece no haber percibido que esta solidaridad es sui generis y
sustituye poco a poco a la que engendran las semejanzas sociales. Por eso, al
notar que éstas quedan muy borrosas allí donde las funciones se hallan muy
especializadas, ha visto en esa falta de relieve un fenómeno mórbido, una
amenaza para la cohesión social, debida al exceso de la especialización, y a
través de esto ha explicado la falta de coordinación que a veces acompaña al
desenvolvimiento de la división del trabajo. Pero, puesto que ya hemos sentado
que el debilitarse la conciencia colectiva es un fenómeno normal, no podemos
convertirlo en causa de los fenómenos anormales que ahora vamos a estudiar.
Si, en ciertos casos, la solidaridad orgánica no es todo lo que debe ser, no es
ciertamente porque la solidaridad mecánica haya perdido terreno, sino porque
todas las condiciones de existencia de la primera no se han realizado.
LA DIVISION COACTIVA DEL TRABAJO
Sin embargo, no es suficiente que haya reglas, pues, a veces, son esas reglas
mismas la causa del mal. Tal ocurre en las guerras de clases. La institución de
las clases o de las castas constituye una organización de la división del trabajo,
y es una organización estrechamente reglamentada; sin embargo, con frecuencia
da origen a una fuente de disensiones. No estando, o no estando ya satisfechas
las clases inferiores del papel que se les ha asignado por la costumbre o por la
86
ley, aspiran a las funciones que les están prohibidas y buscan el desposeer a
quienes las ejercen. De ahí las guerras intestinas, que son debidas a la manera
como el trabajo están distribuido.
Nada semejante se observa en el organismo. Sin duda que, en los momentos de
crisis, se hacen la guerra los diferentes tejidos y se nutren los unos a expensas
de los otros. Pero jamás una célula o un órgano buscan el usurpar a otro el papel
que a éste corresponde. La razón está en que cada elemento anatómico va
mecánicamente a su fin. Su constitución, su lugar en el organismo, determinan
su vocación; su tarea es una consecuencia de su naturaleza. Puede desempeñarla
mal, pero no puede tomar la de otro a menos que éste no haga abandono de ella,
como ocurre con los raros casos de sustitución de que hemos hablado. No
sucede lo mismo en las sociedades. En éstas, la contingencia es más grande; hay
una mayor distancia entre las disposiciones hereditarias del individuo y la
función social que ha de cumplir; las primeras no suponen a las segundas con
una necesidad bien inmediata. Este espacio, abierto a los tanteos y a la
deliberación, lo es también al juego de una multitud de causas que pueden hacer
desviar la naturaleza individual de su dirección normal y crear un estado
patológico. Por ser esta organización más flexible, es también más delicada y
más asequible al cambio. Sin duda que no estamos desde nuestro nacimiento
predestinados a un determinado empleo especial; tenemos, sin embargo, gustos
y aptitudes que limitan nuestra elección. Si no se les tiene en cuenta, si chocan
sin cesar con nuestras ocupaciones cotidianas, sufrimos y buscamos un medio
de poner fin a nuestros sufrimientos. Ahora bien, no hay otro que cambiar el
orden establecido y rehacer uno nuevo. Para que la división del trabajo produzca
la solidaridad, no basta, pues, que cada uno tenga su tarea; es preciso, además,
que esta tarea le convenga.
87
La igualdad en las condiciones exteriores de la lucha no es sólo necesaria para
ligar cada individuo a su función, sino también para coordinar las funciones
unas con otras.
En efecto, las relaciones contractuales se desenvuelven, necesariamente, con la
división del trabajo, puesto que ésta no es posible sin el cambio del cual el
contrato es la forma jurídica. Dicho de otra manera, una de las variantes
importantes de la solidaridad orgánica es la que podría llamarse solidaridad
contractual. Es, sin duda, falso creer que todas las relaciones sociales pueden
reducirse a contrato, tanto más cuanto que el contrato supone algo distinto de lo
que por sí sólo implica; existen lazos especiales que tienen su origen en la
voluntad de los individuos. Hay un consensus de un cierto género que se expresa
en los contratos y que, en las especies superiores, representa un factor
importante del consensus general. Es, pues, necesario que, en esas mismas
sociedades, la solidaridad contractual se coloque, hasta donde sea posible, al
abrigo de todo lo que pueda perturbarla; porque si en las sociedades menos
avanzadas pueden conservar estabilidad sin gran inconveniente, por las razones
que acabamos de decir, allí donde constituye una de las formas prominentes de
la solidaridad social no puede ser amenazada sin que la unidad del cuerpo social
lo sea también del mismo golpe. Los conflictos que nacen de los contratos
adquieren, pues, más gravedad, a medida que el contrato mismo toma más
importancia en la vida general. Así, mientras existen sociedades primitivas que
no intervienen ni siquiera para resolverlos, el derecho contractual de los pueblos
civilizados cada vez se hace más voluminoso; ahora bien, no tiene otro objeto
que asegurar el concurso regular de las funciones que de esta manera entran en
relaciones.
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OTRA FORMA ANORMAL
Nos queda por describir una última forma anormal.
Sucede con frecuencia en una empresa comercial, industrial o de otra clase, que
las funciones están distribuidas de tal manera que no ofrecen materia suficiente
a la actividad de los individuos. Que hay en esto una deplorable pérdida de
fuerzas, es evidente; pero no tenemos para qué ocuparnos del lado económico
del fenómeno. Lo que debe interesarnos es otro hecho que acompaña siempre a
ese desperdicio, a saber, la falta de coordinación mayor o menor de aquellas
funciones. Sabido es, en efecto, que, en una administración en la que cada
empleado no tiene ocupación suficiente, los movimientos se ajustan mal entre
sí, las operaciones se hacen sin unidad, en una palabra, la solidaridad se
resquebraja y la incoherencia y el desorden aparecen. En la corte del Bajo
Imperio, las funciones se hallaban especializadas hasta el infinito, y, por
consiguiente, resultaba una verdadera anarquía. He aquí, pues, casos en que la
división del trabajo, llevada muy lejos, produce una integración muy
imperfecta. ¿De dónde viene esto? Siéntese uno inclinado a responder que lo
que falta es un órgano regulador, una dirección. La explicación es poco
satisfactoria, pues con frecuencia este estado enfermizo es obra del mismo
poder director. Para que el mal desaparezca no basta que haya unas acciones
reguladoras sino que, además, se ejerza de una cierta manera. Bien sabemos
también de qué manera debe ejercerse. El primer cuidado de un jefe inteligente
y experimentado será suprimir los empleos inútiles, distribuir el trabajo en
forma que cada uno se halle suficientemente ocupado, aumentar, por
consiguiente, la actividad funcional de cada trabajador, y renacerá entonces el
orden espontáneamente, al mismo tiempo que el trabajo será más
económicamente ordenado. ¿Cómo se hace esto? Es difícil verlo a primera vista,
89
pues, en fin, si cada funcionario tiene una tarea bien determinada, si se mantiene
exactamente dentro de ella, necesitará otros funcionarios a su lado y se sentirá
solidarizado con los mismos. ¿Qué importa que esta tarea sea pequeña o grande,
siempre que sea especial? ¿Qué importa que absorba o no su tiempo y sus
fuerzas?
Importa mucho, por el contrario. Y es que, en efecto, de una manera general, la
solidaridad depende muy estrechamente de la actividad funcional de las partes
especializadas. Estos dos términos varían tanto uno como el otro, y allí donde
las funciones languidecen, por más que sean especiales, se coordinan mal entre
sí y sienten en forma incompleta su mutua dependencia. Algunos ejemplos nos
pondrán de manifiesto este hecho. En un hombre, "la sofocación opone una
resistencia al paso de la sangre a través de los capilares, y este obstáculo va
seguido de una congestión y del paro del corazón; en unos segundos se produce
una gran perturbación en todo el organismo y, al cabo de un minuto o de dos,
las funciones cesan". La vida entera depende, pues, muy estrechamente de la
respiración. Pero, en una rana, la respiración se puede suspender mucho tiempo
sin que se derive desorden alguno, sea porque la aireación de la sangre efectuada
a través de la piel le baste, sea porque, estando totalmente privada de
respiración, se contente con el oxígeno almacenado en sus tejidos.
Hay, pues, una gran independencia y, por consiguiente, una solidaridad
imperfecta entre la función de la respiración de la rana y las demás funciones
del organismo, puesto que pueden éstas subsistir sin el socorro de aquélla. Tal
resultado es debido al hecho de que los tejidos de la rana, con una actividad
funcional menor que los del hombre, tienen también menos necesidad de
renovar su oxígeno y de desembarazarse del ácido carbónico producto de su
combustión. De igual manera, un mamífero tiene necesidad de tomar el
90
alimento con mucha regularidad; el ritmo de su respiración, en estado normal,
permanece sensiblemente el mismo; sus períodos de reposo nunca son muy
largos; en otros términos, sus funciones respiratorias, sus funciones de
nutrición, sus funciones de relación, son, sin cesar, necesarias unas a otras y al
organismo entero, hasta tal punto que ninguna de ellas puede permanecer
mucho tiempo en suspenso, sin peligro para las otras y para la vida general. La
serpiente, por el contrario, no toma alimento sino a intervalos muy largos; sus
períodos de actividad y de adormecimiento hállanse muy distantes el uno del
otro; su respiración, muy manifiesta en ciertos momentos, a veces es casi nula,
es decir, que sus funciones no se encuentran estrechamente ligadas, si no que
pueden, sin inconveniente, aislarse unas de otras. El fundamento está en que su
actividad funcional es menor que la de los mamíferos. Siendo más débil el gasto
de los tejidos, tienen menos necesidad de oxígeno; siendo menor el desgaste,
las reparaciones son con menos frecuencias necesarias, así como los
movimientos destinados a perseguir una presa y apoderarse de ella. Spencer ha
hecho notar cómo se encuentran en la naturaleza desorganizada ejemplos del
mismo fenómeno. "Ved, dice, una máquina muy complicada cuyas partes no
están bien ajustadas o se han aflojado por efecto del desgaste, y examinadla
cuando se va a detener. Observaréis ciertas irregularidades de movimiento
cuando se acerca el momento en que llega al reposo: algunas partes se detienen
antes, se vuelven a poner en movimiento por efecto de continuar moviéndose
las otras, y devienen entonces ellas, a su vez, la causa de que se reanude el
movimiento en las otras partes que habían cesado de moverse. En otros
términos, cuando los cambios rítmicos de la máquina son rápidos, las acciones
y las reacciones que ejercen unos sobre otros son regulares y todos los
movimientos bien integrados; pero, a medida que la velocidad disminuye, se
producen irregularidades, se desintegran los movimientos".
91
92
CAPITULO V
DIVISION INTERNACIONAL DEL TRABAJO
5.1 Sus orígenes, sus manifestaciones, sus consecuencias
Casi todos los días se pueden encontrar en la prensa informes semejantes. En
los países industrializados tradicionales, las altas y crecientes cifras del
desempleo constituyen noticias de primera plana. Por otra parte, también se
dedican los titulares periodísticos al traslado a países en desarrollo de una
proporción siempre en aumento de la producción industrial y a la exportación a
los mercados de los países industrializados tradicionales {PIT) de una parte
considerable de esa producción. Sin embargo, la mayoría de los periódicos
informa por separado sobre estos dos procesos. Los análisis de los sindicatos de
la RFA tienden a trazar una separación similar. Se discute ampliamente el efecto
de la racionalización y de la automatización en las crecientes tasas de desempleo
y en la desvalorización del adiestramiento profesional adquirido. En los últimos
tiempos, la atención se ha centrado en las consecuencias de la introducción de
equipos electrónicos y de tecnología de procesos en muchos sectores de la
industria y de la administración. Por el contrario, hasta ahora se ha dado poca
importancia a las implicaciones del traslado de industrias a países extranjeros.
En consecuencia, casi no se analiza la vinculación entre el actual salto adelante
de la racionalización y la redistribución mundial de emplazamientos
industriales. Sin embargo, es indudable que la introducción de equipos y
tecnología electrónicos se incrementó, sobre todo, mediante la descomposición
del proceso de producción, lo que permitió reducir los costos de producción y
montaje de componentes electrónicos por medio de la utilización de la mano de
obra barata disponible en los países en desarrollo; a su vez, esto abrió el camino
93
a los programas de racionalización basados en equipos y tecnología
electrónicos. Tampoco puede dudarse que la transferencia de la producción a
nuevos emplazamientos o aun su sola inminencia- obligó también a otros
sectores a acelerar la racionalización de la producción como en el caso de la
industria textil y de la siderurgia para mantener la competitividad. En este
trabajo se intenta subrayar la interconexión y la interacción de la
racionalización, el desempleo y la disminución de las exigencias de
adiestramiento, por una parte, y por la otra el traslado de la producción industrial
a nuevas zonas. De ese modo, se añaden rasgos nuevos y decisivos a las
informaciones periodísticas y a los análisis sindicales.
5.2 El mercado mundial del trabajo y el de emplazamientos industriales
En la economía mundial capitalista la producción industrial sólo se ha
desarrollado en los lugares que garantizan rentabilidad. En consecuencia, dicho
desarrollo se manifestó históricamente no sólo con el surgimiento del trabajo
asalariado como la relación de producción dominante y con la progresiva
división del trabajo en las fábricas, sino también con el continuo desarrollo de
una división regional e internacional del trabajo. En la clásica división
internacional del trabajo, que se desarrolló a lo largo de los siglos, las zonas
industriales que permitían una producción remunerativa sólo existían,
virtualmente, en Europa occidental y, después, en Estados Unidos y Japón.
Salvo en casos muy especiales, no había tales lugares en los países del llamado
Tercer Mundo. En su mayor parte, estos países se integraron en la economía
mundial en desarrollo como mercados para los productos manufacturados en
los PIT, y como proveedores de materias primas
el caso de los esclavos africanos para las plantaciones estadounidenses de
algodón y caña de azúcar). Esta antigua o "clásica" división internacional del
94
trabajo está a punto de ser remplazada. Hace unos diez años comenzó, en varios
países en desarrollo, un proceso de industrialización (parcial) orientada hacia el
mercado mundial. Como en los países en desarrollo se instala cada vez mayor
número de empresas que elaboran {rentablemente) productos industriales para
el mercado mundial, debemos preguntarnos: ¿qué cambios ocurrieron en las
condiciones "dadas" para la expansión· y acumulaciones mundiales del capital?
Han surgido tres condiciones que, en conjunto, parecen determinantes de estos
nuevos acontecimientos. {En este artículo no cabe intentar la demostración de
que tales condiciones, que determinan la actual expansión y acumulación del
capital, sólo pueden comprenderse, en esencia, como resultado del desarrollo
histórico de la economía mundial capitalista.) • En primer lugar, ha aparecido
una reserva mundial de mano de obra disponible. Esta reserva de trabajadores
potenciales se creó, sobre todo, mediante el avance de la capitalización de la
agricultura en los países en desarrollo (es decir, la destrucción de la pequeña
agricultura de subsistencia y, por tanto, de la modesta base tradicional de
sobrevivencia de grandes segmentos de la población rural); además, es posible
integrar a muchos trabajadores de países "socialistas" en el proceso de
producción del capital, mediante subcontratos. De ese modo, el capital puede
contar con un fondo de varios cientos de millones de trabajadores potenciales
en Asia, África y América Latina, y en cierto sentido aun en países "socialistas".
(Compárese esta cifra con la estimación del personal ocupado en la manufactura
en los países capitalistas industrializados, que en 1970 era de alrededor de 77
millones.) Esta reserva de mano de obra disponible, prácticamente inagotable,
que está sobre todo en los países en desarrollo, tiene las siguientes
características: Los salarios que en realidad paga el capital, incluyendo los
beneficios sociales, en los países de bajos jornales (es decir, prácticamente todos
los países en desarrollo), son aproximadamente entre 10 y 20 por ciento de los
95
vigentes en los países industrializados tradicionales. b] La jornada y la semana
laborales, así como la parte del año que se trabaja, son por lo general mucho
más largas en los países en desarrollo que en los PIT. {Así, por ejemplo, el
promedio de "horas productivas" de trabajo por empleado y por año es de
aproximadamente 2 800 horas en Corea del Sur y 1900 en la República Federal
de Alemania.). En las industrias que se trasladan a países en desarrollo, la
productividad de la mano de obra suele ser equivalente a la de industrias
comparables localizadas en los países industrializados. d] Se puede contratar y
despedir a los trabajadores prácticamente sin limitaciones. Entre otras cosas,
esto significa que se puede obligar a un agotamiento más rápido de la fuerza de
trabajo; se puede remplazar a los trabajadores agotados por otros nuevos, casi
sin restricciones. La cuantía del ejército de reserva disponible permite la se
lección "óptima" de la fuerza de trabajo más apropiada, según la edad, el sexo,
la habilidad, la disciplina, etc. (por ejemplo, mujeres jóvenes). la nueva división
internacional del trabajo
En segundo lugar, los avances tecnológicos han permitido que la localización
de las plantas industriales, así como la dirección y el control de la propia
producción, dependan menos de la ubicación y de las distancias geográficas.
Gracias a la tecnología moderna del transporte {carga a granel, contenedores,
carga aérea) es posible el traslado en forma rápida y relativamente barata entre
los lugares de producción intermedia o final y los de consumo. {Por ejemplo, el
flete aéreo de una pieza de ropa entre el sudeste de Asia y Europa occidental
cuesta entre 0.50 y 1 dólar.) Los sistemas de telecomunicaciones, las técnicas
de computación y otros métodos de organización hacen posible el control
directo de la producción en todo el mundo.
96
En tercer lugar, el gran desarrollo y el considerable refinamiento de la
tecnología y de la organización del trabajo, que permiten descomponer
complejos procesos de producción, hacen posible que hoy en día se pueda
adiestrar fácil y rápidamente a una fuerza de trabajo no capacitada para que
realice las operaciones fragmentadas. Esto es especialmente cierto en el caso de
la fuerza de trabajo a la que algunos años de educación primaria prepararon para
laborar en las fábricas. De ese modo, se puede sustituir a los trabajadores
capacitados, que reciben altos salarios, por otros con poca o ninguna
capacitación, a quienes se pagan salarios mucho más bajos, especialmente en
los países en desarrollo en los que no existen sindicatos eficaces. En cada caso
las empresas deben calcular cuál es la forma más conveniente de utilizar la
fuerza de trabajo, relativamente poco capacitada pero muy barata, que está
disponible
en
el
mundo:
mediante
una
adecuada
racionalización
(descomposición) del proceso de trabajo, o mediante el traslado de una parte de
la fabricación (el principio de Babbage aplicado en una escala mundial).
Además, la fragmentación progresiva de los procesos productivos le permite al
capital asegurarse el monopolio del conocimiento necesario para controlar cada
etapa del proceso y su ejecución, con lo que se impide a los trabajadores la
posibilidad de la planificación y del control. Las tres condiciones de la actual
expansión y acumulación del capital en escala mundial (la existencia de una
reserva global de trabajadores potenciales, los avances de la tecnología de
transportes y comunicaciones y la fragmentación de los procesos de
producción) provocaron la aparición de un ejército industrial de reserva mundial
en el sentido estricto del término, en tanto y en cuanto estos trabajadores
potenciales compiten y se les obliga a competir "venturosamente" con los
trabajadores de los PIT por los empleos disponibles. Así, se ha desarrollado un
mercado mundial del trabajo y un. mercado mundial de emplazamientos fabriles
97
que, por primera vez, en lo que respecta a la industria de transformación, abarca
tanto a los PIT como a las naciones en desarrollo. Para estas últimas ello
significa que, por primera vez en la historia de la economía capitalista mundial,
es posible producir en ellas bienes industriales intermedios o terminados
dirigidos al mercado mundial, en forma redituable y competitiva; por tanto, el
capital debe utilizar esos emplazamientos. Es probable que este proceso termine
con la división tradicional del mundo en dos grupos de países: por un lado, unos
cuantos industrializados y, por otro, la gran mayoría de países en desarrollo que
sólo se integran a la economía
capitalista mundial como proveedores de materias primas. El proceso obliga a
una creciente subdivisión del proceso de producción en varios procesos
parciales, separados y localizados en distintos lugares de todo el mundo.
Designaremos a este proceso como la "nueva división internacional del trabajo",
división que debe entenderse como un proceso en marcha y no como un
resultado alcanzado. Hoy en día, en el mercado mundial del trabajo los
trabajadores de los PIT están obligados a competir por sus empleos con sus
colegas de las naciones en desarrollo. En el mercado mundial de
emplazamientos industriales, los países industrializados y los que están en vías
de desarrollo deben competir entre sí para atraer hacia ellos a las empresas. Por
último, las empresas, para sobrevivir, deben hoy en día reorganizar su
producción de acuerdo con las actuales condiciones mundiales de expansión y
acumulación. Hasta ahora, el medio más importante que utilizaban las empresas
para asegurar su supervivencia era la racionalización de la producción en sus
emplazamientos tradicionales. Ese medio ya no es adecuado. Hoy, la
reubicación de la producción en todo el mundo, para explotar la fuerza de
trabajo barata, actúa conjuntamente con la racionalización. No sólo eso: en el
98
futuro, el desarrollo de la economía capitalista mundial estará cada vez más
determinado por la aplicación de sistemas de "racionalización" junto con el
traslado a nuevos emplazamientos de tantos empleos como sea posible. Los
trabajadores de los PIT que pierden sus empleos debido a la "racionalización",
al traslado de industrias o a una combinación de ambos, o sobran o son
remplazados por trabajadores de una fábrica en el exterior, que incluso puede
ser una filial de "su" empresa. En el futuro, serán mucho peores sus
posibilidades de conseguir otro empleo (sobre todo uno comparable al que
perdieron). Como consecuencia, aumentará la "movilidad del trabajo" (en lo
que se refiere tanto al adiestramiento como al lugar de trabajo), lo que significa,
desde el punto de vista de los obreros, que para asegurar el valor de mercado de
su fuerza de trabajo se verán obligados a intensificar su readiestramiento, es
decir, a adaptarse a la demanda cambiante a costa de su agotamiento físico y
psíquico. Con base en el marco analítico que se ha bosquejado, los fenómenos
de crisis que se observan en los PIT (tales como las tasas de inversión estancadas
o decrecientes) pueden interpretarse: a] como resultados de la aplicación de la
nueva división internacional del trabajo, y como manifestaciones de la
incertidumbre del capital, que se enfrenta con la tendencia secular hacia la
nueva división pero también con ciertos factores contra restantes que podrían
debilitar esa tendencia, una incertidumbre sobre "cómo seguir adelante". Los
factores contra restantes incluyen:
• Las concesiones que podrían hacer el Estado y los sindicatos de los PIT para
persuadir al capital a "quedarse en casa".
• La "inestabilidad política" de algunas regiones del llamado Tercer Mundo.
99
• En algunos casos, la posibilidad de obtener ganancias iguales o incluso
superiores imponiendo sistemas de racionalización en los PIT, antes que
trasladando la producción a países de "bajos salarios".
Un elemento adicional de incertidumbre es la duda sobre si las actuales
tendencias proteccionistas seguirán o no prevaleciendo en el comercio mundial.
Si subsisten, resultará más difícil reubicar la producción para abastecer los
mercados industriales con manufacturas provenientes de otros países
industrializados o de bajos salarios. Por otra parte, si se intensifica el
proteccionismo, se multiplicarán los traslados orientados a sustituir con
producción local las actuales exportaciones de los países industrializados,
especialmente si en los países que reciben el traslado se creasen condiciones
políticas que pudiesen aumentar el poder adquisitivo de la mayoría de la
población. Por consiguiente, la incertidumbre sobre cuál es la política adecuada,
que proviene de la tendencia secular hacia la nueva división internacional del
trabajo y de los factores concomitantes que la contrarrestan, podría abrir un
campo para la acción política de los sindicatos de los PIT, lo que durante
muchos años no pareció estar en el orden del día.
5.3 El Estado actual de la nueva división del trabajo
Del análisis bosquejado hasta ahora no surge, en términos cuantitativos, el grado
en que ya se ha cumplido esta tendencia hacia una nueva división internacional
del trabajo. Para responder a este problema fue necesario llevar a cabo
investigaciones empíricas, algunos de cuyos resultados se presentan más
adelante.
100
Los empleados de las filiales, que a comienzos del decenio de los sesenta eran
entre 4 y 5 por ciento del personal ocupado en la R FA, en 1975 llegaron a ser
20%. Ello significa que la producción de las subsidiarias en el exterior de
Alemania occidental alcanzó la misma importancia relativa que la de las filiales
de la industria de transformación estadounidense. Para el período 1961-1976 se
pudo identificar a 1 716 subsidiarias de 580 empresas manufactureras germanooccidentales (con participación en el capital de 25% o más; filiales fuera de la
Comunidad Económica Europea - CEE - ; excluyen las industrias textil y del
vestido). En cuanto a la estructura de la producción y el empleo en el exterior,
están representadas casi todas las ramas de la industria manufacturera. El sector
que tiene más empresas germano-occidentales es el de la ingeniería mecánica;
el sector con más subsidiarias es el de la industria química, y el que da más
ocupación en el exterior, el de la industria electrotécnica. Es evidente la
magnitud de la relocalización en el extranjero de la industria germanooccidental del vestido si se considera que, en 1960, su producción interior
representaba 99.3% del consumo nacional, en tanto que en 1975 el mismo
índice sólo llegaba a 82.6%. Este traslado masivo tuvo una consecuencia
concomitante: la caída de las cifras del empleo en la industria del vestido de la
RFA, de 536 000 en 1960 a 351 000 en 197 5; la mitad de esa disminución se
puede atribuir al incremento de los excedentes de ropa importada. Las cifras del
cuadro 4 indican que una proporción cada vez mayor de las importaciones de
ropa de la RFA (proporción que hoy en día es predominante) proviene de países
en desarrollo o de economía centralmente planificada. En 1975, la industria del
vestido de Alemania Federal empleó en sus filiales del exterior (con
participación en el capital de 25% o más) unos 30 000 trabajadores, dos tercios
de los cuales se dedicaban a producir fundamental o exclusivamente para el
mercado de ese país. Estos datos surgen de una investigación profunda sobre la
101
industria de transformación de uno de los principales países industrializados;
demuestran que las cambiantes condiciones de la expansión y acumulación
mundial del capital obligan a una cantidad creciente de empresas de todas las
ramas industriales a reorganizar su producción e incluso, en un número cada
vez mayor de casos, a radicarla en el exterior, abarcando una cantidad, también
creciente, de países. La cambiante distribución de los emplazamientos
productivos de las empresas de la RFA en todo el mundo es una manifestación
de la tendencia hacia una nueva división internacional del trabajo.
En 1975 había no menos de 725 000 trabajadores empleados en fábricas para el
mercado mundial, de los cuales 500 000 estaban en zonas de producción libre
En estos emplazamientos están representadas casi todas las ramas de la industria
manufacturera. Empero, hay una tendencia a que en cada una de las zonas o
países se instale mayoritariamente una rama determinada. En 197 5, con mucho
la mayor proporción de la producción pertenecía a los grupos textil y del vestido
y de productos electrónicos. En gran medida, la producción de las fábricas para
el mercado mundial está integrada verticalmente en las operaciones
transnacionales de empresas matrices, y supone la realización de procesos
sencillos; en general, su tarea se caracteriza por constituir procesos parciales de
producción, es decir, la fabricación de componentes, el montaje de algunos o el
montaje del producto final a partir de componentes. Sólo en algunos grupos se
llevan a cabo procesos como lejos de producción, como en el caso de textiles y
vestidos, y ello sucede so lamente en unos cuantos países. La estructura de la
ocupación en las zonas de producción libre y en las otras fábricas para el
mercado mundial es muy desequilibrada. Dada la oferta virtualmente ilimitada
de mano de obra desocupada, esas fábricas eligen un tipo muy específico de
trabajadores, en su mayoría mujeres jóvenes. El criterio es inequívoco: se
102
emplea a quienes requieren una remuneración mínima (a menudo muy inferior
a cincuenta centavos de dólar para operarios semicapacidades), a quienes
pueden ser más utilizados (una mano de obra nueva de la cual se puede esperar
la mayor intensidad de trabajo), a quienes tienen poca o ninguna capacitación.
5.3.1. Consecuencias
Ya son evidentes las consecuencias (o por lo menos, sus aspectos más
generales) del surgimiento de esta nueva división internacional del trabajo. Con
respecto a los PIT, los principales efectos del proceso son las tasas de desempleo
altas y constantes, fundamentalmente atribuibles a la replicación de la
producción, a las posibilidades de reorganizarla y a las presiones que empujan
hacia ello. En la medida en que avance la división internacional del trabajo,
puede esperarse que ocurran más despidos en gran escala en los países
industrializados. En estos países, la perspectiva para los próximos cinco o diez
años no es en modo alguno la disminución gradual del número de desocupados
sino, por el contrario, su incremento en cantidades relativas y absolutas. Como
hemos demostrado en nuestras investigaciones, la reorganización mundial de la
producción industrial {mediante reubicación y racionalización crecientes) no se
limita a los grupos de productos conocidos por el público gracias a los medios
de comunicación, tales como los textiles, el vestido, el calzado y los artículos
de cuero, los productos de la mecánica y la óptica de precisión, así como los de
la industria electrotécnica y otras similares. Se puede demostrar que la
reubicación de la producción ha comenzado en todas las ramas de la industria
de transformación. Ya se habla cada vez más de la "crisis estructural" de la
industria siderúrgica, de los astilleros, de la ingeniería mecánica. Ello significa
que ahora estas industrias resienten el efecto de la reubicación y de la
racionalización, efecto que en otras ramas se experimenta desde hace años y
103
que en los próximos afectará a otras aún. La adopción y aplicación de medidas
proteccionistas no aminorará el ritmo ni reducirá la reubicación industrial, por
lo menos para aquellos PIT que se caracterizan por altas tasas de exportación
de bienes manufacturados. En cierto grado, el proteccionismo puede disminuir
el traslado de la producción de los bienes destinados al mercado interno, pero
ello se compensa por el rápido incremento de los traslados de la producción de
bienes destinados a los mercados de exportación. Al tiempo que la
reorganización mundial de la producción ocasiona un creciente desempleo en
los países industrializados, no aminora sensiblemente la desocupación en los
países en desarrollo que experimentan este proceso de industrialización. Las
tasas actuales de desocupación y subocupación de los países en desarrollo son
tan altas, que aun la reubicación en ellos de una gran parte de la producción
industrial del mundo apenas crearía empleos para una proporción relativamente
pequeña de desocupados y subocupados. Por otra parte, los amplios cambios
estructurales en la producción agrícola de los países en desarrollo aumentarán,
probablemente, la reserva de trabajadores potenciales que hoy día ya parece
inagotable. Las consecuencias de la reorganización mundial de la producción
tampoco se limitan a los cambios en la distribución regional de la ocupac1on.
El aumento de la intensidad del trabajo, la extensión de la jornada laboral {horas
extraordinarias, acortamiento de los permisos por enfermedad), la más rápida
pérdida de valor del ad adestramiento adquirido y, no menos importante, la
caída de los salarios reales, integran en la actualidad la experiencia 'diaria de los
trabajadores, aun en los PIT. En éstos se percibe una tendencia decreciente del
poder adquisitivo de las masas que no se equilibra con un crecimiento
correspondiente del poder adquisitivo en los países en desarrollo. La
relocalización se vincula con nuevas posibilidades y con nuevos impulsos hacia
la racionalización de la producción. Tanto en los emplazamientos tradicionales
104
como en los nuevos, el mejor ejemplo es la industria electrotécnica. La
electrónica podía remplazar a la electromecánica en la propia industria
electrotécnica, así como en otras, sólo sobre la base de una producción en gran
escala de componentes miniaturizados baratos, sobre todo semiconductores y
circuitos integrados. A su vez, ello fue posible por la utilización de la mano de
obra barata de los países en desarrollo, capaz y "dispuesta" a trabajar con
elementos microscópicos. (Ya en 1974 había 80 000 trabajadores en países en
desarrollo sólo en la producción de componentes electrónicos.) El resultado fue
un gran aumento de la producción y la oferta de componentes de bajo costo, que
hizo posible y necesario el proceso de racionalización conocido como el
"remplazo de la electromecánica por la electrónica", que ocurrió en la propia
industria electrotécnica, así como en otros sectores. La redistribución de la
producción en el mercado mundial de emplazamientos industriales obliga cada
vez más a los países a competir entre sí para mantener o expandir la producción
en su territorio, o para estimular a las empresas a establecer nuevas plantas en
él. A medida que los PIT resienten el efecto negativo de la relocalización
industrial (que supone tanto el traslado de la producción existente a países
extranjeros como el aumento de la inversión en las plantas ya radicadas en el
exterior), tienden a declinar los ingresos fiscales provenientes de la producción
y de las ganancias; al mismo tiempo, los gobiernos deben establecer incentivos
fiscales -tales como la reducción de la carga impositiva o como los subsidiospara estimular a las empresas a no cambiar de país o a expandir sus inversiones
en las plantas existentes. En consecuencia, lo que se ha dado en llamar la "crisis
fiscal del Estado" también puede atribuirse, en gran medida, a la redistribución
de los emplazamientos industriales. La continuación del proceso de nueva
división internacional del trabajo también tiene otra consecuencia: es posible
que tiendan a convergir los intereses de los trabajadores de los países
105
industrializados con los de los países en desarrollo. El movimiento sindical de
los países desarrollados debe extraer una lección del proceso de la nueva
división internacional del trabajo: que la defensa de sus intereses, si hace caso
omiso de los movimientos sindicales de los países en desarrollo, lleva en sí el
germen de su fracaso. Una vez establecido el mercado mundial de la mano de
obra, sólo hay dos posibilidades: o también se convierte en mundial el
movimiento sindical, o no habrá tal movimiento. Del mismo modo, los
gobiernos que quieran aplicar políticas socialdemócratas deberán aprender que
son impracticables si se las aparta de los intereses de los asalariados.
5.4. Una nueva división internacional del trabajo
Recientemente varios teóricos han llamado la atención sobre una "nueva
división internacional del trabajo", en la que se trascendería la tradicional
división del trabajo que implicaba las exportaciones de materias primas y las
importaciones de bienes terminados por parte del Tercer Mundo. De acuerdo a
esta nueva especialización, los países del Tercer Mundo se han industrializado
para producir bienes manufacturados baratos intensivos en trabajo con el objeto
de exportarlos a los países capitalistas centrales a cambio de bienes más
avanzados intensivos en capital. Quienes proponen la idea de una nueva
división del trabajo arguyen que la creciente industrialización del Tercer Mundo
refleja la nueva racionalidad y lógica capitalista mundial. Para calibrar estas
afirmaciones vamos a examinar un número selecto de países cogidos de un
estudio del Banco Mundial, que presenta datos para los años 1960 y 1976.
En 1976, para el 85 por ciento de los países seleccionados del Tercer Mundo,
los productos primarios significaban el 70 por ciento o más de sus exportaciones
totales. Es más, en prácticamente la mitad de estos países los productos
primarios conformaban más del 90 por ciento de sus exportaciones. Lo que
106
sorprende de estos resultados es la continuidad del patrón de división mundial
del trabajo, 20 años después de que la mayoría de países ha logrado su
independencia formal. A pesar del crecimiento de la producción industrial en
muchas áreas del Tercer Mundo, el rol principal de estos países en la economía
capitalista mundial sigue siendo el de oferentes de productos primarios. Es un
hecho que la diversificación del comercio y el crecimiento de las exportaciones
industriales no vinieron condicionados determinantemente por los cambios
políticos que acompañaron la independencia. Se observa que las continuadas
relaciones socio-económicas con los mercados y las clases de los países
capitalistas centrales son más fuertes que los cambios del liderazgo político.
Hasta donde poseemos evidencias, éstas no sustentan la opinión de los abogados
de una nueva división internacional del trabajo (NUDIT); la gran mayoría de
los países del Tercer Mundo continúan siendo predominantemente exportadores
de productos primarios. El argumento de la NUDIT puede plantearse arguyendo
que, a medida que los países del Tercer Mundo se "desarrollen" más,
comenzarán a modificar su posición en la división mundial del trabajo. Si
consideramos el nivel de ingreso entre los países del Tercer Mundo (usando
nuevamente los datos del Banco Mundial) y los dividimos en países de ingreso
medio, encontraremos que más de cuatro quintos de los países de ingreso medio
son predominantemente exportadores de productos primarios (70 por ciento o
más), comparado con menos que tres cuartos de los países de bajos ingresos
.Evidentemente, el nivel de desarrollo de la economía nacional no es un buen
indicador de ninguna propensión entre países del Tercer Mundo para modificar
su rol dentro de la división internacional del trabajo. En países de ingreso bajo,
tales como Pakistán y la India, la gran desigualdad en el desarrollo se manifiesta
en la convivencia de un creciente sector exportador industrial junto con la
pobreza asiática típica. En los países de "ingreso medio", los grandes
107
contingentes de trabajo y las infusiones masivas de fondos extranjeros, cuando
menos en un inicio productos de intereses político-militares estratégicos, han
llevado a exportaciones industriales en los tres países líderes (Corea del Sur,
Hong Kong y Taiwán). Queda evidenciado que el simple crecimiento del
ingreso de los países del Tercer Mundo no es incompatible con una continuada
dependencia de la exportación de productos primarios. De hecho la
industrialización para fines de exportación parecería dirigida más a los países
de ingresos más bajos, que a los países de mayores ingresos en el Tercer Mundo.
Aunque es patente que la división tradicional del trabajo aún define la relación
global entre países del Tercer Mundo y capitalistas metropolitanos, existe una
tendencia hacia un distanciamiento de ese patrón. Casi dos terceras partes de
los países escogidos para nuestro análisis muestran una reestructuración de las
exportaciones hacia bienes no-primarios entre los años 1960 y 1976.
Aunque las propuestas de la NUDIT son desmedidamente exageradas, existe
alguna base para examinar las modificaciones del intercambio en los mercados
mundiales. Debe recordarse, sin embargo, que la tendencia general de
diversificación aún tiene un largo camino que recorrer y que casi la cuarta parte
de los países no muestra cambio alguno o depende crecientemente de
exportaciones de bienes primarios. Es más, para el análisis de esa tendencia es
importante examinar la tasa de cambio. Hemos analizado 32 países de la
muestra del Banco Mundial, sobre los que poseemos cifras para un período de
16 años. El crecimiento efectivo de las exportaciones industriales indica un
patrón muy diverso, en el que más de tres cuartas partes de los países
seleccionados evidenciaron tasas de crecimiento bajas o moderadas y sólo algo
más de un quinto mostraron tasas sustanciales de crecimiento. En la evaluación
de estas cifras de crecimiento, también debe considerarse el hecho que la
108
mayoría de los países del Tercer Mundo se iniciaron con cifras base muy
reducidas y que las impresionantes ganancias subsiguientes aún los mantienen
fuertemente dependientes de las mercancías primarias. De los 20 países cuyas
exportaciones no-primarias muestran incrementos sustanciales, 13 de ellos
(65%) aún dependían fuertemente (70% o más) de sus exportaciones de
productos primarios. De hecho, en sólo siete países del Tercer Mundo los
productos no primarios explican más del 50 por ciento del total (Hong Kong,
India, Pakistán, Corea del Sur, Taiwán, Haití y Jamaica). Centrándose en estos
siete casos excepcionales, los ponentes de la NUDIT han intentado teorizar
sobre el Tercer Mundo como un todo, ignorando tanto las particulares
posiciones político-militares estratégicas que algunos de esos países ocupaban
en
la
confrontación
global
entre
países
capitalistas
y
socialistas
(específicamente, Hong Kong, Corea del Sur y Taiwán), como las raíces
históricas del desarrollo industrial nacional (India). Aún más, en parte el
crecimiento industrial y la diversificación de las exportaciones ha sido
estimulada por las exportaciones a países no-metropolitanos, en contraposición
a lo que proponen los teóricos de la NUDIT. Para muchos de los países del
Tercer Mundo de mayor dinamismo industrializaste, la expansión regional se
está convirtiendo en una estrategia mucho más importante para estimular sus
patrones de crecimiento. Los patrones de crecimiento del pasado sólo vienen
evidenciados parcialmente por el destino de sus exportaciones. Entre los países
del Tercer Mundo de bajos ingresos las exportaciones a las áreas nometropolitanas explicaron el 37 y el 34 por ciento en 1960 y 1976,
respectivamente. Entre los países de "ingreso medio" del Tercer Mundo, ha
habido un crecimiento del 29 al 33 por ciento en la proporción de exportaciones
industriales a las áreas no-metropolitanas. Es en este contexto de continuada
dependencia de las mercancías primarias, de una diversificación industrial muy
109
selecta, que puede discutirse una tendencia limitada hacia "una nueva división
internacional del trabajo". En 1976 alrededor del 52 por ciento de las
exportaciones manufactureras de los países de bajo ingreso y el 63 por ciento
de las exportaciones de los países de ingreso medio fueron destinados a los
países capitalistas centrales. Entre los países industrializados del Tercer Mundo,
los textiles y la vestimenta representaron el 20 por ciento de las exportaciones
industriales de la India, 32 por ciento de las de Pakistán, 36 por ciento de Corea
del Sur, 30 por ciento de Taiwán y 44 por ciento de Hong Kong. La
predominancia de los textiles y la vestimenta sugiere la naturaleza limitada y
relativamente frágil del empuje industrial, incluso en éstos, los países más
dinámicos del Tercer Mundo. En esencia, la disponibilidad de trabajo barato
para la manufactura intensiva en trabajo es una consideración importante en el
avance de la industria, pero difícilmente la base para asegurar afirmaciones
relativas a una nueva división internacional del trabajo. Los teóricos de la
NUDIT han oscurecido muchos de los aspectos fundamentales que confronta el
Tercer Mundo. En vez de analizar el crecimiento de una nueva división del
trabajo resultante de la lógica del capital industrial de los países metropolitanos,
el punto central es la apertura muy limitada de los mercados industriales de la
metrópoli, las limitaciones al financiamiento industrial, la construcción de
barreras para la transferencia de tecnología, etc., La bancarrota intelectual de la
escuela de la NUDIT refleja su incapacidad para analizar las fuerzas de clase
que configuran la política estatal en la metrópoli y el comportamiento real de
las corporaciones multinacionales. Al operar a partir de un modelo deductivo
abstracto del capitalismo, seleccionando "casos" ilustrativos para sustentar sus
argumentos, han fracasado al no poder dar cuenta del hecho que más del 90 por
ciento de la producción industrial multinacional en los principales países
latinoamericanos está dirigida a capturar el mercado interno. Limitados a la
110
experiencia de Hong Kong, Corea del Sur y Taiwán, no pueden explicar los
principales conflictos entre Norte y Sur en torno precisamente a la incapacidad
de los países del Tercer Mundo para ingresar a nuevos mercados y por la
intransigencia de los países metropolitanos que se resisten a la creación de una
nueva división internacional del trabajo. Las exportaciones industriales que se
han dado efectivamente son un resultado, básicamente, de las presiones
combinadas de los países burgueses del Tercer Mundo y de sectores limitados
del capitalismo competitivo metropolitano (capitalistas de las ramas
electrónicas, de vestido). Los teóricos de la NUDIT han sido influidos
importantemente por la retórica de los esbozos de posición de la Comisión
Trilateral, que no son la base operativa sobre las que se formulan las políticas
económicas de las naciones que la conforman. Los mismos términos con los
que se plantean los argumentos de la NUDIT son sospechosos. La noción de
"industrialización" significa muchas cosas diferentes en contextos diferentes.
En los países metropolitanos se refiere a la rutinización de la innovación, al
desarrollo y la investigación en gran escala, a la elaboración de maquinaria, al
procesamiento, ensamblaje, ventas y transporte marítimo. En la periferia, la
noción de "industrialización" se refiere únicamente a algunos elementos; toda
la tecnología es importada, así como gran parte de la maquinaria y las ventas.
En añadidura, en muchos países la ubicación de las industrias es contingente a
un conjunto específico de factores sociales —salarios bajos, ningún impuesto,
sin huelgas— que, por un lado, limitan los "efectos de difusión" del desarrollo
industrial y, por el otro, podrían llevar a abandonar un país si sus condiciones
cambian. Tanto las experiencias pasadas, como las actuales, deberían llevarnos
a rechazar la concepción simplista que señala que la "industrialización"
occidental es el "espejo" de Oriente. Si uno observa más de cerca la naturaleza
de la industrialización del Tercer Mundo, uno descubre que gran parte se refiere
111
a plantas de ensamblaje que implican poco entrenamiento e inversión
industriales. Es más, el desarrollo de zonas francas, en Asia Sudoriental,
México, América Central, en las que las corporaciones ejercen la soberanía en
las áreas de producción, significa que la producción es "nacional" sólo en el
sentido más vacuo, jurídico: el territorio es "nacional", pero las operaciones, las
leyes y la producción son llevadas a cabo de hecho por extranjeros. Además la
naturaleza fragmentada de la producción industrial en la mayoría de los países
del Tercer Mundo sugiere que no estamos tratando con procesos integrados de
producción, sino con una producción parcial y limitada controlada y
dependiente de fuerzas metropolitanas. De hecho el capitalismo está
transformando más y más las sociedades del Tercer Mundo. Los productos
primarios están siendo sujetos a la mecanización, la expansión del transporte y
el comercio están siendo promovidos por el estado capitalista y el
procesamiento industrial de productos agro-minerales está claramente en
ascenso. Dentro de la economía política nacional, la industria está creciendo y
la producción de bienes primarios está declinando. La proletarización viene
acompañada y es excedida por el crecimiento de una masa de trabajo
semiproletario rural y urbano con empleo temporal y estacional. Sin embargo,
este crecimiento industrial depende críticamente del crecimiento continuado de
las exportaciones tradicionales para financiarlo y sostenerlo. En añadidura, los
sectores de crecimiento más dinámico de la industria no sólo son internos, sino
dirigidos primordialmente a los compradores de bienes durables, es decir al 20
por ciento de la población conformada por las adineradas clases media y alta.
La ausencia de una nueva división internacional del trabajo y las pésimas
perspectivas de los países del Tercer Mundo para alcanzar siquiera el 15 por
ciento de las exportaciones industriales mundiales hacia 1990 evidencian las
contradicciones internas entre una capacidad industrial creciente y la creciente
112
fuerza de trabajo excedente desplazada de la producción primaria. Más que una
nueva división del trabajo podemos esperar una nueva rueda de revoluciones
sociales en el Tercer Mundo.
5.5. La división internacional del trabajo industrial y el concepto centroperiferia
La crisis ha contribuido a aumentar el debate latinoamericano sobre el comercio
exterior tanto respecto de las causas que originan los problemas de la región en
esta materia como de las medidas de política más apropiadas para afrontarlos.
En tales circunstancias, este artículo tiene la utilidad de brindar una visión
sintética y de conjunto de las principales teorías sobre la división del trabajo y
el comercio a nivel internacional. Comienza por presentar el enfoque de las
ventajas comparativas en sus diferentes versiones —clásica ri¬ cardiana y
neoclásica— y algunos de los criterios propuestos para superar sus limitaciones
como los relativos a la proporción de factores, al ciclo de vida de los productos
y a las etapas del crecimiento industrial. Más adelante examina las teorías que
impugnan la interpretación de la especialización productiva sobre la base de las
ventajas comparativas, entre las que destacan los argumentos de List sobre el
proteccionismo de las industrias nacientes, las tesis estructuralistas y su visión
centro-periferia, y el enfoque de la dependencia en sus diversas variantes. Hacia
el final sugiere sus propios criterios para interpretar la división internacional del
trabajo industrial, basados en una redefinición de los conceptos utilizados por
algunas de las teorías precedentes, en especial las de raigambre estructuralista:
el papel que desempeña un país en la división internacional del trabajo deriva
del alcance y profundidad de su industrialización y, por ende, de su capacidad
competitiva externa. En la conformación de tales condiciones juegan un papel
decisivo la autonomía relativa del exterior en cuanto a insumos y mercados, la
113
diversidad de la estructura industrial, la dispersión de sus socios comerciales, el
uso intensivo del trabajo especializado y el valor agregado de la producción
industrial
Estos aspectos, relacionados entre sí, sientan las bases sobre las cuales se ha
tratado de cimentar una teoría sobre el comercio internacional y sobre la
localización de las actividades productivas. Por definición, la industrialización
supone un ensanchamiento de la división social del trabajo y de la
diversificación de la estructura productiva, que lleva a la ampliación de las
relaciones de intercambio. Por lo tanto, hay vínculos entre la industrialización
y la expansión del comercio, incluso el intercambio con el extranjero. El
crecimiento general de las actividades manufactureras ha facilitado el
intercambio y fomentado su crecimiento. ¿Pero qué hace que un país o una
región se especialicen en la producción de clases particulares de bienes? ¿Por
qué compra un país determinados bienes de otro y quién gana con ese
intercambio?
5.6. El argumento de las ventajas comparativas
Cuáles bienes se intercambian y por qué se comercian es pregunta que han
procurado contestar los economistas desde la época de Adam Smith en función
de las diferencias internacionales en los costos de producción y en los precios
respectivos. Adam Smith demostró que dos países se beneficiarían de una
división del trabajo mediante la especialización y el comercio recíproco cuando
uno es más eficiente que el otro para producir determinada mercancía, pero
menos eficiente que su asociado para fabricar otra. Por consiguiente, se
especializará en aquellas actividades en que tiene costos unitarios absolutos más
bajos que su contraparte comercial. Sin embargo, fue David Ricardo quien
comprobó que podría haber una ventaja en la especialización y en el comercio
114
recíproco, aunque un país fuera mejor que su asociado en la producción de
ambas mercancías si esta ventaja fuera mayor en un producto que en el otro.
Este argumento se basaba en el principio de las ventajas de los costos
comparativos, que ha llegado a convertirse en piedra angular de la teoría del
comercio internacional. 1. El enfoque clásico El núcleo racional del principio
ricardiano es que mediante el comercio exterior un país puede obtener ventajas
relativas, aunque demuestre una inferioridad absoluta en comparación con sus
asociados en todas las ramas de la producción. Basta que el grado de
inferioridad sea diferente en las distintas ramas. Por lo tanto, a fin de elevar al
óptimo las ganancias mediante el comercio internacional, los países deben
especializarse en la exportación de aquellos productos que pueden producir al
costo relativo más bajo. Este fenómeno de diferenciación de las ventajas
comparativas es el que da origen a un comercio lucrativo incluso entre los
asociados comerciales más desiguales. Según evolucionó desde el siglo xix
hasta llegar a ser la base de la teoría tradicional del comercio internacional, el
principio de las ventajas comparativas se aplica para cumplir dos fines
diferentes, pero relacionados entre sí. Primero se intenta con él explicar qué
determina la estructura y los movimientos reales del comercio internacional. A
este respecto la teoría puede considerarse positiva ya que tiene por objeto
explicar lo que ocurre efectivamente. En el ejemplo ricardiano original, el factor
más importante que afectaba la estructura del comercio internacional era la
diferencia en los costos temporales de la mano de obra, es decir, la
productividad del trabajo comparada entre distintos países. En segundo lugar y
lo que es más importante, la teoría de las ventajas comparativas se ha empleado
para indicar que son beneficiosos la división internacional del trabajo y el
comercio internacional consiguiente. En este aspecto, la teoría se aplica con un
sentido normativo, como comprobación de las ventajas del libre comercio y
115
como explicación de lo que constituye la estructura óptima del comercio
internacional. El libre comercio, basado en el principio de las ventajas
comparativas y en la promoción de la división internacional del trabajo,
presenta varias ventajas importantes desde el punto de vista teórico. Desde
luego, el comercio permite que todos los países eludan las limitaciones que
impone su dotación de recursos y que consuman productos en combinaciones
que rebasan sus propias posibilidades de producción. Todos los países se
beneficiarán, aunque esas ganancias puedan estar distribuidas disparejamente.
La segunda consecuencia es que el comercio libre mejorará la eficiencia de la
distribución de los recursos y, por lo tanto, maximizará la producción al permitir
que todos los países se especialicen en lo que hacen mejor, es decir, al centrar
la producción en aquellos bienes en que presentan una ventaja comparativa. En
tercer lugar, en condiciones de libre comercio se optimarán los beneficios de las
economías de escala. En cuarto lugar, hay algunos beneficios de eficiencia, ya
que la competencia desde el exterior estimula un aprovechamiento más eficiente
de los factores de la producción en cada empresa e industria y hace que el
mercado funcione más eficientemente. En general, según esta teoría, la
especialización internacional del comercio puede llevar a un aumento de la
producción mundial de todos los productos comerciados y se obtendría así el
grado más alto posible de bienestar económico. 2. El enfoque neoclásico La
teoría clásica del comercio se basa en el concepto de que las diferencias de los
costos reales comparativos determinan las ventajas comparativas. La aplicación
de este concepto en el mundo contemporáneo se basa más bien en la
oportunidad que en los costos reales. A este respecto, la versión moderna es
esencialmente una forma simplificada de una teoría general del equilibrio
estático en términos neoclásicos. Con determinada dotación de factores, un país
puede producir distintas combinaciones de productos. La especialización
116
óptima está determinada por la comparación del costo de oportunidad de
producir determinada mercancía con el precio a que tal mercancía puede
importarse o exportarse. En el punto de equilibrio, no se produce ninguna
mercancía que pudiera importarse a un costo inferior y las exportaciones se
elevan hasta que el ingreso marginal es igual a los costos marginales. La teoría
demuestra que donde difieren las posibilidades de producción y los costos
consiguientes de oportunidad, los países se beneficiarán de un comercio más
libre. Pero ¿por qué difieren las posibilidades de producción entre distintos
países? Dos economistas suecos, Eli Heckscher (1919) y Bertil Ohlin (1935)
intentaron explicar este fenómeno. Según ellos, las diferencias en la dotación
de factores (trabajo y capital, así como tierra y recursos naturales) entre países
son requisitos previos para que exista una especialización internacional del
trabajo y un comercio lucrativo. Los factores están distribuidos de distintas
maneras entre los países; por lo tanto, los precios relativos de los factores serán
diferentes (por ejemplo, el trabajo relativamente barato en los países en que
abunda la mano de obra) y también serán distintas las relaciones de los precios
internos de las mercancías y las combinaciones de los factores. Como distintos
productos exigen distintos factores de producción en proporciones diferentes,
un país que cuenta con una buena oferta de mano de obra, por ejemplo, tiene
una ventaja comparativa en la producción de aquellos bienes que usan ese factor
abundantemente. Por lo tanto, ese país tiende a centrarse en la exportación de
bienes de uso intensivo de trabajo y obtiene a cambio bienes que hacen uso
intensivo del capital, por importación de un país que cuenta con una dotación
abundante de este factor. Así, pues, cada país se beneficiaría de la
especialización internacional y del comercio produciendo mercancías que usan
mayor proporción de sus factores relativamente abundantes de producción. El
teorema de Heckscher-Ohlin representa la base de la teoría neoclásica del
117
comercio y es una derivación de la teoría clásica ricardiana de las ventajas
comparativas. Ambos criterios llevan a la misma conclusión básica: el comercio
libre maximiza la producción total en que todos los países participantes
comparten los beneficios de la especialización y del comercio. Al permitir que
los países obtengan bienes para cuya producción tienen una dotación
relativamente inferior, a precios mundiales más bajos, el comercio estimula el
crecimiento económico general. Aumenta la capacidad de consumo de un país
y le da acceso a recursos escasos y a los mercados mundiales. Además, el libre
comercio tiende a igualar los precios de los factores entre las naciones
comerciantes —por ejemplo, al elevar los salarios relativos en los países en que
abunda la mano de obra y rebajarlos en aquellos en que escasea— de manera
que se suavizan las desigualdades internacionales del ingreso. Esta tendencia
hacia la equiparación del precio de los factores implica que el comercio en
mercancías reemplaza al movimiento de los factores, porque, en ausencia de
comercio, el capital así como el trabajo tenderían a desplazarse de zonas en que
son abundantes a zonas en que son escasos. Así, por ejemplo, los salarios
relativos en países con abundante mano de obra pueden subir ya sea por un
aumento de la demanda de aquellas mercancías con alto contenido de trabajo o
por el desplazamiento de la mano de obra a un país en que es menos abundante.
Por lo tanto la teoría pura del comercio demuestra que el movimiento de los
factores y el comercio de mercancías son intercambiables entre sí. Cuanto
mayor movilidad se suponga que tienen los factores para trasladarse de un país
a otro —como se supone que la tienen dentro de un solo país— tanto mayor
será la validez de la teoría de la localización industrial para determinar las
modalidades de la división internacional del trabajo. Como lo indicó el propio
B. Ohlin, la teoría internacional del comercio explica en realidad un aspecto de
118
la teoría general de la localización, que sólo es especial porque están
involucradas fronteras nacionales.
5.6.1 Limitaciones para la determinación de las ventajas comparativas
El modelo convencional de la especialización y el comercio internacionales que
se basa en las ventajas comparativas, es un modelo estático y simplificado. Con
sus dos países, sus dos productos, sus dos factores, la competencia perfecta en
el mercado de productos y factores, la inmovilidad internacional y la movilidad
nacional de los factores, idénticas funciones de producción y similitud
cualitativa de los factores de producción entre países, ha sido posible demostrar
que hay ventajas que obtener de la especialización y del libre comercio. Pero
estas hipótesis son demasiado teóricas y aparentemente contrarias a la realidad
de las relaciones económicas internacionales contemporáneas. Por lo tanto, hay
que aceptar la teoría solamente sobre la base de su lógica y consistencia interna.
En las condiciones limitantes mencionadas, es posible explicar un comercio
exterior hipotético, pero no las modalidades de comercio que se observan en el
mundo real. Con el libre comercio, lejos de producirse una igualdad de precios
de los factores, ha tendido a ocurrir una diferenciación de los precios y ha
tendido así a aumentar la desigualdad en el ingreso internacional. Del mismo
modo, la teoría lleva a conclusiones demasiado simplistas sobre la distribución
de los beneficios derivados de la especialización internacional y del libre
comercio. Los elementos críticos son particularmente evidentes en lo que toca
a la explicación de la división internacional del trabajo industrial y a las
modalidades consiguientes de comercio de manufacturas. En los productos
primarios, los factores más evidentes que explican el comercio internacional
son los recursos naturales {suelos de distinta calidad, yacimientos mineros,
condiciones climáticas, etc.). No se requiere ninguna teoría refinada para
119
mostrar que la localización de la producción primaria está determinada en gran
parte por factores naturales y que la localización del consumo depende en buena
medida de los niveles de ingreso. Las modalidades del comercio internacional
de manufacturas son mucho más difíciles de explicar por la variedad de
opciones que existen en cuanto al emplazamiento de la producción. En lo que
sigue nos preocuparemos principalmente de la distribución espacial de la
producción y de la dirección del comercio de manufacturas. 1. Nuevos enfoques
sobre proporción de factores La tesis central de la teoría Heckscher-Ohlin
tradicional sobre la dotación de factores ha sido puesta en tela de juicio por
Wassily Leontief (1954 y 1956) y sus discípulos. La famosa paradoja de
Leontief demuestra que las exportaciones de los Estados Unidos han sido de
uso mucho más intensivo de trabajo que las importaciones del sector
competitivo, pese al hecho de que los Estados Unidos han estado bien provistos
de capital y escasamente dotados de trabajo, en comparación con otros países.
Leontief trató de explicar la paradoja por el hecho de que la mano de obra en
los Estados Unidos tenía una productividad tres veces mayor que la mano de
obra extranjera. Llegó a la conclusión de que, aunque la población trabajadora
de los Estados Unidos pudiera parecer pequeña en cuanto a sus números con
relación a su patrimonio de capital, la calidad de esa mano de obra era tal, que
la oferta efectiva era relativamente mucho mayor, es decir, que el capital es
relativamente escaso en comparación con la gran destreza y productividad de
su mano de obra. Leontief, por lo tanto, ha separado la productividad de la mano
de obra de la oferta de capital a fin de apoyar la teoría neoclásica. Sobre la base
de la paradoja aparente señalada por Leontief, se han hecho varios intentos por
elaborar una teoría del comercio. Las principales iniciativas se han centrado en
la incorporación ya sea de la tecnología (medida por la actividad de
investigación y desarrollo) o el capital humano (mano de obra especializada)
120
como factores explicativos adicionales en los modelos de las ventajas
comparativas (Posner, 1961; Hufbauer, 1966; Keesing, 1967 y Vernon, 1970).
En el modelo tradicional, la tecnología y el trabajo especializado se suponían
que eran estables y disponibles umversalmente. Los productores, cualquiera
fuera su localización, conocían todas las opciones tecnológicas disponibles y
escogían la tecnología que era más adecuada para la dotación de factores de su
propio país. Este criterio, sin embargo, hace caso omiso del progreso
tecnológico así como de las diferencias en cuanto a la capacidad de innovación
y adaptación entre diferentes países. Las teorías neotecnológicas o de la "brecha
tecnológica", en cambio, destacan las diferencias entre países en las actividades
de innovación que se han convertido en el factor crítico para explicar las
modalidades del comercio internacional, sobre todo de las exportaciones de los
países industrializados. Los adelantos y los rezagos en materia de innovación
tecnológica entre países determinan la modalidad de su especialización y la
composición de su comercio. La capacidad de innovación técnica se considera
como factor esencial de la capacidad de competencia de un país. Por ejemplo,
las ventajas competitivas de los Estados Unidos se atribuyen al monopolio
temporal que le da la incorporación de nueva tecnología en una mercancía o
proceso de producción. Este proceso de crear e incorporar la tecnología es de
uso relativamente intensivo de mano de obra, y de ahí la paradoja de Leontief.
El concepto de superioridad tecnológica puede incluir no sólo el producto o la
tecnología de producción sino la dotación general de trabajo especializado,
como la gerencia, la capacidad científica, la capacitación de la mano de obra, el
mercadeo, etc. A este respecto, el capital humano puede tratarse como un factor
distinto de producción, diferente del capital físico, para explicar las
modalidades de comercio. En conjunto, estos nuevos criterios retienen la
estructura y la metodología de los modelos tradicionales neoclásicos de
121
comercio basados en la dotación de factores aunque sugieren la incorporación
de una o dos nuevas variables.
5.6.2.Teoría del ciclo del producto
Las explicaciones neoclásicas basadas en la proporción de factores para explicar
las corrientes comerciales representan limitaciones importantes del criterio
tradicional de las ventajas comparativas. Estas nuevas explicaciones han sido
analizadas e integradas en una teoría del ciclo de vida del producto que intenta
explicar la división internacional del trabajo y las modalidades del comercio de
manufacturas sobre la base de las etapas porque atraviesa un producto (Vernon,
1966; Hirsch, 1967 y Wells, 1972). La teoría deriva de la premisa de que los
productos tienen durante su ciclo de vida una evolución típica desde una etapa
temprana, a otra de crecimiento, para culminar en una de madurez. Estas etapas
tienden a estar acompañadas por modificaciones en la importancia relativa de
los diversos factores de producción (mano de obra calificada y no calificada,
conocimientos técnicos, científico y de ingeniería, capacidad empresarial y
capital). Estas modificaciones tienen repercusiones profundas sobre la
capacidad de competencia internacional tanto en términos sectoriales como
espaciales. En una temprana etapa del ciclo, cuando se introducen nuevos
productos o procedimientos, la producción se caracteriza por el uso intensivo
del trabajo especializado cuya disponibilidad determina el emplazamiento de la
producción manufacturera. En la etapa de crecimiento, se introducen tanto la
producción como la distribución masiva. La información sobre el producto y el
conocimiento técnico de producción se difunden rápidamente. Por último, en la
etapa de madurez se estandarizan las especificaciones del producto. La
tecnología de producción se estabiliza y se difunde internacionalmente;
disminuye la importancia relativa de las economías externas y de los insumos
122
científicos y de ingeniería; y se vuelve más flexible la localización de la
industria. Son muchas las diferencias entre el modelo que se basa en el ciclo de
vida del producto y la teoría tradicional del comercio. Esta última pretende ser
un modelo completo en tanto que el primero da sólo una explicación parcial de
los movimientos del comercio de manufacturas. Con ser teóricamente menos
elegante, el criterio del ciclo de vida del producto resulta más realista en sus
supuestos fundamentales. El teorema de las proporciones de factores de
Heckscher-Ohlin se basa en la libre disponibilidad de la información y de la
tecnología, la perfección de los mercados y la identidad de funciones de
producción y de modalidades de consumo en todos los países. Por el contrario,
la teoría del ciclo de vida del producto se basa en las hipó tesis de que el
movímiento de la información y de la tecnología es restringido, sobre todo en
los sectores de uso intensivo de investigación y desarrollo, y que tas mercancías
sufren cambios previsibles en su producción y comercialización con el tiempo.
Por ejemplo, la función de producción evoluciona con el tiempo de manera tal,
que al comienzo de la vida del producto es de uso más intensivo de mano de
obra y de trabajo especializado que en una etapa más tardía. Además, el proceso
de producción se caracteriza por economías de escala y modalidades de
consumo que se diferencian según los niveles de ingreso en distintos países. En
la teoría del ciclo de vida del producto se subraya que el principal determinante
de la ventaja comparativa es el contenido de tecnología que entra en la
producción. La afirmación de que la tecnología no se encuentra disponible
umversalmente y que tampoco tiene una distribución pareja la capacidad de
innovación entre los países, aparentemente se ajusta bastante bien a la realidad.
Los países de altos ingresos tienen una mejor dotación que los países de bajos
ingresos de aquellos factores que facilitan la innovación: por el lado de la oferta
cuentan con una infraestructura tecnológica desarrollada, así como con una
123
abundancia de ingenieros y científicos; por el lado de la demanda disponen de
mercados en potencia para mercancías de alta calidad, que por añadidura son
suficientemente grandes como para justificar las grandes inversiones necesarias
para desarrollar nuevos productos o tecnologías. Por consiguiente, se puede
decir que los países de altos ingresos tienen una ventaja comparativa en aquellas
industrias que se caracterizan por un alto grado de innovación y que están
produciendo bienes en una etapa temprana de su ciclo. En cambio, los países de
bajos ingresos, con mano de obra barata, tienen una ventaja en los productos
estandarizados que están en el ciclo de madurez. La producción puede, incluso,
transferirse de países de altos ingresos a países de bajos ingresos por vía de las
inversiones de las empresas transnacionales a medida que un producto cumple
su ciclo de vida. De ahí que a medida que el producto pasa de una etapa a otra,
se modifica la importancia relativa de los diversos factores de la locali¬ zación,
lo que influye sobre la distribución geográfica de la producción. La teoría del
ciclo de vida del producto ha sido un gran aporte para el análisis de la división
internacional del trabajo y de las modalidades consiguientes de comercio. Por
una parte, indica que está surgiendo paulatinamente un enfoque ecléctico de la
teoría internacional del comercio y sugiere que no hay una teoría única para
estudiar las modalidades del comercio internacional. Se requieren distintas
interpretaciones teóricas para ilustrar diferentes tipos de relaciones comerciales,
con respecto de los productos o de los asociados en el comercio o de ambos
aspectos. En realidad, la teoría del ciclo de vida del producto acepta la teoría
tradicional de las proporciones de los factores propuesta por Heckscher-Ohlin
como válida para el comercio de los productos que están en la etapa de madurez.
A medida que las manufacturas se vuelven más estandarizadas y disminuye su
contenido de tecnología, los factores tradicionales de la producción —la mano
de obra y el capital— van adquiriendo importancia creciente para determinar
124
las ventajas comparativas. Del mismo modo, con respecto al comercio de
productos primarios, la ventaja comparativa se determina principalmente por la
dotación de recursos naturales del país1 . Por otra parte, la teoría del ciclo de
vida de los productos inyectó un elemento dinámico en la teoría del comercio.
Ofrece un modelo para explicar y prever los cambios que sufren con el tiempo
la composición y la dirección del comercio. La teoría ilustra por qué suceden
cambios en la división geográfica de la mano de obra y cómo la producción se
desplaza entre países que se encuentran en distintas etapas del desarrollo
económico. Se introducen nuevos productos en los países de avanzada
tecnología. Al lograrse la producción masiva, la tecnología se estandariza y se
difunde a los países intermedios, en que el capital haya llegado a ser más
abundante y las técnicas se hayan perfeccionado. Por último, los países en
temprana etapa de industrialización se concentran en productos estándares de
uso intensivo de mano de obra. La hipótesis del ciclo de vida del producto puede
ser válida también para analizar los ciclos de desarrollo en el propio proceso de
industrialización. Los países evolucionarían de una etapa temprana a una
intermedia y luego a una avanzada, a medida que progresa el proceso de
industrialización, con lo cual subiría el ingreso per capita y cambiaría la
composición de su demanda. Las industrias en etapa madura se vuelven menos
dinámicas y menos competitivas a medida que surgen las industrias de nueva
tecnología y de uso intensivo de trabajo especializado. Estos supuestos destacan
la necesidad de efectuar un análisis explícito del proceso mismo de
industrialización antes que sea posible explicar los factores subyacentes en las
ventajas comparativas.
Teorías del crecimiento industrial
125
Históricamente, la industrialización no ha sido en modo alguno un proceso
único, ininterrumpido, unitario, de ámbito nacional, y ni siquiera de ámbito
mundial. Por el contrario, distintas industrias se han propagado en forma
desigual en el tiempo y en el espacio. Sin embargo, pese a esta diferencia de
sincronización, a menudo se considera que la industrialización es un proceso
uniforme e identificable de crecimiento y renovación, cuyas características
principales se dan fundamentalmente en la misma forma en todos los países.
Además, justamente por esta divergencia de sincronización, la distribución
geográfica dispareja de las actividades industriales ha preparado el camino para
la división espacial de la mano de obra y ha generado las relaciones comerciales
consiguientes. Las teorías tradicionales del crecimiento industrial se basan en el
supuesto implícito de que hay una modalidad mundial estándar de crecimiento
industrial en que se progresa de una etapa a otra con estructuras y niveles de
ingreso homogéneos. Tras de la labor pionera de Simón Kuznets (1959 y 1971),
quien resumió este proceso con el término de "crecimiento económico
moderno", varios economistas, y particularmente los historiadores económicos,
han intentado cuantificar la tasa de cambio estructural y sectorial inherente en
el proceso de industrialización. Kuznets se interesó particularmente en
investigar la relación entre los niveles de ingreso y la producción industrial. El
ingreso per capita llegó a ser el parámetro más importante y de aplicación
universal para indicar el nivel de desarrollo económico. Los estudios históricos
también han mostrado que hay gran uniformidad en el auge de la industria
manufacturera a medida que avanza el crecimiento económico. La posibilidad
de que exista un proceso regular de industrialización ha sido analizada midiendo
la distribución del producto nacional y de la mano de obra entre los principales
sectores así como dentro del sector industrial. Colin Clark (1940) dividió la
economía en tres sectores principales: el primario (agricultura e industrias
126
extractivas), el secundario (la manufactura y la construcción) y el terciario
(servicios y comercio). Según este enfoque, la característica principal del
desarrollo económico moderno sería la evolución desde la producción primaria,
a través de la manufactura hasta llegar al sector terciario. El modelo de tres
sectores es válido para todos los países —cualquiera sea su tamaño, nivel de
desarrollo o características estructurales— y ha permitido ubicar a cada país en
una misma línea universal de crecimiento. El desarrollo económico supondría
el avance de unidades nacionales por una sola ruta en que un proceso acelerado
de industrialización se considera como principal característica del progreso.
Este tipo de concepto es común a los modelos de desarrollo generales y lineales,
"por etapas", del cual el más influyente ha sido el de W.W. Rostow (1960) con
su teoría de las "etapas del crecimiento". A medida que avanza el proceso de
industrialización, la transformación estructural de la economía no se manifiesta
ya en términos cuantitativos, por la proporción de la industria en la producción
en su conjunto, sino más bien por desplazamientos sectoriales dentro del sector
industrial. La hipótesis del ciclo de vida del producto había previsto que a
medida que se elevaran los niveles de ingreso habría una tendencia general a
postergar las industrias de etapa madura, de tecnología más simple, y que
requieren principalmente mano de obra no calificada, en favor de industrias que
exigen investigación y desarrollo y un uso intensivo de trabajo especializado.
El primer estudio sistemático de cómo varía la modalidad sectorial de la
industria manufacturera según el nivel de desarrollo fue efectuado por W.G.
Hoffmann (1958). El dividió al sector industrial en bienes de consumo y bienes
de capital y llegó a la conclusión de que cada país atraviesa por cuatro etapas
en su desarrollo, en la cual cada una muestra una relación más alta de bienes de
capital a bienes de consumo que la anterior. Una sola cifra que representa esta
relación ubica al país en una línea universal de crecimiento industrial.
127
Solamente la velocidad con la que se pasa por cada etapa puede variar según la
dotación de recursos naturales u otros factores, pero de otra suerte los países
experimentan evoluciones similares en su proceso de industrialización. Una
investigación más refinada, con hipótesis análogas, fue preparada por Hollis
Chenery (I960) y con Taylor (1968). El criticó la elección de Hoffmann porque
las industrias se limitaban arbitrariamente y se omitían varios sectores
importantes; clasificó los sectores industriales en tres categorías: bienes de
capital, bienes intermedios y bienes de consumo. Las modalidades de
crecimiento industrial que describe Chenery se miden en función de la
elasticidad-ingreso del crecimiento. Las elasticidades más bajas se dan
principalmente en los bienes de consumo, y las más altas en los bienes de capital
y los bienes intermedios principales que se emplean para producirlos. Por lo
tanto, Chenery llegó a una conclusión parecida a la de Hoffmann, de que hay
un fuerte vínculo entre el desarrollo industrial y el adelanto que tienen las
industrias de bienes de capital y de algunos bienes intermedios en comparación
con las de bienes de consumo. Los recursos naturales exportables ofrecen la
principal base para la especialización internacional en las economías
preindustriales. Paralelamente, en la etapa más temprana de la industrialización,
la dotación de recursos, incluso la abundancia de mano de obra, tienden a ser
más importantes que otros factores de la producción para determinar la
estructura inicial de las ventajas comparativas. A medida que avanza el proceso
de industrialización hacia la etapa de transición o de despegue, las dotaciones
relativas de recursos físicos (condiciones geográficas, territorio, población y
materias primas) van perdiendo su importancia y vienen a ejercer una influencia
primordial las diferencias en cuanto a capacidad para aprovechar los recursos
físicos (la calidad de la mano de obra, la tecnología, el capital, las estructuras
de organización). Concomitantemente cambia la división internacional del
128
trabajo; hay un abandono del comercio vertical —intercambio de productos
primarios por manufacturas— en favor del comercio horizontal —intercambio
de manufacturas por manufacturas. Esto explica las diferencias entre países que
se especializan dentro del sector manufacturero. Entran aquí a tallar las teorías
sobre el crecimiento industrial, que han intentado investigar qué productos en
el curso del desarrollo de una economía son los primeros que se fabrican y
cuáles siguen después y en qué orden para poder establecer la composición
óptima de la división internacional del trabajo, tomando en cuenta las
variaciones entre países en cuanto a grados de desarrollo y dotación de factores.
Las teorías del crecimiento industrial aplican un criterio por etapas al teorema
de las ventajas comparativas. La especialización internacional que aparece así
sugiere que los países menos desarrollados, estando como están en una etapa
temprana de la industrialización, tienen una ventaja natural en la producción y
exportación de bienes que se encuentran en una etapa madura, que requieren
mano de obra poco especializada y que se basan en los recursos naturales y en
el uso intensivo de la mano de obra. Los países en etapa intermedia deberían
centrar su atención en industrias estandarizadas con un uso relativamente
intenso del capital, en tanto que las principales perspectivas para las economías
industrializadas estarían en los bienes complejos de alta tecnología, con un uso
intensivo de mano de obra calificada y con un gran contenido de valor agregado.
Este tipo de especialización internacional sería de beneficio para todos los
países. Para lograrlo, debe dejarse que las reglas del mercado funcionen sin
interferencias. Sin embargo, hay algunos problemas que se relacionan con la
validez internacional de las teorías del crecimiento industrial y del criterio de
las etapas al enfocar las ventajas comparativas. En primer lugar, el proceso de
industrialización evidentemente presenta ciertos rasgos en común tanto
histórica como geográficamente. Sin embargo, hay una razón importante que
129
explica por qué las modalidades de crecimiento industrial en los países menos
avanzados se apartan de las tendencias históricas observadas en los países ya
industrializados, a saber, la propia existencia de estos países. Su
industrialización temprana ha cambiado considerablemente el medio externo a
que hacen frente los que se industrializan más tarde.
El historiador económico A, Gerschenkron (1962) ha formulado la tesis que
mientras más atrasado sea un país al comenzar su proceso de industrialización
más tendencia tendrá a apartarse de la evolución que siguieron sus antecesores.
El atraso relativo se explica por la falta de uno o más de los factores de
producción requeridos y para suplirlos el país tiene que buscar otras soluciones.
La evolución de los que llegan rezagados, por lo tanto, no ha sido idéntica a la
de los países pioneros o incluso a la de otros que se encuentran en la misma
etapa: la sustitución ha creado evoluciones diferentes. En segundo lugar, y lo
que es más importante, distintas formas de especialización tienen distintas
consecuencias a largo plazo para el desarrollo económico. Hay algunos bienes
que pueden sustituirse o comercializarse fácilmente y otros cuya presencia es
vital para el proceso general de industrialización. He aquí la importancia que
tiene distinguir entre el comercio marginal y el comercio fundamental. Además,
las diferencias estructurales entre las economías pueden llevar a relaciones de
intercambio asimétricas y a la dominación del asociado más débil por el más
fuerte, con lo cual se socava la posibilidad de lograr ventajas recíprocas de la
especialización y del comercio internacionales. Estos tipos de problemas son
planteados por la teoría estructuralista de las relaciones económicas
internacionales.
Teorías contrarias a la especialización sobre la base de las ventajas
comparativas
130
das teorías del comercio y del crecimiento industrial presentadas en las
secciones anteriores tienen una característica en común: pretenden explicar y
explorar las modalidades deseables de la división internacional del trabajo
principalmente en función de la dotación relativa de factores y de las ventajas
comparativas respectivas. Según sea el criterio aplicado, la localización de la
producción y los movimientos comerciales consiguientes estarían determinados
por las exigencias específicas de recursos, por la disponibilidad relativa del
trabajo y del capital o por la oferta de capital humano incluso el conocimiento
técnico. Además, la dotación de estos factores de producción está determinada
por la etapa del proceso de industrialización por la cual atraviesa cada país. Sin
embargo, se encuentran muchas dificultades al aplicar la dotación de factores
como variable independiente y única que explique las modalidades de comercio
y especialización. Aún más problemática sería la conclusión de que la
modalidad de producción y comercio prevista resultaría ser la combinación
óptima para la distribución de los recursos entre industrias y entre países. Con
suma frecuencia se critican las consecuencias a largo plazo para el desarrollo
económico. Hay algunos bienes que pueden sustituirse o comercializarse
fácilmente y otros cuya presencia es vital para el proceso general de
industrialización. He aquí la importancia que tiene distinguir entre el comercio
marginal y el comercio fundamental. Además, las diferencias estructurales entre
las economías pueden llevar a relaciones de intercambio asimétricas y a la
dominación del asociado más débil por el más fuerte, con lo cual se socava la
posibilidad de lograr ventajas recíprocas de la especialización y del comercio
internacionales. Estos tipos de problemas son planteados por la teoría
estructuralista de las relaciones económicas internacionales. rios tanto positivos
(determinación de las modalidades de comercio) como normativos (beneficios
derivados del comercio) inherentes a las teorías sobre la proporción de factores.
131
La crítica estructuralista del enfoque sobre la proporción de factores
Según la teoría estructuralista, la división internacional del trabajo es función
más bien de relaciones que de la escasez. Una investigación empírica sobre la
división internacional del trabajo podría confirmar que lo que abunda en los
países desarrollados (mano de obra especializada, capital, tecnología,
conocimiento técnico, etc.) verdaderamente escasea en los países menos
desarrollados y que esta diferencia se manifiesta en las modalidades respectivas
de especialización. Sin embargo, lo controvertido del concepto se debe menos
al fenómeno empírico en que se basa que a sus causas. Para el análisis
estructural el examen de la capacidad nacional por sí sola no basta. Centra su
atención en las relaciones entre los agentes y destaca que la naturaleza de la
interacción entre ellos ejerce fuerte influencia sobre las diferencias observadas
en la dotación de recursos, así como sobre el nivel general de desarrollo. Se
acepta comúnmente que las diferencias en la disponibilidad de los factores de
producción influyen sobre las modalidades del comercio y la producción
internacionales. Pero los estructuralistas pretenden elaborar una teoría dinámica
de las ventajas comparativas recalcando que la función de los factores de
producción no puede abstraerse de la trama general del desarrollo social y
económico y de las relaciones externas de un país (Helleiner, 1981 y Kiss,
1971). La dotación de factores no es fija, sino que en sí misma es un producto
del desarrollo socioeconómico, que incluye las relaciones presentes y pasadas
del intercambio, los movimientos internacionales del capital y del trabajo, así
como la intervención de la política. Por lo tanto, la dotación de factores no puede
tomarse como un dato, sino que debe considerarse como una de tantas variables
que pueden haber sido afectadas por la política. Por ejemplo, las diferentes
combinaciones continentales y nacionales de los factores de producción en los
132
países en desarrollo resultan de la incorporación obligada históricamente de
estas sociedades a la división internacional del trabajo de tipo colonial. Del
mismo modo, un país puede prepararse para competir internacionalmente en
industrias en las cuales pareciera no tener una ventaja comparativa inherente en
términos estáticos. Además, la dotación de factores suele explicar, sólo en parte,
la distribución actual de la división internacional del trabajo. El volumen y la
modalidad de comercio también dependen en forma muy importante de otros
elementos como las actividades de mercadeo y las economías de escala, así
como de la concentración del mercado internacional y de las relaciones
comerciales entre empresas. Desempeñan también un papel decisivo diversos
factores institucionales, por ejemplo, las barreras arancelarias y no arancelarias,
las preferencias comerciales, las medidas de promoción y el comercio estatal,
incluso los convenios de comercio bilateral y de trueque. El enfoque de las
ventajas comparativas, incluso en su versión más compleja, no provee así una
explicación adecuada de por qué el comercio se desarrolla efectivamente. En
forma análoga no sería aconsejable emplear la dotación actual de recursos como
única base para las recomendaciones de política comercial. Los partidarios de
la teoría de las ventajas comparativas, por lo tanto, argumentarían que desde el
punto de vista de la división del trabajo eficiente representa una modalidad
deseable de especialización más bien que una modalidad efectiva. Si las
políticas de restricción del comercio inhiben la división óptima del trabajo, la
solución requerida es rechazar, no la teoría, sino las políticas distorsionadoras.
En otras palabras, el principio de las ventajas comparativas puede resultar
deficiente para explicar en términos "positivos" lo que sucede efectivamente,
pero persiste en un sentido normativo como comprobación de las ventajas que
derivan de la especialización y del libre comercio. El argumento del enfoque de
las ventajas comparativas en favor de la especialización internacional se
133
fundamenta en la comparación entre una situación de comercio y una situación
en que no hay comercio. Cada país se beneficiaría del comercio al especializarse
en aquellas actividades en que es relativamente eficiente e intercambiar esas
mercaderías por aquellas en que es relativamente ineficiente. Ningún país sería
perjudicado con ese comercio ya que cada uno alcanzaría por lo menos el nivel
de bienestar que registraría sin las transacciones externas. Por lo tanto, el abrir
un país al comercio exterior es la mejor forma de aprovechar los beneficios de
la especialización internacional, según la teoría de las ventajas comparativas.
Es incontrovertible que resulta un beneficio general de la especialización. Pero
el principal interrogante es el siguiente: ¿cómo se comparte ese beneficio y
cuáles son los efectos acumulativos a largo plazo de una modalidad particular
de especialización? En un sentido puramente estático, las disposiciones que
restringen la especialización y el comercio exterior reducen el ingreso y el
bienestar del mundo en su conjunto. Pero el argumento clásico a favor de la
distribución óptima de los recursos por medio del libre comercio no ha indicado
cuál es la distribución del bienestar y del ingreso mundial. Según sea la
naturaleza del intercambio y las condiciones estructurales entre los asociados
en el comercio, los beneficios del comercio pueden ser distribuidos en forma
bastante dispareja. Esto ocurre, en particular, entre países con grandes
diferencias en su estructura de producción y grado de desarrollo —el
intercambio típico entre los países industriales y los países menos desarrollados.
Aquí la naturaleza complementaria de la relación comercial no exige una
explicación especial, pero es problemática su ventaja. A este respecto, el
análisis estructural duda no tanto de la composición del comercio que sugiere
el principio de las ventajas comparativas cuanto de las consecuencias previstas
de tal comercio. Los modelos de proporciones de factores suelen elaborarse con
un tipo de cuenta estática de corte transversal, en tanto que la división
134
internacional del trabajo, según el punto de vista estructuralista, resulta de un
proceso histórico a largo plazo con efectos diferenciados, dinámicos y
estancantes, para los participantes. La investigación se ocupa del impacto
específico que se ejercería sobre la estructura de la producción y el desarrollo
industrial general, la distribución del ingreso y los perfiles del consumo, por
distintos tipos de especialización. Todos los participantes pueden beneficiarse
del comercio internacional y de la especialización siempre y cuando sus
situaciones iniciales sean bastante semejantes. El problema se presenta cuando
los asociados parten de niveles iniciales desiguales. Si se plantea esta cuestión,
la diferencia fundamental entre las estructuras de comercio de naturaleza
simétrica y asimétrica resulta evidente.
5.7. El argumento a favor del proteccionismo
El economista alemán Friedrich List (1977) fue el primero que rebatió
sistemáticamente, hace más de 140 años, la teoría de la economía inglesa clásica
sobre las ventajas inmediatas que se obtenían de la división internacional del
trabajo y del comercio. La preocupación de List no era un refinamiento crítico
de los principios de las ventajas comparativas y del libre comercio en sí mismos,
sino más bien su aplicación a todas las economías, sobre todo con respecto de
aquellas que tuvieran un menor nivel de desarrollo industrial que el de la
economía británica, cuya productividad en ese entonces sobrepasaba a la de
todas las demás. List consideraba que la estructura internacional era jerárquica,
con tres escalones de países. Gran Bretaña estaba a la cabeza de esta jerarquía
con una estructura industrial avanzada, con lo cual ejercía una presión
competitiva ruinosa sobre las economías menos avanzadas que se encontraban
todavía en la etapa inicial del proceso de industrialización. En un segundo
escalón, List colocaba a aquellos países que suponía serían capaces de lograr un
135
grado de madurez industrial comparable al de Gran Bretaña, siempre que
pudieran aplicar políticas de comercio exterior y económicas apropiadas que
restringieran la influencia deteriorante de la economía británica. Entre éstos se
incluía a los Estados Unidos, Francia y, en particular, a Alemania. En el tercer
escalón se encontraban los países de las llamadas zonas tórridas —que
corresponden al Tercer Mundo— que por razones naturales y especialmente
climáticas eran incapaces de generar un proceso industrial propiamente dicho.
Su papel en la división internacional del trabajo sería el de seguir siendo
productores de bienes agrícolas y materias primas y se beneficiarían del
comercio libre. La crítica de List a la doctrina del libre comercio mundial se
basaba particularmente en su preocupación por el destino que correrían los
países del segundo escalón. Destacaba que el principio de las ventajas
comparativas tiene validez a corto plazo: todos los asociados del comercio se
benefician de la especialización. A largo plazo, sin embargo, las relaciones
comerciales asimétricas se traducirían en el desarrollo ulterior de la capacidad
productiva de los países avanzados y pioneros y en la restricción del potencial
de desarrollo de los que habían llegado tarde al proceso industrial. Por lo tanto,
estos últimos tenían que proteger sus industrias nacientes de la competencia de
los países más desarrollados, manteniendo siempre liberadas sus importaciones
de materias primas. List dio prioridad a la generación completa de las fuerzas
productivas internas, es decir, de la capacidad productora, a sabiendas de que la
introducción de aranceles protectores, por ejemplo, causaría una pérdida de
ventajas aparentes e inmediatas. Comprar manufacturas en el extranjero suele
resultar mucho menos oneroso que desarrollar las condiciones previas para
producir
esas
mercancías
internamente.
Habría,
sin
embargo,
una
compensación problemática: cuanto más una economía inferior compra al
principio del extranjero, tanto más se inhibe el desarrollo manufacturero
136
interno. Un proceso de industrialización bien logrado depende no sólo de las
importaciones de tecnología avanzada y de bienes de capital, sino de la
adquisición de la capacidad para generar el progreso técnico ypara producir sus
propias herramientas y equipos. List introdujo el famoso argumento de la
industria naciente para abogar por la protección. Se ha considerado
tradicionalmente entre los partidarios del libre comercio como una de las
justificaciones más aceptables para interferir en ese comercio. Se alega que en
una situación de libre comercio un país nunca puede llegar a tener posibilidades
de desarrollar la producción y la exportación de determinados productos, en los
cuales podría tener una ventaja comparativa en potencia, porque los productores
extranjeros ya establecidos le han tomado la delantera. Es así como el
argumento de la industria naciente sostiene que a largo plazo se beneficiará el
mundo en su conjunto de un arancel temporal y selectivo. Lógicamente, el
argumento implica una eliminación gradual con el tiempo del grado de
protección cuando la base de la industria haya sido consolidada. Muchos otros
argumentos se oponen a la doctrina del libre comercio y a la modalidad
consiguiente de especialización internacional. Se pone en tela de juicio el
cálculo implícito de costobeneficio que presentan los partidarios del libre
comercio señalando los costos sociales ocultos de la competencia internacional
y de la redistribución interna de los recursos. Hay un proceso de compensación
entre el crecimiento económico y la elevación de los ingresos por medio del
libre comercio, por una parte, y la integración económica interna y la seguridad
social mediante la protección, por la otra. Así, se favorece frecuentemente la
protección a fin de lograr una distribución equilibrada del ingreso dentro del
país, de mantener el pleno empleo y una estructura industrial diversificada, de
mejorar la relación de precios del intercambio de un país y su balance de pagos,
o de custodiar algunos sectores estratégicos. Podría ser que el mundo en su
137
conjunto estuviera en peor situación como resultado de tal protección, pero el
país interesado pretende mejorar su propio bienestar y velar por una distribución
más igualitaria de los beneficios que resultan del comercio. Se considera así que
la protección es una herramienta de la política estructural con la misma función
que una política activa industrial y tecnológica que trata de apoyar las industrias
nacionales frente a la competencia internacional.
5.7.1. Teorías estructuralistas
La estructura básica de la economía internacional que analizó List presenta hoy
características similares, aunque se han acentuado mucho más las disparidades
dentro de la economía mundial. List analizó las limitaciones que se oponen al
desarrollo de los países del segundo escalón, en tanto que los estructuralistas —
como R. Prebisch, H. Singer, G. Myrdal, A. Hirschman, R. Nurskse, A. Lewis
y F. Perroux— han examinado principalmente los efectos del comercio y de la
especialización sobre los países del tercer escalón y en el nivel regional dentro
de los países avanzados. Han cuestionado el principio de la especialización con
el enfoque de una comparación estática de ventajas, que supone que la
especialización es de beneficio para todos los participantes. Se ha acentuado
particularmente la duda en las relaciones estructuradas asimétricamente, como
las que se dan entre las economías menos desarrolladas y las muy
industrializadas. Se ha visto la posibilidad de una división internacional
desigual del trabajo, cuyo concepto central es el desequilibrio entre centro y
periferia. Además, se ha destacado la tendencia del comercio internacional a
reproducir las desigualdades geográficas. Los estructuralistas han mostrado que
la especialización y el comercio actuales son de beneficio mucho mayor para
los países centrales (en que se concentra la manufactura) que para la periferia
(destinada principalmente a la producción primaria). Han opinado que los
138
beneficios del intercambio internacional difieren según sea la naturaleza de los
productos que se comercian. La división actual del trabajo es un obstáculo para
el desarrollo económico de la periferia, como lo demostraron principalmente H.
Singer (1950) y R. Prebisch (1949). Sostienen que la especialización unilateral
en productos primarios ha hecho que la economía de la periferia sea muy
vulnerable a las fluctuaciones cíclicas externas, y que disminuye el poder
adquisitivo de sus exportaciones; le falta los efectos secundarios y acumulativos
de la producción manufacturera y tiene así menos radio de maniobra para lograr
el progreso técnico y elevar su productividad. En consecuencia, se plantean los
problemas endémicos de una economía periférica: un déficit comercial crónico,
un creciente endeudamiento externo, inestabilidad de los precios, bajos niveles
relativos de salarios, desempleo estructural y, frecuentemente, la emigración.
Aunque el tema principal de la tesis Pre¬ bisch-Singer es el de la composición
no diversificada del comercio de los productores primarios, el mismo
argumento podría aplicarse a la división internacional del trabajo industrial. La
industrialización unilateral sin una estructura de la producción integrada
vitalmente en el plano interno puede ser tan desfavorable como lo han indicado,
por ejemplo, los teóricos canadienses (Innis, 1938 y MacKintosh, 1939) con su
concepto de la celada de los bienes básicos. (Staple goods trap). La
concentración en las exportaciones de productos estandarizados basados. en la
dotación de recursos o en manufacturas de uso intensivo de mano de obra no
calificada puede crear una estructura económica vulnerable y distorsionada, que
se caracteriza por escasas vinculaciones interindustriales y sensibilidad a los
ciclos económicos y a los cambios de tecnología y de preferencias en las zonas
centrales. Estos productos también típicamente tienen una baja elasticidadingreso de la demanda, y por lo tanto a largo plazo su relación de precios del
intercambio tiende a empeorar. Lo que se necesita de ahora en adelante es una
139
estructura de la producción con gran variedad de industrias que se apoyarían
unas a otras tanto por el lado de la oferta como de la demanda. Siguiendo este
argumento, varios economistas como P. Rosenstein-Rodan (1943), R. Nurkse
(1953) y A. Lewis (1955) han elaborado una estrategia de crecimiento
equilibrado, por la cual implican la expansión simultánea de varios sectores
manufactureros y la ampliación del tamaño del mercado interno. El criterio es
el de iniciar una reacción general en cadena dentro de la economía mediante la
interdependencia interna tanto horizontal como vertical de las industrias. La
factibilidad de una estrategia de crecimiento equilibrado —particularmente en
las pequeñas economías periféricas— ha sido cuestionada por diversos autores,
especialmente por A. Hirschman (1958) y F. Perroux (1955). ¿De dónde
provendrán los recursos para las inversiones? ¿Cómo podría obtenerse la
capacidad administrativa requerida? ¿Cuál es la combinación óptima de los
sectores industriales y en qué tamaño de economía? Por consiguiente, al
suponer inversiones fijas y una capacidad administrativa y empresarial limitada,
la modalidad óptima de inversión sería aquella que se concentrara primero en
un sector y después en otro, y en que se lograría un equilibrio solamente a largo
plazo. Por ello, A. Hirschman ha propuesto un crecimiento desequilibrado y F.
Perroux un polo de crecimiento como solución de alternativa para la estrategia
de crecimiento equilibrado. En lo que toca a la industrialización de los países
menos desarrollados, las repercusiones normativas del principio estático de las
ventajas comparativas aconsejan la especialización en exportaciones de
manufacturas estandarizadas de uso intensivo de mano de obra o de recursos
naturales y la importación de bienes de uso intensivo de trabajo especializado
con tecnología sofisticada. Sin embargo, la división del trabajo propuesta tanto
por el modelo de crecimiento equilibrado como por el desequilibrado, fosilizaría
las actuales disparidades en la economía mundial entre las economías más y las
140
menos desarrolladas, ya que no daría el impulso dinámico necesario para iniciar
un proceso de industrialización con coherencia interna en estos últimos países.
Las economías periféricas podrían hallarse sumidas en una situación de
estancamiento que perpetuaría sus ventajas comparativas en las actividades de
producción de uso intensivo de mano de obra o de recursos naturales. Esto a su
vez inhibiría el crecimiento interno del capital físico y humano requerido así
como de la tecnología, sobre todo porque la economía está rodeada por
economías industriales avanzadas que actúan en forma muy competitiva y que
son capaces de proporcionar todos los bienes esenciales requeridos. Se pone así
en marcha un proceso acumulativo en que el comercio exacerba las relaciones
ya dispares del intercambio. G. Myrdal (1957) y A. Hirschman (1958)
introdujeron los conceptos de contracorriente (backwash) y de polarización para
ilustrar las consecuencias espaciales de un crecimiento desequilibrado generado
por el libre comercio en las relaciones estructuradas asimétricamente. Al
contrario de los efectos de contracorriente hay también efectos de difusión o de
percolación (trickling-down) de la expansión desde los países centrales a los
periféricos. Como recalca G. Myrdal, sin embargo, el resultado es un
crecimiento espacialmente desequilibrado —un proceso de. enriquecimiento
estructural (en el centro) y empobrecimiento estructural (en la periferia)— si se
deja la distribución de los recursos librada a las fuerzas del mercado por sí solas.
Por lo tanto, el papel del Estado—particularmente en las economías
periféricas— es decisivo para neutralizar las tendencias hacia el desequilibrio y
sentar las bases de una economía viable.
5.7.2. El enfoque de la dependencia
El concepto de centro-periferia empleado por las teorías estructuralistas expresa
una relación desigual entre distintas economías: los países del centro se
141
benefician del comercio internacional en tanto que la periferia se perjudica,
caracterizándose la economía mundial por un desarrollo desigual. La escuela de
la dependencia, por su parte, ha ido un paso más allá—un paso ya indicado por
G. Myrdal— al alegar que los conceptos de centro y periferia suponen algo más
que una simple idea de diferencia inicial y las limitaciones externas
consiguientes; se sostiene que se formaron gradualmente por efecto del mismo
proceso histórico de expansión con las contracorrientes puestas en movimiento
por las economías del centro. Los problemas de la economía periférica se
interpretan, pues, no como el proceso de desarrollo de industrializadores tardíos,
al influjo de un medio externo más avanzado, sino como la consecuencia de la
integración en una división internacional del trabajo desigual, en que han
dominado las economías capitalistas del centro. Se subraya así la unidad del
sistema económico internacional. El centro se considera como capaz de un
desarrollo autoexpansivo y como el principal beneficiario de la interacción
mundial. Por otro lado, se considera que la periferia tiene un tipo reflejo de
desarrollo que está tanto limitado por su incorporación al sistema mundial como
que resulta de su adaptación a las exigencias de la expansión del centro. El
centro se ha especializado en las manufacturas de punta, apoyado por las zonas
periféricas, que están proveyendo las mercancías primarias necesarias así como
los mercados auxiliares. El centro acumula capitales a expensas de la periferia.
El sistema mundial se considera interdependiente pero con una asimetría
específica en que diferentes unidades cumplen distintas funciones con variadas
consecuencias socioeconómicas. La historia de la periferia forma parte integral
de la historia del centro, ya que ambos reflejan distintos aspectos del mismo
proceso universal. Por lo tanto, los rasgos estructurales de la periferia pueden
considerarse no como condición original en un proceso evolutivo, sino como
una condición creada en que han influido particularmente los factores externos.
142
El argumento central de esta escuela ha sido que la dependencia —manifestada
en la desigual división internacional del trabajo y en una estructura sesgada de
la producción interna— genera el subdesarrollo en la periferia. La crítica de la
teoría de la dependencia se ha centrado en la importancia excesiva que atribuye
a los factores externos, así como en su aplicación como teoría del subdesarrollo.
Particularmente en los primeros escritos de A. Frank (1967 y 1969) se aducía
expresamente que las condiciones externas determinaban mecánicamente a las
internas y que el desarrollo era incompatible con la dependencia. Sin embargo,
la mayoría de los autores de la escuela de la dependencia subrayan la interacción
entre los factores externos e internos, aunque se considere que dominan los
primeros. Análogamente, la mayoría de los dependentistas reconocen la
posibilidad de lograr el desarrollo capitalista y el crecimiento industrial en la
periferia pero hacen hincapié en sus características estructurales específicas.
Estos elementos se expresan en la conocida definición formal de la dependencia
que formuló Teotonio Dos Santos (1977). El elemento clave de su concepto de
dependencia es la falta de posibilidades de lograr un desarrollo autónomo y
autosostenido en una economía periférica. Sin embargo, ha señalado la
interacción entre los factores externos e internos al decir que el proceso de
acumulación de los países dependientes si bien está condicionado por la
posición que ocupan en la economía mundial, está determinado por sus propias
leyes de desarrollo interno. El resultado, sin embargo, será una economía
dependiente, incapaz de romper las cadenas que la atan a los centros
metropolitanos y lograr su pleno desarrollo. Una definición similar de
dependencia ha sido postulada por F.H. Cardoso (1973) y con Faletto (1974),
quien se refiere a la falta de capacidad interna para generar nueva tecnología,
lanzar nuevos productos al mercado, producir bienes de capital y crear
mercados. Sin embargo, las estructuras económicas y sociales están cambiando
143
en la periferia. Ya incluso sería posible lograr un acelerado crecimiento
económico, así como la industrialización, aunque fuera al influjo de fuerzas
externas. En este contexto, Cardoso hace una importante distinción entre la
dependencia en situación de enclave y la dependencia donde el sistema de
producción está controlado en el plano nacional. En el primer caso, el capital
foráneo domina la economía, la cual, por sus funciones, se relaciona
directamente con la acumulación mundial de capitales. En el segundo caso, en
cambio, los recursos naturales y las actividades de producción son controlados
localmente. Por consiguiente, la acumulación de capital se inicia internamente
aunque requiere los mercados internacionales para su realización. El sistema no
es autoexpansivo ni autosostenido y su dinámica está determinada
externamente. Cardoso denomina a este proceso el "desarrollo dependiente".
Para estructurar una economía autososteni¬ da y viable en la periferia, una
condición necesaria sugerida por la teoría de la dependencia es generar un
proceso de industrialización completo. Pero este proceso no puede tener lugar
espontáneamente, porque sería inhibido por la división internacional del trabajo
existente que tiende a fosilizar las diferencias entre las economías del centro y
la periferia. Dentro de esta división del trabajo, las economías centrales pueden
cumplir la función de motor del crecimiento para la periferia, pero la expansión
de la economía mundial llevará a un tipo desequilibrado de desarrollo. Para
eludir esta dependencia, es necesaria una disasociación selectiva de las
periferias del mercado mundial (Senghaas, 1978; DíazAlejandro, 1978; Galtung
y otros, 1980). No obstante, en diversas economías dependientes ha sido
justamente el desarrollo de los sectores de exportación sobre la base de recursos
naturales o el uso intensivo de mano de obra no calificada lo que ha cimentado
las bases para la transformación estructural de la industria. El planteamiento por
lo tanto no es si las exportaciones de productos primarios o simples
144
manufacturas en sí mismas llevan a una interacción externa desfavorable, sino
más bien si los países se sumen en su papel de exportadores de bienes primarios
o semielaborados en la división internacional del trabajo o pueden progresar de
ahí para erigir una estructura económica viable. La habilidad para responder con
éxito a la competencia de las economías industrializadas del centro y establecer
una estructura industrial desarrollada, es, naturalmente, resultado de una
compleja interacción entre un número de factores. La riqueza de la dotación de
factores de un país, su red de comunicaciones, sus posibilidades de contar con
una acumulación interna de capitales en vez del control extranjero directo de la
producción, la capacidad de acelerar la creación interna de tecnología, la
generación nacional de vínculos y economías externas, y, por último, pero no
por ello menos importante, la política gubernamental, son todos factores
decisivos en preparar el camino para un proceso bien logrado de
industrialización y para reestructurar la división internacional del trabajo. El
papel de la intervención estatal es de particular importancia tanto en la
formulación de políticas económicas orientadas a la consecución de estas metas
como en su papel de agente productivo directo. En general, la teoría de la
dependencia insiste en que la naturaleza del proceso de industrialización y de la
especialización internacional consiguiente está determinada no por ventajas
comparativas estáticas sino por ventajas dinámicas. Con ello se pretende
incorporar al análisis el medio socioeconómico general, incluso las relaciones
asimétricas y la distribución desigual de los beneficios que derivan del
intercambio, lo que lleva a presiones para cambiar el estado de cosas.
5.7.3. El sistema mundial: centro-periferia, y semiperiferia
La metáfora de centro-periferia ha sido aplicada tanto por los estructuralistas
como por los teóricos de la dependencia al describir las disparidades de
145
desarrollo en la economía mundial. Este par de antónimos no se define por la
distancia geográfica o geométrica ni por las propiedades internas específicas
solamente, sino por la naturaleza de la interacción entre ambos polos. Hay una
diferenciación definida entre las funciones de ambos polos en el contexto de la
economía mundial, que se manifiesta principalmente en la división
internacional vertical del trabajo. La integración es vertical cuando sucede con
un salto entre niveles de industrialización —y como consecuencia los procesos
industriales más complejos generan vínculos económicos y economías externas,
es decir, las estructuras industriales son integradas para las zonas centrales, pero
se las niega a las periféricas. En la base de esta diferenciación de funciones, hay
una diversidad de estructuras: en el centro, la estructura de la producción es
diversificada y homogénea, mientras que, en la periferia, por contraste, es
especializada y heterogénea. La diversidad implica una economía con una
variedad de sectores industriales y la homogeneidad supone que estos sectores
tienen vínculos recíprocos y que llevan a la cohesión estructural. Los perfiles
del consumo se ajustan a la complejidad de los medios de producción y la
tecnología. Una forma avanzada de producción tiene numerosos efectos
positivos secundarios dentro de la economía. En la periferia, en cambio, la
economía es muy especializada, habiéndose desarrollado uni¬ lateralmente un
tipo de sector exportador de enclave, con efectos de eslabonamiento muy
limitados tanto hacia atrás como hacia adelante, en tanto que la demanda se
satisface en gran parte con importaciones a medida que aumenta y se diversifica.
Por otra parte, la economía es heterogénea, o fragmentada, y se caracteriza por
la falta de estructuras industriales integradas verticalmente, es decir, por la falta
de cadenas completas de producción; la producción de tecnologías y equipos en
especial ocurre en el extranjero y frecuentemente los productos de exportación
tienen un bajo valor agregado. Esta estructura es además heterogénea en el
146
sentido de que existen actividades económicas con grandes diferencias de
productividad en que los dos extremos están representados por un sector de
exportación con una elevada productividad gracias a una tecnología y bienes de
capital importados y una agricultura de subsistencia que emplea tecnologías
anticuadas y por lo tanto tiene un muy bajo nivel de productividad de la mano
de obra. Ambos tipos de economías, aunque se describan como polos separados
están ligadas estructuralmente de manera que el sistema se reproduce en el
plano mundial. Este es el punto de partida del análisis de Samir Amin sobre la
acumulación mundial de capital que crea un capitalismo periférico con
características estructurales específicas. Según Amin (1974 y 1976), hay tres
criterios que definen a la periferia: la desigualdad de productividad entre
sectores, sistemas económicos desarticulados y la dominación desde el extrajere
Ha recalcado particularmente que la presencia o ausencia de vínculos entre
distintos sectores económicos explica por qué algunos países son desarrollados
y otros son subdesarrollados. Las economías del centro —particularmente los
países pequeños— no son necesariamente autosuficientes desde el punto de
vista económico, pero se bastan a sí mismas ya que tienen estructuras
industriales integradas. Para Amin, la relación determinante en un sistema
autosuficiente es la que vincula al sector que produce bienes de consumo
masivo con el que produce bienes de capital. En las economías de la periferia
este vínculo no existe, principalmente por la falta de un sector de bienes de
capital. Sobresale en esta definición el papel de la producción de bienes de
capital. Es el cimiento de la estructura industrial y de la competencia
internacional de una economía. La industria de bienes de capital es el vehículo
principal del progreso técnico, que a su vez tiene un impacto directo sobre la
productividad del trabajo y la inversión. Del mismo modo, en él se apoya el
desarrollo industrial autónomo, ya que genera el equipo necesario para instalar
147
otros sectores de la producción. Mientras se carezca de la producción de bienes
de capital en una economía periférica, el dinamismo potencial que derive de la
expansión económica interna y de las inversiones se propagará a los países del
centro, y la economía mundial se caracterizará por una especialización desigual.
Immanuel Wallerstein (1979) ha refinado el análisis de Samir Amin
incorporándole el llamado criterio del sistema mundial. Según ese enfoque, en
escala mundial, el proceso de la división del trabajo ha creado una economía
integrada y polarizada que se manifiesta en las relaciones entre centro y
periferia. Un sistema mundial según I. Wallerstein es una unidad con una sola
división del trabajo que comprende múltiples sistemas culturales, múltiples
entidades políticas e incluso diferentes modos de apropiación del excedente.
Wallerstein describe el sistema mundial como capitalista y sostiene que una vez
que el capitalismo surgió en el siglo xvi se desarrollaron la especialización
regional y la división mundial del trabajo. Antes de esa época, el mundo estaba
compuesto de un número de mini sistemas relativamente independientes. A
medida que estas zonas externas fueron absorbidas por la expansión del sistema
mundial, es decir, se incorporaron al proceso de acumulación mundial de capital
(en la terminología de Amin), se convirtieron en periféricas y perdieron su
potencial de desarrollo autónomo. El tipo particular de integración de la
producción que se advierte frecuentemente en el plano mundial —productos
primarios de la periferia, manufacturas del centro— es incidental y no esencial
al concepto de la división centro periferia del trabajo. Es principalmente una
división entre procesos integrados de producción, no entre productos
particulares. En un caso típico, la deficiente integración externa en las
economías periféricas se manifiesta en una producción que está orientada hacia
el exterior y que se especializa en alto grado en bienes semi-manufacturados
con escaso uso de trabajo especializado. El sistema mundial está en un constante
148
proceso de mutación en el que sus distintos polos se manifiestan diferentemente.
La polarización entre el centro y la periferia, sin embargo, no produce una
distribución bimodal sino una distribución trimodal de países a lo largo del
espectro centro-periferia. De allí que, aparte el centro y la periferia, exista en el
tramo intermedio un grupo de países "diferenciable por su estructura" que
constituyen la semiperiferia. Puede así elaborarse la siguiente tipología que
categoriza a los países según su papel en la división internacional del trabajo.
La diferencia básica en la dinámica del desarrollo entre el centro y las
economías periféricas y semi-periféricas radica en que el centro es capaz de un
desarrollo autogenerador que responde a sus necesidades internas, mientras que
los otros dos tienen un tipo reflejo de desarrollo con estructuras de la producción
fragmentadas y especializadas. La cuarta categoría 'área externa' o 'mini
sistemas' que no han sido afectadas todavía por la penetración del centro y por
lo tanto tienen una división interna autocontenida del trabajo no existe en el
mundo actual. En la periferia, la estructura de la producción se especializa en
un doble sentido: sólo se exportan productos primarios y la economía tiene una
escasa integración interna. Aunque la semiperiferia exporta algunas
manufacturas, la producción de exportación es también altamente especializada
y tiene sólo unos pocos vínculos dentro de la economía nacional. El concepto
de semiperiferia no comprende una categoría estable de países, aunque su
función internacional puede haber sido históricamente la misma. En su papel en
la división mundial del trabajo, las semi-periferias hacen frente a una dicotomía:
tienen dos distintas series de ventajas comparativas, una para los países del
centro hacia quienes aspiran y otras para las periferias que han dejado atrás. Por
lo tanto, intercambian diferentes clases de productos con cada área, importando
tecnología avanzada del centro y exportando semi-manufacturas hacia ellos,
mientras que obtienen materias primas de la periferia y les exportan
149
manufacturas terminadas. En parte las semi-periferias actúan como una zona
periférica para las zonas centrales pero como centros para algunas zonas
periféricas. El sistema internacional se describe frecuentemente como una
jerarquía de tres rangos en que el rango intermedio podría haber coincidido con
el segundo escalón (F. List), el subimperialis¬ mo (R.M. Marini), el desarrollo
dependiente (F.H. Cardoso) o la semiperiferia (I. Wallers¬ tein). Todos estos
modelos de estratificación internacional son empíricamente más bien vagos y
no comprenden criterios operativos inequívocos para identificar a los países que
pertenecen a cada categoría. Todavía no se han establecido medidas
cuantitativas definidas para separar el área semiperiférica del centro, por un
lado, y de la periferia por el otro. Algunas tentativas empíricas se han basado
ya sea en los factores de capacidad (tamaño, desarrollo industrial, ingreso,
fuerza militar) o en las estadísticas de las transacciones (corrientes comerciales,
intercambio diplomático, intervenciones militares). Cualquiera sea el criterio de
semiperiférico que se emplee, el resultado ha sido un grupo heterogéneo de
países. Es necesario destacar que el sistema económico internacional debe
considerarse como una estructura, en forma de pirámide, de hegemonía y
dependencia socioeconómicas —una escala— más bien que como categorías
únicas de centroperiferia y semiperiferia. El concepto de semipe¬ riferia puede
emplearse principalmente como instrumento de análisis más bien que como una
categoría detallada de países que pertenecen a ella. El centro, la periferia y la
semiperiferia son todos conceptos en función de los cuales sólo son razonables
los conceptos relativos más bien que absolutos.
Hacia una definición de la división internacional del trabajo industrial. Las
proporciones relativas de productos primarios y manufacturas en el comercio
exterior de un país se han empleado tradicionalmente como el principal
150
indicador que define su posición en la división internacional del trabajo. Sin
embargo, se está borrando paulatinamente en la economía mundial la
diferenciación entre los productores de materia prima y los exportadores de
manufacturas. Las modalidades tradicionales del comercio exterior están siendo
reemplazadas por nuevas tendencias. Los países en desarrollo están
industrializando en mayor grado sus propias materias primas y diversificando
los sustitutos de una gran variedad de productos industriales que antes
importaban. Es así como el comercio complementario tradicional está siendo
reemplazado por relaciones de comercio más competitivas en que los países
intercambian manufacturas por manufacturas. La complementariedad en las
relaciones de comercio se encuentra en realidad en un nuevo nivel. En la
economía mundial se ha acentuado un nuevo tipo de especialización productiva
en la que se define la posición relativa de un país en función del papel que
desempeña en la división internacional del trabajo industrial. Al comparar las
estructuras industriales y las modalidades consiguientes del comercio en el
espectro centro-periferia, sobresalen cinco dependencias socioeconómicas, una
escala, más bien que como categorías únicas de centroperiferia y semiperiferia.
El concepto de semi-periferia puede emplearse principalmente como
instrumento de análisis más bien que como una categoría detallada de países
que pertenecen a ella. El centro, la periferia y la semiperiferia son todos
conceptos en función de los cuales sólo son razonables los conceptos relativos
con características distintivas que definen la profundidad y el alcance de la
industrialización y por lo tanto la capacidad de competencia externa de cada
país. Ellos son el grado de orientación hacia el exterior y la diversidad de la
estructura industrial; la concentración en cuanto a los asociados en ese
comercio; la intensidad de uso del trabajo especializado; y el valor agregado de
la producción industrial. Un país periférico que haya llegado tarde a la
151
industrialización depende en grado sumo de las relaciones externas tanto en
función de los mercados como de su provisión de insumos. Además, sus
exportaciones se centran en unos pocos productos y suele ser muy concentrado
en cuanto a sus asociados en el comercio. Estos factores están relacionados entre
sí, ya que la dependencia de las fuerzas externas probablemente será mayor si
el comercio exterior se caracteriza por una alta concentración geográfica por
productos. Una explicación común de estas características es la escasez inicial
que sufre el novato de recursos industriales y de una demanda interna efectiva,
así como la debilidad general de su industria frente a un medio industrial y
técnicamente más avanzado. Estos defectos generan una especie de círculo
vicioso en que la producción de exportación fragmentada y de enclave, sólo
presenta unas pocas vinculaciones interindustriales, y la industria no se
beneficia así en grado suficiente de los posibles efectos multiplicadores, que
tienden a filtrarse al extranjero. La demanda interna es abastecida por
importaciones en proporción exagerada y el comercio se concentra con las
economías dominantes del centro. La orientación hacia el exterior y la escasa
diversidad y alta especialización de la estructura de exportación se relacionan
en parte con el tamaño de la economía. Hay una relación inversa entre el tamaño
del país y tanto la dependencia comercial como la concentración del comercio.
Un mercado interno relativamente pequeño hace que los países —cualquiera
sea su grado de desarrollo— dependan de la especialización y de la exportación
a fin de explotar los beneficios de las economías de escala. Por lo contrario, los
grandes países pueden confiar más bien en sus mercados internos y en los
volúmenes de recursos internos en su proceso de industrialización. Pero estas
observaciones obvias no revelan la posible variedad de la especialización ni los
problemas de la concentración específica por ramas. Distintas modalidades de
especialización tienen diferentes consecuencias a largo plazo para el desarrollo
152
económico, lo cual debe incorporarse al análisis. No es principalmente el
alcance sino la profundidad de la industrialización lo que importa. Los países
pequeños de alta industrialización pueden ser muy especializados en su
producción para la exportación pero típicamente se concentran en productos de
alta tecnología con uso intensivo de trabajo especializado y un alto valor
agregado. Esta producción especializada se integra verticalmente dentro de la
economía nacional y tiene fuertes vinculaciones hacia atrás y hacia adelante por
lo que tiene distintos impactos multiplicadores sobre el desarrollo económico
general. La especialización sectorial por lo tanto puede acelerar el proceso de
industrialización global siempre que se cree una estructura industrial integrada
verticalmente. Por ejemplo, el papel estratégico del acero en el desarrollo
industrial se basa en esta serie de vínculos: desde la explotación del mineral a
través de la fundición y refinación hasta la fabricación de productos metálicos
y, por último, de bienes de capital. En el análisis anterior se ha subrayado la
distinción entre la división del trabajo que se basa en la especialización sectorial
y la que se basa en la especialización funcional. Aunque importa la modalidad
de especialización sectorial, la diferenciación espacial en términos de etapas y
tipos de producción parece tener igual importancia para la investigación de la
actual división internacional del trabajo industrial. Esta se basa no sólo en la
división geográfica sectorial sino también en una división intrasectorial del
trabajo. Podría argumentarse que el grado de elaboración y la intensidad en el
uso del trabajo especializado en la producción industrial son factores más
importantes que la orientación relativa hacia el exterior o la diversidad para
determinar la capacidad de competencia relativa de cada país en el comercio
mundial. Según estos dos criterios, puede elaborarse la siguiente tipología de
cuatro categorías de ramas manufactureras.
153
En general, el papel específico que cumple un país y la posición que ocupa en
la división internacional del trabajo industrial están determinados por su forma
de especialización según estas categorías de industrias. El dominio industrial y
la capacidad competitiva de las economías centrales se basan en la adquisición
de las industrias más sofisticadas de uso intensivo de conocimientos técnicos y
de una tecnología cada vez más profunda, es decir, la etapa temprana en el ciclo
de vida del producto. Aparte de requerir una alta especialización, estas
industrias a menudo son de uso relativamente intensivo de trabajo y de alto valor
agregado. Además, ese tipo de producción ajustada a las necesidades del
consumidor es menos sensible a la competencia de precios, porque el mercado
atribuye mayor importancia a la calidad y al diseño del producto. El ejemplo
más típico es la producción de bienes de capital. En las economías periféricas,
las industrias dominantes son principalmente las de los sectores de etapa madura
que no se basan en los conocimientos científicos y que aprovechan ya sea los
recursos naturales o la mano de obra barata. Ahí la capacidad para innovar y
para encabezar el desarrollo tecnológico es limitada. Los métodos de diseño y
producción están estandarizados y el crecimiento de la productividad es escaso.
La principal forma de competencia es a través de los precios, que dependen
predominantemente del costo de la mano de obra o de la disponibilidad de los
recursos naturales. Las economías semiperiféricas se encuentran en una etapa
intermedia; han adquirido industrias de uso más intensivo de capital y de trabajo
especializado con un nivel más alto de elaboración que las economías
periféricas. Sin embargo, el sector de bienes de capital, incluso la investigación
y la aplicación de nuevas técnicas productivas, continúa dominado por las
economías centrales. Las características competitivas específicas de una
economía nacional dependen particularmente de la existencia de una
producción autóctona de bienes de inversión. Y ello porque determina la
154
profundidad del proceso de industrialización en cada país. El tamaño del sector
de bienes de capital puede considerarse entonces como una de las principales
determinantes para diferenciar entre las economías centrales y semiperiféricas.
5.8. La nueva división internacional del trabajo y la economía monetaria
internacional de EE.UU
La hipótesis de este trabajo sostiene que la crisis económica internacional
iniciada en 2007 tuvo como fundamento la tensión entre dos determinaciones:
la reestructuración productiva internacional que implicó la nueva división
internacional del trabajo, con la industrialización asiática (y muy especialmente
la aceleración de la industrialización de China en la última década) y el
posicionamiento de los países desarrollados como proveedores internacionales
de tecnología; en contraposición a la hegemonía monetaria internacional de
EE.UU., que le permitió relajar la restricción externa en el marco de fuertes
importaciones de bienes industriales asiáticos. Los ingresos de base tecnológica
no lograron compensar el déficit en bienes, por lo que el exceso de demanda fue
cubierto aprovechando los beneficios del señoreaje internacional que son
generados por la hegemonía monetaria. El aumento de la tasa de interés
impulsada por la Reserva Federal para ajustar dicho desbalance, desequilibró el
esquema especulativo montado sobre el exceso de liquidez anterior y la
relajación de la regulación financiera (así como sobre una novedosa ingeniería
financiera), desencadenando la crisis.
La nueva división internacional del trabajo El concepto clásico de división
internacional del trabajo La concepción estructuralista latinoamericana nacida
a la luz de las ideas de la CEPAL puso en tela de juicio el carácter mutuamente
beneficioso de la división internacional del trabajo; que sostenían tanto la teoría
155
clásica en Economía Política (mediante la especialización internacional de los
países en los sectores donde poseían
ventajas comparativas, basadas en diferencias tecnológicas, como en Ricardo,
1959), como la neoclásica (que postulaba que dichas ventajas comparativas se
basaban en la diferente disponibilidad de factores, como en Ohlin, 1933). Según
los estructuralistas, las fuerzas que generaban la tendencia al deterioro de los
términos de intercambio no permitían que los beneficios del progreso
tecnológico de las industrias de los países centrales se distribuyeran hacia los
países periféricos (especializados en el sector primario) mediante el mecanismo
de precios internacionales (Prebisch, 1986). En términos genéricos, el cambio
técnico en el sector industrial era más acelerado que en el primario, lo que
debería impactar a la baja de los precios relativos de los bienes industriales, y
por ende, al alza de los términos de intercambio de las economías periféricas,
distribuyendo los frutos del progreso técnico (esencialmente vinculado al sector
industrial) a nivel internacional. Sin embargo, la fuerza de trabajo mejor
organizada gremialmente en las economías centrales no permitían que dicha
reducción de precios se realizara, debido que presionaban al alza de los salarios
más intensamente que la desorganizada fuerza de trabajo rural, acaparando parte
del excedente que debería distribuirse mediante el mecanismo de precios y los
términos de intercambio. De esta forma, los frutos del progreso técnico se
concentraba en las economías centrales, y se ampliaba la brecha de producto
per cápita y salarial entre economías centrales y periféricas. El concepto de
industria subyacente en el análisis estructuralista refleja fielmente los atributos
de la misma hacia mediados del siglo XX: la unidad productiva industrial era
portadora del cambio técnico, pero esencialmente focalizado hacia la
diferenciación de técnicas productivas, y no así hacia la diferenciación de
156
productos. Esto se enmarca en la clásica organización fordista del trabajo
industrial (Coriat, 1993): producción a escala de productos estandarizados,
basada en una línea de producción que se estructuraba en una cadena de montaje
lineal (valga la redundancia), con procesos de trabajo muy repetitivos y simples,
fraccionados y organizados secuencialmente en el marco de la cadena, de
manera de lograr las transformaciones materiales necesarias. La producción a
escala generada por la universalización del fordismo se complementó con una
demanda final a escala, que permitiera la realización de las mercancías: nació
el consumo en masa y la regulación salarial (a nivel nacional, en las economías
centrales) que permitía sostener dicho crecimiento del consumo, lo que era
captado
en
la tesis
estructuralista ya
mencionada.
Posteriormente,
complementando la tendencia al deterioro de los términos de intercambio, la
tesis estructuralista incorporó un nuevo fundamento a la restricción externa al
crecimiento elevado de los PED: la demanda de bienes primarios exportables
(dependiente del crecimiento de los países centrales) es más inelástica con
respecto al ingreso que la demanda de importación de los PED de bienes
industriales (Prebisch, 1973). Aquí el problema es de la composición de la
estructura económica: el desarrollo de nuevos productos y técnicas productivas
sesgan la estructura económica hacia los eslabones de transformación técnicomaterial (tanto industriales como de servicios) por lo que paulatinamente va
perdiendo participación el eslabón primario en la producción y realización de
valor. Este proceso en la esfera de la producción se complementa con la
diversificación de preferencias en términos de las necesidades sociales, que se
expresa en un cambio de composición del vector de la demanda final. Y es este
movimiento el que sesga la elasticidad-ingreso de las importaciones a favor de
productos industriales, de mayor diferenciación. En esta ampliación teórica del
pensamiento estructuralista, nuevamente la industria queda como portadora del
157
desarrollo tecnológico, ya no solo en la capacidad de generar nuevas técnicas
que reduzcan costos, sino asimismo en la capacidad de diferenciar productos
finales; todo ello en el marco de una fuerte integración nacional de dichos
procesos. Ambas determinaciones estarán expuestas a reconsideración ante el
advenimiento de una nueva forma de organización del trabajo y profundos
cambios en el sistema técnico de producción a nivel internacional. Cambio del
sistema técnico, organización del trabajo e internacionalización de la
producción En la década de 1970 comienzan a madurar a nivel mundial dos
procesos correlacionados, que tendrán asimismo repercusiones en la esfera
monetaria internacional: un nuevo sistema técnico (Coriat, 2000), basado en la
tecnología de la informática de la producción, y que permite estructurar el
“modelo japonés” de organización del trabajo; y la internacionalización de la
producción, fuertemente ponderada por el concepto de globalización (Knutsen,
1998). Coriat (2000) remarca tres fundamentos para el tránsito de la
organización fordista de la producción al modelo japonés o toyotista: la
saturación de los mercados de bienes finales estandarizados a nivel
internacional, y cambios en la organización del trabajo potenciados (pero no
explicados absolutamente por) la tercer causa, que es la informatización de la
producción. Dicha informatización de la producción tuvo una elevada potencia
para organizar el trabajo ya no en un esquema lineal, sino en un esquema de red,
de manera de congeniar la elevada escala heredada del fordismo con la
diferenciación de productos: sobre la base de un modelo estándar, el mismo se
diferenciaba al seguir distintos caminos en dicha red (por ejemplo, en color,
calidad y cantidad de componentes, etc.). Asimismo, la actividad creativa,
fundamento de las innovaciones, se terminó de escindir de la propiamente
reproductiva: los nuevos diseños se desarrollan a computadora, mientras que la
reproducción está fuertemente automatizada, siendo una actividad capital
158
intensiva. Por otro lado, la informatización de la producción permitió la
codificación de conocimientos, lo que redundó en su fácil transmisión, así como
en su más clara delimitación y más efectiva protección jurídica mediante
derechos de propiedad intelectual. Esto potenció la coordinación de las cadenas
productivas por parte de las empresas líderes (generalmente las innovadoras), y
por ende permitió que se especializaran aún más en dicha actividad,
desintegrando la actividad reproductiva, pero coordinándola de cerca mediante
la relación tecnológica y el gobierno de la cadena (Gereffi et al, 2005).
Asimismo, la informatización de la producción permitió la coordinación de
dicha actividad productiva a nivel internacional: el flujo de elevada cantidad de
información a altísima velocidad permite transmitir el conocimiento técnico
(diseños, técnicas, etc.) y las decisiones de gestión y producción a nivel global,
redundando en una más desarrollada internacionalización de la producción
(Nordås, 2005). La nueva División Internacional del Trabajo Este proceso
histórico reconfigura la clásica concepción sobre la división internacional del
trabajo, y abre un intenso debate sobre los transformaciones en marcha (Jenkins,
1984): “por primera vez en la historia de la economía mundial desde hace
quinientos años, la industria de transformación puede producir para el mercado
mundial, en forma rentable, en gran escala, y con un volumen creciente, en
países en desarrollo. Además, la producción de mercancías se fragmenta cada
vez más en producciones parciales que se someten, a nivel mundial, a la
combinación más favorable de capital y trabajo para cada caso” (Fröbel et al,
1980: 18). De esta forma, los PD dejaron de ser exclusivamente productores y
proveedores de bienes industriales a nivel mundial, y demandantes de bienes
primarios de las economías subdesarrolladas (Prebisch, 1986), sino que dentro
de sus estructuras económicas se consolidó el sector servicios (Memedovic y
Iapadre, 2009). Por otra parte, en los PED se consolidaron las exportaciones de
159
bienes industriales de bajo contenido tecnológico (Balassa, 1979; Ominami,
1986). Al analizar la consolidación del sector servicios en las estructuras
económicas de los países desarrollados, diversos autores remarcan que muchas
de las antiguas actividades internas de las grandes firmas (como la contabilidad,
gestión de recursos humanos, atención al cliente y análisis financiero, entre
otras) han sido desintegradas de la estructura de las mismas (Sako, 2006;
Fernandez-Stark et al, 2011); que se han especializado en la actividad de
innovación y pasaron a coordinar la cadena productiva, como hemos remarcado.
Como correlato, este proceso potenció el surgimiento y crecimiento de firmas
especializadas en dichos servicios. Complementariamente, a nivel contable la
especialización de las antiguas firmas industriales en actividades de innovación
también las hace cambiar de sector: las actividades de investigación y
desarrollo, así como los servicios profesionales y de computación, y las
licencias por propiedad intelectual (todas actividades vinculadas a la
innovación) se catalogan como servicios (Sturgeon y Gereffi, 2009). La
conjunción de la enajenación de estas actividades con el efecto de las TICs en
la demanda final (aumento de la participación en el gasto de las familias de los
servicios de telefonía móvil, internet, servicios informáticos, etc.; como se
aprecia en UNCTAD, 2009) fundamenta la preponderancia del sector servicios
en la estructura económica en general a partir de la década del setenta. La
especialización de las antiguas firmas industriales en la innovación,
subcontratando el componente industrial a firmas reproductoras de los PED (de
manera de aprovechas las ventajas salariales, claves en las actividades
reproductivas fuertemente estandarizadas), determina que dicho efecto haya
sido mucho más intenso en los PD que en los PED (Memedovic y Iapadre,
2009). En el marco de los denominados Sistemas Nacionales de Innovación
(Freeman, 1995), y en general luego de procesos de fuerte adopción
160
tecnológica, solo un selecto grupo de países se consolidaron como los
desarrolladores y proveedores de tecnología a nivel internacional (Dosi et al,
1994). La IED ha sido solo una de las formas bajo las cuales el conocimiento
técnico se moviliza a nivel internacional; así como mediante licencias, patentes,
u otras. Esto generó la creciente preocupación de los PD por lo tópicos de
derechos de propiedad intelectual, inversiones y servicios a partir de la década
del setenta en la Organización Mundial de Comercio (OMC, 2011); de manera
de proteger las fuentes de ingresos generadas por su especialización como
proveedores internacionales de tecnología. Herederos en parte de la experiencia
japonesa, y en el marco de la particular geopolítica de la guerra fría, fueron los
denominados tigres asiáticos los que desarrollaron las primeras experiencias
significativas de industrialización tardía en dicho nuevo contexto económico
internacional. Corea y Taiwán supieron aprovechar la internacionalización de
ciertos eslabones de las cadenas industriales, mediante una férrea política estatal
macroeconómica y sectorial, donde predominaron los grandes conglomerados
nacionales (como por ejemplo, los chaebol surcoreanos). Por otro lado, en
Malasia y Tailandia fue más preponderante la IED, siendo que su proceso se
inició cuando ya había madurado la deslocalización de eslabones de los
procesos productivos por parte de las empresas trasnacionales, especialmente a
partir de los ochenta (Bekerman et al, 1995; Hikino y Amsden, 1995).
Complementariamente, en las últimas tres décadas, luego de iniciada la
transición desde la planificación central hacia una economía de mercado con
fuerte regulación estatal (Chow, 2002)1 , la economía china se ha transformado
en el principal país manufacturero a nivel mundial (Banco Mundial, 2012).
Como resultado de este proceso, China se posicionó como un fuerte demandante
de bienes primarios y proveedor de bienes industriales a nivel internacional
(CEPAL, 2008). Diversos autores, como Lin (2011), han remarcado la unidad
161
de los procesos de industrialización del sudeste asiático y de China. Arrighi
(2007) también le da unidad al proceso de industrialización asiático,
fundamentándolo en un desarrollo productivo intensivo en mano de obra
anterior a las invasiones colonialistas; que se retomó luego de la segunda guerra
mundial con la industrialización de Japón, los tigres asiáticos, y China.
Hegemonía Monetaria Internacional El concepto de dinero Según Marx (2002),
la génesis conceptual del dinero surge de la relación polar mercancía-dinero y
de la forma de valor. Al igual que en la escuela austriaca (Menger, 1892), la
génesis del dinero es descentralizada, inherente al desarrollo de la relación
mercantil, y tiene como base la determinación del dinero como medida del
valor. Al ser medida del valor, el dinero es asimismo medio de circulación, al
ser inmediatamente enajenable y realizar los intercambios de las mercancías,
haciéndolas circular. La posibilidad de que dicho movimiento se vea
interrumpido, de manera de conservar el valor en su forma durable y
perfectamente enajenable, determina al dinero como medio de atesoramiento.
Históricamente, serán los metales preciosos (en la forma de moneda acuñada)
los que finalmente fundan las determinaciones del dinero en un mismo objeto.
Posteriormente, con el desarrollo de la relación mercantil, el desgaste físico de
las monedas en el ámbito de la circulación llevo a que las mismas pasaran a
valer por su denominación nominal más que por su contenido de valor, hasta
disociarse completamente dichas determinaciones y permitir el tránsito de la
moneda al papel moneda (Marx, 2002). Esto no alteró las relaciones de valor,
sino la unidad y el patrón de medida, disociándose a nivel físico y económico.
La relación entre dicha unidad de medida, el nivel general de precios y de
actividad económica será captado por la denominada “teoría cuantitativa de la
moneda” (Levin, 2003). En la teoría cuantitativa, para un período dado el nivel
general de los precios es la variable de ajuste que equipara oferta y demanda de
162
dinero, determinada la primera como la cantidad de medios de pago (que según
la ortodoxia es controlada exógenamente al sistema por la autoridad monetaria,
lo que suele denominarse “dinero exógeno”, o “dinero activo”) multiplicada por
su velocidad de circulación; mientras que la demanda de dinero es la cantidad
de bienes y servicios valuada a precios de mercado (o sea, la masa de valor en
circulación). En contraposición, los teóricos del “dinero endógeno” o “dinero
pasivo” (Olivera, 1968), destacan la existencia de una completa endogeneidad
de la oferta de dinero (fundada en una política monetaria pasiva ante la 1La
fuerte presencia del Estado chino en la implementación de políticas de
desarrollo
económico
se
expresó
en
un
entramado
de
políticas
macroeconómicas (Blanchard y Giavazzi, 2005), sectoriales, de comercio
exterior y tecnológicas (Rodrik, 2006), donde predominaron los joint ventures
con empresas transnacionales de sectores estratégicos de medio y alto contenido
tecnológico (de manera de efectivizar el aprendizaje tecnológico que
potencialmente implica la IED), así como la implementación de políticas
comerciales (drawback, zonas francas, etc.). Estas políticas, en el marco de
transición al sistema de mercado ya mencionada, permitieron una efectiva
reasignación de recursos a sectores de mayor productividad, especialmente la
transferencia de fuerza de trabajo del sector primario -rural- al industrial y de
servicios -urbano- (Hofman y Wu, 2009).
demanda del mismo, o en una velocidad de circulación del dinero endógena),
lo que permite que la oferta de dinero se amplíe para cubrir las necesidades de
la circulación, incluyendo la inflación de origen no monetario Palley (1996)
remarca el rol de la creación secundaria de dinero (mediante el sistema
financiero) en el carácter endógeno del mismo, al acompañar los ciclos
económicos (y por ende, a la demanda de dinero); así como la tensión entre
163
dicha endogeneidad de base secundaria y los objetivos de la autoridad
monetaria. Bernanke (2007) incluso llega a plantear la existencia de un
acelerador financiero del ciclo económico: la oferta de dinero (y especialmente
de instrumentos financieros) no solo sigue al ciclo económico en la fase
expansiva, sino que la sobrepasa, acelerando el mismo. En términos del sistema
monetario internacional, Frankel (2012) remarca la existencia de una creación
secundaria internacional de dinero por parte del sistema bancario del país que
posee la hegemonía monetaria. Sistema monetario internacional A nivel
general, cabe destacar que solo un país posee la potestad de emitir el dinero
mundial, que posee las determinaciones del dinero pero en la esfera
internacional: medida del valor, medio de circulación, y atesoramiento (Frankel,
2012). Esta tercera función será asimismo cumplida por los activos financieros
de dicho país, que serán los considerados “libre de riesgo” debido
principalmente a que pueden ser rescatados en términos de dicho dinero
mundial. Olivera (1983), en el marco de la concepción de dinero pasivo
internacional (esto es, donde la demanda de dinero como medio de circulación
internacional determina su cantidad de equilibrio) demostró que en dicho marco
solo este país puede determinar su oferta monetaria y su tipo de cambio
nominal, mientras que los restantes países deben escoger entre algunos de
dichos dos objetivos de política monetaria, generando una relación de
hegemonía y dependencia que no depende de las condiciones de producción.
Estas determinaciones pueden enmarcarse en la antigua “ley de Hume” de ajuste
de la balanza comercial, devenida en el denominado trilema monetario cuando
asimismo se consideran los instrumentos financieros (Mundell, 1963; Fleming,
1962), pero remarcando la relación polar entre el hegemón monetario y el resto
de los países. Estos últimos están subsumidos por dicho ajuste de balance de
pagos: si pretenden manejar la oferta de dinero, un hipotético exceso de liquidez
164
por sobre las necesidades de la circulación genera inflación (en un contexto de
plena utilización de factores productivos), apreciando en términos reales la
economía y generando déficit comerciales (suponiendo que se parte de una
hipotética situación de equilibrio) que generan un exceso de demanda de divisa
extranjera, devaluando nominalmente la moneda local. La autoridad monetaria
mantendrá autonomía en la oferta monetaria, pero no así en el tipo de cambio,
y el efecto real de su política dependerá del nivel de utilización de los factores
productivos así como de la motorización de nuevas decisiones 2Los tipos de
inflación de origen no monetario son dos (Olivera, 1960): la inflación de costos
por puja distributiva, donde el ancla nominal del sistema la da el crecimiento
del salario nominal mientras que la política monetaria responde laxamente a la
demanda de dinero, convalidando la cantidad de dinero y su valor (la inflación)
resultante de la puja distributiva; y la inflación estructural, donde ante cambios
en las preferencias o en las técnicas productivas que impliquen necesariamente
variaciones en los precios relativos, ciertos precios particulares que deban bajar
en términos relativos posean una inflexibilidad nominal a la baja (por
concentración en la oferta, por ejemplo), por lo que el ajuste de precios relativos
se termine dando con el alza del resto de los precios, y por ende desencadenando
(o aumentando) un proceso inflacionario. Nuevamente, la oferta de dinero debe
ajustar pasivamente, convalidando el proceso inflacionario de origen no
monetario.
de inversión (mediante alteración temporaria de precios relativos3 y/o el
impacto del crecimiento del mercado y la realización de las mercancías en
dichas decisiones4 ), ambos procesos que impactan por el lado de la oferta,
aumentando la demanda de dinero para la mayor circulación de mercancías sin
generar inflación. El excedente de oferta monetaria sobre las necesidades de la
165
circulación se traducirá en una pérdida de valor del dinero, y se expresará en
inflación interna. Si la autoridad quiere evitar el efecto inflacionario de su
política, para conciliar objetivos de oferta monetaria y de tipo de cambio, puede
esterilizar dicha emisión comprando el exceso de oferta monetaria con
instrumentos financieros, al costo de que los mismos pierdan valor, y por ende
aumente la tasa de interés nominal. Esto genera presiones a la entrada de
capitales externos mediante la cuenta capital y financiera, al aumentar la brecha
entre la tasa local y la internacional de referencia, revaluando el tipo de cambio
nominal al demandar la moneda local para comprar dichos activos financieros.
Por ende, se genera la imposibilidad para la autoridad monetaria de conciliar
los objetivos de oferta monetaria, tipo de cambio y una cuenta capital y
financiera abierta a nivel internacional: en un contexto de elevada utilización de
recursos humanos y materiales (y considerando las salvedades ya realizadas)
solo puede determinar conjuntamente dos de los tres objetivos planteados. Sin
embargo, el hegemón monetario no posee inmediatamente esta restricción, este
trilema: puede manejar la oferta de dinero interna en el marco de una cuenta
capital y financiera abierta a nivel internacional. Un hipotético exceso de oferta
de dinero por sobre las necesidades de circulación interna debería tender a la
inflación y la apreciación real, activando los mecanismos de ajuste ya
mencionados. Sin embargo, la base de demanda de dinero del hegemón
monetario es más amplia que su circulación interna: es el complemento de esta
misma base con la demanda internacional de su dinero, que hace las veces de
dinero mundial. De esta forma, posee “señoreaje internacional” (Frankel, 2012),
que consta del crecimiento de la demanda de dinero interna y externa (tanto por
el crecimiento del volumen del comercio así como del atesoramiento) y del
impuesto inflacionario5 que puede generar con una emisión que exceda dichas
necesidades de dinero, y que impacta sobre su amplia base de demanda de
166
dinero (el mercado interno e internacional). El señoreaje internacional permite
financiar un déficit de balance comercial activado por los diversos componentes
de la demanda agregada (déficit fiscal, auge en el ciclo de inversión, etc.); es
una transferencia de excedente a nivel internacional basada en la hegemonía
monetaria, como bien remarca Olivera (1983). Complementariamente, el
hegemón monetario es asimismo el hegemón financiero, que emite los activos
financieros “libres de riesgo” a nivel internacional, debido a que puede
rescatarlos con dinero internacional, su dinero. Por ende, estos 3 L “ilusión
monetaria” puede tener efectos reales, pero es difícil que pueda ser
sistemáticamente utilizada para motorizar decisiones de inversión en el largo
plazo sin alimentar el componente inercial de la inflación, especialmente en
economías con un fuerte componente de inflación estructural por ajuste de
precios relativos. 4Como se aprecia en la versión moderna de la teoría del
desarrollo (Ros, 2000) se destaca la existencia de equilibrios múltiples y la
potencialidad de coordinar centralmente los procesos de inversión para evitar
las “fallas de coordinación”, que emanan de la incapacidad de las unidades
productivas de internalizar los beneficios de un mercado ampliado. 5Existe un
nivel de déficit de cuenta corriente que permite suplir con dinero internacional
al crecimiento del mercado y atesoramiento mundiales, evitando el componente
inflacionario del señoreaje. A partir de dicho nivel crítico, el mayor déficit de
cuenta corriente (activado por alguno de los componentes de la demanda
agregada interna del hegemón, como un déficit fiscal) activa y aumenta el
impuesto inflacionario internacional.
Activos financieros adoptan la función de instrumentos de atesoramiento a nivel
internacional, y ahora el hegemón puede financiar su déficit comercial con
dinero, instrumentos financieros, o una combinación de ambos. Obviamente,
167
esta selección de cartera de pasivos estará determinada también por las
condiciones de demanda: el crecimiento del mercado mundial le permitirán una
mayor emisión de dinero sin costo inflacionario a nivel internacional (o sea, sin
devaluar su moneda); mientras que el aumento del atesoramiento financiero
internacional le permitirá financiar su déficit comercial sin devaluar sus activos
financieros, o sea, sin aumentar significativamente su tasa de interés (que es
asimismo la tasa de referencia internacional), y por ende evitando un impacto
de envergadura en el nivel de actividad. Bretton Woods El sistema de Bretton
Woods nació en la inmediata segunda postguerra, y refrendó la hegemonía de
EE.UU. en el sistema internacional occidental, tanto a nivel comercial como
financiero. La consolidación del dólar como dinero mundial6 se dio luego de
una larga transición (que incluyó dos guerras mundiales), en la cual ésta moneda
fue desplazando paulatinamente a la libra esterlina de dicho sitial (Eichengreen
y Flandreau, 2010; Frankel, 2012). En el marco de su hegemonía productiva y
monetaria, EE.UU. protegía a su sector primario y era fuerte exportador de
bienes industriales, generando importantes superávits de cuenta corriente
(Prebisch, 1986), y aumentando sus reservas internacionales en oro, hasta llegar
a acaparar dos tercios de las reservas mundiales de oro para fines de la Segunda
Guerra Mundial (Bordo, 1993). Sintéticamente, este sistema monetario
internacional consistía en que EE.UU. tenía un tipo de cambio fijo entre el dólar
y el oro, y el resto de las economías tenían un tipo de cambio fijo con el dólar
(Bordo, 1993). Bajo este esquema, la producción de oro era insuficiente para
cubrir el crecimiento de la producción y el comercio mundial. Como bien lo
señala Triffin (1985), evitar el problema de liquidez internacional y seguir
aprovechando el señoreaje atentaba contra el tipo de cambio fijo, pero reducir
la oferta de dinero mundial para preservar dicho tipo de cambio presionaría a la
deflación y al alza de la tasa de interés, afectando el crecimiento de EE.UU. y
168
del mundo. Dicho autor adjudicaba para el período que va desde fines del
sesenta hasta los ochenta al gasto militar no financiado por impuestos (fundado
en las necesidades de la guerra de Vietnam y posteriormente en el gasto
asociado a la carrera armamentística de la Guerra Fría) como activador de
déficits de cuenta corriente de EE.UU.; así como daba cuenta del carácter
secundario (especialmente mediante el sistema bancario de origen
estadounidense que emitía activos denominados en dólares) de la creación de
dinero internacional. La expansión de la base monetaria de EE.UU. se aceleró
hacia 1965 (Triffin, 1985), incrementando la inflación y minando la
competitividad de EE.UU., deteriorándose el saldo de cuenta corriente hasta ser
negativo hacia 1971. El dólar posee todas las determinaciones del dinero (como
en Marx, 2002), pero a nivel internacional (Frankel, 2012). Primeramente, es
medida del valor: solo para poner un ejemplo, cabe destacar que los 52
productos transados a nivel internacional que releva el FMI para armar sus
índices de precios internacionales, están nominados en dólares estadounidenses.
La elaboración de estos índices consta del relevamiento de precios de una
variedad de mercancías muy significativa (alimentos, bebidas, insumos de
origen agropecuario, metales, petróleo, gas, y carbón); así como los mercados
más diversos (Australia, Singapur, Malasia, Tailandia, México, Dubái, Japón,
China, diversos mercado europeos, y obviamente mercados estadounidenses).
Complementariamente, el dólar es medio de circulación a nivel internacional,
así como medio de atesoramiento (tanto los billetes como los bonos del tesoro
norteamericano)
Asimismo, la creciente movilidad de capital financiero internacional presionaba
aún más a los tipos de cambio fijos ante los procesos de esterilización, que
impactaban al alza de las tasas de interés, generando inestabilidad en el sistema
169
monetario internacional. La inflación internacional era la expresión del
señoreaje internacional que EE.UU. imponía al resto del mundo, ante una
política monetaria determinada por objetivos internos. Esto era incompatible
con el crecimiento de la producción de oro para respaldar las emisiones de
dólares (Bordo, 1993), en el marco del esquema de tipos de cambio fijos. El fin
de la convertibilidad entre el dólar y el oro se dio en 1971, ante las demandas
de metálico por dólares de Gran Bretaña y Francia; abriendo un período de
cuarenta años de fuerte inestabilidad en el sistema económico internacional
(Rapoport y Brenta, 2010). Post Bretton Woods La caída de Bretton Woods no
implicó el fin del “privilegio exorbitante” de EE.UU., propio del hegemón
monetario, sino el quiebre definitivo del dinero mundial con el oro como
fundamento de su valor. Lejos de haber minado dicho privilegio, el fin de la
convertibilidad con el oro desató las fuerzas que permiten una utilización más
exacerbada del señoreaje internacional. En un valioso trabajo, Gourinchas y
Rey (2005) demostraron que en el período post Bretton Woods se amplió la
diferencia entre el rendimiento real de los activos estadounidenses contra el
exterior, y sus pasivos con el resto del mundo: en Bretton Woods el diferencial
de rendimientos era de solo 0.26% (4.04% para los activos contra el exterior, y
3.78% de sus pasivos), mientras que en el post Bretton Woods este diferencial
se amplió a 3.32% (6.82% y 3.50%, respectivamente). Uno de los componentes
de mayor diferencial es la deuda externa: en el post Bretton Woods éste
diferencial de tasas era de 3.73% (4.05% para la tenencia de deuda del exterior,
y 0.32% de costo financiero de su endeudamiento). Como hemos visto, los
instrumentos de deuda de EE.UU. adoptan el rol de atesoramiento a nivel
mundial, así como ponen la unidad de medida “libre de riesgo” al ser emitidos
por el emisor del dinero mundial; esto explica la capacidad en endeudarse de
EE.UU. prácticamente sin costo financiero (0.51% de tasa de interés promedio
170
para ambos regímenes monetarios internacionales), con un fuerte diferencial de
tasas con respecto a la deuda del resto del mundo. Por otro lado, los autores
analizan el efecto valuación de la cuenta corriente, que expresa el componente
inflacionario del señoreaje internacional, aplicado sobre la base del dinero
mundial y los activos financieros de reserva (de alta liquidez) nominados en
dólares. Hasta mediados de la década del setenta, el componente valuación de
la cuenta corriente fue negativo, debido a que EE.UU. era un acreedor neto del
resto del mundo (luego pasó a ser deudor neto para fines de los ochenta), y
siendo que la convertibilidad entre el oro y el dólar no le permitía aprovechar el
componente inflacionario del señoreaje. Las políticas monetarias expansivas
post Bretton Woods revirtieron el componente valuación para fines de los
setenta, y lo tornaron positivo hasta mediados de los dos mil, con la excepción
de la revaluación del dólar entre 1995 y 2003. Como se puede apreciar en Bordo
(1993), la inflación promedio de EE.UU. y a nivel internacional fue más elevada
en el post Bretton Woods que bajo dicho régimen monetario, así como más
volátil. Por otra parte, el shock petrolero de 1973 (posterior al quiebre de la
convertibilidad entre el dólar y el oro) generó un componente de “inflación
estructural” (mediante ajuste de precios relativos; como desarrolla Olivera,
1965), que afecto sensiblemente el balance comercial y de cuenta corriente de
EE.UU.: desde mediados del setenta el componente de petróleo paso a ser el
más significativo y dinámico del creciente déficit de balance comercial en
bienes de EE.UU, seguido de cerca por el creciente déficit comercial en
manufacturas diversas que generaba la nueva DIT. De esta forma, la política
monetaria expansiva fue no solo determinada por la oferta de dinero (por el
quiebre de la convertibilidad y el aumento del señoreaje internacional, activado
por la necesidad de financiar el déficit fiscal, entre otros), sino también por la
demanda: una respuesta de ajuste monetarista por parte de EE.UU., que no
171
convalidara la inflación estructural internacional desencadenada por el shock
petrolero, hubiera repercutido en una recesión a nivel mundial y en un ajuste
externo recesivo para su propia economía, como parcialmente pasó a comienzos
de los ochenta. El contexto de fuerte volatilidad comercial y financiera en el
post Bretton Woods generó asimismo un cambio de comportamiento en la
demanda de activos financieros por parte de los países no hegemónicos, que
favoreció el señoreaje internacional de EE.UU. Aizenman y Lee (2005), al
analizar empíricamente la preponderancia de las motivaciones para el
atesoramiento internacional para cerca de 50 países durante el período 19802000, determinan que las variables más significativas para explicar la
acumulación de reservas internacionales son los episodios de crisis financieras
(como lo demuestra el aumento de la demanda precautoria de reservas en
México luego de la crisis del Tequila, y en el sudeste asiático con posterioridad
a la crisis de 1997) ; en detrimento de variables con una relación significativa
pero menos intensa para con la acumulación de reserva como el crecimiento de
las exportaciones y otras vinculadas a los modelos de crecimiento tirados por
las exportaciones. Este atesoramiento precautorio de activos financieros
internacionales permite cubrir desequilibrios temporarios de balance de pagos
ante una creciente volatilidad de los flujos comerciales y financieros a nivel
internacional. 7Esta determinación posee una especificidad histórica,
relacionada con el sistema monetario internacional y los objetivos de política
económica. Olivera (1969) destaca que en el marco del patrón oro y los
regímenes cambiarios de tipo de cambio fijo (previos a Bretton Woods), dicho
tipo de cambio nominal objetivo, enmarcado en la teoría cuantitativa de la
moneda, permitía determinar el nivel de reservas según la evolución de la
producción y el comercio (o sea, la demanda real de dinero), con el fin de
mantener una relación estable entre base monetaria y reservas, que respaldara
172
al tipo de cambio objetivo. Como remarca Eichengreen (2008), en esa época
primaba el objetivo externo de mantener la caja de conversión y respaldar el
tipo de cambio objetivo (y de esta forma el sistema monetario internacional del
patrón oro en general), sobre los objetivos internos de política económica, como
el nivel de actividad o la industrialización exportadora. Este panorama se
modificó sustancialmente ante los avatares de las guerras mundiales y la crisis
de 1929: en el marco de políticas keynesianas y de desarrollo, los objetivos
internos primaron sobre los del sistema monetario internacional. En dicho
contexto, Olivera (1969) reconfigura la necesidad de acumular reservas como
activos seguros que permitan cubrir desequilibrios temporarios de balance de
pagos. Como demuestran Aizenman y Lee (2005), esta determinación se habría
intensificado en el post Bretton Wood; que implicó una fuerte volatilidad de los
flujos comerciales y financieros, y crisis financieras recurrentes a nivel
internacional.
5.8.1. Síntesis y conclusiones
En este trabajo hemos analizado separadamente, y luego relacionado, dos
conceptos fundamentales para abordar la crisis internacional: la nueva DIT y la
hegemonía monetaria internacional de EE.UU. Como hemos analizado, dicha
hegemonía permitió relajar la restricción externa (vigente en el resto de los
países) en el marco de fuertes importaciones de bienes industriales asiáticos.
Los ingresos de base tecnológica no lograron compensar el déficit en bienes,
por lo que el exceso de demanda fue cubierto aprovechando los beneficios del
señoreaje internacional que permite la hegemonía monetaria. El aumento de la
tasa de interés impulsada por la FED para ajustar dicho desbalance, desequilibró
el esquema especulativo montado sobre el exceso de liquidez precedente y la
laxa regulación financiera, desencadenando la crisis. Por ende, la misma se
173
manifestó en el sistema financiero, a pesar de tener como fundamento la
interacción entre la esfera real y monetaria: la hegemonía monetaria permitió
postergar un proceso de ajuste externo de larga data fundamentado en el sector
real, que finalmente se impuso mediante la crisis. En este marco, la
sobreutilización de dicha hegemonía (por encima de la demanda de dinero
mundial para transacciones y atesoramiento) genera incentivos para que los
diversos países intenten sortear al dólar como dinero mundial (Rapoport y
Brenta, 2010); debido a la devaluación de los activos de EE.UU. y la
consecuente necesidad de diversificar la cartera de activos, de manera de evitar
el componente inflacionario del señoreaje internacional. Como bien menciona
Frankel (2012), los países de la OPEP han debatido cambiar la medida del valor
del comercio internacional del petróleo, ante el contexto de pérdida de valor del
dólar; medida que no han llegado a concretar. Asimismo, diversos países han
comenzado a realizar swaps de monedas para sortear al dólar como medio de
circulación en el comercio internacional, como es el caso de China con
Argentina (Murphy y Yuan, 2009). Argentina y Brasil también han decidido
basar su intercambio bilateral en sus propias monedas, y ya no en el dólar
(Rapoport y Brenta, 2010). Sin embargo, dista de estar claro que la situación
estructural de la economía mundial esté determinando una transición de la
hegemonía monetaria internacional, como podría ser hacia China. Diversos
autores (Eichengreen y Flandreau, 2010; Frankel, 2012) destacan que para
desplazar a un hegemón monetario internacional previamente hay que
consolidar una primacía productiva y en el comercio internacional, condición
que cumple China. Sin embargo, dicha condición no es suficiente: como afirma
Frankel (2012), para efectivizar dicha transición el candidato a la hegemonía
monetaria internacional debe poseer un sistema financiero abierto, desregulado,
y profundo; de manera de favorecer la creación secundaria del dinero
174
internacional y el desarrollo de las instituciones que lo canalizan. Esta apertura
y desregulación del sistema financiero está en contraposición con la actual
política de control del sistema financiero y restricciones en la cuenta capital y
financiera en China; cuyo objetivo es, entre otros, mantener la competitividad
cambiaria, uno de los pilares de la industrialización con orientación
exportadora. La apertura y desregulación financiera necesaria para consolidar
al renminbi a nivel internacional, generarían una demanda de dinero y activos
financieros de origen chino que tendería a apreciar su moneda. En este marco,
el gobierno chino ha intentado posicionar al renminbi a nivel internacional
(mediante swaps de monedas, permitiendo a las empresas chinas comerciar en
renminbi a nivel internacional, y a los bancos centrales extranjeros a atesorarlos,
entre otros), sin desregular el sector financiero nacional y la cuenta capital y
financiera (Murphy y Yuan, 2009; Frankel, 2012); en una experiencia sin
precedentes en este tipo de transiciones (McCauley, 2011). Es importante
recordar que en la segunda mitad del siglo XX diversas monedas han competido
con el dólar a nivel internacional (como el marco alemán y el yen), pero han
logrado
solo
una
internacionalización
parcial
(Frankel,
2012).
Complementariamente, la estructura económica de EE.UU. ha sufrido ciertas
transformaciones en los últimos años, que han permitido cierta revaluación del
dólar al mitigar levemente el déficit de cuenta corriente de EE.UU. A pesar de
que no se apreciaría una clara recomposición de la competitividad industrial
(Nager y Atkinson, 2015), la leve reducción del déficit de cuenta corriente de
EE.UU. se dio en el otro de sus grandes componentes deficitarios a nivel
comercial: el shale oil permitió una reducción del déficit comercial en petróleo.
Esta mayor oferta de petróleo impactó a la baja de su precio internacional, y
muy especialmente del precio del mismo en EE.UU. Sin embargo, esto tampoco
habría motorizado sustancialmente la estructura industrial de EE.UU. y su
175
competitividad internacional (Nager y Atkinson, 2015); pero sí tuvo el efecto
inmediato de reducir de manera considerable el déficit de comercio exterior de
petróleo, tanto por la reducción del precio como de las cantidades importadas
(Suni, 2014). Este contexto de transición potencial de la hegemonía monetaria
internacional merece que recordemos que la última transición de este tipo se dio
en el marco de dos guerras mundiales y una gran crisis económica; licencia que
a esta altura del desarrollo tecnológico (y de las armas de destrucción masiva)
la sociedad ya no se puede tomar. Por otro lado, el privilegio exorbitante que
dicha hegemonía implica (más allá de quién sea su beneficiario);
complementado por la consolidación de la internacionalización de la
producción y transnacionalización del capital -que limitan la potencialidad de
las políticas macroeconómicas, distributivas y de desarrollo a nivel nacional,
demuestran la necesidad de ahondar la regulación económica a nivel
supranacional. El desafío no solo es desarrollar dichas estructuras jurídicas e
instituciones, sino dotarlas de un contenido político que permita efectivizar el
desarrollo económico, aún ausente en la gran mayoría de los países del mundo.
176
RECOMENDACIONES
1. Se da como recomendación la iniciativa de poder contextualice el propio
concepto de lo que es división del trabajo como a la vez analizar lo que
es en sí un sistema y prestar atención a las palabras empleadas como al
texto finalizado donde expone la idea de Adam Smith quien es el
generador de esta teoría y tema.
2. Se pide buscar el lado positivo en vez de observar el negativo, si bien
existen ambos se quiere informar sobre lo sobresaliente que es lo positivo
en las empresas y para cada persona, incluso si esta niega la creatividad
aun así se sigue haciendo, por ello se recomienda que el lado positivo
predomine ya que es por este que se puede llegar a la productividad.
3. En este capítulo se ha pedido contemplar la opinión regida de Marx y que
también se pida la interacción ante tal pensamiento de este personaje que
ha formulado desde un punto de vista muy subjetivo y realista el proceso
de la división del trabajo.
4. De la misma forma se pide contemplar la opinión y rescatar lo que es la
sociedad en afección ante sus habitantes, o a los empleados, también se
pide que se dé el análisis correcto ante la situación que se origina, ya que
estos varían
pero de similar manera son resueltos por el mismo
razonamiento.
5. Por último se pide aquí contemplar el actual procedimiento que se ha
dado en las últimas décadas o en la era contemporánea donde la división
del trabajo ha intervenido de una manera profunda y sistemática para el
desarrollo de las naciones.
177
CONCLUSIONES
1. La división del trabajo si bien ha evolucionado a través de la historia esta
ha tenido una gran influencia en lo que hoy conocemos como el mundo
financiero, por ellos es que a través de muchos cambios y pensamientos
se puede observar cómo ha llegado hoy en día a no solo priorizar cambios
generales sino que también individuales como en la verificación e
influencia que obtiene de los índices de generación de medición de
crecimiento y desarrollo de un país, también afecta en los aspectos
sociales y a la vez que capta las capacidades individuales del hombre en
un ambiente de cooperación.
2. La división del trabajo ha sido conceptualizado de muchas maneras pero
podemos conceptualizarlo de una manera general y unánime como el
sistema desarrollado para la separación de áreas y estratificación de los
planes de tareas que se llevaran cabo en diferentes lugares mediante el
uso de la mano de obra capacitada para dicho sector y en busca de
cooperación para la mejor eficiencia y productividad de dicho lugar.
3. Podemos definir que las ventajas son muy favorable que incluso se
encuentran en mayor proporción ante las desventajas, de tal manera que
se concluye que es muy positivo emplear la división del trabajo en la
actualidad y en la vida cotidiana.
4. Se define la teoria de Marx como la sociedad en conjunto ante la
problemática de la escasez que afronta la sociedad o el hombre, de tal
manera que la solución dada es la cooperación con la especialización en
los sectores productivos.
5. Se define como Durkheim integra el proceso de socialización en su libro
y que de tal manera el estado de las personas e influyen ante la
178
cooperación y productividad de los hombres para poder producir en
calidad y cantidad.
6. Por último se define a la división del trabajo internacional como al caso
global que no solo conecta a uno sino a muchas empresas y sectores de
financiamiento tanto productivo como económico donde esta puede ser
solucionado o ayudado para combatir los problemas, también se habla
de la especialización en dichos campos para poder tener una mayor
productividad en el mundo.
179
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181
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