FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS Y EMPRESARIALES ESCUELA PROFESIONAL DE CIENCIAS CONTABLES Y FINANCIERAS TRABAJO MONOGRAFICO “LA DIVISIÓN DEL TRABAJO” DOCENTE: MARTIN PATIÑO RAMIREZ CURSO: INTRODUCCIÓN A LA ECONOMÍA CICLO/SALÓN: II CICLO – 1 “A” PRESENTADO POR: 1. DIEGO MARCELO MOSQUEYRA CHURA – 2019-102025 2. MANOLO EDUARDO PUMA TORIBIO – 2019-102073 3. ALEXANDER JOSÉ RONDÓN PUMA – 2019-102013 TACNA - PERÚ 2019 1 AGRADECIMIENTOS A nuestros padres, profesores y a Dios que nos ha dado la fuerza y voluntad como inteligencia para poder investigar este trabajo, también agradecer para aquellos que nos han ayudado en este tiempo difícil y arduo que enfrentamos, con todo ello dicho, gracias por todo 2 PRESENTACIÓN Este trabajo ha sido realizado con la intención de dar a conocer e informar sobre este tema, con la intención del desarrollo mismo sobre el conocimiento que se brinda hemos recopilado información de diferentes fuentes a través de un estudio de estas, de la misma forma que nos hemos referido a este trabajo como una fuente de información más por los diferentes tipos de conceptos y opiniones que posee, también añadimos que este trabajo de duro seguimiento a culminar no sea rechazado y que sea de agrado a todo el público. Agradecemos su comprensión y buena voluntad por tomar este trabajo de investigación, de antemano esperamos que disfrute y cumpla con la intención de por qué hemos realizado esta investigación, disfrute la lectura y el análisis. 3 RESUMEN El presente trabajo monográfico consta de diferentes aspectos, con el tema a desarrollar nombrado “división del trabajo” hemos abarcado diferentes aspectos y áreas de este, como por ejemplo el desarrollo del pensamiento o su concepción, también hemos puesto a otros autores con diferentes opiniones sobre esta como Karl Marx o Durkheim que tiene ve de manera diferente las cosas relativas al trabajo, tal igual se ha puesto ventajas y desventajas sobre tal y una visión internacional sobre este, es decir, como afecta hoy en día en este mundo conectado por diferentes redes, finalmente se darán conclusiones y recomendaciones sobre lo desarrollado desde una opinión crítica y personal que está basado en lo expuesto para poder complementar la información y de la misma forma poder sintetizar el objetivo de esta que se cumple en el desarrollo del tema que al principio de la investigación se expuso junto a la visión y misión Con eso concluye este resumen general sobre lo que se va a tratar de manera sintética, que a diferencia de la introducción donde se hablara de manera más detallada y especifica. 4 OBJETIVOS El objetivo de esta investigación es desde un punto general, promover la importancia de la división del trabajo en la actualidad y a la vez su valor que tuvo en épocas pasadas, pues es desde ahí que se ha implementado e innovador, a la vez promover a formar una opinión sobre esto, y que pueda ser valorado. 5 VISIÓN Nuestra visión consta de una interpretación y formación de aprendizaje a través de la investigación y recopilación de datos obtenidas de diferentes fuentes para promover el conocimiento sobre el tema a desarrollar que tiene importancia en todos los aspectos del mundo financiero y económico, a la vez también queremos aprovechar la manera de uso a la lectura para conocer a diferentes autores o personas que han promovido al conocimiento del mundo 6 MISIÓN Nuestra misión es promover el desarrollo de la lectura e información sobre el tema expuesto, a la vez queremos mantener el interés a través de diferentes datos recopilados, todo a través de la investigación y ayuda inspectora basada en motivación y esfuerzo por parte de los lectores, también acoplamos los diferentes datos recolectados que son de fuentes confiables y de manera didáctica explicar finalmente una opinión sobre cada uno, de manera similar mantendremos contacto con el lector con ejemplos amenos para todo público que será de forma explicativa ya que ese es nuestro objetivo enmarcado e implantado en esta investigación. 7 INDICE Agradecimientos............................................................................................2 Presentación...................................................................................................3 Resumen.........................................................................................................4 Objetivos.........................................................................................................5 Visión...............................................................................................................6 Misión..............................................................................................................7 Introducción....................................................................................................9 Capítulo I: Sobre la división del trabajo......................................................11 Capítulo II: Ventajas y Desventajas.............................................................15 Capítulo III: División del trabajo según Karl Marx...................................18 Capítulo IV: División del trabajo según Durkheim....................................24 Capítulo V: División internacional del trabajo...........................................93 Recomendaciones.........................................................................................177 Conclusiones.................................................................................................178 Bibliografía...................................................................................................180 8 INTRODUCCIÓN El respectivo trabajo de investigación monográfico consta de diferentes partes, en un inicio se da un agradecimiento a aquellos que colaboraron con la investigación ya sea por cualquier forma, posteriormente se nombra el resumen y los objetivos junto a la visión y misión del tema que se está tratando, a continuación se muestra el índice donde se pondrán todos los títulos o subtítulos que se hablaran en el trabajo, también se iniciara con la introducción y el plato principal que es el marco teórico que consta de 5 capítulos basados en diferentes aspectos que se explicaran y detallaran a continuación para mejor notación y experiencia como comprensión e idealización del tema. El primer capítulo nominado, SOBRE LA DIVISION DEL TRABAJO, se explicará lo que es el tema lo que consta su importancia y diferentes conceptos dados que se necesitan o que tienen hoy en día a la vez que pondrá explicaciones sobre diferentes conceptos, también se comentará sobre el vocabulario o uno que otro sumario de explicaciones dado en el transcurso de la investigación. El segundo capítulo nominado, VENTAJAS Y DESVENTAJAS, se explicará lo que es bueno y malo de este proceso, especialmente se dará una explicación para cada una de las nombradas, de tal manera que se pondrá más información para que el lector pueda ver otros puntos de vista. El tercer capítulo nominado, LA DIVISION DEL TRABAJO SEGÚN KARL MARX, se explicará sobre el pensamiento de Karl Marx ante este tema, en especial se tomara nota de sus diferentes libros como “el capital” donde él explica su ideología a través de una narrativa realista. El cuarto capítulo nominado, LA DIVISION DEL TRABAJO SEGÚN DURKHEIM, se explicará sobre lo que es la ideología de Durkheim que narra en su libro sobre la división del trabajo social, en este libro se acota diferentes temas acerca del proceso de la división del trabajo, también nos da hipótesis y narrativas espectaculares que se irán complementando a medida que el tema es desarrollado y finalmente se citara datos en este libro donde da a conocer su ideología. El quinto capítulo y último es, DIVISION INTERNACIONAL DEL TRABAJO, en este se explicara la visión del mundo actual y general de la 9 aplicación de esta junto a explicaciones de su variación ya que este obtiene un diferente concepto a medida que ha evolucionado, también se darán citas y comentarios de esta, junto a unas reformas dichas en esta, se pondrán ideas escritas y una opinión para los lectores y así poder enfatizar este tema que ha ido evolucionando constantemente hasta ser unido por muchas redes y no solo una empresa como antiguamente fue y todo a medida que se explica con casos de la era contemporánea. Terminando el trabajo monográfico se dará una recomendación acerca de cada capítulo sobre la importancia de estos y de que fue lo que se debe aprender acerca de cada uno junto a la interrelación de comentarios con un solo propósito que es la crítica constructiva hacia este tema. Y finalmente se dan las conclusiones donde se explica lo entendido de cada tema y un breve resumen de lo que el capítulo quiso darnos a entender, empezando con un general sobre el tema y los posteriores con cada capítulo expuesto, acotando al trabajo una bibliografía sobre las distintas fuentes 10 CAPITULO I SOBRE LA DIVISION DEL TRABAJO 1.1) CONCEPCION DE LA DIVISION DEL TRABAJO La división del trabajo posee diferentes aspectos que han sido enmarcados a lo largo de su desarrollo pero en si también posee varios conceptos que desde puntos de vista diferentes y de manera subjetiva tienen un valor que pueden llegar a confundirse en ciertos aspectos pero que al final llegan a una misma conclusión o que poseen una misma terminología sobre lo que es el tema así que empezamos este tema con esta difusión de conceptos para al final formar una sola que se basara en lo que poseen todas en común. 1.1.1 ¿Qué es la división del trabajo? La división del trabajo hace referencia al número de tareas distintas en que se distribuye el trabajo necesario para la producción de un bien o servicio, tareas que han de ser realizadas por distintos trabajadores especializados en cada una de ellas. La división del trabajo es la fragmentación o descomposición de una actividad productiva en tareas más elementales, así como su reparto entre diferentes personas, según su fuerza física, habilidad y conocimientos. Aunque desde la prehistoria fue consustancial a toda actividad humana, la división del trabajo se intensificó con la revolución neolítica que originó las sociedades agrarias y aceleró de modo extraordinario su contribución al cambio tecnológico y social con el desarrollo del capitalismo y la revolución industrial. La división del trabajo es la separación de tareas en cualquier sistema económico para que los participantes se especialicen. Los individuos, las organizaciones y las naciones están dotados o adquieren capacidades especializadas y forman combinaciones o intercambios para aprovechar las capacidades de otros además de los suyos. Las capacidades especializadas pueden incluir equipo o recursos 11 naturales, además de destrezas y entrenamiento, y combinaciones complejas de tales activos que a menudo son importantes, como cuando se usan múltiples artículos de equipo especializado y operadores especializados para producir un solo producto Es la principal fuente de Crecimiento y Desarrollo de un país. Esto es posible debido a que aumenta la habilidad del trabajador al dedicarse a un número pequeño de operaciones. Su postulado lo ejemplifica con una fábrica de alfileres (y lo hace porque existía una fábrica de alfileres muy cerca de la casa donde vivía cuando era niño). Si un alfiler fuera hecho íntegramente por un trabajador, este hombre se demoraría mucho en estirar el alambre, luego en cortarlo, luego en afilar la punta para finalmente ponerle una cabeza 1.1.2 ¿Cuál es su importancia? Su importancia no solo radica en un aspecto general sobresaliente, según Adam Smith en su libro de las riquezas de las naciones en 1776 atribuye que este complejo de importancia de división del trabajo está basada más en un aspecto empresarial financiero-económico por lo tanto en un principio se deduce que esta solo es por la mano de obra sin embargo Adam Smith nos dice que a través de la historia lo que realmente ha importado es en el sistema que se ha creado, en el orden que da y en la reducción de los diferentes esfuerzos de la economía, por lo tanto en que realmente hemos fijado el punto es en algo muy superficial y no profundo, Adam Smith si lo hizo y por lo tanto pudo realizar tal sistema y ejercerlo para luego plasmarlo en su libro, de la misma forma nos damos cuenta de la importancia porque esto genera un orden, genera una expectativa crítica sobre las personas y el negocio en el que se está dando. 1.2) SEGÚN ADAM SMITH En An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations (1776), Adam Smith previó la esencia del industrialismo al determinar que la división del trabajo representa un aumento cuantitativo de la productividad. En sus estudios, Smith analizó la manera en que las naciones 12 aumentaban su riqueza, siendo una de las principales causas la “división de trabajo”. Señaló que gracias a la división de trabajo se ahorraba tiempo, lo que redundaba en un aumento de la producción pues el obrero no tenía que estar cambiando sus herramientas constantemente, además de que se ahorraba capital porque el obrero no tenía que disponer de todas las herramientas, solo las necesarias para la función que desempeñaba. Smith establecía que a través de la división de trabajo los trabajadores desarrollaban más habilidad y destreza en sus tareas. Los trabajadores especializados tenían más posibilidades de inventar máquinas que hicieran más eficientes las tareas que realizaban diariamente. Smith advertía que la división del trabajo trajo consigo una diversificación de sueldos que correspondían a diferentes tareas. Según Smith, los distintos salarios dependían de los siguientes factores: Un trabajo puede resultar desagradable por sus condiciones insalubres, por lo que habrá pocos hombres que acepten un trabajo en esas condiciones a menos que reciban un salario que recompense el trabajo realizado. Algunos empleos requieren antes un entrenamiento especial. Un empleo irregular o inseguro está mejor pagado. Aquellos trabajadores de la construcción ganan más que otros que están similarmente entrenados a causa que las adversas condiciones del trabajo. Cuando se requiere un alto grado de confianza los salarios aumentan. La remuneración será alta si la tarea se ve coronada por el éxito. Pero, a pesar de los grandes beneficios que le generaba a un país la división de trabajo, Smith consideraba que esta era la causa principal de que un grupo importante de la población se quedara en la ignorancia, esto al tener que realizar labores muy mecánicas. Debido a esto, Smith resalta la importancia de que el Estado incentive la educación y la religión como formas de mitigar esta ignorancia. 1.2.1. Ejemplo de los alfileres Adam Smith plantea como ejemplo la fabricación de alfileres, cuya manufactura no es de mucha importancia, pero sirve mucho como ejemplo cuando hablamos de la división del trabajo. 13 Un obrero que no haya tomado clases de cómo fabricar alfileres ni sabe cómo usar la maquinaria para fabricarlos, difícilmente podría fabricar un alfiler al día y por consiguiente no podrá confeccionar más de 10. Hoy, la fabricación de alfileres está dividida en distintas etapas que requieren la participación de varios obreros, un obrero estira el alambre, otro lo endereza, el tercer obrero lo va cortando en trozos iguales, un cuarto hace la punta del alfiler, un quinto obrero lima el extremo donde coloca la cabeza: la confección de la cabeza requiere de operaciones distintas: fijarla, pintar los alfileres, y todavía es un proceso diferente colocarlos en el papel. El trabajo de hacer un alfiler queda dividido en unos dieciocho pasos diferentes, con la cooperación de varios obreros, haciendo un trabajo en equipo para obtener mejores resultados en la producción 1.3) GLOSARIO Productividad cantidad de bienes que se pueden producir con una determinada cantidad de recursos (maquinaria, mano de obra, tiempo). Eficiencia Maximizar la obtención de resultados u objetivos con el mínimo sacrificio de recursos. “Mano Invisible” Expresión utilizada para enfatizar que mediante un sinnúmero de decisiones individuales se obtiene el máximo social ya que el mercado funciona sin que nadie lo guíe”. Laissez faire: Dejad hacer, dejad pasar. ” Expresión utilizada para manifestar que el estado no debe intervenir en la economía ya que si lo hiciera entorpecería el normal desenvolvimiento del mercado. 14 CAPITULO II VENTAJAS Y DESVENTAJAS 2.1) VENTAJAS Las ventajas son muy variadas y diversas: Reducción en el costo de producción La división del trabajo aumenta la producción, lo que reduce el costo promedio de producción. El ahorro de herramientas, maquinarias, etc., también ayuda a reducir el costo de producción. Máxima utilización de la maquinaria La división del trabajo es el resultado de una producción a gran escala que implica un mayor uso de las máquinas. Por otro lado, la división del trabajo también aumenta la posibilidad de usar máquinas en producciones a pequeña escala. Producción a gran escala Debido al uso de la planta y la maquinaria bajo la división del trabajo, la producción comienza a aumentar a gran escala, lo que resulta en un menor costo de producción, incrementando los beneficios para el productor. Ahorro de tiempo No es necesario que el trabajador cambie de un procedimiento a otro. Está empleado en un proceso definido con ciertas herramientas; por lo tanto, se mantiene trabajando sin perder tiempo, sentado en un solo lugar. 15 La continuidad en el trabajo ahorra tiempo y ayuda a aumentar la producción a un menor costo. Producción de bienes de superior calidad Cuando a un trabajador se le confía el trabajo para el cual se adapta mejor, con toda seguridad producirá productos de superior calidad. Mejor selección de los trabajadores La división del trabajo ayuda a seleccionar mejor a los trabajadores. Como el trabajo se divide en diferentes partes y cada parte es ocupada por el trabajador que es el más adecuado para esta, se puede seleccionar muy fácilmente al personal que sea más conveniente para el trabajo. Los trabajadores necesitan menos capacitación, ya que solo deben dominar un pequeño número de tareas. 2.2) DESVENTAJAS Las desventajas son variadas, estas pueden ser: Pérdida de responsabilidad Muchos trabajadores se unen para producir un producto. Si la producción no es buena y adecuada, no se puede responsabilizar a nadie por ello. En general, se dice que «la responsabilidad de cada hombre no es responsabilidad del hombre». Por lo tanto, la división del trabajo tiene la desventaja de la pérdida de responsabilidad. Aumento de la dependencia Cuando la producción se divide en varios procesos y cada parte es realizada por diferentes trabajadores, puede conducir a una dependencia excesiva. 16 Por ejemplo, en el caso de una fábrica de prendas de vestir, si el hombre que corta la tela es perezoso, sufrirá el trabajo de cosido, abotonamiento, etc. Por tanto, una mayor dependencia es resultado de la división del trabajo. Monotonía del trabajo En la división del trabajo, un trabajador tiene que hacer el mismo trabajo una y otra vez durante años. Por lo tanto, después de algún tiempo el trabajador se siente aburrido o el trabajo se vuelve fastidioso y monótono. No existe placer creativo La división del trabajo mata el placer creativo de producir un artículo, porque muchas personas contribuyen en la elaboración del mismo, nadie puede reclamar el mérito de haberlo hecho. 17 CAPITULO III LA DIVISON DEL TRABAJO SEGÚN KARL MARX 3.1) PROPIEDAD Y TRABAJO Marx tenía una visión de una sociedad humana perfecta. En este sentido, Martin Buber tenía toda la razón al incluir un capítulo sobre Marx en su Caminos de utopía. Marx creía en la existencia en una sociedad que precedía a la historia humana registrada. En este mundo, los hombres no experimentaban ninguna sensación de alienación porque no había producción alienada. De alguna manera (y aquí Marx nunca fue muy claro) los hombres cayeron en patrones de producción alienada y, a partir de esto, apareció la propiedad privada. Los hombres empezaron a apropiarse de los productos del trabajo de otros hombres para sus propios fines. De esta manera, los mismos productos de las manos de un hombre iban a ser usados como medios para esclavizar a otro. Este tema, que Marx enunciaba ya en 1844, es básico para todos sus posteriores escritos económicos. Bajo este sistema de trabajo alienado, argumentaba Marx, se le roban al hombre sus propias fuerzas vitales. El origen de la dificultad inmediata del hombre es, desde este punto de vista, la división del trabajo. La división del trabajo era para Marx la misma esencia de lo que está mal en el mundo. Es contraria a la esencia real del hombre. La división del trabajo enfrenta al hombre con su congénere; crea diferencias de clase; destruye la unidad de la raza humana. Marx tenía una preocupación casi teológica por la unidad de la humanidad y su hostilidad a la división del trabajo era por tanto total (incluso totalitaria). 3.2) LUCHA DE CLASES El análisis de Marx de la división del trabajo es notablemente similar al de Rousseau. Ambos argumentaban que el deseo de propiedad privada llevaba la división del trabajo y esto a su vez daba lugar a la existencia de clases sociales distintas, basadas en diferencias económicas. El análisis marxista de la política se basa en su totalidad en la validez de este supuesto. Sin clases económicas, no habría necesidad de un Estado, ya que un Estado es, por definición, nada más que un instrumento de control social utilizado por los miembros una clase para reprimir a los miembros de otra. Así que, cuando llega la revolución del 18 proletariado, la clase proletaria debe usar el Estado para destruir los restos del capitalismo burgués y la ideología del capitalismo. La oposición debe ser eliminada: este es el significado de los famosos “diez pasos” indicados en el Manifiesto comunista. Una vez la oposición sea totalmente erradicada, no habrá más necesidad de un estado, ya que solo existirá una clase, el proletariado. “En lugar de la vieja sociedad burguesa, con sus clases y antagonismos de clase, tendremos una asociación en la que el libre desarrollo de cada uno será la condición para el desarrollo de todos”. Marx creía realmente que, en la sociedad comunista posterior a la Revolución, la división del trabajo sería completamente destruida. Desaparecería toda especialización. Esto significa que, para los fines de la producción económica y la planificación económica racional, todos los hombres (y todas las áreas geográficas) son creados iguales. Es precisamente esto lo que cristianos, conservadores y libertarios han negado siempre. Marx escribía en The German Ideology (1845-46): “en una sociedad comunista, en la que nadie tenga una esfera exclusiva de actividad sino que cada uno pueda formarse en cualquier sector que desee, la sociedad regula la producción general y por tanto me hace posible hacer hoy una cosa y mañana otra, cazar por la mañana, pescar por la tarde, criar ganado al atardecer, criticar después de cenar, como me apetezca, sin convertirme nunca en cazador, pescador, pastor o crítico”. 3.3) UN IDEAL UTÓPICO No puede encontrarse un ideal más utópico en la literatura económica seria. Aunque algunos comentaristas piensan que Marx abandonó posteriormente esta visión radical, las evidencias que apoyan esa conclusión son pocas. Marx nunca la rechazó explícitamente (aunque lo hiciera el más sincero Engels, en todos los sentidos). Incluso si Marx hubiera abandonado la opinión, seguirían permaneciendo los problemas básicos. ¿Cómo podría una sociedad comunista abandonar la especialización del trabajo que ha hecho posible la riqueza de la sociedad industrializada moderna y al mismo tiempo mantener los métodos modernos de producción en masa? ¿Cómo podría el paraíso comunista evitar que la humanidad volviera a las técnicas de producción primitivas, altamente improductivas, sin capacitación y de baja intensidad de capital que ha mantenido a la mayoría de los hombres en condiciones de hambre a lo largo de la mayor parte de la historia humana? 19 Toda la cuestión de la producción económica “después de la revolución” era una grave piedra en el zapato para Marx. Admitía que habría muchos problemas de producción y especialmente distribución durante el periodo de la llamada “dictadura del proletariado”. Este periodo es únicamente la “primera fase de la sociedad comunista, ya que se produce cuando acaba de aparecer después de los estertores de un parto prolongado a partir de la sociedad capitalista”. Marx nunca esperó grandes cosas de esta sociedad. Sin embargo, en la “fase superior de la sociedad comunista”, la regla de la justicia económica se convertiría en realidad: “De cada uno de acuerdo con su capacidad, para cada uno de acuerdo con sus necesidades”. Esto sería fácil de lograr, ya que se liberarían de las cadenas y restricciones de las técnicas productivas capitalistas enormes cantidades de riqueza que estarían esperando a desatarse. Como ha señalado Mises: “Subyaciendo tácitamente la teoría marxista está la nebulosa idea de que los factores naturales de producción son tantos que no tienen que economizarse”. Maurice Cornforth, el filósofo marxista, confirma la sospecha de Mises de que los marxistas ven toda escasez como producto de defectos institucionales en lugar de un hecho básico para el orden del mundo en el que vivimos: “La abolición eventual y final de las escaseces constituye la condición económica para entrar en una sociedad comunista. Cuando haya una producción socializada cuyos productos estén apropiados socialmente, cuando la ciencia y la planificación científica generen la producción de abundancia absoluta y cuando el trabajo sea tan ilustrado y organizado que todos puedan sin sacrificio de sus inclinaciones personales contribuir con sus capacidades laborales al fondo común, todos recibirán una porción de acuerdo con sus necesidades”. 3.4) ¿QUIÉN PLANIFICARÁ? Un problema crítico para el marxista es toda la cuestión de la planificación comunista: ¿cómo se dirigiría la producción? ¿Bajo qué patrones debería la sociedad asignar recursos escasos? Fueran cuales fueran los sueños personales de Marx con respecto a la abolición de la escasez, los recursos no tienen un suministro infinito. Es por esto por lo que la sociedad debe planificar la producción. Marx veía esta actividad como básica para la definición del hombre, pero esta misma actividad implica la existencia de escasez, una paradoja peculiar del marxismo, pues persiste el hecho de que los automóviles no crecen en los árboles. Alguien debe decidir cuántos automóviles deberían 20 fabricarse en comparación con el número de neveras. La planificación es propia de toda producción económica y Marx se daba cuenta de esto: “Por tanto las interrelaciones universales modernas solo pueden ser controladas por personas cuando estén controladas por todos”. Pero ¿cómo pueden “todos” registrar sus preferencias? Si no hay propiedad privada (y, por tanto, no hay economía de libre mercado) y si no hay planificación estatal (no hay planificación política) entonces ¿quién decide qué bienes hay que producir y cuáles no? Murray Rothbard ha enunciado este dilema muy apropiadamente: “Rechazando la propiedad privada, especialmente el capital, los socialistas de izquierda se veían entonces atrapados en una contradicción interna: si el estado va a desaparecer después de la Revolución (inmediatamente para Bakunin, “desvaneciéndose” gradualmente para Marx), ¿cómo va a dirigir el “colectivo” su propiedad sin convertirse él mismo en un enorme Estado de hecho, aunque no de nombre? Esta era la contradicción que ni los marxistas ni los seguidores de Bakunin fueron nunca capaces de resolver”. 3.5) EL PROBLEMA DE LA ESCASEZ La necesidad de coordinar la producción implica la existencia de escaseces que la producción pretende aliviar. Si todos tuvieran todo lo que desearan en el momento en que lo quisieran, la producción sería innecesaria. Las materias primas deben transformarse en bienes o indirectamente en servicios y estos bienes tienen que enviarse de un lugar a otro. Esas acciones requieren tiempo (interés sobre la inversión de bienes de capital), planificación (beneficio por el éxito y perdida por el fracaso) y trabajo (salarios). En resumen, la producción requiere planificación. Ninguna sociedad se enfrenta nunca al problema de “planear o no planear”. El problema al que se enfrenta la sociedad es la cuestión de usar el plan de quién. Karl Marx negaba la validez de la planificación del mercado libre, ya que el mercado libre se basa en la propiedad privada de los medios de producción, incluyendo el uso del dinero. El dinero, para Marx, es la esencia cristalizada de la producción alienada: es el núcleo del dinamismo del capitalismo. Su esperanza ferviente era abolir el uso del dinero para siempre. Al mismo tiempo, negaba la validez de la planificación centralizada por el Estado. ¿Cómo podía mantener su “asociación” al convertirse en un estado? El escritor fabiano G. D. H. Cole ha visto claramente qué necesita la demanda para una sociedad sin clases: “Pero una sociedad sin clases significa, en el mundo moderno, una sociedad en la que la distribución de rentas está controlada colectivamente, como una función política de la propia sociedad. Significa 21 además que esta distribución controlada de rentas debe hacerse de tal manera que no deje ningún espacio para el crecimiento de las diferencias de clase”. En otras palabras, dada la necesidad de una función política en un mundo supuestamente sin estado, cómo pueden los marxistas escapar a la advertencia dada una vez por León Trotsky: “En un país en el que el único empresario es el Estado, oponerse significa morirse lentamente de hambre. El viejo principio: quien no trabaje no comerá, ha sido reemplazado por uno nuevo: El que no obedezca no comerá”. En último término, la aceptación de la existencia de escasez debe ser parte de cualquier análisis social sensato. En contraste con esta opinión rousseaunianamarxista de la división del trabajo se encuentran tanto la visión cristiana tradicional como la visión libertaria de profesor Mises. Los hombres tienen una propensión natural a consumir. Si no se controla, esta tendencia podría generar saqueo, destrucción e incluso muerte. 3.6) LA NECESIDAD DE PRODUCIR El deseo de consumir debe atemperarse por una voluntad de producir y de intercambiar los frutos de la producción sobre una base de valor por valor recibido. Así que toda persona solo consume lo que se ha ganado, al tiempo que extiende el mismo derecho a otros. Uno los principales controles sobre las acciones de los hombres es el hecho de la escasez económica. Para extraer de una tierra resistente la riqueza que desean los hombres, estos se ven obligados a cooperar. Su cooperación puede ser voluntaria, en un mercado libre, o puede ser forzada desde arriba por alguna entidad política. La escasez hace necesaria una división económica del trabajo. Aquellos con ciertos talentos pueden servir mejor a sus propios intereses y a los intereses de la sociedad concentrando sus actividades en las áreas de producción en las que son más eficientes. Hace falta esa especialización si se quiere aumentar la productividad. Si los hombres desean tener más bienes materiales y más servicios personales, deben elegir empleos en los que puedan convertirse en productores eficaces. Quienes están a favor de una disposición de libre mercado argumentan que cada hombre está mejor preparado que cualquier consejo remoto de supervisores para disponer sus propios asuntos y elegir su destino de acuerdo con sus deseos, talentos y sueños. Pero, aunque el estado dirija la producción o la demanda de un mercado libre, la especialización al trabajo es obligatoria. Esta especialización promueve la armonía social; la división del 22 trabajo obliga a los hombres a evitar acciones hostiles entre ellos si quieren tener una cooperación económica eficaz y productiva. Desde esta perspectiva, la división del trabajo promueve la unidad social sin requerir uniformidad colectiva. Reconoce la existencia de diferencias humanas, diferencias geográficas y escasez; al hacerlo, se enfrenta al mundo de una manera realista, tratando de encontrar la mejor solución posible a la vista de una condición esencial e inevitable del hombre. En resumen, la causa de la escasez económica no son las “instituciones sociales deformadas” como afirman los socialistas y marxistas: es algo básico en la condición humana. Aunque esto no significa una especialización total, ya que el hombre no es una máquina, sí reclama que los hombres reconozcan la existencia de esta realidad. Sí reclama que la división del trabajo sea aceptada por los teóricos sociales como un beneficio social positivo. 3.7) UNA PREMISA DEFECTUOSA Quien quiera entender por qué el sistema marxista estaba tan completamente en desacuerdo con el mundo del siglo XIX y por qué es tan completamente inoperativo en la práctica, haría bien en examinar la actitud de Marx hacia la división del trabajo. Esta hace evidente por qué siempre rechazó crear “planos para el paraíso comunista” y se concentró en atacar el marco capitalista: su visión de futuro era utópica. Esperaba que el hombre se regenerada por la violencia de la Revolución. El mundo posterior sería esencialmente distinto: no habría escasez, ni lucha, ni mal, en definitiva. Las leyes de la comunidad no serían las leyes que funcionan bajo el capitalismo burgués. Así que, en general, Marx permanecía en silencio acerca del paraíso por venir. Tenía que hacerlo. No había manera posible de reconciliar sus esperanzas en el futuro con la realidad del mundo. Marx era un escapista: quería eludir el tiempo, la escasez y las limitaciones terrenales. Su análisis económico estaba dirigido hacia este mundo y por tanto era totalmente crítico: sus esperanzas para el futuro eran utópicas, irreales y, en definitiva, religiosas. Su plan era una religión: una religión de la revolución. 23 CAPITULO IV LA DIVISIÓN DEL TRABAJO SEGÚN EMILE DURKHEIM 4.1) EL PROBLEMA Aunque la división del trabajo no sea cosa que date de ayer, sin embargo, solamente a finales del siglo último es cuando las sociedades han comenzado a tener conciencia de esta ley, cuyos efectos sentían casi sin darse cuenta. Sin duda que en la antigüedad muchos pensadores se apercibieron de su importancia; pero Adam Smith es el primero que ha ensayado hacer la teoría. Es él, además, quien creó este nombre que la ciencia social proporcionó más tarde a la Biología. Hoy día se ha generalizado ese fenómeno hasta un punto tal que salta a la vista de todos. No hay que hacerse ya ilusiones sobre las tendencias de nuestra industria moderna; se inclina cada vez más a los mecanismos poderosos, a las grandes agrupaciones de fuerzas y de capitales, y, por consecuencia, a la extrema división del trabajo. No solamente en el interior de las fábricas se han separado y especializado las ocupaciones hasta el infinito, sino que cada industria es ella misma una especialidad que supone otras especialidades. Adam Smith y Stuart Mill todavía esperaban que al menos la agricultura sería una excepción a la regla, y en ella veían el último asilo de la pequeña propiedad. Aun cuando en semejante materia convenga guardarse de generalizar con exceso, sin embargo, parécenos hoy difícil poner en duda que las principales ramas de la industria agrícola se encuentran cada vez más arrastradas en el movimiento general. En fin, el mismo comercio se ingenia en seguir y reflejar, en todos sus matices, la diversidad infinita de las empresas industriales, y mientras esta evolución se realiza con una espontaneidad irreflexiva, los economistas que escrutan las causas y aprecian los resultados, 24 lejos de condenarla y combatirla, proclaman su necesidad. Ven en ella la ley superior de las sociedades humanas y la condición del progreso. Pero la división del trabajo no es especial al mundo económico; se puede observar su influencia creciente en las regiones más diferentes de la sociedad. Las funciones políticas, administrativas, judiciales, se especializan cada vez más. Lo mismo ocurre con las funciones artísticas y científicas. Estamos lejos del tiempo en que la Filosofía era la ciencia única; se ha fragmentado en una multitud de disciplinas especiales, cada una con su objeto, su método, su espíritu. "De medio siglo en medio siglo, los hombres que se han señalado en las ciencias se han hecho más especialistas". Mostrando la naturaleza de los estudios de que se habían ocupado los sabios más ilustres desde hace dos siglos, M. De Candolle observa que en la época de Leibnitz y Newton «apenas si le bastarían dos o tres designaciones para cada sabio; por ejemplo, astrónomo y físico, o matemático, astrónomo y físico, o bien no emplear más que términos generales como filósofo o naturalista. Y aun esto no habría bastado todavía. Los matemáticos y los naturalistas eran algunas veces eruditos o poetas. A fines del siglo XVIII habrían sido incluso necesarias designaciones múltiples para indicar exactamente qué tenían de notable en muchas categorías de ciencias y de letras hombres como Wolff, Haller, Carlos Bonnet. Esta dificultad en el siglo XIX ya no existe, o al menos es muy rara». No solamente el sabio ya no cultiva simultáneamente ciencias diferentes, sino que incluso no abarca el conjunto de toda una ciencia. El círculo de sus investigaciones se restringe a un orden determinado de problemas o incluso a un único problema. Al mismo tiempo, la función científica, que antes casi siempre se acumulaba con alguna otra más lucrativa, como la del médico, la del sacerdote, la del magistrado, la del militar, se basta cada vez más a sí misma. M. De Candolle prevé incluso, para un día no lejano, que la profesión de sabio y la de profesor, hasta hoy tan íntimamente 25 unidas todavía, se disociarán definitivamente. Las recientes especulaciones de la filosofía biológica han acabado por hacernos ver en la división del trabajo un hecho de una generalidad que los economistas que hablaron de ella por vez primera no hubieran podido sospechar. Sábese, en efecto, después de los trabajos de Wolff, de Von Baer, de Milne-Edwards, que la ley de la división del trabajo se aplica a los organismos como a las sociedades; se ha podido incluso decir que un organismo ocupa un lugar tanto más elevado en la escala animal cuanto más especializadas son las funciones. Este descubrimiento ha tenido por efecto, a la vez, extender desmesuradamente el campo de acción de la división del trabajo y llevar sus orígenes a un pasado infinitamente lejano, puesto que llega a ser casi contemporáneo al advenimiento de la vida en el mundo. Ya no es tan sólo una institución social que tiene su fuente en la inteligencia y en la voluntad de los hombres; se trata de un fenómeno de biología general del que es preciso, parece, buscar sus condiciones en las propiedades esenciales de la materia organizada. La división del trabajo social ya no se presenta sino como una forma particular de ese processus general, y las sociedades, conformándose a esta ley, ceden a una corriente nacida bastante antes que ellas y que conduce en el mismo sentido a todo el mundo viviente. Un hecho semejante no puede, evidentemente, producirse sin afectar de manera profunda nuestra constitución moral, pues el desenvolvimiento del hombre se hará en dos sentidos completamente diferentes, según nos abandonemos a ese movimiento o le ofrezcamos resistencia. Mas entonces una cuestión apremiante se presenta: entre esas dos direcciones, ¿cuál debemos querer? Nuestro deber ¿es buscar y llegar a constituir un ser acabado y completo, un todo que se baste a sí mismo, o bien, por el contrario, limitarnos a formar la parte de un todo, el órgano de un organismo? En una palabra, la división del trabajo, al mismo tiempo que es una ley de la Naturaleza, ¿es también una regla moral de la conducta humana, y, si 26 tiene este carácter, por qué causas y en qué medida? No es necesario demostrar la gravedad de este problema práctico, pues, sea cual fuere el juicio que se tenga sobre la división del trabajo, todo el mundo sabe muy bien que es y llega a ser cada vez más, una de las bases fundamentales del orden social. Este problema, la conciencia moral de las naciones se lo ha planteado con frecuencia, pero de una manera confusa y sin llegar a resolver nada. Dos tendencias contrarias encuéntrense en presencia, sin que ninguna de ellas llegue a tomar sobre la otra una preponderancia que no deje lugar a dudas. Parece, sin duda, que la opinión se inclina cada vez más a hacer de la división del trabajo una regla imperativa de conducta, a imponerla como un deber. Los que se sustraen a la misma no son, es verdad, castigados con una pena precisa, fijada por la ley, pero se les censura. Han pasado los tiempos en que parecíanos ser el hombre perfecto aquel que, interesándose por todo sin comprometerse exclusivamente en nada, y siendo capaz de gustarlo y comprenderlo todo, encontraba el medio de reunir y de condensar en él lo que había de más exquisito en la civilización. Hoy día esta cultura general, antes tan alabada, no nos produce otro efecto que el de una disciplina floja y relajada. Para luchar contra la naturaleza tenemos necesidad de facultades más vigorosas y de energías más productivas. Queremos que la actividad, en lugar de dispersarse sobre una superficie amplia, se concentre y gane en intensidad cuanto pierde en extensión. Desconfiamos de esos talentos excesivamente movibles que, prestándose por igual a todos los empleos, rechazan elegir un papel determinado y atenerse a él solo. Sentimos un alejamiento hacia esos hombres cuyo único cuidado es organizar y doblegar todas sus facultades, pero sin hacer de ellas ningún uso definido y sin sacrificar alguna, como si cada uno de ellos debiera bastarse a sí mismo y formar un mundo independiente. Nos parece que ese estado de desligamiento y de indeterminación tiene algo de antisocial. El buen hombre de otras veces no es 27 para nosotros más que un diletante, y negamos al diletantismo todo valor moral; vemos más bien la perfección en el hombre competente que busca, no el ser completo, sino el producir, que tiene una tarea delimitada y que se consagra a ella, que está a su servicio, traza su surco. "Perfeccionarse, dice M. Secrétan, es aprender su papel, es hacerse capaz de llenar su función... La medida de nuestra perfección no se encuentra ya en producirnos una satisfacción a nosotros mismos, en los aplausos de la muchedumbre o en la sonrisa de aprobación de un diletantismo preciso, sino en la suma de servicios proporcionados y en nuestra capacidad para producirlos todavía. Así, el ideal moral, de uno, de simple y de impersonal que era, se va diversificando cada vez más. No pensamos ya que el deber exclusivo del hombre sea realizar en él las cualidades del hombre en general; creemos que está no menos obligado a tener las de su empleo. Un hecho, entre otros, hace sensible este estado de opinión, y es el carácter cada vez más especial que toma la educación. Juzgamos cada vez más necesario no someter todos nuestros hijos a una cultura uniforme, como si todos debieran llevar una misma vida, sino formarlos de manera diferente, en vista de las funciones diferentes que están llamados a cumplir. En resumen, desde uno de sus aspectos, el imperativo categórico de la conciencia moral está en vías de tomar la forma siguiente: ponte en estado de llenar útilmente una función determinada. Pero, en relación con esos hechos, pueden citarse otros que los contradicen. Si la opinión pública sanciona la regla de la división del trabajo, no lo hace sin una especie de inquietud y vacilación. Aun cuando manda a los hombres especializarse, parece siempre temer que se especialicen demasiado. Al lado de máximas que ensalzan el trabajo intensivo hay otras no menos extendidas que señalan los peligros. «Es triste, dice Juan Bautista Say, darse cuenta de no haber 28 jamás hecho que la decimoctava parte de un alfiler; y no se imaginen que únicamente el obrero, que durante toda la vida maneja una lima y un martillo, es quien así degenera en la dignidad de su naturaleza; lo mismo ocurre a aquel que por su profesión ejerce las facultades más sutiles del espíritu». Desde comienzos del siglo, Lemontey, comparando la existencia del obrero moderno con la vida libre y amplia del salvaje, encontraba al segundo bastante más favorecido que al primero. Tocqueville no es menos severo. «A medida, dice, que el principio de la división del trabajo recibe una aplicación más completa, el arte hace progresos, el artesano retrocede». De una manera general, la máxima que nos ordena especializarnos hallase, por todas partes, como negada por el principio contrario, que nos manda realizar a todos un mismo ideal y que está lejos de haber perdido toda su autoridad. Sin duda, en principio, este conflicto nada tiene que deba sorprender. La vida moral, como la del cuerpo y el espíritu, responde a necesidades diferentes e incluso contradictorias; es natural, pues, que sea hecha, en parte, de elementos antagónicos que se limitan y se ponderan mutuamente. No deja de ser menos cierto que, con un antagonismo tan acusado, hay para turbar la conciencia moral de las naciones, ya que además es necesario que pueda explicarse de dónde procede una contradicción semejante. Para poner término a esta indecisión, no recurrimos al método ordinario de los moralistas que, cuando quieren «decidir sobre el valor moral de un precepto, comienzan por presentar una fórmula general de la moralidad para confrontar en seguida el principio discutido. Sabemos hoy lo que valen esas generalizaciones sumarias. Formuladas al comienzo del estudio, antes de toda observación de los hechos, no tienen por objeto dar cuenta de los mismos, sino enunciar el principio abstracto de una legislación ideal completa. No nos dan, pues, un resumen de los caracteres esenciales que presenten realmente las reglas morales de tal sociedad o de tal tipo social determinado; 29 expresan sólo la manera como el moralista se representa la moral. Sin duda que no dejan de ser instructivas, pues nos informan sobre las tendencias morales que están en vías de surgir en momento determinado. Pero tienen sólo el interés de un hecho, no de una concepción científica. Nada autoriza a ver en las aspiraciones personales sentidas por un pensador, por reales que puedan ser, una expresión adecuada de la realidad moral. Traducen necesidades que nunca son más que parciales; responden a algún desideratum particular y determinado que la conciencia, por una ilusión que en ella es habitual, erige en un fin último o único. ¡Cuántas veces ocurre incluso que son de naturaleza mórbida! No debería uno, pues, referirse a ellas como a criterios objetivos que permiten apreciar la moralidad de las prácticas. Necesitamos descartar esas deducciones que generalmente no se emplean sino para figurar un argumento y justificar, fuera de tiempo, sentimientos preconcebidos e impresiones personales. La única manera de apreciar objetivamente la división del trabajo es estudiarla primero en sí misma en una forma completamente especulativa, buscar a quién sirve y de quién depende; en una palabra, formarnos de ella una noción tan adecuada como sea posible. Hecho esto, hallarémonos en condiciones de compararla con los demás fenómenos morales y ver qué relaciones mantiene con ellos. Si encontramos que desempeña un papel semejante a cualquiera otra práctica cuyo carácter moral y normal es indiscutible; que si, en ciertos casos, no desempeña ese papel es a consecuencia de desviaciones anormales; que las causas que la producen son también las condiciones determinantes de otras reglas morales, podemos llegar a la conclusión de que debe ser clasificada entre estas últimas. Y así, sin querer sustituirnos a la conciencia moral de las sociedades, sin pretender legislar en su lugar, podemos llevarle un poco de luz y disminuir sus perplejidades. Nuestro trabajo se dividirá, pues, en tres partes principales. Buscaremos primera cuál es la función de la división del trabajo, es decir, a qué 30 necesidad social corresponde. Determinaremos en seguida las causas y las condiciones de que depende. Finalmente, como no habría sido objeto de acusaciones tan graves si realmente no se desviase con más o menos frecuencia del estado normal, buscaremos clasificar las principales formas anormales que presenta, a fin de evitar que sean confundidas con otras. Este estudio ofrecerá además el interés de que, como en Biología, lo patológico nos ayudará a comprender mejor lo fisiológico. Por lo demás, si tanto se ha discutido sobre el valor moral de la división del trabajo, ha sido mucho menos por no estar de acuerdo sobre la fórmula general de la moralidad, que por haber descuidado las cuestiones de hecho que vamos a tocar. Se ha razonado siempre como si fueran evidentes; como si, para conocer la naturaleza, la actuación, las causas de la división del trabajo, bastara analizar la noción que cada uno de nosotros tiene. Un método semejante no tolera conclusiones científicas; así, desde Adam Smith, la teoría de la división del trabajo ha hecho muy pocos progresos. "Sus continuadores, dice Schmoller, con una pobreza de ideas notable, se han ligado obstinadamente a sus ejemplos y a sus observaciones hasta el día en que los socialistas ampliaron el campo de sus observaciones y opusieron la división del trabajo en las fábricas actuales a la de los talleres del siglo XVIII. Pero, incluso ahí, la teoría no ha sido desenvuelta de una manera sistemática y profunda; las consideraciones tecnológicas o las observaciones de una verdad banal de algunos economistas no pudieron tampoco favorecer particularmente el desenvolvimiento de esas ideas." Para saber lo que objetivamente es la división del trabajo, no basta desenvolver el contenido de la idea que nosotros nos hacemos, sino que es preciso tratarla como un hecho objetivo, observarlo, compararlo, y veremos que el resultado de esas observaciones difiere con frecuencia del que nos sugiere el sentido íntimo. 31 4.2) LA FUNCIÓN DE LA DIVISIÓN DEL TRABAJO MÉTODO PARA DETERMINAR ESTA FUNCIÓN La palabra función se emplea en dos sentidos diferentes; o bien designa un sistema de movimientos vitales, abstracción hecha de sus consecuencias, o bien expresa la relación de correspondencia que existe entre esos movimientos y algunas necesidades del organismo. Así se habla de la función de digestión, de respiración, etc.; pero también se dice que la digestión tiene por función la incorporación en el organismo de substancias líquidas y sólidas destinadas a reparar sus pérdidas; que la respiración tiene por función introducir en los tejidos del animal los gases necesarios para el mantenimiento de la vida, etc. En esta segunda acepción entendemos la palabra. Preguntarse cuál es la función de la división del trabajo es, pues, buscar a qué necesidad corresponde; cuando hayamos resuelto esta cuestión, podremos ver si esta necesidad es de la misma clase que aquellas a que responden otras reglas de conducta cuyo carácter moral no se discute. Si hemos escogido este término es que cualquier otro resultaría inexacto o equívoco. No podemos emplear el de fin o el de objeto y hablar en último término de la división del trabajo, porque esto equivaldría a suponer que la división del trabajo existe en vista de los resultados que vamos a determinar. El de resultados o el de efectos no deberá tampoco satisfacernos porque no despierta idea alguna de correspondencia. Por el contrario, las palabras rol o función tienen la gran ventaja de llevar implícita esta idea, pero sin prejuzgar nada sobre la cuestión de saber cómo esta correspondencia se establece, si resulta de una adaptación intencional y preconcebida o de un arreglo tardío. Ahora bien, lo que nos importa es saber si existe y en qué consiste, no si ha sido antes presentida ni incluso si ha sido sentida con posterioridad. 32 Nada parece más fácil, a primera vista, como determinar el papel de la división del trabajo. ¿No son sus esfuerzos conocidos de todo el mundo? Puesto que aumenta a la vez la fuerza productiva y la habilidad del trabajador, es la condición necesaria para el desenvolvimiento intelectual y material de las sociedades; es la fuente de la civilización. Por otra parte, como con facilidad se concede a la civilización un valor absoluto, ni se sueña en buscar otra función a la división del trabajo. Que produzca realmente ese resultado es lo que no se puede pensar en discutir. Pero, si no tuviera otro y no sirviera para otra cosa no habría razón alguna para atribuirle un carácter moral. En efecto, los servicios que así presta son casi por completo extraños a la vida moral, o al menos no tienen con ella más que relaciones muy indirectas y muy lejanas. Aun cuando hoy esté muy en uso responder a las diatribas de Rousseau con ditirambos en sentido inverso, no se ha probado todavía que la civilización sea una cosa moral. Para dirimir la cuestión no puede uno referirse a análisis de conceptos que son necesariamente subjetivos; sería necesario conocer un hecho que pudiera servir para medir el nivel de la moralidad media y observar en seguida cómo cambia a medida que la civilización progresa. Desgraciadamente, nos falta esta unidad de medida; pero poseemos una para la inmoralidad colectiva. La cifra media de suicidios, de crímenes de toda especie, puede servir, en efecto, para señalar el grado de inmoralidad alcanzado en una sociedad dada. Ahora bien, si se hace la experiencia, no resulta en honor de la civilización, puesto que el número de tales fenómenos mórbidos parece aumentar a medida que las artes, las ciencias y la industria progresan. Sería, sin duda, una ligereza sacar de este hecho la conclusión de que la civilización es inmoral, pero se puede, cuando menos, estar cierto de que, si tiene sobre la vida moral una influencia positiva y favorable, es bien débil. Si, por lo demás, se analiza este complexus mal definido que se llama la civilización, se encuentra que los elementos de que está compuesto háyanse 33 desprovistos de todo carácter moral. Es esto sobre todo verdad, con relación a la actividad económica que acompaña siempre a la civilización. Lejos de servir a los progresos de la moral, en los grandes centros industriales es donde los crímenes y suicidios son más numerosos; en todo caso es evidente que no presenta signos exteriores en los cuales se reconozcan los hechos morales. Hemos reemplazado las diligencias por los ferrocarriles, los barcos de vela por los transatlánticos, los pequeños talleres por las fábricas; todo ese gran desplegamiento de actividad se mira generalmente como útil, pero no tiene nada del moralmente obligatorio. El artesano y el pequeño industrial que resisten a esa corriente general y perseveran obstinadamente en sus modestas empresas, cumplen con su deber tan bien como el gran industrial que cubre su país de fábricas y reúne bajo sus órdenes a todo un ejército de obreros. La conciencia moral de las naciones no se engaña: prefiere un poco de justicia a todos los perfeccionamientos industriales del mundo. Sin duda que la actividad industrial no carece de razón de ser; responde a necesidades, pero esas necesidades no son morales. Con mayor razón ocurre esto en el arte, que es absolutamente refractario a todo lo que parezca una obligación, puesto que no es otra cosa que el dominio de la libertad. Es un lujo y un adorno que posiblemente es bueno tener, pero que no está uno obligado a adquirir: lo que es superfluo no se impone. Por el contrario, la moral es el mínimum indispensable, lo estrictamente necesario, el pan cotidiano sin el cual las sociedades no pueden vivir. El arte responde a la necesidad que tenemos de expansionar nuestra actividad sin fin, por el placer de extenderla, mientras que la moral nos constriñe a seguir un camino determinado hacia un fin definido; quien dice obligación dice coacción. Así, aun cuando pueda estar animado por ideas morales o encontrarse mezclado en la evolución de fenómenos morales propiamente dichos, el arte no es moral en sí mismo. Quizá la observación llegaría incluso a 34 establecer que en los individuos, como en las sociedades, un desenvolvimiento intemperante de las facultades estéticas es un grave síntoma desde el punto de vista de la moralidad. De todos los elementos de la civilización, la ciencia es el único que, en ciertas condiciones, presenta un carácter moral. En efecto, las sociedades tienden cada vez más a considerar como un deber para el individuo el desenvolvimiento de su inteligencia, asimilando las verdades científicas establecidas. Hay, desde ahora, un cierto número de conocimientos que todos debemos poseer. No está uno obligado a lanzarse en el gran torbellino industrial; no está uno obligado a ser artista; pero todo el mundo está obligado a no permanecer un ignorante. Esta obligación hállese incluso tan fuertemente sentida que, en ciertas sociedades, no sólo se encuentra sancionada por la opinión pública, sino por la ley. No es, por lo demás, imposible entrever de dónde viene ese privilegio especial de la ciencia. Y es que la ciencia no es otra cosa que la conciencia llevada a su más alto punto de claridad. Ahora bien, para que las sociedades puedan vivir en las condiciones de existencia que actualmente se les han formado, es preciso que el campo de la conciencia, tanto individual como social, se extienda y se aclare. En efecto, como los medios en que viven se hacen cada vez más complejos, y, por consiguiente, cada vez más movibles, para durar es preciso que cambien con frecuencia. Por otra parte, cuanto más obscura es una conciencia, más refractaria es al cambio, porque no percibe con bastante rapidez la necesidad del cambio ni el sentido en que es necesario cambiar; por el contrario, una conciencia esclarecida sabe por adelantado prepararse la forma de adaptación. He aquí por qué es preciso que la inteligencia, guiada por la ciencia, tome una mayor parte en el curso de la vida colectiva. Sólo que la ciencia que todo el mundo necesita así poseer no merece en modo alguno llamarse con este nombre. No es la ciencia; cuando más, la parte común y la más general. Se reduce, en efecto, a un pequeño 35 número de conocimientos indispensables que a todos se exigen porque están al alcance de todos. La ciencia propiamente dicha pasa muy por encima de ese nivel vulgar. No sólo comprende lo que es una vergüenza ignorar, sino lo que es posible saber. No supone únicamente en los que la cultivan esas facultades medias que poseen todos los hombres, sino disposiciones especiales. Por consiguiente, no siendo asequible más que a un grupo escogido, no es obligatoria; es cosa útil y bella, pero no es tan necesaria que la sociedad la reclame imperativamente. Es una ventaja proveerse de ella; nada hay de inmoral en no adquirirla. Es un campo de acción abierto a la iniciativa de todos, pero en el que nadie está obligado a penetrar. Nadie está obligado a ser ni un sabio ni un artista. La ciencia está, pues, como el arte y la industria, fuera de la moral. Si tantas controversias han tenido lugar sobre el carácter moral de la civilización, es que, con gran frecuencia, los moralistas no han tenido un criterio objetivo para distinguir los hechos morales de los hechos que no lo son. Es costumbre calificar de moral a todo lo que tiene alguna nobleza y algún precio, a todo lo que es objeto de aspiraciones un tanto elevadas, y gracias a esta extensión excesiva de la palabra se ha introducido la civilización en la moral. Pero es preciso que el dominio de la Ética sea tan indeterminado; comprende todas las reglas de acción que se imponen imperativamente a la conducta y a las cuales está ligada una sanción, pero no va más allá. Por consiguiente, puesto que nada hay en la civilización que ofrezca ese criterio de la moralidad, moralmente es indiferente. Si, pues, la división del trabajo no tuviera otra misión que hacer la civilización posible, participaría de la misma neutralidad moral. Por no ver generalmente otra función en la división del trabajo, es por lo que las teorías que se han presentado son, hasta ese punto, inconsistentes. En efecto, suponiendo que exista una zona neutra en moral, es imposible que la división del trabajo forme parte de la misma. Si no es buena, es mala; si no es 36 moral, no es moral. Si, pues, no sirve para otra cosa, se cae en insolubles antinomias, pues las ventajas económicas que presenta están compensadas por inconvenientes morales, y como es imposible sustraer una de otra a esas dos cantidades heterogéneas e incomparables, no se debería decir cuál de las dos domina sobre la otra, ni, por consiguiente, tomar un partido. Se invocará la primacía de la moral para condenar radicalmente la división del trabajo. Pero, aparte de que esta última ratio es siempre un golpe de Estado científico, la evidente necesidad de la especialización hace imposible sostener una posición tal. Hay más; si la división del trabajo no llena otra misión, no solamente no tiene carácter moral, sino que, además, no se percibe cuál sea su razón de ser. Veremos, en efecto, cómo por sí misma la civilización no tiene valor intrínseco y absoluto; lo que la hace estimable es que corresponde a ciertas necesidades. Ahora bien, y esta proposición se demostrará más adelante, esas necesidades son consecuencias de la división del trabajo. Como ésta no se produce sin un aumento de fatiga, el hombre está obligado a buscar, como aumento de reparaciones, esos bienes de la civilización que, de otra manera, no tendrían para él interés alguno. Si, pues, la división del trabajo no respondiera a otras necesidades que éstas, no tendría otra función que la de atenuar los efectos que ella misma produce, que curar las heridas que ocasiona. En esas condiciones podría ser necesario sufrirla, pero no habría razón para quererla, porque los servicios que proporcionaría se reducirían a reparar las pérdidas que ocasionare. Todo nos invita, pues, a buscar otra función a la división del trabajo. Algunos hechos de observación corriente van a ponernos en camino de la solución. SOLIDARIDAD MECÁNICA O POR SEMEJANZAS El lazo de solidaridad social a que corresponde el derecho represivo es aquel cuya ruptura constituye el crimen; llamamos con tal nombre a todo acto que, en 37 un grado cualquiera, determina contra su autor esa reacción característica que se llama pena. Buscar cuál es ese lazo equivale a preguntar cuál es la causa de la pena o, con más claridad, en qué consiste esencialmente el crimen. Hay, sin duda, crímenes de especies diferentes; pero entre todas esas especies hay, con no menos seguridad, algo de común. La prueba está en que la reacción que determinan por parte de la sociedad, a saber, la pena, salvo las diferencias de grado, es siempre y por todas partes la misma. La unidad del efecto nos revela la unidad de la causa. No solamente entre todos los crímenes previstos por la legislación de una sola y única sociedad, sino también entre todos aquellos que han sido y están reconocidos y castigados en los diferentes tipos sociales, existen seguramente semejanzas esenciales. Por diferentes que a primera vista parezcan los actos así calificados, es imposible que no posean algún fondo común. Afectan en todas partes de la misma manera la conciencia moral de las naciones y producen en todas partes la misma consecuencia. Todos son crímenes, es decir, actos reprimidos con castigos definidos. Ahora bien, las propiedades esenciales de una cosa son aquellas que se observan por todas partes donde esta cosa existe y que sólo a ella pertenecen. Si queremos, pues, saber en qué consiste esencialmente el crimen, es preciso desentrañar los rasgos comunes que aparecen en todas las variedades criminológicas de los diferentes tipos sociales. No hay que prescindir de ninguna. Las concepciones jurídicas de las sociedades más inferiores no son menos dignas de interés que las de las sociedades más elevadas; constituyen hechos igualmente instructivos. Hacer de ellas abstracción sería exponernos a ver la esencia del crimen allí donde no existe. El biólogo habría dado una definición muy inexacta de los fenómenos vitales si hubiera desdeñado la observación de los seres monocelulares; de la sola contemplación de los organismos y, sobre todo, de los organismos superiores, habría sacado la conclusión errónea de que la vida consiste 38 esencialmente en la organización. El medio de encontrar este elemento permanente y general no es, evidentemente, el de la enumeración de actos que han sido, en todo tiempo y en todo lugar, calificados de crímenes, para observar los caracteres que presentan. Porque si, dígase lo que se quiera, hay acciones que han sido universalmente miradas como criminales, constituyen una ínfima minoría, y, por consiguiente, un método semejante no podría darnos del fenómeno sino una noción singularmente truncada, ya que no se aplicaría más que a excepciones. Semejantes variaciones del derecho represivo prueban, a la vez, que Ese carácter constante no debería encontrarse entre las propiedades intrínsecas de los actos impuestos o prohibidos por las reglas penales, puesto que presentan una tal diversidad, sino en las relaciones que sostienen con alguna condición que les es externa. Se ha creído encontrar esta relación en una especie de antagonismo entre esas acciones y los grandes intereses sociales, y se ha dicho que las reglas penales enunciaban para cada tipo social las condiciones fundamentales de la vida colectiva. Su autoridad procederá, pues, de su necesidad; por otra parte, como esas necesidades varían con las sociedades, explicaríase de esta manera la variabilidad del derecho represivo. Pero sobre este punto ya nos hemos explicado. Aparte de que semejante teoría deja al cálculo y a la reflexión una parte excesiva en la dirección de la evolución social, hay multitud de actos que han sido y son todavía mirados como criminales, sin que, por sí mismos, sean perjudiciales a la sociedad. El hecho de tocar un objeto tabou, un animal o un hombre impuro o consagrado, de dejar extinguirse el fuego sagrado, de comer ciertas carnes, de no haber inmolado sobre la tumba de los padres el sacrificio tradicional, de no pronunciar exactamente la fórmula ritual, de no celebrar ciertas fiestas, etc., etc., ¿por qué razón han podido constituir jamás un peligro social? Sin embargo, sabido es el lugar que ocupa en el derecho represivo de una multitud de pueblos la reglamentación del rito, 39 de la etiqueta, del ceremonial, de las prácticas religiosas. No hay más que abrir el Pentateuco para convencerse, y como esos hechos se encuentran normalmente en ciertas especies sociales, no es posible ver en ellos ciertas anomalías o casos patológicos que hay derecho a despreciar. Aun en el caso de que el acto criminal perjudique ciertamente a la sociedad, es preciso que el grado perjudicial que ofrezca se halle en relación regular con la intensidad de la represión que lo castiga. En el derecho penal de los pueblos más civilizados, el homicidio está universalmente considerado como el más grande de los crímenes. Sin embargo, una crisis económica, una jugada de bolsa, una quiebra, pueden incluso desorganizar mucho más gravemente el cuerpo social que un homicidio aislado. Sin duda el asesinato es siempre un mal, pero no hay nada que pruebe que sea el mayor mal. ¿Qué significa un hombre menos en la sociedad? ¿Qué significa una célula menos en el organismo? Dícese que la seguridad general estaría amenazada para el porvenir si el acto permaneciera sin castigo; que se compare la importancia de ese peligro, por real que sea, con el de la pena; la desproporción es manifiesta. En fin, los ejemplos que acabamos de citar demuestran que un acto puede ser desastroso para una sociedad sin que se incurra en la más mínima represión. Esta definición del crimen es, pues, inadecuada, mírese como se la mire. ¿Se dirá, modificándola, que los actos criminales son aquellos que parecen perjudiciales a la sociedad que los reprime? ¿Que las reglas penales son manifestación, no de las condiciones esenciales a la vida social, sino de las que parecen tales al grupo que las observa? Semejante explicación nada explica, pues no nos enseña por qué en un gran número de casos las sociedades se han equivocado y han impuesto prácticas que, por sí mismas, no eran ni útiles siquiera. En definitiva, esta pretendida solución del problema se reduce a un verdadero "truísmo", pues si las sociedades obligan así a cada individuo a obedecer a sus reglas, es evidentemente porque estiman, con 40 razón o sin ella, que esta obediencia regular y puntual les es indispensable; la sostienen enérgicamente. Es como si se dijera que las sociedades juzgan las reglas necesarias porque las juzgan necesarias. Lo que nos hace falta decir es por qué las juzgan así. Si este sentimiento tuviera su causa en la necesidad objetiva de las prescripciones penales, o, al menos, en su utilidad, sería una explicación. Pero hallase en contradicción con los hechos; la cuestión, pues, continúa sin resolver. Sin embargo, esta última teoría no deja de tener cierto fundamento; con razón busca en ciertos estados del sujeto las condiciones constitutivas de la criminalidad. En efecto, la única característica común a todos los crímenes es la de que consisten—salvo algunas excepciones aparentes que más adelante se examinarán—en actos universalmente reprobados por los miembros de cada sociedad. Se pregunta hoy día si esta reprobación es racional y si no sería más cuerdo ver en el crimen una enfermedad o un yerro. Pero no tenemos por qué entrar en esas discusiones; buscamos el determinar lo que es o ha sido, no lo que debe ser. Ahora bien, la realidad del hecho que acabamos de exponer no ofrece duda; es decir, que el crimen hiere sentimientos que, para un mismo tipo social, se encuentran en todas las conciencias sanas. SOLIDARIDAD DEBIDA A LA DIVISIÓN DEL TRABAJO U ORGANICA La naturaleza misma de la sanción restitutiva basta para mostrar que la solidaridad social a que corresponde ese derecho es de especie muy diferente. Distingue a esta sanción el no ser expiatoria, el reducirse a un simple volver las cosas a su estado. No se impone, a quien ha violado el derecho o a quien lo ha desconocido, un sufrimiento proporcionado al perjuicio; se le condena, simplemente, a someterse. Si ha habido hechos consumados, el juez los restablece al estado en que debieran haberse encontrado. Dicta el derecho, no 41 pronuncia penas. Los daños y perjuicios a que se condena un litigante no tienen carácter penal; es tan sólo un medio de volver sobre el pasado para restablecerlo en su forma normal, hasta donde sea posible. Es verdad que Tarde ha creído encontrar una especie de penalidad civil en la condena en costas, que siempre se impone a la parte que sucumbe. Pero, tomada en este sentido, la palabra no tiene más que un valor metafórico. Para que hubiere habido pena, sería preciso, cuando menos, que hubiere habido alguna proporción entre el castigo y la falta, y para eso sería necesario que el grado de gravedad de esta última fuera seriamente establecido. Ahora bien, de hecho, el que pierde el proceso paga los gastos, aun cuando sus intenciones hubieren sido puras, aun cuando no fuere culpable más que de ignorancia. Las razones de esta regla parecen ser, pues, otras muy diferentes: dado que la justicia no es gratuita, estimase equitativo que los gastos sean soportados por aquel que ha dado la ocasión. Es posible, además, que la perspectiva de estos gastos contenga al litigante temerario, pero esto no basta para crear una pena. El temor a la ruina, que de ordinario sigue a la pereza o a la negligencia, puede hacer al negociante activo y aplicado, y, sin embargo, la ruina no es, en el propio sentido de la palabra, la sanción penal de esas faltas. El faltar a esas reglas ni siquiera se castiga con una pena difusa. El litigante que ha perdido su proceso no está deshonrado, su honor no está manchado. Podemos incluso imaginar que esas reglas sean otras de las que son, sin que esto nos irrite. La idea de que el homicidio pueda ser tolerado nos subleva, pero aceptamos sin inconveniente alguno que se modifique el derecho sucesorio y muchos hasta conciben que pueda ser suprimido. Se trata de una cuestión que no rehuimos discutir. Admitimos incluso sin esfuerzo que el derecho de servidumbre o el de usufructo se organice de otra manera, que las obligaciones del vendedor y del comprador se determinen en otra forma, que las funciones administrativas se 42 distribuyan con arreglo a otros principios. Como esas prescripciones no corresponden en nosotros a sentimiento alguno, y como, generalmente, no conocemos científicamente sus razones de ser, puesto que esta ciencia no está hecha todavía, carecen de raíces en la mayor parte de nosotros. Sin duda hay excepciones. No toleramos la idea de que una obligación contraria a las costumbres u obtenida, ya por la violencia, ya por el fraude, pueda ligar a los contratantes. Así, cuando la opinión pública se encuentra en presencia de casos de ese género, se muestra menos indiferente de lo que acabamos de decir y agrava con su censura la sanción penal. Y es que los diferentes dominios de la vida moral no se hallan radicalmente separados unos de otros; al contrario, son continuos, y, por consiguiente, hay entre ellos regiones limítrofes en las que se encuentran a la vez caracteres diferentes. Sin embargo, la proposición precedente sigue siendo cierta en relación con la generalidad de los casos. Es prueba de que las reglas de sanción restitutiva, o bien no forman parte en absoluto de la conciencia colectiva, o sólo constituyen estados débiles. El derecho represivo corresponde a lo que es el corazón, el centro de la conciencia común; las reglas puramente morales constituyen ya una parte menos central; en fin, el derecho restitutivo nace en regiones muy excéntricas para extenderse mucho más allá todavía. Cuanto más suyo llega a ser, más se aleja. Esa característica se ha puesto de manifiesto por la manera cómo funciona. Mientras el derecho represivo tiende a permanecer difuso en la sociedad, el derecho restitutivo se crea órganos cada vez más especiales: tribunales especiales, consejos de hombres buenos, tribunales administrativos de toda especie. Incluso en su parte más general, a saber, en el derecho civil, no se pone en ejercicio sino gracias a funcionarios particulares: magistrados, abogados, etc., que se han hecho aptos para esa función gracias a una cultura especializada. 43 Pero, aun cuando esas reglas se hallen más o menos fuera de la conciencia colectiva, no interesan sólo a los particulares. Si fuera así, el derecho restitutivo nada tendría de común con la solidaridad social, pues las relaciones que regula ligarían a los individuos unos con otros sin por eso unirlos a la sociedad. Serían simples acontecimientos de la vida privada, como pasa, por ejemplo, con las relaciones de amistad. Pero no está ausente, ni mucho menos, la sociedad de esta esfera de la vida jurídica. Es verdad que, generalmente, no interviene por sí misma y en su propio nombre; es preciso que sea solicitada por los interesados. Más, por el hecho de ser provocada, su intervención no deja menos de ser un engranaje esencial del mecanismo, ya que sólo ella es la que le hace funcionar. Es ella la que dicta el derecho, por el órgano de sus representantes. Se ha sostenido, sin embargo, que esa función no tenía nada de propiamente social sino que se reducía a ser conciliadora de los intereses privados; que, por consiguiente, cualquier particular podía llenarla, y que si la sociedad se encargaba era tan sólo por razones de comodidad. Pero nada más inexacto que contemplar en la sociedad una especie de árbitro entre las partes. Cuando se ve llevada a intervenir no es con el fin de poner de acuerdo los intereses individuales; no busca cuál podrá ser la solución más ventajosa para los adversarios y no les propone transacciones, sino que aplica al caso particular que le ha sido sometido las reglas generales y tradicionales del derecho. Ahora bien, el derecho es cosa social en primer lugar, y persigue un objeto completamente distinto al interés de los litigantes. El juez que examina una demanda de divorcio no se preocupa de saber si esta separación es verdaderamente deseable para los esposos, sino si las causas que se invocan entran en alguna de las categorías previstas por la ley. 44 Pero, para apreciar bien la importancia de la acción social, es preciso observarla, no sólo en el momento en que la sanción se aplica o en el que la acción perturbada se restablece, sino también cuando se instituye. En efecto, es necesaria tanto para fundar como para modificar multitud de relaciones jurídicas que rigen ese derecho y que el consentimiento de los interesados no basta para crear ni para cambiar. Tales son, especialmente, las que se refieren al estado de las personas. Aunque el matrimonio sea un contrato, los esposos no pueden ni formalizarlo ni rescindirlo a su antojo. Lo mismo sucede con todas las demás relaciones domésticas, y, con mayor motivo, con todas aquellas que reglamenta el derecho administrativo. Es verdad que las obligaciones propiamente contractuales pueden anudarse y deshacerse sólo con el acuerdo de las voluntades. Pero es preciso no olvidar que, si el contrato tiene el poder de ligar a las partes, es la sociedad quien le comunica ese poder. Supongamos que no sancione las obligaciones contratadas; se convierten éstas en simples promesas que no tienen ya más que una autoridad moral. Todo contrato supone, pues, que detrás de las partes que se comprometen está la sociedad dispuesta a intervenir para hacer respetar los compromisos que se han adquirido; por eso no presta la sociedad esa fuerza obligatoria sino a los contratos que tienen, por sí mismos, un valor social, es decir, son conformes a las reglas de derecho. Ya veremos cómo incluso a veces su intervención es todavía más positiva. Se halla presente, pues, en todas las relaciones que determina el derecho restitutivo, incluso en aquellas que parecen más privadas, y en las cuales su presencia, aun cuando no se sienta, al menos en el estado normal, no deja de ser menos esencial. OTRA PRUEBA DE LO QUE PRECEDE 45 Por consiguiente, y a causa de la importancia de los resultados que preceden, no está de más, antes de continuar, confirmarlos una última vez. Esta nueva comprobación es tanto más útil cuanto que va a proporcionarnos la ocasión de establecer una ley que, además de servir de prueba, nos aclarará todo lo que a continuación se diga. Si las dos clases de solidaridad que acabamos de distinguir poseen la expresión jurídica que hemos dicho, la preponderancia del derecho represivo sobre el derecho cooperativo deberá ser tanto más grande cuanto más pronunciado es el tipo colectivo y más rudimentaria la división del trabajo. A la inversa, a medida que los tipos individuales se desenvuelven y que las tareas se especializan, la proporción entre la extensión de esos dos derechos debe tender a invertirse. Ahora bien, la realidad de esa relación puede demostrarse experimentalmente. Cuanto más primitivas son las sociedades, más semejanzas existen entre los individuos que las componen. Ya Hipócrates, en su escrito De Aere et Locis, había dicho que los escitas tenían un tipo étnico y carecían de tipos personales. Humboldt hace notar en sus Neuspanien que, entre los pueblos bárbaros, se encuentra más bien una fisonomía propia de la horda que fisonomías individuales, y el hecho ha sido confirmado por un gran número de observadores. "De igual manera que los romanos encontraban entre los viejos germanos grandes semejanzas, los llamados salvajes producen un efecto semejante al europeo civilizado. Tal vez la falta de práctica sea con frecuencia la causa principal que determina al viajero a un juicio como ese... ; sin embargo, esta inexperiencia no podría producir sino con dificultad esa consecuencia, si las diferencias a que el hombre civilizado está acostumbrado en su medio natal no fueran realmente más importantes que las que encuentra en los pueblos primitivos. Bien conocida y con frecuencia citada es la frase de Ulloa, de que 46 quien ha visto un indígena de América los ha visto todos". Por el contrario, entre los pueblos civilizados, dos individuos se distinguen uno de otro al primer golpe de vista y sin que una iniciación previa sea para esto necesaria. Hasta donde es posible juzgar del estado del derecho en las sociedades absolutamente inferiores, parece que era completamente represivo. "El salvaje, dice Lubbock, no es en manera alguna libre. En el mundo entero, la vida diaria del salvaje hallase reglamentada por una porción de costumbres (tan imperiosas como las leyes) complicadas y con frecuencia muy molestas, de prohibiciones y de privilegios absurdos. Numerosos reglamentos muy severos, aun cuando no se encuentren escritos, regulan todos los actos de su vida». Se sabe, en efecto, la facilidad con que en los pueblos primitivos se consolidan las maneras de actuar en prácticas tradicionales, y, por otra parte, qué intensa es en ellos la fuerza de la tradición. Las costumbres de los antepasados están rodeadas de un respeto tal que no se las puede derogar sin ser castigado. Pero en tales observaciones falta necesariamente precisión, pues nada es tan difícil de recoger como costumbres que se encuentran en el aire. Para que nuestra experiencia pueda ser llevada con método es preciso hacer que recaiga, en cuanto sea posible, sobre derechos escritos. El derecho de restitución, y sobre todo el derecho cooperativo, se reducen, pues, a muy poca cosa. No es esto todo. Entre las reglas que acabamos de citar, muchas no son tan extrañas al derecho penal como pudiera creerse a primera vista, pues están todas ellas señaladas de un carácter religioso. Todas emanan igualmente de la divinidad; violarlas es ofenderles, y tales ofensas son faltas que deben expiarse. El libro no distingue entre tales o cuales preceptos, sino que todos son palabras divinas a las que no se puede desobedecer impunemente. No tienes cuidado en cumplir con todas las palabras de esta ley que están escritas 47 en este libro temiendo ese nombre glorioso y terrible, el Eterno Dios tuyo, entonces el Eterno te castigará a ti y a tu posteridad. La falta, incluso por error, a un precepto cualquiera constituye un pecado y reclama una expiación. Amenazas de ese género, en las que la naturaleza penal no ofrece duda, sancionan directamente inclusive algunas de esas reglas que hemos atribuido al derecho de restitución. Después de haber decidido que a la mujer divorciada no podrá volver a tomarla su marido si, después de volverse a casar, se divorcia de nuevo, agrega el texto: "Sería esa una abominación ante el Eterno; así tú no cargaras con pecado alguno el país que tu Dios Eterno te da en herencia". He aquí también el versículo en que se regula la manera como deben pagarse los salarios: Las indemnizaciones a que dan origen los cuasi delitos parecen igualmente presentadas como verdaderas expiaciones. Así se lee en el Levítico: "Se castigará también con la muerte al que hubiere golpeado de muerte a una persona, cualquiera que ella sea. Aquel que hubiera golpeado a una bestia hasta matarla tendrá que devolverla; vida por vida, fractura por fractura, ojo por ojo, diente por diente". La reparación del mal causado tiene todo el aspecto de asimilarse al castigo de muerte y de que se la mire como una aplicación de la ley del talión. Es verdad que hay un cierto número de preceptos en los que la sanción no está especialmente indicada; pero ya sabemos con seguridad que es penal. La naturaleza de las expresiones empleadas basta para probarlo. Además, la tradición nos enseña que un castigo corporal se aplicaba a quien violase un precepto negativo, cuando la ley no anunciaba formalmente la pena. En resumen, en grados diversos, todo el derecho, tal como el Pentateuco lo da a conocer, tiene un carácter esencialmente represivo. Señalase más éste en unos sitios que en otros, pero se le siente en todas partes. Por ser todas las 48 prescripciones que contiene mandatos de Dios, colocados, por decirlo así, bajo su garantía directa, deben a este origen un prestigio extraordinario que las hace sacrosantas; así, cuando se las viola, la conciencia pública no se contenta con una simple reparación, sino que exige una expiación que la vengue. Si, pues, lo que constituye la naturaleza propia del derecho penal es la autoridad extraordinaria de las reglas que sanciona, y si los hombres no han conocido jamás ni imaginado una autoridad más alta que la que creen atribuida a su Dios, un derecho que está considerado como la palabra de Dios mismo no puede dejar de ser esencialmente represivo. Hemos podido incluso decir que todo derecho penal es más o menos religioso, pues lo que integra su alma es un sentimiento de respeto por una fuerza superior al hombre individual, por un poder, en cierta manera, transcendente, sea cual fuere el símbolo bajo el cual se haga sentir a las conciencias, y ese sentimiento hállase también en la base de toda religiosidad. He aquí por qué, de una manera general, la represión domina todo el derecho en las sociedades inferiores; es que la religión penetra toda la vida jurídica de las mismas, como también toda la vida social. También ese carácter se encuentra muy marcado en las leyes de Manú. No hay más que ver el lugar eminente que atribuyen a la justicia criminal en el conjunto de las instituciones nacionales. «Para ayudar al rey en sus funciones, dice Manú, el Señor ha producido desde el principio el genio del castigo, protector de todos los seres, ejecutor de la justicia, su propio hijo, y cuya esencia es por completo divina. Es el temor al castigo el que permite a todas las criaturas móviles o inmóviles gozar de lo que les es propio y les impide apartarse de sus deberes.... El castigo gobierna al género humano, el castigo le protege; el castigo vela mientras todo duerme; el castigo es la justicia, dicen los sabios... Todas las 49 clases se corromperían, todas las barreras serían rotas, el universo no sería más que confusión si el castigo no cumpliese más con su deber». La ley de las XII Tablas se refiere ya a una sociedad mucho más avanzada y más próxima a nosotros que lo estaba el pueblo hebreo. Hallase la prueba en que la sociedad romana no ha llegado al tipo de la ciudad sino después de haber pasado por aquel en que la sociedad judía ha quedado detenido y de haberlo sobrepasado; más adelante tendremos la prueba. Otros hechos, por lo demás, son testigos de este alejamiento menor. En primer lugar, se encuentran en la ley de las XII Tablas todos los gérmenes principales de nuestro derecho actual, mientras que no hay, por decirlo así, nada de común entre el derecho hebraico y el nuestro. En segundo lugar, la ley de las XII Tablas es absolutamente laica. Si en la Roma primitiva, a legisladores como a Noma se les atribuía el recibir su inspiración de la divinidad, y si, por consiguiente, el derecho y la religión estaban entonces íntimamente mezclados, en el momento en que fueron redactadas las XII Tablas esta alianza había indudablemente cesado, pues ese monumento jurídico se ha presentado, desde su origen, como una obra humana por completo y que no se refería más que a relaciones humanas. No se encuentra en ella sino algunas disposiciones referentes a ceremonias religiosas, y todavía parecen haber sido admitidas en calidad de leyes suntuarias. Ahora bien, el estado de disociación más o menos completo en que se encuentran el elemento jurídico y el elemento religioso es uno de los signos mejores en que se puede reconocer si una sociedad se halla más o menos desenvuelta que otra. PREPONDERANCIA PROGRESIVA DE LA SOLIDARIDAD ORGANICA Y SUS CONSECUENCIAS Basta, en efecto, con lanzar una ojeada sobre nuestros Códigos para comprobar en ellos el reducido lugar que el derecho represivo ocupa en relación con el 50 derecho cooperativo. ¿Qué significa el primero al lado del vasto sistema formado por el derecho doméstico, el derecho contractual, el derecho mercantil, etc.? El conjunto de relaciones sometidas a una reglamentación penal sólo representa la fracción más pequeña de la vida general, y, por consiguiente, los lazos que nos unen a la sociedad y que derivan de la comunidad de creencias y de sentimientos, son mucho menos numerosos que los que resultan de la división del trabajo. Es verdad, según hemos hecho ya notar, que la conciencia común, y la solidaridad que produce, no se expresan por entero en el derecho penal; la primera crea otros lazos además de aquellos cuya ruptura reprime. Existen estados no tan fuertes y más vagos de la conciencia colectiva, que hacen sentir su acción por medio de las costumbres, de la opinión pública, sin que esté a ellos ligada sanción legal alguna, y que, sin embargo, contribuyen a asegurar la cohesión de la sociedad. Pero el derecho cooperativo no expresa tampoco todos los lazos que engendra la división del trabajo, pues no nos proporciona de toda esta parte de la vida social más que una representación esquemática. En una porción de casos, las relaciones de mutua dependencia que unen las diversas funciones no están reguladas sino por costumbres, y estas reglas no escritas sobrepasan en número, ciertamente, a aquellas que sirven de prolongación al derecho represivo, ya que deben ser tan diferentes como las funciones sociales mismas. La relación entre unas y otras es, pues, la misma que la de los dos derechos que completan, y, por consiguiente, se pueden hacer abstracciones sin que el resultado del cálculo se modifique. Sin embargo, si no hemos comprobado esta relación más que en nuestras sociedades actuales y en el momento preciso de su historia a que nosotros hemos llegado, cabría preguntarse si ello no es debido a causas temporales y tal vez 51 patológicas. Pero acabamos de ver que, cuanto más se aproxima un tipo social a otro, más predominante se hace el derecho cooperativo; por el contrario, el derecho penal ocupa tanto mayor lugar cuanto más se aleja de nuestra organización actual. Y es que ese fenómeno está ligado, no a alguna causa accidental y más o menos mórbida, sino a la estructura de nuestras sociedades en lo que tiene de más esencial, puesto que se desenvuelve tanto más cuanto más ella se determina. La ley, pues, que hemos dejado establecida en nuestro capítulo precedente nos es doblemente útil. Además de confirmarnos los principios sobre que descansa nuestra conclusión, nos permite establecer la generalidad de esta última. No sólo, de una manera general, la solidaridad mecánica liga menos fuertemente a los hombres que la solidaridad orgánica, sino también, a medida que se avanza en la evolución social, se va relajando cada vez más. En efecto, la fuerza de los lazos sociales que tienen este origen varía en función a las tres condiciones siguientes: 1. a. La relación entre el volumen de la conciencia común y el de la conciencia individual. Tienen tanta mayor energía cuanto la primera recubre más completamente la segunda. 2. a. La intensidad media de los estados de conciencia colectiva. Supuesta igual la relación de los volúmenes, ejerce una acción tanto mayor sobre el individuo cuanto más vitalidad tiene. Si, por el contrario, no está formada sino a impulsos débiles, sólo débilmente la conduce en el sentido colectivo. Tendrá, pues, tanta mayor facilidad para seguir su propia inclinación y la solidaridad no será tan fuerte. 52 3. a. La determinación mayor o menor de esos mismos estados. En efecto, cuanto más definidas son las prácticas y las creencias, menos lugar dejan a las divergencias individuales. Son los moldes uniformes en los cuales todos uniformemente metemos nuestras ideas y nuestras acciones; el consensus es, pues, tan perfecto cómo es posible; todas las conciencias vibran al unísono. A la inversa, cuanto más generales e indeterminadas son las reglas de la conducta y las del pensamiento, más debe intervenir la reflexión individual para aplicarlas a los casos particulares. Ahora bien, no puede despertarse sin que las disidencias estallen, pues, como varía de un hombre a otro en calidad y en cantidad, todo lo que produce tiene el mismo carácter. Las tendencias centrífugas van, pues, multiplicándose a expensas de la cohesión social y de la armonía de los movimientos. Por otra parte, los estados fuertes y definidos de la conciencia común constituyen las raíces del derecho penal. Ahora bien, vamos a ver cómo el número de estas últimas es menor hoy día que antes, y cómo disminuye progresivamente a medida que las sociedades se aproximan a nuestro tipo actual. Y es que la intensidad media y el grado medio de determinación de los estados colectivos han disminuido. De semejante hecho no podemos, es verdad, llegar a la conclusión de que la extensión total de la conciencia común se haya reducido, pues puede ocurrir que la región a que corresponda el derecho penal se haya contraído y que el resto, por el contrario, se haya dilatado. Cabe que haya menos estados fuertes y definidos, y, en cambio, existir un mayor número de otros. Pero este crecimiento, si es real, cuando más resulta equivalente del que se ha producido en la conciencia individual, ya que ésta, por lo menos, ha aumentado en las mismas proporciones. Si hay más cosas comunes a todos, hay también muchas más que son personales a cada uno. Hay incluso motivo para 53 creer que las últimas han aumentado más que las otras, pues las diferencias entre los hombres devienen más pronunciadas a medida que se han cultivado. Acabamos de ver que las actividades especiales se han desenvuelto más que la conciencia común; es, pues, probable, por lo menos, que en cada conciencia particular la esfera personal se ha agrandado mucho más que la otra. En todo caso, la relación entre ellas ha permanecido, cuando más, la misma; por consiguiente, desde este punto de vista, la solidaridad mecánica no ha ganado nada, si es que no ha perdido. Si, pues, por otro lado, sostenemos que la conciencia colectiva se ha hecho más débil y más vaga, podemos estar seguros de que hay un debilitamiento de esta solidaridad, puesto que, de tres condiciones de que depende su potencia de acción, dos, por lo menos, pierden intensidad, permaneciendo sin variar la tercera. Basta con lanzar una ojeada sobre el cuadro para reconocer que un gran número de tipos criminológicos se han disuelto progresivamente. Hoy día, la reglamentación de la vida doméstica ha perdido, casi toda ella, el carácter penal. Sólo hay que exceptuar la prohibición del adulterio y la de la bigamia. Y todavía el adulterio ocupa en la lista de nuestros crímenes un lugar por completo excepcional, puesto que el marido tiene derecho a eximir de la pena a la mujer condenada. En cuanto a los deberes de los demás miembros de la familia, no tienen sanción represiva. Antes no ocurría lo mismo. El Decálogo hace de la piedad filial una obligación social. Así, el hecho de agredir a sus padres, o de maldecirlos, o de desobedecer al padre, se castigaba con la muerte. En la ciudad ateniense que, si bien pertenece al mismo tipo que la ciudad romana, representa, sin embargo, una variedad más primitiva, la legislación en este punto tenía el mismo carácter. Las faltas a los deberes de familia daban ocasión a una demanda especial, «Los que maltrataren o insultaren a sus padres 54 o a sus ascendientes, los que no les suministraren los medios de existencia de que tienen necesidad, los que no les procurasen funerales en relación con la dignidad de sus familias. Los deberes de los parientes hacia el huérfano o la huérfana recibían sanción en virtud de acciones del mismo género. Sin embargo, las penas sensiblemente menores que castigaban estos delitos demuestran que los sentimientos correspondientes no tenían en Atenas la misma fuerza o la misma determinación que en Judea. He aquí, pues, multitud de variedades criminológicas que han desaparecido progresivamente y sin compensación, pues no han surgido otras nuevas. Si nosotros prohibimos la mendicidad, Atenas castigaba la ociosidad. No existe sociedad en la que los atentados dirigidos contra sentimientos nacionales o contra instituciones nacionales se hayan jamás tolerado; la represión parece incluso haber sido más severa en otros tiempos, y, por consiguiente, hay motivo para creer que los sentimientos correspondientes se han debilitado. El crimen de lesa majestad, tan fértil antes en aplicaciones, tiende cada vez más a desaparecer. Sin embargo, se ha dicho a veces que los crímenes contra la persona individual no eran reconocidos en los pueblos inferiores, que el robo y el homicidio incluso eran glorificados. Lombroso ha intentado recientemente recoger de nuevo esta tesis. Ha sostenido "que el crimen, entre los salvajes, no es una excepción, sino la regla general, que nadie le considera un crimen". Más, en apoyo de esta afirmación, sólo cita algunos hechos raros y equívocos que interpreta sin criticarlos. Limitase así a identificar el robo con la práctica comunista o con el bandolerismo internacional. Ahora bien, por el hecho de que la propiedad se halle indivisa entre todos los miembros del grupo, no se deduce, en absoluto, que se encuentre reconocido el derecho al robo; no puede incluso haber robo, 55 sino en la medida en que existe la propiedad. Igualmente, del hecho de que una sociedad no encuentre desagradable el pillaje a expensas de las naciones vecinas, no se puede deducir la conclusión de que tolere las mismas prácticas en las relaciones interiores y no proteja a sus nacionales unos contra otros. Ahora bien, la impunidad del bandidaje interno es la que sería preciso demostrar. Verdad es que hay un texto de Diodoro y otro de Aulo-Gelio que podrían hacer creer que semejante licencia ha existido en el antiguo Egipto. Pero contradicen esos textos todo lo que sabemos sobre civilización egipcia: "¿Cómo admitir, dice muy justamente Thonissen, la tolerancia del robo en un país en el que las leyes aplicaban la pena de muerte al que vivía de ganancias ilícitas; en el que una simple alteración en un peso o en una medida se castigaba con la pérdida de ambas manos?". Se puede intentar por vía de conjetura reconstruir los hechos que los escritores nos han transmitido inexactamente, pero la inexactitud de su relato no es dudosa. PREPONDERANCIA PROGRESIVA DE LA SOLIDARIDAD ORGANICA Y SUS CONSECUENCIAS Constituye, pues, una ley histórica el que la solidaridad mecánica, que en un principio se encuentra sola o casi sola, pierda progresivamente terreno, y que la solidaridad orgánica se haga poco a poco preponderante. Más cuando la manera de ser solidarios los hombres se modifica, la estructura de las sociedades no puede dejar de cambiar. La forma de un cuerpo se transforma necesariamente cuando las afinidades moleculares no son ya las mismas. Por consiguiente, si la proposición precedente es exacta, debe haber dos tipos sociales que correspondan a esas dos especies de solidaridad. Si se intenta constituir con el pensamiento el tipo ideal de una sociedad cuya cohesión resultare exclusivamente de semejanzas, deberá concebírsela como 56 una masa absolutamente homogénea en que las partes no se distinguirían unas de otras, y, por consiguiente, no estarían coordinadas entre sí; en una palabra, estaría desprovista de toda forma definida y de toda organización. Este sería el verdadero protoplasma social, el germen de donde surgirían todos los tipos sociales. Proponemos llamar horda al agregado así caracterizado. Verdad es que, de una manera completamente auténtica, todavía no se han observado sociedades que respondieran en absoluto a tal descripción. Sin embargo, lo que hace que se tenga derecho a admitir como un postulado su existencia, es que las sociedades inferiores, las que están, por consiguiente, más próximas a esa situación primitiva, se hallan formadas por una simple repetición de agregados de ese género. Encuéntrese un modelo, perfectamente puro casi, de esta organización social entre los indios de América del Norte. Cada tribu iroquesa, por ejemplo, hállase formada de un cierto número de sociedades parciales (las que más, abarcan ocho) que presentan los caracteres que acabamos de indicar. Los adultos de ambos sexos son entre sí iguales unos a otros. Las sachems y los jefes que se hallan a la cabeza de cada uno de esos grupos, y cuyo consejo administra los asuntos comunes de la tribu, no gozan de superioridad alguna. El mismo parentesco no está organizado, pues no se puede dar ese nombre a la distribución por generaciones. En la época tardía en que se ha observado esos pueblos, había, sin duda, algunas obligaciones especiales que unían al niño a su madre; pero tales relaciones reducíanse, en verdad, a poca cosa y no se distinguían sensiblemente de las que sostenían con los demás miembros de la sociedad. En principio, todos los individuos de la misma edad eran parientes unos de otros en el mismo grado. En otros casos nos aproximamos, todavía más, a la horda; los señores Fison y Howitt describen las tribus australianas, las cuales no comprenden más que dos de esas divisiones. 57 Otra es completamente la estructura de las sociedades en que la solidaridad orgánica es preponderante. Están constituidas, no por una repetición de segmentos similares y homogéneos, sino por un sistema de órganos diferentes, cada uno con su función especial y formados, ellos mismos, de partes diferenciadas. A la vez que los elementos sociales no son de la misma naturaleza, tampoco se hallan dispuestos de la misma forma. No se encuentran ni yuxtapuestos linealmente, como los anillos de un anélido, ni encajados unos en otros, sino coordinados y subordinados unos a otros, alrededor de un mismo órgano central que ejerce sobre el resto del organismo una acción moderatriz. Este mismo órgano no tiene ya el carácter que en el caso precedente, pues, si los otros dependen de él, él depende a su vez de ellos. Sin duda que hay todavía una situación particular y si se quiere privilegiada; pero es debida a la naturaleza del papel que desempeña y no a una causa extraña a esas funciones, a una fuerza cualquiera que se le comunica desde fuera. Sólo tiene elemento temporal y humano; entre él y los demás órganos no hay más que diferencias de grados. Por eso, en el animal, la preminencia del sistema nervioso sobre los demás sistemas se reduce al derecho, si así puede hablarse, de recibir un alimento más escogido y a tomar su parte antes que los demás; pero tiene necesidad de ellos como ellos tienen necesidad de él. Este tipo social descansa sobre principios hasta tal punto diferentes del anterior, que no puede desenvolverse sino en la medida en que aquel va borrándose. En efecto, los individuos se agrupan en él, no ya según sus relaciones de descendencia, sino con arreglo a la naturaleza particular de la actividad social a la cual se consagran. Su medio natural y necesario no es ya el medio natal sino el medio profesional. No es ya la consanguinidad, real o ficticia, la que señala el lugar de cada uno, sino la función que desempeña. No cabe duda que, cuando 58 esta nueva organización comienza a aparecer, intenta utilizar la existente y asimilársela. La manera como las funciones entonces se dividen está calcada, con la mayor fidelidad posible, sobre la división ya existente en la sociedad. Los segmentos, o al menos los grupos de segmentos unidos por afinidades especiales, se convierten en órganos. Así, los clans cuyo conjunto forma la tribu de los Levitas aprópianse en el pueblo hebreo las funciones sacerdotales. De una manera general, las clases y las castas no tienen realmente ni otro origen ni otra naturaleza: provienen de la mezcla de la organización profesional naciente con la organización familiar prexistente. Pero este arreglo mixto no puede durar mucho tiempo, pues entre los dos términos que intenta conciliar hay un antagonismo que necesariamente acaba por explotar. No hay más que una división del trabajo muy rudimentaria, que pueda adaptarse a estos moldes rígidos, definidos, y que no han sido hechos para ella. No se puede desarrollar más que libertándose de esos cuadros que la encierran. Desde que rebasa un cierto grado de desenvolvimiento, no hay ya relación, ni entre el número inmutable de los segmentos y el de las funciones siempre crecientes que se especializan, ni entre las propiedades hereditariamente fijadas desde un principio y las nuevas aptitudes que las segundas reclaman. Es preciso, pues, que la materia social entre en combinaciones enteramente nuevas para organizarse sobre bases completamente diferentes. Ahora bien, la antigua estructura, en tanto persiste, se opone a ello; por eso es necesario que desaparezca. La misma ley preside al desenvolvimiento biológico. Sabemos hoy que los animales inferiores están formados de segmentos similares, dispuestos ya en masas irregulares, ya en series lineales; incluso en el grado más bajo de la escala, esos elementos, no sólo son semejantes entre sí, 59 sino que, además, son de composición homogénea. Se les da generalmente el nombre de colonias. Pero esta expresión, que, por otra parte, no deja de prestarse a equívoco, no significa que esas asociaciones no constituyan organismos individuales, pues «toda colonia en la que los miembros forman un tejido continuo, en realidad es un individuo». En efecto, lo que caracteriza la individualidad de un agregado cualquiera es la existencia de operaciones efectuadas en común por todas sus partes. Ahora bien, entre los miembros de la colonia hay la aportación en común de materiales nutritivos y la imposibilidad de moverse como no sea para movimientos de conjunto, en tanto la colonia no se disuelve. Hay más: el huevo surgido de uno de los segmentos asociados reproduce, no a ese segmento, sino a la colonia entera de que forma parte: «entre las colonias de pólipos y los animales más elevados no hay, desde este punto de vista, ninguna diferencia». Lo que hace, sin embargo, toda separación radical imposible, es que no hay organismos, por centralizados que sean, que no presenten, en grados diversos, la constitución colonial. Se encuentran vestigios hasta en los vertebrados, en la composición de su esqueleto, de su aparato urogenital, etc.; sobre todo, su desenvolvimiento embrionario ofrece la prueba indudable de que no son otra cosa más que colonias modificadas. La ley que hemos establecido en los dos últimos capítulos ha podido, por un rasgo, mas sólo por un rasgo, recordar la que domina la sociología de Spencer. Hemos dicho, como él, que el lugar del individuo en la sociedad, nulo en el origen, ha ido aumentando con la civilización. Pero este hecho indudable se ha presentado a nosotros bajo un aspecto totalmente diferente que al filósofo inglés, hasta el extremo que, por último, nuestras conclusiones se oponen a las suyas en vez de repetirlas. 60 En primer lugar, según él, esta absorción del individuo en el grupo sería resultado de una obligación y de una organización artificial, exigido por el estado de guerra en que viven de una manera crónica las sociedades inferiores. En efecto, es en la guerra, sobre todo, donde la unión es necesaria para el éxito. Un grupo no puede defenderse contra otro grupo, o someterlo, sino a condición de obrar con unidad. Es preciso, pues, que todas las fuerzas individuales se concentren de una manera permanente en un haz indisoluble. Ahora bien, el único medio de producir esta concentración de todos los instantes es establecer una autoridad muy fuerte a la cual se hallen absolutamente sometidos los particulares. Es preciso que, así "como la voluntad del soldado se encuentra en suspenso hasta el punto que deviene en todo el ejecutor de la voluntad de su oficial, la voluntad de los ciudadanos se encuentra de igual manera disminuida por la del gobierno". Es, pues, un despotismo organizado el que aniquilaría a los individuos, y como esta organización es esencialmente militar, valiéndose del militarismo es como Spencer define esta clase de sociedades. SOLIDARIDAD ORGANICA Y SOLIDARIDAD CONTRACTUAL Es verdad que, en las sociedades industriales de Spencer, lo mismo que en las sociedades organizadas, la armonía social deriva esencialmente de la división del trabajo (1). Caracterízala el consistir en una cooperación producida en forma automática, sólo por el hecho de perseguir cada uno sus propios intereses. Basta que cada individuo se consagre a una función especial para encontrarse, por la fuerza de las cosas, solidarizado con los otros. ¿No es éste el signo que distingue las sociedades organizadas? Pero si Spencer ha señalado muy justamente cuál era, en las sociedades superiores, la causa principal de la solidaridad social, ha menospreciado la 61 manera como esta causa produce su efecto y, por consiguiente, la naturaleza de esa última. En efecto, para él, la que llama solidaridad industrial presenta las dos características que a continuación se indican: Como es espontánea, no es necesario aparato coercitivo alguno ni para producirla ni para mantenerla. La sociedad, pues, no tiene que intervenir para asegurar un concurso que por sí solo se establece. «Todo hombre puede sostenerse con su trabajo, cambiar sus productos por los de otro, prestar su asistencia y recibir una recompensa, entrar en tal o cual asociación para dirigir una empresa, pequeña o grande, sin obedecer a la dirección de la sociedad en su conjunto». La esfera de la acción social iría, pues, estrechándose cada vez más, ya que no tendría otro objeto que impedir a los individuos el que mutuamente se usurpara y recíprocamente se dañaran, esto es, que su regulación sería de carácter negativo meramente. En esas condiciones, el único lazo que queda entre los hombres es el de libertad absoluta de cambio. “Todos los asuntos industriales... se realizan por medio del comercio libre. Esta relación deviene predominante en la sociedad, a medida que la actividad individual deviene predominante”. Ahora bien, la forma normal del cambio es el contrato; por eso, “a medida que con el declinar del militarismo y el ascendiente del industrialismo, el poder y alcance de la autoridad disminuyen y aumenta la acción libre, la relación del contrato se hace general; finalmente, en el tipo industrial, plenamente desenvuelto, esta relación deviene universal”. Es una gran verdad que las relaciones contractuales, que eran muy raras en el origen o no existían, se multiplican a medida que el trabajo social se divide. 62 Pero lo que Spencer no parece haber visto es que las relaciones no contractuales se desenvuelven al mismo tiempo. Examinemos primero esta parte del derecho que se califica impropiamente de privado y que, en realidad, regula las relaciones de las funciones sociales difusas o, dicho de otra manera, la vida visceral del organismo social. En primer lugar, sabemos que el derecho doméstico, de simple que era en un principio, se ha hecho cada vez más complejo, es decir, que las diferentes especies de relaciones jurídicas, a las cuales da nacimiento la vida de familia, son mucho más numerosas que antes. Ahora bien, por una parte, las obligaciones que de ella resultan son de naturaleza eminentemente positiva; es una reciprocidad de derechos y deberes. Por otra parte, no son contractuales, al menos en su forma típica. Las condiciones de que dependen se refieren a nuestro estatuto personal, el cual él a su vez depende de nuestro nacimiento, de nuestras relaciones de consanguinidad, por consiguiente, de los hechos que se hallan sustraídos a nuestra voluntad. Sin embargo, el matrimonio y la adopción son dos fuentes de relaciones domésticas y son contratos. Pero justamente sucede que, cuanto más uno se acerca a los tipos sociales más elevados, más también pierden esas dos operaciones jurídicas su carácter propiamente contractual. Está, finalmente, el derecho administrativo. Llamamos tal al conjunto de reglas que determinan, primero las funciones del órgano central y sus relaciones, en seguida las de los órganos que se hallan inmediatamente subordinados al precedente, sus relaciones unos con otros, con los primeros y con las funciones difusas de la sociedad. Si continuamos tomando a la Biología su lenguaje, que, por ser metafórico, no es menos cómodo, diremos que reglamenta la manera 63 cómo funciona el sistema cerebroespinal del organismo social. Es ese sistema el que, en lengua corriente, se designa bajo el nombre de Estado. Que la acción social que bajo esta forma se expresa sea de naturaleza positiva, nadie lo discute. En efecto, tiene por objeto fijar la manera cómo deben cooperar esas funciones especiales. Incluso, en ciertos aspectos, impone la cooperación, pues esos diversos órganos no pueden mantenerse sino mediante contribuciones exigidas imperativamente a cada ciudadano. Pero, según Spencer, este aparato regulador iría retrocediendo a medida que el tipo industrial se disgrega del tipo militar, y, finalmente, las funciones del Estado serían destinadas a reducirse a la administración de justicia. Sólo que, las razones alegadas en apoyo de esta proposición son de una notoria pobreza. Spencer cree haber podido deducir esta ley general del desenvolvimiento histórico después de una breve comparación entre Inglaterra y Francia y entre la Inglaterra de antes y la de ahora. Sin embargo, las condiciones de la prueba no son diferentes en Sociología que en las demás ciencias. Demostrar una hipótesis no es comprobar que explique bastante bien ciertos hechos traídos a colación, sino establecer experiencias metódicas. Es hacer ver que los fenómenos entre los cuales se establece una relación, o bien concuerdan universalmente, o bien no subsisten los unos sin los otros, o varían en el mismo sentido y en la misma relación. Más algunos ejemplos expuestos sin orden no constituyen una demostración. Las siguientes proposiciones resumen esta primera parte de nuestro trabajo: La vida social mana de una doble fuente: la semejanza de las conciencias y la división del trabajo social. En el primer caso el individuo es socializado, porque, no teniendo individualidad propia, se confunde, así como sus semejantes, en el 64 seno de un mismo tipo colectivo; en el segundo porque, aun teniendo una fisonomía y una actividad personales que le distinguen de los demás, depende de ellos en la misma medida en que se distingue, y, por consiguiente, de la sociedad que de su unión resulta. La semejanza de las conciencias da nacimiento a reglas jurídicas que, bajo la amenaza de medidas represivas, imponen a todo el mundo creencias y prácticas uniformes; cuanto más pronunciada es, más completamente se confunde la vida social con la vida religiosa y más cercanas se encuentran al comunismo las instituciones económicas. La división del trabajo da origen a reglas jurídicas que determinan la naturaleza y las relaciones de las funciones divididas, pero cuya violación no supone más que medidas reparadoras sin carácter expiatorio. 4.3) LAS CAUSAS Y LAS CONDICIONES LOS PROGRESOS DE LA DIVISION DEL TRABAJO Y LOS DE LA FELICIDAD ¿A qué causas se deben los progresos de la división del trabajo? No debería, sin duda, ser problema encontrar una fórmula única que englobare todas las modalidades posibles de la división del trabajo. Una fórmula tal no existe. Cada caso particular depende de causas particulares que no pueden determinarse sino mediante un examen especial. El problema que nos planteamos es más reducido. Si se hace abstracción de las formas variadas que toma la división del trabajo según las condiciones de lugar y tiempo, queda ese hecho general de su desenvolvimiento regular a medida que se avanza en la 65 historia. Ese hecho depende, ciertamente, de causas igualmente comprobadas que vamos a investigar. Esta causa no debería consistir en una representación anticipada de los efectos que produce la división del trabajo contribuyendo a mantener el equilibrio de las sociedades. Sería esa una repercusión demasiado lejana para que pudiera comprenderse por todo el mundo; la mayor parte de los espíritus no tienen de ella conciencia alguna. En todo caso, no podría comenzar a ser sensible sino cuando la división del trabajo estuviera muy avanzada. Según la teoría más extendida, no tiene otro origen que el deseo del hombre en aumentar sin cesar su felicidad. Sábese, en efecto, que, cuanto más se divide el trabajo, más se eleva el rendimiento. Los recursos que pone a nuestra disposición son más abundantes, son también de mejor calidad. La ciencia se hace mejor y más de prisa; las obras de arte son más numerosas y más refinadas, la industria produce más y los productos son más perfectos. Ahora bien, el hombre tiene necesidad de todas estas cosas; parece, pues, que deberá ser tanto más feliz cuantas más posea y, por consiguiente, que se encuentra por naturaleza incitado a buscarlas. Nada menos demostrado que el pretendido axioma sobre el cual descansa. No se puede asignar límite alguno racional a la potencia productiva del trabajo. Sin duda depende del estado de la técnica, de los capitales, etc. Pero esos obstáculos siempre son provisionales, como lo prueba la experiencia, y cada generación hace recular el límite en que se había detenido la generación precedente. Aun cuando llegare un día a un máximum que no pudiera rebasar —lo cual es una conjetura absolutamente gratuita—, es indudable, al menos, que, por el momento, tiene tras de sí un campo de desenvolvimiento inmenso. 66 Si, pues, como se supone, la felicidad aumenta regularmente con ella, sería preciso también que pudiera aumentar indefinidamente o que los aumentos de que es susceptible fueran proporcionados a los precedentes. Si aumenta a medida que los excitantes agradables se hacen más numerosos y más intensos, sería muy natural que el hombre buscara producir más para gozar todavía más. Pero, en realidad, nuestro poder de felicidad es muy limitado. En efecto, es una verdad, hoy generalmente reconocida, que el placer no acompaña ni a los estados de conciencia muy intensos, ni a los muy débiles. Hay dolor cuando la actividad funcional es insuficiente; pero una actividad excesiva produce los mismos efectos. Ciertos fisiólogos creen incluso que el dolor está ligado a una vibración nerviosa excesivamente intensa. El placer hállase, pues, situado entre esos dos extremos. Esta proposición, por lo demás, no es otra cosa que un corolario de la ley de Weber y de Fechner. Si la fórmula matemática que esos experimentadores han dado es de una exactitud discutible, hay un punto, al menos, que ha puesto fuera de duda, y es que las variaciones de intensidad por las cuales puede pasar una sensación están comprendidas entre dos límites. Si el excitante es muy débil, no se siente; si pasa de un cierto grado, los aumentos que recibe producen cada vez menos efecto hasta que cesan por completo de percibirse. Ahora bien, esta ley es igualmente verdad tratándose de esa cualidad de la sensación que se llama el placer. Incluso ha sido formulada para el placer y para el dolor mucho tiempo antes que lo fuera para los demás elementos de la sensación: Bernouilli la aplicó en seguida a los sentimientos más complejos, y Laplace, interpretándola en el mismo sentido, le dio la forma de una relación entre la fortuna física y la fortuna moral. El campo de variaciones que puede recorrer la intensidad de un mismo placer es, pues, limitado. 67 Seguramente existen muchos placeres que hoy nos están abiertos y que naturalezas más sencillas no conocen. Pero, en compensación, estamos expuestos a bastantes sufrimientos que aquéllas se economizan, y no es seguro, en modo alguno, que la balanza se incline en nuestro provecho. El pensamiento es, sin duda, una fuente de venturas, que pueden ser muy vivas; pero, al mismo tiempo, ¡cuántos goces perturba! Para un problema resuelto, ¡cuántas cuestiones suscitadas que quedan sin respuesta! Para una duda aclarada, ¡cuántos misterios percibidos que nos desconciertan! Así, pues, si el salvaje no conoce los placeres que procura una vida muy activa, en cambio es inaccesible al aburrimiento, ese tormento de los espíritus cultivados; deja deslizarse dulcemente su vida sin experimentar perpetuamente la necesidad de llenar sus cortos instantes de hechos numerosos y precipitados. No olvidemos, además, que el trabajo no es todavía, para la mayor parte de los hombres, más que un castigo y una carga. Se objetará que, entre los pueblos civilizados, la vida es más variada, y que la variedad es necesaria para el placer. Pero, al mismo tiempo que una movilidad más grande, la civilización trae consigo una mayor uniformidad; es ella quien ha impuesto al hombre el trabajo monótono y continuo. El salvaje va de una ocupación a otra según sean las circunstancias y las necesidades que le empujan; el hombre civilizado se da por entero a una ocupación, siempre la misma, y que tanta menos variedad ofrece cuanto más restringida es. La organización implica necesariamente una absoluta regularidad en las costumbres, pues no puede tener lugar un cambio en la manera cómo funciona un órgano sin que, de rechazo, todo el organismo se encuentre afectado. Por este lado, nuestra vida ofrece a lo imprevisto una parte menor, al mismo tiempo que, por su mayor inestabilidad, resta al goce una parte de la seguridad que necesita. 68 Cabría preguntarse, sin embargo, si ciertas variaciones que el placer experimenta, por el hecho sólo de durar, no tienen por efecto incitar espontáneamente al hombre a variar, y si, por consiguiente, los progresos de la división del trabajo no pueden explicarse de esta manera. He aquí cómo podría concebirse tal explicación. Si el placer no es la felicidad, por lo menos es un elemento. Ahora bien, pierde en intensidad al repetirse; incluso si se hace muy continuado desaparece por completo. Basta el tiempo para romper el equilibrio que tiende a establecerse y a crear nuevas condiciones de existencia a las cuales el hombre no puede adaptarse sino cambiando. A medida que adquirimos la costumbre de un cierto bienestar, éste se nos escapa y vémonos obligados a lanzarnos a nuevas empresas para encontrarlo. Necesitamos reanimar ese placer que se extingue por medio de excitantes más enérgicos, es decir, multiplicar o hacer más intensos aquellos de que disponemos. Pero esto no es posible como el trabajo no se haga más productivo y, por consiguiente, se divida más. Así, cada progreso realizado en el arte, en la ciencia, en la industria, nos obligara a nuevos progresos, únicamente para no perder los frutos del precedente. Se explicaría, pues, todavía el desenvolvimiento de la división del trabajo por un juego de móviles absolutamente individuales y sin hacer intervenir ninguna causa social. Se dirá, sin duda, que, si nos especializamos, no es por adquirir placeres nuevos, sino para reparar, a medida que se produce, la influencia corrosiva que el tiempo ejerce sobre los placeres adquiridos. LAS CAUSAS La causa que explica los progresos de la división del trabajo hay, pues, que buscarla en ciertas variaciones del medio social. Los resultados del libro anterior pronto nos permiten inducir en qué consisten. 69 Hemos visto, en efecto, que la estructura organizada y, por consiguiente, la división del trabajo, se desenvuelven con regularidad a medida que la estructura segmentaria se desvanece. Quiere esto, pues, decir que este desvanecimiento es causa de ese desenvolvimiento o que lo segundo es causa de lo primero. La última hipótesis es inadmisible, ya que sabemos que la organización segmentaria es para la división del trabajo un obstáculo invencible que tiene que desaparecer, al menos parcialmente, para que aquélla pueda surgir. No puede vivir sino en la medida en que la otra ha dejado de existir. No cabe duda que, desde el momento que existe, puede contribuir a acelerar su regresión; pero sólo se manifiesta después que la otra ha retrocedido. El efecto reacciona sobre la causa pero no pierde por eso su cualidad de efecto; la reacción que ejerce es, por consiguiente, secundaria. El aumento de la división del trabajo se debe, pues, al hecho de que los segmentos sociales pierden individualidad, que los tabiques que los separan se hacen más permeables, en una palabra, que se efectúa entre ellos una coalescencia que deja libre a la materia social para entrar en nuevas combinaciones. Según Spencer, si el crecimiento del volumen social tiene una influencia sobre los progresos de la división del trabajo, no quiere decir que los determine; no hace más que acelerarlos. Se trata sólo de una condición que ayuda al fenómeno. Inestable por naturaleza, toda masa homogénea se hace forzosamente heterogénea, sean cuales fueren sus dimensiones; sólo que se diferencia en forma más completa y rápida cuando es más dilatada. En efecto, como esta heterogeneidad proviene que las diferentes partes de la masa están expuestas a la acción de fuerzas diferentes, es tantos mayores cuantos más partes hay diversamente situada. Tal es el caso para las sociedades: “Cuando una comunidad, que llega a ser muy populosa, se extiende sobre una gran extensión 70 de país y se establece en él, en forma tal que sus miembros viven y mueren en sus distritos respectivos, mantiene sus diversas secciones en circunstancias físicas diferentes, y entonces esas secciones no pueden ya seguir siendo semejantes por sus ocupaciones. Las que viven dispersas continúan dedicadas a la caza y al cultivo de la tierra; las que se extienden por los bordes del mar se prestan más a ocupaciones marítimas; los habitantes de algún lugar escogido, quizá por su posición central, como sitio de reuniones periódicas, se hacen comerciantes y una ciudad se funda... Una diferencia en el suelo y en el clima hace que los habitantes de las ciudades, en las diversas regiones del país, tengan ocupaciones especializadas en parte y se distingan en que producen ganado vacuno, o ganado lanar, o trigo”. En una palabra, la variedad de medios en que están colocados los individuos produce en ellos aptitudes diferentes que determinan su especialización en sentidos divergentes, y si esta especialización aumenta con las dimensiones de las sociedades, es porque esas diferencias externas aumentan al mismo tiempo. No cabe duda que las condiciones exteriores en que viven los individuos los marcan con su sello, y que, siendo diversas, ellas los diferencian. Pero se trata de saber si esta diversidad, que, sin duda, no deja de tener relación con la división del trabajo, basta para constituirla. Es explicable, seguramente, el que, según las propiedades del suelo y las condiciones del clima, los habitantes produzcan aquí trigo, más allá carneros o vacas. Pero las diferencias funcionales no se reducen siempre, como en esos dos ejemplos, a simples matices; a veces son tan marcadas que los individuos entre los cuales el trabajo está dividido forman otras tantas especies distintas y hasta opuestas. Se diría que conspiran para apartarse lo más posible unos de otros. ¿Qué semejanza existe entre el cerebro que piensa y el estómago que digiere? Igualmente, ¿qué hay de común 71 entre el poeta dedicado por completo a sus ilusiones, el sabio a sus investigaciones, el obrero que pasa su vida torneando cabezas de alfiler, el labrador que empuja su arado, el comerciante detrás de su mostrador? Por grande que sea la variedad de condiciones exteriores, en parte alguna presentan diferencias en relación con contrastes tan fuertemente acusados y que, por consiguiente, puedan tenerlos. Incluso cuando se compara, no funciones muy alejadas una de otra, sino tan sólo ramificaciones diversas de una misma función, a veces es completamente imposible darse cuenta a qué diferencias exteriores se debe su separación. El trabajo científico se divide cada vez más. ¿Cuáles son las condiciones climatológicas, geológicas e incluso sociales que pueden haber dado origen a talentos tan diferentes como son los del matemático, del químico, del naturalista, del psicólogo, etc.? Si el trabajo se divide más a medida que las sociedades se hacen más voluminosas y más densas, no es porque las circunstancias exteriores sean más variadas, es que la lucha por la vida es más ardua. Darwin ha observado muy justamente que la concurrencia entre dos organismos es tanto más viva cuanto son más análogos. Teniendo las mismas necesidades y persiguiendo los mismos objetos, en todas partes se encuentran en rivalidad. En tanto poseen más recursos de los que les hacen falta aún pueden vivir uno al lado de otro; pero, si el número de aquéllos aumenta en tales proporciones que todos los apetitos no pueden ser ya satisfechos de modo suficiente, la guerra estalla, y es tanto más violenta cuanto más señalada es esta insuficiencia, es decir, cuanto más elevado es el número de concurrentes. Otra cosa sucede cuando los individuos que coexisten son de especies o de variedades diferentes. Como no se alimentan de la misma manera y no llevan el mismo género de vida, no se estorban mutuamente; lo que hace a los unos prosperar no tiene valor 72 alguno para los otros. Las ocasiones de conflictos disminuyen, pues, con las ocasiones de encuentro, y esto tanto más cuanto que esas especies o variedades háyanse más distantes unas de otras. “Así, dice Darwin, en una región poco extensa, abierta a la inmigración y en la que, por consiguiente, la lucha entre individuo e individuo debe ser muy viva, se nota siempre una gran diversidad en las especies que la habitan. He encontrado que una superficie cubierta de césped, de tres pies por cuatro, que había estado expuesta durante largos años a las mismas condiciones de vida, alimentaba veinte especies de plantas pertenecientes a dieciocho géneros y a ocho órdenes, lo que demuestra hasta qué punto esas plantas diferían unas de otras”. Todo el mundo ha podido, por lo demás, notar que, en un mismo campo, al lado de los cereales, pueden crecer un gran número de malas hierbas. También los animales se zafan tanto más fácilmente de la lucha cuanto más difieren entre sí. En un roble se encuentran hasta doscientas especies de insectos que no guardan unos con otros más que relaciones de buena vecindad. Unos se alimentan de las frutas del árbol, otros de las hojas, otros de la corteza y de las raíces. “Sería absolutamente imposible, dice Haeckel, que semejante número de individuos viviera sobre ese árbol si todos pertenecieran a la misma especie, si todos, por ejemplo, vivieran a expensas de la corteza o solamente de las hojas”. Igualmente, en el interior del organismo, lo que dulcifica la concurrencia entre los diferentes tejidos es que se alimentan de substancias diferentes. Un corolario de todo lo que precede es que la división del trabajo no puede efectuarse sino entre los miembros de una sociedad ya constituida. En efecto, cuando la concurrencia opone unos a otros individuos aislados y extraños, sólo consigue separarlos más. Si disponen libremente del espacio, se escaparán; si no pueden salir de límites determinados, se diferenciarán, pero en 73 forma que lleguen a ser todavía más independientes unos de otros. No se puede citar caso alguno en el que las relaciones de pura hostilidad se hayan transformado, sin intervención de ningún otro factor, en relaciones sociales. Por esa razón, como entre los individuos de una misma especie animal o vegetal no existe generalmente ningún lazo, la guerra que se hacen no tiene otros resultados que diversificarlos, dar nacimiento a variedades distintas que cada vez se separan más unas de otras Esta separación progresiva es la que Darwin ha llamado ley de la divergencia de caracteres. Ahora bien, la división del trabajo une al mismo tiempo que opone; hace que converjan las actividades que diferencia; aproxima a aquellos que separa. Como la concurrencia no puede haber determinado esa aproximación, necesariamente ha tenido que preexistir; es preciso que los individuos entre los que la lucha se entabla sean ya solidarios y lo sientan, es decir, que pertenezcan a una misma sociedad. Por esta razón allí donde ese sentimiento de solidaridad es muy débil para resistir la influencia dispersiva de la concurrencia, engendra ésta efectos muy distintos a los de la división del trabajo. En los países en que la existencia resulta muy difícil, a consecuencia de una excesiva densidad de población, los habitantes, en lugar de especializarse, se retiran definitiva o provisionalmente de la sociedad: emigran a otras regiones. LOS FACTORES SECUNDARIOS, LA HERENCIA En todo lo que precede hemos razonado como si la división del trabajo no dependiera más que de causas sociales. Sin embargo, hallase también ligada a condiciones orgánicas psíquicas. El individuo, desde que nace, percibe gustos y aptitudes que le predisponen para ciertas funciones más que para otras, y esas predisposiciones tienen, ciertamente, una influencia sobre la manera como las tareas se distribuyen. Según la opinión más común, es preciso incluso ver en 74 esta diversidad de las naturalezas, la condición primera de la división del trabajo, cuya principal razón de ser sería «clasificar los individuos según sus capacidades». Es interesante, pues, determinar cuál es justamente la parte que corresponde a este factor, y tanto más cuanto que constituye un nuevo obstáculo a la variabilidad individual y, por consiguiente, a los progresos de la división del trabajo. En efecto, como esas vocaciones nativas nos han sido transmitidas por nuestros ascendientes, se refieren, no a las condiciones en que el individuo se encuentra actualmente colocado, sino a aquellas en que vivían sus abuelos. Nos encadenan, pues, a nuestra raza, como la conciencia colectiva nos encadena a nuestro grupo, e impiden, por consiguiente, la libertad de nuestros movimientos. Como esta parte de nosotros mismos se vuelve por entero hacia el pasado y hacia un pasado que no nos es personal, nos desvía de nuestra esfera de intereses propios y de los cambios que en ella se producen. Cuanto más se desenvuelve, más nos inmoviliza. La raza y el individuo son dos fuerzas contrarias que vivían en razón inversa la una de la otra. Mientras nos limitamos a reproducir lo que hacían nuestros antepasados, tendemos a vivir como ellos han vivido y somos refractarios a toda novedad. Un ser que recibiera de la herencia un legado demasiado importante y excesivamente pesado, sería casi incapaz de todo cambio; tal sucede con los animales, que no pueden progresar sino con gran lentitud. El obstáculo que por este lado encuentra el progreso resulta incluso más difícil de vencer que el que procede de la comunidad de creencias y de prácticas. Estas se imponen al individuo desde fuera y por una acción moral, mientras que las tendencias hereditarias son congénitas y tienen una base anatómica. Así, cuanto 75 más grande es la parte que la herencia tiene en la distribución de las funciones, más invariable es esta distribución, y, por consiguiente, más difíciles son los progresos de la división del trabajo, aun cuando fueran útiles. Tal sucede en el organismo. La función de cada célula hállase determinada por su nacimiento. "En un animal vivo, dice Spencer, el progreso de la organización implica, no sólo que las unidades que compongan cada una de las partes diferenciadas conserven su posición, sino también que les suceda su descendencia en esas posiciones. Las células hepáticas, que, a la vez que llenan su función, aumentan y dan nacimiento a nuevas células hepáticas, dejan el sitio a éstas cuando se disuelven y desaparecen; las nuevas células no van a los riñones, a los músculos, a los centros nerviosos para unirse a ellos en el cumplimiento de sus funciones". En primer lugar, la herencia pierde su imperio en el curso de la evolución porque, simultáneamente, nuevas formas de actividad se constituyen que no reciben su influencia. Una primera prueba de ese estacionamiento de la herencia es el estado estacionario en que se encuentran las grandes razas humanas. Desde los tiempos más remotos no se han formado nuevas razas; al menos sí, con M. de Quatrefages, han dado ese mismo nombre a los diferentes tipos procedentes de tres o cuatro grandes tipos fundamentales, es preciso añadir que, cuanto más se alejan de sus puntos de origen, menos rasgos constitutivos de la raza presentan. En efecto, todo el mundo está de acuerdo en reconocer que lo que caracteriza esta última es la existencia de semejanzas hereditarias; también los antropólogos toman por base de sus clasificaciones los caracteres físicos, por ser los más hereditarios de todos. Ahora bien, cuanto más circunscritos se hallan los tipos antropológicos, más difícil se hace el definirlos en función de propiedades exclusivamente orgánicas, porque éstas no son ya ni bastante 76 numerosas ni se distinguen lo suficiente. Son todas semejanzas morales, establecidas con el auxilio de la lingüística, de la arqueología, del derecho comparado, las que se hacen preponderantes; pero no hay razón alguna para admitir que sean hereditarias. Sirven para distinguir civilizaciones más bien que razas. A medida que se avanza, las variedades humanas que se forman se hacen, pues, menos hereditarias; cada vez son menos razas. La impotencia progresiva de nuestra especie para producir razas nuevas ofrece incluso el más vivo contraste con la fecundidad contraria de las especies animales. ¿Qué significa esto sino que la cultura humana, a medida que se desenvuelve, es cada vez más refractaria a ese género de transmisión? Lo que los hombres han agregado y agregan todos los días a ese fondo primitivo que se ha fijado desde hace siglos en la estructura de las razas iniciales, escapa, pues, cada vez más, a la acción de la herencia. Pero, si así sucede en la corriente general de la civilización, con mayor razón sucederá lo mismo en cada uno de los afluentes particulares que la forman, es decir, en cada actividad funcional y sus productos. Pero hay más; hay motivo para creer que el contingente hereditario disminuye, no sólo en valor relativo, sino en valor absoluto. La herencia es cada día un factor menos importante del desenvolvimiento humano, no sólo porque hay una multitud cada vez mayor de adquisiciones nuevas que aquélla no puede transmitir, sino también porque las que transmite estorban menos las variaciones individuales. Es ésta una conjetura que hacen muy verosímil los hechos que a continuación se indican. Cabe calcular la importancia del legado hereditario para una especie determinada, según sea el número y la fuerza de los instintos. Ahora bien, es ya muy de notar cómo la vida instintiva se debilita a medida que se remonta uno 77 en la escala animal. El instinto, en efecto, actúa de una manera definida, ajustada a un fin estrechamente determinado. Conduce al individuo a realizar actos que son invariablemente los mismos y que se reproducen automáticamente cuando las condiciones necesarias están dadas; es fijo en su forma. Sin duda que en rigor se le puede desviar, pero, aparte de que tales desviaciones, para ser estables, reclaman un largo desenvolvimiento, no tienen otro efecto que el de sustituir un instinto con otro instinto, un mecanismo especial con otro de la misma naturaleza. Por el contrario, cuanto más elevada es la especie a que un animal pertenece, más facultativo se hace el instinto. «Ya no es, dice Perrier, la aptitud inconsciente para formar una combinación de actos indeterminados, es la aptitud para obrar de una manera u otra según las circunstancias». Decir que la influencia de la herencia es más general, más vaga, menos imperiosa, equivale a decir que es menor. Ya no aprisiona la actividad del animal en una red rígida sino que le deja un poco más libre. Como también dice Perrier, «en el animal, a la vez que aumenta la inteligencia, las condiciones de la herencia se modifican profundamente». CONSECUENCIAS DE LO QUE ANTECEDE Lo que llevamos dicho nos permite comprender mejor la manera como la división del trabajo funciona en la sociedad. Desde este punto de vista, la división del trabajo social se distingue de la división del trabajo psicológico por un rasgo esencial. En el organismo, cada célula tiene su función definida y no puede variar. En la sociedad, las funciones no han sido jamás repartidas de una manera tan inmutable. Incluso allí donde la organización es más rígida, puede el individuo moverse con una cierta libertad dentro del engranaje donde la suerte le ha colocado. En 78 la Roma primitiva el plebeyo podía libremente desempeñar todas las funciones que no se hallaban exclusivamente reservadas a los patricios; incluso en la India, las carreras atribuidas a cada casta poseían una amplitud suficiente para dejar lugar a una cierta elección. En cualquier país, si el enemigo se hace dueño de la capital, es decir, del cerebro mismo de la nación, la vida social no se halla suspendida por eso, sino que, al cabo de un tiempo relativamente corto, otra ciudad se encuentra en estado de llenar esa función compleja, para la cual, sin embargo, no se hallaba preparada. A medida que el trabajo se divide, esta flexibilidad y esta libertad se hacen mayores. Se ve al mismo individuo elevarse de ocupaciones de las más humildes a las más importantes. El principio según el cual todos los empleos son igualmente asequibles a todos los ciudadanos, no se habría generalizado hasta ese punto si no recibiera aplicaciones constantes. Y todavía es más frecuente que un trabajador deje su carrera por otra. Mientras no estaba especializada la actividad científica, el sabio que abrazaba a casi toda la ciencia no podía, en manera alguna, variar de función, pues habría necesitado renunciar a la ciencia misma. Ocurre hoy con frecuencia verlo sucesivamente consagrado a ciencias diferentes, pasando de la Química a la Biología, de la Fisiología a la Psicología, de la Psicología a la Sociología. Esta aptitud para tomar, una después de otra, formas muy diversas, en parte alguna es tan sensible como en el mundo económico. Desde el momento que nada hay que tanto varíe como los gustos y las necesidades a que responden esas funciones, es preciso que el comercio y la industria se mantengan en un perpetuo estado de equilibrio inestable, a fin de poder adaptarse a todos los cambios que se producen en la demanda. Así como antes la inmovilidad era el estado casi natural del capital, al cual incluso la ley impedía que se movilizase con facilidad, hoy, por el 79 contrario, apenas se le puede seguir a través de todas sus transformaciones, tan grande es la rapidez con que se compromete en una empresa, se retira de ella para situarse en otra, en la cual no se fija sino por unos instantes. Así, pues, es necesario que los trabajadores se mantengan prestos a seguirle y, por consiguiente, a actuar en diferentes empleos. Al determinar la causa principal de los progresos de la división del trabajo, hemos determinado, al mismo tiempo, el factor esencial de lo que llaman la civilización. Es ella misma una consecuencia necesaria de los cambios que se producen en el volumen y en la densidad de las sociedades. Si la ciencia, el arte y la capacidad económica se desenvuelven, es a consecuencia de una necesidad que se impone a los hombres; es que no hay para ellos otra manera de vivir en las condiciones nuevas en que están colocados. Desde el momento que el número de individuos entre los cuales las relaciones sociales se hallan establecidas aumenta, no pueden mantenerse si no se especializan más, trabajan más, sobreexcitan sus facultades; y de esta estimulación general resulta inevitablemente un grado más alto de cultura. Desde ese punto de vista, la civilización aparece, pues, no como un fin que mueve a los pueblos por el atractivo que sobre ellos ejerce, no como un bien entrevisto y deseado por adelantado, del cual buscan asegurarse por todos los medios la parte mayor posible, sino como el efecto de una causa, como la resultante necesaria de un determinado estado. No es el polo hacia el cual se orienta el desenvolvimiento histórico y al cual los hombres buscan aproximarse para ser más felices y mejores, pues ni la dicha ni la moralidad aumentan necesariamente con la intensidad de la vida. Marchan porque es preciso marchar, y lo que determina 80 la velocidad de esta marcha es la presión mayor o menor que los mismos ejercen unos sobre otros, según sean más o menos numerosos. Esto no quiere decir que la civilización no sirva para nada; pero no son los servicios que proporciona los que la hacen progresar. Se desenvuelve porque no puede dejar de desenvolverse; una vez efectuado ese desenvolvimiento resulta útil en general o, cuando menos, se le utiliza; responde a necesidades que se han formado al mismo tiempo, porque dependen de las mismas causas. Pero se trata de un acoplamiento que se realiza con posterioridad. Es preciso añadir, además, que los beneficios que bajo ese título proporciona no constituyen un enriquecimiento positivo, un aumento de nuestro capital de felicidad, sino que se limitan a reparar las pérdidas causadas por ella misma. Precisamente porque esa superactividad de la vida general fatiga y afina nuestro sistema nervioso, es por lo que siente la necesidad de reparaciones proporcionadas a sus desgastes, es decir, satisfacciones más variadas y más complejas. En esto se ve mejor también hasta qué punto es falso hacer de la civilización la función de la división del trabajo; sólo es una repercusión. No puede explicar ni su existencia ni sus progresos, puesto que carece por sí misma de valor intrínseco y absoluto; por el contrario, no tiene razón de ser sino en la medida en que la división del trabajo misma encuentra que es necesaria. No extrañará la importancia que de esta manera se atribuye al factor numérico, si se tiene en cuenta que desempeña un papel de igual importancia en la historia de los organismos. En efecto, lo que define al ser viviente es la doble propiedad que posee de nutrirse y de reproducirse, y la reproducción no es, por sí misma, más que una consecuencia de la nutrición. Por consiguiente, la intensidad de la vida orgánica es proporcional, en igualdad de circunstancias, a la actividad de la nutrición, es decir, al número de elementos que el organismo es susceptible 81 de incorporarse. El que, en ciertas condiciones, los organismos más simples permanezcan agrupados en forma que constituyen agregados más voluminosos, ha hecho, no sólo posible, sino necesaria, la aparición de organismos complejos. Como las partes constitutivas del animal son entonces más numerosas, sus relaciones no son ya las mismas, las condiciones de la vida social han cambiado, y esos cambios son, a su vez, los que determinan la división del trabajo, el poliformismo, la concentración de las fuerzas vitales y su mayor energía. El aumento de la substancia orgánica, he ahí, pues, el hecho que domina todo el desenvolvimiento zoológico. No es sorprendente que el desenvolvimiento social se halle sometido a la misma ley. Al mismo tiempo que las sociedades, se transforman los individuos, a consecuencia de los cambios que se producen en cuanto al número de las unidades sociales y a sus relaciones. En primer lugar, se independizan cada vez más del yugo del organismo. El animal está colocado casi exclusivamente bajo la dependencia del medio físico; su constitución biológica predetermina su existencia. El hombre, por el contrario, depende de causas sociales. Sin duda que el animal forma también sociedades; pero, como son muy limitadas, la vida colectiva es en ellas muy sencilla; al mismo tiempo se halla en estado estacionario porque el equilibrio de sociedades tan pequeñas necesariamente es estable. Por esas dos razones se fija con facilidad en el organismo; no sólo tiene en él sus raíces, sino que se encarna por completo hasta el punto de perder sus propios caracteres. Funciona gracias a un sistema de instintos, de reflejos, que no son esencialmente distintos de los que aseguran el funcionamiento de la vida orgánica. Es verdad que presentan la particularidad de adaptar el individuo al medio social y no al medio físico, que tienen por causas acontecimientos de la vida común; sin embargo, 82 no son de naturaleza diferente a aquellos que en ciertos casos determinan, sin previa educación, los movimientos necesarios para volar o andar. Otra cosa sucede con el hombre, pues las sociedades que forma son mucho más amplias; hasta las más pequeñas que se conozcan sobrepasan en extensión la mayor parte de las sociedades animales. Siendo más complejas, son también más propensas al cambio, y esas dos causas reunidas hacen que la vida social en la humanidad no se fije bajo una forma biológica. Incluso allí donde es más simple, conserva su carácter específico. Hay siempre creencias y prácticas que son comunes a los hombres sin que se hallen grabadas en sus tejidos. Pero ese carácter se acusa más, a medida que la materia y que la densidad sociales aumentan. Cuantos más asociados hay y mayor es la reacción de los unos sobre los otros, más es también el producto de esas reacciones que desborda el organismo. De esta manera el hombre se encuentra colocado bajo el imperio de causas sui generis, cuya parte relativa en la constitución de la naturaleza humana cada vez es más considerable. 4.4) LAS FORMAS ANORMALES LA DIVISION DEL TRABAJO ANOMICO Hasta ahora hemos estudiado la división del trabajo como un fenómeno normal; pero, como todos los hechos sociales y, más generalmente, como todos los hechos biológicos, presenta formas patológicas que es necesario analizar. Si, normalmente, la división del trabajo produce la solidaridad social, ocurre, sin embargo, que los resultados son muy diferentes e incluso opuestos. Ahora bien, importa averiguar lo que la hace desviarse en esa forma de su dirección natural, pues, en tanto no se establezca que son casos excepcionales, la división del 83 trabajo podría dar lugar a la sospecha de que lógicamente los lleva consigo. Además, el estudio de las formas desviadas nos permitirá determinar mejor las condiciones de existencia del estado normal. Cuando conozcamos las circunstancias en que la división del trabajo cesa de engendrar la solidaridad, sabremos mejor lo que es necesario para que produzca todo su efecto. La patología, aquí como en todas partes, es un auxiliar precioso de la fisiología. Cabe sentir la tentación de colocar entre las formas irregulares de la división del trabajo la profesión del criminal y las demás profesiones nocivas. Constituyen la negación misma de la solidaridad, y, por tanto, están formadas por otras tantas actividades especiales. Pero, hablando con exactitud, no hay aquí división del trabajo sino pura y simple diferenciación, y ambos términos piden no ser confundidos. Así, en el cáncer, los tubérculos aumentan la diversidad de los tejidos orgánicos sin que sea posible ver en ellos una nueva especialización de las funciones biológicas. En todos esos casos, no hay división de una función común sino que en el seno del organismo, ya individual, ya social, se forma otro que busca vivir a expensas del primero. No hay incluso función, pues una manera de actuar no merece ese nombre, como no concurra con otras al mantenimiento de la vida general. Esta cuestión no entra, pues, dentro del marco de nuestra investigación. A tres tipos reduciremos las formas excepcionales del fenómeno que estudiamos No es que no pueda haber otras; pero aquellas de que vamos a hablar son las más generales y las más graves. Un primer caso de ese género nos lo proporcionan las crisis industriales o comerciales, con las quiebras, que son otras tantas rupturas parciales de la solidaridad orgánica; son testimonio, en efecto, de que, en ciertas partes del organismo, ciertas funciones sociales no se ajustan unas a otras. Ahora bien, a 84 medida que el trabajo se divide más, esos fenómenos parecen devenir más frecuentes, al menos en ciertos casos. De 1845 a 1869 las quiebras han aumentado en un 70 por 100 Sin embargo, no deberá atribuirse este hecho al aumento de la vida económica, pues las empresas se han concentrado mucho más que multiplicado. Lo que da gravedad a estos hechos es haber visto en ellos algunas veces un efecto necesario de la división del trabajo no bien ésta ha traspasado un cierto límite de desenvolvimiento. En ese caso, dícese, el individuo, hundido por su trabajo, aíslase en su actividad especial; ya no siente a los colaboradores que a su lado trabajan en la misma obra que él, ni vuelve jamás a tener la idea de esta obra común. La división del trabajo no puede llevarse demasiado lejos sin que devenga una fuente de desintegración. "En toda descomposición, dice Augusto Comte, que necesariamente tienda a determinar una dispersión correspondiente, la distribución fundamental de los trabajos humanos no evitaría que se suscitasen, en grado proporcional, divergencias individuales, a la vez intelectuales y morales, cuya influencia combinada debe exigir, en la misma medida, una disciplina permanente, propia para prevenir o contener sin tregua su surgimiento discordante. Si, por una parte, en efecto, la separación de las funciones sociales permite al espíritu detallista un desenvolvimiento afortunado, que de otra manera es imposible tiende espontáneamente, por otra parte, a ahogar el espíritu de conjunto, o, cuando menos, a dificultarle de modo profundo. A la vez, desde el punto de vista moral, al mismo tiempo que cada uno se halla colocado en estrecha dependencia con relación a la masa, encuéntrese naturalmente desviado por el propio surgir de su actividad especial que de manera constante le recuerda su interés privado, del cual no percibe, sino muy 85 vagamente, la verdadera relación con el interés público. De ahí que el mismo principio que, por sí solo, ha permitido el desenvolvimiento y la extensión de la sociedad general, amenace, bajo otro aspecto, con descomponerla en una multitud de corporaciones incoherentes que casi parece que no pertenecen a la misma especie". Espinas se expresa poco más o menos en los mismos términos "División, dice, es dispersión". Aunque Comte haya reconocido que la división del trabajo es una fuente de solidaridad, parece no haber percibido que esta solidaridad es sui generis y sustituye poco a poco a la que engendran las semejanzas sociales. Por eso, al notar que éstas quedan muy borrosas allí donde las funciones se hallan muy especializadas, ha visto en esa falta de relieve un fenómeno mórbido, una amenaza para la cohesión social, debida al exceso de la especialización, y a través de esto ha explicado la falta de coordinación que a veces acompaña al desenvolvimiento de la división del trabajo. Pero, puesto que ya hemos sentado que el debilitarse la conciencia colectiva es un fenómeno normal, no podemos convertirlo en causa de los fenómenos anormales que ahora vamos a estudiar. Si, en ciertos casos, la solidaridad orgánica no es todo lo que debe ser, no es ciertamente porque la solidaridad mecánica haya perdido terreno, sino porque todas las condiciones de existencia de la primera no se han realizado. LA DIVISION COACTIVA DEL TRABAJO Sin embargo, no es suficiente que haya reglas, pues, a veces, son esas reglas mismas la causa del mal. Tal ocurre en las guerras de clases. La institución de las clases o de las castas constituye una organización de la división del trabajo, y es una organización estrechamente reglamentada; sin embargo, con frecuencia da origen a una fuente de disensiones. No estando, o no estando ya satisfechas las clases inferiores del papel que se les ha asignado por la costumbre o por la 86 ley, aspiran a las funciones que les están prohibidas y buscan el desposeer a quienes las ejercen. De ahí las guerras intestinas, que son debidas a la manera como el trabajo están distribuido. Nada semejante se observa en el organismo. Sin duda que, en los momentos de crisis, se hacen la guerra los diferentes tejidos y se nutren los unos a expensas de los otros. Pero jamás una célula o un órgano buscan el usurpar a otro el papel que a éste corresponde. La razón está en que cada elemento anatómico va mecánicamente a su fin. Su constitución, su lugar en el organismo, determinan su vocación; su tarea es una consecuencia de su naturaleza. Puede desempeñarla mal, pero no puede tomar la de otro a menos que éste no haga abandono de ella, como ocurre con los raros casos de sustitución de que hemos hablado. No sucede lo mismo en las sociedades. En éstas, la contingencia es más grande; hay una mayor distancia entre las disposiciones hereditarias del individuo y la función social que ha de cumplir; las primeras no suponen a las segundas con una necesidad bien inmediata. Este espacio, abierto a los tanteos y a la deliberación, lo es también al juego de una multitud de causas que pueden hacer desviar la naturaleza individual de su dirección normal y crear un estado patológico. Por ser esta organización más flexible, es también más delicada y más asequible al cambio. Sin duda que no estamos desde nuestro nacimiento predestinados a un determinado empleo especial; tenemos, sin embargo, gustos y aptitudes que limitan nuestra elección. Si no se les tiene en cuenta, si chocan sin cesar con nuestras ocupaciones cotidianas, sufrimos y buscamos un medio de poner fin a nuestros sufrimientos. Ahora bien, no hay otro que cambiar el orden establecido y rehacer uno nuevo. Para que la división del trabajo produzca la solidaridad, no basta, pues, que cada uno tenga su tarea; es preciso, además, que esta tarea le convenga. 87 La igualdad en las condiciones exteriores de la lucha no es sólo necesaria para ligar cada individuo a su función, sino también para coordinar las funciones unas con otras. En efecto, las relaciones contractuales se desenvuelven, necesariamente, con la división del trabajo, puesto que ésta no es posible sin el cambio del cual el contrato es la forma jurídica. Dicho de otra manera, una de las variantes importantes de la solidaridad orgánica es la que podría llamarse solidaridad contractual. Es, sin duda, falso creer que todas las relaciones sociales pueden reducirse a contrato, tanto más cuanto que el contrato supone algo distinto de lo que por sí sólo implica; existen lazos especiales que tienen su origen en la voluntad de los individuos. Hay un consensus de un cierto género que se expresa en los contratos y que, en las especies superiores, representa un factor importante del consensus general. Es, pues, necesario que, en esas mismas sociedades, la solidaridad contractual se coloque, hasta donde sea posible, al abrigo de todo lo que pueda perturbarla; porque si en las sociedades menos avanzadas pueden conservar estabilidad sin gran inconveniente, por las razones que acabamos de decir, allí donde constituye una de las formas prominentes de la solidaridad social no puede ser amenazada sin que la unidad del cuerpo social lo sea también del mismo golpe. Los conflictos que nacen de los contratos adquieren, pues, más gravedad, a medida que el contrato mismo toma más importancia en la vida general. Así, mientras existen sociedades primitivas que no intervienen ni siquiera para resolverlos, el derecho contractual de los pueblos civilizados cada vez se hace más voluminoso; ahora bien, no tiene otro objeto que asegurar el concurso regular de las funciones que de esta manera entran en relaciones. 88 OTRA FORMA ANORMAL Nos queda por describir una última forma anormal. Sucede con frecuencia en una empresa comercial, industrial o de otra clase, que las funciones están distribuidas de tal manera que no ofrecen materia suficiente a la actividad de los individuos. Que hay en esto una deplorable pérdida de fuerzas, es evidente; pero no tenemos para qué ocuparnos del lado económico del fenómeno. Lo que debe interesarnos es otro hecho que acompaña siempre a ese desperdicio, a saber, la falta de coordinación mayor o menor de aquellas funciones. Sabido es, en efecto, que, en una administración en la que cada empleado no tiene ocupación suficiente, los movimientos se ajustan mal entre sí, las operaciones se hacen sin unidad, en una palabra, la solidaridad se resquebraja y la incoherencia y el desorden aparecen. En la corte del Bajo Imperio, las funciones se hallaban especializadas hasta el infinito, y, por consiguiente, resultaba una verdadera anarquía. He aquí, pues, casos en que la división del trabajo, llevada muy lejos, produce una integración muy imperfecta. ¿De dónde viene esto? Siéntese uno inclinado a responder que lo que falta es un órgano regulador, una dirección. La explicación es poco satisfactoria, pues con frecuencia este estado enfermizo es obra del mismo poder director. Para que el mal desaparezca no basta que haya unas acciones reguladoras sino que, además, se ejerza de una cierta manera. Bien sabemos también de qué manera debe ejercerse. El primer cuidado de un jefe inteligente y experimentado será suprimir los empleos inútiles, distribuir el trabajo en forma que cada uno se halle suficientemente ocupado, aumentar, por consiguiente, la actividad funcional de cada trabajador, y renacerá entonces el orden espontáneamente, al mismo tiempo que el trabajo será más económicamente ordenado. ¿Cómo se hace esto? Es difícil verlo a primera vista, 89 pues, en fin, si cada funcionario tiene una tarea bien determinada, si se mantiene exactamente dentro de ella, necesitará otros funcionarios a su lado y se sentirá solidarizado con los mismos. ¿Qué importa que esta tarea sea pequeña o grande, siempre que sea especial? ¿Qué importa que absorba o no su tiempo y sus fuerzas? Importa mucho, por el contrario. Y es que, en efecto, de una manera general, la solidaridad depende muy estrechamente de la actividad funcional de las partes especializadas. Estos dos términos varían tanto uno como el otro, y allí donde las funciones languidecen, por más que sean especiales, se coordinan mal entre sí y sienten en forma incompleta su mutua dependencia. Algunos ejemplos nos pondrán de manifiesto este hecho. En un hombre, "la sofocación opone una resistencia al paso de la sangre a través de los capilares, y este obstáculo va seguido de una congestión y del paro del corazón; en unos segundos se produce una gran perturbación en todo el organismo y, al cabo de un minuto o de dos, las funciones cesan". La vida entera depende, pues, muy estrechamente de la respiración. Pero, en una rana, la respiración se puede suspender mucho tiempo sin que se derive desorden alguno, sea porque la aireación de la sangre efectuada a través de la piel le baste, sea porque, estando totalmente privada de respiración, se contente con el oxígeno almacenado en sus tejidos. Hay, pues, una gran independencia y, por consiguiente, una solidaridad imperfecta entre la función de la respiración de la rana y las demás funciones del organismo, puesto que pueden éstas subsistir sin el socorro de aquélla. Tal resultado es debido al hecho de que los tejidos de la rana, con una actividad funcional menor que los del hombre, tienen también menos necesidad de renovar su oxígeno y de desembarazarse del ácido carbónico producto de su combustión. De igual manera, un mamífero tiene necesidad de tomar el 90 alimento con mucha regularidad; el ritmo de su respiración, en estado normal, permanece sensiblemente el mismo; sus períodos de reposo nunca son muy largos; en otros términos, sus funciones respiratorias, sus funciones de nutrición, sus funciones de relación, son, sin cesar, necesarias unas a otras y al organismo entero, hasta tal punto que ninguna de ellas puede permanecer mucho tiempo en suspenso, sin peligro para las otras y para la vida general. La serpiente, por el contrario, no toma alimento sino a intervalos muy largos; sus períodos de actividad y de adormecimiento hállanse muy distantes el uno del otro; su respiración, muy manifiesta en ciertos momentos, a veces es casi nula, es decir, que sus funciones no se encuentran estrechamente ligadas, si no que pueden, sin inconveniente, aislarse unas de otras. El fundamento está en que su actividad funcional es menor que la de los mamíferos. Siendo más débil el gasto de los tejidos, tienen menos necesidad de oxígeno; siendo menor el desgaste, las reparaciones son con menos frecuencias necesarias, así como los movimientos destinados a perseguir una presa y apoderarse de ella. Spencer ha hecho notar cómo se encuentran en la naturaleza desorganizada ejemplos del mismo fenómeno. "Ved, dice, una máquina muy complicada cuyas partes no están bien ajustadas o se han aflojado por efecto del desgaste, y examinadla cuando se va a detener. Observaréis ciertas irregularidades de movimiento cuando se acerca el momento en que llega al reposo: algunas partes se detienen antes, se vuelven a poner en movimiento por efecto de continuar moviéndose las otras, y devienen entonces ellas, a su vez, la causa de que se reanude el movimiento en las otras partes que habían cesado de moverse. En otros términos, cuando los cambios rítmicos de la máquina son rápidos, las acciones y las reacciones que ejercen unos sobre otros son regulares y todos los movimientos bien integrados; pero, a medida que la velocidad disminuye, se producen irregularidades, se desintegran los movimientos". 91 92 CAPITULO V DIVISION INTERNACIONAL DEL TRABAJO 5.1 Sus orígenes, sus manifestaciones, sus consecuencias Casi todos los días se pueden encontrar en la prensa informes semejantes. En los países industrializados tradicionales, las altas y crecientes cifras del desempleo constituyen noticias de primera plana. Por otra parte, también se dedican los titulares periodísticos al traslado a países en desarrollo de una proporción siempre en aumento de la producción industrial y a la exportación a los mercados de los países industrializados tradicionales {PIT) de una parte considerable de esa producción. Sin embargo, la mayoría de los periódicos informa por separado sobre estos dos procesos. Los análisis de los sindicatos de la RFA tienden a trazar una separación similar. Se discute ampliamente el efecto de la racionalización y de la automatización en las crecientes tasas de desempleo y en la desvalorización del adiestramiento profesional adquirido. En los últimos tiempos, la atención se ha centrado en las consecuencias de la introducción de equipos electrónicos y de tecnología de procesos en muchos sectores de la industria y de la administración. Por el contrario, hasta ahora se ha dado poca importancia a las implicaciones del traslado de industrias a países extranjeros. En consecuencia, casi no se analiza la vinculación entre el actual salto adelante de la racionalización y la redistribución mundial de emplazamientos industriales. Sin embargo, es indudable que la introducción de equipos y tecnología electrónicos se incrementó, sobre todo, mediante la descomposición del proceso de producción, lo que permitió reducir los costos de producción y montaje de componentes electrónicos por medio de la utilización de la mano de obra barata disponible en los países en desarrollo; a su vez, esto abrió el camino 93 a los programas de racionalización basados en equipos y tecnología electrónicos. Tampoco puede dudarse que la transferencia de la producción a nuevos emplazamientos o aun su sola inminencia- obligó también a otros sectores a acelerar la racionalización de la producción como en el caso de la industria textil y de la siderurgia para mantener la competitividad. En este trabajo se intenta subrayar la interconexión y la interacción de la racionalización, el desempleo y la disminución de las exigencias de adiestramiento, por una parte, y por la otra el traslado de la producción industrial a nuevas zonas. De ese modo, se añaden rasgos nuevos y decisivos a las informaciones periodísticas y a los análisis sindicales. 5.2 El mercado mundial del trabajo y el de emplazamientos industriales En la economía mundial capitalista la producción industrial sólo se ha desarrollado en los lugares que garantizan rentabilidad. En consecuencia, dicho desarrollo se manifestó históricamente no sólo con el surgimiento del trabajo asalariado como la relación de producción dominante y con la progresiva división del trabajo en las fábricas, sino también con el continuo desarrollo de una división regional e internacional del trabajo. En la clásica división internacional del trabajo, que se desarrolló a lo largo de los siglos, las zonas industriales que permitían una producción remunerativa sólo existían, virtualmente, en Europa occidental y, después, en Estados Unidos y Japón. Salvo en casos muy especiales, no había tales lugares en los países del llamado Tercer Mundo. En su mayor parte, estos países se integraron en la economía mundial en desarrollo como mercados para los productos manufacturados en los PIT, y como proveedores de materias primas el caso de los esclavos africanos para las plantaciones estadounidenses de algodón y caña de azúcar). Esta antigua o "clásica" división internacional del 94 trabajo está a punto de ser remplazada. Hace unos diez años comenzó, en varios países en desarrollo, un proceso de industrialización (parcial) orientada hacia el mercado mundial. Como en los países en desarrollo se instala cada vez mayor número de empresas que elaboran {rentablemente) productos industriales para el mercado mundial, debemos preguntarnos: ¿qué cambios ocurrieron en las condiciones "dadas" para la expansión· y acumulaciones mundiales del capital? Han surgido tres condiciones que, en conjunto, parecen determinantes de estos nuevos acontecimientos. {En este artículo no cabe intentar la demostración de que tales condiciones, que determinan la actual expansión y acumulación del capital, sólo pueden comprenderse, en esencia, como resultado del desarrollo histórico de la economía mundial capitalista.) • En primer lugar, ha aparecido una reserva mundial de mano de obra disponible. Esta reserva de trabajadores potenciales se creó, sobre todo, mediante el avance de la capitalización de la agricultura en los países en desarrollo (es decir, la destrucción de la pequeña agricultura de subsistencia y, por tanto, de la modesta base tradicional de sobrevivencia de grandes segmentos de la población rural); además, es posible integrar a muchos trabajadores de países "socialistas" en el proceso de producción del capital, mediante subcontratos. De ese modo, el capital puede contar con un fondo de varios cientos de millones de trabajadores potenciales en Asia, África y América Latina, y en cierto sentido aun en países "socialistas". (Compárese esta cifra con la estimación del personal ocupado en la manufactura en los países capitalistas industrializados, que en 1970 era de alrededor de 77 millones.) Esta reserva de mano de obra disponible, prácticamente inagotable, que está sobre todo en los países en desarrollo, tiene las siguientes características: Los salarios que en realidad paga el capital, incluyendo los beneficios sociales, en los países de bajos jornales (es decir, prácticamente todos los países en desarrollo), son aproximadamente entre 10 y 20 por ciento de los 95 vigentes en los países industrializados tradicionales. b] La jornada y la semana laborales, así como la parte del año que se trabaja, son por lo general mucho más largas en los países en desarrollo que en los PIT. {Así, por ejemplo, el promedio de "horas productivas" de trabajo por empleado y por año es de aproximadamente 2 800 horas en Corea del Sur y 1900 en la República Federal de Alemania.). En las industrias que se trasladan a países en desarrollo, la productividad de la mano de obra suele ser equivalente a la de industrias comparables localizadas en los países industrializados. d] Se puede contratar y despedir a los trabajadores prácticamente sin limitaciones. Entre otras cosas, esto significa que se puede obligar a un agotamiento más rápido de la fuerza de trabajo; se puede remplazar a los trabajadores agotados por otros nuevos, casi sin restricciones. La cuantía del ejército de reserva disponible permite la se lección "óptima" de la fuerza de trabajo más apropiada, según la edad, el sexo, la habilidad, la disciplina, etc. (por ejemplo, mujeres jóvenes). la nueva división internacional del trabajo En segundo lugar, los avances tecnológicos han permitido que la localización de las plantas industriales, así como la dirección y el control de la propia producción, dependan menos de la ubicación y de las distancias geográficas. Gracias a la tecnología moderna del transporte {carga a granel, contenedores, carga aérea) es posible el traslado en forma rápida y relativamente barata entre los lugares de producción intermedia o final y los de consumo. {Por ejemplo, el flete aéreo de una pieza de ropa entre el sudeste de Asia y Europa occidental cuesta entre 0.50 y 1 dólar.) Los sistemas de telecomunicaciones, las técnicas de computación y otros métodos de organización hacen posible el control directo de la producción en todo el mundo. 96 En tercer lugar, el gran desarrollo y el considerable refinamiento de la tecnología y de la organización del trabajo, que permiten descomponer complejos procesos de producción, hacen posible que hoy en día se pueda adiestrar fácil y rápidamente a una fuerza de trabajo no capacitada para que realice las operaciones fragmentadas. Esto es especialmente cierto en el caso de la fuerza de trabajo a la que algunos años de educación primaria prepararon para laborar en las fábricas. De ese modo, se puede sustituir a los trabajadores capacitados, que reciben altos salarios, por otros con poca o ninguna capacitación, a quienes se pagan salarios mucho más bajos, especialmente en los países en desarrollo en los que no existen sindicatos eficaces. En cada caso las empresas deben calcular cuál es la forma más conveniente de utilizar la fuerza de trabajo, relativamente poco capacitada pero muy barata, que está disponible en el mundo: mediante una adecuada racionalización (descomposición) del proceso de trabajo, o mediante el traslado de una parte de la fabricación (el principio de Babbage aplicado en una escala mundial). Además, la fragmentación progresiva de los procesos productivos le permite al capital asegurarse el monopolio del conocimiento necesario para controlar cada etapa del proceso y su ejecución, con lo que se impide a los trabajadores la posibilidad de la planificación y del control. Las tres condiciones de la actual expansión y acumulación del capital en escala mundial (la existencia de una reserva global de trabajadores potenciales, los avances de la tecnología de transportes y comunicaciones y la fragmentación de los procesos de producción) provocaron la aparición de un ejército industrial de reserva mundial en el sentido estricto del término, en tanto y en cuanto estos trabajadores potenciales compiten y se les obliga a competir "venturosamente" con los trabajadores de los PIT por los empleos disponibles. Así, se ha desarrollado un mercado mundial del trabajo y un. mercado mundial de emplazamientos fabriles 97 que, por primera vez, en lo que respecta a la industria de transformación, abarca tanto a los PIT como a las naciones en desarrollo. Para estas últimas ello significa que, por primera vez en la historia de la economía capitalista mundial, es posible producir en ellas bienes industriales intermedios o terminados dirigidos al mercado mundial, en forma redituable y competitiva; por tanto, el capital debe utilizar esos emplazamientos. Es probable que este proceso termine con la división tradicional del mundo en dos grupos de países: por un lado, unos cuantos industrializados y, por otro, la gran mayoría de países en desarrollo que sólo se integran a la economía capitalista mundial como proveedores de materias primas. El proceso obliga a una creciente subdivisión del proceso de producción en varios procesos parciales, separados y localizados en distintos lugares de todo el mundo. Designaremos a este proceso como la "nueva división internacional del trabajo", división que debe entenderse como un proceso en marcha y no como un resultado alcanzado. Hoy en día, en el mercado mundial del trabajo los trabajadores de los PIT están obligados a competir por sus empleos con sus colegas de las naciones en desarrollo. En el mercado mundial de emplazamientos industriales, los países industrializados y los que están en vías de desarrollo deben competir entre sí para atraer hacia ellos a las empresas. Por último, las empresas, para sobrevivir, deben hoy en día reorganizar su producción de acuerdo con las actuales condiciones mundiales de expansión y acumulación. Hasta ahora, el medio más importante que utilizaban las empresas para asegurar su supervivencia era la racionalización de la producción en sus emplazamientos tradicionales. Ese medio ya no es adecuado. Hoy, la reubicación de la producción en todo el mundo, para explotar la fuerza de trabajo barata, actúa conjuntamente con la racionalización. No sólo eso: en el 98 futuro, el desarrollo de la economía capitalista mundial estará cada vez más determinado por la aplicación de sistemas de "racionalización" junto con el traslado a nuevos emplazamientos de tantos empleos como sea posible. Los trabajadores de los PIT que pierden sus empleos debido a la "racionalización", al traslado de industrias o a una combinación de ambos, o sobran o son remplazados por trabajadores de una fábrica en el exterior, que incluso puede ser una filial de "su" empresa. En el futuro, serán mucho peores sus posibilidades de conseguir otro empleo (sobre todo uno comparable al que perdieron). Como consecuencia, aumentará la "movilidad del trabajo" (en lo que se refiere tanto al adiestramiento como al lugar de trabajo), lo que significa, desde el punto de vista de los obreros, que para asegurar el valor de mercado de su fuerza de trabajo se verán obligados a intensificar su readiestramiento, es decir, a adaptarse a la demanda cambiante a costa de su agotamiento físico y psíquico. Con base en el marco analítico que se ha bosquejado, los fenómenos de crisis que se observan en los PIT (tales como las tasas de inversión estancadas o decrecientes) pueden interpretarse: a] como resultados de la aplicación de la nueva división internacional del trabajo, y como manifestaciones de la incertidumbre del capital, que se enfrenta con la tendencia secular hacia la nueva división pero también con ciertos factores contra restantes que podrían debilitar esa tendencia, una incertidumbre sobre "cómo seguir adelante". Los factores contra restantes incluyen: • Las concesiones que podrían hacer el Estado y los sindicatos de los PIT para persuadir al capital a "quedarse en casa". • La "inestabilidad política" de algunas regiones del llamado Tercer Mundo. 99 • En algunos casos, la posibilidad de obtener ganancias iguales o incluso superiores imponiendo sistemas de racionalización en los PIT, antes que trasladando la producción a países de "bajos salarios". Un elemento adicional de incertidumbre es la duda sobre si las actuales tendencias proteccionistas seguirán o no prevaleciendo en el comercio mundial. Si subsisten, resultará más difícil reubicar la producción para abastecer los mercados industriales con manufacturas provenientes de otros países industrializados o de bajos salarios. Por otra parte, si se intensifica el proteccionismo, se multiplicarán los traslados orientados a sustituir con producción local las actuales exportaciones de los países industrializados, especialmente si en los países que reciben el traslado se creasen condiciones políticas que pudiesen aumentar el poder adquisitivo de la mayoría de la población. Por consiguiente, la incertidumbre sobre cuál es la política adecuada, que proviene de la tendencia secular hacia la nueva división internacional del trabajo y de los factores concomitantes que la contrarrestan, podría abrir un campo para la acción política de los sindicatos de los PIT, lo que durante muchos años no pareció estar en el orden del día. 5.3 El Estado actual de la nueva división del trabajo Del análisis bosquejado hasta ahora no surge, en términos cuantitativos, el grado en que ya se ha cumplido esta tendencia hacia una nueva división internacional del trabajo. Para responder a este problema fue necesario llevar a cabo investigaciones empíricas, algunos de cuyos resultados se presentan más adelante. 100 Los empleados de las filiales, que a comienzos del decenio de los sesenta eran entre 4 y 5 por ciento del personal ocupado en la R FA, en 1975 llegaron a ser 20%. Ello significa que la producción de las subsidiarias en el exterior de Alemania occidental alcanzó la misma importancia relativa que la de las filiales de la industria de transformación estadounidense. Para el período 1961-1976 se pudo identificar a 1 716 subsidiarias de 580 empresas manufactureras germanooccidentales (con participación en el capital de 25% o más; filiales fuera de la Comunidad Económica Europea - CEE - ; excluyen las industrias textil y del vestido). En cuanto a la estructura de la producción y el empleo en el exterior, están representadas casi todas las ramas de la industria manufacturera. El sector que tiene más empresas germano-occidentales es el de la ingeniería mecánica; el sector con más subsidiarias es el de la industria química, y el que da más ocupación en el exterior, el de la industria electrotécnica. Es evidente la magnitud de la relocalización en el extranjero de la industria germanooccidental del vestido si se considera que, en 1960, su producción interior representaba 99.3% del consumo nacional, en tanto que en 1975 el mismo índice sólo llegaba a 82.6%. Este traslado masivo tuvo una consecuencia concomitante: la caída de las cifras del empleo en la industria del vestido de la RFA, de 536 000 en 1960 a 351 000 en 197 5; la mitad de esa disminución se puede atribuir al incremento de los excedentes de ropa importada. Las cifras del cuadro 4 indican que una proporción cada vez mayor de las importaciones de ropa de la RFA (proporción que hoy en día es predominante) proviene de países en desarrollo o de economía centralmente planificada. En 1975, la industria del vestido de Alemania Federal empleó en sus filiales del exterior (con participación en el capital de 25% o más) unos 30 000 trabajadores, dos tercios de los cuales se dedicaban a producir fundamental o exclusivamente para el mercado de ese país. Estos datos surgen de una investigación profunda sobre la 101 industria de transformación de uno de los principales países industrializados; demuestran que las cambiantes condiciones de la expansión y acumulación mundial del capital obligan a una cantidad creciente de empresas de todas las ramas industriales a reorganizar su producción e incluso, en un número cada vez mayor de casos, a radicarla en el exterior, abarcando una cantidad, también creciente, de países. La cambiante distribución de los emplazamientos productivos de las empresas de la RFA en todo el mundo es una manifestación de la tendencia hacia una nueva división internacional del trabajo. En 1975 había no menos de 725 000 trabajadores empleados en fábricas para el mercado mundial, de los cuales 500 000 estaban en zonas de producción libre En estos emplazamientos están representadas casi todas las ramas de la industria manufacturera. Empero, hay una tendencia a que en cada una de las zonas o países se instale mayoritariamente una rama determinada. En 197 5, con mucho la mayor proporción de la producción pertenecía a los grupos textil y del vestido y de productos electrónicos. En gran medida, la producción de las fábricas para el mercado mundial está integrada verticalmente en las operaciones transnacionales de empresas matrices, y supone la realización de procesos sencillos; en general, su tarea se caracteriza por constituir procesos parciales de producción, es decir, la fabricación de componentes, el montaje de algunos o el montaje del producto final a partir de componentes. Sólo en algunos grupos se llevan a cabo procesos como lejos de producción, como en el caso de textiles y vestidos, y ello sucede so lamente en unos cuantos países. La estructura de la ocupación en las zonas de producción libre y en las otras fábricas para el mercado mundial es muy desequilibrada. Dada la oferta virtualmente ilimitada de mano de obra desocupada, esas fábricas eligen un tipo muy específico de trabajadores, en su mayoría mujeres jóvenes. El criterio es inequívoco: se 102 emplea a quienes requieren una remuneración mínima (a menudo muy inferior a cincuenta centavos de dólar para operarios semicapacidades), a quienes pueden ser más utilizados (una mano de obra nueva de la cual se puede esperar la mayor intensidad de trabajo), a quienes tienen poca o ninguna capacitación. 5.3.1. Consecuencias Ya son evidentes las consecuencias (o por lo menos, sus aspectos más generales) del surgimiento de esta nueva división internacional del trabajo. Con respecto a los PIT, los principales efectos del proceso son las tasas de desempleo altas y constantes, fundamentalmente atribuibles a la replicación de la producción, a las posibilidades de reorganizarla y a las presiones que empujan hacia ello. En la medida en que avance la división internacional del trabajo, puede esperarse que ocurran más despidos en gran escala en los países industrializados. En estos países, la perspectiva para los próximos cinco o diez años no es en modo alguno la disminución gradual del número de desocupados sino, por el contrario, su incremento en cantidades relativas y absolutas. Como hemos demostrado en nuestras investigaciones, la reorganización mundial de la producción industrial {mediante reubicación y racionalización crecientes) no se limita a los grupos de productos conocidos por el público gracias a los medios de comunicación, tales como los textiles, el vestido, el calzado y los artículos de cuero, los productos de la mecánica y la óptica de precisión, así como los de la industria electrotécnica y otras similares. Se puede demostrar que la reubicación de la producción ha comenzado en todas las ramas de la industria de transformación. Ya se habla cada vez más de la "crisis estructural" de la industria siderúrgica, de los astilleros, de la ingeniería mecánica. Ello significa que ahora estas industrias resienten el efecto de la reubicación y de la racionalización, efecto que en otras ramas se experimenta desde hace años y 103 que en los próximos afectará a otras aún. La adopción y aplicación de medidas proteccionistas no aminorará el ritmo ni reducirá la reubicación industrial, por lo menos para aquellos PIT que se caracterizan por altas tasas de exportación de bienes manufacturados. En cierto grado, el proteccionismo puede disminuir el traslado de la producción de los bienes destinados al mercado interno, pero ello se compensa por el rápido incremento de los traslados de la producción de bienes destinados a los mercados de exportación. Al tiempo que la reorganización mundial de la producción ocasiona un creciente desempleo en los países industrializados, no aminora sensiblemente la desocupación en los países en desarrollo que experimentan este proceso de industrialización. Las tasas actuales de desocupación y subocupación de los países en desarrollo son tan altas, que aun la reubicación en ellos de una gran parte de la producción industrial del mundo apenas crearía empleos para una proporción relativamente pequeña de desocupados y subocupados. Por otra parte, los amplios cambios estructurales en la producción agrícola de los países en desarrollo aumentarán, probablemente, la reserva de trabajadores potenciales que hoy día ya parece inagotable. Las consecuencias de la reorganización mundial de la producción tampoco se limitan a los cambios en la distribución regional de la ocupac1on. El aumento de la intensidad del trabajo, la extensión de la jornada laboral {horas extraordinarias, acortamiento de los permisos por enfermedad), la más rápida pérdida de valor del ad adestramiento adquirido y, no menos importante, la caída de los salarios reales, integran en la actualidad la experiencia 'diaria de los trabajadores, aun en los PIT. En éstos se percibe una tendencia decreciente del poder adquisitivo de las masas que no se equilibra con un crecimiento correspondiente del poder adquisitivo en los países en desarrollo. La relocalización se vincula con nuevas posibilidades y con nuevos impulsos hacia la racionalización de la producción. Tanto en los emplazamientos tradicionales 104 como en los nuevos, el mejor ejemplo es la industria electrotécnica. La electrónica podía remplazar a la electromecánica en la propia industria electrotécnica, así como en otras, sólo sobre la base de una producción en gran escala de componentes miniaturizados baratos, sobre todo semiconductores y circuitos integrados. A su vez, ello fue posible por la utilización de la mano de obra barata de los países en desarrollo, capaz y "dispuesta" a trabajar con elementos microscópicos. (Ya en 1974 había 80 000 trabajadores en países en desarrollo sólo en la producción de componentes electrónicos.) El resultado fue un gran aumento de la producción y la oferta de componentes de bajo costo, que hizo posible y necesario el proceso de racionalización conocido como el "remplazo de la electromecánica por la electrónica", que ocurrió en la propia industria electrotécnica, así como en otros sectores. La redistribución de la producción en el mercado mundial de emplazamientos industriales obliga cada vez más a los países a competir entre sí para mantener o expandir la producción en su territorio, o para estimular a las empresas a establecer nuevas plantas en él. A medida que los PIT resienten el efecto negativo de la relocalización industrial (que supone tanto el traslado de la producción existente a países extranjeros como el aumento de la inversión en las plantas ya radicadas en el exterior), tienden a declinar los ingresos fiscales provenientes de la producción y de las ganancias; al mismo tiempo, los gobiernos deben establecer incentivos fiscales -tales como la reducción de la carga impositiva o como los subsidiospara estimular a las empresas a no cambiar de país o a expandir sus inversiones en las plantas existentes. En consecuencia, lo que se ha dado en llamar la "crisis fiscal del Estado" también puede atribuirse, en gran medida, a la redistribución de los emplazamientos industriales. La continuación del proceso de nueva división internacional del trabajo también tiene otra consecuencia: es posible que tiendan a convergir los intereses de los trabajadores de los países 105 industrializados con los de los países en desarrollo. El movimiento sindical de los países desarrollados debe extraer una lección del proceso de la nueva división internacional del trabajo: que la defensa de sus intereses, si hace caso omiso de los movimientos sindicales de los países en desarrollo, lleva en sí el germen de su fracaso. Una vez establecido el mercado mundial de la mano de obra, sólo hay dos posibilidades: o también se convierte en mundial el movimiento sindical, o no habrá tal movimiento. Del mismo modo, los gobiernos que quieran aplicar políticas socialdemócratas deberán aprender que son impracticables si se las aparta de los intereses de los asalariados. 5.4. Una nueva división internacional del trabajo Recientemente varios teóricos han llamado la atención sobre una "nueva división internacional del trabajo", en la que se trascendería la tradicional división del trabajo que implicaba las exportaciones de materias primas y las importaciones de bienes terminados por parte del Tercer Mundo. De acuerdo a esta nueva especialización, los países del Tercer Mundo se han industrializado para producir bienes manufacturados baratos intensivos en trabajo con el objeto de exportarlos a los países capitalistas centrales a cambio de bienes más avanzados intensivos en capital. Quienes proponen la idea de una nueva división del trabajo arguyen que la creciente industrialización del Tercer Mundo refleja la nueva racionalidad y lógica capitalista mundial. Para calibrar estas afirmaciones vamos a examinar un número selecto de países cogidos de un estudio del Banco Mundial, que presenta datos para los años 1960 y 1976. En 1976, para el 85 por ciento de los países seleccionados del Tercer Mundo, los productos primarios significaban el 70 por ciento o más de sus exportaciones totales. Es más, en prácticamente la mitad de estos países los productos primarios conformaban más del 90 por ciento de sus exportaciones. Lo que 106 sorprende de estos resultados es la continuidad del patrón de división mundial del trabajo, 20 años después de que la mayoría de países ha logrado su independencia formal. A pesar del crecimiento de la producción industrial en muchas áreas del Tercer Mundo, el rol principal de estos países en la economía capitalista mundial sigue siendo el de oferentes de productos primarios. Es un hecho que la diversificación del comercio y el crecimiento de las exportaciones industriales no vinieron condicionados determinantemente por los cambios políticos que acompañaron la independencia. Se observa que las continuadas relaciones socio-económicas con los mercados y las clases de los países capitalistas centrales son más fuertes que los cambios del liderazgo político. Hasta donde poseemos evidencias, éstas no sustentan la opinión de los abogados de una nueva división internacional del trabajo (NUDIT); la gran mayoría de los países del Tercer Mundo continúan siendo predominantemente exportadores de productos primarios. El argumento de la NUDIT puede plantearse arguyendo que, a medida que los países del Tercer Mundo se "desarrollen" más, comenzarán a modificar su posición en la división mundial del trabajo. Si consideramos el nivel de ingreso entre los países del Tercer Mundo (usando nuevamente los datos del Banco Mundial) y los dividimos en países de ingreso medio, encontraremos que más de cuatro quintos de los países de ingreso medio son predominantemente exportadores de productos primarios (70 por ciento o más), comparado con menos que tres cuartos de los países de bajos ingresos .Evidentemente, el nivel de desarrollo de la economía nacional no es un buen indicador de ninguna propensión entre países del Tercer Mundo para modificar su rol dentro de la división internacional del trabajo. En países de ingreso bajo, tales como Pakistán y la India, la gran desigualdad en el desarrollo se manifiesta en la convivencia de un creciente sector exportador industrial junto con la pobreza asiática típica. En los países de "ingreso medio", los grandes 107 contingentes de trabajo y las infusiones masivas de fondos extranjeros, cuando menos en un inicio productos de intereses político-militares estratégicos, han llevado a exportaciones industriales en los tres países líderes (Corea del Sur, Hong Kong y Taiwán). Queda evidenciado que el simple crecimiento del ingreso de los países del Tercer Mundo no es incompatible con una continuada dependencia de la exportación de productos primarios. De hecho la industrialización para fines de exportación parecería dirigida más a los países de ingresos más bajos, que a los países de mayores ingresos en el Tercer Mundo. Aunque es patente que la división tradicional del trabajo aún define la relación global entre países del Tercer Mundo y capitalistas metropolitanos, existe una tendencia hacia un distanciamiento de ese patrón. Casi dos terceras partes de los países escogidos para nuestro análisis muestran una reestructuración de las exportaciones hacia bienes no-primarios entre los años 1960 y 1976. Aunque las propuestas de la NUDIT son desmedidamente exageradas, existe alguna base para examinar las modificaciones del intercambio en los mercados mundiales. Debe recordarse, sin embargo, que la tendencia general de diversificación aún tiene un largo camino que recorrer y que casi la cuarta parte de los países no muestra cambio alguno o depende crecientemente de exportaciones de bienes primarios. Es más, para el análisis de esa tendencia es importante examinar la tasa de cambio. Hemos analizado 32 países de la muestra del Banco Mundial, sobre los que poseemos cifras para un período de 16 años. El crecimiento efectivo de las exportaciones industriales indica un patrón muy diverso, en el que más de tres cuartas partes de los países seleccionados evidenciaron tasas de crecimiento bajas o moderadas y sólo algo más de un quinto mostraron tasas sustanciales de crecimiento. En la evaluación de estas cifras de crecimiento, también debe considerarse el hecho que la 108 mayoría de los países del Tercer Mundo se iniciaron con cifras base muy reducidas y que las impresionantes ganancias subsiguientes aún los mantienen fuertemente dependientes de las mercancías primarias. De los 20 países cuyas exportaciones no-primarias muestran incrementos sustanciales, 13 de ellos (65%) aún dependían fuertemente (70% o más) de sus exportaciones de productos primarios. De hecho, en sólo siete países del Tercer Mundo los productos no primarios explican más del 50 por ciento del total (Hong Kong, India, Pakistán, Corea del Sur, Taiwán, Haití y Jamaica). Centrándose en estos siete casos excepcionales, los ponentes de la NUDIT han intentado teorizar sobre el Tercer Mundo como un todo, ignorando tanto las particulares posiciones político-militares estratégicas que algunos de esos países ocupaban en la confrontación global entre países capitalistas y socialistas (específicamente, Hong Kong, Corea del Sur y Taiwán), como las raíces históricas del desarrollo industrial nacional (India). Aún más, en parte el crecimiento industrial y la diversificación de las exportaciones ha sido estimulada por las exportaciones a países no-metropolitanos, en contraposición a lo que proponen los teóricos de la NUDIT. Para muchos de los países del Tercer Mundo de mayor dinamismo industrializaste, la expansión regional se está convirtiendo en una estrategia mucho más importante para estimular sus patrones de crecimiento. Los patrones de crecimiento del pasado sólo vienen evidenciados parcialmente por el destino de sus exportaciones. Entre los países del Tercer Mundo de bajos ingresos las exportaciones a las áreas nometropolitanas explicaron el 37 y el 34 por ciento en 1960 y 1976, respectivamente. Entre los países de "ingreso medio" del Tercer Mundo, ha habido un crecimiento del 29 al 33 por ciento en la proporción de exportaciones industriales a las áreas no-metropolitanas. Es en este contexto de continuada dependencia de las mercancías primarias, de una diversificación industrial muy 109 selecta, que puede discutirse una tendencia limitada hacia "una nueva división internacional del trabajo". En 1976 alrededor del 52 por ciento de las exportaciones manufactureras de los países de bajo ingreso y el 63 por ciento de las exportaciones de los países de ingreso medio fueron destinados a los países capitalistas centrales. Entre los países industrializados del Tercer Mundo, los textiles y la vestimenta representaron el 20 por ciento de las exportaciones industriales de la India, 32 por ciento de las de Pakistán, 36 por ciento de Corea del Sur, 30 por ciento de Taiwán y 44 por ciento de Hong Kong. La predominancia de los textiles y la vestimenta sugiere la naturaleza limitada y relativamente frágil del empuje industrial, incluso en éstos, los países más dinámicos del Tercer Mundo. En esencia, la disponibilidad de trabajo barato para la manufactura intensiva en trabajo es una consideración importante en el avance de la industria, pero difícilmente la base para asegurar afirmaciones relativas a una nueva división internacional del trabajo. Los teóricos de la NUDIT han oscurecido muchos de los aspectos fundamentales que confronta el Tercer Mundo. En vez de analizar el crecimiento de una nueva división del trabajo resultante de la lógica del capital industrial de los países metropolitanos, el punto central es la apertura muy limitada de los mercados industriales de la metrópoli, las limitaciones al financiamiento industrial, la construcción de barreras para la transferencia de tecnología, etc., La bancarrota intelectual de la escuela de la NUDIT refleja su incapacidad para analizar las fuerzas de clase que configuran la política estatal en la metrópoli y el comportamiento real de las corporaciones multinacionales. Al operar a partir de un modelo deductivo abstracto del capitalismo, seleccionando "casos" ilustrativos para sustentar sus argumentos, han fracasado al no poder dar cuenta del hecho que más del 90 por ciento de la producción industrial multinacional en los principales países latinoamericanos está dirigida a capturar el mercado interno. Limitados a la 110 experiencia de Hong Kong, Corea del Sur y Taiwán, no pueden explicar los principales conflictos entre Norte y Sur en torno precisamente a la incapacidad de los países del Tercer Mundo para ingresar a nuevos mercados y por la intransigencia de los países metropolitanos que se resisten a la creación de una nueva división internacional del trabajo. Las exportaciones industriales que se han dado efectivamente son un resultado, básicamente, de las presiones combinadas de los países burgueses del Tercer Mundo y de sectores limitados del capitalismo competitivo metropolitano (capitalistas de las ramas electrónicas, de vestido). Los teóricos de la NUDIT han sido influidos importantemente por la retórica de los esbozos de posición de la Comisión Trilateral, que no son la base operativa sobre las que se formulan las políticas económicas de las naciones que la conforman. Los mismos términos con los que se plantean los argumentos de la NUDIT son sospechosos. La noción de "industrialización" significa muchas cosas diferentes en contextos diferentes. En los países metropolitanos se refiere a la rutinización de la innovación, al desarrollo y la investigación en gran escala, a la elaboración de maquinaria, al procesamiento, ensamblaje, ventas y transporte marítimo. En la periferia, la noción de "industrialización" se refiere únicamente a algunos elementos; toda la tecnología es importada, así como gran parte de la maquinaria y las ventas. En añadidura, en muchos países la ubicación de las industrias es contingente a un conjunto específico de factores sociales —salarios bajos, ningún impuesto, sin huelgas— que, por un lado, limitan los "efectos de difusión" del desarrollo industrial y, por el otro, podrían llevar a abandonar un país si sus condiciones cambian. Tanto las experiencias pasadas, como las actuales, deberían llevarnos a rechazar la concepción simplista que señala que la "industrialización" occidental es el "espejo" de Oriente. Si uno observa más de cerca la naturaleza de la industrialización del Tercer Mundo, uno descubre que gran parte se refiere 111 a plantas de ensamblaje que implican poco entrenamiento e inversión industriales. Es más, el desarrollo de zonas francas, en Asia Sudoriental, México, América Central, en las que las corporaciones ejercen la soberanía en las áreas de producción, significa que la producción es "nacional" sólo en el sentido más vacuo, jurídico: el territorio es "nacional", pero las operaciones, las leyes y la producción son llevadas a cabo de hecho por extranjeros. Además la naturaleza fragmentada de la producción industrial en la mayoría de los países del Tercer Mundo sugiere que no estamos tratando con procesos integrados de producción, sino con una producción parcial y limitada controlada y dependiente de fuerzas metropolitanas. De hecho el capitalismo está transformando más y más las sociedades del Tercer Mundo. Los productos primarios están siendo sujetos a la mecanización, la expansión del transporte y el comercio están siendo promovidos por el estado capitalista y el procesamiento industrial de productos agro-minerales está claramente en ascenso. Dentro de la economía política nacional, la industria está creciendo y la producción de bienes primarios está declinando. La proletarización viene acompañada y es excedida por el crecimiento de una masa de trabajo semiproletario rural y urbano con empleo temporal y estacional. Sin embargo, este crecimiento industrial depende críticamente del crecimiento continuado de las exportaciones tradicionales para financiarlo y sostenerlo. En añadidura, los sectores de crecimiento más dinámico de la industria no sólo son internos, sino dirigidos primordialmente a los compradores de bienes durables, es decir al 20 por ciento de la población conformada por las adineradas clases media y alta. La ausencia de una nueva división internacional del trabajo y las pésimas perspectivas de los países del Tercer Mundo para alcanzar siquiera el 15 por ciento de las exportaciones industriales mundiales hacia 1990 evidencian las contradicciones internas entre una capacidad industrial creciente y la creciente 112 fuerza de trabajo excedente desplazada de la producción primaria. Más que una nueva división del trabajo podemos esperar una nueva rueda de revoluciones sociales en el Tercer Mundo. 5.5. La división internacional del trabajo industrial y el concepto centroperiferia La crisis ha contribuido a aumentar el debate latinoamericano sobre el comercio exterior tanto respecto de las causas que originan los problemas de la región en esta materia como de las medidas de política más apropiadas para afrontarlos. En tales circunstancias, este artículo tiene la utilidad de brindar una visión sintética y de conjunto de las principales teorías sobre la división del trabajo y el comercio a nivel internacional. Comienza por presentar el enfoque de las ventajas comparativas en sus diferentes versiones —clásica ri¬ cardiana y neoclásica— y algunos de los criterios propuestos para superar sus limitaciones como los relativos a la proporción de factores, al ciclo de vida de los productos y a las etapas del crecimiento industrial. Más adelante examina las teorías que impugnan la interpretación de la especialización productiva sobre la base de las ventajas comparativas, entre las que destacan los argumentos de List sobre el proteccionismo de las industrias nacientes, las tesis estructuralistas y su visión centro-periferia, y el enfoque de la dependencia en sus diversas variantes. Hacia el final sugiere sus propios criterios para interpretar la división internacional del trabajo industrial, basados en una redefinición de los conceptos utilizados por algunas de las teorías precedentes, en especial las de raigambre estructuralista: el papel que desempeña un país en la división internacional del trabajo deriva del alcance y profundidad de su industrialización y, por ende, de su capacidad competitiva externa. En la conformación de tales condiciones juegan un papel decisivo la autonomía relativa del exterior en cuanto a insumos y mercados, la 113 diversidad de la estructura industrial, la dispersión de sus socios comerciales, el uso intensivo del trabajo especializado y el valor agregado de la producción industrial Estos aspectos, relacionados entre sí, sientan las bases sobre las cuales se ha tratado de cimentar una teoría sobre el comercio internacional y sobre la localización de las actividades productivas. Por definición, la industrialización supone un ensanchamiento de la división social del trabajo y de la diversificación de la estructura productiva, que lleva a la ampliación de las relaciones de intercambio. Por lo tanto, hay vínculos entre la industrialización y la expansión del comercio, incluso el intercambio con el extranjero. El crecimiento general de las actividades manufactureras ha facilitado el intercambio y fomentado su crecimiento. ¿Pero qué hace que un país o una región se especialicen en la producción de clases particulares de bienes? ¿Por qué compra un país determinados bienes de otro y quién gana con ese intercambio? 5.6. El argumento de las ventajas comparativas Cuáles bienes se intercambian y por qué se comercian es pregunta que han procurado contestar los economistas desde la época de Adam Smith en función de las diferencias internacionales en los costos de producción y en los precios respectivos. Adam Smith demostró que dos países se beneficiarían de una división del trabajo mediante la especialización y el comercio recíproco cuando uno es más eficiente que el otro para producir determinada mercancía, pero menos eficiente que su asociado para fabricar otra. Por consiguiente, se especializará en aquellas actividades en que tiene costos unitarios absolutos más bajos que su contraparte comercial. Sin embargo, fue David Ricardo quien comprobó que podría haber una ventaja en la especialización y en el comercio 114 recíproco, aunque un país fuera mejor que su asociado en la producción de ambas mercancías si esta ventaja fuera mayor en un producto que en el otro. Este argumento se basaba en el principio de las ventajas de los costos comparativos, que ha llegado a convertirse en piedra angular de la teoría del comercio internacional. 1. El enfoque clásico El núcleo racional del principio ricardiano es que mediante el comercio exterior un país puede obtener ventajas relativas, aunque demuestre una inferioridad absoluta en comparación con sus asociados en todas las ramas de la producción. Basta que el grado de inferioridad sea diferente en las distintas ramas. Por lo tanto, a fin de elevar al óptimo las ganancias mediante el comercio internacional, los países deben especializarse en la exportación de aquellos productos que pueden producir al costo relativo más bajo. Este fenómeno de diferenciación de las ventajas comparativas es el que da origen a un comercio lucrativo incluso entre los asociados comerciales más desiguales. Según evolucionó desde el siglo xix hasta llegar a ser la base de la teoría tradicional del comercio internacional, el principio de las ventajas comparativas se aplica para cumplir dos fines diferentes, pero relacionados entre sí. Primero se intenta con él explicar qué determina la estructura y los movimientos reales del comercio internacional. A este respecto la teoría puede considerarse positiva ya que tiene por objeto explicar lo que ocurre efectivamente. En el ejemplo ricardiano original, el factor más importante que afectaba la estructura del comercio internacional era la diferencia en los costos temporales de la mano de obra, es decir, la productividad del trabajo comparada entre distintos países. En segundo lugar y lo que es más importante, la teoría de las ventajas comparativas se ha empleado para indicar que son beneficiosos la división internacional del trabajo y el comercio internacional consiguiente. En este aspecto, la teoría se aplica con un sentido normativo, como comprobación de las ventajas del libre comercio y 115 como explicación de lo que constituye la estructura óptima del comercio internacional. El libre comercio, basado en el principio de las ventajas comparativas y en la promoción de la división internacional del trabajo, presenta varias ventajas importantes desde el punto de vista teórico. Desde luego, el comercio permite que todos los países eludan las limitaciones que impone su dotación de recursos y que consuman productos en combinaciones que rebasan sus propias posibilidades de producción. Todos los países se beneficiarán, aunque esas ganancias puedan estar distribuidas disparejamente. La segunda consecuencia es que el comercio libre mejorará la eficiencia de la distribución de los recursos y, por lo tanto, maximizará la producción al permitir que todos los países se especialicen en lo que hacen mejor, es decir, al centrar la producción en aquellos bienes en que presentan una ventaja comparativa. En tercer lugar, en condiciones de libre comercio se optimarán los beneficios de las economías de escala. En cuarto lugar, hay algunos beneficios de eficiencia, ya que la competencia desde el exterior estimula un aprovechamiento más eficiente de los factores de la producción en cada empresa e industria y hace que el mercado funcione más eficientemente. En general, según esta teoría, la especialización internacional del comercio puede llevar a un aumento de la producción mundial de todos los productos comerciados y se obtendría así el grado más alto posible de bienestar económico. 2. El enfoque neoclásico La teoría clásica del comercio se basa en el concepto de que las diferencias de los costos reales comparativos determinan las ventajas comparativas. La aplicación de este concepto en el mundo contemporáneo se basa más bien en la oportunidad que en los costos reales. A este respecto, la versión moderna es esencialmente una forma simplificada de una teoría general del equilibrio estático en términos neoclásicos. Con determinada dotación de factores, un país puede producir distintas combinaciones de productos. La especialización 116 óptima está determinada por la comparación del costo de oportunidad de producir determinada mercancía con el precio a que tal mercancía puede importarse o exportarse. En el punto de equilibrio, no se produce ninguna mercancía que pudiera importarse a un costo inferior y las exportaciones se elevan hasta que el ingreso marginal es igual a los costos marginales. La teoría demuestra que donde difieren las posibilidades de producción y los costos consiguientes de oportunidad, los países se beneficiarán de un comercio más libre. Pero ¿por qué difieren las posibilidades de producción entre distintos países? Dos economistas suecos, Eli Heckscher (1919) y Bertil Ohlin (1935) intentaron explicar este fenómeno. Según ellos, las diferencias en la dotación de factores (trabajo y capital, así como tierra y recursos naturales) entre países son requisitos previos para que exista una especialización internacional del trabajo y un comercio lucrativo. Los factores están distribuidos de distintas maneras entre los países; por lo tanto, los precios relativos de los factores serán diferentes (por ejemplo, el trabajo relativamente barato en los países en que abunda la mano de obra) y también serán distintas las relaciones de los precios internos de las mercancías y las combinaciones de los factores. Como distintos productos exigen distintos factores de producción en proporciones diferentes, un país que cuenta con una buena oferta de mano de obra, por ejemplo, tiene una ventaja comparativa en la producción de aquellos bienes que usan ese factor abundantemente. Por lo tanto, ese país tiende a centrarse en la exportación de bienes de uso intensivo de trabajo y obtiene a cambio bienes que hacen uso intensivo del capital, por importación de un país que cuenta con una dotación abundante de este factor. Así, pues, cada país se beneficiaría de la especialización internacional y del comercio produciendo mercancías que usan mayor proporción de sus factores relativamente abundantes de producción. El teorema de Heckscher-Ohlin representa la base de la teoría neoclásica del 117 comercio y es una derivación de la teoría clásica ricardiana de las ventajas comparativas. Ambos criterios llevan a la misma conclusión básica: el comercio libre maximiza la producción total en que todos los países participantes comparten los beneficios de la especialización y del comercio. Al permitir que los países obtengan bienes para cuya producción tienen una dotación relativamente inferior, a precios mundiales más bajos, el comercio estimula el crecimiento económico general. Aumenta la capacidad de consumo de un país y le da acceso a recursos escasos y a los mercados mundiales. Además, el libre comercio tiende a igualar los precios de los factores entre las naciones comerciantes —por ejemplo, al elevar los salarios relativos en los países en que abunda la mano de obra y rebajarlos en aquellos en que escasea— de manera que se suavizan las desigualdades internacionales del ingreso. Esta tendencia hacia la equiparación del precio de los factores implica que el comercio en mercancías reemplaza al movimiento de los factores, porque, en ausencia de comercio, el capital así como el trabajo tenderían a desplazarse de zonas en que son abundantes a zonas en que son escasos. Así, por ejemplo, los salarios relativos en países con abundante mano de obra pueden subir ya sea por un aumento de la demanda de aquellas mercancías con alto contenido de trabajo o por el desplazamiento de la mano de obra a un país en que es menos abundante. Por lo tanto la teoría pura del comercio demuestra que el movimiento de los factores y el comercio de mercancías son intercambiables entre sí. Cuanto mayor movilidad se suponga que tienen los factores para trasladarse de un país a otro —como se supone que la tienen dentro de un solo país— tanto mayor será la validez de la teoría de la localización industrial para determinar las modalidades de la división internacional del trabajo. Como lo indicó el propio B. Ohlin, la teoría internacional del comercio explica en realidad un aspecto de 118 la teoría general de la localización, que sólo es especial porque están involucradas fronteras nacionales. 5.6.1 Limitaciones para la determinación de las ventajas comparativas El modelo convencional de la especialización y el comercio internacionales que se basa en las ventajas comparativas, es un modelo estático y simplificado. Con sus dos países, sus dos productos, sus dos factores, la competencia perfecta en el mercado de productos y factores, la inmovilidad internacional y la movilidad nacional de los factores, idénticas funciones de producción y similitud cualitativa de los factores de producción entre países, ha sido posible demostrar que hay ventajas que obtener de la especialización y del libre comercio. Pero estas hipótesis son demasiado teóricas y aparentemente contrarias a la realidad de las relaciones económicas internacionales contemporáneas. Por lo tanto, hay que aceptar la teoría solamente sobre la base de su lógica y consistencia interna. En las condiciones limitantes mencionadas, es posible explicar un comercio exterior hipotético, pero no las modalidades de comercio que se observan en el mundo real. Con el libre comercio, lejos de producirse una igualdad de precios de los factores, ha tendido a ocurrir una diferenciación de los precios y ha tendido así a aumentar la desigualdad en el ingreso internacional. Del mismo modo, la teoría lleva a conclusiones demasiado simplistas sobre la distribución de los beneficios derivados de la especialización internacional y del libre comercio. Los elementos críticos son particularmente evidentes en lo que toca a la explicación de la división internacional del trabajo industrial y a las modalidades consiguientes de comercio de manufacturas. En los productos primarios, los factores más evidentes que explican el comercio internacional son los recursos naturales {suelos de distinta calidad, yacimientos mineros, condiciones climáticas, etc.). No se requiere ninguna teoría refinada para 119 mostrar que la localización de la producción primaria está determinada en gran parte por factores naturales y que la localización del consumo depende en buena medida de los niveles de ingreso. Las modalidades del comercio internacional de manufacturas son mucho más difíciles de explicar por la variedad de opciones que existen en cuanto al emplazamiento de la producción. En lo que sigue nos preocuparemos principalmente de la distribución espacial de la producción y de la dirección del comercio de manufacturas. 1. Nuevos enfoques sobre proporción de factores La tesis central de la teoría Heckscher-Ohlin tradicional sobre la dotación de factores ha sido puesta en tela de juicio por Wassily Leontief (1954 y 1956) y sus discípulos. La famosa paradoja de Leontief demuestra que las exportaciones de los Estados Unidos han sido de uso mucho más intensivo de trabajo que las importaciones del sector competitivo, pese al hecho de que los Estados Unidos han estado bien provistos de capital y escasamente dotados de trabajo, en comparación con otros países. Leontief trató de explicar la paradoja por el hecho de que la mano de obra en los Estados Unidos tenía una productividad tres veces mayor que la mano de obra extranjera. Llegó a la conclusión de que, aunque la población trabajadora de los Estados Unidos pudiera parecer pequeña en cuanto a sus números con relación a su patrimonio de capital, la calidad de esa mano de obra era tal, que la oferta efectiva era relativamente mucho mayor, es decir, que el capital es relativamente escaso en comparación con la gran destreza y productividad de su mano de obra. Leontief, por lo tanto, ha separado la productividad de la mano de obra de la oferta de capital a fin de apoyar la teoría neoclásica. Sobre la base de la paradoja aparente señalada por Leontief, se han hecho varios intentos por elaborar una teoría del comercio. Las principales iniciativas se han centrado en la incorporación ya sea de la tecnología (medida por la actividad de investigación y desarrollo) o el capital humano (mano de obra especializada) 120 como factores explicativos adicionales en los modelos de las ventajas comparativas (Posner, 1961; Hufbauer, 1966; Keesing, 1967 y Vernon, 1970). En el modelo tradicional, la tecnología y el trabajo especializado se suponían que eran estables y disponibles umversalmente. Los productores, cualquiera fuera su localización, conocían todas las opciones tecnológicas disponibles y escogían la tecnología que era más adecuada para la dotación de factores de su propio país. Este criterio, sin embargo, hace caso omiso del progreso tecnológico así como de las diferencias en cuanto a la capacidad de innovación y adaptación entre diferentes países. Las teorías neotecnológicas o de la "brecha tecnológica", en cambio, destacan las diferencias entre países en las actividades de innovación que se han convertido en el factor crítico para explicar las modalidades del comercio internacional, sobre todo de las exportaciones de los países industrializados. Los adelantos y los rezagos en materia de innovación tecnológica entre países determinan la modalidad de su especialización y la composición de su comercio. La capacidad de innovación técnica se considera como factor esencial de la capacidad de competencia de un país. Por ejemplo, las ventajas competitivas de los Estados Unidos se atribuyen al monopolio temporal que le da la incorporación de nueva tecnología en una mercancía o proceso de producción. Este proceso de crear e incorporar la tecnología es de uso relativamente intensivo de mano de obra, y de ahí la paradoja de Leontief. El concepto de superioridad tecnológica puede incluir no sólo el producto o la tecnología de producción sino la dotación general de trabajo especializado, como la gerencia, la capacidad científica, la capacitación de la mano de obra, el mercadeo, etc. A este respecto, el capital humano puede tratarse como un factor distinto de producción, diferente del capital físico, para explicar las modalidades de comercio. En conjunto, estos nuevos criterios retienen la estructura y la metodología de los modelos tradicionales neoclásicos de 121 comercio basados en la dotación de factores aunque sugieren la incorporación de una o dos nuevas variables. 5.6.2.Teoría del ciclo del producto Las explicaciones neoclásicas basadas en la proporción de factores para explicar las corrientes comerciales representan limitaciones importantes del criterio tradicional de las ventajas comparativas. Estas nuevas explicaciones han sido analizadas e integradas en una teoría del ciclo de vida del producto que intenta explicar la división internacional del trabajo y las modalidades del comercio de manufacturas sobre la base de las etapas porque atraviesa un producto (Vernon, 1966; Hirsch, 1967 y Wells, 1972). La teoría deriva de la premisa de que los productos tienen durante su ciclo de vida una evolución típica desde una etapa temprana, a otra de crecimiento, para culminar en una de madurez. Estas etapas tienden a estar acompañadas por modificaciones en la importancia relativa de los diversos factores de producción (mano de obra calificada y no calificada, conocimientos técnicos, científico y de ingeniería, capacidad empresarial y capital). Estas modificaciones tienen repercusiones profundas sobre la capacidad de competencia internacional tanto en términos sectoriales como espaciales. En una temprana etapa del ciclo, cuando se introducen nuevos productos o procedimientos, la producción se caracteriza por el uso intensivo del trabajo especializado cuya disponibilidad determina el emplazamiento de la producción manufacturera. En la etapa de crecimiento, se introducen tanto la producción como la distribución masiva. La información sobre el producto y el conocimiento técnico de producción se difunden rápidamente. Por último, en la etapa de madurez se estandarizan las especificaciones del producto. La tecnología de producción se estabiliza y se difunde internacionalmente; disminuye la importancia relativa de las economías externas y de los insumos 122 científicos y de ingeniería; y se vuelve más flexible la localización de la industria. Son muchas las diferencias entre el modelo que se basa en el ciclo de vida del producto y la teoría tradicional del comercio. Esta última pretende ser un modelo completo en tanto que el primero da sólo una explicación parcial de los movimientos del comercio de manufacturas. Con ser teóricamente menos elegante, el criterio del ciclo de vida del producto resulta más realista en sus supuestos fundamentales. El teorema de las proporciones de factores de Heckscher-Ohlin se basa en la libre disponibilidad de la información y de la tecnología, la perfección de los mercados y la identidad de funciones de producción y de modalidades de consumo en todos los países. Por el contrario, la teoría del ciclo de vida del producto se basa en las hipó tesis de que el movímiento de la información y de la tecnología es restringido, sobre todo en los sectores de uso intensivo de investigación y desarrollo, y que tas mercancías sufren cambios previsibles en su producción y comercialización con el tiempo. Por ejemplo, la función de producción evoluciona con el tiempo de manera tal, que al comienzo de la vida del producto es de uso más intensivo de mano de obra y de trabajo especializado que en una etapa más tardía. Además, el proceso de producción se caracteriza por economías de escala y modalidades de consumo que se diferencian según los niveles de ingreso en distintos países. En la teoría del ciclo de vida del producto se subraya que el principal determinante de la ventaja comparativa es el contenido de tecnología que entra en la producción. La afirmación de que la tecnología no se encuentra disponible umversalmente y que tampoco tiene una distribución pareja la capacidad de innovación entre los países, aparentemente se ajusta bastante bien a la realidad. Los países de altos ingresos tienen una mejor dotación que los países de bajos ingresos de aquellos factores que facilitan la innovación: por el lado de la oferta cuentan con una infraestructura tecnológica desarrollada, así como con una 123 abundancia de ingenieros y científicos; por el lado de la demanda disponen de mercados en potencia para mercancías de alta calidad, que por añadidura son suficientemente grandes como para justificar las grandes inversiones necesarias para desarrollar nuevos productos o tecnologías. Por consiguiente, se puede decir que los países de altos ingresos tienen una ventaja comparativa en aquellas industrias que se caracterizan por un alto grado de innovación y que están produciendo bienes en una etapa temprana de su ciclo. En cambio, los países de bajos ingresos, con mano de obra barata, tienen una ventaja en los productos estandarizados que están en el ciclo de madurez. La producción puede, incluso, transferirse de países de altos ingresos a países de bajos ingresos por vía de las inversiones de las empresas transnacionales a medida que un producto cumple su ciclo de vida. De ahí que a medida que el producto pasa de una etapa a otra, se modifica la importancia relativa de los diversos factores de la locali¬ zación, lo que influye sobre la distribución geográfica de la producción. La teoría del ciclo de vida del producto ha sido un gran aporte para el análisis de la división internacional del trabajo y de las modalidades consiguientes de comercio. Por una parte, indica que está surgiendo paulatinamente un enfoque ecléctico de la teoría internacional del comercio y sugiere que no hay una teoría única para estudiar las modalidades del comercio internacional. Se requieren distintas interpretaciones teóricas para ilustrar diferentes tipos de relaciones comerciales, con respecto de los productos o de los asociados en el comercio o de ambos aspectos. En realidad, la teoría del ciclo de vida del producto acepta la teoría tradicional de las proporciones de los factores propuesta por Heckscher-Ohlin como válida para el comercio de los productos que están en la etapa de madurez. A medida que las manufacturas se vuelven más estandarizadas y disminuye su contenido de tecnología, los factores tradicionales de la producción —la mano de obra y el capital— van adquiriendo importancia creciente para determinar 124 las ventajas comparativas. Del mismo modo, con respecto al comercio de productos primarios, la ventaja comparativa se determina principalmente por la dotación de recursos naturales del país1 . Por otra parte, la teoría del ciclo de vida de los productos inyectó un elemento dinámico en la teoría del comercio. Ofrece un modelo para explicar y prever los cambios que sufren con el tiempo la composición y la dirección del comercio. La teoría ilustra por qué suceden cambios en la división geográfica de la mano de obra y cómo la producción se desplaza entre países que se encuentran en distintas etapas del desarrollo económico. Se introducen nuevos productos en los países de avanzada tecnología. Al lograrse la producción masiva, la tecnología se estandariza y se difunde a los países intermedios, en que el capital haya llegado a ser más abundante y las técnicas se hayan perfeccionado. Por último, los países en temprana etapa de industrialización se concentran en productos estándares de uso intensivo de mano de obra. La hipótesis del ciclo de vida del producto puede ser válida también para analizar los ciclos de desarrollo en el propio proceso de industrialización. Los países evolucionarían de una etapa temprana a una intermedia y luego a una avanzada, a medida que progresa el proceso de industrialización, con lo cual subiría el ingreso per capita y cambiaría la composición de su demanda. Las industrias en etapa madura se vuelven menos dinámicas y menos competitivas a medida que surgen las industrias de nueva tecnología y de uso intensivo de trabajo especializado. Estos supuestos destacan la necesidad de efectuar un análisis explícito del proceso mismo de industrialización antes que sea posible explicar los factores subyacentes en las ventajas comparativas. Teorías del crecimiento industrial 125 Históricamente, la industrialización no ha sido en modo alguno un proceso único, ininterrumpido, unitario, de ámbito nacional, y ni siquiera de ámbito mundial. Por el contrario, distintas industrias se han propagado en forma desigual en el tiempo y en el espacio. Sin embargo, pese a esta diferencia de sincronización, a menudo se considera que la industrialización es un proceso uniforme e identificable de crecimiento y renovación, cuyas características principales se dan fundamentalmente en la misma forma en todos los países. Además, justamente por esta divergencia de sincronización, la distribución geográfica dispareja de las actividades industriales ha preparado el camino para la división espacial de la mano de obra y ha generado las relaciones comerciales consiguientes. Las teorías tradicionales del crecimiento industrial se basan en el supuesto implícito de que hay una modalidad mundial estándar de crecimiento industrial en que se progresa de una etapa a otra con estructuras y niveles de ingreso homogéneos. Tras de la labor pionera de Simón Kuznets (1959 y 1971), quien resumió este proceso con el término de "crecimiento económico moderno", varios economistas, y particularmente los historiadores económicos, han intentado cuantificar la tasa de cambio estructural y sectorial inherente en el proceso de industrialización. Kuznets se interesó particularmente en investigar la relación entre los niveles de ingreso y la producción industrial. El ingreso per capita llegó a ser el parámetro más importante y de aplicación universal para indicar el nivel de desarrollo económico. Los estudios históricos también han mostrado que hay gran uniformidad en el auge de la industria manufacturera a medida que avanza el crecimiento económico. La posibilidad de que exista un proceso regular de industrialización ha sido analizada midiendo la distribución del producto nacional y de la mano de obra entre los principales sectores así como dentro del sector industrial. Colin Clark (1940) dividió la economía en tres sectores principales: el primario (agricultura e industrias 126 extractivas), el secundario (la manufactura y la construcción) y el terciario (servicios y comercio). Según este enfoque, la característica principal del desarrollo económico moderno sería la evolución desde la producción primaria, a través de la manufactura hasta llegar al sector terciario. El modelo de tres sectores es válido para todos los países —cualquiera sea su tamaño, nivel de desarrollo o características estructurales— y ha permitido ubicar a cada país en una misma línea universal de crecimiento. El desarrollo económico supondría el avance de unidades nacionales por una sola ruta en que un proceso acelerado de industrialización se considera como principal característica del progreso. Este tipo de concepto es común a los modelos de desarrollo generales y lineales, "por etapas", del cual el más influyente ha sido el de W.W. Rostow (1960) con su teoría de las "etapas del crecimiento". A medida que avanza el proceso de industrialización, la transformación estructural de la economía no se manifiesta ya en términos cuantitativos, por la proporción de la industria en la producción en su conjunto, sino más bien por desplazamientos sectoriales dentro del sector industrial. La hipótesis del ciclo de vida del producto había previsto que a medida que se elevaran los niveles de ingreso habría una tendencia general a postergar las industrias de etapa madura, de tecnología más simple, y que requieren principalmente mano de obra no calificada, en favor de industrias que exigen investigación y desarrollo y un uso intensivo de trabajo especializado. El primer estudio sistemático de cómo varía la modalidad sectorial de la industria manufacturera según el nivel de desarrollo fue efectuado por W.G. Hoffmann (1958). El dividió al sector industrial en bienes de consumo y bienes de capital y llegó a la conclusión de que cada país atraviesa por cuatro etapas en su desarrollo, en la cual cada una muestra una relación más alta de bienes de capital a bienes de consumo que la anterior. Una sola cifra que representa esta relación ubica al país en una línea universal de crecimiento industrial. 127 Solamente la velocidad con la que se pasa por cada etapa puede variar según la dotación de recursos naturales u otros factores, pero de otra suerte los países experimentan evoluciones similares en su proceso de industrialización. Una investigación más refinada, con hipótesis análogas, fue preparada por Hollis Chenery (I960) y con Taylor (1968). El criticó la elección de Hoffmann porque las industrias se limitaban arbitrariamente y se omitían varios sectores importantes; clasificó los sectores industriales en tres categorías: bienes de capital, bienes intermedios y bienes de consumo. Las modalidades de crecimiento industrial que describe Chenery se miden en función de la elasticidad-ingreso del crecimiento. Las elasticidades más bajas se dan principalmente en los bienes de consumo, y las más altas en los bienes de capital y los bienes intermedios principales que se emplean para producirlos. Por lo tanto, Chenery llegó a una conclusión parecida a la de Hoffmann, de que hay un fuerte vínculo entre el desarrollo industrial y el adelanto que tienen las industrias de bienes de capital y de algunos bienes intermedios en comparación con las de bienes de consumo. Los recursos naturales exportables ofrecen la principal base para la especialización internacional en las economías preindustriales. Paralelamente, en la etapa más temprana de la industrialización, la dotación de recursos, incluso la abundancia de mano de obra, tienden a ser más importantes que otros factores de la producción para determinar la estructura inicial de las ventajas comparativas. A medida que avanza el proceso de industrialización hacia la etapa de transición o de despegue, las dotaciones relativas de recursos físicos (condiciones geográficas, territorio, población y materias primas) van perdiendo su importancia y vienen a ejercer una influencia primordial las diferencias en cuanto a capacidad para aprovechar los recursos físicos (la calidad de la mano de obra, la tecnología, el capital, las estructuras de organización). Concomitantemente cambia la división internacional del 128 trabajo; hay un abandono del comercio vertical —intercambio de productos primarios por manufacturas— en favor del comercio horizontal —intercambio de manufacturas por manufacturas. Esto explica las diferencias entre países que se especializan dentro del sector manufacturero. Entran aquí a tallar las teorías sobre el crecimiento industrial, que han intentado investigar qué productos en el curso del desarrollo de una economía son los primeros que se fabrican y cuáles siguen después y en qué orden para poder establecer la composición óptima de la división internacional del trabajo, tomando en cuenta las variaciones entre países en cuanto a grados de desarrollo y dotación de factores. Las teorías del crecimiento industrial aplican un criterio por etapas al teorema de las ventajas comparativas. La especialización internacional que aparece así sugiere que los países menos desarrollados, estando como están en una etapa temprana de la industrialización, tienen una ventaja natural en la producción y exportación de bienes que se encuentran en una etapa madura, que requieren mano de obra poco especializada y que se basan en los recursos naturales y en el uso intensivo de la mano de obra. Los países en etapa intermedia deberían centrar su atención en industrias estandarizadas con un uso relativamente intenso del capital, en tanto que las principales perspectivas para las economías industrializadas estarían en los bienes complejos de alta tecnología, con un uso intensivo de mano de obra calificada y con un gran contenido de valor agregado. Este tipo de especialización internacional sería de beneficio para todos los países. Para lograrlo, debe dejarse que las reglas del mercado funcionen sin interferencias. Sin embargo, hay algunos problemas que se relacionan con la validez internacional de las teorías del crecimiento industrial y del criterio de las etapas al enfocar las ventajas comparativas. En primer lugar, el proceso de industrialización evidentemente presenta ciertos rasgos en común tanto histórica como geográficamente. Sin embargo, hay una razón importante que 129 explica por qué las modalidades de crecimiento industrial en los países menos avanzados se apartan de las tendencias históricas observadas en los países ya industrializados, a saber, la propia existencia de estos países. Su industrialización temprana ha cambiado considerablemente el medio externo a que hacen frente los que se industrializan más tarde. El historiador económico A, Gerschenkron (1962) ha formulado la tesis que mientras más atrasado sea un país al comenzar su proceso de industrialización más tendencia tendrá a apartarse de la evolución que siguieron sus antecesores. El atraso relativo se explica por la falta de uno o más de los factores de producción requeridos y para suplirlos el país tiene que buscar otras soluciones. La evolución de los que llegan rezagados, por lo tanto, no ha sido idéntica a la de los países pioneros o incluso a la de otros que se encuentran en la misma etapa: la sustitución ha creado evoluciones diferentes. En segundo lugar, y lo que es más importante, distintas formas de especialización tienen distintas consecuencias a largo plazo para el desarrollo económico. Hay algunos bienes que pueden sustituirse o comercializarse fácilmente y otros cuya presencia es vital para el proceso general de industrialización. He aquí la importancia que tiene distinguir entre el comercio marginal y el comercio fundamental. Además, las diferencias estructurales entre las economías pueden llevar a relaciones de intercambio asimétricas y a la dominación del asociado más débil por el más fuerte, con lo cual se socava la posibilidad de lograr ventajas recíprocas de la especialización y del comercio internacionales. Estos tipos de problemas son planteados por la teoría estructuralista de las relaciones económicas internacionales. Teorías contrarias a la especialización sobre la base de las ventajas comparativas 130 das teorías del comercio y del crecimiento industrial presentadas en las secciones anteriores tienen una característica en común: pretenden explicar y explorar las modalidades deseables de la división internacional del trabajo principalmente en función de la dotación relativa de factores y de las ventajas comparativas respectivas. Según sea el criterio aplicado, la localización de la producción y los movimientos comerciales consiguientes estarían determinados por las exigencias específicas de recursos, por la disponibilidad relativa del trabajo y del capital o por la oferta de capital humano incluso el conocimiento técnico. Además, la dotación de estos factores de producción está determinada por la etapa del proceso de industrialización por la cual atraviesa cada país. Sin embargo, se encuentran muchas dificultades al aplicar la dotación de factores como variable independiente y única que explique las modalidades de comercio y especialización. Aún más problemática sería la conclusión de que la modalidad de producción y comercio prevista resultaría ser la combinación óptima para la distribución de los recursos entre industrias y entre países. Con suma frecuencia se critican las consecuencias a largo plazo para el desarrollo económico. Hay algunos bienes que pueden sustituirse o comercializarse fácilmente y otros cuya presencia es vital para el proceso general de industrialización. He aquí la importancia que tiene distinguir entre el comercio marginal y el comercio fundamental. Además, las diferencias estructurales entre las economías pueden llevar a relaciones de intercambio asimétricas y a la dominación del asociado más débil por el más fuerte, con lo cual se socava la posibilidad de lograr ventajas recíprocas de la especialización y del comercio internacionales. Estos tipos de problemas son planteados por la teoría estructuralista de las relaciones económicas internacionales. rios tanto positivos (determinación de las modalidades de comercio) como normativos (beneficios derivados del comercio) inherentes a las teorías sobre la proporción de factores. 131 La crítica estructuralista del enfoque sobre la proporción de factores Según la teoría estructuralista, la división internacional del trabajo es función más bien de relaciones que de la escasez. Una investigación empírica sobre la división internacional del trabajo podría confirmar que lo que abunda en los países desarrollados (mano de obra especializada, capital, tecnología, conocimiento técnico, etc.) verdaderamente escasea en los países menos desarrollados y que esta diferencia se manifiesta en las modalidades respectivas de especialización. Sin embargo, lo controvertido del concepto se debe menos al fenómeno empírico en que se basa que a sus causas. Para el análisis estructural el examen de la capacidad nacional por sí sola no basta. Centra su atención en las relaciones entre los agentes y destaca que la naturaleza de la interacción entre ellos ejerce fuerte influencia sobre las diferencias observadas en la dotación de recursos, así como sobre el nivel general de desarrollo. Se acepta comúnmente que las diferencias en la disponibilidad de los factores de producción influyen sobre las modalidades del comercio y la producción internacionales. Pero los estructuralistas pretenden elaborar una teoría dinámica de las ventajas comparativas recalcando que la función de los factores de producción no puede abstraerse de la trama general del desarrollo social y económico y de las relaciones externas de un país (Helleiner, 1981 y Kiss, 1971). La dotación de factores no es fija, sino que en sí misma es un producto del desarrollo socioeconómico, que incluye las relaciones presentes y pasadas del intercambio, los movimientos internacionales del capital y del trabajo, así como la intervención de la política. Por lo tanto, la dotación de factores no puede tomarse como un dato, sino que debe considerarse como una de tantas variables que pueden haber sido afectadas por la política. Por ejemplo, las diferentes combinaciones continentales y nacionales de los factores de producción en los 132 países en desarrollo resultan de la incorporación obligada históricamente de estas sociedades a la división internacional del trabajo de tipo colonial. Del mismo modo, un país puede prepararse para competir internacionalmente en industrias en las cuales pareciera no tener una ventaja comparativa inherente en términos estáticos. Además, la dotación de factores suele explicar, sólo en parte, la distribución actual de la división internacional del trabajo. El volumen y la modalidad de comercio también dependen en forma muy importante de otros elementos como las actividades de mercadeo y las economías de escala, así como de la concentración del mercado internacional y de las relaciones comerciales entre empresas. Desempeñan también un papel decisivo diversos factores institucionales, por ejemplo, las barreras arancelarias y no arancelarias, las preferencias comerciales, las medidas de promoción y el comercio estatal, incluso los convenios de comercio bilateral y de trueque. El enfoque de las ventajas comparativas, incluso en su versión más compleja, no provee así una explicación adecuada de por qué el comercio se desarrolla efectivamente. En forma análoga no sería aconsejable emplear la dotación actual de recursos como única base para las recomendaciones de política comercial. Los partidarios de la teoría de las ventajas comparativas, por lo tanto, argumentarían que desde el punto de vista de la división del trabajo eficiente representa una modalidad deseable de especialización más bien que una modalidad efectiva. Si las políticas de restricción del comercio inhiben la división óptima del trabajo, la solución requerida es rechazar, no la teoría, sino las políticas distorsionadoras. En otras palabras, el principio de las ventajas comparativas puede resultar deficiente para explicar en términos "positivos" lo que sucede efectivamente, pero persiste en un sentido normativo como comprobación de las ventajas que derivan de la especialización y del libre comercio. El argumento del enfoque de las ventajas comparativas en favor de la especialización internacional se 133 fundamenta en la comparación entre una situación de comercio y una situación en que no hay comercio. Cada país se beneficiaría del comercio al especializarse en aquellas actividades en que es relativamente eficiente e intercambiar esas mercaderías por aquellas en que es relativamente ineficiente. Ningún país sería perjudicado con ese comercio ya que cada uno alcanzaría por lo menos el nivel de bienestar que registraría sin las transacciones externas. Por lo tanto, el abrir un país al comercio exterior es la mejor forma de aprovechar los beneficios de la especialización internacional, según la teoría de las ventajas comparativas. Es incontrovertible que resulta un beneficio general de la especialización. Pero el principal interrogante es el siguiente: ¿cómo se comparte ese beneficio y cuáles son los efectos acumulativos a largo plazo de una modalidad particular de especialización? En un sentido puramente estático, las disposiciones que restringen la especialización y el comercio exterior reducen el ingreso y el bienestar del mundo en su conjunto. Pero el argumento clásico a favor de la distribución óptima de los recursos por medio del libre comercio no ha indicado cuál es la distribución del bienestar y del ingreso mundial. Según sea la naturaleza del intercambio y las condiciones estructurales entre los asociados en el comercio, los beneficios del comercio pueden ser distribuidos en forma bastante dispareja. Esto ocurre, en particular, entre países con grandes diferencias en su estructura de producción y grado de desarrollo —el intercambio típico entre los países industriales y los países menos desarrollados. Aquí la naturaleza complementaria de la relación comercial no exige una explicación especial, pero es problemática su ventaja. A este respecto, el análisis estructural duda no tanto de la composición del comercio que sugiere el principio de las ventajas comparativas cuanto de las consecuencias previstas de tal comercio. Los modelos de proporciones de factores suelen elaborarse con un tipo de cuenta estática de corte transversal, en tanto que la división 134 internacional del trabajo, según el punto de vista estructuralista, resulta de un proceso histórico a largo plazo con efectos diferenciados, dinámicos y estancantes, para los participantes. La investigación se ocupa del impacto específico que se ejercería sobre la estructura de la producción y el desarrollo industrial general, la distribución del ingreso y los perfiles del consumo, por distintos tipos de especialización. Todos los participantes pueden beneficiarse del comercio internacional y de la especialización siempre y cuando sus situaciones iniciales sean bastante semejantes. El problema se presenta cuando los asociados parten de niveles iniciales desiguales. Si se plantea esta cuestión, la diferencia fundamental entre las estructuras de comercio de naturaleza simétrica y asimétrica resulta evidente. 5.7. El argumento a favor del proteccionismo El economista alemán Friedrich List (1977) fue el primero que rebatió sistemáticamente, hace más de 140 años, la teoría de la economía inglesa clásica sobre las ventajas inmediatas que se obtenían de la división internacional del trabajo y del comercio. La preocupación de List no era un refinamiento crítico de los principios de las ventajas comparativas y del libre comercio en sí mismos, sino más bien su aplicación a todas las economías, sobre todo con respecto de aquellas que tuvieran un menor nivel de desarrollo industrial que el de la economía británica, cuya productividad en ese entonces sobrepasaba a la de todas las demás. List consideraba que la estructura internacional era jerárquica, con tres escalones de países. Gran Bretaña estaba a la cabeza de esta jerarquía con una estructura industrial avanzada, con lo cual ejercía una presión competitiva ruinosa sobre las economías menos avanzadas que se encontraban todavía en la etapa inicial del proceso de industrialización. En un segundo escalón, List colocaba a aquellos países que suponía serían capaces de lograr un 135 grado de madurez industrial comparable al de Gran Bretaña, siempre que pudieran aplicar políticas de comercio exterior y económicas apropiadas que restringieran la influencia deteriorante de la economía británica. Entre éstos se incluía a los Estados Unidos, Francia y, en particular, a Alemania. En el tercer escalón se encontraban los países de las llamadas zonas tórridas —que corresponden al Tercer Mundo— que por razones naturales y especialmente climáticas eran incapaces de generar un proceso industrial propiamente dicho. Su papel en la división internacional del trabajo sería el de seguir siendo productores de bienes agrícolas y materias primas y se beneficiarían del comercio libre. La crítica de List a la doctrina del libre comercio mundial se basaba particularmente en su preocupación por el destino que correrían los países del segundo escalón. Destacaba que el principio de las ventajas comparativas tiene validez a corto plazo: todos los asociados del comercio se benefician de la especialización. A largo plazo, sin embargo, las relaciones comerciales asimétricas se traducirían en el desarrollo ulterior de la capacidad productiva de los países avanzados y pioneros y en la restricción del potencial de desarrollo de los que habían llegado tarde al proceso industrial. Por lo tanto, estos últimos tenían que proteger sus industrias nacientes de la competencia de los países más desarrollados, manteniendo siempre liberadas sus importaciones de materias primas. List dio prioridad a la generación completa de las fuerzas productivas internas, es decir, de la capacidad productora, a sabiendas de que la introducción de aranceles protectores, por ejemplo, causaría una pérdida de ventajas aparentes e inmediatas. Comprar manufacturas en el extranjero suele resultar mucho menos oneroso que desarrollar las condiciones previas para producir esas mercancías internamente. Habría, sin embargo, una compensación problemática: cuanto más una economía inferior compra al principio del extranjero, tanto más se inhibe el desarrollo manufacturero 136 interno. Un proceso de industrialización bien logrado depende no sólo de las importaciones de tecnología avanzada y de bienes de capital, sino de la adquisición de la capacidad para generar el progreso técnico ypara producir sus propias herramientas y equipos. List introdujo el famoso argumento de la industria naciente para abogar por la protección. Se ha considerado tradicionalmente entre los partidarios del libre comercio como una de las justificaciones más aceptables para interferir en ese comercio. Se alega que en una situación de libre comercio un país nunca puede llegar a tener posibilidades de desarrollar la producción y la exportación de determinados productos, en los cuales podría tener una ventaja comparativa en potencia, porque los productores extranjeros ya establecidos le han tomado la delantera. Es así como el argumento de la industria naciente sostiene que a largo plazo se beneficiará el mundo en su conjunto de un arancel temporal y selectivo. Lógicamente, el argumento implica una eliminación gradual con el tiempo del grado de protección cuando la base de la industria haya sido consolidada. Muchos otros argumentos se oponen a la doctrina del libre comercio y a la modalidad consiguiente de especialización internacional. Se pone en tela de juicio el cálculo implícito de costobeneficio que presentan los partidarios del libre comercio señalando los costos sociales ocultos de la competencia internacional y de la redistribución interna de los recursos. Hay un proceso de compensación entre el crecimiento económico y la elevación de los ingresos por medio del libre comercio, por una parte, y la integración económica interna y la seguridad social mediante la protección, por la otra. Así, se favorece frecuentemente la protección a fin de lograr una distribución equilibrada del ingreso dentro del país, de mantener el pleno empleo y una estructura industrial diversificada, de mejorar la relación de precios del intercambio de un país y su balance de pagos, o de custodiar algunos sectores estratégicos. Podría ser que el mundo en su 137 conjunto estuviera en peor situación como resultado de tal protección, pero el país interesado pretende mejorar su propio bienestar y velar por una distribución más igualitaria de los beneficios que resultan del comercio. Se considera así que la protección es una herramienta de la política estructural con la misma función que una política activa industrial y tecnológica que trata de apoyar las industrias nacionales frente a la competencia internacional. 5.7.1. Teorías estructuralistas La estructura básica de la economía internacional que analizó List presenta hoy características similares, aunque se han acentuado mucho más las disparidades dentro de la economía mundial. List analizó las limitaciones que se oponen al desarrollo de los países del segundo escalón, en tanto que los estructuralistas — como R. Prebisch, H. Singer, G. Myrdal, A. Hirschman, R. Nurskse, A. Lewis y F. Perroux— han examinado principalmente los efectos del comercio y de la especialización sobre los países del tercer escalón y en el nivel regional dentro de los países avanzados. Han cuestionado el principio de la especialización con el enfoque de una comparación estática de ventajas, que supone que la especialización es de beneficio para todos los participantes. Se ha acentuado particularmente la duda en las relaciones estructuradas asimétricamente, como las que se dan entre las economías menos desarrolladas y las muy industrializadas. Se ha visto la posibilidad de una división internacional desigual del trabajo, cuyo concepto central es el desequilibrio entre centro y periferia. Además, se ha destacado la tendencia del comercio internacional a reproducir las desigualdades geográficas. Los estructuralistas han mostrado que la especialización y el comercio actuales son de beneficio mucho mayor para los países centrales (en que se concentra la manufactura) que para la periferia (destinada principalmente a la producción primaria). Han opinado que los 138 beneficios del intercambio internacional difieren según sea la naturaleza de los productos que se comercian. La división actual del trabajo es un obstáculo para el desarrollo económico de la periferia, como lo demostraron principalmente H. Singer (1950) y R. Prebisch (1949). Sostienen que la especialización unilateral en productos primarios ha hecho que la economía de la periferia sea muy vulnerable a las fluctuaciones cíclicas externas, y que disminuye el poder adquisitivo de sus exportaciones; le falta los efectos secundarios y acumulativos de la producción manufacturera y tiene así menos radio de maniobra para lograr el progreso técnico y elevar su productividad. En consecuencia, se plantean los problemas endémicos de una economía periférica: un déficit comercial crónico, un creciente endeudamiento externo, inestabilidad de los precios, bajos niveles relativos de salarios, desempleo estructural y, frecuentemente, la emigración. Aunque el tema principal de la tesis Pre¬ bisch-Singer es el de la composición no diversificada del comercio de los productores primarios, el mismo argumento podría aplicarse a la división internacional del trabajo industrial. La industrialización unilateral sin una estructura de la producción integrada vitalmente en el plano interno puede ser tan desfavorable como lo han indicado, por ejemplo, los teóricos canadienses (Innis, 1938 y MacKintosh, 1939) con su concepto de la celada de los bienes básicos. (Staple goods trap). La concentración en las exportaciones de productos estandarizados basados. en la dotación de recursos o en manufacturas de uso intensivo de mano de obra no calificada puede crear una estructura económica vulnerable y distorsionada, que se caracteriza por escasas vinculaciones interindustriales y sensibilidad a los ciclos económicos y a los cambios de tecnología y de preferencias en las zonas centrales. Estos productos también típicamente tienen una baja elasticidadingreso de la demanda, y por lo tanto a largo plazo su relación de precios del intercambio tiende a empeorar. Lo que se necesita de ahora en adelante es una 139 estructura de la producción con gran variedad de industrias que se apoyarían unas a otras tanto por el lado de la oferta como de la demanda. Siguiendo este argumento, varios economistas como P. Rosenstein-Rodan (1943), R. Nurkse (1953) y A. Lewis (1955) han elaborado una estrategia de crecimiento equilibrado, por la cual implican la expansión simultánea de varios sectores manufactureros y la ampliación del tamaño del mercado interno. El criterio es el de iniciar una reacción general en cadena dentro de la economía mediante la interdependencia interna tanto horizontal como vertical de las industrias. La factibilidad de una estrategia de crecimiento equilibrado —particularmente en las pequeñas economías periféricas— ha sido cuestionada por diversos autores, especialmente por A. Hirschman (1958) y F. Perroux (1955). ¿De dónde provendrán los recursos para las inversiones? ¿Cómo podría obtenerse la capacidad administrativa requerida? ¿Cuál es la combinación óptima de los sectores industriales y en qué tamaño de economía? Por consiguiente, al suponer inversiones fijas y una capacidad administrativa y empresarial limitada, la modalidad óptima de inversión sería aquella que se concentrara primero en un sector y después en otro, y en que se lograría un equilibrio solamente a largo plazo. Por ello, A. Hirschman ha propuesto un crecimiento desequilibrado y F. Perroux un polo de crecimiento como solución de alternativa para la estrategia de crecimiento equilibrado. En lo que toca a la industrialización de los países menos desarrollados, las repercusiones normativas del principio estático de las ventajas comparativas aconsejan la especialización en exportaciones de manufacturas estandarizadas de uso intensivo de mano de obra o de recursos naturales y la importación de bienes de uso intensivo de trabajo especializado con tecnología sofisticada. Sin embargo, la división del trabajo propuesta tanto por el modelo de crecimiento equilibrado como por el desequilibrado, fosilizaría las actuales disparidades en la economía mundial entre las economías más y las 140 menos desarrolladas, ya que no daría el impulso dinámico necesario para iniciar un proceso de industrialización con coherencia interna en estos últimos países. Las economías periféricas podrían hallarse sumidas en una situación de estancamiento que perpetuaría sus ventajas comparativas en las actividades de producción de uso intensivo de mano de obra o de recursos naturales. Esto a su vez inhibiría el crecimiento interno del capital físico y humano requerido así como de la tecnología, sobre todo porque la economía está rodeada por economías industriales avanzadas que actúan en forma muy competitiva y que son capaces de proporcionar todos los bienes esenciales requeridos. Se pone así en marcha un proceso acumulativo en que el comercio exacerba las relaciones ya dispares del intercambio. G. Myrdal (1957) y A. Hirschman (1958) introdujeron los conceptos de contracorriente (backwash) y de polarización para ilustrar las consecuencias espaciales de un crecimiento desequilibrado generado por el libre comercio en las relaciones estructuradas asimétricamente. Al contrario de los efectos de contracorriente hay también efectos de difusión o de percolación (trickling-down) de la expansión desde los países centrales a los periféricos. Como recalca G. Myrdal, sin embargo, el resultado es un crecimiento espacialmente desequilibrado —un proceso de. enriquecimiento estructural (en el centro) y empobrecimiento estructural (en la periferia)— si se deja la distribución de los recursos librada a las fuerzas del mercado por sí solas. Por lo tanto, el papel del Estado—particularmente en las economías periféricas— es decisivo para neutralizar las tendencias hacia el desequilibrio y sentar las bases de una economía viable. 5.7.2. El enfoque de la dependencia El concepto de centro-periferia empleado por las teorías estructuralistas expresa una relación desigual entre distintas economías: los países del centro se 141 benefician del comercio internacional en tanto que la periferia se perjudica, caracterizándose la economía mundial por un desarrollo desigual. La escuela de la dependencia, por su parte, ha ido un paso más allá—un paso ya indicado por G. Myrdal— al alegar que los conceptos de centro y periferia suponen algo más que una simple idea de diferencia inicial y las limitaciones externas consiguientes; se sostiene que se formaron gradualmente por efecto del mismo proceso histórico de expansión con las contracorrientes puestas en movimiento por las economías del centro. Los problemas de la economía periférica se interpretan, pues, no como el proceso de desarrollo de industrializadores tardíos, al influjo de un medio externo más avanzado, sino como la consecuencia de la integración en una división internacional del trabajo desigual, en que han dominado las economías capitalistas del centro. Se subraya así la unidad del sistema económico internacional. El centro se considera como capaz de un desarrollo autoexpansivo y como el principal beneficiario de la interacción mundial. Por otro lado, se considera que la periferia tiene un tipo reflejo de desarrollo que está tanto limitado por su incorporación al sistema mundial como que resulta de su adaptación a las exigencias de la expansión del centro. El centro se ha especializado en las manufacturas de punta, apoyado por las zonas periféricas, que están proveyendo las mercancías primarias necesarias así como los mercados auxiliares. El centro acumula capitales a expensas de la periferia. El sistema mundial se considera interdependiente pero con una asimetría específica en que diferentes unidades cumplen distintas funciones con variadas consecuencias socioeconómicas. La historia de la periferia forma parte integral de la historia del centro, ya que ambos reflejan distintos aspectos del mismo proceso universal. Por lo tanto, los rasgos estructurales de la periferia pueden considerarse no como condición original en un proceso evolutivo, sino como una condición creada en que han influido particularmente los factores externos. 142 El argumento central de esta escuela ha sido que la dependencia —manifestada en la desigual división internacional del trabajo y en una estructura sesgada de la producción interna— genera el subdesarrollo en la periferia. La crítica de la teoría de la dependencia se ha centrado en la importancia excesiva que atribuye a los factores externos, así como en su aplicación como teoría del subdesarrollo. Particularmente en los primeros escritos de A. Frank (1967 y 1969) se aducía expresamente que las condiciones externas determinaban mecánicamente a las internas y que el desarrollo era incompatible con la dependencia. Sin embargo, la mayoría de los autores de la escuela de la dependencia subrayan la interacción entre los factores externos e internos, aunque se considere que dominan los primeros. Análogamente, la mayoría de los dependentistas reconocen la posibilidad de lograr el desarrollo capitalista y el crecimiento industrial en la periferia pero hacen hincapié en sus características estructurales específicas. Estos elementos se expresan en la conocida definición formal de la dependencia que formuló Teotonio Dos Santos (1977). El elemento clave de su concepto de dependencia es la falta de posibilidades de lograr un desarrollo autónomo y autosostenido en una economía periférica. Sin embargo, ha señalado la interacción entre los factores externos e internos al decir que el proceso de acumulación de los países dependientes si bien está condicionado por la posición que ocupan en la economía mundial, está determinado por sus propias leyes de desarrollo interno. El resultado, sin embargo, será una economía dependiente, incapaz de romper las cadenas que la atan a los centros metropolitanos y lograr su pleno desarrollo. Una definición similar de dependencia ha sido postulada por F.H. Cardoso (1973) y con Faletto (1974), quien se refiere a la falta de capacidad interna para generar nueva tecnología, lanzar nuevos productos al mercado, producir bienes de capital y crear mercados. Sin embargo, las estructuras económicas y sociales están cambiando 143 en la periferia. Ya incluso sería posible lograr un acelerado crecimiento económico, así como la industrialización, aunque fuera al influjo de fuerzas externas. En este contexto, Cardoso hace una importante distinción entre la dependencia en situación de enclave y la dependencia donde el sistema de producción está controlado en el plano nacional. En el primer caso, el capital foráneo domina la economía, la cual, por sus funciones, se relaciona directamente con la acumulación mundial de capitales. En el segundo caso, en cambio, los recursos naturales y las actividades de producción son controlados localmente. Por consiguiente, la acumulación de capital se inicia internamente aunque requiere los mercados internacionales para su realización. El sistema no es autoexpansivo ni autosostenido y su dinámica está determinada externamente. Cardoso denomina a este proceso el "desarrollo dependiente". Para estructurar una economía autososteni¬ da y viable en la periferia, una condición necesaria sugerida por la teoría de la dependencia es generar un proceso de industrialización completo. Pero este proceso no puede tener lugar espontáneamente, porque sería inhibido por la división internacional del trabajo existente que tiende a fosilizar las diferencias entre las economías del centro y la periferia. Dentro de esta división del trabajo, las economías centrales pueden cumplir la función de motor del crecimiento para la periferia, pero la expansión de la economía mundial llevará a un tipo desequilibrado de desarrollo. Para eludir esta dependencia, es necesaria una disasociación selectiva de las periferias del mercado mundial (Senghaas, 1978; DíazAlejandro, 1978; Galtung y otros, 1980). No obstante, en diversas economías dependientes ha sido justamente el desarrollo de los sectores de exportación sobre la base de recursos naturales o el uso intensivo de mano de obra no calificada lo que ha cimentado las bases para la transformación estructural de la industria. El planteamiento por lo tanto no es si las exportaciones de productos primarios o simples 144 manufacturas en sí mismas llevan a una interacción externa desfavorable, sino más bien si los países se sumen en su papel de exportadores de bienes primarios o semielaborados en la división internacional del trabajo o pueden progresar de ahí para erigir una estructura económica viable. La habilidad para responder con éxito a la competencia de las economías industrializadas del centro y establecer una estructura industrial desarrollada, es, naturalmente, resultado de una compleja interacción entre un número de factores. La riqueza de la dotación de factores de un país, su red de comunicaciones, sus posibilidades de contar con una acumulación interna de capitales en vez del control extranjero directo de la producción, la capacidad de acelerar la creación interna de tecnología, la generación nacional de vínculos y economías externas, y, por último, pero no por ello menos importante, la política gubernamental, son todos factores decisivos en preparar el camino para un proceso bien logrado de industrialización y para reestructurar la división internacional del trabajo. El papel de la intervención estatal es de particular importancia tanto en la formulación de políticas económicas orientadas a la consecución de estas metas como en su papel de agente productivo directo. En general, la teoría de la dependencia insiste en que la naturaleza del proceso de industrialización y de la especialización internacional consiguiente está determinada no por ventajas comparativas estáticas sino por ventajas dinámicas. Con ello se pretende incorporar al análisis el medio socioeconómico general, incluso las relaciones asimétricas y la distribución desigual de los beneficios que derivan del intercambio, lo que lleva a presiones para cambiar el estado de cosas. 5.7.3. El sistema mundial: centro-periferia, y semiperiferia La metáfora de centro-periferia ha sido aplicada tanto por los estructuralistas como por los teóricos de la dependencia al describir las disparidades de 145 desarrollo en la economía mundial. Este par de antónimos no se define por la distancia geográfica o geométrica ni por las propiedades internas específicas solamente, sino por la naturaleza de la interacción entre ambos polos. Hay una diferenciación definida entre las funciones de ambos polos en el contexto de la economía mundial, que se manifiesta principalmente en la división internacional vertical del trabajo. La integración es vertical cuando sucede con un salto entre niveles de industrialización —y como consecuencia los procesos industriales más complejos generan vínculos económicos y economías externas, es decir, las estructuras industriales son integradas para las zonas centrales, pero se las niega a las periféricas. En la base de esta diferenciación de funciones, hay una diversidad de estructuras: en el centro, la estructura de la producción es diversificada y homogénea, mientras que, en la periferia, por contraste, es especializada y heterogénea. La diversidad implica una economía con una variedad de sectores industriales y la homogeneidad supone que estos sectores tienen vínculos recíprocos y que llevan a la cohesión estructural. Los perfiles del consumo se ajustan a la complejidad de los medios de producción y la tecnología. Una forma avanzada de producción tiene numerosos efectos positivos secundarios dentro de la economía. En la periferia, en cambio, la economía es muy especializada, habiéndose desarrollado uni¬ lateralmente un tipo de sector exportador de enclave, con efectos de eslabonamiento muy limitados tanto hacia atrás como hacia adelante, en tanto que la demanda se satisface en gran parte con importaciones a medida que aumenta y se diversifica. Por otra parte, la economía es heterogénea, o fragmentada, y se caracteriza por la falta de estructuras industriales integradas verticalmente, es decir, por la falta de cadenas completas de producción; la producción de tecnologías y equipos en especial ocurre en el extranjero y frecuentemente los productos de exportación tienen un bajo valor agregado. Esta estructura es además heterogénea en el 146 sentido de que existen actividades económicas con grandes diferencias de productividad en que los dos extremos están representados por un sector de exportación con una elevada productividad gracias a una tecnología y bienes de capital importados y una agricultura de subsistencia que emplea tecnologías anticuadas y por lo tanto tiene un muy bajo nivel de productividad de la mano de obra. Ambos tipos de economías, aunque se describan como polos separados están ligadas estructuralmente de manera que el sistema se reproduce en el plano mundial. Este es el punto de partida del análisis de Samir Amin sobre la acumulación mundial de capital que crea un capitalismo periférico con características estructurales específicas. Según Amin (1974 y 1976), hay tres criterios que definen a la periferia: la desigualdad de productividad entre sectores, sistemas económicos desarticulados y la dominación desde el extrajere Ha recalcado particularmente que la presencia o ausencia de vínculos entre distintos sectores económicos explica por qué algunos países son desarrollados y otros son subdesarrollados. Las economías del centro —particularmente los países pequeños— no son necesariamente autosuficientes desde el punto de vista económico, pero se bastan a sí mismas ya que tienen estructuras industriales integradas. Para Amin, la relación determinante en un sistema autosuficiente es la que vincula al sector que produce bienes de consumo masivo con el que produce bienes de capital. En las economías de la periferia este vínculo no existe, principalmente por la falta de un sector de bienes de capital. Sobresale en esta definición el papel de la producción de bienes de capital. Es el cimiento de la estructura industrial y de la competencia internacional de una economía. La industria de bienes de capital es el vehículo principal del progreso técnico, que a su vez tiene un impacto directo sobre la productividad del trabajo y la inversión. Del mismo modo, en él se apoya el desarrollo industrial autónomo, ya que genera el equipo necesario para instalar 147 otros sectores de la producción. Mientras se carezca de la producción de bienes de capital en una economía periférica, el dinamismo potencial que derive de la expansión económica interna y de las inversiones se propagará a los países del centro, y la economía mundial se caracterizará por una especialización desigual. Immanuel Wallerstein (1979) ha refinado el análisis de Samir Amin incorporándole el llamado criterio del sistema mundial. Según ese enfoque, en escala mundial, el proceso de la división del trabajo ha creado una economía integrada y polarizada que se manifiesta en las relaciones entre centro y periferia. Un sistema mundial según I. Wallerstein es una unidad con una sola división del trabajo que comprende múltiples sistemas culturales, múltiples entidades políticas e incluso diferentes modos de apropiación del excedente. Wallerstein describe el sistema mundial como capitalista y sostiene que una vez que el capitalismo surgió en el siglo xvi se desarrollaron la especialización regional y la división mundial del trabajo. Antes de esa época, el mundo estaba compuesto de un número de mini sistemas relativamente independientes. A medida que estas zonas externas fueron absorbidas por la expansión del sistema mundial, es decir, se incorporaron al proceso de acumulación mundial de capital (en la terminología de Amin), se convirtieron en periféricas y perdieron su potencial de desarrollo autónomo. El tipo particular de integración de la producción que se advierte frecuentemente en el plano mundial —productos primarios de la periferia, manufacturas del centro— es incidental y no esencial al concepto de la división centro periferia del trabajo. Es principalmente una división entre procesos integrados de producción, no entre productos particulares. En un caso típico, la deficiente integración externa en las economías periféricas se manifiesta en una producción que está orientada hacia el exterior y que se especializa en alto grado en bienes semi-manufacturados con escaso uso de trabajo especializado. El sistema mundial está en un constante 148 proceso de mutación en el que sus distintos polos se manifiestan diferentemente. La polarización entre el centro y la periferia, sin embargo, no produce una distribución bimodal sino una distribución trimodal de países a lo largo del espectro centro-periferia. De allí que, aparte el centro y la periferia, exista en el tramo intermedio un grupo de países "diferenciable por su estructura" que constituyen la semiperiferia. Puede así elaborarse la siguiente tipología que categoriza a los países según su papel en la división internacional del trabajo. La diferencia básica en la dinámica del desarrollo entre el centro y las economías periféricas y semi-periféricas radica en que el centro es capaz de un desarrollo autogenerador que responde a sus necesidades internas, mientras que los otros dos tienen un tipo reflejo de desarrollo con estructuras de la producción fragmentadas y especializadas. La cuarta categoría 'área externa' o 'mini sistemas' que no han sido afectadas todavía por la penetración del centro y por lo tanto tienen una división interna autocontenida del trabajo no existe en el mundo actual. En la periferia, la estructura de la producción se especializa en un doble sentido: sólo se exportan productos primarios y la economía tiene una escasa integración interna. Aunque la semiperiferia exporta algunas manufacturas, la producción de exportación es también altamente especializada y tiene sólo unos pocos vínculos dentro de la economía nacional. El concepto de semiperiferia no comprende una categoría estable de países, aunque su función internacional puede haber sido históricamente la misma. En su papel en la división mundial del trabajo, las semi-periferias hacen frente a una dicotomía: tienen dos distintas series de ventajas comparativas, una para los países del centro hacia quienes aspiran y otras para las periferias que han dejado atrás. Por lo tanto, intercambian diferentes clases de productos con cada área, importando tecnología avanzada del centro y exportando semi-manufacturas hacia ellos, mientras que obtienen materias primas de la periferia y les exportan 149 manufacturas terminadas. En parte las semi-periferias actúan como una zona periférica para las zonas centrales pero como centros para algunas zonas periféricas. El sistema internacional se describe frecuentemente como una jerarquía de tres rangos en que el rango intermedio podría haber coincidido con el segundo escalón (F. List), el subimperialis¬ mo (R.M. Marini), el desarrollo dependiente (F.H. Cardoso) o la semiperiferia (I. Wallers¬ tein). Todos estos modelos de estratificación internacional son empíricamente más bien vagos y no comprenden criterios operativos inequívocos para identificar a los países que pertenecen a cada categoría. Todavía no se han establecido medidas cuantitativas definidas para separar el área semiperiférica del centro, por un lado, y de la periferia por el otro. Algunas tentativas empíricas se han basado ya sea en los factores de capacidad (tamaño, desarrollo industrial, ingreso, fuerza militar) o en las estadísticas de las transacciones (corrientes comerciales, intercambio diplomático, intervenciones militares). Cualquiera sea el criterio de semiperiférico que se emplee, el resultado ha sido un grupo heterogéneo de países. Es necesario destacar que el sistema económico internacional debe considerarse como una estructura, en forma de pirámide, de hegemonía y dependencia socioeconómicas —una escala— más bien que como categorías únicas de centroperiferia y semiperiferia. El concepto de semipe¬ riferia puede emplearse principalmente como instrumento de análisis más bien que como una categoría detallada de países que pertenecen a ella. El centro, la periferia y la semiperiferia son todos conceptos en función de los cuales sólo son razonables los conceptos relativos más bien que absolutos. Hacia una definición de la división internacional del trabajo industrial. Las proporciones relativas de productos primarios y manufacturas en el comercio exterior de un país se han empleado tradicionalmente como el principal 150 indicador que define su posición en la división internacional del trabajo. Sin embargo, se está borrando paulatinamente en la economía mundial la diferenciación entre los productores de materia prima y los exportadores de manufacturas. Las modalidades tradicionales del comercio exterior están siendo reemplazadas por nuevas tendencias. Los países en desarrollo están industrializando en mayor grado sus propias materias primas y diversificando los sustitutos de una gran variedad de productos industriales que antes importaban. Es así como el comercio complementario tradicional está siendo reemplazado por relaciones de comercio más competitivas en que los países intercambian manufacturas por manufacturas. La complementariedad en las relaciones de comercio se encuentra en realidad en un nuevo nivel. En la economía mundial se ha acentuado un nuevo tipo de especialización productiva en la que se define la posición relativa de un país en función del papel que desempeña en la división internacional del trabajo industrial. Al comparar las estructuras industriales y las modalidades consiguientes del comercio en el espectro centro-periferia, sobresalen cinco dependencias socioeconómicas, una escala, más bien que como categorías únicas de centroperiferia y semiperiferia. El concepto de semi-periferia puede emplearse principalmente como instrumento de análisis más bien que como una categoría detallada de países que pertenecen a ella. El centro, la periferia y la semiperiferia son todos conceptos en función de los cuales sólo son razonables los conceptos relativos con características distintivas que definen la profundidad y el alcance de la industrialización y por lo tanto la capacidad de competencia externa de cada país. Ellos son el grado de orientación hacia el exterior y la diversidad de la estructura industrial; la concentración en cuanto a los asociados en ese comercio; la intensidad de uso del trabajo especializado; y el valor agregado de la producción industrial. Un país periférico que haya llegado tarde a la 151 industrialización depende en grado sumo de las relaciones externas tanto en función de los mercados como de su provisión de insumos. Además, sus exportaciones se centran en unos pocos productos y suele ser muy concentrado en cuanto a sus asociados en el comercio. Estos factores están relacionados entre sí, ya que la dependencia de las fuerzas externas probablemente será mayor si el comercio exterior se caracteriza por una alta concentración geográfica por productos. Una explicación común de estas características es la escasez inicial que sufre el novato de recursos industriales y de una demanda interna efectiva, así como la debilidad general de su industria frente a un medio industrial y técnicamente más avanzado. Estos defectos generan una especie de círculo vicioso en que la producción de exportación fragmentada y de enclave, sólo presenta unas pocas vinculaciones interindustriales, y la industria no se beneficia así en grado suficiente de los posibles efectos multiplicadores, que tienden a filtrarse al extranjero. La demanda interna es abastecida por importaciones en proporción exagerada y el comercio se concentra con las economías dominantes del centro. La orientación hacia el exterior y la escasa diversidad y alta especialización de la estructura de exportación se relacionan en parte con el tamaño de la economía. Hay una relación inversa entre el tamaño del país y tanto la dependencia comercial como la concentración del comercio. Un mercado interno relativamente pequeño hace que los países —cualquiera sea su grado de desarrollo— dependan de la especialización y de la exportación a fin de explotar los beneficios de las economías de escala. Por lo contrario, los grandes países pueden confiar más bien en sus mercados internos y en los volúmenes de recursos internos en su proceso de industrialización. Pero estas observaciones obvias no revelan la posible variedad de la especialización ni los problemas de la concentración específica por ramas. Distintas modalidades de especialización tienen diferentes consecuencias a largo plazo para el desarrollo 152 económico, lo cual debe incorporarse al análisis. No es principalmente el alcance sino la profundidad de la industrialización lo que importa. Los países pequeños de alta industrialización pueden ser muy especializados en su producción para la exportación pero típicamente se concentran en productos de alta tecnología con uso intensivo de trabajo especializado y un alto valor agregado. Esta producción especializada se integra verticalmente dentro de la economía nacional y tiene fuertes vinculaciones hacia atrás y hacia adelante por lo que tiene distintos impactos multiplicadores sobre el desarrollo económico general. La especialización sectorial por lo tanto puede acelerar el proceso de industrialización global siempre que se cree una estructura industrial integrada verticalmente. Por ejemplo, el papel estratégico del acero en el desarrollo industrial se basa en esta serie de vínculos: desde la explotación del mineral a través de la fundición y refinación hasta la fabricación de productos metálicos y, por último, de bienes de capital. En el análisis anterior se ha subrayado la distinción entre la división del trabajo que se basa en la especialización sectorial y la que se basa en la especialización funcional. Aunque importa la modalidad de especialización sectorial, la diferenciación espacial en términos de etapas y tipos de producción parece tener igual importancia para la investigación de la actual división internacional del trabajo industrial. Esta se basa no sólo en la división geográfica sectorial sino también en una división intrasectorial del trabajo. Podría argumentarse que el grado de elaboración y la intensidad en el uso del trabajo especializado en la producción industrial son factores más importantes que la orientación relativa hacia el exterior o la diversidad para determinar la capacidad de competencia relativa de cada país en el comercio mundial. Según estos dos criterios, puede elaborarse la siguiente tipología de cuatro categorías de ramas manufactureras. 153 En general, el papel específico que cumple un país y la posición que ocupa en la división internacional del trabajo industrial están determinados por su forma de especialización según estas categorías de industrias. El dominio industrial y la capacidad competitiva de las economías centrales se basan en la adquisición de las industrias más sofisticadas de uso intensivo de conocimientos técnicos y de una tecnología cada vez más profunda, es decir, la etapa temprana en el ciclo de vida del producto. Aparte de requerir una alta especialización, estas industrias a menudo son de uso relativamente intensivo de trabajo y de alto valor agregado. Además, ese tipo de producción ajustada a las necesidades del consumidor es menos sensible a la competencia de precios, porque el mercado atribuye mayor importancia a la calidad y al diseño del producto. El ejemplo más típico es la producción de bienes de capital. En las economías periféricas, las industrias dominantes son principalmente las de los sectores de etapa madura que no se basan en los conocimientos científicos y que aprovechan ya sea los recursos naturales o la mano de obra barata. Ahí la capacidad para innovar y para encabezar el desarrollo tecnológico es limitada. Los métodos de diseño y producción están estandarizados y el crecimiento de la productividad es escaso. La principal forma de competencia es a través de los precios, que dependen predominantemente del costo de la mano de obra o de la disponibilidad de los recursos naturales. Las economías semiperiféricas se encuentran en una etapa intermedia; han adquirido industrias de uso más intensivo de capital y de trabajo especializado con un nivel más alto de elaboración que las economías periféricas. Sin embargo, el sector de bienes de capital, incluso la investigación y la aplicación de nuevas técnicas productivas, continúa dominado por las economías centrales. Las características competitivas específicas de una economía nacional dependen particularmente de la existencia de una producción autóctona de bienes de inversión. Y ello porque determina la 154 profundidad del proceso de industrialización en cada país. El tamaño del sector de bienes de capital puede considerarse entonces como una de las principales determinantes para diferenciar entre las economías centrales y semiperiféricas. 5.8. La nueva división internacional del trabajo y la economía monetaria internacional de EE.UU La hipótesis de este trabajo sostiene que la crisis económica internacional iniciada en 2007 tuvo como fundamento la tensión entre dos determinaciones: la reestructuración productiva internacional que implicó la nueva división internacional del trabajo, con la industrialización asiática (y muy especialmente la aceleración de la industrialización de China en la última década) y el posicionamiento de los países desarrollados como proveedores internacionales de tecnología; en contraposición a la hegemonía monetaria internacional de EE.UU., que le permitió relajar la restricción externa en el marco de fuertes importaciones de bienes industriales asiáticos. Los ingresos de base tecnológica no lograron compensar el déficit en bienes, por lo que el exceso de demanda fue cubierto aprovechando los beneficios del señoreaje internacional que son generados por la hegemonía monetaria. El aumento de la tasa de interés impulsada por la Reserva Federal para ajustar dicho desbalance, desequilibró el esquema especulativo montado sobre el exceso de liquidez anterior y la relajación de la regulación financiera (así como sobre una novedosa ingeniería financiera), desencadenando la crisis. La nueva división internacional del trabajo El concepto clásico de división internacional del trabajo La concepción estructuralista latinoamericana nacida a la luz de las ideas de la CEPAL puso en tela de juicio el carácter mutuamente beneficioso de la división internacional del trabajo; que sostenían tanto la teoría 155 clásica en Economía Política (mediante la especialización internacional de los países en los sectores donde poseían ventajas comparativas, basadas en diferencias tecnológicas, como en Ricardo, 1959), como la neoclásica (que postulaba que dichas ventajas comparativas se basaban en la diferente disponibilidad de factores, como en Ohlin, 1933). Según los estructuralistas, las fuerzas que generaban la tendencia al deterioro de los términos de intercambio no permitían que los beneficios del progreso tecnológico de las industrias de los países centrales se distribuyeran hacia los países periféricos (especializados en el sector primario) mediante el mecanismo de precios internacionales (Prebisch, 1986). En términos genéricos, el cambio técnico en el sector industrial era más acelerado que en el primario, lo que debería impactar a la baja de los precios relativos de los bienes industriales, y por ende, al alza de los términos de intercambio de las economías periféricas, distribuyendo los frutos del progreso técnico (esencialmente vinculado al sector industrial) a nivel internacional. Sin embargo, la fuerza de trabajo mejor organizada gremialmente en las economías centrales no permitían que dicha reducción de precios se realizara, debido que presionaban al alza de los salarios más intensamente que la desorganizada fuerza de trabajo rural, acaparando parte del excedente que debería distribuirse mediante el mecanismo de precios y los términos de intercambio. De esta forma, los frutos del progreso técnico se concentraba en las economías centrales, y se ampliaba la brecha de producto per cápita y salarial entre economías centrales y periféricas. El concepto de industria subyacente en el análisis estructuralista refleja fielmente los atributos de la misma hacia mediados del siglo XX: la unidad productiva industrial era portadora del cambio técnico, pero esencialmente focalizado hacia la diferenciación de técnicas productivas, y no así hacia la diferenciación de 156 productos. Esto se enmarca en la clásica organización fordista del trabajo industrial (Coriat, 1993): producción a escala de productos estandarizados, basada en una línea de producción que se estructuraba en una cadena de montaje lineal (valga la redundancia), con procesos de trabajo muy repetitivos y simples, fraccionados y organizados secuencialmente en el marco de la cadena, de manera de lograr las transformaciones materiales necesarias. La producción a escala generada por la universalización del fordismo se complementó con una demanda final a escala, que permitiera la realización de las mercancías: nació el consumo en masa y la regulación salarial (a nivel nacional, en las economías centrales) que permitía sostener dicho crecimiento del consumo, lo que era captado en la tesis estructuralista ya mencionada. Posteriormente, complementando la tendencia al deterioro de los términos de intercambio, la tesis estructuralista incorporó un nuevo fundamento a la restricción externa al crecimiento elevado de los PED: la demanda de bienes primarios exportables (dependiente del crecimiento de los países centrales) es más inelástica con respecto al ingreso que la demanda de importación de los PED de bienes industriales (Prebisch, 1973). Aquí el problema es de la composición de la estructura económica: el desarrollo de nuevos productos y técnicas productivas sesgan la estructura económica hacia los eslabones de transformación técnicomaterial (tanto industriales como de servicios) por lo que paulatinamente va perdiendo participación el eslabón primario en la producción y realización de valor. Este proceso en la esfera de la producción se complementa con la diversificación de preferencias en términos de las necesidades sociales, que se expresa en un cambio de composición del vector de la demanda final. Y es este movimiento el que sesga la elasticidad-ingreso de las importaciones a favor de productos industriales, de mayor diferenciación. En esta ampliación teórica del pensamiento estructuralista, nuevamente la industria queda como portadora del 157 desarrollo tecnológico, ya no solo en la capacidad de generar nuevas técnicas que reduzcan costos, sino asimismo en la capacidad de diferenciar productos finales; todo ello en el marco de una fuerte integración nacional de dichos procesos. Ambas determinaciones estarán expuestas a reconsideración ante el advenimiento de una nueva forma de organización del trabajo y profundos cambios en el sistema técnico de producción a nivel internacional. Cambio del sistema técnico, organización del trabajo e internacionalización de la producción En la década de 1970 comienzan a madurar a nivel mundial dos procesos correlacionados, que tendrán asimismo repercusiones en la esfera monetaria internacional: un nuevo sistema técnico (Coriat, 2000), basado en la tecnología de la informática de la producción, y que permite estructurar el “modelo japonés” de organización del trabajo; y la internacionalización de la producción, fuertemente ponderada por el concepto de globalización (Knutsen, 1998). Coriat (2000) remarca tres fundamentos para el tránsito de la organización fordista de la producción al modelo japonés o toyotista: la saturación de los mercados de bienes finales estandarizados a nivel internacional, y cambios en la organización del trabajo potenciados (pero no explicados absolutamente por) la tercer causa, que es la informatización de la producción. Dicha informatización de la producción tuvo una elevada potencia para organizar el trabajo ya no en un esquema lineal, sino en un esquema de red, de manera de congeniar la elevada escala heredada del fordismo con la diferenciación de productos: sobre la base de un modelo estándar, el mismo se diferenciaba al seguir distintos caminos en dicha red (por ejemplo, en color, calidad y cantidad de componentes, etc.). Asimismo, la actividad creativa, fundamento de las innovaciones, se terminó de escindir de la propiamente reproductiva: los nuevos diseños se desarrollan a computadora, mientras que la reproducción está fuertemente automatizada, siendo una actividad capital 158 intensiva. Por otro lado, la informatización de la producción permitió la codificación de conocimientos, lo que redundó en su fácil transmisión, así como en su más clara delimitación y más efectiva protección jurídica mediante derechos de propiedad intelectual. Esto potenció la coordinación de las cadenas productivas por parte de las empresas líderes (generalmente las innovadoras), y por ende permitió que se especializaran aún más en dicha actividad, desintegrando la actividad reproductiva, pero coordinándola de cerca mediante la relación tecnológica y el gobierno de la cadena (Gereffi et al, 2005). Asimismo, la informatización de la producción permitió la coordinación de dicha actividad productiva a nivel internacional: el flujo de elevada cantidad de información a altísima velocidad permite transmitir el conocimiento técnico (diseños, técnicas, etc.) y las decisiones de gestión y producción a nivel global, redundando en una más desarrollada internacionalización de la producción (Nordås, 2005). La nueva División Internacional del Trabajo Este proceso histórico reconfigura la clásica concepción sobre la división internacional del trabajo, y abre un intenso debate sobre los transformaciones en marcha (Jenkins, 1984): “por primera vez en la historia de la economía mundial desde hace quinientos años, la industria de transformación puede producir para el mercado mundial, en forma rentable, en gran escala, y con un volumen creciente, en países en desarrollo. Además, la producción de mercancías se fragmenta cada vez más en producciones parciales que se someten, a nivel mundial, a la combinación más favorable de capital y trabajo para cada caso” (Fröbel et al, 1980: 18). De esta forma, los PD dejaron de ser exclusivamente productores y proveedores de bienes industriales a nivel mundial, y demandantes de bienes primarios de las economías subdesarrolladas (Prebisch, 1986), sino que dentro de sus estructuras económicas se consolidó el sector servicios (Memedovic y Iapadre, 2009). Por otra parte, en los PED se consolidaron las exportaciones de 159 bienes industriales de bajo contenido tecnológico (Balassa, 1979; Ominami, 1986). Al analizar la consolidación del sector servicios en las estructuras económicas de los países desarrollados, diversos autores remarcan que muchas de las antiguas actividades internas de las grandes firmas (como la contabilidad, gestión de recursos humanos, atención al cliente y análisis financiero, entre otras) han sido desintegradas de la estructura de las mismas (Sako, 2006; Fernandez-Stark et al, 2011); que se han especializado en la actividad de innovación y pasaron a coordinar la cadena productiva, como hemos remarcado. Como correlato, este proceso potenció el surgimiento y crecimiento de firmas especializadas en dichos servicios. Complementariamente, a nivel contable la especialización de las antiguas firmas industriales en actividades de innovación también las hace cambiar de sector: las actividades de investigación y desarrollo, así como los servicios profesionales y de computación, y las licencias por propiedad intelectual (todas actividades vinculadas a la innovación) se catalogan como servicios (Sturgeon y Gereffi, 2009). La conjunción de la enajenación de estas actividades con el efecto de las TICs en la demanda final (aumento de la participación en el gasto de las familias de los servicios de telefonía móvil, internet, servicios informáticos, etc.; como se aprecia en UNCTAD, 2009) fundamenta la preponderancia del sector servicios en la estructura económica en general a partir de la década del setenta. La especialización de las antiguas firmas industriales en la innovación, subcontratando el componente industrial a firmas reproductoras de los PED (de manera de aprovechas las ventajas salariales, claves en las actividades reproductivas fuertemente estandarizadas), determina que dicho efecto haya sido mucho más intenso en los PD que en los PED (Memedovic y Iapadre, 2009). En el marco de los denominados Sistemas Nacionales de Innovación (Freeman, 1995), y en general luego de procesos de fuerte adopción 160 tecnológica, solo un selecto grupo de países se consolidaron como los desarrolladores y proveedores de tecnología a nivel internacional (Dosi et al, 1994). La IED ha sido solo una de las formas bajo las cuales el conocimiento técnico se moviliza a nivel internacional; así como mediante licencias, patentes, u otras. Esto generó la creciente preocupación de los PD por lo tópicos de derechos de propiedad intelectual, inversiones y servicios a partir de la década del setenta en la Organización Mundial de Comercio (OMC, 2011); de manera de proteger las fuentes de ingresos generadas por su especialización como proveedores internacionales de tecnología. Herederos en parte de la experiencia japonesa, y en el marco de la particular geopolítica de la guerra fría, fueron los denominados tigres asiáticos los que desarrollaron las primeras experiencias significativas de industrialización tardía en dicho nuevo contexto económico internacional. Corea y Taiwán supieron aprovechar la internacionalización de ciertos eslabones de las cadenas industriales, mediante una férrea política estatal macroeconómica y sectorial, donde predominaron los grandes conglomerados nacionales (como por ejemplo, los chaebol surcoreanos). Por otro lado, en Malasia y Tailandia fue más preponderante la IED, siendo que su proceso se inició cuando ya había madurado la deslocalización de eslabones de los procesos productivos por parte de las empresas trasnacionales, especialmente a partir de los ochenta (Bekerman et al, 1995; Hikino y Amsden, 1995). Complementariamente, en las últimas tres décadas, luego de iniciada la transición desde la planificación central hacia una economía de mercado con fuerte regulación estatal (Chow, 2002)1 , la economía china se ha transformado en el principal país manufacturero a nivel mundial (Banco Mundial, 2012). Como resultado de este proceso, China se posicionó como un fuerte demandante de bienes primarios y proveedor de bienes industriales a nivel internacional (CEPAL, 2008). Diversos autores, como Lin (2011), han remarcado la unidad 161 de los procesos de industrialización del sudeste asiático y de China. Arrighi (2007) también le da unidad al proceso de industrialización asiático, fundamentándolo en un desarrollo productivo intensivo en mano de obra anterior a las invasiones colonialistas; que se retomó luego de la segunda guerra mundial con la industrialización de Japón, los tigres asiáticos, y China. Hegemonía Monetaria Internacional El concepto de dinero Según Marx (2002), la génesis conceptual del dinero surge de la relación polar mercancía-dinero y de la forma de valor. Al igual que en la escuela austriaca (Menger, 1892), la génesis del dinero es descentralizada, inherente al desarrollo de la relación mercantil, y tiene como base la determinación del dinero como medida del valor. Al ser medida del valor, el dinero es asimismo medio de circulación, al ser inmediatamente enajenable y realizar los intercambios de las mercancías, haciéndolas circular. La posibilidad de que dicho movimiento se vea interrumpido, de manera de conservar el valor en su forma durable y perfectamente enajenable, determina al dinero como medio de atesoramiento. Históricamente, serán los metales preciosos (en la forma de moneda acuñada) los que finalmente fundan las determinaciones del dinero en un mismo objeto. Posteriormente, con el desarrollo de la relación mercantil, el desgaste físico de las monedas en el ámbito de la circulación llevo a que las mismas pasaran a valer por su denominación nominal más que por su contenido de valor, hasta disociarse completamente dichas determinaciones y permitir el tránsito de la moneda al papel moneda (Marx, 2002). Esto no alteró las relaciones de valor, sino la unidad y el patrón de medida, disociándose a nivel físico y económico. La relación entre dicha unidad de medida, el nivel general de precios y de actividad económica será captado por la denominada “teoría cuantitativa de la moneda” (Levin, 2003). En la teoría cuantitativa, para un período dado el nivel general de los precios es la variable de ajuste que equipara oferta y demanda de 162 dinero, determinada la primera como la cantidad de medios de pago (que según la ortodoxia es controlada exógenamente al sistema por la autoridad monetaria, lo que suele denominarse “dinero exógeno”, o “dinero activo”) multiplicada por su velocidad de circulación; mientras que la demanda de dinero es la cantidad de bienes y servicios valuada a precios de mercado (o sea, la masa de valor en circulación). En contraposición, los teóricos del “dinero endógeno” o “dinero pasivo” (Olivera, 1968), destacan la existencia de una completa endogeneidad de la oferta de dinero (fundada en una política monetaria pasiva ante la 1La fuerte presencia del Estado chino en la implementación de políticas de desarrollo económico se expresó en un entramado de políticas macroeconómicas (Blanchard y Giavazzi, 2005), sectoriales, de comercio exterior y tecnológicas (Rodrik, 2006), donde predominaron los joint ventures con empresas transnacionales de sectores estratégicos de medio y alto contenido tecnológico (de manera de efectivizar el aprendizaje tecnológico que potencialmente implica la IED), así como la implementación de políticas comerciales (drawback, zonas francas, etc.). Estas políticas, en el marco de transición al sistema de mercado ya mencionada, permitieron una efectiva reasignación de recursos a sectores de mayor productividad, especialmente la transferencia de fuerza de trabajo del sector primario -rural- al industrial y de servicios -urbano- (Hofman y Wu, 2009). demanda del mismo, o en una velocidad de circulación del dinero endógena), lo que permite que la oferta de dinero se amplíe para cubrir las necesidades de la circulación, incluyendo la inflación de origen no monetario Palley (1996) remarca el rol de la creación secundaria de dinero (mediante el sistema financiero) en el carácter endógeno del mismo, al acompañar los ciclos económicos (y por ende, a la demanda de dinero); así como la tensión entre 163 dicha endogeneidad de base secundaria y los objetivos de la autoridad monetaria. Bernanke (2007) incluso llega a plantear la existencia de un acelerador financiero del ciclo económico: la oferta de dinero (y especialmente de instrumentos financieros) no solo sigue al ciclo económico en la fase expansiva, sino que la sobrepasa, acelerando el mismo. En términos del sistema monetario internacional, Frankel (2012) remarca la existencia de una creación secundaria internacional de dinero por parte del sistema bancario del país que posee la hegemonía monetaria. Sistema monetario internacional A nivel general, cabe destacar que solo un país posee la potestad de emitir el dinero mundial, que posee las determinaciones del dinero pero en la esfera internacional: medida del valor, medio de circulación, y atesoramiento (Frankel, 2012). Esta tercera función será asimismo cumplida por los activos financieros de dicho país, que serán los considerados “libre de riesgo” debido principalmente a que pueden ser rescatados en términos de dicho dinero mundial. Olivera (1983), en el marco de la concepción de dinero pasivo internacional (esto es, donde la demanda de dinero como medio de circulación internacional determina su cantidad de equilibrio) demostró que en dicho marco solo este país puede determinar su oferta monetaria y su tipo de cambio nominal, mientras que los restantes países deben escoger entre algunos de dichos dos objetivos de política monetaria, generando una relación de hegemonía y dependencia que no depende de las condiciones de producción. Estas determinaciones pueden enmarcarse en la antigua “ley de Hume” de ajuste de la balanza comercial, devenida en el denominado trilema monetario cuando asimismo se consideran los instrumentos financieros (Mundell, 1963; Fleming, 1962), pero remarcando la relación polar entre el hegemón monetario y el resto de los países. Estos últimos están subsumidos por dicho ajuste de balance de pagos: si pretenden manejar la oferta de dinero, un hipotético exceso de liquidez 164 por sobre las necesidades de la circulación genera inflación (en un contexto de plena utilización de factores productivos), apreciando en términos reales la economía y generando déficit comerciales (suponiendo que se parte de una hipotética situación de equilibrio) que generan un exceso de demanda de divisa extranjera, devaluando nominalmente la moneda local. La autoridad monetaria mantendrá autonomía en la oferta monetaria, pero no así en el tipo de cambio, y el efecto real de su política dependerá del nivel de utilización de los factores productivos así como de la motorización de nuevas decisiones 2Los tipos de inflación de origen no monetario son dos (Olivera, 1960): la inflación de costos por puja distributiva, donde el ancla nominal del sistema la da el crecimiento del salario nominal mientras que la política monetaria responde laxamente a la demanda de dinero, convalidando la cantidad de dinero y su valor (la inflación) resultante de la puja distributiva; y la inflación estructural, donde ante cambios en las preferencias o en las técnicas productivas que impliquen necesariamente variaciones en los precios relativos, ciertos precios particulares que deban bajar en términos relativos posean una inflexibilidad nominal a la baja (por concentración en la oferta, por ejemplo), por lo que el ajuste de precios relativos se termine dando con el alza del resto de los precios, y por ende desencadenando (o aumentando) un proceso inflacionario. Nuevamente, la oferta de dinero debe ajustar pasivamente, convalidando el proceso inflacionario de origen no monetario. de inversión (mediante alteración temporaria de precios relativos3 y/o el impacto del crecimiento del mercado y la realización de las mercancías en dichas decisiones4 ), ambos procesos que impactan por el lado de la oferta, aumentando la demanda de dinero para la mayor circulación de mercancías sin generar inflación. El excedente de oferta monetaria sobre las necesidades de la 165 circulación se traducirá en una pérdida de valor del dinero, y se expresará en inflación interna. Si la autoridad quiere evitar el efecto inflacionario de su política, para conciliar objetivos de oferta monetaria y de tipo de cambio, puede esterilizar dicha emisión comprando el exceso de oferta monetaria con instrumentos financieros, al costo de que los mismos pierdan valor, y por ende aumente la tasa de interés nominal. Esto genera presiones a la entrada de capitales externos mediante la cuenta capital y financiera, al aumentar la brecha entre la tasa local y la internacional de referencia, revaluando el tipo de cambio nominal al demandar la moneda local para comprar dichos activos financieros. Por ende, se genera la imposibilidad para la autoridad monetaria de conciliar los objetivos de oferta monetaria, tipo de cambio y una cuenta capital y financiera abierta a nivel internacional: en un contexto de elevada utilización de recursos humanos y materiales (y considerando las salvedades ya realizadas) solo puede determinar conjuntamente dos de los tres objetivos planteados. Sin embargo, el hegemón monetario no posee inmediatamente esta restricción, este trilema: puede manejar la oferta de dinero interna en el marco de una cuenta capital y financiera abierta a nivel internacional. Un hipotético exceso de oferta de dinero por sobre las necesidades de circulación interna debería tender a la inflación y la apreciación real, activando los mecanismos de ajuste ya mencionados. Sin embargo, la base de demanda de dinero del hegemón monetario es más amplia que su circulación interna: es el complemento de esta misma base con la demanda internacional de su dinero, que hace las veces de dinero mundial. De esta forma, posee “señoreaje internacional” (Frankel, 2012), que consta del crecimiento de la demanda de dinero interna y externa (tanto por el crecimiento del volumen del comercio así como del atesoramiento) y del impuesto inflacionario5 que puede generar con una emisión que exceda dichas necesidades de dinero, y que impacta sobre su amplia base de demanda de 166 dinero (el mercado interno e internacional). El señoreaje internacional permite financiar un déficit de balance comercial activado por los diversos componentes de la demanda agregada (déficit fiscal, auge en el ciclo de inversión, etc.); es una transferencia de excedente a nivel internacional basada en la hegemonía monetaria, como bien remarca Olivera (1983). Complementariamente, el hegemón monetario es asimismo el hegemón financiero, que emite los activos financieros “libres de riesgo” a nivel internacional, debido a que puede rescatarlos con dinero internacional, su dinero. Por ende, estos 3 L “ilusión monetaria” puede tener efectos reales, pero es difícil que pueda ser sistemáticamente utilizada para motorizar decisiones de inversión en el largo plazo sin alimentar el componente inercial de la inflación, especialmente en economías con un fuerte componente de inflación estructural por ajuste de precios relativos. 4Como se aprecia en la versión moderna de la teoría del desarrollo (Ros, 2000) se destaca la existencia de equilibrios múltiples y la potencialidad de coordinar centralmente los procesos de inversión para evitar las “fallas de coordinación”, que emanan de la incapacidad de las unidades productivas de internalizar los beneficios de un mercado ampliado. 5Existe un nivel de déficit de cuenta corriente que permite suplir con dinero internacional al crecimiento del mercado y atesoramiento mundiales, evitando el componente inflacionario del señoreaje. A partir de dicho nivel crítico, el mayor déficit de cuenta corriente (activado por alguno de los componentes de la demanda agregada interna del hegemón, como un déficit fiscal) activa y aumenta el impuesto inflacionario internacional. Activos financieros adoptan la función de instrumentos de atesoramiento a nivel internacional, y ahora el hegemón puede financiar su déficit comercial con dinero, instrumentos financieros, o una combinación de ambos. Obviamente, 167 esta selección de cartera de pasivos estará determinada también por las condiciones de demanda: el crecimiento del mercado mundial le permitirán una mayor emisión de dinero sin costo inflacionario a nivel internacional (o sea, sin devaluar su moneda); mientras que el aumento del atesoramiento financiero internacional le permitirá financiar su déficit comercial sin devaluar sus activos financieros, o sea, sin aumentar significativamente su tasa de interés (que es asimismo la tasa de referencia internacional), y por ende evitando un impacto de envergadura en el nivel de actividad. Bretton Woods El sistema de Bretton Woods nació en la inmediata segunda postguerra, y refrendó la hegemonía de EE.UU. en el sistema internacional occidental, tanto a nivel comercial como financiero. La consolidación del dólar como dinero mundial6 se dio luego de una larga transición (que incluyó dos guerras mundiales), en la cual ésta moneda fue desplazando paulatinamente a la libra esterlina de dicho sitial (Eichengreen y Flandreau, 2010; Frankel, 2012). En el marco de su hegemonía productiva y monetaria, EE.UU. protegía a su sector primario y era fuerte exportador de bienes industriales, generando importantes superávits de cuenta corriente (Prebisch, 1986), y aumentando sus reservas internacionales en oro, hasta llegar a acaparar dos tercios de las reservas mundiales de oro para fines de la Segunda Guerra Mundial (Bordo, 1993). Sintéticamente, este sistema monetario internacional consistía en que EE.UU. tenía un tipo de cambio fijo entre el dólar y el oro, y el resto de las economías tenían un tipo de cambio fijo con el dólar (Bordo, 1993). Bajo este esquema, la producción de oro era insuficiente para cubrir el crecimiento de la producción y el comercio mundial. Como bien lo señala Triffin (1985), evitar el problema de liquidez internacional y seguir aprovechando el señoreaje atentaba contra el tipo de cambio fijo, pero reducir la oferta de dinero mundial para preservar dicho tipo de cambio presionaría a la deflación y al alza de la tasa de interés, afectando el crecimiento de EE.UU. y 168 del mundo. Dicho autor adjudicaba para el período que va desde fines del sesenta hasta los ochenta al gasto militar no financiado por impuestos (fundado en las necesidades de la guerra de Vietnam y posteriormente en el gasto asociado a la carrera armamentística de la Guerra Fría) como activador de déficits de cuenta corriente de EE.UU.; así como daba cuenta del carácter secundario (especialmente mediante el sistema bancario de origen estadounidense que emitía activos denominados en dólares) de la creación de dinero internacional. La expansión de la base monetaria de EE.UU. se aceleró hacia 1965 (Triffin, 1985), incrementando la inflación y minando la competitividad de EE.UU., deteriorándose el saldo de cuenta corriente hasta ser negativo hacia 1971. El dólar posee todas las determinaciones del dinero (como en Marx, 2002), pero a nivel internacional (Frankel, 2012). Primeramente, es medida del valor: solo para poner un ejemplo, cabe destacar que los 52 productos transados a nivel internacional que releva el FMI para armar sus índices de precios internacionales, están nominados en dólares estadounidenses. La elaboración de estos índices consta del relevamiento de precios de una variedad de mercancías muy significativa (alimentos, bebidas, insumos de origen agropecuario, metales, petróleo, gas, y carbón); así como los mercados más diversos (Australia, Singapur, Malasia, Tailandia, México, Dubái, Japón, China, diversos mercado europeos, y obviamente mercados estadounidenses). Complementariamente, el dólar es medio de circulación a nivel internacional, así como medio de atesoramiento (tanto los billetes como los bonos del tesoro norteamericano) Asimismo, la creciente movilidad de capital financiero internacional presionaba aún más a los tipos de cambio fijos ante los procesos de esterilización, que impactaban al alza de las tasas de interés, generando inestabilidad en el sistema 169 monetario internacional. La inflación internacional era la expresión del señoreaje internacional que EE.UU. imponía al resto del mundo, ante una política monetaria determinada por objetivos internos. Esto era incompatible con el crecimiento de la producción de oro para respaldar las emisiones de dólares (Bordo, 1993), en el marco del esquema de tipos de cambio fijos. El fin de la convertibilidad entre el dólar y el oro se dio en 1971, ante las demandas de metálico por dólares de Gran Bretaña y Francia; abriendo un período de cuarenta años de fuerte inestabilidad en el sistema económico internacional (Rapoport y Brenta, 2010). Post Bretton Woods La caída de Bretton Woods no implicó el fin del “privilegio exorbitante” de EE.UU., propio del hegemón monetario, sino el quiebre definitivo del dinero mundial con el oro como fundamento de su valor. Lejos de haber minado dicho privilegio, el fin de la convertibilidad con el oro desató las fuerzas que permiten una utilización más exacerbada del señoreaje internacional. En un valioso trabajo, Gourinchas y Rey (2005) demostraron que en el período post Bretton Woods se amplió la diferencia entre el rendimiento real de los activos estadounidenses contra el exterior, y sus pasivos con el resto del mundo: en Bretton Woods el diferencial de rendimientos era de solo 0.26% (4.04% para los activos contra el exterior, y 3.78% de sus pasivos), mientras que en el post Bretton Woods este diferencial se amplió a 3.32% (6.82% y 3.50%, respectivamente). Uno de los componentes de mayor diferencial es la deuda externa: en el post Bretton Woods éste diferencial de tasas era de 3.73% (4.05% para la tenencia de deuda del exterior, y 0.32% de costo financiero de su endeudamiento). Como hemos visto, los instrumentos de deuda de EE.UU. adoptan el rol de atesoramiento a nivel mundial, así como ponen la unidad de medida “libre de riesgo” al ser emitidos por el emisor del dinero mundial; esto explica la capacidad en endeudarse de EE.UU. prácticamente sin costo financiero (0.51% de tasa de interés promedio 170 para ambos regímenes monetarios internacionales), con un fuerte diferencial de tasas con respecto a la deuda del resto del mundo. Por otro lado, los autores analizan el efecto valuación de la cuenta corriente, que expresa el componente inflacionario del señoreaje internacional, aplicado sobre la base del dinero mundial y los activos financieros de reserva (de alta liquidez) nominados en dólares. Hasta mediados de la década del setenta, el componente valuación de la cuenta corriente fue negativo, debido a que EE.UU. era un acreedor neto del resto del mundo (luego pasó a ser deudor neto para fines de los ochenta), y siendo que la convertibilidad entre el oro y el dólar no le permitía aprovechar el componente inflacionario del señoreaje. Las políticas monetarias expansivas post Bretton Woods revirtieron el componente valuación para fines de los setenta, y lo tornaron positivo hasta mediados de los dos mil, con la excepción de la revaluación del dólar entre 1995 y 2003. Como se puede apreciar en Bordo (1993), la inflación promedio de EE.UU. y a nivel internacional fue más elevada en el post Bretton Woods que bajo dicho régimen monetario, así como más volátil. Por otra parte, el shock petrolero de 1973 (posterior al quiebre de la convertibilidad entre el dólar y el oro) generó un componente de “inflación estructural” (mediante ajuste de precios relativos; como desarrolla Olivera, 1965), que afecto sensiblemente el balance comercial y de cuenta corriente de EE.UU.: desde mediados del setenta el componente de petróleo paso a ser el más significativo y dinámico del creciente déficit de balance comercial en bienes de EE.UU, seguido de cerca por el creciente déficit comercial en manufacturas diversas que generaba la nueva DIT. De esta forma, la política monetaria expansiva fue no solo determinada por la oferta de dinero (por el quiebre de la convertibilidad y el aumento del señoreaje internacional, activado por la necesidad de financiar el déficit fiscal, entre otros), sino también por la demanda: una respuesta de ajuste monetarista por parte de EE.UU., que no 171 convalidara la inflación estructural internacional desencadenada por el shock petrolero, hubiera repercutido en una recesión a nivel mundial y en un ajuste externo recesivo para su propia economía, como parcialmente pasó a comienzos de los ochenta. El contexto de fuerte volatilidad comercial y financiera en el post Bretton Woods generó asimismo un cambio de comportamiento en la demanda de activos financieros por parte de los países no hegemónicos, que favoreció el señoreaje internacional de EE.UU. Aizenman y Lee (2005), al analizar empíricamente la preponderancia de las motivaciones para el atesoramiento internacional para cerca de 50 países durante el período 19802000, determinan que las variables más significativas para explicar la acumulación de reservas internacionales son los episodios de crisis financieras (como lo demuestra el aumento de la demanda precautoria de reservas en México luego de la crisis del Tequila, y en el sudeste asiático con posterioridad a la crisis de 1997) ; en detrimento de variables con una relación significativa pero menos intensa para con la acumulación de reserva como el crecimiento de las exportaciones y otras vinculadas a los modelos de crecimiento tirados por las exportaciones. Este atesoramiento precautorio de activos financieros internacionales permite cubrir desequilibrios temporarios de balance de pagos ante una creciente volatilidad de los flujos comerciales y financieros a nivel internacional. 7Esta determinación posee una especificidad histórica, relacionada con el sistema monetario internacional y los objetivos de política económica. Olivera (1969) destaca que en el marco del patrón oro y los regímenes cambiarios de tipo de cambio fijo (previos a Bretton Woods), dicho tipo de cambio nominal objetivo, enmarcado en la teoría cuantitativa de la moneda, permitía determinar el nivel de reservas según la evolución de la producción y el comercio (o sea, la demanda real de dinero), con el fin de mantener una relación estable entre base monetaria y reservas, que respaldara 172 al tipo de cambio objetivo. Como remarca Eichengreen (2008), en esa época primaba el objetivo externo de mantener la caja de conversión y respaldar el tipo de cambio objetivo (y de esta forma el sistema monetario internacional del patrón oro en general), sobre los objetivos internos de política económica, como el nivel de actividad o la industrialización exportadora. Este panorama se modificó sustancialmente ante los avatares de las guerras mundiales y la crisis de 1929: en el marco de políticas keynesianas y de desarrollo, los objetivos internos primaron sobre los del sistema monetario internacional. En dicho contexto, Olivera (1969) reconfigura la necesidad de acumular reservas como activos seguros que permitan cubrir desequilibrios temporarios de balance de pagos. Como demuestran Aizenman y Lee (2005), esta determinación se habría intensificado en el post Bretton Wood; que implicó una fuerte volatilidad de los flujos comerciales y financieros, y crisis financieras recurrentes a nivel internacional. 5.8.1. Síntesis y conclusiones En este trabajo hemos analizado separadamente, y luego relacionado, dos conceptos fundamentales para abordar la crisis internacional: la nueva DIT y la hegemonía monetaria internacional de EE.UU. Como hemos analizado, dicha hegemonía permitió relajar la restricción externa (vigente en el resto de los países) en el marco de fuertes importaciones de bienes industriales asiáticos. Los ingresos de base tecnológica no lograron compensar el déficit en bienes, por lo que el exceso de demanda fue cubierto aprovechando los beneficios del señoreaje internacional que permite la hegemonía monetaria. El aumento de la tasa de interés impulsada por la FED para ajustar dicho desbalance, desequilibró el esquema especulativo montado sobre el exceso de liquidez precedente y la laxa regulación financiera, desencadenando la crisis. Por ende, la misma se 173 manifestó en el sistema financiero, a pesar de tener como fundamento la interacción entre la esfera real y monetaria: la hegemonía monetaria permitió postergar un proceso de ajuste externo de larga data fundamentado en el sector real, que finalmente se impuso mediante la crisis. En este marco, la sobreutilización de dicha hegemonía (por encima de la demanda de dinero mundial para transacciones y atesoramiento) genera incentivos para que los diversos países intenten sortear al dólar como dinero mundial (Rapoport y Brenta, 2010); debido a la devaluación de los activos de EE.UU. y la consecuente necesidad de diversificar la cartera de activos, de manera de evitar el componente inflacionario del señoreaje internacional. Como bien menciona Frankel (2012), los países de la OPEP han debatido cambiar la medida del valor del comercio internacional del petróleo, ante el contexto de pérdida de valor del dólar; medida que no han llegado a concretar. Asimismo, diversos países han comenzado a realizar swaps de monedas para sortear al dólar como medio de circulación en el comercio internacional, como es el caso de China con Argentina (Murphy y Yuan, 2009). Argentina y Brasil también han decidido basar su intercambio bilateral en sus propias monedas, y ya no en el dólar (Rapoport y Brenta, 2010). Sin embargo, dista de estar claro que la situación estructural de la economía mundial esté determinando una transición de la hegemonía monetaria internacional, como podría ser hacia China. Diversos autores (Eichengreen y Flandreau, 2010; Frankel, 2012) destacan que para desplazar a un hegemón monetario internacional previamente hay que consolidar una primacía productiva y en el comercio internacional, condición que cumple China. Sin embargo, dicha condición no es suficiente: como afirma Frankel (2012), para efectivizar dicha transición el candidato a la hegemonía monetaria internacional debe poseer un sistema financiero abierto, desregulado, y profundo; de manera de favorecer la creación secundaria del dinero 174 internacional y el desarrollo de las instituciones que lo canalizan. Esta apertura y desregulación del sistema financiero está en contraposición con la actual política de control del sistema financiero y restricciones en la cuenta capital y financiera en China; cuyo objetivo es, entre otros, mantener la competitividad cambiaria, uno de los pilares de la industrialización con orientación exportadora. La apertura y desregulación financiera necesaria para consolidar al renminbi a nivel internacional, generarían una demanda de dinero y activos financieros de origen chino que tendería a apreciar su moneda. En este marco, el gobierno chino ha intentado posicionar al renminbi a nivel internacional (mediante swaps de monedas, permitiendo a las empresas chinas comerciar en renminbi a nivel internacional, y a los bancos centrales extranjeros a atesorarlos, entre otros), sin desregular el sector financiero nacional y la cuenta capital y financiera (Murphy y Yuan, 2009; Frankel, 2012); en una experiencia sin precedentes en este tipo de transiciones (McCauley, 2011). Es importante recordar que en la segunda mitad del siglo XX diversas monedas han competido con el dólar a nivel internacional (como el marco alemán y el yen), pero han logrado solo una internacionalización parcial (Frankel, 2012). Complementariamente, la estructura económica de EE.UU. ha sufrido ciertas transformaciones en los últimos años, que han permitido cierta revaluación del dólar al mitigar levemente el déficit de cuenta corriente de EE.UU. A pesar de que no se apreciaría una clara recomposición de la competitividad industrial (Nager y Atkinson, 2015), la leve reducción del déficit de cuenta corriente de EE.UU. se dio en el otro de sus grandes componentes deficitarios a nivel comercial: el shale oil permitió una reducción del déficit comercial en petróleo. Esta mayor oferta de petróleo impactó a la baja de su precio internacional, y muy especialmente del precio del mismo en EE.UU. Sin embargo, esto tampoco habría motorizado sustancialmente la estructura industrial de EE.UU. y su 175 competitividad internacional (Nager y Atkinson, 2015); pero sí tuvo el efecto inmediato de reducir de manera considerable el déficit de comercio exterior de petróleo, tanto por la reducción del precio como de las cantidades importadas (Suni, 2014). Este contexto de transición potencial de la hegemonía monetaria internacional merece que recordemos que la última transición de este tipo se dio en el marco de dos guerras mundiales y una gran crisis económica; licencia que a esta altura del desarrollo tecnológico (y de las armas de destrucción masiva) la sociedad ya no se puede tomar. Por otro lado, el privilegio exorbitante que dicha hegemonía implica (más allá de quién sea su beneficiario); complementado por la consolidación de la internacionalización de la producción y transnacionalización del capital -que limitan la potencialidad de las políticas macroeconómicas, distributivas y de desarrollo a nivel nacional, demuestran la necesidad de ahondar la regulación económica a nivel supranacional. El desafío no solo es desarrollar dichas estructuras jurídicas e instituciones, sino dotarlas de un contenido político que permita efectivizar el desarrollo económico, aún ausente en la gran mayoría de los países del mundo. 176 RECOMENDACIONES 1. Se da como recomendación la iniciativa de poder contextualice el propio concepto de lo que es división del trabajo como a la vez analizar lo que es en sí un sistema y prestar atención a las palabras empleadas como al texto finalizado donde expone la idea de Adam Smith quien es el generador de esta teoría y tema. 2. Se pide buscar el lado positivo en vez de observar el negativo, si bien existen ambos se quiere informar sobre lo sobresaliente que es lo positivo en las empresas y para cada persona, incluso si esta niega la creatividad aun así se sigue haciendo, por ello se recomienda que el lado positivo predomine ya que es por este que se puede llegar a la productividad. 3. En este capítulo se ha pedido contemplar la opinión regida de Marx y que también se pida la interacción ante tal pensamiento de este personaje que ha formulado desde un punto de vista muy subjetivo y realista el proceso de la división del trabajo. 4. De la misma forma se pide contemplar la opinión y rescatar lo que es la sociedad en afección ante sus habitantes, o a los empleados, también se pide que se dé el análisis correcto ante la situación que se origina, ya que estos varían pero de similar manera son resueltos por el mismo razonamiento. 5. Por último se pide aquí contemplar el actual procedimiento que se ha dado en las últimas décadas o en la era contemporánea donde la división del trabajo ha intervenido de una manera profunda y sistemática para el desarrollo de las naciones. 177 CONCLUSIONES 1. La división del trabajo si bien ha evolucionado a través de la historia esta ha tenido una gran influencia en lo que hoy conocemos como el mundo financiero, por ellos es que a través de muchos cambios y pensamientos se puede observar cómo ha llegado hoy en día a no solo priorizar cambios generales sino que también individuales como en la verificación e influencia que obtiene de los índices de generación de medición de crecimiento y desarrollo de un país, también afecta en los aspectos sociales y a la vez que capta las capacidades individuales del hombre en un ambiente de cooperación. 2. La división del trabajo ha sido conceptualizado de muchas maneras pero podemos conceptualizarlo de una manera general y unánime como el sistema desarrollado para la separación de áreas y estratificación de los planes de tareas que se llevaran cabo en diferentes lugares mediante el uso de la mano de obra capacitada para dicho sector y en busca de cooperación para la mejor eficiencia y productividad de dicho lugar. 3. Podemos definir que las ventajas son muy favorable que incluso se encuentran en mayor proporción ante las desventajas, de tal manera que se concluye que es muy positivo emplear la división del trabajo en la actualidad y en la vida cotidiana. 4. Se define la teoria de Marx como la sociedad en conjunto ante la problemática de la escasez que afronta la sociedad o el hombre, de tal manera que la solución dada es la cooperación con la especialización en los sectores productivos. 5. Se define como Durkheim integra el proceso de socialización en su libro y que de tal manera el estado de las personas e influyen ante la 178 cooperación y productividad de los hombres para poder producir en calidad y cantidad. 6. Por último se define a la división del trabajo internacional como al caso global que no solo conecta a uno sino a muchas empresas y sectores de financiamiento tanto productivo como económico donde esta puede ser solucionado o ayudado para combatir los problemas, también se habla de la especialización en dichos campos para poder tener una mayor productividad en el mundo. 179 Bibliografía 1. F.H. y E. Faletto (1974): Dependencia y desarrollo en América Latina: ensayo de interpretación sociológica. 2. Clark, Colin (1940): The conditions of economic progress. Londres: MacMillan. Chenery, 3. Hollis B. (1960): Patterns of industrial growth, American economic review, 3. Chenery, 4. H.B. y L. 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Rothbard, "Left and Right: The Prospects for Liberty", Left and Right, 1 (1965), p. 8. 20."On the Jewish Question," (1843-44), en T.B. Bottomore, Karl Marx: Early Writings (Nueva York: McGraw-Hill, 1964), pp. 34-40. 21.G. D. H. Cole, The Meaning of Marxism (Ann Arbor: University of Michigan Press, [1948] 1964), p. 249. 22.Leon Trotsky, The Revolution Betrayed (1936), citado por F. A. Hayek, The Road to Serfdom (University of Chicago Press, 1944), p. 119. [Camino de servidumbre] 181