UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE MÉXICO FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS DAVID HUME González Hernández Berenice R. Textos 6 Del origen de las virtudes y vicios naturales Hume menciona que el “[…] principio propulsor de las acciones del espíritu humano es el placer o el dolor […] 1” esto quiere decir que las acciones de un hombre son causadas por esas sensaciones de placer y dolor, y de esta forma existe una conexión entre la acción y el hombre que se afirma que la ha llevado a cabo. El placer y dolor surgen en el alma o en el cuerpo, sin ningún pensamiento o percepción que los preceda. “Los efectos más inmediatos del placer y dolor son las acciones del espíritu de aproximarse a algo o apartarse de algo y que se hallan diversificadas en volición, deseo y aversión, pena y alegría, esperanza y temor […]2” esto quiere decir que si el placer está más próximo que el dolor ante una cierta situación entonces es más probable que dicha situación sea más placentera, por ejemplo: cuando a una persona le resulta placentero (agradable) ir al cine, y un amigo le invita a ir al cine, lo más probable es que esa persona sienta placer, en vez de que sentir dolor, y esto lo puede demostrar poniéndose alegre en vez de sentir pena; y este hecho probable de esta persona lo inferimos partiendo del hecho de que si a esa persona le gusta ir al cine, y alguien lo invita al cine, lo más seguro es que esa persona le guste esa invitación. También sucede otra cosa y es que estos mismos objetos que causan placer o dolor en nosotros o los otros, que se manifiestan con deseo o aversión, pena o alegría, “[…] causan también al mismo tiempo las pasiones indirectas de orgullo y humildad, amor u odio, que en este caso tienen una doble relación de impresiones e ideas con el dolor y el placer3”. Las pasiones indirectas no proceden simplemente de los sentimientos provocados por una experiencia de dolor o placer, sino que a esto necesita añadirse una doble relación de impresiones e ideas. La única relación que determina la puesta en funcionamiento de dicha asociación de impresiones e ideas es la semejanza. Está semejanza implica sólo que si un objeto relacionado conmigo me place, es decir, me provoca una impresión placentera, ese placer dará lugar al orgullo, ya que la impresión que da lugar a éste se encuentra relacionada con el placer por similitud. Tenemos, así, una doble asociación: entre uno mismo y el objeto relacionado con uno mismo y entre el placer y el orgullo, que es una sensación placentera en sí misma. Esta doble asociación se concibe como un mecanismo por el que se produce la pasión. El mismo mecanismo se aplica para el dolor, a diferencia que no se produce una sensación placentera. También existen distinciones morales que se dan en los sentimientos de dolor o placer, ya que si una cualidad espiritual en nosotros o los otros produce satisfacción o es placentera se dice que es virtuosa y si en cambio produce insatisfacción o dolor se dice que es viciosa. De esto se sigue que existe una relación entre placer o dolor y entre virtud o vicio, por lo que: Virtud: produce placer, y este se manifiesta por el amor y el orgullo Vicio: produce dolor, y este se manifiesta por el odio y la humildad Hume afirma que el sentimiento o la impresión de la virtud es placentera o agradable, y la del vicio desagradable. Por ello buscamos la virtud y nos apartamos del vicio. Pero no exactamente todos los sentimientos placenteros o desagradables que tenemos al contemplar una acción o una cualidad personal dan origen a un juicio moral referido a ella. Si así fuera, podría dar origen igualmente a juicios morales referidos a objetos inanimados, puesto que también éstos nos brindan sentimientos placenteros o desagradables, y Hume caería en un absurdo. Por lo que tiene que haber, alguna distinción entre los sentimientos específicamente morales y otros sentimientos placenteros o desagradables. Los sentimientos morales son aquellos sentimientos placenteros o desagradables que tenemos al contemplar acciones humanas solamente, sin embargo ni siquiera todos estos sentimientos son sentimientos de virtud o vicio. Un enemigo o un oponente podría causarnos un gran dolor o malestar, y aun en este caso podríamos respetarlo e incluso alabarlo moralmente. El dolor que nos causa es una sensación desagradable, pero nuestra alabanza o nuestra estima han de originarse en un sentimiento placentero, así que no todos los sentimientos que nos causa son sentimientos morales. Los sentimientos morales constituyen sólo algunos de los sentimientos que tenemos cuando contemplamos acciones o cualidades humanas. Por ello que para “Que una acción sea virtuosa o viciosa es tan sólo un signo de alguna cualidad o carácter y debe depender esto de principios duraderos del espíritu, que se extienden sobre la conducta total y penetran en el carácter personal4”. Esto es que considerar algo virtuoso o vicioso no depende de las acciones solamente, ni del hecho que vayan acompañadas de un sentido moral, sino que se requiere además de una cualidad o carácter que las conciban como tal. Como hombres tenemos un sentido moral, debido a la simpatía (capacidad de percibir la situación de una manera similar a la persona involucrada) que tenemos con las otras personas, y esto es posible porque “[…] todos los hombres son similares en sus sentimientos y operaciones, y no puede ser influido uno de ellos por alguna afección de la que todos los demás no sean en algún grado susceptibles5”. Es por esto que cuando yo veo los efecto de una pasión en una persona que está sufriendo porque la acuchillaron, inmediatamente estos efectos se pasan a la causas, formando así una idea vivaz de esta pasión que está experimentando esa persona, y así esta pasión yo la experimento. Por ello que “Ninguna pasión de otro sujeto se descubre por sí misma inmediatamente al espíritu. Solamente somos sensibles a sus causas y efectos. De éstos inferimos la pasión y, por consecuencia, éstos son los que dan lugar a nuestra simpatía6”. Está simpatía procede de la conversión de una idea en una impresión por la fuerza de la imaginación. La simpatía también tiene variedad de grados, y su fuerza depende de otras relaciones que puede tener con su objeto; no es simplemente proporcional a la estima del valor o necesidad del objeto. Así, se puede elegir beneficiar a un miembro de la propia familia, a un amante o un amigo, no sólo a costa del propio interés. Otro sentido moral, es la justicia que es una virtud moral porque posee la tendencia hacia el bien del género humano y está además es una invención artificial, creada para los intereses sociales, la cual tenemos como estima, al igual que todas las virtudes artificiales, ya que nos agradan por el principio de simpatía. La justicia es la fuente de nuestras obligaciones, es una invención artificial y es artificial pues no hay motivos naturales que lo suministren. Con muy raras excepciones, los hombres no poseen la pasión del amor a la humanidad, y sus sentimientos naturales de benevolencia hacia un número limitado de personas favorecerían la injusticia, pues llevarían a promover el interés de estas personas a costa del público. Tampoco puede el sentido de la justicia brotar directamente del egoísmo humano, aunque se conecta con el interés propio, pero lo que lo hace posible es la simpatía. Y esta simpatía al entrar en el ámbito de lo moral, hace que podamos simpatizar con las víctimas de la injusticia por nuestro afecto hacia ellas o, cuando éste no alcanza, poniéndonos con la imaginación en su lugar; y por artificio, porque quienes nos educan y gobiernan ven entre sus cometidos enseñarnos a aplicar nombres elogiosos a la conformidad con las reglas de la justicia y de censura a su quebrantamiento, y con ello suscitar y fortalecer los sentimientos morales con los que va asociado el uso de estos nombres. “[…] la simpatía es un principio muy poderoso de la naturaleza humana, que tiene una gran influencia sobre nuestro sentido de la belleza y que produce nuestro sentimiento de la moral en todas las virtudes artificiales7”. Esto es porque la simpatía ejerce una influencia entre los hombres debido a su semejanza en sus sentimientos y operaciones, también ejerce una influencia entre el hombre y las cosas, pues consideramos a algo bello porque nos agrada, y por último tiene una influencia en las virtudes artificiales que nos agradan y aprobamos por su tendencia al bien del género humano. Las virtudes naturales o virtudes sociales tienen una tendencia al bien de la sociedad, estas virtudes no han sido creadas por artificios humanos como de los políticos que manipularían estas virtudes para que los hombres las aceptaran por el hecho que están sirviendo al bien público, o que los intereses de la sociedad nos hacen aprobarlas o desaprobarlas, lo cual no puede suceder porque si los hombres no tuvieran un sentimiento natural de aprobación o censura no entenderían lo que el político les dice, por lo que de esta forma el político ya no se convierte en el creador sino en alguien que hace despertar este sentimiento natural de cada hombre, y por el otro lado el de los intereses de la sociedad tampoco es correcto pues esos solo los aprobamos o desaprobamos por la simpatía que tenemos hacia ellos, ya que de cierta manera vamos más que a ver a la sociedad al hecho de nuestra propia ventaja. Algo interesante es que está simpatía que produce un bien al género humano, nos agrada y la aprobamos, sin embargo está empatía tiene ciertas variaciones, pues simpatizamos más con personas contiguas a nosotros que con personas que nos son extrañas, pero esto no afecta la estima en ninguno de los dos tipos de personas, por ello que la estima no procede de la simpatía. De esto de la proximidad o lejanía de la simpatía podemos decir que “[…] todos los sentimientos son variables según nuestra situación de proximidad o lontananza con respecto a la persona censurada o alabada y según la disposición presente de nuestro espíritu; pero no consideramos estas variaciones en nuestras decisiones generales, sino que aplicamos los términos que expresan nuestro agrado o desagrado del mismo modo que si permaneciésemos en un mismo punto de vista8”. Esto quiere decir que la cercanía o lejanía de una persona no es una condición necesaria y suficiente para que nos agrade o desagrade, o alabemos o censuremos, más bien su carácter y cualidad es la que nos hace que la censuremos o alabemos. Aunque a veces sucede que estas reglas generales no se cumple, pues las pasiones no siguen fácilmente la determinación de nuestro juicio. Sin embargo algo muy distinto ocurre cuando recurrimos a la imaginación, ya que cuando un carácter es adecuado para el bien de la sociedad, la imaginación pasa fácilmente de la causa al efecto sin considerar que existen algunas circunstancias necesarias aún para hacer que la causa sea completa, así las reglas generales crean una especie de probabilidad que a veces influye nuestro juicio y siempre la imaginación. “La imaginación se adhiere a las consideraciones generales de las cosas y distingue los sentimientos que surgen de ella de los que produce nuestra situación particular y momentánea9”. Esto es debido a que la imaginación ejerce una influencia en las pasiones. Influencia que en las pasiones tiene la imaginación, y particularmente la representación imaginaria de las distancias espacio-temporales La imaginación y las afecciones tienen una intima relación bicondicional, así cuando “[…] las ideas del bien y del mal adquieren una nueva vivacidad, las pasiones se hacen más violentas y siguen a la imaginación en todas sus variaciones10”. La imaginación es la facultad en la que se combinan distintas ideas y no se halla obligada a seguir el mismo orden y forma de las impresiones originales. La pasión es toda emoción o afecto que se detecta frente a un hecho, las cuales provienen de las impresiones de reflexión; estas pueden ser de dos tipos: directas e indirectas. Las pasiones directas son aquellas que surgen inmediatamente de la experiencia del placer o del dolor. Las pasiones indirectas tienen una doble relación de impresiones e ideas con el dolor y el placer, y estas son, orgullo y humildad, amor u odio. De esta relación de imaginación sobre las pasiones se dice que “Un placer que nos es conocido nos afecta más que algún otro que concedemos es superior, pero de cuya naturaleza somos totalmente ignorantes11”. Esto es debido a que el placer que nos es conocido podemos formarnos una idea particular y determinada, la cual nos afecta más, en cambio en el placer que nos es desconocido nos formamos una idea general la cual tiene menos influencia en la imaginación y nos afecta menos, por ejemplo: el plan de Odiseo del caballo de Troya, representaba una idea general de ventaja para los griegos, y esta idea general debía tener una influencia menor en la imaginación, lo cual provocaría una tentación menos violenta, ya que afecta menos. Una satisfacción de algo actúa con más violencia sobre la voluntad si la hemos experimentado hace poco, y tenemos aun un recuerdo fresco, pues tenemos una mayor satisfacción al ver hace unos días a un amigo, que el haber visto a un pariente hace años. “La imagen del placer pasado, por ser fuerte y violenta concede estas cualidades a la idea del placer futuro, que se halla enlazado con ella por una relación de semejanza12”. La imagen del placer del pasado es más fuerte y violenta que la del futuro, por ello le concede cualidades a la idea del placer futuro por medio de la relación de semejanza, por ejemplo: la imagen de mi amigo que vi hace tiempo me produjo un cierto placer, y por la fuerza y violencia de está puedo pensar en una idea futura de mi amigo, la cual enlace por la relación de semejanza. “Es notable que las pasiones vivaces generalmente acompañan a una imaginación vivaz. […] la fuerza de la pasión depende tanto del temperamento de la persona como de la situación del objeto. […] Esta vivacidad es la circunstancia requerida para excitar todas nuestras pasiones, tanto las tranquilas como las violentas; […] 13”. Muchas veces las pasiones vivaces van acompañadas de una imaginación vivaz, pero a veces esto no sucede así y es debido a que esta vivacidad de la pasión depende del temperamento de la persona y la situación, así si una persona tiene un temperamento que no nos agrada y estamos en una situación nada favorable, esto producirá una pasión que no sea tan vivaz. De donde esta vivacidad es la que excitará nuestras pasiones. De igual manera la vivacidad afecta a algo que nos es contiguo en el espacio o en el tiempo y sobrepuja a todo objeto por su influencia sobre la imaginación, ya que cuando un objeto se nos presenta lejano, formamos una idea débil y obscura, debido a la lejanía entre el yo y el objeto, y la influencia de la imaginación estará presente en los puntos del espacio y del tiempo en los cuales existimos (presente), pues cuando un objeto es distante para nosotros, buscamos los espacios intermedios entre nosotros y el objeto para renovar este progreso y así considerar a nosotros en nuestra situación presente, es decir, de todos los intervalos de espacio buscamos acortarlo para obtener un momento presente, puesto que la imaginación en el espacio y el tiempo se ve obligada a reflexionar sobre el presente. Los espacios intermedios entre nosotros y el objeto, cuando son más cortos, son más fáciles y por lo tanto se siente menos la disminución de la vivacidad. “Cuantos menos pasos hay que dar para llegar al objeto y cuanto más fácil es el camino menos se siente esta disminución de la vivacidad; pero puede ser aún observada, en mayor o menor proporción, cuando existen grados más elevados de distancia y dificultad14”. Existen “[…] dos géneros de objetos, los contiguos y los remotos [en el espacio y en el tiempo], los primeros de los cuales, mediante su relación con nosotros mismos, se aproximan a una impresión en fuerza y vivacidad; los últimos, por razón de la interrupción en nuestra manera de concebirlos, aparecen más débiles e imperfectos. Este es su efecto sobre la imaginación15”. Los objetos contiguos forman una impresión con una fuerza y vivacidad en nosotros, en cambio los objetos remotos la impresión es débil e imperfecta en nosotros; por ejemplo: yo voy a tener una impresión más fuerte cuando observo algo cercano a mí (espacio y tiempo), como un cuadro, que observo en este instante y me es cercano, que si yo lo llegase mañana a ver en la televisión. Esta distancia en el espacio como en el tiempo tiene un efecto sobre la imaginación y está sobre la voluntad y las pasiones, es decir, que si en el tiempo un suceso nos es mas reciente que otro suceso, entonces la imaginación será más vivaz en el suceso reciente y repercutirá con una cierta pasión, ante tal suceso. La imaginación puede hacer que una idea se convierta en una impresión. “[…] las consecuencias de la distancia en el espacio son muy inferiores a las de la distancia en el tiempo16”. Esto es debido a que el espacio está formado de partes que coexisten en cierto orden, mientras que el tiempo está formado de partes, pero sólo una parte puede estar presente; tanto el espacio como el tiempo tienen un efecto correspondiente en la imaginación, las partes del espacio, con los sentidos, adquieren una unión con la fantasía, de donde el paso del pensamiento en las partes es más sencillo, pues estás partes no se excluyen, ya que coexisten en un cierto orden, en cambio en el tiempo su incompatibilidad de las partes del tiempo con la existencia real , hace que la imaginación le sea más difícil la sucesión de sucesos, interrumpiendo así al pensamiento y debilitando la idea. “[…] los efectos superiores de la misma distancia en el futuro que en el pasado17”. Esto es debido a que seguimos la sucesión del tiempo en la disposición de nuestras ideas, pasando más fácilmente por el que le sigue que por el que le precede, pues es más fácil tener una idea futura inferida por el presente, y está fácil progresión de la idea favorece la imaginación y la hace concebir su objeto de un modo más intenso, que recordar una idea pasada, pues se nos presenta más borrosa. Esto es en relación al tiempo, pues si relacionamos en tiempo con la distancia obtenemos que “Un grado pequeño de distancia en el pasado tiene, por consiguiente, un efecto mayor, interrumpiendo y debilitando nuestra concepción, que uno mucho más grande en el futuro18”. Es decir, es más fuerte una distancia pequeña en el pasado, que una distancia grande en el futuro; ya que es más fácil recordar algo que por la distancia no es muy remoto, que tratar de hacer una idea futura de una distancia muy lejana. Si la distancia fuera igual en el pasado y en el futuro entonces “Una distancia igual, por consiguiente, en el pasado y el futuro no posee el mismo efecto sobre la imaginación, y esto porque consideramos a la una como continuamente aumentando y a la otra como continuamente disminuyendo19”. Es decir, aunque las distancias sean las mismas en el pasado y en el futuro, la imaginación le da prioridad al futuro pues es más fácil aproximarnos al aumento, que aproximarnos a la disminución (pasado), pues está en vez de aproximarnos nos aleja. Una gran distancia aumenta nuestra admiración por un objeto, ya que “[…] un objeto muy distante se presenta a la imaginación, reflexionamos, naturalmente, sobre la distancia interpuesta entre él y nosotros, y concibiendo por este medio algo grande y magnífico, experimentamos la satisfacción que le es usual20”. Es por ello que cuando vemos distante una pirámide, la vemos como magnifica y experimentamos una admiración hacia ella. Esta magnanimidad es despertada por una oposición entre el yo y el objeto, la cual nos inspira grandeza, pues reunimos fuerzas para quitar esa oposición, vigorizando así nuestra alma, por ejemplo: cuando vemos distante la pirámide de Keops generamos en nuestra imaginación una cercanía de cómo sería si estuviéramos más cerca, es decir, tratamos de quitar esa oposición entre el yo y el objeto y de esta forma el objeto se nos presenta como algo magnifico. Ocurre algo similar cuando un objeto se nos presenta más alto que otro, pues “Una gran elevación de lugar produce una especie de sublimidad a la imaginación y da una fingida superioridad sobre los que están más abajo, y, por el contrario, una imaginación sublime y potente sugiere la idea de ascenso y elevación21”. Algún objeto que está más alto nos producirá un efecto de superioridad, a la vez que nos resultará agradable, y si un objeto está más abajo nos producirá un efecto de inferioridad, a la vez que nos resultará desagradable y esto es debido a la acción de la imaginación con estos objetos, por ejemplo: cuando yo veo la torre Eiffel por acción de la imaginación siento una superioridad por su altura, lo cual me resulta agradable. “Este progreso ascendente de la imaginación produce la disposición presente del espíritu, y la dificultad, en lugar de extinguir su vigor y presteza, tiene el efecto contrario, manteniéndolo y aumentándolo22”. También la imaginación, pasando de la consideración de la distancia a la contemplación de los objetos distantes, nos proporciona una veneración correspondiente a estos, por ello que los objetos antiguos nos resulten más agradables. “No toda separación en el tiempo tiene el efecto de producir veneración y estima. No somos aptos para imaginar que nos sobrepujará nuestra posteridad o que igualará a nuestros antecesores23”. En el tiempo no podemos sentir veneración por algo, ni podemos imaginar lo que nos deparará o lo que fue, por eso lo que podemos imaginar ante el pasado o lo que fue es que nuestros ancestros se hallan en cierto modo sobre nosotros y el futuro o lo que será se encuentra bajo nosotros, pues la dificultad que se experimenta en el pasado sugiere la noción del ascenso y la facilidad que se experimenta en el futuro sugiere la noción de descenso, de donde “[…] la facilidad auxilia a la fantasía en una distancia pequeña, pero le quita fuerza cuando contempla una distancia considerable24”. Otra cosa que ocurre es que una separación en el pasado cuando es grande aumenta nuestras pasiones más que una separación grande en el futuro, es por eso que la distancia en el pasado tiene un mayor efecto que la distancia en el futuro. Sobre la conducta "racional" y las pasiones "violentas" o intempestivas En la filosofía se habla de una lucha entre la pasión y la razón, a la cual se le da una preferencia a la razón, pues se dice que los hombres virtuosos son guiados por dicha razón, es decir, existe una preeminencia de la razón sobre la pasión, sin embargo para Hume esto resulta ser falaz y para demostrar que es erróneo primero necesita probar que: 1. La razón por sí sola jamás puede ser motivo de una acción de la voluntad 2. La razón jamás puede oponerse a la pasión en la dirección de la voluntad. El entendimiento puede juzgar las relaciones abstractas de las ideas o las relaciones de los objetos acerca de los cuales nos informa la experiencia desde una parte demostrativa y otra parte probable25. Las matemáticas, o el razonamiento demostrativo en general, es ciertamente útil en casi todos los campos de la vida humana, pero Hume cree que en sí mismo no tiene influencia alguna sobre la acción, ya que siempre se lo emplea para alcanzar algún fin o propósito determinado. Puede ser usado para dirigir nuestros juicios relativos a causas y efectos, pero eso es todo. Y preguntar cómo llegamos a esos juicios de causas y efectos nos lleva a la segunda especie de razonamiento, el experimental o probable, es decir, este razonamiento demostrativo, jamás tiene influencia en nuestras acciones sino tan sólo en la dirección de nuestro juicio referente a las causas y los efectos, ya que dicho razonamiento se basa en el mundo de las ideas y no en el mundo de las realidades en donde se encuentra la voluntad y las acciones. Por lo que la razón por sí sola jamás puede ser motivo de una acción de la voluntad. En el razonamiento probable, podemos esperar sentir dolor o placer de un objeto o situación, por la probabilidad de que ese objeto o situación sea para nosotros agradable o desagradable, y así tener una emoción de aversión o inclinación, “[…] esta emoción no se detiene aquí, sino que, haciéndonos dirigir la vista hacia todas partes, percibe todos los objetos que se hallan enlazados con el originario por la relación de causa y efecto26”. Es en este momento donde el razonamiento entra para descubrir está relación de causa y efecto, por lo que la razón al encargarse de esta causa y efecto no puede ser está la que impulso a la emoción, sino que ella sólo la dirigió. “De la esperanza de dolor o placer es de donde la aversión o inclinación hacia un objeto nace, y estas emociones se extienden por sí mismas a las causas y efectos de este objeto tal como nos son indicadas por la razón y la experiencia27”. Así la razón que es la que descubre esta conexión (causa y efecto), no puede ser mediante ella que los objetos nos interesen. Por lo que la razón jamás puede oponerse a la pasión en la dirección de la voluntad. Por lo tanto, la razón por sí sola jamás puede ser motivo de una acción de la voluntad o dar lugar a la volición, por lo que esta misma razón es incapaz de evitarla o de disputar sobre su preferencia con una pasión o emoción. Así “La razón es y sólo puede ser la esclava de las pasiones y no puede pretender otro oficio más que servirlas y obedecerlas28”. Esto quiere decir que la razón sólo entra en la esfera de la acción cuando ya tenemos motivo para aspirar a algún fin. La objeción principal a afrontar es que poseemos una concepción de la racionalidad de los fines así como de los medios. Hume la elude con su propuesta de que confundimos las pasiones tranquilas con las determinaciones de la razón. Sin duda decimos que una persona se comporta irracionalmente cuando se lanza a un curso de acción sin pensar en las consecuencias, pero también consideramos irracionales por derecho propio algunos ordenamientos de fines, como los que aparecen en los ejemplos de Hume. Y con esto entenderemos que constituyen elecciones que ninguna persona en sus cabales haría. Hay aquí un evidente riesgo de circularidad, pues su elección de fines entra en nuestra concepción de lo que es una persona sensata. Una salida posible es, simplemente, aceptar como cuestión de hecho que una persona que por lo general elige fines de cierto tipo suscita en el espectador común una impresión de locura. Podemos entonces definir la irracionalidad de fines en términos de la conducta de semejante persona, y la racionalidad como su contrario. Así la sola razó n no podría nunca desembocar en la acción y una acción no podría nunca oponerse o ser contraria a la razón. Y si la razón es perfectamente inerte, y no puede producir ningún impulso en absoluto, entonces obviamente no puede oponerse a la pasión en la producción de la acción, es decir, la pasión nunca puede oponerse o ser contraria a la razón. Una pasión o una emoción es lo que Hume llama una existencia original, completa en sí misma; no es en absoluto una proposición. “Una pasión es una existencia original o, si se quiere, la modificación de una existencia, y no contiene ninguna cualidad representativa que la haga copia de otra existencia o modificación29”. Cuando tengo una cierta pasión, me encuentro en un estado particular; sufro una cierta modificación de existencia. Y Hume concluye que las pasiones no representan las cosas de ninguna manera: únicamente existen, o son sentidas. Mi enojo es un estado o condición en el cual me encuentro, tal como el hecho de tener más de 5 pies de altura. Decimos por tanto que las pasiones y emociones no son susceptibles de verdad o falsedad, y por ende incapaces de entrar en conflicto u oposición con algunos de los objetos de la razón. Estos objetos son proposiciones que son verdaderas o falsas, de tal modo que no puede haber conflicto o combate alguno entre la razón y la pasión. Ciertamente hablamos de acciones, e incluso de pasiones irracionales o contrarias a la razón; pero Hume piensa que ésta es precisamente una manera laxa de hablar y que es perfectamente compatible con su concepción. Pues piensa que se dice que una acción es irracional sólo cuando está acompañada por algún juicio o proposición que es en sí mismo irracional o contrario a la razón. Estrictamente hablando, ninguna acción o pasión puede ser en sí misma irracional o contraria a la razón. “En breve, una pasión debe ir acompañada de algún juicio falso para que sea irracional, y aun así no es, propiamente hablando, la pasión irracional, sino el juicio30”. También resulta que se suele decir que “[…] toda acción del espíritu que actúa con la misma calma y tranquilidad se confunde con la razón por aquellos que juzgan de las cosas por su primer aspecto y apariencia. […] es cierto que existen ciertos deseos y tendencias tranquilas que aunque son pasiones reales producen tan sólo una pequeña emoción en el espíritu y son más conocidos por sus efectos que por su sentimiento o sensación inmediata31”. De donde a pesar de esto no simplemente sentimos pasiones tranquilas, su existencia y eficiencia no se descubren mediante la inspección directa. Pero Hume afirma que es cierto que existen tales pasiones y deseos; los sentimos exactamente como determinaciones de la razón, pero Hume asegura que no lo son. Esto no se concilia bien con su principio fundamental de que no podemos equivocarnos respecto de los contenidos de nuestras propias mentes en un momento dado. Pero aparentemente nos equivocamos con frecuencia sobre si una cierta pasión tranquila se encuentra o no ante la mente; sobre la sola base del sentimiento o la sensación, pensamos con frecuencia que lo que nos lleva a actuar es solamente una determinación de la razón, pero hay de hecho una pasión tranquila que ignoramos. Hume afirma que las pasiones tranquilas nos son mejor conocidas por sus efectos que por el sentimiento o la sensación inmediatos; los efectos por los cuales sabemos que existen tales pasiones son las acciones o inclinaciones que las pasiones tranquilas por el hecho de que ocurren ciertas acciones o tenemos ciertas inclinaciones y porque esas pasiones son las cusas de esas acciones o inclinaciones, entonces tiene que haber alguna manera independiente de descubrir que las pasiones tranquilas son las causas de esas acciones e inclinaciones. Si supiéramos que las pasiones están siempre involucradas en la producción de cualquiera acción, podríamos inferir de la ocurrencia de una acción la existencia de una pasión, aun cuando ésta no fuera suficientemente violenta para ser sentida. Por ello que “Lo que llamamos fortaleza de alma implica la prevalencia de las pasiones tranquilas sobre las violentas, aunque podemos fácilmente observar que no existe hombre que posea tan constantemente esta virtud hasta el punto de no ceder en alguna ocasión a las solicitaciones de las pasiones y deseos. De estas diversidades de carácter procede la gran dificultad para decidir en lo que concierne a las acciones y resoluciones de los hombres cuando existe alguna oposición de motivos y pasiones32”. Pues hay que recordar que las pasiones no influencian la voluntad en proporción de su violencia o de la agitación, ya que una pasión es un principio habitual de acción, por lo que no produce ya una agitación sensible, sino que llega a producir una violencia por el hábito de repetir una pasión y la fuerza que le es propia, y de esta forma se pueden distinguir entre una pasión tranquila y una débil y entre una pasión violenta y una fuerte. Se dice que para aumentar la violencia de la pasión. “Debemos colocar el objeto en situación tal que sea apropiado para aumentar la violencia de la pasión; pues podemos observar que todo depende de la situación del objeto y que una variación en este respecto será capaz de transformar las pasiones tranquilas en violentas 33”. Es decir, lo que hace que una pasión tranquila se convierta en una pasión violenta, es debido a la situación en la cual se presenta un objeto. Por ejemplo: cuando ves a un perro en una situación en la que se encuentra siendo maltratado, tu pasión tranquila se transforma en violenta porque tal situación en relación con el perro (objeto) te impacto, y ya depende del carácter de la persona como reaccionara ante tal situación. Una característica que comparten en común la pasión tranquila y la pasión violenta es que “Estos dos géneros de pasiones buscan el bien y huyen del mal, y ambas son aumentadas o disminuidas por el aumento o disminución del bien o el mal34”. Ambas pasiones (tranquila y violenta) son impulsadas por lo bueno y lo malo de una acción y esto repercutirá en aumentar o disminuir esta pasión, sin embargo una pasión violenta se activará cuando el mismo bien esté próximo, mientras que una pasión tranquila se activará cuando el mismo bien esté lejano, así retomando el ejemplo anterior podemos decir que la pasión violenta también se activo por el sentido de bien que se tenían en relación a que está mal el maltrato en animales, y por la proximidad. Para que las pasiones estén en una perfecta unión se requiere una doble relación de impresiones e ideas ya que una sola relación no es suficiente para este propósito, y esto es porque “[…] la doble relación tan sólo como requerida para hacer que una pasión produzca otra35”. La única relación que determina la puesta en funcionamiento de dicha asociación de impresiones e ideas es la semejanza. Está semejanza implica sólo que si un objeto relacionado conmigo me place, es decir, me provoca una impresión placentera, ese placer dará lugar al orgullo, ya que la impresión que da lugar a éste se encuentra relacionada con el placer por similitud. Tenemos, así, una doble asociación: entre uno mismo y el objeto relacionado con uno mismo y entre el placer y el orgullo, que es una sensación placentera en sí misma. Esta doble asociación se concibe como un mecanismo por el que se produce la pasión. El mismo mecanismo se aplica para el dolor, a diferencia que no se produce una sensación placentera. Se dice que “Cuando dos pasiones están ya producidas por sus causas separadas y las dos se hallan presentes al espíritu, se mezclan y unen prestamente aunque no tengan más que una relación o no posean ninguna36”. Cuando se tienen dos pasiones simultaneas, la pasión predominante asimilará la más débil para convertirla en sí misma, y así obtener una nueva pasión. Es como si se tuvieran dos sustancias, por ejemplo, agua y dióxido de carbono, en este caso la sustancia predominante es el agua y esta asimilara a la sustancia débil que es el dióxido de carbono y de esta forma se obtendría una nueva sustancia, la cual sería una gaseosa. La emoción que se vincula con alguien querido da como resultado el valor y confianza, y si esa emoción se vincula con un extraño da como resultado el terror y el miedo; también sucede que “[…] las pasiones, aunque independientes, se transforman naturalmente en otras si se presentan al mismo tiempo, se sigue que cuando el bien o el mal se hallan situados en una tal relación que despiertan una emoción particular además de su pasión directa de deseo o aversión, esta última pasión debe adquirir nueva fuerza y violencia37”. La nueva pasión que es dada por una pasión violenta y otra débil, además de adquirir deseo o aversión, contiene una fuerza y violencia si procede del bien o del mal, pues el sentido del bien o del mal brinda una moralidad, por ello que obtenga fuerza y violencia una pasión que esté vinculada con ello. Un objeto que excita pasiones contrarias, causa una nueva emoción, pero produce más desorden que si hubieran sido dos afecciones de igual fuerza, ya que esté desorden es producido por el hecho de que son pasiones contrarias, sin embargo, “Esta nueva emoción se funde fácilmente en la pasión predominante y aumenta su violencia más allá del límite a que hubiera llegado si no hubiera tropezado con una oposición38”. Al fundirse la nueva emoción con la pasión predominante, se sabe que se aumenta la violencia de está emoción, pero al tratarse de una oposición su violencia es más fuerte y esto es debido a que se produce un mayor placer al realizar acciones que son contrarias, ya que el esfuerzo es mayor por superar un obstáculo, que si no lo hubiese. La incertidumbre tiene el mismo efecto que la oposición; pues aumenta las pasiones, en cambio la seguridad disminuye las pasiones. Sin embargo “La ausencia continuada por largo tiempo debilita naturalmente nuestra idea y disminuye la pasión; pero cuando la idea es tan intensa y vívida que pueda conllevarla, el dolor que surge de la ausencia aumenta la pasión y le concede nueva fuerza y violencia39”. Aunque el tiempo disminuye la pasión y la idea, si está idea es intensa entonces le concederá a la pasión una nueva fuerza y violencia. Por ejemplo: si andabas con alguien en una relación de pareja, entonces tenias una cierta idea y una cierta pasión, pero si con esa persona terminas la relación, está idea y pasión con el tiempo disminuirá, sin embargo si querías mucho a esa persona está idea estará intensificada y conllevara a aumentar la pasión con más fuerza y violencia, con lo que sentirás dolor por la ausencia de esta persona. 1. El trabajo que se les solicitó consistía en análisis o crítica de algunas secciones del TNH. Me parece que, en diferentes partes de tu trabajo, abusas un poco de la exposición de Hume. Quizás podías haber desarrollado las mismas ideas sin caer mucho en un cierto revisionismo. Quiero decir, expresar sus propias ideas sin apelar en exceso a su terminología. 2. Te recomiendo que, al interpretar un autor, siempre mantengas una actitud crítica a lo que lees. Pon ejemplos que el autor no presente, desarrolla críticas pertinentes a las tesis del autor mismo, muestra las limitaciones del mismo. Ello mejorará en mucho tu comprensión del texto. Notas al pie de página 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19. 20. 21. 22. 23. 24. 25. 26. 27. 28. 29. 30. 31. 32. 33. 34. 35. 36. 37. 38. 39. 3.3.01.02 3.3.01.02 3.3.01.02 3.3.01.04 3.3.01.07 3.3.01.07 3.3.01.10 3.3.01.16 3.3.01.23 2.3.06.01 2.3.06.02 2.3.06.05 2.3.06.09-10 2.3.07.02 2.3.07.03 2.3.07.04 2.3.07.06 2.3.07.08 2.3.07.09 2.3.08.02 2.3.08.07 2.3.08.09 2.3.08.11 2.3.08.12 2.3.03.02 2.3.03.03 2.3.03.03 2.3.03.04 2.3.03.05 2.3.03.07 2.3.03.09 2.3.03.11 2.3.04.01 2.3.04.01 2.3.04.02 2.3.04.02 2.3.04.04 2.3.04.05 2.3.04.10 ★ Hume, David, Tratado de la naturaleza humana preparada por Vicente Viqueira. Gernika. 2001.