ESTUDIO SOBRE ÉTICA SOCIAL ESTUDIO 1 ¿ES MORAL TODO LO LEGAL? Por JOSÉ DE SEGOVIA “Un tema cada vez mayor de debate es la relación entre la Iglesia y el Estado. No hay duda que la sociedad está cambiando. Comportamientos que hasta hace poco eran considerados inmorales, son hoy comúnmente aceptados y se consideran opciones personales, dignas de todo respeto. La unión homosexual tiene ahora los mismos derechos que cualquier matrimonio. Los avances científicos permiten ahora formas de reproducción hasta ahora inimaginables. ¿Qué debemos pensar los cristianos acerca de todo esto?, ¿qué debemos decir a la sociedad española?” Algunos consideran que ha llegado el momento de unirse a las fuerzas conservadoras de esta sociedad y formar un frente común con aquellos católicos que están dispuestos a resistir estos cambios. Otros piensan más bien que el protestantismo ha de estar a la vanguardia en la aceptación de estas cosas, intentando resistir toda tentación reaccionaria. Muchos evangélicos admiran la firmeza de un Papa capaz de decir que los cristianos “tenemos que ser capaces de cuestionar las normas legales aprobadas en los parlamentos de las democracias contemporáneas”. Juan Pablo II asegura en uno de sus últimos libros que estas instituciones son instrumentos de “una nueva ideología del mal”, que con su respaldo al aborto y las uniones homosexuales “utiliza los derechos en contra del hombre y la familia”. Recuerda que “fue un parlamento legítimamente electo el que permitió la llegada al poder de Adolf Hitler en Alemania en los años treinta”. Compara al aborto con el “Holocausto nazi” y presenta al movimiento gay como una “nueva ideología demoníaca”. ¿Es éste el mensaje que tenemos que traer al mundo? LOS EVANGÉLICOS Y LA POLÍTICA Tenemos que reconocer que la mayor parte de los comentarios cristianos sobre política suelen ser generalmente de dos tipos: “O bien generalidades piadosas, con las que sería muy difícil estar en desacuerdo, o prescripciones tan sumamente específicas, que se deben más a la ideología política del autor que a su fe cristiana”. Los evangélicos estamos acostumbrados a hablar de “acción social”, incluso de la iglesia como una comunidad alternativa, pero esto no tiene que ver con la política. Pensamos en la política como sinónimo de poder, pero el poder no es algo específicamente político. No podemos definir algo por su corrupción Hay corrupción en la política, como en la cultura, la industria e incluso la religión. O ¿es que no hay corrupción en las iglesias? No estamos por lo tanto hablando de algo sucio, que nada tiene que ver con la fe. El tremendo poder de corrupción que tiene la política es simplemente un reflejo de su tremendo poder. Un poder, no lo olvidemos, dado por Dios, ya que los funcionarios del gobierno son ministros de Dios, dice Romanos 13:4. “Es servidor de Dios para tu bien, pero si haces lo malo teme, porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo” (v.5). Pero “es necesario estarle sujetos, no solamente por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia” (v.6). REINOS EN CONFLICTO Al nacer de nuevo entramos en el Reino de los cielos. Dios “nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado hijo” (Col.1:13). Cristo es el Rey de reyes y Señor de señores (1 Ti.6:15). Su venida es presentada como la llegada del Reino, no como un intento heroico de futuro incierto, sino como el anuncio del hecho de que el Señor reina. Aunque el Reino es todavía solamente reconocido por el pueblo de Dios, al volverse en arrepentimiento y fe al Salvador. Hay por lo tanto la posibilidad de un choque de lealtades, cuando las demandas de los gobernantes de esta tierra entran en conflicto con las del Rey celestial. Es en esta tensión que Jesús dijo: “dad pues a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios” (Mt.22:21). No es que César esté al mismo nivel de Dios, como si ambos estuvieran en un mismo plano. Todo lo contrario: primero Dios, luego el César. Esto lo entendieron muy bien sus discípulos cuando dijeron a las autoridades judías: “Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios” (Hch.4:19; 5:29). Si los gobernantes cumplieran justa y honestamente la función que Dios les ha dado, nunca impondrían a los ciudadanos del Rey de reyes demandas que entraran en conflicto con la lealtad civil del cristiano. Pero es una triste realidad que a menudo las leyes humanas ignoran o afrentan la Ley divina. ¿Qué debemos hacer entonces? CUESTIÓN DE SOBERANÍA Las películas de romanos han dado una imagen algo distorsionada de las persecuciones que el Imperio desencadenó contra los cristianos en los primeros siglos. Se suele pensar en la crueldad y locura de emperadores como Nerón, como un ejemplo de intolerancia religiosa, impuesta por decreto. Sin embargo en general, el Imperio Romano fue tolerante con todas las religiones. Pero eso sí, bajo ciertas condiciones: La primera: respeto y sumisión total a los poderes constituidos y los símbolos religiosos que los expresan. Casi todos los credos estaban permitidos, siempre que estuvieran dispuestos a sacrificar a los dioses romanos y dar su adhesión a la religión imperial por medio de una ofrenda de incienso que se exigía en el altar del César divinizado. El conflicto entre la Iglesia y el Imperio nace de un conflicto de soberanía. ¿Quién es el soberano absoluto, el Estado o Dios? ¿Quién es el Señor, César o Jesús? Las autoridades civiles deben ser siempre obedecidas siempre que no legislen en oposición a la Ley divina. Ya que como Agustín dijo: “Una ley injusta no es ley en modo alguno”. La desobediencia civil está justificada cuando un gobierno intenta ocupar el lugar de la Iglesia o demanda una adhesión que sólo debemos a Dios. Entonces el cristiano no solamente tiene el derecho, sino también el deber de resistir, como los tres jóvenes que se negaron a adorar a Nabucodonosor, doblegándose ante su estatua. Ahora bien, la aplicación práctica de este principio no es legítima sino como una medida extrema ante una situación de flagrante abandono de la responsabilidad de un gobierno de preservar la vida y mantener un orden justo. Ya que en una sociedad libre y democrática, hay que agotar antes todos los medios legales con nuestras peticiones, votos, medidas de oposición y manifestaciones, así como toda forma de presión política. VOZ PROFÉTICA El humanismo secular nos recuerda que no debemos imponer las normas cristianas a aquellos que no lo son, pero a veces el problema es que lo que se quiere decir es que ni siquiera se nos permite proponer a la opinión pública nuestra idea sobre dichas normas, en competencia leal con las demás ideologías y corrientes de pensamiento. Ya que no podemos olvidar que la legislación sigue movimientos de opinión pública, por medio de una fuerte presencia en los medios de comunicación. Pero confundir la misión de la Iglesia con la del Estado tiene trágicas consecuencias. Porque la misión de la Iglesia, no lo olvidemos, es predicar el Evangelio. Pero ¿cómo va a escuchar un homosexual el Evangelio, cuando la Iglesia se dedica todo el tiempo a hacer campañas contra el movimiento gay? Tenemos que recordar que las personas no se pueden reformar por medio de leyes. No se puede hacer cristianos legislando. Las personas tienen que nacer de nuevo para poder vivir como cristianos. En ese sentido quiero advertir sobre la limitación del consejo que nos puedan dar nuestros hermanos americanos. Ellos están en una situación tal en Estados Unidos y algunos países de Centro América que se puede hablar de una mayoría evangélica. Sus problemas por lo tanto son muy diferentes. No se trata ya de cómo influenciar una minoría en una sociedad pluralista, sino de imponer o no una legislación desde el punto de vista cristiano a una minoría que no lo es. Un viejo dilema al que se ha enfrentado la Iglesia a lo largo de los siglos, pero que no tiene nada que ver con nuestra situación como evangélicos españoles, a no ser que lo que busquemos es una alianza moral con la iglesia católico-romana, que por supuesto está siempre dispuesta a recibir aliados… UNA ESPERANZA GLORIOSA Somos una minoría en una sociedad pluralista y no podemos imponer nuestro punto de vista, pero podemos hacer oír nuestra voz. Porque ¿qué es lo que buscamos al fin y al cabo? Se trata de lograr tener una voz clara en nuestra sociedad, para poder predicar el Evangelio. ¿O es que buscamos el poder que ha tenido la iglesia católica en nuestro país durante siglos? Más leyes de acuerdo a la moral cristiana que había en el franquismo es difícil de conseguir. España tenía una legislación que protegía la moral y decencia de sus ciudadanos en todos los aspectos de la vida social. Ahora bien la pregunta es: ¿Era nuestro país más cristiano entonces? Yo creo que no… Hasta que el Reino de Dios sea instaurado finalmente en esta tierra, toda institución humana es imperfecta. La mejor teoría política e intento de darle forma por leyes en la práctica, está afectada por el hecho inevitable de que todo pensador, político, gobernante y ciudadano es pecador. Los hombres sueñan utopías, pero una y otra vez acaban en desilusión. El gobernante ideal acaba siempre abusando de su poder, debido a su codicia, inmoralidad y egoísmo. Y el pueblo tiene muchas veces los gobernantes que se merece, ya que todos buscamos nuestro propio interés y privilegios. Estamos ante una lucha espiritual, ya que el mal está dentro de nosotros, aunque en Cristo somos “más que vencedores” (Ro.8:37). Oramos “Venga Tu Reino” con la seguridad de que aunque no haya sido todavía consumado, lo será finalmente, cuando toda rodilla se doble y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor (Fil.2:10-11). Entonces veremos cómo “los reinos del mundo han venido a ser de Nuestro Señor y de su Cristo; y Él reinará por los siglos de los siglos” (Ap.11:15). JOSÉ DE SEGOVIA (Publicado en la revista EDIFICACIÓN CRISTIANA, Marzo – Abril 2007. Nº 228. Época IX. Permitida la reproducción total o parcial de esta publicación, siempre que se cite su procedencia y autor.)