Subido por Bea Reyes Oribe

Monteiro Lobato-1

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Monteiro Lobato
HISTORIA DEL
MUNDO
PARA NIÑOS
Edición corregida y adaptada por Marcelo Diez
Editado para uso privado por Homeschooling Católico
en Sudamérica
13 de noviembre de 2019
San Leandro de Sevilla
“Como don habéis recibido, dadlo como don”
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HISTORIA DEL MUNDO
Doña María del Rosario era una señora que había
leído muchísimo; además de disponer de una enorme
biblioteca de varios centenares de volúmenes, recibía
de un librero de la capital las novedades más
interesantes. Una tarde, Don Juan, el cartero, le trajo
un paquete con la Biblia de una Abuela de la Condesa de
Segur. Doña María del Rosario leyó el libro, después
hojeó y releyó varios volúmenes de su biblioteca y se
dijo a sí misma -¡Hermosa idea! Contar la historia a los
niños como hizo la famosa condesa con la Biblia. ¡Estoy
segura de cuánto han de gustar y aprovechar de ella los
niños de la edad de Pedrito! Y volviéndose hacia los
chicos, dijo:
- Oigan, mañana tendremos novedades. Les voy a
contar una historia nueva, muy larga...
- ¿De un oso que se convierte en príncipe? -preguntó
Emilia, la muñeca parlanchina.
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- No. La historia que les voy a contar es la historia
del mundo, o universal, como dicen muchos. Quedan
todos prevenidos y estarán aquí a las siete en punto.
- ¿Todos? -repitió Emilia. ¿También puede venir
nuestro potrillo?Los niños se echaron a reír. Doña María del Rosario
respondió con toda calma:
- No, Emilia. Tú sabes muy bien que el potrillo no
cabe aquí adentro.
- ¡Yo encontraré el modo de que quepa! gritó la niña
enfadada. Yo...
Pero no pudo terminar. Belencita le tapó la boca para
que Doña María del Rosario pudiera concluir.
- Pues quedamos así - terminó la buena señora. Desde
mañana en adelante, todas las noches, tendremos la
historia del mundo, desde sus comienzos hasta el
momento actual. A las siete en punto en esta sala,
¿conformes?
COMO EMPEZO NUESTRO MUNDO
A las siete en punto, al día siguiente, estaban todos
reunidos en el comedor en torno a doña María del
Rosario. Todos menos dos: Raúl, que no quería aprender
nada y el potrillo que era demasiado grande para entrar
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en la casa. Y ante la pandilla casi completa, doña María
del Rosario comenzó:
-Hace mucho, mucho, mucho tiempo no existían seres
humanos en nuestra tierra, y, por consiguiente no
existían casas, ni ninguna de las cosas que sólo existen
donde hay gente, como ser ciudades, edificios, ómnibus,
automóviles y todo lo que se ve en el mundo de hoy.
- ¿Cómo comenzó todo?, preguntó Martín.
- En el principio sólo existía Dios. Él creó el cielo y a
sus habitantes, que son los ángeles y los santos, y la
tierra con los hombres y todos los animales y plantas
para que le permitan subsistir.
- ¿Qué es subsistir?- Para que el hombre no muriese
y viviese dignamente puso Dios todos los demás seres
de la Creación a fin de que se alimentase, vistiese y
abrigase cuando hace mucho frío. Además puso muchos
paisajes y jardines para que su vida fuera más
agradable y placentera. Así, viendo las cosas lindas que
hay sobre la tierra podría el hombre imaginarse cuántas
cosas más lindas aún le tiene reservada en el cielo.
- ¿Cómo podemos saber las cosas que ocurrieron hace
tantísimo tiempo?, preguntó Emilia.
- Lo sabemos porque nos lo dice la Biblia, que es la
Palabra de Dios. Ella nos relata, en el libro del Génesis,
cómo fueron creados los primeros hombres, Adán y Eva,
cómo desobedecieron a Dios y el castigo que
merecieron. Es lo que se llama...
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- Pecado original -respondió rápidamente Pedrito.
- Así es, -siguió la abuela- Este pecado de nuestros
primeros padres le heredamos todos los hombres. Por él
nuestra naturaleza está debilitada, esto es, tenemos
cierta inclinación a cometer pecados, sufrimos dolores
y hasta la propia muerte. Pero el buen Dios, que no quiso
dejarnos totalmente desamparados mandó a su Hijo
para que Éste, cargando con nuestra debilidad, nos
consiguiera la posibilidad cierta y real, de conseguir el
perdón de los pecados y que, a pesar de ese horrendo
pecado, pudiéramos alcanzar la vida eterna.
- Y ¿cómo sabemos sobre la vida de los primeros
hombres?, preguntó Martín.
- Aparte del relato bíblico, que es más cierto que lo
que el hombre puede saber por sus propios medios, hay
distintas maneras de saber -explicó doña María del
Rosario. Una es viendo, oliendo, tocando, cuando las
cosas están delante de nosotros. Otra es escuchando a
quienes no pueden engañarnos, entre ellos, el primero
Dios y también nuestros padres. Y otra es imaginando o
adivinando. También hay dos especies de adivinaciones.
Una con base y otra sin base. Si yo digo: adivina en qué
mano tengo cinco centavos y presento las dos manos
cerradas, se trata de una adivinación que es puro juego.
La persona interrogada puede acertar o errar la
respuesta. Cuestión de suerte. Pero si la tierra está
mojada por la lluvia y con huellas de zapatos en el
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barro, adivino que por allí pasó gente, porque sé que los
zapatos no andan solos y sí con gente dentro. Esta
adivinación no es ya un juego, pues se reduce a la pura
aplicación de nuestro buen sentido o sentido común.
Razonando sobre la base de los vestigios hallados,
nuestro sentido común adivina muchas cosas que
pasaron hace muchísimo tiempo.
-Apuesto a que abuelita va a hablar del hacha de
indio -cuchicheó Pedrito dirigiéndose a Martín, que
estaba mudo como un pez.
-En las excavaciones hechas en muchos lugares-,
continuó doña María del Rosario, se hallaron puntas de
flechas y de lanzas y también hachas (al llegar a esto
Pedrito pellizcó a Martín). No de hierro, como las de
hoy, sino de piedra. Esos objetos, ¿podrían probar la
existencia, en aquellos tiempos, de leones, yacarés o
avestruces?
-¡No, abuelita -gritaron los dos niños. Sólo probarían
la existencia de hombres, porque únicamente los
hombres usan esos objetos.
-Muy bien. Y el que esos objetos sean de piedra
demuestra que el hierro no había sido descubierto
todavía. Y el hecho de estar enterrados muy hondos,
con grandes y antiquísimas capas de tierra encima,
prueba que eso tuvo lugar muchos siglos antes del
descubrimiento del hierro. También fueron hallados
huesos de hombres de esa era, que existieron millares y
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millares de años antes de que el género humano
comenzase a tener historia. Guiados por todo esto,
sabemos hoy qué vida llevaban esos antepasados
nuestros de la Edad de Piedra, como dicen los sabios.
No dormían en casas. Cuando llegaba la noche, la tierra
les servía de cama. Más tarde el frío les obligó a vivir
en cavernas de piedra, donde estaban más abrigados
contra los rigores del tiempo y el ensañamiento de los
animales. Se alimentaban cazando seres vivos más
débiles que ellos o huyendo de otros más fuertes. En la
caza empleaban la trampa, esto es, un agujero hecho en
tierra, disimulado con ramas secas, con hojas y con
tierra encima. 0 empleaban flechas de punta de piedra
y hachas también de piedra. En ciertas cavernas por
ellos habitadas fueron hallados dibujos de los animales
que solían cazar, dibujos hechos en la piedra.
-¿Con qué lápiz, abuelita? -preguntó Belén.
-Esos dibujos eran hechos evidentemente con puntas
de piedra. Por más que se afane, la gente de aquella
época no consigue descubrir otro lápiz posible. Esos
hombres se alimentaban de lo que podían atrapar: de la
caza, de castañas, de miel, de frutas, de huevos
robados en los nidos. Y todo lo comían crudo, pues el
fuego no había sido descubierto todavía.
-¿Y cómo se vestían, abuelita? -preguntó Pedrito.
- Como ropa, llevaban sobre el cuerpo la piel de los
animales cazados -no pieles curtidas y suaves, como las
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que tenemos hoy, sino crudas y muy duras.-Además continuó doña María del Rosario-, por falta de
tenedores comían con los dedos en una grande fuente
de barro. No había sillas, ni camas, ni hamacas. Para
dormir y sentarse, lo hacían en el suelo.
- ¡Parece que era muy dura la vida de los primeros
hombres! sostuvo Belén.
- Es por eso que debemos agradecer tantas
comodidades de que gozamos ahora y no quejarnos
cuando nos falta alguna de ellas- respondió la abuela. Y
continuó: -No había libros, ni lápices, ni papel para
escribir. Por supuesto tampoco había televisión ni cine.
- Y si no había libros ¿cómo se aprendía y se
enseñaba?
- Los hombres memorizaban aquellas cosas que iban
aprendiendo o creando y lo recitaban a sus hijos y éstos
a los suyos; es lo que se llama, la tradición. Muchos
libros de la antigüedad se transmitían así hasta que se
inventó la escritura.
- Pero estos hombres de que nos hablas, abuelita,
¿son distintos de los que nos habla la Biblia?
- La Biblia nos relata la vida de los primeros hombres
y del pueblo elegido, el pueblo de Israel. La historia
trata de explicarnos cómo vivían esos primeros
hombres, a veces con innumerables dificultades. Aún
hoy, los científicos no pueden decirnos muchísimas
cosas sobre esos primeros hombres como, por ejemplo,
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hace cuántos años el hombre vive sobre la tierra. Y
como, muchos de ellos, no creen en Dios, inventan
teorías para tratar de explicar el origen del hombre
fuera de lo que nos relatan las Escrituras, como por
ejemplo, el evolucionismo o las hipótesis sobre el Big
Ban. La primera, el evolucionismo pretende que
descendemos del mono, o de que el hombre y el mono
tienen un antepasado común.
- Hay muchos hombres que parecen y se comportan
como animales, -sostuvo Belén.
- Eso es una forma de decir. Pero no es realmente
así. El hombre es totalmente distinto a los animales.
Aún en sus malos comportamientos. Lo que lo hace ser
hombre es su naturaleza espiritual que la separa
infinitamente de los animales. Es el alma que infunde
Dios en el momento mismo de nuestra creación, cuando
comenzamos a existir y gracias a ella podemos pensar y
amar.
- ¿Y la teoría del Big Ban?
La teoría del Big Ban pretende que todo lo que
existe en el Universo surgió de una explosión inmensa.
Ninguna de las dos teorías ha sido demostrada
científicamente y, si bien no contradicen totalmente lo
que nos enseñan las Escrituras parecen ser bastante
improbables.
- Yo prefiero seguir creyendo que fue Dios quien nos
creó y no que venimos de los animales, -dijo Pedrito.
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- Yo también, hijo mío.
¡EL FUEGO!
- El primero y el mayor descubrimiento del hombre
fue el fuego -dijo doña María del Rosario.
Pedrito protestó:
-¡El primero puede ser, pero no el mayor! ¿Dónde
deja usted la invención de la pólvora, de la imprenta, de
la radio y tantas otras?
-Sin el descubrimiento del fuego no se habría logrado
ninguna de las invenciones que mencionas; el
descubrimiento del fuego fue el mayor porque permitió
todos los demás. El descubrimiento del fuego trajo
luego el del hierro, y del hierro surgió nuestra
civilización actual. Nada existe en ella que no tenga su
base en el hierro y el fuego.
Pedrito quedó en duda, pensativo. Doña María del
Rosario quiso ayudarle:
-Señala una sola cosa de hoy que pueda ser producida
sin ayuda del fuego y del hierro.
-Una casa... -respondió él, por decir algo.
-¡Qué mal ejemplo, Pedrito! ¿No ves que en una casa
las tejas y los ladrillos son cocidos al fuego, y todo el
maderamen es trabajado con toda clase de
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instrumentos de hierro: hachas, sierras, garlopas,
formones, etc.?
-¡Es verdad! ¡Es verdad! -exclamó Pedrito como
iluminado-. ¿Pero un libro, abuelita?
-Un libro es hecho de papel e impreso en prensas. El
papel se hace con el hacha de hierro que corta el árbol,
con la máquina de hierro que muele la madera, con la
máquina de hierro que extiende la pasta de madera en
capas delgadas, con las calandras de hierro que
presionan sobre esas capas, todo esto siempre con la
ayuda del calor; es decir, del fuego. Ese papel hecho
así gracias al fuego y al hierro, pasa luego a las
imprentas, donde es impreso en prensas de hierro y es
enviado a las librerías en vehículos de hierro:
automóviles, trenes o aviones.
-Basta, abuelita -dijo Pedrito con aire pensativo. Ya
he visto que tiene toda la razón. No existe nada,
absolutamente nada de todo lo que el hombre hizo en el
mundo de hoy que no tenga por base el fuego y el
hierro. Tiene usted razón: el primero y el mayor de los
descubrimientos fue el fuego.Y volviéndose a Belén le
dijo:
-Pero no vayas a decir eso a tía Anastasia. La tonta,
que no hizo nunca otra cosa que lidiar con el fogón,
quedará muy orgullosa de si misma y convencida de que
fue ella, la que descubrió el fuego ...
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-Pues es así, hijos míos. El fuego fue el gran
descubrimiento que hizo el hombre. Todo lo demás
procede de él. El hombre lo descubrió de dos maneras:
en la acción del rayo que despedaza e incendia un árbol
(como ocurrió a Robinson en su isla) o por medio de la
fricción de un palo contra otro.
- En eso no creo! -dijo, Pedrito. Leí en un libro que
los indios hacían fuego frotando dos palitos. Yo me
cansé de frotarlos, y no saqué nada, ni siquiera humo.
-Espera -replicó doña María del Rosario. Quizás esos
libros no lo expliquen bien. Que yo sepa, el fuego se
produce por la fricción de la punta de un trozo de
madera dura en una cavidad abierta en madera más
blanda y bien seca. Se hace girar el trozo entre las
manos, con el movimiento del que arrolla la pasta para el
bollito de maíz. La fricción produce el grado de calor
necesario para encender la mecha que se coloca en la
cavidad: algodón, musgo bien seco, ciertas cortezas.
-¡Ah! -exclamó Pedrito. Eso puede ser. Pero la
historia de frotar dos palitos ...
-En general el fuego se hacía entre piedras. Un día
nuestros antepasados advirtieron que de una de sus
fogatas se escurría un hilo de líquido que se endureció
al enfriarse, transformándose en una substancia que no
habían visto nunca. Fue el descubrimiento del metal.
Las piedras que aquellos hombres habían reunido para
fogón, eran bloques de minerales. El calor extrajo el
13
metal existente: cobre o estaño.
Primeramente
descubrieron el cobre o el estaño, de fusión más fácil
que el hierro. Este vino después.
-¡Eso es! -aprobó Pedrito. Yo derretí ya un trozo de
caño de plomo en el fogón de tía Anastasia.
-El primer cobre o el primer estaño obtenido ha
debido causar mucha sorpresa a nuestros antepasados,
a causa del brillo y de las formas extrañas que tomaba.
Con el tiempo comprobaron su utilidad para la
fabricación de armas y otras cosas. Y como en la fusión
se mezclaba a veces el cobre y el estaño, los hombres
aprendieron a producir el bronce, que no es más que una
mezcla de los dos metales.
-Por mucho tiempo, siglos y siglos, el metal usado por
el hombre fue el bronce. Por fin aprendieron a producir
hierro, que hasta hoy no ha sido superado.
-Superado quiere decir vencido por otro -explicó
Pedrito dándose mucha importancia.
Doña María del Rosario se rió y prosiguió:
-El descubrimiento del cobre y del estaño y la
invención del bronce abrieron una era nueva para el
hombre. Cesó la larga Edad de Piedra para comenzar la
era más corta de la Edad de Bronce. Después del
descubrimiento del hierro, comenzó la era del Hierro.
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UN VUELO EN AVION
-Los hombres de la Edad de Bronce están muy cerca
de nosotros y nos son bastante conocidos -agregó doña
María del Rosario. Creían que el mundo era plano y que
no pasaba de aquel trocito de tierra donde vivían. El
que se alejase mucho de allí estaba seguro de llegar a
un punto donde un gran precipicio le mostraría el fin del
mundo, o por lo menos, una de sus orillas. Tenían idea de
que, a lo lejos, había una tierra que era la última; y por
eso se llamaba Ultima Tule, tal vez Noruega.
Si pudiésemos dar una vuelta en avión por encima de
los lugares donde vivieron los primeros pueblos
civilizados, veríamos un cuadro así. -Y doña María del
Rosario dibujó un mapa.
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-Estos dos ríos que vemos allí, el Tigris y el Eufrates,
son nuestros más viejos conocidos, los primeros
nombres que aparecen en la historia. Como se advierte
en el dibujo, corren largo trecho en el mismo sentido,
hasta que se juntan y desaguan en el Golfo Pérsico. Las
tierras comprendidas entre los dos ríos son famosas,
porque en ellas se formaron muchas civilizaciones
sucesivas. Mesopotamia es el nombre de esa región.
Vamos a ver quién descompone esa palabra.
Pedrito miró a Belén, ésta miró a la muñeca, y la
muñeca miró a Martín. Pero ninguno abrió la boca.
- Meso en griego -explicó doña María del Rosario-,
quiere decir entre, y potamos quiere decir río. Tierra
entre ríos es lo que significa la palabra Mesopotamia. Si
miramos hacia el oeste, vemos un mar llamado
Mediterráneo, que baña un país llamado Egipto. ¿Qué
quiere decir mar Mediterráneo, Pedrito?
-Yo lo sé. Quiere decir mar entre tierras o en medio
de tierras.
-Así es realmente -confirmó doña María del Rosario.
Ese mar no pasa de ser un gran lago que se une al
océano Atlántico por el estrecho de Gibraltar. Muchos
sabios sostienen que en la Edad de Piedra el
Mediterráneo todavía no era mar, y sí un extenso valle.
Fue en las tierras bañadas por el Mediterráneo donde
se desarrollaron las más importantes civilizaciones
occidentales, como la egipcia, la griega, la romana.
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En Egipto hay también un río de mucha importancia
en la historia de la humanidad: el Nilo. Más tarde
veremos por qué.
Todos los pueblos que vivían en la Mesopotamia
pertenecían a la raza blanca y se dividían en tres
familias, o razas, que dieron origen a todos los pueblos
blancos actuales. Había los indoeuropeos, llamados
también arios. Había los semitas y había los jamitas.
Esas razas están hoy muy dispersas, incluso hasta entre
nosotros. El hijo de nuestro vendedor de jabones y
peines, ¿cómo se llama, Pedrito?
-Salomón Nagib.
-Bueno, por el nombre es un niño perteneciente a la
raza semita. Y si se llamase Ramsés o Shufú, tendría
grandes probabilidades de ser un jamita. Los arios
fueron los primeros que domesticaron el caballo salvaje,
el buey y el carnero. Consiguieron así echar las bases
de la civilización pastoril.
El caballo resolvía el
problema del transporte; las vacas daban leche y
mejoraban así grandemente la alimentación, y los
carneros, con su lana, permitieron que en lugar de pieles
el hombre pudiese vestirse de tejidos. Hasta hoy, no
encontramos cosa mejor que la lana para el abrigo de
nuestro cuerpo contra el frío.
Pedrito interrumpió a doña María del Rosario en este
punto
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-Por todo cuanto dijo, abuelita, veo que las grandes
cosas que el hombre hizo fue el hallazgo del fuego, el
hierro, el caballo, la vaca, y el carnero.
-Perfectamente.
Con esos cinco elementos fue
posible la producción de todo nuestro mundo moderno,
con todo lo que hay en él.
-¡Fuera de Emilia! -gritó la niña. Ella no es fuego ni
hierro, ni crin de caballo, ni leche de vaca, ni lana de
carnero. Es pura y simplemente de algodón por fuera y
tonterías por dentro.
-¡Bravísimo! -exclamó Martín.
COMIENZA LA HISTORIA
-La vida de los hombres antes de haber historia continuó doña María del Rosario- pertenece a la
prehistoria.
Prehistoria quiere decir: antes de la
Historia.
La historia comenzó realmente con los
jamitas, aquella raza que encontramos en las tierras
bañadas por el Tigris y el Eufrates.
De allí se
marcharon o emigraron a Egipto.
Para emigrar no hicieron como se hace hoy: simple y
rápido viaje en avión, con equipaje y pasaporte. Aquel
pueblo no emigró propiamente a Egipto, porque el Egipto
no existía: fue él el que iba a formarlo. Existían las
tierras del futuro Egipto, con el río Nilo por medio. Los
jamitas emigrantes habitaban en tiendas. Las armaban
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en cierto punto y quedaban allí mientras había algo que
comer por los alrededores. Cuando el alimento iba
escaseando, cambiaban de campamento. Y así fueron
avanzando hasta que llegaron a las tierras regadas por
el Nilo, tan fértiles que el que llegaba a ellas no
necesitaba volver a emigrar.
-¿Por qué ese país es tan fértil, abuelita? -preguntó
Pedrito. Dicen que debido al Nilo, pero no me consta
que los ríos fertilicen las tierras. Si fuese así, todos
los países serían muy fértiles, porque todos los países
son bañados por numerosos ríos.
-El Nilo -respondió doña María del Rosario-, es un río
diferente de los otros. En la estación de las lluvias
recibe tanta agua que sale de madre e inunda las
planicies que hay a sus lados. Se inunda una gran
extensión durante la estación lluviosa. La consecuencia
es que, cuando viene la bajante y el río vuelve a su curso
normal, las tierras inundadas se muestran más fértiles
que antes. El humus que hay en suspensión en el agua
queda depositado en la llanura.
Si no fuese por esa inundación anual del Nilo, las
tierras de Egipto no pasarían de simples desiertos de
arena, donde no podría crecer planta alguna ni criarse
ningún animal. Tanto las plantas como los animales, no
viven sin agua.
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-Sería entonces más o menos como el desierto del
Sahara, que no queda lejos -dijo Belén, que estaba con
los ojos sobre un mapa.
-Perfectamente, hija mía.
Si el Sahara fuese
cruzado por un gran río que todos los años desbordase,
también en el Sahara se formaría una faja de tierra
fértil donde podría desarrollarse una hermosa
civilización.
Además de las facilidades de cultivo en las orillas del
Nilo, el clima era cálido, exigiendo poco abrigo. Esas
ventajas hicieron que los jamitas se estableciesen allí y así comenzó el Egipto que la historia conoce.
El primer rey de Egipto cuyo nombre llegó hasta
nosotros fue Menes, del cual casi nada sabemos. Se
supone que construyó algunos diques, o murallones para
aprovechar mejor las aguas del Nilo.
-¿En qué año vivió ese Menes? -preguntó Pedrito, que
era muy amigo de fechas.
-Se calcula que vivió 4200 y tantos años antes de
Cristo.
-¿Qué es eso de antes y después de Cristo, abuelita?
-preguntó la niña.
-Muy simple. Los pueblos cristianos, entre los que
figuramos nosotros, cuentan los años a partir del
nacimiento de Jesucristo. El año en que nació Jesús
fue el año l. Pero como la historia abarca periodos
anteriores al nacimiento de Cristo, los acontecimientos
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de esas épocas son contados para atrás. Por ejemplo:
año 100 antes de Cristo (A. de C.) marca exactamente
un siglo antes del año 1, que fue el del nacimiento de
Cristo. ¿Comprendiste?
-Eso lo entiende hasta el más burro -dijo Emilia.
LOS JEROGLIFICOS
-Los hombres de la Edad de Piedra -prosiguió doña
María del Rosario-, sabían hablar, pero no sabían
escribir. La primera idea de crear unos signos que
significasen palabras y sonidos apareció mucho después,
en Egipto. Fueron los jeroglíficos.
Los jeroglíficos eran dibujos que representaban
animales y cosas: león, toro, látigo, espada,
correspondiendo cada uno a un sonido. El nombre de la
reina Cleopatra se escribía así:
Ved el cerco. El nombre de los reyes y de las reinas
eran siempre cercados para distinguirlos de los otros.
Los egipcios empleaban para la escritura las hojas de un
papel hecho con la medula de una planta acuática muy
abundante por allá: el papiro.
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-Papiro, Papel; parecido, abuelita -observó Pedrito.
-Naturalmente, hijo mío, porque la palabra papel
viene de papiro. En ese papiro los egipcios escribían
con canutos de una planta cortados en punta, usando
como tinta humo disuelto en agua. Los libros egipcios
no se parecían a los nuestros. Tenían forma de rollos,
como los rollos para empapelar paredes.
La historia de sus reyes, como la noticia de las
grandes batallas y de los acontecimientos más
importantes eran grabadas en la piedra de los
monumentos, de modo que muchas de esas inscripciones
llegaron hasta nosotros. Fue una buena idea.
-¿Pero cómo podemos leer los jeroglíficos, abuelita?
-Mucho tiempo pasaron los sabios sin conseguir la
clave de los jeroglíficos. Los habitantes del Egipto
moderno tienen poco de común con los antiguos egipcios
y no conservaron sus tradiciones. De ese modo los
sabios quedaron sin saber qué hacer ante los
jeroglíficos, cuya lectura iba a ser preciosa para el
conocimiento de la antigüedad. Un día apareció la clave.
-¿Cómo, abuelita?
-El Nilo, como sabéis, desemboca por varios brazos
en el Mediterráneo.
-¡Ya lo sé! -exclamó Pedrito. Cuando llegan cerca del
mar, las aguas se abren en abanico y forman el delta del
Nilo. Alfa, Beta, Gama, Delta: A, B, C, D en griego. La
letra Delta o D, tenía la forma de un triángulo y por eso
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los geógrafos llaman delta a los abanicos que forman
ciertos ríos cuando desembocan en el mar.
Todos se admiraron de aquella ciencia de Pedrito.
Martín llegó a levantarse de su asiento para ir a
examinarlo de cerca, de la cabeza a los pies y volvió
luego a su puesto; hizo todo eso sin pronunciar palabra.
-Muy bien -dijo doña María del Rosario. Pedrito está
afilado. Vamos a ver ahora si sabe el nombre de las dos
principales bocas del Nilo.
Esta vez el niño se atascó. No lo sabía.
-Roseta y Damieta -dijo doña María del Rosario.
Pues bien. Cerca de Roseta es donde fue hallada
casualmente la clave de los jeroglíficos. Un hombre que
cavaba allí la tierra, encontró una piedra de tumba con
unos jeroglíficos que él, naturalmente, no entendió.
Abajo, sin embargo, había otra inscripción en griego que
el hombre pudo leer. Los sabios fueron a examinar la
piedra y tuvieron la idea de que la inscripción griega
podía ser muy bien la traducción de los jeroglíficos.
Estudiaron el asunto y vieron que era así. Consiguieron
de ese modo hallar la pista para descifrar por completo
todas las señales jeroglíficas. Eso costó mucho; sólo
uno de sus estudiosos empleó treinta años de esfuerzo
paciente. Pero el problema fue resuelto de modo tal
que hizo posible el conocimiento de toda la historia de
Egipto hasta miles de años antes de Cristo.
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La piedra de Roseta, nombre con el que se conoce
hoy, está en Londres, en el Museo Británico, como una
de las piedras más famosas del mundo -tal vez la que
contribuyó más al esclarecimiento del pasado humano.
-¿Y qué supieron los sabios sobre Egipto después de
aprender a leer las inscripciones?
-Muchas cosas. Supieron que había sido un país
gobernado por los faraones, los reyes de entonces.
Supieron que el pueblo se dividía en clases, de modo que
el hijo de un picapedrero tenía que ser picapedrero, y el
hijo de un escriba tenía que ser escriba. Nadie podía
salir de su clase, a no ser en casos excepcionales.
La clase más elevada era constituida por los
sacerdotes, que no se parecían a los sacerdotes de hoy.
Tenían una función distinta. Eran legisladores; hacían
las leyes y establecían reglas que todos debían
obedecer.
Eran también doctores, abogados e
ingenieros. Eran los únicos, en suma, que recibían
educación y que aprendían a leer y a escribir los
jeroglíficos. Formaban el cerebro, la parte pensante
del país.
La clase inmediata era la militar. Después venían las
clases de los agricultores, de los negociantes, de los
pastores, de los mecánicos, etc., y por último la de los
cuidadores de cerdos.
-¡Pobrecitos! -exclamó Emilia.
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-Los egipcios no adoraban a un solo dios, sino a
centenares de ellos, masculinos y femeninos. Poseían un
dios para cada cosa: un dios de los campos de cultivo, un
dios del hogar, un dios de las lluvias, un dios del fuego.
Dioses buenos y dioses malos. Tanto los buenos como
los malos recibían los mismos homenajes y cultos.
Osiris, casado con la diosa Isis, era el principal.
Presidía la agricultura y juzgaba a los muertos. Tenía
un hijo, Horus, con cabeza de gavilán.
Muchos de los dioses egipcios presentaban un cuerpo
humano y la cabeza de animal; por eso es que los
animales eran sagrados. El perro, el gato, el ibis -y
hasta el escarabajo eran sagrados. Si alguien mataba
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una vaca o un escarabajo, recibía como castigo la
muerte, puesto que constituía un crimen mayor matar a
un animal sagrado que matar a un ser humano.
LAS PIRAMIDES
-¡Qué manía tenían los egipcios de construir
pirámides, abuelita! -dijo Belén. Nunca veo pintada una
escena de Egipto sin una palmerita a un lado y una
pirámide a otro.
-Es que se preocupaban mucho de la muerte. Las
pirámides no eran más que tumbas. Los egipcios creían
que, después de muertos, el alma quedaba cerca del
cuerpo, a fin de volver a entrar en él el día en que
habían de comparecer ante Osiris para ser juzgados.
Por eso embalsamaban los cuerpos de modo que
pudiesen abrigar de nuevo el alma, y los enterraban
rodeados de las cosas que pudiesen necesitar cuando
despertasen: muebles, espejos, peines, juegos, joyas y
comida.
-¿Y cómo hacían para embalsamar los cadáveres? preguntó Pedrito. ¿Había ácido fénico en aquel tiempo?
-Tenían sus procedimientos; y procedimientos tan
buenos que muchas momias, esto es, cadáveres
embalsamados, llegaron hasta nosotros y figuran en los
grandes museos de Europa y de América. Les extraían
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el cerebro y los intestinos y luego embebían el cadáver
de líquidos propios y lo arrollaban con fajas de lino.
Al comienzo no eran momificados más que los reyes;
después la costumbre se extendió a todas las clases,
con excepción de las más bajas. También los animales
eran embalsamados muchas veces: las vacas y hasta los
escarabajos.
-¡Qué gracioso! -exclamó Emilia.
-Cuando un egipcio moría, sus parientes, después de
embalsamar el cuerpo, lo ponían en lugar apropiado, con
un montón de piedras encima para evitar que fuese
desenterrado por los chacales y las hienas. Pero un rey,
que es mucho más que un hombre común, no podia
contentarse con un simple montón de piedras; exigía
una montaña. Fue ése el origen de las pirámides. Por
miedo a que después de muertos no tratasen su cadáver
como era preciso, los reyes comenzaban todavía en vida
a cuidar de sus propias tumbas, y así fueron
construyendo las pirámides. Sobrevino el espíritu de
emulación. Uno quería tener una pirámide mayor que el
otro. El faraón Keops construyó la mayor de todas,
llamada pirámide de Keops o la gran pirámide, 2.900
años antes de Cristo.
-¡Debía ser un trabajo horrible levantar monstruos
de piedra de ese tamaño! -observó Pedrito.
-Y lo era -confirmó doña María del Rosario. Hoy los
constructores disponen de ingeniosas máquinas de
27
levantar pesos: los guinches. Pero los pobres egipcios
tenían que transportar y levantar los enormes bloques
de piedra con que se hacían las pirámides, sin el auxilio
de máquina alguna, todo a fuerza de músculo. Dicen que
en la pirámide de Keops trabajaron cien mil hombres
durante veinte años.
Tenían que cortar los bloques de piedra en las
canteras próximas; después, transportarlos; después,
colocarlos en el lugar definitivo. Imagínense qué tarea.
Ciertos bloques eran del tamaño de pequeñas casas.
-¿Y qué había dentro de las pirámides?
-Dentro quedaban los ajuares del muerto. En la
pirámide de Keops sólo fueron hallados murciélagos
28
dentro de tales ajuares. Tanto la momia del rey como
los tesoros que la acompañaban habían sido robados. ¡Qué pena!
-Realmente es para lamentarlo.
Hace años fue
descubierto, en perfecto estado de conservación, la
tumba del faraón Tut-ank-amon.
Al lado de los
riquísimos muebles y objetos de uso personal del
soberano, en su mayor parte de oro, se veían montones
de pan. Por lo que fue hallado en la tumba de ese
faraón podemos valorar lo que se perdió con el saqueo
de la tumba de Keops, el cual tiene fama de haber sido
el más opulento faraón egipcio y el más amigo del lujo.
-¿Y las esfinges, abuelita? Veo siempre una esfinge
cerca de las pirámides.
-Cerca de la pirámide de Keops hay una esfinge, una
enorme estatua de león con cabeza humana, esculpida
en un bloque único de piedra, que la naturaleza había
puesto allí como a propósito. La esfinge representa el
dios de la mañana, y su cabeza la del faraón que
construyó la pirámide más próxima a la de Keops. Las
arenas del desierto, arrastradas por los vientos, están
enterrando esa estatua colosal y, aunque los hombres
las remueven periódicamente, los vientos insisten en
cubrirla. Por eso sólo aparece hoy la parte superior del
cuerpo.
-Yo le daría una buena paliza a esa arena dijo Emilia.
-¡Cállate, tonta! No interrumpas a abuelita.
29
-Los egipcios -continuó doña María del Rosariogustaban mucho de la escultura y dejaron
numerosísimas estatuas.
Desgraciadamente, los
escultores no tenían libertad de copiar los modelos; por
eso las estatuas egipcias no variaban de actitudes. ¿Os
recordáis de aquel día en que Pepito, el de la señora
Rodríguez, fue a sacarse una foto?
Quedó todo
estiradito, con las piernas juntas y los brazos tiesos,
pegados al cuerpo. Así debían posar para los escultores
de aquella época los modelos egipcios.
Los egipcios eran un pueblo amigo de lo grandioso.
Sus templos representaban hileras de columnas en
verdad gigantescas. Al pie de esas columnas un hombre
alto quedaba reducido a un enano. Esos templos, como
las pirámides y cajas donde se guardaban las momias,
eran decorados con dibujos y pinturas del mismo estilo
de la escultura. En la pintura, por ejemplo, si tenían que
dar tono al cuerpo de un personaje, empleaban las
tintas que les parecían más bonitas, sin ninguna atención
al color que ese personaje poseía en vida. Un pintor
egipcio pintaría el retrato de Belén usando los más
fuertes verdes y azules de su caja de tintas. El hecho
de que ella sea de un color morenito, no le preocuparía
de ningún modo.
La narración quedó interrumpida. Tía Anastasia vino
a llamarles para tomar el té.
30
ASIRIA
-Dime una cosa, Pedrito, ¿por qué hay tantos pájaros
en la huerta? -preguntó doña María del Rosario al día
siguiente.
-No es preciso ser un sabio para responder, abuelita.
Hay más pajaritos allí que en cualquier otra parte,
porque hay gran abundancia de frutas.
-Lo mismo ocurre con los hombres -dedujo doña
María del Rosario. Cuando en cierto lugar la tierra es
fértil y el clima bueno, en seguida se reúne allí mucha
gente. Fue lo que aconteció en la Mesopotamia. Tan
buenas eran las llanuras entre el Tigris y el Éufrates,
que se desarrollaron allí varias civilizaciones. En la
parte próxima a la unión de esos dos ríos tuvimos a
Babilonia; en la parte donde desembocan en el Golfo
Pérsico quedaba Caldea; y en la parte más próxima a las
fuentes surgió Asiria.
Babilonia era un país próspero, gracias a la fertilidad
de la tierra, mantenida por las inundaciones de los dos
ríos. Lo que el Nilo hacía en las tierras de Egipto, el
Tigris y el Eufrates lo hacían en la Mesopotamia. ¡Dos
Nilos! ¡Imaginad qué buenas tierras eran! En ellas se
cultivaba el trigo, el más preciado de los cereales que el
hombre "domesticó", y se supone incluso que fue en
Babilonia donde tuvo su comienzo el cultivo del trigo.
31
También el dátil, fruto de una palmera, fue allí muy
abundante, teniendo igual importancia que el trigo.
-Conozco el dátil y me gusta mucho -dijo la niña,
lamiéndose los labios. En la semilla hay un huesecito,
¿lo vieron?
-Tú no conoces más que el dátil en conserva
azucarada. Donde es natural del lugar lo emplean
fresco, para pastas.
Además del trigo, de buen
rendimiento, y de los dátiles, que eran abundantísimos,
los dos ríos fueron siempre muy ricos en pesca. No era
necesario más para la prosperidad de la región.
La famosa torre de Babel, de la que ya habréis oído
hablar, fue construida en Babilonia. La explicación de
esa torre, dada por los sabios, es la siguiente.
Las gentes que formaron a Babilonla procedían de las
regiones montañosas del norte, donde estaban
habituadas a tener sus altares en lo alto de los cerros,
muy cerca del cielo. Al emigrar a una región llana,
tuvieron luego la idea de construir un cerro para altar.
La llamada torre de Babel se podría considerar más
bien un cerro que una torre. En lugar de escalera había
un camino en caracol por fuera, que iba desde la base a
la cima. Existían varias torres de ésas en Babilonia.
-¿De qué se hacían esas torres?
-No había en la Mesopotamia abundancia de piedras,
como en Egipto. Por eso los babilonios construían sus
torres, como todos los demás monumentos, de adobes,
32
es decir, de bloques de arcilla secados al sol. La arcilla
secada al sol es material de construcción poco
duradero; por eso lo que hoy resta de los monumentos
babilónicos no pasa de montones de adobes deshechos
por el tiempo.
-¿También
empleaban
jeroglíficos?
-preguntó
Pedrito.
-No. Tenían otras señales, que los sabios llaman
caracteres cuneiformes.
A falta de papiro para
escribir, o de piedra para grabar los signos, hizo la
gente de Babilonia bloques de arcilla, o ladrillos, donde
escribían cuando estaban todavía blandos. Escribían
con un sistema de marcas huecas en forma de cuñas.
De ahí la palabra cuneiforme, que quiere decir
exactamente en forma de cuña.
Parece que los babilonios fueron los primeros
hombres que observaron los astros y vieron que se
conducen siempre de la misma manera, esto es, que
siguen ciertas leyes.
Llegaron a ser grandes
astrónomos.
Ya 2300 años antes de Cristo
profetizaban que en tal hora de tal día de tal año
habría un eclipse de sol, y acertaban. ¿Sabes qué es un
eclipse, Pedrito?
-Lo sé, abuelita, y ya vi un eclipse total de sol. El
eclipse se forma cuando un astro tapa a otro. Cuando la
luna queda exactamente entre la tierra y el sol, se
produce un eclipse de sol para nosotros y un eclipse de
33
la tierra para el sol. ¿Pero luego? Continúe la historia
de los babilonios.
-De tanto estudiar los astros -prosiguió doña María
del Rosario-, comenzaron los babilonios a adorarlos. El
sol, la luna y las estrellas fueron sus dioses. De ahí las
torres, o altos de montaña, donde tenían los altares.
Querían elevarse lo más cerca posible de sus
divinidades.
-¡Qué tontos! -exclamó Emilia.
-El primer rey de Babilonia del que sabemos algo, fue
Sargón I, que vivió más o menos en el tiempo en que se
construían las grandes pirámides de Egipto. Otro
conocido nuestro, por las leyes que hizo y que llegaron
hasta nosotros, fue el rey Hamurabi. Sus leyes llegaron
hasta nosotros porque en lugar de escribirlas en
ladrillos fueron grabadas en bloques de piedra. Sargón
y Hamurabi: conservad estos nombres, que son los más
remotos que tenemos de Babilonia.
-Voy a bautizar con ellos dos cabritos que nacieron
esta mañana dijo Pedrito. No hay mejor manera de
conservar los nombres raros.
LOS DIOSES ERRANTES
34
-¡Ur! ... -exclamó doña María del Rosario después de
una pausa. ¿Saben qué quiere decir Ur? Ur fue el
nombre de una ciudad de Caldea, país próximo a
Babilonia. En esa ciudad, 1900 años antes de Cristo,
vivía un hombre llamado Abraham, jefe de numerosa
familia y dueño de mucho ganado. Abraham adoraba al
Dios único y verdadero, mientras sus vecinos
babilónicos adoraban muchos: el sol, la luna, las
estrellas. Por ese motivo, Abraham aborrecía a aquella
gente, la cual, a su vez, no lo quería a él, considerándole
loco, y Abraham resolvió cambiar de residencia. Un día
llamó a su familia, reunió el ganado y se fue en dirección
a una tierra situada a la orilla del mar Mediterráneo,
llamada Canaán. En Canaán prosperó mucho.
Uno de sus nietos, Jacob, tuvo doce hijos, de los
cuales José, un muchacho inteligente y bueno, llegó a
ser el favorito del padre. Los otros tuvieron celos y un
día escondieron a José en un pozo y lo vendieron a una
banda de egipcios que pasaba por allí. En casa dijeron
que las fieras lo habían devorado.
-¿Y Jacob lo creyó? -inquirió Belén.
-No viendo reaparecer a su hijo, era natural que lo
creyese. ¿Pero saben lo que aconteció a José en Egipto,
a donde sus compradores lo llevaron como esclavo?
También se convirtió en favorito, pero no ya del padre,
sino del faraón, y ocupó uno de los más altos cargos del
35
gobierno, como hoy el de primer ministro de Inglaterra.
Y eso en un país donde nadie salía de una clase para
entrar en otra; países de clases cerradas, como se dice.
-¡Qué pícaro!
-Por ese tiempo hubo una falla en las cosechas de
Canaán y sobrevino el hambre. Los hijos de Jacob (los
israelitas) fueron enviados a Egipto en busca de trigo.
Ninguno sabía qué había sido de su hermano José;
estaban quizás seguros de que no existía ya. ¡Imaginad
cómo abrieron la boca al llegar y dar con José
gobernando a Egipto!
-¡Más bien me estoy figurando la venganza de José! dijo el chico.
-Te equivocas, Pedrito.
José no tomó ninguna
venganza, como habría sido natural. Era realmente
generoso. En lugar de vengarse, colmó a los hermanos
de trigo y de hermosos regalos y les dijo que trajesen a
toda la familia de Abraham a Egipto, que él se
encargaría de instalarla en las excelentes tierras de
Goshen, donde las cosechas no fracasaban nunca.
-Usted habló de israelitas, abuelita. ¿Por qué se
llamaban así? -preguntó la niña.
-Porque Jacob tenía un segundo nombre: Israel.
Fue de ese segundo nombre del que le viene a sus
descendientes el nombre de israelitas- después fueron
llamados también "judíos". Los israelitas eran el pueblo
elegido de Jehová, o Dios, y tenían mucho orgullo por
36
eso. En Goshen vivieron en paz mientras José estuvo en
el gobierno; pero después de la muerte de José pasaron
muchas tribulaciones. Los faraones, que no querían a la
gente semita, se dedicaron a crearles dificultades y a
maltratarles. Ese estado de cosas duró cuatro siglos.
Por fin subió al trono el faraón Ramsés el Grande, que
resolvió dar un golpe de muerte a la tribu israelita.
Para ello ordenó que todas las criaturas fuesen
degolladas. Los verdugos obedecieron y mataron a
todas las criaturas menos una. Escapó en una cesta de
mimbre, echada a las aguas del Nilo, un niño llamado
Moisés, que había de convertirse en el hombre más
grande del pueblo de Israel.
-¿No es ésa la matanza de los inocentes de que habla
tanto tía Anastasia?
-Exactamente, hijita.
Mataron a las pobres
criaturas; a todas excepto Moisés. Moisés, cuando llegó
a ser un hombre, tomó el mando de su gente y lo
primero que hizo fue adoptar medidas para que saliesen
todos de Egipto -una tierra enemiga donde estaban
sufriendo ya desde hacia cuatro siglos. Salieron. Esa
salida es famosa en la historia hebraica (hebreo: judío;
hebraica: judaica), bajo el nombre de éxodo o salida.
-¿Y a dónde fueron?
-Atravesaron el Mar Rojo; y la Biblia dice que las
aguas se abrieron a su paso. Después anduvieron
perdidos por los desiertos de Arabia hasta que
37
acamparon al pie de un monte llamado Sinaí. Moisés los
dejó allí y subió a lo alto para meditar. Permaneció más
de un mes. Cuando bajó, traía las Tablas de la Ley, esto
es, dos Piedras, donde Dios escribió diez reglas de vida,
los Diez Mandamientos de la Ley de Dios. El pueblo de
Israel tendría en lo sucesivo que seguir aquellos
preceptos.
-¡Tablas de piedra! -cuchicheó Emilia al oído del
Martín.
-Pero cuarenta días eran mucho tiempo para la
paciencia de los judios. Cansados de esperar al jefe
38
que había subido al cerro para hablar con la divinidad,
resolvieron adorar a un dios egipcio que estaba a su
alcance: el becerro de oro.
Cuando descendió Moisés y vio aquello, se puso
furioso. Pero se contuvo y poco después les hizo adorar
al dios verdadero, el Dios de Abraham, cuya ley acababa
de recibir personalmente en lo alto del monte Sinaí.
Después de la muerte de Moisés, los judíos fueron
peregrinando todavía algún tiempo por el desierto, y por
fin regresaron a las tierras de Canaán, de donde habían
salido en tiempo de José. Allí se establecieron.
Los judios no tenían reyes, como los demás pueblos.
Eran gobernados por jueces, hombres de vida sencilla e
iguales en todo a los demás. Pero eso no les satisfacía.
Querían tener reyes, como sus vecinos, y entonces
Samuel, que fue el último juez, ungió a Saúl, que fue el
primer rey.
-¡Ungió! ... ¿Qué quiere decir ungir, abuelita?
-Es una ceremonia simbólica. Samuel ungió a Saúl
derramándole encima de la cabeza un poco de aceite de
oliva, y así lo transformó en rey. La historia de este
pueblo se halla escrita en un libro que, con el nombre de
Antiguo Testamento, forma parte de la Biblia, el libro
sagrado de los pueblos cristianos.
-¿Y cómo se llamaba el Dios de los judíos, abuelita?
-Se llamaba Jehová.
39
(La historia de los judíos fue interrumpida en aquel
punto por causa de un estruendo que se oyó en la cocina.
Emilia había corrido hacia allá, y tomando la lata de
aceite, se fue con ella a la huerta. ¿Para qué es eso? preguntó tía Anastasia. Y ella respondió: -Para ungir a
Raúl. Tal vez así tenga vergüenza.
LOS DIOSES GRIEGOS
Al día siguiente doña María del Rosario recordó a los
griegos y se olvidó de los judíos.
-También en tierras bañadas por el Mediterráneo,
apareció otro pueblo-dijo-, de mucha importancia para
el mundo: los helenos o griegos. Tenían el nombre de
helenos porque fue un hombre llamado Heleno, de
origen ario, el que se estableció en aquellas tierras y
formó un pueblo. Hélade era el nombre de la tierra de
los helenos.
Se comienza a hablar de aquella gente hacia el año
1300 antes de Cristo, tiempo en que los hebreos
abandonan Egipto. Los griegos no tenían un dios único,
como los judíos, ni adoraban a los astros, como los
babilonios. Poseían doce dioses principales y un cierto
número de dioses menores, que habitaban en el Monte
Olimpo, la montaña más alta de Grecía. Allí vivían una
vida muy semejante a la de los hombres, porque los
40
dioses griegos eran muy humanos, esto es, los griegos
les atribuían el mismo temperamento y las mismas
pasiones de las criaturas humanas. La única diferencia
era que, como dioses podían más que los hombres. Su
alimento se llamaba ambrosía y su bebida, néctar.
-¡Qué sabroso debía ser! -exclamó el niño. ¿Y no se
sabe hoy qué eran ese néctar y esa ambrosía, abuelita?
(Para mí la ambrosía era una torta de trigo verde, murmuró Emilia al oído de Martín)
-No, hijo mío -respondió doña María del Rosario. No
se sabe hoy ni se supo nunca. Los griegos creían que si
los dioses permitían que los hombres les descubriesen
todos los secretos los hombres acabarían por
convertirse en dioses.
Por eso castigaban a los
atrevidos, como a un tal Prometeo, que robó el fuego
de! cielo para darlo a los hombres. Como castigo, Zeus,
el dueño del fuego, lo ató a una montaña llamada
Cáucaso, donde un buitre le iba a picar el hígado todos
los días.
-¿Sólo a picar, abuelita? ¿Por qué no lo comía de una
vez?
-Sí; el castigo era ése: un picoteo del hígado que
durase eternamente.
-¿Quiere decir, entonces, que todavía está en el
Cáucaso?
Doña María del Rosario se sonrió.
41
-No, hijo mío.
Aquel tremendo Hércules, cuya,
historia conoces, fue allá y lo libertó. Pero los dioses
griegos eran los siguientes: Zeus o Júpiter, el padre de
todos y el más poderoso. Se sentaba en un trono, con
un águila a los pies, teniendo en la mano el rayo, esto es,
un zig-zag de fuego. Cuando quería vengarse de alguien,
lanzaba ese rayo, seguido de un trueno -como un indio
arroja la lanza. Después venía Juno, o Hera, la mujer
de Zeus y la primera de las diosas; Juno traía siempre
consigo un pavo real. Después venían los otros.
-Diga el nombre de todos, abuelita -pidió Belén. Estaba Neptuno, o Poseidón, que era hermano de
Júpiter y reinaba en los mares sobre los cuales andaba
en un carro tirado por un par de caballos marinos, con
un tridente en la mano -enorme tenedor de tres puntas.
Neptuno provocaba tempestades, o hacía que las
tempestades cesaran con un simple golpe del tridente
en las olas. Estaba Vulcano, o Hefaistos, el dios del
fuego. Era un -herrero cojo que trabajaba en un taller
dentro de la tierra. La humareda de su fragua salía por
el cráter de los volcanes, que se llamaban así por él,
Vulcano.
Estaba Apolo, que era el más hermoso de todos y
gobernaba en la luz y la música. Todas las mañanas
aparecía Apolo en el horizonte, guiando el carro del sol
y daba la vuelta al cielo para iluminar al mundo. Estaba
Diana, o Artemisa, hermana gemela de Apolo, diosa de
42
la luna y de la caza. Diana vivía con el arco en la mano
persiguiendo a los animales. Estaba Marte o Ares, el
terrible dios de la guerra, que sólo se satisfacía cuando
los hombres se mataban unos a otros. Estaba Mercurio,
o Hermes, el mensajero de los dioses, el correveidile.
Tenía alas en los talones y usaba una vara mágica de
paz, que puesta entre dos personas en lucha las
convertía inmediatamente en amigas.
-Ya vi una imagen de Mercurio -dijo Pedrito, pero la
vara mágica tenía dos serpientes enroscadas.
-Sí, fue porque una vez encontró dos serpientes
trabadas en lucha e interpuso la vara mágica para
separarlas. En lugar de separarse, las serpientes se
arrollaron a la vara y no volvieron a soltarse. Esa vara
mágica se llama caduceo.
-Ya habló de ocho dioses. Faltan todavía cuatro,
abuelita.
-Estaba Minerva, o Atenea, la diosa de la sabiduría,
que nació de un modo singular. Júpiter tuvo un dolor de
cabeza horrible, que no se le pasaba con ninguna
aspirina. Desesperado, llamó, a Vulcano para que le
abriese la cabeza de un mazazo. Vulcano obedeció;
pero en vez de quedar reducida a papillas, la cabeza de
Júpiter dejó escapar, armada de escudo y lanza, a su
hija Minerva.
-¡Qué cosa más rara! -exclamó la niña.
43
-Estaba Venus, o Afrodita, la diosa del amor. Venus
era la más bella de las diosas, como Apolo era el más
bello de los dioses. Nació de la espuma del mar y tenía
un hijito llamado Cupido, habilísimo en disparar flechas
invisibles a los corazones. Estaba Vesta, la - diosa del
hogar y de la familia. Estaba Ceres, o Deméter, diosa
de la agricultura. Estaba Plutón.
-Basta, abuelita -gritó Pedrito. Con Ceres conté ya
doce. Ese Plutón está de más en la docena.
-Eran doce en el Olimpo -explicó doña María del
Rosario. Pero, además estaba ese Plutón, hermano de
júpiler, que tenía a su cargo el infierno. La docena era
realmente de trece. Esto hablando sólo de los de
primera línea, porque con los dioses menores y los
semidioses eran más.
Recuerdo también las tres
Parcas, a las tres Gracias y a las nueve Musas. Sólo
aquí tenemos quince.
La religión griega no tenía ninguna semejanza con la
de los hebreos o egipcios. En vez de adorar a los dioses,
los griegos los invocaban siempre que tenían necesidad
de auxilio. También les hacían sacrificios, esto es,
ofrendas de animales o cosas. Mataban al pobre animal
y lo quemaban en una pira o altar para que el humo
fuese a enternecer la nariz de los dioses en el Olimpo.
Durante esos sacrificios prestaban atención a todo
cuanto pasaba alrededor, a fin de descubrir si el dios
les era o no propicio.
Tales indicios llamábanse
44
presagios.
Una bandada de aves que volase en el
momento, un trueno que se oyese, la caída de un rayo,
todos eran presagios, buenos o malos, conforme con la
interpretación dada.
-¿Y los oráculos, abuelita? -preguntó la niña. Tío
Antonio dijo el otro día que usted era para él un
oráculo.
-Pobre de mí! -exclamó doña María del Rosario con
modestia. Apenas sé una migaja más que él, porque soy
más vieja. ¿Qué es oráculo? Vamos a verlo. Cerca de la
ciudad de Atenas que era la principal de Grecia, se
levantaba en las laderas del Monte Parnaso una pequeña
ciudad llamada Delfos. En sus alrededores había una
grieta en la montaña, por donde se escapaba un gas
considerado el aliento de Apolo. Ese gas dio origen a la
institución del famoso oráculo de Apolo en Delfos.
-¿Cómo fue eso, abuelita?
-Fue así. Una sacerdotista o pitonisa se sentaba en
un trípode, o banqueta de tres patas, colocada encima
del gas. Pasados unos minutos, la acción del gas la hacía
caer en estado de delirio. Era consultada entonces por
un sacerdote, y sus respuestas, en general confusas y
sin sentido como las de todas las criaturas fuera de sí,
eran interpretadas por los sacerdotes, dándose como
respuestas del propio Apolo. Llegaba gente de muy
lejos a consultar el famoso oráculo de Delfos, que la
mayoría de las veces decía las cosas de manera que lo
45
mismo podía ser carne que pescado. Un rey, por
ejemplo, lo consultó sobre el resultado de la guerra
declarada a otro rey. El oráculo respondió: Un gran
reino está próximo a caer. El rey quedó en las mismas.
¿Qué reino iba a caer, el suyo o el de su enemigo?
LA GUERRA DE TROYA
-Las guerras -prosiguió doña María del Rosarioconstituyen los principales acontecimientos en la vida
de los pueblos. Con ellas las naciones nacen y mueren.
La historia de los griegos comienza a ser conocida con
la guerra de Troya, que tuvo lugar cerca de mil
doscientos años antes de Cristo, en los comienzos de la
Edad de Hierro. Hay mucho de leyenda en la historia
de esa guerra, porque los griegos eran ricos de
imaginación. Pero vale la pena contarla. ¿Queréis oírla?
-¡Sí, queremos! -exclamaron todos.
-Pues oídla -dijo doña María del Rosario. Hubo una
vez una gran fiesta entre los dioses del Olimpo, y
estaban todos en el banquete cuando una diosa que no
había sido invitada resolvió vengarse de un modo
especial: arrojando a la mesa una manzana con estas
palabras: "Para la más bella".
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La diosa que tuvo esta ocurrencia era la diosa de la
Discordia, y no fue invitada justamente para que
reinase paz en la fiesta. Pero, con la idea de la
manzana, la malvada consiguió inmediatamente
despertar la vanidad de todas las diosas allí presentes,
pues cada cual se juzgaba la única merecedora de la
fruta. El medio para resolver el caso fue hacer llegar
de la tierra a un pastor llamado Paris, a fin de que
decidiese cuál era la más bella. Inmediatamente las
diosas trataron de seducir al juez. Juno prometió
hacerlo rey; Minerva prometió dotarlo de gran
sabiduría, y Venus, la diosa de la belleza, le prometió el
amor de la moza más hermosa que existiese.
Paris no era un simple pastor y si hijo de Príamo, el
rey de Troya, una ciudad que quedaba cerca de Grecia,
al otro lado del mar. Cuando niño había sido abandonado
en una montaña para que lo devorasen los lobos; unos
pastores lo salvaron. Ahora estaba en el Olimpo como
juez de un concurso de belleza.
47
-¿Por quién irá a decidirse? Apuesto a que es por
Juno -dijo Pedrito.
-¡Y yo por Minerva! -gritó Belén.
-¡Y yo por Venus, que es la más hábil! -terció Emilia.
-Ganó Emilia -dijo doña María del Rosario. Entre ser
un rey o un sabio y ser el marido de la mujer más bella
del mundo, Paris no vaciló, y entregó por tanto la
manzana a Venus. Esa sentencia dio origen a una serie
de calamidades, cuyo remate fue la destrucción de
Troya. La mujer más bella del mundo era Elena, que
estaba casada ya con Menelao, rey de Esparta, una de
las ciudades de Grecia. Venus aconsejó a Paris el rapto
de Elena.
48
Paris fue a Esparta, donde Menelao lo recibió
principescamente. A pesar de ello Paris huyó de noche
con Elena y atravesó el mar con rumbo a Troya.
Menelao y todos los griegos, furiosísimos por aquello,
prepararon una expedición contra la ciudad de Troya,
para vengarse de Paris y traer de nuevo a la princesa
fugitiva. En aquel tiempo las ciudades estaban rodeadas
de murallas, y como no había cañones ni pólvora, era
difícil penetrar en ellas. Los griegos sitiaron a Troya
durante diez años, sin conseguir nada.
Por fin
recurrieron a una estratagema.
-¡Ya lo sé, inventaron el caballo de Troya! -dijo
Pedrito.
-Eso es. Construyeron un enorme caballo de madera
que situaron junto a las murallas; en seguida se
retiraron con armas y bagajes, dando todas las
muestras de que desistían de tomar a la invencible
Troya.
En cuanto desaparecieron los griegos, los
troyanos abrieron las puertas y fueron a admirar el
caballo. Inmediatamente surgió la idea de meterlo en la
ciudad. Un sacerdote llamado Laocoonte se opuso,
alegando que el caballo no servía para nada en la ciudad,
aparte de que podría tratarse de un engaño. Los
troyanos, sin embargo, ansiosos por ver al caballo, como
trofeo de guerra, adornando una de las plazas, no le
escucharon. Poco después Laocoonte y dos hijos suyos
fueron enroscados y asfixiados por dos enormes
49
serpientes salidas del océano. El pueblo vio en ello la
señal de que hasta los dioses estaban indignados con él
por no querer dentro de la ciudad al caballo, y sin más
vacilaciones recogieron al enorme animal de madera.
Para ello tuvieron que derribar un trozo de la muralla.
Todo fue muy bien; pero por la noche, se abrió una
portezuela en el vientre del caballo y por ella
comenzaron a salir soldados griegos, de los mejores.
Salieron y corrieron a ocupar las puertas. Mientras eso
ocurría, las fuerzas griegas que se habían retirado,
comenzaron a volver. Por la mañana atacaron la ciudad,
entraron por la brecha abierta para dar paso al caballo
y mataron a todos los defensores y habitantes.
Después pusieron fuego a las casas y se retiraron a
Grecia, llevando consigo a la fugitiva Elena.
-Ahora comprendo la expresión presente griego -dijo
Pedrito. Quiere decir regalo de enemigo, regalo de
alguien que no merece confianza.
-Así es, en efecto, hijo mío. El que acepta un
presente griego está perdido. La historia minuciosa de
la guerra entre griegos y troyanos se encuentra en dos
poemas famosos. Uno de ellos se llama la Ilíada nombre
que viene del segundo nombre de Troya, Ilión. El otro
se llama Odisea. En ésta se cuenta lo que, después de
terminada la guerra de Troya, ocurrió a uno de sus
héroes, Ulises u Odiseo. ¿Sabéis cuál fue el poeta que
compuso esos poemas?
50
-¡Camoens! -gritó la burrita Emilia.
-Homero -dijo doña María del Rosario. Homero era
un rapsoda, es decir, un pobre poeta que andaba por los
caminos cantando versos para vivir, como hacen hoy
algunos hombres con guitarras por las calles. Además
era ciego, y por eso no escribió nunca sus poemas.
Fueron escritos por otras personas, que de tanto oírlos
los aprendieron de memoria. Sólo después de la muerte
se volvió famoso Homero. Nueve ciudades griegas se
disputaron el honor de haber sido cuna del ciego que en
vida andaba de puerta en puerta declamando sus
poemas a cambio de limosnas.
-¡Pobrecito! -exclamó Belén. - No tuvo siquiera el
placer de saber que iba a ser célebre. . .
-Homero fue más que célebre, fue celebérrimo, como
ocurrió a cierto rey de Israel ...
Doña María del Rosario tomó aliento y prosiguió.
EL REY DE LOS JUDÍOS
Mientras el pobre Homero cantaba sus versos por las
calles de las ciudades griegas, el segundo rey de los
judíos componía en Canaán admirables salmos, esto es
cantares sagrados. Este rey se llamaba David y había
sido simple pastor en tiempos de Saúl, el primer rey de
los judíos.
51
-¿Y cómo llegó a ser rey, abuelita? -preguntó Belén.
No me parece fácil llegar de pastor a rey.
-En una batalla que los judíos libraban con un pueblo
vecino, David mató de una pedrada en la cabeza a un
gigante llamado Goliat. Pedrada de honda. Si alguien no
supiese lo que es una honda, que se lo pregunten a
Pedrito, el entendido en armas de esta casa.
-¡Yo lo sé! -gritó en seguida el muchacho. Honda es,
por ejemplo, un elástico que doblo en diagonal, dejando
sólo dos puntas; aseguro las dos puntas juntas y pongo
una piedra en el centro, después lo hago girar en el aire
y de repente suelto una de las puntas. La piedra sale a
gran velocidad por el aire -y si da en la cabeza de algún
gigante, ya se sabe, me transformo en rey.
52
-Eso es -confirmó doña María del Rosario. El joven
David mató al gigante Goliat y, como es natural, quedó
célebre y envidiado. La hija del rey Saúl se enamoró de
él y se casó con él. De ese modo, a la muerte de Saúl, el
antiguo pastorcito acabó por ser rey.
Lo más
interesante es que fue el mayor rey que tuvieron los
judíos, y uno de los más célebres mencionados por la
historia.
-¡Parece cuento de hadas! -comentó la niña.
-Hasta el reinado de Saúl, la vida de los judíos había
sido de las más simples. Basta decir que no tenían una
capital y que el rey habitaba en una tienda de campaña,
David resolvió cambiar de sistema y dar una capital a su
pueblo. Ahora bien, una capital, una ciudad importante
sólo puede ser conseguida de dos maneras: por
construcción o por apropiación de una ya existente. Fue
lo que hizo David.
Conquistó una ciudad próxima
llamada Jerusalén, e hizo de ella la capital de su pueblo.
En las horas de ocio componía versos religiosos que Dios
le inspiraba. A pesar de que se han escrito hace casi
tres mil años, los salmos del rey David son cantados
todavía por millones de personas en millares de iglesias
de muchos países.
David tuvo un hijo, Salomón, que ocupó el trono
después de su muerte. Dice la Biblia que cuando
Salomón llegó a ser rey, Dios se le apareció en sueños y
le preguntó qué era lo que más deseaba poseer. En
53
lugar de pedir riquezas y poderío, Salomón pidió
sabiduría, y fue de hecho un rey que era como un libro
abierto, por su gran saber. Se cuenta de él un hecho
célebre. Dos mujeres comparecieron ante él con un
recién nacido, que cada cual denunciaba como propio.
-"Es mi hijo -decía una".
-"¡Mentira! Es mío gritaba la otra".
¿Cómo decidir? Salomón falló sabiamente el caso:
-"Soldado -dijo a uno de los guardias. Saca la espada
y corta a este niño por el medio; así cada una de estas
mujeres llevará la mitad".
-"No lo corten -gritó una de ellas desesperada.
Prefiero que se lo entreguen a la otra". Ese grito,
salido del fondo del corazón, mostró al rey cuál de las
dos era la verdadera madre.
-¡Si, señora -se admiró Belén. La habilidad del rey
fue magnífica. Si no amenazase con matar a la criatura
el caso no se habría decidido nunca.
-Ese Salomón se hizo tan célebre que no hay quien no
conozca su nombre y quien no sepa qué es el "signo de
Salomón", aquel talismán formado por dos triángulos
entrelazados ...
-¡Yo lo sé! -gritó Pedrito. El hijo de Bernabé usa una
estrella de seis puntas. Pero yo ignoraba que tenía algo
que ver con el rey Salomón.
-El pueblo -explicó doña María del Rosario- usa esa
estrella formada por dos triángulos para evitar el mal
54
de ojo y otras cosas en nuestros campos. Pues el rey
Salomón hizo algo muy importante para los israelitas.
David les dio una capital. Salomón les dio un templo.
Pero un templo de la mayor magnificencia, construido
con la madera de los famosos cedros del monte Líbano y
con mármoles raros. Después de terminado el templo,
Salomón levantó un palacio tan grandioso que acudía la
gente de lejos para admirar la maravilla.
Entre esos visitantes la historia guarda el nombre de
la reina de Saba, que hizo un viaje penoso a través de
Arabia, sólo para oír la palabra del sabio rey y conocer
el riquísimo palacio donde habitaba.
Nada queda hoy del templo y del palacio. Ni siquiera
rastros.
Pero conocemos, y muchas veces los
repetimos, los proverbios escritos por el rey Salomón.
-¿Por qué, abuelita?
-Porque contienen pensamientos verdaderos, que
eran verdaderos en aquel tiempo y que continúan siendo
verdaderos hoy. Lo que es verdad vive siempre
EL PUEBLO QUE INVENTO
EL ALFABETO
55
-En la época en que nadie sabía escribir, porque el
alfabeto todavía no había sido inventado, vivía en una
aldea un carpintero llamado Cadmo. Era fenicio, esto
es, natural de Fenicia, una nación de comerciantes muy
hábiles, establecida en las costas del Mediterráneo.
Cadmo estaba trabajando un día en su banco de
carpintero, a cierta distancia de la casa. De repente
notó la falta de una herramienta cualquiera que se había
olvidado traer. Hizo entonces unos garabatos en un
trozo de madera y dijo a un esclavo:
-"Fulano, lleva esto a mi esposa y trae lo que ella te
entregue". El esclavo llevó la madera. La mujer de
Cadmo leyó la señal escrita, tomó la herramienta pedida
y dijo:
-"Aquí está lo que pide". El esclavo abrió la boca, y
todavía más cuando, al entregar la herramienta, oyó al
patrón decir que era aquello mismo. Su asombro ante el
trozo de madera mágica fue tal que pidió permiso a
Cadmo para llevarlo colgado al pecho como un amuleto.
No sé lo que hay de verdad en esto. Pero el hecho es
que el alfabeto nos llegó de Fenicia. En griego las dos
primeras letras se llaman Alfa y Beta, de ahí el nombre
de alfabeto que se dio al conjunto de todos los signos, o
letras. ¿Ya habéis pensado en la invención maravillosa
que fue el alfabeto?
56
-Todavía no -dijo Pedrito. Comenzaremos a pensarlo
desde hoy en adelante, porque sólo ahora abuelita nos
abrió los ojos.
-Pues pensad. Si no fuese por los fenicios, o mejor
dicho, si el alfabeto no hubiese sido inventado,
estaríamos hoy en gran atraso, tal vez usando todavía
los jeroglíficos, o los caracteres cuneiformes de los
babilonios. Ved qué desgracia. 0 nos encontraríamos
como los chinos, que todavía emplean el sistema de una
señal por palabra, de modo que el que quiera aprender a
leer en su lengua tiene que pasar la vida aprendiendo, o
cuando comienza a saber ya está viejito, con cabellos
blancos y próximo a morirse. Con veintiséis signos, por
ejemplo, nosotros escribimos las decenas de millares de
palabras de nuestro idioma. Con el sistema chino serían
necesarios decenas de millares de signos distintos. . .
-Comprendo, abuelita.
Comprendo muy bien la
importancia de la invención del alfabeto -dijo Pedrito.
¿Pero las letras o señales adoptadas por los fenicios
eran las mismas que usamos hoy?
-Algunas letras no sufrieron cambios, como la A, la E,
la 0 y la Z. Incluso así la A era apaisada y la E tenía la
abertura hacia la izquierda.
Las otras letras se
modificaron. Pero la forma de los signos no tiene más
que una importancia mínima. Lo que importa es tener
una señal para cada sonido de modo que podamos
escribir millares de palabras con sólo algunos signos.
57
-¡Cómo en la música, abuelita!-Exactamente. En la música tenemos siete notas, -o
siete signos. Con esos pocos elementos los músicos
componen las piezas más maravillosas, desde una música
popular hasta las célebres sonatas de Beethoven. Las
siete notas son el alfabeto de la música.
-¿Quiénes eran los fenicios, abuelita? Eran de la
.misma raza que los griegos o ...
-Eran una rama de la raza semita, que habitaba cerca
de los judíos, al norte. Tuvieron un gran rey llamado
Hiram, que vivió al mismo tiempo que Salomón, del cual
fue amigo. Hiram llegó a enviar a muchos de los
mejores artesanos de Fenicia a Jerusalén para que
trabajasen en la construcción del gran templo, a pesar
de no creer en el dios de Salomón.
-¿En qué dios creían? -preguntó Belén.
-Los fenicios adoraban a dioses terribles, verdaderos
monstruos, como a un tal Baal y a un tal Moloch, que
llamaban dioses del sol. También adoraban a una diosa
de la luna llamada Astarté. Eran dioses crueles a
quienes hacían sacrificios de niños.
-¿Cómo eran esos sacrificios? -quiso saber Pedrito.
-Los quemaban vivos ... En una novela de Flaubert,
Salambó, hay un capítulo horrible sobre una hoguera de
criaturas en la ciudad de Cartago. Pero todavía es muy
temprano para la lectura de esa obra. Tenéis que
crecer y conocer ...
58
Belén se rebeló contra los fenicios y fue a contar la
horrenda historia a tía Anastasia. Doña María del
Rosario continuó:
-Los fenicios -dijo- cuidaban más los negocios que la
religión. Sólo querían saber de dinero. Siempre que
llegase dinero, los medios no les importaban. Fabricaban
muchas cosas que proporcionaban a los pueblos de las
costas del Mediterráneo, engañando a los compradores
cuando podían.
Entre sus industrias figuraban lo bellos tejidos, la
cristalería y la orfebrería de oro y plata. También
conocían el secreto de extraer de un molusco muy
abundante en las playas de Tiro una preciosa tinta roja,
59
la célebre púrpura de Tiro, con la cual teñían los reyes
sus mantos.
Tiro y Sidón eran las principales ciudades de la
Fenicia y tal vez las de mayor actividad del mundo
antiguo. Los fenicios no se contentaban con producir
cosas; salían a venderlas en pequeños navíos construidos
por ellos mismos.
Y no sólo recorrían todo el
Mediterráneo, sino que atravesaron el estrecho de
Gibraltar y penetraron en el océano Atlántico, yendo
hasta las islas británicas., ¿Sabéis cómo se llamaba
entonces el estrecho de Gibraltar?
-¡Yo lo sé, lo sé, abuelita! -exclamó Pedrito-. Se
llamaba Columnas... Columnas ...
-Columnas de mármol color de rosa, con vetas azules,
verdes y amarillas -dijo Emilia muy presumida.
-¡Columnas de Hércules, abuelita! -gritó Pedrito,
recordando.
-Eso es. Columnas de Hércules. Para los pueblos
antiguos el mundo concluía allí.
Pero los fenicios
comprobaron que no era cierto. Sus pequeñas naves,
construidas con el famoso cedro del Líbano,
atravesaron las columnas de Hércules y navegaron en
pleno océano Atlántico. Eran colonizadores. Donde
encontraban un buen puerto, desembarcaban y
establecían una colonia para facilitar el comercio con
las tribus de los alrededores. Y hacían muy buenos
negocios con ellas, negocios de gitanería, cambiando
60
metales preciosos, piedras, y otras cosas de valor por
paños tejidos de púrpura y baratijas. Una de esas
colonias fue importantísima y tuvo su papel en la
historia de la humanidad. Se llamaba Cartago.
LAS LEYES DE ESPARTA
-Antes de hablar de Cartago, abuelita, hable de
Esparta, donde los griegos de la guerra de Troya
llevaron a Elena fugitiva. ¿En qué lugar estaba Esparta?
-Era una ciudad de Grecia, de costumbres muy
propias. Escuchad. Novecientos años antes de Cristo,
apareció un hombre llamado Licurgo, que soñó con hacer
de Esparta la ciudad más poderosa del mundo. Para ello
salió de viaje y recorrió muchos países para ver las
causas del poder de unos y de la debilidad de otros. Vio
que los pueblos que sólo daban importancia a los
placeres de la vida eran débiles, mientras que los que
ponían el trabajo por encima de todo y cumplían con sus
deberes, fuesen agradables o no, eran fuertes.
Al volver a Esparta comenzó Licurgo a organizar la
vida de los espartanos conforme con las lecciones que
había aprendido. Hizo un código de leyes severísimas
que tomaba al pequeño espartano al nacer y lo
gobernaba hasta el fin de la vida con toda dureza.
"Cuando la vara es tierna es cuando se tuerce", debía
ser la divisa de ese código. Si los recién nacidos eran
61
débiles, o poseían algún defecto físico, la ley ordenaba
abandonarlos en una montaña para que muriesen.
Licurgo no quería que hubiese un sólo débil de
nacimiento en Esparta.
-El sistema de la tía Anastasia con los pollitos observó Emilia. Retuerce el pescuezo a todos los que no
prometen ser buenas gallinas o gallos.
-Las madres quedaban poco tiempo con sus hijos. A
los siete años debían entregarlos. a una escuela de
adiestramiento, donde permanecían hasta los dieciséis.
El adiestramiento consistía en la educación del cuerpo,
como para hacer del muchacho un perfecto y fortísimo
soldado. ¡Un régimen de una dureza que no podéis
imaginar. De tanto en tanto los muchachos entraban en
la prisión, no por haber cometido algún desliz, sino para
acostumbrar el cuerpo al sufrimiento. Y el que lloraba
en el castigo quedaba desmoralizado para el resto de su
vida.
Durante los ejercicios, todos tenían que
conservarse en debida forma, sin dar la menor muestra
de cansancio, aun cuando estuviesen muriendo de
hambre, de sueño o de dolor. También los habituaban a
comer las peores comidas y a aguantar la sed más
intensa y a andar sin abrigo en los peores días de
invierno. Y así por el estilo. Se llamaba a eso disciplina
espartana.
62
-Todo, no lo admito -dijo Pedrito-, pero algunas cosas
de las que mandaba hacer Licurgo he de practicarlas
para llegar a ser el chico más fuerte de los
alrededores.
(Emilia, a quien se le había prohibido hablar a causa
de las muchas necedades que solía decir, cuchicheó al
oído del Martín: -"Quiero ver si llega a ser tan fuerte
como Quindín"-.
- "¿Qué Quindín?" -preguntó el Martín.
- "El rinoceronte. ¿No sabe que bauticé al
rinoceronte con ese nombre?" Y fue a partir de aquel
63
momento que el rinoceronte pasó a tener un nombrecito
tan mimoso.)
-La vida de los espartanos -continuó doña María del
Rosario-, era muy dura. Sencillez en la comida, ausencia
de confort y supresión completa de todo lo que fuese
lujo. Eso los transformó en un pueblo extremadamente
fuerte. Se les enseñaba hasta a hablar con energía y
brevedad, diciendo lo máximo con el mínimo de palabras.
¿Cómo se llama a ese modo de hablar, Belén? Ya lo
enseñé.
-Lacónico -respondió la niña.
-Muy bien. ¿Y de dónde viene la palabra, Pedrito?
El niño se atascó.
-Viene justamente de Laconia, la provincia de Grecia
de la que Esparta era la ciudad principal. Modo de
hablar lacónico quiere decir lo mismo que modo de
hablar espartano pero esta última expresión no es
usada. Cierta vez un rey vecino envió a los espartanos
una carta amenazadora, diciendo que si no hacían esto o
aquello, iría con sus ejércitos a destruir la ciudad,
esclavizando a toda la población.
Los espartanos
leyeron la carta y de inmediato dieron la respuesta con
una sola palabra: "Sí"...
-¡Muy lindo, abuelita! -exclamó el niño entusiasmado.
No podía haber nada mejor que esa respuesta lacónica.
Sí ... ¡Hay que imaginar la cara del rey! Pero, dígame una
64
cosa, abuelita: ¿el sistema de Licurgo dio buen
resultado?
-Lo dio y no lo dio, hijo mío. Lo dio en un aspecto y no
lo dio -en el otro. Licurgo se equivocó al cuidar más de
los músculos que de la cabeza, y a pesar del vigor de su
pueblo, Esparta no tuvo nunca la importancia de Atenas,
la ciudad griega cercana.
Los atenienses también
cuidaban del cuerpo, pero como no despreciaban el
espíritu se volvieron el pueblo más culto y artístico de
la antigüedad. Cultivaban los biceps en los gimnasios, y
fuera de ellos la música, la poesía, la retórica, la pintura
y la escultura. En algunas artes todavía hoy no han sido
superados. Licurgo no consiguió que Esparta suplantase
a Atenas.
Una vez, en una fiesta deportiva, un viejo que había
entrado a última hora, se puso a buscar asiento en la
parte que ocupaban los atenienses. Ninguno le cedió el
lugar. Viendo eso, los espartanos, que estaban al otro
lado, llamaron al viejo y le ofrecieron el mejor asiento.
Los atenienses aplaudieron con palmas el bello gesto de
los espartanos. Estos comentaron lacónicamente: Lo
saben, pero no lo practican; queriendo decir que los
atenienses sabían lo que era recto, pero no lo hacían,
por ruindad.
65
LA CORONA DE LAURELES
-Los griegos, tanto los jóvenes como las mozas
practicaban con gusto toda suerte de deportes al aire
libre. En aquel tiempo no había fútbol, pero había
carreras, salto, la lucha que llamamos romana, boxeo y
lanzamiento de rodelas o pesados discos de hierro.
Periódicamente se realizaban disputas en las
diversas ciudades de Grecia para calificarse
campeones; pero la gran prueba era la que se repetía de
cuatro en cuatro años en la ciudad de Olimpia, al sur de
Grecia.
Con el tiempo esos juegos Olímpicos se
convirtieron en lo más importante de la vida griega,
entrando a competir los mejores atletas de todas las
ciudades. Las Olimpíadas, es decir la temporada de los
juegos en Olimpia, duraban cinco días. Cinco días de
fiesta nacional, porque los juegos eran ofrecidos a
Júpiter o Zeus. Llegaba gente de todas las ciudades
para asistir a las fiestas, como hoy viene gente de
todos los países cuando en alguno de ellos es inaugurada
una exposición universal. Pero sólo los griegos podían
tomar parte en los juegos, y sólo los que no habían
cometido nunca crímenes ni infringido alguna ley.
Esos juegos tenían enorme importancia para los
griegos. Tanta importancia que por si acaso coincidía
que se hallaban en guerra al comenzar la fiesta,
66
interrumpían la lucha.
La guerra continuaba sólo
después de terminados los juegos.
-¡Qué buen sistema!
-Los muchachos griegos que pretendían tomar parte
en los juegos, se adiestraban durante cuatro años; y
nueve meses antes de las pruebas se trasladaban a
Olimpia, a fin de perfeccionarse en los gimnasios al aire
libre, junto al estadio.
Después de los cinco días de pruebas había desfiles y
sacrificios religiosos a los dioses, a los cuales
levantaban estatuas alrededor del estadio.
-¡Qué bonito, abuelita! -exclamó Pedrito.
Estoy
simpatizando mucho con los griegos. Si tuviese que
escoger un país antiguo para vivir en él, no querría otro
que Grecia.
-Y tienes razón. La Grecia de ese período fue un país
maravilloso. El deporte se convirtió en verdadero culto.
Todos debían respetarlo. El que hiciese trampas en una
prueba era dejado de lado para toda la vida. Había lo
que llamamos hoy espíritu deportivo. El que ganaba no
se vanagloriaba y el que perdía no discutía.
-¡Oh! -exclamó Pedrito. Ahora comprendo lo que
quiere decir Espíritu deportivo... Es no salirse de sí
cuando se gana, ni dar mil explicaciones de que perdió
por esto o por aquello cuando se pierde . . .
67
-Si -dijo Belén-, pero no hagas como los atenienses
de la fiesta, que sabían pero no practicaban. Practica,
como los espartanos ...
Aquello era una indirecta a Pedrito, que la víspera
había dado mil explicaciones del porqué había perdido
una carrera que habían disputado en la huerta.
-El resultado de todo -continuó doña María del
Rosario-, fue que no hubo mayor gloria en Grecia que
68
vencer en los juegos olímpicos. El vencedor no recibía
premios, dinero o cosa alguna que valiese, sino una
corona de laureles que para los griegos significaba lo
máximo. Los poetas componían versos en su honor y los
escultores inmortalizaban sus cuerpos en estatuas de
mármol.
Las competencias no consistían sólo en pruebas
deportivas. Las había también de orden espiritual,
como concursos de música y poesía. Los vencedores de
esos concursos, en lugar de recibir coronas de laurel,
eran llevados en triunfo por la multitud.
La primera carrera en Olimpia, registrada por la
historia, fue el año 776 antes de Cristo, y a partir de
ese año comenzaron los griegos a contar el tiempo. De
modo que el año 776 antes de Cristo pasó a ser el año 1
de los griegos.
-¿Y hoy, abuelita, todavía hay juegos olímpicos?,
-Esos juegos estuvieron interrumpidos por muchos y
muchos siglos, pero a fines del siglo pasado, en 1896, se
volvieron a realizar, pero no ya en Olimpia, sino en
Atenas.
Desde entonces quedó acordado que se
efectuarían cada vez en un país distinto, pudiendo
participar los atletas de todas las naciones del mundo.
-Y antiguamente, ¿quién era el que vencía más a
menudo en los juegos?
69
-¡Ah, eran los espartanos! En ese punto la victoria de
Licurgo fue completa. Los atletas de Esparta hacían
verdaderas colecciones de coronas de laurel.
(Emilia, a quien todavía se le prohibía hablar,
cuchicheó al Martín: -¡Date cuenta qué regalo para tía
Anastasia, si viviese allí! A ella le gusta tanto poner
laurel en la comida ...
LA LOBA ROMANA
En la velada de la noche siguiente doña María del
Rosario comenzó así:
-El que echa una mirada al mapa de Europa, advierte
una bota perfecta que penetra en el mar Mediterráneo.
-Eso es bien sabido, abuelita -dijo Belén. Esa bota se
llama Italia.
-Pues bien; allí, en tiempos de la primera olimpíada,
comenzó a crecer en el centro de la bota una ciudad que
se iba a llamar Roma, y que habría de representar un
gran papel en el mundo. Los comienzos de Roma, como
en general los comienzos de todas las ciudades
antiguas, son oscuros y legendarios; esto es, pertenecen
más al dominio de la fábula que al de la historia. Pero
vale la pena conocerlos.
-Cuéntelos, cuéntelos, abuelita.
70
-Ya hablé de la Odisea, el gran poema que compuso el
poeta Homero sobre las aventuras de Ulises, uno de los
héroes de la guerra de Troya. -Más tarde, otro, gran
poeta de Roma, llamado Virgilio, compuso otro poema
sobre las aventuras de otro héroe de la misma guerra,
Eneas. Pero éste no era griego, sino troyano.
Cuando vio su ciudad en llamas, Eneas huyó de Troya
en busca de una nueva patria, porque Troya iba a
terminar para siempre. Anduvo errante por mucho
tiempo, hasta que fue a parar a Italia, cerca de la
desembocadura de un río llamado Tíber, donde encontró
a Lavinia, la hija del hombre que mandaba allí. De ese
encuentro surgió un casamiento, y vinieron hijos, los
cuales también después reinaron en Italia; y así fueron
yendo las cosas hasta que nacieron los célebres gemelos
Rómulo y Remo.
En la época en que nacieron esos gemelos, otro rey
había ocupado a Italia, o, como se dice, conquistado.
Pero temiendo que los niños creciesen y le expulsaran
del país, ese rey mandó meterlos en un cesto de mimbre
y arrojarlos al Tíber.
-Si hubiese conocido la historia de Moisés, no lo
habría hecho -dijo la niña.
-¿Por qué?
-Porque siempre que echan criaturas a los ríos dentro
de cestas de pan, se salvan. Moisés se salvó. Veremos
que también se salvan estos mellizos.
71
-En realidad se salvaron -dijo doña María del
Rosario- y de una manera muy singular. El cesto
descendió río abajo con la corriente y fue a encallar en
una playa donde había una loba. La loba sacó a los niños
del agua y los amamantó junto con su cría de lobeznos,
con ayuda de un picamaderos que le traía moras
silvestres. Por fin los encontró un pastor, los llevó a su
casa y los crió.
-Esa historia es leyenda -dijo Belén. Sólo en los
cuentos de brujas es capaz una loba de salvar a dos
criaturas y de darles de comer.
-¿Y lo del picamaderos con las moras? -observó
Emilia. El que come moras es el gusano de la seda, no un
picamaderos cualquiera ...
Belén le tapó la boca y doña María del Rosario
continuó:
-Todos los comienzos de las viejas ciudades son
legendarios, pero la historia menciona esas leyendas
porque son leyendas históricas. La loba salvó a los niños
y los crió. Cuando Rómulo y Remo llegaron a ser
hombres resolvieron construir una ciudad. Discutieron
el asunto. No llegaron a un acuerdo. Por fin Rómulo
resolvió la divergencia de una manera muy simple:
matando a Remo. Después dio comienzo a la formación
de una ciudad junto al río Tíber, exactamente en el
punto en que habían sido salvados por la buena loba, y le
puso un nombre sacado del suyo: Roma.
72
Pero era preciso poblar la ciudad, pues sin gente no
hay ciudad posible. Rómulo tuvo la idea de anunciar que
recibiría y garantizaría la vida de todos los ladrones y
facinerosos que anduviesen perseguidos por las
diversas ciudades próximas. De ese modo se pobló
luego su ciudad. Pero se pobló sólo de hombres. ¿Cómo
hacerse de mujeres?
Para gente de aquella catadura todo era fácil.
Resolvieron el caso de la siguiente manera: Invitaron a
una gran fiesta a un pueblo que había cerca, los sabinos,
y les recomendaron que trajesen las respectivas
mujeres. En medio de la fiesta, cuando los sabinos
estaban bajo los efectos del vino, se dio una señal.
Inmediatamente se levantaron los romanos y cargando a
las sabinas sobre sus hombros se fueron con ellas
monte adentro.
73
Furiosos por el rapto de sus mujeres, los sabinos se
prepararon para hacer la guerra a los romanos. Pero
cuando se inició la guerra y se enfrentaron los dos
grupos de combatientes, las sabinas se pusieron de por
medio gritando a sus antiguos esposos que no
combatiesen a los actuales, pues se encontraban muy
satisfechas con el cambio.
-¡Gracioso! -exclamó Pedrito. La historia de esos
romanos promete mucho. Comienza con un fratricidio
(al oír esta palabra Emilia tosió, y dio un pellizco a
Martín) y sigue con un robo de mujeres.
-¡Rapto! -corrigió Belén. Las mujeres no son robadas,
son raptadas.
74
-Era realmente un pueblo terrible el que se estaba
formando allí -dijo doña María del Rosario. El mundo
entero iba a saberlo más tarde. Los crímenes que
cometieron, sin embargo, no pueden ser juzgados con
las ideas actuales. Tampoco hay que olvidar que los
dioses de los romanos eran los mismos dioses griegos, y
el ejemplo que daban esos dioses a los hombres no era
de los mejores. En el Olimpo, que era el cielo de los
dioses griegos y romanos, hacían picardías de toda
clase. Más tarde veremos el papel que los romanos
representaron en el mundo. Ahora vamos a dar un salto
hasta Asia, para conocer los reyes de barba rizada.
LOS ASIRIOS
-¿Cómo barba rizada? -interpeló Belén. No entiendo.
-Barba ondulada, como vemos en las estatuas de
piedra que llegaron hasta nosotros. Roma iba a ser la
ciudad más importante del mundo, pero la ciudad más
importante del mundo entonces era Nínive, la capital de
Asiria. ¿Qué era Asiria? Era uno de los países que
brotaron como hongos en la tierra de la Mesopotamia.
Los reyes asirios vivían o tenían su corte en Nínive.
A pesar de usar la barba rizada, como el cabello de
aquella niña que vino aquí el otro día, eran unos hombres
terribles, que andaban en guerra constante con los
75
vecinos para quitarles las tierras y todo lo demás. Esos
reyes dejaron fama de crueldad sin igual. Trataban
espantosamente a los prisioneros. Les cortaban las
orejas, les pinchaban los ojos, les arrancaban la piel;
hacían todo cuanto era maldad. Los pueblos vencidos no
sólo tenían que entregarles lo que poseían, sino que
debían acompañarles a las guerras.
De ese modo Asiria se volvió tan poderosa y fuerte
que casi terminó dueña del mundo. Se apoderó de todas
las tierras de la Mesopotamia y de otras que quedaban
al norte, al este y al sur; también se apoderó de Fenicia,
de Egipto y de otras tierras del Mediterráneo, con
excepción de Grecia y de Italia.
Se formó un gran imperio, gobernado por los reyes
que vivían en Nínive con la máxima magnificencia. Esos
soberanos construyeron grandiosos palacios, adornados
por fuera con largas filas de enormes leones alados con
cabeza humana.
-Leones esfingéticos -cuchicheó Emilia a Martín.
-Cuando los reyes asirios no estaban en guerra,
andaban de caza. Se complacían mucho en arrojar el
arco y la flecha, haciéndose pintar o esculpir a caballo,
o en carros propios, cazando leones. Cuando capturaban
leones vivos, los llevaban al palacio, a fin de que el
pueblo admirase más aún su valor.
Tenían nombres muy raros, para nosotros.
Senaquerib, por ejemplo, cuyo fin fue trágico. Cerca de
76
700 años antes de Cristo estaba en guerra contra
Jerusalén cuando, una noche, aconteció algo extraño a
sus tropas. Por la mañana, todos los soldados y caballos
aparecieron muertos. El poeta inglés Byron ...
-¿Se escribe como se pronuncia, abuelita? -preguntó
Belén.
-No. Se escribe Byron y se pronuncia Báiron. El
poeta Byron escribió un bello poema sobre el asunto: la
Destrucción de Senaquerib.
-¿Qué habla ocurrido?
-La historia no lo cuenta, pero el buen sentido nos
dice que no podía haber sido más que una cosa: un
envenenamiento en masa. Envenenamiento del agua,
quizá.
Asurbanipal fue otro rey que reinó allí hacia el año
650 antes de Cristo. Era un gran guerrero, pero
tarnbién un gran amigo del estudio, pues fundó la
primera biblioteca del mundo.
-¿Cómo biblioteca, abuelita, si no había libros?
-No había libros de papel como los que tenemos hoy,
pero los había de planchas de arcilla o ladrillos chatos
de que ya hablé, donde escribían en caracteres
cuneiformes.
-¡Oh, qué interesante una biblioteca de ladrillos! ¿Puedo hablar, doña María del Rosario? -gritó desde su
rincón la muñeca.
-Todavía no puede -respondió Belén. Después.
77
-Los libros de arcilla, o mejor las tabletas de arcilla continuó doña María del Rosario-, no eran acomodados
en estantes, como nuestros libros. Eran apilados como
los ladrillos de los albañiles; pero con mucho orden y
obedeciendo a números, de modo que la gente podía
consultarlos sin confundir las pilas.
Asiria llegó al apogeo de su fuerza y de su grandeza
en el reinado de Asurbanipal, durante el cual la ciudad
de Nínive abundó a tal punto en riquezas, que la época
recibió el nombre de Edad de Oro. Edad de Oro dentro
de Nínive y sólo para los ninivitas, porque para el resto
del mundo ese tiempo fue la Edad del Horror. Los
ejércitos asirios llevaban por todas partes la muerte, la
extorsión, el saqueo, la miseria.
Pero todo tiene fin. El rey de Babilonia se alió con un
pueblo ario muy valiente, llamado de los medos, con el
fin de terminar con los asirios.
Y, juntos, los
exterminaron. Babilonios y medos atacaron la ciudad de
Nínive y la borraron de la superficie de la tierra. Esto
ocurrió en el año 612 a. de C.
LA MARAVILLOSA BABILONIA
78
-Después que el rey de Babilonia destruyó a Nínive continuó doña María del Rosario-, se enardeció su
ambición. Quiso que Babilonia fuese una ciudad todavía
más maravillosa de lo que había sido Nínive. Para ello
comenzó a hacer lo que hacían los asirios -invadir los
otros países y conquistarlos- y de ese modo Babilonia se
convirtió en dueña del mundo.
Cuando murió el rey que arrasó a Nínive, subió al
trono su hijo Nabucodonosor.
Ese nombre en
caracteres cuneiformes se escribe así. Ven, Pedrito, a
copiar del libro estos garabatos.
Pedrito los copió y mostró esto:
Nombre de Nabucodonosor en caracteres
cunciformes
Doña María del Rosario comentó:
-Nosotros decimos Nabucodonosor, pero parece que
la ortografía más correcta es Nabucadnezar. Elegid.
Yo, para simplificar, en lo sucesivo diré simplemente
Nabuco.
-Diga en seguida Joaquin Nabuco -observó Emilia, que
aún no habla recibido permiso para hablar.
-¡Cierra el pico, cotorra! Continúe, abuelita.
79
-Nabuco puso manos a la tarea de hacer de Babilonia
una ciudad como jamás existió otra. Quería reducir a
una cosa ínfima la fama de Nínive y lo consiguió. Dice la
historia que esa ciudad llegó a cubrir un área
correspondiente a la de las dos mayores metrópolis
modernas juntas: Londres y Nueva York. Nabuco la
cercó por una muralla cincuenta veces más alta que un
hombre.
-Espere, abuelita -dijo Pedrito, sacando del bolsillo
un lápiz con la punta hecha a diente. Quiero hacer el
cálculo en metros. Un hombre tendrá, por término
medio, 1 metro 70 centímetros. Eso multiplicado por 50
da ... Voy a ver: cinco veces siete, treinta y cinco; pongo
cinco y van tres; cinco veces uno, cinco; más tres, ocho.
¡Ochenta y cinco metros! ¡Ya es altura, abuelita!
-Y era tan ancha que un carruaje podía circular por
encima, como si corriese por una calle. Cien enormes
puertas de bronce daban acceso a la ciudad.
Nabuco no halló en Babilonia una doncella de belleza
suficiente para ser reina. En vista de ello fue a buscar
esposa en la Media, el país que había ayudado a su padre
a terminar con los asirios. Allí encontró lo que quería y
se casó.
-¡Qué moza maravillosa debía ser! -exclamó Belén
pensativa.
-La Media era un país montañoso y Babilonia era un
país de llanura. La esposa de Nabuco, que estaba
80
habituada a las montañas de su tierra, extrañó la nueva
patria y comenzó a ponerse triste. ¿Sabéis qué hizo el
rey?
-¡La mandó a pintar monos! -gritó Emilia.
Nadie se rió ni respondió. Habían resuelto dejar que
Emilia dijese lo que quisiese, fingiendo ignorar su
existencia.
-El rey ordenó la construcción de una montaña prosiguió doña María del Rosario. ¿Sabéis dónde?
Encima del techo del palacio. Y en esa montaña hizo un
hermoso jardín que tenía inclusive bosques para que la
princesa no sintiese nostalgias de sus bosques nativos.
Esos jardines, conocidos como jardines colgantes de
Babilonia, formaban una de las siete maravillas del
mundo.
-¿Cuáles eran las otras seis, abuelita?
-Las pirámides de Egipto; el bello templo de Diana, en
la ciudad de Éfeso, en Grecia; la estatua de Júpiter en
Olimpia; el mausoleo de Halicarnaso; el coloso de Rodas
y el faro de Alejandría.
Pedrito tomó nota en su cuaderno.
-Los dioses de Babilonia -continuó doña María del
Rosario eran monstruos horrendos, como aquellas
divinidades fenicias que devoraban criaturas asadas.
Un día se le ocurrió al rey obligar al pueblo de Israel a
adorar esos monstruos, y además le impuso pesados
tributos. Los judíos se negaron a todo. Consecuencia:
81
Nabuco invadió la tierra de los judíos, destruyó
Jerusalén y esclavizó a todas las gentes. El cautiverio
de los judíos en Babilonia iba a durar cincuenta años.
-¿Y luego, abuelita?
-¿Y luego? ... Luego Babilonia se convirtió en la ciudad
más majestuosa del mundo, y en la más llena de vicios.
Sus habitantes no querían saber más que de placeres y
de festines. Sólo pensaban en hoy, como si el mañana
nunca fuera a existir. El exceso de riqueza trae
perjuicio.
Lo mismo que el exceso de poder.
Nabucodonosor llegó a ser tan poderoso que enloqueció.
En su locura se consideraba un toro, y pasaba los días
en cuatro patas, paciendo en la hierba.
-Pero al final, al final, al final ...
-¿Al final? Al final Babilonia tuvo también su fin.
Fue conquistada por segunda vez, a pesar de la enorme
muralla que la defendía. Mañana veremos cómo. Ya es
hora de dormir.
SORPRESA DE LOS BABILONIOS
Al día siguiente, doña María del Rosario habló de la
patria de la mujer de Nabucodonosor.
-Ya hablé de la Media -dijo-, aquel país donde el rey
de Babilonia descubrió a la princesa que deseaba.
82
Medos y persas eran ramas de la familia aria que habían
emigrado a una región al este de la Mesopotamia.
Tenían la misma religión, procedían de la misma sangre y
acabaron por fundirse en un solo pueblo.
-¿Qué religión era la suya, abuelita?
-Una religión distinta de la de los judíos, de los
griegos, de los fenicios, de los egipcios y de los
babilonios. Entre los persas surgió un hombre muy
sabio. Se llamaba Zoroastro. Ese hombre pasó la vida
en medio del pueblo, enseñando preceptos de moral y
cantando himnos, y todo lo que dijo fue reunido en un
libro que fue como la biblia de los persas.
Zoroastro predicaba que el mundo era gobernado por
dos espíritus: el del bien y el del mal. El espíritu bueno
era la luz y el espíritu malo la oscuridad, o las tinieblas,
como dicen los poetas. El nombre del espíritu bueno
era Mazda, en honor del cual los persas conservan
siempre un fuego encendido.
- ¡Pero eso no es cierto!, gritó Pedrito.
- Claro que no lo es, -repuso la abuelita-; ellos no
habían recibido la Revelación y por eso estaban muy
desorientados respecto del bien y del mal. Creían que
Mazda residía allí, en aquel altar de fuego que ciertos
hombres no dejaban que se apagase nunca. Estos
hombres se llamaban magos, y el pueblo los suponía
capaces de hacer las cosas más maravillosas. De ahí
proceden las palabras magia, mágico y mágica.
83
Ahora es preciso que sepáis que los persas de aquel
tiempo eran gobernados por un gran rey llamado Ciro.
-Casado con la reina Cera, hija de la princesa Sara
nieta del emperador Sura -dijo Emilia desde su rincón.
La diablita parecía resuelta a "sabotear" la historia
de doña María del Rosario y por eso intervenía siempre
con sus gracias. Pero todos habían resuelto fingir que
ella no existía, de manera que su intromisión no servía
de nada. Doña María del Rosario continuó:
-Pero antes de seguir tenemos que hacer una visita a
otra tierra que quedaba cerca de Troya: la Lidia. Era
un país pequeño, pero muy rico. Su rey, Creso, tenía
fama de ser el hombre más rico del mundo. Poseía todas
las minas de oro de Lidia y además recibía tributos de
todas las ciudades próximas.
Creso hizo algo de mucha trascendencia para el
mundo. Hasta entonces no había dinero. Para comprar
mercaderías se empleaba el sistema del trueque. Si yo,
por ejemplo, tenía huevos y quería comprar trigo,
cambiaba los huevos por trigo. Pero eso significaba un
gran trastorno, porque el que tenía trigo podía no tener
necesidad de huevos, ni de nada de lo que yo tuviese.
Era preciso que hubiese moneda, esto es, una cosa de
valor fijo que la gente pudiese cambiar por lo que
quisiera.
En tiempo de Creso el oro era empleado ya para
facilitar el trueque, pero sólo cuando el objeto tenía
84
mucho valor. Un caballo, por ejemplo, era cambiado ya
por una cierta cantidad de oro. Pero para pequeñas
cosas, para las compras del día: verdura, pan, tocino, té,
etcétera, ¿qué hacer? ¿Llevar a la panadería un saquito
de oro en polvo para que el panadero sacase de dentro
lo correspondiente a un pan? Imposible.
Creso tuvo entonces una gran idea. Acuñó el oro,
esto es, lo dividió en trocitos de un cierto peso, que era
marcado en el metal; también era marcado su nombre,
para mostrar que el rey garantizaba aquel peso. De ese
modo se facilitó todo enormemente, porque en vez de
estar a cada instante pesando oro en polvo, la gente
podía usar el oro ya pesado. Moneda quiere decir eso:
un peso cierto.
-¡Ah! Ahora comprendo por qué la moneda de la
Argentina se llama peso.
-Es por eso, si. En toda la América Latina el pueblo
llama peso al dinero. En los propios Estados Unidos los
latinoamericanos que viven allí llaman peso al dólar.
Pero Creso, a pesar de haber prestado un gran
beneficio al mundo con la introducción de la moneda
oro, no recibió ningún premio; antes al contrario: sus
riquezas dieron envidia a Ciro, el rey de Persia, el cual
movilizó en seguida sus ejércitos para atacar a Lidia.
Creso fue corriendo a consultar el Oráculo de
Delfos, para conocer el resultado de la lucha. El
célebre oráculo respondió con la pericia de costumbre:
85
"Un gran reino va a caer". Creso pensó que tal reino no
podía ser más que el de Persia y saltó de contento.
Pero no fue así. Con la mayor facilidad Ciro conquistó
a Lidia. ¡Qué buen negocio!, pensó al ver la cantidad de
dinero que recogió.
Aquella victoria le sirvió de
aperitivo y Ciro resolvió conquistar también la famosa
Babilonia, que vivía cada vez más encenagada en los
vicios, segura de que, con las murallas levantadas por
Nabuco, nadie pondría el pie dentro.
-Y yo juzgo que tenía razón -dijo Pedrito. Porque al
fin de cuentas, una muralla de aquella altura y anchura
no podía ser saltada, ni perforada, ni destruida así no
más.
-Es verdad; pero se olvidaban de que para atravesar
la ciudad el río Éufrates tenía que pasar por debajo de
esas grandes murallas. Ciro advirtió el punto débil. Por
donde pasa un río puede pasar un ejército, dijo.
-¿Cómo?
-Desviando el curso del río y avanzando por su lecho
seco. Fue lo que hicieron los persas. Mientras adentro
el joven rey Baltasar se regalaba con un banquete sin
fin y todos los habitantes sonreían ante la hipótesis de
que alguien pudiese conseguir trasponer las murallas,
Ciro desvió el río y entró. Invadida de ese modo,
Babilonia se rindió sin lucha, el año 538 antes de Cristo.
Quienes aprovecharon fueron los judíos. Dos años
86
después Ciro los libertó, permitiendo que volviesen a
sus tierras.
-Y hoy, abuelita, ¿qué queda de esa gran Babilonia del
tamaño de Londres y de Nueva York juntas?
-Queda el nombre en la memoria de los hombres, y en
el lugar donde existió queda un montón de tierra, de la
tierra a que se redujeron los ladrillos con que fue
construida. Jardines flotantes, murallas, torre de
Babel, todo quedó reducido a polvo ...
DEL OTRO LADO DEL MUNDO
87
Tía Anastasia fue a decir que el pororó estaba en la
mesa. Cuando aparecía el pororó nadie quería saber de
historia. Doña María del Rosario dejó el resto para el
día siguiente.
-¿Y hoy, abuelita? -preguntó la niña al día siguiente,
cuando doña María del Rosario se sentó en su sillita de
patas cortadas. ¿Tendremos más Babilonia?
-No, hija mía. Basta de Babilonia. Hoy cambiaremos
de tecla. Hasta aquí sólo hemos tratado de los pueblos
del Mediterráneo y de la Mesopotamia, pero el mundo
no era solamente eso.
Al otro lado, al sur y al este del Asia, había pueblos
muy importantes, como los indios, los chinos, los
japoneses. Veinte siglos antes de Ciro, una familia aria
había emigrado de Persia hacia la India, donde dio
origen a un pueblo numeroso. Ese pueblo se fue
desarrollando a su modo y acabó dividido en clases. Con
el correr del tiempo esas clases se convirtieron en
castas, a las que estaba prohibido mantener cualquier
especie de ligazón entre sí. Un hombre de una casta no
podía casarse con una mujer de otra; un niño de una
casta no podía jugar con un niño de otra. Si una
criatura tenía hambre, debía morir antes que aceptar
comida de manos de una criatura de otra casta. Ni
siquiera podía rozarse con ella. Separación absoluta,
como si fuesen leprosos.
88
-¡Qué horror! -exclamó Belén. Parece increíble tanta
idiotez y maldad.
-Así es, hija mía, y ninguna idiotez tan dolorosa como
esa distinción de castas que hasta hace poco tiempo
constituía la desgracia de la India. Entre las castas
indias, la más alta de todas era la de los guerreros y
gobernadores, que casi se confundían, porque para ser
gobernante era preciso ser guerrero. Después venía la
casta de los brahmanes, con funciones muy semejantes
a las de los sacerdotes egipcios; eran los que hoy
llamamos profesionales: médicos, abogados, ingenieros,
etc. Después venían los agricultores y comerciantes:
los panaderos, los vendedores, los fruteros. Después
venía la gente baja; esto es, la gente ignorante que sólo
sabe hacer los oficios pesados; cargar cosas, cortar
leña, carpir la tierra. Y por último la casta de los
parias, despreciada por todas las demás. Paria quiere
decir gente a la cual no se puede tocar ni con la punta
de un dedo; por eso es llamada también intocable.
Los indios creían en un dios llamado Brahma; de ahí
que su religión sea llamada brahmanismo, y los
sacerdotes, brahmanes o brahmines.
Según el
brahmanismo, cuando una persona muere, el alma pasa a
habitar el cuerpo de otra persona o de un animal; si la
persona fue buena en vida, su alma recibe un ascenso,
yendo al cuerpo de una criatura de casta superior; si
fue mala, es rebajada hasta alojarse en los cuerpos de
89
los animales comedores de cadáveres, como los
cocodrilos o los buitres.
Los muertos no eran
enterrados y sí quemados. Si el difunto era un hombre
casado, también quemaban a las viudas.
Las
desgraciadas no tenían derecho a continuar viviendo
después de la muerte del marido ...
-¡Qué bestialidad! -exclamó Belén. Quiere decir que
la mujer en ese país no era ser humano, no pasaba de
ser un leño ... Mientras tanto, si es la mujer la que
muere, el viudo corre en seguida a buscar otra ...
Los templos brahmánicos abrigaban ídolos horrendos
de fealdad. Dioses de varias cabezas, dioses, con seis y
ocho brazos y otras tantas piernas; dioses con trompa
de elefante; dioses con cuerno de búfalo.
-Pero usted dijo que no tenían más que un dios,
abuelita ...
-Un dios supremo. Los otros eran dioses menores.
No eran monoteístas como los israelitas.
- Mono, uno; teos, dios. Religión monoteísta, quiere
decir religión de un solo dios -interrumpió, con espanto
de todos, Pedrito, que había leído por casualidad aquello
el día antes.
- Perfectamente -aprobó doña María del Rosario. A
veces pareces
un diccionario, Pedrito ...
-Déle un té de menta bien fuerte, que así sanará. Eso
son lombrices -gritó desde un rincón Emilia.
90
Nadie encontró graciosa la ocurrencia y doña María
del Rosario continuó:
-Allá por el año 500 antes de Cristo nació en la India
un príncipe llamado Gautama,. que se rebeló contra lo
que veía a su alrededor: tanta miseria y sufrimiento por
causa de ideas erróneas. A pesar de haber nacido en la
grandeza, lo abandonó todo para trabajar por el
mejoramiento del pobre pueblo, comenzando a predicar
por todas partes sus principios. Enseñaba al hombre a
ser bueno, a ser honrado, a ayudar a los infortunados.
Eran tan elevadas las ideas de este príncipe, que el
pueblo comenzó a llamarle Buda, que quiere decir sabio,
y por fin lo adoró.
Nació de ahí una nueva religión. Muchos que seguían
el brahmanismo abandonaron los horrendos ídolos de
ese culto para hacerse budistas.
- ¿Pero eso tampoco es bueno?, inquirió Pedrito.
- Desde luego, nunca debe adorarse a ningún hombre
y sí sólo a Dios. Pero ellos tampoco conocían la
Revelación divina. Por esa época se formó en China
también otra religión muy importante. Un gran maestro
llamado Confucio comenzó a enseñar al pueblo lo que él
creía se debía o no hacer. Las ideas de Confucio eran
notables. Predicaba la obediencia a los padres y a los
maestros, y el culto a los antepasados. Una de sus
reglas de moral se hizo famosa: "No hagas a otros lo
que no quieres que los otros te hagan". Por desgracia, el
91
mandamiento predicado por Confucio hace veinticinco
siglos, sólo es citado y admirado. En la práctica casi
toda la gente hace lo contrario.
LA LUCHA CONTRA LA CORRUPCIÓN
Voy a hablar de un aspecto de la vieja lucha contra la
corrupción y a mostrar cómo se desarrolló esa lucha en
nuestra querida Grecia.
- Siempre que una banda de chicuelos juega en la
calle surgen terribles disputas. "¡Así no vale!", es la
frase más repetida, y luego se forman dos grupos y el
uno procura engañar al otro. Se hace necesario un juez
que resuelva las cuestiones.
Allá en Atenas las cosas andaban así. El pueblo se
dividió en dos bandos, los que querían cambiar esas
situaciones de injusticias y los que no.
Atenas ya había tenido reyes, pero los reyes no
querían (o no podían) cambiar las cosas, de manera que
Atenas terminó con los reyes. Allá por el año 600 antes
de Cristo, la situación era tan mala que tuvieron que
elegir a un hombre llamado Dracón para hacer leyes que
pusieran orden. Este hombre elaboró el célebre código
de Dracón, lleno de penas durísimas contra los
infractores de sus preceptos. El robo, por ejemplo, era
castigado con la pena de muerte. No tenía importancia
el valor del hurto; podía ser robo de un pedazo de pan o
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de un tesoro; lo que Dracón castigaba era el robo en si,
el acto de robar.
-Y un hombre que mataba a otro, ¿qué pena tenía?
-También la de muerte, aunque Dracón juzgase que el
que mataba merecía más que la muerte. Sus leyes eran
excesivamente severas. Hasta hoy, cuando queremos
decir que una ley es terrible decimos que es draconiana.
Todo lo que excede un límite no da resultado. El código
de Dracón no dio resultado. La vida en Atenas se fue
volviendo imposible y surgió la necesidad de que se
llamase a otro hombre que hiciese otro código.
Apareció Solón, que se hizo famoso por la gran
sabiduría con que legisló. El que quiere elogiar hoy a un
sabio legislador dice: -Es un Solón.
-¿Pero esas leyes de Solón eran buenas? -preguntó la
niña.
- Sí, aunque a veces no todos quedaron conformes.
Allá por el año 560, sin embargo, un hombre llamado
Pisistrato resolvió apoderarse de Atenas y dirigirla a su
modo, sin que el pueblo lo hubiese elegido para ese fin.
Pisistrato se eligió a sí mismo y como era poderoso
ninguno chistó. Casos como ése ocurrían de vez en
cuando, recibiendo el nombre de tiranos los hombres
que se elegían a sí mismos. Pisistrato se transformó en
tirano.
La palabra tirano quiere decir hoy otra cosa. Quiere
decir déspota, hombre que gobierna por la violencia y al
93
margen de todas las leyes. En Atenas no era así. Los
tiranos gobernaban con las leyes y, por lo tanto, sin
violencia alguna. Fue lo que ocurrió con Pisistrato.
Gobernó muy bien, aplicando las leyes de Solón y
mejorando la ciudad y la vida del pueblo. Entre sus
hechos más dignos de nota hay uno que vosotros no
imagináis...
- Cuál fue, abuelita?
- Mandó reproducir por escrito los poemas de
Homero que hasta allí sólo se conservaban en la
memoria de quienes los conocían. Después de Pisistrato
padre, Atenas fue gobernada por Pisistrato hijo. Por
fin los atenienses se hartaron de pisistratos y
expulsaron a toda la familia.
La lucha entre los partidos volvió a encenderse.
Surgió un nuevo tirano, llamado Clístenes, para servir
de árbitro en el juego, y fue el que hizo la ley para que
cada hombre votara en la elección de los gobernantes.
Supo comportarse muy bien ese Clístenes. Entre sus
hechos hay uno interesante -la institución del
ostracismo. ¿Sabéis qué es el ostracismo?
Ninguno lo sabía, excepto Emilia, que intervino con
una explicación muy absurda en la que figuraba una
“ostra rumiando” en una roca a orillas del mar. Doña
María del Rosario ignoró el aporte de Emilia y prosiguió:
Cuando, por cualquier motivo, los ciudadanos querían
verse libre de un hombre bastaba, cierto día, votar su
94
alejamiento de la ciudad. Los votantes escribían el
nombre en una concha de ostra y la metían en la urna; si
las conchas alcanzaban cierto número, el "votado" tenía
que alejarse de Atenas por diez años.
- ¿Por qué una concha de ostra y no un papel? preguntó Pedrito.
- Porque había muchas conchas de ostra en los
residuos de la ciudad y no había papel. El interior de
las conchas de ostras, blanquito y liso como es, se
presta muy bien para que se escriba en ellas. Todavía
hoy se emplea el ostracismo, pero con el nombre de
exilio, destierro.
ROMA TERMINA CON LOS REYES
-Vamos a ver ahora cómo ocurrían las cosas en Roma
-dijo doña María del Rosario. También allí estaba
dividido el pueblo en dos -los plebeyos y los patricios,
como se llamaban. Los patricios apoyaban al rey y los
plebeyos no. El rey que los gobernaba se llamaba
Tarquino y los plebeyos lo destronaron por lo que éste
fue el último rey de Roma y comenzó, entonces la época
de la república romana. Ya no gobernaba un rey sino dos
cónsules y duraban el gobierno solamente un año. Cada
cónsul disponía de una guardia de doce lictores, esto es
guardias que llevaban como distintivo el haz lictorio.
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-¿Qué es eso, abuelita? -preguntó Pedrito.
-El haz, fascio, era un haz de varas con un hacha en
el medio o en la punta. Significaba que los cónsules
podían apalear con las varas al que no marchara recto, o
cortar con el hacha la cabeza de quien anduviese
torcido en demasía. Hoy el haz sólo sirve de emblema a
varias cosas, o como ornato arquitectónico.
Uno de los primeros cónsules escogidos fue un
ciudadano de muy buen nombre llamado Bruto.
-¿Buen nombre, abuelita? -murmuró la niña torciendo
la nariz.
- sí.
Era un hombre de carácter muy severo.
Después que asumió el gobierno fue descubierta una
conspiración para reponer en el trono al rey Tarquino, y
Bruto hizo juzgar a los culpables entre los que estaban
sus propios hijos.
-¡Qué bruto! -exclamó desde su rinconcito Emilia. Tarquino no se desalentó. Al año siguiente preparó un
nuevo golpe para recuperar el poder. Acudió con un
ejército de etruscos para atacar la ciudad.
-¿Etruscos ... ?
-Sí, un pueblo vecino de los romanos. Pero para
entrar en Roma era necesario atravesar el río Tiber por
un puente. Allí se dio un caso famoso. Para evitar que
los etruscos atravesaran el puente, un romano de
nombre Horacio, que ya había perdido un ojo en otra
guerra, dio orden de que lo derribasen y, mientras las
96
hachas trabajaban en la madera de los pilares, él y
otros dos quedaron en la cabecera del puente,
resistiendo a todo el ejército etrusco. En eso rechinó
el puente. Iba a caer. Horacio hizo que sus dos amigos
lo cruzasen y quedó solo resistiendo a los etruscos. Al
fin cayó el puente. Entonces se arrojó al agua, con
armadura y todo, y nadó hacia los romanos, a donde
llegó a salvo, a pesar de la nube de flechas que le arrojó
el enemigo.
Tal bravura impresionó a los propios
etruscos, que le hicieron desde lejos una gran ovación.
-¿Con qué huevos? -preguntó Emilia.
Doña María del Rosario mandó que tía Anastasia
llevase a la entrometida al patio.
-¿Y quién venció en la lucha? -preguntó Pedrito. -Los
romanos. La gente de Tarquino no pudo atravesar el
Tiber.
97
Años después otro ejército enemigo fue a atacar la
ciudad, en un momento en que los romanos no tenían un
jefe que los mandase. Busca que te busca, se acordaron
de un tal Cincinato, a quien el pueblo tenía en alta
estima por sus nobles cualidades. Cincinato vivía lejos
de Roma, cultivando unos campos. Corrieron en busca
de él y le invitaron a ser dictador, o jefe supremo.
Dictador se llamaba al hombre que Roma escogía en los
momentos de peligro para salvar la situación.
Cincinato aceptó la invitación, dejó el arado, fue a la
ciudad, reunió todas las fuerzas, libró combate al
98
enemigo y lo derrotó por completo -¡todo ello en
veinticuatro horas! Su dictadura duró un día.
Los romanos se entusiasmaron tanto con él que
quisieron hacerlo rey. Cincinato rehusó. Volvió a sus
tierras y a su arado, y continuó viviendo con toda
modestia en su casita, en compañía de su mujer y de sus
hijos.
-¡Hermoso, abuelita! No queda la menor duda de que
ese Cincinato hizo algo muy bueno. Si hubiese aceptado
ser rey nadie hablaría hoy de él, aquí en este lugar.
-Ni habría una ciudad que llevase su nombre. En los
Estados Unidos, hay una ciudad importante del Estado
de Ohío que se llama Cincinnati, en honor de ese
austero romano nacido quinientos años antes de Cristo.
PERSIA vs. GRECIA
Doña María del Rosario escribió en un papel el título
de este capítulo y preguntó al muchacho qué significaba
aquel vs. entre los dos nombres. Pedrito no supo
responder.
-Simple abreviatura de la palabra latina versus, que
quiere decir contra. Persia contra Grecia -es lo que
está escrito ahí. En las noticias de los partidos de
fútbol los periódicos emplean mucho esa palabra. “Está
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anunciada para mañana la lucha del Belén Fútbol Club
versus el Emilia Club...”
Pues en aquellos tiempos hubo un verdadero match
entre Grecia y Persia. Ciro, el rey de los persas,
conquistó a Babilonia y otros países importantes, con
excepción de Italia y de Grecia. Su sucesor, el rey
Darío, quiso dar a Persia la dominación del mundo, y vio
que faltaba poco. Faltaba aquel trocito que era Grecia
y la bota italiana.
Ahora bien, los griegos habían fomentado una
rebelión en Persia, de manera que no faltó a Darío
pretexto para la guerra. "Quiero castigarlos por lo que
me hicieron y después me anexaré sus tierras". Y trató
de hacerlo. Construyó una gran escuadra y preparó un
ejército que, bajo el mando de su propio yerno, debía
castigar a los griegos. Pero una tempestad destruyó la
escuadra y el ejército tuvo que regresar.
Darío se enfureció con el yerno, con el mar y con los
dioses -los tres culpables mayores del desastre-, y
decidió ir él mismo a dar a los griegos su merecido, en
cuanto estuviesen listos una nueva escuadra y un nuevo
ejército. Mientras tanto envió mensajeros a intimar a
todas las ciudades griegas para que le enviasen un
puñado de tierra y un poco de agua como señal de que
se rendirían sin lucha.
Tan fuerte y poderoso era por ese tiempo el rey
persa que muchas ciudades griegas se apresuraron a
100
mandar la tierra y el agua exigidas. Atenas y Esparta,
sin embargo, se negaron, a pesar de ser unas pulguitas
en comparación con el vastísimo imperio de Darío. Los
atenienses apresaron al mensajero persa y lo metieron
en un pozo, diciendo: "Ahí tienes la tierra y el agua;
toma lo que quieras". Los espartanos hicieron lo mismo.
-Esparta con seguridad se limitó a ahogar al
mensajero en el pozo sin decir nada -observó Belén.
Esa habría sido una respuesta bien lacónica ...
-Realmente, hija mía.. A una respuesta de ésas
podríamos llamarla el colmo del laconismo, porque no era
necesaria siquiera una palabra -bastaba el hecho. . .
Pero eso era lo que Darío quería -y los preparativos
para la guerra fueron intensificados. Hizo construir
gran número de trirremes.
-¿Qué es un trirreme, abuelita?
-Una embarcación de buen tamaño movida en ambos
lados por tres órdenes de remos.
-No entiendo bien ...
-Sí, tres órdenes de remos a cada lado -esto es una
hilera de remos encima, otra un poco más abajo y la
tercera todavía más abajo -y doña María del Rosario
dibujó esta figura en un papel:
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-Bien -continuó doña María del Rosario, después de
haber comentado, el dibujo-, los persas construyeron
seiscientos trirremes, que llevaban cada uno doscientos
soldados, además de los remeros. El ejército entero
tenía -¿cuántos hombres, Pedrito?
De prisa, de
memoria ...
-¡Doce mil! -respondió el chico.
-¡Ciento veinte mil! -enmendó Belén, que era mucho
más hábil para el cálculo rápido.
-¡Un millón doscientos mil! -gritó desde el rincón la
muñeca.
-Eso es, Belén -dijo doña María del Rosario fingiendo
no haber oído el cálculo de Emilia. Ciento veinte mil
hombres fueron embarcados y, como no hubo
tempestad durante la travesía, todos llegaron sin
novedad a las playas de Grecia.
-¿En qué punto desembarcaron? -preguntó Pedrito.
102
-En una llanura llamada Maratón, a cuarenta y un
kilómetros de Atenas. No bien los atenienses tuvieron
noticia de la llegada de los persas, trataron de avisar al
pueblo de Esparta. Esparta estaba a 240 kilómetros de
Atenas. Si fuese hoy, no sería nada esa distancia. Hoy
se envía una comunicación de aquí a China en unos
segundos. Pero entonces no había fax, ni teléfono, ni
tren, ni avión -nada rápido. Y parece que en Atenas no
había siquiera buenos caballos, porque en un momento
de tanta gravedad el medio empleado para comunicarse
con Esparta fue un mensajero a pie, llamado Feidípedes.
Feidípedes corrió duramente la noche y el día enteros,
sin detenerse siquiera a comer -y al segundo día llegó a
Esparta.
Pero de nada le valió correr tanto, porque los
espartanos declararon que, como estaban en luna
menguante, no podían partir en socorro de Atenas;
tenían que esperar la luna llena ... Había en Esparta esa
superstición, como tenemos aquí la del viernes trece y
la del pie izquierdo.
Los espartanos podían esperar hasta la luna llena
porque los persas estaban lejos, pero los atenienses no
podían esperar un minuto -y marcharon contra ellos. El
ejército ateniense se componía apenas de diez mil
hombres, mandados por Milcíades; contaba además con
otros mil hombres de una ciudad vecina aliada de
103
Atenas. En total: once mil o sea menos de uno por cada
diez soldados persas.
-Apuesto a que los griegos van a vencer -dijo Pedrito.
Cuando los que cuentan la historia comienzan con esos
cálculos es para preparar una sorpresa ...
Doña María del Rosario se rió de la agudeza del
nieto.
-Puede ser -dijo-, pero advierte, Pedrito, que los
griegos eran atletas admirables, como no había otros en
el mundo, de modo que el número de persas no
significaba gran cosa. El resultado fue la derrota
completa de Darío en Maratón. Ten en cuenta además,
Pedrito, que los griegos luchaban por la propia vida -y
que nada da más valor a los hombres que eso. ¿No
conocéis la historia del perro y de la liebre?
Ninguno la sabía.
-Un perro perseguía a una liebre sin poder alcanzarla.
Los otros se burlaron de él. "Alto ahí", dijo el perro.
"Yo estaba corriendo por gusto, pero la liebre corría
para salvar la vida. Es natural que ganase".
- ¿Y qué ocurrió después a los griegos, abuelita?
-Aconteció que los griegos tuvieron una gran alegría.
Feidípedes, el mensajero que llevó el aviso a Esparta y
que se batió también en Maratón, después de la batalla
partió a la carrera hacia Atenas para dar la gran
noticia. Pero todavía no estaba repuesto del gran
esfuerzo de la primera carrera, de manera que al llegar
104
a la plaza del mercado dio la buena noticia y cayó
muerto.
En honor de ese héroe fue instituida en los Juegos
Olímpicos una carrera con el nombre de Maratón, en la
cual la distancia a correr es exactamente la distancia
entre Atenas y Maratón.
-¿En qué año ocurrió eso, abuelita?
-En el afío 490 antes de Cristo. La batalla de
Maratón se convirtió en la más famosa en la historia. El
rey persa tuvo que volverse a su reino, derrotado y
avergonzado. Pero la cosa no paró ahí. El juego iba a
continuar.
105
EL SEGUNDO TIEMPO
-Ya me imagino la cara que habrá puesto Darío -dijo
Pedrito. Llevó una zurra de diez a cero ...
-Es verdad, hijo mío. El, el soberano omnipotente del
mayor imperio del mundo ¡derrotado por un puñado de
griegos! ¡Pero, no! ¡La cosa no iba a quedar así! Formaría
una nueva escuadra y un nuevo ejército -una escuadra
como jamás existió otra igual y un ejército que llenaría
de asombro a todos y sería capaz de vencer a cuantas
Grecias surgiesen. Darío juró y volvió a jurar y bufó
como un tigre burlado por una pequeña raposa. Y pasó
varios años preparando el gran ejército. En eso, murió.
- Murió, con seguridad, de rabia concentrada observó la niña.
- Sea como quiera que sea, murió y fue sustituido por
su hijo, Jerjes, que heredó del padre no sólo el trono
sino también el odio a los griegos y la decisión de
destruirlos. Jerjes continuó los grandes preparativos
de guerra comenzados por Darío.
Pero los griegos, animados por la victoria, estaban
más resueltos que nunca a no dejarse abatir por ninguna
posibilidad, y, como tenían la certidumbre de que los
persas volverían, se prepararon del mejor modo que
pudieron.
106
Por ese tiempo el pueblo de Atenas vacilaba entre
dos jefes igualmente grandes: Temístocles y Arístides.
El primero quería que, como medida de prevención, se
construyese una escuadra para la próxima guerra, y
Arístides era de opinión contraria. Se entabló la lucha
entre los partidarios de los rivales, pero como el bando
de Temístocles creciese, Arístides terminó en el
ostracismo, a pesar de su gran fama de hombre
intachable. Se le llamaba Arístides el justo.
En el día de la votación un hombre que no sabía
escribir se aproximó a Arístides con una concha de
ostra en la mano, pidiéndole que escribiese en ella un
nombre.- "¿Qué nombre?" -le preguntó. "Arístides",
respondió- el hombre. "¿Por qué quieres condenar a ese
hombre al ostracismo? ¿Cometió acaso alguna falta?"
Oh, no -respondió el elector. No cometió ninguna falta,
pero. . . " y suspiró "¿Pero qué? -insistió Arístides.
"Pero estoy cansado de oír al pueblo llamarle siempre el
justo, el justo. . . " -concluyó el hombre.
Arístides conocía el carácter de los griegos, y por
tanto no se asombró de aquella inconsecuencia. Se
limitó a escribir su propio nombre en la concha de la
ostra. Concluida la votación, se verificó que había en la
urna el número de votos necesarios para su condena -y
Arístides fue al ostracismo.
-¡Qué gran injusticia! -exclamó Pedrito indignado con
los atenienses. ¡Ese es el colmo de los colmos!
107
-¡Y qué gran acierto político! -dijo doña María del
Rosario. El alejamiento de Arístides puso toda la
fuerza del lado de Temístocles, que consiguió, al fin,
hacer triunfar su idea de la escuadra y de los demás
preparativos para la posible guerra. Y Temístocles
acertó. La guerra vino.
Diez años después de la batalla de Maratón, los
persas reiniciaron su marcha contra Grecia. Esta vez
no sólo con ciento veinte mil hombres, sino con dos
millones.
-¿Dos millones, abuelita? exclamó el niño asustado. Hasta parece un poco medio mucho, como dice el
compadre Teodoro. En todo caso, es eso lo que cuentan
los historiadores de la época. Pero semejante ejército
era demasiado numeroso para llegar por mar. Serían
necesarios para ello más trirremes de los que había en
el mundo entero. Jerjes resolvió entonces que la
marcha se hiciese por tierra, aunque incluso por tierra
hubiese un poco de agua que les separaba de los
griegos: el estrecho que hoy se llama de los Dardanelos
y que entonces se llamaba Helesponto.
-¿De qué anchura es ese estrecho, abuelita?
-Apenas de un kilómetro y medio.
-¿Y pasó Jerjes?
-Casi. Jerjes construyó un puente de barcazas, esto
es, fue colocando barcos uno al lado del otro, hasta
alcanzar el lado griego; después extendió encima un
108
tablado a manera de puente. Pero cuando terminó la
obra sobrevino una gran tempestad y lo destruyó todo.
La furia de Jerjes fue tanta que tomó un látigo y fue
en persona a azotar el mar, como si el mar fuese uno de
sus esclavos. Luego mandó construir un nuevo puente.
Esta vez no hubo tempestad y el ejército pudo avanzar.
Tardó en pasar siete días y siete noches en filas
cerradas. La escuadra, que era enorme, le siguió.
Cuando las fuerzas tocaron tierra de Grecia... .
Doña María del Rosario tuvo que detenerse. Martín,
que desde su "renacimiento" no había dicho una sola
palabra todavía, dio un grito. Corrieron todos. ¿Qué
pasaba? ¿Qué no pasaba? -¡Fue Emilia, yo la vi! -dijo tía
Anastasia apareciendo desde la cocina con el cuchillo de
pan en la mano. La malvada le hundió un alfiler en el
talón ...
TODAVÍA EL SEGUNDO TIEMPO
-Había en Grecia -dijo doña María del Rosario en la
velada siguiente- un paso muy estrecho, o desfiladero,
conocido por las Termópilas. De un lado estaba el mar;
del otro lado la falda escarpada de una montaña. Por
allí tenían que pasar los persas en su marcha sobre
Atenas.
109
-Termo, abuelita -dijo Pedrito- significa ...
Aguas termales, aguas calientes.
- Caliente.
Termópilas quería decir pasaje caliente, porque de
hecho había allí cerca unas fuentes de agua caliente.
Pero los griegos consideraron que en lugar de esperar el
ataque de los persas sería mucho mejor atacarlos al
pasar las Termópilas, donde un hombre era capaz de
hacer frente a muchos. Y Leónidas, rey de Esparta, fue
elegido para defender el desfiladero. Leónidas era un
espartano digno del nombre que llevaba, porque
Leónidas quiere decir igual al león. Tomó el mando de
siete mil soldados bien escogidos, entre ellos
trescientos espartanos, de aquellos que habían
aprendido a no rendirse ni a retroceder. Pero era una
locura nunca vista afrontar al enemigo con sólo siete mil
hombres.
Cuando Jerjes advirtió que Leónidas ocupaba las
Termópilas con aquel puñadito de hombres, se echó a
reír y le intimó que se entregase. "Ven a buscarnos" fue la lacónica respuesta de Leónidas. En seguida
trabáronse en lucha, y durante dos días los griegos
mantuvieron sus posiciones, impidiendo el avance de los
persas. Pero hubo traición. Alguien fue a contar a
Jerjes que, en aquella montaña, había un paso secreto
que daba a la retaguardia de Leónidas, de modo que si
los persas entraban por allí los griegos serían
sorprendidos por la espalda.
110
Cuando Leónidas supo que los persas habían
descubierto el paso secreto y que se acercaban,
comprendió que estaba todo perdido. Habló entonces a
sus hombres. Les contó lo que pasaba; dijo que el que
quisiera retirarse podía hacerlo y que el que quedase
debía contar con la muerte.
- ¿Y se retiraron muchos? -preguntó Pedrito, ansioso.
- Seis mil. Quedaron sólo mil, entre ellos trescientos
espartanos: "Recibimos orden de defender este paso y
las órdenes no se discuten", fue la lacónica respuesta
que dieron al general.
Leónidas y esos mil hombres lucharon en las
Termópilas hasta el fin, muriendo todos, uno tras otro.
Después que los persas cruzaron el desfiladero, la
ciudad de Atenas quedó en mala situación, porque nada
podía evitar el ataque. Era absurdo resistir, tan grande
era la desproporción entre los atacados y los atacantes.
Los atenienses corrieron a consultar el oráculo de
Delfos.
El oráculo respondió que la ciudad de Atenas estaba
condenada a ser destruida, pero que los atenienses
serían salvados por murallas de madera.
-¿Qué quería decir con eso? -preguntó Pedrito.
-Esa misma pregunta se hicieron todos los
atenienses. El oráculo hablaba siempre de un modo
enigmático, que exigía una interpretación. Esta vez
Temístocles tradujo a su manera la respuesta, diciendo
111
que las. murallas de madera significaban los navíos de la
escuadra, e invitó al pueblo a abrigarse en los barcos
anclados, en la bahía de Salamina. Los atenienses
aceptaron la invitación; abandonaron la ciudad y
subieron a bordo.
Cuando los persas entraron en Atenas no vieron allí
más que casas vacías. Les pusieron fuego y después se
dirigieron a Salamina, donde la escuadra persa, ayudada
por las fuerzas de tierra, iría a barrer de los mares las
naves griegas. Para gozar de ese espectáculo, Jerjes
mandó levantar un trono en lo alto de un cerro, desde
donde abarcaba con la mirada toda la bahía.
112
La bahía de Salamina se asemejaba mucho al
desfiladero de las Termópilas; era una faja de agua, o
como un trozo de río -y esa semejanza dio a
Temístocles una idea. Fingiéndose traidor, como aquel
que en las Termópilas habla revelado el paso secreto,
mandó decir a Jerjes que si la escuadra persa se
dividiese en dos partes, quedando una en un extremo y
113
otra en el otro de la bahía, los griegos acorralados no
podrían moverse.
- Y Jerjes cayó en la trampa ...
- Como un pato. Creyó en la nueva "traición" y dividió
la escuadra en dos partes. Eso resultó magnífico para
los griegos, que pudieron atacar con todas sus naves a
cada mitad por separado y además, por medio de una
hábil maniobra, hacer que las dos mitades de la
escuadra persa chocasen con pérdida de muchas
embarcaciones.
El resultado final fue la derrota completa de los
persas en el mar, viéndose obligado el ejército de
tierra a retirarse a Persia por el camino más corto.
- Me estoy figurando el ataque de rabia que tendría
Jerjes en su trono en lo alto del cerro -dijo la niña.
-¡Y yo, los saltos de alegría de Temístocles! dijo
Pedrito. Ese jefe acertó en todos los puntos -hasta en
descifrar el fallo misterioso del oráculo. ¡Era un pícaro!
A consecuencia de la admiración del niño por el jefe
griego, el ternero de la vaca mocha que había nacido
aquella mañana, recibió el nombre de Temístocles y no
el de Gaveta, como quería la muñeca. ¡Gaveta! Aquella
Emilia tenía cada ocurrencia ...
LA EDAD DE ORO
114
-Ya hablamos de las edades de Piedra y Bronce continuó doña María del Rosario. Vamos a ver ahora un
poco de una verdadera Edad de Oro, o época en que el
bienestar del pueblo trajo un gran florecimiento de las
artes y de las ciencias.
Después de terminada, de modo tan feliz, la guerra
con Persia, los atenienses volvieron a Atenas y
reconstruyeron las casas. Y como eran un pueblo de
grandes dotes artísticas, aprovecharon la ocasión para
hacer de Atenas la más bella ciudad del mundo. Todo
les ayudó, todo concurrió a ello.
-¿Quién era el jefe de Atenas en ese tiempo?
-¡Oh! Atenas tenía un gran jefe llamado Pericles. Ese
hombre no era rey, ni tirano, pero poseía tal
inteligencia, hablaba tan bien, se mostraba un político
tan hábil que los atenienses comenzaron a seguirle en
todo -y durante muchos años Atenas fue en realidad
gobernada por él. Pericles parece un capitán de un
equipo de fútbol altamente querido por todos los
jugadores a causa de sus muchas cualidades.
Un
capitán de ésos logra que el equipo realice prodigios -y
que venza en todos los juegos. Así fue Pericles en
Grecia.
Surgieron por entonces grandes filósofos, grandes
escritores, grandes poetas, grandes arquitectos,
grandes de todas las categorías.
115
- Un momento, abuelita -dijo la niña. Oigo siempre
hablar de filósofos hasta yo he empleado esa palabra;
pero en verdad no sé bien lo que quiere decir. Para tía
Anastasia filósofo es un sujeto de pantalones rotos, que
anda distraído por la calle, tropezando con los cascotes.
¿Es eso?,
-No, hija mía. La palabra "filósofo" quiere decir
“amigo de la sabiduría”. Los filósofos son los que
estudian todas las cosas integrándolas en la verdadera
sabiduría. En esta época aparecieron en Grecia
innumerables filósofos, de los más notables que ha
producido el mundo. Hasta hoy tiene gran valor lo que
los filósofos griegos enseñaron, porque es difícil que
haya inteligencia más penetrante y clara que la suya. Al
lado de los filósofos aparecieron grandes escritores,
que compusieron piezas notables para el teatro.
-¿El teatro griego era como el de hoy?
-No. Los espectáculos se realizaban al aire libre, al
pie de las faldas de un cerro, cuya inclinación servía de
anfiteatro. Casi no había escenario, y en lugar de
orquesta había un coro de cantores o recitadores. Los
artistas empleaban máscaras cómicas o trágicas.
Todavía hoy, en la ornamentación de nuestros teatros,
vemos esculpidas esas máscaras, o caretas griegas.
Atenas tomaba su nombre del nombre griego de
Minerva -Atenea.
Por ese motivo los atenienses
resolvieron erigir a la diosa de la sabiduría un
116
monumento digno de ella en lo alto de una colina, el cual
recibió el nombre de Partenón, o templo de la virgen.
Recordad esta palabra, porque el Partenón es
considerado como la más perfecta obra maestra de la
arquitectura antigua.
-¿Todavía está en pie, abuelita?
-Desgraciadamente, no.
Subsisten sus ruinas.
Dentro del Partenón había una estatua de oro y marfil
hecha por un escultor llamado Fidias, el cual tiene fama
de ser el mayor escultor de la antigüedad. Esa estatua
desapareció. Como estaba hecha de oro y de marfil,
materiales muy valiosos, con seguridad que los ladrones
la destruyeron para robarla. Fue una pérdida de la que
jamás se consoló el mundo artístico.
Fidias hizo todavía otras estatuas para adorno
exterior del Partenón; muchas de ellas pueden verse
hoy en ciertos museos de Europa, aunque bastante
mutiladas, unas sin cabeza, otras sin brazos. Tan
célebre llegó a ser Fidias con sus trabajos en el
Partenón, que fue invitado a esculpir la famosísima
estatua de Júpiter en Olimpia.
Dicen sus
contemporáneos que esa estatua era un prodigio de
belleza. Y debía serlo, pues fue incluida en la lista de
las Siete Maravillas del Mundo.
A pesar de ser Fidias el mayor escultor de su época,
murió en la prisión por un crimen que hoy nos hace reír.
Imaginad que en el escudo de la estatua de Minerva
117
reprodujo, en una de las figuras de cierta escena, su
propia cara, y en otra, la cara de su amigo Pericles.
Pues eso bastó para que se le denunciara como
sacrílego, para que se le juzgara y condenase a prisión y en la prisión murió, según cuenta el célebre Plutarco.
-Hablando de escultura, abuelita, ayer leí una
historia de columnas jónicas y corintias que no entendí.
Explíqueme eso.
-En los monumentos griegos había tres especies de
columnas, la columna dórica, la columna jónica y la
columna corintia. La columna dórica era la más simple;
tenía en lo alto lo que llaman capitel, en forma de un
ladrillo sobre los bordes de un plato hondo; y abajo, en
la base, no tenía nada -se enclavaba directamente en
tierra. La belleza de ese tipo de columna residía en su
sencillez y en la idea de fuerza que daba. Por eso fue
considerada como de estilo varonil.
La segunda
columna, la jónica, poseía una base sobre la cual se
asentaba, y tenía en el capitel, en lugar del plato hondo
cubierto con el ladrillo, volutas como las que adornan la
caparazón de ciertos moluscos. Era considerada como
de estilo femenino. El tercer estilo de columna era el
corintio, el más lujoso, el más trabajado.- La columna
corintia tenía el capitel lleno de adornos, como hojas de
acanto y otros.
-¿Acanto? ¿Qué es eso?
118
-Una planta de Grecia que se hizo célebre en las
artes -una especie de serrana. Dicen que el capitel
corintio fue creado del modo siguiente: un arquitecto
que estaba dibujando columnas, pasó un día por el
cementerio y vio sobre una tumba de niño algo que le
impresionó.
Los griegos tenían la costumbre de
depositar sobre las tumbas de las criaturas cestas de
juguetes en lugar de coronas de flores. En aquella
había sido depositada desde hacía meses una cesta de
juguetes cubierta por un ladrillo. Con el tiempo, nació
una planta de acanto por allí, y desplegó sus hojas por
entre los juguetes, formando una linda combinación.
Tan linda era que el arquitecto se detuvo y copió el
conjunto, para aplicarlo después al capitel de una
columna que fue la corintia.
-¡Qué interesante, abuelita! -exclamó Belén. Vea
cómo una cosa empuja a la otra ...
- Desgraciadamente, aquel glorioso periodo de la vida
griega no duró mucho. Vino una peste horrible, que
diezmó a los atenienees, no perdonando siquiera al
propio Pericles. El gran hombre se dedicó en exceso a
socorrer la ciudad -y recogió a tantos enfermos en su
casa que también le atrapó la peste y se fue ...
LOS GRIEGOS LUCHAN ENTRE SI
119
- ¡Qué pena, abuelita que esa desgracia viniese a
echar a perder una época tan hermosa!
- La peste no fue nada, hija mía, a pesar de la gran
pérdida que causó con la muerte de Pericles. Mucho
peor que la peste fue lo que vino después ...
-¿Será posible que haya algo peor que la peste? -dijo
asombrado Pedrito.
-Lo hay, sí. La guerra es cien veces peor, sobre todo
la guerra civil, esto es la guerra en la propia casa, entre
los hijos del mismo país. En cuanto pasó el horror de la
peste, vinieron los horrores de la guerra a echar a
perder la hermosa Grecia de aquel tiempo.
-¡Cuéntelo, cuéntelo! -pidieron los niños, y doña María
del Rosario continuó:
-La causa de la desgracia fueron los celos que
comenzó a inspirar Atenas después de la victoria sobre
los persas. Los espartanos tenían un gran orgullo por la
superioridad de sus soldados, que realmente eran los
primeros del mundo.
Atenas, que también tenía
excelentes soldados, después de la gran victoria de su
escuadra en Salamina quedó, sin quererlo, superior a
Esparta, pues poseía una escuadra poderosa y
vencedora. La bella reconstrucción de la ciudad
incendiada y el florecimiento de todas las artes no
hacía que Esparta se mordiese los labios de envidia,
porque los espartanos no atribuían gran importancia a la
cultura. Pero la escuadra ateniense les causaba celos.
120
Esparta quedaba en el interior y por eso no podía tener
escuadra, y como no podía tener escuadra no quería que
la tuviese Atenas. Lo consideraba como un abuso. De
ahí nació la guerra.
-¿Pero no eran un mismo país Esparta y Atenas?
-Lo eran y no lo eran. Ambas formaban parte de
Grecia, pero cada cual se gobernaba como quería.
Esparta estaba situada en un trozo de Grecia llamada
Pe-lo-po-ne-so, y de ahí esa terrible lucha que entró en
la historia con el nombre de Guerra del Peloponeso. ¿Y
sabéis cuánto duró?
-¡Dos minutos! -gritó desde el fondo de la sala Emilia,
decididamente dispuesta a interrumpir.
-Duró veintisiete años.
-¡Qué horror, abuelita! ¡Veintisiete, años! Imagínese
...
-Fue una lucha horrible, con ventaja tan pronto para
un bando como para el otro; pero Esparta, que siempre
quedaba en pie, acabó por ocupar a Atenas. Después de
ello entró en lucha otra ciudad griega -Tebas que
consiguió el milagro de vencer a la invencible Esparta.
Los espartanos vieron con suma extrañeza fuerzas
enemigas en su territorio, cosa que no había acontecido
durante cinco siglos.
Más tarde, cuando ya podáis leer alguna de las
grandes historias del mundo, veréis todo lo que sucedió
en esos veintisiete años de lucha. Por ahora basta
121
saber que la guerra del Peloponeso debilitó y
empobreció a casi todas las ciudades griegas, poniendo
fin a la importancia que Grecia tenía en el mundo.
Durante ese tiempo vivía en Atenas un gran filósofo
llamado Sócrates que es considerado uno de los sabios
de la humanidad.
Sócrates andaba por la ciudad
enseñando al pueblo a pensar. Su sistema para lograrlo
era hacer preguntas hasta llegar a que el discípulo por
sí mismo hallara la respuesta exacta. A ese sistema
quedó ligado su nombre. Se llama método socrático.
Sócrates era muy feo; calvo, de nariz arremangada.
Pero a pesar de que los atenienses eran muy amigos de
la belleza, todos gustaban mucho de él, porque si no
poseía la belleza física tenía en compensación todas las
bellezas morales -y no hay bellezas que valgan más.
Sócrates estaba casado con Xantipa, una verdadera
furia. Xantipa jamás comprendió a su marido, a quien
continuamente acusaba de vago, de indolente, de trasto
inútil. "Este diablo pasa el tiempo hablando, hablando, y
no aparece nunca en casa con dinero" -debía ser el
sermón diario de esa señora. Un día lo injurió con tanta
furia que Sócrates halló prudente retirarse. Cuando
iba saliendo, Xantipa arrojó sobre él un balde de agua.
El gran sabio murmuró apenas: "Después de los truenos
viene siempre la lluvia" -y no dijo más.
-¡Ah, si hubiese hecho eso conmigo! -exclamó Pedrito,
arremangándose.
122
-¿Le pegarías con un palo, -no es verdad? -dijo doña
María del Rosario. Pues sería un acto muy vulgar y
rastrero. No hay negro ladino por ahí en el monte, que
no haga lo mismo, justamente porque en lugar de pegar
a Xantipa, Sócrates respondió de manera tan filosófica,
es por lo que hoy hablamos de él. No seas nunca vulgar,
Pedrito, y así acertarás.
Sócrates no creía en los dioses griegos, aunque no
dijese nada en público, porque los griegos no admitían
que nadie juzgase o se apartase de la fe en tales dioses.
Pero un hombre con la cabeza de Sócrates no podía
tomar en serio al señor Júpiter, ni a la señora Venus,
que se parecían más a hombres que al verdadero Dios y
por eso, sin hablar mal de ellos, tampoco hablaba bien.
Se callaba. Para él era como si no existiesen.
Fue bastante para incurrir por eso en las iras del
pueblo, siendo denunciado como enemigo de los dioses y
corruptor de la juventud. Resultado: condena a muerte.
123
-¡Qué horror, abuelita! Ya estoy tomando odio a los
griegos. Por una cosita nimia mataron a Fidias, que era
el mayor escultor; ahora van a matar a Sócrates, ¡uno
de los hombres más sabio! Esto es excesivo. Y con
seguridad lo ahorcan ...
-Felizmente no llegaron a esa monstruosidad. Le
intimaron a beber una taza de cicuta, planta muy
124
venenosa. Sócrates obedeció -y murió de la muerte
más bella, rodeado de sus queridos discípulos
deshechos en lágrimas. Tenía entonces setenta años.
La muerte de Sócrates fue uno de los episodios más
conmovedores de la historia de la humanidad.
Emilia declaró que iba a plantar cicuta en la huerta.
-¿Para qué? -preguntó Belén.
-Para no tener que ahorcar a Martín ... si algún día
fuese condenado a muerte ...
LA HABILIDAD DE MACEDONIA
Al día siguiente doña María del Rosario habló de los
niños que comienzan mirando un juego desde fuera y
por fin se meten en él y terminan adueñándose de todo.
Nadie quiere saber de él, pero el diablito da vueltas y
más vueltas y acaba entrando en el juego, derrotando a
los otros y transformándose en jefe.
Fue lo que ocurrió en Grecia. Mientras Atenas,
Esparta y otras ciudades griegas se debatían en aquel
terrible juego de la guerra, un señor Filipo, rey de
Macedonia, espiaba por encima del muro, esperando la
ocasión para entrar en el juego. Filipo vio que Atenas y
Esparta estaban exhaustas de la lucha, a punto de no
poder apenas sostenerse; por tanto, si saltase la pared
y entrase en el juego, el que quedaría dueño de la
125
situación sería él. Ser rey de Grecia constituía su
sueño. Y como los griegos odiaban a los persas por
causa del incendio de Atenas, el habilísimo Filipo
resolvió entrar por ese camino.
-Vuestros antepasados -dijo a los griegos- hicieron retroceder a los persas; pero los persas volvieron a sus
tierras muy llenos de vida y nunca fueron castigados
por el mal causado a Grecia. ¿Por qué no tomáis
venganza? ¿Por qué no organizáis una buena guerra
contra ellos, no sólo para castigarlos, sino también para
arrancarles los grandes tesoros que poseen?
Y después agregó un pequeño final que era donde
estaba el gato encerrado, esto es -donde estaba oculta
la idea secreta de Filipo:
-Y yo, que soy un gran guerrero, como sabéis, me
uniré con vosotros para ayudaros.
Nadie pareció descubrir lo que había dentro de la
cabeza de Filipo, con excepción de un ateniense llamado
Demóstenes.
-¿No es el de las piedrecitas, abuelita?
-Sí, el mismo. Cuando era niño, Demóstenes reveló
una gran vocación para orador, aunque un defecto de
nacimiento le estuviese diciendo a cada paso: "Serás
todo lo que quieras, menos orador".
-Querer ser orador un tartamudo es lo mismo que
querer ser pintor un ciego, dijo Pedrito.
126
-Pues Demóstenes metió piedrecitas en la boca y
acabó con la tartamudez y resultó el más famoso orador
de la humanidad. Todavía hoy, cuando la gente quiere
decir que un fulano de tal es gran orador, dice: ¡Es un
Demóstenes! ¿No os recordáis de aquella fiestecita en
la finca del compadre Teodoro, en ocasión del
casamiento de Miloca? ¿Cómo empezó Manolo Jarabe su
brindis a los novios?
-Yo me acuerdo, abuelita gritó Pedrito-, y hasta
escribí la frase, pues la hallé muy bonita. Fue así: "En
este momento solemne en que levanto mi débil voz para
saludar a los contrayentes, quisiera tener la elocuencia
de un Demóstenes, para, etc., y así por el estilo".
Sonaron aplausos. Al regreso, usted nos explicó lo que
quería decir contrayentes. Lo recuerdo muy bien.
-Eso es. Demóstenes fue un orador tan famoso que
hasta el Manolo Jarabe lo recuerda en este rincón del
fin del mundo donde habitamos. Demóstenes quiso
acabar con la tartamudez. Para eso iba diariamente a
un lugar de la playa donde las olas se rompían en las
rocas con gran estruendo.
Allí se ponía a hacer
discursos con varias piedrecitas en la boca.
-¿Para qué las piedrecitas?
-Para aumentar la dificultad al hablar. Comprendéis
que obstaculizado con las piedrecitas era más difícil
todavía para aquel tartamudo hacer discursos en medio
del estruendo de las olas. Pero insistió, insistió hasta
127
que venció el defecto de nacimiento sumado a la
dificultad de las piedrecitas y hablando en alta voz
acabó por dominar el estruendo del mar. Las olas
furiosas eran el público para él- un público insolente que
quería impedir que su voz fuese oída. Demóstenes
venció la tartamudez a fuerza de ejercicio y fue
aumentando el tono de su voz hasta vencer también el
rumor de las olas. Más tarde, cuando en lugar de las
olas tuvo delante suyo multitudes humanas, Demóstenes
fue el rey de los oradores. El que lo escuchaba quedaba
conquistado por su elocuencia hasta el punto de reír o
de llorar, según el deseo del orador.
Pues bien, ese Demóstenes percibió las intenciones
ocultas de Filipo con aquella cuestión de la venganza
contra los persas. "Lo que él quiere es adueñarse de
Grecia y convertirse en su rey", pensó para si, y desde
ese momento empleó toda la fuerza de su elocuencia
contra el hábil Filipo.
Pronunció contra él doce
discursos que se llaman Filípicas. Cuando un orador
cualquiera pronuncia hoy un discurso violento contra
alguien, todos dicen: Es una filípica.
128
Cuando oían los griegos una arenga de Demóstenes
quedaban con odio contra Filipo; pero después se iban
olvidando y se dejaban llevar de nuevo por los proyectos
del tenaz rey de Macedonia. Al fin, Filipo venció.
Acabó según su deseo, siendo rey de Grecia; pero no
pudo realizar su plan de guerra contra los persas
porque murió asesinado por uno de sus generales.
-Eso quiere decir, abuelita, que, aunque la elocuencia
valga mucho, la habilidad vale más todavía- observó el
niño.
-En verdad, hijo mío. El que lee la historia de los
hombres ve que la habilidad acaba por vencer casi
siempre. Vence hasta a la fuerza bruta.
Filipo tenía un hijo llamado Alejandro, de veinte años
de edad, en esa época, que pasó a ser rey de Macedonia
129
y de Grecia y realizó los planes grandiosos forjados por
el padre. Era un muchacho extraordinario, con todos
los dones de la inteligencia y de la belleza. Cuando era
todavía un muchacho, le ocurrió un caso famoso cierta
vez que asistía a unos ejercicios de equitación. ¿Sabéis
qué es equitación?
-¡Yo lo sé! -gritó Emilia, que había estado quieta una
porción de tiempo. Equitación es cosa de caballo.
Andar a caballo, montar a caballo, caer del caballo, tirar
del rabo al caballo, dar maíz al caballo, peinar las crines
del caballo ...
- Basta, que ya perdiste el rumbo -dijo doña María
del Rosario. Se llama equitación al arte de montar a
caballo, solamente a eso. Tirar del rabo del caballo no
es equitación -es una travesura peligrosa. Asistía
Alejandro a aquellas pruebas y advirtió que ninguno de
los presentes lograba montar un corcel muy brioso. El
animal parecía asustadizo y daba tales saltos y corcovos
que nadie podía afirmarse en la silla. Al ver que el
caballo se asustaba de su propia sombra, Alejandro dijo
al padre: "Papá, ¿me das licencia para montar ese
animal?" El rey Filipo halló gracioso el pedido y se rió
con gusto. "¡Qué absurdo, hijo mío! ¿No ves que
veteranos caballeros, jinetes de primer orden, no
consiguen domarlo?" "Pues yo lo conseguiré" -afirmó el
muchacho. El padre, siempre riéndose, dio permiso al
muchacho, y Alejandro, dirigiéndose al caballo, lo colocó
130
de modo que quedase frente al sol y, por lo tanto, sin
ver su propia sombra. Inmediatamente sosegóse el
caballo y se dejó montar. Tan contento quedó Filipo con
la habilidad del hijo que le dio como premio el caballo.
Se llamaba Bucéfalo. Ese famoso corcel fue por mucho
tiempo la cabalgadura predilecta de Alejandro; cuando
murió tuvo una estatua, y además varias ciudades
fueron bautizadas con su nombre.
131
-¡Qué pícaro, ese Alejandro!
- Habilísimo. Alejandro tuvo en su favor algo que tal
vez explique todo lo que hizo de importante en la vida;
fue discípulo de Aristóteles, uno de los mayores
maestros que ha tenido hasta hoy la humanidad.
- ¿La humanidad,, abuelita? ¿No será eso demasiado?
-observó Pedrito con gesto de duda.
- No es demasiado, no. Ese Aristóteles escribió una
porción de libros importantísimos sobre todas las cosas
-sobre los astros . . .
- ¡Astronomía! -gritó Pedrito.
- ... sobre los animales ...
- ¡Zoología!
- ... sobre las plantas . . . -¡Botánica!
- ... sobre política y sobre el espíritu, las ideas, la
inteligencia, etc. ¿Cómo se llama esta ciencia, sabiecito?
Pedrito quedó perplejo.
- ¡Cabezología! exclamó desde el rincón la muñeca.
- Psicología -corrigió doña María del Rosario-, estudio
del alma, o del espíritu. Sobre todos estos asuntos
escribió Aristóteles, y tan bien que durante muchos
siglos...
¿Siglos, abuelita? ...
-Siglos, sí. Desde el año 384 antes de Cristo, fecha
de su nacimiento, hasta hoy, han pasado 2380 años, o
más de veintitrés siglos. En todo ese tiempo las obras
132
de ese famoso profesor enseñaron la ciencia a los
hombres.
Ese famosísimo profesor fue alumno de otro maestro
de igual fama, llamado Platón, y ese Platón fue discípulo
de aquel Sócrates que tuvo que beber la cicuta. De
modo que los tres hombres que prestaron mayores
servicios a la humanidad en la edad Antigua, como
maestros de la filosofía fueron... Vamos, Belén, cuáles
fueron ...
- Sócrates, Platón y Aristóteles.
-Muy bien. Cuando seáis mayores, no dejéis de leer
algunas de sus obras. Quedaréis admirados del vigor de
la inteligencia de los tres filósofos griegos.
ALEJANDRO EL GRANDE
-¿Qué te gustaría ser cuando tengas veinte años,
Pedrito? -preguntó doña María del Rosario.
El niño quedó perplejo. Quería ser tantas cosas ...
-Pues a los veinte años nuestro Alejandro era ya rey.
-¡No es ningún milagro! exclamó Pedrito. Yo también
podría ser rey a los veinte años si hubiese nacido hijo
de rey.
-Sí, no tiene importancia ser rey a los veinte años
cuando la gente nace en un trono. Pero lo que ese
reyezuelo hizo a los veinte años es asombroso. A pesar
133
de ser rey de dos países, Macedonia y Grecia, no se
quedó satisfecho. Alejandro quería ser rey del mundo.
Para ello dio realidad a aquellos planes de conquistar
a Persia, haciéndole pagar la guerra que Darío impuso a
los griegos ciento cincuenta años antes. Y la conquistó.
Alejandro reunió un excelente ejército, atravesó el
Helesponto y penetró en Asia, sin que los persas
consiguiesen cerrarle el camino.
Alejandro salía
triunfante en todas las batallas.
En su continuo avance, pasó por una ciudad donde
había un templo célebre. ¿Sabéis por qué? Por causa de
un nudo.
- ¿De un nudo? ¡Qué gracioso! -exclamó Belén. Un
nudo ciego, tal vez.
- un nudo que no podía ser desatado. Era el célebre
nudo de Gordio, del cual un oráculo había dicho que el
que lo desatase conquistaría a Persia.
Cuando
Alejandro conoció el caso, fue a examinar el nudo e
inmediatamente vio que era imposible que se le pudiera
desatar. Sacó entonces la espada y cortó el nudo por la
mitad, de un golpe ...
- ¡Ah! -exclamó Pedrito. Sólo ahora comprendo que
las personas que resuelven de pronto una situación
intrincada dicen: ¡Corté el nudo gordiano!
- Pues es así. Empleamos esa expresión por causa de
lo que Alejandro hizo hace veintitrés siglos. Pero
nuestro Alejandro, que no era amigo de bromas, realizó
134
la predicción del oráculo: conquistó a Persia. De allí fue
a Egipto, que pertenecía a Persia, y también lo
conquistó. Para conmemorar esta victoria dio a una
ciudad cerca de la desembocadura del Nilo un nombre
derivado del suyo -Alejandría. En esa ciudad, que
habría de convertirse en una de las más importantes del
mundo, se fundó la más célebre biblioteca de los
tiempos antiguos.
- ¿Cómo eran esos libros, abuelita? -quiso saber la
niña.
- Estaban escritos a mano, en tiras de papiro
remendadas, formando rollos, como los rollos para
empapelar paredes. Esa biblioteca fue acumulando todo
lo que la humanidad había escrito hasta aquella fecha y
llegó a tener medio millón de obras. Si siglos después
no hubiese sido incendiada por el sultán Omar, sería hoy
la más preciosa e importante biblioteca del mundo.
135
- ¿Por qué destruyó ese indecentísimo Omar una cosa
tan preciosa, abuelita? -preguntó el niño indignado.
- Porque era adepto de la religión de Mahoma y como
el libro sagrado de esta religión es el Corán sostenía
muy equivocadamente: “O los libros divinos dicen lo
mismo que el Corán y en ese caso son inútiles, o dicen lo
contrario, y entonces deben ser destruidos”. Y ordenó
fuese incendiada la biblioteca.
136
- ¿No es allí donde había un faro?
- Sí. En esa ciudad de Alejandría fue levantado un
monumento notabilísimo que figuró entre las siete
maravillas del mundo. Un faro, un faro gigantesco cuya
luz alcanzaba a muchos kilómetros. Se levantaba en la
isla de Faros -de ahí vino la palabra faro. Era una torre
de más de treinta pisos, algo colosal en aquella época de
construcciones de uno y de dos pisos apenas.
Pero Alejandro no se quedó allí en espera de que la
biblioteca se llenase de libros y la torre de Faros se
elevase al piso trigésimo. Dio orden para que todo se
hiciese y marchó adelante. Alejandro no podía estar
quieto. Ardía por conquistar nuevas tierras, por ver
nuevas caras, nuevas cosas -y se olvidó por completo de
su Macedonia. En lugar de regresar a ella, al menos para
curar la nostalgia, marchó hacia adelante y fue
conquistando todos los países que encontró hasta la
India.
-¡Qué hombre "más que los otros" era Alejandro,
abuelita
- Realmente. Alejandro es único y tenía el diablo en
el cuerpo. No podía detenerse. Comenzó a ser rey a los
veinte años y desde allí hasta la muerte nunca asentó en
lugar alguno. Murió a los treinta y tres apenas -la edad
de Cristo- y era ya llamado Alejandro el Grande. Se
había adueñado de todo el mundo -al menos de todo el
mundo entonces conocido y habitado por pueblos
137
civilizados. Sólo no se acordó de Italia o no tuvo
tiempo de conquistarla. Pero entonces Italia no era
más que una cantidad de ciudades poco pobladas y sin
mayor importancia.
Cuando Alejandro vio que ya no quedaba nadie a quien
valiese la pena vencer, se dice que lloró...
-Y como no habría más mundo para conquistar
resolvió morir, ¿no es así?
-Más o menos. No viendo enemigos en frente contra
los cuales poder lanzar su ejército, Alejandro resolvió
volver a Grecia; pero con mucha calma, lentamente,
deteniéndose por el camino para gozar de la vida en
festejos. Y así llegó a la ciudad de Babilonia, que no era
ya ni la sombra de lo que había sido en tiempo de la
grandeza de los sirios. Allí murió repentinamente
durante un banquete, en el año 323 antes de Cristo.
Este Alejandro debe mucho de lo que fue al gran
Aristóteles. Fue Aristóteles el que le enseñó a ser un
gran hombre. En sus conquistas otorgaba grandes
beneficios a los pueblos dominados. Les enseñaba la
lengua griega, de manera que pudiesen cultivar el
espíritu leyendo los únicos libros de valor que existían
en la época, los libros griegos; les enseñaba los
deportes atléticos practicados en Olimpia; les enseñaba
las artes -la pintura, la escultura, la música-. Su
preocupación era mejorar la cultura de los vencidos.
Podemos decir incluso, que con sus libros no enseñó
138
nadie tanto a los hombres como Aristóteles y que con
su espada nadie enseñó tanto a los pueblos como su
discípulo Alejandro.
Alejandro se casó con una muchacha persa de gran
belleza, llamada Roxana, y murió antes de nacer su
único hijo, de modo que la jefatura del imperio pasó a
sus generales.
- ¿A cuáles?
- Que gobierne el más capaz -habla sido la
recomendación de Alejandro-. "Combatan entre sí y
vean cuál es el más fuerte. Ese será mi sucesor". Los
generales lucharon entre sí, y resultó un empate entre
cuatro de ellos. El imperio fue entonces dividido en
cuatro partes, correspondiendo una a cada vencedor.
De esos generales sólo uno tenía las cualidades que
un jefe o rey debe tener: se llamaba Ptolomeo.
Gobernó Egipto con el nombre de Ptolomeo I y gobernó
bien, formando una dinastía, esto es, haciendo que sus
hijos gobernasen después de él. Los otros generales no
supieron conservar los reinos recibidos, de modo que
después de algunos años no quedaba nada del gran
imperio de Alejandro.
-Lo mismo que un globito de goma que la gente infla,
infla e infla hasta que ¡paf! estalla y no queda nada de él
-observó Pedrito filosóficamente.
139
UN NUEVO CAMPEÓN
- La vida entre los pueblos antiguos -continuó doña
María del Rosario- era eso que estáis viendo: la
conquista del uno por el otro. Como en los deportes de
hoy, cuando diversos clubes atléticos disputan un
campeonato. El campeón es uno solo por vez; pero no le
dura toda la vida, pues aparece luego un nuevo luchador
que lo derrota y queda a su vez como campeón. Vamos a
ver, Pedrito si recuerdas el nombre de los grandes
campeones antiguos, los campeones del imperialismo,
como dicen los sabios.
- El primero fue Nínive, pero vino Babilonia y lo
conquistó.
Después apareció Persia y derrotó a
Babilonia. Después vino Macedonia, con Alejandro como
capitán del equipo, y los derrotó a todos. ¿No fue así?
-Perfectamente. El orden de los campeones es ése.
Pero mientras Alejandro marchaba de conquista en
conquista, siempre hacia el lado por donde nace el sol ...
- ¡El Oriente! -interrumpió Pedrito.
- El Oriente, si -confirmó doña María del Rosario.
Mientras estaba conquistando el Oriente (y si no
conquistó más fue porque en la India sus soldados se
negaron a proseguir), cerca de Macedonia se iba
formando un nuevo campeón sin que los otros pueblos lo
sospechasen: Roma. En tiempo de Alejandro esa futura
dueña del mundo era todavía tan humilde que no la
140
alcanzó a ver. Roma sólo se cuidaba de sobrevivir, -esto
es, de impedir que los pueblos vecinos terminasen con
ella. No atacaba a ninguno, solo se defendía. Por fin
tomó fuerzas y en lugar de defenderse únicamente,
pasó a atacar. Y atacó y venció, y se convirtió en dueña
de todas las otras ciudades de la bota italiana. Iba
camino de llegar a ser campeona del mundo. El primer
enemigo fuerte que vio cerca de sí fue la ciudad de
Cartago, en la costa del Mediterráneo, bien enfrente de
Sicilia.
- ¿Esa isla no es una en la cual la punta de la bota
italiana da el puntapié? -preguntó la niña.
- Lo es, sí -confirmó doña María del Rosario. La
ciudad de Cartago había sido fundada por los fenicios
muchos años antes, y se volvió riquísima y poderosa,
dueña de una gran escuadra mercante que recorría
todas las ciudades del. Mediterráneo, repitiendo así lo
que habían hecho las viejas ciudades de Tiro y de Sidón.
No convenía a Cartago el crecimiento de Roma, y
Roma tenía celos de las riquezas del comercio de
Cartago; de ahí las preocupaciones de los romanos para
tener un pretexto de ataque. Cuando uno no quiere, dos
no riñen -dice el provebio. Pero en aquel caso los dos
pueblos estaban con ganas de reñir, de modo que Roma
no tuvo mucha dificultad en descubrir un pretexto y la
guerra comenzó, o más bien, las guerras, porque entre
141
Roma y Cartago hubo tres guerras, conocidas en la
historia como guerras púnicas.
-¿Por qué púnicas, abuelita?
-Porque los cartagineses eran descendientes de los
fenicios y la Fenicia tenía también el nombre de Punic.
Pero Cartago estaba al otro lado del Mediterráneo,
de modo que sin naves Roma no podía atacarla. Ahora
bien, los romanos no tenían escuadra, ni sabían nada del
arte de construir navíos. ¿Cómo hacer?
El azar vino en ayuda de Roma. Un navío de Cartago
naufragó en las costas de Italia y pudo ser llevado a
tierra, donde sirvió de modelo para la construcción de
la escuadra romana. En poco tiempo se hizo la primera
nave, y después otra, y finalmente toda una flota de
ciento veinte unidades. Roma quedó así en condiciones
de enfrentar a Cartago, y le hizo frente.
La táctica de la escuadra cartaginesa consistía en
avanzar hacia el enemigo y hundir sus barcos, estando
muy adiestrados para ello sus marineros; los romanos no
poseían ninguna experiencia de ese arte. La fuerza de
los romanos sólo se mostraba en la lucha cuerpo a
cuerpo, en campo abierto. ¿Pero cómo obligar a Cartago
a luchar con ellos en campo abierto?
Tuvieron una idea. Inventaron un sistema de grandes
ganchos, que llamaban cuervos, para ese fin; cuando un
navío romano se acercaba a un navío enemigo, en lugar
de hundirlo lo sujetaba con los cuervos, de modo que no
142
se pudiese separar. Luego abordaban el barco enemigo
para la lucha cuerpo a cuerpo, en la que eran maestros.
El sistema del cuervo dio magnífico resultado. La
escuadra de Cartago fue destruida por la escuadra
romana bajo el mando de Duilio. Esto ocurrió, en Miles,
en el año 261 antes de Cristo. Pero esa primera guerra
de Roma con Cartago, aunque ganada por Roma, no
quedó del todo bien ganada, porque Cartago estaba
todavía en pie y podría reponerse para incomodar a
Roma de nuevo.
-¡Bien hecho! -dijo Belén. ¡Me gusta que los romanos
derroten a esos monstruos ...
EL PUNTAPIÉ DE LA BOTA
- Pero los cartagineses se rehicieron del primer
desastre -continuó doña María del Rosario-, y se
prepararon para el desquite. Vieron que era inútil
atacar a Roma de frente. ¿Y por detrás? ¿No daría
mejor resultado un ataque por el fondo? Y nació la idea
de invadir a Italia por el lado de los Alpes. Sabéis que
Italia forma una gran península separada del resto de
Europa por las altas montañas de los Alpes, siempre
cubiertas de nieve. Por allí no esperaban nunca los
romanos que entrase un enemigo, porque el cruce de las
montañas era muy difícil para viajeros, y con más razón
143
para un ejército que deba conducir un enorme bagaje.
Pero a pesar de todas las dificultades, los cartagineses
entraron por los Alpes
-¡Qué pícaros!
-Para ello tuvieron que conquistar primeramente a
España, a fin de abrir camino libre hacia los Alpes.
Cartago poseía por ese tiempo un gran general llamado
Aníbal, que fue durante algunos años la mayor amenaza
que tuvo Roma en toda su vida. Fue Aníbal el que
realizó el prodigio de cruzar los Alpes al frente de un
ejército de 50.000 hombres, con el cual marchó sobre
Roma.
Aníbal salió vencedor en todos los encuentros; el más
importante tuvo lugar en Cannas, donde los romanos, en
número de 80.000, fueron derrotados por los 50.000
de Aníbal, con pérdida de 70.000 hombres. Pero
después de la victoria parece que Aníbal se equivocó; en
lugar de marchar inmediatamente contra la ciudad de
Roma y sitiarla, fue a acampar en Capua, que quedaba
cerca, y allí perdió un tiempo preciosísimo esperando
que le enviasen desde Cartago más soldados de
refuerzo.
Cartago no mandó nada, ni podía mandar nada, porque
Roma, viéndose batida por Aníbal por la retaguardia,
tuvo la idea de no quedar sólo a la defensiva, sino que se
dispuso a atacar también. Roma atacó a Cartago con la
144
escuadra y ocupó a España, cortando así la retirada del
ejército de Aníbal.
El que mandaba las fuerzas romanas era un gran
general, Escipión, que recibió después el sobrenombre
de Africano. Escipión el Africano ocupó España y cerró
el camino por donde había ido Aníbal. Luego se dirigió
al África para atacar a la ciudad de Cartago. Esta
táctica cambió el aspecto de los acontecimientos y
transformó los desastres de Roma en victoria. Aníbal
tuvo que regresar para defender a su patria
amenazada, y cuando las fuerzas de Escipión se
aproximaron, tuvo que enfrentarlas en un lugar llamado
Zama, donde fue derrotado. Terminó así la segunda
guerra púnica, con la victoria de los romanos por
segunda vez.
- Era un juego de fútbol, abuelita. En el primer
tiempo, Roma venció por uno a cero. En el segundo
tiempo Roma hizo un gol más, ganando el partido por dos
a cero.
- No lo ganó todavía. Ese juego entre romanos y
cartagineses no se dividió en dos tiempos, sino en tres,
porque hubo una tercera y última guerra púnica.
-Quiere decir que el resultado final iba a ser de tres
a cero -pensó el niño, que era goleador en el equipo de
su escuela.
-Exactamente. Los romanos vencieron en la segunda
guerra púnica, tomaron la escuadra a los cartagineses y
145
les impusieron pesadísimos tributos. Pero como la
primera vez habían hecho lo mismo y a pesar de todo
Cartago renació todavía más fuerte, hasta el punto de
ir a atacar a Roma por el fondo de la huerta, los
romanos resolvieron destruir para siempre ese terrible
enemigo. Y sin causa alguna, a no ser unas mentiras que
ellos mismos inventaron, invadieron por tercera vez el
territorio de Cartago. "¿Qué es lo que queréis al fin?"
-preguntaron las cartagineses desesperados. "Que os
marchéis al interior, a un mínimo de quince kilómetros
de la costa" -respondieron los romanos.
Eso habría sido el fin de todo. Quedarían sin mar
para ejercer el comercio, sin medios para comunicarse
con el resto del mundo, sin nada. "¡Antes la muerte!" replicaron. Y tuvieron la muerte. Por grande que fuese
el heroísmo con que se defendió Cartago, fue vencida.
Cuando la tomó Escipión, apenas fueron hallados allí
50.000 habitantes de los 600.000 que constituían la
población antes del ataque.
Cartago fue incendiada y arrasada; el terreno fue
arado y recubierto de sal para que ni la hierba naciese.
El trabajo de destrucción fue hecho tan a fondo que
hasta hoy los arqueólogos discuten sobre el lugar
exacto donde se levantaba Cartago.
-¡Bien hecho! -exclamó Belén. Fue lo que merecía por
las hogueras para niños.
146
EL NUEVO CAMPEÓN
-Imaginad -continuó doña María del Rosario- el
orgullo de los romanos después de eso. ¡Eran los
campeones del mundo, los dueños!
Ser ciudadano
romano era, además de un gran honor, una garantía.
Nadie les podía hacer frente. Roma resolvió entonces
continuar el camino de las conquistas.
Roma era ya dueña de España y del Norte de África,
con excepción de Egipto.
Los romanos tenían mucho espíritu práctico. Eran
distintos de los griegos. Preferían dedicarse a las cosas
prácticas para sus planes de adueñarse del mundo.
Como para ello era necesario un servicio rápido de
comunicaciones, trataron de abrir caminos en todas las
direcciones, de modo que sus ejércitos pudiesen llegar
con rapidez a cualquier punto que conviniese. Los
caminos de los romanos no eran simples caminos de
tierra, intransitables durante las lluvias. Eran caminos
de piedra, bien construidos, tan buenos que muchos
existen todavía, a pesar de haber sido hechos hace dos
mil años.
Y tantas y tantas leguas de caminos construyeron
que hasta hoy se emplea mucho la expresión común:
"Todos los caminos llevan a Roma". Decimos así porque
147
entonces todos los caminos iban a parar realmente a
Roma.
Y no sólo demostraron en eso espíritu práctico, sino
en otras mil cosas. Con el agua, por ejemplo. En todas
partes la costumbre era la misma: llevar el agua del río
o de la fuente a la casa. Los romanos fueron los
primeros que hicieron llegar el agua a las ciudades por
medio de canalizaciones. El sistema de utilizar el agua
del río más próximo era malo, porque el pueblo se veía
forzado
a
beber
aguas
insalubres,
impuras,
contaminadas por gérmenes.
Los romanos sólo bebían agua pura. Para tenerla,
construían canales de piedra y la iban a buscar a veces
muy lejos de la ciudad, a leguas de distancia. Hoy esas
canalizaciones se hacen con caños. Los romanos las
hacían de piedra y cemento, con el nombre de
acueductos, o conductores de agua.
Cuando el
acueducto tenía que atravesar un valle, o un río se
construía un puente con arcos de piedra para
sostenerlo.
Otra novedad de los romanos fue la construcción de
desagües. Antes de ellos ninguna ciudad poseía una
canalización especial para desagüe. Basuras y agua
sucia eran arrojados a la calle, a la puerta del vecino.
¡Es de imaginar la suciedad de las grandes ciudades
antiguas, Nínive, Babilonia, etc.!
148
Los romanos poseían gran espíritu práctico. Y lo
demostraron también en las leyes, esto es reglas que
todos deben obedecer. Ciertas leyes romanas eran tan
buenas y tan sabias que con pequeños cambios están
todavía en vigor en los países civilizados.
-¿Y de qué vivían los romanos, abuelita?
-De las tasas o impuestos que cobraban a los
vencidos.
Todas las ciudades tenían que pagarles
tributo, de modo que Roma se convirtió en la ciudad más
rica del mundo.
Ese dinero era empleado en la
construcción de monumentos, templos, baños públicos,
anfiteatros, fiestas y en el sostenimiento del pueblo.
-¿Cómo eran esos anfiteatros?
-Como los estadios de hoy, los campos de fútbol, con
asientos de piedra. En lugar de fútbol y de otros
juegos modernos, ellos tenían las carreras de carros y
las luchas de los gladiadores entre sí y con las fieras.
Los carros de la carrera eran de dos ruedas,
arrastrados por dos o cuatro caballos, que el auriga
guiaba a pie.
-Qué pena que ya no haya lucha de gladiadores! exclamó Pedrito, que había visto un grabado al
respecto.
-¡No digas eso, hijo mío! Sería horroroso para
nuestra sensibilidad de hoy -dijo doña María del
Rosario. Los gladiadores no pasaban de ser pobres
esclavos, hombres fuertes, escogidos entre los
149
prisioneros de guerra que los romanos hacían luchar
entre sí, o con las fieras, para espectáculo del pueblo.
Los pobres, por lo general, luchaban en la arena hasta la
muerte.
-¿Por lo general? ¿Quiere decir que a veces
escapaban?
-Sí, a veces escapaban a ese destino. Si durante la
lucha uno de ellos, por cualquier motivo, caía en gracia a
los espectadores, estaba salvado. El público alzaba el
brazo con el pulgar hacia arriba. Eso quería decir que
el pueblo romano le concedía la vida. De modo que
cuando la lucha llegaba al fin, el vencedor mantenía al
vencido a sus pies, en espera de que el pueblo decidiese
si debía matarlo o no. Si millares de brazos se
extendían con el pulgar en alto, era señal u orden de no
matar; si el pulgar era vuelto hacia abajo, era la muerte.
Roma se enriqueció mucho con lo que quitaban a los
pueblos vencidos. Pero las riquezas robadas así acaban
haciendo más mal que bien. Entre los propios romanos
comenzaron a surgir protestas. Es célebre el caso de
los hermanos Gracos, que sacrificaron hasta la vida
para que los pobres tuviesen un poco más de lo que
tenían. Eran nietos del gran Escipión el Africano, que
destruyó a Cartago. Su madre se llamaba Cornelia. Se
cuenta que un día, cuando todavía eran niños, Cornelia
recibió la visita de una orgullosa dama que, después de
mostrarle todas las joyas preciosas que llevaba encima,
150
quiso ver las de Cornelia. Cornelia llamó a sus dos
hijitos, Tiberio y Cayo, y los presentó a la dama
vanidosa diciendo: -"He aquí mis joyas".
- Apuesto a que abuelita haría lo mismo -dijo Belénsi alguien le preguntase por sus joyas.
- Claro está, hija mía. Vosotros sois mis joyas. -¿Y
yo? -reclamó Emilia.
- Tú no eres nieta de abuelita. -dijo Belén. No eres
joya alguna.
Emilia sacó la lengua a Belén. ¡ahn, ahn! ...
151
-¡Sí, pues! Emilia es mi joya número 3. Y Martín es la
número 4 ...
Emilia sacó al lengua a Belén. ¡ahn, ahn! ... Doña María
del Rosario continuó:
-Los dos Gracos fueron las joyas de su madre
Cornelia, y después de crecidos se convirtieron en las
joyas del pueblo romano. Ambos lucharon sin tregua
para cambiar la horrible situación de la plebe. Querían
mejorar la suerte de los pobres, pero lo más que
consiguieron fue terminar asesinados...
CESAR Y BRUTO
-En el año 100 antes de Cristo -continuó doña María
del Rosario al día siguiente- nació en Roma un niño a
quien el destino reservaba un gran papel en el mundo.
Se llamó Julio César. Muy joven aún, en la lucha contra
los piratas, mostró ya lo que valía.
- ¿Qué piratas eran, abuelita? -preguntó Pedrito.
- Los piratas del Mediterráneo. Después que Roma
se hizo dueña del mundo y obligó a todos los pueblos a
pagarle tributos, el Mediterráneo se llenó de naves que
acudían de todas partes cargadas de riquezas. Eso
despertó la codicia de los ladrones y el mar se cubrió
de piratas. Contra ellos fue enviado el joven Julio
César.
152
El triunfo, sin embargo, le salió al revés. En lugar de
aprisionar a los piratas, los piratas le aprisionaron a él,
exigiendo en seguida el pago de enorme suma para su
rescate. César no se intimidó. Aunque sabía que tenía
la vida en manos de aquellos bandidos, declaró que si
fuese libertado volvería de nuevo a combatirles y los
capturaría a todos y los castigaría uno por uno.
Los piratas no tomaron en serio la amenaza, y cuando
llegó el dinero del rescate le devolvieron la libertad.
"Dejémosle -debieron decirse. Ya conoció nuestra
fuerza y no se meterá en otra". Pero se equivocaron,
porque César cumplió lo prometido. En cuanto se
encontró de nuevo en Roma, organizó una buena
escuadra y salió a dar caza a los ladrones, consiguiendo
capturarlos a todos y llevarlos a tierra, donde fueron
crucificados.
Su lucha contra los piratas le dio fama, porque fue
bien dirigida y con inteligencia. Los romanos vieron que
había en él pasta para un gran general. Por entonces en
las regiones más apartadas del Imperio romano ...
153
- ¿Qué imperio es ése, abuelita? -interrumpió el niño.
Es la primera vez que pronuncias esa palabra.
- Imperio romano se llamaba al conjunto de todos los
países que habían sido dominados por los romanos y les
pagaban tributos. Siempre había en alguna de las partes
del Imperio romano revueltas para la reconquista de la
libertad, de modo que era preciso mantener ejércitos
para mantenerlos sometidos.
Por aquel tiempo la
revuelta contra los romanos estaba encendida en
España y en las Galias, que era el país donde iba a nacer
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la Francia de hoy. César se vio elegido para hacer con
esos pueblos lo que había hecho con los piratas.
Fue y los dominó por completo.
Sobre tales
campañas escribió una obra preciosa llamada
Comentarios, todavía usada hoy para el estudio en las
clases de latín.
- ¿Por qué se llamaba latín a la lengua de los romanos
abuelita?
- Porque Roma habla sido fundada en una parte de
Italia que se llamaba Lacio o Latium, como ellos decían.
Después de someter a España y a las Galias, César se
embarcó con su ejército para las islas Británicas, que
también conquistó.
César se había hecho notable por el modo de
conducir la guerra, y también por la manera inteligente
como gobernaba a los vencidos. Además, era adorado
por las tropas. Tales ventajas despertaron los celos de
su amigo Pompeyo.
- ¿Quién era éste?
- Un general romano, enviado hacia Oriente a hacer
lo que César hacía en Occidente. César tuvo la suerte
de hacer más, de conquistar más países, de volverse
más famoso y Pompeyo se roía las uñas de envidia.
Cuando César, después de someter las islas Británicas,
volvía a las Galias, Pompeyo fue al Senado a convencer a
los senadores que era preciso destituirle de aquel
mando. El Senado ordenó a César que dejase el mando
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de las tropas y volviese. César desconfió de la orden.
Reflexionó mucho. Por fin resolvió obedecer en parte.
Iría, sí, a Roma a discutir su caso con los senadores,
pero al frente del ejército.
- ¡Sí, señora! ¡Eso es lo que se llama un valiente
precavido! -dijo Pedrito.
- Muy bien. Resuelto así, César tomó el camino de
Roma, siempre al frente de su ejército. Días después
llegó a las orillas del Rubicón, un pequeño río en la
frontera de Italia. Estaba prohibido a todo general
atravesar ese riachuelo al frente de sus ejércitos, para
evitar que entrase a Roma muy poderoso e impusiese allí
su voluntad o se convirtiese en rey.
Al llegar al Rubicón César se detuvo por algún tiempo,
reflexionando. Después se resolvió y dijo: Alea jacta
est, que significa: la suerte está echada, y lo atravesó.
Hasta hoy empleamos una expresión que recuerda
ese hecho. Cuando, después de vacilar un tiempo,
alguien se decide de manera irrevocable, decimos que
"atravesó el Rubicón".
En cuanto llegó a Roma la noticia del paso del
Rubicón, Pompeyo se vio perdido y escapó con sus
tropas hacia Grecia. César llegó y en pocos días se
convirtió en jefe, no sólo de la ciudad de Roma, sino de
toda Italia. En seguida tomó el camino de Grecia,
donde derrotó a las fuerzas de Pompeyo. Quedó,
entonces, como jefe supremo del Imperio romano.
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- ¡Sí, abuelita! exclamó Belén. No cabe duda de que
el señor Julio César sabía hacer las cosas.
- Sabía como ninguno, e iba a mostrarlo después en la
conquista de Egipto. Este país era el único que estaba
todavía fuera del dominio de Roma y tenía que caer
dentro de él. César resolvió conquistar a Egipto.
Fue y no fue fácil. Fue fácil porque no hubo lucha
brava; los egipcios no podían resistir a Roma; no fue
fácil porque en el trono de Egipto había una célebre
reina, Cleopatra, que era una moza muy astuta. De tal
manera supo seducir a César con sus encantos, que,
aunque Egipto pasó a ser una provincia romana, ella
continuó en el trono y gobernando en nombre de Roma.
Por ese tiempo hubo un serio levantamiento al este
del Imperio y César tuvo que acudir rápido a conjurar el
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peligro. Dejó a Cleopatra y fue, vio y venció. El
mensaje sobre estos acontecimientos enviado a Roma
se hizo célebre por su concisión.
- Debió ser muy lacónico -sugirió Belén.
- Realmente parecía un mensaje espartano. Decía
así: Veni, vidi, vinci.
Apenas tres palabras que
significaban: Llegué, vi y vencí.
Eso entusiasmó de tal manera al pueblo que cuando
reapareció César en Roma, mucha gente pensó en
hacerle rey.
- Pero si César gobernaba todo el imperio ¿qué era
sino un rey? -observó Pedrito.
- Los pueblos tienen ciertas supersticiones con las
palabras -explicó doña María del Rosario. Los romanos,
por ejemplo, se la tomaron con la palabra rey, desde el
caso del rey Tarquino, que tuvieron que expulsar. Vino
de ahí el odio a la palabra rey, sólo a la palabra, porque
eran gobernados por hombres que tenían todo el poder
que tiene un rey, o más, como ese César.
Pero el odio a la palabra rey era en ciertos romanos
tan grande que pronto se formó una conspiración para
matar a César, por miedo a que se convirtiese
realmente en rey. Al frente de los conspiradores
estaba un tal Bruto, que había sido hasta entonces el
mejor amigo de César.
Y lo mataron. Un día que entraba en el Senado, los
conspiradores lo rodearon, armados de puñales. César
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quiso defenderse, a pesar de tener solamente un estilo,
que era la pluma de escribir usada en aquellos tiempos.
De repente, descubrió entre los asaltantes a su amigo
Bruto.
El golpe fue grande y, desistiendo de la
intención de resistir, César murmuró la célebre frase:
¡Tu quoque, Brutus!, que quería decir: ¡También tú,
Bruto! y cayó atravesado por los puñales asesinos.
Hubo un gran revuelo, como se puede imaginar.
Antonio, uno de los buenos amigos de César, hizo junto
a su cuerpo todavía caliente un discurso conmovedor,
cuyas palabras penetraron en el sentimiento del pueblo.
Si los asesinos no fueron reducidos a pedazos es porque
desaparecieron de Roma como por encanto.
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La palabra César se escribía en latín Caesar. De ahí
tomaron los alemanes la palabra Kaiser, con que
nombraron a sus emperadores. Los rusos adoptaron el
segundo nombre de Julio César para llamar a sus reyes
y crearon la palabra czar o zar.
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EL EMPERADOR DIVINIZADO
Pedrito recordó que alguien por allí tenía un perrito
llamado César y consideró que era una injuria.
-¿Por qué una injuria? -protestó Belén. El perro es
un ser como otro cualquiera y de mejores sentimientos
que muchos hombres.
- No es así, Belén, -aclaró la abuela-. Los hombres,
por malvados que parezcan tienen un alma espiritual que
los hace semejantes a Dios, por lo que tenemos una
dignidad muy superior a cualquier animal.
La conversación recayó sobre nombres. Y nombre va,
nombre viene, doña María del Rosario comenzó hablar
de un hombre que dio el nombre a uno de los meses del
año.
-Tener el nombre en una placa de calle -dijo-,
constituye algo ya. Dar el nombre a una ciudad como
Alejandría es bastante. ¿Pero qué me dices de dar el
nombre a un mes del año y, por tanto, verlo
eternamente repetido por millones de seres? Pues fue
lo que ocurrió al sucesor de César, un hombre que subió
tan alto en el concepto de los romanos que llegó a ser
transformado en un dios después de muerto.
-¿Quién fue, abuelita?
-Espera. Después de la muerte de César, fueron
elegidos tres hombres para gobernar conjuntamente el
Imperio; aquel Antonio que hizo el discurso sobre el
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cuerpo de su gran amigo, y Octavio, que era sobrino de
César. Del tercero no vale siquiera la pena recordar el
nombre, porque en seguida fue dejado de lado por los
dos primeros. La ley de la naturaleza quiere que cada
cuerpo tenga una sola cabeza.
Tres cabezas es
absurdo, y dos también.
- Sólo la lombriz, abuelita -dijo Pedrito.
Las
lombrices usan dos cabezas.
- Tiene tan poca importancia una lombriz, que hasta
podrían tener mil cabezas y sería lo mismo. Los seres
humanos, o los animales que merecen atención, no tienen
más que una.
Los pueblos tampoco pueden ser
gobernados más que por un rey único, o un jefe único.
Si ponen en el trono dos o tres en vez de uno, hay
contienda entre ellos y el más vivo halla luego manera
de quedar solo. Así ocurrió en aquel tiempo. Octavio y
Antonio echaron al tercero y después cada cual trató
de quedar solo.
-La señora es injusta con las lombrices -protestó
Emilia . . Son bastante inteligentes. ¿Quién inventó los
refugios antiaéreos? Cuando hay un bombardeo de
aviación los hombres suspiran de envidia ante ellas ...
Doña María del Rosario no pudo dejar de reírse y
continuó.
-Las cosas habían sido arregladas de modo que
Antonio tomaría a su cargo una parte del Imperio y
Octavio la otra. A Antonio le correspondió la parte en
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que entraba Egipto -y debía residir allí, en Alejandría,
en la ciudad donde reinaba la hermosa Cleopatra.
Octavio, con residencia en Roma, se haría cargo del
resto.
En cuanto Antonio llegó a Egipto, le aconteció lo
mismo que a Julio César: fue atraído por el amor de
Cleopatra, con la cual acabó por casarse, a pesar de
estar casado en Roma con la hermana de Octavio. Se
produjo luego el rompimiento entre Antonio y Octavio, y
vino la guerra. Fue una guerra corta, en la cual Octavio
obtuvo completa victoria. Al ver destruida su escuadra
en Actium, Antonio se suicidó.
-¡Pobre bígamo! -exclamó Emilia.
-Cleopatra intentó hacer con el vencedor lo que hizo
con César y Antonio, pero esta vez fallaron sus
encantos; Octavio era un espíritu calculador, y de
ningún modo iba a dejar que una mujer estorbase sus
planes de llegar a ser el mayor hombre del mundo.
Viendo que nada conseguía y que su suerte debía ser
igual a la de los otros prisioneros -ser llevada a Roma y
mostrada al pueblo- la reina de Egipto resolvió
acompañar a Antonio en el suicidio. Logró que una
esclava fiel le trajese una cesta de higos con una
pequeña víbora dentro -una viborita muy venenosa
llamada áspid. Tomó el áspid, se hizo morder en el seno
y murió.
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Octavio estaba como quería, solo en el gobierno del
Imperio, esto es, del mundo. Al regresar a Roma el
pueblo lo aclamó "emperador" y le hizo cambiar el
nombre de Octavio por el de "Augusto César", que es
como quien dice Su Majestad César. Esto ocurrió el año
30 antes de Cristo. Roma, que había pasado 509 años
sin rey, tenía ahora un jefe supremo que era mucho más
que un rey.
- ¿Qué edad tenía Octavio, abuelita? ¿Veinte años,
como Alejandro?
- Un poco más. Tenía treinta y seis.
- ¡Oh, estaba ya maduro!
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- Y tal vez por eso gobernó bien. Tenía juicio; no se
deslumbró con el poder, como ocurre a todos los que
suben al trono muy pronto.
La ciudad de Roma, como capital del mundo que era,
había superado en población y en grandeza a todas las
ciudades antiguas. Pero no era bella. Augusto resolvió
llenarla de monumentos y sustituir las casas de ladrillo
por otras de mármol. Uno de los monumentos notables
construidos en esa época fue el Panteón.
- ¿No quiere decir lo mismo que Partenón? - preguntó
la niña.
- No; Partenón viene del nombre de Minerva -Atenea
Partenos, y panteón es palabra formada de otras dos:
Pan, que quiere decir todos, y teon, que quiere decir
dioses. Era un templo erigido a todos los dioses.
La ciudad resultó una maravilla de belleza, tal era el
número de sus monumentos de mármol, construidos por
los mejores artistas griegos y romanos. De ahí el
nombre de Ciudad Eterna que tiene hasta hoy. A sus
habitantes les pareció que aquello era tan sólido, todo
de piedra, que Roma jamás podría tener fin.
- ¡Qué ganas de conocer a la Roma de aquellos
tiempos! -exclamó Pedrito.
- Encontrarías una gran plaza central llamada Forum,
a la cual gentes llegadas de todas partes llevaban toda
suerte de cosas para vender. Alrededor del Forum se
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levantaban templos, cortes de justicia, edificios
públicos, termas o baños.
Una de las novedades de Roma eran los arcos de
triunfo, levantados en varias ocasiones para
conmemorar las grandes victorias. Los héroes que
volvían vencedores con sus tropas desfilaban por
debajo de esos arcos.
El Circo Máximo era un estadio tan grande que podía
contener a doscientos mil espectadores. Fue demolido
por Augusto a fin de ganar espacio para nuevas
construcciones.
- ¿No era el Coliseo, abuelita? -preguntó Pedrito.
- No. El Coliseo fue construido algunos años después
de la muerte de Augusto. También era inmenso, como
podemos ver aún en las ruinas que quedan de él en la
actual ciudad de Roma. Los viajeros que visitan esas
ruinas se sientan en los mismos asientos en que se
sentaron los Césares y todavía pueden ver las losas
manchadas de sangre de los hombres y animales que
perdieron allí la vida para regocijo del pueblo.
- Esa es una cosa que no se me escapará -dijo
Pedrito. He de pasar un día entero en el Coliseo,
cuando sea mayor, para recordar las terribles escenas
que pasaron allí.
- Ese tiempo de Augusto constituyó el apogeo de
Roma, esto es, el punto más alto de su grandeza. En las
artes y en las letras no hubo nunca tantos hombres
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notables. Basta citar dos poetas que leeréis un día:
Horacio y Virgilio.
Horacio compuso unos versos
llamados odas que fueron modelos del género, y Virgilio
escribió un poema épico llamado Eneida, donde cuenta la
historia del troyano Eneas, remotísimo antepasado de
Rómulo y Remo, fundadores de Roma. Son los dos
mayores poetas romanos.
Cuando murió Augusto, le fueron erigidos templos
donde fue adorado como dios por lo mucho que había
hecho por su patria. Su nombre entró en el calendario
para designar el mes que todavía hoy nosotros y los
italianos llamamos Agosto, que los ingleses y alemanes
llaman August, y los franceses Août, -formas todas del
nombre de Augusto.
- El té está en la mesa -vino a decir tía Anastasia.
I. N. R. I.
Al día siguiente doña María del Rosario saltó de
Augusto a Jesucristo.
- Augusto -dijo- llegó a ser el amo del mundo. Había
encontrado una Roma de ladrillos y dejó una Roma de
mármol.
Dio su nombre a uno de los meses del
calendario. Por fin, después de muerto fue considerado
dios. Parece imposible que un hombre pudiese llegar
más allá, y sin embargo, alguien que sería mucho más
todavía, era ya un niño de catorce años cuando murió
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Augusto. Se llamaba Jesús y nació en una pequeña
aldea de judea llamada Belén.
Hijo de un pobre
carpintero, Jesús trabajó con su padre José en el
mismo oficio. Sólo después de llegar a los treinta años
salió por el mundo a difundir su mensaje.
- ¿Qué ideas eran, abuelita?
- Ideas nuevas, hija mía, ideas que iban a cambiar
completamente la situación del Imperio romano, esto
es, de la parte del imperio que trabajaba y sufría.
Jesús enseñó que no había más que un Dios, cómo
podemos agradarle y alabarle y todo lo que aprendemos
en el catecismo. Después enseñó que todos los hombres
eran hermanos y debían amarse unos a otros.
Para alivio y consuelo de los pobres esclavos, cuya
vida era un infierno de sufrimientos, Jesús enseñó que
hay otra vida donde los buenos serán premiados y los
malos castigados.
Algunos judíos oyeron las palabras de Jesús y
creyeron en ellas y otros no. Los sacerdotes tuvieron
miedo porque les reprochaba sus deslealtades y
mentiras. Comenzaron entonces a conspirar contra la
vida de Jesús.
El que gobernaba por entonces a judea era un enviado
de Roma, el procónsul Poncio Pilatos, sin cuya orden no
podían los sacerdotes desembarazarse de Jesús.
Fueron a quejarse a Pilatos. Inventaron que Jesús
quería ser rey de los judíos aquí en la tierra. Llamado a
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explicarse, Jesús declaró que cuando hablaba de rey se
refería al reino de los cielos, no a un reino terrestre, y
Pilatos comprendió que estaba predicando una nueva
religión, cosa que no tenía ninguna importancia para un
romano.
-¿Por qué?
-Porque era tan poca la preferencia de los romanos
por esta o aquella religión que llegaron a edificar el
Panteón, donde se veían reunidos todos los dioses
existentes en el mundo. Ahora bien, una religión más no
significaba nada.
Pilatos no podía, por lo tanto,
condenar a Jesús a muerte por un crimen que para él no
era crimen. No obstante pensar así, quiso agradar a los
judíos y les entregó a Jesús, diciendo: "Vosotros sois
todos judíos y, por consiguiente, arreglaos como os
plazca".
Era lo que los sacerdotes querían.
Se
reunieron y condenaron a Jesús a morir crucificado.
- Pero si Pilatos sabía que Jesús era inocente ¿por
qué no lo defendió? Presiento que era muy cobarde sostuvo Pedrito.
- Así es, respondió la abuela. Como tantos cristianos
que no hacen nada por defenderlo de las calumnias ni de
las mentiras que se dicen acerca de Él y de la religión.
En el periodo en que anduvo predicando por la tierra,
Jesús había reunido doce discípulos llamados apóstoles.
Después de crucificado, estos doce apóstoles se
esparcieron por la tierra, enseñando a los pueblos las
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cosas que Jesús les había enseñado. Mucha gente
aceptó tales ideas, y así comenzó a crecer el número de
los partidarios de Cristo, los cristianos.
Cuando el número de cristianos aumentó de modo
notable, los romanos se impresionaron, convencidos de
que querían crear un nuevo imperio, rival del de Roma, y
comenzó el periodo de las persecuciones. Los cristianos
se vieron obligados a reunirse en secreto, en los lugares
desiertos o en subterráneos. Incluso así las verdades
cristianas continuaron difundiéndose. Por fin, tomando
valor, sus prosélitos se pusieron a predicar a la luz del
día, sin miedo alguno.
Si eran aprisionados, mostraban el mayor valor y gran
despreocupación por esta vida, ya que ganaban la
eterna.
En el primer siglo después de la muerte de Cristo,
innumerables cristianos fueron condenados a muertes
horribles, a base de las denuncias de los traidores. A
esos cristianos se les llama mártires. El primer mártir
fue un hombre llamado Esteban, lapidado en el año 33
A. D.
- ¿Qué quiere decir A. D., abuelita? -preguntó Belén.
- Quiere decir en latín Annus Domini, año del Señor.
En nuestro calendario se cuentan los años a partir del
nacimiento de Cristo. El año de su nacimiento es el año
uno. Los que quedan hacia atrás se cuentan como ya
habéis visto -año tal antes de Cristo o A. C. Los que
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quedan hacia delante se cuentan "en seco" 1996,
agregando esas dos letras A. D. o, más comúnmente d.
C., después de Cristo.
Uno de los hombres que hizo morir a Esteban
lapidado se llamaba Saulo. Era un romano como todos
los demás, lleno de orgullo, que consideraba a los
cristianos enemigos de Roma y los perseguía
cruelmente. En cierto momento de su vida Saulo fue
llamado por Jesucristo...
- Yo sé, abuelita, interrumpió Pedrito. Lo tiró del
caballo y Saulo escuchó “Saulo, Saulo, ¿por qué me
persigues? Y Saulo dejó de perseguir a Jesús y se
convirtió en campeón de la fe.
- Y como era costumbre de los judíos cambiarse de
nombre cuando se cambiaba de oficio o de misión así
también Saulo, que empezó una vida nueva, esta vez del
lado del Buen Jesús se cambió el nombre por el de
Pablo. Comenzó a predicar con el mismo ardor y
entusiasmo con que antes había perseguido a los
cristianos y acabó también por ser condenado a muerte.
Como era ciudadano romano, su muerte no podía tener
lugar en la cruz.
Gozaría del privilegio de ser
decapitado -y fue decapitado. Después de muerto fue
uno de los grandes santos del cristianismo. San Pablo y
San Pedro se convirtieron en los cristianos más
notables de ese período.
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A Pedro, que fue uno de los doce apóstoles, Jesús le
había dicho:
-Te daré las llaves del reino de los cielos, que era lo
mismo que decir que sería la cabeza de la Iglesia por Él
fundada. Pedro fue arrojado en la prisión y condenado
a muerte en la cruz. En el momento del suplicio pidió
que lo colgasen cabeza abajo, pues no merecía el honor
de recibir la misma muerte que Cristo. En el lugar
donde Pedro fue crucificado se levantó después la
mayor iglesia cristiana del mundo -la catedral de San
Pedro de Roma.
- ¿Y qué significan aquellas letras que aparecen en lo
alto de la cruz de Jesucristo -I. N. R. I.?
- Significan Jesús de Nazareth, Rey de los Judíos.
Los hombres que le hicieron morir en la cruz lo
acusaban de querer ser rey de judea y pusieron aquella
inscripción por ironía.
EL MONSTRUOSO NERÓN
-¡Cuánta gente ruin hay en el mundo! -exclamó Belén.
La muerte de Cristo, como la de tantos seguidores
suyos desalienta a uno ... Los verdaderamente buenos
nunca son perdonados. Parece que el mayor crimen es
el de ser bueno ...
- Por eso me gustan las lombrices -dijo Emilia. Esas
pobrecillas nunca mataron a nadie ...
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- No hay por qué entenderlo así. La muerte de Cristo
fue absolutamente necesaria para que podamos entrar
nosotros al cielo. Él cargó en su cruz nuestros pecados
a fin de que nosotros, si realmente queremos, podamos
gozar con Él en el cielo por toda la eternidad. Por eso la
cruz es la alegría del cristiano y todos los santos han
amado mucho la cruz.
- Y por eso muchos de nosotros llevamos la cadenita
con la crucesita, comentó Belén.
- Así es -dijo doña María del Rosario- la cruz es la
señal del cristiano que nos recuerda que todo los
trabajos que hagamos en esta vida, unidos a los
sufrimientos de Cristo en la cruz nos sirven para ganar
el cielo.
Unos años después de la muerte de Cristo vino un
emperador muy enemigo de los cristianos que se llamó
Nerón.
- ¡Oh! -exclamó Belén, que ya conocía algo de la vida
de Nerón.
Sólo al oír el nombre siento un
estremecimiento por el cuerpo ...
- Nerón fue un desastre completo -continuó doña
María del Rosario. Mató a su propia madre. Mató a su
mujer. Mató a su maestro, el viejo filósofo Séneca.
Mató a San Pedro y a San Pablo. Incendio a Roma. No
hay crueldad que no haya cometido ese hombre.
Los sufrimientos de los demás le causaban gran
placer. ¡Con qué gusto iba al circo para asistir al
173
espectáculo de las fieras desgarrando a las pobres
criaturas humanas!
El hecho de ser cristiano un
hombre bastaba para que Nerón lo torturase de la
manera más horrible. Cierta vez dio una fiesta en
palacio, durante la cual iluminó los jardines con
antorchas vivientes. ¿Sabéis en qué consistían las
antorchas vivientes? En cristianos untados de grasa y
amarrados a estacas.
Eran encendidos como se
encienden los cirios. No había crueldad que le bastase.
Para distraerse mandó incendiar la ciudad, y
mientras la gigantesca Roma ardía, quedó con el arpa en
la mano, gozando del cuadro al son de música compuesta
por él mismo. El incendio duró una semana y destruyó
media Roma. Fue ahí donde la maldad de Nerón llegó a
su apogeo. Él mismo ordenó el incendio ¿y sabéis qué
hizo después? ¡Echó la culpa a los cristianos!
- ¡Qué horror, abuelita! ¿Cómo puede haber un ser
tan perverso? -exclamó la niña, horrorizada.
- Echó la culpa a los cristianos a fin de perseguirlos
con mayor ferocidad todavía.
- ¿Quién sabe si no sería un loco, abuelita? -sugirió
Pedrito.
- Debía serlo. Sólo la locura puede explicar ciertos
actos de su vida. Cierta vez mandó construir un
inmenso palacio, extravagantemente forrado de oro y
de perlas, con una estatua colosal de sí mismo, de
diecisiete metros de altura a la entrada.
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¿De
perlas
también?
-preguntó
Emilia
ingenuamente.
- De bronce, que es siempre el material preferido
para las estatuas que quedan al aire libre. Ese palacio
se llamaba la Casa de Oro de Nerón. En una de las
invasiones que sufrió Roma más tarde, la estatua y el
palacio fueron arrasados, como también la mayoría de
los monumentos existentes.
El Coliseo, construido
algunos años después, dicen que tuvo ese nombre por
causa de la colosal estatua de Nerón, que había sido
transportada hacia allí.
Nerón tenía todos los defectos, y entre ellos el de
una vanidad ilimitada. Creíase un gran poeta y gran
cantor, y le gustaba recitar y cantar para que los demás
oyesen.
¡Y pobre del que no abriese la boca de admiración!
Era lo mismo que condenarse a muerte.
Tanto hizo que el pueblo romano, cansado de
soportarlo, decidió poner fin a ese estado de cosas.
Cuando Nerón advirtió que estaba perdido, quiso
suicidarse. ¿Pero dónde hallar el valor para hacerlo?
Era cobarde, como son en general todos los hombres
ruines. Sin embargo tenía que matarse antes que lo
matasen los conspiradores, que estaban ya cerca.
Nerón acercó el pecho a la punta de una espada y
tembló, sin ánimo para arrojarse sobre ella. Un esclavo,
a su lado, se impacientó y le hundió la espada en el
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pecho. Dicen que sus últimas palabras fueron: "¡Qué
gran artista va a perder el mundo!"
- ¡Perro! -exclamó Pedrito, indignado.
- No insultes a los perros -protestó Belén. Todavía
no se ha visto a un perro que haya hecho una milésima
parte de las villanías de ese monstruo, ¿no es así,
abuelita?
- Claro está que sí, hija mía. Nerón conquistó el
campeonato de la maldad y parece que hasta ahora no
cedió el puesto a nadie.
Pero continuemos. Andando el tiempo y estando en el
poder el emperador Vespasiano, los judíos se cansaron
de la dominación romana y se rebelaron. Vespasiano
envió contra ellos un ejército mandado por su hijo Tito.
Los judíos se atrincheraron en la ciudad de Jerusalén,
que era su capital, pero fueron vencidos. Tito destruyó
completamente la ciudad, matando cerca de un millón de
judíos, y saqueó el gran templo que existía allí. Todo
cuanto había de valor fue llevado a Roma.
A fin de celebrar el gran acontecimiento se levantó
en el Foro un arco de triunfo por debajo del cual pasó
Tito con sus tropas victoriosas. Una de las esculturas
que adornaban ese arco representaba a Tito saliendo de
Jerusalén con los ornamentos del templo, entre ellos un
candelabro de siete brazos que era famoso. Ese
candelabro es reproducido todavía hoy por todas
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partes. ¡Recuerdo mucho uno que había en casa de mi
abuelo!
- ¡Pobre Jerusalén! -exclamó Pedrito. ¡Cuántas veces
fue destruida! Parece un hormiguero que la gente
destruye con el pie y que las hormigas vuelven a
reconstruir de nuevo ...
- En verdad, los judíos reconstruyeron a Jerusalén
una vez más; un gran número de ellos, sin embargo,
abandonó la judea y se esparció por el mundo para no
volver más a ella.
Tito pasó a ser emperador después de la muerte de
su padre y a pesar de lo que había hecho con los judíos
fue considerado como una de las "delicias del género
humano". Adoptó la misma regla de conducta de los
boy-scouts de hoy: Cumplir por lo menos una cosa buena
en cada día.
- ¿Cómo se explica, abuelita, que un hombre bueno
haya sido tan cruel con los judíos?
- Es que los judíos se habían rebelado contra la
autoridad de Roma y para Roma el mayor de los
crímenes consistía precisamente en eso. Se trataba de
la legítima defensa del imperio, punto en que los
romanos se mostraban implacables.
En tiempo de Tito ocurrió un desastre célebre. Con
seguridad que sabéis lo que es el Vesubio ...
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- ¡Lo sé! -gritó Emilia, que acababa de entrar de la
cocina, donde había estado molestando a tía Anastasia.
Vesubio quiere decir: Tú ves, pero la u ya bió.
Todos se miraron, sin comprender en el primer
instante aquella burrada.
En seguida dejaron que
Martín explicase y volvieron a la historia del Vesubio.
- Es esto -dijo doña María del Rosario. Hay en Italia
un volcán llamado Vesubio, que vive echando humo y de
tanto en tanto deja oír unos estruendos terribles, y
vomita fuego, ceniza y lava, es decir, piedra derretida.
Cuando el Vesubio hace eso, se dice que esté en
erupción.
En tiempo de Tito existía cerca del Vesubio una
ciudad llamada Pompeya. Un buen día, después que Tito
subió al poder, el Vesubio comenzó de repente a arrojar
fuego y cenizas con enorme furia, sin dar tiempo para
huir a la gente de Pompeya. Fueron asfixiados todos
por los gases venenosos y después enterrados por la
lluvia de cenizas ardientes. Pueblo y casas -todo quedó
completamente cubierto-, de modo que era imposible
adivinar que había existido allí una ciudad.
Pero la furia del Vesubio, fue sin embargo,
apagándose y con el tiempo el pueblo olvidó la gran
tragedia; se olvidó de tal forma que siglos más tarde casi dos mil años después- trató de levantar en el
mismo punto otra pequeña ciudad. Un hombre estaba
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cavando la tierra para abrir un pozo cuando halló un
trozo de mano.
- ¿Mano de carne y hueso?
- Mano de estatua. La noticia se esparció en seguida
y todos se pusieron a cavar la tierra misteriosa.
Encontraron otras cosas. Cavaron más. Más. Más. El
gobierno decidió también hacer excavar -y la extinguida
ciudad de Pompeya fue desenterrada por completo,
convirtiéndose en una de las cosas más curiosas que
existen en el mundo.
-¡Qué interesante, abuelita, sería visitar una ciudad
que estuvo enterrada durante casi dos mil años! exclamó Pedrito. ¡Bendito Vesubio! Si no hubiese sido
por él, no tendríamos manera de saber qué era una
ciudad antigua. Sólo siento que en vez de Pompeya no
hubiese quedado enterrada Nínive, o Babilonia, o Roma.
¡Ese sí que seria un negocio!
- ¿Pero qué se ve en esa Pompeya desenterrada,
abuelita? -quiso saber la niña.
- Oh, tantas cosas ... Casas muy bien construidas,
aquellas donde los romanos ricos iban a pasar
temporadas.
Viviendas, templos, palacios, baños
públicos, teatros y el mercado -o foro, como ellos
decían. Las calles muestran la calzada antigua, hecha
con largas piedras, todavía con señales dejadas por las
ruedas de los carros. El piso de las casas es de
mosaico, todo hecho con piedrecitas de color que
179
forman dibujos. En el vestíbulo de una de las casas
desenterradas se puede ver un mosaico que representa
a un perro. Abajo está escrito: Cave canem. ¡Cuidado
con el perro! Eso quiere decir que hasta una broma
hecha hace casi dos mil años, allá al pie del Vesubio,
resulta para nosotros familiar.
Huesos de los que murieron en el desastre; cuerpos
petrificados, todavía en la posición que indica el terror
de los últimos momentos; -joyas y adornos empleados
por las mujeres; vasos y efectos caseros; lámparas,
fuentes y platos -todo fue conservado. Lo más notable,
sin embargo, fue el hallazgo en cierta casa de un plato
de bollos encima de la mesa y de un trozo de pan medio
comido; en esa misma casa se encontró carne preparada
para el fuego, un caldero todavía con cenizas debajo,
habichuelas y ensalada -y todavía, imaginad, un huevo
completo ...
- ¿Un huevo? -repitió la niña. ¡Con seguridad que es el
huevo más viejo del mundo!
UN BUEN EMPERADOR Y UN MAL HIJO
Aquel día, antes que doña María del Rosario
comenzase a contar la historia del mundo, Pedrito
estaba leyendo un artículo de periódico donde encontró
una palabra desconocida. La frase era ésta: "... y el
180
pobre
hombre lo resistió todo estoicamente".
Estoicamente, ¿qué quiere decir? -preguntó a Belén. La
niña no lo sabía tampoco.
- Sólo abuelita lo sabe, Pedrito. Abuelita lo sabe
todo.
En esto entró doña María del Rosario que iba a
continuar su historia del mundo.
- Ante todo, abuelita -exclamó el niño-, dígame qué
significa estoicamente.
Estoy atascado con esa
palabra, que leí en el periódico.
Doña María del Rosario se sentó en la sillita de patas
cortas y comenzó:
- Había en Atenas un filósofo llamado Zenón ...
-Espere, abuelita! -interrumpió el niño. Se olvidó de
responder a mi pregunta.
-Vas a ver cómo esta vez no sabe -cuchicheó Emilia
al oído de Martín. No sabe y está disimulándolo con el
tal Zenón . . .
Pero doña María del Rosario lo sabía, y lo sabía tan
bien que deseaba comenzar por el principio. Así es que
dijo:
- Respondo a lo que me preguntaste, Pedrito. Pero
para ser bien comprendida tengo que dar un salto hasta
Atenas y llegar a ese filósofo Zenón a que me referí.
Zenón predicaba una teoría interesante. Decía que lo
mejor para ser felices en este mundo consistía en no
buscar los placeres y en aceptar con igual gesto todo lo
181
que viniese, ya fuese agradable o desagradable. Los
hombres que siguieron esa filosofía se llamaron
estoicos. Los estoicos practicaban el estoicismo y fue
de estoicismo de donde salió el adverbio estoicamente,
esto es, de modo estoico.
- Ah, ahora comprendo -dijo Pedrito. "El pobre
hombre lo resistió todo estoicamente" quiere decir que
el pobre hombre no le daba importancia a lo malo que le
sucedía. Comprendo. Continúe, abuelita.
- Sin embargo mucho mejor es ofrecer a Dios todo
eso malo que nos sucede. Después, esa filosofía de
Zenón estuvo muy de moda y contó entre sus adeptos
con un gran hombre: el emperador Marco Aurelio.
Esto ocurrió en el siglo después del reinado de
Nerón, y si ese Nerón fue el peor, Marco Aurelio fue un
buen emperador romano. Mejor de corazón. Sólo hay
una cosa que mancha su vida: el haber dejado que en su
gobierno se siguiera persiguiendo a los cristianos.
-¿Pero cuál era, al fin de cuentas, la religión de los
romanos, abuelita? -preguntó el niño.
-Los romanos vieron tantas religiones en el mundo
que quedaron confundidos y acabaron por no seguir
ninguna hasta que se convencieron de que la única y
verdadera religión es la fundada por Cristo. Los dioses
oficiales romanos eran los mismos dioses griegos:
Júpiter, Juno, etc. Pero no tenían gran fe en ellos,
conservándolos por la fuerza del hábito, y también "por
182
las dudas". También "por las dudas" los romanos
pasaron a respetar cuantos dioses había en el mundo y
para honrarlos erigieron aquel Panteón o templo de
todos los dioses. La filosofía tenía para los romanos
mucha más importancia que la religión. Cada hombre
seguía las enseñanzas de un cierto filósofo. Unos
acompañaban a Zenón; otros acompañaban a otro
filósofo también muy en boga, llamado Epicuro.
Zenón predicaba la indiferencia con respecto a todo,
fuese placer o dolor. Epicuro enseñaba que en la vida
sólo debemos procurar el placer.
- Estoy con este filósofo -dijo Pedrito. No veo razón
para que la gente busque lo que no da placer.
- El dolor por el dolor mismo no hay que buscarlo. Sin
embargo, si supieras que con un pequeño sacrificio o
dolor puedes conseguir un beneficio para ti o para otro
de tus semejantes, uniéndolo a los sacrificios de Cristo
en la cruz, encontrarías una enorme alegría en
practicarlo. En la espiritualidad cristiana se llama
mortificación y la han practicado todos los santos. Es
preciso, entonces, distinguir qué es el placer. Hay los
placeres que hacen bien a uno y a los otros; y hay
placeres que acaban haciendo mal a uno mismo y a los
demás. La sabiduría de la vida está en separar estas
dos especies de placeres.
Pero volviendo al asunto, Marco Aurelio fue el mayor
de los estoicos. Cuando estaba en campaña con su
183
ejército, nunca se olvidaba de llevar consigo la mesa de
escribir, los pergaminos, pluma y tinta.
-¿Pergaminos? ...
-Si; por aquel tiempo todavía no había papel, y la
escritura era hecha en piel de carnero, bien curtida y
muy blanca, a la que llamaban pergamino. En los
intervalos de sus deberes de general, Marco Aurelio iba
a su mesa a escribir pensamientos. El conjunto de sus
pensamientos escritos formaron una obra notable, hoy
traducida a todas las lenguas.
Pues bien, Marco Aurelio tuvo como sucesor a su hijo,
una verdadera peste, llamado Cómodo. Parece que no
hizo ningún caso de las lecciones de moral de su padre.
Sería un epicúreo; pero epicúreo en el mal sentido, de
los que sólo buscan los placeres perversos. Mientras
gobernó, Cómodo no hizo más que lo que le dio la gana,
sin el más mínimo respeto por cosa alguna. Cuidaba de
sí y de sus placeres, por más desastrosos que fuesen
para los otros.
Era un verdadero atleta, de bellos músculos y
hermoso rostro, y todo debía girar en torno a su
belleza física. En una estatua colosal se hizo esculpir
tan fuerte y musculoso como Hércules, y obligó al
pueblo a adorar esa estatua.
También tomaba parte en los campeonatos de lucha,
ganando siempre. ¿Quién se atrevía a vencerle? Si
hacía envenenar a los que sólo le criticaban, ¡imaginad lo
184
que haría con el que le derrotase en la lucha! Pero al fin
fue vencido, y no en broma. Un luchador lo tomó de
sorpresa, le echó mano y lo estranguló, bien
estrangulado.
-¡Toma! -comentó Belén, que siempre se regocijaba
del mal fin de los déspotas. Voy a poner el retrato de
ese luchador en la pared de mi cuarto. Limpió al mundo
de una alimaña.
IN HOC SIGNO VINCES
-Después que Jesucristo fue crucificado -continuó
doña María del Rosario-, todos los que seguían su
doctrina -esto es, todos los cristianos- fueron
cruelmente
tratados
o,
mejor,
"perseguidos".
Perseguidos y castigados sólo por esa causa, por ser
cristianos. Unos eran azotados; otros, lapidados; otros,
despedazados; otros, quemados vivos; otros, arrojados
a las fieras.
Pero a pesar del horror de esas
persecuciones, el número de cristianos aumentaba cada
día más. La muerte no les amedrentaba, porque estaban
esperanzados de alcanzar las otra vida, la verdadera, la
del cielo, mucho mejor que la que llevaban en la tierra.
Tal estado de cosas duró hasta que tomó el poder el
primer emperador cristiano, allá por el año 300. Se
llamaba Constantino.
185
- ¿Nació cristiano o se volvió cristiano como Pablo?
-Al comienzo no era cristiano. Adoraba, por la
fuerza del hábito, los mismos dioses antiguos, Júpiter,
Marte, etc., a los que parece no daba mucha
importancia.
Pero todo cambió después de cierta
batalla. Antes de comenzar la lucha, Constantino tuvo
un sueño en el que vio en el cielo una cruz luminosa con
estas palabras en latín: In hoc signo vinces, lo que
quería decir: Con este signo vencerás.
Aquello le impresionó tanto que resolvió hacer la
prueba. Mandó que los soldados llevasen en la lucha una
cruz como insignia, o bandera, y la batalla fue ganada.
Inmediatamente Constantino se hizo cristiano y
transformó el Imperio romano en un imperio cristiano,
cosa fácil, dado el enorme número de cristianos ya
existentes.
186
Para celebrar la victoria de Constantino, el Senado
romano decretó la construcción de un arco de triunfo
en el Forum, como había hecho con Tito. Por él pasó el
primer emperador cristiano al regresar a Roma.
La madre de Constantino, que se llamaba Elena, fue
de las primeras que adoptaron la religión cristiana,
después de la vuelta de su hijo. Su natural piadoso le
hizo abandonar la vida de la corte para dedicarse a
obras religiosas. Construyó una iglesia en Belén y otra
en el Monte de los Olivos, lugar donde Cristo estuvo con
los apóstoles por última vez. Dicen que de paso por
Jerusalén encontró Elena la cruz en que Jesús había
sido clavado tres siglos antes y que envió a Roma un
trozo de ella.
También construyó Constantino muchas iglesias, una
de las cuales en el lugar donde el apóstol Pedro había
sido crucificado. Esa iglesia fue demolida más tarde
para dejar espacio a la catedral de San Pedro, de Roma,
que como sabéis, es la mayor iglesia del mundo.
Constantino no gustaba de Roma. Prefería vivir en
otra ciudad llamada Bizancio, y acabó por trasladarse a
ella y por hacerla capital del imperio con el nombre de
Constantinopla, que quiere decir ciudad de Constantino.
- Lo sé -dijo Pedrito.
Como también sé que
Petrópolis, Florianópolis, Higienópolis, Anápolis, quieren
decir ciudad de Pedro ...
- De Pedro no -protestó Emilia. ¡De Petro!
187
- Pedrito está en lo cierto -dijo doña María del
Rosario. Petrus es la forma latina del nombre de Pedro.
Después que Constantino cambió de creencias también
cambió todo para los cristianos, como era natural. Pero
surgieron luego disputas, porque uno quería que las
cosas de la religión fuesen de una manera y otros
querían que fueran de otra. El punto mayor de la
disputa consistía en saber si Jesucristo era igual a Dios
o no.
Constantino hizo una cosa. Invitó a todos a una gran
reunión o concilio, en la ciudad de Nicea. "Ahora
discutan y resuelvan de una vez qué es y qué no es." El
concilio definió entonces que Cristo era igual a Dios.
También hizo un resumen de las principales cosas que
debe creer un cristiano, y ese resumen fue el Credo
que, desde entonces, aprendieron de memoria todos los
cristianos y repetimos periódicamente. Credo quiere
decir yo creo.
- Creo en Dios Padre todopoderoso, Señor del cielo y
de la tierra. . . -murmuró tía Anastasia, que había
entrado en la sala para recoger a Emilia.
- El concilio de Nicea también estipuló un día de la
semana para dedicarlo a la adoración de Dios, el día que
Dios descansó después de la Creación. Fue así como
nació el domingo.
- ¿No había domingos antiguamente, abuelita? preguntó la niña, admirada.
188
- No. En Roma todos los días de la semana eran
iguales.
- ¡Credo! ¡Qué cosa sin gracia debía ser aquello! murmuró tía Anastasia, al retirarse a la cocina con la
muñeca en el bolsillo del delantal.
Todos rieron. La pobre tía vivía diciendo: ¡Credo!
¡Credo!, sin saber que empleaba esa exclamación por
causa de un emperador romano llamado Constantino, que
reunió a los principales jefes cristianos en la ciudad de
Nicea el año 325 ...
-Constantino -continuó doña María del Rosario- fue el
jefe del Imperio romano sólo en parte; en la parte del
gobierno. En la parte espiritual fue jefe el obispo de
Roma, con el nombre de papa, o padre de los cristianos.
El actual Papa es Juan Pablo II y es el sucesor de San
Pedro y de todos los papas de entonces.
Pedrito, que escuchaba atentamente se señalaba a sí
mismo orgulloso de llamarse como aquel gran santo y
primer Papa.
Por muchos siglos, el Papa fue obedecido por todos
los cristianos. Pero un tiempo después muchos de ellos
se rebelaron contra su autoridad; éstos son los
protestantes.
- ¡Qué interesante! -exclamó Pedrito-. He ahí algo
que yo quería saber ...
189
LOS BÁRBAROS
- Pero el imperio romano -continuó doña María del
Rosario-, iba a tener fin, porque en este mundo todo
tiene comienzo, medio y fin.
Ya había crecido
demasiado y estaba envejeciendo. Iba a morir.
- ¿Los imperios mueren, entonces, como la gente,
abuelita?
- Mueren de un modo especial. Se desintegran y
cada fragmento se convierte en un país independiente.
La mayor parte de los países modernos: Inglaterra,
Alemania, Francia, España, Italia, Portugal, etc., son
trozos del Imperio romano que quedaron autónomos y
tomaron su propio camino en la vida.
- ¿Y cómo se despedazó el Imperio romano?
- Fue destrozado por los bárbaros. Se llamaban
bárbaros a todos los pueblos no pertenecientes a los
grupos formados en las costas del mar Mediterráneo.
Para que comprendáis qué eran los bárbaros, voy a
contaros la cosa tal como está en el libro de Mr. Hillyer.
Dice él que cuando era niño había una banda de pilluelos
que habitaban detrás del gasómetro de su pequeña
ciudad. Pilluelos desharrapados, siempre sucios, que no
habían ido nunca a la escuela, pero terribles para
combatir. El jefe se llamaba Mug Mike, un nombre que
metía miedo entre la chiquillada. De tanto en tanto
Mug Mike invadía el barrio con su banda para hacer
190
estragos -romper vidrieras, apalear a los niños que
salían de la escuela, provocar a los agentes de policía,
etc. Recuerda que una vez se le ocurrió la tontería de
trabarse en lucha con el bando de Mug Mike, y recibió
una paliza tan grande que en lo sucesivo le bastaba oír
el nombre de Mike para encogerse de miedo.
- En la ciudad nuestra había también un chico así, un
tal Pepe de Luz. ¡Qué terrible, abuelita! No puede
usted imaginarlo. Hasta empleaba cuchillo de punta. Un
día tropezó con dos agentes que quisieron detenerlo, y
hasta hirió a uno de ellos en la barriga.
- Pues durante siglos -continuó doña María del
Rosario- por los lindes del Imperio romano existieron
Mug Mike y Pepe de Luz en pandillas enormes. De tanto
en tanto atravesaban las fronteras y hacían de las
suyas en las provincias romanas: robos, saqueos de
ciudades, asesinatos. Eso obligaba a los romanos a una
eterna vigilancia. Julio César, por ejemplo, pasó una
época de su vida luchando y derrotando a esos
bárbaros, que eran llamados generalmente teutones.
Eran terribles. Empleaban pieles de animales en lugar
de ropas de paño y vivían en chozas como las de los
indios. Sus mujeres cultivaban la tierra y criaban los
animales, vacas y caballos. Los hombres se dedicaban a
la caza y a ciertos oficios ligados a la guerra como, por
ejemplo, el de herrero. Practicaban ese oficio para
tener armas -espadas, lanzas, y otras.
Era tan
191
importante entre los teutones ser herrero que la
palabra quedó como uno de los nombres más empleados
para bautizar niños. Juan Ferreiro, Pedro Herrero,
Carlos Ferrer. En su lengua herrero es Smith, y por
eso todavía hoy existen tantos Smiths y Schmidts en
Inglaterra y en Alemania.
En la guerra los teutones usaban, en lugar de yelmos,
cabezas de animales cabezas de lobos, de oso o de toro,
con cuernos y todo. Eso para tener un aspecto más
feroz todavía y meter miedo así a los enemigos.
La mayor virtud para los teutones consistía en la
bravura. Un hombre podía tener todas las malas
cualidades -mentir, robar, ser asesino- pero siendo
valiente en la guerra, era perdonado y colocado en la
clase de los hombres buenos.
No tenían rey. Solían elegir un jefe, que debía ser
siempre el más bravo de todos. Ese jefe, sin embargo,
no tenía derecho a dejar después en su puesto al hijo,
como acontece con los reyes.
Todo era distinto en ellos de lo que ocurría entre los
romanos. Los dioses, por ejemplo, no tenían nada que
ver con los dioses de Grecia y de Roma, o de cualquier
otro pueblo del Mediterráneo. Adoraban a un dios
feroz de la guerra, llamado Wotan, que era también el
dios de los cielos, una especie de Júpiter mezclado con
Marte. Wotan vivía en un maravilloso palacio, arriba, en
lo azul, llamado Walhalla. Además de Wotan había
192
dioses menores como Thor, dios del trueno y del rayo.
Thor andaba armado del martillo, con el cual venció a
los enormes gigantes que vivían cerca de los polos, en
las regiones siempre heladas. Otro dios era Tiu y otro
Freia. Por lo menos para una cosa sirvieron esos dioses:
para dar nombre a los días de la semana en las lenguas
teutónicas. El jueves, por ejemplo, es Wednesday, que
quiere decir día de Wotan. El viernes es Thursday, o
día de Thor.
- ¿Thur o Thor, abuelita?
- Al comienzo era Thor, después quedó Thur, por eso
al comienzo se decía Thorday. Las palabras de todas
las lenguas se modifican siempre.
Tomemos las
palabras "nariz" y "Pedro". En tiempo de los romanos
nariz era nariae y Pedro era Petrus. Cambiaron o
fueron cambiando lentamente.
Un día hemos de
conversar sobre este continuo cambio de palabras, que
es asunto muy interesante. Ahora tenemos que volver a
los teutones, porque ellos tienen mucha importancia en
la historia del mundo.
- ¿Por qué, abuelita?
Unos bárbaros de esa
naturaleza ...
- Oh, porque de ellos proceden muchos pueblos
modernos, como por ejemplo los ingleses y los alemanes.
Allá por el año 400 había muchos de ellos en las
fronteras, cosa que inquietaba seriamente a los
romanos. Como el imperio había tomado dimensiones tan
193
grandes los soldados que cuidaban las fronteras del
mismo escaseaban. Se hizo necesario entonces acudir a
algunos de estos pueblos bárbaros a quienes se les
concedía la incorporación al imperio a cambio de que
defendiesen las fronteras del imperio de otros pueblos
bárbaros. Así fueron penetrando muchos de estos
pueblos en el imperio aunque mantenían muchas de sus
costumbres. En algunas regiones ingresaron por la
fuerza, invadieron, por ejemplo, la Britania, aquella
provincia que Julio César había conquistado -y se
quedaron allí para siempre. Los romanos consideraron
que les convenía más retirarse de Britania y no volver a
pensar en ella. Esos teutones estaban divididos en
numerosas tribus cada cual con su nombre. Los que se
metieron en Britania pertenecían a la tribu de los
anglos. De ahí el nombre de ese país, Anglo-land, tierra
de los anglos, o, como ellos escriben hoy, England.
Nosotros decimos Inglaterra, tierra de los anglos.
Otra tribu de los teutones, los vándalos, se incorporó
al imperio como pueblo amigo pero, acaudillados por un
general romano ambicioso invadieron la Galia y después
España, robándolo, destruyéndolo e incendiándole todo
por el camino. De ahí cruzaron el mar y se fueron al
Norte de África. Tales estragos hicieron que hoy la
palabra vándalo es empleada como sinónimo de
destructor.
194
-Entonces Rabicó es un vándalo, porque el otro día
entró en la huerta y comió todo el cantero de lechuga sugirió la niña.
Doña María del Rosario se rió.
-No, hija mía. Rabicó no pasa de ser un cerdito de
buen apetito -y de buen gusto, porque la lechuga es un
excelente vegetal, con varias vitaminas.
Sería un
vándalo si entrase en la sala y me rompiese los vasos y
el mobiliario, tirándolo todo patas arriba. Entonces sí ...
-¡Pororó! ¡Pororó! -gritó desde la cocina tía Anastasia,
y aquella noche nadie quiso volver a saber de los
teutones.
LOS BÁRBAROS AMARILLOS
- Los teutones -dijo doña María del Rosario al día
siguiente eran bárbaros, pero de sangre aria. Había
además otros más bárbaros que ellos, pero amarillos, de
origen mogólico. Se llamaban hunos, e iban a devastar a
su vez a Europa. Nadie sabía de dónde venían. Venían
de los bosques del Este, regiones enteramente
desconocidas.
195
Se mostraron tan terribles combatientes estos
hunos que hasta los teutones les tenían miedo -y si se
dedicaban a invadir las provincias del Imperio romano
era para alejarse de los hunos.
-¡Hunos! -exclamó Pedrito. Esa palabra todavía hace
temblar hoy a la gente ...
-¡Si tiembla hoy, podéis suponer qué sería en aquel
tiempo! Más parecían animales feroces que seres
humanos. Vestidos de pieles, nómadas, montados en
caballitos muy feos pero de extraordinaria resistencia,
armados de arcos, formaban una multitud inmensa, que
aparecía de repente como verdadera nube de langostas.
Detrás de aquella infinidad de hombres a caballo
llegaban los carros con las mujeres y los niños. Esos
carros eran sus casas. Los hunos entraban en un país, lo
devastaban todo y quedaban en él hasta que no había
más que roer. Después marchaban adelante.
- ¡Lo mismo que las mangas de langosta!
- Los mandaba un jefe de gran valor, Atila, que había
sido educado en Roma, donde aprendió muchas cosas
necesarias para la guerra. Guiados por Atila, los hunos
se volvieron poderosísimos y fueron venciendo a los
teutones y a los romanos hasta las Galias. En ese país se
dio la famosa batalla de Châlons en el año 451. Teutones
y romanos combatieron desesperadamente -y por
primera vez consiguieron derrotar al jefe huno. Atila,
forzado a desistir de su marcha hacia adelante, volvió a
196
las regiones desconocidas de donde había salido. Pasó
varios años en adiestrar a sus hunos en el arte militar
de Roma, por haber comprobado que su derrota en
Châlons había sido causada por la falta de preparación
militar adecuada. Atila, que odiaba a los romanos, juró
arrasar el imperio.
Cuando se creyó preparado, invadió a Italia y fue
venciendo a las fuerzas romanas enviadas a su
encuentro. Una por una las ciudades iban cayendo en su
poder y Atila se aproximaba cada día más a Roma.
Era imposible resistir. El emperador romano resolvió
entonces negociar la paz y pidió al papa de aquel tiempo,
197
León I, que se encargase de salvar al Imperio. El papa,
con sus cardenales y obispos se dirigió al encuentro del
rey huno, que estaba ya cerca de la ciudad. Tuvieron
una larga conferencia. Atila volvió a su campamento y
dio al ejército orden de retirada. El papa volvió a Roma
con la noticia de que todo estaba a salvo.
- ¿Qué fue lo que combinaron? -preguntó Pedrito.
- Nadie lo sabe. Permaneció siempre en el misterio la
conversación de Atila con el papa León I. Lo que se sabe
es que el Imperio romano escapó por muy poco de verse
con la cabeza cortada. Tomar la capital de un Imperio
es cortarle la cabeza.
Apenas había desaparecido Atila de la escena,
llegaron los vándalos, que después de la devastación de
las Galias y de España habían llegado al norte de África.
Llegaron hasta Roma, que fue tomada y saqueada con la
mayor facilidad.
- ¿Saqueada? -exclamó Pedrito, admirado.
- Sí, Roma, que triunfó durante siglos sobre todos
sus vecinos, fue a su vez saqueada y robada. Los
vándalos llevaron todo lo que quisieron.
¡Pobre Roma! Era el comienzo del fin. Había sido
campeona del mundo por muchos siglos, pero estaba ya
vieja, reumática, debilitada por los vicios y era incapaz
de resistir los ataques que en los buenos tiempos habría
aguantado como jugando. Iba a ser invadida por otros
bárbaros y finalmente despedazada por completo.
198
El último emperador romano se llamaba Rómulo
Augústulo -el mismo nombre del fundador de la ciudad
con el añadido de Augústulo, que quería decir pequeño
Augusto. A pesar de la imponencia de ese nombre, el
desdichado no pudo resistir al asalto de la gente del
Pepe de Luz de aquel tiempo. Era como un niño de
familia rica, criado en el lujo de los palacios, que viese
entrar de repente por la sala al terrible Pepe con el
cuchillo puntiagudo en la mano. El pobrecito sólo podría
hacer una cosa: temblar de miedo y desaparecer. Fue
lo que hizo Rómulo Augústulo. Tembló y desapareció.
- ¿Cuándo ocurrió eso?
- En el año 476. El Imperio, que ya estaba dividido
en dos (el otro tenía por capital a Constantinopla), se
rompió como un jarrón de porcelana, y los jefes
teutones quedaron dueños de los pedazos. De esos
pedazos nacieron todos los modernos países de Europa.
- ¿Y la otra mitad del Imperio, la que tenía por
capital a Constantinopla?
- Esa iba a vivir todavía bastante -cerca de diez
siglos. Pero era un pedazo mucho menor, y de mucha
menor importancia.
Ese año 476 fue considerado por los historiadores
como el fin de la Edad Antigua. Iba a comenzar la Edad
Media, después de la Edad Media tendríamos la
Moderna y finalmente la nuestra, que es la Edad
Contemporánea.
199
La Edad Antigua llega desde los tiempos más lejanos
hasta Rómulo Augústulo. ¿Cuántos siglos duró? Nadie
lleva la cuenta. Desde Menés, aquel rey de Egipto que
es el primero que menciona la historia. Por tanto, desde
el 4241 antes de Cristo hasta el 476 después de Cristo.
Ese año 4241 es la fecha histórica más antigua. Todo
sumado da ...
- 4717 años -gritó en seguida Pedrito.
- Eso mismo -confirmó doña María del Rosario.
Después vinieron los 1.000 años de la Edad Media. Esta
edad duró hasta la caída del Imperio romano de
Oriente en poder de los turcos en 1453. De ahí en
adelante tenemos la era llamada: Edad Moderna que
llega hasta la Revolución Francesa en 1789 y la
Contemporánea desde entonces hasta nosotros.
Con la lengua de los bárbaros ocurrió una cosa
curiosa. Los nuevos pueblos que ocuparon el imperio
aprendieron el latín, lengua más culta por cierto. Pero
no todos lo aprendieron bien y, en muchos casos, lo
mezclaron con sus propias lenguas y poco a poco fueron
surgiendo de ella las llamadas lenguas modernas como el
francés, el español, el portugués, etc.
- ¿Y en Bretaña o Inglaterra?
- El latín no se había esparcido allí todavía entre el
pueblo, de modo que los anglos lo mezclaron con su
lengua y continuaron hablando eso que hoy es el inglés.
Tampoco cambiaron de dioses. Continuaron con Thor y
200
Wotan y los otros hasta el año 600. Por entonces
ocurrió un caso interesante que parece una leyenda.
- ¡Cuéntelo! ¡Cuéntelo! -pidieron los niños.
- Cierta vez aparecieron en el mercado de esclavos
de Roma algunos muchachos ingleses de rara belleza. El
papa los vio y preguntó quiénes eran.
- Son anglos -les respondieron.
- Bellos como ángeles, eso sí, y merecedores de ser
cristianos -dijo el papa, y envió misioneros a la tierra de
los anglos para que los convirtiesen. No hubo dificultad.
Los dioses antiguos fueron abandonados e Inglaterra
entró en la lista de los países que seguían la verdadera
religión de Cristo.
- ¿Por qué seguían? ¿Acaso no la siguen aún?
- Lamentablemente no. Pero ese tema ya lo veremos
otro día.
MONJES DE LA EDAD MEDIA
- ¿Y por qué no ahora? -preguntó Belén.
- Porque ahora -respondió doña María del Rosario-,
quiero hablar de los monjes de la Edad Media, cuyos
buenos servicios prestados a la civilización merecen ser
recordados.
En Europa contaba muchísimo el valor, porque los
bárbaros que se repartían los despojos del imperio
201
fueron realmente incultos hasta que, poco a poco
fueron instruidos por los monjes cristianos.
- Pero al fin de cuentas, abuelita, ¿qué venía a ser un
monje? -preguntó el niño.
- Eran hombres que se retiraban del mundo para
servir mejor a Dios.
- ¿Y era lo más conveniente tal actitud de los
monjes? -preguntó Belén.
- Para ellos lo era, ya que esa era su vocación o
llamado de Dios. A otros, como a los mártires, Dios los
llamó para que dieran testimonio de su fe con la propia
sangre, por ejemplo en el circo romano. Un hombre,
llamado Simeón Estilita, pensó servir a Cristo de un
modo muy especial. Subió a una columna de dieciséis
metros de altura y no volvió a descender. Vivió el resto
de la vida acurrucado allí en la cima de la columna, al sol
y a la lluvia, de día y de noche, durante el verano y el
invierno. Sus amigos y admiradores subían todos los
días una escalera para llevarle comida.
- ¿Y la policía lo dejaba, abuelita? -exclamó la niña,
asustada.
- Todo era distinto en aquellos tiempos -explicó doña
María del Rosario. Hoy, con seguridad, si alguien quiere
hacer eso en una plaza pública, da con los huesos en el
manicomio. Pero en aquella época había el ansia de
servir a Dios, y por más extraño que parezca el modo
202
elegido por Simeón, era un modo como cualquier otro.
Nadie tenía derecho a intervenir.
Pero esos hombres que se retiraban del mundo para
servir mejor a Jesús comenzaron a reunirse en grupos y
a formar una sociedad muy especial. Nacieron así los
monasterios o abadías, esto es, las casas donde
diversos monjes se reunían para vivir en común bajo la
dirección de uno de ellos, el abad.
En el año 529, un monje italiano, llamado Benito,
creyó que para servir bien a Dios un hombre no debía
poseer ningún dinero, ni bien alguno, porque en la Biblia
hay un pasaje que dice: "Si quieres ser perfecto, vende
todo lo que tienes y da el dinero a los pobres". Con esa
idea en la cabeza, Benito fundó una orden de monjes
obligados a cumplir tres cosas: "No tener dinero.
Obedecer. No casarse". Esos monjes se llamaron
benedictinos.
- ¿Y había gente que se obligaba a cumplir esos tres
no? -preguntó Pedrito, que proyectaba ser muy rico y
casarse con una linda muchacha.
- La hubo y sigue habiéndole, porque todavía hay
benedictinos. Todos los que coincidían en no hacer las
tres cosas imaginadas por Benito fueron a entenderse
con él y formaron la orden.
Por lo general los monjes vivían en pequeñas celdas y
llevaban la vida más simple posible, rezando en horas
fijas y trabajando en otras sin tener otras
203
preocupaciones que agradar más a Dios y rezar por
tantas necesidades de los que estamos acá en el mundo.
Algunos monasterios fueron edificados en terrenos
pésimos que no servían para nada -y justamente por eso
fueron regalados a los monjes. Pero ellos trabajaron
duramente, drenaron la tierra, hicieron secar los
pantanos, araron, plantaron y transformaron esos malos
terrenos en verdaderos jardines, donde obtenían todo
lo que necesitaban para vivir.
Esos hombres retirados así del mundo dieron otro
servicio a la humanidad del que aún hoy les debemos
estar agradecidos: llenaban las horas de ocio
escribiendo o copiando libros. Como todavía no había
sido inventada la imprenta, todos los libros tenían que
ser hechos a mano, uno por uno. A veces varios monjes
escribían mientras uno dictaba. Esos libros, hechos en
hojas de pergamino, llevaban el nombre de manuscritos,
esto es, escritos a mano. Hoy valen mucho dinero y son
conservados en las grandes bibliotecas de las grandes
ciudades.
Muchos eran ilustrados con hermosos
dibujos, con la primera letra de cada capítulo floreada y
con los márgenes de cada página ornados de flores y
pájaros, trabajo artístico que aumentaba su valor. Los
servicios prestados a la civilización por los monjes
fueron inmensos; sin ellos muchas de las obras más
preciosas escritas por los griegos y los romanos se
habrían perdido completamente.
204
Además de esas copias, los monjes componían libros
contando lo que ocurría, y de ese modo reunían material
que más tarde sirvió a los historiadores para escribir la
historia de Europa. No existiendo periódicos, como
hoy, esas crónicas manuscritas de los acontecimientos
de la época adquirieron gran valor informativo.
Como eran los únicos que estudiaban, los monjes
fueron los únicos hombres educados de ese período de
la vida europea. Sólo ellos conocían algunas ciencias y
por tanto sólo ellos podían enseñarlas a los que
deseaban aprender. Los monasterios hacían el papel de
las escuelas superiores de hoy.
También servían de posadas a los viajeros, porque el
que pedía albergue y comida era servido, pagase o no.
Los monjes ayudaban a los pobres como podían. Del
mismo modo socorrían a los enfermos que acudían a
ellos en busca de remedios o consejos. No habiendo
hospitales, el servicio así prestado era grande. El
resultado fue que mucha gente socorrida les hizo más
tarde regalos de toda especie.
Innumerables
monasterios se hicieron de esa manera riquísimos,
aunque los monjes continuasen con el mismo voto de
pobreza.
Sólo el que estudia en detalle la historia de la Edad
Media puede comprender la acción de los monjes. En
aquellos tiempos eran ellos quienes cumplían funciones
de imprenta, de escuela, de hospital y de asistencia a
205
los pobres y, encima, rezaban y rezan por los que
estamos en el mundo llevando una vida activa. Fueron
por lo tanto los ciudadanos más destacados de la época.
Y de esa manera sirvieron muy bien a Cristo, que
recomendó tanto a los hombres que se amasen unos a
otros.
- ¡Qué cosa interesante es la vida de los monjes,
abuelita- filosofó Pedrito.
En ese momento llamaron a la puerta. Era un tropero
que venía a hablar con doña María del Rosario.
-Bueno -dijo a los niños. El resto queda para mañana.
Tengo que arreglar ahora algunas cosas con mi tropero.
EL CONDUCTOR DE CAMELLOS
Al día siguiente doña María del Rosario comenzó así:
- Aquel tropero de ayer me recordó la historia de un
famoso conductor de camellos.
Al oír hablar de camellos, Emilia fue corriendo a
sentarse en su lugarcito. Los animales eran cosa suya.
- Conductor de camellos -recordó Pedrito- debe ser
lo mismo que tropero de camellos.
- Eso es -confirmó doña María del Rosario- y nunca
hubo un tropero que tuviese mayor influencia en el
mundo que el de la historia que voy a contar. Ese
hombre nació en el siglo VI.
206
No era romano, ni griego ni teutón, ni huno. No era
rey, ni general, ni papa, sino simplemente un conductor
de camellos. En los países áridos, donde se emplean
camellos en lugar de burros, hay camelleros en lugar de
troperos. Ese camellero o tropero de camellos nació en
una pequeña ciudad de Arabia llamada Meca.
-¡Ya sé! Abuelita va a hablar de Mahoma -dijo
Pedrito.
- Exactamente. Ese Mahoma debía ser un muchacho
muy atractivo e insinuante, porque conduciendo una vez
unos camellos para una rica señora árabe, la señora
quedó enamorada de él, y a pesar de tratarse de una
señora rica y de un simple tropero acabaron casándose.
Después Mahoma dejó los camellos y vivió cómodamente
hasta la edad de cuarenta años.
Mahoma solía ir a una cierta gruta del desierto,
cerca de la ciudad, para estudiar y pensar. Pensaba
mucho ...
- Debía entonces ser pariente de aquel papagayo que
el campesino vendió al inglés -dijo Emilia, refiriéndose
a una anécdota que oyó contar días antes. Un papagayo
que no hablaba, pero que pensaba mucho ...
- Emilia, si continúas interrumpiendo con tus
tonterías, irás a la cama ¿oíste? -dijo doña María del
Rosario, fingiéndose seria. Emilia se quedó quieta y
doña María del Rosario prosiguió:
207
- Un día que estaba en la gruta, Mahoma se durmió y
tuvo un sueño, en el cual, dijo él, se le apareció el ángel
Gabriel con un encargo de Alá, para que saliese por el
mundo para enseñar al pueblo una nueva religión. Alá en
árabe quiere decir Dios.
Al volver a casa, Mahoma contó el sueño a su mujer,
la cual creyó devotamente en todo, convirtiéndose en la
primera asociada de la nueva religión.
- Pero ¿era cierto, abuelita, que se le apareció el
ángel Gabriel?
- No, hija. El ángel nunca puede aparecerse a alguien
para pedirle que funde una religión contraria a la
verdadera. Después, este señor llamado Mahoma se
dirigió a todos sus parientes, a quienes también
convirtió con sus engaños. Pero cuando quiso hacer lo
mismo con otras personas que no eran parientes,
encontró resistencia. Quisieron disuadirle. Le llamaron
loco. Y como Mahoma insistiese, le consideraron loco
peligroso y proyectaron hacerle desaparecer, matarle
inclusive, si era preciso. Mahoma, conocedor experto,
se apercibió de lo que se proyectaba en el pueblo y huyó
con la esposa hacia la ciudad de Medina. Eso ocurrió en
el año 622, que fue el año de la Hégira. Hégira en
árabe quiere decir fuga.
Era aquello una perfecta locura; pero entretanto su
falsa religión fue creciendo, creciendo hasta llegar a
ser una de las más difundidas en el mundo. Todavía hoy
208
una gran parte de la humanidad la sigue. Los adeptos
de Mahoma se llamaron mahometanos, y cuentan el
tiempo a partir del año de la Hégira. Los romanos
contaban a partir de la fundación de Roma. Los griegos
contaban a partir de la primera Olimpíada.
- Y los cristianos, a partir del nacimiento de Cristo completó la niña.
- Eso quiere decir que hay varios Año primero en el
mundo -observó Pedrito.
- Perfectamente, y el año 1 de los mahometanos
corresponde a nuestro 622. Esa falsa religión se llamó
religión del Islam. Mahoma, que era muy hábil para los
engaños, de cuando en cuando anunciaba que había
recibido un mensaje directo de Alá, así como el
empleado recibe un telegrama del patrón que vive en la
capital. En esos mensajes de Alá daba órdenes para
hacer esto o aquello, o esclarecía puntos de la nueva
religión. Reunidos más tarde en libro, formaron esos
mensajes el famoso Corán, que es la biblia de los
mahometanos.
La ciudad natal de Mahoma siguió siendo para los
mahometanos lo que era Jerusalén para los cristianos.
Allá comenzaron a dirigirse los peregrinos -y hasta hoy
todo mahometano, por lo menos una vez en su vida, debe
ir a la Meca. Y donde quiera que esté, hace siempre sus
oraciones con la cara vuelta hacia la parte en que se
encuentra la Meca.
209
Las iglesias suyas se llaman mezquitas. Pero no rezan
sólo en las mezquitas. Rezan cinco veces por día donde
quiera que estén. Hay en las mezquitas unas torres
llamadas minaretes, donde una especie de sacerdotes,
los llamados muezines, suben a ciertas horas para gritar
al pueblo: "Sólo hay un Dios que es Alá. Rezad, rezad".
Al oír eso, los mahometanos dejan lo que están haciendo
y sea en la casa o en la calle, se arrodillan con la cara
hacia la Meca y oran, con la cabeza inclinada hacia el
suelo. Muchos andan con un tapetito arrollado -tapete
para rezar- que extienden por tierra siempre que se
oye la voz del muezín.
Esa religión creció rápidamente, porque mucha gente
se sintió atraída por las promesas que hacía Mahoma
para después de la muerte. El paraíso por él descrito
era un lugar de todas las delicias sensuales.
Al comienzo los mahometanos procuraban convertir a
los pueblos por medio de razonamientos, de argumentos
y de pruebas de que su religión era mejor que las otras.
Después trataron de convertirlos a la fuerza a la
manera de los bandidos de los caminos que dicen: "¡La
bolsa o la vida!" Ellos decían: "Bolsa, vida o Corán.
¡Elige!" Ahora bien, entre ser robado o asesinado y
cambiar de religión, la mayor parte de los asaltados
prefería la última alternativa -y de ese modo el número
de convertidos fue aumentando enormemente.
Explicaban tal violencia diciendo que Alá quería que
210
todos los hombres de la tierra se volviesen
mahometanos, no admitiendo a nadie con otra creencia.
Mahoma vivió apenas diez años más después de la
Hégira. Murió el año 632. A pesar de eso sus
discípulos no perdieron el tiempo, y con la espada en la
mano convirtieron a medio mundo. Entre esos discípulos
estaban los grandes jefes llamados califas. El segundo
califa fue Omar, quién tomó la ciudad de Jerusalén y
construyó una mezquita mahometana justamente en el
211
sitio del famoso templo de Salomón -mezquita que
todavía hoy está en pie.
- ¿Entonces los mahometanos se quedaron con la
ciudad sagrada de los cristianos? -preguntó muy
admirado Pedrito.
- Es así. La conquistaron y la conservaron durante
463 años. Más tarde la volvieron a tomar. Jerusalén
pasó luego a poder de los turcos, también mahometanos.
Los árabes o mahometanos se dirigieron hacia Europa
y fueron conquistando y convirtiendo a su religión a los
pueblos vencidos. El que se rehusaba, moría. Llegaron,
siempre victoriosos, hasta Constantinopla, que es la
puerta entre Asia y Europa; pero los defensores de esa
ciudad supieron resistir.
Los árabes entonces
abandonaron aquella puerta y trataron de entrar por
otro lado.
Siguieron por el norte de África,
atravesaron Egipto, que fue convertido en seguida al
islamismo, y por el estrecho de Gibraltar penetraron en
España. Y fueron siguiendo, siempre victoriosos, hasta
entrar en Francia, dando la impresión de que iban a
conquistar a Europa entera. Junto a la ciudad de
Poitiers, sin embargo, fueron detenidos por Carlos
Martel, que quiere decir Carlos Martillo.
- Detenidos no, abuelita -dijo Belén.
Fueron
amartillados ...
- Así fue. Ese Carlos Martel era el mayordomo del
palacio del rey de Francia -pero valía mucho más que el
212
rey. Fue el que reunió a los guerreros francos y cerró
el avance, hasta allí victorioso, de los califas. Esa
batalla, de resultados tan importantes para Europa,
tuvo lugar en el año 732, justamente 110 años después
de la Hégira -lo que muestra la rapidez con que la
religión de Mahoma había avanzado-. No consiguió
dominar a Europa, pero en Asia y en África quedó en pie
hasta hoy. Después invadieron la India y arrasaron la
civilización allí existente, implantado la suya.
Cuando estudiemos la historia de la India, hemos de
trabar conocimiento con los terribles reyes musulmanes
que reinaron en aquel país después de la conquista.
- ¿Musulmán es lo mismo que mahometano? -preguntó
Belén.
- Sí, es lo mismo.
- ¡Qué bueno! Quiere decir que abuelita nos va a
hablar de las Mil y Una Noches ...
LA GENTE DE LAS MIL Y UNA NOCHES
Pedrito y Belén conocían a los árabes de las Mil y Una
Noches, El príncipe Admed, Codadad, y Scherezada
eran personajes bastante familiares en la finca de doña
María del Rosario. Por ese motivo se interesaron mucho
en saber cosas históricas de los árabes.
- Los sarracenos poseían grandes cualidades y
también grandes defectos. Fueron uno de los pueblos
213
notables que aparecieron en el mundo. Tenían genio
inventivo y amor al estudio.
- ¿Qué es lo que inventaron? -preguntó Belén. -La
numeración que usamos fue inventada por ellos y nos ha
prestado tantos servicios como el alfabeto, 1, 2, 3, 4,
5, etc- son números árabes. Los romanos empleaban
letras en lugar de números, un sistema que dificultaba
mucho las cuentas. Escribe en un papel, Belén, estos
números romanos y suma.
Y doña María del Rosario dictó:
IV + XIV + XL + VII + MCVIII
-Y tú, Pedrito, haz esta multiplicación:
MCMXL x XIV
Los dos niños escribieron aquellas cifras romanas y
lucharon inútilmente para hacer las cuentas pedidas.
- ¡Es imposible, abuelita! -dijeron ambos al mismo
tiempo. Esto es una burrada.
- No digáis eso -observó doña María del Rosario.
Decid que el sistema de los romanos era inferior al de
los árabes -y la prueba de eso es que hoy los guarismos
romanos sólo se usan en los relojes y en ciertos libros
para numerar los capítulos. Para todo lo demás, en
todas las escrituras existentes, quien quisiera usar los
214
guarismos romanos haría un papel de humorista -o de
gracioso.
Además, los árabes fueron notables en la
arquitectura, y crearon un estilo enteramente distinto
del griego, del romano y del egipcio. La principal
diferencia consistía en las puertas y ventanas, que en
lugar de cuadradas eran redondas en su parte superior
y tenían la forma de herradura. En las esquinas de las
mezquitas se elevaban los elegantes minaretes, desde lo
alto de los cuales los muezines anunciaban al pueblo la
hora de rezar. Las paredes de los monumentos estaban
recubiertas de hermosos mosaicos y dibujos.
Una cosa curiosa en esos dibujos es que jamás
representaban algo existente en la naturaleza -animal o
vegetal-. Obedecían a un mandamiento del Corán que
dice: "No harás nada que represente cualquier cosa que
exista debajo del cielo, sobre la tierra o en el fondo de
las aguas". Los artistas árabes, no pudiendo copiar la
naturaleza, como hacen nuestros artistas, inventaron el
arabesco, esto es un sistema de líneas rectas y curvas
que se desenvuelven en todas las formas posibles e
imaginables, sin copiar cosa alguna de la naturaleza.
Sólo con esos elementos, quiero decir sólo con esas
líneas, consiguieron ornamentaciones de la más rara
belleza.
215
- Si eran artistas de ese modo -dijo Pedrito-, hay que
imaginar lo que habrían hecho si hubiesen tenido la
libertad de copiar la naturaleza.
- Realmente -confirmó doña María del Rosario. Los
árabes poseían grandes dones artísticos, como lo
probaron en la arquitectura y en la poesía, esto es en
las artes en que tenían alguna libertad. Fueron también
los descubridores del café.
- ¿De qué modo, abuelita?
- Hay varias leyendas al respecto. Una dice que los
árabes notaron que cuando las cabras comían cerezas
de un cierto arbusto silvestre de Arabia se volvían más
ágiles. Eso les hizo experimentar de varios modos el
uso de tales cerezas, hasta que descubrieron que las
semillas, después de tostadas y molidas, daban una tinta
negra de sabor y aroma muy agradables. De ese modo
nació el café, tan conocido hoy en el mundo entero.
- Los árabes inventaron igualmente el alcohol. Vieron
que fermentando el jugo de ciertas plantas azucaradas
aparecía ese líquido transparente que arde y que,
bebido, deja a los hombres fuera de sí, como locos.
Espantados por los efectos del alcohol, comprendieron
que se trataba de un veneno lento.
De ahí que
prohibieran su uso de la manera más terminante.
También descubrieron el algodón. Antes del algodón,
los hombres sólo se vestían de tejidos de lana. Pero la
lana resultaba cara, porque es preciso esquilar a varios
216
animales para vestir a una familia -y además, hay que
criar los animales. Siendo cara la lana sólo los ricos
podrían andar vestidos, si no hubiese más que lana en el
mundo. El algodón se planta, y todo lo que se planta
resulta más barato, porque puede ser producido en
grandes cantidades. Hoy el mundo entero se viste de
algodón, gracias a los árabes.
- Sí -dijo Belén-, pero si ellos no hubiesen
descubierto el algodón, otros lo habrían hecho.
- Es muy cierto eso, pero los que primero lo
descubrieron y lo utilizaron fueron los árabes y por lo
tanto el beneficio que la humanidad recibió tiene que
ser acreditado a ellos. Fueron los primeros en producir
tejidos de esa fibra, muy hermosos y duraderos.
También fueron los inventores del estampado, esto es
de los dibujos en colores impresos en los tejidos, de lo
que mucho se alegró el mundo. Cuando tú, Belén, te
pongas aquel vestido de algodón con botones de color
rosa, que tanto gusta a todos, acuérdate de los árabes.
Hay que ser agradecida. . .
- Voy a serlo -dijo la niña. Comienzo a perdonarles el
modo de tratar a las mujeres.
- También inventaron -continuó doña María del
Rosario- medios para templar el hierro, haciendo aceros
famosos. El acero de Damasco, que era una ciudad de
Arabia, y después el acero de Toledo, una ciudad de
España conquistada por ellos, fueron los aceros más
217
famosos del mundo. Hasta hoy los poetas hablan de las
"hojas de Damasco o de Toledo", refiriéndose a las
espadas que se doblaban como juncos sin quebrarse.
Esos aceros adquirían un corte tan fino como el de las
navajas. Un hilo de cabello que flotase en el agua podía
ser cortado con un golpe de esas hojas.
Cerca del sitio donde existió antes la ciudad de
Babilonia los árabes construyeron Bagdad...
Al oír la palabra Bagdad, intervino Emilia. Ya conocía
la historias de las Mil y Una Noches y andaba con la
ciudad de Bagdad en la cabeza.
-¡Viva, viva Bagdad! -exclamó. Cuando yo sea grande,
iré a vivir allá. He de tener una alfombra mágica para
volar de aquí para allá, de allá para allí, de allí para alló...
de alló para allú...
- ¡Cierra el pico, Emilia! -gritó la niña.
No
interrumpas a abuelita con tonterías.
Doña María del Rosario continuó:
- Bagdad era capital de la mitad del imperio árabe; la
capital de la otra mitad era Córdoba, en España. En
Córdoba y en Bagdad fueron fundadas dos grandes
escuelas, que eran para aquellos tiempos lo que las
universidades modernas son para nosotros. Los árabes
estudiaban, leían libros y se convirtieron en un pueblo
de
sabios
y
literatos.
Tenían
bibliotecas
importantísimas, jugaban al ajedrez, que es el juego de
las personas que hacen uso del cerebro -y parece que
218
fueron los inventores de ese juego.
Inventaron
también el reloj.
- ¿Cómo se marcaba el tiempo antes de la invención
del reloj, abuelita?
- De tres maneras. Una, con la ampolla, en la que se
ponía una cantidad de arena; otra, con la clepsidra, en la
que se utilizaba el agua, y otra por medio de la sombra
del sol. La ampolla se llenaba de arena en la parte de
arriba que se comunicaba por un agujerito con la parte
de abajo. Cuando acababa de caer toda la arena, era
señal de que había pasado, por ejemplo, una hora. En
seguida se daba vuelta a la ampolla, para que la parte
con arena quedase encima.
- Marcaba una parte del tiempo, no el tiempo entero,
como los relojes -observó Belén.
- Eso es; tenían ese defecto. Y los relojes de sombra
tenían el grave inconveniente de no funcionar en día sin
sol. Los árabes resolvieron el problema con la invención
del reloj de péndulo.
Recuérdate de ellos Belén,
siempre que el cucú de la sala aparece para cantar cú -
cú.
- Lo recordaré, abuelita. Ya me hizo perdonarlos
completamente.
- No los perdones del todo antes de oír otro poco
acerca del modo como trataban a las mujeres. Ellos las
consideraban seres inferiores, buenas sólo como
esclavas del hombre, no como compañeras. Debían
219
pertenecer a los hombres como animales de lujo. Por
eso cada hombre podía tener tantas mujeres como
quisiese. ¡Ahora resuelve si los perdonas o no!
Belén vaciló indecisa, y quien resolvió el caso fue
Emilia.
- ¡Qué castigo para un hombre el de tener muchas
mujeres! -dijo. Una sola ya los deja tontos...
Todos rieron, y Belén perdonó a los árabes
completamente.
UN GRAN EMPERADOR CRISTIANO
Doña María del Rosario continuó: En el año 768
surgió una luz muy grande -un hombre-, un rey que a
pesar de ser casi analfabeto supo "iluminar". Ese
hombre era un teutón, como se ve en seguida por el
nombre -Carlos, y nieto de aquel otro Carlos que
amartilló a los árabes en Poitiers. Los franceses le
llamaban Charlemagne, que quiere decir Carlos el Magno
o Carlos el Grande.
Carlomagno fue un rey de Francia que no se contentó
con eso.
Consideró que Francia era pequeña
-y
conquistó a España y a Alemania, cambiando a París
como capital por la ciudad alemana de Aix-la-Chapelle.
Había allí excelentes aguas minerales, y como a él le
gustaban mucho los baños, ésa fue tal vez la razón del
cambio.
220
Por entonces el papa, que gobernaba a Italia, molesto
por los ataques de ciertas tribus del norte, pidió
socorro a Carlomagno. Carlos, entendiendo deber suyo
socorrerlo, acudió y pronto metió en vereda a los
rebeldes. El papa, muy agradecido, quiso hacerle un
regalo; ¿Pero cuál? ¿Qué regalo podía darse a un rey
como Carlomagno? El papa quedó pensativo.
Era costumbre en aquellos tiempos que los cristianos
de todas partes fuesen en peregrinación a Roma, a fin
de ver al Papa y hacer sus oraciones en la catedral de
San Pedro.
En el año 800 apareció entre los
peregrinos... ¿quién? Carlomagno. Y en el día de
Navidad estaba el gran rey orando en la iglesia cuando
entró de repente el Papa y le puso una corona en la
cabeza. ¡La corona de Italia! Y como entonces el que
legitimaba a los reyes era el Papa, Carlomagno quedó
convertido en Emperador de Italia. Fue el regalo con
que el Papa le recompensó por el auxilio prestado y por
considerarlo digno de dirigir los destinos de la
Cristiandad.
Carlomagno pasó a gobernar un imperio tan grande
como el Imperio romano del tiempo en que los vándalos
lo destrozaron. Quiere decir esto que surgía un nuevo
Imperio romano, teniendo esta vez a la cabeza un
emperador teutónico.
Carlomagno no había recibido instrucción, como en
general todos los teutones. Pero como daba gran valor
221
al saber, resolvió ilustrarse. Para eso buscó un buen
maestro. No habiéndole en sus dominios, hizo venir de
Inglaterra a un monje llamado Alcuino, que tenía fama
de gran sabio. Alcuino le enseñó latín, poesía griega,
ciencias; le enseñó también la sabiduría de los filósofos
antiguos -y todo lo aprendió Carlomagno muy a prisa. Lo
que no consiguió fue aprender a leer y escribir. No
hubo medio, por mucho que se esforzase. Leer, todavía
consiguió leer algo; pero escribir, no escribió más que
su propio nombre. Y dicen que dormía con el cuaderno y
el lápiz bajo la almohada, para ejercitarse en las horas
de insomnio. Tanto estudió que resultó el hombre más
instruido de Europa.
222
- El analfabeto más instruido de Europa, debe decir expresó Belén, que leía y escribía muy bien y se jactaba
de ello.
- Sea -confirmó doña María del Rosario-, pero el
hecho es que Carlomagno se convirtió en un gran foco
de luz en aquellos tiempos. Aunque era el hombre más
poderoso de la época, tenía hábitos modestos y vivía
con gran sencillez. Educó a las princesas, sus hijas, en
el trabajo y en las virtudes cristianas. Todas sabían
tejer, coser y cocinar.
- Pero dudo que cocinasen tan bien como tía
Anastasia. Yo no tomaría a ninguna de ellas para
cocinera mía...
223
- Existió en tiempo de Carlomagno, allá en el mundo
de los árabes, un califa que, por su sabiduría y sus altas
cualidades, fue tan célebre como el emperador. Fue el
califa Harum, que pasó a la historia con el apodo de "al
Raschid". Cuando leáis el nombre de Harum al Raschid
habéis de saber que significa Harum el Justo.
Aunque era jefe de un imperio siempre en lucha con
los cristianos, quería mucho a Carlomagno, llegando a
enviarle ricos presentes, entre ellos un maravilloso
reloj que hacía abrir la boca al emperador cuando daba
las horas. Fue tal vez el primer reloj que entró en
Europa.
Harum tenía el hábito de vestirse como la gente del
pueblo y mezclarse entre la multitud para oír opiniones
francas respecto de sí mismo y de su gobierno.
Descubrió así muchas injusticias perpetradas por sus
ministros, y las corrigió todas. Tenía la preocupación
de ser justo y de hacer todo lo que era bueno para el
pueblo.
- ¿Y qué ocurrió con el segundo imperio romano,
resucitado por Carlomagno? -preguntó Belén.
- Ah, se vino abajo cuando el gran emperador murió.
No se encontró otro hombre que tuviese las mismas
cualidades y pudiese continuar su obra.
- Vaso roto y remendado con pega-pega es así
también, abuelita -observó la niña. No resiste...
Y fueron todos a tomar el té.
224
EL FIN DEL MUNDO
Al día siguiente doña María del Rosario comenzó así:
-La historia de la humanidad tiene períodos muy
interesantes. Uno de los más curiosos fue el fin del
mundo, esperado por los europeos en el año 1000. Por
causa de cierta frase de la Biblia, mal interpretada por
algunos, Europa entera se persuadió de que el mundo
iba a terminar el año 1000...
- ¡Qué gran susto se habrá apoderado de sus almas!
- Muchos habrán pensado con alegría en que, tras la
muerte les esperaba el cielo, la verdadera patria para
los cristianos, donde sólo se goza de Dios. Pero al cielo
sólo podrían ir los buenos, los que practicasen el bien en
la tierra -y casi toda la gente se puso a practicar el
bien, con los ojos puestos en la próxima recompensa
futura.
Había otros, mientras tanto, nada ansiosos por el fin
del mundo. Trataban de aprovechar la vida, de gozar lo
más posible, ya que todo iba a terminar. Muchos de
éstos no querían trabajar más, ni estudiar, ni comenzar
una obra nueva. ¿Para qué? ¿No estaba tan cerca el fin
de todo?
-¿Y luego?
-Y luego llegó el año 1000 y no ocurrió nada. El sol
continuó apareciendo por la mañana y poniéndose por la
225
tarde. Vino la primavera, después el verano, el otoño, el
invierno, como siempre. Fue una desilusión general.
- ¿Desilusión o alegría, abuelita?
- Las dos cosas. Pero surgieron los sabelotodos que
explicaron que había habido un error de cálculo; el fin
del mundo se produciría el año siguiente. ¡Espera que te
espera un año más! Pasó ese año, y nada. El mundo no
llegaba a su fin.
Aparecieron otros sabelotodos, que explicaron que la
fecha de los mil años debía ser contada desde la
muerte de Cristo y no desde su nacimiento, y vuelta el
pueblo entero a esperar pacientemente que pasasen
otros treinta y tres años, pues la muerte de Cristo tuvo
lugar el año 33. Pasaron los treinta y tres años, y nada.
El mundo continuó como siempre.
Hubo nuevas explicaciones de los sabios y nuevas
esperas.
Por fin la profecía del milenio quedó
desacreditada y todos recomenzaron sus tareas.
- ¡Qué interesante! -exclamó Pedrito.
Quisiera
haber estado allá, para ver las ideas de aquella gente,
discutir con ellos ... ¿Conque, entonces, todo se detuvo?
-Sí. El que no se detuvo fue un pueblo de la misma
familia de los dinamarqueses. Se llamaban normandos o
vikingos, esos teutones de la parte más septentrional
de Europa, que todavía no se habían convertido al
cristianismo y tenían ideas muy distintas de las del
resto de los europeos.
226
Los vikingos eran amigos del mar. Vivían navegando,
como los antiguos fenicios. Empleaban embarcaciones
de un tipo propio, creado por ellos, siempre pintadas de
negro, con figuras de monstruos marinos esculpidas en
la proa.
- ¿No son esas figuras las que el pueblo llama
mascarones de proa? -preguntó Pedrito.
- Justamente. Mascarón de proa es eso, y cuando
decimos que fulano o zutano es un mascarón de proa,
queremos significar que es un individuo inútil, que
apenas sirve para figurar. Los vikingos realizaron muy
importantes expediciones marítimas, en las cuales
descubrieron las tierras de Islandia y la Groenlandia.
Más tarde llegaron a las costas de América bajo el
mando de un jefe llamado Leif Ericson.
Como
encontrasen viñas salvajes en esas costas, dieron a la
tierra el nombre de Vinolandia, o lo correspondiente a
eso en su lengua. Pero no se alejaron de la playa, ni
sospecharon que estaban pisando un inmenso mundo
desconocido. Supusieron que se trataba de alguna isla.
-¡Qué ignorantes más grandes! -gritó Emilia.
Descubrieron América y no se apercibieron de nada.
¿Por qué no preguntaron a algún esquimal si esa
Groenlandia formaba parte de América?
Belén le fulminó con una mirada terrible.
Positivamente Emilia estaba burlándose de ellos. Pero
doña María del Rosario se rió y continuó:
227
- Aquella isla estaba tan lejos de Europa y sus
habitantes les parecieron tan feos, que los vikingos no
quisieron saber de historias.
Reembarcaron para
Europa sin la mínima intención de volver, y nunca
volvieron.
América tuvo que ser descubierta
nuevamente por Cristóbal Colón quinientos años más
tarde.
- ¡Qué idiotas los vikingos! -exclamó Pedrito.
Perdieron la oportunidad de tener monumentos en todas
las capitales de América, como los tiene Colón.
- Eso no impide que la llegada de los vikingos a
América haya sido una cosa maravillosa. Recordad que
viajaban sin brújula, y hasta parece un milagro que sus
pequeñas embarcaciones pudiesen avanzar tanto sin
brújula. Sin brújula el navegante tiene que limitarse a
seguir sólo por donde puede alcanzar con la vista la
tierra. Los vikingos llegaron a América una vez. Si
hubieran querido llegar otra vez, o regularmente, como
es preciso para la navegación comercial, no habrían
podido hacerlo. Eso se hizo posible sólo después que la
brújula, inventada por los chinos, fue conocida por los
europeos.
LOS CASTILLOS
Tantas cosas tenía doña María del Rosario que
contar, que a veces saltaba del asunto A al asunto Z.
228
Así, saltó de la navegación de los vikingos a los castillos
de los señores feudales.
- ¡Castillos! -dijo. A ver quién sabe qué es un castillo.
Todos dijeron que sabían, porque andaban con la
cabeza llena de castillos de los cuentos de hadas; pero
cuando doña María del Rosario exigió una explicación
más minuciosa, nadie supo darla.
- Durante la Edad Media -comenzó doña María del
Rosario-, Europa se llenó de castillos. Una verdadera
vegetación de castillos, como hay vegetaciones de
hongos en ciertos lugares muy abonados. ¿Por qué?
Oíd.
Después del desmoronamiento del Imperio romano,
cada jefe trató de establecer un reinecito en la parte
que le cupo. Pero la lucha no cesaba, lucha de un jefe
contra otro. Y siempre que uno vencía, daba como
recompensa a sus generales fragmentos del nuevo
territorio conquistado. Esos generales, a su vez,
distribuían pedazos más pequeños de sus dominios a los
oficiales menores, que también les habían ayudado. El
territorio del antiguo imperio fue así cada vez más
dividido y subdividido.
Los dueños de los fragmentos menores fueron nobles
o señores feudales. Tenían que obedecer al jefe de
más graduación que les había dado las tierras, con la
obligación de servir y de luchar a su lado siempre que
fuese preciso.
229
¡Eso no era un juego, no! El noble se veía obligado a
jurar obediencia y servicio de la manera más solemne, y
debía repetir ese juramento todos los años, de rodillas,
ante el señor superior. Llamaban a esa ceremonia
rendir homenaje o vasallaje.
En su trozo de tierra, el noble trataba de construir
un castillo que le sirviese al mismo tiempo de morada y
de fortaleza, porque, como vivían en lucha, buscaban
defenderse de hordas enemigas. Por eso levantaban
castillos con preferencia en lugares elevados, cimas de
montañas o en bloques de rocas, para dificultar así el
asalto de los enemigos. También los rodeaban de
fuertes murallas de piedra, a veces de cuatro metros
de ancho, y junto a las murallas abrían profundos fosos
que llenaban de agua.
- ¿Y el pueblo? ¿Qué se hizo del pueblo? -preguntó
Pedrito.
- El pueblo también tenía la posibilidad de entrar en
los castillos como vasallos con ciertas obligaciones hacia
el señor, así como éste las tenía con aquellos. Así el
señor debía proteger a sus vasallos en caso de ataques,
darles casa y comida y éstos ayudarles a defender el
feudo y trabajar para su señor. De este modo, poco a
poco se fue logrando que, en esta maravillosa época,
nadie se moría de hambre. A los más humildes se
llamaba siervos.
230
- ¿Siervo no es lo mismo que esclavo, abuelita? preguntó el niño.
- De ninguna manera. El siervo tenía dignidad por ser
hijo de Dios. Tenía derecho a la vida y al alimento; en
cambio, el esclavo de la antigüedad no tenía
absolutamente siquiera estos mínimos derechos.
- ¡Oh, entonces la diferencia era enorme!
- Así es. Además los siervos no podían ser comprados
ni vendidos. Pero sigamos ahora con los castillos. Cuando
el castillo era atacado, los siervos se recogían en él con
todo lo suyo -muebles, vituallas y animales. Por eso los
castillos eran tan vastos, con comodidades para
centenares de familias. Algunos parecían más bien
ciudades.
Tenían iglesia, o capilla, almacenes de
depósito, caballerizas, cocinas comunes, mil cosas. En
la parte principal estaba la vivienda del señor.
Todo castillo poseía su gran comedor común.
Tablones colocados encima de caballetes servían de
mesa y después de las comidas eran retirados. Por
causa de esa mesa formada de simples tablones sueltos,
apoyados en caballetes, los ingleses emplean, hasta
ahora, la palabra boarding-house para denominar las
casas de pensión. Board, en inglés quiere decir mesa.
Después de las comidas, los siervos de más habilidad
cantaban y tocaban instrumentos para diversión de
todos. Esos siervos cantores se llamaban trovadores.
231
Cuando el señor y sus siervos se encerraban en el
castillo, era muy difícil desalojarlos de allí. En primer
lugar, el enemigo tenía que trasponer los fosos llenos de
agua.
Si lo conseguían, daban de bruces con las
murallas de piedra, con una sola entrada. y esa entrada
con Puente levadizo, esto es, con un puente que podía
levantarse desde dentro, dejando al castillo sin entrada
ninguna. El medio, entonces, consistía en romper la
muralla. Pero, ¿cómo?
- ¡Con dinamita! -gritó Emilia. Aseguro que con una
caja de dinamita echaba a volar las murallas de
cualquier castillo.
- Pero, ¿dónde estaba la dinamita en aquel tiempo, si
no se conocía la pólvora en Occidente? Cuando el
puente levadizo estaba alzado, era un problema muy
difícil tomar un castillo. Si lo sitiaban, el sitio podía
durar años, porque había siempre muchos víveres
acumulados. Entrar por las ventanas era imposible, los
castillos no tenían ventanas, y sí minúsculas troneras,
por donde los de dentro lanzaban flechas. Si por
casualidad el enemigo llegaba al pie de la muralla, le
llovía de arriba agua hirviendo. Pero aun así muchos
castillos eran tomados.
232
- ¿Cómo, abuelita? No puedo descubrir el medio dijo Pedrito.
- De varios modos. A veces el enemigo abría túneles,
que pasaban por debajo de los fosos externos y de los
cimientos de las murallas y que iban a salir dentro.
Otras veces construía una pesadísima máquina de
destruir murallas, llamada ariete.
Tales máquinas
tenían ese nombre, que viene del latín aries, carnero,
porque imitaban al carnero al topar, y además porque
terminaban en una cabeza de carnero, hecha de hierro.
Otras veces los asaltantes empleaban unas torres de
233
madera montadas sobre ruedas, muy altas, que se
aproximaban al castillo y permitían que desde arriba los
ballesteros pudiesen lanzar flechas a voluntad hacia
dentro. Otras veces usaban aparatos para lanzar a
distancia grandes bloques de piedra.
- ¿Qué es ballestero?
Doña María del Rosario explicó que los ballesteros
eran los hombres que usaban ballestas, un aparato para
lanzar flechas muy distinto de los arcos que los indios
usaban para el mismo fin.
- ¿Y por qué no hay más castillos ya? -quiso saber
Belén.
- Por causa de la pólvora, hija mía. Desde que
apareció la pólvora en Europa, todo comenzó a cambiar.
Vino la espingarda. Vino el cañón. Las murallas de
piedra no sirvieron ya. Con media docena de barricas
de pólvora volaban por el aire.
El mundo está cambiando siempre por causa de las
invenciones. La invención de la pólvora determinó uno
de los mayores cambios. La invención de la imprenta iba
a determinar un cambio mucho mayor aún.
Pero
detengámonos aquí. Es hora de dormir. Emilia está
pensando en algo. Mirad la carita que pone...
TIEMPOS DE LA CABALLERÍA
Antes de la velada del día siguiente, doña María del
Rosario tuvo que administrar un sermón a Emilia a causa
234
de los bigotes retorcidos que dibujó en las figuras de
un Don Quijote de la Mancha de Belén.
- Vea, abuelita, cómo quedó mi libro. Todos llevan
bigotes, hasta las señoras, y los bigotes más mal hechos
del mundo. Los españoles no usaban bigotes así. Este
es bigote de portugués de tienda. . . -y con la goma fue
borrando aquella picardía de Emilia.
Doña María del Rosario aprovechó la ocasión para
hablar de la caballería de la Edad Media.
- Los tiempos que estoy recordando -dijo- son los
llamados tiempos de la caballería andante, la cual dio
tema para muchos libros, inclusive el famoso y eterno
Don Quijote, de Cervantes. Dos cosas tenían mucha
importancia para la Europa de aquella época: las damas
y sus caballeros andantes.
- ¿No había escuelas? -preguntó Belén.
- ¡Escuelas! ¡Claro que las había! Aunque la educación
no era como la actual. Los libros escaseaban, ya que no
existían las imprentas ni las fotocopiadoras. Cada vez
que alguien quería tener un libro debía copiarlo
escribiéndolo o haciéndolo escribir, tarea que ya vimos
que hacían mucho los monjes, y gracias a los cuales nos
han llegado los conocimientos de la antigüedad. Se
enseñaba mucho con imágenes, pizarrones en los cuales
se dibujaba. A veces, en vez de pizarrones de madera,
como los que utilizamos nosotros, utilizaban cueros.
Pero lo más destacado de la educación medieval es que
235
estaba dirigida a ayudar al niño para que fuese más
bueno y responsable ante Dios, sus padres y sus
semejantes. Asimismo se les enseñaba a luchar y
defenderse a sí mismo y a los más débiles. Hasta los
siete años vivían con sus padres. Al llegar a esa edad se
convertía en paje, y paje seguía siendo hasta los
catorce años. Ser paje consistía en dedicarse al
servicio de las damas del castillo y de algún caballero.
Tenía que hacer todo lo que ellas le mandasen, dar
avisos, llevar encomiendas, servirlas en la mesa, etc.
También recibía las primeras lecciones de equitación,
de valentía y de cortesía.
A los catorce años el paje se convertía en escudero,
y escudero permanecía hasta los veintiuno.
La
obligación del escudero era servir a los hombres como
la del paje era servir a las damas. Tenía que cuidar de
los caballos e ir con ellos a los combates, llevando de
reserva un animal y más armas, que pudiesen necesitar
por casualidad tales guerreros.
Si el muchacho daba buena cuenta de sí como
escudero, a los veintiún años era elevado a caballero, y
esto con una espléndida ceremonia. El futuro caballero
se preparaba durante la noche, que pasaba en vela
rezando para que Dios le ayudase en el nuevo oficio. Al
despuntar el alba aparecía ante el pueblo reunido a la
puerta de la iglesia, y juraba solemnemente cuatro
cosas: Ser valiente y bueno; luchar por la religión de
236
Cristo; proteger a los débiles; honrar a las damas.
Nada más ni nada menos. En seguida le ponían en la
cintura un cinto de cuero blanco, y en las botas unas
espuelas de oro. De ese modo ataviado el escudero se
arrodillaba y su señor le daba con el plano de la espada
en el hombro diciendo: "Yo te hago caballero".
- Todo eso está en Don Quijote -recordó Pedrito.
- Un caballero -continuó doña María del Rosario- iba
a la guerra vestido con armadura, compuesta de chapas
circulares de hierro que se metían unas en otras, o de
placas de acero a manera de escamas de pescado; en la
cabeza llevaba un yelmo, o máscara de hierro que la
cubría por completo. La armadura lo protegía de las
flechas y lanzas del enemigo.
Quedaban los caballeros de tal forma escondidos
dentro de las armaduras que cuando se trababan en
pelea era imposible distinguir al amigo del enemigo.
Para evitar los desastres de semejante mescolanza, los
caballeros usaban escudo de armas o blasón, esto es,
una insignia o marca cualquiera -un león, una rosa, una
cruz, un ave. Tales insignias constituyen hoy motivo de
gran orgullo para los descendientes de esos caballeros,
que las usan especialmente para adornar el papel de
cartas.
(En este punto Emilia cuchicheó al oído de Martín,
preguntándole qué marca tenía la mazorca que dio
237
comienzo a la ilustre familia de los vizcondes de la
Mazorca).
- Como he dicho ya -continuó doña María del Rosario, a los caballeros se les enseñaba especialmente a ser
corteses con las damas; por eso hoy, cuando vemos un
sujeto muy amable con las mujeres, decimos que es un
perfecto caballero.
-¡Y yo, abuelita, que siempre pensé que perfecto
caballero quería decir domador que no cae nunca del
caballo por más bravo que sea! -dijo la niña. ¡Qué tonta
era! ...
-No es ser tonta, hija mía. Algo de eso también
había. Los caballeros eran también espléndidos
domadores. Pero la amabilidad de los caballeros con las
damas llegaba al colmo de la paciencia al quitarse de la
cabeza el armazón del yelmo, o coraza de hierro al
pasar cerca de una de ellas. ¿Sabéis para qué? Para
significar que la consideraba amiga y por tanto que no
se necesitaba estar con la cabeza protegida, como se
hacía en presencia de enemigos. De ese acto de los
caballeros medievales vino la costumbre de los hombres
modernos de sacarse el sombrero en la calle cuando
pasan por delante de una dama o de otros hombres a
quienes respetan.
- ¡Qué gracioso, abuelita! -exclamó Pedrito.
La
menor cosa que la gente hace hoy sin pensar, tiene una
explicación histórica, ¿no es así?
238
- Claro está. Todo tiene su razón de ser. Hasta esas
costumbres de los caballeros de la Edad Media, que hoy
nos parecen ridículas, tenían su razón de ser, como
veréis un día, cuando estudiéis a fondo la historia.
También tenían mucha razón de ser los juegos de moda
en aquellos tiempos.
- ¿Cuáles eran?
- El principal era el torneo. El torneo en la Edad
Media correspondía a los juegos Olímpicos de Grecia, a
las carreras de carros y a las luchas de gladiadores de
Roma, a las corridas de toros en España, al fútbol de los
ingleses y hoy también nuestro.
- ¿Cómo eran? -preguntó Pedrito ansioso, con la idea
de introducir ese deporte en la quinta.
- Existía la liza, correspondiente a la arena de los
luchadores, o al campo de los jugadores de pelota. La
multitud rodeaba la liza, llevando banderas desplegadas
al viento y trompetas para hacer ruido. Sin ruido no
hubo jamás fiesta en el mundo, de ahí los cohetes, las
marchas, el vocerío, los aplausos, los vivas, los cantos de
las hinchadas etc. En la liza aparecían los caballeros,
divididos en bandos contrarios, a fin de trenzarse en
luchas simuladas. Por eso llevaban las puntas de la lanza
embotadas para no herir gravemente a los rivales.
Dada la señal, los caballeros, montados en caballos
también cubiertos de armaduras, avanzaban lanza en
ristre unos contra otros, procurando derribarse
239
mutuamente de las sillas. Los vencedores recibían como
premio una cinta, o distintivo cualquiera, ofrecido por
las damas, y estos premios o trofeos eran muy
estimados. Los héroes no dejaban nunca de llevarlos
cuando iban a las batallas de verdad. Hoy los premios
son, sobre todo, copas, una costumbre que también
tiene su origen histórico.
Otra diversión favorita de los caballeros era la caza
con el halcón, un ave de rapiña que se deja amaestrar.
Enseñaban a los halcones a cazar ciertas aves y
pequeños animales, como conejos y liebres y a llevarlos
a sus dueños.
- Como los perros perdigueros de hoy, -recordó
Pedrito.
- Sí. Esos halcones hacían el papel de perros con
alas. Eran llevados al campo, sujetos con una correa al
puño del cazador y con la cabeza cubierta por una
pequeña caperuza. Cuando era avistada la caza -una
pobre paloma o una liebre- les quitaban la caperuza y
los soltaban. El halcón caía, como una flecha, sobre la
víctima, y la sujetaba con las terribles uñas
afiladísimas; después la llevaba al cazador, si era un
ave, o quedaba sujetándola en tierra si era un animalito.
El cazador recogía la caza, ponía otra vez la caperuza
en la cabeza del halcón y lo ataba a la correa.
240
-¡Malvados! -exclamó Belén. Veo que la historia del
mundo podría llamarse con más propiedad, historia de la
maldad humana.
- Eso no es maldad, hija mía. Los animales no tienen
sentimientos y, si bien tampoco puede decirse que sea
una obra buena matar a los animales por diversión,
tampoco hay que condenar a nadie. Simplemente son
juegos desaconsejables. Aún las damas, a pesar de ser
muy sensibles y estar llenas de delicadezas, se
complacían inmensamente en las cacerías con halcón.
Los hombres, sin embargo, preferían cazar el jabalí, un
cerdo feroz del bosque, de dentadura terrible -por ser
deporte más peligroso y por tanto más propio del
hombre.
- ¡Hum! ¡hum! -murmuró Emilia.
- Hum, hum, ¿por qué? -preguntó Pedrito.
- Me admiro de la importancia que los hombres dan a
la valentía.
Quieren ese deporte porque es más
peligroso. ¡Hum!, ¡hum! ...
- Los hombres -dijo doña María del Rosario-, deben
preocuparse por aquellas cualidades que son propias de
su condición de varones al igual que las mujeres con las
nuestras. No es propio de las mujeres, por ejemplo, los
deportes bruscos, como tampoco es propio de los
hombres aquellos juegos tan delicados.
241
- Sí, dijo Pedrito. Cuando algún compañero de la
escuela es medio cobarde o se queja y llora por
cualquier cosa le decimos afeminado. Es lo peor...
AVENTURA DE LOS CRUZADOS
En la comida del día siguiente, Pedrito preguntó a la
abuela cuál sería el asunto histórico de aquella noche.
- Podemos hablar de los cruzados -respondió doña
María del Rosario después de reflexionar unos
instantes. Es un asunto de los más notables y fue de
grandes consecuencias para el mundo.
Pedrito aplaudió. Ya conocía algo de los cruzados y
eso de guerras, invasiones, masacres o cacerías de
tigres en Uganda o en la India era su manjar favorito. No sé de quién sacó Pedrito ese espíritu facineroso decía siempre la niña.
Y como el asunto iba a ser de guerra, Pedrito se
ingenió para que la velada de aquella noche comenzase
diez minutos antes.
- Vamos, abuelita, que estoy impaciente.
- Realmente las cruzadas constituyen un episodio muy
interesante de la vida de los hombres -comenzó doña
María del Rosario. Había en la Edad Media tanto
entusiasmo de fe entre los cristianos que de todos los
rincones salían viajeros con rumbo a Palestina. Allí
242
estaba la ciudad de Jerusalén. Querían ver con los
propios ojos la tierra donde había sido crucificado
Cristo, y orar ante su tumba. Esos viajeros se llamaban
peregrinos -y peregrinación se llamaba el viaje que
hacían. Traer de Jerusalén una hoja de palmera o
cualquier otro recuerdo para mostrarlo a los amigos y
colgarlo en las paredes, constituía el ideal de todos, a
ésto se le llama aún hoy reliquia. El viaje duraba meses,
a veces años. No había trenes ni aviones, como hoy. No
había hoteles por el camino y otras comodidades. Los
peregrinos debían soportar mil incomodidades y
sufrimientos. Pero sin embargo lo hacían con un enorme
placer, ya que no había, para muchos de ellos mayor
gusto en la tierra que estar allí donde había nacido y
vivido el Redentor, Jesucristo.
Lo peor, sin embargo, era que Jerusalén estaba en
manos de los turcos, pueblo mahometano que detestaba
a los adeptos de Cristo.
Después de vencer los
peregrinos las mil dificultades del viaje, tenían todavía
que sufrir, cuando llegaban, los malos tratos y
persecuciones de los turcos, que eran infieles. Eso
comenzó a desesperarlos, y como la situación fuese
empeorando, allá por el año 1095 el papa Urbano, que
era el jefe de la cristiandad, resolvió reaccionar. Y
lanzó una proclama invitando a todos los cristianos a
reunir un ejército para expulsar a los turcos de
Jerusalén.
243
Un monje llamado Pedro el Ermitaño, hombre de gran
elocuencia, también se sintió indignado y salió por el
mundo a predicar la cruzada.
- ¿Qué quiere decir ermitaño, abuelita?
- Quiere decir un hombre que vive solo en el desierto
o en alguna caverna, donde puede orar el tiempo que
quiere sin que nadie le interrumpa. Pedro era de ésos.
Vivía en una gruta o en una ermita, sufriendo toda
suerte de privaciones buscando agradar a Dios. Pedro
había estado ya en Jerusalén, de donde volvió lleno de
cólera por lo que había visto. Por eso comenzó a contar
a todo el mundo los malos tratos que los cristianos
sufrían, llegando al colmo el absurdo de estar el Santo
Sepulcro en manos de los peores enemigos de la
cristiandad. Hablaba al pueblo en las iglesias, en las
calles, en los mercados, por los caminos, donde quiera
que encontraba oyentes, y gracias a su elocuencia
consiguió impresionar a las gentes.
En poco tiempo, los cristianos comenzaron a reunirse
por millares, jóvenes y viejos, hombres, mujeres y
hasta niños, con el fin de marchar hacia Jerusalén y
arrancarla de manos de los turcos. Esos valientes
usaban como distintivo una cruz de paño rojo cosido a
las ropas. De ahí el nombre de cruzados que tuvieron, y
el nombre de cruzadas que tuvieron sus expediciones en
masa.
244
El que partía para una cruzada tenía muy poca
esperanza de volver, y por eso disponía de todos sus
haberes -casa, mobiliario, ganado, plantaciones.
Quedaba sin nada. La mayor parte de los peregrinos iba
a pie. Otros iban a caballo.
- ¿También iban los nobles?
- ¿Cómo no? Hasta los príncipes y por fin hasta los
reyes, como veréis. Todos querían retomar estas
tierras que pertenecían a los cristianos.
El plan del papa era organizar una gran cruzada que
partiese para oriente el año 1099; pero era tal el ansia
de aquella gente por combatir que no hubo medio de
contenerla. Con Pedro el Ermitaño y otros jefes al
frente, partieron los primeros cruzados mucho antes de
estar completa la organización imaginada por el papa
Urbano.
Quienes organizaron esta primera cruzada no tenían
conocimientos militares y ni siquiera geográficos de
esta zona. Tenían muchísima voluntad y ganas de servir
a nuestro Señor pero carecían de los más mínimos
recaudos, por lo que fracasaron en cuanto comenzaron a
presentarse las primeras dificultades. Sin embargo, lo
que parece fracaso a los ojos del hombre de hoy, no lo
era así para aquellos hombres para quienes lo
importante era la lucha, el heroísmo y no el triunfo
sobre el otro. -¡Adelante, soldados de Cristo! era el
grito de guerra a cuyo conjuro inmensas masas humanas
245
iban rumbo a Jerusalén. Avanzaban, avanzaban.
Siempre que divisaban a lo lejos una ciudad,
preguntaban ansiosos: ¿Es ésa Jerusalén?
- Debía ser como la marcha de las hormigas -observó
Pedrito.
- De hecho era un hormiguero en marcha.
- ¿Y los turcos, abuelita? ¿Qué hicieron cuando llegó
allá la noticia?
- Cuando los turcos tuvieron conocimiento de aquella
marcha de millares y millares de hombres, reunidos en
ejército para arrojarlos de Palestina, salieron a su
encuentro bien armados y bien mandados. La matanza
entre los cristianos fue tremenda. El propio Pedro el
Ermitaño cayó en ella. Fueron aniquilados.
246
Pero tras ellos venían, mucho más ordenados, otras
levas inmensas, que habían sido organizadas por el papa
Urbano y habían partido en la época que él señaló. Los
reyes y príncipes de la Cristiandad depusieron las
luchas internas para seguir el llamado y se unieron para
luchar por la causa de Dios. Marcharon también día y
noche, venciendo con valor y entereza todas las
dificultades hasta que llegaron. Cuando se vieron ante
las murallas de la ciudad sagrada, estalló entre ellos un
247
verdadero delirio de alegría. Cayeron de rodillas y
rezaron y cantaron himnos, agradeciendo a Dios por
haber conseguido llegar al término de aquella empresa.
- ¿Y después?
- Después atacaron la ciudad con tal entusiasmo que
asombraron a los propios turcos. Nada pudo resistir el
ímpetu del asalto -y Jerusalén cayó en sus manos. El
jefe principal, llamado Godofredo de Bouillon, se hizo
cargo de la plaza y estableció un gobierno cristiano.
Como no se creía digno de reinar en las tierras en
donde Jesucristo había llevado la corona de espinas se
hizo llamar Avoué, que significa Indigno servidor del
Santo Sepulcro -y de ese modo terminó la primera
cruzada.
- ¿Primera, abuelita? ¿Hubo otras, entonces?
- Sí, hubo nueve, y eso en el espacio de dos siglos,
porque después los turcos recuperaron a Jerusalén,
masacraron a todos los cristianos y no volvieron a salir
de allí.
Belén puso cara de espanto y de piedad.
- ¡Qué triste, abuelita! ¡Cuánta obstinación de esta
gente que no respeta los derechos de Cristo. Pensar que
tantas vidas se hubieran podido salvar si hubiesen
permitido
a
los
cristianos
seguir
con
sus
peregrinaciones...
248
LOS REYES CRUZADOS
Al día siguiente doña María del Rosario continuó:
- Tenemos tres reyes participando en las cruzadas:
Ricardo, rey de Inglaterra; Felipe, rey de Francia, y
Federico Barbarroja, rey de Alemania.
Jerusalén estaba nuevamente en manos de los
turcos, lo que encolerizaba a los cristianos hasta lo
indecible. Era necesario enviar una nueva cruzada -y
comenzó la segunda.
En la segunda cruzada no tomaron parte los tres
reyes,.
Estaban reservados para la tercera, que
comenzó en el año 1189, casi cien años después de la
primera.
- ¡Tres reyes! -exclamó Pedrito. Estoy seguro de que
ganaron...
- Lamentablemente no fue así, Pedrito, porque esos
tres reyes no consiguieron nada. Federico Barbarroja...
- ¡Que nombre! ¿Quién era?
- Pariente de Barba Azul, con seguridad -gritó Emilia.
- No -dijo doña María del Rosario. Barbarroja era un
rey de Alemania que tenía su corte en aquella ciudad
que Carlomagno había convertido en la capital de su
imperio. Vamos a ver quién la recuerda...
-Aix -comenzó Pedrito-; la... -continuó Belén-;
Chapelle -concluyó Emilia.
249
-Muy bien -dijo doña María del Rosario. Aix-laChapelle. Pero en tiempo de Barbarroja esa ciudad sólo
era la capital de Alemania y no de un imperio. Aunque
Barbarroja quiso formar un gran imperio como el de
Carlomagno, no lo consiguió, porque no tenía las
cualidades de gobierno, o el tino del otro. Ya viejo se
decidió a marchar con la tercera cruzada. El resultado
fue que no llegó a ver a Jerusalén y murió en el camino ahogado. Y quedaron en el campo dos reyes solamente.
- Es la primera vez que un rey muere ahogado -dijo
Pedrito. Gran número de ellos murieron asesinados y
algunos decapitados, como aquel rey Luis XVI de
Francia y Carlos I de Inglaterra.
- El segundo rey, Felipe de Francia, tampoco vio a
Jerusalén. Se llenó de envidia hacia su compañero
Ricardo, a quien veía muy querido, y volvió a Francia
dejando al rey de los ingleses solo.
- Apuesto a que el inglés vio a Jerusalén -dijo
Pedrito.
- La vio, si. Este Ricardo fue un gran rey. Un cruzado
cuyo recuerdo se hizo legendario, no sólo entre los
cristianos sino también entre los infieles, y fue apodado
Corazón de León por su coraje a toda prueba y sus
proezas sin cuento. El pueblo lo amaba porque era duro
con los malhechores y muy justiciero. Durante siglos
existió en Inglaterra la costumbre de que las madres
250
atemorizaran a los niños diciéndoles: ¡Quietecitos, si no
vendrá a castigarles el rey Ricardo!
-¡Se convirtió en una especie de “hombre de la bolsa”!
-exclamó Belén.
-Era muy estimado por los adversarios, como se ve
por lo que aconteció entre él y el sultán Saladino, que
reinaba en Jerusalén en ocasión de la tercera cruzada.
Saladino era atacado por las fuerzas de Ricardo, pero
era tanta su simpatía por el rey inglés que le propuso un
acuerdo para bien de ambos bandos. En ese acuerdo se
dejó sentado que los turcos no volverían a maltratar a
los peregrinos cristianos que llegasen a Jerusalén.
Conseguido eso, Ricardo volvió para Inglaterra,
poniendo fin de ese modo a la tercera cruzada.
A su regreso aconteció una cosa que parece propia
del cine. Fue raptado por los ladrones. Raptado y
ocultado en una prisión que nadie sabía dónde quedaba y los raptores exigieron de Inglaterra una gran suma a
cambio de su libertad. ¿Pero cómo podrían rescatarle
sus amigos si no sabían dónde estaba, ni quién podía
comunicarse con los raptores?
- Y entonces . . . -dijo Belén.
- Y entonces -repitió doña María del Rosario- entró
en escena un tal Blondel, que era el trovador favorito
de Ricardo. Este Blondel había compuesto un tiempo
atrás una canción que gustaba mucho a Ricardo. Cuando
su señor desapareció, tuvo Blondel la idea de salir por el
251
mundo cantando esa canción, junto a las murallas de
todos los castillos, en la esperanza de que el rey la
oyese y lo reconociese.
Cantó, cantó, cantó Blondel, y por casualidad un día
cantó justamente al pie de la torre donde estaba
prisionero el rey. Al oír la canción querida, Ricardo
reconoció la voz de su trovador -y respondió cantando
el estribillo. De ese modo fue descubierto. Sus amigos
pagaron el rescate y él volvió muy contento a
Inglaterra.
- ¡Qué gracioso, abuelita! -exclamó Belén. A veces la
historia parece como novela de capa y espada como
aquella de Alejandro Dumas que nos leyó una vez...
- Y es así, hija mía. En esta historia, como en tantas
otras existen personajes en torno a los cuales se han
tejido muchas historias de las cuales no sabemos
fehacientemente si son ciertas o no como es la que
sigue. Ricardo Corazón de León, dicen creencias
populares inglesas, volvió a Inglaterra, pero no se
quedó tranquilo. Por ese tiempo andaba haciendo por
allí de las suyas el famoso Robin Hood, sin que nadie
pudiera echarle mano. Robaba a los viajeros en los
caminos y batía a los soldados reales siempre que se
cruzaban con él.
- Ya vi la película de Robin Hood -recordó Pedrito.
Hay allí un fraile que es colosal.
252
- Ricardo se indignó y se dispuso a dar caza a Robin
Hood. Para ello se disfrazó de monje, dándose maña
para hacerse capturar por él. Quería saber de cerca
quién era Robin, para después atraparlo bien atrapado.
¿Pero sabéis qué ocurrió? Ricardo tuvo tanto gusto en
ver a Robin, se encariñó tanto con el bandido, que le
perdonó y perdonó a toda su cuadrilla.
- ¡Qué individuo extraordinario, abuelita! -exclamó
Pedrito-. Usted no se imagina cómo me gustan los
hombres así, que hacen las cosas distintamente de los
otros y siempre según se les ocurre. Ese Ricardo entra
en mi cuaderno. Espere...
- Entonces anota también -continuó doña María del
Rosario- que la cota de armas de Ricardo tenía tres
cabezas de león, una encima de la otra -dibujo que
después entró en el escudo de Inglaterra.
253
Pedrito tomó nota de todo, mientras doña María del
Rosario bebía un vaso de agua, tomaba aliento y
continuaba:
- Después de esa tercera cruzada vino...
- ¡La cuarta! -dijo Emilia.
- Claro está que la cuarta, bobita. Pero lo que yo iba
a decir es que vino una el año 1212, de niños solamente.
-¿Niños, abuelita? -exclamaron todos, con los ojos
llenos de asombro.
- Sí, niños, criaturas. Se le llamó incluso la cruzada
de los niños.
Tuvo su origen en Francia, con un
muchacho llamado Esteban que era un pastorcito que
aseguró que el Señor se le había aparecido y le había
254
dado la orden de liberar el Santo Sepulcro. Comenzó a
entusiasmar a sus amigos y conocidos y así se fue
propagando. Surgieron de todos los rincones de Francia
niños y adolescentes que se enrolaron en las filas de
Esteban y tomaron la Cruz. A pesar de la prohibición
del rey de Francia, los jóvenes cruzados llegaron a
Marsella, donde se embarcaron en siete galeras; dos de
ellas naufragaron y otras dos llegaron a Argelia, donde
los adolescentes fueron vendidos como esclavos.
Belén se alarmó. Y prosiguió la abuela:
- Y fue una gran lección para muchos barones que no
tenían el coraje de estos niños. “Estos niños nos
avergüenzan -exclamó Inocencio III, cuando se enteró
de tales sucesos-; nosotros dormimos pero ellos
parten...”. Hubo todavía otras, y por fin vino la octava,
que llevó como jefe al rey Luis IX de Francia, el mismo
que más tarde fue canonizado y lo conocemos como San
Luis.
- Yo conozco una provincia que se llama así, dijo
Pedrito.
- Claro, -continuó la abuela-. Nuestra provincia
cuyana tomó el nombre de este gran santo, un hombre
lleno de virtudes y que es considerado, por los
historiadores como el “perfecto cruzado”. Todo lo hacía
por Dios con recta intención y en perfecta fidelidad a
la mística propia de la caballería, tal cual la enseñara
San Bernardo. Preparó su campaña con toda seriedad,
255
siendo la suya una cruzada de ingenieros al mismo
tiempo que de héroes y santos. Sin embargo, hubo de
enfrentarse con un grupo de sarracenos muy bien
equipados militarmente y fue derrotado. Pero es en la
derrota en donde se nos muestra más valeroso y más
santo. Después de ésta, en la que habían sido tomados
prisioneros muchos cristianos por los infieles, tuvo que
decidir el rey santo si volver a Francia a arreglar
problemas de su reino o permanecer en estas tierras
tratando de liberar a los prisioneros cristianos. Luego
de consultar con sus soldados más aguerridos decidió
quedarse y pronunció las siguientes palabras:
“Los barones de este país dicen que, si me voy, el
reino de Jerusalén está perdido, pues nadie se
atreverá a permanecer aquí. Así que he decidido que
no abandonaré el reino de Jerusalén que he venido
para conquistar y mantener, por lo tanto mi decisión
es que seguiré aquí como lo he hecho hasta ahora.”
- ¡Este gran santo tomará uno de los primeros lugares
en mi cuaderno! -sostuvo Pedrito-. Así se habla.
- Lamentablemente el rey y su ejército fueron
alcanzados por una peste de tifus luego de una durísima
lucha. Y, tiempo después, fue víctima de una epidemia
de disentería.
- ¿Hubo algún otro rey en las Cruzadas así? preguntó Pedrito.
256
- No sé si tanto como San Luis, que reunía tantas
virtudes. Pero sí otros muchos de gran valor y entereza,
como Balduino IV, rey de Jerusalén, un joven simpático
y atractivo, de espíritu indomable, corajudo como el
más atrevido caballero. Un día en que estaba jugando a
la pelota, cayó ésta en medio de un arbusto espinoso, y
cuando intentaba sacarla de allí comenzó a sangrar,
pero sin sentir dolor alguno. Era lepra. De nada
sirvieron los remedios. El reinado de este muchacho
(1174-1185) no fue sino una penosa agonía, en que la
enfermedad avanzaba día a día, minando todo su
cuerpo, su cara, sus ojos. Sin embargo, con un heroísmo,
sólo atribuible a la fe, aquel joven guerrero enfrentó al
enemigo con valor realmente sobrehumano. En la batalla
de Montgusard, uno de los hechos bélicos más
sorprendentes de las cruzadas, el rey leproso, de 17
años, al frente de 500 caballeros, hizo huir a miles de
enemigos encabezados nada menos que por Saladino.
Mientras pudo mantenerse a caballo siguió dirigiendo a
los suyos. Luego, cuando sus fuerzas lo abandonaron, se
hacía llevar al combate en una litera a fin de que sus
hombres pudiesen verlo. Murió a los 24 años y fue
enterrado en las cercanías del Santo Sepulcro.
- Pero, al fin, preguntó Belén, las cruzadas
¿triunfaron o fracasaron?
- Militarmente el resultado fue un fracaso. Sin
embargo, para los espíritus más nobles de la época lo
257
importante no era tanto el éxito como el buen combate.
En ellas los hombres, y aún los reyes, supieron deponer
sus intereses y comodidades particulares para
demostrar su amor a Cristo y a su Iglesia dando
muestras de heroísmo sin igual.
- Pero se perdieron muchas vidas, abuelita.
- Es cierto, hija. Pero deberás saber que hay veces
que Dios o la patria nos exigen la entrega de todo lo que
tenemos. Es parte de aquel primer mandamiento que
dice...
- Yo lo sé, -dijo Pedrito. Amar a Dios sobre todas las
cosas.
- Y en ese “todas las cosas” también está nuestro
cuerpo y nuestra vida de aquí, de la tierra; porque lo
que en definitiva ha de importarnos, ya lo saben, es la
vida del cielo. Así lo sabían y querían también aquellos
valerosos soldados de Cristo y lo demostraron con sus
vidas y, algunos, hasta con su muerte. Gracias a esta
suprema generosidad estarán gozando eternamente de
las delicias del cielo.
MARCO POLO
258
- He notado una cosa -dijo Pedrito. Usted menciona
solamente los países de Europa, como si el mundo no
fuese más que Europa. ¿Y las otras tierras?
- Las otras tierras no nos interesan tanto como las
de Europa u Occidente. El Oriente, esto es la parte
donde están los más grandes países de Asia, no han
tenido tanta influencia sobre nuestra civilización. Los
antiguos europeos no conocían de Asia más que la región
entre el Tigris y el Éufrates, donde sucedieron tantas
cosas interesantes. El resto, más allá de esos ríos, era
una tierra casi ignorada, que llevaba el nombre genérico
de tierras del Catay.
- ¿Dónde quedaba ese Catay?
- Del otro lado del globo terrestre. Catay era
antípoda de Europa. ¿Sabéis lo que es antípoda?
- Sí, sí -dijo Belén-, lo aprendí en la historia de Alicia
en el País de las Maravillas. Antípoda es una tierra
situada en el extremo opuesto de otra.
- Pues bien continuó doña María del Rosario-, la
tierra de Catay quedaba en el lado opuesto de Europa.
Allí vivía un pueblo amarillo, de cabellos lacios -gente de
raza mongólica. Hoy ya es bien conocido por nosotros, y
de esas tierras recibimos muchas cosas -abanicos de
papel, cestitas de bambú. También sabemos que quedan
por allá la India y China. Hoy los grandes sabios de
Occidente hablan con el mayor respeto de esos pueblos;
pero para la Europa antigua el Asia prácticamente no
259
existía. Europa comenzó a conocer a los amarillos
cuando éstos la forzaron a ello.
-¿Cómo le forzaron, abuelita? No entiendo...
-Fue así. Allá por el siglo XII o XIII, una de las
razas existentes en Asia, los mongoles o tártaros,
avanzaron sobre Occidente como un alud de nieve o una
nube de langosta y con tal furia que amenazó con
arrasar a todos los países cuya historia voy a contar.
Venían a caballo, bajo el mando de un terrible guerrero
llamado Gengis Khan. Una especie de Atila, y sus
guerreros eran una especie de hunos, aun peores.
Si fuese posible formar un ejército de tigres y
leones, ese ejército no sería más feroz que el de Gengis
Khan. Galopaban arrasándolo todo, quemando ciudades
y poblados por millares, y matando hombres, mujeres y
niños por millones. Nadie podía resistir su furia, de
manera que todo hacía creer que la raza blanca iba a
ser destruida, y con ella todo cuanto los blancos habían
creado.
Pero en cierto momento Gengis Khan se detuvo.
Tenía ya un imperio que se extendía desde el Océano
Pacífico hasta los limites de Europa, imperio mayor que
el romano o el de Alejandro. Fue cuando murió.
- Eso es lo que vale, abuelita -dijo Pedrito. Eso es lo
que vale, que exista la muerte. Cuando esas pestes se
vuelven demasiado peligrosas, viene la Descarnada con
260
su guadaña y ¡zas! siega al monstruo para que vaya a
asarse al infierno.
- Murió, sí, pero las cosas no mejoraron, pues Gengis
Khan dejó un hijo más terrible que él, el cual conquistó
y arrasó nuevos países. Por fin la muerte lo segó
también a él, y subió al trono el gran Kublai Khan. A
pesar de ser nieto de Gengis, Kublai no heredó su
ferocidad. Nació con espíritu creador, no con espíritu
destructor. Fue el que hizo a Pekín capital de China y la
llenó de monumentos.
Tantos palacios y jardines
maravillosos hizo levantar allí, que obscureció la gloria
de los otros reyes, como Salomón por ejemplo -reyes
amigos de lo que se llama fausto, o sea un apego
excesivo al lujo. Kublai Khan fue el mayor rey que tuvo
el Oriente.
- En la India el mayor fue Akbar, usted ya nos habló
de él.
- Sí, pero en China fue ese Kublai. Cierto día
aparecieron por allá dos venecianos. ¿Quién sabe qué es
un veneciano?
- Es el marido de las venecianas -chilló Emilia
señalando las verdes persianas de Venecia de la sala.
A nadie le causó gracia.
- Veneciano es un hombre que ha nacido en Venecia.
¿Y Venecia? ¿Quién sabe lo que es Venecia?
Silencio. Doña María del Rosario explicó:
261
- Venecia era una ciudad muy curiosa de Italia, la
única del mundo construida sobre el agua. Las calles no
se parecían -y no se parecen, porque Venecia existe
todavía- a las calles que nosotros conocemos. No son
calles propiamente dichas, sino canales. En lugar de
autos, navegan en las calles de Venecia unos botes
llamados góndolas. Pues bien, hacia el año 1300 vivía en
Venecia la familia de los Polo. A dos de ellos se les
metió en la cabeza la idea de conocer las regiones
misteriosas de Catay. Se pusieron en camino. Viajaron
sin cesar, siempre en dirección al este, esto es en
dirección a Oriente, y tanto anduvieron que fueron a
dar ante los maravillosos palacios de Kublai Khan.
262
Cuando el rey supo que dos hombres blancos estaban
con la boca abierta ante su palacio, mandó que los
llevasen a su presencia. Los Polo comparecieron y
hablaron largamente, contando maravillas de Europa,
cosas enteramente nuevas para Kublai Khan. Esos
venecianos sabían contar historias, sabían ser
interesantes, de manera que el rey se sintió atraído
hacia ellos. Ordenó que los hospedasen de la mejor
manera para que todos los días fuesen a contar más
cosas. Después los tomó a su servicio y los empleó en
263
altos puestos de gobierno. De ese modo los Polo
permanecieron veinte años en la corte de Kublai Khan.
Un día, sintiendo nostalgia por Venecia, planearon el
regreso. Estaban riquísimos y ansiosos por contar a los
parientes y amigos sus extraordinarias aventuras. Pero
Kublai estaba tan contento con ellos que no quiso
dejarlos marchar. Fue preciso prometer que dejarían
Catay por poco tiempo, y volverían en cuanto
desapareciera su nostalgia por Venecia.
Al llegar a Venecia, nadie los reconoció. Todos
dudaron de que fuesen los Polo que habían salido de allí
veinte años atrás. Parecía imposible que aquellos dos
sujetos desharrapados y sucios por el largo viaje, que
además hablaban mal la lengua italiana, fuesen los que
decían ser.
Los Polo quedaron decepcionados.
Las historias
maravillosas del reino de Kublai Khan eran escuchadas
como cuentos de hadas. Todos se reían. Por fin
hicieron como en el cine. Se deshicieron de las ropas
maltrechas y, abriendo los baúles, sacaron de ellos los
más lujosos trajes de seda, los de uso en la corte de
Kublai. También abrieron las cajas de rico marfil,
mostrando joyas de la labor más fina. Eran rubíes y
diamantes y esmeraldas y zafiros en cantidad tal que
bastaban para instalar una joyería. Los venecianos
abrieron entonces los Ojos de asombro, viendo que era
cierto cuanto decían.
264
Uno de los Polo narró más tarde esas historias a un
hombre que sabía escribir, y así nació uno de los libros
más famosos en el mundo: Viajes de Marco Polo. Tales
aventuras parecen cuentos de hadas, pero no lo son,
aunque mucho pueda ser exageración de Marco Polo con
el fin de impresionar a los lectores.
- Abuelita, abuelita -exclamaron los dos niños- mande
buscar pronto ese libro para leérnoslo. ¡Qué hermoso
debe ser!
- En ese libro -continuó doña María del Rosario-,
Marco Polo describe la magnificencia de los palacios de
Kublai Khan. Cuenta que había una enorme sala comedor
donde podían sentarse a la mesa al mismo tiempo once
millares de invitados. Cuenta de un ave tan grande que
podía volar con un elefante en el pico.
- Es el pájaro Roca -chilló Emilia.
- Cuenta además -concluyó doña María del Rosarioque al pasar por el monte Arará supo que el arca de Noé
todavía estaba allí, aunque nadie podía verla, debido a la
inmensa altura de la montaña, helada desde la mitad
para arriba...
- ¡Qué gran embustero! -exclamó Pedrito.
LA AGUJA MÁGICA Y EL POLVO
INVENCIBLE
265
-Después del regreso de los dos Polo -continuó doña
María del Rosario-, los pueblos de Europa comenzaron a
oír hablar de dos cosas maravillosas: una aguja mágica y
un polvo invencible, traídos de Catay.
- ¡Ha de ser el polvo de pirlimpimpín! -gritó Emilia.
- Era la pólvora. Hasta el año 1300 nadie soñaba en
Europa con espingardas y cañones.
Los hombres
utilizaban en las guerras armas blancas, esto es
espadas, cuchillos, lanzas; o armas arrojadizas, como
flechas y máquinas de lanzar piedras, armas todas ellas
de pequeño alcance. La espada, por ejemplo, sólo vale a
distancia de un metro del soldado que la maneja y con
una buena armadura el enemigo se defiende de sus
golpes. Tampoco la flecha llega muy lejos. Pero con el
cañón, las cosas cambian. Ante el cañón de nada valen
las armaduras, ni resisten las murallas de los castillos.
Eso hizo que el uso de la pólvora modificase por
completo muchas cosas. La forma de guerrear cambió
totalmente.
266
Aunque sea Marco Polo el supuesto introductor de la
pólvora en Europa, mucha gente sostiene que la pólvora
fue inventada por el monje inglés Roger Bacon. Otros
atribuyen la invención de la pólvora a un químico alemán
llamado Schwartz.
Dicen que estaba haciendo
experimentos, moliendo unas drogas en un morterito de
hierro...
- Llámele almirez, que nosotros entendemos, abuelita
-observó Pedrito.
- Estaba Schwartz moliendo unas drogas en un
almirez, o mortero, cuando de repente explotó la
mezcla, arrojando al techo el mango del morterito.
Schwartz se asombró y repitió la experiencia, ya con la
idea de utilizar en la guerra la fuerza de aquella mezcla,
haciendo que los morteros lanzasen el mango contra el
enemigo. Y así nacieron las armas de fuego.
- ¡Qué pena que el mango del almirez haya dado en el
techo en lugar de dar en la cabeza del químico! -dijo
Belén. Si en aquella ocasión Schwartz hubiese llevado
un buen golpe, ¿quién sabe si el mundo no estaría hoy
libre de cañones?
- ¿Qué mezcla es esa que produce la pólvora,
abuelita? -preguntó Pedrito.
- Una mezcla de carbón en polvo, azufre y salitre.
No digo la proporción de cada materia para que no te
metas a fabricante de pólvora en la huerta.
267
- Muy bien sobre el polvo invencible, abuelita -dijo la
niña. Pero ¿la aguja mágica?
-La aguja mágica era la brújula. Los chinos habían
descubierto que una aguja de hierro imantado, sujeta
por un hilo, tenía la propiedad de conservarse siempre
en la misma posición, con una de las puntas dirigida
hacia el norte.
- ¡Qué cosa misteriosa, abuelita!
- Qué cosa importante, debes decir, pues fue gracias
a esa agujita como el hombre pudo crear la gran
navegación, y descubrir así mundos nuevos, inclusive
América donde vivimos.
Parece increíble que una cosa tan pequeña y de
apariencia tan insignificante haya tenido tanto valor
para la humanidad. Antes de la brújula, la navegación
sólo se hacía cerca de tierra. Si los navegantes perdían
de vista las costas quedaban en seguida en peligro,
como si hubiesen perdido los ojos. También podían
guiarse por la posición del sol y de las estrellas ¿pero si
el cielo estaba cubierto y no había sol ni estrellas?
Completa ceguera. Guiados por la agujita, sin embargo,
pueden cruzar todos los mares con absoluta seguridad
de llegar al punto a donde se dirigen.
- ¡Pero, en ese caso debemos una gran cosa a los
chinos! -dijo Belén muy admirada.
- Claro está que se la debemos, sobre todo nosotros,
en América. Si no hubiese sido por ellos con su brújula
268
¿quién sabe si existiríamos?
Por lo pronto no
estaríamos aquí en este momento, pues, aunque América
pudiese ser descubierta por los vikingos, no habría
podido ser colonizada, por la imposibilidad de
establecer líneas regulares de navegación.
- Anotaré esto en mi cuaderno -dijo el niño.
Y doña María del Rosario concluyó:
-Pues a pesar de ser la brújula lo que es, costó verla
adoptada por los marineros de Occidente.
La
consideraban como arte del diablo, o de hechicería, y
temían que, llevada en una nave, causase serios
trastornos...
-¡Ahí viene nuestra brújula! -exclamó la niña al ver a
tía Anastasia aproximarse.
Tía Anastasia apunta
también siempre en la misma dirección: ¡el estómago!
-El té está en la mesa -dijo la buena criatura, muy
admirada de ser llamada brújula...
LA GUERRA DE LOS CIEN AÑOS
Al otro día doña María del Rosario advirtió a Pedrito
que le iba a servir un plato muy de acuerdo con la
belicosidad suya: una guerra de cien años.
Pero Belén protestó.
- ¿Vuelven las matanzas, abuelita? -dijo, poniéndose
triste. Ya estoy cansada de mortandades...
269
- La historia del mundo, hija mía, está llena de
guerras que van cambiando constantemente la faz de
las cosas. Algo semejante ocurre con las invenciones,
que son muy buenas en sí mismas, pero que en muchas
ocasiones se vuelven malas cuando cuando quedan en
manos de gente sin principios morales ni religiosos.
Fíjense el caso del aeroplano. Cuando Santos Dumont lo
inventó, no tuvo ni remotamente la idea de que el
maravilloso aparato para volar iba a ser aplicado para
matar gente y destruir ciudades. Y dicen que lo que
aceleró su muerte fue ver a su máquina de volar
arrojando bombas sobre las ciudades. Por eso, hija mía,
a pesar de esa carita de disguto que pones, voy a contar
algo de la guerra de los cien años.
- Pues cuente, ya que no hay más remedio.
- Comenzó con el rey Eduardo III de Inglaterra, que
no pasaba de ser un estúpido ambicioso. Quería ser rey
de Francia, pues se consideraba con más derechos al
trono que el rey que había allí. Y así en el año 1338
declaró la guerra a Francia, enviando contra ese país
una escuadra llena de soldados.
Inmediatamente
después del desembarco, los ingleses se trabaron en
lucha con los franceses en la batalla de Crécy.
El ejército francés era un ejército de lujo,
compuesto sobre todo de nobles, dueños de hermosos
caballos. El ejército inglés no contaba más que con
peones, esto es con hombres de a pie, gente del pueblo,
270
provistos de unos arcos bastante reforzados que
lanzaban flechas a gran distancia. Trabada la batalla,
los nobles franceses fueron completamente batidos.
Esa batalla tiene fama en la historia por ser la
primera en la que se emplearon cañones. ¡Pero qué
cañones! Unos cajoncitos que parecían pistolones -¡bum!
¡pluf!- y la bala caía cerca, espantando apenas a los
caballos.
La batalla de Crécy, marcó el principio de la guerra
de los cien años, que tantas consecuencias tuvo para
Inglaterra y para Francia. Al año siguiente estallaba en
Europa la famosa peste conocida como la Peste Negra.
- ¿Como la que arrasó a Atenas en el tiempo de
Pericles?
- Peor. La peste de Atenas sólo hizo estragos en
Atenas, pero la Peste Negra del año 1339 se esparció
por todas partes. Había llegado de los límites de Catay
y nadie podía escapar de ella. Mató cuanto quiso. Mató
un tercio de la población de Europa. Mató más, tal vez,
que todas las guerras de entonces juntas. Tenía el
nombre de Peste Negra porque comenzaba con unas
manchas negras en el cuerpo de los atacados; la muerte
se producía a veces en horas, otras veces en dos o tres
días. Como no hubiese remedio, muchos se suicidaban
cuando les aparecían las manchas.
Duró dos años esa horrenda peste, que llegó a
destruir ciudades enteras, hasta el punto de no quedar
271
quien enterrase a los muertos. Los apestados caían en
la calle, y donde caían se pudrían. Las cosechas se
perdieron por falta de quien las cuidase -lo cual trajo el
hambre. Caballos y vacas andaban sueltos, viviendo
como podían, porque sus dueños habían dejado de
existir o ni siquiera podían consigo mismos. La peste
llegó hasta el mismo mar.
Atacaba a veces a
tripulaciones enteras. Tal vez viniese de ahí la leyenda
de los barcos fantasmas, que navegaban por los océanos
a merced de los vientos, con esqueletos a bordo en
lugar de tripulación.
Pues a pesar de ese horror inmenso la guerra no se
detuvo. En cuanto la peste cedía un poco, franceses e
ingleses comenzaban de nuevo la matanza...
Doña María del Rosario hizo una pausa para ver la
cara de Belén. Estaba muy horrorizada.
- Muchas batallas -continuó doña María del Rosario-,
se produjeron después de la de Crécy. Los soldados de
Crécy ya no existían; sus hijos ya estaban viejitos, y la
guerra todavía continuaba.
Por fin quedaron los
franceses en pésima situación. Su rey de nada servía,
débil e incapaz de solucionar nada. Era el tipo de rey
que sólo sirve para adornar el trono. En esto aconteció
algo maravilloso, que iba a salvar a Francia. Surgió una
muchacha ...
- ¡Ya lo sé, ya lo sé! -gritó Pedrito. ¡Juana de Arco! ...
272
- Esa misma. Surgió Juana de Arco, del fondo de una
aldea desconocida, pero hoy muy conocida, porque se
volvió histórica. Domremy se llamaba la aldea de Juana.
Era una pastora de ovejas. Cierto día tuvo una visión y
oyó la voz de Dios que la llamaba para salvar a Francia.
Sin tardanza, Juana partió rumbo a París, a fin de
contar al rey y a los nobles la visión que había tenido.
Nadie le creyó, como sucedió tantas veces. Pero como
Juana insistiese, resolvieron aquellos nobles jugarle una
mala pasada.
Vistieron a uno de ellos con la
indumentaria del rey y lo pusieron en el trono. El
verdadero rey, un imbécil de marca mayor, quedó al
lado para gozar de la jugarreta. Hicieron entrar en
seguida a la pobre muchacha. Juana entró sin embarazo
alguno y con gran espanto de los graciosos, se dirigió al
rey verdadero, sin mirar siquiera al falso rey, que
estaba sentado en el trono. Llegó a él y le dijo: "Vengo,
señor, a conducir vuestros ejércitos a la victoria".
Impresionado por aquellas palabras, el rey le dio una
armadura y su estandarte real. Juana fue entonces a
ponerse en contacto con las tropas. En los soldados
franceses se despertó de inmediato un alma nueva.
Creyeron que Dios les había enviado a uno de sus
ángeles para conducirlos a la victoria -y desde ese
momento lucharon con tanto valor que los ingleses
fueron destrozados.
273
Si los soldados franceses consideraban a Juana como
un ángel enviado por Dios, no ocurría lo mismo con los
soldados ingleses. Para éstos la mocita no pasaba de
ser una terrible hechicera.
Juana les producía
verdadero pavor.
Pero la guerra está llena de azares y un día la heroica
muchacha fue hecha prisionera. Aquí comienza el
drama. El rey de Francia, a pesar de que Juana había
salvado a su trono y a la nación, nada hizo en su favor.
Ahora que todo había cambiado en Francia juzgó
oportuno el momento para verse libre de una criaturita
que mandaba en Francia más que él mismo. Los soldados
franceses, también, cansados de ser dirigidos por una
mujer, quedaron satisfechos al librarse de ella.
Abandonada así por todos, la pobrecita fue juzgada por
unos jueces muy injustos que la condenaron a morir en
la hoguera. Y Juana de Arco, la salvadora de Francia,
acabó en la hoguera, devorada por las llamas ...
274
Doña María del Rosario miró a Belén. La niña no
decía nada.
Estaba, sin embargo, tan roja de indignación y
pataleaba con tanta impaciencia que doña María del
Rosario llamó a tía Anastasia para que trajese agua.
- Sosiégate, hija mía -dijo la buena señora, mientras
Belén bebía un vaso de agua. Estos hombres, que no
entendían de designios divinos eran ciegos. En
275
compensación la humanidad entera admira y venera
ahora a esa muchachita santa y heroica. Hoy el mundo
entero se recuerda con el mayor respeto de Santa
Juana de Arco.
- ¿Y después, abuelita? -quiso saber Pedrito.
- ¿Después? Después el ánimo que Juana había
inspirado a los soldados franceses persistió y acabaron
echando a los ingleses de Francia. Así, desde el cielo, la
santa intercedió por ellos consiguiéndoles el triunfo y,
de este modo, terminó la guerra de los cien años.
Ahora vamos a dormir -concluyó doña María del
Rosario- y tú Belén, tomarás un poco de té de tilo para
calmar esos nervios...
APARECE LA IMPRENTA
Al otro día doña María del Rosario comenzó
tranquilizando a la niña.
- Hoy no tenemos guerra, ni gente quemada viva. Voy
a contar la historia de la imprenta, inventada por el
señor Gutenberg después de ser ya muy vieja en China.
Hasta la aparición de ese hombre no existía en el mundo
un solo libro impreso, un solo periódico, una sola revista.
Estamos hoy de tal manera acostumbrados a los libros,
al periódico y a la revista que nos parece imposible que
fuese así.
276
Los libros que existían eran hechos todos a mano, o
manuscritos. Ahora bien, es fácil comprender lo difícil
que era conseguir uno. Sólo algunos pocos podían darse
el lujo de tener algunos. Una Biblia, por ejemplo,
costaba tanto como una casa. Por ese motivo las que
había en las iglesias, a disposición de quien las quisiera
leer, eran sujetadas con argollas por medio de cadenas,
por miedo a que las robasen. ¿Quién pensaría hoy en
robar una Biblia?
Todo iba a cambiar, sin embargo. En 1440 el tal
Gutenberg ideó el medio mecánico para hacer libros.
Talló en madera, por separado, todas las letras del
alfabeto, formando así tipos. Con estos tipos formó
palabras. Después, pasando tinta sobre los tipos y
haciendo presión sobre un papel, obtuvo la primera cosa
impresa. ¡Estaba inventada la imprenta! Con el libro y el
periódico impresos mecánicamente, a millares y a un
precio al alcance de todos, el que hoy es ignorante es
porque quiere. Medios de iluminar el cerebro no faltan.
En 1440 Gutenberg imprimió en Alemania el primer
libro -una Biblia en latín. En Inglaterra el primer libro
impreso, ¿sabéis cuál fue? Un tratado sobre el juego
del ajedrez, hecho por un tal Caxton...
El hecho de que antiguamente nadie sabía leer se
debía, entre otras cosas, a la imposibilidad de tener
libros al alcance del bolsillo de todos. Si hoy, por
casualidad, los libros aumentasen de precio, llegando a
277
costar, digamos, mil pesos cada uno, el pueblo volvería a
caer rápidamente en la vieja ignorancia. No basta
querer leer, es preciso poder leer.
- Pero entonces ¿querer no es poder, abuelita? preguntó Belén.
- No siempre. Por más que un pobre diablo quiera ir a
la Luna, no hará ese viaje antes de que haya una línea de
cohetes de la Tierra a la Luna. Así ocurrió también a la
humanidad con la lectura. Antes de haber imprenta,
esto es antes de surgir el arte del producir libros en
mayor cantidad y a precios baratísimos, la mayoría de
los hombres no podían leer -y el que no lee no se
instruye, sigue siendo un asno toda su vida.
La invención de Gutenberg lo cambió todo, de ahí el
enorme progreso realizado en el mundo en poco tiempo.
La marcha del progreso es hoy tan rápida que ni tiempo
tiene el hombre para adaptarse a las nuevas condiciones
que los inventos van creando. Ese malestar que siente
el mundo y que se llama crisis, proviene, pues, de que la
marcha del progreso técnico es más veloz que el paso
del hombre. Lo más peligroso de todo esto es que la
máquina está dominando al hombre, como sucede en la
actualidad con la televisión y las computadoras. ¿Se han
fijado que cuando uno está viendo televisión o jugando
con la computadora uno quiere ver siempre más y más?
- Sí, -dijo Pedrito. Ayer no hice las tareas de la
escuela porque no podía despegarme de la computadora.
278
- Todos estos adelantos técnicos son realmente
fantásticos -prosiguió la abuelita-. Pero cuando no
somos capaces de controlarlos, es decir, de dominar la
máquina, terminan dominándonos a nosotros mismos,
esto es, haciéndonos mucho daño. Es por eso que
muchos sabios sostienen que no es conveniente el uso
de ellas hasta que no tengamos cierta edad y podamos
dominarla nosotros a ella.
- ¿Es como sucede con la licencia de conducir? preguntó Belén-. Nuestro primo Roberto cumplió 18
años y recién pudo sacarse la licencia.
- Así es Belén. Imagínense ustedes manejando solos
el auto de papá.
- Ni aunque tengas 48 años te permitiré manejar el
auto de papá -dijo Pedrito a Belén.
Y antes que siguiese la discusión prosiguió la abuela
- Pero volviendo al libro, ¿cuántos tenemos aquí en
casa?
- Unos doscientos, abuelita, sin contar los de Emilia.
(Emilia tenía también su biblioteca, hecha de pedacitos
de papel de diario, cortados del tamaño de hojas de
armar cigarrillos y sujetados con un alambre... )
279
-Muy bien -dijo doña María del Rosario-. Doscientos
-y eso no es nada, absolutamente nada. Hay por ahí
casas que cuenta con mil, con dos mil libros. En otros
tiempos el que poseía un libro era ya un personaje. El
que tenía doscientos, como yo, ¡Virgen Santa! Era
célebre...
Sin embargo esto no significa que todos los hombres
de la antigüedad fueran ignorantes. Muchos hombres,
aunque no sabían leer, eran más sabios que muchos
280
estudiosos de hoy. Primeramente porque ejercitaban
mucho más la memoria que nosotros. Cada cosa que
aprendían la guardaban en su memoria con mucho mayor
cuidado y atención para poder transmitirla a sus hijos o
a otras personas. Así sucedió con la Biblia, los grandes
poemas de la antigüedad, y, en nuestra historia, con el
Martín Fierro, de José Hernández. Se memorizaban
textos larguísimos sin olvidar siquiera una coma, de
modo que podían recitarlos sin tenerlos presente. En
segundo lugar porque, como no se podía memorizar
absolutamente todo, se ponía mayor empeño en
seleccionar lo que realmente era provechoso para las
almas. Lamentablemente hoy se escriben y publican
tantas cosas feas...
- Como por ejemplo esas tontas revistas que sólo
hablan de moda, comentó Belén.
- Por eso es muy importante, sostuvo doña María del
Rosario, que nos informemos muy bien con papá y mamá,
o con nuestra maestra, qué es bueno para leer y que no.
Hay muy buenos libros con los que podemos divertirnos,
pasear por el mundo, imaginarnos las aventuras más
impresionantes o fantásticas y saber mil cosas que
antes no sabíamos. Se puede llegar a saber, por
ejemplo, que cuando terminó la guerra de los cien años
también terminó el imperio romano esto es, el trozo de
imperio romano que todavía quedaba.
- ¿Cómo, abuelita? -preguntó Pedrito.
281
- Los turcos terminaron con él. Ese trozo del imperio
romano estaba allí como una pared que queda en pie
después que ha caído el resto de la casa. Estaba
siempre tambaleante. Vinieron los turcos, dieron un
empujón, ¡y cayó!
- Pero ¿cómo pudo resistir entonces esa pared a los
árabes, que eran tan fuertes?
- Sí, los árabes atacaron Constantinopla y nada
consiguieron.
Desde lo alto de sus murallas, los
cristianos les arrojaron un terrible fuego líquido que los
dispersó. Pero los turcos llegaron también con fuego, y
de mejor calidad. Llegaron con la pólvora -¡y adiós
Constantinopla!
- ¿Cómo fue?
- Emplearon cañones mucho más poderosos que los
empleados por los ingleses en la batalla de Crécy. Esto
ocurrió en 1453. Las murallas milenarias, que parecían
invencibles, se derrumbaron y los turcos entraron por
las brechas, ocupando la vieja ciudad de Constantino.
La hermosa iglesia de Santa Sofia, levantada por el
emperador Justiniano, fue transformada en mezquita -y
todavía está allí.
Después de la toma de Constantinopla, todas las
guerras, fueron hechas con pólvora. Se terminaron los
caballeros con armaduras o cascos de hierro en la
cabeza. Se acabaron las flechas. Se acabaron los
282
castillos. Surgía en el mundo la música nueva del ¡bum!
¡bum! ¡bum!
- Quiere decir entonces que ...
- Que esos tres inventos cambiaron completamente
la vida en la tierra -la brújula, la imprenta y la pólvora-.
Pensad en la verdad que os he dicho ya, que son las
invenciones lo que lo cambian todo.
- Quiere explicarme, abuelita -dijo Pedrito- ¿qué
diferencia hay entre invención y descubrimiento?
- Invención es la creación de una cosa nueva que no
existió antes, como la pólvora o la imprenta.
Descubrimiento es el conocimiento de una cosa que
existía ya, pero que el hombre ignoraba, como las
tierras de América.
Hoy hablamos mucho de
invenciones. Mañana hablaremos de descubrimientos.
- ¿Y la dinamita? -preguntó Pedrito-. ¿Es hija de la
pólvora?
- El principio es el mismo, hijo mío. Tanto la pólvora
como la dinamita producen, cuando deflagran, una cierta
cantidad de gases, los cuales se expanden con la mayor
violencia, produciendo lo que llamamos explosión. Y esa
explosión destruye cualquier obstáculo que intente
estorbar la expansión de los gases. Los químicos han
inventado explosivos cada vez más fuertes -y es posible
que esta pobre humanidad todavía llegue a ser
totalmente destruida por esas u otras circunstancias
del mismo tipo.
283
- ¡Y sería una limpieza! -exclamó Belén-. La tierra sin
un bicho humano sería mucho más sosegada. ¿Qué otro
animal quema a una Juana de Arco o esas criaturas
vivas como en Cartago?
- Si, hija mía. Pero nunca olvides que si existen
hombres malvados, y hasta depravados, también existe
gente santa y noble como la misma Santa Juana de Arco
que tú nombras. El empleo de las invenciones para la
destrucción de ciudades y de todo objeto o cosa
humana va progresando junto con el buen progreso
técnico. De allí que sea tan importante educar primero a
los hombres en la moral y en la virtud y, después, en la
técnica, a fin de que la utilice para el bien y no para el
mal, para que sea el verdadero Rey de la Creación.
- Yo quisiera que la dominadora del mundo fuese la
lombriz -chilló Emilia.
- ¿Por qué, tontita?
- Porque se queda debajo de la tierra y no incomoda a
nadie, ni a la gente ni a ningún animal. Todavía no hubo
una criatura que se quejara de las lombrices de la
tierra. De ella nunca vino, ni vendrá el menor mal del
mundo...
- Bueno -dijo doña María del Rosario riéndose-. Por
hoy basta. Mañana hablaremos de los descubrimientos.
LOS DESCUBRIMIENTOS
284
Al día siguiente doña María del Rosario comenzó así:
- ¿Qué libro te gusta más, Belén?
- No lo sé, abuelita. ¡Me gustan tantos! Me gusta
Alicia en el país de las maravillas. Me gusta Peter Pan.
Me gusta...
- A mí, el libro que más me gusta es uno que voy a
escribir -dijo Emilia-, que andaba siempre con esa idea
en la cabeza, y en verdad lo escribió, con el título de
Memorias de Emilia, obra que ciertamente ha de
publicarse.
- Pues, en aquellos tiempos -dijo doña María del
Rosario- un libro que interesaba grandemente a los
niños era el de los Viajes de Marco Polo. Uno de los
niños que más lo leía y releía se llamaba Cristóbal -un
italianito de Génova, ciudad junto al mar, con el puerto
siempre lleno de navíos. Cristóbal iba continuamente a
los muelles a ver pasar los marineros, y a oírlos, porque
nada le gustaba tanto como las historias. Después que
leyó los Viajes de Marco Polo se le metió en la cabeza
que había de ser también marinero. Había de viajar, de
correr por el mundo, de conocer todas las tierras
exóticas que existiesen.
A los catorce años se alistó en un barco, y en él hizo
su primer viaje. Después hizo otro, otros y otros hasta
en la edad madura, sin que pudiese alcanzar nunca las
tierras descritas por Marco Polo en su libro.
285
La gran preocupación de los navegantes en aquel
tiempo consistía en encontrar un camino más corto
hacia las Indias, país que atraía la atención de todos
por el negocio que significaba traer de allí varias cosas
que se vendían muy bien en Europa. El uso de la brújula
permitía que se pensase en caminos nuevos.
Coincidía con eso el hecho de que andaban ya por el
mundo libros impresos, entre ellos algunos escritos por
los grandes filósofos griegos. Una de las ideas que esos
filósofos predicaban era la de la redondez de la tierra.
Cristóbal Colón leyó esos libros, se convenció de que la
tierra era redonda y no chata como piensan los que no
leen, y reflexionó así: "Si la tierra es redonda, una nave
que parta de aquí y vaya siempre en dirección oeste ha
de llegar allá. ¿Quién sabe si haciendo así no podré
descubrir ese camino hacia las Indias que todos
buscan? Mucho más fácil debe ser alcanzar las Indias
por mar que por tierra, como hacen ahora".
Con tal idea en la cabeza, Colón no se preocupó de
otra cosa que de realizar ese viaje. Todos se reían de
él. ¡Locura! -decían-. Cuando más se reían, sin embargo,
más se afirmaba Colón en su propósito. Entre tanto era
un simple marinero, sin dinero para comprar un barco y
sin crédito para imponerse a los armadores, esto es, a
los dueños de navíos. ¿Cómo hacer?
Insistió. Continuó hablando de su proyecto a todos y
proponiendo el negocio a cuantos encontraba.
No
286
pudiendo conseguir en Italia quien le prestase apoyo,
fue a Portugal, que en esa época estaba realizando el
papel de los antiguos fenicios. Portugal sólo quería
saber de cosas del mar. Estaba en el trono un rey
amigo de aventuras, pero por desgracia ese rey no tenía
el espíritu bastante amplio para comprender las ideas
de Colón.
Colón no se desanimó. Se dirigió a España, que en ese
tiempo era gobernada por una pareja de reyes hoy muy
famosos: Fernando e Isabel.
- ¡Los reyes católicos!
- Muy bien, contestó la abuela a Pedrito que estaba
muy atento y había oído hablar de ellos en un acto
escolar del 12 de octubre. Colón consiguió que le
recibiesen y les expuso sus planes.
Era malo el
momento, pues España estaba todavía en lucha con los
árabes dentro de su territorio. Sólo después de
terminada la lucha, con la derrota de los árabes, pudo la
pareja de reyes prestarle atención. Fernando no quiso
arriesgarse en la partida, al contrario de Isabel. Ésta
se interesó tanto por los proyectos del marinero de
Génova, que amenazó al esposo con vender sus propias
joyas para adquirir naves, en caso de que Fernando se
negase a proporcionarlas. Fernando, entonces, mandó
poner a las órdenes de Colón tres navecitas -las
carabelas Santa María (en honor de la Virgen María),
287
Pinta y Niña.
Al fin triunfaba Colón, gracias a su
inflexible convicción y a su notable tenacidad.
- En ese caso -observó Belén-, querer fue poder...
- Así fue -opinó doña María del Rosario-. Colón pudo
a fuerza de tanto querer. Los navíos se prepararon y
un bello día partieron del puerto de Palos, con cerca de
cien tripulantes a bordo. Colón tomó rumbo al oeste y
se internó por el Atlántico, mar adentro, siempre en la
misma dirección, gracias a la preciosa brújula inventada
por los chinos.
Vosotros, que no habéis viajado nunca, no sabéis lo
que es quedar días y días dentro de una cáscara de nuez
suelta sobre la inmensidad de las aguas.
Hacia
cualquier lado que se mire no se ve más que agua, agua y
más agua. El sol nace, cae a pico, se pone, desaparece agua, agua, y más agua, tan pronto azul, tan pronto
verde, tan pronto de color plomizo.
A veces
sobrevienen temporales furiosos, que dejan el mar
revuelto; olas enormes suben y bajan, llevando consigo
la embarcación, que por grande y fuerte que sea nunca
pasa de un punto en la inmensidad.
288
- ¡Ah, que me asusta, abuelita! -dijo Pedrito.
Recuerde que tengo que viajar mucho cuando sea
grande...
- Pues Colón no se asustó de la vastedad de los mares
y durante un mes entero navegó siempre en la misma
dirección, sin divisar cosa alguna que no fuera agua.
Sus marineros comenzaron a impacientarse y a exigir el
regreso. Estaban convencidos de que Colón era un
soñador o, mejor, un loco de remate. Si estaba loco y
quería suicidarse, que se suicidase solo.
Ellos no
289
estaban dispuestos a acompañarle en aquella aventura
sin pies ni cabeza. ¡Caramba!
Colón procuró convencerles de todas las maneras,
pero inútilmente. Por fin trató de ganar tiempo. Pidió
que le acompañasen apenas unos días más; si no se
divisaba tierra dentro de ese plazo, entonces
regresarían.
La tripulación aceptó la propuesta,
rezongando.
No obstante, comenzaron algunos a
conspirar con el fin de echar a Colón al agua; volverían
entonces a España y dirían que había sido víctima de un
desastre, cosa muy común en el mar.
- Podían hacer lo mismo que con José los hijos de
Jacob.
- A último momento, sin embargo, cuando ya
finalizaba el plazo concedido por la tripulación, un
marinero divisó una rama de árbol flotando sobre las
olas. Gran excitación. Para que tal rama apareciese por
allí era necesario que hubiese tierra cerca. Una rama
de árbol no cae de las nubes. Colón recuperó la
confianza y sus hombres se sosegaron. Después, cierta
noche fue avistada una lucecita lejana. Luz quiere decir
gente. Gente quiere decir tierra. La tierra buscada
estaba cerca. En la mañana del 12 de octubre de 1492
las tres carabelas se aproximaron a una costa. Colón
saltó a la orilla y, ante todo, se arrodilló para agradecer
a Dios aquella gran victoria. El nombre de Colón,
Cristóbal, significa Portador de Cristo, y así lo sentía.
290
Después plantó en tierra la bandera de España y
bautizó la tierra hallada con el nombre de San Salvador.
- ¿No supo entonces que había descubierto América?
-preguntó Emilia.
Todos se rieron de la burrada.
- ¿Cómo había de saberlo, señora Marquesa, si
América no existía aún? Existían aquellas tierras
desconocidas y que, como acabo de decir, recibieron el
nombre de San Salvador. Colón supuso que había
llegado a las Indias, pero en realidad sólo había
encontrado una isla, donde vio unos extraños hombres
desnudos, con el cuerpo pintado y con adornos de
plumas en la cabeza. Tan seguro estaba de haber
llegado a las Indias, que dio a esos hombres el nombre
de indios, nombre que, aunque erróneo, quedó para
siempre.
- ¿Y cómo se llama esa isla en la lengua de los indios?
-Guanahani.
Es una de las islas Watlings, en el
archipiélago de las Bahamas o Lucayas, en las Antillas,
que pertenecieron durante tanto tiempo a los ingleses.
- ¿A los ingleses? -preguntó admirado Pedrito. ¡Eso
es un abuso! Esa isla no debiera pertenecer a nadie.
Debería ser el santuario americano y todos los
habitantes de este continente deberían ir allí por lo
menos una vez en su vida a orar por el alma de Colón. Si
no fuese por él no existiríamos.
- ¿Y qué hizo Colón después del descubrimiento?
291
- Exploró la isla y las otras próximas. No encontró
nada, ni vio ninguno de los portentos que había relatado
Marco Polo. Estaba seguro de que aquello era la China o
la India.
- ¡Qué tonto! -exclamó Emilia. Yo lo habría adivinado
en seguida. Los chinos de aquel tiempo tenían coleta y
los hindúes usaban turbantes.
Doña María del Rosario se sonrió de la idea y
continuó:
- Días después, Colón se hizo a la vela para España,
llevando a bordo varios de aquellos hombres de color
cobrizo, y también muestras de tabaco, planta que la
gente de Europa desconocía. El hecho de ver a los
indios fumando impresionó mucho a Colón.
- ¿Quiere decir abuelita, que el tabaco es nativo de
América? -preguntó Pedrito.
- Sí. Antes del descubrimiento de América nadie
sabía lo que era fumar -esto en Europa, porque los
indios de América fumaban a más no poder.
Pero Colón volvió, y la noticia de su descubrimiento
llenó de júbilo a España. No se habló más que de ello
por un tiempo. El concepto de la humanidad habla
cambiado.
Aparecieron pronto murmuradores,
pretendiendo disminuir el alcance del descubrimiento.
¡Gran cosa! -decían. Es muy fácil eso de descubrir
tierras. Basta entrar en una nave y seguir hacia
adelante. Así murmuraban los envidiosos hasta el día en
292
que, en una comida de hidalgos, Colón les dio una
respuesta célebre.
-¡Tenemos el huevo de Colón! -adelantó Pedrito.
- Justamente. Colón tomó un huevo y preguntó quién
era capaz de pararlo sobre una de las puntas. Todos los
hidalgos probaron, inútilmente. -Imposible -dijeron, por
fin. Colón entonces tomó el huevo y con un golpecito en
un extremo lo afirmó sobre el mantel. -¡Oh, así es fácil!
-exclamaron los hidalgos decepcionados. -Muy fácil dijo Colón-, pero después que lo hice yo. De igual
manera es el Nuevo Mundo. Muy fácil descubrirlo -pero
después que lo descubrí yo.
- Sí, eso es lo que se llama responder.
- Colón hizo otros tres viajes a las nuevas tierras, sin
que jamás percibiese que había descubierto todo un
continente. Una de las veces llegó a desembarcar en
América del Sur. Pero la envidia llevó a algunos
españoles a olvidarlo y hasta despreciarlo. Llegaron
hasta acusarle de crímenes en una de sus permanencias
en América; lo detuvieron y lo mandaron encadenado a
España. Las cadenas que tuvo Colón en las muñecas las
conservó por mucho tiempo en su casa, como memoria
de la ingratitud de los hombres. Al fin murió, casi
completamente olvidado, no teniendo el gusto de ver su
nombre ligado al continente que había descubierto. Uno
más hábil -Américo Vespucio- le arrebató esa gloria.
- Pero hay una Colombia, abuelita -observó Pedrito.
293
- Sí, únicamente Colombia, entre todos los países de
América, supo honrar al gran Colón.
Las consecuencias de su descubrimiento fueron
inmensas. ¡Eso de aumentar el mundo con todo un
continente no es un juego!
Debemos por tanto
recordarlo siempre. En un mundo tan lleno de grandes
hombres, que no hicieron otra cosa que matar y
destruir es un alivio encontrar a uno que en lugar de
destruir, creó.
- ¡Viva Colón! -gritó Emilia.
- ¡Viva! ¡Viva! ...
MÁS DESCUBRIDORES
También en la siguiente velada estaba América a la
orden del día.
- Siempre que se abre una tienda nueva en la ciudad dijo doña María del Rosario-, transcurre cierto tiempo
llamándose Tienda Nueva, antes que el pueblo acepte el
nombre de bautismo dado por su dueño. La Tienda de
los tres hermanos, por ejemplo, llevó meses llamándose
Tienda Nueva, a pesar del letrero que puso en su
fachada Pedro Abud.
- ¿Pero qué tiene que ver eso con América, abuelita?
-preguntó Pedrito, frunciendo la frente.
- Tiene esto que ver: que América pasó a ser
conocida como Nuevo Mundo, y todavía hoy es
294
designada así. El nombre de América sólo vino más
tarde.
- ¿Cómo ocurrió, abuelita, que Vespucio pudo
adelantársele a Colón?
- Así, Américo Vespucio, que también había ido a
América después de Colón, tuvo la habilidad de escribir
un libro respecto a todo lo que vio, dando siempre el
nombre de tierras de Américo a las tierras de Colón. El
pueblo leyó ávidamente ese libro y por comodidad se
aceptó la denominación presentada. Y quedó América,
en lugar de Colombia.
- ¡Bien dice tía Anastasia que el bocado no es para el
que lo hace, sino para el que lo come! -observó Belén.
- Colón no tuvo suerte. Hizo el mayor descubrimiento
de todos los tiempos, sí, y casi no sacó provecho
ninguno, al menos en este mundo, a no ser el de la gloria
-y la gloria misma le llegó recién más tarde. Hoy Colón
ocupa el lugar que merece, pero en vida fue
positivamente robado.
- Compañero de la pobre Juana de Arco -observó
Pedrito.
- Colón mostró al mundo que un navío podía avanzar
por el océano adentro sin peligro de caer en un agujero.
Después de él los navegantes de todas partes se
echaron al mar, con verdadera furia, en pos de nuevas
tierras.
La imaginación era constantemente
aguijoneada. Y los que no pensaban en tierras nuevas
295
pensaban en descubrir el camino de las Indias, país
cuyas fabulosas riquezas despertaban los apetitos de
todos los europeos. Entre esas riquezas estaban las
especias.
- ¿Qué quiere decir especias, abuelita?
- Se llamaba especias a ciertos productos de las
Indias, como el clavo, la canela, la pimienta, nueces de
olor fuerte -condimentos en suma, que tenían excelente
mercado en Europa-. ¿Y sabéis por qué? ¡Nadie lo
adivina!... Porque servían para conservar los alimentos.
En aquel entonces no existían heladeras como hoy y las
especies permitían conservar los alimentos por algún
tiempo más.
- ¡Está bueno! -exclamó Pedrito.
- El clavo, la canela y demás especias beneficiaban a
los comerciantes -de ahí los elevados precios que
obtenían. A veces, algunos comerciantes tramposos se
valían de los olores fuertes y penetrantes de las
especias para engañar a los compradores con su
mercadería en mal estado. Lo mismo que la gente que
emplea perfume fuertes para dispensarse del baño.
- ¡Hola! Eso va a mi cuaderno -dijo el niño. Veo que
los vendedores de hoy no son más expertos que sus
colegas de antaño...
- Sirve este hecho para mostrar cómo se hacen las
cosas, a veces, en el mundo y cómo no hay que hacerlas.
El ansia de descubrir un camino más fácil hacia la India
296
tenía también otra motivación. Los musulmanes habían
tomado Constantinopla en el año 1453, como ya vimos, y
estaba claro las dificultades con que se encontraban los
pueblos cristianos para vencerles. De allí que surgió la
idea de atacarles por la espalda, desde el Oriente.
- ¿Y descubrieron al fin ese camino?
- Lo descubrió un portugués -Vasco de Gama. Vasco
de Gama tuvo la idea de buscar un paso por el sur, en
lugar de seguir el rumbo de Colón, Vespucio y los demás.
Ya otros que habían pensado en eso, siguieron por la
costa de Africa, pero se detuvieron a medio camino, y
volvieron contando historias pavorosas, muy parecidas a
aquellas de Simbad el Marino, que habéis leído en las
Mil y Una Noches. Contaban que desde cierto punto el
mar hervía; que más al sur de África existía una enorme
montaña de piedra imán que arrancaba los clavos de las
embarcaciones, haciéndolas descoyuntarse; que había
un monstruoso molino que tragaba y llevaba las naves al
fondo del mar.
También contaban historias de
serpientes capaces de devorar una carabela con la
facilidad con que la cobra engulle una rana. En el poema
Los Lusiadas del poeta Camoens se habla también del
horrendo gigante Adamastor que dominaba el Cabo de
las Tormentas, una punta de tierra al sur de África.
Parece que antes de Vasco de Gama, algunos navegantes
habían llegado hasta ese cabo -pero huyeron hacia
atrás, asustados de las barbas verdes de Adamastor.
297
Gran gloria para Vasco de Gama fue haber doblado el
Cabo de las Tormentas, que ya entonces comenzaba a
llamarse Cabo de Buena Esperanza.
- ¿Qué esperanza buena era ésa, abuelita? -preguntó
la niña.
- Está claro que era la esperanza de encontrar la
India más allá. Vasco dobló el cabo, no vio a Adamastor
ninguno, ni encontró ninguna serpiente que engullese los
barcos, ni abismos, ni montaña de piedra imán. Camoens
nos dice en su poema que Adamastor se apareció a
Vasco de Gama, pero es mentira. Vasco de Gama dobló
el cabo y siguió siempre en dirección segura hasta
alcanzar las buscadísimas Indias de la pimienta y del
clavo. Allí llenó sus barcos con esas y otras especias y
volvió a Portugal con la mayor seguridad. Esto ocurría
el año 1497.
298
- ¡Sí, sí! ¡Hizo un negocio espléndido! Salvó a Portugal
de la vergüenza de haber rehusado a Colón tres
barquichuelos -dijo la niña.
- Tuvo suerte, ese Vasco. Sacó el máximo partido de
su descubrimiento para él y para Portugal. Ese periodo
de la vida de Europa está lleno de descubrimientos.
Cada día se producía uno nuevo. Un inglés llamado
Cabot partió de Inglaterra para descubrir también algo.
Falló en el primer viaje. En el segundo descubrió el
Canadá, desde donde fue bajando por las costas de los
Estados Unidos, tomando posesión de lo que encontraba
en nombre de Inglaterra. No tuvo suerte. Los ingleses
sólo cien años más tarde dieron importancia a su
descubrimiento.
La parte central de América, la América Central
como se llama ahora, fue explorada por un español
llamado Balboa, que atravesó el istmo de Panamá y fue a
salir al otro lado, al océano Pacífico, al cual llamó
erróneamente Océano del Sur. Ninguno de esos viajes,
sin embargo, vale lo que el de Magallanes. La idea de
Magallanes era hallar un camino para las Indias a través
de América; las tierras americanas estaban todavía muy
poco exploradas, y por tanto podía haber muy bien un
pasaje por medio de ellas. Con Magallanes ocurrió lo
mismo que con Cristóbal Colón; nada consiguió en su
tierra. El rey de Portugal no le quiso escuchar -ni le dio
299
naves, obligándole a ir a ver al rey de España, del cual lo
obtuvo todo.
- ¡Qué casualidad! -dijo Pedrito. Por causa de la
sordidez de dos reyes, Portugal, además de perder el
mayor negocio del mundo, que consistía en descubrir
América, perdió también la gloria de ese Magallanes
que... todavía no sé qué hizo.
- Realmente, los reyes portugueses fueron de una
torpeza lamentable; no tenían imaginación.
Pero
volvamos a Magallanes. Obtuvo las naves, avanzó mar
adentro con rumbo a América. Cuando llegó a destino,
siguió por la costa en busca del soñado pasaje. Perdió
un navío.
Continuó el viaje con cuatro. Anduvo, anduvo -y
nada. No había paso. Por fin encontró muy al sur un
300
pasaje difícil, que recibió y todavía conserva el nombre
de Estrecho de Magallanes. En ese punto uno de sus
navíos desertó. Magallanes prosiguió el viaje con los
tres restantes, y con ellos alcanzó el Pacífico,
bautizado entonces por Balboa como Océano del Sur.
Nada de Sur -dijo Magallanes. Luego de pasar las
tormentosas aguas del estrecho vino la calma del
océano y por eso lo llamó Pacífico. Y siguió rumbo
adelante.
El viaje ya se había prolongado mucho. Se agotaban
los víveres y el agua. Las enfermedades diezmaban a
los marineros. Sin embargo Magallanes, que era de
hierro, no vaciló. ¡Adelante! ¡Siempre adelante! Se
acabaron al fin los víveres. Vino un hambre horrible.
Sus hombres tuvieron que comer cuanta rata había a
bordo, y después de las ratas comieron todo lo que era
de cuero. ¡Adelante! ¡Adelante!
Un día divisaron tierra...
- ¡Qué alegría! -exclamó Belén. Me imagino el delirio
de alegría de Magallanes al dar con el puerto de
salvación.
- ¡Pobre Magallanes! Después de tantos sufrimientos
y sacrificios no encontró en aquella tierra la salvación
que esperaba -y sí la tumba...
- ¿Cómo, abuelita? -exclamaron los niños ansiosos.
301
- Murió con otros cuarenta españoles en un combate
con los nativos. Islas Filipinas se llamaron después esas
tierras.
- ¡Qué monstruos, esos salvajes! -murmuró la niña
compadecida. Hasta parecen europeos...
Se echó a reír doña María del Rosario.
- Los tripulantes que sobrevivieron -continuó-, no
bastaban para manejar los tres navíos. En vista de ello
quemaron uno y siguieron en los dos restantes.
Siguieron hacia adelante... Luego uno de ellos se
extravió. Quedó uno solo, el Victoria. Y heroicamente,
penosamente, la nave Victoria navegó sola, afrontando
tempestades horribles, enfermedades y hambre. Un
día, al fin, tres años después de la partida, esa gloriosa
nave entró exactamente en el puerto de España de
donde había salido.
Quedaban a bordo dieciocho
hombres -o dieciocho héroes con forma de esqueletos
con algunos restos de vida...
- ¡Sí, sí! -exclamó Pedrito. He ahí dieciocho héroes
de verdad. Voy a tomar nota de eso en mi cuaderno.
- Espera un poco. Has de saber también, que para la
ciencia ese viaje puede ser considerado como el más
importante, pues probó de la manera más absoluta la
redondez de la tierra. Todas las dudas cesaron. Quedó
demostrado que, saliendo de un punto y siguiendo
siempre la misma dirección, un navío vuelve a ese mismo
302
punto. Luego la tierra es redonda. Toma ahora tus
notas para el cuaderno, que yo me voy a dormir.
LAS TIERRAS ENCANTADAS
Al día siguiente doña María del Rosario continuó
hablando de las tierras americanas.
- América comenzó a impresionar profundamente la
imaginación de los europeos. De ellas se contaban
maravillas. Que había por allá una fuente de juventud
renovadora para los viejos que bebían de su agua. Que
por allá estaba Eldorado, una ciudad entera construida
de oro macizo.
Tales leyendas enardecieron la
imaginación de muchos.
Uno de ellos, un tal Ponce de León, que se dirigía para
allá en busca de la fuente de la juventud, acabó
descubriendo la Florida, hoy una parte de los Estados
Unidos. No vio ninguna fuente de aguas encantadas;
sólo vio indios, que lo mataron a flechazos.
- ¡Pobre viejo! -exclamó Belén. ¡En qué quedó su
vanidad! ...
- Otro fue un tal Soto, que también salió en busca de
Eldorado. En lugar de Eldorado encontró el mayor río
del mundo, llamado Mississipi; allí murió atacado por la
fiebre.
Cerca de la Florida había un gran territorio llamado
México, habitado por los indios aztecas. Estos indios se
303
habían instalado en estas regiones desde hacía unos 150
años y, durante este largo tiempo habían conseguido
someter y hacer tributarios a la mayoría de los pueblos
de la zona. Su dominación abarcaba un vasto territorio
en el que, como carecían de animales de carga,
utilizaban al hombre como bestia de carga. Al igual que
en el resto de América prehispánica desconocían la
rueda.
- ¿No conocían la rueda estos ignorantes?, -preguntó
Pedrito.
- Así es. Sin embargo, tenían un calendario propio,
amplios conocimientos matemáticos y hasta un
complicado sistema de escritura. Su capital era la gran
Tenochtitlán. Y sus edificios más importantes eran,
como en todas las civilizaciones antiguas, los templos.
Servían para un culto sanguinario, ya que hacían
sacrificios humanos. Miles de prisioneros de guerra
eran inmolados anualmente por sacerdotes, que con
filosos cuchillos sacaban del pecho de las víctimas su
corazón aún palpitante.
- No quisiera enfrentarme nunca con esos salvajescomentó la niña.
- Los aztecas no conocían a los hombres de piel
blanca. Al verlos llegar en naves, desembarcar vestidos
de armadura, con penachos en la cabeza, los indios
cayeron en el mayor de los asombros. Eran dioses, con
seguridad, pues sólo dioses podían viajar dentro de
304
aquellas extrañas aves de alas blancas -las naves.
Dioses que montaban animales nunca vistos: ¡los
caballos!
- ¿Tampoco conocían el caballo, abuelita? -preguntó
el niño.
- No, el caballo fue introducido en América por los
europeos.
Ahora bien, con algún esfuerzo de
imaginación podéis comprender cómo quedó la cabeza
de los aztecas ante tales novedades. Y cuando esos
dioses hablaron, esto es cuando dispararon sus cañones,
el terror fue completo. Los dioses blancos traían
consigo el trueno y el rayo...
- Algunos de los pueblos de indios sojuzgados por la
dominación azteca se unieron al jefe de esta expedición
de españoles, Hernán Cortés, con la esperanza de verse
liberados, como es el caso de los tlascaltecas.
Pronto hicieron base en la isla de Cuba, nombraron
gobernador y enviaron expediciones al continente. En
una de ellas, algunos españoles tramaran traicionarlo.
Cortés, que era muy astuto y a la vez muy valiente,
ordenó desmantelar ocho de los once navíos en que
venían, dejando solamente...
- Tres, -respondió rápidamente Pedrito.
- Esos navíos desmantelados fueron finalmente
hundidos bajo el pretexto de que no servían ya para la
navegación. Cortés hizo correr la voz “muy
amorosamente” que los que no quisieran seguirle podían
305
volver a Cuba, para cuyo objeto dejaba dos naves que se
balanceaban suavemente en el mar.
Los descontentos se pusieron muy contentos por esta
medida, pues les ofrecía la oportunidad de desertar y
volver a la isla y se apresuraron a anotarse.
- ¡Cobardes!, -dijo el niño.
- Cuando Cortés tuvo en sus manos la nómina
completa de éstos, ordenó hundir los dos navíos. Ahora
no quedaba más remedio que seguir adelante y unir su
suerte a la común de todos. La deserción era imposible
en un territorio desconocido y plagado de enemigos
feroces que de muy buena gana hubieran devorado sus
cuerpos en las ceremonias rituales de sus tiempos
sangrientos.
De este modo, Cortés había logrado comprobar la
“medida moral” del elemento humano que disponía para
su empresa. Todos aquellos que le permanecieron fieles,
que desearon continuar con la conquista eran aquellos
en los que se podía confiar, estaban dispuestos a dar la
vida en la empresa. Para ellos fueron los cargos más
destacados, las misiones más delicadas, las mejores
distinciones y recompensas; mientras que los que
deseaban volver eran los tímidos, los que no confiaban
en el éxito de la empresa ni en el capitán, y había que
mantenerlos alejados de los puestos de responsabilidad;
constituían la “lista negra”, que le fue entregada por los
mismos interesados.
306
- Esto va para mi cuaderno, -comentó Pedrito.
- Después, marchó contra la ciudad de México,
capital del reino de Moctezuma, construida dentro de
una isla en un lago. Los nativos se defendieron pero
¿qué podían hacer estos indios que todavía vivían en la
Edad de Piedra, armados sólo de arcos, contra los
soldados, tan bien entrenado por tan magnífico jefe y
que vestían armaduras y usaban cañones?
Moctezuma se dio cuenta que no tenía más
posibilidad que llegar a un acuerdo con los dioses
blancos y recibió a Cortés en la gran ciudad. Allí su
situación se tornó insegura en medio de millares de
indígenas hostiles. Para conjurar el peligro de una
reacción, Cortés se apoderó de Moctezuma en un audaz
golpe de mano. Pero la aversión de los indios fue
creciendo, especialmente por razones religiosas, y
Cortés tuvo que abandonar la ciudad hasta años después
en que pudo recuperarla.
307
En pocos años la capital de los aztecas que era...
- Tenochtitlán -dijo Pedrito que estaba muy atento.
- Muy bien, Pedrito. Tenochtitlán fue reconstruida y
se transformó en la actual México con una imponente
catedral destinada a simbolizar el fin de los antiguos
cultos sangrientos, con una universidad donde se cultivó
308
el saber europeo y una imprenta que fue la más antigua
del Nuevo Mundo.
El culto de la Virgen de Guadalupe, fundado en una
aparición de Nuestra Señora al indiecito Juan Diego en
lo alto del cerro Tepeyac, no lejos de México, en 1531,
fue una eficaz ayuda para la conversión de los salvajes
al cristianismo. Ya en 1553 se construyó una ermita en
el lugar para venerar la imagen que se formó
milagrosamente en la tilma o manta de Juan Diego. La
devoción se arraigó cada día más en el pueblo mexicano
al punto que hoy es la patrona de América.
309
EL IMPERIO DE LOS INCAS
- Doce años pasaron antes de que los españoles
trabaran contacto con otra de las altas culturas
prehispánicas: el Tahuantisuyo o Imperio de los Incas.
Este imperio se había formado ejerciendo dominio
sobre los pueblos vecinos logrando un extenso
territorio desde la selva amazónica por el Oriente
hasta el Océano Pacífico en Occidente y desde el sur
310
de Colombia hasta la zona de Uspallata en Mendoza y el
río Maule en Chile.
La capital del imperio era el Cuzco. ¿A que no saben
qué significa Cuzco?
- Así le dicen al diablo en algunos cuentos -dijo Belén.
- No. Cuzco no tiene nada que ver con el diablo. Cuzco
significa centro u ombligo. A esta ciudad llegaba una
extensísima red de caminos...
- por los cuales transitaban carretas...
- No, Emilia. Los incas tampoco conocían la rueda. Por
ellos transitaban correos, ejércitos y agentes del inca
así como transportes de distintos productos agrícolas
que se llevaban en llamas que era el único animal de
carga disponible.
Estos pueblos adoraban al sol, y el inca era el hijo del
sol. También hacían sacrificios humanos, para los cuales
se utilizaban niños de hermosa apariencia. Su lengua era
el quechua y se difundió por todo el imperio y hasta hoy
es hablado por varios miles de personas.
- ¿Cómo fue la conquista de estos terribles asesinos
de niños, abuelita?
- La conquista fue fruto de la tenacidad de Francisco
Pizarro y de su amigo Diego de Almagro. Éstos se
enteraron que dos de los hijos del inca de entonces, que
se llamaban Atahualpa y Huáscar, se disputaban la
sucesión. Lucharon y, en la disputa, ganó el primero.
Pizarro decidió ir a su encuentro y envió a misioneros a
311
que lo invitaran a convertirse a la verdadera fe. Pero
este inca, soberbio e ignorante se sentía el único dueño
y señor de estas tierras y no quería someterse a ningún
otro señor. Los soldados de Pizarro, muy pocos en
comparación con los del emperador (180 hombres
contra 30.000), pero con caballos y armas de fuego
lograron tomar al Atahualpa. La captura del inca anuló
toda reacción de sus guerreros que escaparon
desconcertados.
Deseoso de recuperar su libertad, Atahualpa ofreció
un fabuloso rescate de oro y plata. Mientras los
emisarios del inca buscaban los metales preciosos,
Pizarro y los misioneros tratarían de convertirlo a la fe
católica. Pasaron varios meses y, mientras tanto, el inca
ordenó, desde la prisión, la muerte de Huáscar, lo que
provocó un gran movimiento indígena. Alarmados los
españoles creyeron que se trataba de una movilización
dirigida en su contra y acusaron al inca de haber
quebrantado
las
paces
convenidas.
Juzgado
precipitadamente, Atahualpa fue condenado a muerte y
antes de ser ejecutado aceptó recibir el bautismo.
- ¿Y con el oro y la plata qué pasó, abuelita?
- Los metales preciosos se distribuyeron entre los
soldados luego de separar el quinto que le enviarían al
rey. El comentario de las grandes riquezas de la zona
recorrió todo el mundo. El Perú, nombre con el cual
312
comenzaba a conocerse el antiguo Tahuantisuyo, fue
sinónimo de opulencia.
- De allí la frase: vale un Perú que repite siempre Tía
Anastasia?
- Así es, Pedrito. Pero, como sucede a veces, las
ambiciones de los hombres desbaratan las buenas
acciones. Pronto surgieron luchas entre los partidarios
de Pizarro y los de Almagro. Sorprendido en su
residencia de Lima, Francisco Pizarro fue herido
cruelmente y, aunque se defendió bravamente con la
espada cayó en tierra. En el suelo, con sus dedos
mojados en sangre trazó una cruz y, al querer besarla,
alguien le dio con un cántaro en la cabeza y lo mató. Sus
restos reposan en la catedral de Lima, la capital del
actual Perú, que lo reconoce como el fundador de su
nacionalidad.
EL CULTO DE LA ANTIGÜEDAD
Doña María del Rosario que, como buena abuela
quería que sus nietos también se instruyeran en cosas
de arte comenzó a relatarles sobre esta época que se
conoce como del Renacimiento.
- ¡Renacimiento! ¡Renacimiento! -comenzó. ¿Sabéis lo
que significa esa palabra?
313
- Renacimiento -dijo Pedrito-, debe ser nacer de
nuevo. No lo entiendo. Porque el que muere, muere y no
vuelve a nacer.
- Es un modo de decir -explicó doña María del
Rosario. En realidad nada nace otra vez, pero puede
parecer que nace. Tal es lo que ocurrió. Aquel período
de Grecia, en tiempo de Pericles, cuando surgieron
tantos artistas maravillosos, renació en Italia allá por el
siglo XVI.
Aparecieron grandes arquitectos, que
construyeron hermosos monumentos como los de los
griegos. Aparecieron escultores que se igualaban a
Fidias, Aparecieron pintores que quedaron entre los
más célebres del mundo.
Uno de los mayores artistas del Renacimiento fue
Miguel Ángel. Gran pintor, gran escultor, gran
arquitecto. Como escultor no tenía prisa en terminar
sus esculturas. Trabajaba en ellas el tiempo preciso,
hasta satisfacerse a sí mismo. Pero también cuando
decía: ¡Listo!, el mundo abría la boca de admiración.
Hoy los escultores suelen hacer las estatuas primero
con barro, para fundirlas después en bronce. Miguel
Ángel, no. Esculpía directamente en el mármol. Cuando
trabajaba, daba la impresión de que había dentro del
mármol una figura, o grupo de figuras escondidas, y que
él iba destrozando la piedra hasta dejar a la vista esas
figuras. Un día se detuvo ante un bloque de mármol
echado a perder por otro escultor. Miró la piedra y vio
314
dentro de ella a David, aquel joven atleta que mató a
Goliat de una pedrada. Miguel Ángel tomó el martillo y
el cincel, que es el formón con que los escultores
desbastan el mármol, y extrajo del bloque la maravillosa
escultura que todo el mundo conoce hoy como el David
de Miguel Ángel.
315
Otra estatua que esculpió este artista del
Renacimiento, y que quedó como una de las maravillas
del arte fue el Moisés, actualmente en una iglesia de
Roma. Parece tan vivo que, frente a él, la gente tiene la
sensación de estar delante del propio Moisés. Dicen
que cuando lo terminó de esculpir él mismo se
impresionó con la vida de su Moisés y, entonces,
dándole un martillazo en la rodilla, exclamó: "¡Habla!"
Los guías que hoy conducen a los visitantes de esas
obras maestras del arte italiano muestran la señal del
martillazo en la rodilla de la estatua.
Un día el papa quiso que Miguel Ángel pintase el
interior de su capilla particular, llamada Capilla Sixtina.
Al principio se negó, alegando que no era pintor o que no
le gustaba la pintura. Pero como el papa insistiese,
cedió. Cuando Miguel Ángel se entregaba a un trabajo,
lo hacía de verdad. Se consagró a pintar el interior de
la capilla, trepado en una plataforma, sobre andamios.
Allí leía la Biblia y las grandes obras poéticas, allí comía,
allí vivía, en suma, sin dejar que nadie le fuese a
molestar. Llegó a prohibir la entrada en la capilla a
cualquiera que fuese.
Pero el papa sintió curiosidad por ver la marcha de la
obra y, aprovechando la puerta abierta, entró, a pesar
de la prohibición del artista. Desde lo alto de la
plataforma dejó caer los martillos y otros instrumentos
pesados bien a plomo sobre la cabeza del jefe supremo
316
de la cristiandad. El papa se salvó raspando, se puso
furiosísimo y se retiró de la capilla para volver sólo
después de concluida la obra.
Los turistas de hoy pueden admirar la belleza de
aquellas pinturas -pero ya sin miedo a que les caigan los
martillos en la cabeza. Contemplan las pinturas del
techo por medio de espejos reflectores.
Miguel Ángel murió casi a los noventa años,
manteniéndose siempre muy apartado de los hombres.
No quería saber de nadie. Su gusto consistía en vivir en
medio de los ángeles y justos del Antiguo Testamento
por él esculpidos, o entre los bloques de mármol de
donde salían tales justos y ángeles.
Otro gran artista de ese tiempo fue Rafael -el polo
opuesto de Miguel Ángel. Rafael se complacía en la
sociedad de los hombres, y vivía rodeado de ellos. Era
muy querido, a causa de su carácter bondadoso y
amable. No perdían una sola de sus palabras, uno solo
de sus gestos.
Un grupo de cincuenta o más
condiscípulos le acompañaba siempre, hasta en los
paseos.
Rafael pintó gran número de cuadros representando
sobre todo a la Virgen María. Esas pinturas son
conocidas como las Madonas de Rafael. Una de las
Madonas de Rafael está en la lista de las doce pinturas
más famosas del mundo: la Madona de la Capilla Sixtina.
Fue hecha para una pequeña iglesia del interior, y hoy
317
está en el Vaticano sola en una gran sala -el mayor
homenaje que se puede prestar a un cuadro.
Rafael murió muy joven, dejando no obstante gran
número de telas. Tenía el hábito de pintar las partes
más importantes, como el rostro y las manos; sus
discípulos concluían el resto. La pintura de Rafael es
suavísima; posee lo que los críticos llaman gracia
femenina. Las obras de Miguel Ángel revelan la fuerza
masculina.
- ¿Qué quiere decir críticos? -preguntó Belén.
- Críticos son los hombres que nos explican las
técnicas utilizadas por el autor para que podamos
gustarlas mejor.
Leonardo da Vinci fue el tercer gran genio de ese
tiempo. Era lo que se llama un hombre-orquesta, con la
diferencia que los hombres-orquesta nunca tocan bien
un solo instrumento, y Leonardo se mostró genial en
todos. Escultor, pintor, ingeniero, hombre de ciencia,
poeta. El primer mapa del mundo en el cual aparece
América fue dibujado por él. Pintó pocos cuadros, por
falta de tiempo. Pero sus pocos cuadros valen por
millares. Uno de ellos es la famosa Cena de Cristo. Sin
duda, es el cuadro más conocido del mundo, tantas son
las copias que andan por ahí.
Desgraciadamente
Leonardo lo pintó en una pared, de modo que con el
tiempo se fue descascarando; ha sido retocado y, de
318
tanto retoque, lo que hoy existe ya casi no es lo que él
pintó.
Leonardo hizo el retrato de una señora llamada Mona
Lisa, dando con ello origen a un torrente de discusión
entre los críticos. Muchos consideran que es una de las
mejores obras realizadas hasta hoy en pintura. Mona
Lisa sonríe levemente -una sonrisa que cada crítico le
atribuye distinto significado. El retrato de Mona Lisa
pertenece al Museo de Louvre, en París, habiendo sido
comprado por el rey de Francia Francisco I.
- ¿No es La Gioconda, abuelita, de la que nos dijo que
había sido robada del Louvre? -preguntó Belén.
-La misma. La Gioconda quiere decir la jocunda, o
alegre, o risueña, y es el nombre popular del retrato de
Mona Lisa.
DISPUTA ENTRE CRISTIANOS
Al día siguiente, mucho más inspirada, Doña María del
Rosario, comenzó su charla
- Ayer comentábamos que el Renacimiento tenía que
ver con el arte. Sin embargo, queridos míos, hubo en
esta época algo mucho más doloroso. La separación de
muchos cristianos de la verdadera y única Iglesia
católica.
- Cuéntenos, abuelita -pidió la niña, acomodándose en
su silla.
319
- Dentro de la Iglesia ha habido hombres buenos y
malos, aún sacerdotes y religiosos que no siempre han
cumplido con sus obligaciones. Durante esta época
sucedió que muchos de estos hombres, que no cumplían
con tales compromisos, ocupaban cargos importantes en
la Iglesia. Muchos verdaderos católicos pedían una
reforma, pero otros no la querían o no les importaba el
descrédito en que había entrado la Iglesia.
En este ambiente surgió un monje agustino llamado
Martín Lutero que, como no encontraba la paz de su
espíritu y era un hombre muy atormentado
interiormente, en vez de tratar de cambiar las cosas
desde dentro de la Iglesia, lo hizo criticándola como si
fuera un enemigo de Dios. Entre otras cosas negaba la
autoridad del Papa y de la Iglesia, que cada uno podía
interpretar la Biblia como se le antojara y que por más
que el hombre hiciera cosas buenas en la tierra, eso no
le servía para alcanzar el cielo.
- Entonces, ¿cada uno podía hacer lo que le viniera en
ganas? -preguntó Pedrito.
- Él los amonestaba a vivir correctamente, pero
sostenía que nada tenía que ver eso con ganar o no el
cielo.
- Y entonces, abuelita ¿quiénes ganaban la vida
eterna?
- Solamente aquellos que eran elegidos por Dios.
320
- ¡Um! -dijo Pedrito- Esto me huele mal. Siempre nos
has enseñado que para alcanzar las cosas más lindas y
tener mayor paz es necesario esforzarse. Y hasta yo
me doy cuenta que cuando más me esfuerzo en mis
tareas me siento más contento y mejor.
- Y no sólo ésto decía este señor. Llegó a negar que la
Virgen María fue siempre pura e inocente.
- Menos me gusta ésto, dijo Pedrito enfurecido. ¡Con
mi virgencita que no se meta! Y, dígame abuelita, ¿qué
cristiano lo mató? Es lo menos que se merecía este
cruel señor.
- No, Pedrito. Esto no se soluciona matando a nadie.
El Papa le envió a los más sabios de entre los católicos
de entonces para que se convirtiera y no se mantuviera
en el error, pero Lutero se puso cada vez más obstinado
en su error.
- Y ¿consiguió muchos seguidores para esas ideas tan
feas?
- Así fue, hija. Como la nueva religión de Lutero los
liberaba de hacer muchas cosas buenas para salvar su
alma, muchos flojos le siguieron. En Alemania primero y
después en muchos otros lugares de Europa, los
príncipes aprovecharon la situación y apoyaron a este
hereje porque, de ese modo podían robarles los bienes
de la Iglesia que, en ese entonces, eran muchísimos más
que ahora. La Iglesia tenía muchas posesiones porque
con ellas mantenía hospitales y escuelas ya que los
321
gobernantes no lo hacían. Y entonces muchos pobres
quedaron sin nadie que los protegiera. Un estudioso de
esta época dice, con razón, que la reforma fue una
revolución de los ricos contra los pobres. .
- ¿Qué es eso de hereje, abuelita?
- Hereje es el cristiano que niega alguna o varias
verdades de la religión; por ejemplo, que Cristo es Dios,
o que en la Comunión está Cristo verdaderamente. Así
Lutero, que negó tantas verdades de la fe católica se
convirtió en un hereje. El desorden a que llevó a la
Iglesia llevó a intervenir al emperador de Alemania,
Carlos V, que reinaba también en España como Carlos I
y que era nieto de los Reyes Católicos.
Carlos V mandó que Lutero se presentase en la
ciudad de Worms, para ser juzgado, prometiendo que
ningún mal se le haría. Lutero fue; pero no adelantó
nada, porque no quiso desdecirse de lo que había dicho y
escrito. Los nobles de la corte insistieron para que el
emperador lo mandase quemar vivo inmediatamente;
Carlos V, sin embargo, supo mantener su palabra y lo
dejó marchar en paz. Los amigos de Lutero entonces,
por miedo a que los católicos lo matasen, lo escondieron,
o lo mantuvieron durante un año en lugar seguro.
Las personas que acompañaban a Lutero comenzaron
a ser conocidas como protestantes, y ese nombre se
mantiene hasta hoy.
322
LA PENÍNSULA IBÉRICA
- Hace mucho que quiero hablar de España, nuestra
madre patria. ¿Saben ustedes que antes de que
Argentina fuese una nación independiente éramos parte
de España?
- ¿Eso tiene que ver con el descubrimiento de Colón?,
-preguntó Pedrito.
- Así es. Estas tierras americanas que fueron
descubiertas por Colón y conquistadas para la fe por los
misioneros españoles se incorporó políticamente como
un reino más de España.
- ¿Como un reino más de España? ¿Pero no es que
España era ya un reino?
- Para entender esto debemos remontarnos a lo que
sucedió en la península ibérica durante la Edad Media.
Recuerdan que habíamos dicho que la religión inventada
por Mahoma...
- ¡Los musulmanes!, -interrumpió Pedrito.
- Sí. Cuando los musulmanes tomaron España se
instalaron en casi toda la península hacia comienzos del
siglo VIII y la dominaron durante varios siglos. A partir
de entonces su historia estuvo dominada por lo que se
llamó la Reconquista, ya que se trataba de reconquistar
para Cristo estas tierras que habían caído en manos de
herejes. Esta empresa, religiosa y militar a la vez fue
escenario de combates heroicos dignos de recordar,
323
como los relatados en un poema anónimo conocido como
El Mío Cid y que algún día leeremos. Ya verán cómo les
gustará.
- Si se trata de defender la religión y la Virgen allí
estaré yo, aunque más no sea con la imaginación -repuso
Pedrito que por algo se llamaba así.
- A estos musulmanes de origen árabe, los españoles
les llamaban moros. A medida que los cristianos iban
recuperando las tierras iban formando reinos. Así,
hacia fines de la Edad Media, la península ibérica
estaba dividida en cuatro reinos: Castilla, Navarra,
Portugal y Aragón ya cristianos y sólo quedaba uno que
fue reconquistado a comienzos del mismo año que se
descubrió América...
- ¡1492! -respondieron los dos niños a la vez.
- Fernando de Aragón e Isabel de Castilla
contrajeron matrimonio y unieron estos dos reinos,
luego Navarra y por fin, cuando echaron a los moros de
Granada también reinaron en ésta. Del mismo modo
cuando Colón descubrió América, ésta se incorporó
como un reino más de España, el reino de Indias.
- Pero, América no era una colonia de España,
abuelita.
- No en esta época. Recién 200 años después, cuando
reyes de origen francés, los borbones, comenzaron a
gobernar España, estas tierras americanas pasaron a
ser colonia.
324
Pero volvamos a los Reyes Católicos. Fernando e
Isabel, que eran excelentes monarcas y muy devotos,
prestaron mucha atención a los problemas religiosos de
los que ya hablamos y, junto al Cardenal Cisneros, se
adelantaron a la reforma de la Iglesia poniendo en
orden a los católicos. Así evitaron que entrase en
España la herejía protestante. Mientras en el resto de
Europa la religión de Lutero llevó a los pueblos a
mantener guerras por más de ciento cincuenta años,
España se vio libre de ellas y pudo dedicarse a la
evangelización del Nuevo Mundo.
Los frutos de dicha reforma no sólo fueron sólo
religiosos. Se produjo una renovación cultural que se
conoce como “el siglo de oro” porque durante más de un
siglo aparecieron gran cantidad de santos, artistas,
filósofos,
literatos,
poetas
y
pintores
que
engrandecieron la península, incluyendo lo que hoy
llamamos América, que entonces era una sola cosa con
España. De esa época son Santa Teresa de Jesús, San
Ignacio de Loyola, San Francisco Javier, Velázquez,
Murillo y Cervantes, el autor de la obra "más inmortal"
que existe.
- ¿Por qué más inmortal, abuelita? -dijo con
extrañeza Belén.
- Porque ninguna otra se popularizó tanto ni ha sido
más traducida y leída en todas las lenguas y tiempos.
Don Quijote y Sancho constituyen dos tipos
325
eternamente recordados y citados. Raro es el día en
que no dice alguien en la conversación diaria: "Fulano es
un Quijote", "Eso es una quijotada". Don Quijote es el
símbolo del hombre idealista, que sueña con cosas
difíciles, y hasta casi imposibles pero que ennoblecen al
hombre; y Sancho es el tipo de "hombre práctico", que
encuentra soluciones rápidas y llenas de sentido común,
a veces sólo piensa en la barriga y no tanto en ideales,
pero es también figura del hombre bueno y prudente.
Otro arte que floreció mucho en España fue el
teatro, en el cual el mayor nombre es el de Lope de
Vega, autor de 1.500 obras.
- ¿Mil quinientas, abuelita? -dijo admirado Pedrito.
Entonces ese hombre "daba" piezas teatrales como
nuestros manzanos dan manzanas...
- Exactamente. Era de una fecundidad prodigiosa. Y
del mismo tipo fue su sucesor, Calderón de la Barca. En
aquel tiempo el teatro era la más floreciente de las
artes y en ningún país floreció más que en España.
- Debía ser como el cine de hoy -recordó la niña-, y
doña María del Rosario asintió.
LA ÉPOCA DE ISABEL
- La historia de Inglaterra -continuó doña María del
Rosario al día siguiente-, presenta el caso de dos reinas
notables: Isabel y Victoria que reinó muchos años
326
después. El reinado de ambas suma 109 años; Isabel
reinó 45 y Victoria 64.
Lo curioso es que fue
justamente durante el gobierno de las dos reinas
cuando más importancia adquirió Inglaterra en el
mundo.
- ¡Tomá! -dijo Belén, sacando la lengua al niño. Las
mujeres saben gobernar mejor que los hombres.
-No sé si saben gobernar mejor -dijo doña María del
Rosario.
Pero el hecho es que las dos tenían
condiciones, y por eso son recordadas por los ingleses.
Había en tiempo de Isabel un joven hidalgo llamado
Walter Raleigh, que se hizo célebre. Una tarde de
lluvia vio a la reina vacilando en cruzar una calle donde
había un charco de barro. Walter se apresuró a cubrir
el charco con su riquísima capa de terciopelo, para que
la reina pudiese pisar en ella como en una alfombra.
Isabel apreció grandemente aquel gesto de galantería y
lo hizo caballero, que era el primer grado de la nobleza,
y se hizo también muy amiga suya.
Raleigh fue el primer inglés que se interesó por las
tierras del Nuevo Mundo, de las que años antes tomó
posesión Cabot. Observó que así como los españoles y
portugueses estaban intentando organizar colonias en
América, Inglaterra podía hacer lo mismo, y reunió
pronto varios grupos de ingleses que envió a la isla de
Roanoke, en las costas de Virginia. Se llamaba Virginia
a toda la costa americana que iba de la Florida al
327
Canadá, en homenaje a Isabel, que, como era soltera, se
le llamaba Reina Virgen.
Esa primera tentativa de colonización fracasó. Parte
de los hombres volvió a Inglaterra y el resto se perdió
por allá. Lo notable de esa expedición fue el nacimiento
en tierras del Nuevo Mundo de la primera
anglonorteamericana, la cual recibió el nombre de
Virginia Daré.
- ¿Y América del Sur, abuelita? ¿No se sabe el
nombre del primer iberoamericano nacido aquí?
- No. Desgraciadamente a los españoles y a los
portugueses no se les ocurrió anotarlo.
- Otra novedad de la tentativa de sir Walter Raleigh
fue la llegada a Inglaterra de los primeros fardos de
tabaco. Causó mucha impresión el tabaco, y más todavía
por haber vuelto sir Walter fumando en pipa. Cuentan
que estaba una tarde lanzando bocanadas de humo en la
terraza, tranquilamente, cuando un nuevo criado,
ignorante de lo que era aquello y seguro de que su
patrón comenzaba a arder, acudió con un balde de agua
y se lo arrojó a la cabeza...
- ¡Qué gracioso! -exclamó Belén. Parece aquel caso
que contó Quindó -de la cocinera que al oír por primera
vez la radio corrió desde la cocina para abrir la "caja y
salvar a la pobre muchacha que estaba chillando
dentro". Para ella, cantar era chillar...
328
- ¿Y qué dice usted del tabaco, abuelita? -preguntó
Pedrito. ¿Hace o no hace mal a la salud?
- No hay cosa más probada: el tabaco es un veneno
lento. Los estudiosos de hoy lo demuestran -pero en
aquel tiempo no lo sabían. La opinión general
consideraba el tabaco muy bueno para la salud. "Es lo
que prolonga la vida de los indios de América" -decían.
Y el ejemplo de sir Walter Raleigh fue seguido. Los
ingleses comenzaron a adquirir el vicio del tabaco. Más
tarde vino la contramarcha. El rey Jacobo, que sucedió
329
a Isabel en el trono, escribió un libro contra el tabaco y
prohibió que los ingleses fumaran. No adelantó nada.
Los ingleses fuman hoy tanto como los indios de
América.
Pero el pobre sir Walter pagó con la vida la amistad
que le profesaba la reina Isabel. Cuando murió la reina,
fue encarcelado con el pretexto de estar conspirando
contra el nuevo rey Jacobo. Después de trece años de
prisión en la célebre Torre de Londres, le cortaron la
cabeza en compañía de muchos otros nobles acusados
del mismo crimen.
- ¡Con qué facilidad se cortaba la cabeza de la gente
en la Europa antigua! -observó Belén. Y no se paraban
en pequeñeces. Fuesen de quien fuesen, las cabezas no
estaban nunca seguras encima de los hombros...
- Sí, hija mía. Eran aquellos tiempos de gran crueldad
-y a pesar de ello fue la época del gran Shakespeare.
- ¿El de Romeo y Julieta?
- Sí. Shakespeare fue un poeta y dramaturgo de
fama mundial y autor de numerosas obras maestras.
- ¿Qué quiere decir maestras? -preguntó Emilia,
reapareciendo y situándose lejos de Belén. La niña
protestó por la vuelta de la "interrumpidora".
- Emilia se finge tonta, abuelita, y ahora le dio por
hacerse la graciosa -¡y qué gracias sin gracia, Dios mío!
Ella sabe muy bien qué es obra maestra, porque tiene el
330
ejemplo en sí misma. Ella es una obra maestra de
tonterías y entrometimientos. Miren qué cara ...
A doña María del Rosario no le gustaba la guerra
entre los niños y dijo:
- Lo mejor es que hagáis las paces. De lo contrario
os dedicaréis a ensañaros unos con otros y no
prestaréis atención a mi historia -y la historia de
Shakespeare es una de las más interesantes. Dicen que
sólo fue muy poco tiempo a la escuela y que cuando fue
a vivir en Londres se empleó como cuidador de los
caballos de los hidalgos a la puerta de un teatro. Y de
cuidador de caballos de los concurrentes al teatro pasó
a autor de piezas de teatro. Hay sobre él otra teoría:
Shakespeare no era el verdadero autor de las piezas
que llevan su nombre -sólo las firmaba. El autor era
Francis Bacon, un gran genio político y literario de la
época.
- Romeo y Julieta ¿qué es, abuelita? ¿Comedia o
drama?
- Es un drama o tragedia basada en un asunto italiano
-la lucha entre dos familias importantes de la ciudad de
Verona. No hay en el mundo quien no conozca la
historia de esos dos enamorados desgraciados. Otro
drama famoso es el de Otelo, historia de un general
moro que era muy celoso, y de tantos celos que tenía
apuñaló a su linda esposa Desdémona. Y además está
Hamlet, que es la historia de un príncipe dinamarqués
331
que vivía indeciso. Y está el Rey Lear, un viejo rey
legendario cuyas hijas fueron muy ingratas, excepto la
buena Cordelia. Y está el Mercader de Venecia, en el
que aparece el terrible usurero Shylock. Y está Julio
César, donde se describe el asesinato de ese famoso
romano. ¡Oh, son numerosas las obras de Shakespeare,
y todas célebres!
- ¿Cuándo vamos a leerlas, abuelita?
- Cuando podáis entenderlas y gustarlas de veras.
Doña María del Rosario tomó aliento y continuó:
- Para los ingleses no hay nombre más glorioso que el
de William Shakespeare. Centenares y centenares de
libros fueron escritos sobre él y sus obras. La historia
dice que al fin de la vida se retiró a la pequeña ciudad
de Stratford, donde había nacido. Allí murió y allí fue
enterrado. Muchos años después los ingleses quisieron
trasladar sus huesos a una gran catedral de Londres,
pero al acercarse a la tumba dieron con estas palabras
escritas en la piedra: "Maldito sea el que toque mis
huesos". Todos retrocedieron. Nadie tuvo valor para
contrariar su última voluntad -y los restos de
Shakespeare continúan en la pequeña iglesia de
Stratford.
LOS LUISES
332
- Hable también de otros países, de Francia por
ejemplo.
- Oh -exclamó doña María del Rosario-, en Francia.
tuvimos un rosario de Luises y entre las cuentas del
rosario algunos reyes de otro nombre. Enrique IV, por
ejemplo. Este Enrique IV subió al trono de Francia
después de la guerra de los tres Enriques: Enrique III,
que era quien gobernaba, Enrique de Guisa, que era
católico y Enrique de Borbón que era protestante.
Triunfó éste último que pasó a llamarse Enrique IV;
pero como era protestante y para los franceses no
podía ser rey nadie que no fuese católico, se hizo pasar
por convertido al catolicismo y dijo aquellas famosas
palabras: “París bien vale una misa”. La forma de
demostrar que era católico era asistir a misa. Así el
pueblo francés fue engañado por un protestante.
No le fue muy bien, ya que terminó asesinado.
- ¿Y los Luises de Francia, abuelita?
- Francia tuvo dieciocho Luises. El mejor fue aquel
Luis IX, el gran santo de la última cruzada y el más
desdichado Luis XVI a quien se cortó la cabeza en la
guillotina. En el reinado de uno de ellos, Luis XIII, se
libró la Guerra de los Treinta Años.
- ¡Qué horror, abuelita! Más guerras, Y de treinta
años ...
- Paciencia, hijita. Estamos en un mundo habitado
por hombres, no por ángeles. Esta guerra fue distinta
333
de la de los Cien Años. Fue una guerra entre católicos y
protestantes. Luis XIII había entregado el gobierno
de Francia a su ministro, el cardenal Richelieu, un
famoso politiquero. Francia era un país católico pero
Richelieu, a pesar de ser cardenal de la Iglesia Católica,
tomó el partido de los protestantes.
- ¡Traidor! -gritó Pedrito. ¿Por qué?
- Porque los protestantes de los otros países estaban
en guerra con Austria, y Richelieu consideraba muy
conveniente para Francia que Austria perdiese la
partida. La Guerra de los Treinta Años degeneró en
horrible crueldad por causa del largo tiempo que duró.
Triunfaron las tropas francesas...
- ¡Las protestantes! -querrá decir abuelita.
- Así es. Sin embargo, lo de la religión era una
excusa. Los motivos de la guerra eran políticos. La que
verdaderamente triunfó fue Francia con lo que comenzó
su predominio político sobre Europa que abarcó todo el
siglo XVII.
Después de Luis XIII vino Luis XIV, que fue el rey
más aparatoso que hubo jamás. Solía decir: L'Etat
c'est moi (el Estado soy yo) y pensaba lo mismo que los
reyes ingleses que se decían enviados por Dios para
gobernar a la nación. Un verdadero semidios.
Luis XIV era muy amable y lleno de reverencias. Su
corte fue la más rica de Europa. No había más que
fiestas, paseos y banquetes, con todo el mundo girando
334
alrededor de su divina persona. De ahí el nombre que
tuvo de Rey Sol. No hizo otra cosa que representar,
como en un teatro, el gran papel de rey. Su reinado de
setenta años fue eso -una lujosa representación
carísima, que redujo al pobre pueblo francés a la más
negra miseria. Luis usaba corsé, cabellera ondulada y
zapatos de taco alto -con medio palmo de altura y rojos,
por añadidura. Inventó el taco alto para parecer de
más estatura. Las mujeres se aficionaron a esa moda y
todavía hoy la siguen.
Luis XIV tenía finura de espíritu y otras cualidades,
pero lo echaba todo a perder por una eterna manía de
grandeza. Provocó y sostuvo numerosas guerras contra
los países vecinos para quitarles territorios y los tomó,
dejando a Francia convertida en el país más importante
del continente.
Su amor al lujo le hizo construir el palacio de
Versalles, célebre por la magnitud y la magnificencia de
sus galerías de mármol, por los inmensos espejos donde
se admiraba él constantemente y por los parques
bellísimos, cuyas fuentes adquirieron fama en el mundo.
El palacio de Versalles constituía una verdadera ciudad
encantada, hecha exclusivamente para el disfrute de la
corte. En él se reunía todo cuanto podía recrear al
hombre y hacer agradable la vida.
- ¿Y baños, abuelita? -preguntó Pedrito. ¿Había
baños en Versalles?
335
Doña María del Rosario se rió de aquella
preocupación del niño.
- No consta, hijo mío. A pesar de todo aquel lujo
inmenso, no se hablaba de baños ...
Luis XIV supo rodearse de todos los grandes
escritores y artistas del tiempo, poniéndolos al servicio
de la corte. De ahí el renombre que adquirió. A cambio
de los favores recibidos, esos hombres lo pintaron como
el mayor monarca de la tierra. Se olvidaron de mirar
las necesidades del resto de los franceses. Francia
entera sólo existía, sólo trabajaba para un fin:
para pagar los gastos de la lujosa representación
de Versalles en torno al Rey Sol. La corte lo era todo.
El que no formaba parte de ella, no valía nada. Los
burgueses, la nueva clase sobre la cual se apoyó,
rodeaban al Rey Sol, como las moscas rodean cualquier
cosa, miraban de arriba abajo, con soberano desprecio a
los que trabajaban y aún a los antiguos nobles. Lo único
que les interesaba era hacer dinero y participar de los
beneficios de la Corte del rey. Cuando, los reyes
posteriores quisieron poner en su lugar a esta
burguesía, se produjo la revolución más terrible de la
historia.
- ¡La Revolución Francesa! - dijo Pedrito. Esa que
separa
la
Edad
Moderna
de
la
Contemporánea...¡Cuéntenos abuelita!
336
- Otro día trataremos acerca de esto. Quiero ahora
dar un salto hacia Rusia para ver lo que un tocayo de
Pedrito anduvo haciendo por allí.
PEDRO EL GRANDE
Al otro día Pedrito se mostró ansioso por oír la
historia de su tocayo, que todavía no sabía quién era.
- ¿Quién era el tocayo? -preguntó en cuanto apareció
doña María del Rosario. Estoy deseando conocer a mi
homónimo.
- Fue el ruso que echó los cimientos de la Rusia
moderna -dijo doña María del Rosario. Rusia era un país
inmenso situado entre Europa y Asia, del cual se supo
muy poco hasta el año 1700. A pesar de ser el mayor
país de Europa, estaba todavía en estado de barbarie
casi completa. Los rusos formaban una rama de la gran
familia aria llamada eslava. Aunque eran blancos, vivían
tan cerca de China y de otros pueblos de raza amarilla
que fueron amarilleando con el tiempo. No sólo en el
color, sino también en las costumbres. El terrible
Gengis Khan invadió a Rusia con sus mogoles y la
gobernó por mucho tiempo; eso hizo que los rusos
llegasen a ser muy diferentes de los otros europeos.
Los hombres usaban largas barbas y amplias túnicas con
cintos. Las mujeres se vestían a la moda turca. El
337
sistema para hacer cuentas era el chino, consistente en
un rosario de bolillas de madera ensartadas en un palo.
Poco antes de 1700 nació allí un príncipe bautizado
con el mismo nombre que tú, Pedrito. Una criatura de
carácter muy especial.
De niño sentía un miedo
invencible al agua -no al agua de beber, sino al agua del
río, al agua del lago o del mar.
- Ya sé -dijo el niño-, al agua donde la gente se ahoga.
- Eso es. Pero se sintió de tal modo avergonzado de
ese miedo que resolvió curarse.
- Y se fue a la playa con piedritas en la boca -dijo
Emilia, recordando a Demóstenes.
- No.
La piedra en la boca puede curar la
tartamudez, pero no cura el miedo al agua. El miedo al
agua sólo se cura con agua. Para curar, Pedro iba a
jugar todos los días a un lago, haciendo navegar
barquitos en él, por mucho miedo que sintiese. Por fin
se habituó y se hizo tan amigo del agua que resolvió
aprender el arte de construir barcos.
El príncipe Pedro tenía grandes ambiciones. Se le
había metido en la cabeza la idea de hacer de Rusia el
país más importante de Europa. "¿Por qué motivo,
pensaba él, no ha de ser importante un país tan vasto y
rico? Tengo que civilizar a esta gente". Pensando así,
resolvió correr por el mundo a fin de conocer la
civilización occidental.
Fue primero a Holanda,
disfrazado de obrero común, y allí se empleó en un
338
astillero, que es donde se construyen las naves. Por
varios meses trabajó en medio de los trabajadores,
viviendo la misma vida, preparando él mismo sus comidas
y remendando sus ropas. Mientras tanto aprendía el
arte de construir naves y otras artes auxiliares, como
la del herrero, la del calderero, etc. Aprendió también
a remendar zapatos y a sacar muelas.
De Holanda se fue a Inglaterra, donde también
aprendió lo que pudo.
Pedro sólo se cuidaba de
aprender cosas que pudiese enseñar después a los
rusos. Por fin regresó a su país -y como estaba
convertido en un sabio de marca, se dispuso a enseñar a
Rusia.
- ¡Qué bonito! -exclamó Pedrito- ¡Qué bonito eso de
enseñar mil cosas a un país entero! ...
- Enseñó muchas cosas a los rusos. Les enseñó,
primero, a construir naves para que tuviesen una
escuadra igual a la de los otros pueblos. Pero ... ¿qué
pasa con el agua? No puede haber escuadra sin agua y
Rusia no tenía agua, esto es no poseía un buen puerto de
mar. Pedro miró el mapa y resolvió tomar un trozo de
costa de un país vecino -Suecia.
- No nos dijo nada todavía de ese país, abuelita.
- Lo diré ahora. Suecia era un pequeño país muy al
norte de Europa, gobernado por una hilera de Carlos.
¡Doce Carlos! El rey que reinaba en aquel tiempo era
exactamente el número doce -Carlos XII. Como era
339
todavía muy joven, Pedro juzgó fácil hacerle la guerra y
quitarle el trozo de costa que necesitaba. Pedro se
engañó. Carlos poseía cualidades extraordinarias; era
un verdadero genio de la guerra y, además, de una
educación
notabilísima.
Sabía
y
hablaba
corrientemente varias lenguas, estudió todas las
ciencias, andaba a caballo como un gaucho, soportaba
los mayores trabajos y no tenía miedo a nada. Tan
atrevido y temerario era que los pueblos escandinavos,
es decir, los pueblos de aquellas partes de Europa, le
llamaban el Loco del Norte. Y Pedro fracasó en la
guerra declarada a Suecia.
Sus ejércitos fueron
derrotados.
- ¡Bien hecho! -exclamó Belén. Yo, si fuese la
historia, derrotaba a todos los reyes que invadieran
tierras ajenas ...
- Pero Pedro no se incomodó mucho -prosiguió doña
María del Rosario. Sólo dijo: "No viene mal. Carlos es
un buen profesor del arte de la guerra y poco a poco irá
enseñando a mis rusos cómo se debe luchar; se aprende
más de las derrotas que de las victorias".
Realmente, no podía haber mejor profesor que
Carlos. Tales tundas dio a los rusos y a los otros
pueblos vecinos, que Europa comenzó a inquietarse,
creyendo que había surgido un nuevo Alejandro capaz
de conquistar al mundo entero. Pero no fue así: La
340
paciencia de Pedro acabó por vencer el ímpetu de Carlos
-y Rusia quedó con los puertos de mar que deseaba.
La capital de Rusia era Moscú, buena ciudad, pero con
el defecto de quedar muy en el centro del país. Pedro
quería una capital más próxima al mar, desde donde
pudiese dirigir la construcción de la escuadra. Resolvió
levantar la nueva capital en una región que era sólo agua
-esto es, un pantano. Para eso dedicó 300.000 hombres
a la desecación del pantano y luego construyó encima la
linda ciudad de San Petersburgo, o ciudad de San
Pedro, en honor del apóstol Pedro.
- ¿No se ha cambiado ese nombre, abuelita? preguntó la niña.
-Sí. Los revolucionarios rusos le cambiaron el viejo
nombre por el de Petrogrado, y luego por el de
Leningardo, en honor de Lenín, que fue el principal jefe
de la revolución rusa. Pero ahora, ya vencidos los
revolucionarios los rusos han vuelto a llamarla como
antiguamente San Petersburgo.
Pero Pedro, además de la escuadra y de la nueva
capital, mejoró mucho las leyes, creó innumerables
escuelas, construyó fábricas y hospitales, y enseñó
aritmética al pueblo, acabando con el viejo sistema de
hacer cuentas en el rosario chino de bolillas. También
cambió la moda de la indumentaria de los hombres y de
las mujeres, acabando con las largas barbas. Los rusos
habían de vestirse como todos los demás europeos.
341
Hubo resistencia. Los campesinos de largas barbas
consideraban una vergüenza andar sin ellas. Muchos
llegaron a conservarlas en cofres, para colgarlas de
nuevo en la cara el día de la resurrección.
Así
respetarían las órdenes de Pedro sin avergonzarse ante
Dios.
- ¡Qué gracioso!
- Y muchas cosas más hizo Pedro, consiguiendo al fin
poner a sus rusos en pie de igualdad con el resto de
Europa y transformar a Rusia en una gran nación que
nada tenía que envidiar a las demás. De ahí que se le
llamase por la historia Pedro el Grande, padre de la
patria.
Un día se apasionó por una campesina huérfana,
llamada Catalina, y se casó con ella. Catalina no había
recibido ninguna instrucción; sin embargo, como fuese
muy vivaz y estuviese bien bien dotada, se instruyó
rápidamente y se dio cuenta de su función de reina. El
pueblo murmuró. Eso de casarse un rey con una moza
que no perteneciese a alguna otra familia de reyes,
constituía el mayor de los escándalos. Pedro no dio
importancia a las murmuraciones, porque era feliz con
su reina campesina. Cuando murió, Catalina subió al
trono y supo gobernar muy bien.
- Yo también reinaría a la perfección si fuese reina dijo Emilia. Es tan fácil ...
Belén lanzó una carcajada a gusto.
342
- Tú, Emilia, serías una reina como aquella de Alicia
en el País de las Maravillas.
LA REVOLUCION MÁS CRUEL
- ¿Qué es esto de revolución, abuelita?
- Se habla de revolución para referirse a las
revueltas que aparecen en los estados cada tanto o,
también, en un sentido más profundo, es la rebelión de
lo inferior contra lo superior para hacer prevalecer lo
inferior.
- ¿Y la Revolución Francesa?
- La Revolución Francesa no es sino el segundo
capítulo de la Gran Revolución Anticristiana que se
inició con Lutero y la reforma protestante (primer
capítulo) y cuyo tercer capítulo fue la revolución
comunista.
- ¿Qué es esto de primero, segundo y tercer
capítulo?
- Así es. Es como si fueran las partes de un libro. La
primera parte, la reforma protestante se caracterizó
porque, en ella, se negaba la autoridad del Papa y de la
Iglesia. En esta segunda parte o capítulo, la Revolución
Francesa se negaba a Jesucristo como Dios Encarnado.
Y en la revolución comunista, se niega a Dios,
directamente. Podemos sintetizarlo en el siguiente
cuadro:
343
1
Protestante
REVOLUCIÓN 2
ANTICRISTIAN Francesa
A
Reforma
Revolución
3 - Comunismo
Marxismo
o
a - Sí a Dios.
b - Sí a Jesucristo.
c - No a la Iglesia.
a - Sí a Dios.
b - No a Jesucristo.
c - No a la Iglesia.
a - No a Dios.
b - No a Jesucristo.
c - No a la Iglesia.
- ¿Cómo comenzó la famosa revolución, abuelita?
- La revolución comenzó por la protesta de unos
señores, llamados burgueses, hombres de mucho dinero,
dedicados al comercio y a la industria y que se
reunieron para plantearle al rey que ellos no pagarían
impuestos si la nobleza no lo hacía. Efectivamente la
344
nobleza no pagaba impuestos porque se consideraba que
tenían más obligaciones que los burgueses, sobre todo
en situaciones de guerra.
- Pero ¿entonces la revolución no era de los pobres
contra los ricos sino de algunos ricos contra los nobles y
el rey?
- En sus comienzos fue así. Y como el rey y los nobles
defendían las costumbres y la religión los
revolucionarios se volvieron también contra la Iglesia.
Entre estos hombres estaban los tristes nombres de
Robespierre, Danton, Lafayette, Sieyes, Mirabeau y
tantos otros.
El rey, que quería solucionar los problemas
económicos por los que atravesaba el gobierno de
Francia, llamó a reunión de la gente más importante,
entre los que estaban los nobles, representantes de la
Iglesia y de los burgueses. Éstos últimos no aceptaron
las condiciones del rey y se reunieron en otro salón y,
como fueran llamados al orden por las tropas del rey,
salieron a la calle a hacer desmanes. Tomaron edificios
en donde se encontraban armas y municiones del
ejército del rey y se dirigieron, el 14 de julio, a una
prisión famosa, llamada “la Bastilla” que, a su vez era el
símbolo del poder del monarca.
- ¿Es por eso que el 14 de julio es el Día de Francia?
- Así es, Pedrito. Los burgueses, que ahora eran
enemigos del rey, habían convencido al pueblo de que el
345
rey era un tirano y que, por lo tanto, en la Bastilla
encontrarían cientos de presos. Pero no fue así. Sólo
encontraron seis presos y, lo que es más triste, para
liberar a éstos asesinaron al gobernador al igual que la
mayor parte de los oficiales que lo defendían y su
cabeza paseada en triunfo en lo alto de una pica.
- ¡Qué crueles! ¿Y el rey? ¿No hacía nada contra
estos malvados?
- El rey, que era Luis XVI y su esposa, María
Antonieta, fueron tomados prisioneros y poco después
decapitados como malhechores.
- Ya sé -gritó Pedrito- eso fue en la guillotina.
- Muy bien. ¿Sabes entonces quién la inventó?
Pedrito, que a veces se creía sabelotodo, se hizo el
distraído y miraba para otro lado, porque, de eso, ya no
se acordaba. Doña María del Rosario continuó:
- Un médico llamado Guillotin, por eso su invento para
cortar cabezas recibió el nombre de guillotina. El rey
murió impresionando a todos los que se reunieron para
ver el trágico espectáculo por su valor y fortaleza
cristianas. El hecho, sucedido en el año 1793, fue la
señal de una gigantesca insurrección que poco a poco se
extendió hasta comprometer la tercera parte de los
departamentos de Francia. Primero se alzaron los
campesinos católicos y realistas de la Vandee y luego
otras regiones y ciudades. Marchaban cantando himnos
compuestos por San Luis María Grignion de Monfort y
346
con la insignia del Sagrado Corazón. Pero no tenían
armas ni dinero suficiente para competir con las del
enemigo que se había apoderado de todo el armamento
del rey y finalmente fueron aplastados por los
revolucionarios.
- ¿No les alcanzó con la muerte del rey? -preguntó
Belén.
- Parecía que nada saciaría la sed de muerte de estos
revolucionarios. Fue un periodo trágico. La guillotina
trabajaba sin cesar en su triste tarea de cortar
cabezas. Toda persona de manos finas era considerada
perteneciente al grupo de los enemigos del pueblo y era
guillotinado.
Tres hombres dirigieron la gran matanza -Marat,
Robespierre y Dantón. Marat murió asesinado en el
baño por una linda muchacha llamada Carlota Corday.
Dantón fue guillotinado. Quedó Robespierre solo, como
dueño de Francia -matando, matando sin cesar-. No
hacía falta probar nada. Bastaba la simple sospecha.
Nadie se sentía seguro. La furia de guillotinar era tal
que fue preciso construir al pie de la guillotina una
canalización para el desagüe de la sangre.
Por fin vieron que la guillotina era muy lenta para
cumplir tanta labor.
Comenzaron a matar a los
prisioneros en masa.
Los amontonaban en ciertos
puntos y los mataban a cañonazos.
347
Entre algunas de las actitudes del gobierno de la
revolución contra la religión están las siguientes: se
adueñaron de las propiedades de la Iglesia, condenaron
a muerte a los valientes sacerdotes que se mostraban
en desacuerdo con las barbaridades que hacían,
suprimieron la enseñanza de la religión en las escuelas y
¡hasta los crucifijos!... Los soldados de la revolución
entraban en los conventos y templos armados hasta los
dientes persiguiendo y arrestando a todos los
verdaderos católicos. En la catedral de Nuestra Señora
de París, que es uno de los más bellos monumentos de
esa ciudad, fue colocada en el altar una mujerzuela de
malas costumbres en el lugar de la Virgen María. Las
imágenes de Cristo fueron cambiadas por los retratos
de los jefes revolucionarios. La guillotina sustituyó a la
cruz. Los domingos fueron suprimidos. La semana pasó a
tener diez días, con un feriado en medio. En vez de
contarse el tiempo a partir del nacimiento de Cristo fue
contado a partir del año 1792, fecha de la fundación de
la República.
Robespierre dominaba solo. En esto surgió en el
pueblo la sospecha de que quería convertirse en un
tirano de poder absoluto -y los mismos revolucionarios
le echaron mano y lo llevaron también a la guillotina.
Parecía que la furia del infierno se había
desencadenado sobre Francia.
348
- ¡Esto sí que es encarnizarse contra Dios y su
Iglesia! -exclamó Pedrito-. ¿Y se opusieron a esto los
católicos, abuelita?
- Claro. Muchos valientes católicos murieron mártires
como aquellos que terminaron a manos de los
emperadores romanos y, gracias a su valor en la
defensa de la fe hoy están gozando en el cielo de todos
los bienes que puedan imaginarse. Así nos lo ha dicho el
Papa Juan Pablo II al beatificar a 99 mártires de una
zona de Francia llamada Angers.
EL PEQUEÑO CABO
Al fin terminó la revolución o, mejor dicho,
terminaron los disturbios y matanzas generalizadas. ¿Y
sabéis quién la hizo terminar?
Un generalito de
veintiséis años de edad y de un metro sesenta
centímetros de altura.
- ¡Oh! -exclamó Pedrito. ¡Tenía entonces mi estatura
más la de Emilia (una muñeca)!
- Para que veas que un gran hombre no siempre es un
hombre grande. Ese hombrecito se llamaba Napoleón
Bonaparte.
Bonaparte era natural de la isla de Córcega, en el
mar Mediterráneo, y nació- justamente algunas semanas
después que Córcega pasó a depender de Francia. Por
muy poco escapó de ser italiano. Fue enviado de joven a
349
una escuela militar de Francia, donde los niños
franceses le consideraban extranjero. Bonaparte ganó
muy buenas notas en aritmética y en geometría.
Comenzó a ascender y fue lejos.
A pesar de que se había puesto fin a las matanzas,
las ideas que sostenían los nuevos gobernantes de
Francia seguían siendo casi las mismas. Por esto, los
otros reyes de Europa no querían que que las mismas se
propagaran y formaron una alianza contra Francia, a la
que llamaron la Santa Alianza.
Bonaparte fue enviado con un ejército a combatir a
los aliados en Italia. Tenía para ello que cruzar los
Alpes, como había hecho Aníbal en la guerra entre
Cartago y Roma. Pero Aníbal no llevaba cañones; como
éstos pesan mucho, parecía imposible atravesar aquellas
montañas. Bonaparte llamó a los ingenieros militares y
les ordenó que estudiasen el asunto. Los ingenieros
dijeron que era imposible el paso: "Imposible es una
palabra que sólo existe en el diccionario de los idiotas",
replicó Bonaparte colérico. Después gritó: "¡No hay
Alpes!" -y de hecho los Alpes desaparecieron ante su
ejército.
En Italia el joven general triunfó en una porción de
batallas, y consiguiendo así dar fin a la tarea que le
fuera encomendada, volvió a Francia transformado en
un gran héroe. Bonaparte, sin embargo, tenía en la
cabeza planes secretos. No se quedó en Francia.
350
Propuso al gobierno una expedición para conquistar a
Egipto, que estaba en poder de los ingleses; su idea era
separar a Inglaterra de las Indias.
- Las Indias ¿no eran ya de los portugueses,
abuelita? -preguntó la niña.
- No. Durante el reinado del rey Jacobo, los ingleses
se habían posesionado de ese gran país. Eso les sirvió
de compensación por la pérdida de las colonias de
América. El gobierno francés aceptó con gusto el plan
de Bonaparte, menos por causa del mal que podía
hacerse a los ingleses que por verse libres de un joven
héroe, que ya comenzaba a causar preocupaciones.
Bonaparte desembarcó con su ejército en Egipto y lo
conquistó rápidamente. En una de las batallas gritó,
antes de comenzar la lucha: "¡Soldados! Desde lo alto de
aquellas pirámides, cuarenta siglos os contemplan. Esa
frase llenó de entusiasmo a los franceses.
- ¿Y no apareció por allá ninguna Cleopatra para
atraparlo?
- Bonaparte no era de esos que se dejan seducir por
los guiños de las mozas bonitas, por eso no corrió la
suerte de Antonio. Pero, mientras estaba conquistando
Egipto, la escuadra francesa que esperaba en las bocas
del Nilo fue destruida por la escuadra inglesa del
almirante Nelson.
Bonaparte quedó sin medios para volver con su
ejército a Francia. Lo dejó entonces en Egipto bajo el
351
mando de otro general y se fue solo. Estaba ansioso
por formar parte del gobierno. Era ésa la idea que
ocultaba en su mente.
Cuando llegó a Francia y
encontró a los hombres del gobierno disputando unos
con otros, simuló meterse de por medio. El y otros dos
fueron elegidos para formar un nuevo gobierno. Tenían
el título de cónsules, siendo Bonaparte el primer cónsul.
Después arregló las cosas para ser elevado a cónsul
vitalicio, esto es por toda la vida.
Y de allí a
convertirse en emperador no hubo más que un paso. El
pequeño corso llegó finalmente a donde quería llegar: a
emperador de Francia y rey de Italia.
- ¡Está bueno! -exclamó Pedrito. Eso es lo que se
llama subir la cuesta corriendo.
Bonaparte no perdió tiempo. Lo hacía todo a prisa aparte del hecho que había suprimido de su diccionario
la palabra imposible.
Los otros países de Europa
comenzaron a amedrentarse ante aquel hombrecillo, que
a aquel paso acabaría por conquistarlos a todos. Y se
coaligaron contra él. Una nueva guerra, o más bien un
terrible periodo de guerras, iba a comenzar. Napoleón
planeó, nuevamente, la conquista de Inglaterra, y con
ese fin hizo construir -una gran escuadra.
Desgraciadamente, para él, Nelson estaba vigilante, y
atrapó a la escuadra francesa en un sitio llamado
Trafalgar, cerca de España, y la destruyó por completo.
352
- ¡Qué notable, abuelita! ¡Qué ciencia la de Nelson
para destruir escuadras francesas!
- Realmente fue un gran almirante, que sabía esperar
los buenos momentos y cuando daba un golpe era para
aplastar al enemigo. Antes de esa batalla, Nelson dio
una proclama a los marinos en la que todo lo resumía en
una frase célebre: "Inglaterra espera que cada cual
cumpla con su deber". La victoria de los ingleses, sin
embargo, costó cara. Nelson perdió la vida en el
combate.
Esa derrota en el mar hizo que Bonaparte
abandonase la idea de conquistar a Inglaterra. Trató
entonces de atacar a sus enemigos del continente. Y
atacó. Derrotó a Prusia, a España, a Holanda y a
Austria. Casi toda Europa acabó siendo suya o acatando
sus órdenes sin discutir. Sólo quedaban fuera de su
dominio la vasta Rusia e Inglaterra. Napoleón resolvió
atacar a Rusia.
Fue su segundo gran error, porque Rusia quedaba muy
lejos y la invasión iba a estrellarse con el invierno, que
es horrible allá. Con un ejército de 600.000 hombres
marchó contra Rusia, consiguiendo llegar a Moscú, bien
en el centro del país.
Allí comenzó la desgracia. Los rusos se retiraron de
la ciudad y después la incendiaron enterita, de modo
que Napoleón, en lugar de posesionarse de la capital de
Rusia, tomó posesión sólo de una horrenda hoguera. El
353
único provecho que sacó fue el de pasar una semana
"calentándose al fuego". Nada más podía hacer en
Rusia. Se vio forzado a la retirada sin haber conseguido
ninguna ventaja. El invierno sobrevino rigurosísimo.
Nieve por todas partes. Sólo nieve. Todo blanco de
nieve. Comenzaron a faltar las vituallas, y no había
medios de conseguirlas en aquella blanca inmensidad.
Sus soldados morían a millares, y para mayor desgracia
los rusos les iban persiguiendo, ayudando a la
destrucción iniciada por el general Invierno. Por fin
Napoleón dejó los restos de sus soldados en medio del
camino y corrió a París, para atender los negocios del
gobierno, que iban mal. Al llegar a París vio que su
suerte había cambiado. El desastre de la campaña
contra Rusia reanimó a toda Europa, levantada ya en
masa para expulsarlo del trono.
Su ejército estaba destruido.
De los 600.000
hombres que llevó a Rusia, sólo volvieron unos veinte o
treinta mil. Todavía así Napoleón consiguió, en un
supremo esfuerzo, levantar un nuevo ejército con el
cual hizo frente a las fuerzas de la Europa coaligada.
Fue derrotado. Tuvo que firmar un documento en que
abdicaba al trono.
- Esa no es la abdicación al modo de Carlos V advirtió el niño. Fue abdicado...
- Sus enemigos victoriosos le dieron una isla para
vivir -la isla de Elba, en las costas de Italia, cerca de
354
Córcega, donde había nacido. Y pusieron en el trono
francés a un rey de la familia de los antiguos Luises.
El terrible hombrecito, sin embargo, no quedó quieto.
Comenzó a planear, allá en su isla, un golpe para poder
reconquistar el trono. Un día, con gran sorpresa del
mundo, corrió la noticia de que Napoleón había escapado
de Elba y había desembarcado en las costas de Francia.
El gobierno mandó contra él un ejército, con orden de
detenerlo y de llevarlo dentro de una jaula de hierro.
Pero ese ejército se dio vuelta en favor de Napoleón,
que días después entró victorioso en París. El rey huyó
y Napoleón subió al trono por segunda vez.
Pero
Europa
estaba
en
pie
de
guerra.
Inmediatamente los ejércitos de todos los países
marcharon contra Francia -y en los campos de
Waterloo, en Bélgica, Napoleón dio al fin su última
batalla. Fue derrotado por los generales Wellington,
que era inglés; y Blücher, que era alemán. Esto ocurrió
en 1815. Esta vez los reyes enemigos no le dieron un
palacio para habitar; le dieron una prisión vitalicia.
Escogieron una islita desierta, muy lejana, en medio del
mar, llamada isla de Santa Elena, donde quedó bajo la
guardia de un carcelero inglés que era un perfecto
bulldog. Y al fin de seis años de prisión, murió el
hombre que había querido abarcar el mundo. Murió y el
mundo quedó tranquilo. ¡Uf!
355
Napoleón era un hombre de genio, esto es, un hombre
que poseía inteligencia y otras facultades en grado
elevadísimo. Gracias a esos dones se convirtió en el
mayor general de todos los tiempos. Por desgracia, su
ambición sin límites hizo que su paso por la tierra fuese
marcado con ruinas y lágrimas.
Tres millones de
hombres murieron por causa suya. Tres millones de
madres y tres millones de padres lloraron a sus hijos
segados por las balas. Francia quedó como un país con
las venas abiertas, de tanta sangre como había perdido,
y quedó todavía más pequeña de lo que era antes. Todos
los territorios por ella conquistados fueron
recuperados por sus verdaderos dueños. De la obra del
pequeño cabo no quedó más que la parte administrativa
y legislativa.
- ¿Por qué le llamaban de ese modo? -preguntó el
niño.
- El grado de cabo era de los más inferiores del
ejército francés, y como Napoleón era de baja
estatura, sus viejos soldados, en broma, le llamaban -el
Pequeño Cabo.
UN POCO DE MÚSICA
Para satisfacer a Belén, que quedó disgustada con
aquellas nuevas guerras del Pequeño Cabo, doña María
del Rosario habló al día siguiente de música.
356
- ¿Qué hace la rana, Pedrito? -comenzó.
- Croa -respondió el niño.
- ¿Y el gato?
- Maúlla.
- ¿Y el perro?
- Ladra.
- ¿Y el león?
- Ruge.
- ¿Y las aves?
- Ponen huevos -respondió Emilia.
- No, las aves cantan. Sólo ellas y el hombre cantan.
El hombre, sin embargo, hace más. El hombre, además
del canto, hace música por medio de instrumentos. La
música es una de las maravillas creadas por el hombre
en la tierra.
Al comienzo, allá en el fondo de las edades, dicen que
Apolo tomó una calavera de buey y ató los cuernos a
siete cuerdas de tripa, bien estiradas. Así nació el
primer instrumento musical, llamado lira. Siete cuerdas
solamente, entre cuernos de buey, no eran un
instrumento muy perfeccionado y no debían producir
sonidos muy bellos. A pesar de ello la leyenda cuenta
que Orfeo, hijo de Apolo, aprendió a tocar la lira con
tanta perfección que, cuando tocaba, todos los
animales, y hasta los árboles y las rocas, se colocaban a
su alrededor para oírlo.
- ¡Eso es cuento de hadas, abuelita!
357
- Sea. Después surgió Pan, el dios de los bosques,
que inventó la llamada flauta de Pan. Consistía en
canutos de varios tamaños, unidos entre sí como dedos,
que él tocaba soplando. La lira de Apolo y la flauta de
Pan fueron los primeros instrumentos de música que el
mundo conoció. La lira se convirtió en la madre de
todos los instrumentos de cuerda, y la flauta de Pan
originó todos los instrumentos de viento. Las cuerdas
más gruesas y los canutos más anchos daban las notas
llamadas graves; las cuerdas más finas y los canutos
más estrechos daban notas agudas.
Esos
instrumentos
primitivos
se
fueron
perfeccionando y tomando formas nuevas hasta llegar
al piano, que tiene decenas de cuerdas, y al órgano, que
es una máquina para producir los más bellos sonidos de
viento.
Sabemos hoy cómo eran los instrumentos de música
de los antiguos, pero ignoramos cómo era su música. Por
desgracia no existía el fonógrafo para transmitir hasta
nosotros esos sonidos. Hoy existen los discos
compactos que conservarán por siglos nuestra música.
- ¡Y también mi voz! -chilló Emilia. Martín prometió
ya grabar un casette con un discurso mío -y cuando
Martín lo promete, lo cumple.
- ¿Qué interés va a tener la humanidad futura en
conocer la voz de un personajillo de estos rincones
358
perdidos? -repuso Belén. Si Martín grabase una charla
del Burro Parlante, eso si que valdría la pena ...
Doña María del Rosario aprobó la idea de los dos
casettes uno con el discurso de Emilia y el otro con la
voz del Consejero. Y continuó:
- Antiguamente no se sabía escribir música. Era
aprendida de memoria, y pasaba así de unos a otros.
Pero allá por el año 1000 un monje italiano, llamado
Guido, ideó un medio para escribir las notas de música,
y bautizó las siete notas que existen con los nombres
de Do, Re, Mi, Fa, Sol, La, Si. Estos nombrecitos
fueron formados con las primeras sílabas de las
palabras del himno a San Juan, muy cantado por la
Iglesia de entonces.
Existió otro italiano que recibió el nombre de Padre
de la Música. Se llamaba Palestrina. Fue el que
escribió las primeras músicas religiosas, que el Papa
mandó que fuesen tocadas en todas las iglesias. Más
tarde, allá por el 1700 apareció un gran músico que
compuso melodías que encantaron y encantan a los
hombres. Se llamaba Handel y nació en Alemania.
Su padre, simple barbero, quería que fuese un gran
abogado. El niño Handel, sin embargo, sólo pensaba en
la música. En aquel tiempo no había piano -había el
padre del piano con el nombre de clavicordio-, un pianito
poco perfeccionado. A los seis años de edad, Handel
consiguió obtener un clavicordio y lo escondió en su
359
habitación, que era una buhardilla, allá en lo alto de la
casa. Cuando dormían todos, se sentaba al clavicordio y
se ejercitaba hasta altas horas de la noche, bajito. Una
noche el padre y la madre advirtieron aquellos extraños
sonidos en la buhardilla. Se asustaron y fueron con la
linterna en la mano a ver qué era. Encontraron al niño
en camisa, sentado en una silla muy alta, tocando su
música.
- ¡Y seguramente le dieron una paliza! -dijo Emilia.
- No. Sólo vieron que sería una locura intentar hacer
de él un abogado, ya que su verdadera vocación era la
música. Le buscaron un maestro, y pronto asombró
Handel a todos con su pericia. Más tarde se fue a
Inglaterra y se hizo inglés.
Cuando murió fue
enterrado, en la célebre abadía de Westminster.
De la misma época es el gran músico alemán llamado
Bach, que tocaba el órgano tan divinamente como
Handel el clavicordio. Ambos compusieron piezas
musicales inmortales, y ambos quedaron ciegos muy
pronto. Quedar ciego para un pintor es la mayor de las
desgracias, pero para un músico no es tanto. Ellos viven
en el mundo de los sonidos, en el cual la desgracia es
quedar sordo.
Casi todos los grandes músicos revelan muy pronto
ese don de Dios. Mozart, por ejemplo, a los cuatro años
se mostraba ya admirable en el piano. Tocó, muy niño
todavía, ante los reyes que lo trataban como a un
360
pequeño príncipe.
Compuso toda clase de obras
musicales, principalmente la llamada ópera, y otra
llamada sinfonía, propias para orquestas. A pesar de
ello ganó poco dinero y cuando murió fue enterrado en
la fosa común, esto es, en el lugar de los cementerios
donde se entierra a los mendigos. Más tarde los
hombres sintieron remordimientos por haber dejado en
el olvido a un genio de aquella magnitud y quisieron
erigirle una estatua sobre su tumba. Pero no lograron
descubrir siquiera el lugar donde los restos de Mozart
descansaban ...
Un hombre llamado Beethoven leyó la historia de
Mozart y soñó para su hijo una gloria igual a la del
“pequeño príncipe”. Para realizar ese sueño obligaba al
niño, desde muy joven, a quedar horas y horas junto al
piano. Luisito casi moría de cansancio. Lloraba, lloraba:
al fin se convirtió en uno de los mayores músicos de
todos los tiempos. Cuando se sentaba al piano, de sus
dedos salían improvisadas las composiciones más
maravillosas. Con Beethoven ocurrió la peor desgracia
que puede afectar a un músico.
- ¡Quedó sin dedos! -quiso adivinar Emilia.
- No, quedó sordo. Esto lo entristeció enormemente,
aunque no le impidió continuar componiendo obras
maestras. Componía sin poder oír lo que componía.
- ¡Qué pena que los grandes guerreros y
conquistadores no hayan sido músicos! -observó la niña.
361
De los músicos no puede llegar ningún mal al mundo;
pero las plagas de los Gengis Khan y de los Napoleón,
que el diablo lleve ...
- Tienes razón, hija mía. Hombres como Mozart y
Beethoven aumentan el encanto de la vida. El que
escucha su música se siente como en el cielo. Y hoy,
gracias a la maravillosa invención de Edison, todos
podemos escuchar esa música en el momento que lo
deseamos. Ese placer, ahora al alcance de cualquier
persona poseedora de un poco de dinero, era imposible,
incluso para el rey más poderoso, antes que Edison, que
también fue más sordo que una tapia, nos diese su
maravilloso invento para conservar y reproducir los
sonidos.
Doña María del Rosario se detuvo allí, e hizo poner en
su reproductor de compact disc la Serenata de
Schubert, la música predilecta de Belén.
PAÍSES NUEVOS
- En Europa, abuelita, ¿qué ocurrió después que
Napoleón fue a la isla de Santa Elena?
- Después que el terrible guerrero fue encarcelado
en esa isla, los franceses tuvieron que elegir un nuevo
jefe. Eligieron a un rey del mismo linaje de sus viejos
reyes -o de la familia Borbón, como se llamaba. Pero
362
ese rey no dio mucho provecho y los franceses buscaron
otro, y después un tercero. Hasta que decidieron elegir
a un presidente. ¿Adivinad quién fue elegido? Un
sobrino de Napoleón Bonaparte, llamado Luis Napoleón.
Ese hombre vivía conspirando para ser rey de Francia, y
al fin fue elegido presidente. Pero no se contentó con
eso. Quiso ser emperador, como su tío, para gobernar
toda la vida y legar el trono a sus descendientes. Con
ese bello plan en la cabeza, dio un golpe y un buen día se
transformó en emperador con el nombre de Napoleón
III.
- ¿Y Napoleón II? No nos habló de él.
- No existió nunca. Hubo un hijo de Napoleón que al
nacer fue hecho rey de Roma. Ese niño no reinó nunca,
pero parece que aun así fue considerado el Napoleón
número dos.
Napoleón III valía muchísimo menos que el primero.
No era un genio, y sí un aprovechador de la fama del tío.
Se juzgó capaz de grandes cosas e intentó hacerlas,
por ejemplo, invadir a México y transformar esa
república en un imperio, poniendo allá como emperador a
un príncipe austríaco. Esa idea de Napoleón III le
salió torcida. Los mexicanos se rebelaron poco después
y fusilaron al pobre emperador Maximiliano en la ciudad
de Querétaro.
Otra idea desastrosa de Napoleón III fue querer
hacer bajar la frente a Prusia, país que era muy mal
363
visto por causa de su extraordinaria organización
militar. Napoleón comenzó a tejer intrigas contra
Prusia y se preparó para hacerle la guerra. Pero el
hechizo se volvió contra el hechicero. Prusia tenía en el
gobierno un hombre llamado Bismarck, que veía lejos.
Bismarck convenció al rey de Prusia de la necesidad de
declarar la guerra a Francia, antes que Francia
declarase la guerra a Prusia. Y así se hizo.
Con fulminante rapidez los prusianos invadieron a
Francia, derrotaron a los franceses en todos los
combates y aprisionaron al pobre Napoleón III.
Después entraron en París y exigieron una gran
indemnización en oro, además de dos provincias, Alsacia
y Lorena.
La rapidez y el éxito feliz de esta guerra dio enorme
prestigio a Prusia, y Bismarck se aprovechó de la
oportunidad para reunir a todos los pequeños países de
raza alemana en un solo gran imperio, con el nombre de
Imperio de Alemania. El primer emperador recibió el
nombre de Kaiser, o Cesar, y fue coronado en el palacio
de Versalles, mientras los ejércitos prusianos estaban
todavía dentro del territorio francés.
Después de ese desastre Francia abandonó una vez
más la forma de gobierno monárquica y adoptó la
republicana. Desde entonces elige un presidente cada
siete años -y va viviendo.
364
Por esa época Italia, que era también una colección
de pequeños países como había sido Alemania, fue
reunida en un solo país. El rey de uno de esos pequeños
países se llamaba Victor Manuel, y tenía como primer
ministro a un hombre muy hábil, llamado Cavour.
También tenía de su parte a un personaje muy activo
pero de ideas muy estrafalarias, llamado José
Garibaldi. Este Garibaldi había sido fabricante de velas
en Nueva York y había estado en el Brasil, ayudando a
los republicanos de Río Grande del Sur. Estaba metido
en cuanta trifulca había en el mundo.
Estos tres, el rey Víctor Manuel, Cavour y Garibaldi,
consiguieron
vencer
todos
los
obstáculos
y
transformaron aquellos pequeños países en un solo, con
el nombre de Reino de Italia. Surgieron así, en el
mundo, casi al mismo tiempo, dos grandes países nuevos:
Alemania e Italia.
LOS NUEVOS INVENTOS
- ¿Cuál fue la era de los nuevos inventos? -preguntó
doña María del Rosario al día siguiente. Vamos a ver
quién lo sabe.
- Fue en tiempo de el Renacimiento -respondió Belén.
- Fue en el tiempo de las hadas -respondió Emilia.
Pedrito se calló. No dio su opinión.
365
- La era de los nuevos inventos no fue -dijo doña
María del Rosario. Es esta en que vivimos. Estamos
viviendo en plena era de los nuevos inventos, sin que
prestemos la menor atención a ello.
- ¿Cómo, abuelita? -preguntó el niño.
- Sí. Imagina que un hombre del tiempo antiguo
resucitase ahora. ¿Podría comprender las cosas que
tenemos y a las cuales no damos la mínima importancia?
¡Imaginemos las aflicciones del pobrecito! Se vuelve
para acá, y da con una persona que habla por teléfono
con un amigo que vive en otro continente, y juzga que
son dos magos los que conversan. Va al cine y ve
desarrollarse una lucha americana de bandidos
modernísimos que se atacan unos a otros con
ametralladoras. Nuestro hombre no entiende nada y se
queda convencido de que la gente está detrás del telón.
Va a espiar. No encuentra a nadie y abre la boca.
En esto, un grabador se pone a reproducir un casette
hablado. Nuestro hombre, ya medio atontado, va a ver
quien está debajo de la mesa. No encuentra nada y
abre los ojos asombrado.
Ahora es la radio la que comienza a funcionar. El
pobre hombre se pone a temblar. Corre a la ventana
para tomar aliento. Por el cielo se desliza un pájaro
inmenso que nunca supuso que existiera, el aeroplano.
En la calle ve trolebuses y autos, esto es, vehículos qué
andan sin caballos. El hombre acaba por enloquecer,
366
porque no puede entender de modo alguno nada de lo
que ve.
La edad de los grandes inventos es ésta. A cada
instante salen nuevas maravillas de los laboratorios
científicos. Las invenciones se atropellan. Y ni qué
hablar de las computadoras.
Hombres como San Martín y Napoleón, no vieron
nunca una locomotora, un teléfono y ni siquiera una caja
de fósforos. Nunca sospecharon la lámpara eléctrica.
Son cosas modernísimas, de ayer, podemos decir,
aunque a ustedes les parezcan tan comunes. En nuestra
era el progreso corre más rápido en un mes que en la
antigüedad en siglos.
Uno de los primeros hombres que revolucionaron el
mundo con sus invenciones fue el escocés Jaime Watt.
Un día que estaba observando una olla de agua en el
fuego, le llamó la atención la danza de la tapa, levantada
por el vapor. "Si ese vapor, levanta una tapa de olla,
puede levantar cualquier cosa" -pensó Watt. Y de esa
idea salió la máquina de vapor, en la cual el vapor de
agua mueve el pistón, que a su vez mueve una rueda. La
máquina de vapor causó una verdadera revolución
industrial en el mundo.
"Si la máquina de vapor mueve una rueda -pensó otro
inglés llamado Stephenson- ¿por qué no ha de moverse a
sí misma?", y de esa idea nació la locomotora, que es una
máquina a vapor que se mueve a sí misma.
367
"Si la máquina a vapor se mueve en tierra -pensó un
americano llamado Fulton- ¿por qué no ha de moverse
también en el mar?" -y de esa idea nació el navío a
vapor que iba a cambiar todo el sistema de navegación.
El pueblo se echó a reír de la primera máquina de
Watt, de la primera locomotora de Stephenson y del
primer barco de Fulton. Eran, en realidad, grotescos y
de muy poco rendimiento. Pero se perfeccionaron con
rapidez, y durante mucho tiempo constituyeron
verdaderas maravillas de la mecánica.
Antes de la invención del telégrafo, para que una
persona se comunicase con otra tenía que ir a verla o
enviarle una carta. Un pintor americano llamado Morse
tuvo la idea de construir un aparatito que marca un
punto o una raya cada vez que recibe un contacto
eléctrico. Estaba inventado el telégrafo.
- ¿Cómo era el telégrafo, abuelita? -preguntó
Pedrito.
- Imagínate una bobina que tiene en el centro una
barrita de hierro; esa bobina es colocada en casa del
compadre Teodoro y tiene un hilo de alambre que llega
hasta aquí. Cada vez que hagas correr la electricidad
por el alambre la bobina recibe la electricidad y
transforma la barrita en imán. Ese imán, entonces,
atrae otro hierro, el cual, con el movimiento, marca en
un papel un punto o raya, conforme al tiempo que dura la
368
imantación. Después haces una combinación de puntos y
rayas que corresponden a las letras del alfaleto, así:
A
B
E
H
T
.-...
.
....
-
Y listo. El compadre Teodoro queda habilitado para
recibir allá todas las letras que quieras transmitir.
- ¡Qué interesante! -exclamó el niño. Voy a hacer una
línea telegráfica que una mi cuarto con la huerta.
- Hazlo -aconsejó doña María del Rosario. Es
haciendo ciertas cosas como nacen otras cosas, como en
el caso del profesor Bell, otro americano. Graham Bell
comenzó a estudiar el modo de que oyesen los niños
sordos -y acabó inventando el teléfono. El telégrafo
transmite puntos y rayas; el teléfono transmite
directamente la voz, cualquiera que sea la distancia.
Hoy tenemos líneas que nos permiten hablar de un
continente a otro.
Las invenciones van apareciendo gracias al concurso
de muchos inventores. Uno hace un trocito. Otro hace
otro trocito. Viene un tercero, reúne los dos trocitos y
consigue una gran cosa que nadie esperaba. Así nació el
motor eléctrico, y después de él ese maravilloso motor
369
de los automóviles, llamado motor a explosión. El
pistón, que en la máquina de Watt es movido por la
fuerza del vapor de agua, es movido aquí por la pequeña explosión de un gas de la gasolina, del alcohol o
de cualquier otro líquido combustible propio.
- Como el auto del tío Juan que tiene Gas Natural
Comprimido, agregó Pedrito.
- La luz eléctrica de las casas fue invención de otro
gran inventor -Tomás Edison, un norteamericano. ¡Entre
sus grandes y pequeños inventos existen más de
setenta! De ahí el nombre de mago, que le dio el pueblo
de América. Fue un muchacho pobre, que comenzó la
vida vendiendo periódicos en los trenes. Un día el
profesor de la escuela donde concurría Edison lo llevó a
su madre diciendo que no podía tenerlo más tiempo allí.
"¿Por qué? -Porque es un burrito y no aprende nada" explicó ese profesor.
- ¿Qué cara habrá puesto, abuelita, después que ese
niño burrito se convirtió en el gran Edison?
- No lo sé, pero ha debido quedar con la cara larga.
Edison, de niño, no cesaba de hacer picardías, que eran
ya comienzos de invenciones. Cierta vez, cuando vendía
diarios en los trenes, se escondió en el vagón de los
equipajes para hacer travesuras en los momentos de
ocio. Y una vez puso fuego al vagón. El jefe del tren
acudió entonces y le dio un tremendo golpe en el oído
que lo dejó sordo para siempre.
370
- ¡También tamaña travesura hizo ese Tomás Edison!
-exclamó la niña.
- Eso es -continuó doña María del Rosario. Pero fue
el que iluminó la tierra con la luz eléctrica. Fue el que
inventó el fonógrafo.
Fue el que inventó el
cinematógrafo (según opinión de los norteamericanos).
- ¡Viva Edison! -gritaron los niños.
- Otro gran inventor que realizó uno de los sueños de
la humanidad fue Santos Dumont.
Los hombres
quisieron siempre imitar a los pájaros y volar, pero
todas las tentativas en ese sentido fallaron. Al fin vino
el motor de explosión, y la cosa resultó posible. Santos
Dumont, que desde niño tenía siempre la manía de la
navegación aérea, inventó al fin el dirigible, que es un
aparato más leve que el aire, y después inventó el
aeroplano, que es un aparato más pesado que el aire.
Desgraciadamente su invento, hecho en París, donde
residía, llegó casi al mismo tiempo que el hecho por los
hermanos Wright en América, de modo que la gloria del
gran hecho se halla dividida entre los tres.
- ¿Qué tres?
- Santos Dumont y los dos Wright.
- ¿Pero quién inventó primero el aeroplano?
- Los dos o los tres. Uno no sabía lo que estaba
haciendo el otro. La maravillosa máquina de volar surgió
al mismo tiempo en América y en París. Otro inventor
371
notable es el italiano Marconi inventor del telégrafo
sin hilos, del cual nació la radio.
- ¿Pero es que las invenciones mejoran la vida,
abuelita? -preguntó la niña.
- Mejoran la vida, sí, aunque no mejoran al hombre.
Nuestra vida de hoy podemos decir que es muy cómoda,
si la comparamos con la de un siglo atrás. Pero cuando el
hombre no domina esas invenciones sino que se deja
dominar por ellas se vuelve en el mismo animal estúpido
de todos los tiempos.
- ¿Es lo que nos decía de las computadoras?
- Así es. Y lo Mismo pasa con la televisión y con la
música. Como inventos son grandiosos pero cuando se
usan mal se convierten en enemigos del hombre.
Abre el periódico y lee las principales noticias. Sólo
hablan de miserias, de crímenes, de guerras.
La
humanidad continúa sufriendo hoy los mismos males de
antes -todo porque la fuerza de la estupidez humana no
es vencida por la fuerza de la gracia, de la bondad y de
la inteligencia. Cuando éstas sean más fuertes que
aquélla, entonces, sí habremos llegado a la Edad de Oro.
Pero me temo que esta edad no está en este mundo,
sino en el otro. Y esto lo supieron los sabios de todos
los tiempos. Los grandes inventos son buenos; pero
mucho mejor es el que los utiliza para el bien.
EL MUNDO CONTRA ALEMANIA
372
Tuvimos la prueba de eso hace unos ochenta años en
una de las horribles guerra que destrozó el mundo por
espacio de cinco años. La estupidez reinó soberana
absoluta -y el resultado fue una calamidad como jamás
existió otra semejante.
- ¿Cómo comenzó?
- Durante los últimos siglos Inglaterra había crecido
mucho y se había convertido en la mayor potencia
mundial. Pero los alemanes, luego de conseguir la unidad
que ya comentamos con Bismark, habían crecido mucho
en muy breve espacio de tiempo. Como no querían
enfrentarse directamente lo hicieron indirectamente
entre dos países satélites. Para ello aprovecharon un
incidente de poca importancia, al menos si tenemos en
cuenta la masacre posterior de la guerra.
En la pequeña ciudad de Sarajevo, capital de Bosnia,
un estudiante serbio disparó su arma y mató al príncipe
heredero de Austria, que era un país amigo de
Alemania. El emperador de Austria no aceptó las
disculpas.
Juzgó que Serbia entera, aliada de
Inglaterra, debía pagar el crimen del estudiante, y en
seguida movilizó su ejército para castigarla. Pero
Serbia, tenía también a Rusia como aliada. Y la cosa se
fue complicando hasta que el mundo entero se vio
envuelto en la guerra.
373
Europa por ese tiempo se hallaba dividida en dos
grupos:
Alemania y sus amigos, de un lado, e
Inglaterra y Francia y sus amigos, del otro. Y cada
grupo vivía mirando de reojo
al otro, para lanzarse a
la guerra en cuanto uno de ellos se moviese. Entonces,
en un grupo estaban Inglaterra, Francia y Rusia. En el
otro Alemania, Austria e Italia. Cuando estalló la
lucha, Italia se pasó al grupo de Inglaterra, y Turquía y
Bulgaria se unieron al grupo de Alemania.
Se trenzaron todos. Los alemanes, que eran muy
fuertes, atravesaron Bélgica e invadieron a Francia,
arrasándolo todo hasta las puertas de París. Allí se
detuvieron.
Habían perdido el ímpetu del ataque.
Siendo la resistencia de los franceses e ingleses cada
vez mayor, y no pudiendo continuar el avance, los
alemanes se atrincheraron. Iba a comenzar un largo
período de guerra nueva para el mundo -la guerra de
trincheras, en la cual los soldados se meten debajo de
tierra, como lombrices, y combaten a cañonazos sin que
un ejército vea al otro.
Pero Alemania, con el fin de destruir el poder
marítimo de Inglaterra, había iniciado una terrible
campaña en el mar, por medio de submarinos. Esas
ballenas de acero seguían invisibles por el fondo de las
aguas, echando a pique todos los barcos enemigos que
hallasen, fuesen de guerra o mercantes. Cuando las
cosas llegaron a ese extremo, entraron en la guerra los
374
Estados Unidos del lado de Inglaterra. La superioridad
de fuerzas fue abrumadora y Alemania debió rendirse.
En esto estalló una revolución en Rusia, muy
semejante a aquella cruel Revolución Francesa.
¿Recordarán cuando hablamos de los tres momentos o
capítulos de la Revolución anticristiana?
- Sí, dijo Belén. Quedamos en la segunda que era la
Revolución Francesa.
- La tercera es esta que se llama Revolución rusa
donde se impuso este perverso sistema marxistaleninista o comunista, como también se llama. Marx, el
inspirador del comunismo, sostenía en el siglo pasado
que la religión era una serie de inventos con que se
adormecía a la gente para que no sintiera tanto los
sufrimientos de esta vida pero que ya no serviría
cuando se produjese la revolución porque con ella
llegaría la era comunista, esto es la era de la felicidad
para todos. Los revolucionarios rusos creyeron en Marx.
Se persiguió a todas las religiones porque ya no había
lugar para Dios en la sociedad. El zar Nicolás y toda su
familia fueron asesinados vilmente, los nobles fueron
muertos o perseguidos y los revolucionarios se
adueñaron del país.
Tenían como jefe a un hombre
llamado Lenín, destruyeron el sistema social allí
existente y dieron comienzo a un nuevo sistema llamado
comunismo. Mataron a millones de personas para
imponer este sistema de la felicidad en la tierra. No
375
permitían que los hombres tuviesen propiedad privada,
familia ni religión. El único gran capitalista es el Estado
o los que manejan el Estado -dueño de las tierras, de las
minas, de los ferrocarriles, de las usinas eléctricas y de
todas las fábricas; de la educación y de la moral pública.
Los beneficios iban a parar a la bolsa del gobierno
controlado por los gobernantes.
- ¿Y dio buen resultado ese sistema? -preguntó
Pedrito.
- Hoy, desde 1989 sabemos que ha sido un fracaso
rotundo.
La Alemania vencida de la Primera Guerra renacía con
gran fuerza, y un nuevo jefe, llamado Hitler y sus
partidarios “nazis” se mostraban enemigos mortales del
comunismo, los otros países comenzaron a ver con
buenos ojos el ascenso de Alemania; y los pueblos ricos
le hicieron grandes empréstitos en dinero, con la
intención de que el nazismo se armara y se arrojase
contra Rusia.
Pero salió todo errado. En cuanto se vio fuerte,
Alemania firmó un pacto de no agresión con Rusia y se
volvió contra los antiguos aliados que la habían vencido:
"Es la hora". Y comenzó a exigir esto y aquello, y
cuanto más le daban, más quería Hitler. Por fin invadió
a Polonia, después invadió y dominó a Bélgica, a Holanda,
a Noruega, a Francia, a Austria, a Rumania, a Bulgaria, a
Yugoslavia, a Grecia, a Checoslovaquia. Italia, con
376
Mussolini, se alió a Alemania. Y comenzó la Segunda
Guerra Mundial que duró de 1939 a 1945. Fue todavía
peor que la de 1914-1918, porque la aviación estaba muy
desarrollada y no perdonó a las más bellas ciudades.
Jamás se vio tamaño horror. Ciudades antiquísimas e
importantisímas, llenas de monumentos históricos,
fueron implacablemente reducidas a polvo y a cenizas.
El bombardeo de Inglaterra duró meses; la ciudad de
Londres iba cayendo y ardiendo por completo. Pero la
situación geográfica y el dominio de los mares hizo
imposible el ataque total de Hitler a Inglaterra. Hitler
entonces cometió el error que le iba a resultar fatal -el
mismo error cometido por Napoleón en tiempos
pasados: atacar a Rusia.
- ¿Por qué?
-Los países territorialmente muy grandes eran
invencibles para las armas de entonces y Rusia es, de
todos los países, el de mayor territorio: dos veces
mayor que el de los Estados Unidos. Napoleón cometió
el error de no tener esto en cuenta; invadió a Rusia y
fue maltrecho allí. Por más territorios rusos que
conquiste el invasor, quedan tierras rusas más allá. Los
ejércitos de Hitler fueron de victoria en victoria pero
con mucha pérdida de sangre, hasta las puertas de
Moscú y de Leningrado. Allí se estancaron, con la
lengua afuera, sin fuerzas para proseguir en el avance.
Y los ejércitos que procuraban en el sur llegar al
377
Cáucaso para ocupar la zona del petróleo, no pasaron
tampoco de Stalingrado. En esa ciudad los alemanes
sufrieron la primera gran derrota, con pérdida de
330.000 hombres. Y desde entonces todo cambió. La
orgullosa e invencible Alemania, que coleccionaba
victorias como Pedrito colecciona cajas de fósforos,
pasó a coleccionar una colección de derrotas y fue
expulsada poco a poco de todos los territorios
ocupados, al este por los rusos y al sur y oeste por los
ingleses con el concurso poderoso de lo americanos. Y
por fin en mayo de 1945 se rindió incondicionalmente,
después de perder casi todas sus ciudades importantes,
inclusive Berlín, ocupada por los rusos.
- ¿E Italia?
- Mucho más débil que Alemania, Italia se rindió
antes, después de perder sus islas fortificadas, sus
colonias africanas, su escuadra, todo. Hasta perdió a su
dictador. La traición de uno de sus hombres, el general
Badoglio, lo llevó a ser tomado prisionero en el Gran
Sasso y, poco tiempo después fusilado. Su cuerpo fue
dejado
en medio de una plaza pública para que
recibiese puntapiés y salivazos. Por fin lo colgaron de
los pies, como a un cerdo en el matadero.
- ¿Y Hitler?
- Ese desapareció en los escombros de Berlín. Pero
la guerra no terminó allí. Justamente por causa del
ataque de la aviación japonesa a la base norteamericana
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de Pearl Harbour, en la isla de Hawai, los Estados
Unidos de América se hallaron también involucrados en
la lucha del lado de Inglaterra.
- Y los japoneses ¿de qué lado estaban?
- De Alemania. Lo que los Estados Unidos hicieron en
materia de improvisación de ejércitos, escuadras y
aviones, constituye el asombro de los pueblos. Nunca se
vio un esfuerzo colectivo mayor y mejor organizado. La
consecuencia fue la que tenía que ser: la victoria sobre
los alemanes en el frente occidental o europeo y la
victoria sobre el Imperio del Japón en el Pacífico unos
meses después, en agosto.
Pero este fin de guerra ha sido el más cruel y
terrible que puedan imaginarse. Los Estados Unidos
tiraron dos bombas atómicas sobre las ciudades
japonesas de Hiroshima y Nagasaki, con las cuales
murieron más de 100.000 hombres que ni siquiera
tenían posibilidad de defenderse. Las bombas fueron
tiradas sobre las ciudades por lo que murieron bebés,
niños, mujeres y ancianos inútilmente. Y más terrible es
saber, como hoy sabemos que los japoneses no hubieran
podido resistir más de dos o tres meses más.
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- Y entonces ¿por qué semejante crueldad?, preguntó
Belén.
- Es difícil explicar semejante crueldad. Con Cristo
se cometió un deicidio o asesinato de Dios-Hombre y
ésto sólo podemos explicarlo por la furia del demonio.
Supongo que algo así sucedió también en estas ciudades
japonesas en las que vivían la mayor parte de los
católicos japoneses.
Desde entonces los Estados Unidos y Rusia
estuvieron preparándose para enfrentarse en una
tercera guerra que, seguramente, sería la decisiva y,
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gracias a Dios, no ha llegado. Sin embargo estos países
se enfrentaron indirectamente en países de menor
relieve internacional, lo que se llama la “guerra fría”,
que terminó con la caída del imperio comunista ruso o,
como también se llama imperio soviético a fines de la
década de los 80 y principios de los 90.
- ¿En otra oportunidad nos contarás sobre la historia
de nuestra patria Argentina?
- Claro. Será muy interesante.
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