Monteiro Lobato HISTORIA DEL MUNDO PARA NIÑOS Edición corregida y adaptada por Marcelo Diez Editado para uso privado por Homeschooling Católico en Sudamérica 13 de noviembre de 2019 San Leandro de Sevilla “Como don habéis recibido, dadlo como don” 2 HISTORIA DEL MUNDO Doña María del Rosario era una señora que había leído muchísimo; además de disponer de una enorme biblioteca de varios centenares de volúmenes, recibía de un librero de la capital las novedades más interesantes. Una tarde, Don Juan, el cartero, le trajo un paquete con la Biblia de una Abuela de la Condesa de Segur. Doña María del Rosario leyó el libro, después hojeó y releyó varios volúmenes de su biblioteca y se dijo a sí misma -¡Hermosa idea! Contar la historia a los niños como hizo la famosa condesa con la Biblia. ¡Estoy segura de cuánto han de gustar y aprovechar de ella los niños de la edad de Pedrito! Y volviéndose hacia los chicos, dijo: - Oigan, mañana tendremos novedades. Les voy a contar una historia nueva, muy larga... - ¿De un oso que se convierte en príncipe? -preguntó Emilia, la muñeca parlanchina. 3 - No. La historia que les voy a contar es la historia del mundo, o universal, como dicen muchos. Quedan todos prevenidos y estarán aquí a las siete en punto. - ¿Todos? -repitió Emilia. ¿También puede venir nuestro potrillo?Los niños se echaron a reír. Doña María del Rosario respondió con toda calma: - No, Emilia. Tú sabes muy bien que el potrillo no cabe aquí adentro. - ¡Yo encontraré el modo de que quepa! gritó la niña enfadada. Yo... Pero no pudo terminar. Belencita le tapó la boca para que Doña María del Rosario pudiera concluir. - Pues quedamos así - terminó la buena señora. Desde mañana en adelante, todas las noches, tendremos la historia del mundo, desde sus comienzos hasta el momento actual. A las siete en punto en esta sala, ¿conformes? COMO EMPEZO NUESTRO MUNDO A las siete en punto, al día siguiente, estaban todos reunidos en el comedor en torno a doña María del Rosario. Todos menos dos: Raúl, que no quería aprender nada y el potrillo que era demasiado grande para entrar 4 en la casa. Y ante la pandilla casi completa, doña María del Rosario comenzó: -Hace mucho, mucho, mucho tiempo no existían seres humanos en nuestra tierra, y, por consiguiente no existían casas, ni ninguna de las cosas que sólo existen donde hay gente, como ser ciudades, edificios, ómnibus, automóviles y todo lo que se ve en el mundo de hoy. - ¿Cómo comenzó todo?, preguntó Martín. - En el principio sólo existía Dios. Él creó el cielo y a sus habitantes, que son los ángeles y los santos, y la tierra con los hombres y todos los animales y plantas para que le permitan subsistir. - ¿Qué es subsistir?- Para que el hombre no muriese y viviese dignamente puso Dios todos los demás seres de la Creación a fin de que se alimentase, vistiese y abrigase cuando hace mucho frío. Además puso muchos paisajes y jardines para que su vida fuera más agradable y placentera. Así, viendo las cosas lindas que hay sobre la tierra podría el hombre imaginarse cuántas cosas más lindas aún le tiene reservada en el cielo. - ¿Cómo podemos saber las cosas que ocurrieron hace tantísimo tiempo?, preguntó Emilia. - Lo sabemos porque nos lo dice la Biblia, que es la Palabra de Dios. Ella nos relata, en el libro del Génesis, cómo fueron creados los primeros hombres, Adán y Eva, cómo desobedecieron a Dios y el castigo que merecieron. Es lo que se llama... 5 - Pecado original -respondió rápidamente Pedrito. - Así es, -siguió la abuela- Este pecado de nuestros primeros padres le heredamos todos los hombres. Por él nuestra naturaleza está debilitada, esto es, tenemos cierta inclinación a cometer pecados, sufrimos dolores y hasta la propia muerte. Pero el buen Dios, que no quiso dejarnos totalmente desamparados mandó a su Hijo para que Éste, cargando con nuestra debilidad, nos consiguiera la posibilidad cierta y real, de conseguir el perdón de los pecados y que, a pesar de ese horrendo pecado, pudiéramos alcanzar la vida eterna. - Y ¿cómo sabemos sobre la vida de los primeros hombres?, preguntó Martín. - Aparte del relato bíblico, que es más cierto que lo que el hombre puede saber por sus propios medios, hay distintas maneras de saber -explicó doña María del Rosario. Una es viendo, oliendo, tocando, cuando las cosas están delante de nosotros. Otra es escuchando a quienes no pueden engañarnos, entre ellos, el primero Dios y también nuestros padres. Y otra es imaginando o adivinando. También hay dos especies de adivinaciones. Una con base y otra sin base. Si yo digo: adivina en qué mano tengo cinco centavos y presento las dos manos cerradas, se trata de una adivinación que es puro juego. La persona interrogada puede acertar o errar la respuesta. Cuestión de suerte. Pero si la tierra está mojada por la lluvia y con huellas de zapatos en el 6 barro, adivino que por allí pasó gente, porque sé que los zapatos no andan solos y sí con gente dentro. Esta adivinación no es ya un juego, pues se reduce a la pura aplicación de nuestro buen sentido o sentido común. Razonando sobre la base de los vestigios hallados, nuestro sentido común adivina muchas cosas que pasaron hace muchísimo tiempo. -Apuesto a que abuelita va a hablar del hacha de indio -cuchicheó Pedrito dirigiéndose a Martín, que estaba mudo como un pez. -En las excavaciones hechas en muchos lugares-, continuó doña María del Rosario, se hallaron puntas de flechas y de lanzas y también hachas (al llegar a esto Pedrito pellizcó a Martín). No de hierro, como las de hoy, sino de piedra. Esos objetos, ¿podrían probar la existencia, en aquellos tiempos, de leones, yacarés o avestruces? -¡No, abuelita -gritaron los dos niños. Sólo probarían la existencia de hombres, porque únicamente los hombres usan esos objetos. -Muy bien. Y el que esos objetos sean de piedra demuestra que el hierro no había sido descubierto todavía. Y el hecho de estar enterrados muy hondos, con grandes y antiquísimas capas de tierra encima, prueba que eso tuvo lugar muchos siglos antes del descubrimiento del hierro. También fueron hallados huesos de hombres de esa era, que existieron millares y 7 millares de años antes de que el género humano comenzase a tener historia. Guiados por todo esto, sabemos hoy qué vida llevaban esos antepasados nuestros de la Edad de Piedra, como dicen los sabios. No dormían en casas. Cuando llegaba la noche, la tierra les servía de cama. Más tarde el frío les obligó a vivir en cavernas de piedra, donde estaban más abrigados contra los rigores del tiempo y el ensañamiento de los animales. Se alimentaban cazando seres vivos más débiles que ellos o huyendo de otros más fuertes. En la caza empleaban la trampa, esto es, un agujero hecho en tierra, disimulado con ramas secas, con hojas y con tierra encima. 0 empleaban flechas de punta de piedra y hachas también de piedra. En ciertas cavernas por ellos habitadas fueron hallados dibujos de los animales que solían cazar, dibujos hechos en la piedra. -¿Con qué lápiz, abuelita? -preguntó Belén. -Esos dibujos eran hechos evidentemente con puntas de piedra. Por más que se afane, la gente de aquella época no consigue descubrir otro lápiz posible. Esos hombres se alimentaban de lo que podían atrapar: de la caza, de castañas, de miel, de frutas, de huevos robados en los nidos. Y todo lo comían crudo, pues el fuego no había sido descubierto todavía. -¿Y cómo se vestían, abuelita? -preguntó Pedrito. - Como ropa, llevaban sobre el cuerpo la piel de los animales cazados -no pieles curtidas y suaves, como las 8 que tenemos hoy, sino crudas y muy duras.-Además continuó doña María del Rosario-, por falta de tenedores comían con los dedos en una grande fuente de barro. No había sillas, ni camas, ni hamacas. Para dormir y sentarse, lo hacían en el suelo. - ¡Parece que era muy dura la vida de los primeros hombres! sostuvo Belén. - Es por eso que debemos agradecer tantas comodidades de que gozamos ahora y no quejarnos cuando nos falta alguna de ellas- respondió la abuela. Y continuó: -No había libros, ni lápices, ni papel para escribir. Por supuesto tampoco había televisión ni cine. - Y si no había libros ¿cómo se aprendía y se enseñaba? - Los hombres memorizaban aquellas cosas que iban aprendiendo o creando y lo recitaban a sus hijos y éstos a los suyos; es lo que se llama, la tradición. Muchos libros de la antigüedad se transmitían así hasta que se inventó la escritura. - Pero estos hombres de que nos hablas, abuelita, ¿son distintos de los que nos habla la Biblia? - La Biblia nos relata la vida de los primeros hombres y del pueblo elegido, el pueblo de Israel. La historia trata de explicarnos cómo vivían esos primeros hombres, a veces con innumerables dificultades. Aún hoy, los científicos no pueden decirnos muchísimas cosas sobre esos primeros hombres como, por ejemplo, 9 hace cuántos años el hombre vive sobre la tierra. Y como, muchos de ellos, no creen en Dios, inventan teorías para tratar de explicar el origen del hombre fuera de lo que nos relatan las Escrituras, como por ejemplo, el evolucionismo o las hipótesis sobre el Big Ban. La primera, el evolucionismo pretende que descendemos del mono, o de que el hombre y el mono tienen un antepasado común. - Hay muchos hombres que parecen y se comportan como animales, -sostuvo Belén. - Eso es una forma de decir. Pero no es realmente así. El hombre es totalmente distinto a los animales. Aún en sus malos comportamientos. Lo que lo hace ser hombre es su naturaleza espiritual que la separa infinitamente de los animales. Es el alma que infunde Dios en el momento mismo de nuestra creación, cuando comenzamos a existir y gracias a ella podemos pensar y amar. - ¿Y la teoría del Big Ban? La teoría del Big Ban pretende que todo lo que existe en el Universo surgió de una explosión inmensa. Ninguna de las dos teorías ha sido demostrada científicamente y, si bien no contradicen totalmente lo que nos enseñan las Escrituras parecen ser bastante improbables. - Yo prefiero seguir creyendo que fue Dios quien nos creó y no que venimos de los animales, -dijo Pedrito. 10 - Yo también, hijo mío. ¡EL FUEGO! - El primero y el mayor descubrimiento del hombre fue el fuego -dijo doña María del Rosario. Pedrito protestó: -¡El primero puede ser, pero no el mayor! ¿Dónde deja usted la invención de la pólvora, de la imprenta, de la radio y tantas otras? -Sin el descubrimiento del fuego no se habría logrado ninguna de las invenciones que mencionas; el descubrimiento del fuego fue el mayor porque permitió todos los demás. El descubrimiento del fuego trajo luego el del hierro, y del hierro surgió nuestra civilización actual. Nada existe en ella que no tenga su base en el hierro y el fuego. Pedrito quedó en duda, pensativo. Doña María del Rosario quiso ayudarle: -Señala una sola cosa de hoy que pueda ser producida sin ayuda del fuego y del hierro. -Una casa... -respondió él, por decir algo. -¡Qué mal ejemplo, Pedrito! ¿No ves que en una casa las tejas y los ladrillos son cocidos al fuego, y todo el maderamen es trabajado con toda clase de 11 instrumentos de hierro: hachas, sierras, garlopas, formones, etc.? -¡Es verdad! ¡Es verdad! -exclamó Pedrito como iluminado-. ¿Pero un libro, abuelita? -Un libro es hecho de papel e impreso en prensas. El papel se hace con el hacha de hierro que corta el árbol, con la máquina de hierro que muele la madera, con la máquina de hierro que extiende la pasta de madera en capas delgadas, con las calandras de hierro que presionan sobre esas capas, todo esto siempre con la ayuda del calor; es decir, del fuego. Ese papel hecho así gracias al fuego y al hierro, pasa luego a las imprentas, donde es impreso en prensas de hierro y es enviado a las librerías en vehículos de hierro: automóviles, trenes o aviones. -Basta, abuelita -dijo Pedrito con aire pensativo. Ya he visto que tiene toda la razón. No existe nada, absolutamente nada de todo lo que el hombre hizo en el mundo de hoy que no tenga por base el fuego y el hierro. Tiene usted razón: el primero y el mayor de los descubrimientos fue el fuego.Y volviéndose a Belén le dijo: -Pero no vayas a decir eso a tía Anastasia. La tonta, que no hizo nunca otra cosa que lidiar con el fogón, quedará muy orgullosa de si misma y convencida de que fue ella, la que descubrió el fuego ... 12 -Pues es así, hijos míos. El fuego fue el gran descubrimiento que hizo el hombre. Todo lo demás procede de él. El hombre lo descubrió de dos maneras: en la acción del rayo que despedaza e incendia un árbol (como ocurrió a Robinson en su isla) o por medio de la fricción de un palo contra otro. - En eso no creo! -dijo, Pedrito. Leí en un libro que los indios hacían fuego frotando dos palitos. Yo me cansé de frotarlos, y no saqué nada, ni siquiera humo. -Espera -replicó doña María del Rosario. Quizás esos libros no lo expliquen bien. Que yo sepa, el fuego se produce por la fricción de la punta de un trozo de madera dura en una cavidad abierta en madera más blanda y bien seca. Se hace girar el trozo entre las manos, con el movimiento del que arrolla la pasta para el bollito de maíz. La fricción produce el grado de calor necesario para encender la mecha que se coloca en la cavidad: algodón, musgo bien seco, ciertas cortezas. -¡Ah! -exclamó Pedrito. Eso puede ser. Pero la historia de frotar dos palitos ... -En general el fuego se hacía entre piedras. Un día nuestros antepasados advirtieron que de una de sus fogatas se escurría un hilo de líquido que se endureció al enfriarse, transformándose en una substancia que no habían visto nunca. Fue el descubrimiento del metal. Las piedras que aquellos hombres habían reunido para fogón, eran bloques de minerales. El calor extrajo el 13 metal existente: cobre o estaño. Primeramente descubrieron el cobre o el estaño, de fusión más fácil que el hierro. Este vino después. -¡Eso es! -aprobó Pedrito. Yo derretí ya un trozo de caño de plomo en el fogón de tía Anastasia. -El primer cobre o el primer estaño obtenido ha debido causar mucha sorpresa a nuestros antepasados, a causa del brillo y de las formas extrañas que tomaba. Con el tiempo comprobaron su utilidad para la fabricación de armas y otras cosas. Y como en la fusión se mezclaba a veces el cobre y el estaño, los hombres aprendieron a producir el bronce, que no es más que una mezcla de los dos metales. -Por mucho tiempo, siglos y siglos, el metal usado por el hombre fue el bronce. Por fin aprendieron a producir hierro, que hasta hoy no ha sido superado. -Superado quiere decir vencido por otro -explicó Pedrito dándose mucha importancia. Doña María del Rosario se rió y prosiguió: -El descubrimiento del cobre y del estaño y la invención del bronce abrieron una era nueva para el hombre. Cesó la larga Edad de Piedra para comenzar la era más corta de la Edad de Bronce. Después del descubrimiento del hierro, comenzó la era del Hierro. 14 UN VUELO EN AVION -Los hombres de la Edad de Bronce están muy cerca de nosotros y nos son bastante conocidos -agregó doña María del Rosario. Creían que el mundo era plano y que no pasaba de aquel trocito de tierra donde vivían. El que se alejase mucho de allí estaba seguro de llegar a un punto donde un gran precipicio le mostraría el fin del mundo, o por lo menos, una de sus orillas. Tenían idea de que, a lo lejos, había una tierra que era la última; y por eso se llamaba Ultima Tule, tal vez Noruega. Si pudiésemos dar una vuelta en avión por encima de los lugares donde vivieron los primeros pueblos civilizados, veríamos un cuadro así. -Y doña María del Rosario dibujó un mapa. 15 -Estos dos ríos que vemos allí, el Tigris y el Eufrates, son nuestros más viejos conocidos, los primeros nombres que aparecen en la historia. Como se advierte en el dibujo, corren largo trecho en el mismo sentido, hasta que se juntan y desaguan en el Golfo Pérsico. Las tierras comprendidas entre los dos ríos son famosas, porque en ellas se formaron muchas civilizaciones sucesivas. Mesopotamia es el nombre de esa región. Vamos a ver quién descompone esa palabra. Pedrito miró a Belén, ésta miró a la muñeca, y la muñeca miró a Martín. Pero ninguno abrió la boca. - Meso en griego -explicó doña María del Rosario-, quiere decir entre, y potamos quiere decir río. Tierra entre ríos es lo que significa la palabra Mesopotamia. Si miramos hacia el oeste, vemos un mar llamado Mediterráneo, que baña un país llamado Egipto. ¿Qué quiere decir mar Mediterráneo, Pedrito? -Yo lo sé. Quiere decir mar entre tierras o en medio de tierras. -Así es realmente -confirmó doña María del Rosario. Ese mar no pasa de ser un gran lago que se une al océano Atlántico por el estrecho de Gibraltar. Muchos sabios sostienen que en la Edad de Piedra el Mediterráneo todavía no era mar, y sí un extenso valle. Fue en las tierras bañadas por el Mediterráneo donde se desarrollaron las más importantes civilizaciones occidentales, como la egipcia, la griega, la romana. 16 En Egipto hay también un río de mucha importancia en la historia de la humanidad: el Nilo. Más tarde veremos por qué. Todos los pueblos que vivían en la Mesopotamia pertenecían a la raza blanca y se dividían en tres familias, o razas, que dieron origen a todos los pueblos blancos actuales. Había los indoeuropeos, llamados también arios. Había los semitas y había los jamitas. Esas razas están hoy muy dispersas, incluso hasta entre nosotros. El hijo de nuestro vendedor de jabones y peines, ¿cómo se llama, Pedrito? -Salomón Nagib. -Bueno, por el nombre es un niño perteneciente a la raza semita. Y si se llamase Ramsés o Shufú, tendría grandes probabilidades de ser un jamita. Los arios fueron los primeros que domesticaron el caballo salvaje, el buey y el carnero. Consiguieron así echar las bases de la civilización pastoril. El caballo resolvía el problema del transporte; las vacas daban leche y mejoraban así grandemente la alimentación, y los carneros, con su lana, permitieron que en lugar de pieles el hombre pudiese vestirse de tejidos. Hasta hoy, no encontramos cosa mejor que la lana para el abrigo de nuestro cuerpo contra el frío. Pedrito interrumpió a doña María del Rosario en este punto 17 -Por todo cuanto dijo, abuelita, veo que las grandes cosas que el hombre hizo fue el hallazgo del fuego, el hierro, el caballo, la vaca, y el carnero. -Perfectamente. Con esos cinco elementos fue posible la producción de todo nuestro mundo moderno, con todo lo que hay en él. -¡Fuera de Emilia! -gritó la niña. Ella no es fuego ni hierro, ni crin de caballo, ni leche de vaca, ni lana de carnero. Es pura y simplemente de algodón por fuera y tonterías por dentro. -¡Bravísimo! -exclamó Martín. COMIENZA LA HISTORIA -La vida de los hombres antes de haber historia continuó doña María del Rosario- pertenece a la prehistoria. Prehistoria quiere decir: antes de la Historia. La historia comenzó realmente con los jamitas, aquella raza que encontramos en las tierras bañadas por el Tigris y el Eufrates. De allí se marcharon o emigraron a Egipto. Para emigrar no hicieron como se hace hoy: simple y rápido viaje en avión, con equipaje y pasaporte. Aquel pueblo no emigró propiamente a Egipto, porque el Egipto no existía: fue él el que iba a formarlo. Existían las tierras del futuro Egipto, con el río Nilo por medio. Los jamitas emigrantes habitaban en tiendas. Las armaban 18 en cierto punto y quedaban allí mientras había algo que comer por los alrededores. Cuando el alimento iba escaseando, cambiaban de campamento. Y así fueron avanzando hasta que llegaron a las tierras regadas por el Nilo, tan fértiles que el que llegaba a ellas no necesitaba volver a emigrar. -¿Por qué ese país es tan fértil, abuelita? -preguntó Pedrito. Dicen que debido al Nilo, pero no me consta que los ríos fertilicen las tierras. Si fuese así, todos los países serían muy fértiles, porque todos los países son bañados por numerosos ríos. -El Nilo -respondió doña María del Rosario-, es un río diferente de los otros. En la estación de las lluvias recibe tanta agua que sale de madre e inunda las planicies que hay a sus lados. Se inunda una gran extensión durante la estación lluviosa. La consecuencia es que, cuando viene la bajante y el río vuelve a su curso normal, las tierras inundadas se muestran más fértiles que antes. El humus que hay en suspensión en el agua queda depositado en la llanura. Si no fuese por esa inundación anual del Nilo, las tierras de Egipto no pasarían de simples desiertos de arena, donde no podría crecer planta alguna ni criarse ningún animal. Tanto las plantas como los animales, no viven sin agua. 19 -Sería entonces más o menos como el desierto del Sahara, que no queda lejos -dijo Belén, que estaba con los ojos sobre un mapa. -Perfectamente, hija mía. Si el Sahara fuese cruzado por un gran río que todos los años desbordase, también en el Sahara se formaría una faja de tierra fértil donde podría desarrollarse una hermosa civilización. Además de las facilidades de cultivo en las orillas del Nilo, el clima era cálido, exigiendo poco abrigo. Esas ventajas hicieron que los jamitas se estableciesen allí y así comenzó el Egipto que la historia conoce. El primer rey de Egipto cuyo nombre llegó hasta nosotros fue Menes, del cual casi nada sabemos. Se supone que construyó algunos diques, o murallones para aprovechar mejor las aguas del Nilo. -¿En qué año vivió ese Menes? -preguntó Pedrito, que era muy amigo de fechas. -Se calcula que vivió 4200 y tantos años antes de Cristo. -¿Qué es eso de antes y después de Cristo, abuelita? -preguntó la niña. -Muy simple. Los pueblos cristianos, entre los que figuramos nosotros, cuentan los años a partir del nacimiento de Jesucristo. El año en que nació Jesús fue el año l. Pero como la historia abarca periodos anteriores al nacimiento de Cristo, los acontecimientos 20 de esas épocas son contados para atrás. Por ejemplo: año 100 antes de Cristo (A. de C.) marca exactamente un siglo antes del año 1, que fue el del nacimiento de Cristo. ¿Comprendiste? -Eso lo entiende hasta el más burro -dijo Emilia. LOS JEROGLIFICOS -Los hombres de la Edad de Piedra -prosiguió doña María del Rosario-, sabían hablar, pero no sabían escribir. La primera idea de crear unos signos que significasen palabras y sonidos apareció mucho después, en Egipto. Fueron los jeroglíficos. Los jeroglíficos eran dibujos que representaban animales y cosas: león, toro, látigo, espada, correspondiendo cada uno a un sonido. El nombre de la reina Cleopatra se escribía así: Ved el cerco. El nombre de los reyes y de las reinas eran siempre cercados para distinguirlos de los otros. Los egipcios empleaban para la escritura las hojas de un papel hecho con la medula de una planta acuática muy abundante por allá: el papiro. 21 -Papiro, Papel; parecido, abuelita -observó Pedrito. -Naturalmente, hijo mío, porque la palabra papel viene de papiro. En ese papiro los egipcios escribían con canutos de una planta cortados en punta, usando como tinta humo disuelto en agua. Los libros egipcios no se parecían a los nuestros. Tenían forma de rollos, como los rollos para empapelar paredes. La historia de sus reyes, como la noticia de las grandes batallas y de los acontecimientos más importantes eran grabadas en la piedra de los monumentos, de modo que muchas de esas inscripciones llegaron hasta nosotros. Fue una buena idea. -¿Pero cómo podemos leer los jeroglíficos, abuelita? -Mucho tiempo pasaron los sabios sin conseguir la clave de los jeroglíficos. Los habitantes del Egipto moderno tienen poco de común con los antiguos egipcios y no conservaron sus tradiciones. De ese modo los sabios quedaron sin saber qué hacer ante los jeroglíficos, cuya lectura iba a ser preciosa para el conocimiento de la antigüedad. Un día apareció la clave. -¿Cómo, abuelita? -El Nilo, como sabéis, desemboca por varios brazos en el Mediterráneo. -¡Ya lo sé! -exclamó Pedrito. Cuando llegan cerca del mar, las aguas se abren en abanico y forman el delta del Nilo. Alfa, Beta, Gama, Delta: A, B, C, D en griego. La letra Delta o D, tenía la forma de un triángulo y por eso 22 los geógrafos llaman delta a los abanicos que forman ciertos ríos cuando desembocan en el mar. Todos se admiraron de aquella ciencia de Pedrito. Martín llegó a levantarse de su asiento para ir a examinarlo de cerca, de la cabeza a los pies y volvió luego a su puesto; hizo todo eso sin pronunciar palabra. -Muy bien -dijo doña María del Rosario. Pedrito está afilado. Vamos a ver ahora si sabe el nombre de las dos principales bocas del Nilo. Esta vez el niño se atascó. No lo sabía. -Roseta y Damieta -dijo doña María del Rosario. Pues bien. Cerca de Roseta es donde fue hallada casualmente la clave de los jeroglíficos. Un hombre que cavaba allí la tierra, encontró una piedra de tumba con unos jeroglíficos que él, naturalmente, no entendió. Abajo, sin embargo, había otra inscripción en griego que el hombre pudo leer. Los sabios fueron a examinar la piedra y tuvieron la idea de que la inscripción griega podía ser muy bien la traducción de los jeroglíficos. Estudiaron el asunto y vieron que era así. Consiguieron de ese modo hallar la pista para descifrar por completo todas las señales jeroglíficas. Eso costó mucho; sólo uno de sus estudiosos empleó treinta años de esfuerzo paciente. Pero el problema fue resuelto de modo tal que hizo posible el conocimiento de toda la historia de Egipto hasta miles de años antes de Cristo. 23 La piedra de Roseta, nombre con el que se conoce hoy, está en Londres, en el Museo Británico, como una de las piedras más famosas del mundo -tal vez la que contribuyó más al esclarecimiento del pasado humano. -¿Y qué supieron los sabios sobre Egipto después de aprender a leer las inscripciones? -Muchas cosas. Supieron que había sido un país gobernado por los faraones, los reyes de entonces. Supieron que el pueblo se dividía en clases, de modo que el hijo de un picapedrero tenía que ser picapedrero, y el hijo de un escriba tenía que ser escriba. Nadie podía salir de su clase, a no ser en casos excepcionales. La clase más elevada era constituida por los sacerdotes, que no se parecían a los sacerdotes de hoy. Tenían una función distinta. Eran legisladores; hacían las leyes y establecían reglas que todos debían obedecer. Eran también doctores, abogados e ingenieros. Eran los únicos, en suma, que recibían educación y que aprendían a leer y a escribir los jeroglíficos. Formaban el cerebro, la parte pensante del país. La clase inmediata era la militar. Después venían las clases de los agricultores, de los negociantes, de los pastores, de los mecánicos, etc., y por último la de los cuidadores de cerdos. -¡Pobrecitos! -exclamó Emilia. 24 -Los egipcios no adoraban a un solo dios, sino a centenares de ellos, masculinos y femeninos. Poseían un dios para cada cosa: un dios de los campos de cultivo, un dios del hogar, un dios de las lluvias, un dios del fuego. Dioses buenos y dioses malos. Tanto los buenos como los malos recibían los mismos homenajes y cultos. Osiris, casado con la diosa Isis, era el principal. Presidía la agricultura y juzgaba a los muertos. Tenía un hijo, Horus, con cabeza de gavilán. Muchos de los dioses egipcios presentaban un cuerpo humano y la cabeza de animal; por eso es que los animales eran sagrados. El perro, el gato, el ibis -y hasta el escarabajo eran sagrados. Si alguien mataba 25 una vaca o un escarabajo, recibía como castigo la muerte, puesto que constituía un crimen mayor matar a un animal sagrado que matar a un ser humano. LAS PIRAMIDES -¡Qué manía tenían los egipcios de construir pirámides, abuelita! -dijo Belén. Nunca veo pintada una escena de Egipto sin una palmerita a un lado y una pirámide a otro. -Es que se preocupaban mucho de la muerte. Las pirámides no eran más que tumbas. Los egipcios creían que, después de muertos, el alma quedaba cerca del cuerpo, a fin de volver a entrar en él el día en que habían de comparecer ante Osiris para ser juzgados. Por eso embalsamaban los cuerpos de modo que pudiesen abrigar de nuevo el alma, y los enterraban rodeados de las cosas que pudiesen necesitar cuando despertasen: muebles, espejos, peines, juegos, joyas y comida. -¿Y cómo hacían para embalsamar los cadáveres? preguntó Pedrito. ¿Había ácido fénico en aquel tiempo? -Tenían sus procedimientos; y procedimientos tan buenos que muchas momias, esto es, cadáveres embalsamados, llegaron hasta nosotros y figuran en los grandes museos de Europa y de América. Les extraían 26 el cerebro y los intestinos y luego embebían el cadáver de líquidos propios y lo arrollaban con fajas de lino. Al comienzo no eran momificados más que los reyes; después la costumbre se extendió a todas las clases, con excepción de las más bajas. También los animales eran embalsamados muchas veces: las vacas y hasta los escarabajos. -¡Qué gracioso! -exclamó Emilia. -Cuando un egipcio moría, sus parientes, después de embalsamar el cuerpo, lo ponían en lugar apropiado, con un montón de piedras encima para evitar que fuese desenterrado por los chacales y las hienas. Pero un rey, que es mucho más que un hombre común, no podia contentarse con un simple montón de piedras; exigía una montaña. Fue ése el origen de las pirámides. Por miedo a que después de muertos no tratasen su cadáver como era preciso, los reyes comenzaban todavía en vida a cuidar de sus propias tumbas, y así fueron construyendo las pirámides. Sobrevino el espíritu de emulación. Uno quería tener una pirámide mayor que el otro. El faraón Keops construyó la mayor de todas, llamada pirámide de Keops o la gran pirámide, 2.900 años antes de Cristo. -¡Debía ser un trabajo horrible levantar monstruos de piedra de ese tamaño! -observó Pedrito. -Y lo era -confirmó doña María del Rosario. Hoy los constructores disponen de ingeniosas máquinas de 27 levantar pesos: los guinches. Pero los pobres egipcios tenían que transportar y levantar los enormes bloques de piedra con que se hacían las pirámides, sin el auxilio de máquina alguna, todo a fuerza de músculo. Dicen que en la pirámide de Keops trabajaron cien mil hombres durante veinte años. Tenían que cortar los bloques de piedra en las canteras próximas; después, transportarlos; después, colocarlos en el lugar definitivo. Imagínense qué tarea. Ciertos bloques eran del tamaño de pequeñas casas. -¿Y qué había dentro de las pirámides? -Dentro quedaban los ajuares del muerto. En la pirámide de Keops sólo fueron hallados murciélagos 28 dentro de tales ajuares. Tanto la momia del rey como los tesoros que la acompañaban habían sido robados. ¡Qué pena! -Realmente es para lamentarlo. Hace años fue descubierto, en perfecto estado de conservación, la tumba del faraón Tut-ank-amon. Al lado de los riquísimos muebles y objetos de uso personal del soberano, en su mayor parte de oro, se veían montones de pan. Por lo que fue hallado en la tumba de ese faraón podemos valorar lo que se perdió con el saqueo de la tumba de Keops, el cual tiene fama de haber sido el más opulento faraón egipcio y el más amigo del lujo. -¿Y las esfinges, abuelita? Veo siempre una esfinge cerca de las pirámides. -Cerca de la pirámide de Keops hay una esfinge, una enorme estatua de león con cabeza humana, esculpida en un bloque único de piedra, que la naturaleza había puesto allí como a propósito. La esfinge representa el dios de la mañana, y su cabeza la del faraón que construyó la pirámide más próxima a la de Keops. Las arenas del desierto, arrastradas por los vientos, están enterrando esa estatua colosal y, aunque los hombres las remueven periódicamente, los vientos insisten en cubrirla. Por eso sólo aparece hoy la parte superior del cuerpo. -Yo le daría una buena paliza a esa arena dijo Emilia. -¡Cállate, tonta! No interrumpas a abuelita. 29 -Los egipcios -continuó doña María del Rosariogustaban mucho de la escultura y dejaron numerosísimas estatuas. Desgraciadamente, los escultores no tenían libertad de copiar los modelos; por eso las estatuas egipcias no variaban de actitudes. ¿Os recordáis de aquel día en que Pepito, el de la señora Rodríguez, fue a sacarse una foto? Quedó todo estiradito, con las piernas juntas y los brazos tiesos, pegados al cuerpo. Así debían posar para los escultores de aquella época los modelos egipcios. Los egipcios eran un pueblo amigo de lo grandioso. Sus templos representaban hileras de columnas en verdad gigantescas. Al pie de esas columnas un hombre alto quedaba reducido a un enano. Esos templos, como las pirámides y cajas donde se guardaban las momias, eran decorados con dibujos y pinturas del mismo estilo de la escultura. En la pintura, por ejemplo, si tenían que dar tono al cuerpo de un personaje, empleaban las tintas que les parecían más bonitas, sin ninguna atención al color que ese personaje poseía en vida. Un pintor egipcio pintaría el retrato de Belén usando los más fuertes verdes y azules de su caja de tintas. El hecho de que ella sea de un color morenito, no le preocuparía de ningún modo. La narración quedó interrumpida. Tía Anastasia vino a llamarles para tomar el té. 30 ASIRIA -Dime una cosa, Pedrito, ¿por qué hay tantos pájaros en la huerta? -preguntó doña María del Rosario al día siguiente. -No es preciso ser un sabio para responder, abuelita. Hay más pajaritos allí que en cualquier otra parte, porque hay gran abundancia de frutas. -Lo mismo ocurre con los hombres -dedujo doña María del Rosario. Cuando en cierto lugar la tierra es fértil y el clima bueno, en seguida se reúne allí mucha gente. Fue lo que aconteció en la Mesopotamia. Tan buenas eran las llanuras entre el Tigris y el Éufrates, que se desarrollaron allí varias civilizaciones. En la parte próxima a la unión de esos dos ríos tuvimos a Babilonia; en la parte donde desembocan en el Golfo Pérsico quedaba Caldea; y en la parte más próxima a las fuentes surgió Asiria. Babilonia era un país próspero, gracias a la fertilidad de la tierra, mantenida por las inundaciones de los dos ríos. Lo que el Nilo hacía en las tierras de Egipto, el Tigris y el Eufrates lo hacían en la Mesopotamia. ¡Dos Nilos! ¡Imaginad qué buenas tierras eran! En ellas se cultivaba el trigo, el más preciado de los cereales que el hombre "domesticó", y se supone incluso que fue en Babilonia donde tuvo su comienzo el cultivo del trigo. 31 También el dátil, fruto de una palmera, fue allí muy abundante, teniendo igual importancia que el trigo. -Conozco el dátil y me gusta mucho -dijo la niña, lamiéndose los labios. En la semilla hay un huesecito, ¿lo vieron? -Tú no conoces más que el dátil en conserva azucarada. Donde es natural del lugar lo emplean fresco, para pastas. Además del trigo, de buen rendimiento, y de los dátiles, que eran abundantísimos, los dos ríos fueron siempre muy ricos en pesca. No era necesario más para la prosperidad de la región. La famosa torre de Babel, de la que ya habréis oído hablar, fue construida en Babilonia. La explicación de esa torre, dada por los sabios, es la siguiente. Las gentes que formaron a Babilonla procedían de las regiones montañosas del norte, donde estaban habituadas a tener sus altares en lo alto de los cerros, muy cerca del cielo. Al emigrar a una región llana, tuvieron luego la idea de construir un cerro para altar. La llamada torre de Babel se podría considerar más bien un cerro que una torre. En lugar de escalera había un camino en caracol por fuera, que iba desde la base a la cima. Existían varias torres de ésas en Babilonia. -¿De qué se hacían esas torres? -No había en la Mesopotamia abundancia de piedras, como en Egipto. Por eso los babilonios construían sus torres, como todos los demás monumentos, de adobes, 32 es decir, de bloques de arcilla secados al sol. La arcilla secada al sol es material de construcción poco duradero; por eso lo que hoy resta de los monumentos babilónicos no pasa de montones de adobes deshechos por el tiempo. -¿También empleaban jeroglíficos? -preguntó Pedrito. -No. Tenían otras señales, que los sabios llaman caracteres cuneiformes. A falta de papiro para escribir, o de piedra para grabar los signos, hizo la gente de Babilonia bloques de arcilla, o ladrillos, donde escribían cuando estaban todavía blandos. Escribían con un sistema de marcas huecas en forma de cuñas. De ahí la palabra cuneiforme, que quiere decir exactamente en forma de cuña. Parece que los babilonios fueron los primeros hombres que observaron los astros y vieron que se conducen siempre de la misma manera, esto es, que siguen ciertas leyes. Llegaron a ser grandes astrónomos. Ya 2300 años antes de Cristo profetizaban que en tal hora de tal día de tal año habría un eclipse de sol, y acertaban. ¿Sabes qué es un eclipse, Pedrito? -Lo sé, abuelita, y ya vi un eclipse total de sol. El eclipse se forma cuando un astro tapa a otro. Cuando la luna queda exactamente entre la tierra y el sol, se produce un eclipse de sol para nosotros y un eclipse de 33 la tierra para el sol. ¿Pero luego? Continúe la historia de los babilonios. -De tanto estudiar los astros -prosiguió doña María del Rosario-, comenzaron los babilonios a adorarlos. El sol, la luna y las estrellas fueron sus dioses. De ahí las torres, o altos de montaña, donde tenían los altares. Querían elevarse lo más cerca posible de sus divinidades. -¡Qué tontos! -exclamó Emilia. -El primer rey de Babilonia del que sabemos algo, fue Sargón I, que vivió más o menos en el tiempo en que se construían las grandes pirámides de Egipto. Otro conocido nuestro, por las leyes que hizo y que llegaron hasta nosotros, fue el rey Hamurabi. Sus leyes llegaron hasta nosotros porque en lugar de escribirlas en ladrillos fueron grabadas en bloques de piedra. Sargón y Hamurabi: conservad estos nombres, que son los más remotos que tenemos de Babilonia. -Voy a bautizar con ellos dos cabritos que nacieron esta mañana dijo Pedrito. No hay mejor manera de conservar los nombres raros. LOS DIOSES ERRANTES 34 -¡Ur! ... -exclamó doña María del Rosario después de una pausa. ¿Saben qué quiere decir Ur? Ur fue el nombre de una ciudad de Caldea, país próximo a Babilonia. En esa ciudad, 1900 años antes de Cristo, vivía un hombre llamado Abraham, jefe de numerosa familia y dueño de mucho ganado. Abraham adoraba al Dios único y verdadero, mientras sus vecinos babilónicos adoraban muchos: el sol, la luna, las estrellas. Por ese motivo, Abraham aborrecía a aquella gente, la cual, a su vez, no lo quería a él, considerándole loco, y Abraham resolvió cambiar de residencia. Un día llamó a su familia, reunió el ganado y se fue en dirección a una tierra situada a la orilla del mar Mediterráneo, llamada Canaán. En Canaán prosperó mucho. Uno de sus nietos, Jacob, tuvo doce hijos, de los cuales José, un muchacho inteligente y bueno, llegó a ser el favorito del padre. Los otros tuvieron celos y un día escondieron a José en un pozo y lo vendieron a una banda de egipcios que pasaba por allí. En casa dijeron que las fieras lo habían devorado. -¿Y Jacob lo creyó? -inquirió Belén. -No viendo reaparecer a su hijo, era natural que lo creyese. ¿Pero saben lo que aconteció a José en Egipto, a donde sus compradores lo llevaron como esclavo? También se convirtió en favorito, pero no ya del padre, sino del faraón, y ocupó uno de los más altos cargos del 35 gobierno, como hoy el de primer ministro de Inglaterra. Y eso en un país donde nadie salía de una clase para entrar en otra; países de clases cerradas, como se dice. -¡Qué pícaro! -Por ese tiempo hubo una falla en las cosechas de Canaán y sobrevino el hambre. Los hijos de Jacob (los israelitas) fueron enviados a Egipto en busca de trigo. Ninguno sabía qué había sido de su hermano José; estaban quizás seguros de que no existía ya. ¡Imaginad cómo abrieron la boca al llegar y dar con José gobernando a Egipto! -¡Más bien me estoy figurando la venganza de José! dijo el chico. -Te equivocas, Pedrito. José no tomó ninguna venganza, como habría sido natural. Era realmente generoso. En lugar de vengarse, colmó a los hermanos de trigo y de hermosos regalos y les dijo que trajesen a toda la familia de Abraham a Egipto, que él se encargaría de instalarla en las excelentes tierras de Goshen, donde las cosechas no fracasaban nunca. -Usted habló de israelitas, abuelita. ¿Por qué se llamaban así? -preguntó la niña. -Porque Jacob tenía un segundo nombre: Israel. Fue de ese segundo nombre del que le viene a sus descendientes el nombre de israelitas- después fueron llamados también "judíos". Los israelitas eran el pueblo elegido de Jehová, o Dios, y tenían mucho orgullo por 36 eso. En Goshen vivieron en paz mientras José estuvo en el gobierno; pero después de la muerte de José pasaron muchas tribulaciones. Los faraones, que no querían a la gente semita, se dedicaron a crearles dificultades y a maltratarles. Ese estado de cosas duró cuatro siglos. Por fin subió al trono el faraón Ramsés el Grande, que resolvió dar un golpe de muerte a la tribu israelita. Para ello ordenó que todas las criaturas fuesen degolladas. Los verdugos obedecieron y mataron a todas las criaturas menos una. Escapó en una cesta de mimbre, echada a las aguas del Nilo, un niño llamado Moisés, que había de convertirse en el hombre más grande del pueblo de Israel. -¿No es ésa la matanza de los inocentes de que habla tanto tía Anastasia? -Exactamente, hijita. Mataron a las pobres criaturas; a todas excepto Moisés. Moisés, cuando llegó a ser un hombre, tomó el mando de su gente y lo primero que hizo fue adoptar medidas para que saliesen todos de Egipto -una tierra enemiga donde estaban sufriendo ya desde hacia cuatro siglos. Salieron. Esa salida es famosa en la historia hebraica (hebreo: judío; hebraica: judaica), bajo el nombre de éxodo o salida. -¿Y a dónde fueron? -Atravesaron el Mar Rojo; y la Biblia dice que las aguas se abrieron a su paso. Después anduvieron perdidos por los desiertos de Arabia hasta que 37 acamparon al pie de un monte llamado Sinaí. Moisés los dejó allí y subió a lo alto para meditar. Permaneció más de un mes. Cuando bajó, traía las Tablas de la Ley, esto es, dos Piedras, donde Dios escribió diez reglas de vida, los Diez Mandamientos de la Ley de Dios. El pueblo de Israel tendría en lo sucesivo que seguir aquellos preceptos. -¡Tablas de piedra! -cuchicheó Emilia al oído del Martín. -Pero cuarenta días eran mucho tiempo para la paciencia de los judios. Cansados de esperar al jefe 38 que había subido al cerro para hablar con la divinidad, resolvieron adorar a un dios egipcio que estaba a su alcance: el becerro de oro. Cuando descendió Moisés y vio aquello, se puso furioso. Pero se contuvo y poco después les hizo adorar al dios verdadero, el Dios de Abraham, cuya ley acababa de recibir personalmente en lo alto del monte Sinaí. Después de la muerte de Moisés, los judíos fueron peregrinando todavía algún tiempo por el desierto, y por fin regresaron a las tierras de Canaán, de donde habían salido en tiempo de José. Allí se establecieron. Los judios no tenían reyes, como los demás pueblos. Eran gobernados por jueces, hombres de vida sencilla e iguales en todo a los demás. Pero eso no les satisfacía. Querían tener reyes, como sus vecinos, y entonces Samuel, que fue el último juez, ungió a Saúl, que fue el primer rey. -¡Ungió! ... ¿Qué quiere decir ungir, abuelita? -Es una ceremonia simbólica. Samuel ungió a Saúl derramándole encima de la cabeza un poco de aceite de oliva, y así lo transformó en rey. La historia de este pueblo se halla escrita en un libro que, con el nombre de Antiguo Testamento, forma parte de la Biblia, el libro sagrado de los pueblos cristianos. -¿Y cómo se llamaba el Dios de los judíos, abuelita? -Se llamaba Jehová. 39 (La historia de los judíos fue interrumpida en aquel punto por causa de un estruendo que se oyó en la cocina. Emilia había corrido hacia allá, y tomando la lata de aceite, se fue con ella a la huerta. ¿Para qué es eso? preguntó tía Anastasia. Y ella respondió: -Para ungir a Raúl. Tal vez así tenga vergüenza. LOS DIOSES GRIEGOS Al día siguiente doña María del Rosario recordó a los griegos y se olvidó de los judíos. -También en tierras bañadas por el Mediterráneo, apareció otro pueblo-dijo-, de mucha importancia para el mundo: los helenos o griegos. Tenían el nombre de helenos porque fue un hombre llamado Heleno, de origen ario, el que se estableció en aquellas tierras y formó un pueblo. Hélade era el nombre de la tierra de los helenos. Se comienza a hablar de aquella gente hacia el año 1300 antes de Cristo, tiempo en que los hebreos abandonan Egipto. Los griegos no tenían un dios único, como los judíos, ni adoraban a los astros, como los babilonios. Poseían doce dioses principales y un cierto número de dioses menores, que habitaban en el Monte Olimpo, la montaña más alta de Grecía. Allí vivían una vida muy semejante a la de los hombres, porque los 40 dioses griegos eran muy humanos, esto es, los griegos les atribuían el mismo temperamento y las mismas pasiones de las criaturas humanas. La única diferencia era que, como dioses podían más que los hombres. Su alimento se llamaba ambrosía y su bebida, néctar. -¡Qué sabroso debía ser! -exclamó el niño. ¿Y no se sabe hoy qué eran ese néctar y esa ambrosía, abuelita? (Para mí la ambrosía era una torta de trigo verde, murmuró Emilia al oído de Martín) -No, hijo mío -respondió doña María del Rosario. No se sabe hoy ni se supo nunca. Los griegos creían que si los dioses permitían que los hombres les descubriesen todos los secretos los hombres acabarían por convertirse en dioses. Por eso castigaban a los atrevidos, como a un tal Prometeo, que robó el fuego de! cielo para darlo a los hombres. Como castigo, Zeus, el dueño del fuego, lo ató a una montaña llamada Cáucaso, donde un buitre le iba a picar el hígado todos los días. -¿Sólo a picar, abuelita? ¿Por qué no lo comía de una vez? -Sí; el castigo era ése: un picoteo del hígado que durase eternamente. -¿Quiere decir, entonces, que todavía está en el Cáucaso? Doña María del Rosario se sonrió. 41 -No, hijo mío. Aquel tremendo Hércules, cuya, historia conoces, fue allá y lo libertó. Pero los dioses griegos eran los siguientes: Zeus o Júpiter, el padre de todos y el más poderoso. Se sentaba en un trono, con un águila a los pies, teniendo en la mano el rayo, esto es, un zig-zag de fuego. Cuando quería vengarse de alguien, lanzaba ese rayo, seguido de un trueno -como un indio arroja la lanza. Después venía Juno, o Hera, la mujer de Zeus y la primera de las diosas; Juno traía siempre consigo un pavo real. Después venían los otros. -Diga el nombre de todos, abuelita -pidió Belén. Estaba Neptuno, o Poseidón, que era hermano de Júpiter y reinaba en los mares sobre los cuales andaba en un carro tirado por un par de caballos marinos, con un tridente en la mano -enorme tenedor de tres puntas. Neptuno provocaba tempestades, o hacía que las tempestades cesaran con un simple golpe del tridente en las olas. Estaba Vulcano, o Hefaistos, el dios del fuego. Era un -herrero cojo que trabajaba en un taller dentro de la tierra. La humareda de su fragua salía por el cráter de los volcanes, que se llamaban así por él, Vulcano. Estaba Apolo, que era el más hermoso de todos y gobernaba en la luz y la música. Todas las mañanas aparecía Apolo en el horizonte, guiando el carro del sol y daba la vuelta al cielo para iluminar al mundo. Estaba Diana, o Artemisa, hermana gemela de Apolo, diosa de 42 la luna y de la caza. Diana vivía con el arco en la mano persiguiendo a los animales. Estaba Marte o Ares, el terrible dios de la guerra, que sólo se satisfacía cuando los hombres se mataban unos a otros. Estaba Mercurio, o Hermes, el mensajero de los dioses, el correveidile. Tenía alas en los talones y usaba una vara mágica de paz, que puesta entre dos personas en lucha las convertía inmediatamente en amigas. -Ya vi una imagen de Mercurio -dijo Pedrito, pero la vara mágica tenía dos serpientes enroscadas. -Sí, fue porque una vez encontró dos serpientes trabadas en lucha e interpuso la vara mágica para separarlas. En lugar de separarse, las serpientes se arrollaron a la vara y no volvieron a soltarse. Esa vara mágica se llama caduceo. -Ya habló de ocho dioses. Faltan todavía cuatro, abuelita. -Estaba Minerva, o Atenea, la diosa de la sabiduría, que nació de un modo singular. Júpiter tuvo un dolor de cabeza horrible, que no se le pasaba con ninguna aspirina. Desesperado, llamó, a Vulcano para que le abriese la cabeza de un mazazo. Vulcano obedeció; pero en vez de quedar reducida a papillas, la cabeza de Júpiter dejó escapar, armada de escudo y lanza, a su hija Minerva. -¡Qué cosa más rara! -exclamó la niña. 43 -Estaba Venus, o Afrodita, la diosa del amor. Venus era la más bella de las diosas, como Apolo era el más bello de los dioses. Nació de la espuma del mar y tenía un hijito llamado Cupido, habilísimo en disparar flechas invisibles a los corazones. Estaba Vesta, la - diosa del hogar y de la familia. Estaba Ceres, o Deméter, diosa de la agricultura. Estaba Plutón. -Basta, abuelita -gritó Pedrito. Con Ceres conté ya doce. Ese Plutón está de más en la docena. -Eran doce en el Olimpo -explicó doña María del Rosario. Pero, además estaba ese Plutón, hermano de júpiler, que tenía a su cargo el infierno. La docena era realmente de trece. Esto hablando sólo de los de primera línea, porque con los dioses menores y los semidioses eran más. Recuerdo también las tres Parcas, a las tres Gracias y a las nueve Musas. Sólo aquí tenemos quince. La religión griega no tenía ninguna semejanza con la de los hebreos o egipcios. En vez de adorar a los dioses, los griegos los invocaban siempre que tenían necesidad de auxilio. También les hacían sacrificios, esto es, ofrendas de animales o cosas. Mataban al pobre animal y lo quemaban en una pira o altar para que el humo fuese a enternecer la nariz de los dioses en el Olimpo. Durante esos sacrificios prestaban atención a todo cuanto pasaba alrededor, a fin de descubrir si el dios les era o no propicio. Tales indicios llamábanse 44 presagios. Una bandada de aves que volase en el momento, un trueno que se oyese, la caída de un rayo, todos eran presagios, buenos o malos, conforme con la interpretación dada. -¿Y los oráculos, abuelita? -preguntó la niña. Tío Antonio dijo el otro día que usted era para él un oráculo. -Pobre de mí! -exclamó doña María del Rosario con modestia. Apenas sé una migaja más que él, porque soy más vieja. ¿Qué es oráculo? Vamos a verlo. Cerca de la ciudad de Atenas que era la principal de Grecia, se levantaba en las laderas del Monte Parnaso una pequeña ciudad llamada Delfos. En sus alrededores había una grieta en la montaña, por donde se escapaba un gas considerado el aliento de Apolo. Ese gas dio origen a la institución del famoso oráculo de Apolo en Delfos. -¿Cómo fue eso, abuelita? -Fue así. Una sacerdotista o pitonisa se sentaba en un trípode, o banqueta de tres patas, colocada encima del gas. Pasados unos minutos, la acción del gas la hacía caer en estado de delirio. Era consultada entonces por un sacerdote, y sus respuestas, en general confusas y sin sentido como las de todas las criaturas fuera de sí, eran interpretadas por los sacerdotes, dándose como respuestas del propio Apolo. Llegaba gente de muy lejos a consultar el famoso oráculo de Delfos, que la mayoría de las veces decía las cosas de manera que lo 45 mismo podía ser carne que pescado. Un rey, por ejemplo, lo consultó sobre el resultado de la guerra declarada a otro rey. El oráculo respondió: Un gran reino está próximo a caer. El rey quedó en las mismas. ¿Qué reino iba a caer, el suyo o el de su enemigo? LA GUERRA DE TROYA -Las guerras -prosiguió doña María del Rosarioconstituyen los principales acontecimientos en la vida de los pueblos. Con ellas las naciones nacen y mueren. La historia de los griegos comienza a ser conocida con la guerra de Troya, que tuvo lugar cerca de mil doscientos años antes de Cristo, en los comienzos de la Edad de Hierro. Hay mucho de leyenda en la historia de esa guerra, porque los griegos eran ricos de imaginación. Pero vale la pena contarla. ¿Queréis oírla? -¡Sí, queremos! -exclamaron todos. -Pues oídla -dijo doña María del Rosario. Hubo una vez una gran fiesta entre los dioses del Olimpo, y estaban todos en el banquete cuando una diosa que no había sido invitada resolvió vengarse de un modo especial: arrojando a la mesa una manzana con estas palabras: "Para la más bella". 46 La diosa que tuvo esta ocurrencia era la diosa de la Discordia, y no fue invitada justamente para que reinase paz en la fiesta. Pero, con la idea de la manzana, la malvada consiguió inmediatamente despertar la vanidad de todas las diosas allí presentes, pues cada cual se juzgaba la única merecedora de la fruta. El medio para resolver el caso fue hacer llegar de la tierra a un pastor llamado Paris, a fin de que decidiese cuál era la más bella. Inmediatamente las diosas trataron de seducir al juez. Juno prometió hacerlo rey; Minerva prometió dotarlo de gran sabiduría, y Venus, la diosa de la belleza, le prometió el amor de la moza más hermosa que existiese. Paris no era un simple pastor y si hijo de Príamo, el rey de Troya, una ciudad que quedaba cerca de Grecia, al otro lado del mar. Cuando niño había sido abandonado en una montaña para que lo devorasen los lobos; unos pastores lo salvaron. Ahora estaba en el Olimpo como juez de un concurso de belleza. 47 -¿Por quién irá a decidirse? Apuesto a que es por Juno -dijo Pedrito. -¡Y yo por Minerva! -gritó Belén. -¡Y yo por Venus, que es la más hábil! -terció Emilia. -Ganó Emilia -dijo doña María del Rosario. Entre ser un rey o un sabio y ser el marido de la mujer más bella del mundo, Paris no vaciló, y entregó por tanto la manzana a Venus. Esa sentencia dio origen a una serie de calamidades, cuyo remate fue la destrucción de Troya. La mujer más bella del mundo era Elena, que estaba casada ya con Menelao, rey de Esparta, una de las ciudades de Grecia. Venus aconsejó a Paris el rapto de Elena. 48 Paris fue a Esparta, donde Menelao lo recibió principescamente. A pesar de ello Paris huyó de noche con Elena y atravesó el mar con rumbo a Troya. Menelao y todos los griegos, furiosísimos por aquello, prepararon una expedición contra la ciudad de Troya, para vengarse de Paris y traer de nuevo a la princesa fugitiva. En aquel tiempo las ciudades estaban rodeadas de murallas, y como no había cañones ni pólvora, era difícil penetrar en ellas. Los griegos sitiaron a Troya durante diez años, sin conseguir nada. Por fin recurrieron a una estratagema. -¡Ya lo sé, inventaron el caballo de Troya! -dijo Pedrito. -Eso es. Construyeron un enorme caballo de madera que situaron junto a las murallas; en seguida se retiraron con armas y bagajes, dando todas las muestras de que desistían de tomar a la invencible Troya. En cuanto desaparecieron los griegos, los troyanos abrieron las puertas y fueron a admirar el caballo. Inmediatamente surgió la idea de meterlo en la ciudad. Un sacerdote llamado Laocoonte se opuso, alegando que el caballo no servía para nada en la ciudad, aparte de que podría tratarse de un engaño. Los troyanos, sin embargo, ansiosos por ver al caballo, como trofeo de guerra, adornando una de las plazas, no le escucharon. Poco después Laocoonte y dos hijos suyos fueron enroscados y asfixiados por dos enormes 49 serpientes salidas del océano. El pueblo vio en ello la señal de que hasta los dioses estaban indignados con él por no querer dentro de la ciudad al caballo, y sin más vacilaciones recogieron al enorme animal de madera. Para ello tuvieron que derribar un trozo de la muralla. Todo fue muy bien; pero por la noche, se abrió una portezuela en el vientre del caballo y por ella comenzaron a salir soldados griegos, de los mejores. Salieron y corrieron a ocupar las puertas. Mientras eso ocurría, las fuerzas griegas que se habían retirado, comenzaron a volver. Por la mañana atacaron la ciudad, entraron por la brecha abierta para dar paso al caballo y mataron a todos los defensores y habitantes. Después pusieron fuego a las casas y se retiraron a Grecia, llevando consigo a la fugitiva Elena. -Ahora comprendo la expresión presente griego -dijo Pedrito. Quiere decir regalo de enemigo, regalo de alguien que no merece confianza. -Así es, en efecto, hijo mío. El que acepta un presente griego está perdido. La historia minuciosa de la guerra entre griegos y troyanos se encuentra en dos poemas famosos. Uno de ellos se llama la Ilíada nombre que viene del segundo nombre de Troya, Ilión. El otro se llama Odisea. En ésta se cuenta lo que, después de terminada la guerra de Troya, ocurrió a uno de sus héroes, Ulises u Odiseo. ¿Sabéis cuál fue el poeta que compuso esos poemas? 50 -¡Camoens! -gritó la burrita Emilia. -Homero -dijo doña María del Rosario. Homero era un rapsoda, es decir, un pobre poeta que andaba por los caminos cantando versos para vivir, como hacen hoy algunos hombres con guitarras por las calles. Además era ciego, y por eso no escribió nunca sus poemas. Fueron escritos por otras personas, que de tanto oírlos los aprendieron de memoria. Sólo después de la muerte se volvió famoso Homero. Nueve ciudades griegas se disputaron el honor de haber sido cuna del ciego que en vida andaba de puerta en puerta declamando sus poemas a cambio de limosnas. -¡Pobrecito! -exclamó Belén. - No tuvo siquiera el placer de saber que iba a ser célebre. . . -Homero fue más que célebre, fue celebérrimo, como ocurrió a cierto rey de Israel ... Doña María del Rosario tomó aliento y prosiguió. EL REY DE LOS JUDÍOS Mientras el pobre Homero cantaba sus versos por las calles de las ciudades griegas, el segundo rey de los judíos componía en Canaán admirables salmos, esto es cantares sagrados. Este rey se llamaba David y había sido simple pastor en tiempos de Saúl, el primer rey de los judíos. 51 -¿Y cómo llegó a ser rey, abuelita? -preguntó Belén. No me parece fácil llegar de pastor a rey. -En una batalla que los judíos libraban con un pueblo vecino, David mató de una pedrada en la cabeza a un gigante llamado Goliat. Pedrada de honda. Si alguien no supiese lo que es una honda, que se lo pregunten a Pedrito, el entendido en armas de esta casa. -¡Yo lo sé! -gritó en seguida el muchacho. Honda es, por ejemplo, un elástico que doblo en diagonal, dejando sólo dos puntas; aseguro las dos puntas juntas y pongo una piedra en el centro, después lo hago girar en el aire y de repente suelto una de las puntas. La piedra sale a gran velocidad por el aire -y si da en la cabeza de algún gigante, ya se sabe, me transformo en rey. 52 -Eso es -confirmó doña María del Rosario. El joven David mató al gigante Goliat y, como es natural, quedó célebre y envidiado. La hija del rey Saúl se enamoró de él y se casó con él. De ese modo, a la muerte de Saúl, el antiguo pastorcito acabó por ser rey. Lo más interesante es que fue el mayor rey que tuvieron los judíos, y uno de los más célebres mencionados por la historia. -¡Parece cuento de hadas! -comentó la niña. -Hasta el reinado de Saúl, la vida de los judíos había sido de las más simples. Basta decir que no tenían una capital y que el rey habitaba en una tienda de campaña, David resolvió cambiar de sistema y dar una capital a su pueblo. Ahora bien, una capital, una ciudad importante sólo puede ser conseguida de dos maneras: por construcción o por apropiación de una ya existente. Fue lo que hizo David. Conquistó una ciudad próxima llamada Jerusalén, e hizo de ella la capital de su pueblo. En las horas de ocio componía versos religiosos que Dios le inspiraba. A pesar de que se han escrito hace casi tres mil años, los salmos del rey David son cantados todavía por millones de personas en millares de iglesias de muchos países. David tuvo un hijo, Salomón, que ocupó el trono después de su muerte. Dice la Biblia que cuando Salomón llegó a ser rey, Dios se le apareció en sueños y le preguntó qué era lo que más deseaba poseer. En 53 lugar de pedir riquezas y poderío, Salomón pidió sabiduría, y fue de hecho un rey que era como un libro abierto, por su gran saber. Se cuenta de él un hecho célebre. Dos mujeres comparecieron ante él con un recién nacido, que cada cual denunciaba como propio. -"Es mi hijo -decía una". -"¡Mentira! Es mío gritaba la otra". ¿Cómo decidir? Salomón falló sabiamente el caso: -"Soldado -dijo a uno de los guardias. Saca la espada y corta a este niño por el medio; así cada una de estas mujeres llevará la mitad". -"No lo corten -gritó una de ellas desesperada. Prefiero que se lo entreguen a la otra". Ese grito, salido del fondo del corazón, mostró al rey cuál de las dos era la verdadera madre. -¡Si, señora -se admiró Belén. La habilidad del rey fue magnífica. Si no amenazase con matar a la criatura el caso no se habría decidido nunca. -Ese Salomón se hizo tan célebre que no hay quien no conozca su nombre y quien no sepa qué es el "signo de Salomón", aquel talismán formado por dos triángulos entrelazados ... -¡Yo lo sé! -gritó Pedrito. El hijo de Bernabé usa una estrella de seis puntas. Pero yo ignoraba que tenía algo que ver con el rey Salomón. -El pueblo -explicó doña María del Rosario- usa esa estrella formada por dos triángulos para evitar el mal 54 de ojo y otras cosas en nuestros campos. Pues el rey Salomón hizo algo muy importante para los israelitas. David les dio una capital. Salomón les dio un templo. Pero un templo de la mayor magnificencia, construido con la madera de los famosos cedros del monte Líbano y con mármoles raros. Después de terminado el templo, Salomón levantó un palacio tan grandioso que acudía la gente de lejos para admirar la maravilla. Entre esos visitantes la historia guarda el nombre de la reina de Saba, que hizo un viaje penoso a través de Arabia, sólo para oír la palabra del sabio rey y conocer el riquísimo palacio donde habitaba. Nada queda hoy del templo y del palacio. Ni siquiera rastros. Pero conocemos, y muchas veces los repetimos, los proverbios escritos por el rey Salomón. -¿Por qué, abuelita? -Porque contienen pensamientos verdaderos, que eran verdaderos en aquel tiempo y que continúan siendo verdaderos hoy. Lo que es verdad vive siempre EL PUEBLO QUE INVENTO EL ALFABETO 55 -En la época en que nadie sabía escribir, porque el alfabeto todavía no había sido inventado, vivía en una aldea un carpintero llamado Cadmo. Era fenicio, esto es, natural de Fenicia, una nación de comerciantes muy hábiles, establecida en las costas del Mediterráneo. Cadmo estaba trabajando un día en su banco de carpintero, a cierta distancia de la casa. De repente notó la falta de una herramienta cualquiera que se había olvidado traer. Hizo entonces unos garabatos en un trozo de madera y dijo a un esclavo: -"Fulano, lleva esto a mi esposa y trae lo que ella te entregue". El esclavo llevó la madera. La mujer de Cadmo leyó la señal escrita, tomó la herramienta pedida y dijo: -"Aquí está lo que pide". El esclavo abrió la boca, y todavía más cuando, al entregar la herramienta, oyó al patrón decir que era aquello mismo. Su asombro ante el trozo de madera mágica fue tal que pidió permiso a Cadmo para llevarlo colgado al pecho como un amuleto. No sé lo que hay de verdad en esto. Pero el hecho es que el alfabeto nos llegó de Fenicia. En griego las dos primeras letras se llaman Alfa y Beta, de ahí el nombre de alfabeto que se dio al conjunto de todos los signos, o letras. ¿Ya habéis pensado en la invención maravillosa que fue el alfabeto? 56 -Todavía no -dijo Pedrito. Comenzaremos a pensarlo desde hoy en adelante, porque sólo ahora abuelita nos abrió los ojos. -Pues pensad. Si no fuese por los fenicios, o mejor dicho, si el alfabeto no hubiese sido inventado, estaríamos hoy en gran atraso, tal vez usando todavía los jeroglíficos, o los caracteres cuneiformes de los babilonios. Ved qué desgracia. 0 nos encontraríamos como los chinos, que todavía emplean el sistema de una señal por palabra, de modo que el que quiera aprender a leer en su lengua tiene que pasar la vida aprendiendo, o cuando comienza a saber ya está viejito, con cabellos blancos y próximo a morirse. Con veintiséis signos, por ejemplo, nosotros escribimos las decenas de millares de palabras de nuestro idioma. Con el sistema chino serían necesarios decenas de millares de signos distintos. . . -Comprendo, abuelita. Comprendo muy bien la importancia de la invención del alfabeto -dijo Pedrito. ¿Pero las letras o señales adoptadas por los fenicios eran las mismas que usamos hoy? -Algunas letras no sufrieron cambios, como la A, la E, la 0 y la Z. Incluso así la A era apaisada y la E tenía la abertura hacia la izquierda. Las otras letras se modificaron. Pero la forma de los signos no tiene más que una importancia mínima. Lo que importa es tener una señal para cada sonido de modo que podamos escribir millares de palabras con sólo algunos signos. 57 -¡Cómo en la música, abuelita!-Exactamente. En la música tenemos siete notas, -o siete signos. Con esos pocos elementos los músicos componen las piezas más maravillosas, desde una música popular hasta las célebres sonatas de Beethoven. Las siete notas son el alfabeto de la música. -¿Quiénes eran los fenicios, abuelita? Eran de la .misma raza que los griegos o ... -Eran una rama de la raza semita, que habitaba cerca de los judíos, al norte. Tuvieron un gran rey llamado Hiram, que vivió al mismo tiempo que Salomón, del cual fue amigo. Hiram llegó a enviar a muchos de los mejores artesanos de Fenicia a Jerusalén para que trabajasen en la construcción del gran templo, a pesar de no creer en el dios de Salomón. -¿En qué dios creían? -preguntó Belén. -Los fenicios adoraban a dioses terribles, verdaderos monstruos, como a un tal Baal y a un tal Moloch, que llamaban dioses del sol. También adoraban a una diosa de la luna llamada Astarté. Eran dioses crueles a quienes hacían sacrificios de niños. -¿Cómo eran esos sacrificios? -quiso saber Pedrito. -Los quemaban vivos ... En una novela de Flaubert, Salambó, hay un capítulo horrible sobre una hoguera de criaturas en la ciudad de Cartago. Pero todavía es muy temprano para la lectura de esa obra. Tenéis que crecer y conocer ... 58 Belén se rebeló contra los fenicios y fue a contar la horrenda historia a tía Anastasia. Doña María del Rosario continuó: -Los fenicios -dijo- cuidaban más los negocios que la religión. Sólo querían saber de dinero. Siempre que llegase dinero, los medios no les importaban. Fabricaban muchas cosas que proporcionaban a los pueblos de las costas del Mediterráneo, engañando a los compradores cuando podían. Entre sus industrias figuraban lo bellos tejidos, la cristalería y la orfebrería de oro y plata. También conocían el secreto de extraer de un molusco muy abundante en las playas de Tiro una preciosa tinta roja, 59 la célebre púrpura de Tiro, con la cual teñían los reyes sus mantos. Tiro y Sidón eran las principales ciudades de la Fenicia y tal vez las de mayor actividad del mundo antiguo. Los fenicios no se contentaban con producir cosas; salían a venderlas en pequeños navíos construidos por ellos mismos. Y no sólo recorrían todo el Mediterráneo, sino que atravesaron el estrecho de Gibraltar y penetraron en el océano Atlántico, yendo hasta las islas británicas., ¿Sabéis cómo se llamaba entonces el estrecho de Gibraltar? -¡Yo lo sé, lo sé, abuelita! -exclamó Pedrito-. Se llamaba Columnas... Columnas ... -Columnas de mármol color de rosa, con vetas azules, verdes y amarillas -dijo Emilia muy presumida. -¡Columnas de Hércules, abuelita! -gritó Pedrito, recordando. -Eso es. Columnas de Hércules. Para los pueblos antiguos el mundo concluía allí. Pero los fenicios comprobaron que no era cierto. Sus pequeñas naves, construidas con el famoso cedro del Líbano, atravesaron las columnas de Hércules y navegaron en pleno océano Atlántico. Eran colonizadores. Donde encontraban un buen puerto, desembarcaban y establecían una colonia para facilitar el comercio con las tribus de los alrededores. Y hacían muy buenos negocios con ellas, negocios de gitanería, cambiando 60 metales preciosos, piedras, y otras cosas de valor por paños tejidos de púrpura y baratijas. Una de esas colonias fue importantísima y tuvo su papel en la historia de la humanidad. Se llamaba Cartago. LAS LEYES DE ESPARTA -Antes de hablar de Cartago, abuelita, hable de Esparta, donde los griegos de la guerra de Troya llevaron a Elena fugitiva. ¿En qué lugar estaba Esparta? -Era una ciudad de Grecia, de costumbres muy propias. Escuchad. Novecientos años antes de Cristo, apareció un hombre llamado Licurgo, que soñó con hacer de Esparta la ciudad más poderosa del mundo. Para ello salió de viaje y recorrió muchos países para ver las causas del poder de unos y de la debilidad de otros. Vio que los pueblos que sólo daban importancia a los placeres de la vida eran débiles, mientras que los que ponían el trabajo por encima de todo y cumplían con sus deberes, fuesen agradables o no, eran fuertes. Al volver a Esparta comenzó Licurgo a organizar la vida de los espartanos conforme con las lecciones que había aprendido. Hizo un código de leyes severísimas que tomaba al pequeño espartano al nacer y lo gobernaba hasta el fin de la vida con toda dureza. "Cuando la vara es tierna es cuando se tuerce", debía ser la divisa de ese código. Si los recién nacidos eran 61 débiles, o poseían algún defecto físico, la ley ordenaba abandonarlos en una montaña para que muriesen. Licurgo no quería que hubiese un sólo débil de nacimiento en Esparta. -El sistema de la tía Anastasia con los pollitos observó Emilia. Retuerce el pescuezo a todos los que no prometen ser buenas gallinas o gallos. -Las madres quedaban poco tiempo con sus hijos. A los siete años debían entregarlos. a una escuela de adiestramiento, donde permanecían hasta los dieciséis. El adiestramiento consistía en la educación del cuerpo, como para hacer del muchacho un perfecto y fortísimo soldado. ¡Un régimen de una dureza que no podéis imaginar. De tanto en tanto los muchachos entraban en la prisión, no por haber cometido algún desliz, sino para acostumbrar el cuerpo al sufrimiento. Y el que lloraba en el castigo quedaba desmoralizado para el resto de su vida. Durante los ejercicios, todos tenían que conservarse en debida forma, sin dar la menor muestra de cansancio, aun cuando estuviesen muriendo de hambre, de sueño o de dolor. También los habituaban a comer las peores comidas y a aguantar la sed más intensa y a andar sin abrigo en los peores días de invierno. Y así por el estilo. Se llamaba a eso disciplina espartana. 62 -Todo, no lo admito -dijo Pedrito-, pero algunas cosas de las que mandaba hacer Licurgo he de practicarlas para llegar a ser el chico más fuerte de los alrededores. (Emilia, a quien se le había prohibido hablar a causa de las muchas necedades que solía decir, cuchicheó al oído del Martín: -"Quiero ver si llega a ser tan fuerte como Quindín"-. - "¿Qué Quindín?" -preguntó el Martín. - "El rinoceronte. ¿No sabe que bauticé al rinoceronte con ese nombre?" Y fue a partir de aquel 63 momento que el rinoceronte pasó a tener un nombrecito tan mimoso.) -La vida de los espartanos -continuó doña María del Rosario-, era muy dura. Sencillez en la comida, ausencia de confort y supresión completa de todo lo que fuese lujo. Eso los transformó en un pueblo extremadamente fuerte. Se les enseñaba hasta a hablar con energía y brevedad, diciendo lo máximo con el mínimo de palabras. ¿Cómo se llama a ese modo de hablar, Belén? Ya lo enseñé. -Lacónico -respondió la niña. -Muy bien. ¿Y de dónde viene la palabra, Pedrito? El niño se atascó. -Viene justamente de Laconia, la provincia de Grecia de la que Esparta era la ciudad principal. Modo de hablar lacónico quiere decir lo mismo que modo de hablar espartano pero esta última expresión no es usada. Cierta vez un rey vecino envió a los espartanos una carta amenazadora, diciendo que si no hacían esto o aquello, iría con sus ejércitos a destruir la ciudad, esclavizando a toda la población. Los espartanos leyeron la carta y de inmediato dieron la respuesta con una sola palabra: "Sí"... -¡Muy lindo, abuelita! -exclamó el niño entusiasmado. No podía haber nada mejor que esa respuesta lacónica. Sí ... ¡Hay que imaginar la cara del rey! Pero, dígame una 64 cosa, abuelita: ¿el sistema de Licurgo dio buen resultado? -Lo dio y no lo dio, hijo mío. Lo dio en un aspecto y no lo dio -en el otro. Licurgo se equivocó al cuidar más de los músculos que de la cabeza, y a pesar del vigor de su pueblo, Esparta no tuvo nunca la importancia de Atenas, la ciudad griega cercana. Los atenienses también cuidaban del cuerpo, pero como no despreciaban el espíritu se volvieron el pueblo más culto y artístico de la antigüedad. Cultivaban los biceps en los gimnasios, y fuera de ellos la música, la poesía, la retórica, la pintura y la escultura. En algunas artes todavía hoy no han sido superados. Licurgo no consiguió que Esparta suplantase a Atenas. Una vez, en una fiesta deportiva, un viejo que había entrado a última hora, se puso a buscar asiento en la parte que ocupaban los atenienses. Ninguno le cedió el lugar. Viendo eso, los espartanos, que estaban al otro lado, llamaron al viejo y le ofrecieron el mejor asiento. Los atenienses aplaudieron con palmas el bello gesto de los espartanos. Estos comentaron lacónicamente: Lo saben, pero no lo practican; queriendo decir que los atenienses sabían lo que era recto, pero no lo hacían, por ruindad. 65 LA CORONA DE LAURELES -Los griegos, tanto los jóvenes como las mozas practicaban con gusto toda suerte de deportes al aire libre. En aquel tiempo no había fútbol, pero había carreras, salto, la lucha que llamamos romana, boxeo y lanzamiento de rodelas o pesados discos de hierro. Periódicamente se realizaban disputas en las diversas ciudades de Grecia para calificarse campeones; pero la gran prueba era la que se repetía de cuatro en cuatro años en la ciudad de Olimpia, al sur de Grecia. Con el tiempo esos juegos Olímpicos se convirtieron en lo más importante de la vida griega, entrando a competir los mejores atletas de todas las ciudades. Las Olimpíadas, es decir la temporada de los juegos en Olimpia, duraban cinco días. Cinco días de fiesta nacional, porque los juegos eran ofrecidos a Júpiter o Zeus. Llegaba gente de todas las ciudades para asistir a las fiestas, como hoy viene gente de todos los países cuando en alguno de ellos es inaugurada una exposición universal. Pero sólo los griegos podían tomar parte en los juegos, y sólo los que no habían cometido nunca crímenes ni infringido alguna ley. Esos juegos tenían enorme importancia para los griegos. Tanta importancia que por si acaso coincidía que se hallaban en guerra al comenzar la fiesta, 66 interrumpían la lucha. La guerra continuaba sólo después de terminados los juegos. -¡Qué buen sistema! -Los muchachos griegos que pretendían tomar parte en los juegos, se adiestraban durante cuatro años; y nueve meses antes de las pruebas se trasladaban a Olimpia, a fin de perfeccionarse en los gimnasios al aire libre, junto al estadio. Después de los cinco días de pruebas había desfiles y sacrificios religiosos a los dioses, a los cuales levantaban estatuas alrededor del estadio. -¡Qué bonito, abuelita! -exclamó Pedrito. Estoy simpatizando mucho con los griegos. Si tuviese que escoger un país antiguo para vivir en él, no querría otro que Grecia. -Y tienes razón. La Grecia de ese período fue un país maravilloso. El deporte se convirtió en verdadero culto. Todos debían respetarlo. El que hiciese trampas en una prueba era dejado de lado para toda la vida. Había lo que llamamos hoy espíritu deportivo. El que ganaba no se vanagloriaba y el que perdía no discutía. -¡Oh! -exclamó Pedrito. Ahora comprendo lo que quiere decir Espíritu deportivo... Es no salirse de sí cuando se gana, ni dar mil explicaciones de que perdió por esto o por aquello cuando se pierde . . . 67 -Si -dijo Belén-, pero no hagas como los atenienses de la fiesta, que sabían pero no practicaban. Practica, como los espartanos ... Aquello era una indirecta a Pedrito, que la víspera había dado mil explicaciones del porqué había perdido una carrera que habían disputado en la huerta. -El resultado de todo -continuó doña María del Rosario-, fue que no hubo mayor gloria en Grecia que 68 vencer en los juegos olímpicos. El vencedor no recibía premios, dinero o cosa alguna que valiese, sino una corona de laureles que para los griegos significaba lo máximo. Los poetas componían versos en su honor y los escultores inmortalizaban sus cuerpos en estatuas de mármol. Las competencias no consistían sólo en pruebas deportivas. Las había también de orden espiritual, como concursos de música y poesía. Los vencedores de esos concursos, en lugar de recibir coronas de laurel, eran llevados en triunfo por la multitud. La primera carrera en Olimpia, registrada por la historia, fue el año 776 antes de Cristo, y a partir de ese año comenzaron los griegos a contar el tiempo. De modo que el año 776 antes de Cristo pasó a ser el año 1 de los griegos. -¿Y hoy, abuelita, todavía hay juegos olímpicos?, -Esos juegos estuvieron interrumpidos por muchos y muchos siglos, pero a fines del siglo pasado, en 1896, se volvieron a realizar, pero no ya en Olimpia, sino en Atenas. Desde entonces quedó acordado que se efectuarían cada vez en un país distinto, pudiendo participar los atletas de todas las naciones del mundo. -Y antiguamente, ¿quién era el que vencía más a menudo en los juegos? 69 -¡Ah, eran los espartanos! En ese punto la victoria de Licurgo fue completa. Los atletas de Esparta hacían verdaderas colecciones de coronas de laurel. (Emilia, a quien todavía se le prohibía hablar, cuchicheó al Martín: -¡Date cuenta qué regalo para tía Anastasia, si viviese allí! A ella le gusta tanto poner laurel en la comida ... LA LOBA ROMANA En la velada de la noche siguiente doña María del Rosario comenzó así: -El que echa una mirada al mapa de Europa, advierte una bota perfecta que penetra en el mar Mediterráneo. -Eso es bien sabido, abuelita -dijo Belén. Esa bota se llama Italia. -Pues bien; allí, en tiempos de la primera olimpíada, comenzó a crecer en el centro de la bota una ciudad que se iba a llamar Roma, y que habría de representar un gran papel en el mundo. Los comienzos de Roma, como en general los comienzos de todas las ciudades antiguas, son oscuros y legendarios; esto es, pertenecen más al dominio de la fábula que al de la historia. Pero vale la pena conocerlos. -Cuéntelos, cuéntelos, abuelita. 70 -Ya hablé de la Odisea, el gran poema que compuso el poeta Homero sobre las aventuras de Ulises, uno de los héroes de la guerra de Troya. -Más tarde, otro, gran poeta de Roma, llamado Virgilio, compuso otro poema sobre las aventuras de otro héroe de la misma guerra, Eneas. Pero éste no era griego, sino troyano. Cuando vio su ciudad en llamas, Eneas huyó de Troya en busca de una nueva patria, porque Troya iba a terminar para siempre. Anduvo errante por mucho tiempo, hasta que fue a parar a Italia, cerca de la desembocadura de un río llamado Tíber, donde encontró a Lavinia, la hija del hombre que mandaba allí. De ese encuentro surgió un casamiento, y vinieron hijos, los cuales también después reinaron en Italia; y así fueron yendo las cosas hasta que nacieron los célebres gemelos Rómulo y Remo. En la época en que nacieron esos gemelos, otro rey había ocupado a Italia, o, como se dice, conquistado. Pero temiendo que los niños creciesen y le expulsaran del país, ese rey mandó meterlos en un cesto de mimbre y arrojarlos al Tíber. -Si hubiese conocido la historia de Moisés, no lo habría hecho -dijo la niña. -¿Por qué? -Porque siempre que echan criaturas a los ríos dentro de cestas de pan, se salvan. Moisés se salvó. Veremos que también se salvan estos mellizos. 71 -En realidad se salvaron -dijo doña María del Rosario- y de una manera muy singular. El cesto descendió río abajo con la corriente y fue a encallar en una playa donde había una loba. La loba sacó a los niños del agua y los amamantó junto con su cría de lobeznos, con ayuda de un picamaderos que le traía moras silvestres. Por fin los encontró un pastor, los llevó a su casa y los crió. -Esa historia es leyenda -dijo Belén. Sólo en los cuentos de brujas es capaz una loba de salvar a dos criaturas y de darles de comer. -¿Y lo del picamaderos con las moras? -observó Emilia. El que come moras es el gusano de la seda, no un picamaderos cualquiera ... Belén le tapó la boca y doña María del Rosario continuó: -Todos los comienzos de las viejas ciudades son legendarios, pero la historia menciona esas leyendas porque son leyendas históricas. La loba salvó a los niños y los crió. Cuando Rómulo y Remo llegaron a ser hombres resolvieron construir una ciudad. Discutieron el asunto. No llegaron a un acuerdo. Por fin Rómulo resolvió la divergencia de una manera muy simple: matando a Remo. Después dio comienzo a la formación de una ciudad junto al río Tíber, exactamente en el punto en que habían sido salvados por la buena loba, y le puso un nombre sacado del suyo: Roma. 72 Pero era preciso poblar la ciudad, pues sin gente no hay ciudad posible. Rómulo tuvo la idea de anunciar que recibiría y garantizaría la vida de todos los ladrones y facinerosos que anduviesen perseguidos por las diversas ciudades próximas. De ese modo se pobló luego su ciudad. Pero se pobló sólo de hombres. ¿Cómo hacerse de mujeres? Para gente de aquella catadura todo era fácil. Resolvieron el caso de la siguiente manera: Invitaron a una gran fiesta a un pueblo que había cerca, los sabinos, y les recomendaron que trajesen las respectivas mujeres. En medio de la fiesta, cuando los sabinos estaban bajo los efectos del vino, se dio una señal. Inmediatamente se levantaron los romanos y cargando a las sabinas sobre sus hombros se fueron con ellas monte adentro. 73 Furiosos por el rapto de sus mujeres, los sabinos se prepararon para hacer la guerra a los romanos. Pero cuando se inició la guerra y se enfrentaron los dos grupos de combatientes, las sabinas se pusieron de por medio gritando a sus antiguos esposos que no combatiesen a los actuales, pues se encontraban muy satisfechas con el cambio. -¡Gracioso! -exclamó Pedrito. La historia de esos romanos promete mucho. Comienza con un fratricidio (al oír esta palabra Emilia tosió, y dio un pellizco a Martín) y sigue con un robo de mujeres. -¡Rapto! -corrigió Belén. Las mujeres no son robadas, son raptadas. 74 -Era realmente un pueblo terrible el que se estaba formando allí -dijo doña María del Rosario. El mundo entero iba a saberlo más tarde. Los crímenes que cometieron, sin embargo, no pueden ser juzgados con las ideas actuales. Tampoco hay que olvidar que los dioses de los romanos eran los mismos dioses griegos, y el ejemplo que daban esos dioses a los hombres no era de los mejores. En el Olimpo, que era el cielo de los dioses griegos y romanos, hacían picardías de toda clase. Más tarde veremos el papel que los romanos representaron en el mundo. Ahora vamos a dar un salto hasta Asia, para conocer los reyes de barba rizada. LOS ASIRIOS -¿Cómo barba rizada? -interpeló Belén. No entiendo. -Barba ondulada, como vemos en las estatuas de piedra que llegaron hasta nosotros. Roma iba a ser la ciudad más importante del mundo, pero la ciudad más importante del mundo entonces era Nínive, la capital de Asiria. ¿Qué era Asiria? Era uno de los países que brotaron como hongos en la tierra de la Mesopotamia. Los reyes asirios vivían o tenían su corte en Nínive. A pesar de usar la barba rizada, como el cabello de aquella niña que vino aquí el otro día, eran unos hombres terribles, que andaban en guerra constante con los 75 vecinos para quitarles las tierras y todo lo demás. Esos reyes dejaron fama de crueldad sin igual. Trataban espantosamente a los prisioneros. Les cortaban las orejas, les pinchaban los ojos, les arrancaban la piel; hacían todo cuanto era maldad. Los pueblos vencidos no sólo tenían que entregarles lo que poseían, sino que debían acompañarles a las guerras. De ese modo Asiria se volvió tan poderosa y fuerte que casi terminó dueña del mundo. Se apoderó de todas las tierras de la Mesopotamia y de otras que quedaban al norte, al este y al sur; también se apoderó de Fenicia, de Egipto y de otras tierras del Mediterráneo, con excepción de Grecia y de Italia. Se formó un gran imperio, gobernado por los reyes que vivían en Nínive con la máxima magnificencia. Esos soberanos construyeron grandiosos palacios, adornados por fuera con largas filas de enormes leones alados con cabeza humana. -Leones esfingéticos -cuchicheó Emilia a Martín. -Cuando los reyes asirios no estaban en guerra, andaban de caza. Se complacían mucho en arrojar el arco y la flecha, haciéndose pintar o esculpir a caballo, o en carros propios, cazando leones. Cuando capturaban leones vivos, los llevaban al palacio, a fin de que el pueblo admirase más aún su valor. Tenían nombres muy raros, para nosotros. Senaquerib, por ejemplo, cuyo fin fue trágico. Cerca de 76 700 años antes de Cristo estaba en guerra contra Jerusalén cuando, una noche, aconteció algo extraño a sus tropas. Por la mañana, todos los soldados y caballos aparecieron muertos. El poeta inglés Byron ... -¿Se escribe como se pronuncia, abuelita? -preguntó Belén. -No. Se escribe Byron y se pronuncia Báiron. El poeta Byron escribió un bello poema sobre el asunto: la Destrucción de Senaquerib. -¿Qué habla ocurrido? -La historia no lo cuenta, pero el buen sentido nos dice que no podía haber sido más que una cosa: un envenenamiento en masa. Envenenamiento del agua, quizá. Asurbanipal fue otro rey que reinó allí hacia el año 650 antes de Cristo. Era un gran guerrero, pero tarnbién un gran amigo del estudio, pues fundó la primera biblioteca del mundo. -¿Cómo biblioteca, abuelita, si no había libros? -No había libros de papel como los que tenemos hoy, pero los había de planchas de arcilla o ladrillos chatos de que ya hablé, donde escribían en caracteres cuneiformes. -¡Oh, qué interesante una biblioteca de ladrillos! ¿Puedo hablar, doña María del Rosario? -gritó desde su rincón la muñeca. -Todavía no puede -respondió Belén. Después. 77 -Los libros de arcilla, o mejor las tabletas de arcilla continuó doña María del Rosario-, no eran acomodados en estantes, como nuestros libros. Eran apilados como los ladrillos de los albañiles; pero con mucho orden y obedeciendo a números, de modo que la gente podía consultarlos sin confundir las pilas. Asiria llegó al apogeo de su fuerza y de su grandeza en el reinado de Asurbanipal, durante el cual la ciudad de Nínive abundó a tal punto en riquezas, que la época recibió el nombre de Edad de Oro. Edad de Oro dentro de Nínive y sólo para los ninivitas, porque para el resto del mundo ese tiempo fue la Edad del Horror. Los ejércitos asirios llevaban por todas partes la muerte, la extorsión, el saqueo, la miseria. Pero todo tiene fin. El rey de Babilonia se alió con un pueblo ario muy valiente, llamado de los medos, con el fin de terminar con los asirios. Y, juntos, los exterminaron. Babilonios y medos atacaron la ciudad de Nínive y la borraron de la superficie de la tierra. Esto ocurrió en el año 612 a. de C. LA MARAVILLOSA BABILONIA 78 -Después que el rey de Babilonia destruyó a Nínive continuó doña María del Rosario-, se enardeció su ambición. Quiso que Babilonia fuese una ciudad todavía más maravillosa de lo que había sido Nínive. Para ello comenzó a hacer lo que hacían los asirios -invadir los otros países y conquistarlos- y de ese modo Babilonia se convirtió en dueña del mundo. Cuando murió el rey que arrasó a Nínive, subió al trono su hijo Nabucodonosor. Ese nombre en caracteres cuneiformes se escribe así. Ven, Pedrito, a copiar del libro estos garabatos. Pedrito los copió y mostró esto: Nombre de Nabucodonosor en caracteres cunciformes Doña María del Rosario comentó: -Nosotros decimos Nabucodonosor, pero parece que la ortografía más correcta es Nabucadnezar. Elegid. Yo, para simplificar, en lo sucesivo diré simplemente Nabuco. -Diga en seguida Joaquin Nabuco -observó Emilia, que aún no habla recibido permiso para hablar. -¡Cierra el pico, cotorra! Continúe, abuelita. 79 -Nabuco puso manos a la tarea de hacer de Babilonia una ciudad como jamás existió otra. Quería reducir a una cosa ínfima la fama de Nínive y lo consiguió. Dice la historia que esa ciudad llegó a cubrir un área correspondiente a la de las dos mayores metrópolis modernas juntas: Londres y Nueva York. Nabuco la cercó por una muralla cincuenta veces más alta que un hombre. -Espere, abuelita -dijo Pedrito, sacando del bolsillo un lápiz con la punta hecha a diente. Quiero hacer el cálculo en metros. Un hombre tendrá, por término medio, 1 metro 70 centímetros. Eso multiplicado por 50 da ... Voy a ver: cinco veces siete, treinta y cinco; pongo cinco y van tres; cinco veces uno, cinco; más tres, ocho. ¡Ochenta y cinco metros! ¡Ya es altura, abuelita! -Y era tan ancha que un carruaje podía circular por encima, como si corriese por una calle. Cien enormes puertas de bronce daban acceso a la ciudad. Nabuco no halló en Babilonia una doncella de belleza suficiente para ser reina. En vista de ello fue a buscar esposa en la Media, el país que había ayudado a su padre a terminar con los asirios. Allí encontró lo que quería y se casó. -¡Qué moza maravillosa debía ser! -exclamó Belén pensativa. -La Media era un país montañoso y Babilonia era un país de llanura. La esposa de Nabuco, que estaba 80 habituada a las montañas de su tierra, extrañó la nueva patria y comenzó a ponerse triste. ¿Sabéis qué hizo el rey? -¡La mandó a pintar monos! -gritó Emilia. Nadie se rió ni respondió. Habían resuelto dejar que Emilia dijese lo que quisiese, fingiendo ignorar su existencia. -El rey ordenó la construcción de una montaña prosiguió doña María del Rosario. ¿Sabéis dónde? Encima del techo del palacio. Y en esa montaña hizo un hermoso jardín que tenía inclusive bosques para que la princesa no sintiese nostalgias de sus bosques nativos. Esos jardines, conocidos como jardines colgantes de Babilonia, formaban una de las siete maravillas del mundo. -¿Cuáles eran las otras seis, abuelita? -Las pirámides de Egipto; el bello templo de Diana, en la ciudad de Éfeso, en Grecia; la estatua de Júpiter en Olimpia; el mausoleo de Halicarnaso; el coloso de Rodas y el faro de Alejandría. Pedrito tomó nota en su cuaderno. -Los dioses de Babilonia -continuó doña María del Rosario eran monstruos horrendos, como aquellas divinidades fenicias que devoraban criaturas asadas. Un día se le ocurrió al rey obligar al pueblo de Israel a adorar esos monstruos, y además le impuso pesados tributos. Los judíos se negaron a todo. Consecuencia: 81 Nabuco invadió la tierra de los judíos, destruyó Jerusalén y esclavizó a todas las gentes. El cautiverio de los judíos en Babilonia iba a durar cincuenta años. -¿Y luego, abuelita? -¿Y luego? ... Luego Babilonia se convirtió en la ciudad más majestuosa del mundo, y en la más llena de vicios. Sus habitantes no querían saber más que de placeres y de festines. Sólo pensaban en hoy, como si el mañana nunca fuera a existir. El exceso de riqueza trae perjuicio. Lo mismo que el exceso de poder. Nabucodonosor llegó a ser tan poderoso que enloqueció. En su locura se consideraba un toro, y pasaba los días en cuatro patas, paciendo en la hierba. -Pero al final, al final, al final ... -¿Al final? Al final Babilonia tuvo también su fin. Fue conquistada por segunda vez, a pesar de la enorme muralla que la defendía. Mañana veremos cómo. Ya es hora de dormir. SORPRESA DE LOS BABILONIOS Al día siguiente, doña María del Rosario habló de la patria de la mujer de Nabucodonosor. -Ya hablé de la Media -dijo-, aquel país donde el rey de Babilonia descubrió a la princesa que deseaba. 82 Medos y persas eran ramas de la familia aria que habían emigrado a una región al este de la Mesopotamia. Tenían la misma religión, procedían de la misma sangre y acabaron por fundirse en un solo pueblo. -¿Qué religión era la suya, abuelita? -Una religión distinta de la de los judíos, de los griegos, de los fenicios, de los egipcios y de los babilonios. Entre los persas surgió un hombre muy sabio. Se llamaba Zoroastro. Ese hombre pasó la vida en medio del pueblo, enseñando preceptos de moral y cantando himnos, y todo lo que dijo fue reunido en un libro que fue como la biblia de los persas. Zoroastro predicaba que el mundo era gobernado por dos espíritus: el del bien y el del mal. El espíritu bueno era la luz y el espíritu malo la oscuridad, o las tinieblas, como dicen los poetas. El nombre del espíritu bueno era Mazda, en honor del cual los persas conservan siempre un fuego encendido. - ¡Pero eso no es cierto!, gritó Pedrito. - Claro que no lo es, -repuso la abuelita-; ellos no habían recibido la Revelación y por eso estaban muy desorientados respecto del bien y del mal. Creían que Mazda residía allí, en aquel altar de fuego que ciertos hombres no dejaban que se apagase nunca. Estos hombres se llamaban magos, y el pueblo los suponía capaces de hacer las cosas más maravillosas. De ahí proceden las palabras magia, mágico y mágica. 83 Ahora es preciso que sepáis que los persas de aquel tiempo eran gobernados por un gran rey llamado Ciro. -Casado con la reina Cera, hija de la princesa Sara nieta del emperador Sura -dijo Emilia desde su rincón. La diablita parecía resuelta a "sabotear" la historia de doña María del Rosario y por eso intervenía siempre con sus gracias. Pero todos habían resuelto fingir que ella no existía, de manera que su intromisión no servía de nada. Doña María del Rosario continuó: -Pero antes de seguir tenemos que hacer una visita a otra tierra que quedaba cerca de Troya: la Lidia. Era un país pequeño, pero muy rico. Su rey, Creso, tenía fama de ser el hombre más rico del mundo. Poseía todas las minas de oro de Lidia y además recibía tributos de todas las ciudades próximas. Creso hizo algo de mucha trascendencia para el mundo. Hasta entonces no había dinero. Para comprar mercaderías se empleaba el sistema del trueque. Si yo, por ejemplo, tenía huevos y quería comprar trigo, cambiaba los huevos por trigo. Pero eso significaba un gran trastorno, porque el que tenía trigo podía no tener necesidad de huevos, ni de nada de lo que yo tuviese. Era preciso que hubiese moneda, esto es, una cosa de valor fijo que la gente pudiese cambiar por lo que quisiera. En tiempo de Creso el oro era empleado ya para facilitar el trueque, pero sólo cuando el objeto tenía 84 mucho valor. Un caballo, por ejemplo, era cambiado ya por una cierta cantidad de oro. Pero para pequeñas cosas, para las compras del día: verdura, pan, tocino, té, etcétera, ¿qué hacer? ¿Llevar a la panadería un saquito de oro en polvo para que el panadero sacase de dentro lo correspondiente a un pan? Imposible. Creso tuvo entonces una gran idea. Acuñó el oro, esto es, lo dividió en trocitos de un cierto peso, que era marcado en el metal; también era marcado su nombre, para mostrar que el rey garantizaba aquel peso. De ese modo se facilitó todo enormemente, porque en vez de estar a cada instante pesando oro en polvo, la gente podía usar el oro ya pesado. Moneda quiere decir eso: un peso cierto. -¡Ah! Ahora comprendo por qué la moneda de la Argentina se llama peso. -Es por eso, si. En toda la América Latina el pueblo llama peso al dinero. En los propios Estados Unidos los latinoamericanos que viven allí llaman peso al dólar. Pero Creso, a pesar de haber prestado un gran beneficio al mundo con la introducción de la moneda oro, no recibió ningún premio; antes al contrario: sus riquezas dieron envidia a Ciro, el rey de Persia, el cual movilizó en seguida sus ejércitos para atacar a Lidia. Creso fue corriendo a consultar el Oráculo de Delfos, para conocer el resultado de la lucha. El célebre oráculo respondió con la pericia de costumbre: 85 "Un gran reino va a caer". Creso pensó que tal reino no podía ser más que el de Persia y saltó de contento. Pero no fue así. Con la mayor facilidad Ciro conquistó a Lidia. ¡Qué buen negocio!, pensó al ver la cantidad de dinero que recogió. Aquella victoria le sirvió de aperitivo y Ciro resolvió conquistar también la famosa Babilonia, que vivía cada vez más encenagada en los vicios, segura de que, con las murallas levantadas por Nabuco, nadie pondría el pie dentro. -Y yo juzgo que tenía razón -dijo Pedrito. Porque al fin de cuentas, una muralla de aquella altura y anchura no podía ser saltada, ni perforada, ni destruida así no más. -Es verdad; pero se olvidaban de que para atravesar la ciudad el río Éufrates tenía que pasar por debajo de esas grandes murallas. Ciro advirtió el punto débil. Por donde pasa un río puede pasar un ejército, dijo. -¿Cómo? -Desviando el curso del río y avanzando por su lecho seco. Fue lo que hicieron los persas. Mientras adentro el joven rey Baltasar se regalaba con un banquete sin fin y todos los habitantes sonreían ante la hipótesis de que alguien pudiese conseguir trasponer las murallas, Ciro desvió el río y entró. Invadida de ese modo, Babilonia se rindió sin lucha, el año 538 antes de Cristo. Quienes aprovecharon fueron los judíos. Dos años 86 después Ciro los libertó, permitiendo que volviesen a sus tierras. -Y hoy, abuelita, ¿qué queda de esa gran Babilonia del tamaño de Londres y de Nueva York juntas? -Queda el nombre en la memoria de los hombres, y en el lugar donde existió queda un montón de tierra, de la tierra a que se redujeron los ladrillos con que fue construida. Jardines flotantes, murallas, torre de Babel, todo quedó reducido a polvo ... DEL OTRO LADO DEL MUNDO 87 Tía Anastasia fue a decir que el pororó estaba en la mesa. Cuando aparecía el pororó nadie quería saber de historia. Doña María del Rosario dejó el resto para el día siguiente. -¿Y hoy, abuelita? -preguntó la niña al día siguiente, cuando doña María del Rosario se sentó en su sillita de patas cortadas. ¿Tendremos más Babilonia? -No, hija mía. Basta de Babilonia. Hoy cambiaremos de tecla. Hasta aquí sólo hemos tratado de los pueblos del Mediterráneo y de la Mesopotamia, pero el mundo no era solamente eso. Al otro lado, al sur y al este del Asia, había pueblos muy importantes, como los indios, los chinos, los japoneses. Veinte siglos antes de Ciro, una familia aria había emigrado de Persia hacia la India, donde dio origen a un pueblo numeroso. Ese pueblo se fue desarrollando a su modo y acabó dividido en clases. Con el correr del tiempo esas clases se convirtieron en castas, a las que estaba prohibido mantener cualquier especie de ligazón entre sí. Un hombre de una casta no podía casarse con una mujer de otra; un niño de una casta no podía jugar con un niño de otra. Si una criatura tenía hambre, debía morir antes que aceptar comida de manos de una criatura de otra casta. Ni siquiera podía rozarse con ella. Separación absoluta, como si fuesen leprosos. 88 -¡Qué horror! -exclamó Belén. Parece increíble tanta idiotez y maldad. -Así es, hija mía, y ninguna idiotez tan dolorosa como esa distinción de castas que hasta hace poco tiempo constituía la desgracia de la India. Entre las castas indias, la más alta de todas era la de los guerreros y gobernadores, que casi se confundían, porque para ser gobernante era preciso ser guerrero. Después venía la casta de los brahmanes, con funciones muy semejantes a las de los sacerdotes egipcios; eran los que hoy llamamos profesionales: médicos, abogados, ingenieros, etc. Después venían los agricultores y comerciantes: los panaderos, los vendedores, los fruteros. Después venía la gente baja; esto es, la gente ignorante que sólo sabe hacer los oficios pesados; cargar cosas, cortar leña, carpir la tierra. Y por último la casta de los parias, despreciada por todas las demás. Paria quiere decir gente a la cual no se puede tocar ni con la punta de un dedo; por eso es llamada también intocable. Los indios creían en un dios llamado Brahma; de ahí que su religión sea llamada brahmanismo, y los sacerdotes, brahmanes o brahmines. Según el brahmanismo, cuando una persona muere, el alma pasa a habitar el cuerpo de otra persona o de un animal; si la persona fue buena en vida, su alma recibe un ascenso, yendo al cuerpo de una criatura de casta superior; si fue mala, es rebajada hasta alojarse en los cuerpos de 89 los animales comedores de cadáveres, como los cocodrilos o los buitres. Los muertos no eran enterrados y sí quemados. Si el difunto era un hombre casado, también quemaban a las viudas. Las desgraciadas no tenían derecho a continuar viviendo después de la muerte del marido ... -¡Qué bestialidad! -exclamó Belén. Quiere decir que la mujer en ese país no era ser humano, no pasaba de ser un leño ... Mientras tanto, si es la mujer la que muere, el viudo corre en seguida a buscar otra ... Los templos brahmánicos abrigaban ídolos horrendos de fealdad. Dioses de varias cabezas, dioses, con seis y ocho brazos y otras tantas piernas; dioses con trompa de elefante; dioses con cuerno de búfalo. -Pero usted dijo que no tenían más que un dios, abuelita ... -Un dios supremo. Los otros eran dioses menores. No eran monoteístas como los israelitas. - Mono, uno; teos, dios. Religión monoteísta, quiere decir religión de un solo dios -interrumpió, con espanto de todos, Pedrito, que había leído por casualidad aquello el día antes. - Perfectamente -aprobó doña María del Rosario. A veces pareces un diccionario, Pedrito ... -Déle un té de menta bien fuerte, que así sanará. Eso son lombrices -gritó desde un rincón Emilia. 90 Nadie encontró graciosa la ocurrencia y doña María del Rosario continuó: -Allá por el año 500 antes de Cristo nació en la India un príncipe llamado Gautama,. que se rebeló contra lo que veía a su alrededor: tanta miseria y sufrimiento por causa de ideas erróneas. A pesar de haber nacido en la grandeza, lo abandonó todo para trabajar por el mejoramiento del pobre pueblo, comenzando a predicar por todas partes sus principios. Enseñaba al hombre a ser bueno, a ser honrado, a ayudar a los infortunados. Eran tan elevadas las ideas de este príncipe, que el pueblo comenzó a llamarle Buda, que quiere decir sabio, y por fin lo adoró. Nació de ahí una nueva religión. Muchos que seguían el brahmanismo abandonaron los horrendos ídolos de ese culto para hacerse budistas. - ¿Pero eso tampoco es bueno?, inquirió Pedrito. - Desde luego, nunca debe adorarse a ningún hombre y sí sólo a Dios. Pero ellos tampoco conocían la Revelación divina. Por esa época se formó en China también otra religión muy importante. Un gran maestro llamado Confucio comenzó a enseñar al pueblo lo que él creía se debía o no hacer. Las ideas de Confucio eran notables. Predicaba la obediencia a los padres y a los maestros, y el culto a los antepasados. Una de sus reglas de moral se hizo famosa: "No hagas a otros lo que no quieres que los otros te hagan". Por desgracia, el 91 mandamiento predicado por Confucio hace veinticinco siglos, sólo es citado y admirado. En la práctica casi toda la gente hace lo contrario. LA LUCHA CONTRA LA CORRUPCIÓN Voy a hablar de un aspecto de la vieja lucha contra la corrupción y a mostrar cómo se desarrolló esa lucha en nuestra querida Grecia. - Siempre que una banda de chicuelos juega en la calle surgen terribles disputas. "¡Así no vale!", es la frase más repetida, y luego se forman dos grupos y el uno procura engañar al otro. Se hace necesario un juez que resuelva las cuestiones. Allá en Atenas las cosas andaban así. El pueblo se dividió en dos bandos, los que querían cambiar esas situaciones de injusticias y los que no. Atenas ya había tenido reyes, pero los reyes no querían (o no podían) cambiar las cosas, de manera que Atenas terminó con los reyes. Allá por el año 600 antes de Cristo, la situación era tan mala que tuvieron que elegir a un hombre llamado Dracón para hacer leyes que pusieran orden. Este hombre elaboró el célebre código de Dracón, lleno de penas durísimas contra los infractores de sus preceptos. El robo, por ejemplo, era castigado con la pena de muerte. No tenía importancia el valor del hurto; podía ser robo de un pedazo de pan o 92 de un tesoro; lo que Dracón castigaba era el robo en si, el acto de robar. -Y un hombre que mataba a otro, ¿qué pena tenía? -También la de muerte, aunque Dracón juzgase que el que mataba merecía más que la muerte. Sus leyes eran excesivamente severas. Hasta hoy, cuando queremos decir que una ley es terrible decimos que es draconiana. Todo lo que excede un límite no da resultado. El código de Dracón no dio resultado. La vida en Atenas se fue volviendo imposible y surgió la necesidad de que se llamase a otro hombre que hiciese otro código. Apareció Solón, que se hizo famoso por la gran sabiduría con que legisló. El que quiere elogiar hoy a un sabio legislador dice: -Es un Solón. -¿Pero esas leyes de Solón eran buenas? -preguntó la niña. - Sí, aunque a veces no todos quedaron conformes. Allá por el año 560, sin embargo, un hombre llamado Pisistrato resolvió apoderarse de Atenas y dirigirla a su modo, sin que el pueblo lo hubiese elegido para ese fin. Pisistrato se eligió a sí mismo y como era poderoso ninguno chistó. Casos como ése ocurrían de vez en cuando, recibiendo el nombre de tiranos los hombres que se elegían a sí mismos. Pisistrato se transformó en tirano. La palabra tirano quiere decir hoy otra cosa. Quiere decir déspota, hombre que gobierna por la violencia y al 93 margen de todas las leyes. En Atenas no era así. Los tiranos gobernaban con las leyes y, por lo tanto, sin violencia alguna. Fue lo que ocurrió con Pisistrato. Gobernó muy bien, aplicando las leyes de Solón y mejorando la ciudad y la vida del pueblo. Entre sus hechos más dignos de nota hay uno que vosotros no imagináis... - Cuál fue, abuelita? - Mandó reproducir por escrito los poemas de Homero que hasta allí sólo se conservaban en la memoria de quienes los conocían. Después de Pisistrato padre, Atenas fue gobernada por Pisistrato hijo. Por fin los atenienses se hartaron de pisistratos y expulsaron a toda la familia. La lucha entre los partidos volvió a encenderse. Surgió un nuevo tirano, llamado Clístenes, para servir de árbitro en el juego, y fue el que hizo la ley para que cada hombre votara en la elección de los gobernantes. Supo comportarse muy bien ese Clístenes. Entre sus hechos hay uno interesante -la institución del ostracismo. ¿Sabéis qué es el ostracismo? Ninguno lo sabía, excepto Emilia, que intervino con una explicación muy absurda en la que figuraba una “ostra rumiando” en una roca a orillas del mar. Doña María del Rosario ignoró el aporte de Emilia y prosiguió: Cuando, por cualquier motivo, los ciudadanos querían verse libre de un hombre bastaba, cierto día, votar su 94 alejamiento de la ciudad. Los votantes escribían el nombre en una concha de ostra y la metían en la urna; si las conchas alcanzaban cierto número, el "votado" tenía que alejarse de Atenas por diez años. - ¿Por qué una concha de ostra y no un papel? preguntó Pedrito. - Porque había muchas conchas de ostra en los residuos de la ciudad y no había papel. El interior de las conchas de ostras, blanquito y liso como es, se presta muy bien para que se escriba en ellas. Todavía hoy se emplea el ostracismo, pero con el nombre de exilio, destierro. ROMA TERMINA CON LOS REYES -Vamos a ver ahora cómo ocurrían las cosas en Roma -dijo doña María del Rosario. También allí estaba dividido el pueblo en dos -los plebeyos y los patricios, como se llamaban. Los patricios apoyaban al rey y los plebeyos no. El rey que los gobernaba se llamaba Tarquino y los plebeyos lo destronaron por lo que éste fue el último rey de Roma y comenzó, entonces la época de la república romana. Ya no gobernaba un rey sino dos cónsules y duraban el gobierno solamente un año. Cada cónsul disponía de una guardia de doce lictores, esto es guardias que llevaban como distintivo el haz lictorio. 95 -¿Qué es eso, abuelita? -preguntó Pedrito. -El haz, fascio, era un haz de varas con un hacha en el medio o en la punta. Significaba que los cónsules podían apalear con las varas al que no marchara recto, o cortar con el hacha la cabeza de quien anduviese torcido en demasía. Hoy el haz sólo sirve de emblema a varias cosas, o como ornato arquitectónico. Uno de los primeros cónsules escogidos fue un ciudadano de muy buen nombre llamado Bruto. -¿Buen nombre, abuelita? -murmuró la niña torciendo la nariz. - sí. Era un hombre de carácter muy severo. Después que asumió el gobierno fue descubierta una conspiración para reponer en el trono al rey Tarquino, y Bruto hizo juzgar a los culpables entre los que estaban sus propios hijos. -¡Qué bruto! -exclamó desde su rinconcito Emilia. Tarquino no se desalentó. Al año siguiente preparó un nuevo golpe para recuperar el poder. Acudió con un ejército de etruscos para atacar la ciudad. -¿Etruscos ... ? -Sí, un pueblo vecino de los romanos. Pero para entrar en Roma era necesario atravesar el río Tiber por un puente. Allí se dio un caso famoso. Para evitar que los etruscos atravesaran el puente, un romano de nombre Horacio, que ya había perdido un ojo en otra guerra, dio orden de que lo derribasen y, mientras las 96 hachas trabajaban en la madera de los pilares, él y otros dos quedaron en la cabecera del puente, resistiendo a todo el ejército etrusco. En eso rechinó el puente. Iba a caer. Horacio hizo que sus dos amigos lo cruzasen y quedó solo resistiendo a los etruscos. Al fin cayó el puente. Entonces se arrojó al agua, con armadura y todo, y nadó hacia los romanos, a donde llegó a salvo, a pesar de la nube de flechas que le arrojó el enemigo. Tal bravura impresionó a los propios etruscos, que le hicieron desde lejos una gran ovación. -¿Con qué huevos? -preguntó Emilia. Doña María del Rosario mandó que tía Anastasia llevase a la entrometida al patio. -¿Y quién venció en la lucha? -preguntó Pedrito. -Los romanos. La gente de Tarquino no pudo atravesar el Tiber. 97 Años después otro ejército enemigo fue a atacar la ciudad, en un momento en que los romanos no tenían un jefe que los mandase. Busca que te busca, se acordaron de un tal Cincinato, a quien el pueblo tenía en alta estima por sus nobles cualidades. Cincinato vivía lejos de Roma, cultivando unos campos. Corrieron en busca de él y le invitaron a ser dictador, o jefe supremo. Dictador se llamaba al hombre que Roma escogía en los momentos de peligro para salvar la situación. Cincinato aceptó la invitación, dejó el arado, fue a la ciudad, reunió todas las fuerzas, libró combate al 98 enemigo y lo derrotó por completo -¡todo ello en veinticuatro horas! Su dictadura duró un día. Los romanos se entusiasmaron tanto con él que quisieron hacerlo rey. Cincinato rehusó. Volvió a sus tierras y a su arado, y continuó viviendo con toda modestia en su casita, en compañía de su mujer y de sus hijos. -¡Hermoso, abuelita! No queda la menor duda de que ese Cincinato hizo algo muy bueno. Si hubiese aceptado ser rey nadie hablaría hoy de él, aquí en este lugar. -Ni habría una ciudad que llevase su nombre. En los Estados Unidos, hay una ciudad importante del Estado de Ohío que se llama Cincinnati, en honor de ese austero romano nacido quinientos años antes de Cristo. PERSIA vs. GRECIA Doña María del Rosario escribió en un papel el título de este capítulo y preguntó al muchacho qué significaba aquel vs. entre los dos nombres. Pedrito no supo responder. -Simple abreviatura de la palabra latina versus, que quiere decir contra. Persia contra Grecia -es lo que está escrito ahí. En las noticias de los partidos de fútbol los periódicos emplean mucho esa palabra. “Está 99 anunciada para mañana la lucha del Belén Fútbol Club versus el Emilia Club...” Pues en aquellos tiempos hubo un verdadero match entre Grecia y Persia. Ciro, el rey de los persas, conquistó a Babilonia y otros países importantes, con excepción de Italia y de Grecia. Su sucesor, el rey Darío, quiso dar a Persia la dominación del mundo, y vio que faltaba poco. Faltaba aquel trocito que era Grecia y la bota italiana. Ahora bien, los griegos habían fomentado una rebelión en Persia, de manera que no faltó a Darío pretexto para la guerra. "Quiero castigarlos por lo que me hicieron y después me anexaré sus tierras". Y trató de hacerlo. Construyó una gran escuadra y preparó un ejército que, bajo el mando de su propio yerno, debía castigar a los griegos. Pero una tempestad destruyó la escuadra y el ejército tuvo que regresar. Darío se enfureció con el yerno, con el mar y con los dioses -los tres culpables mayores del desastre-, y decidió ir él mismo a dar a los griegos su merecido, en cuanto estuviesen listos una nueva escuadra y un nuevo ejército. Mientras tanto envió mensajeros a intimar a todas las ciudades griegas para que le enviasen un puñado de tierra y un poco de agua como señal de que se rendirían sin lucha. Tan fuerte y poderoso era por ese tiempo el rey persa que muchas ciudades griegas se apresuraron a 100 mandar la tierra y el agua exigidas. Atenas y Esparta, sin embargo, se negaron, a pesar de ser unas pulguitas en comparación con el vastísimo imperio de Darío. Los atenienses apresaron al mensajero persa y lo metieron en un pozo, diciendo: "Ahí tienes la tierra y el agua; toma lo que quieras". Los espartanos hicieron lo mismo. -Esparta con seguridad se limitó a ahogar al mensajero en el pozo sin decir nada -observó Belén. Esa habría sido una respuesta bien lacónica ... -Realmente, hija mía.. A una respuesta de ésas podríamos llamarla el colmo del laconismo, porque no era necesaria siquiera una palabra -bastaba el hecho. . . Pero eso era lo que Darío quería -y los preparativos para la guerra fueron intensificados. Hizo construir gran número de trirremes. -¿Qué es un trirreme, abuelita? -Una embarcación de buen tamaño movida en ambos lados por tres órdenes de remos. -No entiendo bien ... -Sí, tres órdenes de remos a cada lado -esto es una hilera de remos encima, otra un poco más abajo y la tercera todavía más abajo -y doña María del Rosario dibujó esta figura en un papel: 101 -Bien -continuó doña María del Rosario, después de haber comentado, el dibujo-, los persas construyeron seiscientos trirremes, que llevaban cada uno doscientos soldados, además de los remeros. El ejército entero tenía -¿cuántos hombres, Pedrito? De prisa, de memoria ... -¡Doce mil! -respondió el chico. -¡Ciento veinte mil! -enmendó Belén, que era mucho más hábil para el cálculo rápido. -¡Un millón doscientos mil! -gritó desde el rincón la muñeca. -Eso es, Belén -dijo doña María del Rosario fingiendo no haber oído el cálculo de Emilia. Ciento veinte mil hombres fueron embarcados y, como no hubo tempestad durante la travesía, todos llegaron sin novedad a las playas de Grecia. -¿En qué punto desembarcaron? -preguntó Pedrito. 102 -En una llanura llamada Maratón, a cuarenta y un kilómetros de Atenas. No bien los atenienses tuvieron noticia de la llegada de los persas, trataron de avisar al pueblo de Esparta. Esparta estaba a 240 kilómetros de Atenas. Si fuese hoy, no sería nada esa distancia. Hoy se envía una comunicación de aquí a China en unos segundos. Pero entonces no había fax, ni teléfono, ni tren, ni avión -nada rápido. Y parece que en Atenas no había siquiera buenos caballos, porque en un momento de tanta gravedad el medio empleado para comunicarse con Esparta fue un mensajero a pie, llamado Feidípedes. Feidípedes corrió duramente la noche y el día enteros, sin detenerse siquiera a comer -y al segundo día llegó a Esparta. Pero de nada le valió correr tanto, porque los espartanos declararon que, como estaban en luna menguante, no podían partir en socorro de Atenas; tenían que esperar la luna llena ... Había en Esparta esa superstición, como tenemos aquí la del viernes trece y la del pie izquierdo. Los espartanos podían esperar hasta la luna llena porque los persas estaban lejos, pero los atenienses no podían esperar un minuto -y marcharon contra ellos. El ejército ateniense se componía apenas de diez mil hombres, mandados por Milcíades; contaba además con otros mil hombres de una ciudad vecina aliada de 103 Atenas. En total: once mil o sea menos de uno por cada diez soldados persas. -Apuesto a que los griegos van a vencer -dijo Pedrito. Cuando los que cuentan la historia comienzan con esos cálculos es para preparar una sorpresa ... Doña María del Rosario se rió de la agudeza del nieto. -Puede ser -dijo-, pero advierte, Pedrito, que los griegos eran atletas admirables, como no había otros en el mundo, de modo que el número de persas no significaba gran cosa. El resultado fue la derrota completa de Darío en Maratón. Ten en cuenta además, Pedrito, que los griegos luchaban por la propia vida -y que nada da más valor a los hombres que eso. ¿No conocéis la historia del perro y de la liebre? Ninguno la sabía. -Un perro perseguía a una liebre sin poder alcanzarla. Los otros se burlaron de él. "Alto ahí", dijo el perro. "Yo estaba corriendo por gusto, pero la liebre corría para salvar la vida. Es natural que ganase". - ¿Y qué ocurrió después a los griegos, abuelita? -Aconteció que los griegos tuvieron una gran alegría. Feidípedes, el mensajero que llevó el aviso a Esparta y que se batió también en Maratón, después de la batalla partió a la carrera hacia Atenas para dar la gran noticia. Pero todavía no estaba repuesto del gran esfuerzo de la primera carrera, de manera que al llegar 104 a la plaza del mercado dio la buena noticia y cayó muerto. En honor de ese héroe fue instituida en los Juegos Olímpicos una carrera con el nombre de Maratón, en la cual la distancia a correr es exactamente la distancia entre Atenas y Maratón. -¿En qué año ocurrió eso, abuelita? -En el afío 490 antes de Cristo. La batalla de Maratón se convirtió en la más famosa en la historia. El rey persa tuvo que volverse a su reino, derrotado y avergonzado. Pero la cosa no paró ahí. El juego iba a continuar. 105 EL SEGUNDO TIEMPO -Ya me imagino la cara que habrá puesto Darío -dijo Pedrito. Llevó una zurra de diez a cero ... -Es verdad, hijo mío. El, el soberano omnipotente del mayor imperio del mundo ¡derrotado por un puñado de griegos! ¡Pero, no! ¡La cosa no iba a quedar así! Formaría una nueva escuadra y un nuevo ejército -una escuadra como jamás existió otra igual y un ejército que llenaría de asombro a todos y sería capaz de vencer a cuantas Grecias surgiesen. Darío juró y volvió a jurar y bufó como un tigre burlado por una pequeña raposa. Y pasó varios años preparando el gran ejército. En eso, murió. - Murió, con seguridad, de rabia concentrada observó la niña. - Sea como quiera que sea, murió y fue sustituido por su hijo, Jerjes, que heredó del padre no sólo el trono sino también el odio a los griegos y la decisión de destruirlos. Jerjes continuó los grandes preparativos de guerra comenzados por Darío. Pero los griegos, animados por la victoria, estaban más resueltos que nunca a no dejarse abatir por ninguna posibilidad, y, como tenían la certidumbre de que los persas volverían, se prepararon del mejor modo que pudieron. 106 Por ese tiempo el pueblo de Atenas vacilaba entre dos jefes igualmente grandes: Temístocles y Arístides. El primero quería que, como medida de prevención, se construyese una escuadra para la próxima guerra, y Arístides era de opinión contraria. Se entabló la lucha entre los partidarios de los rivales, pero como el bando de Temístocles creciese, Arístides terminó en el ostracismo, a pesar de su gran fama de hombre intachable. Se le llamaba Arístides el justo. En el día de la votación un hombre que no sabía escribir se aproximó a Arístides con una concha de ostra en la mano, pidiéndole que escribiese en ella un nombre.- "¿Qué nombre?" -le preguntó. "Arístides", respondió- el hombre. "¿Por qué quieres condenar a ese hombre al ostracismo? ¿Cometió acaso alguna falta?" Oh, no -respondió el elector. No cometió ninguna falta, pero. . . " y suspiró "¿Pero qué? -insistió Arístides. "Pero estoy cansado de oír al pueblo llamarle siempre el justo, el justo. . . " -concluyó el hombre. Arístides conocía el carácter de los griegos, y por tanto no se asombró de aquella inconsecuencia. Se limitó a escribir su propio nombre en la concha de la ostra. Concluida la votación, se verificó que había en la urna el número de votos necesarios para su condena -y Arístides fue al ostracismo. -¡Qué gran injusticia! -exclamó Pedrito indignado con los atenienses. ¡Ese es el colmo de los colmos! 107 -¡Y qué gran acierto político! -dijo doña María del Rosario. El alejamiento de Arístides puso toda la fuerza del lado de Temístocles, que consiguió, al fin, hacer triunfar su idea de la escuadra y de los demás preparativos para la posible guerra. Y Temístocles acertó. La guerra vino. Diez años después de la batalla de Maratón, los persas reiniciaron su marcha contra Grecia. Esta vez no sólo con ciento veinte mil hombres, sino con dos millones. -¿Dos millones, abuelita? exclamó el niño asustado. Hasta parece un poco medio mucho, como dice el compadre Teodoro. En todo caso, es eso lo que cuentan los historiadores de la época. Pero semejante ejército era demasiado numeroso para llegar por mar. Serían necesarios para ello más trirremes de los que había en el mundo entero. Jerjes resolvió entonces que la marcha se hiciese por tierra, aunque incluso por tierra hubiese un poco de agua que les separaba de los griegos: el estrecho que hoy se llama de los Dardanelos y que entonces se llamaba Helesponto. -¿De qué anchura es ese estrecho, abuelita? -Apenas de un kilómetro y medio. -¿Y pasó Jerjes? -Casi. Jerjes construyó un puente de barcazas, esto es, fue colocando barcos uno al lado del otro, hasta alcanzar el lado griego; después extendió encima un 108 tablado a manera de puente. Pero cuando terminó la obra sobrevino una gran tempestad y lo destruyó todo. La furia de Jerjes fue tanta que tomó un látigo y fue en persona a azotar el mar, como si el mar fuese uno de sus esclavos. Luego mandó construir un nuevo puente. Esta vez no hubo tempestad y el ejército pudo avanzar. Tardó en pasar siete días y siete noches en filas cerradas. La escuadra, que era enorme, le siguió. Cuando las fuerzas tocaron tierra de Grecia... . Doña María del Rosario tuvo que detenerse. Martín, que desde su "renacimiento" no había dicho una sola palabra todavía, dio un grito. Corrieron todos. ¿Qué pasaba? ¿Qué no pasaba? -¡Fue Emilia, yo la vi! -dijo tía Anastasia apareciendo desde la cocina con el cuchillo de pan en la mano. La malvada le hundió un alfiler en el talón ... TODAVÍA EL SEGUNDO TIEMPO -Había en Grecia -dijo doña María del Rosario en la velada siguiente- un paso muy estrecho, o desfiladero, conocido por las Termópilas. De un lado estaba el mar; del otro lado la falda escarpada de una montaña. Por allí tenían que pasar los persas en su marcha sobre Atenas. 109 -Termo, abuelita -dijo Pedrito- significa ... Aguas termales, aguas calientes. - Caliente. Termópilas quería decir pasaje caliente, porque de hecho había allí cerca unas fuentes de agua caliente. Pero los griegos consideraron que en lugar de esperar el ataque de los persas sería mucho mejor atacarlos al pasar las Termópilas, donde un hombre era capaz de hacer frente a muchos. Y Leónidas, rey de Esparta, fue elegido para defender el desfiladero. Leónidas era un espartano digno del nombre que llevaba, porque Leónidas quiere decir igual al león. Tomó el mando de siete mil soldados bien escogidos, entre ellos trescientos espartanos, de aquellos que habían aprendido a no rendirse ni a retroceder. Pero era una locura nunca vista afrontar al enemigo con sólo siete mil hombres. Cuando Jerjes advirtió que Leónidas ocupaba las Termópilas con aquel puñadito de hombres, se echó a reír y le intimó que se entregase. "Ven a buscarnos" fue la lacónica respuesta de Leónidas. En seguida trabáronse en lucha, y durante dos días los griegos mantuvieron sus posiciones, impidiendo el avance de los persas. Pero hubo traición. Alguien fue a contar a Jerjes que, en aquella montaña, había un paso secreto que daba a la retaguardia de Leónidas, de modo que si los persas entraban por allí los griegos serían sorprendidos por la espalda. 110 Cuando Leónidas supo que los persas habían descubierto el paso secreto y que se acercaban, comprendió que estaba todo perdido. Habló entonces a sus hombres. Les contó lo que pasaba; dijo que el que quisiera retirarse podía hacerlo y que el que quedase debía contar con la muerte. - ¿Y se retiraron muchos? -preguntó Pedrito, ansioso. - Seis mil. Quedaron sólo mil, entre ellos trescientos espartanos: "Recibimos orden de defender este paso y las órdenes no se discuten", fue la lacónica respuesta que dieron al general. Leónidas y esos mil hombres lucharon en las Termópilas hasta el fin, muriendo todos, uno tras otro. Después que los persas cruzaron el desfiladero, la ciudad de Atenas quedó en mala situación, porque nada podía evitar el ataque. Era absurdo resistir, tan grande era la desproporción entre los atacados y los atacantes. Los atenienses corrieron a consultar el oráculo de Delfos. El oráculo respondió que la ciudad de Atenas estaba condenada a ser destruida, pero que los atenienses serían salvados por murallas de madera. -¿Qué quería decir con eso? -preguntó Pedrito. -Esa misma pregunta se hicieron todos los atenienses. El oráculo hablaba siempre de un modo enigmático, que exigía una interpretación. Esta vez Temístocles tradujo a su manera la respuesta, diciendo 111 que las. murallas de madera significaban los navíos de la escuadra, e invitó al pueblo a abrigarse en los barcos anclados, en la bahía de Salamina. Los atenienses aceptaron la invitación; abandonaron la ciudad y subieron a bordo. Cuando los persas entraron en Atenas no vieron allí más que casas vacías. Les pusieron fuego y después se dirigieron a Salamina, donde la escuadra persa, ayudada por las fuerzas de tierra, iría a barrer de los mares las naves griegas. Para gozar de ese espectáculo, Jerjes mandó levantar un trono en lo alto de un cerro, desde donde abarcaba con la mirada toda la bahía. 112 La bahía de Salamina se asemejaba mucho al desfiladero de las Termópilas; era una faja de agua, o como un trozo de río -y esa semejanza dio a Temístocles una idea. Fingiéndose traidor, como aquel que en las Termópilas habla revelado el paso secreto, mandó decir a Jerjes que si la escuadra persa se dividiese en dos partes, quedando una en un extremo y 113 otra en el otro de la bahía, los griegos acorralados no podrían moverse. - Y Jerjes cayó en la trampa ... - Como un pato. Creyó en la nueva "traición" y dividió la escuadra en dos partes. Eso resultó magnífico para los griegos, que pudieron atacar con todas sus naves a cada mitad por separado y además, por medio de una hábil maniobra, hacer que las dos mitades de la escuadra persa chocasen con pérdida de muchas embarcaciones. El resultado final fue la derrota completa de los persas en el mar, viéndose obligado el ejército de tierra a retirarse a Persia por el camino más corto. - Me estoy figurando el ataque de rabia que tendría Jerjes en su trono en lo alto del cerro -dijo la niña. -¡Y yo, los saltos de alegría de Temístocles! dijo Pedrito. Ese jefe acertó en todos los puntos -hasta en descifrar el fallo misterioso del oráculo. ¡Era un pícaro! A consecuencia de la admiración del niño por el jefe griego, el ternero de la vaca mocha que había nacido aquella mañana, recibió el nombre de Temístocles y no el de Gaveta, como quería la muñeca. ¡Gaveta! Aquella Emilia tenía cada ocurrencia ... LA EDAD DE ORO 114 -Ya hablamos de las edades de Piedra y Bronce continuó doña María del Rosario. Vamos a ver ahora un poco de una verdadera Edad de Oro, o época en que el bienestar del pueblo trajo un gran florecimiento de las artes y de las ciencias. Después de terminada, de modo tan feliz, la guerra con Persia, los atenienses volvieron a Atenas y reconstruyeron las casas. Y como eran un pueblo de grandes dotes artísticas, aprovecharon la ocasión para hacer de Atenas la más bella ciudad del mundo. Todo les ayudó, todo concurrió a ello. -¿Quién era el jefe de Atenas en ese tiempo? -¡Oh! Atenas tenía un gran jefe llamado Pericles. Ese hombre no era rey, ni tirano, pero poseía tal inteligencia, hablaba tan bien, se mostraba un político tan hábil que los atenienses comenzaron a seguirle en todo -y durante muchos años Atenas fue en realidad gobernada por él. Pericles parece un capitán de un equipo de fútbol altamente querido por todos los jugadores a causa de sus muchas cualidades. Un capitán de ésos logra que el equipo realice prodigios -y que venza en todos los juegos. Así fue Pericles en Grecia. Surgieron por entonces grandes filósofos, grandes escritores, grandes poetas, grandes arquitectos, grandes de todas las categorías. 115 - Un momento, abuelita -dijo la niña. Oigo siempre hablar de filósofos hasta yo he empleado esa palabra; pero en verdad no sé bien lo que quiere decir. Para tía Anastasia filósofo es un sujeto de pantalones rotos, que anda distraído por la calle, tropezando con los cascotes. ¿Es eso?, -No, hija mía. La palabra "filósofo" quiere decir “amigo de la sabiduría”. Los filósofos son los que estudian todas las cosas integrándolas en la verdadera sabiduría. En esta época aparecieron en Grecia innumerables filósofos, de los más notables que ha producido el mundo. Hasta hoy tiene gran valor lo que los filósofos griegos enseñaron, porque es difícil que haya inteligencia más penetrante y clara que la suya. Al lado de los filósofos aparecieron grandes escritores, que compusieron piezas notables para el teatro. -¿El teatro griego era como el de hoy? -No. Los espectáculos se realizaban al aire libre, al pie de las faldas de un cerro, cuya inclinación servía de anfiteatro. Casi no había escenario, y en lugar de orquesta había un coro de cantores o recitadores. Los artistas empleaban máscaras cómicas o trágicas. Todavía hoy, en la ornamentación de nuestros teatros, vemos esculpidas esas máscaras, o caretas griegas. Atenas tomaba su nombre del nombre griego de Minerva -Atenea. Por ese motivo los atenienses resolvieron erigir a la diosa de la sabiduría un 116 monumento digno de ella en lo alto de una colina, el cual recibió el nombre de Partenón, o templo de la virgen. Recordad esta palabra, porque el Partenón es considerado como la más perfecta obra maestra de la arquitectura antigua. -¿Todavía está en pie, abuelita? -Desgraciadamente, no. Subsisten sus ruinas. Dentro del Partenón había una estatua de oro y marfil hecha por un escultor llamado Fidias, el cual tiene fama de ser el mayor escultor de la antigüedad. Esa estatua desapareció. Como estaba hecha de oro y de marfil, materiales muy valiosos, con seguridad que los ladrones la destruyeron para robarla. Fue una pérdida de la que jamás se consoló el mundo artístico. Fidias hizo todavía otras estatuas para adorno exterior del Partenón; muchas de ellas pueden verse hoy en ciertos museos de Europa, aunque bastante mutiladas, unas sin cabeza, otras sin brazos. Tan célebre llegó a ser Fidias con sus trabajos en el Partenón, que fue invitado a esculpir la famosísima estatua de Júpiter en Olimpia. Dicen sus contemporáneos que esa estatua era un prodigio de belleza. Y debía serlo, pues fue incluida en la lista de las Siete Maravillas del Mundo. A pesar de ser Fidias el mayor escultor de su época, murió en la prisión por un crimen que hoy nos hace reír. Imaginad que en el escudo de la estatua de Minerva 117 reprodujo, en una de las figuras de cierta escena, su propia cara, y en otra, la cara de su amigo Pericles. Pues eso bastó para que se le denunciara como sacrílego, para que se le juzgara y condenase a prisión y en la prisión murió, según cuenta el célebre Plutarco. -Hablando de escultura, abuelita, ayer leí una historia de columnas jónicas y corintias que no entendí. Explíqueme eso. -En los monumentos griegos había tres especies de columnas, la columna dórica, la columna jónica y la columna corintia. La columna dórica era la más simple; tenía en lo alto lo que llaman capitel, en forma de un ladrillo sobre los bordes de un plato hondo; y abajo, en la base, no tenía nada -se enclavaba directamente en tierra. La belleza de ese tipo de columna residía en su sencillez y en la idea de fuerza que daba. Por eso fue considerada como de estilo varonil. La segunda columna, la jónica, poseía una base sobre la cual se asentaba, y tenía en el capitel, en lugar del plato hondo cubierto con el ladrillo, volutas como las que adornan la caparazón de ciertos moluscos. Era considerada como de estilo femenino. El tercer estilo de columna era el corintio, el más lujoso, el más trabajado.- La columna corintia tenía el capitel lleno de adornos, como hojas de acanto y otros. -¿Acanto? ¿Qué es eso? 118 -Una planta de Grecia que se hizo célebre en las artes -una especie de serrana. Dicen que el capitel corintio fue creado del modo siguiente: un arquitecto que estaba dibujando columnas, pasó un día por el cementerio y vio sobre una tumba de niño algo que le impresionó. Los griegos tenían la costumbre de depositar sobre las tumbas de las criaturas cestas de juguetes en lugar de coronas de flores. En aquella había sido depositada desde hacía meses una cesta de juguetes cubierta por un ladrillo. Con el tiempo, nació una planta de acanto por allí, y desplegó sus hojas por entre los juguetes, formando una linda combinación. Tan linda era que el arquitecto se detuvo y copió el conjunto, para aplicarlo después al capitel de una columna que fue la corintia. -¡Qué interesante, abuelita! -exclamó Belén. Vea cómo una cosa empuja a la otra ... - Desgraciadamente, aquel glorioso periodo de la vida griega no duró mucho. Vino una peste horrible, que diezmó a los atenienees, no perdonando siquiera al propio Pericles. El gran hombre se dedicó en exceso a socorrer la ciudad -y recogió a tantos enfermos en su casa que también le atrapó la peste y se fue ... LOS GRIEGOS LUCHAN ENTRE SI 119 - ¡Qué pena, abuelita que esa desgracia viniese a echar a perder una época tan hermosa! - La peste no fue nada, hija mía, a pesar de la gran pérdida que causó con la muerte de Pericles. Mucho peor que la peste fue lo que vino después ... -¿Será posible que haya algo peor que la peste? -dijo asombrado Pedrito. -Lo hay, sí. La guerra es cien veces peor, sobre todo la guerra civil, esto es la guerra en la propia casa, entre los hijos del mismo país. En cuanto pasó el horror de la peste, vinieron los horrores de la guerra a echar a perder la hermosa Grecia de aquel tiempo. -¡Cuéntelo, cuéntelo! -pidieron los niños, y doña María del Rosario continuó: -La causa de la desgracia fueron los celos que comenzó a inspirar Atenas después de la victoria sobre los persas. Los espartanos tenían un gran orgullo por la superioridad de sus soldados, que realmente eran los primeros del mundo. Atenas, que también tenía excelentes soldados, después de la gran victoria de su escuadra en Salamina quedó, sin quererlo, superior a Esparta, pues poseía una escuadra poderosa y vencedora. La bella reconstrucción de la ciudad incendiada y el florecimiento de todas las artes no hacía que Esparta se mordiese los labios de envidia, porque los espartanos no atribuían gran importancia a la cultura. Pero la escuadra ateniense les causaba celos. 120 Esparta quedaba en el interior y por eso no podía tener escuadra, y como no podía tener escuadra no quería que la tuviese Atenas. Lo consideraba como un abuso. De ahí nació la guerra. -¿Pero no eran un mismo país Esparta y Atenas? -Lo eran y no lo eran. Ambas formaban parte de Grecia, pero cada cual se gobernaba como quería. Esparta estaba situada en un trozo de Grecia llamada Pe-lo-po-ne-so, y de ahí esa terrible lucha que entró en la historia con el nombre de Guerra del Peloponeso. ¿Y sabéis cuánto duró? -¡Dos minutos! -gritó desde el fondo de la sala Emilia, decididamente dispuesta a interrumpir. -Duró veintisiete años. -¡Qué horror, abuelita! ¡Veintisiete, años! Imagínese ... -Fue una lucha horrible, con ventaja tan pronto para un bando como para el otro; pero Esparta, que siempre quedaba en pie, acabó por ocupar a Atenas. Después de ello entró en lucha otra ciudad griega -Tebas que consiguió el milagro de vencer a la invencible Esparta. Los espartanos vieron con suma extrañeza fuerzas enemigas en su territorio, cosa que no había acontecido durante cinco siglos. Más tarde, cuando ya podáis leer alguna de las grandes historias del mundo, veréis todo lo que sucedió en esos veintisiete años de lucha. Por ahora basta 121 saber que la guerra del Peloponeso debilitó y empobreció a casi todas las ciudades griegas, poniendo fin a la importancia que Grecia tenía en el mundo. Durante ese tiempo vivía en Atenas un gran filósofo llamado Sócrates que es considerado uno de los sabios de la humanidad. Sócrates andaba por la ciudad enseñando al pueblo a pensar. Su sistema para lograrlo era hacer preguntas hasta llegar a que el discípulo por sí mismo hallara la respuesta exacta. A ese sistema quedó ligado su nombre. Se llama método socrático. Sócrates era muy feo; calvo, de nariz arremangada. Pero a pesar de que los atenienses eran muy amigos de la belleza, todos gustaban mucho de él, porque si no poseía la belleza física tenía en compensación todas las bellezas morales -y no hay bellezas que valgan más. Sócrates estaba casado con Xantipa, una verdadera furia. Xantipa jamás comprendió a su marido, a quien continuamente acusaba de vago, de indolente, de trasto inútil. "Este diablo pasa el tiempo hablando, hablando, y no aparece nunca en casa con dinero" -debía ser el sermón diario de esa señora. Un día lo injurió con tanta furia que Sócrates halló prudente retirarse. Cuando iba saliendo, Xantipa arrojó sobre él un balde de agua. El gran sabio murmuró apenas: "Después de los truenos viene siempre la lluvia" -y no dijo más. -¡Ah, si hubiese hecho eso conmigo! -exclamó Pedrito, arremangándose. 122 -¿Le pegarías con un palo, -no es verdad? -dijo doña María del Rosario. Pues sería un acto muy vulgar y rastrero. No hay negro ladino por ahí en el monte, que no haga lo mismo, justamente porque en lugar de pegar a Xantipa, Sócrates respondió de manera tan filosófica, es por lo que hoy hablamos de él. No seas nunca vulgar, Pedrito, y así acertarás. Sócrates no creía en los dioses griegos, aunque no dijese nada en público, porque los griegos no admitían que nadie juzgase o se apartase de la fe en tales dioses. Pero un hombre con la cabeza de Sócrates no podía tomar en serio al señor Júpiter, ni a la señora Venus, que se parecían más a hombres que al verdadero Dios y por eso, sin hablar mal de ellos, tampoco hablaba bien. Se callaba. Para él era como si no existiesen. Fue bastante para incurrir por eso en las iras del pueblo, siendo denunciado como enemigo de los dioses y corruptor de la juventud. Resultado: condena a muerte. 123 -¡Qué horror, abuelita! Ya estoy tomando odio a los griegos. Por una cosita nimia mataron a Fidias, que era el mayor escultor; ahora van a matar a Sócrates, ¡uno de los hombres más sabio! Esto es excesivo. Y con seguridad lo ahorcan ... -Felizmente no llegaron a esa monstruosidad. Le intimaron a beber una taza de cicuta, planta muy 124 venenosa. Sócrates obedeció -y murió de la muerte más bella, rodeado de sus queridos discípulos deshechos en lágrimas. Tenía entonces setenta años. La muerte de Sócrates fue uno de los episodios más conmovedores de la historia de la humanidad. Emilia declaró que iba a plantar cicuta en la huerta. -¿Para qué? -preguntó Belén. -Para no tener que ahorcar a Martín ... si algún día fuese condenado a muerte ... LA HABILIDAD DE MACEDONIA Al día siguiente doña María del Rosario habló de los niños que comienzan mirando un juego desde fuera y por fin se meten en él y terminan adueñándose de todo. Nadie quiere saber de él, pero el diablito da vueltas y más vueltas y acaba entrando en el juego, derrotando a los otros y transformándose en jefe. Fue lo que ocurrió en Grecia. Mientras Atenas, Esparta y otras ciudades griegas se debatían en aquel terrible juego de la guerra, un señor Filipo, rey de Macedonia, espiaba por encima del muro, esperando la ocasión para entrar en el juego. Filipo vio que Atenas y Esparta estaban exhaustas de la lucha, a punto de no poder apenas sostenerse; por tanto, si saltase la pared y entrase en el juego, el que quedaría dueño de la 125 situación sería él. Ser rey de Grecia constituía su sueño. Y como los griegos odiaban a los persas por causa del incendio de Atenas, el habilísimo Filipo resolvió entrar por ese camino. -Vuestros antepasados -dijo a los griegos- hicieron retroceder a los persas; pero los persas volvieron a sus tierras muy llenos de vida y nunca fueron castigados por el mal causado a Grecia. ¿Por qué no tomáis venganza? ¿Por qué no organizáis una buena guerra contra ellos, no sólo para castigarlos, sino también para arrancarles los grandes tesoros que poseen? Y después agregó un pequeño final que era donde estaba el gato encerrado, esto es -donde estaba oculta la idea secreta de Filipo: -Y yo, que soy un gran guerrero, como sabéis, me uniré con vosotros para ayudaros. Nadie pareció descubrir lo que había dentro de la cabeza de Filipo, con excepción de un ateniense llamado Demóstenes. -¿No es el de las piedrecitas, abuelita? -Sí, el mismo. Cuando era niño, Demóstenes reveló una gran vocación para orador, aunque un defecto de nacimiento le estuviese diciendo a cada paso: "Serás todo lo que quieras, menos orador". -Querer ser orador un tartamudo es lo mismo que querer ser pintor un ciego, dijo Pedrito. 126 -Pues Demóstenes metió piedrecitas en la boca y acabó con la tartamudez y resultó el más famoso orador de la humanidad. Todavía hoy, cuando la gente quiere decir que un fulano de tal es gran orador, dice: ¡Es un Demóstenes! ¿No os recordáis de aquella fiestecita en la finca del compadre Teodoro, en ocasión del casamiento de Miloca? ¿Cómo empezó Manolo Jarabe su brindis a los novios? -Yo me acuerdo, abuelita gritó Pedrito-, y hasta escribí la frase, pues la hallé muy bonita. Fue así: "En este momento solemne en que levanto mi débil voz para saludar a los contrayentes, quisiera tener la elocuencia de un Demóstenes, para, etc., y así por el estilo". Sonaron aplausos. Al regreso, usted nos explicó lo que quería decir contrayentes. Lo recuerdo muy bien. -Eso es. Demóstenes fue un orador tan famoso que hasta el Manolo Jarabe lo recuerda en este rincón del fin del mundo donde habitamos. Demóstenes quiso acabar con la tartamudez. Para eso iba diariamente a un lugar de la playa donde las olas se rompían en las rocas con gran estruendo. Allí se ponía a hacer discursos con varias piedrecitas en la boca. -¿Para qué las piedrecitas? -Para aumentar la dificultad al hablar. Comprendéis que obstaculizado con las piedrecitas era más difícil todavía para aquel tartamudo hacer discursos en medio del estruendo de las olas. Pero insistió, insistió hasta 127 que venció el defecto de nacimiento sumado a la dificultad de las piedrecitas y hablando en alta voz acabó por dominar el estruendo del mar. Las olas furiosas eran el público para él- un público insolente que quería impedir que su voz fuese oída. Demóstenes venció la tartamudez a fuerza de ejercicio y fue aumentando el tono de su voz hasta vencer también el rumor de las olas. Más tarde, cuando en lugar de las olas tuvo delante suyo multitudes humanas, Demóstenes fue el rey de los oradores. El que lo escuchaba quedaba conquistado por su elocuencia hasta el punto de reír o de llorar, según el deseo del orador. Pues bien, ese Demóstenes percibió las intenciones ocultas de Filipo con aquella cuestión de la venganza contra los persas. "Lo que él quiere es adueñarse de Grecia y convertirse en su rey", pensó para si, y desde ese momento empleó toda la fuerza de su elocuencia contra el hábil Filipo. Pronunció contra él doce discursos que se llaman Filípicas. Cuando un orador cualquiera pronuncia hoy un discurso violento contra alguien, todos dicen: Es una filípica. 128 Cuando oían los griegos una arenga de Demóstenes quedaban con odio contra Filipo; pero después se iban olvidando y se dejaban llevar de nuevo por los proyectos del tenaz rey de Macedonia. Al fin, Filipo venció. Acabó según su deseo, siendo rey de Grecia; pero no pudo realizar su plan de guerra contra los persas porque murió asesinado por uno de sus generales. -Eso quiere decir, abuelita, que, aunque la elocuencia valga mucho, la habilidad vale más todavía- observó el niño. -En verdad, hijo mío. El que lee la historia de los hombres ve que la habilidad acaba por vencer casi siempre. Vence hasta a la fuerza bruta. Filipo tenía un hijo llamado Alejandro, de veinte años de edad, en esa época, que pasó a ser rey de Macedonia 129 y de Grecia y realizó los planes grandiosos forjados por el padre. Era un muchacho extraordinario, con todos los dones de la inteligencia y de la belleza. Cuando era todavía un muchacho, le ocurrió un caso famoso cierta vez que asistía a unos ejercicios de equitación. ¿Sabéis qué es equitación? -¡Yo lo sé! -gritó Emilia, que había estado quieta una porción de tiempo. Equitación es cosa de caballo. Andar a caballo, montar a caballo, caer del caballo, tirar del rabo al caballo, dar maíz al caballo, peinar las crines del caballo ... - Basta, que ya perdiste el rumbo -dijo doña María del Rosario. Se llama equitación al arte de montar a caballo, solamente a eso. Tirar del rabo del caballo no es equitación -es una travesura peligrosa. Asistía Alejandro a aquellas pruebas y advirtió que ninguno de los presentes lograba montar un corcel muy brioso. El animal parecía asustadizo y daba tales saltos y corcovos que nadie podía afirmarse en la silla. Al ver que el caballo se asustaba de su propia sombra, Alejandro dijo al padre: "Papá, ¿me das licencia para montar ese animal?" El rey Filipo halló gracioso el pedido y se rió con gusto. "¡Qué absurdo, hijo mío! ¿No ves que veteranos caballeros, jinetes de primer orden, no consiguen domarlo?" "Pues yo lo conseguiré" -afirmó el muchacho. El padre, siempre riéndose, dio permiso al muchacho, y Alejandro, dirigiéndose al caballo, lo colocó 130 de modo que quedase frente al sol y, por lo tanto, sin ver su propia sombra. Inmediatamente sosegóse el caballo y se dejó montar. Tan contento quedó Filipo con la habilidad del hijo que le dio como premio el caballo. Se llamaba Bucéfalo. Ese famoso corcel fue por mucho tiempo la cabalgadura predilecta de Alejandro; cuando murió tuvo una estatua, y además varias ciudades fueron bautizadas con su nombre. 131 -¡Qué pícaro, ese Alejandro! - Habilísimo. Alejandro tuvo en su favor algo que tal vez explique todo lo que hizo de importante en la vida; fue discípulo de Aristóteles, uno de los mayores maestros que ha tenido hasta hoy la humanidad. - ¿La humanidad,, abuelita? ¿No será eso demasiado? -observó Pedrito con gesto de duda. - No es demasiado, no. Ese Aristóteles escribió una porción de libros importantísimos sobre todas las cosas -sobre los astros . . . - ¡Astronomía! -gritó Pedrito. - ... sobre los animales ... - ¡Zoología! - ... sobre las plantas . . . -¡Botánica! - ... sobre política y sobre el espíritu, las ideas, la inteligencia, etc. ¿Cómo se llama esta ciencia, sabiecito? Pedrito quedó perplejo. - ¡Cabezología! exclamó desde el rincón la muñeca. - Psicología -corrigió doña María del Rosario-, estudio del alma, o del espíritu. Sobre todos estos asuntos escribió Aristóteles, y tan bien que durante muchos siglos... ¿Siglos, abuelita? ... -Siglos, sí. Desde el año 384 antes de Cristo, fecha de su nacimiento, hasta hoy, han pasado 2380 años, o más de veintitrés siglos. En todo ese tiempo las obras 132 de ese famoso profesor enseñaron la ciencia a los hombres. Ese famosísimo profesor fue alumno de otro maestro de igual fama, llamado Platón, y ese Platón fue discípulo de aquel Sócrates que tuvo que beber la cicuta. De modo que los tres hombres que prestaron mayores servicios a la humanidad en la edad Antigua, como maestros de la filosofía fueron... Vamos, Belén, cuáles fueron ... - Sócrates, Platón y Aristóteles. -Muy bien. Cuando seáis mayores, no dejéis de leer algunas de sus obras. Quedaréis admirados del vigor de la inteligencia de los tres filósofos griegos. ALEJANDRO EL GRANDE -¿Qué te gustaría ser cuando tengas veinte años, Pedrito? -preguntó doña María del Rosario. El niño quedó perplejo. Quería ser tantas cosas ... -Pues a los veinte años nuestro Alejandro era ya rey. -¡No es ningún milagro! exclamó Pedrito. Yo también podría ser rey a los veinte años si hubiese nacido hijo de rey. -Sí, no tiene importancia ser rey a los veinte años cuando la gente nace en un trono. Pero lo que ese reyezuelo hizo a los veinte años es asombroso. A pesar 133 de ser rey de dos países, Macedonia y Grecia, no se quedó satisfecho. Alejandro quería ser rey del mundo. Para ello dio realidad a aquellos planes de conquistar a Persia, haciéndole pagar la guerra que Darío impuso a los griegos ciento cincuenta años antes. Y la conquistó. Alejandro reunió un excelente ejército, atravesó el Helesponto y penetró en Asia, sin que los persas consiguiesen cerrarle el camino. Alejandro salía triunfante en todas las batallas. En su continuo avance, pasó por una ciudad donde había un templo célebre. ¿Sabéis por qué? Por causa de un nudo. - ¿De un nudo? ¡Qué gracioso! -exclamó Belén. Un nudo ciego, tal vez. - un nudo que no podía ser desatado. Era el célebre nudo de Gordio, del cual un oráculo había dicho que el que lo desatase conquistaría a Persia. Cuando Alejandro conoció el caso, fue a examinar el nudo e inmediatamente vio que era imposible que se le pudiera desatar. Sacó entonces la espada y cortó el nudo por la mitad, de un golpe ... - ¡Ah! -exclamó Pedrito. Sólo ahora comprendo que las personas que resuelven de pronto una situación intrincada dicen: ¡Corté el nudo gordiano! - Pues es así. Empleamos esa expresión por causa de lo que Alejandro hizo hace veintitrés siglos. Pero nuestro Alejandro, que no era amigo de bromas, realizó 134 la predicción del oráculo: conquistó a Persia. De allí fue a Egipto, que pertenecía a Persia, y también lo conquistó. Para conmemorar esta victoria dio a una ciudad cerca de la desembocadura del Nilo un nombre derivado del suyo -Alejandría. En esa ciudad, que habría de convertirse en una de las más importantes del mundo, se fundó la más célebre biblioteca de los tiempos antiguos. - ¿Cómo eran esos libros, abuelita? -quiso saber la niña. - Estaban escritos a mano, en tiras de papiro remendadas, formando rollos, como los rollos para empapelar paredes. Esa biblioteca fue acumulando todo lo que la humanidad había escrito hasta aquella fecha y llegó a tener medio millón de obras. Si siglos después no hubiese sido incendiada por el sultán Omar, sería hoy la más preciosa e importante biblioteca del mundo. 135 - ¿Por qué destruyó ese indecentísimo Omar una cosa tan preciosa, abuelita? -preguntó el niño indignado. - Porque era adepto de la religión de Mahoma y como el libro sagrado de esta religión es el Corán sostenía muy equivocadamente: “O los libros divinos dicen lo mismo que el Corán y en ese caso son inútiles, o dicen lo contrario, y entonces deben ser destruidos”. Y ordenó fuese incendiada la biblioteca. 136 - ¿No es allí donde había un faro? - Sí. En esa ciudad de Alejandría fue levantado un monumento notabilísimo que figuró entre las siete maravillas del mundo. Un faro, un faro gigantesco cuya luz alcanzaba a muchos kilómetros. Se levantaba en la isla de Faros -de ahí vino la palabra faro. Era una torre de más de treinta pisos, algo colosal en aquella época de construcciones de uno y de dos pisos apenas. Pero Alejandro no se quedó allí en espera de que la biblioteca se llenase de libros y la torre de Faros se elevase al piso trigésimo. Dio orden para que todo se hiciese y marchó adelante. Alejandro no podía estar quieto. Ardía por conquistar nuevas tierras, por ver nuevas caras, nuevas cosas -y se olvidó por completo de su Macedonia. En lugar de regresar a ella, al menos para curar la nostalgia, marchó hacia adelante y fue conquistando todos los países que encontró hasta la India. -¡Qué hombre "más que los otros" era Alejandro, abuelita - Realmente. Alejandro es único y tenía el diablo en el cuerpo. No podía detenerse. Comenzó a ser rey a los veinte años y desde allí hasta la muerte nunca asentó en lugar alguno. Murió a los treinta y tres apenas -la edad de Cristo- y era ya llamado Alejandro el Grande. Se había adueñado de todo el mundo -al menos de todo el mundo entonces conocido y habitado por pueblos 137 civilizados. Sólo no se acordó de Italia o no tuvo tiempo de conquistarla. Pero entonces Italia no era más que una cantidad de ciudades poco pobladas y sin mayor importancia. Cuando Alejandro vio que ya no quedaba nadie a quien valiese la pena vencer, se dice que lloró... -Y como no habría más mundo para conquistar resolvió morir, ¿no es así? -Más o menos. No viendo enemigos en frente contra los cuales poder lanzar su ejército, Alejandro resolvió volver a Grecia; pero con mucha calma, lentamente, deteniéndose por el camino para gozar de la vida en festejos. Y así llegó a la ciudad de Babilonia, que no era ya ni la sombra de lo que había sido en tiempo de la grandeza de los sirios. Allí murió repentinamente durante un banquete, en el año 323 antes de Cristo. Este Alejandro debe mucho de lo que fue al gran Aristóteles. Fue Aristóteles el que le enseñó a ser un gran hombre. En sus conquistas otorgaba grandes beneficios a los pueblos dominados. Les enseñaba la lengua griega, de manera que pudiesen cultivar el espíritu leyendo los únicos libros de valor que existían en la época, los libros griegos; les enseñaba los deportes atléticos practicados en Olimpia; les enseñaba las artes -la pintura, la escultura, la música-. Su preocupación era mejorar la cultura de los vencidos. Podemos decir incluso, que con sus libros no enseñó 138 nadie tanto a los hombres como Aristóteles y que con su espada nadie enseñó tanto a los pueblos como su discípulo Alejandro. Alejandro se casó con una muchacha persa de gran belleza, llamada Roxana, y murió antes de nacer su único hijo, de modo que la jefatura del imperio pasó a sus generales. - ¿A cuáles? - Que gobierne el más capaz -habla sido la recomendación de Alejandro-. "Combatan entre sí y vean cuál es el más fuerte. Ese será mi sucesor". Los generales lucharon entre sí, y resultó un empate entre cuatro de ellos. El imperio fue entonces dividido en cuatro partes, correspondiendo una a cada vencedor. De esos generales sólo uno tenía las cualidades que un jefe o rey debe tener: se llamaba Ptolomeo. Gobernó Egipto con el nombre de Ptolomeo I y gobernó bien, formando una dinastía, esto es, haciendo que sus hijos gobernasen después de él. Los otros generales no supieron conservar los reinos recibidos, de modo que después de algunos años no quedaba nada del gran imperio de Alejandro. -Lo mismo que un globito de goma que la gente infla, infla e infla hasta que ¡paf! estalla y no queda nada de él -observó Pedrito filosóficamente. 139 UN NUEVO CAMPEÓN - La vida entre los pueblos antiguos -continuó doña María del Rosario- era eso que estáis viendo: la conquista del uno por el otro. Como en los deportes de hoy, cuando diversos clubes atléticos disputan un campeonato. El campeón es uno solo por vez; pero no le dura toda la vida, pues aparece luego un nuevo luchador que lo derrota y queda a su vez como campeón. Vamos a ver, Pedrito si recuerdas el nombre de los grandes campeones antiguos, los campeones del imperialismo, como dicen los sabios. - El primero fue Nínive, pero vino Babilonia y lo conquistó. Después apareció Persia y derrotó a Babilonia. Después vino Macedonia, con Alejandro como capitán del equipo, y los derrotó a todos. ¿No fue así? -Perfectamente. El orden de los campeones es ése. Pero mientras Alejandro marchaba de conquista en conquista, siempre hacia el lado por donde nace el sol ... - ¡El Oriente! -interrumpió Pedrito. - El Oriente, si -confirmó doña María del Rosario. Mientras estaba conquistando el Oriente (y si no conquistó más fue porque en la India sus soldados se negaron a proseguir), cerca de Macedonia se iba formando un nuevo campeón sin que los otros pueblos lo sospechasen: Roma. En tiempo de Alejandro esa futura dueña del mundo era todavía tan humilde que no la 140 alcanzó a ver. Roma sólo se cuidaba de sobrevivir, -esto es, de impedir que los pueblos vecinos terminasen con ella. No atacaba a ninguno, solo se defendía. Por fin tomó fuerzas y en lugar de defenderse únicamente, pasó a atacar. Y atacó y venció, y se convirtió en dueña de todas las otras ciudades de la bota italiana. Iba camino de llegar a ser campeona del mundo. El primer enemigo fuerte que vio cerca de sí fue la ciudad de Cartago, en la costa del Mediterráneo, bien enfrente de Sicilia. - ¿Esa isla no es una en la cual la punta de la bota italiana da el puntapié? -preguntó la niña. - Lo es, sí -confirmó doña María del Rosario. La ciudad de Cartago había sido fundada por los fenicios muchos años antes, y se volvió riquísima y poderosa, dueña de una gran escuadra mercante que recorría todas las ciudades del. Mediterráneo, repitiendo así lo que habían hecho las viejas ciudades de Tiro y de Sidón. No convenía a Cartago el crecimiento de Roma, y Roma tenía celos de las riquezas del comercio de Cartago; de ahí las preocupaciones de los romanos para tener un pretexto de ataque. Cuando uno no quiere, dos no riñen -dice el provebio. Pero en aquel caso los dos pueblos estaban con ganas de reñir, de modo que Roma no tuvo mucha dificultad en descubrir un pretexto y la guerra comenzó, o más bien, las guerras, porque entre 141 Roma y Cartago hubo tres guerras, conocidas en la historia como guerras púnicas. -¿Por qué púnicas, abuelita? -Porque los cartagineses eran descendientes de los fenicios y la Fenicia tenía también el nombre de Punic. Pero Cartago estaba al otro lado del Mediterráneo, de modo que sin naves Roma no podía atacarla. Ahora bien, los romanos no tenían escuadra, ni sabían nada del arte de construir navíos. ¿Cómo hacer? El azar vino en ayuda de Roma. Un navío de Cartago naufragó en las costas de Italia y pudo ser llevado a tierra, donde sirvió de modelo para la construcción de la escuadra romana. En poco tiempo se hizo la primera nave, y después otra, y finalmente toda una flota de ciento veinte unidades. Roma quedó así en condiciones de enfrentar a Cartago, y le hizo frente. La táctica de la escuadra cartaginesa consistía en avanzar hacia el enemigo y hundir sus barcos, estando muy adiestrados para ello sus marineros; los romanos no poseían ninguna experiencia de ese arte. La fuerza de los romanos sólo se mostraba en la lucha cuerpo a cuerpo, en campo abierto. ¿Pero cómo obligar a Cartago a luchar con ellos en campo abierto? Tuvieron una idea. Inventaron un sistema de grandes ganchos, que llamaban cuervos, para ese fin; cuando un navío romano se acercaba a un navío enemigo, en lugar de hundirlo lo sujetaba con los cuervos, de modo que no 142 se pudiese separar. Luego abordaban el barco enemigo para la lucha cuerpo a cuerpo, en la que eran maestros. El sistema del cuervo dio magnífico resultado. La escuadra de Cartago fue destruida por la escuadra romana bajo el mando de Duilio. Esto ocurrió, en Miles, en el año 261 antes de Cristo. Pero esa primera guerra de Roma con Cartago, aunque ganada por Roma, no quedó del todo bien ganada, porque Cartago estaba todavía en pie y podría reponerse para incomodar a Roma de nuevo. -¡Bien hecho! -dijo Belén. ¡Me gusta que los romanos derroten a esos monstruos ... EL PUNTAPIÉ DE LA BOTA - Pero los cartagineses se rehicieron del primer desastre -continuó doña María del Rosario-, y se prepararon para el desquite. Vieron que era inútil atacar a Roma de frente. ¿Y por detrás? ¿No daría mejor resultado un ataque por el fondo? Y nació la idea de invadir a Italia por el lado de los Alpes. Sabéis que Italia forma una gran península separada del resto de Europa por las altas montañas de los Alpes, siempre cubiertas de nieve. Por allí no esperaban nunca los romanos que entrase un enemigo, porque el cruce de las montañas era muy difícil para viajeros, y con más razón 143 para un ejército que deba conducir un enorme bagaje. Pero a pesar de todas las dificultades, los cartagineses entraron por los Alpes -¡Qué pícaros! -Para ello tuvieron que conquistar primeramente a España, a fin de abrir camino libre hacia los Alpes. Cartago poseía por ese tiempo un gran general llamado Aníbal, que fue durante algunos años la mayor amenaza que tuvo Roma en toda su vida. Fue Aníbal el que realizó el prodigio de cruzar los Alpes al frente de un ejército de 50.000 hombres, con el cual marchó sobre Roma. Aníbal salió vencedor en todos los encuentros; el más importante tuvo lugar en Cannas, donde los romanos, en número de 80.000, fueron derrotados por los 50.000 de Aníbal, con pérdida de 70.000 hombres. Pero después de la victoria parece que Aníbal se equivocó; en lugar de marchar inmediatamente contra la ciudad de Roma y sitiarla, fue a acampar en Capua, que quedaba cerca, y allí perdió un tiempo preciosísimo esperando que le enviasen desde Cartago más soldados de refuerzo. Cartago no mandó nada, ni podía mandar nada, porque Roma, viéndose batida por Aníbal por la retaguardia, tuvo la idea de no quedar sólo a la defensiva, sino que se dispuso a atacar también. Roma atacó a Cartago con la 144 escuadra y ocupó a España, cortando así la retirada del ejército de Aníbal. El que mandaba las fuerzas romanas era un gran general, Escipión, que recibió después el sobrenombre de Africano. Escipión el Africano ocupó España y cerró el camino por donde había ido Aníbal. Luego se dirigió al África para atacar a la ciudad de Cartago. Esta táctica cambió el aspecto de los acontecimientos y transformó los desastres de Roma en victoria. Aníbal tuvo que regresar para defender a su patria amenazada, y cuando las fuerzas de Escipión se aproximaron, tuvo que enfrentarlas en un lugar llamado Zama, donde fue derrotado. Terminó así la segunda guerra púnica, con la victoria de los romanos por segunda vez. - Era un juego de fútbol, abuelita. En el primer tiempo, Roma venció por uno a cero. En el segundo tiempo Roma hizo un gol más, ganando el partido por dos a cero. - No lo ganó todavía. Ese juego entre romanos y cartagineses no se dividió en dos tiempos, sino en tres, porque hubo una tercera y última guerra púnica. -Quiere decir que el resultado final iba a ser de tres a cero -pensó el niño, que era goleador en el equipo de su escuela. -Exactamente. Los romanos vencieron en la segunda guerra púnica, tomaron la escuadra a los cartagineses y 145 les impusieron pesadísimos tributos. Pero como la primera vez habían hecho lo mismo y a pesar de todo Cartago renació todavía más fuerte, hasta el punto de ir a atacar a Roma por el fondo de la huerta, los romanos resolvieron destruir para siempre ese terrible enemigo. Y sin causa alguna, a no ser unas mentiras que ellos mismos inventaron, invadieron por tercera vez el territorio de Cartago. "¿Qué es lo que queréis al fin?" -preguntaron las cartagineses desesperados. "Que os marchéis al interior, a un mínimo de quince kilómetros de la costa" -respondieron los romanos. Eso habría sido el fin de todo. Quedarían sin mar para ejercer el comercio, sin medios para comunicarse con el resto del mundo, sin nada. "¡Antes la muerte!" replicaron. Y tuvieron la muerte. Por grande que fuese el heroísmo con que se defendió Cartago, fue vencida. Cuando la tomó Escipión, apenas fueron hallados allí 50.000 habitantes de los 600.000 que constituían la población antes del ataque. Cartago fue incendiada y arrasada; el terreno fue arado y recubierto de sal para que ni la hierba naciese. El trabajo de destrucción fue hecho tan a fondo que hasta hoy los arqueólogos discuten sobre el lugar exacto donde se levantaba Cartago. -¡Bien hecho! -exclamó Belén. Fue lo que merecía por las hogueras para niños. 146 EL NUEVO CAMPEÓN -Imaginad -continuó doña María del Rosario- el orgullo de los romanos después de eso. ¡Eran los campeones del mundo, los dueños! Ser ciudadano romano era, además de un gran honor, una garantía. Nadie les podía hacer frente. Roma resolvió entonces continuar el camino de las conquistas. Roma era ya dueña de España y del Norte de África, con excepción de Egipto. Los romanos tenían mucho espíritu práctico. Eran distintos de los griegos. Preferían dedicarse a las cosas prácticas para sus planes de adueñarse del mundo. Como para ello era necesario un servicio rápido de comunicaciones, trataron de abrir caminos en todas las direcciones, de modo que sus ejércitos pudiesen llegar con rapidez a cualquier punto que conviniese. Los caminos de los romanos no eran simples caminos de tierra, intransitables durante las lluvias. Eran caminos de piedra, bien construidos, tan buenos que muchos existen todavía, a pesar de haber sido hechos hace dos mil años. Y tantas y tantas leguas de caminos construyeron que hasta hoy se emplea mucho la expresión común: "Todos los caminos llevan a Roma". Decimos así porque 147 entonces todos los caminos iban a parar realmente a Roma. Y no sólo demostraron en eso espíritu práctico, sino en otras mil cosas. Con el agua, por ejemplo. En todas partes la costumbre era la misma: llevar el agua del río o de la fuente a la casa. Los romanos fueron los primeros que hicieron llegar el agua a las ciudades por medio de canalizaciones. El sistema de utilizar el agua del río más próximo era malo, porque el pueblo se veía forzado a beber aguas insalubres, impuras, contaminadas por gérmenes. Los romanos sólo bebían agua pura. Para tenerla, construían canales de piedra y la iban a buscar a veces muy lejos de la ciudad, a leguas de distancia. Hoy esas canalizaciones se hacen con caños. Los romanos las hacían de piedra y cemento, con el nombre de acueductos, o conductores de agua. Cuando el acueducto tenía que atravesar un valle, o un río se construía un puente con arcos de piedra para sostenerlo. Otra novedad de los romanos fue la construcción de desagües. Antes de ellos ninguna ciudad poseía una canalización especial para desagüe. Basuras y agua sucia eran arrojados a la calle, a la puerta del vecino. ¡Es de imaginar la suciedad de las grandes ciudades antiguas, Nínive, Babilonia, etc.! 148 Los romanos poseían gran espíritu práctico. Y lo demostraron también en las leyes, esto es reglas que todos deben obedecer. Ciertas leyes romanas eran tan buenas y tan sabias que con pequeños cambios están todavía en vigor en los países civilizados. -¿Y de qué vivían los romanos, abuelita? -De las tasas o impuestos que cobraban a los vencidos. Todas las ciudades tenían que pagarles tributo, de modo que Roma se convirtió en la ciudad más rica del mundo. Ese dinero era empleado en la construcción de monumentos, templos, baños públicos, anfiteatros, fiestas y en el sostenimiento del pueblo. -¿Cómo eran esos anfiteatros? -Como los estadios de hoy, los campos de fútbol, con asientos de piedra. En lugar de fútbol y de otros juegos modernos, ellos tenían las carreras de carros y las luchas de los gladiadores entre sí y con las fieras. Los carros de la carrera eran de dos ruedas, arrastrados por dos o cuatro caballos, que el auriga guiaba a pie. -Qué pena que ya no haya lucha de gladiadores! exclamó Pedrito, que había visto un grabado al respecto. -¡No digas eso, hijo mío! Sería horroroso para nuestra sensibilidad de hoy -dijo doña María del Rosario. Los gladiadores no pasaban de ser pobres esclavos, hombres fuertes, escogidos entre los 149 prisioneros de guerra que los romanos hacían luchar entre sí, o con las fieras, para espectáculo del pueblo. Los pobres, por lo general, luchaban en la arena hasta la muerte. -¿Por lo general? ¿Quiere decir que a veces escapaban? -Sí, a veces escapaban a ese destino. Si durante la lucha uno de ellos, por cualquier motivo, caía en gracia a los espectadores, estaba salvado. El público alzaba el brazo con el pulgar hacia arriba. Eso quería decir que el pueblo romano le concedía la vida. De modo que cuando la lucha llegaba al fin, el vencedor mantenía al vencido a sus pies, en espera de que el pueblo decidiese si debía matarlo o no. Si millares de brazos se extendían con el pulgar en alto, era señal u orden de no matar; si el pulgar era vuelto hacia abajo, era la muerte. Roma se enriqueció mucho con lo que quitaban a los pueblos vencidos. Pero las riquezas robadas así acaban haciendo más mal que bien. Entre los propios romanos comenzaron a surgir protestas. Es célebre el caso de los hermanos Gracos, que sacrificaron hasta la vida para que los pobres tuviesen un poco más de lo que tenían. Eran nietos del gran Escipión el Africano, que destruyó a Cartago. Su madre se llamaba Cornelia. Se cuenta que un día, cuando todavía eran niños, Cornelia recibió la visita de una orgullosa dama que, después de mostrarle todas las joyas preciosas que llevaba encima, 150 quiso ver las de Cornelia. Cornelia llamó a sus dos hijitos, Tiberio y Cayo, y los presentó a la dama vanidosa diciendo: -"He aquí mis joyas". - Apuesto a que abuelita haría lo mismo -dijo Belénsi alguien le preguntase por sus joyas. - Claro está, hija mía. Vosotros sois mis joyas. -¿Y yo? -reclamó Emilia. - Tú no eres nieta de abuelita. -dijo Belén. No eres joya alguna. Emilia sacó la lengua a Belén. ¡ahn, ahn! ... 151 -¡Sí, pues! Emilia es mi joya número 3. Y Martín es la número 4 ... Emilia sacó al lengua a Belén. ¡ahn, ahn! ... Doña María del Rosario continuó: -Los dos Gracos fueron las joyas de su madre Cornelia, y después de crecidos se convirtieron en las joyas del pueblo romano. Ambos lucharon sin tregua para cambiar la horrible situación de la plebe. Querían mejorar la suerte de los pobres, pero lo más que consiguieron fue terminar asesinados... CESAR Y BRUTO -En el año 100 antes de Cristo -continuó doña María del Rosario al día siguiente- nació en Roma un niño a quien el destino reservaba un gran papel en el mundo. Se llamó Julio César. Muy joven aún, en la lucha contra los piratas, mostró ya lo que valía. - ¿Qué piratas eran, abuelita? -preguntó Pedrito. - Los piratas del Mediterráneo. Después que Roma se hizo dueña del mundo y obligó a todos los pueblos a pagarle tributos, el Mediterráneo se llenó de naves que acudían de todas partes cargadas de riquezas. Eso despertó la codicia de los ladrones y el mar se cubrió de piratas. Contra ellos fue enviado el joven Julio César. 152 El triunfo, sin embargo, le salió al revés. En lugar de aprisionar a los piratas, los piratas le aprisionaron a él, exigiendo en seguida el pago de enorme suma para su rescate. César no se intimidó. Aunque sabía que tenía la vida en manos de aquellos bandidos, declaró que si fuese libertado volvería de nuevo a combatirles y los capturaría a todos y los castigaría uno por uno. Los piratas no tomaron en serio la amenaza, y cuando llegó el dinero del rescate le devolvieron la libertad. "Dejémosle -debieron decirse. Ya conoció nuestra fuerza y no se meterá en otra". Pero se equivocaron, porque César cumplió lo prometido. En cuanto se encontró de nuevo en Roma, organizó una buena escuadra y salió a dar caza a los ladrones, consiguiendo capturarlos a todos y llevarlos a tierra, donde fueron crucificados. Su lucha contra los piratas le dio fama, porque fue bien dirigida y con inteligencia. Los romanos vieron que había en él pasta para un gran general. Por entonces en las regiones más apartadas del Imperio romano ... 153 - ¿Qué imperio es ése, abuelita? -interrumpió el niño. Es la primera vez que pronuncias esa palabra. - Imperio romano se llamaba al conjunto de todos los países que habían sido dominados por los romanos y les pagaban tributos. Siempre había en alguna de las partes del Imperio romano revueltas para la reconquista de la libertad, de modo que era preciso mantener ejércitos para mantenerlos sometidos. Por aquel tiempo la revuelta contra los romanos estaba encendida en España y en las Galias, que era el país donde iba a nacer 154 la Francia de hoy. César se vio elegido para hacer con esos pueblos lo que había hecho con los piratas. Fue y los dominó por completo. Sobre tales campañas escribió una obra preciosa llamada Comentarios, todavía usada hoy para el estudio en las clases de latín. - ¿Por qué se llamaba latín a la lengua de los romanos abuelita? - Porque Roma habla sido fundada en una parte de Italia que se llamaba Lacio o Latium, como ellos decían. Después de someter a España y a las Galias, César se embarcó con su ejército para las islas Británicas, que también conquistó. César se había hecho notable por el modo de conducir la guerra, y también por la manera inteligente como gobernaba a los vencidos. Además, era adorado por las tropas. Tales ventajas despertaron los celos de su amigo Pompeyo. - ¿Quién era éste? - Un general romano, enviado hacia Oriente a hacer lo que César hacía en Occidente. César tuvo la suerte de hacer más, de conquistar más países, de volverse más famoso y Pompeyo se roía las uñas de envidia. Cuando César, después de someter las islas Británicas, volvía a las Galias, Pompeyo fue al Senado a convencer a los senadores que era preciso destituirle de aquel mando. El Senado ordenó a César que dejase el mando 155 de las tropas y volviese. César desconfió de la orden. Reflexionó mucho. Por fin resolvió obedecer en parte. Iría, sí, a Roma a discutir su caso con los senadores, pero al frente del ejército. - ¡Sí, señora! ¡Eso es lo que se llama un valiente precavido! -dijo Pedrito. - Muy bien. Resuelto así, César tomó el camino de Roma, siempre al frente de su ejército. Días después llegó a las orillas del Rubicón, un pequeño río en la frontera de Italia. Estaba prohibido a todo general atravesar ese riachuelo al frente de sus ejércitos, para evitar que entrase a Roma muy poderoso e impusiese allí su voluntad o se convirtiese en rey. Al llegar al Rubicón César se detuvo por algún tiempo, reflexionando. Después se resolvió y dijo: Alea jacta est, que significa: la suerte está echada, y lo atravesó. Hasta hoy empleamos una expresión que recuerda ese hecho. Cuando, después de vacilar un tiempo, alguien se decide de manera irrevocable, decimos que "atravesó el Rubicón". En cuanto llegó a Roma la noticia del paso del Rubicón, Pompeyo se vio perdido y escapó con sus tropas hacia Grecia. César llegó y en pocos días se convirtió en jefe, no sólo de la ciudad de Roma, sino de toda Italia. En seguida tomó el camino de Grecia, donde derrotó a las fuerzas de Pompeyo. Quedó, entonces, como jefe supremo del Imperio romano. 156 - ¡Sí, abuelita! exclamó Belén. No cabe duda de que el señor Julio César sabía hacer las cosas. - Sabía como ninguno, e iba a mostrarlo después en la conquista de Egipto. Este país era el único que estaba todavía fuera del dominio de Roma y tenía que caer dentro de él. César resolvió conquistar a Egipto. Fue y no fue fácil. Fue fácil porque no hubo lucha brava; los egipcios no podían resistir a Roma; no fue fácil porque en el trono de Egipto había una célebre reina, Cleopatra, que era una moza muy astuta. De tal manera supo seducir a César con sus encantos, que, aunque Egipto pasó a ser una provincia romana, ella continuó en el trono y gobernando en nombre de Roma. Por ese tiempo hubo un serio levantamiento al este del Imperio y César tuvo que acudir rápido a conjurar el 157 peligro. Dejó a Cleopatra y fue, vio y venció. El mensaje sobre estos acontecimientos enviado a Roma se hizo célebre por su concisión. - Debió ser muy lacónico -sugirió Belén. - Realmente parecía un mensaje espartano. Decía así: Veni, vidi, vinci. Apenas tres palabras que significaban: Llegué, vi y vencí. Eso entusiasmó de tal manera al pueblo que cuando reapareció César en Roma, mucha gente pensó en hacerle rey. - Pero si César gobernaba todo el imperio ¿qué era sino un rey? -observó Pedrito. - Los pueblos tienen ciertas supersticiones con las palabras -explicó doña María del Rosario. Los romanos, por ejemplo, se la tomaron con la palabra rey, desde el caso del rey Tarquino, que tuvieron que expulsar. Vino de ahí el odio a la palabra rey, sólo a la palabra, porque eran gobernados por hombres que tenían todo el poder que tiene un rey, o más, como ese César. Pero el odio a la palabra rey era en ciertos romanos tan grande que pronto se formó una conspiración para matar a César, por miedo a que se convirtiese realmente en rey. Al frente de los conspiradores estaba un tal Bruto, que había sido hasta entonces el mejor amigo de César. Y lo mataron. Un día que entraba en el Senado, los conspiradores lo rodearon, armados de puñales. César 158 quiso defenderse, a pesar de tener solamente un estilo, que era la pluma de escribir usada en aquellos tiempos. De repente, descubrió entre los asaltantes a su amigo Bruto. El golpe fue grande y, desistiendo de la intención de resistir, César murmuró la célebre frase: ¡Tu quoque, Brutus!, que quería decir: ¡También tú, Bruto! y cayó atravesado por los puñales asesinos. Hubo un gran revuelo, como se puede imaginar. Antonio, uno de los buenos amigos de César, hizo junto a su cuerpo todavía caliente un discurso conmovedor, cuyas palabras penetraron en el sentimiento del pueblo. Si los asesinos no fueron reducidos a pedazos es porque desaparecieron de Roma como por encanto. 159 La palabra César se escribía en latín Caesar. De ahí tomaron los alemanes la palabra Kaiser, con que nombraron a sus emperadores. Los rusos adoptaron el segundo nombre de Julio César para llamar a sus reyes y crearon la palabra czar o zar. 160 EL EMPERADOR DIVINIZADO Pedrito recordó que alguien por allí tenía un perrito llamado César y consideró que era una injuria. -¿Por qué una injuria? -protestó Belén. El perro es un ser como otro cualquiera y de mejores sentimientos que muchos hombres. - No es así, Belén, -aclaró la abuela-. Los hombres, por malvados que parezcan tienen un alma espiritual que los hace semejantes a Dios, por lo que tenemos una dignidad muy superior a cualquier animal. La conversación recayó sobre nombres. Y nombre va, nombre viene, doña María del Rosario comenzó hablar de un hombre que dio el nombre a uno de los meses del año. -Tener el nombre en una placa de calle -dijo-, constituye algo ya. Dar el nombre a una ciudad como Alejandría es bastante. ¿Pero qué me dices de dar el nombre a un mes del año y, por tanto, verlo eternamente repetido por millones de seres? Pues fue lo que ocurrió al sucesor de César, un hombre que subió tan alto en el concepto de los romanos que llegó a ser transformado en un dios después de muerto. -¿Quién fue, abuelita? -Espera. Después de la muerte de César, fueron elegidos tres hombres para gobernar conjuntamente el Imperio; aquel Antonio que hizo el discurso sobre el 161 cuerpo de su gran amigo, y Octavio, que era sobrino de César. Del tercero no vale siquiera la pena recordar el nombre, porque en seguida fue dejado de lado por los dos primeros. La ley de la naturaleza quiere que cada cuerpo tenga una sola cabeza. Tres cabezas es absurdo, y dos también. - Sólo la lombriz, abuelita -dijo Pedrito. Las lombrices usan dos cabezas. - Tiene tan poca importancia una lombriz, que hasta podrían tener mil cabezas y sería lo mismo. Los seres humanos, o los animales que merecen atención, no tienen más que una. Los pueblos tampoco pueden ser gobernados más que por un rey único, o un jefe único. Si ponen en el trono dos o tres en vez de uno, hay contienda entre ellos y el más vivo halla luego manera de quedar solo. Así ocurrió en aquel tiempo. Octavio y Antonio echaron al tercero y después cada cual trató de quedar solo. -La señora es injusta con las lombrices -protestó Emilia . . Son bastante inteligentes. ¿Quién inventó los refugios antiaéreos? Cuando hay un bombardeo de aviación los hombres suspiran de envidia ante ellas ... Doña María del Rosario no pudo dejar de reírse y continuó. -Las cosas habían sido arregladas de modo que Antonio tomaría a su cargo una parte del Imperio y Octavio la otra. A Antonio le correspondió la parte en 162 que entraba Egipto -y debía residir allí, en Alejandría, en la ciudad donde reinaba la hermosa Cleopatra. Octavio, con residencia en Roma, se haría cargo del resto. En cuanto Antonio llegó a Egipto, le aconteció lo mismo que a Julio César: fue atraído por el amor de Cleopatra, con la cual acabó por casarse, a pesar de estar casado en Roma con la hermana de Octavio. Se produjo luego el rompimiento entre Antonio y Octavio, y vino la guerra. Fue una guerra corta, en la cual Octavio obtuvo completa victoria. Al ver destruida su escuadra en Actium, Antonio se suicidó. -¡Pobre bígamo! -exclamó Emilia. -Cleopatra intentó hacer con el vencedor lo que hizo con César y Antonio, pero esta vez fallaron sus encantos; Octavio era un espíritu calculador, y de ningún modo iba a dejar que una mujer estorbase sus planes de llegar a ser el mayor hombre del mundo. Viendo que nada conseguía y que su suerte debía ser igual a la de los otros prisioneros -ser llevada a Roma y mostrada al pueblo- la reina de Egipto resolvió acompañar a Antonio en el suicidio. Logró que una esclava fiel le trajese una cesta de higos con una pequeña víbora dentro -una viborita muy venenosa llamada áspid. Tomó el áspid, se hizo morder en el seno y murió. 163 Octavio estaba como quería, solo en el gobierno del Imperio, esto es, del mundo. Al regresar a Roma el pueblo lo aclamó "emperador" y le hizo cambiar el nombre de Octavio por el de "Augusto César", que es como quien dice Su Majestad César. Esto ocurrió el año 30 antes de Cristo. Roma, que había pasado 509 años sin rey, tenía ahora un jefe supremo que era mucho más que un rey. - ¿Qué edad tenía Octavio, abuelita? ¿Veinte años, como Alejandro? - Un poco más. Tenía treinta y seis. - ¡Oh, estaba ya maduro! 164 - Y tal vez por eso gobernó bien. Tenía juicio; no se deslumbró con el poder, como ocurre a todos los que suben al trono muy pronto. La ciudad de Roma, como capital del mundo que era, había superado en población y en grandeza a todas las ciudades antiguas. Pero no era bella. Augusto resolvió llenarla de monumentos y sustituir las casas de ladrillo por otras de mármol. Uno de los monumentos notables construidos en esa época fue el Panteón. - ¿No quiere decir lo mismo que Partenón? - preguntó la niña. - No; Partenón viene del nombre de Minerva -Atenea Partenos, y panteón es palabra formada de otras dos: Pan, que quiere decir todos, y teon, que quiere decir dioses. Era un templo erigido a todos los dioses. La ciudad resultó una maravilla de belleza, tal era el número de sus monumentos de mármol, construidos por los mejores artistas griegos y romanos. De ahí el nombre de Ciudad Eterna que tiene hasta hoy. A sus habitantes les pareció que aquello era tan sólido, todo de piedra, que Roma jamás podría tener fin. - ¡Qué ganas de conocer a la Roma de aquellos tiempos! -exclamó Pedrito. - Encontrarías una gran plaza central llamada Forum, a la cual gentes llegadas de todas partes llevaban toda suerte de cosas para vender. Alrededor del Forum se 165 levantaban templos, cortes de justicia, edificios públicos, termas o baños. Una de las novedades de Roma eran los arcos de triunfo, levantados en varias ocasiones para conmemorar las grandes victorias. Los héroes que volvían vencedores con sus tropas desfilaban por debajo de esos arcos. El Circo Máximo era un estadio tan grande que podía contener a doscientos mil espectadores. Fue demolido por Augusto a fin de ganar espacio para nuevas construcciones. - ¿No era el Coliseo, abuelita? -preguntó Pedrito. - No. El Coliseo fue construido algunos años después de la muerte de Augusto. También era inmenso, como podemos ver aún en las ruinas que quedan de él en la actual ciudad de Roma. Los viajeros que visitan esas ruinas se sientan en los mismos asientos en que se sentaron los Césares y todavía pueden ver las losas manchadas de sangre de los hombres y animales que perdieron allí la vida para regocijo del pueblo. - Esa es una cosa que no se me escapará -dijo Pedrito. He de pasar un día entero en el Coliseo, cuando sea mayor, para recordar las terribles escenas que pasaron allí. - Ese tiempo de Augusto constituyó el apogeo de Roma, esto es, el punto más alto de su grandeza. En las artes y en las letras no hubo nunca tantos hombres 166 notables. Basta citar dos poetas que leeréis un día: Horacio y Virgilio. Horacio compuso unos versos llamados odas que fueron modelos del género, y Virgilio escribió un poema épico llamado Eneida, donde cuenta la historia del troyano Eneas, remotísimo antepasado de Rómulo y Remo, fundadores de Roma. Son los dos mayores poetas romanos. Cuando murió Augusto, le fueron erigidos templos donde fue adorado como dios por lo mucho que había hecho por su patria. Su nombre entró en el calendario para designar el mes que todavía hoy nosotros y los italianos llamamos Agosto, que los ingleses y alemanes llaman August, y los franceses Août, -formas todas del nombre de Augusto. - El té está en la mesa -vino a decir tía Anastasia. I. N. R. I. Al día siguiente doña María del Rosario saltó de Augusto a Jesucristo. - Augusto -dijo- llegó a ser el amo del mundo. Había encontrado una Roma de ladrillos y dejó una Roma de mármol. Dio su nombre a uno de los meses del calendario. Por fin, después de muerto fue considerado dios. Parece imposible que un hombre pudiese llegar más allá, y sin embargo, alguien que sería mucho más todavía, era ya un niño de catorce años cuando murió 167 Augusto. Se llamaba Jesús y nació en una pequeña aldea de judea llamada Belén. Hijo de un pobre carpintero, Jesús trabajó con su padre José en el mismo oficio. Sólo después de llegar a los treinta años salió por el mundo a difundir su mensaje. - ¿Qué ideas eran, abuelita? - Ideas nuevas, hija mía, ideas que iban a cambiar completamente la situación del Imperio romano, esto es, de la parte del imperio que trabajaba y sufría. Jesús enseñó que no había más que un Dios, cómo podemos agradarle y alabarle y todo lo que aprendemos en el catecismo. Después enseñó que todos los hombres eran hermanos y debían amarse unos a otros. Para alivio y consuelo de los pobres esclavos, cuya vida era un infierno de sufrimientos, Jesús enseñó que hay otra vida donde los buenos serán premiados y los malos castigados. Algunos judíos oyeron las palabras de Jesús y creyeron en ellas y otros no. Los sacerdotes tuvieron miedo porque les reprochaba sus deslealtades y mentiras. Comenzaron entonces a conspirar contra la vida de Jesús. El que gobernaba por entonces a judea era un enviado de Roma, el procónsul Poncio Pilatos, sin cuya orden no podían los sacerdotes desembarazarse de Jesús. Fueron a quejarse a Pilatos. Inventaron que Jesús quería ser rey de los judíos aquí en la tierra. Llamado a 168 explicarse, Jesús declaró que cuando hablaba de rey se refería al reino de los cielos, no a un reino terrestre, y Pilatos comprendió que estaba predicando una nueva religión, cosa que no tenía ninguna importancia para un romano. -¿Por qué? -Porque era tan poca la preferencia de los romanos por esta o aquella religión que llegaron a edificar el Panteón, donde se veían reunidos todos los dioses existentes en el mundo. Ahora bien, una religión más no significaba nada. Pilatos no podía, por lo tanto, condenar a Jesús a muerte por un crimen que para él no era crimen. No obstante pensar así, quiso agradar a los judíos y les entregó a Jesús, diciendo: "Vosotros sois todos judíos y, por consiguiente, arreglaos como os plazca". Era lo que los sacerdotes querían. Se reunieron y condenaron a Jesús a morir crucificado. - Pero si Pilatos sabía que Jesús era inocente ¿por qué no lo defendió? Presiento que era muy cobarde sostuvo Pedrito. - Así es, respondió la abuela. Como tantos cristianos que no hacen nada por defenderlo de las calumnias ni de las mentiras que se dicen acerca de Él y de la religión. En el periodo en que anduvo predicando por la tierra, Jesús había reunido doce discípulos llamados apóstoles. Después de crucificado, estos doce apóstoles se esparcieron por la tierra, enseñando a los pueblos las 169 cosas que Jesús les había enseñado. Mucha gente aceptó tales ideas, y así comenzó a crecer el número de los partidarios de Cristo, los cristianos. Cuando el número de cristianos aumentó de modo notable, los romanos se impresionaron, convencidos de que querían crear un nuevo imperio, rival del de Roma, y comenzó el periodo de las persecuciones. Los cristianos se vieron obligados a reunirse en secreto, en los lugares desiertos o en subterráneos. Incluso así las verdades cristianas continuaron difundiéndose. Por fin, tomando valor, sus prosélitos se pusieron a predicar a la luz del día, sin miedo alguno. Si eran aprisionados, mostraban el mayor valor y gran despreocupación por esta vida, ya que ganaban la eterna. En el primer siglo después de la muerte de Cristo, innumerables cristianos fueron condenados a muertes horribles, a base de las denuncias de los traidores. A esos cristianos se les llama mártires. El primer mártir fue un hombre llamado Esteban, lapidado en el año 33 A. D. - ¿Qué quiere decir A. D., abuelita? -preguntó Belén. - Quiere decir en latín Annus Domini, año del Señor. En nuestro calendario se cuentan los años a partir del nacimiento de Cristo. El año de su nacimiento es el año uno. Los que quedan hacia atrás se cuentan como ya habéis visto -año tal antes de Cristo o A. C. Los que 170 quedan hacia delante se cuentan "en seco" 1996, agregando esas dos letras A. D. o, más comúnmente d. C., después de Cristo. Uno de los hombres que hizo morir a Esteban lapidado se llamaba Saulo. Era un romano como todos los demás, lleno de orgullo, que consideraba a los cristianos enemigos de Roma y los perseguía cruelmente. En cierto momento de su vida Saulo fue llamado por Jesucristo... - Yo sé, abuelita, interrumpió Pedrito. Lo tiró del caballo y Saulo escuchó “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Y Saulo dejó de perseguir a Jesús y se convirtió en campeón de la fe. - Y como era costumbre de los judíos cambiarse de nombre cuando se cambiaba de oficio o de misión así también Saulo, que empezó una vida nueva, esta vez del lado del Buen Jesús se cambió el nombre por el de Pablo. Comenzó a predicar con el mismo ardor y entusiasmo con que antes había perseguido a los cristianos y acabó también por ser condenado a muerte. Como era ciudadano romano, su muerte no podía tener lugar en la cruz. Gozaría del privilegio de ser decapitado -y fue decapitado. Después de muerto fue uno de los grandes santos del cristianismo. San Pablo y San Pedro se convirtieron en los cristianos más notables de ese período. 171 A Pedro, que fue uno de los doce apóstoles, Jesús le había dicho: -Te daré las llaves del reino de los cielos, que era lo mismo que decir que sería la cabeza de la Iglesia por Él fundada. Pedro fue arrojado en la prisión y condenado a muerte en la cruz. En el momento del suplicio pidió que lo colgasen cabeza abajo, pues no merecía el honor de recibir la misma muerte que Cristo. En el lugar donde Pedro fue crucificado se levantó después la mayor iglesia cristiana del mundo -la catedral de San Pedro de Roma. - ¿Y qué significan aquellas letras que aparecen en lo alto de la cruz de Jesucristo -I. N. R. I.? - Significan Jesús de Nazareth, Rey de los Judíos. Los hombres que le hicieron morir en la cruz lo acusaban de querer ser rey de judea y pusieron aquella inscripción por ironía. EL MONSTRUOSO NERÓN -¡Cuánta gente ruin hay en el mundo! -exclamó Belén. La muerte de Cristo, como la de tantos seguidores suyos desalienta a uno ... Los verdaderamente buenos nunca son perdonados. Parece que el mayor crimen es el de ser bueno ... - Por eso me gustan las lombrices -dijo Emilia. Esas pobrecillas nunca mataron a nadie ... 172 - No hay por qué entenderlo así. La muerte de Cristo fue absolutamente necesaria para que podamos entrar nosotros al cielo. Él cargó en su cruz nuestros pecados a fin de que nosotros, si realmente queremos, podamos gozar con Él en el cielo por toda la eternidad. Por eso la cruz es la alegría del cristiano y todos los santos han amado mucho la cruz. - Y por eso muchos de nosotros llevamos la cadenita con la crucesita, comentó Belén. - Así es -dijo doña María del Rosario- la cruz es la señal del cristiano que nos recuerda que todo los trabajos que hagamos en esta vida, unidos a los sufrimientos de Cristo en la cruz nos sirven para ganar el cielo. Unos años después de la muerte de Cristo vino un emperador muy enemigo de los cristianos que se llamó Nerón. - ¡Oh! -exclamó Belén, que ya conocía algo de la vida de Nerón. Sólo al oír el nombre siento un estremecimiento por el cuerpo ... - Nerón fue un desastre completo -continuó doña María del Rosario. Mató a su propia madre. Mató a su mujer. Mató a su maestro, el viejo filósofo Séneca. Mató a San Pedro y a San Pablo. Incendio a Roma. No hay crueldad que no haya cometido ese hombre. Los sufrimientos de los demás le causaban gran placer. ¡Con qué gusto iba al circo para asistir al 173 espectáculo de las fieras desgarrando a las pobres criaturas humanas! El hecho de ser cristiano un hombre bastaba para que Nerón lo torturase de la manera más horrible. Cierta vez dio una fiesta en palacio, durante la cual iluminó los jardines con antorchas vivientes. ¿Sabéis en qué consistían las antorchas vivientes? En cristianos untados de grasa y amarrados a estacas. Eran encendidos como se encienden los cirios. No había crueldad que le bastase. Para distraerse mandó incendiar la ciudad, y mientras la gigantesca Roma ardía, quedó con el arpa en la mano, gozando del cuadro al son de música compuesta por él mismo. El incendio duró una semana y destruyó media Roma. Fue ahí donde la maldad de Nerón llegó a su apogeo. Él mismo ordenó el incendio ¿y sabéis qué hizo después? ¡Echó la culpa a los cristianos! - ¡Qué horror, abuelita! ¿Cómo puede haber un ser tan perverso? -exclamó la niña, horrorizada. - Echó la culpa a los cristianos a fin de perseguirlos con mayor ferocidad todavía. - ¿Quién sabe si no sería un loco, abuelita? -sugirió Pedrito. - Debía serlo. Sólo la locura puede explicar ciertos actos de su vida. Cierta vez mandó construir un inmenso palacio, extravagantemente forrado de oro y de perlas, con una estatua colosal de sí mismo, de diecisiete metros de altura a la entrada. 174 ¿De perlas también? -preguntó Emilia ingenuamente. - De bronce, que es siempre el material preferido para las estatuas que quedan al aire libre. Ese palacio se llamaba la Casa de Oro de Nerón. En una de las invasiones que sufrió Roma más tarde, la estatua y el palacio fueron arrasados, como también la mayoría de los monumentos existentes. El Coliseo, construido algunos años después, dicen que tuvo ese nombre por causa de la colosal estatua de Nerón, que había sido transportada hacia allí. Nerón tenía todos los defectos, y entre ellos el de una vanidad ilimitada. Creíase un gran poeta y gran cantor, y le gustaba recitar y cantar para que los demás oyesen. ¡Y pobre del que no abriese la boca de admiración! Era lo mismo que condenarse a muerte. Tanto hizo que el pueblo romano, cansado de soportarlo, decidió poner fin a ese estado de cosas. Cuando Nerón advirtió que estaba perdido, quiso suicidarse. ¿Pero dónde hallar el valor para hacerlo? Era cobarde, como son en general todos los hombres ruines. Sin embargo tenía que matarse antes que lo matasen los conspiradores, que estaban ya cerca. Nerón acercó el pecho a la punta de una espada y tembló, sin ánimo para arrojarse sobre ella. Un esclavo, a su lado, se impacientó y le hundió la espada en el 175 pecho. Dicen que sus últimas palabras fueron: "¡Qué gran artista va a perder el mundo!" - ¡Perro! -exclamó Pedrito, indignado. - No insultes a los perros -protestó Belén. Todavía no se ha visto a un perro que haya hecho una milésima parte de las villanías de ese monstruo, ¿no es así, abuelita? - Claro está que sí, hija mía. Nerón conquistó el campeonato de la maldad y parece que hasta ahora no cedió el puesto a nadie. Pero continuemos. Andando el tiempo y estando en el poder el emperador Vespasiano, los judíos se cansaron de la dominación romana y se rebelaron. Vespasiano envió contra ellos un ejército mandado por su hijo Tito. Los judíos se atrincheraron en la ciudad de Jerusalén, que era su capital, pero fueron vencidos. Tito destruyó completamente la ciudad, matando cerca de un millón de judíos, y saqueó el gran templo que existía allí. Todo cuanto había de valor fue llevado a Roma. A fin de celebrar el gran acontecimiento se levantó en el Foro un arco de triunfo por debajo del cual pasó Tito con sus tropas victoriosas. Una de las esculturas que adornaban ese arco representaba a Tito saliendo de Jerusalén con los ornamentos del templo, entre ellos un candelabro de siete brazos que era famoso. Ese candelabro es reproducido todavía hoy por todas 176 partes. ¡Recuerdo mucho uno que había en casa de mi abuelo! - ¡Pobre Jerusalén! -exclamó Pedrito. ¡Cuántas veces fue destruida! Parece un hormiguero que la gente destruye con el pie y que las hormigas vuelven a reconstruir de nuevo ... - En verdad, los judíos reconstruyeron a Jerusalén una vez más; un gran número de ellos, sin embargo, abandonó la judea y se esparció por el mundo para no volver más a ella. Tito pasó a ser emperador después de la muerte de su padre y a pesar de lo que había hecho con los judíos fue considerado como una de las "delicias del género humano". Adoptó la misma regla de conducta de los boy-scouts de hoy: Cumplir por lo menos una cosa buena en cada día. - ¿Cómo se explica, abuelita, que un hombre bueno haya sido tan cruel con los judíos? - Es que los judíos se habían rebelado contra la autoridad de Roma y para Roma el mayor de los crímenes consistía precisamente en eso. Se trataba de la legítima defensa del imperio, punto en que los romanos se mostraban implacables. En tiempo de Tito ocurrió un desastre célebre. Con seguridad que sabéis lo que es el Vesubio ... 177 - ¡Lo sé! -gritó Emilia, que acababa de entrar de la cocina, donde había estado molestando a tía Anastasia. Vesubio quiere decir: Tú ves, pero la u ya bió. Todos se miraron, sin comprender en el primer instante aquella burrada. En seguida dejaron que Martín explicase y volvieron a la historia del Vesubio. - Es esto -dijo doña María del Rosario. Hay en Italia un volcán llamado Vesubio, que vive echando humo y de tanto en tanto deja oír unos estruendos terribles, y vomita fuego, ceniza y lava, es decir, piedra derretida. Cuando el Vesubio hace eso, se dice que esté en erupción. En tiempo de Tito existía cerca del Vesubio una ciudad llamada Pompeya. Un buen día, después que Tito subió al poder, el Vesubio comenzó de repente a arrojar fuego y cenizas con enorme furia, sin dar tiempo para huir a la gente de Pompeya. Fueron asfixiados todos por los gases venenosos y después enterrados por la lluvia de cenizas ardientes. Pueblo y casas -todo quedó completamente cubierto-, de modo que era imposible adivinar que había existido allí una ciudad. Pero la furia del Vesubio, fue sin embargo, apagándose y con el tiempo el pueblo olvidó la gran tragedia; se olvidó de tal forma que siglos más tarde casi dos mil años después- trató de levantar en el mismo punto otra pequeña ciudad. Un hombre estaba 178 cavando la tierra para abrir un pozo cuando halló un trozo de mano. - ¿Mano de carne y hueso? - Mano de estatua. La noticia se esparció en seguida y todos se pusieron a cavar la tierra misteriosa. Encontraron otras cosas. Cavaron más. Más. Más. El gobierno decidió también hacer excavar -y la extinguida ciudad de Pompeya fue desenterrada por completo, convirtiéndose en una de las cosas más curiosas que existen en el mundo. -¡Qué interesante, abuelita, sería visitar una ciudad que estuvo enterrada durante casi dos mil años! exclamó Pedrito. ¡Bendito Vesubio! Si no hubiese sido por él, no tendríamos manera de saber qué era una ciudad antigua. Sólo siento que en vez de Pompeya no hubiese quedado enterrada Nínive, o Babilonia, o Roma. ¡Ese sí que seria un negocio! - ¿Pero qué se ve en esa Pompeya desenterrada, abuelita? -quiso saber la niña. - Oh, tantas cosas ... Casas muy bien construidas, aquellas donde los romanos ricos iban a pasar temporadas. Viviendas, templos, palacios, baños públicos, teatros y el mercado -o foro, como ellos decían. Las calles muestran la calzada antigua, hecha con largas piedras, todavía con señales dejadas por las ruedas de los carros. El piso de las casas es de mosaico, todo hecho con piedrecitas de color que 179 forman dibujos. En el vestíbulo de una de las casas desenterradas se puede ver un mosaico que representa a un perro. Abajo está escrito: Cave canem. ¡Cuidado con el perro! Eso quiere decir que hasta una broma hecha hace casi dos mil años, allá al pie del Vesubio, resulta para nosotros familiar. Huesos de los que murieron en el desastre; cuerpos petrificados, todavía en la posición que indica el terror de los últimos momentos; -joyas y adornos empleados por las mujeres; vasos y efectos caseros; lámparas, fuentes y platos -todo fue conservado. Lo más notable, sin embargo, fue el hallazgo en cierta casa de un plato de bollos encima de la mesa y de un trozo de pan medio comido; en esa misma casa se encontró carne preparada para el fuego, un caldero todavía con cenizas debajo, habichuelas y ensalada -y todavía, imaginad, un huevo completo ... - ¿Un huevo? -repitió la niña. ¡Con seguridad que es el huevo más viejo del mundo! UN BUEN EMPERADOR Y UN MAL HIJO Aquel día, antes que doña María del Rosario comenzase a contar la historia del mundo, Pedrito estaba leyendo un artículo de periódico donde encontró una palabra desconocida. La frase era ésta: "... y el 180 pobre hombre lo resistió todo estoicamente". Estoicamente, ¿qué quiere decir? -preguntó a Belén. La niña no lo sabía tampoco. - Sólo abuelita lo sabe, Pedrito. Abuelita lo sabe todo. En esto entró doña María del Rosario que iba a continuar su historia del mundo. - Ante todo, abuelita -exclamó el niño-, dígame qué significa estoicamente. Estoy atascado con esa palabra, que leí en el periódico. Doña María del Rosario se sentó en la sillita de patas cortas y comenzó: - Había en Atenas un filósofo llamado Zenón ... -Espere, abuelita! -interrumpió el niño. Se olvidó de responder a mi pregunta. -Vas a ver cómo esta vez no sabe -cuchicheó Emilia al oído de Martín. No sabe y está disimulándolo con el tal Zenón . . . Pero doña María del Rosario lo sabía, y lo sabía tan bien que deseaba comenzar por el principio. Así es que dijo: - Respondo a lo que me preguntaste, Pedrito. Pero para ser bien comprendida tengo que dar un salto hasta Atenas y llegar a ese filósofo Zenón a que me referí. Zenón predicaba una teoría interesante. Decía que lo mejor para ser felices en este mundo consistía en no buscar los placeres y en aceptar con igual gesto todo lo 181 que viniese, ya fuese agradable o desagradable. Los hombres que siguieron esa filosofía se llamaron estoicos. Los estoicos practicaban el estoicismo y fue de estoicismo de donde salió el adverbio estoicamente, esto es, de modo estoico. - Ah, ahora comprendo -dijo Pedrito. "El pobre hombre lo resistió todo estoicamente" quiere decir que el pobre hombre no le daba importancia a lo malo que le sucedía. Comprendo. Continúe, abuelita. - Sin embargo mucho mejor es ofrecer a Dios todo eso malo que nos sucede. Después, esa filosofía de Zenón estuvo muy de moda y contó entre sus adeptos con un gran hombre: el emperador Marco Aurelio. Esto ocurrió en el siglo después del reinado de Nerón, y si ese Nerón fue el peor, Marco Aurelio fue un buen emperador romano. Mejor de corazón. Sólo hay una cosa que mancha su vida: el haber dejado que en su gobierno se siguiera persiguiendo a los cristianos. -¿Pero cuál era, al fin de cuentas, la religión de los romanos, abuelita? -preguntó el niño. -Los romanos vieron tantas religiones en el mundo que quedaron confundidos y acabaron por no seguir ninguna hasta que se convencieron de que la única y verdadera religión es la fundada por Cristo. Los dioses oficiales romanos eran los mismos dioses griegos: Júpiter, Juno, etc. Pero no tenían gran fe en ellos, conservándolos por la fuerza del hábito, y también "por 182 las dudas". También "por las dudas" los romanos pasaron a respetar cuantos dioses había en el mundo y para honrarlos erigieron aquel Panteón o templo de todos los dioses. La filosofía tenía para los romanos mucha más importancia que la religión. Cada hombre seguía las enseñanzas de un cierto filósofo. Unos acompañaban a Zenón; otros acompañaban a otro filósofo también muy en boga, llamado Epicuro. Zenón predicaba la indiferencia con respecto a todo, fuese placer o dolor. Epicuro enseñaba que en la vida sólo debemos procurar el placer. - Estoy con este filósofo -dijo Pedrito. No veo razón para que la gente busque lo que no da placer. - El dolor por el dolor mismo no hay que buscarlo. Sin embargo, si supieras que con un pequeño sacrificio o dolor puedes conseguir un beneficio para ti o para otro de tus semejantes, uniéndolo a los sacrificios de Cristo en la cruz, encontrarías una enorme alegría en practicarlo. En la espiritualidad cristiana se llama mortificación y la han practicado todos los santos. Es preciso, entonces, distinguir qué es el placer. Hay los placeres que hacen bien a uno y a los otros; y hay placeres que acaban haciendo mal a uno mismo y a los demás. La sabiduría de la vida está en separar estas dos especies de placeres. Pero volviendo al asunto, Marco Aurelio fue el mayor de los estoicos. Cuando estaba en campaña con su 183 ejército, nunca se olvidaba de llevar consigo la mesa de escribir, los pergaminos, pluma y tinta. -¿Pergaminos? ... -Si; por aquel tiempo todavía no había papel, y la escritura era hecha en piel de carnero, bien curtida y muy blanca, a la que llamaban pergamino. En los intervalos de sus deberes de general, Marco Aurelio iba a su mesa a escribir pensamientos. El conjunto de sus pensamientos escritos formaron una obra notable, hoy traducida a todas las lenguas. Pues bien, Marco Aurelio tuvo como sucesor a su hijo, una verdadera peste, llamado Cómodo. Parece que no hizo ningún caso de las lecciones de moral de su padre. Sería un epicúreo; pero epicúreo en el mal sentido, de los que sólo buscan los placeres perversos. Mientras gobernó, Cómodo no hizo más que lo que le dio la gana, sin el más mínimo respeto por cosa alguna. Cuidaba de sí y de sus placeres, por más desastrosos que fuesen para los otros. Era un verdadero atleta, de bellos músculos y hermoso rostro, y todo debía girar en torno a su belleza física. En una estatua colosal se hizo esculpir tan fuerte y musculoso como Hércules, y obligó al pueblo a adorar esa estatua. También tomaba parte en los campeonatos de lucha, ganando siempre. ¿Quién se atrevía a vencerle? Si hacía envenenar a los que sólo le criticaban, ¡imaginad lo 184 que haría con el que le derrotase en la lucha! Pero al fin fue vencido, y no en broma. Un luchador lo tomó de sorpresa, le echó mano y lo estranguló, bien estrangulado. -¡Toma! -comentó Belén, que siempre se regocijaba del mal fin de los déspotas. Voy a poner el retrato de ese luchador en la pared de mi cuarto. Limpió al mundo de una alimaña. IN HOC SIGNO VINCES -Después que Jesucristo fue crucificado -continuó doña María del Rosario-, todos los que seguían su doctrina -esto es, todos los cristianos- fueron cruelmente tratados o, mejor, "perseguidos". Perseguidos y castigados sólo por esa causa, por ser cristianos. Unos eran azotados; otros, lapidados; otros, despedazados; otros, quemados vivos; otros, arrojados a las fieras. Pero a pesar del horror de esas persecuciones, el número de cristianos aumentaba cada día más. La muerte no les amedrentaba, porque estaban esperanzados de alcanzar las otra vida, la verdadera, la del cielo, mucho mejor que la que llevaban en la tierra. Tal estado de cosas duró hasta que tomó el poder el primer emperador cristiano, allá por el año 300. Se llamaba Constantino. 185 - ¿Nació cristiano o se volvió cristiano como Pablo? -Al comienzo no era cristiano. Adoraba, por la fuerza del hábito, los mismos dioses antiguos, Júpiter, Marte, etc., a los que parece no daba mucha importancia. Pero todo cambió después de cierta batalla. Antes de comenzar la lucha, Constantino tuvo un sueño en el que vio en el cielo una cruz luminosa con estas palabras en latín: In hoc signo vinces, lo que quería decir: Con este signo vencerás. Aquello le impresionó tanto que resolvió hacer la prueba. Mandó que los soldados llevasen en la lucha una cruz como insignia, o bandera, y la batalla fue ganada. Inmediatamente Constantino se hizo cristiano y transformó el Imperio romano en un imperio cristiano, cosa fácil, dado el enorme número de cristianos ya existentes. 186 Para celebrar la victoria de Constantino, el Senado romano decretó la construcción de un arco de triunfo en el Forum, como había hecho con Tito. Por él pasó el primer emperador cristiano al regresar a Roma. La madre de Constantino, que se llamaba Elena, fue de las primeras que adoptaron la religión cristiana, después de la vuelta de su hijo. Su natural piadoso le hizo abandonar la vida de la corte para dedicarse a obras religiosas. Construyó una iglesia en Belén y otra en el Monte de los Olivos, lugar donde Cristo estuvo con los apóstoles por última vez. Dicen que de paso por Jerusalén encontró Elena la cruz en que Jesús había sido clavado tres siglos antes y que envió a Roma un trozo de ella. También construyó Constantino muchas iglesias, una de las cuales en el lugar donde el apóstol Pedro había sido crucificado. Esa iglesia fue demolida más tarde para dejar espacio a la catedral de San Pedro, de Roma, que como sabéis, es la mayor iglesia del mundo. Constantino no gustaba de Roma. Prefería vivir en otra ciudad llamada Bizancio, y acabó por trasladarse a ella y por hacerla capital del imperio con el nombre de Constantinopla, que quiere decir ciudad de Constantino. - Lo sé -dijo Pedrito. Como también sé que Petrópolis, Florianópolis, Higienópolis, Anápolis, quieren decir ciudad de Pedro ... - De Pedro no -protestó Emilia. ¡De Petro! 187 - Pedrito está en lo cierto -dijo doña María del Rosario. Petrus es la forma latina del nombre de Pedro. Después que Constantino cambió de creencias también cambió todo para los cristianos, como era natural. Pero surgieron luego disputas, porque uno quería que las cosas de la religión fuesen de una manera y otros querían que fueran de otra. El punto mayor de la disputa consistía en saber si Jesucristo era igual a Dios o no. Constantino hizo una cosa. Invitó a todos a una gran reunión o concilio, en la ciudad de Nicea. "Ahora discutan y resuelvan de una vez qué es y qué no es." El concilio definió entonces que Cristo era igual a Dios. También hizo un resumen de las principales cosas que debe creer un cristiano, y ese resumen fue el Credo que, desde entonces, aprendieron de memoria todos los cristianos y repetimos periódicamente. Credo quiere decir yo creo. - Creo en Dios Padre todopoderoso, Señor del cielo y de la tierra. . . -murmuró tía Anastasia, que había entrado en la sala para recoger a Emilia. - El concilio de Nicea también estipuló un día de la semana para dedicarlo a la adoración de Dios, el día que Dios descansó después de la Creación. Fue así como nació el domingo. - ¿No había domingos antiguamente, abuelita? preguntó la niña, admirada. 188 - No. En Roma todos los días de la semana eran iguales. - ¡Credo! ¡Qué cosa sin gracia debía ser aquello! murmuró tía Anastasia, al retirarse a la cocina con la muñeca en el bolsillo del delantal. Todos rieron. La pobre tía vivía diciendo: ¡Credo! ¡Credo!, sin saber que empleaba esa exclamación por causa de un emperador romano llamado Constantino, que reunió a los principales jefes cristianos en la ciudad de Nicea el año 325 ... -Constantino -continuó doña María del Rosario- fue el jefe del Imperio romano sólo en parte; en la parte del gobierno. En la parte espiritual fue jefe el obispo de Roma, con el nombre de papa, o padre de los cristianos. El actual Papa es Juan Pablo II y es el sucesor de San Pedro y de todos los papas de entonces. Pedrito, que escuchaba atentamente se señalaba a sí mismo orgulloso de llamarse como aquel gran santo y primer Papa. Por muchos siglos, el Papa fue obedecido por todos los cristianos. Pero un tiempo después muchos de ellos se rebelaron contra su autoridad; éstos son los protestantes. - ¡Qué interesante! -exclamó Pedrito-. He ahí algo que yo quería saber ... 189 LOS BÁRBAROS - Pero el imperio romano -continuó doña María del Rosario-, iba a tener fin, porque en este mundo todo tiene comienzo, medio y fin. Ya había crecido demasiado y estaba envejeciendo. Iba a morir. - ¿Los imperios mueren, entonces, como la gente, abuelita? - Mueren de un modo especial. Se desintegran y cada fragmento se convierte en un país independiente. La mayor parte de los países modernos: Inglaterra, Alemania, Francia, España, Italia, Portugal, etc., son trozos del Imperio romano que quedaron autónomos y tomaron su propio camino en la vida. - ¿Y cómo se despedazó el Imperio romano? - Fue destrozado por los bárbaros. Se llamaban bárbaros a todos los pueblos no pertenecientes a los grupos formados en las costas del mar Mediterráneo. Para que comprendáis qué eran los bárbaros, voy a contaros la cosa tal como está en el libro de Mr. Hillyer. Dice él que cuando era niño había una banda de pilluelos que habitaban detrás del gasómetro de su pequeña ciudad. Pilluelos desharrapados, siempre sucios, que no habían ido nunca a la escuela, pero terribles para combatir. El jefe se llamaba Mug Mike, un nombre que metía miedo entre la chiquillada. De tanto en tanto Mug Mike invadía el barrio con su banda para hacer 190 estragos -romper vidrieras, apalear a los niños que salían de la escuela, provocar a los agentes de policía, etc. Recuerda que una vez se le ocurrió la tontería de trabarse en lucha con el bando de Mug Mike, y recibió una paliza tan grande que en lo sucesivo le bastaba oír el nombre de Mike para encogerse de miedo. - En la ciudad nuestra había también un chico así, un tal Pepe de Luz. ¡Qué terrible, abuelita! No puede usted imaginarlo. Hasta empleaba cuchillo de punta. Un día tropezó con dos agentes que quisieron detenerlo, y hasta hirió a uno de ellos en la barriga. - Pues durante siglos -continuó doña María del Rosario- por los lindes del Imperio romano existieron Mug Mike y Pepe de Luz en pandillas enormes. De tanto en tanto atravesaban las fronteras y hacían de las suyas en las provincias romanas: robos, saqueos de ciudades, asesinatos. Eso obligaba a los romanos a una eterna vigilancia. Julio César, por ejemplo, pasó una época de su vida luchando y derrotando a esos bárbaros, que eran llamados generalmente teutones. Eran terribles. Empleaban pieles de animales en lugar de ropas de paño y vivían en chozas como las de los indios. Sus mujeres cultivaban la tierra y criaban los animales, vacas y caballos. Los hombres se dedicaban a la caza y a ciertos oficios ligados a la guerra como, por ejemplo, el de herrero. Practicaban ese oficio para tener armas -espadas, lanzas, y otras. Era tan 191 importante entre los teutones ser herrero que la palabra quedó como uno de los nombres más empleados para bautizar niños. Juan Ferreiro, Pedro Herrero, Carlos Ferrer. En su lengua herrero es Smith, y por eso todavía hoy existen tantos Smiths y Schmidts en Inglaterra y en Alemania. En la guerra los teutones usaban, en lugar de yelmos, cabezas de animales cabezas de lobos, de oso o de toro, con cuernos y todo. Eso para tener un aspecto más feroz todavía y meter miedo así a los enemigos. La mayor virtud para los teutones consistía en la bravura. Un hombre podía tener todas las malas cualidades -mentir, robar, ser asesino- pero siendo valiente en la guerra, era perdonado y colocado en la clase de los hombres buenos. No tenían rey. Solían elegir un jefe, que debía ser siempre el más bravo de todos. Ese jefe, sin embargo, no tenía derecho a dejar después en su puesto al hijo, como acontece con los reyes. Todo era distinto en ellos de lo que ocurría entre los romanos. Los dioses, por ejemplo, no tenían nada que ver con los dioses de Grecia y de Roma, o de cualquier otro pueblo del Mediterráneo. Adoraban a un dios feroz de la guerra, llamado Wotan, que era también el dios de los cielos, una especie de Júpiter mezclado con Marte. Wotan vivía en un maravilloso palacio, arriba, en lo azul, llamado Walhalla. Además de Wotan había 192 dioses menores como Thor, dios del trueno y del rayo. Thor andaba armado del martillo, con el cual venció a los enormes gigantes que vivían cerca de los polos, en las regiones siempre heladas. Otro dios era Tiu y otro Freia. Por lo menos para una cosa sirvieron esos dioses: para dar nombre a los días de la semana en las lenguas teutónicas. El jueves, por ejemplo, es Wednesday, que quiere decir día de Wotan. El viernes es Thursday, o día de Thor. - ¿Thur o Thor, abuelita? - Al comienzo era Thor, después quedó Thur, por eso al comienzo se decía Thorday. Las palabras de todas las lenguas se modifican siempre. Tomemos las palabras "nariz" y "Pedro". En tiempo de los romanos nariz era nariae y Pedro era Petrus. Cambiaron o fueron cambiando lentamente. Un día hemos de conversar sobre este continuo cambio de palabras, que es asunto muy interesante. Ahora tenemos que volver a los teutones, porque ellos tienen mucha importancia en la historia del mundo. - ¿Por qué, abuelita? Unos bárbaros de esa naturaleza ... - Oh, porque de ellos proceden muchos pueblos modernos, como por ejemplo los ingleses y los alemanes. Allá por el año 400 había muchos de ellos en las fronteras, cosa que inquietaba seriamente a los romanos. Como el imperio había tomado dimensiones tan 193 grandes los soldados que cuidaban las fronteras del mismo escaseaban. Se hizo necesario entonces acudir a algunos de estos pueblos bárbaros a quienes se les concedía la incorporación al imperio a cambio de que defendiesen las fronteras del imperio de otros pueblos bárbaros. Así fueron penetrando muchos de estos pueblos en el imperio aunque mantenían muchas de sus costumbres. En algunas regiones ingresaron por la fuerza, invadieron, por ejemplo, la Britania, aquella provincia que Julio César había conquistado -y se quedaron allí para siempre. Los romanos consideraron que les convenía más retirarse de Britania y no volver a pensar en ella. Esos teutones estaban divididos en numerosas tribus cada cual con su nombre. Los que se metieron en Britania pertenecían a la tribu de los anglos. De ahí el nombre de ese país, Anglo-land, tierra de los anglos, o, como ellos escriben hoy, England. Nosotros decimos Inglaterra, tierra de los anglos. Otra tribu de los teutones, los vándalos, se incorporó al imperio como pueblo amigo pero, acaudillados por un general romano ambicioso invadieron la Galia y después España, robándolo, destruyéndolo e incendiándole todo por el camino. De ahí cruzaron el mar y se fueron al Norte de África. Tales estragos hicieron que hoy la palabra vándalo es empleada como sinónimo de destructor. 194 -Entonces Rabicó es un vándalo, porque el otro día entró en la huerta y comió todo el cantero de lechuga sugirió la niña. Doña María del Rosario se rió. -No, hija mía. Rabicó no pasa de ser un cerdito de buen apetito -y de buen gusto, porque la lechuga es un excelente vegetal, con varias vitaminas. Sería un vándalo si entrase en la sala y me rompiese los vasos y el mobiliario, tirándolo todo patas arriba. Entonces sí ... -¡Pororó! ¡Pororó! -gritó desde la cocina tía Anastasia, y aquella noche nadie quiso volver a saber de los teutones. LOS BÁRBAROS AMARILLOS - Los teutones -dijo doña María del Rosario al día siguiente eran bárbaros, pero de sangre aria. Había además otros más bárbaros que ellos, pero amarillos, de origen mogólico. Se llamaban hunos, e iban a devastar a su vez a Europa. Nadie sabía de dónde venían. Venían de los bosques del Este, regiones enteramente desconocidas. 195 Se mostraron tan terribles combatientes estos hunos que hasta los teutones les tenían miedo -y si se dedicaban a invadir las provincias del Imperio romano era para alejarse de los hunos. -¡Hunos! -exclamó Pedrito. Esa palabra todavía hace temblar hoy a la gente ... -¡Si tiembla hoy, podéis suponer qué sería en aquel tiempo! Más parecían animales feroces que seres humanos. Vestidos de pieles, nómadas, montados en caballitos muy feos pero de extraordinaria resistencia, armados de arcos, formaban una multitud inmensa, que aparecía de repente como verdadera nube de langostas. Detrás de aquella infinidad de hombres a caballo llegaban los carros con las mujeres y los niños. Esos carros eran sus casas. Los hunos entraban en un país, lo devastaban todo y quedaban en él hasta que no había más que roer. Después marchaban adelante. - ¡Lo mismo que las mangas de langosta! - Los mandaba un jefe de gran valor, Atila, que había sido educado en Roma, donde aprendió muchas cosas necesarias para la guerra. Guiados por Atila, los hunos se volvieron poderosísimos y fueron venciendo a los teutones y a los romanos hasta las Galias. En ese país se dio la famosa batalla de Châlons en el año 451. Teutones y romanos combatieron desesperadamente -y por primera vez consiguieron derrotar al jefe huno. Atila, forzado a desistir de su marcha hacia adelante, volvió a 196 las regiones desconocidas de donde había salido. Pasó varios años en adiestrar a sus hunos en el arte militar de Roma, por haber comprobado que su derrota en Châlons había sido causada por la falta de preparación militar adecuada. Atila, que odiaba a los romanos, juró arrasar el imperio. Cuando se creyó preparado, invadió a Italia y fue venciendo a las fuerzas romanas enviadas a su encuentro. Una por una las ciudades iban cayendo en su poder y Atila se aproximaba cada día más a Roma. Era imposible resistir. El emperador romano resolvió entonces negociar la paz y pidió al papa de aquel tiempo, 197 León I, que se encargase de salvar al Imperio. El papa, con sus cardenales y obispos se dirigió al encuentro del rey huno, que estaba ya cerca de la ciudad. Tuvieron una larga conferencia. Atila volvió a su campamento y dio al ejército orden de retirada. El papa volvió a Roma con la noticia de que todo estaba a salvo. - ¿Qué fue lo que combinaron? -preguntó Pedrito. - Nadie lo sabe. Permaneció siempre en el misterio la conversación de Atila con el papa León I. Lo que se sabe es que el Imperio romano escapó por muy poco de verse con la cabeza cortada. Tomar la capital de un Imperio es cortarle la cabeza. Apenas había desaparecido Atila de la escena, llegaron los vándalos, que después de la devastación de las Galias y de España habían llegado al norte de África. Llegaron hasta Roma, que fue tomada y saqueada con la mayor facilidad. - ¿Saqueada? -exclamó Pedrito, admirado. - Sí, Roma, que triunfó durante siglos sobre todos sus vecinos, fue a su vez saqueada y robada. Los vándalos llevaron todo lo que quisieron. ¡Pobre Roma! Era el comienzo del fin. Había sido campeona del mundo por muchos siglos, pero estaba ya vieja, reumática, debilitada por los vicios y era incapaz de resistir los ataques que en los buenos tiempos habría aguantado como jugando. Iba a ser invadida por otros bárbaros y finalmente despedazada por completo. 198 El último emperador romano se llamaba Rómulo Augústulo -el mismo nombre del fundador de la ciudad con el añadido de Augústulo, que quería decir pequeño Augusto. A pesar de la imponencia de ese nombre, el desdichado no pudo resistir al asalto de la gente del Pepe de Luz de aquel tiempo. Era como un niño de familia rica, criado en el lujo de los palacios, que viese entrar de repente por la sala al terrible Pepe con el cuchillo puntiagudo en la mano. El pobrecito sólo podría hacer una cosa: temblar de miedo y desaparecer. Fue lo que hizo Rómulo Augústulo. Tembló y desapareció. - ¿Cuándo ocurrió eso? - En el año 476. El Imperio, que ya estaba dividido en dos (el otro tenía por capital a Constantinopla), se rompió como un jarrón de porcelana, y los jefes teutones quedaron dueños de los pedazos. De esos pedazos nacieron todos los modernos países de Europa. - ¿Y la otra mitad del Imperio, la que tenía por capital a Constantinopla? - Esa iba a vivir todavía bastante -cerca de diez siglos. Pero era un pedazo mucho menor, y de mucha menor importancia. Ese año 476 fue considerado por los historiadores como el fin de la Edad Antigua. Iba a comenzar la Edad Media, después de la Edad Media tendríamos la Moderna y finalmente la nuestra, que es la Edad Contemporánea. 199 La Edad Antigua llega desde los tiempos más lejanos hasta Rómulo Augústulo. ¿Cuántos siglos duró? Nadie lleva la cuenta. Desde Menés, aquel rey de Egipto que es el primero que menciona la historia. Por tanto, desde el 4241 antes de Cristo hasta el 476 después de Cristo. Ese año 4241 es la fecha histórica más antigua. Todo sumado da ... - 4717 años -gritó en seguida Pedrito. - Eso mismo -confirmó doña María del Rosario. Después vinieron los 1.000 años de la Edad Media. Esta edad duró hasta la caída del Imperio romano de Oriente en poder de los turcos en 1453. De ahí en adelante tenemos la era llamada: Edad Moderna que llega hasta la Revolución Francesa en 1789 y la Contemporánea desde entonces hasta nosotros. Con la lengua de los bárbaros ocurrió una cosa curiosa. Los nuevos pueblos que ocuparon el imperio aprendieron el latín, lengua más culta por cierto. Pero no todos lo aprendieron bien y, en muchos casos, lo mezclaron con sus propias lenguas y poco a poco fueron surgiendo de ella las llamadas lenguas modernas como el francés, el español, el portugués, etc. - ¿Y en Bretaña o Inglaterra? - El latín no se había esparcido allí todavía entre el pueblo, de modo que los anglos lo mezclaron con su lengua y continuaron hablando eso que hoy es el inglés. Tampoco cambiaron de dioses. Continuaron con Thor y 200 Wotan y los otros hasta el año 600. Por entonces ocurrió un caso interesante que parece una leyenda. - ¡Cuéntelo! ¡Cuéntelo! -pidieron los niños. - Cierta vez aparecieron en el mercado de esclavos de Roma algunos muchachos ingleses de rara belleza. El papa los vio y preguntó quiénes eran. - Son anglos -les respondieron. - Bellos como ángeles, eso sí, y merecedores de ser cristianos -dijo el papa, y envió misioneros a la tierra de los anglos para que los convirtiesen. No hubo dificultad. Los dioses antiguos fueron abandonados e Inglaterra entró en la lista de los países que seguían la verdadera religión de Cristo. - ¿Por qué seguían? ¿Acaso no la siguen aún? - Lamentablemente no. Pero ese tema ya lo veremos otro día. MONJES DE LA EDAD MEDIA - ¿Y por qué no ahora? -preguntó Belén. - Porque ahora -respondió doña María del Rosario-, quiero hablar de los monjes de la Edad Media, cuyos buenos servicios prestados a la civilización merecen ser recordados. En Europa contaba muchísimo el valor, porque los bárbaros que se repartían los despojos del imperio 201 fueron realmente incultos hasta que, poco a poco fueron instruidos por los monjes cristianos. - Pero al fin de cuentas, abuelita, ¿qué venía a ser un monje? -preguntó el niño. - Eran hombres que se retiraban del mundo para servir mejor a Dios. - ¿Y era lo más conveniente tal actitud de los monjes? -preguntó Belén. - Para ellos lo era, ya que esa era su vocación o llamado de Dios. A otros, como a los mártires, Dios los llamó para que dieran testimonio de su fe con la propia sangre, por ejemplo en el circo romano. Un hombre, llamado Simeón Estilita, pensó servir a Cristo de un modo muy especial. Subió a una columna de dieciséis metros de altura y no volvió a descender. Vivió el resto de la vida acurrucado allí en la cima de la columna, al sol y a la lluvia, de día y de noche, durante el verano y el invierno. Sus amigos y admiradores subían todos los días una escalera para llevarle comida. - ¿Y la policía lo dejaba, abuelita? -exclamó la niña, asustada. - Todo era distinto en aquellos tiempos -explicó doña María del Rosario. Hoy, con seguridad, si alguien quiere hacer eso en una plaza pública, da con los huesos en el manicomio. Pero en aquella época había el ansia de servir a Dios, y por más extraño que parezca el modo 202 elegido por Simeón, era un modo como cualquier otro. Nadie tenía derecho a intervenir. Pero esos hombres que se retiraban del mundo para servir mejor a Jesús comenzaron a reunirse en grupos y a formar una sociedad muy especial. Nacieron así los monasterios o abadías, esto es, las casas donde diversos monjes se reunían para vivir en común bajo la dirección de uno de ellos, el abad. En el año 529, un monje italiano, llamado Benito, creyó que para servir bien a Dios un hombre no debía poseer ningún dinero, ni bien alguno, porque en la Biblia hay un pasaje que dice: "Si quieres ser perfecto, vende todo lo que tienes y da el dinero a los pobres". Con esa idea en la cabeza, Benito fundó una orden de monjes obligados a cumplir tres cosas: "No tener dinero. Obedecer. No casarse". Esos monjes se llamaron benedictinos. - ¿Y había gente que se obligaba a cumplir esos tres no? -preguntó Pedrito, que proyectaba ser muy rico y casarse con una linda muchacha. - La hubo y sigue habiéndole, porque todavía hay benedictinos. Todos los que coincidían en no hacer las tres cosas imaginadas por Benito fueron a entenderse con él y formaron la orden. Por lo general los monjes vivían en pequeñas celdas y llevaban la vida más simple posible, rezando en horas fijas y trabajando en otras sin tener otras 203 preocupaciones que agradar más a Dios y rezar por tantas necesidades de los que estamos acá en el mundo. Algunos monasterios fueron edificados en terrenos pésimos que no servían para nada -y justamente por eso fueron regalados a los monjes. Pero ellos trabajaron duramente, drenaron la tierra, hicieron secar los pantanos, araron, plantaron y transformaron esos malos terrenos en verdaderos jardines, donde obtenían todo lo que necesitaban para vivir. Esos hombres retirados así del mundo dieron otro servicio a la humanidad del que aún hoy les debemos estar agradecidos: llenaban las horas de ocio escribiendo o copiando libros. Como todavía no había sido inventada la imprenta, todos los libros tenían que ser hechos a mano, uno por uno. A veces varios monjes escribían mientras uno dictaba. Esos libros, hechos en hojas de pergamino, llevaban el nombre de manuscritos, esto es, escritos a mano. Hoy valen mucho dinero y son conservados en las grandes bibliotecas de las grandes ciudades. Muchos eran ilustrados con hermosos dibujos, con la primera letra de cada capítulo floreada y con los márgenes de cada página ornados de flores y pájaros, trabajo artístico que aumentaba su valor. Los servicios prestados a la civilización por los monjes fueron inmensos; sin ellos muchas de las obras más preciosas escritas por los griegos y los romanos se habrían perdido completamente. 204 Además de esas copias, los monjes componían libros contando lo que ocurría, y de ese modo reunían material que más tarde sirvió a los historiadores para escribir la historia de Europa. No existiendo periódicos, como hoy, esas crónicas manuscritas de los acontecimientos de la época adquirieron gran valor informativo. Como eran los únicos que estudiaban, los monjes fueron los únicos hombres educados de ese período de la vida europea. Sólo ellos conocían algunas ciencias y por tanto sólo ellos podían enseñarlas a los que deseaban aprender. Los monasterios hacían el papel de las escuelas superiores de hoy. También servían de posadas a los viajeros, porque el que pedía albergue y comida era servido, pagase o no. Los monjes ayudaban a los pobres como podían. Del mismo modo socorrían a los enfermos que acudían a ellos en busca de remedios o consejos. No habiendo hospitales, el servicio así prestado era grande. El resultado fue que mucha gente socorrida les hizo más tarde regalos de toda especie. Innumerables monasterios se hicieron de esa manera riquísimos, aunque los monjes continuasen con el mismo voto de pobreza. Sólo el que estudia en detalle la historia de la Edad Media puede comprender la acción de los monjes. En aquellos tiempos eran ellos quienes cumplían funciones de imprenta, de escuela, de hospital y de asistencia a 205 los pobres y, encima, rezaban y rezan por los que estamos en el mundo llevando una vida activa. Fueron por lo tanto los ciudadanos más destacados de la época. Y de esa manera sirvieron muy bien a Cristo, que recomendó tanto a los hombres que se amasen unos a otros. - ¡Qué cosa interesante es la vida de los monjes, abuelita- filosofó Pedrito. En ese momento llamaron a la puerta. Era un tropero que venía a hablar con doña María del Rosario. -Bueno -dijo a los niños. El resto queda para mañana. Tengo que arreglar ahora algunas cosas con mi tropero. EL CONDUCTOR DE CAMELLOS Al día siguiente doña María del Rosario comenzó así: - Aquel tropero de ayer me recordó la historia de un famoso conductor de camellos. Al oír hablar de camellos, Emilia fue corriendo a sentarse en su lugarcito. Los animales eran cosa suya. - Conductor de camellos -recordó Pedrito- debe ser lo mismo que tropero de camellos. - Eso es -confirmó doña María del Rosario- y nunca hubo un tropero que tuviese mayor influencia en el mundo que el de la historia que voy a contar. Ese hombre nació en el siglo VI. 206 No era romano, ni griego ni teutón, ni huno. No era rey, ni general, ni papa, sino simplemente un conductor de camellos. En los países áridos, donde se emplean camellos en lugar de burros, hay camelleros en lugar de troperos. Ese camellero o tropero de camellos nació en una pequeña ciudad de Arabia llamada Meca. -¡Ya sé! Abuelita va a hablar de Mahoma -dijo Pedrito. - Exactamente. Ese Mahoma debía ser un muchacho muy atractivo e insinuante, porque conduciendo una vez unos camellos para una rica señora árabe, la señora quedó enamorada de él, y a pesar de tratarse de una señora rica y de un simple tropero acabaron casándose. Después Mahoma dejó los camellos y vivió cómodamente hasta la edad de cuarenta años. Mahoma solía ir a una cierta gruta del desierto, cerca de la ciudad, para estudiar y pensar. Pensaba mucho ... - Debía entonces ser pariente de aquel papagayo que el campesino vendió al inglés -dijo Emilia, refiriéndose a una anécdota que oyó contar días antes. Un papagayo que no hablaba, pero que pensaba mucho ... - Emilia, si continúas interrumpiendo con tus tonterías, irás a la cama ¿oíste? -dijo doña María del Rosario, fingiéndose seria. Emilia se quedó quieta y doña María del Rosario prosiguió: 207 - Un día que estaba en la gruta, Mahoma se durmió y tuvo un sueño, en el cual, dijo él, se le apareció el ángel Gabriel con un encargo de Alá, para que saliese por el mundo para enseñar al pueblo una nueva religión. Alá en árabe quiere decir Dios. Al volver a casa, Mahoma contó el sueño a su mujer, la cual creyó devotamente en todo, convirtiéndose en la primera asociada de la nueva religión. - Pero ¿era cierto, abuelita, que se le apareció el ángel Gabriel? - No, hija. El ángel nunca puede aparecerse a alguien para pedirle que funde una religión contraria a la verdadera. Después, este señor llamado Mahoma se dirigió a todos sus parientes, a quienes también convirtió con sus engaños. Pero cuando quiso hacer lo mismo con otras personas que no eran parientes, encontró resistencia. Quisieron disuadirle. Le llamaron loco. Y como Mahoma insistiese, le consideraron loco peligroso y proyectaron hacerle desaparecer, matarle inclusive, si era preciso. Mahoma, conocedor experto, se apercibió de lo que se proyectaba en el pueblo y huyó con la esposa hacia la ciudad de Medina. Eso ocurrió en el año 622, que fue el año de la Hégira. Hégira en árabe quiere decir fuga. Era aquello una perfecta locura; pero entretanto su falsa religión fue creciendo, creciendo hasta llegar a ser una de las más difundidas en el mundo. Todavía hoy 208 una gran parte de la humanidad la sigue. Los adeptos de Mahoma se llamaron mahometanos, y cuentan el tiempo a partir del año de la Hégira. Los romanos contaban a partir de la fundación de Roma. Los griegos contaban a partir de la primera Olimpíada. - Y los cristianos, a partir del nacimiento de Cristo completó la niña. - Eso quiere decir que hay varios Año primero en el mundo -observó Pedrito. - Perfectamente, y el año 1 de los mahometanos corresponde a nuestro 622. Esa falsa religión se llamó religión del Islam. Mahoma, que era muy hábil para los engaños, de cuando en cuando anunciaba que había recibido un mensaje directo de Alá, así como el empleado recibe un telegrama del patrón que vive en la capital. En esos mensajes de Alá daba órdenes para hacer esto o aquello, o esclarecía puntos de la nueva religión. Reunidos más tarde en libro, formaron esos mensajes el famoso Corán, que es la biblia de los mahometanos. La ciudad natal de Mahoma siguió siendo para los mahometanos lo que era Jerusalén para los cristianos. Allá comenzaron a dirigirse los peregrinos -y hasta hoy todo mahometano, por lo menos una vez en su vida, debe ir a la Meca. Y donde quiera que esté, hace siempre sus oraciones con la cara vuelta hacia la parte en que se encuentra la Meca. 209 Las iglesias suyas se llaman mezquitas. Pero no rezan sólo en las mezquitas. Rezan cinco veces por día donde quiera que estén. Hay en las mezquitas unas torres llamadas minaretes, donde una especie de sacerdotes, los llamados muezines, suben a ciertas horas para gritar al pueblo: "Sólo hay un Dios que es Alá. Rezad, rezad". Al oír eso, los mahometanos dejan lo que están haciendo y sea en la casa o en la calle, se arrodillan con la cara hacia la Meca y oran, con la cabeza inclinada hacia el suelo. Muchos andan con un tapetito arrollado -tapete para rezar- que extienden por tierra siempre que se oye la voz del muezín. Esa religión creció rápidamente, porque mucha gente se sintió atraída por las promesas que hacía Mahoma para después de la muerte. El paraíso por él descrito era un lugar de todas las delicias sensuales. Al comienzo los mahometanos procuraban convertir a los pueblos por medio de razonamientos, de argumentos y de pruebas de que su religión era mejor que las otras. Después trataron de convertirlos a la fuerza a la manera de los bandidos de los caminos que dicen: "¡La bolsa o la vida!" Ellos decían: "Bolsa, vida o Corán. ¡Elige!" Ahora bien, entre ser robado o asesinado y cambiar de religión, la mayor parte de los asaltados prefería la última alternativa -y de ese modo el número de convertidos fue aumentando enormemente. Explicaban tal violencia diciendo que Alá quería que 210 todos los hombres de la tierra se volviesen mahometanos, no admitiendo a nadie con otra creencia. Mahoma vivió apenas diez años más después de la Hégira. Murió el año 632. A pesar de eso sus discípulos no perdieron el tiempo, y con la espada en la mano convirtieron a medio mundo. Entre esos discípulos estaban los grandes jefes llamados califas. El segundo califa fue Omar, quién tomó la ciudad de Jerusalén y construyó una mezquita mahometana justamente en el 211 sitio del famoso templo de Salomón -mezquita que todavía hoy está en pie. - ¿Entonces los mahometanos se quedaron con la ciudad sagrada de los cristianos? -preguntó muy admirado Pedrito. - Es así. La conquistaron y la conservaron durante 463 años. Más tarde la volvieron a tomar. Jerusalén pasó luego a poder de los turcos, también mahometanos. Los árabes o mahometanos se dirigieron hacia Europa y fueron conquistando y convirtiendo a su religión a los pueblos vencidos. El que se rehusaba, moría. Llegaron, siempre victoriosos, hasta Constantinopla, que es la puerta entre Asia y Europa; pero los defensores de esa ciudad supieron resistir. Los árabes entonces abandonaron aquella puerta y trataron de entrar por otro lado. Siguieron por el norte de África, atravesaron Egipto, que fue convertido en seguida al islamismo, y por el estrecho de Gibraltar penetraron en España. Y fueron siguiendo, siempre victoriosos, hasta entrar en Francia, dando la impresión de que iban a conquistar a Europa entera. Junto a la ciudad de Poitiers, sin embargo, fueron detenidos por Carlos Martel, que quiere decir Carlos Martillo. - Detenidos no, abuelita -dijo Belén. Fueron amartillados ... - Así fue. Ese Carlos Martel era el mayordomo del palacio del rey de Francia -pero valía mucho más que el 212 rey. Fue el que reunió a los guerreros francos y cerró el avance, hasta allí victorioso, de los califas. Esa batalla, de resultados tan importantes para Europa, tuvo lugar en el año 732, justamente 110 años después de la Hégira -lo que muestra la rapidez con que la religión de Mahoma había avanzado-. No consiguió dominar a Europa, pero en Asia y en África quedó en pie hasta hoy. Después invadieron la India y arrasaron la civilización allí existente, implantado la suya. Cuando estudiemos la historia de la India, hemos de trabar conocimiento con los terribles reyes musulmanes que reinaron en aquel país después de la conquista. - ¿Musulmán es lo mismo que mahometano? -preguntó Belén. - Sí, es lo mismo. - ¡Qué bueno! Quiere decir que abuelita nos va a hablar de las Mil y Una Noches ... LA GENTE DE LAS MIL Y UNA NOCHES Pedrito y Belén conocían a los árabes de las Mil y Una Noches, El príncipe Admed, Codadad, y Scherezada eran personajes bastante familiares en la finca de doña María del Rosario. Por ese motivo se interesaron mucho en saber cosas históricas de los árabes. - Los sarracenos poseían grandes cualidades y también grandes defectos. Fueron uno de los pueblos 213 notables que aparecieron en el mundo. Tenían genio inventivo y amor al estudio. - ¿Qué es lo que inventaron? -preguntó Belén. -La numeración que usamos fue inventada por ellos y nos ha prestado tantos servicios como el alfabeto, 1, 2, 3, 4, 5, etc- son números árabes. Los romanos empleaban letras en lugar de números, un sistema que dificultaba mucho las cuentas. Escribe en un papel, Belén, estos números romanos y suma. Y doña María del Rosario dictó: IV + XIV + XL + VII + MCVIII -Y tú, Pedrito, haz esta multiplicación: MCMXL x XIV Los dos niños escribieron aquellas cifras romanas y lucharon inútilmente para hacer las cuentas pedidas. - ¡Es imposible, abuelita! -dijeron ambos al mismo tiempo. Esto es una burrada. - No digáis eso -observó doña María del Rosario. Decid que el sistema de los romanos era inferior al de los árabes -y la prueba de eso es que hoy los guarismos romanos sólo se usan en los relojes y en ciertos libros para numerar los capítulos. Para todo lo demás, en todas las escrituras existentes, quien quisiera usar los 214 guarismos romanos haría un papel de humorista -o de gracioso. Además, los árabes fueron notables en la arquitectura, y crearon un estilo enteramente distinto del griego, del romano y del egipcio. La principal diferencia consistía en las puertas y ventanas, que en lugar de cuadradas eran redondas en su parte superior y tenían la forma de herradura. En las esquinas de las mezquitas se elevaban los elegantes minaretes, desde lo alto de los cuales los muezines anunciaban al pueblo la hora de rezar. Las paredes de los monumentos estaban recubiertas de hermosos mosaicos y dibujos. Una cosa curiosa en esos dibujos es que jamás representaban algo existente en la naturaleza -animal o vegetal-. Obedecían a un mandamiento del Corán que dice: "No harás nada que represente cualquier cosa que exista debajo del cielo, sobre la tierra o en el fondo de las aguas". Los artistas árabes, no pudiendo copiar la naturaleza, como hacen nuestros artistas, inventaron el arabesco, esto es un sistema de líneas rectas y curvas que se desenvuelven en todas las formas posibles e imaginables, sin copiar cosa alguna de la naturaleza. Sólo con esos elementos, quiero decir sólo con esas líneas, consiguieron ornamentaciones de la más rara belleza. 215 - Si eran artistas de ese modo -dijo Pedrito-, hay que imaginar lo que habrían hecho si hubiesen tenido la libertad de copiar la naturaleza. - Realmente -confirmó doña María del Rosario. Los árabes poseían grandes dones artísticos, como lo probaron en la arquitectura y en la poesía, esto es en las artes en que tenían alguna libertad. Fueron también los descubridores del café. - ¿De qué modo, abuelita? - Hay varias leyendas al respecto. Una dice que los árabes notaron que cuando las cabras comían cerezas de un cierto arbusto silvestre de Arabia se volvían más ágiles. Eso les hizo experimentar de varios modos el uso de tales cerezas, hasta que descubrieron que las semillas, después de tostadas y molidas, daban una tinta negra de sabor y aroma muy agradables. De ese modo nació el café, tan conocido hoy en el mundo entero. - Los árabes inventaron igualmente el alcohol. Vieron que fermentando el jugo de ciertas plantas azucaradas aparecía ese líquido transparente que arde y que, bebido, deja a los hombres fuera de sí, como locos. Espantados por los efectos del alcohol, comprendieron que se trataba de un veneno lento. De ahí que prohibieran su uso de la manera más terminante. También descubrieron el algodón. Antes del algodón, los hombres sólo se vestían de tejidos de lana. Pero la lana resultaba cara, porque es preciso esquilar a varios 216 animales para vestir a una familia -y además, hay que criar los animales. Siendo cara la lana sólo los ricos podrían andar vestidos, si no hubiese más que lana en el mundo. El algodón se planta, y todo lo que se planta resulta más barato, porque puede ser producido en grandes cantidades. Hoy el mundo entero se viste de algodón, gracias a los árabes. - Sí -dijo Belén-, pero si ellos no hubiesen descubierto el algodón, otros lo habrían hecho. - Es muy cierto eso, pero los que primero lo descubrieron y lo utilizaron fueron los árabes y por lo tanto el beneficio que la humanidad recibió tiene que ser acreditado a ellos. Fueron los primeros en producir tejidos de esa fibra, muy hermosos y duraderos. También fueron los inventores del estampado, esto es de los dibujos en colores impresos en los tejidos, de lo que mucho se alegró el mundo. Cuando tú, Belén, te pongas aquel vestido de algodón con botones de color rosa, que tanto gusta a todos, acuérdate de los árabes. Hay que ser agradecida. . . - Voy a serlo -dijo la niña. Comienzo a perdonarles el modo de tratar a las mujeres. - También inventaron -continuó doña María del Rosario- medios para templar el hierro, haciendo aceros famosos. El acero de Damasco, que era una ciudad de Arabia, y después el acero de Toledo, una ciudad de España conquistada por ellos, fueron los aceros más 217 famosos del mundo. Hasta hoy los poetas hablan de las "hojas de Damasco o de Toledo", refiriéndose a las espadas que se doblaban como juncos sin quebrarse. Esos aceros adquirían un corte tan fino como el de las navajas. Un hilo de cabello que flotase en el agua podía ser cortado con un golpe de esas hojas. Cerca del sitio donde existió antes la ciudad de Babilonia los árabes construyeron Bagdad... Al oír la palabra Bagdad, intervino Emilia. Ya conocía la historias de las Mil y Una Noches y andaba con la ciudad de Bagdad en la cabeza. -¡Viva, viva Bagdad! -exclamó. Cuando yo sea grande, iré a vivir allá. He de tener una alfombra mágica para volar de aquí para allá, de allá para allí, de allí para alló... de alló para allú... - ¡Cierra el pico, Emilia! -gritó la niña. No interrumpas a abuelita con tonterías. Doña María del Rosario continuó: - Bagdad era capital de la mitad del imperio árabe; la capital de la otra mitad era Córdoba, en España. En Córdoba y en Bagdad fueron fundadas dos grandes escuelas, que eran para aquellos tiempos lo que las universidades modernas son para nosotros. Los árabes estudiaban, leían libros y se convirtieron en un pueblo de sabios y literatos. Tenían bibliotecas importantísimas, jugaban al ajedrez, que es el juego de las personas que hacen uso del cerebro -y parece que 218 fueron los inventores de ese juego. Inventaron también el reloj. - ¿Cómo se marcaba el tiempo antes de la invención del reloj, abuelita? - De tres maneras. Una, con la ampolla, en la que se ponía una cantidad de arena; otra, con la clepsidra, en la que se utilizaba el agua, y otra por medio de la sombra del sol. La ampolla se llenaba de arena en la parte de arriba que se comunicaba por un agujerito con la parte de abajo. Cuando acababa de caer toda la arena, era señal de que había pasado, por ejemplo, una hora. En seguida se daba vuelta a la ampolla, para que la parte con arena quedase encima. - Marcaba una parte del tiempo, no el tiempo entero, como los relojes -observó Belén. - Eso es; tenían ese defecto. Y los relojes de sombra tenían el grave inconveniente de no funcionar en día sin sol. Los árabes resolvieron el problema con la invención del reloj de péndulo. Recuérdate de ellos Belén, siempre que el cucú de la sala aparece para cantar cú - cú. - Lo recordaré, abuelita. Ya me hizo perdonarlos completamente. - No los perdones del todo antes de oír otro poco acerca del modo como trataban a las mujeres. Ellos las consideraban seres inferiores, buenas sólo como esclavas del hombre, no como compañeras. Debían 219 pertenecer a los hombres como animales de lujo. Por eso cada hombre podía tener tantas mujeres como quisiese. ¡Ahora resuelve si los perdonas o no! Belén vaciló indecisa, y quien resolvió el caso fue Emilia. - ¡Qué castigo para un hombre el de tener muchas mujeres! -dijo. Una sola ya los deja tontos... Todos rieron, y Belén perdonó a los árabes completamente. UN GRAN EMPERADOR CRISTIANO Doña María del Rosario continuó: En el año 768 surgió una luz muy grande -un hombre-, un rey que a pesar de ser casi analfabeto supo "iluminar". Ese hombre era un teutón, como se ve en seguida por el nombre -Carlos, y nieto de aquel otro Carlos que amartilló a los árabes en Poitiers. Los franceses le llamaban Charlemagne, que quiere decir Carlos el Magno o Carlos el Grande. Carlomagno fue un rey de Francia que no se contentó con eso. Consideró que Francia era pequeña -y conquistó a España y a Alemania, cambiando a París como capital por la ciudad alemana de Aix-la-Chapelle. Había allí excelentes aguas minerales, y como a él le gustaban mucho los baños, ésa fue tal vez la razón del cambio. 220 Por entonces el papa, que gobernaba a Italia, molesto por los ataques de ciertas tribus del norte, pidió socorro a Carlomagno. Carlos, entendiendo deber suyo socorrerlo, acudió y pronto metió en vereda a los rebeldes. El papa, muy agradecido, quiso hacerle un regalo; ¿Pero cuál? ¿Qué regalo podía darse a un rey como Carlomagno? El papa quedó pensativo. Era costumbre en aquellos tiempos que los cristianos de todas partes fuesen en peregrinación a Roma, a fin de ver al Papa y hacer sus oraciones en la catedral de San Pedro. En el año 800 apareció entre los peregrinos... ¿quién? Carlomagno. Y en el día de Navidad estaba el gran rey orando en la iglesia cuando entró de repente el Papa y le puso una corona en la cabeza. ¡La corona de Italia! Y como entonces el que legitimaba a los reyes era el Papa, Carlomagno quedó convertido en Emperador de Italia. Fue el regalo con que el Papa le recompensó por el auxilio prestado y por considerarlo digno de dirigir los destinos de la Cristiandad. Carlomagno pasó a gobernar un imperio tan grande como el Imperio romano del tiempo en que los vándalos lo destrozaron. Quiere decir esto que surgía un nuevo Imperio romano, teniendo esta vez a la cabeza un emperador teutónico. Carlomagno no había recibido instrucción, como en general todos los teutones. Pero como daba gran valor 221 al saber, resolvió ilustrarse. Para eso buscó un buen maestro. No habiéndole en sus dominios, hizo venir de Inglaterra a un monje llamado Alcuino, que tenía fama de gran sabio. Alcuino le enseñó latín, poesía griega, ciencias; le enseñó también la sabiduría de los filósofos antiguos -y todo lo aprendió Carlomagno muy a prisa. Lo que no consiguió fue aprender a leer y escribir. No hubo medio, por mucho que se esforzase. Leer, todavía consiguió leer algo; pero escribir, no escribió más que su propio nombre. Y dicen que dormía con el cuaderno y el lápiz bajo la almohada, para ejercitarse en las horas de insomnio. Tanto estudió que resultó el hombre más instruido de Europa. 222 - El analfabeto más instruido de Europa, debe decir expresó Belén, que leía y escribía muy bien y se jactaba de ello. - Sea -confirmó doña María del Rosario-, pero el hecho es que Carlomagno se convirtió en un gran foco de luz en aquellos tiempos. Aunque era el hombre más poderoso de la época, tenía hábitos modestos y vivía con gran sencillez. Educó a las princesas, sus hijas, en el trabajo y en las virtudes cristianas. Todas sabían tejer, coser y cocinar. - Pero dudo que cocinasen tan bien como tía Anastasia. Yo no tomaría a ninguna de ellas para cocinera mía... 223 - Existió en tiempo de Carlomagno, allá en el mundo de los árabes, un califa que, por su sabiduría y sus altas cualidades, fue tan célebre como el emperador. Fue el califa Harum, que pasó a la historia con el apodo de "al Raschid". Cuando leáis el nombre de Harum al Raschid habéis de saber que significa Harum el Justo. Aunque era jefe de un imperio siempre en lucha con los cristianos, quería mucho a Carlomagno, llegando a enviarle ricos presentes, entre ellos un maravilloso reloj que hacía abrir la boca al emperador cuando daba las horas. Fue tal vez el primer reloj que entró en Europa. Harum tenía el hábito de vestirse como la gente del pueblo y mezclarse entre la multitud para oír opiniones francas respecto de sí mismo y de su gobierno. Descubrió así muchas injusticias perpetradas por sus ministros, y las corrigió todas. Tenía la preocupación de ser justo y de hacer todo lo que era bueno para el pueblo. - ¿Y qué ocurrió con el segundo imperio romano, resucitado por Carlomagno? -preguntó Belén. - Ah, se vino abajo cuando el gran emperador murió. No se encontró otro hombre que tuviese las mismas cualidades y pudiese continuar su obra. - Vaso roto y remendado con pega-pega es así también, abuelita -observó la niña. No resiste... Y fueron todos a tomar el té. 224 EL FIN DEL MUNDO Al día siguiente doña María del Rosario comenzó así: -La historia de la humanidad tiene períodos muy interesantes. Uno de los más curiosos fue el fin del mundo, esperado por los europeos en el año 1000. Por causa de cierta frase de la Biblia, mal interpretada por algunos, Europa entera se persuadió de que el mundo iba a terminar el año 1000... - ¡Qué gran susto se habrá apoderado de sus almas! - Muchos habrán pensado con alegría en que, tras la muerte les esperaba el cielo, la verdadera patria para los cristianos, donde sólo se goza de Dios. Pero al cielo sólo podrían ir los buenos, los que practicasen el bien en la tierra -y casi toda la gente se puso a practicar el bien, con los ojos puestos en la próxima recompensa futura. Había otros, mientras tanto, nada ansiosos por el fin del mundo. Trataban de aprovechar la vida, de gozar lo más posible, ya que todo iba a terminar. Muchos de éstos no querían trabajar más, ni estudiar, ni comenzar una obra nueva. ¿Para qué? ¿No estaba tan cerca el fin de todo? -¿Y luego? -Y luego llegó el año 1000 y no ocurrió nada. El sol continuó apareciendo por la mañana y poniéndose por la 225 tarde. Vino la primavera, después el verano, el otoño, el invierno, como siempre. Fue una desilusión general. - ¿Desilusión o alegría, abuelita? - Las dos cosas. Pero surgieron los sabelotodos que explicaron que había habido un error de cálculo; el fin del mundo se produciría el año siguiente. ¡Espera que te espera un año más! Pasó ese año, y nada. El mundo no llegaba a su fin. Aparecieron otros sabelotodos, que explicaron que la fecha de los mil años debía ser contada desde la muerte de Cristo y no desde su nacimiento, y vuelta el pueblo entero a esperar pacientemente que pasasen otros treinta y tres años, pues la muerte de Cristo tuvo lugar el año 33. Pasaron los treinta y tres años, y nada. El mundo continuó como siempre. Hubo nuevas explicaciones de los sabios y nuevas esperas. Por fin la profecía del milenio quedó desacreditada y todos recomenzaron sus tareas. - ¡Qué interesante! -exclamó Pedrito. Quisiera haber estado allá, para ver las ideas de aquella gente, discutir con ellos ... ¿Conque, entonces, todo se detuvo? -Sí. El que no se detuvo fue un pueblo de la misma familia de los dinamarqueses. Se llamaban normandos o vikingos, esos teutones de la parte más septentrional de Europa, que todavía no se habían convertido al cristianismo y tenían ideas muy distintas de las del resto de los europeos. 226 Los vikingos eran amigos del mar. Vivían navegando, como los antiguos fenicios. Empleaban embarcaciones de un tipo propio, creado por ellos, siempre pintadas de negro, con figuras de monstruos marinos esculpidas en la proa. - ¿No son esas figuras las que el pueblo llama mascarones de proa? -preguntó Pedrito. - Justamente. Mascarón de proa es eso, y cuando decimos que fulano o zutano es un mascarón de proa, queremos significar que es un individuo inútil, que apenas sirve para figurar. Los vikingos realizaron muy importantes expediciones marítimas, en las cuales descubrieron las tierras de Islandia y la Groenlandia. Más tarde llegaron a las costas de América bajo el mando de un jefe llamado Leif Ericson. Como encontrasen viñas salvajes en esas costas, dieron a la tierra el nombre de Vinolandia, o lo correspondiente a eso en su lengua. Pero no se alejaron de la playa, ni sospecharon que estaban pisando un inmenso mundo desconocido. Supusieron que se trataba de alguna isla. -¡Qué ignorantes más grandes! -gritó Emilia. Descubrieron América y no se apercibieron de nada. ¿Por qué no preguntaron a algún esquimal si esa Groenlandia formaba parte de América? Belén le fulminó con una mirada terrible. Positivamente Emilia estaba burlándose de ellos. Pero doña María del Rosario se rió y continuó: 227 - Aquella isla estaba tan lejos de Europa y sus habitantes les parecieron tan feos, que los vikingos no quisieron saber de historias. Reembarcaron para Europa sin la mínima intención de volver, y nunca volvieron. América tuvo que ser descubierta nuevamente por Cristóbal Colón quinientos años más tarde. - ¡Qué idiotas los vikingos! -exclamó Pedrito. Perdieron la oportunidad de tener monumentos en todas las capitales de América, como los tiene Colón. - Eso no impide que la llegada de los vikingos a América haya sido una cosa maravillosa. Recordad que viajaban sin brújula, y hasta parece un milagro que sus pequeñas embarcaciones pudiesen avanzar tanto sin brújula. Sin brújula el navegante tiene que limitarse a seguir sólo por donde puede alcanzar con la vista la tierra. Los vikingos llegaron a América una vez. Si hubieran querido llegar otra vez, o regularmente, como es preciso para la navegación comercial, no habrían podido hacerlo. Eso se hizo posible sólo después que la brújula, inventada por los chinos, fue conocida por los europeos. LOS CASTILLOS Tantas cosas tenía doña María del Rosario que contar, que a veces saltaba del asunto A al asunto Z. 228 Así, saltó de la navegación de los vikingos a los castillos de los señores feudales. - ¡Castillos! -dijo. A ver quién sabe qué es un castillo. Todos dijeron que sabían, porque andaban con la cabeza llena de castillos de los cuentos de hadas; pero cuando doña María del Rosario exigió una explicación más minuciosa, nadie supo darla. - Durante la Edad Media -comenzó doña María del Rosario-, Europa se llenó de castillos. Una verdadera vegetación de castillos, como hay vegetaciones de hongos en ciertos lugares muy abonados. ¿Por qué? Oíd. Después del desmoronamiento del Imperio romano, cada jefe trató de establecer un reinecito en la parte que le cupo. Pero la lucha no cesaba, lucha de un jefe contra otro. Y siempre que uno vencía, daba como recompensa a sus generales fragmentos del nuevo territorio conquistado. Esos generales, a su vez, distribuían pedazos más pequeños de sus dominios a los oficiales menores, que también les habían ayudado. El territorio del antiguo imperio fue así cada vez más dividido y subdividido. Los dueños de los fragmentos menores fueron nobles o señores feudales. Tenían que obedecer al jefe de más graduación que les había dado las tierras, con la obligación de servir y de luchar a su lado siempre que fuese preciso. 229 ¡Eso no era un juego, no! El noble se veía obligado a jurar obediencia y servicio de la manera más solemne, y debía repetir ese juramento todos los años, de rodillas, ante el señor superior. Llamaban a esa ceremonia rendir homenaje o vasallaje. En su trozo de tierra, el noble trataba de construir un castillo que le sirviese al mismo tiempo de morada y de fortaleza, porque, como vivían en lucha, buscaban defenderse de hordas enemigas. Por eso levantaban castillos con preferencia en lugares elevados, cimas de montañas o en bloques de rocas, para dificultar así el asalto de los enemigos. También los rodeaban de fuertes murallas de piedra, a veces de cuatro metros de ancho, y junto a las murallas abrían profundos fosos que llenaban de agua. - ¿Y el pueblo? ¿Qué se hizo del pueblo? -preguntó Pedrito. - El pueblo también tenía la posibilidad de entrar en los castillos como vasallos con ciertas obligaciones hacia el señor, así como éste las tenía con aquellos. Así el señor debía proteger a sus vasallos en caso de ataques, darles casa y comida y éstos ayudarles a defender el feudo y trabajar para su señor. De este modo, poco a poco se fue logrando que, en esta maravillosa época, nadie se moría de hambre. A los más humildes se llamaba siervos. 230 - ¿Siervo no es lo mismo que esclavo, abuelita? preguntó el niño. - De ninguna manera. El siervo tenía dignidad por ser hijo de Dios. Tenía derecho a la vida y al alimento; en cambio, el esclavo de la antigüedad no tenía absolutamente siquiera estos mínimos derechos. - ¡Oh, entonces la diferencia era enorme! - Así es. Además los siervos no podían ser comprados ni vendidos. Pero sigamos ahora con los castillos. Cuando el castillo era atacado, los siervos se recogían en él con todo lo suyo -muebles, vituallas y animales. Por eso los castillos eran tan vastos, con comodidades para centenares de familias. Algunos parecían más bien ciudades. Tenían iglesia, o capilla, almacenes de depósito, caballerizas, cocinas comunes, mil cosas. En la parte principal estaba la vivienda del señor. Todo castillo poseía su gran comedor común. Tablones colocados encima de caballetes servían de mesa y después de las comidas eran retirados. Por causa de esa mesa formada de simples tablones sueltos, apoyados en caballetes, los ingleses emplean, hasta ahora, la palabra boarding-house para denominar las casas de pensión. Board, en inglés quiere decir mesa. Después de las comidas, los siervos de más habilidad cantaban y tocaban instrumentos para diversión de todos. Esos siervos cantores se llamaban trovadores. 231 Cuando el señor y sus siervos se encerraban en el castillo, era muy difícil desalojarlos de allí. En primer lugar, el enemigo tenía que trasponer los fosos llenos de agua. Si lo conseguían, daban de bruces con las murallas de piedra, con una sola entrada. y esa entrada con Puente levadizo, esto es, con un puente que podía levantarse desde dentro, dejando al castillo sin entrada ninguna. El medio, entonces, consistía en romper la muralla. Pero, ¿cómo? - ¡Con dinamita! -gritó Emilia. Aseguro que con una caja de dinamita echaba a volar las murallas de cualquier castillo. - Pero, ¿dónde estaba la dinamita en aquel tiempo, si no se conocía la pólvora en Occidente? Cuando el puente levadizo estaba alzado, era un problema muy difícil tomar un castillo. Si lo sitiaban, el sitio podía durar años, porque había siempre muchos víveres acumulados. Entrar por las ventanas era imposible, los castillos no tenían ventanas, y sí minúsculas troneras, por donde los de dentro lanzaban flechas. Si por casualidad el enemigo llegaba al pie de la muralla, le llovía de arriba agua hirviendo. Pero aun así muchos castillos eran tomados. 232 - ¿Cómo, abuelita? No puedo descubrir el medio dijo Pedrito. - De varios modos. A veces el enemigo abría túneles, que pasaban por debajo de los fosos externos y de los cimientos de las murallas y que iban a salir dentro. Otras veces construía una pesadísima máquina de destruir murallas, llamada ariete. Tales máquinas tenían ese nombre, que viene del latín aries, carnero, porque imitaban al carnero al topar, y además porque terminaban en una cabeza de carnero, hecha de hierro. Otras veces los asaltantes empleaban unas torres de 233 madera montadas sobre ruedas, muy altas, que se aproximaban al castillo y permitían que desde arriba los ballesteros pudiesen lanzar flechas a voluntad hacia dentro. Otras veces usaban aparatos para lanzar a distancia grandes bloques de piedra. - ¿Qué es ballestero? Doña María del Rosario explicó que los ballesteros eran los hombres que usaban ballestas, un aparato para lanzar flechas muy distinto de los arcos que los indios usaban para el mismo fin. - ¿Y por qué no hay más castillos ya? -quiso saber Belén. - Por causa de la pólvora, hija mía. Desde que apareció la pólvora en Europa, todo comenzó a cambiar. Vino la espingarda. Vino el cañón. Las murallas de piedra no sirvieron ya. Con media docena de barricas de pólvora volaban por el aire. El mundo está cambiando siempre por causa de las invenciones. La invención de la pólvora determinó uno de los mayores cambios. La invención de la imprenta iba a determinar un cambio mucho mayor aún. Pero detengámonos aquí. Es hora de dormir. Emilia está pensando en algo. Mirad la carita que pone... TIEMPOS DE LA CABALLERÍA Antes de la velada del día siguiente, doña María del Rosario tuvo que administrar un sermón a Emilia a causa 234 de los bigotes retorcidos que dibujó en las figuras de un Don Quijote de la Mancha de Belén. - Vea, abuelita, cómo quedó mi libro. Todos llevan bigotes, hasta las señoras, y los bigotes más mal hechos del mundo. Los españoles no usaban bigotes así. Este es bigote de portugués de tienda. . . -y con la goma fue borrando aquella picardía de Emilia. Doña María del Rosario aprovechó la ocasión para hablar de la caballería de la Edad Media. - Los tiempos que estoy recordando -dijo- son los llamados tiempos de la caballería andante, la cual dio tema para muchos libros, inclusive el famoso y eterno Don Quijote, de Cervantes. Dos cosas tenían mucha importancia para la Europa de aquella época: las damas y sus caballeros andantes. - ¿No había escuelas? -preguntó Belén. - ¡Escuelas! ¡Claro que las había! Aunque la educación no era como la actual. Los libros escaseaban, ya que no existían las imprentas ni las fotocopiadoras. Cada vez que alguien quería tener un libro debía copiarlo escribiéndolo o haciéndolo escribir, tarea que ya vimos que hacían mucho los monjes, y gracias a los cuales nos han llegado los conocimientos de la antigüedad. Se enseñaba mucho con imágenes, pizarrones en los cuales se dibujaba. A veces, en vez de pizarrones de madera, como los que utilizamos nosotros, utilizaban cueros. Pero lo más destacado de la educación medieval es que 235 estaba dirigida a ayudar al niño para que fuese más bueno y responsable ante Dios, sus padres y sus semejantes. Asimismo se les enseñaba a luchar y defenderse a sí mismo y a los más débiles. Hasta los siete años vivían con sus padres. Al llegar a esa edad se convertía en paje, y paje seguía siendo hasta los catorce años. Ser paje consistía en dedicarse al servicio de las damas del castillo y de algún caballero. Tenía que hacer todo lo que ellas le mandasen, dar avisos, llevar encomiendas, servirlas en la mesa, etc. También recibía las primeras lecciones de equitación, de valentía y de cortesía. A los catorce años el paje se convertía en escudero, y escudero permanecía hasta los veintiuno. La obligación del escudero era servir a los hombres como la del paje era servir a las damas. Tenía que cuidar de los caballos e ir con ellos a los combates, llevando de reserva un animal y más armas, que pudiesen necesitar por casualidad tales guerreros. Si el muchacho daba buena cuenta de sí como escudero, a los veintiún años era elevado a caballero, y esto con una espléndida ceremonia. El futuro caballero se preparaba durante la noche, que pasaba en vela rezando para que Dios le ayudase en el nuevo oficio. Al despuntar el alba aparecía ante el pueblo reunido a la puerta de la iglesia, y juraba solemnemente cuatro cosas: Ser valiente y bueno; luchar por la religión de 236 Cristo; proteger a los débiles; honrar a las damas. Nada más ni nada menos. En seguida le ponían en la cintura un cinto de cuero blanco, y en las botas unas espuelas de oro. De ese modo ataviado el escudero se arrodillaba y su señor le daba con el plano de la espada en el hombro diciendo: "Yo te hago caballero". - Todo eso está en Don Quijote -recordó Pedrito. - Un caballero -continuó doña María del Rosario- iba a la guerra vestido con armadura, compuesta de chapas circulares de hierro que se metían unas en otras, o de placas de acero a manera de escamas de pescado; en la cabeza llevaba un yelmo, o máscara de hierro que la cubría por completo. La armadura lo protegía de las flechas y lanzas del enemigo. Quedaban los caballeros de tal forma escondidos dentro de las armaduras que cuando se trababan en pelea era imposible distinguir al amigo del enemigo. Para evitar los desastres de semejante mescolanza, los caballeros usaban escudo de armas o blasón, esto es, una insignia o marca cualquiera -un león, una rosa, una cruz, un ave. Tales insignias constituyen hoy motivo de gran orgullo para los descendientes de esos caballeros, que las usan especialmente para adornar el papel de cartas. (En este punto Emilia cuchicheó al oído de Martín, preguntándole qué marca tenía la mazorca que dio 237 comienzo a la ilustre familia de los vizcondes de la Mazorca). - Como he dicho ya -continuó doña María del Rosario, a los caballeros se les enseñaba especialmente a ser corteses con las damas; por eso hoy, cuando vemos un sujeto muy amable con las mujeres, decimos que es un perfecto caballero. -¡Y yo, abuelita, que siempre pensé que perfecto caballero quería decir domador que no cae nunca del caballo por más bravo que sea! -dijo la niña. ¡Qué tonta era! ... -No es ser tonta, hija mía. Algo de eso también había. Los caballeros eran también espléndidos domadores. Pero la amabilidad de los caballeros con las damas llegaba al colmo de la paciencia al quitarse de la cabeza el armazón del yelmo, o coraza de hierro al pasar cerca de una de ellas. ¿Sabéis para qué? Para significar que la consideraba amiga y por tanto que no se necesitaba estar con la cabeza protegida, como se hacía en presencia de enemigos. De ese acto de los caballeros medievales vino la costumbre de los hombres modernos de sacarse el sombrero en la calle cuando pasan por delante de una dama o de otros hombres a quienes respetan. - ¡Qué gracioso, abuelita! -exclamó Pedrito. La menor cosa que la gente hace hoy sin pensar, tiene una explicación histórica, ¿no es así? 238 - Claro está. Todo tiene su razón de ser. Hasta esas costumbres de los caballeros de la Edad Media, que hoy nos parecen ridículas, tenían su razón de ser, como veréis un día, cuando estudiéis a fondo la historia. También tenían mucha razón de ser los juegos de moda en aquellos tiempos. - ¿Cuáles eran? - El principal era el torneo. El torneo en la Edad Media correspondía a los juegos Olímpicos de Grecia, a las carreras de carros y a las luchas de gladiadores de Roma, a las corridas de toros en España, al fútbol de los ingleses y hoy también nuestro. - ¿Cómo eran? -preguntó Pedrito ansioso, con la idea de introducir ese deporte en la quinta. - Existía la liza, correspondiente a la arena de los luchadores, o al campo de los jugadores de pelota. La multitud rodeaba la liza, llevando banderas desplegadas al viento y trompetas para hacer ruido. Sin ruido no hubo jamás fiesta en el mundo, de ahí los cohetes, las marchas, el vocerío, los aplausos, los vivas, los cantos de las hinchadas etc. En la liza aparecían los caballeros, divididos en bandos contrarios, a fin de trenzarse en luchas simuladas. Por eso llevaban las puntas de la lanza embotadas para no herir gravemente a los rivales. Dada la señal, los caballeros, montados en caballos también cubiertos de armaduras, avanzaban lanza en ristre unos contra otros, procurando derribarse 239 mutuamente de las sillas. Los vencedores recibían como premio una cinta, o distintivo cualquiera, ofrecido por las damas, y estos premios o trofeos eran muy estimados. Los héroes no dejaban nunca de llevarlos cuando iban a las batallas de verdad. Hoy los premios son, sobre todo, copas, una costumbre que también tiene su origen histórico. Otra diversión favorita de los caballeros era la caza con el halcón, un ave de rapiña que se deja amaestrar. Enseñaban a los halcones a cazar ciertas aves y pequeños animales, como conejos y liebres y a llevarlos a sus dueños. - Como los perros perdigueros de hoy, -recordó Pedrito. - Sí. Esos halcones hacían el papel de perros con alas. Eran llevados al campo, sujetos con una correa al puño del cazador y con la cabeza cubierta por una pequeña caperuza. Cuando era avistada la caza -una pobre paloma o una liebre- les quitaban la caperuza y los soltaban. El halcón caía, como una flecha, sobre la víctima, y la sujetaba con las terribles uñas afiladísimas; después la llevaba al cazador, si era un ave, o quedaba sujetándola en tierra si era un animalito. El cazador recogía la caza, ponía otra vez la caperuza en la cabeza del halcón y lo ataba a la correa. 240 -¡Malvados! -exclamó Belén. Veo que la historia del mundo podría llamarse con más propiedad, historia de la maldad humana. - Eso no es maldad, hija mía. Los animales no tienen sentimientos y, si bien tampoco puede decirse que sea una obra buena matar a los animales por diversión, tampoco hay que condenar a nadie. Simplemente son juegos desaconsejables. Aún las damas, a pesar de ser muy sensibles y estar llenas de delicadezas, se complacían inmensamente en las cacerías con halcón. Los hombres, sin embargo, preferían cazar el jabalí, un cerdo feroz del bosque, de dentadura terrible -por ser deporte más peligroso y por tanto más propio del hombre. - ¡Hum! ¡hum! -murmuró Emilia. - Hum, hum, ¿por qué? -preguntó Pedrito. - Me admiro de la importancia que los hombres dan a la valentía. Quieren ese deporte porque es más peligroso. ¡Hum!, ¡hum! ... - Los hombres -dijo doña María del Rosario-, deben preocuparse por aquellas cualidades que son propias de su condición de varones al igual que las mujeres con las nuestras. No es propio de las mujeres, por ejemplo, los deportes bruscos, como tampoco es propio de los hombres aquellos juegos tan delicados. 241 - Sí, dijo Pedrito. Cuando algún compañero de la escuela es medio cobarde o se queja y llora por cualquier cosa le decimos afeminado. Es lo peor... AVENTURA DE LOS CRUZADOS En la comida del día siguiente, Pedrito preguntó a la abuela cuál sería el asunto histórico de aquella noche. - Podemos hablar de los cruzados -respondió doña María del Rosario después de reflexionar unos instantes. Es un asunto de los más notables y fue de grandes consecuencias para el mundo. Pedrito aplaudió. Ya conocía algo de los cruzados y eso de guerras, invasiones, masacres o cacerías de tigres en Uganda o en la India era su manjar favorito. No sé de quién sacó Pedrito ese espíritu facineroso decía siempre la niña. Y como el asunto iba a ser de guerra, Pedrito se ingenió para que la velada de aquella noche comenzase diez minutos antes. - Vamos, abuelita, que estoy impaciente. - Realmente las cruzadas constituyen un episodio muy interesante de la vida de los hombres -comenzó doña María del Rosario. Había en la Edad Media tanto entusiasmo de fe entre los cristianos que de todos los rincones salían viajeros con rumbo a Palestina. Allí 242 estaba la ciudad de Jerusalén. Querían ver con los propios ojos la tierra donde había sido crucificado Cristo, y orar ante su tumba. Esos viajeros se llamaban peregrinos -y peregrinación se llamaba el viaje que hacían. Traer de Jerusalén una hoja de palmera o cualquier otro recuerdo para mostrarlo a los amigos y colgarlo en las paredes, constituía el ideal de todos, a ésto se le llama aún hoy reliquia. El viaje duraba meses, a veces años. No había trenes ni aviones, como hoy. No había hoteles por el camino y otras comodidades. Los peregrinos debían soportar mil incomodidades y sufrimientos. Pero sin embargo lo hacían con un enorme placer, ya que no había, para muchos de ellos mayor gusto en la tierra que estar allí donde había nacido y vivido el Redentor, Jesucristo. Lo peor, sin embargo, era que Jerusalén estaba en manos de los turcos, pueblo mahometano que detestaba a los adeptos de Cristo. Después de vencer los peregrinos las mil dificultades del viaje, tenían todavía que sufrir, cuando llegaban, los malos tratos y persecuciones de los turcos, que eran infieles. Eso comenzó a desesperarlos, y como la situación fuese empeorando, allá por el año 1095 el papa Urbano, que era el jefe de la cristiandad, resolvió reaccionar. Y lanzó una proclama invitando a todos los cristianos a reunir un ejército para expulsar a los turcos de Jerusalén. 243 Un monje llamado Pedro el Ermitaño, hombre de gran elocuencia, también se sintió indignado y salió por el mundo a predicar la cruzada. - ¿Qué quiere decir ermitaño, abuelita? - Quiere decir un hombre que vive solo en el desierto o en alguna caverna, donde puede orar el tiempo que quiere sin que nadie le interrumpa. Pedro era de ésos. Vivía en una gruta o en una ermita, sufriendo toda suerte de privaciones buscando agradar a Dios. Pedro había estado ya en Jerusalén, de donde volvió lleno de cólera por lo que había visto. Por eso comenzó a contar a todo el mundo los malos tratos que los cristianos sufrían, llegando al colmo el absurdo de estar el Santo Sepulcro en manos de los peores enemigos de la cristiandad. Hablaba al pueblo en las iglesias, en las calles, en los mercados, por los caminos, donde quiera que encontraba oyentes, y gracias a su elocuencia consiguió impresionar a las gentes. En poco tiempo, los cristianos comenzaron a reunirse por millares, jóvenes y viejos, hombres, mujeres y hasta niños, con el fin de marchar hacia Jerusalén y arrancarla de manos de los turcos. Esos valientes usaban como distintivo una cruz de paño rojo cosido a las ropas. De ahí el nombre de cruzados que tuvieron, y el nombre de cruzadas que tuvieron sus expediciones en masa. 244 El que partía para una cruzada tenía muy poca esperanza de volver, y por eso disponía de todos sus haberes -casa, mobiliario, ganado, plantaciones. Quedaba sin nada. La mayor parte de los peregrinos iba a pie. Otros iban a caballo. - ¿También iban los nobles? - ¿Cómo no? Hasta los príncipes y por fin hasta los reyes, como veréis. Todos querían retomar estas tierras que pertenecían a los cristianos. El plan del papa era organizar una gran cruzada que partiese para oriente el año 1099; pero era tal el ansia de aquella gente por combatir que no hubo medio de contenerla. Con Pedro el Ermitaño y otros jefes al frente, partieron los primeros cruzados mucho antes de estar completa la organización imaginada por el papa Urbano. Quienes organizaron esta primera cruzada no tenían conocimientos militares y ni siquiera geográficos de esta zona. Tenían muchísima voluntad y ganas de servir a nuestro Señor pero carecían de los más mínimos recaudos, por lo que fracasaron en cuanto comenzaron a presentarse las primeras dificultades. Sin embargo, lo que parece fracaso a los ojos del hombre de hoy, no lo era así para aquellos hombres para quienes lo importante era la lucha, el heroísmo y no el triunfo sobre el otro. -¡Adelante, soldados de Cristo! era el grito de guerra a cuyo conjuro inmensas masas humanas 245 iban rumbo a Jerusalén. Avanzaban, avanzaban. Siempre que divisaban a lo lejos una ciudad, preguntaban ansiosos: ¿Es ésa Jerusalén? - Debía ser como la marcha de las hormigas -observó Pedrito. - De hecho era un hormiguero en marcha. - ¿Y los turcos, abuelita? ¿Qué hicieron cuando llegó allá la noticia? - Cuando los turcos tuvieron conocimiento de aquella marcha de millares y millares de hombres, reunidos en ejército para arrojarlos de Palestina, salieron a su encuentro bien armados y bien mandados. La matanza entre los cristianos fue tremenda. El propio Pedro el Ermitaño cayó en ella. Fueron aniquilados. 246 Pero tras ellos venían, mucho más ordenados, otras levas inmensas, que habían sido organizadas por el papa Urbano y habían partido en la época que él señaló. Los reyes y príncipes de la Cristiandad depusieron las luchas internas para seguir el llamado y se unieron para luchar por la causa de Dios. Marcharon también día y noche, venciendo con valor y entereza todas las dificultades hasta que llegaron. Cuando se vieron ante las murallas de la ciudad sagrada, estalló entre ellos un 247 verdadero delirio de alegría. Cayeron de rodillas y rezaron y cantaron himnos, agradeciendo a Dios por haber conseguido llegar al término de aquella empresa. - ¿Y después? - Después atacaron la ciudad con tal entusiasmo que asombraron a los propios turcos. Nada pudo resistir el ímpetu del asalto -y Jerusalén cayó en sus manos. El jefe principal, llamado Godofredo de Bouillon, se hizo cargo de la plaza y estableció un gobierno cristiano. Como no se creía digno de reinar en las tierras en donde Jesucristo había llevado la corona de espinas se hizo llamar Avoué, que significa Indigno servidor del Santo Sepulcro -y de ese modo terminó la primera cruzada. - ¿Primera, abuelita? ¿Hubo otras, entonces? - Sí, hubo nueve, y eso en el espacio de dos siglos, porque después los turcos recuperaron a Jerusalén, masacraron a todos los cristianos y no volvieron a salir de allí. Belén puso cara de espanto y de piedad. - ¡Qué triste, abuelita! ¡Cuánta obstinación de esta gente que no respeta los derechos de Cristo. Pensar que tantas vidas se hubieran podido salvar si hubiesen permitido a los cristianos seguir con sus peregrinaciones... 248 LOS REYES CRUZADOS Al día siguiente doña María del Rosario continuó: - Tenemos tres reyes participando en las cruzadas: Ricardo, rey de Inglaterra; Felipe, rey de Francia, y Federico Barbarroja, rey de Alemania. Jerusalén estaba nuevamente en manos de los turcos, lo que encolerizaba a los cristianos hasta lo indecible. Era necesario enviar una nueva cruzada -y comenzó la segunda. En la segunda cruzada no tomaron parte los tres reyes,. Estaban reservados para la tercera, que comenzó en el año 1189, casi cien años después de la primera. - ¡Tres reyes! -exclamó Pedrito. Estoy seguro de que ganaron... - Lamentablemente no fue así, Pedrito, porque esos tres reyes no consiguieron nada. Federico Barbarroja... - ¡Que nombre! ¿Quién era? - Pariente de Barba Azul, con seguridad -gritó Emilia. - No -dijo doña María del Rosario. Barbarroja era un rey de Alemania que tenía su corte en aquella ciudad que Carlomagno había convertido en la capital de su imperio. Vamos a ver quién la recuerda... -Aix -comenzó Pedrito-; la... -continuó Belén-; Chapelle -concluyó Emilia. 249 -Muy bien -dijo doña María del Rosario. Aix-laChapelle. Pero en tiempo de Barbarroja esa ciudad sólo era la capital de Alemania y no de un imperio. Aunque Barbarroja quiso formar un gran imperio como el de Carlomagno, no lo consiguió, porque no tenía las cualidades de gobierno, o el tino del otro. Ya viejo se decidió a marchar con la tercera cruzada. El resultado fue que no llegó a ver a Jerusalén y murió en el camino ahogado. Y quedaron en el campo dos reyes solamente. - Es la primera vez que un rey muere ahogado -dijo Pedrito. Gran número de ellos murieron asesinados y algunos decapitados, como aquel rey Luis XVI de Francia y Carlos I de Inglaterra. - El segundo rey, Felipe de Francia, tampoco vio a Jerusalén. Se llenó de envidia hacia su compañero Ricardo, a quien veía muy querido, y volvió a Francia dejando al rey de los ingleses solo. - Apuesto a que el inglés vio a Jerusalén -dijo Pedrito. - La vio, si. Este Ricardo fue un gran rey. Un cruzado cuyo recuerdo se hizo legendario, no sólo entre los cristianos sino también entre los infieles, y fue apodado Corazón de León por su coraje a toda prueba y sus proezas sin cuento. El pueblo lo amaba porque era duro con los malhechores y muy justiciero. Durante siglos existió en Inglaterra la costumbre de que las madres 250 atemorizaran a los niños diciéndoles: ¡Quietecitos, si no vendrá a castigarles el rey Ricardo! -¡Se convirtió en una especie de “hombre de la bolsa”! -exclamó Belén. -Era muy estimado por los adversarios, como se ve por lo que aconteció entre él y el sultán Saladino, que reinaba en Jerusalén en ocasión de la tercera cruzada. Saladino era atacado por las fuerzas de Ricardo, pero era tanta su simpatía por el rey inglés que le propuso un acuerdo para bien de ambos bandos. En ese acuerdo se dejó sentado que los turcos no volverían a maltratar a los peregrinos cristianos que llegasen a Jerusalén. Conseguido eso, Ricardo volvió para Inglaterra, poniendo fin de ese modo a la tercera cruzada. A su regreso aconteció una cosa que parece propia del cine. Fue raptado por los ladrones. Raptado y ocultado en una prisión que nadie sabía dónde quedaba y los raptores exigieron de Inglaterra una gran suma a cambio de su libertad. ¿Pero cómo podrían rescatarle sus amigos si no sabían dónde estaba, ni quién podía comunicarse con los raptores? - Y entonces . . . -dijo Belén. - Y entonces -repitió doña María del Rosario- entró en escena un tal Blondel, que era el trovador favorito de Ricardo. Este Blondel había compuesto un tiempo atrás una canción que gustaba mucho a Ricardo. Cuando su señor desapareció, tuvo Blondel la idea de salir por el 251 mundo cantando esa canción, junto a las murallas de todos los castillos, en la esperanza de que el rey la oyese y lo reconociese. Cantó, cantó, cantó Blondel, y por casualidad un día cantó justamente al pie de la torre donde estaba prisionero el rey. Al oír la canción querida, Ricardo reconoció la voz de su trovador -y respondió cantando el estribillo. De ese modo fue descubierto. Sus amigos pagaron el rescate y él volvió muy contento a Inglaterra. - ¡Qué gracioso, abuelita! -exclamó Belén. A veces la historia parece como novela de capa y espada como aquella de Alejandro Dumas que nos leyó una vez... - Y es así, hija mía. En esta historia, como en tantas otras existen personajes en torno a los cuales se han tejido muchas historias de las cuales no sabemos fehacientemente si son ciertas o no como es la que sigue. Ricardo Corazón de León, dicen creencias populares inglesas, volvió a Inglaterra, pero no se quedó tranquilo. Por ese tiempo andaba haciendo por allí de las suyas el famoso Robin Hood, sin que nadie pudiera echarle mano. Robaba a los viajeros en los caminos y batía a los soldados reales siempre que se cruzaban con él. - Ya vi la película de Robin Hood -recordó Pedrito. Hay allí un fraile que es colosal. 252 - Ricardo se indignó y se dispuso a dar caza a Robin Hood. Para ello se disfrazó de monje, dándose maña para hacerse capturar por él. Quería saber de cerca quién era Robin, para después atraparlo bien atrapado. ¿Pero sabéis qué ocurrió? Ricardo tuvo tanto gusto en ver a Robin, se encariñó tanto con el bandido, que le perdonó y perdonó a toda su cuadrilla. - ¡Qué individuo extraordinario, abuelita! -exclamó Pedrito-. Usted no se imagina cómo me gustan los hombres así, que hacen las cosas distintamente de los otros y siempre según se les ocurre. Ese Ricardo entra en mi cuaderno. Espere... - Entonces anota también -continuó doña María del Rosario- que la cota de armas de Ricardo tenía tres cabezas de león, una encima de la otra -dibujo que después entró en el escudo de Inglaterra. 253 Pedrito tomó nota de todo, mientras doña María del Rosario bebía un vaso de agua, tomaba aliento y continuaba: - Después de esa tercera cruzada vino... - ¡La cuarta! -dijo Emilia. - Claro está que la cuarta, bobita. Pero lo que yo iba a decir es que vino una el año 1212, de niños solamente. -¿Niños, abuelita? -exclamaron todos, con los ojos llenos de asombro. - Sí, niños, criaturas. Se le llamó incluso la cruzada de los niños. Tuvo su origen en Francia, con un muchacho llamado Esteban que era un pastorcito que aseguró que el Señor se le había aparecido y le había 254 dado la orden de liberar el Santo Sepulcro. Comenzó a entusiasmar a sus amigos y conocidos y así se fue propagando. Surgieron de todos los rincones de Francia niños y adolescentes que se enrolaron en las filas de Esteban y tomaron la Cruz. A pesar de la prohibición del rey de Francia, los jóvenes cruzados llegaron a Marsella, donde se embarcaron en siete galeras; dos de ellas naufragaron y otras dos llegaron a Argelia, donde los adolescentes fueron vendidos como esclavos. Belén se alarmó. Y prosiguió la abuela: - Y fue una gran lección para muchos barones que no tenían el coraje de estos niños. “Estos niños nos avergüenzan -exclamó Inocencio III, cuando se enteró de tales sucesos-; nosotros dormimos pero ellos parten...”. Hubo todavía otras, y por fin vino la octava, que llevó como jefe al rey Luis IX de Francia, el mismo que más tarde fue canonizado y lo conocemos como San Luis. - Yo conozco una provincia que se llama así, dijo Pedrito. - Claro, -continuó la abuela-. Nuestra provincia cuyana tomó el nombre de este gran santo, un hombre lleno de virtudes y que es considerado, por los historiadores como el “perfecto cruzado”. Todo lo hacía por Dios con recta intención y en perfecta fidelidad a la mística propia de la caballería, tal cual la enseñara San Bernardo. Preparó su campaña con toda seriedad, 255 siendo la suya una cruzada de ingenieros al mismo tiempo que de héroes y santos. Sin embargo, hubo de enfrentarse con un grupo de sarracenos muy bien equipados militarmente y fue derrotado. Pero es en la derrota en donde se nos muestra más valeroso y más santo. Después de ésta, en la que habían sido tomados prisioneros muchos cristianos por los infieles, tuvo que decidir el rey santo si volver a Francia a arreglar problemas de su reino o permanecer en estas tierras tratando de liberar a los prisioneros cristianos. Luego de consultar con sus soldados más aguerridos decidió quedarse y pronunció las siguientes palabras: “Los barones de este país dicen que, si me voy, el reino de Jerusalén está perdido, pues nadie se atreverá a permanecer aquí. Así que he decidido que no abandonaré el reino de Jerusalén que he venido para conquistar y mantener, por lo tanto mi decisión es que seguiré aquí como lo he hecho hasta ahora.” - ¡Este gran santo tomará uno de los primeros lugares en mi cuaderno! -sostuvo Pedrito-. Así se habla. - Lamentablemente el rey y su ejército fueron alcanzados por una peste de tifus luego de una durísima lucha. Y, tiempo después, fue víctima de una epidemia de disentería. - ¿Hubo algún otro rey en las Cruzadas así? preguntó Pedrito. 256 - No sé si tanto como San Luis, que reunía tantas virtudes. Pero sí otros muchos de gran valor y entereza, como Balduino IV, rey de Jerusalén, un joven simpático y atractivo, de espíritu indomable, corajudo como el más atrevido caballero. Un día en que estaba jugando a la pelota, cayó ésta en medio de un arbusto espinoso, y cuando intentaba sacarla de allí comenzó a sangrar, pero sin sentir dolor alguno. Era lepra. De nada sirvieron los remedios. El reinado de este muchacho (1174-1185) no fue sino una penosa agonía, en que la enfermedad avanzaba día a día, minando todo su cuerpo, su cara, sus ojos. Sin embargo, con un heroísmo, sólo atribuible a la fe, aquel joven guerrero enfrentó al enemigo con valor realmente sobrehumano. En la batalla de Montgusard, uno de los hechos bélicos más sorprendentes de las cruzadas, el rey leproso, de 17 años, al frente de 500 caballeros, hizo huir a miles de enemigos encabezados nada menos que por Saladino. Mientras pudo mantenerse a caballo siguió dirigiendo a los suyos. Luego, cuando sus fuerzas lo abandonaron, se hacía llevar al combate en una litera a fin de que sus hombres pudiesen verlo. Murió a los 24 años y fue enterrado en las cercanías del Santo Sepulcro. - Pero, al fin, preguntó Belén, las cruzadas ¿triunfaron o fracasaron? - Militarmente el resultado fue un fracaso. Sin embargo, para los espíritus más nobles de la época lo 257 importante no era tanto el éxito como el buen combate. En ellas los hombres, y aún los reyes, supieron deponer sus intereses y comodidades particulares para demostrar su amor a Cristo y a su Iglesia dando muestras de heroísmo sin igual. - Pero se perdieron muchas vidas, abuelita. - Es cierto, hija. Pero deberás saber que hay veces que Dios o la patria nos exigen la entrega de todo lo que tenemos. Es parte de aquel primer mandamiento que dice... - Yo lo sé, -dijo Pedrito. Amar a Dios sobre todas las cosas. - Y en ese “todas las cosas” también está nuestro cuerpo y nuestra vida de aquí, de la tierra; porque lo que en definitiva ha de importarnos, ya lo saben, es la vida del cielo. Así lo sabían y querían también aquellos valerosos soldados de Cristo y lo demostraron con sus vidas y, algunos, hasta con su muerte. Gracias a esta suprema generosidad estarán gozando eternamente de las delicias del cielo. MARCO POLO 258 - He notado una cosa -dijo Pedrito. Usted menciona solamente los países de Europa, como si el mundo no fuese más que Europa. ¿Y las otras tierras? - Las otras tierras no nos interesan tanto como las de Europa u Occidente. El Oriente, esto es la parte donde están los más grandes países de Asia, no han tenido tanta influencia sobre nuestra civilización. Los antiguos europeos no conocían de Asia más que la región entre el Tigris y el Éufrates, donde sucedieron tantas cosas interesantes. El resto, más allá de esos ríos, era una tierra casi ignorada, que llevaba el nombre genérico de tierras del Catay. - ¿Dónde quedaba ese Catay? - Del otro lado del globo terrestre. Catay era antípoda de Europa. ¿Sabéis lo que es antípoda? - Sí, sí -dijo Belén-, lo aprendí en la historia de Alicia en el País de las Maravillas. Antípoda es una tierra situada en el extremo opuesto de otra. - Pues bien continuó doña María del Rosario-, la tierra de Catay quedaba en el lado opuesto de Europa. Allí vivía un pueblo amarillo, de cabellos lacios -gente de raza mongólica. Hoy ya es bien conocido por nosotros, y de esas tierras recibimos muchas cosas -abanicos de papel, cestitas de bambú. También sabemos que quedan por allá la India y China. Hoy los grandes sabios de Occidente hablan con el mayor respeto de esos pueblos; pero para la Europa antigua el Asia prácticamente no 259 existía. Europa comenzó a conocer a los amarillos cuando éstos la forzaron a ello. -¿Cómo le forzaron, abuelita? No entiendo... -Fue así. Allá por el siglo XII o XIII, una de las razas existentes en Asia, los mongoles o tártaros, avanzaron sobre Occidente como un alud de nieve o una nube de langosta y con tal furia que amenazó con arrasar a todos los países cuya historia voy a contar. Venían a caballo, bajo el mando de un terrible guerrero llamado Gengis Khan. Una especie de Atila, y sus guerreros eran una especie de hunos, aun peores. Si fuese posible formar un ejército de tigres y leones, ese ejército no sería más feroz que el de Gengis Khan. Galopaban arrasándolo todo, quemando ciudades y poblados por millares, y matando hombres, mujeres y niños por millones. Nadie podía resistir su furia, de manera que todo hacía creer que la raza blanca iba a ser destruida, y con ella todo cuanto los blancos habían creado. Pero en cierto momento Gengis Khan se detuvo. Tenía ya un imperio que se extendía desde el Océano Pacífico hasta los limites de Europa, imperio mayor que el romano o el de Alejandro. Fue cuando murió. - Eso es lo que vale, abuelita -dijo Pedrito. Eso es lo que vale, que exista la muerte. Cuando esas pestes se vuelven demasiado peligrosas, viene la Descarnada con 260 su guadaña y ¡zas! siega al monstruo para que vaya a asarse al infierno. - Murió, sí, pero las cosas no mejoraron, pues Gengis Khan dejó un hijo más terrible que él, el cual conquistó y arrasó nuevos países. Por fin la muerte lo segó también a él, y subió al trono el gran Kublai Khan. A pesar de ser nieto de Gengis, Kublai no heredó su ferocidad. Nació con espíritu creador, no con espíritu destructor. Fue el que hizo a Pekín capital de China y la llenó de monumentos. Tantos palacios y jardines maravillosos hizo levantar allí, que obscureció la gloria de los otros reyes, como Salomón por ejemplo -reyes amigos de lo que se llama fausto, o sea un apego excesivo al lujo. Kublai Khan fue el mayor rey que tuvo el Oriente. - En la India el mayor fue Akbar, usted ya nos habló de él. - Sí, pero en China fue ese Kublai. Cierto día aparecieron por allá dos venecianos. ¿Quién sabe qué es un veneciano? - Es el marido de las venecianas -chilló Emilia señalando las verdes persianas de Venecia de la sala. A nadie le causó gracia. - Veneciano es un hombre que ha nacido en Venecia. ¿Y Venecia? ¿Quién sabe lo que es Venecia? Silencio. Doña María del Rosario explicó: 261 - Venecia era una ciudad muy curiosa de Italia, la única del mundo construida sobre el agua. Las calles no se parecían -y no se parecen, porque Venecia existe todavía- a las calles que nosotros conocemos. No son calles propiamente dichas, sino canales. En lugar de autos, navegan en las calles de Venecia unos botes llamados góndolas. Pues bien, hacia el año 1300 vivía en Venecia la familia de los Polo. A dos de ellos se les metió en la cabeza la idea de conocer las regiones misteriosas de Catay. Se pusieron en camino. Viajaron sin cesar, siempre en dirección al este, esto es en dirección a Oriente, y tanto anduvieron que fueron a dar ante los maravillosos palacios de Kublai Khan. 262 Cuando el rey supo que dos hombres blancos estaban con la boca abierta ante su palacio, mandó que los llevasen a su presencia. Los Polo comparecieron y hablaron largamente, contando maravillas de Europa, cosas enteramente nuevas para Kublai Khan. Esos venecianos sabían contar historias, sabían ser interesantes, de manera que el rey se sintió atraído hacia ellos. Ordenó que los hospedasen de la mejor manera para que todos los días fuesen a contar más cosas. Después los tomó a su servicio y los empleó en 263 altos puestos de gobierno. De ese modo los Polo permanecieron veinte años en la corte de Kublai Khan. Un día, sintiendo nostalgia por Venecia, planearon el regreso. Estaban riquísimos y ansiosos por contar a los parientes y amigos sus extraordinarias aventuras. Pero Kublai estaba tan contento con ellos que no quiso dejarlos marchar. Fue preciso prometer que dejarían Catay por poco tiempo, y volverían en cuanto desapareciera su nostalgia por Venecia. Al llegar a Venecia, nadie los reconoció. Todos dudaron de que fuesen los Polo que habían salido de allí veinte años atrás. Parecía imposible que aquellos dos sujetos desharrapados y sucios por el largo viaje, que además hablaban mal la lengua italiana, fuesen los que decían ser. Los Polo quedaron decepcionados. Las historias maravillosas del reino de Kublai Khan eran escuchadas como cuentos de hadas. Todos se reían. Por fin hicieron como en el cine. Se deshicieron de las ropas maltrechas y, abriendo los baúles, sacaron de ellos los más lujosos trajes de seda, los de uso en la corte de Kublai. También abrieron las cajas de rico marfil, mostrando joyas de la labor más fina. Eran rubíes y diamantes y esmeraldas y zafiros en cantidad tal que bastaban para instalar una joyería. Los venecianos abrieron entonces los Ojos de asombro, viendo que era cierto cuanto decían. 264 Uno de los Polo narró más tarde esas historias a un hombre que sabía escribir, y así nació uno de los libros más famosos en el mundo: Viajes de Marco Polo. Tales aventuras parecen cuentos de hadas, pero no lo son, aunque mucho pueda ser exageración de Marco Polo con el fin de impresionar a los lectores. - Abuelita, abuelita -exclamaron los dos niños- mande buscar pronto ese libro para leérnoslo. ¡Qué hermoso debe ser! - En ese libro -continuó doña María del Rosario-, Marco Polo describe la magnificencia de los palacios de Kublai Khan. Cuenta que había una enorme sala comedor donde podían sentarse a la mesa al mismo tiempo once millares de invitados. Cuenta de un ave tan grande que podía volar con un elefante en el pico. - Es el pájaro Roca -chilló Emilia. - Cuenta además -concluyó doña María del Rosarioque al pasar por el monte Arará supo que el arca de Noé todavía estaba allí, aunque nadie podía verla, debido a la inmensa altura de la montaña, helada desde la mitad para arriba... - ¡Qué gran embustero! -exclamó Pedrito. LA AGUJA MÁGICA Y EL POLVO INVENCIBLE 265 -Después del regreso de los dos Polo -continuó doña María del Rosario-, los pueblos de Europa comenzaron a oír hablar de dos cosas maravillosas: una aguja mágica y un polvo invencible, traídos de Catay. - ¡Ha de ser el polvo de pirlimpimpín! -gritó Emilia. - Era la pólvora. Hasta el año 1300 nadie soñaba en Europa con espingardas y cañones. Los hombres utilizaban en las guerras armas blancas, esto es espadas, cuchillos, lanzas; o armas arrojadizas, como flechas y máquinas de lanzar piedras, armas todas ellas de pequeño alcance. La espada, por ejemplo, sólo vale a distancia de un metro del soldado que la maneja y con una buena armadura el enemigo se defiende de sus golpes. Tampoco la flecha llega muy lejos. Pero con el cañón, las cosas cambian. Ante el cañón de nada valen las armaduras, ni resisten las murallas de los castillos. Eso hizo que el uso de la pólvora modificase por completo muchas cosas. La forma de guerrear cambió totalmente. 266 Aunque sea Marco Polo el supuesto introductor de la pólvora en Europa, mucha gente sostiene que la pólvora fue inventada por el monje inglés Roger Bacon. Otros atribuyen la invención de la pólvora a un químico alemán llamado Schwartz. Dicen que estaba haciendo experimentos, moliendo unas drogas en un morterito de hierro... - Llámele almirez, que nosotros entendemos, abuelita -observó Pedrito. - Estaba Schwartz moliendo unas drogas en un almirez, o mortero, cuando de repente explotó la mezcla, arrojando al techo el mango del morterito. Schwartz se asombró y repitió la experiencia, ya con la idea de utilizar en la guerra la fuerza de aquella mezcla, haciendo que los morteros lanzasen el mango contra el enemigo. Y así nacieron las armas de fuego. - ¡Qué pena que el mango del almirez haya dado en el techo en lugar de dar en la cabeza del químico! -dijo Belén. Si en aquella ocasión Schwartz hubiese llevado un buen golpe, ¿quién sabe si el mundo no estaría hoy libre de cañones? - ¿Qué mezcla es esa que produce la pólvora, abuelita? -preguntó Pedrito. - Una mezcla de carbón en polvo, azufre y salitre. No digo la proporción de cada materia para que no te metas a fabricante de pólvora en la huerta. 267 - Muy bien sobre el polvo invencible, abuelita -dijo la niña. Pero ¿la aguja mágica? -La aguja mágica era la brújula. Los chinos habían descubierto que una aguja de hierro imantado, sujeta por un hilo, tenía la propiedad de conservarse siempre en la misma posición, con una de las puntas dirigida hacia el norte. - ¡Qué cosa misteriosa, abuelita! - Qué cosa importante, debes decir, pues fue gracias a esa agujita como el hombre pudo crear la gran navegación, y descubrir así mundos nuevos, inclusive América donde vivimos. Parece increíble que una cosa tan pequeña y de apariencia tan insignificante haya tenido tanto valor para la humanidad. Antes de la brújula, la navegación sólo se hacía cerca de tierra. Si los navegantes perdían de vista las costas quedaban en seguida en peligro, como si hubiesen perdido los ojos. También podían guiarse por la posición del sol y de las estrellas ¿pero si el cielo estaba cubierto y no había sol ni estrellas? Completa ceguera. Guiados por la agujita, sin embargo, pueden cruzar todos los mares con absoluta seguridad de llegar al punto a donde se dirigen. - ¡Pero, en ese caso debemos una gran cosa a los chinos! -dijo Belén muy admirada. - Claro está que se la debemos, sobre todo nosotros, en América. Si no hubiese sido por ellos con su brújula 268 ¿quién sabe si existiríamos? Por lo pronto no estaríamos aquí en este momento, pues, aunque América pudiese ser descubierta por los vikingos, no habría podido ser colonizada, por la imposibilidad de establecer líneas regulares de navegación. - Anotaré esto en mi cuaderno -dijo el niño. Y doña María del Rosario concluyó: -Pues a pesar de ser la brújula lo que es, costó verla adoptada por los marineros de Occidente. La consideraban como arte del diablo, o de hechicería, y temían que, llevada en una nave, causase serios trastornos... -¡Ahí viene nuestra brújula! -exclamó la niña al ver a tía Anastasia aproximarse. Tía Anastasia apunta también siempre en la misma dirección: ¡el estómago! -El té está en la mesa -dijo la buena criatura, muy admirada de ser llamada brújula... LA GUERRA DE LOS CIEN AÑOS Al otro día doña María del Rosario advirtió a Pedrito que le iba a servir un plato muy de acuerdo con la belicosidad suya: una guerra de cien años. Pero Belén protestó. - ¿Vuelven las matanzas, abuelita? -dijo, poniéndose triste. Ya estoy cansada de mortandades... 269 - La historia del mundo, hija mía, está llena de guerras que van cambiando constantemente la faz de las cosas. Algo semejante ocurre con las invenciones, que son muy buenas en sí mismas, pero que en muchas ocasiones se vuelven malas cuando cuando quedan en manos de gente sin principios morales ni religiosos. Fíjense el caso del aeroplano. Cuando Santos Dumont lo inventó, no tuvo ni remotamente la idea de que el maravilloso aparato para volar iba a ser aplicado para matar gente y destruir ciudades. Y dicen que lo que aceleró su muerte fue ver a su máquina de volar arrojando bombas sobre las ciudades. Por eso, hija mía, a pesar de esa carita de disguto que pones, voy a contar algo de la guerra de los cien años. - Pues cuente, ya que no hay más remedio. - Comenzó con el rey Eduardo III de Inglaterra, que no pasaba de ser un estúpido ambicioso. Quería ser rey de Francia, pues se consideraba con más derechos al trono que el rey que había allí. Y así en el año 1338 declaró la guerra a Francia, enviando contra ese país una escuadra llena de soldados. Inmediatamente después del desembarco, los ingleses se trabaron en lucha con los franceses en la batalla de Crécy. El ejército francés era un ejército de lujo, compuesto sobre todo de nobles, dueños de hermosos caballos. El ejército inglés no contaba más que con peones, esto es con hombres de a pie, gente del pueblo, 270 provistos de unos arcos bastante reforzados que lanzaban flechas a gran distancia. Trabada la batalla, los nobles franceses fueron completamente batidos. Esa batalla tiene fama en la historia por ser la primera en la que se emplearon cañones. ¡Pero qué cañones! Unos cajoncitos que parecían pistolones -¡bum! ¡pluf!- y la bala caía cerca, espantando apenas a los caballos. La batalla de Crécy, marcó el principio de la guerra de los cien años, que tantas consecuencias tuvo para Inglaterra y para Francia. Al año siguiente estallaba en Europa la famosa peste conocida como la Peste Negra. - ¿Como la que arrasó a Atenas en el tiempo de Pericles? - Peor. La peste de Atenas sólo hizo estragos en Atenas, pero la Peste Negra del año 1339 se esparció por todas partes. Había llegado de los límites de Catay y nadie podía escapar de ella. Mató cuanto quiso. Mató un tercio de la población de Europa. Mató más, tal vez, que todas las guerras de entonces juntas. Tenía el nombre de Peste Negra porque comenzaba con unas manchas negras en el cuerpo de los atacados; la muerte se producía a veces en horas, otras veces en dos o tres días. Como no hubiese remedio, muchos se suicidaban cuando les aparecían las manchas. Duró dos años esa horrenda peste, que llegó a destruir ciudades enteras, hasta el punto de no quedar 271 quien enterrase a los muertos. Los apestados caían en la calle, y donde caían se pudrían. Las cosechas se perdieron por falta de quien las cuidase -lo cual trajo el hambre. Caballos y vacas andaban sueltos, viviendo como podían, porque sus dueños habían dejado de existir o ni siquiera podían consigo mismos. La peste llegó hasta el mismo mar. Atacaba a veces a tripulaciones enteras. Tal vez viniese de ahí la leyenda de los barcos fantasmas, que navegaban por los océanos a merced de los vientos, con esqueletos a bordo en lugar de tripulación. Pues a pesar de ese horror inmenso la guerra no se detuvo. En cuanto la peste cedía un poco, franceses e ingleses comenzaban de nuevo la matanza... Doña María del Rosario hizo una pausa para ver la cara de Belén. Estaba muy horrorizada. - Muchas batallas -continuó doña María del Rosario-, se produjeron después de la de Crécy. Los soldados de Crécy ya no existían; sus hijos ya estaban viejitos, y la guerra todavía continuaba. Por fin quedaron los franceses en pésima situación. Su rey de nada servía, débil e incapaz de solucionar nada. Era el tipo de rey que sólo sirve para adornar el trono. En esto aconteció algo maravilloso, que iba a salvar a Francia. Surgió una muchacha ... - ¡Ya lo sé, ya lo sé! -gritó Pedrito. ¡Juana de Arco! ... 272 - Esa misma. Surgió Juana de Arco, del fondo de una aldea desconocida, pero hoy muy conocida, porque se volvió histórica. Domremy se llamaba la aldea de Juana. Era una pastora de ovejas. Cierto día tuvo una visión y oyó la voz de Dios que la llamaba para salvar a Francia. Sin tardanza, Juana partió rumbo a París, a fin de contar al rey y a los nobles la visión que había tenido. Nadie le creyó, como sucedió tantas veces. Pero como Juana insistiese, resolvieron aquellos nobles jugarle una mala pasada. Vistieron a uno de ellos con la indumentaria del rey y lo pusieron en el trono. El verdadero rey, un imbécil de marca mayor, quedó al lado para gozar de la jugarreta. Hicieron entrar en seguida a la pobre muchacha. Juana entró sin embarazo alguno y con gran espanto de los graciosos, se dirigió al rey verdadero, sin mirar siquiera al falso rey, que estaba sentado en el trono. Llegó a él y le dijo: "Vengo, señor, a conducir vuestros ejércitos a la victoria". Impresionado por aquellas palabras, el rey le dio una armadura y su estandarte real. Juana fue entonces a ponerse en contacto con las tropas. En los soldados franceses se despertó de inmediato un alma nueva. Creyeron que Dios les había enviado a uno de sus ángeles para conducirlos a la victoria -y desde ese momento lucharon con tanto valor que los ingleses fueron destrozados. 273 Si los soldados franceses consideraban a Juana como un ángel enviado por Dios, no ocurría lo mismo con los soldados ingleses. Para éstos la mocita no pasaba de ser una terrible hechicera. Juana les producía verdadero pavor. Pero la guerra está llena de azares y un día la heroica muchacha fue hecha prisionera. Aquí comienza el drama. El rey de Francia, a pesar de que Juana había salvado a su trono y a la nación, nada hizo en su favor. Ahora que todo había cambiado en Francia juzgó oportuno el momento para verse libre de una criaturita que mandaba en Francia más que él mismo. Los soldados franceses, también, cansados de ser dirigidos por una mujer, quedaron satisfechos al librarse de ella. Abandonada así por todos, la pobrecita fue juzgada por unos jueces muy injustos que la condenaron a morir en la hoguera. Y Juana de Arco, la salvadora de Francia, acabó en la hoguera, devorada por las llamas ... 274 Doña María del Rosario miró a Belén. La niña no decía nada. Estaba, sin embargo, tan roja de indignación y pataleaba con tanta impaciencia que doña María del Rosario llamó a tía Anastasia para que trajese agua. - Sosiégate, hija mía -dijo la buena señora, mientras Belén bebía un vaso de agua. Estos hombres, que no entendían de designios divinos eran ciegos. En 275 compensación la humanidad entera admira y venera ahora a esa muchachita santa y heroica. Hoy el mundo entero se recuerda con el mayor respeto de Santa Juana de Arco. - ¿Y después, abuelita? -quiso saber Pedrito. - ¿Después? Después el ánimo que Juana había inspirado a los soldados franceses persistió y acabaron echando a los ingleses de Francia. Así, desde el cielo, la santa intercedió por ellos consiguiéndoles el triunfo y, de este modo, terminó la guerra de los cien años. Ahora vamos a dormir -concluyó doña María del Rosario- y tú Belén, tomarás un poco de té de tilo para calmar esos nervios... APARECE LA IMPRENTA Al otro día doña María del Rosario comenzó tranquilizando a la niña. - Hoy no tenemos guerra, ni gente quemada viva. Voy a contar la historia de la imprenta, inventada por el señor Gutenberg después de ser ya muy vieja en China. Hasta la aparición de ese hombre no existía en el mundo un solo libro impreso, un solo periódico, una sola revista. Estamos hoy de tal manera acostumbrados a los libros, al periódico y a la revista que nos parece imposible que fuese así. 276 Los libros que existían eran hechos todos a mano, o manuscritos. Ahora bien, es fácil comprender lo difícil que era conseguir uno. Sólo algunos pocos podían darse el lujo de tener algunos. Una Biblia, por ejemplo, costaba tanto como una casa. Por ese motivo las que había en las iglesias, a disposición de quien las quisiera leer, eran sujetadas con argollas por medio de cadenas, por miedo a que las robasen. ¿Quién pensaría hoy en robar una Biblia? Todo iba a cambiar, sin embargo. En 1440 el tal Gutenberg ideó el medio mecánico para hacer libros. Talló en madera, por separado, todas las letras del alfabeto, formando así tipos. Con estos tipos formó palabras. Después, pasando tinta sobre los tipos y haciendo presión sobre un papel, obtuvo la primera cosa impresa. ¡Estaba inventada la imprenta! Con el libro y el periódico impresos mecánicamente, a millares y a un precio al alcance de todos, el que hoy es ignorante es porque quiere. Medios de iluminar el cerebro no faltan. En 1440 Gutenberg imprimió en Alemania el primer libro -una Biblia en latín. En Inglaterra el primer libro impreso, ¿sabéis cuál fue? Un tratado sobre el juego del ajedrez, hecho por un tal Caxton... El hecho de que antiguamente nadie sabía leer se debía, entre otras cosas, a la imposibilidad de tener libros al alcance del bolsillo de todos. Si hoy, por casualidad, los libros aumentasen de precio, llegando a 277 costar, digamos, mil pesos cada uno, el pueblo volvería a caer rápidamente en la vieja ignorancia. No basta querer leer, es preciso poder leer. - Pero entonces ¿querer no es poder, abuelita? preguntó Belén. - No siempre. Por más que un pobre diablo quiera ir a la Luna, no hará ese viaje antes de que haya una línea de cohetes de la Tierra a la Luna. Así ocurrió también a la humanidad con la lectura. Antes de haber imprenta, esto es antes de surgir el arte del producir libros en mayor cantidad y a precios baratísimos, la mayoría de los hombres no podían leer -y el que no lee no se instruye, sigue siendo un asno toda su vida. La invención de Gutenberg lo cambió todo, de ahí el enorme progreso realizado en el mundo en poco tiempo. La marcha del progreso es hoy tan rápida que ni tiempo tiene el hombre para adaptarse a las nuevas condiciones que los inventos van creando. Ese malestar que siente el mundo y que se llama crisis, proviene, pues, de que la marcha del progreso técnico es más veloz que el paso del hombre. Lo más peligroso de todo esto es que la máquina está dominando al hombre, como sucede en la actualidad con la televisión y las computadoras. ¿Se han fijado que cuando uno está viendo televisión o jugando con la computadora uno quiere ver siempre más y más? - Sí, -dijo Pedrito. Ayer no hice las tareas de la escuela porque no podía despegarme de la computadora. 278 - Todos estos adelantos técnicos son realmente fantásticos -prosiguió la abuelita-. Pero cuando no somos capaces de controlarlos, es decir, de dominar la máquina, terminan dominándonos a nosotros mismos, esto es, haciéndonos mucho daño. Es por eso que muchos sabios sostienen que no es conveniente el uso de ellas hasta que no tengamos cierta edad y podamos dominarla nosotros a ella. - ¿Es como sucede con la licencia de conducir? preguntó Belén-. Nuestro primo Roberto cumplió 18 años y recién pudo sacarse la licencia. - Así es Belén. Imagínense ustedes manejando solos el auto de papá. - Ni aunque tengas 48 años te permitiré manejar el auto de papá -dijo Pedrito a Belén. Y antes que siguiese la discusión prosiguió la abuela - Pero volviendo al libro, ¿cuántos tenemos aquí en casa? - Unos doscientos, abuelita, sin contar los de Emilia. (Emilia tenía también su biblioteca, hecha de pedacitos de papel de diario, cortados del tamaño de hojas de armar cigarrillos y sujetados con un alambre... ) 279 -Muy bien -dijo doña María del Rosario-. Doscientos -y eso no es nada, absolutamente nada. Hay por ahí casas que cuenta con mil, con dos mil libros. En otros tiempos el que poseía un libro era ya un personaje. El que tenía doscientos, como yo, ¡Virgen Santa! Era célebre... Sin embargo esto no significa que todos los hombres de la antigüedad fueran ignorantes. Muchos hombres, aunque no sabían leer, eran más sabios que muchos 280 estudiosos de hoy. Primeramente porque ejercitaban mucho más la memoria que nosotros. Cada cosa que aprendían la guardaban en su memoria con mucho mayor cuidado y atención para poder transmitirla a sus hijos o a otras personas. Así sucedió con la Biblia, los grandes poemas de la antigüedad, y, en nuestra historia, con el Martín Fierro, de José Hernández. Se memorizaban textos larguísimos sin olvidar siquiera una coma, de modo que podían recitarlos sin tenerlos presente. En segundo lugar porque, como no se podía memorizar absolutamente todo, se ponía mayor empeño en seleccionar lo que realmente era provechoso para las almas. Lamentablemente hoy se escriben y publican tantas cosas feas... - Como por ejemplo esas tontas revistas que sólo hablan de moda, comentó Belén. - Por eso es muy importante, sostuvo doña María del Rosario, que nos informemos muy bien con papá y mamá, o con nuestra maestra, qué es bueno para leer y que no. Hay muy buenos libros con los que podemos divertirnos, pasear por el mundo, imaginarnos las aventuras más impresionantes o fantásticas y saber mil cosas que antes no sabíamos. Se puede llegar a saber, por ejemplo, que cuando terminó la guerra de los cien años también terminó el imperio romano esto es, el trozo de imperio romano que todavía quedaba. - ¿Cómo, abuelita? -preguntó Pedrito. 281 - Los turcos terminaron con él. Ese trozo del imperio romano estaba allí como una pared que queda en pie después que ha caído el resto de la casa. Estaba siempre tambaleante. Vinieron los turcos, dieron un empujón, ¡y cayó! - Pero ¿cómo pudo resistir entonces esa pared a los árabes, que eran tan fuertes? - Sí, los árabes atacaron Constantinopla y nada consiguieron. Desde lo alto de sus murallas, los cristianos les arrojaron un terrible fuego líquido que los dispersó. Pero los turcos llegaron también con fuego, y de mejor calidad. Llegaron con la pólvora -¡y adiós Constantinopla! - ¿Cómo fue? - Emplearon cañones mucho más poderosos que los empleados por los ingleses en la batalla de Crécy. Esto ocurrió en 1453. Las murallas milenarias, que parecían invencibles, se derrumbaron y los turcos entraron por las brechas, ocupando la vieja ciudad de Constantino. La hermosa iglesia de Santa Sofia, levantada por el emperador Justiniano, fue transformada en mezquita -y todavía está allí. Después de la toma de Constantinopla, todas las guerras, fueron hechas con pólvora. Se terminaron los caballeros con armaduras o cascos de hierro en la cabeza. Se acabaron las flechas. Se acabaron los 282 castillos. Surgía en el mundo la música nueva del ¡bum! ¡bum! ¡bum! - Quiere decir entonces que ... - Que esos tres inventos cambiaron completamente la vida en la tierra -la brújula, la imprenta y la pólvora-. Pensad en la verdad que os he dicho ya, que son las invenciones lo que lo cambian todo. - Quiere explicarme, abuelita -dijo Pedrito- ¿qué diferencia hay entre invención y descubrimiento? - Invención es la creación de una cosa nueva que no existió antes, como la pólvora o la imprenta. Descubrimiento es el conocimiento de una cosa que existía ya, pero que el hombre ignoraba, como las tierras de América. Hoy hablamos mucho de invenciones. Mañana hablaremos de descubrimientos. - ¿Y la dinamita? -preguntó Pedrito-. ¿Es hija de la pólvora? - El principio es el mismo, hijo mío. Tanto la pólvora como la dinamita producen, cuando deflagran, una cierta cantidad de gases, los cuales se expanden con la mayor violencia, produciendo lo que llamamos explosión. Y esa explosión destruye cualquier obstáculo que intente estorbar la expansión de los gases. Los químicos han inventado explosivos cada vez más fuertes -y es posible que esta pobre humanidad todavía llegue a ser totalmente destruida por esas u otras circunstancias del mismo tipo. 283 - ¡Y sería una limpieza! -exclamó Belén-. La tierra sin un bicho humano sería mucho más sosegada. ¿Qué otro animal quema a una Juana de Arco o esas criaturas vivas como en Cartago? - Si, hija mía. Pero nunca olvides que si existen hombres malvados, y hasta depravados, también existe gente santa y noble como la misma Santa Juana de Arco que tú nombras. El empleo de las invenciones para la destrucción de ciudades y de todo objeto o cosa humana va progresando junto con el buen progreso técnico. De allí que sea tan importante educar primero a los hombres en la moral y en la virtud y, después, en la técnica, a fin de que la utilice para el bien y no para el mal, para que sea el verdadero Rey de la Creación. - Yo quisiera que la dominadora del mundo fuese la lombriz -chilló Emilia. - ¿Por qué, tontita? - Porque se queda debajo de la tierra y no incomoda a nadie, ni a la gente ni a ningún animal. Todavía no hubo una criatura que se quejara de las lombrices de la tierra. De ella nunca vino, ni vendrá el menor mal del mundo... - Bueno -dijo doña María del Rosario riéndose-. Por hoy basta. Mañana hablaremos de los descubrimientos. LOS DESCUBRIMIENTOS 284 Al día siguiente doña María del Rosario comenzó así: - ¿Qué libro te gusta más, Belén? - No lo sé, abuelita. ¡Me gustan tantos! Me gusta Alicia en el país de las maravillas. Me gusta Peter Pan. Me gusta... - A mí, el libro que más me gusta es uno que voy a escribir -dijo Emilia-, que andaba siempre con esa idea en la cabeza, y en verdad lo escribió, con el título de Memorias de Emilia, obra que ciertamente ha de publicarse. - Pues, en aquellos tiempos -dijo doña María del Rosario- un libro que interesaba grandemente a los niños era el de los Viajes de Marco Polo. Uno de los niños que más lo leía y releía se llamaba Cristóbal -un italianito de Génova, ciudad junto al mar, con el puerto siempre lleno de navíos. Cristóbal iba continuamente a los muelles a ver pasar los marineros, y a oírlos, porque nada le gustaba tanto como las historias. Después que leyó los Viajes de Marco Polo se le metió en la cabeza que había de ser también marinero. Había de viajar, de correr por el mundo, de conocer todas las tierras exóticas que existiesen. A los catorce años se alistó en un barco, y en él hizo su primer viaje. Después hizo otro, otros y otros hasta en la edad madura, sin que pudiese alcanzar nunca las tierras descritas por Marco Polo en su libro. 285 La gran preocupación de los navegantes en aquel tiempo consistía en encontrar un camino más corto hacia las Indias, país que atraía la atención de todos por el negocio que significaba traer de allí varias cosas que se vendían muy bien en Europa. El uso de la brújula permitía que se pensase en caminos nuevos. Coincidía con eso el hecho de que andaban ya por el mundo libros impresos, entre ellos algunos escritos por los grandes filósofos griegos. Una de las ideas que esos filósofos predicaban era la de la redondez de la tierra. Cristóbal Colón leyó esos libros, se convenció de que la tierra era redonda y no chata como piensan los que no leen, y reflexionó así: "Si la tierra es redonda, una nave que parta de aquí y vaya siempre en dirección oeste ha de llegar allá. ¿Quién sabe si haciendo así no podré descubrir ese camino hacia las Indias que todos buscan? Mucho más fácil debe ser alcanzar las Indias por mar que por tierra, como hacen ahora". Con tal idea en la cabeza, Colón no se preocupó de otra cosa que de realizar ese viaje. Todos se reían de él. ¡Locura! -decían-. Cuando más se reían, sin embargo, más se afirmaba Colón en su propósito. Entre tanto era un simple marinero, sin dinero para comprar un barco y sin crédito para imponerse a los armadores, esto es, a los dueños de navíos. ¿Cómo hacer? Insistió. Continuó hablando de su proyecto a todos y proponiendo el negocio a cuantos encontraba. No 286 pudiendo conseguir en Italia quien le prestase apoyo, fue a Portugal, que en esa época estaba realizando el papel de los antiguos fenicios. Portugal sólo quería saber de cosas del mar. Estaba en el trono un rey amigo de aventuras, pero por desgracia ese rey no tenía el espíritu bastante amplio para comprender las ideas de Colón. Colón no se desanimó. Se dirigió a España, que en ese tiempo era gobernada por una pareja de reyes hoy muy famosos: Fernando e Isabel. - ¡Los reyes católicos! - Muy bien, contestó la abuela a Pedrito que estaba muy atento y había oído hablar de ellos en un acto escolar del 12 de octubre. Colón consiguió que le recibiesen y les expuso sus planes. Era malo el momento, pues España estaba todavía en lucha con los árabes dentro de su territorio. Sólo después de terminada la lucha, con la derrota de los árabes, pudo la pareja de reyes prestarle atención. Fernando no quiso arriesgarse en la partida, al contrario de Isabel. Ésta se interesó tanto por los proyectos del marinero de Génova, que amenazó al esposo con vender sus propias joyas para adquirir naves, en caso de que Fernando se negase a proporcionarlas. Fernando, entonces, mandó poner a las órdenes de Colón tres navecitas -las carabelas Santa María (en honor de la Virgen María), 287 Pinta y Niña. Al fin triunfaba Colón, gracias a su inflexible convicción y a su notable tenacidad. - En ese caso -observó Belén-, querer fue poder... - Así fue -opinó doña María del Rosario-. Colón pudo a fuerza de tanto querer. Los navíos se prepararon y un bello día partieron del puerto de Palos, con cerca de cien tripulantes a bordo. Colón tomó rumbo al oeste y se internó por el Atlántico, mar adentro, siempre en la misma dirección, gracias a la preciosa brújula inventada por los chinos. Vosotros, que no habéis viajado nunca, no sabéis lo que es quedar días y días dentro de una cáscara de nuez suelta sobre la inmensidad de las aguas. Hacia cualquier lado que se mire no se ve más que agua, agua y más agua. El sol nace, cae a pico, se pone, desaparece agua, agua, y más agua, tan pronto azul, tan pronto verde, tan pronto de color plomizo. A veces sobrevienen temporales furiosos, que dejan el mar revuelto; olas enormes suben y bajan, llevando consigo la embarcación, que por grande y fuerte que sea nunca pasa de un punto en la inmensidad. 288 - ¡Ah, que me asusta, abuelita! -dijo Pedrito. Recuerde que tengo que viajar mucho cuando sea grande... - Pues Colón no se asustó de la vastedad de los mares y durante un mes entero navegó siempre en la misma dirección, sin divisar cosa alguna que no fuera agua. Sus marineros comenzaron a impacientarse y a exigir el regreso. Estaban convencidos de que Colón era un soñador o, mejor, un loco de remate. Si estaba loco y quería suicidarse, que se suicidase solo. Ellos no 289 estaban dispuestos a acompañarle en aquella aventura sin pies ni cabeza. ¡Caramba! Colón procuró convencerles de todas las maneras, pero inútilmente. Por fin trató de ganar tiempo. Pidió que le acompañasen apenas unos días más; si no se divisaba tierra dentro de ese plazo, entonces regresarían. La tripulación aceptó la propuesta, rezongando. No obstante, comenzaron algunos a conspirar con el fin de echar a Colón al agua; volverían entonces a España y dirían que había sido víctima de un desastre, cosa muy común en el mar. - Podían hacer lo mismo que con José los hijos de Jacob. - A último momento, sin embargo, cuando ya finalizaba el plazo concedido por la tripulación, un marinero divisó una rama de árbol flotando sobre las olas. Gran excitación. Para que tal rama apareciese por allí era necesario que hubiese tierra cerca. Una rama de árbol no cae de las nubes. Colón recuperó la confianza y sus hombres se sosegaron. Después, cierta noche fue avistada una lucecita lejana. Luz quiere decir gente. Gente quiere decir tierra. La tierra buscada estaba cerca. En la mañana del 12 de octubre de 1492 las tres carabelas se aproximaron a una costa. Colón saltó a la orilla y, ante todo, se arrodilló para agradecer a Dios aquella gran victoria. El nombre de Colón, Cristóbal, significa Portador de Cristo, y así lo sentía. 290 Después plantó en tierra la bandera de España y bautizó la tierra hallada con el nombre de San Salvador. - ¿No supo entonces que había descubierto América? -preguntó Emilia. Todos se rieron de la burrada. - ¿Cómo había de saberlo, señora Marquesa, si América no existía aún? Existían aquellas tierras desconocidas y que, como acabo de decir, recibieron el nombre de San Salvador. Colón supuso que había llegado a las Indias, pero en realidad sólo había encontrado una isla, donde vio unos extraños hombres desnudos, con el cuerpo pintado y con adornos de plumas en la cabeza. Tan seguro estaba de haber llegado a las Indias, que dio a esos hombres el nombre de indios, nombre que, aunque erróneo, quedó para siempre. - ¿Y cómo se llama esa isla en la lengua de los indios? -Guanahani. Es una de las islas Watlings, en el archipiélago de las Bahamas o Lucayas, en las Antillas, que pertenecieron durante tanto tiempo a los ingleses. - ¿A los ingleses? -preguntó admirado Pedrito. ¡Eso es un abuso! Esa isla no debiera pertenecer a nadie. Debería ser el santuario americano y todos los habitantes de este continente deberían ir allí por lo menos una vez en su vida a orar por el alma de Colón. Si no fuese por él no existiríamos. - ¿Y qué hizo Colón después del descubrimiento? 291 - Exploró la isla y las otras próximas. No encontró nada, ni vio ninguno de los portentos que había relatado Marco Polo. Estaba seguro de que aquello era la China o la India. - ¡Qué tonto! -exclamó Emilia. Yo lo habría adivinado en seguida. Los chinos de aquel tiempo tenían coleta y los hindúes usaban turbantes. Doña María del Rosario se sonrió de la idea y continuó: - Días después, Colón se hizo a la vela para España, llevando a bordo varios de aquellos hombres de color cobrizo, y también muestras de tabaco, planta que la gente de Europa desconocía. El hecho de ver a los indios fumando impresionó mucho a Colón. - ¿Quiere decir abuelita, que el tabaco es nativo de América? -preguntó Pedrito. - Sí. Antes del descubrimiento de América nadie sabía lo que era fumar -esto en Europa, porque los indios de América fumaban a más no poder. Pero Colón volvió, y la noticia de su descubrimiento llenó de júbilo a España. No se habló más que de ello por un tiempo. El concepto de la humanidad habla cambiado. Aparecieron pronto murmuradores, pretendiendo disminuir el alcance del descubrimiento. ¡Gran cosa! -decían. Es muy fácil eso de descubrir tierras. Basta entrar en una nave y seguir hacia adelante. Así murmuraban los envidiosos hasta el día en 292 que, en una comida de hidalgos, Colón les dio una respuesta célebre. -¡Tenemos el huevo de Colón! -adelantó Pedrito. - Justamente. Colón tomó un huevo y preguntó quién era capaz de pararlo sobre una de las puntas. Todos los hidalgos probaron, inútilmente. -Imposible -dijeron, por fin. Colón entonces tomó el huevo y con un golpecito en un extremo lo afirmó sobre el mantel. -¡Oh, así es fácil! -exclamaron los hidalgos decepcionados. -Muy fácil dijo Colón-, pero después que lo hice yo. De igual manera es el Nuevo Mundo. Muy fácil descubrirlo -pero después que lo descubrí yo. - Sí, eso es lo que se llama responder. - Colón hizo otros tres viajes a las nuevas tierras, sin que jamás percibiese que había descubierto todo un continente. Una de las veces llegó a desembarcar en América del Sur. Pero la envidia llevó a algunos españoles a olvidarlo y hasta despreciarlo. Llegaron hasta acusarle de crímenes en una de sus permanencias en América; lo detuvieron y lo mandaron encadenado a España. Las cadenas que tuvo Colón en las muñecas las conservó por mucho tiempo en su casa, como memoria de la ingratitud de los hombres. Al fin murió, casi completamente olvidado, no teniendo el gusto de ver su nombre ligado al continente que había descubierto. Uno más hábil -Américo Vespucio- le arrebató esa gloria. - Pero hay una Colombia, abuelita -observó Pedrito. 293 - Sí, únicamente Colombia, entre todos los países de América, supo honrar al gran Colón. Las consecuencias de su descubrimiento fueron inmensas. ¡Eso de aumentar el mundo con todo un continente no es un juego! Debemos por tanto recordarlo siempre. En un mundo tan lleno de grandes hombres, que no hicieron otra cosa que matar y destruir es un alivio encontrar a uno que en lugar de destruir, creó. - ¡Viva Colón! -gritó Emilia. - ¡Viva! ¡Viva! ... MÁS DESCUBRIDORES También en la siguiente velada estaba América a la orden del día. - Siempre que se abre una tienda nueva en la ciudad dijo doña María del Rosario-, transcurre cierto tiempo llamándose Tienda Nueva, antes que el pueblo acepte el nombre de bautismo dado por su dueño. La Tienda de los tres hermanos, por ejemplo, llevó meses llamándose Tienda Nueva, a pesar del letrero que puso en su fachada Pedro Abud. - ¿Pero qué tiene que ver eso con América, abuelita? -preguntó Pedrito, frunciendo la frente. - Tiene esto que ver: que América pasó a ser conocida como Nuevo Mundo, y todavía hoy es 294 designada así. El nombre de América sólo vino más tarde. - ¿Cómo ocurrió, abuelita, que Vespucio pudo adelantársele a Colón? - Así, Américo Vespucio, que también había ido a América después de Colón, tuvo la habilidad de escribir un libro respecto a todo lo que vio, dando siempre el nombre de tierras de Américo a las tierras de Colón. El pueblo leyó ávidamente ese libro y por comodidad se aceptó la denominación presentada. Y quedó América, en lugar de Colombia. - ¡Bien dice tía Anastasia que el bocado no es para el que lo hace, sino para el que lo come! -observó Belén. - Colón no tuvo suerte. Hizo el mayor descubrimiento de todos los tiempos, sí, y casi no sacó provecho ninguno, al menos en este mundo, a no ser el de la gloria -y la gloria misma le llegó recién más tarde. Hoy Colón ocupa el lugar que merece, pero en vida fue positivamente robado. - Compañero de la pobre Juana de Arco -observó Pedrito. - Colón mostró al mundo que un navío podía avanzar por el océano adentro sin peligro de caer en un agujero. Después de él los navegantes de todas partes se echaron al mar, con verdadera furia, en pos de nuevas tierras. La imaginación era constantemente aguijoneada. Y los que no pensaban en tierras nuevas 295 pensaban en descubrir el camino de las Indias, país cuyas fabulosas riquezas despertaban los apetitos de todos los europeos. Entre esas riquezas estaban las especias. - ¿Qué quiere decir especias, abuelita? - Se llamaba especias a ciertos productos de las Indias, como el clavo, la canela, la pimienta, nueces de olor fuerte -condimentos en suma, que tenían excelente mercado en Europa-. ¿Y sabéis por qué? ¡Nadie lo adivina!... Porque servían para conservar los alimentos. En aquel entonces no existían heladeras como hoy y las especies permitían conservar los alimentos por algún tiempo más. - ¡Está bueno! -exclamó Pedrito. - El clavo, la canela y demás especias beneficiaban a los comerciantes -de ahí los elevados precios que obtenían. A veces, algunos comerciantes tramposos se valían de los olores fuertes y penetrantes de las especias para engañar a los compradores con su mercadería en mal estado. Lo mismo que la gente que emplea perfume fuertes para dispensarse del baño. - ¡Hola! Eso va a mi cuaderno -dijo el niño. Veo que los vendedores de hoy no son más expertos que sus colegas de antaño... - Sirve este hecho para mostrar cómo se hacen las cosas, a veces, en el mundo y cómo no hay que hacerlas. El ansia de descubrir un camino más fácil hacia la India 296 tenía también otra motivación. Los musulmanes habían tomado Constantinopla en el año 1453, como ya vimos, y estaba claro las dificultades con que se encontraban los pueblos cristianos para vencerles. De allí que surgió la idea de atacarles por la espalda, desde el Oriente. - ¿Y descubrieron al fin ese camino? - Lo descubrió un portugués -Vasco de Gama. Vasco de Gama tuvo la idea de buscar un paso por el sur, en lugar de seguir el rumbo de Colón, Vespucio y los demás. Ya otros que habían pensado en eso, siguieron por la costa de Africa, pero se detuvieron a medio camino, y volvieron contando historias pavorosas, muy parecidas a aquellas de Simbad el Marino, que habéis leído en las Mil y Una Noches. Contaban que desde cierto punto el mar hervía; que más al sur de África existía una enorme montaña de piedra imán que arrancaba los clavos de las embarcaciones, haciéndolas descoyuntarse; que había un monstruoso molino que tragaba y llevaba las naves al fondo del mar. También contaban historias de serpientes capaces de devorar una carabela con la facilidad con que la cobra engulle una rana. En el poema Los Lusiadas del poeta Camoens se habla también del horrendo gigante Adamastor que dominaba el Cabo de las Tormentas, una punta de tierra al sur de África. Parece que antes de Vasco de Gama, algunos navegantes habían llegado hasta ese cabo -pero huyeron hacia atrás, asustados de las barbas verdes de Adamastor. 297 Gran gloria para Vasco de Gama fue haber doblado el Cabo de las Tormentas, que ya entonces comenzaba a llamarse Cabo de Buena Esperanza. - ¿Qué esperanza buena era ésa, abuelita? -preguntó la niña. - Está claro que era la esperanza de encontrar la India más allá. Vasco dobló el cabo, no vio a Adamastor ninguno, ni encontró ninguna serpiente que engullese los barcos, ni abismos, ni montaña de piedra imán. Camoens nos dice en su poema que Adamastor se apareció a Vasco de Gama, pero es mentira. Vasco de Gama dobló el cabo y siguió siempre en dirección segura hasta alcanzar las buscadísimas Indias de la pimienta y del clavo. Allí llenó sus barcos con esas y otras especias y volvió a Portugal con la mayor seguridad. Esto ocurría el año 1497. 298 - ¡Sí, sí! ¡Hizo un negocio espléndido! Salvó a Portugal de la vergüenza de haber rehusado a Colón tres barquichuelos -dijo la niña. - Tuvo suerte, ese Vasco. Sacó el máximo partido de su descubrimiento para él y para Portugal. Ese periodo de la vida de Europa está lleno de descubrimientos. Cada día se producía uno nuevo. Un inglés llamado Cabot partió de Inglaterra para descubrir también algo. Falló en el primer viaje. En el segundo descubrió el Canadá, desde donde fue bajando por las costas de los Estados Unidos, tomando posesión de lo que encontraba en nombre de Inglaterra. No tuvo suerte. Los ingleses sólo cien años más tarde dieron importancia a su descubrimiento. La parte central de América, la América Central como se llama ahora, fue explorada por un español llamado Balboa, que atravesó el istmo de Panamá y fue a salir al otro lado, al océano Pacífico, al cual llamó erróneamente Océano del Sur. Ninguno de esos viajes, sin embargo, vale lo que el de Magallanes. La idea de Magallanes era hallar un camino para las Indias a través de América; las tierras americanas estaban todavía muy poco exploradas, y por tanto podía haber muy bien un pasaje por medio de ellas. Con Magallanes ocurrió lo mismo que con Cristóbal Colón; nada consiguió en su tierra. El rey de Portugal no le quiso escuchar -ni le dio 299 naves, obligándole a ir a ver al rey de España, del cual lo obtuvo todo. - ¡Qué casualidad! -dijo Pedrito. Por causa de la sordidez de dos reyes, Portugal, además de perder el mayor negocio del mundo, que consistía en descubrir América, perdió también la gloria de ese Magallanes que... todavía no sé qué hizo. - Realmente, los reyes portugueses fueron de una torpeza lamentable; no tenían imaginación. Pero volvamos a Magallanes. Obtuvo las naves, avanzó mar adentro con rumbo a América. Cuando llegó a destino, siguió por la costa en busca del soñado pasaje. Perdió un navío. Continuó el viaje con cuatro. Anduvo, anduvo -y nada. No había paso. Por fin encontró muy al sur un 300 pasaje difícil, que recibió y todavía conserva el nombre de Estrecho de Magallanes. En ese punto uno de sus navíos desertó. Magallanes prosiguió el viaje con los tres restantes, y con ellos alcanzó el Pacífico, bautizado entonces por Balboa como Océano del Sur. Nada de Sur -dijo Magallanes. Luego de pasar las tormentosas aguas del estrecho vino la calma del océano y por eso lo llamó Pacífico. Y siguió rumbo adelante. El viaje ya se había prolongado mucho. Se agotaban los víveres y el agua. Las enfermedades diezmaban a los marineros. Sin embargo Magallanes, que era de hierro, no vaciló. ¡Adelante! ¡Siempre adelante! Se acabaron al fin los víveres. Vino un hambre horrible. Sus hombres tuvieron que comer cuanta rata había a bordo, y después de las ratas comieron todo lo que era de cuero. ¡Adelante! ¡Adelante! Un día divisaron tierra... - ¡Qué alegría! -exclamó Belén. Me imagino el delirio de alegría de Magallanes al dar con el puerto de salvación. - ¡Pobre Magallanes! Después de tantos sufrimientos y sacrificios no encontró en aquella tierra la salvación que esperaba -y sí la tumba... - ¿Cómo, abuelita? -exclamaron los niños ansiosos. 301 - Murió con otros cuarenta españoles en un combate con los nativos. Islas Filipinas se llamaron después esas tierras. - ¡Qué monstruos, esos salvajes! -murmuró la niña compadecida. Hasta parecen europeos... Se echó a reír doña María del Rosario. - Los tripulantes que sobrevivieron -continuó-, no bastaban para manejar los tres navíos. En vista de ello quemaron uno y siguieron en los dos restantes. Siguieron hacia adelante... Luego uno de ellos se extravió. Quedó uno solo, el Victoria. Y heroicamente, penosamente, la nave Victoria navegó sola, afrontando tempestades horribles, enfermedades y hambre. Un día, al fin, tres años después de la partida, esa gloriosa nave entró exactamente en el puerto de España de donde había salido. Quedaban a bordo dieciocho hombres -o dieciocho héroes con forma de esqueletos con algunos restos de vida... - ¡Sí, sí! -exclamó Pedrito. He ahí dieciocho héroes de verdad. Voy a tomar nota de eso en mi cuaderno. - Espera un poco. Has de saber también, que para la ciencia ese viaje puede ser considerado como el más importante, pues probó de la manera más absoluta la redondez de la tierra. Todas las dudas cesaron. Quedó demostrado que, saliendo de un punto y siguiendo siempre la misma dirección, un navío vuelve a ese mismo 302 punto. Luego la tierra es redonda. Toma ahora tus notas para el cuaderno, que yo me voy a dormir. LAS TIERRAS ENCANTADAS Al día siguiente doña María del Rosario continuó hablando de las tierras americanas. - América comenzó a impresionar profundamente la imaginación de los europeos. De ellas se contaban maravillas. Que había por allá una fuente de juventud renovadora para los viejos que bebían de su agua. Que por allá estaba Eldorado, una ciudad entera construida de oro macizo. Tales leyendas enardecieron la imaginación de muchos. Uno de ellos, un tal Ponce de León, que se dirigía para allá en busca de la fuente de la juventud, acabó descubriendo la Florida, hoy una parte de los Estados Unidos. No vio ninguna fuente de aguas encantadas; sólo vio indios, que lo mataron a flechazos. - ¡Pobre viejo! -exclamó Belén. ¡En qué quedó su vanidad! ... - Otro fue un tal Soto, que también salió en busca de Eldorado. En lugar de Eldorado encontró el mayor río del mundo, llamado Mississipi; allí murió atacado por la fiebre. Cerca de la Florida había un gran territorio llamado México, habitado por los indios aztecas. Estos indios se 303 habían instalado en estas regiones desde hacía unos 150 años y, durante este largo tiempo habían conseguido someter y hacer tributarios a la mayoría de los pueblos de la zona. Su dominación abarcaba un vasto territorio en el que, como carecían de animales de carga, utilizaban al hombre como bestia de carga. Al igual que en el resto de América prehispánica desconocían la rueda. - ¿No conocían la rueda estos ignorantes?, -preguntó Pedrito. - Así es. Sin embargo, tenían un calendario propio, amplios conocimientos matemáticos y hasta un complicado sistema de escritura. Su capital era la gran Tenochtitlán. Y sus edificios más importantes eran, como en todas las civilizaciones antiguas, los templos. Servían para un culto sanguinario, ya que hacían sacrificios humanos. Miles de prisioneros de guerra eran inmolados anualmente por sacerdotes, que con filosos cuchillos sacaban del pecho de las víctimas su corazón aún palpitante. - No quisiera enfrentarme nunca con esos salvajescomentó la niña. - Los aztecas no conocían a los hombres de piel blanca. Al verlos llegar en naves, desembarcar vestidos de armadura, con penachos en la cabeza, los indios cayeron en el mayor de los asombros. Eran dioses, con seguridad, pues sólo dioses podían viajar dentro de 304 aquellas extrañas aves de alas blancas -las naves. Dioses que montaban animales nunca vistos: ¡los caballos! - ¿Tampoco conocían el caballo, abuelita? -preguntó el niño. - No, el caballo fue introducido en América por los europeos. Ahora bien, con algún esfuerzo de imaginación podéis comprender cómo quedó la cabeza de los aztecas ante tales novedades. Y cuando esos dioses hablaron, esto es cuando dispararon sus cañones, el terror fue completo. Los dioses blancos traían consigo el trueno y el rayo... - Algunos de los pueblos de indios sojuzgados por la dominación azteca se unieron al jefe de esta expedición de españoles, Hernán Cortés, con la esperanza de verse liberados, como es el caso de los tlascaltecas. Pronto hicieron base en la isla de Cuba, nombraron gobernador y enviaron expediciones al continente. En una de ellas, algunos españoles tramaran traicionarlo. Cortés, que era muy astuto y a la vez muy valiente, ordenó desmantelar ocho de los once navíos en que venían, dejando solamente... - Tres, -respondió rápidamente Pedrito. - Esos navíos desmantelados fueron finalmente hundidos bajo el pretexto de que no servían ya para la navegación. Cortés hizo correr la voz “muy amorosamente” que los que no quisieran seguirle podían 305 volver a Cuba, para cuyo objeto dejaba dos naves que se balanceaban suavemente en el mar. Los descontentos se pusieron muy contentos por esta medida, pues les ofrecía la oportunidad de desertar y volver a la isla y se apresuraron a anotarse. - ¡Cobardes!, -dijo el niño. - Cuando Cortés tuvo en sus manos la nómina completa de éstos, ordenó hundir los dos navíos. Ahora no quedaba más remedio que seguir adelante y unir su suerte a la común de todos. La deserción era imposible en un territorio desconocido y plagado de enemigos feroces que de muy buena gana hubieran devorado sus cuerpos en las ceremonias rituales de sus tiempos sangrientos. De este modo, Cortés había logrado comprobar la “medida moral” del elemento humano que disponía para su empresa. Todos aquellos que le permanecieron fieles, que desearon continuar con la conquista eran aquellos en los que se podía confiar, estaban dispuestos a dar la vida en la empresa. Para ellos fueron los cargos más destacados, las misiones más delicadas, las mejores distinciones y recompensas; mientras que los que deseaban volver eran los tímidos, los que no confiaban en el éxito de la empresa ni en el capitán, y había que mantenerlos alejados de los puestos de responsabilidad; constituían la “lista negra”, que le fue entregada por los mismos interesados. 306 - Esto va para mi cuaderno, -comentó Pedrito. - Después, marchó contra la ciudad de México, capital del reino de Moctezuma, construida dentro de una isla en un lago. Los nativos se defendieron pero ¿qué podían hacer estos indios que todavía vivían en la Edad de Piedra, armados sólo de arcos, contra los soldados, tan bien entrenado por tan magnífico jefe y que vestían armaduras y usaban cañones? Moctezuma se dio cuenta que no tenía más posibilidad que llegar a un acuerdo con los dioses blancos y recibió a Cortés en la gran ciudad. Allí su situación se tornó insegura en medio de millares de indígenas hostiles. Para conjurar el peligro de una reacción, Cortés se apoderó de Moctezuma en un audaz golpe de mano. Pero la aversión de los indios fue creciendo, especialmente por razones religiosas, y Cortés tuvo que abandonar la ciudad hasta años después en que pudo recuperarla. 307 En pocos años la capital de los aztecas que era... - Tenochtitlán -dijo Pedrito que estaba muy atento. - Muy bien, Pedrito. Tenochtitlán fue reconstruida y se transformó en la actual México con una imponente catedral destinada a simbolizar el fin de los antiguos cultos sangrientos, con una universidad donde se cultivó 308 el saber europeo y una imprenta que fue la más antigua del Nuevo Mundo. El culto de la Virgen de Guadalupe, fundado en una aparición de Nuestra Señora al indiecito Juan Diego en lo alto del cerro Tepeyac, no lejos de México, en 1531, fue una eficaz ayuda para la conversión de los salvajes al cristianismo. Ya en 1553 se construyó una ermita en el lugar para venerar la imagen que se formó milagrosamente en la tilma o manta de Juan Diego. La devoción se arraigó cada día más en el pueblo mexicano al punto que hoy es la patrona de América. 309 EL IMPERIO DE LOS INCAS - Doce años pasaron antes de que los españoles trabaran contacto con otra de las altas culturas prehispánicas: el Tahuantisuyo o Imperio de los Incas. Este imperio se había formado ejerciendo dominio sobre los pueblos vecinos logrando un extenso territorio desde la selva amazónica por el Oriente hasta el Océano Pacífico en Occidente y desde el sur 310 de Colombia hasta la zona de Uspallata en Mendoza y el río Maule en Chile. La capital del imperio era el Cuzco. ¿A que no saben qué significa Cuzco? - Así le dicen al diablo en algunos cuentos -dijo Belén. - No. Cuzco no tiene nada que ver con el diablo. Cuzco significa centro u ombligo. A esta ciudad llegaba una extensísima red de caminos... - por los cuales transitaban carretas... - No, Emilia. Los incas tampoco conocían la rueda. Por ellos transitaban correos, ejércitos y agentes del inca así como transportes de distintos productos agrícolas que se llevaban en llamas que era el único animal de carga disponible. Estos pueblos adoraban al sol, y el inca era el hijo del sol. También hacían sacrificios humanos, para los cuales se utilizaban niños de hermosa apariencia. Su lengua era el quechua y se difundió por todo el imperio y hasta hoy es hablado por varios miles de personas. - ¿Cómo fue la conquista de estos terribles asesinos de niños, abuelita? - La conquista fue fruto de la tenacidad de Francisco Pizarro y de su amigo Diego de Almagro. Éstos se enteraron que dos de los hijos del inca de entonces, que se llamaban Atahualpa y Huáscar, se disputaban la sucesión. Lucharon y, en la disputa, ganó el primero. Pizarro decidió ir a su encuentro y envió a misioneros a 311 que lo invitaran a convertirse a la verdadera fe. Pero este inca, soberbio e ignorante se sentía el único dueño y señor de estas tierras y no quería someterse a ningún otro señor. Los soldados de Pizarro, muy pocos en comparación con los del emperador (180 hombres contra 30.000), pero con caballos y armas de fuego lograron tomar al Atahualpa. La captura del inca anuló toda reacción de sus guerreros que escaparon desconcertados. Deseoso de recuperar su libertad, Atahualpa ofreció un fabuloso rescate de oro y plata. Mientras los emisarios del inca buscaban los metales preciosos, Pizarro y los misioneros tratarían de convertirlo a la fe católica. Pasaron varios meses y, mientras tanto, el inca ordenó, desde la prisión, la muerte de Huáscar, lo que provocó un gran movimiento indígena. Alarmados los españoles creyeron que se trataba de una movilización dirigida en su contra y acusaron al inca de haber quebrantado las paces convenidas. Juzgado precipitadamente, Atahualpa fue condenado a muerte y antes de ser ejecutado aceptó recibir el bautismo. - ¿Y con el oro y la plata qué pasó, abuelita? - Los metales preciosos se distribuyeron entre los soldados luego de separar el quinto que le enviarían al rey. El comentario de las grandes riquezas de la zona recorrió todo el mundo. El Perú, nombre con el cual 312 comenzaba a conocerse el antiguo Tahuantisuyo, fue sinónimo de opulencia. - De allí la frase: vale un Perú que repite siempre Tía Anastasia? - Así es, Pedrito. Pero, como sucede a veces, las ambiciones de los hombres desbaratan las buenas acciones. Pronto surgieron luchas entre los partidarios de Pizarro y los de Almagro. Sorprendido en su residencia de Lima, Francisco Pizarro fue herido cruelmente y, aunque se defendió bravamente con la espada cayó en tierra. En el suelo, con sus dedos mojados en sangre trazó una cruz y, al querer besarla, alguien le dio con un cántaro en la cabeza y lo mató. Sus restos reposan en la catedral de Lima, la capital del actual Perú, que lo reconoce como el fundador de su nacionalidad. EL CULTO DE LA ANTIGÜEDAD Doña María del Rosario que, como buena abuela quería que sus nietos también se instruyeran en cosas de arte comenzó a relatarles sobre esta época que se conoce como del Renacimiento. - ¡Renacimiento! ¡Renacimiento! -comenzó. ¿Sabéis lo que significa esa palabra? 313 - Renacimiento -dijo Pedrito-, debe ser nacer de nuevo. No lo entiendo. Porque el que muere, muere y no vuelve a nacer. - Es un modo de decir -explicó doña María del Rosario. En realidad nada nace otra vez, pero puede parecer que nace. Tal es lo que ocurrió. Aquel período de Grecia, en tiempo de Pericles, cuando surgieron tantos artistas maravillosos, renació en Italia allá por el siglo XVI. Aparecieron grandes arquitectos, que construyeron hermosos monumentos como los de los griegos. Aparecieron escultores que se igualaban a Fidias, Aparecieron pintores que quedaron entre los más célebres del mundo. Uno de los mayores artistas del Renacimiento fue Miguel Ángel. Gran pintor, gran escultor, gran arquitecto. Como escultor no tenía prisa en terminar sus esculturas. Trabajaba en ellas el tiempo preciso, hasta satisfacerse a sí mismo. Pero también cuando decía: ¡Listo!, el mundo abría la boca de admiración. Hoy los escultores suelen hacer las estatuas primero con barro, para fundirlas después en bronce. Miguel Ángel, no. Esculpía directamente en el mármol. Cuando trabajaba, daba la impresión de que había dentro del mármol una figura, o grupo de figuras escondidas, y que él iba destrozando la piedra hasta dejar a la vista esas figuras. Un día se detuvo ante un bloque de mármol echado a perder por otro escultor. Miró la piedra y vio 314 dentro de ella a David, aquel joven atleta que mató a Goliat de una pedrada. Miguel Ángel tomó el martillo y el cincel, que es el formón con que los escultores desbastan el mármol, y extrajo del bloque la maravillosa escultura que todo el mundo conoce hoy como el David de Miguel Ángel. 315 Otra estatua que esculpió este artista del Renacimiento, y que quedó como una de las maravillas del arte fue el Moisés, actualmente en una iglesia de Roma. Parece tan vivo que, frente a él, la gente tiene la sensación de estar delante del propio Moisés. Dicen que cuando lo terminó de esculpir él mismo se impresionó con la vida de su Moisés y, entonces, dándole un martillazo en la rodilla, exclamó: "¡Habla!" Los guías que hoy conducen a los visitantes de esas obras maestras del arte italiano muestran la señal del martillazo en la rodilla de la estatua. Un día el papa quiso que Miguel Ángel pintase el interior de su capilla particular, llamada Capilla Sixtina. Al principio se negó, alegando que no era pintor o que no le gustaba la pintura. Pero como el papa insistiese, cedió. Cuando Miguel Ángel se entregaba a un trabajo, lo hacía de verdad. Se consagró a pintar el interior de la capilla, trepado en una plataforma, sobre andamios. Allí leía la Biblia y las grandes obras poéticas, allí comía, allí vivía, en suma, sin dejar que nadie le fuese a molestar. Llegó a prohibir la entrada en la capilla a cualquiera que fuese. Pero el papa sintió curiosidad por ver la marcha de la obra y, aprovechando la puerta abierta, entró, a pesar de la prohibición del artista. Desde lo alto de la plataforma dejó caer los martillos y otros instrumentos pesados bien a plomo sobre la cabeza del jefe supremo 316 de la cristiandad. El papa se salvó raspando, se puso furiosísimo y se retiró de la capilla para volver sólo después de concluida la obra. Los turistas de hoy pueden admirar la belleza de aquellas pinturas -pero ya sin miedo a que les caigan los martillos en la cabeza. Contemplan las pinturas del techo por medio de espejos reflectores. Miguel Ángel murió casi a los noventa años, manteniéndose siempre muy apartado de los hombres. No quería saber de nadie. Su gusto consistía en vivir en medio de los ángeles y justos del Antiguo Testamento por él esculpidos, o entre los bloques de mármol de donde salían tales justos y ángeles. Otro gran artista de ese tiempo fue Rafael -el polo opuesto de Miguel Ángel. Rafael se complacía en la sociedad de los hombres, y vivía rodeado de ellos. Era muy querido, a causa de su carácter bondadoso y amable. No perdían una sola de sus palabras, uno solo de sus gestos. Un grupo de cincuenta o más condiscípulos le acompañaba siempre, hasta en los paseos. Rafael pintó gran número de cuadros representando sobre todo a la Virgen María. Esas pinturas son conocidas como las Madonas de Rafael. Una de las Madonas de Rafael está en la lista de las doce pinturas más famosas del mundo: la Madona de la Capilla Sixtina. Fue hecha para una pequeña iglesia del interior, y hoy 317 está en el Vaticano sola en una gran sala -el mayor homenaje que se puede prestar a un cuadro. Rafael murió muy joven, dejando no obstante gran número de telas. Tenía el hábito de pintar las partes más importantes, como el rostro y las manos; sus discípulos concluían el resto. La pintura de Rafael es suavísima; posee lo que los críticos llaman gracia femenina. Las obras de Miguel Ángel revelan la fuerza masculina. - ¿Qué quiere decir críticos? -preguntó Belén. - Críticos son los hombres que nos explican las técnicas utilizadas por el autor para que podamos gustarlas mejor. Leonardo da Vinci fue el tercer gran genio de ese tiempo. Era lo que se llama un hombre-orquesta, con la diferencia que los hombres-orquesta nunca tocan bien un solo instrumento, y Leonardo se mostró genial en todos. Escultor, pintor, ingeniero, hombre de ciencia, poeta. El primer mapa del mundo en el cual aparece América fue dibujado por él. Pintó pocos cuadros, por falta de tiempo. Pero sus pocos cuadros valen por millares. Uno de ellos es la famosa Cena de Cristo. Sin duda, es el cuadro más conocido del mundo, tantas son las copias que andan por ahí. Desgraciadamente Leonardo lo pintó en una pared, de modo que con el tiempo se fue descascarando; ha sido retocado y, de 318 tanto retoque, lo que hoy existe ya casi no es lo que él pintó. Leonardo hizo el retrato de una señora llamada Mona Lisa, dando con ello origen a un torrente de discusión entre los críticos. Muchos consideran que es una de las mejores obras realizadas hasta hoy en pintura. Mona Lisa sonríe levemente -una sonrisa que cada crítico le atribuye distinto significado. El retrato de Mona Lisa pertenece al Museo de Louvre, en París, habiendo sido comprado por el rey de Francia Francisco I. - ¿No es La Gioconda, abuelita, de la que nos dijo que había sido robada del Louvre? -preguntó Belén. -La misma. La Gioconda quiere decir la jocunda, o alegre, o risueña, y es el nombre popular del retrato de Mona Lisa. DISPUTA ENTRE CRISTIANOS Al día siguiente, mucho más inspirada, Doña María del Rosario, comenzó su charla - Ayer comentábamos que el Renacimiento tenía que ver con el arte. Sin embargo, queridos míos, hubo en esta época algo mucho más doloroso. La separación de muchos cristianos de la verdadera y única Iglesia católica. - Cuéntenos, abuelita -pidió la niña, acomodándose en su silla. 319 - Dentro de la Iglesia ha habido hombres buenos y malos, aún sacerdotes y religiosos que no siempre han cumplido con sus obligaciones. Durante esta época sucedió que muchos de estos hombres, que no cumplían con tales compromisos, ocupaban cargos importantes en la Iglesia. Muchos verdaderos católicos pedían una reforma, pero otros no la querían o no les importaba el descrédito en que había entrado la Iglesia. En este ambiente surgió un monje agustino llamado Martín Lutero que, como no encontraba la paz de su espíritu y era un hombre muy atormentado interiormente, en vez de tratar de cambiar las cosas desde dentro de la Iglesia, lo hizo criticándola como si fuera un enemigo de Dios. Entre otras cosas negaba la autoridad del Papa y de la Iglesia, que cada uno podía interpretar la Biblia como se le antojara y que por más que el hombre hiciera cosas buenas en la tierra, eso no le servía para alcanzar el cielo. - Entonces, ¿cada uno podía hacer lo que le viniera en ganas? -preguntó Pedrito. - Él los amonestaba a vivir correctamente, pero sostenía que nada tenía que ver eso con ganar o no el cielo. - Y entonces, abuelita ¿quiénes ganaban la vida eterna? - Solamente aquellos que eran elegidos por Dios. 320 - ¡Um! -dijo Pedrito- Esto me huele mal. Siempre nos has enseñado que para alcanzar las cosas más lindas y tener mayor paz es necesario esforzarse. Y hasta yo me doy cuenta que cuando más me esfuerzo en mis tareas me siento más contento y mejor. - Y no sólo ésto decía este señor. Llegó a negar que la Virgen María fue siempre pura e inocente. - Menos me gusta ésto, dijo Pedrito enfurecido. ¡Con mi virgencita que no se meta! Y, dígame abuelita, ¿qué cristiano lo mató? Es lo menos que se merecía este cruel señor. - No, Pedrito. Esto no se soluciona matando a nadie. El Papa le envió a los más sabios de entre los católicos de entonces para que se convirtiera y no se mantuviera en el error, pero Lutero se puso cada vez más obstinado en su error. - Y ¿consiguió muchos seguidores para esas ideas tan feas? - Así fue, hija. Como la nueva religión de Lutero los liberaba de hacer muchas cosas buenas para salvar su alma, muchos flojos le siguieron. En Alemania primero y después en muchos otros lugares de Europa, los príncipes aprovecharon la situación y apoyaron a este hereje porque, de ese modo podían robarles los bienes de la Iglesia que, en ese entonces, eran muchísimos más que ahora. La Iglesia tenía muchas posesiones porque con ellas mantenía hospitales y escuelas ya que los 321 gobernantes no lo hacían. Y entonces muchos pobres quedaron sin nadie que los protegiera. Un estudioso de esta época dice, con razón, que la reforma fue una revolución de los ricos contra los pobres. . - ¿Qué es eso de hereje, abuelita? - Hereje es el cristiano que niega alguna o varias verdades de la religión; por ejemplo, que Cristo es Dios, o que en la Comunión está Cristo verdaderamente. Así Lutero, que negó tantas verdades de la fe católica se convirtió en un hereje. El desorden a que llevó a la Iglesia llevó a intervenir al emperador de Alemania, Carlos V, que reinaba también en España como Carlos I y que era nieto de los Reyes Católicos. Carlos V mandó que Lutero se presentase en la ciudad de Worms, para ser juzgado, prometiendo que ningún mal se le haría. Lutero fue; pero no adelantó nada, porque no quiso desdecirse de lo que había dicho y escrito. Los nobles de la corte insistieron para que el emperador lo mandase quemar vivo inmediatamente; Carlos V, sin embargo, supo mantener su palabra y lo dejó marchar en paz. Los amigos de Lutero entonces, por miedo a que los católicos lo matasen, lo escondieron, o lo mantuvieron durante un año en lugar seguro. Las personas que acompañaban a Lutero comenzaron a ser conocidas como protestantes, y ese nombre se mantiene hasta hoy. 322 LA PENÍNSULA IBÉRICA - Hace mucho que quiero hablar de España, nuestra madre patria. ¿Saben ustedes que antes de que Argentina fuese una nación independiente éramos parte de España? - ¿Eso tiene que ver con el descubrimiento de Colón?, -preguntó Pedrito. - Así es. Estas tierras americanas que fueron descubiertas por Colón y conquistadas para la fe por los misioneros españoles se incorporó políticamente como un reino más de España. - ¿Como un reino más de España? ¿Pero no es que España era ya un reino? - Para entender esto debemos remontarnos a lo que sucedió en la península ibérica durante la Edad Media. Recuerdan que habíamos dicho que la religión inventada por Mahoma... - ¡Los musulmanes!, -interrumpió Pedrito. - Sí. Cuando los musulmanes tomaron España se instalaron en casi toda la península hacia comienzos del siglo VIII y la dominaron durante varios siglos. A partir de entonces su historia estuvo dominada por lo que se llamó la Reconquista, ya que se trataba de reconquistar para Cristo estas tierras que habían caído en manos de herejes. Esta empresa, religiosa y militar a la vez fue escenario de combates heroicos dignos de recordar, 323 como los relatados en un poema anónimo conocido como El Mío Cid y que algún día leeremos. Ya verán cómo les gustará. - Si se trata de defender la religión y la Virgen allí estaré yo, aunque más no sea con la imaginación -repuso Pedrito que por algo se llamaba así. - A estos musulmanes de origen árabe, los españoles les llamaban moros. A medida que los cristianos iban recuperando las tierras iban formando reinos. Así, hacia fines de la Edad Media, la península ibérica estaba dividida en cuatro reinos: Castilla, Navarra, Portugal y Aragón ya cristianos y sólo quedaba uno que fue reconquistado a comienzos del mismo año que se descubrió América... - ¡1492! -respondieron los dos niños a la vez. - Fernando de Aragón e Isabel de Castilla contrajeron matrimonio y unieron estos dos reinos, luego Navarra y por fin, cuando echaron a los moros de Granada también reinaron en ésta. Del mismo modo cuando Colón descubrió América, ésta se incorporó como un reino más de España, el reino de Indias. - Pero, América no era una colonia de España, abuelita. - No en esta época. Recién 200 años después, cuando reyes de origen francés, los borbones, comenzaron a gobernar España, estas tierras americanas pasaron a ser colonia. 324 Pero volvamos a los Reyes Católicos. Fernando e Isabel, que eran excelentes monarcas y muy devotos, prestaron mucha atención a los problemas religiosos de los que ya hablamos y, junto al Cardenal Cisneros, se adelantaron a la reforma de la Iglesia poniendo en orden a los católicos. Así evitaron que entrase en España la herejía protestante. Mientras en el resto de Europa la religión de Lutero llevó a los pueblos a mantener guerras por más de ciento cincuenta años, España se vio libre de ellas y pudo dedicarse a la evangelización del Nuevo Mundo. Los frutos de dicha reforma no sólo fueron sólo religiosos. Se produjo una renovación cultural que se conoce como “el siglo de oro” porque durante más de un siglo aparecieron gran cantidad de santos, artistas, filósofos, literatos, poetas y pintores que engrandecieron la península, incluyendo lo que hoy llamamos América, que entonces era una sola cosa con España. De esa época son Santa Teresa de Jesús, San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier, Velázquez, Murillo y Cervantes, el autor de la obra "más inmortal" que existe. - ¿Por qué más inmortal, abuelita? -dijo con extrañeza Belén. - Porque ninguna otra se popularizó tanto ni ha sido más traducida y leída en todas las lenguas y tiempos. Don Quijote y Sancho constituyen dos tipos 325 eternamente recordados y citados. Raro es el día en que no dice alguien en la conversación diaria: "Fulano es un Quijote", "Eso es una quijotada". Don Quijote es el símbolo del hombre idealista, que sueña con cosas difíciles, y hasta casi imposibles pero que ennoblecen al hombre; y Sancho es el tipo de "hombre práctico", que encuentra soluciones rápidas y llenas de sentido común, a veces sólo piensa en la barriga y no tanto en ideales, pero es también figura del hombre bueno y prudente. Otro arte que floreció mucho en España fue el teatro, en el cual el mayor nombre es el de Lope de Vega, autor de 1.500 obras. - ¿Mil quinientas, abuelita? -dijo admirado Pedrito. Entonces ese hombre "daba" piezas teatrales como nuestros manzanos dan manzanas... - Exactamente. Era de una fecundidad prodigiosa. Y del mismo tipo fue su sucesor, Calderón de la Barca. En aquel tiempo el teatro era la más floreciente de las artes y en ningún país floreció más que en España. - Debía ser como el cine de hoy -recordó la niña-, y doña María del Rosario asintió. LA ÉPOCA DE ISABEL - La historia de Inglaterra -continuó doña María del Rosario al día siguiente-, presenta el caso de dos reinas notables: Isabel y Victoria que reinó muchos años 326 después. El reinado de ambas suma 109 años; Isabel reinó 45 y Victoria 64. Lo curioso es que fue justamente durante el gobierno de las dos reinas cuando más importancia adquirió Inglaterra en el mundo. - ¡Tomá! -dijo Belén, sacando la lengua al niño. Las mujeres saben gobernar mejor que los hombres. -No sé si saben gobernar mejor -dijo doña María del Rosario. Pero el hecho es que las dos tenían condiciones, y por eso son recordadas por los ingleses. Había en tiempo de Isabel un joven hidalgo llamado Walter Raleigh, que se hizo célebre. Una tarde de lluvia vio a la reina vacilando en cruzar una calle donde había un charco de barro. Walter se apresuró a cubrir el charco con su riquísima capa de terciopelo, para que la reina pudiese pisar en ella como en una alfombra. Isabel apreció grandemente aquel gesto de galantería y lo hizo caballero, que era el primer grado de la nobleza, y se hizo también muy amiga suya. Raleigh fue el primer inglés que se interesó por las tierras del Nuevo Mundo, de las que años antes tomó posesión Cabot. Observó que así como los españoles y portugueses estaban intentando organizar colonias en América, Inglaterra podía hacer lo mismo, y reunió pronto varios grupos de ingleses que envió a la isla de Roanoke, en las costas de Virginia. Se llamaba Virginia a toda la costa americana que iba de la Florida al 327 Canadá, en homenaje a Isabel, que, como era soltera, se le llamaba Reina Virgen. Esa primera tentativa de colonización fracasó. Parte de los hombres volvió a Inglaterra y el resto se perdió por allá. Lo notable de esa expedición fue el nacimiento en tierras del Nuevo Mundo de la primera anglonorteamericana, la cual recibió el nombre de Virginia Daré. - ¿Y América del Sur, abuelita? ¿No se sabe el nombre del primer iberoamericano nacido aquí? - No. Desgraciadamente a los españoles y a los portugueses no se les ocurrió anotarlo. - Otra novedad de la tentativa de sir Walter Raleigh fue la llegada a Inglaterra de los primeros fardos de tabaco. Causó mucha impresión el tabaco, y más todavía por haber vuelto sir Walter fumando en pipa. Cuentan que estaba una tarde lanzando bocanadas de humo en la terraza, tranquilamente, cuando un nuevo criado, ignorante de lo que era aquello y seguro de que su patrón comenzaba a arder, acudió con un balde de agua y se lo arrojó a la cabeza... - ¡Qué gracioso! -exclamó Belén. Parece aquel caso que contó Quindó -de la cocinera que al oír por primera vez la radio corrió desde la cocina para abrir la "caja y salvar a la pobre muchacha que estaba chillando dentro". Para ella, cantar era chillar... 328 - ¿Y qué dice usted del tabaco, abuelita? -preguntó Pedrito. ¿Hace o no hace mal a la salud? - No hay cosa más probada: el tabaco es un veneno lento. Los estudiosos de hoy lo demuestran -pero en aquel tiempo no lo sabían. La opinión general consideraba el tabaco muy bueno para la salud. "Es lo que prolonga la vida de los indios de América" -decían. Y el ejemplo de sir Walter Raleigh fue seguido. Los ingleses comenzaron a adquirir el vicio del tabaco. Más tarde vino la contramarcha. El rey Jacobo, que sucedió 329 a Isabel en el trono, escribió un libro contra el tabaco y prohibió que los ingleses fumaran. No adelantó nada. Los ingleses fuman hoy tanto como los indios de América. Pero el pobre sir Walter pagó con la vida la amistad que le profesaba la reina Isabel. Cuando murió la reina, fue encarcelado con el pretexto de estar conspirando contra el nuevo rey Jacobo. Después de trece años de prisión en la célebre Torre de Londres, le cortaron la cabeza en compañía de muchos otros nobles acusados del mismo crimen. - ¡Con qué facilidad se cortaba la cabeza de la gente en la Europa antigua! -observó Belén. Y no se paraban en pequeñeces. Fuesen de quien fuesen, las cabezas no estaban nunca seguras encima de los hombros... - Sí, hija mía. Eran aquellos tiempos de gran crueldad -y a pesar de ello fue la época del gran Shakespeare. - ¿El de Romeo y Julieta? - Sí. Shakespeare fue un poeta y dramaturgo de fama mundial y autor de numerosas obras maestras. - ¿Qué quiere decir maestras? -preguntó Emilia, reapareciendo y situándose lejos de Belén. La niña protestó por la vuelta de la "interrumpidora". - Emilia se finge tonta, abuelita, y ahora le dio por hacerse la graciosa -¡y qué gracias sin gracia, Dios mío! Ella sabe muy bien qué es obra maestra, porque tiene el 330 ejemplo en sí misma. Ella es una obra maestra de tonterías y entrometimientos. Miren qué cara ... A doña María del Rosario no le gustaba la guerra entre los niños y dijo: - Lo mejor es que hagáis las paces. De lo contrario os dedicaréis a ensañaros unos con otros y no prestaréis atención a mi historia -y la historia de Shakespeare es una de las más interesantes. Dicen que sólo fue muy poco tiempo a la escuela y que cuando fue a vivir en Londres se empleó como cuidador de los caballos de los hidalgos a la puerta de un teatro. Y de cuidador de caballos de los concurrentes al teatro pasó a autor de piezas de teatro. Hay sobre él otra teoría: Shakespeare no era el verdadero autor de las piezas que llevan su nombre -sólo las firmaba. El autor era Francis Bacon, un gran genio político y literario de la época. - Romeo y Julieta ¿qué es, abuelita? ¿Comedia o drama? - Es un drama o tragedia basada en un asunto italiano -la lucha entre dos familias importantes de la ciudad de Verona. No hay en el mundo quien no conozca la historia de esos dos enamorados desgraciados. Otro drama famoso es el de Otelo, historia de un general moro que era muy celoso, y de tantos celos que tenía apuñaló a su linda esposa Desdémona. Y además está Hamlet, que es la historia de un príncipe dinamarqués 331 que vivía indeciso. Y está el Rey Lear, un viejo rey legendario cuyas hijas fueron muy ingratas, excepto la buena Cordelia. Y está el Mercader de Venecia, en el que aparece el terrible usurero Shylock. Y está Julio César, donde se describe el asesinato de ese famoso romano. ¡Oh, son numerosas las obras de Shakespeare, y todas célebres! - ¿Cuándo vamos a leerlas, abuelita? - Cuando podáis entenderlas y gustarlas de veras. Doña María del Rosario tomó aliento y continuó: - Para los ingleses no hay nombre más glorioso que el de William Shakespeare. Centenares y centenares de libros fueron escritos sobre él y sus obras. La historia dice que al fin de la vida se retiró a la pequeña ciudad de Stratford, donde había nacido. Allí murió y allí fue enterrado. Muchos años después los ingleses quisieron trasladar sus huesos a una gran catedral de Londres, pero al acercarse a la tumba dieron con estas palabras escritas en la piedra: "Maldito sea el que toque mis huesos". Todos retrocedieron. Nadie tuvo valor para contrariar su última voluntad -y los restos de Shakespeare continúan en la pequeña iglesia de Stratford. LOS LUISES 332 - Hable también de otros países, de Francia por ejemplo. - Oh -exclamó doña María del Rosario-, en Francia. tuvimos un rosario de Luises y entre las cuentas del rosario algunos reyes de otro nombre. Enrique IV, por ejemplo. Este Enrique IV subió al trono de Francia después de la guerra de los tres Enriques: Enrique III, que era quien gobernaba, Enrique de Guisa, que era católico y Enrique de Borbón que era protestante. Triunfó éste último que pasó a llamarse Enrique IV; pero como era protestante y para los franceses no podía ser rey nadie que no fuese católico, se hizo pasar por convertido al catolicismo y dijo aquellas famosas palabras: “París bien vale una misa”. La forma de demostrar que era católico era asistir a misa. Así el pueblo francés fue engañado por un protestante. No le fue muy bien, ya que terminó asesinado. - ¿Y los Luises de Francia, abuelita? - Francia tuvo dieciocho Luises. El mejor fue aquel Luis IX, el gran santo de la última cruzada y el más desdichado Luis XVI a quien se cortó la cabeza en la guillotina. En el reinado de uno de ellos, Luis XIII, se libró la Guerra de los Treinta Años. - ¡Qué horror, abuelita! Más guerras, Y de treinta años ... - Paciencia, hijita. Estamos en un mundo habitado por hombres, no por ángeles. Esta guerra fue distinta 333 de la de los Cien Años. Fue una guerra entre católicos y protestantes. Luis XIII había entregado el gobierno de Francia a su ministro, el cardenal Richelieu, un famoso politiquero. Francia era un país católico pero Richelieu, a pesar de ser cardenal de la Iglesia Católica, tomó el partido de los protestantes. - ¡Traidor! -gritó Pedrito. ¿Por qué? - Porque los protestantes de los otros países estaban en guerra con Austria, y Richelieu consideraba muy conveniente para Francia que Austria perdiese la partida. La Guerra de los Treinta Años degeneró en horrible crueldad por causa del largo tiempo que duró. Triunfaron las tropas francesas... - ¡Las protestantes! -querrá decir abuelita. - Así es. Sin embargo, lo de la religión era una excusa. Los motivos de la guerra eran políticos. La que verdaderamente triunfó fue Francia con lo que comenzó su predominio político sobre Europa que abarcó todo el siglo XVII. Después de Luis XIII vino Luis XIV, que fue el rey más aparatoso que hubo jamás. Solía decir: L'Etat c'est moi (el Estado soy yo) y pensaba lo mismo que los reyes ingleses que se decían enviados por Dios para gobernar a la nación. Un verdadero semidios. Luis XIV era muy amable y lleno de reverencias. Su corte fue la más rica de Europa. No había más que fiestas, paseos y banquetes, con todo el mundo girando 334 alrededor de su divina persona. De ahí el nombre que tuvo de Rey Sol. No hizo otra cosa que representar, como en un teatro, el gran papel de rey. Su reinado de setenta años fue eso -una lujosa representación carísima, que redujo al pobre pueblo francés a la más negra miseria. Luis usaba corsé, cabellera ondulada y zapatos de taco alto -con medio palmo de altura y rojos, por añadidura. Inventó el taco alto para parecer de más estatura. Las mujeres se aficionaron a esa moda y todavía hoy la siguen. Luis XIV tenía finura de espíritu y otras cualidades, pero lo echaba todo a perder por una eterna manía de grandeza. Provocó y sostuvo numerosas guerras contra los países vecinos para quitarles territorios y los tomó, dejando a Francia convertida en el país más importante del continente. Su amor al lujo le hizo construir el palacio de Versalles, célebre por la magnitud y la magnificencia de sus galerías de mármol, por los inmensos espejos donde se admiraba él constantemente y por los parques bellísimos, cuyas fuentes adquirieron fama en el mundo. El palacio de Versalles constituía una verdadera ciudad encantada, hecha exclusivamente para el disfrute de la corte. En él se reunía todo cuanto podía recrear al hombre y hacer agradable la vida. - ¿Y baños, abuelita? -preguntó Pedrito. ¿Había baños en Versalles? 335 Doña María del Rosario se rió de aquella preocupación del niño. - No consta, hijo mío. A pesar de todo aquel lujo inmenso, no se hablaba de baños ... Luis XIV supo rodearse de todos los grandes escritores y artistas del tiempo, poniéndolos al servicio de la corte. De ahí el renombre que adquirió. A cambio de los favores recibidos, esos hombres lo pintaron como el mayor monarca de la tierra. Se olvidaron de mirar las necesidades del resto de los franceses. Francia entera sólo existía, sólo trabajaba para un fin: para pagar los gastos de la lujosa representación de Versalles en torno al Rey Sol. La corte lo era todo. El que no formaba parte de ella, no valía nada. Los burgueses, la nueva clase sobre la cual se apoyó, rodeaban al Rey Sol, como las moscas rodean cualquier cosa, miraban de arriba abajo, con soberano desprecio a los que trabajaban y aún a los antiguos nobles. Lo único que les interesaba era hacer dinero y participar de los beneficios de la Corte del rey. Cuando, los reyes posteriores quisieron poner en su lugar a esta burguesía, se produjo la revolución más terrible de la historia. - ¡La Revolución Francesa! - dijo Pedrito. Esa que separa la Edad Moderna de la Contemporánea...¡Cuéntenos abuelita! 336 - Otro día trataremos acerca de esto. Quiero ahora dar un salto hacia Rusia para ver lo que un tocayo de Pedrito anduvo haciendo por allí. PEDRO EL GRANDE Al otro día Pedrito se mostró ansioso por oír la historia de su tocayo, que todavía no sabía quién era. - ¿Quién era el tocayo? -preguntó en cuanto apareció doña María del Rosario. Estoy deseando conocer a mi homónimo. - Fue el ruso que echó los cimientos de la Rusia moderna -dijo doña María del Rosario. Rusia era un país inmenso situado entre Europa y Asia, del cual se supo muy poco hasta el año 1700. A pesar de ser el mayor país de Europa, estaba todavía en estado de barbarie casi completa. Los rusos formaban una rama de la gran familia aria llamada eslava. Aunque eran blancos, vivían tan cerca de China y de otros pueblos de raza amarilla que fueron amarilleando con el tiempo. No sólo en el color, sino también en las costumbres. El terrible Gengis Khan invadió a Rusia con sus mogoles y la gobernó por mucho tiempo; eso hizo que los rusos llegasen a ser muy diferentes de los otros europeos. Los hombres usaban largas barbas y amplias túnicas con cintos. Las mujeres se vestían a la moda turca. El 337 sistema para hacer cuentas era el chino, consistente en un rosario de bolillas de madera ensartadas en un palo. Poco antes de 1700 nació allí un príncipe bautizado con el mismo nombre que tú, Pedrito. Una criatura de carácter muy especial. De niño sentía un miedo invencible al agua -no al agua de beber, sino al agua del río, al agua del lago o del mar. - Ya sé -dijo el niño-, al agua donde la gente se ahoga. - Eso es. Pero se sintió de tal modo avergonzado de ese miedo que resolvió curarse. - Y se fue a la playa con piedritas en la boca -dijo Emilia, recordando a Demóstenes. - No. La piedra en la boca puede curar la tartamudez, pero no cura el miedo al agua. El miedo al agua sólo se cura con agua. Para curar, Pedro iba a jugar todos los días a un lago, haciendo navegar barquitos en él, por mucho miedo que sintiese. Por fin se habituó y se hizo tan amigo del agua que resolvió aprender el arte de construir barcos. El príncipe Pedro tenía grandes ambiciones. Se le había metido en la cabeza la idea de hacer de Rusia el país más importante de Europa. "¿Por qué motivo, pensaba él, no ha de ser importante un país tan vasto y rico? Tengo que civilizar a esta gente". Pensando así, resolvió correr por el mundo a fin de conocer la civilización occidental. Fue primero a Holanda, disfrazado de obrero común, y allí se empleó en un 338 astillero, que es donde se construyen las naves. Por varios meses trabajó en medio de los trabajadores, viviendo la misma vida, preparando él mismo sus comidas y remendando sus ropas. Mientras tanto aprendía el arte de construir naves y otras artes auxiliares, como la del herrero, la del calderero, etc. Aprendió también a remendar zapatos y a sacar muelas. De Holanda se fue a Inglaterra, donde también aprendió lo que pudo. Pedro sólo se cuidaba de aprender cosas que pudiese enseñar después a los rusos. Por fin regresó a su país -y como estaba convertido en un sabio de marca, se dispuso a enseñar a Rusia. - ¡Qué bonito! -exclamó Pedrito- ¡Qué bonito eso de enseñar mil cosas a un país entero! ... - Enseñó muchas cosas a los rusos. Les enseñó, primero, a construir naves para que tuviesen una escuadra igual a la de los otros pueblos. Pero ... ¿qué pasa con el agua? No puede haber escuadra sin agua y Rusia no tenía agua, esto es no poseía un buen puerto de mar. Pedro miró el mapa y resolvió tomar un trozo de costa de un país vecino -Suecia. - No nos dijo nada todavía de ese país, abuelita. - Lo diré ahora. Suecia era un pequeño país muy al norte de Europa, gobernado por una hilera de Carlos. ¡Doce Carlos! El rey que reinaba en aquel tiempo era exactamente el número doce -Carlos XII. Como era 339 todavía muy joven, Pedro juzgó fácil hacerle la guerra y quitarle el trozo de costa que necesitaba. Pedro se engañó. Carlos poseía cualidades extraordinarias; era un verdadero genio de la guerra y, además, de una educación notabilísima. Sabía y hablaba corrientemente varias lenguas, estudió todas las ciencias, andaba a caballo como un gaucho, soportaba los mayores trabajos y no tenía miedo a nada. Tan atrevido y temerario era que los pueblos escandinavos, es decir, los pueblos de aquellas partes de Europa, le llamaban el Loco del Norte. Y Pedro fracasó en la guerra declarada a Suecia. Sus ejércitos fueron derrotados. - ¡Bien hecho! -exclamó Belén. Yo, si fuese la historia, derrotaba a todos los reyes que invadieran tierras ajenas ... - Pero Pedro no se incomodó mucho -prosiguió doña María del Rosario. Sólo dijo: "No viene mal. Carlos es un buen profesor del arte de la guerra y poco a poco irá enseñando a mis rusos cómo se debe luchar; se aprende más de las derrotas que de las victorias". Realmente, no podía haber mejor profesor que Carlos. Tales tundas dio a los rusos y a los otros pueblos vecinos, que Europa comenzó a inquietarse, creyendo que había surgido un nuevo Alejandro capaz de conquistar al mundo entero. Pero no fue así: La 340 paciencia de Pedro acabó por vencer el ímpetu de Carlos -y Rusia quedó con los puertos de mar que deseaba. La capital de Rusia era Moscú, buena ciudad, pero con el defecto de quedar muy en el centro del país. Pedro quería una capital más próxima al mar, desde donde pudiese dirigir la construcción de la escuadra. Resolvió levantar la nueva capital en una región que era sólo agua -esto es, un pantano. Para eso dedicó 300.000 hombres a la desecación del pantano y luego construyó encima la linda ciudad de San Petersburgo, o ciudad de San Pedro, en honor del apóstol Pedro. - ¿No se ha cambiado ese nombre, abuelita? preguntó la niña. -Sí. Los revolucionarios rusos le cambiaron el viejo nombre por el de Petrogrado, y luego por el de Leningardo, en honor de Lenín, que fue el principal jefe de la revolución rusa. Pero ahora, ya vencidos los revolucionarios los rusos han vuelto a llamarla como antiguamente San Petersburgo. Pero Pedro, además de la escuadra y de la nueva capital, mejoró mucho las leyes, creó innumerables escuelas, construyó fábricas y hospitales, y enseñó aritmética al pueblo, acabando con el viejo sistema de hacer cuentas en el rosario chino de bolillas. También cambió la moda de la indumentaria de los hombres y de las mujeres, acabando con las largas barbas. Los rusos habían de vestirse como todos los demás europeos. 341 Hubo resistencia. Los campesinos de largas barbas consideraban una vergüenza andar sin ellas. Muchos llegaron a conservarlas en cofres, para colgarlas de nuevo en la cara el día de la resurrección. Así respetarían las órdenes de Pedro sin avergonzarse ante Dios. - ¡Qué gracioso! - Y muchas cosas más hizo Pedro, consiguiendo al fin poner a sus rusos en pie de igualdad con el resto de Europa y transformar a Rusia en una gran nación que nada tenía que envidiar a las demás. De ahí que se le llamase por la historia Pedro el Grande, padre de la patria. Un día se apasionó por una campesina huérfana, llamada Catalina, y se casó con ella. Catalina no había recibido ninguna instrucción; sin embargo, como fuese muy vivaz y estuviese bien bien dotada, se instruyó rápidamente y se dio cuenta de su función de reina. El pueblo murmuró. Eso de casarse un rey con una moza que no perteneciese a alguna otra familia de reyes, constituía el mayor de los escándalos. Pedro no dio importancia a las murmuraciones, porque era feliz con su reina campesina. Cuando murió, Catalina subió al trono y supo gobernar muy bien. - Yo también reinaría a la perfección si fuese reina dijo Emilia. Es tan fácil ... Belén lanzó una carcajada a gusto. 342 - Tú, Emilia, serías una reina como aquella de Alicia en el País de las Maravillas. LA REVOLUCION MÁS CRUEL - ¿Qué es esto de revolución, abuelita? - Se habla de revolución para referirse a las revueltas que aparecen en los estados cada tanto o, también, en un sentido más profundo, es la rebelión de lo inferior contra lo superior para hacer prevalecer lo inferior. - ¿Y la Revolución Francesa? - La Revolución Francesa no es sino el segundo capítulo de la Gran Revolución Anticristiana que se inició con Lutero y la reforma protestante (primer capítulo) y cuyo tercer capítulo fue la revolución comunista. - ¿Qué es esto de primero, segundo y tercer capítulo? - Así es. Es como si fueran las partes de un libro. La primera parte, la reforma protestante se caracterizó porque, en ella, se negaba la autoridad del Papa y de la Iglesia. En esta segunda parte o capítulo, la Revolución Francesa se negaba a Jesucristo como Dios Encarnado. Y en la revolución comunista, se niega a Dios, directamente. Podemos sintetizarlo en el siguiente cuadro: 343 1 Protestante REVOLUCIÓN 2 ANTICRISTIAN Francesa A Reforma Revolución 3 - Comunismo Marxismo o a - Sí a Dios. b - Sí a Jesucristo. c - No a la Iglesia. a - Sí a Dios. b - No a Jesucristo. c - No a la Iglesia. a - No a Dios. b - No a Jesucristo. c - No a la Iglesia. - ¿Cómo comenzó la famosa revolución, abuelita? - La revolución comenzó por la protesta de unos señores, llamados burgueses, hombres de mucho dinero, dedicados al comercio y a la industria y que se reunieron para plantearle al rey que ellos no pagarían impuestos si la nobleza no lo hacía. Efectivamente la 344 nobleza no pagaba impuestos porque se consideraba que tenían más obligaciones que los burgueses, sobre todo en situaciones de guerra. - Pero ¿entonces la revolución no era de los pobres contra los ricos sino de algunos ricos contra los nobles y el rey? - En sus comienzos fue así. Y como el rey y los nobles defendían las costumbres y la religión los revolucionarios se volvieron también contra la Iglesia. Entre estos hombres estaban los tristes nombres de Robespierre, Danton, Lafayette, Sieyes, Mirabeau y tantos otros. El rey, que quería solucionar los problemas económicos por los que atravesaba el gobierno de Francia, llamó a reunión de la gente más importante, entre los que estaban los nobles, representantes de la Iglesia y de los burgueses. Éstos últimos no aceptaron las condiciones del rey y se reunieron en otro salón y, como fueran llamados al orden por las tropas del rey, salieron a la calle a hacer desmanes. Tomaron edificios en donde se encontraban armas y municiones del ejército del rey y se dirigieron, el 14 de julio, a una prisión famosa, llamada “la Bastilla” que, a su vez era el símbolo del poder del monarca. - ¿Es por eso que el 14 de julio es el Día de Francia? - Así es, Pedrito. Los burgueses, que ahora eran enemigos del rey, habían convencido al pueblo de que el 345 rey era un tirano y que, por lo tanto, en la Bastilla encontrarían cientos de presos. Pero no fue así. Sólo encontraron seis presos y, lo que es más triste, para liberar a éstos asesinaron al gobernador al igual que la mayor parte de los oficiales que lo defendían y su cabeza paseada en triunfo en lo alto de una pica. - ¡Qué crueles! ¿Y el rey? ¿No hacía nada contra estos malvados? - El rey, que era Luis XVI y su esposa, María Antonieta, fueron tomados prisioneros y poco después decapitados como malhechores. - Ya sé -gritó Pedrito- eso fue en la guillotina. - Muy bien. ¿Sabes entonces quién la inventó? Pedrito, que a veces se creía sabelotodo, se hizo el distraído y miraba para otro lado, porque, de eso, ya no se acordaba. Doña María del Rosario continuó: - Un médico llamado Guillotin, por eso su invento para cortar cabezas recibió el nombre de guillotina. El rey murió impresionando a todos los que se reunieron para ver el trágico espectáculo por su valor y fortaleza cristianas. El hecho, sucedido en el año 1793, fue la señal de una gigantesca insurrección que poco a poco se extendió hasta comprometer la tercera parte de los departamentos de Francia. Primero se alzaron los campesinos católicos y realistas de la Vandee y luego otras regiones y ciudades. Marchaban cantando himnos compuestos por San Luis María Grignion de Monfort y 346 con la insignia del Sagrado Corazón. Pero no tenían armas ni dinero suficiente para competir con las del enemigo que se había apoderado de todo el armamento del rey y finalmente fueron aplastados por los revolucionarios. - ¿No les alcanzó con la muerte del rey? -preguntó Belén. - Parecía que nada saciaría la sed de muerte de estos revolucionarios. Fue un periodo trágico. La guillotina trabajaba sin cesar en su triste tarea de cortar cabezas. Toda persona de manos finas era considerada perteneciente al grupo de los enemigos del pueblo y era guillotinado. Tres hombres dirigieron la gran matanza -Marat, Robespierre y Dantón. Marat murió asesinado en el baño por una linda muchacha llamada Carlota Corday. Dantón fue guillotinado. Quedó Robespierre solo, como dueño de Francia -matando, matando sin cesar-. No hacía falta probar nada. Bastaba la simple sospecha. Nadie se sentía seguro. La furia de guillotinar era tal que fue preciso construir al pie de la guillotina una canalización para el desagüe de la sangre. Por fin vieron que la guillotina era muy lenta para cumplir tanta labor. Comenzaron a matar a los prisioneros en masa. Los amontonaban en ciertos puntos y los mataban a cañonazos. 347 Entre algunas de las actitudes del gobierno de la revolución contra la religión están las siguientes: se adueñaron de las propiedades de la Iglesia, condenaron a muerte a los valientes sacerdotes que se mostraban en desacuerdo con las barbaridades que hacían, suprimieron la enseñanza de la religión en las escuelas y ¡hasta los crucifijos!... Los soldados de la revolución entraban en los conventos y templos armados hasta los dientes persiguiendo y arrestando a todos los verdaderos católicos. En la catedral de Nuestra Señora de París, que es uno de los más bellos monumentos de esa ciudad, fue colocada en el altar una mujerzuela de malas costumbres en el lugar de la Virgen María. Las imágenes de Cristo fueron cambiadas por los retratos de los jefes revolucionarios. La guillotina sustituyó a la cruz. Los domingos fueron suprimidos. La semana pasó a tener diez días, con un feriado en medio. En vez de contarse el tiempo a partir del nacimiento de Cristo fue contado a partir del año 1792, fecha de la fundación de la República. Robespierre dominaba solo. En esto surgió en el pueblo la sospecha de que quería convertirse en un tirano de poder absoluto -y los mismos revolucionarios le echaron mano y lo llevaron también a la guillotina. Parecía que la furia del infierno se había desencadenado sobre Francia. 348 - ¡Esto sí que es encarnizarse contra Dios y su Iglesia! -exclamó Pedrito-. ¿Y se opusieron a esto los católicos, abuelita? - Claro. Muchos valientes católicos murieron mártires como aquellos que terminaron a manos de los emperadores romanos y, gracias a su valor en la defensa de la fe hoy están gozando en el cielo de todos los bienes que puedan imaginarse. Así nos lo ha dicho el Papa Juan Pablo II al beatificar a 99 mártires de una zona de Francia llamada Angers. EL PEQUEÑO CABO Al fin terminó la revolución o, mejor dicho, terminaron los disturbios y matanzas generalizadas. ¿Y sabéis quién la hizo terminar? Un generalito de veintiséis años de edad y de un metro sesenta centímetros de altura. - ¡Oh! -exclamó Pedrito. ¡Tenía entonces mi estatura más la de Emilia (una muñeca)! - Para que veas que un gran hombre no siempre es un hombre grande. Ese hombrecito se llamaba Napoleón Bonaparte. Bonaparte era natural de la isla de Córcega, en el mar Mediterráneo, y nació- justamente algunas semanas después que Córcega pasó a depender de Francia. Por muy poco escapó de ser italiano. Fue enviado de joven a 349 una escuela militar de Francia, donde los niños franceses le consideraban extranjero. Bonaparte ganó muy buenas notas en aritmética y en geometría. Comenzó a ascender y fue lejos. A pesar de que se había puesto fin a las matanzas, las ideas que sostenían los nuevos gobernantes de Francia seguían siendo casi las mismas. Por esto, los otros reyes de Europa no querían que que las mismas se propagaran y formaron una alianza contra Francia, a la que llamaron la Santa Alianza. Bonaparte fue enviado con un ejército a combatir a los aliados en Italia. Tenía para ello que cruzar los Alpes, como había hecho Aníbal en la guerra entre Cartago y Roma. Pero Aníbal no llevaba cañones; como éstos pesan mucho, parecía imposible atravesar aquellas montañas. Bonaparte llamó a los ingenieros militares y les ordenó que estudiasen el asunto. Los ingenieros dijeron que era imposible el paso: "Imposible es una palabra que sólo existe en el diccionario de los idiotas", replicó Bonaparte colérico. Después gritó: "¡No hay Alpes!" -y de hecho los Alpes desaparecieron ante su ejército. En Italia el joven general triunfó en una porción de batallas, y consiguiendo así dar fin a la tarea que le fuera encomendada, volvió a Francia transformado en un gran héroe. Bonaparte, sin embargo, tenía en la cabeza planes secretos. No se quedó en Francia. 350 Propuso al gobierno una expedición para conquistar a Egipto, que estaba en poder de los ingleses; su idea era separar a Inglaterra de las Indias. - Las Indias ¿no eran ya de los portugueses, abuelita? -preguntó la niña. - No. Durante el reinado del rey Jacobo, los ingleses se habían posesionado de ese gran país. Eso les sirvió de compensación por la pérdida de las colonias de América. El gobierno francés aceptó con gusto el plan de Bonaparte, menos por causa del mal que podía hacerse a los ingleses que por verse libres de un joven héroe, que ya comenzaba a causar preocupaciones. Bonaparte desembarcó con su ejército en Egipto y lo conquistó rápidamente. En una de las batallas gritó, antes de comenzar la lucha: "¡Soldados! Desde lo alto de aquellas pirámides, cuarenta siglos os contemplan. Esa frase llenó de entusiasmo a los franceses. - ¿Y no apareció por allá ninguna Cleopatra para atraparlo? - Bonaparte no era de esos que se dejan seducir por los guiños de las mozas bonitas, por eso no corrió la suerte de Antonio. Pero, mientras estaba conquistando Egipto, la escuadra francesa que esperaba en las bocas del Nilo fue destruida por la escuadra inglesa del almirante Nelson. Bonaparte quedó sin medios para volver con su ejército a Francia. Lo dejó entonces en Egipto bajo el 351 mando de otro general y se fue solo. Estaba ansioso por formar parte del gobierno. Era ésa la idea que ocultaba en su mente. Cuando llegó a Francia y encontró a los hombres del gobierno disputando unos con otros, simuló meterse de por medio. El y otros dos fueron elegidos para formar un nuevo gobierno. Tenían el título de cónsules, siendo Bonaparte el primer cónsul. Después arregló las cosas para ser elevado a cónsul vitalicio, esto es por toda la vida. Y de allí a convertirse en emperador no hubo más que un paso. El pequeño corso llegó finalmente a donde quería llegar: a emperador de Francia y rey de Italia. - ¡Está bueno! -exclamó Pedrito. Eso es lo que se llama subir la cuesta corriendo. Bonaparte no perdió tiempo. Lo hacía todo a prisa aparte del hecho que había suprimido de su diccionario la palabra imposible. Los otros países de Europa comenzaron a amedrentarse ante aquel hombrecillo, que a aquel paso acabaría por conquistarlos a todos. Y se coaligaron contra él. Una nueva guerra, o más bien un terrible periodo de guerras, iba a comenzar. Napoleón planeó, nuevamente, la conquista de Inglaterra, y con ese fin hizo construir -una gran escuadra. Desgraciadamente, para él, Nelson estaba vigilante, y atrapó a la escuadra francesa en un sitio llamado Trafalgar, cerca de España, y la destruyó por completo. 352 - ¡Qué notable, abuelita! ¡Qué ciencia la de Nelson para destruir escuadras francesas! - Realmente fue un gran almirante, que sabía esperar los buenos momentos y cuando daba un golpe era para aplastar al enemigo. Antes de esa batalla, Nelson dio una proclama a los marinos en la que todo lo resumía en una frase célebre: "Inglaterra espera que cada cual cumpla con su deber". La victoria de los ingleses, sin embargo, costó cara. Nelson perdió la vida en el combate. Esa derrota en el mar hizo que Bonaparte abandonase la idea de conquistar a Inglaterra. Trató entonces de atacar a sus enemigos del continente. Y atacó. Derrotó a Prusia, a España, a Holanda y a Austria. Casi toda Europa acabó siendo suya o acatando sus órdenes sin discutir. Sólo quedaban fuera de su dominio la vasta Rusia e Inglaterra. Napoleón resolvió atacar a Rusia. Fue su segundo gran error, porque Rusia quedaba muy lejos y la invasión iba a estrellarse con el invierno, que es horrible allá. Con un ejército de 600.000 hombres marchó contra Rusia, consiguiendo llegar a Moscú, bien en el centro del país. Allí comenzó la desgracia. Los rusos se retiraron de la ciudad y después la incendiaron enterita, de modo que Napoleón, en lugar de posesionarse de la capital de Rusia, tomó posesión sólo de una horrenda hoguera. El 353 único provecho que sacó fue el de pasar una semana "calentándose al fuego". Nada más podía hacer en Rusia. Se vio forzado a la retirada sin haber conseguido ninguna ventaja. El invierno sobrevino rigurosísimo. Nieve por todas partes. Sólo nieve. Todo blanco de nieve. Comenzaron a faltar las vituallas, y no había medios de conseguirlas en aquella blanca inmensidad. Sus soldados morían a millares, y para mayor desgracia los rusos les iban persiguiendo, ayudando a la destrucción iniciada por el general Invierno. Por fin Napoleón dejó los restos de sus soldados en medio del camino y corrió a París, para atender los negocios del gobierno, que iban mal. Al llegar a París vio que su suerte había cambiado. El desastre de la campaña contra Rusia reanimó a toda Europa, levantada ya en masa para expulsarlo del trono. Su ejército estaba destruido. De los 600.000 hombres que llevó a Rusia, sólo volvieron unos veinte o treinta mil. Todavía así Napoleón consiguió, en un supremo esfuerzo, levantar un nuevo ejército con el cual hizo frente a las fuerzas de la Europa coaligada. Fue derrotado. Tuvo que firmar un documento en que abdicaba al trono. - Esa no es la abdicación al modo de Carlos V advirtió el niño. Fue abdicado... - Sus enemigos victoriosos le dieron una isla para vivir -la isla de Elba, en las costas de Italia, cerca de 354 Córcega, donde había nacido. Y pusieron en el trono francés a un rey de la familia de los antiguos Luises. El terrible hombrecito, sin embargo, no quedó quieto. Comenzó a planear, allá en su isla, un golpe para poder reconquistar el trono. Un día, con gran sorpresa del mundo, corrió la noticia de que Napoleón había escapado de Elba y había desembarcado en las costas de Francia. El gobierno mandó contra él un ejército, con orden de detenerlo y de llevarlo dentro de una jaula de hierro. Pero ese ejército se dio vuelta en favor de Napoleón, que días después entró victorioso en París. El rey huyó y Napoleón subió al trono por segunda vez. Pero Europa estaba en pie de guerra. Inmediatamente los ejércitos de todos los países marcharon contra Francia -y en los campos de Waterloo, en Bélgica, Napoleón dio al fin su última batalla. Fue derrotado por los generales Wellington, que era inglés; y Blücher, que era alemán. Esto ocurrió en 1815. Esta vez los reyes enemigos no le dieron un palacio para habitar; le dieron una prisión vitalicia. Escogieron una islita desierta, muy lejana, en medio del mar, llamada isla de Santa Elena, donde quedó bajo la guardia de un carcelero inglés que era un perfecto bulldog. Y al fin de seis años de prisión, murió el hombre que había querido abarcar el mundo. Murió y el mundo quedó tranquilo. ¡Uf! 355 Napoleón era un hombre de genio, esto es, un hombre que poseía inteligencia y otras facultades en grado elevadísimo. Gracias a esos dones se convirtió en el mayor general de todos los tiempos. Por desgracia, su ambición sin límites hizo que su paso por la tierra fuese marcado con ruinas y lágrimas. Tres millones de hombres murieron por causa suya. Tres millones de madres y tres millones de padres lloraron a sus hijos segados por las balas. Francia quedó como un país con las venas abiertas, de tanta sangre como había perdido, y quedó todavía más pequeña de lo que era antes. Todos los territorios por ella conquistados fueron recuperados por sus verdaderos dueños. De la obra del pequeño cabo no quedó más que la parte administrativa y legislativa. - ¿Por qué le llamaban de ese modo? -preguntó el niño. - El grado de cabo era de los más inferiores del ejército francés, y como Napoleón era de baja estatura, sus viejos soldados, en broma, le llamaban -el Pequeño Cabo. UN POCO DE MÚSICA Para satisfacer a Belén, que quedó disgustada con aquellas nuevas guerras del Pequeño Cabo, doña María del Rosario habló al día siguiente de música. 356 - ¿Qué hace la rana, Pedrito? -comenzó. - Croa -respondió el niño. - ¿Y el gato? - Maúlla. - ¿Y el perro? - Ladra. - ¿Y el león? - Ruge. - ¿Y las aves? - Ponen huevos -respondió Emilia. - No, las aves cantan. Sólo ellas y el hombre cantan. El hombre, sin embargo, hace más. El hombre, además del canto, hace música por medio de instrumentos. La música es una de las maravillas creadas por el hombre en la tierra. Al comienzo, allá en el fondo de las edades, dicen que Apolo tomó una calavera de buey y ató los cuernos a siete cuerdas de tripa, bien estiradas. Así nació el primer instrumento musical, llamado lira. Siete cuerdas solamente, entre cuernos de buey, no eran un instrumento muy perfeccionado y no debían producir sonidos muy bellos. A pesar de ello la leyenda cuenta que Orfeo, hijo de Apolo, aprendió a tocar la lira con tanta perfección que, cuando tocaba, todos los animales, y hasta los árboles y las rocas, se colocaban a su alrededor para oírlo. - ¡Eso es cuento de hadas, abuelita! 357 - Sea. Después surgió Pan, el dios de los bosques, que inventó la llamada flauta de Pan. Consistía en canutos de varios tamaños, unidos entre sí como dedos, que él tocaba soplando. La lira de Apolo y la flauta de Pan fueron los primeros instrumentos de música que el mundo conoció. La lira se convirtió en la madre de todos los instrumentos de cuerda, y la flauta de Pan originó todos los instrumentos de viento. Las cuerdas más gruesas y los canutos más anchos daban las notas llamadas graves; las cuerdas más finas y los canutos más estrechos daban notas agudas. Esos instrumentos primitivos se fueron perfeccionando y tomando formas nuevas hasta llegar al piano, que tiene decenas de cuerdas, y al órgano, que es una máquina para producir los más bellos sonidos de viento. Sabemos hoy cómo eran los instrumentos de música de los antiguos, pero ignoramos cómo era su música. Por desgracia no existía el fonógrafo para transmitir hasta nosotros esos sonidos. Hoy existen los discos compactos que conservarán por siglos nuestra música. - ¡Y también mi voz! -chilló Emilia. Martín prometió ya grabar un casette con un discurso mío -y cuando Martín lo promete, lo cumple. - ¿Qué interés va a tener la humanidad futura en conocer la voz de un personajillo de estos rincones 358 perdidos? -repuso Belén. Si Martín grabase una charla del Burro Parlante, eso si que valdría la pena ... Doña María del Rosario aprobó la idea de los dos casettes uno con el discurso de Emilia y el otro con la voz del Consejero. Y continuó: - Antiguamente no se sabía escribir música. Era aprendida de memoria, y pasaba así de unos a otros. Pero allá por el año 1000 un monje italiano, llamado Guido, ideó un medio para escribir las notas de música, y bautizó las siete notas que existen con los nombres de Do, Re, Mi, Fa, Sol, La, Si. Estos nombrecitos fueron formados con las primeras sílabas de las palabras del himno a San Juan, muy cantado por la Iglesia de entonces. Existió otro italiano que recibió el nombre de Padre de la Música. Se llamaba Palestrina. Fue el que escribió las primeras músicas religiosas, que el Papa mandó que fuesen tocadas en todas las iglesias. Más tarde, allá por el 1700 apareció un gran músico que compuso melodías que encantaron y encantan a los hombres. Se llamaba Handel y nació en Alemania. Su padre, simple barbero, quería que fuese un gran abogado. El niño Handel, sin embargo, sólo pensaba en la música. En aquel tiempo no había piano -había el padre del piano con el nombre de clavicordio-, un pianito poco perfeccionado. A los seis años de edad, Handel consiguió obtener un clavicordio y lo escondió en su 359 habitación, que era una buhardilla, allá en lo alto de la casa. Cuando dormían todos, se sentaba al clavicordio y se ejercitaba hasta altas horas de la noche, bajito. Una noche el padre y la madre advirtieron aquellos extraños sonidos en la buhardilla. Se asustaron y fueron con la linterna en la mano a ver qué era. Encontraron al niño en camisa, sentado en una silla muy alta, tocando su música. - ¡Y seguramente le dieron una paliza! -dijo Emilia. - No. Sólo vieron que sería una locura intentar hacer de él un abogado, ya que su verdadera vocación era la música. Le buscaron un maestro, y pronto asombró Handel a todos con su pericia. Más tarde se fue a Inglaterra y se hizo inglés. Cuando murió fue enterrado, en la célebre abadía de Westminster. De la misma época es el gran músico alemán llamado Bach, que tocaba el órgano tan divinamente como Handel el clavicordio. Ambos compusieron piezas musicales inmortales, y ambos quedaron ciegos muy pronto. Quedar ciego para un pintor es la mayor de las desgracias, pero para un músico no es tanto. Ellos viven en el mundo de los sonidos, en el cual la desgracia es quedar sordo. Casi todos los grandes músicos revelan muy pronto ese don de Dios. Mozart, por ejemplo, a los cuatro años se mostraba ya admirable en el piano. Tocó, muy niño todavía, ante los reyes que lo trataban como a un 360 pequeño príncipe. Compuso toda clase de obras musicales, principalmente la llamada ópera, y otra llamada sinfonía, propias para orquestas. A pesar de ello ganó poco dinero y cuando murió fue enterrado en la fosa común, esto es, en el lugar de los cementerios donde se entierra a los mendigos. Más tarde los hombres sintieron remordimientos por haber dejado en el olvido a un genio de aquella magnitud y quisieron erigirle una estatua sobre su tumba. Pero no lograron descubrir siquiera el lugar donde los restos de Mozart descansaban ... Un hombre llamado Beethoven leyó la historia de Mozart y soñó para su hijo una gloria igual a la del “pequeño príncipe”. Para realizar ese sueño obligaba al niño, desde muy joven, a quedar horas y horas junto al piano. Luisito casi moría de cansancio. Lloraba, lloraba: al fin se convirtió en uno de los mayores músicos de todos los tiempos. Cuando se sentaba al piano, de sus dedos salían improvisadas las composiciones más maravillosas. Con Beethoven ocurrió la peor desgracia que puede afectar a un músico. - ¡Quedó sin dedos! -quiso adivinar Emilia. - No, quedó sordo. Esto lo entristeció enormemente, aunque no le impidió continuar componiendo obras maestras. Componía sin poder oír lo que componía. - ¡Qué pena que los grandes guerreros y conquistadores no hayan sido músicos! -observó la niña. 361 De los músicos no puede llegar ningún mal al mundo; pero las plagas de los Gengis Khan y de los Napoleón, que el diablo lleve ... - Tienes razón, hija mía. Hombres como Mozart y Beethoven aumentan el encanto de la vida. El que escucha su música se siente como en el cielo. Y hoy, gracias a la maravillosa invención de Edison, todos podemos escuchar esa música en el momento que lo deseamos. Ese placer, ahora al alcance de cualquier persona poseedora de un poco de dinero, era imposible, incluso para el rey más poderoso, antes que Edison, que también fue más sordo que una tapia, nos diese su maravilloso invento para conservar y reproducir los sonidos. Doña María del Rosario se detuvo allí, e hizo poner en su reproductor de compact disc la Serenata de Schubert, la música predilecta de Belén. PAÍSES NUEVOS - En Europa, abuelita, ¿qué ocurrió después que Napoleón fue a la isla de Santa Elena? - Después que el terrible guerrero fue encarcelado en esa isla, los franceses tuvieron que elegir un nuevo jefe. Eligieron a un rey del mismo linaje de sus viejos reyes -o de la familia Borbón, como se llamaba. Pero 362 ese rey no dio mucho provecho y los franceses buscaron otro, y después un tercero. Hasta que decidieron elegir a un presidente. ¿Adivinad quién fue elegido? Un sobrino de Napoleón Bonaparte, llamado Luis Napoleón. Ese hombre vivía conspirando para ser rey de Francia, y al fin fue elegido presidente. Pero no se contentó con eso. Quiso ser emperador, como su tío, para gobernar toda la vida y legar el trono a sus descendientes. Con ese bello plan en la cabeza, dio un golpe y un buen día se transformó en emperador con el nombre de Napoleón III. - ¿Y Napoleón II? No nos habló de él. - No existió nunca. Hubo un hijo de Napoleón que al nacer fue hecho rey de Roma. Ese niño no reinó nunca, pero parece que aun así fue considerado el Napoleón número dos. Napoleón III valía muchísimo menos que el primero. No era un genio, y sí un aprovechador de la fama del tío. Se juzgó capaz de grandes cosas e intentó hacerlas, por ejemplo, invadir a México y transformar esa república en un imperio, poniendo allá como emperador a un príncipe austríaco. Esa idea de Napoleón III le salió torcida. Los mexicanos se rebelaron poco después y fusilaron al pobre emperador Maximiliano en la ciudad de Querétaro. Otra idea desastrosa de Napoleón III fue querer hacer bajar la frente a Prusia, país que era muy mal 363 visto por causa de su extraordinaria organización militar. Napoleón comenzó a tejer intrigas contra Prusia y se preparó para hacerle la guerra. Pero el hechizo se volvió contra el hechicero. Prusia tenía en el gobierno un hombre llamado Bismarck, que veía lejos. Bismarck convenció al rey de Prusia de la necesidad de declarar la guerra a Francia, antes que Francia declarase la guerra a Prusia. Y así se hizo. Con fulminante rapidez los prusianos invadieron a Francia, derrotaron a los franceses en todos los combates y aprisionaron al pobre Napoleón III. Después entraron en París y exigieron una gran indemnización en oro, además de dos provincias, Alsacia y Lorena. La rapidez y el éxito feliz de esta guerra dio enorme prestigio a Prusia, y Bismarck se aprovechó de la oportunidad para reunir a todos los pequeños países de raza alemana en un solo gran imperio, con el nombre de Imperio de Alemania. El primer emperador recibió el nombre de Kaiser, o Cesar, y fue coronado en el palacio de Versalles, mientras los ejércitos prusianos estaban todavía dentro del territorio francés. Después de ese desastre Francia abandonó una vez más la forma de gobierno monárquica y adoptó la republicana. Desde entonces elige un presidente cada siete años -y va viviendo. 364 Por esa época Italia, que era también una colección de pequeños países como había sido Alemania, fue reunida en un solo país. El rey de uno de esos pequeños países se llamaba Victor Manuel, y tenía como primer ministro a un hombre muy hábil, llamado Cavour. También tenía de su parte a un personaje muy activo pero de ideas muy estrafalarias, llamado José Garibaldi. Este Garibaldi había sido fabricante de velas en Nueva York y había estado en el Brasil, ayudando a los republicanos de Río Grande del Sur. Estaba metido en cuanta trifulca había en el mundo. Estos tres, el rey Víctor Manuel, Cavour y Garibaldi, consiguieron vencer todos los obstáculos y transformaron aquellos pequeños países en un solo, con el nombre de Reino de Italia. Surgieron así, en el mundo, casi al mismo tiempo, dos grandes países nuevos: Alemania e Italia. LOS NUEVOS INVENTOS - ¿Cuál fue la era de los nuevos inventos? -preguntó doña María del Rosario al día siguiente. Vamos a ver quién lo sabe. - Fue en tiempo de el Renacimiento -respondió Belén. - Fue en el tiempo de las hadas -respondió Emilia. Pedrito se calló. No dio su opinión. 365 - La era de los nuevos inventos no fue -dijo doña María del Rosario. Es esta en que vivimos. Estamos viviendo en plena era de los nuevos inventos, sin que prestemos la menor atención a ello. - ¿Cómo, abuelita? -preguntó el niño. - Sí. Imagina que un hombre del tiempo antiguo resucitase ahora. ¿Podría comprender las cosas que tenemos y a las cuales no damos la mínima importancia? ¡Imaginemos las aflicciones del pobrecito! Se vuelve para acá, y da con una persona que habla por teléfono con un amigo que vive en otro continente, y juzga que son dos magos los que conversan. Va al cine y ve desarrollarse una lucha americana de bandidos modernísimos que se atacan unos a otros con ametralladoras. Nuestro hombre no entiende nada y se queda convencido de que la gente está detrás del telón. Va a espiar. No encuentra a nadie y abre la boca. En esto, un grabador se pone a reproducir un casette hablado. Nuestro hombre, ya medio atontado, va a ver quien está debajo de la mesa. No encuentra nada y abre los ojos asombrado. Ahora es la radio la que comienza a funcionar. El pobre hombre se pone a temblar. Corre a la ventana para tomar aliento. Por el cielo se desliza un pájaro inmenso que nunca supuso que existiera, el aeroplano. En la calle ve trolebuses y autos, esto es, vehículos qué andan sin caballos. El hombre acaba por enloquecer, 366 porque no puede entender de modo alguno nada de lo que ve. La edad de los grandes inventos es ésta. A cada instante salen nuevas maravillas de los laboratorios científicos. Las invenciones se atropellan. Y ni qué hablar de las computadoras. Hombres como San Martín y Napoleón, no vieron nunca una locomotora, un teléfono y ni siquiera una caja de fósforos. Nunca sospecharon la lámpara eléctrica. Son cosas modernísimas, de ayer, podemos decir, aunque a ustedes les parezcan tan comunes. En nuestra era el progreso corre más rápido en un mes que en la antigüedad en siglos. Uno de los primeros hombres que revolucionaron el mundo con sus invenciones fue el escocés Jaime Watt. Un día que estaba observando una olla de agua en el fuego, le llamó la atención la danza de la tapa, levantada por el vapor. "Si ese vapor, levanta una tapa de olla, puede levantar cualquier cosa" -pensó Watt. Y de esa idea salió la máquina de vapor, en la cual el vapor de agua mueve el pistón, que a su vez mueve una rueda. La máquina de vapor causó una verdadera revolución industrial en el mundo. "Si la máquina de vapor mueve una rueda -pensó otro inglés llamado Stephenson- ¿por qué no ha de moverse a sí misma?", y de esa idea nació la locomotora, que es una máquina a vapor que se mueve a sí misma. 367 "Si la máquina a vapor se mueve en tierra -pensó un americano llamado Fulton- ¿por qué no ha de moverse también en el mar?" -y de esa idea nació el navío a vapor que iba a cambiar todo el sistema de navegación. El pueblo se echó a reír de la primera máquina de Watt, de la primera locomotora de Stephenson y del primer barco de Fulton. Eran, en realidad, grotescos y de muy poco rendimiento. Pero se perfeccionaron con rapidez, y durante mucho tiempo constituyeron verdaderas maravillas de la mecánica. Antes de la invención del telégrafo, para que una persona se comunicase con otra tenía que ir a verla o enviarle una carta. Un pintor americano llamado Morse tuvo la idea de construir un aparatito que marca un punto o una raya cada vez que recibe un contacto eléctrico. Estaba inventado el telégrafo. - ¿Cómo era el telégrafo, abuelita? -preguntó Pedrito. - Imagínate una bobina que tiene en el centro una barrita de hierro; esa bobina es colocada en casa del compadre Teodoro y tiene un hilo de alambre que llega hasta aquí. Cada vez que hagas correr la electricidad por el alambre la bobina recibe la electricidad y transforma la barrita en imán. Ese imán, entonces, atrae otro hierro, el cual, con el movimiento, marca en un papel un punto o raya, conforme al tiempo que dura la 368 imantación. Después haces una combinación de puntos y rayas que corresponden a las letras del alfaleto, así: A B E H T .-... . .... - Y listo. El compadre Teodoro queda habilitado para recibir allá todas las letras que quieras transmitir. - ¡Qué interesante! -exclamó el niño. Voy a hacer una línea telegráfica que una mi cuarto con la huerta. - Hazlo -aconsejó doña María del Rosario. Es haciendo ciertas cosas como nacen otras cosas, como en el caso del profesor Bell, otro americano. Graham Bell comenzó a estudiar el modo de que oyesen los niños sordos -y acabó inventando el teléfono. El telégrafo transmite puntos y rayas; el teléfono transmite directamente la voz, cualquiera que sea la distancia. Hoy tenemos líneas que nos permiten hablar de un continente a otro. Las invenciones van apareciendo gracias al concurso de muchos inventores. Uno hace un trocito. Otro hace otro trocito. Viene un tercero, reúne los dos trocitos y consigue una gran cosa que nadie esperaba. Así nació el motor eléctrico, y después de él ese maravilloso motor 369 de los automóviles, llamado motor a explosión. El pistón, que en la máquina de Watt es movido por la fuerza del vapor de agua, es movido aquí por la pequeña explosión de un gas de la gasolina, del alcohol o de cualquier otro líquido combustible propio. - Como el auto del tío Juan que tiene Gas Natural Comprimido, agregó Pedrito. - La luz eléctrica de las casas fue invención de otro gran inventor -Tomás Edison, un norteamericano. ¡Entre sus grandes y pequeños inventos existen más de setenta! De ahí el nombre de mago, que le dio el pueblo de América. Fue un muchacho pobre, que comenzó la vida vendiendo periódicos en los trenes. Un día el profesor de la escuela donde concurría Edison lo llevó a su madre diciendo que no podía tenerlo más tiempo allí. "¿Por qué? -Porque es un burrito y no aprende nada" explicó ese profesor. - ¿Qué cara habrá puesto, abuelita, después que ese niño burrito se convirtió en el gran Edison? - No lo sé, pero ha debido quedar con la cara larga. Edison, de niño, no cesaba de hacer picardías, que eran ya comienzos de invenciones. Cierta vez, cuando vendía diarios en los trenes, se escondió en el vagón de los equipajes para hacer travesuras en los momentos de ocio. Y una vez puso fuego al vagón. El jefe del tren acudió entonces y le dio un tremendo golpe en el oído que lo dejó sordo para siempre. 370 - ¡También tamaña travesura hizo ese Tomás Edison! -exclamó la niña. - Eso es -continuó doña María del Rosario. Pero fue el que iluminó la tierra con la luz eléctrica. Fue el que inventó el fonógrafo. Fue el que inventó el cinematógrafo (según opinión de los norteamericanos). - ¡Viva Edison! -gritaron los niños. - Otro gran inventor que realizó uno de los sueños de la humanidad fue Santos Dumont. Los hombres quisieron siempre imitar a los pájaros y volar, pero todas las tentativas en ese sentido fallaron. Al fin vino el motor de explosión, y la cosa resultó posible. Santos Dumont, que desde niño tenía siempre la manía de la navegación aérea, inventó al fin el dirigible, que es un aparato más leve que el aire, y después inventó el aeroplano, que es un aparato más pesado que el aire. Desgraciadamente su invento, hecho en París, donde residía, llegó casi al mismo tiempo que el hecho por los hermanos Wright en América, de modo que la gloria del gran hecho se halla dividida entre los tres. - ¿Qué tres? - Santos Dumont y los dos Wright. - ¿Pero quién inventó primero el aeroplano? - Los dos o los tres. Uno no sabía lo que estaba haciendo el otro. La maravillosa máquina de volar surgió al mismo tiempo en América y en París. Otro inventor 371 notable es el italiano Marconi inventor del telégrafo sin hilos, del cual nació la radio. - ¿Pero es que las invenciones mejoran la vida, abuelita? -preguntó la niña. - Mejoran la vida, sí, aunque no mejoran al hombre. Nuestra vida de hoy podemos decir que es muy cómoda, si la comparamos con la de un siglo atrás. Pero cuando el hombre no domina esas invenciones sino que se deja dominar por ellas se vuelve en el mismo animal estúpido de todos los tiempos. - ¿Es lo que nos decía de las computadoras? - Así es. Y lo Mismo pasa con la televisión y con la música. Como inventos son grandiosos pero cuando se usan mal se convierten en enemigos del hombre. Abre el periódico y lee las principales noticias. Sólo hablan de miserias, de crímenes, de guerras. La humanidad continúa sufriendo hoy los mismos males de antes -todo porque la fuerza de la estupidez humana no es vencida por la fuerza de la gracia, de la bondad y de la inteligencia. Cuando éstas sean más fuertes que aquélla, entonces, sí habremos llegado a la Edad de Oro. Pero me temo que esta edad no está en este mundo, sino en el otro. Y esto lo supieron los sabios de todos los tiempos. Los grandes inventos son buenos; pero mucho mejor es el que los utiliza para el bien. EL MUNDO CONTRA ALEMANIA 372 Tuvimos la prueba de eso hace unos ochenta años en una de las horribles guerra que destrozó el mundo por espacio de cinco años. La estupidez reinó soberana absoluta -y el resultado fue una calamidad como jamás existió otra semejante. - ¿Cómo comenzó? - Durante los últimos siglos Inglaterra había crecido mucho y se había convertido en la mayor potencia mundial. Pero los alemanes, luego de conseguir la unidad que ya comentamos con Bismark, habían crecido mucho en muy breve espacio de tiempo. Como no querían enfrentarse directamente lo hicieron indirectamente entre dos países satélites. Para ello aprovecharon un incidente de poca importancia, al menos si tenemos en cuenta la masacre posterior de la guerra. En la pequeña ciudad de Sarajevo, capital de Bosnia, un estudiante serbio disparó su arma y mató al príncipe heredero de Austria, que era un país amigo de Alemania. El emperador de Austria no aceptó las disculpas. Juzgó que Serbia entera, aliada de Inglaterra, debía pagar el crimen del estudiante, y en seguida movilizó su ejército para castigarla. Pero Serbia, tenía también a Rusia como aliada. Y la cosa se fue complicando hasta que el mundo entero se vio envuelto en la guerra. 373 Europa por ese tiempo se hallaba dividida en dos grupos: Alemania y sus amigos, de un lado, e Inglaterra y Francia y sus amigos, del otro. Y cada grupo vivía mirando de reojo al otro, para lanzarse a la guerra en cuanto uno de ellos se moviese. Entonces, en un grupo estaban Inglaterra, Francia y Rusia. En el otro Alemania, Austria e Italia. Cuando estalló la lucha, Italia se pasó al grupo de Inglaterra, y Turquía y Bulgaria se unieron al grupo de Alemania. Se trenzaron todos. Los alemanes, que eran muy fuertes, atravesaron Bélgica e invadieron a Francia, arrasándolo todo hasta las puertas de París. Allí se detuvieron. Habían perdido el ímpetu del ataque. Siendo la resistencia de los franceses e ingleses cada vez mayor, y no pudiendo continuar el avance, los alemanes se atrincheraron. Iba a comenzar un largo período de guerra nueva para el mundo -la guerra de trincheras, en la cual los soldados se meten debajo de tierra, como lombrices, y combaten a cañonazos sin que un ejército vea al otro. Pero Alemania, con el fin de destruir el poder marítimo de Inglaterra, había iniciado una terrible campaña en el mar, por medio de submarinos. Esas ballenas de acero seguían invisibles por el fondo de las aguas, echando a pique todos los barcos enemigos que hallasen, fuesen de guerra o mercantes. Cuando las cosas llegaron a ese extremo, entraron en la guerra los 374 Estados Unidos del lado de Inglaterra. La superioridad de fuerzas fue abrumadora y Alemania debió rendirse. En esto estalló una revolución en Rusia, muy semejante a aquella cruel Revolución Francesa. ¿Recordarán cuando hablamos de los tres momentos o capítulos de la Revolución anticristiana? - Sí, dijo Belén. Quedamos en la segunda que era la Revolución Francesa. - La tercera es esta que se llama Revolución rusa donde se impuso este perverso sistema marxistaleninista o comunista, como también se llama. Marx, el inspirador del comunismo, sostenía en el siglo pasado que la religión era una serie de inventos con que se adormecía a la gente para que no sintiera tanto los sufrimientos de esta vida pero que ya no serviría cuando se produjese la revolución porque con ella llegaría la era comunista, esto es la era de la felicidad para todos. Los revolucionarios rusos creyeron en Marx. Se persiguió a todas las religiones porque ya no había lugar para Dios en la sociedad. El zar Nicolás y toda su familia fueron asesinados vilmente, los nobles fueron muertos o perseguidos y los revolucionarios se adueñaron del país. Tenían como jefe a un hombre llamado Lenín, destruyeron el sistema social allí existente y dieron comienzo a un nuevo sistema llamado comunismo. Mataron a millones de personas para imponer este sistema de la felicidad en la tierra. No 375 permitían que los hombres tuviesen propiedad privada, familia ni religión. El único gran capitalista es el Estado o los que manejan el Estado -dueño de las tierras, de las minas, de los ferrocarriles, de las usinas eléctricas y de todas las fábricas; de la educación y de la moral pública. Los beneficios iban a parar a la bolsa del gobierno controlado por los gobernantes. - ¿Y dio buen resultado ese sistema? -preguntó Pedrito. - Hoy, desde 1989 sabemos que ha sido un fracaso rotundo. La Alemania vencida de la Primera Guerra renacía con gran fuerza, y un nuevo jefe, llamado Hitler y sus partidarios “nazis” se mostraban enemigos mortales del comunismo, los otros países comenzaron a ver con buenos ojos el ascenso de Alemania; y los pueblos ricos le hicieron grandes empréstitos en dinero, con la intención de que el nazismo se armara y se arrojase contra Rusia. Pero salió todo errado. En cuanto se vio fuerte, Alemania firmó un pacto de no agresión con Rusia y se volvió contra los antiguos aliados que la habían vencido: "Es la hora". Y comenzó a exigir esto y aquello, y cuanto más le daban, más quería Hitler. Por fin invadió a Polonia, después invadió y dominó a Bélgica, a Holanda, a Noruega, a Francia, a Austria, a Rumania, a Bulgaria, a Yugoslavia, a Grecia, a Checoslovaquia. Italia, con 376 Mussolini, se alió a Alemania. Y comenzó la Segunda Guerra Mundial que duró de 1939 a 1945. Fue todavía peor que la de 1914-1918, porque la aviación estaba muy desarrollada y no perdonó a las más bellas ciudades. Jamás se vio tamaño horror. Ciudades antiquísimas e importantisímas, llenas de monumentos históricos, fueron implacablemente reducidas a polvo y a cenizas. El bombardeo de Inglaterra duró meses; la ciudad de Londres iba cayendo y ardiendo por completo. Pero la situación geográfica y el dominio de los mares hizo imposible el ataque total de Hitler a Inglaterra. Hitler entonces cometió el error que le iba a resultar fatal -el mismo error cometido por Napoleón en tiempos pasados: atacar a Rusia. - ¿Por qué? -Los países territorialmente muy grandes eran invencibles para las armas de entonces y Rusia es, de todos los países, el de mayor territorio: dos veces mayor que el de los Estados Unidos. Napoleón cometió el error de no tener esto en cuenta; invadió a Rusia y fue maltrecho allí. Por más territorios rusos que conquiste el invasor, quedan tierras rusas más allá. Los ejércitos de Hitler fueron de victoria en victoria pero con mucha pérdida de sangre, hasta las puertas de Moscú y de Leningrado. Allí se estancaron, con la lengua afuera, sin fuerzas para proseguir en el avance. Y los ejércitos que procuraban en el sur llegar al 377 Cáucaso para ocupar la zona del petróleo, no pasaron tampoco de Stalingrado. En esa ciudad los alemanes sufrieron la primera gran derrota, con pérdida de 330.000 hombres. Y desde entonces todo cambió. La orgullosa e invencible Alemania, que coleccionaba victorias como Pedrito colecciona cajas de fósforos, pasó a coleccionar una colección de derrotas y fue expulsada poco a poco de todos los territorios ocupados, al este por los rusos y al sur y oeste por los ingleses con el concurso poderoso de lo americanos. Y por fin en mayo de 1945 se rindió incondicionalmente, después de perder casi todas sus ciudades importantes, inclusive Berlín, ocupada por los rusos. - ¿E Italia? - Mucho más débil que Alemania, Italia se rindió antes, después de perder sus islas fortificadas, sus colonias africanas, su escuadra, todo. Hasta perdió a su dictador. La traición de uno de sus hombres, el general Badoglio, lo llevó a ser tomado prisionero en el Gran Sasso y, poco tiempo después fusilado. Su cuerpo fue dejado en medio de una plaza pública para que recibiese puntapiés y salivazos. Por fin lo colgaron de los pies, como a un cerdo en el matadero. - ¿Y Hitler? - Ese desapareció en los escombros de Berlín. Pero la guerra no terminó allí. Justamente por causa del ataque de la aviación japonesa a la base norteamericana 378 de Pearl Harbour, en la isla de Hawai, los Estados Unidos de América se hallaron también involucrados en la lucha del lado de Inglaterra. - Y los japoneses ¿de qué lado estaban? - De Alemania. Lo que los Estados Unidos hicieron en materia de improvisación de ejércitos, escuadras y aviones, constituye el asombro de los pueblos. Nunca se vio un esfuerzo colectivo mayor y mejor organizado. La consecuencia fue la que tenía que ser: la victoria sobre los alemanes en el frente occidental o europeo y la victoria sobre el Imperio del Japón en el Pacífico unos meses después, en agosto. Pero este fin de guerra ha sido el más cruel y terrible que puedan imaginarse. Los Estados Unidos tiraron dos bombas atómicas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, con las cuales murieron más de 100.000 hombres que ni siquiera tenían posibilidad de defenderse. Las bombas fueron tiradas sobre las ciudades por lo que murieron bebés, niños, mujeres y ancianos inútilmente. Y más terrible es saber, como hoy sabemos que los japoneses no hubieran podido resistir más de dos o tres meses más. 379 - Y entonces ¿por qué semejante crueldad?, preguntó Belén. - Es difícil explicar semejante crueldad. Con Cristo se cometió un deicidio o asesinato de Dios-Hombre y ésto sólo podemos explicarlo por la furia del demonio. Supongo que algo así sucedió también en estas ciudades japonesas en las que vivían la mayor parte de los católicos japoneses. Desde entonces los Estados Unidos y Rusia estuvieron preparándose para enfrentarse en una tercera guerra que, seguramente, sería la decisiva y, 380 gracias a Dios, no ha llegado. Sin embargo estos países se enfrentaron indirectamente en países de menor relieve internacional, lo que se llama la “guerra fría”, que terminó con la caída del imperio comunista ruso o, como también se llama imperio soviético a fines de la década de los 80 y principios de los 90. - ¿En otra oportunidad nos contarás sobre la historia de nuestra patria Argentina? - Claro. Será muy interesante. 381