Fichas primera clase - Curso de Formación Teológica

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Curso de Iniciación
Teológica I
Heraldos del Evangelio
En el principio, Dios Creó
Esquema de la reunión
1.- En el principio Dios creó: la creación en la Biblia
Relatos del Génesis y referencias en otros libros del Antiguo y del Nuevo
Testamento.
La creación de la nada: seres por participación.
Creación libre, por amor.
El fin de la creación, y el cuidado providencial de Dios.
2.- A su imagen y semejanza lo creó: la creación del hombre.
Relatos del Génesis
Revelación y ciencia: Creacionismo vs. Evolución
El cuerpo y el alma en unidad personal
La imagen de Dios
3.- Quisieron ser como Dios: pecado original
El relato bíblico: paraíso, convivio con Dios, tentación y pecado
Pecado original en el Nuevo Testamento
Pecado original en la Tradición y el magisterio
El problema de la transmisión del pecado original
La enemistad creada por Dios: clave para entender la futura Redención operada
por el Nuevo Adán, Nuestro Señor Jesucristo
“¡Oh felix culpa!”: Bautismo y gracia, el verdadero camino para que todos sean
como Dios.
Curso de Iniciación Teológica I – Heraldos del Evagelio
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En el principio, Dios Creó
Ficha nº 1:
Dios creó el cielo y la tierra
(Gen. 1, 1-16)
A
l principio Dios creó el cielo y la
tierra.
2 La tierra era algo informe y
vacío, las tinieblas cubrían el abismo, y
el soplo de Dios se cernía sobre las
aguas.
3 Entonces Dios dijo: «Que exista la
luz». Y la luz existió.
4 Dios vio que la luz era buena, y
separó la luz de las tinieblas;
5 y llamó Día a la luz y Noche a las
tinieblas. Así hubo una tarde y una
mañana: este fue el primer día.
6 Dios dijo: «Que haya un firmamento
en medio de las aguas, para que
establezca una separación entre ellas».
Y así sucedió.
12 La tierra hizo brotar vegetales,
hierba que da semilla según su especie y
árboles que dan fruto de su misma
especie con su semilla adentro. Y Dios
vio que esto era bueno.
13 Así hubo una tarde y una mañana:
este fue el tercer día.
14 Dios dijo: «Que haya astros en el
firmamento del cielo para distinguir el
día de la noche; que ellos señalen las
fiestas, los días y los años,
15 y que estén como lámparas en el
firmamento del cielo para iluminar la
tierra». Y así sucedió.
16 Dios hizo que dos grandes astros –el
astro mayor para presidir el día y el
menor para presidir la noche– y también
hizo las estrellas.
7 Dios hizo el firmamento, y este separó
las aguas que están debajo de él, de las
que están encima de él;
17 Y los puso en el firmamento del
cielo para iluminar la tierra,
8 y Dios llamó Cielo al firmamento. Así
hubo una tarde y una mañana: este fue
el segundo día.
18 para presidir el día y la noche, y para
separar la luz de las tinieblas. Y Dios
vio que esto era bueno.
9 Dios dijo: «Que se reúnan en un solo
lugar las aguas que están bajo el cielo, y
que aparezca el suelo firme». Y así
sucedió.
19 Así hubo una tarde y una mañana:
este fue el cuarto día.
10 Dios llamó Tierra al suelo firme y
Mar al conjunto de las aguas. Y Dios
vio que esto era bueno.
11 Entonces dijo: «Que la tierra
produzca vegetales, hierbas que den
semilla y árboles frutales, que den sobre
la tierra frutos de su misma especie con
su semilla adentro». Y así sucedió.
20 Dios dijo: «Que las aguas se llenen
de una multitud de seres vivientes y que
vuelen pájaros sobre la tierra, por el
firmamento del cielo».
21 Dios creó los grandes monstruos
marinos, las diversas clases de seres
vivientes que llenan las aguas
deslizándose en ellas y todas las
especies de animales con alas. Y Dios
vio que esto era bueno.
Curso de Iniciación Teológica I – Heraldos del Evagelio
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En el principio, Dios Creó
22 Entonces los bendijo, diciendo:
«Sean fecundos y multiplíquense; llenen
las aguas de los mares y que las aves se
multipliquen sobre la tierra».
23 Así hubo una tarde y una mañana:
este fue el quinto día.
24 Dios dijo: «Que la tierra produzca
toda clase de seres vivientes: ganado,
reptiles y animales salvajes de toda
especie». Y así sucedió.
25 Dios hizo las diversas clases de
animales del campo, las diversas clases
de ganado y todos los reptiles de la
tierra, cualquiera sea su especie. Y Dios
vio que esto era bueno.
26 Dios dijo: «Hagamos al hombre a
nuestra
imagen,
según
nuestra
semejanza; y que le estén sometidos los
peces del mar y las aves del cielo, el
ganado, las fieras de la tierra, y todos
los animales que se arrastran por el
suelo».
27 Y Dios creó al hombre a su imagen;
lo creó a imagen de Dios, los creó varón
y mujer.
28 Y los bendijo, diciéndoles: «Sean
fecundos, multiplíquense, llenen la
tierra y sométanla; dominen a los peces
del mar, a las aves del cielo y a todos
los vivientes que se mueven sobre la
tierra».
29 Y continuó diciendo: «Yo les doy
todas las plantas que producen semilla
sobre la tierra, y todos los árboles que
dan frutos con semilla: ellos les servirán
de alimento.
30 Y a todas la fieras de la tierra, a
todos los pájaros del cielo y a todos los
vivientes que se arrastran por el suelo,
les doy como alimento el pasto verde».
Y así sucedió.
31 Dios miró todo lo que había hecho, y
vio que era muy bueno. Así hubo una
tarde y una mañana: este fue el sexto
día.
Ficha nº 2:
La creación del hombre y la mujer
(Gen. 2, 4-25)
C
uando el Señor Dios hizo la tierra
y el cielo,
su nariz un aliento de vida. Así el
hombre se convirtió en un ser viviente.
5 aún no había ningún arbusto del
campo sobre la tierra ni había brotado
ninguna hierba, porque el Señor Dios no
había hecho llover sobre la tierra.
Tampoco había ningún hombre para
cultivar el suelo,
8 El Señor Dios plantó un jardín en
Edén, al oriente, y puso allí al hombre
que había formado.
6 pero un manantial surgía de la tierra y
regaba toda la superficie del suelo.
9 Y el Señor Dios hizo brotar del suelo
toda clase de árboles, que eran
atrayentes para la vista y apetitosos para
comer; hizo brotar el árbol del
conocimiento del bien y del mal.
7 Entonces el Señor Dios modeló al
hombre con arcilla del suelo y sopló en
Curso de Iniciación Teológica I – Heraldos del Evagelio
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En el principio, Dios Creó
10 De Edén nace un río que riega el
jardín, y desde allí se divide en cuatro
brazos.
11 El primero se llama Pisón: es el que
recorre toda la región de Javilá, donde
hay oro.
12 El oro de esa región es excelente, y
en ella hay también bedelio y
lapislázuli.
13 El segundo río se llama Guijón: es el
que recorre toda la tierra de Cus.
campo y a todos los pájaros del cielo, y
los presentó al hombre para ver qué
nombre les pondría. Porque cada ser
viviente debía tener el nombre que le
pusiera el hombre.
20 El hombre puso un nombre a todos
los animales domésticos, a todas las
aves del cielo y a todos los animales del
campo; pero entre ellos no encontró la
ayuda adecuada.
14 El tercero se llama Tigris: es el que
pasa al este de Asur. El cuarto es el
Eufrates.
21 Entonces el Señor Dios hizo caer
sobre el hombre un profundo sueño, y
cuando este se durmió, tomó una de sus
costillas y cerró con carne el lugar
vacío.
15 El Señor Dios tomó al hombre y lo
puso en el jardín de Edén, para que lo
cultivara y lo cuidara.
22 Luego, con la costilla que había
sacado del hombre, el Señor Dios formó
una mujer y se la presentó al hombre.
16 Y le dio esta orden: «Puedes comer
de todos los árboles que hay en el
jardín,
23 El hombre exclamó: «¡Esta sí que es
hueso de mis huesos y carne de mi
carne! Se llamará Mujer, porque ha sido
sacada del hombre».
17 exceptuando únicamente el árbol del
conocimiento del bien y del mal. De él
no deberás comer, porque el día que lo
hagas quedarás sujeto a la muerte».
18 Después dijo el Señor Dios: «No
conviene que el hombre esté solo. Voy a
hacerle una ayuda adecuada».
24 Por eso el hombre deja a su padre y a
su madre y se une a su mujer, y los dos
llegan a ser una sola carne.
25 Los dos, el hombre y la mujer,
estaban desnudos, pero no sentían
vergüenza.
19 Entonces el Señor Dios modeló con
arcilla del suelo a todos los animales de
Ficha nº 3:
La tentación y el pecado
(Gen. 3, 1-24)
L
a serpiente era el más astuto de
todos los animales del campo que
el Señor Dios había hecho, y dijo
a la mujer: «¿Así que Dios les
ordenó que no comieran de ningún árbol
del jardín?».
2 La mujer le respondió: «Podemos
comer los frutos de todos los árboles del
jardín.
3 Pero respecto del árbol que está en
medio del jardín, Dios nos ha dicho:
«No coman de él ni lo toquen, porque
de lo contrario quedarán sujetos a la
muerte».
Curso de Iniciación Teológica I – Heraldos del Evagelio
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En el principio, Dios Creó
4 La serpiente dijo a la mujer: «No, no
morirán.
arrastrarás sobre tu vientre, y comerás
polvo todos los días de tu vida.
5 Dios sabe muy bien que cuando
ustedes coman de ese árbol, se les
abrirán los ojos y serán como dioses,
conocedores del bien y del mal».
15 Pondré enemistad entre ti y la mujer,
entre tu linaje y el suyo. El te aplastará
la cabeza y tú le acecharás el talón».
6 Cuando la mujer vio que el árbol era
apetitoso para comer, agradable a la
vista y deseable para adquirir
discernimiento, tomó de su fruto y
comió; luego se lo dio a su marido, que
estaba con ella, y él también comió.
7 Entonces se abrieron los ojos de los
dos y descubrieron que estaban
desnudos. Por eso se hicieron unos
taparrabos, entretejiendo hojas de
higuera.
16 Y el Señor Dios dijo a la mujer:
«Multiplicaré los sufrimientos de tus
embarazos; darás a luz a tus hijos con
dolor. Sentirás atracción por tu marido,
y él te dominará».
17 Y dijo al hombre: «Porque hiciste
caso a tu mujer y comiste del árbol que
yo te prohibí, maldito sea el suelo por tu
culpa. Con fatiga sacarás de él tu
alimento todos los días de tu vida.
18 Él te producirá cardos y espinas y
comerás la hierba del campo.
8 Al oír la voz del Señor Dios que se
paseaba por el jardín, a la hora en que
sopla la brisa, se ocultaron de él, entre
los árboles del jardín.
19 Ganarás el pan con el sudor de tu
frente, hasta que vuelvas a la tierra, de
donde fuiste sacado. ¡Porque eres polvo
y al polvo volverás!».
9 Pero el Señor Dios llamó al hombre y
le dijo: «¿Dónde estás?».
20 El hombre dio a su mujer el nombre
de Eva, por ser ella la madre de todos
los vivientes
10 «Oí tus pasos por el jardín, respondió
él, y tuve miedo porque estaba desnudo.
Por eso me escondí».
11 El replicó: «¿Y quién te dijo que
estabas desnudo? ¿Acaso has comido
del árbol que yo te prohibí?».
12 El hombre respondió: «La mujer que
pusiste a mi lado me dio el fruto y yo
comí de él».
13 El Señor Dios dijo a la mujer:
«¿Cómo hiciste semejante cosa?». La
mujer respondió: «La serpiente me
sedujo y comí».
14 Y el Señor Dios dijo a la serpiente:
«Por haber hecho esto, maldita seas
entre todos los animales domésticos y
entre todos los animales del campo. Te
21 El Señor Dios hizo al hombre y a su
mujer unas túnicas de pieles y los vistió.
22 Después el Señor Dios dijo: «El
hombre ha llegado a ser como uno de
nosotros en el conocimiento del bien y
del mal. No vaya a ser que ahora
extienda su mano, tome también del
árbol de la vida, coma y viva para
siempre».
23 Entonces expulsó al hombre del
jardín de Edén, para que trabajara la
tierra de la que había sido sacado.
24 Y después de expulsar al hombre,
puso al oriente del jardín de Edén a los
querubines y la llama de la espada
zigzagueante, para custodiar el acceso al
árbol de la vida.
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En el principio, Dios Creó
Ficha nº 4:
Todas las cosas fueron hechas
por medio de la Palabra
(Jn. 1, 1-14)
A
l principio existía la Palabra, y la
Palabra estaba junto a Dios, y la
Palabra era Dios.
2 Al principio estaba junto a Dios.
3 Todas las cosas fueron hechas por
medio de la Palabra y sin ella no se hizo
nada de todo lo que existe.
4 En ella estaba la vida, y la vida era la
luz de los hombres.
5 La luz brilla en las tinieblas, y las
tinieblas no la percibieron.
6 Apareció un hombre enviado por
Dios, que se llamaba Juan.
7 Vino como testigo, para dar
testimonio de la luz, para que todos
creyeran por medio de él.
8 Él no era luz, sino el testigo de la luz.
9 La Palabra era la luz verdadera que, al
venir a este mundo, ilumina a todo
hombre.
10 Ella estaba en el mundo, y el mundo
fue hecho por medio de ella, y el mundo
no la conoció.
11 Vino a los suyos, y los suyos no la
recibieron.
12 Pero a todos los que la recibieron, a
los que creen en su Nombre, les dio el
poder de llegar a ser hijos de Dios.
13 Ellos no nacieron de la sangre, ni por
obra de la carne, ni de la voluntad del
hombre,
sino que fueron engendrados por Dios.
14 Y la Palabra se hizo carne y habitó
entre nosotros. Y nosotros hemos visto
su gloria, la gloria que recibe del Padre
como Hijo único, lleno de gracia y de
verdad.
Ficha nº 5:
Todo cuanto de se puede conocer acerca
de Dios está patente ante ellos
(Rom. 1, 17-25)
E
n el Evangelio se revela la justicia
de Dios, por la fe y para la fe,
conforme a lo que dice la
Escritura: El justo vivirá por la fe.
18 En efecto, la ira de Dios se revela
desde el cielo contra la impiedad y la
injusticia de los hombres, que por su
injusticia retienen prisionera la verdad.
19 Porque todo cuanto de se puede
conocer acerca de Dios está patente ante
ellos: Dios mismo se lo dio a conocer,
20 ya que sus atributos invisibles –su
poder eterno y su divinidad– se hacen
Curso de Iniciación Teológica I – Heraldos del Evagelio
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En el principio, Dios Creó
visibles a los ojos de la inteligencia,
desde la creación del mundo, por medio
de sus obras. Por lo tanto, aquellos no
tienen ninguna excusa.
23 y cambiaron la gloria del Dios
incorruptible
por
imágenes
que
representan a hombres corruptibles,
aves, cuadrúpedos y reptiles.
21 en efecto, habiendo conocido a Dios,
no lo glorificaron ni le dieron gracias
como corresponde. Por el contrario, se
extraviaron en vanos razonamientos y
su mente insensata quedó en la
oscuridad.
24 Por eso, dejándolos abandonados a
los deseos de su corazón, Dios los
entregó a una impureza que deshonraba
sus propios cuerpos,
22 Haciendo alarde de sabios se
convirtieron en necios,
25 ya que han sustituido
Dios por la mentira,
sirviendo a las criaturas
Creador, que es bendito
Amén
la verdad de
adorando y
en lugar del
eternamente.
.
Ficha nº 6:
La vida del hombre: conocer y amar a Dios
(C.I.C. nº 1-3)
D
ios, infinitamente perfecto y
bienaventurado en sí mismo,
en un designio de pura
bondad ha creado libremente al hombre
para hacerle partícipe de su vida
bienaventurada. Por eso, en todo tiempo
y en todo lugar, se hace cercano del
hombre: le llama y le ayuda a buscarle,
a conocerle y a amarle con todas sus
fuerzas. Convoca a todos los hombres,
que el pecado dispersó, a la unidad de
su familia, la Iglesia. Para lograrlo,
llegada la plenitud de los tiempos, envió
a su Hijo como Redentor y Salvador. En
Él y por Él, llama a los hombres a ser,
en el Espíritu Santo, sus hijos de
adopción, y por tanto los herederos de
su vida bienaventurada.
2 Para que esta llamada resonara en
toda la tierra, Cristo envió a los
apóstoles que había escogido, dándoles
el mandato de anunciar el Evangelio:
"Id, pues, y haced discípulos a todas las
gentes bautizándolas en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y
enseñándoles a guardar todo lo que yo
os he mandado. Y sabed que yo estoy
con vosotros todos los días hasta el fin
del mundo" (Mt 28,19-20). Fortalecidos
con esta misión, los apóstoles "salieron
a predicar por todas partes, colaborando
el Señor con ellos y confirmando la
Palabra con las señales que la
acompañaban" (Mc 16,20).
3 Quienes con la ayuda de Dios, han
acogido el llamamiento de Cristo y han
respondido libremente a ella, se sienten
por su parte urgidos por el amor de
Cristo a anunciar por todas partes en el
mundo la Buena Nueva. Este tesoro
recibido de los Apóstoles ha sido
guardado fielmente por sus sucesores.
Todos los fieles de Cristo son llamados
a transmitirlo de generación en
generación, anunciando la fe, viviéndola
en la comunión fraterna y celebrándola
en la liturgia y en la oración
(cf.Hch 2,42).
Curso de Iniciación Teológica I – Heraldos del Evagelio
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En el principio, Dios Creó
Ficha nº 7:
Dios revela su designio amoroso
(C.I.C. nº 51-53)
D
ispuso Dios en su sabiduría
revelarse a sí mismo y dar a
conocer el misterio de su
voluntad, mediante el cual los hombres,
por medio de Cristo, Verbo encarnado,
tienen acceso el Padre en el Espíritu
Santo y se hacen consortes de la
naturaleza divina" (DV 2).
52 Dios, que "habita una luz
inaccesible" (1 Tm 6,16) quiere
comunicar su propia vida divina a los
hombres libremente creados por él, para
hacer de ellos, en su Hijo único, hijos
adoptivos (cf. Ef1, 4-5). Al revelarse a
sí mismo, Dios quiere hacer a los
hombres capaces de responderle, de
conocerle y de amarle más allá de lo
que ellos serían capaces por sus propias
fuerzas.
53 El designio divino de la revelación
se realiza a la vez "mediante acciones y
palabras", íntimamente ligadas entre sí y
que se esclarecen mutuamente (DV 2).
Este designio comporta una "pedagogía
divina" particular: Dios se comunica
gradualmente al hombre, lo prepara por
etapas para acoger la Revelación
sobrenatural que hace de sí mismo y
que culminará en la Persona y la misión
del Verbo encarnado, Jesucristo.
San Ireneo de Lyon habla en varias
ocasiones de esta pedagogía divina bajo
la imagen de un mutuo acostumbrarse
entre Dios y el hombre: "El Verbo de
Dios [...] ha habitado en el hombre y se
ha hecho Hijo del hombre para
acostumbrar al hombre a comprender a
Dios y para acostumbrar a Dios a
habitar en el hombre, según la voluntad
del Padre" (Adversus haereses, 3,20,2;
cf. por ejemplo, Ibid., 3, 17,1;Ibíd.,
4,12,4; Ibíd.,4, 21,3).
Ficha nº 8:
La obediencia de la fe
(C.I.C. nº 144)
O
bedecer (ob-audire) en la fe es someterse libremente a la palabra escuchada,
porque su verdad está garantizada por Dios, la Verdad misma. De esta
obediencia, Abraham es el modelo que nos propone la Sagrada Escritura. La
Virgen María es la realización más perfecta de la misma.
Curso de Iniciación Teológica I – Heraldos del Evagelio
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En el principio, Dios Creó
Ficha nº 9:
“Creador del cielo y de la tierra”
(C.I.C. nº 279-281)
E
n el principio, Dios creó el
cielo y la tierra" (Gn 1,1). Con
estas
palabras
solemnes
comienza la sagrada Escritura. El
Símbolo de la fe las recoge confesando
a Dios Padre Todopoderoso como "el
Creador del cielo y de la tierra", "de
todo lo visible y lo invisible".
Hablaremos, pues, primero del Creador,
luego de su creación, finalmente de la
caída del pecado de la que Jesucristo, el
Hijo de Dios, vino a levantarnos.
280 La creación es el fundamento de
"todos los designios salvíficos de Dios",
"el comienzo de la historia de la
salvación" (DCG 51), que culmina en
Cristo. Inversamente, el Misterio de
Cristo es la luz decisiva sobre el
Misterio de la creación; revela el fin en
vista del cual, "al principio, Dios creó el
cielo y la tierra" (Gn 1,1): desde el
principio Dios preveía la gloria de la
nueva creación en Cristo (cf. Rm 8,1823).
281 Por esto, las lecturas de la Noche
Pascual, celebración de la creación
nueva en Cristo, comienzan con el
relato de la creación; de igual modo, en
la liturgia bizantina, el relato de la
creación constituye siempre la primera
lectura de las vigilias de las grandes
fiestas del Señor. Según el testimonio
de los antiguos, la instrucción de los
catecúmenos para el bautismo sigue el
mismo camino (cf. Egeria, Peregrinatio
ad loca sancta, 46: PLS 1, 1047; san
Agustín, De catechizandis rudibus, 3,5).
Ficha nº 10:
“El mundo ha sido creado
para la gloria de Dios”
(C.I.C. nº 293-294)
E
s una verdad fundamental que
la Escritura y la Tradición no
cesan de enseñar y de celebrar:
"El mundo ha sido creado para la gloria
de Dios" (Concilio Vaticano I: DS
3025). Dios ha creado todas las cosas,
explica
san
Buenaventura, non [...] propter gloriam
augendam, sed propter gloriam
manifestandam et propter gloriam suam
communicandam ("no para aumentar su
gloria, sino para manifestarla y
comunicarla") (In secundum librum
sententiarum, dist. 1, p. 2, a.2, q. 1,
concl.). Porque Dios no tiene otra razón
para crear que su amor y su
bondad: Aperta manu clave amoris
creaturae prodierunt ("Abierta su mano
con la llave del amor surgieron las
criaturas")
(Santo
Tomás
de
Aquino, Commentum in secundum
Curso de Iniciación Teológica I – Heraldos del Evagelio
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En el principio, Dios Creó
librum Sententiarum, 2, prol.) Y el
Concilio Vaticano I explica:
El solo verdadero Dios, en su bondad y
por su fuerza todopoderosa, no para
aumentar su bienaventuranza, ni para
adquirirla, sino para manifestar su
perfección por los bienes que otorga a
sus criaturas, con libérrimo designio,
justamente desde el comienzo del
tiempo, creó de la nada una y otra
criatura. (DS 3002).
294 La gloria de Dios consiste en que se
realice esta manifestación y esta
comunicación de su bondad para las
cuales el mundo ha sido creado. Hacer
de nosotros "hijos adoptivos por medio
de Jesucristo, según el beneplácito de su
voluntad, para alabanza de la gloria de
su gracia" (Ef 1,5-6): "Porque la gloria
de Dios es que el hombre viva, y la vida
del hombre es la visión de Dios: si ya la
revelación de Dios por la creación
procuró la vida a todos los seres que
viven en la tierra, cuánto más la
manifestación del Padre por el Verbo
procurará la vida a los que ven a Dios"
(San
Ireneo
de
Lyon, Adversus
haereses, 4,20,7). El fin último de la
creación es que Dios, «Creador de todos
los seres, sea por fin "todo en todas las
cosas" (1 Co 15,28), procurando al
mismo tiempo su gloria y nuestra
felicidad» (AG 2).
Ficha nº 11:
La Revolución, el pecado y la Redención
(Plinio Corrêa de Oliveira, Revolución y Contrarrevolución, Parte I, Capítulo XI).
E
ntre los múltiples aspectos de la
Revolución, es importante resaltar
que ella induce a sus hijos a
subestimar o negar las nociones del bien
y del mal, del pecado original y de la
Redención.
1. LA REVOLUCIÓN NIEGA EL
PECADO Y LA REDENCIÓN
La Revolución es, como vimos, hija del
pecado. Pero si lo reconociese, se
desenmascararía y se volvería contra su
propia causa.
Así se explica por qué la Revolución
tiende, no sólo a silenciar la raíz de
pecado de la cual brotó, sino también a
negar la propia noción de pecado.
Negación radical que incluye tanto la
culpa original cuanto la actual, y se
efectúa principalmente:
• Por sistemas filosóficos o jurídicos
que niegan la validez y la existencia de
cualquier ley moral o dan a ésta los
fundamentos vanos y ridículos del
laicismo.
• Por los mil procesos de propaganda
que crean en las multitudes un estado de
alma en el cual, sin afirmar
directamente que la moral no existe, se
hace abstracción de ella, y toda la
veneración debida a la virtud es
tributada a ídolos como el oro, el
trabajo, la eficiencia, el éxito, la
seguridad, la salud, la belleza física, la
fuerza muscular, el gozo de los sentidos,
etc.
Es la propia noción de pecado, la misma
distinción entre el bien y el mal, lo que
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En el principio, Dios Creó
la Revolución va destruyendo en el
hombre contemporáneo. E, ipso facto,
va negando la Redención de Nuestro
Señor Jesucristo, que sin el pecado, se
vuelve incomprensible y pierde toda
relación lógica con la Historia y la vida.
Ficha nº 12:
Por fin, mi Inmaculado Corazón, triunfará
(Plinio Corrêa de Oliveira, Revolución y Contrarevolución, Conclusión)
L
a primera, la grande, la eterna
revolucionaria, inspiradora y
fautora
suprema
de
esta
Revolución, como de las que la
precedieron y le sucedieren, es la
Serpiente, cuya cabeza fue aplastada por
la Virgen Inmaculada. María es, pues, la
Patrona de todos los que luchan contra
la Revolución.
La mediación universal y omnipotente
de la Madre de Dios es la mayor razón
de
esperanza
de
los
contrarevolucionarios. Y en Fátima Ella ya les
dio la certeza de la victoria, cuando
anunció que, incluso después de un
eventual progreso del comunismo en el
mundo entero, “por fin su Inmaculado
Corazón triunfará”.
Ficha nº 13:
Dios creó el universo de la nada
(Antonio Royo Marín, O.P., Dios y su Obra, Parte III, sección 1ª, cap. 1, 316)
L
a creación en sentido estricto
puede definirse:
Primera producción de todo el
ser, hecho de la nada por la causa
universal, que es Dios.
Examinemos uno por uno los términos
de la definición:
PRIMERA PRODUCCIÓN, para
significar que es lo primero que da
origen a un ser, sin que le haya
precedido absolutamente nada en la
línea de su propio ser.
DE TODO EL SER. Es la nota más
típica de la creación. En ella se produce
todo el ser de la cosa, que antes no
existía y ahora comienza a existir. No se
trata de una modificación de un ser ya
preexistente (como el escultor modifica
un tronco o un bloque de mármol
convirtiéndole en estatua), sino de la
producción total de una cosa que antes
de crearla no existía en forma alguna.
HECHA DE LA NADA. Hay que
entender rectamente estas palabras.
Cuando Bayle y Schopenhauer rechazan
la creación bajo el pretexto de que «de
Curso de Iniciación Teológica I – Heraldos del Evagelio
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En el principio, Dios Creó
la nada nada se hace», muestran
claramente que no han entendido el
verdadero sentido y alcance de esa
expresión. No se quiere decir con ella
que Dios haya sacado las cosas de la
nada como si preexistieran en ella antes
de existir (como si las cosas estuvieran
depositadas en la nada y Dios las fuera
sacando de ella), sino que fueron
creadas sin ninguna materia
preexistente, o sea que al ser de la cosa
creada no le precedió nada. Es un
tránsito puramente imaginario: primero
imaginamos la nada (que es una palabra
vacía de sentido, puesto que la nada no
existe) y luego el ser.
se hace en un solo instante indivisible
de tiempo; porque no hay tránsito de un
lugar a otro, ni sucesión de un estado de
ser a otro (lo que requeriría
forzosamente algún tiempo), sino
simple aparición de un ser que no
existía y empieza a existir 1.
POR LA CAUSA UNIVERSAL,
QUE ES DIOS. Como veremos en su
lugar, la producción del ser en cuanto
tal sólo puede provenir de la causa
universal, que es Dios. La creación es
un acto tan propio y exclusivo de Dios,
que ni por milagro podría Dios
transferirlo o comunicarlo a ninguna
criatura, por muy perfecta que fuera.
Precisamente porque la nada no existe,
la creación es siempre instantánea, o sea
Ficha nº 14:
El universo fue creado de la nada
(Antonio Royo Marín, O.P., Dios y su Obra, Parte III, sección 1ª, cap. 1, 318)
E
xpondremos la doctrina católica
en forma de conclusión.
Conclusión. El mundo universo
fue creado de la nada por Dios.
(De fe.)
He aquí las pruebas:
a) LA SAGRADA ESCRITURA. LO
dice expresamente en el primer
versículo del primero de sus libros:
«Al principio creó Dios el cielo y la
tierra» (Gen. 1, 1).
Esta misma afirmación se lee repetidas
veces en la Sagrada Escritura.
Recogemos, por vía de ejemplo,
algunos textos: «Los cielos pregonan la
gloria de Dios y el firmamento anuncia
la obra de sus manos» (Ps 18,1).
«El Señor ha creado todas las cosas, y
El dio la sabiduría a los justos» (Eccli
43,37).
«Bienaventurado aquel cuyo auxilio es
el Dios de Jacob, cuya esperanza es
Yavé, su Dios, hacedor de cielos y
tierra, del mar y de cuanto en ellos hay»
(Ps 145,5-6).
«Desde el principio fundaste tú la tierra,
y obra de tus manos es el cielo» (Ps
101,26).
Curso de Iniciación Teológica I – Heraldos del Evagelio
Página 13
En el principio, Dios Creó
«Yo soy Yavé, no hay ningún otro. Yo
formo la luz y creo las tinieblas» (Is
45.7)
«Yo soy Yavé, el que lo ha hecho todo:
yo, yo solo desplegué los cielos y
afirmé la tierra. ¿Quién me ayudó?» (Is
44,24).
«El, con su poder, ha hecho la tierra,
con su sabiduría cimentó el orbe y con
su inteligencia tendió los cielos» (Ier
10,12).
«Yo, con mi gran poder y la fuerza de
mi brazo, he hecho la tierra. Yo he
hecho al hombre y a los animales que
hay sobre la haz de la tierra» (Ier 27,5).
«Todas las cosas fueron hechas por El
(Verbo), y sin Él no se hizo nada de
cuanto ha sido hecho» (lo 1,3).
«Porque en El (Hijo) fueron creadas
todas las cosas del cielo y de la tierra,
las visibles y las invisibles» (Col 1,16).
b) EL MAGISTERIO DE LA
IGLESIA. La Iglesia ha proclamado
solemnemente esta doctrina desde los
más antiguos Símbolos de la fe:
SÍMBOLO APOSTÓLICO. «Creo en
Dios Padre, todopoderoso, creador del
cielo y de la tierra» (D 7).
SÍMBOLO NICENOCONSTANTINOPOLITANO.
«Creemos en un solo Dios, Padre
omnipotente, creador del cielo y de la
tierra, de todas las cosas visibles e
invisibles» (D 86).
CONCILIO IV DE LETRÁN.
«Creemos en un solo Dios... creador de
todas las cosas, de las visibles y de las
invisibles, espirituales y corporales; que
por su omnipotente virtud, a la vez
desde el principio del tiempo creó de la
nada a una y otra criatura, la espiritual y
la corporal, es decir, la angélica y la
mundana, y después la humana, como
común, compuesta de espíritu y de
cuerpo» (D 428).
CONCILIO VATICANO I. «Si
alguno no confiesa que el mundo y
todas las cosas que en él se contienen,
espirituales y materiales, han sido
producidas por Dios de la nada, según
toda su substancia, sea anatema» (D
1805).
c) LA RAZÓN TEOLÓGICA. La
razón humana, aun prescindiendo de las
luces de la fe, puede demostrar con toda
certeza el hecho de la creación del
mundo por u n Poder superior a quien
llamamos Dios. Santo Tomás expone
las principales pruebas en diferentes
lugares de sus obras 2 que tienen por
fundamento las cinco vías por las que se
demuestra la existencia de Dios.
Compendiosamente esbozadas son las
siguientes:
1.a Por ser Dios la única causa sin
causa, todo lo demás tiene que ser en
absoluto causado por Él.
2.a Por ser Dios la única causa
universal, la causa de todas las causas,
todas las demás, como causas
particulares y segundas, han de ser
causadas por El y dependientes de Él,
sin que El dependa en absoluto de
ninguna de ellas.
Curso de Iniciación Teológica I – Heraldos del Evagelio
Página 14
En el principio, Dios Creó
Ficha nº 15:
El hombre, imagen de Dios
(Antonio Royo Marín, O.P., Dios y su Obra, Parte III, sección 1ª, cap. 5, 450)
C
omo hemos visto en el artículo
anterior, en el relato bíblico de la
creación se nos dice que el hombre
fue creado «a imagen y semejanza de
Dios» (Gen 1,26-27). Esta sencilla
expresión está cargada de contenido
teológico—Santo Tomás le dedica toda
una cuestión dividida en nueve
artículos—, y por eso vamos a
examinarla con la atención que se
merece. Como siempre recogeremos en
forma de conclusiones breves y
sencillas los puntos fundamentales de la
doctrina teológica en torno a esta
cuestión.
Conclusión 1.a El hombre ha sido
creado a imagen y semejanza de Dios.
Sin embargo, esta imagen divina no es
univoca y perfecta, sino analógica e
imperfecta. (De fe la primera parte,
teológicamente cierta la segunda.)
450. La primera parte de esta
conclusión consta expresamente en la
divina revelación (Gen 1,26-27) y es,
por consiguiente, de fe.
La segunda parte es teológicamente
cierta y no ofrece tampoco dificultad
alguna. Sólo el Verbo divino es Imagen
unívoca y perfectísima del Padre, como
vimos en su lugar correspondiente (cf.
n.291).
Las criaturas no pueden serlo en esta
forma, en virtud de la distancia infinita
que existe entre el Creador y las
criaturas. Sólo cabe en ellas, por tanto,
una imagen o semejanza analógica e
imperfecta, que, sin embargo, eleva al
hombre a una dignidad sublime,
incomparablemente por encima de toda
la creación corpórea y animal.
Escuchemos al Doctor Angélico
«Como dice San Agustín, donde hay
imagen hay también semejanza, pero
donde hay semejanza no siempre hay
imagen. La semejanza es algo esencial a
la imagen; pero la imagen añade al
concepto de semejanza el ser sacada de
otro, ya que se llama imagen
precisamente por hacerse imitando a
otro. De ahí que un huevo, por más que
sea semejante e incluso igual a otro
huevo, no es imagen del mismo, puesto
que no procede de él. La igualdad, en
cambio, no es esencial a la imagen,
porque, como dice también San
Agustín, donde hay imagen no siempre
hay igualdad, como se ve en la imagen
de alguno reflejada en el espejo. La
igualdad, sin embargo, es esencial a la
imagen perfecta (v.gr., en el Verbo
divino, imagen perfecta del Padre y en
todo igual a Él), a la cual no falta nada
de lo que tiene el objeto del que está
tomada.
Es evidente que en el hombre hay una
semejanza de Dios, puesto que procede
de Él como causa ejemplar; pero no es
Curso de Iniciación Teológica I – Heraldos del Evagelio
Página 15
En el principio, Dios Creó
una semejanza de igualdad, ya que el
ejemplar es infinitamente superior a lo
ejemplado. Hay, pues, en el hombre una
imagen de Dios, pero no perfecta, sino
imperfecta. Y esto da a entender la
misma Sagrada Escritura cuando dice
que el hombre está hecho «a imagen de
Dios», porque la preposición «a» indica
acercamiento, que sólo es posible entre
cosas distantes».
1 Cf. I g3,i. El paréntesis explicativo es
nuestro.
Al explicar la diferencia entre la imagen
imperfecta, propia del hombre, y la
perfecta, propia del Verbo, escribe el
Doctor Angélico:
«El Primogénito de toda criatura (Gol
1,15) es la imagen perfecta de Dios, que
cumple exactamente las condiciones
esenciales a la imagen. Por eso se dice
de Él que es «imagen», no «a imagen».
El hombre, en cambio, es imagen por la
semejanza; pero es «a imagen» por la
imperfección de esa semejanza. Y,
puesto que la semejanza perfecta de
Dios sólo puede darse en la identidad de
naturaleza, su imagen se da en el Verbo
como la imagen del rey en su hijo
natural; pero en el hombre, como en una
naturaleza ajena, se da la imagen de
Dios como la imagen del rey en una
moneda de plata, en expresión de San
Agustín» (ad 2).
Ficha nº 16:
La tentación y la caída
(Antonio Royo Marín, O.P., Dios y su Obra, Parte III, sección 1ª, cap. 6, nº 492)
P
ara proceder con el mayor
orden y claridad que nos sea
posible dividiremos este primer
artículo en los siguientes puntos: la
tentación y la caída, naturaleza del
pecado de Adán y la pena o castigo del
mismo.
1. La tentación y la caída
492. Acabamos de escribir la única
palabra que puede explicar
teológicamente la existencia del pecado
original en nuestros primeros padres
Adán y Eva: la tentación por parte del
espíritu de las tinieblas.
En efecto, en virtud del maravilloso don
de integridad que el primer hombre
había recibido preternaturalmente de
Dios, no había en su naturaleza humana
ningún estímulo ni aliciente para el
pecado. Sometidas perfectamente sus
pasiones inferiores al control de la razón
superior y sometida la razón
perfectamente a Dios, no podía
levantarse en su naturaleza ningún
movimiento desordenado que viniera a
romper aquella maravillosa armonía de
todas sus tendencias y facultades hacia
Dios.
Curso de Iniciación Teológica I – Heraldos del Evagelio
Página 16
En el principio, Dios Creó
Quedaba, sin embargo, un punto
vulnerable en la naturaleza humana: la
libertad. Dios creó al hombre
perfectamente libre, y aunque la
verdadera, absoluta y omnímoda
libertad excluye la posibilidad del
pecado—tal es la libertad de Dios y de
los bienaventurados, que no pueden
pecar precisamente porque son
libérrimos y el pecado no es otra cosa
que un defecto y privación de libertad—
, sin embargo, la libertad del hombre
viador—o sea, mientras permanece en
este mundo—tiene el triste privilegio de
poderse desviar hacia el pecado,
precisamente porque es una libertad
imperfecta y tornadiza, que solamente
alcanzará su perfección cuando quede
definitivamente fijada en el bien en la
patria de los bienaventurados.
De esta libertad imperfecta y caprichosa
del hombre viador se valió el espíritu de
las tinieblas para asaltar la fortaleza
espiritual de nuestros primeros padres,
que jamás' hubiera sido profanada por
iniciativa personal del propio hombre.
Escuchemos la hermosa exposición de
este estado de cosas por un excelente
teólogo contemporáneo que tiene,
además, la ventaja de enfocar
admirablemente todo este capítulo
relativo al pecado original:
«La Escritura no nos dice cuánto tiempo
duró el feliz estado original de
intimidad con Dios, de dominio sobre la
creación, de amor de la criatura a Dios y
de complacencia del Creador en la
criatura. Se comprende que los ricos
dones que Dios regaló al hombre
impondrían a éste graves deberes. Cada
uno de los dones de Dios implica una
obligación. Además, mediante un
precepto, Dios recordó claramente al
hombre que su vida privilegiada
implicaba responsabilidades y deberes.
Dios impuso a los primeros hombres un
precepto destinado a recordarles su
origen divino, su dependencia con
respecto al Señor, su condición de seres
creados, siendo otra de las finalidades
de ese precepto el excitarles a la
realización de su privilegiada
existencia. El Génesis le expone de la
siguiente manera: «Y le dio este
precepto: de todos los árboles del
paraíso puedes comer, pero del árbol de
la ciencia del bien y del mal no comas,
porque el día que de él comieres,
ciertamente morirás» (2,i6ss).
Para la perfecta comprensión de este
precepto hay que tener presente lo
siguiente: Como quiera que los
primeros hombres vivían absolutamente
de acuerdo con la naturaleza y las leyes
derivadas de su esencia, creadas por
Dios, adaptándose sin dificultad alguna
al orden natural y a la voluntad divina
que en él se manifestaba, Dios les
impuso un precepto opuesto al orden
natural para advertirles que Él era el
Señor, para recordarles el señorío divino
y para excitarles a reconocer tal señorío.
En este precepto, Dios reveló que era el
Señor, manifestándose de un modo
superior al que se realiza en la Creación.
Al mismo tiempo, esta nueva revelación
se presentaba bajo la forma de un
mandato que exigía como respuesta
humana un acto de obediencia. El
precepto era recuerdo y amonestación y,
al mismo tiempo, un guía hacia Dios.
Mediante tal precepto, Dios quería
preservar al hombre del peligro de
contentarse con la gloria de la
naturaleza y de su propia esencia,
Curso de Iniciación Teológica I – Heraldos del Evagelio
Página 17
En el principio, Dios Creó
olvidando al Señor y privándose de este
modo de la futura perfección definitiva.
Resulta, pues, que el precepto divino,
además de manifestar el señorío de
Dios, expresaba adecuadamente el amor
divino, un amor previsor y protector,
atento a evitar al hombre los peligros a
que podía conducirle su propia
grandeza.
decir que encontraban a Dios para
volver a buscarle de nuevo.
No es una cosa totalmente evidente que
también el primer hombre se hallase
sometido a tales peligros. El que
existiesen esos peligros a pesar de la
unión íntima con Dios, se explica,
teniendo en cuenta que también los
primeros hombres vivían en un estado
de fe y no de visión. Para los seres que
viven en el estado de visión directa de
Dios, no existen ni tentaciones ni
posibilidades de pecado. Vivir en un
estado de fe es vivir en la oscuridad.
Resulta, pues, que también los primeros
hombres, a pesar de su inocencia y
pureza, conocían la insatisfacción, el
sentimiento de nostalgia. Cuán lejos se
hallaban los primeros hombres de haber
alcanzado el supremo grado de unión
con Dios, puede conjeturarse
recordando el estado de perfección que
ha adquirido la naturaleza humana en el
Cristo resucitado y glorioso. Sólo en el
Cristo glorioso existe la naturaleza
humana en el estado de perfección que
desde la eternidad Dios había previsto
para ella. La creación de Adán no es
más que un primer paso hacia la
perfección final de la naturaleza
humana. Esa creación es, por
consiguiente, un mero comienzo y no el
fin.
La vida de la fe es una vida de
crecimiento, de maduración libremente
realizada, es decir, una vida de lucha
continua (no contra el pecado, sino para
obtener una comprensión más profunda
y un amor más íntimo). El hombre que
vive una vida de fe, afirma la existencia
de una realidad oculta, de cuya
presencia no duda en manera alguna,
hacia la cual dirige sus pasos y que
espera poseer en toda su radiante y
luminosa hermosura. El creyente vive,
pues, en un estado de esperanza. Nunca
se queda parado, siempre se halla en
camino. Vive en el dinamismo y la
inquietud del movimiento que le lleva
hacia la realidad futura. También los
primeros hombres tenían que luchar y se
hallaban en camino hacia Dios.
También con respecto a ellos se puede
Es para nosotros un misterio
inescrutable el hecho de que el Creador
no haya comenzado la historia humana
con el hombre que en Cristo ha
alcanzado la perfección final, sino con
Adán, que fue un hombre originalmente
inocente y puro, pero todavía no
consumado y, por lo tanto, sometido a
la posibilidad de pecar. De la falta de la
perfección final se derivaba para el
primer hombre la posibilidad de saciar
falsamente su sedienta nostalgia, su
amor insatisfecho, la posibilidad de
pecar a pesar de la íntima unión con
Dios y a pesar de que estaba libre de
toda concupiscencia. Para que esta
posibilidad de pecar del primer hombre,
derivada de su situación existencial
como creyente, pudiese convertirse en
pecado efectivo era necesario que ese
Curso de Iniciación Teológica I – Heraldos del Evagelio
Página 18
En el principio, Dios Creó
hombre dispusiese de la capacidad de
rebelarse contra Dios.
Ahora bien, la Revelación nos enseña
que Dios otorgó al hombre una doble
capacidad, la de decidirse por el bien y
la de escoger el mal. Dios no quería
tener esclavos ni ciegos instrumentos,
sino hijos libres. Por eso entregó al
hombre el don de la libertad, el supremo
y también el más peligroso entre todos
los dones del orden natural. Dios se
arriesgó, por decirlo así, a entregar al
hombre el don supremo con que podía
agasajar a la criatura que vive fuera del
ámbito de su amor: la participación en
su propio señorío.
La Historia ha puesto de manifiesto que
el don era demasiado grande y el
agasajado demasiado pequeño para tal
don. Conviene observar de nuevo que la
libertad no implica necesariamente la
posibilidad de pecar. Dios mismo es la
libertad en persona y, no obstante, Dios
no puede pecar. Los bienaventurados
viven en el cielo en un estado de
suprema libertad, y tampoco ellos
pueden pecar. El poder pecar es un
atributo de la libertad del hombre que
todavía no ha alcanzado el estado de
perfección final. El problema relativo al
por qué Dios dio al hombre una libertad
en que podía pecar, queda convertido en
el problema de por qué Dios no creó al
hombre en estado de perfección final.
Como ya vimos, es éste un problema
que no podemos resolver en la tierra.
Según el testimonio de la Sagrada
Escritura, el hombre, elevado por Dios a
tal altura, de por sí no hubiera incurrido
en la idea de orientar su nostalgia por
derroteros impíos y que le apartaban de
Dios. De tal modo era Dios la realidad
que le compenetraba y llenaba, que al
hombre no se le hubiera ocurrido
oponerse a Dios y su mandato si es que
desde fuera no hubiese sido seducido a
hacerlo. Es verdad que llevaba consigo
la posibilidad de rebelarse contra la
autoridad de Dios. Pero hasta el
momento en que esta posibilidad no fue
excitada desde fuera, el hombre vivió
sometido a la voluntad de Dios y
reconoció su autoridad. Era necesario
que un poder externo irrumpiese en el
interior del hombre para realizar en él
las peligrosas e inertes posibilidades».
Curso de Iniciación Teológica I – Heraldos del Evagelio
Página 19
En el principio, Dios Creó
Ficha nº 17:
El plan de Dios para la humanidad
(Plinio Corrêa de Oliveira, “O estudo da Historia nao pode ignorar o plano de Deus
para a humanidade”, in Dr. Plinio, nº 3, junio de 1998)
D
ios creó los seres invisibles y
todo el universo. Su gloria
extrínseca proviene de la
excelencia de las criaturas, o sea, de la
semejanza de estos seres con Él. Todo
lo que es excelente es semejante a Dios,
y en la semejanza de las criaturas con Él
se encuentra la gloria que le dan.
Absolutamente hablando, Dios no
necesitaba haber creado nada, porque no
tiene necesidad de la gloria extrínseca
que nosotros le damos. ¿Podría haber
creado un solo ser? ¿O tendrían que ser
varios? ¿Puede haber una criatura que
sea capaz de dar suficiente gloria
extrínseca a Dios?
Esta materia es muy discutida. Nos
inclinamos por la idea de que ninguna
criatura ella sola, ni siquiera Nuestra
Señora en su indecible perfección, sería
suficiente para dar gloria a Dios.
Dios es tal que ningún ser tiene
posibilidad de reflejar todas sus
perfecciones. Y para darle gloria es
necesario que la Creación refleje todas
sus perfecciones.
Por lo tanto, es necesario que haya
muchas criaturas.
El conjunto de las criaturas forma
una colección que refleja las
perfecciones de Dios
Por eso, la Creación es una especie de
colección. Dios creó los seres de tal
forma que cada uno refleje, de una
forma inconfundible, alguno de sus
atributos. Un atributo suyo puede ser
reflejado por un conjunto de diez
millones de seres, poco importa; cada
uno refleja, de una forma inconfundible,
un aspecto de este atributo divino.
Por ejemplo, el canario refleja un cierto
atributo de Dios. Pero imaginemos
todos los canarios que existieron,
existen y existirán hasta el fin del
mundo: el “orden canario” forma una
colección en la cual aquél atributo
específico que el canario representa es
desarrollado de una forma
inconfundible por un conjunto enorme
de seres, que forman una colección.
Ésta, sí, da como resultado el total del
cuadro de ese atributo.
Esto que podemos decir de los canarios,
lo podemos decir, por ejemplo, de los
camarones, o de las demás criaturas.
Por ahí comprendemos que Dios hace
residir su gloria, no tanto en una sola
criatura, sino en un conjunto de
criaturas, porque el conjunto es mejor
que cada parte.
Curso de Iniciación Teológica I – Heraldos del Evagelio
Página 20
En el principio, Dios Creó
Podemos decir que Dios formó como
qué varias grandes orquestas: la
creación angélica y la humana, así como
la animal, la vegetal y la mineral, cada
una cantando su gloria a su manera. […]
El plan de Dios para los hombres
¿Cuál era el papel de los hombres en la
realización de la gloria divina?
El primer hombre fue puesto en el lugar
más magnífico de todo el universo: el
Paraíso Terrenal.
La intención de Dios era que, viviendo
en ese Paraíso, los hombres ya
poseyesen la vida de la gracia. Aún no
tendrían la visión beatífica, pero el
Creador se manifestaría a ellos con
frecuencia. Cuando llegasen al final de
su existencia terrena, no morirían, sino
que serían llevados vivos al Cielo.
Los hombres en el Paraíso deberían, por
su talento, crear cultura, civilización,
sistemas artísticos, literatura; todo, en
fin, lo que realizan en esta tierra. Pero
deberían hacerlo de una manera mucho
más magnífica de lo que lo hacen aquí,
una vez que poseían una gran ciencia,
en virtud de los dones sobrenaturales
con que Dios los dotó.
Imaginemos dos, cinco, diez billones de
hombres viviendo durante decenas o
centenas de siglos en el Paraíso,
acumulando esas obras maravillosas.
¿Qué hubiera sido el Edén?
En verdad, no podemos hacernos una
idea de lo que habría sido la civilización
humana en el Paraíso y de la gloria que
habría dado a Dios.
Infelizmente, ese plan cayó por causa
del Pecado Original cometido por Adán
y Eva. En virtud de esta falta, el hombre
fue expulsado del Paraíso, perdió todos
los dones sobrenaturales y
preternaturales que tenía, y quedó sujeto
a apetencias desarregladas. Su
inteligencia se obnubiló, su voluntad se
enflaqueció, y el cuerpo pasó a estar
sujeto a las enfermedades y a la muerte.
Sin embargo, fuera del Paraíso el plan
de Dios para el hombre continuó siendo
el mismo, porque la naturaleza humana
permaneció fundamentalmente la
misma:
a) Primero: los hombres deben
santificarse juntos, formando
una sociedad.
b) Segundo: esa sociedad debe
construir un estado, una cultura,
una civilización, como medio de
santificación.
c) Tercero: los hombres deben
producir obras de arte y de
cultura de todo orden, no solo
para su servicio, sino también
para embellecer la naturaleza
hecha por Dios.
A lo largo de la Historia de la
Humanidad veremos que, en sus varios
lances, existe esta constante: Dios
siempre induce a los hombres a crear un
orden como este, y los hombres huyen
de crearlo.
Dios creó ciertos seres en estado de
perfectibilidad
Es necesario que hagamos una última
consideración al respecto del plan de
Dios para sus criaturas.
Curso de Iniciación Teológica I – Heraldos del Evagelio
Página 21
En el principio, Dios Creó
Hay seres que, en cierto sentido,
salieron de las manos de Dios acabadas.
A título de hipótesis, imagino que Dios
haya creado el Pao de Açucar como él
es; y haya creado el agua del mar más o
menos como ella es.
Pero hay otros seres que se encuentran
en estado de perfectibilidad, esto es, que
pueden ser perfeccionados. Y existe,
por parte de Dios, un plan muy bonito a
este respecto.
El hombre es creado de tal manera que,
por la virtud y por la correspondencia a
la gracia, puede aumentar su semejanza
con Dios. Es decir, él aumenta el grado
de perfección del que es susceptible.
Pero, además, el hombre puede
acrecentar el esplendor del Universo,
porque Dios quiso que determinadas
cosas creadas lucrasen en belleza y
perfección a través de la acción humana.
De ahí nace la bella expresión de Dante,
de que las obras de arte son “nietas de
Dios”. Dios es el padre del hombre, y el
hombre es el padre de las obras de arte.
De donde se deduce que éstas últimas
serían nietas de Dios, viniendo a
completar la Creación hecha por Él.
Dios creó, por lo tanto, determinados
seres en estado de perfectibilidad y, en
cuanto esos seres existen, la acción de
Dios se ejerce, de una manera o de otra,
sobre ellos para que perfección
aumente.
De manera que tenemos la siguiente
gran ley de la Creación: que ella debe
reproducir y acrecentar en sí la
semejanza de la perfección Divina.
Curso de Iniciación Teológica I – Heraldos del Evagelio
Página 22
En el principio, Dios Creó
Bibliografía
La Biblia, http://www.vatican.va/archive/ESL0506/_INDEX.HTM (consultada el
30/01/2014)
Catecismo de la Iglesia Católica,
http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/index_sp.html (consultada el 30/01/2014)
Antonio Royo Marín O.P.
Dios y su Obra, BAC, Madrid, 1963.
Plinio Corrêa de Oliveira
Revolución y Contra-Revolución, Madrid, 1992.
“O estudo da Historia nao pode ignorar o plano de Deus para a humanidade”,
in Dr. Plinio, nº 3, junio de 1998.
Sociedad de Vida Apostólica de Derecho Pontificio Virgo Flos Carmeli
Deus... Quem é Ele?, Sao Paulo, 2012.
A Vida Íntima de Deus Uno e Trino, Sao Paulo, 2013.
Curso de Iniciación Teológica I – Heraldos del Evagelio
Página 23
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