INTERVENCIÓN PSICOEDUCATIVA CON MENORES CON MEDIDAS JUDICIALES La autoría intelectual del presente documento corresponde a Shinè Psicología y Coaching, S.L. Cualquier utilización, total o parcial, de la misma sin la autorización explícita por escrito de los autores podrá llevar a la toma de las acciones legales pertinentes. 2 ÍNDICE 1. Introducción .............................................................................................................. 4 2. Justicia juvenil en España .......................................................................................... 9 3. Factores asociados a la delincuencia juvenil........................................................... 18 4. Modelos de Intervención judicial con menores infractores ................................... 28 5. Aspectos generales de la intervención con menores infractores ........................... 31 6. Programas de intervención con menores infractores ............................................ 43 7. Factores asociados a la reincidencia ....................................................................... 52 8. Prevención de la delincuencia juvenil ..................................................................... 55 9. Bibliografía .............................................................................................................. 61 3 1. Introducción Ahora los niños aman el lujo. Tienen malas maneras, desprecian la autoridad, no muestran respeto por sus mayores y les encanta molestar. Ya no se levantan cuando entran personas mayores. Contradicen a sus padres, engullen golosinas en la mesa, cruzan las piernas y son tiranos con sus maestros. (Sócrates, 470 a. C.-399 a. C.). Estas frases, aunque parecen haber sido formuladas en la actualidad, fueron pronunciadas hace más de veinte siglos por Sócrates. Se trata de una referencia de este filósofo a los comportamientos inadecuados y/o desviados socialmente que hace ya mucho tiempo existían. Los delitos cometidos por los menores de edad han existido desde hace muchos años. Sin embargo, no es hasta el siglo XX cuando aparece el concepto y el tratamiento de la delincuencia juvenil tal y como lo conocemos en la actualidad. Desde entonces, el interés por parte de organizaciones internacionales y el reconocimiento por parte de la sociedad de los derechos de los niños y de su protección han aumentado considerablemente. También se observa una mayor convicción por parte de los dirigentes, profesionales y de la sociedad en general de que una intervención temprana adecuada podría evitar y prevenir la futura delincuencia juvenil y adulta (González, 2010). La Convención de los Derechos del Niño de 20 de Noviembre de 1989 constituye uno de los documentos internacionales en relación con la atención y protección de los menores más importantes a nivel mundial. Aunque no se trata del primero cronológicamente, la Convención es fundamental e introduce cambios sustanciales en cuanto a los derechos de los menores y el interés superior de los mismos ante situaciones de desprotección o de comisión de delitos. 4 En este documento se incluyen artículos que hacen referencia a la justicia juvenil: Artículo 37 Los estados partes velarán porque: a. Ningún niño sea sometido a torturas ni a otros tratos o penas crueles, inhumanas o degradantes. No se impondrá la pena capital ni la de prisión perpetua sin posibilidad de excarcelación por delitos cometidos por menores de 18 años de edad; b. Ningún niño sea privado de su libertad ilegal o arbitrariamente. La detención, el encarcelamiento o la prisión de un niño se llevará a cabo de conformidad con la ley y se utilizará tan sólo como medida de último recurso y durante el período más breve que proceda; c. Todo niño privado de libertad sea tratado con la humanidad y el respeto que merece la dignidad inherente a la persona humana, y de manera que se tengan en cuenta las necesidades de las personas de su edad. En particular, todo niño privado de libertad estará separado de los adultos, a menos que ello se considere contrario al interés superior del niño, y tendrá derecho a mantener contacto con su familia por medio de correspondencia y de visitas, salvo en circunstancias excepcionales; d. Todo niño privado de su libertad tendrá derecho a un pronto acceso a la asistencia jurídica y otra asistencia adecuada, así como derecho a impugnar la legalidad de la privación de su libertad ante un tribunal u otra autoridad competente, independiente e imparcial y a una pronta decisión sobre dicha acción. Artículo 40 1. Los estados partes reconocen el derecho de todo niño de quien se alegue que ha infringido las leyes penales o a quien se acuse o declare culpable de haber infringido esas leyes a ser tratado de manera acorde con el fomento de su sentido de la dignidad y el valor, que fortalezca el respeto del niño por los derechos humanos y las libertades fundamentales de terceros y en la que se tengan en cuenta la edad del niño y la importancia de promover la reintegración del niño y de que éste asuma una función constructiva en la sociedad. 5 2. Con este fin, y habita cuenta de las disposiciones pertinentes de los instrumentos internacionales, los estados partes garantizarán, en particular: a. Que no se alegue que ningún niño ha infringido las leyes penales, ni se acuse o declare culpable a ningún niño de haber infringido esas leyes, por actos u omisiones que no estaban prohibidos por las leyes nacionales o internacionales en el momento en que se cometieron. b. Que a todo niño del que se alegue que ha infringido las leyes penales o a quien se acuse de haber infringido esas leyes se le garantice, por lo menos, lo siguiente: i. Que se lo presumirá inocente mientras no se pruebe su culpabilidad conforme a la ley ii. Que será informado sin demora y directamente o, cuando sea procedente, por intermedio de sus padres o sus representantes legales, de los cargos que pesan contra él y que dispondrá de asistencia jurídica u otra asistencia apropiada en la preparación y presentación de su defensa iii. Que la causa será dirimida sin demora por una autoridad u órgano judicial competente, independiente e imparcial, en una audiencia equitativa conforme a la ley, en presencia de un asesor jurídico u otro tipo de asesor adecuado y, a menos que se considerare que ello fuere contrario al interés superior del niño, teniendo en cuenta en particular su edad o situación y a sus padres o representantes legales iv. Que no será obligado a prestar testimonio o a declararse culpable, que podrá interrogar o hacer que se interrogue a testigos de cargo y obtener la participación y el interrogatorio de testigos de descargo en condiciones de igualdad v. Si se considerare que ha infringido, en efecto, las leyes penales, que esta decisión y toda medida impuesta a consecuencia de ella, serán sometidas a una autoridad u órgano judicial superior competente, independiente e imparcial, conforme a la ley 6 vi. Que el niño contará con la asistencia gratuita de un intérprete si no comprende o no habla el idioma utilizado vii. Que se respetará plenamente su vida privada en todas las fases del procedimiento 3. Los estados partes tomarán todas las medidas apropiadas para promover el establecimiento de leyes, procedimientos, autoridades e instituciones específicos para los niños de quienes se alegue que han infringido las leyes penales o a quienes se acuse o declare culpables de haber infringido esas leyes, y en particular: a. El establecimiento de una edad mínima antes de la cual se presumirá que los niños no tienen capacidad para infringir las leyes penales b. Siempre que sea apropiado y deseable, la adopción de medidas para tratar a esos niños sin recurrir a procedimientos judiciales, en el entendimiento de que se respetarán plenamente los derechos humanos y las garantías legales 4. Se dispondrá de diversas medidas, tales como el cuidado, las órdenes de orientación y supervisión, el asesoramiento, la libertad vigilada, la colocación en hogares de guarda, los programas de enseñanza y formación profesional, así como otras posibilidades alternativas a la internación en instituciones, para asegurar que los niños sean tratados de manera apropiada para su bienestar y que guarde proporción tanto con sus circunstancias como con la infracción. Como se puede observar en los artículos anteriores, la Convención recoge los derechos y aspectos básicos por los que los estados partes deben velar en relación a la justicia juvenil. Por tanto, nuestro país debe establecer leyes y procedimientos que, de acuerdo con la Convención, garanticen el cumplimiento de lo dispuesto en el texto. Más adelante se profundizará en los elementos principales de la legislación vigente de nuestro país que regula la responsabilidad penal del menor, pero antes, se nombrarán algunos de los documentos de referencia internacional que, junto con la Convención, establecen el marco de actuación en materia de justicia juvenil. 7 Reglas Mínimas para la Administración de la Justicia de Menores (Reglas de Pekín) Las Reglas de Pekín, fueron aprobadas por la Asamblea General de Naciones Unidas en el año 1985, antes que la propia Convención sobre los Derechos del Niño. Según este documento, los Estados Miembros se esforzarán por la creación de las condiciones necesarias para garantizar y promover el bienestar del menor y a someterlo a tratamiento efectivo, humano y equitativo cuando tenga problemas con la Ley. Las reglas que se incluyen en este documento hacen referencia al alcance de las mismas, a los objetivos que debe perseguir la justicia de menores, sus derechos y otros aspectos relacionados con el procesamiento y tratamiento de reclusos. Reglas Mínimas para la Protección de los Menores Privados de Libertad (Reglas de La Habana) Posteriormente, Las Reglas de La Habana adoptadas en 1990 por la Asamblea General de Naciones Unidas, incluyen un total de 87 artículos, de los cuáles la gran mayoría hace referencia a la administración de los centros de menores. En éstos se regulan los aspectos relativos al funcionamiento de los centros de internamiento (ingreso y registro, medio físico, educación y trabajo, actividades recreativas, atención médica, procedimientos disciplinarios y otras cuestiones relacionadas con el funcionamiento de estos centros) Directrices para la Prevención de la Delincuencia Juvenil (Directrices Riad) Por último, las Directrices para la Prevención de la Delincuencia Juvenil (1990), recoge la importancia de la prevención de la delincuencia juvenil como parte esencial del delito en la sociedad. En este documento, en el que se profundizará en apartados posteriores, no se tratan cuestiones relativas a las medidas de internamiento, se trata de un documento internacional de referencia en materia de prevención de la delincuencia juvenil. 8 2. Justicia juvenil en España La Legislación española se hace eco de esta postura y posteriormente a la CDN, se sucedieron una serie de leyes que regulan la responsabilidad penal del menor teniendo en cuenta lo anterior. Así, la Ley Orgánica 5/2000, de 12 de Enero, reguladora de la responsabilidad penal de los menores (LORPM) constituye la base del procedimiento judicial que se lleva a cabo en España ante infracciones realizadas por parte de quienes aún no son mayores de edad. Esta Ley se aplicará para exigir la responsabilidad de las personas mayores de catorce años y menores de dieciocho por la comisión de hechos tipificados como delitos o faltas en el Código Penal o las leyes penales especiales. A pesar de las numerosas modificaciones que esta Ley ha sufrido en los últimos años, servirá como ejemplo puesto que fue redactada de acuerdo a los principios internacionales ya citados y sigue vigente hasta nuestros días. De todas las reformas que ha sufrido en los últimos años, la Ley Orgánica 8/2006, de 4 de diciembre, por la que se modifica la ley Orgánica 5/2000, de 12 de enero, reguladora de la responsabilidad penal de los menores, fue la más trascendente. Tras su entrada en vigor, entre otras cuestiones, se incluye la posibilidad de imponerse medidas de internamiento en régimen cerrado también cuando los hechos tipificados como delito se cometan en grupo o el menor perteneciere o actuare al servicio de una banda, organización o asociación incluso de carácter transitorio (art. 9.2). Con esta reforma se asiste a un endurecimiento de la justicia juvenil que parece responder a una alarma social creada en los medios de comunicación sobre el aumento significativo de infracciones por parte de los menores que no eran sancionados de forma coherente en los delitos más graves siguiendo la Ley 5/2000. (Díez, 2009). 9 La LORPM recoge una serie de principios fundamentales que se establecen tanto en la Convención de los Derechos de los niños como en las directrices de la ONU para la prevención de la delincuencia juvenil y que se refleja en la normativa estatal de protección jurídica del menor y de responsabilidad penal del menor. La exposición de motivos de esta Ley enumera los principios generales que la inspiran. A continuación se repasan cuáles son estos principios que impregnan la normativa de menores infractores: 2.1. Principios A. El interés superior del menor Este principio hace referencia a que el objetivo de esta Ley no es únicamente sancionador, sino educativa. Con la aplicación de las medidas se pretende la reintegración del menor procurando disminuir las carencias y las condiciones que le han llevado a la conducta antisocial. Todas las decisiones que se tomen durante el proceso y la ejecución de las medidas deben tener en cuenta el interés superior del menor. Para ello, se deben tener en cuenta los informes y criterios técnicos de los profesionales especializados en ciencias no jurídicas. Se encuentra por tanto un alto contenido socioeducativo en las medidas aplicadas a los menores infractores tratando de elegir una medida que garantice su reinserción y recuperación. B. Naturaleza formalmente penal pero materialmente sancionadora educativa Relacionado con lo anterior, la LORPM se establece como una Ley con naturaleza penal pero materialmente sancionadora-educativa. Esto significa que existe una naturaleza sancionadora puesto que en ella se desarrolla la exigencia de una responsabilidad jurídica a los menores infractores ante hechos tipificados como faltas o delitos por el Código Penal. Teniendo en cuenta esto, es necesario que se tenga en cuenta la edad 10 del infractor a la hora de la aplicación y ejecución de las medidas puesto que se debe evitar que éstas tengan un efecto contraproducente. Es decir, respetando este principio y el anterior, la LORPM debe sancionar al menor infractor pero respetando siempre sus derechos, considerando el interés superior del menor y aplicando las medidas educativas que permitan su reintegración de la mejor forma posible. Siguiendo este principio, se destaca la importancia de un tratamiento socioeducativo para los menores infractores durante el cumplimiento de su medida. Es posible que la escasa o nula educación en valores esté en la base de la delincuencia juvenil. Por ello, la recuperación de estos menores pasa por una educación y resocialización que permite su adecuado desarrollo y previene la aparición de futuros delincuentes adultos. Aprovechar esta oportunidad para educar a los jóvenes durante el cumplimiento de su medida judicial es fundamental para el futuro bienestar individual del menor, el familiar e incluso para el bienestar comunitario. C. Reconocimiento expreso de las garantías generales El principio acusatorio: consiste en una serie de garantías que deben respetarse también en los casos de menores infractores. Se concreta, básicamente, en que no puede haber juicio sin una previa acusación y en que no se puede condenar por hechos distintos de los que ha sido objeto la acusación. El derecho a la defensa: Todo menor detenido tiene derecho a que se le comunique el motivo de su detención y el lugar de la custodia a sus representantes legales. Presunción de inocencia: Al igual que para los mayores de edad, debe respetarse este principio que consiste en que nadie puede ser condenado mientras no se demuestre su culpabilidad. Derecho a un juez imparcial 11 D. Diferenciación de diversos tramos en la categoría de infractores menores de edad Según este principio se diferencian dos tramos de edad, de catorce a dieciséis y de diecisiete a dieciocho años, por presentar características diferentes en relación a la maduración y al tratamiento que deben recibir los menores de uno u otro grupo. Este principio de nuevo refleja la naturaleza educativa de esta Ley. El hecho de separar en dos tramos de edad permite que las medidas que se tomen para cada caso estén más ajustadas a las necesidades y particularidades del menor que comete la infracción. Esto permite una mayor adecuación de las medidas y por tanto, una probabilidad superior de que el objetivo de reintegración del menor se cumpla. E. Principio de flexibilidad Este principio permite al juez aplicar las medidas más acordes con las características concretas del caso y modificarlas en caso de que fuera necesario. Esto es, según este principio, la elección de la medida tiene en cuenta el estado psicosocial del menor, su situación familiar y personal y las circunstancias concretas que se dieron en la comisión del delito. Además, el Juez podrá modificar la medida cuando según la evolución del menor y su comportamiento así lo aconseje el equipo técnico de la fiscalía. Esta flexibilidad y posibilidad de cambiar la medida se puede tomar como una importante herramienta motivadora para los menores infractores para modificar su conducta y reinsertarse socialmente. F. Principio de proporcionalidad Se debe aplicar una medida que sea proporcional a la infracción cometida y también a la edad del infractor. En el art. 7 de la LORPM existe una amplia variedad de medidas aplicables que permite al Juez elegir entre una serie de medidas que se ajusten al principio de proporcionalidad entre el mal producido y la necesidad de sancionar y reeducar al menor. 12 G. Principio de intervención mínima: Mediación En esta Ley adquiere especial relevancia la reparación del daño causado y la conciliación con la víctima a través del arrepentimiento por parte del infractor. Se pretende evitar una excesiva judicialización de la vida del menor y que permite una solución extrajudicial mediante el perdón y la aceptación por parte de la víctima. Esta mediación se utiliza para aquellos casos en los que no es necesaria la intervención judicial y es posible la solución a través de la reparación de los daños y el trabajo educativo y de mediación del equipo técnico de la fiscalía. Este proceso responde al último principio al que se hace referencia en la LORPM y permite que muchos de los delitos menos graves sean solucionados por vía extrajudicial, a través de los procesos de mediación y garantizando así una intervención mínima. 2.2. A quién afecta La Ley de Responsabilidad Penal del menor afecta a los menores de entre 14 y 18 años de edad. Se supone que el menor de 14 años no tiene el nivel de conciencia y maduración suficiente como para asumir la responsabilidad penal de una infracción. Ante estos casos, según la Ley 1/1996 de Protección Jurídica del menor, éste será trasladado a un centro de protección según sus características y necesidades. Dentro de esta franja, los menores de 14 y 15 años tienen un tratamiento distinto ante la Ley que los menores de 16 y 17, pues se supone que el nivel de maduración es distinto y que las penas han de ser distintas. 2.3. Duración de las medidas Tras las modificaciones de la Ley 5/2000, se endurecieron las penas para los menores infractores, ampliándose, en alguno casos, la duración de las mismas. Sin embargo, es importante tener en cuenta que, aunque parezca inferior a las penas del Código Civil General para adultos, el sentido del tiempo para los menores es distinto. Éstos 13 perciben el paso del tiempo mucho más lentamente y se corre el riesgo de que, ante periodos de internamiento muy prolongados, el objetivo de reeducación y resocialización se pierda y resulta imposible la recuperación del menor. Según la última reforma de la LORPM, la L. O. 8/2006 de 4 de diciembre, la duración máxima de las medidas en internamiento cerrado dependen de dos factores: la gravedad del delito y la edad del infractor. Por tanto, ante un supuesto de extrema gravedad, el Juez deberá imponer una medida de internamiento cerrado, complementada con otra de libertad vigilada con la siguiente duración máxima: Si el menor tiene 14 o 15 años, podrá enfrentarse a una medida de internamiento cerrado de uno a 5 años de duración complementada con una medida de libertad vigilada de hasta 3 años. Si el menor tiene 16 o 17 años la medida de internamiento cerrado puede llegar hasta los 8 años complementada con una medida de libertad vigilada de hasta 5 años. 2.4. Medidas aplicables En el Art. 7 de la Ley 5/2000 de 12 de enero de responsabilidad penal de los menores se encuentran todas las medidas aplicables ante infracciones por parte de menores de edad. Junto con las incluidas en las reformas posteriores de la Ley, a continuación se explica en qué consiste cada una de ellas: a. Internamiento en régimen cerrado: Las personas sometidas a esta medida residirán en el centro y desarrollarán las actividades formativas, educativas, laborales y de ocio. b. Internamiento en régimen semiabierto: Las personas sometidas a esta medida residirán en el centro, pero realizarán fuera del mismo las actividades formativas, educativas, laborales y de ocio. La realización de actividades fuera del centro quedará condicionada a la evolución de la persona pudiendo el Juez suspenderlas por tiempo determinado. 14 c. Internamiento en régimen abierto: Las personas sometidas a esta medida llevarán a cabo todas las actividades del proyecto educativo en los servicios normalizados del entorno, residiendo en el centro como domicilio habitual, con sujeción al programa y régimen interno del mismo. d. Internamiento terapéutico en régimen cerrado, semiabierto o abierto: En estos centros se realizará una atención educativa especializada o tratamiento específico dirigido a personas que padezcan anomalías o alteraciones psíquicas, un estado de dependencia de bebidas alcohólicas, drogas tóxicas o sustancias psicotrópicas que determinen una alteración grave de la conciencia de la realidad. Esta medida podrá aplicarse sola o como complemento de otra medida. Cuando el interesado rechace un tratamiento de deshabituación, el juez le aplicará otra medida adecuada a sus circunstancias. e. Tratamiento ambulatorio: Las personas sometidas a esta medida habrán de asistir al centro designado con la periodicidad requerida por los facultativos que las atiendan y seguir las pautas fijadas para el adecuado tratamiento de la anomalía o alteración psíquica, adicción al consumo de bebidas alcohólicas, drogas tóxicas o sustancias psicotrópicas, o alteraciones en la percepción que padezcan. Esta medida podrá aplicarse sola o como complemento de otra medida prevista en este artículo. Cuando el interesado rechace un tratamiento de deshabituación, el juez habrá de aplicarle otra medida adecuada a sus circunstancias. f. Asistencia a un centro de día: Las personas sometidas a esta medida residirán en su domicilio habitual y acudirán a un centro, plenamente integrado en la comunidad, a realizar actividades de apoyo, educativas, formativas, laborales o de ocio. g. Permanencia de fin de semana: Las personas sometidas a esta medida permanecerán en su domicilio o en un centro hasta un máximo de treinta y seis 15 horas entre la tarde o noche del viernes y la noche del domingo, a excepción del tiempo que deban dedicar a las tareas socio-educativas asignadas por el juez. h. Libertad vigilada: En esta medida se ha de hacer un seguimiento de la actividad de la persona sometida a la misma y de su asistencia a la escuela, al centro de formación profesional o al lugar de trabajo, según los casos, procurando ayudar a aquella a superar los factores que determinaron la infracción cometida. Asimismo, esta medida obliga, en su caso, a seguir las pautas socio-educativas que señale la entidad pública o el profesional encargado de su seguimiento, de acuerdo con el programa de intervención elaborado al efecto y aprobado por el juez de menores. i. Convivencia con otra persona, familia o grupo educativo: La persona sometida a esta medida debe convivir, durante el periodo de tiempo establecido por el juez, con otra persona, con una familia distinta a la suya o con un grupo educativo, adecuadamente seleccionados para orientar a aquélla en su proceso de socialización. j. Prestaciones en beneficio de la comunidad: La persona sometida a esta medida, que no podrá imponerse sin su consentimiento, ha de realizar las actividades no retribuidas que se le indiquen, de interés social o en beneficio de personas en situación de precariedad. Se buscará relacionar la naturaleza de dichas actividades con la naturaleza del bien jurídico lesionado por los hechos cometidos por el menor. k. Realización de tareas socio-educativas: La persona sometida a esta medida ha de realizar, sin internamiento ni libertad vigilada, actividades específicas de contenido educativo encaminadas a facilitarle el desarrollo de su competencia social. l. Amonestación: Esta medida consiste en la reprensión de la persona llevada a cabo por el juez de menores y dirigida a hacerle comprender la gravedad de los 16 hechos cometidos y las consecuencias que los mismos han tenido o podrían haber tenido, instándole a no volver a cometer tales hechos en el futuro. m. Privación del permiso de conducir ciclomotores y vehículos a motor, o del derecho a obtenerlo, o de las licencias administrativas para caza o para uso de cualquier tipo de armas: Esta medida podrá imponerse como accesoria cuando el delito o falta se hubiere cometido utilizando un ciclomotor o un vehículo a motor, o un arma, respectivamente n. Inhabilitación absoluta (Introducida por la Ley Orgánica 7/2000): La medida de inhabilitación absoluta produce la privación definitiva de todos los honores, empleos y cargos públicos sobre el que recayera, aunque sean electivos; así como la incapacidad para obtener los mismos o cualesquiera otros honores, cargos o empleos públicos y la de ser elegido para cargo público, durante el tiempo de la medida. o. Prohibición de aproximarse o comunicarse con la víctima o con aquellos de sus familiares u otras personas que determine el juez (Introducida por la Ley Orgánica 8/2006): Esta medida impedirá al menor acercarse a ellos, en cualquier lugar donde se encuentren, así como a su domicilio, a su centro docente, a sus lugares de trabajo y a cualquier otro que sea frecuentado por ellos. La prohibición de comunicarse con la víctima, o con aquellos de sus familiares u otras personas que determine el juez o tribunal, impedirá al menor establecer con ellas, por cualquier medio de comunicación o medio informático o telemático, contacto escrito, verbal o visual. Si esta medida implicase la imposibilidad del menor de continuar viviendo con sus padres, tutores o guardadores, el Ministerio Fiscal deberá remitir testimonio de los particulares a la entidad pública de protección del menor, y dicha entidad deberá promover las medidas de protección adecuadas a las circunstancias de aquél, conforme a lo dispuesto en la Ley Orgánica 1/1996. 17 3. Factores asociados a la delincuencia juvenil En este apartado se examinarán una serie de factores que parecen influir en la aparición de las conductas delictivas. Vázquez (2003) expone una amplia gama de factores, de diferentes ámbitos que no necesariamente, se relacionan por igual con cada menor infractor pero que incrementan la aparición de la delincuencia juvenil o predisponen a ella. Este autor hace referencia a: factores individuales, factores familiares, socioeducativos (la escuela), socioambientales (la clase social), el grupo de amigos, el desempleo juvenil, los medios de comunicación y las drogas como factores que se relacionan con la delincuencia juvenil. A continuación, se profundizará en cada uno de ellos para conocer cuál es la relación que puede existir entre todos estos factores y la conducta delictiva en menores. 3.1. Factores individuales 3.1.1. Factores biológicos y físicos La idea de que existen ciertas características biológicas que predisponen a la delincuencia ha sido objeto de debate durante muchos años. Autores que defienden el enfoque biologicista, como Lombroso en su teoría del delincuente nato, afirman que determinados aspectos de la conducta delictiva pueden trasmitirse genéticamente. Frente a esta idea, prácticamente en desuso, otros autores plantean que la explicación biológica puede explicar la conducta delictiva en una proporción muy pequeña de casos, donde el individuo presenta trastorno de la personalidad, negativista desafiante, disocial, etc. También puede ocurrir que determinados aspectos de la apariencia física se encuentren aparejados con complejos de inferioridad que incrementan las 18 probabilidades de un inadecuado desarrollo evolutivo, social y emocional, pudiendo favorecer en ocasiones futuras, acciones delictivas. Actualmente no se considera que los aspectos biológicos provoquen en sí mismos la delincuencia juvenil. Se asume que éstos deben ir asociados a otros factores sociales y ambientales para que se dé con mayor probabilidad éste tipo de conductas. 3.1.2. Factores psicológicos Hoy en día, muchos estudios e investigaciones asocian las conductas violentas con una serie de factores individuales de carácter psicológico. En este apartado se incluyen desórdenes y trastornos como la ansiedad, el estrés o la hiperactividad y también carencias o déficits en el desarrollo cognitivo de los menores delincuentes. Dentro del desarrollo cognitivo, encontramos numerosos aspectos que podrían incidir en la conducta violenta y delictiva. Algunos de éstos son: Nivel bajo de inteligencia. Un déficit en el desarrollo de las estructuras cognitivas puede provocar rigidez mental, intolerancia a situaciones nuevas, poca inadaptación y por consiguiente, frustración y malestar constante. Esta incapacidad cognitiva puede ser una característica común a muchos menores infractores. Locus de control externo. Hay investigaciones que demuestran que los delincuentes tienen mayor locus de control externo que los no delincuentes. Esto significa que atribuyen las causas de lo que les ocurre a factores externos (el destino, la suerte…). Los jóvenes con locus de control externo no se esfuerzan por mejorar ni obtienen valores de compromiso y responsabilidad, puesto que creen que todo está en manos del destino u otros factores externos. Autoestima y autoconcepto bajo. Los delincuentes suelen tener una autoestima y un autoconcepto bajo y unido a esto, presenta altas expectativas de fracaso. 19 Por ello, los menores con estas características se acercan más al perfil del menor delincuente. Distorsión perceptiva. Muchos jóvenes delincuentes tienen la percepción errónea de que nunca les va a pasar nada por hacer lo que hacen. Esta falta de realidad les lleva a infringir normas constantemente creyendo que no les pasará nada y que no tendrán que responder por sus acciones. Déficit de habilidades sociales. La falta de habilidades sociales se relaciona con la conducta violenta y antisocial, puesto que muchos menores no tienen la capacidad de relacionarse adecuadamente y no poseen herramientas adecuadas de solución de conflictos, gestión del estrés, etc. lo que les lleva a manifestar conductas delictivas. Impulsividad y falta de autocontrol. Los delincuentes, con frecuencia son impulsivos. Esta es una característica muy asociada a la delincuencia juvenil. Estos jóvenes actúan sin razonar. Su nivel de autocontrol es bajo y a menudo se dejan llevar por sus emociones, lo que deriva en conductas agresivas, violentas y delictivas en muchas ocasiones. Falta de empatía, pensamiento egocéntrico… Además de lo anterior, existen otros factores individuales de tipo psicológico que pueden relacionarse con la delincuencia juvenil. Por ejemplo, el pensamiento egocéntrico, la empatía o el déficit en el desarrollo del razonamiento moral. 3.2. Factores familiares 3.2.1. Falta de Supervisión por parte de los padres y carencias afectivas La falta de conocimiento por parte de los padres de lo que hacen sus hijos dentro y fuera de casa, es un factor de importancia que se relaciona con la delincuencia juvenil. Si los padres no supervisan el desarrollo de los hijos ni les enseñan a asumir responsabilidades sin correr riesgos ni sufrir daños, éstos experimentarán sin ningún tipo de control, confundiendo en muchos casos lo que está bien de lo que está mal. 20 Además, unido a este ‘abandono’ por parte de los padres, se suele encontrar una importante carencia afectiva en los hijos que deriva en un desarrollo emocional inadecuado. Esta ausencia de cariño provoca daños en el menor que posteriormente puede reflejarse en conductas agresivas y violentas. No solo la falta de supervisión, también el exceso de protección y un afecto excesivo son factores que pueden influir en la aparición de futuras conductas delictivas. 3.2.2. Actitudes inadecuadas por parte de los padres Los menores que crecen ante continuas muestras de sentimientos negativos por parte de sus padres, abusos y malos tratos psicológicos, tienen mayor probabilidad de presentar comportamientos violentos durante su adolescencia y adultez. Es probable que además de los déficits que puedan surgir por éstas situaciones, el niño aprenda esta forma de tratar a los demás e interiorice la violencia como forma natural de actuar. 3.2.3. Métodos de disciplina Unido a lo anterior, los métodos de disciplina dura con presencia continua de castigos físicos provocan situaciones, a veces insostenibles, de tensión y malestar en la familia. Todo ello predispone a los hijos a desarrollar en el futuro comportamientos agresivos que han aprendido en el seno de su familia. 3.2.4. Conflictos familiares La ruptura del concepto de familia tradicional y la incorporación de nuevos modelos familiares, donde hay separaciones y rupturas ha generado un nuevo factor asociado a la delincuencia juvenil. Aunque por sí solo no puede ser considerado causa única, igual que ninguno de los anteriores, hay estudios que relacionan la falta de una figura 21 paterna y la desorganización familiar con una mayor probabilidad de comportamientos antisociales y delictivos. 3.2.5. Familias numerosas Este factor tampoco debe considerarse de forma aislada. Para que el número de hijos influya, deben coexistir otros factores: situación socioeconómica, desestructuración familiar, inadecuados métodos de disciplina, conflictos, desatención, etc. En ocasiones, estos factores unidos a un alto número de hijos, aumentan la probabilidad de conductas delictivas por parte de éstos en el futuro. 3.2.6. Malos modelos conductuales. Falta de valores prosociales Existen evidencias empíricas de que los hijos tienden a imitar los comportamientos de los padres. Por ello, si los hijos observan una actitud delictiva por parte de sus padres o hermanos mayores, la probabilidad de delinquir en un futuro es mucho mayor. La presencia de malos modelos conductuales en la familia es un factor importante de relación con la conducta delictiva. A esto va unido la falta de valores prosociales que el hijo no aprende ni fuera de casa ni dentro de ésta, debido a los inadecuados modelos que encuentra en su familia. Un menor que crece sin haber integrado valores de respeto, responsabilidad, generosidad, humanidad, tolerancia, empatía, etc. presenta altas probabilidades de manifestar conductas violentas y delictivas. 3.2.7. Falta de comunicación entre padres e hijos Actualmente se encuentran muchas familias que no cuidan la comunicación entre ellos. El alto ritmo de vida, volumen de trabajo y de estrés, dificulta una atención adecuada a los hijos y a sus actividades. Este desconocimiento por falta de comunicación, de lo que hace o con quién va, puede derivar en conductas delictivas 22 que a los padres les resulta imposible de prever. Además, esta mala comunicación suele ir unida a desconfianza y conflictos en la familia que deterioran la relación entre sus miembros, lo que constituye un nuevo factor asociado a la delincuencia juvenil. 3.3. Factores socioeducativos. La escuela La escuela constituye el otro gran agente de socialización de los menores junto con las familias. En ella, los niños y adolescentes aprenden e interiorizan valores sociales y normas básicas de comportamiento social que guían el camino conductual de los jóvenes. 3.3.1. Fracaso y abandono escolar Hay estudios que demuestran que el éxito escolar es uno de los mejores medios preventivos de la delincuencia. El fracaso y el abandono temprano de los estudios, es por tanto, un factor que suele relacionarse con comportamientos delictivos. En este apartado es necesario tener en cuenta la importancia de no trasladar a la escuela el espíritu de individualismo y competitividad que impregna nuestra sociedad. Estos sentimientos condicionan el comportamiento de los jóvenes frente a sus compañeros. Además, el sistema educativo diferencia a los alumnos en función de sus notas y genera, a lo largo de los años, un pequeño grupo de niños inadaptados, por presentar algún tipo de dificultad. Esta etiqueta juega un papel muy importante en la conducta futura del niño. Por ello, la escuela debe esforzarse en reintegrar a todos los niños en el proceso de aprendizaje y favorecer el éxito educativo de todos los alumnos por igual, tratando de transmitir valores positivos y de compañerismo; siguiendo, entre otros, las Directrices de RIAD, que señala en su art. 24 que: los sistemas de educación deberán cuidar y atender de manera especial a los jóvenes que se encuentren en situación de riesgo social, utilizando los programas de prevención y materiales didácticos especializados. Y el art. 30 dice que: deberá prestarse ayuda especial a los estudiantes que tengan 23 dificultades para cumplir las normas de asistencia, así como los que abandonan los estudios. 3.3.2. Vandalismo y violencia en la escuela Un factor que está aumentando considerablemente en nuestras escuelas es la presencia de violencia dentro de las aulas. El bullying (acoso escolar) es una forma de violencia entre niños que ocurre en el ámbito escolar. Incluye abusos físicos, psicológicos y verbales. Este fenómeno de violencia afecta considerablemente al entorno social de la escuela, creando un clima de miedo y temor entre muchos niños. Además, favorece la aparición de futuros comportamientos delictivos (Vázquez, 2003). Se trata de un tema real y preocupante que constituye un factor relacionado con la violencia, la conducta antisocial y la delincuencia juvenil. 3.4. Factores socioambientales. La clase social En muchas ocasiones se relaciona el término de delincuencia con el de pobreza. Parece ser que una gran proporción de jóvenes que delinquen pertenecen a una clase social baja. Hay estudios que comprueban con datos que estos jóvenes cometen delitos con más frecuencia y con daños más graves que aquellos jóvenes pertenecientes a clases media y alta. Otros autores defienden la idea de que la policía criminaliza a estas clases sociales y estigmatiza a quienes viven en la pobreza. Según esto, un individuo que comete un acto delictivo aislado, es etiquetado como delincuente y criminal con toda una carrera delictiva y un estilo de vida ligado a esto. Entonces, el individuo piensa en sí mismo como un delincuente y organiza su comportamiento en consecuencia de lo que se la ha impuesto que debe ser. 24 Por todo esto, debe tenerse en cuenta la situación socioeconómica en la que vive una familia y su posible relación con la delincuencia de los hijos. Sin embargo, esto no debe ser factor único ni debe suponer un etiquetamiento erróneo que lleve a una relación directa de causa-efecto entre la pobreza y la delincuencia. 3.5. El grupo de amigos Los efectos del grupo de amigos sobre la violencia y la delincuencia están ampliamente verificados por numerosos estudios. Las amistades juegan un papel muy importante como predictor de la conducta de los jóvenes. Además, la adolescencia y la juventud son etapas en la vida de gran relevancia, durante la que se conforma la identidad personal. Durante estos años, la influencia de los amigos es vital. Si un joven se relaciona continuamente con un grupo de amistades que realizan acciones violentas o delictivas, esto será un factor de riesgo en su comportamiento futuro, puesto que es probable que se comporte como sus iguales para ser aceptado por el grupo y sentirse en sintonía. Esto constituye un factor de riesgo mayor en cuanto concurre la existencia de amistades no deseadas y una personalidad sumisa, dependiente, un nivel intelectual bajo y falta de habilidades cognitivas y sociales. 3.6. Las drogas Cierto es que la delincuencia juvenil y el consumo de drogas tienen relación, sin embargo, no se puede afirmar que todos los delincuentes consuman drogas ni tampoco que todos los consumidores son delincuentes. Varios estudios nos demuestran que existe una alta correlación y que el alto consumo de drogas puede llevar a conductas delictivas en mayor medida que el no consumo. Junto a esto, nos encontramos con que cada vez la edad de iniciación en el consumo de drogas es menor y que el consumo se ha extendido de forma significativa entre la 25 juventud. Esto es motivo suficiente para la preocupación por los menores de nuestra sociedad. El consumo de drogas lleva en muchas ocasiones a la acción de conductas delictivas que les permita adquirir los medios económicos necesarios para comprar el producto y seguir consumiendo, lo que aumenta la probabilidad de que se involucre en nuevas acciones delictivas bajo los efectos de las mismas. Además, se conoce que algunas drogas, por ejemplo el alcohol, es un depresor del Sistema Nervioso Central y un desinhibidor de conductas violentas. En ocasiones, los jóvenes consumen alcohol y pierden el control de sus acciones, cometiendo bajo los efectos, delitos contra las personas, contra la seguridad del tráfico e incluso, contra la libertad sexual. Por todo esto, es importante considerar el consumo de drogas como un factor que se relaciona en gran medida con la delincuencia juvenil. 3.7. Los medios de comunicación Los medios de comunicación son, en la actualidad una fuente innegable de comportamientos agresivos. La violencia está presente en casi todos los programas de televisión, series y películas. Los niños crecen observando una cantidad ingente de información con contenido violento. Aunque nos hayamos habituado a verlo por todas partes, todas estas películas y series llenas de estos contenidos, provocan una habituación y sensibilización del niño ante la violencia. Esto hace que lo perciban como normal y lo integren en su patrón de comportamiento. Esta repetición permanente de violencia y en la televisión y en los medios de comunicación en general favorece el desarrollo de un ambiente violento en la sociedad. Por tanto, también a nivel social encontramos un factor de riesgo que puede predisponer a la delincuencia juvenil. 26 Esto nos indica que tanto la intervención como la prevención de la delincuencia y la violencia deben abarcar aspectos individuales, familiares y también sociales, tomando medidas que incluyan al conjunto de la sociedad. En esta apartado se han presentado una serie de factores o variables que pueden influir en mayor o menor medida en la aparición de una conducta antisocial o delictiva. Ahora bien, es importante recordar que ninguno de ellos causa de forma aislada la delincuencia juvenil y de forma inequívoca este tipo de conductas. También es necesario recordar que pueden coexistir muchos de estos factores y no aparecer episodios de delincuencia y que también puede haber casos de delincuentes juveniles que no reúnan muchos de estos factores. A continuación, se presenta una tabla resume en la que se recogen los principales factores asociados a la delincuencia juvenil anteriormente explicados (tomados de Vázquez, 2003): Tabla 1. Factores asociados a la delincuencia juvenil FACTORES ASOCIADOS A LA DELINCUENCIA JUVENIL Factores Individuales Factores Familiares - Factores biológicos y físicos - Factores psicológicos - Falta de supervisión y carencias afectivas - Actitudes inadecuadas por parte de los padres - Métodos inadecuados de disciplina - Conflictos familiares - Familias numerosas - Malos modelos inadecuados. Falta de valores prosociales Factores socioeducativos. La escuela - Falta de comunicación entre padres e hijos - Fracaso y abandono escolar - Vandalismo y violencia en la escuela Factores socioambientales. La clase social El grupo de amigos 27 Las drogas Los medios de comunicación 4. Modelos de Intervención judicial con menores infractores El sistema de justicia juvenil ha sido objeto de numerosas propuestas y posteriores modificaciones hasta la formulación y estructuración de nuestro actual sistema. Estas propuestas anteriores responden a las demandas de cada época y han ido evolucionando hasta la articulación del modelo actual. Los distintos modelos sobre delincuencia juvenil han marcado las líneas de actuación e intervención con los menores infractores. A continuación se hace un breve recorrido sobre los modelos más importantes que estuvieron en vigor hasta llegar al modelo actual que se basa en la nueva representación de la infancia promovida por la Convención de los Derechos de los Niños y la aceptación de éstos como sujetos de derechos (González, 2010 y Vázquez, 2003). 4.1. Modelo de protección o tutelar A finales del siglo XIX y principios del XX, el nacimiento de la sociedad industrial se produce un aumento de pobreza y marginación en las grandes ciudades, llenando las calles de jóvenes y niños mendigos. Durante esta época, se equiparó al menor débil y vulnerable que comete hechos delictivos con enfermos. En base a ello, se propone un modelo basado en la protección y en el bienestar del menor como objetivo principal de su tratamiento. El principal objetivo del modelo de protección era el de ofrecer a los menores ayuda para su curación más que castigar sus hechos. Además, durante la vigencia de este 28 modelo se creó un nuevo Derecho penal específico para los menores que se inspiraba en el espíritu protector. Una característica importante de este modelo es que, con el fin de alcanzar la curación del menor, se tomaban medidas de duración indeterminada. Se aplicaban a los menores tratamientos médicos y farmacológicos en medidas privativas de libertad para que fueran curados y se consideraba al menor como objeto de protección. Esto fue la causa principal de que este modelo quedara inutilizable, la ausencia de garantías legales para el menor y el no reconocimiento de sus derechos. 4.2. Modelo educativo o rehabilitador Este nuevo modelo educativo da un paso más en la protección de menores y pretende encontrar la respuesta al problema planteado por los menores infractores fuera del sistema judicial. En este modelo prevalece que la justicia penal no debe intervenir en los casos de menores. Con este modelo se intenta evitar que los jóvenes entren en contacto con el sistema judicial y proponen soluciones extra-judiciales, destacando la actuación educativa. Según este modelo, se atiende la delincuencia juvenil desde recursos sociales frente al tratamiento del joven como sujeto infractor. Adquiere mayor peso el tratamiento educativo ante jóvenes delincuentes puesto que se reducen en gran medida los medios represivos que utilizaba el modelo anterior. Este modelo comporta una respuesta amplia por parte de la sociedad y de los servicios sociales, quienes deben involucrarse activamente en el tratamiento educativo y rehabilitador de la delincuencia juvenil. Con el tiempo, este modelo fue duramente criticado. La idea de reeducación y rehabilitación por parte de las instituciones fue perdiendo valor a la vez que se asistía a un incremento de la delincuencia y de su gravedad por parte de los menores, quienes no veían consecuencias a sus actos. 29 4.3. Modelo de responsabilidad o justicia Alrededor de los años 60 y décadas posteriores nace, con el impulso de los tratados internacionales en defensa de los derechos del menor, el nuevo modelo de justicia juvenil que es la base de nuestro actual sistema. El modelo de responsabilidad o justicia trata de conjugar lo educativo y lo judicial. Consiste en aplicar una serie de medidas de carácter educativo que a su vez constituya una respuesta responsabilizadora. Este modelo quiere que el menor infractor sea educado en la responsabilidad. Mediante la aplicación de una medida educativa y responsabilizadora se estaría contribuyendo al proceso de maduración del menor al tiempo que se restringen sus derechos. Educación y justicia se funden en este modelo. En diferencia a los modelos anteriores, el modelo de justicia no se encarga de los menores abandonados, quienes son ahora objeto de preocupación de los servicios sociales de protección. Su foco de atención se centra en menores infractores, reconociendo en todo momento sus derechos. Este modelo apuesta por una amplia gama de medidas no privativas de libertad eligiendo en cada caso concreto la medida que mejor responda a la reeducación del menor. Aunque también recoge medidas de internamiento para los casos más graves, la aplicación de medidas responde siempre al principio de proporcionalidad y a otros principios mencionados al inicio de este manual y que se recogen en nuestra normativa legal actual. Este modelo que combina justicia y educación ha sido acogido por legislaciones nacionales estando presente también en países europeos, como es el caso de España. 30 5. Aspectos generales de la intervención con menores infractores Como hemos visto hasta ahora, las actuaciones judiciales que afectan a menores infractores deben tener como objetivo último la educación en la responsabilidad y la resocialización del menor. Por tanto, la imposición de una medida judicial debe conllevar una serie de acciones educativas que permitan al menor un posterior desenvolvimiento social adaptado. En este apartado se profundizará en los aspectos generales que la intervención sociopsicoeducativa con menores infractores debe contemplar durante la ejecución de medidas de internamiento. Se revisarán los aspectos de la intervención que se lleva a cabo en los centros penitenciarios, pues es en estas medidas donde la intervención puede desarrollarse más fácilmente (por el hecho de que el menor permanece en el centro) y puesto que se aplicaría en los casos más graves, donde la intervención debe ser más profunda y extensa. 5.1. Principios pedagógicos que deben orientar la intervención A continuación se explicarán los principios pedagógicos que según Díez (2009), deben orientar la intervención con menores con medidas judiciales. A. Principio de responsabilidad Es necesario que los menores que hayan cometido una infracción o hayan transgredido alguna norma se enfrenten a los hechos que han cometido y que observen y analicen las consecuencias positivas y negativas que de éstos se derivan, tanto para los él como para los demás. La responsabilidad individual sobre los propios actos es fundamental para el desarrollo de la propia identidad y es un factor esencial en la intervención educativa del menor. 31 Se trata de que se responsabilice de sus acciones y de las consecuencias que éstas conllevan. B. Principio de individualización Toda medida judicial impuesta a un menor debe cumplir con el principio de individualización. Cada menor posee unas particularidades en relación a la comisión del acto delictivo y unas circunstancias personales, familiares y sociales que deben tenerse en cuenta. Junto a esto, debe tenerse en cuenta que cada individuo tiene unas capacidades, unos límites, unos valores y unas necesidades diferentes e individuales que deben ser atendidas. Estas necesidades educativas, psicológicas, sociales, etc. deben ser evaluadas lo antes posible por el equipo técnico correspondiente y sobre éstas y teniendo en cuenta la medida aplicada y su duración, debe diseñarse la intervención. También dentro del principio de individualización debe contemplarse la figura de un adulto que actúe referente y que oriente al menor en las actuaciones que debe llevar a cabo para lograr los objetivos previstos en la intervención. Se trata de un tutor que establezca una relación personal con el menor, que sea cercano, motivador y acompañante durante el proceso. Esta figura es imprescindible para fomentar el trato individualizado a los menores. Por último, debe planificarse el proceso de enseñanza-aprendizaje del menor en función de su nivel previo de conocimientos y de sus necesidades formativas. Esto hace que también en el ámbito de los talleres ocupacionales y las actividades formativas, se cumpla con el principio de individualización durante la ejecución de la medida. C. Principio de atención integral Toda intervención educativa que se planifica con un menor debe atender al principio de atención integral. Esto significa que se deben contemplar todas las áreas que configuran su personalidad. Esto es, la intervención debe realizarse incluyendo, de 32 forma complementaria, aspectos relacionados del ámbito educativo, psicológico, social, médico o familiar. Para que esto sea posible, debe existir coordinación entre el equipo educativo que trabaja con el menor, para que cumplir con el principio de atención integral y que la intervención sea coherente. D. Principio de formación Este principio hace referencia al desarrollo de programas formativos que tienen lugar durante la ejecución de medidas judiciales de internamiento y que deben llevarse a cabo según la legislación educativa vigente. Esto significa que dentro de los programas formativos que deben contemplarse están: la formación escolar adaptada a los niveles educativos de los menores y sus características personales, los programas de formación profesional, los programas de desarrollo personal y social, los ocupacionales, los de actividades deportivas y/o culturales, los programas de ocio y tiempo libre, etc. Este programa formativo que debe planificarse para cada menor tiene como objetivo compensar las carencias que podrían presentar los menores internos y posibilitar la adquisición de nuevos aprendizajes. E. Principio de actividad Se debe fomentar la participación e implicación de los menores internos en actividades de ocio, formativas, etc. Debe cuidarse la atención a los aspectos motivacionales y ha de fomentarse el aprendizaje por descubrimiento, la realización de actividades dinámicas, los desafíos, los medios audiovisuales, las dinámicas de grupo u otros elementos que permitan la interacción entre los menores y un mayor nivel de participación e implicación en las actividades que van a desarrollarse. Este principio tiene como principal objetivo que los menores huyan de actitudes apáticas y pasivas que dificultan el progreso del menor y el éxito de la intervención. 33 F. Principio de cooperación El principio de cooperación permite que los menores se familiaricen con determinadas habilidades y estrategias necesarias para su posterior integración en la vida social adulta. Se trata de actitudes y conductas cooperativas que permita a los menores llegar a metas comunes planteadas, gracias a la unión de todas las fuerzas. Este principio se concreta en actividades y dinámicas que se plantean y que deben abordarse en grupo y en la enseñanza y puesta en práctica de tareas colectivas que requieran la coordinación de los menores. G. Principio de normatividad Es lógico pensar que, a pesar de las características individuales de cada menor, todos aquellos que cumplen con una medida judicial tienen en común lo siguiente: la transgresión de normas (más o menos graves). Por tanto, es indispensable que exista una clara regulación normativa de la convivencia y las relaciones. La norma debe ser establecida de forma clara, conocida por todos los menores, reguladora de la convivencia y de las relaciones y debe ser aplicada con seriedad. Se trata de un elemento esencial del proceso reeducativo de los menores infractores. Las medidas judiciales de internamiento deben cumplir escrupulosamente con este principio. Éste será abordado de forma transversal a todos los demás principios y a todas las actividades y/o talleres que se desarrollen en el centro. Por último, dentro del reglamento interno de cada centro deben incluirse no sólo las obligaciones, sino también los derechos y las garantías de los menores así como las actuaciones disciplinarias y las sanciones que podrán imponerse en caso de infringirlas. H. Principio de coeducación La intervención educativa no debe hacer distinciones por razón de sexo, por lo que según este principio, deben haber las mismas posibilidades educativas para chicos como para chicas, fomentando la existencia de experiencias positivas de convivencia y educativas compartidas. 34 I. Principio de preparación para el futuro La intervención que se diseña para los menores con medidas judiciales debe ir más allá del trabajo que se realiza en el propio centro de internamiento. Es decir, cuando se acerca el momento de finalización de la medida judicial, se debe procurar una formación específica para aumentar las posibilidades de inserción laboral de los menores. Por tanto, siguiendo con este principio, deberán desarrollarse programas de formación profesional, inserción laboral, búsqueda activa de empleo, etc. que tengan como objetivo la inserción laboral y el mantenimiento del empleo. En esta línea, destacamos algunas de las funciones que corresponde al centro para ayudar a los menores en su inserción laboral y social: 1) desarrollar competencias profesionales específicas como la puntualidad, la cooperación, el trabajo en equipo, etc. 2) formar en habilidades y conocimientos básicos acerca de la búsqueda de empleo y 3) apoyar y acompañar durante este proceso. J. Principio de acciones y programas positivizantes Es posible que los menores infractores hayan experimentado a lo largo de su vida un escaso nivel de éxito y que hayan fracasado en muchos ámbitos (familiar, académico, etc.). En ocasiones esto aparece relacionado con la búsqueda de reconocimiento social por parte de sus iguales y lleva a los menores infractores a la realización de conductas transgresoras. Por ello, en la intervención sociopsicoeducativa deben incluirse actuaciones que permitan a los menores alcanzar el éxito, ser protagonistas y obtener reconocimiento por sus acciones positivas. Esto revertirá sus sentimientos de incapacidad provocados por una larga historia de fracasos y ofrecerá resultados muy positivos en la reinserción social de los menores y en sus sentimientos de autovalía personal. Gracias a la planificación de estas acciones positivizantes los menores descubren en sí mismos cualidades positivas y los demás observan en ellos su lado más amable, solidario y comprometido. 35 5.2. Objetivos de un centro de ejecución de medidas judiciales de internamiento Los centros de internamiento no deberían ser considerados como los únicos elementos del entramado social encargados de la reeducación y resocialización de los menores. Las medidas de internamiento deben ser de la menor duración posible y no es realista pensar que la educación, los comportamientos, valores y actitudes de un menor con una larga carrera delictiva van a cambiar durante su estancia en un centro penitenciario. Resulta muy pretensioso pensar que sólo desde una medida de internamiento se va a lograr la reeducación y reinserción completa y definitiva de menores infractores. Esto debe ser tarea de todo el entramado de sistemas sociales y educativos de la sociedad: (escuela, familias, servicios sociales, políticas de apoyo a la infancia y a la familia, etc.). Sin embargo, existen una serie de objetivos institucionales y de intervención que los centros no deben descuidar (Díez, 2009): Objetivos Institucionales Garantizar la ejecución de las medidas decretadas por los juzgados de menores Elaborar informes técnicos sobre la situación personal, familiar y social de cada menor Elaborar el programa individualizado de ejecución de la medida de cada menor Informar a las instituciones correspondientes sobre la evolución del menor Desarrollar de forma coherente el programa formativo del centro Gestionar y coordinar la participación de los menores en recursos formativos, lúdicos, sanitarios, etc. externos al centro Promover la integración positiva del centro en el medio social así como de los menores internos en él 36 Objetivos respecto de los menores Garantizar la escolarización obligatoria Llevar a cabo la intervención sociopsicoeducativa Favorecer, de acuerdo al programa individualizado, la formación y/o inserción laboral de cada menor Posibilitar el desarrollo personal y social a través de programas de habilidades sociales, actitudes y valores que permitan una mejor adaptación social Fomentar la reflexión y el análisis crítico sobre su situación personal, familiar y social y sobre las consecuencias de sus actos Potenciar su autoestima y sus sentimientos de autovalía personal a través de programas positivizantes y acciones donde alcancen el éxito y obtengan reconocimiento Posibilitar que desarrollen aficiones y realicen actividades de ocio normalizadas Propiciar la adquisición de hábitos de vida saludable Mantener o incrementar los vínculos familiares y sociales a través de las visitas y salidas al domicilio Favorecer las relaciones familiares positivas y la solución de los conflictos entre sus miembros Estos son algunos de los objetivos generales que un centro de ejecución de medidas de internamiento debe contemplar en relación a los menores internos en él. Sin embargo, no debemos olvidar que cada menor tiene unas necesidades diferentes al resto de internos, lo que se traduce en una intervención individualizada con objetivos específicos de acuerdo a su situación personal, social y familiar. Resulta fundamental destacar que para cada menor se diseña un programa individualizado de ejecución de la medida de acuerdo a sus necesidades y que éste debe ser el documento que establezca las líneas básicas de actuación del equipo educativo. 37 Además, se evaluará con cierta periodicidad la consecución de los objetivos planteados en el programa individualizado y se valorará la ejecución de la medida y la evolución del menor en relación a ésta. Esto deberá quedar plasmado en el informe de seguimiento que servirá para informar periódicamente a los órganos judiciales correspondientes sobre la evolución del menor y la ejecución de la medida; tal y como está previsto en la legislación vigente: Artículo 49 de la Ley Orgánica 5/2000 La entidad pública remitirá al Juez de Menores y al Ministerio Fiscal, con la periodicidad que se establezca reglamentariamente en cada caso, informes sobre la ejecución de la medida y sus incidencias, y sobre la evolución personal de los menores sometidos a las mismas. También deberá elaborarse, una vez finalizada la medida judicial, un informe final que recoja la evolución del menor a lo largo de ésta y su situación en ese momento. Dicho informe será elaborado por las entidades públicas o privadas que trabajen en el ámbito de la educación de menores y conozcan la situación del menor expedientado, generalmente, el equipo técnico. 5.3. Áreas de intervención sociopsicoeducativa En este último apartado sobre los aspectos generales de la intervención con menores infractores que cumplen su medida judicial en un centro de internamiento, se recalcarán cuáles son las principales áreas que se pueden incluir dentro de la intervención sociopsicoeducativa que se planifica para cada caso. Aunque con los principios orientadores de la intervención y los objetivos respecto a los menores, explicados anteriormente se pueden entresacar cuáles son las principales áreas de intervención, a continuación se explicarán brevemente estas áreas y lo que se debería trabajar en cada una de ellas. 38 1. Formación escolar Debe desarrollarse en todos los centros para garantizar el derecho y el deber de los menores a recibir la enseñanza obligatoria. También contempla acciones para mejorar el rendimiento académico de quienes tengan un nivel de conocimientos menor que el esperado para su edad y la alfabetización de los menores extranjeros. Junto a esto, se trabajarán las actitudes positivas frente al aprendizaje, el trabajo continuo y el esfuerzo. Se intentará fomentar su interés por aumentar sus conocimientos y por la adquisición de valores y actitudes como la capacidad de esfuerzo, la superación personal y el mantenimiento de la atención en la tarea, por ejemplo. 2. Formación profesional La formación profesional sobre la que ya se ha insistido en puntos anteriores de este manual es un aspecto de vital importancia en la oferta formativa de los centros para la ejecución de medidas judiciales de internamiento. Ésta oferta puede incluir actividades profesionales como carpintería, jardinería, mantenimiento de edificios, informática, cerrajería, etc. Los objetivos básicos en esta área de intervención son: aumentar las habilidades, destrezas y el aprendizaje delas competencias profesionales específicas por parte de los menores y potenciar la adquisición de hábitos, actitudes y valores relacionados con el empleo (puntualidad, disciplina, iniciativa, trabajo en equipo, etc.) 3. Programa de inserción laboral Estos programas tienen una gran relación con el área de intervención de la formación profesional, sin embargo, aquí se tratan aspectos más específicos sobre la búsqueda activa de empleo y los conocimientos y estrategias básicas para emprender con garantías este difícil proceso. Los objetivos en esta área se refieren, no a profesiones específicas como en el caso anterior, sino a la formación sobre métodos de búsqueda de empleo, la entrevista de trabajo, legislación laboral, cómo elaborar un Curriculum Vitae, etc.) 39 4. Programas de desarrollo personal y competencia social En estos programas se incide en el desarrollo personal y social de los menores a través de programas que propicien un cambio de actitudes y valores hacia otros más prosociales. Se trata de programas cuyo objetivo principal es el desarrollo integral de los menores y la adquisición de habilidades personales y sociales básicas (pensamiento crítico, toma de decisiones, habilidades comunicativas, etc.) 5. Actividades deportivas, culturales y recreativas En esta área se incluyen las actividades deportivas, manualidades, biblioteca, teatro, talleres musicales y todas aquellas acciones de carácter lúdico y educativo que tienen como objetivo fomenar el uso adecuado del tiempo libre por parte de los menores. El arte, el deporte, la cultura y la expresión corporal forman parte de la educación integral de las personas y no debemos olvidar la cantidad de aspectos positivos que reporta a un individuo una hora de ejercicio al día, o hacer manualidades. 6. Ocio y tiempo libre. Salidas recreativas Además de los talleres que incluimos en el apartado anterior y que dan respuesta al desarrollo de diferentes aspectos de la personalidad. En un centro de internamiento debe dejarse espacios libres de actividades en los que los menores puedan escribir cartas, escuchar música, hablar en grupos, leer, etc. Deben ofrecerse espacios para la interacción lúdica y no dirigida entre los menores y que establezcan relaciones de confianza entre unos y otros. En esta área, el personal educativo debe intervenir para fomentar el uso adecuado de juegos y materiales comunes, conocer las relaciones intragrupo, procurar la participación activa de todos, mediar en caso de conflicto, etc. También en esta área se incluyen las salidas de los menores del centro. Cuando la situación legal del menor lo permita, puede realizar salidas recreativas. Éstas constituyen una oportunidad inmejorable para trabajar el proceso de reinserción social del menor y su integración gradual. 40 7. Actividades de la vida cotidiana Además de todo lo anterior, se establece en el centro un “programa” de actividades de la vida cotidiana. Éste tiene como objetivo fomentar la adquisición de hábitos saludables por parte de los menores y aumentar su autonomía en cuanto a los siguientes aspectos: 1) Hábitos de higiene personal: ducha, aseo, cepillado de dientes, de las manos, etc. 2) Hábitos de alimentación: dieta equilibrada, utilización adecuada de los cubiertos, educación y comportamiento adecuado en la mesa, etc. y 3) Hábitos de limpieza y orden: mantenimiento ordenado de la habitación, cuidado y limpieza de la ropa, orden de los espacios comunes y de las pertenencias personales, etc. 8. Intervención con las familias Por último, no podemos olvidar la intervención con las familias de los menores. Ésta debe ser uno de los ejes básicos sobre la que gira la intervención, pues es el núcleo de convivencia al que probablemente el menor volverá tras cumplir con su medida. Hay que tener en cuenta que muchos de los problemas de comportamiento y las conductas inadaptadas de los menores tienen su origen en elementos de la convivencia familiar o pueden haber sido favorecidas por un mal desempeño de los deberes parentales. Por tanto, para disminuir el riesgo de reincidencia y aumentar las probabilidades de un buen ajusta y adaptación del menor al entorno social y familiar, es necesario intervenir con las familias con el objetivo último de lograr la colaboración entre el centro y ésta y así poder asesorarlas, ayudarlas a comprender la situación familiar, capacitarlas para el cambio de actitudes inadecuadas y corresponsabilizarlas del desarrollo educativo del menor. El gráfico siguiente recoge las áreas de intervención, anteriormente explicadas, que el equipo educativo de un centro de ejecución de medidas de internamiento debe contemplar para el desarrollo integral y la resocialización de los menores que cumplen con esta medida. 41 Gráfico 1. Áreas de intervención sociopsicoeducativa (Elaboración propia a partir de Díaz, 2009) 1 • Formación escolar 2 • Formación profesional 3 • Programa de inserción laboral 4 • Programas de desarrollo personal y competencia social 5 • Actividades deportivas, culturales y recreativas 6 • Ocio y tiempo libre 7 • Actividades de vida cotidiana 8 • Intervención con las familias En este apartado sobre aspectos generales de la intervención se han recogido los principios y objetivos básicos que se contemplan para las medidas de internamiento. Sin embargo, no debemos olvidar que ésta medida es para los casos más graves y que existen otras medidas que incluyen en sus programas objetivos sociopsicoeducativos que siguen esta misma línea. En el siguiente apartado se profundizará en modelos de tratamientos y en programas específicos diseñados para la resocialización y reeducación de menores infractores. 42 6. Programas de intervención con menores infractores 6.1. Modelo de tratamiento cognitivo-conductual Este modelo de tratamiento cognitivo-conductual es uno de los más utilizados internacionalmente para la intervención con menores infractores (y también adultos). Según este modelo, se considera el comportamiento delictivo como resultado de déficits en habilidades y competencias sociales, déficits cognitivos y emocionales (Observatorio de la Infancia, 2011). Existen tres conceptos fundamentales dentro de este modelo para el tratamiento con los menores infractores que se deben tener en cuenta: cambio terapéutico, la motivación para el tratamiento y la relación terapéutica. A. El cambio terapéutico hace referencia al proceso de cambio y progreso personal que se espera del joven delincuente como consecuencia del tratamiento. Dentro de este concepto se incluyen todas aquellas acciones que modifican los pensamientos y las actitudes, las reacciones emocionales y comportamentales. El tratamiento según este modelo debe perseguir los objetivos de modificar las cogniciones y los comportamientos que llevan a los menores a cometer acciones delictivas. B. Además de esto, el concepto de motivación para el tratamiento es fundamental para el éxito de un programa de intervención. Hace referencia al grado en que un menor infractor quiere cambiar su comportamiento y abandonar las acciones delictivas. Que exista motivación para el cambio es un aspecto fundamental para el tratamiento con delincuentes juveniles, incluso hay autores que, posteriormente, proponen que esta motivación para el cambio puede constituir uno de los primeros objetivos del tratamiento (Redondo, 2008). 43 C. Por otro lado, la relación terapéutica hace referencia, en este modelo, a los encuentros y la relación existente entre el terapeuta y el/los participantes de un tratamiento. En relación a este concepto, se conoce que cuanto mejor es la relación terapéutica, mejores beneficios y resultados se obtendrán de la intervención. Esta relación depende tanto de quienes delinquen y son usuarios de la intervención como de las características personales, habilidades y competencias del terapeuta en el tratamiento de la delincuencia. Hay una serie de características del terapeuta que se asocian con mejores resultados en el tratamiento. Aspectos como la empatía, la actitud positiva hacia los usuarios, calidez en la relación, autenticidad y congruencia, son condiciones facilitadores del tratamiento (tomado de Observatorio de la infancia, 2011). Unido a este último concepto de relación terapéutica, hay autores que han querido profundizar en cómo debe ser un buen educador para aumentar las probabilidades de éxito de un programa de intervención. Según Garrido (1993), existe una serie de cualidades del educador que facilitan la creación de una buena relación terapéutica: 1. En primer lugar, es necesario reconocer que la relación terapéutica es un ingrediente esencial para facilitar un cambio positivo con jóvenes antisociales 2. La autoevaluación y autoconciencia del educador es fundamental en la construcción y el mantenimiento de la relación terapéutica. 3. El educador debe conocer cuál es la realidad individual, evolutiva y cultural de los menores con los que interviene para ayudarles a llegar a los objetivos planteados con la intervención 4. Es necesario que el educador sepa manejar la balanza entre el apoyo y el desafío (la confrontación). El educador es valorado positivamente por los participantes, y gran parte de este proceso se deriva de un buen equilibrio entre la ayuda y la autoridad. 5. El educador debe saber manejar eficazmente situaciones de conflictos y problemas desde una perspectiva creativa y constructiva. 44 6. Por último, las aproximaciones combinadas y el tratamiento sistémico por parte del educador resultarán más efectivas que aquellos enfoques de trabajo aislados y reactivos. 6.2. Programa de razonamiento y rehabilitación (R&R) El Programa de Razonamiento y Rehabilitación es uno de los programas de carácter cognitivo pionero en el tratamiento de la delincuencia. Este programa tiene como objetivo el entrenamiento de las habilidades de pensamiento y razonamiento de los sujetos. Durante las sesiones de trabajo, quienes realizan el programa aprenden a ser más reflexivos y a planificar sus respuestas tratando de pensar y razonar sobre las mismas. Con este programa se observan resultados satisfactorios en la capacidad empática de los delincuente en su asertividad y también una disminución de las distorsiones cognitivas. En España se utiliza la versión derivada de éste programa realizada por Vicente Garrido: Programa del pensamiento prosocial. Este programa se aplica con delincuentes juveniles y el tratamiento se dirige al entrenamiento de habilidades, actitudes y valores que permitan una adecuada interacción social con los demás y con el entorno. Los componentes que se trabajan en este programa son (tomado de Redondo, 2008): Autocontrol. Se les enseña a controlar los impulsos y pensar antes de actuar Metacognición. Aprenden técnicas de autocrítica y reflexión sobre sí mismos Habilidades sociales. Se les entrena para que tengan capacidad de interactuar de forma prosocial Habilidades de resolución de problemas interpersonales Pensamiento creativo o lateral. Se enseña a pensar en alternativas de respuesta Razonamiento crítico. Se educa para pensar de forma más lógica, objetiva y racional 45 Toma de perspectiva social. Aprender a considerar otros puntos de vista, sentimientos y pensamientos distintos Mejora de valores. Modificación de la visión egocéntrica que presentan muchos delincuentes Manejo emocional. Control de la ira, depresión, miedo o ansiedad. Posteriormente a la aplicación de este programa se evaluó el nivel de integración social de los delincuentes una vez que regresaron a la comunidad. Se encontró que este programa por sí solo no produce cambios significativos. Sin embargo, se obtienen muy buenos resultados cuando éste se combina con la intervención social y educativa. 6.3. Habilidades sociales en el tratamiento de la delincuencia El entrenamiento en habilidades sociales (EHS) es una de las técnicas más conocidas y aceptadas en el tratamiento de los delincuentes. El entrenamiento en habilidades sociales pretende mejorar la capacidad de los menores infractores de interactuar con los demás, entrenarles en habilidades de comunicación, mejorar su autoestima, etc. Además, dentro de esta intervención, se enseña a los jóvenes delincuentes a responder flexiblemente a las circunstancias que lo rodean. Existen estudios que demuestran que los jóvenes delincuentes poseen características psicológicas asociadas a la falta de habilidades sociales y a la ineficacia de sus interacciones. Las habilidades sociales en el tratamiento de la delincuencia posibilitan el que estas habilidades deficitarias o inexistentes se aprendan y se desarrollen en un contexto controlado y seguro por un terapeuta. Estas habilidades pueden ser practicadas durante el entrenamiento y con ayuda y supervisión y posteriormente se continúa con un entrenamiento de transferencia a la situación real. Existe infinidad de modelos y de habilidades sociales que se emplean en los distintos programas de entrenamiento en habilidades sociales. Goldstein presenta una serie de 46 habilidades sociales cuyo entrenamiento ha proporcionado buenos resultados con poblaciones delincuentes (Tomado de Garrido, 1993): Habilidades iniciales de conversación: mantener una conversación, escuchar, etc. Habilidades de expresión: expresar agrado, enfado, realizar una queja, etc. Habilidades de respuesta a otros: responder al elogio, a la crítica, a una queja, disculparse, etc. Habilidades de planificación: fijación de metas, establecimiento de prioridades, toma de decisiones, etc. Habilidades alternativas a la agresión: identificar emociones, relajación, autocontrol, etc. Habilidades de aplicación: habilidades generales que pueden ser búsqueda de empleo, cambiar de residencia, enfrentarse a problemas conyugales, etc. Posteriormente a los programas de entrenamiento en habilidades sociales (EHS) utilizados en el tratamiento de menores infractores, se fueron desarrollando programas más complejos que incluyen más factores relacionados con la delincuencia juvenil. Con el tiempo han ido evolucionando estas técnicas hacia otros programas más complejos que incorporan de manera combinada ingredientes de habilidades sociales, control de la ira y desarrollo moral (programa ART). 6.4. El programa ART El programa ART (Entrenamiento para Reemplazar la Agresión) de Goldstein, Glick y Gibbs para delincuentes juveniles es un tratamiento que cubre los tres grandes aspectos siguientes que los autores consideran claves en la aparición de la delincuencia: 1) carencia de habilidades, 2) déficit en el control de la ira y 3) retraso en el desarrollo moral. A partir de esta premisa, el programa ART está destinado a combatir la conducta agresiva considerando todos los aspectos que la constituyen. 47 Este programa nace por tanto, de la hipótesis de que los delincuentes crónicos muestran una deficiencia en habilidades cognitivas y sociales necesarias para desarrollar un comportamiento prosocial. También, de la idea de que son muy impulsivos y no poseen habilidades de control de la agresividad y de autocontrol y por último, sostienen que los adolescentes infractores se caracterizan por un déficit en el desarrollo de los valores, considerando su interés individual frente a considerar las consecuencias de su comportamiento en los demás (Garrido, 1993). El programa ART es un programa multimodal que se compone de tres subprogramas con objetivos distintos y que se basa en las hipótesis anteriores. Un primer subprograma de éste, es el de Habilidades sociales. Con este se pretende aumentar el nivel de capacidades de los jóvenes para relacionarse y para resolver situaciones de conflicto de forma adecuada. Durante el desarrollo de este subprograma se enseñan habilidades a los menores, se deja un espacio para que las pongan en práctica y las desarrollen y por último, se trabaja para la transferencia y la generalización de lo aprendido a la vida real. Algunas de las habilidades relevantes para la interacción social que se enseñan con este subprograma son: habilidades básicas como escuchar o mantener una conversación, habilidades avanzadas como pedir ayuda, habilidades para manejar sentimientos, saber identificarlos y expresarlos, habilidades alternativas a la agresión, habilidades para afrontar el estrés o habilidades de planificación. Junto a lo anterior, el programa ART incluye un subprograma sobre lo que no se debe hacer. Si el apartado de habilidades sociales enseña lo que se debe hacer y constituye el componente conductual del programa ART, el Control de la ira es el subprograma que hace referencia al componente emocional. Su objetivo es enseñar el auto-control frente al deseo o el impulso de herir a alguien. Muchos jóvenes delincuentes tienen dificultades para controlar sus emociones y en consecuencia, su comportamiento impulsivo. En este subprograma se enseña a los usuarios a detectar ante qué situaciones surgen sentimientos de ira, técnicas para reducirla, para controlar la emoción de la ira, etc. 48 Por último, la enseñanza de Razonamiento moral es el tercer componente del programa ART y responde a la necesidad de enseñar a los jóvenes a adoptar una respuesta adecuada ante una situación determinada. En el primer componente se enseña a cómo actuar, en el segundo, a cómo controlar la ira y en el tercero, en el de razonamiento moral, se enseña a los jóvenes delincuentes a tomar la mejor decisión y a comportarse de modo socialmente competente. Para ello, se trabajan una serie de valores morales y juicios morales para que el individuo interiorice y prefiera una actividad prosocial que una antisocial o violenta. El programa ART fue innovador hace años puesto que constituyó uno de los más importantes programas multimodales de la época. Se utilizó en muchos países y sirvió como punto de partida para nuevos programas que se desarrollan con la idea básica de intervenir sobre varios componentes de la conducta delictiva. 6.5. Terapia multisistémica (TMS) Recientemente se ha enfatizado aún más en el origen multifactorial del comportamiento antisocial y la conducta delictiva de los jóvenes. Como resultado de esto y unido a investigaciones que incluyen aspectos individuales, sociales, familiares e incluso comunitarios en las causas de la delincuencia juvenil, se han desarrollado intervenciones multisistémicas que incluyan en la intervención a los demás factores asociados a la delincuencia. Una de las principales bases teóricas de la terapia multisistémica (TMS), es la teoría ecológica-social de Bronfenbrenner (1979) según la cual se entiende que toda conducta presenta múltiples causas y que éstas se influyen mutuamente de forma cambiante y dinámica. También la conducta delictiva de los menores está influida por causas individuales, familiares, escolares, comunitarias, etc. Por ello, la TMS se presenta como un modelo de intervención que entiende la conducta delictiva como un conjunto de múltiples 49 causas y que trata de maximizar el cambio de la conducta individual tratando todos los factores que contribuyan a la conducta problema. Uno de los principales objetivos a lograr con la TMS es la reducción de la actividad delictiva en los menores y otras conductas antisociales, además de mejorar las relaciones familiares. Se trata de una terapia centrada en la familia, que busca no separar a sus miembros y llevar a cabo la intervención en el entorno natural de la familia. La terapia multisistémica establece nueve principios básicos que deben guiar la evaluación y la intervención con menores delincuentes (tomado de Redondo, 2008): 1. El primer objetivo de la evaluación debe ser comprender el encaje y la relación entre los problemas del joven delincuente y su entorno 2. Los contactos terapéuticos que se establecen durante la intervención deben centrarse en los elementos positivos 3. Las intervenciones se dirigen a promover la conducta responsable entre los miembros de la familia 4. Se enfoca al presente y a la acción, tratando problemas específicos 5. Durante la intervención, se tratan las secuencias de conducta, es decir, todos los sistemas implicados en los problemas identificados 6. Las intervenciones deben relacionarse con las necesidades de desarrollo del joven delincuente 7. Esta terapia requiere esfuerzos diarios o semanales por parte de los miembros de la familia 8. La eficacia de la intervención debe evaluarse de forma continua y los terapeutas deben disminuir y evitar obstáculos que impidan el éxito del programa 9. Las intervenciones se realizan con la intención de que se generalicen y se mantengan los logros obtenidos, fortaleciendo los recursos en la familia y en el entorno que sean necesarios. 50 La terapia multisistémica se aplica en lugares de conveniencia de las familias con la finalidad de facilitar la participación de todos los miembros familiares. Ésta terapia requiere un gran esfuerzo puesto que se trata de un tratamiento intensivo con contactos muy frecuentes. En años posteriores y tras la aplicación y el desarrollo de la terapia multisistémica, se obtienen una serie de conclusiones importantes para la intervención con menores infractores que se recogen del documento publicado por el Observatorio de la Infancia (2011): El tratamiento debería ofrecerse en el ambiente natural del joven y de la familia, si fuera posible Debería incluirse en el tratamiento a personas significativas del menor de los diversos sistemas en los que participa (padres, maestros, amigos…) La intervención debe dirigirse a los factores de riesgo para el comportamiento antisocial relacionado con el joven, su familia, su contexto… La intervención debe ser acorde y adaptada a los valores sociales y culturales del joven y de su familia. Esta TMS es consciente del carácter multideterminado de la delincuencia, es decir, con este tipo de intervención se tiene en cuenta todos los determinantes de la conducta delictiva. Trata de promover el cambio sirviéndose de los factores de riesgo y protectores que existen en el individuo, su familia y su entorno. De este modo, tanto los menores infractores como sus familias se sienten como personas con posibilidad de cambiar y de evolucionar. Todo ello con ayuda de profesionales que ante todo, deben mostrar una actitud de respeto, calidad humana y sensibilidad. 51 7. Factores asociados a la reincidencia “Los hombres, al cambiar, retienen durante algún tiempo la impresión de su vicio primero” GIAMBATTISTA VICO, Ciencia Nueva, 1744. El concepto de reincidencia en un sentido amplio consiste en cometer un nuevo delito cuando previamente ya se ha cometido uno o varios delitos. La medida de reincidencia ha cobrado importancia en los últimos años puesto que algunos autores consideran que ésta es un factor de importancia para diferenciar entre un menor que comete una aislada infracción y no requiere una intensiva intervención de reeducación frente a menores con una afianzada conducta delictiva que seguirán cometiendo delitos en el futuro y que requieren una intervención mucho más prolongada en el tiempo e intensiva. Además, la medida de la reincidencia es la mejor medida de la eficacia del tratamiento (y en ocasiones también de las medidas penales). Todos los tratamientos que se aplican en las prisiones con menores delincuentes deben estar sometidos a un proceso de evaluación de la eficacia y como no podía ser de otra manera, el hecho de que estos jóvenes vuelvan o no a cometer acciones delictivas cuando finaliza el tratamiento es una cuestión importante a valorar (entre otras) sobre la eficacia y efectividad de las intervenciones. Sin embargo, ésta no debe ser la única medida de eficacia del tratamiento, puesto que presenta una serie de limitaciones al no ser del todo fiable ni sensible a los procesos de reintegración social de los jóvenes. En este apartado, nos centraremos en las características que, según algunos estudios, presentan los jóvenes que cometen infracciones más de una vez y que repiten su conducta delictiva. 52 Encontramos estudios, por tanto que nos permiten reconocer algunas características en los jóvenes que delinquen para predecir si reincidirán en su conducta delictiva o no. Se han encontrado características que se repiten en los perfiles de jóvenes reincidentes y que permiten elaborar un perfil con las variables que aumentan la probabilidad de reincidir tras una infracción. Algunos de los factores que predicen la reincidencia son: las toxicomanías, dificultades económicas y estatus social bajo, malos tratos durante la infancia, antecedentes delictivos en la familia, etcétera. Es probable que muchos de estos factores que predicen la reincidencia sean similares a los factores asociados a la delincuencia juvenil explicados en el apartado 3 de este manual. Esto es porque muchas de las características que caracterizan a los jóvenes que delinquen, se repiten en aquellos que lo hacen en numerosas ocasiones. Aunque guardan una estrecha relación, a continuación se presentará una serie de variables que caracterizan a los jóvenes delincuentes que reinciden en su conducta infractora. Esto resulta de gran interés puesto que, permite a los profesionales que trabajan en materia de menores infractores, diseñar programas y actuaciones dirigidos a un perfil concreto de menores con el fin de disminuir los factores de riesgo que se asocian a la reincidencia y elaborar programas de prevención de la conducta delictiva. En un estudio sobre la reincidencia en el delito de menores infractores llevado a cabo por Capdevila, Ferrer y Luque (2005), se estudiaron las variables que estaban asociadas a la reincidencia juvenil y se construyó un perfil general del joven reincidente. Este perfil incluye una serie de características personales, familiares y sociales que se recogen de forma resumida en la siguiente tabla tomada de este estudio. 53 Tabla 2. Perfil del joven reincidente (Capdevila, Ferrer y Luque, 2005) PERFIL DEL JOVEN REINCIDENTE INDIVIDUALES O PERSONALES: - Es hombre - Tiene más hermanos - La edad media del primer contacto con la justicia es de 15 años - Es consumidor de tóxicos - No está matriculado en centros escolares - No tiene estudios de la ESO FAMILIARES: - Ha vivido ruptura de vínculos familiares o pérdidas traumáticas - Ha sufrido malos tratos físicos, psíquicos o emocionales intrafamiliares - Hay antecedentes delictivos en la familia - En la familia hay problemas graves de salud - En la familia hay problemas de toxicomanías SOCIALES: - Se relaciona con grupos disociales - Si tiene pareja, ésta es disocial SITUACIÓN SOCIOECONÓMICA: - La situación socioeconómica es mala 54 8. Prevención de la delincuencia juvenil El mejor modo de prevención de la delincuencia es aquel que se orienta a evitar que las primeras conductas de los jóvenes se asienten y consoliden, dando lugar al inicio y mantenimiento de carreras delictivas (Redondo, 2008). En este apartado sobre prevención de la delincuencia juvenil, en primer lugar se presenta uno de los documentos internacionales de referencia en esta materia que constituye el marco general de actuación sobre la prevención de la delincuencia juvenil. A continuación, se profundizará en cómo pueden clasificarse las actuaciones de prevención en función de la población a la que se dirija y los objetivos de la misma (niveles de prevención). 8.1. Las directrices de RIAD La Asamblea General de la ONU reconoce la importancia y la necesidad de establecer una serie de criterios internacionales que regulen las actuaciones de prevención en materia de delincuencia juvenil. Por ello, en el año 1990 adoptó por Resolución 45/112, de 14 de diciembre, las Directrices de Naciones Unidas para la prevención de la delincuencia juvenil o Directrices Riad. La primera de éstas hace referencia a que la prevención de la delincuencia juvenil es parte esencial de la prevención del delito en la sociedad (art. 1). Y continúa haciendo referencia a que para poder prevenir eficazmente la delincuencia juvenil, es necesario que toda la sociedad procure un desarrollo armonioso de los adolescentes (art. 2). Además, en este documento se hace referencia a que la prevención debe desarrollarse por parte de los gobiernos y que éstos han de formular planes generales de prevención. Asimismo, las reglas RIAD incluyen los procesos de socialización debiéndose prestar especial atención a las políticas de prevención que favorezcan la adecuada socialización de todos los niños y adolescentes, de sus familias y de la 55 comunidad en general, incluyendo los medios de comunicación y su responsabilidad social. Por último, sobre la prevención terciaria, las directrices se refieren a la legislación y los procesos de administración de justicia de menores. Éstos deben de impedir la estigmatización, victimización y criminalización de los jóvenes y se deberán promulgar leyes que garanticen la protección de los derechos de los menores. Este documento constituye un marco de referencia internacional para la planificación y el desarrollo de intervenciones y actuaciones de prevención. Se trata de un documento que recoge las principales directrices que se han de seguir en materia de prevención de la delincuencia juvenil. 8.2. Niveles de prevención Tras conocer las directrices que a nivel internacional dirigen las actuaciones generales de prevención de la delincuencia juvenil, a continuación se profundizará en la naturaleza de los programas de prevención y en su clasificación más tradicional. La gran parte de los estudios e investigaciones que se encuentran en relación a las causas de la delincuencia juvenil nos permiten afirmar que el comportamiento delictivo de los jóvenes es un problema de carácter multicausal, esto es, las causas por las que un niño o adolescente realiza acciones delictivas son muy variadas. Por ello, tanto los programas de intervención como los de prevención deben incluir aspectos familiares y sociales, no solamente individuales. Si un programa de prevención únicamente se dirige a favorecer el comportamiento prosocial de los jóvenes, se estarían descuidando otras muchas variables, señaladas anteriormente, que se relacionan con la aparición de la delincuencia juvenil. 56 La planificación de un programa de prevención debe realizarse teniendo en cuenta a quién se dirige y cuál es el objetivo principal a lograr. Es importante distinguir las tres vías preventivas principales de prevención que existen: 1. Prevención primaria 2. Prevención secundaria 3. Prevención terciaria En primer lugar, la prevención primaria consiste en todas aquellos programas diseñados para prevenir de forma general la aparición de conductas delictivas y promocionar el comportamiento prosocial. Estas intervenciones se realizan para el conjunto general de la población. Se planifican y se desarrollan previamente a la aparición de factores de riesgo o problemas relacionados con la delincuencia. Dentro de este tipo de prevención primaria se encuentran aquellos programas que se realizan en los colegios e institutos para fomentar las habilidades sociales de los niños y adolescentes o los programas de prevención de toxicomanías que se dirigen al conjunto de la población infantil con el objetivo de informar y evitar la aparición posterior de factores de riesgo de la violencia y la delincuencia. También encontramos en este nivel de prevención los programas de capacitación de los padres, en los que se les enseña a poner normas y límites a los hijos y a educar en valores. En segundo lugar, la prevención secundaria se dirige a aquellos grupos de personas que presentan factores de riesgo y muestran signos precoces de posibles casos de delincuencia juvenil. Esto es, los programas e intervenciones que se desarrollan con el objetivo principal de frenar el avance de conductas antisociales y evitar que la situación empeore o se desencadene un problema mayor. Por ejemplo, dentro de los programas de intervención secundaria de la delincuencia juvenil se pueden incluir aquellos que se desarrollan con las familias con expediente en los servicios sociales. Estas familias en riesgo de exclusión social son un grupo objeto de intervenciones de prevención de la delincuencia juvenil. Acciones formativas dirigidas a los padres para enseñarles a controlar la conducta de sus hijos o a 57 comunicarse de forma adecuada con ellos podrían constituir actuaciones dentro de la prevención secundaria. Por último, existe un tercer nivel de prevención denominado prevención terciaria. Esta se identifica normalmente con la intervención en sí misma. El objetivo de la prevención terciaria es paliar los efectos de un problema que ya existe y tratar de rehabilitar a quien lo padece. En el caso de la delincuencia juvenil, los programas de prevención terciaria serían todos aquellos que se dirigen a los menores infractores y a sus familias con el objetivo de reeducarlos y reinsertarlos en su comunidad. Actualmente, uno de los mejores modos de prevención del delito es el desarrollo de programas familiares. Incluir a las familias en el tratamiento y en la prevención de la conducta delictiva es cada vez más importante. Por un lado, la intervención precoz con las familias (prevención primaria) en donde se trabaja para la mejora de los hábitos de salud de los padres, los cuidados infantiles, el apoyo social, el uso de servicios de la comunidad, la educación de los hijos y las pautas de crianza, etc. constituyen un programa eficaz de prevención primaria que se dirige a las familias antes de que aparezca ningún signo de delincuencia juvenil. Por otro lado, la terapia multisistémica juega un papel fundamental en el tratamiento de la delincuencia juvenil (prevención terciaria). El objetivo de estos tratamientos es, generalmente, reeducar a los jóvenes delincuentes y tratar de reinsertarlos socialmente. Para ello, se trabaja de forma multisistémica, abordando todos los sistemas que giran en torno al individuo. En este tipo de terapia, el trabajo con la familia es fundamental y esto puede ayudar en el tratamiento del joven delincuente y también prevenir futuras recaídas en su inadecuado comportamiento. Terminología actual Es posible que en relación a los programas de prevención, la terminología tradicional sobre niveles de prevención (primaria, secundaria y terciaria) pueda ser sustituida por nuevos conceptos que hacen referencia a estos tres niveles. 58 Aunque a nivel práctico se sigue utilizando de forma considerable los niveles anteriormente explicados, hay programas que se diseñan incluyendo estos nuevos conceptos. Éstos son: Prevención universal: son aquellas actuaciones dirigidas al total de un colectivo (por ejemplo, a todos los jóvenes, a padres/madres, etc.) Prevención selectiva: incluye las acciones que se dirigen a los grupos de riesgo (personas con numerosos factores de riesgo, por ejemplo, menores de un barrio en el que existe mucho consumo de tóxicos) Prevención indicada: es la intervención en sí misma dirigida a quienes tienen el problema, con el objetivo de evitar que siga consumiento. Por último, se recogen en la siguiente tabla resumen algunas actuaciones de prevención, en los distintos niveles, que podrían llevarse a cabo. Tabla 3. Ejemplos de acciones de prevención en función del nivel de actuación ACCIONES PREVENTIVAS PREVENCIÓN PRIMARIA - Talleres sobre consumo de sustancias tóxicas en los colegios e institutos - Talleres sobre habilidades personales y sociales (pensamiento crítico, asertividad, solución de conflictos, autoestima, habilidades comunicativas, etc.) en colegios e institutos - Programas de formación para padres y madres sobre educación en valores, establecimiento de normas y límites, estrategias para el control de la conducta de los hijos, etc. - Fomentar alternativas de ocio saludable en los barrios (canchas deportivas, ludotecas, talleres, etc.) PREVENCIÓN SECUNDARIA - Tratamiento de las drogadicciones para jóvenes consumidores - Programas de asesoramiento y apoyo individualizado a menores con problemas de conducta 59 - Formación sobre búsqueda activa de empleo para los jóvenes que han salido de la escuela, a través de los servicios sociales, los programas de garantía juvenil, etc. PREVENCIÓN TERCIARIA - Programas de habilidades sociales - Programas de control de la ira y los impulsos - Programas de capacitación de los padres de menores infractores - Programas sociopsicoeducativos en los centros medidas judiciales de internamiento - Medida judicial de grupos de convivencia - Medida judicial de prestaciones en beneficio de la comunidad En definitiva, la prevención de la delincuencia juvenil es un campo muy amplio en el que deben considerarse distintos tipos de actuaciones. La clave para la prevención eficaz consiste en tratar el problema de la delincuencia juvenil como una conducta multicausal, donde intervienen muchos factores y que requiere de una intervención en los diferentes sistemas en que el individuo participa. 60 9. Bibliografía Bronfenbrenner, U. (1979). The ecology of human development. Cambridge, MA: Harvard University Press. Capdevila, M., Ferrer, M. y Luque, E. (2005). La reincidencia en el delito en la justicia de menores. Investigación propia. Díez, M. (2009). La intervención educativa en la ejecución de medidas judiciales de internamiento impuestas a menores de edad. En C. Vélaz de Medrano (coord.) Educación y protección de menores en Riesgo. Un enfoque comunitario. Barcelona: GRAO Garrido, V. (1993). Técnicas de tratamiento para delincuentes. Madrid: Centro de Estudios Ramón Areces. González, M. M. (2010). El tratamiento de la delincuencia juvenil en la Unión Europea. Valladolid: Lex Nova Observatorio de la infancia (2011). Factores de éxito asociados a los programas de intervención con menores infractores. Redondo, S. (2008). Manual para el tratamiento psicológico de los delincuentes. Madrid: Pirámide. Vázquez, C. (2003). Delincuencia Juvenil. Consideraciones penales y criminológicas. Madrid: Colex. 61 62