EL JUEGO O EL PSEUDO JUEGO Dra. Liliana Landes La escena psicoanalítica implica un jugar en donde se representa el juego de roles en su máxima expresión. “dale que” yo soy un niño que padece y vos sos otro que en mi padecer me sostiene. En este jugar se instalan otros juegos que pueden tener mayor o menor simbolización, aceptación de reglas, creatividad, repetición. Pero aún en el No jugar habrá un juego. Ya de por si es un juego, jugar en presencia de otro que es convocado a jugar a no ser jugador. En el jugar del niño se ven miles de imágenes que se irán descubriendo a medida que la mirada del analista esté dispuesta a tolerar mediante el intercambio transferencia-contratransferencia, esa especial manera de discurso que es el juego. La sesión es un juego a jugar: Donde el NIÑO, “jugando dice” El ANALISTA, “juega a darle un sentido a ese jugar, jugando. Cuando esto no acontece, estamos frente a dos posibilidades, 1) Pacientes con una grave estructuración fallida 2) Pacientes que no dibujan ni juegan, porque es una forma de silenciar sus lenguajes, algo proyectan en la situación analítica que merece ser descifrado. Siempre hay algo del orden de lo real y del orden de lo imaginario, tanto en el juego de los niños como en el discurso de los adulto. El paciente nos convoca a mirar y a escuchar la escena, que se despliega como síntesis de lo nuclear que el niño mostrará en su jugar. Toda historia está marcada por un núcleo trágico interno alrededor del cual se articulan diferentes anécdotas. El sujeto nos cuenta algo de un faltante, de una ausencia, una pérdida, un algo oculto que se convirtió en síntoma. Otra manera de decir algo de lo indecible. El desamparo del niño recorre un camino hacia la aceptación de la pérdida y de la ausencia, a través de un intento de simbolización. En el juego del Fort-da En la sabanita que lo esconde del otro Luego sublimando a través del dibujo Proyecta su sí mismo y el de los otros, armando escenas para dar cuenta de su inconciente al igual que en los sueños. O aceptando reglas que ponen límites y barreras a la perentoriedad de la pulsión. Freud en 1908 en “El creador literario y el fantaseo” dice: Todo niño que juega se comporta como un poeta, pues se crea un mundo propio o mejor dicho inserta las cosas de su mundo en un nuevo orden que le agrada. El niño diferencia la realidad de su mundo, del juego y tiende a apuntalar sus objetos y situaciones imaginados en cosas palpables y visibles del mundo real. Ese apuntalamiento es el que diferencia aún el jugar del fantasear. El niño sabe que en ese jugar en presencia de otro se desarrollan otros sentidos en la búsqueda de encontrar otros significantes. En la búsqueda de las fantasías y de los deseos ocultos, atravesaremos las resistencias y las censuras que a través del enlace de las metáforas y las metonimias, permitirán profundizar en el imaginario del niño con sus: *demandas, *acciones, * gritos, *silencios. Lo nuclear de su existencia. El deseo logra establecer una distancia pulsional a través de la sublimación con el dibujo, la actuación, y/o el gesto de imitación identificación. Dar cuenta de las representaciones psíquicas, de los conflictos, de la lucha entre las instancias, de los caminos que recorre apra su estructuración y para su devenir sujeto. Aquello oculto se desliza para hacerse presente ante la mirada del observador que se compromete en sostener ese nuevo discurso que el sujeto empieza a balbucear. Las historias que el niño dibuja o juega tendrán en el inconciente sus equivalentes fantasmagóricos. Esta simbolización permite entender: *transferencias. * Regresiones. *Proyecciones de sus problemas afectivos actuales. * Deseos *conflictos defensivos. Para poder entrar dentro del juego del niño y desentramar el simbolismo es necesario que los analistas no duden de la autenticidad de la escena a que el niño los convoca. Es ahí donde se medirá la oportunidad y validez de una interpretación.