Hombres de Poca Fé y otros Animales

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HOMBRES DE POCA FE
Y OTROS ANIMALES
ENSAYO DE CIENCIA POLÍTICA
Ciencia Política III
3º Curso de Ciencia Política y de la Administración
Desde tiempos inmemorables los filósofos de todas las épocas han buscado
infructuosamente la verdad. La verdad como realidad. Me interesa, en este sentido,
sintetizar muy brevemente el mito de la caverna de Platón. Según Sócrates, narrador de
la historia, había un grupo de individuos en una caverna oscura, encadenados y sin
poder moverse. Detrás suyo, una hoguera que reflejaba todos los objetos y todas las
figuras. Este grupo de individuos tenía una visión particular de la realidad y la verdad, y
por mucho que alguien del grupo hubiese explorado el exterior de la cueva,
enfrentándose a la luz cegadora, y decidiese volver para explicarlo, seguramente no le
creerían e incluso es posible que si tuviesen la oportunidad le prenderían fuego.
Una de las moralejas de este mito es que, en su mayoría, la gente no quiere saber la
verdad, por miedo o por dolor. Analicémoslo con más detenimiento a través de un
ejemplo real.
La religión y la fe surgieron de la necesidad de explicar todo aquello, en especial lo que
consideraban sobrenatural, que no era posible demostrar de otra manera. Se proveyó
proféticamente a ciertas divinidades con ciertos poderes o incluso de todos. Además si
alguien no creía al profeta o incumplía normas emanadas de los dioses, podría ser
sacrificado, ejecutado o bien maldecido.
Hoy día, en el siglo XXI, la religión sigue siendo una institución que promueve normas
divinas y recompensas o sanciones en el más allá. Básicamente entendemos hoy a la
religión como un contrato, en el que el creyente ofrece la fe (en forma de donaciones o
bien en forma de apoyo social) y las instituciones religiosas la esperanza. A diferencia
de otros animales, sean palomas o no, concebimos la esperanza como un acontecimiento
futuro y placentero, fruto de nuestra imaginación, y cuya probabilidad de ocurrencia es
relativamente baja. Así pues, se trata de una reproducción mental de un futuro a nuestro
antojo. En efecto, la esperanza que deposita la gente mediante ruegos, purificaciones,
actos sociales como la misa, etc., responden a la necesidad de una realidad diferente, el
cumplimiento de un sueño para aplacar el dolor o el miedo. Así pues, las instituciones
religiosas lo disponen todo (normas de conducta, lo que está bien y mal, etc.) para que
el creyente tienda a negar la realidad, la verdad y el dolor y transforme la realidad en
una distinta e imaginaria como consuelo. El creyente, pues, acepta ese sueño lleno de
esperanza como un efecto placebo de su desesperación, entendida como no-aceptación
de otra realidad diferente. Entonces, si el creyente es capaz de tergiversar su visión de la
realidad, todos podemos redefinir nuestra realidad, la verdad y el concepto de placer
según el contexto.
Así pues, el ser humano es capaz de crear una visión del mundo, teorizar sobre él y
además creérselo.
Este ejemplo entra en contradicción con el conductivismo, ya que deja claro que el
comportamiento humano no viene determinado por el individualismo, sino todo lo
contrario, por el institucionalismo y en menor medida por la teoría del cálculo racional.
En efecto, si el individuo antes de ser creyente le hubiésemos realizado un análisis de su
comportamiento y luego de ser creyente otro, el resultado sería diferente. Este cambio
viene dado por la influencia de la institución social. Por tanto, es el comportamiento
social lo que determina el comportamiento individual. Tal como dice Hume “la mente
es una suma de percepciones”, por lo tanto, la suma de percepciones o entorno social a
las que estemos sometidos determinará nuestro comportamiento y lo diferenciará de otra
mente con otras percepciones y otro entorno social. En cuanto formamos parte de una
sociedad perdemos automáticamente cualquier control sobre la conducta primaria o
propiamente individual.
He entrevistado a algún creyente no practicante de la religión católica acerca de varias
cuestiones:
E Entrevistador
CContestador
E: ¿Porqué es creyente?
C: Porque creo que tiene que haber algo más
E: ¿Porqué tiene que haberlo?
C: Porque no es posible que solo haya lo que tenemos, tiene que haber alguna cosa más
E: ¿Porqué no es practicante?
C: Porque no creo en todo lo que dice la religión, aunque hay cosas de las que hablan
que esconden la verdad
E: Entonces ¿Qué es lo que espera de la religión?
C: Que nos ofrezca la verdad y se deje de cuentos y metáforas
E: ¿Y si la verdad es que precisamente la religión es un cuento?
C: Eso no me lo creeré, porque nuestra moral y ética son verdaderos y no son un cuento
o un invento, por lo tanto tiene que haber algo más
E: ¿Qué tipo de verdad quiere, la que quiere escuchar o la que realmente es?
C: Lo que realmente es, pero no puede ser muy diferente de lo que dice la religión
católica
Tras las preguntas introductorias le lancé algunas preguntas clave relativas a su
comportamiento:
E: ¿Si le dijese que la religión “auténtica” le ofrece a los creyentes ayudas económicas a
comparación con su actual religión, cambiaría de religión?
C: En absoluto, el valor de la ética y moral promovida por mi religión está por encima
del valor material
E: ¿Si le dijese que la religión católica le impone 100 euros cada mes por ser creyente, y
en cambio la religión “auténtica” no le cobra nada, se cambiaría de religión?
C: Hombre, yo no pido que me den , pero tampoco que me quiten, si no tengo más
opción que elegir una religión, posiblemente elegiría la que no me cobra
E: ¿Cree usted que la religión es un caldo de cultivo de la esperanza como fin último?
C: Creo que la religión católica nos ayuda a ver que debe existir algo mejor en el más
allá.
E: ¿Si no existiera esa esperanza de algo más, o algo mejor, seguiría creyendo?
C: Pues no, pero me quedaría con la parte de la religión que promueve la ética y moral
católica
E: ¿Si le dijesen que mañana todos los creyentes católicos que quieran ir al cielo
después de muertos tienen que votar, y quien no lo haga nunca más tendrá la opción de
hacerlo, iría a votar?
C: Indudablemente, sin pensarlo iría.
Contundente y explícito. La promesa o esperanza de algo mejor es un fuerte aliciente
para la participación y votación, y más cuando aparece bajo la forma de ultimátum,
fruto del temor a perder la posibilidad de realizar el sueño y por lo que ha depositado
sus esperanzas.
No es de extrañar que una fuente de desprestigio hacia un opositor en una elección, sea
del tipo que sea, es mostrar que si se le vota se perderá toda esperanza y nos dirigiremos
hacia el caos. Además, esta conducta influida por el credo, independientemente de su
intensidad, difiere y en mucho de lo que nos indican los defensores de la teoría del
cálculo racional, en tanto que nada tiene que ver con los fines predefinidos por nuestra
naturaleza, es más, se generan unos fines y una naturaleza adecuados a cada institución.
La teoría del cálculo racional nos dice que, sólo cuando las prioridades más importantes
están cubiertas, es cuando, en prácticamente último término puede aparecer el altruismo.
Pues bien, voy a poner un escenario como ejemplo de análisis:
En una comunidad de suricatas (gato de roca), mamíferos que viven en el desierto, la
comida es tan escasa que tienen que hacer batidas matutinas en grupo para recoger todo
el alimento posible (escorpiones, bichos en general) y así proveer a las crías que están
escondidas en las madrigueras. Pero uno o dos adultos tienen como misión quedarse a
proteger las madrigueras de intrusos. Esto es un ejemplo de altruismo, no por el hecho
de que los guardianes obtengan un beneficio mayor o por supervivencia individual, sino
por el hecho de que el mismo altruismo es la base de la supervivencia de la comunidad.
Así pues, la institucionalidad de la manada es la que está determinando la conducta de
los guardianes, y no su propio interés individual sino el de su especie. En los seres
humanos se produce una conducta similar, en cuanto a que muchos creyentes se unen
para ofrecer ayudas a pequeñas comunidades con algunas necesidades básicas
insatisfechas, por la creencia de que salvando al prójimo se están salvando ellos
mismos. No es una conducta colectiva como medio a un fin individual, sino que es el
mismo fin colectivo el que se confunde con la conducta colectiva. Existe una
interdependencia de relación que hace que estas conductas sean un medio y un fin en si
mismos, un sine-qua-non de la institución.
La religión, como institución, es muy poderosa y extensa en cuanto a la interferencia en
nuestro comportamiento. La religión viene prácticamente implícita dentro de nuestra
misma cultura. Así pues, es una institución que propone unas normas de conducta
generales y que se adquieren a lo largo de nuestra vida, desde el preciso instante en el
que respiramos. Es cierto que algunas conductas serán más intensas que otras, incluso
más radicales como en ciertas sectas, pero al final todas acaban pretendiendo lo mismo:
interiorizar pautas de comportamiento.
Parsons afirma que seguimos comportándonos en base a la racionalidad conductivista,
pero que el sistema de símbolos culturales compartidos limita nuestros beneficios y
condicionan nuestro comportamiento. Esta visión utilitarista de la conducta humana
cojea por un problema conceptual. De hecho, el sistema de símbolos culturales
compartidos del que nos habla, no es más que la interconexión e interdependencia de
símbolos provenientes de cada una de las instituciones y sus pautas de comportamiento.
Por tanto, si bien es cierto que limitan nuestro comportamiento, no están diferenciados
del comportamiento racional conductivista porque precisamente ese comportamiento
viene predefinido por el conjunto de instituciones y sus respectivas normas de conducta.
Así pues, un creyente puede tener unos símbolos culturales compartidos con un nocreyente en el mismo momento en el que la religión se interioriza en la cultura y en el
mismo momento en el que se ven influidos por todas y cada una de las instituciones
existentes con una misma intensidad. En otras palabras, para entender el
comportamiento humano, no tenemos que observar y analizar la conducta del creyente o
del no-creyente en relación con la religión, sino a la inversa, analizar y observar cual es
el comportamiento de las instituciones religiosas para poder entender su consecuencia
en la conducta individual.
En síntesis, se podría explicar como se produce un efecto causa / consecuencia en el
siguiente sentido:
Normas de conducta promovidas por la Institución 
Normas de conducta interiorizadas por el individuo 
Causa
Consecuencia
Si bien defiendo a capa y espada la teoría institucional como forma de análisis del
comportamiento y conductas individuales, cabe matizar el hecho de que esta teoría
cojea y por tanto hay que completarla de forma que se mantenga estable sobre el suelo.
La teoría del cálculo racional tiene su cabida dentro de este análisis como mero
complemento. Es importante hacer referencia a la intensidad y fuerza de las
instituciones, así como de su pluralidad sectorial.
Imaginemos por un instante un individuo, libre de toda norma o conducta relativamente
impuesta por alguna institución sin pluralidad en ella misma, es decir, libre de normas y
conductas rígidas. Este individuo basará su conducta en relación a su supervivencia, y
decidirá cual es el fin de esas conductas semi-impuestas de forma que sopese el coste
moral y el beneficio que se deriva de cada una de ellas. Así podríamos explicar como
existe individuos que tienen una conducta individualista, en pro del propio beneficio y
la evaluación de los costes. Este tipo de conducta individual entra dentro de lo que
llamamos la teoría del cálculo racional, y viene directamente relacionada con el nivel de
interiorización de conductas provenientes de instituciones, su intensidad y de su
pluralidad. Así pues, el individuo con una conducta racional sería aquél que se enfrenta,
como si fuera la primera vez, a una sociedad institucionalizada, y el individuo con una
conducta irracional o institucionalizada seria aquél que convive con la sociedad
institucionalizada.
En cuanto a la teoría de sistemas de Easton cabe destacar la enorme utilidad que tiene en
sentido teórico y práctico para el institucionalismo. Como entorno tendríamos todas las
instituciones y sus sensibilidades y reivindicaciones, se aplicaría un filtro de todas ellas
para escoger aquellas que pueden ser utilizadas como retroalimentadoras de las mismas
instituciones de las que proceden. La caja negra trata de modificar, si es necesario,
algunas demandas para contextualizarlas en tiempo y espacio, de manera que se
establezca un protocolo flexible y adaptable.
Algunas conclusiones de todas estas hipótesis y análisis vendrían resumidas como:
1. Las conductas individuales son fruto de una política de cultura institucional
2. Cuanta más intensidad y singularidad institucional mayor es la retroalimentación
de la conducta individual conforme a la conducta institucional
3. Es imposible escapar a las conductas impuestas por las instituciones, forman
parte de nuestra cultura social y por tanto de nuestras conductas
4. El cambio de las conductas individuales es posible cuando existe pluralidad
sectorial en la institución y hay posibilidad de contradecir sus comportamientos
5. El miedo, el dolor son la semilla del sometimiento a la conducta institucional
conformista y a la negación de conductas individuales alternativas
6. La política es una institución, que se basa en la creencia, la fe y la esperanza de
un mundo mejor, que no verdadero
Quisiera acabar con un silogismo que lo explica de una forma sencilla:
Desde nuestra más tierna infancia, en España, en la época en que los cuentos y la
televisión infantiles eran una fuente importantísima de información, más concretamente
desde los años de la transición hasta nuestros días, hemos aprendido que si haces caso a
tus mayores y realizas el esfuerzo de construir una casa bien cimentada te protegerá del
lobo feroz, hemos aprendido que si haces caso a tus mayores y no te paras a hablar con
desconocidos el lobo feroz no nos comerá ni a nosotros ni a nuestra abuelita, y hemos
aprendido que para salvar Fantasía debemos dar un nombre a la Emperatriz Infantil y
matar a un lobo feroz de ojos verdes.
Conclusión: al lobo hay que exterminarlo.
Y es así, hay que eliminarlo, porque el día en que un lobo pique a nuestra puerta, pida
permiso para entrar, nos explique su situación y nos pida la nuestra, y solicite una
negociación para llegar a puntos comunes de acuerdo, ese día le podremos decir al Sr.
Herrnstein, que, efectivamente, somos todos lobos y deberíamos ser exterminados
nosotros también.
No se trata pues de segar todas las vidas lupinas por un placer personal o bien por una
necesidad básica, ni tan siquiera para aumentar nuestro poder adquisitivo o nuestro
prestigio, pero por una cuestión de seguridad. Es nuestro enemigo, es el demonio, y por
ello apoyaremos a las asociaciones de cazadores para dar luz verde a la caza de este
animal que se come el ganado del ganadero, además de otros seres humanos.
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