Subido por Gaspar Alemany

Síndromes mielodisplásicos

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SÍNDROMES MIELOPROLIFERATIVOS CRÓNICOS.
1. Definición y clasificación de leucemias.
Las leucemias son procesos patológicos en los que las células normales de la médula
ósea, productoras de los distintos elementos celulares de la sangre, pierden su
característica forma y función y se vuelven neoplásicas y no funcionales. A su vez estas
células se desparraman a la circulación en donde pueden observarse en lugar de las
células normales maduras. Los órganos principalmente afectados son el hígado, el bazo y
principalmente la misma médula ósea. Una manifestación usual es la anemia, o falta de
aporte de oxígeno a tejidos, y también leucosis, o elevación del número de glóbulos
blancos de la sangre, aunque a veces hay leucopenia (reducción del número de leucocitos
circulantes y/o en médula ósea).
A partir de un célula madre pluripotencial, se van a diferenciar en primer lugar la línea
que va a dar lugar a la producción de linfocitos y la que va a dar lugar a la formación de
granulocitos y monocitos, plaquetas y hematíes. Tras distintas etapas de división y
maduración se obtienen los elementos maduros de la sangre, que corresponden a
linfocitos B y T, monocitos, granulocitos, plaquetas y hematíes. Puede haber alguna
célula residual inmadura en el frotis sanguíneo que se ha encontrado por casualidad, o
existe algún tipo de infección o reacción de fase aguda que requiere un mayor número de
monocitos, linfocitos o granulocitos, es decir, mayor número de células sanguíneas
maduras en la sangre junto a precursores inmaduros, siendo estos procesos patológicos
usualmente limitados al tiempo en el que se produce la agresión al organismo.
Tradicionalmente las leucemias se clasifican según la línea de células afectadas y según
el grado de madurez de las células presentes en sangre. Según el tipo celular, pueden ser
linfocíticas o mielocíticas. Las leucemias agudas suponen la desaparición de las células
maduras y su sustitución por células inmaduras que ya no sufrirán posterior evolución o
diferenciación funcional. Suponen un riesgo grave para la salud y en general la
supervivencia del paciente es relativamente corta, incluso de meses, dando lugar a
anemia, infecciones y hemorragias. Las leucemias crónicas, en cambio, pueden presentar
mayor o menor número de células maduras, si bien el número de formas inmaduras es
considerablemente elevado. Por esta razón, no suponen un riesgo de muerte inminente.
La evolución y diferenciación de células sanguíneas aparece en el siguiente gráfico. Junto
a cada célula aparece el tipo de leucemia a que da lugar según el estadio de desarrollo en
el que se para la diferenciación celular o al estadio de desarrollo más afectado por el
proceso patológico, y que corresponde frecuentemente al mayor número de células que
aparece en la médula ósea y en la sangre o al estadio cuya transformación activará el
desarrollo y transformación celular posterior (síndromes mieloproliferativos). Estas
patologías aparecen en letras de color rojo (1).
Redistribución de IgG
Ig de superficie
IgG citoplasmática
Célula B
temprana
TdT +
Células pre B
Leucemia linfoblástica
aguda de célula nula
(ALL)
Célula madre
linfoide
(Deoxinucleotidasa
terminal, TdT) ??
Células B
maduras
Leucemia linfoblástica
aguda de célula pre B
Redistribución del
receptor de células T
(TCR)
Secreción de Ig
Célula B
activada
Célula
plasmática
Leucemia linfocítica
crónica de células B y
Linfoma linfocítico bien
diferenciado (WDLL)
Mieloma
múltiple
Linfoma no Hodkin
de células B
T3 +
T8 + células citotóxicas
T3 +
Timocito temprano
TdT +
Célula madre
hematopoyética
pluripotente
Timocito inmaduro T11+
TdT +
T4 + células auxiliares
Leucemia linfoblástica
aguda de célula T y
Linfoma linfobástico
Síndrome mieloproliferativo
crónico, posiblemente
Células T
posttímicas
Monocito/ macrófago
Granulocito/precursor
de macrófagos
Leucemia
mielocítica
aguda
Plaqueta
Célula madre
mieloide
multipotente
Síndromes
mielproliferativos
crónicos
Granulocito
Precursor de
megacariocitos
Hematíe
Precursor
eritroide
2. Síndromes mieloproliferativos crónicos.
Los procesos en los que se produce una maduración descontrolada de células procedentes
de una célula madre hematopoyética pluripotente o principalmente, una célula madre
mieloide multipotente corresponden a los síndromes mieloproliferativos crónicos. Según
el tipo o de células afectadas, siempre de la línea mieloide, pueden existir cuatro
condiciones patológicas principales: leucemia mieloide crónica (LMC), también llamada
leucemia mielocítica crónica o leucemia granulocítica crónica; policitemia vera;
trombocitemia esencial y mielofibrosis con metaplasia mieloide. Todas tienen en común
que existe coexistencia de elementos inmaduros o blastos con elementos maduros, que
según el tipo de elemento predominante se definirá el proceso (granulocitos, LMC;
hematíes, policitemia vera; trombocitemia esencial; plaquetas); que puede haber una
transformación de un proceso patológico a otro o a una producción exagerada de todos
los elementos formes en la médula y en otros tejidos productores de células sanguíneas,
como hígado o bazo (metaplasia mieloide); y que puede haber, de repente, un
agotamiento de la médula ósea y una sustitución por células inmaduras, las “crisis
blásticas” que suponen un agravamiento repentino del proceso patológico.
Fue Dameshek en 1951 quién observó y describió estos procesos patológicos junto con la
interconversión de uno en otro (2). Aunque cada trastorno mieloproliferativo crónico
tiene signos distintivos propios, hay interconversiones y superposiciones entre los
miembros del grupo de síndromes mieloproliferativos crónicos. Un sujeto puede
presentarse inicialmente con policitemia vera, pero con el paso de los años se convierte
en metaplasia mieloide con mielofibrosis.
De los citados síndromes, la LMC es el síndrome leucémico, y los demás son no
leucémicos. Parece ser que existe una proteína con actividad tirosina quinasa que
estimula la producción de las células pluripotente en elementos celulares maduros. En el
caso de LMC es el producto del gen bcr-abl. En la policitemia vera, mielofibrosis y
trombocitemia esencial, es una mutación del gen JAK2, cuya traducción es la proteína
con actividad proteína quinasa.
3. Leucemia mieloide crónica (LMC).
En la LMC, la línea celular predominante es la de precursores granulocíticos. A
diferencia de las leucemias agudas, no hay bloqueo en la maduración de las células madre
leucemias. Hay un aumento de 15 a 20 veces la masa de precursores granulocíticos en
médula ósea y bazo, que no se dividen más rápidamente que las células madre normales.
La base del aumento de masa celular mieloide en la LMC parece provenir de la falta de
regulación o freno de las señales fisiológicas que regulan su proliferación.
El rasgo clínico que define a la LMC es la esplenomegalia. Una propiedad de tinción de
leucocitos es su falta de fosfatasa alcalina leucocitaria o granulocítica. Un marcador
genético de la LMC es el cromosoma Filadelfia (Ph1). La enfermedad es poco frecuente
en la infancia, aparece a partir de los 50 años, ligero predominio en varones y tiene
incidencia de 1 caso por cada 100.000 habitantes.
4. Clínica de la LMC.
El comienzo de la LMC es lento, con síntomas inespecíficos, como debilidad, fatiga fácil
y pérdida de peso. El primer síntoma es una tracción en el abdomen, a la consecuencia de
la intensa esplenomegalia del trastorno. El curso es de progresión lenta, que incluso sin
tratamiento hay supervivencia de 2 a 3 años. Después de un período variable,
aproximadamente el 50% de los pacientes entra en una “fase acelerada”, durante la cual
hay un fallo en el tratamiento, anemia, trombocitopenia en aumento, aparición de otras
anormalidades citogenéticas y finalmente transformación en el cuadro que recuerda a la
leucemia aguda (“crisis blástica”). En el 50% restante de casos, las crisis blásticas
aparecen de forma abrupta, sin fase acelerada intermedia. En estos casos, los blastos
tienen un marcador intracitoplasmático que es la enzima Transferasa terminal de
deoxinucleótido (TdT), marcador primario de los linfoblastos, y estos linfoblastos son del
tipo B, según aparece por la redistribución del gen de la inmunoglobulina. La
transformación linfoblástica sugiere que, en estos casos, es la célula madre
hematopoyética pluripotente la que está afectada inicialmente en la aparición de la LMC.
5. Frotis de sangre periférica y médula ósea en la LMC.
En sangre periférica hay aumento del número de leucocitos, más de 100000 por mm3.
Predominan los neutrófilos y metamielocitos, aunque puede haber mieloblastos. Un 50%
de los enfermos presentan trombocitosis. Al comienzo suele haber un aumento del
número de basófilos. Un signo característico es la ausencia de fosfatasa alcalina de los
granulocitos, lo que sirve para distinguirlo de las reacciones leucemoides que también se
acompañan de un notable aumento de granulocitos, en respuesta a inflamación crónica,
infección, estrés y algunas neoplasias (3).
La médula aparece hipercelular en todas las fases. Los precursores de eosinófilos y
basófilos tienden a aumentar y los normoblastos tienden a disminuir. La aspiración de la
médula puede ser difícil (en etapas avanzadas sobre todo) por la densidad del
concentrado celular y por el mayor nivel de reticulina. En algunos casos, se observan
macrófagos llenos de pigmento azul (histiocitos de color azul marino) o macrófagos
similares a la células de Gaucher. La médula ósea no es esencialmente diagnóstica de la
LMC.
Se puede realizar sobre el mismo frotis la detección de la actividad de fosfatasa alcalina
granulocítica por tinciones histoquímicas. La fosfatasa alcalina es una enzima hidrolítica
que actúa hidrolizando ésteres del ácido fosfórico. Actúa a un pH de 9-9.5, y se pone de
manifiesto cuando una sal diazódica se combina con un producto de la hidrólisis (alfanaftol-fosfato), produciendo un precipitado de color pardo.
Esta enzima se encuentra en gránulos secundarios de los neutrófilos. Dependiendo de la
cantidad de precipitado en su citoplasma se clasifican las células en seis grados
diferentes. Se valora nada más en neutrófilos cayados y segmentados, presentes en sangre
periférica. La valoración se establece teniendo en cuenta la aparición de precipitado
pardo-marrón en el citoplasma.
La fosfatasa alcalina de los neutrófilos disminuye mucho o no existe en pacientes con
LMC, lo que ayuda a su distinción de la policitemia vera (en la que aumenta mucho), es
normal, elevado o bajo en la mielofibrosis con metaplasia mieloide y normal o elevado en
las reacciones leucemoides. Cuando hay remisión de la LMC puede normalizarse el valor
de la fosfatasa alcalina de los neutrófilos en una tercera parte de casos.
6. Estudios citogenéticos de la LMC.
Por técnicas de bandeo cromosómicos, se observa que el 90 – 95% de los pacientes tienen
el cromosoma 22, acrocéntrico, anormalmente pequeño. Parte de su brazo largo queda
translocado a otro cromosoma, normalmente el cromosoma 9. El pequeño cromosoma 22
anormal fue descrito inicialmente por Nowell y Hungerford en 1960 y se denominó
cromosoma Filadelfia o Philadelphia (Ph1)(4): El cromosoma se halla presente en la
sangre y células de médula ósea en recaída, y puede demostrarse su presencia en la
médula ósea durante la remisión. Se halla en la célula madre mielógena pluripotencial,
pero también puede estar en la célula hematopoyética pluripotencial. El cromosoma 9 se
rompe por la banda 34 y el cromosoma 22, por la banda 11, lo que da lugar a una
traslocación t(9;22) (q34;q11). En la parte quebrada y separada del cromosoma 9 está
contenido el oncogen c-abl que va al brazo largo del cromosoma 22 en la banda 11. Se
forma así un gen c-bcr/abl. Se une así el extremo 5’ del gen bcr con el extremo 3’ del gen
abl. Inicialmente el gen c-abl codifica un RNA mensajero que da lugar a proteína de baja
actividad tirosina quinasa. La asociación con bcr potencia la actividad tirosina quinasa,
que por mecanismos todavía no completamente resueltos (si bien al respecto ha habido
grandes avances) da lugar a la potenciación de la capacidad de desarrollo de la célula
mielógena pluripotencial en células maduras (6).
gen Bcr
gen Bcr
gen Abl
gen Abl
Cromosoma 22
Cromosoma Philadelphia Ph1
Cromosoma 9
Bcr: Breakingpoint cluster region
Abl: gen Abelsson (adquirido por el cromosoma a partir del virus Abelson)
Los pacientes sin Ph1 tienen las mismas características que los que lo manifiestan, como
son esplenomegalia, edad de aparición, cuadro sanguíneo en sangre periférica y médula,
y fosfatasa alcalina granulocitaria disminuida. En promedio, los pacientes con Ph1
negativo tienen recuentos de leucocitos menores, peor pronóstico y responden peor al
traamiento, con menor supervivencia. En estos pacientes, puede haber un trastorno
mieloproliferativo atípico, y a veces una leucemia mielomonocítica crónica (síndrome
mielodisplásico).
Estas variaciones en la manifestación de la enfermedad también pueden estar
relacionadas con el punto de corte del gen brc. La sonda PCR seleccionada para
diagnóstico también podrá o deberá ser diferente según el punto de corte. Principalmente,
las escisiones en el cromosoma 22 se dan entre los exones 12 y 16, región denominada
Major breakpoint cluster region (M-brc). Las proteínas que son la traducción de la fusión
brc-abl tienen un peso molecular de 210 kd. Las proteínas codificadas por otros genes de
fusión son menos comunes: las producidas por escisiones en el gen Brc entre los exones 1
y 2 se denomina minor breakpoint cluster region (m-brc), con peso molecular de 190 kd y
las producidas por escisión entre los exones 19 y 20 dan lugar a proteínas de micro
breakpoint cluster region (μ-Brc). La escisión en el gen Abl, cromosoma 9, tiene lugar en
el exón 2. En cualquiera de las tres roturas y posterior translocación, en cultivos celulares
in vitro, la expresión del gen fusionado Bcr-Abl sobre célula mieloide da lugar a su
transformación en célula neoplásica, con crecimiento descontrolado. Los estudios in vivo
confirman este hallazgo in Vitro (6).
Puntos de corte en cromosomas
Exones
m-Bcr
1-2
M-Bcr
12- 16
µ-Bcr
19 - 20
Exon2
Cromosoma 22
Cromosoma 9
Entre las técnicas de reacción en cadena de la polimerasa tiene especial importancia la
RT – PCR (Retro transcriptasa y Reacción en Cadena de la Polimerasa) que se basa en
aislar el ARN leucocitario, hacer su retrotranscripción hacia ADN complementario y
posterior amplificación. Se usa para la detección del cromosoma Ph1 y tambi+en usarse
para aquellos casos que son cromosoma Ph1 negativos o hay translocación entre
cromosomas 22 y 9, pero los puntos de corte no son los habituales.
7. Otros hallazgos de laboratorio.
En frotis de sangre periférica puede haber aumento del número de basófilos. En plasma,
hay aumento de proteína transportadora de vitamina B12, sobre todo transcobalamina I, y
aumento de lisozima o muramidasa, se cree que por la gran cantidad de granulocitos
producidos y almacenados en médula ósea. Por el metabolismo acelerado, puede
encontrarse ácido úrico elevado en sangre, hiperpotasemia y LDH elevado
(principalmente isoenzimas 3, 4).
8. Tratamiento de la fase crónica.
El tratamiento habitual es por busulfán, hidroxiurea e interferón alfa. El paso a fase
blástica se trata, en personas de menos de 55 años, por transplante de médula alogénico.
Hay tratamiento complementario con alopurinol, alcalinización de la orina e hidratación
para forzar la eliminación renal de ácido úrico.
La hidroxiurea es inhibidor de la ribonucleótido reductasa, y reduce la expresión de todas
las líneas celulares (megacariocitos, granulocitos, monocitos, linfocitos, eritrocitos), a la
vez que favorece la expresión de los genes de hemoglobina F. No detiene la progresión a
crisis blástica. Las dosis iniciales son de 30-50 mg/kg/día. Puede provocar macrocitosis y
naúseas y estomatitis. Más del 80% de pacientes tienen remisión completa, pero no
disminuye el porcentaje de Ph1.
El busulfán está contraindicado en candidatos a recibir transplante de médula ósea. Se
debe restringir a la fase acelerada, previa a la crisis blástica.
El interferón alfa es la citoquina con mayor actividad antineoplásica. Activa la síntesis de
muchas proteínas, como AgHLA, o reprime otras, como el producto del oncogen c-myc.
Puede desestabilizar el complejo bcr-abl, y restaura la adhesión de las células de LMC al
estroma por beta1 integrina y L-selectrina. La dosis es de 5 MU/m2/día por vía
subcutánea, e induce remisión completa en el 70% de los pacientes con LMC de menos
de un año de evolución y un 30-40% logran expresión de menos de un 35% de Ph1. Si
hay remisión citogenética, con desaparición del cromosoma Ph1, la supervivencia a los 10
años es del 72%. Puede provocar cuadro pseudogripal, astenia, alopecia leve,
mielosupresión, tiroiditis, hipertrigliceridemia, Coombs directo positivo y anticuerpos
antinucleares positivos. El IFN-gamma pegilado tiene mayor vida media y puede darse
solo una vez por semana. El tratamiento puede ser de por vida.
9. Tratamiento de la fase acelerada y crisis blástica.
La fase acelerada tiene una serie de características, que según el IBMTR (“Center for
International Blood and Marrow Transplant Research”, Centro para la Investigación
Internacional del Transplante de Médula Ósea y Sangre) son las siguientes: Leucosis
resistente a quimioterapia convencional, astenia o trombocitopenia refractaria a
quimioterapia, esplenomegalia progresiva, más de 10% de blastos en sangre periférica o
médula ósea, más del 20% de blastos más promielocitos en sangre periférica o médula
ósea, más de 20% de blastos más eosinófilos en sangre periférico o médula ósea,
trombocitosis persistente, clones adicionales y mielofibrosis progresiva (3).
Un 70% de las crisis blásticas son mieloblásticas y un 20% son linfoblásticas. En este
caso remedan la leucemia aguda linfoblástica, con CD10, TdT+, y además, heredado de
LMC, con cromosoma Ph1 y reordenamiento bcr, con ARN b3a2 o b2a2 y proteína p210.
Tanto el tratamiento de la fase acelerada y la crisis blásticas con fármacos por
quimioterapia son decepcionantes. La supervivencia en fase acelerada es de 8-18 meses y
en el caso de crisis blástica es de semanas. El tratamiento es el transplante de médula
ósea, con supervivencia a los 5 años del 20%.
En el caso de que el paciente esté en fase de transformación, hay que realizar tipaje de
HLA lo antes posible y llevar a cabo el transplante de médula ósea en seguida se pueda.
El paciente debe tener menos de 55 años, aunque no es límite rígido. En este caso se hace
el tipaje de HLA clase I y II del enfermo y hermanos, si tiene. Si tiene menos de 35 años,
se busca donante no emparentado. El efecto terapéutico del transplante proviene del
acondicionamiento previo (ciclofosfamida 60 mg/kg/día durante 2 días e irradiación; o
busulfán 4 mg/kg/día durante 4 días más ciclofosfamida 50mg/kd/día durante 2 días) y
del posterior efecto de injerto contra huésped. En transplante entre hermanos, hay
porcentaje de curación del 50-70% en pacientes con LMC en fase crónica y 10% de
recaída a los 5 años. En el caso de donantes no emparentados, la probabilidad de
supervivencia sin recaída hematológica es del 41% a los 3 años. Puede hacerse
transplante autólogo con células madre propias Ph1 negativas tras quimioterapia intensa y
tratamiento con factor estimulante de colonias de granulocitos.
10. Policitemia vera.
La policitemia vera supone una expansión incontrolada de hematíes en sangre periférica.
También aumentan los leucocitos y plaquetas, dando lugar a posibles infartos de órganos
por oclusión de vasos sanguíneos y desórdenes de coagulación. Un dato de laboratorio
significativo es la velocidad de sedimentación globular anormalmente baja. La
eritropoyetina está normal o disminuida, lo que distingue a esta patología de la
policitemia relativa, por estimulación de producción de glóbulos rojos debida a secreción
de eritropoyetina, por ejemplo a elevadas alturas. A diferencia de la LMC, la fosfatasa
alcalina granulocítica está aumentada. La enfermedad se produce a partir de los 60 años y
es raro que tenga lugar a menos de 20 años, con predominio ligero para el género
masculino (7).
Los criterios de diagnóstico de la policitemia vera tradicionales son (8):
a. Categoría A
1. Masa eritrocitaria aumentada (con hematíes marcados con 51Cr),
en hombres más de 36 ml/kg y en mujeres más de 32 mg/kg
2. Saturación arterial de oxígeno normal 92%
3. Esplenomegalia
b. Categoría B
1. Trombocitosis superior a 400.000/mm3
2. Leucocitosis superior a 12.000/mm3
3. Fosfatasa alcalina granulocítica elevada >200 en ausencia de
fiebre o infección
4. Aumento de viamina B12 superior a 900 pg/ml o de la capacidad
de fijación libre de vitamina B12, superior a 2200 pg/ml
Para el diagnóstico de policitemia vera deben cumplirse los 3 criterios de categoría A o
los dos primeros criterios categoria A y los cuatro criterios de categoría B.
Los criterios modificados de diagnóstico de la policitemia vera son:
a. Criterios mayores.
i. Aumento de masa eritrocitaria, más del 25% sobre el valor
esperado.
ii. Ausencia de causa de policitemia secundaria.
iii. Esplenomegalia palpable.
iv. Marcador de clonalidad (por ejemplo, cariotipo medular anómalo).
b. Criterios menores
i. Trombocitosis más de 400.000/ml
ii. Neutrofilia, más de 10000/mm3
iii. Esplenomegalia demostrada por técnicas radiológicas.
iv. Crecimiento marcado de célula pluripotencial eritroide o reducción
de la eritropoyetina sérica.
Para el diagnóstico de la policitemia vera deben cumplirse los 2 primeros criterios
mayores, y el tercero o el cuarto criterio mayor; o bien, los dos primeros criterios
mayores y dos de los criterios menores.
A su vez estos criterios han sido modificados por el descubrimiento de la mutación
JAK2V617F o mutación JAK2 en el exon 12. La mutación JAK2V617F es positiva en el
96% de los pacientes con Policitemia Vera y la mutación JAK2 exón 12 en prácticamente
el 4% de casos y constituye el criterio principal III de los nuevos criterios establecidos
por la OMS en 2016(8).
El diagnóstico suele establecerse en el laboratorio. El número de glóbulos rojos varía
entre 6000000 y 10000000 por mm3, con los aumentos correspondientes de hemoglobina
y valor hematocrito. El hematocrito es superior a 49% en hombres y 48% en mujeres, y la
hemoglobina, superior a 16.5 g/dl en hombre y 16 g/dl en mujeres (criterio I de la OMS).
En sangre periférica hay normocitos aunque puede haber hipocromía y microcitosis,
sobre todo tras las distintas flebotomías. Los hematíes presentan anisocitosis,
policromasia y punteado basófilo. La eritropoyetina está disminuida (criterio I secundario
de la OMS).
Hay hiperproliferación de precursores granulocíticos y megacariocitos en la médula ósea
(criterio principal II de la OMS). Si los 3 criterios principales definidos por la OMS se
cumplen (hematíes sangre periférica, médula ósea, marcador JAK2), la enfermedad es
Policitemia Vera. No obstante, no es preciso realizar mielograma en caso de
cumplimiento de criterios principales I y III, y criterio I secundario (eritropoyetina
reducida). La médula ósea es normal, con predominio de la serie eritroide, e inversión de
la relación mieloide/eritroide. El número de megacariocitos está elevado con forma
madura. En la evolución de la policitemia vera se puede producir fibrosis colágena de la
médula.
En sangre periférica, el número de leucocitos puede ser hasta 80000 por mm3 y el de
plaquetas muchas veces es mayor de 400000 por mm3. Es clásico que los valores de
fosfatasa alcalina en los granulocitos sean superiores a los normales. Las plaquetas
pueden presentar alteraciones en la morfología y función. Suele haber falta de agregación
inducida por la epinefrina, y también con ADP y colágeno.
La saturación arterial de oxígeno es normal. Los datos bioquímicos indican bajo hierro y
ferritina, eritropoyetina disminuida o normal, vitamina B12 y capacidad de fijación libre
aumentadas, hiperuricemia y LDH elevados por recambio celular elevado e
hiperhistaminemia.
Hasta el 2005 que se descubrió la mutación JAK2V617F, no se había descrito ningún
marcador específico asociado con la policitemia vera. Se habían y se siguen encontrando
trisomías 1, 8 y 9 y delecciones 5q, 13q y 20q. Se ha observado sensibilidad
incrementada a la eritropoyetina y a interleukina 3, ambos precursores de hematíes. En
definitiva, la mutación JAK2V617F y la eritropoyetina baja confirman el diagnóstico de
Policitemia Vera (9).
El conjunto de datos que puede dar falsos positivos surge de la combinación de
tabaquismo muy intenso con consumo de gran cantidad de alcohol; lo primero lleva a
policitemia secundaria y lo segundo, a enfermedad hepática con esplenomegalia, B12
elevada y en algún casos elevación de la fosfatasa alcalina granulocítica. La
determinación de unidades formadoras de colonias, eritropoyetina baja y mutación JAK2
informan de policitemia vera .
La enfermedad en su evolución pasa por diferentes etapas:
1. Fase asintomática. Solo se detecta una eritrocitosis aislada, o trombocitosis o
esplenomegalia.
2. Fase policitémica. Los pacientes desarrollan los síntomas propios de la
enfermedad. Estos síntomas son:
a. Trombosis y hemorragia, con accidentes cerbrovasculares, infarto de
miocardio, trombosis venosa profunda o tromboembolismo pulmonar.
Otra complicación frecuente es la ertiromelalgia, que consiste en dolor en
los dedos semejante a una quemadura, con calor y eritema local, siendo
más frecuente en pies y piernas. Responde espectacularmente al ácido
acetil salicílico.
También se produce sangrado de encías y epistaxis.
b. Prurito, que se manifiesta tras el baño y es resistente al tratamiento,
probablemente por aumento de mastocitos en piel y elevación de
histamina.
c. Síntomas gastrointestinales, con dolor abdominal inespecífico en relación
con la esplenomegalia. También sangrado gástrico o duodenal.
d. Síntomas cardíacos, como infarto agudo de miocardio o insuficiencia
cardíaca congestiva.
e. Síntomas neurológicos, como dolor de cabeza, tinnitus y en algún caso,
corea.
f. Hiperuricemia, por recambio celular acelerado, con litiasis urinaria,
artropatía y gota.
3. Fase inactiva al cabo de varios años, por propia tolerancia de síntomas.
4. Fase de agotamiento o metaplasia mieloide postpolicitémica. La metaplasia
mieloide postpolicitémica tiene lugar a los 10 años, en aproximadamente el 10%
de casos. Se produce aumento de esplenomegalia, cuadro leucoeritroblástico y
poiquilocitos en sangre periférica, fibrosis medular difusa y normalización o
disminución de la médula ósea.
En esta fase final, o alguna vez tras la fase 1 o 2, puede producirse el paso a una
leucemia aguda, que suele ser mieloide. La supervivencia, una vez realizada la
transformación, es de menos de 3 años.
Alrededor del 30% de los enfermos mueren de alguna complicación trombótica, que
suele afectar cerebro o corazón. Otro 10 a 15% muere de alguna complicación
hemorrágica. En personas sin tratamiento, la muerte resultante de estos episodios
vasculares tiene lugar en el plazo de unos meses después de establecido el diagnóstico.
Sin embargo, si mediante flebotomías la masa de glóbulos rojos puede conservarse en
valores cercanos a los normales, cabe lograr una supervivencia media de 10 años.
El tratamiento se realiza por la flebotomía para reducir la masa eritrocitaria, fármacos que
suprimen la suprimen la médula ósea, y tratamiento antitrombótico, que puede
restringirse al ácido acetilsalicílico para la eritromelalgia. La finalidad es reducir
complicaciones trombóticas y retrasar la aparición de la mielofibrosis.
Los fármacos supresores de la médula ósea son el 32P, la hidroxiurea, el alfa interferon
(estos dos de forma similar a la LMC), pipobromán y anagrelide. El tratamiento con 32P
es el habitual desde hace 80 años, con marcado efecto mielosupresor, que reduce el riesgo
trombótico, pero es responsable de aumento de otro tipo de neoplasias. La hidroxiurea es
el mielosupresión actual de elección, que puede ser sustituido por el pipobromán. El alfa
interferon favorece la producción de fibroblastos lo que previene la mielofibrosis, y la
anagrelida, imidazoquinazolina, es mielosupresores exclusivamente de megacariocitos,
pero su administración no puede ser interrumpida por efecto rebote; además, la
anagrelida es agente prometedor en pacientes jóvenes con enfermedad cardíaca.
Las recomendaciones terapéuticas son: para menores de 50 años, exclusivamente
flebotomía de forma que el hematocrito esté por debajo de 46; para mayores de 70 años,
32
P; y entre 50 y 70 años, tratamiento individualizado. Con ello se ha conseguido
supervivencia de 10 años o incluso superior.
11. Trombocitemia esencial.
La trombocitemia esencial es el proceso patológico en el que hay una producción
incontrolada de plaquetas, en médula ósea, que se hace patente en sangre periférica. Da
lugar a la aparición de fenómenos de sangrado y también trombóticos. Así las plaquetas
tienen forma y función alterada, están multilobuladas y no se agregan de forma adecuada
por epinefrina, ADP o colágeno. Tiene dos picos de incidencia, uno entre los 20-30 años,
que afecta sobre todo a mujeres, y más de 60 años, que afecta por igual a ambos sexos
(10).
Los criterios de diagnóstico, según el grupo Trombocitemia Vera Study Group, son:
a. Criterios obligatorios.
i. Plaquetas más de 400000/mm3 sin causa conocida (ausencia de
fiebre o infección, VSG y PCR normales).
ii. Histología medular, plaquetas aumentadas en número y tamaño
con núcleo hiperlobulado y formando cúmulos.
b. Criterios de conformación.
i. Fosfatasa alcalina leucocitaria elevada en ausencia de infección.
ii. Médula ósea normo o hipercelular con eritropoyesis y
mielopoyesis normales. Fibrosis reticulínica mínima o ausente.
iii. Esplenomegalia ligera (clínica o radiológica)
iv. Formación espontánea de colonias eritroides y/o megacariocíticas
en cultivos celulares,
c. Criterios de exclusión
i. Exclusión de otros síndromes mieloproliferativos crónicos.
1. Ausencia del cromosoma Ph1 o reordenamiento bcr/abl
2. Ausencia de fibrosis colágena o reticulínica intensa.
ii. Exclusión de síndromes mielodisplásicos (megacariocitos
hipolobulados) y anomalías citogenéticas, como delección 5q
Los datos de laboratorio reflejas más de 400000 plaquetas/mm3 en sangre periférica sin
que exista causa reactiva o secundaria (no hay hemorragia aguda, neoplasia, inflamación
aguda o crónica, esplenectomía, ejercicio, ferropenia, fármacos como vincristina o
adrenalina o el síndrome POEMS, constituido por polineuropatía, organomegalias,
endocrinopatías, mieloma osteosclerótico y pigmentación cutánea).
Puede no haber síntomas, y si los hay (2/3 de casos), son por hemorragias, como
sangrado de encías, o episodios trombóticos, como trombosis venosa profunda o
tromboembolismo pulmonar, dolores abdominales, priapismo, acúfenos y cefaleas. Las
hemorragias más graves tienen lugar en pacientes con cifras de plaquetas muy elevadas.
Este hecho puede ser debido a la disminución de los multímeros de alto peso molecular
del factor von Willebrand y a la fragilidad de los coágulos si tienen un excesivo número
de plaquetas. La exploración física es normal en muchos casos, si bien un tercio de ellos
presentan esplenomegalia y una tercera parte hepatomegalia.
Puesto que la expectativa de vida es normal para los pacientes con trombocitemia
esencial, no se realiza tratamiento o se individualiza éste a fin de reducir los efectos
trombóticos o hemorrágicos. Para evitar la expansión clonal de megacariocitos son útiles
los mismos medicamentos que para la policitemia, y en particular, la hidroxiurea y el alfa
interferon. La anagrelida evita la proliferación de plaquetas.
12. Mielofibrosis con metaplasia mieloide.
La mielofibrosis con metaplasia mieloide es el proceso patológico en el que las células de
la médula ósea son sustituidas progresivamente por tejido fibroso y se desplaza la
hematopoyesis a hígado y bazo. Puede ser de aparición repentina, metaplasia mieloide
agnogénica (idiopática), lo que es raro, o por fase terminal de la policitemia vera. Por
tanto, el diagnóstico se realiza tras la observación de la médula ósea. La esplenomegalia
es común (10).
La fibrosis medular es un proceso reactivo debido a la liberación desde los gránulos alfa
de los megacariocitos clonales de distintos factores de crecimiento, como son el factor de
transformación de crecimiento beta, el factor de crecimiento epidérmico, calmodulina y
factor de crecimiento de plaquetas, que inducen la producción de colágeno tipo I, III y IV
por parte de fibroblastos medulares adyacentes. El estudio citogenético puede mostrar
distintas alteraciones aunque no son patognomónicas, como delección del cromosoma
13q, 20p y trisomía del cromosoma 1q.
En sangre periférica, la mielofibrosis se presenta como anemia, diagnosticada como
normocítica normocrómica, si bien los hematíes tienen formas variadas con presencia de
poiquilocitos y dacriocitos. Puede producirse hemoglobinuria paroxística noctura. Hay
cuadro leucoeritroblástico (presencia de células inmaduras mieloides y eritroides),
plaquetas grandes y fragmentos de megacariocitos. Tiempo de hemorragia alargado y
agregación reducida con adrenalina.
Como en la mayoría de síndromes mieloproliferativos crónicos, hay marcadores de
aumento de recambio celular, como aumentos de LDH, ácido úrico, potasio y vitamina
B12; y aumentos de fosfatasa alcalina, transaminasas y bilirrubina por afectación hepática.
Puede haber defectos de inmunocomplejos, hemólisis autoinmune, y defectos de
hemostasia. La presencia de anemia con hemoglobina inferior a 10 g/dl, más de 1% de
blastos en sangre periférica, anomalías citogenéticas y edad avanzada son signos de mal
pronóstico.
En médula ósea se han descrito tres patrones:
a) Forma hiperplásica (fase inicial) con intensa hiperplasia de las tres series,
abundantes megacariocitos y grado variable de displays con fibrosis reticulínica.
b) Forma colágena (forma intermedia), caracterizada por fibrosis reticulínica y
colágena.
c) Forma osteosclerótica (fase final), con neoformación ósea y práctica ausencia de
celularidad.
El diagnóstico diferencial es complejo, ya que debe ser distinguido de otros procesos en
los que queda afectada la médula ósea, como neoplasias hematológicas (leucemias
agudas, mieloma múltiple, linfomas), neoplasias no hematológicas (cáncer mama,
estómago, próstata y pulmón), infecciones (tuberculosis e histoplasmosis) y otros como
osteodistrofia renal, lupus o enfermedad de Paget. Con todo, el diagnóstico más difícil es
con LMC, ya que ambos cursan con esplenomegalia y leucocitosis. La médula ósea es la
que, por su fibrosis, indica el diagnóstico de mielofibrosis.
El tratamiento se realiza con los mismos fármacos de los demás síndromes
mieloproliferativos, como hidroxiurea y alfa interferón.; andrógenos para la eritropoyesis
ineficaz (danazol y oximetolona) y eritropoyetina recombinante. Ninguna de las opciones
terapéuticas consigue prolongar la supervivencia y reducir la fibrosis, a excepción del
transplante alogénico de médula ósea de donante histocompatible, con remisión a los 6
meses y supervivencia libre de enfermedad del 40% a los 5 años.
13. Otros síndromes mieloproliferativos crónicos.
Otros síndromes mieloproliferativos crónicos que antiguamente fueron incluidos en la
LMC son la leucemia neutrofílica crónica y la leucemia eosinofílica crónica., cuando el
predominio es de neutrófilos o eosinófilos respectivamente (11)
14. Avances diagnósticos y terapéuticos de los síndromes mieloproliferativos.
En los síndromes mieloproliferativos crónicos, se investiga la causa por la que la médula
ósea se activa en la producción de elementos celulares sanguíneos hasta su fibrosis o
agotamiento. Este hecho es más importante en la LMC ya que se conoce la anormalidad
cromosómica, cromosoma Ph1, asociada a la patología y porque es el más grave de todos
los síndromes mieloproliferativos por su evolución a fase acelerada y crisis blásticas.
También es igualmente grave la mielofibrosis con metaplasia mieloide, que no tiene una
anormalidad cromosómica clara. No obstante, la mayoría de casos de metaplasia mieloide
son consecuencia de algún otro síndrome mieloproliferativo, de forma que si se corrige la
patología inicial también se reduce la incidencia de mielofibrosis.
En la LMC, se conoce la actividad tirosina quinasa del oncogen abl, que queda
potenciado al unirse al oncogen bcr. Se han hecho ensayos para establecer los
mecanismos por los que se activa el desarrollo y multiplicación de células
pluripotenciales. A su vez, se han realizado ensayos con fármacos que pudieran reducir la
transcripción del oncogen bcr-abl o inactivar la proteína codificada una vez formada, de
forma que las células pluripotenciales no quedaran afectadas y se redujera la proliferación
celular de células sanguíneas.
En los últimos años se ha intentado dar respuesta a la forma en que las proteínas
quiméricas Bcr-Abl desencadenan la transformación cancerosa de las células. La
actividad tirosina quinasa de la proteína Abl normal está regulada por la presencia en el
extremo N-terminal de los dominios SH2 y SH3. En particular, el dominio SH3 tiene
efecto regulador negativo que bloquea la actividad tirosina quinasa de Abl, y cuando este
bloqueo no se produce, la actividad tirosina quinasa es anormalmente elevada y
proporciona la transformación neoplásica. En su extremo C terminal la proteína del gen
Abl contiene el dominio DB que facilita la unión a las proteínas nucleares y ADN (6).
PROTEINAQUINASA
NH3+
DB
SH2
SH3
-OOC
Respecto a la proteína codificada por el gen Bcr normal, el extremo N-terminal contiene
diversos dominios: OD (Dominio de Oligomerización), dominio serina – treonina –
quinasa, y varios dominios de adaptación (como Grb2, SHC), de forma que el dominio Cterminal actúa como factor para el intercambio de GTP (Guanosin trifosfato) para la
activación del gen Ras.
-OOC
Factor
Intercambio
GTP
Ser - Tre Quinasa
Factores
Adaptación
NH3+
En la proteína de fusion Bcr-Abl, los dominios N terminales de Bcr inducen la
oligomerización de los dominios Abl- tirosina quinasa y además, y más importante,
interfieren con la función reguladora del dominio SH3 de Abl, provocando un aumento
desmesurado de la actividad tirosina quinasa de Abl. A su vez, se potencia la acción de
otra proteína codificada por el oncogen Ras, cuya expresión proteica aumenta por sí
misma la proliferación y diferenciación celular.
Otro efecto de la proteína expresada por Bcr-Abl es la degradación proteosómica de los
inhibidores de ciclo celular, como Cdk y proteína 27. El ciclo celular se vuelve muy
rápido y la proliferación de células es masiva y descontrolada, liberándose las células
leucémicas en sangre y facilitando su infiltración en otros tejidos.
PROTEINAQUINASA
+
DB
SH2
SH3
-OOC
NH3+
Factor
Intercambio
GTP
Ser - Tre Quinasa
Factores
Adaptación
La comprensión de estos mecanismos ha permitido el desarrollo de fármacos que se unen
a la proteína Bcr-Abl impidiendo que se una a sus receptores. El resultado ha sido el
desarrollo del fármaco Imatinib (Glivec), que se une e inactiva a la proteína Bcr-Abl,
actuando así como Inhibidor de la Tirosina Quinasa (ITK). Puesto que en algunos casos
se desarrollan resistencias (12), se han introducido nuevos compuestos con la misma
acción: Nilotinib (Tasigna)(13), Bosutinib (Bosufil)(14), Dasatinib (Sprycel)(15) y
Ponatinib (Iclusig)(16).
En 2005 fue descubierto el gen JAK2, responsable de actividad tirosina quinasa similar a
la proteína Bcr-Abl, que fue hallada principalmente en Policitemia Vera y también en
Trombocitemia Esencial y Metaplasia Mieloide. Se le denomina también Janus Kinasa 2,
tirosina quinasa Jak2 o JTK10. El gen JAK2 proporciona instrucciones para codificar una
proteína que promueve el crecimiento y la división (proliferación) de las células. Esta
proteína es parte de una vía de señalización llamada vía JAK / STAT, que transmite
señales químicas desde el exterior de la célula al núcleo de la célula. La proteína JAK2 es
especialmente importante para controlar la producción de células sanguíneas a partir de
células madre hematopoyéticas, convirtiéndose en glóbulos rojos, glóbulos blancos y
plaquetas. La ubicación citogenética es 9p24.1, que es el brazo corto (p) del cromosoma 9
en la posición 24.1.
La mutación más común (escrita como Val617Phe o V617F) reemplaza el aminoácido
valina por fenilalanina en la posición 617 de la proteína. Esta mutación es la responsable
de actividad tirosina quinasa aumentada y se encuentra en aproximadamente la mitad de
las personas con trombocitemia esencial, mielofibrosis primaria y un 96% de casos de
policitemia vera (17). Un pequeño número de individuos afectados tiene una mutación
somática en otra parte del gen JAK2 conocido como exón 12.
15. Resumen.
Las leucemias son procesos patológicos en los que las células sanguineas normales son
reemplazadas por células inmaduras, no diferenciadas, que no cumplen su función, o se
produce la proliferación selectiva o indiscriminada de células más allá de las propias
necesidades del organismo. La primera anormalidad observada es la anemia y falta de
distribución de oxígeno a tejidos, procesos hemorrágicos y tendencia a infecciones.
En el caso de los síndromes mieloproliferativos, la causa principal es la proliferación y
desarrollo de células maduras. Esta desregulación en exceso da lugar a una hipertrofia
inicial de órganos relacionados con la síntesis y destrucción de células hemáticas,
particularmente esplenomegalia. La proliferación en exceso de células sanguíneas afecta
a la línea de células madre mieloides pluripotentes, de las que se derivan los granulocitos
y monocitos, los hematíes y las plaquetas. Se podría decir que estas células han sido
producidas hasta su punto final de maduración, pero se han fabricado sin el debido
cuidado, no han sido “comprobadas” por el organismo (falta de apoptosis de células
disfuncionales o defectuosas) y son poco fiables en su morfología y fisiología y en la
realización de su función, y de ahí los síntomas de anemia, propensión a infecciones y
trastornos en la hemostasia, ya sea por hipo o hipercoagulabilidad de la sangre.
A modo de comparación, se podría decir que la médula ósea se convierte en una fábrica
de coches que empieza una producción acelerada de éstos sin ninguna verificación ni
control durante el proceso. Al final salen muchos coches, algunos sin estar acabados y la
mayoría con defectos de fabricación. Los coches, en nuestra comparación las células
maduras hemáticas, pueden no funcionar bien y estar mal acabados, pero aún así pasan a
la circulación, es decir, al torrente sanguíneo. A su vez, puede llegar un momento que en
la fábrica, es decir la médula ósea, se rompa el proceso de producción y aparecen así
coches todos malos, lo que sería equivalente a una leucemia aguda o a una mielofibrosis.
En el caso de que la línea celular más afectada sea la propia de granulocitos y monocitos,
tiene lugar el síndrome mieloproliferativo crónico conocido como Leucemia Mieloide
Crónica. (LMC), en la que suele haber más de 100000 leucocitos/mm3, principalmente
leucocitos maduros, y con presencia de metamielocitos y mielocitos en sangre periférica.
Tales leucocitos no protegen de la forma acostumbrada frente a infecciones, al carecer de
fosfatasa alcalina granulocítica en su citoplasma. Los síntomas propios de esta
enfermedad no están muy bien definidos, aunque la esplenomegalia es prácticamente
siempre patente. El diagnóstico principal no se realiza por biopsia de médula ósea,
aunque su observación da claves sobre éste, ya que el diagnóstico definitivo se realiza por
la determinación del cromosoma Ph1 por PCR, o por técnicas de bandeo cromosómico.
El cromosoma Ph1 es el cromosoma 22 tras haber quedado acortado por el intercambio de
una parte grande de su brazo largo con un trozo corto del brazo largo del cromosoma 9.
Esta mutación es somática, no heredada, que surge de forma idiopática o es causada por
algún agente, por ejemplo, fármaco alquilante. La parte transferida del cromosoma 9
contiene el gen abl, con cierta actividad limitada de tirosina quinasa al producir proteínas
que actúan con los receptores nucleares de las células, sobre todo hemáticas, para la
proliferación y diferenciación celular. Al unirse con la parte que queda del cromosoma
22, en el extremo 5’ del gen bcr, se forma la quimera bcr-abl, que da lugar a expresión de
una proteína que estimula enormemente la actividad tirosina quinasa, con la inducción de
proliferación celular en la célula mielógena pluripotente o en la célula hematopoyética
pluripotente, o con la activación de otros oncogenes como c-ras que igualmente inducen
el desarrollo y diferenciación celular.
El peligro principal de la LMC es su aceleración y transformación en crisis blástica, que
suele tener lugar al cabo de 2 a 6 años del inicio. La estimulación de la médula ósea es
tan alta que ésta ya no es capaz de sostener el proceso normal de desarrollo y maduración
de las células pluripotentes, y éstas pasan a sangre periférica como blastos que sustituyen
a las células maduras, incluyendo los hematíes. Al no tener oxígeno los tejidos, la muerte
sobreviene a las pocas semanas.
El resto de los síndromes mieloproliferativos crónicos tradicionales está constituido por
policitemia vera, trombocitemia esencial y mielofibrosis con metaplasia mieloide
agnogénica. En el caso de policitemia vera, las células principalmente afectadas son los
hematíes, con masa eritrocitaria, hemoglobina y hematocrito muy elevado, pudiendo
causar fenómenos de obstrucción de capilares, y también trombóticos (ya que también
suelen estar muy elevado el número de plaquetas). En el caso de trombocitemia esencial
es el número de plaquetas el que se halla realmente elevado. Son plaquetas maduras pero
cuya función no ha sido verificada por el propio organismo, dando lugar tanto a
fenómenos trombóticos como hemorrágicos. En el caso de la mielofibrosis, la médula se
convierte en tejido fibrótico de colágeno y reticulina sin causa aparente, muchas veces
con un período inicial de hiperproducción de todas las líneas de células hemáticas. Todos
estos procesos pueden estar acompañados por anormalidades cromosómicas, como
delecciones de brazos largos (5q en policitemia vera, por ejemplo) si bien no son
patognomónicos de la enfermedad. Igualmente puede tener lugar la conversión de un
proceso patológico en otro o en otro tipo de leucemia. Así la policitemia vera y la
trombocitemia esencial pueden revertir una en otra, o convertirse en LMC, o dar lugar a
un agotamiento de la médula ósea, con la consiguiente conversión en mielofibrosis.
En los procesos descritos como síndromes mieloproliferativos distintos de LMC, al igual
que en ésta, se ha descrito una mutación, que se halla en el gen JAK2. Este gen está
localizado en el cromosoma 9 y tiene actividad tirosina quinasa limitada. La mutación
V617F provoca un aumento muy importante en la actividad tirosina quinasa, con la
estimulación de la célula mielógena pluripotente para producir los distintos tipos de
células. Este hecho es principalmente observable en el incremento de producción de
hematíes, puesto que esta mutación se halla presente en el 96% de todas las policitemia
vera. También puede verse incrementada la producción de plaquetas o sustitución del
tejido hemático por fibroso, puesto que esta mutación se halla también en el 60% de las
trombocitemias esenciales o de las mielofibrosis .
Salvo en el caso de la mielofibrosis con metaplasia mieloide, el mielograma tiene
importancia diagnóstica relativa. El diagnóstico se realiza usualmente a partir de los
elementos celulares del hemograma de la sangre periférica, según el tipo de elementos
celulares incrementados en cantidad, el que lleva al diagnóstico: leucocitos (LMC),
hematíes (Policitemia Vera) o plaquetas (Trombocitemia esencial). No obstante, en los
tres casos suele haber anemia normocítica, normocrómica, con anisocitos, poiquilocitos,
punteado basófilo y células en forma de lágrima. Las plaquetas aparecen grandes y
multilobuladas. A diferencia de la LMC en donde la fosfatasa alcalina granulocítica está
disminuida o inexistente, en los demás síndromes mieloproliferativos suele ser normal o
elevada, sobre todo en la policitemia vera. En general, todos los síndromes
mieloproliferavos cursan con cierto grado de esplenomegalia, si bien es mucho más
notoria en la LMC.
Los análisis de sangre rutinarios muestran el exceso de formación de células hemáticas.
Están usualmente elevados LDH, ácido úrico, vitamina B12 y transcobalaminas. El hierro
y ferritina suelen estar reducidos. Las plaquetas no se agregan bien con adrenalina. Se
pueden presentar fenómenos hematológicos e inmunológicos, como test de Coombs
directo y anticuerpos antinucleares positivo, y pueden estar elevados los enzimas y
metabolitos hepáticos, sobre todo cuando hay hepatomegalia (fosfatasa alcalina,
transaminasas, bilirrubina).
El tratamiento va encaminado a tratar de controlar el número de células producidas en
exceso y sobre todo intentar evitar la transformación a patología mucho más letal, como
LMC a crisis blástica o policitemia vera a mielofibrosis o a LMC y después a leucemia
aguda. Hay fármacos comunes para los síndromes mieloproliferativos que incluyen a
busulfán, hidroxiurea, anagrelida y alfa interferón. En el caso de policitemia vera, muchas
veces basta la simple flebotomía; un tratamiento clásico es con 32P, si bien ahora se
reserva para personas de más de 70 años. Cuando hay transformación a crisis blástica,
leucemia aguda o mielofibrosis, el tratamiento de elección es el transplante alogénico de
médula ósea.
En los últimos años se ha podido sintetizar la proteína codificada por el gen quimérico
bcr-abl, y se han podido desarrollar medicamentos que se unen a esta proteína, inhibiendo
su actividad tirosina quinasa. El primer fármaco que ha conseguido esta anulación de la
proteína bcr-abl es el imatinib (Glivec) al que han seguido otros similares, que ya se han
empleado por sí mismos o cuando se ha desarrollado resistencia a imatinib.
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