Las precarias finanzas del Tío Sam

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Las precarias finanzas del Tío Sam
El Nuevo Día, 29 de septiembre del 2013
El verdadero problema del descuadre económico se trata de un ataque al
contrato social prevaleciente en Estados Unidos
SERGIO M. MARXUACH / DIRECTOR DE POLÍTICA PÚBLICA CENTRO PARA UNA
NUEVA ECONOMÍA
El 19 de mayo de 2013 el gobierno federal de Estados Unidos alcanzó el límite
de lo que legalmente puede tomar prestado para financiar sus operaciones.
Ese límite se encuentra fijo desde entonces en $16.699 billones (trillions).
Desde esa fecha, el Departamento del Tesoro ha ejecutado una serie de
“medidas extraordinarias”, mayormente trasferencias entre fondos
intragubernamentales, para continuar pagando las obligaciones del gobierno
de Estados Unidos.
Sin embargo, el 25 de septiembre, el Secretario del Tesoro le envió una carta
al Presidente de la Cámara de Representantes informándole que la efectividad
de las medidas extraordinarias se agotaría alrededor del 17 de octubre. A
partir de esa fecha, el gobierno federal tendría aproximadamente $30,000
millones en efectivo para honrar sus obligaciones financieras y tendría que
operar solamente con el efectivo en caja más los ingresos que entren
diariamente. El problema es que en algunos días el gasto neto del gobierno
federal puede exceder los $60,000 millones.
Por tanto, si el Congreso no actúa y aumenta el límite legal para tomar
prestado, en algún momento entre el 18 de octubre y el 5 de noviembre, de
acuerdo con un análisis del Bipartisan Policy Center (BPC), el gobierno federal
tendría que recurrir a una de dos estrategias: (1) darle prioridad a algunos
pagos y dejar de hacer otros; o (2) posponer los pagos que vencen en un
mismo día hasta que entren suficientes ingresos para hacerlos todos.
En teoría, bajo cualquiera de los dos escenarios se le podría dar prioridad al
pago de interés sobre la deuda, ya que esos pagos se procesan a través de
un sistema electrónico separado.
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Priorizar otros pagos, sin embargo, puede que sea imposible, ya que el
gobierno federal hace aproximadamente 100 millones de pagos al mes y
habría que reprogramar completamente el sistema de pagos automáticos del
Tesoro. Más importante aún, ¿qué criterios se utilizarían para establecer las
prioridades? ¿Se le otorga prioridad a los pagos de Seguro Social? ¿A los
gastos militares? ¿A la NSA para que nos siga espiando? ¿Al programa WIC
para niños e infantes? ¿O a los pagos de Medicare para los viejitos? ¿Quién
decide y aplicando qué reglas?
Más allá de los problemas legales que esto pueda generar, es casi imposible
evitar que cualquier método que escoja el Tesoro para establecer prioridades
no sea percibido como injusto o arbitrario. Las protestas serían la orden del
día. Además, bajo este escenario, se quedarían sin pagar aproximadamente
32% de las obligaciones financieras del gobierno federal. Una reducción de
esa magnitud en el gasto federal tendría un efecto material adverso en la
economía real. Los efectos en los mercados financieros son imposibles de
predecir en estos momentos.
La segunda opción consiste en posponer los pagos que vencen en determinado
día hasta que entren suficientes fondos para hacerlos todos. Si en el día X se
estima que hacen falta dos días de recaudos para hacer los pagos que vencen
ese día, pues entonces esos pagos se pospondrían por un día. Obviamente,
eso resultaría también en una posposición de los pagos que vencen en el día
x +1. Por ejemplo, de acuerdo con el análisis del BPC, unos pagos del Seguro
Social que vencen el 23 de octubre no se podrían hacer hasta el 25; y unos
pagos del programa de asistencia nutricional que vencen el 25 de octubre no
se podrían hacer hasta el 30, y así sucesivamente.
La causa inmediata de esta situación es que una facción fundamentalista del
Partido Republicano está exigiendo que, a cambio de aumentar el límite de la
deuda, se deje sin efecto y sin financiamiento por un año la reforma de salud
conocida comúnmente como Obamacare. Pero el presidente Obama ha
expresado que no va a negociar el pago de obligaciones que han sido
previamente autorizadas por el Congreso ni la fecha de efectividad de la
reforma de salud.
El verdadero problema, sin embargo, se trata de un ataque al contrato social
prevaleciente en Estados Unidos, establecido originalmente con el Nuevo Trato
de Franklin D. Roosevelt, y ampliado significativamente por los programas del
“Great Society” de Lyndon B. Johnson. La esencia de ese contrato social
consiste en establecer un balance entre las fuerzas del capital y las fuerzas
del trabajo, con el gobierno federal actuando como árbitro.
El problema es que, desde 1980 hacia acá, las escalas de la balanza se han
inclinado decididamente a favor del capital: la desigualdad económica se ha
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disparado a niveles de 1929; el ingreso promedio se ha reducido en términos
reales; las filas de los desempleados a largo plazo han incrementado
peligrosamente, y la porción del ingreso correspondiente al capital ha
aumentado significativamente a expensas de la compensación de los
trabajadores. La disputa que estamos viendo con respecto a la reforma de
salud es una batalla más de esa guerra larga que lleva treinta años.
La gran ironía es que el partido tradicionalmente “conservador” busca derogar
el contrato social prevaleciente en Estados Unidos desde la década de 1930;
mientras que el partido tradicionalmente “liberal” busca mantener el orden
establecido, pero sin ofrecer una alternativa viable para el siglo 21.
A un nivel más profundo, estamos presenciando lo que el profesor John A.
Powell ha caracterizado como “una lucha ontológica” sobre quién tiene
derecho a categorizarse como “americano”. Esto cuando las minorías suman
aproximadamente el 40% de la población de Estados Unidos. Desde esta
perspectiva, los ataques a los programas de asistencia social constituyen un
esfuerzo por “mantener en su lugar” a los tradicionalmente marginados: los
afroamericanos, los latinos y los pobres, entre otros. Cuando los Republicanos
se oponen al Obamacare, lo que buscan realmente es preservar unas
estructuras sociales racializadas que marginan a todos los que no son blancos,
protestantes y de clase media. Y no nos llamemos a engaño, del resultado de
esa lucha dependerá en gran medida la viabilidad económica y la estabilidad
política futura de Estados Unidos.
http://www.elnuevodia.com/lasprecariasfinanzasdeltiosam-1612175.html
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