Fuera de Ruta No hay plazo que no se cumpla… ni pueblo que lo resista. Liz Ileana Rodríguez Gámez* El bloqueo realizado por un grupo de agricultores de Chihuahua y Zacatecas en el puerto fronterizo de Ciudad Juárez, es una muestra del panorama tan sombrío que le espera al campo mexicano. Los agricultores consideran que este plazo de 15 años no fue suficiente para fortalecer a los productores de granos básicos ante a la competencia internacional, con la cual sólo se beneficiará a 20 grandes corporaciones y hará quebrar a los campesinos mexicanos. A partir del 1ro de enero las compras en el exterior de granos básicos como el maíz y frijol entran libre de gravamen a México, de acuerdo a lo negociado en 1994 en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Como bien dicen… no hay plazo que no se cumpla, a 15 años de la firma del TLCAN entró en vigor el Anexo 302, que elimina los impuestos a la importación de maíz, frijol, azúcar de caña y leche en polvo. Lo cierto es que los productores de granos básicos no están preparados para esta competencia, los agricultores mexicanos no tienen las condiciones mínimas para competir en igualdad de circunstancias con los productores norteamericanos. Las diferencias entre ambos países se ven reflejadas con mayor ahincó en el campo. Los pronunciamientos no se han hecho esperar, de hecho el Senado de la República ha aprobado iniciar una evaluación de los impactos del TLCAN en el sector agropecuario; iniciativa que llega tarde ya, púes en junio de 2006 el subsecretario de agricultura de Estados Unidos había ya rechazado renegociar el capítulo de maíz y frijol del TLCAN. Así, a 15 años de libre comercio y ante los inminentes problemas del campo mexicano nunca se inició con un plan de apoyo y fortalecimiento a los pequeños y medianos productores de granos básicos de nuestro país para llegar al 2008 fortalecidos. El único programa eficiente y de carácter transexenal fue el de espera que el “libre mercado” hiciera su trabajo eliminado a los productores menos competitivos y fortaleciendo a los grandes corporaciones en este nuevo escenario mundial. Además de éste comercio libre de granos entre México, Estados Unidos y Canadá, nuestro país también liberaliza la importación de granos básicos a partir de este 2008, a países fuera del área de América del Norte, como Nicaragua, El Salvador Honduras, entre otros. La Secretaria de Economía argumenta que esta medida tiene el propósito de garantizar precios estables del trigo y sus derivados (por ejemplo el pan) ante un incremento del consumo del trigo (debido a un aumento del precio del maíz), como el registrado en los últimos meses, pues su precio mostró una tendencia a la alza en más de 100 dólares por tonelada (64.4 por ciento); mientras que el maíz también ha registrado importantes incrementos de 32.7 por ciento, de acuerdo a la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). Este arancel de cero por ciento, será permanente y se aplicará siempre y cuando el país no cuente con el abasto necesario proveniente de la región de América del Norte. Esta importación de cereales refleja la incapacidad de los productores nacionales de abastecer el mercado y también de las políticas agrícolas que privilegia el cultivo de productos rentables en el mercado en determinadas coyunturas de precios, olvidando la autosuficiencia alimentaria de las naciones; así como la falta de apoyo a pequeños productores. De acuerdo con cifras del Consejo Nacional Agropecuario (CNA), el punto débil en la producción de trigo es la demanda de trigo panificable, del cual se tiene que importar anualmente más cuatro mil millones de toneladas; mientras que de trigo cristalino (utilizado en la elaboración de pastas, mercado pecuario y exportación) su producción asciende a poco más de dos mil trescientos millones de toneladas y es atendida con la producción nacional. Sonora es el principal estado mexicano productor de trigo; de acuerdo con el dirigente de los trigueros en Sonora, la productividad por hectárea es el doble que la estadounidense, sin embargo, los costos de producción en México son también del doble que los norteamericanos. Sin embrago se necesita también una reconversión de cultivos a trigo panificable. Y asegurar su venta a través de la “agricultura por contrato” con las empresas de la industria alimentaria y evitar así una nueva alza de precios del pan. Sin embargo, es obvio que la mentalidad rentista continua, pues ante el boom del cultivo del maíz para la producción de combustibles, muchas áreas a nivel nacional e internacional dedicadas al trigo se cultivan hoy en día con maíz. Lo anterior es un grave problema, incluso a nivel mundial hay desabasto por sequias y una mayor demanda en el consumo de trigo, en donde sólo los grandes productores han logrado posicionarse. Lo anterior trae de nuevo la discusión sobre las políticas de subsidios que países como Estados Unidos y Canadá ofrecen a sus productores agrícolas, mientras que México ha retirado dramáticamente los apoyos al sector desde la firma del TLCAN. Si bien es cierto el TLCAN no resolvería los problemas del campo, también es cierto que la política agrícola no ha tenido rumbo en los últimos 15 años. Lo más preocupante es lo que implica el campo en México, es decir no solo es una cuestión de libre comercio y soberanía, sino también de la industria agroalimentaria mexicana, básicamente de los pequeños y medianos industriales; la economía domestica urbana ésta en peligro también, pues seguramente continuará una escalada de precios de granos básicos y leche, los cuales no serán ya controlados por el gobierno ante el riesgo de considerarse una práctica desleal a los vecinos del norte. Por otro lado, el México rural que continua luchando por sobrevivir tendrá una vez más, como hace ya casi un siglo, las condiciones necesaria, de no hacerse nada, para un estallido social. *Profesora-investigadora del Programa Estudios Económicos y Demográficos de El Colegio de Sonora, [email protected]