LA MORAL DE SAN AGUSTÍN Al igual que en todo el campo de la teología, también en la doctrina moral la influencia de San Agustín ha sido importante, en especial en la Iglesia de Occidente. En la obra de San Agustín no se distinguen diferentes facetas ni podemos hablar de una filosofía o moral propias si no están unidas a su reflexión teológica. Todo su pensamiento confluye en su percepción de las realidades divinas y humanas. Es necesario saber cómo concibe Agustín la moral para comprender mejor su obra. I. RASGOS CARACTERÍSTICOS DE SU OBRA La reflexión moral de San Agustín tiene como puntos importantes los que se enuncian a continuación: a) S. Agustín no ha elaborado lo que hoy denominamos un Manual de Teología Moral. Pero sí ha escrito tratados enteros sobre capítulos muy específicos de esta disciplina. Asimismo, su extensa sección de Cartas contiene una moral casuística, como respuesta a las más diversas cuestiones que se le proponen. b) El rigor y, al mismo tiempo, la consideración con que juzga sus experiencias personales en las Confesiones, sirven de criterio para juzgar la conciencia del hombre pecador. En este sentido, S. Agustín advierte especialmente acerca del cuidado del interior del hombre, que es el lugar donde se combaten los grandes conflictos morales. A este propósito, el Catecismo de la Iglesia afirma: “si el hombre comete el mal, el justo juicio de la conciencia puede ser en él el testigo de la verdad universal del bien, al mismo tiempo que de la malicia de su elección concreta”.1 c) San Agustín contiene una doctrina acabada sobre la importancia de la norma y la obligación de cumplirla. En este sentido, es decisiva su teoría acerca de la ley eterna. La teología moral agustiniana tiene más en cuenta la ley eterna que la ley natural. En esto se deja sentir la influencia griega (platónica), por encima de la ley natural del derecho romano. La ley eterna significa el querer de Dios. d) A partir de San Agustín, el problema moral se dilucida entre la conciencia personal y la ley eterna, o sea, el querer de Dios. Aquí enlaza con el núcleo neotestamentario del "cumplimiento de la voluntad del Padre". e) Tema central en su doctrina moral es la relación entre "gracia y libertad", que mereció tanta atención en sus escritos. Agustín vuelve, reiteradamente, sobre este tema, bien sea suscitado por planteamientos dogmáticos, como motivado por exigencias morales. En 1 Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 1781 este punto la síntesis alcanzada por San Agustín se ha considerado como una verdad permanente para la teología moral. Por eso, la realidad del pecado es un hecho concreto que se ventila en el actuar del hombre en oposición a la gracia que Dios le concede f) Referencia especial merece la consideración cristocéntrica de la existencia cristiana en orden a la vida moral. La conducta del hombre tiene un punto de referencia claro: la vida de Jesús. El cristiano es un seguidor de Jesucristo. g) También el tema del fin último del hombre y de su existencia después de la muerte aparece subrayado en la consideración ética. Aquí se inicia uno de sus temas centrales: el orden, que le ha preocupado toda su vida. La moralidad de las acciones humanas en la doctrina de San Agustín se ventila en la orientación finalista de la existencia. Ese fin del que habla San Agustín no es otro que Dios: “Nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que repose en ti”.2 II. LA CARIDAD, CENTRO DE LA MORAL AGUSTINIANA No es difícil encontrar en Agustín una idea central de su teología moral. Como es obvio, no se planteó el tema de modo expreso, tal como se delineará en época posterior; pero cabe situar su punto focal en el amor. Incluso en el tratado de las virtudes morales, San Agustín considera las cuatro virtudes cardinales como maneras diferentes en que se manifiesta la caridad: "La templanza es el amor que se entrega al objeto amado; la fortaleza es el amor que todo lo soporta por el objeto de sus amores; la justicia es el amor únicamente esclavo de su amado y ejerce, por lo tanto, señorío conforme a la razón, finalmente, la prudencia es el amor que con sagacidad y sabiduría elige los medios de defensa contra toda clase de obstáculos”3. Ese amor cristiano abarca por igual a Dios y al prójimo. A este respecto, los textos son tan numerosos como matizados. El amor a Dios representa la cima de las virtudes, lo expresa así: "como la virtud es el camino de que conduce a la verdadera felicidad, su definición no otra que un perfecto amor a Dios"4. Y el amor al prójimo parece ser la norma suprema del actuar: “el amor por el que amamos a Dios y al prójimo, resume en sí toda la grandeza y profundidad de los demás preceptos divinos”.5 Así como nos hablan san Juan y Santiago sobre la caridad que se concreta en amor al prójimo, también Agustín toma esa idea porque no hay paso más seguro hacia el amor de Dios que el amor del hombre por el hombre. 2 San Agustín, Confesiones, Libro Primero, nn.1 San Agustín, Las virtudes morales, Las costumbres de la Iglesia Católica, cap. 15, 19, 24, 25 4 San Agustín, Las virtudes morales, Las costumbres de la Iglesia Católica, cap. 15, 19, 24, 25 5 San Agustín, Elogio de la caridad, Sermón 350, 2-3 3 III. LA CREACIÓN Y EL PROBLEMA DEL MAL Para entender la moral agustiniana es preciso también entender la manera en la que él explica el problema del mal pues la conducta moral del hombre está en estrecha relación con este concepto. En el sistema de San Agustín hay un constante recurso a Dios, presente en el interior del hombre y fin de la historia. La existencia de Dios es la exigencia de todo su pensamiento, aunque no le interesó mucho comprobar que existe. Sin embargo, fundamenta su existencia en la necesidad de una base firme para la existencia de un conocimiento verdadero. Este Dios es el fundamento de lo existente, el creador, no el demiurgo griego. La creación es producto de las ideas eternas de la mente divina. La creación del mundo es un acto libre de la voluntad divina. Crea todo lo que existe, lo que existió y lo que existirá. A esta forma de creación la conoce como ejemplarismo (parecido al estilo platónico). Las cosas no fueron hechas como son, sino como semillas que se despliegan en el tiempo. Este mundo es un conjunto de seres que tienen diversos grados de perfección, desde el mero existir hasta el entender pasando por el vivir, y culminando en el ser humano. Es lo que se conoce como escala de los seres. Como creatura de Dios, el mundo tiene que mostrar de algún modo la perfección divina. Sin embargo, hay en el mundo aspectos que parecen negativos, contrarios a esa perfección, como pueden ser las enfermedades, la violencia o los defectos en los seres naturales y en los comportamientos humanos que hacen que las cosas se alejen del plan divino. San Agustín considera que el mal, tanto físico como moral, no es una creación divina porque denotaría imperfección, sino que es una carencia, una privación, y en cuanto tal no es algo que exista realmente. La carencia de realidad del mal, el hecho de que sea una mera afección, un accidente en terminología aristotélica, la priva de toda existencia real de ser “cosa” y, por tanto, no es objeto de creación. El mal, es algo que se ha introducido en este mundo por causa del pecado, es decir, por un acto de la voluntad que nace de la desobediencia de los primeros padres, por lo tanto, el mal es responsabilidad del ser humano “porque no es malo el cielo, ni la tierra, ni las aguas, no lo que hay en ellos. Estas cosas son buenas. Al mundo lo hacen malo los hombres malos”.6 IV. LA CONDUCTA MORAL Como el ser humano nace en pecado (que es el mal moral), para Agustín, la moral va unida a la voluntad, que determina las acciones humanas por su capacidad de deliberar y tomar decisiones. A consecuencia del pecado original, el ser humano nace con voluntad débil. Está 6 San Agustín, Cómo pedir a Dios, Sermón 80, 7-8 inclinado a obrar mal. San Agustín defiende la necesidad de redención, esto ayuda a que, por la Gracia, el hombre transforme su libre albedrío en libertad. Y como la felicidad se la encuentra en Dios, el principio de la moralidad es el amor a Dios. San Agustín no se limita a dar sentido al ser humano individual, sino que explica su destino como parte de una colectividad. La búsqueda del amor de Dios es el criterio de clasificación de los seres humanos: los que siguen el amor a Dios y los que se centran en el amor a sí mismos hasta el desprecio de Dios. Hay una lucha entre dos tendencias, una positiva y una negativa. Simboliza esto en dos ciudades: la ciudad terrena, Babilonia y la ciudad celeste, Jerusalén. BIBLIOGRAFÍA Y WEBGRAFÍA: Fernández, Aurelio, Teología Moral Fundamental y de la persona, pp. 159-160 Catecismo de la Iglesia Católica http://pensarelpensamiento.es.tl/14-.--SAN-AGUST%CDN.htm http://www.philosysofia.com/-/6-la-etica-san-agustin-