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Audiencia Provincial Civil de Madrid
Sección Decimoctava
C/ Ferraz, 41 , 914933898 - 28008
Tfno.: 914933898
37007740
N.I.G.: 28.079.00.2-2014/0200749
Recurso de Apelación 781/2014
O. Judicial Origen: Juzgado Mixto nº 06 de Getafe
Autos de Procedimiento Ordinario 331/2013
APELANTE: BANKIA, S.A.
PROCURADOR: D. FRANCISCO ABAJO ABRIL
APELADO: Dña. Mª AMPARO DE NICOLÁS HERNÁNDEZ y D.
VIRGILIO DE NICOLAS MUÑOZ (sucesores de Dña. Milagros Hernández
Torres)
PROCURADOR: Dña. GLORIA RUBIO SANZ
SENTENCIA Nº 63/2015
TRIBUNAL QUE LO DICTA:
ILMA. SRA. PRESIDENTA:
Dña. GUADALUPE DE JESÚS SÁNCHEZ
ILMOS. SRES. MAGISTRADOS:
D. LORENZO PÉREZ SAN FRANCISCO
D. PEDRO POZUELO PÉREZ
En Madrid, a dos de marzo de dos mil quince.
La Sección Decimoctava de la Audiencia Provincial de Madrid,
compuesta por los Señores Magistrados expresados al margen, ha visto en
grado de apelación los autos sobre nulidad de la orden del contrato de
suscripción de participaciones preferentes, procedentes del Juzgado de 1ª
Instancia nº 6 de Getafe, seguidos entre partes, de una, como apelante
demandada BANKIA, S.A., representada por el Procurador Sr. Abajo Abril y
de otra, como apelados demandantes DON VIRGILIO DE NICOLÁS MUÑOZ
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y DOÑA Mª AMPARO DE NICOLÁS HERNÁNDEZ como sucesores de
Dña. Milagros Hernández Torres, representados por la Procuradora Sra. Rubio
Sanz, seguidos por el trámite de Juicio Ordinario.
Visto, siendo Magistrada Ponente la Ilma. Sra. Dña. GUADALUPE DE
JESÚS SÁNCHEZ.
ANTECEDENTES DE HECHO
La Sala acepta y da por reproducidos los antecedentes de hecho de la
resolución recurrida.
PRIMERO.- Por el Juzgado de 1ª Instancia nº 6 de Getafe, en fecha 16
de junio de 2014, se dictó sentencia, cuya parte dispositiva es del tenor literal
siguiente: "FALLO: Que estimando íntegramente la demanda interpuesta a
instancia D. Mª Amparo de Nicolás Hernández y a D. Virgilio de Nicolás
Muñoz como SUCESORES DE Dª MILAGROS HERNÁNDEZ TORRES, y
D. VIRGILIO DE NICOLAS MUÑOZ contra la mercantil Bankia, S.A.,
compareciendo ambas partes representadas por Procurador y defendidas por
Letrado, declaro la nulidad de la ORDEN DE SUSCRIPCIÓN de fecha 15 de
junio de 2009, de adquisición de participaciones preferentes CAJA MADRID
SERIE II 2009 por un valor nominal de 69.000 €, y en consecuencia de los
actos o negocios que tienen su origen en la referida orden de compra,
condenándose a la mercantil Bankia, S.A. a la restitución de la cantidad de
69.000€ en concepto de principal con los intereses devengados desde dicha
fecha hasta la presente resolución, pero deduciendo las cantidades percibidas en
concepto de intereses por la actora más los intereses devengados por las
correspondientes sumas desde su percepción, cuyas cuantificaciones si no se
efectúan en cumplimiento voluntario de la sentencia se efectuara en ejecución
de la misma, conforme a lo dispuesto en art. 219 de la LEC; con imposición de
costas a la parte demandada.
Ello con expresa condena a la parte demandada al pago de las costas
procesales".
SEGUNDO.- Por la parte demandada se interpuso recurso de apelación
contra la meritada sentencia, admitiéndose a trámite y sustanciándose por el
Juzgado conforme a la Ley 1/2000, se remitieron los autos a esta Audiencia.
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TERCERO.- Que recibidos los autos en esta Sección se formó el
oportuno rollo, en el que se siguió el recurso por sus trámites. Quedando en
turno de señalamiento para la correspondiente deliberación, votación y fallo,
turno que se ha cumplido el día 23 de febrero de 2015.
CUARTO.- En la tramitación del presente procedimiento han sido
observadas en ambas instancias las prescripciones legales.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
PRIMERO.- Se aceptan los Fundamentos de Derecho de la resolución
objeto de recurso.
SEGUNDO.- Alega la parte apelante como motivos en los que funda su
recurso, en primer lugar que concurre indebida e injustificada consideración
de la Juzgadora acerca de la desestimación de la excepción de caducidad de la
acción que reitera en esta alzada. Estima que en la relación contractual
existente entre la parte actora y Bankia, no se contemplaba la labor de
asesoramiento financiero a prestar por esta parte. En tercer lugar estima que
existe indebida e injustificada apreciación de vicio en el consentimiento con
infracción del artículo 1265 del Código Civil y Jurisprudencia al respecto. Y
ello, al apreciarse error en la valoración de la prueba, al constar perfectamente
acreditado el cumplimiento de los deberes de información por parte de la
entidad bancaria. Caja Madrid, facilitó a la parte actora primero verbalmente y
después por escrito toda la información y documentación exigida legalmente y
después por escrito toda la información y documentación exigida legalmente,
documentación que previamente había superado el triple control de suficiencia,
veracidad y claridad de la CNMV. Por ello no podría alegarse la existencia de
causa de nulidad por infracción de normas imperativas. En el caso de autos, la
parte demandante firmo el documento de advertencia de riesgos, aportado junto
a la contestación a la demanda. Es evidente que si la parte actora lo hubiera
leído tan solo por encima, habría podido fácilmente concluir que no estaba
contratando un depósito bancario sino un producto de riesgo, perpetuo y no
garantizado. No existiría error invalidante del consentimiento, siendo
irrelevante el resultado económico del error como vicio de la voluntad. Sigue
estimando que Bankia cumplió con su deber de información, y entrega de la
documentación exigible en el momento de la contratación. Además, en modo
alguno podría estimarse que estemos ante un supuesto de nulidad radical como
erróneamente se alega. Por último estima que la estimación de los motivos
expuestos de recurso, habría de conllevar la imposición a la parte actora de las
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costas tanto de primera instancia como de la presente instancia. Y acaba
solicitando la revocación de la Sentencia de instancia para que en su lugar se
dicte otra en la que se desestime íntegramente la demanda rectora del
procedimiento con expresa condena en costas a la parte demandada en ambas
instancias.
TERCERO.- Frente a las anteriores manifestaciones, y comenzando
por el estudio de la caducidad de la acción ha de estimarse que a tal fin se cita
lo dispuesto en el artículo 1.301 del Código Civil, en cuanto que establece que
el plazo de la acción de nulidad solo durará cuatro años planteándose el
problema de a partir de cuando empiezan a contar los citados cuatro años,
puesto que la ley lo que establece es que dicho plazo empezará a correr desde la
consumación contractual, se pretende sostener por la parte ahora recurrente que
la citada consumación contractual se produce una vez realizada la perfección
del contrato, pero son conceptos distintos el de perfección contractual y el de
consumación contractual, el segundo de ellos hace referencia al cumplimiento
íntegro de las prestaciones derivadas del citado contrato, a tal fin debe citarse
la sentencia del Tribunal Supremo de 11 de junio de 2003, en cuanto que
establece que el plazo solamente empieza a correr desde el momento de la
consumación contractual, y tal y como ha señalado la sentencia de la Audiencia
Provincial de Salamanca de 19 de junio de 2013, siendo una de las prestaciones
esenciales de una de las partes la decisión unilateral de transcurrido un plazo
recuperarlas o no mediante el pago de su valor nominal como esta prestación
no podía venir cumplida sino hasta un momento posterior a la fecha de la
presentación de la demanda, no ha transcurrido el plazo de consumación
pretendido teniendo en cuenta además la existencia de la obligación de
satisfacer unos pagos periódicos de intereses que evidentemente tampoco se
han cumplido, lo que nos lleva necesariamente a entender que no ha
transcurrido el plazo de caducidad porque no se ha iniciado todavía el inicio de
dicho cómputo, debiendo en consecuencia decaer el motivo invocado.
Por lo que hace al fondo de la litis, se impugna la valoración de la
prueba que hace la Juzgadora de Instancia intentando refutar las conclusiones a
las que llega la misma estimando que no se habían prestado servicios propios
de asesoramiento y que en cualquier caso se había dado información completa
y veraz sobre el producto financiero contratado. Dicho motivo también debe de
ser desestimado. En efecto nos encontramos ante una petición de nulidad de la
contratación de los servicios financieros, concretamente adquisición de las
denominadas Participaciones Preferentes de la entidad hoy apelante, y ello
debido a que en opinión de la demandante se habían suscrito las referidas
participaciones por medio de un error que tenía las condiciones para ser
invalidante del contrato. La parte demandada y en la instancia apelante viene a
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sostener esencialmente, que se ha ofrecido a la parte demandante toda la
información relevante acerca del producto contratado, que en cualquier caso no
se ha producido una relación de asesoramiento, y que, se haya cumplido
escrupulosamente con la legislación prevista en la Ley del Mercado de Valores,
impugnando así mismo la valoración de la prueba en cuanto la Juzgadora llega
a la conclusión de la existencia de un error invalidante.
Por lo que hace a las denominadas participaciones preferentes, las
mismas se tratan de un producto de inversión que, por circunstancias totalmente
desdichadas, han acaparado la primera página no sólo de los medios de
información económica y bancaría sino también de los medios informativos
generales.
Sobre las participaciones preferentes y siguiendo la Sentencia de la
Sección 10ª de esta Audiencia de fecha 31 de Octubre de 2013 que “en relación
con las participaciones preferentes, la Comisión Nacional del Mercado de
Valores señala que “son similares a la deuda subordinada por su orden de
prelación en el crédito. Sin embargo, para el emisor es un valor representativo
de su capital social desde el punto de vista contable (lo que lo aproxima al
concepto de renta variable), si bien otorgan a sus titulares unos derechos
diferentes a los de las acciones ordinarias : no tienen derechos políticos ni
derechos de suscripción preferente”, y subraya como caracteres de las mismas
los de que: a) conceden a sus titulares una remuneración predeterminada (fija o
variable), no acumulativa, condicionada a la obtención de suficientes beneficios
distribuibles por parte de la sociedad garante (es decir de la entidad española) o
del grupo financiero al que pertenece, b) se sitúan en orden de la prelación de
créditos por delante de las acciones ordinarias (y de las cuotas participativas en
el caso de las cajas de ahorros) y por detrás de todos los acreedores comunes y
subordinados, c) las participaciones preferentes son perpetuas, aunque el
emisor podrá acordar la amortización una vez transcurridos al menos cinco
años desde su desembolso, previa autorización del garante y del Banco de
España. En otro lugar, la Comisión Nacional del Mercado de Valores ofrece la
siguiente noción de las participaciones preferentes : “Son valores emitidos por
una sociedad que no confieren participación en su capital ni derecho de voto.
Tienen carácter perpetuo y su rentabilidad, generalmente de carácter variable,
no está garantizada. Pueden generar rentabilidad, pero también pérdidas en el
capital invertido. El emisor suele reservarse el derecho a amortizarlas a partir
de los cinco años, previa autorización del Banco de España”. La entidad
comercializadora de las participaciones preferentes objeto del litigio, ofreció en
2010 la siguiente noción de participaciones preferentes: “Son valores que
normalmente se emiten a través de una sociedad extranjera, y que son filial de
una entidad española que actúa como garante. Presentan diferencias respecto de
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la Renta fija y de la Renta Variable. Por su estructura son similares a la Deuda
Subordinada y a efectos contables se consideran valores representativos del
capital social del emisor, que otorgan a sus titulares unos derechos
representativos del capital social del emisor, que otorgan a sus titulares unos
derechos diferentes a los de las acciones ordinarias, pues carecen de derechos
políticos y del derecho de suscripción preferente”.(CAJA DE MADRID
“Valores: renta fija”, Caja Madrid. Madrid 2010).
Se trata de “valores negociables” (art. 2.1 h) Ley 24/1998 de 28 de Julio
del Mercado de Valores ( BOE de 29 de Julio), sometidos a las prescripciones
de la Ley 24/1998 del Mercado de Valores, artículo 2.2 que regula los contratos
de opciones, futuros, permutas, acuerdos de tipos de interés a plazo y otros
contratos de instrumentos financieros derivados relacionados con valores,
divisas, tipos de interés o rendimientos u otros instrumentos financieros
derivados, índices financieros o medidas financieras que puedan liquidarse en
especie o en efectivo, tras su reforma por el apdo. 50 del artículo Único de la
Ley 47/2007, de 19 de Diciembre, que incorpora al ordenamiento jurídico
español la Directiva 2004/39 CE y la Directiva 2006/49 CE, y entre las que se
han de destacar por ser de aplicación al caso enjuiciado, los artículos 78 y 79,
en los que se regulan aspectos tan relevantes como las normas de conducta de
la entidad financiera, la clasificación de los clientes en minoristas o
profesionales, el deber de diligencia y transparencia y la información clara
imparcial y no engañosa, el deber que pesa sobre la entidad financiera de velar
por los intereses de sus clientes como si fueran suyos propios, y mantener
constantemente informados a los clientes y a formalizar los test de
conveniencia e idoneidad.
Desde un punto de vista estrictamente mercantil, se han definido por
algún acreditado autor como “instrumentos financieros híbridos de capital sin la
calificación jurídica de acciones o participaciones sociales”. Como quiera que
tratándose de “recursos propios” (art. 7 de la Ley 13/1985 de 25 de Mayo, de
Coeficientes de Inversión, Recursos Propios y Obligaciones de Información de
los Intermediarios Financieros) “…combinan un riesgo intermedio entre el de
renta fija y el de renta variable”, suscita alguna incertidumbre su
caracterización como “pasivo exigible” o como “pasivo no exigible”. Entre las
diferentes fórmulas de financiación, inversión y de cobertura de riesgos
destacan los productos denominados por la dogmática como “híbridos
financieros”, caracterizados eminentemente por presentar una posición
financiera intermedia entre deuda y acción o participación en fondos propios
que se propone aprovechar las ventajas de una y otra categoría.
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Las participaciones preferentes son “valores negociables”, que
representan un producto financiero complejo, que si bien ofrecen al inversor
una elevada rentabilidad incorporan también un mayor riesgo y una menor
liquidez. La complejidad aparece reconocida por la “Guía sobre Catalogación
de los Instrumentos Financieros como Complejos o no Complejos” de la
CNMV.
A pesar de su denominación no concurren en ellas las características
económicas de las acciones “privilegiadas” : los flujos que perciben son los que
corresponden a una obligación, ya sea a tipo de interés fijo o variable, y, en el
caso de que el emisor tenga dificultades de pago, cobran después de las demás
obligaciones (incluidas las subordinadas) y de los bonos. Tienen un carácter
mixto, al devengar intereses como las obligaciones y pueden amortizarse como
las acciones rescatables. Se puede asimilar a la “renta fija”, pero también a las
acciones preferentes, a las acciones privilegiadas, a las acciones rescatables y a
las acciones sin voto. Confieren a sus titulares de las PPR tres derechos de
índole patrimonial : a) un derecho de remuneración predeterminada (fija o
variable y con la periodicidad de devengo que esté pactada), contingente (el
devengo está condicionado a la suficiencia de recursos propios del emisor) y no
acumulativa, b) un derecho al reembolso en caso de amortización anticipada, y,
c) un derecho al pago de lo que le corresponda en caso de liquidación de la
emisora. Lo que significa que las participaciones preferentes tienen un
contenido semejante al derecho del accionista de participar en el reparto de
ganancias sociales y en el patrimonio resultante de la liquidación. Carecen, sin
embargo de derecho de voto y de suscripción preferente de nuevas emisiones”.
Desde el punto de vista mercantil se trata por lo tanto de un producto
financiero complejo y que obliga a las entidades financieras en virtud de las
disposiciones sobre la Ley de Mercado de Valores a realizar y extremar las
labores de diligencia en la comercialización de estos productos. En concreto
dicha información o dicha labor de diligencia viene recogida en el artículo 79 y
siguientes de la Ley del Mercado de Valores en su actual relación que
incorpora las previsiones de la directiva MIFID. Así de acuerdo con la citada
legislación las entidades que prestan servicios de inversión deberán
comportarse con diligencia y transparencia e interés de sus clientes y en
particular salvando las normas establecidas en este capítulo en sus
disposiciones reglamentarias, el artículo 79 bis entre las obligaciones de
información imparcial clara y no engañosa, proporcionándose de manera
comprensible información adecuada sobre la entidad en los servicios que
presta, debiendo incluir orientaciones y advertencias apropiadas sobre los
riesgos asociados, y entre ellos se encuentran los apartados 6 y 7 del artículo 79
bis los denominados test de idoneidad de los servicios que presta a los clientes
tanto si se trata de asesoramiento de carteras como si se trata de meros servicios
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de inversión, y cuando en base a la información suministrada, la entidad
considera que el producto o servicio de inversión más adecuado para cliente se
lo advertía, igualmente cuando el cliente no proporcione la información
indicada o esta sea insuficiente. Además cuando se trata de instrumentos
complejos se exigirá que el documento contractual incluya junto a la firma del
cliente una expresión manuscrita en los términos que determine la Comisión
Nacional del Mercado de Valores, y no se consideran instrumentos complejos a
estos efectos aquellos en la que concurran las siguientes condiciones : que
existan posibilidades frecuentes de venta, reembolso u otro tipo de liquidación
y que no impliquen pérdidas reales o potenciales para el cliente que excedan
del coste de las adquisiciones lo que no es el caso.
En el presente caso es evidente, que el producto que se ofertaba
constituye sin duda la promoción y venta o suscripción de un instrumento de
inversión que debe conceptuarse como complejo. En efecto, por medio de las
denominadas Participaciones Preferentes lo cierto es que se suma un riesgo
asociado o paralelo al que pudiera constituir la adquisición de acciones de una
sociedad cotizada, solamente que sin tener los beneficios que suelen tener este
tipo de operaciones, y concretamente en el caso las participaciones preferentes
lo cierto y verdad es que no existe, o la parte apelante no ha acreditado, la
posibilidad de que existan frecuentes posibilidades de venta, reembolso u otro
tipo de liquidación del referido producto. En el presente caso nos encontramos
con unas Participaciones Preferentes que en realidad no tienen plazo de
devolución puesto que se trata de las participaciones perpetuas, y desde luego
esta circunstancia así como la posibilidad de no tener sistemas de liquidación
dados los mecanismos de reembolso o de venta de las referidas participaciones
debió de haber sido convenientemente resaltado por la entidad financiera.
Desde luego lo que no cabe es cobijarse en la mera suscripción de los
denominados test de conveniencia o idoneidad y la suscripción también de un
documento, redactado por la propia entidad financiera, en la que supuestamente
la parte actora conocía los riesgos de la operación. Como ya ha tenido ocasión
de establecer el Tribunal Supremo en otro tipo de circunstancias análogas,
contratos de seguro, la mera suscripción de modelos normalizados como es el
caso, y además rellenados en la propia entidad financiera y no por el cliente en
su domicilio y después de haber podido reflexionar sobre las circunstancias de
la operación, no constituyen en realidad la declaración o la realización de un
verdadero test de conveniencia y desde luego las meras contestaciones o
manifestaciones que se hagan en dicho test, como se dice realizado a presencia
de los empleados de la entidad financiera, en un modelo facilitado por la misma
y con las casillas rellenadas a través del ordenador de la oficina, no implica ni
mucho menos el cumplimiento de la obligación de información al cliente de los
riesgos asociados a la operación, sobre todo si como es el caso se trata de una
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operación que la propia legislación considera como una operación compleja y
la Comisión Nacional del Mercado de Valores la ha conceptuado así en sus
folletos informativos. Desde luego lo que no puede decirse es que el mero
hecho de que sean suscritos unos determinados documentos, pre-redactados por
la entidad financiera, impliquen el conocimiento por parte de la demandante de
todas las circunstancias asociadas a la operación y a los riesgos a los que se
sometía.
En el punto relativo a la conceptuación del error como invalidante del
contrato, sobre dicha cuestión existe una más que abundante doctrina
jurisprudencial. Así las condiciones del error propio invalidante del contrato, a
saber, como expone la STS de 26 de Junio de 2000 :”recaer sobre la cosa que
constituye su objeto o sobre aquellas condiciones que principalmente hubieran
dado lugar a su celebración, de modo que se revele paladinamente su
esencialidad, que no sea imputable a quién lo padece, un nexo causal entre el
mismo y la finalidad que se pretendía en el negocio jurídico concertado, y que
sea excusable, en el sentido de que sea inevitable, no habiendo podido ser
evitado por el que lo padeció empleando una diligencia media o regular
(Sentencias 14 y 18 de Febrero de 1994 y 11 de Mayo de 1998). Además y en
relación con la excusabilidad es necesario que sea inexcusable, es decir, que no
pudiese ser evitado mediante una diligencia media (Sentencias del Tribunal
Supremo de 13 de Mayo de 1991 21 de Mayo de 1997 y 29 de Diciembre de
1999).
El artículo 1266 del Código Civil, no menciona expresamente la
inexcusabilidad como requisito del error invalidante, pero la jurisprudencia lo
deduce de los principios de auto responsabilidad y de buena fe, este último
consagrado en el artículo 7 del Código Civil.
El error es excusable cuando pudo ser evitado empleando una diligencia
media o regular de acuerdo con los postulados del principio de buena fe. La
diligencia ha de apreciarse valorando las circunstancias de toda índole que
concurran en el caso, incluso las personales, pues la función básica del requisito
de la inexcusabilidad es impedir que el ordenamiento proteja a quien ha
padecido el error, cuando éste no merece esa protección por su conducta
negligente, trasladando entonces la protección a la otra parte contratante, que la
merece por la confianza infundida por la declaración. Cada parte debe
informarse de las circunstancias y condiciones que son esenciales o relevantes
para ella en los casos en que tal información le es fácilmente accesible,
tomando en consideración su condición de mayor o menor conocimiento y
experiencia en el ámbito del tráfico jurídico en el que se genera el contrato.
Según la doctrina de esta Sala la excusabilidad ha de apreciarse valorando las
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circunstancias de toda índole que concurran en el caso, incluso las personales,
tanto del que ha padecido el error, como las del otro contratante, pues la
función básica del requisito es impedir que el ordenamiento proteja a quien ha
padecido el error, cuando éste no merece esa protección por su conducta
negligente (Ss. de 4 de Enero de 1982 y 28 de Septiembre de 1996).”
Además es doctrina reiterada del Tribunal Supremo que los vicios del
consentimiento solo son apreciables en juicio si existen una cumplida prueba de
la existencia y realidad de los mismos, prueba que incumbe a la parte que los
alega (Sentencias del Tribunal Supremo de 4 de Diciembre de 1990 y 30 de
Mayo de 1995).
Resulta del todo evidente que en el presente caso se produce una
formación de la voluntad de manera viciada. En efecto a pesar de las
afirmaciones contenidas en el escrito de recurso, lo cierto es que no consta en
forma alguna que por parte de los empleados de la entidad financiera se haya
producido la necesaria información para la concertación de un producto como
el que se ha ofertado que es un producto que puede denominarse como
complejo. La parte apelante realmente lo único que pretende es dar
preeminencia a los documentos redactados por la propia entidad financiera
firmados en la propia entidad financiera, y de la suscripción de dichos
documentos, llegar a la conclusión de que en realidad la demandante contaba
con toda la información del producto. De hecho, ya a la vista de la documental
aportada parece que la parte actora, únicamente se limito a firmar lo que los
propios empleados de la entidad financiera les pusieron a la firma sin que
conste que se haya ofrecido ninguna información adicional ni sobre las
características del producto, ni sobre la complejidad del mismo, ni sobre el
riesgo del mismo, ni sobre la supuesta “preferencia” de las participaciones
suscritas, información que era del todo relevante habida cuenta de que se
trataba de una suscripción de participaciones perpetuas, operación que resulta
insólita teniendo en cuenta las circunstancias personales de la actora. Por ello
resulta inocua la calificación concreta del negocio jurídico concertado entre las
partes, contrato, asesoramiento o simple indicación de inversión, pues lo
relevante es que el test de conveniencia o de idoneidad se ha verificado de una
forma puramente ritual y formularia, mediante la suscripción en la propia
oficina y con los propios medios técnicos de la misma del documento de la
supuesta idoneidad en el contratante, documentos, relativos al conocimiento de
los riesgos, que no sirve ni tiene victorias suficientes para entender que se había
producido una información veraz y objetiva que abarcase todos los riesgos de la
operación que se contrata. Por ello no cabe sino llegar a la conclusión de la
existencia de un error que ha determinado una inadecuada formación de la
voluntad y por ende la declaración de nulidad de las operaciones concertadas,
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lo que determina la desestimación del recurso interpuesto y con ello la
confirmación de la resolución de instancia en todos sus puntos. No siendo con
ello preciso el examen del resto de los motivos de impugnación planteados en
el escrito de recurso, en tanto hacían referencia a causas de nulidad absoluta en
su día alegadas en la demanda, que no fueron acogidas en la resolución de
instancia.
CUARTO.- A tenor de lo previsto en el artículo 398 de la LEC,
procede imponer las costas procesales generadas en esta segunda instancia a la
parte apelante.
Vistos los artículos citados y demás de general y pertinente aplicación
Por cuanto antecede en nombre de Su Majestad El Rey y por la
autoridad conferida por el Pueblo Español,
FALLAMOS
DESESTIMANDO el recurso de apelación interpuesto por BANKIA
SA representada por el Sr. Procurador D. Francisco José Abajo Abril, contra
Sentencia de fecha 16 de Junio de 2014 dictada por la Ilma. Sra. MagistradoJuez del Juzgado de Primera Instancia nº 6 de Getafe en autos de Juicio
Ordinario nº 331/13 promovidos a instancia de Dña. Mª Amparo De Nicolás
Hernández y D. Virgilio De Nicolás Muñoz como sucesores de Dña. Milagros
Hernández Torres, representados por la Sra. Procuradora Dña. Gloria Rubio
Sanz contra la ya citada parte, DEBEMOS CONFIRMAR Y CONFIRMAMOS
la referida resolución, imponiendo las costas procesales generadas en esta
segunda instancia a la parte apelante. Con pérdida del depósito constituido.
CONTRA ESTA RESOLUCIÓN NO CABE RECURSO ALGUNO
POR RAZÓN DE LA CUANTÍA, PUDIENDO EN SU CASO
INTERPONERSE RECURSO DE CASACIÓN POR INTERÉS
CASACIONAL SI CONCURREN LAS CIRCUNSTANCIAS PREVISTAS
EN EL ART. 477.2.3º Y 3 DE LA LEC, Y TAMBIÉN EN SU CASO,
EXTRAORDINARIO POR INFRACCIÓN PROCESAL EN LA FORMA
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PREVISTA EN LA DA.16º LEC, EN RELACIÓN CON EL ARTÍCULO 469
LEC.
Así por esta nuestra sentencia de la que se unirá certificación literal al
Rollo de Sala, lo pronunciamos, mandamos y firmamos.
PUBLICACIÓN.- Extendida y firmada la anterior resolución es
entregada en esta Secretaría para su notificación, dándose publicidad en legal
forma, e incorporada al libro de resoluciones definitivas, se expide certificación
literal de la misma para su unión al rollo. Certifico.
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