Subido por Edwin Manuel

La iglesia hispano-visigótica

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UNIVERSIDAD DE NAVARRA
FACULTAD DE TEOLOGÍA
Seminario: Historia de las iglesias orientales
Profesor: Dr. Eduardo Torres Moreno
Breve estudio sobre la Iglesia hispano-visigótica: su singularidad y su catolicidad.
Ignacio Erdozain Castiella
I. Introducción.
La Iglesia católica expandida por todo el mundo adquiere rasgos particulares en cada uno
de los pueblos y culturas donde nace y se desarrolla. Por eso, cada una de las iglesias
particulares hace crecer la cultura en la cual se encarna. Esta realidad de inculturación
natural de la Iglesia hace de la misma una realidad diversa, polifacética y muy rica en
matices.
Al mismo tiempo la Iglesia católica es Una y única. En la diversidad de las iglesias
particulares se halla el germen de la unidad y debe haber siempre un lugar para la unión y
la comunión con el resto de las iglesias particulares.
En este caso el estudio se centrará en la iglesia que ocupó el territorio de la provincia
romana de Hispania en el periodo comprendido entre la caída del Imperio Romano de
Occidente y la invasión musulmana. Esta iglesia, que recibió diversos nombres (iglesia
hispano-mozárabe, iglesia visigótica...) pervivió con sus notas particulares que la
diferenciaban hasta la reforma gregoriana. “En la iglesia latina -sobre todo por el
progresivo aumento del papel del papado a partir de del siglo IX y, en particular, desde la
reforma gregoriana del siglo XI- se desarrolló, en el segundo milenio, un régimen de
organización unitaria que llevó a poner de relieve la dimensión universal de la iglesia, en
detrimento de la dimensión particular” Voz Iglesia Particular, p. 386 en OTADUY,
J (ed), Diccionario General de Derecho Canónico, Pamplona: Aranzadi,
2012, 1036
La vida de la iglesia se articula en torno a diversas realidades -sacramental, vida de
oración, derecho- que son las que toman características propias de los pueblos que
forman la iglesia. Es por ello que en el estudio de la normativa eclesiástica, en las
manifestaciones rituales propias y en la vida de santidad de la iglesia podemos encontrar
los rasgos que la configuran en un territorio concreto.
Al mismo tiempo esta iglesia debe, para ser considerada católica, mantener la comunión
con las demás iglesias. Por eso, también se tratará de mostrar en este trabajo los
elementos que hicieron de la iglesia hispano-visigótica una iglesia particular en el seno de
la iglesia católica.
Por último, estamos ante el estudio de una iglesia que no existe en la actualidad con sus
rasgos y notas específicas. La aproximación a los motivos de su desaparición será
también parte de este trabajo. Estudiando los motivos de la desaparición de cualquier
realidad humana podemos entender también la propia existencia de esta realidad.
¿Desaparece por elementos de la misma realidad que han decaído? ¿Hay elementos
externos que llevan a la desaparición? ¿Quién o quienes se encuentran implicados en la
misma?
II. De una iglesia visigoda arriana a la unidad católica.
a) Introducción
La situación política que se vivió en la provincia romana de Hispania a partir del 409 con
las primeras invasiones de las tribus suevas, vándalas y alanas produjo un cambio radical
en la configuración y en la vida de la, hasta entonces, sociedad romanizada.
La Iglesia, que según la tradición se hallaba presente en Hispania desde el s. I. “A la
llegada de los bárbaros, la masa de la población hispanorromana aparece, por tanto,
como católica, al menos desde el punto de vista de la legalidad vigente” ORLANDIS, J.,
“El cristianismo y la Iglesia en la España visigoda” en MENENDEZ PIDAL, R. (ed)
“Historia de España”, III, Madrid: España Calpe, 1991, 433. Tras las invasiones de los
pueblos bárbaros y su asentamiento en Hispania durante los años posteriores, la iglesia
que ya estaba presente en este territorio debe hacer frente a una gran crisis. Ésta no está
motivada por el cambio de la forma de gobierno, por la inseguridad o por los diferentes
periodos de guerras, sino porque la gran mayoría de los nuevos pobladores no son
católicos. “Los vándalos profesaban el arrianismo, al igual que los visigodos, que, aunque
asentados bastante más tarde en suelo hispánico, terminarían por quedar como únicos
dominadores. [...] Los suevos fueron luego arrianizados, por influencia visigoda, y
permanecieron en un estado religiosamente incierto hasta mediados del s. VI” (p. 434).
Por tanto, la iglesia hispana en transición hacia una iglesia hispano-visigótica tuvo como
primera y gran tarea la de evangelizar a los pueblos germanos heréticos.
Es importante notar como la propia iglesia romana asume y se funde con la iglesia
visigótica, con el noble afán de devolverlos a la comunión católica en la profesión de la
verdadera fe. Esta labor misional hacia los pueblos bárbaros va dando sus frutos. El
primero será la conversión del rey suevo Requiario, que a la muerte de su padre el rey
Réquila en 448, ser convierte al catolicismo y “fue así el primer monarca católico de un
pueblo bárbaro occidental” (p. 438). No obstante, la conversión del rey no suponía una
conversión en masa de todo el pueblo. Así, “a Teodomiro, en cambio, lo considera Isidoro
como primer rey católico, por haber sido él quien proclamó oficialmente la adhesión del
reino al catolicisimo, hecho éste que pudo producirse en un concilio celebrado en Lugo el
1 de enero de 569” (p. 440). Pero el principal éxito de la labor misional de la iglesia
católica es la conversión de Recaredo en “febrero o marzo del 587” (p.444) . Por tanto, se
puede hablar de una única iglesia católica en el reino visigodo de España a partir del s. VI.
b) Periodo de coexistencia de la iglesia católica y la iglesia arriana visigoda.
Es importante notar que, durante el periodo arriano del reino visigodo, se produjo en este
reino la coexistencia de dos iglesias diferenciadas y basadas en una distinción étnica. Así,
según fuera la procedencia étnica de la población cada grupo pertenecía a una iglesia
distinta. “El viejo planteamiento fundado en la dualidad de confesiones de los dos
elementos étnico que constituían la base demográfica de la población peninsular
-visigodos arrianos e hispanorromanos católicos- ” (p. 443).
Este hecho nos puede permitir hablar ya de que entonces hasta los mismos gobernantes
tenían un claro sentido de diferencia entre la iglesia católica y la iglesia considerada
separada de la comunión católica por la herejía.
c) Unificación católica de la iglesia en el Concilio III de Toledo
“La unidad religiosa de España se consumó en el reinado de Recadero, el hijo y sucesor
de Leovigildo. [...] La unidad religiosa española fue unidad católica, con las salvedades
que representaban la minoría judía y las supervivencias paganas.” (p.444).
La Iglesia en el reino visigodo fue única tras la celebración del III Concilio de Toledo. En
este mismo concilio se procedió a dar las normas necesarias para la incorporación de los
visigodos arrianos a la vida de la iglesia católica “los problemas disciplinares y pastorales
que planteaban la recepción de los visigodos arrianos en la iglesia fueron resueltos por el
concilio toledano y por algún sínodo provincial reunidos pocos años después” (p. 445).
En este periodo de aceptación de los visigodos arrianos podemos señalar dos signos de
auténtica catolicidad de la iglesia hispana ya que “ a los conversos del arrianismo no se
les exigió la rebautización, de acuerdo con la praxis tradicional de la iglesia católica
recogida en la decretal dirigida dos siglos antes por el papa Siricio (384-399) al obispo
Himerio de Tarragona” (p.445).
El segundo signo es relativo a la aceptación de los clérigos arrianos. Con éstos “se
respetó, sin embargo, el grado de los clérigos conversos [...], con la condición de
comprometerse a guardar continencia, de acuerdo con la ley del celibato eclesiástico
vigente en la iglesia latina para los clérigos mayores” (p. 446).
III. Aspectos de la vida de la iglesia católica visigótica
a) Unidad político-religiosa
Un elemento característico de la iglesia hispano-visigótica (aunque no exclusivo de la
misma) fue la gran intervención en la vida de la iglesia de los monarcas visigodos. Esta
unión entre el gobierno civil y el eclesiástico, por fuerza, iba configurando la vida de la
iglesia de un modo particular, haciendo de la misma una iglesia diferenciada del resto de
la iglesia católica.
Hay innumerables testimonios de esta relación tan estrecha entre los monarcas visigodos
y la vida de la iglesia. Mencionaremos solamente dos: “Éste -por lo menos en el caso de
Sisebuto- aparece como supremo guardián del orden público eclesiástico, y en tal
concepto, reprendió duramente al metropolita Eusebio de Tarragona por sus aficiones,
impropias del ministerio sacerdotal, a los espectáculos de teatro y circo” (p. 461). Y “ el
poder real intervino igualmente en problemas de geografía eclesiástica: un decreto de
Gundemaro (601) reconoció Toledo como metrópoli de la provincia Cartaginense” (p. 461).
b) Organización eclesiástica
Hay, en la vida de la iglesia visgótica, elementos que podríamos llamar elementos propios
y al mismo tiempo elementos comunes de catolicidad.
Así, el ejemplo más claro de ello es el elemento de la organización eclesiástica.
La iglesia católica en el reino visigodo se organiza en torno a provincias eclesiásticas, que
a su vez se dividen en diócesis. Este modo de organización (tomado de la organización
territorial del Imperio Romano) es común a toda la iglesia católica de ese tiempo.
Ahora bien, se trata de une elemento característico de la iglesia visigótica, ya que la
determinación del territorio de las diócesis y provincias, así como el nombramiento de sus
obispos se entremezcla con el poder civil.
“Las provincias eclesiásticas del reino visigodo fueron seis: Cartaginense, Tarraconense,
Bética, Lusitania, “Galecia” y, fuera del territorio peninsular, la Narbonense, en el solar de
esta provincia civil, llamada también Septimania, la única que conservó la monarquía
toledana al norte del Pirineo, tras la pérdida de los antiguos dominios visigodos de las
Galias” (p. 469).
La diócesis contaba con una ciudad, residencia del obispo, y un presbiterio que ejercía su
labor sagrada tanto en la ciudad como en los núcleos urbanos o en las villas. En este
tiempo aparecen, tanto en el reino visigodo como en el resto de Occidente, las llamadas
“iglesias propias”. Ante este problema de orden eclesiástico “un concilio de la
Tarraconense del s. VI ordenó que ninguna iglesia podría ser consagrada como
monasterio si no vivía en ella una comunidad monástica, bajo una regla aprobada por el
obispo” (p. 474).
Así pues, queda claro que la organización eclesiástica es un elemento más de comunión
con la iglesia universal. Al mismo tiempo, se vive de manera particular a través de los
cánones que emanan de la propia iglesia para uso local.
c) Elección de Obispos.
Este aspecto de la vida de la iglesia es, de nuevo, un elemento de comunión católica. Así
“la normativa -coincidente con la de los Capitula Martini - era la tradicional, conocida
vulgarmente como “elección por el clero y el pueblo”. Esta disciplina, siguiendo la pauta
del Derecho universal de la Iglesia, formulada en el Concilio I de Nicea, otorgaba el papel
fundamental en el nombramiento de un nuevo obispo al metropolitano y a los obispos
comprovinciales” (p. 476). No obstante, “el procedimiento de elección de obispos había
registrado con anterioridad determinadas variedades regionales” (p.476).
Es por ello, por lo que se puede afirmar que los elementos de comunión católica de la vida
de la iglesia visigótica se viven, sin ningún tipo de problema, al modo propio de la
comunidad visigótica.
d) Sínodos y concilios provinciales
La reunión de los obispos de la iglesia en sínodos y concilios es una constante en la vida
de la iglesia, con especial fuerza en la iglesia del tiempo de los Padres.
Tanto en Oriente como Occidente la iglesia dividida en demarcaciones para su propio
gobierno tenía reuniones periódicas para abordar aspectos de la vida eclesial.
La iglesia en el reino visigodo no es distinta del resto de la iglesia católica. “La iglesia
visigoda recibió la disciplina universal acerca de los concilios y la enriqueció con los
resultados de su propia experiencia” (p. 478).
“El Concilio I de Nicea había dispuesto que los concilios provinciales se reunieran dos
veces al año y esta disciplina fue mantenida en el reino suevo-católico por los Capitula
Martini. Al iniciarse la época visigodo-católica, el Concilio III de Toledo trató de restablecer
la actividad conciliar, largo tiempo paralizada, pero con la mitigación contenida en una
decretal del para Hormisdas de que la periodicidad de estas asambleas pudiera ser tan
sólo anual” (p. 479).
e) La relación de la iglesia hispana y Roma
Otro elemento de comunión católica fundamental es la comunión con la sede romana en
el ámbito doctrinal: “Nunca existieron diferencias reales de orden doctrinal entre la iglesia
visigótica y la iglesia universal, y esta unidad se ponía gráficamente de manifiesto con
ocasión de los concilios toledanos, por la profesión solemne que en ellos se hacía de la fe
de los cuatro primeros concilios ecuménicos - los de Nicea I, Constantinopla I, Éfeso y
Calcedonia - considerados en toda la cristiandad como la expresión más genuina de la fe
de la iglesia” (p. 482); y en el ámbito jurisdiccional “la iglesia española del siglo VI heredó
de la época del Imperio cristiano una tradición de frecuente comunicación con roma y de
intenso ejercicio por los papas de su primado jurisdiccional. Un hecho de gran significado
fue la concesión por el papa Hormisdas del vicariato apostólico a Juan, obispo de Elche -o
quizá de Tarragona- en 517...” (p. 482).
No obstante, debido a los avateres políticos de la época es escasa la comunicación
escrita entre la sede romana y la iglesia visigótica. Así “bastará con decir que ne el curso
de tres cuartos del siglo VI tan sólo hay noticia de una decretal pontificia llegada a la
península ibérica, la Directas ad nos del Papa Vigilio a Profuturo, metropolita de Braga en
el reino suevo” (p. 482).
Especial importancia tuvo la relación de amistad habida entre le Papa Gregorio Magno y
san Leandro. Esto propició una mayor relación entre la sede romana y la iglesia hispana,
aunque al término del papa de Gregorio Magno se volviera a la situación precedente de
comunicación más escasa.
Debido a esta falta de comunicación se dieron, a lo largo del siglo VII una serie de
episodios de desencuentro entre la sede romana y la iglesia visigoda.
En estos episodios podemos también vislumbrar un elemento de comunión entre ambas
iglesias. La falta de entendimiento mutuo de ambas iglesias, debido a la incomunicación,
llevó a la desunión. Pero precisamente en este estado de desunión, tanto la iglesia
romana como la iglesia visigótica hicieron esfuerzos para alcanzar una mayor unión entre
ambas. Por eso creo que se puede entender que los momentos de falta de unión
-provocada por los errores propios de la naturaleza humana- pueden verse como
elementos de comunión entre aquellos que se dividen pero buscan la unión.
En el siglo VII ocurrieron dos episodios de esta tensión que más arriba se afirmaba.
“En primero de ellos estuvo motivado por una decretal del papa Honorio I, que contenía
una severa amonestación al episcopado español y dio lugar a una respetuosa pero
enérgica respuesta de san Braulio, en nombre de aquel episcopado. El segundo y más
famoso episodio fueron las incidencias derivadas de la invitación dirigida por el papa León
II a los obispos españoles para que suscribieran las actas del Concilio III de
Constantinopla -sexto de los ecuménicos-, que había condenado el monotelismo. Las
objeciones del Papa a algunas proposiciones teológicas contenidas en el “Apologético”
enviado a Roma con tal motivo por el primado Julián de Toledo provocaron un estado de
tensión entre la iglesia visigoda y el Pontificado” (pp. 483-484).
f) La vida de santidad de la iglesia
Es fundamental para que una parte del cuerpo se diga que está viva su unión con la
totalidad del mismo y la capacidad de llevar a cabo sus funciones propias. Los frutos que
cada miembro está llamado a dar en ese cuerpo son los frutos de la santidad. La vida de
la iglesia es la vida de la santidad. Por ello, la manifestación de ésta en la iglesia particular
es signo de ser una iglesia viva.
La iglesia del reino visigótico fue una verdadera iglesia, donde se multiplicaron los signos
de la santidad. Iglesia floreciente en su vida monástica y de caridad , señalaremos a
continuación algunos de sus santos más insignes y de sus monasterios más florecientes.
Así, en el capítulo de los santos de esta iglesia se pueden señalar a: San Martín de
Braga, evangelizador del reino suevo en el siglo VI, los hermanos santos Leandro e
Isidoro ambos obispos de Sevilla entre los siglos VI y VII, san Braulio de Zaragoza
también en el siglo VII, san Ildefonso, san Fructuoso de Braga y un largo etcétera de
varones ilustres y santos.
La vida monástica visigótica tuvo expresión tanto eremítica como cenobítica. La vida
eremítica tiene como insignes padres a san Millán de la Cogolla y a su maestro Félix de
Bilibio durante el siglo VI. Destaca también san Fructuoso de Braga. Dentro de los
cenobios hispano visigóticos cabe destacar los de Asán, Servitano, Dumio.
g) La teología de la iglesia visigótica
En comunión con la iglesia católica, los pensadores y teólogos de la iglesia visigótica
realizaron una notable aportación al pensamientos sobre la fe durante los siglos VI y VII.
Así, por ejemplo, san Isidoro, san Julián o san Ildefonso con sus obras teológicas y
liturgicas contribuyeron al avance de la teología para toda la iglesia católica.
IV. El rito hispano-mozárabe
a) Introducción
El rito por el cual se regulaba la vida litúrgica en el reino visigodo de Hispania ha recibido
varios nombres, y relmente se extiende más allá del ámbito de este trabajo. No obstante,
“el rito hispánico fue el tercer componente del legado visigodo a la iglesia latina. Una
liturgia -que ha recibido las denominaciones de hispánica, visigótica y mozárabe- surgió
en España durante los siglos VI y VII y prolongó su vigencia más allá de la invasión
islámica, hasta su desaparición en el siglo XI, como consecuencia de la Reforma
gregoriana” (p. 507).
El origen del rito parece ser romano e influido también por aportaciones bizantinas. Así lo
afirma el gran estudioso del rito hispano-mozárabe, el P. Germán Pardo, O.S.B. “el Rito
hispano-gótico y mozárabe tiene ante todo un origen romano” (p.9)PRADO, G., “Manual
de liturgia hispano-visigótica o mozárabe”, Madrid: Voluntad, 1927, 315. No niega,
que el rito además “estos hechos y otros más que pudieran aducirse explican
suficientemente las múltiples influencias bizantinas en nuestra antigua Liturgia” (p. 12).
Afirma también el autor influencias monásticas, ambrosianas y galicanas.
Por todo ello, el rito de la iglesia visigoda en España es uno de los signos más
importantes de su peculiaridad y al mismo tiempo es un signo de comunión católica. No
se trata de una peculiaridad aislada, que separe de la iglesia católica, sino que es una
expresión particular que está conectada con las expresiones litúrgicas de las iglesias
particulares de su época.
b) Valores del rito hispano-mozárabe
Originalidad: “Uno de los valores más apreciables del Rito hispano es su originalidad, aun
cuando haya mucho de importado, mucha propia de los Padres, hasta el punto de ser no
pocas Misas una centoniación patrística. Pero nadie le niega, ni puede regatearle
excepcional originalidad, teniendo el fenómeno natural explicación en el mismo relativo
aislamiento geográfico de la Península. Amigos fueron los Padres hispanos de acrecentar
su repertorio eucológico; pero siempre anduvieron menos influídos nuestros libros rituales
que los galicanos y ambrosianos” (pp. 37 y 38).
Valor histórico: el rito hispano visigótico se convierte, sobre todo tras la invación
musulmana, en una fuente de conocimiento de la vida de la comunidad cristiana bajo el
yugo musulmán.
Valor folklórico. La liturgia hispano visigótica se hace eco de las expresiones festivas y
literarias del pueblo.
Valor teológico. “Pero el valor más subido de todos es el teológico. En esto no hay Rito
alguno que iguale ni pueda superar al Rito hispano. Sus oraciones, sobre todo las de la
Misa, no son oraciones, son trataditos doctrinales, a las veces envueltos en sublimes
arranques líricos y oratorios; otras en forma suplicante” (p. 43).
Valor bíblico. Las oraciones que componen el rito hispano son de una gran riqueza bíblica,
que destaca entre la de otros ritos de la iglesia católica.
V. La reforma gregoriana y la paulatina desaparición de la iglesia hispano-visigótica
Con la rápida conquista del territorio peninsular por parte de las tropas musulmanes
desde finales del s. VII y principios del s. VIII, la iglesia hispana tiene que afrontar la vida
de catacumbas, persecución y la vida de, en contadas ocasiones, tolerancia por parte de
las autoridades musulmanas que rigen los destinos de estas tierras durante los próximos
siglos.
Podría pensarse que es este estado de las cosas el que lleva a la desaparición de la
iglesia hispana, pero curiosamente no es este elemento el que hace que los elementos
propios que hemos visto más arriba vayan decayendo hasta desaparecer. Todo lo
contrario, los elementos particulares de la iglesia hispano-visigótica (aunque en este
tiempo empieza a conocerse también como iglesia hispano-mozárabe) se preservan en
estos territorios de dominio musulmán.
En España, las reformas auspiciadas por Gregorio VII tras los concilios romanos de
prinicpios del siglo XI, tuvo una formas particulares. Debido al aislamiento de la iglesia
española y sus esfuerzos dedicados a la reconquista, los esfuerzos reformadores de
Gregorio VII fueron quizá de menor calado, ya que se simultaneaban con la magna obra
de la reconquista. No obstante, “Amado de Olerón y Frotario de Saint-Pons fueron
quienes vigilaron ante todo que el clero español observara los decretos gregorianos. Un
concilio que tuvo lugar en Gerona en 1078 prohibió, bajo pena de suspensión, el
matrimonio de los clérigos [...] El cardenal Ricardo se esforzó por obtener idénticos
resultados en Castilla, en donde se ocupó también de introducir la liturgia romana
que sólo Aragón había adoptado hasta entonces. [...] La iglesia española, privada
durante mucho tiempo de de la dirección romana, se había deslizado por una
pendiente que con esfuerzo tuvo que remontar” (p.110) en FLICHE, A. y
MARTIN, V. “Historia de la Iglesia. Desde los origenes hasta nuestros
días”, VIII, Valencia: EDICEP, 1976, 641
V. Conclusiones
A la vista de los elementos expuestos de manera sucinta en este trabajo se puede afirmar,
sin miedo a la equivocación, que la iglesia del reino visigodo de España constituía una
verdadera iglesia particular en plena comunión con la iglesia católica, así se afirma
cuando dice que “La iglesia española poseía una liturgia propia, la liturgia mozárabe, y
una importante legislación sinodal y literaria teológica de la época visigótica” (p.358).
Las manifestaciones de la vida de la iglesia (tanto en el canon bíblico, como en el canon
sacramental-ritual como en el canon de la vida de santidad) son plenamente católicas. Y
al mismo tiempo se puede observar que tiene una identidad propia, unas lineas comunes
a todo el territorio y en una época concreta.
Hoy en día, desaparecida la unidad política que sustentaba la singularidad de esta iglesia
visigótica, solamente pervive -y de manera muy reformada- el rito que emergió de esta
iglesia.
Es significativo que todos los elementos estudiados perviven en el rito mismo. En este rito
se encuentran recogidas muchas disposiciones de los Padres visigodos, muchas de sus
oraciones y enseñanzas. En su santoral se encuentran recogidas las fiestas de los santos
que configuraron esta iglesia. Y en su sistematización se pueden entrever las normas que
regían esta antigua iglesia.
La conclusión al trabajo es que en verdad nos encontramos, en el caso de la iglesia
hispano-visigótica, ante una verdadera iglesia católica particular. En ella se daban todos
los elementos propios de la iglesia católica, vividos y estructurados en una forma
particular y concreta. La diversidad de la vida de la iglesia en este periodo de tiempo en
este área geográfica concreta no restaba nada a su pertenencia a la iglesia universal.
Hemos estudiado también como no fue un proceso de conquista o de opresión por parte
de los dirigentes musulmanes lo que llevó a desaparecer estas notas específicas ya que
“Los cristianos (mozárabes) gozaban de libertad religiosa, pero sólo como comunidad de
ghetto tolerada, a la que estaba vedada toda actividad pública.” EWIG, E. “El
pontificado se aleja del imperio y se acerca a los francos”, en JEDIN, H.
Manual de historia de la Iglesia, Barcelona: Herder, primera edición
1966, edición española 1968, 759pp, la cita es de la pag 238 sino el movimiento
reformador y unificador comenzado por el Papa Gregorio VIII.
Para un estudio posterior sería interesante estudiar si este movimiento reformadorunificador responde a la verdadera teología de la iglesia particular, a la esencia misma de
lo que significa el nacimiento y desarrollo de la iglesia en una cultura y un pueblo
particular.
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