Declaración del Director Ejecutivo del UNFPA al dar a conocer el

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Declaración del Director Ejecutivo del UNFPA al dar a
conocer el informe
Estado de la Población Mundial 2012
(Difusión vedada hasta las 12:00 horas GMT del
14 de noviembre de 2012)
(Verificar con la versión oral)
Bienvenidos a este acto en que se da a conocer el informe del
UNFPA Estado de la Población Mundial 2012, titulado: “Sí a la
Opción, No al Azar: Planificación de la Familia, Derechos
Humanos y Desarrollo”.
En este informe del UNFPA se fundamenta que la planificación
voluntaria de la familia es un derecho humano. Además, debido a
que es un derecho, toda persona que quiera tener acceso a la
planificación de la familia debería tener ese derecho al acceso.
Con un gasto de solamente un dólar por cada habitante de la
Tierra, sería posible que todos disfrutaran de ese derecho.
La planificación de la familia es una de las inversiones de más
crítica importancia que podemos efectuar: en salud, en derechos
de la mujer y en las trayectorias de la vidas de los jóvenes. Al
disponer de educación sobre la sexualidad apropiada para las
distintas edades y de acceso a anticonceptivos, los jóvenes
pueden realmente planificar su educación, su trabajo y su
procreación de manera acorde con sus aspiraciones personales.
Por otra parte, pese a las promesas, las resoluciones y las
convenciones internacionales que afirman el valor de la
planificación de la familia, en los países en desarrollo la
planificación de la familia sigue fuera del alcance de una
abrumadora cantidad de mujeres: 222 millones. Hay muchos
factores que contribuyen a ese déficit: limitada disponibilidad de
servicios, altos costos y diversas condiciones en las vidas de las
mujeres y los hombres que les impiden el acceso a los servicios
de salud sexual y reproductiva. Esas barreras están coartando
sus derechos.
Si no se subsana esa carencia de planificación de la familia, se
han de perpetuar la pobreza y la desigualdad entre los géneros y
se pueden suscitar presiones por exceso de población en países
pobres que se esfuerzan, con muchas dificultades, por satisfacer
las necesidades humanas básicas. Sabemos que, en ausencia
de los medios y las facultades para decidir libre y
responsablemente cuántos hijos tener y cuándo tenerlos, las
mujeres corren muchos mayores riesgos de padecer mala salud y
pobreza.
Los datos indican que el acceso a la planificación de la familia
desencadena beneficios sin precedentes, a nivel tanto individual
como nacional, en que puede contribuir al desarrollo económico.
Los efectos acumulativos de esas decisiones sumamente
personales pueden ejercer influencia sobre países y regiones
enteras. Esas opciones personales, al irse agregando, pueden
inspirar políticas que mejoran las vidas de todos.
Como lo han probado las economías fortalecidas de México y de
los “Tigres asiáticos”, al reducir la cantidad de dependientes de
cada trabajador, a medida que el Estado va efectuando
inversiones en el desarrollo para su pueblo, es posible impulsar
un notable crecimiento social y económico.
El informe del UNFPA Estado de la Población Mundial muestra
que, en verdad, la planificación de la familia tiene un positivo
efecto multiplicador sobre el desarrollo.
Si la comunidad mundial efectuara inversiones por valor de 8.100
millones de dólares anuales, podríamos eliminar la necesidad
insatisfecha y millones de personas se agregarían a las que
pueden determinar la trayectoria a que aspiran para sus propias
vidas.
Un estudio reciente sobre mi propio país, Nigeria, mostró que si
la tasa de fecundidad disminuyera solamente en un hijo por
mujer, aumentaría en un lapso de 20 años el ingreso per cápita
anual, desde 1.452 dólares hasta 1.640 dólares. Si ese aumento
se multiplicara por el total de la población nigeriana, la economía
nacional se acrecentaría en 30.000 millones de dólares, como
mínimo. Aquella suma, invertida por cada pareja y cada año,
conduce a la vigencia de un derecho humano y genera una
poderosa expansión económica.
En mis viajes por todo el mundo, me encuentro con mujeres que
me dicen lo mismo: que quieren tener menor cantidad de hijos,
pero no disponen ni de las facultades, ni de los medios
necesarios, para evitar un embarazo no deseado.
Muchos hombres también afirman que desearían tener los
medios de ayudar a sus esposas o sus compañeras a tener
solamente la cantidad de hijos que ellas deseen.
Para esas mujeres y para esos hombres, no puede lograrse la
vigencia del derecho a la planificación de la familia sin nuestra
acción. Es preciso que los gobiernos y los proveedores de
servicios aseguren que la planificación voluntaria de la familia
esté al alcance de todas las personas que quieren tener acceso a
ella, especialmente los pobres.
Es preciso que derribemos las barreras financieras, sociales y de
otra índole que impiden el acceso.
Podemos proporcionar a los jóvenes formación en aptitudes para
la vida y educación sobre la sexualidad, apropiada a las distintas
edades. Podemos dictar, aprobar y aplicar leyes que protejan los
derechos de la mujer.
Como tal vez ustedes ya sepan, el UNFPA, el Gobierno del Reino
Unido, la Fundación Bill y Melinda Gates y otras entidades se
reunieron en el mes de julio y aunaron sus fuerzas a fin de
movilizar fondos y así lograr que, antes de 2020, en los países en
desarrollo se agreguen 120 millones de mujeres a las que tienen
acceso a servicios de planificación voluntaria de la familia.
Este es un avance positivo. No obstante, es más, mucho más, lo
que todavía queda por hacer.
Los propios países en desarrollo han acrecentado sus
compromisos en pro de financiar servicios de planificación de la
familia. En la Cumbre sobre planificación de la familia celebrada
en Londres, prometieron aportar contribuciones por valor de
millones de dólares.
Esas nuevas inversiones en planificación de la familia serán más
eficaces si forman parte de acciones nacionales encaminadas a
mejorar la salud sexual y reproductiva.
La comunidad mundial ha hecho oír su voz: la planificación de la
familia es esencial para casi todos los aspectos del desarrollo.
Por esa razón, debe ser un elemento fundamental del programa
mundial de desarrollo que sucederá, después de 2015, a los
Objetivos de Desarrollo del Milenio.
Centenares de millones de mujeres, hombres y jóvenes cuentan
con nosotros para que apoyemos la vigencia de sus derechos.
No podemos dejar de merecer su confianza.
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