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El Hecho Moral

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Apuntes de Clases – Mag. Roger yajure
28 de septiembre de 2019
TEMA 2: LA ÉTICA COMO FILOSOFÍA PRÁCTICA
2.1 EL HECHO MORAL.
Frente al problema planteado por F. Nietzsche del nihilismo, de la amoralidad
debemos remontarnos hasta los orígenes del pensamiento ético.
En su libro ética a Nicómaco, Aristóteles se plantea como el hombre alcanza la
felicidad, la virtud. En contra de lo expuesto por Sócrates y Platón, el dirá que ser bueno
es opción o elección humana. Por su parte Miranda G, nos afirma que la experiencia moral
es universal:
Es un hecho que, en todas las culturas y sociedades de todas las épocas de la
humanidad, son frecuentes expresiones lingüísticas y comportamientos que se
refieren a juicios de valor, de mérito o de demérito, de premio o castigo, etc. en
función del modo de actuar de los individuos o los grupos. Se habla de “bien o
mal”, “noble o innoble”, “digno o indigno”, “apreciable o despreciable”, etc
(Miranda, 2019)
No podemos negar que la posición de nuestro autor nace no solo de la experiencia
sino desde su vivencia como teísta. Pero pensadores como Luc Ferry y Fernando Savater
señalan los mismo sobre la experiencia moral, o el valor. Savater nos dirá que todos
tenemos noción de lo bueno o lo malo. En función de la buena vida que todos deseamos
vivir llamamos bueno, a lo que nos conviene y malo a lo nos aleja de esta buena vida.
Leuridan nos dirá sobre Savater:
Él parte de la idea de que existe una diferencia entre el bien y el mal. Todos
intentan distinguir entre lo bueno y lo malo. A las cosas que nos convienen
solemos llamarlas “buenas”, y “malas” a las que no nos convienen. A pesar del
programa cultural que recibimos tenemos la libertad para poder elegir. La ética
es el arte de tratar de definir la buena vida. La libertad es poder decir “sí” o
“no”. Las órdenes y las costumbres pueden ser malas o buenas. Por muy buen
ejemplo que llegue a dar uno, los demás siempre tienen a la vista demasiados
ejemplos malos que imitar. Necesito evaluar por medio de mi libertad si son
válidos. Hay que tomar en serio la libertad. No somos libres de no ser libres. La
ética es el intento racional de averiguar cómo vivir mejor. Si merece la pena
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interesarse por la ética es porque nos gusta la buena vida, pero debe ser una buena
vida humana. (Leuridan, 2019, pág. 258)
Luc Ferry, por su parte afirma que la idea o experiencia moral, nos avasalla, está
ahí ante nosotros y en nosotros.
Luc Ferry señala que podemos emitir juicios de valor por el camino de la
trascendencia. Encontramos valores en nosotros mismos y fuera de nosotros. El
hombre no puede ser preso voluntario de su propia cultura o grupo social. Sería
el fin del bien común. (Ferry, 2011: 106)
Por su parte Adela Cortina afirma que el quehacer ético se sustenta sobre dos
pilares: el interés moral y la fe en la misión de la filosofía (Cortina, 2010, pág. 43) Todos
ellos tienen en común intentar fundamental la realidad del hecho moral, como parte de la
vida humana. El ser humano se encuentra frente a la vida como autoposeción de sí. Esta
saberse, es lo que hace que el ser humano despierte a esa dimensionalidad que es la ética.
El ser humano es el único ser que se da cuenta que tiene que dar cuentas. Su accionar no
es solo mecánico o instintivo sino racional, consciente. Sobre este punto Aristóteles
subraya como la ética es fruto de la racionalidad y de la libertad humana. No hay un
innatismo en ser humano. Esto es una tarea. Su autonomía, su libertad y su propia
racionalidad hacen que el ser humana contemple su realidad como un ser moral. Es decir,
capaz de tomar decisión sobre su propio ser.
La trascendentalidad del ser humano lo eleva sobre su ser, pero a la vez le ayuda
a auto encontrarse. Luc Ferry habla de los valores, o de lo que podíamos llamar el hecho
moral en el hombre con una doble dimensionalidad. La de la trascendencia en la
inmanencia.
Si podemos hablar de la moral como ciencia, podríamos decir que su objeto de
estudio es el hombre. Pero dentro de su totalidad, es decir, su obrar y su ser. No solo
estudiamos su conducta, esto estaría bien para la etología, o la psicología. No. Se estudia
al hombre, pero dentro de la consecución de aquello que es y puede ser. Es decir, en
función del Bien, como objeto y fin de su acto. Aristóteles decía que este telos, era la
felicidad. Que toda acción o mejor que lo que define al hombre es su ser perfecto es la
acción del bien no como tendencia sino como elección.
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En este sentido es importante lo que señala como un clásico en moral Marc
Oraison cuando trata de definir la moral y nos dice: La Moral es la ciencia de lo que el
hombre debe ser en función de lo que ya es. (ORAISON, 1968, pág. 2) A pesar de los
tiempos la tesis sigue presente hablar del acto o hecho moral es hablar de todo lo que en
el hombre acontece, pero desde una visión exacta, es decir del bien o del mal.
A este punto conviene remarcar con Flecha Andres, J.R, que no es moral: lo
primero que él afirma es que, aunque muchas veces se tiende a confundir la moralidad
con la legalidad, lo moral y la ley no siempre van de la mano. Una conducta puede ser
legal pero no por eso ser moral y viceversa una conducta que para algunos puede ser
inmoral en otro sitio puede ser legal. Es más común que todo lo moral sea legal. En
segundo lugar, lo moral debe ser deslindado del ámbito religioso. Una determinada
creencia te puede incitar a tener cierto comportamiento ético, pero el ámbito de obrar el
bien está más allá de la propia religión, forma parte de la vida y ser del hombre. En tercer
lugar, lo moral y la democracia, o lo que digan la mayoría no están en el mismo plano, a
veces en nombre de las mayorías o de las encuestas se puede obrar de una manera inmoral
y hasta injusta. Por último, no podemos confundir lo moral con las emociones o los
sentimientos, una cosa es sentirme bien, el bienestar y otro obrar el bien. (Flecha Andrés,
2001, págs. 8-10)
De esta forma comenzamos a limitar nuestro objeto de estudio y a fundamentarlo.
Nuestro objeto de estudio es el ser humano, desde su dimensión moral, es decir el hecho
moral. Un hecho es un factum algo que acontece que sucede como fruto de la libertad y
del entendimiento humano de ahí que estudiemos los actos humanos. Pero desde el punto
de vista de su responsabilidad.
2.2 ACTOS HUMANO – ACTO DEL HOMBRE.
Aristóteles y la mayoría de los filósofos hasta hoy concuerdan en afirmar que una
nota característica del ser humano es su capacidad de auto determinarse, es decir su
racionalidad y libertad. Hablar de moral por tanto es hablar de actos libres y voluntarios
en tal sentido actos consientes. De hecho, John Locke, definió a la persona como
autoconciencia de sí. Miranda G nos dirá:
Llamamos “acto humano” a aquella acción realizada por un sujeto humano en
cuanto humano, es decir en cuanto ser consciente y libre. Son actos humanos
todos aquellos que son realizados consciente y libremente. A los actos realizados
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por un individuo humano, pero sin libertad, los llamamos “actos del hombre”.
Entre éstos podemos recordar todos los actos fisiológicos, reflejos, meramente
instintivos, como también todos aquellos de los que el sujeto es consciente pero
que no dependen realmente de su libre voluntad. De éstos, la persona no es
verdaderamente responsable, en cuanto que no es su “causa”, no nacen del
querer libre de su Yo. De los otros, de los actos humanos, el sujeto es plenamente
responsable. (Miranda, 2019)
En este sentido un acto humano posee tres elementos característicos: libertad,
voluntad y entendimiento. Comer por ejemplo a pesar de que usted afirma que tal o cual
alimento o comida le gusta es un acto del hombre y no un acto humano, pues realmente
nuestro metabolismo necesita nutrientes y esto no es solo una cuestión de gusto. Respirar,
caminar son actos cuasi mecánicos, nadie va por la calle pensando ahora derecha, ahora
izquierda, caminas y ya. Así lo haces desde que eras niño y a menos que seas u yogui o
estés entrenando raramente te centras en tu respiración, solo respiras. En cambio, elegir
una carrera, una profesión o hasta la persona con la cual desea casarte es un acto humano
que invoca un cierto dominio de si e incluye una responsabilidad.
a. La libertad es la capacidad que el ser humano tiene de elegir, de poder decir sí o no ante
algo o alguien, al punto que Kant la considero el eje fundamentar del ser humano, para el
ser humano es ser libre. Leuridan citando a Kant nos dirá:
La libertad trae tres consecuencias: en primer lugar, una doble historicidad. El
individuo cambia por la educación y la sociedad cambia por la cultura y la
política. El animal no tiene historia. En segundo lugar, no existe una naturaleza
humana. A diferencia de los animales, el hombre no conoce el determinismo. Este
ser antinatural del hombre le permite distinguir entre el bien y el mal; conociendo
el bien puede optar por el mal. Su naturaleza está en no tener naturaleza. En
tercer lugar, no existe ninguna norma o regla natural o histórica determinista.
Al hombre no se le respeta por su pertenencia a un grupo nacional, religioso,
étnico, lingüístico, nacional, etc., como si estas categorías fueran fuentes de una
ética, sino solamente por su libertad, tal como lo dirá la Declaración de los
Derechos Humanos. A pesar de las innumerables diferencias físicas o biológicas
del hombre con los animales, la capacidad de oposición a la naturaleza es la
diferencia principal porque gracias a ella el hombre puede criticar e inventar
ideales y por lo tanto distinguir entre el bien y el mal. Es una diferencia ética y
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cultural. El hombre puede reconocer el derecho del otro. Esto no es posible en el
caso del animal porque él no es capaz de esta reciprocidad. (Leuridan, 2019)
De tal forma que ser libre es tener la posibilidad racional de definirnos a nosotros
mismos.
b. La voluntad: implica la búsqueda del bien como lo señalaba ya Aristóteles, como
elección o convicción, no se trata solo de hacer las cosas por hacerlas, sino que implica
un acto del querer. De hecho, la moral habla de fin próximo, (finis operis) y de la inteción
(fines operantis)
c. El entendimiento o la racionalidad: siempre he ha dicho que para que yo pueda elegir
entre A o B, antes debo tener cierto entendimiento de que es A o que representa B, en tal
sentido la racionalidad del acto depende la compresión del objeto del mismo, aunque su
ignorancia no sea motivo de excusa en la responsabilidad posterior al mismo. Pues entra
otro factor del hecho moral: este debe ser consciente, o mejor la intervención de la
conciencia en el obrar humano.
2.3 LOS ELEMENTOS QUE CALIFICAN EL ACTO MORAL: LOS
FACTORES DE LA MORALIDAD.
Al hablar del “acto humano” debemos adentrarnos en él para considerar que es
más bien una realidad compleja y que los elementos que lo componen deben ser
atentamente considerados para su evaluación moral. En efecto, cuando una persona actúa,
su acto tiene siempre un propio objeto intencional; pero sucede además que el sujeto
quiere realizar ese objetivo porque está motivado por un determinado fin; y, en tercer
lugar, actúa siempre en medio de una serie de circunstancias, que pueden connotar su
acción en un sentido o en otro
Objeto:
Es aquello que el sujeto quiere realizar con su acto. Podemos decir que el objeto
coincide con el finis operis, aquello a lo que tiende la acción del sujeto, “el fin próximo
de una elección deliberada que determina el acto del querer de la persona que actúa” (VS
78). No nos referimos, pues, al “objeto” en sentido material, sino al “objetivo”, a lo
intencionado por el sujeto que actúa. Si yo me llevo el portafolios de otro para quedarme
con él, el objeto de mi acción no es simplemente esa pequeña maletita y lo que contiene;
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el objeto es la apropiación de la misma por parte mía, sin el consentimiento de su dueño
actual; es decir, robarme el portafolios y lo que contiene.
El fin:
Es el motivo en vista del cual el sujeto quiere realizar el acto. Se trata del finis
operantis. El relojero hace relojes para ganar dinero, o quizás para pasar el tiempo... Yo
me apropio del portafolios del otro para quedarme con el dinero que lleva dentro, o quizás
para ayudar con él a los pobres...
Circunstancia.
Las circunstancias son elementos que configuran externamente la realidad del
acto. Nunca se realiza un acto humano fuera del espacio y del tiempo, y de condiciones
que de un modo u otro dan una coloración moral al mismo. Al considerar una acción
podemos preguntarnos: quién, cómo, dónde, cuándo, con quién, con qué medios, etc. ha
actuado.
A lo largo de la historia y como ya hemos visto en el capítulo uno, el hecho de
afirmar que no hay ningún bien más allá del sujeto mismo y su obrar ha hecho de la moral
una pugna entre diversa teorías y corrientes que hoy en día buscan refundar la moral sin
reales cimientos. De hecho, algunos han unido la moralidad a cierta idea del hombre y de
su realidad. Adela Cortina nos dice: La ética se enraíza en la antropología y el deber en
el Ser. La legitimación de lo moral no descansa meramente: en lo que los seres humanos
desean (Aristóteles, Utilitarismo, Pragmatismo), necesitan (marxismo, ética de la
liberación) en lo que les interesa ( ética dialógica), quieren (ética trágica), o en lo que
captan como valor (personalismo), sino en lo que realmente quieren, en el deseo recto,
en la necesidad radical, en la aspiración que promueve la mayor felicidad social, en el
valor supremo en el interés generalizable. (Cortina, 2010, pág. 159)
2.4 LA CONCIENCIA MORAL.
Iniciemos esta reflexión citando las palabras de la propia Real Academia: Del lat.
conscientĭa, y este calco del gr. συνείδησις syneídēsis. Conocimiento del bien y del mal
que permite a la persona enjuiciar moralmente la realidad y los actos, especialmente los
propios. Sentido moral o ético propios de una persona. Conocimiento espontáneo y más
o menos vago de una realidad. Conocimiento claro y reflexivo de la realidad. Capacidad
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de reconocer la realidad circundante. Actividad mental del propio sujeto que permite
sentirse presente en el mundo y en la realidad. (Real Academia Española, 2019)
Por su parte Miranda G., nos dirá:
La palabra “conciencia” proviene del latín “conscientia”, palabra compuesta de
“cum” y “scientia”: significa, en primera estancia, “saber con”; un saber o
conocimiento común a varias personas, confidencia o complicidad. Es
exactamente el mismo significado del vocablo griego referido a la conciencia, que
significa saber con otro, confidencia o complicidad. (Miranda, 2019)
En tal sentido, la conciencia es un saber, y no solo un querer o un decidir. Está
relacionada con el intelecto de la persona, no solo con su voluntad. Por otro lado, se
pueden distinguir dos tipos elementales de conciencia: la conciencia psicológica, que es
el saber en cuanto presencia de la realidad en el sujeto, y la conciencia moral, en cuanto
conocimiento del bien/mal moral implicado en una determinada acción humana. Algunos
idiomas tienen palabras propias para cada uno de esos dos tipos de ese saber. En
castellano existe la palabra “consciencia” para designar propiamente la realidad
psicológica: soy consciente de que estoy escribiendo estas notas (aunque se puede decir
también que “tengo conciencia” de ello). En cambio, cuando se trata del saber moral se
usa sólo el término conciencia. Del mismo modo, en inglés se utiliza el término
consciousness para designar el primero y conscience para el segundo.
A este punto cabe citar la obra de Sófocles Antígona:
CREONTE:
¿Y has osado, a pesar de ello, desobedecer mis órdenes?
ANTÍGONA:
Sí, porque no es Zeus quien ha promulgado para mí esta prohibición, ni tampoco
Niké, compañera de los dioses subterráneos, la que ha promulgado semejantes
leyes a los hombres; y he creído que tus decretos, como mortal que eres, puedan
tener primacía sobre las leyes no escritas, inmutables de los dioses. No son de
hoy ni ayer esas leyes; existen desde siempre y nadie sabe a qué tiempos se
remontan. No tenía, pues, por qué yo, que no temo la voluntad de ningún hombre,
temer que los dioses me castigasen por haber infringido tus órdenes. Sabía muy
bien, aun antes de tu decreto, que tenía que morir, y ¿cómo ignorarlo? Pero si
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debo morir antes de tiempo, declaro que a mis ojos esto tiene una ventaja. ¿Quién
es el que, teniendo que vivir como yo en medio de innumerables angustias, no
considera más ventajoso morir? Por tanto, la suerte que me espera y tú me
reservas no me causa ninguna pena. En cambio, hubiera sido inmenso mi pesar
si hubiese tolerado que el cuerpo del hijo de mi madre, después de su muerte,
quedase sin sepultura. Lo demás me es indiferente. Si, a pesar de todo, te parece
que he obrado como una insensata, bueno será que sepas que es quizás un loco
quien me trata de loca (Sófocles, 2019).
Conciencia habitual – conciencia actual (Miranda, 2019)
Nos interesa aquí la conciencia en cuanto saber moral, es decir, en cuanto
conocimiento del bien y del mal en relación con el actuar humano. Ahora bien, ese
conocimiento puede ser un conocimiento habitual, permanente, que nos da la capacidad
de discernir lo que es o no conforme a la razón moral: es la conciencia habitual; o puede
ser un conocimiento actual, un juicio particular sobre el bien o mal de una determinada
acción, especialmente sobre una acción cuyo sujeto soy yo que juzgo: es la conciencia
actual.
La conciencia habitual, que en los tratados clásicos se suele designar con el
término de sindéresis, designa una capacidad, un habitus que perfecciona a la facultad del
intelecto, gracias al cual éste puede apreciar el bien y el mal moral. Es un hábito formado
sobre todo por los llamados primeros principios de la “razón práctica”.
La razón práctica es la razón humana en su función de guía de la acción del
individuo. La misma razón humana, en su función de conocer la realidad tal cual es, recibe
el nombre de “razón especulativa”. La razón, sea en su función especulativa o en su
función práctica, está como enraizada en unos principios “primeros”, espontáneos,
innatos, que configuran su mismo razonar.
Entre los “primeros principios” se encuentra uno que es algo así como el
“principio fontal”, la fuente primera del mismo razonar, tanto especulativo como práctico.
La razón especulativa, cuyo objeto propio es el ser, tiene como principio fontal el llamado
“principio de no contradicción”: “lo que es, es; lo que no es no es; y por ello, nada puede
ser y no ser al mismo tiempo y bajo el mismo aspecto”. De modo parecido, la razón
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práctica, que tiene como objeto propio el bien, razona en función de su propio principio
fontal, llamado “primer principio de la moralidad”: “se debe hacer el bien y evitar el mal
(“bonum faciendum, malum vitandum”). Igual que el principio de no contradicción no es
sino la expresión de la realidad del ser, el primer principio de la moralidad no es sino la
expresión de la realidad del bien: en el campo moral, decir bien es igual a decir
“faciendum”; decir mal es igual a decir “vitandum”.
Sobre la base de su propio principio fontal la razón explicita algunos “primeros
principios” generales, sea en relación con el ser, sea en relación con el bien. La razón
práctica formula de modo espontáneo unos principios morales generales, que constituyen
la llamada “Ley Moral Natural”. Sobre la base de estos principios generales, y a
consecuencia del proceso de asimilación que realiza el sujeto por su contacto con la
“cultura moral” en la que crece (a través de la familia, educadores, lecturas y medios de
comunicación social, amistades, sociedad en general), la conciencia habitual se enriquece
de toda una serie de principios secundarios, valores, normas, indicaciones... sobre el bien
y el mal.
La conciencia actual, o conciencia en sentido estricto, no es un habitus
permanente, como la conciencia habitual, sino un actus de la razón práctica. Podemos
definirla como un juicio de la razón práctica que aplica los principios morales comunes
al acto humano singular, percibiendo su relación con la razón misma y por lo tanto
testificando su carácter moral y aprobando o reprobando su realización.
La última parte de esta definición contiene un elemento importante: la conciencia
aprueba o reprueba el acto humano singular, según lo ve bueno o malo.
He subrayado desde el inicio que la conciencia no es parte de la voluntad (ni
tampoco de la dimensión afectiva del sujeto), sino del intelecto. Pero esto no significa
que el juicio de conciencia consista sólo en una constatación de la cualidad moral del
acto. Al contrario, la conciencia moral (contrariamente a la conciencia psicológica)
inclina al sujeto hacia lo que ve como bueno y lo aleja de lo malo. Y esto, precisamente,
porque el objeto propio de la conciencia no es el ser de las cosas sino el bien del actuar
humano. Y el bien “tiene razón de bien”. Como decía antes, el “primer principio de la
moralidad”, raíz misma de la sindéresis o conciencia habitual, consiste en la apreciación
del bien como “faciendum” y del mal como “vitandum”.
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Por ello, cuando la razón práctica, al aplicar los principios generales de la
moralidad al acto particular, comprende que este acto es moralmente malo, en ello mismo
comprende que debe rechazarlo y la persona se ve motivada a rechazarlo; en cambio si es
bueno, debe o al menos puede hacerlo y se ve motivada a ello. En este sentido, el acto
realizado por el intelecto penetra de algún modo la voluntad del sujeto y hasta repercute
en su esfera emotiva. La relación entre el intelecto y la voluntad es uno de los problemas
más intrincados de la antropología filosófica. Pero parece claro que, aunque podemos y
conviene distinguirlas para analizarlas, ambas facultades está íntimamente ligadas en la
realidad única e inseparable del sujeto humano, de forma que una influye en la otra y
hasta se expresa a través de ella..
Esto no quita que la voluntad (o mejor, el sujeto volitivo), precisamente en cuanto
es libre, pueda adherirse al bien o al mal presentado por la conciencia. El mal moral
consiste, precisamente, en la adhesión voluntaria al mal presentado por la conciencia, o
en el rechazo del bien presentado por ésta con tal carácter de obligatoriedad que su
omisión es vista como un mal moral. El bien moral consiste en la adhesión, también
voluntaria, al bien presentado por la conciencia, o en el rechazo del mal (aunque se
presente siempre bajo algún aspecto de bien en otro orden diverso de la moral: placer,
interés, utilidad, etc)
REFERENCIAS
Cortina, A. (2010). Ética mínima, introduccion a la filosofía práctica. Madrid: Tecnos.
Flecha Andrés, J. (2001). Teología moral fundamental. Madrid: BAC.
Leuridan, J. (2019). El sentido de las dimensiones éticas de la vida. Lima: Fondo Editorial
USMP.
Miranda, G. (28 de setiembre de 2019). Mercabá, enciclopedia hispano católica
universal.
Obtenido
de
La
Moral...
una
Respuesta
https://www.mercaba.org/MORAL/01/AMOR_MORAL_05.htm
ORAISON, M. (1968). Una moral para nuestro tiempos. Madrid: Estela.
de
Amor:
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Real Academia Española. (28 de septiembre de 2019). Diccionario de la lengua española.
Obtenido de Voz. Conciencia: https://dle.rae.es/?id=A8k1FxD
Sófocles. (28 de setiembre de 2019). Pehuén Editores. Obtenido de Antigona:
https://assets.una.edu.ar/files/file/artes-dramaticas/2016/2016-ad-una-cinoantigona-sofocles.pdf
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