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Volutasdeldeseo.2005 (1)

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Volutas del deseo: hacia una lectura del orientalismo en el modernismo
hispanoamericano
Article in MLN · January 2005
DOI: 10.1353/mln.2005.0090
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Francisco Morán
Southern Methodist University
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"Volutas del deseo": hacia una lectura del orientalismo en el modernismo hispanoamericano
Author(s): Francisco Morán
Source: MLN, Vol. 120, No. 2, Hispanic Issue (Mar., 2005), pp. 383-407
Published by: The Johns Hopkins University Press
Stable URL: http://www.jstor.org/stable/3251706 .
Accessed: 11/10/2011 15:54
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Volutasdel deseo:hacia una lectura
del orientalismoen el modernismo
hispanoamericano
Francisco Moran
Ahora me rio como una loca, sacudido mas
bien por espasmos pil6ricos: y es que en
lugar de gallinas culecas, ramas de guasimas,
chivos y conejos, me veo en un decorado
regio, muebles negros laqueados, de angulos
rectos y muy bajos, tapices con circulos
blancos, columnas de espejos fragmentados.
Sobre las mesas oscuras, ramos de oro, en
delgados bucarosjaponeses; biombos y
cojines turcos, malvas y plateados....
Severo Sarduy
Quiza uno de los camerinos peor iluminados del modernismo
lo sea el llamado orientalismo. La critica no ha
hispanoamericano
el exotismo orientalista de los modernistas,
de
mencionar
dejado
muchas veces asociado a una de las imagenes que mas han contribuido a las defenestraciones politicas del modernismo: la torre de marfil.
El orientalismo pareciera no haber sido, entonces, sino otra linea de
maquillaje, otra de las imposturas, de las salidas de emergencia, o de
fuga, de "lo americano." Quiza sea esa la raz6n por la que resulte tan
dificil encontrar lecturas criticas del discurso orientalista en el
modernismo hispanoamericano.' dEs que acaso el chino, o eljapones,
1Mientras
trabajaba en mi disertacion doctoral, llam6 poderosamente mi atenci6n
la escasez de bibliograffa critica sobre el orientalismo modernista. Un colega no pudo
recomendarme mas que un articulo sobre el asunto-"Orientalism, Absense and the
MLN 120 (2005): 383-407 ? 2005 by The Johns Hopkins University Press
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FRANCISCO MORAN
son, en verdad, sujetos exoticos, extranos a la formaci6n de la cultura
latinoamericana? ~O no sera, por el contrario, que la critica-mas o
menos desatenta-es la que los ha exotizado?2 Mi intenci6n, aqui, sin
embargo, no es responder a esta iltima pregunta, sino sugerir una
posible lectura del orientalismo modernista. Para decirlo de una
Poem en Prose," de Tom Bebee-y hasta me pidio que, de hallar algo mas, se lo dejara
saber. De mas esta decir, pues, que la reciente publicaci6n de Orientalismoen el
modernismohispanoamericano,
de Araceli Tinajero (Indiana: Purdue UP, 2004) constituye
en este sentido una importante contribucion. Ver tambien, de Sylvia Molloy, "Of
Queens and Castanets: Hispanidad, Orientalism, and Sexual Difference" en Queer
Diasporas(Durham: Duke UP, 2000), y "The Politics of Posing: Translating Decadence
in Fin-de-Siecle Latin America" en PerennialDecay.On theAesthetics& PoliticsofDecadence
(Philadelphia: U of Pennsylvania P, 1999). Aunque este iltimo articulo no se enfoca en
el orientalismo en particular, contiene una incisiva lectura del poema "Kakemono," de
Julian del Casal.
2 La
inmigraci6n asiatica en America Latina tuvo una fuerza mayor de lo que
muchos, aun hoy, podrian pensar. Segin las cifras y datos aportados por Walton Look
Lai en The Chinesein the WestIndies (1806-1995) A DocumentaryHistory(Kingston: The
UP of the West Indies, 1998): "[m]ucho antes de las migraciones masivas de los 1840s
y los 1850s, pequenas cantidades de chinos habian aparecido, en los comienzos de la
conquista y colonizaci6n espanolas, en varias sociedades latinoamericanas." Afirma
Look Lai que existen "informes autorizados acerca de la existencia de sirvientes,
trabajadores textiles, agricultores y barberos chinos en la Ciudad de Mexico, Acapulco,
y en el estado de Michoacan a comienzos del siglo XVII." Y agrega: "Otro hecho
sorprendente es que, en una fecha tan tardia como 1860 habia mas chinos en el Caribe
y en America Latina que en Norteam6rica. De acuerdo con las estadisticas del censo
nacional, habia, solamente en Cuba, 34,834 chinos, mientras que la cifra en Estados
Unidos era de 34, 933" (6). (Esta y el resto de las traducciones, a menos que indique lo
contrario, son mias.) El dato sobre la numerosa presencia de chinos en Cuba resulta
revelador a la luz de lo que afirma Manuel Moreno Fraginals en el sentido de que "la
inmigracion de chinos fue, despues de la trata de negros, el aporte mas serio que
durante el siglo XIX se hiciera al mercado cubano de trabajo" (El Ingenio [La Habana:
Editorial de Ciencias Sociales, 1978] I, 308). Ahora bien, en lo que respecta a America
Latina en su conjunto-y no s6lo al Caribe-Look Lai agrega: "En todo el periodo que
va hasta los 1880s, en efecto, tanto el Caribe como America Latina recibieron tanto
como el 45% de los aproximadamente 600,000 chinos que partieron hacia las
Americas, con cerca del 51% (142,000) hacia Cuba, el 36% (100,000) hacia Peru, el 7%
(19,000) hacia las colonias britanicas en el Caribe, y el restante 6% se dispers6 a traves
de America Central (Panama y Costa Rica), la Surinam holandesa, las colonias
francesas del Caribe, Brasil, Chile y Ecuador. Esta cuenta no incluye los movimientos
de emigrantes libres hacia Am6rica Latina posteriores a 1874, especialmente hacia el
norte de Mexico durante el regimen de Porfirio Diaz (1876-1911), una fraccion de los
cuales entro a trav6s de California, pero la mayoria de ellos constituy6 una corriente
independiente a fines del siglo XIX (alrededor de 2000-3000 hacia 1900, y cerca de
13,000 hacia 1910)" (6-7; traducci6n mia). Aunque esta informacion estadistica pueda
parecer excesiva, considere necesario incluirla por las siguientes razones: 1) Evidencia
la existencia de una numerosa poblaci6n asiatica que se distribuy6-si bien no de
manera equitativa-a traves de una vasta porci6n del territorio latinoamericano. 2) La
presencia asiatica coincide a fines del siglo XIX-y ya veremos que no es una
coincidencia-con el surgimiento y auge del modernismo hispanoamericano.
M LN
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manera abreviada, creo que esa lectura deberia, por lo menos,
considerar el orientalismo de los modernistas en un contexto que
incluyera la emergencia del discurso latinoamericanista-dentro del
discursos racista, medico-higienista,
propio modernismo,-los
criminalista,
antropol6gico,
y sobre la sexualidad que alcanzaron un
en
Occidente
a fines del siglo XIX, asi como la
particular auge
del
estilo
en
las
importancia
imposturas y mascaras del modernismo.
Por otra parte, este analisis conduciria-segun me propongo demostrar-a la visibilidad del deseo homoer6tico en la America Latina de
fin-de-sicle, asi como al panico homosexual' que esa visibilidad no
fall6 en suscitar. Finalmente, propongo que el orientalismo de los
modernistas frustra el deseo del discurso latinoamericanista-o del
arielismo rodosiano-de construir la diferencia de "NuestraAmerica,"
en terminos de una diferencia cuyas fronteras podrian cartografiarse
de manera precisa. El sujeto oriental es, probablemente, uno de los
que mas resiste cualquier intento de delimitar un "adentro" vs. un
"afuera."Si bien los barrios chinos, o los Chinatown,pueden ser leidos
como espacios de marginaci6n respecto a la centralidad nacional,
tambien lo es que, por la misma razon, ellos impiden la homogeneizaci6n a que aspiran todos los imaginarios nacionalistas. No es casual
que, paralelo al deseo orientalista que caracteriz6 al modernismo se
desarrollara tambien, en las elites ilustradas de America Latina, una
linea de pensamiento que pudieramos calificar, con absolutajusticia,
como anti-orientalista.Este anti-orientalismo estuvo visiblemente marcado por una lectura del sujeto oriental que de manera persistente
fue considerado como un cuerpo extrano en el cuerpo de la Naci6n,
y como constitutivamente decadente, tanto en el sentido fisico como
moral. Esa decadencia representaba, ponia en peligro-y cuestionaba desde dentro-el vigor de la Naci6n, en particular, y de Am6rica
Latina, en general. Desde esta perspectiva, el orientalismo modernista-que hemos visto casi siempre como otra de sus imposturas, una
linea de maquillaje importado de los centros metropolitanos, sobre
todo de Francia-reclamaria una lectura mas balanceada que lo
considerara, tambi6n, como un desafio y/o reescritura de ese discurso anti-orientalista que hemos mencionado.
Se impone, en este punto, considerar si seria uitil para nuestra
3 Es decir, de eso
que, en t6rminos de Eve Sedgwick Kosofsky, constituye "la forma
mas psicologizada y privada en que muchos hombres occidentales del siglo veinte
experimentan su vulnerabilidad a la presion social del chantaje homofobico" (Epistemologyof the Closet[Berkeley: U of California P, 1990] 21; traducci6n mfa).
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FRANCISCOMORAN
lectura del orientalismo modernista, la definici6n acunada por
Edward Said, es decir, ver en el orientalismo "un estilo occidental que
pretende dominar, reestructurar, y tener autoridad sobre Oriente"
(21).4 Tal orientalismo s6lo parece tener lugar en los centros de
poder metropolitanos, que son los que obviamente aspirarian a
ejercer esa autoridad. No obstante, creo que seria un error desmarcar
al orientalismo que se produce a fines del siglo XIX en Hispanoamerica de esa encrucijada en la que, siguiendo a Said, tiene lugar el
Orientalismo: en la intersecci6n de conocimiento y poder. Si bien es
cierto que los latinoamericanos no podian-dada su posici6n periferica
respecto a los centros de poder-imaginar siquiera con colonizar al
Oriente, tampoco podemos negar que el orientalismo fue utilizado,
por una parte, para construir la otredad limite de America Latina, y,
por la otra, para figurar-por su reverso-al sujeto nacional, como
sucede, segin veremos, en el caso especifico de Cuba.
Para s6lo mencionar algunos ejemplos de lo que estamos diciendo,
recu6rdese, por ejemplo, que R6mulo Gallegos, al presentar al
personaje quiza mas sombrio de su novela Dona Bdrbara (1929)Melquiades, significativamente llamado el Brujeador-expresa que
6ste era "uno de esos hombres inquietantes, de facciones asiaticas,
que hacen pensar en alguna semilla tartara caida en America quien
sabe cuando ni c6mo. Un tipo de razas inferiores, crueles y sombrias,
completamente diferente del de los pobladores de la llanura" (10).5
El miedo, la escritura ansiosa y racista de Gallegos-expresados en
terminos como "inquietantes," y razas "crueles y sombrias"-marca el
limite de la tolerancia, alii donde la diferencia se inscribe como lo otro
que no puede, ni quiere ser asimilado. La diferencia "completa" del
sujeto oriental lo sitlia, por otra parte, en el limite mismo de la
representatividad, no ya del sujeto nacional, sino, incluso, del sujeto
humano en general. Esta percepci6n, seguin veremos, se consolida a
fines del siglo XIX con la irrupci6n, tanto en el imaginario letrado
como en el popular, del monstruo.El cuerpo del asiatico no se deja
leer, resiste, desde su "extraneza," a la epistemologia occidental, de
ahi que resulte "inquietante," y, en su diferencia radical, monstruoso.
Ademas, "caida en America quien sabe cuando ni c6mo," la semilla
asiatica queda definitivamente marcada como una presencia intrusa,
no americana. Paradojicamente, la imagen misma de la semilla
4 Edward W. Said, Orientalismo(Madrid: Libertarias, 1990).
5 R6mulo
Gallegos, Dora Bdrbara(Madrid: Astral, 1988).
MLN
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sugiere el poder generador, la metastasis que, si bien perturbadoramente, esta inscrita en esa supuesta extraneza.
En otro de los textos mas importantes del canon literario hispanoamericano, Facundo, la "tribu irabe que vaga por las soledades
asiaticas" se nos presenta como alienada de cualquier posibilidad de
progreso, por cuanto "no puede haber progreso sin la posesion
permanente del suelo" (17). La comparaci6n entre la pampa argentina y lo que Sarmiento llama las "soledades asiaticas," se asienta,
simb6licamente, en la barbarie, o sea, en "el predominio de la fuerza
brutal, la preponderancia del mas fuerte, la autoridad sin limites y sin
responsabilidades de los que mandan, la justicia administrada sin
formas y sin debate" (14). TambienJose Antonio Saco, en un articulo
titulado "Los chinos en Cuba"-publicado en Madrid en 1864advertia de la necesidad de considerar la presencia china en la Isla
"bajo [...] tres aspectos distintos, a saber: el de los intereses puramente materiales, el de la moral puiblicay el de los peligros politicos que
encierra el porvenir" (193). Haciendose eco de lo que fuera quiza la
mayor ansiedad generada por los prejuicios racistas de su tiempo,
Saco afirnaba entonces que "Cuba empieza ya a sentir el veneno que
en las costumbres piblicas estan derramando esos corrompidos
asiaticos" (193). Asi, a trav6s de todo el siglo XIX el asiatico es objeto
de una creciente discriminaci6n que lo marca, en algunas regiones
del continente, como una otredad radical, mas alli de la cual el sujeto
nacional y el latinoamericano no pueden ser imaginados.
Tanto la extraneza como la supuesta decadencia racial del asiatico
remiten tambien, en el discurso racista, al genero. Debemos recordar
que Richard von Krafft-Ebing habia insistido en que "[a] mayor
desarrollo antropol6gico de la raza, mas marcados serian estos
contrastes [los caracteres primarios y secundarios] entre el hombre y
la mujer, y viceversa" (28).' El cuerpo lampino, la constituci6n
corporal-menos musculoso en el hombre-asi como los trabajos
que en su mayoria debieron desempenar en America-lavanderos,
cocineros, verduleros, artesanos-localizaban al chino en ese grupo
raro en el que Krafft-Ebingreuni6 a los "castrados, a las mujeres con
voz de bajo (desarrollo anormal de la laringe), una pelvis estrecha,
barba, senos poco desarrollados, etc." (28-29). De hecho, la castraci6n simb6lica del asiatico ha perdurado en el lenguaje popular
` Ver
Krafft-Ebbing, PsychopathiaSexualis (New York: Arcade Publishing, 1965). La
obra se public6 originalmente en 1886.
FRANCISCOMORAN
cubano en la expresi6n "tenerla como un chino," la cual alude a un
sujeto disminuido en su virilidad. Todavia en 1906 Fernando Ortiz se
hacia eco de lo que Leroy-Beaulieu-a quien cita-habia afirmado en
De la colonisationchezlespeuplesmodernes(Paris, 1902): "Lainmigraci6n
china en Cuba, que se ha hecho en gran escala, ha traido un nuevo
elemento de inmoralidad" (Los negros brujos 13). dQu6 clase de
inmoralidadera 6sta? La pregunta es pertinente porque, mas adelante,
Ortiz insiste: "Los chinos, por su vida social concentrada, no trasmitieron a las demas razas los mas funestos de sus vicios" (16).7 dA qu6
vicios se refiere Ortiz? dCuales serian 6sos que no vacila en calificar
como "los mas funestos"? Tenemos que recordar, entonces, lo que el
Dr. Louis Montane habia expresado en 1890 en su ponencia "La
pederastia en Cuba":"Los chinos no figuran en nuestro cuadro; pero
sabemos que esta raza industrial y econ6mica tiene particular tendencia hacia la pederastia. dQui6n no conoce los detalles de su vida
intima en nuestros ingenios?" (123).8Jorge Salessi, por su parte, nos
dice que: "Asia y China denotaban significados ambivalentes de
antiguas culturas y sus opulencias entretejidas con ansiedades de
enfermedades fisicas, sociales y morales: el c6lera, la peste bub6nica
y la lascivia de habitos socialmente aceptados, como el de las practicas
sexuales de hombres y eunucos" (202).9 Esta percepci6n de lo
oriental como recipiente del lujo, al mismo tiempo que de la
perversi6n especificamente sexual, fue alimentada por los relatos de
los viajeros europeos, para quienes-nos dice Said-"Oriente parecia
ofender el decoro sexual, todo en Oriente-o al menos en el Oriente
egipcio de Lane-rezumaba peligro sexual y suponia una amenaza
para la higiene y la decencia dom6sticas" (Orientalismo206).
Que lo que estaba en juego en estas construcciones y ansiedades
era la articulaci6n del sujeto nacional lo demuestra el siguiente
comentario de Ortiz: "Laraza amarilla supo concentrarse, aislarse en
tal forma que signific6 psicol6gicamente poco en la sociedad cubana,
aunque influyo mas en las otras razas que 6stas sobre ella" (12).
Significativamente, este analisis porta su propio reverso, porque, si en
cierto sentido se nos quiere convencer de que el sujeto nacionalileso de su encuentro con el
supuestamente homogeneo-sali6
tambien
inmigrante asiatico,
sugiere que 6ste filtimo no s6lo resisti6
7 Fernando Ortiz, Los negrosbrujos(La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1995).
8 Louis Montan6, "Lapederastia en Cuba," PrimerCongresoMedicoNacional de la Isla de
Cuba (La Habana: Imprenta de A. Alvarez, 1890) 117-25.
9Jorge Salessi, Medicosmaleantesy maricas(Rosario: Beatriz Viterbo Editora, 1995).
M LN
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los embates del sujeto nacional-de las "otras razas"que en el se dan
cita-sino que, ademas, marc6 a esas razas, lo cual, en uiltima
instancia, contradice la afirmaci6n ortiziana acerca del pobre impacto de la cultura china en Cuba.
Creo que seria productivo, por tanto, leer ambos impulsos en el
modernismo hispanoamericano-pro y anti-orientalismo-como un
constante forcejeo entre uno y otro en el contexto de la emergente
modernidad hispanoamericana.
Benjamin de Cespedes o el Deseo Emboscado
Para comenzar, propongo detenernos en un pasaje de La prostituci6n
en la ciudad de la Habana, del Dr. Benjamin de Cespedes, que fue
publicada en La Habana en 1888 e inclufa un pr6logo del escritor y
pensador cubano Enrique Jose Varona. Seguin 6ste filtimo, el prop6sito de C(spedes habia sido el de "hacer obra de higienista social"
(ix). Ahora bien, ese programa de "higienismo social" emprendido
por Cespedes no reflejaba otra cosa que el desvelo de los positivistas
cubanos frente a lo que 6stos consideraban el mayor peligro: la
dedadencia nacional.'l De ahi el comentario de Varona de que "si
Cuba participa imperfectamente de la cultura europea, en cambio ha
recibido sin tasa el virus de su corrupci6n pestilente" (x). La
decadencia europea imaginada como un virus invasor del cuerpo
nacional, ademas de evidenciar las conexiones entre el discurso
medico-higienista, por un lado, y el nacionalista, por el otro, los situa
a ambos en el locus de todas las ansiedades que movilizan el
pensamiento occidental a fines del siglo XIX: el cuerpo. El cuerpo de
la Naci6n y el cuerpo del sujeto devienen objetos de estudio y de la
regulaci6n social y politica, y es justamente en el cuerpo donde el
modernismo juega perversamente a cuestionar y desmantelar las
fronteras del sujeto y de la Naci6n. Finalmente, en el modernismono hay que olvidarlo-lo que dibuja, desdibuja, disfraza, maquilla,
enmascara, o, para decirlo de una vez, traviste al cuerpo, es la
naturaleza anfibia, voluble del estilo. Veamos, entonces, qu6 sucede
"'Llamo la atencion sobre el caso particular de Cuba en estos momentos en que se
habla de "decadencia" nacional cuando no existian todavia las instituciones nacionales,
o, mejor, cuando la Naci6n no habia sido institucionalizada. Es precisamente la
proliferacion de los discursos independentistas, de la regeneracion, y ain los discursos
positivistas y la critica literaria, los que-en competencia unos con otros-ofrecen la
posibilidad--al disputarlo-de imaginar el espacio nacional.
390
FRANCISCO MORAN
cuando el "higienista social" y el mir6n urbano se encuentran en uno
de los pasajes mas deliciosos del libro de Cespedes: 6se que refiere la
visita que el mismo hiciera a una casa de citas (de chinos).
Fue en calidad de "medico reconocedor," yjunto al Dr Inchaustegui,
dice el mismo-acudi6
a una casa de citas. Alli se
que Cespedes-nos
encontraron "con un verdadero fumadero chino" (199). Obligados a
marcharse, Cespedes llega a un acuerdo con el ama de la casa para
volver al dia siguiente y asi "observar con disimulo, lo que tan
ardientemente deseaba inscribir en [sus] apuntaciones de peregrino
observador de todas las dolencias sociales" (199) (6nfasis mio). La
mirada deseosa, ardiente, del voyeur lo traiciona. Sus apunteshechos a trav6s de "un espacioso y destartalado cuart6n de madera,
el perverso impulso
cuyas tablas [estaban] desjuntadas"-evidencian
de la escritura: tambien a trav6s de esas tablas podridas, pasa el ojo
la pose del higienista "observador
montaraz del deseo, y-quebrada
de todas las dolencias sociales"-se
escapan sus anotaciones en
ardorosas volutas de repulsi6n y de deseo.1 El ardor que 1e mismo
confiesa sentir torna borrosa la separaci6n entre el cientifico, el
policia, el espia, y el deseante mir6n urbano. La porosidad no esta en
en pan6ptico, sino en el
la habitaci6n, convertida momentaneamente
del
placer
propio Cespedes:
En otro rinc6n del entarimado, dos chinos desnudos hasta medio cuerpo,
recogian de una cazoleta interpuesta entre ellos, con un afilado y largo
palito de sandalo, bolitas de opio que enrojecian al contacto de la llama
mortecina de una lamparita, colocandolas luego en el diminuto y c6nico
hogar de la pipa larga y estrecha. Una espesa humareda, acre y nauseosa,
saturaba el ambiente, impregnandole del pestifero olor de materia organi-
"Julio Ramos, al referirse a la cr6nica "Ingenios," de Anselmo Suarez y Romeroquien luego la utiliza para elaborar una escena clave de su novela Franciscoo las delicias
del campo(1880)-observa algo parecido. La escena en cuesti6n presenta a un viajero
de la ciudad que le refiere, a otro destinatario urbano, una fiesta secreta de esclavos. Se
trata de la representacion, afirma Ramos, del "lugar del intelectual como espia e
interprete de los movimientos de un cuerpo enigmatico que el discurso marca con
la
ciertos rasgos diferenciales especificos-raciales,
linguisticos, morales-y
representaci6n de la expresividad de los esclavos como efecto de una actividad
secreta." Haciendose eco de lo enfatizado por Hegel y Saco, Ramos nota acertadamente
que "la reificacion del esclavo en el lugar del cuerpo [...] genera, para esa mente que
se distancia del cuerpo, la dependencia (y el deseo) del objeto mismo de su abyecci6n"
(Julio Ramos, Paradojasde la letra[Caracas:Ediciones eXcultura, 1996]). Eso es lo que,
a mijuicio, vuelve tan deslumbrante la lectura, no s6lo del pasaje del libro de Cespedes
que estamos comentando, sino de todo el libro: la intensa repulsion hacia el cuerpo
que expresa la escritura, nace precisamente, de la cercanfa, del concubinato, del deseo
del texto por el cuerpo que intenta exorcizar.
M LN
391
ca quemada. Sentados en frente, uno del otro, como dos comensales
mudos y rigidos; muy serios y con sus parpados entornados, apretaban la
pipa con los delgados y lividos labios, y de vez en cuando parecian
comunicarse sus impresiones embriagadoras, abriendo los parpados delgados y rugosos, con perezosa voluptuosidad y mirandose mutuamente con
los ojos oblicuos, animados quizas entonces, por internas exitaciones o
pesadillas provocadas por el narc6tico.
Cuando hubieron formado cuatro bolitas, apagaron la lampara,
esperezaron sus entumecidos miembros como bestias cansadas, y en
cuclillas, lentamente, como quien arrastra con esfuerzo sus miembros
paraliticos, se acercaron, se juntaron y se oprimieron como dos hembras.
... Separe, asqueado, la vista de esos dos pederastas amodorrados que se
revolcaban sobre el tablado con grunidos de borrachos y hui de aquel
nefando lugar, comprimida todavia la garganta por el humo del opio que
se escapaba por las rendijas del cuart6n como el pestilente gas exhalado
por toda una raza muerta para la civilizaci6n humana. (201-02)
El opio, el debilitamiento fisico y la homosexualidad
marcan al
asiatico como un sujeto decadente, y como un barbaro; y hacen de
6l-entonces
tambien con el negro africano-la
radical otredad del
sujeto nacional. Sin embargo, el instrumento taxonomizador-la
escritura cientifica-funciona
de un modo sospechosamente
extrano. En lugar de separar el lugar de la enunciaci6n y el campo de
observaci6n, los confunde. El humo del opio, los vapores de la
decadencia, se filtran a traves del lenguaje, y le comprimen la
garganta a Cespedes. Los puntos con que pretende aislar el cuadro
marcar asi su propia distancia-le
tienden un puente
homosexual-y
al deseo; no lo expulsan. Cespedes no huye, en verdad, de "la vista de
esos dos pederastas amodorrados," sino del opio, de la "pipa larga y
estrecha" que su propio deseo-atrapado
entre las emanaciones de la
ciudad-le
ofrece. La "espesa humareda, acre y nauseosa [que]
saturaba el ambiente" desdibuja la distancia que lo protegia, y lo
lanza a los desenfrenos de la ambiguedad, desperezando su entumecida escritura. Ir6nicamente, la escritura que expulsa al chino como
sujeto indeseable, marginandolo en el territorio de las practicas
homosexuales, de la droga, y de la debilidad fisica, lo inscribe-al
mismo tiempo-dentro
de lo nacional. Debido a que el sujeto
asiatico esta ya dentro, es que debe ser expulsado hacia afuera; al
mismo tiempo, esa expulsi6n se vuelve mis urgente e imperativa
porque ese adentro/afuera es, antes que otra cosa, el del deseo del
propio "higienista social."
La ambivalencia que desmantela las pretensiones sanitarias de
Cespedes se debe al nuevo territorio en que debe operar: la ciudad
392
FRANCISCOMORAN
moderna. Se trata de un espacio que comparten y se disputan
ardientemente:el policia, el higienista, el escritor modernista, el
criminal, el flineur, la prostituta, el travesti, el homosexual, el
vagabundo. En esa ciudad "interior" y "exterior" se contaminan
mutuamente, se entretejen, negocian sus respectivas identidades.
dC6mo leer, entonces, el orientalismo modernista? "La chinoiserie
estereotipica de los interiores literarios modernistas"-expresa
Salessi-"entretejia significados dobles" (Medicos202). Asi, si es cierto
que "representaba la vitalidad y exuberancia del poder adquisitivo de
las nuevas clases que promovian su ascenso social adoptando los
modelos de lujo y la antigiiedad de porcelanas de lejanas dinastias
asiaticas que desde las vitrinas transferian su genealogia a los burgueses recien llegados," tambien "significaban la molicie y decadencia, la
degeneraci6n" (202). El orientalismo fue para los modernistas, en
efecto, una de las mascaras politicas mas efectivas, es decir, aquella
que desafiaba los limites de lo hispanoamericano, revolviendo
perturbadoramente en su interior,en su adentro,el afueraintolerable.
Al mismo tiempo, el orientalismo permiti6 sacar afuera, al espacio
publico de la ciudad, las veleidades de las sexualidades perifericas.
Dentroy fuera al mismo tiempo, esa sexualidad se replegaba y exhibia
en las caprichosas figuras de los exagramas chinos que Jose Lezama
Lima vio en la sangre de Casal.12Asi, cuando Ram6n Meza, refiriendose
a este, nos dice que "[n]o poco esfuerzo cost6 disuadirle de sus
prop6sitos de salir por las calles de la Habana en payama lujosa,
recamada de oro, como aquel [se refiere a Te6filo Gautier] por las de
Paris, en traje raro" (226), nos obliga a detenernos en esas calles
donde la mascarada no lleg6 a tener lugar.13Caminamos por una
ciudad aficionada a los disfraces, a los escondites, a la simulacion, y
en la que, en fecha ya tan lejana como 1799, habia sido promulgado
un bando avisando que "Si se encontrase alguno con vestido que no
corresponda a su sexo, o con otro genero de disfraz para confudir su
persona, sera arrestado hasta averiguar el fin que le conducia para la
12Dice Lezama en su "Oda a Julian del Casal": "Tus disfraces, como el almirante
samurai, / que tap6 la escuadra enemiga con un abanico, / o el monje que no sabe que
espera en El Escorial, / hubieran producido otro escalofrio en Baudelaire. / Son
sombrios rasgunos, exagramas chinos en tu sangre, / se igualaban con la influencia
que tu vida / hubiera dejado en Baudelaire" (Jos6 Lezama Lima, Poesia,edic. Emilio de
Armas [Madrid: Catedra, 1992] 315).
'3Ver Ram6n Meza, "Julian del Casal," en Julian del Casal, Poesias, Edici6n del
Centenario (La Habana: Consejo Nacional de Cultura, 1963).
MLN
393
pena correspondiente a su malicia, y decontado perdera el vestido
con aplicacion a los pobres de la carcel [sic]."14
El deseo de Casal de disfrazarse, de salir a la calle en "traje raro,"
podria ser leido como un outingvoluntario, mientras que los "consejos desinteresados y discretos" del grupo de amigos entre los que
estaba Meza, representarian, por un lado, cierto paternalismo proteccionista que presidi6 la conducta de estos con respecto a Casal, pero,
por el otro, tambien la censura. Despues de todo, vestir una payama
lujosa-asumir el "traje raro"-implicaba, a su vez, asumir tambien
los signos que sobre ese traje incrustaban las lecturas higienistas,
medicas y criminologicas de su tiempo, incluyendo las de algunos de
sus amigos como el propio Meza.
En el gesto de Casal se abanicaban, perversamente, los dos chinos
espectrales que habian aterrado a Cespedes. El disfraz hace que
colapsen los limites que garantizaban la supuesta demarcaci6n de los
territorios. La payama lujosa desafia las pretensiones de homogeneizar la naci6n, y extiende sus pliegues, lo mismo hasta los reportes
amarillistasy racistasde La Caricatura,que hasta los salones modernistas
de La Habana Elegante.Objetos del deseo para la estetica modernista
y objetos de abyecci6n para los discursos positivistas, las <japonerfas>
y <<chinerias>emborronan los limites entre la tienda y el museo, entre
lo masculino y lo femenino, entre lo nacional y lo extranjero, entre la
verdad v la impostura. Y es justamente en este sentido que quisiera
comentar la cr6nica de Enrique G6mez Carrillo "En una fumeria de
opio anamita," contraponiendola a la escena relatada por Cespedes.
No obstante, antes de adentrarnos en la cr6nica propiamente dicha,
creo necesario situar primero a G6mez Carrillo como viajero occidental en Oriente.
Said, como se recordara, distingui6 en los sujetos occidentales que
viajan al Oriente tres tipos de intenciones:
Una:el escritorutilizasu estanciacon el objetivoespecificode proporcionar
al orientalismoprofesionalmaterialcientifico.Dos:el escritorque tiene el
mismo propositopero que es menos propenso a sacrificarla originalidad
y el estilo propiosde su concienciaindividuala lasdefinicionesorientalistas
impersonales.Estasiltimas aparecen en su obra pero no se distinguen
14"Bando de Buen Gobierno
que Rige desde los Tiempos del Excmo. Sr. Conde de
Santa Clara, Publicado en la Ciudad de la Habana el dia 28 de enero de 1799, con
Aprobacion y Adiciones del Excm. Sr Marques de Someruelos, y del actual Excm. Sr
Gobernador y Capitan General Juan Diaz de Apodaca (Habana: Oficina de Arazoza y
Soler, 1816). Se respeta la ortografia original.
394
FRANCISCOMORAN
facilmentede sus caprichosestilisticospersonales.Tres:el escritorparael
que el viaje a Oriente, real o metaf6rico, supone la realizaci6nde un
proyecto profundamente sentido y acuciante. (Orientalismo196)
Resulta dificil, si no imposible, instalar la intenci6n de los relatos de
viajes de G6mez en cualquiera de estas clasificaciones. No estamos, ni
ante un estudioso del Oriente, ni ante "la realizaci6n de un proyecto
profundamente sentido y acuciante." Carrillo, por el contrario, va en
busca de un toposen el que Occidente ya ha envasado su mirada: lo
que busca, ante todo, es el Oriente literario de las fabulas y las
leyendas, de las sensacionesque persigue el modernismo. Ahi estriba,
precisamente, la raiz de su decepci6n: su buisqueda de lo "especificamente" oriental desemboca en el descubrimiento de la repetitividad
de lo europeo. Eso es, al menos, lo que registra el ojo carrillesco. No
se trata, sin embargo, de un verdadero descubrimiento, sino que es
parte del equipaje adquirido en Europa, y articulado por un nuevo
lenguaje: el de las guias turisticas. En efecto, dice Carrillo: "Lasgufas,
sin embargo, nos han prevenido. Sabemos, antes de ir a Constantinopla, que Pera es una villa a l'instarde Paris, que en Damasco las
calles principales estan llenas de tiendas alemanas, que Argel es una
prefectura francesa" (La sonrisa 13). 15 Ese saber de antemano marca y
demarca sus relatos de viajes al Oriente. Por otra parte, en Carrillo la
experiencia del viaje es inseparable de la experiencia urbana. Lo
mismo si esta en El Cairo, Atenas, Buenos Aires o Paris, lo que
inflama el deseo son los paseos por la ciudad. Estos desplazamientos
son los que al mismo tiempo que la articulan, desmantelan su
subjetividad.
Enrique Gomez Carrillo: Fumar es un Placer, Genial, Sensual
Enrique G6mez Carrillo (Guatemala, 1873-1927), es, uno de los
mas importantes cronistas del modernismo hispanoamericano. Viajero infatigable, sus andanzas lo llevaron a Grecia, Egipto, Jap6n,
Argentina, Espafia, y Francia. Fue una especie de bisagra entre la
modernidad europea y la latinoamericana. Sus cr6nicas sobre Paris y
los escritores franceses, por ejemplo, hallaron una pronta acogida en
muchos peri6dicos hispanoamericanos. Las impresiones de sus viajes
al Oriente quedaron recogidas en titulos como El Jap6n heroicoy
15Enrique G6mez Carrillo, La sonrisa de la esfinge (Madrid: Casa Editorial Calleja,
1913).
M LN
395
galante (1912) y La sonrisa de la esJinge(1913). Todos los viajes de
Carrillo, ya sea a Europa, Asia, o a Am6rica Latina, estan signados por
una misma obsesi6n: la ciudad. Empedernido fldneur, y agudo observador, la mirada y el deseo carrillescos articulan la narrativa del viaje
y nos permiten presenciar el gozo y las ansiedades que ensamblan y,
al mismo tiempo, desmantelan al sujeto. He seleccionado, para
ilustrar lo que acabo de decir, su cr6nica: "En una fumeria de opio
anamita."16
Un grupo de amigos que viajan juntos, acuden a una fumeria de
opio anamita. Los acompana un guia, y, desde el mismo momento en
que trasponen el umbral de ese sitio, empezamos a movernos en la
ambiguedad. "Al principio s6lo vimos en la penumbra, las manchas
blancas de las esteras" (225) comenta un nosotrosespectral. El humo y
el aroma del opio, y hasta las luces-que "parecian somnolentes en la
palidez quieta de sus llamas"-impiden la visibilidad y trastornan los
sentidos. Alguien dice: "Creo que nos hemos equivocado," pero el
guia les asegura que "era imposible confundir aquellascasas" (6nfasis
mio). Y afiade: "-Es por el aroma [...]. Basta con haberlo sentido
una vez para no olvidarlo nunca. Los mismos espiritus de los muertos,
cuando vuelven a pasearse por la ciudad, se detienen en las puertas
de las fumerias en cuanto perciben el perfume de la buena droga"
(225-26). El paseo urbano empieza por cancelar la separaci6n entre
el munclo de los vivos y el (le los muertos. El mismo aroma atrae a
unos y a otros. La entrada a la fumeria remeda, por lo mismo, un
descenso a los infiernos, y hasta la presencia del guia parece sugerirnos una reescritura, una especie de actualizaci6n de la Divina
Comedia.A partir de ahora el estilo apuesta tambien por lo fantasmatico:
el perfume, el aroma, las luces que parecen "somnolentes," el sabor.
Performativamente, el estilo construye un puente entre la vida y la
muerte, entre el yo y el Otro, o lo Otro; entre lo masculino y lo
femenino. El Oriente trastorna-como mas adelante reconocera el
cronista-los binarismos de Occidente, puesto que es un Oriente
hecho de humo, de emanaciones inapresables, de vacios imposibles
de llenar, o de fragmentos que la mirada occidental no consigue
zurcir. Es, para decirlo en otras palabras, un Oriente ilegible,y contra
el cual se deshacen las certezas de Occidente. No obstante, sin esta
irreductibilidad de lo oriental no podria inflamarse de deseo la
escritura. Carrillo ha entrado en una ciudad de fumerias, en la que
16
La cr(nica aparece recogida en Jose Olivio Jimenez y Carlos Javier Morales, La
prnosamodernistahispanoamericana(Madrid: Alianza Editorial, 1998).
396
FRANCISCO MORAN
fldnean los muertos. 4C6mo podria estar seguro de no ser 1e mismo,
un muerto tambien? 4C6mo podria estar seguro de que el guia que
les responde-y que ir6nicamente intenta tranquilizarlos-no era
uno de esos muertos, expertos conocedores de la "buena droga," que
acostumbraban pasear por la ciudad? Segin veremos mas adelante,
6sta es una de las preguntas claves que nos hace la cr6nica. Mas aun;
es esta voluntad de saberlo que moviliza el deseo en la cr6nica. Todo
se torna espectral, evanescente, creandose asi la atm6sfera ideal para
la mascarada y el travestismo que, desde ahora, no cesaran de poner
zancadillas a las percepciones, a cada intento de completar el sentido:
Un olor especial,que no acertabamosa encontraragradableo desagradable
y que ni siquierapodiamos saborearpor completo, llenaba, en efecto, la
estancia.A veces creiamossentiremanacionesde tabacorubio de Oriente;
pero en el acto otrasesenciasacariciabannuestroolfato con suavidadesde
miel, de sandalo, de canela, de te. Y aquello era como una multitud de
soplos sutilese ir6nicosque se acercaban,que hufan,que se cruzaban,que
se buscaban,que se esvanecian.(226)
En esta "semioscuridad"-tal la llama G6mez Carrillo-todo se
vuelve esponjoso. Lo incompleto-el deseo, ese olor que no se deja
saborear del todo-contrasta agudamente con la inica totalidad
posible: la ambigfedad con que lo oriental se inscribe a si mismo,
volvi6ndose inasible, imposible de fijar por la epistemologia occidental. Si, como afirma Said, el orientalismo occidental representa al
Oriente, y busca fijarlo como objeto del conocimiento-y por tanto,
de dominaci6n-el modernismo, en cambio, parece sugerir la falacia
y la imposibilidad de ese intento, y hasta hallar cierto goce en ello.
Esto es particularmente interesante si consideramos que, al igual que
Cespedes, G6mez Carrillo se posiciona en un lugar, en un mirador,
que-lejos de asegurarle un distanciamiento privilegiado-al mismo
tiempo que lo implica, lo excluye:
Los fumadores,con sus lamparillasapagadas,dormianel sueno divinodel
opio. Eran chinos flacos, de rostros inteligentes. En sus trajes,ninguna
indicaci6n de castas.Todos vestian los amplios pantalones negros y los
pitjamas[sic] lustrososcomunes a los tenderos de Che-Longy de Saig6n.
Inm6viles,con los ojos cerradosy los brazosen cruz, parecianfigurasde
cera fabricadasen el mismo molde. S61oalla en el extremo del aposento,
bajo las luces del altar,descubrimos,al fin, una humaredablanca.Erauna
joven anamitaque acababade fumarsu ultima pipa. (226)
La escena casi se inmoviliza, adquiriendo la rigidez del cuadro, de la
fotografia. S61o asi puede el ojo iniciar el paneo inventarial sobre la
M LN
397
superficie de la pintura. N6tese, pese a todo, el deseo homogeneizador-tanto mas necesario cuanto mayor era la ambiguedad que
rodeaba a G6mez Carrillo: "parecian figuras de cera fabricadas en el
mismo molde." Hay un obvio intento de borrar las diferencias, de
construir occidentalmente la tipica imagen del Oriente. S6lo que, en
ese mismo momento, el texto no puede evitar el movimiento perverso, ir6nico. La transici6n es magistral. De "una humareda blanca"premonitoria advertencia sin dudas-emerge "unajoven anamita." A
la ambigua espiral del humo sigue-o parece seguir-la imagen total
de la "joven anamita." Entonces la voz del texto occidental se
pregunta a si mismo, auto-corrigiendo la supuesta infalibilidad de su
vision: "Pero, dera, realmente, una anamita? ... HErauna muchacha,
una congai? ... dO era un adolescente mas bien? ... En Europa la
duda habria sido imposible" (226). Hay, desde luego, un intento de
recuperar el comando de la interpretaci6n, de no equivocarse.
Comienza, pues, el inventario de los rasgos femeninos que tienendtienen?-que devolvernos a la mujer:
El cuerpo delineabase en finas ondulaciones bajo la seda obscura,y el
dibujo del rostro era de una purezaimpecable.Los labios, entreabiertos
en una sonrisaenigmatica,descubrianuna miniscula dentadura,virgen
de toda manchade betel. En los dedos de los pies, lo mismoque en los de
las manos, brillabansortijasde platasin ningunapiedrapreciosa,y en los
tobillos, en los brazos, en el cuello, argollas, cadenas y collares
amontonabanse.(226-27)
Otro alguien murmura dentro del texto: "Es una mujer, no cabe
ninguna duda," casi al mismo tiempo que "otro" comentario trae al
recuerdo de los viajeros a aquellos "adolescentes color de ambar que la
vispera nos habfan sorprendido, en el teatro anamita, representando
papeles de sacerdotisas, de princesas y de cortesanas con todas las
gracias y todas las perversidades de las muchachas mis felinas" (227).
Una vez mais,el texto apuesta por la ironia: tanto alguiencomo otroson,
en verdad, nadie. Sus voces ofician en un teatro de sombras chinescas-nunca habriamos podido usar mejor la expresi6n que en este
caso-de muertos. Son fantasmas. De ahi que el comentario "no cabe
ninguna duda" sugiera, cuando menos, un chiste. Es por ello que el otro
que le responde lo hace para recordarle-o para inscribirsobre su
certeza-la confusi6n: los adolescentes-muchachas
felinas. Tal recordatorio subraya la esencia aparencial misma de esas subjetividades parlanchinas.
El teatro, por otra parte, no esta circunscrito al escenario de la
representacion; por el contrario, toda la ciudad es teatro, camerino
398
FRANCISCO MORAN
donde se guardan y de donde se extraen los disfraces. Detras de la
"sonrisa enigmatica" de la supuesta joven anamita, podrian estarri6ndose como unas locas-Severo Sarduy, o Julian del Casal. La
misma "fumeria anamita" podria estar-haber estado-en el Barrio
chino de La Habana. Habia, pues, sobradas razones para desconfiar
de la Salom6 modernista, de sus poses.
Si Cespedes sale huyendo de "aquelnefando lugar," los amigos de
G6mez Carrillo, en cambio, se hacen preparar "numerosas pipas," y
se sumergen en "el supremo placer de la embriaguez divina" que les
depara el opio. S6lo renunciando a su diferencia es que pueden
acceder-entrar, no conocer-a lo otro. Ni siquiera el guia puede
saber, con seguridad, el sexo de la fumadora: "iQuien sabe aqui esas
cosas!" (227) (6nfasis mio). El aquioriental se cierra, se invisibiliza en
una presencia que no responde, y cuya indiferencia es la garantia
dltima de su intocable otredad:"Y luego, en la lengua del pais, [el
guia] interrog6 con gran respeto a la fumadora, sin obtener, ya no
s6lo el favor de una respuesta, pero ni siquiera el desden de una
mirada" (227). Esa distancia no hace sino incentivar el deseo, y avivar
la voluntad, la determinaci6n de saber, de averiguar. La mirada
occidental se ve compulsada a ese vacio, al borde en el que lo oriental
se torna pesadilla:
iAquellosojos!Yome asom6a ellos, como a un pozo infinito,con espantoy
beatitud.En su fondo flotabanlas visionesdel ensueno asiatico.Y eran, en
barcasdejade, entresederfasrutilantes,princesasdelYumanque corrianen
buscade amorosasaventuraspor los pielagosglaucosde sus mares;y eran
piratasheroicosluchandoen susfragilessampanscontralasnavesformidables
del Emperador;y eran dragonestutelares,de escamasde mil colores, que
aparecian a la luz de la luna para ofrecer a las virgenes entristecidas
invenciblestalismanes;y eran palaciosgrandescomo pueblos, palaciosde
filigranas,con techos de oro, con muros cubiertosde esteras bordadas,
palaciosllenos de misicas, de perfumes,de galanteos;y eran,alli muyen el
fondo, bajolas aguasdel pozo, minusculaspagodasmilagrosas.... (227-28)
Para poder "leer,"y "saber,"hay que traducir el Oriente, certificarlo,
una vez mas, a traves de su imagen (re)producida en Occidente, es
decir, hay que transformarlo en orientalismo.Lo que entra en escena,
produciendo una imagen enganosa del Oriente, es el modernismo: el
orientalismo modernista. En su obstinaci6n por fijar un saber sobre la
ca6tica humareda en que se difumina el cuerpo oriental, G6mez
Carrillo no atina mas que a reemplazar la imposibilidad de saber por
el inventario de lugares comunes, por la acumulaci6n de la mercancia simb6lica en las arcas de la escritura modernista.
MLN
399
La pregunta sobre el sexo de la fumadora sigue en pie, no se disipa;
cede su lugar a una duda todavia mas sombria: 'Ya poco me
importaba estar o no seguro de que realmente tratarase de una
congai. Lo que queria era saber si era una realidad o un fantasma,
una criatura humana o una sombra" (228). El Oriente emerge,
finalmente, como fantasma amenazador. La seduccion que ejerce "su
filtro irresistible de tentaciones excelsas" sobre G6mez Carrillo atestigua su verdad, y, no obstante, "todo aquel ser armonioso, amoroso,
misterioso, no tenia mas vida que la de los ojos" (228). La escritura se
interna en ese mas alia del principio del placer donde habita la pulsi6n
de la muerte. Lo que aguarda en el Oriente es la destrucci6n del
significado, el desmantelamiento de la voluntad de saber, de la
voluntad de poder. En tanto (re)presentaci6n del deseo de Occidente, el Oriente es una impostura, el cuerpo-limite donde el sexo de la
fumadora se deslie en una pregunta que no tiene respuesta, o en un
gesto desdenoso. Ahi se hacen anicos los binarismos de Occidenteque el cuerpo que
empezando por el de Occidente/Oriente-puesto
(re)cubren "flotantes sedas" consume, de una bocanada, los limites
de la sexualidad, los del Yo,y, en iltima instancia, los de la realidad.
Jose Marti: Los Chinos Van en dos Bandos
Para concluir, he elegido comentar la cr6nica "Un funeral chino. Los
chinos en NuevaYork,"17deJose Marti (1853-95), lo cual me permitira
insertar el orientalismo modernista en relaci6n con el emergente
discurso latinoamericanista-uno de cuyos textos fundadores es, como
sabemos, "NuestraAmerica" (1891), del propio Marti.18
Si, corno dijimos antes, G6mez Carrillo fue una especie de bisagra;
o mejor, de traductorde la modernidad europea para los hispanoamericanos, Marti desempefi6 un rol similar con respecto a la pujante
modernidad norteamericana. Hay que aclarar, sin embargo, que las
cr6nicas de Marti ofrecen una lectura critica de la modernidadparticularmente de la modernidad norteamericana-que
parece
faltar en la frivolidad de G6mez Carrillo."'Con todo, la extraneza de
7 Esta cronica fue publicada por La Nacion, de Buenos Aires, el 16 de diciembre de
1888. Nosotros la hemos tomado de Jose Marti, Obras Completas,T.1 (La Habana:
Editorial Lex, 1946).
18
Otro texto fundamental en este sentido es "Ariel,"deJos6 Enrique Rodo. Tambien
habria que agregar "El triunfo de Caliban" y la "Oda a Roosevelt," de Ruben Darfo.
'9 Vase la excelente lectura de la critica martiana a la modernidad que hace Julio
Ramos en Desencuentros
de la modernidaden AmericaLatina (Literaturay politica en America
400
FRANCISCO MORAN
lo oriental, tanto en la lectura de G6mez Carrillo, como en la de
Marti, separa al observador, de lo observado. Dicho esto, insisto en
eso que habia sugerido a trav6s del comentario de la cr6nica de
Carrillo: esa diferencia es, al mismo tiempo, precaria y, parad6jicamente, insalvable. Ahora bien, aunque las semejanzas entre el texto
carrillesco y el martiano son importantes, no menos lo son las
diferencias. Asf, mientras que-en lo que respecta al primero-la
mirada erotizada conduce al involucramiento del sujeto con su
objeto, en lo que respecta a Marti este involucramiento esta dado por
la simpatia politica que el general chino Li In Du suscita en l1.En
efecto, la cr6nica de Marti se incribe practicamente como el panegirico que honra a un luchador por la libertad y a un enemigo del
colonialismo:
Li In Du fue persona valiente:derrot6 a Franciaen Tonquin:us6 de su
prestigioparafavorecera los amigos de la libertad:ni el prestigiole vali6
contrala persecusi6nde los autoritarios,que no quieren sacara Chinade
su orden de clases:con la vida escap6 apenas,seguido hastaSan Francisco
de tenientes fieles: no peregrin6 en el ocio, como tanto espad6n de
nuestraraza,que cree que el habersido hombreuna vez, defendiendo a la
patria,le autorizaa dejarde serlo, viviendode ella. iLa libertadtiene sus
bandidos!Y Li In Du no quiso ser de ellos.... (1919)
En esta imagen no seria dificil distinguir las de Sim6n Bolivar, o de
Benito Juarez, tal y como salieron de la pluma de Marti. En "Tres
heroes," por ejemplo, comenta: "Ese fue el m6rito de Bolivar, que no
se cans6 de pelear por la libertad de Venezuela, cuando parecia que
Venezuela se cansaba" (1953 759).20 El antimperialismo y latinamericanismo martianos, no podian sino identificarse con el indomable
amor a la libertad de Li In Du. De ahi que, a traves de cr6nicas como
la que nos ocupa, Marti martillea su mensaje en el lector hispanoamericano. N6tese, de paso, que Marti desarticula uno de los estereotipos
con que se construfa, entonces, al Oriente: el ocio. Su movimiento
textual es sumamente significativo porque, no satisfecho con afirmar
a Li In Du como sujeto trabajador, traspola el ocio, en cambio, a
Latina) (Chile: Edit. Cuarto Propio/Edic. Callej6n, 2003). Quisiera aclarar, no obstante, que, como hemos visto, a traves de las frivolidades de G6mez Carrillo se filtra
una critica s6lida de la modernidad, algo que, me atrevo a decir, sucede en general con
los modernistas.
20"Tres heroes" es una de las lecturas mas conocidas de la revista martiana,
concebida para los nifios, La Edad de Oro.Jose Marti, Obras escogidas (La Habana:
Libreria Econ6mica, 1953).
M LN
401
"tanto espad6n de nuestra raza." Del texto martiano, no obstante,
emergen dos Chinas muy distintas una de la otra. La primera de
ellas-personificada en el general cuyas honras finebres comentaes, pudidramos decir, la China moral y viril, o sea, esa a la que puede
acercarse, entrarMartf. El ejdrcito de la libertad es uno solo. Marti, en
efecto, habla desde ese dentroguerrero, batallador. Si al comienzo de
la cr6nica era simplemente un curioso atraido, como todos en Nueva
York, por la extraneza del Otro-"Hoy hay musica extrana, la musica
de los finerales de Li In Du. Vamos, con Nueva York curiosa, a oirla"
(1919), nos dice-poco a poco esa extraneza cede su lugar a una cada
vez mas aguda familiarizaci6n con el objeto de su discurso:
Y con las manos hundidasen sus blusasde invierno,hablan de que Li In
Du era generalterrible,que en la batallapareciaun pilarcon alas,un pilar
de los que el chino erige paraespantarlos demonios,de que mat6 mucho
frances,aunque Tao dice que no se ha de pisar un insecto ni cortarun
arbol,porque es destruirla vida;de que era gran comercianteen drogasy
telas, y tes y comestibles,aunque la ley de Tao es que no se persiganlos
falsoshonores de la vanidadni las riquezasdel mundo. (1921)
Marti reporta comentarios que, en medio del gentio, por entre la
multitud de curiosos, escucha. Eso es, al menos, lo que sugiere la
expresion: "hablan de que." Se trata de un ellosindeterminado, y que
obviamente "no habla en chino," sino en un ingles-4o en un
espanol?-que Marti puede comprender. El inico problema con esto
es el inconfundible estilo martiano, y que Marti reporta como de ellos.
Precisamente, es en el estilo-y esto sucede con frecuencia en Martidonde la distancia entre el yo y el Otro-o lo Otro-se fractura
irremediablemente. Pero, al mismo tiempo, cuando el cronista dice
"sus blusas," y cita vaga y, no obstante, exactamente lo que escucha
(expresado en el "dicen que ..." que emerge y desaparece fugazmente en la muchedumbre), vemos a un yo inestable que no consigue
posicionarse del todo, ni dentro,ni fuera del objeto de su discurso. No
hay que olvidar, por otro lado, que Marti esta-marcha-dentro de
una multitud absolutamente heterog6nea y compacta: "Mott y sus
alrededores estan llenos de gente de Asia, congregada para llevar a la
tumba con honor a su prohombre Li In Du; lleno de los irlandeses e
italianos [...]; lleno de curiosos de todas partes del mundo" (1920).
Como puede apreciarse, la heterogeneidad y la extraneza van de la
mano: el "llenos de gente de Asia" marca la distancia respecto al
Otro, y lo homogeiniza. Asi, pues, extraneza(exterioridad) yfamiliaridad (interioridad) articulan la cr6nica martiana. Lo segundo, segin
hemos visto, emerge tan pronto se produce la identificaci6n-por via
402
FRANCISCOMORAN
el general muerto, pero
de la solidaridad anticolonialista-con
tambien con la marginacion de los chinos en los Estados Unidos. En
este sentido tenemos su comentario de que a los chinos s6lo les
estaba permitido "lavarropa y servir de comer," porque "si se ocupan
en minas o en ferrocarriles, como a fieras los persiguen, los echan de
sus cabanas a balazos, y los queman vivos" (1919). Tambi6n esta la
obvia alusi6n a la "Chinese Exclusion Act," aprobada por el Congreso
el 6 de mayo de 1882: "la muerte iba viniendo a pie, como quien
respeta a su victima; pero vot6 el Congreso de Washington, por
razones de politica interior, la ley de expulsi6n del celestial, y la
muerte no sigui6 como venia, considerada y despaciosa, sino mont6 a
caballo y lo mat6 con la noticia" (1922). Desde luego, no era siquiera
necesario que el general hubiese peleado por la libertad, o contra los
franceses, para merecer la simpatia de Marti. Su condici6n de
emigrante-y por tanto, de marginado social-tenia que hacer del
chino en los Estados Unidos un sujeto por el que Marti-el mismo en
una circunstancia similar-tenia que sentir una viva simpatia. Las
honras finebres de Li In Du s6lo le suministran un formidable
combustible para estilizar esa simpatia y convertirla en una solidaridad activa: la identificaci6n con el ninguneado se transforma en
afirmaci6n de rebeldia y resistencia. Esto se produce a traves de una
estrategia caracteristicamente martiana: la muerte afirma, no niega,
la vida: "~Esejercito o funeral? Por entre el gentio pasean sobre las
cabezas faroles y pendones. Se ven caballos blancos. Los jinetes van
descubiertos, con la trenza envuelta en percal negro, traida a la frente
como una diadema. La gran bandera roja, graciosa y soberbia, ondea
por sobre todo. Arremete riendo sobre ella la gente agresiva"
(1922).21
Pero, como ya dijimos, ademas de esta China con la que Marti
puede aliarse, otra muy diferente nos sale tambien al paso en su
21 En la cr6nica martiana el texto modernista se debate entre el gusto por las
evanescencias y la teatralidad-casi operistica-del estilo, y la voluntad de servicio con
que Marti lo (en)causa constantemente. Al compararla con una diadema, Marti
transfiere a la trenza-a menudo objeto de escarnio-una carga de indudable eticidad
y resistencia. Hay que recordar que en Cuba, por ejemplo, a los coolies se les humillaba
cortandoles la trenza. Si observamos tambien las numerosas caricaturas racistas que
public6 el Harper'sWeekly,sobre todo a partir de los 1880s, veremos que la trenza del
chino solia ser uno de sus blancos. Ahora bien, tomada en su conjunto, tampoco puede
negarse la imagen teatral, de final de 6pera, que articula la imagen martiana en su
conjunto. La trenza que dibuja Marti es tanto una diadema de attrezo, de utileria,
como un signo epico, de rebeldia y de resistencia. Uno, sin embargo, no debe olvidar
que en el gesto 6pico subyace, por lo general, la pose teatral para la historia.
MLN
403
cronica. Y es la distancia que va de la una a la otra lo que devela la
ambivalencia martiana frente al sujeto oriental. Esta otra China-o
este otroOriente-configura en la cr6nica una parcelaci6n textual: la
descripci6n de la calle Mott: "Mott es en Nueva York la calle de ellos,
donde tienen sus bancos, su bolsa, sus sastres y peluquerias, sus
fondas y sus vicios" (enfasis nuestro) (1919). La entrada a esta calle
esta energicamente marcada por la extraneza de quienes la pululan y
habitan y, consecuentemente, por la distancia que se abre entre el
lugar del observador y la calle de ellos. Este Oriente-enquistado en
los bancos, la bolsa, las sastrerias, peluquerias, fondas, y vicios-es el
espacio del gasto, de la acumulaci6n del dinero: lo que parece
entronizarse en la calle Mott es el deseo.Pero la descripci6n de esta
calle cumple, ademas, otra funci6n retorica, puesto que le permite
hacer a Marti aquello que dificilmente hubiera podido realizar en la
muchedumbre en movimiento, curiosa, que iba tras a ver los funerales de Li In Du: taxonomizar.Comienza, entonces, una caracterizaci6n
de los tipos de chinos: el de "buenas carnes y rosas en el rostro"; el
"de tienda, terroso de color, de carnes fofas y bolsudas, el pelo corto
hirsuto, el ojo ensangrentado, la mano cebada y unosa, la papada de
tres pisos, caida al pecho como ubre"; el "chino errante, acorralado,
aspero y fosco." Por diltimo, esti "el chino de las lavanderias, que
suele ser mozo e ingenuo, alto y galan de cara, con brazaletes de
agata en los pulsos; pero mas es canijo y desgarbado, sin nobleza en la
boca o la mirada, manso y deforme; o rastrea en vez de andar, combo
y negruzco, con dos vidrios por ojos, y baboso del opio" (1920).
El texto de Marti, ahora, no falla en recordarnos el de Cespedes: en
ambos casos la extraneza del sujeto oriental se vuelve alarmante,
siniestra. Mas ain, si se repasa con cuidado la caracterizaci6n del
"chino de las lavanderias," veremos como este adquiere casi los
contornos de lo monstruoso: la deformidad, los "dos vidrios por
ojos," y el hecho de que "rastrea en vez de andar," sugieren un
compuesto de cosa, objeto, y de animal. Sustituidos por vidrios, los
ojos s6lo pueden proyectarse como impostura y monstruosidad. Estos
chinos estin mas cerca del muneco inanimado que de la persona; son
chinos de tienda, en verdad chinerias.La descripci6n misma sintetiza
la deshumanizaci6n del individuo: "sin nobleza en la boca o la
mirada." Agr6guese a ello la no muy velada insinuaci6n de la
homosexualidad, y en la que confluyen dos elementos claves: la
debilidad fisica ("canijo," "desgarbado"), la deformidad (una verdadera desviaci6n de la norma), y los "brazaletes de igata en los pulsos"
(para sugerir el ocio, el exotismo, el afeminamiento). En este sentido,
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FRANCISCO MORAN
el "chino de lavanderias" constituye el reverso del general Li In Du.
Asi, no es una coincidencia que la imagen del primero se cruce con
esa otra la que unos anos mas tarde usara para caracterizar a los
ingratos americanos, los "sietemesinos" de su conocido ensayo "Nuestra America" (1891). Debemos recordar que alli expresa:
A los sietemesinos s6lo les faltara el valor. Los que no tienen fe en su tierra
son hombres de siete meses. Porque les falta el valor a ellos, se lo niegan a
los demas. No les alcanza al arbol dificil el brazo canijo, el brazo de unas
pintadas y pulsera, el brazo de Madrid o Paris, y dicen que no se puede
alcanzar el arbol. Hay que cargar los barcos de esos insectos daninos, que
le roen el hueso a la patria que los nutre. (1953 338)
Marti esta trabajando sobre las imagenes de algunos de los personajes mas criticados de la colonia: el petimetre, el catrin. No hay que
olvidar que el Papel Periodicode la Havana habia publicado en 1791
(exactamente un siglo antes de que Marti escribiera "Nuestra America") la "Carta critica del hombre muger," en la que la figura del
petimetre ya era caracterizado como afeminado.22Como puede verse,
lo mismo al referirse al "chino de lavanderia" que a esos "sietemesinos"
de "Nuestra America," Marti echa mano al mismo adjetivo-canijodel sujeto afeminado:
construcci6n
asi como a la estereotipica
"brazaletes de agata en los pulsos" (en los chinos), y "el brazo de unas
pintadas y pulsera" (en los "sietemesinos"). En ambos, la impostura
de la pose, el artificio, el signo equivoco. Marti desliza, ademas, una
de las acusaciones mas a menudo invocadas en su 6poca contra los
chinos: son inveterados fumadores de opio.
En su mayoria, los chinos de la calle Mott portan en sus cuerpos las
marcas de la degeneraci6n, de la carencia o de su antipoda, el exceso:
el "poco p6mulo," la "boca glotona," el "color terroso," las "carnes
fofas y bolsudas," el "ojo ensangrentado," la "mano cebada y unosa,"
la "papada de tres pisos, caida al pecho como ubre," y "por bigotes
dos hilos." Estos chinos monstruosos no solamente no parecen
apropiados al proyecto martiano; tambien lo amenazan. Dificilmente
Marti, o nadie, podria disciplinar estos cuerpos, encausarlos, encarrilarlos. Ellos atestiguan la fuga, la ruptura del muro de contenci6n
22 Firmada
por "El amante del Peri6dico," la "Carta critica del hombre muger"
apareci6 en la edici6n del 10 de abril de 1791. En la carta, el autor se refiere al "torpe
contaminado a una
y abominable vicio de la Afeminaci6n,"enfermedad que-dice-"ha
porcion considerable de hombres en nuestro Pais" (75). Ver Cintio Vitier, Fina GarciaMarruz y Roberto Friol, comp., La literaturaen el PapelPeri6dicode la Havana 1790-1805
(La Habana: Letras Cubanas, 1990).
M LN
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que debia mantener separados lo "humano" y lo "animal," lo "natural" y lo "anti-natural,"lo "productivo" y "lo improductivo." Es por
ello que resulta tan significativo el movimiento textual que sigue a la
descripci6n de la calle Mott: "Pero hoy las tarimas del opio estan
vacias; los lavanderos tienen cerrada la tienda; no hay puerta a las
casas de comestibles; llevan banda de luto en los balcones las farolas
con que se anuncian las fondas" (1920).
La muerte del heroe cierra-obliga a cerrar-los espacios del
despilfarro y del placer, y derriba la tarima de la pose. Todo esto lo
clausuran los funerales en honor de Li In Du y, en cierta medida, los
cierra o clausura el texto de la cr6nica. A los lavanderos se les ha
cerrado la tienda, se los monta en los barcos y expulsa de lo heroico,
que es hacia donde se encarrilan las energias textuales de la escritura
martiana. El humo del opio es definitivamente reemplazado por la
humareda de "los perfumes sagrados" (1920) que se quemanjunto al
catafalco del heroe. Y entre esos "perfumes sagrados" arde, tambien,
en su incensario modernista, el estilo,que lo consume todo:
De prontola muchedumbrese echa atras;caen sobreel suelo las banderas;
vuelan por el aire las tunicasy bandas;sube en onda turbiael humo de la
fogatarepentinadonde se consumentodoslos trajesy emblemasfunerales,
las tunicelasy mantos,el percal de las trenzas,el luto de los caballos,los
oriflamasy pendones, las insigniasde Tao, con la gran bandera roja, el
badl del marte. (1924)
Todo arde y se torna estilo, mascara, emblema funeral. Pero el
estilo mismo, dqu6 cosa es si no despilfarro, deseo apalabrado, exceso
que desborda los programas disciplinarios? dNo estain,acaso, agazapados en las "tunicelas y mantos," o en las "rosas blancas y amarillas"
que simulan "urnasy cojines" (1924) del estilo martiano, los "brazaletes de agata" que llevan en los pulsos, los chinos de lavanderfa?
Coda Final
En la cita de Severo Sarduy que precede a este articulo, el orientalismo
es una escandalosa impostura que reemplaza los desvencijados y
pobretones simbolos de lo nacional: el tipico paisaje del bohio
cubano en un enclave de palmas y animales domesticos, es tachado
por el "decorado regio," por la superficie del estilo: por sus "columnas de espejos fragmentados." La risa loca-y de loca, o de chino de
lavande-ia-de Severo Sarduy, desinfla la escenografia nacionalista,
la traviste. Su gesto revela una aguda comprensi6n y recepcion de la
406
FRANCISCO MORAN
impostura que subyace en el orientalismo modernista, puesto que lo
que hace 6ste, en iltima instancia, es celebrar las superficies, las
texturas, los descosidos, tanto del genero, como de lo nacional, o ain
de lo latinoamericano. Hasta el Marti que mira un tanto horrorizado
el trasiego de opio en la calle Mott, sucumbe a las lacas, a las
mascaras, a los "espasmos pil6ricos" del estilo. Lo que nos deja el
orientalismo modernista, resonando entre los "biombos, y cojines
turcos malvas y plateados," o sobre los "muebles negros laqueados," es
la risa, la carcajada deseante, su escandalo en medio de las banderas
y del gesto heroico.
SouthernMethodistUniversity
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Sr. Gobernador y Capitan General Juan Diaz de Apodaca." Habana: Oficina de
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