La primera carta: a Éfeso (2:1–7)
2:1–7. Al iniciar su mensaje personal a cada una de las iglesias de Asia Menor, Jesús se dirige a ellas
en el mismo orden en que las mencionó en 1:11, lo que parece estar basado en su ubicación geográfica
(ver el mapade la página viii). El Señor comienza con la iglesia de Éfeso y continúa en el sentido de las
manecillas del reloj por toda la región. Las siete iglesias del Asia Menor a quienes se dirige son
congregaciones reales en esta época de la historia, y no hay indicación alguna de que las debamos ver de
forma simbólica. Sin embargo, el mensaje de Jesús para ellas es perpetuo; las advertencias y el consuelo
que él ofrece se aplica a la iglesia de todas las épocas.
Es sorprendente que en ésta y en las otras seis cartas el Salvador se dirija a las iglesias con
el pronombre
singular “tú” (2:2). Aunque le habla al pastor como el representante de todas las almas
bajo su cuidado, es claro que también se refiere a toda la congregación con este “tú”, ya que el Señor
brevemente utiliza el plural, como lo vemos en 2:10 y del 23–25. El resultado es que cada alma que
escucha el mensaje recibe las palabras de Jesús como si se dirigieran directamente a ella.
Inmediatamente después de las instrucciones al ángel (2:1), Juan identifica al vocero. Sí, el apóstol
escribió las palabras y alguien más iba a entregar la carta a cada uno de los pastores. Pero Jesús se presenta
como el que le habla a cada una de las iglesias. El pastor, o mensajero, se alegraría de saber que el Salvador
sostiene las siete estrellas, es decir, los siete ángeles (1:20), en su mano derecha. Esto significa el poder
que él ejerce para proteger a su pueblo. Los pastores confían en que Jesús los sostiene en la palma de su
mano derecha a medida que guían a sus iglesias en medio de los últimos y atribulados días. El Salvador,
que sostiene a los líderes espirituales de nuestras congregaciones, está también con sus miembros en todo
momento. A medida que camina entre sus iglesias, los siete candelabros, nos promete: “Donde están dos o
tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” ( Mateo
18:20).
Pedro confesó: “Señor, tú lo sabes todo” (Juan
21:17). Los ojosomniscientes “como llama de fuego”
(1:14) conocían también las obras de los efesios (versículo 2). Primero, Jesús los alaba por lo que vio. Los
efesios eran una congregación trabajadora, fundada y pastoreada por ministros fieles y dedicados. Pablo
trabajó como misionero por tres años en Éfeso ( Hechos
Apolos (Hechos
20:31). Más tarde, Timoteo (1 Timoteo 1:3) y
18:24–26) ministraron allí. Según la tradición de la iglesia primitiva, Juan fue a Éfeso
diez años después de la partida de Pablo, a finales del año 60 d.C. El trabajo diligente y disciplinado de los
efesios prueba la observación de que las congregaciones muchas veces asumen el carácter del pastor que
las dirige.
Dos veces, en los versículos 2 y 3, Jesús elogia la perseverancia de esta congregación. Con toda
paciencia soportaron los tiempos difíciles. También entre las dos alabanzas por su paciencia, Jesús los
exalta porque no toleraron entre ellos a hombres malvados ni a falsos apóstoles. Muchas veces somos
rechazados cuando nos negamos a trabajar con iglesias que no aceptan todas las enseñanzas de la Biblia;
pero aquí Jesús enseña que resistir la maldad moral y la falsa enseñanza es enteramente consistente con la
paciencia cristiana. Los efesios estaban “siguiendo la verdad en amor” ( Efesios
4:15) cuando
comparaban las palabras de los falsos profetas con las enseñanzas recibidas de Pablo, Apolos y Timoteo. Es
un ecumenismo falso cuando las iglesias trabajan juntas, sin importarles primero estar de acuerdo en qué es
la obra de la iglesia.
“Los malos” (versículo 2) se refiere a los que son moralmente malvados, a los delincuentes. Los falsos
apóstoles intentaban desviar a los efesios de la verdad pretendiendo ser verdaderos maestros. Algunos años
antes, Pablo predijo que esta iglesia iba a enfrentar esta clase de falsos maestros; les advirtió a los líderes:
“Entrarán en medio de vosotros lobos rapaces que no perdonarán al rebaño” ( Hechos
20:29). Cuando
Jesús dice: “No has desmayado” (versículo 3), se refiere a que soportaron las duras dificultades por mucho
tiempo y seguían firmes en el momento en que les escribió estas palabras.
La carta de Jesús a los efesios constituye el patrón general que se usará en las siete cartas a las iglesias.
Primero, le ordena escribir a Juan; luego, se identifica y elogia o amonesta a la congregación; finalmente,
termina con una promesa junto con la súplica de escuchar lo que el Espíritu les dice.
A continuación, Jesús señala un problema: los efesios habían perdido su primer amor (versículo 4).
Sólo los ojos “como llama de fuego” del Salvador omnisciente pueden ver lo que le falta al corazón. Años
atrás, Pablo escribió del amor de los efesios “para con todos los santos” ( Efesios
continuaran “arraigados y cimentados en amor” (Efesios
1:15) y oró para que
3:17). Sin embargo, ahora que el amor por su
Salvador se había enfriado, comenzaban a tratarse unos a otros con desamor. Es cierto que aún estaban
trabajando duramente, pero sus actividades nacían más por el sentimiento de deber que de amor.
Hubo una época en la que los efesios sabían “cuán ancho y largo, alto y profundo es el amor de Cristo”
(Efesios
3:18, NVI). Pero a medida que su aprecio por este gran amor fue debilitándose, cayeron de esta
altura. Sólo había una forma de remediar su triste condición, y Jesús los exhorta a volver a este camino del
amor sublime que una vez conocieron: “¡Arrepiéntete!” (versículo 5).Arrepentirse literalmente significa
“tener un cambio de corazón”. El arrepentimiento es un doble cambio que aparta al corazón de una cosa y
lo vuelve hacia otra. El ruego de Jesús de que se apartaran del pecado y regresaran a su amor es en sí el
poder para hacer que ocurra tal arrepentimiento.
La contrición invisible que obra Dios en el corazón nunca se queda escondida, sino que se evidencia en
un cambio externo de vida. Así que Jesús exhorta: “Haz las primeras obras” (versículo 5). Juan el bautista
también exigió que los arrepentidos demostraran un cambio de corazón: “Producid, pues, frutos dignos de
arrepentimiento” (Mateo
3:8). Renovados en el amor del Salvador, los efesios demostrarían otra vez
“amor para con todos los santos” (Efesios 1:15).
Jesús, con su exhortación alarrepentimiento, advierte amorosamente sobre las consecuencias de no
hacer caso a su advertencia. Él vendría y quitaría su candelabro (versículo 5). Por las palabras de nuestro
Señor, vemos que el candelabro es el símbolo de la gracia de Dios entre su pueblo. Esta amenaza nos
advierte que cuando una congregación desprecia el evangelio, Dios con el tiempo retirará sus medios de
gracia. Hoy ya no existe la una vez orgullosa ciudad de Éfeso, ni tampoco hay una sola congregación
cristiana que se reúna allí alrededor del evangelio en la palabra y en los sacramentos porque el candelabro
se ha ido. La amorosa advertencia de Jesús a los efesios es también su llamado a las congregaciones de la
actualidad.
Jesús agrega un elogio final en el versículo 6, al decir que los efesios tenían a su favor su odio hacia
las obras de los nicolaítas. En este versículo se mencionan sus “obras”, y en el versículo 15 su falsa
“doctrina”. No sabemos mucho acerca de este grupo, excepto que les ocasionaron problemas a las iglesias
de Éfeso y Pérgamo. Con base en la poca información que existe de ellos en los escritos de la iglesia
primitiva, algunos sugieren que promovían la inmoralidad desenfrenada. Tal vez enseñaban que por estar
totalmente perdonados de nuestros pecados cada quien puede vivir como mejor le plazca. Ésta equivocada
forma de pensar niega que el fruto del arrepentimiento sea la obediencia voluntaria. Sin embargo, no es
necesario saber más del asunto; el punto es que odiar esta doctrina falsa y estas obras concuerda con el
amor a Jesús.
La carta termina con una exhortación a escuchar: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las
iglesias” (versículo 7). El Creador nos dio oídos y el Espíritu Santo inspiró estas palabras de amonestación
y consuelo. Así Dios ha provisto todo lo necesario para la renovación espiritual de sus iglesias. Los que no
respondan sólo pueden culparse a sí mismos. Esta exhortación nos recuerda la que pronunció Jesús durante
su ministerio terrenal: “El que tiene oídos para oír, oiga” (Mateo
11:15; vea también Mateo
13:9, 43;Marcos 4:23).
Jesús adjunta una promesa a su exhortación a escuchar, que muestra que su ruego también es una
invitación misericordiosa. Quiere que todos sean parte de la victoriosa celebración alrededor “del árbol de
la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios” (versículo 7). La palabraparaíso, o “jardín”, nos
recuerda al huerto del Edén, donde Dios colocó primero el árbol de la vida ( Génesis
2:9). A causa del
pecado, el hombre nunca comió de este árbol, ya que Dios se lo impidió para que no viviera eternamente en
la condición pecaminosa en la que había caído (Génesis
3:22–24). Pero para “el vencedor”
(versículo 7), Dios promete que tendrá “derecho al árbol de la vida” en el cielo ( 22:14). Veremos
frases semejantes a ésta al final de cada una de las siete cartas.
1—7. Estas iglesias estaban en tan diferentes estados de pureza de doctrina y poder de la
piedad que las palabras de Cristo para ellas siempre vendrán bien al caso de otras iglesias
y creyentes. Cristo conoce y observa el estado de ellas; aunque está en el cielo, de todos
modos anda en medio de sus iglesias en la tierra, observando lo que está mal en ellas y
qué les falta. —La iglesia de Éfeso es elogiada por la diligencia en el deber. Cristo lleva
la cuenta de cada hora de trabajo que sus siervos hacen para Él, y su trabajo en el Señor
no será en vano. Pero no es suficiente que seamos diligentes; debe haber paciencia para
soportar, y debe haber paciencia para esperar. Aunque debemos mostrar toda
mansedumbre a todos los hombres, sin embargo, debemos mostrar justo celo contra sus
pecados. El pecado de que Cristo acusa a esta iglesia no es que hubiera dejado y
abandonado al objeto de amor, sino que ha perdido el grado de fervor que al principio
tuvo. Cristo está descontento con su pueblo cuando los ve ponerse remisos y fríos para
con Él. Es seguro que esta mención en la Escritura, de los cristianos que abandonan su
primer amor, es un reproche para los que hablan de esto con negligencia, y así, tratan de
excusar la indiferencia y pereza en ellos mismos y en otros; nuestro Salvador considera
pecaminosa esa indiferencia. Deben arrepentirse; deben dolerse y avergonzarse por su
pecaminosa declinación y confesarla humildemente ante los ojos de Dios. Deben
proponerse recuperar su primer celo, ternura y fervor y deben orar tan fervorosamente, y
velar tan diligentemente, como cuando entraron al principio en los caminos de Dios. Si la
presencia de la gracia y del Espíritu de Cristo es descuidada, podemos esperar la
presencia de su desagrado. Se hace una mención alentadora de lo que era bueno en ellos.
La indiferencia hacia la verdad y el error, hacia lo bueno y lo malo, puede llamarse
caridad y mansedumbre, pero no es así, y desagrada a Cristo. La vida cristiana es una
guerra contra el pecado, contra Satanás, el mundo y la carne. Nunca debemos ceder ante
nuestros enemigos espirituales, y entonces, tendremos un glorioso triunfo y recompensa.
Todos los que perseveren, recibirán de Cristo, como el Árbol de la vida, la perfección y la
confirmación de la santidad y la felicidad, no en el paraíso terrenal, sino en el celestial.
—Esto es una expresión figurada, tomada del relato del huerto de Edén, que significa los
goces puros, satisfactorios y eternos del cielo; y la espera de ellos en este mundo, por fe,
en comunión con Cristo y con las consolaciones del Espíritu Santo. Creyentes, tomad de
aquí vuestra vida de lucha, y esperad y aguardad una vida tranquila en el más allá; pero
no hasta entonces: la palabra de Dios nunca promete que aquí tendremos tranquilidad y
libertad completa de los conflictos.