Subido por Jose Pablo Joparoru

RevistaAngulosNo.4-1-13

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Ensayos
El futuro del Estado y
el Estado del futuro en
Héctor Hernández Sosa*
Hoy que se discuten las reformas derivadas del Pacto por México y se festeja con
apresurada euforia sus efectos en el futuro inmediato es necesario volver a insistir en
la necesidad de pensar el Estado mexicano.
*Doctor en Administración Públilca,
presidente del IAP-Puebla en el periodo 2004-2005
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www.iappuebla.edu.mx
Ángulos, generando tendencias, num. 4, diciembre 2014
“No hay nada que resulte más opresor
ni más injusto que un Estado débil”.
EDMUND BURKE
H
ace poco más de dos siglos
que México emprendió el
camino a la modernidad.
Desde entonces los mexicanos no hemos dejado de
insistir en llegar a ser una
nación basada en aquellas ideas surgidas en Francia, Inglaterra y posteriormente en España.
Muchos han sido los intentos a lo largo de
estos siglos por alcanzar ese propósito; la historia nacional es la historia de la construcción de
nuestra modernidad; las rutas por las que ha caminado el país para llegar a ella han sido diferentes;
el objetivo siempre ha sido el mismo: convertir
a México en una nación inspirada en los valores
políticos y económicos de la Europa Occidental
surgidos de la Ilustración.
Los intentos realizados han sido, en una parte, un fracaso; en otra, un logro parcial. Y es que
nuestra modernidad ha sido desde el inicio hasta
nuestros días una modernidad a medias, la iniciativa siempre queda inconclusa. El fracaso constante es nuestro destino; sueño roto transformado
en eterna aspiración; historia de anhelos convertidos en obsesión; suma de experiencias hechos
frustración.
A poco más de doscientos años de la Independencia y cien de la Revolución, el último intento
realizado por alcanzar la modernidad mostró en
poco tiempo, como en repetidas ocasiones, sus
verdaderos límites. El fantasma de la frustración
nos volvió a atrapar. No logramos dar el gran salto definitivo. Las últimas reformas al Estado emprendidas hace más de dos décadas tuvieron resultados pobres y sus alcances han sido limitados.
Atrás quedaron aquellos tiempos de mediados del siglo XX en los que México escalaba
hacia el paraíso de la modernización teniendo al
Estado como su gran promotor a través de la intervención económica y de la construcción de una
plataforma de carácter social. En efecto, el Estado
mexicano fue el gran constructor de modernidad,
de escuelas, de hospitales, de viviendas, de ferro-
carriles, de empresas en todas las ramas de la economía. Pero en el siglo XXI las cosas son distintas, el pasado es el ropero que guarda aquel viejo
aparato estatal impulsor del mundo moderno.
Hoy el mismo Estado surgido de la Revolución de 1910, después de entrar en crisis y de
someterse a un ciclo de reformas, no ha concluido su modernización. Como el gran centro institucional del país presenta problemas de eficacia
y eficiencia; su desempeño es limitado y sus resultados insuficientes. Su autonomía está minada,
la estructura institucional que lo sostiene y le da
forma está muy debilitada. Parte de esta debilidad
se explica porque todavía sigue funcionando con
instituciones que fueron construidas para un sistema político centralizado y un modelo económico
cerrado que ya no existen.
La última modernización emprendida, además de parcial, fue contradictoria porque se realizó sin cambiar gran parte de las instituciones del
régimen anterior; el resultado fue funesto, hoy el
Estado mexicano posee un diseño institucional en
el que convive lo viejo con lo moderno.
Nuestra modernidad y con ella el Estado perdieron rumbo, hoy, aún con las reformas aprobadas, no sabemos con precisión hacia dónde
vamos. No tenemos hoja de ruta. Vivimos en la
incertidumbre permanente; fracasamos en el último intento por hacer de México una nación moderna. Sin embargo, a pesar de esta historia de insistencias y anhelos es evidente que nuestro país
necesita dar un gran salto a la modernidad. Quizá
tenemos que empezar por acabar de modernizar
el Estado; hacerlo fuerte, funcional, eficaz, ágil,
inteligente, para que tengamos también una democracia fuerte y sobre todo funcional.
Discutir el Estado mexicano no ha sido una
tarea fácil porque la mayoría de las veces hemos
sido incapaces de remover sólidos cimientos
ideológicos o derrumbar prejuicios políticos para
examinar con razonable profundidad este tema
tan complejo que, por su naturaleza, resulta muy
escabroso estudiar. Hoy que se discuten las reformas derivadas del Pacto por México y se festeja
con apresurada euforia sus efectos en el futuro
inmediato es necesario volver a insistir en la necesidad de pensar el Estado mexicano.
Las líneas que a continuación se despliegan
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Nuestra
modernidad
ha sido desde
el inicio hasta
nuestros días una
MODERNIDAD
A MEDIAS, la
iniciativa siempre
queda inconclusa.
Ensayos
son la última parte de un ensayo más amplio
próximo a publicarse bajo el título “Pasado, presente y futuro del Estado mexicano: breve crónica
de un proyecto de modernidad inconclusa”.
La reforma del Estado inconcluso
EL ESTADO
MEXICANO fue
el gran constructor
de modernidad,
pero en el siglo
XXI las cosas son
distintas, el pasado
es el ropero que
guarda aquel viejo
aparato estatal
impulsor del
mundo moderno.
La reforma del Estado ha transcurrido en un periodo muy largo y al mismo tiempo lento, sin que
se tenga una fecha definida para concluirla. Las
primeras reformas iniciaron en los sexenios de
Miguel de la Madrid con el proceso de descentralización de la administración pública. Carlos
Salinas les dio continuidad con el impulsó de la
privatización de las empresas paraestatales y el
adelgazamiento del Estado. Ernesto Zedillo sentó
las bases para sanear las finanzas; además le dio
prioridad a la estabilidad macroeconómica e impulsó la reforma política que derivó en alternancias políticas. Vicente Fox designó al entonces
diputado Porfirio Muñoz Ledo para que coordinara los trabajos de la Comisión de Estudios para
la Reforma del Estado. Se construyó una agenda
pero sin mayor éxito debido a que no se incluyó la
participación de los partidos políticos. La iniciativa se frustró, la falta de capacidad negociadora
por parte de los responsables dejó trunca esta reforma.
Al inicio del sexenio de Felipe Calderón la
iniciativa la tomó el entonces senador Manlio Fabio Beltrones a través de la iniciativa de Ley para
la Reforma del Estado, la que se propuso superar
los problemas estructurales, atender con eficacia los rezagos sociales y resolver las demandas
inmediatas de la población. Los avances de esta
iniciativa también fueron mínimos porque la Cámara de Diputados congeló estas reformas.
De todas las iniciativas a favor de la modernidad impulsadas durante este largo periodo, la
más importante fue reducir de manera drástica el
tamaño del Estado. Se pasó de un Estado obeso
a otro delgado por la vía de las privatizaciones
para descargarlo de responsabilidad y reactivar el
mercado. No tuvo logros significativos; se creyó
que con reducir su participación se resolverían los
problemas estructurales. Es cierto que se generó
una relativa estabilidad macroeconómica pero no
se logró impulsar un crecimiento suficiente para
resolver los problemas de marginación y pobreza;
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por el contrario, estas se profundizaron al reducir
el carácter social del Estado y quitarle sus funciones sustantivas.
En efecto, en el pasado reciente se vivió con la
ilusión de que para lograr el pleno desarrollo necesitábamos acabar con el crecimiento excesivo y
desproporcionado del Estado; en consecuencia se
tomó la decisión de adelgazarlo, de limitarlo, reducirlo y controlarlo. Las razones para restringir
y disminuir su participación fueron varias pero,
entre ellas, la más importante, fue liberar a la política y a la economía de las garras del Estado. Se
creyó que al adelgazarlo se le dotaría de fortaleza
y funcionalidad. El tiempo demostró que haber
disminuido su tamaño no lo hizo más fuerte; por
el contrario, hoy tenemos un Estado cada vez más
débil, con poco nivel de funcionalidad e incapaz
de garantizar el orden; por eso es importante apresurar su reconstrucción.
El error fue reducir la concepción de la reforma del Estado a su adelgazamiento. La discusión
giró en torno a su tamaño pero se dejó fuera el
debate sobre el rol histórico que debe jugar en un
contexto concreto. Tampoco se puso a discusión
cuál debería ser su perfil deseable ni su capacidad
de gestión; mucho menos se puso interés en la
eficacia institucional con base en sus nuevas funciones y reglas establecidas.
En materia económica el fracaso modernizador del Estado fue resultado de una reforma
inconclusa iniciada desde los años ochenta. Pasamos de una economía cerrada, proteccionista
y subsidiaria a una economía semiabierta y distorsionada que propició el surgimiento de oligopolios privados en ramas estratégicas de la economía y mantuvo los monopolios públicos. Son
estos agentes los que en la actualidad impiden,
aprovechando la debilidad del Estado, que la economía mexicana sea competitiva.
Contrario a lo que pensaron los promotores
del adelgazamiento estatal, las reformas económicas no crearon las bases de una economía más
dinámica, productiva y competitiva. Como ya se
hizo referencia, se optó por el adelgazamiento
del Estado y se redujo su intervención económica. Sin embargo esta medida de adelgazarlo le
restó fortaleza y lo debilitó. Hoy, a pesar de las
modificaciones a la ley federal, carece de fuerza
Ángulos, generando tendencias, num. 4, diciembre 2014
para someter al orden a los intereses corporativos
surgidos en el viejo régimen, los cuales no solo
sobreviven sino que han aprendido a consolidarse
con el cambio político y económico.
Este crecimiento económico lento e insuficiente durante más de veinte años es incapaz de
generar los empleos que requiere el país y de
crear condiciones para un bienestar social, como
afirma Carlos Elizondo Mayer-Serra en el libro
Presente y perspectivas:
gracias a la economía informal y la emigración a los Esta-
rácter social. El resultado fue muy desalentador,
la pobreza sigue sin resolverse, la desigualdad se
acentuó y la inequidad social rompió el tejido social. La prominencia del mercado y el abandono
de tareas centrales del Estado en materia social
agudizaron los problemas históricamente existentes: somos uno de los países con la mayor concentración de riqueza en el mundo; de los que habitan
en México, unos cuantos tienen todo y casi todos
tienen poco y otros no tienen nada.
El actual debilitamiento del Estado mexicano también explica la incapacidad que tiene para
ejercer sus funciones en materia social. Como
bien señala el informe sobre la calidad de la democracia en América Latina elaborado por la
Organización de los Estados Americanos (OEA) y
el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) publicado en 2010:
dos Unidos hemos amortiguado el efecto de la creciente
La insuficiente capacidad estatal para formular políticas
demanda de trabajo, sobre todo entre los jóvenes que bus-
públicas y la falta de poder político para la aplicación de
can ingresar al mercado laboral, (Elizondo Mayer-Serra,
las políticas redistributivas representan algunos de los
2011:18).
mayores obstáculos para la expansión de la ciudadanía
Las reformas económicas no crearon una economía más
dinámica y capaz de ofrecer a los mexicanos mayores
oportunidades basadas en su poder para satisfacer las
necesidades del mercado (…) El crecimiento económico
ha sido modesto en las últimas décadas, lo mismo que
la creación de empleos formales (…) De 2001 a 2010
este crecimiento fue de un bajísimo 0.66 % anual. Sólo
A su vez, la falta de inversión pública y privada ha limitado el desarrollo del mercado interno.
El Estado también ha fallado en su rol regulador:
no tiene la capacidad ni la fuerza para generar las
condiciones competitivas que se requieren mediante instituciones sólidas que generen flujos de
inversión adecuados, lo cual contribuye a los bajos niveles de competitividad.
Además vivimos una democracia pobre porque tenemos un Estado pobre que desde hace
años ha venido perdiendo capacidad para cumplir
con sus funciones básicas. Por eso el tema central
en la agenda nacional debe ser la construcción de
un Estado fuerte, capaz de asegurar los derechos
sociales e impulsar la competitividad en el nuevo
escenario global.
La crisis del Estado ha debilitado la gobernabilidad y deteriorado las instituciones de procuración y administración de justicia. El ascenso de la
tasa de homicidios y el aumento de la actividad
del crimen organizado durante el último sexenio
están llevando al país a una situación de ingobernabilidad.
En la esfera social se aplicaron, en todo caso,
contrarreformas, ya que el desmantelamiento del
Estado ocasionó el abandono de las tareas de ca-
social y la reducción de brechas de bienestar social.
Su incapacidad para garantizar seguridad a la
población le ha hecho perder la función principal
de todo Estado nacional: mantener el orden legítimo en un territorio determinado. En efecto, el
poder del crimen organizado es en nuestro tiempo
el principal obstáculo para la evolución del país.
La diversificación y multiplicación de la delincuencia, la violencia y la inseguridad han tomado dimensiones nunca antes vistas en diferentes
regiones de México. El análisis del informe del
PNUD y la OEA es contundente:
…la falta de Estado es la que explica porqué poseemos
la tasa de homicidios más alta del mundo, porqué el
narco-crimen domina territorios e influye sobre las decisiones públicas, porqué hay amplias zonas de nuestros
territorios que están fuera del alcance de la ley.
La igualdad es uno de los valores esenciales
de la modernidad, que contradictoriamente ha estado ausente en los proyectos modernizadores del
país. Lo tiempos de la democracia no son la excepción. México es una de las naciones de América Latina con mayor desigualdad. En efecto, La
inclusión social es la gran asignatura pendiente
de nuestra modernidad. Las diversas formas de
exclusión han fragmentado el tejido social, mer21
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La
ÚLTIMA
MODERNIZACIÓN
EMPRENDIDA,
además de parcial,
fue contradictoria
porque se realizó
sin cambiar
gran parte de las
instituciones del
régimen anterior.
Ensayos
Discutir el Estado mexicano no ha sido una tarea
fácil porque la mayoría de las veces hemos sido
INCAPACES DE REMOVER sólidos cimientos
ideológicos o DERRUMBAR PREJUICIOS políticos
para examinar con razonable profundidad este tema.
mado las relaciones de confianza y de solidaridad
entre los mexicanos y reproducido aún más la
desigualdad persistente. Millones de mexicanos,
la gran mayoría de ellos jóvenes, son excluidos
de los derechos humanos más elementales como
educación y salud, lo que ha generado en ellos
desaliento, frustración y miedo.
Si hoy México presenta grandes problemas
sociales en salud, educación, pobreza, desigualdad –lo que se traduce en que la mayoría de los
mexicanos no tienen garantizados sus más elementales derechos sociales– se debe a que el
Estado dejó de cumplir con la función básica de
generar bienestar social a la población.
En el ámbito político la modernización del
Estado nos permitió llegar a la democracia; sin
embargo, como ya se ha señalado, esta se redujo
al ámbito electoral, sin que hasta la actualidad se
haya ampliado a otros horizontes de la esfera pública. Muchas son las asignaturas que aún están
pendientes.
La reforma electoral nos llevó a la alternancia partidista pero ésta debe traducirse en mejores
gobiernos, más responsables y eficaces. Por su
parte la democracia mexicana trajo con ella los
gobiernos divididos y de minoría. Este fenómeno,
propio de los sistemas políticos contemporáneos,
no tendría mayor efecto negativo en la gobernabilidad si no fuera porque a las fuerzas políticas
representadas en el poder legislativo les cuesta
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mucho ponerse de acuerdo para resolver los grandes problemas de la nación.
En efecto, el gobierno unitario y el sistema de
partido hegemónico dejaron de existir con la reforma política de 1996 para dar paso a los gobiernos divididos y de minoría, y a la creación de un
sistema competitivo de partidos. Pero a diferencia
de otros países donde estos tipos de gobierno se
convierten en una oportunidad para fortalecer la
democracia, aquí en México son, en muchos casos, factor de parálisis legislativa y obstáculo para
el desarrollo económico y político del país. Nuestra democracia no es todavía funcional.
Respecto a nuestro sistema político, si bien la
creación del Instituto Federal Electoral (IFE) significó un avance democrático de gran valor debido
a que, entre otros factores, restauró la confianza
en el sistema político, lo cierto es que muy pronto sufrió un desgaste que terminó por mermar su
credibilidad institucional. Además la democracia
que tenemos es de baja calidad y muy costosa,
con resultados limitados. Los años pusieron en
evidencia que el diseño institucional del IFE resultó muy grande y costoso por lo que fue necesario someterlo a una reingeniería. Sin embargo
estamos lejos de evaluar su eficacia; los procesos
electorales que vienen nos permitirán saber si ese
fue el camino correcto.
Es muy riesgoso para la vida nacional olvidar
que para construir una democracia con calidad
necesitamos un Estado fuerte que cuente con recursos y con la suficiente capacidad institucional,
que realice tareas esenciales para mantener la gobernabilidad. Por ejemplo, se necesita un Estado
que impulse políticas públicas de desarrollo humano, redistribuya la riqueza, combata la pobreza
y otorgue seguridad pública. Necesitamos una
democracia de calidad que presente; como dice
Ángulos, generando tendencias, num. 4, diciembre 2014
Leonardo Marlino: “una estructura institucional
estable que hace posible la libertad y la igualdad
de los ciudadanos mediante el funcionamiento
legítimo y correcto de sus instituciones y mecanismos”, (2007: 29).
Concretadas las reformas recién aprobadas,
corresponde ahora concretar reformas que establezcan una nueva relación política entre la sociedad y el Estado, en particular en lo que se refiere
a las formas de elegir a los titulares de los poderes
del Estado (división y distribución de poderes).
Lo anterior implica profundizar y ampliar las reformas en materia electoral y de gobierno; discutir la viabilidad o no de reformas integrales que
ponderen en conjunto distintos esquemas, entre
ellas la segunda vuelta electoral, ante dos problemas básicos que tiene nuestro sistema de mayoría
relativa: la gobernabilidad y la legitimidad. Otro
tema importante a discutir es el gobierno de coalición ante la continua amenaza de una parálisis
legislativa derivada de la existencia de gobiernos
divididos y de minoría. El tránsito del sistema
presidencial a uno de carácter semipresidencial y
la segunda vuelta son también temas torales que
deben regresar a la agenda de una segunda generación de reformas del Estado.
En el nivel de la gestión pública se promovió
la reducción del tamaño del Estado mediante la
privatización de la mayoría de las empresas que
estaban en su propiedad pero no se generó una
verdadera reforma de la administración pública
como parte de la reforma del Estado; por el contrario, la gestión pública sigue siendo en varias de
sus estructuras de carácter patrimonialista, propia
de una administración pública no sólo tradicional
sino de carácter premoderno, con prácticas clientelares, sobre todo en los gobiernos estatales y
municipales, lo que ha impedido la profesionalización de la alta burocracia.
Una de las reformas del Estado que sigue
pendiente por concretarse es la constitucional,
que se ha postergado por más de veinte años. Esta
reforma se efectuaría en las leyes fundamentales
del Estado, relativas al ámbito y ejercicio de las
libertades políticas y económicas de los ciudadanos, y al ejercicio de los poderes regulatorios y de
intervención del mismo Estado.
Los límites de la modernidad:
entre lo viejo y lo nuevo
En las últimas tres décadas el Estado mexicano
fue sometido a diversas transformaciones con el
objetivo de modernizarlo. Un primer balance nos
indica que a treinta años de que se impulsaron
los cambios ha sido imposible consolidar la capacidad institucional que distingue a todo Estado
moderno como un conjunto de instituciones que
funcionan e interactúan en un territorio determinado. Un segundo elemento que se identifica es
la presencia de profundas fracturas sociales que
impiden el desarrollo de una sociedad civil fuerte
que limite el poder del Estado y mantenga una relación dinámica con él.
Contrariamente a lo que se esperaba de parte
de los promotores del cambio, este no fortaleció
al Estado. Por el contrario, como se ha insistido,
la debilidad del Estado es uno de los resultados
de la transición a la liberalización económica y
política de México. Su crisis es evidente en todos
los ámbitos de la esfera pública.
Muchos de los problemas que enfrenta el Estado mexicano, como los que se han mencionado
anteriormente, se explican en gran medida por el
debilitamiento de las instituciones que lo integran
y la fragilidad de legalidad existente, pero también por el envejecimiento de algunas instituciones que tuvieron su origen en el régimen político
anterior y el rápido debilitamiento de otras que
surgieron con el proceso de la transición democrática. Los dos grupos de estas instituciones tienen además un problema en común: entraron en
una crisis de confianza y en la pérdida de credibilidad ante los ciudadanos, lo cual generó, a su vez,
un serio problema de legitimidad democrática.
Todo proceso modernizador del Estado conlleva la creación de nuevas instituciones y la desaparición de otras. En el caso de México el cambio
institucional ha sido limitado, inconcluso y sin
profundidad; su desempeño es pobre; además este
cambio ha caminado en medio de tropiezos y decisiones coyunturales entre grupos de poder más
que entre visiones de largo plazo y de carácter estructural. La suma de estos factores ha demostrado que las reformas establecidas a finales del siglo
XX fueron insuficientes y con reducida capacidad
para resolver con eficacia los problemas del país.
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De todas las
iniciativas a favor
de la modernidad,
la más importante
fue reducir de
manera drástica
EL TAMAÑO
DEL ESTADO.
No tuvo logros
significativos;
se creyó que
con reducir su
participación
se resolverían
los problemas
estructurales.
Ensayos
El impacto de las once reformas recientemente aprobadas no será inmediato, tampoco es posible evaluar en el corto plazo su profundidad. La
negociación del gobierno federal con el resto de
las fuerzas políticas lo obligó a ceder en algunos
temas que impidieron que estas reformas redujeran su alcance. Sin embargo es insensato invalidar
las reformas o cuestionarlas por mero prejuicio
político partidista. Debemos reconocer, en principio, que estas reformas son parte de una agenda
nacional integrada por distintas voces ciudadanas,
empresariales, universitarias y colegios de profesionistas. Reformas de la agenda pública que de
no incluirse en la agenda de gobierno y concretarlas por la vía de la negociación profundizarían
aún más la crisis del Estado nacional. Ahora habrá
que asumir una posición conservadora sobre sus
horizontes y resultados.
La experiencia demuestra que la falta de
confianza de los ciudadanos en las instituciones
ahuyenta la participación ciudadana en los asuntos públicos y en los procesos electorales; genera
incertidumbre social y se convierte en un obstáculo para el desarrollo económico ya que frena
las inversiones de capital productivo y financiero.
Por eso es importante que se fortalezcan las instituciones que permiten estimular el capital social.
Tenemos que asumir que en el centro de esta crisis institucional que vive el país se encuentra la
crisis del modelo actual del Estado.
En los últimos veinte años la realidad política
nacional e internacional cambió sustancialmente
pero la modernización institucional quedó inconclusa; el Estado cambió su tamaño, modificó sus
funciones pero no mejoró su eficacia.
Hace tres décadas se tomaron decisiones políticas pensando en que el problema mayor que
impedía que el país lograra el desarrollo nacional
era el crecimiento excesivo y desproporcionado
Vivimos una DEMOCRACIA POBRE
porque tenemos un Estado pobre que desde
hace años ha venido perdiendo capacidad
para cumplir con sus funciones básicas.
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del Estado, “cuyo poder había que limitar, reducir y controlar”, (Escalante Gonzalbo: 2011,10)
motivo principal para restringirlo y disminuir su
presencia en la esfera de lo público.
Creímos que la liberalización política y económica serían los boletos que nos garantizaban
el vuelo al “primer mundo”. Pensamos que esa
era la mejor forma de salir de una economía cerrada, proteccionista, y al mismo tiempo ingresar
a la democracia, asignatura pendiente como proyecto modernizador desde el siglo XIX. Con esas
decisiones políticas dimos muerte al “ogro filantrópico”, al Estado autoritario, vertical en sus decisiones, piramidal en su organización, de fuertes
raíces patrimoniales.
El tiempo nos mostró que aquellas ilusiones
se perdieron; que las decisiones tomadas no fueron las más acertadas. La democracia mexicana,
ya se ha dicho, no ha producido gobiernos estables sino de minoría y divididos. En el nuevo escenario político el Ejecutivo es un actor más del
sistema; dejó de ser la pieza importante. A esto
hay que agregar, dice Soledad Loaeza en Los
grandes problemas de México, (2010, pp.:50, 51):
…la debilidad del Poder Ejecutivo, consecuencia de los
resultados electorales que desde 1997 le han negado la
mayoría absoluta al Presidente. Los gobiernos divididos
han generado desequilibrios en el seno del Estado. Por
una parte, la Presidencia de la República, sin el apoyo de
un partido mayoritario, ha perdido peso relativo frente a
los partidos y al Poder Legislativo e incluso con el aparato administrativo del Estado, los gobiernos estatales, el
Congreso y el Poder Judicial. Por otra parte, los partidos
de la era de la democratización no han logrado llenar los
vacios que produjo el fin de la hegemonía del PRI.
El Estado que necesitamos
A inicios de la segunda década del siglo XXI el
país vive atrapado en medio de una multiplicidad
de procesos confusos y contradictorios, sobre
todo de grandes rezagos. Los grandes problemas
de México son muchos, juntos nos muestran la
realidad que vivimos: un país que perdió el rumbo
y que camina por el oscuro camino de la orfandad
de un proyecto nacional que le asegure a la sociedad las mínimas garantías de bienestar.
El debate sobre la agenda nacional, en particular sobre el futuro del Estado, se ha caracteriza-
Ángulos, generando tendencias, num. 4, diciembre 2014
do por tener un tono altamente ideologizado. En
las discusiones sobre el futuro del país abundan
en exceso los dogmas, los clichés, entre muchos
otros recursos ausentes de toda racionalidad. En
las tres últimas décadas el Estado mexicano fue
sometido a una transformación; los cambios generados durante este tiempo, sin embargo, no lo
fortalecieron. Su legitimidad permanece entredicha. Su condición es contradictoria, hay espacios
de la vida pública donde la presencia del Estado
sigue sobrando y se ha convertido en un obstáculo
para el crecimiento de la competitividad, pero hay
otras áreas estratégicas donde su presencia es fundamental para el desarrollo económico y social.
Es necesario volver a pensar el Estado; discutir su naturaleza; definir su carácter; determinar sus funciones; asignar sus responsabilidades;
medir la calidad de su desempeño; evaluar sus
resultados; analizar qué tipo de relación debe establecer con la sociedad. La discusión no puede
seguir siendo en torno a más o menos Estado. Su
problema principal es su muy reducida capacidad
y mínima eficacia, lo cual genera problemas de
legitimidad y gobernabilidad.
Necesitamos corregir el camino a la modernidad; no podemos seguir apostándole a resolver
las grandes deficiencias que tiene el país mediante reformas coyunturales, con un mínimo impacto en los problemas estructurales, sin resolver el
problema central que es el Estado. No modernizarlo nos llevará en los próximos años a una crisis
mayor. Algo que debemos tener claro es que no
hay iniciativa, proyecto, programa o ley que sea
suficiente si no reconstruimos el Estado.
Necesitamos, como lo sugiere el informe publicado por el Programa de las Naciones Unidas
y la Organización de los Estados Americanos en
2010, “Nuestra Democracia”, un nuevo Estado
para una nueva democracia:
No existe régimen democrático sin Estado, y no existe
democracia plena que no se funde en un Estado que inscriba derechos, que los garantice con sus instituciones y
que asegure su provisión mediante sus intervenciones. Si
el objetivo central de la democracia es mejorar el bienestar de la ciudadanía, articulando niveles crecientes de
libertad e igualdad, el Estado es pieza clave de la acción
colectiva para lograrlo.
Nuestro sistema político cambió como resul-
tado de la transición democrática pero el Estado
aún conserva la mayoría de la esencia del régimen
anterior; la arquitectura institucional que lo sostiene es en parte nueva pero la otra es muy vieja.
El problema es mayor: de un presidencialismo ilimitado, con poderes y facultades desmedidas, pasamos a un presidencialismo acotado; sus
funciones se han limitado, el presidente ya no tiene el inmenso poder que tenía en el régimen anterior pero el medio utilizado no ha sido el correcto.
Hoy tenemos un Estado que poco contribuye a la
consolidación de la democracia.
Nuestro país se caracteriza por ser profundamente diverso y ampliamente plural; para salir de
la crisis en que se encuentra necesitamos aprovechar estas dos características en la búsqueda y
conformación de nuevos equilibrios. Es necesario
impulsar un rediseño normativo e institucional
de nuestro ordenamiento jurídico para ajustarlo a
las nuevas condiciones democráticas que tiene el
país y el entorno internacional, dominado por la
globalización.
La situación económica, política y social de
México en el actual escenario internacional nos
hace plantear la necesidad de construir un nuevo
Estado que tenga como temas centrales asegurar
los derechos sociales y la creación de instrumentos de promoción para el desarrollo económico,
garantizando condiciones favorables a la inversión y a la competitividad y que impulse una
segunda renovación democrática del poder político para enfrentar con eficiencia los problemas
estructurales de la nación, atender con eficacia los
rezagos sociales y hacer frente a las demandas inmediatas de la población.
Necesitamos un nuevo Estado que nos permita conciliar el progreso económico con el desarrollo humano; que fortalezca y profundice la democracia con el propósito de mejorar su calidad;
que cuente con el apoyo de los diversos grupos
sociales y económicos; que erradique la corrupción; que respete y promueva la diversidad de la
sociedad. Un nuevo Estado para un México plural
y democrático, que tenga como fórmula mejorar
el funcionamiento institucional, la democracia y
la gobernabilidad a través de consensos.
Debemos proporcionarle al Estado potestades que ninguna otra institución pueda tener, que
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Es muy riesgoso
para la vida
nacional olvidar que
para construir una
DEMOCRACIA
CON CALIDAD
necesitamos un
Estado fuerte
que cuente con
recursos y con
la suficiente
capacidad
institucional; que
realice tareas
esenciales para
mantener la
gobernabilidad.
Ensayos
se convierta en el factor central para impulsar el
desarrollo económico, político y social del país;
que garantice las condiciones para promover la
inversión privada.
El debilitamiento institucional del Estado
mexicano explica muchos de los problemas que
padece la nación: bajo crecimiento económico,
reducidos niveles de competitividad, incremento
de la pobreza y la desigualdad e incremento de la
inseguridad. Para hacer frente a estos problemas
necesitamos un Estado con recursos y con sólida
capacidad institucional, que tenga como objetivo
generar bienestar en los mexicanos, redistribuya
la riqueza, combata la pobreza, otorgue seguridad
pública y mejore la competitividad de la economía.
Para ello necesitamos una segunda generación de reformas al Estado rediseñando su marco
normativo e institucional de acuerdo con las nuevas condiciones del país y el entorno internacional, y cumpla con las obligaciones fundamentales
que ha abandonado y cohesione el tejido social.
Superada la discusión sobre el tamaño del Estado, hoy el debate debe trasladarse a las funciones que debe cumplir en el proceso actual.
Cinco son las grandes áreas estratégicas que
me parece deben considerarse en el diseño de un
nuevo Estado:
En el ámbito económico debe fortalecer sus
funciones de regulador, garantizar condiciones
favorables a la inversión, el empleo y mejorar
la competitividad. Las reformas tanto energética
como hacendaria no dotaron al Estado de sólidas
funciones regulatorias en contra de los grandes
oligopolios privados.
Es necesario fortalecer la rectoría del Estado
26
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para privilegiar los derechos de los ciudadanos en
general y al mismo tiempo impulsar una reforma
integral hacendaria con mayor alcance a la que se
aprobó recientemente, que mejore la eficiencia y
el rendimiento del sistema de impuestos no petroleros, aumente el crecimiento económico y sirva
para sostener un nuevo sistema de protección social, para reducir la pobreza y la desigualdad.
Lo anterior nos permitirá continuar con el
proceso de apertura de la economía a la inversión
y a la competencia global y nacional, que genere una mayor competitividad a través de una real
competencia en todos los sectores de la economía, bajo un sólido sistema de regulación por parte del Estado. En ese sentido es importante limitar
el mercado y transparentar las reglas del juego por
parte de las instituciones estatales, es fundamental
en la definición de la relación Estado-mercado.
La esfera social. También es necesario reconstruir el Estado en lo social para que pueda
responder con eficiencia a las nuevas y viejas
demandas que le plantea la sociedad; mejore sus
resultados y se convierta en un promotor y facilitador del desarrollo nacional. Sin embargo la
única posibilidad de enfrentar los problemas de
desigualdad y pobreza es mediante la intervención del Estado para asegurar a los mexicanos
la universalidad de los servicios de educación y
salud a través de un sistema de protección social
y con ello formar una sociedad del bienestar. Esta
intervención debe ser diseñada para dirigir de manera estratégica las funciones que debe cumplir;
además deberá fortalecer su diseño institucional y
de gestión para incrementar sus capacidades.
El Estado debe asumir la función, en lo social,
de ser promotor de una sociedad de bienestar, en-
Ángulos, generando tendencias, num. 4, diciembre 2014
tendida como aquella en la que la gran mayoría de
sus habitantes goza de manera efectiva de derechos ciudadanos políticos, civiles y sociales; esto
requiere la protección del Estado al individuo. No
perdamos de vista, como afirma Teresa Montagut
en su libro Política social (2008: 2012), que:
económico, el abuso de poder de las corporaciones económicas, la inseguridad pública y la corrupción, tienen
generalmente origen en las políticas públicas inadecuadas o en fallas estructurales del Estado, (CIDE: 2010: 13).
El bienestar social es fruto de la interacción entre Estado y economía. Aquellas sociedades que han tenido una
economía próspera y cuyos gobiernos se asientan en un
sistema democrático tienen más recursos –humanos y
económicos– para luchar en pro del bienestar (…) Los
logros de la democracia dependen tanto del marco institucional como del vigor de su funcionamiento. No hay
bienestar sin democracia, pero tampoco hay democracia
sin bienestar.
La reforma constitucional implica una reingeniería constitucional que rebase los cambios
normativos e institucionales de carácter parcial,
coyunturales y de corto plazo. La propia reingeniería lleva a replantear desde la Constitución las
reformas económicas, a los derechos sociales de
los mexicanos y la renovación del régimen político sobre las bases democráticas que existen actualmente en el país. De lo que se trata con esta
reforma es reconstruir el Estado mexicano, lo que
implica redefinir las reglas del juego a partir de
la creación, modernización y sustitución de instituciones.
El proceso de reforma institucional que debe
experimentar México no se puede reducir a la
atención de aspectos que sólo cambian asuntos menores, como se ha venido haciendo en la
mayoría de los casos. Por el contrario, debe ser
de gran alcance, que modifique sustancialmente
distintas esferas del funcionamiento del Estado.
Además es importante que en su diseño se incorpore la opinión de especialistas e instituciones
académicas de gran prestigio para que no sólo
sean los partidos políticos, que por lo general actúan como juez y parte del sistema.
El valor de las instituciones es fundamental en
la reconstrucción del Estado mexicano. Sin instituciones modernas, sólidas, democráticas, confiables y eficientes México seguirá padeciendo los
mismos problemas, como bien afirma Gabriel L.
Negreto en la “Introducción” del texto colectivo
Debatiendo la reforma política:
Todo proceso
modernizador del
Estado conlleva
LA CREACIÓN
DE NUEVAS
INSTITUCIONES y
la desaparición
de otras. En el
caso de México
el cambio
institucional ha
sido limitado,
inconcluso y
sin profundidad.
La reforma de la administración pública debe
estar orientada a mejorar la gestión del Estado
para hacer un gobierno eficaz, transparente, competitivo, flexible, innovador, responsable y con
resultados.
México debe abrazar la propuesta del Centro
Latinoamericano de Administración para el Desarrollo (CLAD) para que la reforma del Estado
incluya la implantación de un modelo gerencial
que permita modificar su aparato estructural. Esto
requiere establecer diversos cambios institucionales que deben ser orientados por:
a) La flexibilización organizacional, capaz
de hacer más ágiles a los gobiernos.
b) El montaje de una red de relaciones más
democráticas entre la prestación de los
servicios públicos y los ciudadanos.
c) La implantación de un modelo contractual
y competitivo de acción estatal a partir del
cual se logre la eficiencia y la efectividad
de las políticas.
En este escenario la reforma gerencial se
debe asumir como un aspecto fundamental para
mejorar la capacidad de gestión del Estado, para
concretar en la realidad de manera eficiente y
efectiva las decisiones tomadas a nivel político.
Desde esta perspectiva se trata, ante todo, de que
la reforma gerencial:
constituya un núcleo estratégico en el centro del aparato
estatal, capaz de formular políticas públicas y de ejercer
actividades de regulación y del control de suministros de
servicios públicos (CLAD, 1998).
Bajo este esquema es necesario que el Estado
transite, en el ámbito de la administración pública, hacia un gobierno por políticas públicas y
deje atrás el viejo modelo de gobernar por planes
aparatosos y omnicomprensivos. Atrás quedaron
aquellos tiempos en que el aparato estatal se proponía hacer todo, hacía muy poco y muy mal (al
respecto se sugiere leer diversos textos de Luis
Aguilar Villanueva).
Para que el Estado recupere su capacidad de
respuesta, eficiencia y eficacia en la gestión pública debe seleccionar y priorizar los problemas
La pobreza, la desigualdad social, la falta de crecimiento
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Ensayos
Necesitamos
UN NUEVO
ESTADO para
un México plural
y democrático,
que tenga como
fórmula mejorar
el funcionamiento
institucional, la
democracia y la
gobernabilidad
a través de
consensos.
que integren la agenda de gobierno porque es un
hecho que ya no puede ni debe resolver todos
los problemas públicos. Gobernar por políticas
públicas es seleccionar y tomar decisiones considerando costos, rentabilidad e impacto social
(Luis Aguilar Villanueva). De otra forma será imposible que con la enorme cantidad de demandas
sociales y la cada vez más reducida disposición
de recursos públicos el Estado se haga cargo de
todas las tareas.
En lo político es necesario seguir modernizando nuestro régimen político para mejorar la
calidad de la democracia. No hay reforma definitiva ni última, la democracia es un proceso constante de perfeccionamiento. Reformar el marco
legal electoral es una de varias condiciones para
ampliar nuestra democracia.
La permanencia de gobiernos divididos y de
minoría nos lleva necesariamente a seguir explorando otros esquemas de organización política para modernizar el régimen político. En este
sentido es importante regresar a la agenda temas
como gobierno de coalición, semipresidencialismo, segunda vuelta electoral, reelección inmediata de presidentes municipales y legisladores, entre
otros importantes temas.
Al término del proceso electoral de 2012 es
posible evaluar los límites y alcances de la última reforma aprobada. Se han identificado vacíos,
contradicciones, limitaciones, que deben considerarse como espacios de oportunidad para perfeccionar nuestro régimen actual.
La reforma al federalismo sigue siendo una
asignatura pendiente en la reforma del Estado.
Sin esta reforma la vida institucional, fiscal y organizacional de los municipios se mantendrá en
la incertidumbre.
En síntesis, para continuar nuestro largo peregrinar a la modernidad, nuestra modernidad, necesitamos un nuevo Estado que nos permita hacer
conciliar el progreso económico con el desarrollo
humano; hacer coincidir la igualdad social con
la competitividad económica; que perfeccione
el funcionamiento institucional de la República,
mejore la calidad de la democracia y mantenga la
gobernabilidad.
Necesitamos, insisto, un nuevo Estado que
haga del próximo gobierno, además de legítimo,
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legal y representativo, competente y eficaz en sus
resultados; innovador, flexible, participativo y
transparente; que establezca como práctica política la negociación y el consenso para encontrar
respuestas y soluciones adecuadas en tiempos de
cambios permanentes.
Quizás estemos cerca de construir desde
adentro y por completo nuestra modernidad; el
optimismo, pese a los constantes fracasos, debe
prevalecer. Aunque esta búsqueda incansable sea
una obsesión.
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