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Trastornos Clínicos en la Infancia: Diagnóstico diferencial respecto a la Alienación Parental (AP)

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Trastornos Clínicos en la infancia y adolescencia: Diagnóstico
diferencial con la Alienación Parental (AP).
La sintomatología manifestada por un niño con AP puede ser coincidente con la
de otros trastornos. Por ejemplo, Walker y Shapiro (2010) han sugerido que un menor
que manifiesta los mismos signos y síntomas de AP puede sufrir en realidad un
trastorno de angustia por separación o una fobia específica, y que es posible que la
percepción de peligro del niño provoque fobias e incluso síntomas compatibles con un
TEPT -Trastorno de Estrés Postraumático-. A este respecto, según el manual DSM-5,
los criterios diagnósticos del TEPT (en adultos y niños) incluyen necesariamente la
“exposición a la muerte, lesión grave o violencia sexual, ya sea real o amenaza” (APA,
2013, p. 271), mientras que la AP surge sin la presencia de abuso, maltrato o
negligencia; por tanto, aunque el divorcio sea un evento estresante para los menores, no
se trata de un evento traumático que implique amenaza para la integridad física del
menor o de sus figuras de apego. Por otra parte, la AP difiere del Trastorno de Ansiedad
por Separación en el contenido de las preocupaciones del niño, quien en este último
caso se preocupa por la separación de una figura de apego (coincidente con la visitación
del progenitor no custodio que motiva el distanciamiento del cuidador principal),
mientras que en la AP la preocupación del niño se centra en creencias irrealistas de que
el progenitor alienado es pernicioso tanto para él como para el progenitor preferido
(Bernet et al., 2010). Por último, la diferencia fundamental entre una fobia específica
del menor hacia un progenitor o su entorno y la AP se hallaría en la emoción principal
subyacente, siendo en la fobia el miedo y en la AP la hostilidad. En ambos por tanto
existiría rechazo, pero de origen diferente.
La negativa férrea al contacto se explicaría también en el caso de algunos menores
que rechazan a un progenitor, por un trastorno negativista desafiante (Walker y Shapiro,
2010). Tras la separación o divorcio, los menores con este trastorno puede que expresen
enfado, resentimiento o testarudez con una mayor intensidad y es probable que el hijo
sea oposicionista con ambos progenitores en una variedad de contextos, mientras que el
niño con trastorno de AP centra su negativismo en el contacto con el progenitor
alienado iniciando al mismo tiempo una campaña de denigración hacia ese mismo
progenitor (Bernet et al., 2010), sin que necesariamente sea concurrente con
discusiones, comportamientos de desafío, de venganza o dirigidos a molestar a otras
personas (APA, 2013).
Igualmente, como ya se ha mencionado en el apartado anterior, algunos autores
han sugerido que la AP podría considerarse una forma leve de Trastorno Psicótico
Compartido, Trastorno de Ideas Delirantes Inducidas o folie à deux (Alascio, 2008; Ellis
y Boyan, 2010), donde un progenitor delirante y el menor comparten la idea de que el
progenitor rechazado es malvado y, por tanto, debe ser evitado, sin la presencia de
causas objetivas para esta creencia. Durante la alienación parental, el progenitor
alienante transfiere al hijo su percepción negativa del otro progenitor, pero no se le
considera normalmente fuera de contacto con la realidad (Bernet et al., 2010) y sus
conductas son generalmente de carácter voluntario, con la finalidad de influenciar los
sentimientos del menor hacia el otro progenitor (Alascio, 2008).
Finalmente, se considera que la situación de estrés, derivada de la separación o
divorcio, puede causar en el niño un Trastorno Adaptativo. A este respecto, Bernet et al.
(2010) exponen que un niño con trastorno adaptativo puede tener una variedad de
síntomas no específicos que incluyen depresión, estado de ánimo ansioso y
comportamientos disruptivos, mientras que el niño con AP manifiesta un conjunto
específico de síntomas incluyendo la campaña de denigración y las racionalizaciones
débiles y frívolas para la crítica persistente hacia el progenitor rechazado. En cuanto a la
posible sintomatología depresiva, Walker y Shapiro (2010) señalan que puede empeorar
por el conflicto continuado entre los progenitores, incluyendo entre las manifestaciones
de un Trastorno del Estado de Ánimo -concretamente en el caso de la depresión infantilel comportamiento disruptivo y el rechazo hacia personas y actividades que le solía
gustar hacer, por lo que para estos autores si los síntomas en el menor se reducen una
vez que el comportamiento de los progenitores es controlado por órdenes judiciales,
sugiere claramente un trastorno de ánimo situacional o reactivo a la separación
conflictiva y no AP.
Algunos autores proponen el uso del manual DSM para el diagnóstico de la AP
sin necesidad de recurrir al término SAP dentro del epígrafe “problemas paternofiliales” caracterizados porque “el objeto de atención clínica es el patrón de interacción
entre padres e hijos (p.ej., deterioro de la comunicación, sobreprotección disciplina
inadecuada) que está asociado a un deterioro clínicamente significativo de la actividad
individual o familiar o a la aparición de síntomas clínicamente significativos en los
padres o hijos” (Jarne y Arch, 2009, p. 89). Por otra parte, Turkat (2002) señala que la
AP cumpliría los criterios diagnósticos del DSM para el “Trastorno Mental No
Especificado”.
Ref. Tesis doctoral: “Las interferencias parentales y la alienación parental en el
contexto jurídico español: revisión de sentencias judiciales en materia de guarda y
custodia”. Autor: Ignacio González Sarrió. Universidad de Valencia. 2017.
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